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rio es que ese juicio viene en respuesta vez, pero no por ser precisamente la suya,
expresa a veredictos suyos tan inocentes que es lo que aquí quiere darse a entender,
como proclamar el «notable déficit concep- o la de todo nacionalista por el hecho de
tual y metodológico» en el tratamiento dis- serlo, como él se encarga todavía de rease-
ciplinar del nacionalismo (MN, 26), o la gurar: pues ha de saberse que un servidor
«gran indigencia teórica» (MN, 31) o el ha escrito ¡«un artículo en que [...] se cali-
penoso «nivel de indigencia conceptual» en fica al adversario político de demente y/o
su discusión ordinaria (MN, 47) 2. Juzguen inmoral»! Al margen de sus presupuestos
ustedes de qué parte está el desprecio. en esta materia, los procedimientos retóri-
Es verdad, en cambio, que califico sus cos de Moulines no son precisamente un
tesis de «disparatadas», pero eso es justa- dechado de virtudes cristianas. Lo estamos
mente lo que trato de probar en mi réplica. viendo y aún queda mucho por ver. Por
Como es cierto que digo que son «indig- ejemplo, cuando se queja de que yo le
nas (26) de un ciudadano dotado de algu- recriminé deshonestidad intelectual en el
na conciencia crítica», y estoy dispuesto a uso del pensamiento de Stuart Mill. Por-
aceptar que tal vez debiera haber mostrado que si en mi escrito aún mostraba la caute-
mayor comedimiento. Pero me harán el la de que se tratara de un «olvido impre-
favor de reparar en las malas artes de mi meditado» (235), hoy, tras su descargo,
adversario. Yo lo había escrito así, en cur- doy en pensar que aquella deshonestidad
siva y con indicación de página, porque intelectual intenta ahora taparse con otra 3.
tomaba ese adjetivo (y no será la única 2. Más llamativo aún, si cabe, es que
ocasión) del propio texto de Moulines que mi crítico culpe de esa indemostrada viru-
en su mismísimo arranque aludía a la ter- lencia de mi estilo a «cierta idiosincrasia
cera de sus tesis como si fuera «indigna de personal o nacional (cursiva suya)». Uno
un filósofo de la ciencia». Ahora este filó- hubiera esperado que en el calor del com-
sofo suprime limpiamente (?) la cursiva, el bate —y de hallar algún indicio— arre-
paréntesis con el número de la página que metiera contra mi singular grosería, una
se cita y, hale hop, lo que era un evidente vehemencia que se excede o una falta de
remedo aparece ante el lector como poco educación que debía avergonzarme. Pues
menos que un insulto. Eso es un amigo. no; lo tremendo es que atribuya inmediata-
Otra maña más, y mi oponente me mente ese estilo a mi ser nacional, sin ir
acusa de atribuir a su argumentación más lejos, a mi condición de español: al
«supuestos inmorales» (224). Claro que si fin y al cabo, «ese texto (el mío, A. A.)
acuden a mis propias palabras, observarán nos confirma una vez más que en España
que tales supuestos no se los endoso a su sigue siendo difícil superar esa táctica dis-
argumentación singular, sino al naciona- cursiva» de fundar los argumentos en la
lismo en general. Lo que ahí digo y aquí descalificación moral e intelectual del
repito es que, si para Moulines el naciona- contrincante. Y, de ser eso cierto, uno se
lismo enuncia una «perogrullada moral» pregunta quién de los dos encajaría más
(MN, 47), para mí (el nacionalismo, se fielmente en semejante estereotipo de la
entiende) es «una simpleza teórica, pero a españolidad. Pero la obsesión por ese
menudo de supuestos inmorales y con «mal endémico de España» y otros peca-
efectos inciviles». Se me dirá que esa dos nacionales reaparece en varios lugares
hipotética inmoralidad básica del naciona- más: ya sea al denunciar las «profundida-
lismo habrá de reflejarse en la inmoralidad des abismales» en que ha caído la discu-
misma de la argumentación que trata de sión sobre el nacionalismo en España; o
fundarlo, y por tanto también en la de un ya sea cuando amablemente me sitúa en la
nacionalista militante como Moulines. Tal línea de «ciertas tradiciones carpetovetóni-
Pero, a poca buena voluntad que hubie- ticos e intelectuales» a fin de evitar «erro-
ra puesto en la lectura, Moulines podía res de apreciación, repulsivos cuando no
haber interpretado con mayor acierto que trágicos» (MN, 48). Ustedes dirán si podía
mi sospecha apuntaba por lo pronto a su o debía callarme... Pero lo peor es que, en
complicidad con el nacionalismo vasco su nueva réplica, y arrogancia sobre arro-
moderado. Eso tampoco sería demasiado gancia, no se hallará disposición alguna por
halagüeño para nuestro profesor, todo hay parte del profesor Moulines a matizar tales
que decirlo, si recuerda el dicho de Xavier palabras o a reconocer siquiera en algunos
Arzalluz de que «unos se dedican a mene- pocos colegas ese compromiso —y los cos-
ar el árbol, mientras otros (ellos: el PNV) tes aparejados— al que convocaba.
recogen las nueces». Se trata sólo de una Por eso mismo, y aunque vuelva a
mínima muestra de la muy arraigada co- extrañarse, cuando entre paréntesis afirma
rrupción instalada en mi país por el nacio- «lamentar sinceramente» la tensión que
nalismo gobernante y, por si falta hiciera, vivo en el País Vasco, debo advertir que ese
la historia más reciente no ha hecho sino lamento resulta objetivamente falso. Me
confirmarla: desde el pacto de Estella has- parece no más que una intentona de zafarse
ta el plan de Ibarretxe, del recurso a la Ley de la inevitable connivencia que, lo quiera o
de Partidos al rechazo de la ilegalización no, la publicación de su Manifiesto —dado
de AuB y al actual amparo parlamentario su entusiasta patrocinio de las tesis que
de Batasuna. Cada uno ha de preguntarse impulsan, amparan o justifican la trayecto-
entonces cuál es su lugar en esta larga ria de los nacionalistas— tiene con la situa-
cadena de complicidades, si el de cómpli- ción de muchos miles de personas en ese
ce del terrorista o el de cómplice de su País Vasco (42.000 perseguidos, según
cómplice, por acción o por omisión; pero cálculos de Gesto por la Paz). O simple-
ni Moulines ni nadie que tome parte (o mente con la confusión de ideas políticas y
partido) en el problema debe considerarse la perversión de sentimientos morales de
ajeno a ella. muchas de sus gentes, o con el derroche de
Tal vez entonces se entiendan mejor medios y energías destinados a la artificiosa
las razones de que al final de mi respuesta y totalitaria construcción nacional en lugar
me pareciera no ya oportuno, sino del todo de a una más justa construcción social y
justificado, el recurso al argumento ad civil o, en fin, con la irreparable ruptura de
hominem. La primera era, como advertí, la esa sociedad política en dos comunidades
de no engañar a mi adversario ni al lector; enfrentadas. Éstas son hace ya tiempo las
quiero decir, no dejarles en la cómoda cuestiones en juego, y no, según insisten
creencia de que cabía tratar con asepsia todavía Moulines y tantas almas benditas, la
académica de un asunto que en la misma de «estar a favor o en contra de ETA»;
academia se vive bajo amenazas de muer- como si pronunciarse en contra del criminal
te, atentados frustrados y vergonzante ais- fuera lo más que a estas alturas se puede
lamiento por parte de muchos compañeros pedir de la ciudadanía (¡y de la ciudadanía
de Claustro. Eso forma parte del problema ilustrada!), sobre todo cuando hasta los pro-
que se debatía. La otra razón quedaba más gres le han retirado ya sus laureles de
implícita: era preciso relatar nuestra situa- héroe... ¿Que se tacha de intolerancia lo que
ción a quien, sin la menor prudencia o con quiere ser un mínimo afán de verdad? Por
sobrada arrogancia, y tras denunciar la tranquilizador que sea para su conciencia,
«indigencia conceptual» de los que había- no se puede estar a la vez con uno y con los
mos reflexionado en voz alta sobre esa enemigos de uno.
forma de nacionalismo, se permitía llamar Pero es que tampoco puedo creer que
al «compromiso teórico y práctico de polí- su lamento acerca de mi estado sea subje-
tivamente verdadero. Para que lo fuera, España, nos dirá en el epílogo a su escrito,
supongo que sería preciso que en mi inter- la tenemos «los hegemonistas de la nación
locutor concurriesen algunas condiciones mayoritaria»; o sea, los españoles o, mejor,
como éstas: a) Que mostrase entender que esos a quienes los nacionalistas llaman
la amenaza que sufro por parte de ETA españolistas. Moulines no puede lamentar
(igual que otros varios intelectuales en el de veras mi pena porque la merezco; y en
País Vasco) responde a mi crítica pública mi pecado llevo la penitencia.
acerca del nacionalismo vasco, de sus fun-
damentos teóricos igual que de sus preten-
siones prácticas, y que tiene por objeto Argucias sin fin
acallarme. b) Entonces tendría que perci-
bir también expresamente alguna conexión Habrá todavía quien tome ciertos usos del
necesaria, no sólo circunstancial, entre la profesor Moulines por inocentes licencias
ideología del nacionalismo vasco y la retóricas, pero parece más justo llamarlos
mortífera trayectoria de ETA; es decir, por argucias y pasar en seguida a revelarlas.
encima de la diferencia de sus métodos Una de las más graves es atribuirme tesis
respectivos, constatar su notable coinci- que no mantengo, deformar mi texto para
dencia en cuanto a sus presupuestos pri- hacerme decir lo que ni digo ni siquiera
meros y sus objetivos últimos. Y, junto al pienso; y de todo ello sobreabundan los
repudio de la violencia terrorista, sería ejemplos. Verbigracia, presuponer como
bueno que repudiase no menos las razones subyacente a mi crítica de su Manifiesto
que han legitimado y legitiman ese recurso un principio-guía expresado en la doble
brutal. c) Así las cosas, debería haberse ecuación «Nacionalismo = Nacionalismo
esmerado en distinguir su concepción vasco = ETA». ¿Había que simplificar tan-
acerca del nacionalismo en general de la to para tacharme de simplista?; aún acierto
particular que impulsa al nacionalismo a distinguir entre un género y una especie,
vasco. Sabedor de las terribles consecuen- así como entre esta especie y su individual
cias de estos movimientos étnicos, no forma terrorista. Tampoco está ni medio
parece excesivo solicitarle afinar bastante bien que este especialista me atribuya por
más sus argumentos pronacionalistas a fin las buenas el «principio metodológico
de ofrecer el menor flanco posible a la general» de que cada ciudadano sólo debe
réplica teórico-normativa. d) Animado de tratar filosóficamente del nacionalismo si
buena voluntad hacia mi situación perso- lo refiere al de su propio país. No es una
nal, la honestidad le habría conducido, ya salida demasiado airosa para responder a
que no a remediar lo que no estaba en su mi reproche de que, tras aludir a decenas
mano, al menos a hacerse cargo una por de nacionalismos de nuestros días, este
una de cuantas objeciones yo le sugerí; profesor español eludiera justamente la
llegado el caso, le habría conducido asi- menor mención de los presentes naciona-
mismo a admitir sus posibles errores y lismos españoles en España (220) 5. Ni
—aun a riesgo de perder algún renombre y mucho menos es aceptable que me repli-
ciertas amistades— a corregir varios de que haber juzgado su silencio como «co-
sus pronunciamientos. Si he leído bien su bardía», un término que no empleo, pero
réplica, Ulises Moulines defrauda esas que así, entrecomillada, empuja al lector a
condiciones. De modo que su sincero deducir al instante que le he agraviado. Mi
lamento, qué le vamos a hacer, ni va de texto sugería que ese silencio podía ser
soi ni me suena a sincero. «un hábil subterfugio para evitar todo co-
Por si hubiera alguna duda, la «culpa tejo entre sus apacibles reflexiones y un
principal» de las tensiones nacionales en nacionalismo» (y me refería al vasco) que,
mientras invoca los mismos argumentos de los recientes ciudadanos estonios, leto-
de Moulines, nos instala en la barbarie. A nes, lituanos, eslovacos, etc., sino que se
esta conjetura mi colega no ha querido trata de «un hatajo de dementes y crimina-
asomarse. les»? Son cargos inofensivos que le permi-
La deformación de mi pensamiento es ten a uno pasear por las calles de San
mayúscula cuando mi adversario me acusa Sebastián con total tranquilidad.
de servirme de expresiones..., que las Entre tanto, y si hasta ahora me adjudi-
empleo precisamente porque son las suyas ca expresiones que no pronuncio y tesis
(MN, 27 y 30) y, para que así se note, en que no comparto, Moulines va a negarme
cursiva o con indicación de la página de a continuación las que expresamente de-
donde la tomo. Por cierto, que en ningún fiendo. El sabrá por qué se atreve a decir
lugar de mi texto califico al nacionalismo que «Arteta no nos revela cuáles son los
de «demencia colectiva», tal como Mouli- criterios psiquiátricos» en los que me baso
nes hace creer (porque su connotación es para diagnosticar aquel grave desorden,
más grave), y sí de un desorden psíquico cuando en ese mismo párrafo (221) des-
que sería bueno curar y reprimir. Sólo que grano una nítida secuencia de tres de esos
en la nota al pie verán las enormes tram- criterios 8. De estas artes de poner y quitar,
pas de mi colega con estas expresiones, en las que mi colega es maestro, hay en
que son suyas (no se olvide), cuando yo seguida un compendio ejemplar. Para ser
las reproduzco 6. Más aún: el profesor exactos, se trata de una auténtica construc-
Moulines, de quien ya advertí el «gusto ción o invención de mi propio texto: ocul-
por la caricatura del adversario» (221), no ta primero mis reflexiones principales,
repara en gastos a la hora de llevar esos invierte o recompone después a su antojo
pronunciamientos, ¡y como si fueran los el orden de mis razones, para así forzarme
míos!, hasta su máxima exageración. Uno al fin a incurrir en artificiales incoheren-
ya dejó claro que ese enfrentamiento con cias que denuncia con gran ardor. Unas
los nacionalistas no había que hacerlo «a incoherencias que el propio Moulines ha
cualquier precio» o «por todos los medios fabricado de principio a fin 9.
disponibles», como él simpáticamente Pero todavía quedan procedimientos
adelantaba (MN, 27 y 30), sino siempre «a para buscarme la ruina ante los lectores y no
través de los cauces del Estado de Dere- hay que desaprovechar ni uno. Verbigracia,
cho» (221). (Un suponer, a través de las y sin razón aparente que lo justifique, mi
investigaciones judiciales de Baltasar Gar- antagonista echa mano en dos ocasiones al
zón, a cuyo propósito mi colega no se aho- menos del recurso a las paráfrasis de mi
rra algún sarcasmo.) Pero tal precaución pensamiento. Nada costará probar que
nada importa cuando lo que importa es el ambas interpretaciones constituyen otras
ataque más burdo. Así que mi contrincante tantas tergiversaciones. Pues es el caso
me concede con generosidad que no soy que ni «me da absolutamente igual» un
partidario de «las torturas ni los fusila- universo naturalmente diverso, sino que
mientos», pero mi programa antinaciona- manifiesto mi incompetencia para valorar-
lista le suena a «Auschwitz» y a «interna- lo; ni mucho menos todavía pienso que
miento en asilos mentales». Por si alguien «en cualquier caso debemos estar en con-
quiere saberlo, frente a ese enemigo políti- tra de valorar positivamente la diversidad
co quien esto firma «aboga sin cortapisas cultural»; ni es cierto que «en ningún
por su represión», lo que significa ni más modo puedo admitir [...] la diversidad de
ni menos que a los nacionalistas «hay que naciones», una proposición —ya lo ade-
despojarlos de sus derechos de ciudada- lanté— de la que no entiendo su sentido.
nía» 7. ¿Y qué debería pensar a propósito Pero todas esas cosas me hace decir mi
aun si fuera lo que dice, no es una emo- desarrollo nacional sea «percibido» como
ción natural e inevitable, sino que respon- condición del desarrollo individual. ¿Bas-
de a la educación y somos responsables de ta, pues, que algunos o muchos perciban
ella (220-221). Moulines se hace aquí el su desarrollo coartado, y lo perciban como
distraído. un efecto de lo que ellos mismos perciben
b) De etnias y naciones. Me resulta- como un propósito deliberado de reprimir
ba llamativo que de unas entidades tan el desarrollo de eso que perciben como su
difusas e imprecisas sepamos, sin embar- nación..., para que nadie tenga que extra-
go, que regulan la marcha de la Humani- ñarse de (no sabemos si también reprobar)
dad o que desean y deben contar con un su violencia? ¿Y si ésa no fuera la percep-
Estado propio a fin de defender su identi- ción mayoritaria? ¿Y si, aun siéndolo, tal
dad; recordaba asimismo que, a juicio de percepción fuera inducida y careciera de
muchos, la nación no precede al naciona- fundamento objetivo, etc.? (227, 229-230).
lismo, sino que —como el propio Mouli- Moulines no se da por enterado.
nes parece reconocer (MN, 43, 32, 45)— e) Observaciones sobre los supues-
el nacionalismo crea la nación; por tanto, tos derechos de las etnias o/y naciones.
que una cosa será la nación y otra la Déjese aparte la enojosa cuestión, dada su
nación del nacionalista, formada a partir misma vaguedad de contornos, etc., de
de los rasgos de inclusión y exclusión que quién decidirá o delimitará y conforme a
este último se encarga de seleccionar y qué criterios la existencia misma de una
atribuir a la población (221-223). No com- etnia: tal vez por eso algunos las han lla-
ment. mado «comunidades imaginarias» y atri-
c) ¿Comprensión o justificación de buyen al «narcisismo de las pequeñas dife-
esa violencia nacionalista? Mi oponente rencias» la palanca que a menudo las crea
hace un nuevo y clamoroso mutis al ser o sostiene. Queda todavía sin justificar
interrogado por el sentido de esta declara- que ciertas propiedades de su etnia sean
ción suya: «Cuando a un individuo se le requisito de la identidad personal y parte
cortan las posibilidades de desarrollo de relevante del desarrollo moral individual.
un modo que considera injusto o arbitra- No se explica por qué la afiliación étnica
rio, no hay por qué extrañarse si se enoja y resulta, a este respecto, más decisiva que
reacciona con violencia. Lo mismo pasa otras afiliaciones (religiosas, filosóficas o
con las naciones (cursiva mía), cuyo desa- profesionales). Aun en el caso de que unas
rrollo es percibido por muchos de sus u otras fueran así de cruciales para la per-
miembros también como condición de sonalidad moral, no se entiende por qué
posibilidad de su propio desarrollo indivi- cualquiera de ellas habría de requerir para
dual o el de familiares o el de amigos» su salvaguarda la total o parcial soberanía
(MN, 34). Vuelvo a preguntar: si esa vio- política; o sea, si un sentimiento natural
lencia nacional es comprensible, ¿es tam- puede ser base suficiente para un derecho
bién merecida y, por tanto, está legitimada político. Se desdeña además la posibilidad
y no debe ser resistida?; ¿cuándo sería de la invención ad hoc de tales rasgos pre-
razonable y disculpable que llegara inclu- suntamente constituyentes o el porqué de
so a la violencia armada? (226-227). Son que otros individuos, que no comparten
cuestiones que quedan en el aire. semejante emoción de pertenencia (a la
d) El puro subjetivismo como funda- que consideran fruto de una conciencia
mento legitimador. Habíamos destacado lo mítica, o engañada o resentida), hayan de
escandaloso de que el recurso a esa vio- someterse a las demandas políticas de los
lencia colectiva (¿y su justificación?) se primeros. Y, por abreviar, se sobrevuela la
sostenga tan sólo en el hecho de que el pregunta por el fundamento tanto de los
como fruto de alguna perversión personal resulta algo muy aventurado o se trata de
o de un empecinamiento culpable?; ¿cómo una hipótesis cuya verificación abductiva
no iba a quedarse «completamente pasma- prueba más bien la existencia de naciona-
do», «atónito» y experimentar repetidos lismos que la de naciones; 2) que la premi-
«escalofríos» con mi lectura? Así se com- sa axiológica es, bajo tal enunciado, estéti-
prende que tanto asombro y sobrecogi- ca y éticamente indefendible; 3) que su
miento le hayan impedido reaccionar como conclusión práctica pronacionalista (y pro-
un debate intelectual hubiera exigido. separatista, a poco que le apuremos) resul-
ta inconsecuente, amén de políticamente
temeraria.
II. QUAESTIONES DISPUTATAE
menos algunos de ellos) fueran más bien ejemplo para refutar una teoría general,
la señal de que no hay nación o no la hay me barrunto que hay suficientes contrae-
con conciencia de tal o con voluntad sufi- jemplos como para rechazar esa premisa
ciente de convertirse en políticamente epistémico-metodológica.
soberana; en suma, podrían ser síntoma
indubitable tan sólo de la presencia de al-
gún nacionalismo, pero parece más dudo- La premisa axiológica
so que lo sean de la presencia de una na-
ción. Cabría interpretar el conflicto como 1. Ya quedó más atrás descrito y des-
prueba de que no existe la homogeneidad montado el engaño que urde Moulines en
étnica postulada, de la distancia entre la torno a mi réplica a su principio del
homogénea nación ideal y la heterogénea «Valor Intrínseco de la Pluralidad del Ser»
nación o población real. A lo mejor aque- y a sus aplicaciones. Tan llamativa, sólo
llos conflictos, más que internacionales, que más invisible, es la reserva en que se
son intranacionales: no se deben tanto a la resguarda.
represión estatal de la presunta nación, Excepción hecha de su largo excursus
cuanto a la injusticia que el nacionalismo sobre el multiculturalismo, este naciona-
produce en el lugar y a las resistencias que lista académico olvida por igual todos los
encuentra entre los ciudadanos no nacio- argumentos que opuse a semejante princi-
nalistas. Serían, en definitiva, conflictos pio en su versión ética y estética (pues de
inherentes al proceso de construcción na- la ontológica ya declaré mi ignorancia).
cional en tránsito hacia una construcción En resumen, yo decía que no sabemos por
estatal; en su caso extremo, conflictos qué algo ha de valer y ser bueno tan sólo
derivados de alguna especie de limpieza por ser diferente, ni tampoco por qué un
étnica o al menos ideológica. La violencia conjunto es mejor o éticamente más rico o
nacionalista no brotaría tanto de la abun- más bello tan sólo por ser más plural. Si
dancia de la revindicación nacional como así fuera, habría mayor excelencia en la
de su carencia. Y al mutismo acerca de todo disparidad que en la coincidencia, tendría-
esto lo llamaba yo entonces «uno de los mos por ideal el fomento de la diversidad
más clamorosos vacíos en la reflexión de y desigualdad, debería preferirse el con-
Moulines» (221). flicto al acuerdo y la variedad de partes
Claro que, en cuanto se desechen tales más que su armonía o equilibrio. Lo mis-
consideraciones, se deslizan varias fala- mo que no habría deber individual más
cias más (225-226). Pues el fracaso de los alto que el cambio continuo de gustos y
nacionalismos en alcanzar su Estado- actitudes vitales, tampoco las colectivas
nación lo mismo puede deberse a coaccio- deberían preservarse, sino que estarían
nes externas que a legítimas resistencias obligadas a su continua disolución. Si la
internas. La intervención del Estado en multiplicidad de grupos, proyectos, creen-
tales conflictos puede entonces justificarse cias, costumbres, conductas o institucio-
como garantía de los derechos individua- nes es valiosa por sí misma y sin más,
les frente al atropello de quienes quieren entonces reducir las diferencia entre ellas,
imponer los derechos colectivos de su pre- corregirlas o prohibirlas si fuera el caso,
sunta nación. En otra palabras, el supuesto etc., sería un contravalor y factor de
fracaso de los Estados multinacionales no empobrecimiento. La misma cuestión de
siempre es culpa del Estado hegemónico. la legitimidad de unas determinadas cos-
Y si volviera contra mi contertulio lo que tumbres o instituciones —por no hablar
él en un momento me dirige, aquella tesis de su prevalencia o jerarquía— carece de
de Popper de que basta un solo contra- sentido: no hay criterio moral que deba
dirimirlo o, lo que es igual, no hay más nal») sobre otras?; y así las cosas y con
criterio que el de la mera pluralidad vistas a prevenir sus conflictos potencia-
(incluida también la pluralidad de crite- les, ¿no debería ponerse algún límite a esa
rios, siempre más rica que el de su unici- proliferación de Estados etnonacionales?
dad, ¿o no?...) (227-228). Silencio. (230-231). De todo esto, chitón.
Sobre ese principio Moulines dicta la 2. Todo esto constituye su no-répli-
regla general según la cual «hay que dejar ca; en su réplica, más que argumentos,
a cada existente que siga su vía»; enuncia- incluye refrendos de autoridad. Abrumado
da negativamente, la destrucción de un por el temor de que yo prefiera que los
ente cualquiera sólo se justifica «para evi- hombres porten idéntica indumentaria o
tar un daño considerable o para promover disfruten de la misma gastronomía (?),
un bien de tipo muy superior» (MN, 44, Moulines trae a colación la Declaración
cursivas mías). Estupendo, ¿y quién y con Universal de la UNESCO sobre la Diver-
arreglo a qué dictamina ese gran daño o sidad Cultural, cuyo artículo 4 dice: «La
ese bien superior?; y sin llegar a tanto, ¿no defensa de la diversidad cultural es un
habría derecho a sacrificar en ocasiones imperativo ético, inseparable del respeto a
realidades (o conductas o instituciones) la dignidad humana» (cursiva mía). Y yo
simplemente menos valiosas a otras más lo acepto, faltaría más, porque ese respeto
valiosas?; ¿y si ciertos rasgos étnicos (des- de la dignidad humana es el que marca el
de religiosos a costumbres sanitarias) que límite de la defensa o respeto de la diversi-
a unos parecen aberrantes o despreciables dad cultural. La ablación del clítoris en
se les antojara a otros excelentes y hasta unas culturas, los casamientos infantiles y
imperativos para su propio desarrollo? forzosos en otras, el derecho patriarcal en
Más silencio. las de más allá, las mutilaciones corpora-
Y por venir sólo a algunas pocas de les o la lapidación como castigos, la bruje-
sus hipotéticas plasmaciones políticas, ría en lugar de la medicina, y tantas y tan-
¿acaso no sería más congruente con ese tas (entre las que, naturalmente, habría que
principio un régimen político de máxima incluir también otras occidentales y «civi-
diversidad etnocultural que el de una lizadas»)..., ¿son defendibles como mues-
menor o el formado por una sola etnia?; tras de la diversidad cultural o del respeto
¿no sería el estado ideal de la Humanidad de la dignidad humana? Contra lo que
organizarse como una ilimitada pluralidad afirma Moulines, estoy seguro de que esa
de Estados étnicamente (e ideológicamen- Convención no podrá obligar a «promover
te, etc.) plurales?; o, en sentido opuesto, la diversidad cultural en todas sus formas
¿quiere acaso decirse que todas las etnias y en todos sus niveles» (cursivas mías) y
deben contar con su Estado y que todos tendrá más bien que prohibir, para ser res-
los ciudadanos deberíamos ser nacionalis- petuoso con la dignidad humana, algunas
tas (al menos nacionalistas moulineanos)? de esas formas y niveles de la diversidad
¿No se observa que la aplicación de este cultural. Lo sorprendente es que el propio
principio traería consigo su completa abo- Moulines ya no recuerde que poco antes él
lición? ¿Y no será por eso por lo que tal mismo había sostenido con acierto que,
nacionalismo étnico es un agente reductor siendo en principio bueno que se desarro-
de la pluralidad, en la medida en que ha de llen formas culturales diversas, eso no sig-
afanarse a un tiempo en exhibir su propia nifica «que no pueda haber algunas de
diversidad fuera de las fronteras de la ellas dañinas para el conjunto del universo
nación y en reprimirla dentro de ellas?; cultural». Pues claro. Aunque lo dejara al
¿no equivaldría esta homogeneidad forzo- albur de cada cultura, y por tanto con el
sa a la hegemonía de una etnia (la «nacio- evidente riesgo de ser así neutralizado, ¿es
aquellas que hoy propugnan como ideal el rio el principio que, por contraponerlo al
aislamiento encastillado de cada etnia o anterior, llamé el del valor intrínseco de
identidad cultural en el seno de un Estado la unidad o armonía del ser (232). Ya he
pluriétnico. Me estoy refiriendo a ese mul- dicho que, como de inmediato quedaba
ticulturalismo que —con vistas a proteger limitado al ámbito político, no había
las «especies nacionales»— exacerba las base para suponerlo irrestricto y deducir
diferencias reales o inventa otras imagina- así no sé qué incoherencias. Por lo
rias, demanda derechos que son privile- demás, en ese enunciado sólo confunde
gios, abomina de toda mezcla como con- «unidad» (¡y «armonía»!) con «unici-
traria a su ideal de pureza y practica una dad» quien está predispuesto a descubrir
tolerancia que es pura indiferencia y nihi- en su autor un solapado proyecto de
lismo. De todo eso se desmarca con clari- monolitismo, homogeneización, unifor-
dad el interculturalismo 16, que respeta los mación forzosa y cosas así. Sobra decir
derechos de los diferentes, sí, pero que que valoro positivamente la pluralidad,
invita también al contraste de ideas y al pero no por ella misma, sino en la medi-
mestizaje cultural. da en que —desde algún criterio de valor
Para mi grata sorpresa el profesor que habrá que acordar— cada uno de sus
Moulines, que se confiesa multiculturalis- componentes parece positivo y contribu-
ta, no se considera por ello en modo algu- ye al bien del todo. Defiendo la plurali-
no relativista: juzga positiva la diversidad dad... con límite; y ese límite en nuestro
de formas culturales, pero descree de que caso lo marcará la armonía de derechos
todas ellas tengan el mismo valor y sos- de los seres humanos diversos, el pacífi-
tiene —a modo de ejemplo— que hay co enriquecimiento y la justa conviven-
obras musicales, partidos políticos y so- cia del conjunto político.
ciedades mejores o peores que otras. Me Tal era el sentido, seguramente inge-
alegro de coincidir con él al menos en nuo, de mi consigna-resumen: «Lo que
este punto, que no es baladí. Pero quizá hay que preservar y hasta fomentar en lo
convenga conmigo en que ha dado pistas posible es la unidad en la diversidad.» Y
que me indujeron a confundirle: si es un eso a su vez comparecía como la condi-
derecho y un deber de toda etnia preser- ción ideal de la política nacional e inter-
var su identidad, si de esa identidad for- nacional, el fundamento respectivo de lo
ma parte cualquier elemento cultural con que la tradición ha denominado paz
tal que así sea considerado por bastantes, interna y paz externa: a saber, la unidad
si toda diferencia cultural merece guar- o armonía de los subconjuntos políticos
darse salvo la muy mala o la que impida (en su caso, las naciones) en el seno de
lo muy bueno, si los Estados multinacio- cada Estado y la unidad de los Estados
nes no protegen esos derechos ni asegu- en el seno de una Comunidad internacio-
ran en absoluto esa salvaguarda, si en nal. El lema de la Unión Europea reza
definitiva cada etnia y nación sólo obtie- justamente «Unidos en la diversidad».
ne el respeto debido en un Estado pro- Allá Moulines si se complace en asimi-
pio..., comprenderá que su concepción me larlo con la definición falangista de pa-
haya parecido más cercana a un erizado tria como «unidad de destino en lo univer-
multicomunitarismo 17 siempre presto a sal» (que refleja una visión nacionalista y
levantar fronteras que a un más fluido totalitaria) o aproximarlo al lema franquis-
interculturalismo. ta de «España: una, grande y libre» (que
4. Salvo que haya propósito de ter- no sería malo si aquella unidad y grandeza
giversación, no encerraba ningún miste- fueran resultado de esta libertad).
nación que para afirmarse no se incline a de un Adorno 20, sino de un fingido victi-
negar a las vecinas» (231)? Hombre, qui- mismo que causa víctimas reales y se
zá no fuera justo del todo, pero tampoco encamina a obtener réditos políticos in-
comete una desaforada injusticia: una justificables.
nación que se afirma (políticamente) es ya d) En fin, señor mío, ¿dónde dejo
una nación tal como la imagina o desea yo caer «que la tendencia general es (o
construir su nacionalismo inspirador. Esta debería ser —no queda claro—) hacia la
nación nacionalista tiene que distinguirse desaparición de los Estados nacionales y
como sea de las vecinas…; y hasta de ella la constitución de Estados multinaciona-
misma, en la medida en que, de un lado, les?». ¿Por qué me atribuye hablar de la
ha de negar otras concepciones y autocon- «tendencia universal a la superación de
ciencias de la misma nación y, del otro, ha los Estados nacionales y cosas pareci-
de estar exagerando o inventando sus das», así, entrecomillada para simular
señas de identidad hasta la caricatura. Sea una cita textual, de lo que no hay el
como fuere, uno pretendía sobre todo con- menor rastro en mi escrito? Lo único que
trarrestar ese nacionalismo moulineano de decía es que el ideal de la correspon-
diseño según el cual las naciones están dencia biunívoca entre nación y Estado
libres de toda «actitud agresiva» hacia sus —para disgusto de Moulines, supongo—
congéneres. no se cumple y aventuraba a lo más que
c) En cambio, nada me cuesta recti- sería desastroso para el mundo que se
ficar uno de mis asertos, el de que las rei- cumpliera. Agradezco a mi interlocutor
vindicaciones nacionalistas más habitua- los datos con que me obsequia sobre las
les responden a resentimientos pro- nuevas naciones soberanas por secesión
venientes tal vez de una injusticia pasada, de un Estado multinacional previo, y que
pero sin demasiada vigencia en la actuali- ignoraba..., pero ignoro todavía más por
dad (226). Carezco del saber necesario qué me los echa en cara. Pues yo no
para sostener tal cosa y lo más probable, reniego del derecho de secesión cuando
en efecto, es que el problema nacionalis- se presenta como un derecho terapéutico,
ta vasco estuviera limitando mi campo para servirme de la expresión de Bucha-
de visión. En mi descargo diré que la nan (235).
pregunta de la segunda parte de mi frase, Así que quiero creer que esos veinti-
si no me equivoco, conserva todo su séis casos que me enumera reúnen en
calado normativo: la de «si está justifica- mayor o menor medida los requisitos que
da una “acción afirmativa” o de “discri- permiten calificar aquellas secesiones de
minación positiva” que pretendiera repa- frutos del Derecho, y no de la fuerza o del
rar un crimen remoto por otro probable oportunismo; de lo contrario, cabría el
crimen presente» (226). Pues hay expe- riesgo de que se estuviera ante la sustitu-
riencia suficiente para sospechar que ción del dominio de una minoría étnica por
ciertas demandas de compensaciones otra 21. Por lo demás, claro que tengo en
económicas, territoriales o de «normali- cuenta lo que algunos denominan «la fuer-
zaciones» lingüísticas tienen un funda- za normativa de lo fáctico». Sólo que, pre-
mento más imaginario que real, y buscan cisamente por no aspirar al título de politó-
inducir o avivar una cierta conciencia logo ni de sociólogo de la política, sino al
colectiva falsa antes que educarla. No de filósofo político, prefiero promover
nos hallamos entonces ante una justicia antes la más deseable fuerza fáctica de las
anamnética hacia las víctimas inocentes normas y, sin perder de vista los hechos,
del pasado, en la estela de un Benjamin o pensar sobre todo en los derechos.
III. DEL PAÍS DE LOS CONEJOS que hoy hagan justo u oportuno alterarlo.
AL ESTADO ESPAÑOL Ni la presente realidad política española ni
(Y SUS TRIBUS) los argumentos de Moulines me parecen lo
bastante persuasivos para ello.
Es de agradecer que mi interlocutor, desde
su lejanía geográfica, desemboque por fin 1. Su error de partida es grueso, así
en la España actual. Le han animado a ese lo creo, aunque tiene a su favor la political
Apéndice tanto mi irónica regañina por correctness y las bendiciones de la progre-
haberlo bordeado, como esa afirmación que sía más reaccionaria. Consiste en «apos-
en un momento dejaba yo caer de que «la tar» —como si se tratara de una cuestión
España de hoy [es] un Estado multinacio- azarosa— por que España se compone de
nal» (226). ¿Entro así en contradicción con cuatro naciones, «ni más ni menos», a
mis tesis anteriores y me echo al final en saber, catalanes, vascos, gallegos... y espa-
brazos del nacionalismo y, ay, de Mouli- ñoles, y que estos últimos se reparten a su
nes?; ¿tendré que aceptar como inevitables vez entre diversas regiones, como las
habitadas por andaluces, murcianos, man-
las consecuencias que de tal aseveración se
chegos, etc. La fe de Moulines en estas
apresura a extraer mi adversario? Creo que
fronteras, así como en los signos específi-
no. Creo más bien que éste es un terreno en
cos de «identidad nacional» que cada una
el que sus tesis, ya inconsistentes en la teo-
de ellas encierra (hasta el punto de que los
ría, reciben su falsación práctica.
elementos identitarios españoles podrán
las demás naciones hacerlos suyos, pero
nunca conseguir que sean los suyos), me
España, a la moda multinacional resulta tan conmovedora como fantástica,
A nuestro nacionalista académico ni se le
Seguramente fue por mi parte una indebi- ocurre que esa identidad española y los
da concesión a la moda lingüística tildar a signos que la expresan (lengua, tradición
España de «Estado multinacional», aun- literaria, memoria histórica y otros) pue-
que sólo fuera porque nuestro Estado de dan ser hoy comunes o, como mínimo,
las Autonomías no se ajusta al sentido pre- predominantes. Eso de imaginar que lo
ciso de ese rótulo. Tampoco pienso hacer español no se halla entre catalanes o galle-
litigio acerca de ello. España se ha cons- gos, y sí tan sólo entre andaluces o astu-
truido en el tiempo por integración de rianos; eso de que existe una nación espa-
naciones de origen y, en ese sentido, es ñola además de la catalana o la vasca,
una realidad multinacional; sólo que de- como si fueran entidades claramente deli-
mográfica, lingüística y políticamente lle- mitadas o delimitables, etc., todo eso no es
va siglos claramente unificada. Conozco la sólo producto de esa lejanía con que hace
vaguedad de nuestra Constitución cuando tiempo contempla el catedrático de Mú-
se refiere a los «pueblos de España» y des- nich las cosas de este país. Creo que es ante
pués a sus «nacionalidades», pero acepto todo la simplificación, la premeditada de-
que pueda hablarse de «Nación española» formación de la realidad que necesita su
o, como a menudo se la ha llamado, de esquema para tenerse en pie y ser aplicado
«una nación de naciones». Sea de ello lo con alguna esperanza de éxito...
que fuere, tampoco yo soy un adorador de ¿Hablamos entonces de los sentimien-
la Constitución (a la que graves discrepan- tos de pertenencia y adscripción en algu-
cias sólo me dejaron en su día votar en nas comunidades españolas? Uno se que-
blanco) como de un texto de carácter inal- da sorprendido de la extensión de las
terable; lo que pido, eso sí, son las razones emociones digamos «nacionales», pero en
la mayoría de las regiones se diría que dan que, una vez más, los que delatan una
lugar a una voluntad netamente autono- identidad compleja llegan al 74,5 por 100.
mista y tan sólo en unas pocas alumbran Y vengamos a la Comunidad Autónoma
propósitos secesionistas de cierta impor- Vasca, cuyo actual nombre, Euskadi, ni es
tancia. En Andalucía, quienes se conside- natural ni nace «para evitar connotaciones
ran sólo españoles suman el 5,5 por 100; puramente paisajísticas» (?), sino como
más españoles que andaluces, el 6’1 por neta invención de Sabino Arana a fines del
100; tan españoles como andaluces, el siglo XIX y sólo para evitar toda connota-
68,5 por 100; más andaluces que españo- ción española. Pues bien, aquí se quiere
les, el 14,5 por 100; y sólo andaluces, el sólo español el 3,6 por 100; más español
4,2 por 100 22. Lo que conviene remarcar que vasco, el 6,3 por 100; tan español
aquí es que la población que confiesa una como vasco, el 36,8 por 100; más vasco
identidad nacional compartida o compleja que español, el 27,4 por 100, y sólo vasco,
(esto es, la resultante de sumar los tres el 19,8 por 100 (no contesta el 6,1 por
porcentajes centrales) alcanza un 89 por 100). Siendo éste sin duda el resultado
100. No anda tan lejos lo que sucede en más crítico, saquemos algunas lecciones
una comunidad de las llamadas «históri- que parecen indiscutibles: a) que el seg-
cas», como es Galicia. Aquí los que se mento más poblado, ya sea el tercero o la
sienten sólo españoles son el 4,9 por 100, suma del segundo y tercero, prefiere el
más españoles que gallegos, el 4,5 por actual estatuto autonómico a cualquier
100, tan españoles como gallegos, el 59,7 otra opción; b) que las filas nacionalistas
por 100, más gallegos que españoles, el (los más vascos o sólo vascos) alcanzan el
20,5 por 100, sólo gallegos, el 6,5 por 100 47,2 por 100, poco más o menos su techo
(y no contestan el 3,9 por 100). Cabría electoral presente; c) que de ellos la fac-
concluir que la conciencia autonomista es ción nítidamente secesionista (suponga-
la dominante, que el nacionalismo podría mos que los sólo vascos) abarcaría el 19,8
alcanzar a lo sumo un 27 por 100, pero por 100 de sus gentes; d) que, en cambio,
que el nacionalismo independentista se los que dicen compartir a un tiempo la
contentaría con el 6,5 por 100 y que, en identidad nacional de españoles y vascos
fin, un 84,7 por 100 reconoce una identi- son el 70,5 por 100 23.
dad nacional compleja (por integrar com- 2. Con tales resultados a la vista,
ponentes españoles y gallegos). díganos el profesor Moulines si «los ele-
Las cifras varían en las dos «naciones» mentos que constituyen» el aire de familia
dotadas de mayor conciencia nacional, española son en su mayor parte otros dis-
pero no tanto. En Cataluña se siente sólo tintos que los de las demás familias y si
español el 10,5 por 100; más español que existe una nación española además y dife-
catalán el 11,4 por 100; tanto lo uno como rente de las restantes. ¿No será más cierto
lo otro el 44,4 por 100; más catalán que que, sea cual fuere el territorio del que
español el 18,7 por 100, y sólo catalán, el proceda o en el que habite y al margen de
13,5 por 100. Fácilmente se observará, por otras diferencias menores, la mayoría de
ejemplo, que hay un mayor sentimiento los españoles se consideran españoles?
español en Cataluña que en Andalucía; y Díganos también si, para detectar una
no menos se comprobará que, si los nacio- nación, le basta con recoger el uso oficial
nalistas catalanes (en los que incluyo los de una lengua —como su entusiasmo
dos últimos sumandos) cuentan con un identitario parece dictarle— o se esfuerza
32,2 por 100 de la población, los netamen- en constatar el uso real de esa u otras len-
te secesionistas no pasarían probablemente guas entre la población. Pues por ahí se
del 13,5 por 100. Lo más significativo es encontraría en España con algo bien
sabido, pero que la prudencia y el buen del complejo de culpa y deuda hacia los
tono aconseja callar: no sólo que las len- nacionalismos que arrastra cierta sedicente
guas minoritarias son en efecto de hecho izquierda desde tiempos franquistas, esta
muy minoritarias (y de ahí el desesperado contraseña entre pretendidos progresistas
empeño de las políticas lingüísticas por delata una notable inmadurez ciudadana y
crear o ensanchar su diferencia como una penosa incoherencia con sus propias
nación), sino que el español es con mucho premisas 24.
la lengua más conocida y usada entre las Hay, pues, una nación hegemónica
mismas «naciones» que no serían españo- (España), pero porque está efectivamente
las. Díganos entonces si esa diversidad presente en todas sus partes, es decir, por-
nacional, ante la que soy el primer conven- que todas éstas en general así lo consien-
cido de que «no es una terrible desgracia», ten y hasta se complacen en ser partícipes
no resulta de hecho para casi todos compa- de ella. A fuer de realistas, cada una de
tible sin conflicto (al menos sin conflictos estas naciones/nacionalidades se habría
secesionistas) con una más genérica uni- autodeterminado como española desde
dad nacional. Romper esa unidad no será 1978 en las elecciones generales y como
una estimulante «utopía», ni salus alguna específicamente «nacional» en los comi-
para nuestro país, sino su verdadera des- cios autonómicos. No es cuestión (como
gracia; y la culpa mayor de ella recaería repite el liberal) de que la mayoría de esa
sobre esos para quienes aquella diversidad nación hegemónica, por vías electorales o
sólo es la ocasión de cultivar una suerte de plebiscitarias, le gane abusivamente la
estatolatría en minúscula. partida a las minorías nacionales. Es que,
Díganos asimismo, dado el escaso en el seno de cada minoría nacional, tam-
apoyo previsible a la ecológica (?) deno- bién la opción secesionista resulta minori-
minación de «País de los Conejos», si taria. Más aún: incluso las dotadas de
mantiene esa propuesta de bautizar al con- mayor grado de conciencia nacional son, a
junto de naciones de España con el apela- su vez, en gran medida y en un sentido
tivo de «Estado español» y así enseñarlo amplio pero significativo entidades multi-
en las escuelas (¡pero no en las familias!) nacionales 25. No están por eso Cataluña o
e inscribirlo en todas las instituciones. Euskadi ante la tremenda alternativa de
¿No ha quedado claro que todas ellas se resignarse o «construirse otro Estado que
consideran también y mayoritariamente represente mejor su identidad nacional»,
españolas, no sólo en su sentido político, justamente porque, aun en el caso de
sino también en el cultural?; ¿es decir, que aceptar la correspondencia nación-Estado
«España» es el nombre de un Estado y propio, ninguna de esas identidades co-
además el de una Nación, la que resulta de lectivas se presenta ante sus moradores
reunir a todas las «naciones» españolas? tan pura o monocroma como para reque-
La equivalencia «España = Estado espa- rir un Estado exclusivo. Aquel Stuart Mill
ñol» no es un error categorial, sino una ya lo había previsto: «Hay porciones de la
intuición popular arraigada y bien funda- misma Europa donde las diferentes nacio-
da. Aquellas otras expresiones («Estado nalidades se hallan de tal manera mezcla-
español» o «Estado» a secas), cuyo uso das que no les es posible vivir bajo
por desgracia no se limita a catalanes y Gobiernos separados» 26. Es un argumen-
vascos, cuentan con pocos años de exis- tum ad quantitatem y, antes aún, ad qua-
tencia y hace ya tiempo que sobran. Cier- litatem, del que se desprende que la real
tamente delatan mucho más que un pro- «multinacionalidad» española se parece
blema terminológico. Junto a la pedantería francamente poco a la diseñada por el
reinante y su contagio mimético, además profesor Moulines.
atiene al «principio más básico de la arit- agravaría donde lo hubiera. He aquí algu-
mética democrática», tal vez porque antes nas de mis razones. 1) En la mayor parte
ha degradado el principio democrático a de las nacionalidades españolas crearía el
pura aritmética. Pero como la democracia problema en la medida en que, contra toda
está muy por encima de la ley del número evidencia, lo da por supuesto y lo predica.
y la regla de la mayoría presenta serios 2) En las dos o tres nacionalidades más crí-
límites en su ejercicio 29, a nuestro autor se ticas, allí donde el problema existe en
le escapan unas cuantas cuestiones decisi- algún grado, por fuerza tiene que agravarlo
vas. No las alude ni de lejos. al menos de dos modos diferentes: a) A-
La primera de todas sería la distinción quella medida como vía de solución ya
capital entre el derecho de la mayoría a predetermina la presencia de un «pueblo»
gobernar dentro de un Estado y el mucho o «nación» bien delimitados, dotados de
más discutible derecho de tal mayoría a una identidad diferencial, sujetos colecti-
modificar los confines territoriales de ese vos de «derechos históricos», etc., que no
mismo Estado 30. Queda asimismo sin requieren más justificación secesionista
aclarar si aquella mayoría simple ha de que su mera voluntad mayoritaria. Más aún
valer sólo para el conjunto del territorio o que en el caso anterior y en virtud de un
también para cada una de sus principales reconocimiento tan chato y arbitrario de
divisiones administrativas o históricas; o ese derecho, la consulta de autodetermina-
si cada una de esas porciones (¿y cuál ción es performativa: comienza a hacer lo
sería el límite de esa unidad territorial?), que dice. b) Empeora asimismo la situa-
en caso de obtener en ella un resultado ción porque, en el supuesto menos malo,
contrario al del conjunto, ostenta a su vez tiene que fracturar la comunidad, enfrentar
derecho a su propia autodeterminación a sus partes entre sí y tensar al máximo la
respecto de la nueva entidad política; o si vida ciudadana, tal como permiten prede-
el Estado del que se emancipan no habrá cir los resultados electorales y sondeos de
de establecer ciertas condiciones previas a que se disponen. 3) En el singular caso
fin de garantizar el respeto de los derechos vasco (el único que podría tener lugar a
de los ciudadanos que ahora formen la corto plazo, según amenaza el plan Iba-
minoría del nuevo ente soberano, etc. Pero rretxe) persiste la misma violencia —la
lo más grave, a mi entender, es que mi criminal y, desde luego, la institucional—
interlocutor no toma en cuenta los proba- que ha contribuido como ningún otro fac-
bles costes humanos de la empresa a la tor a instalar y perpetuar en el poder a los
que tan alegremente nos invita. ¿Le impor- nacionalistas, a marginar y a amedrentar al
taría escuchar a A. Buchanan?: «Una ade- resto de la ciudadanía. Esa violencia, junto
cuada preocupación respecto de la parti- a probar a posteriori su «legitimidad» y su
ción incontrolada de los Estados no arraiga eficacia, sería un dato más del ventajismo
en ninguna creencia de que los Estados de quienes no harían ascos a celebrar aquel
como tales sean sacrosantos o siquiera referéndum en medio de semejante falta de
valiosos, sino en la consideración de las libertad. 4) Sea cual fuere el resultado de
pérdidas humanas que pueden producirse tal consulta en cualquiera (?) de las «nacio-
cuando los Estados se fragmentan» 31. nes» de España, desataría imparables efec-
Y si —pese a todo— nuestro separatis- tos reivindicativos en cadena tanto en otras
ta académico reincidiera en su propuesta, regiones españolas como en otras
permítame replicarle que esa consulta europeas. Pero no menos engendraría en
popular que preconiza para España o bien los Estados incentivos perversos a adoptar
encendería el problema donde ni lo hubo ni políticas que, con vistas a atajar futuras e
lo hay o, lejos de paliarlo o resolverlo, lo hipotéticas secesiones de partes de su terri-
NOTAS
1 Al citar alguno de los tres documentos cruzados naciones fracasan en ese objetivo se debe por lo
hasta ahora entre nosotros, seguiré la siguiente regla: general a coacciones externas y que no hay que
las referencias al primer escrito de Moulines figuran extrañarse (las cursivas son mías), por tanto, si la
como MN y la página de su publicación en el núm. 24 nación así frustrada «reacciona con violencia». De
de Isegoría; si remito a mi réplica, se indicará entre suerte que no se diría que la cuestión sea «de impor-
paréntesis el número de página de Isegoría, núm. 26; tancia muy secundaria» para lo que aquí se disputa.
la contrarréplica de Moulines, al venir en páginas de Supongamos por un momento que defender y desa-
este mismo número, no llevan otra indicación que las rrollar la identidad nacional sea primero una tenden-
comillas o las cursivas. cia y luego, en virtud del principio moulineano del
2 Es un caso notable de viga en el ojo propio. No valor intrínseco de la pluralidad, una presunta obliga-
hay que olvidar que las quejas de supuesto maltrato ción universal de toda nación. Bueno, pues esa tesis
provienen de quien, en las mismas páginas, califica no puede ampararse en el autor que tanto recortara su
mis reflexiones de «vituperios que pululan en el tex- aplicación práctica y que —precisamente por negar
to», «uno más de sus exabruptos», «amalgamas preci- aquel criterio axiológico— concluye dos páginas
pitadas», «falsas inferencias» y otras lindezas. Para después proclamando el principio opuesto: «Todo lo
decirlo en una frase, de quien adelanta en su segundo que tienda a mezclar las nacionalidades, a fundir sus
folio que «el texto de Arteta está inspirado, de cabo a cualidades y sus caracteres particulares en una unión
rabo, por el odio y la crispación». común, es un beneficio para la raza humana.» Sir-
3 Me pareció en efecto sospechoso que quien viéndonos de sus propios términos, ¿se atreverá
citaba a Mill en apoyo de un concepto de nación Moulines a insistir que esta última tesis T’ de Mill,
caracterizada por el deseo de disponer de Estado desde luego incompatible con la suya, es «indepen-
propio, desde el cual enunciará luego el pensador diente de T», es decir, de la tesis de la deseable coin-
inglés la conveniencia de que los límites estatales cidencia entre las fronteras de la nación y del Estado?
vengan a coincidir con los nacionales..., ese mismo ¿Mereceré por ello su condena a ingresar entre la
se olvidara de las dos enormes reservas con las que «gente de escaso nivel cultural» incapaz del menor
el propio Mill limitó en seguida la aplicación de tal razonamiento?
principio. De un lado, la de que la nación de marras 4 Cfr. F. Savater, «Etnomanía vs. ciudadanía», Ise-
no se encuentre demasiado mezclada con otras y, del goría, 24 (junio 2001), pp. 131 ss.
otro, la consideración moral y social de las ventajas 5 Me permito poner alguna sordina al motivo que
que puede acarrear para una nación atrasada fundirse ahora aduce de ese silencio. De creerle, «nada estaba
en otra más desarrollada. No se trata, pues, de que más lejos de su intención» que publicar un artículo
Moulines pase por alto «otros pasajes de Mill» cua- sobre la situación política interna del Estado español,
lesquiera —como alega—, sino de unos pasajes pró- ni su interés fue «defender la causa del nacionalismo
ximos integrados en el mismo capítulo XVI de Del en este o aquel país», sino sólo analizar el concepto de
gobierno representativo, que sólo abarca seis pági- nación, etc. Pero yo me limité a extrañarme de que,
nas de extensión. Tampoco parece ser «algo que no pese a aludir a tantos otros, ni mencionaba siquiera
venía al caso en este contexto», pues nuestro filóso- los nacionalismos en España. Por lo demás, la excul-
fo de la ciencia describía esa nación de Mill como pación que presenta no ha sido obstáculo para que
deseosa de Estado propio «en tanto instrumento jurí- publicara su Manifiesto en catalán y castellano (Ed.
dico-político para defender su identidad nacional y La Campana, 2002), lo presentara en Barcelona y con-
desarrollarla», lo que viene a expresar el programa cediera con tal ocasión al menos una entrevista a la
nuclear del nacionalismo. prensa en la que sostuvo que «la solución del proble-
Que uno sepa, esta relación instrumental entre ma vasco» radica en aceptar el derecho de autodeter-
nación y Estado no se halla en Mill, pero a Moulines minación y que resulta «lamentable que el gobierno
le sirve para esbozar a renglón senguido varias con- del Estado español considere que la mitad de la pobla-
clusiones cercanas a juicios de valor: que si tantas ción de Euskadi sea loca y terrorista» (Avui, 2-3-2002,
p. 43). Puro interés científico, ya ven. Otra cosa es 9 Y si les cuesta creerlo, vayamos por partes.
Cataluña, en la que la revista Idees (núm. 13, marzo a) Tras enunciar el llamado por él «Valor Intrínseco
2002, pp. 31-55), casualmente sufragada por el de la Pluralidad del Ser», mi oponente escribe: «Arte-
Department de la Presidencia de la Generalitat, com- ta no quiere aceptar este principio» (cursiva mía).
pendia su Manifiesto y recoge un debate en el que Pero no es que caprichosamente no quiera, sino que
Moulines aporta la réplica final. Está en el ejercicio no puedo aceptarlo en virtud de una serie de razones
de su derecho de libre expresión, no faltaba más, pero que expongo en las páginas 227-228 y que Moulines
no debería ocultar después que lo ejerce. ni siquiera menciona. b) En lugar de eso, da un salto
6 Digo que estamos ante un desorden psíquico «en de páginas y pasa sin dilación a enunciar mi principio
esos casos» (221), a saber, cuando el nacionalismo opuesto del «valor intrínseco de la unidad o armonía
está inflamado por ese patriotismo —pues hay otros— del ser», que no explica. c) Peor aún, lo altera sustan-
que Moulines había definido como un «sentimiento de cialmente cuando dice de él que mi formulación es
filiación hacia un objeto que el individuo siente que lo «ontológicamente irrestricta». La verdad es que, pre-
trasciende, algo que percibe a la vez como un objeto cisamente para restringir tal principio, yo había escri-
externo a sí mismo y componente fundamental de su to que «procuremos enraizarlo como el apoyo más fir-
propia identidad». Claro que sería más preciso deno- me de la política nacional e internacional. Lo que hay
minarlo desorden moral. Así se entenderá mejor que, que preservar y hasta fomentar en lo posible es la uni-
cuando digo que hay que curarlo, pretendo decir que dad en la diversidad» (232). No es una interpretación
hay que educar a los nacionalistas en otra clase de light del principio, sino su sentido mismo. Pero él
patriotismo: pues éste es un sentimiento que, siendo debía pasarlo por alto a fin de extraer mejor cuantas
razonable, resulta también «educable» (221). Y que en consecuencias pudieran dejarme en la posición más
modo alguno tengo por un deber moral «reprimir a los desairada: mi preferencia por la homogeneidad cultu-
nacionalistas», así, por la brava, según me atribuye mi ral o el monolitismo ideológico. d) No contento con
bienintencionado colega, sino nada más que el procu- tanto tejemaneje, este metodólogo descubre de repen-
rar «reprimir o superar» aquel desorden (221), o sea, te que, por lo dicho «unas páginas antes» (casualmen-
el nacionalismo étnico. No es lo mismo, claro, pero lo te la primera de todas, la 227), «es posible que Arteta
probable es que el lector se ahorre la molestia de veri- no prevea una aplicación tan universal de su princi-
ficar las citas y que al autor le interese dibujarme pio». Sólo que ni se trata de una previsión ni queda en
como a un energúmeno. En consecuencia, que haya el reino de la conjetura, porque un servidor había
un deber moral, que es a la vez un deber político y dejado aquí escrito: «Ignoro si es verdad necesaria
cívico, de reprimir, curar o superar los nacionalis- que el universo sea ontológicamente tanto más rico
mos..., no significa que a quien falta a ese deber cuanto más diverso, que es cosa que dejo a los teóri-
«habrá que sancionarlo, aunque Arteta no dice cómo»: cos del mejor de los universos posibles. Sea de ello lo
eso es algo que ni se me ocurre ni siquiera insinúo que fuere, me temo que de ahí no saldría ninguna
mediante alguna oscura alusión; es algo de la entera estimación teórica ni directiva práctica para el mun-
cosecha de este honrado nacionalista. do humano o de los valores» (cursivas mías). Ningu-
7 Esa medida, que no se me ha ocurrido a mí, sino na estimación teórica ni directiva práctica sensatas o
a Moulines, se le ha ocurrido también hace poco al decentes, se entiende, porque a renglón seguido indi-
nacionalismo vasco contra sus infieles: la asociación co una colección de otras a mi entender insensatas y
de municipios nacionalistas llamada Udalbiltza pro- perniciosas. e) Y es así como, a base de adjudicar fal-
mueve la iniciativa, puesta en práctica en bastantes samente universalidad ontológica a un principio que
ayuntamientos, de expedir un documento de identidad yo limitaba al mundo ético-político, de invertir el
vasca con vistas a configurar un censo nacional vasco orden de todo el razonamiento y de poner juntas tesis
del que echar mano en algún eventual referéndum de separadas, Moulines puede denunciar otra de mis
autodeterminación. Lo que son las cosas... «incongruencias», q.e.d.
8 A saber: que bajo aquella fórmula el patriotismo 10 Uno diría que esa caracterización falangista de
sería una especie de fanatismo colectivo que contradi- la nación española no se separa ni un milímetro de la
ce el sentimiento democrático; que esa emoción es caracterización nacionalista de la patria vasca.
peligrosa por buscar un enemigo real o imaginario en 11 Para librarse de una observación mía (de pasada
que descargarse; y que su peligrosidad aumenta en y como asunto menor) de que en un punto dado incu-
proporción a las resistencias que encuentra entre los rre en la falacia naturalista, Moulines dedica un largo
no nacionalistas de su pretendida nación. En resumi- párrafo a volver a explicarme el vínculo entre esas
das cuentas —y según añado—, esa clase de naciona- premisas y su inferencia. Ya había entendido ese
lismo resulta un desorden psíquico o moral colectivo vínculo, pero en aquel punto consideré una falacia
porque pone la lealtad al grupo nacional por encima saltar del amor a la patria al derecho de la patria a eri-
de cualquiera otra. Al volver a los nacionalistas girse en Estado.
«locos de amor» (MN, 34), les hace capaces de sacri- 12 Y así podría justificar de paso, por cierto, mis
ficar la propia vida... y las ajenas. referencias a Weber y Gellner (237, n. 6).
13 Si no entro al problema de las lenguas minorita- los partidarios de la independencia eran el 33 por
rias, no es por falta de ganas, sino de espacio. Cuando cien, los contrarios, el 38 por 100, y los que no
y donde el profesor Moulines tenga a bien citarme saben/no contestan, el 29 por 100. Cfr. J. L. Barbería
para discutir de ello sin trampa ni cartón, allí trataré y P. Unzueta, Cómo hemos llegado a esto. La crisis
de estar. En cuanto acordemos que los derechos lin- vasca, Madrid, Taurus, 2003, p. 221.
güísticos no son de los pueblos, ni de las lenguas mis- 24 Y es que «... precisamente lo que se tiene por
mas, ni de los que desean aprenderlas, sino ante todo característico de la izquierda o el “progresismo” hoy
de sus hablantes..., seguro que comenzamos a enten- es liderar los movimientos más particularistas, todo
dernos. aquello que convierte las determinaciones objetivas
14 R. Rorty, Truth and Moral Progress. Philoso- (sean sexuales, étnicas, religiosas o genéticas) en
phical Papers, Cambridge, Cambridge U. Press,1998, identidad subjetivada y politizada. [...]. Lo “progre”
p. 11 (hay trad. esp., 2000). En M. Ignatieff, Los dere- es defender a toda costa lo particular: la única legiti-
chos humanos como política e idolatría, Barcelona, midad que se concede al Estado o las instituciones
Paidós, 2003, p. 30. globales es precisamente asegurar esa defensa. De
15 J. Habermas, «La lucha por el reconocimiento modo que contra la globalización del capital especu-
en el Estado democrático de Derecho», en La inclu- lativo cuyo único objetivo es maximizar beneficios
sión del otro (Barcelona, Paidós, 1999, p. 210). no hay ninguna respuesta política. Toda la política de
16 G. Sartori, La sociedad multiétnica, Madrid, izquierdas es ahora de resistencia separatista contra
Taurus, 2001, p. 128. lo universal...». He ahí «el “separatismo antiuniver-
17 A. Touraine, «Faux et vrais problèmes», en Une sal” de la izquierda: no saben nada, ni entienden nada
société fragmentée? Le Multiculturalisme en Débat, y colaboran activa y entusiásticamente con el sistema
París, La Découverte, 1997 (tomado de Z. Bauman, que dicen atacar». F. Savater, en F. Savater y J. L.
En busca de la política, Buenos Aires, Fondo Cultura Pardo, Palabras cruzadas, Valencia, Pre-Textos,
Económica, 2001, pp. 206 ss). 2003, pp. 79-80.
18 Por referirme sólo a una lectura penúltima, R. 25 Tal es su grado de mestizaje. Acúdase de nuevo
Goodin explica las hostilidades entre ciertas comu- al País Vasco para verificar su saldo migratorio, el
nidades nacionales en virtud de aquellas convencio- geográfico de su población, la proporción de apellidos
nes arbitrarias que se decide «considerar como cier- vascos, etc. Cfr. «Euskadi en cifras», en J. L. Barbería
tas», y cuando estas «verdades» (verbigracia, re- y P. Unzueta, op. cit.
ligiosas o históricas) desempeñan un significado 26 J. Stuart Mill, o.c., p. 330.
y conversiones o ¿por qué es a veces tan espantoso vasco en el informe sobre España (terminado en
el nacionalismo?», en R. McKim y J. McMahan, La diciembre de 2002) de la Comisión Europea contra el
moral del nacionalismo, vol. I, Gedisa, Barcelona, Racismo y la Intolerancia (ECRI), organismo del
2003, pp. 131-153). Consejo de Europa.
19 E. Hobsbawn, Naciones y nacionalismos desde 28 Trato de seguir el orden propuesto por Allen
1780, Barcelona, Crítica, 2000, pp. 143-144, 180-181 Buchanan en su último trabajo publicado en castella-
y 194-197, respectivamente. no a propósito del derecho de autodeterminación: los
20 Cfr., entre muchos, algunos de los trabajos reu- principios de su justificación, que invocarán argumen-
nidos en J. M. Mardones-R. Mate (eds.), La ética ante tos morales, y los justos términos en que ha de llevar-
las víctimas, Barcelona, Anthropos, 2003. se a cabo («Autodeterminación, secesión y primacía
21 Lo cierto es que mi colega nada nos dice de si, en del derecho», en R. McKim y J. McMahan, La moral
esos recientes Estados nacidos de las desaparecidas del nacionalismo, op cit., vol. II, pp. 157-188).
Unión Soviética y Yugoslavia, debería continuar la 29 Aquí tendrían cabida, entre otras clásicas, varias
escisión de los Estados pluriculturales como Bosnia, si observaciones de H. Kelsen, R. Dahl y N. Bobbio.
los abjazos habrían de separarse de Azarbaiján o si 30 Moulines seguramente no ha reparado en que el
sión), lo que les priva de su ciudadanía en el país en bles de ningún género de injusticia, ya sea hacia los
el que siempre han vivido y les transforma en ciuda- secesionistas, ya hacia cualquier otra persona» (A.
danos de otro Estado (o en residentes extranjeros en Buchanan, op. cit., vol. II, p. 177).
él), a pesar de que ni ellos ni su Estado sean culpa- 31 A. Buchanan, op. cit, p. 160.