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este último sostenía sobre la organización del país: según su opinión, las provincias
debían mantenerse independientes bajo sus gobiernos locales y no debía
establecerse ningún régimen que institucionalizara la nación. Y así ocurrió durante
los diecisiete años que duró la hegemonía de Rosas en Buenos Aires. Como
encargado de las relaciones exteriores tenía Rosas un punto de apoyo para ejercer
esa autoridad, pero la sustentó sobre todo en su influencia personal y en el poder
económico de Buenos Aires, aseguró una vez más la hegemonía de Buenos Aires
El puerto de Buenos Aires seguía siendo la mayor fuente de riqueza para el fisco y
beneficios tanto a los comerciantes de la ciudad como a los productores de cueros
y tasajos que se preparaban en las estancias y saladeros. De esas ventajas no
participaban las provincias del interior, pese a la sumisión de los caudillos federales.
Las industrias locales siguieron estranguladas por la competencia extranjera y los
estancieros del litoral y del interior continuaron ahogados por la competencia de los
de Buenos Aires asentando el empobrecimiento de las provincias interiores aisladas
por sus aduanas interprovinciales.
Urquiza entró en Buenos Aires poco después de la victoria para iniciar la etapa más
difícil de su labor: echar las bases de la organización del país. La administración de
Rosas, sin duda, había preparado el terreno para la unidad nacional dentro de un
régimen federal. Los viejos unitarios, por su parte, habían reconocido la necesidad
de ese sistema. Y todos estaban de acuerdo con la necesidad de la unión, porque
las autonomías habían consagrado también la miseria de las regiones
mediterráneas. Quizá la diversidad del desarrollo económico de las distintas
regiones del país fuera el obstáculo más grave para la tarea de unificación nacional.
No era, pues, fácil la tarea que esperaba a Urquiza por lo que convocó una
conferencia de gobernadores en San Nicolás, y de ella salió un acuerdo para la
organización nacional firmado el 31 de mayo de 1852. Se establecía en él la
vigencia del Pacto Federal y se sentaba el principio del federalismo, cuya expresión
económica era la libertad de comercio en todo el territorio, la libre navegación de los
ríos y la distribución proporcional de las rentas nacionales. Se otorgaban a Urquiza
las funciones de Director Provisorio de la Confederación Argentina y se disponía la
reunión de un Congreso Constituyente en Santa Fe para el que cada provincia
enviaría dos diputados.