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DOS REYES, DOS DECISIONES

La inclinación de nuestro corazón hacia el orgullo o la humildad se hace evidente cuando Dios
llama a nuestra atención algo en nuestra vida que no le agrada. La forma en que respondemos a Él
en momentos de convicción revela la verdadera condición de nuestro corazón. Esto queda
ilustrado en la vida de dos reyes del Antiguo Testamento: Roboam y Asa.
La forma en que respondemos a Él en momentos de convicción revela la verdadera condición de
nuestro corazón.
Roboam heredó el trono de Israel de su padre, Salomón. En medio de su reinado encontró
problemas.
Después de que Roboán consolidó su reino y se afirmó en el trono, él y todo Israel abandonaron la ley del
SEÑOR
2Cr 12:2 y le fueron infieles. Por eso en el quinto año del reinado de Roboán, Sisac, rey de Egipto, atacó a
Jerusalén.
2Cr 12:3 Con mil doscientos carros de combate, sesenta mil jinetes y una innumerable multitud de libios,
suquíes y cusitas procedentes de Egipto,
2Cr 12:4 Sisac conquistó las ciudades fortificadas de Judá y llegó hasta Jerusalén.
2Cr 12:5 Entonces el profeta Semaías se presentó ante Roboán y los jefes de Judá que por miedo a Sisac se
habían reunido en Jerusalén, y les dijo: —Así dice el SEÑOR: “Como ustedes me abandonaron, ahora yo
también los abandono, para que caigan en manos de Sisac.”

El faraón Sisac invadió Judá alrededor del 926 a. C. saqueando a Jerusalén y obligando a Roboam a
pagar tributos. La versión egipcia de esta invasión enumera más de cien ciudades que fueron
capturadas por Sisac. Pero aun así, Jerusalén no fue destruida y Judá no perdió su condición
nacional.
El corazón de Roboam se llenó de sí mismo y de pecado. Había alejado a la nación de Dios. Dios
levantó un enemigo para castigar a Roboam por su rebelión. Dios quería que Roboam entendiera
por qué la nación estaba sitiada, así que envió a un profeta a explicarlo. Lee lo que aconteció:
2Cr 12:6 Los jefes israelitas y el rey confesaron con humildad: —¡El SEÑOR es justo!
2Cr 12:7 Cuando el SEÑOR vio que se habían humillado, le habló nuevamente a Semaías y le dijo: «Puesto
que han mostrado humildad, ya no voy a destruirlos; dentro de poco tiempo los libraré. No voy a permitir que
Sisac ejecute mi castigo sobre Jerusalén,
¿Cómo respondieron Roboam y los líderes del pueblo cuando se les confrontó con su pecado?
¿Cómo respondió Dios cuando su pueblo se humilló? ¿Cómo se benefició toda la nación de la
humildad de Roboam?
Ahora veamos al nieto de Roboam, Asa, quien fue rey de Judá tres años después de la muerte de
Roboam. Asa tuvo un reinado largo y próspero (la mayor parte del tiempo). La Biblia registra
muchas cosas positivas acerca deAsa y su liderazgo. Inició su reinado dando importantes pasos de
obediencia.
Asá hizo lo que era bueno y agradable ante el SEÑOR su Dios.
2Cr 14:3 Se deshizo de los altares y santuarios paganos, destrozó las piedras sagradas, y derribó las imágenes
de la diosa Aserá.
2Cr 14:4 Además, ordenó a los habitantes de Judá que acudieran al SEÑOR, Dios de sus antepasados, y que
obedecieran su ley y sus mandamientos.
2Cr 14:5 De este modo Asá se deshizo de los santuarios paganos y de los altares de incienso que había en
todas las ciudades de Judá, y durante su reinado hubo tranquilidad.
2Cr 14:6 Asá construyó en Judá ciudades fortificadas, pues durante esos años el SEÑOR le dio descanso, y el
país disfrutó de paz y no estuvo en guerra con nadie.
2Cr 14:7 Asá les dijo a los de Judá: «Reconstruyamos esas ciudades, y levantemos a su alrededor murallas
con torres, puertas y cerrojos. El país todavía es nuestro, porque hemos buscado al SEÑOR nuestro Dios;
como lo hemos buscado, él nos ha concedido estar en paz con nuestros vecinos.» Y tuvieron mucho éxito en la
reconstrucción de las ciudades.
Los israelitas repetidamente cedieron ante la tentación de adoptar la adoración cananea. Los
pilares eran usados en la adoración cananea para representar al dios masculino Baal, y unas
columnas de madera representaban a la diosa Asera. Los “lugares altos” eran las plataformas
donde se llevaban a cabo los rituales paganos. Se usaba incienso en esas adoraciones.
Sin embargo, aún bajo el liderazgo piadoso de Asa, vinieron problemas al reino. El ejército etíope
se armó en batalla contra Judá. En su tribulación, Asa confió en Dios. Clamó a Dios y por Su mano,
el enemigo huyó. Dios honró la fe de Asa y le afirmó la bendición en su liderazgo. Asa respondió
en humildad y la nación profundizó en la fe (véase 2 Crónicas 15).
Años después vino otro enemigo, y esta vez Asa respondió de forma diferente. En vez de confiar
en el Señor, Asa acudió a los sirios en busca de ayuda. Dios envió a un profeta a confrontarlo por
esta insensatez.
2Cr 16:7 En esa ocasión el vidente Jananí se presentó ante Asá, rey de Judá, y le dijo: «Por cuanto pusiste tu
confianza en el rey de Siria en vez de confiar en el SEÑOR tu Dios, el ejército sirio se te ha escapado de las
manos.
2Cr 16:8 También los cusitas y los libios formaban un ejército numeroso, y tenían muchos carros de combate
y caballos, y sin embargo el SEÑOR los entregó en tus manos, porque en esa ocasión tú confiaste en él.
2Cr 16:9 El SEÑOR recorre con su mirada toda la tierra, y está listo para ayudar a quienes le son fieles.
Pero de ahora en adelante tendrás guerras, pues actuaste como un necio.»
¿Por qué era malo que Asa buscara ayuda en los sirios para hacer frente a sus enemigos?
“Oh hombre, odia el orgullo, huye de él, aborrécelo, ¡no dejes que anide
en ti!”.
—C. H. Spurgeon

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