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HISTORIA
DEL
DESCUBRIMIENTO
Y
CONQUISTA
DE
CULTURA Y SOCIEDAD
En esta 4.a edición de la Historia del Descubrimiento y Conquista
de América, que contiene notables mejoras sobre ediciones
anteriores, el profesor Morales Padrón, Director del Departa
mento de Historia de América de la Universidad de Sevilla,
expone los principales hechos del hallazgo, exploración y
primeros tiempos de la implantación española en el Nuevo
Mundo La obra abarca desde los antecedentes del Descubri
miento, incluidos los primeros contactos ocasionales de los
vikingos con las costas septentrionales americanas y los
adelantos técnicos en el arte de la navegación y de la cartografía
o de las nuevas teorías geográficas que posibilitan la gesta de
Colón, hasta los últimos tiempos de la conquista, analizada en sus
diversos y complejos aspectos Aunque existe una inmensa
bibliografía sobre este periodo, que la Historia del Descubrimiento
y Conquista de América recoge, puesta al dia, esta obra
constituye, por el rigor de su sistematización y la profusión de
datos que aporta, un texto de estudio y de consulta indispensable
para el conocimiento de la historia de la acción española en el
Continente Americano
© Copyright 1981. Francisco Morales Padrón.
Editora Nacional. Madrid (España)
Depósito legal: M-27334-1981
I.S.B.N.: 84-276-0291-X
Printed in Spain
Unigraf, S. A. Fuenlabrada (Madrid)
CULTURA Y SOCIEDAD
Docencia y documentación
FRANCISCO MORALES PADRON
HISTORIA
DEL
DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA
DE AMERICA
Cuarta edición
EDITORA NACIONAL
T o r re g a lln d o , 10 • M a d r ld -16
«Bien conozco que algunos me culparán en lo que he
escriplo, los que de los muertos quisieran oír la otra co
lor de la historia, viendo que por ella se acuerdan cosas
que fuera mejor que nunca fueran: pero mirad, lector,
que también he yo de morir, e que me bastan mis cul
pas sin que las haga mayores, si no escribiese lo cierto,
y entended que hablo con mi Rey, he que le he de decir
verdad. E lo aviso para que provea en lo presente e por
venir, para que Dios sea mejor servido a Su Mageslad
que hasta aquí: e que no meresciera perdón mi ánima si
tales cosas callase...»
El hombre que marchó a Indias era un ser que cabalgaba entre dos
¿pocas, y que obedecía a un doble influjo. No podía prescindir de la
herencia medieval, del sentido tradicional; pero tampoco del vitalismo
del Renacimiento. La Edad Media le proporcionaba un elan caballe
resco y una finalidad de cruzada en su empresa; el Renacimiento le
impulsaba a efectuar hazañas que prolongasen su memoria más allá
del tiempo, a ganar gloria y a conseguir ventajas económicas para ci
mentar su poder. Menos olvidaba su grado en la escala social, y por
eso pretendía ascender en ella mediante la adquisición de hacienda y
fama.
La honra y la fama le aguijoneaban. Cortés, buen prototipo para
nuestras afirmaciones, nos viene a ayudar, escribiendo: "...y yo los
animaba diciéndoles que... jamás en los españoles, en ninguna parte,
hubo falta, y que estábamos en disposición de ganar para vuestra ma
jestad los mayores reinos y señoríos que había en el mundo. Y que de
más de facer lo que como cristianos éramos obligados..., por ello en el
otro mundo ganábamos la gloria y en éste conseguíamos el mayor prez
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y honra que hasta nosotros ninguha generación ganó.” El mismo Ber
na! Díaz, rudo soldado y hombre de poca lectura, rezuma Renaci
miento. Tiene el prurito de hacer constar los hechos en los que parti
cipó, y los cuenta él, porque de no hacerlo, ¿quién los contaría? “¿Ha
bíanlo de parlar los pájaros en el tiempo que estábamos en las bata
llas, que iban volando, o las nubes que pasaban por alto...?’’ No, no lo
contarán los pájaros ni las nubes, lo narraré “...yo, yo y yo, dígolo
tantas veces, que yo soy el más antiguo -conquistador-, y lo he servi
do como muy buen soldado a su majestad”. Con insistencia ha hecho
sonar el primer pronombre personal, anhelante de que su nombre y el
de otros no quede anulado por el de Cortés, en un capítulo CCXI que
titula nada menos que así: “ Memoria de las batallas y encuentros en
que me he hallado.” Y si el lector no está convencido, ahí va otra pa
rrafada bemalina: “También -ha escrito su historia- para que mis hi
jos y nietos y descendientes osen decir con verdad: Estas tierras vino a
descubrir y ganar mi padre a su costa, y gastó la hacienda que tenia en
ello, y fue en lo conquistar de los primeros.” Más claro, imposible. Le
interesa, a toda costa, dejar memoria de sí. Es machacón el viejo mili
te; todavía podíamos sacar otras citas explicando la razón de su histo
ria. Pero bien vamos cargado de ella cuando apenas hemos comenza
do.
Hay con frecuencia en los escritos una alusión al mundo clásico.
Se imita a César en sus Comentarios o a Tito Livio. Se establecen
comparaciones con César, con Pompeyo, con Cayo Mario, con Ale
jandro, con Jasón, con Ulíses, con Héctor, con Aníbal. Pero también
de continuo aflora el recuerdo de Amadis, de las Sergas de Esplan-
dián, del Romancero...
Se conjugan, pues, en la razón y ser de la conquista fines materia
les y espirituales, dándose los dos unidos o separados. Para algo dijo el
Arcipreste de Hita que el hombre trabaja, según Aristóteles, “y es cosa
verdadera... por haber mantenencia”. Sin embargo, dentro de este
ideal económico es fácil ver que el español actúa más por la aventura
de lograr la riqueza que por ella mismá. En una noche se jugará a ve
ces lo ganado; y otras, no contento con sus haciendas y riquezas, vol
verá a partir en demanda de luchas. El capitalismo, que ha principia
do a formarse en Europa, no ha contaminado el alma de este tipo, so
bre el cual, además, pesan prohibiciones del medievo: usura, cálculo,
deseo por el dinero, ahorro, desdén por el comercio. El afán utilitario
y pragmático no ha prendido de lleno en el conquistador, que, sin em
bargo, se movió paralelamente por impulsos materiales y espirituales.
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Mirar una sola cara de la Conquista es hacer gala de un simplismo
inexplicable.
Corroborando la afirmación de que no sólo motivos crematísticos
impelieron al conquistador en sus empresas podríamos mencionar las
fundaciones hechas en Yucatán o en Chile. Aquí no hay señuelo ma
terial. No hay minas. Los fines del conquistador son puramente éticos.
Los motivos de índole espiritual que se le desmienten se hacen ope
rantes y efectivos en esta región como en otras. El aborigen no tiene
nada: ni siquiera ciudades y organización política. Como una amplia
ción de este apartado véase ya en concreto el análisis que hacemos de
la figura del conquistador.
23
6. Conquistar es poblar
26
II
32
1. Ciencia y técnica geográfico-náutica del medievo
46
4. Civilización marítima y urbana
63
8. La EspaSa del Descubrimiento
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77
III
DEL ANTLANTICO AL CARIBE
«En el nombre de Dios Todopoderoso, ovo un hom
bre de tierra de Génova. mercader de libros de estampas,
que trataba en esta tierra de Andalucía, que llamaban
Cristóbal Colón, hombre de muy alto ingenio sin saber
muchas letras, muy diestro en el arte de la Cosmografía
y en el repartir del mundo...»
Catay
>
CREYENDO
HALLADO SEIS
ISLAS Y NO TIERRA FIRME
ÍCA80
BOJAOOR
26*
370 LEGUAS 370 LEGUAS
Ciampa
RESERVADO A
PORTUGAL POR
EL TRATADO OE
ALCAÇOVAS-
iCandyn TOLEOO
REVES CATOUCOS
Java INTER CETER Ai— V-1493)
Menor
T0R0ESILLA5<CASTELLAN0S)
TOROES1LLAS (REA l )
TOROESILLAS (PORTUGUESES)
m ar ¿ ¿ r ita
ASIA "■(.
Caballos Azafran
Asnos Centeno
Mulos
Caba de azúcar
Fréjol
3. De Portugal a Castilla
1) Cargos de autoridad.
2 ) , Ventajas económicas y honoríficas.
9. El retorno
118
Monasterio de la Rábida, adonde
va Colón en 1485 y 1491 y en don
de encontrará a dos de sus valedo
res, fray Antonio de Marchena y
fray Juan Pérez.
120
“otras muchas cosas me tiene dicho y hecho”. ¿A qué se refiere? Sin
duda, a todo lo que ha sucedido antes de tocar en las Bahamas. Son
dos hombres de carácter que han entrado en fricción. Hemos dicho
que Martín Alonso “abandona” al resto de la flotilla; pero ¿realmente
la abandona? Fijémonos: los tres barcos navegan hacia el Este en bus
ca de Babeque o Española, donde los indios han dicho que existe
abundante oro. De pronto, el Almirante, que navega el último, decide
fondear y cambiar de rumbo; pone farolillos en los mástiles, y sólo Vi
cente Yáñez, que marcha en segundo lugar con la Pinta, divisa tales
señales y obedece. Podemos pensar que Martín Alonso, en la delante
ra, no las ha visto y prosigue la marcha; llega a Babeque, fondea, ob
tiene oro con maña, y viendo que los demás barcos no llegan, retroce
de a su encuentro. Pudo pasar esto sencillamente, y la recriminación
rencorosa del Almirante se debería al papel que Martín Alonso de
sempeñó cuando el malestar a bordo y a que ha logrado obtener bas
tante oro en un acto de habilidad, que Colón llama el 6 de enero de
codicia y soberbia... Notemos que Colón, única fuente para esta ac
ción, no habla de deserción, delito punible. Tampoco lo llaman así su
hijo Hernando y Las Casas, que tomaron el dato del Almirante y lo
esparcieron. Colón guarda el rencor y se olvida de lo que por él Mar
tín Alonso hizo en Palos y lo que por él dijo cuando el “motín”. Ro
tundamente hay que descartar la idea de deserción, cosa absurda si
pensamos que Martín Alonso era lo suficientemente inteligente como
para recordar que sobre todos estaban los Reyes dispuesto a juzgar y
castigar su acto.
Respecto a Juan de la Cosa, también el Diario es la única fuente.
Sin ambages, Colón dice que Juan de la Cosa debía haber estado de
guardia y se fue a dormir y que cuando la nao encalló fue uno de los
primeros en arriar un batel y huir hacia la Niña para salvarse. Cierta
mente, Juan de la Cosa, como maestre, debía haber estado en su guar
dia y no debió permitir que el timonel cediese el timón a un grumete.
La nao navegaba con más de cuarenta hombres dormidos, guiada por
un grumete. Hecho imperdonable; mucho más lo es la huida, que Co
lón denomina traición. El Almirante afirma que hacía más de dos no
ches que no dormía. ¿Le sucedía lo mismo a los otros? ¿Habíañ bebido
demasiado el 25, día de Navidad?... No creo que tuvieran ya vino. Po
demos pensar con Gonzalo Fernández de Oviedo, que el Almirante
“mañosamente la había hecho tocar, para dejar en tierra parte de la
gente, como quedó”. Hay autores que dan crédito a esta versión, vien
do en Colón el propósito de dejar ya una colonia que garantice unos
121
derechos frente a los portugueses y la seguridad de un segundo viaje
para rescatar a los abandonados en Haití. Pero tal vez sea hilar dema
siado fino.
La “nao (que) diz que era muy pesada y no para el oficio de descu
brir”, fue evacuada tras el encallamiento y su cargamento pasado a la
Niña', pero los cuarenta hombres de la Santa María apenas cabían en
la Niña, por lo que se pensó en establecer una fundación o fuerte con
hombres y los restos de la nao. Así nació La Navidad, primer estable
cimiento europeo en América.
Los indios -ya son indios- ayudaron mucho a los hispanos en la
construcción del fuerte, dirigidos por el cacique Guanacagarí. Para el
Almirante y sus compañeros los habitantes de las tierras halladas eran
indios, como pobladores que eran, en su errónea concepción, de la In
dia asiática. Colón, que va salpicando la geografía nueva de toponími
cos cristianos, y que siempre hace gala de su nombre, Chrístoferens -el
que lleva a Cristo-, no se olvida de su misión espiritual, y al ver a es
tos indígenas en estado pagano, escribe a los Reyes, instándoles a
“acrecentar la santa religión cristiana”. El espíritu medieval de cruza
do, que lleva dentro, le empuja a estas empresas espirituales; en tanto
que el hombre renacentista, el del apellido Colón -apunta un autor-,
le empuja en otras ocasiones a fundar un negocio con la esclavitud de
estos mismos indios.
Después de reconocer varias de las Bahamas, el oriente de Cuba y
el norte de Haití, el Almirante, estando en la bahía de Samaná, dio la
orden de retomar el 16 de enero de 1493. La Niña y la Pinta se ha
bían vuelto a juntar el 6 de dicho mes. El Almirante planeó un regre
so directamente a España, para lo cual eligió el rombo NE. 1/4 E. Lle
vaba a bordo una decena de indios, cuarenta papagayos, muchos galli
pavos; conejos, batatas, ajíes, maíz y una serie de objetos exóticos. Se
llevaba también la seguridad de haber visto a unas sirenas similares a
las que contempló en las costas de Guinea (sin duda, manatíes) y la
noticia de que más al Este existía una isla -Matinino- con sólo muje
res... y “ la isla de San Juant, la cual vido ayer el Almirante”, dice Las
Casas. En parte, Puerto Rico fue, pues, descubierta en el primer viaje.
Por srerte, el viaje fue bueno; pero la verdad es que no era tal el rom
bo que debía tomar. A magnifica velocidad cruzaban las dos carabelas
el denotado océano. Aprovechando las tres primeras semanas de buen
tiempo y propicios vientos, debió escribir Colón la célebre carta sobre
su primer viaje y el descubrimiento. Esta carta no iba dirigida a nadie
en particular, pero destinada a anunciar públicamente el viaje,, fue in
122
cluida con una a los Reyes, que se perdió. De la primera se hicieron
varías copias manuscritas, una de las cuales -la dirigida a Santángel-
fue impresa en el verano de 1493, en Barcelona, y de la cual diremos
más al tratar la resonancia que tuvo el hallazgo.
En la primera quincena de febrero fueron envueltos los dos maltre
chos barquichuelos por una terrible tormenta, que separó, el 14, a la
Pinta de la Niña, o a la Niña de la Pinta. El peligro de naufragar era
tan grande, que hasta el mismo Colón, siempre lleno de confianza en
la protección divina, dudó y propuso el cumplimiento de promesas en
los santuarios de las Vírgenes de Loreto, Guadalupe y Santa Clara de
Moguer. Tomaron una serie de garbanzos y se marcó uno con una
cruz. Quien lo sacara debería cumplir las promesas. Como era de es
perar, Colón fue el escogido dos de las tres veces. Además redactó un
amplio escrito en pergamino sobre todo lo acaecido, lo envolvió en un
paño, lo metió en un barril arrojándolo al mar con una nota en la
cual se prometía mil ducados a quien lo encontrara y se lo llevara a
los Reyes Católicos sin abrir, cuenta Hernando Colón.
El 16 creyeron avistar las islas de la Madera. Sabían que no debían
fondear, pues serían apresados y acusados de navegar por zona reserva
da a Portugal; pero la necesidad era muy grande. Necesitan leña y ali
mentos frescos. Fondean, y el Almirante ordena que la mitad de los
hombres, en camisa, vayan en procesión a una iglesuca cercana. Los
encamisados fueron apresados por los lusitanos, que se acercaron lue
go a la carabela con ánimos de apresar al propio Almirante. De la ca
rabela al batel se desarrolló un diálogo algo cómico, pues no hemos de
olvidar que, mientras, en la playa estaba la mitad de la tripulación en
camisa, Colón alegaba su descubrimiento y su autoridad de Almirante;
pero el capitán Castañeira, que así se llamaba el apresor, no quería
creer nada. Al fin fueron devueltos a bordo los encamisados. La cara
bela levó anclas y en otra parte de la isla que resultó ser la de Santa
María (Azores) cargó piedras, agua y leña. Habían estado diez días en
la islita y ya entonces se nota en el Diario rondar la imagen del Paraí
so en la mente del Almirante.
Nueva tormenta amenaza hundir a la carabela, por lo que Colón
propone nuevo sorteo de garbanzos para ir a la Cinta en promesa. Ló
gicamente, le corresponde a él el garbanzo señalado con la cruz. Real
mente fue admirable cómo el barquejo resistió la fortísima tormenta
habida en uno de los peores inviernos europeos de entonces.
Los vientos empujaron a la carabela hacia el Norte, llevándola a la
altura de Lisboa, en cuyo estuario entran el 4 de marzo. Fondearon
123
cerca de donde se alza el monasterio de los Jerónimos. El rey portu
gués, don Juan, recibió a Colón en Virtudes (Valparaíso), cerca de Lis
boa, oyendo de labios del descubridor el primer relato del viaje y el
hallazgo. No cabe la menor duda que a don Juan le sentó mal la noti
cia, que pensó había hecho mal en rechazar las propuestas colombinas
de antaño, que lo encontrado entraba dentro de su jurisdicción y que
no sería mala idea suprimir a Colón. Esto último se lo sugirieron sus
cortesanos. Así, claramente, lo expresa el cronista testigo Ruy de Pina.
Don Juan, que había asesinado personalmente a su cuñado, no acce
dió a las propuestas de sus cortesanos porque no olvidaba a los Reyes
Católicos... A los dos días de estar con el rey (del 9 al 11) y con la rei
na luego, se dirigió Colón a Lisboa con intención de zarpar cuanto an
tes, y tras de rechazar una propuesta real de viajar por tierra. ¿Pensa
ban tenderle una emboscada? El 13 de marzo zarpa la carabela Niña
del estuario del Tajo llevando al temeroso Almirante, que no deja de
pensar en Martín Alonso y en su posible adelantamiento. Aquél había
llegado a Bayona de Galicia, desde donde comunicó a los Reyes su
arribo y descubrimiento, a la par que pedía permiso para dirigirse ha
cia ellos; pero los Soberanos no le autorizaron. Por lo cual Martín
Alonso, como Colón, enrumbó hacia el puerto de Palos. El Derecho
marítimo de entonces exigía que todo barco salido de un puerto debía
retomar a él.
El día 14 de marzo, al atardecer, la Niña navegaba frente a Faro,
mientras que la Pinta iba por San Vicente. Al día siguiente, y al me
diodía, cruzó la Niña la barra de Saltés, seguida casi por la Pinta.
Martín Alonso llevaba los minutos contados, pues murió a los cinco
días de su arribo.
Habían hecho el viaje de ida y vuelta exactamente en 32 semanas.
Es de imaginar las fiestas y tristezas -por los que permanecieron en
Navidad- habidas esos días en Palos. Colón fue a cumplir sus prome
sas a la Cinta y Santa Clara de Moguer. En los quince días que perma
neció en Palos -o en el monasterio de La Rábida- fue objeto de la cu
riosidad lugareña, que no cesaba de preguntar y mirar.
El Almirante, a quien siempre le dolió andar por tierra a partir de
este momento, proyectaba navegar hasta Barcelona, a entrevistarse con
los Reyes; pero éstos le comunicaron que fuera por tierra. Con este
permiso, el Almirante se puso en camino hacia Sevilla, Córdo
ba, Murcia, Valencia, Tarragona y Barcelona. Es de imaginar el
espectáculo. En Sevilla se hospedó en el monasterio de las Cue
vas. Luego fue a Córdoba, donde encontró viejos amigos -como
124
en Lisboa- y donde halló a su amante, Beatriz Enríquez de Arana.
Entre el 15 o el 20 de abril debió efectuar su entrada en Barcelona,
después de sembrar por el filo de los caminos asombrosas noticias. Las
gentes se asomaban para ver a los indios, las carátulas de oro, los ver
des papagayos y para oír decir que se había llegado a las Indias del
Gran Khan.
El recibimiento, muiatis mutandi. con las recepciones a los héroes
espaciales de nuestros días, debió de ser grandioso. Las Casas y Fer
nández de Oviedo son los cronistas más amplios al recoger el hecho.
Anglería da la versión del periodista y Hernando Colón se muestra
parco. Las Casas escribió: “El Almirante es acogido con un solemne y
muy hermoso recibimiento, para el cual salió toda la gente y toda la
ciudad... admirados todos de ver aquella veneranda persona ser de la
que se decía haber descubierto otro mundo, de ver los indios y los pa
pagayos y muchas piezas y joyas y cosas que llevaba descubiertas, de
oro, y que jamás no se habían visto ni oído...” De cosas nunca vistas
ni oídas debió hablar Colón a los Reyes, que, recuerda Anglería, le
hicieron sentar públicamente a su lado, “lo cual entre los reyes
de España es la mayor señal de amor, de gratitud y de supremo ob
sequio.”
Por esta época de su retomo, Colón era, según Oviedo que le cono
ció en Barcelona, “hombre de honestos parientes e vida, de buena es
tatura e aspecto, más alto que mediano, e de recios miembros; los ojos
vivos, e las otras partes del rostro de buena proporción; el cabello,
muy bermejo, e la cara algo encendida e pecoso; bien hablado, cauto e
de gran ingenio e gentil latino e doctísimo cosmógrafo; gracioso cuan
do quería; iracundo cuando se enojaba”. Tal el Colón que llegó a Bar
celona cargado de desconocidos objetos y seres, y aportando trascen
dentales problemas internacionales.
El primer problema que planteó el descubrimiento fue el relativo a
la incorporación de lo hallado. ¿En virtud de qué títulos podían ser
anexionadas aquellas tierras por la Corona de Castilla? El fundamen
tal, el del descubrimiento y subsiguiente posesión; pero éste no daba la
exclusividad para hallazgos futuros, asequibles a cualquier otro afortu
nado navegante. Según el Derecho de la época, una confirmación del
Pontífice romano, dorninm orbis. completaría el título descubridor y
125
sobre todo la concesión papal impondría una exclusiva, al propio
tiempo excluyente de cualquier dominio de otro príncipe cristiano. El
único posible, pues, era el que facilitaba una bula papal de donación.
Con gran rapidez los Reyes movilizaron su diplomacia para obtener
del Papa aragonés Alejandro VI dicha bula. La bula, la primera Inter
coétera. fue un Breve secreto fechado el 3 de mayo, aunque quizá no
se ultimó hasta el 17, que llegó a Barcelona el 28. A la Corona hispa
na le urgía hacerse con la bula, porque temía que Portugal comenzara
a esgrimir sus derechos, tal como Juan II le manifestó a Colón en Val
paraíso. La cláusula donde se contiene la donación rezaba: “Según el
tenor de las presentes, donamos, concedemos y asignamos todas y cada
una de las tierras e islas supradichas, así las desconocidas como las
hasta aquí descubiertas por vuestros enviados y las que se han de des
cubrir en lo futuro que no se hallen sujetas al dominio actual de algu
nos señores cristianos." Asesorados por Colón, a los Reyes no les pare
ció satisfactoria la cláusula transcrita, por lo que pidieron una segun
da bula que completase la primera, donde a la donación antedicha se
añadiese la demarcación de las zonas de expansión de Castilla y Por
tugal. Nace ya en la mente de los que gestionan los documentos la
idea de la famosa raya al oeste de las Azores.
Mientras llegaba la segunda bula, se desplegó una febril actividad,
preparando el segundo viaje antes de que los portugueses se adelanta
sen. La siguiente bula menor, también llamada Inter coétera, traía fe
cha igualmente del 4 de mayo, aunque se registró en junio, según Gi
ménez Fernández. En ella se hacia ya constar la donación y la parti
ción. Alejandro VI concedía a los Reyes Católicos las tierras descu
biertas o por descubrir que se hallasen hacia el Occidente o el Medio
día, hacia la India o cualquiera otra parte del mundo, siempre que es
tuviesen situadas más allá de una línea que, de polo a polo, pasase a
100 leguas al oeste de las Azores, cifra considerada como mar territo
rial entonces.
No paró con esto el forcejeo diplomático que Portugal venía soste
niendo, por lo cual se despachó una tercera bula menor, la Eximiae
devotionis (3 de mayo de 1493), nueva copia de la primitiva Inter coé
tera, en la que se comunicaba y aclaraba que se le otorgaba a Castilla
los privilegios, gracias, libertades e inmunidades y facultades que se le
habían concedido a Portugal en anteriores documentos.
Como hemos podido observar, los documentos papales se han ido
concediendo siempre en mayo; pero realmente su redacción se hizo en
mayo, abril y julio, aunque se antedataban para no despertar fcospe-
126
chas de los portugueses y no delatar que se expedían a demandas de la
Corte española.
La última e inesperada bula menor, la denominada Dudum siqui-
dem, vulgarmente llamada de “ampliación de la donación”, era direc
tamente opuesta a los intereses de Juan II (26 de septiembre de 1493),
y llegó cuando ya Colón estaba aprestando la segunda expedición. Por
la Dudum siquidem se completaba la posibilidad de que los barcos
castellanos, yendo hacia poniente, descubriesen islas que pertenecían a
la India asiática -quae Indias fuissent vel essent-. £1 mundo quedaba
abierto para la colonización de Castilla. La Dudum siquidem venía a
ser como el broche final a un siglo de litigios, completada por lo que
se acordase dentro de poco en Tordesillas. Portugal había sido derrota
da y Colón veía asegurado su éxito y confirmados sus privilegios. Lo
que en Santa Fe fue problemático y lleno de hipótesis, era ahora una
realidad palpable. En la misma Barcelona, y a 28 de mayo de 1493,
los Reyes habían confirmado todos los títulos y mercedes concedidas a
Colón, pues éste había cumplido con el descubrimiento. Aquí está el
punto de arranque de los Pleitos colombinos comenzados al morir el
primer Almirante. Algo más se le concede en Barcelona: un escudo,
donde figuran las armas reales con islas, anclas y las armas propias.
Las Bulas alejandrinas no fueron distintas a las medievales dadas a los
lusitanos en sus navegaciones por Africa, no tuvieron carácter arbitral;
es de presumir que en su redacción no hubo claudicaciones ni simo
nía... aunque haya autores que hablen de prisas, exigencias e irregula
ridades. Ellas fueron el caballo de batalla en próximas contiendas, y se
rán usadas dentro de pocos años, como veremos, en el debatido proble
ma de los Justos Títulos. Sin embargo, sentemos desde ahora que el
derecho a las Indias nace de los derechos derivados del descubrimiento
y no de las Bulas como se demuestra claramente en el Tratado de
Tordesillas. Sin que ello quiera indicar que haya relación entre Bulas
y Tratado. Apenas realizado el descubrimiento surgen, renacen, unas
diferencias luso-castellanas que terminan en Tordesillas, pero estas di
ferencias se desarrollan al margen de las Bulas (solicitadas a petición
de Castilla sin que los portugueses lo sepan), que, repetimos, no tienen
carácter arbitral. Sin embargo, como las Bulas nacieron al mismo
tiempo que el litigio luso-castellano, muchos autores creyeron inter
pretar en los mismos días la función papal como arbitral (Anglería,
Maximiliano de Transilvania). Por otro lado, y dado que el Descubri
miento coincidió con el nacimiento de las naciones modernas, con la
división religiosa y con el principio de la grandeza hispana, España se
127
convirtió en un poderoso rival político-religioso, no escapando sus do
minios y derechos de los ataques teóricos y bélicos de los demás países
europeos. Y como la donación papal era el símbolo de la expansión
hispana, sobre ella recayeron los ataques. Los mismos hispanos fueron
los primeros -y ése es el mérito de España- en sostener (Casas, Vitoria,
otros) que el Papa podía comisionar a un pueblo para realizar con ex
clusión la evangelización, pero no, por supuesto, para dar tierras que
pertenecían a otros pueblos. He aquí el origen del problema de los Jus
tos Títulos que veremos más adelante.
132
12. El segundo viaje
138
14. Los Tratados de Tordesillas
144
16. Incidentes en la Española: Bobadilla
149
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154
LAS EXPEDICIONES INICIALES
Y EL NOMBRE DE AMERICA
«Mas ahora que esas partes del mundo han sido ex
tensamente examinadas y otra cuarta parte ha sido des
cubierta por Americu Vesputiu -com o se verá por lo
que sigue-, no veo razón para que no la llamemos
America; es decir, la tierra de Americus...»
(Cosmographiae Introduclio.)
Viajes de Juan Caboto.
157
SALIDA LISBOA MAYO,OE 1501
LLEGADA LISBOA.7 SEPTIEMBRE OE 1502
l A Z O R E S ____ ¿«LISBOA
I .C A B O V E R D E
SIERRA LEONA
RIO D E JA N E IR O J f /
P I O S JU LI AN
j»
%
T IE R R A S D E S C U B I E R T A S
<ña
E N A N T E R IO R E S V I A J E S ^ .
VIAJE DE VESPUCIO
T IE R R A S D E S C O N O C ID A S 1501-1502
LA ESPAÑOLA
0 •ftw S T O DOMINGO 29-Vl LLEGAOA:
7N O VI504
a ALMIRANTE
STA CRUZ
x / RETRETE 2S-XI
/ PUERTO BELLO 2-XI
RIO B ELEN 5*1-1503
FUNOA STA MIDE BELEN ' SALIDA SEVILLA 3-IV-I5Q 2
CADIZ JAL II*V* 1502
CUARTO V IA JE D E COLON
1502-1504 "> * '
C CODERA | \ '0
~ \ y / Y / I S BERNARDO
PARIA \ \
/ / / X ‘PUENTE GOLFO OE PARIA
/ / / PUNTA CARIBANA
//LO S CO X O S
/ B ANACMUCUNA BOCA OE LA SIERPI
PTO DEL RETRETE / COSTA DE GENTE BRAVA
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/ VAIFERMOSO
I CAUCHIETA
/ PARAGUANA
LAGO DE S. BARTOLOME
U99-ISOOOJEOA;LA COSAIVESPUCIO
U99-I500V. Y. PINZON
H 99-1500 D. DE LEPE
I500-I507R DE BASTIDAS
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C a jlo n ^.
§ N^Sur^
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J a v a M ^ ^ ? ¿Anguana
163
Pero ahora, a finales del XV, la tónica la dan los castellanos y an
daluces, que van a alumbrar, por así decirlo, la ignorada geografía de
América para a continuación recorrerla en todos los rumbos y acabar
lanzándose al Pacifico a explorarlo y demostrar que la tierra era re
donda.
Así como las corrientes y los alisios facilitaron la marcha a las In
dias y entrada en el Caribe a las naves de Colón, así también, en el
Atlántico norte una corriente ayudó a las navegaciones. Entre las tie
rras de Baffin y Groenlandia, siguiendo el estrecho de Davis, desciende
la denominada corriente fría de El Labrador, que costea Terranova; si
gue muy junto a la costa hasta el cabo Hatteras, donde choca con la
corriente caliente del Golfo y desaparece. A Juan Caboto sirvió de mu
cho este río marino, lo mismo que a Gaspar y Miguel Corté Real, que
navegan e indagan por aguas de Terranova.
El paisaje del Atlántico norte no era como el que los castellanos
conocían en el Caribe y Suramérica: las aguas del Norte llevaban tém
panos de hielos en verano y primavera, haciendo peligrosa la navega
ción; y en tierra, las tundras, las nieves, los bosques de coniferas, y ra
las tribus indígenas cerraban el paso al extraño. Un habitat totalmente
distinto, con otro clima, otra geología, otra flora, otra fauna. No había
el multicolor papagayo ni el caimán soñoliento, sino la morsa, la foca,
la ballena, el castor, la marta, el tejón... Lo que interesaba a los euro
peos en aquellas latitudes eran, por lo pronto, los bacalaos y el posi
ble estrecho. Más tarde les atraerán las pieles de su fauna. El bacalao
lo habían apreciado de siempre. Las crónicas francesas se encargan de
evidenciar este interés, a la par que afirman se debe a los franceses los
iniciales periplos por estas latitudes, mucho antes que Colón.
Los marinos franceses -según las mencionadas crónicas- parece
que estuvieron en los bancos de Terranova antes de que llegasen por
esas latitudes Giovanni Verrazzano y Jacques Cartier, el Colón del
Canadá (1534). Si la reacción francesa a la demarcación papal -donde
se excluye a los pueblos extrapirenaicos- no fue notada sino a partir
de 1521 con Francisco I, en cambio la británica se hizo presente poco
después de darse las bulas célebres. Inglaterra era entonces un país po
bre. acosado por Escocia, Irlanda y Francia. Los reyes de la Casa Tu-
dor, que la gobernaban, eran cautelosos, y como tales principiaron sus
tanteos exploradores en América.
164
1. Juan Caboto, al servicio del Rey de Inglaterra (1497-1498)
(*) A las exploraciones hechas en el Caribe y norte brasileño, que constituyen los
cuatro clásicos viqjes andaluces, se les puede añadir estos otros viajes:
Vicente Yáflcz Pinzón, Juan Díaz de Solis, Vespucio, 1497-8. Dudoso.
Segundo vitye de Cristóbal Guerra, 1500-1. Hay pocos testimonios de esta expedi
ción. Asociado a su hermano Luis, zarpa siguiendo los alisios y va a parar a la Margari
ta, donde rescata perlas a la fuerza. En noviembre de ISOI estaba en España.
Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa, IS0I-2.
Segundo y tercer viaje de Ojeda, 1502. Sale de Cádiz en enero, se detiene en Cananas
y Cabo Verde, donde saquean algunos barcos lusos y cometen otros desafueros. Van a
Paria, siguen hacia Margarita, Curazao y Coquibacoa con ánimos de fundar. A veinticin
co millas del cabo de la Vela fundan una localidad que llaman Santa Cruz. Antes Ojeda
habla enviado la nao Granada a Jamaica para buscar alimentos. La situación difícil de
los expedicionarios fue aliviada con el retomo de la Granada, pero los indios atacaban y
ios navios eran acribillados por la “broma”. Los ánimos se excitaron de tal modo, que
Ojeda fue apresado por sus hombres y, tras destruir lo hecho en Santa Cruz, lo llevan a
la Española.
El tercer viaje de Ojeda se limitó a la costa norteña de Suramérica, como los otros,
alcanzando, tal vez, el golfo de Urabá.
Tercer vigje de Cristóbal Guerra, 1504. Hay pocos datos sobre ¿I; tuvo realidad, y el
nauta expresó sus deseos de ir sobre la costa de las perlas a rescatar.
Tercer viqje de Vicente Yáñez Pinzón, IS03-7. Viaje ya que entra en los proyectos
estatales para buscar el paso e ir sobre la especiería.
Hay que hacer notar que ha sido muy poco lo que se ha investigado en el Archivo de
Indias para esclarecer la historia y trascendencia de estas expediciones andaluzas.
175
F) V iaje de Vélez de MENDOZA.-Hay otro viaje ineludible de
examinar, ya que sus actores tuvieron el mérito de navegar “hasta el
término... que antes ni después el Almirante ni otra persona había lle
gado allí’'. Nos referimos a la expedición del Comendador Alonso Vé
lez de Mendoza, que, unido a los hermanos Guerra, preparan dos na
ves llamadas Sancti Spiritus y San Cristóbal. Acordada la capitulación
o asiento con don Juan Rodríguez de Fonseca, se les exigió en ella no
navegar por tierras descubiertas por Colón, Ojeda y Cristóbal Guerra,
y, sobre todo, no hacerlo por la zona de Coquibacoa. Sin duda este
veto obedece a las famosas “piedras verdes" (esmeraldas) que Ojeda
halló y cuyo beneficio deseaba tenerlo la Corona directamente. Parece
ser que un individuo de Baeza -Alonso de Córdoba- prestó cierto
apoyo financiero y los barcos salieron de Sevilla a fines de agosto de
1500, condicionados a regresar a Cádiz. Igualmente se les exigió exhi
bición de mapas, para ser revisados por los oficiales reales, seguir el
derrotero señalado sin inmiscuirse en las zonas que había descubierto
Portugal y entregar al regreso la cuarta parte de las ganancias a la Co
rona. Los barcos tocaron en Canarias y Cabo Verde, arribando al
Cabo de San Agustín, desde donde prosiguieron más al Sur, al revés
que Diego de Lepe y Yáñez Pinzón, que desde este punto retomaron
hacia el Caribe. Al cabo de diez meses regresaron, trayendo como car
gamento de valor esclavos del Brasil. Ni Vélez de Mendoza ni Luis
Guerra explotaron su descubrimiento, tal vez por las pocas ganancias
obtenidas o quizá porque la arribada de Cabral constituía ya un obs
táculo.
Los restantes viajes andaluces, hechos en tomo a las Antillas, he
mos de pasarlos por alto para no hacer farragoso el proceso descubri
dor. Interesan, de todos ellos: los cuatro primeros y los de Bastidas y
Vélez de Mendoza, porque por su acción se descubrió el Brasil; se ha
lló el Orinoco, Amazonas y Magdalena, y se recorrió la costa de Su-
ramérica, desde más al sur del cabo de San Agustín hasta Panamá.5
(*) Los documentos sobre los viajes de Vespucio son los siguientes:
1. Mundus Novus, carta a Lorenzo di Picr Francesco de Medid, contando un tercer
viaje bajo pabellón lusitano.
2. Leñera di Amerigo Vespucci delle isole..., Techada en Lisboa a 4-IX-1504, y diri
gida a Piero Soderini. Se le conoce con el nombre Cuattro Viaggi.
3. Leñera, del 8 o 18-V11-I500, escrita en Sevilla y dirigida a L.P.F. de Medici,
contando el primero y segundo viaje al servicio de España como uno solo.
4. Leñera, escrita en cabo Verde a 4-VI-150I, dirigida a L.P.F. de Medici, narrán
dole un tercer viaje.
3. Leñera, al mismo L.P.F., y continuación de la anterior, escrita en Lisboa en
1502.
Los dos primeros documentos son considerados como apócrifos por A. Magnaghi y
otros historiadores.
180
Juan de la Cosa, sanlanderino de Santoña. que acompañó a Colón en su primer viaje r
en el segundo, aunque hay quienes suponen que son dos personas diferentes. El Juan de
la Cosa cartógrafo estuvo no sólo con Colón en su segundo viaje, sino con Alonso de
Ojeda y América Vespucio en 1499. Al regresar dibujó su famoso mapa en el Puerto de
Santa María 11500).
181
en 1480. Al servicio de los conocidos comerciantes Lorenzo y Juan de
Médicis, entra Américo en contacto con España cuando aquéllos huyen
de Florencia por altercados con Lorenzo el Magnifico. Va a radicarse
en Sevilla, capital del Nuevo Mundo, donde se pone al servicio de
otro mercader, Juan Berardi, y donde demostrará que era “elocuente
y latino'1, al decir de Las Casas. En Sevilla, Vespucio comienza a ali
mentar la idea de marchar a las Indias, recién descubiertas. Su patrón
Berardi está encargado de preparar una expedición a ellas, y en esta
tarea se muere. Américo Vespucio actúa como albacea del difunto, y
termina de equipar la expedición. Por entonces, los Reyes Católicos
han autorizado las expediciones particulares al Nuevo Mundo, dando
con ello la oportunidad a Vespucio. “Sabrá, dice éste a Soderini, cómo
el motivo de mi venida a este reino de España fue para negociar mer
cancías y cómo seguí este propósito cerca de cuatro años, durante los
cuales vi y conocí distintas vicisitudes de la fortuna, que mudaba estos
bienes caducos y transitorios... Asi, conocido el continuo trabajo que
el hombre pone en conquistar estos bienes, sometiéndose a tantas in
comodidades y peligros decidí abandonar el comercio y poner mi pro
pósito en cosas más laudables y firmes. Me dispuse a ir y ver parte del
mundo y sus maravillas. Esto se me ofreció en tiempo y lugar muy
importunos, pues el rey don Femando de Castilla, teniendo que man
dar cuatro naves a descubrir tierras nuevas hacia Occidente, fui elegi
do por su Alteza para que fuese en esa (Iota para ayudar a descubrir.
Partimos de Cádiz el día 10 de mayo de 1497...”
De este modo comienza la actividad marinera de Vespucio, en
1497; pero este viaje es tenido por falso, por lo que pasaremos al que,
según los que sólo aceptan dos viajes, fue el primero. Fue éste el que
ya vimos como primer viaje andaluz clásico -Ojeda, La Cosa y Ves
pucio (1499-1500)-, que recorrió la costa norte de Suramérica, dibuja
da por vez primera en el mapa de La Cosa (1500) y en el que Vespu
cio va como subordinado de Ojeda.8
♦
184
ción necesaria. Los Reyes le oyeron una vez más, y le concedieron el
socorro para su cuarto y último viaje. Fueron reconocidos sus privile
gios para sí y sus sucesores, aunque por el momento no podía ejercer
ninguna de sus funciones y se le prohibía ir a Santo Domingo. Rápi
damente preparó cuatro barcos, similares a los del primer viaje, quizá
como indica Las Casas, porque en el tercero había notado que “ los
navios que traían eran grandes para descubrir", y él los necesitaba más
pequeños. Quería descubrir. Descubrir por el Caribe occidental, donde
debía quedar algo sensacional, pues ni Ojeda, ni Bastidas o Niño ha
bían llegado hasta allí. Nadie tampoco había vuelto a Cuba desde que
él estuvo en 1494. Colón creía que Cuba era la provincia china de
Mangi y el extremo occidental del Quersoneso Aureo. Entre la isla de
Pinos y la costa del golfo de Dañen, el punto hasta donde habían lle
gado los marinos de los Viajes Andaluces, quedaba un enorme golfo
por descubrir, y en el que el Almirante situaba el pasaje que llevaría a
la India Oriental.
En unas completas instrucciones los Reyes le ordenaban:
1. Debía descubrir "las islas e tierra (irme que son en las Indias
en la parte que cabe a Nos"; es decir, tras la línea de Tordesillas.
2. Debía tratar al personal que llevase “como a personas que van
a servir en semejante jomada”.
3. No debía de traer esclavos, y debía informar de la naturaleza
de los indios y de sus tierras.
4. Debía prestar atención a las riquezas de las tierras y no permi
tir se practicasen rescates privados.
Personalmente, su gran designio consistía en la búsqueda del paso
que situaba por el istmo de Panamá.
Los últimos días pasados en tierra los dedicó a completar y sacar
copias del Libro de los privilegios, del cual envió ejemplares al Banco
de San Jorge, de Génova, y a su hijo Diego. Después dio principio a
lo que él mismo denominó Alto Viaje (1502).
Desde Gran Canaria escribió al fraile Gorricio: “El vendaba! me
detuvo en Cádiz fasta que los moros cercaron a Arcila", a cuyo soco
rro acudió, encontrándose que la morisca chusma había ya levantado
el sitio. Los portugueses agradecieron el gesto del Almirante, que tenía
aún tiempo para acudir en auxilio de cristianos.
El esquema del cuarto viaje es bien sencillo: Santo Domingo, Vera
gua, Cuba y Jamaica. Lo que sucede en la travesía y escalas tiene un
enorme interés por lo variado y espectacular. Colón no debía fondear
185
en Santo Domingo; pero fue porque necesitaba hacer algunas repara
ciones en sus barcos (29 de junio). Se encontró con la negativa de
Ovando, y con una flota dispuesta para zarpar, en la que no iban,
como se ha dicho, Torres y Bobadilla, pero sí otros enviados por el
Gobernador a España. El Almirante hizo saber que la flota no debía
levar anclas porque se avecinaba un fortísimo ciclón, observado por él
en el oleaje tranquilo del Sureste, en la marea anormal, en los cirros
cubiertos en la capa superior del aire y hasta en las punzadas de su ar-
tritismo. No le hicieron caso, y la enorme flota, con cuantiosas rique
zas, se alejó por el Paso de la Mona para hundirse en el extremo
oriental de la Española, bajo el azote de un terrible huracán. Entonces
aprendieron los españoles muy bien el significado de esta palabra anti
llana. Como Verlinden y Pérez-Embid sintetizan muy bien: "Colón
dudó al principio sobre la dirección a seguir. ¿Convenía poner proa al
Este o al Oeste? Se decidió por la primera”.
El 14 de agosto tomó posesión de la costa de Honduras en nombre
de sus Soberanos. Numerosos indios, emparentados con los Mayas del
Yucatán que los españoles aprenderían a conocer mucho más tarde,
asistían a la ceremonia. Su significación, ni que decir tiene, se les esca
paba. Seguidamente la escuadra siguió por la costa, día tras día, bajo
la lluvia, los relámpagos y los truenos. Los tripulantes estaban agota
dos, y los hombres se arrepentían de sus pecados en voz alta. Allí no
había descanso: era preciso mantenerse alejados en todo momento de
la costa, sobre la cual se corría el riesgo constante de estrellarse.
La tempestad duró veintiocho días y durante ellos la flota no hizo
más que 170 millas. Se necesitaban cuatro hombres al timón para
controlar los barcos. Si Colón hubiese seguido de largo, todo hubiera
resultado fácil. Pero él había venido para buscar el estrecho y se man
tuvo en su empeño, aunque llegó a estar muy enfermo.
Por fin llegaron al cabo en el que la costa de Honduras tuerce ha
cia el sur. El viento se calmó y la navegación pasó a ser más cómoda.
Se perdieron, sin embargo, dos hombres en un paraje al que Colón lla
mó río de los Desastres. El 25 de septiembre estaban en la isla de La
Huerta, en la costa actual de Costa Rica. Allí tomaron contacto, una
vez más, con los indígenas. Colón los tomó por los “masaguetas’’, de
los cuales hablaba uno de sus libros de cabecera. De hecho, no había
ya masaguetas desde hacía siglos, y los que en otro tiempo habían
existido eran asiáticos. Un poco más lejos, los indios declararon que
su tierra se llamaba Quirequetana. Colón, cuyo sentido filológico era
más harto fantástico, hizo de ello Ciampa, ¡la Cochinchina de Marco
186
Polo! Es verdad que allí ¿I consiguió oro fino, que cambió por barati
jas de latón, pero el estrecho permanecía inasequible.
En contrapartida, Colón se enteró de que estaba recorriendo un ist
mo que separaba al Atlántico de otro mar Océano, lo cual era verdad.
De ello dedujo, evidentemente, que él iba a encontrar un paso, y deci
dió continuar la búsqueda. Le dijeron entonces que el país ribereño
del otro mar se llamaba Ciguare, y fue ahora esta palabra la que él
creyó equivalente a Ciampa, a la Cochinchina. En adelante se conten
tó con aquel extraño paralelismo, renunció a buscar el estrecho y se
interesó exclusivamente en el oro. ¿Qué había sucedido en su espíritu?
No se sabrá jamás. Queda en pie solamente que ninguna relación del
cuarto viaje vuelve a hablar del Estrecho después del episodio de Ci
guare. Quizá Colón quiso hacer posible un quinto viaje, comprando el
favor de los Soberanos a precio de oro. Pero tal viaje no tuvo lugar, la
muerte se llevó al Almirante sin que hubiese tenido tiempo de em
prenderlo.
El 17 de octubre de IS02 Colón alcanzó el territorio de Veragua, de
la cual su nieto iba a ser duque en 1536, título que sus descendientes
llevan desde entonces. Iba a permanecer allí más de tres meses, a causa
del mal tiempo.
Después de haber navegado a lo largo de la costa en medio de las
mayores dificultades, el 2 de noviembre entró en el puerto natural de
Puerto Bello y encontró allí un refugio. El paraje debía convertirse
más adelante en el punto de partida (Portobelo) de la pista para atra
vesar el istmo de Panamá y sede de la feria donde las riquezas del
Perú eran adquiridas por los mercaderes que traían las flotas de Espa
ña.
Habiéndose calmado un poco el tiempo. Colón, el 9 de noviembre,
volvió a emprender el recorido por el litoral. El 26 entró en un peque
ño puerto, al que llamó del Retrete. Los indios se mostraron bastante
hostiles, lo cual es comprensible, pues los tripulantes visitaron sus po
blados, interesándose por las mujeres un poco más de la cuenta... El
tiempo, empero, era espantoso, y se pasó un mes en idas y venidas
igualmente temerarias. Los peligros eran continuos: el agua, el viento,
los relámpagos, todo estaba desencadenado. La costa no era más que
un largo arrecife anegado bajo la furia del mar y de los torrentes que
caían sin cesar de un cielo negro. No había refugio posible en ninguna
parte, ni en la tierra, ni en el agua. Durante un momento estuvieron
en el centro incluso del tomado; una tromba daba vueltas como un gi
gantesco embudo en tomo a los navios. Colón la ahuyentó, Biblia en
187
mano, trazando con su espada una gran cruz en el aire y un círculo
todo alrededor de su escuadra. ¿Comenzaba a creer él mismo en sus
poderes sobrenaturales? Sea de ello lo que fuere: vinieron dos días de
calma. Pero los navios se encontraban rodeados por verdaderos bancos
de tiburones. Decididamente, el oro de Veragua ¡estaba protegido por
la Naturaleza entera!
Las raciones eran tan escasas que los hombres reunieron sus últi
mas fuerzas para arponear a derecha e izquierda y para ¡zar a bordo
trozos sanguinolentos de carne de tiburón, que la calma permitió co
cer. Se rehicieron un tanto, devorando aquel festín innoble, mientras
que los barcos ponían tirantes sus velas en medio de unas aguas en
sangrentadas, centelleantes de aletas dorsales que se agitaban en medio
de monstruos mutilados y agonizantes. Una bulimia terrible se apode
ró de la tripulación, demacrada y deshecha por semanas de inauditos
esfuerzos bajo los torrentes de agua. El bizcocho estaba podrido; pero
con él se hacían gachas, que se engullían por la noche para no ver los
gusanos.
Después el temporal comenzó de nuevo. En los primeros días de
1503 los navios se refugiaron en una ensenada, en el trozo más estre
cho del istmo de Panamá. Algunas millas les separaban del Pacífico,
pero ellos yacían allí como animales heridos, que se lamían las heridas
después de un combate terrible. Nadie tenía fuerzas para interrogar a
los indígenas, y menos todavía para emprender una marcha, por corta
que fuese, a través de la jungla. Tendrían que pasar aún diez años an
tes de que Balboa descubra el Pacífico. La flota halló por vez primera
caimanes que esparcían “ un olor tan suave -recuerda Hernando- que
parece del mejor almizcle del mundo’’. El Almirante decidió retroce
der a Veragua, y así, el 6 de enero de 1503 echaban anclas en la boca
de un río que llamaron Belén. Por primera vez, Colón determina alzar
una fundación, a la que llama Sania María de Belén. Con maderas y
hojas de palma levantaron en un montecillo que dominaba la salida
del río un pago precario, porque cuando comprobaron la hostilidad de
los indios y su gran número decidieron abandonarlo. La noche de Pas
cua Florida de 1503 los barcos se hicieron a la vela desde Belén con
intenciones de recalar en Santo Domingo. Desandaron lo que habían
recorrido anteriormente visitando de nuevo Puerto Bello, Bastimentos,
Escribano y Punta de Mosquitos, extremidad desde la que emproaron
hacia Cuba. Colón calló el nombre de Cuba y empleó el de Tierra de
Mago, cercana al Catay, con el fin de que nadie se enterase de su
ruta. Tiene empeño en dejar en oscuridad su itinerario, y por eso el
188
mismo Las Casas, al no entender su prosa enrevesada, exclama: “Esta
algarabía no entiendo yo”. Mas no sólo pretende ocultar su ruta, sino
que se empeña como un loco en demostrar que Cuba no es una isla
cuando ya en Europa circulaban mapas donde consta su insularidad.
Cuba quedó atrás. Los barcos marchaban “a gatas", dice ¿I mismo,
convertidos en unas auténticas cribas debido a la broma. La flota la
integraban sólo tres barcos, que se movían por el Jardín de la Reina
con mucha dificultad. Los vientos eran contrarios a la ruta de Santo
Domingo, y por más que hicieron lo imposible por alcanzar la isla, tu
vieron que fondear en el norte de Jamaica. El 25 de junio arribaron a
Santa Gloria -hoy Saint Ann Bay-, donde convirtieron las carabelas
en pontones flotantes y se dedicaron a esperar un auxilio exterior. Di
fícilmente podría pasar por el horizonte una vela; no era ruta del mo
mento aquélla. La psicología de Colón atormentada por sus malestares
físicos, que le tienen casi postrado, se muestra al desnudo en las cartas
que redacta estos días de duda, inquietud, temor y esperanza. Los in
dios, que les han venido ayudando, comienzan a alejarse y a no pres
tarles ayuda. Dentro mismo de la hueste hispana se va notando un
malestar que amenaza explotar violentamente. La única solución para
conjurar lo crítico del instante está en que alguien se embarque en una
canoa indígena y llegue a Santo Domingo en busca de auxilios. Diego
Méndez, uno de los fíeles de Colón; el italiano Bartolomé Fieschi, y
algunos más, con remeros indígenas, se metieron en una canoa arre
glada para la travesía y cumplieron su objetivo. Pero en Santo Domin
go, Ovando no estaba muy dispuesto a prestar con rapidez los apoyos
demandados, y sobre los náufragos de Santa Gloria pasa el verano y el
invierno en medio de un desasosiego que degeneró en franca rebelión.
De los cien expedicionarios que restaban, unos cuarenta y ocho se
unieron a Francisco y Diego Porras, dos hermanos enrolados en el
viaje por el gran tesorero de Castilla don Alonso de Morales, que capita
neaban una rebelión contra el Almirante. La Navidad de 1504 fue de lo
más triste que imaginar cabe para el Almirante, que yacía en cama bal
dado por la artritis. Mientras, en el mar sin novedad, Colón pudo atraer
se un poco a los indígenas, prediciéndoles un eclipse de Luna, y hacer
frente a una segunda conspiración que acaudilló un boticario valencia
no llamado Bemal. En plena gestación, la intentona se vio cortada por
la llegada de un carabelón enviado por el gobernador de la Española.
Los refuerzos dieron el necesario optimismo para esperar la arribada de
otro barco y rechazar un ataque de los Porras, que, derrotados, solicita
ron el perdón del Almirante. El 29 de junio de 1504 los supervivientes
189
pudieron alejarse de Jamaica, después de permanecer en ella un año y
cinco días.
En noviembre de 1504 el Almirante terminaba la odisea del Alto
viaje en las playas españolas. Pocos días después moría la reina Isabel,
la que siempre fue su protectora. La vida de Colón marino y descubri
dor había terminado ya, aunque la otra vida tardara aún dos años en
apagarse (20 de mayo de 1506).
200
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204
V
BASE DE OJEDA-NICUESA
DE PALOS «S09
C. GRACIAS A DIOS
IS ANDRES DE PROVIDENCIA
t NICUESA»-*
C OE LA VELA
PORIOBELO# ^
NOMBRÉ DE OIOS 'Jueva Andalucía
'-'C a stilla del Oro
■ *. \_
DIEGO DE NICUESAI5M-I5H
OCAMPO 1508------------
NICUESA 1 5 0 9 *--------- -
BALBOA 1512------------
VELAZOUEZ 1 5 U ------------
208
Proyección desde la Española: Conquista de Puerto Rico y Descubri
miento de la Florida.
209
MAR DEL NORTE
(OCEANO ATLANTICO)
G.SBLAS
%-s e p i
P CARETA
— — — — VELA2QUE2
------------------- ESOUIVEL
RTO CARENAS
(L A H A B A N A ), GARAHATE
CUBA
I5D/IA
£ lENFUI
TRINIDAD'
CAONA
v. \ ✓ SAGU A
BAYAMO '^BARACO A ILA ASUNCION»
rju rtu á v io n • - . . . -TTí . - » -
SANTIAGO
(S. SALVADOR)
E SPAÑ O LA
STO DOMINI
SEVILLA LA NUEVA ✓ ------
SALVATIERRA
jamaica ^ J v ^ DE LA SABANA
IAGO DE
LA VEGA
213
2. La Casa del Océano
4. La expedición Solís-Pinzón
218
humanismo, traducirá a) latín para hacer de Balboa un “egregius di-
gladiator”. Agil, audaz, hábil manejando la espada, era, además, Vasco
Núñez -según Las Casas- “de buen entendimiento y mañoso y animo
so y de muy linda disposición y hermoso gesto y presencia”. Tenía lo
necesario para, con veinticinco años, acaudillar a hombres más viejos
que él y llevarlos al éxito. Como lo hará dentro de un momento. Siga
mos con Ojeda.
Ojeda se dirigió a las tierras que se le habían concedido con el
nombre de Nueva Andalucía -entre cabo de la Vela y golfo de Ura-
bá-, pensando que pisándole los talones vendría Enciso. Fue a parar
Ojeda a Turbaco, cerca de la actual Cartagena de Indias, donde pier
de la vida un ilustre marino: Juan de la Cosa. Ayudado por Nicuesa,
Alonso de Ojeda deja Turbaco y marcha al golfo de llrabá, donde, en
febrero de 1510, funda la localidad de San Sebastián, abandonada
prontamente por lo insano de la región. La desgracia se ceba en ellos
sin piedad, y Enciso, con refuerzos, no aparecía. En vista de ello, Oje
da pensó abandonar a sus hombres. La situación era realmente deses
perada, porque los indios flecheros les acosaban, causando sensibles
pérdidas, y, por otra parte, las enfermedades y el hambre hacían estra
gos. El mismo Ojeda cayó herido en una pierna, y tuvo que cauteri
zarse la herida con un hierro candente. La solución al calamitoso esta
do que les envolvía la tenía Fernández de Enciso, cuyo barco no apa
recía en el interrogado horizonte. Se hizo tan crítica la situación de la
mesnada, que Ojeda partió para la Española en busca de refuerzos, de
jando sus hombres al cuidado de Francisco Pizarro. En mayo de 1510
se alejó Alonso de Ojeda del reducto de San Sebastián para meterse en
un convento de Santo Domingo, donde morirá.
De manera absurda desaparecía de la escena uno de los más simpá
ticos personajes de la epopeya indiana. Tenía todo lo que un hombre
podía desear. Sólo le aquejaba un defecto: el ser pequeño. Pero ello lo
suplía con otras facultades, como muy bien evidencia Las Casas cuan
do escribe que Ojeda “era pequeño de cuerpo, pero muy bien propor
cionado y muy bien dispuesto, hermoso de gesto, la cara hermosa y
los ojos muy grandes, de los más sueltos hombres en correr y hacer
vueltas y en todas las otras cosas de fuerzas, que venían en la flota y
que quedaban en España. Todas las perfecciones que un hombre po
día tener corporales, parecía que se habían juntado en él, sino ser pe
queño”. Sin embargo, todo lo dejaba atrás para dedicarse sólo a Dios.
En septiembre del mismo año, San Sebastián era abandonada por
la hueste de Pizarro. Navegaban por la bahía de Calamar, cuando se
219
toparon con Enciso, quien no daba crédito a lo que le contaban, y or
denó el retomo a San Sebastián. Allí no había ya nada; los indios se
habían encargado de arrasar todo. Vistas las minas, los 180 hombres
de la expedición se embarcaron en sus dos bergantines y se encamina
ron hacia el Darién por sugestión de Vasco Núñez de Balboa, que ya
había visitado aquella zona en compañía de Rodrigo de Bastidas. Cé-
maco, el cacique de la región, defendió tenazmente sus posesiones, sin
evitar el desembarco y la fundación de Nuestra Señora de la Antigua
del Darién, primera fundación continental fija (1510). Tan largo topo
nímico se redujo a La Antigua. Y La Antigua estaba situada en terri
torio de Nicuesa, no de Ojeda. Ello determinaba otra cosa: como se
había salido de la jurisdicción de Ojeda, el jefe dejado por éste no te
nía ya facultades. Había que nombrar nuevo capitán. Los colonos de
La Antigua se reunieron en asamblea y formaron el primer Ayunta
miento de Tierra Firme, del cual eran alcaldes Vasco Núñez de Bal
boa y Martín de Zamudio. La localidad quedaba bajo un mando pro
visional, en tanto aparecía Nicuesa o decidiera el virrey Diego Colón,
o el mismo Rey.
Así como Ojeda había dejado atrás a Enciso, Diego de Nicuesa ha
bía dejado a su lugarteniente Rodrigo Enriquez de Colmenares. La
nao que éste tripulaba fondea en La Antigua a mediados de noviembre
de 1510. Ni él, ni los restos de la expedición de Ojeda, que le ven de
sembarcar, saben dónde está Nicuesa. La obligación de Colmenares es
buscar a su jefe, del que sólo se sabe que partió el 22 de noviembre de
1509 hacia Castilla del Oro -desde Urabá al cabo Gracia de Dios-.
Un grupo de hombres de La Antigua se une a Colmenares y salen en
busca de Nicuesa. ¿Que había hecho este?
El gobernador de Castilla del Oro o Veragua había llegado a la cos
ta de Darién, penetrando por el rio Belén, donde efectúa un fracasado
intento de colonización -Nombre de Dios-. Siguió, luego, pasando por
la desembocadura del rio Chagres, hasta toparse con Colmenares.
El optimismo embargó a Nicuesa cuando se enteró de la existencia
de La Antigua... Tenía que ir hasta ella. No sabía que La Antigua le
seria vedada, porque Balboa y “todos los moradores del pueblo” se
habían juramentado, una vez que se marchó Colmenares, para no reci
bir a Nicuesa. Así lo hicieron. Y Diego de Nicuesa tuvo que reembar
carse en una frágil embarcación que se hundió en el Caribe. La causa
de este extrañamiento estaba en las afirmaciones de Nicuesa de depo
ner a las autoridades de La Antigua y confiscarles sus bienes. A la ex
pulsión de Nicuesa siguió la expulsión de Enciso. Los pobladores no
220
querían sobre sí nadie que representara la autoridad de Ojeda y Nicue-
sa. Querían independizarse y depender directamente de la Corona. Por
ello, en el mismo barco en que se aleja Enciso iba el alcalde Zamudio,
como procurador de La Antigua y para contrarrestar las gestiones de
Enciso en España.
El virrey don Diego Colón, enterado de todo, favoreció a Balboa y
le nombró su lugarteniente en Tierra Firme. Inmediatamente, en
IS II, comunicó al Rey lo acontecido a Ojeda y Nicuesa, y su determi
nación. El Rey aprobó la decisión, y el 23 de diciembre dictó una real
cédula nombrando a Balboa capitán y gobernador interino del Daríén
“acatando -rezaba- la suficiencia e avilidad e fidelidad de vos, Vasco
Núñez de Valvoa”.
Lo primero que hizo Núñez de Balboa fue reunir en La Antigua a
la gente de Nombre de Dios. De este modo, los españoles que enton
ces vivían en el continente se concentraron en una sola localidad.
6. El vivero antillano
9. Colonización de Jamaica
229
10. Dominio de Cuba
239
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2. Casa de la Contratación
240
3 . C onquista de S anto Domingo
Al comenzar a citar obras donde puede estudiarse la conquista desde un interés parti
cular, prescindimos de relacionar las historias nacionales de los diversos países, salvo
en el caso de las Antillas, limitándonos a indicar monografías especializadas sobre el
tema o aspectos del tema.
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lsabela.-La Habana, 1947.
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4 . Conquista de P a n to Rico
S. Conquista de Cuba
241
W r ig h t , Irene: The E arly history o f C uba (I492-I586).-N ueva York, 1916.
6. Conquista de Jamaica
242
VI
DEL ATLANTICO AL ATLANTICO
«El capitán general, Femando de Magallanes, había
resuelto emprender un largo viaje por el Océano, donde
los vientos soplan con furor y las tempestades son muy
frecuentes. Había resuelto también abrirse un camino
que ningún navegante había conocido hasta entonces;
pero se guardó muy bien de dar a conocer su atrevido
proyecto, por temor a que se tratara de persuadirle por
los probables peligros que tendría que correr y por no
desanimar a su tripulación)».
( A . P tG A F E T T A : El primer viaje alrededor del mundo).
La proyección desde Cuba.
245
ALV AR E2 QE PINEDA )5l9
ERANCISCO D E C A R A Y 1571
246
Primera vuelta al mundo.
247
1. Roces lusocastellanos
Una vez descubierto el mar del Sur se tuvo como segura la navega
ción a la Especiería tomando como punto de partida la costa opuesta
a la del golfo de la Española. Don Femando se decidió, como si co
menzara entonces, a buscar el paso de la Especiería por el Norte, por
el Centro y por el Sur.
En el año en que Balboa descubría el océano Pacifico, Juan Díaz
de Solís permanecía inactivo en España y los portugueses desplegaban
una actividad inusitada preparando viajes a Oriente. El embajador de
España en Portugal, Lope Hurtado de Mendoza, hacía lo posible por
enterarse de los planes lusitanos, mientras que los portugueses remi
tían espías a la Corte española para saber de los proyectos marineros.
A pesar de su diligencia, el embajador español no logró enterarse del
viaje clandestino que entre 1513 y 1514 hicieron a América, Ñuño
Manuel, concesionario del monopolio de la extracción del palo brasil,
Cristóbal de Haro, armador, y el piloto Juan de Lisboa, quienes cos
tearon Suramérica hasta la Patagonia, pasando frente al estuario del
Plata, que creyeron un estrecho, y regresaron a Portugal con la noticia
de haber hallado el tan ansiado paso. La nueva se divulgó y el geógra
fo alemán Schóner le dio forma en un mapa donde figuraba Suraméri-
ca dividida por un estrecho a la altura del Rio de la Plata.
Esta noticia, y la referente al hallazgo de Balboa, aceleraron las ac
tividades marineras. Se sabía ya que a espaldas del continente existía
249
un inmenso mar; pero faltaba el paso marítimo hacia él y hacia las is
las de las especias. Estas, las Molucas, eran consideradas suyas por los
portugueses estimando que caían en la jurisdicción que les otorgó la
línea de Tordesillas. La Corte de Lisboa movilizaba su diplomacia cer
ca del Vaticano para obtener privilegios o bulas como las dadas a Cas
tilla. En tal sentido, don Manuel de Portugal logró de León X el breve
Significavil nobis, con motivo de la conquista de Malaca. Al año si
guiente una nueva embajada portuguesa se trasladó a Roma y consi
guió para don Manuel la Rosa de Oro y una bula concediéndole el
patronato de todos los beneficios eclesiásticos en Africa y demás regio
nes situadas más allá de sus mares. El 3 de noviembre del mismo año,
León X aumentó los privilegios lusitanos expidiendo la bula Praecel-
sae devotionis, que ponía a Portugal en las mismas condiciones que la
bula Dudum siquidem (26 de septiembre de 1493) que reconoció a
Castilla una ampliación en la “donación”. Las concesiones papales
eran ahora iguales para España y para Portugal, quedando en pie en
tre ambas la linea trazada en Tordesillas.
4. Magallanes
259
producidos en la travesía, y, sobre todo, en una tempestad que les azo
tó el día 20 de enero.
Los habitantes indígenas del puerto se acercaron al campamento
español, y desde entonces se llamaron “patagones”, por su calzado de
cuero parecido a patas de osos o porque les recordaba el monstruo Pa
tagón de la novela de caballerías Primaleón. Los hispanos compartían
el tiempo entre las naves y tierra. Hacían aprovisionamiento de leña,
tomaban víveres y efectuaban exploraciones hacia el Sur. En una de
estas incursiones se perdió la nao Santiago y sus tripulantes pasaron a
engrosar la dotación de las otras embarcaciones.
Todo parecía tranquilo. Sin embargo, un sordo descontento se ve
nía gestando entre los expedicionarios. Juan de Cartagena, que coman
daba la nao San Antonio, había chocado con el Capitán general desde
los primeros días del viaje. Había desaprobado sus órdenes y le había
negado el saludo establecido, siendo preso por ello. Una de las noches
vividas en la bahía de San Julián, se despegó un bote de la Concepción
y atracó junto a la San Antonio. De él pasaron a la nave el preso Juan
de Cartagena y su carcelero, con 30 hombres más. Los de la San Antonio
fueron sorprendidos y desarmados. Juan Sebastián Elcano aparece en
primera fila entonces, pues se hace cargo de la Concepción. Los conju
rados, teniendo consigo tres barcos, San Antonio, Concepción y Victo
ria, se ponen en contacto con Magallanes y le conminan a que se les
dé cuenta del derrotero y no actuar tan personalmente y sin consulta.
El portugués no aceptó ir a la nao Victoria, señalada como cuartel de
los alzados, ni éstos a la nave de Magallanes, el cual planeó un astuto
golpe de mano que le proporcionó el adueñamiento de la Victoria y la
rendición de las otras dos.
6. De océano a océano
261
portugués al servicio de España que capitaneó hasta su muerte
F e m a n d o d e M a g a lla n e s ,
la expedición que dio la primera vuelta al mundo.
262
que lleve al mar del Sur. Tuvieron suerte, porque sortearon una tre
menda tempestad y hallaron el paso anhelado. Las cuatro naves se co
laron por los portillos magallánicos y fueron a dar con la bahía donde
hoy está Punta Arenas. Los barcos parecían sombras avanzando por
aguas nunca surcadas. Un silencio sobrecogedor les llegaba de los
acantilados y de las aguas oscuras y heladas. No se veían seres huma
nos en las orillas, pero en las noches se divisan numerosas fogatas.
Tierra de Fuego, bautiza Magallanes a la zona, y estrecho de los Pata
gones al que luego ostentará su nombre. Los barcos siguen luchando
con el océano glacial hasta salir al mar abierto. Sucesivas exploracio
nes les van mostrando los canales que han de seguir en este laberinto
virgen. A veces creen perderse en la red de canales. El 27-28 de no
viembre alcanzaron el océano Pacífico. El objetivo ha sido conquista
do. Pero la flotilla sólo contaba entonces con tres barcos, pues la San
Antonio, pilotada por Esteban Gómez, había desertado y regresado a
España.
Seguramente que los vencedores del estrecho pensaban que lo que
restaba era fácil. Se equivocaban. Magallanes, por primera vez, solicita
la opinión de sus subordinados sobre los víveres. Son escasos. A lo
sumo les durarán tres meses. Otro informe que desea Magallanes: si
deben dar la vuelta o conquistar el segundo objetivo personificado en
la captura de las Molucas. Seguir, contestan los interrogados. Y por
tres meses se deslizan por el mar del Sur, que unos siete años antes
vislumbró Balboa. “El miércoles 28 de noviembre de 1520 -escribe
Pigafetta- desembocamos del estrecho para entrar en el gran mar, al
que en seguida llamamos mar Pacífico, en el cual navegamos durante
tres meses y veinte días sin probar ningún alimento fresco.” Entraban
en la entidad geográfica más grande del mundo: con mayores profun
didades, con mayores distancias, con mayor número de islas, con las
más extensas corrientes y con los más terribles tifones. Tres grandes
zonas se suelen distinguir en este océano:
1. ° Pacífico Norte, al norte del Trópico de Cáncer, con una serie
de mares como el de Bering, Ojotsk, Japón, China, Amarillo, Califor
nia.
2. ° Pacífico Central, entre los dos trópicos, con algunas de las is
las más hermosas del mundo y escenario de los descubrimientos hispa
nos.
3. ° Pacífico Sur, del Trópico de Capricornio a la Antártida.
Más de la tercera parte de la superficie del globo la comprende este
263
océano, cerrado al norte y totalmente abierto al sur, con una anchura
máxima entre Singapur y Panamá (10.505 millas). Al igual que el
Atlántico, se ve surcado por una serie de corrientes que iban a favore
cer y entorpecer los vityes. Se distingue una ecuatorial del Norte, que
nace en las costas de Méjico y fluye hacia Filipinas; una ecuatorial del
Sur que va de Panamá a Filipinas, dividiéndose en dos brazos al sur
de las Islas Fidji; y una contracorriente ecuatorial que va desde Min-
danao en Filipinas a Panamá. Aparte existen otras de menor impor
tancia como la del Japón, Kuro Shivo y Humbolt, pero decisivas en
los viajes descubridores como veremos. Los vientos, como en otros
océanos, son también regulares y variables, usándose aquí el término
“tedioso” para señalar una franja de calmas ecuatoriales, una área de
baja presión de vientos suaves y variables.
Si notables son sus profundidades, más notable es el mundo insular
que le salpica. Hay islas continentales, las separadas del continente
por aguas poco profundas; islas oceánicas, separadas de la plataforma
continental por grandes abismos; islas irregulares, porque carecen de
una distribución simétrica, frente a las islas arqueadas. Estas miríadas
de islas constituyen un gran peligro para la navegación, en especial
aquellas de origen coralífero, casi totalmente cubiertas por las aguas.
Aparte de estos peligros que afectaron a los navegantes -no a los pri
meros, que por eso le llamaron Pacifico- no hay que olvidar los men
cionados tifones, terremotos y maremotos, los hielos y las nieblas y
neblinas abundantes en Aleutianas y California.
Este era el mar terrible, lleno de obstáculos, como vemos, que, sin
embargo, Magallanes-Elcano cruzaron sin casi toparse una isla y me
nos algunos de los inconvenientes citados. El examen de los diarios y
crónicas no permite con seguridad establecer el punto exacto en que
comenzó la travesía, la latitud de las islas que encontraron y llamaron
San Pablo y Tiburones (Infortunadas) y los rumbos y distancias nave
gados. Según parece, al abandonar el estrecho debieron ascender por
la costa chilena, ya que deseaban situarse sobre los 32* lat. sur y seguir
luego directamente hacia el Oeste para recalar en Molucas. Tardaron
entre el estrecho y Molucas 103 días con un total de 13.000 millas,
debiendo tardar desde el estrecho hasta el ecuador unos 22 días, tanto
como los que consumieron en cruzar el estrecho de Magallanes. Luego
gastaron 8 1 días en recorrer las 11.000 millas restantes, yendo a una
velocidad doble entonces. A lo largo de este tramo sólo encontraron
las llamadas Islas Infortunadas o San Pablo y Tiburones, que pueden
ser las Islas Clipperton y Clarion (10* 17’N. y 18*). Y ya no vieron
264
ninguna otra tierra. Debieron cruzar por las Islas Malden y Christmas,
bordearon las Marshall a unas 500 millas y recalaron... Fueron tres
meses de infierno, sin probar agua ni alimento fresco, según dedamos.
Eran galletas con gusanos; eran ratas; eran los cueros reblandecidos;
era serrín de madera... Por cada rata se pagaba medio ducado. Al
hambre se unió el escorbuto. Muchos cadáveres fueron arrojados al
mar. Por suerte la navegación fue venturosa, ya que la ruta se efectuó
entre el trópico de Cáncer y el océano Austral, zona tranquila. Veinte
mil kilómetros tuvo el itinerario que concluyó en las islas Marianas.
No podían más. Estaban extenuados, llenos de hambre, cansados de
tanto mar y tanto cielo, agotados por las horas de navegación, perple
jos por las distancias y fallos de sus cálculos. Se hubieran vuelto locos
de durar más la travesía.
Más de cien veces habían visto ponerse el sol, y más de cien veces
habían deseado divisar tierra. Al fin, el 6 de marzo de 1521, los cada
véricos tripulantes contemplaban el decorado de una isla de la Mar
del Sur. Pronto llegaron a sus bordes y pronto también los indígenas
se aproximan y suben ágilmente por las bordas. Son ingenuos y son
ladrones de buena fe estos autóctonos. Con risas se llevan lo que pue
den. Arramplan hasta con un bote, cosa intolerable. Magallanes los
castiga duramente y bautiza su tierra: wIsla de los ladrones”. Robaban
como gitanos, recuerda Gomara, y “ellos mismos decían venir de
Egipto, según refería la esclava de Magallanes, que los entendía. Se
precian de llevar los cabellos hasta el ombligo, y los dientes muy ne
gros, o colorados de areca, y ellos hasta el tobillo, y se los atan a la
cintura, y sombreros de palma muy altos y bragas de lo mismo”. Al
cabo de una semana de navegar tropiezan con otra isla, está desierta.
Magallanes quiere que los enfermos bajen a tierra y se repongan. Al
día siguiente llega una canoa con indios de una isla vecina; traen plá
tanos y cocos como presentes. Proporcionan, a cambio de baratijas,
pescados, aves, vino de palmera, naranjas, legumbres... Pero aún no
hemos dicho qué islas son éstas: las Filipinas. Después de estar en la
isla Samar ocho placenteros días prosiguieron rumbo Oeste y Suroeste,
hasta llegar a la actual isla de Leyte. De aquí fueron a la isla de Cebú,
ya dirigidos por el reyezuelo Calambú.
265
7. Muerte de Magallanes
8. Navegación laberíntica
Más tragedias se cebaron en ellos antes de levar anclas. Hasta el
momento Magallanes se había entendido con los nativos mediante En
rique, un esclavo malayo que, como Pigafetta, ha sido también herido
en Mactan. El mando de la escuadra ha recaído conjuntamente en
Duarte de Barbosa y Juan Rodríguez Serrano. Barbosa quiere emplear
al esclavo Enrique, pero el malayo, que yace herido, se niega porque
sabe que Magallanes en su testamento lo declara libre. Barbosa se irri
ta y le llama perro y le promete entregarlo como esclavo a la mujer de
Magallanes. El malayo no olvida la afrenta y cuando, poco después,
reanuda sus actividades de intérprete, se dedica a incitar contra los
hispanos al rajá de Cebú. Juntos urdieron la traición. El de Cebú en
vió emisarios a Barbosa y Rodríguez Serrano notificándoles que le ha
bían llegado ya los regalos que había ofrecido para el rey de España.
Quería que fuesen a tierra por ellos y participasen de un banquete que
les tenía preparado.
267
La invitación es aceptada. Veintinueve hombres bajan a tierra.
Para desgracia, entre ellos se encuentran los más expertos pilotos. El
festín va a tener lugar en un bosquecillo de palmeras. Juan Sebastián
Elcano, enfermo, y Antonio de Pigafetta, herido, no pudieron asistir al
macabro convite, y decimos macabro porque estando desprevenidos
los convidados fueron asesinados en masa'. Quedó vivo sólo Juan Ro
dríguez Serrano, al que los indígenas conducen hasta la playa. Desde
la borda de las tres naos el resto de los españoles contemplan a su
compatriota herido y le oyen rogar que no le desamparen. Pero Juan
Carvalho, hecho con el mando, lo desoye y se aleja con los navios.
La situación es angustiosa. Han perdido 72 hombres, los capitanes,
los pilotos y una nave. Se hace preciso hundir otra para completar la
tripulación de la Victoria y la Trinidad. La nave hundida es la Con
cepción y su maestre, Juan Sebastián Elcano, pasa a la Victoria. Se
acerca su momento.
Un poco a tontas se mueve la expedición por el archipiélago de
Sonda, en vez de ir a las Molucas. Medio año zigzaguean en una ruta
que les conduce a Mindanao y Borneo. Carvalho no tiene altura de
jefe; practica la piratería y no tiene escrúpulos en tomar para sí lo que
sea. La tripulación se va hartando de él “vedendo che no faceva cosa
che fosse in servitio del re”, como dice Pigafetta. Tanto se hartan, que
lo destituyen y ponen en su lugar a un triunvirato formado por Gó
mez Espinosa, capitán de la Trinidad, Elcano, capitán de la Victoria.
y el piloto Pocero, gobernador de la armada. Realmente es Juan Se
bastián quien lleva la suprema dirección.
Cuando arribaron a Mindanao el rey de la isla subió a bordo y
pactó amistad. Marcharon luego a la isla Palaoan o Paragua, cuyo rey
también ofreció su amistad. Allí repusiéronse de víveres, y enrumba
ron hacia Borneo, donde llegan el 8 de julio de 1521. Se les recibió es
pléndidamente. Una piragua pintada de oro, con ancianos, banderas y
música, llegó hasta las cansadas naos de España y sus tripulantes ofre
cieron presentes. La ciudad estaba formada por unos 25.000 palafitos,
siendo sus calles auténticos canales. En lo alto, dominando todo, se al
zaba el palacio del rey moro y gordo Siripada. De éste fueron bien re
cibidos los europeos canjeándose regalos y promesas de buena amis
tad. Los españoles -nos interesa alguna vez saber qué daban en sus
canjes- dieron a los indígenas, enumera Gómara: “una ropa de tercio
pelo verde, una gorra de grana, cinco varas de paño colorado, una
copa de vidrio con sobrecopa, unas escribanías con su herramienta y
cinco manos de papel”. Esto para el rey; para la reina “llevaron...
268
unas zapatillas valencianas, una copa de vidrio llena de agujas cordo
besas y tres varas de paño amarillo...*’ Pese a ello, recelosos los hispa
nos, abandonaron el puerto y buscaron otro para taponar las brechas
de agua que tenían las naos. Duró cuarenta días la reparación, y, al
cabo, ya la expedición normalizó su situación al actuar Elcano como
tesorero de la armada y llevar con exactitud los libros de a bordo.
La meta que se impone alcanzar, como sea, es la de Molucas. Na
vegan con cierta desorientación. El 7 de noviembre de 1521 divisan
las anheladas islas y el 8 arrojan anclas en el puerto de Tidor o Tido-
re. El recibimiento fue magnífico. El propio rey de la isla subió a bor
do de las naos hispanas. Iba, describe Herrera, “vestido con una cami
sa labrada de oro de aguja, muy rica, y un paño blanco ceñido hasta
tierra, descalzo, y en la cabeza un hermoso velo de seda, a manera de
mitra. Dijo a los marineros que estaban aderezando las boyas, que fue
sen bien llegados. Entró en la nao capitana, tapóse las narices, por el
olor del tocino, porque era moro...” Se efectuaron los consabidos true
ques de regalos y se les concedió a los europeos un almacén para que
comerciaran. La estancia no podía ser más grata. Las bodegas de los
barcos se hinchaban de clavo a medida que pasaban los días. Pero los
expedicionarios no querían repetir lo de Cebú y soñaban con levar an
clas. Este deseo natural se vio estimulado por noticias que hacían refe
rencia a barcos portugueses apostados en el Río de la Plata y en el
cabo de Buena Esperanza para apresarlos. El rey de Portugal había
dado órdenes en tal sentido. Más de un barco lusitano andaba por
Oceanía localizando a la flotilla magallánica.
Elcano, antes de abandonar las Molucas, pactó alianza con los ca
becillas insulares y dejó cuatro hombres como guardadores de los inte
reses hispanos. Rápidamente se hicieron los últimos aprestos: leña,
agua potable y víveres fueron subidos a bordo. El viento asiático infló
las nuevas velas donde campeaba la cruz de Santiago y la inscripción:
“Esta es la figura de nuestra Buenaventura.” Crujieron las jarcias. Se
soltaron los cabos. Las anclas rechinaron y subieron goteando agua.
Las voces de mando sonaron impacientes de proa a popa. Y, ante la
curiosidad de nativos y la emoción de los cuatro que se quedaban, el
par de naos comenzó a salir del puerto.
Pero la Trinidad falló a última hora y hubo que dar marcha atrás.
Una vía de agua la anegaba. Iba demasiado cargada. Para que no suce
diese lo mismo con la Victoria, Elcano decide desalojar de ella 60
quintales de clavo. El 21 de diciembre de 1521 parte sólo la Victoria,
cargada de especias y llevando 47 europeos y 13 indígenas.
269
9. «Primus circumdedisti me»
272
BIBLIOGRAFIA
1. Diarios y doanaeatos
Pare los dos primeros puntos de este capitulo ha de verse la bibliografía que se relaciona
en el cap. «Fundaciones en el Rio de la Plata»; y pare el tercer punto lo que se cita en
el cap. «Penetración en la Nueva Espada».
Las Colecciones de Documentos publicadas por Pastell. J osé T oribio Medina (sobre
Historia de Chile) y la Compadra General de Tabacos de Filipinas (sobre Filipinas)
contienen innumerables documentos de interés para este viaje. O tros documentos
guardados en la Torre do Tom bo (Lisboa), asi como los que se guardan en el Archi
vo de Indias y en porte dados a conocer en su conocida Colección por Fernández
N avarrete com pletan el «corpus» documental para el conocimiento de tan trans
cendental viaje.
A ello hay que adadir las relaciones que del viaje hacen los cronistas ya conocidos:
Fernández de Oviedo, Pedro M ártir de Anglcría, A ntonio de Herrera (II. Lib. IX, y
III, Lib. Ij. Argensola, Joao de Barros (III, Ltb. V), Gom ara, etc.
Y, sobre todo, lo que si hay que tener muy en cuenta es la colección de relaciones o
diarios contemporáneos. En este sentido hemos de utilizar:
A lbo. Francisco: D iario d el pi'fow ...-A pud F ernández N avarrete. II, S32.
Pigafetta. Antonio: P rim er viaje en ritm o d et gfoóe.-Buenos Aires, CoL A ustral, 1954.
O tra edición en Biblioteca Indiana I. A guilar, M adrid, 1957. La traducción que dio a
conocer en 1882 José Toribio Medina ha vuelto a editarse en Santiago de Chile
(1970) con estudio prelim inar y notas de Arm ando Braun Menéndez.
Pigafetta. Antonio: M agellan’s Voyages. A narrative A ccount c f th e fir st circum nari-
gation. Traducido y editado por R. A. Skelton.-New Haven y Londres. 1969.
T ransilvania. M aximiliano: Relación ¿¿..-Secretario de Carlos I. que debió utilizar
para ella el D iario personal de Elcano, perdido. Se encuentra en las obras com pletas
de FERNÁNDEZ N avarrete editadas por la B. A. E. Il.-M adrid, 1954-5, 3 tomos
O tras fuentes, de menor im portancia, son las Relaciones de Ginés de M afra, el llamado
Relato del Grum ete y la Relación de Juan Bautista Genovés.
273
2. Prim era vuelta al mundo: estudios modernos
274
VII
L|^ ^ ^ L A S S ! i m
LA GRAN CHICHlMfCA
c ii FNTE DE LA ETERNA JUVENTUD
EL DORADO
Ç9RDILLERA VENEZOLANA
;r h a raron
JAUJA
GRAN PAITITI
EL CESAR BLANCO
S T A F E lW » ...
S AG U S T I N I M S
AMERICA c en t r al 1523 25
iPANAMA
V 1509/19)
B E LE M D O P A R A l i l i
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,0532/35)
Esquimales
Algonquinos
H u ron e sL ^J
Comanches íisMohicanosi
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Seminólas
ÍENOCH1III, OCEANO
ATLANTI CO
OCEANO
PACI FI CO lar ibes
Chibchasj
Arauacos Caribes
Quechua: Campa
PUEBLOS AGRICULTORES
zona de fuerte densidad
(HASTA SOM/Kml
TRIBUS N O M A D AS Araucanos
I MENOS OE IM /K m l
migraciones en curso
durante el s xv
íí regiones montañosas
Pueblos agricultores.
279
1. Justificación de la conquista
305
Las tropas de Cortés marchan
do sobre México con indios
cargueros o tamemes. Con Cor
tés se aliaron los indígenas de
Cempala y de Tlaxcala.
306
La marcha de Cortés hacia México. En el primer dibujo se ven las tropas colaboracionis
tas indígenas: en el segundo se recoge la recepción de Tlaxcala.
307
Guerrero maya.
308
Tres escenas mostrando el ofrecimiento de regalos y jóvenes indígenas a los conquistado
res a su llegada a las costas de México.
Sistema empleado por los españoles para transportar caballos en canoas, según la Histo
ria de las Indias de G. Fernández de Oviedo.
'310
Eldorado les obligó a poner su hombro junto a extranjeros deseosos de
hallar lo mismo, o los colocó en el trance de combatirlos (ingleses, ho
landeses y franceses). A la larga, quedó para los frailes capuchinos la
colonización (Guayanas), y, también a la larga, la zona se descuidó y
entró en el área de las “islas Inútiles’’ (Antillas Menores), verdadero
talón de Aquiles de la Monarquía indiana, considerado como “arra
bal’’ de América por el padre José de Acosta, ya que allí se aposentó
con preferencia la piratería.
Panamá, que se nos ha quedado atrás, fue empleado para alcanzar
el Incario ( 1522-1535). Dejando atrás el paisaje del Chocó (Colombia)
macrotérmico y lluvioso, los exploradores entraron en contacto con la
costa selvática y lluviosa ecuatoriana y la desértica peruana. En el ex
tremo sur del golfo de Guayaquil, en la zona de transición entre las
selvas lluviosas y el desierto, alzaron Pizarra y compañía la base mili
tar costera de San Miguel (Piura), por donde penetraron al interior en
demanda del corazón, mejor dicho ombligo, del Incario. Este tenía su
centro en el Cuzco (ombligo); pero los españoles, siempre atentos a si
tuarse cerca del mar, fundaron el centro de expansión a orillas del río
Rimac (Lima). Desde allí arrancó una corriente que buscó la cuenca
intermontana de Quito; corriente que torció al Este, y, navegando por
el Amazonas o el Orinoco, salió al Atlántico (1540 y 1560). Quito,
como consignamos, también se proyectó hacia ese rumbo, y hacia el
norteño por el valle del Cauca hasta converger en Santa Fe con las
corrientes que venían de Santa Marta y Coro. También tropezó con la
proyección que tenía por punto de partida a Cartagena, y que sirvió
para conquistar las tierras colombianas de la vertiente pacífica.
Bien por la región costera, bien por el interior -a través de Bolivia-
las huestes que llegaron a Lima y Cuzco, sobre todo, prosiguieron su
marcha hacia el Sur. De esta manera no sólo anexionaron la región al-
tiplánica boliviana y Tucumán, sino que alcanzaron Chile, desde don
de, a su vez y con centro en Santiago (1541), se lanzaron a las regio
nes australes y al otro lado de los Andes (Salta, Jujuy, Tucumán,
1543-1584). Pedro de Valdivia, dándose cuenta de las posibilidades es
tratégicas de Santiago para la expansión comunicaba al emperador lo
siguiente: “Así que V. M. sepa que esta ciudad de Sanctiago del Nue
vo Extremo es el primer escalón para armar sobre él los demás y ir
poblando por ellos toda esta tierra a V. M. hasta el Estrecho de Maga
llanes.” Chile, con una frontera natural más acentuada, se englobó
dentro del virreinato peruano.
Tanto en el ámbito del Alto Perú o Bolivia como detrás de la cor-
311
dillera andina -Tucumán-, los soldados conquistadores entraron en
contacto con otros cuyo núcleo de proyección estaba en la fachada
atlántica de Suramérica.
Eran los hombres del Río de la Plata puestos en movimiento entre
la fundación de Lima y la de Santiago de Chile. Habían abordado al
continente independientemente desde la metrópoli, fundando un pri
mer punto expansivo en las bocas del Plata (Buenos Aires, 1536). Di
versas circunstancias les conminaron a desalojar este centro, que cam
biaron por el de Asunción del Paraguay (1541), en la juntura del río
Pilcomayo con el Paraguay. De Asunción nació la línea conquistadora
que, cruzando el Chaco, llegó a los contrafuertes andinos y se ligó a
los "peruleros”. También de Asunción se apartó una corriente hacia
el Uruguay y otra, más tardía y regresiva, que murió en la desemboca
dura del río y motivó la segunda fundación de Buenos Aires (1580),
sede de próximas expediciones hacia el interior. Sacrificando el interés
económico por el político, se subordinó el Río de la Plata al poder
sito en la altiplanicie peruana. Como una hijastra, hasta el xvm, per
maneció la región comunicándose con España a través del Perú y Pa
namá.
Cincuenta años costó recorrer y domar en lo fundamental esta geo
grafía, llena pronto de sonoros y evocativos toponímicos hispánicos.
5. El mundo indígena
332
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(Encuéntrense otras ediciones, como la de Aguilar en 3 vols.; pero la mejor es la pu
blicada por la B. A. E., con estudio y notas de J. Pérez de Tudela, Madrid, 1957, y
la debida al Fondo de Cultura Económica. México, 1951, en 3 lomos, donde se in
cluyen índices que facilitan su empleo.)
C obo , Bernabé: H istoria del Nuevo M undo. Publicada por primera vez con notas y otras
ilustraciones de don Marcos Jiménez de la Espada.-Sevilla, imp. de E. Rasco,
1890-93,4 tomos.
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1851-55,4 vols.
(Hay edición en 14 tomos, hecha por la Editorial Guarania, del Paraguay, Asunción.
Pero la mejor es la de la B. A. E., a cargo de J. Pérez de Tudela, Madrid, 1959.)
HERRERA, Antonio de: H istoria general de los hechos d e los castellanos en las islas e tie
rra firm e del m ar Océano.-Madrid, 1601-15,4 vols.
(Existe edición de 1728, en 2 tomos, hecha en Amberes por Juan Bautista Verdussen.
Hay otra en 8 tomos de la Editorial Guarania, del Paraguay, Asunción. Pero la más
útil es la emprendida por la Academia de la Historia de Madrid, que lleva magnífica
introducción y notas de especialistas. Madrid, 1934-57. Alcanza sólo hasta el vol.
XVII, Década VIII.
López de G omara . Francisco: Prim era y segunda parte de la historia general de las In
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(Encuéntrense también en el Vol. XXII de la Biblioteca de Autores EspaAoles.-
Madrid. 1949.)
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(Hay una moderna edición hecha en México, por el Instituto de Investigaciones
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(En las extensas notas de este tratado tendrá el lector toda la información bibliográfi
ca que desee sobre los mitos en la conquista. Una advertencia: la tesis, errónea, de
este libro es: «La historia de la conquista de América es la historia de sus mitos; y la
fiebre del oro, el único móvil de todas las empresas y de todos los descubrimientos».
Cap. Vil. Véase también:
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Salas, Alberto M.: Para un Bestiario de Indias.-B uenos Aires, 1968.
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Z apata C ollán , Agustín: M ito y superstición en la conquista de /tmér/ca.-Buenos Ai
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W hittlesey , Derwen: Geografía po/llica.-M éxico, 1948.
8. El Mundo Indígena
Las obras de Vaillant, Morley, Baudin. L. Valcárcel, L. Perico!, J. Alcina, Kricke-
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C omas , Juan: Bibliografía selectiva de las culturas indígenas de A m érica.- México, I9S3.
340
VIII
GENERACION Y SEMBLANZA
DEL CONQUISTADOR
«Como capitán que de tanto tiempo fasta hoy trac las
armas a cuesta sin las dejar una hora, y de caballeros de
conquista y del uso, y no de letras, salvo si fuesen de
griegos y de romanos...»
YUCATAN (1527-1545)
FRAY OIEOO LANGA "RELACION DE LAS COSAS OE YUCATAN”
FRAY DIEGO LOPEZ COPOU.UDQ "HISTORIA DEL YUCATAN
ANTILLAS
COLON
ANOLERIA
LAS CASAS
FERNANDEZ OE OVIEDO
VENEZUELAI1510 1737)
PE ORO AOUADO. "'HISTORIA DE VENEZUELA
CENTROAMERICA (1512-1530) NICOLAS FEDERMAN: "VIAJES A LAS INDIAS
PEDRO DE ALVARADÚ CARTAS DE RELACION OEL MAR OCEANO"
ANALES DE LOS CAKCHIQUELES Y ELPOPOL VUtf-v CASTELLANOS V SIMON f
FRANCISCO A DE FUENTES Y OUZMAN : “ RECORDACION FLORIDA"
HERNAL DIAZ OEL CASTILLO "Hi.VEROADEHA DE LA CCNQUlSTA
DE NUEVA ESMAA -
5.VAZQUEZ OE CORONADO "CARTAS”
PERU(152¿-1535)
PASCUAL DE ANDAQQYA:‘,RELAC10N..
HERNANDO PIZARRQ "CARTA "
CRISTOBAL DE MENA "tA CONQUISTA DEL PERU
FRANCISCO OE JEREZ "VERDADERA RELACION .
FEDRO SANCHO/'RELACION
NIOUEL DE ESTE1E : "RELACION ...”
JUAN HUIZ DE ARCE "ADVERTENCIA "
FE ORO PIZARRO “ RELACION ..."
OIEOO DE TRUJILLO "RELACION “
a OUSTIN DE ZARATE "HISTORIA DEL DESCUBRIMIENIQ
CHILE (1540-1560)
FEORO DE VALDIVIA 'CARTAS OE RELACION
ALONSO QONOORA MARMOLEJO ” H. DE CHILE ”
FEORO MARlAO DE LOVERA "CRONICA DEL REINO DE CHILE"
2. Individualismo y colectividad
357
Conquistador indiano. Asi pudo ser cualquier conquistador, y su lema: «Con la espada y
el compás, más. más y más» Museo de! Prado. Anónimo.
358
Como sabían también que si no reparaban y retribuían no lograban su
salvación. Las disposiciones testamentarias incluyen ios más variados
deseos; desde Pizarra, ordenando sufragar misas por el alma de los na
tivos muertos en campaña, hasta Lorenzo de Aldana instituyendo por
herederos de su repartimiento a los indios. Todo “por descargo de su
conciencia'’.... Para aliviar su conciencia dejan mandas destinadas a
vestir indios, para abonar a un sacerdote que los adoctrine, para decir
misa en pro de la conversión de los indígenas, para reintegrar tributos
cobrados en cuantía excesiva, para fundar un hospital... y así “sanear
su alma y conciencia”. Y lo mismo sucedía en Perú, que en el Nuevo
Reino, que en México o en Sevilla. Porque era algo que se llevaba en
la médula de la sangre y que, sin duda adormecido en momentos de
dureza, u olvidado obedeciendo ódenes, o dejando de lado por la sed
de riquezas, volvía a aflorar, bien por una prédica, bien por anhelo de
salvar su alma y desterrar dudas. Esas dudas que acongojaban en 1SS4
al cronista Cieza de León en el momento de extender su testamento
en Sevilla.
Entereza ante la adversidad y los sufrimientos hubieron de tenerla
a toda presión para poder poner cima a su cometido. Fueron hombres
de acero, sufrieron lo indecible, y se resignaron sin llegar a la deses
peración o al suicidio. De las antiguas páginas nos viene este sufri
miento ya debilitado por el tiempo: “estaban tan enfermos que por no
caminar con tanto trabajo se quedaban en las montañas, esperando la
muerte, con grande miseria, escondidos por la espesura porque no los
llevasen los que iban sanos, si los viesen" (Cieza de León). ¡Se escon
dían para morir! No querían que la estampa de su agonía estorbase la
marcha de sus compañeros.
El legalismo es nota de todo español. Va desde Cortés, que ante es
cribano público Arma con Moctezuma el traspaso de soberanía, hasta
los monarcas, comprando a los descendientes de los reyes americanos
el derecho sucesorio.
El formalismo legal integraba parte, como el religioso, del carácter
español de entonces. Era algo viejo, de siempre. El Cid quiere ser le
gal; las Partidas hablan de la “guerra justa”; y en América el Requeri
miento embarcado en 1514 es un claro ejemplo del legalismo español.
Se quiere justificar la presencia hispana en las tierras americanas y el
porqué de la guerra. Por su religiosidad y legalismo se plantearon mu
chas interrogaciones los conquistadores sobre su acción tan pronto
arribaron a la otra orilla. Por legalismo tomaban posesión de la tierra
hallada con un formulismo que hoy nos resulta teatral. Por legalismo
359
acataban o no las disposiciones reales. Dentro del legalismo inserta
Cortés su “pronunciamiento”, y Valdivia y Orellana se desvincularán
del Perú. Legalmente quiere Gonzalo Pizarra encauzar su rebelión, y
legalmente se rebela y le escribe a Felipe II el Loco Aguirre. Este lega
lismo no implica un amor a los leguleyos. Todo lo contrario. Los con
quistadores manifestaron siempre su desagrado ante la presencia de
hombres de leyes. Balboa en el Darien, como Mendoza en el Río de la
Plata, escriben al rey pidiéndole no remita a estos profesionales de las
leyes porque todo lo enredaban. Algunos conquistadores después de
las Leyes Nuevas o Nuevas Ordenanzas de Descubrimiento manifesta
ron en un Memorial que se guarda en Simancas “que no vienen a Es
paña para no ser molestados y fatigados en pleitos. Antes -añaden- de
la Nuevas Ordenanzas algunos conquistadores en entradas y descubri
mientos habían hecho malos tratamientos a los indios y algunos muer
tos y hechos esclavos y otras cosas que en conquistas se acostumbran a
hacer no pudiéndose descubrir y conquistar de otra manera”.
La temeridad y la audacia no necesitan de citas ni de ejem
plos.
Ahí está la tremenda realidad telúrica de América como viviente testi
monio. En cuanto a la codicia y prodigalidad hablaremos de ello en el
último capítulo, ya que fue algo que llamó la atención del indio.
4. Condición social
Réstanos ver de qué capa social procedía este hombre cuyas atri
buciones psicológicas hemos delineado. El conquistador brotó de la
clase del pueblo, del “común", como se decía antes; y se escapó, sobre
todo, del mapa de Extremadura, Andalucía y Castilla. Fue, por lo ge
neral, individuo joven.
Todos los sectores de la sociedad, con la diversidad de niveles cul
turales que ella implica, participaron en la conquista. La nobleza infe
rior y las gentes de las ciudades o del medio rural refugiadas en ellas,
mantuvieron las filas de los conquistadores. Se percibe una gran pre
sencia de hijodalgos pobres, de artesanos, de marineros y de clérigos y
frailes. Llama la atención la escasez de labradores, a los que la Corona
tiene que animar sin mucho éxito. Oviedo refiere que por cada noble
pasaban diez paisanos de linaje oscuro y todavía en 1593 el virrey del
Perú, marqués de Cañete, anotaba que la mayoría de la gente que pa
saba al nuevo mundo eran “soldados, caballeros e hidalgos pobrísi-
360
mos”. Lógico, normalmente no emigra el que esté bien en su tierra. El
volumen total de embarcados no fue excesivo.
Los últimos cálculos a base de las fuentes disponibles suponen un
caudal de 18.743 emigrantes entre 1492 y 1540. Cifra mínima si refle
xionamos lo que en 1535 ya se había hecho y si consideramos que en
esos miles hay que descontar funcionarios, clérigos, niños y mujeres.
Naturalmente que hubo un porcentaje de brazos embarcados ilegal
mente, y que en 1500 ya había muchos hombres en Indias, pero así y
todo la desproporción es manifiesta.
Partían bastantes de éstos en pos de aventura, mejora económica y
ascenso social. Querían servir a Dios y al Rey. Pero en sus miras de
mejoras hallaron el murallón del Estado que, aunque les dio riquezas
y honores -que ellos ganaron- se mostró parco en mercedes sociales,
atento quizá, y según Konetzke, a no formar una nobleza en Indias
que hiciera peligrar sus intereses. Con todo, nació una aristocracia de
conquistadores. A partir de los primeros momentos ya ellos mismos
establecen una distinción -Inca Garcilaso- al referirse a “primeros
conquistadores” y “segundos conquistadores”. Sobre estos últimos,
aquéllos tenían la ventaja de haber llegado antes, y haber recibido me
jor botín y mejores encomiendas. Era una diferencia dispuesta por la
cronología, los méritos bélicos y el poderío económico. Para unos y
otros el hecho de ser conquistadores era un timbre de gloria que los
elevaba en la escala social. Integraron un grupo dueño de riquezas, de
tentador de posiciones de gobierno de donde pronto fueron desaloja
dos, por lo menos en los altos cargos. De ser posible un neologismo
denominaríamos a esta situación heloniarquia o gobierno de los con
quistadores.
España procuró remitir al Nuevo Mundo una sociedad selecciona
da. No ocultaremos que en un principio remitieron malhechores a
base de conmutarles las penas. Pero es que también en un principio
no se sabía lo que se había encontrado y todo tenia un aire de peligro
y aventura. No era nada nuevo. Ya en 1481 la reina había autorizado
a don Femando de Acuña a reclutar gente en Galicia entre los que
hubieran cometido delitos, para servir en la conquista de las Canarias.
Además, eso de que en un principio se enviaron sólo malhechores está
por verse. Es algo que se repite mucho y no se aclara. Se comienza
por decir -y lo hemos consignado en el Capítulo III- que en el primer
viaje colombino embarcaron ya cuatro criminales. Veamos quiénes
fueron: Bartolomé Torres, Alonso C.lavijo de Véjer, Juan de Moguer y
Pedro Izquierdo de Lepe. El asesino era el primero, que en una riña
361
hirió al pregonero de Palos, Juan Martín. A consecuencia de las heri
das, murió el pregonero. Preso y condenado a muerte, fue libertado
por sus tres amigos, los cuales incurrieron en la misma pena, ya que,
según leyes castellanas, el que intentase impedir el cumplimiento de
una sentencia era reo de la misma pena. Estos eran los “desalmados'’
del descubrimiento que Colón enroló porque tenia facultades para em
barcar “hasta cuatro condenados a muerte”, ni más ni menos.
En el tercer viaje ordenó la Corona que todos los castigados a des
tierro debían serlo a la isla Hispaniola, reduciéndose la pena a la mi
tad de tiempo y a diez años si estaban sentenciados a destierro perpe
tuo. La medida venía determinada por el descrédito que, después del
fracasado segundo viaje, cayó sobre la empresa indiana. Los sanciona
dos que viajaron en la tercera expedición colombina no fueron tantos
como para pensar que aquello era una armada pirática. Por lo demás,
los reos de muerte fueron vedados a embarcar.
Cuando la geografía física y humana se fue dando a conocer, la
Corona intervino decididamente. Primero dando tijeretazos a las pre
rrogativas colombianas; luego, creando centros de gobierno; después,
remitiendo gobernantes y escogiendo a los embarcados. La corriente
migratoria fue desde entonces -1 S03- controlada por la Casa de la Con
tratación de Sevilla, verificándose una estatal selección a la que las pe
nalidades del viaje, la dureza de las campañas, la acción de nuevos
ambientes, etc., purgó aún más ocasionando una depuración biológi
ca. Los fuertes y sanos podían pasar y actuar con eficacia. No eran enfer
mos, ni malhechores los que se embarcaban en las sucias y estrechas
bodegas de las carabelas. En IS02, con Nicolás de Ovando, refiere el
testigo G. Fernández de Oviedo que navegaron: “ Personas religiosas y
caballeros e hidalgos, y hombres de honra, y tales cuales convenía
para poblar tierras nuevas, y las cultivar santa y rectamente en lo espi
ritual y temporal."
Vargas Machuca aconsejaba que a las entradas no convenía llevar
hombres gordos porque son un estorbo, ni bubosos, ni cobardes, ni in
quietos, ni hombres de menos de 15 años y más de 50, ya que los tra
bajos son ingentes. Gutiérrez de Santa Clara completa estas condicio
nes físicas con otras espirituales: “conviene que los soldados sean bien
inclinados y vergonzosos, y bien reputados, y tengan los ojos vivos y
no mortecinos..." y para las Leyes de Indias el milite indiano debía
ser “gente limpia de toda raza de moro, judío, hereje o penitenciado
por el Santo Oficio”.
De ser meros bandoleros -codiciosos, violentos e imprudentes-, no
hubieran recorrido lo que recorrieron, ni fundado lo que fundaron, ni
plantado lo que plantaron, ni navegado lo que navegaron. Ni hubieran
levantado fábricas y templos y, menos aún, hubieran llevado a sus
mujeres e hijos para construir una nueva patria. Muy pocos vieron su
nombre anotado en los anales del crimen. Un Lope de Aguirre o un
Carvajal no permiten generalizar.
366
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368
IX
■MUJERES
DESeA0°
' STA MARIA DE
LA VICTORIA
T ab asco
L N (HOSTIUOAO INDIGENA
LUCHA CONOCE A MARINA?
(FUNDADA PORCORTES.SE DA EL \
PRONUNCIAMIENTO RECIBE UNOS \
EMISARIOS TOTONACAS QUE SE V.
LAMENTAN DE LA TIRANIA OE MOCTEZUMA ;
SE HACEN ALIADOS PARTE EL IS-VI1I 19)
OUIAHUIZTIAN
TlZANANE Z1NGO VILLA DE LA VERACRUZ
ALTO LUCERO
IXTACAMAXTIUAN
CUYOACO
ZOTOLUCA
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ANTIGUA
TLAXCALA 1ZOMPANTEPEC IXHUACAN
| ALCHICHICA
TEPEYAHUALCO
VILLA RICA OE LA VERACRUZ*}
CHALCHIUCUEYEHCAN
TLALMANALCO
EC BOCA DE RIO
JICO
CALPAN
CHOLULA
AMECAMECA
S.NICOLAS DE LOS RANCHOS
Tl AMACAS
4. El «pronunciamiento» de Veracruz
385
5. Rumbo al Anahuac: Victoria sobre Tlaxcala
6. La matanza de Cholula
389
Guerreros aztecas con armas y locados des
tinados a asustar al enemigo; portan escu
dos de madera recubiertos de cuero y lanzas
con hojas de obsidiana.
Cortés y su ejército,
atacando a México
durante su reconquis
ta. Obra de artista
nativo hecha unos
cuarenta años des
pués.
Españoles e indíge
nas, construyen ber
gantines para recon
quistar Tenochtitlán.
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A la derecha:
Moctezuma trata de dirigir la palabra a su pueblo y éste le rechaza a pedradas, murien
do al poco por las heridas recibidas.
395
396
Cerco de Tenochtitlán, según el Códice de Tlaxcala.
397
nes mandan las leyes reales que no queden sin castigo. Por vuestro de
lito moriréis.” Y a una señal dada por un disparo de arcabuz principió
el castigo, y ‘‘dimosles tal mano -dice en su carta al emperador-, que
en dos horas murieron más de tres mil hombres”.
Esta fue la matanza de Cholula. Tlaxcaltecas y ccmpoaleses contri
buyeron a ella y al saqueo, que duró dos días. Espantados los cholulte-
cas vinieron a pedir clemencia. Algunos caciques le manifestaron que
la política tradicional de Cholula había sido la alianza con Tlaxcala y
Guajocingo contra la Confederación Azteca (Tenochtitlán o México.
Tlacopán y Tezcuco). Cortés aprovechó la circunstancia para poner
paz dentro de Cholula y entre ésta y Tlaxcala.
8. Situación crítica
406
11. Organización de la Nueva España
409
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414
EXPLORACIONES Y ASENTAMIENTOS
EN LA AMERICA CENTRAL
«Echó a perder dos cosas esta tierra: el Perú y las mi
nas. El gobernador, Pedrarias de Avila, porque su gober
nación fuese muy abundosa del todo, ponía mucha dili
gencia en sacar oro, y a esta causa perecieron muchos
naturales de la tierra, en las minas.»
• TO R EB A
• OLAN CHO
LEO N
BRUSELAS
OI id
i DE LAS PERLAS
Hernán Cortés 1524
•Hernández de Córdoba152A
Hernán Ponce1516
4 1 7
HAGO
N IC A R A G U A
I5 4 IS JU A N D E L A CR U Z
R S JU A N
MAR CARIBE
S A N TIA G O I S O
S F R A N C IS C O #
PUER TO CA LD ER A 1 5 0 2 C A R IA Y
1544 C A R T A G O 1572
C A R TA G O »574
C A R T A G O DEL
LOD O 1S64
OCEANO PACIFICO
• N UEV A CA R TA G O
O U LC E
IS 0 2 C U A R TO V I A J E D E CO LON
1510 D IE G O N IC U E S A
IS O H E R N A N P O N C E DE LE O N
1522-23 G IL G O N Z A L E Z O A V IL A Y A N D R E S N lN O
---------------------------------- — ------------'539 A L O N S O C A L E R O Y D IE G O M A C H U C A
1526 P E O R A R IA S C A V IL A
1543-44 D I E G O G U T IE R R E Z
IS M P A O R E JU A N E S T R A O A RAVAGO
I5 61 -A 4 J U A N V A Z Q U E Z D E C O R O N A D O
1570 J U A N S O L A N O
------------------------------------------------ 1570-71 P E R A F A N D E R IB E R A
♦ ♦ ♦ ♦ ♦ ♦ * ♦ ♦ ♦ |59| J U A N C A B R A L Y P E D R O F L O R E S
418
1. Balboa y el «Furor Domini»
(*) Pedrarias Dávila es una de las figuras de la conquista que ha sido pintada con
más negras tintas. Indudablemente era un Tuerte carácter, «un cortesano viejo que lo sa
bia hacer muy bien» (Oviedo), capaz de todo. Pese a su carácter, su figura ha sido algo
deformada al contraponerlo con el «mártir» Balboa y al utilizarse unas fuentes que le
eran adversas, pues ni Oviedo ni Las Casas le son favorables. La investigación irá mos
trando otro Pedrarias y aclarará, en lo relativo a la muerte de Balboa, estas enigmáticas
palabras de Diego de Almagro: «Lo que hizo Núñez de Balboa no era cosa de hombres.»
425
3. Las expediciones ordenadas por Pedrarias
433
ella se repliega y deja sitio libre al cruel Salcedo, que sembraba el te
rror entre españoles e indios. La situación era insoportable, y tanto los
colonizadores como Pedrarias pidieron al rey un gobernador propio
para Nicaragua. Correspondía el cargo a Gil González Avila, que ha
bía muerto en la metrópoli, por lo que le fue fácil a Pedrarias obtener
lo por una Real cédula dada en I527.
Al saberse en León el nuevo nombramiento, la población se amoti
nó y apresó a López de Salcedo, que intentaba oponerse a Pedrarias.
Entrevistados los dos gobernadores, llegaron a un acuerdo en cuanto a
límites de sus jurisdicciones tras siete meses de discusiones.
De la gobernación de Pedrarias Dávila en Nicaragua resaltan las
crueldades cometidas. Mas todo no es negativo en su mando; a él se
debe la introducción del ganado y simientes, el descubrimiento del río
San Juan o Desaguadero por su capitán Martin Estete y el reconoci
miento del reino de Cuzcatlán (San Salvador), donde tropezó con la
gente de Guatemala. La muerte de Pedrarias en 1531, a los noventa
años de edad, cancela la conquista de Nicaragua.
7. La empresa de Cuzcatlán
442
9. Vázquez de Coronado y otros en Costa Rica
1. Crónicas y Documentos
Alvarado, Pedro de: Relación hecha por Pedro de A¡varado a Hernán Cortés, en que se
refieren las guerras y batallas para pacificar las provincias del antiguo reino de
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Gralich. hay edición. Casa de las Américas, Habana, 1972.
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San Vicente de Chiapas y Guatemala, de la Orden de Predicadores.-Madrid, 1892, y
Guatemala, I93S. (Vol. XIII de «Biblioteca Goathemala». La obra impresa queda in
completa, por ser ilegible el manuscrito en sus partes finales. Llega hasta la muerte
de Fray Domingo de Betanzos. Su autor fue un monje, que lo escribió en el siglo
xvitt. En el segundo libro trata de: «Conquista de Guatemala, fundación de Santiago
de los Caballeros, y la llegada de los dominicos hasta la muerte del fundador de su
convento». Sigue a Bemal Díaz, Fuentes y Guzmán y Herrera.)
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chiquel p o r ................---------.-Norman. University ofOklahoma Press, 1953.
(Hay edición en español.-México, 1950. Después de la conquista fue escrita esta rela
ción, destinada a lograr de los españoles la devolución de las propiedades. Para pro
bar sus derechos redactaron tal Memorial, remontándose a los comienzos de su civi
lización y llegando hasta 1620 en el relato. La parte mítica corresponde al Popol
Vuh, que complementa a los Anales. El manuscrito fue traducido en 1844 por el
abate francés Brasseur de Bourbourg. Se incluye en esta edición también «El titulo de
los señores de Totonicapán», documento anónimo atribuido a Diego Reinoso (Popol
Vinak), relativo a los quichés desde sus orígenes hasta el gran soberano Quikab (fines
del siglo xv). B. de Bourbourg lo publicó con el titulo de «Memorial de Tecpán Ati-
tlán»; y Daniel Brinton con el.de «The Annals of Cachiquels». Se le conoce también
con el titulo de «Memorial de Solola».)
R ecinos, Adrián: Crónicas indígenas de Guaíema/a.-Guatemala, 1957.
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(Se muestra antiespañol y no duda en tergiversar el significado de manuscritos indíge
nas, haciendo añadidos inexistentes.)
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.448
XI
EXPLORACIONES
EN EL SUBCONTINENTE NORTE
«Yo no estoy escribiendo fábulas, como algunas de tas
cosas que ahora leemos en los libros de caballerías. Si no
fuese porque estas historias contenían encantamiento,
hay algunas cosas que nuestros españoles han hecho en
nuestros días en estas partes, en sus conquistas y encuen
tros con los indios, que como hechos dignos de admira
ción sobrepasan no sólo a los libros ya mencionados,
sino también a los que se han escrito sobre los Doce Pa
res de Francia...»
(Di a r i o de Francisco Vázquez de Coronado, se
H DE MENDOZA 1 5 3 2 -* "^
BECERRA V GRIJALVA IS33 ROE MONTE JO 1527
H CORTES 1535 PANUCO
ULlO A 1536
NUEVA G ALIC IA C. DE OLIO 1524,
v iv ía Cu b a i
YUCATAN
• L'*
A SA AVEDRA 1527
A.SAAVEDRA •IU TE PEC C H IA P A S
L U C AS V DE AYLLON 1525
MENENOEZ DI av L| 5 1565-M
cMicoRA y$
S.MIGUEL OE OUAOALUPE • . ')
AYLLONII8-X- I5 2 6 1 T *¿
"V I
(f l o r i d a
A ESPAÑA
STO.DOMINGO
16-X-1S40
ENFRENTAMIENTO CON INOIOS;
VARIOS CIENTOS DE INDIOS
V 20 HOMBRES DE SOTO MUERTOS
1 5 0 * 0 ACAMPAN
EN INVIERNO Y
CONSTRUYEN BARCOS
SALIDA 2 V il 1 50
SE DECIDE VOLVER A l
MISSISSIPPI \
2M M 50 ^ MOBILE
OCTUBRE 1542 V _ i
MUERE HERNANDO DE SOTO^pr. ANHAYCA
.LA EXPEDICION SE DIRIGE A MEJICO-
S . V — > .AL MANOO DE MOSCOSO
OCALE I51X-I539
PRIMER ENFRENTAMIENTO
CON INOIOS
30V-I539 ;
LLEGA A l a BAHIA UCITA \
DE TAMPA CON a MAYO A JULIO 1539
600 SOLDADOS 1
454
455
1. Sistemática
459
En ese año recalaba el barco “Santiago" de la expedición de Loay-
za; año en el cual el emperador le escribe y le hace saber que enterado
de los barcos que construye para explorar la costa del norte, es su de
seo que los emplee en una expedición a las Molucas para averiguar la
suerte de Caboto y Loayza. Fue entonces cuando envió (1527) a su pri
mo Alvaro Saavedra poniendo las bases de las relaciones Méjico-
Filipinas. Años más tarde volvió Cortés de nuevo sus ojos hacia el no
roeste, en cuya costa podia estar el paso entre el Pacíñco y el Atlánti
co. Con las expediciones de Diego Hurtado de Mendoza, Diego Bece
rra y Hernando de Grijalva (1533), etc., planteó Cortés el problema de
la insularidad de California y la posible expansión de la Nueva España,
cual cuerno de la abundancia. La creación del virreinato (1535) y su
alejamiento pusieron punto y final al quehacer explorador y conquis
tador de Hernán Cortés.
Las exploraciones y conquistas en los actuales Estados Unidos de
América se realizaron a partir de la metrópoli (Meléndez de Avilés) y
dos plataformas: Antillas y México. Desde la región insular se abordó,
como vimos ya, el litoral atlántico en una acción cuya herencia fue el
dominio de la Florida y la fundación de Santa Elena y San Agustín.
Arrancando de México, y usando sus puertos del Pacífico, se recorrió
el litoral del oeste intentando aclarar la peninsularidad de California,
buscando un apoyo al Galeón de Manila o a las fundaciones misiona
les tardías. México capital y los núcleos del norte, subsidiarios e hijue
las del capitalino, sirvieron de escabel para la penetración "tierra
adentro”.
Los motivos que se conjugaron para determinar estos descubri
mientos son todos los ya conocidos: míticos (Bimini, Cíbola, Quivira,
Gran Chichimeca, Siete Ciudades); geográficos; estratégicos; crematís
ticos (esclavos, explotar ostiales de perlas, minas de plata); religiosos
(misiones en Florida, Texas, California); y científicos (viajes de los ma
rinos del siglo xviii, que veremos).
Ei escenario es muy amplio: unos 15 estados de los actuales Esta
dos Unidos de América (Florida, Georgia, Alabama, Luisiana, Texas,
Mississipi, Arkansas, Colorado, Nuevo Méjico, Arizona, Californias...).
La cronología de la acción va desde 1512 hasta 1812 en que se
arría la bandera española en California. Algunos establecimientos tu
vieron una efímera duración; pero donde lograron afincarse se mantu
vieron y hoy quedan huellas de ellos: hasta 1587 en Carolina del Sur;
hasta 1703 en Georgia (misiones); hasta 1819 en Florida occidental;
hasta 1813 en Alabama; hasta 1803 en Luisiana; hasta 1821 en Arizo-
460
na, Colorado, Utah y Nuevo Méjico. La difícil geografía, la pobreza
del territorio (ni el oro se había descubierto, ni el petróleo jugaba pa
pel alguno), la lejanía de los centros vitales o de apoyo, etc., frusto un
tanto los asentamientos.
Antes de que los británicos establecieran un primer asentamiento
(Jamestown, 1607) los españoles desfloraron esta inmensa geografía
por las tres vertientes citadas: la del Atlántico; la del Pacífico; y la de
tierra adentro en los rumbos noroeste y nordeste. Como proyección de
las conquistas de Nueva Galicia y Nueva Vizcaya se prosiguió más al
norte tras los mitos de Quivira, las Siete Ciudades o el estrecho de
Anian. El desaliento se adueñó de los conquistadores después de las
primeras incursiones. Aquel territorio interno era “tierra de guerra”.
Sus habitantes indígenas apenas conocían los rudimentos de la agricul
tura, vagaban en grupos pequeños sin fundar pueblos estables, practi
caban la guerra de guerrillas y eran hábiles manejando el arco y la fle
cha. Hacia 1540 los hispanos apenas habían avanzado y se encontra
ban' a la defensiva. Pero la conolización de Nueva Vizcaya, Nuevo
Méjico, Sinaloa y Sonora trajo consigo una serie de entradas hasta
Kansas. Entre 1539 y 1542 Francisco Vázquez de Coronado recorre
Nuevo Méjico, Oklahoma, Kansas y quizás Nebraska. Entre 1566-67
Pardo y Boyano andan por tierras de Georgia, Carolina del Sur y Ala-
bama. Los jesuítas se sitúan en Florida y Georgia. En 1582 explora
Espejo Arizona y Nuevo Méjico; y en 1598 Juan de Oñate ¡ncursiona
con soldados y colonos en Tejas, Oklahoma y Kansas, las regiones de
Cíbola y Quivira. sin encontrar ciudades fabulosas. Provincia de Nue
vo Méjico se llamará a la zona por ese afán de nombrar lo nuevo con
nombres viejos y familiares.
466
4. La conquista de Nueva Galicia
475
8. Las andanzas de Alvar Niíñez
9. De Soto y el Mississipí
481
Sobrevino otro crudo invierno. Las nieves los bloquearon. Tenía
trescientos hombres y cuarenta caballos, algunos mancos, sin herradu
ras. Hasta el intérprete Juan Ortiz se les murió, haciéndoles la marcha
más penosa, porque el joven indio que sucedió a Ortiz dominaba mal
el castellano y a veces se equivocaban de ruta, siguiendo sus indicacio
nes, o tardaban un día en enterarse de lo que otras veces conocían en
unos cuantos minutos. El proyecto de Hernando de Soto era el de lle
gar al mar; pero el camino era tan dificultoso y las subsistencias se ha
cían tan difíciles, que De Soto sólo de preocuparse enfermó. La enfer
medad hizo crisis, y el gobernador, presintiendo su fin, llamó a los ofi
ciales reales y a los principales capitanes, con el fin de dirigirles la
palabra. Para evitar divisiones internas les suplicó que eligiesen un suce
sor antes de que él muriese, recayendo la designación en Luis de Mos-
coso. Al día siguiente, 21 de mayo de 1542, falleció Hernando de
Soto. Su cadáver, “secretamente, lo mandó Luis de Moscoso meter en
una casa, donde estuvo tres días. Y de allí, de noche, en una parte del
pueblo, a la parte de dentro, lo mandó enterrar. Y como los indios lo
habían visto enfermo y lo echaban de menos, sospechaban lo que po
día ser. Y pasando por donde estaba enterrado, viendo la tierra remo
vida, miraban y hablaban unos con los otros. Sabido por Luis de Mos
coso, de noche lo mandó desenterrar. Y dentro de las mantas con que
estaba amortajado fue echada mucha arena, con lo que en una alma
día fue llevado y echado en el medio del rio”. Moscoso pretendía
mantener la influencia psicológica sobre los indios de los aledaños
ocultándoles la muerte del jefe que se había hecho llamar hijo del sol,
y a lo cual ellos, ingeniosamente, habían contestado que si era hijo del
sol secase el gran río que tanto les molestaba... El cuerpo de Soto re
posaba en su tumba acuática y la mesnada vivaqueaba en la orilla del
río sin saber qué hacer. Algunos de los expedicionarios se “alegraron
con la muerte de don Fernando de Soto -aclara el de Elvas-, teniendo
por cierto que Luis de Moscoso (que era dado a la buena vida) desea
ría más verse descansado en tierra de cristianos que continuar los tra
bajos de la guerra, de conquistar y descubrir, de lo que ya estaban
enojados, por ver el poco interés que se seguía”.
El climax espiritual de la hueste era natural. Andaban cansados.
Aburridos de caminar de un lado a otro. Asqueados de ver cómo los
indígenas extraían limpiamente la cabellera del caído y la colocaban
como trofeo en los ástiles; hartos de comer maíz, carne de cerdo y ca
ballo; molestos de vestir cueros y calzar algo que no eran zapatos; de
seosos de ver mujeres blancas... Hubo junta de capitanes. Determina-
482
ción: ir a México por tierra. Tomaron hacia el Suroeste, por Texas,
llegando quizá hasta el rio de la Trinidad. La falta de bastimentos les
compelió a dar la vuelta y volver al Mississipí, porque “el gobernador,
que deseaba ya verse donde pudiese dormir su sueño tranquilo, antes
que gobernar y conquistar tierras donde tantos trabajos se le ofrecían,
luego hizo volver atrás, por donde habían venido”. El punto de recala*
da se llamaba Aminoya y allí, a principios de 1543, iniciaron la cons
trucción de siete bergantines. El hierro de las municiones y el de las
cadenas para los esclavos fue fundido en las fraguas para hacer clava
zón. Gracias a Dios, en la hueste había un portugués que sabia ase
rrar, un genovés que entendía de fabricar barcos, cinco vizcaínos fami
liarizados con la industria naval, un tonelero... Partieron de Aminoya
el 2 de julio de 1543. Previamente mataron los caballos -salvó veinti
dós- y los cerdos, cuyas carnes secaron, y libertaron quinientos indios,
excepto cien, que embarcaron con trescientos veintidós españoles. No
tenían armas de fuego, y los ataques de la indiada les puso muchas ve
ces en apurados trances. A los dieciséis dias llegaron al mar. La duda
que se les presentó era la de seguir bordeando la costa hasta llegar al
Pánuco o cruzar el golfo para ir a dar con Cuba. Hubo pareceres para
todo, y un intento de cruzar fue abandonado por el de costeo. Singla
ron en el río Pánuco (Tampico) el 10 de septiembre de 1543, después
de cincuenta y dos días de navegación. La alegría de ver indígenas ves
tidos a la española y hablando castellano fue inmensa, “porque les pa
reció que entonces nacieron. Y muchos saltaron a tierra y la besa
ban”... Hacia cuatro años, tres meses y once días que habían desem
barcado en la bahía de Tampa. De los seiscientos veinte sobrevivían
trescientos once. De este modo, y con este resultado, concluía una de
las más importantes exploraciones en Estados Unidos de América,
comparable sólo con la que Coronado hizo en el Suroeste.
Aquel puñado de andariegos, todos “vestidos de cueros de venado,
curtidos y teñidos de negro, a saber, sayos, calzas y zapatos”, barbudos
y tostados por el sol, fueron recibidos en México espléndidamente. El
virrey don Antonio de Mendoza los agasajó cumplidamente.
488
B I B L I O G R A F I A
Como obra general, donde se encontrará una amplia y escogida bibliografía para cada
región, aconsejamos consultar de John Francis Bannon: The Spanish Boderiands
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S C a b e z a d e V acu
6. A y lló n y E s te b a n G ó m e z
494
XII
ADELANTADOS EN YUCATAN
«En esta historia de Yucatán, como ha costado mu
chas vidas, e de los muertos no podemos haber informa
ción dellos, e de los que quedaron vivos, aunque avernos
visto algunos, y essos, aunque padescieron su parte, no
saben decirlo..... me parece que es un nuevo modo de
conquista e de padcsccr.»
497
1. Fase inicial de la penetración
503
3. Campaña final (1535-1545)
505
B I B L I O G R A F I A
1. Crónicas
Landa , Fray Diego de: Relación de tas cosas d e Yucatán. Sacada de lo que escribió el
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2. E s tu d io s m o d e r n o s
506
XIII
DOBLE CONQUISTA:
«LA VUELTA POR PONIENTE»
Y LA DE FILIPINAS O
«INDIAS DE PONIENTE»
«Que nunca Dios quisiese que nosotros fuésemos en
rehusar de cum plir lo que Su Majestad decía en el mote
de la divisa de las columnas: “ Plus U ltra ” .»
X smM
A LAS MOLUCAS 'NAVIDAD f ~ l
jk ZIHUATANEJO
^ ^ ■ ac ap u lc o ,
GUEVARA 1525
1 I MARSHAU
ISS4 AVELLANO '
PRIMER INTENTO DE REGRESO SE SEPARA DE LEGAZPI GRlJAlVA 1535
REGRESO DE
URDANETA 1525 PATACHE SANTlAI
A LISBOA
SALIDA SANLUCAR DE
REGRESO DE ELCANO BARRAMEDA.20-1X-1519
A SANLUCAR 6 IX-1522
SALIDA LA CORüNA.24-VIMS2S
MAGALLANES-ELCANO 1519-22
514
3. Por el Pacífico
4. En las islas
517
saron su capital. En tal coyuntura arribó la nao hispana de Carquiza-
no. El heredero de Almanzor -que hostilizaba continuamente a los
portugueses- y los españoles entraron en contacto. Carquizano remitió
a Gilolo el S de noviembre una representación en la que iba Urdaneta.
El reyezuelo indígena puso inmediatamente a disposición de los espa
ñoles unas diez paraos o embarcaciones y abundantes víveres. Los em
bajadores hispanos charlaron con el cacique malayo, enterándose de la
situación militar de los portugueses y llegando a un pacto militar con
él. Notificado Carquizano de todo, el 18 de noviembre soltó las velas
de la Santa María de la Victoria rumbo a Tidor. Antes de llegar a su
destino les abordó una pequeña embarcación portuguesa, en la que un
emisario traía órdenes del gobernador lusitano don García Henríquez
para que abandonasen aquellos parajes. El jefe español se limitó a
mostrar la provisión imperial ordenando construir una fortaleza en
Molucas y rechazó la propuesta de Henríquez.
5. Españoles y portugueses
Los portugueses tenían dos navios y doce galeras muy grandes muy
cerca de donde yacía fondeada la nao española. En cualquier momen
to podían caer sobre ella y aniquilarla. Carquizano sabia cuán débil
era su posición, aumentada por la escisión interna, ya que el contador
Soto planeaba deponerlo y pasarse a los portugueses. Para evitar esto,
Carquizano corta la conjura, y pone a Urdaneta en lugar de Soto. El
encuentro era cada vez más inminente. El día 23 de diciembre, un do
mingo, Carquizano ordenó saltar a tierra e “hizo decir al Capellán
misa seca”. Concluida la ceremonia el jefe expuso la situación y pidió
pareceres. Todos a una respondieron que estaban dispuestos para mo
rir. Fueron ciento cinco las voces que gritaron tal disposición. Con
ellos se formaron tres pelotones, uno de los cuales se encomendó a
Urdaneta, que aún no tenía veinte años. Poco después llegó un parao
con noticias del reyezuelo de Tidon pedia que fueran a su isla cuanto
antes.
El día de Año Nuevo de 1527 la nao española fondeó en Tidor. El
recibimiento fue esplendoroso. En el mismo día se comenzó la cons
trucción de un fortín destinado a repeler el inminente ataque portu
gués. A media noche del 17 de enero se produce éste, rechazándosele.
También se hace fracasar un desembarco. Los portugueses, enfureci
dos, remiten un veloz navio que recorre la costa mostrando una ban
518
dera roja donde se lee: “A sangre y fuego.” Otro ataque al siguiente
día dejó a la Santa María de la Victoria inservible. El viejo y glorioso
pontón fue condenado a morir incendiado.
En adelante sólo contarán con las embarcaciones indígenas; todo
intento de hacer un navio fracasaba, poique la madera era “muy be
llaca”, expresa Urdaneta. Quiere decir que muy mala. Caiquizano
asalta un pequeño barco lusitano y asalta la isla de Motiel. Los éxitos
no les hacen olvidar la situación angustiosa en que yacen. Están total
mente aislados, sin esperanzas de poder retomar a Europa. A veces
creen en la aparición de algún navio compatriota, y dan oído a rumo
res que corren sobre barcos europeos avistados. Urdaneta, durante un
mes, sin descanso, recorre el mar y no halla rastro de tales navios. En
cambio, tropieza con los portugueses, y en uno de los encuentros habi
dos tiene la desgracia de que un barril de pólvora inflamado le acabe
de desñgurar el rostro, ya quemado en Magallanes por la explosión de
una botella, también de pólvora.
Se les hacía a los portugueses de Henríquez muy difícil liquidar al
puñado de españoles refugiados en Tidor. Un nuevo intento por llegar
a una componenda pacífica encontró el rotundo rechazo por parte de
Carquizano. En vista de lo cual se acordó el armisticio. La tregua ter
mina cuando llega don Jorge de Meneses, nuevo gobernador portu
gués. Primero Meneses remite emisarios que conminan a los españoles
para que abandonen las Molucas; Carquizano contesta que no, que
vienen a conquistarla, y exhibe sus derechos. A los portugueses, escri
be Urdaneta, “les pareció mal tener nosotros tanto ánimo”.
Los españoles estaban en Tidor y en Gilolo. A los indígenas de
esta isla los habían atacado los portugueses, causándoles graves daños,
y motivando el enojo del reyezuelo. Urdaneta, para contentar a éste,
atacó un convoy enemigo salido de Ternate. Con ello obtuvo lo que
buscaba; pero también la ira de Meneses y la de Carquizano. Porque
el gobernador portugués se quejó de la faena urdanetista, y el español
prometió castigarlo duramente. Pero Urdaneta, que lo conocía bien,
partió en seguida a solicitar su perdón llevando gente principal de Gi
lolo que también intercediera. Lo obtuvo.
Cuando menos lo esperaban, un buen día muere Martín Iñíguez de
Carquizano. Hay quienes sospechan que su muerte fue obra del veneno
portugués, pues los lusitanos habían intentado envenenar a todos los
españoles. Desaparecido el jefe, se imponía la designación de un susti
tuto, que recayó en la persona de Hernando de la Torre, lugarteniente
del fallecido. Bajo la dirección de éste la guerra se acentúa. Combates
519
y escaramuzas se suceden sin cesar. Un día, también cuando menos lo
esperaban, se dibujó en la línea del horizonte la silueta de un navio.
Era La Florida, enviada por Hernán Cortés con otras dos al mando de
Alvaro de Saavedra (octubre de 1S27). Era una estupenda ayuda: bar
co, cuarenta y cinco hombres, balas, pólvora y medicamentos. La nao
no sería comprometida en los encuentros próximos; había que prepa
rarla para que regresara a México en demanda de más auxilios. Para
avituallarla se recurrió a golpes de mano sobre las posesiones enemi
gas. El gobernador Meneses, molesto por lo que para su prestigio sig
nificaba tales audaces ataques, preparó un fuerte contraataque. El en-
cuenro se dio, y la derrota fue para los portugueses. Por dos veces,
como veremos más adelante, pretendió La Florida de Saavedra regre
sar a Nueva España. La Torre tenía enorme empeño de conectar con
México y lograr refuerzos; veia que sus fuerzas disminuían y su presti
gio entre los naturales se esfumaba. Por el contrarío, los portugueses,
apoyados desde Malaca, se crecían y se atraían a los indígenas invitán
doles a comerciar. El reyezuelo de Gilolo abandonó a los españoles y
pactó tregua con los portugueses; pocos días después se murió. Los es
pañoles, imprudentes, proyectaron y llevaron a cabo una incursión le
jana. A su frente iba Urdaneta. Meneses, enterado de los pocos hom
bres que restaban en Tidor con La Torre, atacó a éstos y los venció.
El jefe español capituló y prometió abandonar las Molucas. Parte de
sus tropas le habían abandonado instigadas por Bustamante, aquel que
siempre aspiró al mando. Pero Urdaneta no sabía nada y andaba en su
correría. Cuando se entera pasa Gilolo con sus hombres. Eran veinti
siete. Urdaneta se hará pirata.6
9. El retorno de llrdaneta
530
B I B L I O G R A F I A
1. Crónicas y documentos
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U r d a n e t a .)
532
XIV
« ... lo d e a l l á e s t a n t o q u e n o h a n m e n e s t e r c o s a d e lo
d e q . a c á t i e n e n e a q u e l l a t i e r r a e s la v i ñ a d e D io s y
o tra s m u y g ra n d e s c o sa s q u e e n v e rd a d a ú n p a ra d e s b a
r io p a r e c e g r a n d e : la p l a t a t i e n e n e n c o r r a l p o r q u e n o
s a b e n d o n d e la e c h a r ...»
• EXPEDI CI ON DE AN D a GQYA(1522)
V piada d e t u m a c o /
'I DEL GALLO
TUPIES
SMIGUEL DE PIURA
J CAjAMARCA
ENTRADA IS-XMS3I
Ch a n c h a i
^SANTA D-V-ISZ8
4 RICA PLAYA
«HOASlMO
OLMOS i
^MOTUPE
JAYANCA^ NIEPOS HBO ANTIGUO
„ .
CINTO
f TOCOME EL EMPALME
INGA TAMBO
PORCON
C H IC L A ^ Í^ 'V — » , HUAMBOCANCHE
S GREGORIO
CAJAMARCA
V JESOS
\ S MARCOS
l ICHOCAN
PüENTE MALAGA
V
TROJILlO •
SANTIAGO DE CHOCO
\ <
OCEANO
PACIFICO
VALLE
^ JAOOUAHOANA
LIMATAMBO \
AYACOCHO • \ CORAHOASI \ \
En ia toponimia ilusoria del siglo XVI, Perú ocupa uno de los pri
meros lugares. Cuando Vasco Núñez de Balboa descubre el Océano
Pacífico tuvo noticias de un rico imperio situado hacia el Sur. Las
mentes de los conquistadores comenzaron inmediatamente a tejer sue
ños sobre el nuevo escenario que se tes ofrecía. Pedrarias Dávila, el
primero, traslada la capital de su gobernación a Panamá, en 1519,
para utilizarla como centro de proyección. De la doble corriente con
quistadora que, según hemos dicho, sale de Panamá, se ponía en mar
cha la segunda con rumbo meridional.
El precursor de Pizarra y sus compañeros fue Pascual de Anda-
goya, quien en 1522 se hizo a la mar rumbo al sur arrancando de Pa-
ñama. Andagoya, conquistador a medias, aunque buen cronista, fraca
só en su intento por falta de ventura o por falta de conocimientos,
como dice Fernández de Oviedo. Tal vez por lo último, dado su es
trato social y condiciones. Andagoya era un hombre, según el cronis
ta citado, “de noble conversación y virtuosa persona”, que mal debía
avenirse con aquel mundo incómodo y semibárbaro de América.
Hombre nacido hacia 1498, pasó al Darién con Pedrarias, de quien
debía ser paje o criado. Pedrarias le casó con una doncella del séquito
de su mujer, le enriqueció y le hizo participar en las expediciones del
Lie. Espinosa y de Balboa. Fue de los fundadores de Panamá, de la
cual fue alcalde en 1527.
539
Por Gaspar de Morales y Francisco Becerra se sabía la existencia
de una región situada hacia levante de Panamá. Visitando Andagoya
al cacique de Chicama, aliado de los españoles, éste se quejó de los
ataques que sufría de los caciques de la provincia del Pirú, región in
mediata a Panamá en el golfo de San Miguel. Andagoya pidió ayuda a
Pedrarias y se dirigió al Pirú e hizo devolver al cacique de esta región
lo que le había robado a Chicama. Desde entonces, el nombre del
Pirú -región o río- se aplicó a toda la región desconocida situada al
sur de Panamá, hacia el Levante, en la Mar del Sur.
Andagoya recorrió entonces un sector de la costa, hoy colombiano,
hasta un lugar llamado San Juan, logrando sujetar a siete caciques, en
tre ellos al que hacía de rey de los demás. Eran indios comerciantes y
navegantes. Andagoya pretendió que le dieran noticias exactas del Im
perio de los Incas y del Cuzco, cosa que Pizarra sólo supo en su tercer
viaje, cuando llegó a Túmbez. Es decir, Andagoya pretendió saber da
tos sobre el imperio que se situaba al sur. En su visita, inspeccionando
la costa invitado por el cacique, tuvo la mala suerte de que su canoa
volcase, quedando de ello tullido e impedido de montar a caballo.
Vuelto a Panamá, declina la invitación que le hace Pedrarias de dirigir
la empresa de Levante y se dedica a escribir una relación sobre los su
cesos de Pedrarias y sus propias exploraciones, publicada por Fernán
dez Navarrete, que tiene el mérito de presentarlo como el primer cro
nista etnógrafo del descubrimiento peruano. Algo debió quedar, como
semilla, enterrado en el alma de Andagoya, puesto que pasados unos
veinte años logra la gobernación del río San Juan y regresa a los esce
narios colombianos, como veremos al tratar del Nuevo Reino de Gra
nada. Pedrarias, animado, organiza otra hueste, que no llega a salir
por muerte del jefe de ella, Juan de Basurto.
Es entonces cuando aparece en escena el capitán Francisco Pizarra,
llamado por Pedrarias “ mi Teniente de Levante”. Recordemos algo de
lo que ya sabemos sobre él. Había llegado a Indias en la flota de
Ovando en 1502: durante ocho años es uno más de los hombres in
quietos que pululan por las tierras aledañas al Caribe. En 1510 suena
su nombre: Alonso de Ojeda le da el mando del fuerte de San Sebas
tián (golfo de Urabá). De 1508 a 1522, el capitán Pizarra milita bajo
diversos caudillos: Ojeda, Enciso, Balboa, Morales, Pedrarias..., apren
diendo el arte de la guerra indiana. El hace una incursión al templo
indio de Dabaibe, cruza el itsmo con Balboa, regresa con Morales de
la isla de ¡as Perlas, detiene a Balboa por orden de Pedrerías, etc. Es
tando en Panamá escucha las noticias de Andagoya, que le sugieren la
540
conquista del Incario. Asociado con dos amigos suyos, Diego de Al
magro y el clérigo Hernando Luque, forman una compañía descubri
dora. Por el convenio establecido, Pizarro dirigía las huestes, Almagro
procuraría pertrechos y el cura Luque aportaría fondos, que eran de
Gaspar de Espinosa. Obtenido permiso de Pedrarias, salió Pizarro de
Panamá en 1524 en un barco que llevaría algo más de cien hombres.
Atrás quedaba Almagro preparando otro navio, con el que le seguiría.
Parte Pizarro hacia el puerto de Pinas, límite meridional del viaje
de Andagoya. La estación es lluviosa y de vientos contrarios. La tierra
que recorre -de los manglares- es inhóspita y malsana. Una treintena
de hombres sucumben por los padecimientos. Por fin, llegan al puerto
que denominan del Hambre, corta escala de donde siguen a Pueblo
Quemado. La región es tan hostil y los expedicionarios se encuentran
en tan pésimas condiciones que deciden regresar a Panamá. Mientras
retroceden, Almagro, con otro navio, se cruza sin verlos, llegan hasta
el río San Juan (24-V-1525) y regresan al punto de partida. El río San
Juan para unos autores es el colombiano, pero para otros es el .río
San Juan de Micay a 3* de lat. N.
Tras los resultados de la primera incursión no se dan por vencidos.
Una vez en Panamá, posiblemente formalizaron notarialmente el con
trato (10 de marzo de 1526), y equipan la segunda armada. Pedrarias
Dávila no ve bien este viaje y se resiste a dar permiso. El gobernador
atraviesa un momento crucial, pues se prepara para castigar a su capi
tán Francisco Hernández de Córdoba, que se le ha rebelado, como ya
vimos. El clérigo Luque mueve influencias y logra convencerle; al fin,
Pedrarias accede y, considerando más beneficiosa la exploración de
Centroamérica, renuncia a la parte que le correspondía en la empresa
del Perú.
Los dos barcos de la segunda expedición (1526) han dejado ya atrás
la región de los manglares, y están fondeados en el río San Juan. Allí
se decide que Almagro retorne a Panamá en busca de refuerzos; mien
tras, el piloto Bartolomé Ruiz reconoce la isla del Gallo y llega hasta
la bahía de San Maleo, despachado por Pizarro. Los que permanecen
en el río San Juan con el jefe de la expedición se internan a explorar
el terreno. Sólo encuentran selvas, fango, fiebre, animalejos e indios al
acecho. Algunos caen. Padecen hambre y los mosquitos les obligan a
taparse el cuerpo con tierra. En tan angustiosa situación reaparecen
Ruiz y Almagro. El segundo trae víveres y hombres que les ha propor
cionado el nuevo gobernador de Panamá, don Pedro de los Ríos. El
primero, que ha navegado entre julio y octubre de 1526, informa so
541
bre sus hallazgos por la costa: ha visto indios en una balsa ¿de Tum
bes o de Salango? Con las noticias y refuerzos prosiguen hacia el Sur.
Los sufrimientos han vuelto a cebarse en los hombres. Ahora los
dos navios están fondeados en la isla del Gallo; siguen a la Bahía de
San Mateo y, por tierra, se dirigen a Atacantes desde donde retroce
den, pues el I-V-1527 están en el río Santiago. Después de una enco
nada discusión acuerdan que Almagro vuelva a Panamá en busca de
más apoyos. Tras Almagro sale el otro buque llevándose a los descon
tentos. Todo retroceso queda cortado. Almagro se ha ido en junio de
IS27; los que permanecen se refugian en la Isla del Gallo donde per
manecen cinco meses.
Cuando los idos aparecen por Panamá, De los Ríos dispone enviar
dos navios al frente de Juan Tafur para que rescate a los que están en
la isla del Gallo, y prohíbe a Diego de Almagro reclutar más gente.
La situación de Pizarra es apurada. Tafur, ante el espectáculo que
le ofrecen aquellos hombres de la isla, ordena un regreso general. Pi
zarra se niega y determina jugárselo todo en un acto supremo. De
Oriente a Occidente, en la arena de la playa, traza una raya, mientras
dice a sus compañeros: “ Por aquí se va a Panamá a ser pobre; por
allá, al Perú, a ser rico y a llevar la santa religión de Cristo, y ahora,
escoja el que sea buen castellano lo que mejor estuviere” (Jerez y He
rrera). Trece hombres pasaron al otro lado de la raya, junto a su jefe.
Son éstos los llamados Trece de la Fama (septiembre 1527).
Este puñado de soldados fue recogido por B. Ruiz en la isla Gorgo-
na, a donde llegaron en una balsa, y donde permanecieron medio año.
En lugar de regresar a Panamá, como había ordenado De los Ríos,
continuaron hacia el Sur hasta tocar en Guayaquil y bahía de Túm-
bez. Los indios y el pueblo de Túmbez ofrecían una inédita visión. El
Incario o Imperio del Sol y del oro soñado, se presentaba en sus casas
de piedra, en sus mercados, en sus indios vestidos, etc. La última sin
gladura Sur la hacen en los 9* latitud en el río Santa, tras dejar atrás a
Paita. Retroceden el 13 de mayo de 1528.
Adquieren noticias y riquezas. Las noticias les hablan de una gue
rra civil entre dos emperadores hermanos que se disputan el dominio
del Tahuantinsuyo. Otra adquisición valiosa que hacen es la del indio
“Felipillo”, futuro intérprete y actor decisivo en los acontecimientos.
Cuando desembarcan en Panamá, el gobernador les acoge fríamen
te y les desautoriza a organizar una nueva armada. En vista de esto,
los tres socios opinan que lo más conveniente es dirigirse al mismo
emperador, ya que, expresa Jerez, “estaban tan gastados, que ya no se
542
podían sostener, debiendo, como debían, mucha suma de pesos de
oro". Y nadie más idóneo que Pizarra, puesto que puede mejor que
otro cualquiera pintar con colorido y realismo lo alcanzado hasta el
momento. En la primavera de 1528, el capitán Francisco Pizarra cru
za el Atlántico en compañía de indios, oro y tejidos para el rey Carlos 1
de España.
2. Capitulación en Toledo
6. De Cajamarca al Cuzco
553
Cuzco se halló gran cantidad de plata, más que no de oro, aunque
también hubo mucho oro. Había grandes depósitos de munición, para
los indios de guerra, de lanzas y flechas y porras y tiraderas. Había
galpones llenos de maromas tan gruesas como el muslo y como el
dedo, con que arrastraban las piedras para los oficios; había galpones
de barretas de cobre, llenos, atadas de diez en diez, que eran para las
minas; habían grandes depósitos de ropa de todas maneras y depósitos
de coca y ají, y depósito de indios desollados. En las casas del sol en
tramos y dijo Villaoma, que era a manera de sacerdote en su ley:
-¿Cómo entráis aquí vosotros, que el que aquí ha de entrar ha de
ayunar un año primero y ha de entrar cargado con una carga y descal
zo?
Y sin hacer caso de lo que dijo entramos dentro”, termina Trujillo
su relación. Entraron en la ciudad, casi desierta. Se aposentaron en los
palacios y recorrieron la casa de las Vírgenes del Sol (Acllahuasi), el
Coricancha, las inmensas murallas ciclópeas..., recogiendo gran canti
dad de plata.
7. Expediciones y fundaciones
555
con QVÍSTA
E U M R O T S E
K A )iin U .< (
en úíiHhfM***J‘***°
Pizarra apareja una pequeña Pala para la conquista del Perú. Según el cronista mestizo
Guarnan Poma de Avala (Nueva crónica y buen gobierno).
556
Disposición interior
del templo incaico de
Coricancha. Cuzco
según Juan de Santa
Cruz Pachacuti.
557
Francisco Pizarra, conquistador del imperio de tos Incas.
558
El poder militar, igual que en Roma, constituía la base del imperio incaico. El Inca
marcha a la guerra, según Poma de Avala. Lleva un casco de madera o caña con em
blemas heráldicos y un lleco de lana rodea rodillas y tobillos. En su mano izquierda es
cudo de madera o piel de ciervo donde va pintado un emblema relacionado con el lugar
que ocupa en la linea de batalla. En la mano derecha una onda, con la que podía lan
zarse una piedra del tamaño de un huevo a 50 m.
559
Las riquezas no aparecieron por ningún lado, y cuando Belalcázar
se lamentaba de ello se enteró de que Diego de Almagro se aproxima
ba al frente de una columna de penetración. Esta marcha forzada de
su capitán obedecía a la aparición por el Perú del conquistador de
Guatemala, don Pedro de Alvarado.
Desde el año 1527, que estuvo en España, Pedro de Alvarado ha
bía prometido a Carlos I la construcción de una flota para descubrir
hacia el sur del mar de Balboa.
Es inexplicable esta inquietud de que hacen gala los conquistado
res. Ninguno quiere permanecer sedentario en las tierras primeramen
te ganadas. Jiménez de Quesada se mueve persiguiendo Eldorado más
que fantasma; Pedro de Valdivia no se sentirá bien en sus posesiones
de Charcas, y se va a Chile; tampoco Gonzalo Pizarra, y se irá a la
Amazonia; Cortés no cesa de lanzar expediciones al Norte y al Sur,
por tierra y por mar; este Pedro de Alvarado no está tranquilo hasta
que no cruza el ecuador o marcha a morir a Nueva Galicia. ¿Qué les
impele de este modo? ¿Las riquezas? ¿La fama y la honra? ¿El servicio
al rey? ¿El proselitismo religioso? Todo a un tiempo les mueve. La
voz de Bemal Díaz nos pone un fondo a estas preguntas; “Todo lo
trascendíamos, todo lo queríamos saber.”
En la próxima actividad de Alvarado deben haber influido las noti
cias llegadas del Perú y sus asombrosas riquezas. Contra ella se había
pronunciado la Audiencia de México, que le había recomendado “en
tendiese en su gobierno y no en hacer armada ni descubrimiento sin
tener licencia para ello". Era un parecer razonado. Pero Alvarado no
lo tomó en cuenta, y en el puerto de Iztaca preparó la flota a toda pri
sa. Jarcias, velas, anclas, etc., fueron traídas en hombros indígenas des
de el Atlántico -Trujillo y Puerto Caballos- al Pacífico. De México y
Yucatán llegaban españoles a enrolarse. El primitivo plan de Alvarado
era ir a las islas Molucas; mas los consejos de los que le rodeaban y las
noticias que un piloto compañero de Sebastián de Belalcázar en la
conquista de Quito le trajo sobre el imperio de los Incas le inclinaron
al Sur.
En el actual puerto de Corinto soltó velas la armada el 23 de enero
de 1534. Iban con él muchos indios que sacó a la fuerza, y entre los
españoles, su hermano Gómez, su hijo Diego, sus primos Diego y
Alonso, el capitán Garcilaso de la Vega, que se uniría en el Perú con
una princesa inca..., etc. Y otro personaje célebre también marchaba
en la armada como uno de los capellanes: fray Marcos de Niza, el fan
taseador de Cíbola. La ruta por seguir era la acordada en las Capitula-
560
dones: la de Oriente, hacia las islas de la Especiería. Pero “las co
rrientes fueron tan grandes y los tiempos tan contrarios”, afirma él
mismo en una carta al César Carlos, que tuvo que seguir hacia el Perú
(i!). De este modo llegaron al puerto de Caraques, desde donde se tras
ladó a Puerto Viejo y preparó la marcha sobre Quito.
Fue horrible. R íos y selvas se opusieron. Puentes y machetes elimi
naban estos obstáculos. Faltaron las provisiones y la sed los mataba.
Animales y hombres morían sin remedio. Un rosario de cadáveres iba
indicando su penosa ruta. De la cordillera andina, como un aviso telú
rico, llegó una nube de ceniza volcánica que les cegaba. Luego el frío
y la nieve; indios y negros quedaban muertos. Enfermos, rotos, ham
brientos y descalzos proseguían en su empeño. La galga del alférez
Calderón sirvió de manjar exquisito, igual que los potrillos recién na
cidos. Un día, al fin, descubrieron un rebaño de llamas. Otro día llega
ron a la meseta y, como Federman y Belalcázar cuando arribaron a la
sabana de Bogotá, se encontraron con que otros se les habían adelan
tado. Sobre la tierra seca se distinguían perfectamente huellas de he
rraduras. ¿Quiénes eran?
Sebastián de Belalcázar había pasado ya por allí para anexionar el
reino de Quito. Después Francisco Pizarra, como dijimos, enterado de
la expedición de Alvarado, había remitido a su socio Diego de Alma
gra, con el fin de evitar la realización de los planes que trajese el con
quistador de Guatemala. Alvarado, con ochenta españoles menos, con
casi todos los indios y negros muertos, con pocos caballos y rodeado
de una hueste famélica, desnuda, medio ciega por la refracción solar
sobre la nieve, debió sentir una tremenda congoja al ver con sus ojos y
tocar con sus dedos temblorosos la hendidura dejada en la llanura por
los cascos equinos. Porque se acordó entonces que en la capitulación
se le nombraba gobernador “de cualquier parte de la tierra firme que
hallárades por la dicha costa del Sur hacia el poniente que no se haya
agora descubierto”. Mas allí ya habían llegado compatriotas suyos,
que bien pronto hicieron acto de presencia.
Pedro de Alvarado ignoraba lo que su expedición al Sur había oca
sionado en el Perú. Conviene, sin embargo, que lo repitamos nosotros,
que lo sabemos.
Francisco Pizarra, cuando marchó sobre el Cuzco (IS33) había de
jado en San Miguel de Piura, según vimos, a Sebastián de Belalcázar
como lugarteniente suyo. Belalcázar, enterado de los intentos de Alva
rado, decidió adelantársele y partió a conquistar el reino de Quito (fi
nes de 1SS3). Pizarra, también enterado, envió, como dijimos, a Diego
de Almagro, que salió de Jauja rumbo a San Miguel de Piura, donde
supo la salida de Belalcázar. En vista de ello, siguió la misma ruta de
éste hacia Quito. Mientras Alvarado subía desde la costa, Belalcázar y
Almagro se unieron para hacer frente a Pedro de Alvarado y previa
mente, el 15 de agosto de 1534, habían fundado en Ríobamba, y como
garantía frente a la intromisión de Alvarado, la ciudad de Santiago de
Quito.
Los dos ejércitos quedaron frente a frente en las afueras de Rio-
bamba. Sin entablar lucha, se entrevistaron los jefes y llegaron a un
acuerdo amistoso, en virtud del cual Alvarado, acompañado de los
que le quisieran seguir, regresaría a Guatemala, recibiendo por sus
barcos y material de guerra la cantidad de cien mil pesos de oro.
Alvarado aceptó la propuesta, y de Riobamba se dirigió a Pacha-
cámac. donde estaba Pizarra, mientras que Almagro y Belalcázar, con
su gente acrecentada en más de cuatrocientos hombres, realizaban, el
28 de agosto, la fundación de una segunda ciudad que llamaron San
Francisco de Quito.
562
8. La penetración en Chile
9. Reacción indígena
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XV
ESPAÑOLES Y ALEMANES
EN VENEZUELA, ORINOCO Y GUAYANA
« E l 2 d e o c t u b r e d e 15 2 9 , y o , N ic o lá s F e d e r m a n e l j o
v e n , d e U lm , m e e m b a rq u é en S a n lú c a r d e B a rra m e d a ,
p u e r t o d e la p r o v in c ia d e A n d a lu c ía e n E s p a ñ a . F u i
n o m b r a d o p o r e l s e ñ o r U lr ic h E h in g e r , e n n o m b r e d e
lo s s e ñ o r e s B a r to lo m é W e ls e r y c o m p a ñ í a , c a p i t á n d e
c i e n to v e in tr é s s o ld a d o s e s p a ñ o le s y d e v e i n t i c u a t r o m i
n e r o s a l e m a n e s q u e d e b ía c o n d u c i r a l p a ís d e V e n e z u e la ,
e n e l g r a n m a r O c é a n o , y c u y o g o b ie r n o y d o m i n a c i ó n
h a n s id o c e d id o s a d ic h o s W e ls e r , m is s e ñ o r e s , p o r s u
m a je s ta d im p e r ia l.»
cslRUJlLLO
Wm er ida
^ BARiNAS
'CHINACOTA ¿J
1/ TERRITORIO VENEZOLANO
’
Ti c e o i d o a lo s w e l s e r
7 POR CARLOS V )
MUERTE DE
AlFINGER
4. Pactos de 1528
Fueron cinco:
1. ° Los alemanes se comprometen a reclutar hombres en Alemania
y llevarlos a Santo Domingo, para ser distribuidos en las provincias y
servir de capataces en las minas al frente de los indios encomendados.
2. ° En febrero de 1528, hace referencia a la importación de cuatro
mil negros.
3. ° El 27 de marzo de 1528 se concede a Ehinger y a Sailer la tie
rra desde el cabo Maracapana, al Este, hasta el cabo de Ia Vela límite
de la provincia de Santa Marta, al Oeste; y en la dirección Norte-Sur,
desde el océano Atlántico hasta el Pacífico. Debían descubrir, coloni
zar y gobernar este país, fundando dos o más poblaciones y edificando
590
tres fortalezas si lo creían conveniente. Este pacto es el que más nos
interesa.
4. ° En abril de IS28 los mismos individuos firman una concesión
que Carlos I Ies hace de un depósito en las atarazanas de Sevilla.
5. ° Ultimo pacto, y en el mismo año de 1528; pero firmado con
Francisco de los Cobos, secretario del emperador. Cobos había recibi
do de Carlos I la superintendencia de la fundición y acuñación de me
tales extraídos en el Nuevo Mundo, con el derecho de cobrar el uno
por ciento del valor de cada lingote de oro o plata fundido. También
tenía Cobos el derecho a percibir una contribución de toda la sal ex
traída de las Indias. Sin embargo, esto no lo podía ejercer por su cuen
ta el secretario, debido a lo costoso y difícil. Así, lo autorizó a los pre
citados Sailer y Ehinger para la provincia de Venezuela y la de Santa
Marta. Esto explica la estrecha relación que tendrá la empresa coloni
zadora de Venezuela con los Welser y la de Santa Marta con García
de Lerma.
Como diremos al final, la actuación alemana en Venezuela repor
tará de positivo el descubrimiento de muchas partes del territorio ve
nezolano, aunque ello se hubiera conseguido sin necesidad de poner
en juego la dureza que desplegaron los teutones. Pero ahora lo que nos
interesa analizar someramente es lo relativo a la importancia del con
trato firmado entre Enrique Ehinger (factor de los Welser en España
de 1525 a 1530) y su ayudante Jerónimo Sailer con el emperador Car
los 1. Contrato que, en 1531, estos individuos traspasan a la Casa de
los Bélsares, como escribían los españoles.
Importantes puntos saltan al analizar las Capitulaciones. Un inten
to por resaltar los principales nos lleva a enumerar, para mayor clari
dad, los siguientes:
8. Descubrimientos de Féderman
599
10. Fin del gobierno alemán
601
extender sus negocios y sucursales a todas las nuevas tierras, desde las
cuales traerían por muy bajo precio las especias que tan caras les cos
taba en Oriente.
Puede discutirse el mal éxito de la empresa alemana, en conjunto;
pero lo cierto es que los descubrimientos y expediciones al interior lla
maron la atención del mundo entero. Fueron descubiertos en la Amé
rica del Sur países que hasta doscientos años más adelante no habían
de ser visitados de nuevo. Exploraron, apenas fundaron, y menos se
dedicaron a evangelizar al indígena. Sólo una vez Federman acusa
cierta preocupación misional, cuando nos dice, refiriéndose a un caci
que: “Lo hice bautizar junto con todos los que lo acompañaban, expli
cándole la doctrina cristiana de cualquier manera, como puede imagi
narse. Porque ¿para qué sirve predicarles largamente y perder su tiem
po con ellos, puesto que se les obliga a abjurar?’*
15. Herrera-Ortal
613
17. Cumaná
6 IS
BIBLIOGRAFIA
1. Crónicas y documentos
616
Simón, Fray Pedro: N oticias historiales de las conquistas de Tierra Firm e en las Indias
O ccidentales.-M adnd , 1885, 2 tomos. (Hay edición de Bogotá, 1954, en 9 volúmenes,
y de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela (1963), en 2 volúmenes.
La conquista de Venezuela, como la de Colombia, no se ha estudiado, sino a través
de los cronistas. Estos, por partidismo o por recibir las noticias al cabo de los años,
son muchas veces erróneos. Cuando se explore a fondo los archivos habrá que corre
gir muchas fechas, nombres y tópicos de la anexión de Tierra Firme.
2. Estudios modernos
617
- E l Tocuyo, conquistado y conquistador.-».Revista Nacional de Cultura» (Venezuela),
núms. 40 y 41; septiembre-diciembre de 1943.
P laza, Nicolás: L as arm as en la conquista de Venezuela.-Caracas, 1955.
Polanco M artínez , Tomás: E sbozo sobre historia económ ica venezolana.-Primera eta
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Ramos, Demetrio: L a fundación de Caracas y el desarrollo de una fecunda polém ica.
«Boletín Histórico» de la Fundación John Boulton, núm. 15. Caracas, 1967.
- L a Fundación de Venezuela. A m pués y Coro: una singularidad /ríítórica.-Valladolid,
1978.
(Como en otros apartados, es preciso consultar los cronistas generales. Además, son
imprescindibles las obras de Aguado, Castellanos, Caulim, Simón, etc.)
G arcía , Casiano: Vida de! com endador Diego de O rdaz, descubridor del O rinoco.-
México, 1952. (Incluye un interesante Apéndice documental con relación de indivi
duos que actúan con Ordaz y datos de su vida, y 4 mapas.)
López R uiz , Jesús M.* G.: H ernández de Serpa y su «H ueste» de 1569 con destino a la
N ueva Andalucía. Caracas, 1974.
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1962-64.
Ruiz, Helena: L a búsqueda d e Eldorado por G uayana. «Anuario de Estudios America
nos», vol. XVI.-Sevilla, 1959.
618
XVI
CORRIENTES PENETRATIVAS
EN EL NUEVO REINO DE GRANADA
« M u c h a s p e r s o n a s , v ie n d o e s ta s c a la m id a d e s q u e e n e s ta
c iu d a d h a b ía , p r o c u r a b a n a u s e n ta r s e c irse d e e lla p a r a
re m e d ia r su s vidas; y v ie n d o el a d e la n ta d o q u e , p o r u n a
p a r te la e n f e r m e d a d , p o r o t r a la h a m b r e , p o r o t r a e l t e
m o r , e r a n c a u s a d e Írs e le a p o c a n d o s u g e n te , a c o r d ó , c o n
p a r e s c e r d e m u c h o s a n tig u o s , e c h a r la f u e ra d e l p u e b lo a
q u e h ic ie s e n a lg ú n d e s c u b r i m i e n t o .» '
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CALI
PO PA YA N
-------- BELALCA2AR
------- FEOERMAN
--------ROBLE 0 0
-------- HEREOIA
• QUITO --------BASTIDAS Y JUAN DE LA COSA
4. El Zipa y el Zaque
634
5. La cita no concertada
7. Prosigue la conquista
8. El capitán de Eldorado
648
11. Belalcázar y Robledo
652
BIBLIOGRAFIA
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(Hay edición de Bogotá (1953) en 9 vols,, y de la Academia Nacional de la Historia
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653
2. E stad io s m odernos
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3 tomos (Obra fundamental. Vid. la bibliografía clásica que utiliza.)
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Vallen), Alejandro: L a cita d e los aventureros. G esta d e don G onzalo Jim én ez d e Q ue-
uufa.-Bogotá, 1938.
655
XVII
LOS AM AZONAUTAS
«Después desto, se tuvo noticia en el Perú que en la
tierra de Quito, hacia la parte del Oriente, había un des
cubrimiento de una tierra muy rica y donde se criaba
abundancia de canela, por la cual se llamó vulgarmente
la tierra de la Canela. Y para la conquistar y poblar de
terminó el Marqués enviar a Gonzalo Pizarro. su herma
no.»
27-X-156I AQUIRREf
R.ORINOCO
R.COCA
ISAS ORELLANA
R NEGRO
GUAYAQUIL! R.NAPO
RAMAZONAS
t URSUA
RMARAÑON ENERO I5S»
CUZCO
4. La «traición» de Orellana
Lo primero que hay que hacer una vez repuestas las fuerzas es to
mar posesión de las tierras de los caciques Aparia e / rimara. Hace fal
ta un escribano. Orellana lo nombra: el vasco Francisco de Isásaga,
quien anota que su capitán toma posesión del territorio "en nombre
de Su Majestad, por el gobernador Gonzalo Pizarra...". Después de
esto viene lo que ha sido llamado "parodia del acto de Hernán Cortés
en San Juan de Ulúa", o “la traición de Orellana".
El, Orellana, prometió en su día regresar adonde estaba Gonzalo.
Y ahora está dispuesto a efectuarlo. Al menos, lo manifiesta. Pero sus
compañeros le contestan en un memorial, donde, entre otras cosas, se
lee que no desean regresar porque "será dar ocasión a desobedecer a
vuestra merced y al desacato que tales personas no han de tener sino
fuese con temor de la muerte". Más claro no puede ser: le amenazan
con sublevarse si ordena remontar el rio y regresar. En un último in
tento ofrece premio y ayuda a quien se atreva a conectar con Gonzalo
Pizarra. De los cuarenta y ocho hombres tan sólo tres dan un paso
adelante ofreciéndose a realizar la aventura del retorno. Son desecha
dos. Pero hay que construir un nuevo bergantín. Todo lo improvisan,
y en cuarenta y un días lo terminan. Dos barcos, el San Pedro y el
Victoria, están dispuestos para llevarlos hacia el mar.
665
Los autores se dividen al analizar este acto. Para unos, Orellana es
un vulgar ladrón y alzado que se lleva las propiedades de sus compa
ñeros y se ha independizado de Gonzalo Pizarra. Otros justifican la
acción por la imposibilidad física del regreso aguas arriba. Es lo que se
lee en los documentos y en la Relación de fray Gaspar. Considerando
que por la furia del agua no podría desandar en un año lo que había
navegado en tres días, determinó seguir río adelante. Así partió "casi
amotinado -Zárate- y alzado, porque muchos de los que con él iban le
requirieron que no excediese de la orden de su general, especialmente
fray Gaspar de Carvajal...”, y "un caballero mozo -añade Garcilaso
Inca-, natural de Badajoz, llamado Hernán Sánchez Vargas, a quien
los contradictores tomaron por caudillo”. En los dos barcos reanudan
la marcha hasta entrar en el Amazonas el 12 de febrero de 1542.
Viene ahora la segunda parte del acto que les desvinculará del pa
sado y les enfrentará con un porvenir misterioso. Orellana renuncia la
tenencia de Gonzalo Pizarra (1 de marzo), pero, a renglón seguido, los
expedicionarios le piden que siga siendo su jefe en nombre del rey, y
redactan un documento justificativo que tuvieron "por mejor y más
servicio de Dios y del Rey venir y morir el río abajo que no volver río
arriba...”.
Vuelta a lo mismo: navegar, como huyendo, entre la selva hostil.
El 12 de mayo avistan Machifaro. Los indios son belicosos y resisten.
Mucho trabajo les cuesta entrar en el pueblo, donde hallan alimentos
y grandes criaderos de tortugas. Víveres y tortugas son izados a bordo
después de encarnizada pelea.
5. El mar y la muerte
667
6. Veinte años después
7. «Dramatis personae»
669
8. Aguirre, el domador de potros
672
10. «Tu mínimo vasallo»
Morir. Pronto le toca. Las fuerzas del rey se acercaban, y sus mis
mos compañeros se le alzaron. Intenta abandonar Barquisimeto, pero
sus leales se negaron a seguirle. El fin se veía venir, y el mismo Agui
rre lo comprendía.
Dos personas fueron testigos del principio del fin. Una, la Torral-
ba, vieja compañera de la niña Elvira; otra, Antón Llamoso. Los de
más habían dejado solo al caudillo. Ante ellos, Aguirre apuñaló a su
hija, para que no sirviese de recreo a bellacos, según manifestó. El diá
logo que flotó en el aire por unos instantes entre padre e hija fue bre
ve. Casi no llegan a veinte palabras. La hija, viendo las intenciones del
padre, exclamó: “No me mates, padre mío, que el diablo os engañó."
La respuesta fueron tres puñaladas y un “ ¡Hija mía!", al que siguió, ya
más débil, el estertor final de la moribunda: “ Basta ya, padre mío...”
674
La muerte del fuerte caudillo de los marañones carece de todo he
roísmo. Después de asesinar a su hija se dispuso a esperar la llegada
de los leales. García de Paredes, al frente de ellos, le rindió y concedió
los tres días que Aguirre solicitaba con el fin de acusar a sus maraño
nes. Pero dos de éstos, que venían con García de Paredes, temiendo
las declaraciones de Aguirre, le dispararon sendos arcabuzazos. Al pri
mer tiro contestó el fuerte caudillo: “ Mal tiro.” Al segundo dijo: “Este
sí que es bueno.” Y se derrumbó.
El final del drama se reduce al enterramiento de Elvira y descuarti
zamiento del jefe de los marañones. Claro que, como siempre, luego se
le siguió un largo proceso al desaparecido Lope de Aguirre. Nadie se
presentó a recibir los bienes del muerto y menos a defender su fama.
Y, lógicamente, la setencia cayó fulminante sobre su memoria, decla
rándole reo de lesa majestad, traidor y tirano contra su rey... Sus casas,
de tenerlas, serían arrasadas y sembradas de sal. Y sus hijos, también
de tenerlos, serían declarados “infames para siempre jamás...”.
La muerte de Lope de Aguirre había tenido lugar el 27 de octubre
de 1561, víspera de San Simón y San Judas.
Políticamente, la rebelión careció de consecuencias. Geográfica
mente, sí las tuvo: contribuyó a que se limitasen las concesiones para
nuevo descubrimiento, y dejó algunos toponímicos en la ruta seguida
por los marañones y Lope de Aguirre el Peregrino.
675
BIBLIOGRAFIA
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Civezza.-Prato, 1878.
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de Colom bia, recopilados por................... -Sección primera: Geografía y Viajes. (En
este tomo II hay dos interesantes relaciones del viaje de Lope de Aguirre: una por
Pedro de Munguia y la otra por Gonzalo de Zúfliga.J-Bogotá, 1892.
J iménez de la Espada , Marcos: N oticias auténticas d el fam oso rio M arañón.-B o\. de la
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«Sixth H istórica! notice, o f the conquest o f Tierra Firm e» b y W ilíiam Boadllaert...
with an introduction by................. -Hakluyt Society, vol. XXVIII.
- E xpeditions into the Valley o f the A m azons. (1539, 1540, I639).-Traducción y notas
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(Contiene una relación del viaje de Ursúa-Aguirre, hecha por un miembro de la ex
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en la provincia d el Dorado, hecha por e l gobernador Pedro de O rsúa. etc.-«Colección
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678
XVIII
NOMBRE
DE JESUS
JMI-1W4 \
682
1. Donde se acaba la tierra
dice Ercilla.
Esto, unido al atomizamiento de caudillos indígenas que hay que ir
venciendo uno a uno, hizo más dura y larga la tarea. Si hubiera habi
do una unidad política, una sola cabeza directora indígena, en la fran
ja de terreno extendida entre los Andes y el Pacífico, la marcha de
norte a sur hubiera sido más fácil y placentera. La dispersión política
en rancheríos que no lograban formar una aldea, acrecía las dificulta
des de la penetración. No había posibilidad de aplicar el “ plan Cor
tés”, ni alguna línea política de conducta. Faltaba un personaje cuya
684
captura o muerte ocasionara la caída de todo el país. Se hacia precisa
una entrada lenta, dominando una a una las partes del territorio hasta
integrar todos los pueblos, que hasta el momento vivían gregariamente
concibiendo como máxima organización la familia o el clan, en una
unidad llena de sentido. Fue una conquista constructiva; bajo su ac
ción surgió una entidad política organizada, se alzaron ciudades, se
crearon industrias, se dio principio al sentimiento de la nacionalidad,
etcétera.
Otra causa retardadora de la anexión de Chile fueron las guerras
civiles del Perú. La lucha entre españoles cortó por completo la
afluencia de gentes a Chile.
A pesar de todo ello, Valdivia arrostrará la empresa de someti
miento. Ni los Incas habían logrado pasar del Bio-Bio. Porque la resis
tencia fue intensa. Una mezcla de razas vivían sobre la geografía chile
na encargadas de su custodia.
Había en Chile una primera capa étnica precedente llegada del Pací
fico: eran pescadores australianos. Había también atacameños fusiona
dos con peruanos del valle de Chincha. Y más al sur se encontraban
los diaguilas del valle del Copiapó. Todos vivían pacíficamente prac
ticando una cultura agraria sin muchos trabajos. Hasta que una súbita
irrupción los separó en dos trozos: la llegada de los cazadores pampe
ros por los desfiladeros de la cordillera. Esta gente trashumante, hecha
para el batallar, se estableció entre el hala y el Tolten. se fusionó con
las razas allí estacionadas, y doscientos años más tarde don Alonso de
Ercilla los llamó araucanos y, sin reparo alguno, les colgó todas las
virtudes del hidalgo español con '‘escarnio de la verdad etnológica".
Estos fueron los que presentaron una resistencia que gastó al español.
Fue un esfuerzo máximo para un resultado mínimo materialmente.
691
4. Valdivia, gobernador de Chile
6. Prosigue la empresa
7. Valdivia al Perú
9. El desastre de Tucapel
La disgregación de tropas fue mala táctica, como se verá por las con
secuencias. Valdivia visitó varias ciudades, y en septiembre de 1553 se
radicó en Concepción. No menos de mil españoles habitaban dispersos
en los caseríos fundados. El gobernador se instaló en un amplio edificio,
atendido por criados y con modesto lujo, a gozar de una tranquilidad
cortada bruscamente. El último mes del año principió la rebelión. En su
origen no pasó de ser más que un episodio esporádico que, por el éxito
que tuvo, se propagó en todas direcciones. No había en ella razones o
grandezas, que historiadores y poetas como Ercilla han inventado atri
buyendo al indígena una actitud digna de héroes clásicos.
Lo interesante de la sublevación está en la presencia de un caudillo:
Lautaro, antiguo paje de don Pedro de Valdivia. La insurrección de
Arauco se concentró en el ataque de los fuertes Tucapel y Purén, de
manera arrasadora. Valdivia, comprendiendo la gravedad de la situa
ción, determinó salir en persona en auxilio del fuerte de Juan Gome: de
Almagro. Medio centenar de hombres galopaban a su lado. Hacía un ca
lor sofocante aquel día 25 de diciembre de 1553. Cuando avistaron el
fuerte sólo hallaron ruinas y silencio; las fuerzas de Gómez no apare
cían. Los indios acechaban en la espesura rodeando la explanada. De
pronto atacaron acaudillados por Lautaro. A una oleada sucedía otra y
otra... Rendidos, caían los españoles. Ninguno se salvó. A don Pedro de
701
Valdivia no le queda más remedio que morir. “ Era Valdivia, cuando
murió, de edad de cincuenta y seis años, natural de un lugar de Extre
madura, pequeño, llamado Castuera, hombre de buena estatura, de ros
tro alegre, la cabeza grande conforme al cuerpo, que se había hecho gor
do, espaldudo, ancho de pecho, hombre de buen entendimiento aunque
de palabras no bien limadas, liberal y hacía mercedes graciosamente.
Después que fue señor rescebía gran Contento en dar lo que tenía: era ge
neroso en todas sus cosas, amigo de andar bien vestido y lustroso, y de
los hombres que lo andaban, y de comer y beber bien: afable y humano
con todos.”
Góngora Marmolejo, historiador de la conquista y amigo de Valdivia,
se ha encargado de contarnos lo que al principio no dijimos: dónde ha
bía nacido el conquistador y cómo era física y espiritualmente.
La noticia del desastre de Tucapel corrió como un viento trágico, una
a una, las ciudades de Chile. Todos temieron el ataque indígena. Había
que aunarse para hacer frente a la amenaza; se necesitaba una cabeza di
rectora. Las ciudades nombraron gobernador a Francisco de Villagrán;
pero cuando se abrió el testamento de Valdivia se vio que éste dejaba
por sucesor a Jerónimo de Alderete o a Francisco de Aguiire. Ni uno ni
otro estaban en el país. Alderete había ido a España y Aguirre gober
naba allende los Andes. En tales circunstancias, la ciudad de la Con
cepción creyó recto designar a Villagrán y unificó el título que todas las
ciudades del Sur le habían dado ya. Se tenía, sin embargo, el temor de
que el centro y norte del país no estuviesen de acuerdo con lo efectuado.
En efecto, en Santiago, sin abrir el testamento, se nombró a Rodrigo de
Quiroga y en el norte se reconoció como gobernador a Francisco de
Aguirre. No era esta falta de criterio político la mejor manera de enfren
tarse con el peligro amenazante.
De todos modos, en la parte sur comenzó el contraataque español di
rigido por Villagrán, aunque fue derrotado en Mari/fiieñu. El trance era
alarmante, porque la indiada se había envalentonado. Se resolvió
abandonar la Concepción y concentrar la población en Santiago. Ape
nas la había dejado, cuando fue asolada. De esta manera, Valdivia e Im
perial quedaban aisladas del centro.
Por si fuera poco, el problema político recrudeció al entrar Villagrán
en Santiago. Villagrán exigió el mando. Al mismo tiempo, Aguirre, en
terado de lo que había acontecido, cruzó los Andes y se presentó en La
Serena para reclamar el poder al Cabildo de Santiago. La Corporación
no sabia que hacer en tal coyuntura. El norte y el sur se enfrentaban.
Por un lado, Aguirre apoyado en el testamento de Valdivia, en la opi
702
nión del norte y en la zona trasandina, reclamaba el gobierno; por otro
lado, Villagrán lo pedia alegando el deseo general de todas las ciudades
sureñas.
La solución a la cuestión se puso en manos de la Audiencia limeña.
Pero Villagrán optó por cortar por lo sano, e imponiéndose al Cabildo
obtuvo el nombramiento de justicia mayor y capitán general. Después
cabalgó hacia el sur en ayuda de Imperial y Valdivia.
Aprovechando esta ausencia de Villagrán, y la consiguiente disminu
ción de fuerzas, Aguirre intentó ser reconocido como gobernador por el
Cabildo santiaguino, que no accedió (1555).
Mientras Villagrán entraba en las ciudades del sur, que encontró in
tactas aunque aterrorizadas, arribaba la decisión de Lima: que el gobier
no recaiga en cada Cabildo y que las ciudades de Valdivia e Imperial se
fusionasen en una sola para mejor resistir. Medida impolítica, como es
fácil de ver, pero que se debía a la situación anárquica del Perú, azotado
por la rebelión de Hernández Girón. Cuando hacia falta una sola cabeza
aunadora de fuerzas se ordenaba la disgregación.
En Chile se temió que el cargo fuera proveído en una persona ajena a
la tierra, y rápidamente los Cabildos pidieron un gobernador y demos
traron su inconformidad con la solución dada al asunto.
En el ínterin se repoblaba a Concepción, con tan mala suerte, que a
los pocos días era destruida completamente por Lautaro (diciembre de
ISSS). Compareció entonces una nueva determinación de la Audien
cia de Lima, por lo cual se designaba a Villagrán como corregidor y
justicia mayor. Al menos se contaba ya con una sola voluntad directo
ra, aunque no fuera un gobernador.
En el campo indígena, Lautaro planeaba salir de su habitual zona de
acción y llevar la guerra a la misma Santiago. Será su última campaña.
Villagrán se encargó de liquidarlo. Ni Valdivia ni Lautaro sabemos
exactamente cómo murieron: pero los dos lo hicieron defendiendo su
causa, que era —paradójico— Chile.
714
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719
XIX
R BERMEJO
R.PARANA
R PARAGUAY R iGUAZU
ENCUENTRA A c ab o to
R. URUGUAY
R PARANA
R OAIMAN
R NEGRO
STI ESPIRITUS 1527
*R O U lC E ^ X /
-— s -^ r s
I MARTiN GARCIA
FE8RER(f 1527^
I 5. G ABRiEL
^NERO 1528 ^
- MAGALLANES 1520
R PARAGUAY
no CANDELARIA
RPIRANA
I STA. CATALINA
R URUGUAY
STA.FE 1573 ¿j
BUENA ESPERAN3AI553-V,
S SALVADOR »574
S. La «ciudad» de Asunción
Til
que aportó sobre los indios de tierra adentro; otra, al mando de Her
nando de Ribera, que salió río arriba, y que al regresar difundió la
leyenda de las Amazonas y Eldorado.
El alemán Schmidl cuenta que Hernando de Ribera y los suyos ha
blaron de la existencia de unas mujeres indias guerreras, guardadoras
de grandes tesoros, que sólo una vez al año se unían sexualmente con
los varones, guardando para sí las niñas que nacieran de esta unión y
remitiendo a los padres los niños. La deformación de la realidad es
notable. No hay duda que la torpe fantasía indígena hacía referencia a
las vírgenes del Sol incaicas. Lo mismo que cuando hablaban del cerro
de la plata o del imperio del Rey Blanco lo hacían refiriéndose a Poto
sí, Porco y al Inca, emperador del Tahuantinsuyo. La noticia, al co
rrer de tribu en tribu, se deformaba, y al llegar, torpemente expresada
por el indígena, al español, éste no tenía inconveniente alguno en ver
en ella la encamación del mito clásico. Ilusión o no, lo cierto es que
tras ella se lanzaron las huestes híspanas desde las orillas del Paraná y
Paraguay hasta llegar a la barrera de los Andes. Buscaban ai César
Blanco, al Gran Paitili, a los señores del metal, Eldorado, las Amazo
nas, la sierrra de la Plata, el Rey Blanco..., soñando como locos con
toda esta teoría de quimeras que, muchas veces, tenían un fondo real y
que siempre ayudaron a hacer geografía.
La situación difícil en el Puerto de los Reyes les obligó a retomar a
la capital asunceña (abril de 1544). El 8 de abril entraban en la ciudad;
sólo faltaban unos diecisiete días para que explotara la crisis que mi
naba a la población desde la llegada de Alvar Núñez.
El adelantado no había calado las peculiaridades psicológicas de la
población. Para ella sobraba el boato con que se rodeaba el goberna
dor, y faltaba voluntad de mando. Alvar Núñez había rehuido com
partir su función con los oficiales reales, arrogándose un mando perso
nalista y peligroso, y les había prohibido imponer cierto tributo sobre
alimentos. Olvidaba que en aquellas circunstancias el sentimiento de
igualdad debía sobreponerse a otro y no admitir preeminencias. Fue
éste precisamente el éxito de Irala. También le acarreó la enemistad
de los pobladores su política tendente a desterrar la poligamia practi
cada por los españoles “ muy en favor de Mahoma y su Alcorán", se
gún un cronista. Ulrico Schmidl, que al narrar las precitadas expedi
ciones dice que Alvar Núñez sufrió en ellas unas fiebres malignas,
aclara que “si él hubiera muerto ya en ese tiempo, no se hubiera per
dido mucho con esto, pues él se portó de tal modo con la gente de
guerra, que nosotros no dijimos mucha cosa buena de él". El teutón
738
no simpatizaba con el adelantado. Y ya cuando nos va a contar la re
belión contra el gobernador nos expone que Alvar Núñez, al regresar
de las entradas, se metió “en su casa o palacio durante catorce días,
más por picardía y por soberbia que por enfermedad; asi, él no habla
ba a la gente y se portaba de tan impropia manera entre la gente, pues
un capitán o un señor que quiere gobernar un país debe dar en todo
tiempo una buena atención al grande como al chico, y ejercer su justi
cia y mostrarse benévolo para con el más modesto como con el más
elevado; todo esto no ocurrió en él, sino que él quiso seguir a su so
berbia y orgullosa cabeza*’.
Hay, sin embargo, una faceta considerablemente positiva en el ade
lantado: su magnifica política con los indígenas. Pero sobre los con
quistadores pesaban más otras cosas, y si el adelantado era un buen
político a ellos no les interesaba, porque lo que necesitaban era un
caudillo que los llevara hacia las sierras y reinos fantásticos. Si el ade
lantado era un político, su hora aún no había llegado. Todavía la esce
na era para conquistadores, para hombres que no mirasen atrás. Y no
olvidemos que entre las huestes había muchos que militaron entre los
comuneros de Castilla, al contrario que Alvar Núñez.
El 25 de abril de 1544, la masa popular asunceña, amotinada por
los oficiales reales al grito de “ ¡Libertad, libertad!”, apresó al adelanta
do. Al día siguiente, los sublevados eligieron por teniente de goberna
dor y capitán general a Domingo Martínez de (rala. Quedó sancionado
el derecho a la insurrección y la comunidad popular se apropió del
derecho democrático de elegir a sus gobernantes.
Irala, que no había figurado ostensiblemente en la revuelta, fue, sin
duda, el alma de ella. Otro elemento actuante de manera activa fue el
clerical. Estos hicieron una fuerte oposición al adelantado, con funes
tas consecuencias para la evangelización por el abandono en que se la
tuvo.
En marzo de 1545 salía un barco con el significativo nombre de
Comunero llevando al gobernador Alvar Núñez para España. Por se
gunda vez se alejaba de Indias a enfrentarse con un proceso de ocho
años de duración.
7. Gobierno de Irala
748
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Aires. 1939.
(Los capítulos que interesan para nuestro estudio son: El I, por Enrique de Gandía, titu
lado: «Primera fundación de Buenos Aires»; el II. por Efrain Cardozo, titulado: «Asun
ción del Paraguay»; el III, por Enrique de Gandía, titulado: «La segunda fundación de
Buenos Aires»; el V, por Roberto Levillier, titulado: «Conquista y organización de Tu
cumán»; el IX, por monseñor José Aníbal Verdaguer, titulado: «La región de Cuyo
hasta la creación del virreinato del Río de la Plata». Al final de cada capitulo figura una
bibliografía sobre los temas estudiados, que completa la fundamental nuestra.)
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751
LOS ESPAÑOLES EN EL PACIFICO
«... yo he tenido por costumbre en estas historias de
no dejar en olvido cosa notable en bien ni en mal, aun
que sea algunos desapacible la lección.»
(G .F e r n á n d e z d e O v i e d o : H istoria general y
natural de las Indias, lib. XXXIV, cap. VIII.)
SAAVEDRA 1 1529
MENDAÑA 1560
'1. Kazan VILLALOBOS V
H.OE TORRES 1511
GAiTAN 1512
(.Marianas o Ladrones I Hawai i
MAGALLANES 1521
« P E D IC IO N LOAYSA 1526
SA AVE DRA 152 0
MAGALLANES 1521 LEGAZPI 1565
EXPEDICION ISABEL BARRETO Y F. OUIROS 1535
LOAYSA 1526 FERNANDEZ DE GÜIROS 1606
SAAVEGRA 1521 SAAVEDRA 152011529
VILLALOBOS 1513 VILLALOBOS 1513 1. Wake
LEGAZPI 1564 LEGAZPI 1565 Q m CNOANA 1560
MENDAÑA 1596 I BARREIO 1535
Marshall
FERNANDEZ D E , , 7 LOAYSA 1526
QUinOS 1606 i ____ (SAAVEDRA 1527
IFilipinas RUI LOPEZ DE VILLALOBOS 1515 .
I Carolinas LEGAZPI- UROANETA 1565
Arch. Bismark MENDAÑA 1560 1 Christmas
SAAVEDRA 15213 [7] GRIJALBA 1537
GRIJALBA 1536
ORIIZ DE RETES 1515
Nueva Guinea
, .'I.Tokelau MENOARA 1595
I IMENOAÑA 1595
EXPEDICIONES
1513 1522 MAGALLANES ELCANO
1525 1527 JOFRE GARCIA DE LOAYSA
1527 1520 ALVARO DE SAAVEDRA
1536 1537 HERNANDO DE GRIJAIVA
1561 1565 MIGUEL LOPEZ DE LEGAZPI
ANDRES UROANETA
1560 1569 ALVARO DE MENDAÑA
1595 1596 ALVARO OE MENDAÑA
1605 160 6 PEDRO FERNANDEZ DE OUIROS
LUIS VAEZ DE TORRES
INTENTOS OE RETORNO
1520-9 A OE SAAVEDRA
1511 BERNARDO DE TORRES
1515 INI GO ORTIZ DE RE IES
1565ANDRES DE UROANETA
SANTIAGO OE COLIMA
( MARIANAS O DE LOS
LADRONES . ACAPÚléo
LLEGADA DE OUIROS 21 X IM S
£^ *REALEJI
t M A R S H ALL
BAJOS DE L A \
V CANDELARIA
LA SOLITARIA
CVjsalomon ' ^
S BERNARDO LMAROUESAS
ÉSTR. DE TORRES
I A t^ cru! _ L CALLAO
.J NUEVAS HEBRIDAS IS AMBROSIO/
AUSTRALIA DEL I S FELIX
ESPIRITU SANTO
AUSTRALIA ' ' \
VIAJE DE JUAN
FERNANDEZ
*EL BRUJO- 27-X-I574 AL 27-XI-1574.
IS OE JUAN FERNANDEZ H
A CONCEPCION
PRIMER VIAJE DE ALVARO DE MENQANA 19X1-1167 AL UIX-1569------------------ -
SEGUNDO VIAJE DE ALVARO DE MENOARA q IV-1595 AL H II |J|t— — —
VIAJE DE PEDRO FERNANDEZ DE QU1ROS V
LUIS VAEZ DE TORRE SALIDA 2I XIM M 5 *
CONTINUACION EN SOLITARIO DE VAEZ DE TORRE------------ —
AUSTRALIA
.1.TONCA
ACAPULCO
NUEVA ZELAMOA
I GALAPAGOS
LEASTER
el ca lla o
GONZALEZ 1770
757
758
1. La expansión transpacífica hispana
Siglo XVI
1) Alvaro de Mendaña (1567). Descubre las islas Salomón.
2) Alvaro de Mendaña (1595). Descubre las islas Marquesas. Va
de piloto Quirós, que con la esposa de Mendaña, Isabel Bárrelo, lleva
los barcos a México.
Siglo XVII
1) Fernández Quirós con Váez de Torres (1605-1606). Descubren
Nuevas Hébridas que Quirós llamó Australia del Espíritu Santo. En
estas islas Luis Váez de Torres se separa de Quirós y navega hacia Fi
lipinas descubriendo el estrecho de su nombre, entre Australia y Nue
va Guinea.
2) Antonio de Vea (1675-1676). Tardía reacción hispana hacia el
761
estrecho, que de nuevo se intenta tapiar para impedir el paso de pira
tas extranjeros.
4. El quimérico Quirós
Desde México:
Primera Etapa 1774-1779:
Objetivos y causas: presencia rusa y aclarar problemas geográficos.
1774. Juan Pérez.
1775. Bruno Heceta y J. Bodega y Quadra.
Paralización de las expediciones por falta de barcos.
1779. Ignacio Arteaga, Bodega y Quadra y A. Mourelle.
Interrupción de las expediciones por muerte del virrey Bu-
careli y Revolución de los Estados Unidos.
Segunda Etapa 1788-1792:
Objetivos y causas: presencia rusa, peligro británico y búsqueda
del paso.
1788. Esteban Martínez.
768
1789. Esteban Martínez.
1789. A. Malaspina (Valdés, Galiano, Brambila, Louis Neé, Ta-
deo Haenke).
1790. Francisco Elisa y S. Fidalgo.
1791. Malaspina en el Pacífico (1789-95).
1792. D. Alcalá Galiano y C. Valdés.
1792. J. Caamaño.
1792. Francisco Bodega.
6. M isioneros y soldados
780
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Aa. Dalrymple da traducción del relato de Figueroa. Este debió manejar la relación
de MendaAa, Caloira y Gallego. D. Justo Zaragoza (II. 49) hace notar el gran pareci
do entre el texto de Suárez de Figueroa y el manuscrito que él atribuye a Luis Bel-
monte y que reproduce en el tomo I (23-180 págs.).
W allis. Helen N.: T he exptoratian o f the South Sea. 1518 lo 1644. A stu d y o f the in-
Jluence o fp h ysica l fitetors. with a reconstruction o f th e routes o f th e explorers. Oxford,
1953. Original mecanografiado que. gracias a la amabilidad de la autora, pudimos
examinar en el Museo Británico.
Z aragoza , Justo: H istoria d el descubrim iento...-V id. ficha completa en apartado D).
Esta obra refiere el primer viaje de MendaAa en sus tres primeros capítulos: y el viaje
segundo en los capítulos lll-XXXIX. En el tomo II, págs. 15-51, inserta una «Rela
ción del primer viaje» obra de MendaAa. El contenido del tomo I de esta obra está
en la Biblioteca de Palacio. Ms. 1686. con el titulo de «Varios diarios de los viajes a
la mar del Sur y descubrimientos de las Islas Salomón. Las Marquesas, las de Santa
Cruz, Tierra del Espíritu Santo y otras de la parte austral incógnitas, executados por
Alvaro de MendaAa y Fernando Quirós desde el aAo de 1567 hasta el de 1606 y es
critos por Hernán Gallego, piloto de MendaAa». En su publicación, Zaragoza seAala
que había otra copia con distinto titulo («Dos relaciones del viaje del ilustre Alvaro
de MendaAa») en el Ministerio de Marina, que debe ser el Ms. 951 del Museo Naval.
El relato total es obra del poeta sevillano Luis Belmonte.
Hay diferencias entre los relatos o fuentes siguientes, pero no graves contradicciones.
Un ejemplo puede ser los reconocimientos que de Guadalcanal hacen. Lo interesante
es que se complementan. El relato de Catoira junto con el Diario de Gallego son los
más interesantes y extensos, pero mientras el escrito del Piloto Mayor goza de letra
de fácil lectura y se fija sobre lodo en lo técnico, el Contador Catoira derrocha una
letra casi ilegible y pone su atención en las costumbres indígenas y en los productos
de la tierra.
Relación debida a H ernán Gallego. Tiene un Proemio que comienza «entiende ser for
zoso...». El relato comienza: «El Gobernador Lope García de Castro mandó adere
zar...» Termina: ...«Femando Hcnriquez con la nueva a la ciudad de los Rcycs».-A. G.
I. Pat. 18, núm. 10, R°. 4. Publ. por Hakluyt. London, 1901,2 tomos.
Relación de G óm ez H ernández Catoira a l G obernador Lie. Lope de Castro. Brilish Mu-
seum, Ma. Add. 9.944. Extractada por MuAoz y Navarrete. Publicado en versión in
glesa por Hakluyt, London, 1901. 2 tomos. Gayangos, en su Catálogo II, página 293,
la relaciona asi: «Relación del viaje y descubrimiento que se hiço en la mar del Sur
por mandado del... scAor Lope García de Castro... de que fue por general A. de Men
daña. Hecha por Gómez Hernández Catoira. Secretario y Notario Mayor de dicha
783
Armada... dirigida a Lope García de Castro». Add. 9.944 f. 197.306. El P. Celsus
Kelly ha hecho su publicación en español en «Australia Franciscana», II. Madrid.
1965, págs. 27-220.
Relación de Alvaro d e M endaña a l Lie. G arcía d e Cos/ro.-Comienza: «El subceso de la
armada». Termina: «que son mejores que los papas». A. G. I. Pat. 18, núm. 10, R.°
S, 17 fols. Col. Muñoz, XXXVII, CDIA V, págs. 22l-85.-lndica que Hernán Gallego
dará noticias de tipo científico (navegación) por lo cual él no lo hace. Al llegar al fol.
11, comienza la relación de los descubrimientos hechos por un bergantín de la flota
comandado por Pedro Ortega Valencia.-Se encuentra también en M. Naval. Col.
Navarrete, 39 bis, fols. 19-70.
Relación dirigida a Felipe I I y firm ad a p o r A . de M endaña.-C o mienza: «Si tanta discre
ción tuviera para saber dar cuenta a V. M_Embarcamos en el Callao. pt.° de la
ciudad de los Reyes, miércoles que se contaron 19 de noviembre de
1567».-Term¡na... «En Nicaragua tuve que pedir dinero para retomar... Salí para el
Perú y llegué al pt.° del Callao en I l-sep.-l569». Tomo XXXVI de la Col. Veláz-
quez de la Acad. de la Historia. Publ. por J. Zaragoza en //.* de los deseb. australes.
tomo II, págs. 15-51. Publ. en Hakluyt, London, 1901, tomo I, págs. 159-171, y por
el P. Celsus Kelly en «Australia Franciscana», II, Madrid, 1965, págs. 1-26.
Relación, B reve -------- recogida en la Plata. 3 fols.-Comienza: «En el año de 1567, un
Pedro Sarmienta». Termina: «...Sobre el Sur, enfrente de Chile». A. G. I., Pat. 18,
núm. 10. R.° 5 C. D. I. A., págs. 210-211. Col. Muñoz, XXXVII, Apud. M. Naval.
Col. Navarrete, tomo 38 bis, fols. 132-9.
Relación hecha p or e l Cap. Pedro Sarm iento de lo sucedido en e l viaje que verificó Alva
ro de M endaña en descubrim iento de las Islas de Salom ón.-Comienza: «Para honra
y gloria de Nr. Sr. Jesucristo». Termina: «...porque se hallavan culpados». A. G. I.,
Pat. 18, núm. 10, R.° 8. Publ. por A. Landín Carrasco: Vida y viajes de P. S . de
Gamboa. Madrid, 1945, págs. 215-233. En Museo Naval. Col., Navarrete, tomo 39
bis, fols. 72-140 y.»
Relación breve de lo sucedido en e l viaje que hizo A. M endaña en la dem anda d e la
Nueva Guinea, la cu a l ya estaba descubierta por Iñigo O rtiz d e Retes, que fu e con
Villalobos de la tierra de N ueva España e l año de 1544 (1567-9). Anónima. Comien
za: «El año de 1567, por mandado del licenciado». Termina: «...a 25 de febrero del
año de 1569». Bibl. Nacional de París. Ms. 325, fols. 174-183. Publ. por Fernández
Duro en «Bol. Soc. Geog.», 37, 1895, págs. 410-426.
Relación sobre las islas Salom ón hecha por el indio Chepo. A. G. I., Pat. 18. núm. 10,
R.° I. Habla de las islas y de la navegación a ellas. Publ. Hakluyt. London, 1901, 2
tomos. Hay una copia en el Museo Británico. Parece haber sido escrita por cierto ca
pitán Fc.° de Cáceres. Don Justo Zaragoza la reproduce (II, 127-130) tomándola de
copia existente en el entonces Depósito Hidrográfico.
Relación m ui particular (Dada a l C apitán Francisco de Cáceres por/un yndio que se lla
m aba Chepo, y serla de edad de 115 ó 120 años) de las Yslas de Salom ón, que están
en la M ar d el Sur. con expresión/de sus nom bres y el tiem po que tardaban los yn-
dios sus naturales des/de e l Puerto de Arica, y de ylo a ellas c.“: y a continuación
una/noticia m uy rara de un Navio que navegando de C hile con/tiem po m ui tem pes
tuoso fu e a dar á una Ysla en 18/grados y medio, a la qual voxeo en 50 dias, y no/la
halló a l fin . c." 2 fols. Comp. d el Leg. rotulado «Papeles tocantes a las Islas de Po
niente, de los años de 1570 a 1588». Col. Navarrete, XXVII, fol. 209. Dio. 21.
Relación d el prim er viaje. Comienza: «Será bien tratar la jomada». Termina: «...con que
se acabó este descubrimiento». Bibl. Nac. Madrid. Mss. 10.267 y 10.645.
Relación de las cartas particulares. I fol. Comienza: «De Lima salimos a 19 de noviem
bre de 1567». Termina: «...Por esta causa tuvimos mucha necesidad en la comida y
bebida». A. G. I., Pat. 18, núm. 10, R.° 2.
Relación incluida dentro de la Probanza de M éritos y Servicios de P. Ortega. Son treinta
preguntas: Deponen unos 18 testigos. A. G. I.. Pat. 18, núm. 10. R.° 4. (Aquí están
también las Probanzas de Juan de Mendoza y Cisncros y Agustín Felipe.)
784
Relación «E xtrait de l a -------- de la decouverte du noveau m onde et isles occidentales
du Perou adressé a Philip pe second por Alvaro de M endaña». Bibl. Nac. París, F. F.,
9,093, fols. 71-73 v.°.
Vreve Relación del biaje que albaro de m endaña... A. G. I., México, 116.
Relación del viaje del Adelantado Alvaro de M endaña de Ñeira, a l descubrim iento de las
Islas Salom ón, hecha por Antonio de Morga, escrita por Fernández Quirós y dirigida
a Morga, que la publica en Sucesos de las Islas Filipinas. Madrid, 1910, págs. S0-S3.
Comienza: «Viernes, día 9 del mes de abril». Termina: «...y aumento de estado. De
V. M. Pedro Fdez. de Quirós al Dr. A. de Morga». Publ. por la Hakluyt, I.* serie,
tomo 39, págs. 3SS y ss. La reproduce J. Zaragoza: «HA del dése, de las regiones aus
trales», tomos 2-3, págs. 51-61, A. G. I., Filipinas, 215.
Relación de Fray Reginaldo de Lizárraga: Descripción de Indias. Cap. 213. Indica que es
un extracto de una relación muy detallada llegada a sus manos.
Relación hecha por C. Suárez de Figueroa en Hechos de don G arda H urtado d e M endo
za, m arqués de Cañete. Madrid, 1616, págs. 284-6. Comienza: «A los enfermos...».
Termina: «...se avia apartado de la nao con su galeota». La reproduce J. Zaragoza en
«H.a del dése, de las regiones australes». Madrid, 1880, tomos 2-3, pág. 50. En la Bi
blioteca Nacional, Ms. 10.267, fols. 9-62, y 1.645, hay dos relatos iguales del segun
do viaje. Comienza: «Pasáronse en silencio...». Termina: «...los buenos efectos que se
desean».
Alvaro de M endaña: E l segundo viaje d e -------. Comienza: «A onze de abril de 1595 se
embarcó el Adelantado D...» Termina: «...Marqués de Cañete y Virrey del Perú».
Bibl. Nac. París, Ms. Esp. 324, f. 121.
A rias, Juan Luis: A M em orial adressed to his C athotic M ajesty P hilip th e TMrd. K ing o f
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Impreso también por Dalrymplc. Edimburgo, 1773. Vid. Major.
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dez de Quirós al Mar del Sur (1605-1606), y planes misionales sobre la conversión
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cond series, núm. LXIV. La relación en español se inserta en págs. 86-236. Colocán
dose enfrente la traducción inglesa. Comienza: «Jesús, María y José. Relación suma
ria del descubrimiento que empezó P. F. Q.». Acaba con un certificado de Váez de
Torres y otros dándole el visto bueno a la Relación. En el apéndice se incluye carta
de Váez de Torres, en español, que no es sino la relación de Simancas. Comienza:
«Por hallarme en esta ciudad de Manila...». Al final, mapa con ruta de Torres y es
quema de los mapas de Tovar.
E rostarbe, José de: D iscurso sobre la higiene d e las profesiones m ilitar y naval.-
Madrid, 1867. Hace consideraciones médicas sobre el viaje de Quirós.
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Fernández de Quirós y resume unos documentos enviados de N. York sobre Quirós,
cita los trabajos de Hakluyt. Collingridge. Dalrymple, que dio a conocer los escritos
de Luis Arias, E. T. Hamy, J. Zaragoza: y hace una pequeña biografía de Quirós y de
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Nueva Guinea correspondiente a aquél en la página 32).-«Bol. Soc. Geográfica», vol.
IV (Madrid, 1878), págs. 253-338.
787
9) Breve relato de Juan de Iturbe. A. G. de Simancas, Estado, 209.
10) Relación de Fray Juan de Torquemada: Apud. «Monarquía Indiana». Madrid,
1723. Pub. por Kelly: «Australia Franciscana». I. págs. 107-146.
11) Relación de Fray Diego de Córdoba y Salinas, O. F. M. Apud. «Australia Fran
ciscana», págs. 148-166.
Pedro Fernández Quirós escribió unos cincuenta memoriales durante más de quince
años, exponiendo sus andanzas descubridoras, haciendo ver la importancia de lo que
proponía descubrir y pidiendo religiosos, pertrechos, órdenes y dineros, sin lograr
más que buenas promesas y ocasionar alguna que otra vez el recelo del Consejo, mo
lesto porque difundiera entre extranjeros sus Memoriales, o su desconfianza por te
mer que ofreciera sus servicios a otro monarca. El Primer Memorial presentado al
Rey parece ser el que se encuentra en la Deuxieme Parte de Asia de «Petits Voya-
ges» de Théodoro de Bry. De los demás, Justo Zaragoza ha publicado un buen nú
mero (halló siete manuscritos y uno impreso), y otros se encuentran en diversas par
tes. Frente a lo que dice en estos Memoriales está el testimonio de Diego de Prado
Váez de Torres, Juan de Merlo, etc.
Relación particular de la Jom ada que h izo e l capitán Pedro F ernández d e Q uirós
en las Indias y de las cosas sucedidas en ella. Puhl. J. Zaragoza, II. 191-212. Adi
ción I, Indica se encuentra en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia.
788
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«Anuario de Estudios Americanos», vol XIII, 1956. (Se reseñan varias relaciones y
diarios de viajes.)
Relación d el viaje hecho por las goletas «Sutil» y «M exicana» en el año 1792 para reco
nocer e l estrecho de Fuco, con una introducción (por M artin F ernández de Navarre-
te) en que se da noticia de las expediciones executadas anteriorm ente por los españo
les en busca del paso del Noroeste de la A m érica.-M adñd, 1958.
R ichman. Irving Berdine: California under Spain a n d M éxico, 1535-1847; a contribution
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Sales. Fray Luis: N oticias de Californias, 1794,- José Porrúa Turenzas, Editor (Col. Chi-
malistac de libros y documentos acerca de la Nueva España, 6). Madrid, 1960.
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Vila , Enriqueta: Los rusos en ¿imérira.-Sevilla, 1966.
W agner . Henry R.: The Cartography o f the Northwest coast o f Am erica to the year
1800.- Berkeley, 1937. 2 vols.
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cisco, 1929 (reimpresión facsimilar Amsterdam, 1966).
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Spec. Pub núm. 17. San Francisco. 1941.
W axell. Sven: The R ussian E xpedition to A m erica .-fiu evz York, 1962.
789
LA CONQUISTA DESDE EL CONQUISTADO
«En los cam inos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
D estechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.
G usanos pululan por calles y plazas,
y en las paredes están salpicados los sesos.
Rojas están las aguas, están com o teñidas,
y cuando las bebim os
es com o si bebiéram os agua de salitre.
Golpeábamos, en tanto, los m uros de adobe
y era nuestra herencia una red de agujeros.»
A n ó n im o d e T latelolco.
SAN AGUlTIN ISI5
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TERRITORIOS OCUPADOS
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1532/1543
DE J A N E I R 0 1555
1543/1600
lT63Ai80C
El arranque de la colonización.
794
Muertos los dioses, destrozados sus ejércitos, abatida su resistencia,
perdido su gobierno, la conquista fue algo más que una tragedia. Fue
un trauma para el pueblo indígena. Nuestra visión de ella es la del
vencedor, como lo son casi todas las hitorias de guerras. La historio
grafía que solemos manejar es la del europeo descubridor conquista
dor, donde consta su curiosidad, su admiración, su estupor y su victo
ria sobre un mundo nuevo.
Pero, frente a este innegable estupor o interés de los europeos, rara
vez se piensa en la admiración y estupor recíprocos que debió desper
tar en los indios la llegada de quienes venían de un mundo igualmente
desconocido. Porque si atractivo es estudiar las diversas formas como
concibieron los europeos a los indios, el problema inverso que lleva a
ahondar en el pensamiento indígena -tan lejano y tan cercano a noso
tros- encierra igual si no es mayor interés. ¿Qué pensaron los indios al
ver llegar a sus costas a los descubridores y conquistadores? ¿Cuáles
fueron sus primeras actitudes? ¿Qué sentido dieron a su lucha? ¿Cómo
concibieron su propia derrota?
Difícil dar respuesta a todas estas preguntas; pero, por lo menos
habrá algunas respuestas examinando las culturas que alcanzaron
mayor desarrollo y manejando algunas fuentes tal como lo ha hecho
magistralmente Miguel León-Portilla, que certeramente ha llamado a
su estudio fundamental para el tema “La visión de los vencidos".
795
1. Las fuentes
2. Vaticinios y presagios
Presagios y símbolos de
la mala suerte que hicie
ron su aparición antes de
la llegada de los españo
les. Arriba: Moctezuma
consultó los augurios
contemplando el ave má
gica. cuya cabeza era un
espejo... y le reveló que se
acercaban hordas de ex
traños hombres armados.
Abajo, otro mal augurio:
un hombre con dos cabe
zas. Códice M edoza.
otros, porque unos eran de barbas negras y otros bermejas, y porque
los veían comer en plata; y también porque tenían yllapas, nombre
que nosotros tenemos para los truenos, y esto decían por los arcabu
ces, porque pensaban que eran truenos del cielo.”
Distintos trajes, distinto semblante, caballos, herradura, escritura
(cartas y libros), barba negra o bermeja, utensilios de comida y arcabu
ces...
He aqui los elementos tipifícadores, diferenciadores en el retrato
que hace Titu Cusí del español. En la tragedia sobre el fin de Atahual-
pa se repite lo de la barba, de aquellos desarrapados audaces. Porque
no hemos de imaginar a la mesnada como en un primitivo cuadro fla
menco. La hueste en el trópico o puna, después de meses de vagabun
deo y exploración, era un conjunto heterogéneo de hombres barbudos,
con atuendo variado, de acuerdo con sus posibilidades y adaptados al
clima. En la citada tragedia Sairi Tupac dice a Pizarra:
Aparte del tipo físico (blanco, rubio, moreno, barbudo, etc.), he
mos visto que al indio cetrino, imberbe, de pelo lacio, sin hierro, etc.,
le llamó la atención los barcos, caballos, perros y armas de fuego. Fue
ron los elementos técnicos juntos con la audacia, la codicia y el ampa
ro de Dios, la Virgen o Santiago los que facilitaron el dominio de un
continente en menos de cincuenta años.
Casas flotantes fueron los barcos. Uno de los primeros espías que
comunicó la noticia a Moctezuma le dijo que por la costa “andaban
como dos torres o cerros pequeños por encima del mar” (A. Tezozó-
moc Crónica Mexicana). Inmediatamente Moctezuma dio orden de
806
que hubiera “vigilancia por todas partes en la orilla del agua” (Códice
Florentino) para vigilar a los acal o navios. La palabra acal, ya en su
etimología, es muy expresiva de la idea que el indio tuvo de los na
vios, ya que está compuesta de atl (agua) y calli (casa); es decir, “la
casa que camina por el agua”. Aquellas casas fueron pintadas en lien
zos y llevados ante los ojos de Moctezuma, que más tarde se los mos
tró a Cortés, según Andrés de Tapia.
Si el trazo pictórico con que se materializó la visión de los barcos
sobre los lienzos recuerda un pincel infantil, autor de barquito más
para soñar a irse en él que de barco agresivo guardador de sorpresas,
no sucede lo mismo con la prosa -que no con el dibujo- con que se
describió el caballo por parte del indio. Los informantes de Sahagún
evocaron con tremenda fuerza la estampa del caballo y el caballero.
“Vienen los ciervos que traen en sus lomos a los hombres, con sus co
tas de algodón, con sus escudos de cuero, con sus lanzas de hierro. Sus
espadas, penden del cuello de sus ciervos.
Estos tienen cascabeles, están encascabelados, vienen trayendo cas
cabeles. Hacen estrépito los cascabeles, repercuten los cascabeles. (Pa
rece que quieren hacernos oir, con su reiteración la perturbación que
les causaban los cascabeles.)
Esos 'caballos', esos ‘ciervos*, bufan, braman. Sudan a mares:
como agua de ellos destila el sudor. Y la espuma de sus hocicos cae al
suelo goteando: es como agua enjabonada con amde: gotas gordas se
derraman.
Cuando corren hacen estruendo; hacen estrépito, se siente el ruido,
como si en el suelo cayeran piedras. Luego la tierra se agujerea, luego
la tierra se llena de hoyos en donde ellos pusieron sus patas. Por si
sola se desgarra donde pusieron mano o pata...”
No hace falta mucha imaginación para ver al indio en cuclillas o
encorvado, mirando con ojos de asombro la huella del caballo en el
barro. Una huella pronto llena de agua tropical que, cual espejo, lan
zaba también al ojo del indio su cara asombrada.
En la guerra todo, o casi todo, está permitido. Si el indio colgaba a
sus flechas cáscaras de nueces con agujeros para que produjeran un te
rrorífico sonido al zanjar al aire, los españoles ponian cascabeles a sus
equinos porque el ruido de ellos -alegres en la feria de un pueblo-
eran aqui enloquecedores y terribles para la mente indígena. La Cró
nica de Guarnan Poma recuerda (al igual que los cronistas soldados
testigos del hecho) que cuando Hernando de Soto y Hernando Pizarra
fueron a visitar al Inca en los baños térmicos sulfurosos donde estaba
807
en Cajamarca, lo hicieron "encima de dos caballos muy furiosos en
jaezados y armados, y llevaban mucho cascabel y penacho y los dichos
caballeros armados a punta en blanco comenzaron a apretar las pier
nas, corrieron muy furiosamente que fue deshaciéndose y llevaba mu
cho ruido de cascabel. Dicen que aquello le espantó al Inca y a los in
dios que estaban en los dichos baños de Cajamarca y como vido nunca
vista, con el espanto cayó en tierra el dicho Atahualpa Inca de encima
de las andas. Como corrió para ellos y todas sus gentes quedaron es
pantados, asombrados, cada uno se echaron a huir porque tan gran
animal corría y encima unos hombres nunca vistos de aquella manera,
andaban turbados..."
En la pupila Inca sólo se había aposentado hasta entonces la feme
nina, cadenciosa, coqueta, lenta, llama. De pronto, la pupila se rom
pía en mil pedazos al entrar en ella unos caballeros -unos de los se
tenta y siete con que llegaron los ciento sesenta harapientos hispanos a
Cajamarca- trotando como mitológicos centauros y salpicando la es
puma de su boca sobre los asustados indígenas y el impasible Cácpac
Inca. Porque eso podemos decir, contra la afirmación de Guarnan
Poma: el Inca no se movió y los acompañantes suyos que se inclina
ron -retrocedieron- como un bosque de cañas ante el viento de los ca
ballos, pagaron con la vida tamaña cobardía. Nos consta por las fuen
tes hispanas.
Es muy difícil para nosotros ahora captar la admiración y el miedo
que el indio experimentó ante el caballo, al oir sus relinchos (Cortés y
Fedcrman utilizaron éstos -los relinchos- tan astutamente como Colón
los eclipses de luna), al ver a los hombres sobre ellos creyendo eran un
solo animal que luego se descomponía en dos, corriendo por playas y
punas, o haciendo complicados alardes. Sin saber nada de mitología
helénica los indios recrearon los centauros, creyendo que jinete y ca
ballo formaban un solo monstruo, cuya estampa no era la de la baraja es
pañola, sino más bien la torpe y desagradable -al menos para nosotros-
de un picador de toros actual. "Puesto un hombre -escribe Aguado-
encima de un caballo, y armado con todas estas armas, parece cosa
más disforme y monstruosa de lo que aquí se puede figurar, porque
como van tan aumentados con la grosedad e hinchazón del algodón,
hácese de un jinete una torre o una cosa muy disproporcionada, de
suerte que a los indios pone de muy grande espanto ver aquella gran
deza y ostentación que un hombre armado encima de un caballo de la
manera dicha haze..." Luego, advirtieron el error, como nos recuerda
Motolinia: "...al principio en los primeros pueblos; porque después to
«08
dos conocieron ser el hombre por sí y el caballo ser bestia, que esta
gente mira y nota las cosas, y en viéndolos apear...". A este respecto,
Estete, soldado cronista del Perú, cuenta que andando Pizarra por la
costa de Tacamez, uno de sus jinetes se cayó del caballo "y como
(cuando) los indios vieron dividirse aquel animal en dos partes, tenien
do por cierto que todo era una cosa, fue tanto el miedo que tuvieron
que volvieron de espaldas dando voces a los suyos diciendo que se ha
bían hecho dos, haciendo admiración de ello, y cual no fue su misterio
porque a no acaecer esto, se presume que mataran todos los cristia
nos...”.
El relincho fue como un idioma entre hombre y animal o como un
síntoma de furia y enojo, por lo cual acudían con presentes para apla
carlos. En algunos sitios creyeron que el caballo era un ser carnívoro y
le ofrecían gallinas, gallipavos, miel, etc.; algunos llegan a suponer que
comen hombres al ver ef freno ensangrentado o que se alimentan con
el hierro que le gobierna, por lo cual le llevan como manjar oro y pla
ta... Asi lo cuenta el Inca Garcilaso. Y los españoles, astutos, les de
cían a los indios que les diesen a los caballos mucha de aquella comi
da si querían que los caballos se hicieran amigos suyos.
A la sombra del caballo, de aquel caballo cuya vida al principio en
el Perú valía como la de seis en España, y cuyas patas se herraron con
herraduras de oro y plata porque valían menos que las de hierro..., a
la sombra de ellos, repetimos, o adelante desplegados silenciosa o fu
riosamente, trotaban los perros. Perro cuyo jadear y ojos sanguinolen
tos casi oímos y vemos al leer en el Códice Florentino:
"...Sus perros son enormes, de orejas ondulantes y aplastadas, de
grandes lenguas colgantes; tienen ojos que derraman fuego, están
echando chispas: sus ojos son amarillos, de color intensamente amarillo.
Sus panzas ahuecadas, alargadas como angarillas, acanaladas.
Son muy fuertes y robustos, no están quietos, andan jadeando, an
dan con su lengua colgando. Manchados de color como tigres, con
muchas manchas de colores".
Tal la descripción hecha a Moctezuma, el cual, dice el informante,
"se llenó de grande temor y como que se le amorteció el corazón, se le
encogió el corazón, se le abatió con la angustia". El, y su pueblo, sólo
sabían de unos perrillos gordos, que no ladraban, y que solían comer
(también los hispanos luego); pero estos perros fofos nada tenían que
ver con estos otros que acompañaban a los forasteros que "van por de
lante. los van precediendo; llevan sus narices en alto, llevan tendidas
sus narices, van de carrera, les va cayendo la saliva". En la 'Historia
809
de Tlaxcala' de Diego Muñoz Camargo, al referirse a la superioridad
técnico-bélica del conquistador, se anota que éstos “traían tiros de fue
go y animales fieros que los traían de trailla atados con cordeles de
hierro, y calzaban y vestían hierro, y de como traían ballestas fortísi-
mas, y leones, y onzas muy bravas que se comían las gentes, lo cual
decían por los perros lebreles y alanos, muy bravos, que en electo,
traían los nuestros, que fueron de mucho efecto...”.
No fue una invención cruel española la aplicación del perro. En la
antigüedad se le empleó como un combatiente más. En América se le
usó para cazar y atemorizar indios desde el primer momento antilla
no. Armados con escaupiles o colchas enguatadas eficaces contra las
flechas, brindaban una figura grotesca. Libre de escaupiles se les em
pleó no sólo como armas de lucha, sino como instrumentos de casti
gos: para “aperrear”, para ajusticiar indios. Más terrible que la horca,
el garrote o la hoguera era esta otra muerte, llena de gruñidos, intentos
de huida, zarpazos y dentelladas.
El terror que el perro inspiró al indio lo recogemos en Antillas,
México, América Central, Colombia y Venezuela, pero no en Perú.
Salvo en la entrada al Amazonas, que hizo Gonzalo Pizarro con nove
cientos perros, que al poco tuvieron que comerse acosados por el
hambre. Múltiples anécdotas y hechos se podrían contar sobre el perro
en la conquista; de sus nombres famosos, de lo que cobraban, lo que
Las Casas escribe de ellos exagerando... Pero aquí intentamos única
mente pintar lo que fueron para los indios y creemos que más o me
nos ha quedado ya expresado. Pero terminemos con una nota muy hu
mana. El perrillo o gozque indígena, bueno para comida, fue sustitui
do por el alano o lebrel español, y así dice el P. Cobo: “no hay indio
ni india, por pobres y miserables que sean, que no tenga en su casa al
gún perro... y los aman como si fueran sus hijos; duermen ordinaria
mente juntos los perros y los amos y cuando caminan los suelen llevar
a cuestas, porque no se cansen, que cierto es motivo de risa encontrar
les en un camino a una india que lleva a su hijo pequeñito de la mano
a pie, y muy cargada con su perro en brazos...”.
iQuién. se lo iba a decir!
Con relación a las armas de fuego mucho hemos dicho ya y claro
ha quedado que les espantaron y asustaron. Ante un cañonazo, recuer
da el Códice Florentino, los enviados de Moctezuma “perdieron el jui
cio, quedaron desmayados. Cayeron, se doblaron cada uno por su
lado: ya no estuvieron en sí”.
Los españoles, por su parte, los levantaron, los alzaron, les dieron
810
a beber vino, y enseguida les dieron de comer, los hicieron comer.
Con esto recobraron su aliento, les reconfortaron. Pero miedo les que
dó en el cuerpo y cuando llegaron a México, jadeando de cansancio y
temor, contaron al emperador cómo era la comida de los españoles y
cómo retumbaban los cañones:
“Y cuando cae el tiro, una como bola de piedra sale de sus entra
ñas, va lloviendo fuego, va destilando chispas, y el humo que de él
sale es muy pestilente, huele a lodo podrido, penetra hasta el cerebro
causando molestias.
Pues si va a dar contra un cerro, como que lo que hiende, lo res
quebraja, y si da contra un árbol, lo destroza hecho astillas, como si
fuera algo admirable, cual si alguien lo hubiera soplado desde el inte
rior.” En el armamento de los indios el metal no jubaga ningún papel
y la pólvora o la artillería era algo de tremenda novedad en el viejo
mundo. Una especie de bomba atómica de entonces. Más aún, por lo
mismo, lo fue en el Nuevo Mundo.
5. «Codicia insaciable»
6. Derrumbe final
816
BIBLIOGRAFIA
I. Crónicas
2. Estudios modernos
817
INDICE
Concepto y sistemática 9
1. Proceso descubridor.-2. Estructuración del tema.-3. ¿Conquis
ta?..., exploración y anexión.-4. Cara y cruz deI Descubrimiento-
Conquista.-S. Anexión de tierras y conquista de almas.-6. Con
quistar es poblar
II
Del Mediterráneo al Atlántico 27
1. Ciencia y técnica geográfico-náutica del medievo.-2. Barcos,
tabúes y especies.-3. Los vikingos arriban a América sin saberlo-
4. Civilización marítima y urbana.-5. Sistemática de las explora
ciones por el Atlántico.-6. Los portugueses por el Africa.-?. Prece
dentes de la colonización americana.S. La España del Descubri-
miento.-Bibliografta
III
Del Atlántico al Caribe 79
1. Génesis de! plan colombino.-2. Fundamentos de la idea del
Descubrimiento.-3. De Portugal a Castilla.-4. Santa Fe: Capitula-
ciones.-S. El origen de los pleitos co!ombinos.-6. Los hombres de
Palos de la Frontera.-?. El hallazgo deI Nuevo Mundo.-8. La pri
mera imagen de América.-9. El retorno.-10. Bulas y privilegios.-lI.
Resonancia y trascendencia del Descubrimiento.-l2. El segundo
viaje.-l3. Los primeros problemas indianos.-¡4. Los Tratados de
TordesiUas.-15. El continente: Tercer viaje.-16. Incidentes en la Es
pañola: Bobadilla.-! 7. Nuevos gobernantes: Ovando.-Bibliografia.
IV
Las expediciones iniciales y el nombre de América
I. Juan Cabalo, al servicio del Rey de Inglaterra (1497-I498).~2.
Los portugueses: Los Corté Real (!498-l502).-3. Paisajes geográfi
cos de los Viajes Andaluces.-4. Los viajes andaluces
(1499-¡503).-5. Exploraciones en Suramérica atlántica.-6. Los
portugueses: Cabral (1500) y el descubrimiento del Brasil.-7. Ves-
pudo navega bajo el pabellón de Castilla (I499-1500J.-8. Vespucio
bajo el pabellón lusitano (1501-1502).-9. El “Alto Viaje" de Cris
tóbal Colón (1502-1504).-]0. La problemática de las exploracio
nes.-! I. El Nuevo Mundo y el nombre de América.-!2. Los prime
ros mapas de América.-Bibliografla
V
Del Caribe al Pacifico
l. La búsqueda del paso.-2. La Casa del Océano.-3. De la Junta
de Toro a la de Burgos.-4. La expedición Solls-Pinzón.-5. Los pri
meros grupos en Tierra Firme: Ojeda y Nicuesa.-6. El vivero anti-
llano-7. La primera base de expansión en la Española.-S. Puerto
Rico, Borinquen o Boriquen.-9. Colonización de Jamaica.-10. Do
minio de Cuba.-ll. Las Indias comienzan a gravitar sobre Casti-
lla.-12. Caboto y Ponce de León a la búsqueda del paso.-l3. Da-
haibe y Mar del Sur.-I4. Balboa y el Océano.-Bibliogrqfia
VI
Del Atlántico al Atlántico
I. Roces lusocastellanos.-2. Solis hacia el mar de su nombre.-3. Se
completa la costa del golfo mexicano.-4. Magallanes-5. Hacia el
estrello desconocido.-6. De océano a océano.-7. Muerte de Maga-
llanes.S. Navegación laberintica.-9. “Primus circumdedisti me“-
Bibliografia
820
VII
VIII
Generación y semblanza del conquistador 341
1. La generación de la Conquista.-2. Individualismo; y coleclivi-
dad.-3. Notas del conquistador.-4. Condición sociai-S.-. Carencia de
prejuicio racial-Bibliografia. .
IX
Penetración en la Nueva Espafia 369
/ . Coyuntura antillana y nacionai-2. El hombre de la conquista:
Cortés.-3. De Cozumel a San Juan de Ulua.-4. El “pronuncia
miento" de Veracruz.-S. Rumbo al Anahuac: Victoria sobre Tlax-
cala.-6. La matanza de Cholula.-7. Encuentro de dos mundos:
Cortés y Moctezuma -8. Situación crilica.-9. Huida en la noche
triste: Otumba.-JO. Segunda conquista de Tenochtitlán.-II. Orga
nización de la Nueva España.-Bibliografia
X
Exploraciones y asentamientos en la América Central 415
1. Balboa y el "Furor Domini".-2. Final trágico en una plaza.-3.
Las expediciones ordenadas por Pedrarias.-4. Huestes en Nicara
gua y HondurasS. Continuación de ¡a corriente conquistadora
panameñas. Hacia la tierra del Quetzal.-?. La empresa de Cuz-
catlánS. Fin de la conquista hondureña.-9. Vázquez de Coronado
y otros en Costa Rica.-Bibliografia
XI
Dilatación de la Nueva España 449
/ . Sistemáticas. Las zonas complementarias y las exploraciones
hacia el lejano Norte.S. El descubrimiento de las Californias: siglos
821
XVI y XVII.-4. La conquista de Nueva Galicia -5. Las visiones de
fray Marcos: Cibola.-6. Alvarado muere en Nueva Galicia.~7. Ayllón
y Esteban Gómez.S. Las andanzas de Alvar Núñe:.-9. De Soto y el
Mississipi.-IO. Población de Nueva Vizcaya.-! I. Nuevo México:
Oñate.-Bibliografia.
XII
Adelantados en Yucatán
I. Fase inicial de la penetración.-2. Los tres Montejos.-i. Campaña
final (l535-l545).-Bibliografia.
XIII
Doble conquista: «La vuelta por Poniente» y la de Filipinas o
«Indias de Poniente»
XIV
La conquista del incario
XV
Españoles y alemanes en Venezuela, Orinoco y Guayana
1. Comienzan las fundaciones.-2. Carlos I y los We!ser.-3. Las
empresas de los Welser.-4. Pactos de I528.-5. Los alemanes y
Garda de Lerma.-6. Expediciones de Ambrosio Aljinger.-7. Des
graciada entrada ,de Jorge Hohermul.S. Descubrimientos de Fé-
derman.-9. Dos hombres: Felipe de Hutten y Juan de Carvajal.-
Págs.
XVI
Corrientes penetrativas en el Nuevo Reino de Granada 619
/ . En son de conquista.-2. Un hombre, una expedición, una ciudad
y un mito.S. La geografía corre hacia el Sur.-4. El Zipa y el Za-
que.-5. La cita no concertada.-6. Las ideas geográficas de los con
quistadores.-?. Prosigue la conquista.S. El capitán de Eldorado.-9.
Penetración desde Cartagena de Indias.-I0.-Roces jurisdicciona
les.-¡ 1. Belalcázar y Robledo -Bibliografía
XVII
Los amazonautas 6S7
¡. Orellana, el tuerto.-2. Hatun-Quijos, tierra de la canela.-3.
Hombres de ojos mongólicos.-4. La “traición" de Orellana.-5. El
mar y la muerte,-6. Veinte años después.-7. “Dramatis perso-
nae“.-8. Aguirre, el domador de potros.-9. Un rey de naipes y un
reino en una balsa.-lO. “Tu mínimo vasatto“.-il. Bajo los arca-
buces.-Bibliografia
XVIII
Chile, Flandes indiano
/ . Donde se acaba la tierra.-2. Dos conquistadores a Chile: Valdi
via y DeHoz.-3. Los compañeros de Valdivia.-4. Valdivia, gober
nador de Chile.-S. Conjuración española y rebelión indigena.-6.
Prosigue la empresa.-7. Valdivia, al Perú.-8. Expansión sureña y
trasandina.-9. El desastre de Tucapel.-10. El segundo gobernador
de Chile.-ll. Le epopeya del. Tucumán.-I2. Ocupación de
Cuyo.-13. Españoles en Patagonia y Tierra del Fuego.-
Bibliografla.
XIX
Fundaciones en el Río de la Plata 721
I. Los primeros en llegar.-2. Rasgos de la conquista ríoplatense.-3.
El primer adelantado: Don Pedro de Mendoza.-4. Ayolas e traja.
823
Abandono de Buenos Aires.-5. La "ciudad" de Asunción,-6. El se
gundo adelantado: Alvar Núñez.-7. Gobierno de Irala.S. Nuevas
directrices conquistadoras.-9. El cuarto adelantado: Ortiz de Zára-
te.-Bibliografia.
XX
Los españoles en el Pacífico 753
1. La expansión transpacífica hispana.-2. Las navegaciones desde el
Perú.-3. Los viajes de Alvaro de Mendaña.-4. El quimérico Qui-
rós.-S. Nuevo siglo, nuevas exploraciones.-6. Misioneros y solda
dos.-?. Las navegaciones hacia Alaska-Bibliografia.
XXI
La conquista desde el conquistado 791
1. Las fiuentes.-2. Vaticinios y presagios.-3. La imagen de los con
quistadores.-4. Barcos, caballos y perros.-5. "Codicia insacia
ble ".-6. Derrumbe finai-Bibliografia.
824