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JURISPRUDENCIA

Roj: SAP B 11709/2016 - ECLI: ES:APB:2016:11709


Id Cendoj: 08019370092016100844
Órgano: Audiencia Provincial
Sede: Barcelona
Sección: 9
Fecha: 15/11/2016
Nº de Recurso: 110/2016
Nº de Resolución: 910/2016
Procedimiento: Apelación penales rápidos
Ponente: IGNACIO DE RAMON FORS
Tipo de Resolución: Sentencia

AUDIENCIA PROVINCIAL DE BARCELONA


Sección Novena
Rollo nº 110/2016
Procedencia: Juzgado de lo Penal nº 1 de Terrassa
P.A. 35/2014
SENTENCIA
Magistrados/das:
D. Andrés Salcedo Velasco
D. Ignacio de Ramón Fors
Dª María del Pilar Pérez de Rueda
En Barcelona, a quince de noviembre de dos mil dieciséis.
VISTO ante esta Sección el rollo de apelación nº 110/2016 formado para sustanciar el recurso de apelación
interpuesto contra la sentencia dictada por el Juzgado de lo Penal nº 1 de Terrassa en el Procedimiento
Abreviado nº 35/2014 dlos de dicho órgano jurisdiccional, seguido por dos delitos contra la seguridad vial;
siendo parte apelante don Benito , representado por la procuradora doña María Nieto Villalpando y defendido
por el abogado don Andrés Maluenda Martínez.
Es parte apelada el Ministerio Fiscal.
Actúa como magistrado ponente don Ignacio de Ramón Fors, quien expresa el parecer del tribunal.

ANTECEDENTES DE HECHO
Primero.- El Juzgado de lo Penal nº 1 de Terrassa dictó sentencia de fecha 2-2-2016 en la que se declaran
probados los siguientes hechos:
"Que sobre las 01:30 horas del día 30 de enero de 2014, el acusado, D. Benito , conducía el vehículo marca
Renault modelo Scenic con matrícula ....XFQ por la calle Arquímedes, de la localidad de Terrassa, haciéndolo
bajo los efectos de drogas tóxicas o estupefacientes, por lo que tenía mermadas sus facultades psicofísicas,
con la consiguiente lentitud de reflejos, reducción del campo visual y alteraciones de la percepción, efectos que
limtaban gravemente su aptitud para el manejo del vehículo a motor, circunstancia que se puso de manifiesto
al ser requerido por los Agentes de la autoridad debido a su conducción errática.
Ante los evidentes síntomas de encontrarse bajo los efectos de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias
psicotrópicas tales como ojos brillantes y enrojecidos, aspecto pálido y sudoroso, con variaciones repentinas
del comportamiento, habla repetitiva e incoherente, sin poder mantener la verticalidad, entre otras, fue

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requerido por los Agentes para someterse a las pruebas legalmente establecidas de detección de drogas
tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, negándose el acusado.
Informado el acusado, en repetidas ocasiones, de que la negativa a efectuar las pruebas de detección
de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas constituía una infracción penal, el acusado
persistió, de una forma manifiesta y reiterada de su oposición."
Con base en los anteriores hechos se establece la siguiente parte dispositiva:
"Que debo condenar y condeno a D. Benito , como autor criminalmente responsable de un delito de conducción
bajo los efectos de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, ya definido, a la pena de SIETE
meses de multa, con una cuota diaria de DIEZ euros, con la responsabilidad personal subsidiaria en caso de
impago, ASÍ COMO A LA PRIVACIÓN DEL DERECHO A CONDUCIR VEHÍCULOS A MOTOR Y CICLOMOTOR POR
UN TIEMPO DE QUINCE MESES.
Que debo condenar y condeno a D. Benito , como autor criminalmente responsable de un delito de negativa a
someterse a las pruebas legalmente establecidas para la comprobación de la presencia de las drogas tóxicas,
estupefacientes y sustancias psicotrópicas, ya definido, a la pena de CUATRO meses de PRISIÓN, inhabilitación
del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena, ASÍ COMO A LA PRIVACIÓN DEL DERECHO A
CONDUCIR VEHÍCULOS A MOTOR Y CICLOMOTOR POR UN TIEMPO DE SIETE MESES.
Todo ello con el abono de las costas."
Segundo.- Contra la expresada sentencia don Benito interpuso recurso de apelación; admitido a trámite dicho
recurso, fue impugnado por el Ministerio Fiscal, y evacuado aquel trámite se remitieron las actuaciones a esta
sección de la Audiencia Provincial.
Tercero.- Recibidos los autos y registrados en esta Sección y sin celebrarse vista pública al no solicitarse ni
estimarse necesaria, quedaron los mismos para sentencia.

HECHOS PROBADOS
No se confirma el relato de hechos probados que contiene la sentencia recurrida, que se sustituye por el
siguiente:
Sobre las 1:30 horas del día 30 de enero de 2014, el acusado don Benito conducía el vehículo marca
Renault modelo Scenic con matrícula ....XFQ por la calle Arquímedes, de Terrassa, y fue requerido por
agentes de la Policía Local de dicha localidad, que sospecharon que el acusado podría encontrarse bajo
los síntomas de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, a someterse a las pruebas
legalmente establecidas para su detección, para lo cual debería trasladarse a dependencias policiales.
El acusado se negó a trasladarse a las dependencias policiales, ante lo cual fue detenido por los agentes y
trasladado a dichas dependencias, donde no se le requirió para la realización de las pruebas.

FUNDAMENTOS DE DERECHO
Primero.- En el recurso de apelación se solicita que se revoque la sentencia de instancia y se dicte en esta
alzada sentencia absolutoria; subsidiariamente, que se absuelva al apelante del delito del art. 379 del Código
Penal ; y, por último, que se reduzcan las penas impuestas.
Deben destacarse primeramente dos cuestiones.
La primera es que no es este el lugar para analizar las quejas del apelante sobre la conducta de los agentes de
la Policía Local de Terrassa en lo referente a si existían o no motivos para detenerle, y si recibió el trato debido.
Esa cuestión tiene su cauce en otro proceso que se está ya instruyendo.
Y la segunda cuestión es que, a pesar de que la primera parte del recurso se dedica a denunciar la inadmisión
de pruebas que fueron propuestas por el apelante y rechazadas por el Juzgado, tales pruebas no se proponen
para ser practicadas en esta segunda instancia, ni se solicita la nulidad del juicio o de la sentencia, por lo que
esas supuestas irregularidades procesales no pueden tener consecuencia alguna.
Segundo.- El apelante ha sido condenado por dos delitos: la conducción de un vehículo a motor bajo los efectos
de sustancias estupefacientes, y la negativa a realizar las pruebas encaminadas a detectar dichas sustancias.
En cuanto al primer delito, el apelante admite que conducía un vehículo a motor pero niega que hubiera
consumido sustancia estupefaciente alguna. La sentencia de instancia llega a la conclusión contraria sobre

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la base de la declaración testifical del agente de la Policía Local de Terrassa con nº NUM000 , y descarta la
eficacia probatoria de los testimonios, en sentido contrario, de doña Covadonga y don Millán .
Ciertamente, el testimonio del agente merece una valoración positiva. Su declaración fue clara, firme,
coherente, y coincidente con lo expuesto en el atestado, sin que se aprecie que el testigo pudiera tener ningún
motivo para inventarse una falsa acusación contra el apelante.
Ahora bien, el testimonio de un agente de policía no constituye una prueba plena e irrebatible (en este sentido,
entre otras, sentencias del Tribunal Supremo 1976/2010 de 5 de abril , y 384/2009 de 31 de marzo ). Y nos
encontramos ante un supuesto en el que hay que ser especialmente cuidadosos, porque la percepción o
valoración sobre si una persona ha consumido drogas es compleja, como lo demuestra que el art. 796.1-7ª
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal dispone que "Las pruebas para detectar la presencia de drogas tóxicas,
estupefacientes y sustancias psicotrópicas en los conductores de vehículos a motor y ciclomotores serán
realizadas por agentes de la policía judicial de tráfico con formación específica".
Frente al testimonio del agente, el apelante invoca el testimonio de doña Covadonga y de don Millán , que
en la sentencia impugnada se analizan y se consideran insuficientes.
Respecto a doña Covadonga , que era la pareja del apelante y le acompañaba en el momento de los hechos,
se razona en la sentencia de instancia que no se ha probado que estuviera junto al acusado durante toda la
noche, por lo que no podía saber si en algún momento había consumido marihuana. Es cierto; pero con un
importante matiz: la testigo no solamente declaró que había estado en compañía del apelante, sino también
que el apelante no presentaba síntomas de haber consumido sustancias estupefacientes. Ello es importante,
porque los síntomas expuestos por el agente son tan evidentes y llamativos que no cabe que la testigo no
los apreciara (gritos, temblores, deambulación vacilante, imposibilidad de mantener la verticalidad, ojos rojos
y brillantes, palidez, sudor, habla incoherente y repetitiva, olor a marihuana). Es verdad que doña Covadonga
era en aquel momento la pareja sentimental del apelante, lo cual obliga a valorar su testimonio con mucha
prudencia, y además el relato de hechos que realiza es poco verosímil al narrar una extraña conducta de todos
los agentes, pero eso no implica que deba rechazarse de plano.
Y el testimonio de don Millán merece una especial consideración. El Sr. Millán fue el médico que atendió
al apelante en el servicio de urgencias, donde fue llevado ante sus quejas por el dolor que le causaban
las esposas. El acta policial de sintomatología, donde se reflejan todos los síntomas antes expuestos, fue
elaborada a la 1:20 horas; el ingreso en el servicio de urgencias se produjo a las 1:44 horas, es decir, no mucho
después. Pues bien, don Millán declara que no apreció en el apelante síntomas de encontrarse bajo los
efectos de sustancias estupefacientes; solamente estaba preocupado porque no entendía el motivo de que
le hubieran detenido. Seguidamente el apelante fue visitado, a petición propia y debido a su ansiedad, por
un psiquiatra que refiere en el informe que el paciente está "sentado en la litera, vigil, orientado, abordable y
colaborador...Se muestra perplejo...No presenta alteraciones conductuales...El discurso es espontáneo, fluido
y coherente, sin alteraciones formales ni del contenido del pensamiento...Juicio de realidad conservado...Se
le ofrece Diazepam 10 mg, pero prefiere dosis de 5 mg".
En la sentencia impugnada se argumenta que la valoración realizada por don Millán no tiene ninguna
relevancia, ya que es traumatólogo y desconoce los síntomas del consumo de marihuana. Pero en esa
valoración hay dos aspectos que no puede compartir este tribunal.
El primero es que el juez de instancia prescinde de los datos y se centra únicamente en la valoración. El
Sr. Millán no solamente dio su opinión sobre si el apelante había consumido drogas: también expuso una
percepción directa sobre su estado y síntomas; y si sobre estos extremos se tiene en cuenta la declaración
del agente también hay que considerar la del médico, cuya capacidad de percibir síntomas es por lo menos
tan respetable como la de un agente de policía.
Y en segundo lugar, el hecho de ser especialista en traumatología no significa que un médico carezca de
fiabilidad a la hora de valorar si alguien está bajo los efectos de sustancias estupefacientes. Su opinión no
tendrá el mismo valor que la de un psiquiatra, pero no es despreciable.
Dos elementos más han de considerarse antes de llegar a una conclusión sobre la prueba.
Uno es que no se le han aportado al tribunal informes periciales, o al menos exposiciones documentales, sobre
cuáles son los síntomas que suele presentar una persona que ha consumido marihuana. Aunque se diesen
por acreditados los síntomas expuestos por el agente de la Policía Local, subsistiría la duda sobre si esos
síntomas son los propios de alguien que ha consumido marihuana.
El segundo elemento es que el agente de la Policía Local manifiesta que el apelante desprendía olor a
marihuana. Pero los médicos no detectaron ese olor, y además el olor podría deberse a que, según se refleja

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en el atestado, en el vehículo había sacos de tierra de semillas, focos para invernaderos, tiestos, un bidón con
un líquido para la floración, dos colillas de marihuana, dos trinchadores y restos vegetales.
La valoración de la prueba por parte de este tribunal ha de ser la siguiente. El testimonio del agente de
la Policía Local reúne las condiciones y parámetros para ser creíble, y podría ser suficiente para sustentar
una declaración de hechos probados de los que se derivase una condena penal. Pero ese testimonio está
contrarrestado por dos testimonios en contra que, sin llegar a desvirtuarlo en su totalidad, ni mucho menos
permitir calificarlo de falso, sí que conducen a una situación en la que la prueba no lleva a una convicción
exenta casi totalmente de dudas. Y la condena en un proceso penal exige que se haya alcanzado un grado de
certeza muy elevado sobre los hechos imputados al acusado; no basta con que la prueba conduzca a creer
que es probable que los hechos ocurrieron de ese modo, sino que se ha de alcanzar la casi total seguridad de
que fue así. Los principios de presunción de inocencia y "in dubio pro reo" comportan el derecho del acusado a
no sufrir una condena a menos que la culpabilidad haya quedado establecida más allá de toda duda razonable:
sentencias del Tribunal Constitucional 187/2003 de 27 de octubre , 145/2005 de 6 de junio , y 70/2007 de 16
de abril .
Como se dice en la Sentencia del Tribunal Supremo 192/2015 de 1 de abril :
"Si bien la objetividad no implica exigencia de que las conclusiones sean absolutamente incuestionables, sí
que se estimará que no concurre cuando existen alternativas razonables a la hipótesis que justificó la condena.
Y éstas concurren cuando, aún no acreditando sin más la falsedad de la imputación, las objeciones a ésta se
fundan en motivos que para la generalidad susciten dudas razonables sobre la veracidad de la acusación, más
allá de la inevitable mera posibilidad de dudar, nunca excluible.
Suele decirse que no corresponde a este Tribunal seleccionar entre inferencias o conclusiones valorativas
alternativas. Y que la de instancia debe ratificarse si es razonable. Incluso si lo fuere la alternativa. Sin embargo
esa hipótesis resulta conceptualmente imposible desde la perspectiva de la garantía constitucional. Porque si
la hipótesis alternativa a la imputación es razonable, las objeciones a la afirmación acusadora lo son también.
Y entonces falta la certeza objetiva. El Tribunal, cualquiera que sea su convicción subjetiva, está en ese caso
obligado constitucionalmente a dudar.
Puede decirse, finalmente, que, cuando existe una duda objetiva, debe actuarse el efecto garantista de la
presunción constitucional, con la subsiguiente absolución del acusado.
Sin que aquella duda sea parangonable tampoco a la duda subjetiva del juzgador, que puede asaltarle pese al
colmado probatorio que justificaría la condena. Esta duda también debe acarrear la absolución, pero fuera ya
del marco normativo de exigencias contenidas en el derecho fundamental a la presunción de inocencia. Y es
que, desde la perspectiva de la garantía constitucional de presunción de inocencia, no importa si el Tribunal
dudó o no, sino si debió dudar."
En el presente caso este tribunal estima que el juzgador de instancia, a la vista de la prueba practicada,
debió dudar sobre la certeza de la hipótesis acusatoria. Y esa duda ha de desembocar, siguiendo la doctrina
jurisprudencial citada y en aplicación del principio constitucional de presunción de inocencia y del principio "in
dubio pro reo", en el dictado de una sentencia absolutoria.
Tercero.- En cuanto a la negativa a realizar las pruebas de detección de drogas, hay coincidencia entre todas
las declaraciones respecto a que al apelante se le dijo que acompañara a los agentes a las dependencias
policiales para realizar la prueba, y el apelante se negó.
El art. 14.2 de la Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial establece que el conductor
de un vehículo está obligado a someterse a las pruebas para la detección de alcohol o de la presencia de drogas
en el organismo, y el apartado 3 del mismo precepto legal dispone que la prueba de detección de drogas se
realizará mediante una prueba salival con un dispositivo autorizado, si bien cuando existan razones justificadas
que impidan realizar estas pruebas se podrá ordenar el reconocimiento médico del sujeto o la realización de
los análisis clínicos que los facultativos del centro sanitario al que sea trasladado estimen más adecuados.
Por su parte, el artículo 28 del Reglamento General de Circulación prevé que las pruebas consistirán
normalmente en el reconocimiento médico de la persona obligada y en los análisis clínicos que el médico
forense u otro titular experimentado, o personal facultativo del centro sanitario o instituto médico al que sea
trasladada aquélla, estimen más adecuados.
Y el ya citado art. 796.1-7ª de la Ley de Enjuiciamiento Criminal dispone que "Las pruebas para detectar la
presencia de drogas tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas en los conductores de vehículos a
motor y ciclomotores serán realizadas por agentes de la policía judicial de tráfico con formación específica".

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Como puede verse, en ninguna de dichas normas se especifica dónde deben realizarse las pruebas. Ante la
falta de previsión legal, debemos cuestionarnos si se puede obligar a una persona a desplazarse hasta las
dependencias policiales; y la respuesta hade ser, en principio y sin perjuicio de casos singulares, negativa. Los
agentes de la autoridad no pueden obligar a una persona a realizar una acción que afecte a su libertad, aun
cuando sea de una forma leve, si no existe habilitación legal para ello.
Al respecto es muy significativo el hecho de que tanto la Ley Orgánica 1/1992, de 21 de febrero, sobre
Protección de la Seguridad Ciudadana, como la Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, de protección de la
seguridad ciudadana, incluyen una previsión expresa sobre el traslado de personas a dependencias policiales
para ser identificadas, siempre que sea necesario para la protección de la seguridad o para impedir la comisión
de un delito o falta o sancionar una infracción. Pero no existe una previsión similar para los supuestos en los
que se decida realizar las pruebas de detección de drogas en lugar distinto a aquel en el que se encuentre la
persona requerida.
Por lo tanto, la negativa del apelante a ser trasladado a dependencias policiales era ajustada a derecho. Y tanto
él como la testigo doña Covadonga han insistido en que el apelante no se negó a realizar las pruebas, sino
a ser trasladado; mientras que el agente de la Policía Local de Terrassa declaró que lo normal era llevar el
aparato para hacer las pruebas al lugar en el que se encuentra el conductor, pero en ese caso lo pidieron y la
respuesta fue negativa.
Existen ya varios pronunciamientos de la juriprudencia menor en casos similares, que acontinuación se
reproducen.
Sentencia de la Audiencia Provincial de Alicante, Sección 1ª, de 20-10-2004 :
"La especial situación producida en este caso -conducción del conductor afectado a la sede de la Policía
Local para practicar la prueba de alcoholemia- supone una irregularidad que puede repercutir, en su caso, en
la impunidad de su negativa al sometimiento de la prueba en esas condiciones espacio temporales, ya que la
prueba debe practicarse en el lugar en que se detecta la presumible conducción bajo los efectos del alcohol,
sin que la administración pueda imponer a los ciudadanos cargas innecesarias para el cumplimiento de la
obligación del sometimiento a las pruebas de alcoholemia; de forma que la negativa a realizarlas fuera del
lugar de los hechos podrá exonerar de culpa por el posible delito de desobediencia a su sometimiento previsto
en el art. 380 C. penal al no haber obligación de imponer esa carga adicional al conductor interceptado".
Sentencia de la Audiencia Provincial de Almería, Sección 2ª, de 29-1-2001 :
"Debió ser sometida la conductora a la prueba de alcoholemia en el lugar en que se encontraba con su
automóvil si esa era la única causa de la actuación policial. Si no estaban dotados del oportuno aparato
para verificar el grado de impregnación alcohólica, debieron solicitarlo del Servicio para en el lugar dar la
oportunidad de la prueba a la conductora, pero no adoptar, si era por tal causa, tan expeditiva detención.
Cabe decir que no estamos ante el supuesto contemplado en el art. 20 de la Ley de Seguridad Ciudadana ,
L.O. l/l.992 de 2l de enero, que autoriza el traslado a las dependencias policiales, puesto que esto sólo será a
los efectos de "practicar diligencias de identificación", supuesto aquí no contemplado, y si bien es cierto que
el particular está obligado a someterse a estas pruebas de alcoholemia, es la administración la que ha de
cuidar de hacerlo en términos tales que no se imponga a aquél cargas que no se encuentre obligado a soportar,
como aquí ocurre en ese obligado traslado a las dependencias policiales ara someterse allí a la aludida prueba.
Ha de reputarse legítima la negativa a la realización de tal prueba ya una vez detenida, no "retenida" como la
norma faculta en el lugar del hecho para hacer tan repetida prueba, apercibida de sus consecuencias caso de
no llevarlo a cabo.
Si el ciudadano está obligado a someterse al control, la administración está obligada a poner los medios en
circunstancias acordes con la libertad de la persona que ha de ser primada , con lo que ante el sometimiento
obligatorio que contenía el traslado a las dependencias policiales sin que se le permitiera otra posibilidad, no
cabe hablar de que se conculcó el principio de Autoridad al negarse a una prueba obligatoria, sino simplemente
a que se negaba a hacerla en esas circunstancias en las que se imponían restricciones a su libertad personal,
quedando pues la duda relativa a si se hubiese prestado en realizarla de haberla ofrecido los agentes en el
lugar del hecho."
Sentencia de la Audiencia Provincial de Córdoba, Sección 1ª, de 12 de mayo de 2000 :
"Se habla también de que el recurrente a lo que se negó fue a ir hasta la Jefatura de la Policía Local a someterse
allí a las pruebas de alcoholemia al estar averiado el aparato que llevaban los agentes actuantes, y así
efectivamente se reconoce en el relato de hechos probados de la sentencia recurrida, planteando la tesis de que
no estaba obligado a desplazarse hasta esas dependencias para someterse a estas pruebas. Aquí cabe decir

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que no estamos en el supuesto contemplado en el artículo 20 de la Ley Orgánica 1/1992 de 21 de febrero sobre
Protección de la Seguridad Ciudadana , que autoriza este obligatorio traslado a dependencias policiales, puesto
esto será solo a efectos de practicar "diligencias de identificación", supuesto distinto al aquí contemplado, y si
bien es cierto que el particular está obligado a someterse a estas pruebas de alcoholemia, es la administración
la que ha de cuidar de hacerlo en términos tales que no imponga a aquél cargas que no se encuentre obligado
a soportar, como aquí ocurre con ese obligatorio traslado a las dependencias policiales para someterse allí,
y que ante la negativa a ese desplazamiento que aquí se ha de calificar de legítima, los agentes actuantes
hubieron de ver de conseguir otro aparato que estuviese en correcto estado de funcionamiento, el ciudadano
está obligado a someterse, y la administración está obligada a poner los medios en circunstancias acordes
con la libertad de la persona que aquí ha de ser primada, con lo que una vez que el sometimiento obligatorio
que se le proponía conllevaba un traslado a dependencias policiales al que perfectamente podía negarse, no
cabe hablar de se puso en tela de juicio el principio de autoridad al negarse a una prueba obligatoria, sino
simplemente que la negativa era a hacerlo en esas circunstancias que le imponían restricciones a su libertad
personal, quedando por determinar si se hubiese sometido de haber estado en correcto estado el aparato que
llevaban los agentes, pues uno de ellos (n. 9330) declaró en el acto del juicio que unas veces consentía y
otras no a hacerse la prueba. En definitiva, estas circunstancias determinan que se estime que no concurren
todos y cada uno de los requisitos del delito de desobediencia del artículo 380 del Código Penal por el que el
recurrente ha sido condenado, estimándose en este solo sentido el recurso interpuesto, revocando la condena
por el indicado precepto que contiene la sentencia recurrida, y declarando de oficio la mitad de las costas de
primera instancia."
Una última referencia nos la ofrece la Sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid, Sección 17ª, de
14-11-2012 :
"Reproduciendo la grabación audiovisual del juicio, no es posible concluir si la negativa del apelante era a
practicar, en caso alguno, la comprobación o a desplazarse a las dependencias policiales para ello.
En estas circunstancias, cabe preguntarse si podía exigirse al conductor este desplazamiento, para subsanar
una deficiencia del funcionamiento de la Policía Local, sólo imputable a ésta, ya que sus Agentes habían sido
advertidos de que se trataba de practicar una comprobación alcoholimétrica.
No se trata de que no exista un protocolo que obligue a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que controlen
la regularidad del tráfico rodado contar con un etilómetro para realizar esa comprobación en el lugar de
ocurrencia de los hechos; es que es dudoso que -teniendo en cuenta el principio de proporcionalidad y de
menor aflictividad para terceros que han de regir la actuación de aquéllas de acuerdo con lo establecido por
el artículo 5.2.C) de la Ley Orgánica 2/1986, de 13 de marzo, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad - se pueda
cargar a la persona investigada con una incomodidad derivada sólo de la imprevisión de los miembros de
aquéllas y muy especialmente si -como ocurre en este caso- se trata de una actuación de la que puede derivar
una responsabilidad, aunque sólo sea disciplinaria, para el conductor.
Por último, llama la atención que, ya en la Jefatura, no se levantase acta alguna del estado del conductor
detenido ni se le requiriese para someterse a la comprobación por etilómetro, ahora que nada lo impedía.
De todo ello se desprende una duda relevante sobre la tipicidad del comportamiento del recurrente inclina a
este tribunal a optar por su absolución en cuanto al delito de desobediencia, estimando el recurso interpuesto
que se circunscribía a este extremo litigioso."
En el presente caso se da, además, la misma circunstancia mencionada en la citada Sentencia de la Audiencia
Provincial de Madrid: el apelante fue trasladado a las dependencias policiales, y sin embargo allí no se le
requirió, ni ofreció, la realización de la prueba. Así lo ha declarado el agente de la Policía Local de Terrassa.
Valorado todo ello en su conjunto, no se alcanza la convicción de que el apelante se negara específicamente a
realizar las pruebas de detección de drogas, puesto que parece, o al menos no puede descartarse tal hipótesis,
que no se negaba a realizar las pruebas en el lugar en el que se encontraba; ello implica que no pueda afirmarse
la existencia del dolo que es necesario para que el hecho constituya delito. Y a mayor abundamiento, no podría
sancionarse a quien es requerido para llevar a cabo un acto que ha de ir precedido necesariamente por una
conducta que no le es exigible, pues lo contrario equivaldría a convertir en obligatoria esa conducta.
En consecuencia, debe estimarse también el recurso en lo referente al delito tipificado en el art. 383 del Código
Penal .
Cuarto.- Por todo lo anteriormente expuesto, el recurso debe ser estimado, y las costas causadas deben
declararse de oficio ( art. 240-1º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal ).

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Vistos los artículos citados y demás de general y pertinente aplicación, y en virtud de las atribuciones que nos
confiere la Constitución Española,

PARTE DISPOSITIVA
Estimamos el recurso de apelación interpuesto por la representación procesal de don Benito contra la
sentencia dictada por el Juzgado de lo Penal nº 1 de Terrassa con fecha 2-2-2016 en el Procedimiento
Abreviado nº 35/2014; y en consecuencia, revocamos aquella Sentencia, y en su lugar absolvemos al apelante
de los delitos que se le imputaban en este procedimiento y dejando sin efecto las penas impuestas en la
sentencia impugnada. Y declaramos de oficio el pago de las costas procesales causadas en ambas instancias
procesales.
Notifíquese esta resolución a las partes personadas y hágaseles saber que contra la misma no cabe recurso
alguno. Líbrese testimonio de esta sentencia y remítase juntamente con los autos principales al juzgado de
procedencia para que se lleve a efecto lo acordado.
Así por esta nuestra sentencia lo pronunciamos, mandamos y firmamos.
PUBLICACIÓN. La anterior sentencia ha sido publicada en el mismo día de su fecha, de lo que yo la Letrada
de la Administración de Justicia doy fe.

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