Sie sind auf Seite 1von 112

DEPARTAMENTO DE EDICIONES

Dirección: Martha Guerzoni de García Lanz

Editor: Jorge Darrigrán


Copieditora: Dora Di Sarli
Proyecto, lectura critica
y asesoramiento pedagógico: Sara Melgar

DEPARTAMENTO DE ARTE
Dirección: Sandra Donin

Diagramación: Victoria Bottino


Diseño de tapa: Ariana Jenik
ilustración de tapa: Mariana Rodríguez Nemitz
ilustración: Pablo De Bella

K ap elu sz e d ito ra S.A. P r o h ib id a s u f o t o c o p i a . (L e y 1 1 .7 2 3 )

Están prohibidas y penadas por la ley la reproducción y la


difusión totales o parciales de esta obra, en cualquier forma,
por medios mecánicos o electrónicos, inclusive por fotocopia,
grabación magnetofónica y cualquier otro sistema de
almacenamiento de información, sin el previo consentimiento
escrito del editor.

KAPELUSZ editora s.a.


San José 831 CP: 1076 Buenos Aires
Tel. 4382-7400
ISBN 950-13-2421-4
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
■M I ___ I' ' f it
Introducción, 5 Cervantes y José Hernández, Azorín, 37
Antología. Tres ensayos de nuestro
Módulo 1. Los límites del ensayo tiempo, 39
¿Qué es un ensayo?, 7 Sobre el amor y la amistad, texto de
El centauro de los géneros, Cristian Octavio Paz, 39
Ferrer, 7 Los discretos encantos de lo político, Gilíes
Algunas definiciones interesantes, 8 Lipovetsky, 41
Advertencia, Héctor A. Murena, 9 Los apocalípticos y el video, Femando
El ensayo como género literario, 10 Savater, 42
El género perpetuo, texto de Adolfo Bioy
Casares, 12 Módulo 3. La silueta del razonamiento
Formatos afines, 13 Características del ensayo, 45
Otros, 13 Escritor y lector, texto de Montaigne, 45
Esta tierra es sagrada, carta del jefe Voluntad de estilo, texto de Quevedo, 46
Seattle al presidente Pearce, 13 Naturaleza fragmentaria, texto de
Un modelo de discurso, 16 Marshall McLuhan, 46
Nuestra América, José Martí, 16 Polémica, texto de Miguel de
Formas breves de pensamiento, 17 Unamuno, 47
Antología. Tres modelos de ensayo, 19 Orden fortuito y digresión, texto de
El mito de Superman, Umberto Eco, 19 Montaigne, 47
La selva espesa de lo real, Juan José Paradoja, texto de Quevedo, 47
Saer, 20 Anécdotas y citas, texto de Julio
Meditación sobre un palo de escoba, Cortázar, 48
Jonathan Swift, 21 El discurso argumentativo, 48
Contextos latinoamericanos, texto de
Módulo 2. Los caminos del ensayo Alejo Carpentier, 49
El ensayo como síntoma de la La argumentación retórica, 51
modernidad, 25 ¿Qué es la retórica?, texto de Michel
Antecedentes, 25 Meyer, 51
Tres ejemplos notables, 26 El discurso ensayístico, 51
De la amistad, Séneca, 27 El buen decir, 52
La amistad, Erasmo de Rotterdam, 27 Tipos de lengua, 53
Nace una estrella: la invención del El párrafo, 54
ensayo, 28 Los conectores, 54
Palabra nueva, pero cosa vieja, texto de Los recursos retóricos, 54
Adolfo Bioy Casares, 28 La aldea global, Emanuel Stearn, 55
Miguel de Montaigne, 29 Apuntes sobre el texto, 55
Lo que hago es relatar, texto de Antología. Tres cuestiones
Montaigne, 29 contemporáneas, 56
Francis Bacon, 31 Zapping, texto de Beatriz Sarlo, 56
De la ambición, Bacon, 31 La soledad en América latina, Gabriel
El ensayo en España, 33 García Márquez, 57
Francisco de Quevedo, 33 Diez errores o mentiras frecuentes sobre
Sobre la dignidad del príncipe, texto de literatura y cultura, Eduardo Galeano, 58
Quevedo, 33
El ensayo ilustrado, 34 Módulo 4. Las mil caras del ensayo
José Cadalso, 35 Un intento de clasificación temática, 61
Carta XXXV, Cadalso, 35 Del amigo, Friedrich Nietzsche, 61
Mariano José de Larra, 35 Ensayo artístico, 62
En este país..., Larra, 36 Bioy y La Celestina, texto de Alberto
La Generación del 98, 37 Giordano, 62
Hermes o de la comunicación humana, Una civilización propia, texto de Alberdi, 82
Alfonso Reyes, 62 Un Tocqueville criollo, texto de Domingo F.
£7 rescate del mundo mágico, texto de Sarmiento, 84
Ernesto Sabato, 63 El Nuevo Gobierno, texto de Sarmiento, 84
La libertad de prensa, texto de Alexis de II. La generación del 80 y el ensayo
Tocqueville, 64 positivista, 85
Marcha de perdedores, texto de Norman Elfracaso de España, texto de José
Mailer, 65 Ingenieros, 86
Ensayo filosófico, 65 La madre patria, texto de Joaquín V.
Elfilósofo y su doble, Santiago Kovadloff, 66 González, 87
Las cosas y su sentido, texto de José Ortega y Ensayos de interpretación nacional, 88
Gasset, 66 I. Las variantes nacionalistas, 88
Ensayo periodístico o misceláneo, 67 La raza de Hércules, texto de Leopoldo
B club, Richard Steele, 67 Lugones, 88
Brujas y otros terrores nocturnos, Charles “El hombre que está solo y espera”, 89
Lamb, 68 No te metas, texto de Raúl Scaiabrini Ortiz, 89
Un modelo único, 69 El argentino invisible, texto de Eduardo
Los surcos, Gilbert Keith Chesterton, 69 Mallea, 90 *

K ap elusz ed ito ra S.A. Prohibida su fotocopia . (Léy 11.723)


Periodismo y ensayo, 70 II. El desencanto de los años 30, 90 |
El cuarto poder, 70 Sarmiento en el siglo XX: Ezequiel Martínez jj
Se cumplen las profecías de Tocqueville, 71 Estrada, 91 i.
El ciudadano Kane, 71 Civilización y barbarie, Martínez Estrada, 91 f
El discurso periodístico, 72 III. Los parricidas, 92 £
Noticias y ensayos, 73 Alma europea desterrada, texto dejjjctor A. ' j
Las ideas en América latina, 73 Murena, 92 '*■
Carta de Angostura, discurso de Simón Un argentino universal: Jotgefcuis'Borges, 93 |
Bolívar, 73 Una confidencia, texto de Bórges; 93 c
“Discurrir a lo libre”, 74 La crítica y las revistas literarias, 94
El cosmopolita, texto de Juan Montalvo, 74 El artículo de costumbres, 95
Ariel, José Enrique Rodó, 75 Mi nombre y mi plan, Juan B. Alberdi, 95 >
Antología. Tres ejemplos para clasificar y “Me mudo al Norte", Fray Mocho,. 96 c
pensar, 76 Fiacúny flaca, texto de Roberto Arlt, 97 1i
B vitral y el vidrio de la ventana, Isaac Antología. Cuatro ensayos argentinos, 98 ¿¡
Asimov, 76 La cabeza de Goliat, Martínez Estrada, 98 “
El nacionalismo y la utopia, Mario Vargas El escritor argentino y la tradición, Borges, 99
Llosa, 77 Desventuras en el País-fardín-de-Infantes,
Ser de Racing, Carlos Ulanovsky, 77 María Elena Walsh, 100
El bincha, texto de Juan José Sebreli, 101
Módulo 5. El ensayo argentino
Ensayos de la Organización Nacional, 81 Proyecto, 103
I. Dos gigantes del género: Alberdi y
Sarmiento, 81 Indice onomástico, 104
El buen sentido, texto de Juan Bautista
Alberdi, 81 Glosario, 108
Lo que somos y lo que debemos ser, texto de
Esteban Echeverría, 82 Bibliografía, 110
Al joven lector

Nuestro tiempo tiene superabundada de información. Lo que sabemos parece estar en


el aire reproducido por los medios de comunicación y la propaganda, pero simétricamen­
te, escasea la opinión esdarecedora y distintiva propia de una personalidad completa. En
cierta forma, existe la creencia de que se puede vivir sin leer y sin el uso agudo de las pa­
labras, siendo que, no obstante, ser humano es emplear en plenitud el lenguaje. Por eso,
una comunicación bella es una comunicación legítima, el conocimiento de un significado
impensado o imprevisto sobre lo que captamos como lugares comunes. En este sentido,
el ensayo, un género literario nuevo y moderno, provee la lección y la apertura hacia lo
mejor que se ha pensado y sentido acerca del milagro de la vida.
Todo ensayista, cada artículo ensayístico, se asienta en la seducción de lo discutible,
una manera de ver abierta y democrática que nos induce a ser más humanos y respon­
sables, a comprender que Ta historia que nos precede y el posible porvenir están sobre
todo afirmados en nuestros sueños hechos a través del lenguaje, la discusión apasionada
de los temas que nos atañen tan amplia como íntimamente.
Por eso concebimos este libro, porque la lectura de ensayos y artículos periodísticos
afina el pensamiento lógico, favorece la reflexión, alienta la capacidad analógica, aviva el
sentido crítico y descubre la trabazón argumentativa que permite la firme opinión perso­
nal. Y porque, no menos importante, implica el previo intercambio oral que exige respe­
to por el interlocutor, tanto como el dominio de los códigos lingüísticos y gestuales.
Con este propósito, imaginamos un volumen que compone en su totalidad las carac­
terísticas de un ensayo. Se trata de intentos dispuestos, a la manera de un coro, como
una aproximación al género desde distintos ángulos: definiciones, origen, características,
evolución y desarrollo de la literatura de ideas en nuestro país que, al mismo tiempo,
tienden líneas de exploración temática, desde distintas voces a través de la historia de
nuestra cultura.
La selección de fragmentos y trabajos completos incluidos trata de abrir un abanico ap­
to para el debate, que no se agota en sí mismo sino que remite a otros textos y otras pro­
blemáticas, al terreno de la literatura de ficción o del arte cinematográfico, sin excluir una
amplia actividad interdisciplinaria en el ámbito de las ciencias sociales.
La experiencia, el ingenio, el sentimiento, la razón: la suma, en fin, de todo lo huma­
no puede servir no sólo para aguzar la mente y el espíritu sino también para mejorar las
relaciones con el mundo y enfrentar el ensayo de la vida, tal como se presenta, sin ensa­
yo previo.
Los límites del ensayo

¿Qué es un ensayo? Algunas definiciones interesantes. El ensayo como género


literario. Formatos afines. Formas breves de pensamiento.
Antología: Tres modelos de ensayo.

(L ey 11.723)
su f o t o c o p ia .
Kapelusz editora S.A. Prohibida
Si bien todos los teóricos coinciden en la tal entre las especies literarias, y se analizan
extrema dificultad de enmarcar el género sus características a través de un sinnúmero
dentro de límites y condiciones precisos, en de opiniones, que suelen ser al mismo
la actualidad se le da una importancia capi- tiempo, breves ensayos sobre el ensayo.

¿Qué es un ensayo?

El Diccionario de la Real Academia Espa­ denota su relación con la ciencia. De ahí,


ñola define el ensayo, desde su edición de surgen dos voces: ensaye, prueba de meta­
1869, como una “obra literaria ligera y pro­ les o moneda y ensayo, con la acepción de
visional", a la manera de sus modelos fran­ experiencia preparatoria que se utiliza es­
ceses e ingleses, y reconoce su carácter de pecialmente en el ámbito teatral. Conviene
pieza persuasiva, breve, no sistemática ni recordar que la palabra “prueba” significa a
un tiempo, razón firme de algo e indicio o
exhaustiva.
aproximación. En este segundo sentido,
La etimología de la palabra, del latín, “ensayo" se aparta de la fuerza lógica o ex­
exagium, acto de pesar algo y exagmen, perimental propia del saber científico.

Se trata entonces de una composición literaria, generalmente breve, que tiene por
centro exponer la opinión del autor sobre los más variados temas: una mirada crítica que
combina arte y verdad, reflexión y voluntad de estilo.

Sin embargo, muchas veces el ensayo estilísticos del escritor que de la veracidad o
excede la brevedad que usualmente lo ca­ coherencia de sus afirmaciones. No preten­
racteriza y puede alcanzar la extensión de de Jgotar los temas ni respetar un orden si­
un volumen completo. logístico* sino opinar con talento. Nunca
abandona la matriz dialéctica que le dio ori­
Las ideas son el corazón del ensayo, ma­ gen, es decir, la permanente apelación al in­
nifiestas según una óptica crítica y una lógi­ terlocutor y tampoco, su oculta intención
ca retórica*1, que requiere un especial do­ didáctica, que se evidencia en un fuerte de­
minio del lenguaje artístico. La persuasión seo de compartir un punto de vista sobre el
en el ensayo proviene más de los recursos mundo.

El centauro de los géneros

¿Cuáles son los límites del ensayo como género y qué relación tiene con el pensamien­
to critico?

w1 *1» l ensayo, al cual alguien alguna vez llamó "el centauro de los géneros” porque
11 l i . mezcla todos a la vez, es el género propio de personas que necesitan poner el cuer-
po en la escritura. El ensayista comienza un texto pero nunca sabe hacia dónde va
a derivar, a diferencia de los ‘papers" universitarios o los llamados libros de investigación

1 Los asteriscos remiten al Glosario que aparece at final del libro.


que tienen en claro su comienzo y su final. El ensayo es una form a de vida, se ensaya con
la vida y se escribe de acuerdo con lo que la vida misma ha ensayado.
En la Argentina, el ensayo siempre ha sido escrito en una situación de urgencia y bajo
la amenaza del peligro. Los ensayistas argentinos han escrito sus obras bajo esta doble sen­
sación, de que es urgente decir algo sobre una cuestión que se vuelve acuciante y de que se
lo hace amenazado por la posibilidad de no ser escuchado.
El ensayista es siempre un ser atípico. Por más que tenga su práctica académica, intelec­
tual o periodística, cuando escribe ensayo siempre se vuelve un ser atípico. Por definición los
seres atípicos son como átomos sueltos, como puntos escapados de líneas, como islas que per­
tenecen a un archipiélago que no puede verse.
En relación con el pensamiento crítico, pienso que cuando el ensayista dispone de una
mirada propia, una óptica fuerte o estrábica (según decía Sartre) o una óptica daltónica
-es decir, que no ve lo que otros ven- genera una perspectiva crítica. Si esta óptica, parado-
ja l e impopular, se mezcla con una form a de escritura (estilo) que proviene de la propia vi­
da, nos encontramos con ensayos muy peculiares. De ahí la amargura que destila un Mar­
tínez Estrada en La cabeza de Goliat.

Entrevista al sociólogo y ensayista argentino Cristian Ferrer


En revista Diógenes, Mendoza, noviembre de 1977.

Algunas definiciones interesantes

José O rte g a y G asset' [Meditaciones del comunicativo: el arte de la persuasión unido a


Quijote, 1914) la aspiración por la verdad.
El ensayo es la ciencia, menos la prueba explícita.
Aldous Huxle y (literatura y ciencia, 1964)
M ax Bense (Sobre el ensayo y su prosa, 1947) El ensayo es un artificio literario que sirve para
El ensayo es un espado singular entre poesía y hablar de todo diciéndolo casi todo.
prosa, entre la estética y la ética. Expresa un
método de experimentación con objetos desde Pedro A ullón de Haro (Teoría del ensayo,
distintas perspectivas y se caracteriza por su 19921
espíritu crítico. El ensayo es el libre discurso reflexivo que supo­
ne el |uido critico del sujeto frente al mundo,
Theodor W. Adorno (El ensayo como forma, equilibrio entre lo conceptual denotativo y lo
1962) artístico connotativo. Se trata de un género li­
El ensayo es la forma critica por excelencia, terario que posee la libertad de tratar todo
que une el arte y la teoría, pero se encuentra aquello que cae bajo el dominio de la literatu­
más cerca de esta por su uso de loá conceptos ra. La perfecta convivencia entre arte y ciencia,
y su búsqueda de la verdad. Está emparentado en un intento imperfecto: un proyecto de sínte­
con la retórica, entendida como pensamiento sis entre sentimiento y razón.

Obsérvese, por ejemplo, cómo plantea del libro El pecado original de América,
H. A. Murena (1923-1975), destacado ensa­ que resulta una colección de ensayos.
yista argentino, su modo de composición

Una breve noticia biográfica de las aurores nombrados puede consultarse al final de este volumen.
Advertencia

Las páginas de este libro componen una especie de autobiografía mental. Así las escribí,
esto es, tratando de esclarecer la posición en que me bailaba en el mundo en que me toca
vivir, y de saber también cómo gira este particular mundo.
Son, si se quiere, los mitos que me forjé para explicarme el juego de las fuerzas humanas
y sobrehumanas que hacen que este trozo de orbe llamado América milagrosamente ande
y que su andar sea a la vez tan extraño y tan dificultoso.
Por esto, por considerarlos mitos -y no en el sentido peyorativo que no sé por qué se ha
dado a veces a esta palabra- preferí publicarlos tal como los había escrito, no me preocupó
la posibilidad de organizar las ideas que en ellos hay en un sistema más coherente. Violen­
tos, desiguales, modificando o alterando o negando unos los puntos de vista de otros -com o
que fueron pensados a lo largo de siete años-, versando sobre un tema tan virgen y discu­
tible, concebidos incluso con una acentuada voluntad estética, más como intuiciones que
como mesurados raciocinios, cerrado cada uno de los ensayos en sí como definitivo, tampo­
co me parecía lícito-aunque crea que el ensayo que va en último término resume mi posi­
ción final sobre el tema, un poco porque es el último, y otro poco porque lo he escrito con la
serenidad qite da el haber llegado “al medio del camino de la vida”-, no era lícito alterar­
los, presentarlos en una visión sistemática.
Bastante voluntad de sistema tiene de por sí cada ensayo, para que pensara en aumen­
tarla mediante una nueva sistematización. En sus versiones originales, la discrepancia de
cada uno con los demás servirá para que al cabo el lector descubra los granos de duda cu­
ya ausencia en una obra humana significa locura o tontería y que yo, peregrinamente, pre­
ferí expresar en un tono axiomático y mediante el ejercicio de la contradicción conmigo
mismo.
Los espíritus desprevenidos (¿o deberíamos llamarlos prevenidos, dado que utilizan la le­
tra para prevenirse contra el espíritu?) hallarán a causa de ello contradicciones y equívocos,
repeticiones fatigosas y omisiones intolerables. Pero los lectores que este libro busca sabrán,
no obstante, descubrir, más allá de las ambigüedades de la letra, el aliento de una única in­
tuición, de una idea básica que procura manifestarse a través de cualquierforma. Yacaso
esos lectores también reconocerán que dicha idea, a pesar de su carga de subjetividad -y
por la necesidad que tiene de conocer el mundo quien quiere conocerse a sí mismo-, no ca­
rece al fin de algún fundamento en sus pretensiones de objetividad.

Héctor A. Murena
El pecado original de América, Buenos Aires, Sur, 1954.

1. Analizar en grupo las definiciones presenta­ ensayo el "centauro de los géneros"? Redactar al
das y señalar cuáles proponen puntos de vista respecto un texto que conste de un párrafo único.
extremos y qué rasgo definitorio del ensayo tie­
3. ¿Qué concepto del ensayo se desprende
nen en común.
de la advertencia de Murena? Hacer una lis ­
2. Señalar las ¡deas principales en el texto de ta de las justificaciones de su ensayar, partiendo
Cristian Ferrer. ¿Qué quiere decir cuando llama al de "autobiografía mental".
El ensayo como género literario

Tradicionalmente quedó fuera del ámbi­ lírico, épico y dramático.


to de los géneros literarios puesto que se
Algunos teóricos lo incluyen como cen­
consideraba una especie no ficcional, desti­
tro de los géneros didáctico-ensayísticos,
nada a la comunicación del pensamiento,
que registran muchas otras variantes de di­
sin intención estética.
fícil clasificación. García Berrio y Huerta
Sin embargo, y como ya se ha visto a tra­ Calvo, en su obra Los géneros literarios: sis­
vés de las definiciones, en el siglo XX, épo­ tema e historia (Madrid, Cátedra, 1995),
ca de oro del género, el ensayo pasa a ocu­ ofrecen el cuadro ilustrativo que se lee a
par un sitio junto a los tres géneros clásicos: continuación:

K apelusz e d ito ra S.A. P ro h ib id a su f o t o c o p ia . (L e y 1 1.723)

Ambos definen el ensayo como una Este marco nos permite revisar breve­
prosa literaria sin estructura prefijada que mente las otras especies literarias que se
admite la exposición y argumentación ló­ vinculan con el ensayo y al mismo tiempo
gica, junto a las digresiones*, en un escri­ establecer diferencias y conexiones con los
to breve, sin intención de exhaustividad. géneros tradicionales.
Se relaciona con la lírica en cuanto su­ con sus convenciones retóricas que recla­
pone la presencia de ún yo fuerte aunque man la complicidad del lector.1
no encaminado a la emoción sino a la ló­
Por lo tanto, el ensayo es un género de
gica persuasiva. Difiere de la novela pues­
ideas, que enfoca parcialmente la reali­
to que en ella el mundo objetivo es un to­
dad desde una innegable voluntad de esti­
do acabado con absoluto detallismo y
lo y participa con los otros géneros de esa
concentración, que busca un lector múlti­
irrenunciable intención estética, que el en­
ple y usualmente pasivo. El ensayo prefie­
sayista expresa por vía del ingenio, el uso
re más bien el esbozo, la sugestión, el jui­
de la paradoja* y la digresión.
cio incompleto sobre los objetos tratados.
Comparte con el drama la presencia del En conclusión y según las definiciones
interlocutor, el elemento conversacional comparadas:

Ensayo Géneros tradicionales


Teoría y arte (ideas * estilo! Arte (creación * estilo)

Argumentación (razonamiento) Ficción (imaginación)

Esbozo (obra abierta) Totalidad (obra cerrada)

lector interlocutor Lector receptor

Desde otro punto de vista, si se enmarca propia de la literatura de ficción, en la que


dentro de la teoría de las funciones del len­ el mensaje se basta a sí mismo, y compren­
guaje del lingüista ruso Román Jakobson, el de otras formas que lo relacionan de mane­
ensayo reclama para sí la función poética ra llamativa con el resto de los géneros:

Objeto Sujeto Diálogo

I i i
N a rra tiv a Lírica Dram a

Función Función Función


referendal emotiva apelativa

1 Consultar Selección de ensayistas argentinos. Estudio preliminar de José Edmundo Clemente, Buenos Aires,
Kapelusz, 1974. GOLU.
Un ejemplo de ensayo a propósito de estas cuestiones:

El género perpetuo

Por su inform alidad, el ensayo es un género p a r a escritores m aduros. Quien se abstiene


d e toda tentación, fácilm en te evitará el error. Con digresiones, con trivialidades ocasion a­
les y caprichos, solam ente un maestro fo rja rá la obra d e arte. Pero esta cuestión com unica
el estudio del ensayo con los problem as centrales de la estética. Hemos creído que la p erfec­
ción exigía la elegancia d e un a dem ostración m atem ática o la econom ía, delicad a y minu­
ciosa, d e una flor; tal vez a una variedad d e la p erfección corresponda la exigencia, o tal
vez p odam os hablar, sin énfasis romántico, d e bellas manifestaciones d e lo imperfecto.
Como las divinidades antiguas, que palpitaban en el fru to maduro, en el jú b ilo del amor,
del canto, del vino y en los designios del tirano y del odio, que llegaban a la m u chacha dor­
m ida en el calor de la tarde y an im a b a n la tormenta despiadada en el m ar y el aire estre­
m ecido entre los rosales, la noche portentosa en los bosques y en los m árm oles y la claridad
fe liz en una fuente, en una aurora, en un rostro; a sí la belleza y la p erfección agracian las
m ás opuestas m anifestaciones del arte: el relato simétrico y term inado com o un ánfora; el
p oem a presente com o un a p ied ra que encerram os en el p u ñ o o com o la relojería de las es­
trellas, que se p ierd e d e nuestra vista, p ero está en el cielo; el ensayo informe y casual como
una conversación,- la epopeya abu n dan te com o la vida¡ el fragm en to infuso d e tradiciones.
Un día sentimos qu e no hay otra esperanza en las letras qu e el dossier* naturalista, o la
com edia d e enredo, o el sadismo, o el adulterio, o el viaje alegórico, o la novela pastoril, o el
alegato social, o los enigm as policiales, o la picaresca; otro d ía nos preguntam os cóm o al­
guien p u d o interesarse en tan desoladas locuras. En m edio d e esta m udanza, históricamen­
te justificable p ero esencialm ente arbitraria, hay algunos géneros perpetuos. Porque no de­
pende de formas y porque se parece al fluir normal del pensamiento, el ensayo es, tal vez
uno de ellos.

Adolfo Bioy Casares, “Estudio preliminar” en Ensayistas ingleses,


Buenos Aires, Jackson, 1948. Vol. XV.

1. Redactar textos p ro pio s utilizando ambos 4 . En el texto de B io y C a sa re s se decoran la s


sentid os del verbo "p ro b a r". id e a s con té rm in o s de com paración. ¿ C u á le s
son?
2 . En sa ya r sobre el ensayo: proponer i/na de­
finic ión propia sobre la base de lo s ejem plos y 5 . R e p a sa r el tema de lo s g é n e ro s lite ra rio s.
lecturas previas. R e c urrir a fra se s motivadoras: R e a liza r exp o sicio ne s g ru p a le s explicando
"centauro de lo s g éneros", "autobiografía men­ sus c a ra c te rístic a s y e sp e c ie s p rin c ip a le s.
tal", "género perpetuo", etc. D e b a tir. R e so lve r s i e l e nsa yo e s o tro g énero

3. Investigar las funciones del lenguaje propuestas p osib le. C o n su lta r, al respecto, tos juegos del
por Jakobson y contestar por qué se da cabida lenguaje de A lic ia Fa isa l, en esta misma co­
aquí al ensayo entre los otros géneros literarios. lección.
Form atos afines

Por otra parte, vale la pena detenerse pan un espacio anterior al ensayo propia­
en las diferencias con otros formatos mente dicho y se vinculan con los denomi­
afines. nados géneros científicos. Este tipo de
Si bien en el cuadro expuesto aparece el obras requiere una rigurosa argumentación
tratado en el mismo nivel del ensayo, es lógica y erudita, basada en silogismos com­
conveniente considerar que este, tanto co­ pletos y citas de autoridad, prolijamente
mo la tesis, el inform e y la m onografía ocu­ asentadas.

La monografía1

Se trata de un trabajo de aná lisis y crítica sobre descubre el tema, que luego desarrolla en base
un tema puntual, cuya argumentación se basa en a citas directas o indirectas, testimonios u opinio­
citas de autoridad, convenientemente asentadas nes calificadas. Para se r efectiva, debe mantener
en la bibliografía. Sigue las reglas lógicas en rigurosa coherencia entre las afirmaciones del
cuanto plantea una hipótesis o un problema y autor, el valor de las fuentes y el peso de los a r­
expone la s razones que aporta como prueba, se­ gumentos, de modo que la conclusión se des­
gún un esquema fijo. En los prim eros párrafos prenda claramente del razonamiento.

Otros
#•
Al mismo tiempo, en un dominio poste­ intención fija, que abandona el “ordo fo r ­
rior al ensayo y más cerca de los géneros t u i t a u orden casual para centrarse en un
específicamente artísticos debemos situar tema único que intenta convencer más que
las biografías, autobiografías, diarios, m e­ persuadir al destinatario. En cuanto al a r­
m orias y libros d e viaje. El discurso y la tículo, se verá más adelante junto con la
epístola o carta se asimilan muchas veces especialización del ensayo y su gran con­
al ensayo, pero cuentan siempre con una tacto con el periodismo escrito.

Veamos una carta memorable que defiende el medio ambiente.

Esta tierra es sagrada

El Gran Je fe d e Washington m an da decir que desea com prar nuestras tierras. El Gran Je ­
f e tam bién nos envía p alab ras de am istad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza por­
qu e sabem os qu e p o c a fa lta le hace, en cam bio nuestra amistad. Vamos a considerar su ofer­
ta, p u es sabem os que, de no hacerlo, el hom bre blanco p o d rá venir con sus arm as de fu ego
y tomarse nuestras tierras. El Gran Je fe en Washington ¡podrá con fiar en lo que dice el Jefe
Seattle con la mism a certeza con que nuestros herm anos blancos p o d rá n con fiar en la vuel­
ta d e las estaciones. Mis p alab ras son inmutables com o las estrellas.

1 C onsultar e ste tem a e n E l texto instrum ental, de G raciela Piantanida y M én ica C. d e R o jo e n esta m ism a c o ­
lecció n .
¿Cómo p odéis com prar o vender el cielo, el ca lo r d e la tierra? Esta idea nos p a r e c e ex­
traña. No som os dueños d e la frescu ra del a ire ni del centelleo del agu a. ¿Cómo podríais
com prarlos a nosotros? Lo decim os oportunamente. H abéis d e sa b er qu e c a d a p artícu la de
esta tierra es sagrada p a r a m i pueblo. C ada h oja resplandeciente, c a d a p la y a aren osa, c a ­
d a neblina en el oscuro bosque, c a d a claro y c a d a insecto con su zu m bid o son sagrados
en la m em oria y la experien cia d e m i pu eblo. La savia q u e circu la en los árboles p orta las
m em orias del hom bre d e p ie l roja.
Los muertos del hom bre blan co se olvidan d e su tierra n atal cu an d o se van a cam in ar
p o r entre las estrellas. Nuestros muertos ja m á s olvidan esta herm osa tierra p o rq u e ella es
la m ad re d el hom bre d e p ie l roja. Somos p arte d e la tierra y ella es p arte d e nosotros. Las
frag an tes flo res son nuestras herm anas- el venado, el caballo, el águ ila m ajestuosa son
nuestros herm anos. Las crestas rocosas, las savias de las praderas, el ca lo r corporal del p o ­
trillo y el hom bre, todos pertenecen a la m ism a fa m ilia .
P or eso, cu an d o el Gran Je fe d e Washington m an d a d ecir qu e desea com p rar nuestras
tierras, es m ucho lo qu e p id e. El Gran Je fe m an da decir qu e nos reservará un lu gar p a r a .
q u e p od am o s vivir cóm odam en te entre nosotros. Él será nuestro p a d r e y nosotros serem os
sus hijos. P or eso considerarem os su oferta d e com prar nuestras tierras. Mas, ello no será
fá c il p orq u e estas tierras son sagradas p a r a nosotros. El a g u a centelleante qu e corre p o r

Kapelusz editora S A P r o h ib io a
los ríos y esteros no es m eram ente ag u a sino la sangre d e nuestros antepasados. Si os ven­
dem os estas tierras, tendréis que record ar que ellas son sagradas y deberéis en señ ar a
vuestros hijos que lo son y qu e c a d a reflejo fa n ta sm a l en las agu as claras d e los lagos h a ­
bla d e acontecim ientos y recuerdos d e la vida de m i pu eblo. El m urm ullo d el a g u a es la
voz del p a d r e de mi p ad re.
Los ríos son nuestros herm anos, ellos calm an nuestra sed. Los ríos llevan nuestras c a ­
noas y alim entan a nuestros hijos. Si os vendem os nuestras tierras, deberéis reco rd a r y en ­

su f o t o c o p ia .
señ ar a vuestros hijos qu e los ríos son nuestros herm an os y herm an os d e vosotros; deberéis
en ad elan te d a r a los ríos el trato bon dadoso qu e daríais a cu alqu ier h erm an o.
Sabem os qu e el hom bre blan co no com prende nuestra m an era d e ser. Le d a lo mismo

(L e y 11.723)
un p e d a z o de tierra qu e el otro p orqu e él es un extraño qu e llega en la n och e a sa c a r de
Ia tierra lo qu e necesita. La tierra no es su h erm an o sino su enemigo. C uando la h a con ­
quistado la a b a n d o n a y sigue su cam ino. Deja detrás d e él las sepulturas d e sus p a d res
sin qu e le importe. Despoja d e la tierra a sus hijos sin qu e le importe. Olvida la sepultura
d e su p a d r e y los derechos d e sus hijos. Trata a su m adre, la tierra, y a su h erm an o el cie­
lo, com o si fu esen cosas qu e se p u ed en comprar, sa q u ea r y vender, com o si fu esen cord e­
ros y cuentas d e vidrio. Su in saciable apetito devorará la tierra y dejará tras s í sólo un d e­
sierto.
No lo com prendo. Nuestra m an era d e ser es diferente a la vuestra. La vista d e vuestras
ciu dades h a ce doler los ojos a l hom b re d e p ie l roja. Pero qu izás es a s í p o rq u e el hom bre
d e p ie l roja es un salvaje y no com prende las cosas. No h a y ningún lugar tranquilo en las
ciu dades del hom bre blanco, ningún lu gar don de p u ed a escucharse el desplegarse d e las
hojas en prim avera o el ro z a r d e las a la s d e un insecto. P ero qu izás sea a s í p o rq u e soy un
salvaje y no p u ed o com pren der las cosas. El ruido de la ciu d a d p a r e c e insultar los oídos.
¿Y qu é clase de vida es cu an d o el h om b re no es ca p a z d e escu ch ar el solitario grito d e la
g a rz a o la discusión n octu rn a de las ran as alred ed or d e la laguna? Soy un h om b re d e p ie l
roja y no lo com prendo. Los indios preferim os el suave son ido d el viento qu e a ca ricia la
c a la d el lago y el olor d el mism o viento p u rificad o p o r la lluvia d el m ed iod ía o p er fu m a ­
do p o r la fr a g a n c ia d e los pinos.
El aire es algo precioso p a r a el hom bre d e p ie l roja p o rq u e todas las cosas com parten el
mismo aliento: el an im al, el árbol y el hom bre. El h om b re blan co p a r e c e no sentir el aire
qu e respira. Al igual qu e un hom bre m uchos d ías agonizante, se h a vuelto insensible a l
hedor. Mas, si os vendem os nuestras tierras, debéis record ar qu e el a ire es precioso p a r a
nosotros, qu e el aire com parte su espíritu con toda la vida qu e sustenta. Y, si os vendem os
nuestras tierras, debéis dejarlas aparte y m antenerlas sag rad as com o un lugar a l cu a l p o ­
d rá llegar incluso el hom bre blan co a sa b o rea r el viento du lcificad o p o r las flo res d e la
p rad era.
C onsiderarem os vuestra oferta d e com p rar nuestras tierras. Si d ecid im os aceptarla,
p o n d ré u n a con dición : qu e el h om b re b lan co d eb erá tratar a los an im a les d e estas tie­
rras com o herm an os. Soy un salvaje y no com p ren d o otro m odo d e con du cta. H e visto
miles d e bú falos pu d rién d ose sobre las prad eras, a b a n d o n a d o s a llí p o r el h om b re bla n ­
co qu e les disparó desde un tren en m arch a. Soy un salv aje y n o com p ren d o cóm o el
h u m ean te ca b allo d e vapor p u e d e ser m ás im portante q u e el bú falo a l qu e sólo m a ta ­
m os p a r a p o d e r vivir. ¿Qué es el h om b re sin los an im ales? Si todos los a n im ales h u b ie­
sen desaparecido, el hom bre m oriría d e u n a g ra n so led a d d e espíritu. P orqu e todo lo
qu e ocu rre a los an im ales p ron to h a b rá d e ocu rrir tam bién a l h om bre. Todas las cosas
están relacion ad as entre sí.
Vosotros debéis en señ ar a vuestros hijos q u e el suelo b ajo sus p ies es la cen iz a d e sus
abuelos. P ara qu e respeten la tierra, debéis d ecir a vuestros hijos qu e la tierra está p len a
d e la vida d e nuestros an tepasados. D ebéis en señ ar a vuestros hijos lo qu e nosotros h e ­
m os en señ ado a los nuestros: q u e la tierra es nuestra m adre. Todo lo qu e a fecta a la tie­
rra afecta a los hijos d e la tierra. C uando los hom bres escupen en el suelo se escupen a
sí mismos.
Esto lo sabem os: la tierra no perten ece a l hom bre, sino q u e el hom bre perten ece a la tie­
rra. El hom bre no h a tejido la red d e la vida: es sólo u n a h ebra d e ella. Todo lo qu e haga
a la red se lo hará a s í mismo. Lo qu e ocu rre a la tierra ocurrirá a los hijos d e la tierra.
Lo sabem os. Todas las cosas están relacion ad as com o la san gre que u n e a u n a fa m ilia .
Aun el hom bre blanco, cuyo Dios se p a se a con él y conversa con él - d e am igo a a m i­
g o - no p u ed e estar exento del destino com ún. Q uizás seam os herm anos, después d e todo.
Lo veremos. Sabem os algo que el hom b re blan co descubrirá algún día: qu e nuestro Dios
es su mismo Dios. A hora pen sáis qu izás qu e sois du eñ o d e nuestras tierras p e r o no podréis
serlo. Él es el Dios d e la hu m an id ad y Su com pasión es igual p a r a el hom bre d e p ie l roja
qu e p a r a el hom bre blanco. Esta tierra es p reciosa p a r a Él y el cau sarle d a ñ o significa
mostrar desprecio h a c ia su Creador. Los hom bres blan cos tam bién p asarán , tal vez antes
qu e las dem ás tribus. Si contam ináis vuestra cam a, moriréis algu n a n oche sofocad os p o r
vuestros propios desperdicios. P ero aú n en vuestra h ora fi n a l os sentiréis ilum inados p o r
la id ea d e que Dios os trajo a estas tierras y os dio el dom in io sobre ellas y sobre el hom ­
bre d e p ie l roja con algún propósito especial. Tal destino es un misterio p a r a nosotros p o r­
qu e no com prendem os lo qu e será cu an d o los búfalos h ay an sido exterm inados, cu an d o
los caballos salvajes hayan sido dom ados, cu an d o los recónditos rincones d e los bosques
exhalen el o lo r a m uchos hom bres y cu an d o la vista h a c ia las verdes colin as esté cerrada
p o r un en jam bre d e alam bres parlantes. ¿Dónde está el espeso bosque? D esapareció. ¿Dón­
d e está el águila? D esapareció. Así term ina la vida y com ien za el sobrevivir.

Carta del Jefe Seattle de la tribu Suwamish al presidente de Estados Unidos Franklin
Pearce, 1855. En revista El A rca del nuevo siglo, Buenos Aires, diciembre de 1998.
Un modelo de discurso

Nuestra América

Señoras y señores:
¿Qué sucede de pronto, que el mundo se para a oír, a maravillarse, a venerar? ¡De deba­
jo de la capucha de Torquemada sale ensangrentado y acero en mano, el continente redi­
mido! Libres se declaran los pueblos todos de América a la vez. Surge Bolívar, con su cohor­
te de astros. Los volcanes, sacudiendo los planeos con estruendo, lo aclaman y publican. ¡A
caballo, la América entera! Y resuenan en la noche, con todas las estrellas encendidas, por
llanos y por montes, los cascos redentores. Hablándoles a sus indios va el clérigo de México.
Con la lanza en la boca pasan la corriente desnuda los indios venezolanos. Los rotos de Chi­
le marchan juntos, brazo en brazo, con los cholos del Perú. Con el gorro frigio del liberto
van los negros cantando, detrás del estandarte azul. De poncho y bota de potro, ondeando
las boleadoras van, a escape de triunfo, los escuadrones de gauchos. Cabalgan, suelto el ca­
bello, los pehuenches resucitados, voleando sobre la cabeza la chuza emplumada. Pintados
de guerrear vienen tendidos sobre el cuello los araucos con la lanza de tacuarilla corona­
da de plumas de colores; y al alba, cuando la luz virgen se derrama p or los despeñaderos,
se ve.a San Martín, allá sobre la nieve, cresta del monte y corona de la revolución, que va,
envuelto en su capa de batalla, cruzando los Andes. ¿Adonde va la América y quién la jun­
ta y guía? Sola, y como un solo pueblo, se levanta. Sola pelea. Vencerá, sola.
De aquella América enconada y turbia, que brotó con las espinas en la frente y las p ala­
bras como lava, saliendo, junto con la sangre del pecho, por la mordaza mal rota, hemos
venido, a pujo de brazo, a nuestra América de hoy, heroica y trabajadora a la vez, y fran ­
ca y vigilante, con Bolívar de un brazo y Herbert Spencer de otro; una América sin suspica­
cias pueriles, ni confianzas cándidas, que convida sin miedo a la fortuna de su hogar a las
razas todas, porque sabe que es la América de la defensa de Buenos Aires y de la resisten­
cia del Callao, la América del Cerro de las Campanas y de la Nueva Troya.
iSólo perdura, y es para bien, la riqueza que se crea, y la libertad que se conquista con
las propias manos! No conoce a nuestra América quien eso ose temer. Rivadavia, el de la cor­
bata siempre blanca, dijo que estos países se salvarían,•y estos países se han salvado. Se ha
arado en la mar. También nuestra América levanta palacios y congrega el sobrante útil del
universo oprimido; también doma ¡a selva, y le lleva el libro y el periódico, el municipio y el
ferrocarril; también nuestra América, con el sol en la frente, surge sobre los desiertos coro­
nada de ciudades. Y al reaparecer en esta crisis de elaboración de nuestros pueblos los ele­
mentos que los constituyeron, el criollo independiente es el que domina y se asegura, no el
indio de espuela, marcado de la fusta, que sujeta el estribo y le pone adentro el pie, para que
se vea más de alto a su señor.
Por eso vivimos aquí, orgullosos de nuestra América, para servirla y honrarla. No vivimos,
no, como siervos futuros ni como aldeanos deslumbrados, sino con la determinación y la
capacidad de contribuir a que se la estime por sus méritos, y se la respete por sus sacrificios;
porque las mismas guerras que de pura ignorancia le echan en carados que no la conocen,
son el timbre de honor de nuestros pueblos, que no han vacilado en acelerar con el abono
de su sangre el camino del progreso, y pueden ostentar en la frente sus guerras como una
corona.
En vano-faltos del roce y estímulo diario de nuestras luchas y de nuestras pasiones, que
nos llegan ¡a mucha distancia! del suelo donde no crecen nuestros hijos-, nos convida este
país con su magnificencia, y la vida con sus tentaciones, y con sus cobardías el corazón, a
la tibieza y al olvido. ¡Donde no se olvida y donde no hay muerte, llevamos a nuestra Amé­
rica como luz y como hostia; y ni el interés corruptor, ni ciertas modas nuevas del fanatis­
mo, podrán arrancárnosla de allí!
Enseñemos el alma como es a estos mensajeros ilustres que han venido de nuestros pue­
blos, para que vean que la tenemos honrada y leal, y que la admiración justa y el estudio
útil y sincero de lo ajeno, el estudio sin cristales de présbita ni de miope, no nos debilita el
amor ardiente, salvador y santo de lo propio; ni por el bien de nuestra persona, si en la con­
ciencia sin p az hay bien, hemos de ser traidores a lo que nos mandan hacer la naturaleza
y la humanidad. Yasí, cuando cada uno de ellos vuelva a las playas que acaso nunca vol­
vamos a ver, podrá decir, contento de nuestro decoro, a la que es nuestra dueña, nuestra es­
peranza y nuestra guía: "¡Madre América, allí encontramos hermanos!¡Madre América, allí
tienes hijos!".

Fragmento del Discurso pronunciado por José Marti (patriota y escritor


Kapelusz editora S.A. Prohibida

cubano, 1853-1895), en honor de los delegados a la Conferencia Internacional


Americana en Washington, 1889. Obra Selecta, Buenos Aires, Plus Ultra, 1965.

1. Revisar por qué razón la monografía, el por una idea principal que luego decora con
tratado, la tesis, etc., se distancian del ensa­ mucho estilo: ¿cuáles son esas ideas?
yo.
su fotocopia .

5. Comparar la carta del ¡efe Seattle y el dis­


2. ¿Qué es un manifiesto? Buscar algún ejem­ curso de M a rtí y establecer lo s contrastes en­
plo célebre. ¿Tiene que ver con el ensayo? tre ambos.
(Lev 11.723)

3. En la carta del ¡efe Seattle, rastrear las di­ 6. Componer una carta abierta a los padres o
vergencias entre los conceptos del indio y los
profesores, exponiendo ideas originales. Por
del hombre blanco.
ejemplo: desarrollar la frase inicial: Ustedes no
4. Cada párrafo de José M a rtí está dominado nos comprenden...

Formas breves de pensamiento

Quedan por considerar las formas de Luego esta denominación se hizo ex­
pensamiento breves, inscriptas dentro de tensiva a otro tipo de frases breves y sen­
los géneros epigramáticos, que por su tenciosas de uso común, que encierran
construcción o diseño dan pie al desarro­ ligeras variantes, mencionadas a conti­
llo de distintas maneras de ensayo. Origi­ nuación.
nalmente, el epigrama es una frase satí­
rica en verso creada por los griegos y • Refrán: Dicho agudo y sentencioso,
apreciada por los poetas romanos: tradicional y popular.

Ciña quiere parecer pobre: lo es. (M. Más vale pájaro en mano, que cien vo­
Valerio Marcial, s. I ) lando.
f:
Al que madruga, Dios lo ayuda. alma. (Montaigne, s. XVI) i;
En casa de herrero, cuchillo de palo. Divide y reinarás. (Nicolás Maquiave-
lo, s. XVI)
• Apotegma: dicho o anécdota de céle­
bres personajes históricos. • Proverbio: frase sentenciosa de autor
conocido. A menudo se usa como sinóni­
Después de mí, el diluvio. (Luis XV de
mo de refrán. En la Biblia, parte del libro
Francia)
que lleva ese nombre se atribuye a la sa­
América p ara los americanos. (James
biduría del rey Salomón.
Monroe, Presidente de los Estados
Unidos) Quien va derecho, va seguro,
Muero contento: hemos batido al ene­ quien va con rodeos, pronto es descu­
migo. (Atribuido al sargento Juan B. bierto.
Cabral) Por el fruto de su boca, se sacia de bien
el hombre,
• Aforismo: dicho que, en general, se
cada cual recibe el salario de sus obras.
aplica a algún arte o ciencia.
Proverbios 10 y 12..
Mente sana en cuerpo sano. (Juvenal,
• Greguería: Fórmula creada por el es­
s*I)
critor español Ramón Gómez de la Serna
Pienso, luego existo. (René Descartes,
T2>

Kapelusz ed ito ra S.A. PuomaiOA su f o t o c o p ia . (L éy 11 .7 2 3 )


(1888-1963) que produce una revelación
s. XVII)
inesperada de la realidad mediante la fu­
El color es cosa mental. (Leonardo da
sión de observaciones fragmentarias. 1
Vinci, s. XVI)
Poesía, cortesía extrema. (Raúl Gusta­ La camisa planchada nos espera con
I(A
vo Aguirre, s. XX) >■
sus brazos cruzados.
Parecía que iba andando en la bicicle­ o
• Máxima: sentencia que sirve como
ta de sus lentes.
norma de conducta y procura una verdad
de orden moral. • Graffiti: inscripciones pintadas en las
paredes.
Conócete a ti mismo. (Sócrates, s. V a. C.)
Nada es suficiente para quien lo sufi­ La imaginación al poder. (Mayo del 68)
5
ciente es poco. (Epicuro, s. IV a.C) Nadie es perfecto, (firmado: Nadie)
Ciencia sin conciencia es la ruina del Trabajen, que yo duermo p or todos.

1. Producir textos breves que tomen como 3. Producir un texto oral o escrito sobre el te­
punto de partido algunas de las frases cita­ ma de la moda, que implica en s í mismo la
das. oposición entre lo permanente y lo transitorio.
Oscar Wilde, por ejemplo, expresó: Moderno
2. Reflexionar en grupos sobre alguna forma
es aquello que pasa de moda. O también: la
breve de pensamiento y aislar los dos planos,
moda es algo tan abominable que debe ser
el real y el figurado, que contenga -la frase.
cambiada constantemente.
Por ejemplo "Quien va derecho va seguro":
4. Buscar otros ejemplos para cada una de
expresa la metáfora (figuradol del caminar
las formas epigramáticas comentadas.
vinculada a la ideas (real! de eficacia y recti­
tud. Después, desarrollar el plano de pensa­ 5. Preparar una meditación oral breve, a par­
miento puro, con imágenes o comparaciones, tir de un epigrama, para ser expuesta ante los
enriqueciéndolo. compañeros.
P

.................................................
Antología

Tres modelos de ensayo

El mito de Superman

Una imagen simbólica que reviste especial interés es la de Superman. El béroe dota­
do con poderes superiores a los del hombre común es una constante de la imaginación
popular, desde Hércules a Sigfrido, desde Orlando a Pantagruel y a Peter Pan. A veces
las virtudes del héroe se humanizan y sus poderes, más que sobrenaturales, constituyen
la más alta realización de un poder natural, la astucia, la rapidez, la habilidad bélica
o incluso la inteligencia silogística y el simple espíritu de observación, como en el caso
de Sberlock Holmes.
Pero en una sociedad particularmente nivelada, en que las perturbaciones psicológi­
cas, las frustraciones y los complejos de inferioridad están a la orden del día; en una
sociedad industrial en la que el hombre se convierte en un número dentro del ámbito
de una organización que decide por él; en la que la fu erza individual, si no se ejerce
en una actividad deportiva, queda humillada ante ¡a fu erza de la máquina que actúa
p or y para el hombre, y determina incluso los movimientos de este; en una sociedad de
esta clase, el héroe positivo debe encarnar, además de todos los límites imaginables, la
exigencias de potencia que el ciudadano vulgar alimenta y no puede satisfacer.
Superman es el mito típico de esta clase de lectores: Superman no es un terrícola, si­
no que llegó a la Tierra, siendo niño, procedente del planeta Kriptón. Kriptón estaba a
punto de ser destruido por una catástrofe cósmica, y su padre, docto científico, consi­
guió poner a salvo a su hijo confiándolo a un vehículo espacial. Aunque crecido en la
Tierra, Superman está dotado de poderes sobrehumanos. Su fu erza es prácticamente ili­
mitada, puede volar por el espacio a una velocidad parecida a la de la luz, y cuando
viaja a velocidades superiores a esta traspasa la barrera del tiempo y puede transferir­
se a otras épocas. Con una simple presión de la mano, puede elevar la temperatura del
carbono hasta convertirlo en diamante; en pocos segundos, a velocidad supersónica,
puede cortar todos los árboles de un bosque, serrar tablones de sus troncos, y construir
un poblado o una nave; puede perforar montañas, levantar transatlánticos, destruir o
construir diques; su vista de rayos X, le permite ver a través de cualquier cuerpo, a dis­
tancias prácticamente ilimitadas, y fundir con la mirada objetos de metal; su superoí-
do, lo coloca en situación ventajosísima p ara poder escuchar conversaciones, sea cual
fu ere el punto donde se celebran. Es hermoso, humilde, bondadoso y servicial. Dedica
su vida a la lucha contra las fuerzas del mal, y la policía tiene en él un infatigable co­
laborador.
No obstante, la imagen de Superman puede ser identificada p or el lector. En realidad
Superman vive entre los hombres, bajo la carne mortal del periodista Clark Kent. Y bajo
tal aspecto es un tipo aparentemente medroso, tímido, de inteligencia mediocre, un p o ­
co tonto, miope, enamorado de su matriarcal y atractiva colega Lois Lañe, que lo despre­
cia y que, en cambio, está apasionadamente enamorada de Superman. Narrativamente,
la doble identidad de Superman tiene una razón de ser, ya que permite articular de mo­
do bastante variado las aventuras del héroe, los equívocos, los efectos teatrales, con cier­
to suspense de novela policíaca. Pero desde el punto de vista mitopoyético*, el hallazgo
tiene mayor valor: en realidad, Clark Kent personifica, de form a perfectamente típica,
al lector medio, asaltado por los complejos y despreciado p or sus propios semejantes; a
lo largo de un obvio proceso de identificación, cualquier accountznt* de cualquier ciu­
dad am ericana alimenta secretamente la esperanza de que un día, de los despojos de
su actual personalidad, florecerá un superhombre capaz de recuperar años de medio­
cridad.

Umberto Eco
en Apocalípticos e integrados, Barcelona, Lumen, 1995.

/ T

La selva espesa de lo real

Tres peligros acechan a la literatura latinoamericana, El primero es justamente el de


presentarse a priori como latinoamericana. La función de la literatura no es la de in­
vestigar los diversos aspectos de una nacionalidad, porque no podría hacerlo sino im­
perfectamente, sin el rigor y el conjunto de posibilidades ofrecidas por otras disciplinas.
El error más grande que puede cometer un escritor es el de creer que el hecho de ser la­
tinoamericano es una razón suficiente para ponerse a escribir. Lo que pueda haber de
latinoamericano en su obra debe ser secundario y venir ‘por añadidura".
Su especificidad proviene, no del accidente geográfico de su nacimiento, sino de su
trabajo de escritor. Hórlderlin, en su carta a Bóhlendorf del 4 de diciembre de 1801, le
decía con exactitud y claridad: "a través del progreso de la cultura el elemento propia­
mente nacional será siempre el de menor provecho". La pretendida especificidad nacio­
nal no es otra cosa que una especie de simulación, la persistencia de viejas máscaras
disparatadas destinadas a preservar el status quo* ideológico. De todos los niveles que
componen la realidad, el de la especificidad nacional es el que primero debe cuestio­
narse, porque es justamente el primero que, sostenido por razones políticas y morales,
aparenta ser indiscutible.
Esta pretendida especificidad nacional de los latinoamericanos (como cualquiera de
sus variantes regionales) origina otros dos riesgos que acechan permanentemente nues­
tra literatura. El primero es el vitalismo, verdadera ideología de colonizados, basado en
un sofisma* corriente que deduce de nuestro subdesarrollo económico una supuesta re­
lación privilegiada con la naturaleza. La abundancia, la exageración, el clisé de la p a ­
sión excesiva, el culto de lo insólito, atributos globales de lo quepabitualmente se llama
el realismo mágico y que, confundiendo, deliberadamente o no, la desmesura geográfi­
ca del continente con la multiplicación vertiginosa de la vida primitiva, atribuyen al
hombre latinoamericano, en ese vasto paisaje natural químicamente puro, el rol de
buen salvaje.
El segundo riesgo, consecuencia de nuestra miseria política y social, es el voluntarismo,
que considera la literatura como un instrumento inmediato del cambio social y la emplea
como ilustración de principios teóricos definidos de antemano. Es evidente que el terroris­
mo de estado, la explotación del hombre por el hombre, el uso del poder político contra las
clases populares y contra el individuo exigen un cambio inmediatoy absoluto de las estruc­
turas sociales; desgraciadamente no es la literatura la que podrá realizarlo.
Al comienzo, el narrador no posee más que una teoría negativa. Lo que ya ha sido
form ulado no le es de ninguna utilidad. La narración es una praxis* que, al desarro­
llarse, segrega su propia teoría. Antes de escribir uno sabe lo que no se debe hacer, y lo
que queda de eso, (o sea lo que uno está haciendo), es el resultado de repetidas deci­
siones tomadas por el narrador a medida que escribe, en todos lo niveles de su praxis
creadora. Todo apriorismo ideológico del tipo: “Dado que soy latinoamericano, y que
los latinoamericanos somos así, mi trabajo consistirá en describirnos tal como somos",
implica una actitud tautológica*, porque si de antemano se sabe lo que son los lati­
noamericanos, describirlos es inútil y redundante.
Los problemas latinoamericanos son de orden histórico, político, económico y social
y exigen soluciones precisas con instrumentos adecuados. Desplazarlos a la praxis sin­
gular de la literatura implica, necesariamente, ingenuidad, oportunismo o mala con­
ciencia. La mala conciencia proviene del malestar que los escritores sienten confrontan­
do la situación histórica con los imperativos particulares de su propia escritura. Frente
a esta alternativa son posibles dos actitudes: la equivocada, que se limita a la repetición
volurttarista de la circunstancia social, o bien la que me parece "actualmente" la úni­
ca correcta y que, a partir justamente de la situación problemática que supone esta m a­
la conciencia, consiste en analizar la propia escritura y en desplegar este análisis en la
praxis de la escritura.
La novela es sólo un género literario; la narración, un modo de relación del hombre
con el mundo. Ser latinoamericano no nos pone al margen de esta verdad, ni nos exi­
me de las responsabilidades que implica. Ser narrador exige una enorme capacidad de
disponibilidad, de incertidumbre y de abandono y esto es válido para todos los narra­
dores, sea cual fuere su nacionalidad. Todos los narradores viven en la misma patria:
la espesa selva virgen de lo real.

Juan José Saer, en Una literatura sin atributos, Santa Fe,


Universidad Nacional del Litoral, 1988.

Meditación sobre un palo de escoba

A ese palo solitario que ahora veis yacer sin gloria en ese abandonado rincón, yo lo
conocí una vez en estado floreciente, en un bosque; estaba lleno de savia, lleno de ho­
ja s y lleno de ramas; pero en vano pretende ahora el activo arte del hombre competir
con la naturaleza, atando a su tronco sin savia ese marchito manojo de ramitas; aho­
ra es, cuando mucho, el reverso de lo que era, un árbol dado vuelta, con las ramas en
la tierra y la raíz en el aire; abora lo empuña cualquier sucia criada, y vive condena­
do a hacer el trabajo de ella y, p or suerte caprichosa, destinado a limpiar las cosas de
ella y estar él sucio; al fin, gastado hasta la raíces, al servicio de las criadas, o lo echan
afuera o lo condenan finalmente a servir para avivar el fuego.
Cuando veo esto, suspiro y me digo para mis adentros: ¡En verdad, el hombre mortal
es un palo de escoba! La naturaleza lo echa al mundo fuerte y lozano, en floreciente es­
tado, llevando cabello propio sobre la cabeza, ramas convenientes p ara esta planta ra­
zonadora, hasta que el hacha de la intemperancia pode sus ramas verdes dejándole un
tronco desnudo; entonces acude apresuradamente el arte y se pone peluca, valiéndose
de un manojo artificial de pelos, cubierto de polvo, que jam ás crecieron en su cabeza;
pero si ahora nuestro palo de escoba pretendiera entrar en escena, orgulloso de esos des­
pojos de abedul que nunca fueron suyos, y todo cubierto de polvo, aun cuando sean las
basuras de la escoba de la más fin a dama, nos inclinaríamos a ridiculizar y despreciar
la vanidad. Ju eces así parciales somos de nuestras propias excelencias y de los defectos
de otros hombres!
Pero un palo de escoba, podréis decir, es el emblema de un árbol parado sobre su pro­
pia cabeza; ¡y decidme, qué es el hombre sino una criatura patas arriba, con faculta­
des animales perpetuamente encaramadas sobre su ser racional, con la cabeza donde
deberían estar los talones..., arrastrándose por la tierra! Y sin embargo, con todos sus
defectos, se presenta como reformador universal y enm endador de abusos, como extir­
pador de injusticias y arm a tremendo alboroto sin ninguna razón, participando siem­
pre de las corrupciones que pretende eliminar. Sus últimos días los pasa esclavo de las
mujeres, y generalmente de las menos merecedoras; basta que gastado hasta las raíces,
como su hermana escoba, o lo echan a patadas de la casa, o lo usan para encender lla­
mas para que otros se calienten a su lado.

Jonathan Swift, “Meditación sobre un palo de escoba, al estilo y manera


de las meditaciones del Hon. Robeit Boyle.” En Ensayistas ingleses, ed. cit.

1. ¿Cuál es el tema de cada uno de estos en­ acechan al escritor latinoamericano y poner
sayos? ¿Es posible suponer una tipología o cla­ en común las conclusiones.
sificación a partir de sus diferencias? |v. M ó­
5. En dos grupos: adherir a la postura de Saer
dulo 41
con argumentos propios y polemizar con él,
2. Analizar en grupos la siguiente definición, defendiendo la "especificidad latinoamerica­
propuesta por M arshall Mcluhan y relacionar­ na" de nuestros escritores, sobre la base de los
la con mitos clásicos y modernos: "El mito es la argumentos desechados (idiosincrasia, natura­
manera de conocer simultáneamente un grupo leza exuberante, situación socio-política).
complejo de causas y efectos".
6. ¿En qué consiste la originalidad de Swift y
3. Preparar en equipo una exposición oral so­ cuáles son los dos planos de su ensayo?
bre algún "mito" argentino, argumentando, se­
7. Escribir una meditación sobre cualquier tema
gún la definición anterior, qué lo convierte en
que se preste a ser comparado con la condi­
tal y cuáles son sus sentidos ocultos.
ción humana. Por ejemplo: el cambio de las es­
4. Analizar cuáles son los tres peligros que taciones y la vida del hombre.
r
Los caminos del yo
El ensayo como síntoma de la modernidad. Antecedentes. Nace una estrella: la
invención del ensayo. Miguel de Montaigne. Francis Bacon. El ensayo en
España. Francisco de Quevedo. José Cadalso. Mariano José de Larra.
La generación del 98. Azorín. Antología: Tres ensayos de nuestro tiempo.

Kapelusz editora 5.A. P rohibida su fotocopia . (Lev 1 1 .723)


A pesar de haber existido desde siem­ cés, hacia fines del siglo XVI. Se presenta,
pre bajo distintos ropajes literarios, puede entonces, como el signo de un salto gi­
decirse con justicia que el ensayo como gantesco para la humanidad, tal como se
género tiene una fecha de nacimiento pre­ describió en nuestro tiempo la llegada del
cisa, en la pluma de un gentilhombre fran­ hombre a la Luna.

El ensayo com o síntom a de la m odernidad

El ensayo se origina en períodos de cri­ Se presenta como síntoma de la moder­


sis, cuando se enfrentan problemas nuevos. nidad en cuanto abandona la pedantería
Se cuestiona lo establecido desde un punto seudo científica y se apoya en un fuerte es­
de vista moral sin pretensiones de imparcia­ cepticismo cuestionador, cercano al racio­
lidad, como mera opinión sin dogmatismo. nalismo cartesiano* que basa su fuerza en
las posibilidades de la duda y la argumen­
Se basa en el descubrimiento del yo,
tación.
tradicionalmente rechazado por la cultura
clásica y valorizado por el Cristianismo Defiende al individuo y su punto de vis­
{Confesiones de San Agustín), que busca ta laico sobre la naturaleza de las cosas.
manifestarse a través de una forma inédita, Cree en el conocimiento asistemático y en
pero al mismo tiempo tan antigua y natu­ el relativismo moral. La improvisación es­
ral como la necesidad de expresar el pen­ pontánea, si bien dotada de fuerte voluntad
samiento con belleza. de estilo, cumple el precepto de Bacon que
pedía al ensayo ser “natural y sin afecta­
El ensayo se opone al saber escolástico*
ción”.
medieval y prefiere una forma literaria
abierta, variada y personalista, capaz de en­ El ensayo es el género de la moderni­
carar aspectos morales comunes a todos los dad. Nace después de los grandes cam­
hombres. Asume el rasgo didáctico como bios del siglo XVI y se fortalece después
una de sus cualidades esenciales, por más del Renacimiento y la Reforma; madura
disimulado que este parezca en sus varian­ en su conjunción con el periodismo a fi­
tes modernas, y utiliza las lenguas naciona­ nes del siglo XVIII; se especializa en el
les, en lugar del latín, con intención divul­ XIX y llega a su esplendor en el siglo
gadora. XX.'
s

A ntecedentes

Sus antecedentes remotos deben buscar­ del ensayo, en forma de diálogos, cartas o
se en la diatriba de los antiguos filósofos discursos.
gnegos, conocidos con el nombre de sofis­ Se ha prestado especial atención a la
tas, el quodhbef medieval o disertaciones li­ obra del sirio Luciano de Samosata (s. II),
bres sobre distintos temas y la miscelánea* Diálogos de los dioses, como fundacional
erudita o retórica. Ciertas obras de Platón, del ensayo, en cuanto asume el tema po­
Cicerón o Séneca se consideran precursoras lémico, la opinión vivaz, la conjunción

Ver Textura de ideas. La modernidad en cuestión, de Vicente Ja sé Durante, en esta misma colección.
dei moralista, el retórico y el orador, dis­ de liberarse del dogmatismo. Su obra, de­
puesto a cuestionarse, dudar y también, dicada al humanista inglés Tomás Moro
por qué no, fustigar los defectos del (1478-1535), autor de una famosa Utopía
hombre. o modelo de sociedad ideal, propone,

...
Algunos destacan la figura de Erasmo bajo el disfraz de una primera persona
de Rotterdam (1469-1536), autor de El encarnada en la necedad, el retorno a los
elogio de la locura, como pionero del gé­ ideales evangélicos del Cristianismo y la
nero, habituado a escribir opiniones críti­ proclamación de las aspiraciones huma­
cas al margen de sus estudios, con el fin nistas de fraternidad universal.

Tres ejemplos notables

K apelusz editora S.A. P ro h ib id a s u f o t o c o p ia . (L ey 1 1 .723)


(£ Z ¿ ' 11 A n ) v w o d o a o j ns valíiiHOMd v s »JOj|pa zsnrade*
De la amistad

anciónese, pues, como primera ley de la amistad, esta: pidam os a los amigos co­
sas honestas, hagamos cosas honestas a fav or de los amigos, sin esperar siquie­
ra a que nos las pidan; haya siempre en nosotros afán de servir; lejos de noso­
tros toda vacilación; los consejos osemos darlos con toda franqueza. Que valga mucho
en la amistad la autoridad de los amigos que bien aconsejan, y en las amonestaciones
úsese de esta no sólo abiertamente sino acremente, si el asunto lo pide, y obedézcase en­
tonces a ella.
Digo esto porque, a lo que oigo, algunos que pasan en Grecia p or sabios creo que se
complacen en sostener paradojas (no hay cosa que escape a sus argucias): unos dicen
que hay que evitar las amistades exageradas, para que no se vea uno solo en la necesi­
dad de preocuparse por muchos;■basta y sobra a cada cual con sus propios asuntos; es
molesto enredarse demasiado en los ajenos; lo más cómodo es dejar a la amistad las
riendas lo más flojas posible, p ara tirar de ellas y soltarlas según te parezca; pues lo
esencial para la felicidad es la seguridad, y el alma no puede gozar de ella si, p or de­
cirlo así, uno ha de parir p or muchos.
Otros en cambio dícese que sostienen con palabras todavía más inhumanas (y este
punto poco antes lo rocé brevemente) que deben buscarse las amistades en vistas al apo­
yo y amparo que proporcionan: no por benevolencia ni afecto; y así, cuanto menos fir ­
meza tiene uno y menosfacultades, más apetece las amistades; de ello viene que las mu­
jercillas busquen más el amparo de la amistad que los varones, los pobres más que los
ricos, los desgraciados más que los que pasan por dichosos.

Marco Tullo Cicerón (106-43 a. C)


en íaelius de amicitia, Barcelona, Bosch, 1954.

tFSn r» f
De la brevedad de la vida

La mayor parte de los mortales, oh Paulino, se queja de la malignidad de la Naturaleza,


por habernos engendrado para un tiempo tan breve y porque este espacio de tiempo que se
nos dio se escurre tan velozmente, tan rápidamente, de tal manera, que con excepción de
muy pocos, a los restantes los destituye de la vida cuando para ella hacen su aparejo. Y no
es sólo la turba y el vulgo imprudente que gimen de esto que creen un mal común; también
este sentimiento ha provocado quejas de claros varones. De ah í viene aquella sentenciosa
exclamación del príncipe de los médicos: La vida es breve; el arte largo. De ah í también
aquella acusación indigna de un hombre sabio que a la Naturaleza hizo Aristóteles, en lid
con ella, a saber: que sólo a los animales les otorgó vida con mano tan larga, que la prolon­
gan por cinco o diez siglos, y que al hombre en trueque, engendrado para tantas y tan gran­
des cosas, la circunscribió en término tan angosto. No es que tengamos poco tiempo, sino
que perdemos mucho. Asaz larga es la vida y más que suficiente para consumar las más
grandes empresas si se hiciera de ella buen uso; pero cuando se desperdicia en la disipación
y en la negligencia; cuando a ninguna cosa buena se dedica, al empuje de la última hora
inevitable sentimos que se nos ha ido aquella vida que no reparamos siquiera que anduvie­
se. Y es así: no recibimos una vida corta, sino que nosotros la acortamos; ni somos de ella
indigentes, sino manirrotos. Así como las riquezas, aun copiosas y regias, si vinieron a p o­
der de un mal dueño, en un momento se disipan, pero confiadas a un buen administrador,
aunque módicas, se acrecientan con su mismo uso, así también nuestra vida es harto espa­
ciosa para quien la dispone buenamente.

Lucio Anneo Séneca (4 a. C.- 65 d. C.)


en De la brevedad de la vida, 9* ed., Buenos Aires, Aguilar, 1977.

La amistad

No faltan personas que se complacen en el amor y el trato de los amigos, diciendo que la
amistad se ha de anteponer a todo, porque es una cosa tan necesaria que no lo son más el ai­
re ni elfuego ni el agua; tan placentera que prescindir de ella valdría tanto como prescindir del
sol y finalmente tan honesta, si es que el serlo sirve para algo, que los mismos filósofos no vaci­
lan en colocarla entre los más señalados bienes. Bueno: ¿pues qué diríais si os demostrase que
también de este beneficio soy yo elprincipio y elfin? He aquí lo que voy a probar aunque no va­
liéndome de crocodilites, sorites, ceratines, ni de ningún otro género de triquiñuelas dialécti­
cas*, sino a la pata llana, según la frase vulgar y como mostrándolo con el dedo.
Decidme: hacer la vista gorda, confiarse en extremo, cegarse, dejarse alucinar por lasfal­
tas de los amigos y, en ocasiones, tomar y admirar como virtudes sus mayores vicios, ¿no es
i
• I
J
algo muy semejante a la estulticia* ? ¿Cómo pensar que no lo es, y de la fina, la del que be­
sa tiernamente las pecas de su amiga, o la del que se extasía con la voz gangosa de su Inés,
o la del padre que asegura que su hijo tiene no más que un pequeño estrabismo, cuando es
completamente bizco de los dos ojos? Llámese los estultos a boca llena; fiero no se niegue que
sólo la estulticia une y conserva las amistades.
La condición humana es tal, que no se hallará nadie, sin excluirá los hombres de buen
entendimiento, que deje de tener sus flaquezas; y si agregáis a esto la suma diversidad de
temperamentos, de educaciones, los muchos errores, desaciertos y peligros de la vida, com­
prenderéis que entre aquellos Argos no sería posible la plácida amistad por más de una ho­
ra si no la mantuviese lo que los griegos llaman con tanta exactitud la falta de seso, es de­
cir, la estulticia, o, si queréis, la indulgencia para con las debilidades del prójimo.

Erasmo de Rotterdam
en Elogio de la locura, 2‘ ed., México, Porrúa, 1990.

(L e v 11.723)
1. Investigar la situación histérico-cultural de Eu­ 4. Comparar en grupo los textos sobre la amis- j
ropa desde la invención de la imprenta hasta fi­ tad en contenido y tono.
nes del siglo XVI.
5. Componer de manera individual un texto so­

su f o t o c o p ia .
2. Averiguar quiénes fueron Nicolás Maquiave-
bre el mismo tema. ¡I
lo y Tomás Moro, cuáles fueron sus obras más
destacadas y determinar por qué estas no se 6. Leer el fragmento de Séneca y determinar: a <- j

K apelusz ed ito ra S.A. P r o h i b i d a


consideran cabalmente ensayos. quiénes se opone; cuál es su idea central sobre

3. Redactar un breve informe que desarrolle el te­ la brevedad de la vida y cuál, la conclusión a la j
ma: El ensayo como el género de la modernidad. que llega.

Nace una estrella: la invención del ensayo


En la era de la razón, después del des- surge con fuerza un individualismo críti-
cubrimiento de América, las teorías eos- co, encarnado en mentalidades cultas, no
mogónicas de Galileo, la instauración de un afiliado a la ciencia sino a la curiosidad
incipiente capitalismo y de las guerras de universal y la libre expresión de las
religión a raíz de la Reforma protestante, ideas.

Palabra nueva, pero cosa vieja

En el segundo piso de su decaído castillo, hacia marzo de 1571, Miguel de Montaigne in­
ventó el ensayo. “La palabra es nueva, pero la cosa es vieja", poóos años después anota, sin
embargo, Bacon (Letters and Life, IV) y agrega: “Las Epístolas de Séneca a Lucilo son ensa­
yos, vale decir, meditaciones dispersas, aunque en form a de epístolas". Con este criterio, ca­
bría incluir en el catálogo de los precursores a Jenofonte, a Aristóteles, a Valerio Máximo, a
Cicerón, a Plutarco, a Aulo Gelio, a Macrobio: todos ellos escribieron ensayos, de acuerdo con
la calificación de “meditaciones dispersas", o de "composiciones irregulares, no trabajadas",
que prefiere Johnson. Pero desde la primavera de 1571, la “nota personal", la sombra del au­
tor mezclándose con el tema, caracteriza para siempre el género. Así, con mayor compren­
sión que felicidad, Edmundo Gosse define: “El ensayo es un escrito de moderada extensión,
generalmente en prosa, que de un modo subjetivo y fácil trata de un asunto cualquiera”.

Adolfo Bioy Casares


en Ensayistas ingleses, ed. cit.

Miguel de Montaigne (1533-1592)

Le corresponde la invención del ensa­ rarse a la torre de su castillo para leer,


yo propiamente dicho en una obra basa­ meditar, hacer prolijas anotaciones de to­
da en el escepticismo, el rechazo del dog­ do lo que aprendía y observaba, sin aban­
ma, la creencia en el libre pensamiento y donar del todo la vida social. Así compu­
la importancia del punto de vista en la so los primeros libros de sus Ensayos. Sin
consideración del mundo. Los dos prime­ embargo, hubo de volver a la vida públi­
ros libros de sus Essais aparecieron en ca como alcalde de Burdeos y allí supo
1580 y luego se agregó un tercero en hacer notar su carácter conciliador, cuan­
1588. Gran lector de los clásicos, descu­ do en plenas guerras religiosas, debió
bre la riqueza del yo, que desplaza su mi­ mantener la ecuanimidad de su ciudad
rada sobre cualquier tema de interés (re­ frente a las disputas entre católicos y pro­
ligioso, social, político, costumbrista) y testantes. Se dice que influyó sobre el
expone un punto de vista personal, una príncipe de Navarra en su conversión al
opinión de hombre ilustrado que no pre­ catolicismo, para convertirse en Enrique
tende dar cátedra. Elige un orden casual y IV de Francia.
abierto, revelador de una conciencia cu­
riosa y un pensamiento pleno. El ideal de Montaigne es conservador
y, sin embargo, sus ensayos ejemplifican
El señor de Montaigne era un gascón cabalmente la nueva era de libre expre­
de nobleza recién adquirida, que heredó sión y democratización de las ideas,
de su padre la función pública, ya que se abierta a partir de la invención de la im­
inició como magistrado en Burdeos. Fina­ prenta. Predica la moderación y las virtu­
mente educado, conocía a los clásicos en des que conducen a una vida sin conflic­
su lengua, pero al mismo tiempo domina­ tos, a través de una duda metódica -que
ba el dialecto local, habiéndose criado en considera el mejor antídoto contra el fa­
contacto con los campesinos de su co­
natismo-, del placer mesurado y el buen
marca.
juicio, que hacen al “honnéte homme”
A los treinta y ocho años, decidió reti­ (hombre decente).

Lo que hago es relatar

Los demás form an al hombre; yo lo relato como representante que soy de uno parti­
cular y form ado con tal imperfección, que si hubiera de modelarlo de nuevo lo haría
otro muy diferente; pero el presente ya está hecho. Los fragmentos de mi pintura no se
contradicen, aun cuando varíen y resulten diversos. El mundo no es sino un balanceo
perenne; todo se agita sin cesar, desde ¡as rocas del Cáucaso a las pirámides de Egipto,
ya con el movimiento general, ya con el suyo propio. Incluso el reposo no es otra cosa
que un movimiento más lánguido. Trato de asegurar mi objeto, el cual se altera y on­
dula; lo tomo en este punto, conforme es en el momento de considerarlo. No pinto el ser,
sino lo transitorio; y no lo transitorio de una edad a otra, o, como el pueblo dice, de sie­
te a siete años, sino de día en día, de minuto en minuto. Es la mía una fiscalización de
diversos e inestables accidentes, de fantasías irresolutas y contradictorias; ya porque me
convierta yo mismo en otro, ya porque reciba los objetos en diferentes circunstancias,
lo cierto es que me contradigo con facilidad; pero la verdad, como decía Damedes, j a ­
más la desfiguro.
Propongo una vida sencilla y sin esplendor, aunque para el caso sería indiferente
que lo fuera. Lo mismo se aplica la filosofía moral a una existencia vulgar que a una
vida de la más rica contextura. Cada hombre lleva en sí la forma cabal de la condición
humana. Suelen comunicarse los autores con el mundo en virtud de una cualidad espe­
cial. Yo, sobre todo, en virtud de mi ser total, como Miguel de Montaigne, y no como gra­
mático, poeta o jurisconsulto. Ysi el mundo me censura porque bable dem asiado de mí,
yo lo censuro a él p or no pensar en sí mismo.
¿Es razonable que pretenda yo mostrarme al conocimiento público? ¿Lo es también
que escríba p ara la sociedad -en la cual gozan de tanto crédito los artificios y mane­
ras- efectos de naturaleza crudos y desnudos, y además de enteca naturaleza? ¿No
equivale a construir una muralla sin piedras o algo semejante, este escribir libros sin
ciencia ni arte? El arte acom oda las fantasías de ¡a música, pero mis fantasías sólo el
azar las acomoda. Pero, al menos, trato mi tema conociéndolo mejor que hombre algu­
no ha conocido el que tratara, pues soy en él el hombre más sabio que existir pudiera.
En segundo lugar, ningún hombre penetró más profundamente en su tema, ni exami­
nó con más distinción los elementos y consecuencias del mismo, ni llegó con mayor p le­
nitud y acierto a la fin alidad propuesta. No expuse la verdad hasta el hartazgo, sino
dentro de tos límites en que me atreví a manifestarla; y ahora, algo más envejecido, me
atrevo a mayor discreción en el hablar de mí mismo, pues parece que la costumbre con­
cede a esta edad mayores libertades. No puede suceder en esto lo que sucede con mucha
frecuencia: que el hombre y su obra se contradigan. Solemos oír: ¿Cómo es que este hom­
bre, de tan sabrosa conversación, ha podido componer libro tan insulso? O viceversa:
¿Cómo es que escrito tan relevante haya emanado de espíritu tan flojo en el hablar?
Quien conversa vulgarmente y escribe con habilidad evidencia que su capacidad está
en el lugar donde la recoge, no en él mismo. Un sabio no lo es en todo; pero la suficien­
cia en todo se basta, basta en el ignorar. Aquí estamos de acuerdo mi libro y yo. Podrá
recomendarse la obra, independientemente del artista, en cualquier otra parte, que no
aquí. Pues aquí quien se las ha con la una también se las ha con el otro...
Pasemos por alto lo que suelo decir con frecuencia; es decir, que mi conciencia se sa­
tisface a sí misma y que me arrepiento muy rara vez; no como la conciencia de un á n ­
gel o la de un caballo, sino como la de un hombre. Y añadamos que yo hablo como
quien ignora e investiga, dejando la solución pura y simplemente a las creencias comu­
nes y legítimas. No enseño ni adoctrino; lo que hago es relatar.

Miguel de Montaigne, “Del arrepentimiento”,


en Ensayos escogidos, 24 ed., Buenos Aires, Austral, 1949-
Francis Bacon (1562-1626)

Se lo conoce como iniciador del método recibió los títulos de Barón de Verulam y
científico experimental y el razonamiento Vizconde de Saint Alban. Llegó al cargo de
inductivo* en oposición a la escolástica Canciller del Reino y más tarde, debido a
medieval. Su vida representa la asombrosa sus avances sobre el Parlamento en favor
combinación entre la ambición de conoci­ del absolutismo real, fue acusado de sobor­
miento y las apetencias de poder. Tal vez, no y condenado a prisión. El rey le conce­
ambos rasgos heredados de su padre, guar­ dió clemencia, con la condición de que
dasellos de la reina Isabel I, y su madre, abandonara la Corte y se alejara de la vida
mujer de gran cultura y religiosidad. Estu­ pública.
dió en la Universidad de Cambridge y lue­ Los Ensayos (1597) le han asegurado
go ejerció como abogado y formó parte de un lugar en la historia de la literatura, así
la Cámara de los Comunes. Acusado de al­ como sus dos grandes obras filosóficas, El
ta traición su protector, Lord Essex, favori­ avance del conocimiento y el Novum Or-
to de la reina, Bacon lo impugnó con tal ganum o indicaciones relativas a la inter­
vehemencia que contribuyó a su condena a pretación de la naturaleza, señalan el ad­
muerte, sin lograr por ello el favor de la so­ venimiento de una nueva época, que
berana ni el aprecio de sus conciudadanos. abandona la autoridad y acude a la obser­
Su suerte mejoró con el advenimiento de vación y la experiencia como fuentes del
Jacobo 1 Estuardo, durante cuyo reinado saber científico.

De la ambición

La ambición es como la cólera: un humor* que, si no se detiene, hace a los hombres ac­
tivos, diligentes, llenos de presteza y animación. Pero si se la detiene y no puede hacer lo
que quiere, se seca, volviéndose totalmente maligna y venenosa. Así los hombres ambicio­
sos, si encuentran abierto el camino para su ascenso y mientras medran, son más bien ac­
tivos que peligrosos. Pero si se refrenan sus deseos, se vuelven secretamente descontentos y
miran a hombres y asuntos con inquina y se sienten más complacidos cuando las cosas
van mal, lo cual es la peor propiedad que pueda tener un príncipe o Estado.
Por ello es bueno que los príncipes, si emplean hombres ambiciosos, lo bagan de ma­
nera que siempre adelanten y nunca retrocedan y como eso no puede carecer de incon­
venientes, es bueno no hacer uso de tales caracteres. Porque si ellos no se elevan con su
cargo, se encargarán de que el cargo caiga con ellos. Pero ya que hemos dicho que es
bueno no emplear hombres ambiciosos, salvo que sea necesario, es apropiado que diga­
mos en qué casos son necesarios. Deben ser aceptados los buenos jefes de guerra por muy
ambiciosos que sean, porque el uso de sus servicios dispensa de lo demás y tomar a un
militar sin ambición es como arrancarle las espuelas. También pueden ser muy útiles los
hombres ambiciosos como barrera para los príncipes en cosas de peligro o envidia, por­
que ningún hombre asumirá ese papel a menos que sea como una palom a ciega, que su­
be y sube porque no puede ver a su alrededor. También pueden emplearse los hombres
ambiciosos para echar abajo la grandeza de cualquier súbdito que descuelle, como Ti­
berio usó a Macro para echar abajo a Seyano.
Ya que por lo tanto han de emplearse en tales casos, resta decir cómo hay que refre­
narlos para que sean menos peligrosos. Hay menos peligro en ellos si son de cuna humil­
de que si son nobles, y si son más bien de genio áspero que graciosos y populares y si son
más bien recién encumbrados y no astutos y fortalecidos en su grandeza. Algunos repu­
tan como debilidad de los príncipes el tener favoritos, pero es el mejor remedio de todos
contra los grandes ambiciosos. Porque cuando el camino de agradar y desagradar des­
cam a en el favorito, es imposible que cualquier otro sea demasiado grande. Otros me­
dios de ponerles fren o es equilibrarlos con otros tan orgullosos como ellos. Pero entonces
debe haber algunos comejeros intermedios, para mantener las cosas firm es porque sin
ese lastre el barco se bambolearía demasiado. Por lo menos un príncipe puede anim ar y
avezar a algunas personas más humildes para que sean azote, p or decirlo así, de los
hombres ambiciosos. En cuanto a tenerlos sujetos a la ruina: si fueran de carácter teme­
roso puede surtir buen efecto, pero si fueran intrépidos y osados, puede precipitar sus p la­
nes y resultar peligroso. En cuanto a derribarlos, si los negocios lo requieren y no puede
hacerse bruscamente sin que afecte la seguridad, el único camino es el intercambio con­
tinuo de favores y disfavores, con lo cual no sepan qué esperar y se hallen, por decirlo
así, en un laberinto.
Entre las ambiciones, es menos dañina la ambición de prevalecer en grandes cosas
que el deseo de aparecer en todas, porque eso engendra confusión y estropea negocios.
Pero aun es menos peligroso tener un hombre ambicioso que se agite en negocios, que
uno grande en las cosas de dependencias. Quien busca ser eminente entre hombres ca­
paces se señala una gran tarea, pero siempre resulta para beneficio común. Pero quien
pretende ser la única figura entre nulidades, es el desastre de toda una época. El honor
encierra en sí tres cosas: el terreno ventajoso para hacer bien, la cercanía de reyes y per- ,
sonajes principales y la prosperidad de la fortuna de un hombre. Quien tiene las mejo­
res de esas intenciones cuando pretende, es un hombre honesto y el príncipe que puede
discernir esas intenciones en aquel que tiene aspiraciones, es un príncipe prudente. Por
lo general, que príncipes y Estados elijan ministros más sensibles al deber, más por con­
ciencia que por ostentación y que disciernan entre un carácter activo y un espíritucon
voluntad.

Francis Bacon, “De la ambición”,


en Ensayistas ingleses, ed. cit.

1. ¿Cuál es el hecho que Bioy Casares señala 5. ¿Quiénes se supone que son "los demás" y
como decisivo para la invención del ensayo? por qué la insistencia "no enseño, ni adoctrino,
Redactar un texto breve con una cita textual. lo que hago es relatar"?

2. ¿Cuál es el tema del ensayo de Montaigne y 6. Después de leer el ensayo de Bacon, consi­
por qué no se trata de una autobiografía? (Re­ derar cada uno de los párrafos y abstraer cuál
cordar la frase de Murena.) es la ¡dea que los ordena. A continuación, de­

3. Buscar en el texto tres palabras clave que batir los pro y los contra de ser ambicioso se­

permitan una definición de ensayo. gún la propia opinión y la del autor.

4. ¿Qué frase de Montaigne es equivalente a 7. ¿Qué diferencia visible hay entre ambos
la sentencia: "nada de lo humano me es ajeno" fragmentos (tener en cuenta: "no enseño, ni
y qué propósito cumple en su discurso? adoctrino...")?
El ensayo en España

España es considerada, junto con In­ Entre los antecedentes del ensayo en la
glaterra, patria del ensayo, género que península, se encuentran las cartas de Fer­
cuenta en ella con antecedentes remotos. nando del Pulgar, las Epístolas Familiares
Baltasar Gracián (1601-1658) se refirió a de Fray Pedro de Guevara, conocidas por
la “libertad de ingenio” y al “discurrir a lo Montaigne; las glosas de Fernando de He­
libre” como caracteres esenciales que per­ rrera a la poesía de Garcilaso; la miscelánea
mitieron el auge del género, que alcanzó o Silva de Varia Lección de Pedro Mexía; el
siglos después su máximo esplendor con discurso, utilizado como sinónimo de ensa­
la llamada Generación del 98. Montaigne yo en las primeras traducciones de Mon­
fue conocido en el siglo XVII y ejerció in­ taigne y la digresión ensayística en la nove­
fluencia sobre Quevedo, pero no se editó la, ya presente en el Quijote (Discurso de
una traducción de sus Ensayos hasta fines las armas y las letras, Discurso de la Edad
del siglo XIX. de Oro).

Francisco de Quevedo (1580-1645)

Ocupa un sitio eminente entre los prosis­ da cortesana y contempla la decadencia de


tas del Siglo de Oro que conocieron la obra España, mientras produce obras que abar­
del autor de los Essais. Con un pesimismo, can un prodigioso registro, que va desde la
que excede en mucho el pragmático des­ sátira descarnada hasta la honda reflexión
creimiento de Montaigne, participa de la vi­ moral, sin olvidar su magnífica poesía lírica.

Sobre la dignidad del príncipe

No se ve cosa en el sol que no sea real. Es vigilante, alto, infatigable, solícito, puntual, dadi­
voso, desinteresado y único. Es príncipe bienquisto de la naturaleza, porque siempre está enri­
queciéndola y renovándola de los elementos vasallos suyos: si algo saca, es para volvérselo me­
jorado y con logro. Saca nieblas y vapores, y restitúyelas en lluvias que fecundan la tierra. Re­
cibe lo que le dan, para dar más y mejor lo que recibe. No da a nadie parte en su oficio.
Con la fábula de Faetón enseñó que a su propio hijo no tefu e lícito, pues fu e despeñado
y convertida en cenizas. Fábula fu e Faetón; más verdad será quien le imitare: cosa tan in­
digna, que no pudo ser verdad en el sol, y lo puede ser en los hombres. Finja la fábula que
fu e de manera que atemorice para que no sea. También mintieron que el sol se enamoró de
Dafne, que se volvió en laurel, para enseñar que los amores de los reyes han de ser laurea­
dos más que agradecidos, y no quejosos han de premiar la honestidad que huye dellos.
El secreto del gobierno del sol es inescrutable. Todo lo hace; todos ven que lo hace to­
do; venlo hecho, y nadie lo ve hacer. No carecen de doctrina política sus eclipses. En
ellos se aprende cuán perniciosa cosa es que el ministro se junte con su señor en un p ro­
pio grado, y cuánto quita a todos quien se le pone delante. Lecciones son estas en traje
de meteoros. Es el sol sumanente llano y comunicable; ningún lugar desdeña. Mandóle
el gran Dios que naciese sobre los buenos y los malos. Con un propio calor hace dife-
rentes efectos; porque, como grande gobernador, se ajusta a las disposiciones que halla.
Cuando derrite la cera, endurece el barro. Tanto se ocupa en asistir a la producción de
la ortiga com o a la de la rosa. Ni a intercesión de las plantas trueca los frutos. Y cf>n
ser excesivam ente al p arecer tratable, es inmensamente severo.
Él da luz a los ojos para que lo vean todo; y juntamente con la propia luz, no consiente
que le vean los ojos; quiere ser gozado de los suyos, no registrado.
En esto consiste toda la dignidad de los príncipes.
Ypara que conozcan los reyes cuán temeroso y ejecutivo riesgo es el levantar a grande
altura los bajos y ¡os ruines, apréndanlo en el sol, que sólo se anubla y se anochece cuando
alza más a sí los vapores humildes y bajos de la tierra, que, en viéndose en aquella altura,
se ciuijan en nubes y lo desfiguran.
Mas en la cosa que más importa a los monarcas imitar al sol, es en los ministros que tie­
ne, en quien se sustituye. Delante del sol ningún ministro suyo aparece ni luce; no porque
los deshace, que fu era crueldad o liviandad, sino porque los desparce* en el exceso de luz,
que es soberanía. La luz que les da no se la quita cuando los esconde, sino se la excede. No
crecen sino de lo que él les da; por eso menguan los ministros muchas veces y el sol ningu­
na. Yen el señor que los ministros crecieren de la que toman del señor y de los súbditos, las
menguantes se verán en él y no en los ministros.
Es eterna, digo perpetua, la monarquía del sol, porque en su estilo, desde que nació al mun­
do, ningún siglo le ha acusado novedad. Es verdad que llamarán novedad pararse en Josué,
volver atrás en Achab, eclipsarse en la muerte de Cristo. Novedades milagrosas permitidas son
a los reyes. Pararse para que venza el capitán que pelea, volver atrás porque se enmiende y
anime el afligido, oscurecerse con el sentimiento de la mayor maldad: son novedades y dili­
gencias dignas de imitación, como, las que no son de esta casta, de aborrecimiento.

Francisco de Quevedo, “Marco Bruto”,


en Prosa y verso, Buenos Aires, Emecé, 1948.

1. ¿Qué quiere decir Gradan con ‘discurrir a lo sué y Achab y cómo se relacionan con el tema.
libre" y por qué puede resultar una buena defi­
5. Aplicar, en exposiciones orales, los rasgos de
nición del ensayo?
la metáfora solar a las virtudes de los podero­
2. ¿Qué tiene en común Quevedo con Bacon? sos.

3. ¿Cuáles son los planos planteados en su en­ 6. A partir de la investigación histórica realizada,
sayo sobre el monarca? confeccionar un cuadro cronológico comparativo
desde la invención de la imprenta, que incluya las
4. Investigar quiénes fueron Faetón, Dafne, Jo-
obras y los autores mencionados.

E1ensayo ilustrado

En el Siglo de las Luces, surge con fuer­ délo tradicional de ensayo, en plena ex­
za toda una generación de pensadores pansión hacia el periodismo, la carta, el
que si bien no ajustaron sus obras al mo- informe e incluso el tratado, afianzan su

«ffí
aspecto didáctico al ocuparse de la situa­ dismo, como veremos más adelante. Por
ción político social de España, al amparo ahora, baste decir que muchos de estos es­
de las ideas de la Revolución Francesa. critores, a menudo en la prensa gráfica, uti­
lizan un seudónimo como protección para
Avanzado el siglo XVIII, el ensayo va expresar sus ideas y tomar distancia de
perdiendo su carácter personalista original ellas, al mismo tiempo que se acercan al
y se va adentrando en el mundo del perio­ lector con quien comparten el anonimato.

José Cadalso (1741-1782)

Conocido por su obra satírica con el ficticia entre dos amigos marroquíes, que
seudónimo de Dalmiro, cabe mencionarlo le sirve de pretexto para la crítica de las
en el ámbito del ensayo por sus célebres costumbres, la sociedad y la política en
Cartas Marruecas, una correspondencia España.

Carta XX X V

En España, como en todas partes, el lenguaje se muda al mismo paso que las costumbres; y
es que, como las voces son invencionespara representar las ideas, es preciso que se inventen p a­
labras para explicar la impresión que hacen las costumbres nuevamente introducidas. Un es­
pañol de este siglo gasta cada minuto de las veinticuatro horas en cosas totalmente distintas de
aquellas en que su bisabuelo consumía el tiempo; este, por consiguiente, no dice una palabra
de las que al otro se le ofrecían. —Si me dan boy a leer—decía Ñuño— un papel escrito por un
galán del tiempo de don Enrique el Enfermo refiriendo a su dama la pena en que se halla au­
sente de ella, no entendería una sola cláusula por más que estuviese escrito de letra excelente,
moderna, aunque fuese de la mejor de las Escuelas Pías. Pero en recompensa, ¿qué chasco lle­
varía uno de mis tatarabuelos si hallase como me sucedió hace pocos días, un papel de mi her­
mana a una amiga suya que vive en Burgos? Amigo mío, te lo leeré, lo has de oír y como lo en­
tiendas tenme por hombre extravagante. Yo mismo, que soy español por todos cuatro costados,
y que si no me debo preciar de saber el idioma de mi patria a lo menos puedo asegurar que lo
estudio con cuidado, yo mismo no entendí la mitad de lo que contenía.

José Cadalso
de Cartas Marruecas, Madrid, Espasa Calpe, 1950.

Mariano José de Larra (1809-1837)

Firmaba sus críticas con el seudónimo de brillante pluma satírica. No hubo tema que
Fígaro y sus artículos de costumbres como dejara sin escudriñar, siempre dotado de un
“El pobrecito hablador”, uno de los periódi­ agudo temperamento romántico que le per­
cos de su propiedad, y exponía una amar­ mitía percibir intensamente los males socia­
ga visión de la vida española, a través de su les de su patria.
En este país...

Hay en el lenguaje vulgar frases afortunadas que nacen en buena hora y que se de­
rram an por toda una nación, así como se propagan basta los términos de un estanque
las ondas producidas p or la caída de una piedra en medio del agua. Muchas de este gé­
nero pudiéram os citar, en el vocabulario poético sobre todo; de esta clase son aquellas
que halagando las pasiones de los partidos, han resonado tan funestam ente en los años
que han pasado de este siglo, tan fecu n do en mutaciones de escena y en cam bios de de­
coraciones.
Cae una p alabra de los labios de un perorador* en un pequeño círculo y un gran
pueblo, ansioso de palabras, la recoge, la pasa de boca en boca y con la rapidez del gol­
p e eléctrico, un gran número de m áquinas vivientes la repite y la consagra, las más ve­
ces sin entenderla, y siempre sin calcular que una palabra sola es a veces palan ca sufi­
ciente a levantar ¡a muchedumbre, inflam ar los ánim os y causar en las cosas una revo­
lución.
Estas voces favoritas han solido siempre desaparecer con las circunstancias que las
produjeran. Su destino es, efectivamente, como sonido vago que son, perderse en la lon­
tananza, conform e se apartan de la causa que las hizo nacer.
Unafrase, empero, sobrevive siempre entre nosotros, cuya existencia es tanto más difí­
cil de concebir, cuanto que no es de la naturaleza de esas que acabam os de hablar; estas ,
sirven en las revoluciones para lisonjear a los partidos y hum illar a los caídos, objeto que
se entiende perfectam ente una vez conocida la generosa condición del hombre; pero la
frase que form a el objeto de este artículo se perpetúa entre nosotros, siendo sólo un fu n es­
to padrón de ignominia para los que la oyen y para los mismos que ta dicen; así la repi­
ten los vencidos como los vencedores, los que no pueden como los que no quieren extir­
parla; los propios, en fin , como los extraños.
En este país... Esta es la frase que todos repetimos a porfía, frase que sirve de clave
p ara toda clase de explicaciones, cualquiera que sea la cosa que nos choque en m al sen­
tido.
Creo entrever la causa verdadera de esta humillante expresión. Cuando se halla un
p aís en aqu el crítico momento en que se acerca a una transición y en que, saliendo de
las tinieblas, com ienza a brillar en sus ojos un ligero resplandor, no conoce todavía el
bien, em pero ya conoce el mal, de donde pretende salir para probar cualquier otra cosa
que no sea lo que hasta entonces ha tenido.
Este es acaso nuestro estado y este, a nuestro entender, el origen de la fatu id ad que
en nuestra juventud se observa: el medio saber reina entre nosotros; no conocem os el
bien pero sabem os que existe y que podem os llegar a poseerlo, si bien sin im aginar el có­
mo. Afectamos, pues, hacer ascos de lo que no tenemos, para dar a entender a los que
nos oyen que conocem os cosas mejores, y nos queremos engañar miserablemente unos a
otros, estando todos en el mismo caso. » /'

Mariano José de Larra


de Artículos de costumbres, Madrid, Espasa Calpe, 1968.
1. ¿Qué actualidad tienen los dos fragmentos ¿Cómo llaman a los locales donde se baila?
citados?
4. En otro ejercicio, consultar qué significado
2. Componer un texto breve utilizando pa­ tiene para jóvenes y adultos la frase "en este
labras y locuciones que las generaciones país" y qué valor le dan. Realizar ‘pequeñas
anteriores desconocen. Firm a r con seudóni­ entrevistas” que indaguen acerca del concepto
mo. de país en ambas generaciones.

3. Hacer una encuesta entre los adultos que verifi­ 5. Después, redactar un texto fuertemente opi-
que el grado de distancia generacional en el len­ nativo cuyo tema sea la diferencia o, eventual­
guaje. Por ejemplo: ¿Qué quiere decir "copado"? o mente, el conflicto entre generaciones.

..........................................

La Generación del 98

Ya a fin del siglo XIX, estos nombres Pero, hacia fin de siglo, la fe pragmáti­
sirvieron de modelo a la llamada “Gene­ ca se desintegra: aparecen las teorías rela­
Kap elusz e d ito ra S.A. P r o h ib id a su f o t o c o p ia . (Le y 11.723)

ración del 98", un grupo de escritores y tivas sobre el tiempo, la física y la psico­
pensadores que vivieron la dura realidad logía humana. El mundo moderno de la
de la decadencia española después de la sociedad industrial muestra sus ventajas y
pérdida de sus últimas colonias. El ensa­ desventajas en un abanico multitudinario
yo inicia, entonces, su curva hacia el es­ de expresiones críticas, firmadas por los
plendor, acaso inspirado en la necesidad grandes maestros de la pluma.
de buscar explicaciones para los vertigi­ Entre los ensayistas más inspirados de
nosos cambios que sobrevinieron desde este grupo de jóvenes rebeldes, cabe
1850 en adelante. La ciencia modifica la mencionar a José Martínez Ruiz, conocido
visión del universo: Darwin da a conocer como Azorín, autor de Los pueblos y El al­
la teoría evolucionista; el mundo de la ma castellana, entre otras obras, y Miguel
economía y las relaciones sociales ad­ de Unamuno, también novelista y filóso­
quieren otro sentido después del mani- fo, que descubrió su intensa lucha interior
%. fiesto comunista de Carlos Marx. El posi­ entre la razón y la fe, en obras ensayísti-
tivismo se adueña de todas las esferas de! cas de gran aliento: Del sentimiento trági­
pensamiento y la creación artística. co de ¡a vida y La agonía del cristianismo.

Cervantes y José Hernández

¿No has advertido tú la paridad entre H ernández y Cervantes? He hablado yo de Lo­


p e de Vega a propósito de H ernández. ¿No me habré equivocado? Lope representa el Es­
pacio. Cervantes representa el Tiempo. El teatro de Lope es la plu ralidad en el Espacio.
Todo el planeta está cubierto por Lope. Cervantes nos da la sensación desesperanzado-
ra del Tiempo. Cervantes está sentado a la puerta de una venta y delante de él se alar­
ga un cam ino. José H ernández está sentado a la puerta de una pulpería y delante de él
se extiende un cam ino. El cam ino no tiene de largura más que unas leguas. Después
com ienza el cardonal im penetrable. Pero es preciso andar. La vida pam peana es in­
quietud. Martín Fierro no puede estar quieto. Don Quijote no puede estar inmóvil. Y la
sucesión -u n momento después de otro, un lance tras otro lan ce- im plica desvaneci­
miento fatal. La acción, cosa suprema, se deshace en el Tiempo. Y al deshacerse la ac­
ción, deja en el alm a sabor de am argura. Así en el “Quijote", y así en "Martín Fierro".
El “Q uijote” consta de dos partes, “Martín Fierro" consta de dos partes. Cervantes se
lan za con ardor a escribir la prim era parte. No es la prim era parte todavía. Ha em pren­
dido el autor un juguete sin im portancia. José H ernández com ienza a escribir la p ri­
mera parte de Martín Fierro. No es tam poco aún la prim era parte. Para que haya p ri­
mera parte se necesita que haya una segunda. Y ni Cervantes ni H ernández piensan en
esa segunda parte. Pero el tiempo pasa. La obra labra su huella en la sensibilidad de su
autor. Las obras com ienzan siendo nuestras, y nosotros acabam os siendo de la obras.
Cervantes es el hom bre de la mano en la m ejilla y el codo en la mesa o en el brazo del
sillón. H ernández recuesta tam bién su cabeza en la mano. En la segunda parte del
“Quijote", las aguas se han decantado. Todo es más límpido, más sereno y más hum a­
no. En la segunda parte de “Martín Fierro", todo es más transparente, más hondo y más
cordial. El dolor está más patente en las dos segundas partes. Y toda grande obra es una
obra de dolor. Las dos obras han tenido un proceso análogo a lo largo del Tiempo. Cer­
vantes ha creído que escribía una obra de utilidad social. Condenaba lecturas em bai­
doras*. H ernández -lo expresa en el prólogo de la segunda parte- ha creído tam bién A

K apelusz ed ito ra S.A. Prohibida SiAFOTOCOPtA. (L e y 1 1 .723)


que realizaba lina obra civilizadora, es decir, una obra de justicia. Los dos se han equi­
vocado, p or fortuna. La flech a va más alta. Y las dos obras han tenido, en su contacto
con el público, la misma acogida. Las dos obras ban sido juzgadas originariam ente co­
mo festivos distraimientos. Las dos obras han suscitado, más tarde, la m elancolía in efa­
ble que distingue a las creaciones maestras.
Y fíjate ahora en lo que te voy a decir. La seña profunda de que las dos obras son en­
carnación del tiempo está en la trascendencia que en las dos tienen las llegadas y las
despedidas. El Tiempo, entre los hombres, se marca, no por las divisiones astronóm icas,
sino por las despedidas y las llegadas. Esos son p ara el hombre, creador del Tiempo, los
hitos infranqueables. Se llega a alguna parte y nos partim os de alguna parte. Toda la
tragedia de la vida oscila entre esas dos metas. ¡Y qué grandes son las despedidas en el
“Quijote"! ¡Y qué grandes son las despedidas en “Martín Fierro"!¿Te acuerdas de la des­
pedida de Don Quijote y don Alvaro Tarfe? El cam ino se bifurca ante los dos caballeros.
Don Quijote echa p or un lado y don Alvaro se va p or otro. ¿Te acuerdas de la despedi­
da de Martín Fierro y la cautiva? La ha librado de la muerte Martín y la deja segura en
una estancia. ¡Ya no la verá más!¡Ya no volverá a ver más en la inm ensidad de la Pam ­
pa, remedo de la eternidad, a esta cuitada mujer! Y las llegadas son la esperanza que
no se cumple o el infortunio cierto. Don Quijote llega contristado a su aldea. Martín Fie­
rro se descorazona a l llegar a su deshecha tapera nativa. Las ilusiones se esfum an y el
Tiempo nos aten acea entre sus brazos

Azorín Qosé Martínez Ruiz)


en Visión de España, 10a ed., Buenos Aires, Austral, 1964.

Durante el siglo XX, el ensayo español ñera, Tilósofo del hombre y sus circuns­
ha contado con ilustres cultores. Baste tancias, dueño de títulos memorables co­
nombrar a José Ortega y Gasset (1883- mo M editaciones del Quijote, El especta­
1955), el más joven de la generación se­ dor, La deshum anización del arte, La re-
belión de las masas, etc. Y también María Ya entre los contemporáneos, Femando
Zambrano (1907-1991), quien meditó con Savater (1947), autor multifacético, catedrático
esperanza acerca de los grandes misterios de filosofía y periodista, produjo, entre mu­
de la vida humana, escritora de H acia un chas otras obras, Ética para Amador, Invita­
saber del alm a (1950) y El hom bre y lo ción a ¡a ética, e Instrucciones para olvidar
divino (1955). el Quijote, miscelánea de ensayos y artículos.

1. En coordinación con los profesores de histo­ 3. Aislar, en grupos, una sentencia de Azorín
ria, filosofía, literatura, física y psicología, inves­ que revele una gran intensidad de pensamien­
tigar las teorías que produjeron el gran cambio: to y realizar su defensa o su crítica. Por ejemplo:
la teoría evolucionista, el manifiesto comunista, "la s obras comienzan siendo nuestras, y noso­
la teoría de la relatividad, la psicología profun­ tros acabamos siendo de las obras". Después,
da, la crisis española del 98, la nueva literatura poner en común, y extender las implicancias a
de vanguardia. Redactar un informe que combi­ cualquier otro aspecto de la vida.
ne los datos para dar un panorama del mundo
4. Buscar textos sobre el tiempo (Pablo M ila -
a comienzos del siglo XX.
nés, Antonio Machado, los Beatles, el tango,
2. Enumerar en un cuadro a dos columnas los pun­ artículos periodísticos, etc.l, leerlos en clase y
tos de comparación que desarrolla Azorín en su componer un breve ensayo individual sobre el
texto sobre ambos clásicos de la lengua castellana. tema.

...............................................

Antología

Tres ensayos de nuestro tiempo

Sobre el amor y la amistad

Se ha com parado m uchas veces a la am istad con el amor, en ocasion es com o p a ­


siones com plem entarias y en otras, las más, com o opuestas. Si se om ite el elem ento
carn al, físico, los parecid os entre am or y am istad son obvios. Ambos son afectos ele­
gidos librem ente, no im puestos p o r la ley o la costum bre, y am bos son relacion es in­
terpersonales. Somos am igos de una persona, no de una multitud; a n adie se lo pu e­
de llam ar, sin irrisión, “am igo d el género hum ano". La elección y la exclusividad son
condiciones que la am istad com parte con el am or. En cam bio, podem os estar enam o­
rados de una person a qu e no nos am e p ero la am istad sin reciprocidad es im posible.
Otra diferen cia: ¡a am istad no n ace d e la vista, com o el amor, sino d e un sentim ien­
to más com plejo: la afin id ad en las ideas, los sentim ientos o las inclinaciones. En el
com ienzo d el am or hay sorpresa, el descubrim iento d e otra person a a la qu e n ada
nos une excepto una in defin ible atracción física y espiritual; esa persona, incluso,
pu ede ser extranjera y venir d e otro mundo. La am istad n ace d e la com unidad y de
la coin ciden cia en las ideas, en los sentim ientos o en los intereses. La sim patía es el
resultado de esta afin idad; el trato refin a y transform a a la sim patía en am istad. El
am or nace de un flech azo; la am istad del intercam bio frecu en te y prolongado. El am or
es instantáneo; la am istad requiere tiempo.
Al preguntarse la razón de la am istad que lo unía a l poeta Etienne de La Boétie, se
responde Montaigne: “porque él era él y porque yo era yo". Y agrega que en todo esto
"había una fu erza inexplicable y fatal, m ediadora de la unión". Un enam orado no h a­
bría respondido de otra m anera. Sin embargo, es imposible confundir a l am or con la
am istad y en el mismo ensayo M ontaigne se encarga de distinguirlos: “aunque el am or
nace tam bién de la elección, ocupa un lugar distinto al de la am istad... Su fuego, lo
confieso, es más activo, punzante y ávido; pero es un fu ego tem erario y voluble... un
fu ego febril", mientras que “la am istad es un calor parejo y universal, tem plado y a la
m edida... un calor com íante y tranquilo, todo dulzura y pulimento, sin asperezas...".
La am istad es una virtud eminentemente social y más duradera que el amor. Para los
jóvenes, dice Aristóteles, es muy fá c il tener amigos pero con la misma fa cilid a d se des­
hacen de ellos: la am istad es una afección más propia de la m adurez. No estoy muy se­
guro de esto pero sí creo que la am istad está menos sujeta que el am or a los cam bios
inesperados. El am or se presenta, casi siempre, como una ruptura o violación del orden
social; es un desafío a las costumbres y a las im tituciones de la com unidad. Es una p a ­
sión que, a l unir a los amantes, los separa de la sociedad. Una república de enam ora­
dos seria ingobernable; el ideal político de una sociedad civilizada -n u n ca realizado-
sería una república de amigos.
¿Es irreductible la oposición entre el am or y la amistad? ¿No podem os ser am igos de
nuestras amantes? La opinión de Montaigne -y en esto sigue a los antiguos—es más bien
negativa. El matrimonio le p arece impropio para la am istad: aparte de ser una unión
obligatoria y p ara toda la vida -au n qu e haya sido escogida librem ente- el matrim onio
es el teatro de tantos y tan diversos intereses y pasiones que la am istad no tiene cabida
en él. Disiento. Por una parte, el matrimonio m oderno no es ya indisoluble .li tiene mu­
cho que ver con el matrimonio que conoció Montaigne; por otra, la am istad entre los es­
posos -u n hecho que com probamos todos los días— es uno de los rasgos que redim en al
vínculo matrim onial. La opinión negativa de M ontaigne se extiende, p or lo demás, a l
am or mismo. Acepta que seria muy deseable que las alm as y los cuerpos mismos de los
am antes gozasen de la unión amistosa; pero el alm a de la mujer no le parece "bastan­
te fu erte p ara soportar los lazos de un nudo tan apretado y du radero”. Así, coincide con
los antiguos: el sexo fem enino es incapaz de am istad. Aunque esta opinión puede escan­
dalizarnos, p ara refutarla debem os som eterla a un ligero exam en.
Es verdad que no hay en la historia ni en la literatura muchos ejemplos de am istad
entre mujeres. No es dem asiado extraño: durante siglos y siglos -probablem ente desde
el neolítico, según algunos antropólogos- las mujeres han vivido en la som bra. ¿Qué sa­
bemos de lo que realm ente sentían y pensaban las esposas de Atenas, las m uchachas de
Jerusalén, las cam pesinas del siglo XII o las burguesas del XV? En cuanto conocem os un
poco m ejor un período histórico, aparecen casos de mujeres notables que fu eron am i­
gas de filósofos, poetas y artistas: Santa Paula, Vittoria Colonna, M adame de Sévigné,
George Sand, Virigina W oolf Hannah Arendt y tantas otras. ¿Excepciones? Sí, pero la
am istad es, com o el amor, siem pre excepcional. Dicho esto, hay que aceptar que en to­
dos los casos que he citado se trata de am istades entre hombres y mujeres. Hasta ahora
la am istad entre las mujeres es mucho más rara que la am istad entre los hombres. En.
las relaciones fem eninas son frecuentes el picoteo, las envidias, los chismes, los celos y
las pequeñas perfidias. Todo esto se debe, casi seguramente, no a una in capacidad in­
nata de las mujeres sino a su situación social. Tal vez su progresiva liberación cam bie
todo esto. Así sea. La am istad requiere la estim ación, de modo que está asociada a la
revalorización de la mujer...
Y vuelvo a la opinión de Montaigne: me p arece que no se equivocó enteram ente al
ju zgar incom patibles el am or y la am istad. Son afectos, o com o él dice, fuegos distintos.
Pero se equivocó a l decir que la mujer está negada p ara la am istad. Tampoco la oposi­
ción entre am or y am istad es absoluta■no sólo hay muchos rasgos que am bos com par­
ten sino que el am or puede transform arse en am istad. Es, diría, uno de sus desenlaces,
com o lo vemos en algunos matrimonios. Por último: el am or y la am istad son pasiones
raras, muy raras. No debem os confundirlas ni con los am oríos ni con lo que en el mun­
do llam an corrientem ente “am istades " o relaciones. Dije más arriba que el am or es trá­
gicoi; añ ado que la am istad es una respuesta a la tragedia.

I
Octavio Paz
en La llama doble, Buenos Aires, Seix Barral, 1994.
Kapelusz e d ito ra S.A. P r o h i b í a su ío t o c o p ia . (L ey 11.723)

Los discretos encantos de lo político

La política no se m antiene apartada de la seducción. Empezando p or la person aliza­


ción impuesta de la im agen de los líderes occidentales: con sim plicidad ostentosa, el
hom bre político se presenta en téjanos o jersei, reconoce humildemente sus limites o de-
bilidades, exhibe su fam ilia, sus partes médicos, su juventud. En Francia, Giscard, des­
pués de Kennedy o P. E. Trudeau, ha sido el símbolo de esa hum anización-psicologiza-
ción del poder: un presidente a "escala hum ana" que declara no querer sacrificar su
vida privada, desayuna con los basureros, y va a cen ar a casa de fam ilias anónim as.
No nos engañemos, el florecim iento de los nuevos mass media*, la tele en particular, por
im portante que sea, no puede explicar fundam entalm ente esa prom oción de la persona­
lidad, esa necesidad de confeccionarse sem ejante imagen de m arca.
La política personalizada corresponde a la em ergencia de esos nuevos valores que
son la cordialidad, las confidencias intimas, la proxim idad, la autenticidad, la perso­
nalidad, valores individualistas-dem ocráticos por excelencia, desplegados a gran esca­
la p or el consumo de masas. La seducción: hija del individualism o hedonista* y psi*,
mucho más que del m aquiavelism o político.
¿Perversión de las democracias, intoxicación, manipulación del electorado por un espec­
táculo de ilusiones? Sí y no, ya que si bien es cierto que existe un marketing político pro­
gram ado y cínico, también lo es decir que las estrellas políticas no hacen más que conec­
tar con el hábitat posm odem o del homo democraticus, con una sociedad ya personaliza­
da deseosa de contacto humano, refractaria a l anonimato, a las lecciones pedagógicas abs­
tractas, a l lenguaje tópico de la política, a los roles distantes y convencionales.
En cuanto el im pacto real de la personalización program ada, podem os preguntar­
nos si no ha sido sobrevalorado considerablem ente p or los publicistas y los políticos,
am pliam ente seducidos a su vez p or los mecanismos de la seducción del star system*.-
en la m edida en que todos los líderes se someten a ella en m ayor o m enor grado, el
efecto se anula p or difusión y saturación m ediática, la seducción se presenta com o un
am biente soft*, im perativo y sin sorpresas, que distrae epidérm icam ente a un público
que dista de ser tan ingenuo y pasivo com o im aginan nuestros actuales detractores del
“espectáculo".

Gilíes Lipovetsky, en La era del vacío (.Ensayos sobre el individualismo


contemporáneo), 81 e<±, Barcelona, Anagrama, 1995.

Los apocalípticos y el video

H ace ya bastantes años que la ingeniosa m alicia de Umberto Eco nos sugirió otra
división dicotóm ica* más de los hom bres. Los apocalípticos y los integrados* form an
parte desde entonces de los arquetipos taxonóm icos* de la m odernidad: los prim eros m

K a p c fu sz e d it o r a SJK. P r o h ibid a su f o t o c o p ia . (L e y 1 1 . 7 2 3 )
descubriendo la pezu ñ a satán ica del dom inio y la m anipulación en cad a fa c eta cul­
tural, técnica o ideológica de nuestro tiempo, los segundos dispuestos a apuntarse con
una sonrisilla cómplice a todas las pom pas y obras del rem ozado principe de este mundo.
Todo esto, aunque no lo parezca, viene a propósito del video y tam bién de la lectu­
ra. Cuando n ació el libro impreso, individual, los apocalíticos se llevaron las m anos a
la cabeza con enferm izo escándalo. La situación era más o menos la siguiente: los li­
bros se conservaban y reproducían p or medio de copistas; muy pocos particulares -sólo
algunos potentados- disponían de biblioteca propia y la mayoría de las colecciones de
obras pertenecían a monasterios, universidades, etcétera. Y los apocalípticos de aquellos
tiempos clam aron contra el nuevo estado de cosas. “Se perderá el arte de la exégesis* y
del comentario", decían los catastrofistas, “que es la base de la lectura inteligente y ca­
da cu al se dedicará sin m iram iento a atesorar libros, convertidos ya en puros objetos
sin espíritu, m aniáticas piezas de colección. ” Y otros, p or último, más nítidos, se alar­
m aban de la posible difusión sin control de ideas peligrosas o disolventes.
Pues bien, ¿no nos recuerdan todas estas objeciones los reproches más com unes que
nuestros actuales apocalípticos suelen hacer a la proliferación ya incontenible del vi­
deo? Y no es que aquellas viejas suspicacias ante el joven libro impreso careciesen de to­
do fundam ento, com o hoy tam bién lo tienen las que se enfrentan a la videom anía: lo
que ocurre es que en am bos casos se pierden entre denuestos las posibilidades que se
abren. Los valores previos no sirven p ara ju zgar lo nuevo porque se verán trastocados
por ello: ¿acaso la aventura del libro impreso no ha valido a fin de cuentas la pena?
Toda revolución es am bigua. Con el paso del tiempo, lo más subversivo se hace reac­
cionario, pero tam bién lo que riace con designio conservador puede llegar a trastocar­
lo todo. La muerte de las salas cinem atográficas puede ser lam entable, pero no sería el
fin del cine, lo mismo que la desaparición de la lectura com unitaria en voz alta no a c a ­
bó con el vicio de leer.

Femando Savater
en Instrucciones para olvidar el Quijote, Madrid, Taurus, 1995.
1. Enumerar, en el fragmento de Octavio Paz, con empleo de citas textuales si es necesario.
los argumentos que relacionan y distinguen el
6. Después de considerar "Los apocalípticos y
amor de la amistad.
el video", contestar el siguiente cuestionario:
2. Analizar en equipo sus asertos sobre la ca­ al ¿Quién es un apocalíptico según el contexto?
pacidad de amistad de la mu¡er. Debatir. Luego b) Repensar ejemplos y analogías para aplicar
poner las conclusiones en común. el concepto de apocalíptico o integrado a un
individuo de acuerdo con diferentes situacio­
3. Producir un texto personal sobre los alcances
nes. el ¿Quiénes son los apocalípticos y quie­
de la amistad entre el hombre y la mujer, consi­
nes los integrados en la Carta XXXV de Cadal­
derando las ideas de los fragmentos sobre el te­
so? ¿Qué relación puede tener con la edad o
ma aparecidos en el Módulo. c
los prejuicios? d) ¿Qué conexión encuentra Sa-
4. ¿Cuál es la idea central que desarrolla Lipo- vater entre el video y el libro y cómo le permi­ (
vetsky; mediante qué argumentos y a qué con­ te precipitar la conclusión del ensayo? e) ¿Cuál
clusión llega? es la conclusión del autor en relación con el te­ (
ma ensayado?
5. ¿Qué diferentes motivos llevaron al autor (
de "Los discretos encantos de lo político’ a
destacar en su ensayo las siguientes pala­
7. Comparar los tres ejemplos de esta antolo­
gía y buscar semejanzas o diferencias de tono, c
bras: "escala humana"; mass media; y valo­ género e intención. Poner en común las conclu­
v
res? Explicarlo en argumentaciones breves, siones.

* - • ........................................................... (
(

(
(

c
(

c
(

c
(
(

(
c

43
i

La silueta del razonamiento

Características del ensayo. El discurso argumentativo. Esquema. Tesis adversa.


La argumentación retórica. El discurso ensayístico. Partes del discurso. El buen
decir. Tipos de lengua. El párrafo. Los conectores. Antología: Tres cuestiones
contemporáneas.

(L ey 1 1 :723)
s u f o t o c o p ia .
Kapeiusz editora S.A. P r o h i b i o a
Basado en dos pilares fundamentales: la del cual ejerce su esencial libertad. Como
expresión del yo con sus caprichosos parece­ punto de partida, hemos preparado un decá­
res, dotados de un estilo literario y la libre ar­ logo que enumera cinco aspeaos referidos a
gumentación, adornada de recursos precisos, la actitud del ensayista, y otros cinco que ha­
el ensayo se encuadra en un marco dentro cen al discurso propio del género.

Características del ensayo

Los que siguen son una suerte de “diez 5. Tampoco puede prescindir del lector,
mandamientos" a tener en cuenta para la implicado como en una conversación tácita.
caracterización de un ensayo:
6. La argumentación, base del ensayo,
1. Supone el descubrimiento de un yo no no sigue una secuencia hiperlógica sino
autobiográfico ni confesional: un ejercicio que fluctúa entre opuestos, contemplando
de introspección libre, en una interioridad los pro y los contra, lejos de la exactitud
abstracta, reveladora de la diversidad huma­ matemática.
na.
7. Por lo tanto, adscribe a un “ordo for-
2. Al mismo tiempo, conlleva una fuerte tuitus”, es decir, un orden azaroso, dictado
voluntad de estilo que lo convierte en una más por la retórica que por la lógica.
pieza de orfebrería literaria, por momentos
cercana a la conversación, al discurso mo­ 8. Rara vez recurre a la cita textual sino
ral o al artículo de costumbres. que busca en otros la apoyatura, el pie pa­
ra la polém ica, el comentario anecdótico.
3- Su naturaleza fragmentaria, inacaba­
da y abierta le permite abordar todos los te­ 9. La digresión forma parte de su propia
mas, aproximarse a todos los géneros y al naturaleza: ese vaivén entre el rigor lógico
mismo tiempo, diluirse en una imprecisa y la dispersión literaria.
delimitación.
10. Su artificio preferido es el uso^de la
4. Se ha dicho también que no hay ensa­paradoja (contraste violento) y la analogía
yos sino ensayistas porque la autoridad del fundada en anécdotas y citas metafóricas
escritores la piedra fundamental del género. que le sirven de sostén argumenta!.

Escritor y lector

w I J s este, lector, un libro de buena fe. Desde el comienzo te advierto que no me he


i L H i propuesto en él otro fin que el doméstico y privado. No hace ninguna considera-
ción de tu servicio ni de mi gloria. Misfuerzas no son capaces de tal empeño. Lo
he dedicado al particular provecho de mis parientes y amigos, para que, cuando me ha­
yan perdido (lo cual pronto les sucederá), puedan hallar en él algunos rasgos de mi ma­
nera de ser y de mis tendencias, de modo que alimenten más viva e íntegramente el cono­
cimiento que de mí se hayan form ado.
Deseo se me vea en él con miform a de ser sencilla, natural y acostumbrada, sin esfuerzo ni
artificio, pues soy yo mismo a quien pinto. Mis defectos se leerán a lo vivo, así como mi modo de
ser natural, siempre que el respeto público lo permita. Así, lector, soy yo mismo la materia de mi
libro; no es razonable que emplees tus ocios en tema tan frívolo y tan vano; adiós, pues.

Miguel de Montaigne
“Advertencia al lector", en ob. cit.

r\

Voluntad de estilo

Todas las rayas que vieres en las manos, oh curioso lector, significan que la mano se do­
bla por la palm a y no por arriba, y que se dobla por las junturas; y por eso están las gran­
des en las coyunturas, y de esas, como es cuero delicado, residían las otras más menudas.
Ypara ver que esto es así, mira en el pescuezo y frente, caderas, corvas y codos, y sangra­
duras y nalgas, por donde se arruga el pellejo, y en las plantas de los pies hay rayas. Y así,
había de baber si fu era verdad (como hay quirománticos), nalguimánticos, y firontimánti-
cos, y codimánticos, y pescuecimánticos y piedimánticos.

Francisco de Quevedo
"Quiromancia o arte de adivinar por las rayas de
las manos en un capítulo bien breve”, en ob. cit.

Naturaleza fragmentaria

Hay un mundo de diferencia entre el aida y el ambiente de inform ación eléctrica inte­
grada del hogar moderno. Al niño televidente de hoy se lo afina con el diapasón de las no­
ticias "adultas" a l minuto: inflación, disturbios, guerra, impuestos, delincuencia, beldades
en traje de baño y queda perplejo cuando ingresa en el ambiente del siglo XIX que caracte­
riza todavía el sistema educacional, con información escasa pero ordenada y estructurada
por patrones, lemas y programas fragm entados y clasificados. Se trata, naturalmente, de un
ambiente muy semejante al de cualquierfábrica con sus inventarios y líneas de montaje.
El “niño“ un invento del siglo XVII; no existía en los tiempos, digamos, de Shakespeare.
Hasta entonces estaba fundido en el mundo adulto y no había nada que pudiera llamarse
infancia en el sentido que nosotros damos a la palabra.
El niño de hoy está creciendo absurdo, porque vive en dos mundos y ninguno de ellos lo im­
pulsa a crecer. Crecer: esta es nuestra nueva tarea, y ella es total. La mera instrucción no basta.

Marshall McLuhan
El medio es el masaje, Barcelona, Paidós, 1992.
Polémica

¿Monólogo? Así han dado en decir mis... los llam aré críticos, que no escribo sino monólo­
gos. Acaso podría llamarlos monodiálogos; pero será mejor autodiálogos, o sea diálogos con­
migo mismo. Y un autodiálogo no es un monólogo. El que dialoga, el que conversa consigo
mismo repartiéndose en dos, o en tres, o en más, o en todo un pueblo, no monologa. Los dog­
máticos son los que monologan, y hasta cuando parecen dialogar, como los catecismos, por
preguntas y respuestas. Pero los escépticos, los agónicos, los polémicos, no monologamos. Lle­
vo muy en lo dentro de mis entrañas espirituales la agonía, la lucha, la lucha religiosa y la
lucha civil, para poder vivir de monólogos. Job fu e un hombre de contradicciones, y lo fu e
Pablo, y lo fu e Agustín, y lo fu e Pascal, y creo serlo yo.

Miguel de Unamuno, Prólogo a la edición española de La agonía


del cristianismo, Madrid, Renacimiento, 1930.

Orden fortuito y digresión

La frecuencia de trato con lagente produce maravillosa claridad de juicio. Todos estamos
como encerrados en nosotros mismos y no vemos más allá de nuestras narices. Le pregunta­
ron a Sócrates de dónde era; no contestó que era de Atenas sitio del mundo. Como tenía ima­
ginación más cabal y amplia, abarcaba el universo lo mismo que su ciudad,...
Sólo quien sabe representarse la imagen de la m adre Naturaleza en su total majestad,
sólo quien sabe leer en su semblante variedad tan general y constante...
En suma, quiero que sea este espejo el libro de mi escolar...

Miguel de Montaigne, “De la educación de los niños”, en ob. cit.

'a i
r\

Paradoja

El libro es corto; mas para entenderlo como merece, ninguna vida será larga. Escribió po­
co y dijo mucho. Si los que gobiernan ¡o obedecen, y los que obedecen se gobiernan por él,
ni a aquellos será carga ni a estos cuidado.

Francisco de Quevedo, ob. cit., a propósito de la Utopía de Tomas Moro.


Anécdotas y citas

Quiero irme de esta página con dos anécdotas que creo bellas y justas. La prim era es a
la intención -y ojalá al escarmiento- de los musicólogos almidonados. En un restaurante
de la rué Monmartre, entre porción y porción de almejas a la marinera, ca í en hablarle a
Jan e Bathori de mi cariño por Gardel. Supe entonces que el azar los había acercado una
vez en un viaje aéreo. “¿Y qué le pareció Gardel?’’. Pregunté. La voz de B athori-esa voz por
la que en su día pasaron las quintaesencias de Debussy, Fauré y Ravel- me contestó emo­
cionada: “II était cbarmant, tout á fa it charmant. C’était un plaisir de causer avec lui. ’’(E-
ra encantador, absolutamente encantador. Daba placer conversar con él.) Y después, since­
ramente: “Et quelle voix!" (¡Yqué voz!)
La otra anécdota se la debo a Alberto Girri, y me parece resumen perfecto de la adm ira­
ción de nuestro pueblo por su cantor. En un cine del barrio sud, donde exhiben Cuesta Aba­
jo, un porteño de pañuelo a l cuello espera el momento de entrar. Un conocido lo interpela
en la calle: "¿Entrás a l biógrafo? ¿Qué dan?’’ Y el otro, tranquilo: "Dan una del mudo..."

K a p e lu s z e d it o r a S.A. P r o h i b i d a s u f o t o c o p i a . ( L e v 11.723)
( C Z ¿ 'l l * n ) •vM oaoiQ á n s vaiaiMO»d v s « jo i i p a zsn/»dBy
Julio Cortázar, “Gardel”, en La vuelta al día en ochenta mundos,
Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 1967.

1. Resumir en un párrafo breve las característi­ 3. Buscar anécdotas, citas, paradojas y digre­
cas del ensayo. Después, traducirlo a un cuadro siones.

sinóptico. 4. Señalar en los textos vistos cuál es el tema


más original y proponer otros.
2. Elegir un texto en las antologías de los módu­
los anteriores; reconocer la presencia de la pri­ 5. Realizar ensayos orales breves sobre temas
mera persona y la apelación al lector. varios, propuestos por los alumnos.

El discurso argumentativo

El discurso argumentativo, base de la del ensayo. Pueden ser juicios empíricos o


opinión en el ensayo, supone una estructu­ de observación de la realidad, juicios de va­
ra fundamental: lor, que suponen una apreciación personal,
a) una proposición que debe ser demostrada: y juicios normativos, tendientes a persuadir
hipótesis; o convencer al interlocutor.
b) argumentos para demostrar la verdad de la Como hemos visto en los ejemplos cita­
hipótesis; dos, el discurso argumentativo suele ser
c) conclusión o tesis (hipótesis demostrada). polifónico, es .decir, apela a las múltiples
Se despliega en una serie de premisas voces que propórcionan las citas y se ca­
basadas en ciertos fundamentos, buscando racteriza por sus continuas referencias a
la participación del destinatario. Esos razo­ otros textos o anécdotas, a través del uso
namientos constituyen los juicios propios de la primera persona.
Esquema

Normalmente, se inicia con una “tesis y la sociedad mismas.


adversa”, a la que el autor se opone y lue­ La escuela puede formar en el discerni­
go las razones o fundamentos para per­ miento de los modelos negativos, educan­
suadir al lector, que constituyen la argu­ do para la convivencia y la solidaridad.
mentación propiamente dicha. A esta Tratemos de construir una sociedad
pueden seguirle las distintas refutaciones mejor y tendremos una televisión mejor.
que desmienten el punto de vista adopta­
do y las contrarrefutaciones que refuerzan Refutaciones
la tesis del autor. Muchas horas de TV quitan espacio a la
Propongamos un ejemplo simple, que lectura y perjudican la salud.
sigue la secuencia desarrollada por la pro­ Incentiva la violencia infanto-juvenil.
fesora argentina Elvira Arnoux: Contrarrefutaciones
Tesis adversa La familia pone los límites de tiempo y
La televisión es perniciosa para los ni­ contenido según lo considere conveniente
ños y los jóvenes porque propone mode­ para sus hijos.
los negativos. Los modelos de violencia deben bus­
carse en la sociedad misma y en las cau­
Argumentación
sas que los generan: mentira, injusticia,
(tesis) La TV no es mala ni buena sino consumo de drogas, falta de expectativas.
simplemente un medio.
Conclusión
Por lo tanto, su influencia depende del
uso que se haga de ella. Debemos aceptar la televisión como un
Puede ser utilizada eficazmente con signo de nuestro tiempo y contemplar sus
propósitos educativos. ventajas y desventajas para usarla con pro­
Los modelos se conforman en la familia vecho.

Contextos latinoamericanos

Tesis adversa
Dicen algunos que la psicología del latinoam ericano no está definida y ah í están los
premiosos, vacilantes, vergonzantes ensayos de ubicación que se acercan a la realidad
de esa psicología sin alcan zar una definición válida.

Tesis del autor


Podríamos opinar, por el contrario, que donde está más definida la psicología de la
gente es en América Latina.

Argumentación
Basta leer una novela de Carlos Fuentes para ver que ha dado, certeramente, con la
psicología del m exicano de México. El chileno es chileno y el venezolano es venezolano
por razones y características más operantes y vigorosas que aquellos factores som áticos y
mentales que diferencian a un napolitano de un piam ontés, sin olvidar que hay diferen­
cias más sensibles entre el fran cés y el belga, recordándose, al respecto, la brom a de Al-
fred Jarry (en el Docteur FaustrolU del mono a quien se intenta enseñar a hablar elfra n ­
cés y sale hablando belga...
Hay, adem ás de un ligero acento que en nada daña un castellano realm ente muy
bien hablado en nuestro continente, un concepto de la vida, del amor, de la alim enta­
ción -u n a filosofía del vivir cotidiano- que no es la del cubano si se es boliviano, que no
es la del m exicano si se es peruano o ecuatoriano.
Nunca he entendido por qué el novelista tiene tantos malestares de creación cuando
trata de situar a l hom bre nuestro en un paisaje nuestro, de centrar, de cercar, ubicar,
relacionar, su psicología. Todo lo que hay que hacer es dejarlo actuar. “¿Qué sabe usted
hacer?, pregunta a Chaplin el em presario de El circo. "Soy como soy y no com o tú quie­
res", reza una canción cubana que viene a servirle de respuesta.
¥

Conclusión

1 .7 2 3 )
D ejar los personajes en libertad con sus virtudes, sus vicios, sus inhibiciones -¡y cui­

^
K a p e iu s z e d ito r a S .A . P r o h i b i d a s u f o t o c o p i a . (L e y
dado que los hay, en América Latina!- partiéndose de la verdad profunda que es ¡a del
escritor mismo, nacido, am am antado, criado, educado en el ám bito propio, pero lúcido
únicamente a condición de que desentrañe los móviles de la praxis circundante.

Alejo Carpentier, "Problemática de la actual novela latinoamericana”,


en Ensayos, La Habana, Letras Cubanas, 1984.

En el ensayo, la tesis adversa no siem­ qué se trata, pero me opongo”. Es decir,


pre es explícita pero casi siempre se hace que aun cuando no haya una argumenta­
referencia a la opinión de otros para ex­ ción contraria, el escritor de ensayos es un
presar la propia. Recuérdese la famosa ci­ polemista nato. Si no refuta a otros, sabe
ta de Unamuno, que sirve para ilustrar que se dirige a un lector a quien invita a
cientos de textos ensayísticos: “No sé de polemizar.

1. Sobre temas variados y triviales, practicar en grama televisivo, película, etc.). Quien toma la
equipo el esquema de argumentación tratado: palabra debe necesariamente exponer sus
Tesis adversa; tesis del autor; argumentos; refu­ puntos de vista en tres instancias: hipótesis, ar­
tación; contrarrefutación; conclusión. Ensayarlo gumentos, conclusión.
de manera oral, como puesta en común de gru­
4. Comparar el fragmento de Carpentier con
po, o individualmente, por escrito. ■
el ensayo de Saer (Módulo 1) y debatir en equi­
2. Formar equipos; cada uno transcribe el es­ pos ambas posiciones sobre la especificidad de
quema de argumentación expuesto por otro la literatura latinoamericana.
equipo; identifica el punto débil y lo rebate oral­
5. Escribir un ensayo sobre la Importancia de
mente.
las características nacionales, a partir de una
3. Producir un debate sobre un tema en común tesis adversa imaginaria o tomada de los textos
(libro, acontecimiento social o deportivo, pro- vistos.

................................................................................................................
La argumentación retórica1

¿Quées la retórica?

Según la más escueta enciclopedia castellana, la p alabra retórica tiene una prim era
acepción que la define como arte que enseña las reglas del buen decir. En una segunda
acepción, que se usa de m anera despectiva, retórica es el rebuscamiento, artificio u os­
curidad en el lenguaje. Según el contexto, la retórica puede tener un valor positivo o ne­
gativo.
A lo largo de la historia, la retórica también sufrió cambios bruscos en su valoración.
Mientras que en la Edad Media y el Renacimiento la retórica aristotélica vivió una época de
esplendor, durante la Edad Moderna, con el auge del racionalismo, la práctica de conven­
cer por medio de la palabra fu e marginada. Esto significa que la suerte histórica de la retó­
rica ha estado ligada a la valoración que, en las distintas épocas, se ha hecho de la opinión
en relación con la verdad.
Para quienes piensan que la verdad puede surgir de la discusión y el contraste de p a ­
receres, la retórica será algo más que un simple medio expresivo o un elenco de técnicas
estilísticas. Para quienes creen que la verdad es fruto exclusivo de una evidencia racional
o sensible, la retórica es un conjunto frívolo de expresiones y técnicas que multiplican
ociosamente las palabras. Esto explica que, con el predom inio del racionalism o y el empi­
rismo en la filosofía de los siglos XVII a l XIX, la retórica fu ese reducida en los planes de
estudio a una especie de estilística o fórm ulas de un lenguaje decoroso y ornam entado.
Afin es del siglo XIX, con el auge del historicismo, el pragmatismo, el vitalismo, el existen-
cialismo, la retórica y la teoría de ¡a argumentación comienzan a tomar nuevo impulso. Por
supuesto que el desarrollo y asentamiento de la dem ocracia influye para que la retórica, co­
mo se la conoció en la Grecia clásica, tome nuevos bríos.
La retórica, que basa su práctica en la confrontación de ideas, necesita un entorno de­
mocrático para desarrollarse. Estructuras sociales dogmáticas, autoritarias y coercitivas
tienden a elim inar la retórica del uso social.

Michel Meyer, Prólogo al Tratado de la argumentación de Ch. Perelmann


y L. Olbrechts, Madrid, Gredos, 1980.

El discurso ensayístico

El ensayo no utiliza la argumentación ló­ ingenio, el análisis detallista, el don poético,


gica, absolutamente cerrada en razonamien­ el uso del humor y la ironía o incluso cierta
tos que se encadenan hasta llegar a una mordacidad agresiva. Para ello cuenta con
conclusión. Se dirige a un lector cómplice a un esquema clásico ya expuesto por Aristó­
quien intenta persuadir mediante la eficacia teles en su Retórica del siglo IV a. C., que
de las ideas, puesta de relieve a través del enumeraba las partes del discurso.

1 Ver Vicente José Durante, No-sí estoy de acuerdo. Claves de la argumentación, en esta misma colección.

R1
Partes del discurso

I Irwentio o invención siste en vender la televisión. Con bastante


regularidad, la programación es anunciada
Presentación de la hipótesis por medio
de ejemplos o modelos. con el fin de atraer audiencia.

n Dispositio o disposición Aunque parezca una actividad ingenua,


que sirve para cubrir los baches no pagos
Distribución de las cuatro partes del dis­ por los anunciantes, en realidad, el medio
curso: se potencia y aumenta su poder, promo­
a) Exordio: anuncio del plan. viendo la omnipresente notoriedad de sus
b) Narrado: exposición de los hechos para figuras para vender al mejor postor sus pre­
atraer al lector. ciados espacios.
c) Confirmado: argumentos y refutaciones.
d) Epílogo: resumen de la causa y apelación No obstante lo reiterativa y, por lo tanto,
a los sentimientos. aparentemente desatendida, la autopublici­
dad contribuye a legitimar la realidad. Las
Ejemplo: La televisión publicitaria cosas parecen más ciertas después de salir
Inventio por la TV, las personas “existen más" al pa­
sar por la pantalla.
No faltan autores que consideran la te­
levisión como un medio esencialmente Por otra p arte, la aceleración de las
publicitario. imágenes, propia del código publicitario
Dispositio televisivo, así como la absoluta sensación r
de verosimilitud que deviene de presentar
(Narrado) En efecto, si intentamos detec­ muchos hechos en tiempo real, además de
tar minuciosamente qué relación pretende la repetición y la redundancia, son situa­
cualquier fragmento televisivo con respecto ciones que confirman el aserto de McLu-
a nosotros, observamos que con mayor o han: “el medio es el mensaje".
menor inmediatez y de un modo más o me­
nos escondido, pretende vendemos algo. (Epílogo) Todo en la TV se vuelve obje­
to de consumo, haciéndonos creer que se
La promoción de productos o ideas es
trata de una tecnología neutra y transparen­
altamente frecuente: todos los programas
propagan valores, pautas y modelos de te, y este signo se extiende como una rnan-
comportamiento, que con mayor o menor cha de aceite hacia otros medios audiovi­
evidencia enuncian el entramado que vela suales como el cine y controla nuestro ima­
por el sistema social en cuyo seno se han ginario cotidiano.
generado. (Adaptación de un texto de José Sabo-
(Confirm ado) La autopublicidad es la rit, en La imagen publicitaria, Madrid, Cá­
forma más encubierta y su propósito con- tedra, 1988.)

E1 buen decir

Como la retórica es el "arte del buen de­ te no caen dentro de la esfera literaria del
cir", seguían a las etapas anteriores las de género, resulta'muy conveniente su ejerci­
“elocutio”, correspondiente a la oratoria y cio. El ensayo oral permite la preparación
“actio", referida a la gestualidad del hablan­ sobre un tema, el análisis agudo, la ponde­
te. Si bien la argumentación oral y el deba- ración de los pro y los contra, una correcta
jerarquizadón de las ideas y una plena co- na los turnos y tiempos de participación
herenda en el discurso. Asimismo, puede de los equipos para debatir temas de in­
contribuir a un mejoramiento de las aptitu­ terés general, a partir de una tesis básica,
des del orador, que debe superar la prueba favoreciendo al mismo tiempo la genera­
de hablar en público y dominar su cuerpo, ción de ideas originales y el respeto por
en un accionar sereno, que ayude a la co­ las opiniones ajenas.
municación y compromiso del auditorio.
Para nuestros fines, conviene revisar las
No menos importante es la discusión herramientas lingüísticas necesarias para lo­
organizada por un moderador, quien asig­ grar el efecto deseado en un ensayo escrito.

Tipos de lengua
En primer término, una buena exposición ciones. Recurrimos para ello a uno de los cua­
y disposición de los argumentos requiere re­ dros más habituales, donde podemos apreciar
pasar los tipos de lengua utilizados en la li­ y confirmar la ubicuidad del ensayo en cuan­
teratura ensayística y sus posibles combina­ to reclama para sí distintas formas discursivas:

Tipo de escritura
Característica Forma

poemas cartas
Objetivo básico: crear.
mitos
5
•E
Audiencia: el autor y otras personas. ensayos
comedias
1 Expresa sensaciones y opiniones privadas.
canciones
u Vigila con suma atención el lenguaje.
cuentos

anécdotas chistes

informes textos científicos"


Objetivo básico: informar.
exámenes noticias
§ Audiencia: el autor y otras personas, en
especial del ámbito académico y laboral. cartas entrevistas
Informa, describe, explica. ensayos
U1 instrucciones
El lengua|e se adecúa a la claridad.
manuales normativa

editoriales textos científicos


Objetivo básico: modificar opiniones.
s
t>
Audiencia: otras personas, por lo general
cartas anuncios
*51
a
del ámbito laboral, académico y político. eslóganes
3 panfletos
peticiones
1 Obra sobre el intelecto y/o la emoción.
ensayos
El lenguaje se instrumenta para influir. artículos de
publicidad opinión.

Adaptación de La cocina de la escritura de Daniel Cassany, Barcelona, Anagrama, 1993-


El párrafo

En segunda instancia, conviene recordar mente de la polémica, sin recurrir a una re­
que no importa qué tipo de lengua usemos lectura analítica.
en cuanto podamos lograr una buena dis­
Puede considerarse párrafo a esa unidad
posición de los argumentos. Para ello, es discursiva que gráficamente se señala con
esencial centramos en el párrafo, elemento una sangría y que termina en un punto y
básico para lograr un orden deseado, pre­ aparte, pero que, conceptualmente, se con­
sentar con claridad una tesis, los asertos centra en el desarrollo de una sola idea que
tendientes a confirmarla y la pausa necesa­ puede estar o no explícita. Comprender ca­
ria para que el lector pueda incorporar la je­ da párrafo revela siempre la forma en que
rarquía de ideas e incluso, participar tácita­ el escritor ordena su estrategia.

Los conectores

La sucesión de los párrafos depende Pienso, POR LO TANTO existo.


sustancialmente de los nexos, es decir, de
Estos, y sus construcciones equivalen­
aquellos conectores que denotan el enca­

T5S?lu5?T3Rorl2*?!5?*P5oM¡!¡oA,^o,T3Tt5co¡»!í"tL?v*,íT?7Í?3T
tes, son los nexos básicos que unen la
denamiento de las ideas, señalan la progre­
causa y el efecto, que trazan el camino
sión de los párrafos y permiten la compa­
entre el problema y su solución. Entre
ración, la objeción, la introducción de
ambos extremos, las dudas pautadas por
ejemplos, el contraste de argumentos, la
aunque, no obstante, sin em bargo... Y las
coherencia de las conclusiones:
afirmaciones: pero, tam bién, adem ás, p or
Pienso, LUEGO existo.123 otra parte...

1. Investigar el tema de los conectores, tan úti­ dejaban de discutir ya que la situación era com­
les para la concatenación y los matices de una pleja.
narración o una argumentación.
4. O b se rva r en equipo cualquiera de los
2. Practicar con esquemas de causa y con­ ejemplos de las antologías; a n a liza r el uso de
secuencia. Por ejemplo: la situación era los conectores y, luego, poner en común las
compleja, en consecuencia (de modo quel, conclusiones: re fe rirla s al orden, la claridad,
no dejaban de discutir. V ariar en los ejerc i­ la afirmación, la duda, la causa, el efecto, la
cios el conector hasta lo g ra r un conjunto hipótesis. *
consistente.
5. Exponer oralmente argumentaciones sobre
3. Invertir el esquema: a partir de la consecuen­ temas de actualidad periodística, en tres pasos,
cia o efecto, obtener la causa. Por ejemplo: no prestando especial atención a los conectores.

............................................................... ♦••••

Los recursos retóricos

Cuando se escribe un ensayo se puede que aúna los opuestos en un solo término
recurrir a numerosas figuras que sirven pa­ y siempre la m etáfora, el decir una cosa por
ra realzar el razonamiento o marcar fuertes otra, como condensación de significados en
contrastes. La paradoja se cuenta entre las la argumentación. Elementales resultan la
más señaladas y supone un contraste vio­ com paración y la an alogía, que saltan a
lento, a veces reforzado por el oxímoron*, la vista en el siguiente modelo:
Actualmente el mundo se ha comprim ido bajo un torrente inform ativo que lo cubre des­
de todas las direcciones. Vivimos, p or decirlo así, en una aldea global. Las noticias llegan
hasta nosotros velozmente, con electrónica celeridad, desde todas partes. Es com o si viviéra­
mos en el am biente casi auditivo d e una pequeña aldea universal. Yo, M arshall McLuhan,
y quienes se hallan conmigo, Robert S hafery Hariey Parker, intentarem os un viaje a través
de las últimas cinco centurias de cultura gutenbergiana. la G alaxia Gutenberg.
Ante nosotros tenemos dos objetos enteram ente discordantes■una m áscara de los mares
del Sur, representativa de una cultura prim itiva y prealfabética y un televisor, sím bolo del
hom bre posalfabetizado y electrónico. Entre am bos extrem os se extiende la G alaxia Guten­
berg, o sea, cinco siglos de imprenta, culm inación d e un m ilenio de alfabeto fonético.
Existen, sin embargo, muy interesantes analogías entre esta m áscara y el televisor que se
halla en el otro extremo. La m áscara es una talla y la im agen de TV creo que tam bién lo
es... ya que exige cierta com plem entación p o r parte de todos nuestros sentidos. La m áscara,
a su vez, proviene d e un mundo en que todos los sentidos actu aban simultáneam ente.
La televisión com pleta el ciclo del sensorio hum ano. Con el omnipresente oído y el ojo mó­
vil hemos abolido la especializada m etáfora acústico-visual qu e estableció la dinám ica de
la civilización occidental.
En la televisión se prolonga el tacto activo, exploratorio, que im plica a todos los sentidos
simultáneam ente, más que el de la vista p or sí solo. Uno tiene que estar “con" eso. Pero en
los fenóm enos eléctricos, la visual apenas es un com ponente de una com pleja interacción.
La televisión exige participación e im plicación en profu n didad de todo el ser. No fu n cio­
na com o un segundo plan o: nos compromete. Quizás sea p or eso que tanta gente siente am e­
n azada su identidad. Esta carga de la brigada ligera de los hechos ha acrecentado nuestro
conocim iento general de la form a y sentido de las vidas y los hechos hasta un nivel de ex­
trem a sensibilidad.
Losfunerales del presidente Kennedy probaron con la m ayorfuerza la capacidad de la te­
levisión para lograr la participación colectiva en un acontecim iento determ inado. Envuelve a
toda una población en un proceso ritual (a su lado, la prensa, el cine y la radio ofrecen m a­
terial de consumo en bloque, burdo e indiscriminado). La televisión proyecta las imágenes so­
bre usted. Usted es la pantalla. Las imágenes lo envuelven. Usted es el punto de visión.

Geraid Emanuel Stearn y otros, McLuhan: caliente y frío,


Buenos Aires, Sudamericana, 1973-

Apuntes sobre el texto

Expresa una paradoja global por medio ne al mundo visual y alfábetico menciona­
del oxímoron aldea-universo. Prosigue el do con la metáfora “galaxia Gutenberg",
juego de oposiciones máscara-TV como como situación espacio-temporal de Occi­
símbolos de un mundo sensorial, que opo­ dente.
A través de ese paréntesis, la TV recupe­ dios tecnológicos como prolongación de
ra su contacto con el primitivismo multi- los sentidos humanos, a través de una ver­
sensorial y, por lo tanto, surge una nueva sión del primitivismo aludido: la televisión
paradoja: compromiso del ser-temor a la se transforma en un rito y por lo tanto, arre­
pérdida de identidad, a través de la imagen bata al espectador, al punto de que este se
de “la carga de la brigada ligera”, famosa metamorfosea en la pantalla. A través de
hazaña de la caballería inglesa durante la una metáfora implícita, sugiere un acto má­
guerra de Crimea (1854-1855).
gico, semejante al de las pinturas rupestres,
Cierra con su teoría de los modernos me­ que confunden la imagen con la caza real.

1. Partiendo del texto de M c luho n como tesis 2. Este ensayo fue escrito en 1967. ¿Qué vigencia
adversa, o pinar en forma individual acerca tiene en el contexto actual, en cuanto al optimis­

del mundo auditivo de los medios masivos y el mo con que se juzga la TV?

mundo visual que atribuye a la era de la im­ Para ilustrarse, leer el siguiente párrafo de Um-
prenta. berto Eco:

la TV no es enemiga del libro, sino que aumentó la lectura. E l mundo está lleno de gente que no
lee lib ros n i diarios y sólo m/ru la TV. Estas personas hace 5 0 años habrían sido analfabetas. Por
lo tanto, no fue una pérdida para los libros. M ira todo el tiempo la TV quien ¡amás hubiese le í­
do o quizá después comience a leer... Claro que existe el loco que a la s 9 de la mañana pren­
de la tele y sigue todo e l día mientras toma cerveza. Pero, seguramente, su padre tampoco leía
libros. r

Entrevista a Umberto Eco, en C la rín, viernes 3 0 de octubre de 1998.

3. ¿Cuál es la falacia* en el argumento de mense en cuenta la carta del ¡efe Seaftle, el dis­
McLuhan sobre el funeral de Kennedy con res­ curso de M a rtí, la conferencia de García M á r­
pecto al resto de los medios? quez y el fragmento de Galeano, estos dos úl­
timos citados más adelante.)
4. Sobre la base del ejemplo de Carpentier,
organizar un debate, a partir de una hipótesis 5. Escribir un ensayo sobre la televisión o sobre al­
sobre algún aspecto de América latina. (Tó- gún aspecto de la problemática de América latina.

Antología

Tres cuestiones contemporáneas

Zapping

El control remoto es una m áquina sintáctica, una movióla* hogareña de resultados im­
previsibles e instantáneos, una base de poder sim bólico que se ejerce según leyes que la tele­
visión enseñó a los espectadores.
Prim era ley: produ cir la m ayor cantidad posible de im ágenes de alto im pacto p or unidad
de tiempo y, paradójicam ente, baja cantidad de inform ación p or unidad de tiempo o alta
cantidad de inform ación indiferenciada (que ofrece, sin em bargo, el “efecto de inform a­
ción ”).
Segunda ley: extraer todas las consecuencias del hecho de que la retrolectura en los dis­
cursos visuales o sonoros que se suceden en el tiempo, es im posible (excepto que se grabe un
program a y se realicen las operaciones de los expertos en medios y no de los televidentes). La
televisión explota este rasgo com o una cualidad que le perm ite una enloquecida repetición
de imágenes; la velocidad del medio es superior a la capacidad que tenemos de retener sus
contenidos. El medio es más veloz que lo que transmite. En esa velocidad, m uchas veces,
compiten hasta anularse los niveles de audio y video.
Tercera ley: evitar la pau sa y la retención tem poraria delflu jo de imágenes porque cons­
piran contra el tipo de atención más adecu ada a la estética m assm ediática y afectan lo que
se considera su m ayor valor: la variada repetición de lo mismo.
Cuarta ley: el montaje ideal, aunque no siem pre posible, com bina planos muy breves; las
cám aras deben moverse todo el tiempo p ara llenar la pan talla con im ágenes diferentes y
conjurar el salto de canal.
(L e y 1 1 . 7 2 3 )

En la atención a estas leyes reside el éxito de la televisión pero, también, la posibilidad es­
tructural del zapping. Los alarm ados ejecutivos de los canales y las agencias publicitarias
ven en -el zapping un atentando a la lealtad que los espectadores deberían seguir cultivan­
s u f o t o c o p ia .

do. Sin em bargo, es sensato que acepten que, sin zapping, hoy n adie m iraría televisión. Lo
que hace casi m edio siglo era una atracción basada sobre la im agen se ha convertido en
una atracción sustentada en la velocidad. La televisión fu e desarrollando las posibilidades
de corte y em palm e que le perm itían sus tres cám aras, sin sospechar que en un lugar de ese
Kapelusz ed ito ra S.A . P r o h ib id a

cam ino, p or el que transitó desde los largos planos generales fijos hasta la dan za del swit-
cher*, tendría que tom ar de su propia m edicina: el control remoto es mucho más que un
switcher p ara aficionados.

Beatriz Sarlo, Escenas de la vida posm odem a.


(intelectuales y videocultura en la Argentina), Buenos Aires, Ariel, 1994.

La soledad en América latina

América latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de qui­
mérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración
occidental. No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias
entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aum entado en cam bio nuestra distancia
cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos adm ite sin reservas en la literatura se nos nie­
ga con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cam bio social? ¿Por
qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus p a í­
ses no puede ser tam bién un objetivo latinoam ericano con métodos distintos en condiciones
diferentes? No, la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de in­
justicias seculares y am arguras sin cuento, y no una confabulación urdida a mil leguas de
nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilis­
mo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud com o si no fu era posi­
ble otro destino que viinr a m erced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el
tam año de nuestra soledad.
Sin em bargo, fren te a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vi­
da. Ni los diluvios ni las pestes, ni las ham brunas ni los cataclism os, ni siquiera las guerras
eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vi­
da sobre la muerte. Una ventaja que aum enta y se acelera: cada añ o hay 74 m illones más
de nacim ientos que d e defunciones, una can tidad de vivos nuevos com o p ara aum entar
siete veces cad a añ o la población de Nueva York. La m ayoría de ellos nacen en los países
con menos recursos, y entre estos, p or supuesto, los de A m érica latina. En cam bio, los p a í­
ses más prósperos han logrado acum ular suficiente p od er de destrucción com o p ara an i­
qu ilar cien veces no sólo a todos los seres hum anos qu e han existido hasta hoy, sino la to­
talidad de los seres vivos que han p asad o p or este plan eta de infortunios.
• Un día com o el de boy, mi m aestro William Faulkner dijo en este lugar: “Me niego a
adm itir el fin del hombre". No me sentiría digno de ocu par este sitio que fu e suyo si no tu­
viera la con cien cia plen a de que p o r prim era vez desde los orígenes de la hum anidad, el
desastre colosal que él se negaba a adm itir hace 32 añ os es ahora n ada m ás que una sim ­
p le posibilidad científica. Ante esta realid ad sobrecogedora qu e a través de todo el tiempo
hum ano debió de p arecer una utopía, los inventores de fáb u las que todo lo creem os nos
sentim os con el derecho a creer que todavía no es dem asiado tarde p ara em prender la
creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde n adie
pu eda decidir p o r otros hasta la form a de morir, donde de veras sea cierto el am or y sea
posible la felicid a d y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan p o rfin
y p a ra siem pre una segunda oportunidad sobre la tierra.

Gabriel García Márquez, fragmento de la C onferencia al recibir


el Premio Nobel de Literatura, en 1982.

Diez errores o mentiras frecuentes sobre literatura y cultura

La gran tarea de la nueva literatura latinoamericana


consiste en la invención de un lenguaje

Han quedado atrás, afortunadam ente, los novelones románticos, elpatem alism o de los
escritores “indigenistas 'y el “nativism o” mentiroso escrito en las ciudades p ara las ciu da­
des. En los últimos veinte o treinta años, la literatura latinoam ericana ba reflejado una nue­
va conciencia de la realidad, que se incubó en algunos sectores juveniles de la clase m edia
y se proyectó, en el plan o cultural, con tanto vigor com o en el p lan o político.
Los especialistas en confundir la cáscara con el fru to nos dicen: “Es la revolución del
lenguaje. El lenguaje es el verdadero protagonista de la nueva novela latinoam ericana".
¿Voces o ecos? Lás m odas de la alta costura cultural llegan a nuestras tierras, com o siem ­
p re con atraso, y cuando ya se les presta escaso interés en los centros de origen. Los Pierre
Cardin de las letras han inventado la teoría, o la han resucitado, porqu e es antigua, en
París; y los copiones la han aplicado a la literatura latinoam ericana em ergente p ara se­
cuestrarle el contenido crítico. Pero el lenguaje es el instrumento, no la m elodía; y los ver­
daderos protagonistas de la nueva narrativa latinoam ericana no son los pronom bres y los
adjetivos, sino hom bres y mujeres de carn e y hueso.
No será, p or cierto, a través de una revolución de la sintaxis que se devolverá a la p a la ­
bra la dignidad perdida. El sistema vacía el lenguaje de contenido, no p or el p lacer de una
pirueta técnica, sino porque necesita aislar a los hom bres p ara dom inarlos mejor. El lengua­
je im plica com unicación y resulta, p or lo tanto, peligroso en un sistema que reduce las re­
laciones hum anas a l miedo, la desconfianza, la com petencia y el consumo.
La reducción de la literatura a la pura pirotecnia revela, en el plan o estético, un culto
p or las form as equivalente a l que en el cam po político m anifiestan quienes confunden de­
m ocracia con elecciones, y una confusión de m edios y de fin es sim ilar a la de los tecnócra-
tas que creen que el desarrollo económ ico es el objetivo único y último de toda sociedad.

Eduardo Galeano, en Nosotros decim os no (crónicas 1963-1988),


2‘ ed., Buenos Aires, Catálogos, 1993.

1. Después de leer el texto de Beatriz Sarlo, de­ 3. A nalizar en equipo la secuencia de ideas ex­
batir acerca de sus puntos de vista y lo que des­ puesta por García Márquez en su Conferencia.
prende de las "leyes" modernas de la televisión Adaptar los esquemas de argumentación estu­
y el uso del control remoto. diados en el Módulo.

2. Con las conclusiones del debate y los ejem- 4. Analizar, finalmente, el ejemplo de Galeano
píos ya estudiados sobre el mismo tema, redac- y distinguir, en un cuadro a dos columnas, los
tar un ensayo individual que dé cuenta de las dos planos de su construcción polémica. Contra
opiniones personales obtenidas. Prestar aten- qué o quién escribe el autor y cuál es su pro-
ción a los párrafos, tipo de lengua, conectores y puesta. A continuación, redactar un texto propio
recursos retóricos utilizados. Adjudicar un titulo que contenga la opinión personal sobre lo ex­
fuerte, que incite inmediatamente a la lectura. puesto por el escritor. Se podría partir de la
Por ejemplo: "Auxilio, la pantalla está cargada". pregunta: ¿es un apocalíptico o un Integrado?

.................................................................................................................
/
m m m

Las mil caras del ensayo


Un intento de clasificación temática. El ensayo artístico, sociológico, filosófico
y periodístico o misceláneo. Un modelo único. Periodismo y ensayo. El cuarto
poder. Noticias y ensayos. Las ideas en América latina. Antología: Tres ejemplos
para clasificar y pensar.
Nada más propio del ensayo que la li­ según la complejidad de los tiempos y se
bertad de pensamiento y estilo, el fragmen- vincula estrechamente a la prensa escrita,
tarismo, la espontaneidad y la sugerencia. mientras avanza sobre materias más graves,
Sin embargo, a partir del ensayo clásico de variable en su extensión y precisión ideo­
orden moral, el género se va diversificando lógica.

Un intento de clasificación temática

Hemos señalado repetidamente la difi­ por lo general reconoce cuatro especies


cultad para definir el ensayo y más aún pa­ bien diferenciadas: el ensayo artístico, el
ra establecer una tipología abarcadora y al sociológico, el filosófico y el misceláneo o
mismo tiempo ajustada del género. En su periodístico.
origen se trató de composiciones literarias
Algunos prefieren evitar el encasilla-
cuyo carácter moral, es decir, versado en
miento de los contenidos, hablando simple­
Kapelusz ed ito ra S.A. P r o hibio a su f o t o c o w a . (L e y 11.723)

cuestiones de conciencia, costumbres y dis­


mente de estilos, de modo que pueden en­
quisiciones sobre el bien o el mal, las acer­
globar los célebres ensayos en verso de
caba al ámbito de la filosofía.
Dryden y Pope, los artículos de costumbres,
Sin embargo, hacia fines del siglo XVII ensayos líricos, aforismos* filosóficos y
y sobre todo, a través de su contacto con apuntes literarios sobre temas variados. Por
la prensa, el ensayo se especializa y per­ ejemplo, este modelo de ensayo filosófico y
mite formular una tipología temática, que estilo epigramático*.

Del amigo

qu í siempre sobra u n o-pien sa el solitario-, ¡Siempre uno por uno a la larga son
dos!
Yo y Mi están siempre trabados en empeñoso diálogo; esto sería insoportable sin un amigo.
Siempre p ara el solitario el am igo es el tercero; el tercero es el flotad or que impide que se
vaya a p iqu e el coloquio de los dos.
Hay dem asiadas profundidades, ¡ay!, p ara todos los solitarios. Por eso ansian un am igo
y su altura.
Nuestra f e en otros revela en qué quisiéramos creer nosotros mismos. Nuestro anhelo de
am istad nos delata."
Así habló Zaratustra.

Fríedrich NIetzsche
Así habló Zaratustra, 4* ed., Buenos Aires, Poseidón, 1969.
Ensayo artístico

Antes que nada, es una obra literaria so­ convierte en una suerte de juez.
bre temas relativos a la creación artística,
Para distinguirlos, a veces se recurre a las
construida sobre un pensamiento original, categorías de lo particular y lo general, atri­
un enfoque tan talentoso como el de los au­ buyendo al ensayo una visión más abstracta
tores tratados. Siempre con un aire fragmen­ y a la crítica, un enfoque puntual. Sin em­
tario, de algo inacabado, sugerente, que de­ bargo, se dan casos complejos en que am­
ja librada al lector su definitiva plenitud. bos aspectos se mezclan, pero en el ensayo
Se diferencia de la crítica en que no se suele prevalecer la opinión por sobre el jui­
refiere específicamente a la valoración de cio de valor dogmático*.
una obra según los parámetros de una Obsérvese un ejemplo, a propósito de es­
teoría estética, donde el especialista se te debate:

Bioy y La Celestina

( E Z Z ' t l « I ) ' v u o x u o í n s voiaiMQMd V S « J< n tp * zsri| *d B *


K a p e lu K editora 5.A . P r o h ib id a s u f o t o c o p ia . (Lev 1 1 . 7 2 3 )
Después de leer el prólogo de Bioy Casares a La Celestina, pu de com probar que no había
errado en dejarlo fu era de la bibliografía crítica: el texto es, en verdad, inútil: no sirve a la
verificación de ningún método, a la repetición de ninguna teoría, su lugar no es el de la crí- y
tica literaria, que viene del conocim iento y va hacia él, discurriendo entre certezas. Libre de
las arrogancias teóricas y d e la exhibición de tecnicismos, Bioy sitúa su com entario en un
lugar incierto, el lugar de una lectura que se perm ite a veces, más allá del conocim iento, ser
apresurada y conm omda, el modesto, esencial lugar del ensayo literario.

Alberto Glordano
en Modos del ensayo, Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 1991.

A continuación, dos ejemplos de ensayo artístico para leer, comentar y relacionar.

Hermes o de la comunicación humana

El escribir, según los diálogos platónicos, no pasa de ser una diversión. La escritura, acci­
dente del lenguaje, pudo o no haber sido: el lenguaje existe sin ella. Pero la escritura, a l dar
fijeza a la flu id ez del lenguaje, fu n da una de las bases indispensables a la verdadera civili­
zación. Al menos, lo que nosotros entendemos p or tal. Cierta dosis de conservación en las co­
sas nos p arece una cláusula sine qua non1para aceptar el contrato de la existencia. No quie­
re esto decir que sea inconcebible un apetito de lo efím ero. En Bali, las industrias parecen
calculadas p ara produ cir artículos de corta duración, en cuya constante m utabilidad reside
1 el encanto. Ya el fenóm eno de la moda, tan característico de las sociedades evolucionadas,

1 Sine qua n o n •lat. expresión que significa requisito indispensable para que algo se cumpla.
nos está diciendo que también la m udanza es un aliciente de la vida. A m edida que las cla­
ses modestas alcanzan la moda, la moda deja de ser moda. La clase superior, que la creó, la
sustituye entonces por otra, en un maratón desenfrenado. Pero las fu erzas que vehiculan el
cam bio persisten en su afán y sentido. De suerte que aquí, como en la herencia, la unidad y
la variación juegan en campo repartido; aquella p ara lo esencial, para lo que no debe olvi­
darse; esta para lo que, pasajero en sí mismo como la flor, no ha de perpetuarse más allá de
su naturaleza, sino al contrario, mudarse siempre p ara mantenerse siemprefragante. Mudar­
se para mantenerse. Este mantenerse, esto que no debe olvidarse, es la civilización. Y si la Me­
moria es m adre de las Musas, sospechamos que la enferm edad de la memoria dio el ser a otras
musas menores, a las que podem os llam ar las artes archivológicas. Entre ellas, la escritura.
La palabra -hu m o de la boca en el jeroglífico chino— quiere deshacerse en el aire; se la
lleva el viento. Verba volant, scripta manent121. Para que persista la palabra, p ara que ligue y
comprometa la conducta del que la profiere, nació el derecho burocrático que, mientras lle­
gaba el derecho constitucional, p or lo menos obligaba a l soberano a no desdecirse constan­
temente. Para que no se pierdan las creaciones de la palabra, los fastos hum anos que ella
recoge y perpetúa, el museo y la escuela del hom bre que ella p o r sí sola representa, p ara to­
dos estos fin es mágicos se inventó la fijación del lenguaje.

Alfonso Reyes
en La experiencia literaria, 2‘ ed., Buenos Aires, Losada, 1961.

El rescate del mundo mágico

El arte, como el sueño, incursa en los territorios arcaicos de ¡a raza hum ana y, por lo tanto,
puede ser y está siendo el instrumento para rescatar aquella integridad perdida, aquella de que
inseparablemente form an parte la realidad y la fantasía, la ciencia y la magia, la poesía y el
pensamiento puro. Y no es casualidad ninguna que haya sido en los países más dom inados por
la razón abstracta donde los artistas hayan ido en busca del paraíso perdido: el arte de los ni­
ños o de los negros o de los polinesios, aún no triturado por la civilización tecnolátrica.

Ernesto Sabato
en El escritor y sus fantasm as, Buenos Aires, Aguilar, 1963-

1. Señalar, utilizando el texto de Giordano so­ 3. ¿Cuál es la tesis de Sabato en relación con
bre Bioy Casares, las diferencias esenciales en­ el arte? ¿Mantiene alguna semejanza con Al­
tre el ensayo y la crítica literaria. fonso Reyes, o su opinión difiere por completo?

2. ¿Qué concepto de civilización formula Alfon­ 4. Identificar los ensayos artísticos citados en los
so Reyes y qué relación tiene con la unidad y la módulos anteriores; analizar el tema y los pro­
variación? cedimientos utilizados para probar la tesis.

1 Verba volant, scripta manent: lat. Las palabras vuelan, los escritos permanecen.
Ensayo sociológico

Se mueve en el campo de observación vierte en uno de los modelos del género,


de la realidad. Aunque depende en mayor aunque de hecho no reclama para sí la
medida de datos concretos, históricos, esta­ preeminencia que algunos autores dan al
dísticos o citas de autoridades sin preten­ artístico o mucho más, al filosófico, como
sión de literalidad, supone, como todos, un centro de la indagación esencial que supo­
punto de vista personal sobre problemas ne todo ensayo.
abstractos o puntuales, que en cierta medi­
Adquiere gran flexibilidad a partir del si­
da solicitan, a la manera del periodismo, un
glo XVIII, cuando a través de la prensa se
lector social.
democratiza e intenta convertirse en un ma­
Por su vinculación con el aspecto moral nual de reformas cívicas, para luego desem­
del ensayo clásico, en lo que hace a las bocar en variantes que combinan crítica y
costumbres de la vida en sociedad, se con­ entretenimiento.

La libertad de prensa

Cuanto más considero la independencia de la prensa en sus principales efectos, más al­
can zo a convencerm e de que, en los pueblos modernos, la independencia de la prensa es el
elem ento capital y, p or así decirlo, constitutivo de ¡a libertad. Un pueblo que quiere perm a­
necer libre tiene derecho, pues, a exigir que se la respete a cualquier precio.
(...)
En América, la mayoría traza un círculo form idable alrededor del pensam iento. Dentro
de esos límites, el escritor es libre; pero pobre de él si se atreve a salir de ellos. No es que ten­
ga que tem er un auto de fe , pero se enfrenta con disgustos de todos los géneros y con per­
secuciones de todos los días. La carrera política le queda cerrada: ha ofendido al único po­
der que tiene la facu ltad d e abrirla. Se le niega todo, hasta la gloria. Antes de pu blicar sus
opiniones creía tener partidarios; le parece que y a no los tiene, ahora que se ha descubierto
ante todos; porque los que lo censuran se expresan en alta voz, y los que piensan com o él,
sin tener su valor, se callan y se alejan. Cede, se pliega p or fin , ante el esfuerzo de cada día
y vuelve a l silencio, com o si sintiera remordimientos de haber dicho la verdad.

Alexis de Tocquevllle
en La dem ocracia en América, Madrid, Guadarrama, 1969.

Hemos elegido una obra fundamental del bierno dictatorial. Veamos ahora, una pági­
análisis político, casi un tratado, que reúne na de un autor norteamericano contemporá­
las experiencias y conclusiones de Tocque- neo, que documenta precisamente la lucha
ville en 1835, a propósito de la democracia de las minorías contra la guerra de Vietnam.
en los Estados Unidos de Norteamérica. En Se trata de una especie de ensayo-autobio­
ella, entre otras consideraciones, critica la ti­ gráfico, ejemplo de la llamada literatura de
ranía de la opinión pública mayoritaria, que no ficción , que combina lo documental e
considera tan peligrosa como la de un go­ ideológico con un discurso narrativo.
Marcha de perdedores

Si uno iba a tom ar parte en una m anifestación de literatos, convenía que se asegurase
antes de su éxito, y a que los novelistas-com o los astros del cin e- prefieren gu ardar en el bol­
sillo sus opciones políticas en lugar de llevarlas com o cenizas en la frente: si a las gentes del
mundillo literario les resulta difícil aplaudir cualquier acto más valeroso o sacrificado que
los propios, les es materialm ente imposible perdonar cualquier au dacia no celebrada uná­
nimemente com o un éxito.
A llí estaba, pues, M ailer al teléfono, hablando com o un viejo am igo de conciencia lúgu­
bre cuyo instinto p ara las jugadas ganadoras no era - a prim era vista- dem asiado especta­
cular. M ailer detestaba dedicar tiempo a los perdedores. Como muchos otros hom bres de
ocupaciones diversas considerados dignos de encom io p or unos y carentes de todo mérito
p or otros, durante muchos años le había sido endosada una reputación de perdedor. Y ello
le había costado caro. Cuando ahora, en aquella etapa de su carrera, apenas podía ver a
su espalda una sucesión de triunfos oportunos y generalm ente aceptados, su consuelo en los
momentos menos piadosos p ara consigo estribaba en que, en el peor de los casos, era digno
a l menos d e figu rar com o personaje en una novela de B alzac: gan ador un día, perdedor el
FOTO COftA. (L e y 11.723)

otro, pero siempre con ruido y estilo barroco. Si bien h abía perdido muchas dolorosos bata­
llas, tam bién había ganado algunas, y lo detestable del hábito de tratarse con perdedores re­
side en que estos le transfieren a uno sus sutiles problem as.

Norman Mailer
en Los ejércitos de la noche, Barcelona, Anagrama, 1995.
su
Kap elusz ed ito ra S.A. P r o h i b i o a

1. ¿Qué relación existe en el texto de Tocqueville bezar una marcha contra la guerra de Yietnam?
entre la libertad de prensa y el despotismo de las Comparar las imágenes de Tocqueville sobre el
mayorías? Escribir un texto que parta de la si­ opositor y las de M ailer sobre el "perdedor".
guiente afirmación: Se dice que los Estados Uni­
3. Proponer ideas sobre la importancia de la
dos son una democracia de la opinión pública...
libertad de expresión en la sociedad demo­
2. ¿Cuál es la posición de M ailer como intelec­ crática y componer un eslogan . Por ejemplo:
tual de las minorías ante la posibilidad de enca­ O p inar es gobernar.

Ensayo filosófico
Algunos autores se inclinan por pensar compás de la precariedad de toda opinión
que todo ensayo es fundamentalmente fi­ humana.
losófico ya que, sea cual fuere el tema, se
La filosofía es reflexión racional sobre la
trata siempre de un cuestionamiento pro­
fundo, aunque no científico, nunca su­ naturaleza de las cosas, y un ensayo que abor­
perficial ni frívolo. El ensayista, más que de su terreno requiere necesariamente preci­
formular una lectura de la realidad y ofre­ sión, conocimiento, analogías y citas, que per­
cerla bajo especie literaria, es un curioso mitan, no obstante, acercarla al lector común
insaciable, un signo de pregunta, que va y abrirle paso hacia una dimensión metafísi­
sembrando afirmaciones provisorias, al ca*, que indague su misma razón de ser.
El filósofo y su doble

Hoy la filosofía ha vuelto, com o género expresivo, a ubicarse mucho más cerca de los ca­
rriles del ensayo que del tratado magistral y sistemático. El hecho es significativo. Indica que
el filósofo se ha volcado a la form ulación de hipótesis y aproxim aciones cuyo valor relativo
y subjetivo no desconoce ni niega, apartándose del enunciado contundente, que reclam a
para sí la altiva condición de lo inequívoco.
Ello no im plica que haya renunciado a buscar la verdad en su tiempo y de su tiempo. Pe­
ro denota que el filósofo tiende a proponerse mucho más com o un modesto buceador de
aguas difusas e inabarcables, que com o el gran nadador cuya intrepidez lo llevará, infali­
blemente, hasta el tesoro que yace en el fon d o de esas aguas.

Santiago Kovadloff
en Una cultura de catacum bas y otros ensayos, Buenos Aires, Botella al mar, 1982.

En este punto, cabe recordar al ya men- bre y su circunstancia”, en gran cantidad de


cionado filósofo español Ortega y Gasset, ensayos célebres y artículos recopilados en
importante divulgador de la tesis del “hom- El espectador, entre 1916 y 1935.

Las cosas y su sentido

Cuando abrim os los ojos-se habrá observado- hay un prim er instante en que los objetos pe­
netran convulsos dentro del campo visual. Parece que se ensanchan, se estiran, se descoyun­
tan como sifu eran de una corporeidad gaseosa a quien una ráfaga de viento atormenta. Mas
poco a poco entra el orden. Primero se aquietan y fijan las cosas que caen en el centro de la
visión, luego las que ocupan los bordes. Este aquietam iento y fijeza de los contornos procede
de nuestra atención que las ha ordenado, es decir, que ba tendido entre ellas una red de re­
laciones. Una cosa no se puede fija r y confinar más que con otras. Si seguimos atendiendo a
un objeto este se irá fijan do más porque iremos hallando en él más reflejos y conexiones de las
cosas circundantes. El ideal sería hacer de cada cosa centro del universo.
Y esto es la profundidad de algo: lo que hay en ello de reflejo de lo dem ás, de alusión a
lo dem ás. El reflejo es la form a más sensible de existencia virtual de una cosa en otra. El
“sentido" de una cosa es la form a suprema de una coexistencia con las demás, es su dim en­
sión de profundidad. No, no me basta con tener la m aterialidad de una cosa, necesito, ade­
más, conocer el "sentido" que tiene, es decir, la som bra mística que sobre ella vierte el resto
del universo.

José Ortega y Gasset


en M editaciones del Quijote, 2a ed., Madrid, Revista de Occidente, 1966.
1. ¿Cuál es la tesis de Kovadloff respecto a la fi­ 4. Escribir un ensayo breve sobre el sentido de
losofía modej-fia? ¿Qué la acerca al ensayo y la vida, desde un punto de vista subjetivo o a
la aleja del tratado? partir de la frase: ‘El ideal sería hacer de cada
cosa el centro del universo". Procurar un esque­
2. A na liza r el texto de Ortega y señalar qué
ma de tesis adversa, tesis propia, argumenta­
metáfora utiliza para hablar sobre el sentido
profundo de las cosas. ción, refutación, contrarrefutación, con inclusión
de digresiones.
3. Tomar un texto literario (por ejemplo: "Lo fa­
tal", poema de Rubén Darío) y analizar el con­ 5. Debatir el aspecto filosófico en la carta del

tenido filosófico. Volcar las conclusiones en un jefe Seattle (Módulo 1): la relación del hombre
informe. con la naturaleza.

*••••♦..............................................................

Ensayo periodístico o misceláneo

En Inglaterra, a principios del siglo XVIII y periodistas, con ensayos sobre la vida so­
al amparo de la renovación política, surge cio-política de su tiempo y luego trasladan
una generación de precursores, que harían esa imaginación crítica a la novela. Sus in­
del ensayo y la novela los grandes géneros de mediatos sucesores, Joseph Addison y Ri­
su tiempo. A través de las publicaciones pe­ chard Steele, ambos dedicados de lleno a
riódicas, sin alcanzar todavía el grado de po­ publicaciones periódicas señeras como El
pularidad, libertad y poder que tendrían más conversador y El espectador, profundizan
adelante, se difunde una forma de ensayo, a el estilo indirecto de aproximación al te­
menudo denominada artículo, que desecha ma, característica del ensayo inglés, y re­
el molde impuesto por Bacon y no busca la crean en sus artículos un mundo ficticio,
verdad sino la reforma de las costumbres, a que les permitía distanciarse de sus opi­
través de la sátira franca o la ironía sutil. niones y a la vez, acercarse al lector, fir­
Daniel Defoe y Jonathan Swift son los mando con seudónimo como parte del
grandes precursores que se inician como pueblo común.

El club

Elprim ero de nuestra sociedad es un caballero de Worcestershire, d e rancio abolengo, ba­


rón, llam ado SirRoger de Coverley. Su bisabuelo fu e inventor del fam oso baile regional que
lleva su nombre. Quien conoce aqu el condado sabe muy bien d e las grandes prendas per­
sonales y méritos de Sir Roger. Es caballero muy singular en su conducta, pero sus singula­
ridades dim anan de su buen sentido, y sólo contradicen las costumbres del mundo cuando
cree que el mundo an da errado. Sin embargo, este hum or no le crea enemigos, pues no obra
nunca con aspereza u obstinación; y el no reparar en m odas ni en form as convencionales
lo hace el más dispuesto y más capaz de agradar y com placer a todo el que lo conoce.
Cuando está en la ciu dad vive en Sobo Square. Se d ice qu e se m antiene soltero en ra­
zón de que tuvo un disgusto am oroso con una perversa y herm osa viuda d el condado
contiguo a l suyo. Antes de este desengaño era Sir Roger lo que se llam a un caballero a la

,#**h
m oda, qu e h a b ía com id o m u chas veces con Lord R och estery S ir G eorge E thereje, qu e tu­
vo un d u elo a p o co d e lleg ar p o r vez p rim era a la ciu dad, y qu e d io d e p u n tap iés a Bully
D aw son en un café, p o r h aberlo llam ad o m ozalbete. P ero a l verse m altratad o p o r la
m en cion ad a viu da estuvo m uy serio d u ran te añ o y m edio, y au n qu e su tem peram ento
era n atu ralm en te jo v ia l, a l ca b o cam bió p o r com pleto en su m an era d e ser, se a b a n d o ­
n ó y d esd e en ton ces n o volvió a vestir con eleg an cia; con tin ú a u san do ca sa c a y ju stillo
d el corte qu e estaba d e m od a cu an d o lo rech azaron y qu e según n os cu en ta en sus ra ­
tos d e bu en hum or, h an vuelto a u sarse y ca íd o en desuso p o r lo m enos d oce veces desde
qu e las llevó p o r prim era vez. A hora fr is a r á en los cin cu en ta y seis añ os, y siem pre está
risu eñ o, con ten to y an im ad o. T iene u n a bu en a ca sa en la ciu d a d y otra en el cam po; es
m uy am an te d e la h u m an id ad , y h ay un rasgo tan aleg re en su con du cta, qu e qu ien es
lo con ocen le tien en , m ás qu e estim ación , cariñ o. Sus arren d atarios se h acen ricos; sus
cria d o s están satisfech os; tod as las jóv en es le p rofesan un v erd ad ero cariñ o, y los jóv en es
g ozan d e su com p añ ía. C uando en tra en u n a ca sa llam a a los criad os p o r sus nom bres,
y h a b la con las visitas m ien tras su be las escaleras. No d ebo om itir qu e Sir R oger es ju e z
d el Q uorum ; qu e ocu p a con g ran d es aptitu des un pu esto en u n a Q uarter-Session y qu e
h a c e tres m eses qu e g an ó ap lau so u n iversal a l ex p licar un p a sa je d el a cta d e ca z a .

Richard Steele
en Ensayistas ingleses, ed. cit.

Ya en siglo XLX, en pleno romanticismo, ejemplo, aparece la figura de Larra, modelo


el ensayo vuelve a cambiar de sentido, alen­ de periodistas, quien a través de sus artícu­
tado por la avidez del público lector de pe­ los no sólo da un panorama de su tiempo si­
riódicos, y abandona su carácter reformista no que cautiva a sus lectores coi' la vitalidad
para acercarse al tono de la conversación o de su humor, amargo pero efectivo. En In­
causerie. Refuerza su intención literaria que glaterra, probablemente el representante
da prioridad a la fantasía por sobre la inteli­ más avezado en esta modalidad fue Charles
gencia o el sentido didáctico. En España, por Lamb, autor de Ensayos de Elias, 1823.

Brujas y otros terrores nocturnos

Nos precipitam os dem asiado a l cen su rar a l conjunto de nuestros antepasados com o tontos
p o r las m onstruosas con tradicciones (a nuestro p arecer) im plicadas en su creen cia en la he­
chicería. En las relacion es d e este m undo visible encontram os qu e han sido tan racion ales y
perspicaces com o nosotros p a ra descubrir una an om alía histórica. Pero una vez qu e se supo­
n ía abierto el m undo invisible, y se d aba p o r sen tada la arbitraria fu n ción d e los m alos espí­
ritus, ¿qué m edida d e probabilidad, d e decen cia, de adap tabilid ad o d e proporción —de eso
qu e distingue lo p robable d el absurdo p alpable—p od ían tener qu e los gu iara p a ra rech azar o
adm itir cu alqu ier testim onio particular? Que las doncellas se consum ieran, gastándose inte­
riorm ente m ientras sus im ágenes d e cera se consum ían delan te del fu eg o; qu e los cereales se
volcaran y el g an ad o se m an cara; qu e torbellinos arran caran en orgía d iabólica los robles del
bosque, o qu e asad ores y m arm itas bailaran en horrendo-inocente capricho alred edor de al­
gu n a cocin a rústica cu an do no corría el m enor viento; todo ello era igualm ente p robable don­
de no se veía intervención alguna d e agentes extraños. Ni cu an do se sim bolizaba expresam m -
te a l m alvado en una cabra era de adm irarse tanto qu e él ap areciera tom ando esa form a, y
realizara su m etáfora. Que el intercam bio estuviera absolutam ente abierto entre am bos mun­
dos era qu izá el error, p ero una vez supuesto no veo razón p a ra descreer m ás una historia
atestiguada d e esta natu raleza qu e otra porqu e sea absu rda. No hay ley p ara ju zg ar lo qu e no
tiene leyes, o can on qu e p u ed a servir p a ra criticar un sueño.

Charles Lamb
en Ensayistas ingleses, ed. cit.

U n m odelo único

A caballo entre el siglo XIX y el XX, ton excede los límites del ámbito periodís­
surge la figura de un ensayista ejemplar, tico y retoma un camino clásico, con
más conocido por sus narraciones policia­ apuntes breves caracterizados por el uso
les protagonizadas por un simpático y de la paradoja, la libertad imaginativa de
perspicaz sacerdote: el Padre Brown. La sus temas y el tono polémico de sus opi­
Kapelusz ed ito ra S.A. Prohibida

prosa miscelánea de Gilbert Keith Chester- niones.

Los surcos

En la vecindad, el trigo va crecien do y, sin razón p articu lar alguna, rastreantm i m em o­


s u fotocopia .

ria recuerdos invernales. Y digo "rastrean”, p orqu e es la p alab ra m ás in dicada p a ra desig­


n ar las viejas lín eas del cam po rastreado p o r el arad o. D urante u n a jo rn a d a de tren, o du­
rante un accid en tal p aseo cam pestre, vi d e pron to los feroces rastros d e los surcos. Los surcos
(L e y 1 1 .723)

son com o flech as: vuelan a lo largo d el arco celeste. Son com o an im ales en acción de saltar;
dan un salto sobre una inviolable colin a y ruedan p o r la otra parte. Son cóm o escuadrones
batalladores, se abalan zan sobre una colin a con alad os escu adron es y la tom an con una
carga d e caballería. Tienen el aspecto d e unos árabes rastreando el desierto o de cohetes ras­
trean do e l cielo, o de torrentes rastreando el curso d e las aguas. N unca m e h a p arecid o n a­
d a tan viviente com o esas lín eas m arrones qu e se alargan disparadas su rcan do la tierra des­
de el alto d e u n a cum bre y bajan do en rem olino hasta un valle silencioso. Eran m ás rápidas
qu e las flech as, m ás fero ces qu e los árabes, m ás bulliciosas y alegres qu e los cohetes. Y, sin
em bargo, eran solam ente unas líneas delgadas, d ibu jadas con dificultad, com o un diagra­
m a hecho p o r un hom bre p acien te y sufrido. El hom bre qu e ara trata de hacerlo en lín ea rec­
ta; no tiene la noción d e ofrecer a los ojos grandes carreras de torbellinos. Esos caracteres de
nubes d e tierra fu eron dados p o r la g racia d e Dios.
(...)

C uando m iro esos torrentes d e surcos paralelos, esos gran des rastros de rígidas líneas, me
p a rece ver la gran h azañ a d e la d em ocracia. Se trata m eram ente de la igu aldad; p ero la
igu aldad vista en volum en es m ás soberbia qu e cu alqu ier su prem acía. La ig u aldad libre de
volar, la igu aldad corrien do sobre las colin as y los valles, la igu aldad im poniéndose a l mun­
do, en su en ergía. Esculpen colin as y valles con fu ertes curvas, sim plem ente p orqu e no ban
p en sad o curvarse en ningún m om ento. Form an las fu ertes lín eas d el p aisaje con sus obsti­
n adas y ergu idas hojas d e espada.
No solam en te es u n a m ajadería, sin o una blasfem ia d ecir qu e e l hom bre h a arru in ad o
e l cam po. El hom bre h a cread o el cam po; fu e su tarea com o im agen d e D ios. N inguna co­
lin a cu bierta d e h ierbas com unes y p ed azos d e pu rpú reos brezos p u ed e h a b er sid o tan su­
blim em ente m ontuosa com o aqu ella lom a en la qu e las h ileras d e su rcos rosas p arecían
am biciosos ángeles. Ningún valle, en el qu e se con fu n den inútiles casas y ciu dades, p u ed e
h a b er sido tan com pletam ente valle com o aqu el abism o en e l qu e cortian los su rcos en h i­
leras com o dem onios en el torbellino d e u n a fo sa .
Las lín eas duras d e la disciplin a y d e la igu aldad son las qu e m arcan un p a isa je y le dan
su m olde y su sign ificación . Yp o r eso ju stam en te las lín eas d e los surcos son fe a s au n cu an ­
d o el p a isa je sea viviente y esplendoroso. Y creo, com o lo h e h ech o n otar en otra parte, qu e
la repitblica está basad a sobre el arado.

Gilbert Keith Chesterton


en A larm as y digresiones, 2* ed., Buenos Aires, Austral, 1947.

K apelusz ed ito ra S A . Prohibida s u V o t o c o p ia . (L ey 1 1 .7 2 3 )


1. Revisar las Antologías de los módulos anteriores 5 . Buscar las comparaciones y las metáforas en

< £ Z ¿ 'l l A?1) 'v u O D O io t n s vcmwhom d V S o JOJipa **n ia d a *


y formular una clasificación de los ensayos leídos. el texto de Chesterton: lo s surcos son como... y
los surcos son... Luego, se ña la r la metáfora cen­
2. Subrayar y anotar, en tres ejemplos diferen­
tral del texto y la paradoja final.
tes, la s citas que determinan su pertenencia a
cada tipo de ensayo. 6. Com poner un texto a la manera de C hester­
ton; su tema puede ser, por ejemplo: el mar, los
3. ¿Cuál de los dos ensayos ingleses (Steele- montes, la s calles, los ríos.
Lamb) se acerca más a la ficción y con qué pro­
7. Esc rib ir un ensayo breve sobre cualquier tema
pósito?
cotidiano: los cambios de estación, la moda, el
4. Buscar algún ensayo o artículo periodístico fútbol, lo s fuegos a rtificia les, etc. Intentar una
que recurra a un personaje de ficción (por ejem­ paradoja fuerte para captar el interés inicial
plo: La Hermana Rosa, de Fontanarrosa) y otro de del lector. Por ejemplo: E s inútil, los fuegos a rtifi­
tema misceláneo. Leerlos y ana liza rlo s en clase. ciales ni son fuegos ni son artificio...

Periodism o y ensayo

El cuarto poder

De esta manera bautizó el orador parla­ por los escándalos y el valor de la publici­
mentario británico, Edmund Burke, a la dad gráfica.
prensa escrita, después de la fundición
La popularidad de las publicaciones es pro­
del prestigioso diario The Times, en 1783.
porcional al aumento de la instrucción públi­
Ya desde la invención de la imprenta exis­
tían en Europa gacetas o coramos* dirigi­ ca y al avance de la tecnología, primero en la
dos a un público limitado pero entusiasta aplicación del vapor, la tinta industrial, la fabri­
por estar al día con las noticias de su me­ cación de papel con pasta de madera, las mo­
dio. En el siglo XVII, los franceses estre­ dernas rotativas y la revolucionaria linotipo,
nan su primer periódico en la corte de con una lógica reducción de costos que hacen
Luis XIII y los ingleses descubren el gusto del diario un objeto accesible e indispensable.

n o
Se cum plen las profecías de Tocqueville

Muy pronto, los Estados Unidos descu­ de la prensa crece de tal modo que corre
brirán el enorme poder de la prensa y ha­ el peligro de manipular la opinión públi­
rán de su libertad, apoyada en una en­ ca y provoca no pocos cuestionamientos
mienda constitucional, uno de los pilares sobre la ética periodística. Advertidos de
de la democracia, al punto que se atribu­ que el público masivo parece reclamar
ye al presidente Jefferson haber senten­ sensacionalismo y emociones fuertes, al­
ciado que prefería una prensa libre sin gunos periodistas audaces como el hún­
gobierno antes que un gobierno sin pren­ garo Joseph Pulitzer, cuya memoria se re­
sa libre. cuerda en un codiciado premio, director
Después de la Guerra Civil entre el del W orld de Nueva York, renuevan sus
Norte y el Sur (1861-1865), que contó con esquemas conservadores y se lanzan a lo
una notable actividad de corresponsales que se llama la prensa “amarilla”, en opo­
para gran cantidad de publicaciones y al sición a la tradicional prensa “seria" o
compás del progreso económico, el poder “blanca".

El ciudadano Kane

Con este título presentó Orson Welles, Habiendo incitado desde sus periódi­
en 1941, su filme inspirado en la vida del cos a atentar contra la vida del presidente
magnate de la prensa, William Randolph McKinley, cuando este fue asesinado,
Hearst (1863-1951), creador de un imperio Hearst cayó en desgracia y perfiló su in­
todopoderoso, que inició con el E xam i- mensa fortuna durante la depresión eco­
n er de San Francisco. Pronto su influencia nómica de 1930. Welles, su célebre biógra­
llegaría a Nueva York, donde logró arreba­ fo cinematográfico, supo seguir sus pasos,
tar a sus competidores las mejores plumas en cuanto advirtió el enorme poder de la
periodísticas de su tiempo. radio al transmitir, en 1939, una supuesta
La guerra del “Yellow Kid”, una de las pri­ invasión de los marcianos, basada en La
meras historietas gráficas, protagonizada por g u erra d e los m undos de H. G. Wells, que
un chico violento vestido con una túnica los norteamericanos creyeron real y vivie­
amarilla, en la que el Jou rn al de Hearst se ron con pánico.
quedó finalmente con los autores de la tira, Hearst, aunque ya anciano y despresti­
dio lugar a lo que se llama “amarillismo” o giado, hizo sentir su venganza sobre el jo­
gusto por lo escandaloso y catastrófico. ven y talentoso cineasta, presionando a
Se sabe de Hearst que envió corresponsa­ los estudios para que no estrenaran la pe­
les a Cuba hacia fin de siglo para alentar el lícula y promoviendo una campaña de
conflicto con España y lograr la intervención persecución ideológica contra Welles,
de los Estados Unidos. Alentó a la opinión quien pronto quedó aislado e imposibilita­
pública de su país contra los españoles, cul­ do de seguir su promisoria carrera en el
pándolos de la explosión en el acorazado séptimo arte. No fue sino hasta mediados
Maine, anclado en La Habana. Fustigó a su de los 50 que El ciu d a d a n o K an e pudo
gobierno hasta conseguir una declaración de verse libremente y muy pronto se conver­
guerra, que determinaría la pérdida de las úl­ tiría en uno de los mejores filmes de la
timas colonias hispánicas en América. historia del cine.

71
El discurso periodístico

Conviene reseñar los rasgos principales blico, que se identifica con su ideología y es­
de los formatos periodísticos, a modo de co­ tilo.
nexión o contraste con el ensayo. En un dia­ En algunos casos, el editorial desaparece,
rio, la función informativa prevalece sobre se remarcan con título los artículos de opi­
cualquier otra, pero en la actualidad, es cada nión, crece el número de firmas, no sólo en
vez más difícil establecer una división tajan­ columnas fijas o comentarios y se recurre a
te entre lo puramente noticioso y la opinión notas de periódicos extranjeros. Los límites
del autor. precisos entre amarillismo y prensa seria ya
Tradicionalmente la prensa seria o blanca no son tan nítidos y muchos diarios impor­
tenía por misión informar de manera impar­ tantes recurren a una titulación o fotografía
cial, sin tomar partido, ni emitir juicios sobre catastrófica como sello original.
los hechos mencionados. Para ello contaba Surge, además, en Estados Unidos y
con la noticia a secas, que enumera los he­ también en nuestro país una forma inédita
chos ocurridos o por ocurrir en algún ámbi­ llamada “nuevo periodismo”, que combina
to; la crónica, un relato de los hechos en especies narrativas, documentales y ensa-
pasado y la nota, que no necesariamente se yísticas en el tratamiento de algunas noti­
refiere a hechos de actualidad sino que im­ cias de trascendencia. Estas innovaciones
plica una investigación más exhaustiva. obedecen a la complejidad del consumo
En cuanto a la opinión, esta se ve refleja­ moderno y la competencia con los medios
da en el editorial, que expresa la palabra de audiovisuales.
la dirección del periódico o el comentario No debe olvidarse que el periódico tiene
con la firma de algún periodista o correspon­ una vida efímera y la televisión proporciona
sal autorizado. la información necesaria hoy día, al instante
A partir de los años 60, los diarios tienden y desde el lugar de los hechos, según el le­
a la interpretación de las noticias de una ma­ ma “una imagen vale más que mil palabras”.
nera explícita y mezclan ambas modalida­ De modo que la prensa escrita debió ampliar
des. Más allá del “entrelineado" que podía necesariamente la elaboración, calidad y ex­
leerse en la prensa clásica, ningún periódico tensión de sus ofertas, no sólo con opiniones
puede ser verdaderamente neutro sino que relevantes sino con más secciones de entre­
está dirigido a un sector determinado de pú-1 tenimiento y servicios.

1. ¿Cuáles son los tres poderes del Estado a los los títulos, las fotografías, el carácter escanda­
que se suma el periodismo? loso de las noticias).

2. Eleg ir el periódico preferido y marcar las no­ 5. Buscar alguna película que trate la influencia

ticias, crónicas, notas, comentarios. de la prensa en los asuntos públicos y, si es posi­


ble, verla en clase o comentar el hecho tratado a
3. Recortar el e d ito ria l y comentar en clase:
través de algún otro medio de información: por
cuál es la im portancia del terpa elegido por ejemplo Todos los hombres del presidente de Alan
la dirección del d ia rio , cuál es la opinión Pakula (basada en el caso Watergatel.
vertida y si es p osible, p lantear oralmente el
6. En equipos opuestos, asumir la defensa de la
acuerdo o desacuerdo con dicho punto de
radio, la televisión y la prensa gráfica. Antes del
vista.
debate, ejercitarse en la técnica de tormenta de
4. Seleccionar artículos en los que se combine ideas: inmediaíez / decantación - vividez / inte­
información y opinión. S i se cotejan varios pe­ ligencia - lo efímero / lo permanente - masivi-
riódicos, investigar cuál está más cerca de lo dad invasora / masividad selectiva, en sus con­
que se llamaba periodismo amarillo (fijarse en notaciones positivas o negativas.
Noticias y ensayos

Las ideas en América latina

En la Francia del siglo XVIII, el ensayo mayor y el ensayo es su fuerza. Nadie


queda en manos de los grandes pensadores que se precie de existir en esas socieda­
que sentaron las bases del ideario de la re­ des en formación deja de pasar por la
volución burguesa. Es el mundo totalizador prensa. De Franklin a Sarmiento, a través
de la enciclopedia: Voltaire y Rousseau, de un siglo de vertiginosas transformacio­
enemigos filosóficos-, Diderot, creador de nes se comprueba que “las ideas no se
un periódico para la crítica de arte y cientí­ matan” y que viven y convencen mucho
ficos como Buffon, que marcarán el compás más si llegan a través de la letra impresa
del ensayo francés con sus consignas de or­ con el poder de penetrar en todos los
den, unidad y claridad. ambientes sociales.
De esta fuente se nutrirá la historia del Pero justamente, la contradicción entre
periodismo en América, nacido al calor de las ideas iluministas que animaron a los li­
la polémica política, los reclamos de inde­ bertadores, apropiadas para el contexto eu­
(L ey 11.723)
v u o a o i o j n s x/aiaiHOUd V 5 b j o t i p » z s r tia d e x

pendencia, los libelos* opositores al gobier­ ropeo o para la América anglohablante y la


no de tumo o a las dictaduras que cercena­ estructura del dominio español, sumada a
ban las libertades individuales, sembrada de las tradiciones populares, la herencia indí­
su fo t o c o p ia .

nombres célebres, muchos de ellos próce- gena y las circunstancias geográficas fue el
res en sus respectivos países, estadistas, ju­ gran tema que abordaron los hombres de
risconsultos y escritores de renombre. ideas desde los albores de la independencia
hasta fines del siglo XIX.
'K apelusz ed ito ra 5.A. P r o h i b i d a

Cuando era necesario fundar las nacio­


nes desgajadas del imperio español, el Leamos a un prócer de América con to­
periódico se convierte en una tribuna das las letras.
. ( t z ¿ -1 i x a i)

Carta de Angostura

Cuanto más adm iro la excelencia de la constitución fed era l de Venezuela, tanto m ás me
persuado d e la im posibilidad d e su aplicación a nuestro estado. Y según mi modo de ver, es
un prodigio que su m odelo en el norte d e Am érica subsista tan prósperam ente y no se tras­
torne a l aspecto d el prim er em barazo o peligro. A p esar de que aqu el pu eblo es un m odelo
singular d e virtudes políticas y d e ilustración m oral) no obstante qu e la libertad ha sido su
cuna, se ha criado en la libertad y se alim enta d e p u ra libertad; lo diré todo, aunque bajo
de m uchos respectos, este pueblo es único en la historia del género hum ano, es un prodigio,
repito, qu e un sistem a tan débil y com plicado com o el fed era l haya podid o regirlo en cir­
cunstancias tan difíciles y delicadas com o las pasadas. Pero sea lo que fu ere de este gobier­
no con respecto a la nación am ericana, debo decir, qu e ni rem otam ente h a entrado en mi
id ea asim ilar la situación y naturaleza d e dos estados tan distintos com o el inglés am erica­
no, y el am ericano español. ¿No sería muy difícil ap licar a España el código de libertad po­
lítica, civil y religiosa d e Inglaterra? Pues aun es m ás difícil adap tar en Venezuela, las leyes
del norte d e A m érica. ¿No dice El espíritu de las leyes qu e estas deben ser propias p ara el
pu eblo qu e se hacen? ¿que es una gran casu alidad que las de una nación pu edan convenir

A
a otra? ¿que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, a l clim a, a la calid ad del terre­
no, a su situación, a su extensión, a l género de vida de los pueblos?, ¿referirse a l grado de
libertad que la constitución pu ede sufrir, a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones,
a sus riquezas, a su número, a su com ercio, a sus costumbres, a sus modales? ¡He aqu í el
código qu e debíam os consultar y no el de Washington!

Simón Bolívar
discurso pronunciado ame el Congreso, en Angostura, 1819.
En Discursos y proclam as, París, Garnier, 1913-

"Discurrir a lo libre"

El ensayo americano no sólo responde al Sin embargo, la influencia inglesa tam­


imperio de las circunstancias sino que se bién se hace sentir en el continente-'y son
muestra fiel heredero de la tradición espa­ muchos los escritores que escriben ensayos
ñola. aunque paradójicamente suela rene­ a la manera de Addison y Steele, combinan­

K a p e lu s z e d ito r a S .A . P r o h i b i d a s u f o t o c o p i a . ( L í y 1 1 . 7 2 3 )
gar de ella desde el punto de vista ideoló­ do la actualidad con los temas morales que
gico. En forma de carta, discurso, diálogo o afectan al género humano. Tal es el caso
artículo periodístico se abre paso hasta cul­ del ecuatoriano Juan Montalvo, que cultiva
minar en la originalidad del Faciendo, mez­ una prosa crítica, caracterizada por la de­
cla de teoría, narración y documento bio­ fensa de la lengua castellana y la unión en­
gráfico. tre los pueblos de origen hispánico.

El cosmopolita

Ypues nos proponem os escribir p ara el público, no p a ra los partidos, bueno será ponerle
a l cabo de qu é y cuánto h a de esperar d e los que con él se obligan voluntariam ente. Desde
luego nos ha d e ocupar la suerte del continente am ericano, sin que tengam os p o r ajenos a
nuestro propósito los grandes acontecim ientos de Europa y del m undo entero, si el caso lo
pidiese.
De "Cosmopolita ”hem os bautizado a este periódico y procurarem os ser ciu dadan os de to­
das las naciones, ciudadanos del universo, com o decía un filósofo de los sabios tiempos. Las
revoluciones, las guerras, los desastres y progresos de las repúblicas qu e m ás de cerca nos to­
can, llam arán nuestra atención con preferen cia y hablarem os de ellas, no com o de patrias
ajenas, no com o extranjeros neutrales, sino com o hijos de su seno, com o ciu dadan os de sus
estados, com o obedecedores de'sus leyes; pues tenemos bien creído qu e la sangre que corre
p or las venas d e los hispanoam ericanos, la lengua, los com unes intereses y la sem ejanza de
p asad o y porvenir, infunden en el corazón afeccion es de viva fratern idad, ideas de unión y
favorecim ien to en la cabeza y en el corazón no m ezquinos ni egoístas.

Juan Montalvo
en Prosa escogida, Buenos Aires, Plus Ultra, 1966.

Vtl
Al mismo tiempo que mantiene su destino que Rodó quien afirmaba: “Ser escritor y
popular, el ensayo vuelve a su origen y se no haber sido, ni aun, accidentalmente,
convierte en género mayor, al influjo de los periodista, en tierra como la nuestra, sig­
grandes renovadores de la filosofía, la socio­ nificaría más que un título de superioridad
logía y la teoría literaria europeas, sin renun­ o selección, una patente de egoísmo". Ha­
ciar al eterno tema de la identidad latinoame­ cia 1900, el autor propone una visión que
ricana, que cada país plantea según su propia recupera la herencia espiritual latina y la
óptica para tratar de resolver sus conflictos. opone al utilitarismo materialista atribuido
Tal es el caso del uruguayo José Enri­ a los Estados Unidos.

Ariel

Ante la posteridad, an te la historia, todo gran pu eblo debe aparecer com o una vegetación
cuyo desenvolvim iento ha tendido arm oniosam ente a produ cir un fru to en el qu e savia acri­
solada ofrece a l porvenir la id ealidad d e su frag an cia y la fecu n d id ad de su sim iente. Sin
este resultado duradero, hum ano, levantado sobre la fin a lid a d transitoria d e lo útil, el p o­
der y la gran deza d e los im perios no son m ás qu e una n oche de sueño en la existencia de
la hum anidad; porque, com o las visiones personales del sueño, no m erecen contarse en el
encadenam iento de los hechos qu e form an la tram a activa d e la vida.
Una sociedad definitivam ente organ izada qu e lim ite su idea de la civilización a acum u­
lar abundantes elem entos de prosperidad, y su idea d e la ju sticia a distribuirlos equitativa­
mente entre los asociados, no h ará de las ciu dades donde habite n ada qu e sea distinto, p or
esencia, del horm iguero o la colm ena. No son bastantes ciudades populosas, hpulentas,
m agníficas, p ara p robar la constancia y la intensidad d e una civilización. La gran ciu dad
es, sin duda, un organism o necesario d e la alta cultura. Es el am biente natural de las más
altas m anifestaciones del espíritu.
Pero así la gran deza cuantitativa de la población com o la gran deza m aterial de sus ins­
trumentos, de sus arm as, d e sus habitaciones, son sólo m edios del genio civilizador, y en nin­
gún caso resultados en los que él p u ed a detenerse.

José Enrique Rodó


en Ariel, Buenos Aires, Kapelusz, 1966.

1. Buscar en el texto las razones históricas que las leyes y cuál es su propuesta para la organi­
dan preeminencia al ensayo en Hispanoam éri­ zación republicana.
ca y opinar sobre su necesaria vinculación con
4. Ver el M ódulo 5 y comparar la idea de civi­
el periodismo.
lización como sinónimo de ciudad en Sarmiento
2. C om parar la C arta de B o lív a r con el tex­ y Rodó.
to de M a rt í (M ódulo 1) y el de Rodó. ¿Qué
5 . Redactar un ensayo breve sobre “el fin y
tienen en común en cuanto a la propuesta
lo s medios", basándose en la oposición entre
para “nuestra Am érica"? Sa c a r la s citas re ­
lo "humano" y lo "ú til". Se puede p a rtir de lo s
levantes.
dichos: "N o sólo de pan vive el hombre" o "El
3. Investigar quién es el autor de E l espíritu de hombre es la medida de todas la s cosas."

75
Antología

Tres ejemplos para clasificar y pensar

El vitral y el vidrio de la ventana

Si m iram os prim ero un buen vitral y luego un buen vidrio de ventana, tendríam os que
carecer totalm ente d e discernim iento p a ra no ver qu e el prim ero es una obra de arte
m ientras qu e el segundo es tan sólo un objeto utilitario.
Y sin em bargo, y a en e l tercer siglo antes de Cristo se h acían vitrales de gran valor
artístico con vidrios d e colores, m ientras qu e la fa b rica c ió n d el vidrio de ventana sólo
se logró acabad am en te en el siglo diecisiete.
En otras p alabras, llevó dos m il añ os progresar desde el vidrio de colores con el qu e se
h acían vitrales m aravillosos basta algo tan sim ple y "nim io” com o el vidrio transparente,
sin rayas, n i ondulaciones, ni burbujas. Qué extraño qu e algo tan "simple" sea tanto más
d ifícil d e fa b r ic a r qu e algo “artístico”.
r
Y lo m ism o ocurre en literatura. Si uña historia está escrita muy artísticam ente, muy
poéticam ente, muy estilísticam ente, es fá c il ver qu e fu e d ifícil escribirla y qu e exigió una
gran h abilid ad en su construcción. P ero si otra historia está escrita con tanta sim plicidad
y clarid ad qu e uno no repara en la redacción , esto no sign ifica qu e no haya habido nin ­
gún tipo de p roblem a a l escribirla, bien pu ed e h aber sido m ás d ifícil in trodu cir claridad
qu e introducir p oesía. H ace fa lta m ucho arte p a ra crear algo qu e p arezca desprovisto de
arte.
E scribir d e tal m anera qu e el estilo p ase inadvertido, y qu e los hechos descriptos entren
en el cerebro com o si uno mismo estuviera viviéndolos, es un arte muy d ifícil y necesario.
A veces uno qu iere ver lo que está p asan do en la calle y aun la m ás p equ eñ a im perfec­
ción en el vidrio d e la ventana p u ed e resultar un estorbo. Y a veces uno qu iere leer una
historia y verse llevado p o r los hechos rápida y suavem ente, sin la m enor im perfección de
estilo qu e p u ed a recordarle a uno qu e uno está sólo leyendo y no viviendo.
Bueno, supongam os entonces qu e tenem os dos historias: una tipo vitral y una tipo vi­
drio d e ventana. No son directam ente com parables, sin duda, p ero supongam os que las
dos (cad a cu al a su m an era) son d e igual calidad. En tal caso, ¿cuál elegir? Si y o fu era el
qu e elige, optaría siem pre p o r el vidrio d e ventana. Es lo qu e m e gusta escribir y lo qu e me
gusta leer.

/
Isaac Asimov
Tomado de Daniel Link (comp.), E scalera a l cielo. Utopía y cien cia ficción ,
Buenos Aires, La Marca, 1994.
El nacionalismo y la utopía

La idea mism a d e nación es fa la z , si se la con cibe com o expresión de algo hom ogéneo
y peren n e, una totalidad hum ana en la qu e lengua, tradición, hábitos, m aneras, creen ­
cias y valores com partidos configurarían una person alid ad colectiva nítidam ente diferen ­
ciad a de las de otros pueblos. En este sentido no existen n i han existido nunca naciones
en el m undo. Las qu e m ás se acercan a este quim érico m odelo son, en verdad, sociedades
arcaicas y algo bárbaras a las qu e el despotism o y el aislam iento han m antenido fu era de
la m odern idad y, casi, de la historia. Todas las otras son apen as un m arco don de convi­
ven diferen tes y en con tradas m aneras de ser, d e hablar, d e creer, de pensar, qu e tienen
qu e ver cad a vez m ás con el oficio qu e se practica, la vocación qu e se ha elegido, la cul­
tura qu e se recibió, la creen cia qu e se asum e, es decir, con una elección individual, y ca ­
da vez m enos con la tradición o fa m ilia o m edio lingüístico dentro del qu e se n ació. Ni
siqu iera la lengua, acaso la m ás gen u in a de las señ as d e iden tidad social, establece hoy
una característica qu e se con fu n da con la d e la nación. Pues en casi todas las naciones
se hablan distintas lenguas -au n q u e una d e ellas sea la o ficia l- y porqu e, con excepción
de muy pocas, casi todas las lenguas desbordan las fron teras n acion ales y trazan su pro­
p ia geografía sobre la topografía d el m undo.
No hay nación que resultara del desenvolvimiento natural y espontáneo de un grupo ét­
nico o de una religión o de una tradición cultural. Todas nacieron de la arbitrariedad polí­
tica, d el despojo o las intrigas imperiales, de crudos intereses económ icos, de la fu erza bruta
conjugada con el a zar y todas ellas, aun las más antiguas y prestigiosas, levantan sus fro n ­
teras sobre un cam po siniestro de culturas arrasadas o reprim idas o fragm entadas, y de pu e­
blos integrados y m ezclados a la m ala, p or obra de las guerras, las luchas religiosas o la me­
ra necesidad de sobrevivir. Toda nación es una mentira a la que el tiempo y la historia han
id o-com o a los viejos mitos y a las leyendas clásicas- fragu an do una aparien cia de verdad.

Mario Vargas Llosa


en D esafíos a la libertad, Madrid, El País/Aguilar, 1994.

Ser de Racing

Cuando eran chicas y me veían sufrir p or cad a derrota d e Racing, mis hijas apelaban a
un cierto dem oledor sentido común infantil qu e acon seja correrse de todo aquello que sue­
ne a infortunio y declaraban : "¿Por qué no te hacés d e otro cuadro?”Nunca dejé de sonreír
an te sem ejante insinuación, así com o indefectiblem ente m e mantuve fie l a mis antiguas
lealtades futbolísticas. D ebe h aber sido claro el mensaje, y a que ellas tam bién siguen man­
teniendo fie l el corazón racinguista.
¿Qué les d ije entonces? Que la elección d el club fu tbolístico es un capítulo qu e se abre
en la in fan cia y no d ebe cerrarse nunca. Ser hin cha d e R acing es una señ al de identidad,
com o ser varón, porteño, periodista, p ad re, can oso. Les d ab a un ejem plo: “Sería com o
cam biarm e el nom bre o el ap ellid o”.
En tan alta form a de traición pen saba cuando m e d i cuenta d e qu e a quien realm ente
estaba traicion an do era a ese estandarte de la patria d e m i in fan cia qu e fu e mi padre, la
persona que m e transfirió p ara siem pre tres o cuatro m andatos esenciales, entre ellos qu e yo
debía ser de Racing, cuando me hubiera dado lo mismo hacerm e de B oca o de Atlanta. Pe­
ro qu e él fu era de Racing sign ificaba en ese momento garan tía suficiente p a ra respaldar la
elección.
H ablé de esto con todos mis am igos futboleros, y la gran m ayoría ofrece testimonios de
una historia com ún: fu im os convertidos a la f e racinguista en los prim eros cin co años de vi­
da, evangelizados p o r un tío inolvidable, p or el herm ano m ayor y, fundam entalm ente, p or
el padre.
“Racing es m i p a p á ", suelo pen sar desde h ace mucho, qu izá desde antes de estos fastid io­
sos 31 años sin ver la luz de un cam peonato oficial. Cerca de 60 torneos sin mojar, miles de
ju gadores qu e pasaron sin pen a, con escasa gloria, casi 65 directores técnicos, un desastre
iotal. Años vividos entre el dolor d e los propios, el escarnio de los ajen os y últim am ente con
Ia insoportable conm iseración de hinchas d e otros cu adros qu e pretenden hacem os creer
qu e n ada les en can taría más que Racing volviera a salir cam peón.
Racing es todo un tema en mi vida. Desde h ace tiempo es un motivo central de sufrim ien­
to y desilusión perm anentes, de am or y odio a raudales. Desde aqu elfestivo 4 de noviem bre de
1967 en el estadio Centenario de Montevideo, Racing condenó a sus simpatizantes, seguido­
res, asociados y fan áticos a treinta años de pisoteos deportivos y de hum illaciones increíbles.
No exagero: h e pen sado en el numen de esa desdicha perm anente tanto com o en la ver­
d ad de la vida, del mundo y sus alrededores, incluida la A rgentina. H ace varios añ os que
no voy a la can cha. Sigo a Racing, com o sufriente de gabinete, p o r radio y p o r televisión,
apelan do a todo tipo de cábulas que rinden menos cad a vez. He aprendido a sufrir en si­
lencio, a aguantarm e todas las cargadas, a devolver una razon able sonrisa cad a vez que
alguien m e pregunta si conozco el último cuento, si y a m e enteré de cóm o le dicen a Racing.
Continúo siendo un bin cha de Racing en estado puro. De esos qu e vuelven a ilusionarse
cuando arm a un buen plan tel o gan a cuatro partidos seguidos o se p on e a tiro en la Super-
copa. Con Racing atravesé p or toda clase de sentim ientos: del dolor a la indignación, pero
jam ás el escepticism o o la indiferencia. Lo que más bron ca m e d a es que cuando supongo
qu e va a perder, pierde, o que cuando espero una h azañ a conm ovedora ju ega p eor que
nunca.
Persisten en m í sentim ientos encontrados. Mi corazón de hin cha m e h ace estar alerta
fren te a la natu raleza de un triunfo posible o en la fan tasía de un nuevo cam peonato, p e­
ro mi cabeza ju iciosa y observadora sabe que ninguna institución con sem ejante nivel de
problem as y de dirigentes tan in eficaces y tan m al rum beados pu ede alcan zar un suceso de­
portivo a corto p lazo. Igual m? siguen em ocionando las banderas celestes y blancas con le­
yen das dictadas p or la ironía, el dolor y el am or: Racing te am o, Una sensación alucinan­
te, Una pasión inexplicable, Racing si no existieras te inventaría. Todo vuelve a cobrar algo
m ás de sentido cuando p or la calle veo a cualquier chico que nunca lo vio salir cam peón
vestido con su cam iseta, orgulloso de la m ano de su pad re. A hí vuelve a em pezar la ilusión.

Carlos Ulanovsky
en Revista La Nación, 9 de noviembre de 1997.
1. C onsiderar el ensayo de Asimov y clasificar­ de nación, si es verificable o a rb itra ria , y qué
lo según alguno* de los tipos propuestos en el relación puede tener la postura del autor de El
módulo; argumentar la elección. nacionalismo y la utopía con el concepto de glo-
balización. Poner en común las conclusiones.
2. ¿Cuál es el plano figurado y cuál el tema de
fondo que le interesa a Asimov? D efinirlo s y ob­ 5. Reescribir el ensayo de Ulanovsky en relación
serva r su evolución en el texto. con un grupo musical. A na liza r prim ero el desa­
rro llo del modelo para imitarlo desde una pers­
3. Después de encontrar los criterios para la pectiva netamente personal.
clasificación del ensayo de Vargas Llosa, con­
6 . Elaborar un informe sobre el ensayo como
signar con una cita textual cuál es la tesis ad­
género literario. Revisar las nociones de los mó­
versa que el escritor procura rebatir con su a r­
dulos anteriores y exponer su problemática de­
gumentación y cuáles las ideas principales que
finición, las características que le son propias y
desarrolla para refutarla.
las posibilidades de clasificación relacionadas
4. Reflexionar en grupo en qué consiste la idea con su evolución histórica.

* ...............................................................
!

iiimwí)
El ensayo argentino
Ensayos de la Organización Nacional. Dos gigantes del género: Alberdi y
Sarmiento. La generación del 80 y el ensayo positivista. Ensayos de interpretación
nacional. Las variantes nacionalistas. E l h om b re q u e está so lo y espera. El
desencanto de los años 30. Sarmiento en el siglo XX: Ezequiel Martínez Estrada.
Los parricidas. Un argentino universal: Jorge Luis Borges. La crítica y las revistas
literarias. El artículo de costumbres. Antología: Cuatro ensayos argentinos.

K a p e tu s z e d it o r a S .A . P r o h i b i d a s u f o t o c o p i a . (L e y 1 1 . 7 2 3 )
Con más justicia que en el resto de His­ devenir de la prensa, al calor de la lucha
panoamérica, puede decirse que el ensayo ideológica encaminada a la organización na­
es el género fundacional y estelar de nues­ cional y luego, a la interpretación de nuestro
tra literatura, claramente relacionado con el ser histórico y sociocultural.

Ensayos de la Organización Nacional

I. Dos gigantes del género: Alberdi y Sarmiento

Desde mayo de 1810 y con la aparición de las ideas en la Argentina son noticia:
La Gaceta de Buenos Aires, dirigida por Ma­ ¿quién’, ¿qué?, ¿cómo?, ¿cuándo? son las pre­
riano Moreno, la prensa, aunque limitada en­ guntas que se formulan los ensayistas desde el
tonces a una minoría ilustrada, sirve como ve­ inicio mismo de la patria y todos intentan un
hículo para la expresión de los ideales que diagnóstico, seguido de propuestas durante la
alentaron la independencia y la creación de etapa fundacional y muchas veces desencan­
un gobierno propio, adecuado a las necesida­ tado por el fracaso, ya entrado el siglo XX.
des del país.
Es justamente en ese terreno donde se en­
A partir de entonces, el ensayo, y aun la frentan las dos grandes figuras que dominan
literatura de ficción, encuentran su espacio el pensamiento a lo largo de casi todo el siglo
en las innumerables publicaciones periódi­ XIX. Véase la respuesta de Juan Bautista Al­
cas, testimonio de las crisis de crecimiento berdi (1810-1884) en la prensa chilena a los
que van forjando la historia y la cultura na­ ataques de Sarmiento contra Urquiza, el ven­
cionales. cedor de Rosas:

El buen sentido

m
1 .1 n la R epública A rgentina se ven a un tiempo dos civilizaciones distintas en un
>I M | mismo suelo -d e c ía el señor Sarm iento-: una n aciente qu e sin conocim iento de
lo qu e tiene sobre su cabeza, está rem edando los esfuerzos ingenuos y poptdares
de la E dad M edia; otra qu e sin cuidarse de lo qu e tiene a sus pies, intenta realizar los úl­
timos resultados d e la civilización europea: el siglo XIX y el siglo XII viven juntos; el uno
dentro de las ciudades, el otro, en las cam pañas.
La idea de dos civilizaciones intempestivas en presencia, tiene m ucho de cierto, pem el
au tor se equivoca en la localización qu e h ace d e ellas, fijan d o una en las ciudades y otra
en las cam pañas. Tenemos y a claram ente establecido p o r el au tor d e Facundo que el parti­
do opuesto a lo que él llam a cau dillaje representaba una civilización irrealizable p or ina­
decu ada a la m anera d e ser presente y norm al del p aís y qu e su rival no era menos utopis­
ta en sus conatos d e retrogradación.
Un partido estaba un siglo atrás; el otro, un siglo adelante, ninguno estaba en su siglo.
Faltó el buen sentido que no está ni adelan te ni atrás: está siem pre donde debe estar. Y el
buen sentido en Sudam érica está más cerca d e la realid ad inm ediata y palpitan te que de
los libros qu e nos envía la Europa del siglo XIX, que será el siglo XXI de Sudam érica.

Juan Bautista Alberdi, “Tercera Carta Quillotana"


en El ensayo rom ántico, Buenos Aires, CEAL, 1967.
Alberdi y Sarmiento forman parte de la Sastre, la juventud universitaria funda el Sa­
llamada generación de 1837, encabezada lón Literario, que más tarde desembocará
en Buenos Aires por Esteban Echeverría, en en la clandestina Asociación de Mayo, has­
busca de una identidad nacional, una sínte­ ta que sus miembros se ven obligados a
sis entre los ideales iluministas que inspira­ emigrar. Las consignas del grupo, que in­
ron la revolución de mayo y el ímpetu ro­ tenta superar la antinomia entre unitarios y
mántico, que proponía una ruptura con la federales de los años 20, resplandecen en la
tradición cultural hispana, entrevista en ese visión retrospectiva de Echeverría sobre su
momento como nefasta para un pleno de­ Dogma Socialista, frustradas por la persecu­
sarrollo.
ción rosista, pero latentes en la conciencia
Reunida en la librería porteña de Marcos de todos los proscritos.

Lo que somos y lo que debemos ser

El pu n to d e arran qu e, com o decíam os entonces, p a ra el deslin de d e estas cuestiones


deben ser nuestras leyes, nuestras costum bres, nuestro estado social; determ in ar prim ero
lo qu e som os y ap lican d o los principios, bu scar lo qu e debem os ser, h acia qu é pu n to de­
bem os gradu alm en te en cam in am os. M ostrar enseguida la p ráctica de las n acion es cul­
tas cuyo estado social sea m ás an álogo a l nuestro y con fron tar siem pre los hechos con la
teoría o la doctrin a d e los pu blicistas m ás adelan tados. No sa lir d el terreno práctico, no
perd erse en abstraccion es; ten er siem pre clavado el ojo d e la in teligen cia en las entrañas
d e nuestra socied ad ...

Esteban Echeverría
Dogma Socialista: O jeada Retrospectiva, Buenos Aires, CEAL, 1979.

Alberdi, nacido en Tucumán, participa ac­ cación superadora y una propuesta que se
tivamente en el grupo y compone su ensayo asemeja a la del texto precedente, en cuanto
Doble arm onía para ser leído en sus tertulias. a la necesidad de encontrar un rumbo propio
Estamos en presencia de un intento de expli­ para las naciones hispanoamericanas.

Una civilización propia

El desarrollo, señores, es el fin , la ley d e toda la hum anidad, pero esta ley tiene tam bién
sus leyes. Todos los pu eblos se desarrollan necesariam ente, p ero cad a uno se desarrolla a su
m odo; porqu e el desenvolvim iento se opera según ciertas leyes constantes, en una íntim a su­
bordinación a las condiciones del tiempo y del espacio. Y com o estas con dicion es no se re­
produ cen jam ás d e una m anera idéntica, se sigue que no hay dos pu eblos qu e se desenvuel­
van del mismo m odo. Este m odo individual de progreso constituye la civilización de cad a
pu eblo; cad a pueblo, pues, tiene y debe tener su civilización propia, qu e b a d e tom arla en
la com binación d e la ley gen eral del desenvolvimiento hum ano con sus condiciones indivi­
duales d e tiem po y espacio.
De suerte que es perm itido opinar, qu e todo pu eblo qu e no tiene civilización propia, no
cam ina, no s e ’d esenvuelve, no progresa, porqu e no bay desenvolvim iento sino dentro de las
condiciones d el tiempo y del espacio; y esto es p o r desgracia lo qu e a nosotros nos h a suce­
dido. Al caer bajo la ley del desenvolvim iento progresivo del espíritu hum ano, nosotros no
hem os subordinado nuestro movimiento a las condiciones propias de nuestra ed ad y de
nuestro suelo; no hem os procu rado la civilización especial qu e d ebía salir com o un resulta­
do norm al de nuestros m odos de ser nacionales; y es a esta fa lta , qu e es m enester referir to­
da la esterilidad d e nuestros experim entos constitucionales.

Juan Bautista Alberdi, "Doble armonía”


en El salón literario, Buenos Aires, Hachette, 1958.

A la luz de estas ideas, se vuelve claro su ensayo fue su medio de expresión natural.
reproche posterior a Sarmiento: no a las Toda su producción, aun las críticas teatra­
utopías y sí a la realidad de una extensión les, las cartas públicas o sus autobiografías,
que no se domina exterminando a los cau­ está signada por la originalidad, el vigor es­
dillos sino armonizando los intereses, a tra­ tilístico y la opinión audaz, propias del gé­
vés de una acción civilizadora, que más tar­ nero.
de sintetizará en la máxima “gobernar es
Facundo, publicado en folletín* hacia
poblar”.
1845, es la obra en prosa más eminente del
Al mismo tiempo, es perceptible un pen­ siglo y ocupa, junto al Martín Fierro, un si­
samiento riguroso, que lo diferencia de la tio señero en las letras argentinas. Resulta
poderosa energía literaria de su oponente, curioso señalar que ambos textos han sido
que en Facundo resume las categorías del motivos de debate en cuanto a stf inclusión
ensayo, la biografía y la especulación polí­ en uno u otro género literario. En la actua­
tica. Alberdi tiende a separar los ámbitos de lidad, nadie discute a la obra de Sarmiento
lo puramente creativo y lo ideológico: por su carácter de ensayo, bien que la origina­
un lado escribe documentos tan valiosos lidad de su forma y más aún, la de su enfo­
para la Organización Nacional como las que, que se anticipa en mucho a las ideas
Bases y por otro, se ha destacado como cos­ europeas sobre la influencia del medio,
tumbrista y audaz dramaturgo. pueden desconcertar al lector.
Faustino Valentín Sarmiento (1811-1888), Sin embargo, leída en su contexto, se ad­
más conocido por Domingo Faustino, reci­ vierte que el procedimiento elegido por el
bió también en su provincia natal de San autor, evidentemente destinado a persuadir
Juan los influjos de la generación del 37 y, sobre lo pernicioso de la figura de Rosas, si­
a través de una larga carrera que se confun­ gue un patrón muy utilizado por la novela
de con las vicisitudes mismas del país, dejó romántica, que intenta dinamizar la historia
testimonio de un pensamiento lúcido, una a través de un telón de fondo (geografía,
enérgica capacidad de acción y un porten­ costumbres, personajes secundarios) en el
toso estilo literario.
que sobreimprime las figuras centrales. En
Como era de rigor, también se inició en este caso, la del caudillo riojano, Juan Fa­
el periodismo, fundando El Zonda en su cundo Quiroga, cuya biografía se extiende
provincia natal y luego colaborando en El a lo largo de nueve capítulos. Todo ello co­
M ercurio y El Progreso de Chile, donde tu­ mo vehículo de su tesis: la oposición entre
vo que exiliarse. Desde un principio, su ca­ civilización y barbarie, que Sarmiento adju­
rácter y la originalidad de sus ideas lo lleva­ dica al enfrentamiento entre la ciudad y el
ron a la polémica fuerte, de modo que el campo.
Así expone en la Introducción los ele- ta para la comprensión del problema ar­
memos que es necesario tomar en cuen- gemino:

Un Tocqueville criollo

A la América del Sur, en general y a la República Argentina, sobre todo le ha hecho falta un
Tocqueville que, prem unido del conocim iento de las teorías sociales, com o el viajero científico
de barómetros, ociantes y brújulas, viniera a penetraren el interior de nuestra vida política, co­
mo en un cam po vastísimo y aún no explorado ni descrito p or la ciencia, y revelase a la Euro­
p a, a la Francia, tan ávida de fases nuevas en la vida de las diversas porciones de la hum ani­
dad, este nuevo modo de ser, que no tiene antecedentes bien m arcados y conocidos.
Hubiérase, entonces, explicado el misterio de la lucha obstinada que despedaza a aquella
República; hubiéranse clasificado distintamente los elem entos contrarios, invencibles, que se
chocan; hubiérase asignado su parte a la configuración d el terreno y a los hábitos qu e ella
engendra; su parte a las tradiciones españolas y a la con cien cia nacional, inicua, plebeya,
que han dejado la Inquisición y el absolutismo hispano; su parte a la influencia de las ideas
opuestas qu e han trastornado el mundo político; su parte a la barbarie indígena; su parte a
la civilización europea; su parte, en fin , a la dem ocracia consagrada p or la revolución de
1810, a la igualdad, cuyo dogm a ha penetrado hasta las capas inferiores de la sociedad.
r

Domingo F. Sarmiento
en Facundo, Buenos Aires, Kapelusz, 1972.

A pesar de su determinismo, que atri­ rar en el modelo norteamericano.


buye al medio geográfico y la herencia un El final de la obra condensa el balance
influjo fatal sobre los individuos y las so­ del gobierno de Rosas, que seguiría en el
ciedades del que no pueden evadirse, en poder hasta 1852 y la propuesta de Sar­
ningún momento descree de las posibili­ miento para el porvenir, hecha realidad, en
dades de cambio y cifra todo a la acción parte, durante su presidencia por medio de
civilizadora, que más tarde habrá de admi­ una titánica labor educativa y progresista.

El Nuevo Gobierno

Pero el elem ento prin cipal de orden y m oralización con que la R epública Argentina
cuenta hoy, es la inm igración europea, que d e suyo, y en despecho de la fa lta de seguridad
qu e le ofrece, se agolpa, de d ía en día, en el Plata, y si hu biera un G obierno cap az de diri­
g ir su movimiento, bastaría, p o r s í sola, a san ar en d iez años, no más, todas las heridas que
han hecho a la patria, los bandidos, desde Facundo hasta Rosas, qu e la han dom inado.
El día, pues, qu e un gobierno nuevo dirija a objetos de utilidad nacional, los m illones que
hoy se gastan en h acer guerras desastrosas e inútiles y en p ag ar crim inales; el día que por
toda Europa se sepa que el horrible monstruo que hoy desola la República y está gritando,
diariam ente, "muerte a los extranjeros" h a desaparecido, ese día, la inm igración industrio­
sa de la Europa se dirigirá en m asa a l Río d e la Plata; el Nuevo Gobierno se encargará de
distribuirla p o r las provincias: los ingenieros de la República irán a trazar, en todos los pu n ­
tos convenientes, los plan os de las ciudades y villas qu e deberán construir p ara su residen­
cia, y terrenos feraces les serán adjudicados, y en d iez añ os quedarán todas las márgenes
de los ríos cubiertas de ciudades, y la República doblará su población con vecinos activos,
m orales e industriosos. Estas no son quim eras, pues basta quererlo y que haya un gobierno
m enos brutal que el presente p ara conseguirlo.

Domingo F. Sarmiento, ob. cit.

1. Buscar las ¡deas comunes a los tres autores ci­ en la que coinciden Alberdi y Sarmiento y de
tados y compararlas con los textos de Bolívar y qué manera se cumplió?
M a rtí. ¿Cuál es la contradicción implícita en la
5. O rg a n iza r un debate, previa investigación
necesidad de lo propio y la de seguir modelos
sobre el tema con otras cátedras, sobre los re­
más antiguos o mejores?
K apelusz e d ito ra S.A. P ro h ib id a su f o t o c o p ia . (L ey 1 1 .723)

sultados de la inmigración en la Argentina. Lue­


2. C lasificar los fragmentos precedentes y ex­ go, volcarlo por escrito en un ensayo breve,
plicar el predominio de la prensa como medio apuntando el acierto o desacierto de la forma
de difusión del ensayo. en que se llevó a cabo. Recordar la frase de

3. Consultar con el profesor de Historia Argen­ Sarmiento: "el Nuevo Gobierno se encargará

tina para la confección de un cuadro que resu­ de distribuirla por las provincias".

ma los hechos fundamentales del siglo X IX que


6. A fines del siglo XX, ¿cuál es,Ja opinión de
incluya las obras de los autores citados. Si es po­
Vargas Llosa Iver Módulo 4) con respecto a las
sible, relacionarlo con los acontecimientos mun­
nacionalidades? Redactar un ensayo a partir
diales más importantes.
de ese texto como tesis adversa en el caso de
4. ¿Cuál es la propuesta civilizadora esencial, los países latinoamericanos.

II. La generación del 80 y el ensayo positivista

Hacia 1880, una vez lograda la organiza­ centro económico, ya que a su puerto con­
ción constitucional del país, el dominio so­ vergen los nuevos fenocarriles, hace que se
bre el territorio ganado a los aborígenes produzca una intensa especialización hacia
con la campaña militar de Roca, la paz in­ el escritor profesional.
terior y la llegada masiva de inmigrantes eu­
Es una época de acción más que de re­
ropeos al territorio argentino, se cumplen
flexión, de cosecha más que de ensayo.
en apariencia los ideales de las generacio­
Eduardo Wilde, ministro; Miguel Cañé, di­
nes precedentes.
plomático e intendente; Eugenio Cambace-
A pesar de que casi todos los escritores res, beligerante diputado, escriben sus obras
de la llamada generación del 80 son políti­ literarias y sus libros de viajes, sin perder pi­
cos y hombres públicos, el progreso econó­ sada a lo que ocune en Europa, atentos a
mico del país y, sobre todo, el prodigioso las innovaciones estéticas, aunque también
cambio que se cumple en la ciudad de Bue­ con un ojo nostálgico en el pasado provin­
nos Aires, transformada en capital federal y ciano de la metrópoli, tal como lo atestigua,
entre otras, L ogran ald ea de Lucio V. López. ba alrededor de Buenos Aires o en la ciu­
dad misma, se inclina, hacia fin de siglo,
La excepción es, quizás, Lucio V. Mansi-
por un cientificismo positivista*.
Jla, a quien consideraremos en el artículo
de costumbres, que cristaliza otro aspecto Después de 1890, el fracaso del gobierno
llamativo de la sociedad culta de su época: para instrumentar una política de desarrollo
la conversación refinada, ya sea en tertu­ integral, la dependencia del capital inglés, la
lias* o cafés como en acalorados debates corrupción generalizada, y la no incorpora­
parlamentarios, que constituyeron el signo ción de las nuevas masas poblacionales a la
de los tiempos, en la confrontación de las democracia, hacen que la visión del país se
ideas liberales, inspiradoras de nuevas leyes vuelva más tensa y escéptica, tal como la
y la tradición nacionalista católica. profetizara Sarmiento en sus últimos días, al
atribuir a la ineptitud de la raza latina e indí­
Por su parte, el periodismo también si­
gena, todos los males recurrentes.
gue un camino hacia el oficio imparcial,
abandonando, a partir de la fundación de Surge así una generación de pensadores,
La C apital de Rosario (Ovidio Lagos, 1867) que a tono con las ideas corrientes en Eu­
La P rensa (José C. Paz, 1869) y La N ación ropa, intentan explicar la realidad a través
(Bartolomé Mitre, 1870), la condición de de un fatalismo naturalista, que aplica al
palestra en la lucha partidista para conver­ hombre y la sociedad las mismas caracterís­
tirse en “tribuna editorial”, que desde luego ticas que al comportamiento de otras espe­
ejerce, como en Europa, enorme influencia cies, en la lucha por la supervivencia del
sobre la opinión pública. más fuerte, expuesta por Charles Darwin.
El ensayo no queda ajeno a tal separa­ La figura de José Ingenieros (1877-1925),
ción de terrenos y si bien continúa su afán a quien cabe el inicio, en nuestro medio, del
de interpretación de los males criollos, so­ ensayo filosófico, encarna cabalmente esta
bre todo a la luz de los problemas que ha opinión pesimista, deseosa de establecer
generado el aluvión inmigratorio, ya que la principios científicos para la sociología, afi­
mayoría de los recién llegados se aglomera­ nes con la medicina y las ciencias naturales.

El fracaso de España

Desde el com ienzo m anifestóse la in capacidad del gobiern o conquistador. No atreviéndose a


com prom eter su escasa vitalidad en em presas ultram arinas, se convirtió en asociado d e los
aventureros qu e quisieron venir a este continente p a ra intentarp o r su esfuerzo person al la con ­
quista d e sus inm ensos territorios y riquezas, concediéndoles privilegios y deján doles libertades
que usaron con crim inal im piedad. Los Cortés, Pizarro, Almagro, M endoza, y otros buscadores
de oro, vinieron en esas condiciones a explotar el continente repartiéndose tierras e indios.
Esta fo r m a d e conquista, d eterm in adq p o r la situ ación econ óm ica d e España, fu e d e re­
sultados desastrosos p a ra el p orv en ir de la A m érica d el Sur; el sistem a dejó hon dos rastros en
la m en talidad d e la clase gobern an te qu e h ered ó sus fu n cion es, con tin u án dose hasta nues­
tros d ías y revistiendo la fo r m a d e caciqu ism o o cau d illaje -régim en sem ejan te a l feu d a lis­
m o m edieval eu ropeo- qu e aú n persiste en varios p aíses su dam erican os.
E spaña p o co p u d o d a r a su A m érica. D urante el p eríod o colon ial n o la civilizó, n i siqu ie­
ra acertó a adm in istrar m ediocrem ente el venero qu e explotaba, lim itán dose a p erfeccion ar
sobre el p a p el la legislación colon ial, siem pre cu id ad a en la fo rm a y n u n ca p racticad a en
lo su stan cial; p o r otra parte, su brusca d ecad en cia econ óm ica du ran te esos siglos, le im pi­
d ió in trodu cir en sus dom inios d e ultram ar los adelan tos técn icos qu e las n acion es europeas
ap licaban y a a Id produ cción .

José Ingenieros, “Sociología Argentina",


en Ensayos escogidos, Buenos Aires, CEAL, 1980.

Más aislada y multifacética, la figura del tica de su propia clase gobernante, sin
riojano Joaquín V. González (1863-1923), abandonar el optimismo básico y recupe­
varias veces ministro durante el período rando, como puente para la próxima ge­
conservador, legislador de proyectos im­ neración, el respeto por las raíces hispáni­
portantes sobre temas laborales y autor de cas, base de un pensamiento nacionalista
textos literarios que rescatan la tradición que se irá desarrollando de distintas ma­
de su paisaje nativo, encarna la visión crí­ neras en el siglo XX.

La madre patria

Las n acion alidades no son árboles adventicios, nacidos en tierra m ovediza, de la sem illa via­
je ra qu e el viento transporta a su capricho d e una región a otra; ellas son com o los gigantescos
olivos, om búes o encinas d e los solares paternos, cuyas raíces se pierden en las m ás profundas
capas del suelo, recogen su satna d e los m ás rem otos países, y cuya som bra h a cobijado gen era­
ciones y m ás generaciones d e abuelos y nietos; la historia es la relación d e esas genealogías con
el inventario crítico d e las influencias d e los ciclos anteriores, y lo qite constituye la person ali­
dad, el alm a, el timbre, la fiterza y vitalidad d e una nación, es la constancia y convencim ien­
to de la ley d e u n idad qu e vincula el núcleo viviente con sus rem otos orígenes ancestrales.
Será van agloria p u eril en nosotros, en un siglo qu e equ ivale ap en as a u n a m itad d e vida
consciente y libre, p reten d er siqu iera con ocer nuestro p asado, restau rar la ram azón íntegra
d e nuestro árbol gen ealógico n acion al; y error m ucho m enos tolerable sería el preten d er le­
vantar un estado firm e e inm utable, sobre los solos elem entos acu m u lados desde 1810 hasta
el día, com o si nos fu ese d ad o rom per la u n idad d el tiem po y d e la raza p o r el solo hecho de
u n a d eclaración soberan a d e em an cipación política. Nuestra n acion alid ad será, pues, m ás
p erfecta y consciente m ientras m ás hondam ente p u ed a atestiguar las raíces d e su gen ealogía;
y los fen óm en os, lecciones y caracteres d e su historia, serán tanto m ás ejem plares y docentes,
cuanto con m ayor precisión p u ed an determ inarse sus orígenes, sus conexiones, sus ascen ­
dencias, en el p asad o inm ediato d e los tres siglos colon iales y en el m ás rem oto d e la raza m a­
terna, en la cu n a eu ropea de la civilización d e qu e proced en su san gre y su genio.

Joaquín V. González
en El ju icio d el siglo, Buenos Aires, CEAL, 1980.

1. C o m p a ra r el texto de Joaq uín V. G o n z á ­ 2. ¿Qué comparación elige G o n zá le z para la

I
le z con el de Va rg a s Llo sa y red a c ta r un e n ­ nacionalidad? Im aginar coincidencias sim ilares
sa yo, a p a rt ir de uno de e llo s como te sis y esc rib ir textos breves. Por ejemplo: río o mar/
a d ve rsa . tiempo o infinito.

....................................................
Ensayos de interpretación nacional

I. Las variantes nacionalistas

Hacia 1900, la fuerte influencia del posi­ hispanas, en parte provocado por la inmi­
tivismo europeo y la admiración por el mo­ gración masiva, que cambia la fisonomía
delo norteamericano, ya anticipadas en la del país; en otra, por el intercambio cultu­
obra de Sarmiento y reiteradas en el pensa­ ral creciente con el resto del mundo y la ne­
miento de fin de siglo, dejan paso a una ac­ cesidad de diferenciarse, en una etapa de
titud revisionista, ya puesta de relieve en franco optimismo, que llega a su punto más
A riel de José Enrique Rodó. alto con la celebración del Centenario en
1910 .
Nuestra América se hace cargo de sus va­
lores espirituales frente al utilitarismo des­ El ensayo artístico extenso se manifiesta
camado que sólo parece ocuparse del pro­ en la obra de Leopoldo Lugones (1874-
greso económico; a la voz de Martí, que ha 1938), El payador, que atribuye al M artín
encarecido la dignidad de los países hispa­ Fierro de Hernández el carácter de poema
noamericanos, antes de morir luchando por épico fundacional de nuestra literatura y, al
la independencia de Cuba, pronto se suma mismo tiempo, de nuestra nacionalidad ar­
la de Rubén Darío, el revolucionario poeta gentina.
nicaragüense, que devuelve al idioma su
La despojada antinomia de Rodó entre
máximo prestigio literario, en el llamado
“lo útil" y “lo humano”, se convierte en Lu­
movimiento modernista*.
gones, por obra y gracia del lenguaje mo­
En la Argentina, aflora un pensamiento dernista, en reivindicación de un linaje des­
nacional tendiente a revalorizar las raíces tinado a la belleza.

La raza de Hércules

N uestra vida actu al, la vida d e ca d a uno d e nosotros, dem u estra la existen cia con ti­
n u a d e un ser qu e se h a transm itido, a través d e u n a no interrum pida ca d en a d e vidas
sem ejan tes. N osotros som os p o r ah ora este ser: el resum en fo rm id a b le d e las g en eracion es.
La b elleza p rototíp ica qu e en nosotros llevam os, es la qu e esos in n u m erables an tecesores
p ercib ieron ; in n u m erables, p orqu e sólo en m il añ os son y a d ecen as d e m illones, según lo
dem u estra un cálcu lo sen cillo. Y d e tal m odo, cu an d o el p rototip o d e belleza revive, el a l­
m a d e la raza p a lp ita en ca d a uno d e nosotros. A sí es com o Martín Fierro p ro ced e verda­
d eram en te d e los p alad in es; com o es un m iem bro d e la casta h ercú lea. Esta con tin u id ad
d e la existen cia qu e es la d efin ición d e la raza, resulta, así, un h ech o real. Y es la belle­
z a qu ien lo ev iden cia, a l n o constituir un concepto in telectu al o m oral, m u dable con los
tiem pos, sin o u n a em oción etern a, m an ifiesta en p red ileccion es constantes. E lla viene a
ser, así, el vín cu lo fu n d am en tal d e la raza.

Leopoldo Lugones
en El payador, 3* ed., Buenos Aires, Centurión, 1961.
"E l hom bre que está solo y espera"

Se publica en 1931, con notable éxito edi­ con el “Hombre de Corrientes y Esmeralda”.
torial que dará reconocimiento a su autor, Le atribuye rasgos arquetípicos, que lo dis­
Raúl Scalabrini Ortiz (1898-1959), vinculado tancian del inmigrante, aunque sea hijo de
a los círculos literarios y a los periódicos más extranjeros, y del habitante de la pampa, ta­
influyentes de su época. Intenta también les como el sentido de la amistad, el culto a
atrapar el “espíritu de la tierra" y hace una los ídolos populares, el descreimiento en la
semblanza del porteño, a quien identifica política y el famoso “no te metás’’.

No te metás

La p ru d en cia p orteñ a tien e u n a fr a s e p a ra p rev en ir a los qu e lesion an con su atolon ­


Kap elusz ed ito ra S.A. Prohibioa su fotocopia . (Ley 11.723)

dram ien to las in cu m ben cias d el Estado. “No te metás", d ice el porteñ o. Esta es fr a s e qu e
despertó la aten ción d el con d e d e K eyserling. El “no te m etás" es verdaderam en te una
p au ta d e la id iosin crasia p orteñ a, p ero no es un con sejo dirig ido a rectifica r decision es
person ales. N adie d ice “no te m etás" a qu ien va a p resen tar la ren u n cia a su cargo, a
qu ien se d eclara dispuesto a p elea r con sus p arien tes, a qu ien se d ecid e a con ven ir un
n egocio. “No te m etás" es u n a p rev en ción trascen dente, no dom éstica. Q uiere recordar:
“No te m etás en un asu n to qu e n o es tuyo y es p riv ileg io d el Estado. A visá a los represen ­
tantes d e la a u to rid a d ." “No te m etás qu e si te va bien n o te lo ag rad ecerán y si te va mal,
se reirán d e vos". "No te m etás a ap a g a r ese p rin cip io d e in cen dio". "No te m etás a d ela­
tar ese con traban do". “No te m etás a cu id ar la vida d e los bañ istas qu e se ad en tran en
el río". “No te m etás en las cosas qu e el E stado d eb e cu idar". "No te m etás en las p erte­
n en cias en qu e señ orea la n ación . En el resgu ardo d e las p erson as y los bienes, en el
m an ten im ien to d el orden y la m oral". Q uien tran sgrede estas prerrogativas estadu ales es
p a sib le d e p en a . El rid ícu lo es la qu e gen eralm en te en d osa la clem en cia d el H om bre de
C orrientes y E sm eralda.

Raúl Scalabrini Ortiz


en El hom bre qu e está solo y espera, Buenos Aires, Plus Ultra, 1976.

Un poco más tardía, y en manos de Mallea escribe en primera persona e


Eduardo Mallea (1903-1982), reconocido identifica su propia angustia existencial,
escritor de ficción, se presenta una nueva amén de la oposición literaria entre reali­
variante de la manera de ver el país como dad y apariencia, máscara y rostro, con los
una lucha entre opuestos, en H istoria d e males de la Argentina. Una vez más recu­
u n a p a sió n arg en tin a (1937). En este ca­ rre a lo español como raíz, sin descuidar
so se trata de un mundo visible, pero al su propia educación anglosajona y sin cul­
mismo tiempo apariencial, ilusorio, frívolo par a la primera oleada inmigratoria, que
y mercantilista, frente a otro, invisible, supo adaptarse a ese espíritu de “argenti-
verdadero, auténticamente espiritual. nidad".
El argentino invisible

C uando este h om bre in visible fu e p a ra m í visible, cu an d o m e a cerq u é en la ciu d ad c a ­


p ita ly en las ciu d ad es d el in terior a su con tin en te grave sin solem n idad; silen cioso sin re­
sentim iento; aleg re sin én fasis; activo sin an gu rria, h ospitalario sin cálcu lo d e trueque,
n atu ralm en te p ród ig o: am igo d e los astros, las plan tas, el sol, la llu via y la intem perie;
pron to a la am istad, d ifícil a la d iscord ia; hu m an am en te solid ario hasta el m ás in espera­
d o y repen tin o sacrificio; llen o d e ex actas p rescien cias y zum os d e sabid u ría, sim ple sin
a la rd e d e letras; ju sto d e fo n d o , m ás am igo d el bien directo, d e la ecu an im id ad d e co ra ­
zón qu e d el p reju icio teorizad or; viril, tem plado en su vehem en cia, tan m origerado en la
vida -m orig erad o en su co d icia —qu e no le espan ta con su ad em án la m uerte -p u es n a ­
d a le arreb a ta qu e él no b ay a ofrecid o an tes con hu m an a d ig n id ad -; cu an d o m e a cer­
qu é a este h o m b re-y lo vi siem pre solitario an te una tierra qu e lo circu n d ab a sin p rop or­
ción, d án d ole su frim ien to no sólo m aterial sin o d e espíritu p o r aqu ello d e P ascal- c r e í con
aleg ría h a b er h allad o el cogollo vivo d e m i tierra.

K apelusz ed ito ra S.A. P r o h ib ía su foto copia . (L ey 1 1 .723)


Eduardo Mallea I
l
en H istoria d e una p asión argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 1975. 8,
5

1. ¿Cuáles son lo s dos modelos comparados por 3. ¿Cuál es la connotación de la fra se "no te
Rodó y lo s escritores nacionalistas desde 1 9 0 0 metás" en Sca la b rini O rt iz (positiva o negati­

a 1930? va)? ¿Ha variado su consideración desde enton­


ces? ¿A qué puede a trib uirse ese cambio?
2. A n a liza r la oposición de Lugones entre v e r­
4 . Redactar un ensayo breve sobre “el ridículo".
dad (cultura nórdica) y b elleza (cultura helénica)
U sa r algún e|emplo para inic ia r el texto.
y compararla con la de Rodó Im ateria y e sp íri­
tu). Exp oner por escrito si pueden se r viables y 5 . A la manera enumerativa de M a lle a , redac­
cuál parece más lógica. tar una semblanza del argentino ideal.

II. El desencanto de los años 30

Como se ha visto hasta el momento, las tono recae en un optimismo o pesimismo


visiones sobre el país, ya sea en su etapa de igualmente fatalistas.
construcción como de interpretación, siem­
La situación del país en 1930, a raíz de
pre han sido maniqueas*. Es por eso qu.e el
la crisis económica mundial y del golpe de
juego de los contrarios, más que la parado­
estado contra el gobierno de Hipólito Yri-
ja, ha sido una constante en nuestra litera­
goyen, que vino a dar por tierra con una
tura de ideas.
continuidad constitu cional de setenta
Si bien algunas veces se ha intentado el años, puso en evidencia la precariedad
camino de la síntesis entre unitarios y fede­ del acuerdo sobre el que se asentaba la
rales, civilización y barbarie, capital e inte­ unidad nacional y la difícil situación del
rior, hispanistas e hispanófobos, por lo ge­ país en el concierto de las naciones desa­
neral predomina una de las opciones o el rrolladas.
Sarm iento en el siglo XX: Ezequiel M artínez Estrada (1895-1964)

R adiografía d e la pam pa, título que alu­ dicotomía sarmientina de civilización y


de a la necesidad de revelar una realidad barbarie ni considera la posibilidad de re­
profunda por debajo de las apariencias, con mediar un mal que su maestro había atri­
impecable prosa literaria, actualiza las deter­ buido a la extensión.
minaciones actuantes sobre la idiosincrasia
No hay modo de escapar a este destino
nacional: fracaso de España, que sólo envió
ineludible, a menos que se haga conscien­
aventureros en busca de oro a la tierra utó­
te: sólo reconociendo la barbarie implícita
pica de Trapalanda, venganza del criollo y
no en el campo, como decía Sarmiento, si­
el mestizo engendrados sin amor, aliados a
no más bien en la lucha contra la naturale­
una naturaleza desoladora y hostil.
za y el envilecimiento de las ciudades, se
El ensayo de Martínez Estrada, como podrá cortar con el eterno retomo del “pe­
una voz en el desierto, continúa el análi­ cado original" y empezar a construir a par­
sis del F acu n do, si bien no adhiere a la tir de cero.

Civilización y barbarie

Los creadores d e ficcio n es eran los prom otores d e la civilización , en fren te d e los obreros
d e la barbarie, m ás próxim os a la realid ad repu diada. Al m ism o tiem po qu e se com batía
p o r desalojar lo europeo, se lo in filtraba en g rado suprem o d e ap elación contra el caos. El
procedim ien to con qu e se quiso extirpar lo híbrid o y extranjerizo, fu e ad op tar las form as ex­
ternas d e lo europeo. Y a sí se añ ad ía lo fa ls o a lo auténtico. Se llegó a h a b la r fra n cés e in­
glés; a u sar fr a c ; p ero el g au ch o estaba d ebajo d e la cam isa d e p lan ch a, y precisam en te se
afirm aba un estado d e barbarie con su stan cial con la ap arien cia, convirtiéndose en m ate­
ria de cultura lo qu e era abigarram ien to d e las exterioridades d e la cultura.
Los m ales eran muy graves, p ero los bien es qu e se p ropon ían en su lugar, p o r la im pren­
ta, d el sistem a d e gobiern o, la reiterada im itación d e Virgilio y la hipervalu ación d el cosm é­
tico cultural, resultaron p eores todavía. Eran los m ales d e la ap arien cia, de la p arod ia, qu e
p od rían d u rar vigentes m ayor o m enor can tid ad d e años, p ero qu e a l cab o h abían d e caer,
com o el d isfraz h eroico d el coreu ta a l fin d el espectáculo, d ejan d o visible la p ie l d el cabrío.
Se tapaba con estiércol el alm acigo d e la barbarie, sin advertir qu e los {m eólos no pu eden
vivir de utopías y qu e la civilización es u n a excoriación natural, o no es n ad a. Se g an ab a
en el tiem po an ticipan do largos p eríod os d el proceso, y en cam bio se construía com o la he­
rida qu e cierra en fa lso . A lberd ifu e el qu e m ás claro vio ese peligro, y su fisiológ ica enem is­
tad con Sarm iento y su p equ eñ a fig u ra an te el coloso, es la pu n tería d e D avid qu e asesta a
G oliat u n a p ed ra d a en la fren te.
Lo qu e Sarm iento no vio es qu e civilización y barbarie eran una m ism a cosa, com o fu er­
zas centrífugas y centrípetas d e un sistem a en equilibrio. No vio qu e la ciu dad era com o el
cam po y qu e dentro d e los cuerpos nuevos reen carn aban las alm as d e los muertos. Esa barba­
rie vencida, todos aqu ellos vicios y fa lla s d e estructuración y d e contenido, habían tom ado el
aspecto d e la verdad, d e la prosperidad, d e los adelan tos m ecánicos y culturales. Los baluartes
de la civilización h abían sido invadidos p o r espectros qu e se creían aniquilados, y todo un
m undo som etido a los hábitos y norm as d e la civilización, eran los nuevos aspectos d e lo cier­
to y d e lo irrem isible. Conform e esa obra y esa vida inm ensas van cayendo en el olvido, vuel­
ve a nosotros la realid ad profu n da. Tenemos qu e aceptarla con valor, p a ra qu e deje de pertur­
bam os; traerla a la con cien cia, p ara qu e se esfum e y podam os vivir unidos en la salud.

Ezequlel Martínez Estrada


en R adiografía d e la pam pa, 13* ed., Buenos Aires, Losada, 1991.

1. Tra za r un cuadro de lo s acontecimientos más do lo contrario de lo que dice el texto. Hacer


im portantes en la Argentina del siglo X X . Re­ dos cuadros: uno de cualidades y defectos (M a ­
dactar un ensayo breve sobre el hecho sobresa­ lí ea) y otro de aciertos y e rro re s (M a rtín e z E s­
liente de la centuria. trada).

2 . ¿Cuál es la realidad profunda para M a rtín e z 4. Exponer oralmente en equipo sobre la s cau­
Estrada? Resumir su postura pesimista subrayan­ sas que llevan a Sarm iento y M a rtín e z Estrada
do en el texto la s palabras clave. a la antinomia entre civilización y b a rbarie, se­
gún el contexto de cada época.
3. C om parar 'fa lso y auténtico" según M a lle a y
M a rtín e z Estrada, teniendo en cuenta que en el 5 . Esc rib ir un ensayo breve titulado: El mal que
prim ero se sobreentiende lo aparienclal por to­ nos aque|a...

III. Losparricidas

Con esas palabras de H. A. Murena se ca­ perador, ya fuera atribuyendo los males a la
lificó a los discípulos de Martínez Estrada, dependencia foránea o a deficiencias pro­
que vivieron una Argentina cada vez más pias del sistema económico y social de
compleja y sus avatares políticos, fuente de nuestro país.
disensos aún más fuertes y enconados que
En El p eca d o origin al d e A m érica, que
los del siglo anterior.
en su conjunto incluye varios textos sobre
Con el advenimiento y caída del peronis­ escritores reconocidos y un trabajo breve
mo, en un panorama mundial enteramente que da origen al título, Murena expone su
cambiado después de la Segunda Guerra, teoría sobre el destierro histórico que pade­
los jóvenes se vieron forzados a tomar par­ cen nuestros países y la necesidad de “ma­
tido e intentar una consideración de nues­ tar" al padre europeo para asumir un desti­
tros problemas desde un punto de vista su­ no propio.

Alma europea desterrada

P orqu e A m érica es e l alm a eu ropea expulsada d el antiquísim o recinto d e la historia, des­


terrada, contem plando su rem oto asilo, em bargada p o r u n a secreta, in cesan te pregu n ta so­
bre las cau sas d e la presu n ta culpa qu e motivó el destierro, cayendo, tras la m áscara de la
vida próspera y salu dable, en el p ozo d e una nostalgia qu e elige la propia destrucción com o
m edio p a ra redim ir la culpa y g olpear a l m ism o tiem po vindicativam ente los cim ientos de
la cerrad a casa natal. Y P oe es la voz d e ese m isterioso dram a d el alm a occiden tal, de esa
g en eralización trem enda d el d ram a d e toda vida hu m an a, qu e tien e qu e av an zar siem pre
d e las cám aras d el p asad o a un fu tu ro inclem ente y azaroso, de lo histórico a lo ahistórico,
qu e tien e qu e n acer constantem ente, d e ese d ram a qu e a l cum plirse en m illares d e seres y a
u n a determ in ada altu ra d e los tiem pos prod u jo una d em en cia oculta, u n a desesperación
em bozad a cuya m agnitud y con secu en cia p erm an ecen en gran p arte aú n sin nom bre.

Héctor A. Murena, “Los parricidas: Edgar Alian Poe’’


en El p eca d o origin al d e A m érica, ed. cit.

U n argentino universal: Jorge Luis Borges (1899-1986)

Entre 1925 y 1930, aparece la obra de un vista a múltiples temas literarios y filosófi­
ensayista joven, que trae desde España la cos, reivindicando en ese momento la nece­
renovación ultraísta*, vanguardia que se ha­ sidad de un idioma propio para una nueva
K apelusz ed ito ra S.A. Prohibida su fotocopia . (L ey 11.723)

(£Z¿‘ l l >-31)

rá notar desde la revista Martín Fierro con el mitología urbana: la del guapo porteño.
propósito de instaurar una “criolledá” origi­
Pero, del mismo modo que había aban­
nal y superar la retórica del Modernismo,
donado el ultraísmo teórico, a la hora de
v w od oio j ns voibihoim

encarnada en la figura tutelar de Lugones.


publicar su primer libro de poesía, Fervor
Desde sus primeras prosas, Inquisiciones, d e B uenos Aires, pronto se arrepiente de su
El idiom a d e los argentinos, El tam año de localismo intencionado y proclama que el
mi esperan za y Evaristo Carriego, Borges re­ hecho de ser argentino está suficientemen­
crea las formas clásicas del ensayo artístico te explícito en su manera de ver el mundo
con la versatilidad de Chesterton y la agude­ o utilizar la lengua, sin necesidad de agre­
V S ejojipa zsnpde)|

za de Paul Groussac. Se propone pasar re­ gados coloristas.

Una confidencia

Séam e perm itida aq u í una confidencia, una m ínim a confidencia. D urante m uchos años,
en libros ahora felizm en te olvidados, traté d e redactar el sabor, la esencia de los barrios extre­
mos d e Buenos Aires; naturalm ente abu n dé en palabras locales, no prescin dí de p alabras co­
mo cuchilleros, milonga, tapia, y otras, y escribí así aquellos olvidables y olvidados libros; luego,
hará un año, escribí una historia qu e se llam a La muerte y la brújula qu e es una suerte de p e­
sadilla, una pesadilla en qu e figu ran elem entos d e Buenos Aires deform ados p o r el horror de la
pesadilla,■pienso a llí en el Paseo Colón y lo llam o Rué d e Toulon, pien so en las quintas de Adro-
gu é y las llam o Triste-le-Roy; pu blicada esa historia, mis am igos m e dijeron qu e a l fin habían
encontrado en lo qu e yo escribía el sabor de las afu eras de Buenos Aires. P recisam ente porque
no m e h abía propuesto encontrar ese sabor, porqu e m e h abía aban d on ad o a l sueño, pu de lo­
grar, a l cabo d e tantos años, lo qu e antes busqué en vano.

Jorge Luis Borges, “El escritor argentino y la tradición”


en D iscusión, 4* ed., Buenos Aires, Emecé, 1966.
Desde donde se lo mire, Borges es un realidad. Para ello, utiliza en su prosa de
gran ensayista. Aun en sus poemas y cuen­ ideas, el arma de la ironía y se apoya en
tos, expone un pensamiento emocional, la múltiples citas, que denotan la vastedad de
percepción de la vida en forma de libro, sus lecturas e intereses, siempre dirigidos a
como un gran enigma cuyo fin no es ser una interpretación que, si bien parece aje­
descifrado sino abordado desde las múlti­ na a los problemas cotidianos, indaga el
ples conjeturas y paradojas que conforman sentido de las cosas, desde la perplejidad
la materia de los sueños y también de la innegable de su ser argentino.

1. ¿Cuál es el tema básico del ensayo latinoa­ la so b e ra nía y la id io sin c ra sia n a c io n a le s.


mericano?
4. Ela b o ra r un ensayo: Ventajas y desventajas
2. ¿Qué somos o qué debemos ser? Responder de la glob a liza c ión económica y mediática pa ­
con citas¥ de Bolívar, M a rtí, Rodó, M a rtín e z Estra- ra la identidad nacional. Se g u ir el esquema: te­
da, Murena, Carpentier, G arcía Márquez, Saer. sis adversa, contrarrefutación y te sis personal,

K apelusz editora S A Prohibida su fotocopia . (L ey 11.723)


3 . D eb a te: ¿Q ué es s e r a rg e n tin o ? B u sc a r argumentación con dig re sión, refutación, con­

en lo s d ia rio s te stim o nio s de a firm a c ió n de trarrefutación, conclusión.


§
i
Iun
>

La crítica y las revistas literarias

La labor crítica, que enfoca particular­ descuidar otros aspectos de la cultura na­
mente una obra de arte o un autor para juz­ cional.
garlos según ciertos parámetros técnicos, se
La revista Sur, fundada en 1931 por Vic­
inicia muy temprano en nuestro país, aún
toria Ocampo, a instancias de Eduardo Ma-
con una literatura en pañales, como forma
llea, se propuso intensificar el contacto con
de repulsa frente a lo español, en la pluma
los intelectuales y artistas extranjeros, por
de Juan María Gutiérrez, miembro de la ge­
medio del intercambio de visitas, colabora­
neración del 37. ciones y publicaciones en la editorial del
Con la especialización que se produce a mismo nombre. Por ella desfilaron ensayis­
fin de siglo, la crítica literaria adquiere sin­ tas notables: Aldous Huxley, Thomas Mann,
gular importancia y entre sus cultores cabe Octavio Paz, Martínez Estrada, Murena, Bor­
destacar a Paul Groussac (1848-1929), fran­ ges y Ernesto Sabato.
cés de nacimiento, director de la revista La
Por otra parte, Contorno (1953), dirigida
B iblioteca, donde supo exponer sus juicios
por los hermanos David e Ismael Viñas, reú­
certeros e insobornables sobre los escrito­
ne a la generación de “los parricidas” en tes­
res de su tiempo.
timonio de una época conflictiva del país y
En 1907, se funda la revista Nosotros, reclama un compromiso vital de la literatu­
dirigida por Roberto Giusti y Alfredo Bian- ra, ya expuesto desde el inicio, a través de
chi, que se dirige fundamentalmente a Juan José Sebreli (1930), quien se propone
promocionar la literatura argentina y hace un análisis sociológico serio, superador de
hincapié en la crítica especializada, sin la “rebelión inútil" de Martínez Estrada.
El artículo de costumbres

Ya se ha visto la enorme incidencia de la en 1837, y emuló en sus artículos al periodis- i


prensa escrita en la difusión del ensayo, pe­ ta español, Mariano José de Larra, a quien
ro cabe considerar también, dentro de la rindió homenaje con el seudónimo de Figari-
denominación genérica de “artículo", aquel 11o. Bien sabía, como su modelo, la conve­
tipo de textos que se ocupan de la vida co­ niencia de satirizar las situaciones y conduc­
tidiana de una sociedad, sus costumbres y tas nocivas, por vía indirecta del humor, que
sus personajes más pintorescos. eludía la censura oficial. Sin embargo, no pu­
El mismo Alberdi, mientras se ocupaba del do sustraerse a la persecución de Rosas y de­
ensayo formal, fundó el periódico La M oda, bió partir al exilio en Montevideo.

(
M i nombre y mi plan (
(
c
H e explicad o m i nom bre: voy a ex plicar m i p la n , qu e p o co tien e qu e explicar, a la ver­
dad . Soy hijo d e español, y y a se sab e qu e todo h ijo d e españ ol n o d ebe h a cer toda su vida (
sin o lo m ism o qu e h izo su p ad re; no d ebe ser m ás qu e u n a im itación, u n a copia, u n a tra­
d ición d e su p ad re, es decir, siem pre im itación, siem pre copia, siem pre rutina, com o v. g .1
(
nuestra patria, d e su m adre p atria. (
¿Qué h a hecho, ah ora bien, m i p a d re du ran te su corta, p ero aprov ech ad a y provechosa
inda? A labar a sus abuelos, recom en d ar sus tradiciones, respetar lo qu e el tiem po b a respe­
tado: p u es tal será tam bién m i constante a fán : alabar, ap robarlo todo, com o hijo d e espa­
ñol, y en especial, lo qu e traiga origen peninsular, porqu e, en virtud d e la ín dole ibérica, el
m ejor hijo, es aqu el qu e n o sólo im ita a l p ad re, sin o tam bién a l abu elo, a l bisabuelo, y a sí
d e gen eración en gen eración hasta llegar h asta nuestro p rim er p a d re A dán, exclusive, p o r
h ab er caíd o él d e p u ro in n ovador y experim entador; p o r lo cu al los españ oles y descen den ­
cia, siem pre hem os ten ido horror a l árbol d e la cien cia, d e qu e no serem os nosotros, a buen
seguro, los qu e volverem os a com er d el fru to. P ienso no d ejar m i nom bre n i mi p lan m ien­
tras viva, y d ejaría d e ser hijo d e Fígaro si a s í n o lo h iciera. A bien que, corta será m i vida
p a ra a la b a r todo lo qu e tengo d e a la b a r en esta tierra llen a d e recu erdos y de legados de
nuestras p a sa d a s gen eracion es, qu e D ios p erd on e.
(

Juan B. Alberdi (
en La época d e Rosas, Buenos Aires, CEAL, 1979.

Hasta 1880, se produce un largo parén­ generación, pero entre ellos se destaca una
tesis en la producción de artículos de cos­ figura emblemática de la intensa vida cultu­
tumbres, aunque también Sarmiento y Vi­ ral vinculada con Europa y la buena con­
cente Fidel López los cultivaron desde su versación de las tertulias porteñas.
destierro. Ya hemos señalado el placer por Lucio V. Mansilla (1831-1913), sobrino de
la evocación del viejo Buenos Aires puesto Rosas, militar y enviado diplomático, contri­
en evidencia por las mejores plumas de esa buyó no poco con el acceso al poder de

1 v.g.: lat. verb i g ra tia . V erbigracia, p o r ejem p lo.


Sarmiento y sus sucesores, aunque él mis­ C aras y C aretas (1898), que introduce refi­
mo no lograra una situación de preeminen­ namientos técnicos y perdura durante cua­
cia en la política argentina. Sin embargo, se renta años, surge un grupo de escritores
lo recuerda aquí como autor de las famosas brillantes, entre los que destaca su fundador
“Causeries de los jueves” o “Entre nos”, del y director, José S. Álvarez (1858-1903), más
periódico Sud-A m érica, esbozos costum­ conocido con el seudónimo de Fray Mocho,
bristas, a la manera de una charla informal, a quien se deben infinidad de viñetas narra­
que combinan el relato biográfico con el tivas sobre la vida cotidiana de su tiempo,
salpimentadas por la gracia del lenguaje po­
detalle pintoresco.
pular, con el encanto seguro de una ciudad
Poco después, y con la aparición de la que todavía se muestra provinciana, prós­
primera revista moderna de nuestro país, pera y optimista.

"Me mudo al Norte"

Siem pre lo dije: si las cosas siguen com o van hasta hoy y o tendré qu e a b an d on ar estos b a­
rrios... ¿Quién d iablo p u ed e vivir hoy en el Sur, a m enos qu e n o sea algún p ay u ca d e esos.
qu e se m antienen con chu rrasco y le h acen cara fe a a un caracol?
¡Si esto está ca d a d ía m ás im posible!... ¡Antes siqu iera ten ía uno los rezagos d el M ercqo
Viejo o la sopa e San F rancisco, p ero au ra!... ¿Y del río, qu é m e dicen?... ¡Siem pre era un re­
curso!... Lo tenía uno “ah icito no m ás”, com o d ecía ño P antalión, y siem pre se h allab a en­
tre la resaca un sábalo asonsao, una boga con la je ta rota o un bagre atorao con el an zu e­
lo... ¿Y aura?... ¡Vaya uno a d a r con el río!
¡No!... ¡Eso sí... p a vivir bien, el Norte; esa es gen te qu e sa b e... y después, la m u n icipalidad
ayu da siqu iera!... ¡Se acu erd a d el vecin dario!... ¡Uno va p o r la vedera y cam in a trom pezan­
d o con la com ida... un caracú aquí, un espin azo allá!... ¡Los basu reros siqu iera son a llí
hom bres d e socied á y a veces p o r un com prom iso u p o r otro, se les pegan las sában as!... Y
d an un calce... ¿Y qu é m e dicen d e las diversiones? ¡Se sien ta uno en u n a pu erta y aqu ello
es un veinticinco e M ayo! ¡C oches llen os d e m u chachas alegres, biciclistas, casas en qu e to­
can el p ian o, carreros satisfechos con las propin as y qu e hasta p ag an una copa... alm ace­
neros qu e tiran cach os d e salchichón !...
¡No!... ¡A quello es otra cosa: no se p u ed e negar! Y después Palerm o, La R ecoleta, las quin­
tas llen as d e flores... ¡No, no!... ¡He sido un bárbaro!... ¡Me m udo a l Norte!

Fray Mocho Oosé S. Álvarez)


en Los costum bristas d el 900, Buenos Aires, CEAL, 1980.

Hacia 1930, como testigo paciente de la como cronista policial, en el célebre vesper­
crisis que amenaza con desintegrar la socie­ tino Crítica. Roberto Arlt, (1900-1942) du­
dad y desenmascarar los problemas del rante el breve lapso de su vida, revoluciona
desmesurado crecimiento de Buenos Aires, las letras argentinas con la publicación de
a expensas de las provincias, aparece un es­ su primera novela, El ju gu ete rabioso, en la
critor iniciado en las lides del periodismo que deja traslucir la desesperación de los
marginales en medio de un anonimato ur­ dea ya desaparecida, tal como se manifies­
bano, hostil y sin salida. ta en el Evaristo C arriego de Borges, pero
agregan cierto sesgo de crueldad desespe­
Al mismo tiempo, en el diario El Mundo, ranzada, en un lenguaje vital que no ahorra
da a conocer sus A guafuertes porteñas, cua­ los aportes del lunfardo, ya muy lejos del
dros de la ciudad cosmopolita, que reiteran cocoliche* piadosamente burlón de Fray
de algún modo la nostalgia por la gran al­ Mocho.

Fiacún y flaca

E n salzaré con esm ero el benem érito “fiacú n " .


Yo, cron ista m editabu n do y aburrido, d ed icaré todas mis en ergías a h acer el elogio del
“fia cú n ", a establecer el origen d e la " fiaca", y a d eja r determ in ados de m odo m atem ático
y p reciso los alcan ces d el térm ino. Los fu tu ros acad ém icos argen tin os m e lo agradecerán , y
y o h ab ré ten ido el p la c er d e haberm e m uerto sabien d o qu e trescientos sesenta y un añ os des­
Kapelusz editora S.A. P rohibida su fotocopia . (L ey 11.723)

pu és m e levan tarán u n a estatua.


No h ay porteño, desde la B oca a Núñez, y desde N úñez a Corrales, qu e no haya dicho al­
gu n a vez:
— Hoy estoy con "fiaca".
O qu e se h ay a sen tado en el escritorio d e su oficin a y m irando a l jefe, no dijera:
—¡Tengo u n a “fia ca " ! r
De ello dedu cirán seguram ente mis asidu os y entusiastas lectores qu e la fi a c a " expresa
la in ten ción d e “tirarse a m uerto”, p ero ello es un grave error.
C onfundir la fia c a " con el acto d e tirarse a m uerto es lo m ism o qu e con fu n dir un asn o
| con u n a cebra o un burro con un caballo. E xactam ente lo m ism o. »
I"3
Y sin em bargo a prim era vista p a rece qu e no. P ero es así. Sí, señores, es así. Y lo p robaré
am plia y rotundam ente, d e tal m odo qu e no qu ed ará d u d a algu n a respecto a m is profu n ­
dos con ocim ien tos d e filo lo g ía lu n farda.
Y no qu edarán , p orqu e esta p a la b ra es au tén ticam en te genovesa, es decir, u n a expresión
corrien te en el d ialecto d e la ciu d ad qu e tanto detestó el señ or D ante A ligbieri.
La “fia c a " en el d ialecto genovés expresa esto: "Desgano físico origin ado p o r la fa lta de
alim en tación m om entánea". D eseo d e no h a cer n ada. Languidez. Sopor. G anas de acostar­
se en u n a h am aca p arag u ay a du ran te un siglo. D eseos de dorm ir com o los durm ientes de
Efeso du ran te cien to y p ico d e años.
Sí, todas estas ten tacion es son las qu e expresa la p a la b reja m en cion ada. Y algunas más.
C om u n icábam e un distinguido erudito en estas m aterias, qu e los genoveses d e la B oca
cu an d o observaban qu e un párvu lo bostezaba, d ecía: "Tiene la fia c a ' en cim a, tiene". Y de
in m ediato le recom en daban qu e com iera, qu e se alim en tara.

Roberto Arlt, “El origen de algunas palabras de nuestro léxico popular"


en A guafuertes porteños, Buenos Aires, Biblioteca Página/12, s.f.
1. Señalar en el artículo de Alberdi en qué consis­ aprovechamiento de experiencias pintorescas
te el tono irónico y cómo lo constituye en el texto; que valgan como digresión.
elegir un par de citas para su demostración.
4. Ensayar una viñeta sobre la vida cotidiana de
2 . E s c rib ir un a rtíc ulo de costum bres basado la ciudad de residencia. Recordar que toda ciudad
en la o po sició n entre tradic ión y o rig in a li­ es un organismo histórico, en permanente cambio.
dad. Se puede re la c io n a r con lo s usos del
5 . Escribir una "defensa de la fiaca". Procurar
idiom a, según José C a d a lso (M ódulo 2), o la s
mezclar el tono humorístico a la meditación seria
a g ud eza s de O sc a r W ild e sob re la moda
de ideas. Pensar que ‘ocio y negocio" guardan
(M ó d ulo 1).
una misma etimología y que es el antiguo tema
3. Redactar un boceto autobiográfico breve con que opone vida contemplativa a vida activa.

....................................................................♦••••

Antología

Cuatro ensayos argentinos

Kapelusz editora SA. Prohibida


La cabeza de Goliat

su fotocopia .
D esde 1853 toda la p olítica consistió en atraer capitales y brazos p a ra aplicarlos a las in­
dustrias n acion ales, qu e se estu diarían y crearían después. Llegaron los capitales y los bra­
zos, unos y otros con su p lan . Nosotros no sabíam os siqu iera p o r d ón d e em pezar. Los cap i­
tales obed ecían a las leyes universales d e la riqu eza y los brazos a las leyes universales del

(Ley 11.723)
trabajo. Unos y otros qu ed aron ju n to a l m uelle p o r si ten ían qu e volverse, m ientras las em ­
p resas d e colon ización traficaban con la industria d e los p asajes y los fletes.
No se alejaron m u cho d e B uenos A ires los cap itales n i los brazos, y a qu e en tre s í h a ­
bían lleg ad o a un con ven io priv ad o. C asi todos los capitales se ap licaron a explotacion es
u rban as o vin cu ladas estrecham en te con la urbe. Tuvieron a q u í su sed e cen tral y el nexo
d e en tron qu e con otras em presas, constituyendo la estación d e con m u tacion es d el cap ital
in d u strializad o. Una p erfecta red d e com u n icacion es y d e circu lación d e la riqu eza, con
nosotros ad en tro p a r a qu e no. nos qu ejáram os.
En el in terior estaba el peligro, la incógnita d el desierto qu e desde Sarm iento fu e un p ro ­
gram a en tero d e gobiern o y desde Echeverría un tem a econ óm ico y p oético.
Con esos aportes destin ados a l interior, p ero siem pre in terceptados en su curso p o r la
capital, B u en os A ires creció con form e d ebió h acerlo p o r con tribu ción volu n taria d e las
provin cias.
La situ ación g eog ráfica e histórica d e B uenos A ires y la con dición de desven taja fa tíd ic a
d e los p aíses lim ítrofes la pred estin aban a su actu al g ran d eza, p u es su hegem on ía estaba de­
cid id a desde an tes d e existir.
P ero m ientras d ev an aba un sueño d e trescientos años, el p a ís qu edó enjuto, aném ico,
ten dido a lo largo y a lo an ch o d e su soledad. B uenos A ires ten ía la respon sabilidad d el p ro ­

no
greso de varias n aciones, com o la tuvo en la in depen den cia d e A m érica. P or eso es, m ás qu e
un p roblem a d e todo el organism o n acion al, un p roblem a su dam erican o. Era no sólo la ca ­
beza p a ra represen tar un p a p el d e gigante, sin o p a ra p en sar en lo p o r venir.
C uando sea llam ado a ren d ir cu en tas - y esto siem pre ocu rre-, n o sabrá cóm o litigar su
absolu ción . Ú nicam ente p od rá aleg ar qu e estaba con deriado a la suerte d e los seres terato-
lógicos, qu e es la d e vivir p a r a s í m ism os y no p a ra la especie.

Ezequiel Martínez Estrada


La ca b ez a d e Goliat, Buenos Aires, CEAL, 1981.

r\

El escritor argentino y la tradición

Llego a u n a tercera opinión qu e h e leíd o h a ce p o co sobre los escritores argen tin os y la tra­
dición , y qu e m e h a asom brado m ucho. Viene a d ecir qu e nosotros, los argentinos, estam os
desvinculados d el p asad o; qu e b a h abid o com o una solu ción d e con tin u idad entre nosotros
y Europa. Según este sin gu lar p arecer, los argen tin os estam os com o en los prim eros días de
la creación ; el h echo d e bu scar tem as y procedim ien tos europeos es u n a ilusión, un error;
debem os com pren der qu e estam os esen cialm en te solos, y no podem os ju g a r a ser europeos.
Esta opinión m e p arece infundada. Com prendo qu e m uchos la acepten, p orqu e esta decla­
ración de nuestra soledad, d e nuestra perdición, d e nuestro carácter prim itivo tiene, com o el
existencialism o, los encantos d e lo patético. M uchas personas pu eden aceptar esta opinión p or­
qu e una vez aceptada se sentirán solas, desconsoladas y, d e algún m odo, interesantes. Sin em ­
bargo, h e observado qu e en nuestro país, p recisam en te p o r ser un p a ís nuevo, hay un gran
sentido d el tiem po. Todo lo qu e h a ocu rrido en Europa, los dram áticos acon tecim ientos de
los últim os añ os d e Europa, h an reson ado profu n dam en te aqu í. El h ech o d e qu e una perso­
n a fu e ra p artid aria d e los fran qu istas o d e los repu blican os du ran te la gu erra civil españo­
la, o fu era p artid aria d e los n azis o d e los aliados, h a determ in ado en m uchos casos p eleas
y distan ciam ien tos muy graves. Esto no ocu rriría si estuviéram os desvinculados de Europa.
En lo qu e se refiere a la historia argentina, creo qu e todos nosotros la sentim os p rofu n d a­
m ente; y es n atu ral qu e la sintam os, p orqu e está, p o r la cron ología y p o r la sangre, muy cer­
ca d e nosotros; los nom bres, las batallas d e las gu erras civiles, la gu erra d e la independen­
cia, todo está, en el tiem po y en la tradición fam iliar, m uy cerca d e nosotros.
Esto n o qu iere d ecir qu e todos los experim entos argentinos sean igualm ente felices; creo
qu e este problem a d e la trad ición y d e lo argen tin o es sim plem ente una fo rm a contem porá­
nea, y fu g a z d el eterno p roblem a d el determ inism o. Si y o voy a tocar la m esa con una de
m is m anos, y m e pregunto: ¿la tocaré con la m an o izqu ierda o con la m an o derecha?; y lue­
go la toco con la m an o derecha, los determ inistas d irán qu e y o no p o d ía ob rar d e otro m o­
d o y qu e toda la historia an terior d el universo m e oblig aba a tocarla con la m ano derecha,
y qu e tocarla con la m an o izqu ierda hu biera sido un m ilagro. Sin em bargo, si la hu biera
tocado con la izqu ierda m e h abrían dich o lo mism o: qu e h a b ía estado obligado a tocarla
con esa m ano. Lo m ism o ocu rre con los tem as y procedim ien tos literarios. Todo lo qu e h a­
gam os con fe lic id a d los escritores argen tin os p erten ecerá a la tradición argentina, d e igual
m odo qu e él h ech o d e tratar tem as italian os p erten ece a la tradición d e Inglaterra p o r obra
d e C hau cer y d e Shakespeare.
P or eso repito qu e n o debem os tem er y qu e debem os p en sar qu e nuestro patrim on io es el
universo; en sayar todos los temas, y no podem os con cretarn os a lo argen tin o p a ra ser a r­
gentinos: p orq u e o ser argen tin o es u n a fa ta lid a d y en ese caso lo serem os d e cu alqu ier m o­
do, o ser argen tin o es u n a m era afectación , u n a m áscara.
Creo qu e si nos aban d on am os a ese sueño voluntario qu e se llam a la creación artística,
serem os argen tin os y serem os, tam bién, buenos o tolerables escritores.

Jorge Luis Borges


en D iscusión, ed. cit.

Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes

El celador, a qu ien en ad elan te llam arem os cen sor p a ra abreviar, su ele m antenerse en el
an on im ato, salvo un fa m o so calificad or d e cin e ju b ila d o qu e alcan zó en vid iable g rad o de
n otoried ad y adhesión popular.
El censor no exhibe docum entos ni obras com o exhibim os todos a cad a paso. Suele ignorar­
se su currículum y en qu é necrópolis se doctoró. Sólo sabem os, p o r tradición oral, qu e fu e ca ­
p a z d e in cin erar "La historia d el cubism o” o las “M emorias de (G roucho) M arx”. Que su cultus
ra p u ed e ser an ch a y ajen a com o p a ra recordar que Stendhal escribió las novelas "El rojo "y “El
n egro”, y qu e am bas son sospechosas, es dato folklórico y resultaría tem erario atribuírselo.
Tam poco sabem os, salvo excepciones, si trabaja a sueldo, p o r vocación , p orqu e la vida lo
en gañ ó o p o r m an dato d e Satanás.
Lo qu e s í sabem os es qu e existe desde qu e tenem os uso d e razón y g an as d e usarla, y qu e
d e un m odo u otro sobrevive a todos los gobiern os y ren ace siem pre de sus cen izas, com o el
G ato Félix. Y qu e fu ero n ¡ay! efím eros los p eríod os en qu e se m antuvo entre parén tesis.
La m ayoría d e los au tores som os m oralistas. Q uerem os -d eb em o s- d en u n ciar p a ra sa ­
near, in form ar p a ra corregir, sab er p a ra transmitir, a n a liz a r p a ra optar. Y decirlo todo con
nuestras p alabras, qu e son las d el d iccion ario. Y con nuestras ideas, qu e son p o r lo m enos
las d el siglo X X y no las K hom eini.
El produ ctor-con su m idor d e cultura n ecesita saber qu é p a sa en el m undo, p ero sólo a c ­
ced e a libros extran jeros preseleccion ados, a un cin e m utilado, a n oticias veladas, a dram a-
tizacion es m ojigatas. Se su scribe en tonces a revistas eu ropeas (n o son p orn og ráficas p ero
qu ién va a p robarlo ¿no son obscen as las lám in as d e an atom ía?) qu e significativam ente el
correo no distribuye.
Un au tor tien e d erech o a com u n icarse p o r los m edios d e difusión, p ero an tes d e ser con ­
vocado se lo bu sca en u n a lista com o las qu e consultan las A duanas, con delincuentes o “de­
sacon sejables’’. Si tien e la suerte d e no fig u ra r en tre los réprobos h ab lará an te un m icrófo­
n o tan rod ead o d e testigos tem erosos qu e se sentirá com o u n a rtena lam pen a la m esa de
M artínez d e H oz: todos la vigilan p a ra qu e no se vuelque en cim a la sém ola n i pron u n cie
p alab rotas. Y e l oyente no sa b e p o r qu é su au tor p referid o tartam udea, v acila y vierte a l fin
conceptos d e sém ola ch irle y sosa.
H ace tiem po qu e som os com o niños y no podem os d ecir lo qu e pen sam os o im aginam os.
C uando e l C ensor d esa p a rez ca ,porqu e algu n a vez sucum birá dem olido p o r una autopista!
estarem os decrépitos y sin sab er y a qu é decir. H abrem os olvidado el cóm o, el dón de y el
cu án do y nos sentarem os en u n a p la z a com o la p a reja d e viejitos d el dibu jo d e Quino qu e
se pregu n taban : "¿Nosotros qu é éram os...?”
El u bicu o y diligen te C ensor tran sform a uno d e los m ás lú cidos centros cu ltu rales d el
m undo en un Ja rd ín d e In fan tes fa b ric a d o r d e em belecos qu e sólo p u ed en a b o rd a r lo p u e­
ril, lo p rocaz, lo frív olo o lo histórico p a sad o p o r ag u a ben dita. H a convertido nuestro lla ­
m ado am bien te cu ltu ral en un pestilen te hervidero d e sospechas, den u n cias, intrigas, y
presu n cion es y an atem as. Es, en defin itiva, un estafad or de en ergías, un ladrón d e nues­
tro d erech o a la im agin ación , qu e d ebería ser constitucional.

María Elena Walsh


en Clarín, 16 de agosto de 1979.

El hincha

La elección de un cu adro responde prim ordialm ente en el hin cha a factores subjetivos, con­
tingentes e irracionales: se es hin cha de tal cu adro porqu e el padre, o el herm ano m ayor o el tío
predilecto lo son, o bien porqu e se vive en el barrio donde el club tiene su sede, o porqu e es el
qu e está gan an do en el m om ento de la in fan cia cuando se hace la elección. Esta irracionali­
d ad en la elección h ace qu e no exista razón alguna qu e haga cam b iara un hin cha "de cam i­
seta ", Se p u ed e cam biar de p areja, d e amigo, de país, d e partido, de ideas, hasta de religión; no
se cam bia nunca de equipo; no hay apóstoles ni herejes ni heterodoxos ni renegados en elfú t­
bol. Sea com o fu ere, la adhesión a un club no h a sido buscada de acu erdo a una evaluación
de los valores de cad a club, le h a sido im puesta p o r el contorno en qu e sS desenvuelve el hin­
cha. El hin cha no elige el club, com o no elige el estilo d e la ropa qu e usa, sino qu e sim plem en­
te sigue la corriente, la m oda vigente en el grupo a l qu e pertenece, com o en últim a instancia
tam poco elige sus opiniones políticas o religiosas qu e tam bién son de confección.
Estos rasgos d e carácter d el hin cha corresponden a un tipo hum ano estudiado p o r la psico­
logía social: la person alidad autoritaria. El hin cha es un autoritario pasivo, se som ete ciega­
m ente a la au toridad y es fácilm en te sugestionable, ad h iere a l cu adro p o r lo qu e la gente que
lo rodea d ice d e él, respeta la opinión reinante sin form u larse du das ni reflexiones sobre la ca ­
lid ad d el mismo. C arece d e espíritu crítico y d e sentido del humor, apoya todos los convencio­
nalism os consagrados p o r el grupo en qu e se mueve. Es in capaz d e ir contra la corriente, p or
fa lta d e voluntad e im aginación. Es intolerante, susceptible, orgulloso y con un sentim iento de
irresponsabilidad surgido d e la ilusión d e p od er qu e le d a su perten en cia a un club. El carác­
ter m onótono y reiterativo d elfú tbol que repite m ás o m enos las mism as in ciden cias partido a
partido y deja una sensación d e tristeza y aburrim iento a l term inar, contribuye, p or su parte,
a increm entar la reacción autom ática y a adorm ecer toda fo rm a d e actitud personal.

Juan José Sebreli


en La era d el fú tbol, 31 ed., Buenos Aires, Sudamericana, 1998.
1. C la sific a r el ensayo de M a rtín e z Estrada; 5 . ¿Q ué rela c ión tie ne la fra se de M a ría E.
exp lic a r p o r qué denom ina a B ueno s A ire s “La W a lsh: "La m ayoría de lo s autores som os mo­
cabeza de G o lia t" y se ñ a la r la s coinciden­ ra lista s" con la m irada p ro p ia de un e n sa y is­
cias o lo s d ise n so s p ersonales. ta? ¿En qué se ntid o su texto seña la una p a ra ­
doja moral?
2. Redactar un ensayo sobre la a n títe sis capi­
tal e in te rio r y la conveniencia del traslad o de 6 . In v e stig a r lo s p e rso n a je s m encionados en
la C a p ita l Federal. el a rtículo de W a lsh con intención hum orística
y exp lic a r cada chiste del texto.
3. ¿C uál es la paradoja en el concepto de
B o rg e s sob re el determ inism o o fatalism o? ¿A 7. C om p a ra r el ensayo de Se b re li con el de
quiénes alude en su te sis adversa? U la n o v sky y o b se rv a r sus a n a lo g ía s y d ife re n ­
cias. Redactar una "Te o ría p e rsona l del hin­
4 . A n a liz a r el ensayo de B o rg e s marcando
cha".
cada una de sus p a rtes. B u sc a r un adjetivo
que descalific a la te sis adversa. Sub ra ya r lo s 8 . Redactar un a rtíc u lo so b re “el cholulo", “el
a rgum entos y explic a r el carácter de la con­ fa n" o el m ilitante p olítico, a p a rt ir de la ideg
clusión. de Se b re li sob re "a u to rita rism o p a sivo".

.............................................

K apelusz e d ito ra S A Prohibida su fotocopia . (Ley 11.723)


( E Z Z 'l l A3D vwoDOicw ns vaiBiHOMd "V S e jo jip a zsnjadex
<
Concurso: Ensayo de ensayos c
(
Elaborar una publicación de aula que contenga: (
1. Ensayos sobre distintos temas libres, seleccionados mediante un concurso. (
Bases del concurso: c
- Se podrán presentar hasta dos textos por autor. (
- Los trabajos no excederán las seiscientas palabras (dos Camilas en procesador
(
de textos).
- Habrá cuatro categorías: ensayo artístico, filosófico, sociológico y periodístico o c
misceláneo. (Pueden presentarse los mejores trabajos elaborados durante el año.) (
- El jurado estará compuesto por el profesor y dos alumnos, quienes justificarán su
voto por escrito, conforme a la presencia o ausencia de las característicds habitua­
c
les del género estudiadas en el módulo 3. Su veredicto será inapelable. (
- Se otorgarán un primero y un segundo premio, y menciones, que integrarán la (
publicación.
(

2 . Entrevista a un periodista o ensayista acerca de los “gajes del oficio .


c
Formar una comisión de “periodistas": los que preguntan, los que graban y desgra­
c
ban y el fotógrafo. (
Escribir y publicar la entrevista.
c
c
3. Editorial, noticias, crónicas, notas, artículos de costumbres y críticas de arte.
(
Pautas de trabajo:
(
Los responsables de la edición escribirán el editorial sobre un tema de interés es­
pecial. (
Formar equipos para los tipos de artículos mencionados (ver en el texto las características (
de cada uno de ellos: módulo 4).
(
Se leerán en el aula y se distinguirá a los mejores por el voto directo de los com­
pañeros. (
(
irrc ........... ........ £ (
Addison, Joseph (1672-1719), periodista y político inglés, fundó El
espectador con Steelc y creó el ensayo misceláneo moderno.
Adorno, Theodor W. (1903-1969), filósofo, sociólogo y musicólogo
alemán, notable ensayista, autor de M ínim a M oralia.
Aguirre, Raúl Gustavo (1927-1983), poeta argentino, fundador de la
revista P oesía B uenos Aires, autor de una colección de aforismos.
Asimov, Isaac (1920-1992), escritor ruso radicado en los Estados Unidos,
uno de los pilares de la ciencia-ficción, autor de Yo, robot, etc.
Bianchi, Alfredo (1882-1942), escritor argentino, autor de Teatro N acional
y director de la revista Nosotros.
Bioy Casares, Adolfo (1914-1999), escritor argentino, autor de La
invención d e M orel. Escribió varias obras en colaboración con Borges y
logró reconocimiento internacional.
Bolívar, Simón (1783-1830), prócer venezolano, llamado el Libertador de
América, héroe de la independencia y autor del D iscurso de A ngostura. r
Buffon, Georges Leclerc, Conde de (1707-1788), científico francés, autor
de H istoria N atural y dueño de un notable estilo literario.
Cañé, Miguel (1851-1905), escritor y diplomático argentino, miembro de la
Generación del 80, autor de Ju ven ilia, recuerdos de su vida escolar.
Cambaceres, Eugenio (1843-1888), escritor y legislador argentino,
partícipe de la Generación del 80, autor de novelas naturalistas como En la
sangre.
Carpentier, Alejo (1904-1980), escritor cubano, introdujo el concepo del
realismo mágico en la literatura latinoamericana. Autor de El siglo d e las
luces.
Cicerón, Marco Tulio (106-43 a. C.) escritor y político romano, famoso
por su oratoria y autor del tratado Sobre la am istad.
Cortázar, Julio (1914-1984), escritor argentino, nacido en Bélgica, autor
de cuentos y novelas que le valieron reconocimiento internacional:
R ayuelo, etc.
Chesterton, Gilbert Keith (1874-1936), escritor inglés, muy reconocido
por su estilo ingenioso y sus cuentos policiales protagonizados por el
Padre Brown.
Darwin, Charles (1809-1882), naturalista inglés, creador de la teoría
evolucionista basada en la selección natural, autor de El origen d e las
especies.
Defoe, Daniel (1660-1731), periodista y novelista inglés, autor de ensayos
políticos y la célebre novela Robinson Crusoe.
Descartes, Rene (1596-1650), filósofo, matemático y científico francés,
autor del D iscurso d el M étodo, a partir de la sentencia: “pienso, luego
existo”.
Diderot, Denis (1713-1784), filósofo francés. Participó en la redacción de
la E nciclopedia, autor de importantes ensayos y críticas de arte.
Dryden, Jo h n (1631-1700), poeta y dramaturgo inglés, autor de Ensayo
sobre la p oesía dram ática.
Eco, Umberto (1932), semiólogo y novelista italiano, autor de Obra abierta
y El nom bre d e la rosa.
Epicuro (341-270 a. C.), filósofo griego, fundador de la doctrina que lleva
su nombre, basada en el placer y la serenidad del ánimo.
Erasmo de Rotterdam (1486-1536), humanista y religioso holandés, autor
de El elogio d e la locura.
Echeverría, Esteban (1805-1851), escritor argentino, representante del
romanticismo, autor de La cautiva y El m atadero.
Galeano, Eduardo (1940), periodista y escritor uruguayo, autor de Las
venas abiertas d e A m érica Latina.
García Márquez, Gabriel (1928), escritor y periodista colombiano,
(Ley 11.723)
( £ Z ¿ - 1 1 a h ) vw oD O iO á n s voiaiHOMd V S « JO Jip a zsn|3de)(

autor de la famosa novela Cien añ os d e soled ad . Premio Nobel de


Literatura 1982.
Giusti, Roberto (1887-1978), crítico literario argentino, uno de los
fotocopia .

fundadores de la revista Nosotros.


González, Joaquín V. (1863-1923) escritor y político argentino, autor de El
su

ju icio d el siglo, homenaje al centenario de la Revolución de Mayo.


Kapelusz editora S A Prohibida

Gracián, Baltasar (1601-1658), escritor y religioso español, representante


del estilo barroco y autor de El criticón.
Groussac, Paul (1848-1929), nacido en Francia, se radicó desde muy joven
en la Argentina y se dedicó a la crítica literaria desde las páginas de La
B iblioteca. *
Gutiérrez, Juan María (1809-1878), escritor argentino, miembro de la
Generación del 37 e iniciador de la crítica literaria. Autor de C artas d e un
porteño.
Huxley, Aldous (1894-1963), escritor inglés y notable ensayista, autor de la
novela Un m undo feliz .
Ingenieros, José (1877-1925), médico psiquiatra y sociólogo argentino,
autor de La lu cha p o r la vida, etc.
Jakobson, Román (1896-1983), célebre lingüista ruso, fundador del
Círculo de Praga y autor de importantes estudios estilísticos.
Juvenal, Décimo Junio (67-127), poeta romano, autor de Sátiras, sobre la
corrupción del Imperio Romano.
Lamb, Charles (1775-1834), escritor inglés, autor de los afamados Ensayos
d e Elias, escritos para la prensa.
Lipovetsky, Gilíes (1944), filósofo francés, estudioso de la posmodernidad,
autor de La era d el vacío.
López, Lucio V. (1848-1894), escritor argentino, nacido en Montevideo,
autor de La gran aldea.
López, Vicente Fidel (1815-1903), historiador y escritor argentino, se
dedicó al periodismo durante su exilio en la época de Rosas.
Lugones, Leopoldo (1874-1938), escritor argentino, considerado el
máximo poeta del Modernismo y autor de obras en prosa, entre las que se
cuenta El payador.
Mailer, Norman (1923), escritor estadounidense, autor de conocidas
novelas y ensayos, entre los que se destaca Los ejércitos d e la n oche.
Mallea, Eduardo (1903-1982), escritor argentino, autor de novelas y
ensayos que indagan la realidad del ser nacional: H istoria d e u n a p asión
argentina, etc.
Mann, Thomas (1875-1955), novelista alemán, autor de Ensayos d e tres
d écad as y otras. Premio Nobel de Literatura 1929.
Maquiavelo, Nicolás (1469-1527), historiador y analista italiano, autor de
un célebre tratado de filosófía política: El Príncipe.
Marcial, Marco Valerio (40-104), poeta romano, nacido en España, autor
de Epigram as.
Marx, Cari (1818-1883), filósofo alemán, fundador del comunismo U
moderno, basado en la doctrina del materialismo dialéctico. Autor de El
capital.
McLuhan, Herbert Marshall (1911-1980), escritor canadiense, especialista
en el estudio de los medios de comunicación masiva, autor de El m edio es
el m ensaje.
Montalvo, Juan (1832-1890), escritor y periodista ecuatoriano, autor de
ensayos políticos y literarios, reunidos en El espectador.
Moreno, Mariano (1779-1811), prócer argentino, secretario de la Primera
Junta y director de la G aceta d e B uenos Aires.
Nietzsche, Friedrich (1844-1900), filósofo alemán, estudioso de la
literatura clásica y autor de A sí h ab lab a Z aratustra.
Ocampo, Victoria (1891-1979), escritora argentina, fundadora de la revista
Sur y autora de artículos misceláneos compilados en sus Testimonios.
Ortega y Gassset, José (1883-1955), filósofo español, autor de notables
ensayos: M editaciones d el Quijote, La rebelión d e las m asas, entre otras.
Paz, Octavio (1914-1997), poeta y ensayista mexicano, autor de El
laberin to d e la soledad. Premio Nobel de Literatura 1990.
Pope, Alexander (1688-1744), poeta inglés, autor de Ensayo sobre la
crítica.
Reyes, Alfonso (1889-1959), escritor mexicano, autor de notables estudios
literarios y ensayos, entre los que se destaca Sim patías y diferen cias.
Rousseau, Jean Jacques (1712-1778), filósofo y erudito francés, uno de los
máximos exponentes de la Ilustración, autor del D iscurso sobre el origen d e
la desigu aldad entre los hom bres.
Sabato, Ernesto (1911), escritor argentino, autor de novelas: Sobre héroes y
tum bas, y ensayos: Uno y el universo.
Saer, Ju an José (1937), escritor argentino, radicado en Francia, autor de El
lim on ero real.
Sarlo, Beatriz (1942), ensayista argentina, dedicada a la crítica literaria
desde un enfoque sociológico. Autora de Escenas d e la vida posm odem a.
Sastre, Marcos (1809-1887), escritor uruguayo, fundador del Salón Literario
y autor de El Tempe argentino.
Scalabrfni Ortiz, Raúl (1898-1959), escritor argentino, especialista en
política económica y autor de E l h om bre qu e está solo y espera.
Sebreli, Juan José (1930), sociólogo argentino, autor de B u en os Aires, inda
cotid ian a y alien ación .
Séneca, Lucio Anneo (4 a. C.- 65 d. C.), filósofo romano, nacido en
España, autor de tragedias y Epístolas a Lucillo.
Sócrates (470-399 a. C.), filósofo griego, fundador de la filosofía moral.
Ejerció gran influencia sobre la cultura occidental.
Steele, Richard (1672-1719), ensayista y periodista británico, nacido en
Irlanda, fundador de El espectador.
Swift, Jonathan (1667-1745), escritor británico, nacido en Irlanda,
conocido por sus sátiras y su novela crítica Los viajes d e Gulliver.
Tocquevílle, Alexis de (1805-1859), tratadista político y legislador francés,
autor de La dem ocracia en A m érica.
Vargas Llosa, Mario (1936), escritor y periodista peruano, autor de la
•novela La ciu d ad y los p erros y numerosos ensayos.
Vinel, Leonardo da (1452-1519), artista florentino del Renacimiento,
destacado pintor y estudioso de la ciencia de su tiempo.
Viñas, David (1929), escritor argentino, autor de novelas e importantes
ensayos: Literatura argen tin a y rea lid a d p olítica. *
Voltaire ( Fran^ois Marie Arouet) (1694-1778), filósofo francés, destacado
representante del ensayo ilustrado, autor de tragedias y C artas filosóficas.
Walsh, María Elena (1930), poeta argentina, autora de C anciones p a ra
m irar, El rein o d el revés y la comedia D oña D isparate y B am bu co.
Wilde, Eduardo (1844-1913), escritor argentino, miembro destacado de la
Generación del 80, autor de narraciones y artículos varios: Tiem po perd ido.
Wilde, Oscar (1854-1900), escritor británico, nacido en Irlanda, dueño de
un estilo ingenioso y autor de comedias, entre las que destaca La
im portancia d e llam arse Ernesto.
Accountant: en inglés contador.
Aforismo: sentencia breve referida a cualquier arte o ciencia.
Apocalípticos: se llama así a quienes rechazan todo cambio augurando el
fin de lo ya establecido.
Auto de fe: penitencia pública de los condenados por la Inquisición.
Cartesiano: perteneciente a la doctrina del filósofo Descartes.
Cocoliche: arg. mezcla de idiomas propia de los inmigrantes italianos.
Corantes: hojas de noticias impresas que circulaban en Italia en el siglo
XVII.
Desparce: hace desaparecer; oculta.
5.
Dialéctica: discurso dialogado; arte de razonar; lógica. í -
a 3.
Diatriba: discurso violento u ofensivo.
I i
Dicotómlca: que se divide en dos partes.
_ i tg
>
Digresión: parte del discurso ajena al tema principal.
Dogmático: que se apega a los dogmas o verdades inmutables.
D ossier: en francés, legajo; conjunto de informaciones sobre algún tema.
i*
Embaidoras: engañosas. O UA

Epigramático: que sigue el estilo agudo y conciso de los epigramas. f I


f =8
Escolástico: perteneciente a la filosofía escolástica medieval que aplica la
3¡ %
razón al estudio de las verdades reveladas. Jt
Eslogan: en inglés slogan , palabra o frase fácil de recordar, usada como
lema.
Estulticia: estupidez.
Exégesls: análisis e interpretación de un texto, en especial de la Biblia.
Falacia: mentira, falsedad.
Folletín: obra literaria publicada por entregas en un periódico.
Hedonista: que hace del placer su bien máximo.
Humor: cualquier líquido corporal como la sangre, la bilis, etc.
Inductivo: razonamiento que va de lo particular a lo general.
Integrados: se llama así a quienes aceptan la cultura posmodema.
libelos: escritos ofensivos contra personas o instituciones.
Maniqueas: ideas opuestas, como la doctriná dé la lucha entre el bien y el
mal.
M ass m edia; en inglés, medios masivos.
Metafísica: parte de la Filosofía que se ocupa de las esencias y la razón de
ser del universo.
Miscelánea: mezcla de asuntos varios.
Mitopoyético: capaz de fabricar mitos.
Modernista: adherente al movimiento literario representado por Rubén
Darío.
Movióla: máquina utilizada en los estudios de cine y televisión para
proyectar películas y realizar el montaje correspondiente.
Oxímoron: figura que consiste en unir dos palabras de significados
opuestos. Por ejemplo: Descontrolada armonía.
Paradoja: figura de pensamiento que consiste en unir elementos
aparentemente contradictorios. Por ejemplo: Su silencio era elocuente.
Perorador: el que hace discursos.
Positivista: doctrina del conocimiento a través de los sentidos y la
experiencia directa.
Praxis: práctica.
Psi: referido a psique (del griego: alma).
Quodlibet: en latín, lo que se desea.
Retórica, lógica retórica: arte del buen decir; artificios usados en el
razonamiento o la oratoria.
Sátira menlpea: (de Menipo): género grecolatino donde se mezclan tonos,
géneros y temas, y lo serio y lo cómico. Obra del escritor romano Marco
Terencio Varrón (116-27 a. C.)
Silogístico: correspondiente al silogismo, razonamiento en dos premisas y
una conclusión.
r
Sofisma: razonamiento falaz que pretende hacer pasar por verdadera una
conclusión falsa.
Soft en inglés, suave.
Star system: del inglés. Se refiere a las estrellas cinematográficas en
Hollywood.
Statu quo: en latín, estado de cosas.
S w itcb er: en inglés, interruptor eléctrico.
Tautológica: expresión que refuerza algo obvio. Por ejemplo: subir arriba.
Taxonómicos: relativos a los métodos de clasificación en las ciencias.
Tertulia: grupo de personas reunidas para conversar.
Ultraísta: perteneciente al movimiento literario que en España y América
sucedió al Modernismo entre 1920 y 1930.
I

Auerbach, Erich, “Montaigne: L' humaine condition", en M imesis, México,


FCE, 1975.
Aullón de Haro, Pedro, Teoría d el ensayo, Madrid, Verbum, 1992.
Bioy Casares, Adolfo, “Estudio preliminar” a Ensayistas ingleses, Buenos
Aires, Jackson, 1950, Vol. XV.
Clemente, José Edmundo, “Introducción al ensayo", en Selección de
ensayistas argentinos, Buenos Aires, Kapelusz, 1974.

Kap elusz e d ito ra S.A. P ro h ib id a su f o t o c o p ia . (L ey 11.723)


Chaves Paz, Horacio, ¿Qué es el periodism o?, Buenos Aires, Columba,
1970.
Giordano, Alberto, M odos d el ensayo, Rosario, Beatriz Viterbo Editora,
1991.
Marichal, Juan, Teoría e historia d el ensayism o hispán ico, Madrid, Alianza,
1984.
Rest, Jaime, El cuarto en el recoveco, Buenos Aires, CEAL, 1993.
Torroba, Felipe, La in form ación y el periodism o, Buenos Aires, Eudeba,
1968.
W . AA., Capítulo. H istoria d e la literatura argen tin a, Buenos Aires, CEAL,
1980.
Victoria, Marcos, Teoría d el ensayo, Buenos Aires, Emecé, 1975.

ríi*ÍTr
Kapelusz editora S A P rohibida su fotocopia . (Ley 11.723)

Das könnte Ihnen auch gefallen