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Reconfiguración de las relaciones de los Estados Unidos y Cuba

Jorge I. Domínguez
Profesor. Universidad de Harvard.

En cierto sentido, Cuba y los Estados Unidos ya son vecinos ejemplares. El siguiente listado no pertenece a la ciencia
(social) ficción:

• Relaciones directas de índole profesional y de cooperación entre militares en la frontera terrestre.


• Relaciones directas de índole profesional y de cooperación entre servicios de guardacostas en el mar.
• Comercio agrícola en gran escala, ajustado al mercado, y de beneficio recíproco.
• Acuerdo sobre relaciones bilaterales eficaces en materia de migración entre iguales soberanos.
• Valoración recíproca de la música, el arte y la cultura del otro pueblo.
• Relaciones profesionales eficaces de muy larga data en materia de seguimiento de huracanes.
• Grandes misiones diplomáticas en las respectivas capitales.

Se trata de una lista exacta, aunque la mayoría de las obras sobre las relaciones mutuas no comiencen de este modo,
sino destacando la inflexible hostilidad entre ambos gobiernos.
Cuando a fines del decenio de los 80 redacté un capítulo para la obra U.S.-Cuban Relations in the 1990s,1 ese listado
no habría podido escribirse. En aquellos momentos aún no se habían desarrollado relaciones bilaterales directas de índole
profesional y de cooperación entre militares y servicios de guardacostas en el Estrecho de la Florida ni alrededor de la base
estadounidense cercana a Guantánamo (en lo adelante GTMO).2 La exportación a Cuba de productos agrícolas
norteamericanos y su pago en efectivo era algo inconcebible. Un acuerdo bilateral en materia de migración firmado en 1984,
suspendido y puesto nuevamente en vigor en 1987, cambiaría muchísimo en 1995. No era difícil imaginar que algún día
habría mejores relaciones culturales bilaterales, aunque todavía ello no hubiera ocurrido. La larga historia de colaboraciones
entre los servicios meteorológicos de Miami y La Habana insinuaban un promisorio incremento de la cooperación en temas
científicos y ambientales, pero esas perspectivas más abarcadoras todavía no se habían hecho realidad. Solo existían
representaciones diplomáticas en las capitales de cada país. Por otra parte, a finales de los 80 y principios de los 90 tuvo
lugar un importante viraje en la historia de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, así como en las de estos países y
el resto del mundo. Luego del desplome de la Unión Soviética y el final de la Guerra fría en Europa, el sistema internacional
cambió de manera espectacular y reconfiguró aquel escenario mucho más de lo que los autores de U.S.-Cuban Relations in
the 1990s habían imaginado.
No obstante, la cooperación bilateral no fue resultado de una revaloración estratégica de las relaciones mutuas, sino más
bien una respuesta a un problema particular. Los dos gobiernos socavaron nuevos proyectos estratégicos de gran
importancia, aunque también acomodaron espacios para la cooperación. La retórica de las relaciones oficiales se mantuvo
belicosa incluso mientras se llegaba a acuerdos concretos.3 ¿Por qué entonces se produjo un fracaso estratégico a pesar de
los numerosos éxitos tácticos alcanzados entre los dos gobiernos? ¿Por qué desaprovecharon las posibilidades brindadas por
el nuevo contexto internacional para establecer otro tipo de acuerdos bilaterales encaminados a fomentar la cooperación en
asuntos prácticos? ¿Cuál es la razón de que las relaciones entre ambos países cambiaran tan poco durante las
administraciones de William Clinton y de George W. Bush? ¿Desaprovecharán también Barack Obama y Raúl Castro la
oportunidad que se les presenta de efectuar un cambio estratégico en las relaciones?

La ventana estratégica internacional se abre de par en par

El derrumbe de la Unión Soviética, en 1991, tuvo una repercusión de gran importancia en el sistema internacional y en
la propia Cuba. Tal como Gregory Treverton reseñara con gran habilidad,4 a inicios de los 90 una de esas consecuencias fue
la solución de la agenda de seguridad estadounidense respecto de Cuba, a saber:

• armas nucleares ofensivas de la Unión Soviética en Cuba,


• Cuba como una fortaleza del poderío militar soviético y cubano,
• despliegues militares de Cuba en África,
• despliegues militares de Cuba en América Latina.

La desaparición de la URSS eliminó las preocupaciones de los Estados Unidos por la presencia soviética en Cuba. Un
resultado parcial de este cambio fue que La Habana repatriara sus efectivos. Ello disipó las inquietudes de Washington por
el resto del programa de seguridad presentado por Treverton.5
Este dio menos preeminencia a la quinta preocupación estadounidense en materia de seguridad: las controversias entre
los dos países respecto de los procesos y regímenes revolucionarios en América Central, a pesar de que a otros observadores
norteamericanos les preocupara más esta cuestión. En lugar de ello, este autor observaba la relativa cautela que había
caracterizado las posiciones de Cuba y de la URSS en Centroamérica a fines de los 80. Apuntó que «mucho dependerá del
proceso de paz y de cómo les van las cosas tanto a los regímenes como a la oposición en Nicaragua y El Salvador».6 En el
mismo libro, Juan Valdés Paz observaba las dos características de la política cubana hacia dicha región en esos años: «por
una parte, brindar el mayor apoyo posible a los movimientos populares contra las políticas contrarrevolucionarias de los
Estados Unidos y, por otra, apoyar una solución política negociada al conflicto».7
La derrota del Frente Sandinista de Liberación Nacional en las elecciones celebradas en Nicaragua en 1990, así como
los acuerdos de paz suscritos en El Salvador en 1992, y en Guatemala en 1996, pusieron fin a las guerras en América
Central. Los Estados Unidos y Cuba desempeñaron papeles constructivos en la organización de esos acuerdos y en su
respaldo.
La agenda de seguridad estadounidense referida a Cuba desapareció —un acicate propiciatorio para el mejoramiento de
las relaciones. Ambos gobiernos habían dado pruebas de visión y competencia al trabajar juntos con miras a terminar las
guerras en África meridional y en América Central. Entonces, si dieron muestras de creatividad, honradez y capacidad para
trabajar unidos en lo tocante a terceros países, ¿por qué no lograron crear una nueva relación estratégica? La respuesta ha de
buscarse en decisiones discretas, que en aquellos momentos parecieron racionales a las dos partes, aunque el resultado final
impidiera llegar a un acuerdo estratégico bilateral. Ambos centraron la atención en las características del régimen político
interno existente en Cuba. Respondieron con suspicacia a las iniciativas del otro en materia de política exterior, y solo las
bilaterales más limitadas salieron con vida de semejante examen. Desde principios de los 90, únicamente en dos ocasiones
estos gobiernos han tratado de reconfigurar las relaciones bilaterales de manera abarcadora —los Estados Unidos en 1995 y
Cuba a fines de 2001 y principios de 2002—, pero en esos momentos «el otro» no estaba listo para responder. Casi todo el
tiempo los Estados Unidos y Cuba siguieron aferrados a sus respectivas estructuras normativas, limitadas exclusivamente a
«sanciones» o «resistencia».

Bush I: ninguna ventana estratégica

El gobierno de George H. W. Bush se abstuvo de aprovechar las experiencias positivas adquiridas durante las
negociaciones con Cuba sobre África meridional (1989) y El Salvador (1992), en espera del desplome del régimen político
cubano a raíz del derrumbe de los regímenes comunistas europeos.8 Entonces, la decisión parecía sensata, aunque luego
resultara errónea. El gobierno cubano había negociado respecto de África y Centroamérica, pero no negociaría su régimen
político.
Durante las elecciones presidenciales de 1992, el candidato demócrata, William Clinton, aventajó a Bush ante la
derecha política. En aras de ganar la Florida, respaldó un proyecto de ley patrocinado fundamentalmente por el
representante Robert Torricelli, que tenía como principal defensora a la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA).
Bush se había opuesto a tal proyecto; pero en medio de la campaña presidencial para su reelección, dio contramarcha y
también lo respaldó. Con el apoyo de ambos partidos, se promulgó en 1992 como Ley para la democracia en Cuba (CDA).
La conducta racional de ambos candidatos tuvo consecuencias que ninguno de los dos apoyaría como estadista.9

Clinton: la ventana estratégica bilateral se abre para luego cerrarse

Enardecido por las nuevas sanciones, el gobierno cubano se opuso furiosamente a las otras disposiciones de la CDA,
conocidas como Carril II, las cuales se aplicaron de forma gradual entre 1993 y 1995. La Ley contemplaba autorizar la
exportación a la Isla de productos agrícolas y farmacéuticos, la donación de alimentos y medicinas a organizaciones no
gubernamentales (ONG) cubanas, comunicaciones telefónicas eficientes entre ambos países, la promoción de intercambios
académicos y deportivos, la agilización de los viajes de ciudadanos cubanoamericanos a Cuba, la apertura de oficinas de
prensa en ambos países y la viabilización de remesas monetarias.
Cuba optó por no considerar estas medidas como bases sólidas para el establecimiento de nuevas relaciones bilaterales
y, en lugar de ello, se preocupó ante sus posibilidades de desestabilizar el régimen político interno. Consideró las nuevas
oportunidades de forma cautelosa y casuística a pesar de todo lo que podía beneficiarse el país.10
Cuba y los Estados Unidos llegaron a un acuerdo respecto de las donaciones a las ONG y el mejoramiento de los
servicios de telefonía. Los cubanos participaban en intercambios académicos, sobre todo con la Asociación de Estudios
Latinoamericanos (LASA), con sede en territorio estadounidense. La Academia de Ciencias de Cuba también trabajó con
Diálogo Interamericano, con miras a realizar intercambios profesionales para una mayor cooperación en materia de ciencias
ambientales y afines. Washington respondió con suspicacia a esas iniciativas cubanas, y en ocasiones desaprobó la
participación de norteamericanos en ese tipo de eventos.11
De repente, se abrió una ventana estratégica bilateral. En el verano de 1994, desórdenes ocurridos en el Malecón
habanero —primeros disturbios importantes desde principios de los 60— hicieron que el gobierno cubano permitiera la
emigración no regulada, a bordo de embarcaciones o balsas, hacia las costas de la Florida. A fines de ese verano, los
Estados Unidos y Cuba negociaron un nuevo acuerdo bilateral, que se amplió en mayo de 1995. Este sigue vigente y ha
regido la emigración legal de trescientos mil cubanos hacia los Estados Unidos.
Más adelante, para evitar conflictos militares fortuitos y hacer valer las respectivas leyes de migración en el Estrecho de
la Florida, ambos gobiernos negociaron acuerdos especiales para la cooperación en materia de seguridad entre
Guardafronteras y el servicio de Guardacostas estadounidense, así como entre el Ejército Oriental de Cuba y las autoridades
militares de GTMO. Durante la crisis de los balseros muchos cubanos que fueron recogidos por guardacostas
estadounidenses permanecieron detenidos temporalmente en GTMO. El gobierno de Clinton se abstuvo de dar publicidad a
esos acuerdos militares, tan delicados desde el punto de vista político.12
Los acuerdos fueron posibles porque los dos gobiernos aprovecharon la crisis migratoria de 1994 para trabajar juntos a
fin de abrir la ventana estratégica bilateral. Nadie los obligó a responder de forma constructiva a una crisis que podía haber
tenido peores resultados; no obstante, moldearon sus normas generales con miras a fomentar la cooperación recíproca.
En los Estados Unidos la situación política era, además, propicia. Los acuerdos de 1994 y 1995 constituyeron un revés
para la FNCA y sus aliados, y liberaron por un tiempo a la administración Clinton de ese tipo de complicaciones. En octubre
de 1995, con el apoyo de ambos partidos, esta dio al traste con un proyecto de ley patrocinado por el senador Jesse Helms
para recrudecer las sanciones contra Cuba. En aquellos momentos, la mayoría del senado norteamericano estaba constituida
por republicanos.
El acuerdo de migración, los de seguridad, algunos elementos del vilipendiado Carril II de la CDA, así como una
actitud favorable en los Estados Unidos podían haber constituido la piedra angular de una nueva relación estratégica
bilateral. A la sazón, Washington inició esfuerzos sostenidos para renovar su enfoque estratégico alejándose de un sistema
que solo preveía sanciones; situación que duraría hasta febrero de 1996. La iniciativa fracasó porque su objetivo
fundamental era cambiar el régimen político en Cuba —único aspecto que el gobierno cubano no estaba dispuesto a
negociar.
El artífice de esta orientación ambiciosa, aunque efímera, fue Richard Nuccio, que en mayo de 1995 fuera nombrado
Asesor especial del presidente y del secretario de Estado para asuntos cubanos. Las directrices del Carril II, elaboradas por
él, constaban de tres ramas. El Carril II.1 buscaba obtener el apoyo de los cubanoamericanos para «ayudar a la sociedad
civil cubana» a lograr cambios, alejándolos de una política limitada exclusivamente a la imposición de sanciones, en la que
los líderes de esa comunidad habían enfatizado hasta el momento. El Carril II.2 reorientaba las directrices estadounidenses
«para ayudar a la sociedad civil cubana». El Carril II.3 se dirigía a trabajar con los gobiernos de Europa y América Latina
con miras a configurar una política común hacia Cuba, cediendo, deliberadamente, a la Comisión Europea las funciones de
liderar el diseño de la política cubana.13
El Carril II.3 fue el que obtuvo mejores resultados. A principios de febrero de 1996, el vicepresidente de la Comisión
Europea, Miguel Marín, se reunió por separado en La Habana con el presidente Fidel Castro, y con líderes de Concilio
Cubano, coalición opositora y de derechos humanos de reciente creación en Cuba. Solicitó que se revisara la legislación que
tipificaba determinados discursos políticos y que se autorizara el funcionamiento de pequeñas empresas. También propuso
ampliar la cooperación económica y política con la Unión Europea. Contaba con el respaldo y aliento de Nuccio. No se
llegó a ningún acuerdo. Regresó a Bruselas con las manos vacías, y el gobierno detuvo a los líderes de Concilio Cubano.
Luego, el 24 de febrero de 1996, la Fuerza aérea cubana derribó dos aeronaves civiles no artilladas. La Organización de
Aviación Civil Internacional y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas —con los votos a favor de Rusia y la República
Popular China— criticaron el hecho. El gobierno de los Estados Unidos consideró dar una respuesta militar directa a Cuba,
pero en lugar de ello promulgó la Ley para la libertad en Cuba y la solidaridad democrática, más conocida como Helms-
Burton. El poder ejecutivo también canceló o puso muchas dificultades a los esfuerzos de colaboración de años anteriores.
La ventana estratégica bilateral se cerró.
Aun así, ambos gobiernos intentaron reconciliarse. La Casa Blanca no llegó a poner realmente en vigor la Helms-
Burton. En virtud de esa ley, el presidente de los Estados Unidos puede diferir la aplicación del Título III que, de ponerse en
práctica, autorizaría el inicio de prolongados litigios por concepto de reclamaciones de propiedades en Cuba. A partir de
julio de 1996, cada seis meses, sin falta, los presidentes Clinton, George W. Bush y Barack Obama han diferido la ejecución
de esas disposiciones. Gracias a las negociaciones emprendidas con la Unión Europea, en la mayoría de los casos los
Estados Unidos han evitado aplicar el Título IV de la Ley, que negaría la concesión de visas a los ejecutivos de empresas
internacionales que «trafican» con Cuba. Además, el 16 de mayo de 1996, el gobierno estadounidense decidió, de forma
unilateral, desactivar catorce mil minas sembradas alrededor de GTMO. Este proceso concluyó a principios de 1999.14 En
enero de ese año, Washington volvió a autorizar casi todas las medidas de cooperación que había permitido antes de febrero
de 1996, ampliándolas a fin de incluir los viajes culturales a Cuba para visitar museos, obras de arte y demás, así como los
vuelos aéreos directos, las remesas y los intercambios académicos.
Cuba también adoptó directrices para la cooperación. El 8 de octubre de 1996, ambos países colaboraron en la captura
de 1 700 000 toneladas de cocaína a bordo de la embarcación Limerick. A fines de los 90, Cuba propuso cooperar más en la
lucha contra el tráfico de drogas. En julio de 1999, los dos gobiernos convinieron en facilitar la coordinación y autorizar el
abordaje conjunto de embarcaciones sospechosas de realizar actividades ilícitas.15 Sin embargo, los funcionarios cubanos
reaccionaron en forma airada a la reaparición de la diplomacia del Carril II —ahora denominada «relaciones persona a
persona»—, aunque acogieron favorablemente la atenuación de las regulaciones relacionadas con el turismo «cultural» y
demás transacciones.
A fines de 1999 y comienzos de 2000, la conmovedora y exaltada batalla por el niño Elián González refleja la manera
en que los dirigentes estadounidenses y cubanos «configuran» sus posiciones hacia el otro país. La madre de Elián partió
con su hijo y cruzó el Estrecho de la Florida sin que el gobierno cubano autorizara su salida de Cuba ni el estadounidense
aprobara su entrada. Ella murió en la travesía y los parientes del niño en Miami lo reclamaron. El padre, que permanecía en
Cuba, exigió su devolución, a lo que —como convinieran tanto el presidente Fidel Castro como el presidente William
Clinton— tenía derecho según las legislaciones cubana y estadounidense. Los Estados Unidos le devolvieron el niño a su
padre residente en Cuba.
Ambos gobiernos podían haber festejado el resultado del incidente de Elián como un adelanto en las relaciones
bilaterales, un acuerdo entre los presidentes de los dos países y la observancia del Estado de derecho. Tal como hiciera la
crisis de los balseros en 1994, el caso Elián pudo haber desbrozado el camino hacia una mayor cooperación y no hacia una
retórica de rayos y centellas. En lugar de ello, creó un fortísimo conflicto preñado de exaltación. La ventana estratégica
continuó cerrada.

Bush II: Cuba vuelve a abrir la ventana estratégica; ambos gobiernos la cierran

La Habana abrió la ventana estratégica bilateral el 11 de septiembre de 2001, aunque los sucesos que tuvieron lugar
después resultaran inesperados para los dos gobiernos. Los instintos del presidente Fidel Castro no andaban errados: en
respuesta a los ataques terroristas ocurridos en Nueva York y Washington, el gobierno de Cuba condenó tales incidentes y
trasmitió sus condolencias a los Estados Unidos. También ofreció asistencia médica y abrió el espacio aéreo y los
aeropuertos cubanos a aviones estadounidenses o de otros países que necesitaran efectuar aterrizajes de emergencia o
desviar su ruta.16 En los meses subsiguientes, Cuba ratificó los doce convenios de Naciones Unidas contra el terrorismo.
En ese mismo otoño, el gobierno cubano se mostró más hábil que el de George W. Bush en las negociaciones sobre las
relaciones económicas. En noviembre, el gobierno norteamericano ofreció donaciones a Cuba con motivo de los efectos
devastadores del huracán Michelle, e hizo públicas dos declaraciones: una carta respetuosa del Departamento de Estado y
una declaración poco diplomática de la Casa Blanca. A sabiendas, Cuba hizo caso omiso de la segunda declaración y solo
respondió a la primera empleando un lenguaje igualmente respetuoso —vieja técnica diplomática conocida como el ardid de
Trollope—, la misma estratagema utilizada por los Estados Unidos en 1962 durante la Crisis de Octubre en las
negociaciones con la Unión Soviética. Planteó que se le autorizara a comprar alimentos y medicinas, con pago en efectivo,
al amparo de la Ley de reforma de las sanciones comerciales y la ampliación de las exportaciones, promulgada en 2000,
pero aún no puesta en práctica. Esta propuesta sirvió de base al acuerdo. A fines del primer mandato de Bush, en 2004, los
Estados Unidos suministraban 44% de las importaciones agrícolas de Cuba.17
El 11 de enero de 2002, Cuba informó que el gobierno de los Estados Unidos le había dado «información amplia y
minuciosa de las medidas que se tomarían» para albergar a los prisioneros afganos y del Talibán en GTMO, y «garantizar
que la seguridad de nuestro pueblo no corra ningún tipo de peligro». Se comprometió a no impedir esos despliegues y a
abstenerse de aumentar sus efectivos alrededor de la base, aunque se habían enviado al lugar más fuerzas estadounidenses.
Cuba también prometió «mantenerse en contacto con el personal de la base naval norteamericana a fin de adoptar [...]
medidas [...] para evitar posibles accidentes». La declaración cubana hacía hincapié en que haría «todos los esfuerzos
posibles para preservar la atmósfera de distensión y respeto mutuo que ha prevalecido en los últimos años», incluida una
mayor cooperación médica y sanitaria.18
El 19 de ese mismo mes, el ministro de las Fuerzas Armadas, general de ejército Raúl Castro, tomó nota de esa
atmósfera de respeto mutuo y cooperación, evidente durante años entre oficiales en el entorno de la cerca alrededor de
GTMO, y declaró: «Esta cooperación mínima evidencia lo que podría hacerse en otras esferas», para luego añadir:
«Estamos listos a cooperar tanto como sea posible».19
Cuba ha sido una valiosa participante en los intercambios científicos y académicos, una colaboradora de confianza en la
aplicación del Acuerdo de migración y una colega profesional en asuntos de seguridad. Durante los años 90, cooperó en
situaciones de intercepción del tráfico de drogas y propuso un marco mayor de cooperación bilateral. En aquella ocasión, el
gobierno de los Estados Unidos vaciló. Las palabras del general Castro situaban estas nuevas iniciativas en un contexto
estratégico más amplio. Asimismo, en 2002, el gobierno de la Isla hizo una proposición más abarcadora, con miras a firmar
acuerdos con los Estados Unidos en materia de migración, terrorismo y tráfico de drogas.
Los funcionarios norteamericanos no tomaron nota pública de los ofrecimientos de Cuba el 11 de septiembre, ni más
adelante, respecto del terrorismo. Parecían avergonzados de que los cubanos hubieran sido más hábiles al penetrar el
embargo comercial estadounidense, y reconocieron, aunque fue desestimada, la cooperación de Cuba en las fronteras de
GTMO o el Estrecho de la Florida. De todos modos, hubo algún movimiento en los Estados Unidos.
En mayo de 2002, el ex presidente James Carter viajó a Cuba. El subsecretario de Estado John Bolton trató de torpedear
la visita acusando a Cuba de realizar limitados esfuerzos de investigación y desarrollo en materia de guerra biológica. El
secretario de Estado Colin Powell descalificó tal declaración al afirmar que Washington solo tenía pruebas de que Cuba era
capaz de realizar investigaciones biotecnológicas de avanzada, y no de que hubiera emprendido un programa de armas
biológicas.20
El 20 de mayo de 2002, el presidente Bush pronunció los dos discursos más conciliatorios de su mandato respecto de
Cuba. Para entonces ya había pasado por alto, en dos ocasiones, la ejecución del Título III de la Helms-Burton, y solo había
aplicado ligeramente el IV. En el otoño de 2001 su gobierno había informado al cubano los planes de enviar a GTMO
prisioneros afganos del Talibán. Ambos países habían conveniado los trámites para la exportación a Cuba de productos
agrícolas norteamericanos. A menudo, la retórica oficial de los Estados Unidos se mantuvo insultante, aunque las normas de
conducta auguraban un marco hipotético similar al viaje de Richard Nixon a China: un presidente norteamericano
genuinamente anticastrista tenía más libertad para llegar a un arreglo con el gobierno cubano.
Bush emitió estos dos discursos en Miami y en la Casa Blanca, respectivamente. Con la presencia de numerosos líderes
cubanoamericanos, subrayó que el futuro de Cuba estaría en manos de los cubanos, y esa era la razón por la cual proponía
brindar asistencia directa a los disidentes y a la sociedad civil en Cuba. Estipuló las medidas que el gobierno de La Habana
debía emprender, tales como liberar a los prisioneros políticos, respetar los derechos humanos y las protestas legales,
permitir la existencia de partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil independientes, abrir el paso a la
celebración de elecciones con la presencia de observadores internacionales, y emprender reformas económicas adicionales
orientadas al mercado. Aseguró que si el gobierno cubano adoptaba esas normas, él cooperaría con el Congreso para
«aliviar la prohibición del comercio y los viajes entre ambos países».21 En un párrafo que solo se incluyó en el discurso de
la Casa Blanca, afirmó: «Fidel Castro tiene la oportunidad de librarse de este aislamiento paralizante. Si acepta nuestro
ofrecimiento, puede ayudar a su pueblo y dar esperanzas a nuestras relaciones».22
El gobierno cubano desestimó el discurso. El presidente Bush había empleado un tono áspero. Los fondos propuestos
para la oposición interna indicaban que estaba tratando de cambiar el régimen existente en Cuba —posición no negociable
para los cubanos. No obstante, estos pasaron por alto tres elementos presentes en el discurso:

• Declaró a los líderes cubanoamericanos que ellos no serían los protagonistas del futuro de Cuba.
• Manifestó la voluntad de trabajar con un gobierno aun encabezado por el presidente Fidel Castro.
• Prometió, bajo determinadas condiciones, acelerar el levantamiento de las sanciones antes de lo previsto en
el cronograma detallado en la Helms-Burton.

Cuba pudo haber hecho caso omiso de los elementos ofensivos, al igual que hiciera en el otoño de 2001 sobre las
negociaciones agrícolas. Pudo haber aceptado el desafío lanzado por Bush, aprovechando las iniciativas empleadas a
principios de año, y pasado por alto la retórica estridente. En cambio, se desperdició la oportunidad.
Los cubanoamericanos comprendieron por qué el discurso de Bush era importante. Rápidamente se alzaron lamentos
estentóreos que pusieron fin a esa nueva política. No deseaban subordinarse a los procesos que tuvieran lugar en Cuba.
Sabían que la ley Helms-Burton excluye a Fidel y a Raúl Castro de un gobierno de transición, con arreglo a la Sección 205
a) 7), y limita la ayuda a Cuba a una asistencia muy modesta en materia de alimentos, medicina, energía y desmovilización
militar, según la Sección 202 b) 2) A). En lugar de ello, el presidente Bush propuso tratar con un gobierno dirigido por
Castro, como si este reuniera los requisitos previstos en la Helms-Burton, con la intención de acelerar el levantamiento de
las sanciones norteamericanas a Cuba.
Entre mediados de 2002 y marzo de 2003, la ventana estratégica bilateral se cerró con candado. La administración Bush
dejó bien claro, en junio de 2002, que no estaba interesada en el temario amplio para las negociaciones bilaterales sugerido
por Cuba.23 Cuando los Estados Unidos entraron en guerra con Iraq, en marzo de 2003, La Habana tomó medidas enérgicas
con la oposición interna y encarceló a decenas de sus líderes. La Unión Europea impuso un conjunto de sanciones modestas
al gobierno cubano a las que este último respondió iracundo.24
En octubre de 2003, el presidente Bush creó la Comisión para la asistencia a una Cuba libre. En mayo de 2004, esta
recomendó normas para impedir las relaciones directas entre ambas sociedades y el gobierno las puso en práctica. Se hizo
muy difícil para los ciudadanos norteamericanos viajar a Cuba. Los intercambios culturales y académicos eran casi
imposibles. A la mayoría de los especialistas cubanos se les negaba la visa de inmediato. Los programas universitarios de
estudio en el extranjero se interrumpieron casi por completo.25 Los cubanoamericanos solo podrían visitar a sus familiares
cada tres años. El gobierno de los Estados Unidos eliminó el adjetivo «pacífica» al referirse a la política estadounidense
encaminada a una «transición democrática» en Cuba. El informe abordaba el futuro de la Isla en términos duros, mezquinos
y poco informados.26 En julio de 2006, la Comisión, integrada por otros especialistas, presentó un segundo informe. En él
se recomendaban algunas sanciones adicionales, pero se incluían varias afirmaciones sensatas. Por ejemplo, «reafirma[ba] al
pueblo cubano que el gobierno norteamericano no apoyará ningún tipo de esfuerzos arbitrarios por desahuciarlos de sus
hogares».27
Desde mediados de 2002, ni Cuba ni los Estados Unidos adoptaron iniciativas positivas respecto del otro. De todos
modos, se mantuvo la cooperación bilateral indicada al inicio de este ensayo, aguardando el momento de convertirse en
piedra angular de un nuevo tipo de relación.

Raúl Castro y George W. Bush: reevaluación de las relaciones

En el período transcurrido desde que el 31 de julio de 2006 el presidente Fidel Castro transfiriera el poder al primer
vicepresidente Raúl Castro y a un grupo de altos funcionarios, el mundo evocó hipotéticos modelos de conflicto en las
futuras relaciones de los Estados Unidos y Cuba. La Isla movilizó a las fuerzas armadas y puso en estado de alerta a la
reserva. En Miami, algunos políticos cubanoamericanos llamaron a los cubanos a alzarse en armas. El gobierno
estadounidense desplegó lanchas rápidas del servicio de Guardacostas para impedir la emigración en masa a los Estados
Unidos. En realidad no pasó nada, pero esos hechos nos advierten que muchas cosas pueden salir mal.
La secretaria de Estado, Condolezza Rice, tomó cartas en el asunto el 6 de agosto al declarar:

Quiero dejar algo bien claro. La idea de que por alguna razón los Estados Unidos van a invadir Cuba porque hay
problemas allí es algo traído por los pelos y sencillamente no es cierto [...] No vamos a hacer nada que agudice un
sentido de crisis o un sentido de inestabilidad en Cuba.28

En su primera declaración pública al asumir la máxima dirección del país, publicada el 17 de agosto de 2006, Raúl
Castro aseguró a los cubanos que todo marchaba igual y propuso al gobierno de los Estados Unidos negociar para mejorar
las relaciones. Repitió las mismas ideas el 2 de diciembre, Día de las Fuerzas Armadas en Cuba, quincuagésimo aniversario
del desembarco del yate Granma. Para que no se le malinterpretara, el presidente en funciones apuntó que Cuba se opondría
a los esfuerzos de los Estados Unidos por imponerle sus preferencias.29
El secretario de Estado adjunto para asuntos del hemisferio occidental, Thomas Shannon, respondió esa misma semana
a la primera declaración del general Castro y, dos semanas después, a la segunda. Para ello desempolvó las palabras del
presidente Bush, del 20 de mayo de 2002, como fundamento de la política norteamericana hacia Cuba, haciendo caso omiso
de los dos informes de la Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre:

Somos de la opinión de que el futuro de Cuba ha de estar determinado por los cubanos, que en última instancia no es
posible imponer una solución política desde el exterior, ni desde los Estados Unidos ni desde ningún otro país.

Reiteró las aspiraciones manifestadas por Bush de que se produjera un cambio interno en Cuba; apuntó que esta no
aceptó, pero que «la oferta sigue sobre el tapete». Y añadió: «Lo que estamos viendo [en Cuba] es el traspaso de poderes a
instituciones y no a personas», lo que se ajusta a la manera en que los dirigentes cubanos explicaron oficialmente los
procesos que estaban teniendo lugar en el país.30 El 13 de diciembre, volvió a exponer que la política de los Estados Unidos
apoyaba la transición pacífica a la democracia en Cuba. Usando un lenguaje inusual en funcionarios estadounidenses,
observó que el presidente Fidel Castro gozaba de «una legitimidad revolucionaria que databa de finales de los años 50.
Tenía carisma, talento político».31

Raúl Castro y Barack Obama

Durante la campaña electoral para la presidencia de los Estados Unidos, Barack Obama habló poco de Cuba. Su país
estaba en guerra y la economía se hallaba en medio de una caída en picada. Cuba era menos importante. Sin embargo,
prometió tres cosas en relación con la política hacia la Isla. En primer lugar, facilitaría las relaciones entre
cubanoamericanos y cubanos, aboliendo las directrices establecidas por el gobierno de Bush que dificultaban sobremanera
los viajes a la Isla y el envío de remesas. En segundo, como norma de conducta de alcance mundial, conversaría con
cualquier gobierno para solucionar las dificultades, y no excluyó a Cuba de ese propósito. En tercer lugar, no cambiaría
mucho la política de los Estados Unidos hacia la Isla. Al finalizar el primer año en la presidencia ya había cumplido la
primera promesa, había dado algunos pasos respecto de la segunda y andado alrededor de la tercera.
El 13 de abril de 2009, se eliminaron las restricciones referidas a la regularidad y duración de las visitas de los
cubanoamericanos a sus parientes en Cuba, así como la periodicidad y el monto de las remesas enviadas a ellos. Asimismo,
fueron liberalizadas las normas sobre los enlaces de telecomunicaciones y el reglamento para el envío de paquetes de
regalo.32 Cuatro días después, durante la inauguración de la Cumbre de las Américas, el presidente Obama adoptó un nuevo
criterio:
Para avanzar no podemos seguir aprisionados en viejas discrepancias. Estoy muy agradecido de que el presidente
[Daniel] Ortega [de Nicaragua] no me haya culpado de cosas que ocurrieron cuando yo tenía tres meses de edad [...] No
he venido a debatir el pasado. He venido a ocuparme del futuro.

Respecto de Cuba, añadió:

Estoy dispuesto a que mi gobierno converse con el gobierno cubano sobre una serie de cosas —desde las drogas, la
migración y los problemas económicos, hasta los derechos humanos, la libertad de expresión y la reforma
democrática.33

El 22 de mayo, los Estados Unidos propusieron reanudar las conversaciones bilaterales en materia de migración,
suspendidas por Bush en 2003 y, el 30 de mayo, Cuba aceptó. Ambos gobiernos también convinieron en debatir la
reanudación de los servicios directos de correo. La Habana además propuso celebrar conversaciones bilaterales en materia
de tráfico de drogas y lucha contra el terrorismo, así como la preparación en caso de desastres y huracanes. Washington no
respondió. Las primeras conversaciones en materia de migración tuvieron lugar el 14 de julio de 2009 y las relativas a
servicios postales, el 17 de septiembre del propio año.34
En varias ocasiones el presidente Raúl Castro reiteró su disposición a negociar con los Estados Unidos. En vísperas de
la Cumbre de las Américas, de la que Cuba fue excluida, abrió nuevos horizontes al afirmar su voluntad de debatir
«cualquier tema», incluida la liberación de personas encarceladas en Cuba por realizar acciones contra el gobierno, siempre
que, al mismo tiempo, fueran liberados los cinco cubanos encarcelados por el gobierno norteamericano por cargos de
espionaje.35 La secretaria de Estado, Hillary Clinton, saludó el ofrecimiento del presidente Castro.36 Algunos días después,
el ex presidente Fidel Castro, en calidad de columnista («Reflexiones»), respaldó la iniciativa de Raúl y calificó la
disposición de debatir cualquier tema como un ejemplo de «valentía y confianza en los principios de la Revolución».
Comparó el ofrecimiento de amnistiar a quienes llamó «agentes de los Estados Unidos» (disidentes), encarcelados en marzo
de 2003, a la decisión que él tomara de devolver los invasores capturados luego del fracaso de Bahía de Cochinos, en
1961.37
No obstante, a finales de 2009, ambos gobiernos habían redescubierto la capacidad de frustrar las oportunidades de
solucionar los conflictos. En su discurso del 20 de diciembre ante la Asamblea Nacional, el presidente Raúl Castro recalcó
que los Estados Unidos mantenían vigentes todos los «instrumentos de su política de agresión contra Cuba [...] no ceja en
sus esfuerzos por destruir a la Revolución y provocar un cambio en nuestro régimen social y económico». Afirmó que
semanas atrás estos habían apoyado «la subversión» en Cuba. Asimismo, comunicó la detención de un contratista
estadounidense acusado de colaborar con los disidentes. También denunció una «campaña coordinada contra Cuba» para
dar la impresión de que había aumentado la represión. Reiteró el compromiso de resolver el diferendo con los Estados
Unidos, siempre listo a debatir «cualquier tema», pero no si ello entrañaba cambiar el régimen interno de Cuba. Insistió en
que estaba respondiendo directamente a los comentarios hechos con anterioridad por la secretaria Clinton.38
En consonancia con la tercera promesa de Barack Obama durante la campaña presidencial, las cosas no habían
cambiado mucho en la política norteamericana hacia Cuba. El gobierno seguía empeñado en cambiar el régimen interno de
Cuba. El 14 de diciembre de 2009, en un abarcador discurso acerca de la política estadounidense en materia de derechos
humanos, la secretaria Clinton afirmó que el gobierno de Cuba «podía, pero no quería, realizar los cambios que los
ciudadanos merecen». Se comprometió a «presionar enérgicamente a líderes», como los de Cuba, «para poner fin a la
represión, mientras apoyaba a aquellos que dentro de las sociedades están trabajando en aras del cambio».39 En el mes de
noviembre, el presidente Obama había enviado una declaración para que se publicara en el blog disidente de Yoani
Sánchez.40
Los elementos fundamentales de la política de sanciones económicas contra Cuba tampoco habían cambiado. La ley
Helms-Burton seguía siendo la regla, aunque el presidente, al igual que Bush y Clinton, había diferido la aplicación de las
sanciones previstas en el Título III.41 Cuba continuó en la lista de países que apoyan actos terroristas, y las nuevas medidas
estadounidenses contra el terrorismo anunciadas a principios de 2010 no establecieron diferencias entre la Isla y otros países
mucho más sospechosos.
No obstante, al iniciarse la segunda década del nuevo siglo se podía hacer otra lectura de las relaciones. La lista que
aparece al inicio de este ensayo seguía teniendo validez y ambos países estaban tomando medidas para fortalecer la
cooperación. En forma discreta y sistemática el gobierno de Obama había cambiado los criterios para otorgar visas a
académicos, artistas y actores cubanos.42 Y, en una decisión rebosante de simbolismo, en abril de 2009, fiscales federales
aumentaron las causas contra Luis Posada Carriles, detenido en los Estados Unidos. El gobierno cubano tomó nota de la
decisión.43
Por otra parte, las relaciones entre ambos países adquirieron mayor peso que al final del gobierno de Clinton. En 2001,
las exportaciones agrícolas de los Estados Unidos a Cuba se autorizaron por primera vez. En 2008, llegaron a un valor de
más de ochocientos millones de dólares, y este país se convirtió en el cuarto socio de importancia en este rubro. Si bien las
condiciones financieras más críticas de Cuba en 2009 dieron lugar a una disminución en las importaciones provenientes de
numerosos países, de todas formas compró a los Estados Unidos ochenta y cinco millones de dólares más que en 2007 o en
años anteriores.44 Ya para 2006, los Estados Unidos suministraban a Cuba 96% del arroz y 70% de la carne de ave.45
La cantidad de personas indocumentadas se mantuvo bastante estable en los años transcurridos desde que, en 1995, se
firmara el Acuerdo bilateral en materia de migración, si bien hubo un ligero incremento desde finales de los 90 hasta los
2000.46
En relación con los estupefacientes, ningún gobierno de los países cercanos al sur de los Estados Unidos recibe tantos
elogios del Departamento de Estado:

Cuba no es un consumidor ni un productor importante de drogas ilícitas [...] El gobierno de los Estados Unidos no tiene
pruebas directas de que en la actualidad haya corrupción relacionada con los estupefacientes entre altos funcionarios del
gobierno de Cuba.

La administración Obama tomó nota de algunas operaciones de prohibición de las drogas que fueron coordinadas por
las fuerzas de la seguridad cubana y el servicio de Guardacostas de los Estados Unidos.47 De hecho, La Habana también
divulgó la cooperación bilateral en materia de prohibición de las drogas.48
Barack Obama y Raúl Castro pudieron solucionar muchas de las diferencias menores, pero no había posibilidades de
que se produjera una confluencia de pareceres en lo relativo a las características del régimen interno en Cuba. Seguían en
libertad de utilizar un marco de cooperación, como hicieron durante la primera mitad de 2009, o un régimen de conflicto,
como ocurrió en la segunda mitad del año.

Posibles situaciones en las relaciones de Cuba y los Estados Unidos

Escenario 0: Las posibilidades de que el Escenario 0 se hiciera realidad fueron evidentes en las horas que siguieron al
traspaso de la autoridad ocurrido en Cuba, el 31 de julio de 2006 —movilizaciones militares en los Estados Unidos y Cuba,
así como el llamamiento a empuñar las armas hecho por fanáticos en la comunidad cubanoamericana en Miami.
Imaginemos una chispa accidental, y estalla la guerra.
Escenario 1. Clinton plus: Las relaciones regresan al nivel alcanzado al final de Clinton. Parte de ese escenario ya se ha
hecho realidad. Existe cierto grado de cooperación, tal como se indicó al inicio del ensayo. Ambos gobiernos han reanudado
las conversaciones en materia de migración e iniciaron las referidas a los servicios de correo directo. El gobierno
norteamericano ha empezado a conceder visas a artistas y académicos cubanos. Los posibles cambios en este escenario
incluyen el mejoramiento del intercambio de opiniones respecto de los límites de GTMO, así como la cooperación entre el
servicio de Guardacostas estadounidenses y el cuerpo de Guardafronteras. En algún momento, el gobierno de Obama
volvería a autorizar las «relaciones persona a persona» que permitían a los ciudadanos norteamericanos viajar a Cuba con
fines culturales (museos, monumentos, conciertos de música y exposiciones de arte, pero no turismo de playa), así como
intercambios culturales, deportivos y académicos de diferente duración.
El elemento «plus» de este escenario entraña que continuarían las ventas de productos agrícolas y que las medidas para
liberalizar las remesas y los viajes de los cubanoamericanos por parte del gobierno de Obama —que han ido más allá de las
normas aprobadas durante la presidencia de Clinton— se mantendrían vigentes.
Los sistemas político y económico internos de Cuba cambian poco. No habría una reconsideración estratégica de las
relaciones bilaterales. El gobierno de los Estados Unidos mantendría las sanciones a Cuba y esta opondría resistencia.
Escenario 2. Cooperación táctica bilateral: Ambos gobiernos dejan de impedirles a los diplomáticos del otro país
realizar las actividades normales en las respectivas capitales y comienzan a emplear una retórica libre de virulencia para
manifestar su desacuerdo. Realzan e institucionalizan la cooperación para impedir el tráfico de drogas. Elaboran un método
para colaborar en la lucha contra el terrorismo internacional. La Habana, con anterioridad, ha propuesto ese tipo de
colaboración, pero Washington considera que las iniciativas cubanas «no se han presentado conjuntamente con las medidas
directas o procesables que el gobierno de los Estados Unidos esperaría de la futura cooperación con Cuba»49 —dificultad
que puede solucionarse a través de negociaciones diplomáticas activas. Los Estados Unidos eliminan a Cuba de la lista de
países que patrocinan actividades terroristas. (En enero de 2010, como parte del recrudecimiento de las medidas
antiterroristas, el gobierno de Obama confirmó la inclusión de Cuba en esta lista).50 Ambos gobiernos amplían los
intercambios académicos y culturales y otorgan becas para apoyar a los ciudadanos del otro país a estudiar en sus
instituciones respectivas. Realizan intercambios en materia de ciencia y medio ambiente permitiendo, en primer lugar, a las
ONG tomar la iniciativa y, luego, abordando la cooperación a nivel intergubernamental. Comienzan a trabajar en temas de
interés común, como especies migratorias, seguimiento de huracanes, derrames en el Estrecho de la Florida e
investigaciones en materia de biodiversidad. Y ahí terminan las cosas.
El escenario 2 se diferencia del 1 porque en el segundo cada gobierno toma iniciativas discretas que la otra parte
reciproca.
Escenario 3. Obama toma la iniciativa: La administración Obama asume que, con arreglo a la ley Helms-Burton, el
presidente puede autorizar excepciones a casi todos los aspectos de la política de sanciones norteamericanas a Cuba, excepto
que los ciudadanos estadounidenses viajen libremente a la Isla.51 El gobierno de los Estados Unidos aceptaría la propuesta
hecha por el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez,52 y eliminaría unilateral e incondicionalmente
todas las restricciones que impiden la libre circulación de información entre los dos países, facilitando incluso el acceso de
Cuba a Internet y a la tecnología de la información. Permitiría el comercio y las donaciones de este tipo de artículos, así
como la comercialización de productos médicos. Con ello se haría posible la exportación de algunos artículos cubanos a los
Estados Unidos.
La motivación del gobierno norteamericano sería propiciar las condiciones necesarias para el cambio dentro de Cuba.
El gobierno cubano reaccionaría con confianza en sí mismo —sin ofenderse o experimentar temor— en espera de
beneficiarse del crecimiento económico. El tiempo diría quién tiene la razón.
Escenario 4. Raúl Castro toma la iniciativa: Cuba imita la exitosa estrategia económica seguida en China y Viet Nam,
y da paso a la reorientación al mercado. China la apoyaría. Canadá y la Unión Europea la alentarían. Una estrategia de esa
índole haría más fácil al gobierno de Obama cambiar sus políticas hacia Cuba, y hacerlo más rápidamente.
Escenario 5. Cambio de régimen: Supongamos que los ciudadanos de Cuba deciden que la competencia multipartidista
y la celebración de elecciones competitivas de diferentes partidos, la libre expresión de ideas diferentes y a menudo
contrarias, la presencia de organizaciones independientes de la sociedad civil en pos de sus propios objetivos, la
liberalización de las reglamentaciones en gran parte de la vida económica y social, la existencia de medios de difusión
independientes del Estado, el surgimiento de la economía de mercado y la disminución del derecho del Estado a conformar
gran parte de la vida cotidiana, constituyen un marco político adecuado para la Isla. Esto ampliaría las posibilidades de
establecer relaciones cualitativamente diferentes con los Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea, la mayoría de los
países de América Latina y Japón.

Advertencias, especulaciones y conclusiones

No solo a los fanáticos derechistas radicados en los Estados Unidos les interesa la transición a otro régimen político en
Cuba. Allí y en gran parte de América Latina existe amplio consenso acerca de la importancia de la política democrática
liberal, institucionalizada en la Carta para la democracia interamericana. La Unión Europea también es consciente de
constituir una unión de países democráticos. El debate en la sociedad estadounidense, así como entre su gobierno y los de
otros países, ha sido sobre la manera de promover en Cuba una política pública, multipartidista, abierta y competitiva, que
respete y apoye a una sociedad civil vital e independiente, y no acerca de esos objetivos. Por consiguiente, la calidad de las
futuras relaciones de Cuba con los gobiernos de países democráticos —y con cualquier gobierno estadounidense—
dependerá de las características del régimen político interno.
No solo a los líderes cubanos de la generación histórica les importa el legado socialista y los logros alcanzados por
Cuba. A muchísimos cubanos también les preocupa. De hecho, los elementos claves en cualquier versión futura de Cuba
son lo que muchos en Cuba llaman «logros de la Revolución». Las inversiones hechas en materia de salud y educación
preparan a los cubanos para competir en el mundo. Las privaciones económicas sufridas por el país desde 1990 también
disminuyeron los costos de producción según las normas imperantes en el resto del mundo. La combinación de capital
humano barato y de alta calidad con eficaces incentivos de mercado, similares a los establecidos en China y Viet Nam, debe
hacer de Cuba un competidor lleno de vitalidad en los mercados mundiales de servicios y productos de calidad, e
impulsarán rápidamente la economía hacia la prosperidad.
Hoy Cuba necesita que los Estados Unidos eliminen el régimen de sanciones. Mañana necesitará más. Está pronta a dar
muchas respuestas posibles a la eliminación de las sanciones estadounidenses. En relación con el comercio, no tiene
barreras proteccionistas arancelarias y no arancelarias que le impidan participar en los mercados internacionales. En cuanto
a la protección de la propiedad intelectual de patentes y marcas comerciales cubanas, obtendría pingües ganancias, sobre
todo en los mercados de los Estados Unidos por concepto de rones, música y productos de la biotecnología.
Las relaciones de los Estados Unidos con la Isla en materia de migración deben ser más sencillas que con México,
República Dominicana, o los países de la América Central, ya que, desde 1978, Cuba ha estado por debajo del nivel de
reemplazo demográfico. Es muy probable que la estructura de envejecimiento de la población cubana determine la
existencia de una discreta corriente migratoria a largo plazo.
La ventaja fundamental de Cuba es la creatividad de la población. El «capital humano» genera cultura como un valor
para el disfrute e ilustración de los ciudadanos, la reafirmación de su identidad y la exportación de una serie de servicios. La
dinámica presencia de Cuba en la economía mundial puede compararse a la de Taiwán —otro país pequeño y antiguo
productor de azúcar—, que estuvo gobernado durante mucho tiempo por un solo partido guiado por principios leninistas,
vivió decenas de años a la orilla de un gigantesco vecino septentrional que le era hostil, y se asoció a la diáspora taiwanesa
hasta llegar a convertirse en una de las fuentes motrices de la economía mundial.
En el futuro, el cuerpo diplomático de Cuba puede servir honrosamente al país, tal como ha hecho durante mucho
tiempo. Las Fuerzas Armadas pueden prestar servicios en las misiones de Naciones Unidas para el establecimiento y
mantenimiento de la paz, aprovechando los amplios conocimientos especializados que adquirieran en África y otras partes
del mundo. Los bienes públicos de Cuba —el capital humano integrado a mejores instituciones estatales— pueden
salvaguardar y realzar la soberanía de Cuba en el futuro, igual que en el pasado
Actualmente, los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos pueden comenzar a pensar de nuevo y en gran escala o, como
han hecho en repetidas ocasiones, desperdiciar otra nueva oportunidad para reconfigurar sus relaciones. Lo bueno de todo
esto es que los dos países han evitado la guerra. Lo malo es que ambos han perdido la paz. Los cubanos han padecido
lastimosamente por costos directos y de oportunidad. Pero no deben temer el futuro. En muchos sentidos, ya están listos
gracias a los esfuerzos realizados por numerosas personas durante mucho tiempo. El futuro puede ser mejor si los
ciudadanos y los funcionarios públicos de ambos países se arriesgan y sientan las bases para compartir el éxito.

Traducción: Esther C. Muñiz.

Notas

1. Jorge I. Domínguez, «The Obstacles and Prospects for Improved U.S.-Cuban Relations: A. U.S. Perspective», en
Jorge I. Domínguez y Rafael Hernández, eds., U.S.-Cuban Relations in the 1990s, cap. 1, Westview Press, Boulder,
1989.
2. Al igual que Jana K. Lipman (Guantánamo: A Working-Class History between Empire and Revolution, University of
California Press, Berkeley, 2009), llamaré Guantánamo a la ciudad cubana y GTMO a la base estadounidense
cercana a esa ciudad, tal como hacen muchas personas que trabajan allí.
3. Para una explicación general de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, véase Daniel P. Erikson, The Cuba
Wars: Fidel Castro, the United States, and the Next Revolution, Bloomsbury Press, Nueva York, 2008.
4. Gregory F. Treverton, «Cuba in U.S. Security Perspective», en Jorge I. Domínguez y Rafael Hernández, eds., ob. cit.
Para las políticas de Cuba, véase Carlos Alzugaray Treto, «Cuban Foreign Policy during the “Special Period”:
Interests, Aims, Outcomes», y Soraya Castro Marino, «Cuban-U.S. Relations: A View from Havana, 1989-2002»,
ambos en H. Michael Erisman y John M. Kirk, eds., Redefining Cuban Foreign Policy, University Press of Florida,
Gainesville, 2006.
5. Gregory Treverton, ob. cit.
6. Ibídem, ob. cit., p. 75.
7. Juan Valdés Paz, «Cuba´s Foreign Policy toward Latin America and the Caribbean in the 1980s», en Jorge I.
Domínguez y Rafael Hernández, eds., ob. cit., p. 198.
8. El gobierno de Bush también puso en práctica enojosas disposiciones tales como limitar a cien dólares diarios los
gastos que podían hacer en Cuba los viajeros norteamericanos autorizados a ir a la Isla, restringir los horarios de
partida y llegada de los vuelos fletados entre Miami y La Habana, reducir de quinientos a trescientos dólares la
cantidad de dinero que los cubanoamericanos podían enviar a sus parientes en Cuba cada tres meses, etc.
9. La CDA dio fuerza de ley a sanciones comerciales más severas para impedir que las filiales de empresas
norteamericanas en terceros países comerciaran con Cuba, lo que la imposibilitó de importar productos agrícolas de
aquellas, que equivalían a 18% de todo el comercio cubano en 1991 (Donna Rich Kaplowitz, Anatomy of a Failed
Embargo: U.S. Sanctions against Cuba, Lynne Rienner, Boulder, 1998, p. 152). La Ley permitió al gobierno afirmar
que la política de los Estados Unidos estaba encaminada a rendir por hambre a los cubanos.
10. Por ejemplo, a mediados de los 90, las remesas de los cubanoamericanos se habían convertido en el motor impulsor
de la recuperación económica de la Isla y, junto a las exportaciones de azúcar y el turismo, constituía una de las tres
principales fuentes de divisas del país.
11. Conozco personalmente muchos de estos intercambios. A los funcionarios de los Estados Unidos les desagradaba la
participación cubana en los Congresos internacionales de LASA. El intercambio de Diálogo Interamericano con la
Academia de Ciencias de Cuba fue un proyecto mío. Algunos funcionarios norteamericanos me apoyaron, mientras
que, a la larga, otros imposibilitaron la participación continuada de algunos científicos de los Estados Unidos tras la
promulgación de la ley Helms-Burton en 1996.
12. Véase Hal Klepak, Cuba’s Military 1990-2005, Palgrave, Nueva York, 2005, capítulo 5.
13. Estos párrafos se basan en Richard A. Nuccio, «Cuba: A U.S. Perspective», ponencia preparada para la Conferencia
de la Brookings Institution «Transatlantic Tensions: The Challenge of Difficult Countries», celebrada el 9 y 10 de
marzo de 1998, Washington, DC.
14. Departamento de Defensa de los Estados Unidos, DefenseLink News, 16 de mayo de 1996, 11 de diciembre de
1997, 15 de enero de 1998, 20 de enero de 1998 y 29 de julio de 1999, disponibles en www.defenselink.mil/news.
15. Entrevistas, Miami, 4 de febrero de 1998. Véase también Peter Kornbluh, «Cuba, Counternarcotics, and
Collaboration: A Security Issue in U.S.-Cuban Relations», Cuba Briefing Paper Series, n. 24, Universidad de
Georgetown, Washington, DC, 2000, p. 810.
16. Para el uso hecho por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba de esta medida anterior para explicar la
política cubana hacia los Estados Unidos, véase «Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores», Granma, La
Habana, 7 de enero de 2010.
17. Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, www.fas.usda.gov/itp/cuba/cuba-faq.html.
18. «Declaración del gobierno de Cuba a la opinión pública nacional e internacional», 11 de enero de 2002. Cortesía de
la Sección de Intereses de Cuba, Washington, DC.
19. Raúl Castro Ruz, «Comparecencia televisiva», Noticiero Dominical, La Habana, 20 de enero de 2002.
20. Colin Powell, 2002, disponible en www.state.gov/secretary/rm/2002/10113.htm.
21. La versión del discurso pronunciado en Miami es más corta: «aliviar las sanciones económicas».
22. Para el discurso del Salón oriental, véase www.whitehouse.gov/news/releases/2002/05/print/20020520-1.html; para
el de Miami, véase www.whitehouse.gov/news/releases/2002/05/print/20020520-6.html.
23. Véase www.cubaminrex.cu/politicaregional/amenorte3.htm.
24. Para las políticas de la Unión Europea, véase Joaquín Roy, «Cuba and the European Union: Chronicle of a Dead
Agreement Foretold», en H. Michael Erisman y John M. Kirk, ob. cit.
25. El programa de Harvard College para que sus estudiantes de pregrado estudien en la Universidad de La Habana ha
funcionado con arreglo a la legislación de ambos países y nunca ha sido interrumpido.
26. Véase Comisión para la asistencia a una Cuba libre, «Report to the President», Departamento de Estado de los
Estados Unidos, mayo de 2004, pp. 32 y 33, 171 y 172, 193, 223, 227 y 419.
27. Ibídem, julio de 2006, pp. 39-42, 48, 69, 70, 73, 84 y 86.
28. Condoleeza Rice, 6 de agosto de 2006, disponible en www.state.gov/secretary/rm/2006/70014.htm.
29. Raúl Castro, «Ningún enemigo podrá derrotarnos», Granma, La Habana, 18 de agosto de 2006; y «Discurso en el
Acto central por el 50 aniversario del desembarco del Granma», Granma, La Habana, 2 de diciembre de 2006.
30. Thomas Shannon, 2006, disponible en www.state.gov/p/wha/rls/rm/2006/71070.htm.
31. Thomas Shannon, 2006, disponible en www.state.gov/p/wha/rls/rm/2006/q4/77864.htm.
32. Véase www.whitehouse.gov/the_press_office/Fact-Sheet-Reaching-out-to-the-Cuban-people.
33. Barack Obama, 17 de abril de 2009, disponible en www.whitehouse.gov/the_press_office/Remarks-by-the-
President-at-the-Summit-of-the-Americas.
34. Granma, La Habana, 15 de julio y 18 de septiembre de 2009; Departamento de Estado de los Estados Unidos,
«Cuba-U.S. Postal Talks», 18 de septiembre de 2009, disponible en www.state.gov/r/pa/prs/ps/sept/129358.htm;
«Cuba Migration Talks», 14 de julio de 2009, disponible en www.state.gov/r/pa/prs/ps/2009/july/126041.htm.
35. Granma, La Habana, 17 de abril de 2009.
36. Véase www.america.gov/st/texttrans-English/2009/April.
37. Granma, La Habana, 22 de abril de 2009.
38. Granma, La Habana, 21 de diciembre de 2009.
39. Hillary R. Clinton, «Remarks on the Human Rights Agenda for the 21st. Century», disponible en
www.state.gov/secretary/rm/2009a/12/133544.htm
40. Véase www.desdecuba.com/generationy/?=1179.
41. Por ejemplo, en agosto de 2009 el gobierno impuso una multa al Australia & New Zealand Bank Group, por ayudar
a Cuba y a Sudán a financiar compras internacionales. Más adelante, obligó al Credit Suisse a pagar 536 millones de
dólares por tramitar pagos a Irán, Cuba y otros países bajo sanciones de los Estados Unidos (Granma, La Habana, 27
de agosto de 2009; véase además www.miamiherald.com/banking/story/1385652.html). En octubre de 2009, el
Departamento del Tesoro denegó la licencia solicitada por la Orquesta Filarmónica para que sus donantes asistieran a
los conciertos que esperaba realizar en La Habana; sin cuya presencia, la orquesta tuvo que cancelar las funciones.
Granma, La Habana, 2 de octubre de 2009.
42. El gobierno de Bush había interrumpido casi todas esas visitas, pero en 2009 los trámites para la obtención de visas
habían vuelto a la situación prevaleciente a principios del decenio. Además, la Oficina del Tesoro para el control de
recursos en el extranjero había otorgado numerosas licencias específicas para viajes a Cuba organizados por
entidades deportivas, culturales o académicas, lo que también se correspondía con las directrices de a principios de la
década.
43. Véase Granma, La Habana, 9 de abril de 2009. Cuba responsabiliza a Posada del estallido de un avión civil cubano
y de perpetrar otros actos de terrorismo.
44. Oficina Nacional de Estadísticas, Anuario estadístico de Cuba, 2008, Tabla 15.3, ONE, La Habana, 2009. Véase,
además, TradeStats Express, disponible en http://tse.export.gov.
45. Véase USDA Foreign Agricultural Service, disponible en www.fas.usda.gov/itp/cuba/cuba-faq.html y TradeStats
Express, ed. cit.
46. Departamento de Seguridad Interna de los Estados Unidos, Guardacostas de los Estados Unidos, «Alien Migrant
Interdiction», disponible en www.uscg.mil/hq/cg5/cg531/AMIO/FlowStats/FY.asp.
47. Departamento de Estado de los Estados Unidos, Oficina de asuntos internacionales para los estupefacientes y
aplicación de la ley, 2009 International Narcotics Control Strategy Report, v. 1: «Drug and Chemical Control.
Cuba», 27 de febrero de 2009, disponible en www.state.gov/pinl/rls/nrcrpt/2009/vol1/116521.htm
48. Granma, La Habana, 12 de febrero de 2009.
49. Departamento de Estado de los Estados Unidos, 2009 International Narcotics..., ob. cit.
50. Conferencia de prensa diaria del secretario adjunto del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Philip
Crowley, 5 de enero de 2010, disponible en www.state.gov/r/pa/prs/dpb/2010/01/134720.htm.
51. Véase Vicki Huddleston y Carlos Pascual, Learning to Salsa: New Steps in U.S.-Cuban Relations, cap. 2,
Brookings Institution Press, Washington, DC, 2010.
52. Véase Bruno Rodríguez, «Discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas», Granma, La Habana, 29 de
octubre de 2009.

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