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Introducción a la literatura
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Generalmente, esta disciplina es entendida como aquella que reflexiona sobre los procesos
incluidos en la creación y recepción de los denominados textos literarios utilizando conceptos
descriptivos y prescriptivos para ello, diferenciándose de la Crítica literaria por tener esta última
objetivos ligados a la valoración de las obras y los autores, los estilos particulares. Ver GÓMEZ
REDONDO, Fernando, “Capítulo 1” en La crítica literaria del siglo XX, Madrid, Edaf, 1996.
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El autor pone a modo de ejemplo los textos propios del discurso histórico en los cuales las
características propias de toda secuencia narrativa y la reconstrucción de los hechos están
igualmente presentes como en una novela.
Por otra parte, ya en su obra Poética, Aristóteles planteaba que no se puede clasificar a una
obra como poética (literaria) por su forma como el caso de las obras escritas en verso ya que
en su época muchos tratados como los filosóficos o incluso los médicos eran creados con esta
estructura.
¿Cómo? A través de funciones, normas y valores que dan a la literatura una
posición estética relativamente autónoma de otras prácticas sociales. Desde
esta perspectiva, la literatura es una producción de sentidos.
Después de esto, Link plantea las formas en que se logra construir una
obra literaria. Todo autor necesita de tres “materiales”: la lengua, la ideología y
la experiencia. La primera hace referencia a que la literatura es un arte
exclusivamente verbal, que toma la lengua como base para crear sentidos a
través de mundos ficticios (ficcionaliza). Además, existe una rarificación o
transformación del lenguaje con un fin artístico a través de figuras fonéticas
(como las rimas y aliteraciones), sintácticas (elipsis, hipérbaton) y semánticas
(metáfora, metonimia). Estas figuras, explica el autor, sufren transformaciones
a lo largo del tiempo y algunas predominan en determinadas etapas mientras
pasan a un segundo plano en otras, mostrando el dinamismo de la literatura.
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Ver ARISTÓTELES, Poética, Buenos Aires, Ed. Libertador, 2010
la literatura ha sido considerada muchas veces como un vehículo de ideología
con funciones sociales y políticas específicas. Es común encontrar en la
literatura europea del siglo XIX casos de obras concebidas como instrumentos
de expansión del nacionalismo, o más bien con hechos y personajes
ejemplares. Por estas mismas razones, por ser la literatura portadora de ideas,
muchas veces ha sido marcada como algo peligroso y ha generado fuertes
resistencias por parte de las instituciones dominantes.
Literatura y lectura
Daniel Link (2000) propone tres tipos de lectura con distintos niveles de
profundidad o análisis. La primera, denominada lectura como nota, refiere a
aquellas lecturas que sólo notan sentidos, la existencia de datos simbólicos,
pero sin llegar a interpretarlos. En segundo lugar, está la lectura como
interpretación, que busca una interpretación, entendida por el autor como la
apreciación de la pluralidad de sentidos posibles. Y finalmente, en la lectura
como experimentación, estarían los casos donde los textos son utilizados con
finalidades determinadas a través de la imposición de sentidos a partir de lo
que se busca mostrar, como podrían ser los análisis teóricos.
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Ver esquema en GÓMEZ REDONDO, F., op. cit., p. 22
la ambigüedad y la sugerencia, por lo que también supone dos niveles de
análisis: uno superficial y otro profundo. Por esto mismo, plantea que todo autor
debe escribir para todos los lectores posibles ya que son éstos los encargados
de “descubrir” los sentidos de un texto que pueden ser ilimitados.
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Para definiciones, ver EGUINOA, A., op. cit, notas 10-12.
aquellas relaciones entre el texto o el lector con su entorno. Estas relaciones,
expone la autora, se basan en la existencia de un inconsciente. En el caso del
texto, su inconsciente es lingüístico y no debe confundirse con el del autor, ya
que en realidad se refiere al contenido implícito o no manifiesto que puede
surgir a partir de su análisis interpretativo. Una vez que el lector comienza con
este proceso, lo deconstruye poniendo también en marcha su propio
inconsciente para luego reconstruirlo, dando sentidos, creando un universo
imaginario. Por esto, la conducta del lector es totalmente dinámica ya que
incluye procesos conscientes como inconscientes para recrear el texto,
actualizarlo.
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Actualmente, a esta clasificación se le suma el género didáctico-ensayístico como aquel que tiene un
objetivo argumentativo y cuyo contenido es teórico en vez de ficcional.
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Pueden verse una síntesis de esta historia de los estudios de los géneros literarios en OBERTI, Liliana
(2002), Géneros literarios. Composición, estilo y contextos, Buenos Aires, Longseller; y en TODOROV,
Tzvetan (2014), “Géneros literarios” en DUCROT, Oswald y Tzvetan Todorov, Diccionario enciclopédico
de las ciencias del lenguaje, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores. También puede consultarse el
análisis de los cuatro géneros en GÓMEZ MARTÍNEZ, José Luis (2005-2012), Introducción a la literatura,
Dynamic Quest: https://www.ensayistas.org/curso3030/
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Bajtín postula tres características en su teoría: la situación, la intención del hablante que le permite
hacer elecciones de géneros y los temas que se comunican (Oberti, 2002).
Poniendo el centro en la situación comunicativa, Bajtín plantea que todo
discurso lleva de forma implícita la concepción del destinatario del productor de
los enunciados, es decir, que quien comunica un discurso lo hace pensando los
conocimientos, prejuicios e ideologías del destinatario para lograr una
comunicación exitosa. A partir de esto, siguiendo las interpretaciones de
Todorov (1988), se puede establecer que los géneros actúan como formas
conocidas que posibilitan la comunicación, o dicho en sus palabras,
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manifestaciones posibles del discurso [ …] que funcionan como «horizontes de
expectativa» para los lectores [ y] como «modelos de escritura» para los
autores.
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Tzvetan Todorov plantea, en contraposición a la postura de Genette que se cita más adelante, que los
géneros no son un molde estático que quien enuncia utiliza para comunicarse, sino que cada género
encierra en sí una codificación virtual dentro de la cual el hablante o escritor se vale para armar su
discurso auténtico, por lo que los marcos son más amplios que lo que podría pensarse al considerar la
idea estructurante que se define a partir de las explicaciones de Bajtín; los géneros son posibilidades del
discurso (1988, p. 7).
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Es objeto de estudio de la Teoría literaria el rol como lector de los propios escritores. Además de
recordarse que todo escritor es su primer lector, cabe mencionarse aquí las obras de Borges que son
construidas de manera manifiesta a partir de lecturas concretas del autor como también el papel
importante de la interpretación de los directores de obras teatrales como lectores del texto dramático y
productor de un nuevo texto (la obra teatral) (Gómez Martínez, 2005-2012).
arriba). Sin embargo, los estudios más actuales postulan que esas “cadenas
literarias” no son creadas por el texto mismo ni por el autor de manera
individual, sino que es el propio lector el que las construye a partir de la lectura
y las relaciones con su “enciclopedia” (Moreiro, 1996) y sus experiencias
personales (Eguinoa, 2000). Por esto, retomando las ideas de Todorov y Bajtín,
desde la perspectiva del lector, los géneros funcionan como pactos de lectura
que permiten acercarse a determinadas obras con expectativas especiales
condicionadas por el género que se le presenta. Por ejemplo, sería poco
razonable acercarse a una tragedia esperando felicidad en los personajes y sus
actos, o tener expectativas de racionalidad absoluta en un relato de tipo
fantástico.
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En DUCROT, O. y TODOROV, T., op. cit.
El género fantástico
Frente a esta doble esencia, el rol del lector es importante para activar
esa vacilación. Todorov explica que no sólo cada lector duda, sino que éste
vacila a partir de las experiencias de un personaje que también vive esa
ambigüedad. Para esto, deben cumplirse al menos tres condiciones. En primer
lugar, el texto debe llevar al lector a considerar el mundo de los personajes
como un mundo real. A su vez, esta aceptación logra que el lector vacile junto
con los personajes, principalmente con el protagonista, a través de quien se
vive la sensación de duda o ambigüedad. En tercer lugar, la actitud del lector
para lograr las dos anteriores debe posicionarse fuera de lo poético y de lo
alegórico, por lo que su expectativa frente a lo fantástico debe ser
específicamente la de estar suspendido entre dos posibilidades.
Por otro lado, este género también explicita la idea de modelo de escritura
ya mencionado, es decir, que su escritura posee ciertos rasgos que crean la
ambigüedad propia de lo fantástico. Se pueden mencionar dos herramientas
sintácticas empleadas por los autores para esto: el uso del tiempo imperfecto y
la modalización. En el primer caso, la continuidad es un posibilidad pero no se
sabe a ciencia cierta si los sucesos y sensaciones narrados aún permanecen o
han finalizado en algún momento de la historia. En lo que refiere a la segunda,
son frecuentes las construcciones lingüísticas que hacen referencias a
posibilidades o sensaciones experimentadas por los protagonistas pero que
tampoco aseguran la existencia real de lo que se percibe. Por ejemplo, en el
relato La caída de la casa Usher de Edgar Allan Poe abundan expresiones
como “no sé cómo sucedió”, “era un misterio”, “me vi forzado a recurrir a una
conclusión insatisfactoria”, “era posible, pensé”, etc. Ellas dan cuenta de la
vacilación del personaje frente a los sucesos que se le presentan y a su vez
generan en el lector la posibilidad de una doble interpretación de cada hecho y
del relato en general.
En La noche boca arriba del escritor argentino Julio Cortázar, el elemento
de ambigüedad es el sueño. En este historia, un motociclista tiene un accidente
y termina hospitalizado. Una vez en esta situación padece de fiebre y comienza
a tener un sueño extraño donde él es un aborigen mesoamericano perseguido
en la llamada guerra florida de los aztecas para ser sacrificado. A medida que
el relato avanza, este sueño se va volviendo más real y también el aborigen
experimenta la sensación de soñar. Los protagonistas y los elementos de sus
realidades comienzan a identificarse de manera tal que para el lector saber
quién sueña, quién es soñado, quién es realmente cada uno se vuelve una
tarea de difícil elección. Frente a este relato, aceptar el sueño como tal a partir
del primer personaje es terminar con la vacilación y por consiguiente con lo
fantástico. Del mismo modo, aceptar que el indígena sueña con un futuro o
ambos son un doble del otro12 implica una interpretación dentro del mundo
maravilloso y por ende también saldría del fantástico.
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Esta temática también es utilizada al servicio del género fantástico. Puede verse el cuento Lejana,
también de Julio Cortázar.
Finalmente, para sintetizar la esencia fantástica y pensar su función
social, puede recurrirse al concepto de “sentimiento de lo fantástico” de
Cortázar (1982). Con esta idea, el escritor menciona lo que significan para él
los relatos de este género. Los considera como irrupciones en el plano del
mundo racional. Los relatos expresan lo que puede suceder en la realidad
extraliteraria y que no se puede explicar a través de las leyes racionales. Es un
extrañamiento vivenciado que la literatura plantea desde sus historias ficticias y
que el lector puede identificar gracias a sus propias percepciones.
Para finalizar, luego del recorrido propuesto, puede considerarse que todo
análisis sobre la literatura y sus características no puede agotarse en
definiciones y clasificaciones como tampoco centrarse únicamente en los
textos.