Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
La
mejora
consiste
en
poder
“desnaturalizar”
ciertas
cosas
y
volver
a
mirarlas
desde
otro
lugar,
ya
no
como
algo
dado
que
siempre
fue
así
y
que
no
podrá
ser
de
otra
manera
sino
como
algo
siempre
mejorable.
Pero
para
poder
desnaturalizar
y
“descubrir”
la
institución
educativa
desde
nuevos
lugares,
es
necesario
a
veces
correrse
un
poco,
tomar
cierta
distancia
y
permitirse
nuevas
preguntas:
¿Por
qué
esto
es
así?
¿Desde
cuándo
pasa?
¿Qué
hicimos
hasta
ahora?
¿Qué
cosas
sirvieron?
¿Cuáles
no
funcionaron?
¿Qué
lecciones
aprendimos?
¿Qué
haríamos
mejor
esta
vez?
El
Plan
estratégico
de
Mejora
es
una
herramienta
que
le
sirve
a
la
escuela
para
poder
plantear
metas
que
permitan
superar
los
desafíos
institucionales
y
pensarse
en
el
mediano
plazo,
partiendo
del
aquí
y
ahora.
Es
una
hoja
de
ruta
que
busca
superar
las
planificaciones
tradicionales
que,
partiendo
de
objetivos,
proponen
una
serie
de
acciones
para
lograrlos.
El
plan
de
mejora
propone
revertir
los
términos
de
la
ecuación
y
ya
no
partir
de
los
objetivos
“ideales”
sino
del
diagnóstico
de
situación
para,
a
partir
de
esos
datos
de
la
realidad
institucional,
definir
los
problemas/desafíos
institucionales
y
elaborar
planes
de
acción
que
permitan
dar
una
respuesta
lo
más
ajustada
posible
a
las
debilidades
detectadas.
Esto,
obviamente,
sin
descuidar
nunca
el
escenario
buscado,
pero
ya
no
constituye
un
escenario
ideal
sino
uno
posible
y
viable
en
función
del
punto
de
partida.
Como
plantea
Blejmar
(2005),
el
sueño
marca
la
brecha
entre
lo
real
y
buscado,
dentro
de
escenarios
optimistas,
pesimistas
y
probables
formulados.
Identificar
y
formular
un
problema
puede
parecer
sencillo.
Sin
embargo,
no
siempre
lo
es.
Para
la
formulación
de
un
problema
es
necesario
seguir
algunas
pautas
que,
si
bien
pueden
parecer
obvias,
no
siempre
son
tenidas
en
cuenta
y
sabemos
con
certeza
que
un
problema
mal
formulado
puede
distorsionar
las
estrategias
de
abordaje
requeridas.
En
este
mismo
sentido,
Blejmar
(2009)
agrega: “La
enunciación
de
un
problema
indica,
al
mismo
tiempo,
sus
limitaciones
y
sus
posibilidades
de
resolverlo”.
Por
este
motivo,
resulta
clave
formularlo
de
manera
clara,
simple
y
en
forma
de
problema.
“La
comunicación”,
por
ejemplo,
es
muchas
veces
planteada
cuando
pedimos
a
los
directores
definir
problemas
institucionales.
La
comunicación
no
constituye
un
problema,
los
ruidos
en
la
comunicación,
la
ausencia
de
la
misma,
entre
otros,
pueden
ser
los
problemas
comunicacionales
a
los
que
necesitamos
dar
respuesta.
Analicemos
la
formulación
de
este
problema
institucional
de
una
escuela
rural1:
Escuela A:
Problema:
Las
calles
están
en
pésimo
estado:
se
inundan
los
días
de
lluvia
y
no
permiten
a
los
alumnos
llegar
a
la
escuela.
La
formulación
de
este
problema
contiene
dos
falencias:
por
un
lado,
no
está
focalizada
en
el
área
de
intervención
directa
del
director.
El
estado
de
las
calles
en
sí
mismo
no
constituye
el
problema
sino
que
origina
o
es
la
causa
del
problema
propiamente
dicho:
en
este
caso,
el
ausentismo
escolar.
Por
el
otro
lado,
y
por
el
mismo
motivo
planteado,
ese
problema
posibilita
una
sola
línea
de
abordaje
que
se
transforma
en
un
callejón
sin
salida:
la
demanda
a
las
autoridades
para
mejorar
el
estado
de
las
calles
y
limitarnos
a
esperar.
Miremos
ahora
otra
posibilidad
de
enunciar
el
mismo
problema
enfocándolo
desde
el
área
de
influencia
del
director
Escuela B:
Problema:
El
alto
índice
de
ausentismo
de
los
alumnos
dado
que
no
pueden
asistir
a
clase
los
días
de
lluvia
por
el
mal
estado
de
las
calles.
En
este
caso,
la
nueva
formulación
del
problema
abre
el
abanico
a
numerosas
estrategias
de
intervención
que
no
se
limitan,
aunque
la
incluyen,
a
la
demanda
a
las
autoridades
responsables
para
mejorar
las
calles.
Elaborar
un
cuadernillo
de
actividades
para
que
los
alumnos
resuelvan
en
sus
hogares,
recuperar
el
tiempo
perdido
los
días
de
lluvia
en
periodos
de
apoyo
luego
del
horario
escolar,
pueden
ser
algunas
de
las
líneas
de
acción
tendientes
a
no
perder
horas
de
clases.
1
Si
bien
el
ejemplo
puede
resultar
lejano
para
una
escuela
urbana,
el
objetivo
del
mismo
consiste
en
reflexionar
acerca
de
las
limitaciones
y
posibilidades
que
contiene
en
sí
mismo
la
formulación
de
un
problema.
que
muchas
escuelas
cuentan
con
un
equipamiento
tecnológico
último
modelo
y
no
lo
utilizan
o
está
bajo
llave.
Los
problemas
son
considerados
como
aquello
que
interpela
nuestra
inteligencia,
afirma
Blejmar
(Op.
Cit)
y
diferencia
el
obstáculo
como
aquello
que
presenta
una
dificultad
para
sortear
de
un
problema,
que
implica
un
final
abierto
que
requiere
investigar
posibles
salidas.
Una
vez
identificado
el
problema
institucional,
es
posible
fijar
las
metas,
buscar
las
estrategias
de
intervención
más
adecuadas
y
establecer
indicadores
de
gestión
que
luego
permitan
evaluar
si
logramos
o
no
lo
que
nos
propusimos,
estableciendo
plazos
y
responsables.
Las
metas
propuestas
tienen
que
ser
pensados
para
esta
escuela,
para
esta
realidad
y
deben
ser
ambiciosas
pero
viables
teniendo
en
cuenta
el
punto
de
partida.
ü incluir evidencias que lo confirmen (indicadores de diagnóstico o punto de partida)
ü definir indicadores de gestión esperables de lograr luego de dichas intervenciones,
Estos
últimos
tres
aspectos
son
clave
y
constituyen
el
valor
agregado
de
esta
propuesta.
No
estamos
acostumbrados
a
establecer
metas
mensurables
ni
a
evaluar
resultados
de
las
intervenciones
y
tampoco
a
nombrar
responsables
para
el
seguimiento
de
las
intervenciones.
Responsabilidades
compartidas
implica
asumir
que
todos
los
actores
educativos
deben
hacerse
cargo
de
los
resultados
institucionales,
tanto
de
los
logros
como
de
los
fracasos.
Definir
responsables
implica
nombrar
cargos
(orientadora
educacional,
docente
X
o
directora)
o
equipos
(jefes
de
departamento)
que
no
se
transformán
en
los
únicos
responsables
pero
que
puedan
dar
cuentas
de
la
continuidad
de
una
acción
emprendida.
A
continuación
les
presentamos
un
posible
formato
de
Plan
de
mejora
que
incluye
todos
los
componentes
que
consideramos
necesarios:
Principales
problem as
detectados:
Posibles
causas:
Podemos
definir
entonces
los
siguientes
pasos
que
comprenden
un
Plan
estratégico
de
mejora
escolar:
1) Poner
en
cuestión
la
realidad
problematizando
lo
que
está
sucediendo:
de
lo
“natural”
a
la
identificación
del
problema
3) Recoger e interpretar de modo sistemático la información sobre procesos y resultados
5) Revisar la relación entre lo que hacemos y lo que creemos hacer
La
planificación
para
la
mejora
implica
registrar
los
datos
del
contexto
y
volver
a
él
para
dar
una
respuesta
lo
más
ajustada
posible
a
sus
necesidades.
Por
eso,
a
diferencia
de
otras
planificaciones:
! La
planificación
estratégica
no
es
lineal.
El
plan
avanza
y
retrocede
las
veces
que
sea
necesario
si
una
estrategia
no
da
los
resultados
que
buscábamos.
! Hay
posibilidad
de
redefinir
o
ajustar
la
imagen
objetivo
en
la
medida
en
que
el
contexto
cambia
! La
planificación
no
cesa
nunca.
El
plan
de
mejora
es
un
plan
para
corregir,
tachar,
borrar,
redefinir
y
evaluar
en
forma
permanente
! Hay
un
grado
de
incertidumbre
que
no
se
puede
evitar.
Por
eso
se
requieren
los
ajustes
permanentes.
Ahora
bien,
¿en
qué
se
diferencia
esta
propuesta
de
Plan
estratégico
de
Mejora
de
diversas
planificaciones
institucionales
que
hasta
ahora
veníamos
realizando?
Si
bien
siempre
hemos
planificado,
nuestra
historia
como
educadores
ha
estado
signada
por
diversas
“modas”
de
planificaciones:
la
tradicional
planificación
“sábana”,
las
planificaciones
con
especial
énfasis
en
la
redacción
de
objetivos
y
muchas
otras.
La
propuesta
que
aquí
presentamos
intenta
una
ruptura
con
los
modos
tradicionales
de
planificar,
que,
partiendo
de
un
objetivo
desagregan
acciones
bajo
la
hipótesis
de
que,
si
proponemos
una
meta,
solo
es
necesario
pensar
y
secuenciar
los
pasos
para
lograrla.
Este
modo
de
pensar
las
acciones
se
vio
cada
vez
más
insuficiente
para
dar
respuesta
a
escenarios
complejos,
inciertos
y
cambiantes.
Desde
esta
perspectiva,
el
plan
constituye
solo
un
paso,
es
una
herramienta
flexible
que
permite
hacer
ajustes
constantes.
No
se
hace
de
una
vez
y
para
siempre
sino
que
su
filosofía
radica,
justamente,
en
la
posibilidad
de
poder
realizar
adecuaciones
según
las
diferentes
necesidades
que
surjan
y
las
evaluaciones
permanentes.
Ya
no
partimos
de
un
objetivo.
Partimos
de
un
diagnóstico,
de
una
realidad.
Y
mirando
ese
contexto,
pensamos
acciones
que
pretendan
dar
una
respuesta
lo
más
ajustada
a
ese
contexto.
Además,
contempla
la
idea
de
que
la
imagen
objetivo
no
se
establece
de
una
vez
y
para
siempre.
Si
una
escuela
de
nuestra
región
cambia
de
jornada
simple
a
jornada
completa,
el
escenario
es
otro
y
en
consecuencia,
la
imagen
objetivo
de
esa
escuela
se
modifica
al
tener
a
los
alumnos
8
horas
dentro
de
la
institución.
El
cuadro
que
sigue
apunta
comparar
los
supuestos
de
una
planificación
“tradicional”
y
de
una
planificación
estratégica
de
mejora
basándose
en
el
análisis
de
Aguerrondo
(2001).
Es
necesario
aclarar
que
estamos
comparando
dos
modelos
opuestos
con
fines
didácticos,
asumiendo
el
riesgo
de
simplificar
en
extremo
pero
con
la
única
intención
de
facilitar
la
comprensión,
aún
sabiendo
que
existen
muchos
modelos
de
planificación
intermedios.
Planificación
tradicional
Planificación
estratégica
Es
necesario
insistir
en
que
el
plan
estratégico
de
mejora
que
aquí
proponemos
es
un
medio,
una
herramienta,
pero
lo
que
aquí
defenderemos
es
una
propuesta
de
pensamiento
estratégico
para
la
mejora
institucional,
que
incluye
el
plan
escrito
pero
lo
trasciende.
Es
mucho
más,
porque
implica
pensar
todas
las
acciones
estratégicamente,
con
un
sentido
y
un
para
qué.
Estamos
ante
una
nueva
lógica,
la
de
pensar
todas
nuestras
acciones
partiendo
del
presente
y
proyectándonos
hacia
escenarios
buscados
ya
no
sólo
para
el
corto
sino
también
para
el
mediano
plazo.
Diversos
autores
alertan
acerca
del
riesgo
de
burocratizar
el
la
planificación
estratégica
y
de
volver
a
caer
en
la
trampa
de
diseñar
impecables
planes
de
acción
repletos
de
objetivos
loables
y
acciones
tan
amplias
que
luego
no
sabemos
cómo
implementar.
Solamente
comprendiendo
que
esta
propuesta
incluye
los
ajustes
y
rediseños
constantes
que
surjan
de
evaluar
permanentemente
nuestras
acciones,
podremos
superar
la
lógica
tradicional
de
planes
escritos
que
van
por
un
lado
y
acciones
cotidianas
que
van
por
otro.
En
este
sentido,
el
enfoque
situacional
que
plantea
Matus
contiene
un
interesante
valor
agregado
entendiendo
la
planificación
y
la
gestión
como
“un
proceso
que
no
sólo
contiene
las
técnicas
de
elaboración
de
un
plan,
sino
que
refleja
las
relaciones,
intereses
y
la
participación
de
los
grupos
implicados”.
El
autor
agrega:
“El
corazón
de
un
plan
es
el
intento
de
gobernar
un
proceso,
y
un
proceso
solo
se
gobierna
por
la
acción”
(Matus
en
Aguerrondo,
2001).
Las
acciones
no
intencionales
o
que
surgen
de
modo
espontáneo
también
ocupan
un
lugar
en
esta
propuesta.
Planificar
aquí
no
implica
dejar
de
lado
la
intuición
sino
eliminar
la
improvisación.
Es
dar
lugar
a
lo
nuevo,
siempre
que
no
se
aleje
de
la
imagen
objetivo
propuesta,
siempre
que
implique
una
mejora
desde
el
punto
de
partida
y
no
solo
por
tratarse
de
una
innovación.
Adherimos
a
la
necesidad
de
delinear
planes
de
acción
pero
priorizamos
la
claridad
en
las
metas
que
respondan
al
contexto
por
sobre
la
rígida
redacción
escrita
que
no
da
permisos
para
la
revisión
y
adaptación
de
las
acciones.
En
este
sentido,
Mintzberg
(1999)
afirma
que
buena
o
gran
parte
de
la
estrategia
real
que
implementamos
en
nuestras
organizaciones
es
normalmente
una
estrategia
emergente
que
surge
de
la
realidad
y
que
no
es
exactamente
la
misma
que
se
establece
de
antemano
y
de
manera
deliberada
como
lo
muestra
el
gráfico
a
continuación:
Estrategia
intentada
Estrategia
deliberada
Estrategia
no realizada Estrategia
real
Estrategia
emergente
Sin
estrategia
pensada
de
antemano,
corremos
riesgos
de
alejarnos
de
nuestra
meta
objetivo.
Pero
tampoco
podemos
limitarnos
a
las
estrategias
planificadas
desconociendo
los
cambios
del
afuera.
Siguiendo
a
Aguerrondo,
esto
implica
“pasar
de
una
concepción
estática
y
alejada
de
la
realidad
a
una
más
vital
y
estratégica
que
reconozca
la
realidad
social
y
humana
en
la
que
se
desarrolla.
En
este
sentido,
la
planificación
estratégica
como
marco
y
el
proyecto
educativo
como
herramienta
acercan
a
una
forma
de
gestión
que
tiene
como
objetivo
mejorar
la
calidad
a
partir
del
desarrollo
de
planes
y
proyectos
que
partan
del
análisis
de
las
necesidades
y
demandas
del
sector
involucrado
y
que
caminen
hacia
la
solución
de
necesidades
específicas”
(Aguerrondo,
Op.cit:96)
En
definitiva,
tanto
el
Plan
estratégico
de
Mejora
como
los
Indicadores
de
Gestión
tienen
sentido
sí
y
solo
sí
forman
parte
de
un
proceso
de
aprendizaje
permanente
de
nuestras
instituciones.
Proceso
que
busca
aprender
de
los
errores,
aprender
de
otros,
buscar
nuevas
y
mejores
estrategias
y
mantener
las
buenas
prácticas.
Si
queremos
que
nuestras
escuelas
se
transformen
en
organizaciones
inteligentes,
en
organizaciones
que
aprenden,
será
necesario
que
instalen
una
cultura
de
evaluación
permanente.
Justamente
por
eso,
la
evaluación
y
el
monitoreo
permanente
de
las
acciones
son
los
componentes
que
posibilitan
confirmar
que
estamos
en
el
camino
correcto
o
ayudará
a
redefinir
las
acciones
y
estrategias
en
caso
que
detectar
que
nos
estamos
desviando
de
la
meta.
La
evaluación
pasa
a
ser
un
proceso
permanente
y
no
ya
una
instancia
al
final
de
cada
ciclo.
Este
tipo
de
evaluación
permite
tomar
decisiones
para
la
mejora
y
no
únicamente
evaluar
resultados.
La
nueva
concepción
de
evaluación
supone
evaluar
también
procesos
y
redefinir
las
intervenciones
las
veces
que
sea
necesario.
Porque
el
camino
recorrido
no
es
menos
importante
que
los
resultados
obtenidos.
Imaginemos
una
matriz
que
cruce
la
variable
“resultados”
con
la
variable
“causas”.
Podríamos
armar
cuatro
posibles
modelos
organizacionales2:
2
Basado en Reeves, D. (2002).
CAUSAS
Desconocidas
RESULTADOS
Bajos Altos
Posible Éxito
superación sustentable
Conocidas
En
un
extremo,
una
organización
con
pobres
resultados
y
que
desconoce
las
causas
de
su
fracaso;
en
el
otro
extremo,
una
organización
con
buenos
resultados
y
que
conoce
las
causas
de
sus
logros.
En
el
medio,
una
organización
con
bajos
resultados
pero
que
sabe
el
porqué
de
los
mismos
y
tiene
hipótesis
para
explicar
la
situación
y
una
organización
con
buenos
resultados
pero
que
desconoce
el
proceso
mediante
el
cual
los
ha
obtenido.
Es
muy
probable
que
este
último
modelo
tenga
más
posibilidades
de
superarse
a
partir
de
las
lecciones
aprendidas
mientras
que
el
anterior
difícilmente
pueda
sostener
sus
logros
en
el
tiempo
si
desconoce
el
camino
recorrido.
Por
todo
lo
señalado,
evaluar
procesos
y
resultados
resulta
el
elemento
clave
del
plan
de
mejora
porque
garantiza
los
ajustes
necesarios.
Les
presentamos
acá
una
posible
grilla
de
seguimiento
diseñada
con
el
fin
de
monitorear
las
acciones:
Problema:
Ej.
Desde
plan
supervisión
Deficiencias
en
la
Gestión
Pedagógica
de
los
Equipos
Directivos
Logrado
Etapas
dMedianamente
el
logrado
No
Logrado
No
aplicable
En
definitiva,
la
gestión
que
proponemos
tiene
que
ponerse
al
servicio
de
los
fines
de
la
educación
y
permitirle
a
la
escuela
recuperar
su
función
específica,
la
de
enseñar.
En
este
sentido,
la
gestión
como
factor
de
mejora
cumple
la
función
de
ayudarnos
a
resolver
problemas
ya
que
“La
forma
en
que
cada
escuela
resuelve
sus
problemas
tiene
que
ver
con
su
capacidad
para
construir
estrategias
e
identidades
propias,
para
romper
con
las
rutinas
y
encontrar
formas
creativas
para
alcanzar
el
sentido
de
producir
calidad
con
equidad
“(Jabif,
2004)
Bibliografía citada:
Aguerrondo,
I
Lugo,
M.T
y
Rossi,
M.
La
gestión
en
la
escuela
y
el
diseño
de
proyectos
institucionales,
Universidad
Nacional
de
Quilmes,
Buenos
Aires,
2001
Blejmar,
B.
Gestionar
es
hacer
que
las
cosas
sucedan
Novedades
Educativas,
Buenos
Aires,
2005
Jabif,
L.
Directores
en
Acción.
Módulos
de
formación
en
competencias
para
la
gestión
escolar
en
contextos
de
pobreza.
Liderazgo.
,
IIPE
UNESCO,
Buenos
Aires
Matus,
C
Estrategia
y
plan,
Siglo
XXI
Editores,
México
en
Aguerrondo,
I
Lugo,
M.T
y
Reeves,
D.
The
Daily
Disciplines
of
Leadership,
Jossey-‐Bass,
2002