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NOTAS Y DISCUSIONES

Descaro del nacionalismo académico


(O las muchas malicias de Ulises Moulines)
AURELIO ARTETA
Universidad del País Vasco

RESUMEN. Se critica el nuevo artículo de ABSTRACT. Here is a criticism to the Uli-


Ulises Moulines, «Crispaciones hispáni- ses Moulines’ new article «Crispaciones
cas», publicado en este mismo número hispánicas», published in this issue as a
como réplica al mío, «Un nacionalista en reply to mine «Un nacionalista en apuros»,
apuros», éste en respuesta a su inicial that was arguing in turn to his former paper
«Manifiesto nacionalista». En la primera «Manifiesto nacionalista». In the first part, I
parte, ilustro con detalle los múltiples detail the many ways in which my opponent
modos como mi adversario incumple los breaks the moral conditions that should rule
requisitos morales mínimos que deben a theoretical debate. So, it is reviewed his
regir un debate teórico. Se enumera así su resort to victimism, his different sophistries
recurso al victimismo, sus argucias para in order to misrepresent my explicit theses
tergiversar mis tesis explícitas y, en fin, su and, in general, his systematic escape from
evasión sistemática de casi todas mis obje- almost all my objections. The second part of
ciones. La segunda parte pretende probar la this paper pretends to prove the weakness of
inconsistencia del silogismo que condensa the syllogism which condenses the main
las proposiciones centrales de Moulines. assumptions of Moulines. The ontological
La premisa ontológica, más que la existen- premise, rather than the existence of the
cia de las naciones, demuestra la de los nations, points out the existence of the
nacionalismos empeñados en construirlas y nationalism committed to build nations and
dotarlas de soberanía; la premisa axiológi- provide them with sovereignty; the axiolo-
ca, o «principio del valor intrínseco de la gical premise, or the so-called principle of
pluralidad del ser», resulta estética y ética- the «Intrinsic Value of the Being’s Plura-
mente indefendible; su conclusión práctica, lity», turns out aesthetics and ethically inde-
en pro del nacionalismo, será por fuerza fensible; in the end his practical conclusion,
inconsecuente además de temeraria. En la on behalf of the nationalism, would be
tercera parte, frente a las propuestas mouli- inconsistent apart from rash. In the third
neanas sobre la España actual, sugiero un part, I suggest a couple of thoughts against
par de reflexiones: de un lado, acerca del the Moulines’ proposals about the present
significado del carácter «multinacional» de Spain; on the one hand, the meaning of the
nuestro país y por qué es preferible deno- «multinational» nature of our country and
minarlo «España» y no «Estado español»; why it is better to name it «Spain» than
del otro, y tras rechazar la alternativa «o «Spanish state»; on the other hand, after
resignación o secesión», muestro la falta en rejecting the choice «or resignation or
Moulines de razones que legitimen las con- secession», I show the lack of legitimating
sultas de autodeterminación, amén del sin- reasons for self-determination plebiscites as
sentido y probables efectos desastrosos de well as the nonsense and probable disas-
su ejercicio en la España de nuestros días. trous effects of its practice today in Spain.

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En controversias como ésta, duraderas en rias, el reconocimiento de las deficiencias


el tiempo y un tanto encendidas de tono, o errores propios, la prohibición de atri-
no es fácil mantener a la vez la atención buir perversas intenciones al contrincante,
del lector y las buenas maneras con el el cuidado de no predisponer al observa-
adversario. Para no sacar partido indebido dor en su contra, y otras de ese tenor. Son
de la escasa memoria del lector o de su requisitos formales del propio diálogo,
comprensible pereza, el dilema estriba en desde luego; pero también exigencias
refrescarle las tesis en juego sin que le nacidas del respeto, ya sea de los interlo-
cueste un esfuerzo fatigoso y aburrido. cutores entre sí y de ellos hacia los lecto-
Más difícil resulta guardar la debida com- res, ya sea hacia la verdad al alcance y,
postura hacia ese adversario que —así me cuando esta verdad fuera práctica (y tal es
lo parece— da abundantes muestras de el caso), hacia cuantos sujetos quedarían
haberla perdido conmigo y, de paso, con afectados por la plasmación efectiva de
quien siguiera nuestro debate. Espero uno u otro enunciado. Pues bien, mucho
guardarla, sin embargo, siquiera sea para me temo que la contrarréplica de Mouli-
conservar la poca o mucha razón que pue- nes incumple todas y cada una de estas
dan contener mis ideas a los ojos de un exigencias y no propicia lo que se dice
lector nada deseoso de asistir a un mero una comunidad ideal de diálogo.
ajuste de cuentas entre dos gallitos. ¿Por
qué disgustarme entonces al saber por su
propio resumen que, para cuando el abajo Los falsos lamentos de una falsa víctima
firmante le replicó con un simple «artícu-
lo» (article), Ulises Moulines había redacta- 1. Seguramente por aquello de que la
do nada menos que un «ensayo» (essay)?; mejor defensa es un buen ataque, la treta
¿o al constatar, ay, que mientras yo reco- inicial de mi interlocutor estriba en repro-
nocía en mi contrincante «una figura justa- charme la «extrema virulencia» de mi tex-
mente prestigiosa del pensamiento lógico- to. Primera prueba de esa virulencia extre-
científico» (220), el colega no me dedi- mosa: al parecer, abundan en ese texto las
caba un mal cumplido? Pelillos a la mar, y alusiones ofensivas al autor del MN, tales
vengamos a lo que importa 1. como las que siguen. A) Llamarle «nues-
tro hombre» en plan despectivo..., y uno
confiesa no sólo carecer de tal propósito,
I. LA MORAL DE UN DEBATE sino haber aprendido en este instante que
tal expresión fuera injuriosa (a menos que
Pero hay pelillos que son sogas y que no Graham Greene quisiera agraviar al prota-
conviene tirar por la borda, sino exponer a gonista de Nuestro hombre en La Haba-
la vista de todos, porque afectan al fondo na). Me he servido de ella como otro
y a la forma de lo que se discute. Dicho recurso para dar con sinónimos a la hora
cuanto antes: se convendrá que existe una de referirme a Ulises Moulines, exacta-
moral propia de todo debate, y más si éste mente igual que de la locución «nuestro
es público, y más todavía si trata de asun- autor» que viene más adelante (231). B)
tos públicos y aún más si enfrenta a profe- Ítem más, haberle dedicado otras expresio-
sores de filosofía. Entre esas condiciones nes igual de displicentes, por más que el
de su moralidad se contarían la veracidad presunto ofendido sólo puede señalar ésa
de los interlocutores, la estricta fidelidad en que le achaco comportarse en esta
en la reproducción de las tesis y argumen- materia político-moral «con un desenfado
tos que se cuestionan, el afán de completi- que le envidiaría el más curtido de los
tud en la réplica de las posiciones contra- especialistas». Lo que oculta mi adversa-

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rio es que ese juicio viene en respuesta vez, pero no por ser precisamente la suya,
expresa a veredictos suyos tan inocentes que es lo que aquí quiere darse a entender,
como proclamar el «notable déficit concep- o la de todo nacionalista por el hecho de
tual y metodológico» en el tratamiento dis- serlo, como él se encarga todavía de rease-
ciplinar del nacionalismo (MN, 26), o la gurar: pues ha de saberse que un servidor
«gran indigencia teórica» (MN, 31) o el ha escrito ¡«un artículo en que [...] se cali-
penoso «nivel de indigencia conceptual» en fica al adversario político de demente y/o
su discusión ordinaria (MN, 47) 2. Juzguen inmoral»! Al margen de sus presupuestos
ustedes de qué parte está el desprecio. en esta materia, los procedimientos retóri-
Es verdad, en cambio, que califico sus cos de Moulines no son precisamente un
tesis de «disparatadas», pero eso es justa- dechado de virtudes cristianas. Lo estamos
mente lo que trato de probar en mi réplica. viendo y aún queda mucho por ver. Por
Como es cierto que digo que son «indig- ejemplo, cuando se queja de que yo le
nas (26) de un ciudadano dotado de algu- recriminé deshonestidad intelectual en el
na conciencia crítica», y estoy dispuesto a uso del pensamiento de Stuart Mill. Por-
aceptar que tal vez debiera haber mostrado que si en mi escrito aún mostraba la caute-
mayor comedimiento. Pero me harán el la de que se tratara de un «olvido impre-
favor de reparar en las malas artes de mi meditado» (235), hoy, tras su descargo,
adversario. Yo lo había escrito así, en cur- doy en pensar que aquella deshonestidad
siva y con indicación de página, porque intelectual intenta ahora taparse con otra 3.
tomaba ese adjetivo (y no será la única 2. Más llamativo aún, si cabe, es que
ocasión) del propio texto de Moulines que mi crítico culpe de esa indemostrada viru-
en su mismísimo arranque aludía a la ter- lencia de mi estilo a «cierta idiosincrasia
cera de sus tesis como si fuera «indigna de personal o nacional (cursiva suya)». Uno
un filósofo de la ciencia». Ahora este filó- hubiera esperado que en el calor del com-
sofo suprime limpiamente (?) la cursiva, el bate —y de hallar algún indicio— arre-
paréntesis con el número de la página que metiera contra mi singular grosería, una
se cita y, hale hop, lo que era un evidente vehemencia que se excede o una falta de
remedo aparece ante el lector como poco educación que debía avergonzarme. Pues
menos que un insulto. Eso es un amigo. no; lo tremendo es que atribuya inmediata-
Otra maña más, y mi oponente me mente ese estilo a mi ser nacional, sin ir
acusa de atribuir a su argumentación más lejos, a mi condición de español: al
«supuestos inmorales» (224). Claro que si fin y al cabo, «ese texto (el mío, A. A.)
acuden a mis propias palabras, observarán nos confirma una vez más que en España
que tales supuestos no se los endoso a su sigue siendo difícil superar esa táctica dis-
argumentación singular, sino al naciona- cursiva» de fundar los argumentos en la
lismo en general. Lo que ahí digo y aquí descalificación moral e intelectual del
repito es que, si para Moulines el naciona- contrincante. Y, de ser eso cierto, uno se
lismo enuncia una «perogrullada moral» pregunta quién de los dos encajaría más
(MN, 47), para mí (el nacionalismo, se fielmente en semejante estereotipo de la
entiende) es «una simpleza teórica, pero a españolidad. Pero la obsesión por ese
menudo de supuestos inmorales y con «mal endémico de España» y otros peca-
efectos inciviles». Se me dirá que esa dos nacionales reaparece en varios lugares
hipotética inmoralidad básica del naciona- más: ya sea al denunciar las «profundida-
lismo habrá de reflejarse en la inmoralidad des abismales» en que ha caído la discu-
misma de la argumentación que trata de sión sobre el nacionalismo en España; o
fundarlo, y por tanto también en la de un ya sea cuando amablemente me sitúa en la
nacionalista militante como Moulines. Tal línea de «ciertas tradiciones carpetovetóni-

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cas de algunos políticos españoles». ¿Y simpatizantes». Con premeditación o sin


acaso no pone su réplica toda bajo el ella, vuelve a citarme mal: yo decía que
expresivo título de «Crispaciones hispáni- unos cuantos profesores de la UPV «he-
cas»? He aquí a un firme creyente en los mos sido señalados por los terroristas de
caracteres nacionales, que en este caso le ETA» (236); de manera que no son figura-
sirven para explicarse mi supuesto vicio ciones mías, no me siento acosado, sino que
personal gracias a algún vicio endémico sé, que conozco con precisión, que tengo
transmitido por mis ancestros. No se pue- pruebas fehacientes de estar acosado por
den ofrecer más claros síntomas de etno- ETA (de sus simpatizantes para qué vamos
manía 4. a hablar). Pero añado en seguida que ello no
3. Pero al fondo de reflexiones al aporta el menor sostén a la hipótesis sobre
parecer tan desmesuradas como las mías mi exasperación ni rebaja, por tanto, el
late aún algo peor, que Moulines saca a la valor que puedan contener mis tesis. Pues lo
luz con exquisita finura: «Es indudable que no se atreven a pensar Moulines y otros
que el texto de Arteta está inspirado, de varios colegas es que las cosas ocurren al
cabo a rabo, por el odio y la crispación.» revés de como les conviene imaginar: no
Tanta ecuanimidad da gusto, y más vi- que yo diga lo que digo por estar amenaza-
niendo de un metodólogo que, en lugar de do, sino que estoy amenazado justamente
enjuiciar mis argumentos por lo que por decir y razonar en público lo que digo y
valen, quiere aquí desmontarlos profesan- razono. Es un supuesto que nunca, ni
do de psicólogo. Asistamos, pues, al fan- siquiera por razones metodológicas, se les
tástico espectáculo de cómo el nacionalis- viene a las mientes.
ta se transforma en víctima fingida del Comprendo, pues, que Moulines se
odio y crispación de la víctima real. quede «completamente pasmado» cuando
Son afectos bien distintos el odio y la yo mostraba al final mi sospecha de que
crispación, pero mi fiero fiscal da por hubiera incurrido en «complicidad». Bien
seguro que ambos los enfilo hacia él al es verdad que uno matizaba «objetiva
sorprenderse de que vengan «de parte de complicidad» (236), porque daba por
un autor [...] con quien no he tenido nin- seguro que en modo alguno lo experimen-
gún contacto académico». No hay tal taría subjetivamente así; pero me admitirá
odio, claro; sí hay una profunda irrita- que, igual que yo podía estar de hecho
ción, y nada hago por ocultarla. Lo lla- amenazado al margen de sentirlo o no,
mativo es que mi contrincante no acierte también él puede ser cómplice real de algo
a entender que pueda ser impersonal, sin que tal condición llegue a su concien-
quiero decir, suscitada por una doctrina, cia. Esto lo sabemos hace tiempo quienes
un movimiento, unos partidos, unas nos ocupamos de estas cosas en las pági-
medidas que —según la experiencia de nas de opinión de «periodicuchos». Tam-
muchos y mi propio juicio político- poco cometía yo la tosquedad de escribir
moral— arraigan en la injusticia y provo- que «Moulines es cómplice de ETA»,
can la infelicidad de las gentes. Si me como él deduce para pasmarse mejor. Si
pueden crispar ciertas ideas, es porque así hubiera sido, con todo, no veo qué
encienden pasiones peligrosas: verbigra- habría de «desorbitado» en atribuir com-
cia, esas pasiones nacionalistas que Mou- plicidad objetiva con el independentismo
lines confiesa albergar. vasco más radical a quien dedica tantas
Para mi adversario, a quien gusta pun- páginas a probar el derecho que asiste a
tualizar las cosas en su provecho, el origen toda nación a erigirse en Estado y, en caso
de esta crispación es que este servidor de de serle negado tal derecho, a justificar la
ustedes «se siente acosado por ETA y sus violencia consiguiente.

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Pero, a poca buena voluntad que hubie- ticos e intelectuales» a fin de evitar «erro-
ra puesto en la lectura, Moulines podía res de apreciación, repulsivos cuando no
haber interpretado con mayor acierto que trágicos» (MN, 48). Ustedes dirán si podía
mi sospecha apuntaba por lo pronto a su o debía callarme... Pero lo peor es que, en
complicidad con el nacionalismo vasco su nueva réplica, y arrogancia sobre arro-
moderado. Eso tampoco sería demasiado gancia, no se hallará disposición alguna por
halagüeño para nuestro profesor, todo hay parte del profesor Moulines a matizar tales
que decirlo, si recuerda el dicho de Xavier palabras o a reconocer siquiera en algunos
Arzalluz de que «unos se dedican a mene- pocos colegas ese compromiso —y los cos-
ar el árbol, mientras otros (ellos: el PNV) tes aparejados— al que convocaba.
recogen las nueces». Se trata sólo de una Por eso mismo, y aunque vuelva a
mínima muestra de la muy arraigada co- extrañarse, cuando entre paréntesis afirma
rrupción instalada en mi país por el nacio- «lamentar sinceramente» la tensión que
nalismo gobernante y, por si falta hiciera, vivo en el País Vasco, debo advertir que ese
la historia más reciente no ha hecho sino lamento resulta objetivamente falso. Me
confirmarla: desde el pacto de Estella has- parece no más que una intentona de zafarse
ta el plan de Ibarretxe, del recurso a la Ley de la inevitable connivencia que, lo quiera o
de Partidos al rechazo de la ilegalización no, la publicación de su Manifiesto —dado
de AuB y al actual amparo parlamentario su entusiasta patrocinio de las tesis que
de Batasuna. Cada uno ha de preguntarse impulsan, amparan o justifican la trayecto-
entonces cuál es su lugar en esta larga ria de los nacionalistas— tiene con la situa-
cadena de complicidades, si el de cómpli- ción de muchos miles de personas en ese
ce del terrorista o el de cómplice de su País Vasco (42.000 perseguidos, según
cómplice, por acción o por omisión; pero cálculos de Gesto por la Paz). O simple-
ni Moulines ni nadie que tome parte (o mente con la confusión de ideas políticas y
partido) en el problema debe considerarse la perversión de sentimientos morales de
ajeno a ella. muchas de sus gentes, o con el derroche de
Tal vez entonces se entiendan mejor medios y energías destinados a la artificiosa
las razones de que al final de mi respuesta y totalitaria construcción nacional en lugar
me pareciera no ya oportuno, sino del todo de a una más justa construcción social y
justificado, el recurso al argumento ad civil o, en fin, con la irreparable ruptura de
hominem. La primera era, como advertí, la esa sociedad política en dos comunidades
de no engañar a mi adversario ni al lector; enfrentadas. Éstas son hace ya tiempo las
quiero decir, no dejarles en la cómoda cuestiones en juego, y no, según insisten
creencia de que cabía tratar con asepsia todavía Moulines y tantas almas benditas, la
académica de un asunto que en la misma de «estar a favor o en contra de ETA»;
academia se vive bajo amenazas de muer- como si pronunciarse en contra del criminal
te, atentados frustrados y vergonzante ais- fuera lo más que a estas alturas se puede
lamiento por parte de muchos compañeros pedir de la ciudadanía (¡y de la ciudadanía
de Claustro. Eso forma parte del problema ilustrada!), sobre todo cuando hasta los pro-
que se debatía. La otra razón quedaba más gres le han retirado ya sus laureles de
implícita: era preciso relatar nuestra situa- héroe... ¿Que se tacha de intolerancia lo que
ción a quien, sin la menor prudencia o con quiere ser un mínimo afán de verdad? Por
sobrada arrogancia, y tras denunciar la tranquilizador que sea para su conciencia,
«indigencia conceptual» de los que había- no se puede estar a la vez con uno y con los
mos reflexionado en voz alta sobre esa enemigos de uno.
forma de nacionalismo, se permitía llamar Pero es que tampoco puedo creer que
al «compromiso teórico y práctico de polí- su lamento acerca de mi estado sea subje-

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tivamente verdadero. Para que lo fuera, España, nos dirá en el epílogo a su escrito,
supongo que sería preciso que en mi inter- la tenemos «los hegemonistas de la nación
locutor concurriesen algunas condiciones mayoritaria»; o sea, los españoles o, mejor,
como éstas: a) Que mostrase entender que esos a quienes los nacionalistas llaman
la amenaza que sufro por parte de ETA españolistas. Moulines no puede lamentar
(igual que otros varios intelectuales en el de veras mi pena porque la merezco; y en
País Vasco) responde a mi crítica pública mi pecado llevo la penitencia.
acerca del nacionalismo vasco, de sus fun-
damentos teóricos igual que de sus preten-
siones prácticas, y que tiene por objeto Argucias sin fin
acallarme. b) Entonces tendría que perci-
bir también expresamente alguna conexión Habrá todavía quien tome ciertos usos del
necesaria, no sólo circunstancial, entre la profesor Moulines por inocentes licencias
ideología del nacionalismo vasco y la retóricas, pero parece más justo llamarlos
mortífera trayectoria de ETA; es decir, por argucias y pasar en seguida a revelarlas.
encima de la diferencia de sus métodos Una de las más graves es atribuirme tesis
respectivos, constatar su notable coinci- que no mantengo, deformar mi texto para
dencia en cuanto a sus presupuestos pri- hacerme decir lo que ni digo ni siquiera
meros y sus objetivos últimos. Y, junto al pienso; y de todo ello sobreabundan los
repudio de la violencia terrorista, sería ejemplos. Verbigracia, presuponer como
bueno que repudiase no menos las razones subyacente a mi crítica de su Manifiesto
que han legitimado y legitiman ese recurso un principio-guía expresado en la doble
brutal. c) Así las cosas, debería haberse ecuación «Nacionalismo = Nacionalismo
esmerado en distinguir su concepción vasco = ETA». ¿Había que simplificar tan-
acerca del nacionalismo en general de la to para tacharme de simplista?; aún acierto
particular que impulsa al nacionalismo a distinguir entre un género y una especie,
vasco. Sabedor de las terribles consecuen- así como entre esta especie y su individual
cias de estos movimientos étnicos, no forma terrorista. Tampoco está ni medio
parece excesivo solicitarle afinar bastante bien que este especialista me atribuya por
más sus argumentos pronacionalistas a fin las buenas el «principio metodológico
de ofrecer el menor flanco posible a la general» de que cada ciudadano sólo debe
réplica teórico-normativa. d) Animado de tratar filosóficamente del nacionalismo si
buena voluntad hacia mi situación perso- lo refiere al de su propio país. No es una
nal, la honestidad le habría conducido, ya salida demasiado airosa para responder a
que no a remediar lo que no estaba en su mi reproche de que, tras aludir a decenas
mano, al menos a hacerse cargo una por de nacionalismos de nuestros días, este
una de cuantas objeciones yo le sugerí; profesor español eludiera justamente la
llegado el caso, le habría conducido asi- menor mención de los presentes naciona-
mismo a admitir sus posibles errores y lismos españoles en España (220) 5. Ni
—aun a riesgo de perder algún renombre y mucho menos es aceptable que me repli-
ciertas amistades— a corregir varios de que haber juzgado su silencio como «co-
sus pronunciamientos. Si he leído bien su bardía», un término que no empleo, pero
réplica, Ulises Moulines defrauda esas que así, entrecomillada, empuja al lector a
condiciones. De modo que su sincero deducir al instante que le he agraviado. Mi
lamento, qué le vamos a hacer, ni va de texto sugería que ese silencio podía ser
soi ni me suena a sincero. «un hábil subterfugio para evitar todo co-
Por si hubiera alguna duda, la «culpa tejo entre sus apacibles reflexiones y un
principal» de las tensiones nacionales en nacionalismo» (y me refería al vasco) que,

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mientras invoca los mismos argumentos de los recientes ciudadanos estonios, leto-
de Moulines, nos instala en la barbarie. A nes, lituanos, eslovacos, etc., sino que se
esta conjetura mi colega no ha querido trata de «un hatajo de dementes y crimina-
asomarse. les»? Son cargos inofensivos que le permi-
La deformación de mi pensamiento es ten a uno pasear por las calles de San
mayúscula cuando mi adversario me acusa Sebastián con total tranquilidad.
de servirme de expresiones..., que las Entre tanto, y si hasta ahora me adjudi-
empleo precisamente porque son las suyas ca expresiones que no pronuncio y tesis
(MN, 27 y 30) y, para que así se note, en que no comparto, Moulines va a negarme
cursiva o con indicación de la página de a continuación las que expresamente de-
donde la tomo. Por cierto, que en ningún fiendo. El sabrá por qué se atreve a decir
lugar de mi texto califico al nacionalismo que «Arteta no nos revela cuáles son los
de «demencia colectiva», tal como Mouli- criterios psiquiátricos» en los que me baso
nes hace creer (porque su connotación es para diagnosticar aquel grave desorden,
más grave), y sí de un desorden psíquico cuando en ese mismo párrafo (221) des-
que sería bueno curar y reprimir. Sólo que grano una nítida secuencia de tres de esos
en la nota al pie verán las enormes tram- criterios 8. De estas artes de poner y quitar,
pas de mi colega con estas expresiones, en las que mi colega es maestro, hay en
que son suyas (no se olvide), cuando yo seguida un compendio ejemplar. Para ser
las reproduzco 6. Más aún: el profesor exactos, se trata de una auténtica construc-
Moulines, de quien ya advertí el «gusto ción o invención de mi propio texto: ocul-
por la caricatura del adversario» (221), no ta primero mis reflexiones principales,
repara en gastos a la hora de llevar esos invierte o recompone después a su antojo
pronunciamientos, ¡y como si fueran los el orden de mis razones, para así forzarme
míos!, hasta su máxima exageración. Uno al fin a incurrir en artificiales incoheren-
ya dejó claro que ese enfrentamiento con cias que denuncia con gran ardor. Unas
los nacionalistas no había que hacerlo «a incoherencias que el propio Moulines ha
cualquier precio» o «por todos los medios fabricado de principio a fin 9.
disponibles», como él simpáticamente Pero todavía quedan procedimientos
adelantaba (MN, 27 y 30), sino siempre «a para buscarme la ruina ante los lectores y no
través de los cauces del Estado de Dere- hay que desaprovechar ni uno. Verbigracia,
cho» (221). (Un suponer, a través de las y sin razón aparente que lo justifique, mi
investigaciones judiciales de Baltasar Gar- antagonista echa mano en dos ocasiones al
zón, a cuyo propósito mi colega no se aho- menos del recurso a las paráfrasis de mi
rra algún sarcasmo.) Pero tal precaución pensamiento. Nada costará probar que
nada importa cuando lo que importa es el ambas interpretaciones constituyen otras
ataque más burdo. Así que mi contrincante tantas tergiversaciones. Pues es el caso
me concede con generosidad que no soy que ni «me da absolutamente igual» un
partidario de «las torturas ni los fusila- universo naturalmente diverso, sino que
mientos», pero mi programa antinaciona- manifiesto mi incompetencia para valorar-
lista le suena a «Auschwitz» y a «interna- lo; ni mucho menos todavía pienso que
miento en asilos mentales». Por si alguien «en cualquier caso debemos estar en con-
quiere saberlo, frente a ese enemigo políti- tra de valorar positivamente la diversidad
co quien esto firma «aboga sin cortapisas cultural»; ni es cierto que «en ningún
por su represión», lo que significa ni más modo puedo admitir [...] la diversidad de
ni menos que a los nacionalistas «hay que naciones», una proposición —ya lo ade-
despojarlos de sus derechos de ciudada- lanté— de la que no entiendo su sentido.
nía» 7. ¿Y qué debería pensar a propósito Pero todas esas cosas me hace decir mi

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fiel hermeneuta, es de suponer que en un «carácter poco estructurado» de mi argu-


ejercicio algo laxo de su libertad de mentación y ofrecer, como máxima prueba
expresión. del «notable descuido» (o «lectura negli-
En combinación con el anterior, el otro gente») con que leí su texto..., que confun-
método podría bautizarse como el de sí, do el nombre de un autor por el de su hijo.
aunque supongo que no, pero por si Muy bien, puestos a mentar descuidos,
acaso; en español paladino, la acreditada ¿nos ponemos a contar los suyos?
fórmula del calumnia, que algo queda. Dígame el profesor Moulines cuáles
Aquel famoso «principio-guía» que Mou- de sus argumentos —y tanto en su primera
lines comienza por endosarme (nacionalis- entrega como en esta segunda— he pasado
mo = nacionalismo vasco = ETA) le parece por alto, que en seguida procuraré reparar
en realidad tan absurdo..., que en seguida mi falta. Entre tanto, no diré yo que todas
admite que yo mismo le concederé no mis razones fueran a misa, pero un olvido
tomarlo en cuenta; lo que significa afirmar tan sistemático de ellas me invita a supo-
y negar a la vez que tal principio sea en ner que o no iban tan descaminadas o el
verdad mi guía. A Moulines después le teórico nacionalista no estaba seguro de
cuesta creer que, a raíz de mi crítica al saber responderlas. Cabría también que
multiculturalismo, yo sea un «monocultu- con su silencio quisiera propinarme un
ralista»; pero eso no evitará que antes se desdeñoso corte de mangas. Lo que no
haya regodeado en ridiculizar esa postura cabe sin mentir, salvo que lo tomemos a
que comienza por endilgarme. Y si cuela, broma, es asegurar ya desde la segunda
cuela. Tras haber aviesamente malinter- frase del resumen de su contrarréplica que
pretado una frase de mi texto y haberla responde a mis objeciones «detalladamen-
acercado a la «caracterización falangista te» o, en la tercera página, que tratará de
de la nación hispánica como “unidad de seguir los puntos de mi réplica «lo más
destino en lo universal”» 10, mi crítico hace fielmente posible». Decir de una en parti-
una confesión de su personal sectarismo cular que es «la objeción más fuerte, y de
que contiene al mismo tiempo su pretendi- hecho la única que [Arteta] elabora am-
da disculpa: «Seguramente estas asocia- pliamente», o es una ocurrencia o una bur-
ciones son injustas con Arteta [...]; pero la. De modo que, si él juega sin remilgos
son asociaciones biográficamente inevita- con el probable olvido del lector, a mí me
bles» para quien ha soportado diez años de toca refrescarle de nuevo a este lector la
franquismo en Cataluña. Rigor argumental memoria para descubrirle cuántas cuestio-
se llama esa figura. nes que yo suscité han quedado orilladas
en su respuesta (en este epígrafe, para evi-
tar en lo posible repeticiones, tan sólo
La gran evasión incluyo una muestra de esos vacíos y dejo
el resto para el siguiente capítulo. Las enu-
El conjunto de tantas argucias apenas es mero en prieto resumen y en el orden
nada comparado con la más sistemática y
aproximado de su propia exposición y de
principal de las que comete mi interlocu-
la mía):
tor: a saber, escaparse de casi todas las
dudas, objeciones o razonamientos contra- a) Acerca del patriotismo. Uno hacía
rios e interpelaciones que yo le dirigía en notar que éste no parece la razón psicoló-
mi réplica. Ni que decir tiene que tampoco gica suficiente del nacionalismo, porque
ninguna de las citas y «autoridades» que se puede ser patriota sin ser nacionalista;
traía en mi apoyo le ha merecido el menor que hay que definir, pues, tal sentimiento
comentario. A él le basta con denunciar el de otra manera que como hace MN; que,

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NOTAS Y DISCUSIONES

aun si fuera lo que dice, no es una emo- desarrollo nacional sea «percibido» como
ción natural e inevitable, sino que respon- condición del desarrollo individual. ¿Bas-
de a la educación y somos responsables de ta, pues, que algunos o muchos perciban
ella (220-221). Moulines se hace aquí el su desarrollo coartado, y lo perciban como
distraído. un efecto de lo que ellos mismos perciben
b) De etnias y naciones. Me resulta- como un propósito deliberado de reprimir
ba llamativo que de unas entidades tan el desarrollo de eso que perciben como su
difusas e imprecisas sepamos, sin embar- nación..., para que nadie tenga que extra-
go, que regulan la marcha de la Humani- ñarse de (no sabemos si también reprobar)
dad o que desean y deben contar con un su violencia? ¿Y si ésa no fuera la percep-
Estado propio a fin de defender su identi- ción mayoritaria? ¿Y si, aun siéndolo, tal
dad; recordaba asimismo que, a juicio de percepción fuera inducida y careciera de
muchos, la nación no precede al naciona- fundamento objetivo, etc.? (227, 229-230).
lismo, sino que —como el propio Mouli- Moulines no se da por enterado.
nes parece reconocer (MN, 43, 32, 45)— e) Observaciones sobre los supues-
el nacionalismo crea la nación; por tanto, tos derechos de las etnias o/y naciones.
que una cosa será la nación y otra la Déjese aparte la enojosa cuestión, dada su
nación del nacionalista, formada a partir misma vaguedad de contornos, etc., de
de los rasgos de inclusión y exclusión que quién decidirá o delimitará y conforme a
este último se encarga de seleccionar y qué criterios la existencia misma de una
atribuir a la población (221-223). No com- etnia: tal vez por eso algunos las han lla-
ment. mado «comunidades imaginarias» y atri-
c) ¿Comprensión o justificación de buyen al «narcisismo de las pequeñas dife-
esa violencia nacionalista? Mi oponente rencias» la palanca que a menudo las crea
hace un nuevo y clamoroso mutis al ser o sostiene. Queda todavía sin justificar
interrogado por el sentido de esta declara- que ciertas propiedades de su etnia sean
ción suya: «Cuando a un individuo se le requisito de la identidad personal y parte
cortan las posibilidades de desarrollo de relevante del desarrollo moral individual.
un modo que considera injusto o arbitra- No se explica por qué la afiliación étnica
rio, no hay por qué extrañarse si se enoja y resulta, a este respecto, más decisiva que
reacciona con violencia. Lo mismo pasa otras afiliaciones (religiosas, filosóficas o
con las naciones (cursiva mía), cuyo desa- profesionales). Aun en el caso de que unas
rrollo es percibido por muchos de sus u otras fueran así de cruciales para la per-
miembros también como condición de sonalidad moral, no se entiende por qué
posibilidad de su propio desarrollo indivi- cualquiera de ellas habría de requerir para
dual o el de familiares o el de amigos» su salvaguarda la total o parcial soberanía
(MN, 34). Vuelvo a preguntar: si esa vio- política; o sea, si un sentimiento natural
lencia nacional es comprensible, ¿es tam- puede ser base suficiente para un derecho
bién merecida y, por tanto, está legitimada político. Se desdeña además la posibilidad
y no debe ser resistida?; ¿cuándo sería de la invención ad hoc de tales rasgos pre-
razonable y disculpable que llegara inclu- suntamente constituyentes o el porqué de
so a la violencia armada? (226-227). Son que otros individuos, que no comparten
cuestiones que quedan en el aire. semejante emoción de pertenencia (a la
d) El puro subjetivismo como funda- que consideran fruto de una conciencia
mento legitimador. Habíamos destacado lo mítica, o engañada o resentida), hayan de
escandaloso de que el recurso a esa vio- someterse a las demandas políticas de los
lencia colectiva (¿y su justificación?) se primeros. Y, por abreviar, se sobrevuela la
sostenga tan sólo en el hecho de que el pregunta por el fundamento tanto de los

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NOTAS Y DISCUSIONES

derechos colectivos como de su prevalen- una contradictio in terminis. Ese derecho


cia sobre los individuales (229-230). La no demanda una mayor o menor autono-
esfinge moulineana continúa impertérrita. mía, sino directamente la secesión política
f) Incompatibilidad entre los princi- (233-234). ¿Que entiendo mal las cosas?;
pios del nacionalismo étnico y los de la pues que enseñe al que no sabe.
democracia (233). Yo decía que si Mouli- h) En definitiva, un derecho a la
nes entendiera la democracia no como secesión que no se justifica (235). Sólo al
mero procedimiento, sino como un princi- final de su nueva réplica (y a proposito de
pio político basado en la igualdad política la España del presente) nuestro nacionalis-
de los sujetos, tal vez tendría dificultades ta ofrece en este punto una respuesta indi-
para postular el carácter democrático de su recta, pero se trata de una respuesta de
nacionalismo. Habría entendido entonces hecho que no da razón de sí. Como uno
también que una medida o un régimen había anticipado, entre considerar el de
democráticos no se miden sólo por su secesión como un derecho terapéutico,
mera legitimación o respaldo popular, sino que requiere ciertas condiciones de legiti-
que han de pasar el filtro más exigente de midad, o simplemente plebiscitario, Mou-
la legitimidad o justificación moral; y lines se inclina por la segunda opción.
estas cuestiones de legitimidad no se Para ejercerlo no requiere ningún pretexto
resuelven primordialmente mediante ne- particular como la violación grave y per-
gociación y compromiso, según sostiene sistente por parte del Estado de los dere-
mi interlocutor, sino ante todo a través de chos humanos de una nación miembro. Le
un proceso de deliberación pública. Por basta dar por supuesto que en principio
eso no da muestras de recoger mi desafío: siempre se comete injusticia contra una
el verdadero enemigo del nacionalismo es nación que no sea Estado, si toda nación
el principio de ciudadanía (MN, 48). «tiene el derecho, y hasta la obligación, de
g) La probable incoherencia a pro- hacer lo posible por preservar su identi-
pósito del Estado multinacional. ¿Cómo dad». Un derecho pide el otro derecho;
va a ser el Estado multinacional la solu- todo son derechos. Eso sí, fundar esos
ción ideal del problema de etnias y nacio- supuestos derechos y esta presunta identi-
nes, si el nacionalismo genuino ya «re- dad exigiría haber respondido a la batería
clama el derecho a la existencia de una de preguntas incontestadas que acabo de
nación en pie de igualdad con otras nacio- exponer y otras que vendrán después.
nes» (MN, 47)? ¿Por qué interpretar Que nadie se piense, por Dios, que
entonces el fracaso de tal fórmula median- quien esto escribe dispone de respuestas
te razones histórico-empíricas, y no con- seguras a todas y cada de esas preguntas,
ceptuales (o sea, como un fracaso necesa- pero el caso es que era yo quien pregunta-
rio)? Aunque en el seno de ese Estado no ba y Moulines quien se evade sin ningún
se detectara hegemonismo de una etnia disimulo... cuando simula contestar «deta-
sobre otra, el problema crucial permane- lladamente». Claro que era cosa cantada
cería sin resolver. ¿O no habíamos queda- que quien en esta materia se mueve entre
do en que aquel principio del valor intrín- lo «trivial» y lo «evidente» (MN, 33 y 44)
seco de la pluralidad, amén del de na- no debía esforzarse mucho en persuadir-
cionalidades, recomendaba la existencia nos de la corrección de su causa. ¿Por qué
de tantas naciones cuantas fuera posible? habría de responder a mis críticas a cuento
Pues un Estado multinacional será no sólo de su nacionalismo quien lo juzga una
accidentalmente inseguro e injusto; desde «perogrullada moral» o «ético-política»
el punto de vista del susodicho derecho (MN, 47)? Tan clarividente pensador ¿no
que asiste a cada una de sus naciones, será tendrá que contemplar mis objeciones

200 ISEGORÍA/28 (2003)


NOTAS Y DISCUSIONES

como fruto de alguna perversión personal resulta algo muy aventurado o se trata de
o de un empecinamiento culpable?; ¿cómo una hipótesis cuya verificación abductiva
no iba a quedarse «completamente pasma- prueba más bien la existencia de naciona-
do», «atónito» y experimentar repetidos lismos que la de naciones; 2) que la premi-
«escalofríos» con mi lectura? Así se com- sa axiológica es, bajo tal enunciado, estéti-
prende que tanto asombro y sobrecogi- ca y éticamente indefendible; 3) que su
miento le hayan impedido reaccionar como conclusión práctica pronacionalista (y pro-
un debate intelectual hubiera exigido. separatista, a poco que le apuremos) resul-
ta inconsecuente, amén de políticamente
temeraria.
II. QUAESTIONES DISPUTATAE

He dicho al principio que, en esta polé- Premisa ontológica


mica, tan importante o más que dirimir (y la epistémico-metodológica)
las cuestiones en disputa me parecía mos-
trar por despacio los múltiples modos 1. Dejo gustoso para recreo de mi inter-
como mi interlocutor contraviene las exi- locutor deshacer ese nudo de que las
gencias morales de todo diálogo teórico. naciones sean a la vez reales y sólo teóri-
Si he conseguido probar esto —como es- cas o no verificables, o al menos no verifi-
pero—, aún nos aguarda discutir de aque- cables según un criterio unívoco de identi-
llo. Y si el último epígrafe se dedicaba a ficación. Coincidimos los dos en que se
examinar algunas observaciones que mi trata de entidades bastante confusas, de
interlocutor NO responde, ahora toca res- contornos no delimitables, incluso inde-
ponder a lo que este interlocutor SÍ me tectables, como él reconoce por extenso
replica y señalar aún otras cuantas más (MN, 31). Podría, pues, adscribirme sin
pasadas en silencio. problemas al nuevo tipo de negacionismo
Lo haré siguiendo la secuencia del dis- que ahora trae a colación en la nota 3 de
curso moulineano (que ya no corresponde, su último escrito, según el cual «las nacio-
por cierto, con exactitud a sus tres tesis nes posiblemente existen, pero son entida-
enunciadas en MN, 25-26) y que resumo des tan opacas que [...] nada sensato puede
en el siguiente razonamiento: 1) premisa decirse acerca de ellas» 12. El caso es que a
ontológica, que afirma la existencia de mi antinacionalismo ese negacionismo le
etnias y naciones, completada con otra trae bastante sin cuidado; he dejado escri-
premisa epistémico-metodológica, según to, frente a los que pese a semejante opaci-
la cual tales entidades no son fenoménicas dad se arriesgan a construir una miniteoría
y su existencia sólo cabe «abducirse» a de etnias y naciones, que «son cuestiones
partir de los conflictos nacionales; 2) pre- que me rebasan a mí y los límites de mi
misa normativa o axiológica, a saber, el réplica» (222).
principio del valor intrínseco de la plurali- Admito sin reservas no haber respeta-
dad del ser; 3) conclusión práctica (o éti- do en mi réplica las definiciones de nega-
co-política, o programática): «es bueno un cionismo y de contranacionalismo por él
programa político que fomente la preser- propuestas. Pero, una vez sentado que por
vación y el desarrollo de las múltiples lo primero entiendo el rechazo de la
naciones que alberga el planeta» 11. En mi nación tal como la conciben los naciona-
anterior réplica, y a ella en lo esencial me listas, y por lo segundo una doctrina que
remito, me esforcé en probar la inconsis- condena los nacionalismos (y especial-
tencia de ese silogismo punto por punto: mente los etnicistas), ya no confundo a
1) que la existencia de esas entidades o nadie ni Moulines debe tratar de confun-

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NOTAS Y DISCUSIONES

dirnos. He dicho que soy contranacionalis- sentido antinacionalista. La respuesta es


ta, no contranacional (222). No vale en- bien sencilla y ha sido expuesta en varios
tonces imputarme como propias las extra- lugares de mi primera réplica: porque no
vagentes tesis de «que las naciones sean es en puridad ciudadano quien antepone
nefastas», que me caigan «antipáticas», una comunidad étnica ideal a su comuni-
que considero su existencia «una desgra- dad política real, quien somete los dere-
cia» o que son «perjudiciales» para la chos de cada uno a los supuestos derechos
Humanidad. Ninguna de ellas es cosa mía colectivos, etc. Mi adversario aún se pre-
y, en realidad, hasta dudo de que tales pro- gunta en tono desafiante qué pasaría si los
posiciones tengan algún sentido. Lo que nacionalistas no quisieran «dejarse curar».
me parece por lo general antipático, perju- Pues depende. En caso de que su naciona-
dicial y una desgracia para la Humanidad lismo les aboque a acciones criminales o
son los nacionalismos..., unos nacionalis- violentas, todo Estado de Derecho inicia-
mos que son los encargados de convertir ría la persecución policial y la apertura de
la difusa e indefinible etnia en una nación diligencias penales. En caso de partidos o
(MN, 45), y en una nación con derecho grupos que amparen, encubran, apoyen,
pleno a la soberanía. Tampoco he aludido jaleen o justifiquen aquellas acciones cri-
en ningún momento al «carácter ilusorio» minales, estonces debe recurrir —con to-
de etnias y naciones, como me adjudica mi das las de la ley— a su ilegalización. Ítem
crítico por su cuenta y riesgo, sino nada más, cuando otros partidos todavía em-
más que a la ilusión en que descansa ese prendan actos abiertamente ilegales, sea
amor a la patria tal como lo define Mou- por desobediencia de sentencias judiciales
lines (221). firmes o por manifestaciones abiertamente
En suma, bastaba con citar un párrafo secesionistas..., la salus publica de la co-
de esa misma página para verificar a la munidad reclama citarles ante el juez por
vez la suspensión de mi juicio sobre la uno u otro delito. Todo esto junto está
realidad de las naciones y los motivos de ocurriendo últimamente en el País Vasco.
mi sospecha acerca de los nacionalismos: Y, aparte de estas terapias más o menos
«Exista o no nación en algún sentido veri- extremas, hay un curar cotidiano en el sen-
ficable, por lo pronto, lo ilusorio suele ser tido básico en que yo empleaba esa pala-
la historia que el patriota se inventa, las bra: hay que educar cívicamente a los na-
graves afrentas de las que cree (o lo simu- cionalistas.
la) haber sido objeto y los incuestionables 3. Pero aquí nos tropezamos con otro
derechos individuales y colectivos (a fin de los abundantes sigilos de mi oponente.
de cuentas, a la soberanía política) que se Mi réplica sentaba que el argumento
atribuye» (221). Mi crítico recoge esa cita, abductivo no prueba lo que pretende, pues
sí, pero sólo su primer tercio. A su juicio, también la constatación de creyentes y sus
puesto que existen las naciones, no impor- iglesias —es un ejemplo— demostraría la
ta ya que su historia sea ficticia, que se existencia de Dios, que no por ello perde-
consideren víctimas de agravios disparata- ría su condición de ser imaginario. Y otras
dos o sujetos de derechos inconsistentes. consideraciones que ahora dejo de lado
Al mío, la historia, los agravios y los dere- (223).
chos fantasmales son productos de la fe
nacionalista, y esa diferencia importa De donde se desprende el naufragio de
mucho: como que se mata por ello. una tesis moulineana nuclear: a saber,
2. Lo que no entiende Moulines es que los conflictos nacionales sean síntoma
por qué añado que un «ciudadano digno de la existencia de naciones (224-225).
de tal nombre» ha de ser también en este Pues podría ser que tales conflictos (al

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NOTAS Y DISCUSIONES

menos algunos de ellos) fueran más bien ejemplo para refutar una teoría general,
la señal de que no hay nación o no la hay me barrunto que hay suficientes contrae-
con conciencia de tal o con voluntad sufi- jemplos como para rechazar esa premisa
ciente de convertirse en políticamente epistémico-metodológica.
soberana; en suma, podrían ser síntoma
indubitable tan sólo de la presencia de al-
gún nacionalismo, pero parece más dudo- La premisa axiológica
so que lo sean de la presencia de una na-
ción. Cabría interpretar el conflicto como 1. Ya quedó más atrás descrito y des-
prueba de que no existe la homogeneidad montado el engaño que urde Moulines en
étnica postulada, de la distancia entre la torno a mi réplica a su principio del
homogénea nación ideal y la heterogénea «Valor Intrínseco de la Pluralidad del Ser»
nación o población real. A lo mejor aque- y a sus aplicaciones. Tan llamativa, sólo
llos conflictos, más que internacionales, que más invisible, es la reserva en que se
son intranacionales: no se deben tanto a la resguarda.
represión estatal de la presunta nación, Excepción hecha de su largo excursus
cuanto a la injusticia que el nacionalismo sobre el multiculturalismo, este naciona-
produce en el lugar y a las resistencias que lista académico olvida por igual todos los
encuentra entre los ciudadanos no nacio- argumentos que opuse a semejante princi-
nalistas. Serían, en definitiva, conflictos pio en su versión ética y estética (pues de
inherentes al proceso de construcción na- la ontológica ya declaré mi ignorancia).
cional en tránsito hacia una construcción En resumen, yo decía que no sabemos por
estatal; en su caso extremo, conflictos qué algo ha de valer y ser bueno tan sólo
derivados de alguna especie de limpieza por ser diferente, ni tampoco por qué un
étnica o al menos ideológica. La violencia conjunto es mejor o éticamente más rico o
nacionalista no brotaría tanto de la abun- más bello tan sólo por ser más plural. Si
dancia de la revindicación nacional como así fuera, habría mayor excelencia en la
de su carencia. Y al mutismo acerca de todo disparidad que en la coincidencia, tendría-
esto lo llamaba yo entonces «uno de los mos por ideal el fomento de la diversidad
más clamorosos vacíos en la reflexión de y desigualdad, debería preferirse el con-
Moulines» (221). flicto al acuerdo y la variedad de partes
Claro que, en cuanto se desechen tales más que su armonía o equilibrio. Lo mis-
consideraciones, se deslizan varias fala- mo que no habría deber individual más
cias más (225-226). Pues el fracaso de los alto que el cambio continuo de gustos y
nacionalismos en alcanzar su Estado- actitudes vitales, tampoco las colectivas
nación lo mismo puede deberse a coaccio- deberían preservarse, sino que estarían
nes externas que a legítimas resistencias obligadas a su continua disolución. Si la
internas. La intervención del Estado en multiplicidad de grupos, proyectos, creen-
tales conflictos puede entonces justificarse cias, costumbres, conductas o institucio-
como garantía de los derechos individua- nes es valiosa por sí misma y sin más,
les frente al atropello de quienes quieren entonces reducir las diferencia entre ellas,
imponer los derechos colectivos de su pre- corregirlas o prohibirlas si fuera el caso,
sunta nación. En otra palabras, el supuesto etc., sería un contravalor y factor de
fracaso de los Estados multinacionales no empobrecimiento. La misma cuestión de
siempre es culpa del Estado hegemónico. la legitimidad de unas determinadas cos-
Y si volviera contra mi contertulio lo que tumbres o instituciones —por no hablar
él en un momento me dirige, aquella tesis de su prevalencia o jerarquía— carece de
de Popper de que basta un solo contra- sentido: no hay criterio moral que deba

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NOTAS Y DISCUSIONES

dirimirlo o, lo que es igual, no hay más nal») sobre otras?; y así las cosas y con
criterio que el de la mera pluralidad vistas a prevenir sus conflictos potencia-
(incluida también la pluralidad de crite- les, ¿no debería ponerse algún límite a esa
rios, siempre más rica que el de su unici- proliferación de Estados etnonacionales?
dad, ¿o no?...) (227-228). Silencio. (230-231). De todo esto, chitón.
Sobre ese principio Moulines dicta la 2. Todo esto constituye su no-répli-
regla general según la cual «hay que dejar ca; en su réplica, más que argumentos,
a cada existente que siga su vía»; enuncia- incluye refrendos de autoridad. Abrumado
da negativamente, la destrucción de un por el temor de que yo prefiera que los
ente cualquiera sólo se justifica «para evi- hombres porten idéntica indumentaria o
tar un daño considerable o para promover disfruten de la misma gastronomía (?),
un bien de tipo muy superior» (MN, 44, Moulines trae a colación la Declaración
cursivas mías). Estupendo, ¿y quién y con Universal de la UNESCO sobre la Diver-
arreglo a qué dictamina ese gran daño o sidad Cultural, cuyo artículo 4 dice: «La
ese bien superior?; y sin llegar a tanto, ¿no defensa de la diversidad cultural es un
habría derecho a sacrificar en ocasiones imperativo ético, inseparable del respeto a
realidades (o conductas o instituciones) la dignidad humana» (cursiva mía). Y yo
simplemente menos valiosas a otras más lo acepto, faltaría más, porque ese respeto
valiosas?; ¿y si ciertos rasgos étnicos (des- de la dignidad humana es el que marca el
de religiosos a costumbres sanitarias) que límite de la defensa o respeto de la diversi-
a unos parecen aberrantes o despreciables dad cultural. La ablación del clítoris en
se les antojara a otros excelentes y hasta unas culturas, los casamientos infantiles y
imperativos para su propio desarrollo? forzosos en otras, el derecho patriarcal en
Más silencio. las de más allá, las mutilaciones corpora-
Y por venir sólo a algunas pocas de les o la lapidación como castigos, la bruje-
sus hipotéticas plasmaciones políticas, ría en lugar de la medicina, y tantas y tan-
¿acaso no sería más congruente con ese tas (entre las que, naturalmente, habría que
principio un régimen político de máxima incluir también otras occidentales y «civi-
diversidad etnocultural que el de una lizadas»)..., ¿son defendibles como mues-
menor o el formado por una sola etnia?; tras de la diversidad cultural o del respeto
¿no sería el estado ideal de la Humanidad de la dignidad humana? Contra lo que
organizarse como una ilimitada pluralidad afirma Moulines, estoy seguro de que esa
de Estados étnicamente (e ideológicamen- Convención no podrá obligar a «promover
te, etc.) plurales?; o, en sentido opuesto, la diversidad cultural en todas sus formas
¿quiere acaso decirse que todas las etnias y en todos sus niveles» (cursivas mías) y
deben contar con su Estado y que todos tendrá más bien que prohibir, para ser res-
los ciudadanos deberíamos ser nacionalis- petuoso con la dignidad humana, algunas
tas (al menos nacionalistas moulineanos)? de esas formas y niveles de la diversidad
¿No se observa que la aplicación de este cultural. Lo sorprendente es que el propio
principio traería consigo su completa abo- Moulines ya no recuerde que poco antes él
lición? ¿Y no será por eso por lo que tal mismo había sostenido con acierto que,
nacionalismo étnico es un agente reductor siendo en principio bueno que se desarro-
de la pluralidad, en la medida en que ha de llen formas culturales diversas, eso no sig-
afanarse a un tiempo en exhibir su propia nifica «que no pueda haber algunas de
diversidad fuera de las fronteras de la ellas dañinas para el conjunto del universo
nación y en reprimirla dentro de ellas?; cultural». Pues claro. Aunque lo dejara al
¿no equivaldría esta homogeneidad forzo- albur de cada cultura, y por tanto con el
sa a la hegemonía de una etnia (la «nacio- evidente riesgo de ser así neutralizado, ¿es

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NOTAS Y DISCUSIONES

que no reclamaba para su propio principio mo de las especies naturales [¡!], o si se


del valor intrínseco de la pluralidad la cau- prefiere al revés, el nacionalismo es el
tela de evitar un daño considerable o pro- ecologismo de las naciones». No acierto a
mover un bien de tipo muy superior? Pues ver la equivalencia entre una especie
eso. natural y una especie nacional, segura-
En pocas palabras: una cosa es la mente porque sólo en los miembros de la
diversidad cultural en general, valiosa en segunda logro detectar sujetos capaces de
tanto que expresa la potencia y riqueza de ejercer derechos y conciencias libres
nuestra humanidad, y otra distinta cada capaces de decidir sobre proyectos colec-
una de las diversas instituciones, creencias tivos. Pero no es conmigo con quien mi
o pautas culturales en singular, que han de contradictor debe aquí entendérselas, sino
probar en cada caso su valor según el con Jürgen Habermas, que a este respecto
modo como fomenten aquella dignidad escribe así: «La protección de las tradicio-
humana, o sea, la libertad y conciencia de nes y de las formas de vida que configu-
los criados o partícipes en esa cultura 13. ran las identidades debe servir, en último
En el terreno político es bueno en general término, al reconocimiento de sus miem-
que haya pluralidad de proyectos, y eso es bros; no tiene de ningún modo el sentido
lo que preconiza el pluralismo; pero no de una protección administrativa de las
siempre es bueno cada uno de los proyec- especies. El punto de vista ecológico de la
tos plurales, sino a veces injusto o totalita- conservación de las especies no puede
rio o criminal, y es tarea de ese mismo trasladarse a las culturas [...]. Una garan-
pluralismo prevenirlo o impedirlo. ¿O tía de supervivencia habría de robarles a
debería la tolerancia acoger lo intolerable los miembros precisamente la libertad de
y al intolerante? De momento prefiero decir sí o no, que hoy en día constituye
acogerme a lo que Rorty propone como una apropiación necesaria para la apropia-
definición de progreso moral: «Un aumen- ción y preservación de una herencia cultu-
to de nuestra capacidad de considerar un ral» 15.
número cada vez mayor de diferencias 3. Con oportunidad al parecer discuti-
entre las personas como irrelevantes desde ble se me ocurrió escribir en passant que
el punto de vista moral» 14.
la premisa axiológica de Moulines (el
Ese límite en la aplicación del princi-
VIPS) «funda más bien la tesis capital del
pio moulineano al mundo ético-político y
multiculturalismo y otros torpes relativis-
cultural debe regir no menos, mal que le
mos de nuestros días» (228). Trataré de
pese a Moulines, para la intervención
humana en el mundo natural. A fin de explicarme mejor con la máxima breve-
cuentas, hablamos de una acción sujeta a dad. No entiendo el relativismo multicul-
criterios morales de elección. Por eso no tural como la doctrina de que «todo tiene
creo que el ecologismo deba promover la el mismo valor», según me traduce gentil-
biodiversidad, sin matiz alguno, «o sea, la mente mi colega. Quería significar con
preservación de cuantas especies animales ello la tesis de que todo valor es relativo a
y vegetales sea posible» (cursiva mía); yo cada cultura (sin otra objetividad posible)
añadiría: y que sea conveniente. Lo de y que toda cultura resulta inconmensura-
menos, con todo, es que este desinteresa- ble; la relatividad de los valores o institu-
do intérprete tache mi reflexión de «antie- ciones ético-políticos vendría como un
cologista», porque más grave resulta que corolario de la incomparabilidad de las
se empeñe en subrayar la correspondencia culturas mismas. Tal vez no sea justo afir-
entre nacionalismo y ecologismo: «el eco- marlo de todas las doctrinas o políticas
logismo no es otra cosa que el nacionalis- multiculturales, desde luego, pero sí de

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NOTAS Y DISCUSIONES

aquellas que hoy propugnan como ideal el rio el principio que, por contraponerlo al
aislamiento encastillado de cada etnia o anterior, llamé el del valor intrínseco de
identidad cultural en el seno de un Estado la unidad o armonía del ser (232). Ya he
pluriétnico. Me estoy refiriendo a ese mul- dicho que, como de inmediato quedaba
ticulturalismo que —con vistas a proteger limitado al ámbito político, no había
las «especies nacionales»— exacerba las base para suponerlo irrestricto y deducir
diferencias reales o inventa otras imagina- así no sé qué incoherencias. Por lo
rias, demanda derechos que son privile- demás, en ese enunciado sólo confunde
gios, abomina de toda mezcla como con- «unidad» (¡y «armonía»!) con «unici-
traria a su ideal de pureza y practica una dad» quien está predispuesto a descubrir
tolerancia que es pura indiferencia y nihi- en su autor un solapado proyecto de
lismo. De todo eso se desmarca con clari- monolitismo, homogeneización, unifor-
dad el interculturalismo 16, que respeta los mación forzosa y cosas así. Sobra decir
derechos de los diferentes, sí, pero que que valoro positivamente la pluralidad,
invita también al contraste de ideas y al pero no por ella misma, sino en la medi-
mestizaje cultural. da en que —desde algún criterio de valor
Para mi grata sorpresa el profesor que habrá que acordar— cada uno de sus
Moulines, que se confiesa multiculturalis- componentes parece positivo y contribu-
ta, no se considera por ello en modo algu- ye al bien del todo. Defiendo la plurali-
no relativista: juzga positiva la diversidad dad... con límite; y ese límite en nuestro
de formas culturales, pero descree de que caso lo marcará la armonía de derechos
todas ellas tengan el mismo valor y sos- de los seres humanos diversos, el pacífi-
tiene —a modo de ejemplo— que hay co enriquecimiento y la justa conviven-
obras musicales, partidos políticos y so- cia del conjunto político.
ciedades mejores o peores que otras. Me Tal era el sentido, seguramente inge-
alegro de coincidir con él al menos en nuo, de mi consigna-resumen: «Lo que
este punto, que no es baladí. Pero quizá hay que preservar y hasta fomentar en lo
convenga conmigo en que ha dado pistas posible es la unidad en la diversidad.» Y
que me indujeron a confundirle: si es un eso a su vez comparecía como la condi-
derecho y un deber de toda etnia preser- ción ideal de la política nacional e inter-
var su identidad, si de esa identidad for- nacional, el fundamento respectivo de lo
ma parte cualquier elemento cultural con que la tradición ha denominado paz
tal que así sea considerado por bastantes, interna y paz externa: a saber, la unidad
si toda diferencia cultural merece guar- o armonía de los subconjuntos políticos
darse salvo la muy mala o la que impida (en su caso, las naciones) en el seno de
lo muy bueno, si los Estados multinacio- cada Estado y la unidad de los Estados
nes no protegen esos derechos ni asegu- en el seno de una Comunidad internacio-
ran en absoluto esa salvaguarda, si en nal. El lema de la Unión Europea reza
definitiva cada etnia y nación sólo obtie- justamente «Unidos en la diversidad».
ne el respeto debido en un Estado pro- Allá Moulines si se complace en asimi-
pio..., comprenderá que su concepción me larlo con la definición falangista de pa-
haya parecido más cercana a un erizado tria como «unidad de destino en lo univer-
multicomunitarismo 17 siempre presto a sal» (que refleja una visión nacionalista y
levantar fronteras que a un más fluido totalitaria) o aproximarlo al lema franquis-
interculturalismo. ta de «España: una, grande y libre» (que
4. Salvo que haya propósito de ter- no sería malo si aquella unidad y grandeza
giversación, no encerraba ningún miste- fueran resultado de esta libertad).

206 ISEGORÍA/28 (2003)


NOTAS Y DISCUSIONES

Conclusión programática La segunda tiene que ver con el modo


como mi oponente proclama su condena
¿Es bueno un programa político que pre- casi sin excepción de los Estados multina-
serve y desarrolle las múltiples naciones cionales. Y es que mal puede llamarse
del planeta o, en otras palabras, es bueno «solución ideal» para los derechos de las
el nacionalismo? Sería insensato traer aquí naciones una fórmula que, a juicio de
la larga lista de teóricos que se han incli- Moulines, «no funciona en absoluto»
nado más bien por todo lo contrario o, al (MN, 45). O bien habría entonces que
menos, hacia posturas muy reticentes subrayar de nuevo que lo único plausible
hacia aquella presunta bondad. Uno confía es que fueran los ciudadanos, y no sus
en haber ofrecido también bastantes argu- naciones, los que reclamen el mismo res-
mentos para predicar más bien las tesis peto a sus iguales derechos. O bien habría
opuestas, en especial si nos referimos a los que tildar su rechazo de angelismo, porque
nacionalismos etnicistas 18. En todo caso, no parece realista que todas las naciones
se han mostrado ya flaquezas lo bastante —con olvido de su peso histórico o demo-
graves y numerosas en las premisas del gráfico, por ejemplo— sean tratadas «en
razonamiento que repasamos como para pie de igualdad» dentro de un Estado. O
sostener que su conclusión resulta en ver- quizá debiera calificarse de hipócrita la
dad inconcluyente. Traeré ahora tan sólo denuncia de ese fracaso del que se hace
dos razones más, una para el lógico y otra siempre culpable al Estado o a su etnia
para el nacionalista Moulines. hegemónica e inocentes a las naciones,
La primera es un aparente desatino. como si el nacionalismo por naturaleza
Proclamó Moulines que «es una obligación pudiera dejar de hurgar en su nación viejos
fundamental de cualquier Estado multina- o nuevos agravios que el Estado debe resar-
cional el crear y mantener las condiciones cir, de descubrir hechos diferenciales aún
político-jurídicas adecuadas para que cada por resaltar, de postular derechos siempre
una de las naciones que lo componen, insatisfechos. De todo esto y mucho más
independientemente de su peso demográfi- había yo preguntado con bastante extensión
co, de animadversiones históricamente (vg., 226 y 233-235) sin hallar respuesta.
condicionadas, o de cualquier otra consi- Creo que la razón es sencilla: si a Moulines
deración, se sienta, por así decir, “a gusto le parecen tan insalvables las deficiencias de
en casa”» (MN, 46, cursivas mías). Y uno hecho en el respeto hacia sus etnias por par-
estaría tentado a suscribirlo..., si no fuera te de los Estados multinacionales, es porque
porque —en sus plasmaciones particula- en el fondo piensa que se está defraudando
res— ese deber no puede ser ajeno a cier- un derecho. Este es el contenido en el viejo
tas consideraciones del todo pertinentes, principio de las nacionalidades, remozado
como son: si existe nación o sólo voluntad ahora bajo el rótulo de nacionalismo inter-
nacionalista de contrucción nacional, si se nacionalista (MN, 48), esa idea de que «el
hace justicia o injusticia a la voluntad único tipo de gobierno legítimo es el auto-
mayoritaria, si hay equidad o discrimina- gobierno nacional» (Kedourie).
ción con el resto de naciones, etc. Otra Y aquí me basta suscribir el sopesado
cosa sería incongruente con las restriccio- juicio de un historiador como Hobsbawn,
nes que el propio Moulines impone a su a quien semejante ideal de coincidencia de
VIPS: ese deber hacias las presuntas nacio- las fronteras nacionales y estatales se le
nes tendrá que considerar en cada caso si antoja, no ya sólo irrealizable, sino del
así evita un daño considerable a esa pobla- todo indeseable: «La consecuencia lógica
ción o, al contrario, lo inflige; si promueve del intento de crear un continente pulcra-
un bien notablemente superior o lo estorba. mente dividido en Estados territoriales

ISEGORÍA/28 (2003) 207


NOTAS Y DISCUSIONES

coherentes, cada uno de ellos habitado por a) Nacionalismo político y naciona-


una población homogénea, tanto étnica lismo étnico. Yo no digo que el primero
como lingüísticamente, fue la expulsión en es bueno o por lo menos éticamente neu-
masa o el exterminio de las minorías. Ésta tro y que malo sea sólo el segundo, tal
era y es la fatal reducción al absurdo del como sesgadamente reproduce Moulines.
nacionalismo en su versión territorial, aun- Digo, al contrario, que «a ambos les ace-
que no quedó plenamente demostrado has- chan las temibles tentaciones del nacio-
ta el decenio de 1940 [...]. Ahora es posi- nalismo», a saber, la autoadjudicación de
ble ver la nación territorial homogénea derechos de soberanía en razón de ciertos
como un programa que sólo podían llevar rasgos históricos, raciales o culturales; y,
a cabo unos bárbaros o, como mínimo, así, la tendencia a la agresiva exclusión
que usara medios propios de bárbaros». del otro, al desprecio de la pluralidad ide-
De tal manera que los nacionalismos étni- ológica o cultural en su territorio, etc.
cos —hoy esencialmente «divisivos»—, (232-233). Ahora bien, es verdad que el
esas «reacciones de debilidad y miedo» nacionalismo étnico me parece más irra-
frente a las fuerzas del mundo moderno, cional, excluyente y peligroso, sobre todo
«no sólo no aporta(n) ninguna solución a en una sociedad plural, que el político; en
los problemas reales de nuestro tiempo», el supuesto de esa pluralidad, aquél co-
sino que los vuelve «más difíciles». Por mienza por amenazar a sus propios con-
ejemplo, porque los pequeños Estados en ciudadanos por tibios o disidentes. El po-
busca de homogeneidad respetarán peor la lítico ha podido apoyarse en su origen
libertad cultural que los grandes Estados sobre una sola etnia o nación o sobre la
plurinacionales o porque «la separación unión de varias. Pero por lo común ya no
étnico-lingüística no proporciona ninguna acude a elementos naturales o antediluvia-
base para un ordenamiento estable del glo- nos a la hora de legitimarse, sino a la
bo». Y es que «una nueva “Europa de voluntad de sus ciudadanos; el étnico, por
naciones” y todavía más un “mundo de el contrario, funda sus reivindicaciones en
naciones” ni siquiera crearía un conjunto
el hecho improbable de encarnar una
de Estados independientes y soberanos
comunidad de pertenencia preexistente.
[...]. La fundación de unos cuantos Esta-
Principio de legitimidad etnicista y princi-
dos pequeños más no haría sino incremen-
pio de legitimidad ciudadano son, pues,
tar el número de entidades políticas inse-
tan opuestos como igualdad natural e
guras...». En suma, «el lema de la
igualdad civil, derechos colectivos e indi-
autodeterminación hacia la secesión e
viduales, comunidad sagrada y comunidad
incluyendo a ésta como programa general
no puede ofrecer ninguna solución para el profana respectivamente. Ambos naciona-
siglo XXI» 19. Moulines tiene ahora la pala- lismos incuban patriotismos, desde luego,
bra. pero en los tiempos que corren es más pro-
bable que el político —y en manera algu-
na el étnico— pueda asimilar el espíritu de
Flecos y flequillos un nacionalismo cívico y encaminarse
hacia un patriotismo constitucional. Ya me
A fin de salvar el reproche que (el lector excusará Moulines que deje de lado la dis-
dirá si con con probado fundamento) he cusión sobre el republicanismo, que nos
dirigido a mi adversario, a saber, el esca- llevaría muy lejos (y no menos lejos del
bullirse de tantas y tantas de mis objecio- etnicismo).
nes, procuraré no dejar ninguna suya sin b) ¿Es infinitamente injusto sostener,
responder. como yo hacía, que «no hay etnia o

208 ISEGORÍA/28 (2003)


NOTAS Y DISCUSIONES

nación que para afirmarse no se incline a de un Adorno 20, sino de un fingido victi-
negar a las vecinas» (231)? Hombre, qui- mismo que causa víctimas reales y se
zá no fuera justo del todo, pero tampoco encamina a obtener réditos políticos in-
comete una desaforada injusticia: una justificables.
nación que se afirma (políticamente) es ya d) En fin, señor mío, ¿dónde dejo
una nación tal como la imagina o desea yo caer «que la tendencia general es (o
construir su nacionalismo inspirador. Esta debería ser —no queda claro—) hacia la
nación nacionalista tiene que distinguirse desaparición de los Estados nacionales y
como sea de las vecinas…; y hasta de ella la constitución de Estados multinaciona-
misma, en la medida en que, de un lado, les?». ¿Por qué me atribuye hablar de la
ha de negar otras concepciones y autocon- «tendencia universal a la superación de
ciencias de la misma nación y, del otro, ha los Estados nacionales y cosas pareci-
de estar exagerando o inventando sus das», así, entrecomillada para simular
señas de identidad hasta la caricatura. Sea una cita textual, de lo que no hay el
como fuere, uno pretendía sobre todo con- menor rastro en mi escrito? Lo único que
trarrestar ese nacionalismo moulineano de decía es que el ideal de la correspon-
diseño según el cual las naciones están dencia biunívoca entre nación y Estado
libres de toda «actitud agresiva» hacia sus —para disgusto de Moulines, supongo—
congéneres. no se cumple y aventuraba a lo más que
c) En cambio, nada me cuesta recti- sería desastroso para el mundo que se
ficar uno de mis asertos, el de que las rei- cumpliera. Agradezco a mi interlocutor
vindicaciones nacionalistas más habitua- los datos con que me obsequia sobre las
les responden a resentimientos pro- nuevas naciones soberanas por secesión
venientes tal vez de una injusticia pasada, de un Estado multinacional previo, y que
pero sin demasiada vigencia en la actuali- ignoraba..., pero ignoro todavía más por
dad (226). Carezco del saber necesario qué me los echa en cara. Pues yo no
para sostener tal cosa y lo más probable, reniego del derecho de secesión cuando
en efecto, es que el problema nacionalis- se presenta como un derecho terapéutico,
ta vasco estuviera limitando mi campo para servirme de la expresión de Bucha-
de visión. En mi descargo diré que la nan (235).
pregunta de la segunda parte de mi frase, Así que quiero creer que esos veinti-
si no me equivoco, conserva todo su séis casos que me enumera reúnen en
calado normativo: la de «si está justifica- mayor o menor medida los requisitos que
da una “acción afirmativa” o de “discri- permiten calificar aquellas secesiones de
minación positiva” que pretendiera repa- frutos del Derecho, y no de la fuerza o del
rar un crimen remoto por otro probable oportunismo; de lo contrario, cabría el
crimen presente» (226). Pues hay expe- riesgo de que se estuviera ante la sustitu-
riencia suficiente para sospechar que ción del dominio de una minoría étnica por
ciertas demandas de compensaciones otra 21. Por lo demás, claro que tengo en
económicas, territoriales o de «normali- cuenta lo que algunos denominan «la fuer-
zaciones» lingüísticas tienen un funda- za normativa de lo fáctico». Sólo que, pre-
mento más imaginario que real, y buscan cisamente por no aspirar al título de politó-
inducir o avivar una cierta conciencia logo ni de sociólogo de la política, sino al
colectiva falsa antes que educarla. No de filósofo político, prefiero promover
nos hallamos entonces ante una justicia antes la más deseable fuerza fáctica de las
anamnética hacia las víctimas inocentes normas y, sin perder de vista los hechos,
del pasado, en la estela de un Benjamin o pensar sobre todo en los derechos.

ISEGORÍA/28 (2003) 209


NOTAS Y DISCUSIONES

III. DEL PAÍS DE LOS CONEJOS que hoy hagan justo u oportuno alterarlo.
AL ESTADO ESPAÑOL Ni la presente realidad política española ni
(Y SUS TRIBUS) los argumentos de Moulines me parecen lo
bastante persuasivos para ello.
Es de agradecer que mi interlocutor, desde
su lejanía geográfica, desemboque por fin 1. Su error de partida es grueso, así
en la España actual. Le han animado a ese lo creo, aunque tiene a su favor la political
Apéndice tanto mi irónica regañina por correctness y las bendiciones de la progre-
haberlo bordeado, como esa afirmación que sía más reaccionaria. Consiste en «apos-
en un momento dejaba yo caer de que «la tar» —como si se tratara de una cuestión
España de hoy [es] un Estado multinacio- azarosa— por que España se compone de
nal» (226). ¿Entro así en contradicción con cuatro naciones, «ni más ni menos», a
mis tesis anteriores y me echo al final en saber, catalanes, vascos, gallegos... y espa-
brazos del nacionalismo y, ay, de Mouli- ñoles, y que estos últimos se reparten a su
nes?; ¿tendré que aceptar como inevitables vez entre diversas regiones, como las
habitadas por andaluces, murcianos, man-
las consecuencias que de tal aseveración se
chegos, etc. La fe de Moulines en estas
apresura a extraer mi adversario? Creo que
fronteras, así como en los signos específi-
no. Creo más bien que éste es un terreno en
cos de «identidad nacional» que cada una
el que sus tesis, ya inconsistentes en la teo-
de ellas encierra (hasta el punto de que los
ría, reciben su falsación práctica.
elementos identitarios españoles podrán
las demás naciones hacerlos suyos, pero
nunca conseguir que sean los suyos), me
España, a la moda multinacional resulta tan conmovedora como fantástica,
A nuestro nacionalista académico ni se le
Seguramente fue por mi parte una indebi- ocurre que esa identidad española y los
da concesión a la moda lingüística tildar a signos que la expresan (lengua, tradición
España de «Estado multinacional», aun- literaria, memoria histórica y otros) pue-
que sólo fuera porque nuestro Estado de dan ser hoy comunes o, como mínimo,
las Autonomías no se ajusta al sentido pre- predominantes. Eso de imaginar que lo
ciso de ese rótulo. Tampoco pienso hacer español no se halla entre catalanes o galle-
litigio acerca de ello. España se ha cons- gos, y sí tan sólo entre andaluces o astu-
truido en el tiempo por integración de rianos; eso de que existe una nación espa-
naciones de origen y, en ese sentido, es ñola además de la catalana o la vasca,
una realidad multinacional; sólo que de- como si fueran entidades claramente deli-
mográfica, lingüística y políticamente lle- mitadas o delimitables, etc., todo eso no es
va siglos claramente unificada. Conozco la sólo producto de esa lejanía con que hace
vaguedad de nuestra Constitución cuando tiempo contempla el catedrático de Mú-
se refiere a los «pueblos de España» y des- nich las cosas de este país. Creo que es ante
pués a sus «nacionalidades», pero acepto todo la simplificación, la premeditada de-
que pueda hablarse de «Nación española» formación de la realidad que necesita su
o, como a menudo se la ha llamado, de esquema para tenerse en pie y ser aplicado
«una nación de naciones». Sea de ello lo con alguna esperanza de éxito...
que fuere, tampoco yo soy un adorador de ¿Hablamos entonces de los sentimien-
la Constitución (a la que graves discrepan- tos de pertenencia y adscripción en algu-
cias sólo me dejaron en su día votar en nas comunidades españolas? Uno se que-
blanco) como de un texto de carácter inal- da sorprendido de la extensión de las
terable; lo que pido, eso sí, son las razones emociones digamos «nacionales», pero en

210 ISEGORÍA/28 (2003)


NOTAS Y DISCUSIONES

la mayoría de las regiones se diría que dan que, una vez más, los que delatan una
lugar a una voluntad netamente autono- identidad compleja llegan al 74,5 por 100.
mista y tan sólo en unas pocas alumbran Y vengamos a la Comunidad Autónoma
propósitos secesionistas de cierta impor- Vasca, cuyo actual nombre, Euskadi, ni es
tancia. En Andalucía, quienes se conside- natural ni nace «para evitar connotaciones
ran sólo españoles suman el 5,5 por 100; puramente paisajísticas» (?), sino como
más españoles que andaluces, el 6’1 por neta invención de Sabino Arana a fines del
100; tan españoles como andaluces, el siglo XIX y sólo para evitar toda connota-
68,5 por 100; más andaluces que españo- ción española. Pues bien, aquí se quiere
les, el 14,5 por 100; y sólo andaluces, el sólo español el 3,6 por 100; más español
4,2 por 100 22. Lo que conviene remarcar que vasco, el 6,3 por 100; tan español
aquí es que la población que confiesa una como vasco, el 36,8 por 100; más vasco
identidad nacional compartida o compleja que español, el 27,4 por 100, y sólo vasco,
(esto es, la resultante de sumar los tres el 19,8 por 100 (no contesta el 6,1 por
porcentajes centrales) alcanza un 89 por 100). Siendo éste sin duda el resultado
100. No anda tan lejos lo que sucede en más crítico, saquemos algunas lecciones
una comunidad de las llamadas «históri- que parecen indiscutibles: a) que el seg-
cas», como es Galicia. Aquí los que se mento más poblado, ya sea el tercero o la
sienten sólo españoles son el 4,9 por 100, suma del segundo y tercero, prefiere el
más españoles que gallegos, el 4,5 por actual estatuto autonómico a cualquier
100, tan españoles como gallegos, el 59,7 otra opción; b) que las filas nacionalistas
por 100, más gallegos que españoles, el (los más vascos o sólo vascos) alcanzan el
20,5 por 100, sólo gallegos, el 6,5 por 100 47,2 por 100, poco más o menos su techo
(y no contestan el 3,9 por 100). Cabría electoral presente; c) que de ellos la fac-
concluir que la conciencia autonomista es ción nítidamente secesionista (suponga-
la dominante, que el nacionalismo podría mos que los sólo vascos) abarcaría el 19,8
alcanzar a lo sumo un 27 por 100, pero por 100 de sus gentes; d) que, en cambio,
que el nacionalismo independentista se los que dicen compartir a un tiempo la
contentaría con el 6,5 por 100 y que, en identidad nacional de españoles y vascos
fin, un 84,7 por 100 reconoce una identi- son el 70,5 por 100 23.
dad nacional compleja (por integrar com- 2. Con tales resultados a la vista,
ponentes españoles y gallegos). díganos el profesor Moulines si «los ele-
Las cifras varían en las dos «naciones» mentos que constituyen» el aire de familia
dotadas de mayor conciencia nacional, española son en su mayor parte otros dis-
pero no tanto. En Cataluña se siente sólo tintos que los de las demás familias y si
español el 10,5 por 100; más español que existe una nación española además y dife-
catalán el 11,4 por 100; tanto lo uno como rente de las restantes. ¿No será más cierto
lo otro el 44,4 por 100; más catalán que que, sea cual fuere el territorio del que
español el 18,7 por 100, y sólo catalán, el proceda o en el que habite y al margen de
13,5 por 100. Fácilmente se observará, por otras diferencias menores, la mayoría de
ejemplo, que hay un mayor sentimiento los españoles se consideran españoles?
español en Cataluña que en Andalucía; y Díganos también si, para detectar una
no menos se comprobará que, si los nacio- nación, le basta con recoger el uso oficial
nalistas catalanes (en los que incluyo los de una lengua —como su entusiasmo
dos últimos sumandos) cuentan con un identitario parece dictarle— o se esfuerza
32,2 por 100 de la población, los netamen- en constatar el uso real de esa u otras len-
te secesionistas no pasarían probablemente guas entre la población. Pues por ahí se
del 13,5 por 100. Lo más significativo es encontraría en España con algo bien

ISEGORÍA/28 (2003) 211


NOTAS Y DISCUSIONES

sabido, pero que la prudencia y el buen del complejo de culpa y deuda hacia los
tono aconseja callar: no sólo que las len- nacionalismos que arrastra cierta sedicente
guas minoritarias son en efecto de hecho izquierda desde tiempos franquistas, esta
muy minoritarias (y de ahí el desesperado contraseña entre pretendidos progresistas
empeño de las políticas lingüísticas por delata una notable inmadurez ciudadana y
crear o ensanchar su diferencia como una penosa incoherencia con sus propias
nación), sino que el español es con mucho premisas 24.
la lengua más conocida y usada entre las Hay, pues, una nación hegemónica
mismas «naciones» que no serían españo- (España), pero porque está efectivamente
las. Díganos entonces si esa diversidad presente en todas sus partes, es decir, por-
nacional, ante la que soy el primer conven- que todas éstas en general así lo consien-
cido de que «no es una terrible desgracia», ten y hasta se complacen en ser partícipes
no resulta de hecho para casi todos compa- de ella. A fuer de realistas, cada una de
tible sin conflicto (al menos sin conflictos estas naciones/nacionalidades se habría
secesionistas) con una más genérica uni- autodeterminado como española desde
dad nacional. Romper esa unidad no será 1978 en las elecciones generales y como
una estimulante «utopía», ni salus alguna específicamente «nacional» en los comi-
para nuestro país, sino su verdadera des- cios autonómicos. No es cuestión (como
gracia; y la culpa mayor de ella recaería repite el liberal) de que la mayoría de esa
sobre esos para quienes aquella diversidad nación hegemónica, por vías electorales o
sólo es la ocasión de cultivar una suerte de plebiscitarias, le gane abusivamente la
estatolatría en minúscula. partida a las minorías nacionales. Es que,
Díganos asimismo, dado el escaso en el seno de cada minoría nacional, tam-
apoyo previsible a la ecológica (?) deno- bién la opción secesionista resulta minori-
minación de «País de los Conejos», si taria. Más aún: incluso las dotadas de
mantiene esa propuesta de bautizar al con- mayor grado de conciencia nacional son, a
junto de naciones de España con el apela- su vez, en gran medida y en un sentido
tivo de «Estado español» y así enseñarlo amplio pero significativo entidades multi-
en las escuelas (¡pero no en las familias!) nacionales 25. No están por eso Cataluña o
e inscribirlo en todas las instituciones. Euskadi ante la tremenda alternativa de
¿No ha quedado claro que todas ellas se resignarse o «construirse otro Estado que
consideran también y mayoritariamente represente mejor su identidad nacional»,
españolas, no sólo en su sentido político, justamente porque, aun en el caso de
sino también en el cultural?; ¿es decir, que aceptar la correspondencia nación-Estado
«España» es el nombre de un Estado y propio, ninguna de esas identidades co-
además el de una Nación, la que resulta de lectivas se presenta ante sus moradores
reunir a todas las «naciones» españolas? tan pura o monocroma como para reque-
La equivalencia «España = Estado espa- rir un Estado exclusivo. Aquel Stuart Mill
ñol» no es un error categorial, sino una ya lo había previsto: «Hay porciones de la
intuición popular arraigada y bien funda- misma Europa donde las diferentes nacio-
da. Aquellas otras expresiones («Estado nalidades se hallan de tal manera mezcla-
español» o «Estado» a secas), cuyo uso das que no les es posible vivir bajo
por desgracia no se limita a catalanes y Gobiernos separados» 26. Es un argumen-
vascos, cuentan con pocos años de exis- tum ad quantitatem y, antes aún, ad qua-
tencia y hace ya tiempo que sobran. Cier- litatem, del que se desprende que la real
tamente delatan mucho más que un pro- «multinacionalidad» española se parece
blema terminológico. Junto a la pedantería francamente poco a la diseñada por el
reinante y su contagio mimético, además profesor Moulines.

212 ISEGORÍA/28 (2003)


NOTAS Y DISCUSIONES

Una receta para agravar al paciente derar que la mayoría de ciudadanos de la


Comunidad Autónoma Vasca comulga
1. Pero en (unos pocos lugares de) Espa- con el nacionalismo vasco y tiene por su
ña se desatan por estas cosas «broncas y mayor enemigo al Estado español, a los
tensiones» y nuestro hombre se dispone a españoles (hasta a los «obispos españo-
averiguar la culpa de ello y detectar a los les») y su hegemonía política central. Sólo
culpables. En su opinión, la culpa no estri- así podría disculparse el tremendo desva-
ba en el desprecio de esa realidad consa- río de que su secesión se postule como
grada por la conciencia y voluntad de la requisito de la paz nacional. Ahora bien, si
mayoría ciudadana, sino en el desprecio la machacona realidad sociológica muestra
de aquella «utopía», de ese no-lugar que a las claras que el adversario de la aventu-
unos pocos han soñado y este portavoz ra soberanista son dos terceras partes de
académico pregona. No radica en la fer- los mismos vascos, si se aceptara además
viente creencia política de algunos, sino que casi una mitad de los ciudadanos de
en irreligiosidad democrática de los más. aquella Comunidad se opone (y en número
Por ceñirnos de nuevo a mi tierra, la culpa progresivamente creciente) a la hegemonía
principal de lo que allí sucede no sería el nacionalista local..., entonces las propues-
integrismo sabiniano, ni el irredentismo tas serían muy otras.
nacionalista vasco, ni el terror etarra, ni el Se echaría de ver entonces que aqué-
contubernio de Estella, ni las reiteradas llas no han de presentarse como opciones
cesiones de gobiernos y partidos españoles excluyentes. Al menos en tanto que ciuda-
ante las inicuas pretensiones del separatis- danos, ya me contarán si es posible una
mo. La culpa principal es la «aplastante» paz individual de espaldas a la paz colecti-
hegemonía de la nación española y culpa- va y, a su vez, una verdadera paz colectiva
bles principales hoy son los nacionalistas nacional edificada sobre una mitad de
españoles. Sólo que para ser exacto ten- sujetos políticos acallados, cuando no per-
dría que haber añadido: esa sobrada mitad seguidos e indignados. No hay paz nacio-
de presuntos nacionalistas españoles que nal sin justicia nacional. Pero se descubri-
son y se consideran vascos al tiempo que ría, sobre todo, el engaño apenas en-
demócratas. cubierto bajo tales opciones. Como Mouli-
A los oídos de un nacionalista de nes sólo se pone en la piel de una de las
estricta observancia, empero, esta llamada partes, la nacionalista, la alternativa que
a la democracia sonará demasiado hueca y sugiere —o resignación o rebelión sece-
engañosa; para ése nadie nos salvará de sionista— tan sólo refleja la del naciona-
ser por naturaleza nacionalistas, de manera lista: ¿quién, si no, está forzado a confor-
que aquí nos hallamos ante un encontrona- marse con lo que le «tolere» (sic) la
zo entre un nacionalismo y otro naciona- mayoría hegemónica española para preser-
lismo de signo contrario. Y no hay, según var su paz individual? A mi replicante,
parece, más que dos salidas: la resignación qué cosas, se le pasa por alto la incompa-
con vistas a salvaguardar la paz indivi- rablemente más trágica alternativa del no
dual, pero a costa de la paz nacional, y la nacionalista: o someterse a la construcción
secesión del Estado ajeno y construcción nacional y a la secesión política promovi-
de un Estado propio, que traerían consigo das por la escasísima mayoría hegemónica
esa ansiada paz para todos. ¿Estamos ante nacionalista... o jugarse su exclusión
una alternativa bien planteada o ante una social o laboral y, en ocasiones, su vida a
enorme e interesada simpleza? A la vista secas 27. Esta otra clase de resignación bus-
está que ante lo segundo. Semejantes ca asegurar la supervivencia aún antes que
opciones se le ocurren a quien da en consi- la paz interior y, por cierto, no es la que

ISEGORÍA/28 (2003) 213


NOTAS Y DISCUSIONES

renuncia a unos improbables derechos sobre el principio de integridad territorial


colectivos, sino la obligada a privarse de de los Estados ni el proyecto de la Consti-
los derechos individuales mismos. tución de la Unión Europea. Mucho
Por lo demás, que Moulines caiga a menos todavía de cuestiones últimas de
estas alturas en el blando relativismo del legitimidad. Para resolver el dilema (?), a
momento y defienda que «ambas opcio- él le basta con «preguntarles a los intere-
nes [tan sólo las del nacionalista, no se sados» (?), a «las minorías nacionales del
olvide] son respetables» significa otra Estado español» (¡a todas!), miren si es
nueva confusión político-moral en su ha- sencillo. Lo que parecía una cuestión de
ber. Una confusión política: si la indepen- derecho acaba convertido en un simple
dencia de un territorio respecto de un «método» de arreglo de conflictos. ¿Se
Estado opresor fuera un derecho de sus apunta siquiera alguna razón de conquista,
ciudadanos, y a menos que nuestro profe- trato discriminatorio o flagrante y prolon-
sor se desdiga de todo lo dicho, resignarse gada injusticia perpetrados por parte de
o ceder en ese derecho tendría que ser po- ese Estado en esos territorios que justifi-
co respetable —si bien comprensible por que esas consultas de autodeterminación?
los riesgos personales que acarrea— frente Ni falta que hace. ¿Se sugieren siquiera las
al empeñarse en conquistarlo. Otra confu- condiciones en que habrían de llevarse a
sión moral: en la medida en que ese proce- cabo? De eso apenas hay rastro 28. Nada se
so de soberanía entrañe cierto grado de dice de los sujetos que habría de prestarse
heroísmo individual, semejante acción a tal método, como si fuera algo evidente
superogatoria no sería exigible de nadie, de suyo. Tampoco se hace la menor alu-
pero mantendría su condición de recomen- sión, cosas de poca monta, a la clase de
dable. Por lo que a mí respecta, me parece pregunta propuesta ni a la periodicidad de
advertir otras opciones bastante más dig- la eventual celebración del referéndum. Se
nas que las expuestas por mi adversario. diría que nuestro nacionalista no se ha
La hipotética resignación del nacionalista detenido demasiado en la lectura de la
sería más respetable si proviniera de reco- sentencia de agosto de 1998 del Tribunal
nocer la falta de fundamento del derecho Supremo de Canadá.
que invoca y consintiera en ceder en sus La única condición que nuestro filó-
pretensiones en aras de la paz civil. ¿Y aca- sofo contempla es la clase de mayoría
so no será mucho más respetable la opción decisoria requerida, a saber, la mayoría
de ese otro ciudadano, que sabe argumentar simple (en notación moulineana: «el 50
su rechazo político-moral del proyecto por 100  x, para x  0», que queda como
secesionista, procura alejar el riesgo de más científico). Lo que hasta los más radi-
fractura de su comunidad y cuya resigna- cales partidarios de esa consulta en Euska-
ción, en todo caso, expresa el precio a di han llegado a conceder, que era precisa
pagar por librarse de amenazas fehacientes? una mayoría más cualificada para reforzar
2. Moulines no entra en tan moles- su legitimidad, eso a Moulines le trae al
tas disquisiciones. Él tiene a mano el inci- pairo. Que, pese a la gravedad de esta cla-
so 2.º del artículo 1.º de la Carta de las se de decisión política («la opción de una
Naciones Unidas (sabe indicar sin la nación por constituir su propio Estado»),
menor vacilación qué son los pueblos, la mitad menos uno de los ciudadanos
sean colonias o no lo sean, e interpretar el haya de someterse a la mitad más uno le
evidente sentido de su derecho a disponer parece algo equitativo y saludable para esa
de sí mismos) y no tiene por qué ocuparse comunidad. Y ello, por si no hemos capta-
ni de la realidad española, ni de lo que do su tono retador, aunque tal opción fuere
establezcan las normas internacionales «inmoral, demente o alcoholizada»... Él se

214 ISEGORÍA/28 (2003)


NOTAS Y DISCUSIONES

atiene al «principio más básico de la arit- agravaría donde lo hubiera. He aquí algu-
mética democrática», tal vez porque antes nas de mis razones. 1) En la mayor parte
ha degradado el principio democrático a de las nacionalidades españolas crearía el
pura aritmética. Pero como la democracia problema en la medida en que, contra toda
está muy por encima de la ley del número evidencia, lo da por supuesto y lo predica.
y la regla de la mayoría presenta serios 2) En las dos o tres nacionalidades más crí-
límites en su ejercicio 29, a nuestro autor se ticas, allí donde el problema existe en
le escapan unas cuantas cuestiones decisi- algún grado, por fuerza tiene que agravarlo
vas. No las alude ni de lejos. al menos de dos modos diferentes: a) A-
La primera de todas sería la distinción quella medida como vía de solución ya
capital entre el derecho de la mayoría a predetermina la presencia de un «pueblo»
gobernar dentro de un Estado y el mucho o «nación» bien delimitados, dotados de
más discutible derecho de tal mayoría a una identidad diferencial, sujetos colecti-
modificar los confines territoriales de ese vos de «derechos históricos», etc., que no
mismo Estado 30. Queda asimismo sin requieren más justificación secesionista
aclarar si aquella mayoría simple ha de que su mera voluntad mayoritaria. Más aún
valer sólo para el conjunto del territorio o que en el caso anterior y en virtud de un
también para cada una de sus principales reconocimiento tan chato y arbitrario de
divisiones administrativas o históricas; o ese derecho, la consulta de autodetermina-
si cada una de esas porciones (¿y cuál ción es performativa: comienza a hacer lo
sería el límite de esa unidad territorial?), que dice. b) Empeora asimismo la situa-
en caso de obtener en ella un resultado ción porque, en el supuesto menos malo,
contrario al del conjunto, ostenta a su vez tiene que fracturar la comunidad, enfrentar
derecho a su propia autodeterminación a sus partes entre sí y tensar al máximo la
respecto de la nueva entidad política; o si vida ciudadana, tal como permiten prede-
el Estado del que se emancipan no habrá cir los resultados electorales y sondeos de
de establecer ciertas condiciones previas a que se disponen. 3) En el singular caso
fin de garantizar el respeto de los derechos vasco (el único que podría tener lugar a
de los ciudadanos que ahora formen la corto plazo, según amenaza el plan Iba-
minoría del nuevo ente soberano, etc. Pero rretxe) persiste la misma violencia —la
lo más grave, a mi entender, es que mi criminal y, desde luego, la institucional—
interlocutor no toma en cuenta los proba- que ha contribuido como ningún otro fac-
bles costes humanos de la empresa a la tor a instalar y perpetuar en el poder a los
que tan alegremente nos invita. ¿Le impor- nacionalistas, a marginar y a amedrentar al
taría escuchar a A. Buchanan?: «Una ade- resto de la ciudadanía. Esa violencia, junto
cuada preocupación respecto de la parti- a probar a posteriori su «legitimidad» y su
ción incontrolada de los Estados no arraiga eficacia, sería un dato más del ventajismo
en ninguna creencia de que los Estados de quienes no harían ascos a celebrar aquel
como tales sean sacrosantos o siquiera referéndum en medio de semejante falta de
valiosos, sino en la consideración de las libertad. 4) Sea cual fuere el resultado de
pérdidas humanas que pueden producirse tal consulta en cualquiera (?) de las «nacio-
cuando los Estados se fragmentan» 31. nes» de España, desataría imparables efec-
Y si —pese a todo— nuestro separatis- tos reivindicativos en cadena tanto en otras
ta académico reincidiera en su propuesta, regiones españolas como en otras
permítame replicarle que esa consulta europeas. Pero no menos engendraría en
popular que preconiza para España o bien los Estados incentivos perversos a adoptar
encendería el problema donde ni lo hubo ni políticas que, con vistas a atajar futuras e
lo hay o, lejos de paliarlo o resolverlo, lo hipotéticas secesiones de partes de su terri-

ISEGORÍA/28 (2003) 215


NOTAS Y DISCUSIONES

torio, limitasen derechos de migración y todavía le quedan al menos dos opciones:


otros afines. o tratar de convencerme de lo infundado
A la hora de este punto final, no se me de mis razones o dejarme para siempre
ocurre imaginar haber pronunciado aquí la convencido de la pavorosa frivolidad de
última palabra. Pues al profesor Moulines las suyas.

NOTAS

1 Al citar alguno de los tres documentos cruzados naciones fracasan en ese objetivo se debe por lo
hasta ahora entre nosotros, seguiré la siguiente regla: general a coacciones externas y que no hay que
las referencias al primer escrito de Moulines figuran extrañarse (las cursivas son mías), por tanto, si la
como MN y la página de su publicación en el núm. 24 nación así frustrada «reacciona con violencia». De
de Isegoría; si remito a mi réplica, se indicará entre suerte que no se diría que la cuestión sea «de impor-
paréntesis el número de página de Isegoría, núm. 26; tancia muy secundaria» para lo que aquí se disputa.
la contrarréplica de Moulines, al venir en páginas de Supongamos por un momento que defender y desa-
este mismo número, no llevan otra indicación que las rrollar la identidad nacional sea primero una tenden-
comillas o las cursivas. cia y luego, en virtud del principio moulineano del
2 Es un caso notable de viga en el ojo propio. No valor intrínseco de la pluralidad, una presunta obliga-
hay que olvidar que las quejas de supuesto maltrato ción universal de toda nación. Bueno, pues esa tesis
provienen de quien, en las mismas páginas, califica no puede ampararse en el autor que tanto recortara su
mis reflexiones de «vituperios que pululan en el tex- aplicación práctica y que —precisamente por negar
to», «uno más de sus exabruptos», «amalgamas preci- aquel criterio axiológico— concluye dos páginas
pitadas», «falsas inferencias» y otras lindezas. Para después proclamando el principio opuesto: «Todo lo
decirlo en una frase, de quien adelanta en su segundo que tienda a mezclar las nacionalidades, a fundir sus
folio que «el texto de Arteta está inspirado, de cabo a cualidades y sus caracteres particulares en una unión
rabo, por el odio y la crispación». común, es un beneficio para la raza humana.» Sir-
3 Me pareció en efecto sospechoso que quien viéndonos de sus propios términos, ¿se atreverá
citaba a Mill en apoyo de un concepto de nación Moulines a insistir que esta última tesis T’ de Mill,
caracterizada por el deseo de disponer de Estado desde luego incompatible con la suya, es «indepen-
propio, desde el cual enunciará luego el pensador diente de T», es decir, de la tesis de la deseable coin-
inglés la conveniencia de que los límites estatales cidencia entre las fronteras de la nación y del Estado?
vengan a coincidir con los nacionales..., ese mismo ¿Mereceré por ello su condena a ingresar entre la
se olvidara de las dos enormes reservas con las que «gente de escaso nivel cultural» incapaz del menor
el propio Mill limitó en seguida la aplicación de tal razonamiento?
principio. De un lado, la de que la nación de marras 4 Cfr. F. Savater, «Etnomanía vs. ciudadanía», Ise-

no se encuentre demasiado mezclada con otras y, del goría, 24 (junio 2001), pp. 131 ss.
otro, la consideración moral y social de las ventajas 5 Me permito poner alguna sordina al motivo que

que puede acarrear para una nación atrasada fundirse ahora aduce de ese silencio. De creerle, «nada estaba
en otra más desarrollada. No se trata, pues, de que más lejos de su intención» que publicar un artículo
Moulines pase por alto «otros pasajes de Mill» cua- sobre la situación política interna del Estado español,
lesquiera —como alega—, sino de unos pasajes pró- ni su interés fue «defender la causa del nacionalismo
ximos integrados en el mismo capítulo XVI de Del en este o aquel país», sino sólo analizar el concepto de
gobierno representativo, que sólo abarca seis pági- nación, etc. Pero yo me limité a extrañarme de que,
nas de extensión. Tampoco parece ser «algo que no pese a aludir a tantos otros, ni mencionaba siquiera
venía al caso en este contexto», pues nuestro filóso- los nacionalismos en España. Por lo demás, la excul-
fo de la ciencia describía esa nación de Mill como pación que presenta no ha sido obstáculo para que
deseosa de Estado propio «en tanto instrumento jurí- publicara su Manifiesto en catalán y castellano (Ed.
dico-político para defender su identidad nacional y La Campana, 2002), lo presentara en Barcelona y con-
desarrollarla», lo que viene a expresar el programa cediera con tal ocasión al menos una entrevista a la
nuclear del nacionalismo. prensa en la que sostuvo que «la solución del proble-
Que uno sepa, esta relación instrumental entre ma vasco» radica en aceptar el derecho de autodeter-
nación y Estado no se halla en Mill, pero a Moulines minación y que resulta «lamentable que el gobierno
le sirve para esbozar a renglón senguido varias con- del Estado español considere que la mitad de la pobla-
clusiones cercanas a juicios de valor: que si tantas ción de Euskadi sea loca y terrorista» (Avui, 2-3-2002,

216 ISEGORÍA/28 (2003)


NOTAS Y DISCUSIONES

p. 43). Puro interés científico, ya ven. Otra cosa es 9 Y si les cuesta creerlo, vayamos por partes.

Cataluña, en la que la revista Idees (núm. 13, marzo a) Tras enunciar el llamado por él «Valor Intrínseco
2002, pp. 31-55), casualmente sufragada por el de la Pluralidad del Ser», mi oponente escribe: «Arte-
Department de la Presidencia de la Generalitat, com- ta no quiere aceptar este principio» (cursiva mía).
pendia su Manifiesto y recoge un debate en el que Pero no es que caprichosamente no quiera, sino que
Moulines aporta la réplica final. Está en el ejercicio no puedo aceptarlo en virtud de una serie de razones
de su derecho de libre expresión, no faltaba más, pero que expongo en las páginas 227-228 y que Moulines
no debería ocultar después que lo ejerce. ni siquiera menciona. b) En lugar de eso, da un salto
6 Digo que estamos ante un desorden psíquico «en de páginas y pasa sin dilación a enunciar mi principio
esos casos» (221), a saber, cuando el nacionalismo opuesto del «valor intrínseco de la unidad o armonía
está inflamado por ese patriotismo —pues hay otros— del ser», que no explica. c) Peor aún, lo altera sustan-
que Moulines había definido como un «sentimiento de cialmente cuando dice de él que mi formulación es
filiación hacia un objeto que el individuo siente que lo «ontológicamente irrestricta». La verdad es que, pre-
trasciende, algo que percibe a la vez como un objeto cisamente para restringir tal principio, yo había escri-
externo a sí mismo y componente fundamental de su to que «procuremos enraizarlo como el apoyo más fir-
propia identidad». Claro que sería más preciso deno- me de la política nacional e internacional. Lo que hay
minarlo desorden moral. Así se entenderá mejor que, que preservar y hasta fomentar en lo posible es la uni-
cuando digo que hay que curarlo, pretendo decir que dad en la diversidad» (232). No es una interpretación
hay que educar a los nacionalistas en otra clase de light del principio, sino su sentido mismo. Pero él
patriotismo: pues éste es un sentimiento que, siendo debía pasarlo por alto a fin de extraer mejor cuantas
razonable, resulta también «educable» (221). Y que en consecuencias pudieran dejarme en la posición más
modo alguno tengo por un deber moral «reprimir a los desairada: mi preferencia por la homogeneidad cultu-
nacionalistas», así, por la brava, según me atribuye mi ral o el monolitismo ideológico. d) No contento con
bienintencionado colega, sino nada más que el procu- tanto tejemaneje, este metodólogo descubre de repen-
rar «reprimir o superar» aquel desorden (221), o sea, te que, por lo dicho «unas páginas antes» (casualmen-
el nacionalismo étnico. No es lo mismo, claro, pero lo te la primera de todas, la 227), «es posible que Arteta
probable es que el lector se ahorre la molestia de veri- no prevea una aplicación tan universal de su princi-
ficar las citas y que al autor le interese dibujarme pio». Sólo que ni se trata de una previsión ni queda en
como a un energúmeno. En consecuencia, que haya el reino de la conjetura, porque un servidor había
un deber moral, que es a la vez un deber político y dejado aquí escrito: «Ignoro si es verdad necesaria
cívico, de reprimir, curar o superar los nacionalis- que el universo sea ontológicamente tanto más rico
mos..., no significa que a quien falta a ese deber cuanto más diverso, que es cosa que dejo a los teóri-
«habrá que sancionarlo, aunque Arteta no dice cómo»: cos del mejor de los universos posibles. Sea de ello lo
eso es algo que ni se me ocurre ni siquiera insinúo que fuere, me temo que de ahí no saldría ninguna
mediante alguna oscura alusión; es algo de la entera estimación teórica ni directiva práctica para el mun-
cosecha de este honrado nacionalista. do humano o de los valores» (cursivas mías). Ningu-
7 Esa medida, que no se me ha ocurrido a mí, sino na estimación teórica ni directiva práctica sensatas o
a Moulines, se le ha ocurrido también hace poco al decentes, se entiende, porque a renglón seguido indi-
nacionalismo vasco contra sus infieles: la asociación co una colección de otras a mi entender insensatas y
de municipios nacionalistas llamada Udalbiltza pro- perniciosas. e) Y es así como, a base de adjudicar fal-
mueve la iniciativa, puesta en práctica en bastantes samente universalidad ontológica a un principio que
ayuntamientos, de expedir un documento de identidad yo limitaba al mundo ético-político, de invertir el
vasca con vistas a configurar un censo nacional vasco orden de todo el razonamiento y de poner juntas tesis
del que echar mano en algún eventual referéndum de separadas, Moulines puede denunciar otra de mis
autodeterminación. Lo que son las cosas... «incongruencias», q.e.d.
8 A saber: que bajo aquella fórmula el patriotismo 10 Uno diría que esa caracterización falangista de

sería una especie de fanatismo colectivo que contradi- la nación española no se separa ni un milímetro de la
ce el sentimiento democrático; que esa emoción es caracterización nacionalista de la patria vasca.
peligrosa por buscar un enemigo real o imaginario en 11 Para librarse de una observación mía (de pasada

que descargarse; y que su peligrosidad aumenta en y como asunto menor) de que en un punto dado incu-
proporción a las resistencias que encuentra entre los rre en la falacia naturalista, Moulines dedica un largo
no nacionalistas de su pretendida nación. En resumi- párrafo a volver a explicarme el vínculo entre esas
das cuentas —y según añado—, esa clase de naciona- premisas y su inferencia. Ya había entendido ese
lismo resulta un desorden psíquico o moral colectivo vínculo, pero en aquel punto consideré una falacia
porque pone la lealtad al grupo nacional por encima saltar del amor a la patria al derecho de la patria a eri-
de cualquiera otra. Al volver a los nacionalistas girse en Estado.
«locos de amor» (MN, 34), les hace capaces de sacri- 12 Y así podría justificar de paso, por cierto, mis

ficar la propia vida... y las ajenas. referencias a Weber y Gellner (237, n. 6).

ISEGORÍA/28 (2003) 217


NOTAS Y DISCUSIONES

13 Si no entro al problema de las lenguas minorita- los partidarios de la independencia eran el 33 por
rias, no es por falta de ganas, sino de espacio. Cuando cien, los contrarios, el 38 por 100, y los que no
y donde el profesor Moulines tenga a bien citarme saben/no contestan, el 29 por 100. Cfr. J. L. Barbería
para discutir de ello sin trampa ni cartón, allí trataré y P. Unzueta, Cómo hemos llegado a esto. La crisis
de estar. En cuanto acordemos que los derechos lin- vasca, Madrid, Taurus, 2003, p. 221.
güísticos no son de los pueblos, ni de las lenguas mis- 24 Y es que «... precisamente lo que se tiene por

mas, ni de los que desean aprenderlas, sino ante todo característico de la izquierda o el “progresismo” hoy
de sus hablantes..., seguro que comenzamos a enten- es liderar los movimientos más particularistas, todo
dernos. aquello que convierte las determinaciones objetivas
14 R. Rorty, Truth and Moral Progress. Philoso- (sean sexuales, étnicas, religiosas o genéticas) en
phical Papers, Cambridge, Cambridge U. Press,1998, identidad subjetivada y politizada. [...]. Lo “progre”
p. 11 (hay trad. esp., 2000). En M. Ignatieff, Los dere- es defender a toda costa lo particular: la única legiti-
chos humanos como política e idolatría, Barcelona, midad que se concede al Estado o las instituciones
Paidós, 2003, p. 30. globales es precisamente asegurar esa defensa. De
15 J. Habermas, «La lucha por el reconocimiento modo que contra la globalización del capital especu-
en el Estado democrático de Derecho», en La inclu- lativo cuyo único objetivo es maximizar beneficios
sión del otro (Barcelona, Paidós, 1999, p. 210). no hay ninguna respuesta política. Toda la política de
16 G. Sartori, La sociedad multiétnica, Madrid, izquierdas es ahora de resistencia separatista contra
Taurus, 2001, p. 128. lo universal...». He ahí «el “separatismo antiuniver-
17 A. Touraine, «Faux et vrais problèmes», en Une sal” de la izquierda: no saben nada, ni entienden nada
société fragmentée? Le Multiculturalisme en Débat, y colaboran activa y entusiásticamente con el sistema
París, La Découverte, 1997 (tomado de Z. Bauman, que dicen atacar». F. Savater, en F. Savater y J. L.
En busca de la política, Buenos Aires, Fondo Cultura Pardo, Palabras cruzadas, Valencia, Pre-Textos,
Económica, 2001, pp. 206 ss). 2003, pp. 79-80.
18 Por referirme sólo a una lectura penúltima, R. 25 Tal es su grado de mestizaje. Acúdase de nuevo

Goodin explica las hostilidades entre ciertas comu- al País Vasco para verificar su saldo migratorio, el
nidades nacionales en virtud de aquellas convencio- geográfico de su población, la proporción de apellidos
nes arbitrarias que se decide «considerar como cier- vascos, etc. Cfr. «Euskadi en cifras», en J. L. Barbería
tas», y cuando estas «verdades» (verbigracia, re- y P. Unzueta, op. cit.
ligiosas o históricas) desempeñan un significado 26 J. Stuart Mill, o.c., p. 330.

crucial para aquellas comunidades («Convenciones 27 Puede consultarse lo referente al nacionalismo

y conversiones o ¿por qué es a veces tan espantoso vasco en el informe sobre España (terminado en
el nacionalismo?», en R. McKim y J. McMahan, La diciembre de 2002) de la Comisión Europea contra el
moral del nacionalismo, vol. I, Gedisa, Barcelona, Racismo y la Intolerancia (ECRI), organismo del
2003, pp. 131-153). Consejo de Europa.
19 E. Hobsbawn, Naciones y nacionalismos desde 28 Trato de seguir el orden propuesto por Allen

1780, Barcelona, Crítica, 2000, pp. 143-144, 180-181 Buchanan en su último trabajo publicado en castella-
y 194-197, respectivamente. no a propósito del derecho de autodeterminación: los
20 Cfr., entre muchos, algunos de los trabajos reu- principios de su justificación, que invocarán argumen-
nidos en J. M. Mardones-R. Mate (eds.), La ética ante tos morales, y los justos términos en que ha de llevar-
las víctimas, Barcelona, Anthropos, 2003. se a cabo («Autodeterminación, secesión y primacía
21 Lo cierto es que mi colega nada nos dice de si, en del derecho», en R. McKim y J. McMahan, La moral
esos recientes Estados nacidos de las desaparecidas del nacionalismo, op cit., vol. II, pp. 157-188).
Unión Soviética y Yugoslavia, debería continuar la 29 Aquí tendrían cabida, entre otras clásicas, varias

escisión de los Estados pluriculturales como Bosnia, si observaciones de H. Kelsen, R. Dahl y N. Bobbio.
los abjazos habrían de separarse de Azarbaiján o si 30 Moulines seguramente no ha reparado en que el

Moldavia, lingüística y culturalmente parte de la Mol- derecho de la mayoría ha de entenderse «como un


davia en su mayoría rumana, tendría que integrarse en derecho a ser gobernado democráticamente en el
esta última a base de expulsar a «sus» rusos, etc. Pero interior de las fronteras de uno u otro Estado, no
también pasa por alto ilustrarnos sobre el pequeño deta- como un derecho a determinar mediante la regla de
lle de si los ciudadanos de esos nuevos Estados son más la mayoría los límites del Estado». Este último dere-
o menos libres, viven ahora mejor o peor que antes. cho «no sólo es más fuerte que el primero, sino tam-
22 Tomo estos datos de O. P. A., Observatorio de bién más discutible desde el punto de vista moral.
política autonómica 2002, 1. Se trata de un organismo Reconocer el derecho a la secesión de una mayoría
que agrupa los Departamentos de Ciencias Políticas en un territorio, si eso es lo que dicen los votos, es
de las Universidades de Santiago, Autónoma de Bar- nada menos que conceder a la mayoría el poder de
celona, Granada y País Vasco. determinar unilateralmente la nacionalidad de otros
23 En el año 2001, y según una encuesta del CIS, (la de la minoría que no vota en favor de la sece-

218 ISEGORÍA/28 (2003)


NOTAS Y DISCUSIONES

sión), lo que les priva de su ciudadanía en el país en bles de ningún género de injusticia, ya sea hacia los
el que siempre han vivido y les transforma en ciuda- secesionistas, ya hacia cualquier otra persona» (A.
danos de otro Estado (o en residentes extranjeros en Buchanan, op. cit., vol. II, p. 177).
él), a pesar de que ni ellos ni su Estado sean culpa- 31 A. Buchanan, op. cit, p. 160.

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