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U estuddio histórrico-teollógico soobre el
Principio Reguladdor del Culto
C callvinista

Jonathhan Muñooz Vásqueez


“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 1

En Busca de una Orientación Segura


para el Culto Cristiano
Un estudio histórico-teológico sobre el
Principio Regulador del Culto calvinista

Jonathan Muñoz Vásquez

El presente texto fue la tesis presentada por el autor


al Presbiterio Centro de la Iglesia Presbiteriana de Chile
en febrero de 2006, en cumplimiento parcial de los requisitos
para la Licenciatura y Ordenación al Sagrado Ministerio.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 2

Índice

INTRODUCCIÓN 3

I. DEFINIENDO CONCEPTOS 6

II. LA CONFESIÓN DE FE DE WESTMINSTER 13

III. BREVE PANORAMA DEL DOGMA REFORMADO 22

JUAN CALVINO 23
OTROS REPRESENTANTES DEL DOGMA REFORMADO 37
UN PRINCIPIO LIBERTADOR 42

CONCLUSIÓN 46

BIBLIOGRAFÍA 50
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 3

Introducción

“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos

adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad;

porque también el Padre tales adoradores busca que le

adoren.” (Juan 4.23)

En el momento de adorar al Señor: ¿es la sinceridad del adorador suficiente?

Sabemos que gran parte de los adoradores del recientemente proclamado San Alberto

Hurtado son sinceros y no por eso Dios acepta su adoración, sino todo lo contrario: la

abomina como idolatría. ¿Significa esto, entonces, que la sinceridad no importa en la

adoración? Sabemos, aquí también, que la principal acusación de Cristo a los fariseos era

contra su hipocresía, pues en todo ellos seguían externamente los mandamientos bíblicos,

pero su corazón estaba lejos del Señor.

El culto bíblico es una unidad bien relacionada entre sinceridad y formas externas,

de tal manera que una cosa no niega ni se separa de la otra. Pero, para asegurarnos que así

sea, Dios nos ha dejado principios de adoración en Su Palabra que nos sirven como una

antorcha segura y fuerte, que ilumina el camino al trono del Padre. Nuestra intención aquí

es echar una mirada a estas antorchas, y de manera especial a una antorcha llameante y

central, la cual fue llamada durante el siglo XVII de “Principio Regulador del Culto”

Actualmente, muchas iglesias están buscando caracterizar sus cultos por aquello que

Bill Hybels, al describir la adoración en su iglesia, ha denominado “adoración creativa”.


“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 4

Convencidas de que esta es la manera de facilitar el crecimiento de la iglesia, estas

comunidades han tenido como norte para definir su estilo litúrgico el hacer sus cultos más

atractivos y agradables para las personas, especialmente para las “no-religiosas”.

Podemos ver esta tendencia claramente en libros como “Celebrando el Amor de

Dios” – que pertenece a la serie liderada por Christian Schwarz “El Desarrollo Natural de la

Iglesia” – donde se recomienda: “El culto necesita ser agradable. Necesita hacer que las

personas salgan de allí más tranquilas, confiadas, cariñosas, más preparadas para la vida

y más alegres” 1 .

“Creativo”, “agradable”, “inspirador”. ¿Será que estos adjetivos deben ser el norte y

la principal característica a buscar en la adoración pública del cuerpo de Cristo?

Ciertamente que el deseo del presente estudio no es generar ninguna polémica, en

primer lugar porque, de hecho, la polémica ya está generada desde hace mucho tiempo.

Pues, como bien dice David Peterson: “Si ud. quiere empezar una discusión viva entre

cristianos, ¡introduzca el asunto de la adoración!” 2 . En segundo lugar porque creemos

profundamente en la necesidad que la iglesia de hoy tiene de rescatar aquello que A. W.

Tozer llamó de “la joya perdida de la adoración” 3 y, por lo tanto, motivados por el interés

por el crecimiento genuino de la iglesia del Señor – el cual no es verdadero sin celo por la

gloria de Dios – queremos tratar este asunto.

Para trabajar este tema, haremos, en una primera sección, un análisis de las

principales palabras bíblicas que se refieren a la adoración, culto, o servicio religioso.

Luego, tomando la Confesión de Fe de Westminster, especialmente, su vigésimo primer

1
Klaus Douglass, Celebrando o Amor de Deus, p. 9.
2
D. Peterson In: Donald A. Carson, Worship: Adoration and Action, p. 51.
3
In: Valdeci dos Santos, Refletindo sobre a Adoração e o Culto Cristão.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 5

capítulo, expondremos brevemente qué principios bíblicos de culto la adoración la

Confesión de nuestra iglesia expone, dando especial énfasis al Principio Regulador

Reformado (o Puritano) de Culto, explicando de qué se trata, su origen y sus implicaciones.

En seguida, daremos una breve mirada a exponentes claves del dogma reformado, viendo

qué han dicho acerca de este asunto del culto y de la adoración, enfatizando principalmente

el pensamiento de Juan Calvino y trazando paralelos con la Confesión de Fe de

Westminster; en esta sección, nuevamente, daremos especial énfasis al Principio Regulador

de Culto. Finalmente, a modo de conclusión, analizaremos algunas implicaciones

teológicas del Principio Regulador del Culto.

Es nuestro deseo que este trabajo nos sirva para ser, de manera cada vez más

íntegra, aquellos adoradores que el Padre busca, pues sólo así cumpliremos aquel que fue

definido como el principal propósito del hombre: “glorificar a Dios y gozar de Él para

siempre” 4 .

4
Catecismo Breve, preg. 1.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 6

I. Definiendo Conceptos

“Nos criasteis para Vos, y está inquieto nuestro

corazón, hasta que descanse en Vos”

Agustín de Hipona 5

El ser humano es un ser esencialmente religioso. Ya en el inicio de su obra capital,

Juan Calvino afirma lo siguiente acerca de la naturaleza esencialmente religiosa del ser

humano:

“Nosotros afirmamos que los hombres tienen un cierto sentimiento de la divinidad

[sensus divinitatis] en sí mismos; y esto, por un instinto natural (...) Y aun los que en

lo demás parecen no diferenciarse casi de los animales; conservan siempre, sin


6
embargo, como cierta semilla de religión” .

Todos los hombres rinden culto, veneran a alguien o tienen algo como centro de

referencia para su existencia. Y en este sentido, todos, sin excepción, son religiosos.

Hablar, por lo tanto, acerca de la adoración y del culto es hablar acerca de la actividad más

universal y más esencial del ser humano.

Pero, para iniciar un estudio acerca del la adoración y del culto es imprescindible

comenzar con la definición de ciertos conceptos claves: ¿qué es culto? ¿qué es adorar?

5
Agustín de Hipona, Confesiones, I.1:1.
6
Calvino, Institución de la Religión Cristiana (IRC), I.3:1.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 7

La palabra castellana culto viene del latín cultus, participio pasado del verbo colere

que significa adorar. Esta palabra deriva, a su vez, de la raíz indoeuropea kwel que contiene

la idea de “girar alrededor”, “ocuparse de algo o de alguien”. Las palabras cultivar, cultura,

inculto, etc. son de la misma familia 7 .

En la Escritura, que es lo que más nos interesa en el presenta estudio, hay dos

grupos de palabras hebreas y griegas que se traducen como "adorar" o “rendir culto”.

El primer grupo se refiere a un servicio o trabajo para Dios. Especialmente el verbo

db[ [‘avad] en el hebreo del Antiguo Testamento y los verbos latreu,w [latreuo] y

leitourge,w [leiturgeo] en el griego del Nuevo Testamento.

El verbo latreu,w es la palabra más usada por el Nuevo Testamento para designar

un culto o servicio religioso y era usada originalmente en el contexto helenístico con el

sentido de “servicio voluntario”; su origen, de hecho, está en la palabra la,tron (látron) que

significa “recompensa”, dando a entender un tipo de servicio como el de un jornalero o

incluso de un mercenario. Esto lo hace distinto a la palabra griega más conocida para

servicio: douli,a (dulía), la cual representa mejor el servicio de un esclavo. De hecho, la

palabra hebrea db[ que aparece en el Antiguo Testamento hebreo con el sentido de

“servir”, fue traducida en la Septuaginta (LXX) por el verbo doule,w (duleo) cuando se

refiere al servicio a otros hombres y por latreu,w cuando se refiere al servicio a Dios 8 .

Siguiendo una clara influencia de la LXX, los autores del Nuevo Testamento han aplicado

la palabra de forma similar. En este sentido, latreu,w es un servicio general, voluntario, que

7
Vd. Alfred Küen, El Culto en la Biblia y en la Historia, p. 45.
8
Extraído del verbete latreu,w in: Kittel, Friedrich & Bromiley, Compendio del Diccionario Teológico
del Nuevo Testamento (CDTNT), pp. 493-495.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 8

se ejerce en la integridad de la vida y en todos los diversos ámbitos de la naturaleza

humana, como lo muestra claramente Romanos 12.1:

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros

cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional

[logikh.n latrei,an (logikén latréian)]”

En un sentido levemente distinto al de latreu,w, el verbo leitourge,w denota un

servicio eminentemente religioso. Aunque el origen de la palabra remonta al servicio

público – refiriéndose al hacer cosas para la comunidad política o al desempeño de una

tarea a favor de la sociedad – ella llega a ser utilizada, ya en la cultura griega, para

significar los servicios rendidos a la deidad. Siguiendo este último uso helenístico, la LXX

reserva leitourgei/n (leiturgein) para el servicio divino. “La referencia es casi siempre al

culto a Dios por parte de los sacerdotes y levitas en el tabernáculo o en el templo” 9 . En el

Nuevo Testamento, aparece solamente unas 15 veces en sus diversas formas, predominando

su uso en Hebreos (6 veces), lo que es muy natural, ya que el libro de Hebreos hace

abundantes referencias al servicio sacerdotal del Antiguo Testamento, interpretándolo de

manera cristológica.

El segundo grupo se refiere a “doblar la rodilla”, “honrar”, “rendir homenaje”. Aquí

se encuentran los verbos hwx (hava’) en hebreo y proskune,w (proskuneo) en griego.

Verbos que son más comúnmente traducidos por las Biblias en castellano como “adorar”.

9
Kittel, Friedrich & Bromiley, CDTNT, p. 517.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 9

La palabra proskune,w significa, etimológicamente, “agacharse para besar [la

tierra]”, es la conjunción de las palabras griegas pro,j (pros; preposición que significa

“hacia delante”) y kune,w (kuneo: “besar”). H. Greeven, en el Diccionario Teológico del

Nuevo Testamento de Kittel (CDTNT), nos informa que la expresión externa de agacharse

para besar la tierra era un hecho concreto en las antiguas religiones helenísticas de la

naturaleza, especialmente cuando se trataba de los dioses de la tierra. Posteriormente, sin

embargo, aunque se abandonó el gesto externo, el término permaneció para denotar la

actitud interna del adorador. La palabra asumirá más tarde un sentido mucho más general

de “amor” o, simplemente, “respeto” 10 .

Aunque la LXX utilice el sentido más amplio de la palabra griega proskune,w

refiriéndose, incluso al respeto que se debe a las autoridades y a los representantes de Dios

(Gn. 18.2; 19.1), los autores del Nuevo Testamento la aplican en sentido exclusivo de

adoración al objeto divino, siendo incluso que los que ejercen el proskunei/n (proskunein;

infinitivo de proskuneo: “adorar”) hacia otros que no el Dios verdadero cometen el pecado

de idolatría (Ap. 11.1; 13.4).

Acerca del significado y aplicación de proskune,w, Alfred Küen, citando a

Schönweiss y Brown, afirma lo siguiente:

“Prosternarse es una señal de la naturaleza fundamentalmente religiosa del hombre.

Por medio de su culto, el hombre muestra quién es su dios: el Dios verdadero, los

ídolos, los demonios o Satanás mismo (cf. Ap. 9.20; 13.4, 8 y 12). No debemos olvidar

que la relación del hombre con Dios se expresa principalmente en el culto, y sobre

10
Cf. Ibid, p. 925.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 10

todo en la oración. El llamamiento a la conversión puede expresarse por: ‘Adora a

Dios’, es decir, reconócele en todo su poder y su gloria como creador y juez, acepta
11
sus derechos exclusivos y soberanos sobre ti.”

De esta manera, podemos ver que el sentido bíblico básico de adoración tiene que

ver con proclamación de la gloria y naturaleza sobrenatural y soberana del Creador.

Servirle y prosternarse – los dos sentidos básicos que la Biblia nos da de la adoración – es

la respuesta humana adecuada delante del Ser de Dios.

El que sirve a Dios lo hace con toda su existencia, lo hace de manera voluntaria, lo

hace porque encuentra en el acto de adorar en sí la recompensa que busca: el sentido de su

existencia. La prosternación, por su parte, es la expresión más adecuada que la criatura

puede tener delante del Creador. Nada más adecuado que agacharse en corazón y cuerpo

para proclamar que la gloria de Dios es tan sublime que delante de él es necesario

humillarse hasta el polvo.

Como podemos ver también, la adoración, en su sentido más completo, sólo puede

ser llevada a cabo por el ser humano, pues demanda ciertas características que sólo la

criatura humana es capaz de realizar.

La principal y central de ellas es la cuestión espiritual. Ser seres espirituales es una

característica que sólo el hombre y la mujer tienen en relación a las otras criaturas. Es por

causa de esto, que sólo el hombre y la mujer pueden servir a Dios con toda su vida,

entregando voluntariamente sus cuerpos como sacrificio vivo, ofreciendo así a Dios latr,ia

(latría). Sólo el hombre y la mujer, también, son capaces de interpretar el sentido de las

11
Schönweiss & Brown In: Küen, El Culto en la Bíblia y en la Historia, p. 57.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 11

cosas espirituales y sobrenaturales (aún cuando sus mentes finitas no sean capaces de

abarcar la totalidad del conocimiento de Dios), de tal manera que puedan ejercer un culto

público, con símbolos inteligibles que hablan acerca de los atributos de Dios y de sus

grandes hechos de misericordia a favor de los hombres; de esta manera sólo el hombre y la

mujer son capaces de ejercer la leitourgi,a (leiturgía). Finalmente, podemos ver también

que sólo el hombre y la mujer pueden prosternarse como un acto de reconocimiento

espiritual de la grandeza de Dios. La prosternación es una humillación voluntaria, es el

arrodillarse de aquellos seres que señorean sobre la Creación, pero que aún así no son sino

criaturas que delante del Creador deben echarse hacia delante y colocar el rostro en tierra

cuando toman consciencia de que están ante Su Ser. Así también, sólo el hombre y la mujer

son capaces de ejercer la proskuni,a (proskunía).

Es claro que la Escritura, usando de ciertos antropomorfismos, nos muestra las

montañas, los mares y los árboles alabando y postrándose delante de Dios. Sin embargo,

estos antropomorfismos tiene la intención de mostrarnos que toda la creación, por el sólo

hecho de existir, muestra la grandeza, la bondad y la majestad del Creador. Como dice el

apóstol Pablo:

“porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque

las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde

la creación del mundo…” (Rm. 1.19-20).


“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 12

Es declarando esta verdad de la Escritura que la Confesión de Fe de Westminster

afirma en el primer párrafo de su primer capítulo que “la luz de la naturaleza y las obras de

creación y de providencia manifiestan la bondad, sabiduría y poder de Dios”.

Sin embargo, la adoración en “espíritu y en verdad” – voluntaria y espiritual – sólo

puede ser ofrecida, en el plano de lo natural, por una criatura: el ser humano.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 13

II. La Confesión de Fe de Westminster

La presente investigación toma como marco teórico a la Confesión de Fe de la

Iglesia Presbiteriana de Chile, también conocida como Confesión de Fe de Westminster

(CFW). ¿Por qué esta Confesión? Por la simple razón de que reconocemos ser ella un –

falible, puesto que humano – fiel representante y una fiel exposición de las verdades eternas

de la única regla de fe y práctica: la Sagrada Escritura – la cual es la infalible Palabra de

Dios. A partir de esta Confesión, por lo tanto, podremos definir los principios generales

para el culto cristiano que la propia Escritura establece.

Son varias las referencias al culto en la CFW; desde su primer capítulo. Sin

embargo, específicamente en el capítulo XXI, los principios generales para el culto

cristiano están debidamente expresados en conformidad con la Santa Escritura. Por eso nos

dedicaremos especialmente a ese capítulo de la CFW en este capítulo de la presente tesis.

El capítulo XXI de la CFW, acerca “del culto religioso y el día de descanso”, dice lo

siguiente 12 :

I. La luz de la naturaleza nos enseña que hay un Dios que tiene señorío y

soberanía sobre todo, que es bueno y hace bien a todos y que por lo mismo

debe ser temido, alabado, invocado, creído de todo corazón y servido con

toda el alma y con todas las fuerzas. Pero el modo aceptable de adorar al

verdadero Dios ha sido instituido por Él mismo y está tan determinado por

12
Excepto cuando se indica lo contrario, el texto de la CFW utilizado en la presente tesis, es el del documento
oficial publicado por la Iglesia Presbiteriana de Chile (que incluye la Confesión de Fe, la Forma de Gobierno,
el Manual de Disciplina y el Manual de Culto), editado por el Venerable Sínodo en diciembre de 1986.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 14

su voluntad revelada que no se debe adorar a Dios conforme a las

imaginaciones e invenciones de los hombres o a las sugestiones de

Satanás, bajo alguna representación visible o de otro modo que no sea el

prescrito en la Santa Escritura.

II. El culto religioso debe rendirse a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y a Él

solamente y no a los ángeles, santos o alguna cristura y desde la caída

debe ofrecerse por un mediador que no puede ser otro sino Cristo.

III. La oración con acciones de gracias, siendo una parte especial del culto

religioso la exige Dios de todos los hombres y para que le sea aceptada

debe hacerse en el nombre del Hijo, con el auxilio del Espíritu conforme a

su voluntad, con conocimiento, reverencia, humildad, fervor, fe, amor y

perseverancia. Y si se hace oralmente, en la lengua vulgar.

IV. La oración debe hacerse por todas las cosas legítimas y por toda clase de

hombres, tanto a favor de los que viven como de los que vivirán; pero no

por los muertos ni por aquellos que sabemos que han cometido pecado de

muerte.

V. La lectura de las Escrituras con temor reverencial, la sana predicación y

el escuchar conscientemente la Palabra en obediencia a Dios, con

entendimiento, fe y reverencia, el cantar salmos con gracia en el corazón y


“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 15

también la debida administración y recepción de los sacramentos

instituidos por Cristo; todas estas cosas son parte del culto religioso

ordinario a Dios y, además, los juramentos religiosos, los votos, ayunos

solemnes y acciones de gracias en ocasiones especiales, que en sus

tiempos respectivos deben usarse de manera santa y religiosa.

VI. Ahora, bajo el evangelio, ni la oración ni ninguna otra parte del culto

religioso están limitados a un lugar, ni son más o menos aceptables por

razón de las personas que las dirigen, sino que Dios debe ser adorado en

todas partes en espíritu y en verdad tanto en lo privado entre las familias

como de una manera más solemne en las reuniones públicas que no deben

descuidarse ni dejarse u olvidarse voluntariamente cuando Dios por su

Palabra y providencia nos llama a ellas.

VII. Conforme a la ley de la naturaleza es razonable que en lo general una

debida parte del tiempo sea dedicada a la adoración de Dios y éste en su

Palabra, por un mandamiento positivo, moral y perpetuo que obliga a

todos los hombres y en todos los tiempos, ha señalado particularmente un

día cada siete, para que sea guardado como un reposo santo para Él.

Desde el principio del mundo hasta la resurrección de Cristo fue escogido

el último día de la semana, pero desde entonces fue cambiado al primer de

la semana al que se le llama en la Escrituras día del Señor y continuará

hasta el fin del mundo como el reposo cristiano.


“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 16

VIII. Este reposo se guarda santo para el Señor cuando el hombre, después de

la debida preparación de su alma y arreglados con anticipación todos sus

negocios ordinarios, no solamente guarda un santo descanso en todo el

día de sus propias obras, palabras y pensamientos, acerca de sus empleos

y recreaciones mundanales, sino que también emplea todo el tiempo en los

ejercicios de culto públicos o privados y en los deberes de piedad y

misericordia.

Un breve análisis de los principios que expone la CFW nos permitirá observar que

los siguientes principios bíblicos están expuestos en ella:

1. Dios debe ser, en todo, glorificado por sus criaturas, siendo esta una ley

absoluta del universo. Y de manera especial debe ser adorado

espiritualmente por aquellos que fueron creados con espíritu: el hombre

y la mujer.

2. Aquello que no está expresamente establecido en la Escritura como

forma aceptable de culto a Dios, no debe ser incluido en el mismo. En

otras palabras: aquello que la Palabra no enseña explícitamente para el

culto, debe ser prohibido. Este principio fue conocido en el siglo XVII

como Principio Regulador del Culto.

3. Sólo el Único y Verdadero Trino Dios debe ser adorado, y la única forma

de hacerlo es a través de Cristo.


“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 17

4. La oración, hecha de acuerdo con parámetros bíblicos, es elemento

imprescindible del culto cristiano.

5. Los elementos del culto ordinario son, además de la oración: (a) La

Palabra de Dios, leída y expuesta con fidelidad, (b) los cantos

congregacionales de acuerdo con la sana doctrina y (c) la debida

administración y recepción de los sacramentos.

6. En ocasiones extraordinarias el culto puede contener los siguientes

elementos: (a) juramentos religiosos, (b) votos, (c) ayunos solemnes y

(d) acciones de gracias.

7. Después de la encarnación de Cristo ni el lugar ni los ministros son

factores de aceptación divina del culto, sino la disposición de espíritu del

adorador en sumisión a la Palabra.

8. El culto a Dios debe ser rendido individualmente (en privado), en familia

y públicamente como asamblea del Cuerpo de Cristo; debiendo ser este

último modo de adorar a Dios realizado de manera más solemne.

9. Es una ley natural – establecida desde la Creación, confirmada por la

Revelación Especial y vigente hasta el fin del mundo – el separar el Día

de Reposo para la cesación de las actividades humanas ordinarias y

consagrarlo para la adoración a Dios.

Debemos destacar en este capítulo de la CFW la presencia marcada del Principio

Regulador del Culto desde su primer párrafo. Cuando la CFW nos dice que “la forma

aceptable de adorar a Dios está tan determinada por su propia voluntad”, nos dice que poco
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 18

se ha dejado a las decisiones humanas, dando así un papel protagónico a la obediencia en la

adoración. Conocer la Palabra y las ordenanzas directas que ella nos da acerca de la

adoración a Dios es el principio que debe orientarnos en lo que es o no agradable en el culto

al Señor.

También es importante destacar que en el párrafo 6 del capítulo XXI, la CFW hace

una clara distinción entre el culto del Nuevo Testamento, que es el modelo para nosotros, y

el culto del Antiguo Testamento, que era restringido a lugares y ceremonias propias de la

época de sombras, antes de la venida de Cristo.

Una distinción útil para la vida litúrgica de la iglesia y que la CFW presenta,

además de lo expuesto, está en el capítulo I de ella, en el párrafo 6 y dice lo siguiente:

“Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria y

para la salvación, de y vida del hombre es, o expresamente expuesto en las Escrituras

o se puede deducir de ellas por buena y necesaria consecuencia y a esta revelación de

su voluntad nada será añadido, ni por nuevas revelaciones del Espíritu, ni por las

tradiciones de los hombres. Sin embargo, confesamos que la iluminación interna del

Espíritu de Dios es necesaria para que se entiendan de una manera salvadora las

cosas reveladas en la Palabra y que hay algunas circunstancias tocante al culto de

Dios y el gobierno de la iglesia, comunes a las acciones y sociedades humanas, que

deben arreglarse conforme a la luz de la naturaleza y de la prudencia cristiana, pero


13
guardándose siempre las reglas generales de la Palabra.”

13
CFW, I.6 (subrayado mío)
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 19

El lenguaje de la CFW nos permite hacer una distinción para comprender mejor el

Principio Regulador del Culto, que ya fue nombrado más arriba: la distinción entre

“elementos del culto” y “circunstancias del culto”. Los elementos son definidos y no se

debe ir más allá de ellos: (1) la lectura y exposición de la Palabra, (2) la oración, (3) el

canto congregacional de acuerdo con la doctrina bíblica y (4) la correcta administración y

recepción de los sacramentos. Algunos elementos del culto son nombrados como elementos

extraordinarios, para ocasiones especiales: juramentos religiosos, votos, ayunos solemnes,

y acciones de gracias en ocasiones especiales. Los elementos son estos, están definidos y no

se debe añadir a ellos otros. Sin embargo, las circunstancias del culto deben ser decididas

de acuerdo con la realidad de la congregación local y son: duración de las oraciones,

duración del sermón, horario del culto, instrumentos que acompañan los cánticos, ritmos

musicales, etc. Para las circunstancias no hay ordenanzas explícitas, sin embargo, las

orientaciones generales de la Palabra, como dice el párrafo 6 del capítulo I de la CFW

recién citado, deben regir y servir como marco siempre para la decisión de las

“circunstancias del culto”.

El Principio Regulador del Culto, característico de los calvinistas a lo largo de la

historia, nos dice que si algo, al respecto de culto, no es ordenado explícitamente en la

Palabra de Dios, entonces simplemente está prohibido. Este principio marcó las diferencias

litúrgicas en Inglaterra entre el anglicanismo y el puritanismo. Los puritanos – calvinistas

ingleses que fueron apodados con ese nombre debido a su celo con la pureza de la vida y de

la iglesia y que fueron llamados también más tarde, dentro del anglicanismo, de

“inconformistas” – se caracterizaron por atacar, algunos más ardorosamente que otros, el

uso de cualquier elemento en la liturgia que no estuviera prescrito en la Palabra para el


“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 20

culto neotestamentario. Mientras la iglesia oficial, sobre todo en el tiempo de la reina

Elizabeth I, se guió por el principio general de que “si la palabra no prohíbe, entonces

permite”, los puritanos en general se opusieron a todo aquello que la Palabra no ordenara

explícitamente, alegando el principio que dice que “si la palabra no permite, entonces está

prohibido”.

Décadas más tarde, ya en pleno siglo XVII, cuando los teólogos calvinistas se

reunieron en la abadía de Westminster, convocados por el parlamento inglés en 1643 para

definir su confesión de fe, ellos demostrarán claramente su postura litúrgica en el capítulo

XXI de la CFW. Sin embargo, al mismo tiempo, reconocerán que existe una diferencia

entre “elementos” y “circunstancias” del culto. En lo que respecta a los elementos, sin duda

que nada debe ser añadido a lo que la Palabra ordena explícitamente, pero, en lo que se

refiere a las circunstancias, hay libertad cristiana para aplicar los elementos de la manera

más adecuada a la congregación local, siempre y cuando las reglas generales de la Palabra

no sean violadas. De una manera bastante clara, es esto lo que expone no sólo el capítulo

XXI, sino también el párrafo 6 del capítulo I de la CFW.

Como podemos observar, la Iglesia Presbiteriana de Chile – una iglesia confesional

que sustenta la CFW como su expresión de fe – está lejos de no tener orientaciones claras

acerca del culto. No mucho está sujeto a gustos personales o a adaptaciones culturales. Más

importante que crear estatutos o determinar decisiones que apunten a regular el culto, lo

primero que podemos hacer es estudiar y conocer los símbolos de fe de nuestra iglesia y

qué dicen a respecto de este asunto, de tal manera que los sepamos aplicar fielmente.

Sin embargo, una pregunta evidente puede quedar: ¿Podemos afirmar que lo que

confesamos en la CFW es fiel a la doctrina reformada desde sus inicios?


“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 21

Precisamente para aclarar esta importante pregunta, presentaremos un breve

panorama de la doctrina reformada histórica acerca de este asunto tan importante.


“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 22

III. Breve Panorama del Dogma Reformado

“Pero enseñadme, Señor, y haced que entienda si

debe ser primero el invocaros que el alabaros, y antes

el conoceros que el invocaros.

Mas ¿quién os invocará sin conoceros? Porque así se

expondría a invocar otra cosa muy diferente de Vos,

el que sin conoceros os invocara y llamara.”


14
Agustín de Hipona

Para estudiar el Principio Regulador del Culto y saber cómo aplicarlo, es necesario

ir a las fuentes teológicas de aquellos que compusieron la CFW. Ese grupo de teólogos

compartían entre sí la visión teológica reformada o calvinista. Es por eso que nada más

coherente y necesario que comenzar por exponer la teología del culto que Juan Calvino

enseñó y saber si él alguna vez propuso algo como un Principio Regulador del Culto.

Pero, en segundo lugar, también es importante tener una idea acerca de lo que otros

representantes del dogma reformado han dicho acerca del Principio Regulador del Culto,

tanto contemporáneos de la CFW, como algunos propulsores y otros que han confesado la

doctrina reformada posteriormente.

14
Confesiones, I.1:1.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 23

Juan Calvino

El destacado pastor y teólogo suizo del siglo XX, Karl Barth, al inicio de su carrera

académica, en 1922, tuvo que preparar una serie de aulas acerca de la teología de los

reformadores. Mientras se empeñaba en tal hazaña, escribió una carta a un amigo suyo,

describiéndole sus sensaciones al estudiar a Calvino. En esta carta, Barth describe así sus

luchas con Calvino:

“Calvino es una catarata, un bosque primitivo, un poder demoníaco, algo venido

directamente del Himalaya, absolutamente chino, extraño, mitológico; pierdo por

completo el medio y las ventosas, siquiera para asimilar este fenómeno, mucho más

para poder hablar acerca de él satisfactoriamente. Lo que recibo es apenas un pequeño

y tenue chorro y lo que puedo dar, entonces, es apenas una porción aún menor de este

pequeño chorro. Yo podría, feliz y provechosamente, sentarme y pasar el resto de mi


15
vida solamente con Calvino.”

La monstruosidad con la cual Barth describe a Calvino no nos debe parecer tan

extraña, a pesar de que podemos no concordar con las palabras con las cuales él la describe.

Y es que Calvino como teólogo llegó a desempeñar un papel tal en la teología y en la

historia que hasta el día de hoy, probablemente, no se han medido debidamente sus

consecuencias. La influencia de Calvino en los más diversos ámbitos del conocimiento y

del quehacer del mundo occidental, de hecho, es aún objeto de los más variados estudios.

15
Karl Barth In: Timothy George, Teologia dos Reformadores, p. 163.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 24

El reformador francés Juan Calvino ha sido llamado, con justa razón, de “El

Exegeta de la Reforma”, debido a la fidelidad que él mostró a las Sagradas Escrituras en

todas sus proposiciones y enseñanzas, destacándose especialmente en su profundo

conocimiento de las lenguas bíblicas y como principal propulsor del método histórico-

gramático de interpretación bíblica, el cual caracteriza la fe reformada histórica.

Calvino fue lo que se llama un reformador de segunda generación. Nacido en 1509,

era apenas un niño de 8 años cuando Lutero clavaba sus 95 tesis en Wittemberg. Calvino

tenía tal aprecio y admiración por Lutero que le llamaba en sus escritos de “padre muy

respetable en la fe” 16 .

La teología de Calvino se caracteriza por ser un todo bien concertado y completo,

abundante en argumentos y con una fluidez envidiable que no da jamás la sensación de algo

armado artificialmente, sino de un flujo que viene directo del corazón. Las implicaciones de

su teología, de hecho, son tales que abarcan áreas que él nunca llegó a desarrollar

explícitamente como la economía, la política, la antropología cultural, la metafísica o la

epistemología.

Sin embargo, podemos percibir que había un centro orientador en la teología de

Calvino que llegó, de hecho, a caracterizar a la teología reformada: la búsqueda de la gloria

de Dios en todo. El celo por la gloria de Dios era tal en Calvino que parece ser, al mismo

tiempo, el fundamento, el material y la estructura del extraordinario monumento que fue su

teología.

Es interesante, de hecho, notar que Calvino no dio tanto énfasis – a pesar de

considerarla imprescindible – a la doctrina de la justificación por la fe como Lutero.

16
T. George, Idem, p. 166.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 25

Mientras Lutero tomaba como punto de partida esta doctrina para hacer de ella el centro

unificador de su teología, Calvino tomó la gloria de Dios como centro unificador de sus

enseñanzas, vida y obra y, a partir de ahí desarrolló otras doctrinas, incluso la doctrina de la

justificación por la fe. Dos motivos básicos él tuvo para esto: el primero es que Lutero ya

había levantado bien en alto la bandera de la salvación por gracia a través de la fe en toda

Europa cuando Calvino se convirtió. El segundo es que Calvino, siguiendo más el espíritu

de los reformadores franceses y suizos que el de Lutero, tendió a considerar como principal

punto de controversia con la Iglesia Católico-Romana la “idolatría” v/s “adoración

verdadera”, más que la “salvación por obras” v/s “salvación por gracia” 17 .

En un poco conocido (en Chile), pero importante tratado de 1543 llamado “Sobre la

necesidad de reformar la iglesia”, Calvino expone sus principales motivaciones y su agenda

para la reforma eclesiástica. Allí él hace una lista breve de dos elementos que definen al

cristianismo los cuales, en sus palabras, constituyen “el todo de la sustancia del

cristianismo”. Esos dos elementos son, en primer lugar, un conocimiento de cuál es la

manera correcta de adorar a Dios y, en segundo lugar, la fuente desde la cual emana la

salvación 18 . Es bastante claro en ese tratado cómo Calvino ponía la adoración delante de la

salvación en su lista de los dos más importantes elementos del cristianismo bíblico.

Comentando este hecho, Terry L. Johnson expone lo siguiente:

“¿Cuál es el punto central del estudio bíblico y teológico, del evangelismo y de las

misiones, del conocimiento de Dios y de toda la religión cristiana? La respuesta es: la

17
Cf. Ibid, pp. 163-249.
18
Cf. Terry L. Johnson, Adoração Reformada, p. 25.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 26

adoración. El verdadero conocimiento de Dios nos lleva a la adoración correcta, la

cual, a su vez, nos lleva al vivir correcto. Los teólogos de la Reforma predicaron el Soli

Deo Gloria en todas la áreas de la vida, porque ellos tenían en su mira la


19
adoración.”

De hecho, cuando Calvino inicia su exposición acerca de la importancia del

conocimiento de Dios, en el libro I de la Institución de la Religión Cristiana (IRC), afirma

que “casi toda la suma de nuestra sabiduría, que de veras se deba tener por verdadera y

sólida sabiduría, consiste en dos puntos: a saber, en el conocimiento que el hombre debe

tener de Dios, y en el conocimiento que debe tener de sí mismo” 20 .

Ya en esta declaración, Calvino desafía a toda la lógica humanista que tomaba

fuerzas en el siglo XVI, la cual afirmaba que el conocimiento del hombre por el hombre era

el todo de la verdadera ciencia y usaba como lema que “el hombre es la medida de todas las

cosas”. Sin embargo, el desafío y el contraste se hacen aún mayores cuando Calvino pasa a

exponer el para qué del conocimiento de Dios y la esencia de dicho conocimiento. Sobre la

esencia del conocimiento de Dios, Calvino afirma:

“Yo, pues, entiendo por conocimiento de Dios, no sólo saber que hay algún Dios, sino

también comprender lo que acerca de Él nos conviene saber, lo que es útil para su

gloria, y en suma lo que es necesario. Porque hablando con propiedad, no podemos


21
decir que Dios es conocido cuando no hay ninguna religión ni piedad alguna.”

19
Ibid.
20
Juan Calvino, IRC, I.1:1
21
Ibid, I.2:1.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 27

Como podemos ver, Calvino define el conocimiento de Dios no como un mero

ejercicio intelectual vacío de sentimiento de adoración sino como algo íntimamente

asociado a la piedad.

Calvino, además, dice cuál es el fin del conocimiento de Dios cuando afirma que

“nuestro entendimiento no puede conocer a Dios sin que al momento lo quiera honrar con

algún culto o servicio” 22 y que “el conocimiento que de Él tenemos nos debe primeramente

instruir en su temor y reverencia” 23 .

Así, Calvino demostraba que su punto de partida y su camino era radicalmente

distinto del de los pensadores humanistas de su época, mostrando que más que una

intelectualidad fría, su propuesta de verdadera ciencia era un conocimiento piadoso de la

auto-revelación de Dios.

El conocimiento de Dios, por lo tanto, ejerce en la teología de Calvino un papel

esencial porque sin ese conocimiento no puede haber adoración al Dios verdadero, pues,

parafraseando a Agustín de Hipona “¿cómo podemos saber que aquel a quien estamos

adorando es el Señor si no tenemos conocimiento de Él?” Y si no adoramos al Dios

verdadero, glorificando y sirviendo al Creador, hemos perdido el propósito para el cual

fuimos creados.

En su comentario al salmo 50, Calvino, expone estas verdades afirmando que:

“Hay inherentemente en todos los hombres una fuerte e indeleble convicción de que

deben rendir culto a Dios. El indisponerse a adorarle de forma pura y espiritual, les

22
Ibid.
23
Ibid, I.2:2.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 28

impulsa a inventar como sucedáneo alguna apariencia quimérica; y aunque sean muy

claramente persuadidos de la vanidad de tal conducta, persisten hasta el final (…)

Por lo tanto, los hombres se encontrarán siempre devotados a ceremonias hasta que
24
sean traídos al conocimiento de aquello que es la religión verdadera y aceptable.”

La gloria de Dios, por lo tanto, es el gran eje conductor de la teología de Calvino, lo

que hace que, tanto su teoría teológica como su práctica pastoral sean objetos de estudios

extremadamente importantes para una comprensión adecuada del culto reformado.

Calvino da un énfasis tan central al conocimiento de Dios – asunto con el cual

comienza la IRC – porque él, así como el apóstol Pablo en Rm. 1.18-35, percibe que el

conocimiento nos ha sido revelado en las cosas creadas a todos los hombres, pero que, por

nuestro pecado, frenamos este conocimiento y nos negamos a adorar al Señor que

manifestó su gloria en la creación, prefiriendo adorar a la criatura antes que al Creador 25 .

Después de mostrar esto con abundantes argumentos, Calvino procede a explicar que la

humanidad necesita de la Escritura para que conozcan a Cristo salvadoramente y sean, así,

reconducidos por el Espíritu Santo a su propósito original como criaturas: conocer con el

corazón a Dios y dar gloria a Aquel que es bendito por los siglos de los siglos.

Es en este mismo tono que podemos ver que Calvino sustenta claros principios que

muy bien pueden encajarse en lo que llamamos Principio Regulador del Culto. Él sabe bien

el peligro que hay en las invenciones humanas y el cómo dependemos sola y

exclusivamente de lo explícitamente dicho en la Palabra de Dios para regular el culto. En el

tratado “Sobre la Necesidad de Reformar la Iglesia”, Calvino expone:

24
Juan Calvino, Salmos vol. 2, (Sl 50.14), p. 407-408.
25
Este es el tema que Calvino desde el capítulo I al capítulo V de la IRC.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 29

“… la regla que distingue entre el culto puro y el culto corrompido es de aplicación

universal, a fin de que no adoptemos ningún artificio que nos parezca apropiado, sino

que atentemos a las instrucciones del Único que está autorizado a legislar acerca de

este asunto. Por lo tanto, si queremos que Él (Dios) apruebe nuestro culto, esta regla,

que Él impone en las Escrituras con el máximo rigor, debe ser observada. Pues hay

dos razones por las cuales el Señor, al condenar y prohibir todo culto ficticio,

requiere que obedezcamos apenas su voz: primero, porque el no seguir nuestro propio

placer, sino depender enteramente de Su soberanía promueve grandemente Su

autoridad. Segundo, porque nuestra corrupción es tal que cuando somos dejados en

libertad, todo lo que somos capaces de hacer es extraviarnos. Y entonces, una vez

desviados del camino recto, nuestro viaje no termina mientras no nos hundamos en
26
una infinitud de supersticiones…”

Calvino prosigue en el mismo tratado:

“Yo no ignoro cuán difícil es persuadir al mundo de que Dios rechaza y aún abomina

toda invención de la razón humana relacionada al culto. La ilusión, al respecto de

esta cuestión tiene diversas causas: “cada uno cree que está en lo correcto”, como

dice un antiguo proverbio. Así, los hijos de nuestras propias mentes nos deleitan; y

además, como Pablo admite, el culto ficticio frecuentemente tiene alguna apariencia

de sabiduría (Cl. 2.23). Como en la mayoría de los casos, el culto ficticio tiene un

resplandor externo que agrada a los ojos, es más agradable a nuestra naturaleza que

26
J. Calvino In: Paulo Anglada, O Principio Regulador no Culto, p. 13.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 30

aquello que Dios sencillamente demanda y aprueba y que tiene menos

ostentación…” 27

Y aún más:

“Yo sé cuán difícil es convencer al mundo de que Dios desaprueba todas las prácticas

de culto que no están sancionadas expresamente en Su Palabra. La opinión contraria,

a la cual se aferran, y que está arraigada hasta los huesos y la médula, es que

cualquier práctica para la cual encuentren alguna razón en sí misma es legítima,

desde que exhiba algún tipo de apariencia de celo por la honra de Dios. Sin embargo,

visto que Dios no apenas considera frívola, sino también claramente abomina lo que

sea que practiquemos por celo a Su culto si no está de acuerdo con Su mandamiento,

¿de que nos aprovecha tomar la actitud opuesta? Las palabras de Dios son claras y

distintas: “obedecer es mejor que sacrificar”, “en vano me adoran, enseñando

doctrinas y mandamientos de hombres” (1Sm. 15.22; Mt. 15.9). Todo lo que se añade

a Su Palabra, especialmente en este asunto, es una mentira. Mero “culto de la


28
voluntad”, es vanidad (Cl. 2.23).”

De esta manera, vemos que aquello que los puritanos ingleses llamaron de

“Principio Regulador del Culto” está claramente enseñado y expuesto en los escritos del

propio Calvino, quien de manera muy ardorosa defendió siempre la pureza del culto, o sea:

que nada se le añadiera que no estuviera explícitamente en la Palabra de Dios. Sin embargo,

como veremos más adelante, aunque Calvino reconozca y siga este principio, él entiende

27
J. Calvino In: Ibid, p. 26
28
J. Calvino In: Ibid, pp. 26-27 (subrayado mío).
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 31

que hay determinadas circunstancias que deben ser decididas por la congregación local,

pero aún en este caso deben estar bajo la orientación de los principios generales de la

Palabra.

Ya podemos percibir en Calvino, por lo tanto, un distinción entre “elementos” del

culto y “circunstancias” del culto que nos es extremadamente útil y que fue, tal vez, uno de

los principales legados de Calvino para la iglesia cristiana en lo que respecta a la teología

del culto.

Cuando Calvino y Farel fueron expulsos de Ginebra, después de su primera estadía

en dicha ciudad, Calvino fue a refugiarse en sus estudios a Estrasburgo, donde, a pesar de

su plan inicial, la divina Providencia le volvió a encargar de arduas tareas pastorales en una

congregación de refugiados franceses que huían de la persecución religiosa que azotaba a

Francia. Durante los años que Calvino estuvo en Estrasburgo (1538-1541), muchos

aspectos de su teología y de su práctica pastoral maduraron y tomaron una forma mucho

más definida. En lo que respecta al culto, Calvino fue fuertemente influenciado por aquel a

quién el llamaba de “el más fiel doctor de la iglesia de Dios” 29 : Martin Bucer.

Algo que llamó fuertemente la atención de Calvino en Estrasburgo fue el

entusiasmo con el cual los exiliados franceses cantaban salmos cuando se dirigían al

culto 30 . Es verdad que cuando aún estaba en Ginebra, ya había propuesto el canto de

salmos, formando un coro de niños que, después de haber ensayado y aprendido bien los

cánticos, enseñaría al resto de la congregación 31 . Cuando Calvino volvió a Ginebra adaptó

muchos elementos de la liturgia de Bucer, tornándose, posteriormente, el “rito de Ginebra”

29
Juan Calvino, Salmos vol. 1, p. 31.
30
Van Halsema, Joao Calvino era Assim, p. 100.
31
Ibid. P. 82.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 32

la base para la adoración en las iglesia reformadas de Suiza, Francia, Alemania, Holanda y

Escocia 32 .

El Dr. Hermisten Costa nos informa que Calvino, en el establecimiento de un orden

de culto “no fue dogmático, entendiendo que muchos detalles podrían ser modificados a

criterio de la congregación” 33 . Sin embargo, Calvino es absolutamente claro cuando afirma

también que la Palabra de Dios debe ser la regla absoluta que orienta las circunstancias del

culto:

“El Señor nos permite libertad en lo que respecta a los ritos externos para que no

concluyamos que su culto está limitado por esas cosas. Al mismo tiempo, sin embargo,

Él no nos concedió libertad ilimitada y descontrolada, pero construyó, por así decirlo,

una cerca alrededor; o, de algún modo, restringió la libertad que nos dio de tal

manera que solamente a la luz de su Palabra podemos orientar nuestras mentes


34
acerca de lo que es correcto.”

Comentando el texto de Juan 4.24, Calvino también exhorta a la distinción entre

Dios que es Espíritu y nosotros que somos carne, queriendo mostrar con esto que no

podemos pretender agradar a Dios simplemente con aquello que es agradable a nosotros,

sobre todo considerando que “las cosas que agradan a la mayoría son objeto de Su

repugnancia y aversión” 35 , por lo tanto, es prudente sospechar de todo aquello que nos

causa satisfacción según la carne.

32
Cf. Hermisten Costa, Culto Reformado, p. 17.
33
Ibid.
34
J. Calvino, 1ª Corintios, (1Co. 14.40), pp. 450-451 (subrayado mío).
35
J. Calvino In: Hermisten Costa, Culto Reformado, p. 18.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 33

Hablando sobre la distinción que Calvino hacía entre el culto de la iglesia del

Antiguo y del Nuevo Testamento, el Dr. Costa dice:

“Pero, ¿sería Dios más espiritual en el Nuevo Testamento que en el Antiguo, siendo

que Él mismo prescribió los diversos rituales para Su culto? Obviamente que no.

Debemos observar primeramente que, en el aspecto litúrgico, la diferencia entre el

Antiguo y el Nuevo Testamento estaba en realidad en su aspecto ritual, externo. La

integridad que Dios exige permanece la misma: Dios siempre deseó un culto
36
responsable, sincero y comprometido con sus preceptos.”

De hecho, el propio Calvino argumenta que:

“En todos los aspectos esenciales, el culto era el mismo. La distinción era de forma

totalmente externa: Dios se acomoda a las aprensiones más débiles e inmaduras de

ellos a través de los rudimentos de la ceremonia, mientras nos extendía una forma

más simple de culto a nosotros que alcanzamos una época de más madurez desde la
37
venida de Cristo. No hay ninguna alteración en sí.”

Esta distinción entre un período de inmadurez espiritual, que sería el Antiguo

Testamento, y un período de adultez, que sería el Nuevo Testamento, es muy característica

de la teología bíblica de Calvino, pues él, más que separar la historia de la redención en

dispensaciones – como siglos más tarde lo popularizará la Biblia anotada de Scofield –

36
Hermisten Costa, Ibid.
37
J. Calvino, Salmos v. 2, (Sl. 50.14), p. 409.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 34

Calvino, y la tradición reformada después de él, comprenden que la Escritura nos revela un

único Pacto de redención que nos es dispensado únicamente en Cristo, por gracia y a través

de la fe. Sin embargo, como la revelación es progresiva, este Pacto se habría figurado de

muchas maneras antes de Cristo (Hb. 1.1), dando cada vez más luces acerca de la esencia

de este Pacto, hasta la venida de Cristo, el Mesías esperado. De esta manera, más que un

conjunto de varios pactos, lo que habría es una gradual comprensión cada vez más clara y

menos dependiente de sombras acerca de la única salvación que Dios otorga

exclusivamente en el nombre de Cristo (Hch. 4.12) y en el Pacto establecido en Él.

De esta manera, podemos percibir que Calvino, teniendo como base una teología

bien elaborada – como es su marca registrada – él busca aplicar estos principios a la

práctica del culto que, como pastor, debe orientar y ministrar en Estrasburgo y en Ginebra.

Cuando vemos los órdenes de culto sugeridos por Calvino, podemos darnos cuenta

de cuán consecuente fue el pastor Calvino con su teología. Él, de hecho, jamás impone ni

dicta como ley una liturgia, sino simplemente la sugiere, pero buscando algo muy claro: la

sencillez de la iglesia primitiva, huyendo de toda invención humana y sospechando de toda

práctica que agrade carnalmente a los hombres. Así podemos exponer aquí, a partir de sus

escritos, por lo menos dos liturgias distintas que Calvino propone.

En la IRC, en el capítulo en el cual habla acerca de la Cena del Señor, Calvino,

después de exponer claramente que determinadas circunstancias – tales como tomar el pan

con la mano o no; o que devuelvan la copa al ministro o no – no hacen la mínima diferencia

ante Dios, él pasa a exponer una sugerencia de liturgia para el culto:


“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 35

“Dejando a un lado todo este sinfín de ceremonias y de pompas, la Santa Cena podría

administrarse santamente, si con frecuencia, o al menos una vez a la semana, se

propusiera a la Iglesia como sigue: Primeramente, que se comenzase con las

oraciones públicas; después de lo cual se tuviese un sermón, y entonces el ministro,

estando el pan y el vino en la mesa, recitase la institución de la Cena, y

consecuentemente, explicase las promesas que en ella nos han sido hechas; al mismo

tiempo que excomulgase a todos aquellos que por prohibición del Señor quedan

excluidos de ella; y después, que se orase para que por la liberalidad que el Señor ha

usado dándonos este santo mantenimiento, quiera enseñarnos e instruirnos para que

lo recibamos con fe y gratitud, y que por su misericordia nos haga dignos de tal

banquete, puesto que por nosotros mismos no lo somos. Entonces podrían cantarse

salmos, o leerse algo de la Sagrada Escritura, mientras los fieles, en el orden

conveniente, recibiesen estos santos alimentos, rompiendo los ministros el pan y

distribuyéndolo y dando la copa a los comulgantes. Y acabada la cena, se tuviese una

exhortación a la verdadera fe, a una firme confesión de fe, de caridad, y a una

conducta digna de un cristiano. Finalmente, que se diesen gracias y se entonasen


38
alabanzas a Dios. Acabado todo esto, se despidiese a la congregación en paz.”

En la tercera edición de su “Manual de Culto” (1545), citado por el Dr. Hermisten

Costa, tenemos otra descripción que, sin embargo, sigue el mismo principio de la

simplicidad de la Iglesia primitiva:

“Empezamos con la Confesión de nuestros pecados (…) añadiendo versículos de la

Ley y del Evangelio (o sea, palabras de perdón…) y luego que nos asegura que así

38
J. Calvino, IRC, IV.17:1 (subrayado mío).
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 36

como Jesucristo posee en sí mismo justicia y vida y así como Él vive por amor del

Padre, nosotros somos justificados en Él y vivimos la nueva vida mediante el mismo

Jesucristo…, continuamos con salmos, himnos y alabanza, la lectura del Evangelio, la

confesión de nuestra fe (o sea, el Credo Apostólico) y las santas oblaciones y ofrenda.

Y, estimulados y animados por la lectura y la predicación del Evangelio y la confesión

de nuestra fe, se sigue que debemos orar por la salvación de todos los hombres, para

que la vida de Cristo se encienda grandemente dentro de nosotros. Ahora bien, la vida

de Cristo consiste en esto, en buscar y salvar lo que está perdido; hacemos bien,

entonces, en orar por todos los hombres. Y porque verdaderamente recibimos a

Jesucristo en este sacramento, le adoramos en espíritu y verdad y recibimos la

eucaristía con gran reverencia, concluyendo todo el misterio con alabanzas y

acciones de gracias. Por lo tanto, este es todo el orden y razón para su

administración de esta forma; y concuerda también con la administración de la


39
iglesia antigua por los apóstoles, mártires y santos padres.”

Aunque la variación no es grande, sin embargo puede percibirse que hay una lógica

que Calvino sigue en la proposición de una liturgia sin dogmatismos. Hay un interés que es

central en su teología del culto y es el interés por un culto sencillo, de acuerdo con la era en

la que vivimos: la era de la adultez de la iglesia, la era que Cristo inauguró con su venida.

Por lo tanto, nada puede ser más erróneo que sujetar las consciencias a ceremonias y ritos

externos, pero al mismo tiempo, es importante recordar que la diferencia está en las

ceremonias y ritos que prefiguraban a Cristo, pero la firmeza con la cual Dios dice “no

quiero que me rindan culto a través de una forma no ordenada en mi Palabra”, continúa la

misma desde la creación y hasta la consumación de los siglos.

39
J. Calvino In: Hermisten Costa, Culto Reformado, p. 19.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 37

Otros Representantes del Dogma Reformado

Al analizar otros documentos o teólogos que han sido catalogados como reformados

en su visión doctrinal, podemos contemplar que, a pesar de ciertas diferencias en puntos

específicos, es mucho más lo que los unifica, sobre todo en este importante asunto de los

principios generales para el culto.

Podemos observar, por ejemplo, al Catecismo de Heidelberg. Compuesto, hasta

donde se sabe, por Gaspar Oleviano y Zacarías Ursino, dos jóvenes teólogos calvinistas en

Alemania. Ellos debieron elaborar este catecismo para instruir en la fe reformada a un

grupo que era perseguido por su fe tanto por católicos romanos como por luteranos. Este

catecismo ha sido adoptado oficialmente por la Iglesia Presbiteriana de Chile como símbolo

de fe, junto con los símbolos de Westminster.

Lo que podemos ver en este catecismo es que, cuando llega la pregunta 96, dice lo

siguiente:

“P: ¿Qué pide Dios en el segundo mandamiento?

R: Que no representemos a Dios por medio de alguna imagen o figura, y sólo le


40
rindamos culto como Él ha mandado en su Palabra.”

Mucho más elocuente aún es otro símbolo oficial de la Iglesia Presbiteriana de

Chile: el catecismo mayor de Westminster, En su respuesta a la pregunta 109 (“¿cuáles son

los pecados prohibidos en el segundo mandamiento?”) enseña lo siguiente:

40
J. C. Janse, La Confesión de la Iglesia, p. 144.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 38

“Los pecados prohibidos en el segundo mandamiento son: el establecer, aconsejar,

ordenar, usar y aprobar cualquier forma de culto religioso no instituido por el mismo

Dios; o hacer cualquier representación de Dios, de todas o de cualquiera de las tres

Personas, sea interiormente en nuestro espíritu o exteriormente en cualquier forma de

imagen o semejanza de alguna criatura; toda adoración de ella, o de Dios en ella o a

través de ella; o hacer cualquier representación de dioses imaginarios y todo culto o

servicio que les pertenezcan; todas las invenciones supersticiosas, corrompiendo el

culto a Dios, añadiendo o quitando algo a ese culto, sean inventadas o adoptadas por

nosotros, recibidas por tradición de otros, aunque bajo el título de antigüedad,

costumbre, devoción, buena intención o cualquier pretexto; la simonía, el sacrilegio,

toda negligencia, desprecio, impedimento y oposición al culto y ordenanzas que Dios


41
instituyó.”

Otro símbolo de las iglesias reformadas de Holanda es La Confesión Belga, la cual,

cuando hace su confesión acerca de la suficiencia de las Escrituras establece:

“Creemos que las Escrituras Sagradas contienen de modo completo la voluntad de

Dios y que todo lo que el hombre está obligado a creer para ser salvo es en ellas

suficientemente enseñado. Por lo tanto, ya que toda forma de culto que Dios demanda

de nosotros se encuentra en ellas ampliamente descrita, no es permitido al hombre

(…) enseñar ninguna otra forma de (culto) a no ser aquella que ahora es enseñada en
42
las Escrituras Sagradas.”

41
Catecismo Maior, (preg. 109), p. 265. (subrayado mío)
42
Confesión de los Países Bajos In: P. Anglada, O Principio Regulador no Culto, p. 15.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 39

Cuando hablamos específicamente de teólogos reformados, podemos percibir que

hay abundante evidencia también acerca de la aceptación general del Principio Regulador

del Culto en el universo reformado.

Donde las diferencias, entre los que permitían lo que la Palabra no prohíbe y los

reformados, se hicieron más marcadas fue, sin duda, en Gran Bretaña, como ya expusimos

más arriba hablando sobre el contexto histórico de los puritanos y su controversia con el

alto anglicanismo. Algunos teólogos británicos serán de suficiente utilidad para que veamos

cómo este principio fue sustentado de manera firme.

El patriarca del presbiterianismo, John Knox, recibió una fuerte y directa influencia

del culto ginebrino y su principal lucha en Escocia fue contra la idolatría, y, en segundo

lugar, contra la salvación por obras, mostrando así su influencia clara de los reformadores

franceses y suizos, especialmente de su maestro Calvino. En el Primer Libro de Disciplina

de la Iglesia de Escocia, escrito por él en 1560, condena las siguientes “doctrinas

contrarias”:

“…cualquier cosa que hombres, por leyes, concilios o constituciones han impuesto

sobre las consciencias de los hombres sin mandamiento explícito de la Palabra de

Dios – tales como los votos de castidad… imposición a hombres y mujeres acerca del

uso de vestidos especiales, observación supersticiosa de días de ayuno, abstinencia de

alimentos por motivos de consciencia, oración por los muertos y el guardar días

santos instituidos por hombres tales como todos aquellos que los papistas han

inventado, como las fiestas a los apóstoles, mártires, vírgenes, navidad, circuncisión,

epifanía, purificación y otras fiestas – cosas estas que, no teniendo ni mandamiento ni

apoyo en la Escrituras de Dios, juzgamos que deben ser completamente abolidas de


“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 40

nuestro reino; declarando aún, que obstinados observadores y enseñadores de tales


43
abominaciones no deben escapar al castigo del Magistrado Civil.”

George Gillespie (1613-1649), uno de los ministros representantes de Escocia en la

Asamblea de Westminster, escribió en 1637 un tratado contra la imposición de ceremonias

religiosas. He aquí un pequeño trozo del libro:

“La iglesia está prohibida de añadir cualquier cosa a los mandamientos que Dios nos

dio, que respectan a Su culto y servicio (DT. 4.3; 12.32; Pv. 30.6); por lo tanto, ella

no puede prescribir nada relacionado a la práctica del culto divino que ultrapase

mera circunstancia: todo es incluido en aquel tipo de cosas que no son tratadas en la

Escrituras… La Iglesia Cristiana no tiene mayor libertad para añadir al

mandamiento de Dios que los judíos; pues el segundo mandamiento es moral y

perpetuo y nos prohíbe, así como a ellos, las sumas e invenciones humanas en el culto
44
a Dios.”

Uno de los mayores y más geniales representantes del puritanismo inglés fue Joh

Owen (1616-1683) su producción teológica fue inmensa y hasta hoy es objeto de los más

variados estudios en las áreas de Teología Sistemática e Histórica. En un tratado que él

escribió sobre el culto, llamado “A Discourse Concerning Liturgies and their Impositions”

(“Un Discurso Concerniente a las Liturgias y sus Imposiciones”), Owen argumenta:

43
John Knox In: Ibid, p. 14
44
George Gillespie In: Ibid, pp. 16-17.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 41

“… la invención arbitrara de cualquier cosa impuesta como necesaria e indispensable

en el culto público a Dios, como parte de este culto y el uso de cualquier cosa así

inventada y ordenada en el culto es ilegal y contraria a la regla de la Palabra (…) por

lo tanto, todo el deber de la iglesia en lo que respecta el culto a Dios, parece consistir
45
en la precisa observación de aquello que está prescrito y ordenado por Él.”

Otro inglés, llamado Jeremiah Burroughs (1599-1646), puritano independiente y

miembro de la Asamblea de Westminster, escribió en 1648 un tratado de cerca de 400

páginas, llamado “Gospel Worship” en cual, al exponer el texto de Levítico donde Nadab y

Abiú son consumidos por Jehová al ofrecer “fuego extraño” a Dios, Burroughs afirma:

“…en el culto a Dios no puede haber nada ofrecido a Dios que Él no haya ordenado; lo

que sea que practiquemos en el culto a Dios, debe tener un fundamento que provenga de la

Palabra de Dios” 46 .

Un pastor bautista que fue heredero del pensamiento puritano y gran predicador del

siglo XIX fue el inglés Charles Spurgeon. Siglos después de la Asamblea de Westminster y

de la desaparición del movimiento puritano, él escribirá en un pequeño artículo llamado

“Feeding Sheeps or Amusing Goats” (“Alimentando Ovejas o Entreteniendo Chivos”),

donde expondrá lo siguiente:

“El diablo raramente ha hecho algo más sagaz que sugerir a la Iglesia que parte de

su misión consiste en darle entretenimiento al pueblo, con el objetivo de ganarlos

para Cristo… En ningún lugar de las Escrituras se nos ha dicho que proveer

45
John Owen In: Ibid, p. 17.
46
Jeremiah Burroughs In: Ibid, p. 18.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 42

diversión a las personas es una función de la Iglesia ¿por qué Cristo no dijo nada

sobre esto?... “él concedió a unos para apóstoles, otros para profetas, otros para

pastores y maestros” para la obra del ministerio. ¿Dónde se incluyen los que

entretienen personas?... Si Cristo hubiera introducido más elementos festivos y

agradables a su misión, Él habría sido más popular, cuando las personas se

apartaban de Él debido a la naturaleza escrutadora y penetrante de Su enseñanza.

Pero yo no le oigo diciendo “Corre atrás de estas personas Pedro, y diles que

tendremos un estilo de culto distinto mañana, algo más breve y atractivo, con poca

predicación…” Jesús se compadecía de los pecadores, se preocupaba por ellos y


47
lloraba por ellos, pero nunca busco entretenerlos.”

En un tiempo donde nada es más natural y aceptable que crear e inventar nuevas y

más atractivas formas de culto, pueden parecernos extrañas y duras las palabras del príncipe

de los predicadores, sin embargo, son palabras penetrantes y de, prácticamente, imposible

contra-argumentación en la Palabra. Al mismo tiempo, parecen ser sumamente actuales y

visionarias.

Un Principio Libertador

Finalmente, no es de importancia menor considerar que el Principio Regulador del

Culto reformado nunca fue, como a primera vista parece ser, un principio que busca

restringir la libertad cristiana, sino al contrario. En nuestros tiempos donde libertinaje,

pluralismo y relativismo forman parte de la cosmovisión de las personas, incluso en iglesias

47
Charles Spurgeon In: Ibid, pp. 22-23.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 43

evangélicas, este principio parece ser represor. La gran verdad es que este Principio es

libertador y nos libra de las imposiciones arbitrarias de las ordenanzas, supersticiones y

ceremonias humanas.

Existe una tendencia dañina en el seno del protestantismo que nos quiere hacer creer

que el principio distintivo del ser protestante es la libertad de consciencia en sí; sin

embargo, nada es más falaz. Medias verdades muchas veces causan daño mucho mayor que

mentiras directas, y este creo ser el caso de los que afirman que el principio distintivo del

protestantismo es la libertad de consciencia.

La gran verdad es que el protestantismo se caracteriza por obediencia y sumisión

absoluta a la Palabra de Dios. Martín Lutero, en la dieta de Worms, ante el emperador

Carlos V, jamás dijo “mi consciencia es libre y tengo derecho a creer lo que quiera”. Lo

que Lutero dijo fue: “mi consciencia es cautiva de la Palabra de Dios”. Este es el verdadero

espíritu libertador del protestantismo: afirmamos que debemos obediencia irrestricta al

Creador y por eso nos oponemos a sujetar nuestras consciencias a amos humanos, sean

papas o reyes, pues nuestra consciencia ya tiene un Señor: el Espíritu Santo que nos habla

en la Palabra (CFW I.6). La diferencia puede parecer sutil, pero es esencial.

La Reforma proclamó “Sólo Cristo es el Señor”; las revoluciones humanistas –

sobre todo la Revolución Francesa – proclamaron: “Sin Dios ni rey”. He ahí una diferencia

crucial y tan absoluta como la diferencia entre la luz y las tinieblas, o entre Dios y Belial.

Considerando, por lo tanto, que toda pretensión de libertad que no reconoce la

Soberanía de Dios, no pasa de un camino abierto al autoritarismo humano – como la

historia de las revoluciones humanistas lo demuestra – debemos ver que este Principio

Regulador del Culto es, en realidad, un principio que nos asegura no tener que sujetar
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 44

nuestras consciencias y prácticas litúrgicas a los regímenes despóticos de papas, obispos u

ordenanzas de hombres.

Como vimos en una sección anterior, Calvino defendió abiertamente la sencillez del

culto cristiano porque veía en la misa católico-romana una forma de despotismo que

buscaba sujetar los espíritus de los adoradores a ceremonias que de nada servían ya que el

tiempo de las ceremonias y sombras ya había acabado con la venida de Cristo. En “Sobre

La Necesidad de Reformar la Iglesia”, Calvino expone:

“En relación a las ceremonias que pretenden ser una seria garantía de culto a Dios,

no pasan de una burla a Dios. Un nuevo judaísmo, que sustituye a aquel que Dios

claramente abolió, fue nuevamente instituido a través de numerosas y pueriles

extravagancias, coleccionadas de diversos lugares, a las cuales fueron mezcladas

ritos impíos, parcialmente prestados por los paganos y más adaptados a shows
48
teatrales que a la dignidad de nuestra religión.”

Además de Calvino, la propia CFW muestra que el Principio Regulador de Culto es

un principio que evita que tengamos que someter nuestras consciencias a otros que no el

Señor. En el capítulo exactamente anterior al capítulo sobre el culto, el capítulo XX “De la

Libertad Cristiana y la Libertad de Conciencia”, el segundo párrafo declara:

“Sólo Dios es el Señor de la consciencia y la exime de las doctrinas y mandamientos

de hombres que en algo sean contrarios a su Palabra o pretendan sustituir a esta en

asuntos de fe o de culto. Así es que, creer en tales doctrinas y obedecer tales

48
Juan Calvino In: Ibid, pp. 32-33 (subrayado mío).
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 45

mandamientos por motivos de conciencia es destruir la verdadera libertad de esta

última y el requerir una fe implícita y una obediencia ciega y absoluta, es destruir la


49
razón y la libertad de conciencia.”

Así, no podemos dejar de terminar esta sección sin afirmar y destacar el hecho de

que el Principio Regulador del Culto es un principio que nos permite adorar

verdaderamente en libertad, o sea, no según los caprichos y gustos humanos – que siempre

terminan en autoritarismo – sino según lo que el propio Dios y Señor ha establecido en Su

revelación infalible: la Palabra de Dios. No podemos ofrecer a Dios menos que lo que Él

demanda, e ir más allá de lo que Él ha establecido para el culto, es, sin duda, pecaminoso.

49
CFW, XX.2.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 46

Conclusión

“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en

verdad es necesario que adoren.” (Juan 4.24)

“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él

hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en

templos hechos por manos humanas, ni es honrado por

manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es

quien da a todos vida y aliento y todas las cosas (…)

Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la

Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra,

escultura de arte y de imaginación de hombres.” (Hechos

17.24,25,28 y 29)

“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que

esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las

aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las

honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso,

que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta

la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,

y hago misericordia a millares, a los que me aman y

guardan mis mandamientos.” (Éxodo 20.4-6)

El culto es la respuesta humana ante la revelación que Dios nos ha dado de sí

mismo. Como tal, es un imprescindible principio litúrgico el siempre buscar un culto que
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 47

refleje los aspectos que Dios nos ha revelado de su carácter. Sabemos que la sinceridad por

sí sola no es garantía de un culto aceptable. Pero también sabemos que no se trata de un

mero formalismo externo. Sin querer caer en ninguno de esos dos extremos, creemos y

sustentamos que el adorador que se aproxima de Dios debe adorar de corazón y con espíritu

sincero, reflejando en su forma de adorar que Él conoce el Dios verdadero y que a Él adora,

no a una invención de su mente. Las personas, al ver a este adorador verdadero, deben

darse cuenta que el Dios que él adora no es un dios de placeres ni un dios cruel – no es

Baco ni es Baal – sino Jehová de los Ejércitos: Grande, Temible, Omnipotente, Santo, Justo

y al mismo tiempo Bondadoso, Gracioso, Misericordioso y Amoroso.

Entre los muchos atributos que el Dios verdadero tiene – y al que la fe reformada le

ha dado históricamente un destaque – está su soberanía. Él es el Rey que gobierna sobre

todo el universo, pues Él lo creó con Su poder para manifestar Su gloria. Su soberanía es

absoluta sin ser un despotismo, sino una soberanía que nos da responsabilidades como

criaturas y nos demanda que seamos hallados fieles ante Él. Este Dios soberano, por lo

tanto, nos ha manifestado su voluntad en la Palabra que reveló a santos hombres. Es por eso

que el Principio Regulador del Culto es un principio clave para que la gloria de Dios sea

manifestada y proclamada a través de la vida litúrgica de la iglesia.

El Principio Regulador del Culto nos dice que Dios es soberano y que Él se ha

revelado a sí mismo. Como criaturas, por lo tanto, le debemos obediencia y sumisión

absoluta. Por lo tanto, toda vez que al adorar nosotros nos negamos a ir más allá de lo que

Palabra establece, lo que estamos haciendo es decir: Dios es el Creador soberano y

nosotros, sus criaturas, queremos ofrecer a Él, voluntariamente, nuestra obediencia y


“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 48

sumisión sin restricciones, por eso nos negamos a inventar o crear nuevos elementos para el

culto que es debido al Señor.

Pero no sólo eso. Al seguir y orientarnos por el Principio Regulador de Culto

estamos diciendo que nuestro Dios no es un Dios que habita distante, en la sola

trascendencia de su Ser, sino que es un Dios que se ha acercado a nosotros revelándonos Su

voluntad en la Santa Palabra. La Santa Escritura es la Palabra infalible del Dios Soberano y

por eso no haremos menos de lo que ella nos ordena, ni iremos más allá de lo que nos

prescribe.

Debemos también recalcar que, al seguir el Principio Regulador del Culto, decimos

algo acerca de nosotros mismos como adoradores. Decimos que somos pecadores y que

nuestra naturaleza está depravada y que por eso, desconfiamos de toda y cualquier

innovación que surja en nuestro espíritu, puesto que está manchado por el pecado. Si algo

nos agrada, sospechamos de eso, pues conocemos nuestra naturaleza, y sabemos que nada

bueno hay en ella. Esto no significa que el culto debe estar lleno de flagelos ni ser un

flagelo dominical, sino que simplemente significa que obedeceremos al Soberano en todo

lo que nos prescribió en Su Palabra, no quitando ni añadiendo nada a lo que Él ya

estableció.

Finalmente, y no menos importante, otra implicación teológica de este Principio

Regulador es eminentemente escatológica. Esto porque al buscar la simplicidad de no

aceptar otros elementos que no sean: la Palabra leída y explicada, el canto bíblico de

adoración y alabanza, la oración y la santa administración y recepción de los sacramentos,

lo que el culto simplificado está diciendo es: el nuevo tiempo en Cristo ha llegado, ya no

estamos más presos a las sombras y ceremonias que tipificaban al Mesías. Estamos
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 49

viviendo los últimos tiempos en los cuales un nuevo Reino victorioso ha sido instaurado en

la tierra por Jesús Nazareno, Hijo de Dios, el Mesías prometido, pues Él ya vino y en breve

volverá para consumar su Reino.

De esta manera, vemos que la creatividad no juega ningún papel importante en el

culto bíblico-reformado, pues aquello que la Biblia no ordena explícitamente, según el

Principio Regulador del Culto, está prohibido. El culto no necesita, ni debe ser “creativo”,

“inspirador” o “agradable a las visitas”, sino simplemente: “obediente” y “fiel”. Pues de

esta manera estaremos diciendo (1) que Dios es Soberano y que Él se ha revelado de

manera clara e infalible a través de la Biblia; (2) que nosotros somos pecadores, depravados

en todo nuestro ser e incapaces de inventar algún elemento agradable para la adoración a

Dios y (3) que vivimos en tiempos escatológicamente relevantes, pues Cristo ya vino y

cumplió con su muerte, resurrección, ascensión y glorificación, todos los rituales y

ceremonias externas que el Antiguo Testamento estableció como sombras de la salvación

en el Hijo de Dios.
“En Busca de una Orientación Segura para el Culto Cristiano” – Jonathan Muñoz Vásquez – p. 50

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