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CRISTO
¿Se comunica con alguna persona al menos una vez al día? Si es así,
usted es un comunicador.
2.) ¿Hacia qué o hacia quién deseo que mi vida dirija a los demás?
1. ABRAZAR LA HUMILDAD
« Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra,
éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. » – Santiago
3:2
Ya que todos somos propensos a pecar por medio de nuestro hablar, debemos
hacer conciencia y reconocer nuestra tendencia al pecado y tomar medidas
para humillarnos ante Cristo.
3. ACEPTE LA GRACIA
« Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la
debilidad. » – 2 Corintios 12:9
Durante gran parte de mi vida, considere a los frutos del Espíritu mencionados
en Gálatas 5:22-23 como una lista de tareas. Suponía que si podía producir
cada uno de estos frutos, yo sabría que estaba llena del Espíritu Santo. Por lo
tanto, me esforcé en alcanzar amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,
fe, mansedumbre, templanza. Sin embargo, el único fruto producido por mi
esfuerzo fue frustración porque fallé todos los días.
El problema con mis débiles intentos fue que yo ignoraba la fuente del fruto y
me puse a mí misma en el lugar de la verdadera fuente. No entendía que
estos frutos son producto derivado del Espíritu Santo y para que estos frutos
se produjeran en mi vida, yo necesitaba rendirme al Espíritu.
CONCLUSIÓN
En primer lugar, seamos conscientes de nuestra natural tendencia hacia el
pecado y humillémonos ante el Señor.
Sin embargo, tanto nuestra humildad como la disciplina sólo se logran a través
de nuestra aceptación de Su poderosa gracia que Él quiere trabajar en y a
través de nosotros. Como resultado, damos todo el crédito al Señor como a
Aquel, quien no sólo nos humilla amorosamente y nos disciplina, sino como
Aquel que es digno de nuestros corazones, vidas y conversaciones.