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Testimonios del Purgatorio – Santos y Beatos

Beata Ana María Taigi (1769-1837)

Asistió al funeral del cardenal Doria y el Señor le hizo entender que los cientos de
misas que el purpurado había dejado encargadas no le servirían a él sino a los pobres,
porque durante su vida no había rezado por las almas del purgatorio.

Beata Isabel Bona (1386-1420)

Dios se complació con las virtudes de su humilde sierva, y la favoreció con éxtasis y
visiones maravillosas. Obtuvo que algunas almas del purgatorio se aparecieran a su
confesor para solicitarle los sufragios y las aplicaciones de Santas Misas. Durante el
concilio ecuménico de Costanza predijo el final del gran cisma de occidente y la
elección del Papa Martín V. Jesús le dio la gracia de sufrir en sí misma los dolores de la
Pasión y recibir en su cuerpo la impresión de las sagradas Llagas. A veces su cabeza
aparecía herida por las espinas. En medio del dolor exclamaba: “Gracias, Señor,
porque me haces sentir los dolores de tu Pasión!”.

Beata Sor Ana de los Ángeles y Monteagudo (1602-1686)

Religiosa dominica peruana del siglo XVI. Cuenta Sor Juana de Santo Domingo que un
día tenía hambre y no había nada que comer en el convento. La santa le dijo que le
trajera el breviario para rezar juntas a las almas del purgatorio para que les enviaran
alimentos.

Pues bien, antes de terminar de rezar el Oficio de difuntos, mandaron llamar a la


portería a Sor Ana y ésta le dijo a Sor Juana: “No te he dicho que las almas mandarían
de comer? Vete tú misma a la portería y recibe lo que traen “. Allí se presentó un joven
de buen aspecto que les traía panes, quesos, harina y mantequilla.

Beato Alano de la Rupe (1428-1475)

El rosario se mantuvo como la oración predilecta durante casi dos siglos, despues de
su institución por Santo Domingo. Cuando la devoción empezó a disminuir, la Virgen se
apareció a Alano de la Rupe y le dijo que reviviera dicha devoción. La Virgen le dijo
también que se necesitarían volúmenes inmensos para registrar todos los milagros
logrados por medio del rosario y reiteró las promesas dadas a Sto. Domingo referentes
al rosario.

Promesas de Nuestra Señora, Reina del Rosario, tomadas de los escritos del Beato
Alano:
1. Quien rece constantemente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.
2. Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente
recen mi Rosario.
3. El Rosario es el escudo contra el infierno, destruye el vicio, libra de los pecados y
abate las herejías.
4. El Rosario hace germinar las virtudes para que las almas consigan la misericordia
divina. Sustituye en el corazón de los hombres el amor del mundo con el amor de Dios
y los eleva a desear las cosas celestiales y eternas.
5. El alma que se me encomiende por el Rosario no perecerá.
6. El que con devoción rece mi Rosario, considerando sus sagrados misterios, no se
verá oprimido por la desgracia, ni morirá de muerte desgraciada, se convertirá si es
pecador, perseverará en gracia si es justo y, en todo caso será admitido a la vida
eterna.
7. Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los Sacramentos.
8. Todos los que rezan mi Rosario tendrán en vida y en muerte la luz y la plenitud de la
gracia y serán partícipes de los méritos bienaventurados.
9. Libraré bien pronto del Purgatorio a las almas devotas a mi Rosario.
10. Los hijos de mi Rosario gozarán en el cielo de una gloria singular.
11. Todo cuanto se pida por medio del Rosario se alcanzará prontamente.
12. Socorreré en sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.
13. He solicitado a mi Hijo la gracia de que todos los cofrades y devotos tengan en vida
y en muerte como hermanos a todos los bienaventurados de la corte celestial.
14. Los que rezan Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi
Unigénito Jesús.
15. La devoción al Santo rosario es una señal manifiesta de predestinación de gloria.

Beato Enrique Suso (1295- 1366)

Hizo un pacto con otro hermano de la Orden por el cual, cuando el primero de ellos
muriera, el sobreviviente ofrecería dos Misas cada semana por su alma, y también
otras oraciones. Sucedió que su compañero murió primero, y el Beato Enrique
comenzó inmediatamente a ofrecer las prometidas Misas. Continuó diciéndolas por un
largo tiempo. Al final, suficientemente seguro que su santamente muerto amigo había
alcanzado el Cielo, cesó de ofrecer las Misas.

Grande fue su arrepentimiento y consternación cuando el hermano muerto apareció


frente a él sufriendo intensamente y reclamándole por no haber celebrado las Misas
prometidas. El Beato Enrique replicó con gran arrepentimiento que no había continuado
con las Misas, creyendo que su amigo seguramente estaría disfrutando de la Visión
Beatífica pero agregó que siempre lo recordaba en sus oraciones. "Oh hermano
Enrique, por favor dame las Misas, pues es la Preciosísima Sangre de Jesús lo que yo
más necesito" lloraba la sufriente alma. El Beato recomenzó a ofrecerlas, y con
redoblado fervor, ofreció Misas y ruegos por su amigo hasta que recibió la absoluta
certeza de su liberación. Luego fue su turno de recibir gracias y bendiciones de toda
clase por parte de su querido hermano liberado, y muchas más veces que las que
hubiera esperado.

El Beato Enrique Susso (Seuze) había prometido a un religioso de su Orden, a quien él


mucho amaba, que si le sobrevivía celebraría durante un año, cada lunes, la santa
Misa en sufragio de su alma. Aquel religioso murió, y, pasado algún tiempo, se apareció
al Beato y se lamentó amargamente porque le había olvidado. Excusóse Enrique
diciéndole que no había celebrado la santa Misa por su alma, pero había hecho otras
oraciones por él. El difunto, con lágrimas y suspiros, exclamó: “¡Es la Sangre de
Jesucristo lo que yo quiero para extinguir el fuego que me devora!”.

Beato Juan de la Verna (1259 - 1322)

Tenía gran devoción a las almas del Purgatorio, elevaba al Señor fervientes oraciones
en sufragio de ellas; entre otras, celebrando la Misa el 2 de noviembre en la
conmemoración de todos los difuntos, mientras elevaba la hostia suplicó a Dios, por los
méritos de Jesús víctima, librar del Purgatorio a los difuntos, y vio una multitud de
almas salir del lugar de expiación y subir al cielo. Era tanta la alegría que inundaba su
corazón en la oración, que rogaba al Señor que le quitara tal dulzura.

Beato Padre Estanislao de Jesús y María Papczynski (1631-1701)

Presentamos aquí la traducción de algunos párrafos de una biografía del sacerdote


polaco recientemente beatificado, Padre Estanislao de Jesús y María Papczynski,
religioso y fundador de una congregación dedicada a la Santísima Virgen.

En 1676, el Padre Papczynski realizó una peregrinación al Santuario de Nuestra


Señora en Studzianna, a 50 km en línea recta del bosque de Korabiew. Se enfermó
gravemente y pidió que lo lleven al icono de la Sagrada Familia, famoso por sus
milagros. En ese momento, el Padre Juan Ligeza, el amigo más cercano del Padre
Estanislao y su confesor, era superior del Monasterio Oratoniano en Studzianna.
Después de la confesión y la Santa Misa, el Padre Estanislao se fue a la celda que se
le había asignado. Allí sintió que perdía todas sus fuerzas y sus sentidos. Casi muerto,
en éxtasis, una vez más experimentó el misterio del sufrimiento de las Almas en el
Purgatorio. Al ver este terrible sufrimiento, sintió que la Santísima Virgen le pedía, junto
con todas las Almas, que regresara a la vida para ayudar a los difuntos.

Mientras el Padre Estanislao estaba en éxtasis, los residentes del monasterio, después
de terminar su comida, entraron en su celda para ver qué le sucedía. Pensaron que
estaba muerto y le informaron esto al Padre Ligeza. Ya se estaban preguntando qué
arreglos hacer para su funeral, pero su superior no estaba alarmado por esta noticia.
Les aseguró que el Padre Estanislao no había muerto y que sabía dónde se hallaba.
Muy pronto, el Padre Papczynski revivió, y habiendo recibido la bendición del superior,
pálido por la fiebre, fue a la iglesia y dio a los fieles un largo sermón sobre la necesidad
de ayudar a las Almas del Purgatorio. Entonces regresó a su Monasterio y ordenó a sus
compañeros que rezasen el Rosario y el Oficio de los Difuntos cada día. También les
dijo que ofreciesen cada mérito, trabajo, mortificación y otras obras de misericordia en
favor de las Almas, para que pudieran ser liberadas de sus sufrimientos.

Los contemporáneos del Padre Papczynski recuerdan que a menudo se encerraba en


su celda para orar y en éxtasis descendía al Purgatorio. Durante estos éxtasis podía
sentir los sufrimientos de las Almas del Purgatorio. En esas ocasiones, pedía al Padre
del Cielo: “Oh Dios de Infinita Misericordia, dame a mí más sufrimientos y disminuye su
castigo” (O Clementissime Deus, auge mihi dolores, et ipsis poenas minue).

A veces Dios Misericordioso le revelaba los misteriosos designios de su Divina


Providencia a este amante de las Almas del Purgatorio. Un día, mientras estaba
rezando con sus compañeros en el coro, vio a un alma temerosa que estaba siendo
duramente juzgada por Dios por sus pecados y temblando de miedo ante la
condenación. Conmovido por esta alma, le dijo a sus compañeros, rompiendo el
silencio: “Oremos por esta alma que está siendo juzgada en este momento”. Aunque no
reveló de quién se trataba siempre se supuso que era el alma del Rey Juan III Sobieski
[n. del t.: quien liderara la coalición de reyes y príncipes de naciones cristianas que en
el año 1683 detuvo el avance musulmán a las puertas de Viena], que murió en Varsovia
en ese momento.

Animado por el amor a las Almas que sufrían en el Purgatorio, P. Papczynski ofreció
todas sus enfermedades, sufrimientos, trabajos, persecuciones, mortificaciones,
ayunos, penitencias, buenas obras y méritos por ellas. Impuso la misma obligación a
sus compañeros. Para alentarlos a que hicieran esto, les recomendó en su Testamento
en 1692 que cualquiera que realizara estos actos de amor heroico sería recompensado
doblemente por Dios. “Les prometo -escribió- una doble recompensa de manos de Dios
a todos aquellos que elijan y apoyen a esta pequeña Congregación de la Inmaculada
Concepción, que ha nacido por voluntad de Dios para asistir a los difuntos”.

Beato Pio IX (1792-1878)

El venerable pontífice Pío IX designó a un santo y prudente religioso llamado Tomaso


como Obispo de la Diócesis. El sacerdote, alarmado por la responsabilidad puesta
sobre él, comenzó encarecidamente a excusarse. Sus protestas fueron en vano. El
Santo Padre sabía de sus méritos.

Agobiado por la aprehensión, el humilde religioso solicitó una audiencia con el Santo
Padre y le confesó que tenía mala memoria, lo que resultaba ser un grave impedimento
en el alto oficio encomendado a él.

Pío IX respondió con una sonrisa "Su diócesis es muy pequeña en comparación con la
Iglesia Universal, la cual llevo sobre mis hombros. Tus cuidados son livianos en
comparación con los míos.” Y agregó: "Yo también sufría un grave defecto de la
memoria, pero prometí decir una ferviente oración diaria por las Ánimas Benditas, las
cuales, en retribución, han obtenido para mí una excelente memoria. Usted debería
hacer lo mismo, estimado Padre, y tendrá en qué regocijarse".

Beato Rainiero

El beato Rainiero, cisterciense, estaba con gran temor de su vida pasada, por no saber
si el Señor le había perdonado sus culpas y las penas que por ellas debía, y suplicaba
continuamente a nuestra Señora tuviese compasión de su alma, para no ir a dar al
Purgatorio.

Estando una vez en oración fue arrebatado en éxtasis, y oyó que la Virgen intercedía
en su favor, suplicando al Señor le llevase al cielo sin tocar el purgatorio, pues que
estaba arrepentido de corazón de todos sus pecados, y había hecho la penitencia
debida, a lo cual respondió el Hijo: “Madre mía, todo lo dejo en tus manos”. ¿Quién
podrá explicar el gozo de Rainiero al oír una respuesta semejante? ¿Qué temor podría
tener del purgatorio, de que tan pocos se libran, cuando la causa estaba ya en manos
de su Madre amantísima?. No por esto aflojó él un punto en los ejercicios de vida
espiritual, sino que se dedicó con mas fervor a la piedad y a los actos de religión,
mereciendo le librase esta bendita Madre de aquellas penas atroces, como lo hace con
todos sus amantes hijos.

Dionisio Cartujano (1402 - 1471)

Refiere Dionisio Cartujano que, cuando perdió a su padre, en lugar de rogar por su
eterno descanso, se dejó llevar de tan inmoderado deseo de conocer la suerte que le
había cabido, y que, sumido de continuo en este pensamiento, se olvidaba por
completo de rogar por su alma.

Mas Dios, queriéndole reprender este defecto, permitió que una tarde en que, después
de Vísperas, rogaba al Señor no le negara esta gracia, oyó una voz que le decía:
“¿Cómo te dejas tentar de tan vana curiosidad? ¿No seria mejor que aplicaras el mérito
de tu oraciones en sufragio del alma de tu padre, que entretanto está padeciendo en
las llamas del Purgatorio, antes que pretender saber dónde se encuentra?”. Advertido
con este aviso, se puso entonces Dionisio a orar con fervor por el alivio de su padre, y
a la noche siguiente vio en sueños a dos demonios que lo introducían en un horno
ardiente, mientras el difunto, vuelto a él, clamaba: “¡Ah, hijo mío, amado hijo mío! ¿Por
qué me has abandonado de este modo? Ten piedad de tu infeliz padre, y ven en mi
socorro con tus oraciones”. El pobre religioso, todo confundido por su negligencia, se
propuso repararla, y continuó orando hasta que supo por revelación que su padre
estaba ya libre de los tormentos.

San Alberto Magno (1200-1280)


Diversas personas oyeron dezir, no una, sino muchas vezes, a Alberto Magno, Ministro
General que fue de Predicadores, de cierto hombre cuya vida era de buen exemplo, y
en los ojos de todos, buena y santa, que, estando enfermo, y de enfermedad muy
penosa, que rogó a Dios con lágrimas que con la muerte pusiesse fin a tanto mal y
tormento como padecía en aquella enfermedad.

Apareciósele un ángel, y díxole que Dios avía oído su oración, y que le dava a escoger,
o que estuviesse tres días en Purgatorio, o un año la enfermedad que tenía, y que,
cumplido, iría luego al Cielo. El enfermo, que sentía la pena presente y no tenía
experiencia de la ausente, dixo:
-Yo quiero morir luego, y no sólo tres días, sino cuanto más fuere la voluntad de Dios
ser atormentado en el Purgatorio.
-Sea como dizes -dixo el ángel.
Y en la misma hora murió, y su alma fue a Purgatorio. Passó un día, y visitóle el ángel
en su tormento, diziéndole:
-¿Cómo te va, alma que escogiste tres días de Purgatorio por no padecer un año de
enfermedad?
Respondióle la alma:
-¿Y vós sois ángel? No devéis serlo, que los ángeles no engañan. Dixístesme que
estaría tres días en estas penas, y han passado muchos años y no me veo libre dellas.
El ángel le dixo:
-No los muchos años, sino la terribilidad del tormento te fuerça a dezir lo que dizes,
porque de los tres días sólo uno has estado en Purgatorio. Mas si te agrada hazer
nueva elección, tu cuerpo | no está aún sepultado, puedes bolver a él, y por un año
padecer la enfermedad que tenías.
Respondió la alma:
-No sólo un año, sino hasta la fin del mundo quiero más padecer el tormento y pena de
la enfermedad que los dos días que quedan de Purgatorio.
Fue buelta la alma al cuerpo, y no sólo padeció con paciencia la enfermedad, sino que
refiriendo a muchos lo que le avía sucedido, los exortó a penitencia. Lo dicho es de
Gulielmo, en el libro De Apibus.

San Antonino (1389-1459)

San Antonino, el ilustre Arzobispo de Florencia, relata que había muerto un piadoso
caballero amigo de él. Varias Misas fueron sufragadas por su alma. El Santo se afligió
mucho cuando, después de un prolongado lapso, el alma del fallecido se le apareció,
sufriendo muchísimo.

"Oh mi querido amigo" exclamó el Arzobispo, ¿¿¿todavía estás en el Purgatorio, tú,


que llevaste tal piadosa y devota vida???"

El pobre sufriente contestó: "Así es, y tendré que permanecer aquí por un largo tiempo,
pues en mi vida en la tierra fui negligente en ofrecer sufragios por las almas de
Purgatorio. Ahora, Dios por su justo juicio aplica los sufragios que debían ser aplicados
por mí, en favor de aquellos por los cuales debí haber rezado".

"Dios, en su justicia, me dará todos los méritos de mis buenas obras cuando entre al
Cielo; pero antes, debo expiar mi grave negligencia por no haberme acordado de los
otros".

Tan ciertas son las palabras de Nuestro Señor "Con la vara con que mides serás
medido".

Recuerda, tú que lees estas líneas, el terrible destino de ese piadoso caballero será el
de aquellos que desechan orar y rehúsan ayudar a las Santas Almas.

San Antonino que un enfermo, acosado por atroces dolores, llamaba en su auxilio a la
muerte. Se le apareció un ángel y le dijo: “Dios me envía a ti para que elijas, o un año
todavía padeciendo esos dolores en la tierra, o un solo día en el Purgatorio”. El
enfermo, sin pensarlo más, eligió el día de Purgatorio. Descendido a él, fue a poco el
ángel para consolarle. Viéndole el enfermo lanzó un grito espantoso, semejante al
rugido de una fiera, y: “Ángel seductor, le dice, me habéis engañado diciéndome que no
permanecería aquí más que un día, ¡y hace ya más de veinticinco años que me hallo
en estas horribles torturas!”. “Alma infeliz, repuso el ángel, estás en un error; el rigor de
tus tormentos hácete exagerar su duración. ¡Desengáñate! Hace muy pocos minutos
que abandonaste la tierra; tu cadáver está todavía caliente sobre el féretro, ¡y tú hablas
ya de años! No obstante, si estás arrepentido de tu elección, Dios te permite tornar a la
tierra, para que sufras el año de enfermedad que Dios te tiene deparada”. “¡Oh! Antes
diez años de terrible enfermedad, que un solo día en estas llamas”, replicó el enfermo.
En el mismo instante su alma se reunió con el cuerpo, y soportó durante un año, sin un
gemido y sin la más leve queja, aquellos dolores que antes le parecían insoportables.

San Efren el sirio (306 - 373)

Pero su tema preferido es el de las postrimerías y las relaciones del mundo terreno con
el más allá: “De todas las inspiraciones que Efrén tomaba del dogma religioso, la más
poderosa y la más asidua era el pensamiento del juicio final, era el terror de ese gran
día, terror anticipado por los fervientes escrúpulos del solitario, como lo sería por la
conciencia del culpable. Sin cesar lo incluye en sus discursos, en sus oraciones
públicas. Una de sus predicaciones sobre todo hacía de este terrible anuncio una
realidad, una representación viva, por el diálogo que se entablaba entre su auditorio y
él, la inquietud de las preguntas y la terrible precisión de las respuestas. Ese discurso,
o más bien dicho drama, célebre en toda la cristiandad de Oriente, en el siglo XIII era
citado con admiración por Vicente de Beauvais, y seguramente que no lo ignoró el
Dante” (Villemain, Tableau de l’éloquence chrétienne au 4e siècle). “Si la suerte eterna
de las almas queda fijada desde el instante de la muerte, no entrarán ellas sin embargo
al paraíso sino después de la resurrección de los cuerpos; porque el paraíso no podía
admitir nada imperfecto, y el alma privada de su cuerpo no es un ser humano perfecto.
Durante toda la duración de la separación, consiguientemente, el alma, lo mismo que el
cuerpo, será entregada a una especie de sueño”.

Los justos librados de los limbos por Cristo se quedan a la puerta del paraíso, la cual
por lo demás se considera a la puerta del paraíso, la cual por lo demás se considera
como una de las tres regiones del propio paraíso. Distinción arbitraria, pero que permite
conciliar, en el pensamiento del autor, el estado de expectativa al que parece condenar
a las almas justas con su vida bienaventurada que en otros pasajes parece
concederles desde el primer momento.

Las almas que no están enteramente purificadas de sus pecados van al purgatorio.
Pero su expiación puede ser abreviada por las oraciones y las buenas obras de los
cristianos, en particular por el Santo Sacrificio de la Misa.

En el juicio final, justos y pecadores sufrían una nueva prueba del fuego: mientras que
los justos saldrán de él indemnes, los pecadores serán arrastrados por la abrasada
corriente y sumergidos en la gehena, donde serán atormentados por toda la eternidad.
Los santos pueden, por su intercesión obtener las gracias divinas en favor de los
cristianos de aquí abajo. Se muestran particularmente atentos a las oraciones que se le
dirigen en los lugares que conservan sus reliquias.

San Estanislao (1030-1080)

El año 1070 sucedió un suceso extraordinario en la vida de San Estanislao, obispo de


Cracovia, en Polonia. Un cierto Pedro Miles le había regalado antes de morir algunas
tierras de su propiedad para la Iglesia. Sus herederos, conscientes del apoyo del rey a
su favor, sobornaron a algunos testigos y consiguieron que el santo fuese condenado a
devolver esos terrenos.

Entonces, San Estanislao les dijo que acudiría al difunto, muerto tres años antes, para
que diera testimonio de la autenticidad de su donación. Después de tres días de ayuno
y oración, se dirigió con el clero y gran cantidad de fieles hacia la tumba de Pedro Miles
y ordenó que fuera abierta. Sólo encontraron los huesos y poco más.

Entonces, el santo le pidió al difunto en nombre de Dios que diera testimonio y éste, por
milagro de Dios, se levantó de la tumba y dio testimonio ante el príncipe Boleslao, que
estaba presente, de la veracidad de su donación. Solamente el difunto le pidió al santo
obispo y a todos los presentes que hicieran muchas oraciones por él para estar libre de
los sufrimientos que padecía en el purgatorio. Este hecho, absolutamente histórico, fue
atestiguado por muchas personas que lo vieron.

San Francisco de Borja (1510-1572)


Con creces pagaba el niño a sus progenitores el trabajo de su educación. Queríamos
con delirio, pero con amor verdadero y sobrenatural. Habiendo muerto su madre el año
de 1520, tuvo la certeza de que se hallaba en el purgatorio, y para librarla de el, oraba
y disciplinaba su cuerpo.

Hasta tal punto, que como era el primogénito de tan gran familia, le insistía: “ armas y
caballos te hacen falta, Francisco, y no santos y sermones. Se devoto, pero no dejes
de ser cumplido caballero”. Pero el hijo, de tan buena madre no dejaba de interceder
por ella. Hasta tal punto que su padre, lo llevó a Zaragoza y lo dejó en poder de su tío
don Juan de Aragón, arzobispo de aquella ciudad.

Lo cual, tampoco hizo que dejase de orar por ella, y tuvo que mediar su padre ante
Carlos V, para que fuese el paje de honor de la infanta doña Catalina y después de la
emperatriz doña Isabel. Aquí la famosa anécdota de cómo al verla descompuesta, vio
junto aquello la vanidad del mundo. Y ya pasaría a integrarse en la vida religiosa de
una manera plena.

La otra cosa que le ayudó mucho y le confirmó en sus buenos propósitos fué una carta
que su tía sor Francisca de Jesús, abadesa del convento de Gandía, le escribió, porque
en ella esta gran sierva del Señor, de quien era muy visitada y regalada, le refería todo
lo que había pasado en su alma al tiempo de la entrega del cuerpo de la Emperatriz en
Granada, y le daba el parabién de sus nuevos propósitos y, entre otras cosas, le decía
estas palabras: Estaba yo, hijo de mi alma, aquel día de vuestra conversión, rogando
afectuosamente al divino Esposo por vuestra salud, pero mucho más por vuestra
salvación, y allí os vi estar postrado á los pies de Cristo y que con humildes lágrimas y
gemidos le pedíades perdón de vuestros pecados, y vi que os daba su divina mano, y
levantándoos en alto os prometía su favor. Dadle gracias como se las doy y servidle
con más cuidado y amor que yo le sirvo. De la santa Emperatriz os quiero también dar
alegres nuevas, que por la gracia de nuestro Señor, religiosas de esta casa hemos
visto salir su ánima del purgatorio, y pasar, acompañada de muchos ángeles, á la
eterna Bienaventuranza.

CAPÍTULO XXVII Aparécensele las almas del Purgatorio y danle gracias por salir de allí
por sus oraciones. No sólo las almas bienaventuradas, sino las del purgatorio venían á
visitar al siervo de Dios, porque era tanta su caridad, que no sólo á los vivos, sino á los
difuntos encomendaba á nuestro Señor con grande afecto, porque así como se
compadecía de las culpas de los pecadores en esta vida, así también tenía grande
compasión de las penas de los justos en la otra cuando por no haber satisfecho por
ellas están detenidos en el purgatorio, para que, limpios y purificados del todo,
merezcan ser presentados delante de Dios. Sentía mucho que aquellas almas santas,
estando ya sin pecados, estuviesen aún en tan grandes penas; mirábalas como
esposas de Dios, y así sentía más verlas en tantos dolores. Y el mismo amor de Dios
con que se abrasaba le hacía sentir mucho los tormentos de sus queridas esposas, y
mucho más cuando consideraba qué todo cuanto padecía era sin merecimiento alguno.
Y que si él tomaba á cargo satisfacer por ellas, tenía en esta vida esta ganancia de
merecer mucho y agradar más á Dios. Y así, juntándose la compasión que tenía á tan
rigurosas penas como padecían al acrecentamiento de su gracia y merecimientos, eran
grandes las penitencias que hacía, y muchas y muy fervorosas las oraciones que por
ellas ofrecía. Allegábase á esto que tenía gran deseo de que Dios fuese ensalzado y
glorificado, y deseaba que todas las criaturas le glorificasen y alabasen con igual afecto
que los más altos serafines, y viendo que aquellas almas afligidas en el purgatorio, por
falta de quien las ayudase, no llegaban á aquel estado de bienaventuranza en que
habían de alabar al Señor entre los coros de los ángeles, deseaba él con todas sus
fuerzas ayudarles, para que más presto le alabasen en la gloria, y que por su medio
entrasen desde luego á ser bienaventuradas, gozándose de poner en los cielos quien,
mientras él estaba en este destierro de la tierra, glorificase á su Criador. Animábase
mucho más á esto cuando veía que unas almas venían á pedir sus oraciones, y otras á
agradecerle haber sido por ellas libres de las penas del purgatorio. Las cuales almas
fueron muchas, porque con semejante afecto que San Nicolás de Tolentino procuraba
su bien este siervo del Señor, y así, fuera del marqués de Alcañices, cuya muerte le fué
revelada, y por una misa que dijo por él fué librado de las penas del purgatorio, el
mismo santo Padre confesó al Padre Jerónimo Nadal, como escribe el P. Virgilio
Cepart, que muchas ánimas eran las que se le habían aparecido y por sus oraciones
habían sido libres de aquellas terribles penas del purgatorio y volado al cielo, y venían
á darle las gracias de haber salido por su medio de aquella dura cárcel, prometiéndole
acordarse de él en el cielo delante de Dios, de quien por una eternidad iban á gozar. Lo
cual es muy de considerar para animarse los fieles á hacer mucho por las ánimas, pues
ellas en el cielo no se han de olvidar de ser agradecidas á quien tanto bien las hace
como sacarlas de tantas penas.

San Gregorio (540-604)

Refiere también el mismo San Gregorio en este libro cuarto, capítulo cincuenta y cinco,
otro caso semejante a éste, y dize que en Centumcellas, que es ciudad en Italia, era
cura en la iglesia parroquial de San Juan un sacerdote siervo de Dios.

Éste, para conservar su salud, iva algunas vezes a se bañar en cierto baño y fuente de
agua que sale de su manantial cálida. Entró un día, y halló allí un varón no conocido, el
cual le sirvió de descalçarle, recogióle el vestido, sirvióle después de bañado de una
sávana, con que limpió su cuerpo, de modo que tuvo particular cuidado de todo lo que
fue regalo suyo y servicio, sin pedirle interesse alguno. Y acostumbrando esto otras
vezes, una dellas, teniendo dél memoria al tiempo que iva a bañarse el sacerdote,
quiso llevarle dos roscas de pan blanco. Bañóse, y aviendo dél recebido el servicio
acostumbrado, dávale el pan, rogándole que le reciviesse con la voluntad que se lo
dava. Mostróse el otro afligido, y dixo:

-Este pan que, señor, me das, yo no puedo comerle. Sabe que en otro tiempo fui dueño
deste lugar, y por mis pecados señaláronmele para que en él los purgasse. Si quieres
hazerme bien y merced, procura de ofrecer al /(425v)/ Omnipotente Dios y Señor
Nuestro el salutífero pan, en el sacrificio santo de la Missa, y conocerás si te ha oído
cuando, viniendo aquí, no me hallares.

Con esto desapareció el que hablava, y el sacerdote celebró Missa por él una semana
entera, ofreciendo con lágrimas el cuerpo y sangre de Jesucristo, Dios y Señor
Nuestro, por aquella alma. Y bolviendo al baño, passada la semana, no halló al que
antes hallava siempre, y conforme al concierto y aviso dado por él, entendió que ya
avía salido de aquella pena y estava gozando de Dios en su gloria.

San Gregorio Magno (540-604)

Cuenta el gran Papa y Doctor de la Iglesia San Gregorio Magno (+604) que, siendo
todavía abad de un monasterio, antes de ser Papa, había un monje llamado Justo, que
ejercía con su permiso la medicina. Una vez, había aceptado sin su permiso una
moneda de tres escudos de oro, faltando gravemente así al voto de pobreza.

Después se arrepintió y tanto le dolió este pecado que se enfermó y murió al poco
tiempo, pero eh paz con Dios. Sin embargo, San Gregorio, para inculcar en sus
religiosos un gran horror a este pecado, lo hizo sepultar fuera de las tapias del
cementerio, en un basural, donde también echó la moneda de oro, haciendo repetir a
los religiosos las palabras de San Pedro a Simón mago: “Que tu dinero perezca contigo
“. A los pocos días, pensó que quizás había sido demasiado fuerte en su castigo y
encargó al ecónomo mandar celebrar treinta misas seguidas, sin dejar ningún día, por
el alma del difunto.

El ecónomo obedeció y el mismo día que terminaron de celebrar las treinta misas, se
apareció Justo a otro monje, Copioso, diciéndole que subía al cielo, libre de las penas
del purgatorio, por las treinta misas celebradas por él. Estas misas, se llaman ahora, en
honor de San Gregorio Magno, misas gregorianas. Estas treinta misas seguidas,
celebradas por los difuntos, todavía se acostumbra celebrarlas y, según revelaciones
privadas, son muy agradables a Dios.

San Juan Cancio (1397-1473)

Nació el 24 de Junio de 1387 en Kenty (Polonia), ejerció como presbítero en diversas


parroquias, y como profesor de Teología y Filosofía en la Universidad de Cracovia. Es
famoso el proverbio generado por el “Conturbare cave, non este placare suave;
diffamare cave, nan revocare grave” (Guárdate de molestar, que es difícil aplacar;
guárdate de difamar, que es difícil reparar).

Llevado de santo celo y con intención de ofrecer sus sufrimientos por las almas del
Purgatorio, el santo, solicitó a sus superiores una temporada de vacaciones para
realizar, durante ellas, la peregrinación a Jerusalén. Este viaje, no carecía de
dificultades y peligros, incluso de la misma vida; por eso sus amigos vieron con
inquietud tal resolución y le auguraron funestos resultados; a lo que el les respondía
“las ánimas serán mi cayado”. Y asi emprendió el camino a pie, muy animoso. Atravesó
Hungría y Tracia, los territorios habitados por gentes cismáticas, hostiles a los latinos,
las extensas provincias sometidas a los turcos y enemigas del cristianismo. Llegó al
término de su viaje, en el que, con frecuencia experimentó grandes ansias de
inmolación y sacrificio en aras de su amor a Jesucristo. Ardientemente deseoso del
martirio, se puso resueltamente a predicar a turcos y musulmanes; pero estos
admirados de su extraordinaria devoción y caridad, respetaron su vida. Volvió, pues, a
Polonia.

Después de Jerusalén, San Juan Cancio quiso visitar la ciudad eterna, Roma, la capital
del orbe católico la ciudad de los Apóstoles y de los mártires, la sede del Vicario de
Jesucristo, encargado por Dios de guardar incólume el depósito de la revelación. ¡Con
qué admirable fe y humildad recibiría el piadoso profesor la bendición del Sumo
Pontífice, intérprete infalible de la Verdad!. Oró fervorosamente ante el sepulcro de los
santos Apóstoles, veneró las reliquias de los mártires y regresó a su patria colmado de
alegría.

Cuatro veces durante su vida practicó el piadoso sacerdote la peregrinación a Roma,


siempre a pié, con las ánimas por cayado y cargado con las provisiones necesarias. A
uno de sus compatriotas, a quien sorprendían tales viajes, le dijo: - Voy a Roma en esta
guisa para satisfacer las penas que debería pasar en el purgatorio y lucrar las
innumerables indulgencias que se ganan visitando las basílicas. Espero verme libre de
este modo de las penas debidas por mis pecados. Y con lo mismo, ofrecerlo por
aquellas que ahora sufren mas que lo que pueda sufrir yo en mas de mil viajes a
Jerusalén.

San Juan Macias (1585-1645) Abogado de las Animas del Purgatorio

Nació Juan en Ribera del Fresno, provincia de Badajoz, en 1585. Sus padres, Pedro de
Arcas e Inés Sánchez, modestos labradores, eran muy buenos cristianos, y dejaron en
él una profunda huella cristiana. Contaba Juan poco más de cuatro años cuando la
peste que asolaba Castilla segó la vida de sus padres, que eran unos modestos
labradores. Unos tíos de los niños, Mateos Sánchez e Inés Salguero, tutelaron a estos
dos niños huérfanos. Todavía niño, su tío le encomienda a Juan un pequeño rebaño de
ovejas. Un día en que apacentaba el rebaño vio un resplandor que se le acercaba. El
mismo narra su encuentro con aquel personaje misterioso que le saludó diciendo:
“Juan, estás de enhorabuena”. Yo le respondí del mismo modo y él: “Yo soy Juan
Evangelista, que vengo del cielo y me envía Dios, para que te acompañe, porque miró
tu humildad. No lo dudes”. Y yo le dije: “Pues, ¿quién es ese San Juan Evangelista?” Y
él contestó: “El querido discípulo del Señor, uno de los doce apóstoles. Y vengo a
acompañarte de buena gana porque te tiene escogido para Sí. Tengo que llevarte a
unas tierras muy remotas y lejanas en donde habrás de levantar templos. Y te doy por
señal de esto que tu madre, Inés Sánchez, cuando murió, de la cama subió al cielo y tu
padre, Pedro Arcas, que murió primero que ella, estuvo algún tiempo en el purgatorio
pero ya tiene el premio de sus trabajos en la gloria”. Cuando supe de mi amigo San
Juan la buena noticia de mis padres y la buena dicha mía, le respondí lleno de gozo:
“Hágase en mí la voluntad de Dios”.

En 1622, Juan Arcas Sánchez recibió el hábito en el convento dominico de la


Magdalena, en Lima. Se convirtió así en fray Juan Macías, y toda su vida la pasó como
portero del convento. Hombre de mucha oración, al estilo de San Martín, también él fue
visto en varias ocasiones orando al Señor elevado sobre el suelo. Estando una noche
en la iglesia oyó unas voces, procedentes del Purgatorio, que solicitaban que
intercediera por ellas con oraciones y sacrificios. A esto se dedicó en adelante, toda su
vida. Sus biógrafos acertadamente le han llamado "el ladrón del purgatorio".

Juan tenía la costumbre de rezar todas las noches, de rodillas, el Rosario completo.
Una parte la ofrecía por las almas del Purgatorio, otra por los religiosos, y la tercera,
por sus parientes, amigos y benefactores.

Oraba el Santo en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, cuando de pronto una
mano dio un golpe sobre el altar. Sobresaltado, vio a su lado una sombra rodeada de
llamas que le dijo: “Soy Fray Juan Sayago, que acabo de morir y necesito muchísimo
de tus oraciones y auxilios; para que, satisfaciendo con ellos a la divina justicia, salga
de estas penas expiatorias”, con lo cual desapareció. Vivió este fraile en el Convento
del Santísimo Rosario, contiguo a la Iglesia de Santo Domingo, habiendo expirado a la
misma hora en que se le apareció a nuestro Santo. A la cuarta noche, hallándose Juan
postrado en el mismo altar, se le volvió a aparecer el alma de aquel fraile, ahora
luminosa, para decirle que gracias a sus oraciones y penitencias la Virgen lo había
sacado del Purgatorio y llevado a gozar de la bienaventuranza eterna.

A la hora de su muerte le reveló al prior del convento: "Por la misericordia de Dios, con
el rezo del santo Rosario, he sacado del purgatorio un millón cuatrocientas mil almas.
Cuando oraba en el templo, con frecuencia oía el rumor suplicante de personas que le
hablaban y no alcanzaba a ver; esta pero percibía claramente sus voces. Fray Juan
hasta cuando estaremos privada de ver a Dios? Ayúdanos. ¿Quiénes son Uds.?
preguntaba Fray Juan, Somos las almas del purgatorio les respondían. Acuérdate de
nosotras. Socórrenos con tus oraciones, para que salgamos de esta terrible soledad”.
En atención a estas frecuentes visitas y súplicas, fray Juan rezaba incansablemente el
santo Rosario. Visitaba con frecuencia a Jesús Sacramentado; participaba en la santa
misa y hacía muchas obras de caridad, con esta intención."Orar por los muertos es
cosa buena y santa". (2 Mc.12, 45) Porque, dice el Señor: "nada manchado entrará en
el reino de los cielos". En la vida del hombre, hay muchas imperfecciones, negligencias
e indiferencias que purificar.

Una noche estaba rezando en la iglesia, y oye voces misteriosas: -Somos almas del
Purgatorio. ¡Socórrenos!... No necesitó más el Hermano. En adelante, rezar y
sacrificarse por las almas benditas fue para Juan Macías una verdadera vocación. Y
Dios le reveló las muchas y muchas almas que por su oración habían acelerado su
purificación y salido del Purgatorio libres para el Cielo. Así, tan sencillamente, pero con
enorme fama de santo en Lima, llegó Juan Macías a los sesenta años de vida. En el
lecho de muerte, exclamó alborozado: “-¡Miren, miren quiénes están aquí! Nuestro
Señor Jesucristo, su Madre la Virgen, el apóstol y evangelista San Juan, otros Santos y
muchos ángeles. ¡Con ellos me voy al Cielo!...”

San Luis Beltrán (1526-1581)

Acabado el estudio de la Teología, promoviéronle a los órdenes sagrados y fue


ordenado sacerdote en 1547, siendo de veintidós años de edad. Cantó la primera misa
el 23 de octubre.

Muy gozosa y consolada quedó su alma con recibir este sacramento sublime; aún
estaba Luis gustando interiormente estos divinos consuelos, cuando tuvo noticia de que
su padre se hallaba gravemente enfermo. Parióse al punto a Valencia y le asitió como
buen hijo hasta que murió. A poco de morir, le reveló Nuestro Señoríos grandes
tormentos que padecía el difunto en el purgatorio. Luis empezó desde aquel día a
ofrecer misas, oraciones, ayunos y penitencias para alivio del alma de su padre; esto
hizo por espacio de ocho años, al fin de los cuales tuvo el consuelo inmenso de ver a
su padre muy alegre, libre ya de aquellos tormentos.

San Luis Bertrand (1526- 1581)

Su padre era un ejemplar cristiano, como naturalmente se podía esperar, siendo el


padre de tan gran Santo. En un tiempo deseó llegar a ser un Monje Cartujo, hasta que
Dios le hizo ver que no era Su voluntad.

Cuando murió, luego de largos años de practicar cada virtud cristiana, su hijo
conocedor de los rigores de la justicia Divina, ofreció algunas Misas y elevó las más
fervientes súplicas por el alma del cual el amó tanto.

Una visión de su padre en el Purgatorio lo obligó a multiplicar centenares de veces sus


sufragios. Agregó las más severas penas y largos ayunos a sus Misas y oraciones. Aún
ocho años completos pasaron antes de obtener la liberación de su padre.

San Luis Orione (1872-1940)

Escribió una carta a Don De Filippi el 25 de setiembre de 1897 en la que escribió: “No
hace ni 10 minutos que ha estado, en esta habitación en que te escribo, tu sobrino De
Filippi Felice. He estado conversando con él durante media hora, para mi alegría y
consolación. Sabía que estaba hablando con un muerto y me he quedado con mucha
paz. Él rezará por nosotros, pero nosotros debemos rezar por él. Oh, estoy muy
contento de haberlo visto. Tenía los ojos bellos como los ojos de uno que es inocente.
Recemos por él “.
El año 1922, quería Don Orione comprar una hermosa propiedad, que costaba 400.000
liras, pero no tenía ni un céntimo. Como siempre, empezó a rezar por esta intención y
también buscó ayudas humanas. Fue en busca de una viejecita millonaria, que vivía
sola y sin familia, a ver si le podía ayudar en aquella circunstancia; pero la señora, que
era muy avara, no le dio más que 30 liras para una misa y lo despidió de mala manera.
Él no se desanimó y siguió orando. Al día siguiente, volvió donde la anciana para
decirle que ya había celebrado misa. Pero ella lo despidió de peor manera y le dijo que
no la volviera a molestar más. Entonces, empezó a acudir a todos los santos, sobre
todo a la Virgen María, de quien era tan devoto. Una tarde se fue al cementerio a rezar
rosarios a las almas benditas, para pedirles ayuda. A los tres días, vino la viejecita a su
casa, gritándole: Ud quiere matarme, ¿cómo es posible que Ud, un sacerdote, se meta
en mi habitación por las noches y me esté mirando con esos ojos como si yo fuera un
demonio?

La señora llevaba tres días sin dormir, porque decía que, por las noches, Don Orione
entraba en su habitación y, sin decirle nada, la miraba fijamente. Trató de asegurarle
que no era él, que, además, no podría entrar, teniendo ella la puerta cerrada. Pero ella
le dijo: Si Ud. me deja dormir tranquila y no viene más a mi habitación, le daré 150.000
liras. Aceptó y comprendió que quien se le aparecía era un alma del purgatorio .

El 9 de abril de 1929 le robaron sus documentos, mientras rezaba en una iglesia. Le


habían robado el permiso para viajar gratis en tren y tuvo que acudir al Ministerio
correspondiente para pedir un nuevo permiso. Después de algunas esperas y trámites,
el jefe de la oficina se quedó tan admirado de su comportamiento y de sus palabras
que le pidió confesión y, a continuación, lo hizo también otro segundo empleado. Y
decía Don Orione: Dios permite el mal para sacar el bien. Dios permitió que me
robasen para darme la ocasión de salvar dos almas. ¡Que se vaya el dinero y que
vengan las almas! .

San Nicolás de Tolentino (1245-1305)

Vivió en el siglo XIII, tuvo una experiencia mística que lo hizo patrono de las almas del
purgatorio. Un sábado en la noche, después de prolongada oración, estaba en su
lecho, queriendo dormirse, cuando escuchó una voz lastimera que le decía: “Nicolás,
Nicolás, mírame si todavía me reconoces. Yo soy tu hermano y compañero Fray
Peregrino. Hace largo tiempo que sufro grandes penas en el purgatorio. Por eso, te
pido que ofrezcas mañana por mí la santa misa para yerme por fin libre y volar a los
cielos... Ven conmigo y mira”. El santo lo siguió y vio una llanura inmensa cubierta de
innumerables almas, entre los torbellinos de purificadoras llamas, que le tendían sus
manos, llamándolo por su nombre y le pedían ayuda.

Conmocionado por esta visión, Nicolás la refirió al Superior que le dio permiso para
aplicar la misa durante varios días por las almas del purgatorio. A los siete días, se le
apareció de nuevo Fray Peregrino, ahora resplandeciente y glorioso, con otras almas
para agradecerle y demostrarle la eficacia de sus súplicas. De aquí tiene su origen la
devoción del septenario de San Nicolás en favor de las almas del purgatorio, es decir,
mandar celebrar siete días seguidos la misa por las almas del purgatorio.

San Pablo de la Cruz (1694 -1775)

Una noche, al ir San Pablo de la Cruz a tomar un poco de reposo, oyó repetidos golpes
dados en la puerta de su celda. Creyendo fuese el demonio que pretendía impedirle el
sueño, le ordenó resueltamente que de allí se alejase; pero como los golpes
continuasen, preguntó el Santo quién era, y qué pretendía de él.

“Yo soy, le respondió, al mismo tiempo que se dejaba ver de él, el alma de aquel
sacerdote muerto a las seis y media de esta tarde, que vengo a deciros que estoy en
el Purgatorio por no haberme corregido de aquellos defectos por los cuales vos tantas
veces me habíais reprendido. ¡Oh, cuánto sufro! Paréceme que hace mil años me
encuentro en este océano de fuego”. Conmovido hasta derramar lágrimas el Santo se
levantó y, mirando el reloj, dijo: “Pero, ¿qué dices? Si apenas hace un cuarto de hora
que has muerto, ¿y ya te parece que han transcurrido mil años?”. “¡Oh, si supieseis
cuán largo se hace el tiempo en el Purgatorio!”. Y comenzó a rogarle ofreciera piadosos
sufragios por su alma, no alejándose de allí hasta que el Santo le prometió hacerlo.
Empuñando el Santo la disciplina, comenzó a flagelarse hasta derramar sangre,
dejando su cuerpo hecho una llaga, y rogaba al Señor se apiadase de aquella alma y
se dignase librarla de tormentos tan atroces. Mas no recibiendo luz de lo alto que le
diera aquella seguridad, redobló los golpes, suplicando al Señor con filial confianza:
“¡Dios mío, yo os conjuro, librad a esta alma por el amor que profesáis a la mía!”.
Movido con tales súplicas, Dios no tardó en consolar a su siervo, prometiéndole que,
antes de sonar las doce del día siguiente, el alma de aquel sacerdote saldría del
Purgatorio. En efecto, mientras a la mañana siguiente San Pablo celebraba la santa
Misa, al momento de la Comunión vio pasar por delante de él aquella alma sacerdotal,
que toda hermosa y resplandeciente volaba al Cielo.

San Pascasio (x - 512)

Pascasio, diácono de Roma, fue varón de mucha santidad, grande limosnero,


favorecedor de pobres, humilde y muy penitente. Sucedió que, pretendiendo el
Pontificado Simaco, y Pascasio favoreció más de lo justo las partes de Laurencio
contra Simaco, sin que le bastasse quedar Simaco con la dignidad en boz de los más
electores, tuvo con él sus repuntas, hasta que murió el mismo Pascasio.

Llevaron a enterrar su cuerpo, y sobre las andas iva su dalmática y vestido de diácono,
la cual tocando un endemoniado, quedó sano. Passó mucho tiempo, y sucedió que
Germano, obispo de Capua, por consejo de médicos, estando enfermo, fue a se lavar a
unas termas o baños, en los cuales vido y conoció al Pascasio Diácono difunto, que
servía allí a los que entravan a bañarse. Admiróse de verle, y preguntó la causa por
que tan insigne varón estuviesse en semejante lugar, y respondió:

-No por otra causa estoy en este lugar penoso, sino porque seguí las partes de
Laurencio, que pretendía ser Papa contra Simaco. Ruégote que ruegues a Dios por mí,
y haziéndolo entenderás que te ha oído si, volviendo aquí, no me vieres.

El obispo Germano hizo lo que le fue pedido, y bolviendo desde algunos días, vido que
no estava allí. Escrive este caso San Gregorio, en el libro cuarto de sus Diálogos,
capítulo cuarenta, y dize que por no aver pecado Pascasio por malicia, sino por
ignorancia, que le parecía que acertava, padeció solamente aquella pena. Y infiérese
de lo dicho que aunque ay lugar proprio y diputado para Purgatorio de las almas, que
es uno de cuatro senos del Infierno, porque uno, y el más profundo y mayor es el de los
condenados, otro, donde están los niños que mueren sin Baptismo, donde no ay pena
de sentido, sino privación de la vista buena de Dios, y el tercero, el Purgatorio de que
hablamos, | donde se purgan las almas de los que murieron en gracia de Dios, mas
llevaron culpas veniales o penas devidas por los mortales ya perdonados, y el cuarto,
donde estuvieron las almas de los justos y amigos de Dios antes que su Magestad
muriesse y las sacasse de allí, y resuscitando y subiendo a los Cielos las llevasse
consigo; sin este Purgatorio, digo, que se infiere de lo que aquí dize San Gregorio que
algunas almas le padecen y son purgadas en otros lugares particulares. Y el aver
hecho Dios milagro por medio de la dalmática de Pascasio, dize el mismo San Gregorio
que fue en aprobación y abono de las muchas limosnas que hizo en vida, y para
corresponder con el crédito de santidad que dél tenían todos, aunque convino y fue
necessario que primero que entrasse en el Cielo purgasse lo merecido por la culpa que
por ignorancia avía dexado de llorar.

San Pedro Damian (1007-1072)

Cardenal y doctor de la Iglesia (1007-1072), cuenta que, en su tiempo, era costumbre


que los habitantes de Roma visitaran las iglesias con velas encendidas la noche de la
Vigilia de la Asunción. Un año sucedió que una noble señora estaba rezando en la
basílica “María in Aracoeli”, cuando vio delante de sí a una dama que ella conocía bien
y que se había muerto hacía un año, se llamaba Marozia y era su madrina de bautismo.
Ella le dijo que estaba todavía sumergida en el purgatorio por los pecados de vanidad
de su juventud y que, al día siguiente, iba a ser liberada con muchos miles de almas en
la fiesta de la Asunción. Dijo: “Cada año la Virgen María renueva este milagro de
misericordia y libera a un número tan grande como la población de Roma (en aquel
tiempo de 200.000 habitantes). Nosotras, las almas purgantes, nos acercamos en esta
noche a estos santuarios consagrados a Ella. Si pudieras vei verías a una gran multitud
que están conmigo. En prueba de la verdad de cuanto te digo, te anuncio que tú
morirás de aquí a un año en esta fiesta”. San Pedro Damiano refiere que, ciertamente,
esta piadosa mujer murió al año siguiente y que se había preparado bien para ir al cielo
el día de la fiesta de María.
San Pedro Damián perdió a su padre y madre apenas nació. Uno de sus hermanos lo
adoptó, pero lo trataba con aspereza, forzándolo a trabajar muy duro y alimentándolo
muy mal y con escasa ropa. Un día encontró una moneda de plata, que representaba
para él una pequeña fortuna. Un amigo le aconsejó que la usara para sí mismo, pues el
dueño no podría ser hallado. Para Pedro era difícil establecer en que la gastaría, ya
que tenía todo tipo de necesidades. Pero cambiando de pensar, decidió que lo mejor
que podía hacer era pedir una Misa por las Almas del Purgatorio, en especial por las
almas de sus queridos padres. A costa de un gran sacrificio, transformó su
pensamiento en hechos y las Misas fueron ofrecidas.

Las almas del Purgatorio devolvieron su sacrificio generosamente. A partir de ese día
notó un gran cambio en su destino. Su hermano mayor lo llamó a la casa donde él
vivía, y horrorizado por el maltrato que padecía, lo llevó a vivir consigo. Lo trató como a
su propio hijo, y lo educó y cuidó con el más puro afecto. Bendición sobre bendición,
los más maravillosos talentos de Pedro salieron a la luz, y fue rápidamente promovido
al sacerdocio; algún tiempo después fue elevado a la dignidad de Obispo, y finalmente,
a Cardenal. Además, muchos milagros atestiguan su santidad, tanto, que luego de su
muerte fue canonizado y declarado Doctor de la Iglesia.

Estas maravillosas gracias vinieron a él después de una Misa ofrecida por las Santas
Almas.

Cuenta San Pedro Damián que una mujer de nombre Marzia, muerta hace ya un
tiempo, se le apareció a amiga suya y le dijo que el día de la Asunción de María fue
liberada del Purgatorio por medio de la Reina del Cielo junto con otras muchas almas.

Fue en Ravena; un pobre muchachito, huérfano de padres, recogido en casa de un


hermano suyo, que dábale por sustento el pan de la tribulación. Era el muchacho de
inteligencia despierta y de noble y bien nacido corazón. Y, no obstante, ¡era
despreciado y olvidado de todos! Un día en que, según su costumbre, iba a la iglesia,
en donde hallaba consuelo y esfuerzo para sus padecimientos, vio acaso en el suelo
una moneda de plata. Brilláronle los ojos de alegría y una leve sonrisa se asomó a sus
labios exangües por la miseria; corrió a recogerla, diciéndose a sí mismo satisfecho: “Al
menos tendré para saciar mi hambre unos días”. Pero en esto un pensamiento le
ocurre: Mis difuntos padres tal vez padezcan más que yo en el Purgatorio. ¡Oh padres
míos muy queridos, antes moriré de hambre que dejar de ofreceros algún sufragio! Y
sin más corre a la iglesia, y, poniendo la moneda en la mano de un sacerdote, dícele
que celebre a su intención el divino sacrificio. El cielo agradeció aquel acto de piedad
filial, y haciendo se compadeciera de él otro hermano suyo más humano, se lo llevó a
su casa, lo dedicó a los estudios, y Dios, colmándolo de sus gracias, hizo de él aquel
gran luminar de la Iglesia, el doctor San Pedro Damian.

San Severino (450-500)


Cierto clérigo de la iglesia de Colonia, yendo camino en un cavallo, llegó a passar un
río, y púsosele delante Severino, obispo que avía sido en aquella ciudad, y tenido por
muy siervo de Dios. Asióle de las riendas del cavallo y detúvole.

El clérigo, cono- ciéndole, /427r/ quedó espantado de verle, pareciéndole que estava
allí penando. Díxole el obispo que le tocasse la mano. Tocósela y abrasósela, de suerte
que las carnes parecía que se le despegaron de los huessos con el grande fuego.
Sintióse mucho, y pidióle le dixesse la causa de aquel tormento, siendo tenido por
varón santo. Respondió que sólo se avía hallado contra él que, por entender en los
negocios del emperador, rezava todas sus horas de una vez por la mañana, y el día
todo gastava en despacharlos, y por esta negligencia padecía Purgatorio. Rogóle que
encargasse en su iglesia se hiziessen por él sacrificios, que presto saldría de pena. Lo
dicho refiere el cardenal Pedro Damián, varón docto y santo, en una carta que escrivió
a Desiderio Abad, y anda en el tomo octavo de Lipomano, y en el séptimo de Surio.

San Vicente Ferrer (1350 - 1419)

Después de la muerte de su hermana, oró con increíble fervor por su alma y ofreció
varias Misas por su liberación. Ella se le apareció al Santo al finalizar su Purgatorio, y le
contó que de no haber sido por su poderosa intercesión ante Dios, ella hubiera estado
allí un tiempo interminable.

Santa Brígida (1302-1373)

En tiempos de santa Brígida hubo un hombre noble y rico, pero entregado enteramente
a la disolución y demás vicios. (Auriem t, 1, pág. 182). Le dio la última enfermedad, y
sin embargo en todo pensaba menos en disponerse para la muerte.

Súpolo Santa Brígida, y al instante se puso a pedir eficazmente al Señor que ablandase
el pecho de aquel pecador obstinado, y le convirtiese; y tantas veces y con tal
insistencia llamó a las puertas de la divina misericordia, que al fin le habló su Majestad,
diciéndole que fuese a un sacerdote a exhortar al enfermo a penitencia. Hízolo tres
veces uno muy celoso, pero por mas que le dijo fue todo en vano, hasta que la cuarta
vez ayudado de la gracia divina, logró compungirle y trocarle el corazón, de suerte que
exclamó el enfermo: “Hace setenta años que no me he confesado, habiendo sido en
tan largo tiempo esclavo del demonio, guardándole fidelidad, y aun tratando
estrechamente con él; pero ahora me siento enteramente mudado, pido confesión, y
espero que Dios me ha de perdonar”. Esto dicho con abundantes lágrimas, se confesó
cuatro veces aquel mismo día, al siguiente recibió el Viático, y pasados otros seis murió
con extraordinario compunción. Apenas había espirado se apareció el Señor a santa
Brígida, y le dijo que su alma había ido al purgatorio, y que no tardaría en estar en el
cielo. Quedó la santa admirada sobre manera de que un hombre que tan mal había
vivido, hubiese al fin muerto en gracia, y el Señor le declaró el motivo con estas
palabras: “Sabe, hija, que la devoción de mi querida Madre le ha cerrado las puertas
del infierno, porque aunque él nunca la amó de veras, tenía devoción a sus dolores, y
siempre que los consideraba, o solo de oír su nombre mostraba compasión; por esto ha
encontrado un atajo para salvarse”.

Santa Catalina de Ricci (1522-1590)

Se dice que el 19 de octubre de 1587, murió Francisco, gran duque de Toscana y gran
bienhechor de la santa y de su monasterio. Ella le pidió a Dios tomar sobre sí todas las
penas que él debería sufrir en el purgatorio. Durante cuarenta días ocurrió un
fenómeno inexplicable para los médicos...

Su cuerpo parecía como de fuego, no podían tocarla sin quemarse, hasta el punto que
su celda parecía que estuviera en llamas. Era un sufrimiento verla sufrir sin poderla
ayudar. Cuando pasaron los cuarenta días y todas las penas le fueron descontadas al
duque, Catalina volvió a ser la persona normal de siempre. Y el duque se le apareció,
glorioso y resplandeciente, porque ya iba al cielo. Este caso, al igual que el de otros
santos, es un caso extraordinario de expiación vicaria a favor de las almas del
purgatorio.

Santa Catalina de Siena (1347-1380)

Santa Catarina de Sena hazía oración, y era de mucha eficacia. Rogó a Dios, luego
que murió su padre, que fuesse libre de las penas de Purgatorio, y padeciesse ella por
él algún particular dolor, y desde aquel punto le tuvo en los riñones, que no poco
tormento le dava, señal clara y manifiesta de que Dios la avía oído. Murió a pocos días
su madre sin confessión.

Púsose en oración Catarina, y permaneció tanto en ella, que resuscitó, y vivió después
muchos años. También fue cosa notable que Andrés Nadino, ciudadano de Sena,
hombre viciosíssimo, estando enfermo y para morir, sin quererse confessar, aunque
muchos religiosos le pedían que lo hiziesse, hizo | por él oración Catarina, y
enternecióse su coraçón a confessarse y tener grande dolor de sus pecados. Passavan
dos hombres facinorosos atenazándolos por la casa de una discípula de la santa,
llamada Alexia, adonde ella se halló a la sazón, porque, aunque vivía en congregación
con otras religiosas del hábito de Santo Domingo, ni ella, ni las demás, estavan
encerradas, sino que salían a Missa y a otros negocios importantes, con toda
honestidad y recato. Llevavan, pues, a aquellos miserables hombres, sin que
pudiessen muchos religiosos que los acompañavan traerlos a que tuviessen dolor de
sus pecados, antes blasfemavan de Dios, Nuestro Señor. Tuvo dellos lástima Catarina,
considerando su perdición, hizo oración por ellos, y no sólo cessaron de dezir aquellas
blasfemias, antes, con grande dolor y contrición de sus pecados, los confesaron, y
murieron penitentes. Refiérelo Surio, tomo segundo.
Santa Crescencia de Hoss (1682-1794)

En la vida de la Santa Crescencia de Hoss (1682-1794) se cuenta que, cuando murió


su director espiritual el P. Ignacio Vagener, jesuíta, el 19 de octubre de 1716, ella lo vio
en el coro junto a ella como un fantasma blanco. Ella rezó por él, sin saber quién era,
aunque sí que era un alma purgante. El día 21 se le apareció de nuevo y lo reconoció.
Ella rezó mucho por él y el día 23 se le apareció otra vez lleno de esplendor para
agradecerle sus oraciones.

Santa Cristina la Admirable (1150-1224)

Lo que se cuenta de ella sería increíble, si no fuera porque lo apoya Jacques de Virty
(+1240), honesto e inteligente cronista si ha habido uno. El célebre cardenal
frecuentaba a Cristina durante los dos años que pasó cerca de Santa María de Oignies
(1211-1213).

“Los actos divinos fueron maravillosos en ella, escribe. Había estado largo tiempo
muerta y había obtenido volver a la carne para cumplir aquí abajo su purgatorio. En
esta forma tuvo que soportar pruebas inauditas durante largos años, a veces rodando
sobre el fuego, a veces sumergida en el agua helada en pleno invierno. Terminó por ser
favorecida con gracias sublimes y gozar de profunda paz. A menudo arrebatada en
espíritu, conducía las almas de los difuntos al purgatorio; a veces ella misma las
llevaba, a través del purgatorio, hasta el cielo”.

Cristina tenía un poco más de veinte años cuando “murió” por primera vez. Se levantó
de su ataúd durante la misa de Requiem y voló hasta la cúpula de la iglesia, porque le
disgustaba el olor de los pecadores que asistían a sus exequias. Cuando descendió,
aseguró que había ido al infierno en donde se había encontrado muchos más, y
finalmente al paraíso de donde había vuelto a la tierra para orar y sufrir por los fieles
difuntos.

Tal fue su labor con las ánimas, que es una de las patronas y abogadas de las ánimas.

Santa Faustina Kowalska (1905-1938)

Dice en sus escritos autobiográficos: “Un día vi a mi ángel custodio que me ordenó
seguirle. En un momento me encontré en un lugar nebuloso lleno de fuego y en él una
multitud de almas sufrientes. Éstas rezan con fervor, pero sin eficacia para ellas
mismas. Solamente nosotros podemos ayudarlas. Y les pregunté a aquellas almas cuál
era su mayor sufrimiento.
Me contestaron unánimemente que su mayor sufrimientos es la añoranza de Dios (el
gran deseo de amarle). Oí una voz que me dijo:Mi misericordia no quiere esto, pero lo
exige mi justicia” (1,7).
“Una noche vino a visitarme una de nuestras hermanas difuntas, que ya había venido
alguna vez anteriormente. Cuando la vi la primera vez, estaba en un estado de gran
sufrimiento. Después, la he visto en condiciones cada vez de menos sufrimiento. Y en
esta oportunidad, la vi resplandeciente de felicidad y me dijo que estaba ya en el
paraíso” (Cuaderno II N°57).

“Otra noche vino a yerme Sor Dominica y me hizo entender que estaba muerta. Recé
mucho por ella. A la mañana siguiente el Señor me hizo entender que todavía sufría en
el purgatorio. Recé dos días por ella. Al cuarto día vino a decirme que todavía le
Jáltaban algunas oraciones. Y seguí orando hasta su completa liberación” (10-11-
1937).

Santa Gema Galgani (1878-1903)

Cuando murió la religiosa pasionista Madre María Teresa, el 16 de julio de 1900, ella
rezó mucho por su alma. Dice en su Diario: “Hoy el ángel de la guarda me ha dicho que
Jesús quería que sufriera esta noche unas dos horas... por un alma del purgatorio.
Sufrí, de hecho, dos horas como quería Jesús por la Madre María Teresa” (9-8-1900).
“El día de la Asunción de María me pareció que me tocaban en la espalda. Me di media
vuelta y vi a mi lado una persona vestida de blanco. Esta persona me preguntó: ¿Me
conoces? Yo soy la Madre María Teresa. He venido para darte gracias por lo que me
has ayudado. Prosigue aún. Unos días más y estaré eternamente feliz... Finalmente,
ayer por la mañana, después de la santa comunión, Jesús me dijo que hoy, después de
medianoche volaría al cielo... 1’ efectivamente, así fue... Vi llegar a la Virgen
acompañada de su ángel de la guarda. Me dijo que su purgatorio había terminado y
que se iba al cielo... Estaba muy contenta ¡Si la hubiera visto! Vinieron a buscarla
Jesús y su ángel de la guarda. Y Jesús al recibirla le dijo: Ven, oh alma, que me has
sido tan querida. Y se la llevó” (Cartas a Mons. Volpi, 10-8-1900).

Gema rezaba cada día cien “requiem” por las almas del purgatorio. Su ángel la
estimulaba en este deseo de liberar a estas almas. Un día le dijo: “Cuánto tiempo hace
que no has rogado por las almas del purgatorio? Desde la mañana no había rogado por
ellas. Me dijo que le gustaría que, cualquier cosa que sufriera, la ofreciera por las almas
del purgatorio. Todo pequeño sufrimiento las alivia, sí, hija, todo sacrificio por pequeño
que sea, las alivia” (Diario, 6-8-1900).

Santa Gertrudis de Helfta (1256- 1301)

Santa Gertrudis de Helfta, llamada la grande, nació en Eisleben (Turingia) en 1256.


Entró al monasterio a los 5 años con las monjas Cistercienses de Helfta (Sajonia). La
abadesa Gertrudis de Hackerbon la acogió de niña porque había quedado huérfana. A
los 25 años, en 1281, tiene su primera manifestación divina. Empezará a escribir en
latín por un impulso interior y escuchando la voz de Jesús que quiere hacer conocer
sus escritos. Hacia el 1284 recibe los estigmas invisibles. A los 45 años, poco antes de
morir recibe también el regalo de la herida, o flecha de amor, en el corazón.

Recorrió en modo maravilloso el camino de la perfección, dedicándose a la oración y


contemplación, empleando su cultura para la redacción de sus textos de fe, entre ellos
el celebre "Exercitia" y el que es tal vez uno de sus libros más famosos, las
"Revelaciones". Es recordada entre las iniciadoras de la devoción al Sagrado Corazón,
la primera en trazar una teología, pero sin el tema de las reparaciones que luego será
dominante. Ejerció una gran influencia en su tiempo porque la fama de su Santidad y
de sus visiones atraía a muchos para pedir consejo y consuelo.

Esperiencias con las ánimas:

A Santa Gertrudis se le aparece la santa abadesa Gertrudis en la gloria mientras ella


ofrece la misa y ve que el Señor la recibe en su corazón. En estas visiones, Gertrudis
ve la conexión entre el Sagrado Corazón, la misa y las almas de los difuntos.

Gertrudis también asiste en la muerte de Matilde, cantora del monasterio, y ve que


Jesús acerca los labios de la agonizante a la herida del Divino Corazón.

Gertrudis rogaba un día por el hermano F. que había muerto hacía poco y vio su alma
con el aspecto de un sapo repugnante, quemado interiormente en forma horrible y
atormentado de varias penas a causa de sus pecados. Parecía que tenía algo malo
debajo de su brazo y un peso enorme lo obligaba a estar curvado hasta el suelo, sin
poderse enderezar.

Gertrudis comprendió que aparecía encorvado y con forma de sapo porque durante su
vida religiosa había descuidado elevar su mente a las cosas divinas. Además entendió
que el dolor que llevaba debajo de su brazo era debido al hecho de que había
trabajado con el permiso del Superior para adquirir bienes temporales y había
escondido la ganancia.

Tenía que pagar por su desobediencia. Gertrudis habiendo recitado los salmos
prescritos por aquella misma alma, preguntó al Señor si tendría alguna ventaja:
"ciertamente respondió Jesús" las almas purgantes vienen y levantan tales sufragios,
incluso también las oraciones breves pero dichas con fervor son de mucho provecho
para ellas.

Santa Gertrudis fue ferozmente tentada por el demonio cuando estaba por morir. El
espíritu demoníaco nos reserva una peligrosa y sutil tentación para nuestros últimos
minutos. Como no pudo encontrar un asalto lo suficientemente inteligente para esta
Santa, pensó en molestar su beatífica paz sugiriéndole que iba a pasar larguísimo
tiempo en el Purgatorio puesto que había desperdiciado sus propias indulgencias y
sufragios en favor de otras almas. Pero Nuestro Señor, no contento con enviar Sus
Ángeles y las miles de amas que ella había liberado, fue en Persona para alejar a
Satanás y confortar a su querida Santa. El le dijo a Santa Gertrudis que a cambio de lo
que ella había hecho por las ánimas benditas, la llevaría directo al Cielo y multiplicaría
cientos de veces todos sus méritos.

Murió una monja del Orden de Cistel, moça de poca edad, llamada Getrudis. Tenía una
grande amiga, la cual, estando en el coro assitiendo a las horas, vido entrar la muerta y
ponerse a una parte, muy triste, y la cabeça, baxa. La otra, que la vido y conoció,
alborotóse mucho, y hizo tal sentimiento que la abadessa lo echó de ver, y acabadas
las horas, llamóla y preguntóle la causa de su sentimiento y alboroto.
Respondió:
-Sabed, madre señora, que vi entrar a Getrudis y estar en el coro todo el tiempo que se
dezía el oficio.
La abadessa dixo:
-Son ilusiones del demonio. Si otra vez la vieres, dirásle: « Benedicite», y mira si te
responde.
Hízolo assí la monja; entró la muerta, su amiga, llegó a ella, y díxole: « Benedicite».
Respondió la muerta: « Dominum». Tomó la otra ánimo y preguntóle:
-¿A qué vienes?
La muerta respondió:
-A assistir en el oficio y a satisfazer lo que contigo parlé estando en él, porque me ha
Dios señalado Purgatorio adonde cometí el pecado. Y avísote que si tú no te
enmiendas, que será lo mismo de ti que de mí.
Por cuatro vezes se vido la muerta venir al oficio y assistir en él, siendo su amiga la que
la veía, y porque hazía tal sentimiento que todo el coro se turbava, en especial
sabiéndose ya la causa, la abadessa hizo celebrar Missas y hazer oración por la
difunta, y no fue vista más. Lo dicho es de Cesario.

Santa Gertrudis amaba, por las excelentes cualidades de que estaba en abundancia
dotada, a una jovencita que al Señor plugo llamarla a Sí en la flor de su vida. Ocurrió,
pues, que mientras, después de su tránsito, la Santa la recomendaba con gran fervor a
Dios, arrebatada en espíritu, la vio que estaba en la presencia del Salvador, adornada
con preciosas vestiduras y radiante de luz, pero con rostro triste y medrosa de
presentarse a su divino Esposo Jesús. Maravillada la Santa, primeramente se dirigió
suplicante al Redentor, rogándole se dignara invitar dulcemente a aquella su amada
jovencita, a fin de que avanzara confiada hacia Él. El amoroso Redentor volvió benigno
su mirada a la humilde doncellita, haciéndole señal de que se aproximara a Él; pero
ella, en lugar de acercarse más, más avergonzada todavía, humildemente se alejaba.
Entonces Gertrudis, dirigiéndose a ella: “¿Es ésa la manera, le dice, de corresponder a
la gracia del celeste Esposo, o más bien de hacerse indigna de Él?”. A lo que la
prudente virgen respondió: “Perdona, Madre, es que mi estado no me permite todavía
tomar entre mis manos aquella diestra, ni besar aquella mano que me invita. Estoy, es
cierto, confirmada en gracia, como destinada a ser esposa del Cordero Inmaculado,
pero es preciso purgar toda suerte de defectos antes de unirse en eterno abrazo con
Él. Todavía hay en mí algún defectillo que me afea y ofende su purísima mirada, y
hasta que yo no me vea tal cual Él me desea, no osaré jamás entrar en aquel celestial
gozo, que no sufre mancha de imperfección”. ¿Y podremos nosotros esperar obtenerlo
si no nos enmendamos perfectamente de nuestras culpas? Pero ¿cuándo lo haremos?
El tiempo vuela rápidamente, y si nuestros días pasan, no lo haremos, no lo podremos
hacer jamás.

Un día, Santa Gertrudis, habiéndose puesto en oración suplicando por el eterno


descanso de un alma por la que ella particularmente se interesaba, el Señor le hizo oír
estas palabras: “Yo experimento un placer especial cuando se me dirigen oraciones por
los difuntos, sobre todo cuando veo que la compasión natural va unida con la buena
voluntad que la hace meritoria. ¡Oh, entonces ambas cosas juntas concurren
admirablemente para dar a esta buena obra la plenitud y perfección de que es capaz!
Las oraciones de los fieles descienden cada instante sobre las pobrecitas almas cual
lluvia benéfica, cual bálsamo saludable que no solamente endulza y calma sus dolores,
sino que con el tiempo líbralas también de aquella cárcel más o menos rápidamente,
según sea el fervor y devoción con que sean hechas”. En otra ocasión, suplicando esta
misma Santa al Señor se dignase aceptar las súplicas que le dirigía en favor de los
difuntos, recibió esta respuesta: “¿Y cómo podría ser de otro modo? Yo soy como un
príncipe lleno de afecto para con algunos súbditos suyos, a quienes por su propia
autoridad y por justos motivos tiene encerrados en lóbrega cárcel; y no queriendo
hacerles gracia, como podría, en virtud de su poder soberano, para que su justicia no
quedase malparada, no obstante, estaría enteramente dispuesto a perdonarles y
librarlos de la cárcel si algún personaje de su corte intercediera y suplicase por ellos.
Del mismo modo me son altamente agradables las súplicas que se me hacen en favor
de las almas del Purgatorio, y tomo ocasión de ellas para librarlas de sus penas y
llevarlas a la posesión de la eterna gloria”.

En cuánto provecho redunde para nosotros, delante de Dios y de las almas del
Purgatorio, este acto heroico de caridad, vémoslo confirmado por el siguiente hecho,
referido por Dionisio Cartujano. Una doncella, llamada Gertrudis, educada en la escuela
de la caridad, había acostumbrado, desde sus más tiernos años, ofrecer en sufragio de
las almas del Purgatorio la satisfacción de todas las buenas obras que hacía. Era tan
del agrado del Purgatorio y del Cielo tan devota práctica, que con frecuencia
complacíase el Señor en indicarle las almas más necesitadas a las cuales convenía la
aplicase; y aquellas mismas almas que por su mediación eran liberadas de aquellas
penas aparecíansele gloriosas para darle más gracias y prometerle su correspondencia
desde el cielo. Había empleado siempre su vida en este santo ejercicio, y llena de
santa confianza acercábase a la muerte cuando el enemigo infernal trató de
perturbarla, acometiéndola con el pensamiento de haber ella liberado en su vida
muchas almas del Purgatorio para ir ella ahora a ocupar su lugar y sufrir por ellas,
hallándose despojada del mérito de todas sus buenas obras. “¡Cuán necia y
presuntuosa fuiste, le decía, al despojarte de tantos merecimientos para cederlos en
provecho de otros! Pronto te arrepentirás, cuando te veas acometida y rodeada de los
más crueles suplicios, riéndome yo entretanto de tus padecimientos. ¿Qué necesidad
tenias tú de prodigar de ese modo tus méritos en beneficio de quien era para ti un
extraño? El orgullo fue el que te cegó; mas, ¡bien caro lo pagarás!”. Ante tales
insinuaciones, aquella alma piadosa, gimiendo y desolada, lamentábase diciendo: “¡Ay,
infeliz de mi, infeliz de mí! ¡Dentro de breves instantes iré a dar cuenta a Dios de todas
mis acciones, sin haberme reservado ninguna buena para mí! ¡Oh, qué terrible
Purgatorio me espera, sin esperanza de alivio ni consuelo!”. Pero el Señor, no
queriendo que pasara tanta angustia su fiel sierva, apareciéndosele lleno de majestad y
de dulzura, le dice: “¿Por qué estás tan desolada, hija mía? Has de saber que tu
caridad me ha sido tan grata, que desde este momento Yo te perdono todas las penas
que te estaban reservadas, y como Yo he prometido recompensar con el ciento por uno
a los que se olvidaran de sí mismos por amor de sus hermanos, así con el ciento por
uno aumentaré tu recompensa en el cielo. Sepas que todas las almas salvadas por ti
vendrán en breve a tu encuentro para acompañarte e introducirte en la celestial
Jerusalén”. Ante tan consoladora seguridad la piadosa doncella sintió disiparse toda
tristeza, y referido lo acaecido a los circunstantes, con la sonrisa de los predestinados
en los labios, fue a recibir la recompensa de su caridad heroica. Enfervorícese también
nuestro deseo de procurar ayuda a las benditas almas, pues espléndida será la
celestial recompensa.

Santa Liduvina (1380-1433)

Cuentan las antiguas crónicas que recién paralizada una noche soñó Liduvina que
Nuestro Señor le proponía este negocio: "Para pago de tus pecados y conversión de
los pecadores, ¿qué prefieres, 38 años tullida en una cama o 38 horas en el
purgatorio?". Y que ella respondió: "prefiero 38 horas en el purgatorio". Y sintió que
moría que iba al purgatorio y empezaba a sufrir.

Y pasaron 38 horas y 380 horas y 3,800 horas y su martirio no terminaba, y al fin


preguntó a un ángel que pasaba por allí, "¿Por qué Nuestro Señor no me habrá
cumplido el contrato que hicimos? Me dijo que me viniera 38 horas al purgatorio y ya
llevo 3,800 horas". El ángel fue y averiguó y volvió con esta respuesta: "¿Qué cuántas
horas cree que ha estado en el Purgatorio?" ¡Pues 3,800! ¿Sabe cuánto hace que Ud.
se murió? No hace todavía cinco minutos que se murió. Su cadáver todavía está
caliente y no se ha enfriado. Sus familiares todavía no saben que Ud. se ha muerto.
¿No han pasado cinco minutos y ya se imagina que van 3,800?". Al oír semejante
respuesta, Liduvina se asustó y gritó: Dios mío, prefiero entonces estarme 38 años
tullida en la tierra. Y despertó. Y en verdad estuvo 38 años paralizada y a quienes la
compadecían les respondía: "Tengan cuidado porque la Justicia Divina en la otra vida
es muy severa. No ofendan a Dios, porque el castigo que espera a los pecadores en la
eternidad es algo terrible, que no podemos ni imaginar". Y seguía sufriendo contenta su
parálisis para pagar sus propios pecados y para conseguir la salvación de muchos
pecadores.

En 1421, o sea 12 años antes de su muerte, las autoridades civiles de Schiedam (su
pueblo) publicaron un documento que decía: "Certificamos por las declaraciones de
muchos testigos presenciales, que durante los últimos siete años, Liduvina no ha
comido ni bebido nada, y que así lo hace actualmente. Vive únicamente de la Sagrada
Comunión que recibe". Durante los primeros años de su enfermedad podía tomar
algunos alimentos, pero después, durante los últimos 19 años de su vida, ya no volvió a
comer ni a beber. Su único alimento era la Sagrada Comunión. Nadie se ha logrado
explicar este prodigio.

Narramos aquí la tercera visión relativa al interior del Purgatorio, aquella de Santa
Liduvina de Shiedam, Holanda, quien murió el 11 de abril de 1433, y cuya historia
escrita por un sacerdote contemporáneo, goza dela más perfecta autenticidad. Ésta
admirable virgen, un verdadero prodigio de la paciencia cristiana, fue presa de muchos
dolores y de los padecimientos mas crueles por un período de treinta y ocho años.
Estos sufrimientos hacían imposible para ella el dormir, pasaba las largas noches
rezando, y muy frecuentemente, llevada en espíritu, era conducida por su Ángel
guardián a las regiones misteriosas del Purgatorio, allí ella vio moradas, prisiones,
diversas mazmorras, cada una más tenebrosa que la otra; se encontró con almas que
ella conocía, y le fueron mostrados los diferentes castigos. Se puede preguntar, «¿Cual
fue la naturaleza de esos viajes extáticos?» ello es difícil de explicar; pero podemos
concluir por otras circunstancias que había más realidad en ellos que lo que podemos
creer. Lasanta inválida hizo viajes similares y peregrinajes en la tierra, a los lugares
santos de Palestina, a las iglesias de Roma, y a los monasterios en la vecindad. Ella
tenía un conocimiento exacto de los lugares por los que había viajado en espíritu. Un
religioso del monasterio de Santa Isabel, conversando un día con ella, hablando de las
celdas, de los salones, del refrectorio, etc., de su comunidad, diole a él una detallada
descripción de su casa, como si ella estuviera viviendo allí. El Religioso habiendo
expresado su sorpresa, le oyó decir: «Sepa padre, que yo he estado en su monasterio;
he visitado las celdas, he visto a los ángeles guardianes de todos aquellos que las
ocupan». En uno de los viajes que nuestra Santa hizo al Purgatorio ocurrió lo siguiente:
Un desafortunado pecador, enredado en las corrupciones de éste mundo, fue
finalmente convertido por las oraciones y urgentes exhortaciones de Liduvina, el hizo
una sincera confesión de todos sus pecados y recibió la absolución, pero tuvo poco
tiempo para practicar la penitencia, ya que poco después murió por causas de la plaga.
La Santa ofreció muchas oraciones y sufrimientos por su alma; y algún tiempo
después, habiendo sido transportada por su Ángel al Purgatorio, ella quiso saber si él
estaba todavía allí y en que estado. «Él está aquí,» dijo su Ángel, «y está sufriendo
mucho. ¿Estarías dispuesta a sufrir algunos dolores con el fin de disminuir los de él?»
«Claro que sí,» dijo ella, «Estoy lista para sufrir cualquier cosa con tal de
ayudarlo.»Instantáneamente, su Ángel la condujo a un lugar de espantosas torturas.
«¿Es esto el infierno hermano mío?» preguntó la Santa dama sobrecogida de horror.
«No, hermana», le contestó el Ángel, «pero esta parte del Purgatorio está en el límite
con el Infierno». Mirando hacia todos lados, vio ella lo que se asemejaba a una
inmensa prisión, rodeada con murallas de una prodigiosa altura, cuya oscuridad, junto
con las monstruosas piedras, la llenaron de horror. Acercándose a este gigantesco
enclaustramiento, ella oyó un ruido confuso de lamentos, gritos de furia, cadenas,
instrumentos de tortura, golpes violentos que los verdugos descargaba contra sus
víctimas. Este ruido era tal que todo el tumulto del mundo, en tempestad o batalla, no
podría tener comparación con el. «¿Que es entonces este horrible lugar?» pregunto
Santa Lidwina a su buen Ángel.«¿Deseas que te lo muestre?» «No, te lo suplico», dijo
sobrecogida de terror, «el ruido que oigo es tan aterrador que no puedo seguir
escuchándolo; ¿Como puedo, entonces, soportar la vista de esos
horrores?»Continuando con su misteriosa ruta, ella vio un Ángel sentado tristemente en
las paredes de un pozo.«¿Quien es ese Ángel?» le preguntó a su guía. «Es», dijo él,
«el Ángel guardián del pecador en cuya suerte estas interesada. Su alma está dentro
de ese pozo, donde tiene un Purgatorio especial». Tras estas palabras, Liduvina miró
inquisitivamente a su Ángel; ella deseaba ver esa alma que le era tan querida, y tratar
de librarlo de tan espantoso hoyo. El Ángel que comprendió su deseo, descubrió el
pozo, y una nube de llamas, junto con los mas lastimeros lamentos brotaron de
el.«¿Reconoces esa voz?» le pregunto el Ángel a ella. «¡Ay! Sí», contestó la sierva de
Dios. «¿Deseas ver esta alma?» continuó él. Al oír su respuesta afirmativa, el Ángel le
llamó por su nombre; e inmediatamente nuestra virgen vio aparecer en la boca del foso
un espíritu envuelto todo en llamas, que parecía un metal incandescente al rojo vivo, y
quien al verla le dijo en una voz escasamente perceptible, «¡Oh Liduvina, sierva de
Dios! ¿Quien me ayudará para contemplar la cara del Altísimo?»La visión de ésta alma,
presa del más terrible tormento de fuego, le causó tal conmoción a nuestra Santa que
el cinturón que ella usaba alrededor del cuerpo se rasgó en dos; y siéndole imposible
seguir viéndole en tal estado, despertó repentinamente de su éxtasis. Las personas
presentes, percibiendo su temor, le preguntaron su causa. «¡Ay!» replicó ella «¡Que tan
espantosas son las prisiones del Purgatorio! Fue para ayudar a las almas que yo
consentí descender allá. Sin este fin, aunque me fuere dado todo el mundo, no pasaría
otra vez por el terror que tan horrible espectáculo me causó. Algunos días después, el
mismo Ángel que ella había visto tan desolado, se le apareció con una actitud feliz, le
dijo que el alma de su protegido había abandonado el pozo y había pasado al
Purgatorio ordinario. Éste alivio parcial no satisfizo a Liduvina, continuó rezando por el
pobre paciente, aplicando a él los méritos de sus sufrimientos, hasta que pudo ver que
las puertas del Cielo se abrieron para él.

Santa Margarita de Cortona (1247-1297)

Santa Margarita de Cortona leemos que, suplicando un día con ardientes lágrimas a
Nuestro Señor por todos sus amigos difuntos, se le aparecieron éstos circundados de
llamas y en un tan lastimoso estado que no le era posible mirarlos. Y el divino Redentor
le dijo: “Las penas que estas almas sufren son acerbísimas, pero lo serían
incomparablemente más si no fueran visitadas y consoladas por mis ángeles, cuya sola
vista sírveles de alivio en sus padecimientos y de refrigerio en sus ardores”.

Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690)

En su Autobiografía, dice que “encontrándome delante del Santísimo Sacramento el día


de la fiesta del Corpus Christi se me apareció de repente una persona envuelta en
fuego. Su estado lamentable me hizo entender que estaba en el purgatorio. Me dijo que
era el alma de un benedictino que, una vez, me había confesado y dado la comunión.
Por esto, el Señor le había concedido el favor de poder dirigirse a mí para conseguir
una reducción de sus penas.
Me pidió de ofrecer por él por tres meses, todos mis sufrimientos y todas mis acciones.
Al fin de los tres meses, lo vi lleno de alegría y de esplendor, cómo iba a gozar de la
felicidad eterna y me agradeció diciéndome que velaría sobre mí junto a Dios”.

“Nuestra madre me permitió en favor de las almas del purgatorio pasar la noche del
Jueves santo (15 abril 1683) delante del Santísimo Sacramento y allí estuve una parte
del tiempo toda como rodeada de estas pobres almas con las que he contraído una
estrecha amistad. Me dijo el Señor que Él me ponía a disposición de ellas durante este
año para que les hiciere todo el bien que pudiese. Están frecuentemente conmigo y las
llamo mis amigas pacientes” (carta 22 a la Madre Saumaise).

“Esta mañana, domingo del Buen pastor (2 de mayo 1683), dos de mis buenas amigas
pacientes han venido a decirme adiós en el momento de despertarme y que éste era el
día en el que el soberano pastor las recibía en su redil eterno, con más de un millón de
otras almas, en cuya compañía marchaban con cánticos de alegría inexplicable. Una es
la buena madre Monthoux y la otra mi hermana Juana Catalina Gascon, que me repetía
sin cesar estas palabras: El amor triunfa, el amor goza. El amor en Dios se regocija. La
otra decía: Qué bienaventurados son los muertos que mueren en el Señor y las
religiosas que viven y mueren en la exacta observancia de su Regla... Como yo les
rogara que se acordasen de nosotras, me han dicho, al despedirse, que la ingratitud
jamás ha entrado en el cielo” (carta XXIII a Madre Saumaise del 2 de mayo de 1683).

“La primera vez que vi a la hermana J.F. después de su muerte me pidió misas y varias
otras cosas. Le ofrecí seis meses cuanto hiciera y padeciera y no me han faltado
sufrimientos. Me dijo: Hay tres cosas que me hacen sufrir más que todo lo demás. La
primera es el voto de obediencia que he observado tan mal, pues no obedecía más que
en aquello que me agradaba. La segunda, el voto de pobreza, pues no quería que nada
me faltase, proporcionando varios alivios a mi cuerpo... Ah, qué odiosas son a los ojos
de Dios las religiosas que quieren tener más de lo que es verdaderamente necesario y
que no son completamente pobres. La tercera es la falta de caridad y haber sido causa
de desunión y haberla tenido con las otras” (carta 31 a Madre Saumaise del 20-4-
1685).

Santa Maria de los Ángeles (1661-1717)

Ejemplo admirable de devoción y de amor ardiente hacia las almas del Purgatorio fue la
Beata María de los Ángeles, carmelita descalza de Turín, muerta en los comienzos del
siglo XVIII.

Sabiendo cuan tiernamente ama Dios a estas pobres almas, y conociendo, por otro
lado, cuan triste sea su estado y cuán grandes sus padecimientos, no había cosa que
ella dejase de practicar para aliviarlas y consolarlas. Oraciones, ayunos, penitencias,
nada descuidaba para alcanzar un fin tan cristiano, y, no contenta de consagrarse ella
misma a tan piadosas ocupaciones, procuraba estimular el celo de sus hermanas en
religión y de otras personas seglares conocidas, en favor de una obra tan bella. Para
verse en situación de hacer celebrar el mayor número posible de Misas en sufragio de
las benditas almas, no perdonaba sacrificio, y con frecuencia se la veía tender la mano
a los ricos y dedicarse a trabajos fatigosos para allegar las limosnas necesarias.
Durante el tiempo de su priorato sucedió, una noche, que, cediendo a un impulso de
fervor hacia las pobres almas, prometió hacer celebrar cada mes cinco Misas en
sufragio suyo mientras durase en el cargo. Pero, habiendo comunicado a la mañana
siguiente a sus hermanas esta promesa, hiciéronle observar que su deseo no se podría
ver cumplido a causa de la suma pobreza de la comunidad. Pero quiso Dios ayudar a la
generosa priora de prodigiosa manera. En el curso del día preguntó por ella un
desconocido, y sin más preámbulos le dijo que él solía mandar celebrar gran número
de Misas, y que había sentido la inspiración de ofrecerle una limosna para que ella
también pudiera hacer celebrar cinco cada mes, dejándola en libertad de disponer de la
intención conforme a su voluntad. — María de los Ángeles llevaba su caridad para con
las almas del Purgatorio hasta el punto de ofrecerse ella misma a satisfacer por ellas.
Un año, en la vigilia de la Natividad de María, expuso a sus hermanas el deseo de que
todas ayunasen como ella a pan y agua por el reposo de las almas del Purgatorio.
Todas aceptaron generosamente este deseo de su Madre; pero el confesor, por sus
razones especiales, no les permitió poner en práctica este acto de fervor. Sucedió,
pues, que la bienaventurada fue de repente acometida de un acceso de fiebre tan
violento, que durante todo el día tuvo que sufrir agudísimos dolores. Al día siguiente se
le apareció un nutrido coro de almas que, dirigiendo el vuelo hacia el cielo, le dieron las
gracias. Permitía el Señor con frecuencia que las almas del Purgatorio acudiesen a ella
pidiéndole sufragios, y entre otras, como ella lo refirió, fue el alma de Carlos Manuel II,
duque de Saboya. El día 7 de septiembre de 1714 la Beata fue acometida de tan
graves sufrimientos, que se vio reducida a una especie de agonía. En medio de esta
crisis, que ella ya había predicho, tuvo un éxtasis, durante el cual se la oyó hablar con
seres invisibles. Llamado con urgencia el P. Luis de Santa Teresa, su director espiritual,
preguntóle, hallándose ella siempre en éxtasis: “¿Con quién conversáis?”. “Con una
multitud de almas del Purgatorio”. “¿Y entre ellas hay alguna conocida vuestra?”.
“Algunas sí, a otras no las conozco”. “Buen ánimo, le dijo el Padre; tomad fuerzas,
curaos, que mañana recibiréis al Señor en la Comunión, para obtener la libertad de
esas almas”. La sierva de Dios siguió fielmente esta orden; pudo comulgar sin dificultad
al día siguiente, y, durante otro éxtasis que tuvo, vio cómo volaban al cielo gran número
de aquellas almas con quienes había conversado la vez primera.

Santa María Magdalena de Pazzi (1566-1607)

Monja carmelita, gran mística que frecuentemente caía en éxtasis. Fue objeto de los
más extraordinarios fenómenos místicos y dones recibidos de Nuestro Señor. Brilló en
ella la práctica de las virtudes. Mortificaba su cuerpo con frecuentes sacrificios.
Comulgaba diariamente sintiéndose muy unida a Jesucristo. Fue maestra de novicias.
Murió llena de méritos en el año 1607 y al año de su muerte se abrió su sepulcro y su
cuerpo se halló fresco, entero y flexible.
Durante un éxtasis previo a su muerte Santa Magdalena de Pazzi tuvo la gracia de ver
y visitar el Purgatorio. Recorriendo las diversas estancias preparadas por la
Misericordia y Justicia divinas, la santa de la pureza comprendió la Santidad de Dios, la
maldad del pecado y del porque Dios le había revelado los sufrimientos del Purgatorio.

He aquí como nos describe este santo lugar.

Contaré un suceso que aconteció a Santa Magdalena de Pazzi tal como fue relatado
por el Padre Cepari en la historia de la vida de la Santa.

“Un tiempo antes de su muerte, que tuvo lugar en 1607, la sierva de Dios, Magdalena
de Pazzi, se encontraba una noche con varias religiosas en el jardín del convento,
cuando entró en éxtasis y vio el Purgatorio abierto ente ella. Al mismo tiempo, como
ella contó después, una voz la invitó a visitar todas las prisiones de la Justicia Divina, y
a ver cuan merecedoras de compasión son esas almas allí detenidas.

En ese momento se la oyó decir: “Si, iré”. Consintió así a llevar a cabo el penoso viaje.
De hecho a partir de entonces caminó durante dos horas alrededor del jardín, que era
muy grande, parando de tiempo en tiempo. Cada vez que interrumpía su caminata,
contemplaba atentamente los sufrimientos que le mostraban. Las religiosas vieron
entonces que, compadecida, retorcía sus manos, su rostro se volvió pálido y su cuerpo
se arqueó bajo el peso del sufrimiento, en presencia del terrible espectáculo al que se
hallaba confrontada.

Entonces comenzó a lamentarse en voz alta, “¡Misericordia, Dios mío, misericordia!


Desciende, oh Preciosa Sangre y libera a estas almas de su prisión. ¡Pobres almas!
Sufren tan cruelmente, y aún así están contentas y alegres. Los calabozos de los
mártires en comparación con esto eran jardines de delicias. Aunque hay otras en
mayores profundidades. Cuan feliz debo estimarme al no estar obligada a bajar hasta
allí.

Sin embargo descendió después, porque se vio forzada a continuar su camino. Cuando
hubo dado algunos pasos, paró aterrorizada y, suspirando profundamente, exclamó”
¡Qué! ¡Religiosos también en esta horrenda morada! ¡Buen Dios! ¡Como son
atormentados! ¡Oh, Señor!”. Ella no explicó la naturaleza de sus sufrimientos, pero el
horror que manifestó en contemplarles le causaba suspiros a cada paso. Pasó de allí a
lugares menos tristes. Eran calabozos de las almas simples y de los niños que habían
caído en muchas faltas por ignorancia. Sus tormentos le parecieron a la santa mucho
más soportables que los anteriores. Allí solo había hielo y fuego. Y notó que las almas
tenían a sus Ángeles guardianes con ellas, pero vio también demonios de horribles
formas que acrecentaban sus sufrimientos.

Avanzando unos pocos pasos, vio almas todavía más desafortunadas que las pasadas,
y entonces se oyó su lamento, “¡Oh! ¡Cuán horrible es este lugar; está lleno de
espantosos demonios y horribles tormentos! ¿Quiénes, oh Dios mío, son las victimas
de estas torturas? Están siendo atravesadas por afiladas espadas, y son cortadas en
pedazos”. A esto se le respondió que eran almas cuya conducta había estado
manchada por la hipocresía.

Avanzando un poquito mas, vio una gran multitud de almas que eran golpeadas y
aplastadas bajo una gran presión, y entendió que eran aquellas almas que habían sido
impacientes y desobedientes en sus vidas. Mientras las contemplaba, su mirada, sus
suspiros, todo en su actitud estaba cargada de compasión y terror.

Un momento después de su agitación aumentó, y pronunció una dolorosa exclamación.


Era el calabozo de las mentiras el que se abría ante ella. Después de haberlo
considerado atentamente, dijo, “Los mentirosos están confinados a este lugar de
vecindad del Infierno, y sus sufrimientos son excesivamente grandes. Plomo fundido es
vertido en sus bocas, los veo quemarse, y al mismo tiempo, temblar de frío”.

Luego fue a la prisión de aquellas almas que habían pecado por debilidad, y se le oyó
decir: “Había pensado encontrarlas entre aquellas que pecaron por ignorancia, pero
estaba equivocada: ustedes se queman en un fuego mas intenso”.

Mas adelante, ella percibió almas que habían estado demasiado apegadas a los bienes
de este mundo, y habían pecado de avaricia.

“Que ceguera”, dijo,” ¡las de aquellos que buscan ansiosamente la fortuna perecedera!
Aquellos cuyas antiguas riquezas no podían saciarlos suficientemente, están ahora
atracados en los tormentos. Son derretidos como un metal en un horno”.

De allí pasó a un lugar donde las almas prisioneras eran las que se habían manchado
de impureza. Ella las vio en tan sucio y pestilente calabozo, que la visión le produjo
náuseas. Se volvió rápidamente para no ver tan horrible espectáculo.

Viendo a los ambiciosos y a los orgullosos, dijo “Contemplo a aquellos que deseaban
brillar ante los hombres; ahora están condenados a vivir en esta espantosa oscuridad”.

Entonces le fueron mostradas las almas que tenían la culpa de ingratitud hacia Dios.
Estas eran presas de innombrables tormentos y se encontraban ahogadas en un lago
de plomo fundido, por haber secado con su ingratitud la fuente de la piedad.

Finalmente, en el último calabozo, ella vio aquellos que no se habían dado a un vicio en
particular, sino que, por falta de vigilancia apropiada sobre si mismos, habían cometido
faltas triviales. Allí observó que estas almas tenían que compartir el castigo de todos los
vicios, en un grado moderado, porque esas faltas cometidas solo alguna vez las hacen
menos culpables que aquellas que se cometen por hábito.

Después de esta última estación, la santa dejó el jardín, rogando a Dios nunca tener
que volver a presenciar tan horrible espectáculo: ella sentía que no tendría fuerza para
soportarlo. Su éxtasis continuó un poco mas y conversando con Jesús, se le oyó decir:
“Dime, Señor, el porqué de tu designio de descubrirme esas terribles prisiones, de las
cuales sabía tan poco y comprendía aun menos…” ¡Ah! ahora entiendo; deseaste
darme el conocimiento de Tu infinita Santidad, para hacerme detestar mas y mas la
menor mancha de pecado, que es tan abominable ante tus ojos”.

Santa Otilia (660- 720)

Al fin, Aldarico al darse cuenta de la gran santidad de su hija dispuso con su anciana
esposa vivir los dos como monjes y convirtieron su castillo en un convento, dirigido por
Otilia.

Y allí murieron piadosamente. La santa se dedicó a ofrecer misas, limosnas y oraciones


por el alma de su padre, y tiempo después en una visión le fue dicho que por sus misas
y oraciones y obras de caridad, el alma de Aldarico lograba salir del purgatorio.

Santa Perpetua (x-203)

Tertuliano en las “Actas del martirio de Santa Felicidad y Perpetua” cuenta lo que le
sucedió a Santa Perpetua hacia el año 202. Una noche, mientras estaba en la cárcel,
vio a su hermano Dinocrates, que había muerto a los siete años de un tumor en el
rostro.

Ella dice así: “Vi salir a Dinocrates de un lugar tenebroso, donde estaban encerrados
muchos otros que eran atormentados por el calor y la sed. Estaba muy pálido. En el
lugar donde estaba mi hermano había una piscina llena de agua, pero tenía una altura
superiora un niño y mi hermano no podía beber Comprendí que mi hermano sufría. Por
eso, orando con fervor día y noche, pedía que friera aliviado... Una tarde vi de nuevo a
Dinocrates, muy limpio, bien vestido y totalmente restablecido. Su herida del rostro
estaba cicatrizada. Ahora sí podía beber del agua de la piscina y bebía con alegría.
Cuando se sació, comenzó a jugar con el agua. Me desperté y comprendí que había
sido sacado de aquel lugar de sufrimientos” (VII,3-VIII,4)

Santa Teresa de Jesús (1515-1582)

Hablando de la fundación del convento de Valladolid dice así: “Tratando conmigo un


caballero principal, me dijo que si quería hacer un monasterio en Valladolid, que él
daría una casa que tenía con una huerta muy buena. A los dos meses, poco más o
menos, le dio un mal tan acelerado que le quitó el habla y no se pudo bien confesar
aunque tuvo muchas señales de pedir perdón al Señor Muy en breve murió y díjome el
Señor que había estado su salvación en harta aventura y que había tenido misericordia
de él por aquel servicio que había hecho a su Madre en aquella casa que había dado
para hacer un monasterio de su Orden y que no saldría del purgatorio hasta la primera
misa que allí se dijese, que entonces saldría...
Estando un día en oración (en Medina del Campo), me dijo el Señor que me diese
prisa, que padecía mucho aquella alma... No se pudo hacer tan presto, pero nos dieron
la licencia para decir la misa, adonde teníamos para Iglesia y así nos la dijeron...
Viniendo el sacerdote adonde habíamos de comulgar, llegando a recibirle, junto al
sacerdote se me presentó el caballero que he dicho, con el rostro resplandeciente y
alegre. Me agradeció lo que había hecho por él para que saliese del purgatorio y fuese
su alma al cielo... Gran cosa es lo que agrada a nuestro Señor cualquier servicio que
se haga a su Madre y grande es su misericordia” (Fundaciones 10).

Veamos otras de sus experiencias: “Había muerto un provincial... Estando pidiendo por
él al Señor lo mejor que podía, me pareció salía del profundo de la tierra a mi lado
derecho y vile subir al cielo con grandísima alegría. Él era ya bien viejo, mas vile de
edad de treinta años y aún menos me pareció, y con resplandor en el rostro” (Vida
38,26). Otra vez “habíase muerto una monja en casa, hacía poco más de día y medio.
Estando diciendo una lección de difuntos, la vi que se iba al cielo. Otra monja también
se murió en mi misma casa. Ella, de hasta dieciocho o veinte años siempre había sido
enferma y muy sierva de Dios. Estando en las Horas, antes que la enterrasen, harían
cuatro horas que era muerta, entendí salir del mismo lugar e irse al cielo” (Vida 38,29).
En otra ocasión, “habíase muerto un hermano de la Compañía de Jesús y estando
encomendándole a Dios y oyendo misa de otro Padre de la Compañía por él, dióme un
gran recogimiento y vile subir al cielo con mucha gloria y al Señor con él” (Vida 38,30).

“Un fraile de nuestra Orden (Fray Diego Matías), harto buen fraile, estaba muy mal y
estando yo en misa me dio un recogimiento y vi cómo era muerto y subir al cielo sin
entrar en el purgatorio. Yo me espanté de que no había entrado en el purgatorio... De
todos los que he visto, ninguno ha dejado de entrar en el purgatorio, si no es este
Padre, el santo Fray Pedro de Alcántara y otro Padre dominico que queda dicho. De
algunos ha sido el Señor servido que vea los grados que tienen de gloria. Es grande la
diferencia que hay de unos a otros” (Vida 38,3 1-32).

Don Bernardino Mendoza y Santa Teresa

El día de la Conmemoración de los Fieles Difuntos, queriendo don Ber¬nardino


Mendoza hacer un acto de generosa piedad hacia el Purgatorio, hizo solemne donación
a Santa Teresa de una casa con su huerto corres¬pondiente, situada en Valladolid,
para que allí la Santa fundase lo más presto posible un monasterio en honor de la
Bienaventurada Virgen María. Pero, ocupada la Santa en las fundaciones de otras
casas religiosas, andaba dilatando la fundación de ésta. Entretanto muere el caballero,
aco¬metido de una repentina afección mortal, que en pocos instantes se lo llevó de
entre los vivos. Sintió sobremanera esta muerte Santa Teresa, y no cesaba de
recomendar con fervientes oraciones al Altísimo el alma del difunto caballero, y el
Señor se dignó revelarle que se había librado del infierno, pero se hallaba en el
Purgatorio, de donde no saldría hasta que en el nuevo monasterio se celebrase la
primera Misa. Por eso la Santa desplegó una gran solicitud con el fin de poder ir cuanto
antes a Valladolid y poner manos a la obra. Pero retenida en Ávila por asuntos de suma
importancia, un día se le volvió a aparecer el Señor excitándola para que, dejado todo
otro negocio, pusiera en práctica la pía intención del caballero, para que cuanto antes
se viera libre de las atroces llamas del Purgatorio. Movida por tan grande estímulo,
Santa Teresa envió en seguida a aquella ciudad al P. Julián de Ávila para que
dispusiera las cosas de la nueva fundación. Adelantóse ella misma para activar el
trabajo; pero como lo grandioso de la empresa requiriera largo tiempo para su
cumplimiento, hizo instalar provisionalmente una capilla para comodidad de las
Hermanas que había llevado consigo. Mucho sentía no poder terminar cuanto antes la
espaciosa iglesia que había de tener el monasterio, temiendo que, hasta que no
estuviera terminada, el alma de Mendoza no saldría de aquellas penas; pero ¿cuál no
fue su consuelo a la celebración de la primera Misa en la capilla provisional, cuando
arrebatada en éxtasis vio que el alma de aquel caballero volaba desde el Purgatorio al
cielo? Se alegró de la felicidad de él, dio gracias al Señor por la solicitud con que le
había librado de aquellas penas, y se hizo tanto más devota de las almas del
Purgatorio cuanto más empeñado vio a Dios mismo en favor de ellas. Imitemos a Santa
Teresa, imitemos a Dios, y procuremos como aquel Serafín de amor corresponder
cuanto nos sea posible a los designios de la divina bondad, cuyo máximo deseo es ver
relices lo más presto posible a las almas del Purgatorio.

En su Vida, escrita por ella misma leemos: “En el día de las ánimas, hallándome
retirada en mi celda rezando el Oficio de difuntos, púsoseme de repente delante un
horrible monstruo que, colocándose sobre el libro, me impedía leer y proseguir mi
oración. Por tres veces lo ahuyenté con la señal de la cruz pero viendo que, cada vez
que me ponía a rezar, él volvía a estorbármelo, para ponerlo definitivamente en fuga
pensé recurrir a un poderoso sacramental de la Iglesia, y, tomando agua bendita rocié
el libro con ella, procurando que cayesen también algunas gotas sobre aquel monstruo.
Apenas hecho esto, en el mismo instante aquel maligno espíritu, como acometido por
una fuerza invisible superior a él, emprendió precipitada fuga y me dejó terminar en paz
mis oraciones en favor de las benditas almas. Terminadas éstas, vi subir del Purgatorio
al cielo algunas almas liberadas de él precisamente por aquellas súplicas hechas en
sufragio de ellas; por eso el demonio, envidioso, hizo cuanto pudo para impedirme
hacer aquella oración”.

Santa Verónica Giuliani (1660-1727)

Nacida en 1660 en Mercatello (Urbino) ingresó a los 17años en el monasterio de las


Clarisas capuchinas de la Ciudad de Castello, muriendo en 1727 después de una vida
espiritual intensa y difícil. Declarada Beata en 1804 y Santa en 1839. En 1890 los
obispos de Umbría adelantaron la solicitud a la Sagrada Congregación para las causas
de los Santos, de declararla doctora de la Iglesia. En las decenas de millares de
páginas autobiograficas del manuscrito que nos ha dejado, la santa relata una cantidad
innumerable e impresionante de sus visiones místicas.

Las visiones de Verónica constituyen un testimonio escrito de gran interés literario y


espiritual. Desde el relato de la primera visión que Verónica tuvo a la edad de cuatro
años, hasta aquellos más complejos y simbólicos, un largo camino de búsqueda interior
volvió a superar los limites de la propia personalidad para llenarse de gozo e inmensa
dulzura. Quizás no hay en la historia mística otra santa como Verónica Giuliani que nos
haya dejado tantas descripciones de sus visiones simplemente con recorrer sus
escritos. En el transcurso de su vida ella tuvo, durante muchos años, al menos una
visión por día.

Verónica Giuliani que ha sido definida como "la mística de la expiación", constituye un
caso único y fascinante en la historia de los escritos espirituales. A sus 35 años, bajo la
orden de varios confesores, escribió algo así como 5 biografías de aproximadamente
22.000 páginas de manuscrito, 42 grandes volúmenes relegados en pergamino, más de
6.000 páginas en imprenta. Las visiones de Verónica iban, en general, precedidas de
dos momentos de recogimiento y de rapto.

Santa Verónica experimentó, de manera misteriosa y cautivadora, la pena de la


privación de Dios que sufren las almas retenidas en el Purgatorio. Ésa es la pena de
las penas, escribió ella, la privación de Dios que si no fuera por un instante podría
fulminarnos. Sabed que para la luz interior nos hace falta el Bien Supremo. ¡Fuego,
hielo, hojas afiladas y todos los suplicios que se pueden imaginar, todo esto está en
ella, en la confrontación de esa pena!

En "Visiones", podemos leer la visión por tres veces de un alma del purgatorio: "En esta
noche ha ocurrido este detalle, me parece que Dios me ha hecho ver un alma del
purgatorio. La he visto detres maneras. La primera vez me parece que el alma era un
gran fuego y que, a mano de los demonios, tenía grandes tormentos uno detrás de
otro. Cada visión de cada uno de aquellos ministros infernales, le producía pena sobre
pena, pero entre tantas penas, la mayor era la que le producía daños. A dicha alma no
se la podía ayudar, estaba bajo la mano de la justicia de Dios y eso basta. Todo esto
fue de gran amaestramiento para esta alma.

La segunda vez tengo una visión de grandes tormentos, en particular sobre los
sentimientos, por así decirlo. Diré que me parecía que era atormentada en los ojos y en
las orejas con hierros cortantes y punzantes, que ésto se hacia de manera rápida y
todo era en un sentimiento conjunto. ¡Oh Dios! El sentimiento de la lengua era mucho
más penoso. De repente parecía que le saliera de la boca y llegara a la tierra y parecía
que fuera clavada allí, no con un clavo de hierro sino con un clavo de la mano de Dios.

Los demonios que son ministros de la justicia divina, con todo su poder atormentaban a
esa alma, y ella estaba inmóvil en el mismo lugar en que permanecía, ni siquiera podía
moverse. Era todo pena, de pies a cabeza, no hay manera de explicar estas penas, y
no creo que haya alguna criatura viviente que pueda contarlo nunca. Me pareció
también verla, en un momento, como destruida por completo, consumida por muchas
penas, pero luego, en un momento, surgió con más atroces penas que parece que
siempre comienzan y continúan con mas ardor. En fin, me parecía verla ahora hacerla
lacerar, por momentos pincharla con puntas candentes y por momentos estar en un
fuego ardiente, y convertirse en hielo. Parecía que el ánima estuviera helada por dentro
pero al mismo tiempo, sentía fuego y hielo.
La tercera vez me lo enseñaron también de la misma forma, padecía un tormento
intolerable, y parece que vio algo que no se qué es, ni yo entendía qué era. Al final, mi
ángel custodio me hizo observar que ella veía el habito que la había llevado a la
Religión y, al verlo, le renovaba todos sus tormentos y las penas, porque ella se había
puesto el hábito pero no de Religiosa. En un momento fui transportada por mi ángel
custodio a los pies de Santa María, le pedí ayuda para esta pobre alma, me mostré
ante ella para padecer cualquier pena y tormento, y Santa María me prometió la gracia
de mostrarme aquel sello, y me dijo que yo le contara todo a mi confesor. Le pedí la
obediencia de padecer en alguna hora, para satisfacer la justicia de Dios. Fue por
medio de esta ánima que me hizo ver todo aquello en su justo momento. Me parece
comprender que en aquel instante había tenido un instante de alivio.

En este punto, se me hizo ver en aquella alma la necesidad de tener compasión por
cualquier corazón duro. Ante la imagen del rostro de mi Madre, que estaba postrada, le
pedí gracia a Santa Maria y ella me dijo que esa postración al final de aquellas 24
horas de sufrimiento, había sido para que ella se fuera al Santo Paraíso, y que yo
quedaría entre las penas. Pero ella quería que en estas penas yo tuviera la asistencia
de mi confesor, porque serían grandes los tormentos en manos de los demonios, los
cuales tenían la posibilidad – así quería Dios- de flagelarme y combatirme.

En este punto escuché una voz espantosa y recibí un gran golpe que me arrojó al
suelo. El demonio me decía "maldita, maldita ¿Qué piensas hacer? Yo he venido aquí
para quitarte la vida", pero yo reí en ese momento de valentía. ¡Qué mentiroso que es!
Él no puede quitarme la vida ni hacer nada, sin la voluntad de Dios. Con actos de
humillación interiores, aceptaba todos los golpes, y como penitencia de mis culpas
agradecía a Jesús, agradecía a María, daba miles de bendiciones a Dios, y le rogaba
que pusiera su mano en mi cabeza para que nunca más le ofendiera. ¡Oh Dios que
gran tentación y batalla fue esta! Pero por amor a Dios todo es poco. No se puede decir
otra cosa. He contado esto a despecho del enemigo. Laus Deo [III,513-517]."

Escribe en su Diario: “Mi ángel me obtuvo que una de estas almas del purgatorio me
hablase y me dijo: Tened compasión de mí. No hay criatura viva que pueda entenderlo
atroces que son estas penas. Tened compasión de mí. La encomendé a la Virgen y me
pareció ver la dicha de esa alma que me dijo: Ahora he sabido que pronto saldré de
aquí por vuestra caridad. GRACIAS. Al poco tiempo, la vi libre de las penas, toda bella
y gloriosa con un grandísimo resplandor Parecía un nuevo sol y puesta junto al sol
natural, ella habría sido más luminosa, y el sol mismo, junto a ella, parecía tinieblas “.

Santa Viviana Perpetua (300-360)

Que de la Sinagoga el rito de rogar por los difuntos haya pasado a la Iglesia de
Jesucristo dan fe, entre otras, las Actas de los Mártires, cuya autenticidad es
indiscutible, y entre éstas las de Santa Viviana Perpetua, escritas en gran parte por la
misma Santa durante su prisión: actas que se remontan al siglo III y en las cuales
hallamos expresadas taxativamente la fe en el Purgatorio y la eficacia de las oraciones
por los difuntos.

Acusada esta santa mujer como cristiana, fué condenada a muerte. Mientras se
hallaba en la cárcel esperando el día de su combate final, le vino al pensamiento
Dinócrato, un hermanito suyo, muerto mucho antes, a la edad de siete años, de un
cáncer que había acabado con su vida. A este recuerdo púsose orar por el alma del
difunto, y poco después, por disposición divina, tuvo una celeste visión. Vio al niño
Dinócrato que salía de un lugar tenebroso y lejano, en donde había sufriendo una gran
multitud de almas. El niño tenía el rostro melancólico y contrahecho, y sintiéndose
devorado por ardiente sed se acercó a un estanque buscando refrigerio; pero no pudo
conseguirlo a causa de la mucha altura del parapeto que lo rodeaba. Viviana
comprendió que su hermanito padecía y necesitaba ayuda, y púsose a orar por él con
más fervor para que fuese libertado de sus padecimientos. Su oración fué escuchada.
Poco después la Santa vio el mismo lugar de antes, pero no ya cubierto de tinieblas;
sino resplandeciente de blanquísima luz y a su hermanito antes triste y apenado, lo vio
lleno de gozo y cubierto con hermosísima vestidura, que alegremente bebía del
estanque por de una concha que nunca se agotaba, y después de haberse saciado
recreábase alegremente, como suelen hacerlo los niños de aquella edad. Por donde
ella comprendió que su hermanito había sido librado de sus sufrimientos, y experimentó
un gozo inexplicable. Tal fué la visión de Santa Viviana Perpetua. En la cual claramente
se ve representado el Purgatorio por aquel lugar tenebroso, las penas que en él las
almas padecen, y la eficacia de la oración para obtener la libertad de las mismas, en
una palabra, toda la doctrina católica acerca del Purgatorio. Pues si consideramos que
esta visión no sólo no fué desechada por sus contemporáneos, sino que fué acogida
con gran veneración y respeto, no sólo por los simples fieles, sino hasta por Tertuliano,
San Cipriano, San Agustín y por muchos otros conspicuos personajes, conoceremos
que ella constituye una buena prueba de la fe que aquellos antiquísimos cristianos
tenían en el Purgatorio puesto que sin esta fe, o hubiesen rechazado esta visión, como
una novedad peligrosa, de la cual debían guardarse, o a lo menos no la hubieran
recibido sin alguna dificultad, tanto más cuanto que los cristianos de aquellos tiempos
eran continuamente amonestados para que huyesen de todo aquello que oliese a
innovación, a fin de que no corrieran el riesgo de caer en las nacientes herejías.

Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney (1786-1859)

“Todas las buenas obras juntas, decía el santo Cura de Ars, no equivalen a la santa
Misa, porque aquéllas son obra de los hombres, mientras que la Misa es la obra de
Dios”. Y convencidísimo de esta verdad, a la santa Misa recurría aquel santo varón
siempre que quería librar alguna alma del Purgatorio.

“Había un buen sacerdote, refería él un día, hablando de sí mismo en tercera persona,


según acostumbraba hacer, el cual, afligidísimo por la muerte de un amigo muy
querido, pensó que no podía hacer nada mejor por él que celebrar el santo Sacrificio en
sufragio de su alma. Llegado el momento de la Consagración tomó la hostia entre los
dedos y dijo: “Padre Eterno, hagamos un cambio; Vos tenéis el alma de mi amigo, que
está en el Purgatorio, y yo tengo el cuerpo de vuestro divino Hijo, que está en mis
manos; pues bien, librad de aquellas penas a mi amigo, y yo os ofrezco a vuestro Hijo
con todos los merecimientos de su Pasión y muerte”. En efecto, al momento de la
elevación vio el alma de su amigo, radiante de gloria, que subía al Cielo”.

Santo Domingo de Guzmán (1170-1221)

Cuenta San Alfonso María de Ligorio en su obra “Las glorias de María”. Había una
joven, llamada Alejandra, que era pretendida por dos jóvenes. Ambos vinieron un día a
las manos y quedaron muertos los dos en medio de la calle. Por haber sido ella la
causa de la muerte de los dos jóvenes, sus parientes la degollaron y echaron su
cabeza en un pozo.

A los pocos días, pasó por allí Santo Domingo de Guzmán e, inspirado por Dios, miró
hacia el pozo y dijo: “Alejandra, sal fuera”. Y Alejandra apareció viva, pidiendo
confesión. El santo la confesó y le dio la comunión en presencia de mucha gente que
pudo atestiguar el hecho. Dice San Alfonso María de Ligorio: “La joven dijo que, cuando
le cortaron la cabeza, estaba en pecado mortal, pero la Virgen le había dado esta
oportunidad de confesarse, porque había rezado el rosario todos los días. Después de
esto, fue su alma al purgatorio. Al cabo de otros quince días, se apareció al mismo
Santo Domingo más hermosa y resplandeciente que el mismo sol y le declaró que uno
de los sufragios más eficaces, que tienen las benditas almas del purgatorio, es el santo
rosario. Dicho esto, vio el glorioso Santo Domingo entrar su alma llena de alegría en la
mansión de la bienaventuranza eterna“

Una doncella liberada del Purgatorio por las oraciones de Santo Domingo se apareció a
este gran siervo de María y le dijo: “En nombre de las almas del Purgatorio, yo os
conjuro prediquéis por doquiera y deis a conocer en todo el mundo la devoción al santo
Rosario. Que los fieles apliquen a estas pobres almas las indulgencias y demás favores
espirituales anexos a esta santa devoción. La Santísima Virgen y los Ángeles disfrutan
viendo esta piadosa práctica, y las almas liberadas rogarán en el cielo por sus
liberadores”.

Vivía en Zaragoza en tiempo de Santo Domingo una mujer llamada Alejandra que por
su causa se llegaron a matar dos jóvenes. Furiosos los parientes de los muertos
mataron a esta y la arrojaron a un pozo. Pasó por allí Santo Domingo e iluminado por
Dios mandó a Alejandra que saliera y confesó y comulgó de manos del Santo; la
mando este que dijese porqué habia recibido esta desgracia y la resucitada contestó;
que cuando la mataron estaba en pecado mortal, pero la Santísima Virgen por la
devoción del Rosario le había conservado la vida para que se pusiese a bien con Dios.
Vivió dos días y murió; a los quince se le apareció su alma a Santo Domingo y le
aseguró que uno de los sufragios principales de las almas del purgatorio es el Rosario
rezado por ellas.
Santo P. Pío (1887-1968)

Un día de otoño de 1917, el estando solo, rezando el rosario, se adormiló junto al fogón
del convento y, al despertar, vio junto a sí a un anciano envuelto en un capote. Al
preguntarle qué hacía allí y quién era, le respondió que había muerto quemado en ese
convento y quería descontar allí su purgatorio.

El P. Pío le prometió rezar por él. Un día le contó este suceso al P. Paolino y éste fue al
municipio a ver los registros y encontró que, efectivamente, estaba registrado el
nombre de un anciano, que había muerto quemado en aquel convento. El muerto era
Mauro Pietro (1831-1908).

Otro suceso lo refiere el cronista provincial de los Padres capuchinos de la Provincia de


Foggia con fecha 29 de febrero de 1937. Dice así: “El día 29 de diciembre de 1936, el
P. Jacinto de 5. Elías se acercó a San Giovanni Rotondo para visitar al R Pío y le
recomendó que rezara por el P. Giuseppantonio, porque estaba muy grave. El día 30 a
las 2 p.m. el P Pío vio en su habitación al P. Giuseppantonio y le dice. ¿Me han dicho
que estás gravemente enfermo y estás aquí? Entonces el P. Giuseppantonio, haciendo
un gesto le dice: Eh, ahora ya se me han pasado todas mis enfermedades. Y
desapareció “. Esto se lo contó el P. Pío al Padre provincial P. Bernardo, quien firma
esta crónica junto con el cronista, P. Fernando de San Marcos in Lamis.

Para el Padre Pío las apariciones ya comenzaron cuando todavía era joven. El
pequeño Francesco no habló nunca porque creyó que las apariciones eran cosas que
ocurrieran a todas las almas. Las apariciones eran de Ángeles, de Santos, de Jesús,
de la Virgen, pero a menudo, también de demonios. En los últimos días de diciembre
de 1902, mientras él estaba meditando sobre su vocación, Francesco tuvo una visión.
He aquí como la describió, muchos años después, "Francesco viô a su lado a un
hombre majestuoso de rara belleza, resplandeciente como el sol, que le tomó por la
mano y lo animó con la precisa invitación: "Vienes conmigo porque te conviene
combatir de bravo guerrero". Francesco fue conducido a un gran campo, entre una
multitud de hombres que fue dividida en dos grupos: En una parte habían hombres de
rostro guapísimo y cubiertos de vestidos blancos, cándidos como la nieve, de la otra
eran como hombres de horroroso aspecto y vestidos de negro sombríos y oscuros.
(Explicación. Vienes conmigo (con Jesús), porque te conviene combatir (te conviene
luchar contra la tentación, así te haces mas fuerte), bravo guerrero (buen
cristiano).Inútil es tu resistencia (habla la tentación), con este conviene combatir. Animo
(le dice Jesús), entra confiado en la lucha (puedes vencer al maligno), avanza
atrevidamente que Yo te seré propicio (puedes retar al enemigo que siempre estaré
contigo); te ayudare y no permitiré que el te venza.) El joven situado entre aquellas dos
alas de espectadores, viô venir a su encuentro un hombre de desmedida altura, tan
alto, que podía tocar con la frente las nubes, y con un rostro horroroso. El personaje
resplandeciente que tuvo a su lado lo exhortó a batirse con el personaje monstruoso.
Francesco rogó evitar el furor del extraño personaje, pero aquel luminoso no aceptó:
"Inútil es tu resistencia, con éste conviene combatir". Ánimo, entra confiado en la lucha,
avanza atrevidamente que yo te seré propicio; te ayudaré y no permitiré que él venza".
El combate fue aceptado y resultó terrible. Con la ayuda del personaje luminoso
siempre ayudándole, Francesco venció. El personaje monstruoso, obligado a huir, se
arrastró tras aquella gran multitud de hombres con horroroso aspecto, entre gritos,
imprecaciones se aturdió. La otra multitud de hombres del vago aspecto, emanó voces
de aplauso y laudos verso al que asistió al pobre Francesco, en una tan áspera batalla.
El personaje espléndido y luminoso más que el sol, puso sobre la cabeza de Francesco
victorioso una corona de rara belleza, que inútil sería describirla. La corona fue retirada
por el personaje bueno el que precisó: "Otra más bonita tengo para ti guardada. Si tú
supieras luchar con aquel personaje con el que ahora has combatido. Él siempre
volverá al asalto...; combates de bravo y no dudes en mi ayuda... no te asustes por su
horrorosa presencia.... Yo estaré cerca de ti, yo siempre te ayudaré, para que tú logres
vencerlo". Tal visión fue seguida, luego, de reales batallas con el Diablo. El Padre Pío
enfrentó en efecto numerosas batallas contra el "enemigo" de las almas en el marco de
su vida, con el propósito de arrancar las almas de las cadenas de Satanás.

Una tarde el Padre Pío estaba descansando en una habitación, en la planta baja del
convento, que fue destinada a hospedería. Estuvo solo descansando, y apenas se
había extendido sobre el sofá cuando, de repente, he aquí que vino a comparecerle
un hombre envuelto en una negra capa. El Padre Pío, sorprendido, levantándose,
interrogó al hombre quién era y qué quería. El desconocido le contó que era un alma
del Purgatorio. "Soy Pietro Di Mauro. He muerto en un incendio, el 18 de septiembre de
1908, en este convento que fue destinado a un geriátrico, después de la expropiación
de los bienes eclesiásticos. Morí entre las llamas, en mi cama de paja, sorprendido en
el sueño, justo en esta habitación. Vengo del Purgatorio: el buen Dios me ha
concedido la gracia de veniros a preguntar si podrías ofrecer la Santa Misa de mañana
por mi descanso eterno. Gracias a esta Misa podré entrar al Paraíso". El Padre Pío
aseguró que ofrecería la Santa Misa por su alma. El. Padre Pío contó: "Yo, quise
acompañarlo a la puerta del convento, para despedirlo, y cual sería mi sorpresa; que
una vez a mi lado desapareció repentinamente. Por lo que me di verdaderamente
cuenta de haber hablado con un difunto". Tengo que decir que regresé al convento muy
asustado. Al padre Paolino de Casacalenda, Superior del convento, que notó mi
agitación, le pedí el permiso de celebrar la Santa Misa en sufragio de aquella alma
necesitada; después, naturalmente, de haberle narrado lo ocurrido". Tiempo después,
el Padre Paulino, despertado por la curiosidad, quiso hacer la averiguación. Fuè al
Despacho del registro del ayuntamiento de San Giovanni Rotondo, solicitó y consiguió
el permiso de consultar el registro de los fallecidos en el año 1908., la narración del
Santo Padre Pío correspondió a la realidad. En el registro relativo a las muertes del
mes de septiembre, el padre Paulino localizó el nombre, el apellido y la imputación de
la muerte: "En fecha el 18 de septiembre de 1908, en el incendio del geriátrico Pietro Di
Mauro verdaderamente murió."

La Señora Cleonice Morcaldi de San Giovanni Rotondo fue una hija espiritual del Padre
Pío; A un mes de la muerte de su mamá, el Padre Pío le dijo: "Esta mañana tu mamá
ha volado al Paraíso, la he visto mientras estaba celebrando la Misa." Lo que quiere
decir que tuvo la gentileza de ofrecer la misa por el descanso eterno de su alma.
El Padre Pío contó esta historia al Padre Anastasio. "Una tarde, mientras yo estaba
solo en el coro para orar, oí el susurro de un traje y vì a un monje joven que revolvió al
lado del altar principal. Parecía que el joven monje estaba desempolvando los
candelabros y arreglando los jarrones de las flores. Yo pensé que él era el Padre Leone
que estaba reestructurando el altar; y como ya era la hora de la cena, me acerqué a
él y le dije: "Padre Leone, vaya a cenar, no es tiempo para desempolvar y reparar el
altar". Pero una voz que no era la voz del padre Leone me contestó": "yo no soy el
Padre Leone", "¿y quién es usted? ", le pregunté. "Yo soy un hermano suyo que hice el
noviciado aquí, mi misión era limpiar el altar durante el año del noviciado.
Desgraciadamente en todo ese tiempo yo no reverencié a Jesús Sacramentado, Dios
Todopoderoso, como debía haberlo hecho, mientras pasaba delante del altar.
Causando gran aflicción al Sacramento Santo por mi irreverencia; puesto Que El
Señor se encontraba en el tabernáculo para ser honrado, albado y adorado. Por este
serio descuido, yo estoy todavía en el Purgatorio. Ahora, Dios, por su misericordia
infinita, me envió aquí para que usted decida el tiempo desde cuando que yo podré
disfrutar del Paraíso. Y para que UD cuide de mí." Yo creí haber sido generoso con esa
alma en sufrimiento, por lo que yo exclamé: "usted estará mañana por la mañana en el
Paraíso, cuando yo celebre el la Santa Misa.". Esa alma lloró: Cruel de mí, que
malvado fui. “Entonces él lloró y desapareció." Esa queja me produjo una herida tan
profunda en el corazón, la cual yo he sentido y sentiré durante toda mi vida. De hecho
yo habría podido enviar esa alma inmediatamente al Cielo pero yo lo condené a
permanecer una noche más en las llamas del Purgatorio."

Carta que el Padre Pío escribió a su director espiritual: Carta al Fraile Agostino, del 7
de abril de 1913, "Mi estimado Padre, yo todavía estaba en la cama el viernes por la
mañana, cuando el Señor Jesús se me apareció. Él se encontraba golpeado y
desfigurado. Él me mostró una gran muchedumbre de sacerdotes y dignatarios
eclesiásticos indiferentes, quienes estaban celebrando vistiendo sus sagradas túnicas.
Cuando yo vi a mi Jesús en esta condición sentí un gran sufrimiento, por
consiguiente, yo le pregunte porqué él sufrió tanto. Él no me contestó, él me mostró a
los sacerdotes que debía castigar. Pero poco después, el Señor estaba tristísimo al
mirar a estos sacerdotes y yo noté, con gran horror, dos lágrimas enormes que
emanaron del Santo Rostro. Jesús salió de esa muchedumbre de sacerdotes y con
una gran expresión de aversión en la cara, lloró': ¡"Carniceros”! “Entonces Él me dijo:
"Mi Niño, no creas que mi agonía ha sido de tres horas, no; realmente yo estaré en la
agonía hasta el fin del mundo; debido a las almas que yo amo. Durante el tiempo de la
agonía, mi niño, nadie puede dormir. Mi alma va buscando alguna gota de piedad
humana, pero ellos me dejan solo bajo el peso de la indiferencia. La ingratitud hace
más severa la agonía para mí. ¡Ellos responden mal a mi amor! El tormento mayor para
mí es que crece en las personas su desprecio, indiferencia, e incredulidad. Cuántas
veces mi ira deseó destruirlos por el relámpago, pero yo me detuve por los ángeles y
las almas que me aman..... Escribe a tu padre y nárrale lo que has visto y Yo te dije en
esta Mañana. Dile que muestre tu carta al Padre provinciano... "Jesús continuó
hablando pero yo nunca puedo revelar lo que él dijo... "
(PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da
Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento
S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG)

En la carta al Padre Agostino del 13 de febrero de 1913: Nuestro Padre Jesucristo me


reveló “no te preocupes, yo le haré sufrir pero yo también te daré la fuerza" - "Yo deseo
que tu alma se purifique e con el martirio oculto diario; no te asustes si yo permito al
Diablo atormentarte, y al mundo para hastiarlo, porque nadie ganará contra esas
personas que sufren bajo la cruz por mi amor y que yo he decidido protegerlos. "
(PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da
Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento
S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG)

La carta al Padre Agostino, del 18 de noviembre de 1912, "... Jesús, su estimada


Madre, y el Ángel Guardián; estuvieron visitándome con otros para animarme, me
dijeron que ellos no se olvidan de decirme que la víctima, ser llamado la víctima, tiene
que perder toda su sangre."

(PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da


Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento
S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG)

La carta para al Padre Agostino, del 12 de marzo de 1913, "... mi padre, escucha las
quejas de nuestro dulce Jesús: ¡Se reembolsa "mi amor para los hombres con tanta
ingratitud! Esas personas me hubieran ofendido menos si yo los hubiera amado menos.
Mi padre no quiere llevárselos todavía. ¡Me gustaría dejar de amarlos, pero... (Y aquí
Jesús guardó silencio y, luego desprevenidamente me dijo:) ¡pero mi corazón es hecho
para amar!. Los hombres no hacen el intento de superar las tentaciones. Más bien
estos hombres disfrutan sus faltas de equidad. Las almas que Yo amo más son las que
sufren una tentación, y cuando ellos no tienen éxito resistiendo, me invocan pidiendo
ayuda, y Yo me presento y las fortifico en la tentación. Las almas débiles se desaniman
y desesperan. Las almas fuertes que confían en Jesús, me llaman y Yo vengo para
relajarlos. Ellos me dejan solo por la noche y en la mañana en la Iglesia. Ellos no
cuidan del sacramento del altar; ellos ya no hablan de este sacramento de amor;
también, las personas que hablan del sacramento lo hacen con la tanta indiferencia y
frialdad. De mi Corazón se han olvidado; nadie cuida de mi amor; Yo siempre me
entristezco. Mi casa se ha vuelto un teatro de obras para muchas personas; incluso mis
sacerdotes que yo siempre he protegido cuidadosamente, que yo he amado como la
niña de mis ojos; ellos deben confortar mi corazón lleno de amargor; ellos deben
ayudarme en la redención de las almas, en cambio.... ¿Quién lo creería? Yo recibo la
ingratitud de ellos. Yo veo, Hijo mío, a muchos de ellos que... (Aquí él se detuvo, los
hipos le apretaron la garganta, él lloró) que bajo la semejanza falsa ellos me traicionan
con las comuniones sacrílegas, mientras Yo estoy estampando en ellos la luz y las
fuerzas que continuamente les doy... ".
(PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da
Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento
S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG)

Carta a Padre Benedetto del 17 de diciembre de 1917: ... "En una de las visitas que
tuve de Jesús en estos días, le pregunté con más insistencia si pudiera tener
compasión de las pobres naciones, tan a prueba por la desdicha de la guerra y que por
fin cediera su justicia y misericordia. ¡Cosa extraña! Él no contestó sino con una señal
de mano, que quiso decir: despacio, tranquilo. Pero cuándo?, añadí yo. Y él, con
seriedad y con una media sonrisa en boca, posó su mirada sobre de mí y sin decir
palabra se despidió."

(PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da


Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento
S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG)

Susana María de Riants (1639-1724)

Religiosa visitandina del convento de L’Antiquaille de Lyon (Francia), tenía el carisma


de ser visitada, frecuentemente, por las almas del purgatorio. Ella escribe: “Un día, al
comenzar la oración de la tarde, Jesús me presentó un alma que había muerto hacía
dieciocho años. Era madre de varias religiosas. Ese mismo día yo había tenido el fuerte
deseo de orar por ella. Se me presentó y me habló de la bondad de Dios y cómo era
muy importante cumplir en todo la voluntad de Dios. El Señor la liberó en ese mismo
momento y fue resplandeciente y gloriosa con Él al cielo“.

“El 16 de marzo de 1686, en la oración de la tarde, vi interiormente a Jesucristo que,


muy contento, me presentaba el alma de una de mis parientes muerta hacía nueve o
diez años. Ella había vivido viuda durante treinta años y me dijo que la mayor pena que
tenían las almas del purgatorio era haber perdido muchas ocasiones de sufrir por
Dios... Si un alma pudiera venir de nuevo a la tierra, aceptaría con amor todos los
sufrimientos que el Señor quisiera enviarle. Me dijo: No pierdas ninguna ocasión de
sufrir por Dios... Y se fue al cielo resplandeciente de gloria “.

“Un día, durante la misa, tuve la fuerte inspiración de pedir por el alma de uno de mis
amigos y bienhechores del monasterio, que había muerto hacía diez años y algunos
meses. Cuando el sacerdote elevaba la hostia, vi a Jesús que oraba por él al Padre. El
difunto estaba presente en la misa y estaba prosternado con profundo agradecimiento
ante el Salvador Por la tarde, a las cuatro o cinco, vino a decirme que iba a la gloria del
cielo y me daba las gracias por mis oraciones “.

Testimonios sobre el escapulario


San Pedro Claver, se hizo esclavo de los esclavos por amor. Cada mes llegaba a
Cartagena, Colombia un barco con esclavos. San Pedro se esforzaba por la salvación
de cada uno. Organizaba catequistas, los preparaba para el bautismo y los investía con
el escapulario. Algunos clérigos acusaron al santo de celo indiscreto. Sin embargo él
continuó su obra hasta tener mas de 300,000 conversos.

San Claudio de Colombiere (director espiritual de St. Margarita María)

«Yo quería saber si María en realidad se había interesado en mí, y en el escapulario


Ella me ha dado la seguridad más palpable. Sólo necesito abrir mis ojos, Ella ha
otorgado su protección a este escapulario: 'Quien muera vestido en él no sufrirá el
fuego eterno`.»

Dijo también: "Debido a que todas las formas de amar a la Santísima Virgen y las
diversas maneras de expresar ese amor no pueden ser igualmente agradables a ella y
por consiguiente no nos ayudan en el mismo grado para alcanzar el cielo, lo digo sin
vacilar ni un momento, ¡El Escapulario Carmelita es su predilecto!" y agrega "Ninguna
devoción ha sido confirmada con mayor número de milagros auténticos que el
Escapulario Carmelita".

"Un sacerdote de Chicago fue llamado para ir a asistir a un moribundo que había
estado lejos de su fe y de los sacramentos por muchos años. El moribundo no quiso
recibirlo, ni hablar con el. Pero el sacerdote insistió y le enseñó el escapulario que
llevaba. Le preguntó si le permitiría ponérselo. El hombre aceptó con tal que el
sacerdote lo dejara en paz. Una hora mas tarde el moribundo mandó a llamar al
sacerdote pues deseaba confesarse y morir en gracia y amistad con Dios"

El demonio odia el escapulario. Un día al Venerable Francisco Yepes se le cayó el


escapulario. Mientras se lo ponía, el demonio aulló: "¡Quítate el hábito que nos arrebata
tantas almas!".

Un misionero Carmelita de Tierra Santa fue llamado a suministrar la unción de los


enfermos en el año 1944. Notó que mientras caminaba, sus pies se hundían cada vez
mas en el fango hasta que, tratando de encontrar tierra firme, se deslizó en un pozo de
fango en el que se hundía hacia la muerte. Pensó en la Virgen y besó su hábito el cual
era escapulario. Miró entonces hacía la Montaña del Carmelo gritando: "¡Santa Madre
del Carmelo! ¡Ayúdame! ¡Sálvame!". Un momento mas tarde se encontró en terreno
sólido. Atestiguó mas tarde: "Sé que fui salvado por la Santísima Virgen por medio de
su Escapulario Carmelita. Mis zapatos desaparecieron en el lodo y yo estaba cubierto
de él, pero caminé las dos millas que faltaban, alabando a María".

En el verano de 1845 el barco inglés, "Rey del Océano" se hallaba en medio de un


feroz huracán. las olas lo azotaban sin piedad y el fin parecía cercano. Un ministro
protestante llamado Fisher en compañía de su esposa e hijos y otros pasajeros fueron
a la cubierta para suplicar misericordia y perdón. Entre la tripulación se encontraba el
irlandés John McAuliffe. Al mirar la gravedad de la situación, el joven abrió su camisa,
se quitó el Escapulario y, haciendo con él la Señal de la Cruz sobre las furiosas olas, lo
lanzó al océano. En ese preciso momento el viento se calmó. Solamente una ola más
llegó a la cubierta, trayendo con ella el Escapulario que quedó depositado a los pies del
muchacho. Durante lo acontecido el ministro había estado observando cuidadosamente
las acciones de McAuliffe y fue testigo del milagro. Al interrogar al joven se informaron
acerca de la Santísima Virgen y su Escapulario. El Sr. Fisher y su familia resolvieron
ingresar en la Iglesia Católica lo más pronto posible y así disfrutar la gran protección
del Escapulario de Nuestra Señora.

En mayo de 1957, un sacerdote Carmelita en Alemania publicó una historia


extraordinaria de cómo el Escapulario había librado un hogar del fuego. Una hilera
completa de casas se habían incendiado en Westboden, Alemania. Los piadosos
residentes de una casa de dos familias, al ver el fuego, inmediatamente colgaron un
Escapulario a la puerta de la entrada principal. Centellas volaron sobre ella y alrededor
de ella, pero la casa permaneció intacta. En 5 horas, 22 hogares habían sido reducidos
a cenizas. La única construcción que permaneció intacta, en medio de la destrucción,
fue aquella que tenía el Escapulario adherido a su puerta. Los cientos de personas que
vinieron a ver el lugar que Nuestra Señora había salvado son testigos oculares del
poder del Escapulario y de la intercesión de la Santísima Virgen María.

En Octubre de 1952, un oficial de la Fuerza Aérea en Texas escribió lo siguiente: "Seis


meses después de comenzar a usar el Escapulario, experimenté un notable cambio en
mi vida. Casi inmediatamente comencé a asistir a Misa todos los días. Durante la
cuaresma viví fervorosamente como nunca lo había hecho. Fui iniciado en la práctica
de la meditación y me encontré realizando débiles intentos en al camino de la
perfección. He estado tratando de vivir con Dios y doy el crédito al Escapulario de
María".

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