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Ensayo sobre “¿La Letra solo con Sangre entra?

: Las Oportunidades de
los Incentivos Económicos para la Protección Ambiental en el Sector
Minero” de Luzmila Zegarra García.

En la actualidad el planeta entero está atravesando una crisis ambiental de la


cual nadie se escapa y todos somos participes, no hablando solamente de las
causas, sino también de las posibles remediaciones y soluciones a este
problema. Solo con mencionar que en el 2007 sobrepasamos en un 50% los
límites de explotación de recursos ofrecidos por nuestro planeta, nos hace
pensar que no estamos llevando a cabo las acciones suficientes para remediar
la crisis ambiental, es más, estamos acrecentándola día a día. Es sabido que el
cuidado ambiental es tarea de todos, sin embargo, el estado es quien debe llevar
a cabo una eficiente gestión de control ambiental, con el uso de herramientas,
implementación de políticas ambientales y una constante regulación a las
industrias.

Actualmente la regulación existente en nuestro país está regida por un sistema


regulación directa, esto significa que funciona a base de infracciones y
sanciones; sin embargo, este sistema no es eficiente en todos los supuestos por
su inflexibilidad y los altos costos que representa. Toda empresa se rige por el
principio de maximizar los beneficios, entonces si me resulta más rentable pagar
una sanción periódicamente que implementar nueva tecnología que me permita
reducir los niveles de contaminantes, elegiré sin dudar pagar una sanción la cual
no remedia los daños ni mucho menos indemniza a los afectados. Entonces,
surge la idea de aumentar el valor de las sanciones a cifras estrepitosas, lo cual
solo nos llevaría a que las industrias inviertan en mecanismos que intenten
ocultar o disimular su impacto, sin mencionar que pararíamos la inversión del
sector privado en futuros proyectos, frenando o limitando un crecimiento
económico. Además de lo ya mencionado el sistema de regulación directa no
ayuda a lograr una internalización de los “costos” de contaminación, eso quiere
decir que no impulsa a las empresas a considerar como propio el gasto que
implica remediar el daño causado y por consiguiente añadirlo a su sistema de
precios; de lo contrario sería la sociedad quien tendría que asumirlos:
indirectamente, afrontando los gastos de la ocurrencia de enfermedades
producidas por la contaminación; o, directamente destinando recursos públicos
para la descontaminación.
Ante todos estos inconvenientes y desventajas del sistema de regulación directa
surge la alternativa de un sistema de incentivos económicos. Este sistema de
incentivos trabaja bajo el simple criterio de que “El que contamina debe”, y está
conformado básicamente por mecanismos motivan un comportamiento legal
otorgando premios a su cumplimiento o desincentivan su comisión. Este sistema
no deja de lado los mecanismos de comando y control que implica el sistema
directo, sino que los unifica y optimiza. Y es a partir de este enfoque “mixto” se
puede separar los incentivos en dos grandes categorías: en controles de precios
o de cantidades. Si hablamos de controles de precios, en caso de existir una
externalidad que genere perdidas se tiene que gravar al generador con una
carga, y en caso de que la externalidad genere un beneficio, se compensa con
un subsidio. Así es como podemos hablar del primer tipo de incentivos, una carga
por unidad de contaminación generada, así la empresa internaliza los daños
generados y tiene que reducir sus costos para mantener el precio de su producto
final, ya que de aumentarse los sacaría de la competencia en el mercado. Y si
hablamos de un control de cantidades, nos referimos a la creación de mercados
artificiales como solución a la internalización de las externalidades, lo que se
traduce en la asignación de determinada cantidad de permisos a cada agente
contaminante, estos permisos serían comercializables, entonces si una empresa
necesita generar un contaminante deberá adquirir cierto permiso, en caso
contrario tendrá que implementar mejoras en su proceso para evitar generar
determinado contaminante; además estos permisos comercializables pueden
servir como incentivos, ya que se les entregaría cierta cantidad de permisos a
las empresas que no contaminen y al no necesitarlas pueden tranzarlas en el
mercado generando un valor y beneficio. Resulta óptimo que estos dos
instrumentos mencionados, trabajen en conjunto para garantizar un sistema de
regulación correcto y flexible a todos. Solo como referencia cabe mencionar que
este sistema de regulación ha tenido éxito en distintos países alrededor del
globo, como, por ejemplo; Estados Unidos, con su programa de transacción de
emisiones; Holanda, con el control de contaminación de aguas; y Colombia, con
su sistema de incentivos económicos.

En base a todo lo expuesto, podemos concluir que la implementación de un


sistema de regulación “hibrido” que combine una regulación directa y una a base
de incentivos, ya sea una carga por unidad de contaminante o un permiso
transable de contaminación, resulta ideal e idóneo en nuestro país para impulsar
el cumplimiento de los estándares de calidad medioambientales existentes en
nuestro país y lograr una internalización de costos por contaminante.

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