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Maestría en Psicoanálisis
Seminario:
Fantasía: metapsicología y clínica
Dictante: Prof. Lic. Edgardo Haimovich
Fernando C. Masuelli
La construcción de la fantasía de seducción
en la obra de Freud
Fernando C. Masuelli
1
Michel Foucault, La voluntad de saber, Buenos Aires, 1990, Siglo XXI editores, p. 56.
2
El homosexual en tanto la exclusividad del objeto deja por fuera la opción
de reproducción familiar.
La histérica cuyo cuerpo es considerado como un “cuerpo íntegramente
saturado de sexualidad”, y por lo tanto implicaba el peligro de una sexualidad
autoerótica en desmedro de la procreación.
La psiquiatría abandona la antigua concepción de absoluta inocencia del
niño para adjudicarle una sexualidad. La manifestación de dicha sexualidad es la
masturbación, cuyas consecuencias eran del todo ignoradas, con lo que se llega a
suponerle toda clase de dolencias, que con el tiempo podían llegar a delirios, la
locura y la muerte.
El perverso de los perversos pasa a ocuparlo el adulto pedófilo, culpable de
inducir uno de los modos anteriores, por lo que la educación de los padres por
parte del saber médico y la vigilancia (de padres e hijos) pasan a tener un papel
fundamental en la sexualidad infantil.
En el siglo XIX el adulto abusador queda como el gran culpable de las
desviaciones de una ‘sexualidad normal’.
3
comienzan a manifestarse. Un cambio brusco de las sensaciones tiene
lugar. Explota en lágrimas, llega a ser inusualmente hablador y está
excitado. No puede dormir, o, si lo hace, se despierta súbitamente con
un sentido vago de alarma. El siguiente día se queja de sentirse
sacudido y magullado por todas partes, como si hubiera sido golpeado.
(...) Después de un tiempo (...) enferma, y por primera vez busca
asistencia quirúrgica
4
diversas circunstancias no se actuó adecuadamente y de allí que quedara
‘estrangulado’ el afecto. Como mencionamos, la representación inconciliable al yo
es reprimida y el afecto desprendido inervará somáticamente para lo cual propone
el término conversión, mas no encuentra una explicación que de cuenta de cómo
se produce este mecanismo de ‘salto’ al cuerpo. En Estudios sobre la histeria,
más precisamente en el caso Elizabeth von R., admitirá que no sabe por qué se
produce, solo atina a decir que hay cierta proclividad. Poco más tarde en
Neuropsicosis de defensa insiste en este enigma: ¿en qué radica esta aptitud
para la conversión que va a situar como el factor característico de la histeria?,
“nos es desconocida la capacidad psicofísica para trasladar a la inervación
corporal unas sumas tan grandes de excitación” 4
La representación reprimida por su parte pasaría a formar un segundo
grupo de conciencia (primera denominación del Inconsciente), con lo cual
quedaría aislada del comercio asociativo de la conciencia. La terapéutica
consistía revelar el recuerdo del suceso ocasionador, pero un recuerdo
acompañado de afecto señala Freud (hecho afín a la idea de la reacción
adecuada que había estado ausente), de este modo el síntoma desaparecía. El
método es denominado catártico5, y la técnica es la hipnosis o el método
sugestivo que ingenia Freud de presión en la frente. Pero se encuentra de entrada
con que las ocurrencias que aparecían en el paciente no eran referidas a la idea
patógena, sino otras engarzadas en cadenas de representaciones, que
frecuentemente eran interminables.
Esto era parte del problema para Freud: explicar de qué manera se gesta y
se incuba este trauma psíquico; por cuáles avatares deviene hasta su ocurrencia
en el síntoma. El período de elaboración psíquica o incubación aparece varias
veces en el texto, inclusive en las secciones de autoría de Breuer quien cita al
respecto a Charcot.
4
Sigumnd Fred, Neuropsicosis de defensa, Obras completas Tomo III, Amorrortu Editores, Buenos
Aires, 1991, p. 52.
5
Breuer toma de la Poética de Aristóteles el término catarsis con el que denominaba a los afectos
que se liberaban en los espectadores de una obra teatral.
5
Tenemos por un lado una vivencia calificada como traumática, que desde el
comienzo el padre del Psicoanálisis adjudicará a un abuso sexual por parte de un
adulto (el padre): la niña (o el niño) experimentará pasivamente una vivencia
sexual por parte de un adulto 6; las tres condiciones de la escena serían 1) el
adulto (perverso) 2) el estado de inocencia del niño 3) la característica sexual de
la misma. Por otro lado quedaría lo que le llevaría mayores problemas a Freud: el
trauma psíquico asociado a esta vivencia, y de qué manera actúa y se activa.
En Nuevas puntualizaciones sobre neuropsicosis de defensa es más
explícito respecto a lo que hace al trauma sexual infantil, y propone la siguiente
precisión que no perderá vigencia (como veremos más adelante): “... los síntomas
de la histeria sólo se vuelven inteligibles reconduciéndolos a unas vivencias de
eficiencia «traumática»; estos traumas psíquicos se refieren a la vida sexual. ... es
preciso que estos traumas sexuales correspondan a la niñez temprana (el período
de la vida anterior a la pubertad), y su contenido tiene que consistir en una
efectiva irritación de los genitales (procesos semejantes al coito).”7 Luego agrega
en el mismo texto su teoría de los dos tiempos del trauma, que indica que estas
vivencias no poseen efecto traumático en sí mismas sino siendo evocadas luego
del período de la pubertad, necesario para la maduración sexual del individuo. En
el período de la niñez la falta de madurez sexual impedía una reacción adecuada
que sólo podía adquirirse más tarde con el segundo despertar sexual. 8 Formaliza
así el período de latencia, necesario para la maduración sexual.
En el mismo año hace consideraciones similares (y aún más precisas) en
Etiología de la histeria: “...todo caso de histeria muestra unos síntomas cuyo
determinismo no proviene de vivencias infantiles, sino de vivencias posteriores, a
menudo recientes”9; por ello para reconducir un síntoma histérico a una escena
traumática esta debe responder a dos condiciones (y esas dos condiciones se
dan invariablemente en dos períodos distintos ya señalados: la niñez y luego de la
6
Seducir proviene del latín se (prefijo separativo) y ducere (guiar), seducir entonces sería guiar
aparte, apartar del camino. La primera acepción de la Enciclopedia Ilustrada de la lengua
castellana en la p. 570 del Tomo III: “Engañar con maña y viveza; inducir al mal con suavidad”;
Buenos Aires, 1961, Editorial Sopena.
7
Sigmund Freud, Nuevas puntualizaciones a neuropsicosis de defensa, Obras completas Tomo III,
Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1991, p. 164. (en cursiva en el original)
8
Para Freud lo traumático de la sexualidad se inscribe en una inadecuación, a destiempo,
cuestiones que se volverán insalvables en el pasaje por la teoría de las pulsiones.
9
Sigmund Freud, La etiología de la histeria, Obras completas Tomo III, Amorrortu Editores, Buenos
Aires, 1991, p. 212.
6
pubertad): idoneidad determinadora y fuerza traumática. El determinismo quedará
del lado de un ocasionamiento reciente; la fuerza, lo energético, del lado de la
infancia. Ambas escenas enlazadas por un nexo asociativo simbólico.
Hay dos cuestiones en juego entonces que nos interesa destacar: A- Las
impresiones visuales y comunicaciones oídas se suman a las experiencia en el
cuerpo propio y B- La cuestión del recuerdo en la elaboración del síntoma.
Respecto de este último punto, ya en la carta 52 10 da muestras del difícil
camino de la memoria. En esa carta, al intentar responder la inquietud de
entender cómo “El suceso sexual en una fase produce entonces efectos como si
10
Sigmund Freud, Fragmentos de la correspondencia con Fliess, Carta 52 (6 de diciembre de
1896), en Obras completas¸ Tomo I, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1991.
7
fuera actual”; y dicho intento lo lleva a la construcción del primer esquema de
aparato psíquico que introduce el problema: entre los distintos estratos hay
sucesivas retranscripciones donde desde las percepciones, las huellas se van
reordenando de acuerdo a las leyes propias de cada sistema, de suerte que
desde la percepción primera hacia los siguientes estratos el recuerdo no
permanece indemne: la memoria no preexiste de manera simple.
La otra cuestión señala la vía de entrada de la fantasía en el psicoanálisis:
lo visto y lo oído.
A lo largo del año 1897 se verá en el epistolario de Freud los preparativos
para derrumbar la teoría del ocasionamiento traumático (no del trauma) y la
elevación de una teoría de las fantasías en la etiología de la histeria.
En abril de ese año comenta a Fliess que en el entendimiento de la histeria
se le había escapado un elemento de la producción inconsciente: las fantasías
histéricas, formadas a partir de cosas oídas y sólo entendidas a posteriori.11
Freud en su búsqueda de la vivencia traumática termina descubriendo el
carácter sexual del inconsciente. Pocos días después, el 2 de mayo, le envía el
“Manuscrito L”. En la carta que acompaña al manuscrito le adelanta que en las
escenas que reproduce la histérica hay que tener en cuenta las fantasías, y
vuelve a referirlas como proviniendo de lo oído y entendido con posterioridad. Y
dentro del texto del manuscrito, en el apartado “Arquitectura de la histeria” agrega:
Son establecidas por medio de las cosas que fueron oídas y que se
valorizaron con posterioridad, y así combinan lo vivenciado y lo oído, lo
pasado (de la historia de los padres y antepasados) con lo visto por uno
mismo. Ellas son a lo oído como los sueños son a lo visto.12
11
Sigmund Freud, Fragmentos de la correspondencia con Fliess, Carta 59 (6 de abril de 1897), en
Obras completas¸ Tomo I, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1991, p. 285.
12
Sigmund Freud, Fragmentos de la correspondencia con Fliess, Carta 61 (2 de mayo de 1897)
acompañada del Manuscrito L, en Obras completas¸ Tomo I, Amorrortu Editores, Buenos Aires,
1991, p. 288-291.
8
se abre así el camino que va a trazar un puente entre las fantasías y realidad
psíquica.
En estos tiempos Freud parece avanzar, veloz y decidido en la
reelaboración de su teoría. El 25 de mayo13 envía otro manuscrito a su amigo
donde admite que a ciertas escenas no se puede acceder más que a través de
fantasías interpuestas. Ergo, se borran cada vez más los límites que separan y
diferencian escena (vivenciada) y fantasía. En un breve apartado titulado
“Fantasías” avanza un poco más en la línea de pensamientos que viene
proponiendo: aquí ya se forman por la conjunción entre cosas oídas y vivencias, y
sugiere que desde los síntomas sólo serán asequibles las fantasías; los recuerdos
de los que surgieron están perdidos. Y en el apartado siguiente por primera vez
Freud señala explícitamente que los síntomas se generan a partir de las
fantasías, y que éstas se forman por combinaciones: “un fragmento de la escena
vista es reunido en la fantasía con otro de la escena oída” 14. Finalmente se decide
Freud a considerarlas formadas a partir de los tres términos que le venía
señalando a Fliess desde hace casi dos meses: lo vivenciado, lo visto y lo oído. A
partir de este núcleo Freud se preguntará a través de sus cartas, por su relación
con el síntoma, con impulsos, incluso con la creación poética. Mientras tanto
avanzaba su autoanálisis febrilmente.
Así llega al 21 de septiembre de 1897, fecha que constituye un verdadero
cambio de vía en la teoría freudiana 15. Allí pronuncia esa descarnada declaración:
ya no creo en mi “neurótica”. “Neurótica”, cuidadosamente entrecomillada. Freud
no dice que las histéricas le mienten, como se repite con frecuencia; dice que no
cree en su “neurótica”, en la entidad que había erigido, en su constructo. En el
Proyecto de psicología para neurólogos había dejado una huella: la Proton
pseudos muestra cómo algo del síntoma miente y sin embargo el genio vienés no
deja de buscar allí una verdad, ya que las histéricas no son maquiavélicas
artífices de esa mentira, sino más bien sus víctimas. Para decir más: Freud ya no
cree más en su “neurótica”, pero las histéricas no le mienten. ¿Cuál será el nuevo
estatuto de esa verdad?
13
Sigmund Freud, Fragmentos de la correspondencia con Fliess, Manuscrito M en Obras
completas¸ Tomo I, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1991, p. 292.
14
Ibid
15
Sigmund Freud, Fragmentos de la correspondencia con Fliess, Carta 69 (21 de septiembre de
1897), en Obras completas¸ Tomo I, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1991, p. 301.
9
Nos interesan tres de las cuatro razones que da, de aquél descreimiento
sin desazón:
- La primera razón es de orden clínico: el fracaso de los tratamientos en los
que caía entrampado en una búsqueda incesante, escena tras escena, de
la causa última. La causa, aitía, parecía inhallable.
- La segunda es de índole estadístico (y personal): una histérica tenía como
condición un padre perverso, mas un perverso no siempre traía como
consecuencia una hija histérica. Sencillamente las cuentas no le daban, no
había tantos perversos como histéricas, pero además –como señalamos
anteriormente- Freud estaba avanzando con su autoanálisis, y esta lógica
implicaba inculpar a su propio padre de perverso! Freud paciente no acordó
con estos términos.
- La tercera razón es quizá la más valiosa para el futuro del psicoanálisis y
una de las intelecciones más geniales de Freud: “en lo inconciente no
existe un signo de realidad, de suerte que no se puede distinguir la verdad
de la ficción investida con afecto”. Esta enseñanza de extraordinario valor
nos permite el siguiente corolario: para el inconsciente la verdad es ficción
investida de afecto. Y aquí ficción no tiene ninguna connotación irreal, sino
aquella que el mismo Freud le da de inmediato en la solución que propone:
dicha ficción implica que “la fantasía sexual se adueña casi siempre del
tema de los padres”16
Luego de decir esto admite una doble renuncia: “a la solución cabal de una
neurosis y al conocimiento cierto de su etiología en la infancia” 17. Sin embargo no
se siente apesadumbrado por el fracaso parcial de su trabajo y por el contrario
pregunta proféticamente: “¿Y sí estas dudas no fuesen sino un episodio en el
progreso hacia un conocimiento ulterior?”18
Dos cuestiones fundamentales, dos enigmas se despliegan delante de él a
partir de este giro: ¿cómo es que las fantasías se adueñan el tema de los
padres?, y especialmente ¿de qué índole es la sexualidad humana?, ¿en qué
corresponde a las fantasías y en qué a lo orgánico?
16
Ibid. Subrayado mío
17
Ibid.
18
Ibid.
10
La primer cuestión va a permanecer durante muchos años sin respuesta,
casi hasta el final de la obra (y la vida) de Freud. Respecto de la otra vamos a
encontrar decisivas respuestas en Fragmento de un análisis de un caso de
Histeria y Tres ensayos de teoría sexual.
En 1898 Freud publica La sexualidad en la etiología de las neurosis. Era la
primera publicación en dos años, luego de Etiología de la histeria y del revés en
su pensamiento. Sin embargo Freud no asesta un golpe decisivo a su teorización
previa. Avanza lentamente, como aún estudiando qué dejar atrás y qué llevar
consigo. O tal con cautela, por las preguntas que todavía no tenían una nueva
respuesta. No dice una sola palabra en todo el texto respecto de la cuestión de la
fantasía, pero sabe claramente que la cuestión de la sexualidad (como lo señala
el título) es indisociable de las neurosis; y aquí la mínima maniobra de Freud que
continuará en Tres ensayos...: Insiste en que la etiología eficiente de las
psiconeurosis debemos seguir rastreándola en vivencias sexuales de la infancia,
pero aquí por primera vez no ubica esas vivencias en el plano de una seducción
de un adulto, sino como parte de la sexualidad del niño. Los niños tienen una
sexualidad!
11
relativo a ese órgano. Pero no se produce más que una sola vez si no
posee un significado psíquico, un sentido. El síntoma histérico no trae
consigo este sentido, sino que le es prestado, es soldado con él.
19
Mariano Bello conjetura que un mérito de esos tres ensayos consiste en nunca reunir una teoría
sexual.
20
En el mismo movimiento en que se plantea una sexualidad descentrada respecto del objeto
queda también descentrado el concepto de normalidad, y con ello difusas las barreras que
separan lo normal y lo patológico.
12
La introducción de este concepto allana el camino para entender la constitución
de la sexualidad en el hombre y por ende la sexualidad infantil.
Solamente recordaremos al respecto partir de las necesidades básicas
plantea el surgimiento de las pulsiones, que en principio serían autoeróticas. Por
una suerte de apuntalamiento se produciría lo que podemos llamar –a fin de
acercarnos a las consideraciones previas- ciertas erogenizaciones primarias. La
sexualidad infantil se organiza en pulsiones parciales –llamadas también
pregenitales o perversas- que en edad adulta (nunca) llegarían a unificarse bajo el
primado genital. En este punto se resolvería una inquietud de antaño de Freud: El
destiempo de la sexualidad. Si la histérica enfermaba era por un encuentro sexual
prematuro, a destiempo, a falta de maduración; con lo que se va a encontrar
finalmente es que para la sexualidad no existe un a tiempo: no hay instinto sexual,
no hay relación sexual21. Proponemos: ese destiempo es el tiempo de la fantasía.
Los síntomas histéricos no son otra cosa que las fantasías inconcientes
figuradas mediante «conversión», y en la medida en que son síntomas
somáticos, con harta frecuencia están tomados del círculo de las
mismas sensaciones sexuales e inervaciones motrices que
originariamente acompañaron a la fantasía, todavía conciente en esa
época22
21
En la misma serie podríamos agregar: no hay instinto materno.
22
Sigmund Freud, Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad, Obras completas Tomo
IX, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1991
13
También ellas poseen una suerte de realidad: queda en pie el hecho de
que el enfermo se ha ocupado de esas fantasías, y difícilmente ese
hecho tenga menor importancia para su neurosis que si hubiera
vivenciado en la realidad el contenido de sus fantasías. Ellas poseen
realidad psíquica, por oposición a una realidad material, y poco a poco
aprendemos a comprender que en el mundo de las neurosis la realidad
psíquica es la decisiva.23
23
Sigmund Freud, Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis; “Conferencia N° 33: La
feminidad” , Obras completas Tomo XXII, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1991 (Subrayado en
el original)
24
Si bien la conferencia es casi idéntica al otro texto citado, hay breves matices que nos deciden a
tomar ambos textos.
25
Sigmund Freud, Sobre la sexualidad femenina, Obras completas Tomo XXI, Amorrortu Editores,
Buenos Aires, 1991. (Subrayado mío)
14
Freud vuelve con los mismos términos que había formulado sus
interrogantes años atrás: Las vivencias sexuales de la infancia. Notamos que
sigue manteniendo la concepción de la pasividad en esas experiencias, pero hace
tiempo que ya no se trata de una escena de seducción, sino de lo estamos
rastreando como erogenización primaria. El apuntalamiento viene del lado de la
madre. Antes la sexualidad irrumpía por un abuso, nos encontramos ahora con
una madre con un niño al que amamanta mientras lo mira, le canta, lo limpia, lo
libidiniza. Seguimos hablando de las pulsiones parciales. Pero además esto la
madre lo hace desde su deseo, en tanto es una mujer que ha pasado por el Edipo
y ha hecho las ecuaciones simbólicas regidas por el falo, y ha puesto en un lugar
de equivalencia a un hijo. Como ya indicamos, no hay instinto maternal, se trata
de libido y el término que la organiza es el falo.
¿De qué manera esto que viene del deseo de la madre va a tomar al padre
como argumento? Pues bien, el amor del padre es la nueva dirección que va a
tomar la mujer, un viraje que la va a alejar de esa etapa preedípica comandada
por el deseo de la madre. Y desde este viraje Freud vuelve a recordar los dolores
de cabeza que le deparó su teoría de la seducción:
26
Sigmund Freud, Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, op. Cit. (Subrayado mío)
15
expresión del complejo de Edipo! Ahora bien, esto lo reencontramos en la época
preedípica respecto la madre; la fantasía de seducción seguiría un viraje, desde
esta época hacia el Edipo positivo, y en ese viraje tomaría al padre como
seductor:
27
Sigmund Freud, Sobre la sexualidad femenina, op. Cit.
16
Bibliografía:
17
Haimovich, E., Kreszes, D. y colaboradores: Fantasía. Metapsicología y Clínica,
Rosario, Homo Sapiens Ediciones, 2011.
Laplanche, J. y Pontalis, J.-B.: Fantasía Originaria, Fantasía de los Orígenes,
Orígenes de la Fantasía, Barcelona, Gedisa Editorial, 2006.
Ritvo, Juan: “Mito singular y fantasma”, en Conjetural 17, Revista psicoanalítica,
Buenos Aires, Ediciones Sitio, Noviembre de 1988.
18