Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Gestoras de esperanza
Margarita Daza
Investigadora asociada
Carlos Chica
Coordinador de comunicaciones
Diana Galvis
Asistente administrativa
y financiera
Alejandra Ospina
Asistente de operaciones
Informe Nacional de Comité de Cooperantes
Desarrollo Humano - indh 2011
Comité Consultivo Agencia Catalana para la Cooperación al
Desarrollo - accd
Diego Molano
Director – Acción Social Agencia Española de Cooperación Internacional para
el Desarrollo - Aecid
Edilia Mendoza
Asociación Nacional de Usuarios Campesinos – Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo
Unidad y Reconstrucción – anuc-ur Internacional - Usaid
Cuaderno Mujeres rurales. Este Cuaderno se hizo a partir del documento de inves-
Gestoras de esperanza tigación “Mujeres, sector rural y tierras en Colombia”
Unión Gráfica
Impresión
Este documento se hizo gracias a la iniciativa y apoyo del pnud y onu Mujeres, agencias de Naciones Unidas.
Las opiniones expresadas en este Cuaderno son de exclusiva responsabilidad del equipo coordinador del indh
2011 y no comprometen al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud) ni a Onu Mujeres, Entidad
de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres, como tampoco a las
demás entidades que auspiciaron su elaboración.
Contenido
Presentación
Una agenda por la equidad de las mujeres rurales. Bruno Moro 11
Las mujeres rurales y el desarrollo humano. Absalón Machado 13
Introducción
¿Cómo salir de la discriminación y la exclusión? 15
Capítulo 1
La Problemática
La triple discriminación de las mujeres rurales 23
Capítulo 2
La Respuesta del Estado
Las políticas públicas: marginales y asistencialistas 61
Capítulo 3
La Respuesta de las Mujeres Rurales
Actoras políticas: un movimiento que se enfrenta a la discriminación 79
Capítulo 4
Las Salidas
Propuestas y recomendaciones: ¿qué hacer ante la discriminación? 91
1. Enfoques transversales 96
1.1 Enfoque de género 96
1.2 Enfoque de reconocimiento 97
1.3 Enfoque de derechos 98
2. Ámbitos de acción 99
2.1 Fortalecimiento institucional 99
2.2 Acceso a factores productivos complementarios 104
2.3 Acceso a servicios y derechos sociales 108
2.4 Violencia, desplazamiento forzado y restitución 110
Anexo 113
Anexo 1. Principales instrumentos legales nacionales 115
e internacionales mencionados en el cuaderno
Bibliografía 119
Glosario de siglas 125
Índice de tablas,
cuadros, gráficos y recuadros
Cuadros
Cuadro 1.1 Algunos indicadores sociales y económicos por grupos 29
poblacionales y zonas
Cuadro 1.2 Indicadores del mercado laboral por sexo y zona 32
Cuadro 1.3 Tipo de empleo y remuneración de las mujeres en la zona 36
rural. Colombia 2010
Cuadro 1.4 Participación en las decisiones de gasto y contribución a 37
su financiamiento para el caso de las mujeres urbanas y rurales. 2010
Cuadro 1.5 Variación anual promedio de algunos indicadores del 38
mercado laboral en diferentes grupos poblacionales de acuerdo con
sexo y zona. 2006-2010
Cuadro 1.6 Participación del total de empleo rural por sexo y rama 39
de actividad. Colombia vs. América Latina. 1999
Cuadro 1.7 Evolución de la participación en el empleo agrícola por 40
sexo. 2006-2010. Trimestre móvil. Agosto-octubre de 2010
Cuadro 1.8 Tenencia y género 47
Gráficos
Gráfico 1.1 Máximo nivel educativo alcanzado por hombres y 35
mujeres en la zona rural
Recuadros
Recuadro 1.1 “¡En el campo luchamos por la vida!” 27
Recuadro 1.2 “En el campo las mujeres nos le medimos a todo” 27
Recuadro 1.3 Luz Perly: la niñez de una mujer campesina 30
Recuadro 1.4 Las mujeres del valle encantado 45
Recuadro 1.5 Trabas en la relación con la tierra 48
Recuadro 1.6 Pese al desplazamiento se conserva la cultura 57
Recuadro 2.1 Riesgos y vulnerabilidades de las mujeres desplazadas 76
Recuadro 3.1 “Desde hace trece años nos hemos organizado y 82
trabajamos juntas”
Recuadro 3.2 Empresa autónoma por la soberanía alimentaria 87
Recuadro 3.3 Mensajes de mujeres para mujeres 90
Presentación
Una agenda por la
equidad de las mujeres rurales
En esta oportunidad, ella dijo que en algunas partes del mundo las mujeres repre-
sentan el 70% de la mano de obra agrícola y constituyen el 43% de los trabajadores
de ese sector en todo el mundo. Pero a pesar de su productividad y de la pesada
carga de trabajo que asumen, las mujeres rurales siguen siendo víctimas de discri-
minación, lo que no solo es una falta de justicia sino que entorpece el avance en
áreas fundamentales del desarrollo. Si las agricultoras tuviesen un acceso equitati-
vo a recursos y oportunidades, con seguridad serían las principales impulsoras de
los esfuerzos para poner fin al hambre, para incrementar la seguridad alimentaria y
mejorar la salud y la educación.
Desde el Informe Mundial de Desarrollo Humano del año 1995, Naciones Unidas
ha reiterado el mensaje de que el avance del desarrollo humano es imposible sin
avanzar hacia la igualdad en las condiciones de vida de hombres y mujeres.
necesarias para remover los obstáculos de toda índole que impiden la apli-
cación de ese principio general.
Aquí se invita a las instituciones del Estado a adoptar tres enfoques: el de género,
el de reconocimiento del aporte de las mujeres rurales como actoras políticas y
de desarrollo, y el de derechos, en el diseño y ejecución de las políticas públicas
del sector rural, en aras de remover los factores estructurales que impiden alcanzar
condiciones mínimas de equidad entre hombres y mujeres en la sociedad rural.
También se analiza el aporte que las organizaciones de mujeres han hecho al proce-
so de reconocimiento de sus derechos y la construcción de ciudadanía.
Esperamos que este Cuaderno, hecho a partir de las opiniones y los saberes de mu-
jeres líderes a lo largo y ancho del país, y de lo mejor del conocimiento académico
sobre el tema, contribuya a la tarea de sentar las bases hacia la equidad de géneros
y hacia el impulso que requiere el desarrollo humano de las colombianas.
Bruno Moro
12 Representante Residente del PNUD en Colombia
Presentación
Las mujeres rurales
y el desarrollo humano
Las mujeres rurales representan la mitad de los pobladores del sector rural, y en
esa proporción participan en el desplazamiento forzado, registran serias dificulta-
des para acceder a la tierra y recursos financieros, y sus ingresos y posibilidades
de obtener un empleo digno están por debajo de lo que se ofrece y obtienen los
hombres. Son un núcleo social significativo que exige políticas diferenciadas para
enfrentar la triple discriminación de que son objeto.
Las mujeres que habitan en el sector rural sufren una triple discriminación: por ser
mujeres en una sociedad marcada por el machismo y relaciones patriarcales, por
vivir en el campo en condiciones peores en relación con los habitantes urbanos, y
porque el conflicto se ensaña de manera aguda con ellas por su condición de ma-
dres, jefes de hogar, desventajas para ubicarse dignamente en la sociedad.
Ese Informe de las Naciones Unidas para el Desarrollo del PNUD 2011, aborda el
tema central de la problemática rural y su relación con el desarrollo humano, dando
gran énfasis a la situación de los pobladores rurales.
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
Son muchos los aspectos de la realidad que necesitan modificarse para acabar con
las discriminaciones odiosas que se han construido, social, política y culturalmen-
te contra las mujeres en nuestra sociedad, y en particular en el campo. Para ello se
requiere entre otros, avanzar en la organización y empoderamiento de las mujeres,
profundizar en su visión sobre el desarrollo y la realización de alianzas con otros
sectores de la sociedad.
Además se necesita de un Estado que tenga una visión del desarrollo no discri-
minatoria ni excluyente, que se transmita en toda la cadena de actuaciones de los
funcionarios públicos y las entidades oficiales. Pero además, un sector privado que
tenga una compresión adecuada de la situación de las mujeres y del avance que se
lograría si se superan las discriminaciones.
Esperamos que este Cuaderno sea de utilidad para reforzar las discusiones, la
comprensión y el debate sobre alternativas posibles y viables para avanzar en el
reconocimiento de las mujeres rurales y el cambio de su situación en la sociedad
colombiana bajo las pautas del desarrollo humano.
Absalón Machado
Director académico
Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011
14
Introducción
¿Cómo salir de
la discriminación
y de la exclusión?
La primera discriminación es por ser pobladoras del mundo rural, situación compartida
también por los hombres campesinos, que se traduce en profundas desigualdades en
el acceso a bienes y servicios básicos frente al de los habitantes del mundo urbano, así
como en el acceso a los derechos sociales fundamentales, como salud y educación.
Incluso podría hablarse de una cuarta fuente de discriminación, dada por el hecho
de que algunas mujeres son afrocolombianas o pertenecen a pueblos indígenas.
Las características étnicas y raciales constituyen un factor determinante de sus
condiciones de vida, oportunidades e inserción al universo configurado por los
aspectos políticos, económicos, sociales y culturales.
Este texto se basa entonces en cuatro ideas esenciales. Primero, una tesis interpre-
tativa, que es el reconocimiento de la triple desventaja y triple discriminación de
las mujeres en el sector rural. Segundo, una tesis metodológica, que consiste en el
enfoque de género. Tercero, la necesidad de continuar el proceso de recuperación
de su papel en el campo como actoras destacadas de las luchas sociales y políticas
en el sector rural. Y, finalmente, una perspectiva de políticas públicas, pues el pro-
pósito final del documento es intentar formular recomendaciones democratizadoras
en este sentido. Vale la pena ampliar un poco esas cuatro ideas, que explican a su
16 vez la estructura y orden del documento.
MUJERES RURALES
I NTROD U C C I Ó N
En primer lugar, la tesis interpretativa consiste en reconocer que las mujeres rurales
se ven enfrentadas a una triple discriminación que se explica, en buena medida, en
virtud de las relaciones desiguales de poder que se establecen entre los géneros.
Como ya se señaló, y además será desarrollado en el capítulo 1, las mujeres rurales
sufren diversas formas de discriminación por el hecho de vivir en el campo, de ser
mujeres y de ser víctimas de la violencia.
Uno de los puntos de partida del Cuaderno es, entonces, que la perspectiva de
género es una herramienta esencial para comprender las particularidades de las
relaciones de las mujeres con el sector rural en general, y con la tierra en particular.
Esto implica un reconocimiento de la centralidad del género en el análisis de la
interacción de ellas con su entorno.
El género es una categoría analítica que permite entender que las diferencias entre
hombres y mujeres no son naturales, sino construidas social y culturalmente. Esa
construcción le atribuye funciones y condiciones a ellas, diferentes a las de ellos, y
afecta sus relaciones y dinámicas familiares, sociales y económicas.
Utilizar esta categoría devela entonces que a las personas se les asignan papeles,
funciones y espacios de acuerdo con su género, y que en consecuencia se esta-
blecen relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres, en las que ellas
tienen una posición subordinada. La perspectiva de género es entonces un enfoque
teórico y metodológico que permite hacer explícitas las relaciones desiguales de
poder que se establecen en la sociedad entre hombres y mujeres, y en esa medida,
resulta útil para comprender la situación de las mujeres rurales.
Los avances e intentos que se han hecho para superar la precaria situación de
las mujeres rurales no han logrado una auténtica transformación de las relaciones
desiguales de poder que se dan en el campo en razón al género. La normatividad
colombiana ha incorporado, en los últimos años, elementos importantes para al-
canzar la equidad de género, mediante un reconocimiento progresivo de la función
de la mujer en la economía rural; pero persisten grandes inconsistencias, por ejem-
plo, en cuanto a la asignación de recursos, la inclusión en los programas, la poca
consideración de los diferentes papeles que cumplen las mujeres y las dificultades
que enfrentan para acceder y pagar créditos y subsidios.
El capítulo 2 de este documento describe y evalúa entonces los avances pero también las
limitaciones de las respuestas estatales a la triple discriminación que ellas padecen. 19
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
A pesar de ser victimizadas, trabajan por la modificación de las estructuras que las
discriminan. No se han limitado por el hecho de padecer una ciudadanía restringida
sino que se han movilizado y luchado por alcanzar la igualdad. Ha sido pues un
ejercicio por alcanzar la plena ciudadanía.
Ese documento tuvo en cuenta también otras investigaciones, otras fuentes se-
cundarias de investigación y talleres que DeJusticia y ONU Mujeres han realizado
en diferentes oportunidades con mujeres rurales y víctimas del desplazamiento
forzado asociado con el conflicto armado, que permiten reconstruir sus visiones
sobre la reparación frente a este crimen, así como la investigación previa para esa
consultoría, realizada por Fabiola Campillo en 2010.
El aporte de este documento se orienta hacia las salidas para la superación de las
formas de vulnerabilidad, invisibilidad, exclusión y discriminación de las habitantes
del campo colombiano, que luchan por superar estas situaciones y se convierten en
gestoras de esperanza para otras mujeres del campo y la ciudad, para los hombres,
sus familias, comunidades y en general para el país.
22
Fotografías. Cortesía Ana Lucía Ducuara. De misión en Mapiripán.
Capítulo 1
La problemática
La triple discriminación
de las mujeres rurales
Fotografía. Cortesía Simone Bruno. San José. Marzo 2008.
Capítulo 1
La p r o b l e m á t i c a
La triple
discriminación de
las mujeres rurales
U
na vez expuestas de manera general en la introducción las diferen-
cias de situación entre mujeres y hombres en el mundo rural y la
relevancia de una perspectiva de género para comprenderlas, en este acápite se
presenta una somera radiografía sobre la situación de las campesinas colombia-
nas, para poner en evidencia la triple discriminación que sufren: por ser mujeres,
por ser rurales y muchas de ellas por ser víctimas del conflicto armado.
Según los datos del censo de 2005, los 10,5 millones de habitantes de las zonas
rurales en Colombia representan el 25% de la población del país, del cual el 52,5%
son hombres y el 47,5% mujeres (DANE, 2005).
Esto quiere decir que, en muchos de los casos y a diferencia de lo que ocurre con
los jefes hombres, a ellas les toca asumir la carga productiva y reproductiva de
hogares en los que el número de personas dependientes de la cabeza de familia
es mayor.
Las mujeres rurales en edad de trabajar, tanto las que participan en el mercado
laboral como las que no, realizan diversas contribuciones a la actividad económica.
Pese a ello, las condiciones y oportunidades que tienen son significativamente
inferiores a las de las mujeres urbanas y a las de los hombres rurales. El conflicto
armado además ha implicado un impacto desproporcionado sobre aquellas que
habitan o habitaron en el campo (Meertens, 2009).
Esta situación injusta amerita el deber ético y jurídico de que el Estado y la sociedad
emprendan acciones urgentes para corregirla, teniendo en cuenta que las mujeres
representan casi la mitad de los habitantes del mundo rural (con una tendencia a
aumentar su representatividad) y que su aporte a la economía y al desarrollo de las
26 comunidades campesinas es fundamental, aunque todavía no ha sido reconocido.
MUJERES RURALES
la problemática
Acá en esta vereda, yo he vivido 35 años. Mi esposo trabaja con el café, con la
yuca, el fríjol, el maíz y siembra plátano. Y él ha sido muy luchador por el hogar,
por levantar nuestros hijos. El estudio mío fue muy poco, pero a pesar de eso […]
yo tengo mi inteligencia. No me he dejado, pues como por falta del estudio no he
dejado de tener mi trabajo. A mí desde chiquita me enseñaron a que tenía que ir a
ayudarle a mi papá a arrancar papa y a apilar carbón. Nosotras somos trabajadas,
desde chiquitas, desde que nacimos nos enseñaron las labores del campo. Y los
papás eran luchando en el campo, y así nos fuimos enseñando: a luchar en el cam-
po, a luchar por la vida.
Cuando me hablan del paraíso, me imagino mi campo su merced: limpio, puro, fres-
co. No me imagino otro lugar como este. Mi mamá me decía que las mujeres solo
servíamos para criar y cocinar, pero eso ha ido cambiando. Ya empezaron a valorar
nuestro trabajo, y ahora sí podemos tener nuestra propia tierra. Y aunque no lo crea,
las mujeres del campo nos le medimos a todo. A cuidar los animales, a ver por la
familia, a trabajar la tierra, a velar por la educación y la salud.
27
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
La deuda rural se desprende del hecho de que los habitantes rurales son discrimi-
nados en relación con los del mundo urbano, y la deuda de género se debe a que
entre ellos, las mujeres sufren condiciones más difíciles que las de los hombres.
Esta deuda es compartida por mujeres y hombres, y se deriva del hecho de perte-
necer al sector rural pues, en efecto, las condiciones de vida, el acceso a bienes
básicos, el tipo de inserción laboral y la vigencia de los derechos son muy preca-
rios en las zonas campesinas. El desarrollo ha tenido impactos desiguales e injustos
sobre los habitantes del mundo rural en relación con los ciudadanos de las urbes.
De acuerdo con el DANE, a julio de 2010, mientras que en las cabeceras municipa-
les el porcentaje de hogares con al menos una necesidad básica insatisfecha (NBI)
era de 19,6%, en la zona rural ascendía a 53,51%. Mientras que en las ciudades
solo el 0,2% de los hogares no disponía de ningún servicio básico, en el mundo
rural este porcentaje ascendía a 7,7% en 2008.
Las posiciones ocupacionales en las que se concentra la mayor parte del empleo
formal (empleado particular, empleado del gobierno y profesional independiente),
representan un porcentaje menor de la ocupación total en lo rural que en lo urbano,
y las remuneraciones y el nivel de ingresos son más inestables. A esto se suman
28 diferencias abismales entre los niveles educativos de unos y otros, pues en 2008
MUJERES RURALES
la problemática
Cuadro 1.1
Algunos indicadores sociales y económicos por grupos poblacionales y zonas
Urbana (%) Rural (%)
Fuente: (a) Mesep, 2009; (b) ECV, 2008; (c) Rodríguez et ál., 2007; (d) GEIH - Trimestre móvil dic 2010 feb 2011.
Esa vivencia fue muy bonita porque aprendí a pescar, a cazar, a sembrar; conocí
el profundo amor por la naturaleza, por las plantas, cómo se consienten, cómo se
siembran, cómo se abonan, cómo se recogen los frutos para no maltratar al arbolito
[…]. Esas cosas él las aprendió de sus abuelos, de sus papás, que también fueron
campesinos, pero en otra región, en el Huila.
Mi papá fue fundador de esa finca. Cuando llegó eran terrenos baldíos. Llegó, tum-
bó monte, hizo la casa y empezó a sembrar. Solo hizo primer año de primaria,
escasamente sabía leer y escribir y no muy bien, y así y todo empezó a convertirse
en líder del sector.
30
MUJERES RURALES
la problemática
Además de ser habitantes del campo, las campesinas colombianas se ven expues-
tas a un factor de vulnerabilidad adicional derivado del hecho de ser mujeres en un
contexto donde predominan una mentalidad y unos arreglos de género patriarcales,
que conducen al establecimiento de mecanismos de exclusión y discriminación
(Ruiz Mesa, 2006: 3). Estos mecanismos determinan una distribución desigual de
los recursos escasos y de las oportunidades en los ámbitos familiares y comuni-
tarios, lo cual lleva a la reproducción de los papeles tradicionalmente asignados a
ellas y a una lógica que retroalimenta la discriminación. Esto hace que estén más
expuestas a situaciones de violencia social e intrafamiliar y que su participación
política y sus posibilidades de organización sean menores.
Así, las funciones de género determinan que ellas deben asumir, en muchas oca-
siones, tanto las tareas de reproducción y cuidado de los miembros del hogar,
como las responsabilidades productivas de la unidad agropecuaria familiar, e in-
cluso actividades comunitarias, sin que esto tenga repercusiones en términos de
reconocimiento, ingresos y capacidad para participar en la toma de decisiones
relevantes. Por esta razón, algunos autores se refieren a la triple jornada que deben
soportar las mujeres rurales (Suárez, 2005: 87).
Las mujeres rurales viven condiciones sociales difíciles y situaciones críticas, como lo
demuestran algunos indicadores: altos niveles de pobreza e indigencia, escaso acceso
a servicios básicos, poca inserción en el mercado laboral y condiciones de salud y edu-
cación más desfavorables con respecto a los habitantes de las ciudades (cuadro 1.2). 31
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
Cuadro 1.2
Indicadores del mercado laboral por sexo y zona
Mujeres Mujeres Hombres Hombres
rurales (%) urbanas (%) urbanos (%) rurales (%)
Tasa de participación
35,40 55,70 73,90 75,80
Trimestre 12/2010 - 2/2011
Tasa de ocupación
28,40 46,40 66,00 72,40
Trimestre 12/2010 - 2/2011
Tasa de desempleo
18,70 16,80 10,70 4,50
Trimestre 12/2010 - 2/2011
Fuente: GEIH. Anexos del periodo diciembre de 2010 a febrero de 2011; DANE. Censo general, 2005; DANE. Encuesta de
Calidad de Vida, 2008.
Un análisis del mercado laboral rural con perspectiva de género permite entender
las dificultades que las mujeres atraviesan para lograr mejoras sustanciales en sus
ingresos y sus condiciones de vida, y con ello también en el bienestar de los
miembros del hogar.
La tasa de desempleo promedio de las jefas de hogar rurales en 2010 fue de 9,6%,
un nivel explosivo teniendo en cuenta que la subsistencia de todos los miembros
del hogar depende principalmente de sus ingresos (DANE, GEIH, 2010. El panora-
ma del mercado laboral de jefas de hogar hace prácticamente imposible superar la
profunda brecha de pobreza de los hogares rurales con jefatura femenina, lo cual
los pone en una situación de vulnerabilidad extrema sin perspectivas de mejorar y los
condiciona a una fuerte dependencia de programas de asistencia social.
Las tasas de desempleo son muy elevadas y superiores incluso en cerca de tres pun-
tos porcentuales a las del promedio de las cabeceras municipales, indicadores que
se acentúan aún más con las diferencias en las tasas de ocupación por género
que también son enormes. De cada 100 mujeres en edad de trabajar, solo 28 de
ellas lo hacen (cuadro 1.2).
Su papel como encargada exclusiva del trabajo reproductivo tiene una mayor inci-
dencia en la zona rural que en la urbana, pues mientras que en el censo de 2005, el
49% de las mujeres rurales manifestaron haberse dedicado a los oficios del hogar,
en las urbes lo hizo el 30,1%. 33
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
Estos indicadores resultan aún más dramáticos si se tiene en cuenta que el trabajo
femenino es subestimado social y económicamente. El cuidado de los hijos, los
oficios domésticos y la participación cotidiana en las actividades del hogar, en-
tendido como unidad productiva rural, no se reconocen como trabajo productivo.
Esto ha llevado entonces a la invisibilidad de su contribución en las actividades
productivas.
Los datos sobre ocupación femenina en zonas rurales evidencian que las mujeres
campesinas encuentran mayores dificultades que los hombres rurales y las mujeres
urbanas para ingresar al mercado laboral. Dichas dificultades están fuertemente
relacionadas con efectos negativos para las mujeres, como elevados niveles de
pobreza y dificultades para lograr autonomía, pues la obtención de un trabajo en
condiciones dignas constituye la forma más eficaz para el goce efectivo de los
derechos sin necesidad de depender de transferencias de ingresos por parte del
Estado o de políticas asistencialistas.
El tratamiento diferencial que brinda el mercado laboral rural a las mujeres es dis-
criminatorio, pues no se basa en diferencias objetivas en sus aptitudes para el
trabajo frente a los hombres, sino en estereotipos de género. Esto se comprueba si
se analizan las diferencias entre el nivel de educación de unos y otros en el sector
rural. Como lo muestra el gráfico 1.1, la representación relativa de los hombres es
mayor en los niveles educativos inferiores, mientras que la de las mujeres es mayor
en los niveles más altos.
A pesar de que en el sector rural las mujeres alcanzan mejores niveles educativos
que los hombres, sus índices de desempleo, sin importar características como el
tipo de parentesco con el jefe o el nivel de pobreza, son casi sin excepción, mayores
que los de ellos. Las tasas de desempleo que enfrentan las primeras son mayores a
las que tienen que afrontar los segundos, con relativa independencia de los niveles
34 de calificación y otras variables socioeconómicas.
MUJERES RURALES
la problemática
Gráfico 1.1
Máximo nivel educativo alcanzado por hombres y mujeres en la zona rural
Doctorado 0
0
Maestría 0,10
0
Especialización 0,10
0,10
Profesional 0,90
0,80
Tecnológica 0,30
0,20
Técnico profesional 0,50
0,30
Media completa
Media incompleta 1,70
1,30
Secundaria completa 2,90
2,40
11,10
Secundaria incompleta 9,90
15,70
Primaria completa 16,10
Primaria incompleta 34,70
36,30
Prescolar 3,70
3,60
Ninguno 19,20
20
3
Sin información 3,60
Mujeres (%)
Hombres (%) % 0 5 10 15 20 25 30 35 40
Los mayores niveles educativos que alcanzan tampoco parecen tener ningún efecto
en reversar la tendencia al incremento de las brechas de ingreso por género en el
sector rural. Los aspectos enunciados podrían evidenciar una desventaja de las
mujeres para acceder a factores productivos y un sesgo de género de la política
agropecuaria, que lleva a que ellas deban aceptar condiciones laborales más pre-
carias por cuanto les resulta más difícil sobrevivir cultivando la propia parcela (en
los casos en que la tienen), o emprender labores para la subsistencia sin necesidad
de participar en el mercado laboral. De igual modo, otro factor que explica las
brechas de ingreso no tiendan a cerrarse es el poco reconocimiento de otro tipo de
actividades que las mujeres rurales ejecutan como agricultoras, pero también como
empresarias y trabajadoras asalariadas o en la economía informal.
Por otra parte, la división sexual del trabajo lleva a las mujeres a desempeñar tareas
en las que se considera que no se requiere la misma capacidad técnica o el nivel de
esfuerzo que se invierte en los trabajos que realizan los hombres (Lastarria, 2008; 35
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
Deere, 2005). Además de esta división sexual del trabajo por actividades, también
existiría un sesgo de género en las formas de contratación. Así, mientras que a los
hombres se los engancha para labores permanentes en las que los contratos son
más estables y con mayores garantías, a las mujeres se las contrataría para labores
ocasionales y evadiendo la legislación laboral (Osorio y Villegas, 2010).
De acuerdo con el cuadro 1.3, las actividades no agrícolas son aquellas en las que
las mujeres tienen mayores posibilidades de percibir ingresos monetarios. De he-
cho, el tipo de remuneraciones de las actividades no agrícolas de las campesinas
se asemeja al del mundo urbano, contrario a lo que sucede con las actividades
agrícolas en las que el trabajo no remunerado es significativo.
Cuadro 1.3
Tipos de empleo y remuneración de las mujeres en la zona rural
Colombia 2010
Agricultura (%) No agricultura (%) Total (%)
al hogar que las mujeres urbanas, pero no tienen la misma autonomía para decidir
en qué y cómo gastar esos recursos (cuadro 1.4).
Cuadro 1.4
Participación en las decisiones de gasto y contribución a su financiamiento
para el caso de las mujeres urbanas y rurales. 2010
Pese a este panorama, las mujeres rurales tienen protagonismo en los espacios de
decisiones comunitarias, han logrado reivindicaciones importantes en el acceso
a la propiedad de bienes como el ganado y la tierra, y han fortalecido sus capa-
cidades para agenciar su vida y la de la comunidad en la que habitan a través de
la producción, la construcción de lazos comunitarios, el desarrollo de prácticas
culturales y el trasegar diario por su territorio. 37
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
Pese a este panorama, las mujeres rurales tienen protagonismo en los espacios de
decisiones comunitarias, han logrado reivindicaciones importantes en el acceso
a la propiedad de bienes como el ganado y la tierra, y han fortalecido sus capa-
cidades para agenciar su vida y la de la comunidad en la que habitan a través de
la producción, la construcción de lazos comunitarios, el desarrollo de prácticas
culturales y el trasegar diario por su territorio.
Esto ocurre, por ejemplo, con el trabajo incorporado en huertas caseras, parcelas
secundarias y en muchas actividades de procesamiento que, por su naturaleza,
especialmente en las unidades rurales pequeñas, se desenvuelven muy cerca de
las actividades denominadas domésticas.
Cuadro 1.5
Variación anual promedio de algunos indicadores del mercado laboral en
diferentes grupos poblacionales de acuerdo con sexo y zona. 2006-2010
Mujeres rurales (%) Mujeres urbanas (%) Hombres rurales (%)
Población en
0,18 0,6 2,3 1,9 0,4 0,7
edad de trabajar
Población económi-
0,1 8,2 1,8 5,1 -0,6 2,2
camente activa
Ocupados 0,14 8,7 2,9 5,8 -0,8 2,9
Fuente: ECH. Trimestre móvil junio-agosto, 2001-2006; GEIH. Trimestre móvil agosto-octubre, 2006-2010.
Entre los factores que han facilitado el aumento de la participación femenina duran-
te estas décadas se han identificado los siguientes: menores tasas de fecundidad
en el sector rural, mayores niveles educativos que han alcanzado las mujeres en el
campo, la incorporación de mujeres a algunas labores específicas en la agroindus-
tria, la feminización de la jefatura de los hogares rurales, y las nuevas exigencias de
competitividad para las unidades productivas campesinas, que han llevado a que
deban incorporarse como trabajadoras familiares sin remuneración como estrategia
para reducir costos (Katz, 2003).
Pese a ello aún subsisten fuertes barreras para la entrada al mercado laboral rural
para las mujeres, entre ellas la ausencia de mecanismos de conciliación entre la vida
laboral y la vida familiar, el enfoque patriarcal de los programas de desarrollo rural, la
discriminación y las mayores dificultades para acceder a los factores productivos.
El mercado de trabajo rural de las mujeres se caracteriza por bajos ingresos, pago
en especie y, en algunos casos, ausencia de remuneración. De aquellas que traba-
jan, el 80,6% recibe pago en dinero por su trabajo, 8,1% en dinero y especie, y al
11,3% no le pagan o solo recibe algo en especie, estas últimas son consideradas
ayudantes de familia (ENDS, 2010).
Cuadro 1.6
Participación del total de empleo rural por sexo y rama de actividad
Colombia vs. América Latina. 1999
Agricultura Industria Comercio Servicios Otros
(%) (%) (%) (%) (%)
Hombre 69,3 4,2 8,6 8,9 9,1
Colombia
Mujer 23,2 10,2 27,5 36,2 3
Cuadro 1.7
Evolución de la participación en el empleo agrícola por sexo. 2006-2010
Trimestre móvil agosto-octubre de 2010
2006 2007 2008 2009 2010
No obstante, según la FAO, las mujeres participan cada vez más en la transformación
de alimentos y la producción de artesanías. En el cultivo de flores de exportación,
son el 80% de la fuerza laboral.
Esta ley abre la puerta para que a través de una adecuada reglamentación se su-
pere la invisibilidad estadística de las actividades que las mujeres rurales realizan
cotidianamente en la unidad productiva campesina y que son esenciales para su
adecuado funcionamiento, pero que hoy no se registran como trabajo productivo en
las encuestas de hogares.
De igual forma, la Ley 1429 de 2010, contempla la creación de un registro rural que
tendrá como objeto llevar el control e información de las empresas, actos y contra-
tos que tengan relación con las actividades agropecuarias y agroindustriales. Estos
primeros esfuerzos por suplir la ausencia de información en el sector rural deben
incorporar un enfoque de género que permita construir mejores diagnósticos sobre
la situación de las mujeres y su inserción a la economía rural.
Algunas de las cuestiones que requieren ser investigadas son las siguientes:
“Al comienzo eran 45 mujeres y como no fue un proceso rápido, muchas fueron
claudicando y al final solo quedaron doce. Luego llegarían tres más para completar
el grupo de quince. Fueron casi dos años en que el grupo, entre vaivenes y pe-
queños logros, encontró un horizonte al que apuntarle. Entró a formar parte de un
proceso con el Incora, que sería la entidad encargada de ayudarles a negociar el
terreno”.
María dice que habían visto varios terrenos pero que cuando llegaron a la finca La
Duda-El Tomate, hoy en día llamada Valle Encantado, el flechazo fue total: “128
hectáreas, cada una a 2,7 millones de pesos. El Estado nos daba el 70% y nosotras
teníamos que hipotecar la finca con la Caja Agraria por el 30% restante”.
comprensión sobre estos problemas son las bases para el diseño de políticas efec-
tivas que contribuyan a saldar la deuda de la sociedad colombiana con las mujeres
rurales, a frenar el éxodo del campo hacia la ciudad y con ello, a sentar las bases del
desarrollo económico del sector y del país.
En Colombia es difícil acceder a datos diferenciados por sexo, que permitan esta-
blecer con claridad, entre otros temas, la titularidad de predios. Es notable la falta
de datos acerca de la participación de las mujeres en la agricultura y de su acceso
a la propiedad de la tierra. Estas carencias en materia de información parecen de-
rivarse de la escasa atención que se le ha prestado al tema, tanto en los censos
agropecuarios, como en otras estadísticas que dan cuenta del acceso a bienes y
condiciones de vida de la población rural.
Cuadro 1.8
Tenencia y género
Fuente: Encuesta Nacional de Verificación de los Derechos de la Población Desplazada. CID-UN. Octubre de 2010.
Estos datos muestran además consistencia frente al bajo impacto de las políti-
cas destinadas a la titulación de tierras campesinas por parte del Estado. Así las
cosas, durante los últimos veinte años se ha producido un modesto aumento en
el acceso a la titularidad de la tierra por parte de las mujeres, gracias a la imple-
mentación de políticas de adjudicación para ellas y de titulación conjunta a las
parejas. No obstante, estas políticas no han tenido un impacto general que revierta
el modelo discriminatorio existente respecto de la propiedad de tenencia de la
tierra y otros recursos.
“Hay mucha tramitología para que desembolsen un crédito, así sea bajitico”.
“No tenemos en efectivo lo que toca invertir. Como mujeres estaríamos muy conten-
tas de que tuviéramos aunque sea un pedazo de tierra, para sembrar nuestra huerta
y tener nuestras hortalizas para echar a la olla”.
“Si la tierra es mía yo digo, siembro en esta esquina mora; en esta, papa; en esta
tengo una vaca, tengo gallinas. Así es mejor, porque es mío, y yo organizo mi tierra
como sea. Y puedo tener lo que yo quiera. Mientras que si yo tengo un arriendo, no
me permiten sino para lo que yo pague el arriendo (sic)”.
3. La tercera fuente de
discriminación: violencias contra las mujeres
La tercera dimensión de la discriminación se deriva de las diferentes formas de
violencia a la que se ven sometidas las mujeres rurales, en especial las formas
relacionadas con el conflicto armado.
En efecto, la violencia contra las mujeres rurales se presenta tanto en sus vidas cotidia-
48 nas, como en el contexto del conflicto armado, como consecuencia de las relaciones
MUJERES RURALES
la problemática
La violencia no asociada con el conflicto tiene varias modalidades, entre las que se
destacan física, sicológica y sexual, que pueden concretarse en amenazas, maltra-
tos y asesinatos, entre otros.
De acuerdo con la ENDS de 2010, el 11,6% de las mujeres ubicadas en zonas rurales
expresó haber sido víctima de alguna manifestación de violencia física por parte de
personas diferentes a su esposo o compañero.
Además, el 28,9% de las encuestadas en zonas rurales, que alguna vez tuvieron
pareja, reconocieron haber sido víctimas de alguna forma de violencia física por
parte de su esposo o compañero. A esta manifestación de la violencia intrafamiliar
se suma la violencia sicológica. En este sentido, el 52,7% de las mujeres de zonas
rurales señaló haber sido víctima de alguna forma de control por parte de su esposo
o compañero y el 29,9% reconoció haber sido amenazado (Profamilia, 2010). 49
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
Aunque los datos de la ENDS sugerirían que pueden ser victimizadas en proporcio-
nes similares a las mujeres de las urbes, el acceso a los servicios del Estado, como
el sistema de salud y la justicia, es más difícil para las mujeres rurales, debido a
las condiciones específicas de discriminación que enfrentan en razón a su contexto
sociocultural. Dichas condiciones pueden contribuir también a que haya un menor
registro de la violencia ejercida contra las mujeres.
Las mujeres del campo también son víctimas de violencia sexual. De acuerdo con
la ENDS, además del 8,8% que manifestaron haber sido violadas por sus esposos
o compañeros, 5,9% de las encuestadas reconocieron haber sido víctimas de este
tipo de ataques por una persona diferente, como padre, hermano, jefe, desconoci-
50 do, etcétera.
MUJERES RURALES
la problemática
Además, de acuerdo con los datos publicados por el Instituto Nacional de Medicina
Legal (INML), durante el año 2009 se llevaron a cabo 287 informes periciales
sexológicos por presunto delito sexual en personas campesinas. De ellos, 38 co-
rrespondieron a hombres y 249 a mujeres (INML, 2009: 169). Esto reafirmaría que la
violencia sexual afecta de manera cuantitativamente mayor a las mujeres que a los
hombres, incluso en las zonas rurales.
Por su parte, como consecuencia del conflicto armado, también son múltiples las
formas de violencia que afectan a las mujeres de zonas rurales, en especial el des-
plazamiento, el reclutamiento forzado y las agresiones sexuales.
En primer lugar, los actores armados poderosos en las regiones tienden a imponer
pautas de comportamiento sobre la vida de las mujeres, con las que aseguran su
control sobre el territorio. De acuerdo con la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (2006), dicho control se manifiesta en códigos de comportamiento y
convivencia que les permiten a los grupos armados intervenir en conflictos fami-
liares y comunitarios, e imponer estilos de vida y castigos a los miembros de la
comunidad. En relación con las mujeres, los grupos armados controlan su vesti-
menta y comportamiento, y tienden a utilizar la violencia sexual como castigo por
las transgresiones a los códigos impuestos (párr. 96). Estas pautas de comporta-
miento fomentan los estereotipos de género y refuerzan visiones conservadoras y
patriarcales (párrafo 99).
En tercer lugar, las habitantes de zonas rurales, en el contexto del conflicto armado,
son víctimas de múltiples formas de violencia física, sicológica, especialmente 51
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
A pesar del subregistro que caracteriza esta forma de violencia, los datos oficiales
revelan que su ocurrencia no ha disminuido en los últimos años. Por el contrario,
se muestra un aumento en la comisión de estos crímenes –o el incremento en su
denuncia–. Al analizar los datos publicados por Medicina Legal para los años 2007,
2008 y 2009, se aprecia un aumento en el número de casos de violencia sexual
(Mesa de seguimiento al auto 092 de 2008, anexo reservado, 2010).
Los estudios realizados han permitido establecer que la violencia sexual haría parte de
52 “un repertorio del terror”, y podría ser considerada también una estrategia de guerra,
MUJERES RURALES
la problemática
pues tendría una función militar y política (Grupo de Memoria Histórica, 2010).
Esto ha llevado a que algunos estudios afirmen que la violencia sexual es un arma
de guerra, utilizada por los actores del conflicto (Oxfam Colombia, 2009).
En suma, las diversas violaciones a los derechos humanos sufridas por las muje-
res del campo afectan diversas esferas de sus vidas, dejando profundas secuelas
que son difíciles de enfrentar. En especial cuando no se cuenta con la asistencia
oportuna y apropiada, que permita la recuperación y rehabilitación plena. Desde
esta perspectiva, además de la magnitud de las violaciones ocurridas, es clave
considerar los efectos dejados en sus vidas, con el objetivo de formular propuestas
de política pública que permitan superar la discriminación y violencia que sufren
tanto en sus vidas cotidianas, como en el contexto del conflicto armado.
Así, las mujeres enfrentan tropiezos particulares, agravados y agudizados para acce-
der a la justicia y en general para ejercer sus derechos humanos y fundamentales
como la educación y la salud. En el caso del derecho a la tierra, encuentran dificul-
tades especialmente graves para acceder a la propiedad de la tierra y proteger su
patrimonio (Corte Constitucional, auto 092 de 2008).
Mujer indígena
Vengo de la comunidad de Santa Rosa. Vivía en mi comunidad muy bien. Con mi
gente, trabajando en la pesca, la caza, la agricultura. Y luego en un tiempo me tocó
desplazarme por la violencia de los paramilitares. Eso fue tan difícil, que nos tocó
abandonar todo y llegar aquí al pueblo de Mocoa. Aquí viví tres años así, en la calle
en una carpita. Mantenía a mis hijos. Mi esposo era del campo, como indígena, era
difícil que él saliera al pueblo. Le quedó muy difícil. Me tocó a mí trabajar como pa-
dre y madre. Me iba a los mataderos a recoger los desperdicios. Me tocaba recoger
las papas de la basura para hacer la sopa. Y, luego, pasó un proceso cuando me
recordé que sí sabía las artesanías, y decidí que sí iba a hacer la artesanía. En ese
tiempo hemos perdido sobrinos, familiares en cantidad, que fueron desaparecidos.
Uno cuando llega está tan inseguro que no sabe dónde va a ir, ni qué peligros había
aquí, igualmente perdí un hijo de 17 años, que me lo asesinaron aquí. Pero poco a
poco nos tocó acá luchar y luchar para volver, porque yo sigo aquí con mi cultura.
Yo nunca la pierdo: mi traje, mi cultura. Yo he tenido mucha fuerza, la valentía, lo
que me enseñó mi papá, que uno nunca debe dominarse, por más de las circuns-
tancias que se vengan encima.
“Abandonamos todo”
Mujer afro
Al finalizar 1999 entró la guerrilla, se tomó el pueblo y… pues en ese tiempo mis
dos tíos y dos tías estaban jóvenes, y la guerrilla estaba reclutando a jóvenes, y a
mujeres para llevarlas a la cocina y eso. Entonces mi papá al ver el problema, pues
decidió salir de allá. Fueron abandonadas dos casas, una finca y como dos lotes.
Teníamos sembrados de todo. Ya estaban para cosechar la yuca, el maíz. Tenía
bastante chontaduro, plátano y hasta frutas. Cuando llegamos a este asentamiento,
pues sin trabajo ni nada, tocaba comer era lo que se sembraba. De lo contrario,
pues no había cómo más y con lo poco que uno tuviera para comprar. Porque el
trabajo sí era como difícil conseguirlo. Es como en todas partes, porque a veces
piensan que uno es desplazado, en varias partes no lo contratan, porque piensan
que uno es ladrón, o algo parecido.
57
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
los hechos de violencia. Estas limitaciones las exponen a un mayor riesgo de ser
despojadas por vías legales o ilegales.
La política de seguridad alimentaria para sectores rurales parte del siguiente diagnóstico:
Por ello es necesario que la política reconozca de manera explícita esta situación y
adopte medidas para reversar estos patrones discriminatorios. La seguridad alimen-
taria podría ser amenazada no solo por la lógica de los escenarios de producción,
distribución y comercialización de alimentos, sino que en las propias familias po-
dría generarse inseguridad para algunos de sus miembros, sobre todo en aquellas
que tienen un menor acceso a alimentos de calidad.
60
Fotografías. Acnur/ Boris Heger.
Capítulo 2
La respuesta del estado
Capítulo 2
La respuesta del estado
¿ Cuál ha sido la respuesta del Estado colombiano a la situación de vulne-
rabilidad y discriminación de las mujeres de áreas rurales?
Este capítulo intenta responder a esa pregunta a partir del análisis de las políticas
públicas en este campo, empezando con una caracterización general para luego
enfatizar en dos aspectos: el acceso a la tierra y el desplazamiento forzado.
Este momento coincidió con algunos procesos globales que afectaron las relaciones
agrarias de la época. El diseño e implementación de políticas dirigidas a las mujeres
campesinas tuvieron como antesala el desarrollo y la orientación de la investigación
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
A pesar de su indudable importancia, estas políticas han sido muy criticadas por
su enfoque bienestarista. Se concentraban en aliviar en términos homogéneos las
necesidades económicas inmediatas de las mujeres campesinas, desconociendo
las diferenciaciones derivadas de su participación económica y de su estatus en
la familia y la comunidad. Al asumir a la mujer campesina como sujeto productor,
estas políticas produjeron una recarga de actividades para ellas, sin atacar las pro-
blemáticas estructurales del campo y sin enfrentar la discriminación y exclusión
sufridas por las mujeres (Suárez, 2005).
De acuerdo con los analistas, estas políticas mantuvieron cierta continuidad con
las iniciadas en la década de 1980. Enfatizaron en el acceso de las mujeres a los
recursos y beneficios del desarrollo a partir de sus papeles tradicionales y como
agentes productivos con capacidad de maximizar la distribución de los escasos
64 ingresos en las familias pobres. Sin embargo, estas iniciativas no se habrían
MUJERES RURALES
la respuesta del estado
Las políticas desarrolladas desde la segunda mitad de la década de 1990 hasta fi-
nales de la primera década del siglo XXI adolecen de problemas similares. Aunque
algunas de estas han permitido que las mujeres accedan a la tierra, no han logrado
remover los obstáculos que ellas enfrentan para ejercer la propiedad. Por ejemplo,
los subsidios de tierra creados a partir de la Ley 160 de 1994 y reformados por
la Ley 812 de 2003, aunque incrementaron el porcentaje que puede ser subsi-
diado hasta al 100%, se basan en un modelo de modernización del campesinado
que impone condiciones de producción de carácter empresarial, las cuales por lo
general no son alcanzables en zonas de conflicto. Se trata de un mecanismo que
desconoce las necesidades de las mujeres (dados sus niveles de educación y
experiencia, así como sus cargas de trabajo en el cuidado de los hijos) (Meertens,
2006: 38; 2009).
Una mirada a las características generales de las políticas frente a las mujeres
rurales, muestra que estas se han orientado en forma preferencial a programas
para la satisfacción de necesidades básicas y generación de ingresos, mas no a
corregir los factores estructurales que determinan la situación de subordinación y
discriminación.
Por lo general, los programas se basan en aliviar las necesidades económicas inme-
diatas de las mujeres rurales y en transferirles ingresos, pero no generan capacidades
productivas o posibilidades reales de lograr estabilización socioeconómica, y por eso
en la práctica se los considera asistencialistas.
Las políticas deberían corregir las relaciones desiguales de poder que explican la
discriminación relacionada con la problemática agraria y los ordenamientos patriar-
cales anclados en la sociedad colombiana.
Un balance de dichas políticas permite afirmar que los esfuerzos realizados no son
suficientes, pues tienen una orientación asistencialista y no estructural. Además,
hay muchas falencias en su implementación, y tienen una baja eficiencia. Aunque
cada vez se reconoce más que deberían ser diseñadas con un enfoque de género,
estas siguen sin atender las diferencias derivadas de la participación económica de
las mujeres y de su estatus dentro de la familia y la comunidad.
registrados en las dos últimas décadas. Este fracaso se acentúa en el caso de las
mujeres, pues estas tienen mayores dificultades de acceso debido al sesgo que ha
caracterizado a las políticas centradas en el hombre en su calidad de “jefe de hogar”.
Esta época, según Meertens, se caracterizó por una política sesgada a favor de los
varones mediante la adjudicación a un tipo de beneficiario: la familia encabezada
por el jefe de hogar masculino. Este “enfoque familista” puso a las mujeres en des-
ventaja, pues las relegó a acceder a la tierra en caso de que enviudaran o cuando
pertenecieran a una empresa asociativa, previo consentimiento de funcionarios y
adjudicatarios.
Y, precisamente, uno de los problemas de las políticas públicas es creer que por el
hecho de que se beneficia la familia se favorece también a la mujer. Este supuesto fue
asumido implícitamente por la legislación colombiana, a pesar de que no es cierto.
Unos años más tarde fue adoptada la Ley 30 de 1988, mediante la cual se reconoció
por primera vez el derecho de las mujeres a la tenencia de la tierra y se ordenó que
las adjudicaciones y los títulos de la reforma agraria se expidieran a nombre de las
parejas, con independencia de su estado civil. Esta modalidad de titulación conjun-
ta asimismo ha sido objeto de debate, porque no permite transformar las relaciones
patriarcales en el campo.
Los bancos siguen dando crédito a los hombres, la asistencia técnica no toma
en cuenta las necesidades de las mujeres, la toma de decisiones de producción
queda en manos de los hombres, los aportes de las mujeres a la producción, por
más sustanciales que sean, quedan ocultos detrás del velo de sus actividades
domésticas.
Con ello, pese a que la titularidad es conjunta, no se modifican los patrones cultu-
rales que favorecen a la masculinidad en las relaciones productivas en el campo.
Posteriormente, la Ley 160 de 1994 marca el tercer periodo, vigente hasta la fecha.
Esta ley significó un cierto cambio de paradigma pues aportó elementos para eli-
minar la posición tradicional de invisibilidad de las mujeres, rompió con el enfoque
familista de otorgar las titulaciones solo a los jefes de hogar y reconoció las condi-
ciones particulares de vulnerabilidad que enfrentan.
Pese al avance, esta normativa de nuevo fue objeto de críticas con el argumento de que
dejaba intactas las consideraciones estructurales que afectan a las mujeres en parti-
68 cular y a la población rural en general, porque ponía demasiado énfasis en el acceso
MUJERES RURALES
la respuesta del estado
a los recursos y los beneficios del desarrollo, y reproducía los estereotipos que
mantienen a las mujeres en papeles tradicionales.
A comienzos del nuevo siglo se produce un avance importante con la Ley 731 de 2002,
denominada “ley de mujer rural”, con la ampliación de las posibilidades de crédito
para las mujeres, el establecimiento de varios mecanismos de participación y de
titulación de la tierra para las mujeres.
Si bien los críticos reconocen los esfuerzos legislativos, consideran que estas ini-
ciativas se han orientado en forma prioritaria al ámbito de las políticas agrícolas,
es decir a la adecuación de los factores productivos y a aumentar la eficiencia en
el proceso de producción, dejando de lado cuestiones más estructurales, sociales
y culturales de inclusión de las mujeres, con el agravante de que nunca fueron
asignados los recursos necesarios para su puesta en marcha.
2. Abanico de medidas
frente al desplazamiento forzado
En los últimos años se ha desarrollado un conjunto importante de mecanismos
destinados a hacerle frente al desplazamiento forzado. Sin embargo, ese abanico de
medidas no necesariamente ha reconocido la dimensión de género de esta flagran-
te violación a los derechos humanos, como tampoco el impacto diferenciado que
tiene en la vida de las mujeres. Por tanto, falta aún camino por recorrer en el diseño
de políticas para afrontar la situación de las mujeres desplazadas.
A pesar del énfasis dado al retorno, la política pública contiene también un pa-
quete de medidas que incluye otras iniciativas como proyectos de reubicación de
la población desplazada, acciones destinadas a promover el acceso a la tierra,
protección de las propiedades abandonadas, medidas sobre el despojo, y procesos
de restitución y reparación.
1 La ruta individual es un mecanismo que le permite a una persona que ha abandonado sus tierras, cualquiera sea
su relación jurídica con ellas, acudir al Ministerio Público para solicitar la protección de las mismas para el caso
de los propietarios, o la publicidad de la relación para el caso de los poseedores, tenedores u ocupantes. La ruta
colectiva, por el contrario, se activa cuando las autoridades municipales o departamentales convocan a los comités
territoriales de atención integral a la población desplazada para que estos expidan una declaratoria de desplaza-
miento o riesgo inminente del mismo, con la que se protejan los derechos patrimoniales de la población que habita
70 un determinado territorio.
MUJERES RURALES
la respuesta del estado
Entre las tres modalidades definidas para la entrega de predios se encuentran: (a)
intervención directa, (b) negociación voluntaria, y (c) predios de paso; todas regu-
ladas en el Decreto 2007 de 2001. Esta última ha sido en especial problemática ya
que la temporalidad genera profundas frustraciones para las familias ubicadas en
los predios, y que pretenden reconstruir sus proyectos de vida.
2 Estos problemas para la aplicación de las políticas son reconocidos por el mismo Estado en los “Lineamientos de
política de tierras y territorios para la población víctima del desplazamiento forzado, en riesgo de desplazamiento
72 forzado y del despojo” de 2009 (en especial en las páginas 10, 12 y 16).
MUJERES RURALES
la respuesta del estado
proteger a sus integrantes del despojo; y los recursos resultan insuficientes para la
aplicación de las políticas. Y a todas estas limitaciones se suman los problemas de
desarticulación y descoordinación institucional.
Fue entonces cuando la alta corporación ordenó al gobierno que rediseñara la política
frente a los desplazados, respetando ciertos estándares constitucionales; la nueva 73
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
En particular, en el auto 092 de 2008, la Corte constata que la respuesta del Estado
“ha sido manifiestamente insuficiente para hacer frente a sus deberes constitucio-
nales” y declara
Que las autoridades colombianas a todo nivel están bajo la obligación consti-
tucional e internacional imperiosa de actuar en forma resuelta para prevenir el
impacto desproporcionado del desplazamiento sobre las mujeres.
74 3 Los principales planteamientos de esta parte se basan en: Mantilla y Uprimny (2009: 150 y ss.).
MUJERES RURALES
la respuesta del estado
Este auto 092 de 2008 es, entonces, de obvia importancia por sus constataciones,
declaraciones y órdenes específicas. Pero además tiene una gran relevancia por el
análisis empírico y normativo que realiza.
Desde una perspectiva empírica constata que las mujeres en situación de desplaza-
miento están expuestas a una serie de riesgos y vulnerabilidades, que se sintetizan
en el recuadro 2.1.
Un punto que amerita una mención especial es el estudio que hace la Corte sobre
la violencia sexual ejercida contra las mujeres por los actores armados. El alto
tribunal, a partir de la información recibida, realiza una tipología de las diversas
formas de agresión sexual que han sufrido las mujeres dentro del conflicto armado
y muestra la gravedad del fenómeno, no solo por su extensión y crueldad, sino
además por la falta de investigación y sanción de esos crímenes.
Según la Corte, las mujeres desplazadas están expuestas a una serie de riesgos
y situaciones de vulnerabilidad por causa del conflicto armado, que se pueden sin-
tetizar en:
De otra parte, desde el punto de vista normativo, el auto 092 de 2008 enfatiza, con
base en argumentos constitucionales y en estándares del derecho internacional
de los derechos humanos (DIDH), que frente a las mujeres desplazadas, el Estado
76 colombiano tiene deberes diferenciados de especial protección. La Corte muestra
MUJERES RURALES
la respuesta del estado
La importancia jurídica y política de ese auto es clara, pues no solo el tribunal cons-
titucional concreta, el significado que tiene un enfoque de género que tome en serio
los deberes especiales de las autoridades frente a las mujeres, en el contexto del
desarrollo de la política pública para enfrentar el desplazamiento forzado, sino que
además, visibiliza la violencia de género ejercida contra ellas en el conflicto armado.
77
Fotografías. Acnur/ M. Rodríguez.
Capítulo 3
La respuesta de las mujeres rurales
Capítulo 3
La respuesta de las
mujeres rurales
Actoras políticas: un
movimiento que se enfrenta
a la discriminación
L as mujeres rurales, a pesar de las diversas formas de victimización pade-
cidas, han asumido un papel activo en la reivindicación de derechos. Son
actoras que se organizan y asumen un liderazgo político y social, y han obtenido
logros importantes en el transcurso de la historia.
Los capítulos anteriores han mostrado la triple discriminación que enfrentan las
mujeres rurales. Esta se evidencia tanto en la frágil relación con la tierra, como en
el impacto desproporcionado del desplazamiento forzado en sus vidas, y las dife-
rentes formas de violencia que las afectan.
A pesar de las diversas formas de discriminación que enfrentan, las mujeres han
hecho aportes fundamentales a la historia del campesinado y de las luchas sociales.
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
Dichos aportes, sin embargo, suelen no ser vistos debido a los estereotipos de
género que las sitúan en espacios domésticos.
Esta parte del documento tiene como finalidad mostrar cómo las mujeres del sec-
tor rural se han organizado y movilizado para luchar en contra de la discriminación,
exclusión y violencia que las ha aquejado en el transcurso de la historia y cómo
se han convertido en sujetos políticos, en virtud de su propio empoderamiento,
con grandes logros, a pesar de los retos y dificultades que se han atravesado en
su lucha.
Recuadro 3.1 “Desde hace trece años nos hemos organizado y trabajamos juntas”
El grupo viene trabajando hace trece años con la idea de transformación de plantas
medicinales. Tuvimos un receso por la situación de orden público, por la cual nos
tocó ser desplazados forzosamente. Hace cuatro años, con la orientación de una
compañera de San Marcos, se reactivó el proceso de grupo. Se está trabajando.
Tenemos una parcela demostrativa donde tenemos las plantas. Tenemos una maqui-
naria, que gracias a la gestión de las líderes del grupo, el apoyo de la Coordinación
Campesina y el municipio de Tuluá, hemos conseguido […] para hacer la extracción
de las esencias y poder así elaborar los productos ya terminados, como las poma-
das. Trabajamos también la alimentación y la recuperación de las semillas.
82
MUJERES RURALES
la respuesta de las mujeres rurales
En primer lugar, se hace referencia a los hitos históricos del movimiento de muje-
res rurales desde principios del siglo XX y hasta los primeros años del siglo XXI,
mostrando algunas de sus dinámicas, aportes y tendencias. En segundo lugar, se
abordan los principales retos que han enfrentado en sus años de lucha política, así
como sus logros. Finalmente, se recogen algunas de sus actuales reivindicaciones.
1. Nueve décadas de
lucha por su reconocimiento
La presencia de las mujeres en el movimiento campesino ha sido constante en el
transcurso del siglo XX; sin embargo, sus formas de participación e incidencia, así
como sus consignas han variado de manera notoria con el paso de los años4.
4 Este capítulo se elaboró con base en los trabajos de investigadoras e investigadores como Dora Isabel Díaz
Susa (2002), María Emma Wills (2005), Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación
y Reconciliación (2010), Annika Dalén, Diana Guzmán y Rodrigo Uprimny (2010) y Casa de la Mujer (2010),
principalmente. 83
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
sectores sociales (Díaz, 2002: 5). Desde ese momento su presencia en el movi-
miento campesino ha sido constante.
Según la investigadora María Emma Wills (2005) durante estas primeras décadas
del siglo XX en las luchas femeninas y feministas predominaba una perspectiva
maternalista de la mujer. Con matices y variaciones, ingresaban a la lucha política y
participaban en los movimientos sociales para reivindicar sus derechos y los de sus
familias, y en muchas ocasiones los de su papel de madres y esposas.
Desde los inicios de la ANUC, varios grupos de mujeres lucharon por su recono-
cimiento. Así, en 1972 y 1973 se crearon los primeros comités femeninos en la
organización (Díaz, 2002). A pesar de los liderazgos femeninos que se fueron
consolidando, las demandas de las mujeres seguían teniendo un reconocimiento
limitado. Los directivos continuaban siendo hombres e incluso algunos de ellos
llegaron a sostener que las reivindicaciones de las campesinas no eran claras, y
que ello justificaba que no tuvieran voz en la asociación.
Pese a los tropiezos y limitaciones que fueron encontrando en su paso por el seno
del movimiento campesino, continuaron con su lucha. Siguieron participando en
las movilizaciones campesinas, en los procesos de exigibilidad de la tierra y al-
gunas llegaron incluso a ocupar posiciones preponderantes en la organización; en
muchas ocasiones a costa de sacrificios personales y de la estabilidad de sus
84 relaciones afectivas (Grupo de Memoria Histórica, 2010: 306).
MUJERES RURALES
la respuesta de las mujeres rurales
Los últimos años de la década de 1970 representaron avances importantes con res-
pecto a la participación de las mujeres en el movimiento campesino colombiano,
pese a la división de ANUC en dos líneas (Armenia y Sincelejo). En 1975 se creó el
Plan Nacional de Alimentación y Nutrición (PAN), y en 1976 el Programa de Desarrollo
Rural Integrado (DRI), con los que se empieza a reconocer la importancia de la parti-
cipación de la mujer en la producción agrícola. Estos avances, sumados a la presión
de las mujeres en la ANUC, permitieron la creación de la Secretaría Femenina.
Los logros organizativos les permitieron a las mujeres del movimiento campesino
empezar a reivindicar igualdad de trato, de salarios y de derechos. Aunque sus
primeras demandas fueron subestimadas por las organizaciones campesinas, les
permitieron en la década de 1980 reafirmar su papel y ganar espacios de participa-
ción. Este periodo significó un fortalecimiento de las organizaciones de mujeres y
se registraron importantes avances normativos que implicaron su reconocimiento
como actoras políticas y productoras agrícolas.
Con la expedición del documento Conpes 2109, en 1984, el Estado adoptó la pri-
mera “Política nacional para la mujer campesina”, reconociendo a la mujer como 85
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
Con este cambio en la orientación y gracias al camino abierto por las campesi-
nas de la ANUC, en la década de 1980 se generalizaron las instancias de mujer en
las organizaciones campesinas mixtas y se conformaron las primeras organizacio-
nes campesinas de mujeres. Se destaca especialmente la creación de la Asociación
Nacional de Mujeres Campesinas e Indígenas de Colombia (Anmucic), con el aus-
picio de Unicef y a instancias del gobierno (Díaz, 2002). Esta se convirtió en una
organización con capacidad de negociación e incidencia, y operó con una agenda
centrada en los intereses específicos de las mujeres.
Las mujeres campesinas participaron en este proceso a través de dos grandes blo-
ques, el de Anmucic y el de ANUC-UR, en el que se encontraban también Fensuagro
y la ONIC (Díaz, 2002: 29). A raíz de este proceso, se puso en marcha la red nacional
86 de mujeres y, más adelante, la red de mujeres rurales.
MUJERES RURALES
la respuesta de las mujeres rurales
Los primeros años del siglo XXI evidencian una tendencia al aumento de las accio-
nes colectivas de las campesinas e indígenas. En este sentido, el informe del Grupo
de Memoria Histórica, titulado La tierra en disputa, señala que en Córdoba y Sucre,
a partir de 2005, se presentó un importante aumento de organizaciones y redes de
mujeres, especialmente en los Montes de María. En este proceso ha jugado un pa-
pel importante la resistencia de las mujeres frente al conflicto armado, mediante el
desarrollo de una agenda específica en torno a la restitución de tierras y la satisfac-
ción efectiva de los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación.
El Grupo Sueños de Mujer hace aproximadamente unos seis años nos hemos cons-
tituido. La visión de este grupo es trabajar en la soberanía alimentaria y tratar de
ser una empresa autónoma. Lo otro es que trabajamos para nosotras mismas y es
una lucha que hemos tenido en medio del desplazamiento. Por eso hemos tenido
muchos retrocesos y no hemos avanzado más. Trabajamos en las semillas, para
que sean nativas y no sean transgénicas. Siempre trabajamos en eso.
Se han dado otros avances normativos importantes, como la Ley 731 de 2002, por
medio de la cual se dictan normas para mejorar la calidad de vida de las campesi-
nas y se consagran medidas específicas encaminadas a acelerar la equidad entre
los géneros. Esta ley, de acuerdo con Díaz (2002: 68), es producto de un “trabajo 87
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
En cuanto a los retos, aunque con el tiempo han ganado en autonomía organizativa
y propositiva, y con ello han logrado posicionar una agenda que propende por
sus propios intereses, hay una tensión entre las reivindicaciones de género y de
clase, que parecería seguir presente en las demandas sociales de la población
rural del país.
Un tercer reto que deben seguir enfrentando son las tensiones y divisiones internas,
fruto de la diversidad de apuestas ideológicas y de disensos en las estrategias
88 políticas (Díaz, 2002: 31).
MUJERES RURALES
la respuesta de las mujeres rurales
Pero de la mano de los retos que han enfrentado y siguen enfrentando, se destacan
varios logros, en especial en dos aspectos. En primer lugar, se han obtenido cam-
bios importantes en la orientación de las políticas dirigidas a las mujeres, ya que
se ha pasado de un enfoque asistencialista y familista a enfoques más centrados
en las realidades de las mujeres y en la búsqueda de la igualdad en el campo. En
todo caso, persiste el reto de que se emprendan políticas públicas que aborden de
manera integral las necesidades e intereses de las mujeres, superando las pers-
pectivas que se centran solamente en los aspectos económicos de la exclusión y
discriminación que padecen.
Si bien los logros son un buen ejemplo de los avances conseguidos por las mujeres
del campo, son aún amplias las reivindicaciones que falta concretar. Así, por ejem-
plo, persiste la preocupación por la inequidad en el acceso a la tierra, la soberanía
alimentaria, la participación política, la exclusión social y cultural, la subvaloración
del trabajo doméstico y productivo de las mujeres, así como el tema del ejer-
cicio de los derechos sexuales y reproductivos (Encuentro Nacional de Mujeres
Campesinas, 2002). El mecanismo de los préstamos otorgados para el acceso a la
tierra y las dificultades diferenciadas que enfrentan las mujeres para responder por
ellos, sigue siendo una preocupación central (Casa de la Mujer, 2010). 89
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
¡Volver a la tierra y gozar de sus derechos son reivindicaciones que anhelan miles
de mujeres campesinas colombianas!
“Esto sigue y vamos a luchar desde ahora y para siempre. Vamos a luchar por
nuestros hijos, nietos, quienes se vengan. Prepararnos y preparar a las demás ge-
neraciones.”
90
Fotografías. Simone Bruno. Marcha.
Capítulo 4
L as salidas
Capítulo 4
La s s a l i d a s
Enfoques transversales
Ámbitos de acción
Capítulo 4
Las salidas
Propuestas y
recomendaciones: ¿qué hacer
ante la discriminación?
C
onforme a lo expuesto en este documento, la política pública debe
establecer mecanismos que enfrenten simultáneamente la triple dis-
criminación que afecta a las mujeres que habitan el campo colombiano. Para que
la política tenga un potencial que sea transformador de estas discriminaciones
es necesario que se sustente en tres enfoques que orienten todas las acciones y
programas: el enfoque de género, el enfoque de derechos y el enfoque de recono-
cimiento de los aportes sociales y económicos de la mujer rural a la sociedad.
Ahora bien, como se evidenció en el análisis de las políticas públicas diseñadas en los
últimos años, la formulación de instrumentos de política ha avanzado en las décadas
más recientes, por lo cual resulta conveniente construir a partir de lo existente, y sobre
todo, aprovechar los escenarios normativos, institucionales y políticos disponibles5.
5 En esta medida, las políticas más recientes han tenido cinco objetivos, los cuales parecen estar bien orientados:
(1). Garantizar el acceso de las mujeres a los instrumentos de trabajo productivo. (2). Asegurar la participación de
las mujeres en proyectos productivos y generadores de ingresos. (3). Impulsar la participación de las mujeres en
organizaciones comunitarias y en los escenarios locales y nacionales de participación y de política. (4). Mejorar las
condiciones en las que se realiza el trabajo doméstico en el campo. (5). Mejorar el nivel educativo de las mujeres.
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
Sin embargo, las políticas diseñadas hasta la fecha no han sido implementadas de-
bido a una serie de factores, entre los cuales están la falta de voluntad política (para
la implementación de las políticas del campo, en general, y para la mujer rural, en
particular); la desarticulación de las medidas; la ausencia de oportunidades para
las mujeres; la falta de modificación de las estructuras patriarcales en el seno de la
familia, las instituciones y en los escenarios de participación; así como el conflicto
armado y sus efectos, entre otras causas6.
La política, entonces, debe superar estas dificultades. Para ello, las analistas han re-
comendado, en primer lugar, que sea integral y no se trate de programas o medidas
aisladas. La experiencia muestra que las políticas de mujer rural se han reducido a
una sola área programática en el conjunto de la política general, con lo cual se resta
importancia al tema y se contribuye a la invisibilidad de las precarias condiciones
sociales, económicas, políticas, culturales, tecnológicas, productivas y ambienta-
les que la sociedad colombiana ha creado para que las mujeres rurales se realicen
existencialmente en las esferas públicas y privadas. Para que esto sea posible, se
ha sugerido en varias ocasiones que la política sea transversal y no solo adscrita al
Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural. Una concepción integral del tema rural
implica trascender el tema agropecuario y generar acciones coordinadas desde
las instituciones encargadas de diseñar la política macroeconómica, de planear
y ejecutar la inversión en infraestructura, de velar por la garantía de los derechos
sociales y de impulsar determinados sectores.
6 Según un reciente estudio realizado por Cecilia López, Juan Ricardo Garnica y Fabiola Campillo, citado por el mi-
nistro Juan Camilo Restrepo, de toda la oferta de programas del Ministerio de Agricultura “solo se han beneficiado
126.000 mujeres aproximadamente, lo que representa menos del 10% de las mujeres activas y menos del 5% del
94 total de las mujeres rurales” (Restrepo, 2010).
MUJERES RURALES
las salidas
Para articular estas expectativas y necesidades, y construir desde los modelos con-
siderados como exitosos o promisorios, las recomendaciones que se señalan a
continuación se presentan en dos ejes distintos. Un primer eje corresponde a los en-
foques transversales que deberán tener todas las medidas e instrumentos de política 95
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
que se desarrollen en materia agraria y rural, que afecten tanto al sector como a
la mujer rural. Estos enfoques deben orientar las medidas concretas hacia el ob-
jetivo de contrarrestar la triple discriminación que aqueja a la mujer rural. Por ello
los enfoques que debe tener la política (y que se explican a continuación) deben
basarse en el goce efectivo de los derechos de la mujer habitante del campo, el
reconocimiento de las diferencias de género en la sociedad y en los enclaves ru-
rales, y en el reconocimiento de los aportes sociales y económicos de las mujeres
del campo.
1. Enfoques transversales
1.1 Enfoque de género
Todas las políticas dirigidas al sector rural, incluidas las de desarrollo rural equi-
tativo, protección, restitución y dotación de tierras, deben proponerse, como un
objetivo explícito, y transversal la superación de las desigualdades de género pre-
valecientes en el campo colombiano. En este sentido, el enfoque de género en el
diseño de la política debe contribuir a crear mecanismos eficientes y equitativos,
que resulten incluyentes y adecuados para las mujeres, y debe verse reflejado en:
(a) la adopción y diseño de mecanismos que resulten adecuados para enfrentar
la dimensión de género de las relaciones sociales en el campo; (b) la identifica-
ción e inclusión de estrategias para enfrentar los obstáculos particulares de las
mujeres para acceder a los mecanismos diseñados; y (c) en la incorporación de
procedimientos participativos que permitan atender e incorporar la perspectiva de
96 las mujeres.
MUJERES RURALES
las salidas
En esta línea, las políticas diseñadas para enfrentar las violaciones a los derechos de
las mujeres rurales, entre ellas el desplazamiento forzado, el detrimento patrimonial
y el despojo, deben incluir un reconocimiento explícito de la dimensión de género
de estas violaciones a los derechos humanos. Dicho reconocimiento debe expresar-
se tanto en el diseño como en la implementación y evaluación de las políticas. En
materia de atención, por ejemplo, esto debería incluir la necesidad de contar con
funcionarios especialmente sensibilizados y capacitados en atención diferencial,
para lo cual la capacitación resulta fundamental. En materia de restitución de tierras,
esto permitiría entender los riesgos específicos de género que afrontan las mujeres,
y enfrentarlos de manera adecuada, incluso con medidas de protección.
En segundo lugar, la política debe tener un enfoque que enfrente la falla de reconoci-
miento social, político, económico y cultural hacia la mujer rural (Fraser, 2000). Para
ello, la política debe partir del reconocimiento de la economía campesina como un ele-
mento fundamental del modelo de desarrollo, y reconocer la vocación productiva de las
mujeres para hacer del campo colombiano una despensa de productos agropecuarios
para el resto de Colombia y el mundo. La mujer rural debe ser reconocida como una
actora política cuyos aportes a la construcción de la sociedad deben ser valorados.
De igual modo, la acción del Estado debe resaltar y promover el papel de las muje-
res rurales en sus distintas funciones como: creadoras de cultura y depositarias de
saberes transmitidos por generaciones que hacen parte fundamental de las comu-
nidades rurales y que además son esenciales para la racionalidad de la economía
campesina; defensoras de la forma de vida campesina, resistiendo a través de sus
prácticas cotidianas, y custodiando a diario el entorno en el que viven; actoras
sociales que tejen a diario las relaciones con otros habitantes rurales y que le dan
sentido a la vida en comunidad; personas con anhelos, que requieren oportunida-
des para realizar su proyecto de vida; y ciudadanas de pleno derecho que deben
cooperar con los demás en la construcción de un proyecto inacabado de nación.
Así mismo, la intervención estatal, para consolidar la democracia rural, debe guiar-
98 se por una amplia concertación en lo regional y la convocatoria de los múltiples
MUJERES RURALES
las salidas
2. Ámbitos de acción
2.1. Fortalecimiento institucional
a. Diseño institucional
b. Coordinación institucional
d. Sistemas de información
Contar toda la oferta de programas estatales dirigida al sector rural con in-
formación sobre los beneficiarios diferenciada por sexo. En cumplimiento de
la Ley 731, el Incoder llevará registros actualizados de titulaciones de tierras
con diferenciación de género.
Cruzar las diferentes bases de datos que existen sobre desplazamiento for-
zado, ya que el Estado dispone actualmente de los insumos para ello. Es
preciso identificar las personas que han reportado bienes abandonados en el
registro único de población desplazada (RUPD) y que no aparecen registrados
en el registro único de predios y territorios abandonados por causa de la
violencia (RUPTA), es decir, las personas que a pesar de requerir las medidas
de protección de tierras todavía no las han solicitado. Estas personas repre-
102 sentan el déficit del Estado en materia de protección de bienes inmuebles
MUJERES RURALES
las salidas
de la población desplazada. Por tanto, una vez sean identificadas, sería con-
veniente iniciar un proceso de localización de las mismas para indagar sobre
la situación de las tierras que abandonaron y reconocer, de paso, cuáles son
los bienes que el Estado tiene la obligación de restituir. En este ejercicio
probablemente podrán protegerse los derechos de la tierra de mujeres rura-
les, miembros de familia y cabezas de hogar, que no han solicitado medidas
de protección. En este sentido, las mujeres que han encontrado obstáculos
para acceder a la institucionalidad para reclamar sus derechos, tendrán ple-
nas garantías por parte del Estado para acceder a las medidas de reparación
contempladas para las víctimas de la violencia que han sufrido afectaciones
en su patrimonio.
Reforzar los intercambios de información entre los gremios, las empresas ru-
rales y el Servicio Nacional de Recurso Humano (SNRH) del SENA en lo local.
El SNRH puede a su vez buscar formas de divulgar la información sobre pues-
tos de trabajo vacantes a través de las autoridades municipales, las juntas de
acción comunal y las organizaciones de mujeres rurales. Esto puede ayudar
a reducir el componente friccional del desempleo femenino en el mercado
laboral rural.
e. Acceso a tierras
Asegurar que los procesos de titulación tengan una amplia difusión previa, a
través de organizaciones comunitarias; también brindar asesoría jurídica en
condiciones de dignidad y hacer más laxos los procedimientos de prueba
sobre los derechos adquiridos.
tenerse en cuenta las dificultades que tienen las mujeres rurales para for-
mular proyectos con amplios requisitos técnicos. Además de flexibilizar
los requisitos de presentación de los proyectos, es conveniente que las
autoridades locales inviertan recursos para que agrónomos y personas es-
pecializadas en la formulación de proyectos asesoren a las mujeres rurales
para presentarse a las convocatorias.
intensivo, para combatir así la división del trabajo por género y los prejuicios
que conducen a discriminar a la mujer rural en el mercado laboral, todos
estos en condiciones de dignidad, con estabilidad y seguridad social.
Ampliar las capacidades de las mujeres para sustituir las cargas que deben
asumir en el papel reproductivo por el tiempo que pueden dedicar al trabajo
productivo, a través de la oferta pública de educación preescolar donde otras
mujeres rurales sean contratadas como asalariadas en condiciones de dignidad,
lo cual puede incrementar los ingresos de las mujeres rurales y su autonomía.
Propiciar que los gremios, los sindicatos, las ONG y las organizaciones y redes
de mujeres, contribuyan a fortalecer el compromiso de los empresarios rurales
y de las organizaciones de trabajadores con la equidad de género en el campo.
c. Seguridad social
Diseñar mecanismos que permitan a las mujeres, en especial a las que sean
cabeza de familia, acceder a títulos de propiedad, en cuanto a las medidas
de protección tomadas con posterioridad a la declaratoria de riesgo, con el
fin de regularizar la tenencia de la tierra. Entre estos mecanismos podrían
incluirse medidas como bajar los precios de las escrituras, realizar brigadas
móviles de registro y capacitar a los funcionarios (Meertens, 2005, 65).
112
Anexos
Fotografías. Simone Bruno. Huila.
Fotografía. Acnur/ M. Rodríguez.
Anexos
Anexo 1
Anexo 1.
Principales instrumentos legales nacionales e internacionales mencionados en el cuaderno
Legislación
Año Título Observaciones
jurisprudencia
Principios Deng Principios Rectores de los Desplazamientos Internos Establecen el marco de los derechos de los desplazados internos y
de la ONU. las obligaciones estatales.
Ley 28 1932 Sobre reformas civiles (régimen patrimonial en el Suprime la potestad marital. Reconoce el derecho de cada uno de
matrimonio) los cónyuges a tener la libre administración de los bienes dentro del
matrimonio.
Ley 135 1961 Sobre reforma social agraria. Se crea el Instituto Colombiano de Reforma Agraria (Incora). En la
misma se determinan, entre otros temas, las funciones para la extin-
ción de dominio de tierras incultas, y procesos de titulación de baldíos
nacionales y de colonización.
Decreto 755 1967 Por el cual se crea la Asociación Nacional de Usuarios Se crea la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC , por
Campesinos, ANUC. iniciativa del Gobierno nacional.
Conpes 2109 1984 Política sobre el papel de la mujer campesina en el Primera política pública específica frente a las mujeres campesinas.
desarrollo agropecuario.
Ley 30 1988 Por la cual se modifican y adicionan las Leyes 135 de Define la estructura y funciones del Instituto Colombiano de Reforma
1961, Primera de 1968 y Cuarta de 1973 y se otorgan Agraria (Incora). Redefine las modalidades y condiciones para la ad-
unas facultades al Presidente de la República. judicación de tierras.
Ley 160 1994 Por la cual se crea el sistema nacional de reforma Vigente en la actualidad. Dejó de regir mientras estuvo vigente la Ley
agraria y desarrollo rural campesino, se establece un 1152 o Estatuto de Desarrollo Rural (2007-2009).
subsidio para la adquisición de tierras y se reforma el
Instituto Colombiano de la Reforma Agraria.
116
Principales instrumentos legales nacionales e internacionales mencionados en el cuaderno
Legislación
Año Título Observaciones
jurisprudencia
Decreto 2164 1995 Reglamenta parcialmente el Capítulo XIV de la Ley Vigente en la actualidad para el inicio de procedimientos de reconoci-
160 de 1994, en lo relacionado con la dotación y ti- miento legal de los territorios de comunidades indígenas.
Gestoras de Esperanza
MUJERES RURALES
Principios Pinheiro 2007 Principios sobre la restitución de las viviendas y el Establecen el marco de los derechos de los desplazados internos y refu-
patrimonio de los refugiados y las personas despla- giados a la restitución o indemnización de sus viviendas y patrimonio.
zadas.
Ley 1152 2007 Por la cual se dicta el Estatuto de Desarrollo Rural, El Estatuto tuvo una vigencia de dos años (2007-2009). Declarado
se reforma el Instituto Colombiano de Desarrollo inconstitucional en 2009 por no haber sido consultado a las comuni-
Rural (Incoder), y se dictan otras disposiciones. dades negras e indígenas.
Auto 092 2008 Protección de los derechos fundamentales de las La Corte encuentra que la situación de las mujeres desplazadas es
mujeres desplazadas por el conflicto armado o en una de las más dramáticas del “Estado de cosas inconstitucional de-
riesgo de desplazamiento forzado, en el marco de la clarado” y, en consecuencia, ordena la creación de trece programas
sentencia T-025 de 2004. de política pública para atender dicha población.
Decreto 2000 2009 Por el cual se reglamenta parcialmente el artículo En este decreto se establece el mecanismo de convocatoria abierta
26 de la Ley 1151 de 2007 en lo relacionado con el para la solicitud de subsidios para el acceso a tierras. Básicamente,
subsidio integral para la adquisición de tierras, se es- se establece que se deben presentar proyectos en los que se estipule
tablecen los procedimientos operativos y se dictan el proyecto productivo que se va a llevar a cabo en el predio que se
otras disposiciones. pretende adquirir.
Sentencia C-175 2009 Inconstitucionalidad del Estatuto de Desarrollo Rural. Esta ley es declarada inconstitucional por no adelantar el proceso de
Ley 1152 de 2007. consulta previa de comunidades indígenas y afrocolombianas que se
prevé en el Convenio 169 de la OIT .
Gestoras de Esperanza
MUJERES RURALES
117
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
Bibliografía de
referencia y consulta
Textos de expertos
Ballara, Marcela; Parada, Soledad. 2009. El empleo de las mujeres rurales: Lo que
dicen las cifras. Santiago de Chile: Cepal y FAO.
Bohórquez, Rita; Ardito, Lorena. 2009. Experiencias activas de acceso a la tierra:
estrategias de empoderamiento y aseguramiento de derechos desarrolladas por
organizaciones de mujeres campesinas e indígenas rurales. Santiago de Chile:
International Land Coalition y Procasur.
Bonilla, Ricardo. 2007. Salario mínimo, estructura ocupacional e ingresos en
Colombia. En: Garay, Luis Jorge; Rodríguez, Adriana. Colombia. Diálogo pendiente.
Vol. II. Políticas de empleo, salarios y vivienda. Bogotá: Planeta Paz, 123-176.
Campillo Corea, Fabiola. 2010. Informe final consultoría. Análisis de los problemas
de las mujeres en el campo colombiano y revisión del enfoque de género para el
INDH.Bogotá: PNUD (mimeo).
Dalén, Annika; Guzmán, Diana; Uprimny, Rodrigo. 2010. La Alianza Iniciativa de
Mujeres Colombianas por la Paz (IMP): un camino de transformaciones y logros por
la causa de las mujeres. En: Acceso a la justicia en Colombia. Una mirada desde las
mujeres. Documento Público (5). Bogotá: Iniciativa de Mujeres Colombianas por la
Paz (IMP).
Deere, Carmen; León, Magdalena. 2000. Género, propiedad y empoderamiento:
tierra, Estado y mercado en América Latina. Bogotá: Tercer Mundo Editores.
Deere, Carmen; León, Magdalena. 2002. ¿Qué diferencia resulta de la perspecti-
va de género? Repensando los estudios campesinos. En: Umbrales (11). Cides,
Postgrado en Ciencias del Desarrollo. La Paz: UMSA, Universidad Mayor de San
Andrés [Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/bolivia/cides/
umbrales/umbrales11.pdf] (consulta: 30 de noviembre de 2010).
Deere, Carmen; León, Magdalena. 2005. La brecha de género en la propiedad de
la tierra en América Latina. En: Estudios Sociológicos. 23 (68) (mayo-agosto).
México: El Colegio de México, 397-439.
Deere, Carmen Diana. 2005. The feminization of agriculture? Economic reestructu-
ring in rural Latina America Ocasional Paper (1). United Nations Research for Social
Development [Disponible en: www.unrisd.org/publications/opgp1] (consulta: 30
de noviembre de 2010).
Díaz Susa, Dora Isabel. 2002. Situación de la mujer rural colombiana. Perspectiva
de género. Cuadernos Tierra y Justicia (9) [Disponible en: http://www.kus.uu.se/CF/
Cuaderno_09.pdf] (consulta: 30 de noviembre de 2010). 119
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
Documentos Colombia
Agencia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional (Acción
Social). 2010. Proyecto Protección de tierras y patrimonio de la población despla-
zada (PPTP). Estadísticas de aplicación de las medidas de protección consolidadas
al 30 de noviembre.
Asociación pro Bienestar de la Familia Colombiana (Profamilia). 2005. Salud
sexual y reproductiva en Colombia. Encuesta Nacional de Demografía y Salud
2005, ENDS 2005. Profamilia. Bogotá [Disponible en:http://www.profamilia.org.co/
encuestas/01encuestas/2005resultados_generales.htm] (consulta: 30 de noviem-
bre de 2010).
Casa de la Mujer. 2010. Intervención en la Audiencia Pública “Mujeres en la Ley de
Víctimas y Restitución de Tierras”. Congreso de la República. 25 de octubre.
Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado.
2009a. Política de tierras para la población desplazada. Propuesta de lineamientos
en el marco de las órdenes del Auto 008 de 2009. Bogotá: Comisión de Seguimiento
a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado.
Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento. 2009b.
Comentarios a los lineamientos de política pública de tierras y territorios para la
población víctima de desplazamiento forzado presentado por el Gobierno nacional a
la Corte Constitucional el 5 de octubre de 2009. Bogotá: Comisión de Seguimiento
a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado.
Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado. 2009c. El
reto ante la tragedia humanitaria del desplazamiento forzado: superar la exclusión social
de la población desplazada. Bogotá: Embajada de los Países Bajos.
Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). Censo General 2005.
[Disponible en: http://www.dane.gov.co/daneweb_V09/index.php? option
=com_content&view=article&id=307&Itemid=124].
Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). Encuesta de Calidad
de Vida. 2008. [Disponible en: http://www.dane.gov.co/daneweb_V09/index.
php?option=com_content&view=article&id=57&Itemid=66]. 123
MUJERES RURALES
Gestoras de Esperanza
Glosario de siglas
126