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POBLACION Y DESARROLLO
A LA LUZ DE LA ENSENANZA DE LA IGLESIA

por

Michel SCHOOYANS
Catedrâtico de la Universidad catôlica de Lovaina, Bélgica

Mexico D.F.,
21 de Abril de 1993

INDICE

I. En el corazôn de la antropologia cristiana


II. La Iglesia es sensible a las cuestiones demogrâficos y las conoce >
III. La Iglesia rechaza ciertos «métodos» para la regulaciôn de la poblaciôn
1. El aborto

2. La contracepciôn
3. La esterilizaciôn

4. El «permiso para procrear»


IV. La Iglesia aporta subsidios para enfrentar a las cuestiones demogrâficas
1. Por su moral conyugal, una moral exigente
2. Por su doctrina de la légitima defensa
3. Por su doctrina social
V. Conclusion

Direcciôn del autor:

Michel SCHOOYANS
Voie du Roman Pays 31-101
B-1348 Louvain-la-Neuve

Bélgica
Tel. & Fax: •.32.10.45.01.66
I. En el corazôn de la antropologia cristiana

Recordaremos antes que nada que la ensenanza de la Iglesia sobre


nuestro tema tiene sus raices en la doctrina de la création. El Libro del
Génesis nos dice que «el hombre fue creado a imagen de Dios», que «... no es
bueno que el hombre esté solo» y que «... hombre y mujer los creô» (cf.
Gn 1). Ahora bien «a imagen de Dios» significa varias cosas:

1. Estamos dotados de inteligencia y de voluntad libre, es decir, somos


capaces de descubrir la verdad y el bien; somos capaces de conformar nuestra
conducta y nuestra conciencia con estos dos valores. Es porque somos
perso?ias que somos imagen de Dios, capaces de descubrir la luella de Dios X
en el mundo, de dar continuidad a la obra creadora de Dios. En este sentido,
no hay lugar en el mundo para lo irracional ni para la fatalidad: Dios es
providente y no quiere enganar-nos.

2. Somos seres de relation en la medida en que somos imagen y


semejanza de un Dios trinitario, es decir, de un Dios que es comuniôn, que
es comunidad. Somos capaces de amar, de abrirnos a los demâs. Es en la
pareja, en la diferenciacion sexual, que se da el prototipo de la alteridad, de
la diferencia y de la singularidad de cada ser humano.

3. Somos fecun dos: «Procread y multiplicaos y henchid la tierra...». Es


esa misma capacidad de amar y de abrirse a los demâs lo que hara7 posible
tambien la obra procreadora y fecunda del hombre.

4. Somos, como ya se anunciô en el primer punto, colaboradores de


Dios en su obra creadora. Esa fue, por asi decirlo, dejada «inacabada» para
que imprimamos en ella proyectos mediante el uso racional y responsable
de nuestra inteligencia y de nuestra libertad, para de este modo descubrir la
verdad y alcanzar la salvaciôn.
Lo dicho por S. Lucas en el capitulo 3, 23 ss. de su Evangélio, esclarece
y ilumina las ideas de fecundidad y de colaboraciôn con Dios. Cuando S.
Lucas evoca la genealogia de Jésus, el dice asi': «Jésus es hijo de José, fijo de
EH», después viene toda la lista y al final, «hijo de Set, hijo de Adân, hijo de
Dios». Esto significa que la generaciôn humana, la fecundidad humana se
enraiza en la fecundidad de Dios mismo. Cuando el hombre ejerce su
responsabilidad en la transmisiôn de la vida humana, el participa de la
manera mas alta en la potencia creadora que Dios le ha delegado.

Para resumir todo lo que aparece en la Sagrada Escritura, cabe decir


que, de acuerdo con el plan de Dios, el hombre — por ser persona — es el
centro de la création. Entretanto, en virtud de su libertad, mantiene su },tjJy
capacidad de recusar la verdad que puede conocer por su razôn, y la ley
moral revelada a su conciencia. Tal es el misterio del pecado y del mal.
Tenemos una gran libertad de iniciativa prevista por Dios. Tenemos la
capacidad de descubrir no solo las leyes puestas por la Divina Providencia y
que gobiernan el mundo, sino también las leyes morales segûn las cuales
debemos comportarnos en el mundo y en la historia para ser realmente
colaboradores de Dios e gerentes de la creaciôn. \ o^
Vamos a ver como esa antropologia inspira la ensefianza de la Iglesia
sobre la poblaciôn y el desarollo.

II. La Iglesia es sensible a las cuestiones demogrâficos y las conoce

1. Lo primero que conviene desarrollar al respecto es que las tasas de


fecundidad estan bajando en los paises ricos. La mejor prueba de que las
técnicas anticonceptivas son malas, y que la Iglesia tiene el derecho y el
deber de condenarlas, es precisamente que, en los paises donde se emplean
dichos métodos, la tasa de fecundidad necesaria para la reposiciôn de las
cp
generaciones ha disminuido de manera alarmante. Esa tasa de reposiciôn es
de 2,1 hijo por mujer en edad de procrear. Ahora bien, aqui van algunos
ejemplos: de 1960 a 1983 esta tasa bajô de 2,4 à 1,32 en Alemania.
Actualmente, de acuerdo con el Population Référence Bureau de
Washington (1992), el indice sintético de fecundidad en los Estados Unidos
es de 2,0 hijos; es de 1,6 en Europa y de 1,5 en Japon. Como se poderia
entonces esperar que la Iglesia apruebe los métodos que llevan a tal
situaciôn?

2. En compensaciôn es perfectamente justo decir que en un pais


donde no hay protecciôn alguna para los pobres, el deseo de tener muchos
hijos aumenta porque es el ûnico medio de sobrevivencia. Es sabido que los
pobres dicen muchas veces: «Por lo menos uno de mis hijos cuidarâ de mi
en mi vejez».
^Cômo pues negarle la razôn a la Iglesia? Ella dice que en las
sociedades que no protegen a los pobres, es la misma pobreza la que lleva a
esta conducta de sobrevivencia, que fue paradôjicamente identificada por
Marx: «El hijo es la ùnica riqueza de los pobres. Los proletarios son los que
no tienen nada salvo su proie». Cuando no hay seguridad social ^quién va a
alimentar a los enfermos y cuidar de los ancianos si no lo hacen los hijos? Y
como los hijos padecen también de una tasa de mortalidad muy elevada,
porque estan mal atendidos y no comen bien, es necesario tener muchos
hijos para sobrevivir.
Por lo tanto es perfectamente lôgico decir que cuando se lucha
eficazmente contra la pobreza, esta bûsqueda de seguridad pierde su razôn
de ser. Esta preocupaciôn por sobrevivir disminuye cuando la seguridad
social mejora.
Por lo tanto, a aquellos que piden a la Iglesia que apruebe los métodos
«modernos», la Iglesia recomienda lo siguiente: «Constaten ustedes mismos
hacia donde conducen sus métodos; la Naturaleza misma les demuestra que
al adoptar una conducta mala, se hacen dano a si mismos y lo hacen a los
demâs».

Asi mismo, la Iglesia nunca ha pretendido que séria fâcil lograr la


regulaciôn de los nacimientos mediante métodos honestos. Sin embargo,
siempre ha insistido en que, si se usan métodos deshonestos e inhumanos,
necesariamente se llega a la catâstrofe.

3. Importa esbozar también en esta segunda parte algunos puntos:

a) La Iglesia hace notar que los recursos de la tierra son mal explotados
y mal repartidos. Esto es algo que aparece en todas las grandes enciclicas
sociales de los papas contemporaneos.
b) La Iglesia pone también de manifesto que la situaciôn actual
proviene de una falta de imaginaciôn creadora, de una mala organizaciôn
polîtica y econômica de la sociedad, de la corrupciôn y principalmente del
egoismo y del materialismo de muchas capas de la sociedad.
c) La Iglesia afirma también que el problema del desarrollo no puede
ser reducido a su parâmetro demogrâfico. Por ejemplo, poco antes de la
Conferencia de Mexico en 84, Juan Pablo II decîa en su discurso a Rafaël
Salas, que es necesario reconocer de una manera muy amplia que la polîtica
demogrâftca es apenas una parte de la estrategia global del desarrollo.
4

III. La Iglesia rechaza ciertos «métodos» para la regulaciôn de la poblaciôn

1. El aborto

Rechaza primeramente el aborto porque, como dice Gaudium et Spes,


es «un crimen abominable» {GS 27). Aqui cabe enfatizar que cuando la
Iglesia condena el aborto, lo hace principal y fundamentalmente porque el
aborto es un crimen contra la moral natural. Felizmente, la defensa de la
vida humana no es un privilegio de los cristianos; hay muchos hombres de
buena voluntad en el mundo que comparten la posiciôn de la Iglesia sobre
este punto. A este respecto hay que agregar lo siguiente: cuando una
democracia se atribuye el derecho de determinar quién, entre los seres
humanos, puede ser muerto y quién puede ser admitido a la vida, cuando
una sociedad democrâtica legisla en este sentido, ya entra en un proceso que
la trpnforma en una sociedad totalitaria.
Convendria enfatizar aqui los estragos y el peligro que se anuncian a
gran escala por la pfldora abortiva RU 486.

2. La contraception

La Iglesia rechaza también la contraception artificial. Consideremos


aqui apenas très razones:

a) La séparation radical entre la finalidad unitiva y la finalidad


procreativa del acto conyugal lleva a una perversion moral que consiste en
considerar que la union fisica es el «bien» que se quiere, y que la procreaciôn
— es decir el hijo — es el «riesgo» o incluso el «mal» que se quiere evitar.
Por lo tanto, cuando hay un «fracaso», la lôgica de la contracepciôn induce
un comportamiento abortista. Por este motivo hay que desconfiar de la
argumentaciôn muy frecuente que dice que «la contracepciôn es el mejor
medio de prevenciôn» del aborto.
•L r
b) La contracepciôn pone en peligro la institution familiar. Ella créa el
hâbito de la union libre, tanto antes como después del matrimonio. Es algo
que podemos ver en la vida diaria. Por lo tanto hay una relaciôn muy
directa entre la crisis actual de la familia y la generalizaciôn y banalizaciôn
de la contracepciôn. Por los mismos motivos, hay una relaciôn estrecha
entre la banalizaciôn de la union libre y la caida de la fecundidad.
c) La Iglesia se opone a la contracepciôn por un otro motivo
déterminante y que muchos moralistas parecen ignorar: es que mue has
pfldoras «contraceptivas» tienen en realidad dos efectos altemos, ora son
anticonceptivas, es decir previenen la concepciôn, ora son antinidatorias,
esto es, destruyen la concepciôn ya realizada. Ora son contraceptivas; ora son
abortivas.

3. La esterilizaciôn

Ahora una palabra sobre la esterilizaciôn. La Iglesia no puede admitir


este proceso definitivo porque es la mutilaciôn fisica de un ôrgano sano. Es
una agresiôn fisica contra uno de los cônyuges.

4. El «pemiiso pava pi'oci'ear»

Finalmente la Iglesia se opone al «permiso para procrear» porque se


trata de una nueva forma de alienaciôn de los esposos. Los proletarios
descritos por Marx tem'an por lo menos a su proie; a pesar de ser despojados
del producto de su trabajo, conservaban su ûnica riqueza, es decir sus hijos.
Al contrario de las mencionadas por Marx, las parejas alienadas del Siglo
XXI podrân tener riquezas materiales, pero serân despojadas de sus hijos y
hasta de la capacidad de transmitir libremente la vida humana.
Resumiendo esta parte, diremos que, de acuerdo con lo que muchas
veces ha hecho notar el Santo Padre, debemos rechazar una cultura de la
muer te.

IV. La Iglesia aporta subsidios para la enfrentar a las cuestiones demogrâficas

1. Por su moral conyugal, una moral exigente

a) La Iglesia recomienda la procreaciôn responsable. Conviene aqui


distinguir cuidadosamente entre «procreaciôn responsable» y «limitaciôn
de los nacimientos». La Iglesia toma en serio la libertad humana; dice
inclusive que, con la gracia de Dios, hay margen para una libertad mayor en
el comportamiento de los esposos. Lo que desea la Iglesia, es un mayor
respeto por la integridad fisica de los cônyuges. La contracepciôn siempre
agrede, siempre causa un perjuicio a uno de los miembros de la célula
conyugal. Ademas, comporta siempre una especie de acondicionamiento del
amor. Las cosas ocurren mâs o menos de la manera siguente: «Querida, te
amo, pero no como ères naturalmente, es decir fecunda; yo te quiero mucho
a condition de que seas infecunda». Esto quiere decir que hay una especie de
subordinaciôn de la mujer al deseo imperativo y machista del marido.

b) Un segundo aspecto de la procreaciôn responsable es que, al


concientizarse en este dominio, una pareja también se concientiza en otros.
Descubre que la responsabilidad que ella ejerce en el dominio de su
fecundidad ella puede ejercerla también, por ejemplo, en el campo politico.
Una de las razones por las cuales se intenta banalizar comportamientos
contraceptivos quimicos o mecanicos es justamente que esos
comportamientos son un modo de reducir a los padres a la esclavitud,
anestesiando su liberdad. Por conseguiente, la liberaciôn en el dominio de la
paternidad responsable trae también consigo sus frutos en areas que no
tienen relaciôn directa con la vida familiar, por ejemplo en el sector politico.
Donde el gran interese de los métodos naturales de control de la fecundidad,
que, al concientizar la parejas, conportan repercusiones al nivel del
compromiso en la sociedad.

c) Hace aproximadamente treinta anos en Francia, una partidaria del


aborto dijo lo siguiente: «Lo que estamos queriendo es destruir la familia, y
para ello queremos destruir el eslabôn mas frâgil de la cadena familiar; ora
el eslabôn mas frâgil es el nino nonato». Lo que algunos quieren no es /y'/c/A^
apenas la destrucciôn del nifio y la destrucciôn del amor humano, sino
también la destrucciôn de la familia. Aqui conviene resaltar que cuando la
familia déjà de ser vista como el lugar fundamental de la personalizaciôn,
toda la sociedad se desmorona y acaba se destruyendo. Es en la familia donde
aprendemos a compartir, a apaciguar los ânimos, a reconciliarnos cuando
hay fricciones, a tener cierto orden, a aliviar el dolor, a economizar, etc.
Todas esas cosas tienen repercusiôn directa sobre la calidad de la trama social
de una comunidad particular.

d) La mujer tiene un privilegio ûnico: es la primera que reconoce en


su seno la presencia de un ser nuevo y diferente. Es interpelada y convidada
a reconocer en su seno la presencia de un ser humano que no tiene nada
para imponerse, totalmente debil, incapaz de defenderse. Cuando la mujer
tiene el valor de acoger a este al ser humano en su mas compléta desnudez,
en su total fragilidad, y presentarlo al reconocimiento del padre, de los
hermanos, etc., ella se anticipa a lo que la sociedad esta invitada a hacer:
acoger este ser humano nuevo. Por el contrario: «Cuando se da a la mujer el
poder de destruir a su propio hijo, como dice la Madré Teresa de Calcutâ,
todo se torna posible en una sociedad».

e) Vemos que el misterio de la Encarnaciôn empezô asi. Cuando


celebramos a Nuestra Senora de Guadalupe debemos recordar que es
Nuestra Senora encinta, que un dia dijo «Si» al Angel, y al hacerlo acogiô en
su seno a quien séria el Salvador de la humanidad. Por eso, desde la
Anunciaciôn existe una connivencia y una alianza extraordinaria entre el
misterio de Maria y el misterio de la mujer que va a dar a luz.

2. Por su doctrina de la légitima defensa.

Resultarâ extraûo que se haga alusiôn aqui a este tema, pero,


partiendo de algunas observaciones de los ûltimos Pontifices, es una
referencia que se impone. De hecho, Paulo VI por ejemplo, hablada de una
«nueva forma de guerra» en un discurso presentado ante la FAO en 1974.
Mencionaba una nueva forma de guerra impuesta por las naciones ricas a
las naciones pobres. Por lo tanto, las naciones pobres tienen el derecho
évidente de ejercer su légitima defensa. Este me parece ser un argumento
importante, embora pocas veces invocado.
El Santo Padre Juan Pablo 11 muchas veces ha hablado de
«neocolonialismo» o hasta de «imperialismo» en relaciôn con estos temas.
La ayuda condicionada a la aceptaciôn de programas de control de la
natalidad forma parte de este tipo de comportamiento neocolonialista.
Siendo asi, es perfectamente vâlido invocar el derecho a la légitima defensa.

3. Por sti doctrina social

En relaciôn con la moral social de la Iglesia quisiera partir de una frase


bastante impresionante. Es de un americano que se llama Federico
Wertham y dice lo siguiente: «No son pobres por ser muy numerosos; son
muy numerosos porque son pobres». Eso significa que la pobreza no es una
fatalidad; es evitable. En esta perspectiva, deseamos mostrar aqui que los
puntos fundamentales de la ensenanza social de la Iglesia se aplican a una
réflexion sobre las relaciones entre desarrollo y poblaciôn.
a) El bien comûn

La reflexion sobre el bien comûn comporta que se lleve en


consideraciôn al mercado. Es este punto que vamos enfatizar aqui. Ora,
considerando el problema del mercado, se nota inmediamente que el
mercado mundial es organizado en funciôn de una minoria de la poblaciôn
mundial. El drama de los pobres es que son marginalizados en relaciôn con
el mercado. No producen nada que entre el mercado; no solo no tienen
solvencia — eso es no pueden pagar nada — mas tampoco entran en los
circuitos de distribuciôn.

Por tanto, el bien comûn que se expresa entre otras cosas en el


mercado, es un bien comûn al cual los pobres no tienen acceso. Este «bien
comun» no pasa, en realidad, del «bien particular» de la fracciôn solvente
de la humanidad. El mercado esta organizado hoy en funciôn de la minoria
de los que tienen la posibilidad de entrar en este mercado, es decir los que
tienen solvencia. Estamos inclusive llegando a este absurdo, que la
producciôn cuantativa y hasta cualitativa de los hombres esta siendo
regulada de acuerdo con las conveniencias del mercado! Pero ^Como
olvidar que el mercado fue hecho para el hombre y no el hombre para el
mercado?

b) El destino universal de los bienes

Como se sabe, en America Latina, los teôlogos desarrollan mucho el


tema de la reforma agraria; evidentamente, tienen razôn, globalmente
hablando. Pero, se no esta completada, esta es una vision un tanto anticuada
del problema del destino universal de los bienes. Cuando uno lee, por
ejemplo, el libro de Toffler, sobre «Los nuevos poderes», se nota que, en una
concepciôn contemporânea de la riqueza y de los bienes, lo mas importante
es el saber. De hecho, el saber se presta facilmente a la participaciôn. Cuando
yo soy propietario privado de una tierra, la tierra es m fa y de ningûn otro.
No hay posibilidad de compatir el tener privado. En cambio, el saber se
presta a ser compartido. Entonces, la participaciôn del saber es una via
decisiva que permite romper el estado de esclavitud en el cual viven
muchos hombres. Por lo tanto la educaciôn es una meta fundamental en la

lucha contra la pobreza. jj*

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Ahora bien, aqui se imponen dos consideraciones.

1) El problema del ocultamiento, a veces sistemâtico, de ciertos


sectores del saber. Brasil por ejemplo, lanzo un programa espacial bastante
avanzado, pero cuando estaba casi en condiciones de mandar su cohete
hacia el espacio, falto la penultima meta del programa: la del combustible.
Ahora bien, el combustible es un producto altamente sofisticado, y se le
negô al Brasil el acceso a los conocimientos que hubieran sido necesarios
para la produciôn del combustible.
Lo mismo, se da en muchos sectores: el saber es utilizado como
nuevo instrumento de dominaciôn. Lo vemos en la utilizaciôn de los
conociminetos biomédicos y agronômicos, sin olvidar los conocimientos
relacionados con la demografia, que también pueden convertirse en
instrumento de dominaciôn o de colonizaciôn.

2) En contraste con lo que acaba de ser ponderado a propôsito de la


ocultaciôn, cabe subrayar que la participaciôn en el saber torna a cualquiera
capaz de aportar un suplemento de valia, una mas valia, a la obra divina de
la creaciôn. Gracias a la educaciôn es que el hombre puede tornarse
verdaderamente gerente responsable de la creaciôn.
Esto comporta que la «capacidad portadora» de la tierra no es estable,
fija; es totalmente relativa a los conocimientos y a las tecnologias a las cuales
los hombres tienen o no tienen acceso. Pero que ciertos hombres no tengan
acceso a esos conocimientos es una situaciôn que puede ser evitada.

c) La subsidariedad

Aqui conviene enfocar el problema de los poderes pûblicos.


El Estado por ejemplo, fue hecho para el hombre y no el hombre para
el Estado. Es indiscutible que el Estado tiene un deber esencial en lo que se
refiere a la prâctica de la justicia, en particular de la justicia social y de la
justicia distributiva. Pero en ningûn caso el Estado o los poderes pûblicos en
gênerai pueden substituirse a la légitima libertad y a la légitima autonomia
de los cônyuges en la determinaciôn de su descendencia.
Debemos considerar aqui no solo los estados nacionales sino también
las instituciones internationales que muchas veces abusan de su poder y se
portan como super-Estados, imponiendo en realidad conductas inadmisibles
a Estados soberanos, los quales, a su vez, imponen conductas inadmisibles a
sus ciudadanos.
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Uno de los peligros que se corren actualmente es que instituciones


que deberian ser simplemente z'rcfernacionales, es decir ser asambleas de
Estados soberanos, se estan presentando hoy dia como instituciones
swprflnacionales. Tienden abusivamente a limitar la soberania de sus
Estados miembros, y dictan a esos Estados la conducta que deben seguir. Lo
hacen a través de presiones: condicionando, por ejemplo, la ayuda
financiera a la aceptaciôn de politicas demogrâficas.
Otro peligro cuya manifestaciôn presenciamos es la emergencia de
una concepciôn gregaria de la humanidad: la humanidad genérica. Fué
expuesta por un filôsofo alemân que influyô mucho a Karl Marx, y que se
llamaba Feuerbach. En vez de destacar que la humanidad es una comunidad
depersonas, apresentaba la humanidad como una realidad genérica, es decir
una especie de organis~mo)En este grande cuerpo, cada uno de nosotros es
apenas miembro, momento efémero. Ese «gran cuerpo» domina a los
particulares y sobrepasa a las personas. Los que estan «a la cabeza», del
«cuerpo», eso es de la sociedad, tienen el saber necesario para définir lo que
conviene o no a los «miembros». Se somos «miembros», debemos
someternos a los dictados de esos senores, y si somos considerados como
miembros nocivos, debemos aceptar nuestra eliminaciôn. Ademas, lo que /O-
vale para los individuos, vale también para las sociedades.
Esta temâtica de la humanidad genérica se emparenta pues al
eugenismo y hasta al racismo desarrollados por Galton y por Spencer en el
siglo XIX. Hay una competencia entre los hombres y entre las sociedades.
Conviene que la humanidad genérica sea la mejor posible, y para ello
conviene que ella élimine — natural o artificialmente — a los mas débiles.
Obviamente, la Iglesia rechaza esas concepciones de la sociedad y
destaca la importancia del poder politico para estimular la contribuciôn
original de cada uno y de cada sociedad al bien comun.

d) El trabajo

El hombre recibiô de Dios la capacidad de trabajar. Trabajar es un


derecho y un deber: el hombre es Laborem exercens. Ya en Rerum
novarum, vemos que el trabajo no es reducible a una mercancia que se
vende; tampoco es reducible a la producciôn. El trabajo es el sustento de una
familia; es un servicio prestado por una persona a la sociedad. Por lo tanto,
un deber prioritario de los poderes pûblicos es de proporcionar a todos los
miembros de una poblaciôn la capacidad de expresarse personalmente por
medio del trabajo. Si por ejemplo se presencia en la Ciudad de Mexico una


1
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concentraciôn fantâstica de poblaciôn, es porque la mayoria de los


ciudadanos huyen del campo para procurarse oportunidades de trabajo en la
capital, cuando deberian poder emplearse en su pueblo, para el mayor bien
de la comunidad local y nacional.

e) La opciôn preferencial por los pobres

Este tema fue muchas veces mencionado en los documentos


pontificios recientes.
Para explicar-lo, podemos recorrer brevemente a la historia del Buen
Samaritano (Le 10, 25-37). La pregunta es de todos conocida: «^Quién es mi
prôjimo?». Conocemos también la respuesta de Jésus: el prôjimo no se
define, nosotros nos volvemos el prôjimo de alguien aproximandonos a él.
Por tanto la opciôn preferencial por los pobres debe ser traducida en
términos de iniciativa o mejor en términos de deber de ingerencia.^
Debemos tomar la iniciativa de acercarnos a los mas fragiles, de hacer con
que los mas débiles sean reconocidos como iguales a nosotros en dignidad,
tan queridos por Dios como nosotros lo somos.
Por lo tanto, esto es vâlido, en primer lugar, para el nino nonato:
debemos hacernos prôjimos de él. Por eso, desde el punto de vista aqui
explicado, las discusiones sobre la cuestiôn de saber si el nino nonato «^es
un ser humano?», es una cuestiôn que no tiene cabida. Lo importante es
saber si nosotros, en el fondo de nuestro corazôn, nos acercamos a este ser
humano no nacido, reconociendo en el a nuestro prôjimo.
Las mismas consideraciones puedere ser aplicadas al caso de los que /:
estan expuestos a la esterilizaciôn, bien como a todos los que estan
rechazados a lo orilla de la sociedad humana.

f) La solidaridad

Ese tema fue mencionado muchas veces por el Santo Padre Juan
Pablo II. La humanidad constituye una familia; todos somos responsables
unos de otros. Por lo tanto Dios no quiere solo la salvaciôn de cada uno de
nosotros considerado individualmente, sino la salvaciôn de la comunidad
humana por entero. Todos somos solidarios en la creaciôn y en la salvaciôn,
y, por desgracia, también en el pecado. Pero el pecado puede ser derrotado
por la gracia de Dios.
A este respecto cabe mencionar la dupla dimension de la solidaridad:
sinerônica y diaerônica.
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a) Actualmente, somos todos solidarios de todos los hombres que L

viven hoy dia en esta tierra; tenemos deberes para con esas personas
humanas que atingimos a través de las instituciones. Es algo muy évidente,
Lk
ya muchas veces expuesto. Llamamos esa solidaridad la solidaridad , ;^
sincronica. (lP'V:

b) Pero existe otra forma de solidaridad que también merece ser


destacada: es la que llamo la solidaridad diacrônica. Es la solidaridad entre
las generaciones. Ahora bien, en esta perspectiva, lo que esta aconteciendo
ahora con la limitaciôn de las tasas de fecundidad es una cosa dramâtica. La
exigencia de la solidaridad diacrônica fue destacada por Hannah Arendt y
Pierre Chaunu. Subraya-se aqui que — en ûltima anâlisis — el hombre es la
ûnica riqueza de la tierra. Sin el hombre, desaprece la capacidad de traer mas
riqueza a la creaciôn, de aportar mas valia al mundo ambiente. Es
indispensable que haya hombres para transmitir y enriquecer la moral, la
ética, la ciencia, la cultura, el saber, la tecnologia. Sin hombres, el
patrimonio que recibimos de nuestros antepasados no sera transmitido pura
y simplemente, y mucho menos ampliado.
Es claro que esto es importantisimo para la propia Iglesia. Si no hay
familias cristianas que transmitan la fe, el futuro de la comunidad creyente
se encuentra hipotecado.
En otras palabras, sin el gran «vehiculo» que es el hombre, el CK
desarrollo de la humanidad se torna altamente problemâtico. La baja de las
tasas de fecundidad en los paises desarrollados es una cosa catastrôfica para
esos paises pero también para el conjunto de la humanidad. La prâcticas
antinatalistas son desastrosas para el Tercer-Mundo porque destruyen las
posibilidades de intercambio fecundo de informaciones. Esas prâcticas son
especialmente catastrôficos entre las «élites» de America latina y Africa, K
porque esas «élites» constituyen, en esas regiones, la minoria depositaria de
un patrimonio humano que deberia ser compartido y enriquecido por un
mayor numéro de hombres.

V. Conclusion :'
><-i ^
/'

Concluyendo, la ensenanza de la Iglesia sobre la poblaciôn y el


desarrollo constituye una sintesis de la ensenanza de la Iglesia sobre la
persona, sobre la familia y sobre la comunidad humana. Tanto cuando se
trata de la persona, o de la familia, o de la comunidad humana, somos
remitidos a la centralidad del hombre, ser de relaciôn, que tiene algo que
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decir o que dar a los demâs pero que también depiende de los demas, para su
propio desarrollo personal. Tal es la base indispensable del desarrollo de la
sociedad.

Segun la Iglesia, lo que algunos llaman «los problemas demogrâficos»


son en realidad sintomas y consecuencias de maies profundos
inadecuadamente diagnosticados. Esos maies son principalmente de indole
moral. Advierte la Iglesia que esos maies no pueden ser curados con recetas
simplorias y truques que atentan a la dignidad de los hombres. Pero la
misma Iglesia luego anade que hay remedios — morales y técnicos — para
esos maies; dice que son evitables y ofrece los recursos de que dispone para
resolverlos.

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