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EL MAESTRO QUE EL PERÚ NECESITA

Por: Agustín Farje Núñez

La primera misión del maestro consiste en conocer los pormenores de su


profesión y valorarla en toda su extensión. Debe saber que la educación
tiene -sin eufemismos- una misión trascendente y decisiva, que sus
efectos se dan a largo plazo, que de ella depende la formación de hombres
que puedan tomar en sus manos el destino futuro de la nación peruana.
Sus resultados se miden en el tiempo, en la calidad de personas que se
alcance y en el progreso del entorno político, social, económico,
axiológico.

Misión importante del maestro es lograr de los discípulos, cualquiera


ellos sean, se conviertan en hombres buenos, de provecho para el país,
que sepan confiar en sus autoridades, en su Patria para que no renieguen
de ella y no les sea indiferente en sus problemas, en su futuro, porque
ellos son la base de ese futuro que queremos de progreso.

Todo alumno que esté bajo su tutela, debe ser tratado desde la misma
perspectiva de delicadeza, dignidad y derechos. Sin embargo, el maestro
debe estar atento también a las diferencias individuales, a fin de adecuar
sus métodos y sistemas a las necesidades de sus alumnos.

Una tercera misión es despertar la vocación de sus alumnos. Para lo cual


debe conocer la historia de cada uno en sus diferentes contextos:
personal, familiar, amical, social, sus inclinaciones, sus preferencias.

Conocer a los alumnos es una tarea importante, sobre todo porque de


este conocer, debe surgir la orientación atinada de los especialistas y del
mismo profesor para evitar que los alumnos fracasen cuando deban
escoger su ubicación en la vida.

Todo docente acucioso se da cuenta de las cualidades de sus alumnos.


Si se sistematizara esta observación con un mayor acercamiento personal
y con la aplicación de pruebas que reflejen casi con exactitud las
competencias del estudiante, se podría orientar mejor a nuestra juventud
evitándoles frustraciones.

Es importante hacer un seguimiento de los niños desde su comienzo


escolar y continuarlo a donde vaya, de tal manera que la orientación
vocacional se haga sobre bases realistas y no supuestas e improvisadas.

Sin embargo, hay una vocación que debe despertar en todos sus alumnos
y esa es la vocación del estudio, del aprendizaje, de la lectura, de la
curiosidad por saber cada día algo más, de saber constantemente
investigar, de estar informado de los acontecimientos de su entorno, del
mundo. El mundo que ya estamos enfrentando es el del conocimiento y
sin esta vocación, volveríamos al primitivismo que actualmente nos está
amenazando peligrosamente.

Incentivar en el estudiante la necesidad de descubrir el conocimiento,


antes que imponerle una enseñanza, es otra misión esencial. Cuando el
maestro comprende su misión, vive su realidad, se involucra en ella, la
cuestiona, la trata de elevar, no se queda conforme porque sabe que un
pueblo tiene la fuerza necesaria para progresar y salir adelante.

El maestro debe saber movilizar esa fuerza en un sentido positivo,


siempre, porque se convierte en un generador de humanidad cuando
llega a comprender el por qué de su existencia y el por qué de su
profesión.

A veces no comprendemos por qué los políticos no entiendan la tarea del


educador y lo postergan tanto; o lo entienden a medias y no le dan a esta
profesión su verdadera dimensión. Pero pese a las muchas dificultades
con las que casi siempre tiene que bregar, un auténtico Maestro mantiene
siempre vivos su fe y su optimismo, ya que es consciente de que educa
con su fuerza espiritual.
Es maestro, porque quiere contribuir a educar a su pueblo sin ningún
tipo de discriminación; quiere educar a su pueblo para desengrilletar su
mente de las cadenas de la ignorancia y devolverle la dignidad.

Es maestro, porque tiene la capacidad de pensar y obrar antes en el


bienestar de su pueblo que en el suyo propio. Es maestro, porque es
capaz de cruzar ríos y quebradas e ir por polvorientos caminos bajo el
sol, la lluvia y la soledad, para dar el encuentro a sus niños y enseñarles
a descubrir el mundo con sus propios medios.

Es maestro para dar mejor calidad humana y de vida a su pueblo y para


que él también aprenda a ser libre y a conquistar su propia libertad. Es
maestro, porque ha realizado una introspección profunda de su ser
interior, encontrando que en él no hay resentimiento, no hay
revanchismo; sólo hay el deseo de hacer crecer el espíritu de sus alumnos
para que logren sus destinos brillantes, fuera de toda oscuridad.

Es maestro porque sabe lo que es la democracia, la equidad, la


solidaridad, la paz, el espíritu de empresa e iniciativa, porque es capaz
de fomentar conductas plenas de valores para que sus alumnos sean
mejores hombres y mujeres cada vez. Es maestro porque ésa es la
vocación de su vida, su destino, su propia dignidad y su propia
naturaleza de ser humano.

El Perú necesita de un Maestro libre, equitativo, solidario, amante de la


belleza, amante del conocimiento. El Perú necesita de un Maestro con el
corazón rebosante de optimismo y alegría. El Perú necesita de un Maestro
emprendedor, con criterio propio. El Perú necesita un Maestro que ame
a los niños y diga como el Rabí de Galilea “Dejad que vengan a mi”. El
Perú necesita un Maestro que lea, que lea siempre, que lea hoy, mañana,
en el día, en la noche, en cada instante de su vida.

El Perú necesita de un Maestro que investigue, que haga de su aula un


laboratorio cálido. El Perú necesita de un Maestro en quien la democracia
no sea solo una prédica sino una auténtica manifestación de vida
cotidiana. El Perú necesita de un Maestro que libere la mente de sus
semejantes de las cadenas de la ignorancia. Porque un Maestro así, tiene
un lugar asegurado junto a Dios.

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