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1. CONSIDERACIONES GENERALES
Introducción
El sistema de transporte urbano está formado básicamente por tres elementos; la red,
los vehículos y el terminal. El diseño y ordenamiento de cada uno de ellos influye en la
situación del sistema, por lo tanto, la problemática de los estacionamientos (terminales)
está íntimamente relacionada con los problemas del flujo vehicular y con las
características de los vehículos.
Esta situación que aparentemente es tan sencilla, realmente no lo es, ya que tos
criterios a seguir para la justa solución dependen de las metas que las comunidades se
hayan fijado y estas metas pueden variar de una comunidad a otra.
Cuando los vehículos estacionados en las calles empiezan a agotar las plazas libres
junto al cordón y van invadiendo otros espacios como las veredas, canteros
centrales, los jardines y demás espacios libres, puede parecer a primera vista que el
mayor problema que el vehículo encuentra en la ciudad es el del estacionamiento, siendo
la circulación una dificultad de más fácil solución.
Sin embargo, se concluye que este problema resulta de más fácil solución que
otros ligados a la circulación.
Esto es así fundamentalmente por tres razones: la primera, porque la construccion
de instalaciones no exige la continuidad que es necesaria para una gran arteria, en la
que un obstáculo insalvable puede hacer imposible un trazado muy conveniente, o
en la que aumentar su capacidad implica una profunda modificación de su entorno,
involucrando esto cambios permanentes de la estructura urbana existente y
presupuestos difícilmente afrontables para los contribuyentes.
Una segunda razón es que, en las grandes ciudades, la superficie necesaria por
habitante para circular en coche es superior a la que es precisa para estacionar.
La tercera razón que hace más fácil una solución razonable del estacionamiento en
los centros urbanos dentro de sus limitaciones, es la posibilidad de establecer una forma
sencilla de cobrar el servicio prestado, lo que facilita la financiación, uno de los
mayores obstáculos que presenta cualquier problema de infraestructura.
Normalmente el control del estacionamiento en los centros urbanos, es la mejor
forma de ordenar correctamente ya que no de resolver el problema de la circulación,
el manejo del estacionamiento forma parte de las denominadas medidas de racionalizacion,
no representa una herramienta destinada a resolver problemas de fondo de la circulación.
Un aspecto del problema de muy difícil solución, característico de las ciudades de
gran densidad de población, es el estacionamiento en zonas residenciales, con
insuficiencia de garajes en los edificios. Es evidente que restringir el estacionamiento en
las calles del centro limita el uso de los coches; pero prohibirlo en las calles resi-
denciales haría imposible que la mayor parte de sus habitantes puedan ni siquiera tener
su propio vehículo.
En muchas ciudades hay barrios residenciales de construcción reciente y donde se
ha llegado a admitir más de 1.000 habitantes por hectárea, sin garajes suficientes en los
edificios. Cuando se llegue en ellos a un vehículo por 5 habitantes, se precisarán 200
plazas de estacionamiento por hectárea, lo que supone dedicar una superficie mínima de
4.000 m2 por hectárea para estacionamiento de coches residentes, es decir que estaremos
requiriendo del 40% del espacio total de la manzana.
En ciudades muy poco densas y muy motorizadas, como, por ejemplo, Los Angeles, no
se dedica a este uso más del 15 % de la superficie urbana, y en otros centros urbanos
americanos más compactos, la proporción se reduce al 8%. Por otra parte, los
inmuebles de estacionamiento en zonas residenciales de no muy alto nivel económico
son de difícil rentabilidad y por consiguiente no son fáciles de llevar a la práctica.
Las consecuencias de no poder destinar el espacio necesario para el
estacionamiento en estas zonas pueden llevar a que estas se dediquen a sectores
sociales de la población de menores recursos al que normalmente les hubiera
correspondido.
Podemos concluir que una mala administración de estos factores que se relacionan
con el estacionamiento puede producir desequilibrios que se traducirán en distintos
problemas que afectaran a la movilidad en el ambito urbano.
3. LA DEMANDA DE ESTACIONAMIENTO
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4.2. Nivel de estacionamiento en las zonas céntricas
Ilimitada... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18%
6 horas.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 %
2horas........................ 5°:
4.3. Tarifas
Puesto que el coste del estacionamiento es uno de los medios más eficaces para controlar
la demanda, en muchas ciudades se establecen con carácter general unas tantas que
tienen por objeto fundamental conseguir este control. Teóricamente la tarifa óptima
es aquella que mantiene ocupadas del 85 por 100 al 90 por 100 de las plazas de forma
que sea generalmente posible encontrar una plaza libre, aunque manteniendo un buen
rendimiento del espacio existente. Es normal que. de acuerdo con la demanda. la tarifa sea
mayor cuanto más céntrica sea la situación de las plazas.
Ese es el criterio generalmente seguido en las ciudades americanas, cobrándose
mediante parquímetros el estacionamiento en la vía pública. Con el sistema de par-
químetros, que es muy flexible, se pueden establecer tarifas distintas dentro de la misma
zona, de forma que se atienda mejor la demanda de puntos de atracción muy concretos
(por ejemplo, una oficina de Correos).
Sin embargo, el estacionamiento en la vía pública sólo representa un porcentaje
del total relativamente pequeño, especialmente en las grandes ciudades (tabla 8.1.2.).
Las tarifas horarias varían en EE. UU, para plazas fuera de la calle, entre 1,25 dólares en
Nueva York hasta 0,15 dólares/hora en ciudades del orden de 300.000 habitantes (New
Haven). La tarifa diaria varía generalmente entre 0,5 y 3 dólares6.
En la calle, la tarifa es más económica, del orden de 5 a 20 centavos de dólar
por hora. En los parquímetros, la demanda se limita además autorizando sólo es-
tancias de corta duración, como máximo de 1 a 2 horas. Esta estructura tarifaria no se
acomoda bien a la demanda, ya que normalmente los usuarios prefieren estacionar en la
calle, pero la política de tarifas ha de tener necesariamente en cuenta la amortización
de las instalaciones, y los intereses del capital invertido.
Jín ciertas ciudades europeas, se sigue un criterio análogo al americano, eliminando
de las zonas céntricas el estacionamiento libre: es la situación de Londres y de muchas
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ciudades alemanas, suizas y del norte de Europa, donde en las vías céntricas se han es-
tablecido parquímetros para estancias de corta duración, con tarifas de 5 a 10 ptas./
hora. Las instalaciones fuera de la vía pública tienen tarifas de 2 a 3 veces superiores a
las de los parquímetros.
En otros países europeos —España, Francia, Italia— se sigue admitiendo el esta-
cionamiento gratuito en la calle, aunque existen parquímetros en determinados puntos. Sin
embargo, la demanda desborda claramente las posibilidades de la calle y cada vez tienen
mayor importancia las plazas fuera de la vía pública.
La influencia de la tarifa en la demanda es importante, aunque hay poca experiencia en
su valoración. En Londres, en Mayo de 1965, se modificaron las tarifas de los par-
químetros en el centro de la ciudad, que pasaron de 4 ptas./hora a 16 ptas./hora en
algunas zonas y a 8 ptas./hora en otras.
El efecto de estos cambios en Londres, obtenidos mediante estudios realizados
antes y después del cambio, se refleja en la tabla 8.1.3.
Cuádruple . . . . . . . . 83 34 51 68
Las posibilidades de estacionar en las zonas donde las tarifas se multiplicaron por
dos eran aproximadamente iguales a las de 1958, antes de instalar los parquímetros, y
donde las tarifas se multiplicaron por cuatro, eran mejores que en 1954.
Es probable que el efecto de la modificación de tarifas no sea muy duradero.
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Generalmente, el problema en zonas no céntricas consiste en que, sin instalaciones
costosas, las plazas sean suficientes para cubrir la demanda sin recurrir a utilizar las
vías principales, en las que interesa mantener la máxima capacidad posible.
Las soluciones consisten generalmente en dejar espacio suficiente para estaciona-
miento en superficie o construir estacionamientos conjuntamente con los edificios, de
forma que cada uno resuelva su problema de forma individual.
Es esencial por tanto un conocimiento suficiente deja demandav_que generalmente se
logra estimando la relación que existe entre el uso del suelo y la demanda de plazas. La
mayor parte de los estudios de estacionamiento que se realizan están encaminados a
conocer esta relación.
Como consecuencia de estos estudios y de la experiencia de muchos años, en la
mayor parte de las grandes ciudades se han establecido ordenanzas que obligan a
disponer de un cierto nivel de estacionamiento en los nuevos edificios.
En la tabla 8.1.4. se recogen algunos ejemplos de normas de este tipo, que establecen
niveles mínimos bastante dispersos, excepto para las viviendas, donde la coincidencia es
mayor porque para este caso es más clara la necesidad de una dotación suficiente.
Las normas son todavía poco estables y generalmente están sometidas a continuas
revisiones, siendo también frecuente que dentro de una misma ciudad existan orga-
nismos distintos con competencias superpuestas, cada uno de los cuales establece
normas diferentes.
En el caso de Madrid, en las normas municipales se han establecido dos niveles,
uno más exigente en zonas de edificación abierta, en las que puede admitirse un uso
más libre del coche privado, y otro más reducido en zonas de edificación compacta,
donde inevitablemente gran parte de los viajes han de realizarse en cualquier caso
utilizando los transportes colectivos.
Las normas del Área Metropolitana constituyen simplemente una recomendado:-: de
carácter general.
Cuando sea posible y si se trata de estudiar nuevas zonas urbanas. es preferible una
valoración directa de las necesidades, que no debe limitarse a la simple aplicación de una
norma tipo. Así, por ejemplo, se ha procedido en Madrid en el planeamiento del futuro
centro comercial de la Avda. del Generalísimo, donde después de un detallado estudio
específico del problema, se llegó a la conclusión de que convenia prever unas 10.000
plazas en instalaciones subterráneas. Los coches estacionados en ¡a superficie
prácticamente la ocuparían totalmente, lo que da idea de la imposibilidad de llegar a
alto-niveles de servicio en zonas donde la solución no ha sido prevista con suficiente
antelación.
Muchas calles tienen una capacidad insuficiente que es preciso aumentar por todos
los medios, uno de los cuales es eliminar el estacionamiento junto al bordillo. El efecto en
la capacidad de una calle céntrica, puede deducirse comprobando, por ejemplo. que
la capacidad de una calzada de 12a 15 m. puede aumentar hasta en un 50 por 100 si se
prohibe el estacionamiento y se respeta esta prohibición (Parte II).
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Cuando en la calle se admite el estacionamiento, el efecto de los coches que van
buscando sitio es importante. En algunos casos más del 10 por 100 del tráfico es debido a
estos vehículos, y como se trata de un tráfico lento, molesta considerablemente a los
que circulan normalmente por la calle. El efecto es mucho más grave si se admite el
estacionamiento en batería, ya que se crea una zona peligrosa afectada por los mo-
vimientos de entrada y salida. Este tipo de maniobras sólo debe autorizarse en calles
cuya capacidad es muy superior a la intensidad en las horas punta normales, si además la
velocidad de circulación habitual es baja.
La política de eliminar el estacionamiento de las calles principales., al ráenos a
determinadas horas, ha de adoptarse a medida que aumenta la motorización en las
ciudades. El coste del suelo en los centros urbanos, en las actuales condiciones sociales y
económicas, es excesivo para utilizarlo como estacionamiento; un coche ocupa por lo
menos 10 m.2 y contando el espacio para la maniobra, 20 m. 2. El coste del metro
cuadrado en el centro de Madrid supera muchas veces las 50.000 ptas., lo que significa
que el espacio ocupado por un coche aparcado en la calle puede valer más de un millón de
pesetas, lo que socialmente es desproporcionado, cuando por 200.000 ptas. se puede
conseguir este mismo espacio en un inmueble.
En Madrid se ha tenido ocasión de medir en algún caso el efecto de eliminar el
estacionamiento en calles principales. Por ejemplo, en el tramo de la calle Alcalá,
entre Ventas y Plaza de Roma, donde en Octubre de 1966 se prohibió el estaciona-
miento durante la mayor parte del día, las medidas de velocidad tomadas inmediata-
mente antes y después de la supresión, con intensidades de tráfico aproximadamente
iguales, dieron como resultado, que la supresión de 117 plazas produjo una reducción
media de 4 minutos en el tiempo empleado en recorrer el tramo durante las horas punta,
que por lo menos son seis al día.
Como en ese período pasaban por el tramo unas 35.000 personas en autobús y
25.000 en coche, puede deducirse que la eliminación de una plaza de estacionamiento
produjo una ganancia mínima de 35/hora-persona, lo que es otra indicación del ele-
vado coste que supone para la colectividad un coche aparcado en una vía de estas
características.
En la calle Cartagena, también de Madrid, una estimación análoga dio como re-
sultado que cada plaza suprimida ahorraba 20 horas de persona/día.
La eliminación del estacionamiento tiene otras ventajas indirectas, como limpieza
de las calles y facilidad para suministros, pero la escasez del espacio disponible no jus-
tifica en general suprimir el estacionamiento sólo por estos efectos indirectos.
6.2. Limitación del tiempo de estacionamiento
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indique la hora de llegada, de modo que pueda comprobarse que la estancia no rebasa el
límite admitido, que generalmente está comprendido entre 1 y 2 horas.
La «zona azul» elimina el estacionamiento de larga duración y aumenta las plazas
disponibles para estancias cortas, de forma suficiente mientras no se llegue a un deter-
minado nivel de demanda.
Con la zona azul el número de vehículos que utilizan una plaza puede multiplicarse
por tres. Sus ventajas son su fácil y económica instalación (coste prácticamente nulo), el
coste nulo para el usuario y el mayor aprovechamiento de espacio. Sin embargo, la
vigilancia de la zona azul exige unos medios de personal importantes, siendo desde este
punto de vista menos aconsejable que el sistema de parquímetros, al que más adelante
se hace referencia.
Sin embargo, a medida que aumenta la demanda, el sistema resulta insuficiente y de
difícil vigilancia, pudiendo ser aconsejable llegar al estacionamiento mediante pago.
En algunos países del norte de Europa se ha ensayado un sistema de cobrar el
estacionamiento en la calle mediante tarjetas que se venden en los estancos, a diferentes
precios según su color, para diferenciar la duración del estacionamiento, y en las que
cada usuario puede señalar fácilmente el día y la hora en que llega a ocuparla plaza.
Es un sistema intermedio entre la zona azul y los paquímetros.
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7.1. Madrid
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