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Un día en la vida de Jesús

por Comentarista 10 | miércoles, 5 septiembre 2018 | Comentario a las Lecturas | 2


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Miércoles 5-9-2018 (Lc 4,38-44)
«Al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón». Todo documental que se
precie tiene siempre un capítulo titulado “un día en la vida de…”. Y así también los
Evangelios, al comienzo de la aparición pública de Jesús, nos presentan lo que
sería un día normal en la ajetreada vida del Señor. Pero nosotros queremos que
todos los detalles de la existencia humana del Salvador, verdadero Dios y
verdadero hombre, se reflejen en nuestras vidas concretas. Por eso, tenemos que
tener los ojos bien abiertos en este Evangelio de hoy para descubrir hasta los más
insignificantes gestos y pasos del Señor. Y la escena comienza en una casa, es
decir, en familia, en fraternidad, en la Iglesia. La casa es el lugar idóneo para
reponer fuerzas después de un día cansado y coger vigor para la jornada
siguiente. Así también para Jesús, que se reunía en intimidad con sus discípulos.
Allí, en casa, les abría el corazón de par en par y los apóstoles a su vez le
manifestaban sus más personales aspiraciones. Allí Él les iba formando poco a
poco para ser sus discípulos en medio del mundo. También a nosotros, en casa,
en la Iglesia, el Señor nos va formando para ser santos y apóstoles de nuestro
tiempo.
«Al hacerse de día, salió a un lugar solitario». ¿Adónde iba Jesús tan temprano
por la mañana? Marcos nos lo especifica claramente: «Se levantó de madrugada,
cuando todavia ́

Lo cotidiano en Jesús
1. La historia y lo cotidiano, desde la Encarnación.
Hablar de lo cotidiano en Jesús nos remonta a las fuentes de la fe de Israel.
Como sabemos, el pueblo judío ha hecho experiencia de Dios a lo largo de su historia.
Dios se les ha revelado como Señor de la Historia, que ha elegido a su pueblo para
hacer Alianza y caminar con él. El Dios de Israel es un Dios que se ha metido en la
historia del hombre, expresándole su amor, su ternura y su perdón de Padre-Madre,
para hacerle así experimentar su salvación. El ‘colmo’ de esta cercanía amorosa del
Dios de Israel ha sido, precisamente, la Encarnación del Verbo, Palabra única y
definitiva del Padre, ‘dicha’ en la plenitud de los tiempos.
Por esto, lo primero a señalar es que, a la luz la fe de Israel, y sobre todo,
del misterio de la Encarnación, lo cotidiano de la vida humana se ha convertido
en lugar donde Dios se manifiesta al hombre. La encarnación significa que el Hijo
de Dios es enviado por el Padre para asumir toda la condición humana, menos el
pecado (Hb 4,15). Es el Éxodo del Hijo desde la gloria de la Trinidad al corazón de
la miseria –historia- humana para redimirla (Flp 2,6-8)[1].
El Verbo, Cristo, al entrar en la historia, lo hace de una manera concreta, lo
que ya implica una ‘opción’, pues se encarnó en un lugar, una cultura, un pueblo y
un tiempo concretos. Por otra parte, al hacerse hombre se identificó con los hombres
haciéndose uno de ellos, solidario con ellos y asumiendo la situación en que se
encuentran, en su nacimiento, en su vida, y sobre todo en su pasión y muerte.
Pero, más que hablar de las cosas concretas que formaban parte de su vida
ordinaria, a la luz de los relatos evangélicos y su perspectiva teológica, es posible
desentrañar ‘la espiritualidad’ de Jesús, su modo de ser conducido por el Espíritu en lo
cotidiano. Por esto, intentaremos descubrir las actitudes más profundas que marcaron
su itinerario existencial.
La vida de Jesús transcurre, según nos cuentan los Evangelios, en tres etapas,
que se corresponden con los tres grandes períodos cronológicos de la su vida:

+ Belén-Nazaret.
+ La vida pública.
+ La Pasión.
Estas etapas –en el sentido que encierran dentro de la existencia de Cristo-
pueden considerarse como tres grandes referentes para la vida de cualquier
seguidor/a de Jesús. Pero, como señala S. Galilea, “no se trata de imitar a Cristo en
su secuencia cronológica y en las contingencias y circunstancias de las etapas de su
vida (el itinerario de Cristo desde Nazaret al Calvario es único e irrepetible); se trata
de imitarlo en el espíritu y en los valores con que vivió esas etapas.”[2]
2. Lo cotidiano de Belén y Nazaret.
Todo lo que será la vida de Jesús en Nazaret y su mensaje está contenido, en
germen, en el hecho de origen de todas las etapas de su vida y de su inserción en
nuestra historia: el nacimiento en el pesebre de Belén.
* Belén precede a Nazaret, no sólo porque los hechos que suceden en torno al
nacimiento llevarán a Jesús a Nazaret, sino porque el espíritu de lo que será su vida
allí, está contenido en la opciones esenciales significadas en Belén.
Cada circunstancia en torno al nacimiento de Jesús, ha sido libremente
elegida, y encierra un significado para su futura misión e inserción –así como para
la nuestra propia-.
Podemos descubrir tres Significados / sentidos del pesebre:
 En primer lugar, el pesebre significa que Jesús se inserta como pobre (primera
opción). Más allá de las circunstancias de carencia y desamparo, Jesús se situó
deliberadamente entre los pequeños y menospreciados. No sólo asumió la condición
humana, sino que en ella asumió la condición de siervo humilde (cfr. Is). La clave
no está tanto en los aspectos externos y sociológicos de la pobreza de Jesús, sino
en el hecho de entrar a formar parte, con la mentalidad y la actitud, del mundo de
los humildes y servidores.
 En el pesebre se expresa la predilección por los más pobres de entre los
pobres (los pastores), y la revelación de un mensaje de gozo y esperanza para
ellos. La misericordia especial que Jesús mostró siempre por los últimos, se reveló
inicialmente en la opción del pesebre.
 En Belén, Dios se manifiesta y acoge a los no evangelizados y alejados, los
que no forman parte de la religión oficial, a los que buscan por otros caminos (los
magos). Su venida y su propuesta de salvación –Vida- es para todos.
“La opción del pesebre contiene en germen las grandes opciones de la vida y la
misión de Jesús: el amor preferencial por los más pobres, alejados y abandonados
de la fe; la pobreza y la humildad como estilo de vida. El sentido profundo de estas
opciones es siempre el mismo: en la humildad y debilidad humana se revela el poder
liberador de Dios”.[3]
* Un aspecto clave, a la vez que desconocido en sus detalles- es el tramo de su
vida en Nazaret, por haber sido el más cargado de cotidianeidad, donde vivió como
‘uno más’, ‘pasando por uno de tantos’ (cfr. Flp 2). “En Nazaret la Encarnación se
radicaliza y alcanza su máxima intensidad: Jesús se inserta ahí en la condición
humana, con todo su realismo, compartiendo la suerte de la gente corriente de su
tiempo. Jesús se sitúa en el lugar de los pobres, compartiendo su trabajo y su
condición prosaica de cada día, no como una ‘experiencia’ o postura pedagógica,
sino como el estilo de toda su vida, que prolongará en su actividad pública y en su
pasión”[4]. Puede decirse, como señala S. Galilea, que “si en su actividad misionera
brilla su misericordia liberadora, y en su Pasión su inmolación redentora, en Nazaret
brilla su caridad fraterna y su amistad en lo más ordinario y gris de la vida de cada
día”[5].
A la luz del sentido que tuvo Nazaret como ‘lugar de lo cotidiano en Jesús’, no
hay que olvidar que no se trata tanto de un espacio de tiempo o un lugar, cuanto de
una dimensión de la vida en todo su transcurso. Así, podríamos señalar un
significado para la vida humana y cristiana: “en nuestra vida, tarde o temprano -y
según etapas-, aparece la rutina, la repetición, lo ordinario, el contacto con la gente
corriente, las tareas sencillas de cada día. El espíritu de Nazaret es vivir todo esto
con plenitud, con un gran amor; es valorar lo ordinario, la gente ordinaria, con lo
que implica de ‘pérdida de tiempo’, de aparente ineficacia y sensación de no hacer
nada interesante”. La caridad auténtica, la pobreza, la solidaridad y el servicio del
Evangelio se prueban, ante todo, en la rutina del día a día.
De este sentido, pueden desprenderse tres actitudes que expresan
la espiritualidad cotidiana de Nazaret:
 La primera actitud a tener en cuenta es la práctica de la caridad y la justicia
con situaciones y personas que no hemos elegido, sino que son las que nos
impone la vida. La gente y las circunstancias que Dios manda y que son las que
ponen a prueba la madurez de nuestro amor al prójimo: ese es nuestro Nazaret.
 En segundo lugar, el amor y opción preferencial por ‘lo más pobre’, no pasa por
tener ideas avanzadas o discutir sobre ellas; se prueba sobre todo en la actitud
y contacto cotidiano con el pobre y sufriente concreto, que es nuestro Nazaret. Lo
mismo puede decirse respecto de la vida de oración.
 Una tercera actitud que expresa esta espiritualidad cotidiana de Nazaret es la
práctica de la pobreza evangélica, vivida como renuncia interior a personas,
cosas, lugares, cargos, planes, etc., a fin de crecer en libertad y amor. El estilo
de vida pobre llega a su madurez no tanto en los casos (también necesarios) que
elegimos nosotros según nuestros términos, sino cuando Dios elige por nosotros en
sus términos.
En la vida cotidiana de Nazaret, Jesús no eligió el estilo de vida en sus
aplicaciones concretas, sino que éste vino dado por su entorno (un pueblo sin
perspectivas y marginado). “Para el seguidor de Jesús, la primera pobreza es la
impuesta por su medio, por sus límites, por las escaseces de todo tipo, por el tiempo
del que no se dispone, por las incomodidades, por lo que no podemos hacer ni tener.
La primera pobreza es aceptar el escenario de nuestro propio Nazaret”[6].
3. Lo cotidiano de la Vida pública.
Al comenzar la etapa del ministerio público, la vida de Jesús cambia de estilo:
de una vida sedentaria en Nazaret, pasa a ser un incansable itinerante; de
trabajador manual, se transformó en misionero, predicador y profeta. De ciudadano
corriente se convirtió en Maestro y Señor de discípulos y hacedor de milagros. De
hijo de carpintero, pasa a revelarse como Hijo de Dios. Pero, lo más importante, es
que en su nueva actividad, Jesús permaneció absolutamente fiel a los valores de su
identidad más profunda y a su misión.
Jesús aceptó la misión de su Padre con todas las limitaciones y concreciones
que le imponía su condición humana y el estar comprometido con un pueblo
concreto. En su tarea experimentó la persecución y el rechazo de muchos, pero esto
no lo hizo desistir ni cambiar de opción para dedicarse a un apostolado más
gratificante: permanece fiel a su propia vocación.
Su estilo apostólico pasa, y se expresa, por la humildad (no hace uso de lo
espectacular para ganar adeptos, o para imponerse), la misericordia, la amistad y
entrega a los demás, la persuación.
Durante esta etapa, su estilo de vida no es especial ni sobrehumano (no da
muestras de asceta riguroso o de heroísmo exterior). No se manifiesta como
separado del pueblo o distante, sino que vive como la gente sencilla de su tiempo.
Ahora es cuando busca compartir con otros su misión: no es un solitario, sino que
crea comunidad, llamando a otros ‘para que estuvieran con él y para enviarlos a
predicar’(Mc 3,13-14).
Contemplar las actitudes cotidianas de Jesús según aparecen en los
Evangelios, podría llevarnos a elaborar una lista interminable. Propongo,
sencillamente, algunas, invitando a que cada un@ -evangelio en mano- descubra y
complete la lista:
Sobresale su humildad y paciencia ante la debilidad y miseria
humana (Mt 11,29; Jn 8,11); su comprensión y tolerancia ante el rechazo y
dureza de los corazones, a la espera del momento de su conversión y
cambio (Mt 12,21-28 ; Lc 7,36-48); su fidelidad en presentar la verdad,
aunque esta lo hiciera impopular (Jn 6,43-61); su dedicación y cariño por
cada persona que requería su amistad y ayuda, cualquiera fuera su
condición (Mc 3,10 ; 5,22-34 ; 6,55-56 ; 10,13-16 ; Mt 8,5-7 ; 9,18-19 ; 20,29-
34 ; Lc 7,37-50 ; etc).
Cabe destacar que Jesús vivió su vida cotidiana desde unas claves que se
harán manifiestas en su vida pública, y que responden a la verdad de su identidad
y su misión. Estas son: su intimidad con el Padre, su misericordia, y
su solidaridad redentora. La clave de la fidelidad y la espiritualidad de Jesús está
en su identificación absoluta con el Padre; su total intimidad con Él, en el amor del
Espíritu Santo; en su adhesión total a su Voluntad. Desde el momento mismo de la
encarnación (Heb 10,5-7), Jesús vive en la contemplación del Padre, que es su vida
y su alimento (Jn 4,32-34 ; 6, 38 . 46 . 57).
Todas estas actitudes de Jesús surgen de su espiritualidad, entendiendo
ésta como la expresión humana del Espíritu Santo que lo inundaba y lo conducía (Is
11,1 ss ; Lc 4,16-22). Esta espiritualidad de Jesús, como vivencia cotidiana de ser
conducido por el Espíritu, es el referente primero de espiritualidad para cualquier
cristiano.
Finalmente señalo –siguiendo al card. Martini[7]- otro aspecto que hace a la
vivencia de lo cotidiano en Jesús: “el uso que hacía Jesús de su tiempo”.
 Jesús tenía una idea muy clara del uso que debía hacer con su tiempo; no lo usaba
de manera casual (Mt 15,22-24, la mujer cananea que se acerca a pedir la curación
de su hija). Jesús tiene ideas claras, sabe lo que debe hacer y no es esclavo de
las expectativas de los otros. Porque tiene un plan de acción, no se deja
esclavizar por las circunstancias, conoce bien cuáles son las prioridades.
 Pero Jesús no es rígido ni inflexible –al contrario de lo que nos suele suceder
cuando, en nombre de tener las ideas claras, nos ponemos duros e inaccesibles-.
Jesús es capaz de atender y ceder ante las verdaderas necesidades,
y dejarse conmover por algunas situaciones. Su corazón, con sus ideas claras,
está abierto (Mt 15,25-28 se deja conmover por la fe de la cananea. También en Jn
2,4, en las bodas de Caná). Se da un equilibrio importante: no se trata de un
desorden, de hacer todo lo que sale al paso; ni tampoco de ser inflexible, sino
másbien de una armonización entre las ideas claras y el corazón grande.
 Por último, se constata que Jesús, en su actuar cotidiano, tuvo
ciertas prioridades:
+ La primera fueron los enfermos y los pobres. La mayor parte de los pasajes
evangélicos hablan de enfermos y pobres, y el modo cómo Jesús se comporta con
ellos.(Mc 1,32-34 ; 14,14 ; Mc 6,34 ; Lc 9,11 ; etc.).
+ Otra prioridad de Jesús fue el anuncio del Reino, al que describe como ya
presente en medio de la vida cotidiana, e ilustra desde situaciones cotidianas de vida
(cfr. las parábolas del Reino).
+ También el encuentro y la conversación de Jesús con las personas –el
contacto directo- es prioritario para Él. Jesús prefiere el contacto pastoral primario
(hay muchos ejemplos en el evangelio. Cfr. Mc 2,13-17).
+ Prioritaria es la oración: un tiempo largo para la oración personal y litúrgica
(Lucas lo subraya muchas veces en su Evangelio). Jesús se retiraba a lugares
solitarios para orar (cfr. Lc 5,16 ; 6,12 ; Mt 14,23). No oraba solamente cuando
tenía tiempo. Él daba tiempo a la oración, lo que demuestra serle una prioridad. No
renuncia nunca a la oración.
+ Finalmente, el estar con los amigos –señala también Martini-, la amistad, es
otra prioridad de Jesús. Esto, en dos sentidos:
a) Por un lado, estando y dedicando tiempo a sus colaboradores inmediatos. En toda
la segunda parte de su ministerio Jesús pasa mucho tiempo no tanto con la gente,
ni con los enfermos, sino con los discípulos (Mc 9, 2 . 30ss).
b) Por otro, Jesús tenía amigos con los cuales se entretenía familiarmente, con
libertad. Tenía amigos, tenía una casa a la cual iba cuando deseaba estar con Lázaro,
Marta y María, con toda tranquilidad (cfr. Lc 10,38-39).
Desde estas alusiones, que no pretenden ser exhaustivas ni agotan el tema,
hemos intentado acernos al sentido que guarda lo cotidiano en la vida y el misterio
de Jesús de Nazaret, el Verbo de Dios encarnado, para poder confrontarnos y tratar
de descubrir la invitación que encierra para nuestra vivencia cotidiana de fe. Porque,
para que nuestra espiritualidad sea cristiana, nos dice Juan de la +: “Lo primero,
traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo en todas sus cosas,
conformándose con su vida, la cual debe considerar para saberla imitar y
haberse en todas las cosas como se hubiera él”.[8]
Pablo Ureta ocd

[1] S. GALILEA, La inserción en la vida de Jesús y en la misión, Ed. Paulinas, Bogotá 1991, p.8.
[2] S. GALILEA, o.c., p.10.
[3] S. GALILEA, o.c., p.16.
[4] ibid. p.17.
[5] ib.
[6] S.GALILEA, o.c., p.19.
[7] cfr. Carlo María MARTINI, El ejercicio del ministerio, fuente de espiritualidad sacerdotal, en
Comisión Episcopal del Clero, Congreso, Espiritualidad Sacerdotal, EDICE, Madrid 1989, pp. 186-
189.
[8] 1S 13,3.
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“¿COMO VIVIR CON ESPIRITU LOS RETOS DEL PRESENTE?” »


muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar». Cristo necesitaba
orar. Antes de realizar sus milagros, de atender a los enfermos, de predicar en las
sinagogas… antes de todo eso, se dirige con la mente y el corazón a su Padre. Él
está siempre unido al Padre, en permanente y amorosa comunicación. Pero, a
pesar de ello, también necesita momentos de soledad y silencio para conversar
cara a cara con su Padre Dios. Porque esto es la oración, hablar de corazón a
corazón. ¿Y nosotros, tan atareados con tantas cosas que nos olvidamos tantas
veces de Dios? ¿No necesitaremos más todavía esos ratos de intimidad y diálogo
con Él? El Hijo de Dios nos da ejemplo. También tú debes buscar en tu jornada un
momento a solas con tu Padre Dios. No lo improvises. Mira a Cristo, que como
sabía que luego no iba a tener tiempo madrugaba para rezar. ¿Por qué no hacer
lo mismo?
«Y predicaba en las sinagogas de Judea». Y no sólo predicaba, sino que se
acercaba a los enfermos y «poniendo las manos sobre cada uno, los iba
curando». Incluso «de muchos de ellos salían también demonios». El día a día de
Jesús era de una actividad frenética, rodeado de tanta gente que no le dejaban ni
comer… Esta es la vida diaria del Señor: dedicar a cada persona un segundo, una
palabra, una sonrisa; enseñar a las multitudes hambrientas de verdad; expulsar el
mal del corazón de los hombres. Y así es también nuestra vida: dedicarnos al
trabajo, cuidar a la familia, cultivar las amistades, dar ejemplo con nuestra
conducta, llevar consuelo y esperanza… Pero, en medio de tanta actividad, no
olvides qué hacía Jesús. Lo primero de todo, la oración. En segundo lugar, la
formación. Y, en tercer lugar (muy en tercer lugar, podríamos decir) la acción. Sólo
así tu acción será tan fecunda como la suya.

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