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COMPILACIÓN
Y ESTUDIO INTRODUCTORIO
RODRIGO NAVARRETE SÁNCHEZ
Colección
Clásicos de la Arqueología Venezolana
Alberta Zucchi
ARQUEOLOGÍA
DE LOS LLANOS OCCIDENTALES
Y EL ORINOCO
Caracas, 2017
Ministerio del Despacho de la Presidencia y
Seguimiento de la Gestión de Gobierno
Pedro Calzadilla
Presidente
Fundación Centro Nacional de Estudios Históricos
Elsa Gualdrón
Directora Ejecutiva
ISBN: 978-980-419-011-7
Depósito Legal: DC2017002313
Presentación
que ahora es Venevisión. Fue también pasante en el estudio del “pintor que
pinta a los indios”, Centeno Vallenilla, así como dibujante técnica en una
empresa y bocetando vallas publicitarias. Todas estas experiencias la mo-
tivaron a acercarse a la arqueología. Zucchi, con la espontaneidad que la
caracteriza, afirma:
Solo tres meses después de ingresar tuvo que retirarse porque se iba a
casar, evento posteriormente cancelado. Un día, Zucchi abrió el periódico y
encontró un anuncio de Aeropostal en el que solicitaba aeromozas, trabajo
para el cual fue aceptada, apoyada por su padre, que era un amante de los
aviones y la aeronáutica pues había sido médico de la aviación italiana. Cuan-
do ya tenía unos ocho meses en la empresa, su madre decidió volver a Italia y
vendieron todos los bienes que tenían en el país. La vuelta a vivir a Italia con
el abuelo materno no resultó. Regresó a Venezuela en 1958 y se trajo a su
madre para trabajar nuevamente en Aeropostal en la sección Internacional.
Aunque ya sabía que el oficio de aeromoza no era lo suyo, por ser muy tímida,
esta experiencia le sirvió para aprender a comunicarse y a ser más segura, lue-
go de varios escabrosos incidentes con la compañía —entre ellos uno en que
hizo despedir a un capitán—. Ya con la equivalencia del título de bachiller
obtenido en Barbados, Zucchi vuelve a entrar en la Escuela de Antropolo-
gía y Sociología (UCV) en 1959. Entonces, Zucchi aún necesitaba trabajar y
le informaron que en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas
(IVIC) necesitaban una secretaria, cargo al que se postuló ya que dominaba
tres idiomas. Según sus propias palabras,
Esos eran los primeros años. Había una pala y un pico y un jeep des-
tartalado, uno. Un dibujante y un fotógrafo. Y cada vez uno tenía que
combinar las cosas porque un pico y una pala no eran suficientes. Al
lado de los estantes, donde estaba el material, había una puertica y
luego un jardincito pequeño y luego un barranco donde terminaba el
cerro (Zucchi, comunicación personal, 5/2/2014).
XVIII Rodrigo Navarrete Sánchez
Su relación con Cruxent como mentor fue siempre muy estrecha aunque
no exenta de tensiones. Siempre la ponía en situaciones difíciles, como cuan-
do le dijo “agarra el jeep, aquí tienes 200 bolos, 15 días, y vete a excavar una
cueva de los indígenas cocina en La Guajira”. Como ella misma lo define,
Cruxent era de la tesis del “defiéndanse como puedan”. En una oportunidad
que Zucchi estaba muy molesta con Cruxent porque no la ayudaba a resolver
un problema de análisis cerámico mientras evidentemente resolvía los obs-
táculos de otros, él le dijo: “Yo ayudo a los que no pueden. Los que pueden,
deben conseguir la respuesta solos”. De hecho, una vez que su tesis estuvo
terminada, Cruxent envío a Zucchi a New Haven a entrevistarse con Irving
Rouse, de quien en algún momento comenzó a necesitar asesoría. Rouse, per-
sonaje muy estricto, dijo que el trabajo era bueno, pero el problema eran los
términos. Después, pasados los años, notó lo que pasaba: que Cruxent ya
había llegado a un momento en que hasta ahí podía evaluar y el resto lo debía
hacer Rouse, quien la criticó profundamente en ese tiempo por usar términos
como complejo o fase, los que, años después, comenzó a usar él mismo.
arauquinoide llanera y luego una de mezcla con pueblos orinoquenses con ce-
rámica desengrasada con cauxí y posible cultivo de la yuca. De hecho, Zucchi,
junto a Denevan, sienta la base empírica para el posterior desarrollo de la teo-
ría de sociedades complejas en los llanos occidentales venezolanos por parte
de otros autores (Zucchi 1978, 1985, 1991). Sus excavaciones en La Betania,
La Calzada y Caño Ventosidad incluyeron el estudio de la transformación del
medioambiente local por las sociedades prehispánicas, en las que enfatiza la
existencia de construcciones artificiales de tierra en la zona, conjuntamente
con estudios cerámicos.
La considerable cantidad de información proporcionada por el trabajo de
Zucchi en los llanos occidentales venezolanos, su importante base de datos
y los lineamientos interpretativos, fueron sustrato para futuras aproximacio-
nes que desarrollaron nuevas interpretaciones ecológico-culturales y sociopo-
líticas, y constituyeron el fundamento de una tradición investigativa madura
y coherente para entender esta área. Abrió de hecho un amplio abanico de
posibilidades, perspectivas y enfoques que fueron explorados posteriormente
con más profundidad por otros arqueólogos nacionales y extranjeros respecto
a los cacicazgos locales. Por ejemplo, Gasson formula un patrón de asenta-
miento regional diferencial en el sitio La Calzada, entre sitios que varían en
cantidad, tamaño y forma en sus construcciones artificiales de tierra. Tam-
bién abordó la producción de alimentos entre aldeas interconectadas mien-
tras que las variaciones en la cantidad, especies y tamaño de los recursos zoo-
lógicos dependían de su jerarquía y las variaciones estacionales del ambiente
llanero (Gasson 1980). Por su parte, Spencer y Redmond desarrollan una
tesis sobre la jerarquía regional (Redmond 1992, Redmond y Spencer 1990,
1994; Spencer 1986, 1990a, 1990b, 1993). Entre los altos llanos (cuenca del
río Gaván) y el piedemonte andino (cuenca del río Curbatí) en Barinas, se
basan en datos etnohistóricos sobre el dominio de los caquetíos sobre los ji-
rajaras para postular dos tradiciones interactuantes, Gaván y Curbatí, una
jerarquía de asentamientos intra- e intertribal en que resalta el sitio principal
Estudio preliminar XXVII
norte y sur. Sin embargo, las vegas y riberas inundables (varzeas) permiten la
obtención estacional de ricos suelos aluvionales que forman nichos bióticos
para aplicar más fructíferas estrategias agrícolas. La obtención de recursos
animales y vegetales mediante la caza, la pesca y la recolección también está
determinada, al igual que las actividades agrícolas, por esta dualidad estacio-
nal y biótica.
Esta región ha sido un foco arqueológico venezolano tanto en el aspec-
to cronológico como en el teórico. Desde la colonia, los grupos misioneros
y exploradores recopilaron los primeros datos arqueológicos locales (Bueno
1965). En el siglo XIX, a partir de la visita de Humboldt, la región se hace
referencia obligada de viajeros y exploradores ilustrados, sobre todo en si-
tios como los petroglifos de La Encaramada, los de Caicara y los de la Cueva
de Amalivaca (Chaffanjon 1986, Codazzi 1940, Crevaux 1988, Ernst 1987,
Humboldt 1956, Marcano 1971, Rojas 1942, Schomburgk 1841, Vraz 1992).
La variedad y abundancia de las evidencias recolectadas en diversas investiga-
ciones regionales la ha centrado en controversias nacionales y americanas por
su conexión con otras regiones (llanos occidentales, centrales y orientales; las
sabanas de Bolívar y Alto y Medio Orinoco) y su estratégica posición entre
patrones geoculturales de tierras bajas, altas y caribeñas.
En 1941, Howard realizó el primer trabajo arqueológico sistemático re-
gional, prospectó los sitios de Ronquín, Parmana, Camoruco y Corozal; ex-
cavó en Ronquín y definió tres grupos cerámicos (X, Y y Z) en una secuen-
cia ocupacional de dos períodos: Ronquín Temprano, asociado con el grupo
Y y, en menor medida con Z, y Ronquín Tardío, definido por X. En 1958,
Cruxent y Rouse proponen una secuencia regional, basados en el trabajo de
Howard, formada por los estilos Ronquín, de la serie saladoide, que corres-
ponde al grupo X de Ronquín Temprano, y Camoruco, de la serie arauqui-
noide, que se asocia con el Y del Ronquín Tardío. Ronquín, estilo cabecero de
la serie saladoide y nombrado tras el sitio Saladero del Bajo Orinoco por ser
considerado el más antiguo y puro. De origen amazónico, posee una cerámica
XXX Rodrigo Navarrete Sánchez
rojiza muy fina con antiplástico de arena fina, bordes en pestaña, asas verti-
cales acintadas, incisiones curvas superficiales, apéndices biomorfos cefálicos,
pintura blanca sobre rojo en áreas geométricas, motivos rayado cruzado, aso-
ciado con fragmentos de budare y piedras de moler. Lo ubican en los períodos
II y III de su cronología (1050 a. C.-1150 años d. C.). Mientras, el estilo arau-
quinoide Camoruco, que proviene de nuestros llanos occidentales venezola-
nos y toma su nombre del sitio Arauquín. Posee cauxí y decoración plástica
inciso-punteado-aplicada en muchas variantes (apéndices antropomorfos o
zoomorfos con tocados rayados; ojos grano-de-café, y dibujos rectilíneos in-
cisos profundos y finos en bandas, puntos, incisiones de canutillo o excisión.
Presenta fragmentos de budares, piedras de moler y majaderos líticos. Se ubi-
ca en el período IV (1150 a 1500 años d. C., posterior a Ronquín y coetáneo
con otros estilos de su serie (Arauquín, Matraquero y Guarguapo) así como
con la relacionada serie valencioide.
Iraida Vargas (1981) excavó en La Gruta y Ronquín, centrada en las re-
laciones sociales y técnicas de producción y en rasgos culturales del modo
de vida local. Infiere que la ocupación se inició 650 años a. C., período I de
la fase Ronquín —equivale a Ronquín de Cruxent y Rouse—, por pequeños
grupos de familias extendidas semisedentarias que vivían en casas comuna-
les en riberas estacionales, que basaban su subsistencia en la vegecultura, la
caza y la pesca. En el período II, entre 0 a 300 años d. C., se desplazan al
oeste, mantienen el patrón de asentamiento y subsistencia y modifican cier-
tos patrones estilísticos alfareros —abandono de antiplásticos orgánicos, la
acanaladura y la pintura polícroma e incorporación de otros como el rayado
cruzado y la pintura sobre base cruda—. En la Fase Corozal —estilo Camo-
ruco de Cruxent y Rouse—, desde 600 años d. C. y hasta 1400 años d. C.,
nuevos grupos crean aldeas, se hacen más numerosas concentradas en mon-
tículos naturales o en áreas alejadas del río e incorporan el cultivo del maíz
y el algodón a su subsistencia. Para Vargas, la tradición Ronquín expresa un
proceso que forma parte de los horizontes Blanco sobre Rojo y Hachureado
Estudio preliminar XXXI
asimilación por otras sociedades. Hacia el fin del período III y durante el IV
(1200-1400 años d. C.), mientras la popularidad de la cerámica arauquinoide
decrece debido a su movimiento expansivo, otra tradición plástica tardía, va-
lloide, se popularizó en el área (Navarrete 1994, 2000).
Zucchi y Tarble plantean que la ocupación cedeñoide pudo ser la primera
del Orinoco Medio. Asocian su cerámica con el Horizonte Temprano defi-
nido por Lathrap y Brochado (1980 Ms.), el que desde el cuarto milenio a.C.
se extendió a lo largo de las tierras bajas de Suramérica. La sexta alfarería
(D) en Agüerito permitió establecer la tardía serie valloide en la zona (1000-
1500 años d. C.) (Tarble y Zucchi 1984). La distribución geográfica y las
similitudes estilísticas con otras cerámicas del Alto Orinoco (p. e. Fase Coro-
bal, Caño Asita) indican que estos grupos provinieron de esa área. Cruzando
datos lingüísticos e históricos, relacionadas por grupos caribes de Guayana
occidental (Durbin 1974). También utilizaron la evidencia arqueológica para
reconstruir los mecanismos e interacción que pudieron usar los diferentes
grupos: a) comercio intertribal, b) coexistencia, c) alianzas matrimoniales y
d) uso alternado de los sitios por una o más sociedades. Al establecer estas
dos nuevas series, la construcción afinada de la nueva secuencia ocupacional y
tipos de interrelaciones implementadas por los diferentes grupos, el proyecto
fijó los límites inferior y superior de la historia ocupacional local y propuso
un nuevo modelo de poblamiento (Navarrete 1994).
La definición del cedeñoide sale con Agüerito. Todos los autores, inclu-
so Howard, Roosevelt y Vargas, la habían descrito y la incluían dentro
de otra. Pero para nosotros era una entidad cultural distintiva por su
pasta, decoración y otros rasgos. Nuestro aporte crucial fue aislarla y
diferenciarla de lo saladoide, barrancoide y arauquinoide regional. De
hecho, está representada por una variante más simple, pero también
se diferencia del arauquinoide y sus motivos lineales. Este trabajo per-
mitió demostrar una profundidad histórica mucho mayor de la que se
XXXVI Rodrigo Navarrete Sánchez
La región del Alto Orinoco cubre todo su recorrido dentro del estado
Amazonas desde sus fuentes hasta Puerto Ayacucho, y colinda en parte de
su trayecto con Colombia mientras recibe una gran cantidad de afluentes
desde esta nación, como el Casiquiare, el Ventuari, el Atabapo, el Inírida, el
Guaviare y el Vichada. Su variada vegetación comprende selvas, sabanas y
campos herbáceos, alta montaña, niveles de cormofitas y especies acuáticas
fluviales lacustres, distribuidos entre ríos de aguas blancas o de aguas negras.
Las primeras exploraciones europeas orinoquenses a fines del siglo XVIII y
durante el XIX, tuvieron un punto de interés ineludible para los viajeros en
las cuevas funerarias y los petroglifos del área de Puerto Ayacucho y los rau-
dales de Atures (Chaffanjon 1986, Crevaux 1988, Humboldt 1956, Marcano
1971). Sin embargo, la información arqueológica disponible de la región del
Alto Orinoco y el Alto Río Negro era mínima antes del proyecto regional
de Zucchi (Cruxent, Evans y Meggers 1959; Wagner y Arvelo 1986). Cru-
xent y Rouse (1982) definieron el único estilo cerámico regional, Cotúa, una
variante saladoide con pintura simplificada con ciertos rasgos barrancoides
como apéndices cefálicos prismáticos, provisionalmente ubicado a inicios del
período III de la cronología (350-1150 años d. C.). En 1957, Evans, Meggers
y Cruxent (Evans et al. 1959) definieron dos fases cerámicas mediante una
prospección regional: Nericagua, en el área de San Fernando de Atabapo,
definido por antiplástico de caraipé (ceniza de corteza vegetal), decorados con
Estudio preliminar XXXIX
En la isla de Toas hay minas de cal y hay varias compañías que las
estaban explotando. Resulta que este alcalde tumba la vieja iglesia de
San Carlos que se estaba cayendo y mientras las máquinas estaban
limpiando salen unos ladrillos y unos huesos. Parece un cementerio
colonial. Mira, fue tal el interés que mostró y es tan raro ver a un polí-
tico que se interese por esas cosas, que me tocó la fibra. De esa excava-
ción, yo no tenía idea de meterme con los muertos, pero cuando vi los
diferentes tipos de tumbas y después fui a ver el cementerio de la isla
de Pájaros, me dije: “estas variaciones deben tener una cuestión tem-
poral, deben ser marcadores temporales”. Y allí me dediqué a recorrer
los cementerios viejos de toda Venezuela. Y pude hacer la evolución
arquitectónica funeraria desde 1700 más o menos hasta ahora (Zuc-
chi, comunicación personal, 5/2/2014).
_______________________________
Hay procesos que una vez iniciados no pueden detenerse fácilmente. Aun
cuando te arrastran en su fluir, comienzas a controlarlos y dirigirlos con un
compromiso siempre mayor y un placer en aumento. Siempre involucrada
hasta las últimas consecuencias, Zucchi construyó su vida profesional con
una recrecida pasión y perseverancia, mientras que en cada meandro de su
cauce se encontraba con nuevas preguntas que responder.
Y ahora, ¿para dónde vamos, Alberta Zucchi?
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LVI Rodrigo Navarrete Sánchez
Complejo La Betania
Cronología
Hipótesis
de Caño del Oso (Cruxent: 1955), como el de La Betania (Zucchi: 1967 a), se
encuentran cerca de corrientes de agua.
Por otra parte, si tenemos en cuenta que los asentamientos no son tem-
porales, y que, a pesar de las inundaciones periódicas características de la
zona, no se encuentra evidencia de movimiento artificial de tierra, podemos
suponer que este grupo construía viviendas palafíticas en sus sitios de habita-
ción. Sin embargo, hasta ahora los únicos datos que se poseen en tal sentido
son los suministrados por algunos investigadores que han trabajado en zonas
que confrontan problemas similares. Bennett, al excavar un montículo en La
Mata (área de Valencia) encuentra en un nivel inferior, correspondiente a ha-
bitantes lacustres, evidencias de pilotes de viviendas palafíticas (1937). Cru-
xent en el mismo sitio, encuentra huellas de horcones en los niveles inferiores
a los de los constructores de montículos (Cruxent, comunicación personal).
Del mismo modo, Osgood sugiere que este tipo de vivienda fue utilizado por
los grupos que habitaron el lago de Valencia (1943: 49).
Por otra parte, la suposición de la existencia de un segundo grupo, ca-
racterizado por construcciones artificiales de tierra, se basa en dos hechos
observados durante las excavaciones:
1. Los niveles estratigráficos que forman los montículos contienen mate-
rial correspondiente al complejo Caño del Oso, en escasa cantidad y suma-
mente desgastado.
2. El material del complejo La Betania está ubicado en el resto del yaci-
miento y en los niveles superiores a los que corresponden al complejo anterior.
Sobre esta base, es posible inferir que el grupo del complejo La Betania
ocupó un sitio ya habitado por el grupo Caño del Oso; y además, es probable
que en la construcción de los montículos empleara la tierra de los antiguos
pisos de habitación.
Esta segunda parte de la hipótesis solo se podrá corroborar cuando
se encuentren los sitios ocupados exclusivamente por los constructores
de montículos. A través de ellos, estaremos en condiciones de conocer más
66 Alberta Zucchi
Hipótesis 2
La relación entre el complejo La Betania y Mesoamérica se basa en ciertas
patas huecas (Lám. 2, H). Estas patas, sin embargo, no tienen nexo directo
con las de los otros estilos de Venezuela occidental, los cuales están relacio-
nados con Mesoamérica a través del sector norte de Colombia; en cambio, su
forma es casi idéntica a las de algunas patas huecas procedentes de Tumaco
(Colombia) (Cubillos: 1955).
Reichel-Dolmatoff postula que alrededor de los 500 años a. C. una nueva
oleada de influencia, probablemente proveniente de Mesoamérica, alcanza
todo sector comprendido al sur del río San Juan; sus efectos se hacen más
intensos hacia el área de Tumaco, y de allí, se extienden hacia Ecuador (1965:
110).
Analizando las semejanzas entre las patas de La Betania y las de Tumaco,
pensamos que si ambos complejos están relacionados, las influencias deben
haber tenido una dirección suroeste-noreste; es decir, a través de los Llanos
Orientales de Colombia, a partir del sector costero suroccidental de las mis-
mas, y no a través de la parte norte, como aparentemente sucedió con la ma-
yoría de los otros estilos del occidente venezolano.
Sin embargo, debido a la escasez y fragmentación de la información que
poseemos por el momento, es difícil determinar el significado de tales seme-
janzas; por ello es de vital importancia conocer arqueológicamente la extensa
región de los Llanos Orientales de Colombia —prolongación de los Llanos
occidentales de Venezuela— los cuales representan un sector clave en la com-
probación o rechazo de esta hipótesis.
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 67
Hipótesis 3
El análisis del material y sus frecuencias parecen indicar que el grupo del
complejo Caño del Oso mantuvo relaciones con otros grupos de la zona, es-
pecialmente con el de La Betania, siendo estas últimas particularmente pro-
longadas.
Durante las primeras etapas del contacto, la cultura receptora (Caño del
Oso) predomina, pero adopta nuevos rasgos, los cuales se integran sin llegar
a popularizarse (Willey et ál., 1955: 19-20). En cambio, en las etapas finales
ambas culturas parecen fundirse, predominando, en esta fusión, los rasgos
de la cultura intrusiva (La Betania) (Ibíd: 15-18). En estas etapas finales se
popularizan aquellas formas introducidas en el complejo anterior, se modifi-
ca el patrón de asentamiento mediante la introducción de las construcciones
artificiales de tierra y se adopta el cultivo de la yuca, probablemente sin aban-
donar el del maíz.
Hipótesis 4
En 1963, cuando Rouse y Cruxent obtuvieron la primera fecha absoluta
(2180 +/- 300 a. p.) para el yacimiento de Tocuyano (1963: 68), se confirmó
la antigüedad de la alfarería polícroma en Venezuela.
Esta fecha (la más antigua para cerámica, hasta ahora publicada, para
Centro- y Suramérica) sirvió de base a la hipótesis de Coe, sobre el probable
origen suramericano de la alfarería polícroma (1962: 177).
Tomando en cuenta que en el yacimiento La Betania obtuvimos una fecha
similar a la de Tocuyano (2180 +/- 150 a. p.), y puesto que el complejo Caño
del Oso no se puede relacionar directamente, ni en sus orígenes ni en su de-
sarrollo, con este estilo, es factible suponer que Caño del Oso representa otro
centro de alfarería polícroma, independiente del anterior, cuyos orígenes son
todavía bastante problemáticos.
Tomando en cuenta, por una parte, la antigüedad de Caño del Oso y por
la otra, las semejanzas que existen entre algunas formas cerámicas de este
68 Alberta Zucchi
Resumen
Resumen
Arqueología de Barinas
Cronología
Debido a que Tocuyano y Caño del Oso son ambos muy antiguos y no
están relacionados estilísticamente, se puede asumir que durante el final del
período II se presentaban al menos dos tradiciones de pintura polícroma en
el territorio que comprende la moderna Venezuela. La primera de estas tra-
diciones está representada por la cerámica de la serie Tocuyanoide (Rouse y
Cruxent 1963: 67-71).
Durante la primera mitad del período II, desde Tocuyano, el complejo
tipo, localizado en el área de Barquisimeto, la pintura polícroma tocuyanoide
parece haberse expandido hacia las montañas (complejo Aeródromo), los lla-
nos occidentales (complejo Agua Blanca) y la costa central (complejo Cerro
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 75
Tabla 1.
Tabla 2.
Figura 1.
Figura 2.
Figura 3.
Figura 4.
Figura 5.
Ocupaciones humanas prehistóricas de
los Llanos occidentales de Venezuela (1973)*
Alberta Zucchi
Departamento de Antropología - IVIC, Caracas
Resumen
El sitio y el montículo
que esta pendiente era más pronunciada hacia la periferia del montículo. Es
probable que la elevación natural de la tierra fuese un factor decisivo en la
elección para la construcción de la estructura.
Las capas I y II constituyen la base de la estructura. La primera de estas
capas presenta una gran acumulación de tiestos y conchas de caracol que lle-
nan la zona cóncava del piso original. La capa II, compuesta de arcilla que-
mada, parece haber sido dispuesta para asegurar el material de relleno que
había sido colocado previamente. Sin embargo, también es posible que esta
capa, así como las otras capas de arcilla fina quemada que se encuentran en
otras partes de la estructura, sean el resultado de prácticas ceremoniales, o
producidas por accidente.
Las tres capas siguientes, que forman parte del cuerpo del montículo, son
diferentes entre sí pero homogéneas en su composición. Esto sugiere que el
material del cual están constituidas fue obtenido de diferentes lugares y pro-
fundidades del área vecina. También es probable que la selección de estos ma-
teriales y su disposición fuesen hechas de acuerdo a técnicas de construcción
bien establecidas. Las tres capas son trapezoidales en su forma, con una pla-
taforma en la parte superior, dándole al montículo una forma cónica o similar
a la de una pirámide truncada. Las capas desde la VI en adelante muestran
contornos irregulares en el borde superior, pero es difícil establecer si dichas
irregularidades son accidentales o intencionales. Con la excepción de las ca-
pas I y VII, donde encontramos hogares, ninguna de las otras muestran evi-
dencias de ocupación. Por esta razón, nos inclinamos por creer que el proceso
de construcción fue continuo y que cada capa solo tenía un propósito técnico.
Hay poca evidencia relacionada con el posible uso de estos montículos.
Sin embargo, la ausencia de esqueletos o restos humanos y el hecho de que en
esta área los enterramientos son usualmente encontrados en tierras planas, es
una prueba de que estas estructuras no fueron dispuestas para enterramien-
tos. Por otro lado, el hecho de que en los sitios de Hato de La Calzada y La
Betania los montículos más elevados se encuentran al norte podría indicar
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 87
Cronología
Oso. En adición, las dos fechas obtenidas de estos hogares, 454 d. C. (IVIC-
540) y 550 d. C. (IVIC-582), encajan perfectamente con los límites crono-
lógicos propuestos para la Fase C. Finalmente, dado que ambas fechas son
bastante similares y fueron obtenidas de los dos únicos niveles que muestran
señales de ocupación, nos inclinamos por considerar que están relacionadas
con el proceso de construcción del montículo.
Por otra parte, puede observarse que el resto de las fechas asociadas al
montículo son un poco irregulares (Tabla I). Esta irregularidad puede ex-
plicarse por el hecho de que la composición de la tierra de la estructura fue
obtenida de los sectores planos adyacentes que habitaron las personas de las
Fases A y B en fechas anteriores. Los materiales arqueológicos y el carbón
dejado por las personas de estas fases (quienes no elaboraron construccio-
nes artificiales de tierra) fueron traídos a la estructura durante el proceso de
construcción llevado a cabo por la gente de la Fase C. Por esta razón, consi-
deramos que esas fechas relacionadas con los períodos II y III (920 a. C. y
150 d. C.) están relacionadas con las ocupaciones tempranas mencionadas
anteriormente y no con las fechas de construcción del montículo. Finalmen-
te, las dos fechas obtenidas de las capas I y VII (IVIC-470 e IVIC-469) son
también muy recientes para pertenecer al resto de la secuencia.
Conclusiones
las llanuras inundables de los grandes ríos y cuencas del Amazonas. Dicho
sistema agrícola maximizó el potencial del limitado pero excelente suelo
aluvial tropical del ambiente de planicies inundables, y también tuvo un
significado importante para la obtención de recursos ricos en proteínas de
los ríos y sus sistemas asociados de lagos. En Colombia (Reichel-Dolma-
toff 1965), Venezuela (Cruxent y Rouse 1958), Brasil (Evans y Meggers
1957), y Perú (Lathrap 1962) la extensión y profundidad de los basure-
ros dejados atrás por las personas que implementaron estos sistemas son
impresionantes al indicar la existencia de comunidades de considerable
dimensión y asentamiento.
La confiabilidad y productividad del sistema agrícola del Bosque Tropi-
cal, cuando es practicado en llanuras inundables adyacentes a los grandes
ríos, apoya la idea de una rápida expansión poblacional. Como han enfati-
zado Sternberg (1964) y Lathrap (1970), la cantidad de llanuras inundables
activas en las tierras bajas tropicales de Suramérica es severamente limita-
da, por lo que este crecimiento poblacional pudo haber llevado a adaptar
el sistema agrícola del Bosque Tropical a otros nichos ecológicos más reta-
dores e inicialmente menos prometedores. Los campos inundables anual-
mente por estaciones de las tierras tropicales suramericanas ofrecen dichas
condiciones pero apoyan sistemas agrícolas productivos.
Imponer una agricultura efectiva en tierras inundables estacionales se-
guramente implicó la solución de ciertos problemas específicos. En primer
lugar, estaba el problema de elevar las áreas de viviendas sobre el nivel del
agua durante las inundaciones. Esto pudo resolverse ya fuese mediante la
construcción de viviendas palafíticas o por la construcción de montícu-
los de tierra. Evidencias del Tutishcainyo temprano en el Alto Amazonas
(Lathrap 1970: 88) y de Ananatuba, en la desembocadura del Amazonas
(Meggers y Evans 1957: 591), indican que las viviendas palafíticas eran par-
te de la adaptación ribereña desde tiempos remotos.
Segundo, los implementos agrícolas capaces de romper la tierra pesada
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 91
Tabla 1.
94 Alberta Zucchi
Los llanos venezolanos ocupan una tercera parte de la superficie del país
y están situados en su parte central, entre los tres principales sistemas mon-
tañosos: La cordillera de la Costa al norte, los Andes al oeste y el escudo de
Guayana al sur (Fig. 1). A pesar de las características que los llanos compar-
ten con otras sabanas de América, como: a) una pluviosidad de más de 800
mm; b) una altitud que oscila entre los 10 y los 1200 metros sobre el nivel del
mar, y c) una topografía plana (llanuras aluviales cuaternarias en los llanos de
Colombia, Venezuela y Bolivia, o antiguas planicies suavemente onduladas,
como los cerrados brasileños) (Sarmiento y Monasterio, 1975: 231), los llanos
no constituyen un ecosistema homogéneo. En ellos se pueden establecer va-
rias subdivisiones, siendo la más general aquella basada en su ubicación geo-
gráfica dentro del territorio, y que refleja variaciones topográficas definidas.
En consecuencia encontramos: 1) los llanos orientales, donde predominan las
mesas; 2) los llanos centrales, caracterizados por colinas bajas; 3) los llanos
occidentales, que tienen un micro-relieve definido y en donde los ríos están
bien encauzados; y 4) los llanos meridionales, que tienen una hidrografía di-
vagante y en donde ocurren extensas inundaciones fluviales. En este trabajo
nos concentraremos en los llanos occidentales, en donde se ha llevado a cabo
el mayor número de investigaciones arqueológicas y ecológicas recientes.
Los llanos occidentales constituyen una cuenca sedimentaria de baja al-
titud, con una topografía plana cubierta de depósitos aluviales y eólicos del
Pleistoceno y de edad reciente. De los procesos geomorfogenéticos cuaterna-
rios resultaron varias formas de relieve, como: terrazas, abanicos aluviales,
llanuras inundables y eólicas (Sarmiento, Monasterio y Silva, 1971). El clima
de la región es uniforme, con períodos alternados de humedad y sequía, y su
vegetación puede agruparse en cuatro grupos principales: selvas, sabanas hú-
medas, sabanas secas y esteros (Fig. 2). Sarmiento y sus asociados (Sarmien-
to, Monasterio y Silva, 1971: 52-59) han descrito siete paisajes y treinta y un
sistemas de relieve para esta área. Como puede verse en la Fig. 2, existe un
contraste considerable entre el sector noroccidental y suroriental de los llanos
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 99
La Etapa Temprana
Los datos disponibles hasta el momento indican que el primer grupo que
habitó los llanos occidentales fue Caño del Oso (Zucchi, 1967; 1968; 1972;
1973), y que sus asentamientos más antiguos datan del comienzo del primer
milenio a. C. (Zucchi, 1973: 186-187). El lugar de origen de esta gente es
todavía poco claro, pero nos inclinamos a creer que hayan penetrado a los
llanos desde la parte suroccidental del país. Estas comunidades formativas
tempranas de los llanos occidentales tienen una antigüedad similar a las de
las comunidades Saladoides y Barrancoides (Rouse y Cruxent, 1963: 114-
115; 83-84) del Orinoco Medio y Bajo.
Tanto los grupos del Orinoco como los Osoides de los llanos eran seden-
tarios y tenían eficientes sistemas agrícolas. La yuca amarga fue el cultivo
temprano básico a lo largo del Orinoco, mientras que el maíz lo fue en los
100 Alberta Zucchi
La Etapa Tardía
con otras tradiciones similares de Suramérica y a las hipótesis que han surgi-
do en relación a su lugar de origen.
La serie Arauquinoide, denominada así por Cruxent y Rouse (1963: 90-
95), estuvo integrada inicialmente por cuatro complejos cerámicos. Tres
de ellos localizados en las riberas inundadizas del Orinoco, mientras que
Arauquín, el yacimiento tipo, se encuentra en el estado Apure. En Ve-
nezuela existen otros dos complejos que parecen estar relacionados o in-
fluenciados por esta serie: Valencia, en la parte central del país (Rouse y
Cruxent, 1963: 91-100), y Nericagua, a lo largo del río Ventuari (Evans,
Meggers y Cruxent, 1959: 359-369).
La alfarería de la serie Arauquinoide se caracteriza por el uso de cauxí
como desengrasante, por una decoración hecha a base de líneas incisas fi-
nas y profundas en la cual el motivo central es el triángulo, así como por un
elaborado trabajo de aplicación que incluye representaciones antropomorfas,
zoomorfas y abstractas.
Tal como lo han señalado varios autores, los rasgos que caracterizan a la
serie Arauquinoide se relacionan con los de una tradición cerámica que alcan-
zó gran difusión en Suramérica (Meggers, Evans, 1961: 381; Lathrap, 1971:
164-170). En la actualidad existen dos puntos de vista opuestos en cuanto a
su probable lugar de origen. Meggers y Evans atribuyen la aparición de algu-
nos elementos que la caracterizan a las influencias provenientes de las tierras
altas de Colombia, y sugieren que la misma se haya difundido en dos direccio-
nes: a lo largo del Orinoco hacia su desembocadura, y río arriba adentrándose
en la cuenca amazónica (1961: 381). Lathrap, en cambio, considera que esta
tradición se originó en algún lugar de la ribera norte del Amazonas Medio o
Bajo, y desde allí se difundió hacia otros sectores de Suramérica (1971: 168).
Una tercera posición, que solamente se refiere al segmento venezolano de esta
tradición cerámica, fue sugerida por Cruxent y Rouse, quienes consideran el
sector de San Fernando de Apure o la gran curvatura del Orinoco como posi-
ble lugar de origen, y como su ancestro a algún complejo Barrancoide aún no
102 Alberta Zucchi
que los grupos portadores de esta tradición cerámica eran grupos de selva
tropical con un sistema agrícola originalmente basado en el cultivo de la yuca
amarga; 2) que en Venezuela, las evidencias más antiguas de la ocupación
Arauquinoide deben encontrarse, como lo sugieren Rouse y Cruxent, a lo
largo de la gran curvatura del Orinoco.
Desafortunadamente, existe muy poca información arqueológica sobre la
supuesta área de ocupación Arauquinoide temprana dentro del territorio vene-
zolano. Sin embargo, nos inclinamos a pensar que deberán encontrarse sitios
con fechas del orden de los 4-500 d. C. y/o anteriores, a lo largo de este segmen-
to del Orinoco y en las sabanas adyacentes de los estados Apure y Bolivar (Fig.
3). Durante el lapso comprendido entre los 400-500 a 1000 d. C. la población
Arauquinoide parece haberse expandido hasta ocupar gran parte de los sitios
favorables ubicados en las riberas inundables del Orinoco Medio y del Apure
así como aquellos de las sabanas adyacentes. Punto Fijo, un sitio Arauquinoide
ubicado en la margen norte de este último río, proporcionó una fecha de C14 de
855 d. C. Esta expansión podría ser indicativa de presiones demográficas que
precedieron y en último término, ocasionaron el impresionante movimiento
expansivo que ocurrió entre los años 1000-1400 d. C. La presencia de un sis-
tema de campos elevados en el sector suroriental del estado Barinas, al norte
del río Apure y cerca de su confluencia con el Orinoco, puede ser indicativa de
estas presiones y de la necesidad de adecuar para la agricultura sectores llaneros
que hasta entonces habían sido considerados marginales, debido a las extensas
inundaciones periódicas. Inicialmente ya habíamos sugerido que este sistema
agrícola pudiera haber sido proyectado para proveer superficies elevadas y bien
drenadas, indispensable para el cultivo de tubérculos (Zucchi y Denevan, 1975:
214), aunque también se los utilizara para otros cultivos como el del maíz. Al-
rededor de los 1000 d. C. (Fig. 4) la población Arauquinoide inició su gran
expansión en dos direcciones: a) hacia el este, a lo largo del Orinoco hasta su
desembocadura, y posiblemente a lo largo de sus principales afluentes. La evi-
dencia arqueológica indica que este movimiento a lo largo del Orinoco desplazó
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 105
Resumen
Figura. 4
Lamina. 1
Lamina. 2
Evolución y antigüedad
de la alfarería con esponjilla en Agüerito,
un yacimiento del Orinoco Medio (1982)*
Alberta Zucchi
Kay Tarble
La alfarería de Agüerito
Técnicas decorativas
Aplicación
La aplicación (Fig. 2) predomina en la decoración del material correspon-
diente a los niveles 4 y 5, ya que la mayoría de los tiestos decorados con esta
técnica provienen de una vasija-urna que presenta un motivo en espiral hecho
a base de gruesas tiras aplicadas-incisas (Lám. II: A); además, se ha encon-
trado un ojo grano de café. En el tercer nivel este último elemento aumenta
en popularidad, a la vez que también aparecen: el labio festoneado inciso, los
adornos hemisféricos incisos incorporados al labio y las tiras simples (Lám.
II: B, E, F). La popularidad de estos motivos disminuye en el nivel 2, siendo
poco característicos de la decoración Arauquinoide que ya predomina. En
cambio, la tira aplicada con muescas y con punteado (Lám. II: G), un elemen-
to que caracteriza a la alfarería de otros sitios Arauquinoides, comienza a
aparecer en el nivel 3 y aumenta en popularidad en el nivel 2, precisamente en
donde la técnica del aplicado inciso alcanza su máxima expresión (Lám. II: J,
K). Se observa aquí una preferencia por el uso de adornos aplicados-ovalados,
hemisféricos y mamelonares punteados sobre las panzas (Lám. II: L), mien-
tras que en el nivel anterior la mayor parte del trabajo de aplicación estaba sobre el
borde de la vasija. En el nivel 2 aparecen por primera vez los elementos de la cara
con ojos de grano de café que es tan típica en el material de la serie Arauquinoide
(Lám. II: I, M, N).
En los cuatro tiestos con aplicación correspondientes al nivel 1, continúan los
rasgos de caras y la tira punteada, aunque uno de los tiestos de panza presenta un
adorno antropomorfo que es una réplica de un motivo que caracteriza a la alfare-
ría D con desengrasante de cuarzo burdo (Lám. II: O).
118 Alberta Zucchi
Incisión
En la incisión (Fig. 3) también se observan cambios a lo largo de la secuencia.
En el nivel más profundo (5), ésta no se presenta aislada sino acompañada por
una tira gruesa aplicada. En el nivel 4 se encontraron dos tiestos incisos, uno de
los cuales presenta líneas anchas y llanas terminadas en puntos (Lám. III: A), un
motivo característico de la incisión Barrancoide; el otro, un borde, tiene un moti-
vo inciso profundo sobre el labio formado por líneas oblicuas alternas, el cual es
común en la alfarería B, previamente descrita.
En el nivel 3, la incisión del material de esponjilla todavía no muestra un estilo
definido y combina distintos elementos, algunos de los cuales podrían ser imi-
taciones de otros estilos cerámicos. Es decir, la incisión puede ser ancha y llana,
ancha y profunda, fina y llana o fina y profunda y los dibujos, tanto rectilíneos
como curvilíneos (Lám. III: B-G). En este nivel son comunes la incisión ancha y
profunda en los bordes de pestaña y la incisión ancha y llana formando motivos
curvilíneos. Sin embargo, ya comienzan a aparecer algunos elementos netamente
Arauquinoides como la incisión fina y profunda combinada con el punteado o la
impresión de canutillo, los cuales llegan a predominar en el nivel 2 (Lám. III: H).
Aquí, la mayor parte de la decoración incisa es rectilínea, generalmente formando
triángulos o líneas paralelas oblicuas colocadas en direcciones alternas y combi-
nadas con el punteado, la incisión de canutillo y/o la excisión en zonas (Lám. III:
I-M). Este patrón persiste en el nivel 1, aunque se observa una menor variedad
que probablemente se debe a lo reducido de la muestra.
Pintura
Aunque la pintura aparezca relativamente tarde en la secuencia (Fig. 4),
también en ella se observan cambios interesantes. Al momento de su aparición
en el nivel 3, se encuentra pintura roja sobre natural (20 tiestos), negra sobre na-
tural (3 tiestos), y rosada sobre fondo negro pulido, posiblemente postcocción
(1 tiesto). En el nivel 2 se observa una marcada disminución en la popularidad
de las dos primeras combinaciones y un aumento considerable en la tercera, que
es la única que persiste en el nivel 1. La presencia de este tipo de pintura ha sido
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 119
Formas
El análisis preliminar de los bordes también proporciona evidencia sobre la
evolución del material con espícula en el yacimiento (Fig. 6). Es de interés ob-
servar que las formas de los bordes simples sufren pocos cambios a lo largo de la
secuencia, si bien a través del tiempo ocurre un aumento sustancial en el reper-
torio de formas. Es decir, las formas que se encuentran en los niveles inferiores
continúan en los superiores, aunque en éstos aparezcan nuevas formas. En el nivel
4 predominan los boles hemisféricos, habiéndose encontrado un solo fragmento
que podría pertenecer a una jarra de pequeñas dimensiones. En el siguiente nivel
(3), se introducen: el bol cerrado, el plato llano, las ollas globulares y de pared
semi-vertical, la olla con cuello y la vasija de doble vertedero. Estas formas conti-
núan en el nivel 2, añadiéndose solamente el bol de pared saliente y labio evertido,
así como una pequeña jarra de pared recta entrante. Es curioso que exista tal
semejanza en las formas de estos dos niveles (2 y 3) puesto que durante esa misma
transición se observan cambios marcados en la decoración.
Se ha delineado el desarrollo estilístico y formal para el material con esponji-
lla, señalándose además sus relaciones con las otras alfarerías presentes en el yaci-
miento Agüerito. Durante la etapa temprana, el material se caracteriza por el uso
de desengrasante de esponjilla, la impresión de tejido y cestería, tiene decoración
basada en algunos elementos aplicados incisos y las vasijas son hemisféricas y con-
sisten fundamentalmente de boles. Posteriormente, en la etapa de “intercambio”,
se observa en el yacimiento un aumento relativo considerable del material con es-
ponjilla y, aunque este ya presenta la gama completa de formas, todavía no tiene la
decoración característica de la serie Arauquinoide. Ya mencionamos que durante
ésta etapa ocurre la aparente imitación de motivos y técnicas características de
las otras alfarerías del yacimiento tales como: la incisión ancha, llana y profunda,
la pintura roja sobre natural, así como ciertas formas decoradas (Ej.: vasijas con
pestaña incisa). Igualmente se observa la presencia de elementos de la cerámica
con cauxí en las otras alfarerías del yacimiento (Ej.: la utilización de esponjilla en
la alfarería B). Los niveles estratigráficos 1 y 2 son representativos del período de
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 121
Cronología
Notas
1. El empleo del término “alfarería” para los diferentes conjuntos cerámicos del yacimiento Agüerito se debe a
la naturaleza preliminar de esta investigación, y a que algunos de los conjuntos cerámicos estaban integrados por un
número muy reducido de tiestos, por lo que el establecimiento de “tipos” no era aconsejable.
Por otra parte, tampoco se utilizó el término “estilo”, tal como lo definen Cruxent y Rouse (1961) debido a que no se
cuenta con elementos que permitan determinar si estos conjuntos cerámicos fuero hechos por “gentes” diferentes.
Finalmente, tampoco se pudo utilizar la terminología empleada por Rouse (1978) y Roosevelt (1978) en su des-
cripción de La Gruta, un yacimiento aparentemente similar, debido a que no se disponía de una colección tipo ni de
una descripción detallada de dicha excavación en las cuales se basan las comparaciones. En el futuro, cuando estos
elementos estén a nuestro alcance, se podrá revisar la nomenclatura y adoptar aquella que sea más adecuada.
Figura. 1 Figura. 2
Figura. 3 Figura. 4
Figura. 5 Figura. 6
Figura. 7
Lámina. 1
Lámina. 2
Lámina. 3
Lámina. 4
Interpretaciones alternativas del manejo
del agua durante el período precolombino en
los Llanos occidentales de Venezuela (1984)*
Alberta Zucchi
tectónica de dos cuencas del Terciario (Vila 1960: 106). De este modo, tres
áreas pueden ser diferenciadas en los Llanos: los Llanos orientales con mesas
de topografía tabular; los Llanos centrales, caracterizados por las colinas ba-
jas, y los Llanos occidentales con una topografía plana. Es al último de estos
al que nos referiremos con mayor detalle.
Los Llanos occidentales pertenecen a la cuenca sedimentaria Barinas-Apu-
re (Feo Codecido 1969) formados en un momento cercado a la Era Paleozoica.
En alguna parte de la cuenca, los sedimentos cretácicos y cenozoicos alcanzan
un grosor de aproximadamente 5000 m. (Feo Codecido 1969). Desde el Ter-
ciario Tardío, los procesos de erosión han lavado los sedimentos provenien-
tes de los Andes y los han llevado hacia la cuenca. La actividad tectónica del
Pleistoceno (principalmente la temprana) es otro factor geológico que, junto
a variaciones en los materiales, es responsable de la diferenciación morfológi-
ca regional en el área. Después de la elevación final de los Andes, los Llanos
occidentales fueron afectados por una sucesión de ciclos morfogenéticos, con
fases de erosión, fluvial, fluvial-lacustre y deposición deltaica y erosión eólica.
Estas fases geomorfológicas y climáticas también influenciaron a muchos de los
suelos de los Llanos occidentales, los cuales han sufrido un complejo proceso de
diferenciación policíclica (Sarmiento et ál. 1971: 54f).
La topografía de los Llanos es el resultado de una extensa evolución geológi-
ca y geomorfológica, principalmente cuaternaria, después del repliegue del mar
al este, hacia el océano Atlántico. Esta topografía consiste en extensas planicies
aluviales que cubren la mayoría de los Llanos occidentales. En esta región, el
hundimiento de la cuenca Barinas-Apure fue lo suficientemente rápida como
para evitar una completa deposición aluvial. Mientras los Llanos occidentales
eran llenados con planicies aluviales, y el piedemonte andino era afectado por
su elevación, el drenado fue promovido en el norte y hacia el este; la parte sur
mantuvo una depresión, lo que no permitió el drenado apropiado.
Estos procesos geomorfológicos produjeron tres niveles altitudinales (Fig.
2): el más alto tiene una elevación por encima de los 200 m y comprende el
134 Alberta Zucchi
piedemonte; el nivel medio tiene un rango de elevación entre los 100 y 200
m y cubre un área irregular cercana al piedemonte; y el tercer nivel posee
elevaciones inferiores a los 100 m. Este nivel es de un interés particular para
este trabajo y contiene al estado Apure y la parte sur de los estados Barinas
y Portuguesa. Debido a su insignificante inclinación (menos de 0,25 m por
cada 1000 m), cuando el nivel de los principales ríos del área, como el Ori-
noco, el Apure, el Portuguesa, el Arauca y el Meta se eleva, inundan a los
afluentes menores, cambiando sus cursos y provocando inundaciones exten-
sas. Además, debido a la poca velocidad de curso de los ríos de los Llanos,
grandes cantidades de sedimentos son depositados en sus lechos, mientras
los bancos se elevan gradualmente por encima del nivel de la sabana. Durante
la temporada de lluvias, con las fuertes precipitaciones y el sobreflujo de los
cauces secundarios, estos diques naturales son frecuentemente destruidos,
y las aberturas o aberturas de madre tienen lugar. Esto provoca una nueva
deposición de sedimentos. Los numerosos canales de flujo, los viejos diques y
muchas otras modificaciones hidrológicas de superficie han creado una pla-
nicie de una microtopografía irregular.
En esta planicie, las áreas más elevadas, conocidas localmente como
bancos (con alturas que van entre 1 y 2 m) son usualmente seleccionadas
como lugares de asentamiento o con propósitos agrícolas. Por el contra-
rio, las cuencas de sobref lujo, que son inundadas con la temporada de
lluvias y donde el agua es retenida durante la mayor parte del año, son
localmente conocidas como esteros. La tierra intermedia que se encuentra
entre los bancos y los esteros es conocida como bajío, y también se inunda
con la temporada de lluvias; sin embargo, el agua se pierde con rapidez
luego que finaliza la temporada lluviosa (Roa 1981: 33 f). Las proporcio-
nes de bancos, bajíos y esteros parecen ser diferentes para cada área de los
Llanos occidentales.
El clima regional es uniforme con una alteración muy definida entre
humedad y sequía, extendiéndose este último período entre 4 o 5 meses.
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 135
Campos elevados
Para el presente, solo dos sistemas de campos elevados han sido repor-
tados para los Llanos occidentales. Uno en Caño Ventosidad (Denevan y
Zucchi 1978; Zucchi y Denevan 1980), y el otro en el Hato de La Calzada
(Garson 1982), ambos en el estado Barinas. Los resultados de las investiga-
ciones realizadas en Caño Ventosidad y las comparaciones establecidas entre
este sistema y un reciente modelo de desarrollo llamado Módulos de Apure
(CODEIMA 1976), que recientemente es llevado a cabo en los Llanos bajos,
permitió la formulación de numerosas sugerencias basadas en las caracterís-
ticas del sistema y su probable modo de operación.
1) Los campos elevados de Caño Ventosidad corren perpendicularmente
al río Ventosidad y hacia otros cursos adyacentes de aguas, y están dispuestos
en pares con un canal intermedio y una sección de sabana abierta entre pares
(Fig. 3). Sin embargo, los camellones y canales no son las únicas partes consti-
tuyentes del sistema debido a que los bancos, los esteros y los espacios de sabana
entre los pares también son unidades funcionales (Zucchi y Denevan 1980:
74-81). En síntesis, podemos decir que el sistema de Caño Ventosidad combina
de manera funcional las características naturales y artificiales de la estructura.
2) Algunos de los campos elevados de Caño Ventosidad son completamente
artificiales mientras que otros lo son solo parcialmente, o totalmente naturales
en otros casos. Esto indica que incluso en áreas elevadas los grupos (como la
gente de El Choque) tomaron ventaja de la topografía existente (viejos diques,
áreas elevadas naturales) y las adaptaron a sus propios propósitos particulares.
3) El sistema de Ventosidad tenía una doble función: a) drenaje, ya que
proveía de superficies secas que podían ser cultivadas durante la estación de
lluvias, y b) para retención de agua y almacenamiento, para su uso durante el
período de sequía (Zucchi y Denevan 1980: 74-81).
4) La retención y almacenamiento de agua probablemente sirvió para
proveer beneficios adicionales para sus usuarios, como para la producción
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 139
Calzadas
El segundo punto que nos gustaría explorar es la posibilidad de que las cal-
zadas fuesen construidas para funcionar como diques para el almacenamiento
y manejo del agua, con la pretensión de intensificar la explotación de los recur-
sos acuáticos. Las calzadas son elevaciones de tierra artificiales con extensiones
variables, que corren de forma paralela o perpendicular a los cursos de agua
cercanos. Sus alturas oscilan frecuentemente entre 1 y 2 m, y su anchura varía
de 3 o 4 m hasta a más de 10 m Están usualmente asociadas a sitios de asenta-
miento. Investigaciones recientes sobre los patrones de asentamiento Osoides
en el sitio Hato de La Calzada, en el estado Barinas, ha permitido establecer
una tipología preliminar de estos elementos artificiales que incluyen: 1) calza-
das que conectan un asentamiento con otro, 2) calzadas que conectan asenta-
mientos con áreas de actividad y producción cerca de ríos y cursos de agua, y 3)
calzadas internas en los asentamientos (Garson 1980: 291-329).
En 1966 Cruxent propuso que las calzadas pudieron haber servido como
caminos, pisos de casas ocasionales, áreas de cultivo y tierras de caza. En
un trabajo reciente, Garson (1980) mantiene que la función principal de las
142 Alberta Zucchi
calzadas era servir como caminerías, sin descartar funciones secundarias ta-
les como las propuestas por Cruxent. Su interpretación se basa en dos argu-
mentos: a) el uso atribuido a las calzadas en otras áreas (Denevan 1966), y b)
las dificultades para el tránsito a pie en las áreas donde estas estructuras son
encontradas. Para apoyar estos argumentos, el autor comenta:
Resumen
similar. De hecho, cinco de sus tipos del sitio La Gruta (Gruta Arcilla Fina,
Gruta Carbón, Gruta Ceniza, Gruta Estampado y Gruta Incisión Corta) pa-
recen corresponder a este material, especialmente el más poroso de ellos, el
cual podría haber contenido partículas de materia vegetal, Los tipos Ronquín
Arcilla Burda y Ronquín Arcilla Fina, de la Fase Ronquin, también parecen
estar relacionados. En algunos de los tiestos del tipo Ronquín Arcilla Burda
se observaron inclusiones de espícula. En las excavaciones de Vargas, esta
alfarería alcanza su máxima popularidad en el estrato inferior del pozo 5 del
yacimiento Ronquín, en donde constituye un 30,54 % del total de tiestos y se
asocia con material de espícula y arena (Arauquinoide y Saladoide), en simi-
lares proporciones (ver Vargas, 5, cuadros N.os 80 y 81).
Por los momentos, sin embargo, Cedeño (estado Bolívar) es el único sitio
del Orinoco Medio en donde se ha encontrado un componente relativamente
puro de alfarería Cedeñoide. En este yacimiento, el 80 % de los tiestos del
nivel inferior pertenecen a ella y están asociados con pequeñas cantidades
de material con desgrasante de arena y/o espícula. En cambio, en los niveles
superiores del sitio, la misma prácticamente desaparece, siendo reemplazada
por alfarería con espículas. El hecho de encontrar un componente tempra-
no casi puro de material desgrasado con arcilla en Cedeño, nos apoya en la
distinción de este como una tradición cerámica independiente. Por eso de-
cidimos adoptar el nombre de Cedeñoide, para identificar a todos los estilos
y/o componentes cerámicos de sitios que estén relacionados. En este sentido
queremos aclarar que esta denominación servirá para agrupar alfarerías simi-
lares, pero sin asumir que el yacimiento de Cedeño sea el más temprano ni el
más representativo de todos.
Queremos mencionar, así mismo, que debido a lo fragmentario de la in-
formación disponible, en los actuales momentos es prematuro definir cate-
gorías que incluyan aspectos tales como: subsistencia, patrones de asenta-
miento, tecnología, etcétera. Por ahora nuestro interés está dirigido hacia
la reconstrucción de la historia ocupacional del Orinoco Medio y sus zonas
158 Alberta Zucchi
aledañas, con base en evidencias dispersas sobre un grupo que no había sido
previamente identificado como tal. Esto servirá de punto de partida para las
futuras investigaciones sobre los aspectos sociales y tecno-económicos de esta
gente. Los otros sitios del Orinoco Medio en los cuales también se encontró
una pequeña cantidad de material Cedeñoide, son yacimientos predominan-
temente Arauquinoídes tales como: Tucuragua, Laja de Manapire y Matajev,
localizados por Zucchi durante una inspección detallada del área, entre 1976
y 1977 (Figura 1). Sin embargo, el sitio de Agüerito es el único yacimiento del
Orinoco Medio que ha proporcionado una secuencia ocupacional prolongada
y con una cantidad suficiente de material Cedeñoide como para permitirnos
analizar su evolución estilística, la cual se describe a continuación.
el material con espículas disminuye, probablemente debido a que por esta épo-
ca (1200-1400 años d. C.), el último gran movimiento expansivo Arauquinoide,
a partir del Orinoco Medio, ya había comenzado.
A través del análisis del material no solo hemos podido observar que la al-
farería Cedeñoide disminuye progresivamente a lo largo de la secuencia ocu-
pacional de Agüerito, sino que a través de ella se producen ciertos cambios en
lo que respecta a la composición de la pasta, las formas y la popularidad de las
distintas técnicas decorativas. Por otra parte, hemos podido determinar que su
mayor complejidad decorativa ocurre en los dos primeros períodos, mientras
que durante el tercero desaparece la mayoría de los motivos y la ejecución se
hace menos cuidadosa. A continuación describiremos en detalle los cambios
observados a lo largo de la secuencia ocupacional, en lo que respecta a pasta,
formas, modos y técnicas decorativas, así como en las zonas de decoración.
Pasta
En la alfarería Cedeñoide correspondiente al Período I se encuentra
un porcentaje relativamente elevado de tiestos con apariencia más po-
rosa, posiblemente ocasionada por el empleo de materia orgánica como
desgrasante (fibras, carbón, ceniza, etcétera) (Tablas IV y V). General-
mente, este material es más friable que el resto. No hemos observado
formas ni motivos decorativos exclusivos de esta cerámica, si bien en su
decoración solo parece haberse empleado la incisión y el engobe rojo.
Por otra parte, también hay que mencionar que durante este período
el material de poco espesor es más abundante. La proporción del mate-
rial poroso continúa siendo relativamente alta hasta la segunda parte del
Período II, cuando su frecuencia decrece marcadamente y los tiestos se
hacen más compactos y menos friables. Esta tendencia se mantiene en
los dos últimos periodos.
162 Alberta Zucchi
del Período II, la incisión lineal aparece sola y se encuentra sobre las pestañas.
Esta modalidad continúa durante el Período III y se observa también en los
estilos Cedeñoides de los Llanos occidentales. Como se puede apreciar en la
Figura 6, el auge de los elementos incisos ocurre durante el Período II.
Pintura
Observamos que la pintura policroma fue más popular durante las pri-
meras etapas de ocupación (Períodos I y II temprano, Figura 7 a, c), mientras
que en las más tardías (finales del II y I), fue prácticamente sustituida por la
pintura roja sobre natural en forma de bandas colocadas, preferentemente,
sobre labios protuberantes (Figura 7 g-j). Esto parece indicar influencias de la
gente Arauquinoide, en cuya alfarería esta técnica alcanzó gran popularidad.
Igualmente aparecen motivos geométricos hechos mediante trazos burdos de
pintura marrón sobre blanco (Figura 7 k). Es evidente que esta pintura tardía
es diferente al policromo temprano en lo que respecta a la concepción, eje-
cución y zona de aplicación; por ello pensamos que haya sido el resultado de
influencias externas.
Área de Parmana
Cedeño
Ceniza, establecido por Vargas. Por otra parte, aunque no estemos en con-
diciones de presentar cifras, puesto que aún no se ha concluido el procesa-
miento de la colección de Cedeño, es evidente que también se encuentra una
cantidad considerable de material poroso, el cual, aparentemente, pudo haber
contenido materia orgánica como desgrasante. En los niveles superiores, en
donde predomina el material con cauxí, algunos de los pocos tiestos Cedeñoi-
des presentes tienen inclusiones de espículas. Esto lo relaciona con el material
de la fase Corozal de Roosevelt, con el tipo Ronquín Arcilla Burda de la fase
Corozal de Vargas y con los Periodos II y III de Agüerito.
Desde el punto de vista decorativo, la alfarería de este yacimiento presen-
ta engobe rojo, incisión curvilínea y superficial, colocada sobre las panzas;
incisión fina y llana, formando motivos de líneas paralelas onduladas, ocasio-
nalmente combinadas con puntos incisos situados sobre la parte superior de
los bordes (Figura 8 d, f; m); incisión corta o punteada sobre labios aplanados
(Figura 8 b, c, d,), así como apéndices mamelonares apenas insinuados (Fi-
gura 8, g). Hay que destacar que todos los bordes del nivel más profundo de
Cedeño presentan algún tipo de decoración.
Las formas de vasijas de este yacimiento difieren de las de Parmana y
Agüerito en su popularidad relativa. Es decir, si bien en Cedeño se encuentra
el bol de paredes gruesas y boca abierta (forma 9, de Agüerito), una vasija
carenada semejante a nuestra forma 2 (Figura 8 b, d y f), y otra parecida a la
16, la forma más popular en Cedeño es una vasija globular pequeña con boca
ligeramente restringida, que no se ha encontrado en los demás yacimientos.
Por los momentos, Cedeño, Agüerito y La Gruta son los yacimientos que
han proporcionado las fechas más tempranas para el material Cedeñoide de
Venezuela. Desde el punto de vista cronológico, las fechas obtenidas para
nuestro Periodo I en Agüerito (las cuales oscilan entre 940 años a. C. y 460
168 Alberta Zucchi
años d. C.) se relacionan tanto con una de las fechas obtenidas por Vargas
para los niveles más profundos de la Gruta (655 años a. C.) como la que se
obtuvo para el nivel más profundo de Cedeño (245 años d. C.).
Por otra parte, la porosidad del material, el énfasis en la decoración incisa
lineal sobre las panzas y en los labios, la ausencia de pintura y la presencia de
engobe rojo, son elementos que permiten establecer una relación estilística
entre los niveles más tempranos de La Gruta, los que corresponden al Perío-
do I de Agüerito y el más profundo de Cedeño. Por ello pensamos que los
tres representan ocupaciones de una misma gente, ocurridas entre el primer
milenio a. C., y el comienzo de nuestra era. Es de esperarse que en un futuro
se pueda subdividir este primer período, que por los momentos abarca un
lapso de casi 1500 años.
Señalamos la posibilidad de que los Cedeñoides pudieron haber penetra-
do al Orinoco Medio mucho antes que los grupos Saladoides. El hecho de
haber encontrado en Agüerito alfarería Cedeñoide idéntica a la descrita por
Vargas y Roosevelt para los niveles más profundos de La Gruta, y no asociada
a material Saladoide de este período, constituye una evidencia adicional en
apoyo de esta hipótesis sobre la presencia de componentes Cedeñoides tem-
pranos en diversos sitios del Orinoco Medio. Esto nos lleva a pensar que estas
fueron ocupaciones discretas e independientes y que las fechas anteriores al
primer milenio a. C. que se han obtenido en la zona (Vargas 1981, 1370 a.
C.; Rouse 1978, 1585, 1760, 2115 y 2150 a. C.; y Zucchi, Tarble y Vaz 1984,
2130, 3700 y 3475 a. C.) puedan haber correspondido exclusivamente al ma-
terial Cedeñoide y no al Saladoide, como se ha interpretado hasta ahora.
Por otra parte, en las etapas más tardías de los tres yacimientos ocurren
tres hechos importantes: 1) la intrusión de grupos portadores de alfarería
con desgrasante de espículas de esponja. 2) la aparición de una alfarería hí-
brida que combina elementos Cedeñoides y Arauquinoides, y 3) la desapari-
ción del material Cedeñoide en los niveles superiores, lo cual sugiere que este
grupo abandonó la zona y penetró a otros sectores. Esta penetración queda
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 169
Hasta ahora hemos visto cómo a partir del primer milenio a. C. y por
un lapso de casi 1500 años, la gente Cedeñoide ocupó y compartió con los
Saladoides el Orinoco Medio. También hemos hecho referencia al impacto
que la llegada de los portadores de la cerámica con cauxí tuvo en ambos
grupos. Es decir, hemos visto como en las primeras etapas de penetración
a la zona, los Arauquinoides compartieron con los Cedeñoides y Saladoi-
des los sitios favorables del sector, un hecho que queda demostrado por el
intercambio de elementos cerámicos como formas, motivos decorativos y
desgrasante, entre las tres alfarerías. Luego de estas etapas, sin embargo, y
aparentemente a causa de un considerable aumento en la población Arau-
quinoide (evidenciado por una mayor densidad y extensión espacial de los
tiestos con cauxí en los niveles superiores de los distintos yacimientos), este
último grupo se hizo claramente dominante. Este hecho, a su vez, proba-
blemente dio origen a la emigración casi total de los Cedeñoides y Saladoi-
des a partir del sector.
Dado que el movimiento Saladoide ha sido descrito por otros autores,
en este trabajo nos limitaremos a presentar en forma esquemática el movi-
miento Cedeñoide hacia los Llanos, en donde esta gente ocupó parte de los
estados Apure, Barinas, Guárico, y posiblemente el norte de Portuguesa.
Si bien algunas de estas colecciones son pequeñas y aún se carece de fe-
chas absolutas para ellas, las relaciones estilísticas entre sus materiales y
los del Orinoco, nos permiten establecer una cronología tentativa para este
170 Alberta Zucchi
parte superior está decorada con incisiones (Figura 11, D, F, H). Además,
algunos de estos bordes presentan muescas sobre el terminal del labio.
El material de Médano Grande comparte con Crescencio la forma con
reborde (Figura 11, E, G. I) y el bol redondeada con incisión externa ancha,
llana y paralela (Figura 11, B). Es interesante anotar, que tanto la técnica de
incisión, como los motivos y el grosor de los tiestos de la alfarería de este ya-
cimiento son similares a los del material de Cedeño. En la cerámica de ambos
sitios se aprecia una preferencia por los tiestos de poco espesor y por el uso de
incisión fina formando motivos casi curvilíneos, un hecho que contrasta con
lo que ocurre en los otros yacimientos descritos (Figura 8, D, F, H y Figura
11, D, E). Aun tomando en cuenta que la muestra de bordes correspondiente
al material con antiplástico de arcilla procedente de Médano Grande es muy
reducida, se puede decir que la forma más común es el bol. Si bien ninguno de
estos bordes presenta decoración, en un fragmento de topia se puede apreciar
la incisión lineal paralela, ancha y llana, que es característica del material
Cedeñoide (Figura 11, J).
Por otra parte, la pintura solo aparece en el material con desgrasante de
arcilla. Una vasija fragmentada tiene el cuello cubierto de pintura marrón,
mientras que la panza presenta un dibujo hecho en base a trazos finos, pa-
ralelos y rectilíneos en marrón sobre blanco. Esta forma es casi idéntica a la
de una vasija con decoración incisa (Figura 12, D) encontrada en Crescencio,
y posiblemente, también a las de Agüerito, en donde solo se obtuvieron las
inflexiones (Figura 12, A, B, C). Finalmente, los bordes con cauxí proceden-
tes de Médano Grande, pertenecen a boles abiertos y presentan decoración
incisa-punteada que es muy característica de los estilos tardíos de la Serie
Arauquinoide.
Al igual que en Cedeño (Figura 8, A), en este yacimiento también se en-
contró un fragmento de pipa (Figura 11, K).
174 Alberta Zucchi
Este sitio, por otra parte, parece estar más estrechamente relacionado con
el Orinoco que los otros yacimientos, puesto que en su alfarería los boles
todavía son más populares que las vasijas globulares y, la incisión corta en los
labios es frecuente. Además, la virtual ausencia de budares es otro indicador
de su mayor antigüedad, puesto que este elemento tampoco está presente en
el Orinoco.
Debido a la presencia de la pintura policroma, el material aflorado de
Crescencio también parece ser relativamente temprano. Por otra parte, la in-
cisión sobre las panzas del material de este sitio, al igual que la de Los Caros,
es muy semejante a la que caracteriza la cerámica Cedeñoide del Período II
tardío y III de Agüerito.
En cambio, la alfarería del complejo El Choque así como la de los yaci-
mientos de Guayabal y Médano Grande, parece ser más tardía (aprox. 1100-
1400 años d. C.), no solo con base en la fecha obtenida por Zucchi y Denevan
para el complejo El Choque (l445 d. C.), sino debido a que en los tres se
encuentran tiestos desgrasados con arcilla-cauxí, algunos de los cuales pre-
sentan decoración netamente Arauquinoide. En estos tres sitios predominan
las ollas con bordes de perfil triangular, incisos o con muescas, los cuales se
convierten en marcadores del material Cedeñoide tardío. Otra característica
de esta etapa final es la virtual ausencia de boles carenados, los cuales, como
hemos visto, tipifican la etapa temprana en el Orinoco. Por lo anterior pode-
mos resumir los elementos diagnósticos de cada una de las etapas del mate-
rial Cedeñoide, desde su aparición en el Orinoco Medio hasta su instalación
en los Llanos occidentales, de la siguiente manera: (Tabla VII).
Conclusiones
desarrollo y una distribución espacial bien definida. Así mismo, hemos men-
cionado que las manifestaciones más tempranas de esta gente se circunscri-
bieron a las riberas inundables del Orinoco Medio, entre las desembocaduras
de los ríos Apure y Zuata (Figura 1).
Si bien por ahora hemos aceptado las fechas correspondientes al primer
milenio a. C. (La Gruta y Agüerito) como representativas de la etapa tem-
prana de ocupación Cedeñoide, también hemos indicado la posibilidad de
que los fechamientos anteriores (correspondientes al segundo milenio a. C.
o más), que se han obtenido en la zona, puedan fechar los primeros asenta-
mientos esporádicos y muy breves de este grupo, y no a los Saladoides, como
se había pensado hasta ahora.
En este sentido, queremos referirnos a la existencia de un amplio horizon-
te cerámico, el cual aparentemente se extendió por las regiones bajas tropica-
les de Suramérica a partir del cuarto milenio a. C. El mismo estaría caracteri-
zado por una alfarería relativamente sencilla, de formas redondeadas, bordes
directos entrantes o evertidos, uso de desgrasante orgánico (fibras vegetales,
conchas, carbón o ceniza), de engobe rojo espeso y de técnicas muy sencillas
(cepillado, raspado, rodetes no alisados y patrones incisos muy simples). Es
interesante anotar que los portadores de esta alfarería parecen haber prefe-
rido para sus asentamientos las zonas de manglares y lagunas, el interior de
bahías, así como las riberas de los ríos y sus islas. Aparentemente, a este hori-
zonte parecen pertenecer diversas fases y tradiciones como: Puerto Hormiga
y Monsú en la costa atlántica colombiana; Mina, Maranhao, Uruhá, Tacuma
y Areão, en Brasil, así como la fase Alaka de Guyana, cuyas fechas oscilan
entre los 3300 o 3700 y los 1400 a. C.
En la alfarería Cedeñoide temprana no solo están presentes los elementos
diagnósticos de este horizonte (desgrasante orgánico, engobe rojo grueso, for-
mas sencillas y motivos incisos simples) sino que las fechas más antiguas que se
han obtenido en la zona encajarían perfectamente dentro de los límites crono-
lógicos estimados para el mismo. Por otra parte, es interesante mencionar que
178 Alberta Zucchi
si bien en algunas de estas fases existen indicios que permiten pensar en una
agricultura incipiente (Ej. Monsú, Areão, Alaka), en otras, estas evidencias no
están presentes. Como vimos, en el material Cedeñoide temprano tampoco se
han encontrado evidencias claras sobre agricultura, además de que la baja den-
sidad del material de esta etapa sugiere ocupaciones esporádicas y muy breves,
las cuales no son características de un grupo netamente agrícola.
Por todo lo expuesto pensamos que si efectivamente la alfarería Cede-
ñoide formó parte de este amplio horizonte, su gente pudo haber penetrado
al Orinoco Medio mucho antes del primer milenio a. C., y que estos asenta-
mientos probablemente se caracterizaron por una gran movilidad y por per-
manencias relativamente cortas en cada uno de los sitios.
Por otra parte, se podría pensar que fue solamente hacia finales del primer
milenio a. C., cuando los asentamientos Cedeñoides del Orinoco Medio se
estabilizaron. Es posible que esto se relacione a) con una intensificación de las
relaciones con los grupos Saladoides, y b) con un incremento en la dependen-
cia de este grupo por productos agrícolas (los cuales podrían haber sido obte-
nidos, ya sea a través de una agricultura propia o por medio de intercambio).
Esta mayor sedentarización de los Cedeñoides a partir de los últimos siglos a.
C. parece estar sugerida no solo por el aumento cuantitativo de esta alfarería
en los diferentes yacimientos, sino por el progresivo florecimiento y diver-
sificación estilística que se observa en ella, las cuales alcanzan su máxima
expresión alrededor de los 500 d. C. A su vez, el material Saladoide contem-
poráneo comienza a mostrar influencias de la alfarería Barrancoide del Bajo
Orinoco, un hecho que confirma las relaciones que los grupos que habitaron
ambos sectores del río mantuvieron a través de los siglos.
A partir de los 700 años d. C., cuando los portadores de la alfarería con
cauxí comienzan a dominar el Orinoco Medio, tanto la gente Cedeñoide
como una parte de la población Arauquinoide inician movimientos migrato-
rios, los cuales continúan durante los siglos siguientes. Mientras los Cedeñoi-
des, aparentemente, solo toman una dirección, la de los Llanos occidentales,
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 179
Agradecimientos
Se agradece la colaboración de Lilliam Arvelo y Rafael Gasson en la clasificación preliminar del material cerámico.
José Oliver, Érika Wagner y Nelly Arvelo-Jiménez -proporcionaron valiosos comentarios. Las fechas TL fueron gen-
tilmente procesadas por Jesús Vaz y las fechas C-14 se financiaron mediante una asignación del Conocit (Proyecto
SI-0884). Las señoras Lourdes de Marino, Morelba Navas y Odalys Oliveros realizaron la labor mecanográfica. Los
dibujos fueron elaborados por Carlos Quintero y las fotografías por el Departamento de Fotografía del IVIC. Lilliam
Arvelo, Alejandro Barazarte y Bartolomé Rodríguez fueron excelentes colaboradores en el trabajo de campo.
Figura. 1 Ubicación de los sitios arqueológicos en la zona del Orinoco Medio y los Llanos adyacentes
Figura. 2 Reconstrucción de las formas de vasijas Cedeñoides de Agüerito, Estado Bolivar
Figura. 3 Distribución por nivel de las formas de vasija del material Cedeñoide de Agüerito (pozos 2-5)
Figura. 4 Bordes y panzas decoradas del material Cedeñoide de Agüerito Figura. 5 Bordes y panzas decoradas del material Cedeñoide de Agüerito
Figura. 6 Distribución por nivel de los modos incisos (borde, labio y panza) del material Cedeñoide de Agüerito (pozos 2-5)
Figura. 7 Bordes y panzas con decoración pintada del material Cedeñoide de Agüerito Figura. 8 Bordes decorados y pipa cerámica del material Cedeñoide de Cedeño, Edo. Bolívar
Figura. 9 Bordes y panzas con decoración incisa (A-K) y pintada (L-N) Figura. 10 Material Cedeñoide de guayabal, Edo. Guárico. Adornos modelados (A-C),
del material Cedeñoide aflorado de Crescencio, Estado Barinas bordes incisos (D, E, G), budare impreso (F), base y panza pintada (H,I)
Figura. 12 Vasija con decoraciones appliqué(incisa (D) proveniente de
Crescencio, Estado Barinas y tres fragmentos de inflexiones incisas (A,B,C,),
de Agüerito perteneciente a una forma similar.
Resumen
Asita (Territorio Federal Amazonas) del cual solo poseemos una peque-
ña colección superficial. El significado de estas variaciones formales solo
podrá ser evaluado cuando se refine la cronología de la zona y se conclu-
ya el estudio de las demás alfarerías.
Decoración
Solo un porcentaje de tiestos inferior al 5 % de todas las colecciones
Valloides está decorado. Las técnicas predominantes son el aplicado-inciso
y el modelado. La incisión, en cambio, tiene una frecuencia considerable-
mente menor.
Aplicado-inciso
En casi todas las colecciones, el aplicado-inciso constituye la técnica de-
corativa más popular y se utiliza fundamentalmente para decorar el cuello
tubular de la forma 8. En estos cuellos, que pueden alcanzar una altura de
10 a 15 cm, y un diámetro que oscila entre los 6 y los 20 cm, se emplean
tiras aplicadas (2 a 7 mm de espesor) que forman diseños geométricos rec-
tilíneos. Generalmente las tiras dividen el campo decorativo en dos o más
sectores rectangulares en cuyo interior se encuentran diseños formados por
figuras triangulares o romboidales concéntricas (Figura 3-A, D, E, F; Figura
4 A-I). En cambio, en la alfarería de otros sitios (Ej.: Cerro Aislado, Orupe
y Paragüito del Meta) algunos sectores del diseño se rellenan con pequeños
mamelones con punteado central (Figura 3, A, D, E). En Orupe, Paragüito
del Meta, La Urbana, Cerro Aislado y Medano La Rompía, los mamelones
constituyen el único elemento decorativo de algunos tiestos (Figura 3, B).
Este modo decorativo parece ser diagnóstico del sector suroccidental y se aso-
cia con la pasta compacta, rojiza, previamente descrita. Los diseños comple-
jos, compuestos por tiras concéntricas, en cambio, son más frecuentes en los
yacimientos del distrito Cedeño (estado Bolívar) cuya alfarería es más friable.
Tal como los señalamos anteriormente, se han encontrado pequeñas cantida-
des de este último material en los yacimientos del suroeste y viceversa, lo cual
sugiere que ambas zonas estuvieron en contacto.
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 203
Modelado
Debido al estado fragmentario de los tiestos es difícil hacer una clasi-
ficación de los elementos modelados. Sin embargo, se observaron asas he-
misféricas, acintadas y tubulares. En algunos casos las primeras presen-
tan dos pequeñas protuberancias colocadas en la parte superior, las cuales
podrían representar orejas. Estas asas están perforadas horizontalmente,
posiblemente para suspender la vasija. Las asas acintadas y tubulares es-
tán colocadas verticalmente sobre la panza de los boles. El terminal de
uno de los ejemplares remata en una protuberancia decorada mediante
impresión digital.
En Paragüito del Meta se encontró un adorno zoomorfo con patas tu-
bulares (Figura 5-A) que pudo haber sido el asa de una tapa similar a las
que ilustra Perera en el material procedente de los abrigos rocosos de la
región de Los Raudales del Territorio Federal Amazonas. Otros elemen-
tos modelados frecuentes en el material de los yacimientos Cerro Aislado
y Buena Vista son los apéndices zoomorfos macizos, más o menos estili-
zados. En los ejemplares más realistas se utilizan incisiones para decorar
los ojos, la boca y, ocasionalmente, para representar las pintas dorsales de
posibles felinos (Figura 5, B-C). Las cuatro patas se insinúan mediante
depresiones en el cuerpo. Los adornos más estilizados tienen la misma
forma general, pero carecen de incisiones o solo presentan cuatro de ellas,
dos en la parte delantera y dos en la posterior (Figura 5, D-E). Por el mo-
mento desconocemos la posición que estos adornos tenían en las vasijas.
Además de los ejemplares descritos, se encontraron fragmentos de
otros materiales zoomorfos (Figura 5, F). En el material Valloide de los
yacimientos Agüerito y Capuchinos (estado Bolívar) algunos apéndices
modelados adheridos a los bordes de los boles son copias de los que ca-
racterizan el material Arauquinoide de estos sitios (Figura 3, J y K). Esto
podría indicar nexos sociales entre ambos grupos.
204 Alberta Zucchi
Incisión
En el material Valloide de la mayoría de los sitios sondeados, la incisión no
se utiliza como elemento aislado sino en combinación con las tiras aplicadas, sea
en forma de muescas o punteado, o para representar los rasgos de los adornos
modelados. Solo en 5 de los yacimientos se encontró una pequeña proporción
de tiestos incisos y esta constituye prácticamente la única técnica decorativa que
aparece en la alfarería de El Valle. Los motivos son rectilíneos y están logrados
mediante incisión fina, profunda o superficial. En dos de los tiestos la incisión
reproduce el diseño descrito para la decoración aplicada. Es decir, el de figuras
rectangulares situadas en los cuellos altos, que encierran líneas diagonales que
forman motivos triangulares o en cruz (Figura 3. H e I).
Como ya hemos dicho, este tipo de incisión se limita al material obtenido
en El Valle y posiblemente en Rincón de los Indios. Este es un hecho parti-
cularmente notable si se toma en cuenta que esta alfarería tiene muy poca
decoración aplicada en estos sitios. Aparentemente, esto no representa una
simple variación geográfica, dado que en todos los demás yacimientos vecinos
de decoración aplicada es el modo decorativo predominante. Consideramos
que pueda constituir, más bien, una variante temporal dentro de la serie,
puesto que las fechas de El Valle son algo más tardías que las de los demás
sitios (entre 1415 y 1570 d. C.). Inclusive podría haber sido el resultado del
contacto europeo, el cual frecuentemente ocasionó la simplificación de esti-
los cerámicos en el área del Caribe. Los escasos tiestos incisos que se encon-
traron en los sitios Matajey, Cerro Aislado y Agüerito comparten el uso de
diseños geométricos rectilíneos, con un predominio de aquellos compuestos
por líneas diagonales dispuestas en forma alterna, y que recuerdan la incisión
Arauquinoide (Figura 3, G).
Resumido lo anterior, y con base en ciertos modos decorativos predomi-
nantes, es posible establecer cuatro variantes estilísticas en las colecciones
Valloides: 1) diseños complejos hechos a base de tiras aplicadas y uso de
adornos modelados (Buena Vista, Cerro Aislado y La Urbana); 2) decoración
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 205
Al momento del contacto, los principales habitantes del área situada entre
los ríos Parguaza y Cuchivero fueron los Tamanaco, Pareca, Arevarianos,
Wanai y Guaiquerí, todos pertenecientes a la familia lingüística Caribe (Fi-
gura 6). Mientras los Tamanaco y Guaiquerí corresponden a la subdivisión
Caribes Costeros, los Pareca, Wanai (Mapoyo) han sido clasificados como Ca-
ribes de la Guayana Occidental. Alrededor de estos grupos se encontraban
otros que hablaban la lengua sáliva. Los Adoles o Atures ocupaban las islas
210 Alberta Zucchi
del Orinoco cercanas a los Raudales. Los Piaroa ocupaban el territorio selvá-
tico situado al sur de los Pareca y Wanai, mientras que los Sáliva se ubicaban
en el sector llanero adyacente a la margen izquierda del Orinoco, compren-
dida entre los Rápidos de Atures y la desembocadura del Arauca, así como a
lo largo del curso del río Cinaruco. Los Mako, otro grupo de posible filiación
sáliva ha sido situado en el río Ventuari, mientras que en el Bajo Cuchivero,
al lado de los Tamanaco, se encontraban los Quaqua (Cuacua) (Figura 6).
Alrededor del núcleo anterior había otros grupos clasificados lingüís-
ticamente como “independientes” (Figura 6). A lo largo de los ríos Meta,
Cinaruco y Cinaparo estaban los Yaruros, quienes eran especialistas en la
pesca. Los Otomacos (agricultores y pescadores) quienes ocupaban la des-
embocadura del Apure y los márgenes del Arauca, aparentemente compar-
tían su territorio con pescadores especializados tales como los Yaruros y
los Guamo.
Estos últimos se extendían también a lo largo del río Apure. Para el sec-
tor oriental y meridional del estado Guárico se mencionan los Guamonte-
yes, (lingüísticamente relacionados con los Guamos quienes eran también
especialistas en pesca). Otro grupo independiente con una distribución
espacial muy extendida que abarca los llanos meridionales de Venezuela y
nororientales de Colombia fue el Guahibo, cuya gente llevaba a cabo una
vida nomádica basada en la recolección, la caza y la pesca. Las zonas con
mejor potencial agrícola de este sector llanero y del Orinoco (situadas al
suroeste del territorio Sáliva y Piaroa), fueron ocupadas por numerosos
grupos como: Achama, Piapoco, Avanes y Baniva.
Por último queremos mencionar que el sector en donde se ha encon-
trado el mayor número de sitios con material Valloide está ocupado en la
actualidad por los Panare, un grupo que pertenece lingüísticamente a los
Caribes de la Guayana Occidental. Aparentemente el territorio original de
esta gente estaba en las cabeceras del río Cuchivero, y su migración a la
zona ocurrió una vez que habían desaparecido los ocupantes previos.
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 211
Agradecimientos
Se les agradece la colaboración de Rafael Gasson y Tamara Panigada en la clasificación preliminar del material cerá-
mico. Las conversaciones sostenidas con Nelly Arvelo-Jiménez y Lilliam Arvelo fueron sumamente valiosas para la
elaboración de este trabajo. Las fechas de TL fueron procesadas por Jesús Vaz (IVIC) y el financiamiento de C-14
fue posible gracias a una asignación del Conicit (Proyecto SI 0884). Se le agradece a la señora Morelba Navas la labor
mecanográfica. Los mapas y dibujos fueron elaborados por Carlos Quintero y las fotografías por el Departamento
de Fotografía del IVIC.
Introducción
del Caura-Nicare-Pautí, mientras que Tavera Acosta los sitúa entre el Cau-
ra y el Cuchivero (1907: 249: 313) (Fig. 2).
Desde la primera mitad del siglo XVII las expediciones conquistadoras
que penetraron a los Llanos occidentales mencionaron a diversos grupos
indígenas que habían ofrecido una tenaz resistencia a los españoles. Un do-
cumento de 1659 dice que entre las naciones de los Llanos que no habían
sido reducidas estaban algunas de Caribes comedores de carne humana,
en que se incluyen los Otomacos, Atapaymas, Guarnonteyes, Cherreche-
nes, Aurebires, Chacaracas, Dazaros, Japones, Ajaguas, Bateas, Boraures y
otros (Dávila 1930 (II): 363). Sin embargo, la primera referencia concreta
sobre este grupo se debe a Carvajal, quien en 1644 hizo una entrada a los
Llanos y en 1647 acompañó a Miguel de Ochogavia en la expedición por el
río Apure (1647: 203). Toda la información posterior corresponde a los mi-
sioneros Franciscanos-Capuchinos, quienes solo los contactaron en 1720
(Lodares 1929 (I): 226), y a los jesuitas que iniciaron su labor tardíamente
(Rosenblat 1964: 231-232). Por esto, las mejores referencias corresponden
al siglo XVIII, cuando la situación indígena de todo el Orinoco ya había
sido fuertemente modificada por el proceso colonizador, y con toda segu-
ridad nos están describiendo a un grupo que ya había sido profundamente
afectado (Zucchi y Gasson Ms).
Según se desprende de las fuentes, los Otomaco eran valientes y belico-
sos, y lucharon tenazmente en contra de los españoles desde los contactos
iniciales; posteriormente también en contra de los Caribe del Bajo Orinoco,
cuando estos se aliaron con los holandeses y se involucraron activamente en
el tráfico de esclavos. No obstante, es importante recordar que, a pesar de
que se enfatice su oposición a los Caribe del Bajo Orinoco, en las fuentes
tardías se indica que estos últimos nunca ejercieron sobre los Otomaco “la
carnicería que durante treinta años han hecho sobre otras naciones”. (Gilij
1767 (II): 57). Como se verá más adelante, esta observación es de particular
interés para el presente trabajo.
232 Alberta Zucchi
Si bien por sus características la nación de los Otomaco resalta entre las
demás del Orinoco, nos referiremos solo a algunos de sus aspectos que son
particularmente relevantes para el presente trabajo: 1) el sistema agrícola, 2)
la geofagia, 3) el juego de pelota, 4) la práctica de ritos sangrientos, 5) el papel
del tigre en el sistema mágico religioso, 6) la pintura corporal, y 7) la lengua.
1. El sistema agrícola
Según las descripciones, los Otomaco vivían a base de la pesca (en la cual
eran particularmente diestros), la recolección de numerosos tubérculos y la
agricultura. Además, es importante indicar que aparentemente fueron los
únicos del sector que practicaron la agricultura de vega: “van ganando terre-
no a las lagunas, obteniendo abundantes cosechas de estas tierras” (Gumilla
1745 (I): 199). También se dice que poseían un tipo de maíz de dos meses
(onona), del cual, en los lugares favorables, obtenían hasta seis cosechas anua-
les (Gumilla 1745 (I): 268).
Si bien al parecer este grupo hacía poco uso de la yuca, recolectaba todo
tipo de tubérculo y granos entre los cuales se menciona una especie de arroz
silvestre (Gilij 1780 (I): 188), el guapo (Maranta arundinácea L.), la chiga
(Campsiandra camosa Benth), el tabaco (Nicotiana tabacum L.) las vainas de la
Piptadenia Peregrina con las cuales elaboraban la curuba.
2. La geofagia
Según las fuentes, los Otomaco practicaban la geofagia y consumían un
tipo particular de arcilla fina y untuosa, de color gris amarillento, que era
obtenida en los bancos fluviales. Con la misma se elaboraban pequeñas bolas
(poyas) que eran asadas ligeramente al fuego. Para ser consumidas, las poyas
se humedecían en agua o se raspaban, y con el polvo se espolvoreaban los ali-
mentos. Gumilla describe un pan de arcilla, y dice que las mujeres Otomaco
tenían huecos llenos de barro escogido, bien curado y podrido en la orilla de
los ríos, al cual se le añadía maíz, frutas y otros granos.
Al cabo de varios días esta mezcla de arcilla y productos vegetales se colo-
caba en cazuelas, se les añadía agua y se colaba para eliminar el líquido. A la
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 233
L. Numerales - - - - - - - -
M. Pronombres personales 3 2 1 1 1 1 2 -
N. Adverbios 3 1 1 1 1 - 1 1
Total 56 48 26 13 13 8 9 8
237
238 Alberta Zucchi
cual debió facilitar la interacción intertribal, no tenga relación con las de-
más lenguas americanas. Añade que si bien el problema de esta filiación solo
podrá ser resuelto cuando se conozca más profundamente la estructura gra-
matical, concluye insinuando un posible parentesco entre el Otomaco-Tapa-
rita y la familia Arawaco. Para ello se basa en la afinidad que existe entre los
pronombres personales de primera, segunda y tercera persona, y el término
“luna”, la cual, como ya indicamos, tuvo gran importancia en el sistema mági-
co religioso de este grupo (Rosenblat 1964: 363).
No obstante, y aun considerando las advertencias de este autor, en el cua-
dro comparativo se observa que después de las similitudes con el Arawaco, las
cifras más altas corresponden al Caribe, seguidas por las del Yaruro, Guamo
y Sáliva, con quienes los Otomaco compartían el Orinoco Medio y los Llanos
adyacentes. Este hecho indica que todos estos grupos debieron mantener un
largo período de contactos, que pudo ocasionar el mestizaje lingüístico y el
surgimiento tanto de variantes dialectales como de nuevas familias, como es
el caso del Otomaco.
Por otra parte, entre los 400 y 600 d. C., los Arauquinoides introdujeron
el cultivo del maíz en el Orinoco Medio, entre los 600 y 800 d. C., con la
adopción de la agricultura de riberas inundables, ambos se impusieron de-
finitivamente en el sistema de subsistencia de este grupo, Finalmente, entre
los 1000 y 1200 d. C. los Cedeñoides y Arauquinoides aparentemente cons-
truyeron el sistema de campos drenados que ha sido descrito para los Llanos
occidentales (Zucchi, 1978: 349-365; Zucchi y Denevan 1979).
Aspecto lingüístico
haber sido los descendientes de los portadores de alguna de las tres subseries
Arauquinoides tardías del Orinoco Medio, podemos examinar el resto de la
evidencia que parece apoyar esta relación.
Sistema de subsistencia
aislados. Por otra parte, dado que los contactos entre dos grupos se producen
en un momento determinado e involucran zonas específicas, para demostrar
su ocurrencia es indispensable que se presenten las siguientes características:
1) que en ambos sectores (dador y receptor) se encuentre una superposición
espacial o una concentración de los rasgos, 2) que el fenómeno ocurra en las
dos áreas en un mismo lapso de tiempo, y 3) que la primera aparición de los
rasgos en el área receptora sea por lo menos un poco más tardía que la pri-
mera aparición en el área donante (Jett 1921: 40). En nuestra opinión, estas
condiciones se cumplen en todos los casos del presente esquema.
Guayanas), haya comenzado antes de este período. Durante estos viajes, los
Arauquinoides no solo pudieron familiarizarse con los diversos grupos sino
también con su lengua.
Luego de su asentamiento en el Orinoco, esta gente pudo haber ini-
ciado sus propios viajes exploratorios a las Antillas Mayores ocupadas, a
excepción de los Saladoides de Puerto Rico, por grupos arcaicos. Es poco
probable que los primeros contactos entre los Arauquinoides y los Saladoi-
des de Puerto Rico produjeran cambios significativos en ninguno de los
dos grupos, ambos con una cultura de Selva Tropical. Esta interpretación
coincide con lo que se observa en el récord arqueológico, ya que Rouse ha
indicado que los materiales Ostionoides y Elenoides tempranos casi no se
diferencian del Saladoide anterior (1982: 50).
Pensamos que en una segunda etapa de viajes (400-600 d. C.), proba-
blemente con incentivos más concretos, esta gente inició una etapa de in-
teracción más profunda con los Saladoides de la isla de Puerto Rico. Esta
interacción puede haber culminado en una migración Arauquinoide hacia
el área de Mona Passage (Fig. 1). Como consecuencia de este asentamiento
y del consiguiente proceso de articulación entre los migrantes y la población
Saladoide del sector (probablemente a través de alianzas matrimoniales), se
habría podido producir un mestizaje biológico y cultural, que podría explicar
el surgimiento de dos series diferentes pero relacionadas, cada una de ellas
con una distribución espacial específica: la Ostionoide en el área de Mona
Passage, y la Elenoide en la de Vieques Sound. Es importante mencionar
que Buecheler (1975: 285-286) ha señalado que los migrantes no se adaptan
exclusivamente a una entidad social específica, sino también a circunstancias
que son impuestas por la propia migración (Ej. tipo de migración, tamaño
de la unidad doméstica, sexo de los migrantes). Por otra parte, Schildkrout
(1985: 245-263) enfatiza la importancia del parentesco (real o ficticio) como
mecanismo de articulación, ya que a través de él, tanto los migrantes como el
grupo receptor asumen sus deberes y derechos.
254 Alberta Zucchi
Los nuevos rasgos cerámicos que durante los períodos IIIa y IIIb aparecen
en el material de las series Ostionoide y Elenoide (Ej. popularización del uso
del engobe rojo, de los diseños modelados-incisos e incisos y del trabajo de
aplicación, así como el cambio gradual hacia la forma de “cazuela”) pueden
ser trazados tanto a la alfarería Arauquinoide como a las otras de la Etapa de
interacción del Orinoco (500-1000 d. C.) En nuestra opinión, estos cambios
precisamente podrían estar reflejando dos tipos de articulación con la pobla-
ción Saladoide local. Los Elenoide sí parecen haberse mantenido en el área
de Vieques Sound durante los períodos IIIa y IIIb (600-1200 d. C.) (Rouse
1982: 50). En cambio, entre los 600 y 900 d. C., los Ostionoides se expandie-
ron desde el área de Mona Passage hacia el resto de la República Dominicana,
Jamaica y el este de Cuba (Fig. 3).
No obstante, cuando se analiza el surgimiento de ambas series, la ex-
pansión Ostionoide posterior, así como el lapso de tiempo en el cual ocu-
rrieron todos estos fenómenos, es inevitable pensar en los aspectos demo-
gráficos que están implícitos en todo este proceso. A este respecto, vale la
pena hacer referencia a las estimaciones que se han hecho sobre el incre-
mento demográfico del Orinoco Medio, ya que las mismas parecen apoyar
la idea de que en el surgimiento de las series Ostionoide y Elenoide estuvo
involucrada una migración.
Roosevelt ha indicado que durante la ocupación Saladoide del Orinoco
Medio (Fases La Gruta, Ronquín y Ronquín Sombra), que en nuestra cro-
nología abarca un período de unos 1400 años, no se produjeron cambios
tecno-económicos y la densidad poblacional del área de Parmana se mantuvo
alrededor de los 0,2 habitantes por kilómetro cuadrado. Fue solo a partir de
la llegada de los Arauquinoides al sector, cuando la misma se incrementó a
1,1 y 1,5 (Fases Corozal I y II) (Roosevelt 1980: 221-228). Por ello, consi-
deramos que no es aventurado pensar que el crecimiento demográfico que
está implícito tanto en la transición Saladoide-Ostionoide-Elenoide, como
en la expansión Ostionoide hacia Haití, Jamaica y Cuba oriental, hechos que
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 255
En la sección anterior indicamos que entre los 700 y 800 d. C. los Cede-
ñoides y Arauquinoides del Orinoco Medio iniciaron movimientos expansi-
vos hacia los Llanos occidentales. También sugerimos la posibilidad de que,
como parte de este proceso, un grupo multiétnico aparentemente integrado
por Arauquinoides, Cedeñoides y Valloides hubiera emigrado a la isla de
Santo Domingo (Zucchi Ms).
En este caso también pensamos que pudo haber sido precisamente a tra-
vés de un proceso de articulación entre los nuevos migrantes y determina-
dos segmentos de la población Ostionoide del sector noroccidental de Santo
Domingo, como surgió la serie Meillacoide (Fig. 4). En este caso, sin em-
bargo, la nueva migración no solo culminó en el surgimiento de una nueva
256 Alberta Zucchi
... went down with the Caribs rather than submit to the Spaniards... Not only
did Caribs come to Puerto Rico to aid the Taino in their wars against the spa-
niards then, but also received them as refugees and sheltered them from their
enemies (Figueredo 1973: 395-396).
Conclusiones
Agradecimientos
Deseo expresar mi agradecimiento a los estudiantes de mi Laboratorio, quienes tuvieron la paciencia de escuchar los
planteamientos iniciales de este trabajo. A Carlos Quintero por la labor de dibujo, y a Morelba Navas por su paciencia
durante las interminables correcciones en la procesadora. A Aad Boomert, quien, sin saberlo, estimuló este trabajo.
Figura. 1
Figura. 2
Figura. 3
Figura. 4
Figura. 5 Figura. 6
Lámina. 1
Lámina. 2
El Negro - Casiquiare - Alto Orinoco
como ruta conectiva entre el Amazonas
y el norte de Suramérica (1991)*
Alberta Zucchi
del Amazonas central abarca un extenso sector que comprende el curso alto
(Solimoes) y medio del Amazonas, comprendidos entre las desembocaduras
del Javarí y del Tapajoz, incluyendo el tramo medio y bajo de este último.
Estos autores indican que el curso alto del Madeira y sus afluentes (Guaporé,
Beni y Mamoré) constituyen una extensión sureña de la misma, mientras que
el Alto Orinoco representa una prolongación norteña, precisamente debido a
que a través del Negro-Casiquiare se puede navegar directamente desde una
cuenca a la otra. Basándonos en los datos que presentaremos a lo largo de
este trabajo, consideramos que en esta extensión septentrional se debe incluir
también el sector Vaupés-Caquetá-Putumayo.
El Alto Orinoco
El Vaupés-Caquetá
1976: 145-176) y los del sitio 15 del Trapecio Amazónico (Bolian, 1972). Para
este último se obtuvo una fecha de 1040 +/- 90 a. p. (I-5775) (Bolian, 1972).
La tercera ocupación corresponde a grupos portadores de alfarería per-
teneciente a la Tradición Polícroma Amazónica. En la misma se incluyen las
alfarerías de los sitios 14 del Trapecio Amazónico (Bolian, 1972) y 5 y 15 del
sector de Araracuara (Herrera, 1981: 225-242; Herrera, et ál. 1981: 225-241;
Andrade, 1986). Las seis fechas relacionadas con estos materiales oscilan en-
tre los 1145 +/- 80 y 340 +/- 50 a. p. (I-5576, 5577, 5573; Beta 1056, 1507
y 1510) (Herrera et ál. 1981: 246). En este trabajo nos concentraremos en la
primera de estas ocupaciones.
En el Trapecio Amazónico la misma está representada por una secuencia
de tres complejos cerámicos (Bolian, 1972), los cuales fueron establecidos con
base en el material de los sitos 9, 10, 11 y 12 y complementados con la eviden-
cia de los sitios 5, 6, 2. 8 y 13. Según Bolian, estos yacimientos representan a
grupos que ocuparon sectores alejados de los grandes ríos como el Amazonas.
Para el más antiguo de ellos se obtuvo una fecha de 160 +/- 105 (I-6008).
Su alfarería tiene un desgrasante vegetal, y formas simples (boles de paredes
verticales salientes o entrantes y ollas de gran tamaño). La única decoración
consiste de rodetes no alisados, impresiones digitales diagonales y engobe rojo.
En el segundo complejo se añaden nuevos tipos de desgrasante (carbón, tiestos
molidos y caraipé), elementos decorativos (engobe marrón, ahumado negro y
pintura negra o roja) y formales (boles con bordes salientes engrosados interna-
mente y una vasija globular con borde recto o levantado). Las fechas asociadas
son: 615 +/- 125 (I-6072) y 700 +/- 130 (I-6083) B. P. (Boilan, 1972).
Para el tercer complejo se obtuvieron dos fechas: 925 +/- 90 (I-5778) y
1190 +/- 90 (I-5574). Su alfarería tiene desgrasante de caraipé y si bien las
formas siguen siendo sencillas, la gama es más variada; los boles tienen pa-
redes verticales con bordes directos redondeados o planos, y ocasionalmente
pueden ser de paredes salientes con bordes engrosados internamente. Los bo-
les de boca restringida continúan, y a veces tienen rodetes no alisados como
274 Alberta Zucchi
Aspectos lingüísticos
apoya los planteamientos hechos por Taylor, quien indicó que el Taino no
descendía directamente del Igneri, y que los ancestros de ambos eran diferen-
tes (Taylor y Rouse, 1955: 108); además, tiene profundas implicaciones para
la arqueología de las Antillas, específicamente en lo que se refiere al origen de
la cerámica Chicoide, que ha sido asociada con la primera de estas lenguas.
Por otra parte, diversos autores han señalado que el Maipure del norte o
Newiki puede constituir la rama más antigua o arcaica del Arawaco (Gonzá-
lez Ñáñez, 1984: 74, 1985: 8, 1986; Ortiz 1965: 169-171; Rivet y Loukotka,
1952: 1108; Stark en Migliazza 1982: 508, 515) y han sugerido a la región del
río Negro-Alto Orinoco como posible centro de dispersión.
numéricamente, logró constituirse en una fratria integrada por tres sibs con
el siguiente orden jerarquico: 1) Nari-itáakênai, 2) Aiku-itáakênai, y 3) los
ancestros de los Atsawa-nai o Achagua. Estos últimos se separaron de ella,
y siguiendo un camino de sabana llegaron al Manacacias y luego al Meta. Se
indica que esta gente solo regresó al Uva para visitar a sus abuelos Neri, y que
ya “eran otra clase de gente... y no escuchaban (hablaban) más el Piapoco”
(Vidal 1987).
Mientras tanto, el resto de la población Piapoco llegó a la confluencia
Guaviare-Atabapo-Orinoco. Para ese momento ya constituían un grupo
numeroso, por lo cual se produjo una segunda reorganización que dio ori-
gen a cada uno de los sibs que integran las fratrias Tsàse (Kalikué, Kierrì,
Kiewa), Kawìri (Kitsei, Aaasì) y Malai (Malai, Manú). Como ya indicamos,
este proceso de re-creación ocurrió en la casa del Kali-duapeni, situada en el
lugar que ocupa actualmente el barrio La Punta de San Fernando de Ataba-
po. Es importante mencionar que precisamente en este lugar se encuentra el
yacimiento AH-4 (Sitio Martínez) de la fase Nericagua, descrito por Evans,
Meggers y Cruxent (l959: 363). Estos autores señalaron la presencia de una
serie de montículos dispuestos alrededor de una plaza central (110 x 125 m) y
de dos pilares líticos los cuales aparentemente flanqueaban un camino (55 m
de largo por 2-4 m de ancho) que conectaba esta última con la orilla del río.
Las características de este yacimiento, su extensión y espesor estratigráfico,
la abundancia y elaboración del material cerámico, adquieren significado no
solo debido a su ubicación estratégica en la confluencia de tres ríos importan-
tes (Guaviare, Atabapo y Alto Orinoco), sino debido a su posible conexión
con un proceso de re-creación societaria. Por otra parte, los informantes Pia-
poco también indican que los “Kuwai-seri itanéremi” (dibujos del Kuwai-seri
o petroglifos) que se encuentran en las inmediaciones constituyen la prueba
de estos acontecimientos dejada por los antepasados (Vidal 1987: 136-137).
Aparentemente, los mismos no solo narran los hechos, sino que señalan los
símbolos de las fratrias y los sibs.
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 283
Neri Neri
Aiku
Kawanalu
Otros (2)
Después de este proceso la gente regresó a sus respectivos asentamientos.
No obstante, debido a que uno de los grupos que habitaban el Vichada inició
una guerra en contra de los Piapoco, la mayoría de la gente se dispersó y emigró
fuera del área. Solo se quedaron los miembros de los sibs de mayor jerarquía de
las fratrias Kawiri y Neri, así como los del sib Manu, quienes hicieron frente
a los agresores y lograron expulsarlos del Vichada. Después de la victoria, los
Neri y los Manu regresaron al Uva, mientras que los Kawiri volvieron al Ata-
bapo y al Bajo Guaviare. El resto de la población se dirigió hacia el Meta, que
estaba ocupado por los Sáliva. Con la autorización de este grupo, se instalaron
en la margen derecha de este río (entre los caños Pauto y Duya) y posterior-
mente se extendieron hacia su margen izquierda. Luego, remontaron el Pauto
y llegaron a una sabana denominada Bocota, que estaba desocupada. Indican
los informantes que después llegaron numerosos guerreros Chicha-nai, quienes
diezmaron a la población Piapoco. Los pocos sobrevivientes, pertenecientes a
las fratrias Tsàse y Malai regresaron al pueblo de Kaliji en donde permanecie-
ron bajo la protección Sáliva. Con el tiempo, y a través de matrimonios o de la
asimilación de parcialidades de los Sáliva a la fratria Malai, lograron recons-
truirse socialmente, y en el antiguo sitio de Benakú ocurrió un nuevo proceso
de re-creación que dio origen a la organización que está vigente en la actualidad.
Después de este último proceso, la gente se distribuyó y no volvió a emigrar
fuera del territorio (Vidal l987).
En cambio, según la tradición oral de los Tariana, en épocas muy an-
tiguas, estos emigraron desde algún lugar del río Negro hacia el Isana, en
donde vivieron por un largo período entre la gente de la fratria Curripaco
Wariperi-dakenai. En el siglo XVIII, debido a conflictos con estos últimos se
movieron hacia el Vaupés (Wright 1981: 108).
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 285
Por otra parte, los Kabiyari mencionan su emigración desde el “Origen del
Mundo” (?) hacia el “Centro del Mundo” ubicado en el Pira-Piraná (Bourgue
1976: 117-143). Al llegar a este sector se extendieron hacia el Canari y Apaporis,
que estaban ocupados por la Gente-Tigre o Hehechu. Se ha sugerido la posibi-
lidad de que estos últimos fueran el grupo de mayor jerarquía de los Tanimuka
(Tukano), a quienes se les conoce con este nombre. Si esto es así, implica que los
Tukano ya estaban ocupando la zona a la llegada de los Kabiyari (Vidal 1987).
En cambio, los Warekena señalan que sus primeros antepasados descen-
dían de los Dzawi-nai (fratria Curripaco), y representaban los hermanos de
la tercera posición jerárquica. Por razones aún desconocidas, los Warekena
se separaron y emigraron hacia el Amazonas. Luego remontaron el río Negro
subiendo hasta las cabeceras del Cababuri; por un camino del Kuwai llegaron
al Yatura y, siguiéndolo, alcanzaron el Pasimoni y el Casiquiare. A través del
caño Me (Mee o Desecho), pasaron al Tapu (afluente del San Miguel o Iti-
Wini), que en la actualidad constituye el corazón del territorio de este grupo.
No obstante, algunos ancianos señalan que desde el caño San Miguel los
Warekena se extendieron hacia el Tuamini y Atacavi, o sea, hacia las cabece-
ras del Atabapo (Vidal 1987).
En la tradición Baniva se indica que los antepasados vivían en Amana-
ri (Tonina), un sitio del Alto Isana cercano al raudal del Kuwai. Según un
informante Baniva, desde este sitio y siguiendo la ruta: Isana-Cuyari-Pegua
camino interfluvial-Aki, emigraron hacia el territorio que ocupan actualmen-
te en el Alto Guainía. Después de asentarse y distribuirse en este sector, una
parte de la población se extendió al Pimichin y a través del camino que lo
comunica con el Temi, llegó al Atabapo. En este último río se asociaron con
los Yavitero y ambos emigraron hacia el Alto Orinoco (Vidal 1987). Por otra
parte, González Ñáñez (1980: 172-186) señala que la tradición oral de los
Warekena indica que la penetración de los Baniva al Guainía ocurrió cuando
ya este grupo ocupaba el sector.
286 Alberta Zucchi
Conclusiones
historia de este grupo. Dado que la parte venezolana del mismo (Alto Orinoco-
Atabapo) corresponde con al área de distribución de la fase Nericagua, hemos
sugerido que esta última pueda estar relacionada con los ancestros de este gru-
po. En el futuro, los resultados del análisis detallado de esta alfarería y las da-
taciones de los niveles más recientes de estas ocupaciones permitirán confirmar
o rechazar esta hipótesis. Si partimos de todo lo anterior y nos basamos en las
similitudes formales y decorativas que existen entre las distintas alfarerías, es
posible estructurar un nuevo esquema que integre los datos arqueológicos y
lingüísticos del Amazonas Medio con los del Alto Orinoco-Vaupés-Caquetá.
El mismo (Fig. 9) comienza en el sector costero brasileño denominado Sal-
gado, una zona de bahías, ciénagas y manglares, que fue ocupada entre los 4000
y 1400 años a. C. por grupos arcaicos con cerámica, la cual ha sido incluida en
la Tradición Mina (Simoes 1971, 1972, 1978; Correa y Simoes 1971; Brochado
y Lathrap Ms.).
Progresivamente, desde el sector costero, algunos de estos grupos se mo-
vieron hacia la desembocadura del Amazonas y su tramo bajo. Con este mo-
vimiento, y probablemente como consecuencia de su adaptación a nuevos mi-
croambientes, se deben haber producido cambios importantes en el aspecto
económico, social y lingüístico de algunos de ellos. Es posible que tanto la sepa-
ración del proto-Arawaco como de otras proto-lenguas, haya ocurrido precisa-
mente en este sector y durante este período.
Entre los 3000 y 1000 a. C., los proto-Maipure ya debían estar en el Ama-
zonas Medio, en donde ocurrieron sus primeras divisiones internas. La eviden-
cia arqueológica correspondiente a esta etapa parece indicar que para los 1400
a. C. algunas de las comunidades del sector (fases Areao y Tucuma) ya tenían
agricultura incipiente (Correa y Simoes 1971; Simoes Ms, 1972). Para finales
del período, el material cerámico muestra una mayor variedad de tipos de des-
grasante (Ej. tiestos molidos, cauxí), nuevos elementos formales (Ej. vasijas de
tamaño más grande, carenación, asas) y decorativos (Ej. hachureado en zonas,
incisiones curvilíneas), los cuales pueden ser tanto desarrollos locales, como el
288 Alberta Zucchi
sabe con precisión cuándo ocurrieron sus primeros asentamientos, los datos
anteriores permiten sugerir fechas correspondientes al primer milenio a. C., y
similitudes con la cerámica con incisión ancha de la fase Jauarí del Amazonas
Medio. Por otra parte, pensamos que cuando en el río Negro se produjeron las
primeras separaciones dentro del grupo Maipure del norte (2000-1000 a. C.),
algunos grupos aún no tenían agricultura.
En relación con esto último, vale la pena mencionar que según las historias
sagradas de los Hohodene y Kadapolitana (subgrupos Curripaco), los ances-
tros míticos subsistían fundamentalmente a base de pescado. Si bien esto
ha sido interpretado como evidencia de una orientación ribereña (Wright
1981:112), también podría señalar que se trataba de grupos de pescadores y
recolectores con una agricultura incipiente, o sin ella. La historia de los Pia-
poco coincide en este aspecto, dado que indica que los primeros antepasados
no tenían agricultura, y además, refieren que el ser creador (Kali-Duapeni)
provenía del este (Vidal 1987).
Por otra parte, Evans y Meggers (l960: 25-63) han señalado que en la
parte media de la secuencia de la fase Alaka de Guyana, se evidencian los
primeros contactos entre comunidades arcaicas costeras y grupos alfareros
con agricultura. Debido a su baja frecuencia y a su eficiente manufactura,
sugieren que la cerámica temprana de esta fase haya sido obtenida a través
del comercio. A partir de su aparición en la secuencia, también se produce un
cambio progresivo en el ajuar lítico, el cual ha sido interpretado como un pro-
ceso gradual de aculturación, que implicó tanto el reemplazo de la recolección
marina por la agricultura, como la elaboración de alfarería local (Hanaina
Plain) por parte de estas comunidades arcaicas.
En cambio, en la última etapa ocupacional se observan los contactos de
estos grupos con la gente de la fase Mabaruma. Evans y Meggers señalan que
la presencia de tiestos de esta última en la parte tardía de la fase Alaka indica
que la llegada de los Barrancoides a la zona (aproximadamente 500 d. C.)
ocurrió cuando la gente de la fase Alaka ya había completado la transición de
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 291
Figura. 1
294 Alberta Zucchi
Figura. 2
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 295
Figura. 3
296 Alberta Zucchi
Figura. 4
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 297
Figura. 5
298 Alberta Zucchi
Figura. 6
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 299
Figura. 7
300 Alberta Zucchi
Figura. 8
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 301
Figura. 9
302 Alberta Zucchi
Figura. 10
Las migraciones maipures:
Diversas líneas de evidencias
para la interpretación arqueológica (1991)*
Alberta Zucchi
Introducción
Hasta ahora son escasas las investigaciones arqueológicas que se han lle-
vado a cabo en la Amazonía que han intentado ir más allá de la simple des-
cripción de formas culturales y/o de su arreglo en marcos de referencia de ca-
rácter estilístico, geográfico o cronológico. Si bien esto se ha debido en parte
a lo fragmentario e incompleto de la información, que ha dificultado tanto la
formulación de hipótesis de carácter amplio, como la construcción de mode-
los integrativos a macro escala, también ha tenido que ver con el desinterés
y/o rechazo hacia la utilización de otras líneas de evidencias indirectas (Ej.:
lingüística, tradición oral, etcétera).
Haciendo uso de datos provenientes del Territorio Federal Amazonas de
Venezuela, en este trabajo intentaremos demostrar la importancia que ha teni-
do un enfoque integrativo para: a) la estructuración de un nuevo modelo sobre
* Publicado originalmente en: América Negra, Colombia, 1991
304 Alberta Zucchi
hechos que no solo permitían visualizar la expansión maipure con una perspec-
tiva diferente, sino sugerir una posible asociación entre la alfarería del sector
con estos grupos. Estas hipótesis pueden ser sintetizadas como sigue:
a) Los Maipures y los Tukanos integraron el segundo estrato poblacio-
nal de la región lsana-Vaupés. Los primeros llegaron en oleadas sucesivas,
a través de las cuales se produjo la ocupación de determinados sectores del
noroeste amazónico, en la forma siguiente: Manaos (curso medio del río Ne-
gro y sus afluentes), Curripacos o Baniwas (ríos Isana y Vaupés), Warekenas
(Bajo río Isana y Xié), Baré (Medio y Alto Río Negro y Canal del Casiquiare)
(Nimuendajú 1950: 125-182).
b) Entre los 3000 y 2500 a. p., en la zona Amazonas central-Rio Negro, se
produjeron diversos procesos de separación dentro del grupo Maipure (Rivet
y Loukotka 1952; Ortiz 1968; Noble 1965; Key 1979; Migliazza 1982; Gon-
zález Ñáñez 1984, 1985, 1986).
c) Durante este mismo período, en la cuenca del río Negro se produjeron
por lo menos cuatro separaciones en el grupo Maipure del norte (proto-Cu-
rripaco, proto-Baré, proto-Manao y proto-Palikur) (Vidal 1987: 71).
d) Entre los Maipures parece existir una estrecha relación entre los cultos
ancestrales, la organización social y el origen de las diversas unidades de des-
cendencia. En la historia oral, esta relación se expresa a través de relatos sobre
lugares sagrados en donde ocurrieron, en forma ritual y secular, procesos de
recreación del mundo y de la gente (Vidal 1987: 136).
Si bien las tres primeras proposiciones coincidían en señalar la impor-
tancia de la cuenca del río Negro en el proceso expansivo y de diferenciación
lingüística y étnica de la gente hablante de lenguas pertenecientes al grupo
Maipure del norte, por sí solas no permitían integrar coherentemente los da-
tos de las distintas disciplinas, y mucho menos explicar los mecanismos del
proceso de diferenciación, ni los detalles de la dispersión geográfica, especial-
mente para aquellos grupos cuyo territorio tradicional se encuentra fuera de
la cuenca del Negro.
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 309
un nuevo proceso de recreación. Este último fue complementado por una di-
visión del territorio y por la asignación formal de sus partes, a las distintas
unidades de descendencia, la cual aún está vigente (Vidal 1987: 145).
La verificación arqueológica
y etnohistórica de la migración Piapoco
sobre los cuellos altos de las botellas, incisión rectilínea paralela, engobe
rojo y pintura negativa (Zucchi 1987; 1988).
Por lo que respecta a la subárea 3, en cambio, solo uno de los yacimientos
(Buena Vista), proporcionó material perteneciente a la Fase Nericagua. Los
restantes también son ribereños, pero tienen una superficie reducida y poca
profundidad. Su alfarería está desgrasada con caraipé y las formas incluyen
boles, ollas, topias y budares de borde elevado. También se ha observado la
presencia de asas tubulares verticales y pintura. Si bien aún no se poseen fe-
chas absolutas, la presencia de fragmentos de vidrio y objetos de metal sitúan
estos yacimientos en el período histórico (siglos XVIII-XIX) (Zucchi 1988).
Si se traslada y sobrepone en un mapa esta información (Fig. 6), es posible
llegar a nuevas conclusiones tentativas:
1. Dado que las subáreas arqueológicas 2 y 3 coinciden con la totalidad o
con una parte de los territorios tradicionales de tres grupos Maipures (Mai-
pures, Piapocos y Guipuinavis) que señalan las fuentes históricas, una parte
o la totalidad del material arqueológico que se encuentra en ellas debe corres-
ponder a estas ocupaciones.
2. Dado que la distribución espacial de los sitios cuyo material pertenece
a los complejos Iboa y Nericagua coincide con el territorio de los Maipure y
con el de la gente de la fratria Kavirri (Piapoco), dicha alfarería puede señalar
la ocupación de estos dos grupos, mientras que las fechas de C-14 asociadas,
señalarían su posición cronológica.
Por otra parte, cuando nos referimos a la migración piapoco a partir
del Ayarí, mencionamos que el sitio La Punta revestía una particular im-
portancia por haber sido el lugar en donde, según la historia oral, se llevó
a cabo el segundo proceso de recreación societaria. Los informantes se-
ñalan que como prueba de estos acontecimientos, los antepasados dejaron
“dibujos del Kuwai-seri”, los cuales no solo narran los eventos, sino que
señalan los símbolos que identifican a las diferentes fratrias y sibs (Vidal
1987: 143-144). Es precisamente en este sitio en donde se encuentra uno de
318 Alberta Zucchi
Finalmente, si se combinan las fechas de C-14 con las que han suminis-
trado los cálculos glotocronológicos, es posible establecer una cronología ten-
tativa del proceso migratorio de los Piapoco. Los cálculos glotocronológicos
indican que la separación Curripaco-Piapoco parece haber ocurrido entre los
250 y 50 a. C., mientras que la separación entre este último y el Achagua se si-
túa entre los 1100 y 1350 d. C. (Oliver 1989: Vidal, comunicación personal).
Por otra parte, las fechas de C-14 señalan que los primeros asentamientos
correspondientes a la gente portadora de la cerámica del complejo Iboa, ocu-
rrieron entre los 100 a. C. y los 300 d. C. Esto parecería sugerir que unos 100
a 150 años después de la salida del sib primigenio Dayzo-dakéenái del Ayarí,
sus descendientes no solo habían ocupado el Guaviare, sino que ya habían
establecido algunos asentamientos en el Orinoco.
Por otra parte, tal como parecen señalar los datos arqueológicos, la ocu-
pación en este último sector parece haberse intensificado durante el perío-
do comprendido entre los 800 y 1700 d. C., probablemente debido a un in-
cremento poblacional, el cual también podría explicar la migración de los
Atsáwa-nai (ancestros de los Achagua) hacia el Manacacías y el Meta. En
relación con esto último es interesante mencionar que la fecha de separación
entre ambas lenguas corresponde precisamente a este período.
Con base en lo anterior, pensamos que es posible establecer la siguiente
cronología tentativa para los principales hechos narrados en la historia oral
de los Piapoco, la cual podrá ser verificada en futuras investigaciones.
Conclusiones
Los datos que hemos presentado a lo largo del trabajo evidencian la com-
plejidad del movimiento expansivo de las etnias indígenas cuyas lenguas per-
tenecen al grupo Maipure del norte. Si bien está claro que la reconstrucción
de este proceso solo está en sus comienzos y es mucho lo que aún falta por ha-
cer, es evidente que el enfoque multidisciplinario no solo produce excelentes
320 Alberta Zucchi
Agradecimientos
Nuestro proyecto de investigación en el Territorio Federal Amazonas ha sido financiado por el Instituto Venezolano
de Investigaciones Científicas (IVIC), y mediante subvenciones de Conicit (SI 1726), y del Proyecto MAB II de la
Unesco. El señor Carlos Quintero elaboró los dibujos; la señorita Teresa González se encargó de la labor mecano-
gráfica y el Departamento de Fotografía del IVIC llevó a cabo las reproducciones. A todos ellos mi agradecimiento.
Figura. 1
Figura. 2
Figura. 3
Figura. 4
Figura. 5
Figura. 6
Tabla III
Tabla IV
Conexiones prehispánicas
entre el Orinoco, el Amazonas
y el área del Caribe (1991)*
Zucchi, A.
Introducción
1. Bol más o menos profundo, con base plana o redondeada, paredes salien-
tes rectas o curvas, boca abierta y borde directo.
2. Bol más o menos profundo, con base plana redondeada, paredes salientes
y boca abierta con borde ligeramente saliente, el cual puede estar engro-
sado internamente.
3. Bol de silueta compuesta con base redondeada, paredes rectas verticales,
entrantes o salientes, borde directo o engrosado ligeramente saliente.
4. Bol o vasija más o menos profunda con base plana o redondeada, cuerpo
globular y boca restringida con borde directo ligeramente entrante.
5. Vasija más o menos profunda con base plana o redondeada, cuerpo re-
dondeado con paredes ligeramente entrantes, boca restringida y borde
directo vertical.
6. Vasija de base plana o redondeada, cuerpo globular con cuello ligeramen-
te restringido con borde recto o curvo saliente.
7. Bol poco profundo tipo plato, base plana con paredes salientes rectas o
ligeramente curvas, y borde directo.
8. Budares circulares planos, con borde más o menos elevado y saliente.
Si bien esta parece ser la gama básica de formas, no todas las vasijas que
la integran están presentes en todos los materiales de cada subárea. No obs-
tante, las vasijas 1, 2, 3, 4, 5 y 6 indudablemente parecen constituir las for-
mas más populares en la mayoría. Las demás (7 y 8) tienen distribuciones
espaciales y/o temporales más restringidas. Por otra parte, al igual que en
el material Cedeñoide venezolano, a lo largo de la secuencia de cada fase y/o
entre las distintas fases de cada subárea se observan cambios cualitativos y
cuantitativos, que parecen ser el resultado tanto de una dinámica de cambio
propia, como de procesos específicos de interacción con otras poblaciones
locales. Con el tiempo, estos factores fueron imprimiendo al material de las
distintas secuencias y/o fases de cada subárea, especialmente a los más tar-
díos, características distintivas, que si bien permiten diferenciarlos interna
y externamente a nivel de detalle (Ej.: aparición de nuevas modalidades
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 333
colocadas sobre los bordes, los labios o en la parte superior externa de las
panzas. No obstante, en algunos casos la decoración incisa también se en-
cuentra en la parte interna de los boles, platos o budares (Ej.: estilo Apos-
tadero y fases Calambé y Nofurei).
Los motivos decorativos (Fig. 5) también se producen mediante movi-
mientos de traslación, reflejo y/o rotación de elementos simples o compues-
tos, y por su combinación con la línea recta, generalmente horizontal. En
los motivos más complejos en los que se utilizan elementos del Tipo 3, las
áreas que rodean estos últimos generalmente se rellenan con una serie de lí-
neas paralelas cuya morfología (recta o curva) y posición (vertical, horizon-
tal o diagonal) se relaciona con la forma y posición del elemento compuesto
central, lo cual enfatiza un paralelismo de líneas en áreas extensas (Fig.
6). Por último, es importante señalar que en esta decoración raramente se
observa la combinación de líneas rectas y curvas en un mismo motivo y/o
diseño. Igualmente, la utilización del punto y de la impresión de canutillo
es poco frecuente, y generalmente parece relacionarse con la presencia de
cerámica Arauquinoide o de estilos relacionados.
Conclusiones
3. El patrón formal del material más antiguo de cada subárea sufre con el
tiempo una serie de modificaciones cualitativas y cuantitativas que pare-
cen ser el resultado tanto de procesos específicos de desarrollo como de
contactos, y que le confiere especialidades locales, subregionales y tem-
porales. Esto también se observa entre las distintas fases de cada subárea.
4. La incisión lineal es la técnica decorativa predominante.
5. La decoración incisa se basa en el uso de los elementos simples y com-
puestos descritos.
6. Los motivos incisos surgen a través de procesos de traslación, re-
f lexión y rotación de los elementos simples y compuestos indicados
con anterioridad.
7. Presencia ocasional y con una frecuencia menor de otras técnicas plásti-
cas (Ej.: punteado, muescas, aplicación, etcétera) y no plásticas (Ej.: uso
de engobe y pintura).
8. Decoración incisa generalmente localizada sobre el labio y/o sobre la par-
te externa de los bordes, labios y panzas. Su presencia en otras zonas de
las vasijas es poco frecuente.
Con base en lo anterior, y tomando además en consideración que estas
alfarerías se encuentran en seis subáreas geográficas (Fig. 7) de las tierras
bajas tropicales situadas al norte del río Amazonas, y que su posición cro-
nológica (Fig. 8) está comprendida en un lapso que se extiende entre los
1000 a. C. y los 1800 d. C., consideramos que se justifica plenamente el
establecimiento de una nueva tradición cerámica que será denominada “de
Líneas Paralelas”.
Debido a las limitaciones de tiempo es imposible discutir en este trabajo
los procesos que subyacen la larga persistencia temporal y amplia distribu-
ción espacial de esta nueva tradición cerámica. No obstante, vale la pena
mencionar que ya han sido sugeridas algunas hipótesis que señalan a la mi-
gración como el proceso responsable de la dispersión geográfica de diversos
segmentos de la misma (Zucchi, 1984a; 1985a; 1988b; Evans y Meggers,
336 Alberta Zucchi
1960: 212-246). Por otra parte, algunos autores también han presentado
hipótesis y/o modelos sobre la posible vinculación de algunos de estos ma-
teriales con grupos étnicos o familias lingüísticas específicas (Grenard y
Grenard, 1987: 1-7; Zucchi 1987; 1988: 443-477; 1988b). No obstante, es
evidente que todo lo anterior solo representa una primera aproximación a
un problema que, si bien es complejo, puede proporcionar importantes res-
puestas sobre el complejo panorama de las poblaciones prehispánicas y sus
movimientos en las tierras bajas de Suramérica y las Antillas.
Agradecimientos
Las investigaciones arqueológicas venezolanas en las cuales se basa el presente artículo han sido financiadas por el Instituto
Venezolano de Investigaciones Científicas, y más recientemente por el Conicit (Proyecto SI 1729) y por la Unesco (Pro-
yecto MAB II). En los primeros trabajos en el Alto Orinoco y Alto Negro se contó con la ayuda de Rafael Gasson, Javier
Fernández y Paola Cano. En todos los viajes al T. F. Amazonas, el señor Raúl Figueredo fue un excelente colaborador. El
procesamiento del material de estas dos zonas está a cargo de Patricia Morales y Migsabel Hernández. Los dibujos han sido
ejecutados por Carlos Quintero y Raymar Montes, mientras que la labor mecanográfica ha estado a cargo de Morelba Navas
y Teresa González. A todos ellos mi agradecimiento.
Figura 1.
Figura 1.
Figura 2.
Figura 4.
Figura 5.
Figura 6.
Figura 7.
Figura 8. *Fechas de C14 no calibradas
Tabla 1.
Tabla 2.
Lingüística, etnografía,
arqueología y cambios climáticos:
La dispersión de los Arawaco
en el noroeste amazónico (1992)*
Alberta Zucchi
La evidencia etnográfica
se originó en diversos raudales del Alto Isana y del Caquetá (González Ña-
ñez 1968, 1980; Wright 1981; Llanos y Pineda 1982; Vidal 1987). Cada gru-
po se refiere a un raudal específico y señala que a partir de este emprendió
movimientos migratorios siguiendo una ruta determinada, a lo largo de la
cual se produjeron importantes procesos de re-estructuración o re-creación
societaria. En algunas oportunidades estos procesos implicaron la incorpora-
ción de grupos o parcialidades no Arawacas a estas sociedades.
A este respecto, la historia oral de los Kabiyari (Lám. 2) menciona una
migración desde los raudales de Hipana (río Ayarí) hasta el Pira-Piraná, el
Canaris y el Apaporis1 (Bourgue 1976: 117-143). La de los Tariana, en cam-
bio, indica que en el Isana esta gente se separó de una de las fratrias Curri-
paco (Wariperi-dakênai), debido a conflictos con estos últimos, y se desplazó
hacia el Vaupés (Wright 1981: 108). Los Warekena señalan un movimiento
desde el Isana hacia el río Amazonas, después del cual remontaron el Negro
hasta llegar a las cabeceras del Cababuri en donde tomaron un camino del
Kuwai que los llevó al Yatura, al Pasimoni y al Casiquiare. Una vez llegados a
este último, siguieron el caño Mee o Desecho y pasaron el Tapu (un afluente
del caño San Miguel o lti-wini)2. También mencionan que a partir del Tapu,
una parte de la gente se extendió hacia el Tuamini y el Atacavi; o sea, hacia
las cabeceras del Atabapo (Vidal 1987).
Por su parte, desde el Alto Isana, los Baniba siguieron la ruta Cuyari -
Pegua - camino interfluvial - Aki, desde donde pasaron al Guainía. Según
los informantes la penetración de este grupo al Guainía fue posterior a la de
los Warekena (González Ñáñez 1980: 172-186). Los Piapoco, en cambio,
pasaron desde el Ayarí al Vaupés y lo remontaron hasta sus cabeceras; luego
tomaron un camino del Kuwai-seri que los llevó al Alto Guaviare, cerca de
su confluencia con el Ayarí, en donde permanecieron un largo período. Pos-
teriormente se dirigieron hasta la desembocadura del Uva. Allí, una parte
del grupo remontó este rio3, mientras que la otra permaneció en el Guavia-
re extendiéndose posteriormente hasta su confluencia con el Atabapo y el
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 351
Orinoco. Esta gente ocupó este río hasta su confluencia con el Vichada, en
donde, debido a la guerra con uno de los grupos locales, la mayoría de la po-
blación Piapoco se dispersó hasta que se pudo expulsar a los agresores. Una
vez ocurrido esto, la gente regresó al Uva y al Atabapo-Guaviare, mientras
que el resto volvió al Meta, instalándose entre el Pauto y el Duya (Vidal 1987:
135). Estos últimos remontaron el Pauto y llegaron a una sabana llamada
Bocotá, en donde casi fueron diezmados por la gente Chicha-nai. Los sobre-
vivientes regresaron al Meta en donde pudieron reconstruirse socialmente
gracias tanto a los matrimonios con gente Sáliva, como a la incorporación de
parcialidades de este grupo a su propia sociedad (Vidal 1987: 140).
Si bien Vidal señala que para los Baré el origen del mundo se encuentra
en los raudales de Hipana, aún se sabe muy poco acerca de los movimientos
migratorios de este grupo. No obstante, si se toma en cuenta la ubicación de
la gente de este grupo y de sus parcialidades (Ej.: Manadahuaca), así como
los grupos lingüísticamente relacionados (Ej.: Guinao), se puede pensar que
a partir del Medio-Alto Negro tomaran una dirección noreste, siguiendo
los afluentes de su margen izquierda como el Branco (y su afluente el Urari-
coera), Padauiri, Marari, Cababuri, etcétera, los cuales les habrían permitido
llegar al Casiquiare, al Alto Orinoco, y Alto Caura, y a través de este último
al Orinoco Medio.
La evidencia arqueológica
el carbón y/o la roca molida. Las formas son sencillas e incluyen boles redon-
deados, con menos frecuencia angulares, vasijas con borde evertido y platos.
La decoración es escasa e incluye incisión rectilínea (Lám. 5 a-d), rodetes no
alisados y pintura roja sobre blanco. También se han observado asas acinta-
das verticales.
En cambio, la segunda ocupación está representada por un solo yacimien-
to (Garza), para el cual se posee una fecha de 1450-1600 d. C. (Tabla 2). El
sitio Santa Lucia (subárea 6), proporcionó material que está muy relacionado
con el de este complejo y además podría tener una posición cronológica simi-
lar. Esta ocupación se caracteriza por una cerámica muy fina que está desgra-
sada fundamentalmente con arena. No obstante, ocasionalmente también se
observa la presencia de otros materiales, como caraipé. Las formas son senci-
llas e incluyen boles redondeados, vasijas campaniformes y posibles botellas.
En el aspecto decorativo los rodetes no alisados constituyen el elemento deco-
rativo más popular (Lám. 6), mientras que las incisiones rectilíneas (grupos
de líneas verticales, en direcciones alternas o en zígzag) y las bandas aplicadas
incisas son menos frecuentes. También se observó engobe marrón y pintura
negra ahumada. La presencia de algunos elementos del complejo Garza en
el material de Pueblo Viejo parece indicar que ambos fueron parcialmente
coexistentes en el tiempo.
La cerámica de Pueblo Viejo presenta algunas semejanzas con el material
de los complejos Iboa (subárea 2) y Carutico (subárea 6). En cambio, la alfa-
rería del complejo Garza parece compartir diversos elementos con el segundo
complejo del Trapecio Amazónico (Bolian 1972), para el cual se poseen dos
fechas de 615 ± 125 (l-6072) y 700 ± 130 (l-6083) a. p. La tercera ocupación,
en cambio, está representada por el material de los sitios 5, 6 y 7. Estos son
pequeños, superficiales y relativamente recientes (siglos XVIII-XIX), ya que
la alfarería se encuentra mezclada con fragmentos de vidrio, loza y metal.
356 Alberta Zucchi
Por mucho tiempo se pensó que durante las fluctuaciones climáticas que
afectaron otras latitudes, los trópicos habían gozado de un clima relativa-
mente estable, lo cual habría permitido que en estas zonas se originara una
enorme variedad de plantas y animales. No obstante, evidencias cada día más
abundantes que provienen de campos diversos, indican que en estos sectores
ocurrieron importantes fluctuaciones en pluviosidad y por consiguiente en
las condiciones hidrológicas generales (Fairbridge 1970; Garner 1975). Esto
sin duda debió ocasionar una serie de cambios en la vegetación y en la fauna,
cuya naturaleza, extensión, intensidad y variación espacial aún no se cono-
cen con exactitud. Esta nueva concepción paleoclimática permitió formular
la hipótesis de los refugios biológicos (Haffer 1969; Vanzolini 1973; Prance
1982; Whitmore and Prance 1987), que aún sigue siendo objeto de conside-
rable debate.
Particularmente importantes para este trabajo son los datos palino-
lógicos que se han obtenido en diversos sectores de Suramérica, como la
evidencia geológica correspondiente al sector suroccidental de la cuenca
amazónica. Al sintetizar los datos palinológicos (Lám. 8) se observa que
durante el Holoceno se produjeron diversos episodios caracterizados por
una disminución de la precipitación efectiva. Si bien la evidencia de cada
una de las áreas estudiadas es puntual, las coincidencias observadas permi-
tieron establecer la siguiente periodización para las fases secas del Holoce-
no en Suramérica (Van der Hammen 1972, 1974, 1982; Wijmstra y Van
der Hammen 1966: 88; Markgraf and Platt 1982): 4000 - 3500 a. p.; 2700
o 2400 - 2000 a. p.; 1250 a. p.; 750 - 500 a. p.
Por otra parte, los datos palinológicos correspondientes al Amazonas
central (Absy 1985) provienen de sedimentos obtenidos en lagunas y secto-
res ribereños, cuya vegetación está determinada por las fluctuaciones en el
nivel del agua, la duración de las inundaciones y la calidad de la misma (aguas
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 359
Conclusiones
que a comienzos de este período algunos grupos Arawaco de este sector aún
no poseían agricultura, o solo tenían una incipiente (Zucchi Ms). Lo anterior
coincide con lo que señalan las historias sagradas de algunos de estos grupos,
las cuales indican que los “ancestros míticos” o primeros ancestros subsistían
fundamentalmente a base de pescado (Wright 1981: 12), y no tenían agricul-
tura (Vidal 1987).
9. Las migraciones que ocurrieron durante este período desde los territo-
rios ancestrales de los proto-Curripaco (río Isana), proto-Baré (Alto Negro)
y proto-Manao (Medio Negro) hacia otros sectores del noroeste amazónico,
pueden ser relacionadas con aquellas que narran las tradiciones orales de sus
descendientes, sobre las cuales se tiene información.
10. El material arqueológico que se encuentra en cada una de las seis subá-
reas arqueológicas establecidas en el Territorio Federal Amazonas (Venezue-
la) puede ser relacionado con estas migraciones en la forma siguiente:
Piapoco-Maipure: subárea 2
Guipuinave: subárea 3
Warekena: subáreas 4 y 5
Yavitero: subárea 5
Mandahuaca (Baré): subárea 6
Mawacwa: subárea 7
La dos hipótesis anteriores se basan en: 1) la dirección y la ruta migratoria
que menciona la tradición oral de cada uno de los grupos, y que los llevó desde
su lugar de “emergencia” hacia el sector que, tanto según su propia informa-
ción como sobre la base de los datos etnográficos y etnohistóricos, constituye
su territorio tradicional.
Según los datos etnohistóricos (Lám. 10) se sabe que el territorio Maipure
comprendía la margen derecha del Orinoco, desde los raudales de Maipures
hasta el río Yao, así como algunos de sus afluentes como el Sipapo, Guayapo,
Autana, Tuapo y Ventuari (Gumilla 1963: 202; Caulin 1841: 67, 71; Cuervo
1893 (III): 96, 332; Gilij 1965 (I): 58-59). Por otra parte, Gilij (1965 (I):
364 Alberta Zucchi
132-135) señala que antes de ser llevado a las misiones del Orinoco, este gru-
po ocupaba el Bajo Ventuari desde su desembocadura hasta la del Manapia-
re. Otras fuentes, correspondientes a los siglos XVII y XVIII, mencionan la
presencia de Maipure en el Caquetá (Llanos y Pineda 1982: 59), en algunos
afluentes del Negro (Ej: Marie, Curicuriari) y en el Patavita, un afluente del
Guainía (Wright 1981: 602-606; Caulin 1841: 75).
Al momento de la llegada de los europeos, los Piapoco ocupaban una ex-
tensa zona comprendida entre la margen derecha del Meta (entre el Duya y el
Guanapalo), el Guaviare, Vichada, Inirida, Orinoco y Atabapo (Vidal 1987).
Los Guipuinave, quienes provenían del sur, en cambio, penetraron tardía-
mente al Atabapo y llegaron a ocupar todo el trecho de este río, así como
el Bajo Guaviare. Posteriormente pasaron al Alto Orinoco, lnírida, Sipapo,
Parú y Patavita (Vidal 1987).
Entre 1758 y 1760 los Warekena estaban localizados en diversas aldeas
del Guainía, Tirinquin, ltiwini (Ichani, Ikeven, Mee), Atacavi, Alto Ata-
bapo, así como en el caño Muruapo afluente del Casiquiare (Caulin 1841:
70,75; Cuervo 1893 (III): 224; 322-323; 325,327; Arellano Moreno 1964:
389). Otras fuentes señalan la presencia de Warekena en el río Marie, un
afluente del Negro, en el Bajo Isana, en el Siapa y en los raudales de Sao
Gabriel (Vidal 1987: 103).
En cambio, el territorio Baniba estaba centrado en el Alto Guainía, Pa-
tavita, Aki, Alto Xié y Tomo (Caulin 1841: 75; Cuervo 1893 (III): 322-323;
Sweet 1975), mientras que los Yavitero se concentraban en el Xié y en el
Tomo, y posteriormente se extendieron al Temi y Tuamini (Wright 1981:
602; Cuervo 1893 (III): 322-323, 325; Sweet 1975).
Por su parte, los Baré ocupaban el sector comprendido entre el Medio
Negro y sus afluentes (Ajuana, Marie, Iá y Shamani) hasta el Cababuris, a
partir de donde dominaban los Mandahuaca que eran una de sus parcialida-
des. Estos últimos se concentraban en el Siapa, Pamoni, Basiba, Pasimoni y
Baria (Caulin 1841: 773; Cuervo 1893 (III): 324; Wright 1981: 607).
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 365
Finalmente, otros tres grupos Arawakos, sobre los cuales se posee poca
información, tenían la siguiente ubicación: los Mawakwa ocupaban el río
Mavaca y sectores adyacentes del Alto Orinoco, mientras que los Anauyá es-
taban en el río Castaño, que es un tributario del Alto Siapa (Loukotka 1968:
125-149). Los Guinao, por su parte, se concentraban en los ríos Merevari,
Canaraouni, Alto Caura y Padamo, así como a lo largo de los afluentes de
la margen izquierda del Ventuari y del Uraricoera, un afluente del Branco
(Koch-Grünberg 1982 (III): 268; Codazzí, 1960: 255).
11. Durante el período comprendido entre los 2000 y 1500 años a. p., del
Curripaco se separan el Mariate (Curripaco-Mariate 1896 a. p.) y el Wareke-
na (1841 a. p.), y estos últimos iniciaron el largo movimiento migratorio que
señala su tradición oral, el cual comenzó en el Isana y los condujo finalmente
a la subárea 4, sector que en la actualidad aún constituye su territorio. Igual-
mente, el Yavitero se separa del Baniba (Baniba-Yavitero 1505 a. p.) al iniciar-
se el movimiento que, desde el Xié, los condujo al Temi, Tuamini y Tomo.
12. A partir de la segunda mitad del período comprendido entre 1500
y 1000 a. p., y probablemente como consecuencia de la ocurrencia de una
tercera fase seca, se producen las últimas separaciones dentro del Curripa-
co, representadas por: el Tariana (1374 a. p.), el Wainuma (1161 a. p.) y el
Kabiyari (1095 a. p.). Los Tariana emprenden el movimiento migratorio
que señala su tradición oral y que los condujo desde el Isana hacia el río
Vaupés, mientras que los Kabiyari migran desde el Isana hacia el río Pira
Paraná. Igualmente, el Maipure se separa del Baniba (1171 a. p.) al iniciar
los primeros una migración que desde el Alto Guainía, Patavita, Aki, Alto
Xié, los condujo a la subárea 2 y al Tomo, es decir, al sector que ocupaban a
la llegada de los europeos.
13. Entre los 1000 y 800 años a. p., en los Llanos orientales de Colombia
(sector Guaviare-Uva), el Achagua se separa del Piapoco (879 a. p.), al ini-
ciar los primeros el movimiento migratorio que los condujo al Manacacias
y al Meta.
366 Alberta Zucchi
Notas
1. Los ríos Canaris y Apaporis estaban habitados por la gente Tigre o Hehechu. Dado que Herrera Ángel
(1976: 224) señala que el subgrupo con mayor jerarquía de los Tanimuka o Ufaina (Tukano) se le conoce con este
nombre, Vidal (1987) ha sugerido la posibilidad de que se tratara de la misma gente, lo cual indicaría que los Tukano
ya ocupaban el sector Canaris-Apaporis en el momento de la llegada de los Kabiyari. Lo anterior parece recibir apoyo
de los datos de Wright (1981: 113), quien señala que la tradición oral de los Hohodene (Curripaco) indica que una de
sus fratrias denominada Kawidzuli, cuya gente habitaba el Bajo Ayarí, abandonó definitivamente dicho sector.
2. En la actualidad el caño San Miguel aún constituye el corazón del territorio Warekena (Vidal 1987; Gonzá-
lez Ñáñez, comunicación personal).
3. De la población Piapoco que remontó el Uva se separó el sib Atsawa-nai o Achagua, cuya gente tomó un
camino de sabana que los condujo al Manacacias y al Meta (Vidal 1987).
Lámina 1. Relaciones genéticas entre algunas de las lenguas que integran el grupo
Maipure de Norte, incluyendo fechas grotocronológicas
Lámina 2. Movimientos migratorios según la tradición oral.
Lámina 3. Distribución de los sitios arqueológicos.
Lámina 4. Sub-áreas arqueológicas del Territorio Federal Amazonas.
Lámina 5.
Lámina 6.
Lámina 7.
Lámina 8. Fluctuaciones climáticas durante el Holoceno. Son señalados los
períodos caracterizados por una disminución de la precipitación efectiva.
Lámina 9. Esquema interpretativo.
Lámina 10. Localización de algunos grupos Arawacos.
La diáspora de los arahuacos-maipures
en el norte de Suramérica y el Caribe (2008)*
Alberta Zucchi
Introducción
El sistema de creencias
En los grupos maipures existe una estrecha relación entre los ciclos de
creencias, la estructura social y el origen y antigüedad de las diversas uni-
dades de descendencia. En la historia oral de estos grupos, esta relación se
expresa en los relatos sobre lugares sagrados en donde ocurrieron ritual y/o
secularmente procesos de creación y re-creación del mundo y de los seres hu-
manos (VidaI, 1987: 136).
Si bien este sistema religioso conforma un continuum que se extiende desde
la creación del mundo hasta nuestros días, en el mismo se pueden diferenciar
claramente dos ciclos o períodos. El primero de ellos comienza con el mito de
origen de Napiruli (Iñapirikuli) e incluye una serie de otros mitos sobre los
parientes y sus enemigos. En el mismo Napiruli (creador) establece un espacio-
tiempo cerrado en el cual los procesos cosmogónicos de creación se desarrollan
en el marco de reglas de parentesco (patrilocalidad y descendencia patrilineal,
servicio de la novia), y axiomas culturales que dan orden a las experiencias so-
ciales cotidianas (Hill, 1983: 92). El creador instauró el orden y generó a los
primeros seres sacándolos de unos pozos localizados en determinados raudales
localizados en ciertos afluentes del río Negro (Ej.: Hípana, Enu-koa). Una vez
extraídos los primeros ancestros, el creador los distribuyó en un territorio de-
terminado adyacente a su lugar de emergencia y les asignó los lugares en donde
residirían sus descendientes vivos y muertos (Vidal, 1987: 121).
El segundo ciclo, en cambio, se centra en la madre y el hijo primordiales
Amaru y Kúwai, así como en la separación de los animales sociales en cate-
gorías de especies naturales y seres humanos (Hill, 1983: 91-119; Wright,
380 Alberta Zucchi
1981: 353-477; Vidal, 1987: 120; Wright y Hill, 1986: 31-54). El mismo
contiene un caudal de simbolismo sexual y psicológico y también se refiere
a la transición desde el espacio-tiempo mítico durante el cual los seres an-
cestrales emergieron desde la tierra hacia un segundo espacio-tiempo mítico
durante el cual los hombres y las mujeres comenzaron a procrear por medio
del contacto sexual. Los mitos de este ciclo explican cómo las condiciones,
instituciones y órdenes que se iniciaron en los tiempos míticos fueron dados a
toda la gente de hoy. También señala la expansión del mundo a sus dimensiones
actuales, la separación de los mundos espiritual y humano y la transformación
de los hombres en seres culturales, la introducción de la agricultura, el estableci-
miento de las sociedades secretas masculinas y de las ceremonias de iniciación de
jóvenes de ambos sexos, el origen de las enfermedades, así como el paso de las al-
mas al momento de la muerte (Wright, 198l: 354; Hill, 1983; Vidal, 1987, 1994).
En los códigos contenidos en estos mitos también se evidencian amplios
conocimientos geográficos, geopolíticos, ecológicos, botánicos y zoológicos
adquiridos durante una serie de exploraciones por Suramérica, las cuales se-
ñalan: a) los viajes míticos que fueron llevados a cabo por el Kúwai, b) la
ubicación de lugares sagrados relacionados con la creación o emergencia de
la gente o con la llegada de uno o más grupos a una región, c) los lugares
en donde se celebraron ceremonias shamánicas o del culto del Kúwai, d) la
ubicación de recursos estratégicos seculares o rituales, y finalmente, e) una
impresionante red de caminos fluviales y fluvio-terrestres. Es por esto que la
religión del Kúwai también se asocia con un mapa mental o imagen de sitios
y rutas sagradas que representa una infraestructura simbólica que presenta
determinados lugares físicos y espirituales de este y de otros mundos o planos
del cosmos, el cual está basado en el conocimiento y en las enseñanzas lega-
das por este personaje mítico a los antepasados y a sus descendientes (Vidal,
1994; Vidal y Zucchi 2000: 93). Ambos cultos son códigos que permiten re-
crear, transformar y adaptar a las sociedades maipures en nuevos contextos
espacio-temporales (Zucchi, 1993: 134).
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 381
para dar nombre a los lugares geográficos, así como las conexiones entre
los diferentes planos cósmicos. En cambio, en el aspecto secular articulan
una compleja red de rutas que conectan diferentes regiones de Suramé-
rica, que incluyen los caminos abiertos por los Kúwai de cada grupo, y
además ref leja la extensión de las áreas exploradas lo largo del tiempo, la
ubicación y límites de los distintos territorios tribales, así como distintos
sitios y los hitos que han sido explorados y/o utilizados para fines rituales
y seculares por cada uno de los grupos maipures y sus aliados (Vidal y
Zucchi, 2000: 87-109).
Si se acepta la hipótesis de que los emigrantes tempranos se despren-
dieron de alguna de las sociedades matrices, la siguiente pregunta que
debemos hacernos tiene que ver con: a) las características de la migración
permanente de los maipures y b) la transformación de un nuevo territorio
en el territorio tradicional. Cuando observamos la amplia distribución
de las lenguas que integran el grupo maipure del norte es evidente que
en esta diáspora las emigraciones jugaron un rol fundamental. Si bien
las investigaciones sobre las migraciones maipures han sido escasas, los
datos disponibles indican que estos son procesos históricos, variables en
tiempo y en el espacio y cuya causalidad fue múltiple. Un estudio reciente
(Vidal, 1987) señala que existen cuatro tipos: estacional, temporal, per-
manente y de retorno, y que en cada uno de ellos la causalidad, duración
y composición del grupo emigrante es distinta (Vidal, 1987:22-23). Aquí
nos ocuparemos solamente de la emigración permanente, que representa
el traslado definitivo de un grupo hacia una zona que esta fuera de su
territorio ancestral.
Entre los maipures la emigración permanente es un proceso que in-
volucra tres fases: a) la exploración preliminar, b) el traslado propiamen-
te dicho, y c) la progresiva ocupación y adaptación al área receptora. La
exploración preliminar generalmente es llevada a cabo por grupos de
hombres, y está destinada a explorar nuevas áreas potenciales, establecer
384 Alberta Zucchi
contactos con sus pobladores, seleccionar una de ellas y tramitar con sus
ocupantes el permiso correspondiente de asentamiento. Una vez obtenido
este permiso, los exploradores proceden a preparar los primeros cultivos y
luego regresan a su lugar de procedencia. Después del regreso, comienzan
los preparativos para la emigración de todo el grupo.
Una vez en el lugar de destino, se producen otros procesos rituales y se-
culares. El primero de ellos es la re-creación o reorganización del grupo y la
distribución de las unidades sociales en la nueva tierra, mientras que el segundo
es la transformación de la nueva tierra en el lugar de los emigrantes. Durante
el primero de estos procesos entra en vigencia el culto del Napituli y el jefe del
grupo asume ritualmente los poderes de este personaje mítico para “re-crear” a
la gente y a las unidades de descendencia con su respectiva posición jerárquica,
y finalmente, procede a distribuirlos en la nueva tierra. A través de este proceso,
determinados sitios de las zonas receptoras adquieren un carácter sagrado, por
haber sido los lugares en donde líderes shamanes llevaron a cabo la transfor-
mación ritual de los jefes de los patrilinajes emigrantes en los hermanos ances-
trales, es decir, en los fundadores de los sibs que integran una nueva fratria. En
este contexto, a estos últimos se les asigna: a) un oficio o especialidad, b) una
posición jerárquica dentro de la fratria, c) un símbolo totémico y otras parafer-
nalias rituales, así como d) un área específica dentro del nuevo territorio. Es a
través de este proceso ritual-secular que un grupo de emigrantes deja de ser lo
que era, para convertirse en una sociedad nueva y distinta de aquella de la cual
se desprendió (Hill, 1983: 40-42; Vidal, 1987: 137).
Una vez que el primer asentamiento ha sido establecido, se llevan a cabo
otros ajustes sociales, económicos y políticos, mientras que también se estable-
cen procesos formales con los vecinos, los cuales darán forma a su inserción e
interacción con el nuevo ambiente natural y social (Zucchi, 2002: 208-209).
Cuando una unidad social maipure toma la decisión de emigrar per-
manentemente hacia algún lugar ubicado fuera de su territorio ancestral
o tradicional, se produce un regreso simbólico al comienzo del mundo, ya
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 385
Tanto los datos etnográficos como las tradiciones orales de diversos gru-
pos maipures señalan que a partir de las áreas ancestrales (ubicadas en la
cuenca del río Negro) y de las sociedades matrices, gradualmente se despren-
dieron subgrupos (sibs y fratrias) cuya gente emprendió migraciones per-
manentes hacia otros sectores de la cuenca o hacia zonas aún más alejadas
(Bourgue, 1976: 117-143; González Ñáñez, l981: 172-186; Wright, 1981:
11-12; Vidal, 1987: 144), utilizando para ello los Caminos del Kúwai. Ahora
bien, la pregunta que en este punto debemos hacernos se relaciona con los
mecanismos que posibilitaron que estas subunidades sociales migrantes lle-
garan a transformarse en unidades sociales mayores y/o en nuevas sociedades
diferenciadas de aquellas que les dieron origen.
Las sociedades maipures están organizadas en fratrias patrilineales, exo-
gámicas y localizadas que están integradas por sibs patrilineales, exogámi-
cos, localizados y jerarquizados de acuerdo con el orden de emergencia o
nacimiento de cada uno de los hermanos agnáticos ancestrales. Los sibs se
asocian con roles u oficios específicos cuyo rango es el siguiente: capitanes,
shamanes, guerreros, dueños de cantos y bailes y servidores. Entre estos gru-
pos los procesos de fisión, fusión y surgimiento de nuevas sociedades están
estrechamente vinculados con determinadas características de la estructura
social, como la jerarquización, la exogamia y la localización de las unidades
de descendencia (Vidal, 1987: 216).
La jerarquización está determinada por diversos factores corno: a) el or-
den de emergencia o nacimiento de los ancestros míticos o el orden de llega-
da de los antepasados reales de un grupo al territorio tribal, b) el origen no
maipure de los antepasados de ciertas unidades sociales, y c) la pérdida total
Arqueología de los Llanos Occidentales y el Orinoco 389
grupo, cada uno de sus sibs al escindirse tendrá el potencial para constituirse
en un nuevo grupo. En cambio, cuando son los miembros de un linaje o de
un pueblo los que se separan de un determinado grupo y emigran hacia otro
territorio, su continuidad física, socioeconómica y política solo puede ser ga-
rantizada a través de la fusión con otras unidades de descendencia maipures
o no-maipures. Por carecer de la capacidad ritual y secular para re-crear un
nuevo orden social, con la fusión, estos segmentos perderán tanto su condi-
ción diferenciada, como la posición jerárquica que tenían al interior de su
propio grupo, ya que con la asimilación a otra u otras parcialidades general-
mente tendrán un rango menor.
Conclusiones
una agricultura propia o por intercambio (Zucchi y Tarble, 1984: 155- 180,
a-b; 1934: 293-309). La intensificación de las relaciones con los saladoides
durante el primer milenio a. p. seguramente produjo matrimonios interétni-
cos, bilingüismo y también cambios en la lengua baré, que dieron origen al
proto-igneri.
Si entre los 500 y 600 a. p. un segmento de esta población del Orinoco
Medio, integrada por hombres cedeñoides y sus esposas saladoides, hubiera
decidido emigrar hacia nuevos territorios (Ej.: las Guayanas y las Antillas),
su gente sería portadora de la cerámica saladoide, elaborada por las mujeres,
y la lengua ingeri, hablada por los hombres. Si bien esta reconstrucción es
hipotética, ofrece una explicación plausible a la pregunta planteada.
En su momento, cada uno de los modelos que han tratado de explicar la
impresionante expansión de los arahuacos-maipures a través de Suramérica
y el Caribe utilizó la evidencia disponible. No obstante, desde su aparición se
ha acumulado una enorme cantidad de nueva información que no solamente
hace necesaria la permanente revisión de las antiguas interpretaciones sino la
formulación de nuevas hipótesis interpretativas.
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