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Capitulo Vil DEMOCRACIA: LOS FUNDAMENTOS I. LA DEMOCRACIA DE LOS MODERNOS COMPARADA CON LA DE LOS ANTIGUOS (¥ CON LA DE LOS POSTREROS) La diferencia entee la democracia de los antiguos y la de los moder- nog §¢ ha convertido hoy en una tema obligado, no menos famoso que el de Benjamin Constant sobre Ja libertad. Y, al igual que ésto, se refiere tanto al uso deseriptive como al valorative dela palabra. Entre fa democracia de los antiguos y la de los modemos efectiva- mente resaltan dos diferencias, una analitica y otra axioldgica’, En su uso descriptive, por democracia los antiguos entendian la democracia directa; los medemos, Ja representativa, Cuando no- sotros hablamos de democracia, la primera imagen que se nos viene ala cabeza es el dia de las elecciones, lacgas filas de ciudadanos que agnardan su turno para depositar su voto en Jas unas. Al caer una dictadura, tse ha instaurado un régimen demseratico? (Qué es lo que nos nvuestran las televisiones de todo el mundo? Una mesa dlecroral y un hombre cualquiera,,o el primer ciudadano, que ejerce su derecho o cumple con su deber de elegir a quien lo represenrara. 1. Sobre este puncay ex general sobre La historia de La palabra democracia con la coreipoudiente bibliografla, hay indicaciones valioess en G. Sartori, The Theory of Dentocracy Revisited, Chatam Hous: Publishers, Chatam (New Jersey), 1987, ca dos voltimenes, en parcicular las pp. 27888, Sartori hace resaltar hasca ral grado la diferencia entce la democracia de los modcnies y 1a de fos astiguos, que Hega 2 afirmar que el codcepra actual de democracia tiene «only a very slight resemblances coa el desartolla- do en el siglo v a. C. Me parece que ¢l famosa discursa de Pesicles, que cito mas adelante, permite stenuar ung afrmacién tao drdstiea, A401 LA DEMOCRACIA En suma, el tipo de suftagio con el que se suele hacer coincidir el hecho més zelevante de una democracia de hoy es ¢l voto, ne para decidir, sine para clegir a quien deberd decidir. Cuando des- cribimos el proceso de democratizacién que tuvo lugar en el siglo pasado en Los diversas paises que hoy se aman democraticas, se hace referencia a Ja progresiva ampliacién, més ripida o més lenta segin ¢l pais, del derecho de elegir representantes, 0 a la expansién del procedimiento electoral en partes del Estado como la cdmara alta, cuyos miembros habitualmente eran nombrados por el sobera- no. Ni més oi menos. Uno dz los mayores tedricos de la democracia moderna, Hans Kelsen, considera que el elemento esencial de Is demacracia real (no de la ideal, que no existe en ningtin lugar}, es el método de seleccidn de Jos dirigentes, o sea, las elecciones. Al respecto es ifustrativa, tanto asf que parece inventada, la afirmacién de nn juez de la Suprema Corte de los Estados Unidos con motivo de unas eleeciones en 1902: «La mesa electoral es el templo de las instituciones nerteamericanas, donde cada ono de nosotros ¢s un sacerdote, a quien se Ie confia el cuidado del arca de [a alianza y cada cual oficia desde su propio altar, Que luego los que entran en é{ no siempre scan Ia mayorfa, es algo que sucede en rodas las iglesias. Para los antignos, la imagen de Ja democtacia era por completo diferente: al mencionarse ta democracia pensaban en una plaza o en una asamblea en la que los ciudadanos eran Hamados a tomar las decisiones que fes correspondian. «Democracia» significaba lo que la palabra quiere decir literalmente: poder del déros, y no, como hoy, poder de los representantes del démes. Que luego ef términa démas, entendido genéricamente como la «comunidad de los ciuda- dans», fuese definido de las mas diversas maneras, como la mayo- fia, los muchos, fa masa, los pobres contrapuestos a log rices, y, por tanro, la democracia fuese calificada come poder de 1a ‘mayoria, como poder del pueblo y de [a masa o de los pobres, no cambia en sada ef hecho de que ese poder del pueblo, de la mayoria, de los muchos, de Ia masa o de los pobres no era el de elegir quién habria debido decidir por ellas, sine ¢l de decidir ellos mismos, como escribe Moses Finley, «sobre la guerra y la paz, las finanzas, los tratados, la legislaciGn, las obras piiblicas, en pocas palabras, sobre toda la gama de actividades gubernattentaless*. En el famaso epita- 2 ML Finley, Democracy Ancient and Modern, Rutgers University Press, New Brunswick, 1972 (rad. ita,, La Democracia degli antichi ¢ dei modemi, Laterea, Romal Bati, 1973). 7 : 4gz DEMOCRACIA: LOS FUNDAMEMTOS fio de Pericles se exalta a las personas que no sdla ge ocupan de sus intereses privados, sino también de los asuntos ptiblicos, y se tacha de ciudadanos imitiles a los que no se ocupan de esos menesteres. En Ja primera defensa del gobierno democritico que registra la historia, ta del principe persa Otanes ¢n Ja discusiéa sobre la mejor forma de gobierno, narrada por Herédoto, el mecanismo propues- to para la nominacién de los magistrados no es Ja eleccidn, sino el -socteo. ‘Durante sigios, los conceptos de democracia y elecciones no conflyyen en una idea unitaria como sucede hey, porque la demo- ctaci para los antiguos no s¢ resuelve en bas procedimientos elec- torales, si bien no los excluye, y, a la inversa, los mecanismos electorates son perfectamente conciliablés con las ottas dos formas clsicas de gobierno, Ja monarquia y la aristocracia. Durante sigtos se discutié si era mejor la monarquia hereditaria o Ja electiva: nadie jamés pensd que una monarqula por el hecho de ser electiva dejase de ser monarqoifa. Kelsen escribe: «No media gran diferencia entre Ja autocracia de un monarca hereditaria, legitimada por la formula de Ja representacién, y la seudodemocracia de un emperador elec tivor, Menesenos, al aludir a ias antiguas instituciones de Atenas, usa fa palabra «ariscocracia», de Ja cual dice: «Hay quien la Hama domocracia, hay quien la usa de otro mado a su placer; pere cier- tamente es nna aristocracia con Ja aprobacién del pueblo~ (238 d). Isécrates llama régimes mixto entre la democracia y la aristocracia a aque! on el cual ls asignacién de los cargos se presenta no por sarteo, sinc por eleccién entre candidates previamente designa- dos‘. Un admirador de las instiniciones ancignas como Rousseau distingue tes formas de aristocracia*: la nancval, Ia hereditaria y 1a electiva, y declara que fa mejor es esta dhima, La atistoczracia de Rousseau, la forma de gobierno én fa que ona «minorfae, hoy diria- mos una elite, forma el cuerpo de los magistrados por eleccién, corresponde a Jo que hay Hamar/amos «elitisme democratico», don- dé por edemocracia» se entiende ai mds ni menes ¢] procedimiento de nominacién mediante elecciones. Las palabras cambian mucho mas ripide que Jas cosas, aunque el cambio de las palabras haga 3, Hi. Keleen, Wesens vend Wert der Demokvatie [rad cast. de R. Luengo Tapia y L, Legar y¥ Eacambra, Bsencia y valor de la democracia, Labor, Barcelona, 1977, p. 215]. 4. A. Tedeschi, «Lessico politico: Ariseoerasias: Oucadermi di storia 15 (1982), p22: - 5. J.-J. Rousseau, Ef contrato social, tit, p. 96. . 403 LA DEMOCRAGIA creer que han cambiado las cosas. No era diferente el cancepto de ciudadano que tenfan los romanes que el de los griegos: e) ius suffragit no era el derecho de elegic un candidato, como se entiende Ahoy cuando s¢ habla de ampliacién del sufragio, del vote femenino, del voto universal, sino era ¢f derecho de votar en las comicios. Los que quedaban excluidos del voto, los semilibres, eran llamados ives sine suffragio, Qnien hoy quiera defender la democracia directa frente a la representativa, ten dénde puede encontrar el mejor argumento, Ja motivacién ms fuerte, irresistible, la-razdn de las razones? La en- contrara en la famosa apologfa ‘de Protagoras, contenida en el did- jogo platénico dei mismo nombre: Mercurio, encargado de revelar a2 los hombres el arte de Ia politica, pregunta a Japiter cémo debe ser distribuido éste, si debe ser repartido como las otras partes, entce los compenentes. Jipiter dispone que ¢l arte de Ja politica sea distrifmido a todos. Y, de hecha: Los atenienses, como los demas, donde se trata de comperencia en las construcciones y cn las artes, estiman que pocos son cepaces de dar consejos, y si une que esta facra de esos paces toma la palabra no lo sopertan; y, a mi parecer, hacen bien. Pero cuando se trata de una deliberaciéa politica que debe proceder pot la via de la justicia y de la moderaci6n, admiten que hable quienquiera, siendo natural que sobre ésta todos sean participes, de otra manera no existiria In cindad (3232). ” La diferencia entre ¢] arte de Ia polities y las otras artes es que Ao se enselia, y no se ensefia porque es patrimonio de codes. Eso explica el mativo por él cual todos tienen derecho a participar en el gobierno de la ciudad. Con esto no se quiere decir que los gobiemnos populares jamas hayan conocido ef institute de Ia eleccidn de los‘magistrados. Pero ja eleecién era considerada una correccién (itil'¥ necesaria del po- der directo del pueblo, no como sucede hay en Jas democracias modernas, para las cuales la elecci6n constitaye una verdadera al- temativa con respecta a la participacién directa, con la salvedad de la inroduccién, en casos especificos expresamente declarados, del referéndum popular, En las dos formas de democracia la relacién entre participacién y eleccién sé invierte. Mientras hoy Ia eleccion +s fa regla y la participacién directa Ia excepcidn, tiempo atras Ja tegia era la participacién directa en tanto que la eleccién era [a excepcién. Se podria decir lo misma de otra manera: la democracia de hoy es representativa, a veces complementada por formas de 404 DEMGGRACIA: LOS FUNDAMENTOS participacién popular directa; Jz de los antiguos era una democra- tia directa, a veces reforzada por la eleccién de algunas magistcatu- tas. Tadavfa pocas décadas antes de la primera gran construccién de una democracia tepresentativa como fue la de los Estados Uni- dos, al exponer los principios de la democracia Montesquieu escri- Bia: «El pueblo que ejerce el poder supremo debe hacer por sf inismo todo aquella que pueda hacer bien; lo que no pueda hacer Dien lo hard por medio de sus ministross. Incluso agregaba, con una fe en la sabiduria del pueblo que desaffa muestra actual increduli- dad: «El pueblo es admirable cuando realiza Ja eleccién de aquellos a quienes debe confiar parte de su propia autoridads®, Un respeta- do comentarista de De Pésprit des lois escribe: «Montesquieu no sospecha lo que serdn las democracias de nuestros dias; su concep- cién deriva del estudio de las democracias antiguas. Ello explica el motive por el cual en este capinulé no hay a mas minima alusién al sistema modem, segvy el cual el pueblo ejerce su soberania por la inrermediacién de sus representantes»’. Precisamente porque la democracia siempre fue cencebida ini- camente como gobierno dirigido. par el pueblo y no mediante re- presentantes del pueblo, el juicio predominante sobre esta forma de gobierno ha side, comenzando por !a antigiedad, negative, Las dos caracteristicas que distinguen la democracia de los antiguas y de los modernos, la analitica y Js axioldgica, estan estrechamente vin- culadas entre sf. El modo de evaluarla, negative o positivamente, depende de la manera de entenderla. Hoy en diz «democracias es un térming con una connotacién fuertemente positiva. No hay régimen, inchiso el mas autoritario, que no quiera hacerse ilamar democritico. A juzgar por el modo como cada régimen se autodefine, se podria decir que hoy ya no existe en el mundo regimenes que no sean democraticos. Si jas dicraduras existen, sirven, a decir de los autdcratas, s6lo para res- tavrar ea el mas breve lapso pasible la «verdadera> democracia, que naturalmente deberS ser mejor que la suprimida por la violencia. En contraste, en la tradicional disputa sobre la mejor forma de gobierno, fa demacracia casi siempre fue colocada en el wltimo Jugar, precisamente en razén de su naturaleza de poder directo de Ja masa o del pueblo, al que generalmente se le atribuyeron los 6. Montesquieu, De f'ésprie des fois (1748), II, 2 [trad cast, de M, Blizquee y P. de Vega, Del espiricu de Jes leyes, Tecaos, Madrid, 1998, p. 56], 7. Robert Derathé en ¢l comenzario al De f'ésprit des fois, Garnies, Paris, 1973, 1, peat? 405 LA DEMOCAACIA peores vicios: la frivolidad, la inconsecuencia, la ignerancia, la incompetencia, la insensatez, Ja ageesividad, la intolerancia. La democracia nace, segin el dicho clasico, de la violencia y no puede conservarse nis que por la violencia. Baste recordar la descripcidn que hace Piatén en el Libro Vill de la Repiblica sobre ta disgre- gacién social de la que es responsable el gobierno popular: un modefo para los tiranes de todas las épocas, cuya misién es la de testablecer el orden no importa $i es a hierro y fuego. Aristételes ne se queda atr4s: en la distincidn entre formas buenas y malas de gobiemo, ef témmino «democracia» lo emplea para designar al gobier- ne popular malo. Alli donde describe al pueblo presa de los dema- gogos, de tos aduladores y cormupteres, la democtacia aparece como un gobierno que no es mejor que el tirdnico. El pueblo co- trompide por los demagogos es un tema y cosas semejantes, La monarquia est4 en Ia persona del jerarca, la aristocra- cia esté compuesta por los dristo#, y, en el Lenguaje de nvestzas escri- rores politicos del siglo XVI, por los ostineati, que no son un nombre colectivo, sino el plural de un nombre que designa un ente singular, el dristas o notable (ottinsate}. Sélo la democracia, entre las formas de gobierno, nacié come término que indica el pader {el krdtas) de un cuerpo colectivo. Hasta se puede sospechar que !a palabra edemocracia» haya surgido con un significade polémico, contrapucs- to a . La tinica afirmacién permisible para el estudiose de los fendmenos sociales (siempre dude al hablar de «cientifico» social porque tas Hamadas ciencias sociales todavia estén inmersas en el universe de Ja incerti- dumbre} es que, si se perfilan'ctertas condiciones, es probable que de ellas deriven ciertas consecuencias, Pero sobre la viabitidad de las condiciones, que depende de Ja continuidad, de la constancia, de Jo Hneal de una tendencia especffica que se ha crefdo descubric ¥ se logré determinar con cierta precisién, la ciencia social debe proceder, si no quiere toparse con estrepitosps fracasos, con pies de plome,. Para dar un ejemplo de actualidad: se puedé establecer un yinculs entre crecimiento demogrfico y aumenta del consume de los recursos necesarios para la supervivencia, y pronunciarse sobre Jas consecuencias que se padrian derivar de un desarrollo desigual de los dos procesos; pero setia arriesgado asegurar Ia inevitabilidad de las-des tendencias. De hecho, las previsienes efectuadas en anos recientes sobre los limites del desarrollo no han tenido una plena confirmacién. Mas que previsiones, se han mostrade como profe- clas (equivocadas). . Con respecto a las dos diferencias fundamentales entre fa de- macracia de los antiguos y la de los modernos, sobre las que he tratado hasta ahora, timidamente se puede prever que la democra- cia del futuro gozar& del mismo juicip de valor positivo que la segunda, si bien regresando en parte, mediante la ampliacidn de fos espacios de la democracia directa hecha posible por Ja ditusién de las computadoras, a Jz primera”. No obstante, ‘en su ultimo escrito antes dé morir Gino Ger- maai se planted la pregunta: «Puede sobrevivic la democra- 45. Este cambio et na rete én él que no me aventura, aunque la literarura sebre lst haya veaido extenditada én estos ditiatis aes. Queds siempre fa preguata: en ef supuesto de que ls demoeracia directs sea posible inclnso en fos grandes Estadag, gra- cias al perfeccionamieato de los medios téenieos de ransmisién de la opiniéa, 2e5 deseable? 413 LA GEMGCRACIA cia?>'*, ¥ respondia poniendo en evidencia cuatro razones por las que es licito afirmar que tos regimenes democraticas estén en peli- gro, De estas. razones tres son imternas y una externa. Las tres internas son, segiin Germani, ¢] exceso de cambio, la vulnerabilidad del sistema. y la paradoja tecnoeratica, Por exceso de cambio enten- dia la contradiccién enme la mutacién continua de las seglas de ccmportamiento, propia de las sociedades secularizadas {las tintcas en las que s¢ impusieron regimenes democraticos ducables) en opo- sicién a Sas sociedades tradicionales, y la necesidad en Ia que toda sociedad se enquentra de mantener un: miclea de principios fijos a tavés de los cuales pueda darse ese tanto de integracién social sin Ja que ninguna sociedad puede sobrevivir. La vuinerabilidad de ja Gemocracia dependeria de la fragmentacion del poder que permite @ pequefios grupas organizados dar golpes mortales a ia sociedad, que se ve obligada a autonegarse para defenderse. Al hablar de Ia paradoja tecnocratica, Germani se ceferia a la contradiccién cre- ciente entre la necesidad de control popular, sobre el que se erige un régimen democratic, y la necesidad que toda sociedad avanza- da tiene de tomar decisiones en materias que requieren conoci- mientos cada vex mas especializadas, inaccesibles para las masas. Todos los peligres enunciados son reales, équi¢n podria negar- jo? Six embargo, es un hecho que desde que Germani escribid el ensayo, no sélo las demacracias existentes no cayeron, ni siquiera las ings frégiles como Ja italiana, sino que se ha dado en muchos paises de Europa, y esta en curso en América latina, el paso de regimenes .autoritarios a regimenes democraticos. éQué es lo que representan las revneltas que han sacudido y contindan sacudiendo al Imperio soviético sino tequerimientos de renovacién democratica? Por qué. este desfase entre previsiones y acontecimicntos rea- les? Nuestras obseryaciones, que parecen razonables bajo forma de hipétesis, de esi,.., entoncess, o no tienen en cuenta todas las con- diciones, es decir, todos los esis, porque seleccionamos los que nas permiten derivar las conclusiones preferidas desde el punta de vista de la emotividad (la conclusién catastrofista antes que la de un buen fin o viceversa), o sucede que entre las hipétesis y Jas conchi- stones intervienen procesos de autocregulacién o de adaptacién que no fueron previstos. 16, G..Germani, «Aurotitarisino « democrazia nella societd maderaa=-en R, $caz- teazini, L. Gerraani, R. Gritel (ede), I timitf dalla democrasie, Liguori, Napoll, 1995, pp. 1-40, seguide de un comentario tmfo: , porque fo que cuenta, «puesta 2 un lado cualquier otra consideracténe, es «seguit en todo al partido que le salve la vida ¥ la mantenga libres, se zefiere a Ja libertad del Estado, na a la de los ciwdadanos; antes bien, «puesta a un lado cualquier otra cousidera- ciéns significa también =posponer el respetox de la Hbertad de Jos *. ¥ se entiende facilmen- te por qué: quien ejerce el poder estard mas seguro de obtener los efectos deseados, cuanto mas invisible se haga a aquellos a quienes se pretende dominar. Uno de Jos temas principales de los tratados de politica de los siglos en los cuales prevalecen las formas de gobierno autocraticas es el tema de los arcana imperif. La raz6n principal de la necesidad de que el poder se sustraiga a las miradas del piblico es el-desprecio por el pueblo, considerado incapaz de encender los intereses supremos del Estado {que serian, a juicio de fos paderosos, sus propies inrereses) y facil presa de los demagogos. Une de los temas recurremtes en la critica a la democzacia, presente “a lo largo de toda Ja historia del pensamiente pelitico, desde las famosas paginas de la Reptiblica de Platén hasta Nietzsche, es la incapacided del vulgo para mantener los secretos necesarios para la mejor conduccién de 1a cosa péblica, Para que quede claro, cuando hablo de «poder en piblico» me refiera al piiblico activo, informado, consciente de sus dexechos; a aquel piblico cuya historia, desde su nacimiento en Ja edad de las fuces hasta sa posterior desarrollo, ha reconstrvido Jiirgen Haber- mad et una obra muy conocida y discutida*; al paiblico en el sentido udilizado por Kant, en wn célebre eserita sobre la Hustracién cuando hablaba de los derechos y deberes que tienen los filésofos de hacer enso piiblico dela propia razén»*, Inclyso el monarca absolute, el au- técrata, el dictador moderns, se presentaen paiblico, porque necesi- ta mostrar sefias visibles de su propio poderfo. Pero el publice ante e] cual se presenta es una‘moltitud andénima, indistinta, Wamada a escuchar y aclamar; no a expresar una opiaién, sino a cumplir un acto de fe, A esta visibilidad meramente exterior de! sefior de la vida ya muerte de sus prapios sibditos debe corresponder le opacidad de Jas decisiones de las cuales dependen la vida y la muerte de éstos. Aveste vuelco tan radical entre poder visible e invisible concurre una mutacin igualmente tadical, tipica de 1a filosofia ilusceada, 3. E. Canetti, Mosse nad Machr, Claassen, Hamburg, 1960 [trad. cast. de H. Vogel, Mast ¥ poder, Muchnik, Bareclona, 1994, p. 226}. 4, J. Habermas, Strudtuenonndel der Oeffenlichheil, Luchterhand, Neuwicd, 1962 htad. cast, Historia y crftica ds fa opinidn phblica, Gustavo Gili, México, 1994], S. Respuesta ¢ ta pregueta: i0neé es la Husteacion’, wad. cast. de A. Macsrre ¥ J. Romagose, en. B. Erharder al, Qed es da Nustracién?, Tecnos, Madrid, 1988, p. 11. 419 LA DEMG@CRACIA entee la esfera del conocimiento y la postusa del hombre frente a los arcana nafurae, no menos impenctrables que los arcana imipenii. Kant sintetizé la esencia de la nueva filasofia en el lema de Horacio sapere aude —que ya habia evocado Gassendi—- y felizmente lo tradujo como signe: eQue tengas el coraje de servirte de tu propia inteligencia»®, Esta disposicién del hombre de razdn se oponia a la - disposicién del hombre de fe, bien resumida en el dicho pauline: Noli qutem sapere, sed time (Rom 2, 20). Durante siglos, el miedo a Dias habia secvida para justificar el miedo al soberano, los arcana fperii habfan sido considerados como una copia de los arcana Dei. La transgresién del sectevo divino y del secreto nacural tan sdélo podfa tener como consecuencia la wansgresién del secreto politico. Gran parte de la bistotia del pensamiento politico puede interpre- Tarse como un constante intento, por parte de los subditas, de arcancar Ios velos, las mascaras o Jas pratecciones detras de los cuales se esconden los detentadares del pader, de extender el drea del poder visible respecto al del poder invisible, Avanzanda a pattirc de la definicién de democracia iniclalmente propuesta, podriamos redefinirla idealmenté como aquella forma de gobierno en [2 cual incluso las diltimas fertalezas det poder invisible han sida expugna- das y el poder, al igual que la naturaleza, ya no tiene secretos para el hombre. Sabemos que esta meta ideal es inaleanzable. Ocultarse pertenece a la esencia misma del poder. Pero eso no significa que la diversa extension de las esferas del poder visible ¢ invisible no sea uno de los eriterios que periniten una neta distincién entre gobier- no democratice y aucocratice. A las estrategias del poder autocrdtico pertenecen no sélo el no decir, sino también el decir lo falso: ademas del silencio, Ja mentira. Cuando se ve obligado a hablar, ef autdcrata puede servirse de la palabra no para manifestar en piblico sus intenciones reales, sino para esconderlas. Puede hacerlo tanto mds impunemente cuanto menores sean los medios que sus siibditos tengan 2 su disposicién para verificar la veracidad de Jo dicho, La maxima segdin la cual al soberano le es Heito mentir pertenece a los preceptos de los tedricas de Ia.razén de Estado. Que al soberane fuese licita Ia ementira fitilh, no lo dijo sdlo el «diabélicon Maquiavelo, sino también Platén, y Aristdteles y Jenofante. Siempre se ha considerado que una de las virtudes del soberano es saber simular, es decir, aparen- tar lo que Ho es, y saber disimular, es decir, no aparentar lo que es. Jean Badin, que incluso se profesa profundamente anti Maqui- 6 led, po 420 DEHOCRACIA: LOS: FUNDAMENTOS welo, ceconoce que Piatén y Jenofonte les permitfan a los magistra- dos mentir come s¢ hace «con Los nifies y los enfermos-’, El paran- g6n de los stibdites con Jos nitios y los enfermos-no necesita mas comentarios. Las dos iradgenes ms frecuentes con las cuales se identifica el gobernante autocrdtico son fas del padre y et médico: los sGbditos no son cludadanes libres y sanos; son menores de edad que educar o enfermos que curar. Una vez mis, ocultac los poderes encuentra su propia justificacién en Ja insuficiencia, e incluso en la indignidad del pueblo, El pucblo no debe saber, porque no esti en condiciones de entender, o bien debe ser engafiado, porque no soporta Ia luz de la verdad. Para que él mandamicnto sapere ande se pudiese oriencar al descubrimiento de los arcana teperii, seri necesario un total cam- bio de imagen del poder: habrA que comenzar a mirarlo de abajo hacia arriba, y ya no de artiba hacia abajo. Seria un ecror creer que el gobierno aurocrdtico excluye toda forma de saber orientada al estudio de Ja sociedad y del Hetado. En realidad, siempre serd cierto que ¢] saber es poder, qué una persona tiene mis poder en tanto mds sepa. Empero, queda abierta la pre- gunta: de] poder de quién? Durante siglos, los autores politicos han abservado el fenémeno det poder desde el punto de vista del gober- nante mds que desde e! punto de vista del gobernado: ex parte principis, mds que ex parte popdli. La Wamada ciencia de la politica fue més que una ciencia én el sentido moderno de la palabra —es deciz, uma biisqheda desinteresada, wertfrei, objetiva y realizada con un método— un arte de gobierno, es decir, una serie de pre- ceptos para los detentadores del poder, sobre Ja mejor manera para conquistarlo, y de conservarlo luego de haberlo conquistado. Los problemas clisicos de la politica, empezando por Platén y pasando por Aristételes, Cicer6n y los autores medievales, hasta Maquiave- Jo, Bodin, Hobbes, los teéricos de la tazén de Estado, ¥ —dpor qué no?— Hegel y fos elitistas contempordneas, atatien esencialmente a tos derechos y deberes de los gobernantes, la naturaleza y Ia distri- bucidn de los diversos cargos del Estado, Ja estabilidad a inestabili- dad de los gobiernos, y las diferentes maneras de asegurar la prime- rao de evitar Ja segunda. A la elucubracién sobre los derechos y deberes de los soberanas, generaimente no correspond{a una elucn- bracién igualmente esmerada sobre los derechos y deberes de los 7. J. Bodin, Les six livres de dx Républiqne (1576), TV, 7 [erad, eas. de G. de Afastro Isuoza, Log seis ome de te Repoblice, vol. 1, CEC, Madrid, 1992, p. 781). 421 LA DEMOGRAGIA individuos. El problema de Los limites al poder soberano no se examinaba respecto de los eventuales derechos de las individuos, sino respecto de otros poderes soberanos, tales como los de los demis Estados o, en la.amplia controversia medieval, sobre las dos Potestades, los de. la Iglesia como instimeién dotada de soberania, : - Para dar algin ejemplo, Ja ciencia suprema a la cual Platén dedica ef difloga el Politico es la ciencia que debe ensefar al sobe- rang cémo ejercer su poder haciendo justicia: el gobernante se compara con un tejedor, es decir, con un artesano cuyo éxito de- pende exclusivamente de su propia habilidad. El parangén corrien- te entre el gobernante y el timonel ilustra mejor ja asimilacion de 1a actuacién del politico con la de quien ha adquirido una destreza particular, es decir, ilustra Ja conviccién difusa de que la politica ¢s uma técnica y, coma tal, se puede ensefar y trasmifir; asi mismo, ilustra mejor la- naturaleza de la relacién entre quien tiene el dere- cho de dirsgir porque conoce el oficio y quien sélo tiene el deber de seguir las Grdenes. Si el gobernante es el pilete, los gebernados son ja teipulacién. En el sexto libro de la Repiblica, hay un célebre aparte en cf cual Platén deseribe de manera eficaz !o que ocurre cuando los marineros quieren ponerse en el lugar de su comandan- te. Hobbes se ocupa de los siibdicos sélo para poner sobre aviso al soberano frente al desenfreno del pueblo, y pata sugerir la mejor manera de cefiirle las riendas: Hobbes considera que fue el primero. en construit una ciencia politica verdadera y verdaderamente de- mostrada {doctrina civilis vera et vere demonstrada) pretendia que se ensefiase en todas las universidades para alejar definitivamente las teorias sediciosas que incitan al pueblo a la desebediencia. Como se ve, la concepcién absolutista del poder ss acompafia de ua toncepcidn absolutista de! saber. En sus clases de filosofia del dere- cho en la Universidad de Berlin, Hegel, que presenta su filosofia como un saber absoluto, afirtea que con la palabra «pueblo» se designa una parte especifica de los componentes de un Estado, ola parte que no sabe lo que quieres: saber lo que se quiere

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