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3 CLAVES PARA COMUNICAR A

CRISTO

¿Se comunica con alguna persona al menos una vez al día? Si es así,
usted es un comunicador.

¿Es usted un seguidor de Cristo? Si es así, usted es un líder.

Usted es un líder ya que usted fue creado y re-creado para liderar.

Usted es un comunicador ya que, bueno, todos somos comunicadores.

Cada día envía y recibe mensajes de aquellos que le rodean: su familia,


compañeros de trabajo, vecinos, amigos e incluso desconocidos. En otras
palabras, usted comunica.

A menos que usted opte por la vida eremítica, la comunicación es inevitable.

A través de sus distintas comunicaciones con aquellos que le rodean, usted


guía a cada persona a una conclusión sobre su vida.

Por lo tanto, como un comunicador cristiano influyente, las preguntas para ti


son:
1.) ¿Cuál es el mensaje fundamental que deseo comunicar a través de mi
vida?

2.) ¿Hacia qué o hacia quién deseo que mi vida dirija a los demás?

Si su respuesta a ambas preguntas es al evangelio de Jesucristo y a Su Reino,


hay tres componentes necesarios que vale la pena señalar para lograr la
intencionalidad y la conciencia en nuestras comunicaciones diarias.

Para comunicar eficazmente a Cristo debemos:

1. ABRAZAR LA HUMILDAD
« Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra,
éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. » – Santiago
3:2

Santiago 3 no se anda con rodeos acerca de la forma más básica de


comunicación que todo humano practica – nuestra habla. ¿No sería
maravilloso nunca decir algo inapropiado? ¿Nunca hablar de más
accidentalmente antes de pensar? O ¿nunca hablar con ira?

Según Santiago 3:2, todos somos propensos a « tropezar » a través de nuestro


hablar. Este es un indicador de que

somos imperfectos. Sin embargo, ¿a qué estamos llegando realmente?


Jesús, afirmando la responsabilidad de los Fariseos por su hipocresía, aplastó
su auto-justificación legalista con esta verdad:

« …¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del


corazón habla la boca. » – Mateo 12:34

En Santiago 3, el autor está abordando nuestras palabras, sin embargo, así


como Jesús con los fariseos, él realmente está abordando la condición de
nuestros corazones.

Si nuestros corazones son puros, nuestro hablar reflejará pureza.

Ya que todos somos propensos a pecar por medio de nuestro hablar, debemos
hacer conciencia y reconocer nuestra tendencia al pecado y tomar medidas
para humillarnos ante Cristo.

Podemos empezar con oraciones de humillación, como las que se encuentran


a través de todos los salmos:

 « Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón


delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío. » – Salmo 19:14
 « Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto
dentro de mí. » – Salmos 51:10
 « Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis
pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el
camino eterno. » – Salmos 139:23-24
2. PRACTICAR DISCIPLINA
En el capítulo 3 de su libro, Santiago continúa explicando las formas en que
tropezamos con nuestra lengua. Se desempaca la hipocresía que nuestro
hablar revela sobre nuestros corazones. « Con ella bendecimos al Dios y
Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza
de Dios… Esto no debe ser así », continúa, « ¿Acaso alguna fuente echa por
una misma abertura agua dulce y amarga? »

Los ejemplos de la naturaleza en 3:11-12 están pensados para describir


situaciones que nunca suceden… Él está indicando los hechos normativos
obvios de que una fuente no derrama dos tipos de agua; una planta de una
especie no produce fruto de otro tipo… La implicación es que un verdadero
cristiano no hará una práctica de hablar no cristiano; Y la práctica del hablar
no cristiano es evidencia de que el hablante no es un cristiano.

Por lo tanto, aunque en nuestra naturaleza humana, somos propensos a


tropezar en la forma de «hablar anticristiano», esta no debe ser nuestra
costumbre. Además de humillarnos a nosotros mismos ante el Señor a través
de la conciencia de nuestro ser dado al pecado, también debemos ser
intencionales con las palabras que elegimos.

Este tipo de intencionalidad, en efecto, significa practicar la auto-disciplina en


nuestras conversaciones. Dios escucha cada palabra hablada, ya sea en la
intimidad de nuestras casas o en público. ¿La alabanza y la blasfemia
provienen de nuestra boca? ¿De nuestros corazones?

Con humildad, podemos comprometernos intencionalmente en practicar la


templanza en nuestras conversaciones.
Y sabemos que esta disciplina no es algo que podamos alcanzar a través de
nuestras propias fuerzas. La templanza esta listada entre los frutos del Espíritu
en Gálatas 5:22-23. Se evidencia, entonces, que el Espíritu Santo está
gobernando nuestros corazones y dictando nuestras palabras. Lo que nos lleva
al tercer componente de comunicar efectivamente a Cristo:

3. ACEPTE LA GRACIA
« Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la
debilidad. » – 2 Corintios 12:9

Durante gran parte de mi vida, considere a los frutos del Espíritu mencionados
en Gálatas 5:22-23 como una lista de tareas. Suponía que si podía producir
cada uno de estos frutos, yo sabría que estaba llena del Espíritu Santo. Por lo
tanto, me esforcé en alcanzar amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,
fe, mansedumbre, templanza. Sin embargo, el único fruto producido por mi
esfuerzo fue frustración porque fallé todos los días.

El problema con mis débiles intentos fue que yo ignoraba la fuente del fruto y
me puse a mí misma en el lugar de la verdadera fuente. No entendía que
estos frutos son producto derivado del Espíritu Santo y para que estos frutos
se produjeran en mi vida, yo necesitaba rendirme al Espíritu.

Esto sólo se logra a través de la gracia de Dios. Como Pablo lo testifica en 2


Corintios 12:9, la gracia de Dios es suficiente para nosotros. Es Su poder
magnificado en y a través de nosotros en contraste con nuestra evidente,
debilidad humana.
« Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. » – Efesios 2:8-9

Somos habilitados por la gracia para andar en el Espíritu y mostrar Su fruto-


de los cuales no es el menos importante la templanza. Y Su gracia no es algo
que podamos trabajar para lograr o poseer; todo lo que podemos hacer es
aceptarla como un don en humilde sumisión.

CONCLUSIÓN
En primer lugar, seamos conscientes de nuestra natural tendencia hacia el
pecado y humillémonos ante el Señor.

Segundo, seamos intencionales acerca de la práctica de la disciplina mientras


nos comunicamos con los demás, a fin de reflejar el Señor.

Sin embargo, tanto nuestra humildad como la disciplina sólo se logran a través
de nuestra aceptación de Su poderosa gracia que Él quiere trabajar en y a
través de nosotros. Como resultado, damos todo el crédito al Señor como a
Aquel, quien no sólo nos humilla amorosamente y nos disciplina, sino como
Aquel que es digno de nuestros corazones, vidas y conversaciones.

Aunque podemos tropezar en ocasiones, es a través de la habilitación de la


gracia de Cristo, humillando y disciplinando nuestros corazones que podemos
comunicar a Cristo de forma efectiva a aquellos que encontramos cada día.
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