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ERIC HOBSBAWM

NACIONES Y NACIONALISMO
DESDE 1780

CRÍTICA
BARCELONA
4. LA TRANSFORMACIÓN DEL NACIONALISMO,
1870-1918

Una vez se ha alcanzado cierto grado de desarrollo europeo, las comuni-


dades lingüísticas y culturales de los pudrios, tras madraar silenciosamente
durante los siglos, surgen del mundo de la existencia pasiva como pueblos
(passiver Voiíheü). Adquiera conciencia de sí mismos como faena con un
destino histórico. Exigen controlar el estado, como el instrumento de poder
mis elevado de que se dispone, y luchan por su autodeterminación política.
El cumpleaños de la idea política de la nación y el año del nacimiento de esta
nueva conciencia es 1789, el affo de la Revolución francesa.1

Doscientos años después de la Revolución francesa ningún historiador


serio (y espero que nadie que haya leído el presente libro hasta llegar aquí)
considerará que afirmaciones como la citada al principio de este capítulo
son algo más que ejemplos de mitología programática. A pesar de ello, la
cita parece una afirmación representativa de aquel «principio de naciona-
lidad» que convulsionó la política internacional de Europa después de
1830, creando varios estados nuevos que correspondían, en la medida de
lo posible, a una mitad del llamamiento de Mazzini «Cada nación un esta-
do», aunque menos con la otra mitad, «sólo un estado para la nación ente-
ra».2 Es representativa, en particular, en cinco aspectos: por hacer hincapié
en la comunidad lingüística y cultural, que fue una innovación del siglo
xix,3 por recalcar el nacionalismo que aspiraba a formar o captar estados
en lugar de las «naciones» de estados que ya existían, por su historicismo
y sentido de la niisión histórica, por reclamar la paternidad de 1789 y no en
menor medida por su ambigüedad terminológica y su retórica.
1. K. Rema, Staatmni Natío*, p.W.
2. /M¿.p.9.
3. Cf. Th. Sdñeder, «Typoiogie nod EncbeinmgsfonneB des Nrionilstaats», en
H. A. Wiokkr, ed., Natwttalintuu, KOoigstein im Trame, 1985, p. 128.
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Con todo, si bien a primera vista la cita parece algo que el propio Ma- quia del antiguo régimen, como lo era para los jacobinos.4 Era más inclu-
zzini podría haber escrito, de hecho fue escrita setenta anos después de las so que el vehículo de una literatura distinguida y de expresión intelectual
revoluciones, por un socialista marxiste de origen moravo, en un libro que universal. Era la única cosa que los hada alemanes o italianos, y, por
trataba de los problemas específicos del imperio Habsburgo. En pocas pa- consiguiente, llevaba una carga de identidad nacional mucho más pesada
labras, aunque podría confundirse con el «principio de nacionalidad» que que, pongamos por caso, la que llevaba el inglés pan quienes lo escribían
transformó el mapa político de Europa entre 1830 y el decenio de 1870, en y leían. Sin embargo, aunque la lengua proporcionaba así un argumento
realidad pertenece a una fase postenor y diferente de desarrollo naciona- central para la creación de un estado nacional unificado a las clases me-
lista en la historia europea. dias liberales de Italia y Alemania, en la primera mitad del siglo xix este
El nacionalismo de 1880-1914 difería en Oes aspectos importantes de hecho todavía no se daba en ninguna otra parte. Las reivindicaciones po-
la fase de nacionalismo de Mazzmi. En primer lugar, abandonó el «princi- líticas de independencia de Polonia o Bélgica no se basaban en la lengua,
pio del umbral» que, como hemos visto, ocupaba un lugar central en el como tampoco se basaban en ella las rebeliones de diversos pueblos bal-
nacionalismo de la era liberal. En lo sucesivo cualquier conjunto de per- cánicos contra el imperio otomano, que produjeron algunos estados inde-
sonas que se consideraran como «nación» reivindicó el derecho a la auto- pendientes. Y tampoco el movimiento irlandés en Gran Bretaña. En cam-
determinación, que, en úhunó término, significaba el derecho a un estado bio, allí donde movimientos lingüísticos ya tenían una base política
aparte, soberano e independiente para su territorio. En segundo lugar, y a significativa, como en las tierras checas, la autodeterminación nacional
consecuencia de esta multiplicación de naciones «no históricas» en poten- (en contraposición al reconocimiento cultural) todavía no era motivo de
cia, la etnicidad y la lengua se convirtieron en k» criterios centrales, cada disputa y nadie pensaba seriamente en la instauración de un estado aparte.
vezmásoedsivosoirolusoúnkTOdclacondkita No obstante, desde las postrimerías del siglo xvm (y en gran parte bajo
Sin embargo, hubo un tercer cambio que afectó no tanto a k» movimientos la influencia intelectual alemana) Europa en presa de la pasión romántica
nacionales no estatales, que ahora se volvieron cada vez nías numerosos y por el campesinado puro, sencillo y no corrompido, y para este redescu-
ambiciosos, sino a los sentimientos nacionales dentro de los estados-na- brimiento foldórico de «el pueblo» las lenguas vernáculas que éste ha-
ción establecidos: un marcado desplazamiento hacia la derecha política de blaba eran importantísimas. Con todo, si bien este renacimiento cultural
la nación y la bandera, para el cual se inventó realmente el término «nacio- de signo populista proporcionó los cimientos pan muchos movimientos
na]ismo»enelúltinwdeceiiio(olosúltiinosd nacionalistas subsiguientes y, por lo tanto, se ha contado justificadamente
de Renner representa los dos primeros de estos cambios, pero (procedien- como la primen fase (la «fase A») de su desarrollo, él propio Hroch deja
do de la izquierda) es muy claro que no representa el tercero.
Hay tres razones por las cuales no se ha reconocido a menudo la tar- 4. «Todos k» Rúembros del soberano (pueblo) pueden ocupar lodos los puestos (pó-
danza con que el criterio étmco-lingttfstico pan definir una nación real- Micos); es deseable que lodos k» ocupen por rotación, antes de volver a sos ocupaciones
mente se volvió dominante. La primera es que los dos movimientos na- agrícolas o mecánicas. Este estado de cosas nos plantea la siguiente alternativa. SÍ estos
cionales no estatales más prominentes de la primera mitad del siglo XK se puestos los ocupan hombres incapaces de expresarte en la lengua nacional o de escribirla,
¿cómo pueden salvaguardarse k» derechos de los ciudadanos mediante documentos cuyos
basaban esencialmente en comunidadrs de gentes cultas, unidas porenci- textos contienen errores de terminología, ideas carentes de precisión ... en una palabra, todos
ma de las fronteras políticas y geográficas por el uso de una lengua acre- los síntomas de la ignorancia? Si, en cambio, esta ignorancia tuviera que excluir a hombres
ditada de alta cultura y su literatura. En el caso de los alemanes y tos de los puestos públicos, pronto veríamos el renacimiento de aquella aristocracia que en otro
italianos, su lengua nacional no era meramente un cómodo recurso admi- tiempo usaba d patota como signo de afabilidad protectora al hablar con aquellos a quienes
insolentemente llamaba "las clases inferiores" (les petiu g«ns). Pronto volvería la sociedad a
nistnti vo o un medio de unificar la comunicación a escala estatal, como el
francés lo había sido en Francia desde la ordenanza de VUlers-Cotteretsen clases separadas se establecerá una especie de jerarquía. Así, la ignorancia de la lengua haría
1539, o incluso un recurso revolucionario para poner las verdades de la que el bienestar social corriese peligro, o destruiría la igualdad.» (Del Rappon del Abbé
libertad, la ciencia y el progreso al alcance de todos, asegurar la perma- Grégoire, citado en Fernand Branot, Histoire de ¡a languffnmfaise. París, 1930-1948, vol.
nencia de la igualdad de k» ciudadanos e impedir que resucitan la jerar- IX, I. pp. 207-208.)
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bien claro que en ningún sentido era todavía un movimiento político del mente explosivo en la política británica. Con todo, a menudo se olvida que
pueblo en cuestión, ni entrañaba ninguna aspiración o programa de carác- este fue también el periodo en que por primera vez se reconocieron oficial-
ter político. A decir verdad, la mayoría de las veces el descubrimiento de mente los intereses nacionales gakses como tales (la ley de 1881 que re-
la tradición populary su transformación en la «tradición nacional» de al- glamentaba el cierre dominical de establecimientos se ha calificado de
gún pueblo campesino olvidado por la historia fueron obra de entusiastas «primera ley del parlamento claramente galesa»)1 y en que Escocia* adqui-
de la clase gobernante o élite (extranjera), tales como los alemanes bálti- rió tanto un modesto movimiento que propugnaba el autogobierno como,
cos o los suecos finlandeses. La Sociedad de Literatura Finlandesa (fun- por medio de la denominada «fórmula Goschen», una parte nacional ga-
dada en 1831) fue creada por suecos, sus anales se llevaban en lengua rantizada del gasto público del Reino Unido. El nacionalismo interior
sueca y, al parecer, todos los escritos de Snellman, el principal ideólogo también podía aparecer —como ocurrió en Francia, Italia y Alemania—
del nacionalismo cultural finlandés, estaban redactados en sueco.9 Aunque bajo la forma del auge de los movimientos derechistas para los cuales se
nadie podría negar la proliferación de movimientos culturales y lingüísti- acuñó el término «nacionalismo» en este período, o, de modo más general,
cos en toda Europa durante el período comprendido entre tos decenios de bajo la forma de xenofobia política que halló su expresión más deplorable,
1780 y 1840, es un error confundir la fase A de Hroch con su fose B, en aunque no única, en el antisemitismo. Que un estado tan relativamente
que ha nacido un conjunto de activistas dedicados a la agitación política a tranquilo como Suecia sufriera en esta época una sacudida a causa de la
favor de la «idea nacional», y todavía menos con su «fase C», en que pue- secesión de Noruega (1907) (secesión que nadie propuso hasta el decenio
de contarse con el apoyo de las masas a la «idea nacional». Como de- de 1890) es, como mínimo, tan significativo como la parálisis de la políti-
muestra el caso de las islas Británicas, no hay, dicho sea de paso, ninguna ca de los Habsburgo a causa de agitaciones nacionalistas rivales.
relación necesaria entre los movimientos del renacer cultural de este tipo y Asimismo, es durante este período cuando vemos cómo tos movi-
las agitaciones nacionales o los movimientos de nacionalismo político mientos nacionalistas se multiplican en regiones donde antes eran desco-
subsiguientes, y, a la inversa, puede que al principio tales movimientos nocidos, o entre pueblos que hasta entonces sólo tenían interés para los
nacionalistas tuvieran poco o nada que ver con elresurgimientocultural. folcloristas, e incluso por primera vez, teóricamente, en el mundo no oc-
La Folklore Society (1878) y el renacer de la canción folclórica en Ingla- cidental. Hasta qué punto los nuevos movimientos antiimperialistas pue-
terra no eran oías nacionalistas que la Gypsy Lore Society. den considerarse nacionalistas dista mucho de estar claro, aunque es in-
La tercera razón se refiere a la identificación étnica en lugar de lin- negable que la ideología nacionalista occidental influía en sus portavoces
güistica. Radica en la falta —hasta muy entrado el siglo— de teorías o y activistas, como en el caso de la influencia irlandesa en el nacionalismo
pseudoteorfas influyentes que identifiquen las naciones con la descen- indio. Sin embargo, aunque nos limitemos a Europa y sus alrededores, en
dencia genética. Volveremos a ocuparnos de ello más adelante. 1914 encontramos muchos movimientos que apenas existían, o no exis-
La creciente importancia de «la cuestión nacional» en los cuarenta tían en absoluto, en 1870: entre los armenios, los georgianos, los lituanos
años anteriores a 1914 no se mide sencillamente por su intensificación y otros pueblos bálticos y los judíos (tanto en su versión sionista como en
dentro de los antiguos imperios multinacionales de Austria-Hungría y la no sionista), entre los macedonios y los albaneses en los Balcanes, los
Turquía. Ahora era un asunto significativo en la política interior de vir- rutenos y los croatas en el imperio Habsburgo —el nacionalismo croata no
lualmente todos los estados europeos. Así, incluso en el Reino Unido ya no debe confundirse con el anterior apoyo de los croatas al nacionalismo yu-
se limitaba al problema irlandés, aun cuando también creció el nacionalis- goslavo o ««lirio»—, entre los vascos y los catalanes, los galeses, y, en
mo irlandés ostentando este nombre —el numero de periódicos que se
autodenominaban «nacionales» o «nacionalistas» aumentó de 1 en 1871 a
33 en 18916 pasando por 13 en 1881—y se convirtió en un factor política- investigaciones inéditas de la piensa provincial irlandesa, 1852-1892, de Mary Loo Legg del
BirbeckCoUege.
7. Véase «Repon of thc Commissioners appointed lo inquirc into be operstion of tbe
5. E.JuttikiUyK.PkioeoMWito^ty'FmtomiHcldnki, I975.p. 176.
Sunday ctosing (Wales) Act, 188)». PaHiameutary /Vrrs,H.o.C, voI.XI,de I890;K-O.
6. Debo estos datos, extraídos del Newspaper Press Directory de aquel tiempo, a las Morgan. Wales. rebirth ofa nation 1880-1980, Oxford. 1982, p. 36.
116 NACIONES Y NACIONALISMO LA TRANSFORMACIÓN DEL NACIONALISMO 117

Bélgica, un movimiento flamenco claramente radicalizado, así como in- nacionalismo vasco llevaba unos treinta años de retraso respecto del mo-
esperados toques de nacionalismo local en lugares como Centena. Hasta vimiento catalán, aunque el desplazamiento ideológico del autononúsmo
podemos detectar los primeros síntomas de nacionalismo árabe en el im- vasco de la defensa o la restauración de antiguos fueros feudales a un ar-
perio otomano. gumento lingüístko-racial fue repentino: en 1894, menos de veinte años
Como ya hemos sugerido, la mayoría de estos movimientos recalcaba después del fin de la segunda guerra carlista, Sabino Arana fundó su Par-
ahora el elemento lingüístico o étnico (o ambos a la vez). Que con tre- tido Nacionalista Vasco (PNV), inventando de paso el nombre vasco del
cuencia esto era novedad puede demostrarse fácilmente. Antes de la fun- país («Euskadi»), que hasta aquel momento no existía,''
dación de la Uga Gaélica (1893), que al principio no tenía objetivos polí- En el otro extremo de Europa, los movimientos nacionales de los pue-
ticos, la lengua irlandesa no era uno de los elementos del movimiento blos bálticos apenas habían salido de sus primeras fases (culturales) en el
nacional irlandés. No figuraba ni en la agitación de O'Conncll —aunque último tercio de siglo, y en los remotos Balcanes, donde la cuestión mace-
el Libertador era natural de Kerry y hablaba gaélico— ni en el programa donia alzó su ensangrentada cabeza después de 1870, la idea de que las
de los femaras. Ni siquiera se hicieron intentos de crear una lengua irlan- diversas nacionalidades que vivían en el territorio deberían distinguirse
desa uniforme, partiendo del habitual complejo de dialectos, hasta des- por su lengua fue la última de las muchas que asaltaron a los estados de
pués de 1900. El nacionalismo finlandés tenía por objeto defender la au- Serbia, Grecia, Bulgaria y la Sublime Puerta, que luchaban por él." Los
tonomía del gran ducado bajo los zares, y los liberales finlandeses que habitantes de Macedonia se habían distinguido por su religión, o, de no ser
surgieron después de 1848 se tenían a sí mismos por los representantes de así Jas reiviiKh\»riooesó^ esta u otra parte de ella se basaban en la histo-
una sola nación bilingüe. El nacionalismo finlandés no pasó a ser esen- ria comprciKliói entre la Edad Media y la Aiitigikdad o, en otros <^sos, en
ciahnente lingüístico hasta, aproximadamente, el decenio de 1860 (en que argumentos etnográficos acerca de costumbres y prácticas rituales comu-
un edicto imperial mejoró la posición pública de la lengua finlandesa nes. Macedonia no se transformó en un campo de batalla para los filólogos
trente a la sueca), pero hasta el decenio de 1880 la rocha lingüística siguió eslavos hasta el siglo xx, momento en que los griegos, que no podían
siendo en gran parte una lucha de clases interna entre tos finlandeses de competir en este terreno, buscaron la compensación recalcando una etm-
clase baja (representados por los Femóme?*, partidarios de una sola na- cidad imaginaria.
ción con el finlandés por lengua) y la rainoría sueca de clase arta, repre- Al mismo tiempo —aproximadamente en la segunda mitad de siglo—
sentada por los Svtcomen (que argüían que el país contenía dos naciones el nacionalismo étnico recibió enormes refuerzos: en la práctica, de las
y, por ende, dos lenguas). Hasta después de 1880, rnomento en que el za- migraciones geográficas de pueblos, cada vez más masivas; y en teoría, de
rismo adoptó su propia postura nacionalista y rusificadora, no coincidió la la transformación de ese concento central de la ciencia social del siglo xix
lucbaporlaaiitoiwiníaconlaluchaporlalenguayUc^tura,' que es la «raza». Por un lado, la antigua división de la humanidad en unas
Tampoco el catalanismo como movimiento (conservador) cultural y cuantas «razas» que se distinguían por el color de la piel se amplió ahora
lingüístkx)serenK)ntamfealládel6^cenk>del850ylafiestaóek)sJocs hasta convertirla en una serie de distinciones «raciales» que separaban a
Floráis (análogos a to» Eisteddfodau galeses) no se resucitó antes de 1859. pueblos cuya piel clara era aproximadamente la misma, tales como los
La lengua misma no se estandarizó eficazmente hasta el siglo xx,* y el re- «arios» y tos «semitas», o, entre los «arios», a los nórdicos, los alpinos y
gionalismo catalán no se interesó por la cuestión lingüística hasta media- los mediterráneos. Por otro lado, el evolucionismo darviniano, comple-
dos del decenio de 1880 o más larde.I0 Se ha sugerido que el desarrollo del mentado más adelante por lo que daría en llamarse «genética», propor-
cionó al racismo algo que parecía un poderoso grupo de razones «cientí-
8. Joítíluúa y Pirineo, ^Aüwi7£/roi/an<í,pp. 176-186.
9. Carfc*Riba,«<>tt«yidedefeTOirt4u«tiició<fcl' 11. H.-J. Poblé, «Bukischer Nationalisinus ím spuúschen Kontext», en H. A.
71 (mayo de 1984), pp. MHÍ2. S« trtta del texto de una confereocú pronunci»(U origii»«l- Winkkr.eA, Witíwiofijmitt i* fa WMrv0nftai<e, Gringa, 1982. p. 61.
taeniee*l939.
12. Caraegie Endowment for Intenutionat Pernee, Repon ofthe haernational Com-
10. Fraocesc Vallverdd, «El caUl* al Kgle xnw, L'Avcmf. 27 (mayo de 1980), mission lo Emptire into the Canse and Conduel oftht Baikans Wars, Washington. 1914,
pp. 30-36.
p.27.
118 NACIONES Y NACIONALISMO LA TRANSFORMACIÓN DEL NACIONALISMO 119

ficas» para impedir la entrada a los forasteros e incluso, como ocurriría los extranjeros. Desde el punto de vista social, tres fenómenos aumentaron
más adelante, expulsarlos y asesinarlos. Todo esto ocurrió relativamente considerablemente las posibilidades de crear nuevas formas de inventar
tarde. El antisemitismo no adquirió su carácter «racial» (en contraposición comunidades «imaginadas» o incluso reales como nacionalidades: la re-
a su carácter religioso-cultural) hasta alrededor de 1880; los principales sistencia de los grupos tradicionales que se veían amenazados por la em-
profetas del racismo alemán y francés (Vacber de Lapouge, Houston bestida de la modernidad; las clases y estratos nuevos y no tradicionales
Stewart Chamberlain) pertenecen al decenio de 1890, y los «nórdicos» no que crecían rápidamente en las sociedades en vía de urbanización de los
entran en el discurso racista, o en cualquier otro discurso, hasta 1900 países desarrollados; y las migraciones sin precedentes que distribuían
aproximadamente.13 una diáspora múltiple de pueblos por todo el globo, cada uno de ellos fo-
Los vínculos entre el racismo y el nacionalismo son obvios. La «raza» rastero para los nativos y otros grupos migrantes, y ninguno de ellos, to-
y la lengua se confundían fácilmente como en el caso de los «arios» y los davía, con los hábitos y convenciones de la coexistencia. El peso y el rit-
«semitas», lo cual causaba mucha indignación a estudiosos con escrúpu- mo del cambio en este período bastarían por sí solos para explicar por qué
los como Max Muller, que señalaban que la «raza», concepto genético, no en tales circunstancias se multiplicaban las ocasiones de que se produjeran
podía inferirse de la lengua, que no era heredada. Además, hay una ana- fricciones entre los grupos, aunque nos olvidáramos de los temblores pro-
logía evidente entre la insistencia de los racistas en la importancia de la vocados por la «gran depresión» que tan a menudo, en estos años, sacudió
pureza social y los horrores de la mezcla de razas y la insistencia de tantas la vida de las personas pobres y de posición económica modesta o inse-
—tentado estoy de decir la mayoría—formas de nacionalismo lingüístico gura. Lo único que se necesitaba para que el nacionalismo entrase en la
en la necesidad de purificar la lengua nacional de elementos extranjeros. política era que grupos de hombres y mujeres que se veían a sí mismos o
En el siglo xoc los ingleses eran excepcionales porque se jactaban de sus eran vistos por otros como ruritanos estuviesen dispuestos a escuchar el
orígenes mezclados (britanos, anglosajones, escandinavos, normandos, argumento de que sus motivos de descontento eran causados de algún
escoceses, irlandeses, etcétera) y se gloriaban de la mezcla filológica de su modo por el tratamiento inferior (con frecuencia innegable) de que eran
lengua. Con todo, k> que acercaba la «raza» y la «nación» aún más era la objeto por parte de otras nacionalidades, o comparado con el que éstas
costumbre de utilizar ambas como sinónimos virtuales, generalizando de recibían, o por parte de un estado o clase dirigente no mritano. En todo
la misma forma descabellada acerca del carácter «racial»/«nacional», caso, en 1914 los observadores ya eran propensos a sorprenderse al ver
como a la sazón estaba de moda. Así, antes de la Entente Cordíale anglo- unas poblaciones europeas que todavía parecían completamente insensi-
francesa de 1904, un escritor nances comentó que el acuerdo entre los dos bles a cualquier llamamiento basado en la nacionalidad, aunque ello no
países quedaba descartado por imposible debido a la «enemistad heredi- significaba forzosamente adhesión a un programa nacionalista. Los ciu-
taria» entre las dos razas." El nacionalismo lingüístico y el étnico se re- dadanos norteamericanos que descendían de inmigrantes no exigían que el
forzaban mutuamente de esta manera. gobierno federal hiciera concesiones lingüísticas o de otro tipo a su na-
No ha de sorprendemos que el nacionalismo ganara terreno tan rápi- cionalidad, pero, a pesar de ello, todo político demócrata sabía perfecta-
damente entre el decetik)O> 1870 y 1914. Estaba en función de cambios mente que se obtenían buenos resultados apelando a los irlandeses como
tanto sociales como políticos, por no hablar de una situación internacional irlandeses y a los polacos como polacos.
que proporcionaba muchas oportunidades de expresar hostilidad para con Como hemos visto, los principales cambios políticos que convirtieron
una receptividad potencial a los llamamientos nacionales en recepción
13. ¡•Xaa^7towaitnMtf^fin:EMmi*inlW,mUli*a*n,l979,p.lto. real fueron la democratización de la política en un número creciente de
Uiuttz««nónfici>. tajo ese nombre apcracc por primera vez en U Itentnn clasificador* de estados y la creación del moderno estado administrativo, movilizador de
ta lompototfi e» 1898. OED S*ppiemexr. «nonbc». B ténnino parece pertenecer a J. De-
a»lw.*acCTrtptfiyfcy^rfafcrrg,pfcfa, 1900.peto k> adoptaron lo»rarótai porqoc k> CT^
ciudadanos y capaz de influir en ellos. Y, pese a todo, el auge de la política
"wtnroaapropMfopndewnlwiUrranrfwydohm de masas nos ayuda a reformular la cuestión del apoyo popular al nacio-
ríoridad. nalismo en vez de responder a ella. Lo que necesitamos descubrir es
14. lean Freo*. Race prejwdict, Londres, 1906. pp. v-vi. exactamente qué significaban las consignas nacionales en política, y si
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120 NACIONES Y NACIONALISMO

tenían el mismo significado para grupos sociales diferentes, cómo cam- tandaiización de lenguas literarias y de cultura que ya existen y la resu-
biaban, y en qué circunstancias se combinaban o eran incompatibles con ttección de lenguas muertas o casi extinguidas, lo que equivale virtual-
otras consignas que podían movilizar a la ciudadanía, cómo predomina- mente a inventar una lengua nueva, pasando por la formación de lenguas
ban sobre ellas o no. utilizando el habitual complejo de dialectos que coinciden en parte. Por
Identificar la nación con la lengua nos ayuda a responder a tales inte- que, contrariamente a lo que afirma el mito nacionalista, la lengua de un
rrogantes, ya que el nacionalismo lingüístico requiere esencialmente el pueblo no es la base de la conciencia nacional, sino, citando a Einar Hau
control de un estado o, como mínimo, la obtención de reconocimiento gen, un «artefacto cultural».'7 Un ejemplo claro de ello es la evolución de
oficial para la lengua. Es obvio que esto no tiene la misma importancia las modernas lenguas vernáculas indias.
para todos los estratos o grupos de un estado o nacionalidad, o para todos La «sanscritización» deliberada del bengalí literario que surgió en el
los estados o nacionalidades. En todo caso, en el fondo del nacionalismo siglo xix como lengua de cultura no sólo separó las clases altas alfabetiza-
de la lengua hay problemas de poder, categoría, política e ideología y no das de las masas populares, sino que, además, «hinduizó» la alta cultura
de comunicación o siquiera de cultura. Si la comunicación o la cultura hu- bengalí, rebajando así la categoría de las masas musulmanes bengalfes; a
biese sido el problema más importante, el movimiento nacionalista (sio- cambio de ello se ha notado cierta «de-sanscritización» en la lengua de
nista) judío no hubiera optado por un hebreo moderno que nadie hablaba Bangladesh (Bengala Oriental) desde la partición. Todavía más instructi-
todavía, y cuya pronunciación era distinta de la que se usaba en las sina- vo es el intento que hizo Gandhi de crear y mantener una sola lengua hindi
gogas europeas. Rechazó el yiddish, que era la lengua del 95 por 100 de basada en la unidad del movimiento nacional, es decir, de evitar que las
los judíos askenazis del este de Europa y de sus emigrantes al oeste: es de- variantes hindú y musulmana de la lengua franca común del norte de la
cir, la lengua de una mayoría considerable de todos los judíos del mundo. India se separasen demasiado, al mismo tiempo que proporcionaba una
Se ha dicho que, para 1935, dada la abundante, variada y distinguida lite- alternativa nacional del inglés. Sin embargo, los paladines con mentalidad
ratura creada para sus diez millones de hablantes, el yiddish era una de las ecuménica del hindí chocaron con la oposición de un grupo acérrima-
«principales lenguas "alfabetizadas" de la época».15 Y tampoco el movi- mente pro hindú y antimusulmán (y, por ende, contrario al urdu) que en el
miento nacional irlandés hubiese emprendido, después de 1900, la inútil decenio de 1930 se hizo con el control de la organización formada por el
campana que tenía por objeto reconvertir a los irlandeses a una lengua que Congreso Nacional para propagar la lengua, lo cual empujó a Gandhi,
la mayoría de ellos ya no comprendía y que los que se disponían a ense- Nehra y otros líderes del Congreso a dimitir de esta organización (la Hin-
ñársela a sus compatriotas hada poco que habían comenzado a aprenderla di Sahitya Samuelan o HSS). En 1942 Gandhi volvió a ocuparse del pro-
de forma muy incompleta.16 yecto de crear un «hindi amplio», pero no tuvo éxito. Mientras tanto, la
A la inversa, como demuestra el ejemplo del yiddish, y como confir- HSS creó un hindi estandarizado a su propia imagen y finalmente cons-
ma aquella edad de oro de las literaturas dialectales que rae el siglo XDC, la truyó centros de examen para diplomas secundarios y universitarios en la
existencia de un idioma muy hablado o incluso muy escrito no generaba citada lengua, que, por consiguiente, fue estandarizada para la enseñanza,
necesariamente nacionalismo basado en la lengua. Tales lenguas o litera- dotada de una «junta de terminología científica» para la ampliación de su
turas podían verse a sí mismas y ser vistas de modo muy consciente como vocabulario en 1950 y coronada por una enciclopedia hindi que se inició
complementos, en lugar de competidoras, de alguna lengua hegemónica en 1956.'»
de cultura y comunicación en general.
17. Binar Haugen, Language cortfUcte and tanguage píaming: tke COK afmoáern
El elemento político-ideológico es evidente en el proceso de cons-
Norwegian, ti Hay», 1966; dd mismo autor, «The Scandúumaa Unguages n cutara! arti-
trucctón de la lengua que puede oscilar entre la simple «corrección» y es- ftictt», en Joshua A. Físhman, Chulés A. Ferguson, Jyotíndn Das Capta, edt., LattgHage
problems afatvelofrimg natiota. Nueva York-Londm-SydMy-Tonnto, 1968, pp. 267-284.
18. J. Bhattacharyya, «Langnage, class and comnwoity in Bengal», Semtk Asia Bu-
15. Lew» GÜaeit, «Viewpoint: the recovo? oí Hebrew», Timtf Uterary Suppte- lletín, VH, 1 y 2 (oferto de 1987). pp. 56-63; S, N. Mukherjee, «Bhadrmk* in Bengaü Lan-
meat. 17 (joniode 1983), p. 634. guage and Hientore: an enay oo the language of class and status», Bengal Past A fnsent.
16.

L
122 NACIONES Y NACIONALISMO
LA TRANSFORMACIÓN DEL NACIONALISMO 123

De hecho, las lenguas se vuelven ejercicios más conscientes de inge- administración, ¿cómo iban los idiomas regionales o rurales a transfor-
niería social de forma proporcionada en la medida en que su importancia marse en lenguas capaces de competir con las lenguas de cultura nacional
simbólica predomina sobre su uso real, como atestiguan los diversos mo- o mundial predominantes, y mucho menos dar realidad a lenguas que vir-
vimientos que pretenden «rodigenizar» su vocabulario o hacerlo más au- tualmeate no existían? ¿Cuál hubiera sido el futuro del hebreo si el man-
ténticamente «nacional». EL ejemplo reciente más conocido de ello es la
dato británico de 1919 no to hubiera aceptado como una de las tres len-
lucha de los gobiernos franceses contra e\ Las pasiones míe hay guas oficiales de Palestina, en unos momentos en que el número de
detrás de ellos son fáciles de comprender, pero no tienen nada que ver con personas que lo hablaban como lengua cotidiana era inferior a las 20.000?
el habla, la escritura, la comprensión o siquiera el espíritu de la literatura. Aparte de un sistema de educación secundaria o incluso terciaria en fin-
El noruego con influencias del danés era y sigue siendo el medio principal landés, ¿qué podía remediar el hecho observado de que, al solidificarse tas
de la literatura noruega. La reacción que hubo contra él en el siglo XDÍ fue líneas lingüisticas en Finlandia en las postrimerías del siglo xix, «la pro-
nacionalista. Como indica su tono, el Casino Alemán de Praga, que, en el porción de intelectuales que hablaban sueco era muchas veces mayor que
decenio de 1890, declaró que aprender el checo—a la sazón la lengua del la de personas normales y corrientes que hablaban dicha lengua», es decir,
93 por 100 de la población de la ciudad— era traición,19 no hacia una que los finlandeses cultos seguían encontrando el sueco más útil que su
afirmación relativa a las comunicaciones. Los entusiastas de la lengua ga- lengua materna?11
lesa que en este mismo momento están ideando topónimos cfmricos para Con todo, por mucho que simbolicen las aspiraciones nacionales, las
lugares que nunca tuvieron ninguno hasta boy saben muy bien que los ha- lenguas tienen un número considerable de aplicaciones prácticas y so-
blantes de gales no necesitan «cimrizar» el nombre de Birmingham más ciahnente diferenciadas, y las actitudes ante la lengua (o tas lenguas) que
de lo que necesitan hacer lo propio con el de Bamako o de cualquier otra se elijan como la oficial (u oficiales) a efectos administrativos, educativos
ciudad extranjera. Sin embargo, sea cual fuera la causa de la construcción o de otro tipo, difieren en consecuencia. Recordemos, una vez más, que el
y la manipulación planificadas de la lengua, y con independencia del elemento controvertible es la lengua escrita, o la lengua hablada para fi-
grado de transformación que se prevea, el poder del estado es esencial nes públicos. La lengua o lenguas que se hablen dentro de la esfera de co-
para ello.
municación privada no plantean problemas serios ni siquiera cuando
Excepto por medio del poder del estado, ¿cómo podía el nacionalismo coexisten con lenguas públicas, toda vez que cada una de ellas ocupa
rumano insistir (en 1863) en sus orígenes latinos (en contraposición a los su propio espacio, como saben todos los niños cuando dejan el idioma
eslaVOS„ ,V ..«¿«uva
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luocauan; "*-' e imprimiendo la lengua apropiado para hablar con los padres por el que usan para hablar con los
en caracteres romanos en vez de los cirílicos habituales hasta entonces? maestros o los amigos.
(EIcwrKtedeSedlnitzky.jefeo^poIidao^kwHabsbuigobajoMetteníkh,
Por otra parte, si bien la extraordinaria movilidad social y geográfi-
había practicado una forma parecida de política cultural-lingüístíca sub- ca del período obligó o alentó a un número sin precedentes de hombres
vencionando la impresión de obras religiosas ortodoxas en caracteres —e incluso, a pesar de su confinamiento en la esfera privada, de muje-
romanos en lugar de cirílicos, con el fin de combatir las tendencias pa- res— a aprender nuevas lenguas, este proceso en sí mismo no planteaba
neslavas entre tos eslavos del imperio Habsburgo.)20 Excepto con el apo- necesariamente problemas ideológicos, a menos que una lengua fuese re-
yo de las autoridades públicas y el reconocimiento en la educación y la chozada de modo deliberado y sustituida por otra, generalmente —mejor
dicho, casi umversalmente— como medio de entrar en una cultura más
95. Z" parte (julkvdicienibre de 1976). pp. 225-237; J. Das GupU y Jota Gompera, «Laa- amplia o en una clase social superior identificada con una lengua dife-
gaage, communkatioii ind control ín Nortfc India», en Hshman. Pttgusoo, Da Capta, eds.,
Langmagepn^lfms,pp. 151-166. rente. No hay duda de que esto ocurría con frecuencia, por ejemplo en el
19. B. Suttner, Dié BaJenúchat SpntdiatverorAumgtn van 1897,2 vob., Graz-Co- caso de tos judíos askertazis de clase media asimilados en la Europa cen-
kmta, 196a 1965. vo). O, pp. 86-88. tral y occidental que se enorgullecían de no hablar o siquiera entender el
20. í. Ffehman, «The sacMogy of language: an iotenfiacípliaary appfoadi», en T. E.
Sebeóle, «L, Cumia trenes «tmgiústicJ, wL 12***, U Haya-Parfa, 1974, p. 1.755. 21. IUttüu¡*yPiñnea,AliúKHyofFialmul,p. 176.
124 NACIONES Y NACIONALISMO LA TRANSFORMACIÓN DEL NACIONALISMO 125
yiddish, o, probablemente, en algún momento de la historia familiar del de ganado— y la forma más fácil de resolverlo consistía en aprender lo
suficiente de la lengua nacional (o de una lengua nacional) para ir tirando.
de la Europa central cuyo apellido indica el origen obviamente eslavón. Tanto más cuanto que las dos grandes instituciones de educación de las
Sin embargo, la mayoría de las veces las lenguas viejas y las nuevas vivían masas, la escuela primaria y el ejército, introdujeron algunos conocimien-
en simbiosis, cada una de ellas en su esfera propia. Para la clase media tos de la lengua oficial en todos los bogares.23 No es extraño que tas len-
culta de Venecia hablar italiano no suponía dejar de lado el dialecto ve- guas de uso puramente local o socialmente restringido perdieran terreno
neciano en casa o en el mercado, no más de k> que el bilingüismo de Lloyd ante las de uso más amplio. Tampoco hay indicios de que este cambio y
George representaba traicionar su lengua natal, el gales. esta adaptación lingüísticos encontraran resistencia desde abajo. Entre dos
Así pues, la lengua hablada no planteaba problemas políticos de im- lenguas, la que era más usada gozaba de grandes y evidentes ventajas, sin
portancia a los estratos superiores de la sociedad ni a las masas trabajado- adolecer de ninguna desventaja visible, por cuanto no había nada en ab-
ras. Ingente de aniba hablaba una de las knguas de cu) tura más amplia, y soluto que impidiera el uso de la lengua materna entre personas monolin-
si su propia lengua vernácula nacional o familiar no era una de ellas, sus gttes. Sin embargo, el bretón monolingüe estaba perdido fuera de su re-
hombres —y a principios del decenio de 1900 a veces incluso sus muje- gión natal y sus ocupaciones tradicionales. En otras partes él o ella eran
res— aprendían una o más de ellas. Naturalmente, hablaban la lengua na- poco más que un animal: un manojo de músculos mudos. Desde el punto
cional estándar en su versión «culta», con o sin acento regional o un toque de vista de los pobres que buscaban trabajo y querían mejorar de posición
de vocabulario igualmente regional, pero generalmente de una manera en un mundo moderno, nada malo había en que los campesinos se volvie-
que los identificaba como miembros de su estrato social.21 Podían o no ran franceses, polacos e italianos que aprendían inglés en Chicago y de-
hablar la jerga, el dialecto o la lengua vernácula de las clases bajas con las seaban ser norteamericanos.
que tenían relación, según sus propios orígenes familiares, lugar de resi- Si las ventajas de conocer una lengua no local eran obvias, todavía
dencia, crianza, las convenciones de su clase y, por supuesto, la medida en más innegables eran las de saber leer y escribir una lengua de circulación
que la comunicación con dichas clases bajas exigiera conocer su lengua o más amplia, y especialmente una lengua mundial. En América Latina, los
algo de su dialecto criollo o de su lengua tranca. La categoría oficial de que presionan para que en la escuela se ensene en alguna lengua vernácu-
estas lenguas carecía de importancia, toda vez que estaba a su disposición la de ios indios, una lengua que no se escriba, no son los propios indios,
prescindiendo de cuál fuera la lengua de uso oficial y de cultura. sino los intelectuales indigenistas. Ser monolingüe es estar encadenado, a
Para los analfabetos que había catre el pueblo llano el mundo de las menos que tu lengua local sea casualmente una lengua mundial defacto.
palabras era totalmente oral y, por consiguiente, la lengua de los escritos Las ventajas de saber francés eran tales que en Bélgica, entre 1846 y 1910,
oficiales o de cualquier otro tipo no tenía importancia excepto, cada vez los ciudadanos flamencos que se hacían bilingües eran muchos más que
más, como recordatorio de su carencia de conocimiento y poder. La exi- los de habla francesa que se tomaban la molestia de aprender flamenco.24
gencia de los nacionalistas albaneses de que su lengua no se escribiera en El declive de lenguas localizadas o de poca circulación que existen junto a
caracteres arábigos ni griegos, sino utilizando el alfabeto latino, lo que las lenguas principales no necesita explicarse recurriendo a la hipótesis de
significaba que no eran inferiores a los griegos ni a los turcos, obviamente la opresión lingüística nacional. Al contrario, tos esfuerzos admirables y
era ajena a las personas que no sabían leer. A medida que aumentaban los sistemáticos por mantenerlas, a menudo gastando muchísimo dinero, no
contactos entre gentes de procedencia diversa y que la autosuficiencia del han hecho más que demorar la retirada del vendo, el retorromano (ro-
poblado se veta mermada, el problema de encontrar una lengua común se manche/ladino) o el gaélico escocés. A pesar de los recuerdos amargos de
volvió serio —no tanto para las mujeres, confinadas en un medio restrin-
gido, y menos todavía para quienes se dedicaban a la agricultura o la cría 23. Ya en 1794elAbbé Grégoire señaló con satisfacción que «en general, el francés
se habla en nuestros batallones»,« de suponer que porque a menudo se mezclaban hombres
de orígenes regionales diferentes.
22. Ningún cochero viernes, al oír el dialecto de Ochs ven LncbeMU, incluso sin ver
24. A. Zolberg, «The roaking of Flemings and Walloons: Belgtum 1830-1914»,
al hablante, tendría la menor duda de cofl en so comücitia social.
Journal oflnterdiscipiinary History. V/2 (1974). pp. 210-215.
LA TRANSFORMACIÓN DEL NACIONALISMO 127
126 NACIONES Y NACIONALISMO

intelectuales vernáculos a quienes pedagogos poco imaginativos prohi- como los de la clase trabajadora se unieron para ofrecer resistencia al jo-
bían usar su dialecto local o lengua en las aulas donde las clases se impar- ven Lloyd George y su liberalismo nacionalista del norte de Gales, que
tían en inglés o en francés, no hay pruebas de que el grueso de k» padres trataban de identificar la condición de gales con la de gales lingüístico y el
de los alumnos hubiera preferido una educación exclusiva en su propia partido liberal —el sector nacional del principado— con su defensa. Lo
lengua. Por supuesto, la obligación de ser educado exclusivamente en otra consiguieron en el decenio de 1890.
lengua de circulación limitada —por ejemplo, en rumano en vez de búl- Las ciases cuya suerte dependía del uso oficial de la lengua vernácula
garo— tal vez hubiese encontrado más resistencia. escrita eran los estratos intermedios socialmente modestos pero cultos,
De ahí que ni la aristocracia y la gran burguesía por un lado, ni los que incluían a quienes adquirían la condición de personas de clase media
trabajadores y los campesinos por otro mostraran mucho entusiasmo por baja precisamente por ejercer oficios no manuales que requerían instruc-
el nacionalismo lingüístico. La «gran burguesía» como tal no estaba for- ción. Los socialistas de la época, que raras veces usaban la palabra «na-
zosamente comprometida con una de las dos variantes de nacionalismo cionalismo» sin añadirle la expresión «pequeñoburgués», sabían de lo que
que empezaron a destacar en las postrimerías del siglo XDÍ, el chauvinis- hablaban. Las batallas del nacionalismo lingüístico las libraban periodis-
mo imperialista o el nacionalismo de pueblo pequeño, y menos todavía tas provinciales, maestros de escueta y funcionarios subalternos con as-
con el entusiasmo lingüístico be la pequeña nación. La burguesía flamen- piraciones. Las batallas de la política de los Habsburgo, cuando la lucha
ca de Gante y Amberes era, y puede que en parte siga siéndolo, delibera- nacional hizo que la mitad austríaca del imperio fuese virtual mente ingo-
damente francófona y anú-flamingant. Los industriales polacos, la mayo- bernable, se libraron en torno a la lengua en que debía impartirse la ins-
ría de los cuales se consideraban a sí mismo alemanes o judíos antes que trucción en las escuelas secundarias o la nacionalidad de los empleos de
polacos.19 veían claramente que a sus intereses económicos loque más les jefe de estación. Del mismo modo, los activistas pangermanos ultranacio-
convenía era abastecer el mercado ruso, o algún otro mercado supranacio- nalistas en el imperio de Guillermo II procedían en gran parte de las filas
nal, en una medida que engañó a Rosa Luxemburg y la empujó a subesti- de los educados —pero los Oberlehrer más que los profesores— y de los
mar la fuerza del nacionalismo polaco. Por orgullosos que estuvieran de semieducados de una sociedad en expansión y socialmente móvil.
su condición escocesa, los empresarios escoceses hubieran tachado de No deseo reducir el nacionalismo lingüístico a una cuestión de em-
idiotez sentimental cualquier sugerencia de que se abrogara la unión de pleos, del mismo modo que un cierto materialismo vulgar de la tradición
1707. liberal reducía las guerras a una cuestión de beneficios de los fabricantes
Las clases trabajadoras, como hemos visto, raramente eran propensas de armamento. A pesar de ello, no puede comprenderse por completo, y
a apasionarse por la lengua como tal, aunque podía ser un símbolo para menos aún la oposición a él, a no ser que veamos la lengua vernácula
otros tipos de fricción entre grupos. Que la mayoría de los trabajadores de como, entre otras cosas, un interés creado de las clases menores con ins-
Gante y Amberes ni siquiera pudieran comunicarse sin traducción con sus trucción escolar. Además, cada medida que daba a la lengua vernácula
cantaradas de Lieja y Charlen» no impidió que ambos grupos formaran un mayor categoría oficial, especialmente como lengua de enseñanza, multi-
solo movimiento obrero, en el cual la lengua causó tan pocos problemas, plicaba el número de hombres y mujeres que podían participar en dicho
que una obra clásica sobre el socialismo en Bélgica en 1903 ni tan sólo interés creado. La formación de provincias esencialmente lingüísticas en
hizo referencia a la cuestión flamenca: situación inconcebible hoy (tía,2* la India después de la independencia y la resistencia a la imposición de
De hecho, en el sur de Gales tanto los intereses liberales de la burguesía una lengua vernácula (el hindi) como lengua nacional son reflejo de esta
situación: en Tamil Nadu el conocimiento del tamil permite seguir una
25. Wadaw Dlugobonki, «DK pótesete Bfegotum vor 1918 in vergteklicoder carrera pública en todo el estado, a la vez que el mantenimiento del inglés
Perspektive», ea J. Kocfca. ed., AflrgerAm tm 19. JakrktOHÍert: DetucMand ím aavpüi- no hace que la persona educada en tamil se encuentre en desventaja, a es-
fcfen Vergleich, Mnñch. 1988, vol. 1, pp. 266-289.
cala nacional, ante las que hayan sido educadas en otra lengua vernácula.
26. Jotes Destrée y Émife VudervcMe, Le soda/une en 0#/«t4Ne, Pwfe, 1903, ori-
gnubneme 1898. Pwn ser cuctot, bfaibUografí»de 48 páginas contiene un joto titulo sobre De ahí que el momento crucial en la creación de la lengua como ventaja
el praMem flamenco: un panfleto electoral. potencial no sea su admisión como medio de educación primaria (aunque
128 NACIONES Y NACIONALISMO LA TRANSFORMACIÓN DEL NACIONALISMO 129

esto crea automáticamente un nutrido grupo de maestros primarios y nocer a los usuarios educados de la lengua vernácula como élite. Lo que se
adoctrinadores lingüísticos), sino su admisión como medio de educación encontraba amenazado no era su lengua, sino la categoría y la posición
secundaria, tal como se consiguió en Flandes y Finlandia en el decenio de social de los estratos intermedios flamencos o de Quebec. Sólo la protec-
1880. Porque, como sabían muy bien los nacionalistas finlandeses, es esto ción política podía elevarlos.
lo que vincula la movilidad social a la lengua vernácula, y a su vez al na- En esencia, la situación no era diferente allí donde el problema lin-
cionalismo lingüístico. «Fue en gran medida en Amberes y Gante donde güístico era la defensa de un idioma en declive, a menudo un idioma que,
una nueva generación de mentalidad secular, educada en flamenco en es- como el vasco y el gales, se hallaba virtualmente al borde de la extin-
cuelas secundarias públicas... produjo muchos de los individuos y grupos ción en los nuevos centros industriales-urbanos del país. Desde luego, la
que formaron y sostuvieron una nueva ideologíayZom/n£ím/V7 defensa de la lengua antigua significaba la defensa de las costumbres y
Con todo, al crear los estratos vernáculos intermedios, el progreso lin- tradiciones antiguas de toda una sociedad contra las subversiones de la
güístico subrayó la inferioridad, la inseguridad de la categoría y el resen- modernidad: de ahí el apoyo que movimientos tales como el bretón, el fla-
timiento que eran tan característicos de los estratos intermedios inferiores menco, el vasco y otros recibían del clero católico. Hasta este punto no
y que hacían que el nuevo nacionalismo resultara tan atractivo para ellos. eran sencillamente movimientos de clase media. Sin embargo, el nacio-
De esta manera la nueva clase educada en flamenco se encontró entre las nalismo lingüístico vasco no era un movimiento del campo tradicional,
masas flamencas, cuyos elementos más dinámicos se sentían atraídos ha- donde la gente seguía hablando la lengua que el hispanófono fundador del
cia el francés debido a las ventajas prácticas que suponía el conocimiento Partido Nacionalista Vasco (PNV) tuvo que aprender de adulto, como
de dicha lengua, y los niveles superiores de la administración, la cultura y tantos militantes lingüísticos posteriores. El campesinado vasco mostró
los asuntos belgas, que seguían siendo inamoviblemente francófonos.21 El poco interés por el nuevo nacionalismo. Sus raíces estaban en el «medio
hecho mismo de que, para ocupar el mismo puesto, un flamenco tuviera conservador, católico y pequeftoburgués»29 (urbano y costero) que reac-
que ser bilingüe mientras que un belga cuya lengua materna fuese el fran- cionaba contra la amenaza de industrialización y del socialismo proletario
cés apenas necesitara darse por enterado de la existencia del flamenco y ateo de los inmigrantes que la acompañaba, al mismo tiempo que recha-
venía a subrayar la inferioridad de la lengua menor, como más adelante zaba a la gran burguesía vasca cuyos intereses la ligaban a la monarquía
ocurriría en Quebec. (Porque los empleos en los cuales el bilingüismo era española. A diferencia del autonomismo catalán, el PNV recibió sólo apo-
un auténtico valor positivo, y, por ende, las personas bilingües de la len- yo fugaz de la burguesía. Y la pretensión de singularidad lingüística y ra-
gua vernácula inferior se encontraban en situación de ventaja, normal- cial en que se basaba el nacionalismo vasco le resultará familiar a todo
mente eran subalternos.) conocedor de la derecha radical pequeñoburguesa: los vascos eran supe-
Hubiera cabido esperar que los flamencos, como los habitantes de riores a otros pueblos debido a su pureza racial, demostrada por la singu-
Quebec, con la demografía a su favor, contemplasen el futuro con con- laridad de la lengua, que reflejaba la negativa a mezclarse con otros pue-
fianza. Al fin y al cabo, en este sentido eran más afortunados que los ha- blos, sobre todo con árabes y judíos. Más o menos cabe decir lo mismo de
blantes de idiomas rurales antiguos y en decadencia como el irlandés, el los movimientos de un nacionalismo exclusivamente croata que apareció
bretón, el vasco, el frisón, el romanche o incluso el gales que, abandona- por primera vez en pequeña escala en el decenio de 1860 («apoyado por la
dos a su suerte, obviamente no podían competir en una lucha por la exis- pequeña burguesía, principalmente por los detallistas y los comerciantes
tencia, una lucha puramente darviniana entre lenguas. El flamenco y el modestos») y logró establecerse hasta cierto punto —también entre el
francés canadiense en modo alguno se veían amenazados como lenguas, mismo tipo de clase media baja con apuros económicos— durante la gran
pero quienes los hablaban no requerían una élite sociolingüística y, a la depresión de finales del siglo xix. «Reflejaba la oposición de la pequeña
inversa, tampoco los hablantes de la lengua dominante necesitaban reco- burguesía al yugoslavismo como ideología de la burguesía rica.» En este
caso, como no se disponía de la lengua ni de la raza para distinguir al pue
27. Zolfaerg, «The nuking of Flemings and Waltoons», p. 227.
28. /Wrf.,pp.209yss.
29. Puhle, «Baskischer Nationalismus», pp. 62-65.
130 NACIONES Y NACIONALISMO LA TRANSFORMACIÓN DEL NACIONALISMO 131

blo elegido de los demás, una misión histórica de la nación croata, la mi- lengua romance se prestaba a esta formación.33 A finales de siglo parecía
sión de defender el cristianismo contra la invasión procedente del este, toda una novedad. Sin embargo, incluso atlí donde había continuidad,
sirvió para dar el necesario sentido de superioridad a los estratos que no como en el «Tumer», las organizaciones gimnásticas de masas del nacio-
tenían confianza en sí mismos.30 nalismo alemán, el desplazamiento hacia la derecha en el decenio de 1890
Los mismos estratos sociales formaban el núcleo de esa subvariedad puede medirse examinando la propagación del antisemitismo desde Aus-
del nacionalismo que son los movimientos de antisemitismo político que tria hacia las ramas alemanas, y la sustitución de la tricolor (negro-rojo-
surgen en los últimos dos decenios del siglo, especialmente en Alemania oro) liberal-nacional de 1848 por la tricolor (negro-blanco-rojo) imperial,
(Stocker), Austria (Schdnerer, Lueger) y Rancia (Drumont, el caso Drey- así como el nuevo entusiasmo por el expansionismo liberal.*4 En qué al-
fus). La incertidumbre acerca de su categoría y su definición, la inseguri- tura de la escala de la clase media encontramos el centro de gravedad de
dad de grandes estratos situados entre los hijos e hijas indiscutibles del tales movimientos —por ejemplo, el de «aquella rebelión de grupos de la
trabajo manual y los miembros no discutidos de las clases alta y media burguesía urbana baja y media contra lo que para ellos era un proletariado
alta, la compensación excesiva de las pretensiones de singularidad y su- hostil y en alza»,35 que empujó a Italia a la primera guerra mundial—
perioridad amenazadas por alguien: todas estas cosas proporcionaban puede ser objeto de debate. Pero el estudio de la composición social de los
vínculos entre los modestos estratos intermedios y un nacionalismo mili- fascismos italiano y alemán no deja duda de que estos movimientos se nu-
tante que casi puede definirse como respuesta a tales amenazas: de los tra- trían esencialmente de los estratos intermedios.36
bajadores, de estados e individuos extranjeros, de los inmigrantes, de los Por otra parte, aunque en los estados-nación y las potencias consoli-
capitalistas y los financieros tan fáciles de identificar con los judíos, a tos dadas el entusiasmo patriótico de estos estratos intermedios fue muy bien
que también se consideraba como los agitadores revolucionarios. Porque acogido por los gobiernos que se hallaban entregados a la expansión im-
estos estratos intermedios se veían a sí mismos acosados y en peligro. La perial y la rivalidad nacional contra otros estados parecidos, hemos visto
palabra clave del vocabulario político de la derecha francesa en el decenio que tales sentimientos eran autóctonos y, por consiguiente, no del todo
de 1880 no era «familia», «orden», «tradición», «religión», «moralidad» manipulantes desde arriba. Pocos gobiernos, incluso antes de 1914, eran
ni nada parecido. Según los analistas, era «amenaza».31 tan chauvinistas como los ultras nacionalistas que los apremiaban. Y to-
Entre los estratos intermedios menores el nacionalismo sufrió así una davía no existía ningún gobierno que hubiera sido creado por los ultras.
mutación y dejó de ser un concepto asociado con el liberalismo y la iz- Sin embargo, si los gobiernos no podían controlar por completo el
quierda para transformarse en un movimiento chauvinista, imperialista y nuevo nacionalismo y éste aún no podía controlar los gobiernos, la identi-
xenófobo de la derecha, o, para ser más exactos, de la derecha radical, fe- ficación con el estado era esencial para la pequeña burguesía nacionalista
nómeno que ya podía observarse en la utilización ambigua de términos y las clases medias menores igualmente nacionalistas. Si todavía no tenían
tales como «patria» y «patriotismo» hacia 1870 en Francia.32 El propio estado, la independencia nacional les daría la posición que creían merecer.
término «nacionalismo» se acuñó para reflejar la aparición de esta ten-
dencia, sobre todo en Francia y, algo más tarde, en Italia, donde la propia
33. Para Francia, Zecv Siernhell, Maurtce Barres el le nationaüsmefrancais. París,
1972; para Italia, los capítulos de S. Valtutti y F. Perfetti en R. Lili y F. Valsecchi. eds., //
30. Mirjana Gross, «Croatian natiorial-integratkmal ideologies from the end of nazionaUsmo i» Italia e in Germana* fino alia Prima Guerra Mondiale, Bolonia, 1983.
niyrism to the crcatíon of Yugoslavia», Austrían History Yearboott, 15-16 (1979-1980), 34. Hans-Georg John, PoKtík imd Turnen: die deuKche Turnerschafi ais nationale
pp.3-M.csp. 18,20-21,34 (comentarios de A. Suppad). Bewegung ¡m deutschfn Kaistrreich von 1871 bis ¡914, Ahremberg bei Hamburg, 1976,
31. Autoine Prost, Vocabulaire des proclamations electorales de 188 {. 1885 et 1889, pp. 41 y ss.
París, 1974. p. 37. 35. Jens Petersen en W. Schieder, ed., Faschnmus ais solíale Sewegung, Gotinga,
32. Jean Dubois, Le vocabulaire politigue et sacióle en France de 1869 ¿ 1872, París, 1983. p. 122, que cita una fuente de 1923.
sin fecha, 1962, p. 65, artículo 3.665. El término «nationalisme» todavía no consta y sigue 36. Michael Kater. The nazi parry: ti social profite ofaumbers and leaders 1919-
sin constar en A. Prost, Vocabulaire des proclamatiora electorales, que comenta el despla- ¡945. Cambridge, Massachusetts. 1983, esp. p. 236; Jens Pelereen. «Elettorato e base socia-
zamiento hacia la derecha del vocabulario «nacional» en este período, esp. pp. 52-53,64-65. !e del fascismo ncgli anni venii», Sfudi Sloríci, XVI/3 (1975), pp. 627-669.
132 NACIONES Y NACIONALISMO LA TRANSFORMACIÓN DEL NACIONALISMO 133

Predicar la vuelta de Irlanda a su antigua lengua ya no seria una consigna había siquiera una línea clara que distinguiese una de otra, ni tan sólo en el
propagandística para los hombres y las mujeres que estudiaban gaélico único caso en que ambos bandos tendían a insistir en, por así decirio, una
elemental en clases nocturnas en DuMúi y enseñaban a otros militantes lo incompatibilidad ex oficio: la religión y el socialismo ateo. Los hombres y
que acababan de aprender. Como demostraría la historia del estado libre las mujeres no escogían la identificación colectiva del mismo modo que
de Irlanda, pasarla a ser requisito indispensable para ocupar un puesto de escogían zapatos, a sabiendas de que sólo podían ponerse un par al mismo
funcionario, excepto los más subalternos, y, por consiguiente, aprobar los tiempo. Tenían y todavía tienen diversos apegos y lealtades simultáneos,
exámenes de irlandés seria el criterio para pertenecer a las clases profe- incluyendo la nacionalidad, y se ocupan simultáneamente de varios aspec-
sionales e intelectuales. Si ya vivían en un estado-nación, el nacionalismo tos de la vida, cualquiera de los cuales, según la ocasión, puede ocupar el
les daba la identidad social que los proletarios recibían de su movimiento lugar más destacado en su pensamiento. Durante largos períodos estos
de clase. Cabria sugerir que la autodefinictónde la clase media baja—tan- apegos diferentes no exigían cosas incompatibles a una persona, por lo que
to el sector impotente formado por artesanos y pequeños tenderos como ésta podía sentirse al mismo tiempo, sin problema alguno, hijo de irlandés,
los estratos sociales que en gran parte eran tan recientes como los trabaja- esposo de una alemana, miembro de la comunidad minera, trabajador,
dores, dada la expansión sin precedentes de las ocapackmes profesé hincha del Bamsley Football Club, liberal, metodista primitivo, inglés pa-
y adminisü^ vas para las q^ se requería una e<faicación superior—no era triótico, posiblemente republicano, y partidario del imperio británico.
tanto como clase, sino como el conjumo de los hijos y las hijas de la patria Sólo cuando una de estas lealtades chocaba directamente con otra u
más celosos y leales, así como los más «respetables». otras se planteaba el problema de elegir entre ellas. Naturalmente, la mi-
Fuese cual fuere la naturaleza del nacionatismo que empezó a desta- noría de militantes políticos comprometidos era mucho más sensible a ta-
car en los cincuenta anos que precedieron a 1914, parece que todas sus les incompatibilidades, por lo que puede decirse con confianza que agosto
versiones tenían algo en común: el rechazo de los nuevos movimientos de 1914 fue una experiencia mucho menos traumática para la mayoría de
socialistas proletarios, no solo porque eran proletarios, sino también por los ingleses, franceses y alemanes que para los líderes de sus partidos so-
ser consciente y militantemente intemacionalistas o, como mínimo, no cialistas, sencillamente porque —por razones que hemos comentado en
nacionalistas.77 Nada parece más lógico, pues, que ver la atracción del na- parte {véase el capítulo 3, pp. 97-98)— apoyar a su gobierno en la guerra
cionalismo y la del socialismo como mutuamente exclusivas, y el avance les parecía a los trabajadores normales y corrientes totalmente compatible
de una de ellas como equivalente al retroceso de la otra. Y el punto de vis- con demostrar conciencia de clase y hostilidad a los patronos. Los mineros
ta aceptado entre los historiadores es, de hecho, que en este periodo el na- del sur de Gales, que escandalizaron a sus líderes sindicalistas revolucio-
cionalismo de masas triunfó frente a las ideologías rivales, en especial el narios e internacionalistas apresurándose a alistarse en el ejército, con la
socialismo de base clasista, como demostró el estallido de la guerra en misma prontitud paralizaron las minas de carbón en una huelga general
1914, que reveló la falta de contenido del internacionalismo socialista, y cuando aún no había transcurrido un año, haciendo oídos sordos a la acu-
como demostró también el aplastante triunfo del «principio de nacionali- sación de que eran antipatrióticos. Con todo, incluso los militantes podían
dad» en los acuerdos de paz que se firmaron después de 1918. compaginar lo que los teóricos consideraban incompatible: por ejemplo,
Sin embargo, al contrario de lo que suele suponerse, los diversos prin- el nacionalismo francés con una lealtad total a la URSS, como han de-
cipios en que se basaba la atracción de la política para las masas, en espe- mostrado muchos militantes del partido comunista francés.
cial la atracción de clase de los socialistas, la confesional de las denomina- A decir verdad, el hecho mismo de que los nuevos movimientos polí-
ciones religiosas y la de la nacionalidad no se excluían mutuamente. No ticos de masas, nacionalistas, socialistas, confesionales o del tipo que
fuera a menudo compitiesen por las mismas masas sugiere que su cliente-
la potencial estaba dispuesta a considerar todas las opciones. La alianza
37. Esto se considera en el captado 4 de E J. Hobsfaawm. WorUs efkAour, Londres.
1984 (hay ttad. casi.: El mundo del trabajo. Crítica, Barcelona, 1987). y dd mtsmo autor,
del nacionalismo y la religión es suficientemente obvia, sobre todo en Ir-
«Woiking-class irternatkmalim», en F. van Hohfaoon y Maree! van der Liadea. eds.. Inierna- landa y Polonia. ¿Cuál de los dos ocupa el puesto principal? La respuesta
tionalism in rte labour movement, Leiden-Noeva YoA-Copenbague-Colonia, 1988. pp. 3-16. está muy lejos de ser clara. Mucho más sorprendente e inadvertida es la
134 NACIONES Y NACIONALISMO LA TRANSFORMACIÓN DEL NACIONALISMO 135

inmensa coincidencia entre la atracción del descontento nacional y la del la organización nacional tanto en la versión no sionista (bundista) como
descontento social, que Lenin, con su habitual perspicacia para las reali- en la sionista. Tampoco se limitó este fenómeno al imperio zarista, donde,
dades políticas, convertiría en uno de los cimientos de la política comu- de hecho, casi todas las organizaciones e ideologías partidarias de cambiar
nista en el mundo colonial. Los conocidos debates marxistas en torno a «la las cosas tenían que considerarse a sí mismas, en primer lugar, como re-
cuestión nacional» no se refieren meramente a la atracción de las consig- presentantes de la revolución social y política. Los sentimientos naciona-
nas nacionalistas para trabajadores que deberían escuchar sólo el llama- les de los galeses y los escoceses en el Reino Unido no hallaron expresión
miento del internacionalismo y la clase. También se referían, y quizá de por medio de partidos nacionalistas especiales, sino por medio de los
forma más inmediata, a cómo había que tratar a los partidos obreros que principales partidos de oposición de alcance nacional: primero los libera-
apoyaban simultáneamente al nacionalismo y al socialismo.* Lo que es les, luego los laboristas. En los Países Bajos (pero no en Alemania) los
más —si bien ello no figuraba mucho en los debatos de entonces—, ahora sentimientos nacionales modestos pero reales de un pueblo reducido se
resulta evidente que al principio había partidos socialistas que eran o se- tradujeron principalmente en radicalismo de izquierda. Debido a ello, los
rían los vehículos principales del movimiento nacional de su gente, del frisones tienen una representación excesiva en la historia de la izquierda
i _._ ,--, -jr..Tii-inn-1-rmfH-l-iTII— -ni-F "^V""HH>1I
neerlandesa, como a los escoceses y los galeses les ocurre en la británica.
social que (como en Croacia) adquirieron de forma natural una dimensión El líder más eminente del primitivo partido socialista holandés, Troelstra
nacionalista. En pocas palabras, la unidad de la liberación socialista y la (1860-1930), había empezado su carrera como poeta en lengua frisona y
nacional con que Connolly sonaba en Irlanda —y que no llegó a encabe- líder de la «Joven Frisia», grupo que fomentaba el resurgimiento de Pri-
zar— se alcanzó, de hecho, en otras pactes. sia.40 En decenios recientes el fenómeno también se ha observado, aunque
Podríamos ir más lejos. La combinación de exigencias sociales y na- hasta cierto punto a quedado oculto por la tendencia de los movimientos y
cionales, en general, resultó mucho más eficaz para movilizarla indepen- partidos nacionalistas de la antigua pequeña burguesía, asociados al prin-
dencia que la simple atracción del nacionalismo, que se limitaba a la clase cipio con ideologías derechistas de antes de 1914 (como en Gales, Euska-
media baja descomenta, única para la que sustituía—o parecía sustituir— di, Flandes y otras partes), a ponerse el traje de moda de la revolución so-
un programa tanto social como político. cial y el marxismo. Sin embargo, el DMK, que se ha convertido en el
Polonia es un ejemplo instructivo de ello. La restauración del país principal vehículo de las exigencias nacionalistas de los tamiles en la In-
ciespues<teimsigk)ymedk)depaitidónnoselk:vóacabobajolabande7a dia, nació como partido socialista regional en Madras, y por desgracia,
de ninguno de los movimientos políticos dedicados exclusivamente a este cabe detectar desplazamientos parecidos hacia el chauvinismo cingalés en
objetivo, sino que se hizo bajo la bandera del partido socialista polaco, la izquierda de Sri Lanka.4'
cuyo líder, el coronel Pilsudski, fue el libertador de su país. En Finlandia El objeto de estos ejemplos no es calibrar la relación de los elementos
fue el partido socialista el que se convirtió defacto en el partido nacional nacionalistas y socialistas dentro de tales movimientos que, justificada-
de los finlandeses, obteniendo el 47 por 100 de los votos en las últimas mente, preocupaba y turbaba a la Internacional Socialista. Es demostrar
elecciones (libres) antes de la revolución rusa de 1917. En Georgia fue que los movimientos de masas podían expresar de modo simultáneo aspi-
otro partido socialista el que adquirió esta función: los mencheviques; en
Armenia, los dashnacs, que estaban afiliados a la internacional socialis-
ta.^ Entre los jwlfos de U Europa onental la io>ología socialista dornirtaba armeníos, véase Ronak) G. Sony, ed.. Traructutctuia: natíOHOÍism and social change, Ann
Arbor 1983, esp. 2.' paite, los ensayos de R. O. Sony, Anahide Ter Minassian y Gerard 1.
Ubtradian.
38. Para oa breve icsomea, G. Hanpt en Haopt, Lowy y WeÜI, Les marxistes et la 40. A. Fejtsma, «Histoire et situation actuelle de la langue frisonne», Pluritl, 29
qttstw* nafiíMafe, Parfe, 1974, pp. 39-43. L* cuestión polaca en U principal, pero no U (1982), pp. 21-34.
única de su clase.
41. Pan una crónica breve del desplazamiento del tütrúzquierdñmo al chauvinismo
39. Snhterf hecho ite ye et n*e¡nittK«mn «inl»Ml*« nn «MMpilfef» con el p^riAi •«-
cingalés en el movimiento JVP (lañadla Vimuktí Peramuna) que encabezó el levantamiento
ciaüsta, vene David Kiiby, «Raak-aad-file tttitndes in te Ramfh tocU demcntic p«ty «juvenil» de la izquierda rara) en 1971, véase Kurnari Jayawardene, Ethnic and class con-
< 1905-191*X Pan A Prtsau, \1 (rayo de 1986). esp. p, 164 Sobre loe aeorgiaiKX y lo* flicis in Sri Lanka. Deniwala, 1985, pp. 84-90.
LA TRANSFORMACIÓN DEL NACIONALISMO 137
136 NACIONES Y NACIONALISMO

mer acontecimiento político desde que estallara la guerra cuyas sacudidas


raciones que consideramos mutuamente excluyentes, y, de hecho, que los llegaban hasta los niveles más bajos del pueblo. Entre los activistas de al-
movimientos cuya atracción era principalmente social-rcvolucionaria po- gunas de las nacionalidades oprimidas, tales como los polacos y los ucra-
dían formar la matriz de lo que acabarían siendo tos movimientos nacio- nianos, el acontecimiento hizo nacer esperanzas de reforma, quizás inclu-
nales de masas de sus pueblos. so de independencia. Sin embargo, lo que dominaba era el deseo de paz y
A decir verdad, el mismo caso que tan a menudo se ha citado como
de transformación social,
prueba decisiva de la supremacía de la atracción nacional sobre la de cla- Las opiniones políticas que ahora empiezan a aparecer incluso en las
se ilustra de hecho, la complejidad de las relaciones entre las dos. Gracias cartas de peones, campesinos y mujeres de clase trabajadora es mejor
a excelentes trabajos de investigación, hoy día estamos muy bien infor- analizarlas en términos de tres opuestos binarios entrelazados: rico-pobre
mados de un caso crucial para juzgar tal conflicto de ideas: a saber, el im- (o señor-campesino, patrón-trabajador), guerra-paz, y orden-desorden.
perio multinacional de tos Habsburgo.42 Seguidamente resumiré un inte- Los vínculos son obvios, al menos en las cartas: los ricos viven bien y no
resante estudio de la opinión efectuado por Peter Hanák basándose en el sirven en el ejército, la gente pobre está a merced de los ricos y poderosos,
análisis de numerosas cartas entre soldados y sus familiares que fueron las autoridades del estado y el ejército y así sucesivamente. La novedad no
censuradas o confiscadas durante la primera guerra mundial en Viena y radica solamente en la mayor frecuencia de las quejas, la sensación de
Budapest49 En los primen» años no había mucho nacionalismo ni anti- que, de diferentes maneras, los pobres de uniforme y los de retaguardia
monarquismo en los corresponsales, exceptuando en los pertenecientes a eran igualmente maltratados, sino en la sensación de que ahora existía la
una patria irredenía, por ejemplo los serbios (sobre todo los de Bosnia y expectativa de cambios fundamentales a modo de alternativa de la pasiva
Vojvodina) que, como serbios, simpatizan abnimadoramcnte con el reino aceptación del destino.
serbio y, como eslavos y ortodoxos, con la santa Rusta; entre los italianos, El tema fundamental en la correspondencia de los pobres era la guerra
y —después de la entrada de Rumania en la guerra— entre los rumanos. como perturbación y destrucción del orden de la vida y el trabajo. En
La base social de la hostilidad serbia contra Austria era claramente popu- consecuencia, el deseo de volver auna vida ordenada y decente entrañaba
lar, pero el grueso de las cartas nacionalistas escritas por italianos y ru- una hostilidad creciente contra la guerra, el servicio militar, la economía
manos procedía de la clase media o la intelectualidad. Entre las demás di- de guerra, etcétera, así como el deseo de paz. Pero una vez más encontra-
sidencias nacionales, la única importante se encontraba entre los checos mos las quejas transformadas en resistencia. La frase «con sólo que el
(a juzgar por las cartas de prisioneros de guerra, que, hay que reconocerlo, Señor quisiera traemos la paz de nuevo» retrocede ahora ante «ya estamos
incluían a gran numero de desertores patrióticos). No obstante, más de la hartos», o «dicen que los socialistas van a firmar la paz».
mitad de los enemigos activos de los Habsburgo y voluntarios para las El sentimiento nacional entra en estos argumentos sólo de forma indi-
fuerzas checas en Rusia procedían de la clase media y la intelectualidad. recta, principalmente porque, como dice Hanák, «antes de 1918 el senti-
(Las cartas enviadas a prisioneros desde Bohemia eran mucho más cautas miento nacional aún no había cristalizado, entre amplias masas de gente,
y, por ende, menos instructivas.) en un componente estable de la conciencia, porque la gente todavía no era
Los años de la guerra, pero en especial la primera Revolución rusa, consciente de la discrepancia entre la lealtad al estado y a la nación, o aún
elevaron de forma espectacular el contenido político de la corresponden- no había elegido claramente entre las dos».44 La nacionalidad aparece con
cia interceptada. De hecho, tos informes de los censores acerca de la opi- mayor frecuencia como un aspecto del conflicto entre ricos y pobres, es-
nión pública señalaban unánimemente que la Revolución rusa era el pri- pecialmente donde los dos pertenecen a nacionalidades diferentes. Pero
incluso donde encontramos el tono nacional más fuerte —por ejemplo en
42. Vene Z. A. Zraw. TV bnak-Mp afO* HaMmrg empire. 1914-1918, Loadles,
1961; y U coleccMi de ertadk» Die Aa/tónatg des Habsbitrgerreiclus. Zuammeabnch
las cartas checas, serbias e italianas— encontramos también un deseo
*nd NatoritntienHg te Do*a*mm. Schriflemwhe des fetemichischeii Ost-und Sfldost- abrumador de transformación social.
europÚMitals. voi. m, Viee*, 1970.
43. taerH«ák,«DKVolkiiiiÚMagwttn^<)utetztra
44.
Ungim», en Die Aijldsmg, pp. 58-66.
138 NACIONES Y NACIONALISMO LA TRANSFORMACIÓN DEL NACIONALISMO 139

No seguiré la vigilancia detallada que los censores ejercieron sobre Las grandes huelgas de enero de 1918 señalaron un punto decisivo. En
los cambios de estado anímico en el ano 1917. Pero el análisis que hace cierto sentido, como señala Zeman, cuando las autoridades de la monar-
Hanák de una muestra de alrededor de 1.500 cartas escritas entre me- quía Habsburgo decidieron poner fin a la agitación revolucionaria y conti-
diados de noviembre de 1917 y mediados de marzo de 1918 —es decir, nuar una guerra perdida fue seguro que habría una Europa «wilsoniana»
después de la Revolución rusa— es instructivo. Dos tercios las escribie- en lugar de soviética. Pero incluso cuando, en el transcurso de 1918, el
ron trabajadores y campesinos, un tercio fue obra de intelectuales, tema nacional finalmente pasó a ser dominante en la conciencia popular,
aproximadamente en las proporciones nacionales correspondientes a la no estuvo separado del tema social ni se opuso a él. Para la mayoría de los
composición nacional de la monarquía. El 18 por 100 de estas cartas pobres los dos iban juntos al caer la monarquía.
hablan principalmente del lema social; el 10 por 100, del deseo de paz; ¿Qué conclusión podemos sacar de este breve estudio? En primer
el 16 por 100, de la cuestión nacional y la actitud ante la monarquía; y lugar, que todavía sabemos muy poco acerca de lo que la conciencia
el 56 por 100, de una combinación de estas cosas, a saber del pan y la nacional significaba para la masa de nacionalistas interesados. Para ave-
paz —si se me permite simplificar las cosas—, el 29 por 100; del pan y riguarlo no necesitamos sólo muchas investigaciones parecidas a la que
la nación, el 9 por 100; de la paz y te nación, el 18 por 100. El tema so- hizo Hanák con las cartas, sino también, para que sean útiles, debemos
cial, pues, aparece en el 56 por 100 de las cartas, el de la paz en el 57 examinar con mente fría y desmitifícadora la terminología y la ideología
por 100 y el nacional en el 43 por 100. La nota social y, de hecho, revo- que rodean «la cuestión nacional» en este período, especialmente su va-
lucionaria se advierte sobre todo en cartas escritas por checos, húngaros, riante nacionalista. En segundo lugar, que la adquisición de conciencia
eslovacos, alemanes y croatas. La paz, que un tercio de las cartas espera nacional no puede separarse de la adquisición de otras formas de con-
recibir de Rusia, otro tercio de la revolución y un 20 por 100 de una ciencia social y política durante este período: todas van juntas. En ter-
combinación de ambas, atraía, como es natural, a corresponsales de to- cer lugar, que el progreso de la conciencia nacional (fuera de las clases
das las nacionalidades, con una reserva que señalaré. De las cartas que y casos identificados con el nacionalismo de derechas integrista o
hablan del tema nacional, el 60 por 100 expresan hostilidad al imperio y extremista) no es ni lineal ni necesariamente tiene lugar a expensas de
el deseo más o menos manifiesto de independencia; el 40 por 100 son otros elementos de la conciencia social. Desde la perspectiva de agosto
leales, o, mejor dicho, si omitimos a los alemanes y los húngaros, el 28 de 1914, hubiéramos podido sacar la conclusión de que la nación y el
por 100 son leales. El 35 por 100 de las cartas «nacionales» esperan la estado-nación habían triunfado sobre todas las lealtades sociales y polí-
iitderjendeiKña cc4K> lesultado de una victoria aliada, pero el 12 por 100 ticas rivales. ¿Hubiéramos podido decir lo mismo desde la perspectiva
todavía creen que lo que quieren puede conseguirse dentro del marco de de 1917? El nacionalismo salió victorioso en las nacionalidades de la
la monarquía. Europa beligerante que antes eran independientes, hasta el punto de que
Como era de esperar, el deseo de paz y el de revolución social iban los movimientos que reflejaban las verdaderas preocupaciones de los
juntos, en especial entre los alemanes, los checos y los húngaros. Pero la pobres de Europa fracasaron en 1918. Al ocurrir esto, los estratos medio
paz y las aspiraciones nacionales no eran tan compatibles, justamente y medio bajo de las nacionalidades oprimidas se encontraban en una
porque la independencia nacional parecía depender tanto de una victoria posición que les permitió convertirse en las élites gobernantes de los
aliada. De hecho, durante las negociaciones del tratado de Brest-Utovsk, pequeños estados «wilsonianos» nuevos e independientes. La indepen-
muchas cartas nacionalistas desaprobaron la firma inmediata de la paz por dencia nacional sin revolución social era, al amparo de la victoria aliada,
esta misma razón, sobre todo las de checos, polacos, italianos y serbios una posición hacia la que podían replegarse los que habían soñado con
pertenecientes a la élite. El período en que la Revolución de Octubre sur- una combinación de ambas cosas. En los principales estados beligeran-
tió sus primeros efectos fue un período en que el elemento social en el tes que fueron derrotados o semiderrotados no existía tal posición de re-
ánimo público alcanzó su mayor fuerza, pero fue también un momento en pliegue. En ellos, el derrumbamiento llevó a la revolución social. Los
que —como afirman tanto Zeman como Hanák— los elementos naciona- soviets, incluso las efímeras repúblicas soviéticas, no surgieron entre los
les y sociales en el deseo de revolución empezaron a divergir y chocar. checos y los croatas, sino en Alemania, te Austria alemana, Hungría, a
140 NACIONES Y NACIONALISMO

nacionalismo
* * «vomcion social,
de ex oficiales, civiles de clase inedia y
C00trarrevolucion- Aparecié como la maíiz

5. EL APOGEO DEL NACIONALISMO, 1918-1950

Si hubo un momento en que el decimonónico «principio de nacionali-


dad» triunfó fue al finalizar la primera guerra mundial, aunque ello no fue
predeciMe ni en la intención de los futuros vencedores. De hecho, fue el
resultado de dos fenómenos no intencionados: el derrumbamiento de los
grandes imperios multinacionales del centro y el este de Europa y la re-
volución rusa, que hizo deseable que los aliados jugaran la carta *wil-
soniana» contra la carta bolchevique. Porque, como hemos visto, lo que
parecía capaz de movilizar a las masas en 1917-1918 era la revolución
social y no la autodeterminación nacional. Podríamos especular sobre el
efecto que una revolución victoriosa en toda Europa tal vez habría surtido
en las nacionalidades del continente, pero de nada serviría. Exceptuando
la Rusia soviética, Europa no se reconstruyó basándose en la política bol-
chevique relativa a la «cuestión nacional». En esencia el continente, por
primera y última vez en la historia, se convirtió en un rompecabezas de
estados que, con raras excepciones, se definían como naciones-estado y
también como algún tipo de democracias parlamentarias burguesas. Este
conjunto de circunstancias duró poquísimo.
Ocurrió también que la Europa de entreguerras presenció el triunfo de
ese otro aspecto de la nación «burguesa» que comentamos en un capítulo
anterior la nación como «economía nacional». Aunque la mayoría de los
economistas, hombres de negocios y gobiernos occidentales soñaban con
ello, el regreso a la economía mundial de 1913 resultó imposible. De he-
cho, aunque hubiera sido posible, no se hubiese podido volver a la econo-
mía de la empresa privada libremente competitiva y del libre cambio que
era el ideal e incluso parte de la realidad de la economía mundial en el
apogeo de la supremacía británica en el mundo.
En 1913 las economías capitalistas ya se movían rápidamente hacia la
formación de grandes bloques de empresa concentrada, apoyados, prole-

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