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La International Petroleum Company (IPC), fue una empresa petrolera, filial de la Standard Oil de New

Jersey, con sede en Toronto, Canadá, y que se instaló en el Perú en 1914, permaneciendo hasta 1969. En
dicho país explotó el yacimiento de La Brea y Pariñas y otros más, estableciendo en Talara su centro de
procesamiento y refinería para la elaboración de todos los derivados petrolíferos. Fue protagonista del más
grande escándalo ocurrido en la etapa republicana peruana, al negarse a pagar el monto total de los
impuestos a los que estaba obligada según las leyes peruanas. Incluso, logró ventajosas excepciones,
arrancadas a sucesivos gobiernos filoestadounidenses. En agosto de 1968, durante el primer gobierno de
Fernando Belaúnde Terry, se firmó el Acta de Talara, por el cual la IPC devolvió al estado peruano los
campos petrolíferos, pero conservó la refinería de Talara y la red de distribución del combustible. Poco
después estalló el escándalo de la “Página Once”, en torno a una supuesta página faltante del contrato de la
venta de crudos entre la empresa petrolera estatal y la IPC, y se acusó al gobierno de favorecer furtivamente
a esta última. En 1968, el gobierno del general Juan Velasco Alvarado puso fin a este problema, ocupando
militarmente las instalaciones de Talara. La IPC fue expulsada definitivamente del Perú y en su reemplazo
se creó la empresa estatal Petróleos del Perú (PETROPERÚ); sin embargo, la IPC nunca pagó sus adeudos
al Estado peruano.
El Acta de Talara
En 1963 ganó las elecciones presidenciales el arquitecto Fernando Belaúnde Terry, una de cuyas promesas
de su campaña electoral fue la solución del viejo pleito de La Brea y Pariñas. Como primer paso envió al
Congreso un proyecto para declarar nulo el Laudo de París y solicitó que los campos de La Brea y Pariñas
pasaran a poder de la Empresa Petrolera Fiscal (entidad estatal). Atendiendo a este pedido, el Congreso dio
la Ley Nº 14.696, que declaraba nulo ipso jure el Laudo, pero no se pronunció sobre el segundo punto.
El Poder Ejecutivo promulgó la ley el 4 de noviembre de 1963, quedando así autorizado para buscar una
solución al viejo problema. Finalmente, por Ley 16.674 del 26 de julio de 1967, se autorizó al gobierno la
reivindicación de los yacimientos e instalaciones de la IPC contra los adeudos.
En julio de 1968 el gobierno inició tratos con la IPC. El 13 de agosto del mismo año ambas partes firmaron
el Acta de Talara por el cual todos los campos petroleros pasaban a poder de la Empresa Petrolera
Fiscal (EPF) a cuenta de los adeudos de la IPC, pero esta conservaba la refinería de Talara, el sistema de
distribución nacional del combustible y sus derechos de condominio en Concesiones Lima. La IPC se
obligaba a comprar todo el petróleo que la EPF le quisiera vender, para procesarla en su refinería de Talara.
Todo lo cual iba contra las expectativas creadas por la Ley 16.674, que exigía la entrega de todas las
instalaciones de la IPC por sus adeudos, pero por el momento el gobierno usufructuó el acuerdo ante la
opinión pública como si se tratara de un gran éxito.
El Acta fue firmada por el presidente Belaúnde, por el Presidente del Senado Carlos Manuel Cox, por el
Presidente de la Cámara de Diputados Andrés Townsend Ezcurra y por los altos funcionarios de la IPC.
Toda la prensa se hizo eco de este suceso y publicaron en primera plana el fin del "Problema de la Brea y
Pariñas".
El escándalo de la Página Once
Sin embargo, la opinión pública cambió de parecer cuando la revista Oiga dio a conocer la “historia secreta”
de las condiciones que había impuesto la IPC para la firma del Acta. El momento cumbre del escándalo
llegó cuando el renunciante presidente de la EPF, el ingeniero Carlos Loret de Mola, denunció que faltaba
una página en el contrato de precios de petróleo crudo entre la EPF y la IPC (10 de septiembre de 1968).
Esa fue la famosa "Página Once", en donde, según la versión que halló más acogida entre el público, se
acordaba un precio del barril muy por debajo del precio del mercado, en beneficio de la IPC. Todo lo cual
daba pábulo para acusar al gobierno de “entreguismo”. Sin embargo, todo indica que dicha página nunca
existió o que solo fuera una página en blanco o que solo contenía una firma.
Lo único cierto es que la misteriosa Página Once sirvió de pretexto para que un grupo de oficiales del
ejército, encabezados por el general Juan Velasco Alvarado, dieran un golpe de estado el 3 de octubre del
mismo año, acusando al gobierno de Belaúnde de “entreguista”.
La ocupación militar de las instalaciones de Talara
El 9 de octubre de 1968, el gobierno del general Velasco ordenó la toma de las instalaciones de la IPC en
Talara, incluyendo la refinería, operación que realizaron las fuerzas de la Primera Región Militar con sede
en Piura, al mando del general Fermín Málaga. Este hecho tuvo un gran impacto favorable en el país y
ayudó al gobierno a consolidarse en el poder. La fecha del 9 de octubre se celebró durante los años que
duró el gobierno militar como el Día de la Dignidad Nacional, siendo abolida tras la restauración
democrática de 1980.
Expulsión e indemnización
La IPC entabló un proceso al Estado peruano reclamando sus intereses, pero finalmente, el gobierno
peruano dispuso el embargo y expulsión definitiva de la empresa, el 1 de febrero de 1969. La IPC perdió el
resto que le quedaba: su condominio en Concesiones Lima y su red de distribución de combustibles. El
valor de los bienes expropiados se cargó contra el monto del presunto adeudo tributario de la empresa.
Aunque Velasco anunció reiteradamente que no pagaría ningún centavo de reparación a la IPC, sin
embargo, esta tuvo la habilidad de resarcirse de 22 millones de dólares a cuenta de las expropiaciones, de
la siguiente manera: remesó hasta 5 millones de dólares por concepto de deudas concertadas en el exterior,
y dejó de pagar a la Empresa Petrolera Fiscal unos 17 millones de dólares por los servicios de refinamiento
en la ya nacionalizada refinería de Talara. Cuando finalmente la IPC fue intervenida, las autoridades
peruanas se dieron con la sorpresa de que todas sus cuentas estaban en rojo, no hallando nada para hacerse
de algún pago.
Es más, fue de conocimiento público el llamado el Convenio De la Flor-Greene, firmado entre el gobierno
peruano y el estadounidense el 9 de agosto de 1973, por el que se acordó que el Perú pagaría una
indemnización global de 76 millones de dólares a todas las compañías estadounidenses o de propiedad de
estadounidenses que habían sido expropiadas por el gobierno peruano. Si bien el gobierno militar fue tajante
al afirmar que la IPC (que era filial de la ESSO Standard), no estaba incluida entre esas empresas, lo cierto
es que el convenio estipulaba que la repartición de todo ese monto indemnizatorio era de exclusiva
competencia del gobierno de los Estados Unidos. Y en ejercicio de esa atribución, el Tesoro estadounidense,
con fecha 18 de diciembre de 1974, pagó a la ESSO Standard más de $ 23.157.000. Es decir, desmintiendo
la afirmación del gobierno militar, la IPC llegó realmente a ser indemnizada, y esta operación se dio dejando
a ambas partes satisfechas. Cabe finalmente señalar, que para pagar esa indemnización global de 76
millones de dólares, el gobierno peruano obtuvo un préstamo de bancos privados de los Estados Unidos. 19
Detrás de todas estas operaciones estuvo evidentemente el fuerte lobby armado por la IPC en los Estados
Unidos.
En cuanto a los adeudos que la IPC tenía con el Estado (que contando desde el año 1924 se estimaban en $
690.524.000), estos nunca se pagaron.
Con respecto a los yacimientos petrolíferos de La Brea y Pariñas, estos se encontraban ya en franca
declinación productiva. La misma refinería de Talara ya para entonces estaba muy obsoleta, y su capacidad
de procesamiento era solo de 40.000 barriles diarios. Teniendo como base todo ello, el gobierno militar
creó la entidad estatal Petróleos del Perú(PETRO-PERU).

Antecedentes
La economía peruana estaba constituida por: a) un sector agrícola primitivo, estancado y sobrepoblado. b)
un sector manufacturero que a su vez se componía de dos subsectores desiguales ambos urbanos: uno
pequeño, moderno y con un alto grado de inversión de capitales; y otro tradicional, de mayor tamaño,
compuesto de trabajadores independientes y de un gran número de pequeños artesanos. c) un floreciente
sector de servicios, que también se componía de elementos modernos y tradicionales muy divergentes como
profesionales y propietarios o gerentes de industrias, junto a trabajadores de los mercados, personal de
servicio sin habilidad especial y vendedores ambulantes
La economía
El objetivo económico del Gobierno era el “promover a superiores niveles de vida, compatibles con la
dignidad de la persona humana, a los sectores menos favorecidos de la población, realizando la
transformación de las estructuras económicas, sociales y culturales del país.” Si bien el gobierno de Velasco
definió una nueva forma de Estado que poseía poder económico efectivo, este seguía siendo dependiente
del sistema capitalista. Ya que las reglas de juego del capitalismo aún persistían en el sistema, los sectores
industriales pudieron incrementar su poder económico y conservar su capacidad de influencia.
Para los militares el estancamiento económico se debía a la monopolización y mala distribución de los
recursos económicos que estaban a merced de los oligarcas y los inversionistas extranjeros. El objetivo que
se proponían era lograr un crecimiento que estuviera determinado por exportaciones con valor agregado y
mayor integración de la economía local. Las actividades de las empresas extranjeras debían ser limitadas y
reguladas, luego, la economía nacional podría obtener ganancias de un modelo de sustitución de
importaciones por productos intermedios, a través del desarrollo de la industria nacional mediante el
incentivo a la importación de bienes de capital y la restricción de las importaciones de manufacturas.14
El proteccionismo tuvo como efecto una disminución de la competitividad de la producción nacional que
fue destinada casi exclusivamente a abastecer un pequeño mercado interno y no a la exportación.
La intención de los militares era permanecer en el poder hasta que el proceso revolucionario fuese
irreversible, para ello introdujeron una serie de reformas que afectaron casi todas las esferas de la sociedad.
Para que la propuesta funcionara, el estado debía tener un rol activo para promover y guiar el desarrollo
nacional a través de su intervención en la actividad económica, sociocultural y política. Las reformas que
realizó el gobierno junto con la estatización de varios sectores de la producción hicieron que varios servicios
públicos pasaran a manos del Estado. Sin embargo, las nacionalizaciones y la nueva legislación dieron paso
a un panorama de incertidumbre económica que hizo difícil convencer a las firmas extranjeras para que
inviertan el capital que se necesitaba.
El propósito de la reforma industrial fue lograr desarrollo industrial permanente, la autonomía económica
nacional significó que los industriales peruanos fueran los principales beneficiarios del crecimiento
industrial, así se dieron incentivos generosos a las industrias para alentar la reinversión e importación de
bienes de capital e insumos. La Ley General de Industrias dio a los empresarios exenciones tributarias y
protección en el mercado. Si antes de la nacionalización las empresas públicas obtenían beneficios y
pagaban impuestos, después de la nacionalización dejaron de hacerlo, algunas ni siquiera integraron sus
actividades al plan de desarrollo nacional. Para 1975, el sector público era grande y estaba en bancarrota
Empresas públicas creadas durante el gobierno de Velasco

 Petro Perú (Empresa Petrolera)


 Minero Perú (Empresa Minera)
 Electro Perú (Empresa Electrica
 Empresa Nacional de Telecomunicaciones Entel Perú (Telecomunicaciones)
 Pesca Perú (extracción de anchoveta)
 EPCHAP (comercialización de harina de pescado y de algodón)
 Eppa Perú (Artesanías)
 Indu Perú (industrias básicas)
 Sider Perú (siderurgia)
 Sima Perú (construcción naval)
 EPSA (comercialización de productos agrícolas)
 Centromin Perú (antigua Cerro de Pasco Mining Corporation)

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