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Prefacio

Las dos últimas décadas han presenciado un avance consi­


derable en nuestro conocimiento de la sexualidad humana.
Estos datos están siendo ahora incorporados a la corriente
principal del pensamiento psiquiátrico, que está experi­
mentando, por tanto, un notorio enriquecimiento. El au­
mento de los conocimientos sobre la sexualidad se está tra­
duciendo además en nuevos enfoques del tratamiento de las
dificultades sexuales. Tales avances brindan alivio a tantas y
tantas personas que sufren de problemas sel<:uales y que an­
taño se hallaban más allá de toda ayuda.
En un pasado, las disfunciones sexuales se tenían por
manifestaciones de graves trastornos psicopatológicos, y
sobre ellas gravitaba por tanto un pronóstico pesimista. Se
pensaba que resistían a toda manipulación y que, en el me­
jor de los casos, sólo un tratamiento largo y costoso, basado
en los modelos psicoanalíticos, podía resolver el problema.
Los recientes informes de la obra de Masters y Johnson, y de
algunos especialistas en terapia conductual, en los Estados
Unidos y en Inglaterra, nos brindan razones muy convin­
centes para replantear la posición adoptada en otros tiem­
pos.
9
10 l.A NUEVA TERAPIA SEXUAL, J

Hoy día hay pruebas de que los problemas sexuales, aun­


que; por supuesto, pueden ser síntomas de trastornos emo­
cionales muy profundos o de una enfermedad mental, no
siempre lo son, sino que también se dan en personas que
funcionan perfectamente en otras áreas y que se hallan li­
bres de síntomas psicológicos. En muchos casos, las dis­
funciones sexuales hincan sus raíces en problemas más in­
mediatos y sencillos que habían sido ignorados hasta hace
bien poco. Por ejemplo, la anticipación de un fracaso en la
función sexual, una serie de exigencias reales o imaginarias
eu cuanto ala ejecución del coito, o el temor al rechazo y a la
humillación por parte del compañero sexual.
Muchos pacientes que sufren de problemas sexuales res­
ponden rápida y favorablemente a los métodos de tra­
tamiento que han sido elaborados para modificar esos obs­
táculos inmediatos al buen funcionamiento sexual. En
efecto, parece claro que para muchos pacientes ciertas técni­
cas breves de tratamiento son mucho más eficaces que los
enfoques psiquiátricos habituales.
Aparte de esta diferencia en cuanto al foco de la inter­
vención, la terapia sexual difiere de los tratamientos tra­
dicionales en dos aspectos. En primer lugar, los objetivos de
la terapia sexual se limitan esencialmente al alivio de la dis­
función sexual del paciente. En segundo lugar, la terapia
sexual se distingue por el uso de tareas sexuales y comunica­
tivas a las que se considera como parte integral del trata­
miento.
Los objetivos de las dos formas tradicionales de trata­
miento delas disfunciones sexuales, la psicoterapia y la tera­
pia conyugal, son amplios. La terapia psicoanalítica intenta
reconstruir la personalidad del paciente a través de la reso­
lución de sus conflictos inconscientes. De manera análoga,
la terapia conyugal intenta mejorar la calidad de la relación
total de la pareja, ayudándola a resolver las transacciones
negativas no reconocidas hasta entonces. Dentro del contex-
pRf:fAClO 11

to de la psicoterapia y de la terapia conyugal se considera


que Jos síntomas sexuales reflejan conflictos y problemas
subyacentes y que su alivio es producto de la resolución de
esos aspectos más profundos.
El objetivo de la terapia sexual, por el contrario, se halla
mucho más recortado e intenta principalmente mejorar el
funcionamiento sexual. Sin embargo, durante el curso de la
terapia sexual acostumbran recibir casi siempre una cierta
atención los conflictos intrapsíquicos y transaccionales. Sin
estas intervenciones, la mejoría de la disfunción sexual suele
ser imposible. Lo cierto, sin embargo, es que todas las ma­
niobras terapéuticas sirven princ ipalmente al objetivo pri­
mario de la terapia sexual: la curación de los síntomas sexua­
les.
Cuando una persona se somete a psicoanálisis, a terapia
conyugal o, incluso, a la mayor parte de las variantes de la te­
rapia de la conducta, el proceso terapéutico se realiza casi
siempre en el despacho del médico, y las transacciones tera­
péuticas exploran casi exclusivamente las interacdones que
se dan entre el médico y el paciente o la pareja. La terapia se­
xual, por el contrario, basa gran parte de su impacto tera­
péutico en ciertas tareas eróticas que la pareja realiza en
casa. Es, pues, el uso integrado de experiencias sexuales siste­
mdticamente estructuradasy, al mismo tiempo, la realización
de sesiones terapéuticas conjuntas lo que constituye la princi­
pal novedady el rasgo especifico de la terapia sexual.

Acerca del presente libro

La acuciante necesidad de ayuda para la problemática sexual


y las grandes promesas ofrecidas por las nuevas técnicas te­
rapéuticas han motivado un enorme aumento de interés por
este campo, un interés que afecta tanto a los profesionales
como al público en general. Como consecuencia de ello, está
12 LA NUEVA TERAPIA SEXUAL, l

creciendo exponencialmente el número de personas que


utilizan estos tratamientos. Los clínicos que los emplean
proceden de diversos campos yno solamente residen en los
Estados Unidos, sino también en Europa y en Latinoaméri­
ca. Este aumento explosivo de especialistas dentro de esa
área está causando cierta confusión a medida que irrumpen
en escena nuevas variantesmetodológicas y técnicas que re­
claman para sí el galardón de Ja eficacia.
Sin embargo, las causas de los trastornos sexuales y los
principios en los que ese tratamiento se basa no son, en rea­
lidad, ningún misterio cuando se los considera dentro de un
contexto conceptual significativo. De ahí que el objetivo de
este libro sea doble: intenta describir Jos nuevos métodos en
el tratamiento de los trastornos sexuales y aclarar los con­
ceptos básicos subyacentes, vinculando para ello este mate­
rial técnico con la teoría psicopatológica y del tratamiento
psiqui¡itrico.
El presente libro se propone únicamente conceptualizar y
describir el proceso de la terapia sexual. No intenta ofrecer
una valoración sistemática de los resultados. Esto se debe
a una necesidad y no al libre albedrío del autor. Porque, des­
graciadamente, carecemos, en efecto, de estudios controla­
dos que sirvan de base para calibrar la eficacia de la nueva
terapia sexual, pese a lo que en ocasiones se afirma. Los es­
tudios, tan meticulosos, de Masters y Johnson, y las expe­
riencias y observaciones preliminares de otros, incluyendo
las de nuestro grupo de Cornell, son extraordinariamente
prometedores, pero estas impresiones clínicas no constitu­
yen en sí mismas una prueba concluyente de su eficacia,
puesto que no son el resultado de estudios controlados.
Lo cual no es algo que podamos achacar exclusivamente a
la terapia sexual, claro está. Los éxitos que se atribuyen al
psicoanálisis, a la psicoterapia, a la teoría guestálica, al análi­
sis transaccional, etc., no se apoyan en estudios sólidos. Sólo
el tiempo nos dirá cuáles de estos métodos no representan
PREFACIO 13

nada más que una móda alentada por el entusiasmo del pa­
ciente y de los médicos, y cuáles, en cambio, son el paladín
de auténticas conquistas. Es probable que tengamos que es­
perar todavía algunas décadas hasta que se publiquen datos
definitivos.
Mientras tanto, y a pesar de la incertidumbre, muchos de
nosotros nos hallamos lo suficientemente impresionados
por los nuevos métodos de terapia sexual como para llegar
a la conclusión de que merecen una concienzuda inves­
tigación. Pero es importante no confundir nuestro entu­
siasmo con una bien fundada evidencia. Tendremos que di­
ferir el juicio final sobre los resultados de la terapia sexual
hasta que contemos con los hechos.

Prolegómenos

Las técnicas terapéuticas discutidas en este libro no son de


mi invención. Hoy día se emplea corrientemente la terapia
sexual en muy distintas formas. Lo que intenta este libro es
describir las variantes concretas que surgieron de mis pro­
pias experiencias, desde el año 1964, al tratar trastornos se­
xuales dentro de una amplia gama de situaciones. Represen­
ta la confluencia de un gran número de influjos teoréticos: el
del análisis, el de la terapia conductual, el de la medicina psi­
cosomática y el de las terapias de grupo. Además, aprendí
mucho de otras personas, no sólo a través de sus publicacio­
nes, sino también gracias al contacto personal con los cole­
gas. Por supuesto, lo más precioso, desde este punto de vista,
ha sido la obra de Masters y Johnson. Especialmente útil
para mis investigaciones fue sobre todo mi trabajo bajo las
órdenes del doctor Clifford J. Sager, que me enseñó muchas
cosas en lo que respecta a la terapia familiar y conyugal.
También estoy agradecida al doctor Richard Kohl, creador
del Programa de Terapia y Educación Sexual de la Clínica
14 LA NUEVA TERAPIA SEXUAL, 1

Psiquiátrica de Payne Whitney. Los seminarios a los que


acudieron los estudiantes y el equipo técnico del Programa
Cornell estimularon mi creatividad y me ayudaron a aclarar
muchos de los conceptos que se expresan en este libro.
Las experiencias clínicas que modelaron mi enfoque tera­
péutico se iniciaron cuando me enfrenté con el problema de
tratar las anomalías sexuales de los pacientes que procedían
del gueto de East Harlem. De 1964 a 1969 fui jefe de los Ser­
vicios de Medicina Psicosomática y Marital del Hospital Me­
tropolitano, en la Facultad de Medicina de Nueva York, que
atiende una de las áreas más pobres de la ciudad. Durante
este período fue sorprendente el número de pacientes con
problemas sexuales que solicitaban ayuda en las clínicas de
medicina psicosomática del hospital. Los obstáculos a la te­
rapia eran múltiples. Los pacientes no tenían acceso ni al
psicoanálisis ni a la psicoterapia, ni tampoco se podían per­
mitir el lujo de pasar dos meses fuera de sus hogares para
acudir a St. Louis y solicitar el tratamiento de Masters y
johnson. Ni siquiera podían tomarse unas vacaciones de
dos semanas. Además, no solía ser factible tratar a los pa­
cientes en parejas, puesto que los varones no podían faltar al
trabajo. El uso de equipos mixtos de co-terapia hubiese sido
un lujo inconcebible en un centro en donde el número de
pacientes era tan grande que amenazaba con bloquear todos
los recursos en juego.
La elección debía, pues, oscilar entre denegar el trata­
miento o llevar a cabo una terapia adecuada a la dura reali­
dad del ambulatorio del Hospital Metropolitano. Nosotros,
naturalmente, escogimos este último camino, sobre la base
de un régimen externo y tratamientos breves. Los procedi­
mientos eran directos, sencillos y rápidos en la medida de lo
posible, lo cual, aunque dictado por la necesidad, no carecía
de ventajas. La intervención terapéutica se limitaba alo esen­
cial, obligándonos a identificar los ingredientes activos del
tratamiento y limitar a ellos la terapia. Las sesiones eran cor-
iL, l pREFACIO 15

Ue
tas. Nos basábamos, sobre todo, en la prescripción de tareas
na que el paciente debía realizar en casa. Cuando ambos cónyu­
ar
ges podían acudir a la consulta, se trataba a la pareja como a
una unidad. Cuando no era a$Í, el paciente recibía una serie
a­ de instrucciones que tenía que transmitir a su compañero.
le Recuerdo, por ejemplo, el croquis fotocopiado de los órganos
n sexuales femeninos, en el que destacaba el clítoris, y que utili­
zamos en la Clínica de Medicina Psicosomática, Obstetricia
,_
y Ginecología para las mujeres de habla española que no co­
e nocían el orgasmo. Se les pedía que llevaran a casa los dibu­
jos y que señalaran a sus maridos las áreas sensibles. A pesar
de estas limitaciones y de métodos tan drásticos, un gran nú­
mero de pacientes dijeron haber mejorado en sus problemas
sexuales tras una breve serie de consultas.
En el momento actual, el enfoque de terapia sexual que
describimos en este libro se está utilizando, mejorando y, lo
que es más importante, valorando sistemáticamente en el
Programa de Educación y Terapia Sexual de la Clínica Psi­
quiátrica Payne Whitney de la Universidad Cornell y del
Hospital de Nueva York. El Programa de Cornell tiene una
orientación psiquiátrica. Consideramos la terapia sexual
como una rama especializada de la psicoterapia. Concebi­
mos las disfunciones sexuales como síntomas psicosomá�
ticos. Nuestra orientación es pluricausal y ecléctica, en el
sentido de que creemos que las disfunciones sexuales son
el producto de múltiples factores etiológicos, por lo que
nuestro arsenal de tratamientos consiste en una amalgama
de métodos experienciales, conductales y psicodinámicos.

Estructuración del libro

El libro está dividido en seis áreas: l. Conceptos básicos;


U. Etiología; lll. Tratamiento; IV. Las disfunciones sexuales;
V. Resultados y VI. Problemas clínicos especiales.
16 L A NUEVA TERAPIA SEXUAL, l

Los datos biológicos sobre los que se basa el tratamiento


racional de los trastornos sexuales se exponen en el Área!,
que se refiere a Conceptos bdsicos.
En el Área II tratamos de las múltiples causas de las dis­
funciones sexuales, y allí exponemos la hipótesis de que las
disfunciones sexuales se pueden concebir como trastornos
psicosomáticos. Además, el Área incluye una serie de dis­
cusiones sobre Jos determinantes psicológicos inmediatos
y mediatos de tales trastornos, vale decir, Jos factores intra­
psíquicos, interpersonales, culturales y de aprendizaje que
juegan un papel en Ja etiología de las disfunciones sexuales.
También se incluye una sección sobre Jos antecedentes in­
mediatos de las disfunciones sexuales a las que se acaba de
identificar recientemente como factores patógenos impor­
tantes.
El objetivo del Área Ill, que se refiere al Tratamiento, con­
siste en describir las tácticas y estrategias básicas de la tera­
pia sexual; conceptualizar su fundamento teórico y contras­
tar las nuevas técnicas con las modalidades tradicionales de
ese tratamiento. Además, se discuten ciertos temas de con­
troversia, como, por ejemplo, la eficacia de ca-terapeutas en
lugar de un terapeuta único y la importancia de la transfe­
rencia y de la contratransferencia.
El Área IV trata de las disfunciones sexuales de varones y
mujeres. Se ha estructurado el material de tal manera que
incluye una serie de datos sobre la epidemiología del trastor­
no en cuestión (cuando disponemos de esos datos); una de­
finición y descripción del síndrome; los conceptos actuales
sobre su etiología; las técnicas terapéuticas; y un resumen de
los informes clínicos publicados hasta la fecha sobre el resul­
tado del tratamiento. Se usa, man u generosa, historias clíni­
cas como aclaración de los conceptos etiológicos y terapéu­
ticos tratados.
El Área V presenta una serie de valoraciones de los resul­
tados de la terapia sexual en cada una de las disfunciones se-
¡,1 PREFACIO 17

xuales que se describen en el Área IV: Aparte del impacto te­


rapéutico sobre los distintos síntomas sexuales, se conside­
ran también Jos efectos de una mejoría rápida de la función
sexual sobre el estado psicológico del paciente, sobre el cón­
yuge y sobre la calidad de su relación.
El Área VI trata de ciertos problemas especiales que sur­
gen cuando se complica la terapia sexual a causa de distintos
tipos de dificultades clínicas.
El libro termina con un epílogo que explora algunas de las
consecuencias de la terapia, sexual para una comprensión
más amplia y un tratamiento más eficaz de otras formas de
perturbaciones mentales y emocionales.

Referencias

Cada una de las áreas o secciones finaliza con dos tipos de


referencias. Las citas internas remiten a otras partes del libro
donde se tratan temas afines. Luego se incluye una biblio­
grafía corta y selecta que dirige la atención del lector hacia
Jos textos básicos y hacia una serie de artículos que contie­
nen una discusión más detallada y otros puntos de vista so­
bre temas que sólo han sido tocados de pasada a lo largo del
texto.

Objetivos didácticos

En origen concebimos el libro como un manual para uso de


los instructores y el personal vinculado al Programa de Edu­
cación y Terapia Sexual de la Clínica Psiquiátrica de Payne
Whitney. A la vista de este objetivo, se describen con todo
detalle las técnicas clínicas de terapia sexual. Mi experiencia,
sin embargo, es que la eficacia de un programa de formación
no radica en la capacidad por parte del alumno para adhe-
18 LA NUEVA TERAPIA SEXUAL, 1

rirse mecánicamente a una fórmula terapéutica rígida. El


éxito de los esfuerzos futuros de un alumno dependerá más
bien de su comprensión de las teorías en las que se basa el
tratamiento, así como de su capacidad para asimilar las es­
trategias terapéuticas y sus fundamentos racionales.
El objetivo de este volumen ha sido el de intentar brindar
al estudiante las herramientas que le permitan elaborar una
terapia individual y racional propia. Por tanto, no he inten­
tado escribir un manual de instrucciones, sino que en la me­
dida en que nos es posible hacerlo en estas primeras etapas
de la evolución de la terapia sexual, me he esforzado en es­
tructurar los conceptos y principios básicos que gobiernan
este enfoque. Deseo, por tanto, pertrechar al lector para que
desarrolle su propia técnica terapéutica.
En último término, la eficacia de la aplicación de estos
conceptos y principios radica, no en Seguir una especie de li­
bro de recetas, sino en los rasgos personales e impon­
derables del terapeuta; es decir, su flexibilidad, su liberali­
dad, su inventiva, su capacidad de intuición, su cordialidad
y su sensibilidad, que son los ingredientes esenciales, aun­
que no específicos, del éxito en todas las interacciones hu­
manas orientadas hacia una terapéutica.

H . S . K.
Área 1
Conceptos básicos

Los tratamientos médicos modernos deben su pujanza a la


adopción de un modelo racional en sus intervenciones. El tra­
tamiento racional, en contraste con el empírico, va más alld
del mero tanteoy de las hipótesis no contrastadas. Se basa, por
el contrario, en la comprensión de los mecanismos de lafisio­
logía normaly de la patogénesis.
Los médicos que se especializan en la terapia de las diversas
enfermedades tienen a su disposición un gran número de da­
tos bdsicos sobre los cuales planifican unos regímenes terapéu­
ticos racionales. Por ejemplo, cuando se prescribe un trata­
miento eficaz para la úlcera péptica, el gastroenterólogo se
basa en su conocimiento de la fisiología del aparato digestivo,
de la bioquímica molecular de las células parietales de la mu­
cosa gdstrica que producen dcido clorhídrico, de la neurofisio­
logía del duodeno lesionadoy de los mecanismosfarmacológi­
cos mediante los que actúan losfdrmacos anestésicos, alcalinos
y mucoprotectores; sabe cudndo y por qué escoger una dieta,
una medicación, un tratamiento quirúrgico, una psicoterapia
o diversas comb.inaciones de estos métodos terapéuticos, debi­
do a que sus datos bdsicos le permiten determinar los lugaresy
las técnicas adecuadospara una óptima intervención médica.
19
20 l. CONCEPTOS BÁSICOS

En último término, la eficacia de una terapia depende de la


disponibilidad de conceptos exactos sobre la dinámica delfun­
cionamiento normal, lapatogénesis de los órganos afectadosy
el mecanismo de acción de los agentes terapéuticos.
Hasta hace poco tiempo, el médico que intentaba tratar las
enfermedades sexuales se enfrentaba con una grave desventa­
ja, porque no disponía de datosfiables sobre los que basar una
terapéutica. Nunca se había observado de una manera siste­
mática y directa la conducta sexual en el laboratorio, y prácti­
camente no existían datosfundamentales quefuesen exactos.
En contraste con la extensa información sobre otra$funciones
somáticas, como por ejemplo la excreción y la respiración, la
sexualidad era una especie de terra incognita. Los terapeutas
de este campo tenían que trabajar empíricamente y, más o
menos, en la oscuridad.
Los supuestos acerca de la sexualidad sobre los que se basa­
ban antaño los tratamientos de las anomalías sexuales solían
ser incompletos e inexactos. Los conceptos que presidían los
tratamientos se derivaban en gran parte de especulaciones
teóricas y de hipótesis no sustanciadas. Las conclusiones ba­
sadas en estos datos incompletos eran aún más confusas, por­
que se las interpretaba en el marco de las actitudes sexuales,
sesgadasy cargadas de afectividad, del terapeuta. No es, por
tanto, sorprendente que muchas de las creencias tradicionales
que guiaban los tratamientos sexuales revelasen sufalsedady
su nocividad a la luz de estudios más recientes. Un primer
ejemplo sobre la influencia de tales conceptos inadecuados lo
constituye la afirmación, difundida durante tanto tiempo, de
que el orgasmo (<vaginal» expresa un funcionamientofemeni­
no normal y saludable, mientras que la preferencia por una
estímulación clitoridiana refleja, en cambio, una neurosis
profunda. Hasta que Mastersy ]ohnson demostraron en el la­
boratorio que existe sólo un tipo de orgasmo femenino (que,
por supuesto, presenta componentes tanto vaginales como cli­
toridianos), la creencia en un orgasmo dual era aceptada uní-
21

lyersalmente en el ámbito psiquiátrico. Este error dificultó el


'�ratamiento eficaz de las disfunciones sexuales femeninas y,
i�demás, condujo a un sentimiento defrustración innecesario
y a una actitud de vergüenza en muchas mujeres y parejas.

"Por sifuera poco, daba origen a psicoanálisis interminablesy


ídesalentadores que, como es obvio, nunca alcanzaban el éxi­
�to, puesto que se hallaban presididos por elfantasma mítico
'que exigía la extirpación del erotismo clitoridiano.
f': A pesar de una serie de avances recientes, que han supuesto

'un gran paso adelante, la sexualidad sigue siendo un misterio


1en muchos aspectos. Los datos básicos, especialmente en el
tdrea de la sexualidadfemenina, son incompletos. Faltan fór­
mulas conceptuales claras sobre temasfundamentales; los de­
terminantes de los trastornos sexuales no han sido completa­
mente identificados y quedan sin responder una serie de
preguntas cruciales sobre los tratamientos clínicos de esta pro­
blemática.
Sin embargo, durante estos últimos años se ha llevado a
cabo una serie de avances notorios. La primera aportación
fue la de Kinsey y su grupo, que «rompió el hielo» al reunir, a
la vista de todos, una serie de datossobre la sexualidad huma­
na. MacLean y Olds han aportado conocimientos básicos so­
bre los determinantes biológicos de la sexualidad. Estos auto­
res y otros han investigado las relaciones que existen entre las
funciones cerebrales, por un lado, y la sexualidady el placer
por otro. Money, Ehrhardt y otros han lanzado nuevas luces
sobre los efectos poderosos, y hasta ahora insospechados, de
los andrógenos prenatales en la conducta sexual posterior del
adulto. Los estudios de Harlow y su equipo han brindado da­
tos sobre el papel de las variables ambientales, constituidas
por los compañeros de grupo y por la madre, en la conducta
sexual de losprimates. Money no sólo estudió las complejida­
des de la identidad genética, sino que también llegó a integrar
conceptualmente la interacción entre los determinantes expe­
riencia!y orgánico, esto es, hormonal, de la sexualida.d.
22 1. CONCEPTOS BÁSICOS

Quizá la contribución más decisiva para acabar con las su­


persticiones científicas sobre la sexualidad humana vino de los
estudios de esos dos «adelantados» quefueron Mastersy fohn­
son. Sus esfuerzos hercúleos han conseguido establecer, de una
vezpara siempre, los cimientos de la hasta entonces tan despre­
ciada fisiología de la respuesta sexual humana. Estos datos ya
están a disposición de los clínicos. Durante dos décadas, Mas­
tersy Johnson estudiaron la conducta sexual de hombresy mu­
jeres en condiciones científicas de laboratorio. Observaron y
registraron, aproximadamente, 14.000 actos sexuales. Sus ob­
servaciones incluían un amplio espectro de conductas sexuales
en toda clase de condiciones imaginables. Estudiaron el coito
en muchas posiciones, entre personas extrañas, entre parejas
matrimoniales bien avenidasy entre parejas que presentaban
dificultades sexuales e interpersonales. Se exploraron diversas
técnicas de estimulaci6n erótica, así como de autoestimula­
ción. Se investigó la conducta sexual de hombresy mujeres de
muy diversas edades. Se observó también el sexo durante la
menstruación y las respuestas sexuales de varones que hablan
sido circuncidados, comparando su conducta con la de los que
no lo hablan sido. Se analizaron también los efectos de varias
ténicas anticonceptivas sobre la conducta sexual. Además, se
investigaron las respuestas sexuales en presencia de diversas
situaciones patológicas, incluyendo el caso de una vagina arti­
ficial, etc. Estos estudios brindaron finalmente una imagen
precisa de la psicofisiologla básica delfuncionamiento repro­
ductor humano. Tal información ha ejercido un inmenso im­
pacto porque ha abierto la posibilidad de que progresara un
tratamiento racionaly eficaz de las disfunciones sexuales.
Los tres capitulas siguientes intentan tan sólo resumir algu­
nos de los datos recientemente acumulados sobre la fisiología,
la neurología y la endocrinología de las respuestas sexuales de
hombres y mujeres. Estos datos son fundamentales para com­
prender la sexualidad humana y brindan los cimientos concep­
tuales idóneos para la práctica racional de una terapia sexual.
1. La anatomía y la fisiología de la respuesta
sexual

La respuesta sexual humana es una secuencia ordenada y


muy racional de acontecimientos fisiológicos, cuya meta
consiste en preparar los cuerpos de dos miembros del sexo
opuesto para que se cumpla la reproducción de la especie.
Para que el acto sexual tenga éxito, los órganos genitales de
cada uno de los miembros de la pareja deben experimentar
una serie de cambios intensos en cuanto a su forma y fun­
ción, tomando como punto de partida un «nivel basal». Es
literalmente imposible que se produzca el coito cuando los
miembros de la pareja no se hallan sexualmente excitados.
Esto es, cuando el pene se halla fláccido y cuando la vagina
está seca y no se ha dilatado. En este aspecto el coito es simi­
lar a otras funciones, como la del dormir, la del comer o la de
luchar. Antes de que el individuo pueda ejecutar cualquiera
de estos modos de conducta, el cnerpo tiene que sufrir una
serie de procesos similares de adaptación, que incluyen mo­
dificaciones muy extensas en cuanto a ciertas dimensiones
químicas y fisiológicas.
En ambos sexos se producen una serie de alteraciones fi­
siológicas muy distintas, pero complementarias, que pre­
paran al individuo para realizar el coito. Estos cambios no se
23
24 l. CONCEPTOS BÁSICOS

FIGURA IA. Los genitales femeninos en estado quiescente.


La vagina (a) es Un espacio potencial secoy colapsado. El útero (b) se ha­
lla en su posición pélvica normal. El clítoris (e) cuelga ventralmente; (d)
representa la vejiga urinaria; (e) es el huesopúbicoy(f) el ano; (g) es una
representación esquemática de los músculos pubococcígeos y bulboca�
vernosos.

limitan a las áreas genitales. La estimulación sexual despier­


ta reacciones de tipo neurológico, vascular, muscular y hor­
monal que afectan al funcionamiento del soma en su totali­
dad, en grado mayor o menor. Sin embargo, esta exposición
se va a centrar en torno a los cambios más significativos y
patentes: los que se dan en los órganos reproductores. La
transformación que sufren los genitales se debe en gran par•
te a una vasocongestión local. La dilatación refleja de los va­
sos s'1:nguíneos peneanos y circunvaginales en respuesta a
los estímulos sexuales hace que los órganos sexuales se dila­
ten y distiendan con el paso de la sangre . Esto produce una
l. LA ANATOMÍA Y LA PIS!OLOGIA DE LA RESPUESTA SEXUAL 25

erección en el macho y una lubricación y dilatación en los


genitales femeninos.
En su primer volumen sobre la fisiología sexual, Masters
y john son distinguían en la r:spuesta sexu l masculina y �
.
fem enina cuatro etapas sucesivas: exc1tac1on, meseta, or­
gasmo y resolución. Desde entonces este esquema descrip­
tivo ha sido plenamente aceptado e incorporado al voca­
bulario de los especialistas dentro de esta área. Por lo tanto,
y debido a que ningún libro que versara sobre disfunciones
sexuales sería completo sin exponer los resultados de Mas-

�···
FIGURA lB. Los genitales masculinos en estado quiescente.
El pene es fldccido debido a que hay una cantidad relativamente pe­
queña de sangre en los cuerpos cavernosos (a) y en el cuerpo esponjoso
(b). Los testículos (e) se hallan en su posición baja, que es la normal du­
rante el reposo; (d) representa la vejiga urinaria y sus relaciones anató­
micas con (e) el hueso púbico, (f) lapróstatay (g) las vesículas seminales;
(h) es una. representación esquemdtica de los músculos bulbocavernosos
yperineales.
26 l. CONCEPTOS BÁSICO

ters y Johnson, presentaremos un breve resumen de estai


etapas.
El material se basa en las observaciones de Masters )
)ohnson acerca de las respuestas fisiológicas de aproxima·
<lamente 600 hombres y mujeres entre los 18 y los 89 años
y durante más de 2.500 ciclos de respuesta sexual. Con fi.
nes comparativos hemos reproducido en las figuras 1, 2)
3, respectivamente, diagramas de los genitales masculino'
y femeninos en el nivel basal, en el de meseta y en el orgas­
mo.

Las cuatro etapas de la respuesta sexual

Como hemos observado anteriormente, Masters y )ohnson


dividen la respuesta sexual masculina y femenina en cuatrc
etapas sucesivas:
l. Excitación. La fase de excitación se caracteriza por el
inicio de sensaciones eróticas y por la consecución del esta·
do eréctil en el hombre y la lubricación vaginal en las muje­
res. Las manifestaciones de tensión sexual incluyen también
una reacción somática generalizada de vasocongestión y
miotonía. Además, a medida que el cuerpo se prepara para
la tensión concomitante al coito, se aceleran los procesos
respiratorios, aumenta el ritmo cardiaco y se incrementa la
presión arterial.
En el varón, la fase de excitación se caracteriza por la erec­
ción del pene. Además, el escroto se hace más espeso y el
saco escrotal se ensancha y se espesa, mientras los testículos
comienzan a elevarse debido al acortamiento de los cordo­
nes espermáticos.
Al igual que en el varón, la fase de excitación de la res­
puesta sexual femenina se caracteriza por signos locales de
tipo genital y una vasocongestión general de la piel y mioto­
nía. La respuesta epidérmica de las mujeres ( enrojecimien-
¡. LA ANATOMIA Y LA F!SIOLOGIA DE LA RESPUESTA SEXUAL 27

FIGURA 2A. Los genitales femeninos en estado de intensa excitación


(meseta).
Los tejidosperívaginales se ingurgitany forman la «plataforma orgásmi­
ca» (a). La vagina (b) adopta una forma degloboy se cubre de un exuda­
do. Elútero (e) ha ascendido desde la cavidadpélvica. Poco antes del or­
gasmo, el clítoris (d) experimenta un movimiento de rotacióny se retrae.

to) es todavía mucho más marcada, y además, durante la ex­


citación, Jos pechos comienzan a hincharse y los pezones se
hacen erectos.
Con referencia específica a las respuestas genitales loca­
les, el rasgo característico de la respnesta sexual femenina
durante Ja etapa de excitación consiste en la lubricación de
la vagina. A medida que la mujer se excita, la vasodilatación
en Jos tejidos que se hallan en las partes profundas de Ja va­
gina hace que se produzca un trasudado que constituye Ja
lubricación vaginal. Esa lubricación de las paredes de la va­
gina se efectúa en un período de 1 O a 30 segundos tras el co­
mienzo de la estimulación sexual. Se da también una cierta

52o 1 o
28 !. CONCEPTOS BÁSJO

FIGURA2B. Los genitales masculinos en un estado de intensa excita-


ción (meseta).
Los cuerpos cavernosos (a) y el cuerpo esponjoso (b} se llenan de sangre,
lo que produce la erección del pene. Los testículos (e) se hallan también
ingurgitados y aumentan de tamaño; un poco antes del orgasmo se alzan
contra el suelo del perineo, La túnica del dartos (d), que cubre los tes­
tículos, se espesa y se contrae. Cuando la excitación es intensa, aparece
una gota de una secreción claray mucosa (e), procedente de la gldndula
de Cowper (f), en el meato uretral.

vasocongestión, menor, del clítoris , que se hace eréctil en a].


gunas mujeres pero no en otras. Durante la excitación, el
útero aumenta de tamaño debido a la vasodilatación y co­
mienza a subir desde su posición pasiva en el suelo pélvico.
Al mismo tiempo, la vagina comienza a dilatarse y abom­
barse para poder alojar el pene.
2. Meseta (véase figura 2). La fase de meseta en Masters
y Johnson es, en esencia, un estado de excitación más avan­
zado, inmediatamente anterior al orgasmo. Durante la me­
seta la respuesta vasocongestiva local de los órganos sexua·
J. LA ANATOMfA Y LA F!S!OLOGfA DE LA RESPUESTA SEXUAL 29

les primarios alcanza su máximo en ambos sexos. En el va­


rón el pene se llena y se distiende con sangre hasta alcanzar
los límites de su capacidad. La erección es firme y el pene al­
canza su máximo tamaño. Los testículos están también lle­
nos de sangre vascular y son ahora un 50% más grandes que
en el estado basal. Además, la contracción refleja de los
músculos cremastéricos y de los cordones espermáticos han
elevado los testículos, en íntima aposición ahora con el peri­
neo. Aparecen también dos o tres gotas de un fluido mucoso
claro que procede probablemente de la glándula de Cowper.
Los cambios fisiológicos que se dan durante la etapa de
meseta del ciclo de la respuesta sexual femenina se pueden
también atribuir, en gran medida, a la vasocongestión. En­
tre las reacciones extragenitales que Masters y Johnson ob­
servaron destaca el moteado de la piel, que se debe a una
vasocongestión generalizada. De la misma manera, la vaso­
congestión genital local alcanza sus límites extremos en esta
etapa y explica los cambios significativos que se dan en los
órganos sexuales primarios. Masters y johnson los descri­
ben como una hinchazón y coloración de los labios menores
(esto es, la «piel sexual»), que varía desde un rojo brillante a
un color borgoña, y la formación de una lámina espesa de
tejido congestionado, que Masters y Johnson denominan
«plataforma orgásmica». Esta lámina rodea la entrada y la
porción más baja de la vagina. Además, durante esta etapa el
útero alcanza su máxima altura a partir del suelo pélvico y
el tercio exterior de la vagina se halla muy dilatado. Final­
mente, e inmediatamente antes del orgasmo, el clítoris gira
180 grados y se retrae en posición plana por detrás de la sín­
fisis pubiana.
3. El orgasmo (véase figura 3). Durante el orgasmo, al
que se considera como la etapa más placentera del acto se­
xual, el semen brota del pene erecto en tres a siete chorros y
con intervalos de 0,8 segundos. Masters y johnson han des­
crito dos componentes del orgasmo masculino: el primero
30 l. CONCEPTOS BÁSICC

FIGURA.3A. Los genitales femeninos durante el orgasmo.


Los músculos perineales (a), bulbocavernosos (b) y pubococcfgeos (e) si
contraen a un ritmo de 0,8 segundos, lo que produce unas pulsaciones dE
la plataforma orgásmica (d) y de la vagina (e). El útero (f) también SE
contrae.

consiste en contracciones de los órganos internos y señalan


la sensación de «inevitabilidad de la eyaculación». Las sub·
siguientes contracciones rítmicas de la uretra peneana y dt
los músculos de Ja base del pene y del perineo constituyen el
segundo componente y son experimentadas como el orgas­
mo propiamente dicho.
Después del orgasmo, el macho es refractario a la esti·
mulación sexual. Dicho de una manera más especifica, tiene
que transcurrir un cierto período de tiempo, el «período re­
fractario», antes de que pueda eyacular otra vez.
Independientemente de la forma de estimulación, el or­
gasmo femenino consiste también en contracciones rítmicas
reflejas, a intervalos de 0,8 segundos, de los músculos cir-
r-_::- ,
!.
D: JJ

1
LA ANATOMfA Y LA FlSlOLOGfA LA RESPUESTA SEXUAL

l
cunvaginales y del perineo, así como de los tejidos dilatados
1
1
de la «plataforma orgásmica». Las características del orgas-
mo son idénticas en todas las mujeres y los datos clínicos su-
gieren que el orgasmo femenino puede siempre desencade-
1
¡
narse por algún tipo de estimulación del clítoris*.
Como hemos mencionado anteriormente, el macho es re-
fractario tras el orgasmo a la estimulación sexual durante un

1 cierto período de tiempo, que aumenta con la edad. La mu-


jer, por el contrario, nunca es físicamente refractaria al or­

1 gasmo. Si no se halla inhibida, y si aún mantiene su aparato

l.
genital en la fase de meseta, puede volver a ser estimulada,
. segundos después del primer orgasmo, para otros orgas-
mos, hasta que quede físicamente exhausta o no desee más
estimulación.
4. Resolución (véase figura 1). Durante la fase de re­
solución, que es la etapa final del ciclo de respuesta sexual,
disminuyen las respuestas fisiológicas locales específicas del
sexo y todo el soma regresa a su estado basal. Las respuestas
somáticas generales a los estímulos sexuales disminuyen rá­
pidamente. El ritmo cardiaco, la presión arterial, la respira­
ción y la vascularidad de la piel, que habían aumentado
como preparación al esfuerzo del coito, vuelven a un nivel
de pasividad minutos después del orgasmo. En el macho, los
testículos sufren inmediatamente una detumescencia y des­
cienden a su posición baja y fría. El pene regresa más lenta­
mente al estado de flaccidez, propio de la micción. Excepto
en hombres muy jóvenes, que tras una eyaculación pueden
volver a eyacular una segunda vez sin pérdida de erección, el
pene suele perder tumescencia en dos etapas. En primer lu­
gar, se reduce aproximadamente a casi la mitad de su tama­
ño tras el orgasmo, debido probablemente a que los cuerpos
cavernosos se vacían de sangre. Al cabo de media hora, des-

* El papel del clítoris como producto del orgasmo se discutirá con



más detalle en este capítulo.
!

32 l . CONCEPTOS BÁSICOS

FIGURA 3B. Los genitales masculinos durante el orgasmo.


Fase 1 .-Emisión: Se percibe esta fase como una sensación de «inevita­
bilídad de la eyaculaciónH, Las vísceras reproductoras del varón [prós­
tata (a), vas deferens (b) y vesículas seminales (e)] se contraen y recogen
la eyaculación en el bulbo uretral (d).
Fase 2.-Expulsión: Los músculos perineales (e) y bulbocavernosos (f) se
contraen con un ritmo de 0,8 segundos, lo que produce las pulsaciones del
peney la expulsión del semen. La uretra peneana (g) se contrae también.

pués de vaciarse el cuerpo esponjoso y el glande, el pene


vuelve al .tamaño inicial. En personas de más edad, la «invo�
lución poscoito» del pene se da con más rapidez y suele pro­
ducirse en un período de unos cuantos minutos.
En la hembra, el clítoris vuelve a su posición normal 5 o
JO segundos después del orgasmo. Se da una detumescencia
rápida de la plataforma orgásmica; sin embargo, Masters y
)ohnson afirman que la vagina puede tardar de 10 a 15 mi­
nutos en volver a su estado de relajación y de palidez. El ori­
ficio cervical continúa abierto durante 20 a 30 minutos des�
LA ANATOMIA Y LA F!SJO!.OGfA DE LA RP.SPUESTA SEXUAL 33

pués del orgasmo. Mientras, el útero completa su descenso


en la pelvis y el cuello de la matriz desciende hacia la fosa se­
minal. La «piel sexual» de los labios menores pierde su colo­
ración intensa 1 O o 15 segundos después de que haya cesado
la contracción orgásmica, debido probablemente a que la
sangre se retira del área genital.

La naturaleza bifásica de la respuesta sexual

La división en cuatro etapas del ciclo de respuesta sexual,


elaborada por Masters y Johnson, ha demostrado su gran
utilidad para fines descriptivos, eu el sentido de que «ase­
gura la inclusión y la colocación correcta de los elementos
específicos de la respuesta fisiológica dentro del continuo
secuencial de la respuesta humana a los estímulos sexua­
les».
Dentro de este esquema descriptivo se halla el concepto,
ampliamente aceptado, de que la respuesta sexual consiste
en una secuencia ordenada de un acontecimiento unitario e
inseparable. Y, en efecto, la observación del ciclo de respues­
ta normal haría patente que el orgasmo sigue a una erección
total en el varón, mientras que la excitación expresada fisio­
lógicamente por una lubricación vaginal y por una hincha­
zón de los genitales antecede al clímax en la mujer. Sin em­
bargo, hay datos clínicos y fisiológicos a favor de una
formulación alternativa: la de que la respuesta sexual en am­
bos miembros de la pareja es realmente bifásica.
Según esta formulación, la respuesta sexual no consiste en
una entidad única, sino más bien en dos componentes espe­
cíficos distintos y relativamente independientes: una reac­
ción genital vasocongestiva que produce erección del pene
en el varón y lubricación vaginal e hinchazón en la mujer; y
las contracciones musculares clónicas reflejas que constitu­
yen el orgasmo en ambos sexos.
34 L CONCEPTOS BÁSICO:

El concepto de la naturaleza bifásica de la respuesta sexual


brinda un marco teorético que nos puede servir para com­
prender Ja fisiología y la anatomía sexuales y mejorar tam­
bién las posibilidades de tratamiento clínico de las disfun­
ciones sexuales.
En efecto, tan clara es la separación de las dos fases que re­
sulta sorprendente que haya pasado inadvertida. En primer
lugar, los dos componentes abarcan estructuras anatómica­
mente distintas, que se hallan inervadas por partes diversas
del sistema nervioso. La erección se halla mediada por la
división parasimpática del sistema nervioso autónomo,
mientras que la eyaculación es una función del simpático.
Además, la vasocongestión y el orgasmo difieren en vulne­
rabilidad a los efectos de los traumas físicos, de los fármacos
y de la edad. Finalmente, los trastornos de la erección y la
eyaculación en el varón y de la lubricación y el orgasmo en
la mujer dan lugar a síndromes clínicos notoriamente distin­
tos, que se deben probablemente a mecanismos psicopato­
lógicos diversos y que responden a técnicas terapéuticas
también distintas.
Como los dos componentes de la respuesta sexual se ha­
llan controlados por partes distintas del sistema nervioso
central, uno de ellos puede quedar inhibido o bloqueado,
mientras que el otro permanece normal. Se deduce, pues
que la disección de los diversos componentes de la respuesta
sexual en casos de disfunción producirá síndromes clínicos
completamente distintos. Y, en efecto, en el varón los tras­
tornos de Ja eyaculación y de Ja potencia comprenden enti­
dades clínicas separadas, mientras que podemos establecer
un distingo similar entre las inhibiciones sexuales generales
y las disfunciones orgásmicas específicas de la hembra.
Como hemos notado antes, la naturaleza bifásica de la
respuesta sexual no está universalmente reconocida. Esto es
especialmente cierto en lo que concierne a la respuesta se­
xual femenina. Pero tampoco la del varón aparecía muy da-
BÁSICOS l. LA ANATOMÍA Y LA F!S!OLOG!A DE LA RESPUESTA SEXUAL 3

exuaJ ra, y hasta hace poco tiempo a las disfunciones en la eyacula


com­ ción, es decir, la eyaculación precoz y la retardada, que so1
tam­ trastornos orgásmicos masculinos en los que el pacient
sfun- mantiene su capacidad de erección, se las consideraba y des
cribía en la literatura especializada como variantes de impo
ie re... ten cia. Subsanado este error, hoy se piensa que solament
·imer podemos hablar de impotencia cuando se halla afectada l
nica­ erección. Este trastorno afecta a la vasocongestión del pen
ersas y no directamente al orgasmo. Aunque no formularon d
or la una manera explícita este concepto, )ames Semans y, poste
JffiO, riormente, Masters y Johnson reconocieron la naturaleza bi
.tico. fásica de la respuesta sexual masculina en el sentido de tra
tlne­ zar una distinción neta en el tratamiento de las anomalías d
acos la erección y de la eyaculación. Esta diferenciación y la apli
'Y la
cación posterior de distintas terapéuticas mejoraron sobre
o en manera las posibilidades de tratamiento de estos dos tras
;tin­ tornos.
ato­ Sin embargo, no conocemos ningún libro que mencion
icas hasta la fecha la naturalezadual de la respuesta sexualfemé
nina, a pesarde que existen razones convincentes para cree
ha­ que la sexualidad femenina se compone de dos factores: el d
oso la lubricación-hinchazón y el del orgasmo. Las diferente
LdO, formas de disfunciones sexuales femeninas se siguen consi
ues derando simples variantes de un síndrome clínico únicc
�sta Esto es, para muchos clínicos el término «frigidez» abare
cos tanto los retardos en el orgasmo específico en una mujer qu
'aS­ por lo demás responde bien al estímulo sexual, como las in
ltÍ­ hibiciones generales de la respuesta sexual femenina, que in
cer cluyen la pérdida de sensaciones eróticas y de lubricació
les vaginal. Yo he trazado una distinción clínica entre las dis
funciones orgásmicas y las disfunciones generales en la
la mujeres. Mi experiencia me hace suponer que esta divisió
es mejora Jos resultados del tratamiento, igual que ocurre en<
;e- hombre. En efecto, la terapia de las mujeres que son erótica
la- mente sensibles y que lubrican bien, pero a las que les cuest
36 l. CONCEPTOS BÁSJCOS

alcanzar el orgasmo cuando hacen el amor con su marido,


esto es, de la paciente orgásmicamente disfuncional, tiene
un perfil distinto al de la paciente frígida o disfuncional que
no responde de ninguna manera cuando está con su marido.
El tema lo estudiaremos con todo detalle en el capítulo 19.
Con el fin de aclarar esta exposición, describiremos tanto
la respuesta sexual masculina como la femenina dentro de
este marco bifásico y discutiremos también algunas de las
consecuencias clínicas de este enfoque.

La respuesta sexual masculina

El componente erector de la respuesta sexual en el varón


transforma el pene, fláccido y pequeño, útil para la micción,
en un falo ancho y rígido capaz de realizar la función repro­
ductora. Esta transformación se inicia mediante la excita­
ción erótica, que produce ambos componentes de la res­
puesta sexual masculina; vale decir, la erección, que hace
posible la inserción, y Ia eyaculación, esto es, el mecanismo
mediante el cual pasa el semen ala vagina.
En el varón sano, bien provisto de andrógenos, sexual­
mente maduro y carente de conflictos psíquicos, la exci­
tación erótica puede provenir de diversas fuentes estimu­
lantes. Para la mayor parte de los varones la fuente más
importante quizá sea la estimulación táctil de los genitales y
el contacto y la vista de una mujer desnuda sexualmente res­
ponsiva. Sin embargo, otros estímulos visuales (como, por
ejemplo, el observar a otras personas en situaciones sexua­
les, o mirar dibujos eróticos), la estimulación táctil de par­
tes no genitales del cuerpo y/o ciertas huellas olfativas,
como, por ejemplo, los perfumes u olore!) sexuales, pueden
provocar también la erección en el hombre. Muy excitantes
pueden ser asimismo otras situaciones estimulantes más so­
fisticadas. Por ejemplo, la voz y los gestos seductores de una
OM!A Y LA FlS!OLOG!A DE LA RESPUESTA SEXUAL
¡1.NA'f 37
1. LA

mujer atractiva, las fantasías eróticas o un ambiente adecua­


do pueden desencadenar las respuestas reflejas fisiológicas
en los vasos sanguíneos del pene que conducen a la erección.

Erección
La comprensión de los mecanismos de la erección, que es,
esencialmente, una respuesta vasocongestiva local, exige
cierto conocimiento de la anatomía del pene (véase fi­
gura 4). Dicho en pocas palabras, el pene, que comprende el
glande, el cuerpo y Ja raíz o base, consiste en tres cilindros
envueltos en una vaina fascial vigorosa y que no se estira. El
cilindro ventral, el cuerpo esponjoso, contiene Ja uretra, que
conduce tanto Ja orina como el semen. En su punta se halla
el glande, que es Ja parte más sensible y eróticamente esti­
mulable de Jos genitales masculinos. En su base, el cuerpo
esponjoso finaliza en un ensanchamiento bulboso que se
halla provisto de potentes músculos. En esencia, la eyacula­
ción consiste en la contracción rítmica de los músculos bul­
bares. En cambio, Jos dos cilindros dorsales, Jos cuerpos ca­
vernosos, que se hallan específicamente adaptados para la
erección, consisten en minúsculas cavernas exquisitamente
diseñadas y en una red de vasos sanguíneos especializados.
Estas pequeñas cavernas o compartimentos se hallan colap­
sados y la sangre fluye mansamente a través del pene cuan­
do se halla en estado de flaccidez. Con la erección, las caver­
nas se distienden gracias a Ja sangre que pasa rápidamente al
pene a través de Jos vasos peneanos, ampliamente dilatados
ahora, y al mismo tiempo se impide que retroceda mediante
válvulas especiales que se hallan en las venas peneanas y que
pueden quedar cerradas por acción refleja. Esto es, en esen­
cia el proceso constituye un sistema hidráulico que utiliza
como fluido Ja sangre. El pequeño pene fláccido se dilata y
distiende hasta los límites que le permite la vaina resistente
38 !. CONCEPTOS BAs¡,

corona glandis

corpora cavernosa
penis

in. ischio­
\
prostata bulbus
cavernosus corporis cavernosi urethrae

FIGURA 4. Anatomía de los genitales masculinos.

(Totnado del Atlas der deskriptiven Anatomie des Menschen, de]. So­
botta, Berlín: Urban &Schwarzenberg, 1948.)
¡,
Y LA F!S!OLO(;!A DE LA RESPUESTA SEXUAL 39
LA ANATOMÍA

tanto, se convierte en un instrumento duro y sólido


y por
�e permite la penetración vaginal. También el glande se di­
( ta pero no gana en dureza, con lo cual se evita el que la
� uj�rpueda quedar lesionada por la punta del falo.
El mecanismo vascular de la erección se halla regulaao
por reflej os involuntarios del sistema nervioso. Los datos
clínicos muestran que los nervios de la división parasimpá­
tica del sistema nervioso autónomo controlan el diámetro y
lasválvulas de los vasos hemáticos del pene y por este medio
pueden producir una dilatación instantánea y la erección del
pene, 0 inve�samente, vaciar rápidamente estos vasos y, por
tanto, producir una pérdida de la erección.
Los hallazgos más recientes indican que son fibras autó­
nomas parasimpáticas de la médula espinal sacra, en sus
segmentos S2, S3 y S4, las que inervan los vasos del pene que
producen la erección. Son los mismos segmentos medulares
que proporcionan inervación parasimpática al recto y al
músculo detrusor de la vejiga urinaria *. Se ha descubierto
también en las porciones superiores de la médula espinal
otro centro reflejo inferior de la erección. El centro sacro pa­
rece que interviene en la erección en respuesta a una estimu­
lación táctil directa de los genitales, mientras que el centro
superior produce la erección sólo cuando interviene una es­
timulación psíquica. Los centros cerebrales que influyen en
el reflejo de erección han sido localizados en el cerebro me­
dio y en diversas partes de la corteza límbica.
Una vez que se ha conseguido una erección, este estado
de excitación puede mantenerse durante largos períodos de
tiempo. En efecto, es esta capacidad del macho para sostener
el estado de excitación sin eyaculación lo que le permite em­
prender una serie de actividades de cortejo erótico que se
necesitan, por así decir, para preparar a su compañera, más

* De ahí que las enfermedades que afectan el parasimpático sacro afec­

ten también con frecuencia las funciones de la erección y de la vejiga.


40 J. CONCEPTOS BAsrcJ
lenta, para el acto de la cópula. Durante la mayor parte di
su vida el hombre es capaz de perder y volver a recuperar su·
erección varias veces durante el juego amoroso que precede'.
a la cópula. El hombre normal no se siente perturbado por,
'
esta característica. Sin embargo, algunos hombres respon.
den a una detumescencia temporal con el temor de que ya
no volverán a recuperar la erección conseguida y, por tanto/
inician una secuencia de impotencia psicógena. Por otro;
lado, la capacidad física de recuperar rápidamente la erec.
ción se pierde a veces hacia la «mitad del camino de nuestra
vida», los hombres de más de cincuenta años observan a'
menudo que una vez que su pene se ha vuelto fláccido son
incapaces de recuperar la erección durante varias horas1
aunque no hayan eyaculado*.

Implicaciones clínicas

Los prerrequisitos para una erección incluyen un tejido


eréctil intacto al que se le suministra una cantidad idónea de
sangre, así como una inervación sensorial y autónoma del
pene. La impotencia psicógena surge de nn bloqueo funcio­
nal cuyas causas son ciertos factores psíquicos que inhiben
los reflejos nerviosos y vasculares implicados en la ingurgi­
tación del pene. La inhibición puede afectar a cualquier eta­
pa de la respuesta sexual, antes o durante la excitación o en
la fase de meseta. La erección se pierde o se debilita a medida
que el individuo va sintiéndose angustiado. Por eso los pa­
cientes que padecen una grave inhibición no son capaces de
experimentar la erección durante la fase de excitación. La
imagen clínica más típica consiste, sin embargo, en que el

* Este fenómeno ha recibido el nombre de (<período refractario para­

dójico» en boca de Masters y Jonhson.



r
f
l.
J,A AlATOMIA Y LA F!SlOLOGIA DE LA RF$PUESTA SEXUAL 41

paciente pueda sentirse excitado y consiga una erección. La


inhibición suele darse más tarde. Generalmente, el paciente
pierde su erección antes de la penetración, mientras que al­
gunos la pierden durante el coito.

Eyaculación

En el varón «normal», el período de excitación y de erección


terminan en un acto de eyaculación. Repetimos, sin embar­
go, que estos dos componentes de la respuesta sexual huma­
na están separados entre sí y son independientes. Se ha de­
mostrado, clínica y experimentalmente, que la eyaculación
puede producirse en ausencia de erección, y viceversa*.
En contraste con la erección, que se halla bajo control para­
simpático, los aspectos viscerales del reflejo de eyaculación se
hallan presididos por la división simpática del sistema ner­
vioso autónomo. Éste controla la contracción de los órganos
sexuales masculinos internos, o emisión. Los centros reflejos
inferiores para la emisión del esperma parece que se hallan lo­
calizados en la porción lumbar de la médula espinal. Sin em­
bargo, el orgasmo masculino tiene dos fases, la emisión y la
eyaculación (véanse páginas 29-30), y se cree que los nervios
motores del sistema motórico voluntario controlan los múscu­
los estriados implicados en la descarga orgásmica, que consti­
tuye la fase eyaculadora o expulsiva del orgasmo masculino.
Los datos clínicos procedentes de pacientes con lesiones
de la médula espinal, que respondían con la eyaculación a la

* Además de los datos clínicos que versan sobre sujetos humanos, los
estudios con animales realizados por MacLean han brindado datos a
favor de la tesis de que los reflejos de erección y de eyaculación se dan
independientemente uno delotro. Así, por ejemplo, la estimulación de
diversas partes del cerebro, que se hallan próximas pero que no son las
mismas que las que producen la erección, hará que un primate eyacule,
incluso aunque no haya erección.
42 l. CONCF.PTOS l:IAstces

estimulación del pene, aunque sin experimentar ninguna


sensación, sugieren que los centros reflejos inferiores que
producen el orgasmo masculino se localizan en la parte baja
de la médula espinal y probablemente en los segmentos lum.
bares. Estos centros parece que se hallan sometidos a la in.
fluencia (tanto de facilitación como de inhibición) de cen.
tros superiores. Los estudios de estimulación eléctrica del
cerebro en animales señalan que la estimulación de centros y
vías cerebrales específicos puede producir una eyaculación
en ausencia de estimulación externa. Además, la experien­
cia clínica sugiere que los hombres, sólo con su fantasía)
pueden eyacular sin ninguna estimulación del pene. Y al re.
vés: se sabe que Jos temores y las fantasías pueden inhibir el
orgasmo masculino en presencia de una estimulación que
sería capaz, en circunstancias normales, de producir el or­
gasmo. El síndrome de eyaculación retardada se debe a esta
inhibición.
Los estudios clínicos indican que en circunstancias nor­
males la estimulación táctil rítmica del glande y del cuerpo
del pene es un requisito esencial para la eyaculación. Sin em­
bargo, y como era de esperar, la cuantía de la estimulación
sensorial requerida para desencadenar la eyaculación varía
sobremanera. Cuando el hombre no se halla suficientemen­
te excitado, o si está inhibido, en conflictÜ, sedado o en su
período refractario relativo> necesita un intenso y repetido
frotamiento del pene para alcanzar el umbral orgásmico.
Por el contrario, en un sujeto muy excitado y joven, el reflejo
eyaculador puede provocarse mediante un ligero contacto o
simplemente con la fantasía.
En contraste con la erección, que se halla presidida por un
mecanismo reflejo que normalmente no puede ser sometido
a control voluntario, la mayor parte de los hombres son ca­
paces de conseguir una continencia voluntaria sobre el refle­
jo de eyaculación. La incapacidad para ejercer este control
produce el síndrome de eyaculación precoz.
J. LA ANATOM(A Y LA f!S!OLOGIA DE LA RESPUESTA SEXUAL 43

La respuesta orgásmica se halla perfectamente progra­


mada para depositar el semen en la parte profunda de la va­


ina, cerca del cuello del útero, en la «fosa seminal», en don­
e la posibilidad de fertilización es máxima. El reflejo de
eyaculación consiste en dos fases exquisitamente coordina­
das entre sí. La primera consiste en las contracciones de los
órganos reproductores internos (el vas deferens, la próstata,
las vesículas seminales, la parte interna de la uretra). Esta
respuesta visceral se halla bajo el control del sistema nervio­
so autónomo y recibe el nombre de emisión. La segunda
fase, la eyaculación, es el mecanismo externo que hace que
brote el semen desde el pene. Esto se debe a las contraccio­
nes de los músculos bulbares (estriados), y aunque es un re­
flejo involuntario, se halla mediatizado por el sistema ner­
vioso voluntario. La emisión, esto es, la contracción de los
órganos internos, se da una fracción de segundo antes de
que se produzca la eyaculación. Es de pensar que la función
de la contracción del aparato interno consiste en recoger los
diversos componentes de la eyaculación -los espermato­
zoos y el fluido prostático- de sus ahnacenes en las vesículas
seminales y entregar este fluido, previamente al orgasmo, a
la uretra bulbar, de donde será expulsado por el potente
mecanismo de eyaculación externa.
Una vez producida la emisión es difícil que un individuo
pueda contener voluntariamente la eyaculación. Masters y
Johnson han dado a esta sensación, vivenciada durante la fase
de emisión, el nombre de «inevitabilidad de la eyaculación».
Como hemos observado antes, la base del pene, en su punto de
unión al suelo de la pelvis, comprende la porción bulbosa del
cilindro esponjoso, así como los pedículos delos dos cilin­
dros eréctiles cavernosos. Esta parte del peneva enfundada en
potentes músculos estriados y se vincula también a los múscu­
los adyacentes del perineo. Durante la fase eyaculadora del
orgasmo estos músculos se contraen involuntariamente a in­
tervalos de 0,8 segundos. Estas contracciones, que constitu-
44 l. CONCEPTOS llAS!c,

yen el aspecto motor del reflejo eyaculador, comprimen la ba,


del pene yde la uretra y hacen que el semen salga a chorros.¡
esta segunda fase la que se acompaña del intenso placer del o1
gasmo y la que es análoga al orgasmo femenino, que implica
veces la contracción de losmismos músculos del perineo.
Se ha mencionado antes que el varón es refractario a un
estimulación posterior una vez que ha eyaculado. Este fenó
meno es específico del varón, y tiene probablemente que ve
con la fase de emisión del orgasmo y, como hemos observa
do antes, no se da en la mujer*.
El fenómeno refractario subraya claramente la naturalez¡
bifásica de la respuesta sexual. La duración de este períodc
varía directamente con la edad, y la frecuencia de la eyacula­
ción decrece también a medida que el individuo va teniendc
más años. Por el contrario, la capacidad de erección desafía
relativamente al envejecimiento. Esto es> un individuo de
edad puede hacer el amor varias veces a la semana e incluso
tres veces al día, y es capaz de obtener buenas erecciones. Sin
embargo, no se sentirá deseoso de eyacular con tanta fre­
cuencia. El ser consciente de este fenómeno psicológico nor­
mal le libra de preocupaciones respecto a su capacidad eya­
culadora, y por lo tanto aumenta el placer que pueda
experimentar la pareja con esta sexualidad que no se con­
vierte inmediatamente en una eyaculación.

Implicaciones clínicas

Si no existe un bloqueo orgánico funcional del mecanismo


de eyaculación, la estimulación eficaz continuada durante la

* John Money ha descrito casos de múltiples orgasmos durante el pe­


ríodo refractario en pacientes masculinos que poseían micropenes a
causa de un síndrome de insensibilidad a los andrógenos. Es interesan­
te anotar que estos individuos no eyaculan.
l. LA ANAíOMIA Y LA F!SlOLOGlA DE LA RESPUESTA SEXUAL 45

fase de meseta disparará el orgasmo. Los hombres normales


pueden ejercer una gran dosis de control voluntario que de­
mora la eyaculación. La incapacidad para ejercer una conti­
nencia voluntaria sobre el reflejo de eyaculación después de
que se han alcanzado estos niveles de excitación produce el
síndrome clínico de eyaculación precoz.
Inversamente, un control involuntario produce-el esta­
do de eyaculación retardada, que se caracteriza por el blo­
queo de la secuencia sexual en la fase de meseta. Específica­
mente, el eyaculador retardado se excita, alcanza la meseta,
puede experimentar el intenso deseo de alcanzar el orgasmo
que es característico en esa etapa y, sin embargo, n.o puede
eyacular a pesar de una estimulación vigorosa y eficaz.
En unos pocos casos la inhibición se halla confinada a la
fase de eyaculación, mientras que permanece intacta la fase
de emisión. Cuando se da este desfase, el varón responde
con goteo de semen durante el clímax, debido, probable­
mente, a la respuesta de emisión. Pero no experimenta las
contracciones del perineo ni encuentra un placer orgásmico
auténtico.
Pueden surgir problemas psicológicos secundarios
como consecuencia de ciertos trastornos de la eyaculación.
Por ejemplo, puede ocurrir que cuando el coito es inmi­
nente, el varón experimente un alto nivel de ansiedad,
anticipando un posible fracaso en la ejecución del acto se­
xual. A veces esto es causa de una impotencia secundaria.
Para el varón que no padece de conflictos, sin embargo, la
meseta -esto es, el nivel alto de excitación que pr�cede al
orgasmo- se caracteriza por una sensación de «abaÍldono»
sexual y, por lo tanto, se transforma en una experiencia
muy placentera.
46 !. CONCEPTOS BAS

La respuesta sexual femenina

La respuesta sexual femenina transforma una vagina tens1


seca en un receptáculo abierto y bien lubricado para la 1
cepción del falo. Como ocurre en el hombre, la respuestas
xual femenina se inicia mediante un estado de excitación
hay que distinguir dos componentes distintos: una respue
ta vasocongestiva local, análoga a la erección, y el orgasrn
que es análogo a la fase expulsiva del orgasmo masculino. 1
respuesta vasocongestiva inicial, que produce la formació
de la plataforma orgásmica y la humedad vaginal, . carece d
una etiqueta descriptiva adecuada y la señalaremos como 1
fase de lubricación-hinchazón.
La mujer se parece al hombre en que tanto los estímulo:
específicamente sexuales como otros más sutiles pueder
desencadenar ciertas sensaciones eróticas y respuestas se·
xuales fisiológicas. Existen, sin embargo, diferencias en los
sexos. Por ejemplo, los estímulos táctiles, como el besar y el
acariciar, parece que son estímulos eróticos relativamente
más potentes, en el caso de las mujeres de nuestra cultura, que
los visuales. Por el contrario, algunos estudios afirman
que los estímulos visuales, como por ejemplo, el observar los
genitales del sexo opuesto o dibujos y películas eróticas, son
más estimulantes, en general, para los hombres. Se han
identificado, además, otras diferencias en cuanto a la esti­
mulabilidad de los sexos. Para citar un solo paradigma: por
lo menos en nuestra cultura la calidad de la relación con el
compañero sexual es un determinante más poderoso para
las mujeres que para los hombres. En otras palabras, es mu­
cho más probable que una mujer responda sexualmente solo
ante un hombre, mientras que un hombre puede ser capaz
de funcionar con un gran número de mujeres sexualmente
atractivas.
Puesto que tanto los moldes físicos como culturales de la
sexualidad masculina y femenina difieren enormemente, es
Y LA FlS!OLOG(A DE
J.
LA RESPUESTA SEXUAL 47
LA ANATOMÍA

osible afirmar con certeza en esta etapa de nuestro co-


1·mp
� o im iento qué aspectos de las diferencias sexuales po­
c
rían atribuirse a factores biológicos y cuáles a factores ex­
perienciales. Sin embar?o, e�isten diferencias innega�Ies en
. .
]as manifestac10nes fis10lóg1cas que posiblemente ejerzan
un influjo considerable en la determinación de unas res­
puestas distintas para el hombre y para la mujer. En primer
lugar, la erección, la respuesta específica fisiológica que pre­
para al varón para el acto sexual, es externa y muy patente;
por el contrario, la reacción sexual específica de la mujer es
interna) y como además esos órganos internos no se hallan
equipados con un aparato sensorial que los conecte con el
cerebro sentiente, estas reacciones no son percibidas y no se
las vivencia a ese nivel consciente. La mujer, en efecto, no es
capaz de percibir la expansión de la vagina o el ascenso del
útero a partir de la cavidad pélvica. Aparte de que se sienta
húmeda y eróticamente estimulada y tenga como un ba­
rrunto de su congestión pélvica, la hembra es completa­
mente inconsciente de los profundos cambios fisiológicos y
anatómicos que están ocurriendo en su cuerpo. Ni tampo­
co el varón nota estos cambios al introducir el pene en la va­
gina. En efecto, se sabía muy poco de la respuesta sexual fe­
menina hasta que Masters y Johnson comenzaron sus
brillantes estudios. En el curso de sus investigaciones, Mas­
ters y Johnson tomaron fotografías de los órganos femeni­
nos internos durante la actividad sexual. Estas fotos revela­
ban unos cambios fisiológicos espectaculares, y hasta aho¡-a
no reconocidos, que preparan al cuerpo femenino para el
acto sexual*.

* Masters y Johnson diseñaron un falo artificial, fabricado con plástico

transparente y equipado con una luz y una cámara. Era una herramien­
ta perfecta para conseguir este propósito. Al copular la mujer con el
falo artificial era posible fotografiar y registrar las reacciones de la va­
gina y del cuello del útero durante las diversas etapas de la respuesta se­
xual.
48 l. CONCEPTOS llJ

Como hemos mencionado antes en este capítulo, la


timulación sexual despierta reacciones somáticas no esp
ficas y respuestas genitales específicas tanto en el va
como en la mujer. Y, al igual que en el varón, las respue,
extragenitales de la mujer al estímulo sexual se caracteri
por diversos perfiles de vasocongestión y miotonía. Es r
visible en la mujer que en el hombre la vasocongestión ge
ral de la piel, que produce un «moteado» o rubefacción
muchas mujeres excitadas sexualmente. Sin embargo, y
como era de esperar, los cambios más sobresalientes son
que se dan en el aparato genital.

La fase de lubricación-hinchazón

Las reacciones vasocongestivas locales y las reacciones 1


flejas de músculos de fibra lisa ante una excitación eróti
producen cambios fisiológicos profundos en Jos genitalesJ
meninos. La comprensión de estas transformaciones exi¡
unos conocimientos básicos de los órganos reproductor
dela mujer (véase figura 5).
En su fase de reposo, la vagina se halla colapsada, es de C<
lor pálido y está sólo ligeramente húmeda. Cuando se la eJ
cita eróticamente se expansiona y se ahueca, como si se tn
tase de una «erección interna», o quizá como un fenómen
que podríamos describir de forma más adecuada como un
«invaginación» que sirve para que penetre en eÍla un fal
erecto, apuntando además el proceso a que el pene recib
una estimulación adecuada. Aunque la vagina es lo suficien
temente elástica para dilatarse en el grado necesario par<
que pase por ella la cabeza del feto, en el acto sexual S•
agrandajustamente lo preciso para adherirse al pene, inde
pendientemente de su tamaño. Simultáneamente, y segun·
dos después de iniciarse la excitación, se presenta un trasu­
dado en las paredes de la vagina como consecuencia de la

'·'-�--
¡. LA ANAT
OMIA Y LA FIS!OLOG!A DE LA RESPUESTA SEXUA¡. 49

s.­ dilatación del plexo venoso circunvaginal (vasocongestión


t�
local) . Este trasudado lubrica el introito y facilita la inser­
'n ción del pene.
IS A medida que la mujer se siente más excitada, las paredes
n del útero se regurgitan con sangre y el órgano se ensancha.
is Comienza además a subir desde su posición quiescente y
,_ «trepa» fuera de la cavidad pélvica, quizá con la finalidad
n biológica de colocar el cuello en una posición que aumente
:! las posibilidades de fertilización.

angulus ditoridis

bulbus vestibuli

fascia externa
\ trigoni .
labium ___

minus .
<ú;�,·':>�rogen1tahs
"�

:'-�- ,�!�:.""'
perinei superficialis
m. bulvocavernosus
m. sphincter
ani externos

FIGURA 5. Anatomía delos genitales femeninos.


(Tomado del Atlas der deskriptiven Anatomie des Menschen, deJ. So�
botta, Berlfn: Urban &Schwarzenberg, 1948.)
50 l. CONCEPTOS BAsicc

Además de estos cambios fisiológicos y anatómicos, e¡


gran parte internos, que permiten a la vagina y al útero cum
plir sus funciones de reproducción, se da una profunda re
gurgitación vascular e hinchazón del tracto genital extern<
inferior, con lo que aumenta el placer erótico que experi
menta la mujer y la prepara para el orgasmo. En el varón, ]:
regurgitación vascular del pene produce la erección. Análo
gamente, en la mujer se forma una «plataforma orgásmica)>
que consiste en tejidos hinchados y regurgitados que rodea¡
el introito y obstruyen parcialmente su lumen. Al ir aumen
tanda la excitación, los tejidos externos que rodean la entra.
da vaginal -los labios, los bulbos vestibulares, el tercio infe.
rior de la vagina y el perineo- se van cargando de sangre )
esto hace que adquieran un color brillante y además se hin·
chen y se espesen.
Las estructuras anatómicas de los órganos genitales, in­
cluyendo su inervación y su provisión vascular, se derivar
de estructuras embrionarias idénticas en el hombre y en fo
mujer, y se hallan exquisitamente adaptadas para que SE
complementen las funciones de ambos sexos. Por ejemplo,
la vasocongestión local constituye la base de las respuestas
sexuales en ambos sexos. Sin embargo, en contraste con el
varón, en donde la vasocongestión local genital se produce
dentro de los límites de los cuerpos cavernosos y del cuer­
po esponjoso, y se halla limitada por la fascia peneana, la
respuesta congestiva femenina es más difusa y menos espe­
cializada. En efecto, no existen estructuras específicas ni
cavernas que se llenen de sangre. Más bien se da una hin­
chazón y una regurgitación general de los genitales ex­
ternos e internos y del área pélvica. El espesamiento de la
plataforma orgásmica procede de esta distensión general
de los vasos que rodean el canal vaginal y la vulva vesti­
bular. Estas estructuras, que se hallan profundamente
soterradas en los labios y alrededor de la vagina, son aná­
logas a los cuerpos cavernosos del pene. Además, este fe-
¡, LA
¡1.NATOMIA Y LA FISJOLOG{A DE LA RESPUESTA SEXUAL 51

nómeno de vasocongestión local es también responsable


de la lubricación vaginal,

Implicaciones clínicas

No se ha estudiado aún de una manera explícita la re­


gulación nerviosa de la respuesta vasocongestiva del ciclo
sexual femenino. Por analogía se deduce que, al igual que la
erección masculina, la lubricación-hinchazón femenina se
halla bajo el control de la división parasimpática del sistema
nervioso autónomo. Clínicamente, como ocurre en el va­
rón, estas respuestas viscerales anatómicamente reguladas
son vulnerables a alteraciones funcionales debidas a los fac­
tores fisiológicos concomitantes del afecto negativo. Por
ejemplo, las mujeres que se hallan gravemente inhibidas en
la esfera sexual no lubrican, no muestran una dilatación ge­
nital y no manifiestan los fenómenos extragenitales que he­
mos descrito más arriba en respuesta a la estimulación se­
xual. Estas pacientes son realmente «frígidas», o podemos
decir que padecen una disfunción sexual general. Por el con­
trario, algunas mujeres que se quejan de que «no sienten
nada», sí lubrican y manifiestan otros signos de respuestas
fisiológicas, pero se hallan «exiliadas» de sus sensaciones
eróticas a causa de un fenómeno que consiste, esencialmen­
te, en un mecanismo de defensa histérica.
Según la teoría de las dos fases, la respuesta vasoconges­
tiva y el reflejo del orgasmo pueden quedar ambos blo­
queados o bien inhibidos por separado. En circunstancias
normales, esto es, si la mujer no sufre de ninguna inhibición
orgásmica y no se produce ninguna interferencia en la esfera
sexual, una estimulación clitorídea eficaz, después de que las
respuestas vasocongestivas hayan creado una plataforma
orgásmica, produce un orgasmo. Sin embargo, parece que
muchas pacientes alcanzan la fase de meseta del ciclo sexual,
52 l. CONCEPTOS BAStc0¡

o en el peor de los casos, altos niveles de tensión sexual, per0


tienen dificultades para alcanzar el clímax, a pesar de un,
estimulación continuada. Hablamos entonces, erróneamen.
te, de frigidez, pero la deberíamos considerar más bien uno
forma de disfunción orgásmica análoga a la eyaculación re.
tardada del varón. Cabría describir ambos síndromes como
una inhibición específica del orgasmo, en la que el paciente
parece que se hubiera atascado en la fase de meseta, sin ano.
malía alguna en la vasocongestión.
Una vez más, vuelve a revelar su importancia la distinción
entre la disfunción sexual general y la disfunción orgásmica
femenina, porque los dos estados parece que responden a
tratamientos distintos. En los capítulos 1 8 y 19 discutiremos
este tema desde una perspectiva clínica.

Orgasmo femenino

La respuesta sexual femenina, como la del varón, culmina en


el orgasmo, que consiste en una serie de contracciones refle.
jas involuntarias y rítmicas de las estructuras que compren.
de la plataforma orgásmica, esto es, los músculos y los tejí·
dos espesados que rodean el introito vaginal y también
algunos de los músculos pélvicos. En contraste con el orgas­
mo masculino) que consiste en dos fases, la de emisión y la
de eyaculación o expulsión, el femenino tiene un solo com­
ponente, que es análogo al de la expulsión.
En la hembra, los músculos perineales, vulvares y pubo­
coccígeos, los músculos del suelo del perineo y (en una pro·
porción menor) los músculos vaginales interiores se con­
traen rítmicamente con intervalos de 0,8 segundos contra
los tejidos espesados y regurgitados que rodean a la vagina,
esto es, la plataforma orgásmica, con lo que se constituye la
vivencia orgásmica. Es probable que los receptores propio·
ceptivos profundos, sensibles a la presión y ubicados en la

---------
Y LA FJS!OLOGIA DE l.A RESPUESTA SEXUAL 53
J. L/\. AN/\.TOMIA

musculatura perineal yva�inal, así coro� los receptore.s sen­


soriales viscerales, transmitan las sensaciones orgásm1cas al
cerebro, haciéndose así conscientes y placenteras.
El útero se contrae también durante el orgasmo; sin em­
bargo, las mujeres no son completamente conscientes de las
contracciones uterinas, aunque a veces se da una sensación
placentera, vaga y difusa, en el útero durante el orgasmo y
que se debe probablemente a la percepción de estas respues­
tas. Solamente cuando el nivel de estrógenos es bajo -des­
pués de la menopausia o de la castración quirúrgica, por
ejemplo- estas contracciones orgásmicas uterinas pueden
ser percibidas como dolorosas y similares a los calambres
menstruales.

El clítoris y la vagina

Muchas han sido las controversias y grande la confusión que


ha habido en torno al papel del clítoris y de la vagina en la se­
xualidad femenina, lo cual ha sido, por desgracia, una fuente
muy importante de malentendidos clínicos. La controversia
ha sido formulada siempre en términos muy confusos,
como por ejemplo: ¿El orgasmofemenino es clitorídeo o vagi­
nal? La pregunta debería ser formulada, por el contrario, de
la siguiente forma: ¿Es la estimulación vaginal o la clitorídea
la que produce el orgasmo en la mujer? Según la teoría freu­
diana, el orgasmo en las mujeres normales siempre es desen­
cadenado por la estimulación vaginal. Freud partió de la
base de que la mujer tiene dos zonas erógenas principales: el
clítoris y la vagina. Durante las primeras etapas del desarro­
llo psicosexual, la actividad erótica se centra en el clítoris.
Sin embargo, idealmente, se da una posterior transición ha­
cia la primacía vaginal en las mujeres normales. Según esta
teoría, una mujer «transfiere» sus sensaciones sexuales des­
de el clítoris a la vagina cuando alcanza la madurez psicose-
54 l. CONCEPTOS BÁSICOS

xual. El erotismo clitorídeo «Se abandona»; el «orgasmo va­


ginal» es la meta del desarrollo psicosexual normal. Según
esto, y hasta que Masters y Johnson demostraron la falacia
de esa teoría, la mayor parte de los clínicos pensaban que la
estimulación del clítoris producía un orgasmo clitorídeo
sólo en mujeres infantiles, es decir, aquellas que se hallaban
fijadas en etapas tempranas del desarrollo y que no habían
logrado alcanzar una primacía genital. En resumen, la re­
tención de la sensación clitorídea era considerada prima fa­
cie como un dato a favor de la neurosis. Así siguieron las co­
sas hasta fechas recientes: se pensaba que el orgasmo de las
mujeres normales era siempre producido por una estimu­
lación vaginal, mientras que el erotismo clitorídeo era pa­
tológico.
Los estudios más recientes han brindado razones muy
convincentes para revisar este concepto del orgasmo clito­
rídeo-vaginal. Los nuevos datos sugieren que la estimula­
ción del clítoris es siempre clave para producir la descarga
orgásmica durante el coito, así como durante otras formas
del juego amoroso. Masters y Johnson han definido con agu­
deza la función del clítoris como «transmisor y conductor»
de la sensación erótica.
Anatómicamente, el clítoris es un pequeño botón tisular
localizado por debajo de la sínfisis púbica. Tiene proba­
blemente la misma distribución nerviosa que el glande del
pene. El clítoris tiene abundante provisión de terminaciones
nerviosas sensoriales, y su estimulación la experimentan
como intensamente placentera la mayor parte de las muje­
res. Sin embargo, el clítoris es al mismo tiempo tan ex­
quisitamente sensible al contacto, que la estimulación táctil
directa de esta área puede convertirse en intolerable y es­
pecialmente cuando el órgano no se halla lubricado. La ma­
yor parte de las mujeres prefieren una estimulación cli­
torídea indirecta, bien por presión en el monte de Venus o
por el roce lateral del pene a través de los labios menores.
L LA ANATOMfA Y LA F!SJOLOG{A DE LA RESPUESTA SEXUAL 55

En contraste con la gran sensibilidad del clítoris, la va­


gina es sensible al tacto sólo en su introito. La vagina es, en
efecto, un túnel flexible compuesto por músculos de fibra
lisa y con sólo alguna musculatura estriada cerca del introi­
to. Va tapizada con una membrana mucosa provista de fi­
bras táctiles sólo en su entrada. Sin embargo, los tejidos más
profundos contienen terminaciones propioceptivas y sensi­
bles al estiramiento, especialmente en el tercio exterior. La
contracción, la palpación y la distensión y la presión profun­
da, especialmente en la posición teórica de las 4 y 8 «horas»
cerca de la entrada y en el tercio exterior de la vagina, produ­
cen sensaciones muy placenteras y eróticas en muchas
mujeres. Estas sensaciones placenteras producidas por la es­
timulación vaginal difieren cualitativamente de las sensa­
ciones experimentadas cuando se estimula el clítoris. La
mayoría de las mujeres afii'man que responden _a una com­
binación de sensaciones vaginales y clitorídeas, pero tam­
bién es cierto que la gran mayoría de ellas piensan que la es­
timulación clitorídea contribuye de una manera más
importante al orgasmo. En cualquier caso, aunque sea pla­
centera, la estimulación vaginal en sí misma no produce una
respuesta orgásmica a menos que se halle acompañada de
fantasías muy eróticas, con lo cual el orgasmo vaginal posee
una base psicológica más que fisiológica. Por el contrario, la
estimulación clitorídea produce, normalmente, el orgasmo.
Todavía es más convincente el hecho de que la masturbación
en las mujeres se dirige casi siempre hacia el clítoris. Muy
pocas son las mujeres que intentan producirse el orgasmo
insertándose objetos en la vagina.
La mayor parte de los autores creen que incluso durante el
coito el desencadenante del orgasmo femenino es probable­
mente la estimulación clitorídea. El clítoris se halla rodeado
por un repliegue de la piel, el «capuchón del clítoris », que es
análogo al prepucio. El capuchón se halla a su vez unido a los
labios menores. Es significativo que durante el acto sexual el
56 L CONCEPTOS BÁS!Cos

falo, que ejerce un movimiento de pistón, produce una trac­


ción mecánica y rítmica sobre los labios menores, con lo que
brinda estimulación al clítoris a través de los estiramientos
del capuchón. Hoy todo el mundo está de acuerdo en que es
la estimulación del clítoris a través de la presión sobre el
hueso púbico y del mecanismolabios menores-capuchón, y
no la estimulación directa de la vagina, lo que produce el or­
gasmo en las mujeres.
Sin embargo, aunque la éstimulación del clítoris es crucial
para la provocación del orgasmo, el clítoris no juega ningún
papel en su realización. E l orgasmo es un reflejo y la expe­
riencia orgásmica consiste en las contracciones rítmicas de
los músculos circunvaginales estriados. Además, como he­
mos observado antes, muchas autoridades creen ahora que
todos los orgasmos femeninos son fisiológicamente idénti­
cos. Son desencadenados por la estimulación del clítoris y se
expresan mediante contracciones vaginales. Por tanto, e in­
dependientemente de cómo se aplique la fricción al clítoris
-por ejemplo, con la lengua, con el dedo de la mujer o de su
compañero, con un vibrador o con el coito- el orgasmo fe­
menino casi siempre es desencadenado por la estimulación
clitorídea. Sin embargo, siempre se manifiesta mediante una
descarga de los músculos circunvaginales. Esto demuestra
que la fisiología del orgasmo femenino es análoga a la del va­
rón. En el varón la estimulación táctil del glande y de la ver­
ga desencadena el orgasmo, que consiste en contracciones
rítmicas reflejas de los músculos estriados de la base del
pene.

Componentes sensoriales y motores del orgasmo

Al parecer, es esta dicotomía -por un lado, la ubicación de


los espasmos orgásmicos en y alrededor de la vagina y la
percepción concomitante de la sensación orgásmica en la re�
LA ANATOMÍA
Y LA FrS!QLOGfA DE LA RESPUESTA SEXUAL 57
¡,

gión vaginal general y profunda de la pelvis; por otro, la ubi­


cación del área primaria de estimulación en el clítoris- lo
que ha servido para perpetuar el mito de que la mujer es ca­
paz de dos tipos distintos de orgasmo y para desencadenar
una estúpida controversia en torno al orgasmo femenino. El
orgasmo es ante todo un reflejo, y como tal tiene un compo­
nente sensorial y otro motor. Pocos se atreverían a disentir
del hecho de que la expresión motórica de este reflejo es «Va­
ginal». En otras palabras, todo el mundo está de acuerdo en
que el clítoris no se halla implicado en la descarga orgásmica
femenina. Las contracciones rítmicas de los músculos cir­
cunvaginales constituyen, en efecto, el orgasmo femenino.
Además, si bien un orgasmo exento de inhibición puede
consistir en una experiencia «total» que afecta a todo el
cuerpo, las sensaciones que se dan durante la descarga or­
gásmica se experimentan con máxima intensidad dentro y
alrededor de la vagina y en las estructuras pélvicas más pro­
fundas. Toda la discusión gira en torno de la localización
sensorial de este reflejo. ¡El orgasmo es desencadenado nor­
malmente mediante la estimulación de la vagina con el
pene? ¡O lo produce una fricción táctil aplicada al clítoris?
Los datos clínicos que citamos anteriormente apuntan cla­
ramente hacia el clítoris. El estudio no es concluyente, por­
que las vías nerviosas y los centros reflejos espinales no han
sido aún anatómicamente detectados con precisión. ¿Pero
cuál es la diferencia? ¡Por qué la localización de las termina­
ciones sensoriales del reflejo orgásmico ha producido discu­
siones tan exacerbadas?
El reflejo orgásmico femenino es único a este respecto:
aunque es absurdo dicotomizar un reflejo según sus com­
ponentes motor y sensorial, con el orgasmo femenino se ha
hecho esta división irracional.
Sigamos con esta paradoja: a un médico nunca se le ocu­
rriría preguntar a una persona si parpadea debido a la cór­
nea o a los párpados. Todo médico sabe que el punto desen-
58 !. CONCEPTOS BÁSICOS

cadenante del reflejo del parpadeo se halla en la córnea, que


está inervada por la rama sensorial del quinto nervio cra.
nea!. Sabe también que la manifestación motórica del par­
padeo se realiza a través de los músculos del párpado, que se
hallan inervados por un nervio distinto, es decir, la rama
motórica del séptimo nervio craneal, vale decir, el facial.
Como es obvio, el reflejo del parpadeo no es exclusivamente
cornea! ni palpebrál, sino que se halla controlado por los
nervios craneales quinto y séptimo. En efecto, tanto el com­
ponente sensorial como el ¡:notórico forman parte del refle­
jo. De la misma manera, los datos sugieren que el reflejo del
orgasmo femenino se halla desencadenado por la estimula­
ción de ciertas terminaciones sensoriales del clítoris , lo cual
se vivencia como muy placentero y erótico e impulsa a la
mujer a intentar que la estimulación continúe. El orgasmo,
por otra parte, se expresa mediante el espasmo motórico de
los músculos vaginales y circunvaginales, que se hallan iner­
vados por otros nervios. Es también una experiencia muy
placentera y erótica, que se suele localizar de una manera di­
fusa cerca de la vagina y en la pelvis profunda. En el varón se
da algo similar, pero nunca se ha,suscitado ninguna contro­
versia a este respecto: la eyaculación se dispara por la esti­
mulación de la punta y el cuerpo del pene, estructuras que se
derivan embriológicamente del mismo tejido que forma el
clítoris en la mujer. Sin embargo, son los espasmos clónicos
de los músculos de la base del pene y del perineo los que pro­
porcionan la descarga orgásmica real. Estos músculos son
también análogos a los músculos circunvaginales y perinea­
les que se contraen durante el orgasmo femenino, y se hallan
inervados probablemente por nervios parecidos.
No se han estudiado aún las bases neurofisiológicas y
neuroanatómicas del orgasmo femenino, por lo que aquí es
preciso recurrir a ciertas inferencias a partir del varón. So­
bre esta base, que desde luego es insuficiente, cabe especular
que el orgasmo femenino, como el masculino, se halla go-
A Y LA FJSIOLOGIA DE LA RESPUESTA SEXUAL
¡, LA A
NATOMÍ 59

bernado por un centro reflejo medular. Las vías eferentes a


artir de ese centro van hasta los músculos perineales y, en
�ierta medida, a las vísceras pélvicas. El centro recibe proba­
blemente distintos inputs procedentes de los nervios senso­
riales de los genitales externos en su totalidad, pero sobre
todo del clítoris. Además, sobre este centro inciden tanto in­
puts facilitadores como inhibidores procedentes de distintos
niveles superiores del sistema nervioso central, incluidos la
corteza y el diencéfalo. Esta disposición neurológica explica
el fenómeno de la inhibición orgásmica femenina ante una
estimulación local adecuada y al revés: en algunas mujeres
que tienen un umbral orgásmico muy bajo, los impulsos fa­
cilitadores procedentes de los centros superiores pueden
producir el orgasmo por simple manipulación de los senos
0 a base sólo de fantasías eróticas, en ausencia de una esti­

mulación clitorídea o vaginal.


Ala luz de estas consideraciones, la antigua pregunta de si
el orgasmo es clitorídeo o vaginal (y, por extrapolación, si la
mujer en cuestión es neurótica o normal) aparece en la pers­
pectiva correcta. Ambos componentes forman parte inte­
gral de la reacción orgásmica, y sería tan absurdo dar la pri­
macía a uno o a otro como distinguir entre el componente
motor y el sensorial de cualquier reflejo: el del parpadeo, el
dela sorpresa, el del rascado, etc. En efecto, sería igual de in­
sensato preguntarnos si la respuesta de sorpresa ante un rui­
do intenso es un reflejo de oído o un reflejo de los músculos
esqueletales, que plantearnos si una mujer gozade un orgas­
mo clitorídeo o vaginal.
Orgasmos múltiples. Las mujeres no se hallan limitadas en
su potencial orgásmico por ningún período refractario. A
diferencia del hombre, pueden ser estimuladas repeti­
damente hasta alcanzar el orgasmo, si es que desean gozar
de dicha experiencia. Muchas mujeres se sienten satisfechas
después de un solo orgasmo, pero muchas otras continúan
sintiendo el deseo erótico después de alcanzar el clímax
L

60 CONCEPTOS ,BÁSICOS

(aunque este clímax haya sido muy placentero) y desean una


e
estimulación posterior. Por el contrario, en el hombre, a me­
nos que sea muy joven, el deseO sexual «Cae en picado>> in�
mediatamente después del orgasmo. La mujer retiene su ca­
pacidad de orgasmos múltiples a lo largo de su vida. Sin
embargo, el clínico que trata los problemas sexuales debería
ser consciente de que no todas las mujeres desean experi�
mentar orgasmos múltiples. Muchas mujeres se sienten sa­
tisfechas con uno o dos orga�mos ala semana, especialmen­
te si su marido o compañero sexual goza de su amor. Por una
ironía, el hombre, que en este aspecto se halla en desventaja
fisiológica respecto a la mujer, parece tener, por lo menos en
nuestra cultura, un impulso mayor a actualizar su potencial
orgásmico. Esto es especialmente cierto en lo que respecta a
los hombres jóvenes.

Consecuencias clínicas

Ciertas diferencias sexuales en la respuesta orgásmica deter­


minan problemas clínicos específicos en ambos sexos. Por
una parte, e independientemente del hecho de que el varón
suele sentirse tranquilo y somnoliento después del acto se­
xual, también es cierto que vuelve al estado de reposo inicial
con relativa rapidez. Por el contrario, lamujervuelve al esta­
do no sexual de una manera más lenta. Si ha alcanzado un
orgasmo, la mujer puede experimentar un placer profundo
y prolongado durante la etapa de resolución y, como hemos
mencionado anteriormente, es capaz de volver a gozar una y
otra vez del orgasmo, si es que lo desea.
Se ha dicho que el orgasmo es una necesidad en el hom­
bre, mientras que en las mujeres es un auténtico lujo. Aunque
esto es cierto en función de la fertilidad, hay que señalar
que el fracaso continuado en alcanzar el orgasmo puede
ejercer consecuencias nocivas sobre la mujer. En el hombre,
LA'""" ""····
y LA FJSJOLOGfA D.E LA RESPUESTA SEXUAL 61

:
al termina casi siempre con el orgasmo, mientras
e1 cto sexu
r puede a veces participar en el coito sin respon­
r
la muje
de una manera activa. Además, aun cuando la mujer se

h le estimulada sexualmente, lo cierto es que a menudo el
al clímax; en este caso su etapa de resolución
coito no la lleva
prolonga. Si la ausencia de orgasmo es la excepción y no la
:: gla, la mujer sufrirá efectos negativos de ningún tipo. A
no
diferencia de muchos varones, las mu1eres pueden gozar
ocasionalmente de una experiencia sexual no orgásmica.
Por otro lado, las mujeres que no alcanzan nunca o sólo rara
vez el clímax, manifiestan tensión e irritación después del
acto sexual. Algunos ginecólogos atribuyen el síndrome de
congestión pélvica crónica a la frecuencia con la que estas
rnujeres experimentan una situación sexual sin alcanzar la
etapa de resolución y, por lo tanto, la descarga de sus impul­
sos orgásmicos. Finalmente, y aparte de estas secuelas físicas
potenciales, el fracaso repetido en la mujer para alcanzar el
clímax y, por consiguiente, los sentimientos posteriores de
fÍ'ustración, pueden dar origen a ciertas reacciones psi­
cológicas, tanto en el varón como en la mujer, que en de­
terminadas circunstancias ejercerán un efecto destructor
sobre las relaciones existentes en el seno de la pareja.

Comparación entre la respuesta sexual femenina


y masculina

Los órganos genitales en ambos sexos, así como su aparato


neurológico concomitante, se derivan de estructuras em­
briológicas idénticas, dándose más profundas semejanzas
entre la respuesta sexual del hombre y la de la mujer que lo
que se desprende de una observación superficial. Ya hemos
descrito en varias ocasiones algunas de las analogías entre la
respuesta sexual masculina y femenina, pero se harán más
·' claras si las resumimos. )ohn Money y Mary Jane Sherfey
62 t. CONCEPTOS 81\S!
C� ¡:
han señalado que todos los fetos, si se los abandonase a su
suerte, se convertirían en hembras. Sin embargo) bajo el in.
flujo de los andrógenos fetales, la «jalea real», se inicia, en e!
caso del varón, un desarrollo completamente distinto y do.
tado de un alto nivel de especialización. A consecuencia de
sus orígenes comunes, así como de una temprana especial_¡;
zación, se dan tanto semejar.izas como diferencias en el apa�
rato sexual y en las respuestas de la hembra y del macho
adulto.
La naturaleza bifásica de la sexualidad es patente en arn;
bos sexos, y las dos fases son análogas en ambos. En el va.
rón, la vasocongestión local de los cuerpos cavernosos y es.
ponjoso del pene produce la erección, mientras que en la
mujer la vasocongestión de estructuras anatómicas aná­
logas -por ejemplo, la vulva vestibular que rodea al introito­
desencadena la lubricación vaginal y la ingurgitación, creán­
dose, a su vez, la plataforma orgásmica. Aunque las fases
vasocongestivas del hombre y de la mujer son, pues, análo­
gas, difieren en vulnerabilidad; la respuesta más especializa­
da y más compleja de la vasocongestión masculina es mucho
más vulnerable que la reacción, más indiferenciada, de la
mujer. Por tanto, la impotencia es un signo patológico bas­
tante corriente en los hombres mientras que la inhibición de
la lubricación y de la hinchazón en las hembras es rara, aun­
que posible.
El orgasmo es también análogo en ambos sexos. En el ma­
cho el orgasmo lo desencadena la estimulación del glandey
de la verga. La eyaculación se manifiesta mediante espasmos
involuntarios, de 0,8 segundos, por parte de los músculos de
la base del pene. La estimulación del clítoris desencadena, de
una manera similar, el orgasmo femenino. El clítoris es, ana·
tómicamente hablando, análogo al glande y al cuerpo es­
ponjoso del falo. El orgasmo femenino se exterioriza me·
<liante la contracción de músculos análogos a los que se
hallan implicados en la eyaculación, es decir, los músculos
¡. LA AN
ATOMIA Y LA FIS!OLOGfA DE LA RESPUESTA SEXUAL 63

d la vulva
y el perineo, así como los circunvaginales, que
t� bién responden con una serie de contracciones de 0,8 se­
undos de intervalo. Una vez más, debemos señalar que
� sten tanto semejanzas como diferencias en la respuesta
rgásmica de los hombres y de las mujeres. Al contrario que
0n el varón, no existe eyaculación en la mujer, que tampoco
e
xperimenta el período refractario, un aspecto importante
� ela respuesta eyaculatoria masculina. Pór otro lado, el or­
gasmo femenino parece mucho más vulnerable a la inhibi­
ción que el del varón ymientras que la disfunción orgásmica
es muy frecuente en la población femenina, su análogo mas­
culino, la eyaculación retardada, es relativamente infrecuen­
te. Finalmente,lalibido masculina y femenina y e! funciona­
miento sexual se hallan sometidos a múltiples factores.
Ambos dependen, en último término, de los andrógenos, así
como de ciertos determinantes psíquicos. Es virtualmente
imposible separar las influencias de la biología y de la
experiencia sobre las respuestas sexuales de ambos sexos
con un cierto nivel de certeza. En general, parece que la res­
puesta sexual femenina es más variable que la masculina, y
esto se debe probablemente a que es mucho más susceptible
a ciertos determinantes psicológicos y culturales. Por el con­
trario, la estimulación sexual en el varón, y especialmente
cuando es joven, se halla presidida, en mayor cuantía, por
ciertos factores físicos. Y es menos vulnerable, aunque en
modo alguno inmune, a los influjos psíquicos.
2. Cerebro y sexo

La conducta sexual humana es el producto de factores am­


bientales y biológicos. El médico que trata las anomalías se.
xuales debería comprender ambos aspectos y estar en con­
diciones de intervenir tanto en la dimensión física como en
la conducta], conjuntamente, en la medida en que hoy día
esto sea técnicamente factible. En este capítulo y en el próxi­
mo revisaremos algunos de los conceptos más conspicuos
sobre el papel del cerebro y de las hormonas sexuales en el
área de la sexualidad humana.
Las investigaciones recientes han supuesto un gran
avance en la comprensión de las localizaciones cerebrales
de las respuestas sexuales. Estos trabajos nos han brinda­
do también nuevos constructos hipotéticos acerca de la
base neurológica de la motivación sexual e incluso de con­
ductas sociosexuales al1n más complejas. Es necesario
contar con un pequeño trasfondo neuroanatómico para
comprender estos hallazgos y sus conceptos correspon­
dientes.

64
2• CE!UOBRO
Y SEXO 65

:El sistema nervioso central

La neurona es la unidad básica del sistema nervioso. Estas


células altamente especializadas poseen un gran número de
terminales que se adaptan,a la función de suministrar cone­
xiones anatómicas complejas, que explican las complicadas
relaciones funcionales. Las neuronas engendran, reciben y
transmiten impulsos a otras neuronas a través de conexio­
nes o sinapsis mediante microemisiones de sustancias neu­
rotransmisoras.
El sistema nervioso es esencialmente una red de neuronas.
Esta red no es amorfa y difusa, sino que se organiza en centros
de reflejos especiales, núcleos y circuitos que sirven a funcio­
nes diversas. Aunque estas funciones son en cierto modo in­
dependientes, se hallan también anatómicamente conectadas
entre sí y organizadas funcionalmente de tal manera que per­
miten al individuo actuar de una forma ordenada e integrada.
El cerebro consiste en numerosos centros reflejos y cir­
cuitos constituidos por grandes masas de neuronas conec­
tadas entre sí. Estas neuronas reciben y envían inputs unas a
otras mediante tractos de fibras nerviosas, que tienen una
función comunicante. El arco reflejo es una unidad básica en
la organización nerviosa. Es un circuito que, en su forma
más elemental, consta de un nervio eferente que transmite
inputs sensoria.les procedentes de un órgano. Esta neurona
sensorial establece conexión sináptica con una neurona efe­
rente. La neurona eferente envía impulsos a un músculo o a
una glándula y hace que funcione. Muchos de estos centros
inferiores están localizados en la médula espinal o en el
tronco del encéfalo. Los centros reflejos inferiores son capa­
ces de funcionar independientemente, pero no actúan así en
el individuo sano. Más bien reciben impulsos de un sistema
complejo formado por centros superiores y fuentes de inputs
sensoriales, que tienen la capacidad de modificar, inhibir o
facilitar la función.
,, ,
+:-:

66 l. CONCEPTOS S..\Sl t
cos

El sistema nervioso es esencialmente jerárquico y cuénta


con unos centros «Superiores» que ejercen control sobre
los «inferiores>>, como si se tratase de una jerarquía militar.
La neurona motora inferior es como el soldado raso, qué
tiene cierta autonomía pero que debe atenerse a las estrate�
gias y a las maniobras que han sido establecidas por el jefe
del estado mayor o por el comandante en jefe del ejército;
podríamos homologar a estos últimos con la corteza moto­
ra. La compleja organización del cerebro gana en claridad
cuando se la considera desde una perspectiva evolutiva. El
sistema nervioso central nunca descarta sus estructuras
primitivas, sino que más bien fabrica centros de integra�
ción superiores que dominan a los antiguos. Por eso, los
centros inferiores que intervienen en la mayor parte de
los reflejos, incluidas las respuestas sexuales (la erección, la
eyaculación y la lubricación vaginal), se localizan en la mé­
dula espinal o en el tronco del encéfalo, tal como se halla­
ban en nuestros antepasados, los vertebrados más primiti�
vos. Sin embargo, en las especies superiores ha aparecido,
para controlar y modificar los reflejos, un supersistema
muy complicado de centros superiores que se hallan locali­
zados en el cerebro medio, en la corteza límbica y en los
núcleos subcorticales.
Hay reflejos que, gracias al dominio de la corteza cerebral,
pueden ser sometidos a control voluntario.
En la mayor parte de las personas los reflejos implicados
en la micción, en la defeca�ión, en la eyaculación y en el or­
gasmo se hallan sometidos a un cierto nivel de inhibición y
de facilitación voluntarios. En cambio, hay otras funciones
que suelen permanecer involuntarias como por ejemplo la
erección, la lubricación vaginal, la vasocongestión genital y
el abombamiento de la vagina y la erección de los pezones,
así como otros reflejos no sexuales, como la dilatación de la
pupila, el ritmo cardiaco, la secreción gástrica y la presión
arterial. Estos reflejos operan sobre una base puramente
Y SEXO 67

anatómica y no pueden ser controlados voluntariamente


salvo en casos muy contados.*
En ambos casos, ya se halle el reflejo bajo control vo­
lu tario o permanezca involuntario, existen un gran número
n
de influencias, tanto inhibidoras como facilitadoras, que gra­
vitan sobre los centros reflejos inferiores y pueden alterar su
expresión. Las fuentes de influjos superiores son múltiples:
una experiencia específica aprendida puede modificar el re­
flejo por condicionamiento; la respuesta podría ser influida
por un estado emocional; ciertos procesos mentales pueden
inhibir o facilitar la función, etc. Todas estas influencias in­
ciden sobre los centros reflejos inferiores y determinan su
output. La descarga neural de la neurona motora inferior fue
denominada por Sherrington «vía común final», y represen­
ta la expresión del producto último de una serie de elemen­
tos complejos que interactúan. Por ejemplo, un orgasmo es
un reflejo relativamente sencillo cuyo centro se localiza en la
médula sacra. Recibe input sensorial de los órganos genita­
les, que puede disparar la descarga orgásmica. Sin embargo,
y a menos que se seccione la médula espinal, el orgasmo re­
presenta el producto final de inputs procedentes de muchas
otras fuentes. Aparte de los impulsos sensoriales que proce­
den de la estimulación genital, existen impulsos inhibidores
y facilitadores de los centros hipotalámico, talámico y lím­
bico, que a su vez reciben influjos de todas las demás mo­
dalidades sensoriales, de los recuerdos y experiencias alma-

* Es probable que las funciones que percibimos conscientemente, es

decir, cuyo input sensorial alcanza las áreas sensoriales y de integración


corticales, sean susceptibles de un control voluntario. Por el contrario,
existen muchas funciones, como por ejemplo la regulación de la pre­
sión de la sangre y la acomodación retiniana a la luz, que no podemos
recibir conscientemente porque los mensajes sensoriales llegan sólo a
centros subcorticales del cerebro. Estos reflejos no se hallan sometidos
a un control consciente, a menos que, por medios artificiales, se
produzca un feedback sensorial, como ocurre con los métodos de bio­
feedback.
68 l. CONCEPTOS BÁSICOS

cenados, de los sistemas jerárquicos estructurados por la e:x�


periencia y de los estados emocionales. (Véase figura 6.)

Tálamo

Sistema lfmbko

Corteza

� tt

FIGURA 6, Los reflejos de la respuesta sexual.


Esquema de (a vía refleja del componente de expulsión de la eyaculación;
(a) es una representación de la vía sensorial procedente del glande; (b)
muestra un nervio motor que va a los músculos de la base del pene, que
se contraen, reflejamente, durante el orgasmo, y(c) es un croquis de una
sección sagital de la médula espinal, que muestra una representación es­
quemática de las diversas influencias que inciden sobre el conjunto de
neuronas internunciales.

Control nervioso de las respuestas sexuales

Los centros de los reflejos vasocongestivo y orgásmico que in­


tegran la respuesta sexual se localizan en partes discretas,
pero íntimamente relacionadas entre sí, del sistema nervioso.
Los datos clínicos sugieren que el centro reflejo inferior de la
erección se localiza en los segmentos sacros de la médula espi­
nal, en la región que sirve para organizar los mensajes centrí�
t. CEREBRO Y SEXO 69

fugos ]ocales de la división parasimpática. Específicamente,


la estimulación del segundo, tercero y cuarto componente
sacro de los nervi erigentes produce la vasodilatación de los
vasos del pene, lo cual conduce a la erec�ión. Por el contrario,
los centros que actúan en la eyaculación parece que se locali­
zan en la médula cervical y lumbar,'y son de naturaleza sim­
pática. Si no interviene influencia alguna en estos centros
reflejos, como es el caso de pacientes con lesiones medula­
res, una cierta dosis de input sensorial procedente de la esti­
mulación del pene producirá, generalmente, la erección y dis­
parará la eyaculación. Sin embargo, en el individuo sano se da
un gran número de influencias psíquicas y sensoriales proce­
dentes de los centros superiores del cerebro, que son capaces
de modificar, incrementar o inhibir la vasocongestión genital
yel orgasmo. Como hemos mencionado en otra parte, se pue­
de influir por separado sobre la eyaculación y la erección.
Los mecanismos reflejos inferiores que intervienen en los
reflejos sexuales nos eran ya conocidos cuando todavía per­
manecía en la oscuridad el problema de la localización cerebral
de dichos reflejos. Sin embargo, MacLean y sus colaboradores
han identificado recientemente los centros cerebrales supe­
riores que intervienen en la eyaculación y en la erección.

La eyaculación

Se puede producir el orgasmo estimulando ciertas áreas del


tronco cerebral y del cerebro medio en monos, y de la corteza
límbica también en seres humanos. Las áreas de la eyacula­
ción se localizan a lo largo del tracto espinotalámico y en su
estación receptora en el tálamo, así como en ciertas áreas de
proyección talámica del sistema límbico. Las vías de la eyacu­
lación van asociadas a las que transmiten información táctil
sensorial al cerebro sentiente. Asimismo, envían fibras a los
centros reflejos que median en los reflejos implicados en el
70 l. CONCEPTOS BAsicos

tacto. La estimulación de estas áreas y de las vías relacionadas


con el «contacto ligero» dispara la eyaculación. La eyacula­
ción producida por estimulación eléctrica del cerebro puede
darse incluso sin erección y aunque impidamos que el animal
se toque las áreas genitales. Estimulando estas mismas áreas
del cerebro, es posible disparar también los reflejos del pi­
cor-rascado. Cabe, pues) suponer, en base a estos hallazgos,
que el reflejo eyaculador es una elaboración visceral especia!
de los reflejos del contacto suave y del rascado. También es
significativo que la estimulación de las áreas que distan sólo
unos cuantos milímetros de las que provocan la eyaculación
hace que el animal orine y vomite. Es decir, se produce la
eclosión de otros reflejos viscerales. Las sensaciones produ­
cidas tocando los genitales se trasladan al tálamo a través del
tracto espinotalámico. Desde allí se proyectan seguramente
a «áreas de placer» en el hipotálamo y en el sistema límbico,
con lo que se despiertan sensaciones agradables. Las pro­
yecciones a la corteza cerebral explican el hecho de que las
sensaciones genitales puedan ser percibidas conscientemente.
Quizás sea por eso que la eyaculación puede controlarse vo­
luntariamente. Además, las sensaciones genitales se proyec­
tan al hipotálamo, que es el «ganglio rector» en la organiza­
ción de los reflejos viscerales y de la secreción endocrina.
Heath ha logrado recientemente producir el orgasmo en
dos sujetos humanos estimulando la región septal de la cor­
teza límbica. Estas observaciones sugieren insistentemente
que en los seres humanos quizá podría darse una represen­
tación cortical del orgasmo, aunque esto no ha sido demos­
trado aún anatómicamente.

La erección

MacLean también desencadenó erecciones en los monos es­


timulando ciertas áreas y circuitos del sistema límbico. Di-
2• -_c¡¡REBRO Y SEXO 71

hos circuitos y áreas están relacionados con los de la eyacu­


fación del tálamo, pero no se identifican con ellos. Según
¡.Jeath , se han localizado centros de la erección en las tres
del sistemalímbico que
subdivisiones córtico-subcorticales
señ a lam os en la figura 7. En primer lugar, incluyen proyec-

,.
1 �..

·. . �

FIGURA 7, Localización cerebral de la erección. · "

Los lugarespositivos de la erección peneana se encuentran en ciertaspar­


tes de tres subdivisiones corticosubcorticales del sistema límbico, re­
presentadas esquemáticamente en el dibujo superiory etiquetadas con
los números 1, 2y 3. El séptum (SEPT) y la parte medial del núcleo me­
dial dorsal (MD) son puntos nodales con respecto.a la erección. El haz
medial anterocerebral (MFB)y elpedúnculo tal41nico inferior (ITP) son
importantes vías descendentes. El dibujo también muestra un esquema
de las conexiones recientementedescubiertas (5) de la vía espinotalámi­
ca con el núcleo medial dorsaly los núcleos intralaminares. La estimula­
ci6n en distintospuntos de este trayectoy en las regiones de su arribada a
fas estructuras anterioresproduce el rascado de los genitalesy/o la eya­
culación. He aquíel significado de otras abreviaturas: A C, comisura an­
terior; AT, tálamo anterior;M, cuerpos mamilares. (Tomado de PaulD.
MacLean, «New Fíndíngs Relevant to the Evolutíon ofPsychosexual
"'Functions ofthe Brain:», The Journal ofNervous and Mental Disease,
· vol. 135, n. 04, oct., 1962.)
72 !. CONCEPTOS BÁS!Cos

dones hipocámpicas al séptum, al tálamo anterior y al hipo.


tálamo. En segundo lugar, se hallan localizados en el circuito
de Papez, un sistema neural que preside la conducta emo,
cionaL Finalmente, se les ha localizado también la corteza
frontal, y especialmente en el giro medial orbital y sus cone.
xiones con el tálamo. MacLean concluye que son puntos no.
dales en la erección ciertas regiones del tálamo anterior y de
la región septal de la corteza frontaL

Correlatos neurales de la conducta de autoconservación


y conservación de la especie

MacLean ha explorado también la neurofisiología de una


conducta más elaborada, asociada con la conservación del
individuo y de la especie. Según su brillante teoría la fun.
ción de integrar y de elaborar la conducta de conservación
del individuo y de la especie compete al sistema límbico.
Esta antigua porción del cerebro se halla anatómicamente
localizada en el limbo o borde del cerebro que rodea al
tronco del encéfalo y consiste en una parte de la corteza
cerebral filogenéticamente antigua y en sus núcleos co­
rrespondientes. En especies de épocas remotas el sistema
límbico integraba la olfacción, función que hasta cierto
punto desempeña todavía en el hombre. Sin embargo se­
gún MacLean (véase figura 8), el antiguo cerebro olfatorio
humano se halla programado para integrar y apoyar la
conducta de autoconservación y conservación de la es­
pecie.
En apoyo de la tesis de Papez, las investigaciones de los úl­
timos veinte años sugieren que esta parte primitiva del cere­
bro «deriva y actúa sobre la información en términos de
sensaciones, principalmente emocionales, que guían la con­
ducta con respecto a los dos principios básicos de la auto­
conservación y de la conservación de la especie».
¡, CEREBR
OY SEXO 73

Gyrus cingular

Hipocampo

FIGURA 8. Base cerebral de la conducta de conservación del individuo


y de la especie.

El croquis subraya el hecho de que el haz medial anterocerebral (MFB)


es una línea de comunicación muy importante entre el lóbulo límbico
ye! hipotálamo, el mesencéfaloy otras estructuras del tronco del encé­
falo. Sólo se han indicado las vías ascendentes de este tronco neuronal.
Los numerales l, 2 y 3 indican las ramificaciones más importantes ha­
cia la amígdala, el séptum y el tálamo anterior. btervan la: corteza lím­
bica de la región frontotemporal, el hipocampo y el gyrus cingular. La
corteza ff¡nbica, a su vez, retroalimenta al tronco del encéfalo. He aquí
las abreviaturas: A. T., núcleos taldmicos anteriores; C.G., gris central
del mesencéfamo; D.B., banda diagonal de Broca; G., núcleos dorsales
y ventrales tegmentales de Gudden; HYP., hipotálamo; L.M.A., área
del cerebro medio límbico de Nauta; M., cuerpo mamilar; PIT., hipófi­
sis; S.C., calículo superior. (Tomado de Paul D. MacLean, «New Fin­
dings Relevant to th� Evolution of Psychosexual Functions of the
Brain», The Journal ofNervous and Mental Disease, vol. 135, n. 0 4,
oct., 1 962.)
74 l. CONCEPTOS BÁSICOS
J.

El sistema límbico forma un anillo. La parte superior del


anillo, que consiste en el giro límbico de la corteza y sus es.
tructuras nucleares asociadas (núcleos preópticos y septa.
les), actúa como sistema de integración superior de la con. l
ducta sexual. La estimulación del anillo superior provoca en e
el macho señales de interés sexual y de una conducta sexual. r
mente motivada: la erección del pene, el cubrir a la hembra r
y el cortejarla. Es muy significativo que los experimentos de
Olds y también los de Heath hayan demostrado que la esti. e
mulación de zonas vecinas a estas áreas evoque intenso pla�
cer y motive con fuerza al animal a repetir la estimulación.
Estas áreas reciben también proyecciones de los núcleos
talámicos anteriores que, a su vez, recogen sensaciones so�
máticas sensoriales y eróticas. Así pues, no es sorprendente
que la estimulación erótica táctil actúe como un importante
input para activar la conducta sexual y produzca también
sentimientos de placer.
La parte inferior del anillo, por el contrario, se halla vincu.
lada a funciones de autoconservación. Allí la estimulación
produce respuestas tróficas así como de conducta agresiva:
lucha por la supervivencia y para conseguir alimento derro­
tando a los adversarios. La ablación de esta área de autocon­
servación desencadena la conducta más «altruista», placen�
tera, de seducción sexual y de conducta orientada hacia la
reproducción que se asocian con la parte superior del anillo.
La ablación del lóbulo temporal (Kleiver·Bucy), esto es, la
ablación de la parte inferior del anillo límbico, hace que los
monos sean dóciles, generosos, eróticos y completamente in�
defensos para protegerse de un daño.
Las dos partes del anillo y su función correspondiente se
hallan aparentemente conectadas de dos formas fascinantes:
1) la olfacción brinda influjos tanto sobre la sexualidad como
sobre la autoconservación; 2) ambos sistemas pueden cubrir
los sustratos neurales de la agresión, a fin de cumplir sus
propósitos.
i. CEREBRO
Y SEXO 75

!. Olfacción

Las investigaciones neurofisiológicas han demostrado que


existe una estrecha relación anatómica entre el funciona­
miento olfatorio y el sexual. La capa;cidad que tienen las se­
ñales olfatorias de excitar sexualmente a los animales infe­
riores se conoce desde hace mucho tiempo, incluso antes de
que se descubriese una base anatómica patente de este fenó­
meno. Los mamíferos infrahumanos segregan sustáncias
odoríferas, que estimulan y desencadenan respuestas sexua­
les en el sexo opuesto. Estas sustancias odoríferas reciben el
nombre deferomonas.
En los seres humanos no siempre se reconoce la influencia e,.
poderosa del olfato sobre el funcionamiento sexual. Sin em- ,,
bargo, se ha especulado recientemente acerca de que los seres
humanos también segregan feromonas, posiblemente a tra-
vés de las glándulas apocrinas y del prepucio masculino y fe-
menino. En ese caso, el hombre ha suprimido, al menos en
parte, el reconocimiento consciente de estar «eXcitado» o
«inhibido» por los olores genitales del sexo opuesto. Algunos
psicoanalistas, y sobre todo Bieber, han llegado a proponer
que la elección del objeto se halla sustancialmente determi-
nada por el olor del compañero, aunque el enamorado quizá
no sea consciente de ello. Bieber ha formulado la hipótesis de
que la atracción hacia el sexo opuesto de la fase edípica es dis-
parada por la percepción inconsciente del niño de los olores
sexuales del progenitor del sexo contrario.
En cualquier caso, no queda ninguna duda de que un aro­
ma fascinante constituye un afrodisíaco poderoso, mientras
que un olor desagradable que emane del compañero puede
ser un poderoso inhibidor del placer sexual, aunque pase
desapercibido. El especialista que trabaja con un paciente
aquejado de una disfunción sexual debe estar con los ojos
·' bien abiertos ante la posibilidad de este fenómeno tan deci­
sivo.
76 !. CONCE!'fOS B,\stcos

2. Agresión

MacLean ha encontrado que cerca del centro «emocionah> 0


de «rabia» del hipotálamo existe un área que se halla íntima.
mente conectada con los sistemas de supervivencia del indi.
viduo y de la especié, Según MacLean, esto explica la estre­
cha conexión que a veces se observa clínicamente entre la
agresividad y la sexualidad, los celos sexuales, la rivalidad
entre los individuos del mismo sexo y otras formas de
sado-masoquismo.
La hipótesis de MacLean sobre el papel del cerebro en
la conducta sexual es fascinante, y posee un valor heurís­
tico. Será interesante ver en el futuro hasta qué punto es
correcta.

Sexo y placer

La conducta humana está gobernada por un mecanismo


dual de dirección: la evitación del dolor y la búsqueda del
placer. Sin embargo, la sexualidad ocupa un puesto único
entre los impulsos, en el sentido de que se halla presidida,
sobre todo, por el principio del placer.
Las investigaciones neurofisiológicas han revelado el sus­
trato neuroanatómico delas motivaciones de dolor y de pla­
cer, y especialmente en lo que se refiere a la asociación ínti­
ma entre sexo y placer. Al parecer, existen en el cerebro
centros aversivos y adientes que se hallan al servicio de to­
dos los impulsos y de todas las formas de conducta. Según
este concepto, cuando uno está hambriento, atemorizado o
sufre una lesión, se activan los centros del dolor, enseñándo­
nos así a evitar tales riesgos. Por otro lado, cuando tenemos
éxito o triunfamos, o bien comemos o copulamos, las des­
cargas del centro del «placer» nos hacen sentirnos alegres y
por eso reforzamos estas actividades.
2,, CER
EBRO Y SEXO 77

Aunque en apariencia elemental, el concepto dual de la


fue científicamente validado ni comple­
motivación no
tame nte aceptado hasta hace muy poco. Durante muchos
grandes teóricos del aprendizaje, como por ejem­
;lo
fios, los
Skinnery Hull, habían supuesto que la reducción del im-
pulso [drive], esto es, la reducción del dolor, era el único me­
canismo impulsor que regulaba la conducta. La hipótesis de
la reducción del impulso se basaba en observaciones de la­
boratorio sobre el aprendizaje, que demostraban de una ma­
nera patente que los animales se hallaban intensamente mo­
tivados para evitar una descarga dolorosa o para aplacar su
sed, y que la reducción o la evitación de estos impulsos desa­
gradables suministraba refuerzos o recompensas podero­
sos. Se puede demostrar que ciertas áreas hipotalámicas po­
seen intensas propiedades aversivas; cuando un animal se
halla estimulado eléctricamente en estos lugares de dolor,
nunca volverá a realizar la conducta que estaba acometien­
do cuando experimentó dicho dolor.
Durante la década de 1950, James Olds demostró el poder
de los impulsos ardientes y descubrió el sustrato neurofisio­
lógico del placer. Específicamente, Olds demostró que la es­
timulación eléctrica de ciertas áreas del sistema límbico del
cerebro (que se hallan muy próximas a las áreas de «dolor»)
actúa como motivador positivo en los animales. Tanto es así,
que una rata se olvidará de la comida, del sueño y soportará
el dolor, mientras aprieta con una pata una palanca, lo más
rápidamente que le es posible, con tal de recibir una descar­
ga eléctrica suave, mediante electrodos implantados perma­
nentemente en las áreas de placer del hipotálamo y sus nú­
cleos septales. El descubrimiento de Olds condujo a los
psicólogos a admitir que el exigir placer («el principio del
placer» que postulaba Freud) es un importante factor moti­
vacional en la conducta humana.
Todos los aspectos de la conducta humana se hallan pre­
sididos de alguna manera por el placer y el dolor. Por ejem-
78 l. CONCEPTOS BÁSICOS

plo, el comer se halla motivado no sólo por la necesidad de


reducir el impulso del hambre sino también por el placer
suministrado por un alimento que esté bien condimen�
tado. Pero de todas las funciones humanas, la sexualidad es
la más placentera. En efecto, los datos clínicos sugieren que
sólo la estimulación eléctrica de la zona de placer (induci­
da experimentalmente) o la estimulación química de estas
áreas es capaz de competir con el intenso placer del erotis­
mo o de producir deseos tan conspicuos como los sexuales.
Estas impresiones clínicas de que existe una relación ínti­
ma entre los centros cerebrales que median en la conducta
sexual y los centros de placer del cerebro han sido confirma­
das por las investigaciones más recientes. Parece ser que los
impulsos táctiles y propioceptivos que son activados por los
estímulos sexuales y por el orgasmo se proyectan a los cen­
tros de placer del cerebro, adquiriendo así la actividad se­
xual su cualidad placentera. Además, se ha demostrado ex­
perimentalmente que algunas localizaciones del cerebro que
producen las respuestas sexuales de erección y de eyacula­
ción se hallan íntimamente asociadas con aquellas cuya es­
timulación eléctrica produce placer. Esto es lo que ha de­
mostrado MacLean, quien observa que la erección suele ir
seguida de post-descargas hipocámpicas. Es significativo
que estas post-descargas se hallen vinculadas a un estado de
ánimo de tranquilidad y de no agresividad en monos que
por lo demás tienen mal carácter. Este estado de ánimo dura
a menudo todo el día.
Hay un fenómeno clínico muy interesante que podría es­
tar asociado o no con estas post-descargas neuronales de las
zonas «productoras de placer». Algunos pacientes (en mi
casuística solo mujeres) afirman que a veces, después de ha­
ber tenido relaciones sexuales intensas.con una persona a la
que quieren mucho y a la que desean, experimentan ciertos
«ramalazos» de un placer muy profundo. Estos «ramalazos»
se deben a recuerdos de las experiencias eróticas que han te-
79

nido y, además, van unidos a intensas sensaciones eróticas y


entimientos de euforia y de amor. El concepto de una aso.
�iación neuronal íntima entre el sexo y el placer se apoya,
además, en las investigaciones de Heath, que ha demostrado
que en los sujetos hum�nos el orgasmo �e vinc�la a descar­
gas eléctricas de la región septal. La estimulac1ón de la re­
gión septal de los seres humanos va unida a intensos efectos
placenteros de amor y de ternura y a la eliminación de la có­
leray de la irritabilidad. Estas relaciones anatómicas y fisio­
lógicas brindan probablemente el sustrato neuronal para
una asociación conducta! íntima entre el placer y los senti­
mientos de amor y de ternura, por un lado, y la satisfacción
sexual por otro.
,.
,,.

Implicaciones clínicas

La asociación neuronal íntima entre el placer y el sexo expli­


ca la intensidad potencial de los impulsos sexuales. Sin em­
bargo, es posible suprimir y desviar la necesidad sexual y
conseguir que una persona viva tiempo y tiempo sin ningu­
na descarga sexual. Esta dicotomía entre la necesidad urgen­
te de buscar placer erótico y la capacidad para demorar, di­
ferir o modificar indefinidamente la expresión sexual,
constituye la base de intensas y prolongadas frustraciones e
inhibiciones sexuales, así como de variaciones y compromi­
sos en las manifestaciones sexuales.
El sustrato neuronal de la sexualidad es consistente con
una concepción psicosomática multicausal y aclara también
la base física de las disfunciones sexuales. El control neu­
rológico del funcionamiento sexual está organizado de tal
manera que la respuesta sexual se halla influida, de una ma­
nera intrincada y recíproca, por todos los niveles del ce­
rebro. Los órganos genitales y los centros sexuales cerebra­
les envían impulsos y los reciben desde prácticamente todos
80 !. CONCEPTOS BAsico
s

los centros y circuitos neuronales. Ésta es la base neuroana�


tómica de la profunda influencia que la sexualidad y la nece.
sidad de conservación de la especie ejercen sobre todos los
aspectos de la con<iucta. A la inversa, es también cierto que
la respuesta sexual se halla sometida a influjos procedentes
de fuentes numerosas: recuerdos, experiencias, emociones,
pensamientos y asociaciones. Tales influencias pueden inhi�
bir o, al contrario, favorecer. Por lo tanto, los reflejos sexua�
les pueden quedar fácilmente bloqueados por múltiples in­
flujos inhibitorios, como por ejemplo el temor o el odio. Y al
revés: la responsividad sexual puede verse incrementada por
otras fuerzas psíquicas, como por ejemplo, el amor y la fan­
tasía.
El objetivo de la terapia sexual consiste en permitir que la
pareja experimente el desarrollo natural de sus respuestas
sexuales, libre de los influjos inhibidores que, debido a la es­
tructura jerárquica del sistema nervioso, pueden incidir so�
bre ellas desde diversas fuentes. Sin embargo, el objetivo de
la terapia sexual no debe reducirse a eliminar la inhibición,
sino que debe intentar enseñar a los miembros de la pareja
sexual a crear un ambiente de -amor y de paz y a potenciar la
estimulación sensorial y psíquica que puede aumentar y am­
plificar la dimensión placentera del sexo.
3. Hormonas y sexo

Las hormonas sexuales juegan un papel importante en el


funcionamiento sexual humano y están indicadas como
agentes terapéutic_os en ciertas situaciones clínicas.
La relación entre las hormonas sexuales y la conducta hu­
mana ha empezado a aclararse en época relativamente re­
ciente. En este capítulo pasaremos revista a algunos de los
conceptos que han surgido. Concretamente, describiremos
el papel que el andrógeno prenataljuega posteriormente en
la organización de la conducta específica de cada sexo; los
efectos del andrógeno sobre la sexualidad del varón y de la
mujer adultos, y los efectos conductales no sexuales de los
andrógenos. Se considerarán también los efectos conducta­
les de las hormonas femeninas, esto es, el estrógeno y la pro­
gesterona.

Andrógeno

El andrógeno ejerce un influjo manifiesto sobre la conducta


se�ual, y a su vez las experiencias sexuales y de otros tipos
influyen en el nivel de esta hormona. Las relaciones recípro-
81
'if
82 J, CONCEPTOS BAs1cos
r
J.

cas entre las hormonas sexuales y el cerebro explican esta di.


námica. Los andrógenos ejercen importantes efectos sobre
los centros sexuales y otras partes del cerebro, al mismo s
tiempo que la producción de esta sustancia se halla cerebral.
mente controlada por la hipófisis. La figura 9 presenta estas
relaciones de una forma esquemática.

":'ti
C�<I>1 . · __,__.,;
.-...
a

'''�·-· 1 FSH

FIGURA 9.
\_(�.
La testosterona y el cerebro.
Representación esquemática de las influencias recíprocas entre la tes­
tosterona y el cerebro. a) Es la corteza, que responde a las experiencias de
la vida. b) Representa el hipotálamo, que está fntimamente conectado
con e) la hipófisis, que a su vez segrega la hormona foliculoestimulante
(FSH). Esta hormona regula laproducción de testosterona en los testícu­
los d); y el nivel de testosterona, por su parte, influye profundamente so­
bre elfancionamiento cerebraly la conducta.
3. aoRMONAS y SEXO 83

Los efectos de las hormonas sexuales sobre el desarrollo fí­


sico y sobre el funcionamiento de los órganos genitales, así
como sobre las características sexuales secundarias en am­
bos sexos, es algo que ya se conoce desde hace tiempo. Por
tanto, no vamos a tratar de este asunto. Sin embargo, los es­
teroides sexuales parece que ejercen también un efecto pro­
fundo sobre la conducta sexual, debido a su acción sobre el
cerebro. De los efectos conductales de las hormonas sexuales
no se han empezado a ocupar los científicos hasta hace muy
poco y todavía no están del todo claros. Aun así, hay ciertos
conceptos, importantes para la comprensión de la sexualidad
yla práctica de la terapia sexual, que se perfilan claramente.
Aquí consideraremos brevemente algunos de ellos.
Las hormonas sexuales parece que ejercen sus conse­
cuencias conductales tanto por los efectos organizativos que
tienen sobre el cerebro del feto en desarrollo, como por su
influencia sobre la conducta del adulto. Estas dos series de
influjos parecen entrañar cosas distintas, y, por tanto, vamos
a estudiarlas por separado.

Andrógenos prenatales

John Money y Anke Ehrhardt han señalado que en ausencia


de andrógeno todos los fetos se convertirían en hembras,
tanto desde el punto de vista anatómico como conducta!. El
principio que se ha podido deducir sobre la base de experi­
mentos con animales yde una serie de estudios clínicos con
sujetos humanos es este: si el andrógeno se halla presente en
ciertos puntos críticos de la diferenciación, los genitales ex­
ternos y ciertas partes del sistema nervioso central que me­
dian en la conducta sexual po�natal (específica de cada sexo)
se masculinizan. Si el andrógeno no se halla presente, o si su
acción está bloqueada, los genitales externos, así como la
conducta sexual posnatal, serán femeninos.
84 l. CONCEPTOS SAsic
os

En los roedores, el lugar del sistema nervioso central que


media en la conducta específica de cada sexo ha sido loca[i.
zado en el hipotálamo. La conducta específica de cada sexo,
en estas especies, es bastante fácil de definir, y consiste esen�
cialmente en la conducta maternal, la sumisión y la recepti.
vidad ante el macho por parte de la hembra, y las cualidades
opuestas en el macho: carencia de conducta maternal y de
anidación, cubrición y una mayor agresividad.
En los primates, la conducta es más compleja y viene de�
terminada en mayor grado por la experiencia. Sin em.
bargo, Jos experimentos sobre la androgenización prenatal
de primates hembras han brindado unos resultados esen.
cialmente similares. Los monos hembras cuyas madres re­
cibieron andrógenos durante el embarazo tienden a com.
portarse como jóvenes machos, en el sentido de que son
más agresivas, más enérgicas y se dejan intimidar menos
que el resto de las hembras. Tienden a montar a sus congé­
neres, en vez de desplegar el perfil típico de comporta­
miento que muestra la hembra y que consiste en una mayor
timidez, pacifismo, menor competitividad y en ser recepti­
va a la cobertura por el macho, atendiendo y jugando con
las crías.
No nos debe sorprender que los intentos que se han hecho
de aplicar estos datos a los seres humanos hayan sido obje­
to de controversia y no parezcan claros. La primera dificul­
tad de intentar extrapolar a partir de datos infrahumanos es
que en el hombre las influencias experienciales ejercidas por
la familia y la cultura sobre la conducta específica de cada
sexo son mucho mayores que entre los primates no hwnanos.
Por otro lado, las oportunidades de contar con observaciones
controladas sobre los efectos de los andrógenos prenatales
sobre Ja conducta posterior de los seres humanos son harto
limitadas. Realmente sólo disponemos de dos fuentes de da­
tos que hasta ahora han sido explotadas: la androgenización
prenatal iatrogénica y los trastornos genéticos del meta·
J. ooRMONAS y SEXO
85

bolismo que alteran la razón efectiva entre andrógeno y es­


trógeno del feto.
En Ja década de los 50 (antes de que se conociera el poten­
cial de virilización de Jos compuestos progestacionales),
hubo muchas mujeres embarazadas que tomaron compues­
tos de ese tipo. Hoy día sabemos que dichas sustancias son
químicamente muy similares a la testosterona y que proba­
blemente ejercen efectos virilizantes, tanto sobre la estruc­
tura embrionaria de los genitales como sobre los centros se­
xuales del sistema nervioso central. Cuando se estudió, años
después; a las hijas que habían salido de estos embarazos, se
observó que eran los típicos «marimachos». Eran muy fuer­
tes, se entusiasmaban por las competiciones deportivas,
despreciaban las muñecas y los «trapitos» y se ocupaban
más de sus carreras que de sus hijos. Además, solían tener
un coeficiente de inteligencia más alto que la media, lo cual
no deja de ser chocante. Se observaron unos resultados se­
mejantes en Inglaterra, en donde se empleó una hormona
progestacional distinta (que también tiene la función de sal­
vaguardar la gestación, pero sin efectos anatómicamente
masculinizantes).
Las mnchachas que padecen el síndrome de Turner pro­
porcionan un grupo de control que indica que las hormonas
femeninas no son responsables de la conducta masculina del
grupo androgenizado prenatalmente. Las mujeres que su­
fren de ese síndrome no tienen ovarios. ni testículos y por
tanto no se hallan sometidas a la influencia de hormonas
prenatales, salvo en Ja medida en que las hormonas de ori­
gen materno influyen en el desarrollo. Estasjóvenes exhiben
una conducta propia de niñas pequeñas; son menos enérgi­
cas y competitivas que Jos muchachos y les gusta jugar a las
muñecas y hacer de madres en sus juegos. De la misma ma­
nera las jóvenes que sufren de síndrome de insensibilidad
androgénica y cuyas células no responden a los andrógenos,
exhiben un tipo femenino de pautas conductales.
86 l. CONCEPTOS BAsico
s

Debemos subrayar el hecho de que las muchachas cuyos


cerebros habían sido «androgenizados» cuando eran sirn�
ples embriones no eran homosexuales en la elección de sus
objetos amorosos, sino estrictamente heterosexuales, es de�
cir, se sentían estimuladas por los varones y no por las hem.
bras. Además, su identidad sexual (que, según se cree, queda
determinada por factores de crianza a los 18 meses) era fe.
menina de manera inequívoca. Más adelante, se casaron, tu�
vieron hijos y no se quejaron de ningún problema sexual.
Sin embargo, su conducta reflejaba más energía y espíritu de
competencia, así como menos interés por ejercer una con�
duela típicamente maternal.
Feldman y MacCulloch han postulado la hipótesis de que
un bajo nivel de andrógenos fetales puede predisponer a un
muchacho a exhibir posnatalmente una conducta feminoi­
de. Creen que la interacción entre esas tendencias y el medio
ambiente puede ser un determinante fundamental de las
manifestaciones primarias de homosexualidad masculina.
Razonan que un cociente andrógeno-estrógeno bajo, o en
cualquier caso un medio ambiente androgénico fetal que,
aunque suficiente para producir la masculinización del
cuerpo, no lo sea para masculinizar el cerebro fetal y la sub­
siguiente conducta, puede ser un factor contribuyente a la
homosexualidad primaria. El niño nacido en este medio
ambiente fetal puede ser tímido y sumiso, sentirse apartado
de los juegos tumultuosos y exhibir una especie de conducta
materna hacia muñecas y niños pequeños. Por consiguien­
te, se hallará sometido a interacciones negativas con su fa.
milia, y especialmente con su padre, que normalmente no
verá con buenos ojos el que su hijo se comporte como un
«mariquita». Según esta hipótesis, la combinación de estas
tendencias conductales, determinadas por un índice de an.
drógenos bajo, y las interacciones familiares negativas, ha­
cen que un muchacho sea susceptible a la homosexualidad.
Esta teoría ha encontrado recientemente cierto apoyo teóri-
li f!ORMONAS Y SEXO 87

co en los estudios de la doctora Ingeborg Ward, que demos­


tró que la tensión psíquica en la madre puede ejercer un
efecto conductalmente desmasculinizador sobre el hijo va­
rón. Se afirma que cuando la madre se halla sometida a
estrés, sus glándulas suprarrenales producen androste­
nodiona, un esteroide que ejerce una acción testosterónica
incompleta, pero que es lo suficientemente semejante para
que compita por los lugares receptores en las áreas críticas
del cerebro del feto en desarrollo, con lo que se impide una
adecuada masculinización del cerebro fetal.

Los efectos del andrógeno sobre la conducta sexual adulta

La comprensión de los efectos del andrógeno sobre la con­


ducta sexual adulta se apoya en un terreno algo más firme
que el tema tan reciente y todavía tan especulativo de los
efectos conductales de los esteroides prenatales. Parece
que el andrógeno ejerce efectos específicos que aumentan
el impulso erótico en ambos sexos. Se cuenta con suficien­
tes datos y, por tanto, podemos considerarlo ya como un
hecho comprobado. Sin embargo, otros más recientes su­
gieren que la testosterona puede ejercer ciertos efectos
sobre la conducta, independientemente de los puramente
sexuales.

l. Andrógeno y libido masculina

Los varones que han sido privados de su principal sumi­


nistro de testosterona debido a la castración, o cuyo nivel
testosterónico es bajo debido a enfermed�d o a otras cau­
sas, van perdiendo su deseo y su interés por la sexualidad,
así como su capacidad para la erección. La libido y lapo­
tencia se pierden rápidamente cuando se prescribe una
88 !. CONCEPTO$ BAsicos

medicación antiandrogénica, como en el caso de enfermos


que sufren ciertos trastornos urológicos y a quienes se les
receta preparaciones estrogénicas. Cuando se administra
ciproterona, un antagonista del andrógeno, para tratar
ciertos tipos de conducta sexual compulsiva, la libido y la
potencia desaparecen en un período de tres semanas. Vuel­
ven a aparecer rápidamente cuando cesa la aplicación de
este fármaco.

2. Andrógeno y libido femenina

El andrógeno, que al parecer activa los centros sexuales del


cerebro, es también un requisito previo para la libido de las
mujeres. La testosterona es un afrodisíaco muy eficaz en
las mujeres, sobre todo cuando el índice andrógenos­
estrógenos es bajo. Los efectos libidinales de los andrógenos
se hallaban fuera de toda duda en el caso de los hombres,
pero recientemente se ha demostrado que también ejercen
ese influjo sobre los impulsos sexuales de las mujeres. Se ha
descubierto, en efecto, que las mujeres a las que se les priva
de toda fuente de andrógenos mediante una ablación qui­
rúrgica de los ovarios y de las suprarrenales, pierden-sus im­
pulsos sexuales, dejan de tener fantasías y sueños eróticos y
no pueden ser excitadas por una estimulación sexual que
anteriormente había sido eficaz. Los reciehtés estudios con
animales han confirmado estos hallazgos.
Por otro lado, algunas mujeres a las que se suministra tes­
tosterona con fines medicamentosos se muestran más enér­
gicas y alcanzan un alto nivel de excitación sexual. Además,
y en contraste con su anterior conducta (la de ser sólo excita­
das por aquellos hombres con los cuales tenían una relación
afectiva), las mujeres a las que se les aplica andrógenos por
vía exógena desean el sexo independientemente de cuál sea
la relación con su compañero.
J. HORMONAS Y SEXO 89

Los andrógenos son útiles a veces para incrementar la po­


tencia y la libido en los hombres, y también se les ha emplea­
do para el tratamiento de la falta de excitación sexual en la
rnujer. Ahora bien, su uso en el sexo femenino se halla limi­
tado por la tendencia que tiene esta hormona a producir
efectos secundarios de masculinización. En el capítulo 15
discutiremos el uso de la testosterona en la terapiasexual, así
como sus contraindicaciones y las precauciones que hay que
tomar.·

3, Efectos conductales no sexuales


de los andrógenos

Es patente que la testosterona activa el cerebro para que


produzca deseo y motivación eróticos, al tiempo que brinda
el entorno químico (¡ue se requiere para un funcionamiento
y estructuración idóneos del orgasmo genital: la producción
de esperma, la erección, la eyaculación, etc. Sin embargo, los
datos más recientes indican que los efectos conductalfs de
los andrógenos pueden extenderse más allá de los específi­
camente eróticos e influir también en la conducta gnósica y
territorial. La conducta de dominancia y el nivel energético,
así como el apetito, el metabolismo y la «agresión», parece
que también pueden ser incrementados por los andrógenos.
Los estudios animales y humanos sugieren que cuando el
cerebro de un individuo se halla impregnado por un medio
que contiene una alta concentración de andrógenos (o en
todo caso un alto índice de andrógenos-estrógenos), aparte
de los efectos libidinales se presentan otros, como, por ejem­
plo, el de comer más, el tener más fuerza y más músculos o
actuar con más energía. El individuo se halla menos propen­
so a la intimidación. Es más probable que intervenga en
competiciones y, lo que es más interesante, que gane en ellas.
En uno de los estudios se observó que la conducta criminal
90 l. CONCEPTOS BÁSICOS

de los adolescentes correlacionaba con un alto nivel de tes.


tosterona. Por el contrario, un bajo nivel de andrógenos pa.
rece que reduce el nivel de agresividad, de cólera y de ener.
gía, haciendo que el individuo responda más ante los
estímulos externos, sea más sensible a los olores, al dolor yal
tacto, y que se interese más por los niños pequeños y por las
actividades maternales*.
Tales observaciones no intentan en modo alguno sugerir
que esas influencias hormonales sean las determinantes pri.
marias de la conducta de una persona. Es obvio que las ten.
dencias conductales determinadas por los andrógenos pue.
den ser pequeñas comparadas con las influencias psíquicas,
tan poderosas, que presiden la conducta y los sentimientos
de una persona. Sin embargo, parece que existen esas in�
fluencias, y quizás sean más importantes de lo que se había
sospechado hasta ahora.

Influencias psíquicas sobre la secreción de andrógenos

El estado psicolÓgico de una persona influye en su nivel de


andrógenos, que tiende a fluctuar bastante en respuesta a es­
tímulos psíquicos y sexuales. Los estudios en varones y en
primates inferiores, efectuados en diversas circunstancias,
sugieren las siguientes relaciones· entre la secreción de tes­
tosterona y la experiencia. Las experiencias sexualmente in·
teresantes, la estimulación y la actividad sexual suelen ir em­
parejadas con un incremento del nivel de testosterona en la

* Quizáson estas cualidades femeninas o de bajo nivel androgénico lo


que condujo a la observación realizada por el Dr. Harlow de que las
monas son «terapeutas» más eficaces que los machos para rehabilitar a
los productos atemorizados, tímidos y peor adaptados socialmente de
sus experimentos de crianza en aislamiento. La hembra cariñosa, no
competitiva, suele ser capaz de curar a los monos neurotizados de esa
manera, mientras que el macho agresivo suele fracasar como terapeuta.
. 3, HORMONAS Y SEXO 91

sangre. Por el contrario, los sentimientos de depresión, de


derrota y de humillación, como, por ejemplo, los que siguen
ala pérdida de una hembra ante otro macho o quedar venci­
do en otras circunstancias, se asocian con un nivel de testos­
terona espectacularmente bajo. Una tensión psíquica croni­
f¡cada, de la que el individuo no pueda escapar, como la que
se da, por ejemplo, en unas oposiciones, va también asocia­
da a un nivel de andrógenos significativamente bajo.
En la terapia sexual es preciso tener en cuenta todos estos
factores ecológicos y valorar debidamente la naturaleza de la
situación en que se halla el paciente para formular el proble­
ma que le aqueja. Por ejemplo, cuando un hombre impoten­
te se halla sometido a un estrés muy grande durante una cri­
sis de sus negocios o después de un divorcio traumatizante o
bajo los efectos de una depresión, es obvio que hay que de­
morar la terapia sexual de su impotencia o de su carencia
de libido hasta que recupere la estabilidad emocional.
Los efectos del estrés sobre las hormonas sexuales feme­
ninas, aún no se conocen bien, salvo que las crisis emo­
cionales se relacionan, en algunas mujeres, con trastornos
del ciclo menstrual.

Estrógeno y progesterona

Los efectos del estrógeno y de la progesterona sobre la ana­


tomía y la fisiología de los órganos reproductores femk­
nínos, sobre las características sexuales secundarias y sobre
el embarazo, el parto y la lactación son temas ya suficien­
temente conocidos. Sin embargo, la influencia de estos
esteroides sobre la conducta, prenatalmente o en la vida
adulta, sigue siendo oscura y confusa. Los estudios en ani­
males y en seres humanos indican que el estrógeno y la
progesterona puede que no influyan de una manera específi­
ca sobre la conducta sexual. Existen algunos datos a favor de
92 1. CONCEPTOS BÁS!cos

que la progesterona inhibe la sexualidad femenina, posible.


mente de una manera indirecta y en la medida que antag0•
niza la acción del andrógeno. Un descenso de los esteroides
sexuales femeninos puede, en efecto, levantar la libido, al
desenmascarar la acción sexualmente estimulante de la tes.
tosterona, que es fabricada por las glándulas suprarrenales y
que de esa manera se halla siempre presente en pequeñas
cantidades en la mujer, incluso después de la menopausia 0
tras una castración quirúrgica.

El ciclo menstrual

Las fluctuaciones hormonales del ciclo menstrual brin­


dan una oportunidad para estudiar los efectos de las hor.
monas reproductoras femeninas sobre la conducta. Cabe
considerar el período menstrual como una «minimeno�
pausia>>, durante la cual las hormonas sexuales femeninas
descienden abruptamente durante aproximadamente ocho
días. He aquí los cambios hormonales que ocurren durante
el ciclo menstrual femenino:
Las dos hormonas segregadas por el tejido ovárico, estróge­
no yprogesterona, se comportan de la siguiente manera:
Los estrógenos alcanzan una cima en el momento de la
ovulación y muestran también un alza secundaria durante
la fase lútea del ciclo. Descienden abruptamente en y duran­
te la menstruación.
La progesterona, segregada por el cuerpo lúteo, aumenta
en el momento de la ovulación y disminuye también durante
la menstruación.
Al mismo tiempo, las dos hormonas hipofisarias que regu­
lan el ciclo se comportan de la siguiente manera:
LH (hormona luteinizante) sufre un incremento muy
marcado durante un día o dos en el momento de la ovu­
lación.
¡.¡oRMONAS Y SEXO

93

foliculoestimulante) se mantiene relati­


FSH (hormona
te consta nte, y se ha demostrado que permanece algo
.vamen
,s bajo su nivel durante la fase lútea.
Jll� lo largo de todo este ciclo, el suministro de andrógenos
s permanece en un nivel relativamente constante
femenino
(0,4 %), con un ligerísimo ami:ento cerca de la ovul�ción y
fase lútea. (Estas fluctuac10nes se hallan resumidas en
en la
lafigura 9 . )
.
Las mujeres difieren en sus respuestas libidinales a estas
fluctuaciones hormonales. Lo cual no es de sorprender, por­
que los deseos eróticos de la mujer obedecen a múltiples cau­
sas. Hay mujeres que no parecen experimentar cambios libi­
dinales a lo largo del ciclo menstrual, mientras que otras
muchas afirman sentir cambios cíclicos no sólo en el deseo se­
xual, sino en la irritabilidad y en su estado de ánimo. Aunque
parece cierto que muchas mujeres experimentan fluctuacio­
nes en su excitabilidad sexual durante los ciclos menstruales,
no está muyclaro en qué punto del ciclo se localizan los altos y
bajos de la libido femenina. O'Connor et al. han revisado la
literatura sobre este tema y afirman que ciertos psicoanalis­
tas, como por ejemplo Thérese Benedict y Helene Deutsch,
sostienen que la libido femenipa comienza a aumentar cerca
del comienzo del ciclo y alcanza su máximo cuando el nivel de
estrógenos es alto, lo cual concuerda, por supuesto, con la hi­
pótesis psicoanalítica de que el nivel más alto de estrógenos
coincidente con la ovulación es el período de máxima integra­
ción psíquica y receptividad en la mujer. Otros autores, y es­
pecialmente Udryy Morris, afirman que han encontrado una
depresión de la libido y del orgasmo durante la fase lútea. Di­
cha depresión se previene con una medicación a base de anti­
conceptivos, que bloquea la ovulación y elimina de esa mane­
ra la fase lútea del ciclo. Estos autores llegan ala conclusión de
que la progesterona inhibe la libido femenina.
Por el contrario, los otros estudios sobre la fluctuación de
' la libido femenina, incluyendo los de Kinsey y Masters y
.
CONCEPTOS BAS!CQs?r
f
94 l.

johnson, indican que para muchas mujeres el deseo sexual


y el orgasmo alcanza su mayor intensidad en los períodos
Í
premenstruales, menstruales y postmenstruales cuando
los niveles de estrógenos y de progesterona alcanzan su .
índice más bajo. Esta preferencia es chocante porque coin.
cicle con las condiciones físicamente más desfavorablesi es
decir, con un descenso en las posibilidades de fertilización
,
así como con la hemorragia y las molestias típicas del perfo.
do menstrual.

Síndrome de tensión perimenstrual

Aparte de las fluctuaciones de la libido, el ciclo menstrual se


halla acompañado en un gran número de mujeres (diversos
autores estiman este porcentaje entre el 25 y el 100%) por
cambios muy significativos en el estado de ánimo, en la con.
ducta y en la integración psíquica. Numerosos investigado­
res han estudiado sistemáticamente estas fluctuaciones de
los problemas emocionales, médicos, psiquiátricos y con­
ductales durante el ciclo menstrual. Los resultados son bas­
tante uniformes. Todos los estudios concuerdan en que la
incidencia de un amplio espectro de trastornos en la mujer
alcanza un nivel significativamente más alto durante la fase
perimenstrual del ciclo. Especialmente se dan con mayor
frecuencia durante este período los siguientes problemas:
1) cambios en el estado de ánimo -depresión, pensamientos
paranoides, irritabilidad, ansiedad-; 2) trastornos de la
conducta motivados por los del estado de ánimo -abuso de
alcohol y de drogas, crímenes violentos, accidentes, suicí·
dios y llamadas a los centros de prevención de suicidios-;
3) enfermedades relacionadas probablemente con los cam­
bios en el estado de ánimo -ingreso en centros médicos,
quirúrgicos y psiquiátricos, cefaleas y jaquecas, trastornos
gastrointestinales, brotes esquizofrénicos y recaídas-. 'fo dos

-;;LP;
J. HORMONAS Y SEXO 95

Jos estudios indican que el máximo trastorno y el índice más


alto de violencia, de enfermedad y accidentes se da durante
ocho días consecutivos> de los cuales cuatro son pre-
, menstruales y cuatro menstruales. Se da un máximo se­
cundario durante la ovulación.
Existe una clara correlación negativa entre el nivel de es­
trógenos y los trastornos de la conducta. La máxima inci­
dencia de los trastornos se produce durante la fase del perío­
do menstrual, cuando el nivel de estrógenos es bajo, y el
pequeño máximo de trastornos situado en la mitad del ciclo
desciende al mismo tiempo que el pequeño descenso de es­
trógenos situado también a mitad del ciclo. Por el momento
se ignora el verdadero significado de estas correlaciones tan
llamativas.
Como cosa rara) algunas mujeres afirman que experi­
mentan un aumento de energía y se sienten más aliviadas de
]a depresión y con más iniciativa durante este período.
Las figuras 10, 1 1 y 12 de la página siguiente proceden
del trabajo de John O'Connor titulado «Behavioral Rhythms
Related to the Menstrua] Cycle» (en Biorhythms and Human
Reproductíon, Ferin, M. et al., eds., Nueva York, John Wiley
and Sons, 1974). Este período de trastorno coincide con el
máximo de deseo sexual.
El mecanismo del fenómeno de la tensión menstrual no
está aún claro) aunque circulan varias hipótesis al respecto.
Los psicoanalistas atribuyen este síndrome a fuentes neuró­
ticas que implican el significado simbólico del flujo mens­
trual. Sin embargo, parece cierto que ciertos factores endo­
crinos también son notorios determinantes.
Un dato importante que debemos tener en cuenta en cual­
quier intento de explicar este fenómeno es el de que la ten­
sión perimenstrual no se da durante los ciclos no-ovulato­
rios> cuando no se produce progesterona por ausencia del
cuerpo lúteo. En efecto, el síndrome grave de tensión peri­
menstrual, con rasgos depresivos y paranoides importantes
96 J. CONCEPTOS BÁSJ
Cos

,....�
Período
100 .....---
1 1
f1.
,�·..\\
! íl �'
1
. Esteroides estrogénicos
50 \ h/ � Pregnanediol
�.1 '
I
; '-/-· Andrógeno
/
....... ....... / :1..
...;.. -�-..... .....1

5 10 15 20 25 28 2
Días del ciclo menstrual

FIGURA 1 O. Variaciones en los niveles de estrógeno y progesterona


durante el ciclo menstrual.

� L__________ o Nivel aleatorio

��
__

'��e ������������

Q
¡.4 5·8 9-12 13-16 17-20 21-24 25-28
Días del ciclo menstrual (en séptimos)

FIGURA 11. Fase el ciclo menstrual e incidencia combinada de morbi­


lidad en una población normal (527 mujeres): hospitali­

1
zaciones urgentes; enfermedad en el trabajo; accidentes.

'º f-,:
::

: --�"'"'-'
1-4 5-8 9-12 13-16 17-20 2 1-24 25-28
Días del ciclo menstrnal (en séptimos)

FIGURA 12. Fase del ciclo menstrual e incidencia combinada de con­


ducta psicopatológica (812 mujeres): hospitalizaciones
psiquiátricas; conatos y llamadas de suicidio; condenas a
prisión; trastornos en presos.
3. HORMONAS Y SEXO 97

ue no responden favorablemente a la psicoterapia ni al tra­


{miento con ansíolíticos, cede a menudo ante una medica­

c ón a
base de anovulatorios. Los efectos son extraordina-
riamente benefiic1osos en un gran numero
. , de casos.
En el curso de la terapia sexual se puede aprovechar la
ventaja que supone el incremento de la tensión sexual peri­
rnen strua l en el tratamiento de mujeres no excitables.

Cólera y síndrome perimenstrual

Una observación clínica llamativa que caracteriza al síndro­


me, independientemente de que la paciente manifieste su
tensión simplemente como irritabilidad ligera o como un
episodio paranoide psicótico grave, es que en todas estas
mujeres parece que se da un gran aumento de la cólera o de
la agresión. Algunas mujeres son capaces de tolerar y asimi­
lar esta mayor tendencia a reaccionar con cólera. Otras) en
cambio, se sienten trastornadas o, en cualquier caso, moti­
vadas a comportarse de una manera agresiva o autodestruc­
tiva. Según sean la personalidad y los mecanismos de defen­
sa de la mujer en cuestión, algunas exteriorizan esta cólera y
atacan y provocan a los demás; otras, en cambio, afligidas
por sentimientos de culpa y de temor, enferman y se depri­
men, pierden contacto social y son propensas a accidentes.
Las mujeres creativas suelen escribir poemas agresivos o
pintar cuadros que expresan cólera y depresión durante es­
tos períodos de su vida.

Aplicaciones clínicas

No todos los conceptos que hemos discutido en este capítulo


son directamente aplicables a la terapia sexual. Sí son rele­
vantes en la medida en que forman parte de los datos con-
98 l. CONCEPTOS BÁS!Cos

ductales básicos sobre los cuales descansa la praxis clínica.


Los conceptos más importantes podrían ser resumidos así:
existen datos positivos a favor de que tanto la libido mascu­
lina como la femenina y la excitabilidad sexual requieren
que el cerebro y los genitales se hallen provistos de niveles
idóneos de testosterona. De aquí se sigue, por tanto, que la
terapia a base de andrógenos está muy indicada en ciertas si­
tuaciones clínicas. La tesis de que los andrógenos prenatales
juegan un papel importante a la hora de establecer la identi­
dad sexual masculina y las tendencias concomitantes a una
conducta masculina adulta es, sin duda, atractiva, pero des­
de luego no está probada, y hasta ahora no contamos con
aplicaciones clínicas directas de estos datos. Todavía más
problemáticos son los efectos de los estrógenos y de la
progesterona sobre la conducta femenina. El único concepto
claro que emerge en el estado actual de la cuestión es que el
descenso de estas dos hormonas, que caracteriza al período
perimenstrual y a la menopausia, se acompaña en muchas ,
mujeres de diversos trastornos psicológicos. Disponemos
de un tratamiento para este síndrome. En la paciente post­
menopáusica, muchos médicos piensan que la terapia de
sustitución con estrógenos es el tratamiento adecuado. Es
interesante anotar que el síndrome de tensión perimens­
trual responde con frecuencia, pero no siempre, a los medi­
camentos a base de anticonceptivos, que detienen la ovula­
ción y, por lo tanto, impiden la constitución del cuerpo
lúteo, que es la fuente principal de progesterona. Aparte del
tratamiento de los trastornos psíquicos relacionados con
esas hormonas, la aplicación fundamental de estos datos a la
terapia sexual es que el terapeuta debe tener presente el esta­
do psíquico de la mujer al tratar de modificar las interaccio­
nes sexuales de una pareja en un sentido terapéutico.
3• REfEREN
CJAS Y B!BL!OGRAflA 99

Referencias internas y bibliografía para el Área 1

Referencias internas sugeridas

En este libro se discuten dentro de un marco clínico, en la Sección


IV B (Las disfunciones sexuales de la mujer) los concomitantes fi­
siológicos de la excitación sexual femenina y el orgasmo (especial­
mente el papel del clítoris en la producción de este último). En la
Sección IV A, que se refiere a Las disfunciones sexuales del varón, se
dan datos complementarios sobre la respuesta sexual masculina.
En el Área IV se discute también desde una perspectiva clínica la
naturaleza bifásica de la respuesta sexual.
El Área 11, dedicada a la Etiología, trata de las muchas influen­
cias negativas que pueden interferir e inhibir la respuesta sexual,
mientras que en el Área III, dedicada al Tratamiento, se discuten
las estrategias terapéuticas que se han ido desarrollando para libe­
rar los reflejos de la respuesta sexual de la inhibición a que les so­
meten ciertos influjos superiores.
En el capítulo 15, dedicado a las disfunciones de la erección, se
discute el uso médico de la testosterona para los problemas de la
potencia y de la libido. La relación entre estrés y funcionamiento
sexual se discute en la Sección 1 1 A (Determinantes biológicos de las
disfunciones sexuales) y también en el capítulo 23, que trata de las
disfunciones sexuales vinculadas a ciertos trastornos psiquiátricos,
incluida la depresión y la ansiedad.

Bibliografía

En Respuesta sexual humana, de Masters y Johnson (Ed. Intermé­


dica, Buenos Aires) podemos encontrar una descripción más deta�
llada de la fisiología sexual básica, mientras que las relaciones en­
tre la fisiología sexual y diversas disfunciones sexuales se describen
en Incompatibilidad sexual humana, de los mismos autores (Ed.
lntermédica, B. Aires). Los «Mecanismos de la erección)) han sido
tratados por Howard D. Weiss en la revista Medica! Aspects ofHu�
man SexÚality, febrero, 1973 .
100 !. CONCEPTOS BÁSICO;
r
Mary Jane Sherfey aporta una excelente descripción de la ana.
tomía de los órganos sexuales femeninos y masculinos en The
Nature and Evolutíon ofFema le Sexuality (Nueva York, Randoin
House, 1972). Este volumen incluye también una discusión inte.
resante sobre el desarrollo embriológico comparado de los órga.
nos reproductores femeninos y masculinos, así como una hipóte.
sis digna de polémica, que concierne al poder de la sexualidad
femenina y a su influencia en la sociedad.
Se resume la literatura sobre el orgasmo femenino y se conside­
ran estos fenómenos desde una perspectiva diferente en el libro de
Seymour Fisher, The Fema le Orgasm: Psychology, Physiology, Fan­
tasy (Nueva York, Basic Books, 1973),
Un buen texto básico sobre anatomía, que también explica algu.
nos principios de neurofisiología, es Functíonal Neuroanatomy
de W. J. S. Krieg (Nueva York, Blakiston, 1953), The Understanding
oftheBrain de J, C. Eccles (Nueva York: McGraw-Hill, 1973),es un
texto de neurofisiología más avanzado.
La obra de Paul MacLean, que hemos descrito en esta Area)
la podemos hallar en «New Finding Relevant to the Evolution of
Psychosexual Functions of the Brain», en la revista J. Nerv. and
Ment. Dis., vol. 135), n.0 4, 289-301, 1962. Para más información
sobre el sistemalímbico, véase «The Limbic System with Respect to
Self-Preservation and the Preservation of the Species)), en la revis­
ta J. Nerv. and Ment. Dis., vol. 127,n.0 1 . 1 - 1 1, 1958; información
adicional sobre la localización cerebral de la eyaculación y de la
erección, en la línea del concepto bifásico de la respuesta sexual, se
encuentra en «Further Studies on Cerebral Representation of Peni­
le Erection: Caudal Thalamus, Midbrain and Pons>) en J. oJNeu­
rophysíology, vol. 26, n,' 2, 273-293, 1963, y en «Cerebral Locali­
zation for Scratching and Seminal Discharge» en Arch. ofNeuro.,
vol. 9, 485-497, 1963, siendo también los autores MacLean y otros.
Los estudios de Robert Heath sobre el placer y el orgasmo en el
hombre, que fueron mencionados en esta Área, fueron publicados
en «Pleasure and Brain Activity in Man» en la revista J. Nerv. and
Ment. Dis., vol. 154, n.0 1, 3-18, 1972, y en «Septal Stimulation for
the Initiation ofHeterosexual Behavior in a Homosexual Male}}
por C. E. Moan y R. C. Heath en Ja revista J, Behav. Ther, and Exp.
Psychiat, vol. 3, n.0 1, 23-30, 1972. La investigación clásica que de-
l. J!.EfERENCJAS Y lllSUOGRAFfA 101

mostró la existencia de un centro de placer físico en el cerebro apa­


reció publicada en «Positive Reinforcement Produced by Electri­
cal Stimulation of the Septal Area and other Regions of the Rat
Brain», por). Olds y P. Milner, en la revistaJ. Comp. Physiol. Psy­
chol., vol. 47, 419-427, 1954.
En el artículo «Likelihood ofHuman Pheromones», aparecen al­
gunas especulaciones sobre la existencia de feromonas en seres hu­
manos. El autor de este artículo es A. Comfort) y apareció en Natu­
re, abril, 1971, 432-433. lrving Bieber presenta sus puntos de vista

sobre la importancia de la olfacción en la fase edípica del desarrollo


en un artículo sobre este tema en las actas del Simposio de la Socie­
dad de Psicoanalistas Médicos, con el título . de Sexuality and
psychoanalysis Revisited (Nueva York, Brunner/Mazel, 1974).
Clínica! Endocrinology, 3.ª edición, de Paschkis y otros, (Nueva
York, Hoeber, 1967), contiene información básica sobre la química
yla fisiología de los andrógenos, de los estrógenos y de la progeste­
rona. También en el libro The Physiological Basis ofMedica[ Practi­
ce, 8.ª edición, de C. H. Best y N. B. Taylor, Eds. (Baltimore, Wi­
lliams and Wilkins Co., 1966).
Un excelente resumen de los efectos de los andrógenos prena­
tales sobre la posterior conducta específica de cada sexo es el ar­
tículo de John Money y Anke A. Ehrhardt titulado «Fetal Hor­
mones and the Brain: Effect on Sexual Dimorphism of Behavior­
A Review», enArch. ofSex. Behav., vol. l , n.0 3, 241-262, 1971, y el
artículo de John Moneytitulado «The Determinants ofHuman Se­
xuality)), publicado en el libro Progress in Group and Family The­
rapy, C.). Sager y H. S. Kaplan, Eds. (Nueva York, Brunner/Mazel,
1972).
L. E. Kreuz, R. M. Rose y ). R. Jennings han informado de los
efectos recíprocos de la tensión psíquica y de los andrógenos en el
artículo «Supression of Plasma Testosterone Levels and Psycholo­
gical Stress», aparecido en la revista Arch. Gen. Psychíat; vol. 26,
479-482, 1972, y también en el artículo de L. E. Kreuz y R. M. Rose
titulado «Assessment of AggressiveJ3ehavior and Plasma Testoste�
rone in a Young Criminal Population», aparecido en la revista Psy�
chosomatíc Med., vol. 34, 321-332, 1972. Podemosencontrar datos
complementarios sobre la relación entre agresión y andrógenos en
! el artículo «Relation of Psychologic Measures of Aggression and

1
1 02 l. CONCEPTOS B.{sicos

Hostilityto Testosterone Production in Man>>, de H. Persky, pubJi.

j
cado en PsychosomaticMed., vol. 33, 265-277, 1971.
C. A. Fox y otros colaboradores aportan nuevos hallazgos sobre
los efectos de la actividad sexual en los niveles de testosterona del ]
varón, en «Studies on the Relationship between Plasma Testaste.
rone Levels and Human Sexual Activity», ]. Endocr., vol. 52, 51 -58
1972. Las publicaciones de Ursula Laschet, que incluyen «Die An:
wendbarkeit von Antiandrogen in der Humanmedizin», en Sa.
arléindisches Arzteblatt, 1969, discuten los efectos de la medicación
con antiandrógenos en sujetos humanos. El estudio clásico que fue
el primero en confirmar la importancia de los andrógenos en la se.
xualidad femenina fue el de M. G. Drellich y S. E. Waxenberg en
Science and Psychoanalysis, J. Masserman, ed. (Nueva York, Gru.
ne Stratton, 1966).
En el artículo de John O'Connor y otros (<Behavioral Rhythms
Related to the Menstrual Cycle» publicado en Biorhythms and Hu­
man Reproduction (Nueva York, Wiley, 1974), se habla del com­
plejo tema de los efectos de las fluctuaciones de estrógenos y pro­
gesterona en el ciclo menstrual sobre la libido femenina y sobre
otros aspectos de la conducta.
Area 11
Etiología

Las delicadasy complejas respuestas sexuales del hombrey de


la mujer dependen de la integridad de múltiples determinan­
tes. El primer requisito para que se obtenga una respuesta
sexual satisfactoria consiste, por supuesto, en que los órga­
nos sexuales se hallen en buen estado. Por tanto, en toda tera­
pia sexual debemos evaluar siempre los factores orgánicos.
Pero incluso disfrutando de una saludfísica satisfactoria, las
respuestas sexuales siguen siendo vulnerables a los efectos del
estrés emocionaly están expuestas alfracaso por efecto de un
condicionamiento aversivo.
La ansiedad ante la ejecución del acto sexualy las inhibi­
ciones específicas aprendidas de la respuesta sexual suelen ser
las causas inmediatas y específicas de las disfunciones sexua­
les, pero los problemas sexuales pueden también poseer una
estructura más profunda. Las causas superficiales o la ansie­
dad inmediata que operan en el momento de realizar el acto
sexual son las vías comunesfinales a través de las cuales pue­
den llevar a cabo su efecto lesivo una serie de múltiples causas
más profundas o más remotas. Por eso, una neurosis profun­
damente asentada, un complejo de Edipo no resuelto, el temor
al abandono, la agresividad marital o un complejo de culpa-
103
104

bilidad religiógeno respecto al sexo pueden producir un arn.


biente sexual tenso que conduzca a una disfunción sexual,
El concepto de causas inmediatas y remotas no es algo
exclusivo de la terapia sexual, sino un principio básico en me.
dicina psícosomática, y tiene una serie de implicaciones irn.
portantespara el tratamiento. Por ejemplo, la causa inmediata
de la úlcera péptica es un exceso de secreción de ácido clorhí­
drico en el estómago que actúa sobre una mucosa duodenal
vulnerable. Sin embargo, hay numerosas causas psicógenas
que pueden producir esta secreción ácida patógena en un pa­
ciente susceptible. El tratamiento de la úlcera consiste primero
en intentar bloquear la causa inmediata, esto es, proteger la
mucosa duodenal de los efectos del ácido clorhídrico a base de
parar esa secreción o de neutralizarla químicamente. Más
adelante, o simultáneamente, si fuese necesario, se pueden
resolver las causas más profundasy remotas de la secreción de
ácido, los conflictos, los problemas familiares, las tensiones
ambientales, etc., a fin de curar la úlcera e impedir una recaí­
da. De la misma manera, la táctica que se sigue en el trata­
miento de las disfunciones sexuales consiste, primero, en mo­
dificar los obstáculos que se oponen de una manera inmediata
alfuncionamiento sexual, corregir los aspectos destructores
específicos del estilo sexual que utiliza la parejay que produ­
cen una serie de ansiedades y de defensas que menoscaban el
abandono erótico. Má.s adelante, o simultáneamente, se mo­
difican las raíces más profundas de ese trastorno, en caso de
quefuese necesario.
El problema de la causalidad es complejo: si bien lasfuer­
zas inconscientes -como, por ejemplo, los complejos de Edipo
no resueltos, o un sentimiento de culpabilidad sexual, o cier­
tas discordancias conyugales- pueden ser con frecuencia res­
ponsables de dificultades en la erección y en el orgasmo, tales
problemas pueden también existir, sin duda alguna, en aque­
llas personas cuyo funcionamiento sexual es normal. Sólo
cuando estos conflictos profundos producen interacciones se-
¡¡, ETlOLOGfA 105

xuales patógenas en la pareja y hacen que una persona se


sienta ansiosa y erija defensas contra las sensaciones eróticas
en el momento de hacer el amor, es cuando dichos conflictos
originan disfunciones sexuales; en ese caso) es preciso modifi­
car las conflictos para restablecer la adecuación sexual.

Un concepto psicosomático de la disfunción sexual

Un acto sexual satisfactorio depende de una compleja secuen­


cia de procesos hormonales y fisiológicos que son muy vul­
nerables a los efectos de una excitación emocional crónica o
aguda. El temor o la cólera agudos van acompañados de pro­
fundas reaccionesfisiológicas que pueden interferir directa­
mente con los reflejos vasculares autónomos que producen la
erección en el varón y la lubricación y la hinchazón en los ge­
nitales femeninos. Por otro lado, la respuesta sexual, tanto en
el hombre como en la mujer, depende de un equilibrio hormo­
nal idóneo, y especialmente de un suministro adecuado de an­
drógenos. El estrés crónico, la depresión, la frustración y el
conflicto pueden producir cambios endocrinos significativos,
capaces de conducir a una disminución del nivel de andróge­
nos, vía el eje hipotalámico-hipofis!lrio. No es, por tanto, sor­
prendente que tales estados emocionales adversosy duraderos
puedan ir acompañ4dos de distintos trastornos psicosom(iti­
cos, incluidas las dificultades sexuales.
Además, las respuestas sexuales son fácilmente condicio­
nables. Los reflejos del orgasmo, en particular, se hallan muy
expuestos a una inhibición «aprendida» si la excitación se­
xual se asocia a ciertos sentimientos negativos de temor, cul­
pabilidad o amenaza de lesión de cualquier tipo. Esto es, las
contingencias negativas, tanto subjetivas como objetivas)
que es probable que sigan a las expresiones e impulsos eróti­
cos de nuestra cultura) suelen ser lesivaspara la respuesta se­
xual.
106 u.
r
i
ETJOtocr.1.

Los problemas emocionales, agudos y crónicos, capaces de


bloquear la respuesta sexualy las contingencias negativas que
pueden causar la inhibición del orgasmo, no parece que sean
específicos. Cualquier problema que trastorne a un individuo
lo bastante como para bloquear físicamente sus respuestas
viscerales genitales, o mermar su nivel de testosterona, puede
crear una disfunción sexual. Un ambiente hostil a la sexua/i.
dad, la anticipación delfracaso, las exigencias agresivas y las
críticas de una esposa hostil, la angustia en el marido por la
semejanza entre su mujery su madre tabú, el sentimiento de
culpabilidad sobre el placer sexual que proviene de los prime­
ros «lavados de cerebro» de origen religioso, las amenazas a
un sistema de autoestima frdgil, en el sentido de que la ejecu­
ción sexualpodría no alcanzar las grandiosas cotas que se es­
pera obtener, todas estas causas, repetimos, pueden hacer que
la erecciónfracase. Estas causas profundas suelen estar direc­
tamente relacionadas con el sexo. También es cierto, sin em­
bargo, que la ansiedad y la depresión, que no se hallan ni tan
siquiera remotamente relacionadas con la sexualidad, Pue­
den, al trastornar el estado emocional del paciente, producir
un fracaso en la erección. Un hombre que estd a punto de per­
der el empleo o una mujer que se siente atrapada y explotada
podrían no ser capaces de relajarse lo suficiente como para
funcionar de una manera idónea en el área sexual.
Vistos desde esta perspectiva, los síntomas sexuales no son
defensas contra la ansiedad, en el sentido en que lo son los sín­
tomas histéricos. Al igual que todos los síntomas psicofisioló­
gicos, se presentan allí donde las defensas psíquicas son inca­
paces de proteger al individuo contra una «inundación»
emocional. El síntoma real es una manifestación de los conco­
mitantes fisiológicos nocivos de una emoción dolorosa, que
interfiere con los delicados reflejos sexuales.
En muchos trastornos psicosomdticos la vulnerabilidad de
los órganosfinales tiene una base orgdnica que no puede ser
modificada por la psicoterapia. El tratamiento intenta prote-
I,
J
¡:.T!OLOG!A 107

�ers decir,
el órganofinal de un abuso excesivo del estrés emocional.
es imposible cambiar la vulnerabilidad inherente de
una mucosa duodenal frdgil o la hiperactividad potencial
de las células parietales de un paciente que padece úlcera, uti­
lizando métodos psicológicos. Sin embargo, sí esposibleprote­
ger a un duodeno vulnerable con alcalinos y con una psicote­
rapia que reduzca la tensión psíquica. El origeny la naturaleza
de /a vulnerabilidad del aparato sexualfrente al estrés en las
personas que manifiestan disfunciones sexuales es algo que
todavía no comprendemos con toda claridad. Sin embargo,
cabria especular en el sentido de que algunas disfunciones se­
xuales son andlogas a ciertos estados psicofisiológicosfuncio­
nales -como, por ejemplo, espasmos del colon, estreñimiento,
jaqueca e hipertensión arterial- que se definen por ciertas
tendencias individua/es, desde los primeros años de la infan­
cia, a responder a cualquier tipo de tensión con una hiperacti­
vidad especifica del sistema orgdnico vulnerable. Como volve­
remos a indicar en el capítulo dedicado al tratamiento, la
estrategia esencial de la terapia sexual consiste en conseguir
un alivio de los síntomas modificando lasfuentes operativas
inmediatas del estrés sexual, a base de alterar las contingen­
cias negativas del «aquíy ahora» que dificultan las respuestas
sexuales de la pareja. El alivio de los síntomas sexuales, como
el de los síntomas psicosomdticos en general, se suele conse­
guirconfrecuencia limitando la intervención terapéutica a la �I

extirpación de obstdculos específicos, como, por ejemplo, las


fuentes concretas de la ansiedad.
Esto es, aunque la hiperactividad de un sistema de erección
vulnerable no se ve alterada por la terapia, se han desarrolla­
do técnicas poderosas que pueden mitigar las tensiones. Entre
ellasfiguran la eliminación del estrés inmediato, as{ como mo­
dificaciones mds permanentes del sistema sexual, antes des­
tructor, de la pareja.
Sin embargo, puede que otras causas mds profundas y re­
motas, como, por ejemplo, los conflictos inconscientes o la dis-
108 ll.
r
ETlOLOG{� [,
f
,

armonía marital, operen bajo esas transacciones llenas de


tensión que han provocado el problema sexual específico y
continúen produciendo ansiedad cuando elpaciente intenta.
hacer el amor. Si el médico que trata los trastornos sexuales
pretende trascender el papel de un técnico que dispensa sus
remedios de una manera mecánica, si no quiere limitarse a
eliminar el estrés inmediato, si quiere ir más allá de las me�
ras técnicas de «comprensión» y «sensibilización», tiene que
comprender la estructura de las disfunciones en todos sus ni­
veles. Además de comprender y elaborar ciertas estrategias
técnicas con elfin de modificar las causas inmediatas delpro­
blema sexual, tiene que desentrañar la dinámica de las múlti­
ples causas profundas a partir de las cuales pueden brotar las
dificultades sexualesy, en su caso, poner en marcha aquellas
tácticas terapéuticas que modifiquen las raíces más lejanas de
la anomalía.
En esta sección discutiremos las causas de los trastornos se�
xuales, adoptando diversos puntos de vista y examinándolas
a la luz de varias hipótesis. Desgraciadamente, en el momento
en que escribo esto no contamos todavía con una teoría que
sea satisfactoria y que abarque todos los aspectos de la etiolo­
gía de losfenómenos psicopatológicosy de las disfunciones se­
xuales. Existen numerosas teorías, cada una de las cuales pre­
tende dar la respuesta final sobre las causas de los síntomas
psiquiátricosy de losproblemas sexuales. Ninguna cumple lo
que promete, pero algunas de estasformulaciones tienen mu­
cho mérito y han contribuido de una manera decisiva a la
comprensión de los problemas sexuales. Por lo tanto, hemos
intentado presentar una panorámica global de las hipótesis
actuales más importantes sobre la etiología de las disfuncio­
nes sexuales, colocándolas dentro de un marco teórico unifi­
cado que se relacione en lo posible con el tratamiento de las
disfunciones sexuales. La Sección A se dedica a las causas or­
gánicas de las disfunciones sexuales, mientras que la Sección B
revisa las teorías psicológicas más importantes sobre la causa-
109

lidad de estas anomalías, considerando tanto los obstdculos


inmediatos (que son el objetivo más importante de los nuevos
tratamientos de las disfunciones sexuales) como las rafeesy
estructuras más profundas de los problemas sexuales. Consi­
deramos estos últimos desde la perspectiva del psicoanálisis,
dela teoría de sistemasy de la del aprendizaje.
Lo que aquí decimos sobre las causas de las anomalías se­
xuales no debe tomarse como la última palabra sobre la géne­
sis de los trastornos sexuales, porque aún nos hallamos lejos
de contar con respuestas definitivas sobre este tema. Quedan
aún por identificar muchos determin1mtes de la patología se­
xualy debemos estar abiertos a los nuevos hallazgos e hipóte­
sis que brotan continuamente en este campo.
Sección A
Los determinantes biológicos
de las disfunciones sexuales

El éxito del acto sexual depende en último término de la


integridad física de los órganos sexuales y de los sistemas
vascular, neurológico y endocrino. No puede haber acto se­
xual sin un pene y una vagina funcionales. Muchas enferme­
dades físicas y drogas pueden producir la impotencia o dis­
minuir el interés sexual. Además, las disfunciones sexuales
debidas a ciertos trastornos clínicos pueden ser indistingui­
bles de problemas puramente psicógenos. Por estas razones,
aunque las causas más frecuentes de las disfunciones sexua­
les son psicológicas, hay que eliminar primero los factores
físicos antes de comenzar una terapéutica sexual.
Las estadísticas del número de pacientes sexualmente dis­
funcionales que son víctimas de un factor orgánico oscilan
entre el 3% y el 20%. Según nuestra propia experiencia,
aproximadamente el 10% de los pacientes que buscan ayuda
para un problema sexual padecían diabetes precoz, utiliza­
ban drogas, abusaban del alcohol o eran víctimas de una
hasta entonces désconocida patología local de los genitales.
Hay que añadir también ciertas enfermedades neurológicas,
como una depresión intensa y otras causas físicas, Como es
obvio, el médico tiene que permanecer alerta ante estos fac-
111
112 I!.

tores físicos que pueden jugar un papel en los síntomas se.


xuales de aproximadamente el 20% de sus pacientes.

Diagnóstico de la patología orgdnica

Un perfil claramente situacional de la disfunción nos permi.


te suponer que la anomalía no se debe a alteraciones orgáni.
cas de los órganos sexuales, sino que la etiología de ese tras.
torno tiene que ser, a todas luces, psicógeno. Por ejemplo1 si
un individuo padece de eyaculaciones nocturnas y ereccio�
nes matinales que no disminuyen ni en frecuencia ni en fir�
meza ni en duración respecto al nivel previo, es muy proba�
ble que su impotencia al intentar realizar el acto sexual con
su mujer tenga raíces psicológicas. Sin embargo, aun en ta.
les circunstancias hay que tener cuidado de no dar excesiva
importancia a un perfil situacional para llegar a la conclu.
sión de que se trata de una psicogénesis pura, ya que algunos
factores orgánicos fluctúan en sus efectos. Así, por ejemplo,
la impotencia de un individuo podría deberse a la ingestión
de ciertas drogas o medicamentos que actúan a corto plazo.
Podría tener erecciones matinales, beber excesivamente en
la cena, y ser impotente en la noche, cuando intenta hacer el
amor en un estado de semiernbriaguez.
La enfermedad, ciertos estados psicofisiológicos como la
ingestión de drogas, la depresión, la fatiga y la edad avan.
zada pueden afectar al funcionamiento sexual de una mane­
ra adversa. Sin embargo, los factores orgánicos no afectan a
los hombres y a las mujeres de la misma forma, ni ejercen
idénticos influjos sobre los distintos componentes de la res­
puesta sexual. La libido, la erección y la eyaculación en los
varones, y la lubricación-hinchazón y el orgasmo en las mu­
jeres, difieren en su vulnerabilidad a distintas condiciones y
agentes físicos, y cada disfunción presenta diagnósticos di­
ferenciales distintos. Por tanto, cada disfunción exige un
f.,, i..os DETERMINANTES B!OLÓGICOS DE !..AS l)!SFUNClONES SEXUALES 113

tipo específico de diagnóstico médico, mientras que en cier­


tas circunstancias clínicas podemos eliminar con bastante
seguridad la orgauicidad sobre la base de la sola eutrevista y
el historial clíuico.
p0r ejemplo, la respuesta de erección es muy vuluerable a
ciertas eufermedades y fármacos, y, de hecho, las dificulta­
des eu la ereccióu puedeu ser los primeros siguos de la eu­
fermedad. Por tauto, la etiología orgáuica iutervieue eu el
diagnóstico difereucial de todos los varoues impoteutes. A
menos que la impotencia sea claramente situacional, por
ejemplo, que el sujeto pueda realizar el acto sexual cou todo
vigor cuaudo se halla cou uua mujer y uo con otra, todos los
impotentes deberíau pasar un examen médico para elimiuar
todas aquellas condiciones que pueden bloquear la respues­ "" .':
ta de erección, antes de llegar a una conclusión firme de que
debería tratarse psicológicamente. Porque, auuque la perso­
na parezca a simplevista saludable, podría padecer una dia­
betes aún no detectada, o una esclerosis múltiple, o tener un
nivel bajo de testosterona. O quizá esté abusando del alcohol
o tome drogas gangliopléjicas para tratar la hipertensión.
Cualesquiera de estos factores es capaz de bloquear la res­
puesta de erección.
La respuesta de la eyaculación se halla afectada nega­
tivamente por factores completamente distintos a los de
la erección. La eyaculación precoz, cuando se preseuta en la
vida sexual de uu varón que goza de salud, no se debe a una
causa física conocida. Por tanto, muchos médicos piensan
que tales pacieutes pueden ser tratados por medios psicoló­
gicos y sin examen médico previo. Por el contrario, si la pér­
dida del control de la eyaculación es de origen recieute, y si­
gue a un período anterior de funcionamiento satisfactor�o,
la incontinencia en la eyaculacióu podría deberse a ciertos
trastoruos neurológicos o urológicos. Factores distiutos son
los que intervieneu en el diagnóstico difereucial de Ja etiolo­
gía de la eyaculación retardada. Aunque por lo común se
114

debe a una inhibición psicológica, la eyaculación puede ser


también retardada por ciertas enfermedades neurológicas,
por ciertas drogas, y especialmente por aquéllas que afectan
las funciones nerviosas simpáticas. (Véanse tablas 1 y 3.)
La queja del paciente respecto a un descenso general de la
libido (descenso que puede deberse, por supuesto, a factores
puramente psicógenos) es muy indicativa de que hay una
causa orgánica. La pérdida de interés por la sexualidad es un
signo de muchas enfermedades de tipo general que debilitan
el organismo, como, por ejemplo, la hepatitis, o bien puede
deberse a una depresión o a estados de tensión o de fatiga.
Estos estados disminuyen el interés sexual, no sólo debido a
sus efectos psicológicos, sino probablemente también por
factores hormonales.
Las respuestas sexuales de la mujer son algo menos vul­
nerables frente a factores negativos como la ansiedad, las
drogas y la enfermedad. Sin embargo, no podemos decir
en modo alguno que las mujeres sean inmunes. La pérdida
general de interés por el sexo o de responsividad ante la ex­
citación sexual puede reflejar en la mujer, al igual que en el
varón, la existencia de enfermedades que debilitan el orga­
nismo, fatiga, depresión o uso y abuso de ciertas drogas. La
fluctuación hormonal, como, por ejemplo, la que se debe al
ciclo menstrual o al embarazo o el uso de anticonceptivos
pueden influir adversamente en las funciones sexuales de
la mujer. Por otra parte, las disfunciones orgdsmicas en una
mujer que, por lo demás, goza de salud y que se excita se­
xualmente, suelen ser consideradas por la mayor parte de
los médicos como algo que es casi siempre de origen psi­
cógeno, con la excepción de ciertas drogas, en especial la
medicación psicotrópica, que parece que aumentan el um­
bral orgásmico de algunas mujeres. Es patente que no con­
tamos con suficientes datos en estos momentos para valo�
rar los efectos de los factores físicos sobre el orgasmo
femenino.
A.· LOS DE.TERMINANTES BIOLÓGICOS DE LAS DJSFUNCIONES SEXUALES 115

Algunos autores han involucrado ciertas anomalías ana­


tómicas y fisiológicas de los genitales femeninos en la dis­
función orgásmica. Así, un grupo de investigadores ha apo­
hipótesis d� LeMon Cla:k de que l�s a �herencias
yado la
clitorideas, que 1mp1den la rotación pre-orgasm1ca y la re­
tra cció n del clítoris, son una causa importante de disfun­
ción orgás mica en el 30% de las mujeres no orgásmicas. Re­
co mie ndan extirpar las adherencias del clítoris como
m edid a terapéutica y afirman que un tercio de las mujeres
n o orgás micas, cuando se las trata de esa forma, son capaces
de experimentar orgasmos. La teoría de las adherencias del
clítoris no ha sido aceptada de una manera unánime, porque
nunca ha sido confirmada y porque muchas mujeres que ca­
recen de orgasmo han sido tratadas con éxito sin esta extir­
pación de adherencias. Por tanto, en el momento en que es­
cribo estas líneas, la mayor parte de los médicos que tratan a
mujeres no orgásmicas no exigen el examen del clítoris de la
paciente ni la extirpación de estas adherencias, aunque exis­
tan.
No se deben confundir las adherencias del clítoris con la
adherencia cerrada del prepucio del clítoris a ese órgano,
que sí es una anomalía anatómica suficientemente confir­
mada. Este estado patológico, muy raro por lo demás, es
análogo a la fimosis en el hombre. Las mujeres que sufren de
esta anomalía experimentan dolor y congestión al estimular
el clítoris, lo cual interfiere naturalmente con el placer sexual
del orgasmo. Hay, pues, que corregir esa anomalía. En con­
traste con la liberación de las adherencias clitorideas, que no
exigen una intervención quirúrgica propiamente dicha, por­
que no se corta ningún tejido, la corrección de esta adheren­
cia del prepucio del clítoris exige una incisión quirúrgica de
la pre-pelvis femenina.
Arnold Kegel opina que la falta de uso, la debilidad, el es­
caso tono o la fibrosis de los músculos de la vagina contribu­
yen a generar una incapacidad-para el orgasmo. El examen
116 "· Eno1.oc1, T
ginecológico consiste en este caso en palpar el músculo pu� j'
bococcígeo mientras la paciente intenta contraerlo. Hoy día
hay datos a favor de que unos músculos pubococcígeos laxos
o la fibrosis de dichos músculospueden crear problemas se­
xuales a algunas mujeres, pero hasta el momento no conta-
mos con pruebas concluyentes. La teoría tiene fundamento)
puesto que el orgasmo es primordialmente una respuesta
muscular. Por tanto, es cadavez mayor el número de ginecó­
logos y de sexólogos que tratan los problemas relacionados
con el orgasmo tras un examen de los músculos vaginales y
piden que la mujer ejercite esos músculos.

Interacción entrefactores orgánicos y psíquicos

La interacción entre los trastornos físicos y la conducta se­


xual es compleja y depende tanto de los efectos físicos de la
enfermedad o de la droga como de las características psico­
lógicas de la persona que los padece. Las mismas dificulta­
des físicas pueden ejercer efectos completamente distintos
sobre diferentes individuos, según su historia sexual previa,
el tipo de relaciones con su compañero y su integración del
yo. En general, si una persona ha. tenido una vida sexual ac­
tiva y llena de éxito antes de la enfermedad, si goza de una
relación segura, afectuosa y abierta con su mujer, si su yo es
lo suficientemente fuerte como para luchar constructiva­
mente contra las frustraciones, su incapacidad quedará li­
mitada estrictamente a la impuesta por la enfermedad. En
aquellos pacientes, en cambio, que son vulnerables en un
sentido o en otro, la incapacidad y el bloqueo de las funcio­
nes sexuales pueden proliferar.
Pocos trastornos orgánicos destruyen completamente la
respuesta sexual. Lo más corriente es que la función sexual
quede sólo bloqueada parcialmente por la diabetes, las lesio­
nes neurológicas, la medicación contra la hipertensión arte�
,\. LOS DETERMINANTES B!OLOG!COS DE LAS DlSl·'UNC!ONES SEXUALES 117

ria! o por una edad avanzada. Sin embargo, la respuesta de


alarma o de desesperación del paciente frente a un bloqueo
parcial suyo o de su compañero, puede desencadenar una
disfunción total debido precisamente a esas reacciones emo­
cionales. El efecto es semejante a la secuencia de aconteci­
mientos que sigue a un episodio transitorio de impotencia
psicógena, que se convierte en un problema crónico cuando
conduce al paciente a anticipar el fracaso en posteriores in­
tentos de realizar el acto sexual.
Si bien la terapia sexual no puede alterar, como es obvio,
una enfermedad subyacente, es muy eficaz, en cambio, para
disipar esta ansiedad reactiva. Por tanto, cuando la impo­
tencia de un paciente se debe a una combinación de factores
psíquicos y físicos, esto es, cuando sufre un bloqueo parcial
de su capacidad eréctil, exacerbado por el temor y por el
sentimiento de frustración, entonces está claramente indi­
cada Ja terapia sexual. Por esta razón, un diagnóstico médi­
co que ha establecido la existencia de una enfermedad que
bloquea Ja respuesta sexual, como, por ejemplo, una diabe­
tes, no excluye una terapia sexual a menos que se haya de­
mostrado que la incapacidad física es completa. A muchas
parejas en las cuales uno de los cónyuges se halla parcial­
mente impedido, se les puede ayudar a llevar una vida sexual
satisfactoria dentro de los límites de su capacidad. El objeti­
vo del terapeuta sexual consiste en ayudarles a convertir en
efectiva dicha capacidad.
4. Los efectos de la enfermedad
sobre la sexualidad

A. Estados psicofisiológicos

La depresión, el estrés y la fatiga puedendañar de una mane­


ra profunda la sexualidad, aparte de que ciertos estados de
depresión y de tensión enmascarados se hallan envueltos
con frecuencia en la etiología de las disfunciones sexuales.
Cuando un paciente se halla intensamente deprimido, el
sexo es lo último que le vienea la mente. Incluso algunos pa­
cientes moderadamente deprimidos pierden todo interés
por la sexualidad y se hacen inasequibles a la seducción y a
la excitación eróticas. Consideraciones similares cabría apli­
car tanto a hombres como a mujeres que han estado some­
tidos a un estrés y a una fatiga intensos y crónicos, como
ocurre durante un combate o en las crisis emocionales con­
comitantes a un proceso de divorcio, la pérdida de un em­
pleo, los enjuiciamientos criminales y legales, etc.
Los mecanismos a través de los cuales los estados emo­
cionales intensos disminuyen Ja sexualidad no están claros.
Algunos expertos creen que el fenómeno es puramente psi­
cógeno. La persona que se halla en una crisis se encuentra,
ante todo, intensamente preocupada por superar sus dificul-
118
OS DE LA ENFERMEDAD SOBRE LA SEXUALIDAD 119
.. r,OS EFECT

tades y le conviene concentrar todas sus energías en la reso­


lución de esos problemas, con exclusión de cualquier cosa
que pudiese suponer una diversión. Por otro lado, también
es posible que los cambios fisiológicos y endocrinos inten­
sos que acompañan a los estados de depresión grave, de
estrés y de fatiga, contribuyan a una pérdida de motivación
sexual al afectar al sistema nervioso central y a los neuro­
transmisores y disminuir el suministro de andrógenos.
Esta concepción psicosomática en la que intervienen los
andrógenos viene apoyada por datos recientes que sugieren
que los niveles séricos de testosterona no son constantes,
sino que tienden a fluctuar notablemente, tanto diur­
namente como también con ciclos más amplios. Dicho de
una manera más específica: algunos estudios recientes han
informado que los sujetos que se hallan bajo un estado de
estrés crónico muestran una disminución significativa y
consistente del nivel de testosterona en sangre. Pasada la
tensión, el nivel vuelve rápidamente a la normalidad. En los
primates machos se dan unas respuestas endocrinas simila­
res cuando se les coloca en condiciones frustrantes y social­
mente adversas. Su nivel de testosterona baja cuando tienen
que adoptar un papel de sumisión frente a individuos más
dominantes.
Es probable que esta depresión androgénica reactiva se
produzca a través del mecanismo hipotalámico-hipofisario.
En otras palabras, el estrés en la persona influye en el hi­
potálamo, que a su vez ordena a la hipófisis que disminuya
la secreción de FSH y LH*. Estas sustancias estimulan a las
gónadas para que segreguen hormonas sexuales. Así pues,
una disminución de las hormonas hipofisarias produce un
descenso en el nivel de testosterona plasmática, en virtud de
una más lenta producción testicular. Esto a su vez, ralentiza

* La hormona foliculoestimulante (FSH) y la hormona luteinizante


(LH) son las dos sustancias segregadas por la hipófisis.
120 1 1. T
n101oe

probablemente los procesos de los centros sexuales del cere.


bro, lo cual se traduce en una disminución de la libido y de
·¡
las respuestas sexuales. Hay otro posible mecanismo ine.
<liante el cual el estrés podría afectar de una manera adversa
a la sexualidad: el incremento de los niveles de cortisona
plasmática que acompaña al estrés, a la tensión y a la depre.
sión, puede también disminuir el interés sexual en virtudde
los efectos antiandrogénicos de los esteroides corticales.
Finalmente, algunos hallazgos recientes sugieren la po­
sibilidad de una relación sinérgica y antagónica entre el in­
terés y responsividad sexuales y algunos de los transmisores
neurales del cerebro. Parece que la serotonina, al menos en
algunas situaciones experimentales, disminuye la actividad
sexual) mientras que la norepinefrina puede tener el efecto
contrario. Estas sustancias juegan un papel muy importante
en la conducta emocional y, a su vez, se hallan afectadas por
los estados emocionales de la persona. Por ejemplo, se ha se­
ñalado que las catecolaminas cerebrales disminuyen duran­
te las depresiones. Estas sustancias pueden, por tanto) ha�
llarse fisiológicamente implicadas en las fluctuaciones de la
conducta sexual que aparecen en estados afectivos agudos.
Todas estas relaciones psicosomáticas tan interesantes son
todavía hipotéticas y se hallan a la espera de un estudio siste­
mático. Sin embargo, en la práctica, conviene que el médico
atienda a posibles depresiones larvadas en uno u otro cón­
yuge al planear la terapia sexual. Porque no es aconsejable
aceptar, para una terapia sexual, a un paciente que sufre de
una intensa depresión, ni a una pareja que se halla bajo una
notable tensión: desde un punto de vista empírico, el pro­
nóstico no es muy bueno en estas circunstancias. Nuestra
praxis consiste en tratar primero la depresión y posponer la
terapia sexual hasta que el estado psicofisiológico del pa­
ciente haya mejorado lo bastante como para que sea más
asequible al tratamiento.
.J, LOS EFECTOS DE [.A ENFERMEDAD SOBRE LA SEXUAUDAD 121

B. Enfermedades físicas

Los efectos sobre la conducta sexual de muchas enfer­


medades orgánicas son generales y no específicos. Cuando
una persona cae enferma, está débil o sufre dolores, no se in­
teresa por el erotismo.
Algunas enfermedades deprimen la libido en etapas
bastante tempranas. Por ejemplo, los trastornos hepáticos
y renales, que bloquean los procesos de desintoxicación y
excreción de metabolitos y estrógeno, es probable que se
acompañen de una disminución del interés sexual. En la he­
patitis, la pérdida de apetito y de libido es un indicador bas­
tante exacto del estado de la enfermedad. También hay que
mencionar la diabetes, porque afecta muy tempranamente a
la respuesta de erección en los hombres y con frecuencia an­
tes de que aparezcan otros signos o síntomas. D e la misma
manera, la impotencia o los problemas de eyaculación pue­
den ser un síntoma de esclerosis múltiple. Las infecciones
granulomatosas, especialmente la lepra y la tuberculosis,
son en cambio conocidas por el hecho de que el paciente
conserva el interés y la capacidad sexual hasta que la enfer­
medad alcanza sus etapas terminales.
Algunas enfermedades ejercen efectos demoledores sobre
la función sexual a causa de los mecanismos patógenos que
lesionan específicamente los órganos sexuales o sus disposi­
tivos nerviosos o vasculares. La enfermedad puede ejercer
efectos endocrinos sobre los centros sexuales del cerebro,
disminuir la tasa de andrógenos o lesionar directamente los
órganos genitales.

Enfermedades que afectan a los andrógenos

Cualquier trastorno físico, intervención quirúrgica o medi­


cación prescrita en el tratamiento de una enfermedad somá-

- - ---- -�-�--------
122 '" ET1otocrT
tica que reduzca el nivel efectivo de andrógenos es probable 1
que disminuya la libido en ambos sexos y que obstaculice la
erección en los varones. Las enfermedades endocrinas que
1
afectan bien a la hipófisis, bien a las gónadas, o a ambas
::1'¡.
pueden por eso precipitar problemas sexuales. Los trastor '.
nos de la hipófisis y los tumores feminizantes del testículo
caen en esta categoría. La ablación quirúrgica de la hipófisis,
de las suprarrenales y de las gónadas disminuye de una ma-
nera similar el suministro de andrógenos. A veces se prescri-
ben por diversas razones sustancias estrogénicas, como
ocurre en la profilaxis contra la reaparición de un cáncer de
próstata. Dichas sustancias contrarrestan la acción de los
andrógenos y producen así con el tiempo una castración
química.

Enfermedades que afectan al sistema nervioso

Las enfermedades que afectan específicamente a los centros


sexuales del cerebro son raras. Ciertos tumores del cerebro
que implican las áreas temporales o frontales del lóbulo lím­
bico, o las epilepsias debidas a focos localizados en estas
áreas, pueden igual incrementar que disminuir la conducta
sexual. Por otro lado, las enfermedades y técnicas quirúrgi­
cas que ipterfieren en la inervación de los órganos reproduc­
tores son bastante corrientes. Cualquier trastorno que afecta
los nervios sensoriales periféricos procedentes de los geni­
tales, o los nervios sensoriales viscerales, o los nervios mo­
tores simpáticos, parasimpáticos y somáticos que inervan
los genitales, o los centros reflejos de la médula espinal que
controlan la vasocongestión y el orgasmo, bloquean la res­
puesta sexual. La esclerosis múltiple, que produce zonas
fluctuantes degenerativas en la médula espinal, es causa fre­
cuente e insospechada de trastornos relacionados con la
erección y con el orgasmo. Otras enfermedades neurológi-
.f. LOS EFECTOS DE LA ENFERMEDAD
SOBRE LA SEXUALIDAD 123

incluidos los estados de desnutrición,


cas degenerativas,
ejercen efectos similares, como ocurre con los tumores y las
ecci ones de la cauda equina 1, de la médula sacra y de la
inf
lumb ar. Se ha mencionado ya que la diabetes, incluso en sus
etapas iniciales, cuando aún no ha sido detectada) suele ma­
nifestarse por crisis de impotencia. Se cree que este síntoma
se debe, al menos en parte, a una neuropatología de los ner­
vios autónomos que van a los órganos genitales. También
podrían jugar un cierto papel en la producción de disfuncio­
nes sexuales las lesiones vasculares que dañan la circulación
del sistema nervioso.
_Algunas técnicas quirúrgicas interfieren el suministro
nervioso de los genitales. Las simpatectomías, las prosta­
tectomías perineales, que pueden lesionar el nervio pu­
dendo, o la cirugía abdominal retroperineal, que puede le­
sionar las fibras simpáticas, se cuentan entre las operaciones
que pueden producir esta lesión.

Enfermedades vasculares

La respuesta sexual consiste en una regurgitación vascular y


en contracciones musculares. Por eso, las enfermedades vas­
culares pueden bloquear esa respuesta. La hipertensión no
afecta directamente la erección, pero muchos tipos de medi­
cación antihipertensiva producen impotencia por bloquear
los reflejos neurovasculares. Las enfermedades trombóticas
locales, como, por ejemplo, la obstrucción trombótica de la
bifurcación aórtica, interfieren en el suministro hemático
del pene y causan la impotencia. Las lesiones de los vasos del
pene y de sus válvulas es una secuela ocasional de un pria-

}a l. Es la terminación de la médula espinal. Se llama así porque los haces


l-, fibrosos forman una especie de cola de caballo. [N. del T.]
124 H.

pismo prolongado y de un trauma del pene. Ésta es otra


T
CT!OLOG{.;_

fuente física de dificultades en la erección.

Cuadros clínicos dolorosos

Finalmente, cualquier condición que cause dolor en el acto


sexual o interfiera la intromisión o la estimulación, puede
afectar de una manera adversa la respuesta sexual. En esta
categoría hay que incluir las artritis graves, los problemas re­
lacionados con la parte inferior de la espalda (como, por
ejemplo, los que produce una hernia de los discos interver­
tebrales), ciertas hernias inguinales y una obesidad extrema.
La patología local de los genitales masculinos incluye el en­
cordamiento y la enfermedad de Peyronie, que dificulta la
erección; las infecciones locales; y una contracción de la der�
mis del prepucio. Existen numerosas enfermedades locales
de los genitales femeninos que pueden producir dispareunia
y, a continuación, la evitación del contacto sexual. Entre
estos estados patológicos hay que incluir: un himen no per­
forado o espeso) la vaginitis, que obedece a varias causas)
entre ellas la predisposición debida a un bajo nivel de estró­
geno o a una infección; las enfermedades inflamatorias de la
pelvis; la endometriosis; un capuchón del clítoris constricti�
vo, y los traumas obstétricos. Ya mencionamos en otro lugar
el papel que quizá jueguen las adherencias del clítoris y los
trastornos de los músculos pubococcígeos en la motivación
de los problemas sexuales en la mujer.
Entre los objetivos de este volumen no está el de brindar
un análisis detallado de todos los trastornos médicos y qui­
rúrgicos que pueden causar o contribuir a las disfunciones
sexuales. Sin embargo, queremos orientar al lector en este
sentido, y por eso ofrecemos un resumen en las dos tablas
que siguen a continuación. Una de ellas se refiere a los varo�
nes y la otra a las mujeres.
,¡. ¡,OS EFECTOS DE LA ENFERMEDAD SOBRE LA SEXUAUDAD 125

f¡\BLA l. EFECTOS DE LAS ENFERMEDADES SOMÁTICAS SOBRE


LA SEXUALIDAD MASCULINA
,

Anomalía Posible efecto sobre el Mecanismo patógeno


funcionamiento sexual presumible

}.. Enfe�medades Puede disminuir la libi- Debilidad general, do-


iistemáticas do y dificultar la erec- lorydepresión.
ción; no suele afectar a
la respuesta de eyacula-
ción.
Mala salud en general
y cualquier enfermedad
dolorosa crónica.
•enfermedad pulmonar
•enfermedad renal
·enfermedad cardíaca
•enfermedades degene-
rativas
•tumores malignos
·infecciones

B. Enfermedades del Incapacidad del hígado


f¡fgado para conjugar los estró-
genos de forma idónea,
•cirrosis
con la consiguiente acu-
·hepatitis
•mononucleosis muladón de estrógenos.

C Enfermedades Puede disminur la libi- Varios mecanismos: de-


endocrinas do y dificultar la erec- presión delsistema ner-
ción. vioso central, debilidad
•hipotiroidismo
•enfermedad de Addi- general, niveles bajos de
son
andrógenos, depresión.
•hipogonadismo
•hipopituitarismo
•acromegalia
•tumores feminizantes
•enfermedad de Cu-
shing
•síndrome de Klinefelter El 30o/o de los enfermos Neuropatología y lesio-
son impotentes. nes vasculares.
•diabetes mellitus Impotencia precoz.
126
�����--.,----,---���--
11. RT!OLO(¡T
'
¡
1
1
AnomaUa Posible efecto sobre el Mecanismo �at6geno
fencionamiento sexual presumible

D. Enfermedades
genitales locales

l . Cualquier condición Puede disminuir la libi­ Lesión en los órganos


que produzca dolor en do y producir impo­ ge�itales y dolor en e\
el acto sexual tencia. coito.
•priapismo
•encordamiento
•enfermedad de Pey­
ronie
•trawnas del pene
•balanitis
•fimosis
·enfermedades de la piel
del pene (p. ej., herpes
simple)
•dolor en la parte infe­
rior de la espalda

2. Cualquier condición Impotencia y eyacula­ Irritabilidad local yle­


que cause irritación du- ción precoz secunda­ sión en los genitales,
rante la respuesta sexual ria. que interfiere con el
•uretritis mecanismo reflejo.
·prostatitis
•patología de la uretra

3. Cualquier condición Impotencia. Asociación psíquica


que afecta mecdníca- negativa.
mente a la intromisión
•encordamiento
•hipospadias
•lesión o ausencia de
pene
•hidrocele
•hernias inguinales ex­
tensas

4. Condiciones que afec­ Impotencia y pérdida Descenso en el nivel de


tan al funcionamiento de la libido. andrógenos.
del testiculo
•orquitis bilateral debi­
do a paperas
4, LOS EFECTOS
DE LA ENFERMEDAD SOBRE LA SEXUALIDAD 127

Anomalfa Posible efecto sobre el Mecanismo patógeno


funcionamiento sexual presumible

•tuberculosis
•trauma
•tumores feminizantes

E. Afecdonesquirúrgkas

1. Lesiones a los geni- Impotencia sin pérdida Destrucción de la iner-


tales y a su suministro de libido. vación de los genitales.
nervioso
•prostatectomía {radi-
cal-perineal), solo oca-
sionalmente en inter-
vendones suprapúbicas
•resección abdominal
perineal de los intesti-
nos
•simpatectomía lumbar Trastorno en la eyacu-
ladón.
•cirugía abdominal aór- Trastorno en la eyacu-
tica !ación.
•algunas rizotomías para Impotencia y trastor-
aliviar el dolor nos de Ja eyaculación.

2. Castración Pérdida de libido, im- Descenso en el nivel de


potencia y eyaculación andrógenos.
retardada.

F. Trastornos
neurológicos

l. Lesión en el aparato Puede afectar a la erec­ Interferencia con los


neurológico inferior ción a la eyaculación, o nervios periféricos o
a ambas; la libido no los centros reflejos de la
se halla primariamente médula espinal que in­
afectada. tervienen en las res­
puestas sexuales.
•enfermedades de va­
rios sistemas
·desnutrición y defi­
cienciavitamínica
•tabes dorsalis
11. ET!Ol()
Gti,
128

AnomaUa Posible efecto sobre el Mecanismo patógen


o
funcionamiento sexual presumible

•esclerosis amiotrófica
lateral
·siringomielia
·espina bífida
•cirugía o trauma de la
médula sacra o lum­
bar, de la cauda equi­
na, de los nervios pa­
rasiinpáticos pélvicos
(p. eJ., por hernia dis­
cal, tumor)
•esclerosis múltiple Los trastornos sexuales
suelen ser un signo
temprano.

2. Lesión en centros Pueden causar un in­ Afecta a los centros se­


sexuales superiores cremento o decremen­ xuales del cerebro si­
Lóbulo temporalyfron­ to de la libido y cam­ tuados en la corteza
tal (p. ej., tumor, epi­ bios en la conducta límbica.
lepsia, accidentecardio­ sexual.
vascular, trauma)

G. Enfermedades Bloquean sólo la erec­ Interferencia con el su­


vasculares ción; permanecen in­ ministro de sangre a!
tactas la eyaculación y pene.
la libido.
•obstrucción trombóti­
ca de la bifurcación
aórtica (síndrome de
Leriche}
•trombosis de las venas
o arterias del pene
•leucemia
•trastornos por anemia
falciforme
•trauma
LOS EFECTOS DE LA ENFERMEDAD SOBRE LA SEXUAL!DAD 129

2. EFECTOS DE LAS ENFERMEDADES SOMÁTICAS SOBRE LA


SEXUALIDAD FEMENINA

Posible efecto sobre el Mecanismo patógeno


Anomalía
funcionamiento sexual presumible

A. Enfermedades Pueden dis1ninuir la li­ Debilidad general, do­


sistémicas bido y dificultar la exci­ lor y depresión.
tación
Mala salud en general y
. •

cualquier enfermedad
dolorosa crónica.
•enfermedad renal
·enfennedadpulmonar
•tumores malignos
•enfermedad cardiaca
•enfermedades degene­
rativas
•infecciones

B. Enfermedades Debilidad general: inca­


del hígado pacidad del hígado para
conjugar los estrógenos
de una forma idónea,
con la consiguiente acu­
mulación de estrógeno.
•hepatitis
•cirrosis
•mononucleosis

C. Enfermedades endo- Pueden disminuir la li­ Varios mecanis1nos:


crínas bido y dificultar la exci­ Depresión del SNC,
tación. debilidad general, nive­
les bajos de andrógeno,
depresión.
•hipotiroidismo
•enfermedad de Addi­
son
•hípopituitarismo
·acromegalia
·enfermedad deCushing
•diabetes mellitus Bloquea la respuesta se­ Neuropatología y lesio­
xual en una etapa avan­ nes vasculares.
zada.
130 '" TIº'º':�'f? ·

1
Anomalía Posible efecto sobre el Mecanismo pat6gén
funcionamiento sexual presumible 0

D. Enfermedades
genitales locales

Cualquier estado que


produce dolor o dificul­
tad en el acto sexual.

1. Patologta vulvar Dispareunia y pérdida Lesión - a los órganos


y vaginal posterior de interés y genitales y dolor en el
responsividad, y vagi- coito.
nismo. El orgasmo pue-
de no verse afectado.
·himen no perforado
•ausencia congénita de
vagina (aplasia vagi­
nal)
•infección
•niveles bajos de estró­
geno con vaginitis senil
•diabetes
•vaginitis posirradiadón
•alergia a los sprays va­
ginales y desodorantes
•vulvitis
•leucoplasia
·infección de las glán­
dulas de Bartholin
•carúnculo uretral

2. Patologíapélvica
•enfermedad inflama­
toria de la pelvis
•endometriosis
•fibromas
·prolapso del útero
·fisuras anales o hemo­
rroides
•tumores pélvicos
•tumores y quistes del
ovario
•tumores uterinos
4. LOS EFECTOS DE LA ENFERMEDAD SOBRE LA SEXUALIDAD 131

Anomalía Posible efecto sobre el Mecanismo patógeno


funcionamiento sexual presumible

3, Otra pa tología local


·adherenciasclitorideas ¿Bloquea el orgasmo? Impide la rotación del
clítoris.
•capuchón tenso del dí- ¿Bloquea el orgas1no? Dolor a la estimulación.
toris
·debilidad o fibrosis de ¿Bloquea ¡;!orgasmo? Contracciones orgásmi­
los músculos pubococ- cas deficientes.
cígeos

E. Afecciones quirúrgicas

l. Lesíones de los Bloquea la respuesta se­ Cicatrices dolorosas,


órganos sexuales xual, pero no la libido; acortamiento de la vagi­
puede causar dolor en el na como consecuencia a
acto sexual. veces de la cirugía.
•episiotomía deficiente
•trauma obstétrico
•histerectomía deficiente

2. Trastornos en él su- Bloquea la libido y la Descenso del nivel de


ministro de andrógenos responsividad. andrógenos.
•coforectomía más adre-
nalectomía
,,
,,

F. Trastornos
neurológicos

1. Lesiones en el apa- Puede afectar al orgas­ Interferencia con los


rato neurológico inferior mo y/o al nivel de exci­ nervios periféricos o los
tación general; la libido centros reflejos de la
no se halla generalmen­ médula espinal que in­
te afectada. tervienen en las res�
puestas sexuales.
•enfermedades de va­
rios sistemas
•esclerosis amiotrófica
lateral
•desnutrición y defi­
ciencia vitamínica
•siringomielia
•espina bífida
132

Anomalía Posible efecto sobre el Mecanis1no patógeno


funcionamiento sexual presumible

•cirugía o trauma de la
médula sacra o lumbar,
de la cauda equina, de
los nervios parasimpá­
ticos pélvicos (p. ej.,
hernia de disco, tumor)

2. Lesión de los centros Puede causar incremen­ Afecta a los centros se­
sexuales superiores to o decremento de la xuales del cerebro situa­
libido. dos en la corteza lím­
bica.
•lóbulo temporal y fron­
tal (p. ej., túmor, epi­
lepsia, accidente car­
diovascular, trauma)

Lastablas 1 y2 se prepararon en colaboración con Bry Benjamín, médico ad­


junto en el Hospital de Nueva York, profesor ayudante de Medicina Clínica
en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cornell y consultor en Me­
dicina en la Universidad Rockefeller. El doctor Benjamin dirige los exáme­
nes médicos de los pacientes que se presentan al programa de terapia sexual
en el Hospital de Nueva York yen el Centro Médico de Cornell.
5; Los efectos de las drogas sobre la
sexualidad

Las drogas pueden afectar distintos aspectos de l a conducta


sexual. Algunas alteran la libido o la intensidad del interés y
del placer sexuales, mientras que otras afectan sólo la res­ !.,
puesta fisiológica de los órganos genitales: la erección, el or­
gasmo y la eyaculación. Desgraciadamente, la mayor parte
de las sustancias que influyen en la sexualidad humana no
incrementan sino que disminuyen el placer erótico.

Mecanismos de acción

Existen distintos mecanismos mediante los cuales las drogas


pueden influir en la sexualidad. Esencialmente implican una
alteración química de los nervios que regulan la respuesta
sexual. Algunas drogas actúan primordialmente sobre el ce­
rebro. Quizá sea alterando el funcionamiento de los centros
sexuales como estas sustancias pueden incrementar o dis­
minuir la libido. Otras clases de medicamentos influyen en
los nervios periféricos que regulan los órganos sexuales. Ta-
� les sustancias que actúan periféricamente no afectan el im­
pulso sexual pero pueden dificultar bien el mecanismo coli-
133
:T
.
134 ll. ET!OLO<;f

""''�' '"' '""" . '""'""' " """ fu fu""' """'"' •• ·

orgasmo, mediatizada por un mecanismo adrenérgico. Otro


mecanismo de acción se basa en la alteración de la respuesta
de los vasos sanguíneos genitales.
Algunos compuestos químicos modifican la conducta
sexual directamente, mientras que otras drogas producen
.
modificaciones secundarias en la sexualidad corno sub­
producto de su acción psicotrópica primaria. Finalmente
las drogas difieren en el sentido de que pueden actuar dis '.
cretamente y afectar sólo la respuesta sexual, o bien pro ­
ducir un estado tóxico general que acarrea ciertas modifi­
caciones en Ja sexualidad.

Valoración de los efectos de las drogas

Es difícil calibrar los efectos de las drogas sobre la conducta


sexual con toda exactitud y fiabilidad, debido a que la res­
puesta a una sustancia farmacológicamente activa represen­
ta la resultante de complejas interacciones entre gran núme­
ro de factores: Ja acción farmacológica de Ja droga, Ja dosis,
ciertas fuerzas psicológicas situacionales, como, por ejem­
plo, la predisposición y las expectativas del individuo en
cuanto a los efectos de la droga, su estado mental y su rela­
ción con el compañero sexual y, finalmente, sus rasgos per­
manentes de personalidad. Puesto que la droga es sólo una
variable dentro de un sistema complejo, la misma sustancia
química puede producir efectos sexuales diversos, según el
input de las demás fuerzas.
Los diversos efectos sobre la sexualidad descritos por las
personas que ingieren LSD son un ejemplo de esa comple­
jidad. Del LSD se suele decir que es más bien una droga de­
presora y no estimulante de Jos intereses sexuales y de la
actividad erótica, cuando se ingiere en condiciones que
minimizan Jos efectos de sugestión y/o de placebo. Sin
'· LOS
EFECTOS DE LAS DROGAS SOBRE LA SEXUALIDAD 135

cuando un individuo ingiere LSD en un ambiente


ernbargo,
eró tico , con un compañero con el cual se halla vinculado in­
tensam ente y, lo que es más importante, espera que la sus­
tanci a en cuestión potencie la sexualidad, no es raro que al
final afirme haber tenido un encuentro sexual prolongado y
notoriamente intenso.

Diferencias en la respuesta a la droga según los sexos

En general, los efectos de las drogas sobre la sexualidad


masculina cuentan con una mayor documentación y con más
evidencias que los efectos sobre las respuestas de las muje­
res, lo cual se debe en parte a que la respuesta masculina es
rnás visible y por lo tanto más cuantificable. La erección es,
sin duda, más conspicua que la lubricación y la hinchazón
de los genitales femeninos, y la eyaculación es más fácil de
registrar y de medir que el orgasmo femenino. En los seres
humanos, concretamente, los efectos de las drogas que blo­
quean la erección y la emisión están hoy muy estudiados,
pero en cambio no contamos con estudios similares de los
efectos de estas sustancias sobre la respuesta sexual femeni­
na. Cabe suponer, por analogía (sujeta desde luego a conje­
turas), que, lo mismo que la erección, la lubricación y la hin­
chazón se hallan controladas por nervios colinérgicos y las
drogas anticolinérgicas que afectan de una manera adversa
a la erección pueden también bloquear la respuesta de me­
seta en las mujeres Puesto que no existe ninguna fase de
emisión en el orgasmo femenino, debemos esperar que las
drogas antiadrenérgicas que bloquean la emisión en el va­
rón no ejerzan ningún efecto concreto sobre el orgasmo en
las mujeres. Contamos con datos suficientemente probados
para sugerir que las sustancias que afectan al interés sexual,
al actuar sobre el cerebro bien como estimulantes o como

1 depresores) ejercen efectos similares en ambos sexos.

L
136

Estimulantes sexuales de acción central


ll.

T1
ET!OlOG

!
Afrodisíacos

Los centros sexuales del cerebro que presiden la conducta


sexual son teóricamente susceptibles a diversas sustancias
farmacológicas. Desgratiadamente, los efectos de la mayor
parte de las drogas de acción central son más inhibitorios
que afrodisíacos. Sin embargo, los hombres han buscado
durante años, aunque generalmente en vano, sustancias se�
xualmente estimulantes. La mayor parte de los llamados
afrodisíacos son farmacológicamente inactivos. Si aumen�
tan la conducta erótica, es exclusivamente debido a un efec­
to de placebo. En esta categoría se incluyen sustancias con
una significación obviamente simbólica, como por ejemplo
penes de león en polvo y cuernos de rinoceronte, que se utili­
zan en África, y la mandrágora, que tiene forma de hombre
y que fue popular en la Europa medieval.

Alcohol y barbitúricos

El alcohol es una sustancia de acción central que durante


mucho tiempo tuvo la reputación de ser un afrodisíaco. «Los
dulces son exquisitos, pero los licores son más rápidos.})* El
alcohol es en realidad un depresor general del cerebro. No
deprime todo el cerebro por igual y simultáneamente, sino
que produce una secuencia específica de efectos. Deprime
primero los centros cerebrales que controlan el miedo y re­
duce así la ansiedad, produciendo una «desinhibición» an·
tes de bloquear la conciencia. En dosis más elevadas, el alco­
hol deprime, por supuesto, la actividad cortical y bloquea

* OgdenNash.
S.
SOBRE LA S.EXUAUDAD 137
LOS EFECTÓS DE LAS DROGAS

cognoscitivas. En dosis todavía más altas, pro­


las funciones
duce pérdida de conciencia y una parálisis descendente e
irregular, a la manera de los sedantes, los hipnóticos y los
anestésicos. Puesto que los efectos ansiolíticos del alcohol
aparecen antes que los efectos depresores del sistema ner­
vioso central, pequeñas d9sis (como las ingeridas en reunio­
nes sociales) liberan las inhibiciones lo suficiente como para
producir, por poco tiempo, un incremento de libido en las
personas inhibidas, antes de que estén realmente ebrias e in­
capacitadas. Sin embargo, dosis mayores de alcohol depri­
men rápidamente la conducta de las personas en general, in­
cluyendo su respuesta sexual. «La bebida provoca el deseo,
pero impide el acto.» *
El alcoholismo crónico o la ingestión habitual de alcohol ·'

suele perjudicar seriamente la respuesta sexual en ambos


sexos, pero sobre todo en el hombre. Al parecer, es una
consecuencia de las lesiones neurológicas y de los efectos
generalmente debilitantes del alcoholismo. Por eso es muy
importante determinar, desde la primera entrevista, los
hábitos de bebida en todo paciente sexualmente anormal.
No es raro que el individuo que se queja de dificultades en la
erección suelatomar tres martinis en el almuerzo, un whisky
antes de coger el tren y tres bebidas más en la cena. Tal inges­
tión de alcohol deprime de una manera significativa la res­
puesta sexual; antes de iniciar la terapia sexual tiene que re­
ducir sustancialmente dicha dosis.
Los barbitúricos y otros hipnóticos ejercen parecidos efec­
tos sobre la conducta y sobre el sexo. En otras palabras, estos
depresores del sistema nervioso central, por vía también
central, no ejercen un efecto específico sobre los centros se­
xuales, y mientras que una dosis pequeña puede liberar la
respuesta sexual de toda inhibición, en dosis más grandes

* Shakespeare, Macbeth, acto 11> escena 311•


138 11, ETlOLOGfA Tl
bloquean toda la conducta, incluida la sexual. El abuso eró- 1
nico de sedantes parece que disminuye en general la sexua­
lidad en los seres humanos.

Alucinógenosy marihuana
.
Los alucinógenos, especialmente el LSD, la marihuana y la
MDA son sustancias que actúan centralmente y que se sue­
len emplear como afrodisíacos. No existe concordancia res­
pecto a los efectos sexuales de estos compuestos; lo más que
podemos decir por el momento es que los alucinógenos no
parece que ejerzan efectos específicos sobre los centros se­
xuales del cerebro, pero pueden afectar a la sexualidad como
parte de su acción general sobre el sistema nervioso central.
El LSD es un alucinógeno poderoso de la familia de los ín­
doles, que produce alteraciones muy espectaculares de la
conciencia y de la percepción. Se cree que altera la transmi­
sión neural normal en los sistemas límbico y centrocefálico
del cerebro, áreas que se hallan implicadas en la expresión de
las emociones y en la integración de los procesos percepti­
vos. Aunque el individuo conserva por lo general la capaci­
dad de orientación y la memoria, experimenta una «libera�
ción» de los procesos inhibitorios cognoscitivos o de filtraje,
con el resultado de que se ve inundado por toda una serie de
imágenes y pensamientos vívidos. Como hemos dicho an­
tes, el acto sexual en este estado de intoxicación no suele ir
acompañado de un sentimiento intensamente erótico, sino
que se suele describir como algo «diferente» y al mismo
tiempo «interesante». La reacción difiere mucho de un indi­
viduo a otro, pero la experiencia sexual tiende a menudo a
ser más difusa y a mezclarse con otras sensaciones y pensa�
mientas. El orgasmo suele ser también una experiencia me­
nos absorbente y, sin embargo, más prolongada y más
amplia. Los sujetos que ingieren esa droga dicen a veces ex-
DROGAS SOBRE LA SEXUALIDAD
s.- LOS EFECTOS DE LAS 139

erimentar el orgasmo como algo separado de ellos mis­


�os. Es como si «estuviera ahí fuera». Cuando una persona
que utiliza el LSD tiene un «mal viaje» y experimenta una
reacción de aversión, es obvio que todo su interés por la se­
xualidad disminuye en la medida en que queda absorbido
por un sentimiento de terror o de paranoia. También en este
caso, los efectos de la sus1ancia se hallan presididos en gran
medida por el estado en que se ingiere y por la personalidad,
elestado psíquico y el estado de ánimo del individuo.
El THC * o hierba o marihuana es un alucinógeno más
suave en las dosis en que se suele tomar. Sus efectos sobre
las respuestas eróticas no son claros. Muchas personas
afirman que el fumar unos cuantos porros aumenta de
manera notable sus vivencias sexuales. Señalan que se
sienten más sensuales, más propensos y más interesados
en ejercer una actividad erótica, por hallarse más relaja­
dos cuando están bajo la influencia de una ligera embria­
guez (high). Algunos afirman también que el orgasmo es
más prolongado y placentero. Afirman que después de fu­
mar marihuana vivencian las sensaciones musculares de
una manera más consciente y que, específicamente, se in�
crementan las contracciones musculares orgásmicas. No se
ha investigado aún este fenómeno en condiciones contro­
ladas y por el momento sigue siendo una suposición, aun­
que hay muchas personas que creen que es cierto. Se ha
especulado sobre la posibilidad de que la marihuana com­
bine los efectos desinhibitorios del alcohol, que libera una
conducta sexual inhibida con un ligero efecto estimulan­
te similar al que se ha atribuido a las anfetaminas. El in­
cremento de los efectos sobre las contracciones musculares
y de la conciencia propioceptiva de dichas contracciones
-que, como sabemos, son un componente fundamental en

* TetrahidroCannabinol) ingrediente activo de la marihuana.


140

el orgasmo masculino y femenino- es algo que queda toda.


vía por investigar.
Uno de los alucinógenos, el MDA, vinculado a las anfeta.
minas, parece que sí tiene efectos sexualmente estimulantes
a pesar de que no se trata de un fenómeno aislado, sino in '.
merso en el contexto de la experiencia alucinógena global.

Anfetaminas

La anfetamina es un estimulante cerebral que actúa central­


mente y que tiene reputación de ejerc.er algunos efectos so­
bre la sexualidad. Varían, sin embargo, los informes sobre
estos efectos. Algunas personas afirman que en dosis muy
altas dicha sustancia potencia su interés por el sexo y tam­
bién la propia ejecución del acto, su nivel de confianza y de
relajación. Incluso hay quienes, después de haberse habitua­
do a esta sustancia química, no pueden funcionar sexual­
mente sin ella. Algunos estudios afirman, sin embargo, que
los que utilizan la anfetamina de una manera habitual expe­
rimentan una disminución de su interés y capacidad sexua­
les. El adicto a las anfetaminas suele ser una persona muy
enferma y psicótica y) por supuesto) no interesada en el sexo.

Cocaína

Los consumidores de cocaína también afirman que bajo su


acción el sexo es desusadamente placentero y excitante. Lo
cierto es que las personas adictas a esta droga suelen preo­
cuparse más de satisfacer su deseo de consumirla que de
experimentar el placer sexual. Los informes sobre la anfeta­
mina y las drogas tipo cocaína sugieren que, en ciertas dosis,
estas sustancias pueden ejercer un efecto realmente estimu­
lante sobre los intereses sexuales y la realización del coito. Es
fOS DE LAS DROGAS SOBRE LA SEXUALIDAD 141
s:-r.os EfEC

er que estos efectos son producto de la acción dela


/:
d supon
oga sobre el cerebro. Con dosis más altas y más constan­
dicto tiende, sin embargo, a enfermar y su interés por
eÍ;
t el a
ex.o se desvanece. Antes, sin embargo, de que el enfermo
ierda interés por el sexo, muchas personas que emplean la
�Ocaína y lasenanfetaminas dicen experimentar un incremen­
su libido y en su capacidad sexual, especial­
to pasajero
Itlente si ingieren esta sustancia por vía intravenosa. Por
otro lado, aunque algunas personas puedan experimentar
efectos afrodisíacos transitorios durante las fases iniciales de
la ingestión de anfetaminas y de cocaína, estos efectos no se
dan aisladamente, sino que son parte de un estado tóxico ge­
neral que hace que esas personas pasen frecuentemente de la
normalidad a la psicosis.

Andrógeno

El andrógeno no sólo ejerce efectos periféricos sobre los ór­


ganos sexuales, sino también centrales sobre los centros se­
xuales del cerebro. Es la única sustancia conocida que parece
realmente incrementar el impulso sexual, sin alterar al mis­
mo tiempo el nivel de conciencia ni causar otros (}.!fectos se­
cundarios que invaliden el incremento de la libido. Como
hemos mencionado antes, debido a sus efectos sobre los
centros sexuales del cerebro, el andrógeno incrementa la li­
bido y potencia el acto sexual, tanto en hombres como en
mujeres, sin producir prácticamente ningún cambio en la
conducta. Restablece de una manera conspicua la potencia y
la libido cuando éstas se habían perdido por una deficiencia
de andrógenos. Cuando no hay tal deficiencia, los efectos del
andrógeno son más variables. En algunos hombres, pero no
en todos, el andrógeno, en forma de testosterona, incremen­
ta dentro de ciertos límites la libido. El impulso sexual en las
mujeres también tiende a aumentar con la testosterona. De-
142 ll. ETIOLOGf;
+T
¡

bido a estos efectos afrodisíacos esta sustancia se emplea a


veces como un complemento en el tratamiento de los tras�
tornos de Ja potencia y del descenso de Ja libido. Su uso se
halla limitado por sus efectos secundarios, que incluyen la
aparición de características sexuales masculinas secunda�
rías, como, por ejemplo, el hirsutismo y el acné en las muje­
res, Ja exacerbación de1 cáncer de próstata y un aumento de
la respuesta hematopoyética, que puede producir trastornos
cerebrales y cardiovasculares.

Neurotransmisores experimentales de acción central

Recientemente ha llamado la atención de los investigadores


un nuevo grupo de sustancias que quizá podrían actuar di­
rectamente sobre las sinapsis de las neuronas que constitu­
yen los centros y circuitos que gobiernan la conducta sexual.
Estas sustancias incluyen a Ja ciclazazina, Ja L-Dopa y la
PCPA. Aún no se ha demostrado el valor afrodisíaco de es­
tas sustancias. Los primeros informes de estos efectos no
han recibido todavía confirmación, puesto que todos los in­
tentos de repetir dichos hallazgos han fracasado. Si Jos men­
cionamos aquí es porque se les cita en la literatura y porque
existe Ja posibilidad teórica de que en un futuro se descu­
bran sustancias que estimulen directamente los centros ce­
rebrales del placer y Jos centros sexuales.
La ciclazazina es un antagonista de los narcóticos que
compite probablemente con la heroína y otros narcóticos
por los lugares receptores, quizá en los centros cerebrales
del placer. Algunos adictos a la heroína sometidos a un
tratamiento de deshabituación y medicados con ciclaza­
zina afirman experimentar un incremento en la libido.
Este fenómeno no ha sido confirmado en estudios pos­
teriores y quizá se deba más a la desintoxicación que a la
droga en sí.
S. LOS EFECTOS DE LAS DROGAS SOBRE LA SEXUALIDAD 143

pos sustancias experimentales, la L-Dopa y la PCPA, han


sido investigadas recientemente con gran interés debido a
que ambas están relacionadas con los neurotransmisores ce­
rebrales. Dicho de una manera más específica, ambas son
sustancias antagonistas de la serotonina y actúan central­
mente. Parece que ambas aumentan la sexualidad, por lo me-
. nos bajo ciertas condicioñes. Se han atribuido efectos afrodi­
síacos a laL-Dopa, un precursor de la dopamina, que penetra
la barrera hematoencefálica. Esta droga adquirió mucha
fama debido a su utilidad en el tratamiento de la enfermedad
de Parkinson, en la que se da una deficiencia de dopamina, o
por lo menos del índice dopamina-acetilcolina. Algunos pa­
cientes masculinos tratados con este medicamento han afir­
mado, inesperadamente, que experimentaban un incremen­
to en su deseo sexual y en su erección, afirmación que
desgraciadamente no ha sido confirmada de una manera in­
sistente en los estudios con hombres y animales.
La PCPA, como la L-Dopa, es un antagonista de la serotoni­
na que actúa centralmente. Adquirió un gran interés científico
porque se afirmó que esta sustancia parecía que incrementaba
enormemente la frecuencia de la copulación en ratas machos.
Desgraciadamente, parece que estos efectos se limitan a las
ratas, y no se dan, en cambio, en gatos o primates ni tampoco
incrementan la respuesta sexual de las ratas hembras.
Hasta el momento de escribir este libro, no se ha descu­
bierto aún un verdadero afrodisíaco, aunque como posi­
bilidad teórica se mantiene en pie.

Estimulantes sexuales de acción periférica

Hormonas

La acción de las hormonas sexuales sobre los órganos geni­


tales consiste en incrementar su tamaño, su sensibilidad y su
144

capacidad de respuesta. El cuerpo produce dos tipos de hor­


monas que ejercen esos efectos: la hormona masculina, an­
drógeno, y las hormonas femeninas, el estrógeno y la pro.
gesterona.
Como ya hemos mencionado antes, la acción de losan�
drógenos consiste en estimular los centros sexuales del cere­
bro, incrementando el lleseo sexual y el placer en ambos se­
xos. Además, actúan sobre las células que constituyen los
genitales masculinos para promocionar su desarrollo. El clí­
toris es también sensible a los andrógenos, y responderá con
una hipertrofia si se hallau presentes en cantidad suficiente,
ya sea por vía exógena o endógena. El efecto se manifiesta
por igual cuando el andrógeno se suministra porvía paren­
teral o se aplica tópicamente en suspensión oleosa.
El estrógeno juega un papel similar en la maduración y
crecimiento de órganos sexuales femeninos y los senos. Es­
tos órganos tienden a atrofiarse después de la menopausia,
cuando los niveles de estrógeno disminuyen. Se puede im­
pedir esto mediante una terapia de sustitución con estróge­
nos que también restablece la mucosa vaginal y la muscula­
tura, hasta alcanzar un estado funcional. Los estrógenos
antagonizan tanto las acciones periféricas como centrales de
los andrógenos y a veces son empleados por sus efectos an­
tiandrogénicos en la práctica médica y urológica.

Nitrito de amilo y cantáridas

En su búsqueda continua de afrodisíacos, el hombre ha des­


cubierto dos sustancias que prometen aumentar la capaci­
dad de respuesta de los genitales, al alterar la respuesta vas­
cular local y la irritabilidad de los órganos genitales,
respectiva1nente.
Las moscas españolas o cantáridas es un «afrodisíaco)) ex­
cepcional, porque no es un placebo. Sin embargo, tampoco
s. LOS EFECTOS DE LAS DROGAS SOBRE LA SEXUALIDAD 145

es un afrodisíaco, en el sentido de que no potencia realmertte


el funcionamiento sexual. Es un tóxico de acción periférica
que irrita la vejiga y la uretra y hace que la persona en cues­
tión experimente una excitación psicosexual y priapismo.
Este efecto se debe a la irritación del conducto genital-uro­
lógico y no a un incremento de deseo sexual. La sustancia es
poco recomendable como afrodisíaco porque es peligrosa.
Según parece, ha sido la causante de algunas muertes y res­
ponsable de algunos casos de impotencia, debido a las lesio­
nes permanentes del pene producidas por un priapismo
prolongado.
El nitrito de ami/o ha ganado recientemente populari­
dad. Sus adeptos afirman que esta sustancia aumenta la in­
tensidad y el placer del orgasmo. Esta droga es un vasodi­
latador que se prescribe a veces para aliviar el dolor de las
víctimas de la angina de pecho. Desde el punto de vista teó­
rico, la droga, que se suele inhalar durante la cumbre de la
excitación sexual, puede incrementar la respuesta vascular
de los órganos genitales. Su empleo, sin embargo, también
está en tela de juicio. No sólo no existen datos científica­
mente válidos que confirmen sus supuestos efectos afrodi­
síacos, sino que el uso de esta droga es médicamente peli­
groso. Hay informes de que a consecuencia del uso del
nitrito de amilo durante el acto sexual, se han desencade­
nado oclusiones coronarias, algunas de las cuales produje­
ron el fallecimiento.
Para resumir los datos sobre las drogas a las que se atribu­
yen efectos sexualmente estimulantes, diremos que existe la
posibilidad teórica de que algún día se descubran estimu­
lantes sexuales que incrementen la capacidad de respuesta
de los órganos sexuales o que actúen discretamente sobre los
centros sexuales del cerebro para amplificar la conducta se­
xual sin causar efectos secundarios, desagradables o tóxicos.
Sin embargo, este descubrimiento es en la actualidad un
mero futurible. No se ha descubierto todavía ninguna sus-
146 U.
T
ET!OLOG[Al
tancia química que pueda rivalizar con el efecto afrodisíaéo
que supone el estar enamorado.

Sustancias de acción central que pueden bloquear la


sexualidad

Desgraciadamente, existen muchas sustancias que bloquean


la libido y la respuesta sexual. El terapeuta sexual tiene que
conocer los efectos de estas drogas que pueden limitar el
funcionamiento sexual de su paciente. Como ya hemos di­
cho, todas las sustancias depresoras del sistema nervioso
central que actúan centralmente -el alcohol, los barbitúricos
o los sedantes y los hipnóticos- y todas las drogas que pro­
ducen una depresión psicomotriz, pueden disminuir los in­
tereses sexuales de la misma manera que, generalmente, de­
primen otras funciones cerebrales. Esto es, la persona adicta
a los barbitúricos, o que ingiera grandes cantidades de alco­
hol, es probable que pierda su interés por la sexualidad, así
como su capacidad para funcionar.
Los narcóticos son interesantes porque, aparte de depri­
mir el sistema nervioso central en general, parece que redu­
cen también de una manera específica el impulso sexual.
Una persona que se halla sometida a altas dosis de heroína es
probable que abandone el acto sexual, y si intenta el coito
tendrá dificultades en la erección. Incluso dosis altas de
metadona, un narcótico que se emplea como sustituto de la
heroína para reducir el ansia de ese alcaloide en la rehabili­
tación de los heroinómanos, produce una inhibición conspiM
cua de los intereses y de la capacidad sexual. Muchos pacien­
tes que están recibiendo dosis de mantenimiento de más de
80 mg (OD) de metadona se quejan de dificultades en la
erección y de pérdida de libido.
$. LOS EFECTOS DE LAS DROGAS SOBRE LA SEXUAUDAD 147

Drogas de acción periférica que pueden


bloquear la respuesta sexual

Algunas drogas dificultan la respuesta sexual al actuar peri­


féricamente sobre los órganos genitales. Estas sustancias
producen sus efectos bloqueando las sinapsis nerviosas y las
uniones neuroefectoras"q_ue controlan las estructuras vas­
culares y musculares implicadas en la respuesta sexual. La
droga puede afectar la respuesta de eyaculación, que es
adrenérgica, o las reacciones de erección, que se deben a un
mecanismo colinérgico.

Medicación anticolinérgica

La medicación anticolinérgica inhibe la acción de la ace­


tilcolina y bloquea las respuestas viscerales mediadas pa­
rasimpáticarnente. Estas drogas interfieren la transmisión
de los impulsos nerviosos mediatizados por el sistema ner­
vioso parasimpático que controla el calibre de los vasos san­
guíneos del pene. Se emplean los anticolinérgicos en el tra­
tamiento de los trastornos gastrointestinales, debido a que
inhiben el espasmo intestinal y la secreción de ácido clorhí­
drico. Corno consecuencia de ingerir probantina para ali­
viar una úlcera, hay pacientes que se quejan de dificultades
en la potencia sexual, atribuibles directamente al hecho de
que esta droga bloquea los nervios que controlan la respues­
ta vascular del aparato genital. Debido a esto, podrían tarn-
bién dificultar la erección las altas dosis de cualquier fárma­
co que dificulte la actividad colinérgica.

Medicación antiadrenérgica
La medicación antiadrenérgica bloquea los nervios y estruc­
turas que se hallan inervados por la división simpática del
148

sistema nervioso autónomo, que emplea las catecolaminas


como neurotransmisores, en contraste con los nervios para�
simpáticos que dependen solamente de la acetilcolina. Los
fármacos antiadrenérgicos, que se suelen utilizar con fre­
cuencia en el tratamiento de la hipertensión pueden produ­
cir dificultades en la eyaculación, ya que las contracciones
musculares reflejas de"los órganos reproductores internos
del varón implicados en la emisión se hallan controlados por
nervios adrenérgicos. Los agentes gangliopléjicos, que tam.
bién se utilizan en la terapia de la hipertensión, pueden pro­
vocar trastornos tanto en las fases controladas por vía adre­
nérgica como colinérgica de la respuesta sexual, debido a
que bloquean la transmisión de los ganglios intermedios de
ambos componentes del sistema nervioso autónomo.
Por lo general, y en contraste con las drogas que actúan
centralmente, estas sustancias de acción periférica actúan
sólo sobre los genitales y no producen ningún cambio en la
libido; sin embargo, pueden surgir dificultades sexuales a
consecuencia de una reacción emocional adversa del pa­
ciente ante los efectos de estas drogas. Además, dos de los
agentes antihipertensivos, el serpasil y el aldomet, producen
una depresión psicomotriz en algunos pacientes, y esto pro­
bablemente se deba a que reducen el nivel de catecolaminas
en el sistema nervioso central. En los estados depresivos
producidos por esta droga se observa a menudo una pérdida
de interés sexual y problemas de potencia.

Drogas que pueden afectar la conducta sexual


de una manera indirecta

Finalmente, debemos decir unas cuantas palabras acerca de


los efectos sexuales de las drogas que se utilizan en el trata­
miento de los trastornos psiquiátricos, ya que muchos pa�
cientes que presentan dificultades sexuales también están to-
s. LOS EFECTOS DE LAS DROGAS SOBRE LA SEXUALIDAD 149

mando uua medicación psicotrópica. En general, los efectos


sexuales de la medicación psicotrópica son no específicos; en
otras palabras, los pacientes que toman tranquilizantes y anti­
depresivos puede que experimenten una mejora en su funcio­
namiento sexual, pero se trata de un reflejo de la disminu­
ción de su ansiedad y no un efecto específicamente sexual. En
estos casos, los cambios éh la conducta sexual son subproduc­
tos de los cambios psicológicos producidos por estas drogas.
Así, un paciente cuya depresión ha sido aliviada mediante
una terapia antidepresiva puede que vea reavivados sus inte­
reses eróticos. Por el contrario, el paciente hipomaníaco cuyo
estado de ánimo ha sido sedado por el litio, puede que expe­
rimente una disminución de su actividad sexual perentoria
como parte de un decremento general de la presión hacia la
actividad en otras esferas de la conducta. Las drogas ansiolí­
ticas y antipsicóticas pueden, a su vez, determinar una mejo­
ra en la conducta sexual del paciente, como consecuencia de
la respuesta global positiva ante la farmacoterapia.
Aparte de estos efectos centrales no específicos y psico­
lógicos, algunas de las drogas antipsicóticas, ansiolíticas y
antidepresivas pueden ejercer algún influjo sobre la res­
puesta sexual, debido a sus suaves efectos periféricos y autó­
nomos centrales. E l serpasil, por ejemplo, además de pro­
ducir la expulsión de catecolaminas, actúa sobre el control
del sistema nervioso ªl!tónomo del aparato genital y puede,
por tanto, bloquear la respuesta sexual. De la misma mane­
ra, algunos pacientes que toman tioridazina (meleril), un
agente antipsicótico del grupo de las fenotiazinas, y que es
una sustitución en el carbono número 10 por un radical pi­
peridilo, afirman que experimentan «orgasmos secos», esto
es, orgasmos desprovistos de eyaculación. Se cree que este
fenómeno se debe a la acción autónoma periférica sobre el
esfínter vesical interno, que hace que el semen se vierta en la
vejiga en vez de en la uretra. Análogamente algunos de los
raros trastornos de la erección y de la eyaculación que se
150 !l. ETIOL0G1, ''cr·
1
mencionan como consecuencia de la administración de án.
tidepresivos tricíclicos, podrían atribuirse a los efectos anti.
colinérgicos y antiadrenérgicos periféricos suaves de estas
sustancias.
El haloperidol podría ser una excepción, en el sentido de
que ejerce un efecto directo sobre los centros sexuales del ce.
rebro. Es una droga antipsicótica de la familia de las butiro­
fenonas, y que está indicada en el tratamiento del síndrome
de Gilles de la Tourette. Algunos varones han acusado tras­
tornos de la libido y de la potencia a causa de altas dosis de
esta sustancia. Posiblemente podría deberse a su antagonis­
mo hacia las sustancias adrenérgicas y/o la dopamina, en el
sistema nervioso central.
En las tablas 3, 4, 5 y 6 aparecen resumidos los efectos de
varias drogas sobre la respuesta sexual. A fin de ser claros y
de mantenernos fieles a los conceptos que hemos explicado
en el texto, el material de estas tablas se halla estructurado
de tal manera que indica los efectos de las drogas de acción
central y periférica en cada uno de los tres componentes de
la respuesta sexual: la libido, el orgasmo y la erección.
Sin embargo, el lector debe tener presente que, en térmi­
nos generales, los efectos de las drogas sobre la respuesta se­
xual que han sido resumidos en este capítulo se basan en da­
tos más bien anecdóticos e impresionistas. En efecto, se han
realizado muy pocos estudios sistemáticos y controlados
dentro de esta área y apenas existen datos sólidos que de­
muestren ese supuesto aumento del placer sexual y de la ca­
pacidad erótica por el uso de alucinógenos -como la ma­
rihuana y similares, el nitrito de amilo, la cocaína y las
anfetaminas- o la eficacia de los nuevos neurotransmisores
experimentales. Los datos sobre el aumento de la sexualidad
por los andrógenos, y sobre la disminución o el bloqueo de
la función sexual causados por las drogas anticolinérgicas y
antiadrenérgicas que actúan periféricamente, se apoyan en
una base más firme.
$. LOS EFECTOS DE !.AS DROGAS SOBRE LA SEXUALIDAD 151

TABLA 3. DROGAS QUE PUEDEN DISMINUIR LA LIBIDO Y


DIFICULTAR LA RESPUESTA SEXUAL

Supuesto mecanismo de Algunas indicaciones


acción y efectos
Droga
médicas corrientes

A. Drogas que actúan Primordialmente dis­


sobre el cerebro minuyen la libido y las
respuestas sexuales.

1. Sedantes
•alcohol y barbitúricos Depresión general del Hipnóticos y sedantes.
sistema nervioso cen-
tral en dosis altas; en
dosis sostenidas, lesión
neurológica.
•narcóticos Depresión general del Analgésicos (la metado�
heroína sistema nervioso cen- na se utiliza en el trata­
morfina tral, depresión de los miento de la adicción a
codeína centros sexuales (?). losnarcót.icos).
metadona

2. Antiandrógenos Se oponen a la acción


estimulante de los an­
drógenos sobre el cere­
bro y sobre los órganos
sexuales.
·estrógenos Terapia sustitutiva en
las mujeres posmeno­
páusicas y en los hom­
bres que padecen de
cáncerde próstata.

•acetato de ciproterona Experimental, se em­


plea en el tratamiento
de trastornos sexuales
compulsivos.
•esteroides de las supra­ Trastornos alérgicos e
rrenales inflamatorios.
•cortisona
•ACTH
•aldactona Edema.
•aldactazina Hipertensión.
152

Supuesto mecanismo
ll ETlOLO<JfA

Algunas indicaciones
1? .
¡
¡-

de acción y efectos
Droga médicas corrientes

B. Drogras que actúan Con la excepción de


sobre losgenitales algunas de las drogas
antiadrenérgicas, no
bloquean la libido ex­
ceptQ como reacción se­
cundaria. Estas drogas
bloquean los nervios
que controlan los mús­
culos lisos y los vasos
sanguíneos de los órga­
nos genitales que se ha­
llan implicados en las
respuestas sexuales.

1 . Drogas antícolinér- Inhiben la acción de la Úlcera péptka, diskine-


gicas acetilcolina sobre las es- sias, glaucoma y otros
tructuras inervadas por trastornos oftalmológi­
los nervios parasimpáti- cos.
cos posganglionares y de
esta manera pueden cau-
sar una impotencia debi-
do a que la erección es
una respuesta autónoma
parasimpática; no afec-
tan la libido.
•bantina
·probantina
•atropina
·compuestos amónicos
cuaternarios

2. Drogras antiadrenér­ Bloquean los nervios Hipertensión, trastor­


gicas autónomos adrenérgi� nos periféricos vascula­
cos y las estructuras res.
inervadas por ellos, y de
esta manera producen
problemas relacionados
con la eyaculación, de-
bido a que la fase de
emisión de la eyacula-
ción es una respuesta
autónoma simpática.
S. LOS EFEC.."TOS DE LAS DROGAS SOBRE LA SEXUALIDAD 153

Supuesto mecanismo Algunas indicacionés


Droga de acción y efectos médicas corrientes

Algunas de e$tas sus­


tancias pueden ejercer
efectos .periféricos que
bloquean la eyacula­
ción,.así como algunos
efectos centrales que
pueden disminuir la li­
bidoy la erección.
·fentolamina
•alcaloides del corne­
zuelo de centeno
·halo-alkilaminas
•guanetidina
•alcaloides de la Rau- Psicosis.
wolfia
•metildopa (aldomet) La impotencia suele ser
una complicación fre­
cuente.

TABLA 4. DROGAS QUE PUEDEN INCREMENTAR LA LIBIDO Y LA


FUNCIÓN SEXUAL

Supuesto mecanismo de Algunas indicaciones


acción y efectos
Droga
médicas corrientes

A. Drogas que actúan Estas drogas estimulan


sobre el cerebro quizá los centros sexua­
les del sistema nervioso
central, y por lo tanto
incrementan la libido y
la respuesta genital.

l. Hormonas
•andrógeno Estimula los centros se- Impotencia, terapia de
xuales de ambos sexos. sustitución, agente ana­
Los andrógenos fetales bólico, cáncerdemama.
producen'la diferencia-
ción sexual de la con-
ducta. Los andrógenos
actúan también en la pe-
riferia para promover el
154 ll,

Supuesto mecanismo Algunas indicacione


de acción y efectos
Droga s
médicas corrientes

desarrollo, crecimiento
y funcionamiento de los
genitales masculinos y
del clítoris.
•progesterona y estró­ No incrementan la libi­ Terapia de sustitució
n
geno do; ..en efecto, pueden en la menopausia, en la
disminuir el interés se­ endometriosis, en los
xual; actúan sobre las trastornos menstruales
células de los genitales en el control del nac¡�
femeninos para incre­ miento, profiláctico en
mentar su desarrollo, su el cáncer de próstata y
crecimiento y su fun­ después de una inter.
ción. vención quirúrgica en
GU. para prevenir Ja
erección.

2. Neurotransmisores
•L-Dopa Efecto antiserotonina Parkinsonismo.
en los centros sexuales
del cerebro.
•PCPA Incrementa la libido (?) Experimental, ninguna
(paradorfenilalanina} indicación médica.

3. Estimulantes
•anfetaminas Estimulación cerebral Estimulante, anorexian­
general. En dosis altas te, lesión cerebral míni­
se dice que aumenta la ma en niños.
libido; en dosis sosteniM
das, disminuye la hbidoy
el funcionamiento sexual,
y produce una debili-
dad general.
•cocaína Estimulante cerebral geM Produce adicción, nin­
neral; se afirma que au- guna indicación médi­
menta la libido en dosis ca.
altas.
•nuez-vómica (estric­ Incrementa la reactiviM Veneno mortal, ningu­
nina) dad delas neuronas de la na indicación médica.
médula espinal que meM
dian en el orgasmo y los
reflejos de la erección;
puede causar priapismo.
s. LOS EFECTOS DE LAS DROGASSOBRE LA SEXUALIDAD 155

Supuesto mecanismo Algunas indicaciones


de acción y efectos
Droga
médicas corrientes

4. Alucinógenos Bloquean la neuro­ Sin indicaciones médi­


transmisión en el siste­ cas. El LSD se utiliza ex­
ma límbico y en el RAS. perimentalmente en la
Algunos dicen que au­ terapia del alcoholismo.
mentan la libido y el
orgasmo, otros que no
tienen ningún efecto,
mientras que un tercer
grupo señala que blo­
quean la sexualidad,
·LSD
·DMT
•mescalina
·TCH {marihuana) Puede ejercer algunos
efectos sobre las con­
tracciones musculares;
algunos afirman que au­
menta las sensaciones
eróticas (?).

B. Drogras que actúan


sobre los órganos 1
1
genitales '

•cantáridas (moscas es­ Irrita el conducto geni­ Venenoso, sin indica­


pañolas) tal-urinario; causa pria­ ciones 1nédicas.
pismo.
•nitrito de a1nilo Aumenta la respuesta Vasodilatador, angina ::i
;.)
vascular de los órganos de pecho.
genitales (?) y se diceque
fmejora el orgasmo {?).
156 u. ET1otocr,1,

TABLA s. EFECTOS DE LAS DROGAS PSICOTRÓP!CAS SOBRE LA -¡


SEXUALIDAD

Supuesto mecanismo de Algunas indicaciones


accióny efectos
Droga
médicas corrientes

Todas las drogas neuro­ Probablemente no ejer­ Trastornos psiquiátri­


lépticas ce.u un efecto directo so­ cos.
bre los centros sexuales
del cerebro (con la posi­
ble excepción del halo­
peridol, que puede afec­
tar directamente a la
respuesta sexual). Estas
drogas pueden afectar a
la sexualidad indirecta­
mente debido a sus efec­
tos favorables sobre el
estado psíquico. Además,
algunos agentes pueden
causar-aunque es raro­
dificultades en la erec­
ción y en la eyaculación,
debido quizá a su efecto
antiadrenérgico y/o an­
ticolinérgico o antido­
pamínico.

A. Drogras antipsicó- No se conoce con exac- Psicosis ysobre todo es-


ticas titud el mecanismo de quizofrenia.
acción antipsicótica; la
respuesta sexual puede
mejorar como subpro-
ducto de la recupera-
ción de una enfermedad
mental.

1. Fenotiazinas
•torazina
•trilafon
•estelazina
•meleril Eyaculación ((seca)), pro­
ducida por la parálisis
del esfínter vesical inter-
S. LOS EFECTOS DE LAS DROGAS SOBRE LA SEXUALIDAD 157

Supuesto mecanismo Algunas indicaciones


de acción y efectos
Droga
médicas corrientes

no, que hace que el se­


men sevacíe en la vejiga
urinaria.

z. Butirofenonas Se dice que reducen la


libido y la po�encia y
causan un retardo de la
eyaculación en algunos
pacientes; mecanismo
desconocido; puede im­
plicar acciones centrales
o periféricas antiadre­
nérgicas y/o antidopa­
mínicas.
•haloperidol Síndrome de Gilles de la
Tourette, esquizofrenia.

B. Drogas ansiolíticas Deprimen centralmente Ansiedad -relajantes


el sistemalímbicoyafec- musculares.
tan a las sinapsis en la
médula espinal produ-
ciendo relajación mus-
cular; probablemente no
ejercen ningún efecto se-
xual directo, pero se po-
drían incrementar los
intereses sexuales en la
medida en que la ansie-
dad disminuye; los efec-
tos de relajación muscu-
lar pueden explicar los
raros trastornos orgás-
mlcosque se suelen men-
cionar.

1. Clordiazepóxidos
·Hbrium
•valium
•tranxene

2. Meprobamato
158

Supuesto mecanismo
de acción y efectos
Droga

C. Reguladoresdel
estado de dnirno

l. Antidepresivos No ejercen ningún efec- Depresión, estados de


to directo sobre la se- ansiedadfóbica.
xualidad; el impulso se-
xual y la realización del
acto pueden mejorar a
medida que la depre-
sión se va aliviando. Los
antidepresivos ejercen
algunos efectos autóno-
mos periféricos que rara
vez producen proble-
mas de potencia y eya-
culación en los varones.
•antidepresivos
tricíclicos
elavil
tofranil
•Inhibidores del MAO Eyaculación precoz.
nardil
marsilid
marplan

2. Litio No se han señalado Estados maníacos y po·


efectossobrelarespues- sible prevención de la
ta sexual, excepto en el depresión en la ciclofre­
sentido en que puede nia.
disminuir el impulso se-
xual a la vez que dismi-
nuye el estado psíquico
hipomaníaco.
:;. ios EFECTOS DE LAS DROGAS SOBRE LA SEXUALIDAD 159

TABLA 6. DIVERSAS DROGAS QUE PUEDEN AFECTAR LA


SEXUALIDAD

Supuesto mecanismo de Algunas indicadones


acción y efectos
Droga
médicas corrientes

Disulfiram (antabús) Se dice que produce Alcoholismo.


Clorfentermina impotencia. Disminución de peso.
(presato) Se dice que produce
impotencia.

Las tablas 3, 4 y 5 han sido preparadas en colaboración con la doctora Avi­


dah Offlt, monitora clínica de psiquiatría de la Facultad de Medicina de Ja
Universidad de Cornell y psiquiatra ayudante en la Clínica de Pacientes
Ambulatorios de Payne Whitney. La doctora Offit es ayudante de la doctora
Kaplan y dirige y coordina el Programa de Educación y Terapia Sexual en el
Hospital de Nueva York y en el Centro Médico de Cornell.

)
6. Los efectos de la edad
sobre la sexualidad *

La capacidad de placer erótico parece que se inicia con el na­


cimiento yno tiene por qué desaparecer hasta la muerte. Sin
embargo, la edad modela la dimensión biológica de nuestra
sexualidad de una forma importante, de tal manera que la
intensidad y la calidad de la respuesta sexual varía conside­
rablemente en cada nivel cronológico.
Los efectos de la edad son un paradigma excelente del
complejo juego entre determinantes físicos y psicológicos de
la sexualidad humana. Hay ciertos cambios biológicos vin­
culados a Ja edad que son universales, pero las respuestas de
los individuos a dichos cambios difieren enormemente. Un
adolescente reaccionará ante sus nuevos impulsos sexuales
comportándose de una manera rebelde y agresiva con las
mujeres. Otro se sentirá enamorado e intentará que su com�
pañera comparta con él un magnífico romance. Un tercero>
sujeto a una serie de trastornos, no será capaz de dominar
sus impulsos o los conflictos y rechazos potenciales que és-

* Los temas que tratamos en este capítulo aparecieron por primera vez
en un artículo titulado (6exuality at Different Ages», de H. S. Ka plan y
C. J. Sager, en Medica[ Aspects ofHuman Sexuality.
160
S DE LA EDAD SOBRE LA SEXUALIDAD 161
6• tOS EfECTO

an; se sentirá deprimido, o bien buscará amparo


tos engendr
en fantasías psicóticas.
De la misma manera, y como respuesta a una disminu­
ción de su capacidad sexual, algunos hombres que se hallan
ya en Ja década de los 50 se refugiarán en una especie de
«menopausia>>, que se caracteriza por irritabilidad, depre­
sión y temple paranoide. Otros, en cambio, abandonan a
sus mujeres y buscan compañeras más jóvenes y estímulos
exóticos, en su deseo de volver a recuperar la intensidad
erótica de Ja juventud. Los más afortunados son capaces de
integrar su sexualidad, algo alterada y en cierta manera dis­
minuida, pero en modo alguno extinguida, en sus vidas y
relaciones maritales, que incluso pueden beneficiarse con
este reajuste.

Diferencias en el envejecimiento según los sexos

Es muy interesante constatar que Ja edad ejerce unos influjos


distintos sobre el ciclo sexual según se trate de hombres o
mujeres. El resto de las funciones humanas, como por ejem­
plo Ja capacidad para aprender, el vigor físico o la coordina­
ción, aumentan o declinan según una tónica predecible con
la edad, y al parecer los dos sexos siguen las mismas curvas
en cada una de estas funciones. Sin embargo, en la sexuali­
dad la cosa es muy distinta. Las cifras de Kinsey indican, y
los estudios de Masters y Johnson confirman, que Jos varo­
nes experimentan el máximo de responsividad y capacidad
sexual alrededor de Jos 17 o 18 años y que a partir de enton­
ces muestran una disminución constante. Por el contrario,
las mujeres alcanzan su máximo en los últimos años de la
década de los 30, e incluso en los primeros años de la década
de los 40, y a partir de ese momento su libido disminuye a un
� ritmo relativamente más lento que en los hombres. Sin em­
bargo, la necesidad de sexo nunca desaparece, y se ha obser-

162 !l.
rETJOLOG!A
!

vado el orgasmo tanto en hombres como en mujeres de máS


de90 años.
f ·

Los efectos de la edad sobre las diferentes


fases de la respuesta sexual
_
Los diferentes componentes de la respuesta sexual son afec­
tados de manera distinta por la edad. Los estudios de Mas­
ters y )ohnson han demostrado que el orgasmo masculino es
el más vulnerable al paso de los años. El período refractario
aumenta y Ja fuerza de eyaculación y su característica bifási­
ca declinan mucho más marcadamente después del máximo
de la adolescencia, mientras que la respuesta de erección
permanece relativamente estable. Aunque el octogenario no
está ya capacitado para gozar los intensos y múltiples orgas­
mos de su juventud o experimentar una fase distinta de ine­
vitabilidad de la eyaculación, es perfectamente capaz de ex­
perimentar orgasmos ocasionales y de tener erecciones
frecuentes y placenteras si se le estimula eficazmente. La
edad no ejerce el mismo efecto sobre las mujeres, que siguen
siendo capaces de múltiples orgasmos, y esencialmente sin
un período refractario, a lo largo de toda la vida. Quizá se
deba a que el orgasmo femenino carece de la fase de emisión
de la eyaculación, que parece ser el aspecto más vulnerable de
la respuesta sexual. Debido a estas diferencias sexuales, tan
notables, en los ciclos sexuales, describiremos las respuestas
masculina y femenina por separado a Jo largo de esta discu­
sión, insistiendo sobre todo en los cambios fisiológicos y li­
bidinales, que probablemente están biológicamente deter­
minados.
6. LOS EFECTOS DE LA EDAD SOBRE LA SEXUALIDAD 163

Cambios relacionados con la edad


en elfuncionamiento sexual masculino

Los niños varones experimentan erecciones desde el mismo


nacimiento y empiezan a manipular sus genitales tan pronto
como se lo permite el desarrollo de su coordinación manual.
La masturbación infantH es una fase normal del desarrollo.
Las actitudes paternas hacia la masturbación pueden ser un
determinante fundamental en las actitudes sexuales poste­
riores. Los psicoanalistas creen que la atracción hacia el sexo
opuesto comienza alrededor de los cuatro años y describen
una disminución pasajera en Jos intereses sexuales entre el
final de la fase edípica hacia los 5 años, y el comienzo de la
adolescencia. Este período de latencia se atribuye a la repre­
sión de Jos deseos edípicos. Sin embargo, este fenómeno, si
existe, parece más un producto de la prohibición de la mas­
turbación infantil que un reflejo de un decremento real o re­
presión de los intereses sexuales. En cualquier caso, la se­
xualidad infantil entraña en nuestra cultura el placer erótico
derivado de la manipulación física de los genitales, junto
con diversas fantasías. Cuando se presenta la oportunidad,
Jos chicos participan también en juegos eróticos con las
niñas.
En la pubertad, los niños suelen experimentar un incre­
mento súbito y espectacular en la libido, como consecuencia
de la alta dosis de andrógenos que aparece en la adolescencia.
En ese momento surgen las características sexuales secun­
darias del muchacho y también Ja capacidad de enamorarse.
Como ya hemos dicho antes, los varones alcanzan el máximo
de su actividad sexual y su potencia sobre Jos 17 o 18 años de
edad.
La sexualidad de los jóvenes es muy intensa. Experimen­
tan una fuerte necesidad de liberación orgásmica y el ham­
bre sexual impregna sus vidas. Las fantasías sexuales y los
sueños son acuciantes y muy frecuentes, y el buscar campa-
164 ll.
f
ETJOLOGfA �.
l'
l
ñeros sexuales se convierte en una preocupación importan�·
te. El joven normal de unos 20 años desea la descarga sexual
aunque no esté enamorado o se preocupe de otras cosas,
como por ejemplo los estudios o los deportes. Si no dispone
de un compañero sexual, obtendrá el orgasmo mediante la
masturbación o las poluciones nocturnas.
Este impulso sexual tañ intenso se refleja en un gran nú­
mero de manifestaciones físicas. La frecuencia del orgasmo
alcanza su máximo; según los datos de Kinsey, no es insólita
la cifra de cuatro a ocho orgasmos diarios. El período refrac­
tario después del primero es muy corto, ya que dura de va­
rios segundos a un minuto. La erección es instantánea como
respuesta a una estimulación física y pSíquica, e incluso pue�
de darse el caso de que la simple vibración del autobús pro­
duzca la erección. En una situación sexual es capaz de alean�
zar una erección tan pronto como se imagina el realizar el
acto sexual con su amiga o, simplemente, besándola. Ade­
más, la detumescencia después del orgasmo es lenta, y pue­
de aún retener una buena parte de la erección durante media
hora aproximadamente después de la eyaculación. La expe­
riencia orgásmica tiende a ser muy intensa, eyaculando con
gran vigor a una distancia de 12 a 24 centímetros. El orgas­
mo presenta una cualidad claramente bifásica: 1-3 segundos
antes de la eyaculación el joven experimenta la sensación de
inevitabilidad eyaculatoria, que es la percepción de la
contracción de los órganos sexuales masculinos internos. El
orgasmo se vivencia muy intensamente y va acompañado de
la contracción de la uretra y de los músculos estriados peri­
neales trasversos y bulbo-cavernoso.
En la década de los treinta el deseo sexual se hace menos
acuciante. Los sujetos de esta edad se hallan muy interesa­
dos por el sexo, pero se satisfacen con menos orgasmos. La
mayor parte de los hombres se sienten satisfechos con uno o
dos orgasmos en cada acto sexual, pero hayquienes afirman
que tienen de diez a catorce orgasmos por semana. General-
6. LOS EFECTOS DE l,A EDAD SOBRE l,A SEXUALID1\D 165

rnente, y siempre que no exista una patología sexual com­


pulsiva, Jos hombres que se hallan en Ja década de los treinta
se sienten menos agobiados por pensamientos y fantasías se­
xuales en ausencia de una situación sexualmente estimulan­
te. Sin embargo, están prestos a responder a Jos estímulos se­
xuales y buscan activamente oportunidades de este tipo.
Físicamente, siguen alcailzando la erección con rapidez y su
detumescencia es lenta. Sin embargo, el período refractario
comienza ahora a alargarse, y un hombre que se halla en los
últimos años de la década de los treinta no se siente impul­
sado generalmente a eyacular con rapidez, excepto, quizá)
en condiciones excepcionalmente estimulantes.
Por encima de Jos cuarenta, la calidad del placer sexual
ha comenzado a cambiar desde las sensaciones intensas y
genitalmente localizadas del joven, a una experiencia más
sensual, pero difusa y generalizada, que caracteriza las eda­
des medias y tardías. El orgasmo va perdiendo importancia
dentro de Ja experiencia sexual. Después de Jos 50, Jos dos
índices físicos que son más sensibles al paso de los años en
Jos varones, esto es, la frecuencia del orgasmo y la longitud
del período refractario, han cambiado de una manera sig­
nificativa. Los hombres entre los 50 y los 60 años se sienten
satisfechos, por lo general, con uno o posiblemente dos or­
gasmos por semana. Aunque Ja longitud del período refrac­
tario varia mucho) éste tiende a alargarse de una manera
significativa. Masters y Johnson, que entrevistaron a 2 1 2
varones de más de 5 0 años y observaron realmente l a res­
puesta sexual de 33 de ellos, afirman que muchos varones
normales de 55-60 años «encuentran que no pueden volver
a alcanzar una erección durante un período de tiempo que
oscila entre las 12 y las 24 horas después de la eyaculación».
Después de los 50 años, se requiere una estimulación más
larga y más intensa para obtener una erección y una eyacu­
lación. Esto significa que durante el juego amoroso, el va­
rón no entra ya en erección tan pronto corno toca el cuerpo
166

de una mujer y la besa, sino que ésta tiene que estimular di­
rectamente el pene durante más o menos tiempo antes de
que se halle listo para la inserción. Además, Masters y John­
son afirman que los hombres de edad experimentan un
«período refractario paradójico», en el sentido de que si se
pierde la erección, por ejemplo, durante una larga sesión
erótica, podrían pasar de 12 a 24 horas antes de que el indi­
viduo pudiese alcanzar otra, como si hubiese tenido en rea�
lidad un orgasmo. Por otro lado, a partir de los 60 años, la
fuerza del chorro eyaculatorio disminuye desde esos 15
centímetros, que es la distancia que alcanza en la juventud
hasta un simple goteo en algunos casos. Finalmente) e�
edades avanzadas, la detumescencia después del orgasmo
es rápida.
La disminnción del impulsó sexual en edades avanzadas
también se refleja en el decremento de los intereses, pensa­
mientos y fantasías sexuales en ausencia de una esti�
mulación erótica específica. Aunque se dan diferencias indi­
viduales marcadas en este aspecto, después de sus 50 años
un hombre se absorbe en su trabajo durante semanas sin
pensar en el sexo y sin tener una erección. Sin embargo, los
hombres de edad avanzada siguen siendo potencialmente
sensibles a la estimulación erótica, y especialmente si se ha
mantenido una sexualidad activa. Una mejora de las técni­
cas sexuales puede servir para acomodar estos cambios> ya
que la única diferencia es que los sujetos de más edad requie­
ren una estimulación física más intensa y más tiempo para
gozar del sexo de una manera plena.
Recientemente se ha especulado mucho sobre la existen­
cia de una «menopausia masculina)>. Existen datos que indi­
can que a medio camino entre los 50 y los 60 años el ritmo de
la producción de andrógenos y de su secreción tiende a dis­
minuir gradualmente. En algunos varones, este período vi­
tal se caracteriza por depresión, irritabilidad, falta de ener­
gía y dificultades sexuales. El problema consiste en saber si

........................................................��-�
BfECTOS DE LA EDAD SOBRE LA SEXUA!.!DAD 167

eidste una relación entre estos cambios fisiológicos y la con­


ducta concomitante a la «menopausia».

¿Existe una menopausia masculina?

Si por definición la menopansia es un cambio abrupto, rela­


cionado con la edad, en la fisiología de la reproducción, no
existe en el hombre nada que podamos denominar climate­
rio masculino. El cambio del metabolismo de los andróge­
nos en el varón es gradual en comparación con el cese brus­
co de la función ovárica en las mujeres. En cambio, si su
definición es la de una constelación psicofisiológica de reac­
ciones ante una sexualidad que declina, lo cual es un fenó­
meno que suelen experimentar los varones de esta edad en
nuestra cultura, entonces sí debemos defender la existencia
de una menopausia masculina.
Los trastornos psíquicos que se dan hacia la mitad de la
vida son el producto de múltiples fuerzas. Aparte de la dis­
minución en los niveles de andrógenos, hacia los 55 años el
hombre comienza a enfrentarse con la idea de la muerte, a
establecer contacto con sus propias limitaciones y a darse
cuenta de que es necesario aflojar las riendas que hasta en­
tonces había mantenido en sus manos. Su menor sexualidad
y energía puede que desencadenen la percepción de estos
problemas. Si está bien integrado y tiene capacidad de de­
fensa, superará con éxito esta crisis a través de una serie de
adaptaciones y de mecanismos de ajuste. Pero si no posee
esos recursos ni esas resistencias, caerá víctima de la .depre­
sión y de la ansiedad a lo largo de este período. La impoten­
cia y la evitación del sexo suelen ser parte de esta situación.
No se conoce con exactitud el papel exacto que juegan los ni­
veles de andrógenos en este síndrome. Bajo una terapia de
sustitución a base de testosterona, algunos varones parece
que experimentan un alivio de la depresión y un incremento
168

de su energía y de su optimismo, al mismo tiempo que mé�


jora su función sexual. Otros afirman que no observan nin�
gún beneficio con dicha terapia.
En lo que concierne a las funciones puramente sexuales
hay hombres que compensan ese declive natural de la sexua'.
lidad creando situaciopes estimulantes y entregándose a
fantasías y compañeros altamente eróticos. Con este fin pue­
de que recurran a técnicas sexuales basadas en una estimu�
!ación física intensa de los genitales y de las zonas erógenas.
Otros, por el contrario, dejan de tener contacto sexual entre
los 50 y 60 años. Tal abstinencia no está, por supuesto, en
función de los efectos físicos de la edad, sino que es más bien
una evitación psicológica de los dolorosos sentimientos de
frustración, ansiedad o depresión que pueden surgir al en­
frentarse con esta disminución del rendimiento sexual. En
este grupo de edades, la impotencia se convierte en una que­
ja frecuente.
Un hombre sano que experimenta los cambios arriba des­
critos es capaz de gozar de las relaciones sexuales a lo largo
de toda su vida. Es más, alliberarse de la intensa necesidad de
una rápida descarga orgásmica y de las inhibiciones de su
juventud, los sujetos de más edad y sus compañeros gozan
con frecuencia de un intercambio amoroso más satisfacto­
rio e imaginativo. Para el varón que se siente seguro de sí
mismo, la edad nunca debe ser una barrera para gozar del
placer sexual con tal de que disfrute de buena salud y cuente
con suficientes oportunidades.

Cambios relacionados con la edad en el funcionamiento


sexual de la mujer

La sexualidad femeuina parece que se halla sometida a va­


riaciones individuales más amplias que la masculina, aun�
que sea imposible, por supuesto, una comparación directa.
6. LOS EFECTOS DE LA EDAD SOBRE LA SEXUAL!OAD 169

Como es más difícil aquí generalizar, las afirmaciones so­


bre la sexualidad femenina son menos fiables que las que se
refieren a los hombres.
Las muchachas, lo mismo' que los muchachos, experi­
mentan un placer sexual difuso durante los primeros años
de la infancia. También se masturban, tienen fantasías se­
xuales y gozan del juego erótico si no se les impide. Las dife­
rencias sexuales en cuanto al desarrollo del erotismo co­
mienzan a aparecer durante la adolescencia.
Las chicas muestran también a esa edad un intenso desa­
rrollo físico y un incremento súbito en sus intereses sexua­
les. Sin embargo, suelen preocuparse más por atraer a los del
sexo opuesto o por establecer un contacto amoroso con un
muchacho que por gozar de los aspectos puramente físicos
del sexo. Las muchachas son, en conjunto, más lentas en des­
pertar a la sexualidad, y su necesidad de orgasmo es en apa­
riencia menos intensa. Mientras que prácticamente todos
los muchachos normales se masturban, un 30 o 40% de las
mujeres afirman que o bien no se masturban o bien no em­
pezaron a hacerlo hasta que tuvieron una experiencia sexual
que les condujo al orgasmo o una excitación intensa. En
contraste con los hombres, en donde la ausencia de mastur­
bación en la adolescencia hace surgir la sospecha de un tras­
torno psiquiátrico, las mujeres que nunca se han masturba­
do no tienen que ser por eso, necesariamente, patológicqs.
Aun así, la ausencia de masturbación es un dato frecuente en
las biografías de aquellas mujeres que más tarde acusan
dificultades para el orgasmo.
Las primeras experiencias sexuales de los muchachos y de
las muchachas suelen diferir notablemente, por lo menos en
nuestra cultura occidental. Un muchacho puede ser tímido
y torpe y eyacular con más rapidez de lo que le hubiera gus­
tado la primera vez que intenta el acto sexual. Sin embargo,
los primeros intentos de acto sexual le conducen general­
mente al orgasmo. En las mujeres no ocurre otro tanto. Si su
170 JI.

ET!OLOGf¡1, f

primera experiencia sexual consiste en un contacto corpOral


sin acto sexual, incluyendo la estimulación de los p echos y
del clítoris, podría ser la experiencia más excitante en la vida
de una muchacha, y sin embargo no experimentar el orgas­
mo. Las primeras experiencias sexuales de una mujer son a
menudo desalentadoras y no producen el orgasmo ni sensa­
ciones vaginales placenteras. El acto sexual puede ser inclu­
so desagradable, físicamente hablando, y la muchacha pue­
de que se sienta alarmada por el fracaso en disfrutar de esa
experiencia.
Hacia la edad de veintitantos años, la frecuencia del acto
sexual alcanza su máximo. Kinsey afirma que el promedio
oscila entre dos y cinco veces por semana. Sin embargo) esto
viene probablemente motivado en primera instancia por los
intensos deseos sexuales del marido. Durante este período,
suele desear con frecuencia hacer el acto sexual, se excitará�
pidamente y obtiene el orgasmo con celeridad, dejando a
menudo insatisfecha a su mujer.
En nuestra cultura, las mujeres suelen alcanzar el máximo
de excitabilidad sexual en los últimos años de la década de
los 30 y en los primeros de la de los 40. Kinsey afüma que es
en esa época cuando predominan las aventuras extramarita�
les. Masters y johnson observaron una rápida e intensa exci­
tabilidad durante este período, especialmente cuando la
mujer ha tenido ya varios hijos*. La lubricación vaginal,
equivalente a la erección masculina, se da instantáneamente,
y las mujeres de esa edad afirman a menudo que son capaces
de experimentar múltiples orgasmos. Nuestra experiencia
nos dice que son muchas las mujeres de esta edad, si no to­
das, las que afirman que sienten más interés por el sexo y
una mayor facilidad para el orgasmo que en años anteriores:

* Atribuyen este aumento de excitabilidad, por lo menos en parte, al


aumento de la vascularidad de las vísceras pélvicas, que se produce des­
pués del parto.
6, LOS EFECTOS DE LA EDAD SOBRE LA SEXUALIDAD 171

cabe especular que esta mayor responsividad sexual de las


edades medias no se halla determinada primordialmente
por factores biológicos, sino que se debe a la combinación de
unapérdida gradual de inhibiciones y una mayor seguridad
de ser aceptada y de gustar al compañero sexual. Con los
años, estas mujeres han adquirido cierta autonomía sexual y
han aprendido a pedir a sus maridos el tipo de estimulación
que las excita, sin la vergüenza y el temor de antes.
El funcionamiento sexual de la mujer durante los años de
la menopausia es extraordinariamente variable y depen­
de de su estado psíquico general y de su relación con el mari­
do. El cese brusco de la función ovárica produce una caída
drástica en la tasa de estrógenos y de progesterona circulan­
tes. Estos cambios endocrinos se acompañan en muchas mu­
jeres, si no en todas, de una mayor irritabilidad, de depre­
sión, de inestabilidad emocional y de agresividad. Una crisis
emocional parecida, o período de «tensión», acompañada
por un aumento notorio en la incidencia de episodios psicó­
ticos, crímenes violentos, accidentes y enfermedades somá­
ticas, se da también en algunas mujeres durante la «minime­
nopausia mensual», esto es, el período de ocho días en torno
a la menstruación, que se caracteriza por un descenso pasa­
jero de la progesterona y de los estrógenos circulantes.
El efecto de la retirada de los esteroides sexuales sobre la
libido es muy variable. Está claro que si se siente deprimida,
irritable e insegura, no es probable que se interese por el
sexo. Sin embargo mientras que algunas mujeres experi­
mentan un decremento en el deseo sexual, muchas otras
sienten, en cambio, un aumento de sus apetencias eróticas
durante los años de la menopausia. El destino de la libido
parece depender una vez más de una constelación de facto­
res que convergen durante este período: cambios fisiológi­
cos, oportunidades sexuales y disminución de las inhibicio­
nes. Desde un punto de vista puramente fisiológico, la libido
debería, teóricame.nte, incrementarse en la menopausia, de�
172 11. ET!OLOG!A

bido a la acción de los andrógenos femeninos, que no se ha­


llan afectados materialmente por la menopausia y a los cua­
les no se oponen ahora ya los estrógenos. En efecto, algunas
mujeres parece que se comportan de esta manera, especial�
mente si no se sienten deprimidas y encuentran compañeros
sexuales interesantes e ii:tteresados. Pero si el marido evita el
sexo y la mujer, que se siente insegura, deprimida y agresiva,
lo atribuye a una disminución de sus atractivos físicos, pue�
de que también ella evite la sexualidad a fin de ahorrarse el
dolor de la frustración y del rechazo.
Después de los cincuenta años, los años posmenopáusi�
cos, la responsividad sexual femenina muestra también
grandes variaciones de una mujer a otra. Las mujeres de este
grupo de edades dependen, para satisfacerse sexualmente, de
un grupo cada vez menor de hombres, cuyas necesidades se­
xuales han empezado también a disminuir de una manera
conspicua. Las mujeres que cuentan de una manera regular
con estas oportunidades suelen conservar su responsividad
sexual, pero sin ellas la sexualidad comienza a declinar noto­
riamente. Aparte de los efectos puramente conyunturales,
parece que se da una gradual disminución física del impulso
sexual tanto en las mujeres como en los hombres. Después de
los 65 años la mujer suele preocuparse menos del sexo que
cuando tenía 40, pero aun así puede que busque oportunida­
des eróticas y desde luego sigue siendo capaz de responder a
ellas. No son insólitos en estas edades las relaciones eróticas y
los actos de masturbación y hay mujeres de más de 65 años
que tienen sueños sexuales. Fisiológicamente sí que existe un
declive. Masters y Johnson han afirmado que la lubricación
vaginal tiende a producirse más lentamente, mientras que las
contracciones clónicas dela plataforma pélvica durante el or­
gasmo son menos vigorosas y frecuentes, pasando de cinco o
seis a los 30 años a dos o tres a los 70. Se da una disminución
de la miotonía general que acompaña a la excitación sexual y
las sensaciones son menos intensas.
6. LOS EFECTOS DE LA EDAD SOBRE LA SEXUALIDAD 173

En marcado contraste con los varones, las mujeres de más


edad siguen siendo capaces de gozar de múltiples orgasmos.
En efecto, los estudios indican que el 25% de las mujeres de
70 años continúan masturbándose. Sin embargo, muchas
mujeres cesan de tener relaciones sexuales cuando alcanzan
]os cincuenta y los sesen1a años. Esta abstinencia no obedece
primordialmente a razones biológicas, sino que influyen en
ella factores sociales y psicológicos. Cuando una mujer ya
madura pierde a su compañero, no suele buscar de una for­
ma activa personas que lo reemplacen) a menos que se trate
de una mujer de gran actividad en todos los sentidos, muy
segura de SÍ misma y dueña de unas dotes personales excep­
cionales.
Los cambios tróficos del cuerpo relacionados con la edad,
sobre todo los que afectan a los genitales y a las mamas, son
más intensos en las mujeres que en los varones, y se deben a
una caída brusca de los estrógenos y de la progesterona des­
pués de la menopausia. Paradójicamente, estos cambios físi­
cos relativamente serios se traducen en cambios relativa­
mente mínimos de los aspectos libidinales de la sexualidad
femenina.
Para explicar estas diferencias entre ambos sexos hay que
señalar que es el componente biológico el que declina con la
edad, mientras que los aspectos psíquicos de la sexualidad
permanecen relativamente estables, y que los determinantes
físicos del sexo son relativamente más importantes en el va­
rón que en la mujer. Esto parece especialmente cierto duran­
te la juventud, cuando el sustrato físico de la sexualidad en
los hombres es una fuerza poderosa. En las mujeres, los de­
terminantes físicos de la sexualidad parecen menos decisi­
vos que las contribuciones psíquicas y de aprendizaje, por
lo que los años hacen menos mella en la sexualidad de la mu­
jer que en la del hombre. Según esto, a medida que el impulso
biológico disminuye con los años, los hombres se hacen más
parecidos a las mujeres en su conducta sexual) en el sentido
174 11. ET!OLOG[A

de que la fantasía y el ambiente adquieren mayor importan­


cia en el erotismo y la preocupación por el orgasmo es relati­
vamente menor. En los hombres de más edad, a medida que
declinan los factores físicos que motivan la sexualidad, los
determinantes psíquicos acaban por tener mayor peso en la
respuesta sexual final. _

El aprendizaje parece ser un determinante de gran peso en


la sexualidad femenina, mientras que en el hombre tiene una
importancia relativamente menor. Pudiera ser que ese auge
de la sexualidad que se da en las mujeres de edad media que
han tenido una trayectoria de relaciones sexuales venturosas
y sólidas, fuese atribuible al refuerzo acumulado que se deri­
va de toda una serie de experiencias sexuales placenteras re­
petidas (que aumentan su capacidad gratificante a medida
que las técnicas sexuales se acomodan a las necesidades espe­
cíficas de las mujeres) así como también a la extinción gra­
dual de las inhibiciones y de la inseguridad juvenil.

Implicaciones clínicas

La impotencia, la pérdida de interés por el sexo o incluso su


evitación son trastornos denunciados muy a menudo por las
parejas de cierta edad. En realidad no tiene por qué ser así.
Cierto que las causas físicas de las anomalías de la erección y
de la libido van haciéndose cadavez más importantes con la
edad. Pero con tal de que disfrute de buena salud, una pareja
puede gozar del placer sexual a lo largo de toda su vida. La
gran mayoría de las quejas sexuales de las personas de edad
son producto de reacciones psicológicas adversas a los cam­
bios biológicos normales relacionados con la edad y que
afectan a la respuesta sexual.
Estos cambios modifican el sistema sexual desde un pun­
to en que las necesidades sexuales del varón joven eran más
apremiantes e intensas que las de su mujer, y su respuesta era
6. LOS EFECTOS DE LA EDAD SOBRE LA SEXUALIDAD 175

más rápida que la de ella, a un tipo de interacción en el que


su deseo ha quedado reducido, sus respuestas son más len­
tas y sus exigencias para una estimulación directa de los ge­
nitales han aumentado, mientras que su mujer ha sufrido
cambios menos profundos. Las mujeres suelen desear más
relaciones sexuales a medida que se aproximan a las edades
intermedias de sus vidas e incluso después, y su responsi­
vidad es solamente un poco menos rápida e intensa. Sin -
embargo, al mismo tiempo que retienen su excitabilidad,
pierden a menudo algo de su anterior atractivo. No es sor­
prendente que esta situación sea perturbadora, especial­
mente porque las parejas rara vez perciben estos cambios
amenazadores y graduales en un nivel consciente. Por lo
común desconocen que en el proceso de envejecimiento
sexual hay diferencias entre los dos sexos y suponen, de una
manera errónea, que los deseos, las necesidades y las res­
puestas de ambos sexos deberían sufrir los mismos cambios.
Estas suposiciones falsas, unidas a una especie de conspi­
ración del silencio, que se engendra por el sentimiento de
vergüenza y la falta de intuición, pueden acabar destruyen­
do la sexualidad de una pareja ya madura. Resulta difícil,
por un lado, que un hombre tenga una erección si prevé el
fracaso. La mujer, por su parte, considera como algo imposi­
ble ser generosa, seductora y excitable si interpreta el nor­
mal descenso en el vigor sexual de su marido como una ma­
nifestación de rechazo.
A estas parejas se les puede ayudar haciéndoles ver que los
cambios sexuales relacionados con la edad no son idénticos
en la mujer y en el hombre; que estos cambios son producto
de ciertos ritmos biológicos y no de la calidad del amor o de la
capacidad de seducción. Lo que acaba determinando el buen
o mal funcionamiento sexual de la pareja ya mayor es lama­
nera en que resuelvaese desfase en la evolución sexual, el gra­
do de apertura, de amor y de aceptación que la pareja aporte
al problema, y no la inevitable presencia de dichas diferencias.
176

Por ejemplo, una mujer que goce del orgasmo a lo largo de


toda su vida podría ser una seria amenaza para su marido
cuyo período refractario puede que llegue a 12 horas. Sin em'.
bargo, si él se siente seguro de su propia sexualidad y no entra
en competencia con su mujer, comprendiendo además que el
que ella conserve intacta su capacidad de orgasmo es algo
absolutamente normal, podría encontrar estimulante y pla­
centero el ayudarle a ella a conseguir esos orgasmos en su
actividad sexual) aun cuando él, en años posteriores, sólo sea
capaz de tener un orgasmo. En efecto, Masters y )ohnson han
sugerido que el hombre de cierta edad puede gozar del sexo
con su mujer sin experimentar el orgasmo cada vez que hace
el amor. De una manera análoga, la mujer de un hombre de
50, 60 o incluso más años puede encontrar gratificante el
buscar y encontrar vías de estimulación para una sexualidad
declinante.
Los cambios físicos que, con el paso de los años, experi­
mentan el interés sexual y la responsividad pueden servir, en
el peor de los casos, para que se creen tensiones individuales
y maritales, pero también pueden potenciar las relaciones
amorosas. La pareja debe aprender a aprovechar esas di­
ferencias y cambios para incrementar su intimidad y el
placer y la gratificación que pueden darse el uno al otro. Las
técnicas amatorias pueden acomodarse a las necesidades
cambiantes de cada uno de los miembros de la pareja, obte­
niéndose una gratificación y una estimulación mayores,
quedando, de esta manera, la relación matrimonial enrique­
cida por una adaptación sensible y recíprocamente generosa
a los cambios sexuales que experimenta cada uno de los
miembros a causa de la edad.

--------�·
6, REFERENCIAS Y B!BL!OGRAFÍA 177

Referencias internas y bibliografía


para la Sección II-A

Referencias internas sugeridas

En el Área IV, que trata de las disfunciones sexuales masculinas y


femeninas, volvemos solwe las diversas causas físicas de dichas
disfunciones, haciendo referencia a los síndromes específicos. El
Area I contiene información básica sobre la anatomía, fisiología,
neurología y endocrinología de la respuesta sexual, como funda­
mento del material que hemos presentado en este capítulo.
El capítulo 23 contiene una discusióni desde una perspectiva clí­
nica, del tratamiento de las disfunciones sexuales cuando el hom­
bre o la mujer se halla enfermo o deprimido o sufre de una intensa
ansiedad.

Bibliografía

Podernos encontrar en los siguientes textos una información médi­


ca básica sobre las enfermedades que pueden afectar de una manera
adversa la función sexual y que hemos mencionado en el capítulo 5:
Modern Trends in Psychological Medicine, Noel G. Harris (ed.}
(Hoeber, Nueva York, 1948); Cecil-Loeb Textbook ofMedicine, 13•
edición, Beeson y McDermott, Eds. (Filadelfia, Saunders, 1971);
Urology, M. F. Campbell, (ed.) (Filadelfia, Saunders, 1970); y Gyne­
cologic and Obstetric Pathology, 6a edición, por Novak y Woodruff
(Filadelfia, Saunders, 1967).
El Comprehensive Textbook ofPsychiatry, A. M. Freedman y
H. l. Kaplan, (eds.) (Baltimore, Williams & Wilkins, 1967) contie­
ne datos sobre los estados psicofisiológicos de depresión y de ten­
sión psíquica que pueden contribuir a las dificultades sexuales. El
mismo volumen contiene también un artículo titulado «Current
Concepts ofPsychosomatic Medicine», cuyo autor es H. S. Kaplan,
y que presenta una teoría psicosornática básica para comprender
las disfunciones sexuales.
Buen libro de referencias sobre los efectos de las drogas es The
Pharmacologícal Basis ofTherapeutics, de L. S. Goodman y A. Gil-
178 l!. ET!OLOq(
'Y
l
A,

man (eds.) (Londres, Macmillan, 1970). Este volumen contienein."


formación detallada sobre todas las drogas mencionadas en este
capítulo, y discute también los principios básicos de la farmaco,
logía.
Podemos encontrar información acerca de los efectos de los
narcóticos sobre la función sexual en «Sexual Behavior in Heroin
Addiction and Methadon� Maintenance», por P. Cushman, en N,
Y. Statef. ofMed., vol. 72, 1261-5, 1 de junio de 1972, rnientras que
los efectos de las anfetaminas sobre la conducta sexual se discuten
en «Sexual Disturbances among Chronic Amphetamine Users))
de G. Greaves, en/. Nerv. and Ment. Dis., vol. 155, 363-365, 1972 '.
G. R. Gay y C. W. Sheppard, en un artículo titulado «Sex in the
1Drug Culture'» y aparecido en Medica[ Aspects ofHuman Sexua­
lity, octubre de 1972, hablan de los efectos de diversas sustancias
que se emplean como afrodisíacos en nuestra cultura.
Kinsey y sus colaboradores informaron sobre los cambios rela­
cionados con la edad en la sexualidad, tanto en hombres como en
mujeres, en sus dos volúmenes Sexual Behavíorin the Human Male
(Filadelfia, Saunders, 1948) y Sexual Behavior in the Hu man Fema­
le (Filadelfia, Saunders, 1953).
Masters y Johnson observaron y estudiaron la respuesta sexual
de personas de edad y han transcrito estos hallazgos en Respuesta
sexual humana (Ed. Intermédica, B. Aires), e Incompatibilidad se­
xual humana (Ed. Interrnédica, B. Aires).
E. Pfeiffer y A. Venvoerdt han realizado un extenso estudio
longitudinal sobre la conducta en los individuos de más edad. Par­
te de su proyecto ha sido la obtención de información sobre la con­
ducta sexual de los individuos de más de 60 años. I-Ian publicado
sus hallazgos en varios artículos, 'incluyendo «Sexual Behavior in
Aged Men and Women», por E. Pfeiffer y colaboradores, en Arch.
Gen. Psychiat., vol. 19, 753-758, 1968, y «Sexua!Behavior in Senes­
cence», de A. Verwoerdt y colaboradores, en Geriatrics, febrero
de 1969. El material presentado_en el capítulo 6 deriva de un artícu­
lo titulado «Sexual Patterns at Different Ages1>, de H . S. Kaplan y
C. J. Sager, en MedicalAspects ofHuman Sexuality, junio de 1971.
Sección B
Los determinantes psicológicos
de las disfunciones sexuales

Casi todos los autores están de acuerdo en que la gran mayo­


ría de dificultades sexuales se deben a factores expe­
rienciales. No así en cambio en lo que respecta a la natu­
raleza de estos factores; actualmente existe una gran
controversia y una atmósfera de confusión en lo que se refie­
re a este ámbito: cada autor presenta como causas unos fac­
tores «específicos» distintos e incluso contradictorios.
La teoría psicoanalítica afirma que son los conflictos in­
conscientes que se derivan de experiencias infantiles de­
cisivas las que causan las disfunciones sexuales. Por otra
parte, los autores que defienden el punto de vista sistemático
de la psicopatología sostienen la hipótesis de que las raíces de
la inadecuación sexual surgen de transacciones patológi­
cas entre los dos miembros de la pareja, porque crean un
medio ambiente sexual destructivo. Por su parte los mode­
los conductales y los que se apoyan en la teoría del aprendi­
zaje afirman que las reacciones condicionadas específicas
que bloquean la respuesta sexual se adquieren a causa de
una serie de contingencias adversas que siguen a la conducta
sexual. Pero en yuxtaposición a estas formulaciones aparen­
temente conflictivas de la etiología de la patología sexual te-
J 79
180 "·
'

ETtotocr, ""1
nemas una experiencia clínica cada vez más rica en el camp ¡:-
de la terapia sexual, que nos dice que los pacientes mejora � }
rápida y espectacularmente con sólo modificar ciertos obs- 1
táculos específicos inmediatos que operan sobre el funcio-
1
namiento sexual. Al parecer) estas curaciones se obtienen
1:
sin resolver las diver2as causas propuestas por los modelos
teoréticos más importantes que conciernen a la psicopatolo-
¡
gía y al tratamiento de las disfunciones sexuales.
¡Cómo conciliar todos estos datos? ¡Deberíamos descar­
tar las fórmulas propuestas por el psicoanálisis, por la te­
rapia de pareja y por la teoría de la conducta? ¡Debemos tra­
tar los problemas sexuales centrándonos sin más en sus
antecedentes inmediatos? Tal enfoque no parece demasiado
atractivo: es muy limitado y nos obligaría a abandonar mu­
chas aportaciones valiosas.
Una alternativa más satisfactoria quizá consista en una
síntesis que conceptualice la etiología de las disfunciones se­
xuales como fenómenos que se deben tanto a causas remo­
tas como inmediatas. Estas dos series de causas operan a dis­
tintos niveles, pero no son incompatibles ni determinan una
dicotomía reat sino que mantienen un equilibrio dinámico
recíproco. En épocas anteriores, la psiquiatría se ocupó de la
comprensión y resolución de las causas rem<?tas, mientras
que ignoraba, en términos generales, los obstáculos inme­
diatos. Ahora, por el contrario) las nuevas técnicas de la psi­
coterapia intentan modificar los antecedentes inmediatos de
las disfunciones sexuales y tienden a ignorar en líneas gene­
rales las causas más remotas. Nosotros pensamos que ambas
son importantes y que el enfoque más racional, el que garan­
tiza el éxito en un amplio espectro de pacientes, consiste en
intervenir a la vez en ambos niveles.
El concepto de que una anomalía puede ser entendida
desde la perspectiva de varios niveles descriptivos es muy
corriente en medicina. Sólo suscita resistencia en las cien­
cias de la conducta. Lo cual quizá se deba a que muchos psi-
LOS DETERMINANTES PS!COLóC!COS DE LAS DJSFUNC!ONF.S SEXUALES 181

quiatras se hallan investidos por una teoría psicopatológica


concreta y por una orientación terapéutica determinada. La
aparición de una hipótesis alternativa o de métodos tera­
péuticos distintos parece constituir una amenaza para estos
clínicos. Sin embargo, si adoptamos_ un criterio objetivo, se
hace patente que no hay_una auténtica incompatibilidad en­
tre los antecedentes inmediatos, que han sido identificados
por los sexólogos, y las influencias intrapsíquicas incons­
cientes que son el objetivo terapéutico del psicoanalista, de
la misma manera que los descubrimientos de la microscopía
electrónica no invalidan la labor del bacteriólogo. Son, en
efecto, complementarios y se refuerzan de una manera recí­
proca. Todos ellos son valiosos, y cualquier dato, cualquier
nivel, incrementa la capacidad terapéutica del clínico.
Este libro se basa en una filosofía multicausal. Los datos
sugieren que las disfunciones sexuales se deben a factores
muyvariados y que la intervención puede que tenga que ha­
cerse en múltiples niveles. Señalemos aquí nuestra enorme
deuda con Masters y Johnson, que nos han hecho ver las
fuentes inmediatas de la ansiedad y de las defensas contra la
sexualidad, hasta entonces ignoradas por los sexólogos. La
terapia sexual debe mucho de su utilidad a la modificación
de esos obstáculos inmediatos. Sin embargo, nuestra opi­
nión es que esto no invalida los modelos psicoanalítico y
diádico, pues éstos se centran en las causas más remotas
y profundas que suelen subyacer con frecuencia a los obs­
táculos más próximos.
Quizá la relación entre las causas inmediatas y las causas
profundas podría encontrar su paradigma más señero en el
análisis del fenómeno del «rol de espectador». Masters y
Johnson nos hicieron ver una causa muy frecuente de dis­
función sexual, que consiste en que la persona observa su
propio rendimiento sexual de una manera crítica, como si
fuera una tercera persona. No es sorprendente que tal acti­
tud -como, por ejemplo, el pensamiento «¡Llegaré a tener el
182
.
orgasmo?» o «¿Tengo una erección perfecta?», etc.- resulte a
menudo en fracasos en la erección o en el orgasmo. Los se­
xólogos han elaborado métodos conductales directos para'
ayudar al paciente a impedir esta actitud, métodos que a me­
nudo bastan para curar la disfunción.
Según las creencias co¡;ivencionales, estas defensas de tipo
obsesivo contra el abandono sexual y la consiguiente dis­
función son siempre el producto de un grave trastorno psi­
copatológico. La experiencia de la terapia sexual nos ha de­
mostrado, por el contrario, que las defensas obsesivas que
hacen que un individuo sea impotente pueden deberse a un
simple temor al fracaso, debido a una experiencia negativa
real en un acto sexual anterior. En muchos casos, la inter­
vención directa para modificar los efectos de estos factores
etiológicos inmediatos (que es el verdadero sello de la tera­
pia sexual) surte efecto sin necesidad de un tratamiento pos­
terior. Sin embargo, en muchos otros casos, esa ansiedad
ante el acto sexual y la «actitud de espectador» hincan sus
raíces en problemas caracterológicos y maritales más pro­
fundos. Tales problemas hay que resolverlos, por lo menos
en parte, mediante las herramientas conceptuales y técnicas
de los modelos dinámicos, antes de que los obstáculos inme­
diatos puedan ceder ante las técnicas, esencialmente expe­
rienciales, de la terapia sexual.
El clínico que trata los problemas sexuales debe com­
prender y tratar primero la parte visible del iceberg, en­
frentándose con la etiología concreta que opera de una ma­
nera inmediata sobre el problema. Sin embargo, pienso que
no basta con comprender sólo la punta del iceberg, aun
cuando en algunos casos esto basta para que el barco vuelva
a bogar. Igual de importante es, en efecto, la comprensión de
las causas remotas y de la estructura más profunda que sub­
yace a los obstáculos inmediatos.
Los factores etiológicos remotos que se citan con mayor
frecuencia como sustrato de las disfunciones sexuales son:
INANTES PSICOLÚG!COS DE LAS DISFUNC!ONES SEXUALES J 83
J.OS DETERM

intrapsíquicos inconscientes derivados de ex-


los conflictos
enci as familiares tempranas, la disarmonía conyugal y
fu
eri
s a ctitudes sexualmente restrictivas de nuestra sociedad.
E stos conce ptos han surgido en el marco teorético del psi­
c oan álisis, de la teoría de sistemas y de la teoría del aprendi­
zaje. En los capítulos siguientes centraremos el análisis en
Jos obstáculos inmediatos que bloquean la función sexual,
· así
como en los conceptos etiológicos procedentes de estos
tres modelos y que son de especial importancia para la nue­
va terapia sexual.

,
7. Las causas inmediatas de las disfunciones
sexuales

Las causas inmediatas de las disfunciones sexuales operan


en el «aquí y ahora», destruyendo la respuesta sexual en el
momento en que el individuo intenta embarcarse en una
conducta sexual. La respuesta sexual consiste en una serie
compleja de reflejos viscerales autónomos, que sólo pueden
operar con éxito si la persona en cuestión está tranquila y si
el proceso marcha «a su aire», esto es, si no se halla bloquea­
do por un proceso consciente de control. En otras palabras,
para funcionar bien sexualmente es preciso que el individuo
se abandone a la experiencia erótica. Tiene que ser capaz de
abandonar temporalmente todo control y de perder hasta
cierto punto el contacto con su medio ambiente.
El éxito del nuevo enfoque terapéutico de las disfunciones
sexuales cabe atribuirlo, en gran medida, a su sensibilidad
hacia los obstáculos que se oponen de una manera inmedia­
ta a ese estado de abandono sexual y a su habilidad para mo­
dificarlos.
¡Cuáles son esos obstáculos? La respuesta a esta pregunta
es todavía muy incompleta en el momento de escribir este li­
bro, debido a que los terapeutas no han hecho sino empezar
a identificar las fuerzas etiológicas del «aquí y ahora» que
184
J. LAS CAUSAS INMEDIATAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 185

bloquean Ja respuesta sexual humana. En un sentido general


vemos que las causas inmediatas de la disfunción sexual sur­
gen de un medio ambiente antierótico creado por la pareja y
que destruye la sexualidad de uno de los miembros o de am­
bos. Un ambiente de apertura y de mutuaconfianzapermite
a Ja pareja relajarse y enti;.egarse plenamente a sus vivencias
eróticas. Éste es un requisito indispensable para que se dé un
funcionamiento sexual satisfactorio. Por el contrario) las
transacciones de las parejas con problemas sexuales son de
tal guisa que originan una alienación erótica o bien una dis­
función patente.
Aparte de estas generalidades, entre las fuentes específi­
cas de ansiedad, de defensas contra un estado de relajación
sexual y de obstáculos para un disfrute sexual pleno que sur­
gen una y otra vez en el curso de la terapia sexual, figuran las
siguientes:
! . La evitación o el fracaso de la pareja a la hora. de esta­
blecer una conducta sexual que sea excitante y estimulante
para ambos.
2. El temor al fracaso, que suele estar exacerbado por
presiones a realizar el acto sexual, es una fuente corrientí­
sima de ansiedad quebloquea la respuesta sexual en muchos
hombres y mujeres. El exceso de crítica sobre la propia capa­
cidad de agradar al compañero, que a su vez hinca sus raíces
en el temor al rechazo, constituye también una fuente de an­
siedad muy importante.
3. La tendencia a erigir defensas intelectuales y senso­
riales contra el placer erótico.
4. El fracaso de la pareja para comunicarse abierta­
mente, sin sentimientos de culpa ni mecanismos de de­
fensa, acerca de sus auténticos sentimientos) deseos y res­
puestas.
Estas fuentes inmediatas de ansiedad y mecanismos de
defensa específicos contra los sentimientos sexuales pueden
producir, en efecto, la incapacidad de abandonarse comple-
>''"'/"
186 ll, ET!OLOGf<\ t
tamente a una experiencia erótica y provocar así una disftin�
ción sexual.

l. La incapacidad de practicar una conducta sexual


efectiva

Cabría decir que el sexo se compone de fricciones y de fan­


tasía. Las deficiencias en cualquiera de esas dimensiones
pueden ocasionar problemas. Dicho de una manera más
seria: una respuesta sexual adecuada depende tanto de una
estimulación sexual idónea como de la libertad para respon­
der a ella. La historia sexual de un gran número de parejas
que funcionan mal en el terreno sexual revela que practican
técnicas sexuales deficientes, ineficaces, paupérrimas. Unas
técnicas sexuales inadecuadas pueden, en efecto) bloquear
las respuestas sexuales en mujeres y hombres de edad avan­
zada. En contraste con los jóvenes, que pueden actuar gene­
ralmente con un mínimo de preparación, las mujeres y los
hombres mayores requieren una estimuJación más intensa y
más específica.
En algunas parejas esas técnicas deficientes se deben a
una falta de información, mientras que en otras son el pro�
dueto de un sentimiento de culpabilidad sexual y de ciertos
conflictos psíquicos, de los cuales no siempre es consciente
la pareja.

Ignorancia sexual

Muchas parejas saben muy poco acerca de la sexualidad, y se


sienten demasiado culpables y atemorizadas como para ex­
plorar y experimentar. Las mujeres, que especialmente en
sus años jóvenes exigen más estimulación por parte de sus
compañeros para que su potencial sexual se desarrolle ple-
7, LAS CAUSAS INMEDIATAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 187

namente, suelen ser las víctimas más frecuentes de esta si­


tuación. Todavía me sigue sorprendiendo el hecho de que a
muchas de las parejas que acuden a nosotros porque la espo­
sa carece de responsividad, o porque la frecuencia de con­
tacto sexual está disminuyendo, lo único que les aqueja es
ese tipo de ignorancia. Es frecuente que tanto el marido
como la mujer desconozcan donde está el clítoris y que igno­
ren su potencial para transmitir placer erótico. Realizan el
acto sexual tan pronto como el marido entra en erección, y
éste eyacula sin pararse a considerar en qué punto de la se­
cuencia sexual se halla su compañera. Por increíble quepa­
rezca, estas parejas se preguntan aún por qué la mujer es in­
capaz de experimentar el orgasmo. Ambos miembros de la
pareja contribuyen a esta especie de interacción sexual inefi­
caz y restringida. La mujer no solicita el tipo de estimula­
ción que necesita porque no es consciente de sus propias ne­
cesidades y porque, además, teme que su marido la
abandone y la rechace, ya que considera que estas necesida­
des son anormales o egoístas. El marido, por su parte, puede
que se resista a aceptar que es un amante muy poco satisfac­
torio para su mujer. Así, en silencio, continúan entregados a
hábitos sexualmente decepcionantes.
Análogamente, hay hombres de más de cincuenta años
que, acostumbrados en sus años jóvenes a obtener una erec­
ción rápida por el simple contacto con una mujer, no se dan
cuenta de que ahora necesitan ser estimulados más intensa­
mente para funcionar. Su ansiedad y su incapacidad de aco­
modarse a la natural decadencia fisiológica en sus respues­
tas -cuando lo que deberían es comunicar estos cambios a
sus esposas-, suelen ser·responsables de la impotencia se­
cundaria que se da en el otoño de la vida.
Cuando la disfunción sexual es producto de esta ignoran­
cia sexual que no procede de una neurosis profunda, la tarea
del terapeuta es fácil y el resultado suele ser excelente. A la
pareja se le enseña el ámbito normal de la sexualidad huma-
_ ,'
0<:;,
188 n. ET1otocr,,

na y se le instruye para que explore técnicas sexuales más efi,


caces, que discutiremos con más detalle en este libro. A me­
nudo es necesario que el terapeuta, con su autoridad, les li­
bere de su complejo de culpa y les permita, por tanto, gozar
del acto sexual. A lo largo de la terapia sexual se intenta ani­
mar a la pareja a comunicarse mutuamente en dónde y
cómo quieren ser acariciados y qué tipo de estimulación de­
sean tantear de común acuerdo.
Nuestra cultura, tan conflictiva en el ámbito sexual) es
responsable de no poca información errónea y destructiva,
que debemos descartar si queremos ayudar a que una pareja
se entienda sexualmente. Por ejemplo, el mito del orgasmo
mutuo es sumamente nocivo y ha acabado con muchas pare­
jas. Muchos matrimonios intentan conseguir invariable­
mente el orgasmo simultáneo, al que consideran como el ob­
jetivo último de la felicidad y de la normalidad sexual.
Ahora bien, el orgasmo simultáneo es más la excepción que
la regla. Es cierto que alcanzar el clímax a la vez es una expe­
riencia extraordinaria y que elimina la necesidad de que el
compañero que ya ha alcanzado el orgasmo continúe esti­
mulando al otro miembro de la pareja. Sin embargo, el or­
gasmo simultáneo normalmente sólo lo consiguen aquellas
parejas en las que la mujer alcanza fácilmente el orgasmo.
Estas mujeres son capaces de controlar la aparición del or­
gasmo, con lo cual el ritmo espontáneo del acto sexual no se
ve trastornado por el deseo de alcanzar esa simultaneidad.
Pero frente a esto hay millones de mujeres normales que no
alcanzan el orgasmo tan rápidamente como el varón. En este
caso el deseo compulsivo de alcanzar un orgasmo simultá­
neo puede ejercer un efecto plUY negativo sobre la vida se­
xual de la pareja. El hombre intenta continuamente frenar,
mientras que la mujer se esfuerza por darse prisa. Es como el
chiste del tren y de la pareja que hace el acto sexual sobre la
vía. Ambos miembros se sienten demasiado culpables para
admitir su frustración o su enfado.
t. LAS CAUSAS INMEDIATAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 189

Sin perjuicio de que en el tratamiento se intente por todos


los medios incrementar la responsividad de la mujer, con­
viene también liberar a la pareja de ese mito del orgasmo si­
multáneo a través de una orientación inteligente. La sexua­
lidad puede ser algo maravilloso sin necesidad de esta
simultaneidad, con tal de que la pareja no lo considere como
una alternativa a la que hay que resignarse. Aquí puede ser
útil el principio de dar y recibir el placer alternativamente.
La pareja puede también explorar la capacidad de placer que
supone el variar las experiencias sexuales, a fin de acomo­
darse a las necesidades de cada uno de los miembros, apren­
diendo así a emplear modos de estimulación diversos, según
cada caso. El marido, por ejemplo, no necesita frenarse
siempre. En algunas ocasiones podría eyacular rápidamente
y luego hacer que ella alcanzara el orgasmo. En la siguiente
ocasión, la pareja podría aventurarse en una serie de lentos
escarceos eróticos que le permitirían a ella alcanzar el máxi­
mo de placer. Este tipo de consejos suelen ser útiles para
propiciar el ajuste sexual de los muchos millqnes de parejas
que alcanzan el orgasmo en momento distintos.
La falta de información ejerce su efecto tanto sobre el
marido como sobre la mujer. Citemos, por ejemplo, la falsa
creencia de que las mujeres son anormales e inadecuadas,
sexualmente hablando, si no se adaptan al ritmo del hombre
y no alcanzan rápidamente el orgasmo. La preocupación de
una mujer por la lentitud de su respuesta es una fuerza alta­
mente destructiva que impide el estado de relajación y que
puede llevarla a simular durante toda su vida un placer se­
xual inexistente. Por otra parte, los mitos sexuales sobre la
masculinidad que imperan en nuestra cultura pueden indu­
cir a muchas parejas a creer erróneamente que un hombre
tiene que funcionar con una cierta frecuencia y regularidad,
que debe responder siempre con una erección instantánea y
ser capaz de continuar el coito durante largos lapsos de
tiempo. Si no son conscientes de que la respuesta sexual no
190 n. ET1otoc
r,i.

se halla sometida a un control voluntario, de que existen


fluctuaciones normales en la excitabilidad sexual o de que la
edad y las exigencias cotidianas pueden disminuir la capaci.
dad sexual de un hombre, entonces, ante cualquier disminu­
ción pasajera de la libido o fracaso transitorio en la erección
reaccionarán con una alarma innecesaria, lo cual, en última
instancia, puede crear síndromes sexológicos graves.

Evitación inconsciente de una sexualidad satisfactoria

No todos los casos de sexualidad inadecuada son producto


de una simple carencia de información o de la timidez. La
conducta sexual de muchas personas se halla presidida por
la ansiedad y la culpa inconsciente. Tales personas evitan
experimentar el placer sexual o, en el mejor de los casos,
adoptan una serie de compromisos insatisfactorios. Ahu­
yentan inconscientemente a compañeros sexuales que pow
drían ser estimulantes y rehuyen las formas eficaces de esti­
mulación. O bien, llenan su existencia con una serie de
actividades compulsivas que dejan poco tiempo para el
amor. Cuando por fin encuentran un momento libre, suelen
hacerlo de una manera mecánica, paupérrima y meramente
orientada hacia el orgasmo. A menudo expresan sus conflic­
tos intentando hacer el amor con un compañero no atrayenw
te y en circunstancias que exigen el apresuramiento.
Algunas personas son hasta tal punto víctimas de sus con­
flictos y se sienten tan culpables respecto a sus necesidades
eróticas y a sus deseos, que disuaden activamente a sus com­
pañeros de estimularlos eficazmente. Al entrevistar deteni­
damente a dichas personas solemos encontrarnos con el he­
cho de que responden a la excitación sexual deteniendo
inmediatamente la actividad que la produjo. Por ejemplo, el
hombre que se siente excitado por unamujer activa y seduc­
tora, puede que prohíba literalmente a su mujer comportar-
INMEDIATAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 191
[.AS CAUSAS

de esa manera. La mujer que responde sólo a ciertas cari­


5� 5 lentas y tiernas pegahun empujón
: era . .
a su marido cuando
intenta b esar sus pee os o acar1c1ar sus na]gas. Al sentir
'
é'ste

1�
e comienza a excitarse, es incapaz de saborear esa sensa-
n. En lugar de ello, pone punto final señalando a su mari­
� o que está preparada para la introducción vaginal, mucho
a
ntes de que haya alcanz do un alto nivel de tensión sexual
� onlo cual consigue
su
escapar
pasión.
de los sentimientos de ansiedad
engendrados por
Los pacientes que evitan una expresión sexual eficaz de­
bido a la ansiedad que estas vivencias movilizan suelen cen­
trar su atención en los estímulos genitales y en el orgasmo,
despreciando el potencial sensual del resto del cuerpo y del
erotismo no orgásmico. El orgasmo produce entonces un
desahogo, debido a que la tensión sexual que provocaba la
angustia ha quedado finiquitada.
El dar placer sexual se halla sometido a unas vicisitudes
similares a las que entraña el recibirlo. Algunas personas no
brindan a sus compañeros una estimulación eficaz porque
carecen del conocimiento y de la sensibilidad necesaria para
saber cómo hacerlo de una manera satisfactoria. También
aquí es fácil remedi�r esa ignorancia mediante un buen ase­
soramiento sexual. Por otro lado, muchas personas se abs­
tienen de dar a su compañero placer debido a la hostilidad
inconsciente que sienten hacia dicho compañero y a la ansie­
dad que experimentan. Cuando una mujer, por ejemplo, se
halla resentida con su marido, no es probable que piense en
la manera de deleitarle y de darle placer. Todo lo contrario:
lo más seguro es que se abstenga de los tipos de estimulación
y de respuesta que sabe que él desea realmente. De la misma
manera, el marido que se halla amenazado por la sexualidad
de su mujer o que muestra un espíritu de competencia
inconsciente hacia ella, evita hacer el amor de una manera
generosa, cariñosa y eficaz, polarizando toda la actividad
hacia el orgasmo.
192

Cuando hay pruebas de que el paciente está evitando in.


conscientemente el dar y el recibir una estimulación eficaz
no basta el asesoramiento ni la formación en materia sexual'.
Hay que resolver hasta cierto punto el conflicto, antes de que
estos pacientes comiencen a funcionar sexualmente bien, En
la terapia sexual emple,!'mos una combinación de métodos .
experienciales y psicoterapéuticos, que describiremos con
detalle en la próxima Area. Dicho de una manera resumida
las experiencias placenteras y la localización sensorial son �
menudo útiles para que el paciente se dé cuenta de hasta qué
punto está evitando recibir yJo dar placer sexual, ayudándo­
le también a resolver experiencialmente los conflictos que
operan de una manera inmediata y que subyacen a esa conM
ducta de evitación de una sexualidad efectiva. La preocupa­
ción obsesiva de la pareja por el orgasmo y por el rendimien­
to en el acto sexual pierde así todos sus excesos, a medida
que experimentan con el placer que supone un juego sensual
y erótico no exigente y no orientado a la ejecución propia­
mente dicha. Junto con estás experiencias terapéuticas, en
las sesiones mantenidas con el terapeuta se exploran las
fuentes subyacentes del temor y del sentimiento de culpa
que experimenta la persona, así como los problemas marítaM
les que motivan el que evite una estimulación sexual eficaz.

2. Ansiedad sexual

La ansiedad y los conflictos que se derivan de una serie de


fuentes sutiles y profundas (los conflictos edípicos, las lu­
chas de poder conyugales) pueden dificultar la respuesta se­
xual si dichos conflictos evocan emociones aversivas en el
momento de hacer el amor. Pero también hay otras fuentes
de ansiedad sexual mucho más simples y más obvias que son
igual de destructoras. Entre tales fuentes, ignoradas hasta el
advenimiento de la terapia sexual, figuran el temor al fraca-

--------·�
-1. LAS CAUSAS INMEDIATAS DE LA$ D!SFUNCIONES SEXUALES 193

sO sexual, la demanda de rendimiento sexual y el temor a ser


rechazado por el compañero.

Temor al fracaso

La anticipación de un posible fracaso sexual es quizá la cau­


sa inmediata más frecuente de impotencia y, en cierta medi­
da, también de las disfunciones orgásmicas. Si un hombre
ha sufrido un episodio de fracaso en la erección, es posible
que la siguiente vez se vea atormentado por la pregunta:
¡volverá a repetirse? Nada tiene de raro el que este pensa­
miento se acompañe de un estado emocional de temor y de
la tendencia a centrar toda su atención en la erección, lo cual
garantiza el cumplimiento de la profecía. Algunos hombres
experimentan reacciones emocionales muy intensas ante el
fracaso o ante la anticipación del fracaso, reacciones que a
veces adoptan un cariz paranoide y de verdadero pánico. La
ansiedad anticipatoria ante el rendimiento sexual inicia un
ciclo vicioso de temor a la impotencia -impotencia consi­
guiente- miedo a la impotencia, etc., que puede convertir un
fracaso transitorio en la erección en una impotencia grave y
cronificada. Este mecanismo de círculo vicioso es responsa­
ble de la impotencia secundaria que a veces se observa en los
casos de eyaculación retardada o precoz y de la impotencia
total que se da en la diabetes benigna, enfermedad que, con­
siderada en su dimensión física, sólo produce una impo­
tencia parcial.
Análogas consideraciones cabe hacer en el caso del temor
al fracaso que puede darse cuando un hombre pierde su
erección pasajeramente en el curso del juego amoroso. Este
fenómeno es normal y común, y el hombre seguro de sí mis­
mo continuará el juego y recuperará la erección. Por el
contrario, si el individuo en cuestión teme que la erección
haya desaparecido para siempre, puede caer víctima del pá-
'fr,cfz
r
194 11, ET!OlOG[A

nico, precipitándose en un episodio de auténtica disfunción


eréctil.
Es difícil determinar por qué unos hombres responden a
un fracaso transitorio en la erección o al pensamiento del
frac9-SO con este tipo de ansiedad, mientras que otros se ha­
llan libres de ello. Indudablemente, la personalidad del indi­
viduo juega un papel im:¡>ortante en este proceso psicodiná­
mico. Nuestra experiencia nos hace sospechar que los
hombres inseguros de sí mismos y aquellos otros cuya con­
ducta se halla agobiada por la necesidad de competir, son es­
pecialmente vulnerables al fracaso sexual. Los individuos
paranoides también tienden a experimentar una respuesta
patológica ante el fracaso sexual. Unas relaciones inseguras
con el cónyuge también predisponen a un individuo a expe­
rimentar dicha ansiedad. Por otra parte, muchos de nues­
tros pacientes cuya adecuación sexual se halla menoscabada
por la ansiedad ante el rendimiento sexual no exhiben tras­
tornos neuróticos ni caracterológicos específicos ni mues­
tran conflictos con la pareja. Dicha ansiedad es, de suyo, un
factor muy destructivo y, en efecto, podemos decir que inde­
pendientemente de otros factores etiológicos, el temor a un
funcionamiento inadecuado juega invariablemente un pa­
pel en la impotencia, en el retraso de Ja eyaculación y en las
disfunciones orgásmicas generales de las mujeres.
Las medidas para combatir Ja ansiedad ante Ja ejecución
del acto sexual son un ingrediente esencial de Ja terapia se­
xual. Muchos pacientes responden favorablemente a estas
tácticas terapéuticas que han sido elaboradas para que ad­
quieran confianza en su capacidad sexual. Consisten en ta­
reas sexuales orientadas hacia el placer y hacia Ja seguridad
en sí mismo, que excluyen cualquier presión o posibilidad
de fracaso. De manera concomitante, utilizamos las sesiones
conjuntas para resolver la dinámica intrapsíquica y transac­
cional de las reacciones del paciente ante la anticipación del
fracaso.
1• LAS CAUSAS INMEDIATAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 195

El siguiente caso de impotencia fue producto de una exi­


gencia de realizar el acto bajo presión, con el consiguiente
fracaso en la erección y el posterior desarrollo de una acti­
tudansiosa, de «espectador».
CASO i. Impotencia secundaria asociada con ansiedad ante la eje­
cución del acto sexual

El paciente era un apuesto hombre de negocios, de 3 0 años de edad,


que había triunfado en su empresa y que se había divorciado dos
años antes. Su compañera era una muchacha de 26 años. Tenían
planeado casarse en breve.
La queja principal era la de impotencia. El hombre se sentía exci­
tado con facilidad y conseguía la erección rápidamente después de
los primeros escarceos sexuales. Sin embargo, la erección desapa­
recía casi siempre en el momento de comenzar el coito. La mujer
no tenía dificultades sexuales: se excitaba con facilidad y alcanzaba
elorgasmo con estimulación del clítoris.
Ninguno de los dos tenía antecedentes psicopatológicos graves.
En efecto, parecían personas muy bien adaptadas y sus relaciones
eran, al parecer, excelentes.
La historia clínica descubrió que en su anterior matrimonio, que
había durado cinco años y cuyo fruto eran dos hijos, el paciente
no había experiinentado ninguna dificultad sexual. Él y su mujer rea­
lizaban el coito dos o tres veces por semana y siempre funcionaban
perfectamente. Su mújer le había abandonado porque se enamoró
de un íntimo amigo del matrimonio con el que deseaba casarse.
El divorcio fue muy traumático para el paciente. Se sintió depri­
mido, comenzó a experimentar intensos sentimientos de inseguri­
dad y no dejaba de preguntarse por qué le había abandonado su
mujer y si no sería él inferior al otro individuo.
Ocho meses después fue a una fiesta, donde conoció a una mu­
jer agresiva que le pidió hacer el amor allí mismo. Ante su insisten­
cia subieron a una habitación (que carecía de cerradura) e intenta­
ron hacer el amor en el suelo. Nuestro paciente se excitó con toda
normalidad, pero, por primera vez en su vida, perdió la erección.
Intentó recuperarla> pero sin éxito.
Reaccionó con alarma ante esta experiencia. Se sentía deprimi­
do y muy humillado. No volvió a ver jamás a aquella mujer. Un mes
después intentó hacer el amor con otra mujer, pero volvió a perder
196 n.
,! .
ET!otocr.1.

de nuevo su erección cuando levinó a lamente su anterior fracáso


A partir de ahí el problema se fue agravando. Conoció algún tiem�
po después a la que ahora era su novia, pero al principio evitó el
acto sexual porque preveía que iba a fallar de nuevo. Más adelante
cuando hubo más intimidad entre ellos, él le confesó sus proble:
mas. Intentaron hacer el amor, pero el paciente se mostró incapaz
en la mayor parte de las ocasiones. La anamnesis reveló que se sen�
tía embargado por pensafuientos acerca de un posible fracaso du�
rante el acto sexual. Continuaba sintiéndose humillado y temía el
rechazo, a �esar de que ella era una persona llena de sensibilidad y
.
comprens1on.
Tratamiento.- El paciente respondió muy pronto a las tácticas
encaminadas a eliminar su ansiedad. Al principio se le prohibió el
acto sexual. Durante este intervalo la pareja se limitó simplemente
a acariciarse, lo cual resultó sumamente placentero para ambos.
Luego pasaron a una estimulación genital suave. La mujer le esti­
mulaba el pene hasta que alcanzaba la erección. En ese momento,
se detenía. Cuando la erección desaparecía, volvía a estimularle.
Así varias veces) pero sin que él alcanzase el orgasmo.
Mientras tanto, en las sesiones con el terapeuta, se le advirtió
que desistiera de contemplar el proceso de la erección y de preo�
cuparse por su «actuación». Se le enfrentó con los efectos destruc­
tores de su rol de espectador y de su ansiedad ante la realización
del acto sexual. Además, logramos penetrar en la psicodinámica
de sus reacciones inconscientes al rechazo de su primera mu­
jer, rechazo que parecía vinculado en cierta medida a su problema
actual.
El tratamiento avanzó con éxito y sin novedad.

Estas disfunciones basadas en el «temor al fracaso» son re­


lativamente simples y suelen ceder fácilmente a la terapia
sexual. La ansiedad ante el rendimiento sexual es una causa
muy corriente de todas las disfunciones, pero no la única.
Contribuye de manera casi invariable a la impotencia y a la
disfunción del orgasmo, puesto que, independientemente
de las demás causas, una vez que una persona experimenta
un fracaso es probable que lo recuerde la próxima vez que
haga el amor. Por tanto, el temor al fracaso es lo primero
que hay que tratar y descartar antes de que cualquier otra

_______ .,.-.. .
7• LAS CAUSAS INMEDIATAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 197

intervención terapéutica pueda obtener un buen rendi­


miento.

Demanda de realización

fntimamente relacionadas con los trastornos sexuales que


proceden del temor al fracaso están la impotencia y la frigi­
dez causadas a menudo por la exigencia o demanda de reali­
zar el acto sexual. No es infrecuente que los antecedentes se­
xuales de un individuo que padece impotencia revelen que su
primer episodio de fracaso en la erección se produjo al inten ·

tar realizar el coito ante la exigencia de su compañera. El caso


descrito antes es un bnen ejempló. La erección es un reflejo
autónomo que no se puede producir por encargo. Una exi­
gencia capaz de provocar sentimientos de culpa o difícil de
rehusar) puede crear suficiente conflicto, temor o cólera en
una persona como para que sea incapaz de responder
sexualmente en esa situación. Esto suele darse sobre todo en
personas que tienen problemas relacionados con la dinámica
de ser controlado y de controlar a otros. En un nivel cons­
ciente desea acceder) pero no) en cambio, en su inconsciente.
Las demandas de hacer el amor son especialmente lesivas
para el sexo masculino. La mujer puede adaptarse con más
facilidad a una exigencia sexual que ella no acepta. Dicho de
una manera más exacta: si bien una mujer no es capaz de ex­
citarse por el simple hecho de qne se lo pidan, sí puede com­
placer a un hombre, en el sentido de que éste utilice su cuer­
po, aunque ella no experimente ningún placer. El hombre,
por el contrario, tiene que alcanzar una erección visible, lo
cual es infinitamente más difícil. Las exigencias de realizar el
acto sexual pueden engendrar períodos transitorios de im­
potencia que, a través del mecanismo de temor al fracaso,
podrían producir una impotencia grave en el varón) o una
conducta habitual de no responsividad en la mujer. La exi-
198 "· ET!otocr,

gencia de alcanzar el orgasmo, en una mujer con dificultades


,
l
.
para llegar a esa fase, es capaz de e1ercer un efecto deletére0
¡
sobre su adecuación sexual.
El diagnóstico sexológico suele revelar el hecho de que l ('

·

pareja de una persona impotente o inorgásmica está presio


nando al otro a la hora de realizar el acto sexual. Tales de­
mandas a menudo pwvienen incluso del propio Pilciente.
Entre las tareas terapéuticas que se suelen emplear en estos
casos destaca la de crear un ambiente de ((flO exigencia». Las
interacciones de la pareja son específicamente reestructura�
das para dar primacía al objetivo del placer sensual, en vez
de a la ejecución erótica y el orgasmo. Ninguno de los dos
le exige al otro un rendimiento fisiológico determinado, ni
tampoco se lo exige a sí mismo. La mujer puede pedir a su
marido que la satisfaga con caricias o que la induzca al or­
gasmo mediante estimulación del clítoris. Pero cuando las
exigencias sexuales constituyen un factor importante de la
impotencia del marido, entonces se la instruye para que no
exija ninguna reacción física que se halle más allá del control
voluntario de él ni ninguna actividad que necesite de la erec­
ción. Además, debe abstenerse de hacer comentarios sobre
las respuestas sexuales de él. Análogamente) cuando una mu-
jer presenta dificultades orgásmicas, se estructura una in­
teracción sexual no basada en dicha exigencia: se le enseña a
experimentar placeres de tipo no sexual, se le permite que
acaricie suavemente los genitales y que incluso realice el coi-
to, pero con la premisa de que no se exija llegar al orgasmo a
menos que se dé espontáneamente a lo largo del proceso.

Necesidad excesiva de complacer al compañero

El deseo de brindar goce o de compartir el placer con el


compañero no es sólo algo positivo y saludable, sino que es
uno de los requisitos para realizar satisfactoriamente el acto
USAS INMEDIATAS DE LAS DISFUNClON.ES SEXUALES 199
7. "scA

exual. Sin embargo, la obsesión de complacer, de lograr uh


� uen rendimiento o de servir, sin decepcionar, puede cons­
tituirse en una fuente muy grave de emociones destructivas.
El pensamiento de que «tengo que tener una erección rápida
y mantenerla durante largo tiempo para que ella se sienta
complacida», o la compulsión
-
por parte de ella de complacer
las nece sidades sexuales del hombre hasta el punto de mar­
ginar las suyas propias, o como en el caso citado más arriba,
el temor inconsciente en el hombre de que si no funciona sa­
tisfactoriamente su novia no se va a casar con él, todo esto
puede crear suficiente presión para bloquear la respuesta de
erección.
Las mujeres son especialmente vulnerables a la angustia
del rechazo. Ciertas respuestas habituales, como «tengo que
apresurarme y tener un orgasmo porque si no le decepcio­
naré», o «mis pechos no son lo suficientemente grandes
como para excitarle», o «no puedo tardar tanto tiempo por­
que se va a impacientar», han destruido el buen funciona­
miento sexual de un inmenso número de mujeres.
Las raíces de esta inseguridad se hallan tanto en las rela­
ciones infantiles de los pacientes (sobre todo si el amor y la
aceptación dependían de agradar a los padres y «fingir» ante
ellos) como en la falta de información sexual que engendra
unas expectativas poco realistas.
Algunas personas se sienten permanentemente acosadas
por el temor a quedarse solas o por la anticipación del fraca­
so. Invisten a su pareja con un valor parental transferencial
y se sienten aterrorizadas ante el pensamiento de ser recha­
zadas y abandonadas «de nuevo», quedando así indefensas e
insignificantes. Estas personas se hallan bajo l a presión
constante de demostrarse a sí mismas que son extraordina­
rias o indispensables. Si bien las técnicas terapéuticas breves
no pueden alterar estos problemas básicos simbióticos, tan
profundamente enraizados y aún no resueltos, pueden, en
cambio, alentar la seguridad del paciente en una transacción
200 ll. ETfOLOc;(,i,

sexual específica. A la mujer se la alienta y se la apoya para


que exprese sus propios ritmos ynecesidades sexuales y se la
anima cuando observa que sus expectativas de rechazo no se
materializan. El varón aprende que si se abandona «egoísta­
mente» a sus sensaciones eróticas cuando alcanza altos nive�
les de tensión sexual (como requiere todo buen funciona­
miento sexual), su ffiujer no solo no lo rechazará, sino que
quizá encuentre excitante ese ardor.
A menudo es esencial enseñar a la pareja el valor del
«egoísmo» transitorio para que puedan abandonarse ala ex�
períencia sexual. Dicho de una manera más exacta: tienen
que aprender a dar y tomar placer alternativamente. El hom­
bre y la mujer se relevan en dar placer y, ocasionalmente) en
elicitar el orgasmo. A ambos se les instruye específicamente
para que se centren en sus propias sensaciones al hacer el
amor. En algunas ocasiones aconsejamos a una persona que
intente no pensar en el otro mientras éste le estimula. Estos
experimentos con el «egoísmo» suelen revelar de una mane­
ra conspicua los efectos tan adversos sobre el abandono se­
xual que ejercen los pensamientos de culpa y ansiedad acer­
ca del compañero: «¿Se le estará cansando la mano? «¿Se
estará aburriendo de chuparme?» «¿No me estaré retrasan­
do demasiado?» «¿No me iré demasiado pronto?» «¿Tendré
una tripa demasiado gorda?» «¿Me considerará ella un buen
amante?» Este material es el que se convierte en el tema de
nuestra terapéutica a lo largo de las sesiones.

3. Defensas perceptivas e intelectuales contra los


sentimientos eróticos

Los conflictos y los temores sexuales crean diversas defensas


que coartan esa supresión del control consciente y ese aban­
dono a la experiencia sexual que son el requisito de un fun­
cionamiento adecuado. Estos mecanismos psíquicos dañan
AS JNMEDIATAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 201
7, LAS CAUS

de una manera más sutil que la evitación consciente de una


conducta sexual idónea. Se trata de defensas perceptivas e
intelectuales que ciertas personas, aquejadas de conflictos
se:xuales, erigen contra sus propias vivencias eróticas. Estas
personas, a diferencia de aquellas otras que emplean la de­
fensa de evitar situaciones sexualmente excitantes, no desa­
provechan la ocasión de eñcontrar compañeros atractivos ni
dejan de entablar lo que podría ser un juego amoroso eficaz,
pero se las arreglan para no experimentar demasiado placer;
0 silo experimentan, renuncian rápidamente a ello median­
te una conducta de auto-observación o pensamientos auto­
críticas obsesivos.

Rol de espectador

Las funciones autónomas deben permanecer libres de un


control consciente para desarrollarse con naturalidad. Su­
brayemos de nnevo que para gozar bien del sexo hay que es­
tar en condiciones de suspender todo pensamiento distrac­
tivo y abandonarse a la experiencia erótica. Las personas
que se muestran ansiosas acerca de la sexualidad per­
manecen fuera de sí mismas, mantienen un control tenso
sobre sus emociones y observan sus reacciones sexuales. Es­
to es lo que Masters y johnson denominan rol de espectador.
La tendencia a presidir como un juez nuestra propia activi­
dad sexual ejerce un efecto destructor sobre la sexualidad.
Generalmente, la auto-observación obsesiva se confina al
área sexual. En otros pacientes es un reflejo de los rasgos ge­
nerales del carácter. Es muy probable que se dé en personas
perfeccionistas o inseguras, en personas que sienten miedo
de confiar en los demás y en personas con tendencias para­
noides. El fenómeno que comentamos se agrava cuando el
compañero explota, consciente o inconscientemente, las
preocupaciones de un amante inseguro acerca de su rendi-
202

miento o de la posibilidad de que se le rechace. Esta defensa


quedó clara en el caso de impotencia mencionado antes.
Una de las estrategias principales de la terapia sexual con­
siste en modificar estas defensas perceptivas e intelectuales.
La actitud de «espectador», concretamente) suele ser un
obstáculo para el funcionamiento sexual que debe ser elimi­
nado a lo largo del trafamiento. Cierto es que las raíces per­
sonales del perfeccionismo, de la falta de confianza y del
sentimiento de inseguridad de las cuales vienen estas defen­
sas no cabe modificarlas mediante un tratamiento tan breve·
y que las profundas tendencias hostiles de una mujer haci�
su marido que fomentan en él la inseguridad y la auto-ob­
servación, tampoco pueden ser alteradas profundamente en
dos ni en ocho semanas. No obstante, los tratamientos bre�
ves sí permiten adquirir un grado de seguridad notable y
eliminar en gran parte el hábito de constituirse en juez del
propio «rendimiento» sexual. Al final del tratamiento, el ma­
rido quizá se siga viendo un perfeccionista y una persona
competitiva en general, quizá siga desconfiando de su mujer
o temiendo el rechazo y la humillación por no actuar satis­
factoriamente en otras áreas, pero se habrá librado de ese
peso en lo que toca a sus respuestas sexuales. Su mujer po­
drá seguir controlándole y castigándole, movilizando sutil­
mente su inseguridad y sus tendencias paranoides, pero ya
no explotará su inseguridad en la cama. En algunos casos
afortunados, la seguridad y la confianza adquiridas en el
área sexual se generalizan a otras áreas vitales.
Otra defensa corriente contra la ansiedad y la culpa sus­
citadas por las vivencias sexuales consiste en negar o no
percibir las sensaciones eróticas. Muchas personas se en­
cuentran por esta razón «fuera de contacto» con una serie
de vivencias eróticas, llenas de ternura, de sensualidad y de
amor, que suelen ser evocadas por las caricias, los besos y e1
tacto. Las experiencias de sensibilización que prescribe la te­
rapia sexual ayudan al paciente a superar sus defensas per-

------ ""--
1. LAS CAUSAS INMEDIATAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 203

ceptivas, alentando la experiencia de sensaciones y senti­


mientos de ternura y erotismo hasta entonces evitados.

4, Incapacidad de comunicarse

Las autoridades dentro Je] campo de la sexología han seña­


lado como factor importante en la etiología de las disfuncio­
nes sexuales la incapacidad que muestran muchas parejas de
comunicarse abiertamente sus sentimientos y sus experien­
cias sexuales. En un cierto sentido, esto es cierto. Intentar ser
un amante eficaz (para uno mismo y para el compañero) sin
comunicarse es como querer hacer diana con los ojos venda­
dos. Necesitamos una «retroalimentación» recíproca para
poder lograr una interacción sexual satisfactoria y poder
dar y recibir una estimulación erótica eficaz.
La falta de comunicación muchas veces no es una causa de
la disfunción, sino que más bien ayuda a perpetuar un siste­
ma sexual destructivo y a potenciar un problema ya existen­
te. La comunicación abierta y genuina es una herramienta
maravillosa para corregir y remediar los problemas entre
dos personas. Una mujer con un grado leve de inhibición or­
gásmica puede que caiga en la fantasía de que va a ser recha­
zada si exige una larga preparación para alcanzar el clímax.
Está demasiado atemorizada para admitirlo y hablarlo con
su marido. Su solución consiste en simular el orgasmo.
Pronto deja de excitarse. Como no dice nada, su marido no
es consciente de la falta de respuesta sexual de su esposa.
Como muchos otros, supone que las necesidades de ella son
como las suyas propias. Y ella siente miedo, vergüenza o una
culpa ante la idea de decirle cómo, dónde y cuánto tiempo
necesita que la estimule para tener un orgasmo. Quizá tema
que su incapacidad para responder rápidamente al coito sea
un signo de neurosis o una deficiencia, por lo cual no lo ad­
mite; o puede que tenga miedo de que su marido la rechace
204 n. ET1oto<lrA.

si le pide más estimulación; o quizá sienta vergüenza y·re­


mordimientos ante sus propios deseos eróticos. Por tanto
no hablará del asunto y fingirá que es feliz, por lo que suma'.
rido ignorará que la deja insatisfecha. Pensando que todo va
bien, él continuará utilizando los mismos métodos inef1ca­
ces que siempre ha usado.
En tales situaciones"'és extraordinariamente útil fomentar
un sistema de comunicación abierta entre las dos personas,
Seguramente él se sentiría encantado de estimularla si supie­
se qué es lo que necesita. Si la esposa se arriesga a contarle lo
que siente realmente, al no materializarse el rechazo que anti­
cipaba se sentirá más unida a su marido, más capaz de amar
y quizá lo suficientemente relajada para alcanzar el clímax.
A la terapia sexual le interesa sobremanera crear esta
relación franca entre los miembros de la pareja, que supo­
ne siempre una mejor comunicación. Cuando los deseos y
las necesidades reales se expresan sin temor y sin vergüenza,
el compañero suele prestarse a satisfacerlos ávidamente.
Cuando se sacan a la superficie los temores al fracaso y a la
humillación, pierden una gran parte de su capacidad para
hacer daño. La experiencia de él de que la mujer le ama sin
rechazo ni humillaciones, la disposición de ella a gozar del
juego sexual aun cuando no haya erección ni orgasmo en el
coito, la aceptación por parte de él de una mujer que no deja
de ser humana porque no alcance instantáneamente el or­
gasmo, constituyen unos primeros pasos muy importantes
para crear un sistema sexual humanizado que es una condi­
ción necesaria para resolver los problemas sexuales.

Crítica de un enfoque exclusivo sobre


las causas inmediatas

El terapeuta sexual permanece alerta ante la emergencia de


todos estos obstáculos que operan de una manera in-

________________. ,
1. Li\S CAUSAS INMEDIATAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 205

mediata. En efecto, cuando pasa revista, junto con la pa­


reja, a las tareas sexuales que le ha prescrito, pregunta es­
pecíficamente por estos obstáculos. Si, por ejemplo, resulta
que el varón adopta sistemáticamente el rol de especta­
dor, que permanece en cierta manera fuera de la situación
se:x:ual observándose de una manera critica, se le indica
inmediatamente: el terapeuta le hace ver los efectos sexual­
mente destructores de este hábito, que se convierte así en el
objetivo de la terapia. Lo mismo ocurre si la ansiedad en la
ejecución o un exceso de preocupación respecto al com­
pañero son causas de interferencia. Estas fuentes de con­
flicto pasan entonces a ser tratadas en la terapia mediante
una combinación de tácticas experienciales y psicote­
rapéuticas.
La principal estrategia de la terapia sexual consiste en in­
tentar eliminar los obstáculos específicos para el funcio­
namiento sexual, tal como los hemos descrito más arriba.
Algunos terapeutas limitan el tratamiento a una interven­
ción «aquí y ahora» para eliminar los obstáculos inmedia­
tos, sin abordar los problemas más profundos de los que
surgen aquellos. No se preocupan de preguntas como, por
ejemplo: ¿Por qué el varón persiste en dificultar su erección
mediante una actitud de «espectador» obsesiva?, o bien ¿Por
qué se preocupa tanto de dar un «buen rendimiento» sexual?
¿Qué experiencias yfantasías han hecho que esta mujer sea
tan insegura que se siente incapaz de pedir a su amante que le
estimule el clítoris? Hasta cierto punto está justificado este
enfoque porque desde un punto de vista puramente empíri­
co no suele ser necesario plantear ni responder estas pregun­
tas más profundas, ya que la «curación» se consigue muchas
veces actuando exclusivamente sobre los conflictos y defen­
sas específicos del «aquí y ahora». La pareja aprende a tra­
barse en una actividad previamente evitada; ella asume sim­
plemente la responsabilidad de pedir a su amante que le
estimule el clítoris antes de la inserción; y él aprende a erra-
206

dicar esa autovaloración obsesiva) esto es, a «proteger al


pene de su cabeza>>. Así, la pareja aprende a funcionar se­
xualmente, sin alterar las raíces más remotas de su problema
Nuestro eufoque es algo más amplio. Aunque a mucha;
parejas se las puede ayudar utilizando exclusivamente tác­
ticas que sólo modifican el sistema sexual directamente
destructivo, esto mismo limita la extensión y el margen de
la eficacia terapéutica. La ansiedad ante el rendimiento se­
xual y las defensas de auto-observación obsesiva surgen
muchas veces de novo como reacciones ante experiencias
inmediatas, pero en muchas otras ocasiones están profun­
damente enraizadas en la personalidad del individuo y en
las interacciones no explícitas de la pareja. Las causas más
profundas de las disfunciones sexuales se hallan en un es­
tado dinámico de equilibrio con las causas más obvias, y se
alimentan, refuerzan, estimulan y amplifican de manera
recíproca. Por causa precisamente de estas relaciones com­
plejas, las tácticas terapéuticas encaminadas exclusiva­
mente a modificar los antecedentes inmediatos del síntoma
se encuentran con obstáculos que derivan de los pro�
blemas más profundos de la pareja. Para ayudar en estos
casos, el terapeuta debe comprender todos estos temas y
estar preparado para intervenir terapéuticamente con el
fin de resolverlos.
Nuestro enfoque consiste en utilizar las tácticas de la
terapia sexual con el objetivo de eliminar los obstáculos es­
pecíficos, pero aprovechando también el potencial terapéu­
tico más amplio que aquello nos brinda. Es decir, aprove­
chamos las oportunidades que nos ofrece la crisis sexual y
el proceso terapéutico para tratar también los determi­
nantes más profundos del problema, los conflictos incons­
cientes, los problemas de relación y la culpa y ansiedad sub­
yacentes que suelen ir saliendo a la luz en el curso de la
terapia sexual.

----· �--..;;,._
-..,
s. Conflicto. Causas intrapsíquicas
de las disfunciones sexuales

De todas las causas de trastornos sexuales, el conflicto psi­


cológico ha sido el que en épocas pasadas ha recibido la
máxima atención; y, en efecto, la resolución de conflictos es
importantísima para el tratamiento de las disfunciones se­
xuales. El conflicto entre el deseo de gozar del sexo y el temor
inconsciente de hacerlo tiene muchas raíces que operan tan­
to en estratos superficiales como en profundos. Este capítu­
lo está dedicado a discutir los tipos más profundos de con­
flicto sexual.
Muchas son las influencias culturales que predisponen al
conflicto sexual. Es más, en la matriz de una sociedad como
la nuestra, en donde la sexualidad se halla condenada a la
confusión, a la represión y al conflicto, y en la cuna de nues­
tras familias, intensamente emocionales yprovocativamen­
te incestuosas, los afectos negativos y los conflictos contami­
nan de manera casi invariable el puro instinto sexual que
sólo anhela el placer. Los conflictos entre los deseos sexuales
y el temor a la venganza divina, social o paternal son ubicuos y
hasta cierto punto quizá inevitables en el seno de nuestra
sociedad, con.las prácticas actuales de crianza. Dichos con­
flictos sexuales suelen estar situados fuera de la conciencia
207
208 "· '"º'ºº''

de la persona, pero aun así pueden ejercer fuertes efectos


·1
destructores sobre los aspectos sexuales y no sexuales de su
vida.

Teoría freudiana del conflicto sexual y etiología


de los síntomas sexuales

Freud fue el primero en llamar la atención sobre la impor­


tancia de los conflictos sexuales en la conducta humana, y el
modelo psicoanalítico de conflicto ha ejercido gran influjo
en este campo. Por tanto, presentamos aquí sus rasgos esen�
dales.
Debido a que los conflictos sexuales son en gran parte
inconscientes, su enorme trascendencia pasó inadvertida
en la sociedad occidental hasta que Freud y sus discípulos, en
sus primeros tanteos por el sombrío continente del inconsM
ciente, chocaron con ellos una y otra vez. Freud se vio tan
impresionado por la ubicuidad y el poderío de esos conflic­
tos sexuales inconscientes recién descubiertos, que funda�
mentó todo su complejo modelo de la psique sobre la premi­
sa de que los conflictos sexuales eran las raíces de todos los
fenómenos psicopatológicos, fueran sexuales o de otro tipo.
Retrospectivamente cabría decir que su mayor error fue
ignorar el resto de las posibles fuentes de los conflictos se­
xuales, con la excepción de los tempranos deseos incestuo�
sos del niño hacia sus padres.
Escapa a la finalidad de este libro el brindar una des­
cripción detallada del modelo psicoanalítico, tan complejo
como es. Las consideraciones que siguen intentan poner de
relieve sólo aquellos aspectos que son de especial importan­
cia para el tratamiento de los trastornos sexuales.
La teoría psicoanalítica es un método de tratamiento,
pero también un modelo de la personalidad humana y de su
psicopatología que nos permite comprender y predecir unas
C'fO. CAUSAS !NTRAPS{QU!CAS DE LAS D!SfUNCJONES SEXUALES 209
s. coNfL!

onductas que) de otra manera, carecerían de explicación.


�parte de subrayar el poder de la sexualidad en la conducta
hurnana, los constructo.s relevantes para la terapia sexual
son ]os siguientes: 1) el concepto de la motivación incons­
ciente, junto con los constructos correlativos de represión y
resistencia al tratamiento; 2) la importancia de las experien­
cias infantiles en la módelación de la trayectoria vital del
adulto, y 3) el papel del conflicto edípico en la génesis de los
conflictos sexuales.

El inconsciente

La contribución más significativa de Freud a la comprensión


de la conducta y el tratamiento de los trastornos emociona­
les probablemente sea el concepto de los procesos psíquicos
inconscientes. Antes de Freud se suponía que el ser humano
se hallaba en contacto con todos sus deseos, temores, con­
flictos y necesidades más significativos, y que la conducta se
hallaba presidida exclusivamente por la razón y por la vo­
luntad. La hipótesis de Freud acerca de la existencia de fuer­
zas poderosas y a menudo irracionales y contradictorias,
que, pese a no ser captadas conscientemente por el indivi­
duo, ejercen sin embargo un influjo decisivo sobre su vida,
su rendimiento y sus relaciones con los otros, nos permitió
comprender, predecir y modificar terapéuticamente unos
fenómenos de conducta que hasta entonces escapaban a
cualquier intento de comprensión: ¡Cómo es posible que un
hombre no pueda mantener una erección cuando hace el
amor con la mujer que adora, pero puede, sin embargo, fun­
cionar perfectamente con una prostituta? ¿Por qué una mu­
jer es incapaz de responder sexualmente a su marido, quien
la ama y la apoya y le da un hogar y unos hijos, mientras que,
en cambio, es capaz de masturbarse fácilmente y alcanzar el
orgasmo a través de fantasías?
-,,
210 ri. '¡J
ET!ot0Gt<1
!
La teoría psicoanalítica explica estos fenómenos tan, ·in�


trigantes postulando que los conflictos inconscientes entr
el goce de la satisfacción sexual con la persona amada y el te
mor al castigo por hacerlo originan el trastorno sexual en
cuestión. Dicho de una manera más específica> según la teo�
ría psicoanalítica, los antiguos temores que el niño experi�
mentaba ante el castigo de cualquier expresión sexual vue).
ven a ser evocados por la experiencia sexual del adulto. El
adulto es víctima entonces de estos temores e intentos delle­
gar a soluciones de compromiso> aunque es completamente
inconsciente de la asociación que existe entre esos temores
infantiles y su experiencia actual y que bloquea su capacidad
de erección o de orgasmo.
Tras descubrir la existencia de procesos psíquicos incons�
cientes, Freud pasó a formular su polémico modelo estruc­
tural tripartito de la personalidad: el superego o conciencia;
un componente maduro y racional de la personalidad del
adulto, que se denomina ego; y el inconsciente o ello. Freud
pensaba que el inconsciente se compone de impulsos y de­
seos primitivos, en su mayor parte sexuales) pero también
agresivos, y que debido a su naturaleza vergonzante o peli­
grosa no son nunca reconocidos o integrados consciente­
mente dentro de la estructura psíquica.
Además, el inconsciente contiene también material re­
primido (en alemán, verdriingt, 'arrojados a un lado'). Consis­
te en recuerdos y deseos sexuales peligrosos que no pueden
ser tolerados por el ego, que, por tanto, los barre «debajo de
la alfombra», en el inconsciente, en donde permanecen fue­
ra de la vista. Lo importante es que aunque un impulso sea
barrido al inconsciente, no muere, sino que busca en todo
momento manifestarse de una forma u otra. Los deseos se­
xuales prohibidos buscan satisfacción a través de caminos
tortuosos, de manera que el ego no sea alertado por su perro
guardián, la ansiedad. Este modelo es una manera pintores­
ca de decir que existe un deseo acuciante de expresión se-
coNFL!CTO. CAUSAS lNTRAPSlQU!CAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 211

xual. Cuando el sexo se halla sometido a un conflicto, se nie­


gan los deseos sensuales, y más tarde se los demora, se los
dispersa y se termina expresándolos en una forma distor­
sionada o neurótica.
Otro concepto importante para la comprensión de los
trastornos sexuales es la culpa (es decir, los sentimientos de
culpabilidad hacia el placer sexual, atribuidos por Freud a la
conciencia o superego), que también trastornan la función
sexual del individuo sin que éste sea consciente de ello.

Represión y resistencia

En su quehacer clínico, Freud encontró que los pacientes se


resistían a tomar contacto con sus impulsos inconscientes,
pese a que ese reconocimiento les hubiese beneficiado. Infi­
rió, pues, a partir de estos datos, que existe una tendencia o
fuerza a impedir que el material inconsciente surja a la cons­
ciencia. Fue el descubrimiento de la resistencia lo que con­
dujo a Freud a postular el constructo antes mencionado, la
represión. Freud pensaba que un mecanismo corriente de
habérselas con esos pensamientos y sentimientos sexuales
inaceptables consistía en «arrojarlos» en el inconsciente y
deshacerse así de ellos. La ansiedad informa al individuo de
la vuelta inminente de su sexualidad reprimida y moviliza
defensas contra este retorno. Si bien los impulsos agresivos
están a menudo sometidos también a represión, lo cierto es
que la mayor parte del material reprimido suele ser de natu­
raleza sexual. Es decir, los impulsos sexuales reprimidos
ejercen una influencia enorme, aunque en gran parte no re­
conocida) en nuestras vidas, y son una fuente usual de ansie­
dad neurótica.
212

Sexualidad infantil


Otra contribución muy importante de Freud consistió e
subrayar la importancia de las experiencias infantiles en
modelado de la conducta adulta posterior. El descubrimien­
to por Freud de que los niños pequeños) «inocentes», se ha­
llaban dominados poffantasías e impulsos eróticos placen­
teros fue una auténtica campanada en aquellos tiempos y
provocó no poca hostilidad. Hoydía, la idea de que la sexua­
lidad aparece muy pronto en la vida de un individuo y de
que juega un papel significativo en el desarrollo de la perso­
nalidad y en la formación de trastornos sexuales, es cosa que
casi nadie discute. El niño aprende a deshacerse de los senti­
mientos desagradables engendrados por unos deseos inces­
tuosos peligrosos y frustrantes, reprimiéndolos, alienando
su sexualidad del resto de su personalidad. Sin embargo,
esos impulsos sexuales permanecen ocultos pero activos, en
el inconsciente, acechando desde allí durante el resto de su
vida.
Freud procedió luego a elaborar esta observación funda­
mental y brillante sobre la sexualidad infantil en un sistema
teórico sofisticado y más cuestionable. Freud afirmó que el
niño pasa por tres etapas de desarrollo psicosexual: la oral
(desde el nacimiento a los 18 meses), la anal (de los 18 meses
a los 4 años) y la genital o fálica (de los 4 años hasta la etapa
de latencia, esto es, los seis años). Durante cada uno de estos
estadios la vida del niño se suponía dominada por la zona
erógena respectiva. Freud atribuyó muchos rasgos caracte­
rológicos y neuróticos específicos y diversos síntomas se­
xuales anales y orales de los años posteriores a las vicisitudes
y transacciones concretas que se habían producido durante
esas etapas.
La fase oral comienza con el nacimiento y da paso, hacia
los 1 8 meses, ala etapa anal. Durante la etapa oral, la princi­
pal satisfacción del niño consiste en chupar y, más adelante,
coNfL!C1CO. CAUSAS lNTRAPSfQUJCAS DE J.AS DISFUNCIONES SEXUAlE:S 213

en morder. Los rasgos caracterológicos que incluyen gene­


rosidad y dependencia, ciertos rasgos neuróticos como la
depresión, así como las prácticas sexuales orales «desvia­
das», se derivan, según el modelo freudiano, de la sublima­
ción y represión del erotismo oral durante la infancia.
Durante la etapa anal, que va desde los 18 meses a los cua­
tro años, los factores deícontrol y de la sumisión dominan la
vida psíquica del niño. Según Freud, el niño de estas edades
experimenta un intenso erotismo anal. De las experiencias
acaecidas durante este período se supone que provienen las
manifestaciones neuróticas de carácter obsesivo-compulsi­
vo, parsimonioso y de control, así como las desviaciones
anales y homosexuales.
A la edad de cuatro años, más o menos, el niño entra en
la etapa fálica, la fase final de su metamorfosis sexual, en la
cual el erotismo alcanza su localización última en los genita­
les. De especial importancia para el tratamiento de las dis­
funciones sexuales es el famoso período edípico, durante el
cual se engendran muchos conflictos sexuales que pueden
dificultar toda la vida sexual de un individuo. El rasgo cru­
cial de la fase edípica del desarrollo es que el niño escoge al
progenitor del sexo opuesto como objeto de sus orientacio­
nes eróticas. Ese romance engendra, por su fuerza, frustra­
ción, culpa, ansiedad y conflicto en la relación con el proge­
nitor del mismo sexo. Aproximadamente alrededor de los
cuatro años, el niño experimenta una intensa ansia sexual
hacia su madre, al tiempo que teme y odia al padre, su rival,
a quien también ama. El mecanismo de control recibe el
nombre de «angustia de castración», que le impide buscar
activamente la satisfacción de sus impulsos incestuosos. En
otras palabras, el niño teme que su pene sea extirpado por
un padre celoso, como venganza por desear a su madre. No
es sorprendente que el niño reprima todo este aspecto desa­
gradable de su vida. La sana resolución de este conflicto de­
pende de la identificación del niño con su padre, así como de
214

su capacidad para reprimir y sublimar sus deseos incestuo.


sos. Según la teoría freudiana, los problemas edípicos no re­
sueltos constituyen la causa única y específica de la patolo­
gía sexual.

Transferencia yformaci.ón del síntoma

El mecanismo responsable de la formación de síntomas se­


xuales, según la teoría freudiana, es la activación por parte
de experiencias adultas actuales de los conflictos edípicos
infantiles no resueltos que subyacen en el fondo de la psique
y de los cuales el paciente no es consciente. Cuando el adulto
intenta hacer el amor a una mujer, salen a la superficie los
antiguos temores de castración y bloquean la erección. Este
regreso de los conflictos sexuales infantiles reprimidos es,
según la teoría freudiana, el mecanismo esencial en la géne­
sis de los problemas sexuales del adulto. El siguiente caso
ejemplifica la formulación psicoanalítica de un trastorno
sexual.

CASO 2. Conflicto edípico asociado con una disfunción sexual

La paciente, una mujer divorciada de 40 años, pidió tratamiento


para una disfunción del orgasmo. Encuentra grandes dificulta­
des para alcanzar el orgasmo e"n presencia de un compañero. Aun­
que hace el amor con frecuencia1 sólo ha tenido una vez un orgas­
mo con un hombre, la primera vez que tuvo relaciones sexuales. Sin
embargo, es orgásmica, aunque con cierta dificultad, cuando se
masturba a solas. Durante la masturbación tiene fantasías en las
que interviene una niña pequeña que es seducida por un hombre
mayor. Sólo se siente atraída por hombres que están vinculados a
otras mujeres o que no le son accesibles por una u otra razón.
Según la interpretación psicoanalítica, esa mujer se halla fijada
en la fase edípica. Un hombre casado evoca en ella una (<transferen­
cia» paterna. El hombre le recuerda inconscientemente a ese padre
ardientemente deseado que nunca pudo seducir. Sus relaciones
s. CONFLICTO. CAUSAS INTRAPSfQUICAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 215

eón este hombre son un intento de deshacer o compensar esta frus­


tración y esta derrota traumática de la infancia. Sin embargo, los
antiguos tabúes edípicos inhiben el orgasmo, y cuando consigue
seducir a un hombre y arrebatárselo a su rival, la gratificación es
efímera, porque en seguida pierde su interés por él. Su objetivo real
inconsciente, el de seducir finalmente a su padre y humillar a su
madre, igual que ella, de njjia, se sintió humillada por la posición
dominante de su madre, sólo ha sido alcanzado simbólicamente.
En efecto, después de lograr cautivar realmente al hombre, su fan­
tasía inconscientede que éste es su padre qued� destruida, volvién·
dose rabiosa contra él por haber impedido que ella siguiera bus­
cando a «papá)>. De este modo, acaba siempre por destruir toda
nueva relación. La vida de la paciente se halla dominada por esta
dinámica, que le impide gozar del orgasmo, y,lo que es más impor­
tante, establecer una relación satisfactoria y realista con un hom­
bre. Además, la paciente se ve afectada por la ansiedad, la depre­
sión y la inhibición también en otras áreas vitales.

El concepto del conflicto edípico y del regreso de los con­


flictos infantiles reprimidos es muy útil para aclarar ciertos
fenómenos clínicos como el que hemos descrito más arriba,
que de otra forma serían enigmáticos. Sin embargo, cabría
refutar la afirmación de que los temas edípicos no resueltos
son la única causa de conflictos sexuales. Además, el mate­
rial edípico no resuelto no siempre da lugar a síntomas se­
xuales, aunque se halle presente. Hay datos clínicos incon­
testables de que muchas personas que se hallan agobiadas
por conflictos infantiles no resueltos y neurosis edípicas son,
sin embargo, capaces de funcionar bien desde el punto de
vista sexual. He aquí un ejemplo:

CASO 3. Conflicto edípico asociado a un buen funcionamiento


sexual

La paciente, una mujer soltera de 32 años, no vino a consultarme a


causa de un problema sexual. Se sentía ansiosa y deprimida des­
pués de la ruptura, aún reciente, de una relación con un hombre ca­
sado. La historia clínica reveló que estaba aún muy unida afectiva-
····1 ''

216 ll. ETIOLOGf.1,

"""" " '" ·�"" ""� '"" ·�� """ '" "'" , ,. fu� '
ambivalencia hacia la madre. Un psicoanálisis previo terminó de \'
una manera desastrosa al intentar hacer un acting out de su rela�
ción transferencia! con su psicoanalista) de sexo masculino. Según
la formulación freudíana, estaba claro que la paciente no había re�
suelto aún su situación edípica. En efecto, al igual que la paciente
del caso 2, una de sus defensas primarias consistía en actuar y repe�
tir su problema en el ámbito de la vida real, en un intento de desha�
cer la frustración original. Era una mujer muy inteligente y atracti�
va que seducía fácilmente a muchos hombres. Solía escoger
compañeros inadecuados o inaccesibles, por los cuales perdía
rápidamente interés después de haberlos seducido. Los problemas
de la paciente no podían ser tratados mediante un proceso terapéu�
tico breve, y por eso se la trató psicoanalíticamente con el objetivo
de ganar insighty resolver la dinámica inconsciente. Sin embargo,
es muy importante anotar que su funcionamiento sexual era física�
mente perfecto. Gozaba enormemente del sexo y a menudo disfru�
taba de varios orgasmos durante el coito.

Los dos casos anteriores parecen claramente asociados con


problemas edípicos graves. Sin embargo, las disfunciones
sexuales se dan a menudo en personas que no exhiben nin�
gún signo de problemas edípicos. En otros casos, aunque
sí parece que los problemas edípicos contribuyen a la dis­
función, es posible soslayarlos y obtener un resultado tera­
péutico excelente con unaterapia breve que resuelve sólo los
conflictos específicos que afectan a la conducta sexual, sin
intentar resolver otras motivaciones inconscientes funda�
mentales.

Crítica de la teoría freudiana

Los casos arriba mencionados ponen de relieve los puntos


más significativos de una crítica a la teoría freudiana) en tan�
to que aplicada al tratamiento de los problemas sexuales; a
saber: la idea de que las experiencias incestuosas tempranas
S. CONFLICTO. CAUSAS INTRAPS{QUJCAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 217

son las únicas causas de los conflictos sexuales; de que las


disfunciones sexuales se deben siempre a conflictos incons­
cientes, que son el único factor etiológico; y de que la cura­
ción debe dirigirse a la resolución de estos conflictos subya­
centes específicos. Los nuevos métodos de tratamiento de
)os problemas sexuale� descartan estos conceptos. Lo cual
no significa que se haya abandonado el modelo psicoana­
lítico completo, que contiene muchos aspectos valiosos e
incluso imprescindibles. La formulación freudiana es apli­
cable en muchos casos) y los conceptos de motivación in­
consciente y de la importancia de las experiencias infantiles
en el modelo de la trayectoria vital del adulto están fuera de
toda duda y figuran entre los grandes avances intelectuales
dél siglo xx.
Los conceptos de represión y de resistencia son también
valiosos en el trabajo con personas que padecen de proble­
mas sexuales. En efecto, los obstáculos y resistencias que con
tanta frecuencia aparecen en el tratamiento de parejas
con dificultades sexuales, admiten probablemente una com­
prensión óptima en función del concepto de resistencia. En
otras palabras, es patente que las nuevas experiencias sexua­
les y modos de relacionarse que entraña el proceso de la te­
rapia sexual, movilizan con frecuencia una gran dosis de an­
siedad y de defensas. La resolución de estas resistencias es el
sine qua non de una terapia sexual eficaz.
Otro aspecto criticado es el de la teoría de las «etapas» del
desarrollo sexual, que ha sido descartada por muchos.
Freud formuló las hipótesis del erotismo oral y anal basán­
dose en los relatos de sus pacientes adultos, pero sin la com­
probación correspondiente en niños pequeños. Cuando se
observa a los niños se hace patente que el impulso sexual
aparece a edad muy temprana. Sin embargo, son los genita­
les, y no la boca o el ano, los que parecen dotados de sensa­
ciones sexuales y de capacidad de placer desde el mismo na­
cimiento. No parece que haya desplazamiento alguno de las
218 ll, ET!OlOGfA

sensaciones eróticas de una parte del cuerpo a otra. ES inte�


resante anotar que en niños de dieciocho meses a dos años
de edad se da ya cierta ansiedad relacionada con la lesión y
el placer de los genitales. Los acontecimientos transacciona­
les que implican la boca y el ano (esto es, el mamar la leche
el control de los esfínteres, etc.) parecen importantes, per�
es muy dudoso que se les pueda atribuir componentes eró­
ticos específicos. En la práctica clínica vemos muchos pa­
cientes cuyos temores e inhibiciones sexuales parecen di�
rectamente vinculables a experiencias sexuales familiares
tempranas. Dicho de una manera concreta, muchos pacien�
tes tienen dificultades sexuales con sus compañeros durante
la vida sexual adulta porque en parte les «transfieren» anti­
guas actitudes negativas mantenidas hacia sus padres, «re�
gresando» a actitudes y transacciones infantiles.
El concepto operativo de conflicto que guía nuestro tra­
tamiento de los problemas sexuales no descalifica la impor­
tancia del inconsciente ni de los conflictos edípicos. Sin em­
bargo, creemos que hay otros muchos factores, aparte de los
deseos incestuosos, que juegan un papel en la génesis de
los conflictos y de las disfunciones sexuales. Por otra parte, la
teoría tradicional del conflicto omite una descripción clara
de cómo los conflictos inconscientes profundos se traducen
en una disfunción. Esto no ocurre por magia) sino que debe
intervenir un mecanismo patogénico específico que con­
vierta el conflicto inconsciente en impotencia o en trastor­
nos del orgasmo. Nuestra opinión es que un conflicto puede
dar lugar a una disfunción sexual sólo si evoca una ansiedad
desorganizadora en el momento de hacer el amor, o si movi­
liza defensas perceptivas y obsesivas contra la excitación se­
xual. La terapia sexual interviene en el nivel de la patogéne­
sis inmediata, y ésa es una de las principales diferencias
entre el enfoque tradicional y el nuevo.
$, CONFLICTO. CAUSAS INTRAPSlQUlCAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 219

La génesis cultural de los conflictos sexuales

La interacción entre las necesidades sexuales que empiezan


a desarrollarse en el niño y la experiencia de crecer en una
sociedad sexualmente alienante como la nuestra produce
probablemente una cier:_a dosis de conflicto sexual en todos
nosotros. La dinámica de esta interacción patógena entre los
componentes intrínsecos y experienciales de la sexualidad
cabe apreciarla si repasamos algunas características especí­
ficas de la sexualidad humana y también de la matriz social
que modela su expresión.
En esencia cabría decir que los problemas sexuales son
tan frecuentes porque la sexualidad humana es un impulso
intensamente placentero y poderoso que no podemos re­
primir y que busca constantemente su gratificación, pero
también una respuesta que se asocia fácilmente a afectos do­
lorosos y que se traumatiza, bloquea y distorsiona con facili­
dad. Desgraciadamente, nuestra sociedad identifica el sexo
con el pecado, y de ahí que cualquiera de las manifestaciones
de la búsqueda de placer sexual en una persona esté expues­
ta a ser negada, ignorada o tratada como vergonzosa. En ge­
neral, tiene encima de sí la espada de Damocles de una serie
de asociaciones y consecuencias dolorosas, especialmente
durante los años críticos de la infancia.

Conflicto y placer sexual

Como ya dijimos anteriormente, la sexualidad es el más pla­


centero de los impulsos. A diferencia de otros impulsos en
los que el principal placer deriva de su satisfacción,la sexua­
lidad ofrece placer incluso cuando se está acumulando la
tensión sexual. Se ha especulado acerca de que la sexualidad
goce de una íntima relación con los centros de placer del ce­
rebro. Parece que sólo la estimulación química directa de es-
220

11. ETlOl.O(;f,1.!
tas áreas del placer, mediante narcóticos o electricidad, pue.
de rivalizar con la intensidad del placer erótico y producir
un ansia similar de satisfacción. No es extraño, pues, que el
hombre busque constantemente el placer sexual desde la in­
fancia y no abandone está búsqueda hasta el momento de la
muerte.
Sin embargo, al mismo tiempo que el intenso placer de la
sexualidad lo convierte en una fuerza ubicua y poderosa
dentro de la existencia humana, se halla con la misma faci!i.
dad vinculada al temor y a la culpabilidad y es, por tanto,
muy vulnerable para la constitución de un conflicto. Si los
actos o impulsos sexuales son seguidos de consecuencias
desagradables intensas y repetidas, la sexualidad puede su­
frir un daño grave. Suele darse esta asociación patógena sin
que el individuo se percate conscientemente de ello. Des­
pués de un trauma muy intenso, puede ocurrir que el indivi­
duo en cuestión no vuelva a responder sexualmente. Este fe­
nómeno es bien conocido por las personas especializadas en
la cría de caballos: el mozo acaricia y tranquiliza a la yegua
para que el carísimo semental no se dañe durante la monta y
se niegue en adelante a cubrir.
Pero no es necesario salirnos de la raza humana para ob­
servar los efectos drásticos sobre el funciona1niento sexual
cuando los traumas son graves. Existen millones de mujeres
traumatizadas que nunca han experimentado el orgasmo y
también hombres que sufren de una incapacidad eyaculato­
ria absoluta (es decir, que jamás en su vida han eyaculado).
Sin embargo, los conflictos y los traumas sexuales no sue­
len eliminar todas las manifestaciones de la sexualidad de
una manera radical. La mayor parte de las personas se adap­
tan a estas contingencias negativas, vinculadas a las mani­
festaciones de la sexualidad durante los años de formación,
y responden con grados diversos de alienación sexual. La seM
xualidad es negada en mayor o menor grado. Los impulsos
eróticos no son reconocidos como parte de la personalidad.

------ · --
- ---
coNFLJCTO. CAUSAS !NTRAPSfQU!CAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 221

Se los deshumaniza, se los relega al lejano reino de lo «Sucio»


y pornográfico; el sexo se convierte en una conquista o en
una sumisión, en vez de un hermoso aspecto integrado del
símismo. Sin embargo, aunque se aliene el sexo y sele amor­
dace y distorsione, es tan placentero que nunca queda elimi­
nado de una manera total. Siempre encuentra alguna forma
de manifestarse. Generalmente, los aspectos fisiológicos del
funcionamiento sexual sólo quedan bloqueados parcial­
mente y en situaciones que son de alguna manera similares
a aquellas en las que la sexualidad quedó condicionada ne­
gativamente en principio. El sexo puede ser postergado y
desviado indefinidamente, es muymaleable e infinitamente
variable en su expresión. Incluso una actividad sexual frag­
mentaria y simbólica puede ser gratificante. Las contin­
gencias patógenas hacen que las manifestaciones sexuales
asuman una variedad infinita de formas distorsionadas, in­
hibidas, desviadas, sublimadas, alienadas y variables con el
fin de acomodar el conflicto. A veces se dan trastornos rea­
les en Ja dimensión física de la respuesta sexual. Hablamos
entonces de disfunciones. Otras personas que padecen con­
flictos funcionan bien desde el punto de vista físico, pero
sólo en circunstancias concretas (o en circunstancias que no
son excitantes para el promedio de las personas) que no to­
can en absoluto el conflicto. Estas formas de funcionamien­
to sexual reciben el nombre de variantes sexuales. (Antes se
las llamaba desviaciones o perversiones.)

Crianza y conflicto sexual

Son pocas las personas, dentro de nuestro ámbito cultural,


que sufran tal traumatismo o se hallen tan desprovistas de
defensas y estrategias que no funcionen sexualmente en ab­
soluto. Pero, por otra parte, son también pocos los que esca­
pan a esta contaminación del impulso erótico, en su afán de
222 n. Ei!otoc¡
A.

placer, por parte de los conflictos sexuales. Los factores ex.


perienciales que asaltan y dañan incesantemente a la sexua�
lidad desde sus primeras expresiones hincan sus raíces, por
lo menos en parte, en la matriz potencialmente incestuosa
de nuestras familias nucleares (tal como descubrió Freud y
comentamos ya en la sección anterior) y también en la ínti�
roa asociación entre sexo y pecado que, hasta épocas rnuy
recientes, fue vigorosamente promovida por las religiones
judeocristianas. La ecuación inmoralidad-sexualidad se ha­
lla profundamente arraigada en nuestra cultura. La gente
aprende desde la niñez que es maravilloso caminar, hablar,
pintar; que es un buen chico si come lo que le ponen y se
duerme pronto, pero, en cambio, qüe no son aceptables sus
impulsos sexuales. Se le enseña a negar su sexualidad, a di­
sociar este aspecto de sí mismo, que es peligroso, feo, hostil,
sucio, repugnante e inmoral el expresar sus necesidades se.
xuales. Especialmente si su hogar es «religioso», el joven
aprenderá a asociar el sexo con lo pecaminoso) lo feo, lo obsM
ceno, lo peligroso y lo tabú.
El proceso de alienación sexual comienza ya en los pri­
meros años. Los niños parecen ansiar el placer erótico. Los
recién nacidos de ambos sexos tienden a tocar sus genitales
y a expresar satisfacción cuando se estimulan estos órganos
al cambiarles los pañales y bañarles. Tanto los niños corno
las niñas se tocan el pene o el clítoris tan pronto como ad­
quieren la coordinación motriz necesaria. Pero al mismo
tiempo, la expresión sexual se halla sometida en nuestra so­
ciedad a la desaprobación, al castigo y a la negación. A los
niños pequeños se les obliga a que aparten sus manos del
pene, a menudo con intenso despliegue emocional, y la niña
no encuentra más que censura y consternación si se le ocu­
rre mirar o tocar (¡Dios mío!) los genitales de su padre en el
cuarto de baño.
Estos avatares negativos, repetidos una y otra vez, y que
afectan a las primeras manifestaciones sexuales provocan
. CAUSAS JNTRAPSIQU!CAS DE LAS DJSFUNC!ONES SEXUALES
8. coNFL!CTO 223

no solo un control adecuado de los impulsos sexuales, sino


también un conflicto, una culpa y una alienación altamente
destructivos. Cada vez que el niño experimenta el impulso
normal a masturbarse, a «fisgar» a sus padres, a entregarse a
fantasías acerca de hacer el amor con su hermana, a eliminar
al padre para poder estar solo con la madre, etc., o cada vez
que la niña desea mirar el pene de un niño pequeño, mastur­
barse o exhibir su cuerpecito, experimenta como una des­
carga de ansiedad y/o de vergüenza o culpa. Como Freud se­
ñalaba, este proceso puede, en-efecto, operar sin que el niño
sea consciente de ello.
Si el individuo en cuestión tiene suerte, no quedará com­
pletamente alienado de su sexualidad: integrarálos aspectos
sexuales, pero aprenderá a discriminar la conducta sexual
permisible de la que es tabú. Padecerá como una especie de
descarga de temor (que le inhibirá su erección, así como sus
impulsos sexuales) si se ve obligado a exhibir su pene en pú­
blico o a hacer el amor con la mujer de su jefe, pero en cam­
bio podrá funcionar sexualmente con su esposa con entera
libertad y abiertamente sin experimentar angustia. Mas po­
cas personas son capaces de hacer estas discriminaciones
tan perfectas. El hombre que no ha aprendido a discriminar
con precisión quizá aprenda a evitar y a constreñir su sexua­
lidad. Podría, por ejemplo, hacerse impotente si experimen­
ta ansiedad cuando intenta tener relaciones con su esposa)
por recordarle de alguna manera a su madre, o sí la situación
sexual le evoca una serie de asociaciones inconscientes lesi­
vas entre su excitación sexual y las advertencias de su infan­
cia de que podría ir al infierno si cometía actos impuros.

Educación constrictiva

La educación constrictiva es una fuente muy importante y


muy difundida de los tipos de conflictos que producen alie-
224 11· Enotoor
A
,
- l,
nación y disfunciones sexuales. Una y otra vez las historias
clínicas de los pacientes que presentan problemas sexuales
revelan que la actitud que prevalecía en su familia durante la
infancia era una actitud extremadamente punitiva y mora�
lista. Las familias muy religiosas imbuyen en sus hijos una
serie de conflictos sexuales muy graves. En muchas sectas
religiosas la masturbación se considera un pecado contra
Dios. Los niños tienen que dormir con las manos por enci�
ma de la colcha. Incluso los pensamientos «impuros», esto
es, las fantasías sexuales, son reo de censura y de crítica. Al
niño se le enseña la lección tan alienante de que si es «puro»)
es decir, si ama a sus padres, se verá libre de pensamientos
y deseos sexuales. Se prohíben estrictamente las experien­
cias sexuales durante la adolescencia, y al jovencito se le
inculca la idea de que el sexo debe «guardarlo» para el ma­
trimonio, que suele celebrarse muchos años después de apa­
recer los primeros impulsos sexuales fuertes. A los jóvenes
sorprendidos in fraganti en ciertas actividades sexuales se
les somete a duras humillaciones y castigos, y se les obliga a
reconocer que han cometido un pecado imperdonable. Se
les enseña a sentirse culpables y a reprimir y ocultar, incluso
ante ellos mismos, sus impulsos sexuales durante años. No
nos debe sorprender) pues, que estas actitudes no se puedan
cambiar, de la noche ala mañana, cuando se casan.
Señal de la intensidad del impulso sexual y de la tendencia
inherente hacia la salud mental son las muchas personas que
proceden de un trasfondo coercitivo y se libran, sin embar­
go, de problemas sexuales graves.

Fuentes evolutivas no sexuales del conflicto sexual

Aparte de las fuentes incestuosas y morales del conflicto se­


xual, hay otras variables más sutiles que, debiendo contribuir
al desarrollo de la confianza, de la fuerza del yo y de la capad-
coNJ1'1C1"0. CAUSAS lNTl\APS!QU!CAS DE LAS D!SFUNGON"ES SEXUALES 225

dad de relacionarse con los demás de una manera íntima y


segura, también parecen jugar un papel en la génesis del
conflicto sexual. Tales variables operan incluso en el nivel
infrahumano. Los recientes estudios de Harlow y sus cola­
boradores acerca de los efectos de las experiencias tempra­
nas sobre la conducta adulta de los primates han identificado
[actores de desarrollo n'D sexuales que influyen profunda­
mente en la capacidad sexual de los monos adultos. Los mo­
nos a los que se les priva de un contacto físico afectuoso tie­
nen dificultades para establecer relaciones sexuales durante
la madurez. Así, cuando se les cría en ausencia de madres de
carne y hueso, y lo que es más importante, sin contacto con
pares durante períodos críticos del desarrollo, los monos
adultos no funcionan de forma adecuada en las situaciones
sexuales. Las hembras sólo quedan embarazadas tras mu­
chos intentos y con machos perseverantes y muy experimen­
tados. Por su parte, los machos criados en aislamiento social
nunca aprenden a cubrir a las hembras y a copular.
Las disfunciones sexuales de los monos socialmente aisla­
dos parece que forman parte de un déficit conducta! más
amplio. Los animales privados de contacto social son tími­
dos, no se pueden relacionar con otros y muestran otras
anomalías conductales. Parece ser, pues, que el afecto y la
protección maternal, así como las tempranas relaciones con
pares son factores necesarios para arrojar los cimientos de la
seguridad, la estabilidad emocional y la capacidad para re­
lacionarse con otros, necesarias para que se lleve a cabo un
emparejamiento idóneo. Cabe aventurar que los seres hu­
manos que no han desarrollado la capacidad fundamental
de amar y confiar, que no poseen una salud mental sólida y
fuerza del yo, sientan la intimidad de una relación sexual
como una amenaza. Estos individuos, apresados en el con­
flicto entre el deseo de gratificación sexual y la ansiedad mo­
vilizada por la proximidad a un compañero, pueden ser víc­
timas de grandes dificultades sexuales.
226

CAS04. Ansiedad frente a la intimidad y al contacto físico


"· ET!otoor, T'
Este caso sirve de paradigma a la ansiedad que puede ser pravo.
L
cada por la intimidad y por el contacto corporal en personas muy
d
aisladas y defensivas.
La pareja se había casado hacía ocho años y el matrimonio no r•
había sido consumado. Ambos tenían antecedentes de graves en� «
fermedades mentales. Se Hevaban muy bien en los demás aspectos !<
y eran amables, correctos y considerados en sus relaciones recípro. j¡
cas. Sin embargo, siempre que el marido intentaba tocar a su rnu.
jer, ésta se ponía tensa, ansiosa y a veces histérica. En cambio, no
s
tenía inconveniente en tocarle a él el pene. Incluso gozaba de esta
maniobra y de vez en cuando le masturbaba, durante Jos primeros
d
p
años del matrimonio, hasta que él tenía el orgasmo. Un año des­
pués de casarse intentaron llegar al coito, a instancias del padre de e
él. La experiencia fue un desastre para ambos. A partir de entonces él fl
se sentía muy ansioso y muy tenso cuando ella intentaba tocarle t<
el pene. No es de sorprender, pues, que la pareja evitara el sexo.
Se les sugirió focalización sensorial y caricias suaves� pero sin to­
n
car los genitales, Debido a la ansiedad que esto les producía, hicie­
ron falta ocho meses y un esfuerzo terapéutico muy intenso para !<
que consiguieran este contacto con relativa facilidad. Al principio fl
él estaba demasiado tenso para quitarse el pijama durante las sesio­ e
nes de «placer». La esposa, igualmente ansiosa, tenía que tomarse e
antes una copa, darse un baño caliente, limpiarse los dientes y i<ha­ t<
cer de tripas corazón» para dejarse tocar, Sin embargo, aprendie­ n
ron finalmente a relajarse y, una vez eliminada la ansiedad frente a
n
la intimidad física, iniciaron poco después un contacto sexual real.
p
e

El tratamiento de los conflictos


n
e
Tanto las terapias intuitivas tradicionales como las nuevas
fl
terapias sexuales consideran el conflicto como un factor
S<
central en la génesis de las disfunciones sexuales; la re­
a
solución del conflicto es uno de los objetivos principales de
g
ambas orientaciones terapéuticas. Sin embargo, sus meto­
dologías ante los conflictos sexuales difieren tajantemente p
n
en dos aspectos.
coNFLlCTO. CAUSAS lNTRAPSIQUlCAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 227

¡, Conflicto superficial

La primera diferencia con respecto al punto de vista tra­


dicional radica en el hecho de que los nuevos enfoques ope­
ran desde la premisa de que son ante todo los conflictos del
«aquí y ahora» los que exigen una resolución, mientras que
los conflictos básicos de la personalidad, procedentes de la
infancia, no necesitan ser resueltos para curar la disfunción
sexual del paciente. Se puede obtener la eliminación de los
síntomas sin más que modificar los productos inmediatos
del conflicto y sin eliminar necesariamente el conflicto en sí.
Para conseguir este objetivo, la terapia sexual emplea técni­
cas experienciales. Dichas técnicas suelen resolver los con­
flictos con más rapidez que las que dependen exclusivamen­
te de métodos cognoscitivos basados en insights.
Los enfoques psicoterapéuticos tradicionales del trata­
miento de los problemas sexuales parten de la base de que
los síntomas sexuales de un paciente son expresión de con­
flictos más hondos que derivan de la infancia. El tratamiento
consiste, concretamente, en la clarificación y resolución de
estos conflictos básicos y remotos, en la idea de que los sín­
tomas sexuales van a desaparecer de esta forma. Un psicoa­
nalista que trata a un impotente intentará hacerle ver la gé­
nesis de la presunta angustia de castración inconsciente,
pero no hará ningún esfuerzo para intervenir directamente
en su problemática sexual.
Las nuevas técnicas operan con una filosofía diferente. No
niegan el papel del conflicto, pero concentran sus esfuerzos
en modificar los resultados específicos e inmediatos del con­
flicto entre el deseo por parte del paciente de realizar el acto
sexual y la ansiedad que le invade en el momento de hacer el
amor, bloqueando la respuesta de erección y la respuesta or­
gásmica. Aunque, por supuesto, reconocernos las raíces más
profundas del conflicto, la terapia sexual no se ocupa nor­
malmente de dichas estructuras a menos que esto se de-
.
,
, :
228 H. ETIOLOG!A

muestre específicamente necesario. Los nuevos tratamien�


tos tratan de resolver rápidamente los conflictos que operan
en el «aquí y ahora». Por lo general, se puede alcanzar este
objetivo y eliminar los síntomas sin profundizar de una ma­
nera sustancial en los conflictos más profundos y mediatos.
Es irrelevante, desde el punto de vista de la terapia, el que es-
tos factores hayan jugado o no en origen un papel en la gé­
nesis de la disfunción, con tal de que no produzcan ansiedad
«aquí y ahora» o con tal de que el paciente disponga de de­
fensas que le permitan circunvalar los problemas más pro­
fundos. Esto es, el terapeuta no interpretará ni trabajará con
el material edípico inconsciente del paciente, aunque sea pa­
tente, a menos que este material no pueda ser soslayado y
presente obstáculos tangibles para el funcionamiento sexual
o para el proceso terapéutico.
La experiencia de los clínicos que practican estas formas
nuevas de tratamiento es que, en contra de las predicciones
del psicoanálisis, muchos pacientes responden favorable­
mente a una intervención en el simple nivel de su conflicto
sexual específico. Sin embargo, nuestra experiencia es que
muchos pacientes requieren tan1bién la resolución de otros
conflictos complementarios: necesitan, por ejemplo, ver cla­
ro, o por lo menos identificar, ternas más profundos, conflic­
tos subyacentes de tipo edípico o de culpabilidad, o senti­
mientos hostiles inconscientes hacia su pareja, etc. Y se
comprueba que algunos pacientes necesitan una terapia
analítica aún más extensa, que facilite la resolución de los
conflictos profundos y remotos de la personalidad, antes de
que sean accesibles a los métodos rápidos de tratamiento.
Sin embargo, en la mayoría de los pacientes con disfuncio·
nes sexuales podemos soslayar los conflictos básicos y crear
las defensas necesarias para que el paciente adquiera un fun­
cionamiento sexual idóneo.
En la terapia sexual, los objetivos terapéuticos se limitan
al síntoma sexual; en el curso normal de la terapia, el pacien�
CONFLICTO. CAUSAS !NTRAPSfQU!CAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 229

te que tuviera de antes un problema edípico fundamental.lo


seguirá teniendo, con todas sus secuelas patógenas en el res­
to de las áreas no sexuales. Sin embargo, será capaz de resol­
ver la ansiedad concreta que hasta entonces había bloquea­
do sus respuestas de eyaculación o de erección.

z. Resolución experiencia!

Aparte de tratar con un margen más amplio los conflictos


(que incluyen factores más inmediatos, como, por ejemplo,
la ansiedad en la ejecución), la otra gran divergencia respec­
to a la orientación tradicional de la resolución de conflictos
radica en la técnica.
Antes se suponía que la única manera de resolver los con­
flictos inconscientes consistía en conseguir que el paciente
se hiciera consciente de los factores conflictivos inconscien­
tes. Las terapias de insight, con sus técnicas de interpreta­
ción, intentan precipitar esa consciencia cognoscitiva. En
tiempos más recientes, la labor de los terapeutas de la con­
ducta, guestá.lticos y de la familia nos ha demostrado el he­
cho de que ciertas experiencias pueden también provocar la
resolución de conflictos inconscientes. Al hacer que el pa­
ciente .se enfrente con unos sentimientos previamente veta­
dos, al conseguir que establezca contacto con los aspectos
tiernos, amorosos y eróticos de sí mismo, respecto a los cua­
les se había alienado defensivamente, y al cambiar las con­
tingencias evocadas por su conducta y alentarle a compor­
tarse de una forma distinta; con estas tácticas, decimos, se
puede lograr rápida y espectacularmente la resolución del
conflicto, con frecuencia sin ningún insight previo. El tera­
peuta sexual aprovecha el potencial terapéutico de las expe­
riencias para cambiar la conducta, empleando ciertas tareas
sexuales específicamente estructuradas para alentar la reso­
lución del conflicto. Esto contrasta con la manera de proce-
230

der del terapeuta tradicional, que nunca da instrucciones e8.


pecíficas acerca de estimulación sexual, posiciones, transa •
ciones, etc. Por el contrario, se apoya exclusivamente en 8
interpretaciones e in:eracciones verbales con el pacient :
para resolver los confhctos.
Las experiencias y las interacciones expecíficamente es­
tructuradas que se emplean en el nuevo enfoque terapéutico
exponen al paciente a sentimientos y aspectos de sí mismo
que hasta entonces había evitado. Estas experiencias las des­
cribiremos con detalle en la próxima Área. Aunque varían
mucho, suelen incluir la estimulación sensual y erótica mu­
tua, sin presiones de ningún tipo. Se instruye a la pareja para
que se toque y acaricie recíprocamente, para que se esta­
blezca entre ellos una comunicación auténtica y para que ex­
perimenten con actividades previamente evitadas. Estas
experiencias sirven para «ponerlos en contacto» con sus
conflictos inconscientes y resolverlos, lo cual se consigue a
menudo con más rapidez y eficacia que con la sola interpre­
tación verbal de los conflictos.
Las experiencias terapéuticas prescritas son muy eficaces
para resolver rápidamente conflictos específicos y modificar
ciertas actitudes y conductas sexualmente deletéreas. Colo­
can al paciente en la mismísima situación ansiógena que
hasta entonces había conseguido evitar. Cuando se le fuerza
a «enfrentarse con sus sentimientos negativos» se suele re­
solver el conflicto sin necesidad de ningún insight inte­
lectual, aunque este insight se consigue muchas veces des­
pués de la resolución experiencia!.
Sin embargo, la terapia sexual, cuando se practica dentro
de un marco multicausal y psicodinámicamente orientado,
no se apoya exclusivamente en tareas sexuales para resolver
los conflictos. Lo que empleamos es una combinación de rno­
dalidades experiencia/es y psicoterapéuticas. Además de las
experiencias sexuales prescritas, la terapia de insight consti­
tuye un aspecto esencial del programa de tratamiento. Se-
s.
CAUSAS INTRAPS!QU!CAS DE LAS DlSFUNCIONt:S SEXUALES
coNflJCfO. 231

ún nuestra experiencia, la combinación dinámica de expe­


; iencia e interpretación es un método muy poderoso para
cambiar una conducta tenazmente conflictiva. La combina­
ción parece más eficaz para propiciar la resolución que cual­
quiera de los dos enfoques por separado. Cuando un pacien­
te tiene problemas con_§u capacidad de abandono sexual,
basta con prescribir ciertas experiencias de focalización sen­
sorial que le pongan en contacto con sus propios sentimien­
tos. Cabe también utilizar sus comunicaciones verbales para
interpretar el conflicto subyacente que le impide abandonar­
se sexualmente. Ambas tácticas son eficaces con algunos
pacientes y después de un cierto tiempo. Pero si utilizamos
ambas, complementariamente, el efecto suele ser espectacu­
larmente notorio y resuelve rápidamente el conflicto. Por
ejemplo, se les pide a los miembros de una pareja que se to­
quen mutuamente. Esto provoca ansiedad en el marido. En
la sesión siguiente le enfrentamos con este conflicto. Asocia
libremente. Interpretamos el material y, debido a la inme­
diatez de esa experiencia, él se muestra muy abierto a admi­
tirlo. Regresa a su hogar y aquella misma noche vuelve a to­
car y a dejarse tocar. La experiencia es ahora algo distinta.
Una vez más, dicha experiencia es elaborada dinámicamen­
te en la próxima sesión. Esta manera de trabajar, este contra­
punto entre insight y experiencia, es un método terapéutico
eficaz y enormemente interesante.
La experiencia alienta por sí misma la resolución del con­
flicto. Pero al mismo tiempo se intenta que la pareja com­
prenda sus problemas por la vía intelectual, emocional y
experiencia!, con lo cual los cambios producidos son per­
manentes.
Nuestra opinión es que la comprensión intelectual de los
conflictos que se cernían sobre ella brinda a la pareja una he­
rramienta complementaria para impedir las recaídas.
Las tácticas y métodos psicoterapéuticos específicos que
emplea cada terapeuta sexual para promover la compren-
232 n, Enotoc;r..,

sión de los conflictos inconscientes varían según la forma�


ción y el estilo de cada cual. Nosotros usamos tanto los con.
ceptos y métodos analíticos como los de la terapia marital
pero las técnicas del psicoanálisis clásico, de la psicoterapi�
y del asesoramiento matrimonial son modificadas para aco.
modarse a esta forni.a más rápida de terapia. Solemos utili­
zar los nuevos métodos terapéuticos basados en la estrategia
psicoanalítica de promover la comprensión del material in­
consciente, pero empleando técnicas más activas durante las
sesiones. Entre ellas, figuran métodos rápidos de solución
de conflictos al estilo guestáltico, confrontación con las re­
sistencias, interpretaciones activas e intensivas de la dinámi�
ca intrapsíquica y transaccional inconsciente y, en algunos
casos) interpretación de los sueños.
9, La relación. Causas diádicas
de las disfunciones sexuales

Los síntomas sexuales, como todas las formas de psicopa­


tología, son producto de la interacción entre el individuo y
el medio. En otros tiempos, la psiquiatría intentaba ayudar
directamente a los pacientes cambiándolos a ellos, esto es,
modificando su metabolismo cerebral, sus conflictos, sus
temores, sus sentimientos de culpabilidad, etc., pero igno..,
raba en gran medida la variable ecológica: el sistema se­
xual, el tipo de relación al que responde el paciente. Sin
embargo, el estudio de parejas con disfunciones sexuales
ha revelado que el sistema sexual en el que estos pacientes
intentan funcionar suele ser, con mucha frecuencia, alta­
mente destructivo y deshumanizador. Es más: cualquier
persona que funcionara sexualmente en tal sistema, en
donde reina el miedo, el rechazo, la incomprensión, las hu­
millaciones, las exigencias y las alienaciones, sería anóma­
la. En este sistema destructor lo más funcional es alienarse
y retirarse, no establecer relaciones sexuales. Por lo tanto,
el énfasis de Ja terapia sexual, aparte y además de en el
cambio de los conflictos e inhibiciones individuales de
cada miembro, recae en la modificación del sistema sexual
disfuncional de la pareja.
233
--.,,.
234 l!. ETJOLOG i1,
r}-�
f

El reconocimiento de que las dificultades sexuales no


siempre son expresiones de los conflictos íntrapsíquicos de
una persona, sino que pueden estar vinculados a las vicisi�
tudes de la relación conyugal, es uno de los avances verda­
deramente significativos dentro del ámbito de las ciencias de
la conducta. El sistema, o el modelo, que gobierna la relación
-frente a los problemas de cada uno de los miembros por se­
parado- es muchas veces la fuente más importante de las
disfunciones sexuales y el punto óptimo para intervenir. AJ
tratar una disfunción sexual el objetivo básico es la modifi­
cación del sistema sexual y marital.
En el nivel clínico se ha hecho también patente que cada
uno de los miembros de la pareja se halla en una posición
privilegiada para potenciar o destruir el placer y el funcio­
namiento sexual del otro. Por estas razones, se ha convertido
en una práctica usual en sexolog!a el trabajar con parejas
conjuntamente, en lagar de tratar sólo al paciente que mues­
tra los síntomas.

Rechazo del compañero

A veces las raíces diádicas de los problemas sexuales son ob­


vias. Por ejemplo) el «rechazo del compañero», sin más, ha
sido citado como una de las causas más corrientes de fracaso
del tratamiento en el programa de Masters y )ohnson. Si la
pareja se detesta y ambos encuentran que el otro es física o
psicológicamente repulsivo, es poco probable que funcio­
nen sexualmente bien cuando están juntos, a menos que se
alienen, que sean insensibles o que se muestren distantes en
el acto sexual. Lo sorprendente es que cuando estas parejas
incompatibles piden ayuda para solucionar sus problemas
sexuales no se dan cuenta de que el rechazo radical del com­
pañero es la razón principal de su carencia de orgasmo o de
su incapacidad eréctil, cosa evidente para cualquier obser-
CAUSAS DIÁDICAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 235
;�tA RELACIÓN.

tado
r que mire las cosas desde fuera. Muchas personas pa­
creer que tienen que. func1onar
· sexua1mente con cua1-
·

-en - . . .
na o en cua quier c1rcunstanc1a. Hay mu1eres tan
·

íer perso 1
;q?colerizadas con sus maridos que se crispan cuando éstos
;:s tocan siquiera la mano) y aun así no son conscientes de
ue esta rabia es incompatible con una respuesta sexual. Y
q
hay hom bres que se sienten auténticamente preocupados
por la disminución gradual de su respuesta erectiva ante la
ínufer, cuando en realidad la encuentran estúpida, insensi­
ble o físicamente desagradable.

CASO s. Impotencia y evitación del sexo: compañeros no compa­


tibles

Un hombre vino a la consulta porque durante los dos últimos años


había experimentado dificultades progresivas en su potencia se­
xual. En la primera consulta se había quejado de que sólo era capaz
de tener contacto sexual con su mujer cada dos meses, aproxima­
damente, aunque lo intentaba una vez por semana. Generalmente
era incapaz de alcanzar una erección o de sentir la excitación se­
xual. Era un hombre de buen aspecto y fuerte. Tenía 62 años, su
salud era perfecta y su nivel de testosterona caía dentro de los lími­
tes normales. No parecía que sufriera de rasgos psicopatolóticos
significativos ni se hallaba sometido a ninguna tensión especial por
aquella época. Poseía un negocio próspero, que llevaba perfecta­
mente.
Cuando en la siguiente sesión apareció su mujer, se hizo doloro­
samente patente la causa de sus dificultades de erección. Tenía 66
años de edad, pero debido a una grave enf�rmedad parecía mucho
mayor. Era obesa y padecía una artritis crónica, lo que la hacía mo­
verse con dolor y necesitar el uso de muletas. Por si fuera poco, su­
fría de una grave diabetes y de una enfermedad cardiovascular. Le
flaqueaba la memoria y un examen psiquiátrico reveló signos de
deterioro senil. Ella afirmó que aunque antes de su enfermedad ha­
bían mantenido una relación óptima y un excelente ajuste sexual
(la enfermedad se había manifestado de una manera aguda hacía
ya tres años), ahora ya no le interesaba el sexo. Sin embargo, decía
que estaba dispuesta a hacer lo que fuera para hacerle feliz. El mari-
236 IJ. ETIOLOG
fA,

do no acertaba a ver (cegado quizá por un sentimiento de culp


a)

�:
que su enferma y anciana mujer provocaba ahora más comp
sión que pasión y que ya no era, por tanto, una compañera excita
te. En otras palabras, no le proporcionaba un sistema sexual en
el
que pudiera funcionar adecuadamente.

No son buenos candidatos para una terapia sexual aque.


!las parejas que son claramente incompatibles desde un
punto de vista físico o que son claramente incompatibles
desde un punto de vista físico o mental, o que muestran una
franca hostilidad recíproca. En tales circunstancias es prác­
ticamente imposible crear un sistema sexual funcional. La
terapia sexual requiere la cooperación y la entrega de ambas
partes. Por lo tanto, debe reservarse a aquellas parejas que se
aman, que se entregan mutuamente y que desean con since�
ridad un mejor contacto sexual entre ellos. Pero aun debajo
de esta compatibilidad superficial se descubren a veces cier­
tas ambivalencias, hostilidades y angustias ocultas, que se
actualizan en el lecho conyugal y que pueden ejercer un efecto
devastador sobre el funcionamiento sexual de uno o ambos
cónyuges. La pareja no suele vislumbrar las sutiles fuerzas
que la han separado y que han destruido su sexualidad.

Discordia marital. Causas y efectos

¿Por qué los miembros de una pareja se destruyen mutua­


mente la sexualidad? Y exactamente ¡cómo lo logran? El sis­
tema conyugal, la tensión y la dinámica entre los esposos y
sus respectivos papeles y expectativas tienen la capacidad de
evocar respuestas tanto positivas como negativas en el otro.
Entre las emociones neuróticas y destructivas engendradas
por las relaciones que se suelen ver en la praxis clínica) son
dos las que se llevan la palma: 1 ) la hostilidad y la ira rebelde
contra el compañero, y2) el temor al rechazo o al abandono.
LA RELACIÓN. CAUSAS DIÁDICAS DE LAS D!Sl'UNC!ONES SEXUALES 237

Ambas suelen estar vinculadas entre sí. Las parejas no suelen


ser conscientes de que es su asociación la que ha engendrado
estos sentimientos y no ven clara la conducta destructiva que
motivan. Durante la terapia sexual es muy importante que la
pareja tome conciencia de estas emociones, porque ambas
actitudes son muy noc;.ivas para la sexualidad. Es muy difí­
cil que una mujer responda sexualmente al hombre que
odia, o que se olvide de él y se abandone a la respuesta sexual
siteme que la rechace por no satisfacerle.
En la literatura sobre terapia familiar y marital se han des­
crito numerosas dinámicas de discordia conyugal, en todas
las cuales intervienen la cólera hacia el compañero o el mie­
do al abandono, o ambos. Entre dichas dinámicas figuran la
incapacidad de crear una confianza e intimidad mutuas, así
como las transferencias parentales neuróticas que reflejan
conflictos infantiles no resueltos. Relacionadas con lo ante­
rior están las luchas inconscientes de poder. Otra fuente de
dificultades son las decepciones «contractuales», que se ba­
san en expectativas poco realistas respecto al matrimonio y
al compañero. Finalmente, los problemas dentro del sistema
marital pueden ser agravados y cronificados por diversas di­
ficultades de comunicación.
Es muy importante que el terapeuta sexual adquiera una
comprensión profunda de estas transacciones maritales pa­
tológicas, porque contribuyen frecuentemente a las disfun­
ciones sexuales y pueden presentar serios obstáculos a la te­
rapia. A una mujer que se siente insegura con su marido y
que no se da cuenta de la importancia que tiene para él, es
probable que le cueste mucho abandonarse lo suficiente al
contacto erótico como para gozar del orgasmo. Por su parte,
el hombre que se encoleriza cuando piensa que su mujer in­
tenta dominarle puede tener dificultades en la erección
cuando ella le pida hacer el amor.
No entra dentro de los objetivos de este libro el dar una
descripción detallada del área tan compleja de la dinámica
238 11. ET!OLOGfA

de las transacciones maritales anómalas. Sin embargo) debí�


do a la inmensa importancia de este tema para la terapia se­
xual, mencionaremos algunos de los factores dinámicos con
los que nos solemos encontrar con más frecuencia en los sis­
temas conyugales discordantes.

Transferencias

Buena parte de la cólera y del temor de abandono que carac­


terizan a muchas relaciones maritales no es tanto el produc­·
to de la realidad concreta del «aquí y ahora» como de la re-
creación de viejos problemas y relaciones familiares dentro
del marco del matrimonio.
Hasta cierto punto, todo el mundo hace de padre frente al
compañero. La mujer espera que el marido-padre la cuide y
haga por ella las cosas que le dan miedo, ye! hombre se rebela
como un adolescente contra las exigencias de su esposa-ma­
dre. Dentro de ciertoslímites es normal y saludable recapitu­
lar de adultos algunas de las satisfacciones e intimidades
emocionales de nuestra infancia. Pero esta tendencia contiene
también la semilla de graves problemas. Los antiguos tabúes
del incesto pueden constreñir la respuesta sexual con el com­
pañero, de la misma manera que antaño inhibieron la res­
puesta hacia la madre o el padre. Los conflictos edípicos no
resueltos pueden evocar celos y posesividad respecto al otro,
de forma muy parecida a las rivalidades entre hermanos y los
deseos de una atención exclusiva por parte del padre o madre
durante la infancia. Las transferencias parentales hacia el
otro producen temores de abandono, y una dependencia y
exigencias excesivas. Algunas personas sufren una regresión
dentro de la relación marital y se comportan como «buenos
chicos y chicas», so pena de que les abandone el padre o la
madre cónyuge. Es frecuente que una persona que no ha re­
suelto sus vinculaciones infantiles con sus padres comience a
LA RELACIÓN. CAUSAS DIÁDICAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES
2�9
ebelarse como un adolescente contra el control y la auton-
'. dad de su esposo (o esposa). La hostilidad, la ansiedad y la
infelicidad pueden ser el fruto de una relación marital que se
halla demasiado marcada por transferencias infantiles neu­
róticas y no resueltas, especialmente en la medida en que esas
transferencias no son conscientes para la pareja.

Falta de confianza

Para asegurar unas relaciones sexuales satisfactorias es pre­


ciso mantener una relación amorosa confiada. En la mujer,
los requisitos necesarios para que se abandone al placer se­
xual son la confianza en que el compañero satisfará sus ne­
cesidades (sobre todo las de dependencia), y la seguridad de
que la cuidará, se responsabilizará de ella, no la abandonará
y le será fiel.
En efecto, datos recientes indican que la confianza puede
ser uno de los factores más importantes que determinan la
capacidad orgásmica en las mujeres. .
Las transferencias parentales negativas no resueltas supo­
nen un impedimento para la formación de una relación ba­
sada en la confianza mutua, incluso cuando no hay razones
objetivas para desconfiar, pues el prototipo de las relacio­
nes objetales posteriores se forja en el seno de las relaciones
padres-hijo. Si de niña nunca se sintió segura del amor de su
padre, si él se mostraba distante y frío si no podía contar con la
aceptación de él, si los regalos que le hacía a su hija eran pu­
ramente accidentales y dependían sólo del deseo de salir del
paso, es muy probable que responda con unas actitudes simi­
lares ante el marido. Y al no confiar en él, es probable que pa­
dezca de dificultades sexuales, porque se preocupará más por
complacerle y servirle que por experimentar ella misma el pla­
cer sexual en la unión erótica. Su estado de alerta ante los de­
seos de él puede interferir con su capacidad de abandonarse.
240

Algunas relaciones no fomentan en realidad nada la con­

:
fianza. Si un hombre frustra las necesidades de dependenci
de su compañera, o si hace que el satisfacerlas dependa d
una actitud de complacencia y sumisión por parte de ella, 0
si hace que se sienta siempre insegura, le será muy difícil a
ella entregarse a una unión sexual sin una actitud de cau�
tela. De la misma forma, la frustración y la cólera de un
hombre ante la falta de amor y la irresponsividad de su mu­
jer, es probable que dificulten su respuesta sexual. En la
práctica clínica es muy frecuente detectar la falta de confian­
za como factor significativo en las disfunciones sexuales.
Hemos mencionado ya la importancia etiológica de la an­
siedad de ejecución en las anomalías sexuales. Y es que esa
ansiedad tiene mucho que ver con la confianza. Cuando uno
tiene confianza en que el otro le comprende, no le va a recha­
zar ni humillar, disminuye enormemente el temor al fracaso
sexual. Por el contrario, si no hay confianza en el compañe­
ro, si la persona prevé que un rendimiento sexual no del
todo perfecto va a tropezar con una respuesta hostil, catas­
trófica o de -rechazo) el fracaso sexual será extraordinaria­
mente traumático y puede hasta evocar una reacción para­
noide. Es decir, el temor al fracaso, si bien tiene raíces
intrapsíquicas, debe ser considerado dentro del contexto de
la relación en que se produce.

Luchas de poder

Íntimamente relacionadas con las transferencias infantiles


(de las que a menudo son producto), están las violentas lu­
chas de poder que se entablan en algunas parejas. Aunque a
menudo inconscientes de este hecho, cada uno de los cónyu­
ges se halla dominado por la necesidad de controlar al otro o
de evitar el ser dominado. Estas luchas pueden movilizar
una gran dosis de cólera y de furor. Cuando la lucha se con-
LA RELACIÓN. CAUSAS DJ;\D!CAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 24J

vierte en tema dominante en la relación de una pareja, pasan


a ser secundarios otros objetivos vitales importantes. Para el
hombre inconsciente de esta prioridad neurótica, es más
importante frustrar a su mujer dominadora que ganar dine­
ro, ser atractivo o tener buenas erecciones. Destruirá y olvi­
dará todas estas cosas con tal de triunfar sobre la mujer. La
capacidad de entregarse sexualmente al otro puede conver­
tirse en un símbolo de rendición. No es sorprendente que
una mujer sea incapaz de alcanzar el orgasmo cuando el or­
gasmo representa inconscientemente la sumisión a su
padre-marido. Inconscientemente, pues, preferirá prescin­
dir del placer del orgasmo antes que satisfacer a su «enemi­
go». La motivación de las luchas de poder, así como la cólera
que engendra y sus efectos destructivos sobre ambos indivi­
duos, suelen actuar sin que la pareja se dé cuenta. Lo cual ex­
plica en parte la tenacidad de esta pauta de conducta, a pesar
del daño que produce. La interpretación, aclaración y
resolución de tales transacciones constituye una fase impor­
tante de la terapia conjunta, porque cuando estas luchas son
intensas imposibilitan una relación sexual basada en el pla­
cer y en la generosidad mutua.
El concepto de que los estados infantiles del ego, las trans­
ferencias parentales y las luchas de poder regulan muchas de
las interacciones humanas tiene su origen en la teoría psi­
coanalítica. Este concepto ha sido elaborado y refinado últi­
mamente por el análisis transaccional, que considera que la
vida del paciente se halla guiada por normas inconscientes,
adquiridas a través de imposiciones parentales en los pri­
meros años de la infancia. Estas imposiciones parentales
pueden ejercer un efecto poderoso sobre la vida entera del
paciente. Inconscientemente, el individuo tiende a adaptarse
a la norma. La función sexual podría hallarse específicamen­
te afectada si la persona en cuestión se adapta inconsciente­
mente a mandamientos infantiles del tipo: «Ninguna mujer
te querrá», «No debes», «Irás al infierno silo haces», etc.

-----�-----,____
. -
· · -
242 ll. ET!OtOG¡,i.

El análisis transaccional consiste en analizar las transá .


ciones del paciente y proporcionarle un medio terapéutico
donde pueda dejar que sea el «adulto racional», y no el «niñ
n:
irracional», el que regule su vida, su matrimonio y su activ
dad sexual. La persona, una vez curada, no seguirá ya la im­

posición parental destructiva para {<probar» que <�yo nb debe­
ría hacer tal cosa», sino que dejará que su yo adulto decida que
el sexo es un placer cuando no hace daño a nadie, con lo cual
podrá funcionar idóneamente en las situaciones apropiadas.
Todos los sexólogos trabajan de alguna manera con las
transacciones maritales. En lo que difieren es en los con­
ceptos que presiden sus intervenciones terapéuticas. Hay
quienes emplean el concepto freudiano de la transferencia,
mientras que muchos otros utilizan modificaciones de los
enfoques psicoanalíticos tradicionales, como, por ejemplo)
el análisis transaccional o los métodos de terapia conyugal
conjunta.

Decepciones contractuales

El concepto de «contrato matrimonial» ha surgido en el


seno de la terapia marital conjunta y suele ser útil para com­
prender y resolver las hostilidades y las ansiedades que se
oponen a un buen funcionamiento sexual. Cuando nos ca­
samos, firmamos, psicológicamente hablando, una especie
de contrato matrimonial: «amarnos, honrar y obedecer al
cónyuge, hasta que la muerte nos separe». En cuanto a algu­
nas de las cláusulas, el acuerdo es consciente por parte de los
cónyuges: tú te encargas de la parte financiera) yo 1ne res�
ponsabilizo de la casa y de los niños; tú me consigues presti­
gio y poder y bienes materiales y yo me someto a ti, te cuido
y antepongo a todo tus necesidades.
Sin embargo, la mayor parte de las cláusulas son de na­
turaleza implícita e inconsciente. Por ejemplo, la conducta
9• LA RELACIÓN. CAUSAS DlÁOJCAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 243

de una pareja podría estar presidida por ciertos sobrenten­


didos, como, por ejemplo: «Yo te ayudaré a funcionar se­
xualmente, aunque estés aterrorizado y seas vulnerable; a
cambio tu satisfarás mis necesidades de dependencia y nunca
me abandonarás. (Si me haces sentirme insegura, te castra­
ré) »; o bien: «Te compraré muchas cosas bonitas y me ocu­
paré de ti; a cambio, yo seré para ti lo primero en todo. (Si ha­
ces que me sienta celoso, te quitaré todo lo que te he dado)».
Ninguno de Jos cónyuges es consciente de estos acuerdos
y, sin embargo, estos contratos inconscientes definen el sis­
tema conyugal y son un determinante conspicuo de la con­
ducta de la pareja. Cuando el contrato funciona bien, el ma­
trimonio es feliz. Los problemas surgen cuando las cláusulas
son contradictorias o imposibles de cumplir. El motivo pue­
de ser que el contrato sólo se halle presente en la mente de
uno de los cónyuges, mientras que el otro es inconsciente
de ello, o que las dos partes incumplan los términos del con­
trato, por varias razones: porque son poco realistas, por las
limitaciones emocionales o intelectuales de uno de los com­
pañeros o por la hostilidad y la ansiedad de cualquiera de los
dos. Cuando uno de los compañeros cumple el contrato,
pero no recibe nada a cambio, puede que se sienta encoleri­
zado y deprimido sin comprender con claridad el origen ni
la intensidad de sus reacciones.
En un caso que vino a la consulta por un problema sexual,
el marido, cuya madre había sido una persona fría, distante
y poco afectiva, intentaba que su mujer se comportara de
manera diferente a base de ser el prototipo de marido gene­
roso y sacrificado. Él cumplía su parte del contrato: «Me
hago completamente responsable de ti y de Jos niños; no ten­
drás que preocuparte de nada. Yo te daré todo lo que tú qnie­
ras; a cambio, tú tendrás que satisfacer mis necesidades de
dependencia, me amarás y estarás siempre a mi disposición
sexualmente; no me negarás nada)>. La mujer, ignorante de la
existencia de ese «contrato)>, amaba a su marido, pero se
244

mostraba cohibida y envarada en su sexualidad. Por lo tan. !


to, era incapaz de darle placer sexual «por encargo». Lo qu

ella quería y necesitaba era una relación sexual lenta y rela
jada. Su resistencia a las demandas de disponibilidad per.
manente la expresaba sintiendo cosquillas y mostrándose
esquiva cuando él int.intaba aproximarse a ella. Esto hacía
que él se encolerizase, porque interpretaba inconsciente�
mente esta respuesta como una actitud de distancia y de re�
serva, lo cual imponía una tensión intolerable sobre su rela�
ción. Esta dinámica tuvimos que aclararla antes de poder
avanzar en la terapia sexual.

Sabotaje sexual

Las interacciones maritales hostiles, las transferenCias y las


luchas de poder, tal como las hemos descrito, puede que
produzcan o no dificultades sexuales. La respuesta sexual
de algunas personas y parejas es sorprendentemente inmu­
ne a los aspectos negativos de su relación maritat siendo
capaces de gozar de una relación sexual maravillosa en me­
dio de luchas de poder, transferencias infantiles y desenga­
ños contractuales. Su sexualidad se halla relativamente in­
mune a las interacciones negativas simplemente porque
disponen de excelentes defensas. Hay parejas que se destru­
yen en otros aspectos pero no dirimen sus diferencias en la
cama. En muchas otras relaciones sin embargo la disarmo­
nía marital se cobra su tributo a costa de la sexualidad de la
pareja, por lo cual es necesario tenerlo en cuenta durante el
tratamiento.
Una pregunta que debe hacerse siempre el terapeuta es
esta: ¿cuál es el mecanismo por el que una discordia marital
se transforma en una dificultad sexual?, o ¿exactamente
cómo castra la mujer castrante? En otras palabras ¿cuáles
son las causas inmediatas de la disfunción sexual produci-
9, LA RELACIÓN. CAUSAS .DIÁDICAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 245

das por las luchas couyugales y cuál es su relación con la dis­


función sexual? La pregunta es crucial, porque cuando la
eliminación de la disfunción sexual es el objetivo primario
del tratamiento, el terapeuta interviene, en primer término,
para modificar las causas inmediatamente operativas del
problema, y sólo trabaja con las dificultades maritales más
profundas en la medida en que éstas presenten obstáculos
específicos para el funcionamiento sexual, para la terapia o
amenacen con provocar una recaída. .
A veces es simplemente la cólera, la rabia o el temor ante el
compañero lo que inhibe la respuesta sexual. En otros casos se
emplea un amplio espectro de maniobras de sabotaje sexual,
tratándose sobre todo de «cónyuges ambivalentes». El tera­
peuta debe mantenerse alerta ante estos sabotajes, porque di­
ficultan directamente la respuesta sexual; deben ser identifi­
cados y modificados por la pareja antes de que se pueda
producir y mantener una mejora del funcionamiento sexual.
En esencia cabe decir que en todas las relaciones sexuales
deficientes uno de los miembros está impidiendo que florez­
ca la expresión sexual del otro: castiga, desalienta, frustra y
mina sutilmente la confianza sexual del otro, y lo hace ade­
más de una manera encubierta, es decir, no reconocida ni
detectada por ninguno de los dos. Estos enemigos ocultos
son a veces extraordinariamente sensibles a las necesidades
y a los talones de Aquiles del otro, y utilizan ese conocimien­
to para «castran> de una manera eficaz. El sabotaje sexual no
es algo que esté a la vista, sino una maniobra sutil e ignorada
por ambos. He aquí algunos tipos de sabotajes sexuales muy
astutos que se observan a menudo en la praxis clínica:
l. Presión y tensión: El amante seductor crea con esmero
un ambiente de relajación y promueve la autoestima en el
compañero. Una manera excelente de destruir la sexualidad
consiste en hacer justamente lo opuesto, es decir, crear un am­
biente de presión y de tensión antes de hacer el amor. Hayper­
sonas que justo antes de hacer el amor empiezan a reñir, se po-

246 ll. ET!OLOGIA
'
nen exigentes, critican e insultan al otro, o sacan temas de con�
versación que provocan angustia, como, por ejemplo, proble�
mas económicos. Otras veces uno dirá con toda inocencia: «Te
estás poniendo gordo>>, o: «Está bien, pero piensa que los niños
están al llegar. Habráque estar un poco pendientes».
Otros métodos eficaces de presionar al compañero, de
manera que no pueda funcionar sexualmente� son: exigir
antes, o mejor aún, durante el acto un buen rendimiento se�
xual; dar a entender al marido que se espera de él una erec­
ción al instante; rebajarle (a él o a ella) sexualmente; exigirle
a ella que responda rápidamente; insistir en que el orgasmo
que se produce en el coito es el único aceptable; indicar que
él o que ella no está siendo agradable, pero sin decir qué es lo
que sería de su agrado. Una táctica antisexual especialmente
eficaz consiste en decir algo que irrite al compañero o que
movilice su temor a ser abandonado.
2. Don de la inoportunidad: Los grandes amantes son
exquisitamente sensibles a los deseos del compañero. Por el
contrario, posponer el sexo cuando al compañero le apetece
y exigirlo cuando ya no está a tono puede ser nefasto. Siem­
pre que el marido quiere hacer el amor, la mujer se halla can­
sada o tiene que terminar una serie de cosas (lavar los platos)
llamar por teléfono o atender a los niños). Pero si él está can­
sado, ha bebido más de la cuenta o está preocupado por sus
negocios, entonces ella se pone tierna y le pide hacer el amor.
A uno de nuestros pacientes no se le ocurrió nada mejor que
bajar al almacén a comprar una cosa cuando la mujer le es­
taba esperando en la cama) perfumada y bañada) con ganas
de hacer el amor. Nada tiene de extraño que al volver, una
hora después, y decir: «Bueno, querida, ya está», se encon­
trase con que ella ya no se sentía tan romántica.
3. Hacerse repulsivo: La persona que quiere hacer una
conquista romántica intenta a toda costa ser sexy. Se somete
a dieta, hace ejercicio, utiliza desodorantes, va a la peluque­
ría, se limpia los dientes, se viste bien, se maquilla, etc., con
?. u. RELACIÓN. CAUSAS DlAD!CAS DE LAS OISFUNC!ONES SEXUALES 247

tal de hacerse atractivo ante el amante. El polo opuesto es la


se­
persona que destruye inconscientemente su atractivo
xual: engordan, fuman puros pestilentes, no se bañan o, en
un nivel más sutil, se mueven de una manera rígida y no sen­
sual y hablan con tonos desabridos. No es extraño que un
hombre sea impotente si se mete en la cama con una señora
que es obesa, grasienta,maloliente y sucia, que no se ha lim­
piado los dientes pero que en cambio ha tenido tiempo de
ponerse los rulos.
Las personas no suelen estar en contacto con este tipo de
dinámica. A lo largo de la terapia, el enfrentarse con la ten­
dencia del paciente a destruir su propio atractivo sexual es
un tema delicado que puede poner en guardia los mecanis­
mos de defensa del paciente, a menos que utilicemos una
gran sensibilidad.
4. Frustrar los deseos sexuales del compañero: La frus­
tración de los deseos sexuales es el reverso de la seducción.
El compañero «Saboteador» es muy sensible a lo que el otro
deseay, por tanto, lo retiene. Suele utilizar para ello la excusa
de que la actividad que el otro desea provoca demasiada an­
siedad, es desagradable o inmoral. He aquí unos cuantos
ejemplos:
A él le gusta que ella mueva las caderas -ella permanece
inmóvil.
Él necesita sentirse amado y deseado -ella está cansada y
se acuesta con él para «hacerle un favor)),
A ella le gusta moverse mucho -él la atenaza.
A él le excita tocarle los pechos -ella se queja de que le
hace cosquillas y no soporta que le toque los pechos.
A ella le excita que él le acaricie los pechos -él no quiere
tomarse la molestia y afirma de una manera implícita que
sus senos no son atractivos.
A ella le gusta hablar con él un poco para relajarse antes de
hacer el amor -él pasa a la acción inmediatamente, sin pro­
nunciar palabra.
248 11· ET!otocr,1 .,
¡
Ella odia la televisión -a él, en cambio, le gusta verla ánte
¡

s
de hacer el amor.
Ella necesita y desea la estirnulación clitoridea -él afirrn
que ninguna de las mujeres con las que se ha acostado lo ne
cesitaba*.

A él le gusta experimentar -ella piensa que todo lo que no
sea la postura «ortodt:ixa» es perversión.
Ella se siente muy excitada por el contacto oral -a él le re­
pugna el olor de los genitales femeninos.
Él desea gozar del sexo oralmente -a ella le repugna la
gota de secreción o «se pone enferma» si se traga el semen.
Él tiene sus mejores erecciones por lamañana -ella insiste
en que deben hacerlo solamente por la noche.
A él le gustaría intentar la estirnulación anal -ella se siente
horrorizada ante la idea.
Estas interacciones frustrantes pueden reflejar una honda
hostilidad que hay que resolver, al menos en parte, en el tra­
tamiento de los problemas sexuales. Sin embargo, no todas
las transacciones sexualmerite destructoras son una expre­
sión de hostilidad hacia el compañero, aunque podríamos
adscribirlas incorrectamente a esto. La conducta de sabotaje
es muchas veces consecuencia de los problemas intrapsíqui­
cos dela persona y/o de su ansiedad e inseguridad acerca de
su funcionamiento sexual. Por ejemplo, el hombre que bajó
al almacén no intentaba frustrar conscientemente a su mu­
jer. Lo único que hacía era evitar el sexo, porque se sentía
preocupado por su impotencia. De la misma manera, un
eyaculador precoz puede que sea harto expeditivo en los
preliminares, pero no por una lucha de poder con su mujer,
sino simplemente porque terne que al tocarla se excite tanto
que pierda el control sobre su eyaculación.

* El comentario de un paciente cada vez que su mujer le pedía que ie

estimulara el clítoris, era: «¿Pero es que tengo que volver otra vez a to·
car ese botoncito?».
R!'.LAC!óN. CAUSAS DJ,\DJCAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 249

Cuando las interacciones sexuales son destructoras e in­


eficaces debido no a motivaciones hostiles hacia el otro) sino
ala ansiedad y a la inseguridad de uno mismo, es importan­
te interpretar este dato ante la pareja. El captar con claridad
que la negligencia de ella respecto a su apariencia procede de
sus propias ansiedades, y;.no siempre de una hostilidad hacia
él, contribuye no poco a promocionar la comprensión y la
intimidad entre los cónyuges y a hacer que intervengan de
una manera más activa en el proceso terapéutico.

Fra caso en la comunicación

Se ha dicho antes que una comunicación deficiente suele


contribuir a las dificultades sexuales y perpetuarlas. Para ser
buenos amantes, cada cual ha de saber qué es lo que le excita
al otro, qué es lo que le desagrada y en qué momento de la
respuesta sexual se halla al hacer el amor. Las parejas con
disfunciones sexuales suelen mostrar un nivel de comunica­
ción insatisfactorio a este respecto. Más bien navegan en la
oscuridad y, lo que es más letal, se orientan por premisas fal­
sas con respecto a la respuesta sexual del compañero.
Tales dificultades de comunicación pueden surgir de va­
rias causas. Generalmente provienen de actitudes de ver­
güenza y de culpabilidad, culturalmente inducidas. En estos
casos bastará una interpretación sencilla para elevar el nivel
de comunicación a las cotas de intimidad y libertad desea­
das.
Otras veces la incapacidad para comunicarse radica pro­
fundamente en la relación. Estas parejas suelen presentar di­
ficultades de comunicación de tipo general, y la falta de
franqueza en el terreno sexual no es sino parte de un pro­
blema más amplio. Una mujer que teme profundamente el
rechazo no puede, por tanto, expresar sus necesidades de
una estimulación clitoridea más intensa porque teme que va
250 !l. ET!OtOGf
A

a tropezar con el desagrado de su marido. Las luchas de p


der entre la pareja puede movilizar sentimientos paranoid0
_

s
cuando el hombre tiene que jugar siempre el papel del é¡¡j;
y el triunfo y no puede admitir ningún signo de «debilidad>�
Lo más probable es que evite el sexo y rechace a su mujer, e�
lugar de compartir abjertamente con ella sus preocupacio
­
nes acerca de sus eyaculaciones incontrolables. En tales ca­
sos el terapeuta tiene que estar preparado para trabajar tera­
péuticamente con la pareja, a fin de identificar y resolver
por lo menos en parte, ciertos problemas generales del siste'.
ma marital que impiden una comunicación franca.
La terapia sexual no puede ser eficaz a menos que exista
una expresión abierta, sensible y genuina de los sentimien­
tos en el terreno de la intimidad y de los asuntos sexuales y a
menos que ambas partes acepten cualquier sugerencia ho­
nesta. A veces es posible cubrir este objetivo mediante méto­
dos muy sencillos, enfrentando a la pareja con el hecho de su
deficiente comunicación y dándole un ejemplo de sinceri­
dad y ausencia de mecanismos de defensa en lo que atañe a
los asuntos sexuales. También es útil conseguir que la pareja
inicie un diálogo y establezca una corriente de empatía en
las sesiones conjuntas. Otras veces hay que ocuparse prime­
ro de problemas diádicos más básicos, del tipo que hemos
discutido más arriba, antes de que se pueda establecer una
comunicación sincera y abierta. En estos casos debemos
aclarar y resolver las dificultades transaccionales más pro­
fundas de la pareja para que la terapia sexual tenga éxito.

Tratamiento de problemas diádicos

La terapia sexual se basa) en gran medida, en el concepto de


que las dificultades sexuales brotan a menudo directamente
de un sistema sexual dest:i;uctivo. La intervención terapéuti­
ca debe centrarse, por tanto, en el intento de cambiar las
LA RELACIÓN. CAUSAS DIÁDICAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 251

transacciones y comunicaciones sexuales patógenas que


destruyen directamente la relación sexual de la pareja.
En las sesiones conjuntas se emplean muchas de las téc­
nicas inventadas por la terapia marital y familiar. Yo trabajo
con ambos cónyuges a la vez, observo sus interacciones y
permanezco alerta ante cualquier signo de dinámica tran­
saccional, patógena e iñconsciente, del género que hemos
mencionado antes. Interpretamos estas interacciones y las
sometemos a tratamiento a lo largo del proceso terapéutico.
Las técnicas y conceptos son similares a los de la terapia ma­
rital, pero hay diferencias importantes. La armonía marital
no garantiza la normalidad sexual. Hay muchas parejas que
se aman y en las cuales no se da ninguna disarmonía aparen­
te, pero que presentan, sin embargo, dificultades sexuales; y
hay parejas que no se llevan bieu, pero que funcionan se­
xualmente de una manera satisfactoria. Una resolución de
las dificultades conyugales no cura invariable ni automática­
mente los síntomas sexuales. La cura de las disfunciones se­
xuales comporta una intervención en la conducta sexual pa­
tológica específica de la pareja, lo cual exige a veces, pero no
siempre, trabajar con problemas de relación más profundos.
El objetivo del tratamiento sexual consiste en curar las di­
ficultades sexuales, mientras que el de la terapia conyugal es
más amplio e incluye un cambio más extenso de la dinámica
transaccional que yace en las raíces de las dificultades de la
pareja. Esto es, mientras que el terapeuta especializado en
matrimonios cubre un campo muy ancho, al terapeuta se­
xual le interesa, ante todo, modificar los factores específicos
del sistema sexual que deterioran la adecuación erótica: la
falta de una comunicación auténtica sobre los sentimientos
eróticos, los sabotajes sexuales, las interacciones sexuales
ineficaces, las distorsiones paranoides sobre el funciona­
miento sexual y la utilización del sexo al servicio de las lu­
chas por el poder en el matrimonio; todo esto debe ser mo­
dificado para que la pareja funcione sexualmente bien.
252
-,'f::D
u. ET!otocrr,

La curación de un problema sexual se consigue a vece


con una intervención que se limita a modificar ciertas co
municaciones e interacciones sexuales específicas. En otros

casos) las transacciones sexualmente patógenas son expre­
sión de una patología transaccional más profunda que ex.
cluye el éxito de técnicas más sencillas.
El terapeuta intentircurar la disfunción del paciente de la
manera más sencilla y económica que sea compatible con
unos resultados permanentes y satisfactorios, pero también
está preparado para intervenciones más complejas y exten.
sas si es necesario. El procedimiento, pues, consiste en ini­
ciar la terapia mediante la prescripción de una serie de inte­
racciones sexuales encaminadas a modificar directamente el
sistema sexual negativo que había seguido hasta entonces la
pareja. A veces estas experiencias provocan resistencias y
despiertan obstáculos que revelan la presencia de problemas
más profundos. Cuando emergen estas resistencias, se ve cla­
ramente que las técnicas terapéuticas experienciales no son
suficientes para resolver la dificultad, y que es preciso, por
tanto) trabajar con la infraestructura del sistema conyugal.
En muchos casos es posible «soslayar» los problemas con­
yugales. Se identifican los puntos nodales del conflicto y se
encomienda a la pareja la responsabilidad de «mantenerlos
fuera del dormitorio» hasta llegar a la resolución final: «Pue­
den escoger entre pelearse o hacer el amor esta noche. Pero
no intenten hacer ambas cosas, porque no saldrá bien». En
otras ocasiones, no basta con aislar el problema: el trata.
miento no puede avanzar hasta que se consigue una resolu�
ción más radical de los problemas de interacción. En estos
casos hay que intentar resolver las dificultades conyugales de
alcance más general. El siguiente caso muestra la secuencia
de cambio desde estrategias terapéuticas limitadas a modi­
ficar el sistema sexual a otras encaminadas a resolver los
problemas más profundos dentro del sistema conyugal, que
contribuían a la disfunción sexual.

..
)
CAUSAS DIÁDICAS DE l.AS DlSl'UNCIONES SEXUALES 253

CASO 6. Impotencia asociada a problemas en la relación marital

El analista del marido nos envió a la pareja para tratar la impo­


tencia de él. La conducta del paciente había estado presidida, de
l.lila manera significativa, por lo que parecía ser un clásico conflicto
edípico que le había llevado a adoptar una conducta tímida y pasi­
va ante la vida. Varios años de terapia habían revelado este proble­
ma y hasta cierto punto, lo lmbían resuelto. Su pasividad defensiva
y su aquiescencia, que se habían manifestado en los negocios y en
las relaciones con las mujeres, mejoraron sobremanera. Pero su
impotencia, que le había destrozado toda su vida sexual, no había
sido curada por el análisis. Lo cual no era nada extraño, porque las
transacciones sexuales entre la pareja estaban planteadas de tal for­
ma que el marido se sentía presionado y la mujer rechazada,
El paciente era un hombre de 40 años de edad y se había casado
siete años antes. Su mujer tenía 35 años. Era una persona grande,
activa, magnánima, y sexualmente mu'f libre y responsiva. No pre­
sentaba dificultades sexuales, y gozaba de múltiples orgasmos en
casi todas las ocasiones. Había tenido muchos amantes con ante­
rioridad a su matrimonio. En efecto, él se había casado con ella sa­
biendo que era muy abierta desde el punto de vista sexual y, ade­
más, con la esperanza secreta de que su apertura en este sentido
aumentaría su sexualidad. Pero las expectativas no se cumplieron.
En efecto, al principio del matrimonio él alcanzaba a veces la erec­
ción en los juegos preliminares. Acostumbraba entonces introdu­
cir el pene rápidamente. Pero casi sin excepción alguna, perdía la
erección. Se retiraba y se masturbaba hasta que volvía a presentarse
la erección. Entonces volvía a introducir el pene rápidamente y
eyaculaba. La reacción de la mujer ante esta conducta era de ofensa
yfrustración. Interpretaba su disfunción como un signo de que no
la encontraba atractiva. Poco a poco la frecuencia de contacto se­
xual pasó a una vez cada ocho o diez semanas.
El problema sexual ejercía un efecto muy destructivo sobre el
matrimonio. Antes de acudir a la consulta, la pareja se había sepa­
rado durante seis meses. Se echaban mucho de menos, y por eso se
reconciliaron y buscaron ayuda.
La exploración reveló que el marido era enormemente sensible
alas críticas y al rechazo. Cualquier comentario negativo o incluso
la expectativa de. una crítica le producía una crisis emocional que le
llenaba de ansiedad y, como era de esperar, eliminaba instantánea-
.

254 n. ETioto
.

J--,:
.

mente sus erecciones. La relación se hallaba presidida en granp


. arte
por transferencias parentales mutuas. Ella se rebelaba cuando
se salía con la suya, y al mismo tiempo era muy sensible a una ac
tud de rechazo. Él se mostraba pasivo y sumiso ante ella, y era ta�
��

e�
bién muy vulnerable a la idea de ser rechazado por ella. Solía rea
cionar con temor, culpa y sumisión a sus demandas.

f
En la época en la que él solicitó un tratamiento se sentía y
completamente condiéionado por la expectativa de fracaso sexua
y ese temor se había convertido en una causa inmediata y primor:
dial de su impotencia. Para eliminar su ansiedad anticipatoria se
sugirió ala pareja un programa sexual típico, basado en la <<no exi�
gencia». Se prohibió el coito y se prescribieron una serie de ejerci­
cios sensuales y de estimulación genital «no exigentes». Aunque él
no debía eyacular> se sugirió que estimulara a la mujer hasta el or­
gasmo, de una manera clitoridea, para eliminar parte de las presio­
nes sobre la erección. Se les instruyó además para que se comuni­
caran con claridad y detalle todas sus reacciones y deseos sexuales.
Durante las sesiones el terapeuta exploraba con ellos sus temores
de rechazo, su susceptibilidad a la crítica y su mutua dependencia.
Ella comenzó a considerar la disfunción eréctil como una manifes­
tación de la ansiedad de él por complacerla y de su temor a perder­
la, y no, como había hecho antes, como un rechazo. Por consi­
guiente, se hizo más tolerante ante las dificultades de él y menos
exigente en cuanto a su rendimiento sexual.
La táctica obtuvo buenos resultados. La mujer cooperaba con
sensibilidad y con generosidad. Él comenzó a tener erecciones y
disminuyó su temor al fracaso. La pareja tuvo su primer contacto
sexual dos semanas después de haberse iniciado la terapia.
A esta altura del tratamiento aparecieron una serie de resisten�
cias. Estuvieron a punto de cancelar su quinta sesión debido a que,
según ellos, el último intento sexual había sido un «desastrei), Es­
tos «fracasosi> constituyen oportunidades terapéuticas valiosas, en
el sentido de que revelan una patología más profunda que hay que
tratar. En este caso la pareja había entablado una seria disputa
que, superficialmente> tenía que ver con un asunto de dinero. E!la
quería comprar nuevos muebles para el piso, y había pedido un
crédito que estaba dispuesta a deducir de su propio salario. Él se
negó y la llamó extravagante. La pareja intentó hacer el amor a la
mañana siguiente de la disputa, y él perdió rápidamente su erec­
ción al penetrar. Contrariamente a las instrucciones específicas de
9, LA
N. CAUSAS DIÁDICAS DE LAS D!SHJNC!ONES SEXUALES
RELAC!ó 255

que no debía exigirle realizar el acto sexual cuando él presentase


dificultades, ella insistió en hacer el amor y alcanzar el orgasmo
durante el coito.
Las causas inmediatas de este «fracaso» eran patentes y fueron
discutidas durante la sesión. Él no podía funcionar en un ambiente
de rechazo, de pugna y de amargura y, además, las exigencias de
cllahabían vuelto a bloquf,flr su respuesta sexual. La mujer había
expresado su hostilidad hacia él mediante una exigencia sexual que
sabía no podía cumplir él.
El incidente reveló una serie de problemas de la pareja, que con­
tinuarían ejerciendo un efecto destructor sobre la sexualidad a me­
nos que se resolvieran. Lo indicado era intervenir más allá del siste­
ma sexual específico, es decir, abordar las dificultades básicas de la
relación. Por tanto, el foco del tratamiento pasó del área estricta­
mente sexual a una relación matrimonial más amplia. Se les hizo
ver su excesiva sensibilidad a la crítica y su temor al abandono. Se
les señaló que reaccionaban como si cada uno de ellos fuese el pa­
dre o la madre del otro. Él/ella regresaba a una indefensión teme­
rosa y colérica cada vez que experimentaba la desaprobación del
otro. La respuesta sexual de ella era menos vulnerable que la de él,
pero su dinámica inconsciente era similar.
La propuesta de comprar muebles nuevos expresaba su deseo de
comenzar juntos una vida nueva y hacer que ese hogar fuese her­
moso y confortable. Ella estaba dispuesta a asumir la entera res­
ponsabilidad económica de esa compra. Él, por el contrario, sentía
esto como una exigencia con la que no podía enfrentarse. Se sentía
culpable e inepto por no disponer de dinero para pagar esos nue­
vos objetos que, por supuesto, él también quería. Por tanto, adoptó
una postura de negación defensiva. Ella vio en esa negativa un re­
chazo por parte de él, rechazo que quedó exponenciado en su men­
te por el posterior fracaso sexual: <(No me quiere dar nada, ni si­
quiera sexo». No veía con claridad que estaba iracunda y que su
conducta de sabotaje y de exigencia había precipitado el episodio
del fracaso en la erección.
En otro nivel, él se sentía culpable por no cumplir su parte del
«contrato» matrimonial, a saber, cuidar de ella y satisfacer sus ne­
cesidades materiales a cambio de su ayuda en el funcionamiento
sexual. Por tanto, anticipó inconscientemente el rechazo y sintió,
también en un nivel inconsciente, que no merecía gozar de la se­
xualidad.
256 H.
-

ETJOtoc¡,\
-,.
1

:.�
En ese momento prohibimos a la pareja el acto sexual, aunque
les prescribió una estimulación placentera y extragenital. El mo
1
vo de esta prohibición era impedir que realizaran otra vez el act


sexual en un ambiente emocional muy cargado y evitar así al mar
do el peligro potencial de nuevos fracasos que podían minar s
confianza y engendrar temores de fracaso sexual, empeorando
su problema. _

Durante las sesiones terapéuticas, que fueron realizadas conjun�


tamente con ambos esposos, se interpretó y analizó esta dinámica
general. Además, se hizo hincapié en la vulnerabilidad sexual de él
ante este tipo de situaciones. Cuando la pareja adquirió un insight
suficiente como para no trasladar sus dificultades a la c.:1ma, les au­
torizamos para reanudar la actividad sexual. A partir de entonces
la pareja evolucionó muy bien. Durante el año que duró el segui­
miento tenían relaciones sexuales satisfactorias una o dos veces por
semana. De vez en cuando hay algún episodio de impotencia. Pero
la pareja no se rasga ya las vestiduras sino que intenta detectar la ra­
zón. I-Ian aprendido a mantenerse alerta y a no sabotear la sexuali­
dad del otro.

Este caso ejemplifica el uso integrado de las técnicas tera­


péuticas experienciales interpretativas que se emplean en la
terapia sexual y que se describirán con detalle en el Área si­
guiente. Pero también pone de relieve otros principios im­
portantes.
En primer lugar, el objetivo inicial del tratamiento con­
sistía en cambiar el ambiente sexual, en el sentido de elimi­
nar las presiones y exigencias del sistema que impedían el
normal funcionamiento sexual de esta persona tan sensi­
ble. La táctica funcionó, pero sólo durante un tiempo. Las
dificultades más profundas de la relación, las transferencias
mutuas y los desengaños contractuales eran de tal clase
que terminaron creando tensión y sentimientos de recha­
zo. Solamente después de haberse resuelto los problemas
diádicos más profundos, se relajó el ambiente sexual lo
suficiente como para establecer unas relaciones sexuales
normales.
9. LA RELACIÓN. CAUSAS D!AD!CAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES 257

El segundo punto es teorético y demuestra que no existe


u dicotomía real entre las causas intrapsíquicas y transac­
na
cionales de las dificultades sexuales. Representan simple­
mente niveles distintos y complementarios de descripción
de fenómenos idénticos. En muchos casos (como en el ante­
rior), en los que cierto.!i problemas infantiles no resueltos
crean un sistema conyugal infantilizante, tanto los proble­
mas originales como la relación conyugal contribuyen a la
patología. El terapeuta trabaja entonces con ambas cosas: los
conflictos intrapsíquicos del paciente y los problemas de re­
lación que presenta la pareja.
El caso anterior sirve también para ilustrar el hecho de
que las personas varían en su vulnerabilidad a «causas»
similares de dificultades sexuales. En este caso, cada uno de
los cónyuges era muy sensible al rechazo por parte del otro.
Sin embargo, si bien el rechazo la trastornó mucho a ella e
hizo que se comportara de una manera negativa hacia él, no
afectó adversamente su excitabilidad sexual. ¡Experimenta­
ba el orgasmo incluso cuando se sentía rechazada! La res­
puesta sexual del hombre, por el contrario, era muy vulne­
rable y no podía tener una erección cuando se sentía
sometido a presión o rechazado.
Finalmente, podemos percibir en este caso las relaciones
que se dan entre las causas inmediatas de la dificultad sexual
y la estructura más profunda del problema. Él era especial­
mente vulnerable a las exigencias y a la ansiedad moviliza­
das por su mujer. Ella lo provocaba en respuesta a conflictos
enraizados en una compleja dinámica transaccional e in­
trapsíquica que venía del pasado. La terapia intentó al prin­
cipio rodear estos problemas conyugales, es decir, las inter­
venciones terapéuticas se dirigían sólo a la interacción
sexual. Se eliminó la ansiedad de ejecución, y a él se le ense­
ñó a no hacer el amor cuando se sentía rechazado, emocio­
nado y presionado y a defenderse contra estos sentimientos.
No terminó, sin e1nbargo, aquí el tratamiento. Se exploraron
258
·�
U. ET!OLOG
fA

y hasta cierto punto solucionaron las fuentes y la dinámic


a
de su vulnerabilidad psicológica al rechazo por parte de su
mujer; además, su conducta hacia él en el amor cambió de
una manera significativa gracias a la comprensión que ella
adquirió de la dinámica de las relaciones conyugales.
¡o. Causas de disfunción sexual aprendidas

Según el modelo de la teoría del aprendizaje, las respuestas


sexuales son reacciones naturales «incondicionadas») y los
síntomas disfuncionales son inhibiciones aprendidas. Éstas
se adquieren sobre la base de dos mecanismos: el condicio­
namiento y el refuerzo. Tales procesos de aprendizaje pue­
den darse completamente fuera de la consciencia de una
persona, y una vez que se establece la respuesta condiciona­
da queda más allá del control consciente del sujeto.
El condicionamiento es un proceso mediante el cual una
respuesta se asocia con unas contingencias negativas. Por
ejemplo: tener una erección corno respuesta a la estimula­
ción del perte es una reacción refleja natural; pero si la erec­
ción va seguida de dolor, de temor, de culpabilidad o de la
hostilidad del compañero, es probable que el paciente
aprenda a inhibir esa respuesta. El castigo o las contingen­
cias negativas que mutilan la respuesta sexual pueden deri­
varse de un gran número de fuentes: un daño físico real y pa­
tente por haber sido descubierto practicando un acto sexual
tabú; sentimientos encubiertos de culpabilidad; o una serie
de episodios amenazadores, humillantes o desagradables a
continuación de la expresión sexual. El temor o la anticipa-
259
-..,,.
!L
. 1",.
260 ETJOLOG[A, f!
ción de la crítica, de la humillación o del rechazo del compa­
ñero puede contribuir también a que la respuesta sexual ad­
quiera un significado simbólico negativo, resultando así en
impotencia. Otro mecanismo a través del cual se puede ad­
quirir una respuesta disfuncional es el refuerzo. Aun cuan�
do las disfunciones sexuales son una fuente de dolor y de
tortura para el paciente, persisten porque puede que se vean
recompensadas de una manera subrepticia. Por ejemplo, la
eyaculación retardada de un hombre puede ser recompen­
sada por la expresión de frustración de la mujer que él desea
inconscientemente castigar) o simplemente por el senti­
miento de alivio de eyacular más adelante él solo) es decir, «a
salvo» del temido compromiso de dejar embarazad a a la
mujer.
Un mecanismo enormemente importante y sexualmente
deletéreo que se esclarece desde la perspectiva de la teoría
del aprendizaje consiste en la evitación de la sexualidad. La
evitación puede suponer una reducción drástica en la fre­
cuencia del contacto sexual, o la persona puede sentirse
arrastrada por su ansiedad y evitar ciertos aspectos sensua­
les del erotismo y constreñir de esa manera su conducta
erótica. Ciertos aspectos de la sexualidad pueden llegar a
provocar culpa o temor y ansiedad en virtud del proceso del
condicionamiento. En ese caso, el sujeto tiende a evitar la
exposición al estímulo que provoca la ansiedad y que, des­
graciadamente, consiste en situaciones y sentimientos se­
xuales excitantes y placenteros. Esta pauta de evitación se
refuerza y mantiene debido a que es recompensada por una
reducción de la ansiedad. La evitación sexual es muy des­
tructiva para el erotismo. Una persona que aprende a evitar
las experiencias sexuales eficaces y que es incapaz de perci­
bir sus propios sentimientos eróticos difícilmente podrá te­
ner una respuesta sexual normal. Además, la evitación de
nuevas experiencias sexuales priva al individuo atemoriza­
do de oportunidades para perder sus temores, para ganar ·
¡ú. CAUSAS DE DISFUNCIÓN SEXUAL APRENDIDAS 261

confianza en su sexualidad y para desarrollar al máximo su


potencial erótico.

Comparación entre la teoría del aprendizaje


y otras formulaciones

La teoría del aprendizaje no postula factores etiológicos es­


pecíficos, sino que se limita a identificar las condiciones de
adquisición de los síntomas (esto es, asociación con con­
secuencias negativas) y la dinámica de su persistencia (esto
es, el refuerzo) . No se especifican las causas reales nilas con­
diciones en las cuales se da un aprendizaje desajustado. Vis­
to desde esta perspectiva, se hace notorio que aunque existe
en la superficie una dicotomía aparente entre la teoría del
aprendizaje y otros modelos teoréticos, la teoría del apren­
dizaje no contradice realmente a la formulación psicoanalí­
tica, ni a la diádica, ni a la formulación que la terapia sexual
hace de las causas de los trastornos sexuales. La teoría del
aprendizaje conceptualiza las causas y el tratamiento de las
disfunciones sexuales en un nivel descriptivo distinto pero
complementario.
Las teorías dinámicas se ocupan de la estructura pro­
funda y de la dinámica de los problemas neuróticos sexua­
les, pero ignoran, en esencia, los mecanismos específicos
mediante los cuales las causas más remotas actúan sobre la
conducta. Afirman que la ansiedad edípica dificulta la res­
puesta sexual, pero no describen c6mo ocurre esto. De la
misma manera, los terapeutas sexológicos sostienen que
la ansiedad de ejecución bloquea la sexualidad, pero no espe­
cifican ningún mecanismo para este bloqueo. Por otro lado,
el principal objetivo de la teoría del aprendizaje consiste en
identificar los mecanismos reales de la patogénesis. Los te­
rapeutas que se guían por la teoría del aprendizaje intentan
descubrir los mecanismos psicofisiológicos exactos me-
262 ¡ ¡,
·�
1
ET!OLOGfn Í

<liante los cuales un conflicto edípico o una ansiedad de ej



.
cución pueden influir en la respuesta sexual. Además, l
clínicos que basan su trabajo en la teoría del aprendiz /
tienden a intervenir en este nivel inmediato. En otras pal ��
bras, describen la conducta humana a un nivel molecular de
descripción, con lo cual amplían sobremanera la potencia
de las intervenciones terapéuticas para modificar la conduc.
ta. La teoría del aprendizaje no se opone, pues, a las teorías
del psicoanálisis, de la misma manera que la biología mole­
cular no es incompatible con la fisiología.
El psicoanálisis no niega, ni mucho menos, que los sínto.
mas sean aprendidos. Sin embargo, no se preocupa de los
mecanismos de adquisición de esos síntomas, sino que hace
hipótesis acerca de las condiciones específicas y las etapas
críticas de la vida de un individuo en las cuales se produce
ese aprendizaje. Según el psicoanálisis, las inhibiciones se­
xuales se adquieren invariablemente sobre la base de las
contingencias negativas que son el producto de interaccio-
nes específicas padres-hijo durante la fase edípica crítica
(cuatro a cinco años). Se refuerzan y persisten porque la re­
presión y la evitación de los impulsos incestuosos reducen
la angustia de castración. La teoría del aprendizaje tampoco
niega la existencia de procesos mentales y conflictos in­
conscientes. En efecto, los datos experimentales muestran
claramente que el aprendizaje, ya sea por medio de una res­
puesta emparejada, esto es, el condicionamiento, o por me·
dio del aprendizaje instrumental que depende de los avata­
res del refuerzo, no sólo puede darse en la fantasía, sino que
también ocurre sin la participación necesaria de los centros
corticales superiores. La consciencia del proceso no es una
condición necesaria para la adquisición de nuevas respues­
tas. En cuanto al conflicto, el concepto de que la excitación
sexual se asocia con el miedo es simplemente una forma
distinta de describir una situación conflictiva en un nivel
molecular.
JO. CAUSAS DE DISFUNCIÓN SEXUAL APRENDIDAS 263

.·De la misma forma, los partidarios del modelo psico­


patológico diádico no se enfrentan con los teóricos del
aprendizaje en lo que respecta a la importancia de las con­
tingencias negativas en la génesis de los problemas sexuales.
Los especialistas en problemas de la familia y del matrimo­
nio señalan simplemente que los refuerzos, castigos y aso­
ciaciones cruciales derivan directamente de las interaccio­
nes entre los esposos. En otras palabras, el marido y la mujer
se recompensan y se castigan mutuamente, estructurando,
quizá inconscientemente, las contingencias que influyen en
sus respuestas sexuales. Finalmente, los terapeutas sexuales
que afirman que los obstáculos inmediatos son los respon­
sables de las disfunciones sexuales no niegan el papel del
aprendizaje ni el valor de la teoría del aprendizaje en el tra­
tamiento de las disfunciones sexuales. El estudio de los
influjos patogénicos potenciales de ciertas experiencias se­
xuales tempranas ejemplificará la contribución de los con­
ceptos del aprendizaje a la comprensión de las disfunciones
sexuales.

Experiencias sexuales traumáticas tempranas

La mayor parte de los autores creen que una temprana expe­


riencia sexual negativa juega un papel significativo en la gé­
nesis de las disfunciones sexuales. La experiencia clínica pa­
rece que apoya esta tesis. Si bien las historias clínicas de
pacientes sexualmente disfuncionales no apuntan invaria­
blemente a un trauma sexual específico temprano, un gran
porcentaje de los pacientes que sufren de eyaculación pre­
coz, impotencia o disfunción orgásmica sí revelan experien­
cias sexuales tempranas desagradables. O bien el paciente se
vio sexualmente traumatizado durante su primera infancia
por un episodio que no estaba emocionalmente preparado
para manejar, o bien sus primeros intentos de contacto se-
264

xual con el sexo opuesto fueron frustrantes, humillantes


aterradores. El potencial destructor de ciertos traumas bru

tales, como el de una niña que ha sido víctima de una viola­
ción, de la pederastia o de una seducción incestuosa, es evi�
dente. Sin embargo, los primeros fracasos sexuales del joven
adulto> aunque menos dramáticos, parece que inician en los
_
jóvenes adultos una espiral de ansiedad, fracasos y desespe­
ración que puede bloquear el funcionamiento sexual de una
persona durante toda su vida.
La interpretación del papel de estos primeros ,fracasos en
la patogénesis de los problemas sexuales es polémica. Mas­
ters y )ohnson opinan que una iniciación sexual cargada de
tensión o fracasada produce posteriormente disfunciones
sexuales en muchos pacientes, y afirman que la eyaculación
precoz suele ser el producto de unos primeros intentos de
coito en condiciones de apresuramiento y de tensión, como,
por ejemplo, en el asiento trasero de un coche. Según ellos,
esto motiva al individuo a «terminar» lo antes posible, con
lo cual se acostumbra a esta forma de funcionar.
Otros autores de orientación más dinámica postulan una
relación más compleja entre los traumas tempranos y los
síntomas sexuales. Estos autores creen que las experiencias
sexuales traumáticas producen dificultades neuróticas y
síntomas sexuales porque evocan antiguos conflictos y de­
fensas sexuales infantiles que habían sido reprimidos pre­
viamente por el individuo. Tal formulación del «regreso de
lo reprimido» interpretaría las dificultades sexuales del jo·
vencito apresurado que intenta hacer el coito en un automó­
vil como algo que brota del hecho de que esta situación le re­
cuerda inconscientemente los deseos sexuales infantiles
prohibidos hacia su madre a los cuatro años de edad. Esto
hace que vuelva a experimentar el antiguo temor de que su
padre le castigue o le «castre», con lo cual volverá a evocar
contra este temor su antiguo mecanismo de defensa, que
consiste en evitar el sexo. Según este punto de vista, su ina-
JO. CAUSAS DE DISFUNCIÓN SEXUAL APRENDIDAS 265

decuación sexual es el producto de la interacción de sus vul­


nerabilidades, que derivan del pasado, con una situación ac­
tual cargada de tensión.
La teoría del aprendizaje subraya los efectos de ciertas
contingencias negativas específicas producidas por un fra­
caso previo. Considerado desde este punto de vista, el joven
que en su primer intento<le coito eyacula con rapidez) quizá
antes de que pueda introducir el pene, experimentará una
profunda humillación y vergüenza. La chica que acepta ha­
cer el amor porque valora demasiado la relación con su no­
vio como para rehusarlo, pero que no es estimulada adecua­
damente, puede sentirse trastornada y alarmada al obtener
tan escaso placer durante el acto. El muchacho que fracasa
en su erección porque intenta hacer el amor en la habitación
de la chica mientras los padres se hallan en el piso de arriba,
puede experimentar un sentimiento doloroso de fracaso y
de desaliento.
Estos fracasos sexuales pueden evocar reacciones emo­
cionales muy intensas, hasta el punto de que el joven pierda
el «sentido común» y sea incapaz de sopesar racionalmente
las razones del fracaso. Es probable que no vea su proble­
ma como una reacción pasajera y comprensible a una si­
tuación de estrés porque está demasiado emocionado y ca­
rece de suficiente información sobre la sexualidad. Se
sentirá entonces indefenso, desalentado y lleno de pavor.
De esta forma, el dolor del fracaso inicial puede condicio­
nar al individuo para que experimente una ansiedad anti­
cipatoria que le hace fracasar de nuevo end próximo in­
tento. O bien podía escapar a la ansiedad evitando todo
encuentro sexual, por lo menos durante un tiempo. Una
vez más la evitación se ve reforzada por la reducción de la
ansiedad y persiste, aun a costa de privar al individuo de
la oportunidad de ulteriores experiencias más felices y co­
rrectivas, es decir, de la posibilidad de extinguir esa ansie­
dad no adaptativa.
266

No es probable que los primeros fracasos sexuales pro­


duzcan un desajuste sexual permanente si el joven no evita
oportunidades sexuales posteriores. Si analiza correctamen­
te la fuente de su problema como una reacción transitoria a
la inexperiencia y a la tensión y se halla lo suficientemente
seguro de sí mismo para arriesgarse en otros tanteos poste­
riores y menos sometidos a presión, se eliminarán rápi�
<lamente los efectos de ]os primeros fracasos mediante una
serie de experiencias sexuales felices que extinguirán rápi�
<lamente la ansiedad anticipatoria engendrada por dichos
traspiés. Desgraciadamente, no siempre se dispone de tales
factores de refuerzo y de neutralización. Cuando el joven 0
la joven es incapaz de contrarrestar esas primeras experien�
cias negativas, el problema puede desembocar en una dis­
función sexual grave.

CASO 7. Impotencia asociada


·
con una experiencia sexual inicial
traumática

El paciente era un judío) de 54 años'de edad) cuyo síntoma másim­


portante era la impotencia secundaria. Había estado separado de
su mujer ocho años y durante ese tiempo sólo había sido capaz
de consumar el coito aproximadamente en el20º/o de las ocasiones.
Solía tener buenas erecciones mediante estimulación manual y
oral, pero tendía a perderla poco después de penetrar en la vagina,
Había experimentado esta dificultad con un cierto nümero de
compañeras. Sus antecedentes físicos y psiquiátricos eran esencial­
mente negativos en lo que respecta a síndronies graves.
La historia reveló que su primer intento de coito fue a los 1 7
años. Él y su amiga, una compañera de colegio, estaban en un co­
che aparcado cuando intentó iniciar el acto sexual, tras algunas ho­
ras de preliminares. Eyaculó antes de que pudiera introducir el
pene. Se sintió mortificado y fastidiado por este episodio, agrava­
do aün más por la mofa de ella. Volvieron a casa en silencio y no
volvió a verla más ni contó a nadie lo ocurrido. Poco tiempo des­
pués intentó hacer el amor con otra chica, pero esta vez ni siquiera
tuvo erección. De nuevo se sintió trastornado y evitó cualquier
¡O, CAUSAS DE DISFUNCIÓN SEXUAL APRENDlDAS 267


heterosexual durante los cinco años siguientes. Durante
ontacto
ste tiempo, se vio atormentado por el temor de que nunca seríaca­


az de gozar del sexo. Terminó casándose con una mujer inhibida
puritana que convino tácitamente con él en la evitación del sexo.
La frecuencia de sus contactos sexuales era sólo de una vez al mes,
iiproximadamente. Funcionaba satisfactoriamen_te en estas condi­
ciones, aunque afirmó que-aunca se sentía seguro de su respuesta.
pespués de su separación, se enfrentó con situaciones sexualmente
más exigentes, con lo cual volvió a sentir otra vez temor al fracaso y
ansiedad anticipatoria ante una posible humillación o rechazo,
bloqueando la erección.

Es evidente que la impotencia de esta persona era el pro­


ducto de una serie de factores encaballados. No todos los
hombres que tienen el orgasmo demasiado pronto o que no
lo tienen durante sus primeros intentos de coito, terminan
teniendo problemas de erección que duren toda la vida. El
paciente, debido a la vulnerabilidad de la estructura profun­
da de su personalidad, era propenso a este trauma en esta
manifestación suya tan grave. En otras palabras, su fracaso
evocó una reacción emocional aversiva y especialmente in­
tensa que actuó como una contingencia negativa muy eficaz.
Además, los sentimientos de humillación y de ansiedad aso­
ciados ahora a los impulsos sexuales le arrastraron a adop­
tar ciertas pautas de evitación fóbica del sexo.
Los fracasos en la iniciación sexual son a menudo un fac­
tor importante en la patogénesis de los problemas sexuales.
El joven que comienza a experimentar con el sexo es espe­
cialmente susceptible a las contingencias negativas produci­
das por su reacción emocional ante una experiencia sexual
frustrante o una respuesta hostil por parte del compañero.
Además, carece por lo general de ayuda, de consejo y de una
información adecuada que le dé confianza y que brindaría al
joven la posibilidad de apoyo y aliento para no evitar la se­
xualidad, sino, por el contrario, buscar una serie de expe­
riencias correctoras. Tales experiencias correctoras son ne-
---
r
268 !!, ET!OtOG[¡\ 1
cesarias para extinguir rápidamente la ansiedad anticipa.
toria y la tendencia a evitar aquellas situaciones en donde
podría repetirse el miedo y el sentimiento de culpa. Si los
jóvenes que se hallan en este punto crítico de su desarrollo
sexual dispusieran de ayuda adecuada se evitarían proba­
blemente muchos prohlemas sexuales graves.

Contribuciones de la teoría del aprendizaje


a la terapia sexual

La teoría del aprendizaje ha brindado contribuciones tre­


mendamente importantes a la psiquiatría, entre ellas los mé­
todos conductales de tratamiento. El singular valor de los
métodos conductales radica en que enfocan la intervención
en el nivel en que la conducta es realmente adquirida y extin­
guida: el refuerzo y el condicionamiento. Son similares en
este sentido a los agentes psicotrópicos más recientes) que
son terapéuticamente eficaces porque intervienen en un ni�
vel molecular y químico -en los puntos receptores de las
neuronas postsinápticas, en el metabolismo intermedio de
los neurotransmisores, etc.- y que son las vías finales cornu�
nes a través de las cuales los acontecimientos psíquicos se
convierten en conducta y en emociones.
Es patente que los síntomas sexuales son una forma de
conducta aprendida. Los teóricos del aprendizaje han iden­
tificado las condiciones precisas bajo las cuales pueden ad­
quirirse o extinguirse los síntomas. Los terapeutas de la con�
ducta aplican este conocimiento para modificar la conducta
patológica o para reemplazarla por respuestas más desea­
bles. Para cumplir estos objetivos emplean técnicas que se
basan en los principios del aprendizaje.
[(}. CAUSAS DE DISFUNCIÓN SEXUAL APRENDIDAS 269

Técnicas en terapia de la conducta

Los conductistas han intentado tratar los trastornos se­


xuales. En general, los terapeutas de la conducta valoran
cada síntoma sexual que desean modificar en función de sus
contingencias de refuerzo o extinción, formulando luego el
tratamiento idóneo. El terapeuta utilizará estrategias para
eliminar las recompensas que proporciona un síntoma se­
xual, para castigar las reacciones sexuales no deseadas en
ciertos casos, y en otros, para hacer que se extinga sistemáti­
camente el temor que está bloqueando la respuesta sexual.
podría también sustituir y reforzar ciertas respuestas sexua­
les deseables en lugar de las respuestas destructivas que el
paciente desea eliminar.
Muchas son las técnicas conductales, ingeniosas y efica­
ces, que se han ideado y aplicado al tratamiento de los tras­
tornos sexuales. Entre ellas se cuenta la desensibilización
sistemática y el sistema delflooding 1 , que son muy eficaces
para eliminar las fobias y temores sexuales. Algunas de es­
tas técnicas explotan la capacidad humana para aprender
en el ámbito de la fantasía. Emplean repetidamente imáge­
nes de la situación temida, en condiciones de relajación, a
fin de extinguir la fobia. También se ha utilizado el refuer­
zo negativo y la administración de estímulos adversos (co­
mo, por ejemplo, pequeñas descargas), para tratar algunas
variantes sexuales, como la homosexualidad, el fetichis­
mo, etc.
A pesar de los interesantes constructos teóricos en los
que se basa, el tratamiento conducta! de las disfunciones se­
xuales ha obtenido en conjunto unos resultados des-

l . Es difícil de traducir exactamente este término al espaflol. Flood


significa 'inundar', Pero más bien se trata de una impregnación afectiva
que hace que una vivencia desagradable se convierta en agradable, de
acuerdo con métodos de condicionamiento. [N. del T.]
270 !l. T
ET!OlOGIA l
!
alentadores. Se han mencionado algunos casos de curación
en la literatura especializada, indicando que una pequeña
porción de los pacientes con problemas sexuales respon.
den favorablemente a la desensibilización y a otras técnicas
de condicionamiento. En general, las técnicas conducta­
les de laboratorio han sido a¡>licadas con más éxito a las
_
variaciones sexuales que a las disfunciones. Los datos de­
muestran que la terapia que emplea tareas sexuales a reali­
zar por la pareja en casa es mucho más eficaz que la terapia
conducta! de laboratorio en el tratamiento de las disfuncio­
nes sexuales.
Sin embargo, la influencia de la terapia conducta] es noto­
ria en la terapia sexológica. Concretamente, las técnicas con­
ductales se emplean de dos formas. En primer lugar, los mé­
todos conductales de laboratorio los emplean en algunos
casos ciertos terapeutas para preparar al paciente atemori­
zado o fóbico a la terapia sexual. En segundo lugar-yesto es
lo más importante-, los principios del aprendizaje presiden
la estructuración de las tareas sexuales terapéuticas que
constituyen, como tales, una parte decisiva de la terapia se­
xual.
Cuando un temor o una fobia específicos impiden el tra­
tamiento, algunos terapeutas prefieren desensibilizar al pa­
ciente antes de comenzar la terapia sexual. Esto es espe­
cialmente útil en el tratamiento del vaginismo, que se halla
generalmente complicado por un elemento fóbico, pero
también se puede emplear para eliminar obstáculos especí­
ficos inculcados por el aprendizaje y que dificultan el fun­
cionamiento sexual en el caso de otras disfunciones. Por
ejemplo, un joven que había resuelto hacía poco un proble­
ma homosexual, sufría de itnpotencia con su mujer. El exa­
men reveló que presentaba un síntoma de evitación fóbica
específica ante los genitales femeninos, lo cual, como es ob­
vio, interfería en su respuesta sexual. Antes de comenzar la
terapia sexual, se le desensibilizó ante este temor por medio
¡O. CAUSAS DE DISFUNCIÓN SEXUAi. APRENDIDAS 271

de una técnica de stop-shock 1 aplicada por un terapeuta


distinto. Una vez que el paciente dejó de temer a los genita­
les femeninos, la terapia sexual avanzó con escasas dificulta­
des. En el capítulo 15, que trata de las disfunciones eréctiles,
hablaremos de otro caso en donde se aplicaron técnicas con­
ductales.

Tareas sexuales

Una influencia de la terapia conducta], mucho más impor­


tante que el uso ocasional de técnicas para extinguir ciertos
temores específicos, consiste en la aplicación de principios y
estrategias conducta]es a la programación de esas tareas se­
xuales terapéuticas que son un elemento esencial del nuevo
enfoque de tratamiento. Las experiencias prescritas se ha­
llan específicamente estructuradas para extinguir temores e
inhibiciones, exponiendo gradualmente al paciente a la si­
tuación fóbica. Al mismo tiempo el paciente aprende nuevas
respuestas, más adecuadas; sobre la base de estas experien­
cias. En cierto sentido muchas de las experiencias que se
prescriben constituyen una desensibilización in vivo. Como
ya dijimos antes, el principio básico de la desensibilización
consiste en emparejar o asociar la situación temida con otra
gratificante con el resultado de que la respuesta positiva aca­
ba siendo evocada por el estímulo previamente temido. En
la terapia conducta! el objeto temido esfantaseado por el pa­
ciente mientras permanece profundamente relajado. Esa
relajación muscular profunda constituye precisamente la
recompensa. El factor positivo) o agente reforzante) utiliza­
do en la terapia sexual no es la relajación muscular, sino más

l . Stop-shock, otro término técnico que se aplica a un método basado


también en el condicionamiento. [N. del T.]
272

1:
bien el placer erótico y el alivio de tensión suministrado
por la experiencia sexual. Por ejemplo, el tratamiento de
eyaculación retardada emplea una desensibilización sis­
temática in vivo. Se le instruye al paciente a eyacular en si�
tuaciones que en el pasado habían evocado la más intensa
ansiedad. Al principio se le deja que se masturbe para alcan­
zar el orgasmo en presencia de su compañera. Luego ésta le
induce a gozar del orgasmo mediante manipulaciones ma�
nuales. Más adelante se le pide que eyacule poco después de
la inserción; poco a poco termina siendo capaz de alcanzar
el orgasmo en el coito. El placer erótico suministrado por su
conducta sexual refuerza unas respuestas sexuales cada vez
más idóneas.
Las tareas sexuales se diseñan en general para reforzar
respuestas sexuales más eficaces y modelar gradualmente la
conducta sexual de la pareja hacia el objetivo deseado. Ade­
más, se intenta modificar el sistema sexual de la pareja) a fin
de eliminar las recompensas de una conducta sexualmente
deletérea. Por ejemplo, la incapacidad por parte de una mu­
jer de pedir estimulación clitoridea es reforzada por el hecho
de que esta incapacidad reduce su temor al rechazo. El mari­
do, después de haber comprendido las causas de la reticen­
cia de ella, le brinda seguridad, le dice que él goza dándole
placer y elimina así el refuerzo de ese silencio nocivo.
En este sentido) la terapia sexual es similar a la terapia
conducta!. Sin embargo, a diferencia de los terapeutas con­
ductales de corte tradicional, el terapeuta sexológico no
conduce él mismo el proceso de aprendizaje. Lo que hace es
entrenar a los cónyuges para que actúen como terapeutas el
uno para el otro> reforzando) en vez de castigar, la conducta
idónea del otro y) a la inversa, cesando de reforzar respues�
tas sexualmente destructoras.
¡{). CAUSAS DE OJSFUNC!ÓN SEXUAL APRENDIDAS 273

Crítica de los métodos conductales

El valor del enfoque conducta] es inestimable. Aparte de que


sus técnicas son muy eficaces en situaciones clínicas especí­
ficas, el principio de centrar la intervención terapéutica en
mecanismos concretos y modificables de la conducta (y no
en pautas de conducta g<inerales), ha ejercido efectos de lar­
go alcance dentro del campo de la psiqniattía y, en particu­
lar, en el desarrollo de la terapia sexual. Sin embargo, a la te­
rapia conducta] se le puede hacer la misma crítica que al
psicoanálisis. Ambos poseen un valor inmenso, pero ningu­
no es completo por sí mismo. Un exceso de confianza en la
terapia conducta! pasa por alto los problemas más profun­
dos y las raíces más íntimas de los problemas sexuales. En
muchas ocasiones este enfoque sirve para modificar sínto­
mas específicos, pero en otras muchas no. Yo pienso que la
orientación conducta! gana puntos cuando se la considera
como una expansión valiosa de nuestra filosofía y arsenal te­
rapéuticos, dentro de un marco ecléctico. Es más un com­
plemento que una sustitución de otros enfoques terapéuti­
cos dinámicamente orientados.

Referencias internas y bibliografía


para la sección II-B

Referencias internas sugeridas

Las diversas hipótesis etiológicas que presentamos en este capítulo


de una manera general se discuten, con una referencia específica a
los diversos síndromes diSfuncionales, en los capítulos 15 a20, que
se dedican a las disfunciones sexuales de hombres y de mujeres. Es­
tos capítulos contienen también un material casuístico que sirve de
paradigma a la patología sexológica originada por diversas combi­
naciones de causas inmediatas y conflictos inconscientes, dificul­
tades en la relación conyugal e inhibiciones aprendidas. El Área III,
274

:
dedicada al Tratamiento, describe IOs métodos de la terapia sexu 1
que han evolucionado a partir de los conceptos teoréticos que de �
cribimos en esta sección. El capítulo 2 1 , dedicado a Resultados, re�
sume los balances de la terapia sexual para los distintos síndromes
y contiene también una sección sobre las reacciones aversivas. Es�
tas reacciones son algo raro en la terapia sexual, y tienen interés
teórico porque revelan de una manera espectacular las causas intra�
psíquicas y diádicas profundas que emergen a la luz como conse�
cuen�i� de la eli�inación de las defens�s superficiales y de un rápi�
do alivio posterior de los problemas sexuales en algunos pacientes
especialmente frágiles.
En los capítulos 23 y 24 describiremos algunas complicacio­
nes que se pueden dar en el tratamiento, debido a la presencia
concomitante de dificultades intrapsíquicas y conyugales gra.
ves. En estos capítulos se describe el tratamiento de las disfun­
ciones sexuales que se asocian con una patología psiquiátrica y
conyugal.

Bibliografía

El libro Comprehensive Textbook ofPsychiatry, de A. M. Freedman


y H. l. Kaplan (eds.) (Baltimore, Williams & Wilkins, 1967), hace
un repaso de los conceptos más habituales en el ámbito de la medi­
cina psicosomática y contiene una síntesis de la presente autora so­
bre este material. Ese mismo volumen contiene también un capítu­
lo en el que la autora habla de los principios del tratamiento de los
trastornos psicosomáticos, que se aplican directamente a la terapia
de las disfunciones sexuales. Incluye asimismo una excelente pre­
sentación de las diversas teorías psicoanalíticas, en los artículos de­
dicados a los conceptos más usuales en el campo de la personalidad
yde la psicopatología, dentro del Área C. El capítulo 34 sobre «Psi­
coanálisis y psicoterapia» resume los métodos de tratamiento que
se basan en los modelos analíticos. Estos métodos se emplean de
manera extensiva, aunque algo modificada, en las técnicas de tera­
pia sexual que se describen en este libro.
El libro de S. Freud Tresensayos sobre teoría sexual (Alianza Edi­
torial, Madrid) constituye una buena fuente original de la expo�
JO. REFERENCIAS Y B!BLJOGRAFÍA 275

sídón psicoanalítica del desarrollo sexual y de las causas de los


trastornos sexuales. En The Psychoanalytic Theory ofNeurosis, de
o. Fenichel (Nueva York, Norton, 1945), se puede hallar la orien­
tación terapéutica analítica que procede de este material.
Todavía no disponemos en la literatura científica de un resumen
comprehensivo de los problemas conyugales-y diádicos que contri­
buyen a las disfunciones �xuales y que hemos discutido breve­
mente en este capítulo. Sin embargo, el Área III, dedicada al «Tra­
tamiento de los problemas sexuales y conyugales», en Progress in
Group and Family Therapy, de Sager y Kaplan ( eds.) (Nueva York,
Brunner/Mazel, 1972) contiene algunos artículos sobre las fuentes
transferenciales y contractuales de las discordias conyugales, in­
cluyendo un artículo sobre «El contrato matrimonial>» de C. J. Sa­
ger, H. S. Kaplan y otros.
Desgraciadamente, no existe por el momento ninguna fuente
exhaustiva sobre el modelo de trastornos sexuales basado en la teo­
ría del aprendizaje. Sin embargo, cabe encontrar información ge­
neral sobre el concepto de etiología en teoría del aprendizaje y so­
bre las técnicas de tratamiento conducta! para los problemas
sexuales en Behavior Therapy, por A. J. Yates (Nueva York, Wiley,
1970), y también en el capítulo sobre «Terapia de la conducta», del
libro antes citado, Comprehensive Textbook ofPsychiatry.
Los trabajos de Harlow sobre problemas y dificultades sexuales en
primates socialmente aislados se encuentran en: H. F. Harlow y M.
K. Harlow, The Affectional Syste'f!IS in Behavior ofNon-Human Pri­
mates, Schrier, Harlow y Stollnitz (eds.), volumen 2 (Nueva York,
Academíc Press, 1965), y también en «Love in lnfant Monkeys»,
Scientific American, junio de 1959. Las teorías de Masters y Johnson
sobre las causas de los trastornos sexuales figuran en el volumen In­
compatibilidad sexual humana (Ed. Intermédica, B. Aires). El doc­
tor Seymour Fisher formula una serie de hipótesis alternativas res­
pecto a la etiología de los trastornos sexuales femeninos, basadas en
su estudio del orgasmo femenino, en The Female Orgasm: Psycho­
/ogy, Physiology, Fantasy (Nueva York, Basic Books, 1973 ).
Area 111
Tratamiento

277
1 1. P rincipios básicos de terapia sexual

La terapia sexual difiere de otras formas de tratamiento de


]as disfunciones sexuales en dos aspectos: en primer lugar,
sus objetivos se limitan esencialmente al alivio de los sfntomas
sexuales delpaciente, y, en segundo lugar, se aparta de las téc·
nicas tradicionales por emplear una combinaci6n de expe­
riencias sexuales prescritasy de psicoterapia.

Alivio de los síntomas

Los terapeutas sexuales difieren algo en su definición de los


objetivos terapéuticos. Todos centran sus esfuerzos en me­
jorar el funcionamiento sexual, pero algunos se proponen
metas algo más ambiciosas e incluyen también la mejora de
la comunicación en la pareja y de sus relaciones generales.
Con todo, el objetivo primario de toda terapia sexual consis­
te en aliviar la disfunción sexual del paciente. Todas las in­
tervenciones terapéuticas, las tareas, la psicoterapia, la tera­
pia de la pareja, etc., se hallan en último término al servicio
de este objetivo. Esta meta, cuya limitación no negamos, dis­
tingue a la nueva terapia sexual de las demás modalidades
279

· ----- �--
280

de tratamiento, como por ejemplo, el psicoanálisis y latera�


pia conyugal. Los psicoanalistas y los terapeutas conyugales
tratan también pacientes cuya queja principal es la disfun­
ción sexual, pero piensan que los problemas sexuales son
siempre expresiones de conflictos subyacentes y/o transac­
ciones interpersonales destructivas. El principal objet ivo de
la terapia analítica y conyugal se extiende más allá del alivio
de los problemas sexuales del paciente e incluye la reso­
lución de dificultades intrapsíquicas e interpersonales más
amplias. Esto es, los psicoanalistas y los terapeutas con­
yugales no tratan el síntoma sexual aisladamente de otros
problemas, ni lo tratan directamente. Las causas inmediatas
y concretas de la disfunción sexual no son modificadas en la
psicoterapia ni en la terapia conyugal. El énfasis terapéutico
recae en la resolución de las dificultades intrapsíquicas e in­
terpersonales más profundas del paciente. La mejoría de los
síntomas sexuales que se puede dar en el curso de la terapia
se considera como un producto de la resolución de proble­
mas más básicos de la personalidad y/o de los cambios en la
dinámica conyugal patológica. Para estas personas el psico­
terapeuta no termina el tratamiento cuando la impotencia
del enfermo mejora o la mujer experimenta el orgasmo. Sólo
se concluye el tratamiento cuando el terapeuta y el paciente
creen que los conflictos inconscientes básicos que derivan
de la infancia y/o las fuentes fundamentales de la discordia
conyugal han sido resueltos.
En la terapia sexual, por el contrario, aunque se reco­
nocen y se respetan las muchas influencias interpersonales
remotas e intrapsíquicas profundas que pueden subyacer a
algunos síntomas sexuales, el foco inicial de la intervención
terapéutica es la modificación de las causas inmediatas y de
las defensas contra la sexualidad. La estructura más remota
del problema sólo se toca en la medida en que es necesario
para aliviar el síntoma sexual o para asegurarse de que el pa­
ciente no volverá a recaer. Cierto es que se interpreta el mate-
¡J. ¡>RlNC!PtOS BÁSICOS DE TERAPIA SEXUAL 281

ria! psicodinámico y transaccional y se modifica la conducta


neurótica, pero sólo si son directamente operativas en el
bloqueo del funcionamiento sexual del enfermo o si ofrecen
obstáculos al progreso del tratamiento.
La terapia sexual se considera finalizada cuando desapa­
recen las dificultades se.xuales de la pareja. Esto no quiere
decir, por supuesto, que se termine el tratamiento tan pronto
como el paciente se las arregla para realizar el acto sexual en
una o en dos ocasiones. El tratamiento termina cuando se
alivia la disfunción y cuando los factores que eran directa­
mente responsables del problema han sido identificados y
resueltos lo suficientemente como para garantizar que el
funcionamiento sexual del enfermo es permanente y sólido
en grado razonable. El caso que viene a continuación sirve
de paradigma a un tratamiento presidido por el objetivo de
aliviar el síntoma sexual y ejemplifica la forma en la que, ge­
neralmente, manejamos problemas intrapsíquicos profun­
dos y conyugales en la terapia sexual.

CASO 8. Tratamiento sintomático de la eyaculación precoz

Se hizo patente en la entrevista inicial con la joven pareja que el ma­


rido, aquejado de eyaculación precoz, albergaba una fuerte hosti­
lidad inconsciente hacia su mujer. Se sentía rabioso contra ella,
aunque al mismo tiempo dependiera mucho de ella. Al parecer,
temía también que la iba a perder y que le iba a abandonar si no
((actuaba)) de una manera correcta. Era totalmente inconsciente
de cualquiera de estos sentimientos.
Es muy probable que estos conflictos tuvieran sus raíces en las
interacciones infantiles del marido con su madre. Es también po­
sible que estos procesos inconscientes jugaran un papel en la gé­
nesis de su problema. Un psicoanalista enfrentado con este caso
intentaría, probablemente, resolver los conflictos edípicos del pa­
ciente, ayudarle a vislumbrar las fuentes inconscientes de su cóle­
ra contra las mujeres y su miedo a ser abandonado por figuras ma­
ternas, con la esperanza de que adquiriera así control sobre la
eyaculación.
-,,.
282 m.
1
TRATAMlENto

Un asesor matrimonial, por, el contrario, intentaría identificar


:
:
resolver las causas transaccionales del problema, esto es, las hostil'

t
dades de la pareja, que muy posiblemente estaban reforzando
disfunción del marido. Y el enfoque era válido, porque era paten
que la pareja tenía problemas conyugales. La mujer era, hasta cier �
to punto, consciente de que si el marido aprendía a funcionar se­
xualmente bien, la abandonaría para buscar una mujer más atracti­
va. Su inseguridad tenía un efecto negativo sobre el sistema sexual
y probablemente contribuyó al problema de la prematuri<lad, Ei
consejero matrimonial o el terapeuta orientado hacia problemas
interpersonales, hubiesen intentado, por tanto, resolver estas inter.
acciones conyugales deletéreas como la primera cota a conquistar,
El objetivo inicial del terapeuta sexual consiste, en cambio> en
modificar la causa inmediata de la precocidad. Es muy probable
que el factor patogénico inmediato en este trastorno sea la falta de
una percepción consciente de las sensaciones eróticas premonito.
ras del orgasmo. Así, durante la primera sesión terapéutica se les
explicó al paciente y a su muj_erel procedimiento de Semans, que es
un método eficaz para enseñar a controlar la eyaculación mediante
métodos conductales, pero sin entrar en la dinámica intrapsíquica
ni interpersonal. El terapeuta instruye a la esposa en estimular el
pene del marido, mientras éste centra su atención en las sensacio­
nes premonitoras del orgasmo. Sin embargo) si las intervenciones
se limitaran a prescribir estas tareas conductales, la mayor parte de
los pacientes no conseguirían el control de la eyaculación. El tera­
peuta tiene que ser un psicoterapeutamuy entrenado y un terapeu­
ta especializado en parejas para obtener éxito en sus tratamientos.
Ahora bien, emplea esas técnicas para lograr el objetivo prioritario
máximo, esto es> el alivio del síntoma sexual. El material psko­
dinámico y/o transaccional, las causas más profundas del síntoma
sexual, deben ser tratadas con competencia y eficacia, pero siempre
en tanto en cuanto presentan obstáculos al funcionamiento sexual
de la pareja o causan resistencias contra las tareas terapéuticas
esenciales.
Tratamiento. En este caso, el tratamiento comenzó al principio
sin obstáculos, de forma que tras cuatro sesiones Mr. A era capaz
de ejercer un buen control sobre la eyaculación, colocándose ella
encima. En ese momento el tratamiento se estancó. La pareja se las
arregló para evitar el sexo durante toda una semana. Él adujo que
se hallaba enormemente ocupado con sus negocios y que no podía
¡J. pR!NClPlOS BÁSICOS DE TERAPIA SEXUAL 283

encontrar tiempo para las tareas sexuales. Su mujer se sentía irrita­


da y cansada y no se molestó en tocar el tema. Dicho de otra mane­
ra, el tratamiento había movilizado una serie de resistencias que
adoptaron la forma de una evitación de las tareas terapéuticas se­
xuales. El tratamiento no puede avanzar a menos que la pareja rea­
lice estas .tareas, y, por tanto, hay que resolver las resistencias para
poder proseguir la terapia. En consecuencia, desplazamos el foco
terapéutico apartándolo del aspecto conducta! del tratamiento y
centrándolo ahora en la aclaración y resolución de la hostilidad del
marido y también de las angustias de la mujer, que parecían haber
sido movilizadas poi- la demora de él. Aparte de alentar el control
eyaculadordel marido, esto permitió también al terapeuta trabajar
con problemas conyugales y personales importantes. En este caso,
se alcanzó un nivel suficiente de ínsighty de resolución en las pró­
ximas sesiones, confrontando a la pareja con su evitación de las ta­
reas sexuales y mediante una interpretación activa de los conflictos
inconscientes que habían originado sus resistencias, a fin de per­
mitir al marido conseguir un control excelente.
El tratamiento se dio por terminado cuando el control eyacula­
dor de Mr. A parecía haberse estabilizado, aunque, por supuesto,
quedaron muchos problemas sin resolver. La eliminación de la dis­
función sexual es el criterio usual para poner término a la terapia, a
menos que se haga patente que ciertas dificultades conyugales gra­
ves o ciertos conflictos neuróticos impiden un buen funcionamien­
to sexual, a pesar del buen control de la eyaculación conseguido
por el paciente, o a menos que la pareja desee el posterior trata­
miento de otros problemas que han salido a la luz en el curso de la
terapia sexual.

¡El funcionamiento sexual puede ser realmente corregido


de una manera relativamente permanente con una interven­
ción directa, es decir, modificando las causas superficiales,
pero sin resolver las dificultades subyacentes? ¡Podemos tra­
tar los síntomas sexuales de una manera relativamente aisla­
da? ¡Cabe soslayar los conflictos? Las teorías psiquiátricas
tradicionales afirmarían que esta técnica no puede ser efi­
caz; sin embargo, los datos a favor de la eficacia de la terapia
sexual se van acumulando rápidamente. Por ejemplo, del 98
al 100% de los eyaculadores precoces pueden conseguir un
284 llI
'
TR �- <�
A.TAlv(¡�NTo

buen funcionamiento sexual en el plazo de unas poca


, S Se.
manas, s1. rea1·izan de una manera correcta las tecnicas de e
·

n.
trenamiento sensorial. El pronóstico de las demás disf
· · erob argo, una pro u n.
c1ones no es tan exce1ente. s1n porc1'ón
.
·
extraerd1nar1amente a1ta de pacientes
· sexualmente disfu

.
cionales, aproximadamente el 80%, son curables median
e
una terapia sexual qJre se limite a modificar los obstácul
inmediatos del funcionamiento sexual, sin cambios conc
mitantes de la estructura de la personalidad o de la dinámica
��
fundamental de la relación conyugal.
Como se hizo patente en el caso anterior, no cabe duda de
que a lo largo del tratamiento los conflictos se resuelven has­
ta cierto punto y la calidad de las interacciones y comunica­
ciones conyugales mejora. Sin embargo, la terapia sexual se
dirige primordialmente al conflicto específico inmediato ya
los aspectos específicamente sexuales de la relación que es­
tán dificultando directamente el funcionamiento sexual en
el «aquí y ahora». Intervenimos directamente para eliminar
los obstáculos inmediatos específicos que se oponen al fun­
cionamiento sexual, y al hacerlo así modificamos el sistema
sexual constrictivo de la pareja, permitiendo así que su se­
xualidad se desarrolle libremente. Los conflictos que operan
de manera inmediata y bloquean la respuesta sexual son re­
sueltos por los métodos experienciales de la terapia sexual.
Pero en cuanto a las causas remotas, en cuanto a los conflic-
tos inconscientes que en un principio crearon los impedi­
mentos al funcionamiento sexual, puede que haya o no que
resolverlos para proteger de su influencia las respuestas se­
xuales del paciente.
Tanto la observación clínica como el sentido común apo­
yan la validez de los objetivos limitados y la técnica de la in­
tervención con tareas específicas de la terapia sexual.
En primer lugar, muchos pacientes con problemas sexua­
les parece que se hallan libres de otras dificultades, y está cla­
ro que estas personas sólo requieren un tratamiento que se
!l. PR!NC!PJOS BÁSICOS DE TERAPIA SEXUAL 285

ciña al problema sexual específico. Por otra parte, existen


rnuchas otras que aun teniendo conflictos edípicos graves,
angustia de castración, una personalidad neurótica y unas
relaciones conyugales muy destructivas, gozan, sin embar­
go, de un funcionamiento sexual excelente. Como es obvio,
aunque estas dificultades pueden causar disfunciones sexua­
les, no tiene por qué ser-así. No todos los sentimientos de
culpa edípicos inconscientes conducen a una inhibición
dela eyaculación o a la impotencia. Tienen que existir meca­
nismos en virtud de los cuales un buen funcionamiento se­
xual pueda coexistir con conflictos emocionales y dificulta­
des conyugales. Tiene que haber mecanismos naturales de
bypass y factores o defensas modificadores que protejan un
funcionamiento tan delicado como es el sexual de los influ­
jos destructores de las neurosis y de los matrimonios con­
flictivos. En cierto sentido, el tratamiento breve de las dis­
funciones sexuales intenta conseguir ese bypass o rodeo o
construcción de defensas cuando es necesario. Porque, si
bien muchos pacientes presentan problemas sexuales aisla­
dos, los síntomas sexuales suelen aparecer embutidos en
una psicopatología más extensa. En tales casos, el terapeuta
intenta primero rodear o dejar a un lado los problemas
neuróticos en la medida de lo posible y actuar directamente
con la intención de mejorar el funcionamiento sexual. Sólo
en el caso de que fracase esta intervención limitada, nos dis­
ponemos a trabajar en un nivel más profundo y ayudar al
paciente a resolver los conflictos intrapsíquicos y las dificul­
tades transaccionales que están cronificando el síntoma.
Es decir, aunque yo reconocí que la eyaculación precoz de
Mr. A tenía probablemente que ver con su hostilidad incons­
ciente hacia las mujeres, no lo interpreté mientras no repre­
sentó un obstáculo específico a la terapia. Sólo lo hice cuan­
do la hostilidad del marido originó una resistencia que
interfería con el tratamiento. Cabe especular que la ambiva­
lencia del marido hacia su mujer le hizo recalcitrante a «dar-
286

le» a ella una actividad sexual placentera. Sus conflictos · �


conscientes respecto a las mujeres le impidieron alcanza
continencia en la eyaculación, motivándole a disponer s
;�a
agenda de trabajo de tal manera que no pndiese <<encontr u
tiempo» para realizar los ejercicios prescritos. Al hacer �
esto patente, se le enfrentó con esta evitación de los ejerci
cios y con las razones-en principio inconscientes que expli­

caban su conducta y que fueron interpretadas activamente.
Pero dicha interpretación no se hizo durante la fase inicial
del tratamiento; en esta etapa instruimos simplemente a la
mujer para que estimulara repetidamente el pene del mari­
do y se detuviera justo antes de que él alcanzara el orgasmo.
Al paciente se le pidió que no pensara en su mujer ni en los
fracasos sexuales pretéritos durante este ejercicio, ni per­
mitiera que le distrajeran otros pensamientos, sino que cen­
trara su atención exclusivamente en las sensaciones ge­
nitales a medida que se acercaba al orgasmo.
La experiencia de focalizar repetidamente la atención en
las sensaciones genitales próximas al orgasmo parece que es
el agente esencial de la curación, el «ingrediente activo» en el
tratamiento de la eyaculación precoz; el terapeuta emplea su
habilidad para crear el ambiente sexual tranquilo y seguro
que es necesario para que la pareja se introduzca plenamen­
te en esta experiencia.
Hay veces en que dicho procedimiento n o moviliza nin­
guna resistencia. Lo más corriente es que surjan obstáculos
que pueden ser analizados a lo largo de un tratamiento bre­
ve. Otras veces las neurosis y los trastornos conyugales dan
origen a obstáculos virtualmente insuperables, que blo­
quean los esfuerzos terapéuticos y que incluso desafían al
terapeuta más avezado.
Los obstáculos adoptan muchas formas: el paciente po­
dría comenzar a obsesionarse durante la experiencia y sen­
tirse incapaz de centrar su atención en las sensaciones eróti­
cas; o podría dejar de seguir las instrucciones y emplear
ll. PRJNCIPJOS fü\SJCOS DE TERAPIA SEXUAL 287

alguna racionalización para oscurecer su ansiedad real; o


podrían movilizarse resistencias en la mujer, haciéndola de­
sistir de los ejercicios prescritos o buscar otros caminos para
sabotear el tratamiento. La presencia de tales obstáculos se­
ñala al terapeuta que el éxito de la terapia depende de la re­
solución de los problem_l!s intrapsíquicos o conyugales. Los
objetivos del tratamiento se extienden entonces a la resolu­
ción de los conflictos que dan origen a esas resistencias. La
habilidad para sortear estos obstáculos constituye la esencia
de las sesiones psicoterapéuticas.

Técnica

El caso anterior subraya también la importante diferencia


técnica que existe entre la terapia sexual y el tratamiento tra­
dicional, a saber, la sinergia entre las tareas sexuales y el pro­
ceso psicoterapéutico. En otras variantes de psicoterapia el
proceso psicoterapéutico transcurre en la consulta del tera­
peuta. En el tratamiento tradicional basado en el modelo
psicoanalítico, el terapeuta nunca interviene directamente
en la vida del paciente, excepto quizá para prevenirle contra
un acting out autodestructivo de sus conflictos y resisten­
cias. Generalmente se abstiene de hacer sugerencias especí­
ficas y nunca prescribe tareas concretas. Es más, cualquier
prescripción de una conducta concreta se considera como
una «manipulación» del paciente, enfoque que muchas
autoridades estiman contraindicado en la terapia psicoana­
lítica. El psicoanalista se basa exclusivamente en los aconte­
cimientos que se producen dentro de las sesiones psicotera­
péuticas, especialmente en la relación paciente-terapeuta,
para obtener sus resultados. Los terapeutas conyugales que
emplean generalmente sesiones conjuntas en las que parti­
cipan el marido, la mujer y él mismo para resolver las disar­
monías conyugales consideran también las experiencias de

-- -- · ----�·
--·-
TR.ATA�l!
El\to
288 m.

la pareja durante la visita a la clínica como la fuerza terapéll·


tica primaria. Análogamente, los terapeutas de la conduct
que tratan disfunciones sexuales ut�lizan diversas técnicas qu
. .
han sido elaboradas para extmgmr los temores e inhibicio.
:
nes que bloquean la respuesta sexual del paciente. Dichas
técnicas se aplican generalmente en la clínica del terapeuta
bajo su orientación directa.
La dependencia exclusiva del trabajo realizado en las se.
siones dentro de la consulta contrasta fuertemente con el
nuevo enfoque. En la terapia sexual, las experiencias sugeri�
das por el terapeuta y realizadas por la pareja a solas consti­
tuyen un factor vital y un agente modificador esencial en la
técnica terapéutica. El uso racional de estas experiencias te�
rapéuticas amplifica enormemente la capacidad de la psico­
terapia.
Sin embargo, los terapeutas sexológicos psicodinámica�
mente orientados no se basan exclusivamente en la prescrip�
ción de interacciones sexuales, sino que emplean una combi�
nación integrada de experiencias sexuales y de psicoterapia.
Esta combinación constituye la innovación principal de la
terapia sexual y en ella radica el secreto de su potencia. La in­
tervención psicoterapéutica por sí sola) ya sea individual o
conjunta, ayuda en cierta medida a resolver los problemas
sexuales. Las experiencias sexuales muy estimulantes y a la
vez reaseguradoras ayudan probablemente a algunas perso­
nas a superar sus dificultades sexuales. Pero la combinación
racional de interacciones sexuales estructuradas sistemáti­
camente para resolver problemas sexuales específicos, em­
pleadas sinérgicamente junto con sesiones psicoterapéuti­
cas que intentan modificar los impedimentos intrapsíquicos
y transaccionales inconscientes que se oponen al funciona­
miento sexual, para crear así un sistema sexual libre y seguro
entre los cónyuges, esta combinación racional, repetimos) es
la técnica más eficaz y de más largo alcance para el trata­
miento de las dificultades sexuales que se haya inventado
!l· pRJNC!P!OS !>ASICOS DE TERAPIA SEXUAL 289

hasta ahora, constituyendo un avance importante en-las


ciencias de la conducta.
Las sesiones y las experiencias se refuerzan mutuamente,
con el fin de revelar y resolver los impedimentos que se opo­
nen ala libre y sana expresión sexual de la pareja y revelar y
resolver también las dificultades personales y conyugales.
Sobre la base de la evaTuación inicial, formulamos un con­
cepto provisional del problema sexual manifiesto, así como
de la estructura más profunda que subyace a dicho proble­
ma. A la hora de prescribir las tareas sexuales iniciales nos
guiamos por esta formulación. Las respuestas de la pareja a
dichas tareas clarifican aún más la dinámica del problema.
El caso anterior, por ejemplo, lo formulamos de la siguiente
manera: la principal queja consistía en la incontinencia eya­
culadora del marido. La causa inmediata del problema era
que evitaba experimentar los altos niveles de sensación eró­
tica premonitores del orgasmo. La estructura subyacente del
problema era, al parecer, su hostilidad inconsciente hacia las
mujeres, lo cual le hacía ambivalente a la hora de dar placer a
su mujer y le impedía abandonarse a la experiencia sexual.
Un factor contribuyente que reforzaba el síntoma de eya­
culación precoz era el sistema sexual destructivo creado por
el temor de la esposa a que un hombre sexualmente idóneo
podría abandonarla y preferir una mujer más deseable.
La estrategia adoptada en este caso consistió en intentar
modificar las causas inmediatas de la disfunción y soslayar,
en la medida de lo posible, los conflictos más profundos.
Esto es, el sig.* inicial consistió en los ejercicios de Semans.
Después de realizar en casa las experiencias prescritas, vol­
vieron a la clínica y discutimos juntos sus experiencias.
Como es corriente en estos casos) dichas experiencias susci-

* Sig. quiere decir «signa)}, es decir, un término utilizado en medicina

con el que se designa una «prescripción» facultativa.


290

taron abundante material psicodinámico. Se utilizaron esto


s
datos para corregir y refinar mi primer concepto de la es.
tructura profunda de los problemas de la pareja y poder a
s·¡
idear y prescribir otras tareas sexuales. Al mismo tiempo,
este proceso me suministró material psicodinámico paralas
intervenciones psicoterapéuticas durante las sesiones.
En el caso citado más arriba, la ansiedad latente de la mu.
jer ante la idea del abandono quedó movilizada por el con.
trol cada vez mayor que el marido estaba alcanzando sobre
su reflejo eyaculador. Dicha ansiedad adoptó la forma de un
estado de ánimo desagradable y de una resistencia a realizar
las tareas sexuales asignadas. Aunque estas resistencias im�
pidieron de una manera temporal el tratamiento, brindaron
también al terapeuta la oportunidad de trabajar con este
material significativo durante las sesiones. Hubo que elimi­
nar los temores al abandono mantenidos por la esposa antes
de que pudiera asegurarse el funcionamiento sexual de la
pareja. La resolución de este problema fue extraordinaria­
mente útil para ella, aparte de la mejora en el funcionamien­
to sexuaL

El formato del tratamiento

Los formatos utilizados por los distintos terapeutas y clíni­


cas sexológicos poseen un denominador común: permitir el
uso combinado de experiencias sexuales prescritas y de se­
siones psicoterapéuticas. Fuera de este principio general los
formatos específicos empleados por los distintos grupos di­
fieren considerablemente. El programa de Masters y John·
son ha servido de prototipo para el formato de tratamiento
utilizado en la terapia sexual, y por eso lo describiremos con
algún detalle. El programa utilizado por Masters y johnson
y por la mayor parte de las clínicas dirigidas por discípulos
suyos proporcionan un tratamiento durante un período li�
11. PRINCIPIOS BÁSICOS DE TERAPIA SEXUAL 291

mitado, que suele ser generalmente de dos semanas. El tra­


tamiento corre a cargo de un equipo de dos coterapeutas,
hombre y mujer, uno de los cuales debe ser médico. Inicial­
mente, cada uno de los miembros de la pareja es entrevista­
do separadamente por uno y otro terapeuta. Cada cónyuge
es sometido a un chequeo médico que es parte del trámite de
admisión. Los cuatro se-reúnen en torno a una «mesa redon-
da» y allí se discute el problema de la pareja y los objetivos
del tratamiento. A partir de entonces, a la pareja se la recibe
todos los días (incluyendo domingos) a lo largo de unas se­
siones que varían en cuanto a su duración. Ambos tera­
peutas suelen ver ala pareja en sesión conjunta, a menos que
se vea la conveniencia de sesiones separadas, en las que cada
miembro es entrevistado individualmente por uno u otro
coterapeuta.
Por regla general sólo se aceptan parejas para el trata­
miento. Sin embargo, si el paciente no tiene compañero o si
éste no puede acudir al tratamiento, Masters y Johnson y
otros terapeutas brindan al paciente un compañero vica­
riante, una persona que por cierto precio pasa dos semanas
con el paciente y participa en las tareas sexuales prescritas.
Durante el período de tratamiento la pareja no vive en su
casa, sino que permanecen alojados en un confortable mo­
tel cerca de la clínica.
Los formatos de tratamiento utilizados en otras clínicas
de terapia sexual difieren del programa de Masters y John­
son en diversos aspectos. No siempre se utilizan cotera­
peutas. Los terapeutas entrenados por Masters y johnson,
así como las clínicas sexuales estructuradas según su mode­
lo, se hallan íntimamente vinculadas a una orientación que
exige la intervención de dos terapeutas, uno de cada sexo, y
uno de ellos, además, médico. Otros clínicos no consideran
esencial que el tratamiento sea dirigido por un médico. Por
ejemplo, Hartman y Fithian, en la Costa Oeste de California,
emplean terapeutas de ambos sexos, pero no exigen que uno
292

de ellos sea médico (aunque brindan a sus pacientes u


examen clínico). A diferencia de estas clínicas hay otras (in
cluida la nuestra en Cornell) que utilizan terapeutas indivi­

duales de uno u otro sexo. La técnica de tiempo limitado
tampoco es universal, y hay programas en que a los pacien­
tes no se les ve todos los días. En algunas clínicas, la consulta
es de una a tres veces pO'r semana y no se establece ningún lí�
mite en la duración del tratamiento. El marco de las expe­
riencias sexuales prescritas varía de un caso a otro. Algunos
programas del tipo de Masters y )ohnson requieren que los
pacientes abandonen sus casas, establezcan una residencia
cerca de la clínica y dediquen dos semanas exclusivamente a]
tratamiento. La idea es que una terapia sexualrápida requie­
re que el paciente se halle libre de las presiones derivadas de
su hogar y de su trabajo, y esto sólo se puede conseguir si el
paciente cambia de medio ambiente. Hay clínicas que inclu­
so brindan habitaciones privadas dentro del mismo comple­
jo, donde la pareja realiza sus tareas eróticas, para luego dis­
cutir inmediatamente sus reacciones con los terapeutas. Los
recientes intentos de combinar las experiencias eróticas con
procesos grupales constituyen otra modificación del forma­
to. Varios programas están experimentando grupos y mara­
tones de terapia sexual. En Cornell, por ejemplo, estamos
tratando la eyaculación precoz en grupos de parejas. Aún es
pronto para valorar este experimento y otros similares con­
ducidos por otros clínicos, pero sobre la base de nuestra ex­
periencia, con ser limitada, pensamos que el uso combinado
de modalidades grupales y terapia sexual es muy prome­
tedor.
Es importante experimentar con nuevas formas y varian­
tes a fin de mejorar nuestras técnicas clínicas y debido tam­
bién a la necesidad de identificar los «ingredientes activos»
(es decir, los factores esenciales responsables del cambio en
la terapia sexual) para conseguir nuevos progresos. Desgra­
ciadamente, y aprovechándose de las grandes necesidades
r
J I, PRlNCJP!OS BÁSICOS DE TERAPIA SEXUAL 293

en esta área, algunos terapeutas parece que están explotan.­


' do el interés por la terapia sexual iniciando una serie de pro­
cesos «terapéuticos>> casi orgiásticos, pobremente concebi­
dos y espectaculares.
Otra diferencia en el formato de los tratamientos es el exa­
men médico, que en algunos programas se exige a todas las
parejas, mientras que en otros sólo se realiza cuando está es­
pecíficamente indicado. Análogamente, algunos terapeutas
exigen que todos los futuros pacientes se sometan a un exa­
men psiquiátrico, a fin de eliminar a enfermos con alto nivel
de riesgo, mientras que otros, incluyendo a Masters y John­
son, se fían de los resultados remitidos por el psiquiatra que
ha enviado al paciente a su centro.
Con respecto a la técnica terapéutica, casi todos los pro­
gramas se basan en la inicial al?stinencia de coito u orgasmo,
junto con alguna forma de estimulación táctil sistemática.
Generalmente, la terapia intenta conseguir que la pareja sus­
tituya el objetivo único de alcanzar el orgasmo por el de dar
y recibir placer. Otro aspecto importante de la mayor parte
de los programas es la discusión franca por parte de la pare­
ja del material sexual previamente evitado. Los programas
difieren algo en los métodos que utilizan para cubrir estos
objetivos. Prescriben tareas sexuales diferentes a sus pacien­
tes y difieren también en la secuencia y en la aplicación de las
mismas. Además, los terapeutas individuales y las clínicas
han elaborado técnicas especiales para el tratamiento de sín­
dromes específicos, técnicas que se describen en los capítu­
los que tratan de estos síndromes.
Masters y Johnson y sus discípulos emplean la misma ru­
tina y secuencia de tareas para todos los pacientes. Inde­
pendientemente del diagnóstico, el tratamiento de Masters
y Johnson comienza con abstinencia del coito y ejercicios de
focalización sensorial. Cuando la pareja informa haber ex­
perimentado un incremento en el placer erótico, se la instru­
ye para que pase a realizar las tareas sexuales específicas que

--�--- --
·
294 m. TRATAMIEN1'o

están indicadas para el trastorno sexual en cuestión) como


por ejemplo, la técnica de «compresión» en los casos de eya:
culación precoz y de disfunción erectiva, o los movimientos
sin «exigencias», controlados por la mujer, en el caso de dis­
funciones orgásmicas, etc.
En nuestro programa no empleamos una secuencia fija
sino que prescribinws tareas sólo cuando parece que se ha­
llan específicamente indicadas. Por ejemplo, en el caso des­
crito antes en este capítulo, no se siguió el modelo de Mas­
ters y Johnson ni se prescribieron al principio ejercicios de
focalización sensorial, porque pensamos que no eran nece­
sarios. En vez de esto, la pareja pasó directamente al uso de
la técnica de Semans de «parada-arranque».

Orientación teórica

Generalmente, las diferencias más significativas entre los


distintos programas proceden de divergencias en la concep­
tualización del proceso terapéutico, que se reflejan en último
término en la conducción del tratamiento. Algunos de los
clínicos que practican la terapia sexual no están formados en
la teoría psicopatológica ni son psicoterapeutas especializa­
dos. En consecuencia, parece que practican la terapia sexual
sin ningún concepto teorético. Trabajan empíricamente y
tratan sólo con causas superficiales. Se apoyan primordial­
mente en la educación y asesoramiento sexuales y en la pres­
cripción de tareas eróticas para conseguir sus objetivos tera­
péuticos. Esto contrasta con mi enfoque psicodinámico) que
considera la terapia sexual como una forma de psicoterapia.
Aunque las experiencias sexuales son cruciales para el trata­
miento, constituyen sólo un aspecto del proceso terapéutico
total. En Cornell el objetivo de la terapia sexual se limita a la
mejora del funcionamiento sexual, pero el tratamiento
transcurre dentro de un marco conceptual psicodinámico.
l!. PRINCJP!OS BÁSICOS OE TERAPIA SEXUAi. 295

Intentamos comprender las causas del problema del pacien­


te y tratamos de vincular el tratamiento a esta formulación.
Se estudian tanto las causas inmediatas como las más pro­
fundas, y cada tarea, así como cada maniobra terapéutica, se
basa en una consideración racional de su impacto en la es­
tructura psicopatológica de la pareja. Las resistencias in­
trapsíquicas y las motiVaciones inconscientes de cada espo­
so, así como la dinámica patológica de la relación en la
pareja, figuran entre los factores que se consideran y se tra­
tan dentro del proceso terapéutico.
El marco conceptual básico en el que se apoya nuestro tra­
bajo clínico es multicausal y ecléctico. Mi opinión es que son
muchos los determinantes que pueden producir disfuncio­
nes sexuales. Sin embargo, las causas inmediatas de las dis­
funciones sexuales parece que son bastante más específicas
de cada trastorno que las causas remotas. Son estas causas
más profundas las que varían tremendamente de un pacien­
te a otro y de una pareja a otra pareja.
Entre los factores etiológicos más profundos figuran pri­
mordialmente los conflictos intrapsíquicos inconscientes de
uno de los cónyuges, quizás unidos a un problema edípico;
los sentimientos de culpabilidad religiógenos; el miedo a
la intimidad y a la entrega; luchas de dominación y sumisión
no resueltas; etc. Las interpretaciones varían según el pro­
blema específico presentado por el paciente. Este eclecticis­
mo nuestro no se limita a los temas intrapsíquicos, sino que
se extiende también a la dualidad orientación sistemática­
orientación intrapsíquica. Mientras que en un caso son cla­
ramente los problemas intrapsíquicos del hombre la varia­
ble patogénica crucial de la impotencia, en otros casos es el
sistema sexualmente destructor de la pareja el que se consti­
tuye en causa crítica de las dificultades de erección del mari­
do y también el punto óptimo de la intervención terapéuti­
ca. Muchas parejas crean sistemas sexuales y conyugales en
los que es imposible que funcione una persona sensible.
296 rn. iRAiAMIE
Nto
-1


Cuando el sistema es deletéreo, el método racional no º
siste primordialmente en intentar cambiar la psique de p :
n
a
ciente, sino más bien en trabajar para modificar el sistem
. aal
que esta respond'1endo. No encuentro ninguna dicotorn '
��

entre el modelo intrapsíquico que busca la curación ca


biando al paciente y e!_modelo sistémico que intenta ayud
cambiando el medio ambiente que ha producido la respue
ta de evitación en el paciente. En la praxis clínica, el énfasis
�'.
terapéutico en un caso particular recae en uno u otro, pero
no hay apenas un caso en que no se toquen en cierta medida
tanto los factores intrapsíquicos como los ecológicos. De to­
das maneras, aun cuando el peso terapéutico recaiga en lo
intrapsíquico, el sistema sexual de la pareja cambia invaria�
blemente a un ambiente más libre y más humanizado cuan­
do la terapia sexual ha tenido éxito.
El contrapunto entre las interacciones sexuales prescritas
y la experiencia psicoterapéutica es algo que se explota de
lleno en nuestro programa. Las tareas sexuales revelan los
conflictos individuales y la patología conyugal de una mane­
ra mucho más rápida y espectacular que en una simple dis­
cusión. Este material se analiza extensa e intensamente en
las sesiones psicoterapéuticas
En esencia, considero la terapia sexual como una forma
de intervención crítica centrada en las tareas que ofrece la
oportunidad de una resolución rápida de los conflictos.
Con este objetivo se emplean las diversas tareas sexuales
así como los métodos de terapia de insight, terapia de apo­
yo> terapia marital y otras técnicas psiquiátricas según los
casos.
Un repaso de las prácticas de otros autores y de nuestra
propia experiencia nos brinda la impresión de que el forma·
to en el que la terapia sexual puede ser conducida con éxito
varía considerablemente) con tal de que se respeten los prin­
cipios básicos que subyacen a este enfoque. Cualquier for­
mato es potencialmente efectivo si brinda la oportunidad de
¡ !. pR!NCIP!OS llASICOS DE TERAPIA SEXUAL 297

combinar la psicoterapia conjunta e individual con la pres­


cripción sistemática de experiencias sexuales.
Dentro de este marco, nuestro programa se adapta a los
recursos y limitaciones de una clínica psiquiátrica ambula­
toria y/o a la práctica psicoterapéutica privada. Tiene en
cuenta también los problemas concretos de los pacientes,
que difieren mucho en cuanto a estatus socioeconómico, etc.
Es esencial cierta flexibilidad en el formato cuando se trata
de una población tan diversa. Tal formato flexible de tra­
tamiento no parece que dificulte la eficacia dela terapia. Por
el contrario, parece tener ciertas ventajas terapéuticas.
Todas las parejas que acuden a nuestra consulta en Cornell
pasan por un examen psiquiátrico antes de ser aceptadas
para su tratamiento. Dicho requisito nos revela la posibilidad
de que un compañero o el otro pueda desarrollar reacciones
adversas ante un tratamiento rápido y proporciona también
al terapeuta información acerca de la dinámica de los proble­
mas de la pareja. Además, redactamos un historial clínico y
enviamos a los pacientes cuyos problemas sexuales pueden
estar relacionados con factores somáticos a un examen mé­
dico, ginecológico y/o urológico, según los casos.
En nuestro programa, las parejas continúan viviendo en
su casa y acuden una o dos veces por semana a la consulta.
Este espaciamiento de las visitas brinda a la pareja un tiem­
\.,'
po más que suficiente para realizar las tareas sexuales pres­
critas y discutir sus reacciones con el terapeuta de una ma­
nera sistemática. Las instrucciones y las tareas han sido r_

modificadas para acomodarlas a este formato de trata­


miento. En otras palabras, durante una sesión la pareja pue­
de recibir instrucciones para toda una secuencia de expe­
riencias. El contacto telefónico siempre está abierto por si
surgen problemas específicos en el intervalo entre dos sesio­
nes programadas.
No hay límite de tiempo para el tratamiento. La terapia fi­
naliza cuando se ha conseguido un buen funcionamiento se-
011<,,
298 !JI. TRATA
M!ENto
.
xual, con indicios de que esta curación va a ser relativamen
e
permanente. En general, la duración del tratamiento va '.
. "ª
' el trastorno en cuest1on.
segun " Por eJemplo, la eyaculació
precoz se alivia, por término medio, en sesiones conducidas n
, .
durante un per10 ' do de tres a seis semanas, mientras que

l
media para el vaginisi:;o es de 1 O visitas durante un períod
de seis semanas. Sin embargo, una vez terminado el trata­
miento hay parejas que solicitan una terapia individual 0
conjunta adicional, para resolver los problemas no sexuales
que han surgido durante la terapia sexológica propiamente
dicha.
Puesto que uno de los ingredientes cruciales de una te­
rapia eficaz consiste en la participación de dos individuos en
los ejercicios sexuales que se requieren para mejorar un sis­
tema sexual previamente destructivo, consideramos el uso
de parejas como un requisito indispensable. Sin embargo,
somos flexibles respecto al grado de participación de cada
miembro de la pareja en las sesiones psicoterapéuticas. Ge­
neralmente, vemos a la pareja junta durante la fase inicial de
diagnóstico y en la mayor parte de las sesiones posteriores.
Pero el terapeuta permanece alerta ante las situaciones que
requieren que los cónyuges sean recibidos individualmente,
cuando, por ejemplo, hay pruebas de que existen «secretos)}
sexuales, o cuando hay que tratar un material que podría
ejercer efectos destructivos sobre el otro miembro o sobre la
relación. Además, y aparte de estas consideraciones, hay
trastornos que requieren que el tratamiento se centre pri­
mordialmente en uno de los compañeros. En tales situacio­
nes no hacemos demasiado énfasis en la asistencia conjunta
de la pareja a lo largo de las sesiones terapéuticas ni insisti­

1
mos en que participen ambos en los ejercicios sexuales. Esta
«separación» es especialmente útil, por ejemplo, cuando
tratamos a una mujer que sufre de una inhibición orgásmica
grave. En tales casos, las tareas iniciales, que están elabora­
das para que la paciente consiga su primer orgasmo1 es me-

1
'�
J I. PR!NC!PJOS BÁSICOS DE TERAPIA SEXUAL 299

jorque se realicen a solas porque el compañero podría en­


contrarlas tan tediosas que el exigirle realizar esos ejercicios
podría ser destructivo para la relación sexual de la pareja.
El formato que hemos descrito más arriba, que es el que se
utiliza en Cornell, es práctico y efectivo. Sin embargo, cual­
quier tratamiento flexibk y psicodinámicamente orientado
puede satisfacer las necesidades de la gran variedad de pa­
cientes aquejados de trastornos sexuales, siempre que reten­
ga los ingredientes esenciales de la terapia sexual, esto es, el
uso combinado e integrado de experiencias sexuales pres­
critas y sistemáticamente estructuradas, junto con interven­
ciones psicoterapéuticas, dentro de un marco psicodinámi­
co básico.
12. Las experiencias terapéuticas

El uso de tareas sexuales en el tratamiento de las dis­


funciones sexuales representa una importante innovación
en la moderna tecnología de los tratamientos. Lo cual no
quita para que ya en la antigüedad se utilizasen experiencias
eróticas para aliviar los problemas sexuales. Hace miles de
años, un griego privado de su potencia sexual por los dioses
viajaría a uno de los templos de Afrodita, en donde una hie­
ródula (sacerdotisa prostituta en el arte de amar) habría
compartido con él ciertas experiencias religioso-eróticas 1
curándole así de su disfunción erectiva.
El uso de prescripciones conductales dentro de un con­
texto de tratamiento no es exclusivo de la terapia sexual .
Desde hace algún tiempo, los terapeutas de grupo y de la fa.
milia vienen experimentando con la aplicación terapéutica
de «tareas familiares» y otros tipos de interacciones especí­
ficamente estructuradas. Esta evolución refleja la creciente
tendencia de la psiquiatría actual hacia una mayor estima­
ción y utilización de los factores experienciales en la modi­
ficación de la conducta humana, lo cual representa el
comienzo de un cierto abandono de las estrategias tradicio­
nales de tratamiento, que tienden a basarse exclusivamente
300
12• LAS EXPERIENCIAS TERAP8UTlCAS 301

en el ínsight o en la reestructuración cognoscitiva para con­


seguir el cambio. Sin embargo, aunque es cierto que el em­
pleo de la modificación experiencia! de la conducta está
siendo explorado en algunos otros contextos terapéuticos,
encuentra su expresión más plena en la terapia sexual, en
donde las tareas sexuales constituyen un instrumento tera­
péutico importante y esencial.

Algunas tareas utilizadas en la terapia sexual

Fueron Masters y Johuson los pioneros en la aplicación racio­


nal de experiencias sexuales estructuradas en el tratamiento
de las disfunciones sexuales. Elaboraron un sistema de expe­
riencias sexuales muy eficaz que la pareja realiza diariamente
durante un período de dos semanas. Uno de los objetivos de
las interacciones sexuales inicialmente prescritas consiste en
que la pareja centre su atención en dar y recibir placer, y no
en la consecución de una meta. Se aparta su atención de la
erección ydel orgasmo y se enfoca más bien sobre la vivencia­
ción de los sentimientos eróticos, en un esfuerzo por modifi­
car la nefasta tendencia a permanecer fuera, observándose a
sí mismo y juzgando la experiencia sexual sobre la base de la
capacidad para conseguir nn determinado rendimiento.
De acuerdo con este objetivo, el sistema de Masters y
Johnson consiste, en primer lugar, en unos días -de absti­
nencia de orgasmo; esto es, se prohíbe el coito y no se permi­
te que ninguno de los cónyuges alcance el orgasmo. Durante
este período, la pareja practica la famosa «focalización sen­
sorial» y una serie de experiencias placenteras no exigentes,
que describiremos después. Más adelante, se incluye en los
ejercicios la estimulación genital. El objetivo de la estimula­
ción genital en esta fase tampoco es el de producir un orgas­
mo, sino conseguir que la pareja adquiera plena consciencia
del placer erótico y sensual no orgásmico.
302 ll!. TRATAMJENro

Una vez conseguido este objetivo, se prescriben una serie


de ejercicios sexuales diseñados para eliminar problemas
específicos. Entre ellos figuran: el «método de compresión»
(que se utiliza para tratar la eyaculación precoz y también
para restablecer la confianza del paciente impotente en su
capacidad de recobrar � erección perdida) y el método de
propulsión de la pelvis «sin exigencias» y controlada por la
mujer (que se emplea en el tratamiento de las mujeres no or­
gásmicas). Además, se prescriben diversas posiciones y téc­
nicas de coito de estimulación genital con el fin de eliminar
obstáculos y problemas específicos.
Durante este período las sesiones terapéuticas conjuntas
sirven para apoyar estos objetivos. Se instruye a la pareja
para que enfoque su atención en sus sentimientos eróticos
durante la actividad sexual y se les ayuda a combatir la ten­
dencia a una auto-observación obsesiva del «rendimiento
sexual» (lo que Masters y )ohnson denominan «rol de espec­
tador») . Los terapeutas intentan asimismo eliminar cual­
quier otra defensa manifiesta que el paciente pueda emplear
contra la excitación sexual, independientemente de sus raí­
ces más profundas. Finalmente, y aparte de las tareas sexua­
les prescritas, Masters y )ohnson se apoyan mucho en la es­
trategia de mejorar la capacidad de comunicación, por parte
de los miembros de la pareja, en cuanto a sus sentimientos y
sensaciones sexuales, sus deseos y sus temores recíprocos.
Las ejercicios elaborados por Masters y )ohnson son ins­
trumentos terapéuticos potentes que hoy día son de uso
muy corriente. Sin embargo, excepto Jos equipos «ortodo­
xos», que siguen fielmente a Masters y Johnson, pocos clíni­
cos usan estos ejercicios de la manera precisa y sistemática
recomendada por sus innovadores. La mayor parte de los te­
rapeutas sexológicos suelen ser muy flexibles en la aplica­
ción de estas prescripciones conductales.
Otros autores dentro de esta área han elaborado y de­
fendido la eficacia de otras tareas sexuales que difieren, en
12. LAS EXPERlENC!AS TERAH'.UTICAS 303

mayor o menor grado, de las inventadas por Masters y john­


son. Por ejemplo, Hartman y Fithian se asemejan a Mastersy
johnson en el sentido de que trabajan con un programa de
tratamiento intensivo que dura dos semanas y emplean una
serie de ejercicios táctiles durante la fase inicial del trata­
miento. Pero a diferencia de ellos, Hartman y Fithian se con­
-
centran en la resolución de los problemas que giran en tor­
no de la baja autoestima física y sexual del paciente. Creen
estos autores que dicho factor es un determinante funda­
mental en la inhibición sexual, y utilizan técnicas esencial­
mente guestálticas con el fin de cumplir el objetivo terapéu­
tico. Al paciente se le enseña a permanecer desnudo delante
de un triple espejo. Se le pide que se toque cada una de las
partes de su cuerpo, incluyendo sus genitales, y exprese sus
actitudes sobre esa parte de su anatomía. Los terapeutas in­
tentan confrontar a la persona con cualquier sentimiento
negativo que surja .durante el proceso y sensibilizarle en
cuanto a los sentimientos positivos. Esta técnica intenta
alentar una rápida resolución de los sentimientos de culpa e
inseguridad del paciente respecto a ciertos aspectos <<nega­
tivos» de su cuerpo (por ejemplo, los pechos, los genitales,
los pies) y al mismo tiempo conseguir que la persona entre
en contacto con aquellos aspectos de los que se siente orgu­
lloso, con lo cual se incrementa la confianza y la seguridad
del paciente.
Hartman y Fithian emplean muchas de las tareas sexuales
inventadas por Masters y johnson, pero también algunas va­
riantes. Por ejemplo, el acariciarse los pies, las manos y el
cuerpo en presencia del terapeuta, con lo que se intenta en­
señar a los pacientes a tocarse de una manera suave y delica­
da, libres de la carga emocional de una situación abierta­
mente sexual. Otra de las innovaciones de Hartman y
Fithian es la de la «vagina quieta», que requiere que la pareja
permanezca tranquilamente con el pene del varón insertado
en la vagina de la mujer durante «20 a 30 minutos», abste-
304 m. TR.ATAM!
�l
Elffo

niéndose de los movimientos de propulsión del coito dura



_

te este intervalo. Se supone que esta experiencia sirve pa a


disminuir la ansiedad provocada en algunos pacientes por l
intimidad, la proximidad y las exigencias de ejecución se
xual.

Muchas autoridades ponen seriamente en duda todas es­
tas nuevas prácticas, debido sobre todo a que han rebasado
con mucho a Masters y Johnson en su trabajo explícito con
la conducta sexual de la pareja. Algunos terapeutas realizan
un «examen sexológico'>, que consiste en estimular el cuer�
po y los genitales del paciente a fin de averiguar la naturaleza
de la respuesta sexual así provocada. En segundo lugar -y a
diferencia de Masters yJohnson yla mayor parte de los sexo­
terapeutas, incluyéndonos a nosotros mismos, que utilizan
los informes verbales del paciente sobre sus experiencias se­
xuales como base para hacerse una imagen mental de las in­
teracciones sexuales de la pareja, lo que a su vez preside la
marcha del tratamiento-, algunos terapeutas observan di­
recta1nente a la pareja acariciándose y estimulándose en una
situación real. Intentan entonces enseñarles técnicas más
eficaces, haciendo de monitores e incluso demostrando per­
sonalmente estas técnicas.
La tendencia hacia una participación explícita del tera­
peuta en las experiencias sexuales del paciente para el trata­
miento de las disfunciones sexuales, ha sido explotada por
un cierto número de «terapeutas» oportunistas que em­
prenden actividades sexuales con sus pacientes y/o que con­
ducen experiencias sexuales de grupo, proporcionando
prostitutas «Sexoterapeutas», especialmente entrenadas
para este propósito. Es dudosa la ética de este método y, ade­
más, no ha sido demostrada aún su eficacia.
No hay que confundir con estas prácticas sensacionalistas
y explotadoras de algunos «Sexoterapeutas» las innovacio�
nes que son el subproducto deseable de la reciente apertura
al tema de la sexualidad. Por ejemplo, el examen médico con-
ERlENClAS TERAPtUT!CAS 305
12. ¡,AS ExP

junto es un procedimiento interesante y valioso que utilizan


algunos terapeutas para instrumentar un cierto número de
objetivos terapéuticos. Durante el examen conjunto se le
hace a cada cónyuge un examen físico, ginecológico y uroló­
gico completo incluyendo los genitales y la pelvis de la mu­
jer, en presencia del otro cónyuge y utilizando los servicios
de un sexoterapeuta médtco. En primer lugar, este chequeo
brinda al terapeuta una información básica sobre el estado
físico de sus pacientes, pero su valor se extiende más allá del
diagnóstico del estado de salud y puede ser realmente incor­
porado al proceso terapéutico mismo, en el sentido de que
comienza a abrir la comunicación entre los cónyuges y reve�
la ciertas áreas especiales de sensibilidad e inhibición, brin­
dando también una oportunidad para educar y corregir la
falta de información.
También se están utilizando cada vez con mayor fre­
cuencia películas eróticas que describen técnicas sexuales, y
no sólo en la terapia sexual sino también en los cursos de
educación sexológica. Algunos terapeutas están estudiando
la exhibición de filmes eróticos a grupos de parejas sexual­
mente inhibidas y disfuncionales, empleando luego técnicas
grupales para elaborar este material.
Muchas autoridades en este campo recurren a ejercicios
musculares para ayudar a las mujeres a alcanzar el orgasmo.
En los capítulos que tratan de las disfunciones en cuestión
describimos estas y otras tareas empleadas en la terapia se­
xual.

Organización del procedimiento terapéutico

Como ya dijimos, Masters y Johnson prescriben como pro­


cedimientos iniciales rutinarios la abstinencia orgásmica y
los ejercicios de localización sensorial, independientemente
de la naturaleza de la disfunción sexual del paciente o de su
!!l. TRATAMI

ENTO
¡
306

psicodinámica. Esto está en muchos casos plenamente jus '



ficado. Nosotros, sin embargo, hemos intentado elab orar u
tratamiento más flexible, presidido por el principio de ern
plear procedimientos que no se hallan organizados de un

manera rutinaria, sino que se utilizan al servicio de una es
trategia terapéutica r�cional. En otras palabras, en la medi­

da de lo posible sólo utilizamos una tarea sexual dada cuan­
do parece específicamente indicada. Las tareas se idean y
elaboran a la medida de las necesidades psicodinámicas es­
pecíficas de cada pareja. Esto es, en el tratamiento de la eya­
culación precoz o del vaginismo no prescribimos rutinaria­
mente una focalización sensorial y otros tipos de ejercicios
de acariciamiento suave y no exigente. Sólo utilizamos estas
técnicas en aquellos casos en donde se necesitan: (1) para
aliviar la ansiedad de la pareja respecto al contacto físico y la
proximidad; (2) para contrarrestar la evitación defensiva de
los sentimientos sensuales y eróticos, y (3) para romper un
tipo de conducta que se basa en una preocupación excesiva
por el orgasmo y el rendimiento sexuaL con la consiguiente
falta de consciencia del placer sensual del sexo. Estructura­
mos deliberadamente las experiencias con el fin de conse­
guir unos objetivos psicoterapéuticos específicos, luchar
contra las resistencias al tratamiento y lograr un buen
funcionamiento sexual. Si se viese, vaya por caso, que tal o
cual aspecto de la experiencia que hemos prescrito moviliza
defensas destructivas en uno de los cónyuges, alteramos el
tratamiento de manera acorde. Por ejemplo, un hombre co­
menzó a exhibir ideas paranoides en respuesta a la ins­
trucción de que no debía llegar al orgasmo. Sentía que se ha­
llaba deliberadamente controlado y frustrado por el
terapeuta en colusión con su esposa. Por tanto, 1nodificamos
las instrucciones para alternar las experiencias orgásmicas
con otras de focalización sensorial. Esta estrategia permitió
al esposo ganar el suficiente control sobre la situación como
para avanzar en el proceso terapéutico. No resolvimos) por
J2. LAS EXl'ER!ENCIAS TERAPf:UT!CAS 307

supuesto, su paranoia básica. Sin embargo, en el curso de la


terapia cesó de actuar como un obstáculo al funcionamiento
sexual.

Los mecanismos de la acción terapéutica

Las tareas aparentemente banales a las que nos hemos refe­


rido antes suelen ejercer un profundo impacto sobre el pa­
ciente y parece que son cruciales a la hora de modificar rápi­
damente una conducta sexual crónicamente destructiva y
las dificultades concomitantes. Desgraciadamente, los me­
canismos mediante los cuales ejercen su poder e influencia
terapéuticos no están claros. Contemplados estos fenóme­
nos desde la perspectiva de la teoría psiquiátrica surgen va­
rias hipótesis. Cabe pensar que existen tres factores (posi­
blemente entre otros muchos) que contribuyen a esa
mejoría en las funciones sexuales que parecen propiciar las
experiencias sexuales prescritas: ( 1 ) alteran el sistema sexual
que antes había sido destructor. El ambiente tranquilo crea­
do por la terapia sexual brinda a la pareja la oportunidad de
aprender a hacer el amor de una manera más libre y más pla­
centera; (2) la resolución del conflicto sexual se ve facilitada
cuando la pareja realiza una serie de experiencias sexuales
previamente evitadas; (3) las tareas provocan la emergencia
de conflictos intrapsíquicos y diádicos previamente incons­
cientes que luego pasan a ser el blanco de la intervención y
resolución psicoterapéuticas.

Modificación del sistema sexual destructivo

En primer lugar, las tareas sexuales crean un medio fa­


vorable en el cual se pueden adquirir respuestas nuevas y
más adecuadas, extinguiéndose las antiguas asociaciones
308

deletéreas entre la sexualidad, por un lado, y el sentim'1en


. to

de culpa y los temores por otro. En la terapia sexual las int r
­
acciones sexuales se hallan específicamente estructura a
s
para eliminar el sentimiento de culpa y el temor al fracas
al rechazo, en la medida en que es posible cumplir esto d n�'.
tro del marco de una.terapia breve. Al mismo tiempo, inte _
tamos que la pareja cree para sí misma un ambiente libre �
presión en el que pueda aprender a dar y a recibir una esf
mulación más eficaz y más'variada y trabarse en una co�­

ducta erótica menos inhibida.
Estas experiencias positivas sirven para disipar los temo­
res constrictivos y la anticipación de un daño, fracaso 0 re­
chazo que hasta entonces habían impedido la libre ex­
presión sexual del paciente. La experiencia real de sentir el
lento auge del placer erótico, la comprobación de que se pro­
duce fácilmente una erección cuando la respuesta sexual
queda libre de la auto-observación y del juicio, y la sensa­
ción de una respuesta orgásmica ante una estimulación sua­
ve y no apresurada, pueden extinguir los antiguos temores al
fracaso y a la humillación con mucha más eficacia que la se­
guridad que puede infundir verbalmente el psicoterapeuta 0
sus interpretaciones psicodinámicas. El placer y el éxito
brindado por los ejercicios disminuyen gradualmente las
consecuencias negativas de anteriores fracasos, reernplan­
zándolos por una serie de contingencias positivas y reforza­
doras.
Por otro lado, cuando la pareja aprende a comunicarse
sus verdaderos sentimientos, cuando ambos se atreven a co­
rrer el riesgo de decir al otro qué es lo que desea realmente y
qué es lo que siente, se eliminan los obstáculos para el apren­
dizaje de unas interacciones sexuales más efectivas. Por
ejemplo, si un hombre se siente inhibido a realizar ciertas
experiencias nuevas (como, por ejemplo, la sexualidad oral)
porque anticipa que su mujer le rechazará si es incapaz de
funcionar «perfectamente)), esto es, con el pene en la vagina)
J 2. LAS EXPERIENCIAS TERAP!lUTICAS 309

perderá esa inhibición después de que haya discutido estos


sentimientos con ella de una manera abierta. Quizá descu­
bra entonces que, contrariamente a sus temores, ella no con­
cede la misma importancia al acto sexual y que puede inclu­
so sentirse deleitada ante este deseo de experimentar una
sexualidad oral.

Resolución de los conflictos

En segundo lugar, estas experiencias parece que alientan a


menudo una rápida resolución del conflicto sexual. Cuando
uno repasa las diversas tareas que se emplean en la terapia
sexual, observa un rasgo común: todas ellas empujan a la
pareja a experimentar sentimientos y sensaciones previa­
mente evitados. Estas experiencias de lo previamente evi­
tado parece que conducen a una solución rápida de los
conflictos. El concepto tradicional de que sólo se puede con­
seguir una resolución permanente de un conflicto si el pa­
ciente consigue vislumbrar su génesis tiene que ser reevalua­
do a la luz de estos resultados. Los sentimientos eróticos, así
como la intimidad, son evitados por muchas personas cuan­
do son fuente de ansiedad y de culpa. El sujeto rara vez es
consciente de que está evitando esas experiencias, ni tampo­
co de las razones de esta abstención. Pero mientras sean evi­
tadas, permanecen encapsuladas y protegidas de toda modi­
ficación por los aspectos adultos, conscientes y racionales de
la personalidad y, por tanto, caen fuera de toda posibilidad
de resolución.
La fuerte resistencia manifestada por los pacientes a «es­
tablecer contacto» con los conflictos evitados es algo muy
corriente en la psicoterapia convencional, en la que un pa­
ciente puede a veces evitar enfrentarse con conflictos sexua­
les ansiógenos durante largos períodos de tiempo y a veces
indefinidamente. (¡Hemos visto a muchos pacientes con <lis-
"" '" ""- 1
funciones sexuales que nunca habían discutido explícit Jí
mente ningún material sexual durante los años que llevab n :
.

de tratamiento!) Sin embargo, es muy difícil evitar temas tan


dolorosos si en el curso de la terapia sexual uno se enfrent
con la necesidad de realizar precisamente la actividad temi �
da, bien sea un acto seA'.ual o una discusión abierta del mate.
ria! embarazoso con el compañero. Por ejemplo, una pa.
ciente podría evitar hablar de la culpa de masturbación en la
psicoterapia, pero por fuerza tiene que establecer contacto
con este tema si en la terapia sexual se la instruye para que
experimente con la autoestimulación. Las experiencias se­
xuales prescritas por el terapeuta confrontan al paciente ex.
periencialmente con sentimientos previamente evitados) lo
cual resuelve rápidamente los conflictos y disminuye la an­
siedad y el sentimiento de culpa.

Emergencia de material psicodinámico no reconocido

Un tercer determinante, muyimportante, del impacto de las


experiencias radica en el hecho de que al realizar las tareas
sexuales se revelan temores y conflictos previamente desco­
nocidos. Los problemas conyugales, la ambivalencia respec­
to a la sexualidad, la resistencia a experimentar placer se­
xual, etc., quedan así a disposición de la intervención
1
terapéutica. Las experiencias desactivan las defensas rutina­
rias del paciente contra la toma de conciencia de los conflic­ 1
1
tos sexuales porque crean mini-crisis que luego son explota­
das en las sesiones de psicoterapia, en donde la resolución de
los conflictos puede amplificarse y reforzarse en un nivel
verbal. Así, la terapia sexual permite que los problemas in­
trapsíquicos y diádicos sean abordados mediante una com­

1
binación poderosa de terapia experiencia] y analítica. Es in­
teresante que tras la resolución experiencia! de un conflicto
sexual específico se produzcan a menudo cambios cognos-

l
_0,
12. LAS EXPERIENCIAS TERAPEUTICAS 311

citivos. Algunos pacientes parecen ver claro en motivacio­


nes y sentimientos que antes ignoraban sólo después de ha­
berse permitido experimentar el placer erótico y el amor. Es
muyfrecuente que modifiquen entonces sus actitudes poco
realistas, cargadas de prejuicios, hacia la sexualidad y bada
sus relaciones conyugajes. Estos cambios intelectuales sir­
ven, pues, para consolidar y asegurar la estabilidad de las
modificaciones de la conducta sexual producidas por los as­
pectos experienciales del tratamiento.

Focalización sensorial

Una descripción detallada de los ejercicios de «focalización


sensorial» y de las diversas reacciones que las parejas suelen
revelar ante ellas quizá nos sirva para aclarar el impacto te­
rapéutico de estas técnicas.
La forma de dar las instrucciones es un factor importante
que puede condicionar la respuesta de la pareja. Por tanto, el
terapeuta debería estar suficientemente libre de conflictos
sobre su propia sexualidad para ser capaz de dar instruccio­
nes de una forma abierta y alentadora, libre e incluso alegre.
Debe ser muy explícito y al mismo tiempo permanecer aler­
ta ante cualquier defensa que sus instrucciones puedan mo­
vilizar en uno u otro cónyuge. Con estas consideraciones en
mente podríamos dar las siguientes instrucciones para los
ejercicios de focalización sensorial:

Me gustaría que se preparasen para acostarse: que se desnuden, se


duchen y se relajen. Quiero que usted [la mujer] se tumbe boca
abajo. Luego usted [el hombre] le acaricia la espalda de la manera
más delicada y tierna que pueda. Mueva sus manos muy lentamen­
te. Comience en la parte posterior de la nuca, acaricie sus orejas y
continúe bajando hasta las nalgas, las piernas y los pies. Use sus
manosy/o sus labios. Concéntrese sólo en lo que usted experimen­
ta cuando toca su cuerpo y su piel.
312

FIGURA 13. Estimulación no exigente de los genitales femeninos.

El turnarse en la estimulación suave de las zonas erógenas del otro, sin


las exigencias del orgasmo o del coito, es una técnica que se suele pres­
cribir en las fases iniciales del tratamiento de las disfunciones sexuales
de la mujer y del hombre. La posición que aparece aquí es la
recomendada por Mastersy Johnson, pero se puede utilizar cualquiera
de una serie de variantes para alcanzar el objetivo de acostumbrar a la
pareja a dar y recibir placer, en vez de preocuparse exclusivamente por
el rendimiento sexual.

Mientras tanto, quiero que usted [la mujer] preste atención alas
sensaciones que usted siente cuando él la acaricia. No deje que su
mente vague. No piense en nada más. No se preocupe de si él se va a
cansar o si está disfrutando o cualquier otra cosa. Sea «egoísta)) y
concéntrese en sus sensaciones. Permítase sentir todo. Cornuní­
quese con él. No hable demasiado, porque esto interferirá sus res­
puestas y las de él. Pero recuerde que él no puede saber cuáles son
J 2. !,AS EXPERIENCJAS TERAP¡;UT!Ct\S 313

sus sentimientos a menos que usted se lo diga. Dígale en dónde de­


sea usted que la toque y cómo y dónde sus caricias ejercen el mejor
efecto. Permítale que conozca si su contacto es demasiado ligero o
pesado o si va demasiado aprisa. Si la experiencia es desagradable,
comuníqueselo. Trate de identificar aquellas áreas de su cuerpo
que son especialmente sensibles o responsivas.
Cuando ambos se haycm cansado de este ejercicio, quiero que
usted [la mujer] se vuelva boca arriba de manera que usted [el
hombre] la pueda acariciar por delante. Comience por la cara,
el cuello y baje hasta las puntas de los pies. Pero en esta primera vez
no le acaricie los órganos genitales. Deje a un lado los pezones, la
vagina yel clítoris. Igual que antes, tienen ustedes que concentrarse
sólo en lo que sienten cuando acarician y son acariciados. Deténga­
se cuando el ejercicio se haga fatigoso para cualquiera de los dos.
Ahora es usted [el hombre] el que tiene que recibir. Quiero que
usted [la mujer] haga lo mismo con él. lTienen ustedes que hacer
alguna pregunta respecto a este procedimiento?

Es muy importante que el terapeuta escuche las reaccio­


nes de la pareja ante las instrucciones con el oído alerta a
cualquier ansiedad o incertidumbre, porque pueden ser
fuentes potenciales de resistencia a la realización de la tarea.
La forma en que se comunican las instrucciones, la sensibili­
dad con que se perciben las resistencias potenciales y la ha­
bilidad en manejarlas son determinantes fundamentales del
tipo de experiencia que la pareja va a tener.
Si la experiencia tiene éxito (en el sentido de que la pareja
goza y gana cada vez mayor placer y sensibilidad) y si nin­
guno de los dos se siente tenso, se escapa de la tarea ni se re­
fugia en la fantasía, se repite el ejercicio incluyendo ahora la
estirnulación genital. (Nosotros lo llamarnos «focalización
sensorial 11».) Al hombre se le instruye para que acaricie
con ternura y de una manera no «exigente» los pechos de su
compañera y los pezones, así corno la entrada vaginal y el
área clitoridea. Se le dice que no utilice la fricción rítmica
que conduce al orgasmo. Al principio, la estirnulación geni­
tal debe ser realizada de una manera tierna suave y lenta,
· ---.'.
'<":,;
314 lll. TRATAMIEN O
T !
puesto que su propósito en esta fase es el de despertar sen.
saciones de placer y aumentar la tensión erótica. General­
mente, es también importante el advertir al hombre que no
estimule directamente el clítoris, porque hay mujeres a las
que le resulta irritante. Las mujeres varían en cuanto al tipo
de estimulación que prefieren. Algunas prefieren el frota­
miento, otras un ligero pellizcado, otras un movimiento de
rodillo, otras el chupeteo, etc. A la pareja se la alienta a dis­
cutir estos y otros métodos alternativos de estimulación cli­
toridea, así como de estimulación de las diversas partes del
pene, del escroto y del ano. Por otro lado, se les anima a ex­
presar sus preferencias específicas y a airear sus quejas y
preocupaciones respecto a experiencias anteriores. Se les
estimula asimismo a utilizar sus dedos y/o labios en la esti­
mulación genital, según su sistema de valores y preferen­
cias.

Reacciones ante los ejercicios de focalización sensorial

Estos ejercicios, aparentemente simples, ejercen a veces un


impacto sorprendentemente profundo. Las reacciones de la
pareja pueden adoptar cualquiera de tres formas posibles.
Lo más corriente es una reacción positiva, en el sentido de
sentimientos sensuales y emocionales más intensos. Otras
personas experimentan muy poco; y en un tercer grupo los
ejercicios de focalización sensorial despiertan reacciones
negativas que, en algunos casos raros, pueden alcanzar pro­
porciones adversas.
Reaccionespositivas. La suave intimidad física puede evo­
car respuestas complejas (por ejemplo la de satisfacer ciertas
necesidades físicas y afectivas no reconocidas) y brindar sa­
tisfacciones posiblemente afines a aquellas que refuerzan la
conducta primitiva de acicalado en los primates. En cual­
quier caso, las experiencias de focalización sensorial suelen
!2. LAS EXPER!ENClAS TERAPÉUTICAS 315

hacer que las personas experimenten por primera vez unas


sensaciones sensuales intensas. Algunas descubren áreas
concretas del cuerpo que son especialmente sensibles a las
caricias del compañero. No todo el mundo experimenta la
focalización sensorial como algo erótico, pero sí se las viven­
cia casi siempre como algo sensual y muy placentero. A ve­
ces la pareja informa de que experimenta emociones pro­
fundamente satisfactorias.
La focalización sensorial engendra con frecuencia una
sensación profunda de alivio, de alegría y optimismo. La pa­
reja suele sentirse muy unida, llena de ternura el uno hacia el
otro, tranquila y relajada cuando las experiencias han logra­
do fomentar la experiencia de una sensualidad y de una ter­
nura previamente evitadas. A veces unas actitudes que ha­
bían sido estrictas comienzan a cambiar a medida que los
compañeros empiezan a sentirse libres de una conducta es­
trictamente orientada al orgasmo y al coito) dándose cuen­
ta, quizá por primera vez) que el contacto sexual puede ser
una fuente de placer en sí mismo y no necesariamente el pre­
ludio automático del coito.
Cuando la pareja informa de este tipo de reacción posi­
tiva, el tratamiento puede pasar a la siguiente fase. Des­
graciadamente, en algunas parejas gravemente dañadas sur­
gen resistencias, porque toda unavida evitando la intimidad
y los sentimientos eróticos impide la acción directa de estos
procedimientos experienciales.
Reacciones negativas. La focalización sensorial puede
también carecer de respuesta o incluso, rara vez, evocar una
reacción realmente adversa.
A veces, las personas no responden en absoluto a los ejer­
cicios, a pesar de que cumplen concienzudamente las ins­
trucciones del terapeuta, y participan en las experiencias fí­
sicas y las caricias mutuas sin conseguir el orgasmo. La
pareja informa de que, aunque realizaron sus «deberes»,
uno de los miembros de la pareja, y a veces ambos, «no sin-
316 lll. TRATAM¡¡mo ·1·
tieron nada>>. Incluso podrían quejarse de que los ejercicios
eran aburridos, o que les daban ganas de dormir. Algunos
pacientes son incapaces de concentrarse en la experiencia
su mente se distrae y se entretiene en ideas triviales o no re:
lacionadas con el asunto. En estos. casos no es infrecuente el
juicio de que «esto es una pérdida de tiempo».
Cuando los ejerciciO'S de focalización sensorial son inca­
paces de despertar una respuesta positiva, formulamos la
hipótesis de que el paciente podría tener un conflicto en
cuanto a sus necesidades afectivas y eróticas y que, por lo
tanto, ha erigido una serie de defensas contra la emergencia
de sentimientos sexuales y sensuales. Sin embargo, existen
otras posibles explicaciones del fracaso. Se necesita una in­
vestigación sistemática para descubrir si la falta de respuesta
es siempre una manifestación de resistencia o si hay perso­
nas normales abiertas y sanas que tampoco sacan nada en
limpio de este tipo de experiencias.
En ausencia de tales datos, trabajamos con la hipótesis
de que la falta de respuesta en el paciente ante las tareas de
focalización sensorial representa su necesidad de defen­
derse contra la emergencia de los sentimientos que suelen
ser evocados por estas experiencias. El procedimiento
usual en tales casos consiste en pedir a la pareja que repita
los ejercicios. Si se entrevé que hay defensas intelectuales
de por medio) se dan las instrucciones oportunas para que
la pareja deje de <<Obsesionarse» e intente concentrarse en
los sentimientos y en las sensaciones. De manera paralela,
durante las sesiones el terapeuta explora junto con la pareja
e intenta identificar y aclarar fuentes específicas de resis­
tencia. En un gran porcentaje de estos casos) basta repetir
varias veces las experiencias de focalización sensorial
-además de explorar las fuentes inconscientes de la resis­
tencia por parte del paciente durante las sesiones psicote­
rapéuticas- para resolver sus defensas contra la actitud de
abandono sexual y permitirle gozar de los sentimientos
í ¡2. LAS EXPERIENCIAS TERAP<UT!CAS 3J 7

sensuales y eróticos que estos ejercicios evocan, sin temor


ni complejo de culpabilidad. Ésta es la evolución más pro­
bable en pacientes básicamente sanos que padecen sólo de
un problema sexual aislado, pero también se da con sor­
prendente frecuencia en parejas neuróticas que parecen te­
ner conflictos sexuales más graves.
En casos muy raros, la'allsiedad del paciente respecto a la
sexualidad y a la intimidad es tan grave, y las defensas que ha
erigido contra la eclosión de los sentimientos eróticos son
tan tenaces, que la simple repetición de la experiencia y la in­
tervención terapéutica directa para romper dichas defensas
no bastan para vencer la resistencia. El paciente continúa
evitando los sentimientos sensuales y la intimidad con su
compañero. Donde más se da esto es en el paciente neuróti­
co, cuya dificultad sexual es probablemente una expresión
de un conflicto inconsciente grave y extenso. Tales pacientes
quizá no sean candidatos adecuados para las formas breves
yexperienciales de tratamiento; necesitan una terapia de in­
sight más intensa antes de que puedan beneficiarse de la
nueva terapia sexual.
La resistencia a los ejercicios de focalización sensorial
puede adoptar también otras variantes. Es frecuente que
la pareja incumpla las instrucciones del terapeuta para
abstenerse del orgas1no: «Él comenzó a tocarme, y nos ex­
citamos tanto que pensamos que no podíamos desper­
diciar la ocasión. Así que hicimos el amor». La exploración
terapéutica de esta conducta como una manifestación de
resistencia, puede revelar un cierto número de motivos
subyacentes.
En uno de los casos, parecía que la esposa no era capaz de
ver a su marido frustrado, aunque sólo fuera durante unos
momentos. Cuando percibía su erección, era incapaz de
continuar concentrándose en sus propios sentimientos y rá­
pidamente le seducía para experimentar el orgasmo «prohi­
bido», a costa de su propio placer. Este exceso de preocupa-
318

ción por satisfacerle resultó ser un antecedente import


d� su inhibición orgásmi�a, ypo� es? constituía un punt
._
fncc10n para el engranaie terapeutico. Exploraciones te
:�:
ra.
péuticas ulteriores, en un nivel más profundo, revelaron que
sus motivos eran mas comp1CJOS: · la actltu
· d de pasivida
· ·

:.
d
dependencia, de hiper,complaceucia que ella asumía y la a
siedad que cualquier frustración de su marido evocaba e
ella representaban una formación reactiva 1 contra su host
lidad hacia el marido.

Finalmente (y aunque esto, por suerte, es muy raro) hay
individuos que reaccionan de una manera realmente negati­
va ante algunos aspectos de los ejercicios de focalización
sensorial. Las experiencias pueden desatar una enorme an­
siedad si la evitación de las respuestas eróticas del paciente
constituye una defensa psíquica importante. Otros pacien­
tes reaccionan con sentimientos de rabia y resentimiento
(con frecuencia para su propia sorpresa) cuando sus compa­
ñeros responden a sus caricias con placer o con signos físi­
cos de excitación sexual. Estas reacciones adversas ante la
focalización sensorial son pistas importantes para descubrir
la estructura más profunda del problema sexual. Cuando la
respuesta es realmente negativa, lo que solemos hacer es in­
terrumpir los aspectos experiencia!es de la terapia y despla­
zar el foco del tratamiento para fomentar la comprensión y
resolución de los conflictos que han sido revelados por las
experiencias.
Una pareja experimentó las interacciones sensuales pres­
critas en la fase inicial del tratamiento como profundamente
placenteras. Durante las sesiones terapéuticas posteriores
ambos compañeros afirmaron que se sentían «sexualmente

l . «Formación reactivai;, en psicodinamia, significa cualquier conduc­


ta que tiende a hipercompensar la tendencia a realizar otra de signo
opuesto. [N. del T.]
¡2. LAS EXPERIENCIAS TERAPEU1'1CAS 319

vivos» y extremadamente optimistas con respecto al trata­


miento. Por lo tanto, en la siguiente tarea se incluyó la esti­
mulación ligera y no exigente de los genitales. En la sesión
siguiente, el marido afirmó que había gozado enormemente
de esta experiencia. La mujer, sin embargo, no compartía su
entusiasmo. Aunque le había gustado que la acariciaran,
sintió rabia y depresióncuando su marido respondió a las
caricias con una erección. Estaba claro que la terapia sexual
no iba a ser eficaz a menos que se comprendieran y se resol­
vieran antes esas reacciones. Ella era la primera en sorpren­
derse, pero por fortuna, tenía suficiente intuición para darse
cuenta de que su respuesta era irracional y destructora. La
impotencia de su marido le había evitado hastaentonces to­
mar conciencia de estos sentimientos. Pero la experiencia de
estimularle hasta la erección la había enfrentado con su res­
puesta, neuróticamente hostil, a la idea de brindar a su ma­
rido placer, y había, pues, hecho accesible a una interven­
ción psicoterapéutica esta motivación . Se interrumpió
entonces la terapia sexual, y la esposa inició una psicotera­
pia para resolver sus sentimientos ambivalentes hacia el ma­
rido.

Estrategias del tratamiento

Las tareas sexuales que se prescriben a la pareja están pensa­


das para instrumentar las estrategias básicas de tratamiento
de la terapia sexual. Dichas estrategias difieren según los
distintos síndromes.

Eyaculación precoz y vaginismo

La eyaculación precoz y el vaginismo responden a estra­


tegias específicas de tratamiento. Las técnicas empleadas
l
320 HI. TRATAMJ!.:N
To
1
para instrumentar dichas estrategias se describen con d�ta�
lle en los capítulos dedicados al vaginismo y a la eyaculación
precoz respectivamente. Las tareas y experiencias res�
ponsables del cambio en estos dos síndromes parecen cla­
ramente identificadas, y de ahí que las prescripciones con­
ductales estén relativ')._mente estandarizadas.
La maniobra esencial en el vaginismo consiste en la di­
latación y desensibilización graduales de la espasticidad
condicionada del introito vaginal y la resolución concomi­
tante de las fobias sexuales que suelen acompañar a esta pa­
tología. La curación de la eyaculación precoz radica en la es­
timulación repetida del pene, en una situación heterosexual,
hasta el punto de llegar casi al orgasmo. Ambas estrategias
han demostrado su gran eficacia en la inmensa mayoría de
los pacientes que sufren de estos cuadros anómalos. Sin em­
bargo, es frecuente que la eliminación del síntoma tenga que
ir seguida de una rehabilitación sexual más extensa> esto es,
de una corrección de la relación sexual constreñida que sue�
le estar asociada a estas anomalías.

Disfunción erectiva, eyaculación retardada y disfunciones


generales y orgásmicas de la mujer

Las prescripciones conductales que se utilizan en el tra�


!amiento de las demás disfunciones sexuales son más va­
riadas que las que se emplean en el tratamiento de la eyacu­
lación precoz y del vaginismo. Como se hizo patente en la
sección anterior> las disfunciones sexuales están relacio­
nadas con una gran variedad de causas más profundas, y los
pacientes utilizan un amplio espectro de mecanismos para
«desexcitarse1>. Por tanto, el terapeuta tiene que ser suma­
mente perceptivo y flexible para identificar con exactitud los
factores que son operativos en un determinado caso, e in­
ventar tareas terapéuticas eficaces que cuadren a las exigen-
12. LAS EXPERIENCIAS TERAPÉUTICAS 321

das específicas del paciente. Con todo, el tratamiento se ha­


lla presidido por ciertos principios básicos. La siguiente
conceptualización viene refrendada por la opinión de nues­
tros propios discípulos.

El objetivo terapéutico1nicial

Durante la fase inicial del tratamiento, los esfuerzos tera­


péuticos se hallan presididos por un objetivo fundamental:
el hacer que el paciente funcione adecuadamente por lo me­
nos una vez. El terapeuta intenta cumplir este objetivo maxi­
mizando los factores eróticos y minimizando los factores in­
hibidores en el sistema sexual de la pareja.
Una sola experiencia feliz suele ejercer un efecto terapéu­
tico maravilloso sobre el desesperado paciente, que teme que
su sexualidad haya desaparecido para siempre. Restablece su
confianza, le imbuye un nuevo optimismo y demuestra es­
pectacularmente que su problema es soluble. Además como
el paciente y/o su compañero tuvieron que vencer ciertas re­
sistencias para alcanzar este éxito inicial, tal experiencia sien­
ta las bases para explorar más a fondo la manera en que las
defensas del paciente y sus interacciones con su -compañero
habían operado hasta entonces para bloquear su sexualidad.
Como es obvio, una sola o incluso varias experiencias se­
xuales con éxito no pueden ser consideradas como una «cu­
ración». Sin embargo, el terapeuta puede utilizar la palanca
que le brinda el confrontar al paciente con el hecho de que
puede funcionar bien si las condiciones son idóneas, para
modular gradualmente la conducta de la pareja hacia la con­
secución de una adecuación sexual permanente y hacia la
confianza en su capacidad sexual, que son los .objetivos últi­
mos de la terapia sexual.
Se requiere una intervención relativamente escasa para
establecer las condiciones en las cuales un paciente con
322

conflictos mínimos puede funcionar sexualmente. La �egu­


ridad que imbuye el terapeuta al conceder a la pareja perm".

so para gozar del sexo; los ejercicios de focalización sens ­
rial, con su énfasis en la abstinencia inicial del orgasmo y
del coito, que eliminan toda presión y temor al fr acaso; ylos
posteriores ejercici�s sensuales que aumentan la tensión
erótica, todo ello, decimos, suelebastar para que el paciente
funcione en una primera etapa. Si fuera necesario> la conse­
cución de este objetivo podría facilitarse aún más sugirien­
do al paciente que emplee de una manera provisional la fan.
tasía para sustraerse a la momentánea ansiedad que podría
experimentar en etapas cruciales de la excitación. O bien el
terapeuta podría recomendar técnicas para aumentar la es­
timulación clitoridea en la mujer que sufre de inhibición
orgásmica.
Las intervenciones son por fuerza más complejas cuando
el paciente presenta problemas más graves. Los pacientes
que sufren de conflictos sexuales intensos podrían no ser
capaces de funcionar inicialmente salvo en condiciones ex�
cepcionales; el terapeuta debe ser emocionalmente capaz
de aceptar cualquier forma no destructiva de actividad que
le permita al paciente funcionar, sin importarle lo extrafia,
antinatural o «perversa» que pueda ser. Por ejemplo, si un
paciente impotente es capaz de tener buenas erecciones
cuando inicia una conducta sexual mientras está vestido1
pero pierde la erección tan pronto como se desviste) se le
puede alentar en principio a realizar el acto sexual llevando
puesto el pantalón, y luego acostumbrarse poco a poco a
una actividad más libre. O podría ocurrir que una mujer
inorgásmica requiriese una estimulación clitoridea con un
vibrador, junto con fantasías masoquistas en solitario1 a fin
de conseguir su primer orgasmo. El terapeuta debe estar fa.
miliarizado con este método de funcionamiento. Después
de haber experimentado su primer orgasmo en estas condi­
ciones de tranquilidad y de intensa estimulación, es a me-
12. LAS EXPERlENCJAS TERAPÉUTICAS 323

nudo posible conseguir que la paciente responda a su com­


pañero sin el vibrador y con una estimulación menos inten­
sa si así lo desea.
Nadie puede funcionar sexualmente en todas las condi­
ciones) pero casi todo el mundo funciona como mínimo en
alguna situación. En otras palabras, la gente difiere mucho
en el grado en que sus respuestas sexuales fisiológicas son
vulnerables al estrés. Es de presumir que los pacientes se­
xualmente disfuncionales son muy vulnerables a éste; esta
vulnerabilidad básica no la toca la terapia sexual. Lo que
ocurre es que la pareja aprende a estructurar la situación se­
xual de tal manera que se halle sometida a menor presión.
En algunas circunstancias todo el mundo es vulnerable.
Sería) en efecto, una persona excepcional la que pudiera ex­
perimentar sensaciones eróticas, mantener una erección y
realizar el acto sexual en el Parque Central de Nueva York un
domingo al mediodía y delante de muchas personas, mien­
tras se aproxima un policía. Por otro lado, incluso la persona
más inhibida y llena de conflictos podría funcionar bien en
una situación muy estimulante, exenta de exigencias y rela­
jada. La estrategia de nuestro tratamiento consiste funda­
mentalmente en conseguir que la pareja cree ese ambiente a
base de disminuir los factores inhibidores que impiden una
libre expresión sexual y aumentar las condiciones erótica­
mente estimulantes. La capacidad del terapeuta para cum­
plir este fin depende de su perceptividad y de su experiencia
clínica, así como de su propia apertura ante el sexo.
El caso que describimos a continuación ejemplifica la
prescripción de tareas, orientadas según los principios que
hemos bosquejado anteriormente.

CASO 9. Fantasía en la terapia sexual

Una joven pareja católica, el señor y la señora D., llegaron a nues­


tra clínica con la doble queja de vaginismo y de impotencia. Lleva-
324 m. TRATAM!IONto 1
1

ban casados seis meses y el matrimonio no había sido consumado.


En el curso de la entrevista inicial, el marido reveló que era comple�
tamente impotente en presencia de su mujer, pero que era capaz de
alcanzar fácilmente una erección masturbándose a solas. Se mos�
traba reticente a hablar de las fantasías masturbatorias que le exci�
taban. Aparte de su vaginismo, la esposa reaccionaba sexualmente
y alcanzaba el orgasmo cu<UJ,do se le estimulaba el clítoris.
El examen psiquiátrico reveló que ambos eran sanos desde el
punto de vista psicopatológico. La relación conyugal estaba im�
pregnada, en líneas generales, de ternura y de amor.
Tratamiento. Inicialmente se prescribieron los ejercicios de dar
y recibir placer sin exigencias. Aunque a la mujer le gustaron mu­
cho estos ejercicios, su marido no se excitó en absoluto. Afirmó
que «no sentía nada» y que sumente vagaba hacia pensamientos no
sexuales e irrelevantes durante la experiencia. Se decidió sustraerle
a la ansiedad recurriendo a la fantasía. Le preguntamos, por tanto,
acerca de sus fantasías masturbatorias. Una vez tranquilizado, ter­
minó admitiendo, con gran vergüenza y con un temor muy patente
a que su mujer le rechazara, que de joven había tenido una fantasía
masturbatoria <(supermánica» que le excitaba mucho: incluso se
llegó a comprar un traje de Supermán y se imaginaba que rescataba
mujeres raptadas por individuos brutales mientras se masturbaba
hasta alcanzar el orgasmo. Las posibles implicaciones edípicas de
esta fantasía son obvias para cualquier lector con preparación ana­
lítica. Sin embargo, los terapeutas se abstuvieron vigorosa1nente de
dar interpretaciones de este tipo. Por el contrario, se tranquilizó al
señor D. en presencia de su mujer, diciéndole que estas fantasías se
dan a menudo en personas normales y pueden ser fuentes de un
placer intenso e inocuo. Si lo deseaba, podía intentar eliminar esa
fantasía, pero el consejo del terapeuta era que debía permitirse go­
zar de estas fantasías sin sentimiento de culpa. Se le aconsejó que
repitiera los ejercicios de focalización sensorial, engolfándose esta
vez en fantasías supermánicas mientras recibía las caricias de su
mujer.
De momento la pareja se quedó. sorprendida, pero no del todo
disgustada por este consejo. Por suerte> la señora D. no mostró
reacciones negativas ante las fantasías de su marido. Al contrario,
en vez de juzgarle con severidad, se sentía realmente excitada por
estas fantasías de ((rescate» de su esposo y por las imágenes de su
actividad masturbatoria.
12. LAS EXPERJENC!A.S TERAPÉUTICAS 325

En la siguiente sesión terapéutica, cuatro días después, el señor


D. afirmó que había tenido «una gran erección» y que había senti­
do que iba a tener un orgasmo. Sin embargo, añadió que se sentía
algo avergonzado de sí mismo por necesitar de estas fantasías para
funcionar. Esa sesión se consagró, por lo tanto, a una exploración
ulterior, en presencia de ambos cónyuges, del sentimiento de cul­
pabilidad y de ansiedad que se asociaba con estas fantasías, así
como también de las prc5'hibiciones infantiles tan estrictas contra la
sexualidad de las que dichas fantasías habían surgido. En un es­
fuerzo posterior para aliviar estos sentimientos, insistimos en el
hecho de que, contrariamente a sus expectativas de rechazo, su
mujer se había sentido excitada por esta sexualidad del marido. Se
instruyó> pues, a la pareja para que repitiera los ejercicios de focali­
zación sensorial y se estimulara recíprocamente hasta alcanzar el
orgasmo, si así lo deseaban. Se les aconsejó también que discutie­
ran abiertamente sus reacciones ante esta experiencia. El coito que­
dó todavía prohibido.
Por otro lado, prescribimos ejercicios de dilatación a la señora
D., a fin de extinguir su respuesta de vaginismo. Estos ejercicios
consisten básicamente en la inserción gradual de los dedos en la va­
gina hasta que la mujer los tolere sin desagrado. Los realizaba a so­
las e independientemente de las experiencias eróticas mutuas. Al
cabo de un tiempo relativamente corto, se consiguió la dilatación
de la vagina, hasta el punto de poder insertar fácilmente un dedo
sin sensaciones desagradables.
Esto es, las fases iniciales del tratamiento de la impotencia del se­
ñor D. y del vaginismo de su mujer transcurrieron de una manera
simultánea. Se les seguía prohibiendo el coito, pero el marido go­
zaba ya de la estimulación extravaginal y del orgasmo y su dificul­
tad en la erección había disminuido gradualmente durante este pe­
ríodo de dos semanas. El coito sólo se permitiría cuando se hubiese
logrado una capacidad erectiva estable y una reducción suficiente
del vaginismo como para tener contacto sexual sin dolor. Se le re�
cordó al señor D. que la vagina de su mujer estaba ahora abierta y
se le aseguró que ella no sentiría dolor con la penetración del pene.
Se le alentó a emplear sus fantasías de Supermán de una manera
tan plástica como le fuera posible durante los preliminares del coi­
to, sin rumiar sobre los «peligros)> de introducirse en su mujer. Es
más, el terapeuta le permitió que se comprara un traje de Super­
mán para utilizarlo cuando quisiera y la mujer lo aceptó sin resis-
326 l!I.
�!
TRATAMIENTO

tencia. Él rechazó la idea entrerisas. pero empleó esta fantasía pafa


eliminar la ansiedad durante la experiencia inicial de coito que
tuvo lugar, con éxito, aquella misma noche.
Poco a poco las fantasías de rescate del marido fueron quedando
abolidas a medida que disminuía su ansiedad y no necesitaba ya
proteger su respuesta de erección. Un año después de la termina­
ción del tratamiento, el chequeo demostró que utilizaba esta fanta­
sía sólo de vez en cuando, Cuando sentía alguna tensión durante el
acto sexual.

El papel de la experiencia sexual en la formulación


del problema

Aparte de su valor terapéutico, las técnicas experienciales


ayudan también al terapeuta a valorar el problema de lapa­
reja Para estructurar las tareas sexuales que permitan a la
pareja funcionar bien por lo menos una vez y promover en
último término la resolución permanente de su dificultad
sexual, el terapeuta debe tener una imagen clara de los
acontecimientos que se desarrollan entre la pareja cuando
hacen el amor. Además, debe ser capaz de formular una hi­
pótesis razonablemente válida acerca de los factores que in­
hiben o realzan la sexualidad de la pareja. Los datos que
conciernen a las fuentes inmediatas operativas, en el «aquí y
ahora», de las inhibiciones sexuales del paciente, así como
las causas más profundas del problema, se suelen recoger a
lo largo de la entrevista inicial. Pero por mucha habilidad
que se derroche, dicha entrevista sólo brinda conclusiones
provisionales que deben ser corregidas y elaboradas. Las
respuestas de la pareja ante las tareas sexuales brindan da­
tos valiosos que permiten al terapeuta formular su proble­
ma con precisión y profundidad cada vez mayores tras cada
una de las sesiones.
Las reacciones de la pareja ante las experiencias prescritas
proporcionan abundantes datos acerca de los factores que
1 12. LAS EXPERlENClAS TERAPÉUTICAS 327

inhiben la libre expresión sexual. En cierto sentido, el tera­

1 peuta utiliza las experiencias como una sonda. Sugiere ta­


reas sexuales que suelen provocar una buena respuesta sexual
en los individuos no inhibidos. Por ejemplo, en circunstan­
cias normales, una estimulación suave, «provocativa» y no
exigente se experimenta como muy erótica y produce una
erección en la mayor ¡rarte de los hombres qne no padecen
conflicto. Si estos ejercicios no producen la erección, el tera­
peuta debe descubrir las razones de esta falta de respuesta.
Con este fin, pregunta detalladamente a la pareja acerca de
la naturaleza de sus interacciones, sin permitir ninguna re­
ticencia por parte de ninguno de los dos, y observa escrupu­
losamente los obstáculos que uno u otro presenta para un
funcionamiento sexual adecuado. En pocas palabras, el te­
rapeuta va cogiendo in fraganti los factores de inhibición
que operan de una manera inmediata: «Me estaba observan­
do a mí mismo otra vez»; «Pensé que ella se iba a cansar de
estimularme»; «Me preguntaba si perdería la erección»;
«Sentía que no me iba a excitar aquella noche»; «La primera
vez funcionó bien, pero en la siguiente me sentí como pre­
sionada a tener el orgasmo, como si estuviese haciendo los
deberes», etc. Esto es, en el proceso de informar sobre las re­
acciones ante las experiencias sexuales, las defensas que los
pacientes suelen erigir contra la excitación sexual y que de­
ben ser resueltas a lo largo del tratamiento (la tendencia a ac­
tuar de espectador de uno mismo, el ansia de estar en forma,
los pensamientos obsesivos, los sentimientos de culpabili­
dad, el temor de ser rechazado, la ansiedad, etc.), se revelan
no sólo al terapeuta, sino también a la pareja.

La potenciación de la sexualidad

Nuestra exposición se ha centrado sobre todo en aquellos


mecanismos gracias a los cuales las tareas sexuales dis-
328 m.
;: il
TRATAMIR

minuyen las fuerzas negativas que inhiben las respuestas s -


s��

. e
xuales del paciente. s·in emb argo, las tareas sexuales- eJ'e
·

rcen
un efecto que rebasa lo meramente terapéutico: estas x
periencias son también instrumentos poderosos para : ;
tenciar de una manera positiva el placer sexual. Las ex 0
:
p
_

riencias enseñan a la pareja a «establecer contacto» ,


sentimientos sensuales-y eróticos que previamente había
evitado) esto es, la sensibilizan hacia sus deseos eróticos yli�
:
beran su potencial de placer sexual. En el curso de los ejerci­
cios sexuales se le da a cada esposo la oportunidad de explo­
rar ciertas actividades que son fuentes potenciales de un
aumento de estimulación y de placer, no sólo para él o ella
sino también para el otro. Aprenden a ser más sensibles el
uno hacia el otro y a aceptar mejor el erotismo del compañe­
ro. Cada uno aprende a reconocer «dónde» se halla él mismo
y dónde está el compañero. Ambos desarrollan actitudes
más realistas y menos prejuiciosas respecto al sexo, lo cual
les permite pedir y dar el placer erótico sin culpabilidad ni
temores. Aprenden a incrementar su sexualidad con fantasía
y con modos de estimulación más eficaces y creadores.
Cuando la terapia sexual tiene éxito, aprenden también ali­
brarse de la obsesión del coito y del orgasmo y a polarizarse
más bien hacia el placer sensual. Y aprenden asimismo a ex­
plorar y a estar abiertos a cualquier procedimiento que au­
mente su propio placer y el del compañero. Finalmente (y
quizá lo más importante) se les enseña a adoptar una actitud
de responsabilidad ante su propio placer sexual y a «autori­
zarse» a sí mismos a aceptar incondicionalmente su sexua­
lidad y gozar de ella sin sentimientos de culpa.
1 3. La sesión psicoterapéutica

Las tareas sexuales son ingredientes esenciales de la terapia


sexual. Sin embargo, pienso que tienen un valor limitado a
menos que se encuadren dentro de un contexto psicotera­
péutico racional. Por otro lado, la psicoterapia es, por sí sola,
un método relativamente ineficaz, o por lo menos lento, de
tratar las disfunciones sexuales. Sin embargo, cuando se
combinan los ejercicios sexuales con una psicoterapia lleva­
da con habilidad y sensibilidad, dicha psicoterapia se trans­
forma en algo enormemente importante y, de hecho, indis­
pensable para el éxito de la nueva terapia sexual.
El nivel primario de la intervención de Ja terapia sexual
consiste en modificar los obstáculos que se oponen con ca­
rácter inmediato al buen funcionamiento sexual de la pare­
ja. Estos obstáculos ceden generalmente, por lo menos en
parte, a la educación y a Ja aclaración de las confusiones
en torno a la sexualidad, y lo que es más importante, a expe­
riencias que exponen ala pareja a unas interacciones sexua­
les nuevas y que hasta entonces se habían evitado.
Sin embargo, el tratamiento no se limita en modo alguno
a estas intervenciones «superficiales». En el curso del trata­
miento se movilizan constantemente defensas y resistencias,
329
,
.
,,

,
330 ¡¡¡ T RATAMrnm
o

incluso cuando ambos esposos son esencialmente sanos, -l


esas resistencias y defensas tiene que tratarlas el terapeuta
valiéndose de técnicas psicoterapéuticas que requieren u
profundo conocimiento de la psicodinamia de la conduct
humana. Por lo tanto, aparte de comprender las causas in�

mediatas del trastorno sexual del paciente y a fin de plani-
ficar y conducir el tratamiento de una manera racional y
eficaz, el terapeuta necesita comprender los conflictos in­
conscientes de cada uno de los cónyuges y los mecanismos
de defensa empleados contra ellos, así como los puntos álgi-
dos de dificultad del sistema conyugal. Una comprensión
profunda de la psicopatología y de la dinámica de la interac-
ción conyugat así como una maestría clínica tanto en la te-
rapia individual como en la conjunta, son requisitos previos
para la praxis eficaz de una terapia sexual psicodinámica­
mente orientada.
La terapia sexual practicada de una forma psicodinámica
y comprensiva es muy exigente. El terapeuta debe poseer el
conocimiento teorético y las habilidades clínicas necesarias
para inducir al paciente a hacer una serie de cosas que ha te­
mido durante toda su vida y a revelar abiertamente un ma­
terial que había permanecido oculto hasta entonces -y todo
esto en el espacio de unas pocas semanas.
Paraconseguir esto, el terapeuta tiene que conocer no sólo
la sexualidad masculina y la femenina, sino también la psico­
patología, la dinámica de las discordias conyugales y la teoría
del aprendizaje. Debe saber exactamente cuándo y cómo hay
que emplear esos conocimientos en esta área y tener claro
cuándo hay que abstenerse de interpretar un conflicto paten­
temente neurótico debido a que el funcionamiento sexual del
paciente podría mejorar sin esa intervención y cuándo, en
cambio, es necesaria una interpretación vigorosa y tenaz
porque el paciente no es capaz de funcionar sexualmente
hasta que se resuelva el conflicto. El terapeuta debe ser asi­
mismo capaz de ganarse la confianza de ambos compañeros
¡3. l.A SESIÓN PS!COTER.APfUTICA 331

desde los primeros momentos, so pena de no poder manejar


el material intensamente emocional relacionado con su se­
xualidad sin movilizar excesivas defensas y resistencias. La
certera elección del nivel idóneo de intervención es un asun­
to crucial. El terapeuta tiene que reconocer cuándo debe li­
mitar sus esfuerzos a confrontar simplemente al paciente con
los obstáculos obvios queímpiden su experiencia erótica, y
cuándo es necesario trabajar con material profundo, in­
consciente y amenazador. Debe ser asimismo sensible a las
sutilezas de las transacciones entre la pareja y saber cuándo
«dejar las cosas a su aire» y cuándo modificar su modo de co­
municación. Por otra parte, debe también saber cómo apo­
yar a uno de los cónyuges sin movilizar el temor, la reticencia
yla suspicacia en el otro, cómo trabajar con ambos conjunta­
mente y cómo con cada uno de ellos por separado. En resu­
men, el sexoterapeuta debe tener un conocimiento extenso
de la teoría y la práctica del psicoanálisis, de la terapia conyu­
gal y de la terapia de la conducta y saber cómo y cuándo apli­
car estos conceptos teoréticos y terapéuticos a los problemas
sexuales específicos de la pareja.
Es obvio que cumplir estos requisitos tan exigentes de la
terapia sexual e impartir este alto nivel de entrenamiento clí­
nico en el espacio de un breve programa de formación es im­
posible. Por esta razón, y en contraste con muchos otros
programas de sexoterapia, en Cornell sólo aceptamos para
la formación en terapia sexual a aquellos profesionales que
ya son psicoterapeutas experimentados y que poseen un ex­
tenso conocimiento de la conducta humana normal ypsico­
patológica. La terapia sexual se enseña además de -y no en
lugar de-las habilidades psicoterapéuticas básicas.
Por lo tanto, no haremos ningún intento, en este capítulo,
de exponer los conceptos teóricos y terapéuticos que son la
base de la psicoterapia. Nuestra exposición se ceñirá a aque­
llos temas que tienen una importancia específica para la psi­
coterapia conducida dentro del contexto sexoterapéutico.
m

La clarificación de las transacciones sexuales


"' "'••1
Las intervenciones psicoterapéuticas que se realizan dentr 1
de la terapia sexual vienen modeladas tanto por los proble
mas intrapsíquicos y diádicos de la pareja como también

por la naturaleza específica de sus dificultades sexuales. Por
tanto, el terapeuta no débería celebrar ninguna sesión tera�
péutica hasta que no tuviese una imagen mental exacta de
lo que realmente ocurre cuando la pareja hace el amor, o de lo
que cada miembro está haciendo con el otro, así como una
idea clara de las reacciones de cada cónyuge ante las transac­
ciones sexuales que se prescribieron en la sesión anterior. En
efecto, las sesiones terapéuticas comienzan generalmente
con un repaso detallado de las experiencias vividas por la
pareja durante las tareas sexuales prescritas. Quizá en el fu­
turo las parejas que acuden a la consulta para resolver sus
problemas sexuales presentarán al terapeuta una grabación
en vídeo de su forma de hacer el amor, con lo cual podrán
repasar juntos los acontecimientos reales. Hasta que llegue
ese momento, el terapeuta debe confiar en una serie de pre�
guntas meticulosas y detalladas que le brinden una imagen
cristalina de lo que ocurre en la cama.
Pese a lo dicho, una reproducción en vídeo de la mecánica
del acto sexual realizado por la pareja no sería adecuada
para nuestros propósitos. El terapeuta necesita también co­
nocer la naturaleza de las experiencias subjetivas de cada
uno de los miembros de la pareja, de tal manera que pueda
formular con claridad el problema. Por ejemplo, ¡cuáles son
los sentimientos del marido cuando intenta excitar a su mu­
jer? ¡Tiene miedo de que pueda eyacular demasiado pronto
o de que no sea capaz de realizar el acto? ¿Piensa que una
buena vida sexual le encadenaría a su mujer? ¿Escucha la voz
de su «padre confesor» advirtiéndole que no debe pecar? ¿Se
siente presionado por su mujer? ¿Es capaz de entregarse al
placer sexual? ¿Está lo suficientemente seguro, sexualmente
¡J. LA SESIÓN PS!COTERAPEUTICA 333

hablando, para ser exquisito y sensible ante la respuesta de


su esp osa? ¿Es técnicamente competente? Por ejemplo, ¿es
consciente de la importancia del erotismo clitorideo?
y ¡cómo responde ella cuando él hace el amor? ¡Tiene
rniedo de criticarle? ¡Le repugna el semen? ¡Se permite sen­
tir la acumulación del p!¡tcer sexual? O bien ¡evita activa­
mente el alcanzar niveles más intensos de placer? ¿Tiene
rniedo de que él la va a rechazar si es lenta en alcanzar el or­
gasmo? ¡Se preocupa de que él la encuentre poco atractiva
en ciertas posiciones? ¿Es cada uno sensible al impacto de
sus acciones sobre el otro? ¡Se da ella cuenta de que la visión
de su cuerpo es intensamente estimulante o que los rápidos
rnovimientos de su pelvis amenazan el control de él? ¡Es él
consciente del hecho de que ella está intentando desespera­
damente acelerar su orgasmo, para que él no se sienta frus­
trado? ¡Cuando él se detiene para controlar la situación, él la
«enfría»?
No es sorprendente que las parejas suelan dar respuestas
vagas y evasivas cuando el terapeuta les hace al principio
preguntas sobre detalles tan íntimos de su conducta sexual y
de sus sentimientos. Con el fin de conceptualizar el proble­
rna y poder formular el plan de tratamiento, el terapeuta
debe persistir hasta que sus preguntas evoquen una imagen
clara de la naturaleza y de la calidad de sus interacciones.

TERAPEUTA: ¿Cómo suele hacer usted el amor?


HOMBRE: Bueno, ya sabe usted, nos metemos en la cama> luego
empezamos a jugar ... y después hacemos el acto.
TERAPEUTA: Necesito una descripción más detallada. ¿Puede de­
cirme exactamente qué es lo que hace cada uno de los dos y qué
experimenta?
MUJER: Bueno, me toca los pechos, me besa y luego hacemos el
acto.
TERAPEUTA: ¿Cuánto suelen durar los preliminares?
HOMBRE: Oh, 5 o 10 minutos,¿no?
MUJER: Sí, eso es.
334 !JI. TRATA11J
IENro

TERAPEUTA [a la mujer]: ¿Qué es lo que piensa usted dela


forma
en que él la acaricia a usted?
MUJER: Me gusta.
TERAPEUTA: ¿Sí?
MUJER: Sí, claro. Bueno, me gustaría que a veces durara algo m,
as.
Pero lo hace muy bien. No es culpa suya. El problema es mío.
TERAPEUTA: Me gu§.!_aría saber más sobre esto.
MUJER: Bueno, él siempre empieza a tocarme los pechos yyo co.
mienzo a sentirme muy bien. Pero luego se para demasiado pron.
to. Y entonces yo me siento un poco deprimida, pero él quiere con.
tinuar, así que continuamos.
TERAPEUTA: ¿Podría usted decirle a él que le gustaría que le tocase
más los pechos?
HOMBRE: Tu misma me dices que siga. ¡Cómo iba a suponer yo
que iba demasiado de prisa!
Mu¡ER: Oh> querido, no es que vayas demasiado de prisa. Lo que
ocurre es que yo soy demasiado lenta. Tendría que ir a tu ritmo.
TERAPEUTA: Creo que podríamos hablar de esto un poquito más.
[A la mujer]: ¿Cuándo comienza usted el coito: cuando usted ¡0
quiere o cuando élestá listo?
HOMBRE: Oh) creo que empezamos cuando yo tengo una buena
erección, pero ella me indica de algún modo que está preparada, [A
la mujer] Es así ¿no?
MUJER: Bueno, te lo indico, pero no cuando yo realmente lo de.
seo. Pienso que él se cansa de tanto jugueteo y por eso yo le doy a
entender que deseo empezar. Yo ya sé que no voy a tener un orgas.
roo, así que ¿qué sentido tendría otra cosa? Lo que deseo es que él
lo pase bien conmigo. Cuando él tiene una buena erección y co.
mienza a respirar deprisa, le doy «luz verde».

Si, en cualquier etapa de la entrevista, el terapeuta tiene


dudas acerca de cualquier punto, puede aclararlas s imple­
mente expresándolas ante la pareja. Durante las sesiones,
es mi norma persistir en mis preguntas y señalar contra.
dicciones, evasiones y áreas de vaguedad en las réplicas )

hasta que tanto yo como ellos consigamos una descrip­


ción exacta de sus transacciones sexuales y ellos se sien·
tan lo suficientemente cómodos como para discutir estos
temas.
J3. LA SESIÓN PS!COTERAPÉUTtCA 335

TERAPEUTA [a la mujer]: ¿Qué es lo que se le pasa por la merite


durante el acto sexual?
MUJER: Bueno, me gusta, y . no lo sé ... realmente nada.
..

TERAPEUTA: ¿Puede usted dejar de pensar en él y entregarse al


placer?
MUJER: No, por supuesto que no; eso sería egoísta.
TERAPEUTA 1al hombre}:J.Y usted?
HOMBRE: Yo pienso mucho en ella, pero cuando llego a un cierto
punto me olvido de todo. [A la mujer] No es que no te tenga en
cuenta, pero es que me olvido de todo. Tengo el orgasmo ¡y es
maravilloso!
TERAPEUTA: Por supuesto que es bueno. De hecho es necesario
para un buen funcionamiento sexual.
MUJER: Yo nunca hago eso. Yo no sabía que eso era lo que había
que hacer. [Al hombre] ¿Cómo puedes conseguirlo?

De esta forma se le ofreció al terapeuta la oportunidad de


introducir el tema crucial de las defensas de la esposa contra
el abandono sexual.
Para el futuro ajuste sexual de la pareja es esencial que se
les aliente a hablarse el uno al otro de una manera abierta,
auténtica y no defensiva. Tienen que continuar escuchándo­
se y hablándose y no sentirse cómodos hasta que cada uno
de ellos comprenda lo que el otro siente. Una vez establecido
este perfil de comunicación, cada cual puede aprender a ave­
riguar exactamente dónde se halla el otro dentro del ciclo de
su respuesta sexual -qué es lo que cada uno de ellos está sin­
tiendo-. Es algo fundamental para una relación sexual satis­
factoria.
Después de hacerse con una imagen mental clara de la ex­
periencia de cada uno de los miembros de la pareja, el tera­
peuta puede ya formular un plan de tratamiento racional. La
prescripción de tareas y su construcción se hallan presididas
por consideraciones de tipo psicodinámico, así como por las
dificultades específicas en el funcionamiento sexual de la
pareja. El tener una imagen clara de los obstáculos sexuales
y de la dinámica inconsciente es requisito indispensable
336 lll. 1'RATAMJEN�
para determinar si ha llegado el momento de prescribir una J
tarea que abra nuevas vistas, si hay que repetir una tarea
dada o si debe volverse atrás y prescribir otra que provoqu
menos ansiedad. El terapeuta debe saber exactamente po ;
qué está sugiriendo una experiencia concreta y tener una
idea precisa del impacto que seguramente va a ejercer sobre
la pareja. En nuestro programa cada prescripción conducta]
dada por cualquiera de los futuros terapeutas es examinada
con vistas a sus fundamentos racionales, con el fin de ense�
ñarles a perfilar su comprensión del problema y evitar ruti-
nas desprovistas de significado. Cada tarea se diseña con el
fin de cumplimentar un objetivo psicológico específico; por
ejemplo, el de sensibilizar a la mujer hacia sus propios senti­
mientos sensuales, eliminar la presión que gravita sobre el
hombre en cuanto al acto sexual, profundizar en la natura�
leza de las inhibiciones de la mujer, ayudarla a resolver sus
sentimientos de culpa y, por tanto, permitirle que abandone
su papel pasivo, enfrentarla a él con su conflicto respecto a la
intimidad, etc.
Por otro lado, las decisiones del terapeuta con respecto a
la naturaleza y a la profundidad de sus intervenciones psico­
terapéuticas se hallan dictadas no sólo por el material verbal
aportado por la pareja a lo largo de las sesiones, sino tam­
bién por sus reacciones ante cada una de las experiencias se�
xuales prescritas. Al igual que los ejercicios sexuales prescri­
tos) cada maniobra psicoterapéutica y cada interpretación
debe basarse en un fundamento racional que sólo puede for­
mularse sobre la base de una comprensión clara de las rela­
ciones sexuales de la pareja, no sólo en términos de su con­
ducta actual> sino también en función de la dinámica
subyacente.
t3. LA SESIÓN PS!COTERAPÉUT!CA 337

Niveles de intervención psicoterapéutica

Las estrategias psicoterapéuticas empleadas en la terapia se­


xual retienen los objetivos básicos de toda psicoterapia: in­
tentamos modificar la conducta del paciente a base de ha­
cerle ver claro en las fuerzas inconscientes que, aunque
desconocidas para él, presiden su conducta. Sin embargo,
este «ver claro» puede darse en muchos niveles, que van des­
de el reconocimiento superficial por parte del paciente de
los efectos autodestructores de su evitación del sexo, hasta la
comprobación, en un nivel genético, de que sus temores in­
fantiles ante su madre no resueltos son responsables de las
angustias que actualmente están dificultando su relación se­
xual con su esposa.
La planificación del componente psicoterapéutico de la
terapia sexual se halla marcada por las limitaciones de su
objetivo, esto es, el de eliminar el problema sexual del pa­
ciente. Por lo tanto, las interpretaciones se suelen dirigir sólo
a aquellos aspectos de la conducta del enfermo que son a to­
das luces defensas que ha dirigido contra la sexualidad y/o
que constituyen resistencias contra el proceso del trata­
miento. El conflicto edípico de un paciente o el hecho de que
la pareja esté enzarzada en una lucha de poder pueden ser
perfectamente evidentes para el terapeuta; pero a menos que
estos aspectos constituyan obstáculos patentes para la cura­
ción de los síntomas sexuales, el terapeuta no intentará que
la pareja se haga cousciente de estos temas y se abstendrá de
interpretar sus raíces inconscientes. Ahora bien, si este ma­
terial emerge hasta tal punto que se constituye en un obs­
táculo real para la adecuación sexual de la pareja, el terapeuta
orientado psicodinámicamente interviene entonces de una
manera activa y a cualquier nivel de profundidad que le in­
dique la situación.
El hecho de que las «intervenciones profundas» se suelan
realizar en la terapia sexual sólo cuando se abordan temas
338

que presentan obstáculos manifiestos para la curación d


síntomas sexuales distingue este enfoque de otras moda �

Iidades de tratamiento psicodinámicas. Los psicoterapeut s
de orientación psicoanalítica no suelen discriminar entre ¡
distintos síntomas, centrándose en la resolución de cierta
dificultades específicas y dejando otras sin tocar. Lo que se

suele hacer es intentar-reconstruir la personalidad neurótica
del paciente y, en la búsqueda de ese objetivo, interpretar
cualquier material inconsciente que emerja a la superficie.
Aunque existen excepciones, por regla general el tera­
peuta sexual comienza empleando las tácticas más sencillas
para obtener un insight. Sólo avanza hacia niveles más pro­
fundos de intervención cuando se hace necesario tratar las
resistencias y las defensas del paciente. La descripción de la
forma en que solemos tratar las resistencias quizá nos sirva
para ilustrar este principio.

El manejo de la resistencia

Las resistencias al proceso terapéutico son un fenómeno casi


constante en el curso de cualquier tratamiento, y su emergen­
cia y resolución son realmente cruciales para el éxito de la te­
rapia sexual. Las resistencias que se movilizan a lo largo del
tratamiento revelan las causas antes ocultas de los problemas
sexuales de la pareja y ofrecen asíla oportunidad para resol­
verlas y cambiarlas. Las resistencias pueden surgir o en el pa­
ciente sintomático o en su compañero. Cuando es éste quien
obstruye el progreso del tratamiento, cabe aventurar que la
anomalía sexual del paciente se subordina a alguna función
inconsciente de su compañero. La resistencia del compañero
«sano» emerge muchas veces en el momento en que se ob­
serva una mejoría en el funcionamiento sexual del paciente
y se ve que el síntoma va a remitir en breve. Por el contrario,
hemos observado que cuando el tratamiento moviliza unare-
13. LA SESIÓN PSICOTERAPÉUT!CA 339

sistencia (por ejemplo, ansiedad) en el paciente sintomático,


esto ocurre justamente antes de la remisión del síntoma. En
otras palabras, la resistencia movilizada por los rápidos cam­
bios en el funcionamiento sexual que se dan en el curso de la
terapia sexual suelen deberse a la ansiedad anticipatoria. El
cónyuge «sano» supone inconscientemente que la mejor ade­
cuación sexual de su comPañero va a comportar el abandono
o cualquier otra tragedia, mientras que el paciente sintomáti­
co también anticipa un daño indefinido en el caso de que me­
jore su funcionamiento sexual. Una vez desaparecido el sínto­
ma, suele también desaparecer la ansiedad en el paciente.
La resistencia en uno o en ambos miembros de la pareja
adopta frecuentemente la forma de una evitación o de una
incapacidad de responder ante la tarea sexual prescrita.
Como es obvio, no puede avanzar el tratamiento a menos
que la pareja realice las tareas prescritas. Pero, aparte de es­
tas consideraciones, la evitación de las tareas sexuales indica
también la presencia de problemas intrapsíquicos y diádicos
que deben ser resueltos, por lo menos en parte, antes de que
el tratamiento pueda alcanzar una conclusión feliz.
Las técnicas utilizadas para manejar la resistencia van
desde la simple confrontación con una conducta autodes­
tructora al análisis de un material inconsciente altamente
amenazador.
El caso que sigue a continuación nos habla del tratamiento
de una eyaculación precoz. Las resistencias suelen surgir du­
rante la tercera o cuarta sesión en el tratamiento de este sínto­
ma, precisamente cuando el paciente comienza a experimen­
tar por primera vez el aumento del control de Ja eyaculación.

CASO 10. Resistencia ligera a la terapia, resuelta por simple con­


frontación

Durante la tercera sesión, la pareja dijo que no habían realizado


los ejercicios de estimulación. En el coloquio inicial, el marido atri-
340 !ll. TRATA

MIENTO
'

d
��
buyó de una manera vaga esa omisión al hecho de que estaba
masiado cansado y ocupado. Pero en un posteriorinterrogato�io
mujer reveló, sin embargo, que tampoco ella había querido reali
las tareas encomendadas:

t'
MUJER: ¡Es que es tan mecánico! Estimular y estimular su pen
Yo me canso ... es tan artificial. .. y tan poco romántico. Todo et
0
me resulta decepcionante.:...
TERAPEUTA: Da realmente la sensación de que le resultaba tedio�
so.
MUJER: Desde luego. Se me cansa la mano, mientras que élse H�
mita a estar acostado y no hace nada. Estoy muy desalentada.
TERAPEUTA: Me apena oír eso. Yo pensé que él había logrado ya
un control bastante bueno la última semana. ¿No es cierto?
HOMBRE: Oh, sí, doctora. Yo sí noto la diferencia. Estoy muy ani­
mado; nunca me contuve tanto hasta ahora.
TERAPEUTA: Entonces es una pena. Justo ahora> cuando parecía
que el tratamiento estaba dando sus resultados, usted fa la mujer]
se cansa de él.
MUTER: Es que es tan artificial y tan mecánico. No hay nada de
amor en ello.
TERAPEUTA: La entiendo; no le hace a usted mucha gracia. ¿Desea
abandonar el tratamiento?
MUJER: Bueno, no sé... Después de todo, no soy un robot mecá­
nico ... Yo también quiero placer. Lo que quiero saber es cuánto va a
durar esto... ¿O es que voy a tener que estar así toda la vida? [Al ma�
rido] Y tú, ¿qué quieres hacer?
HOMBRE: Bueno, yo ... no quiero dejarlo... bueno, no sé. A mí me
gusta, pero no sé. Lo que tú quieras> querida.
MUJER [al terapeuta]: ¿No podríamos hacer otra cosa? ¿Cuánto
va a durar esto?
TERAPEUTA: Recuerde usted que en nuestra primera sesión yo le
dije que suelen hacer falta aproximadamente tres semanas de prác­
tica antes de que el control del hombre sea lo suficientemente bueno
para un acto sexual satisfactorio. Respondiendo a su primera pre�
gunta, le diré que no... No sé de ningún otro método que funcione.
Sé perfectamente que este procedimiento puede ser algo cansado
para la mujer y no le reprocho a usted el que desee abandonar el tra�
tamiento. Es más, creo que debería abandonarlo, porque él es un
hombre muy sensible y probablemente ahora es consciente de su
reticencia. En esas condiciones es imposible que funcione.
r

13, LA SESIÓN PSICOTERAPf.UTJCA 341

HOMBRE: Doctora, yo no quiero molestar ami mujer para nada...


¡Ha tenido ya tantos problemas conmigo! Me gustaría darle más
placer... Llevamos tanto tiempo con este problema que me gustaría
resolverlo, pero tampoco quiero molestarla.
MUJER: No, bueno ... Lo siento, querido ... creo que me estaba
poniendo un poco irritante. Esto no va a durar toda la vida ... por
supuesto que quiero continuar.
TERAPEUTA [a la mujer]: ¿Quizá haya algo más que le moleste?
¿Qué sintió usted cuando él tardó tanto en tener el orgasmo?

Al manejar la resistencia que surgió en este caso, no se hizo


ningún intento de interpretar la pasividad y el sentimiento de
culpa del marido, ni la ansiedad y hostilidad de la mujer. En
vez de eso, se siguió adelante en el tratamiento confrontando
a la pareja con las consecuencias de la negativa de la mujer a
participar en los ejercicios. En cierto sentido, el terapeuta «se
unió a la resistencia» y jugó una especie de «judo psíquico».
No dio ánimos a la pareja, ni le imbuyó confianza, ni tampo­
co les reprendió por su omisión, sino que puso en sus manos
la responsabilidad de su propia terapia. A diferencia del tra­
tamiento psicoanalítico, en la terapia sexual la relación del
paciente con el terapeuta no es el agente de curación. Éste
simplemente aconseja a la pareja en el proceso de cambiar su
propio funcionamiento. Cuando la ansiedad de uno o ambos
compañeros origina una resistencia, no están resistiéndose al
terapeuta ni a lo que éste representa, sino a su consejo, esto
es, se niegan a tomar la «medicina» que les curará.
Este tipo de confrontación es a menudo suficiente para re­
solver un impasse terapéutico. En estos casos, los conflictos
que operan de una manera inmediata se resuelven y dejan
así libre el funcionamiento sexual. Sin embargo, no se hace
ningún intento para que la pareja se percate de sus conflictos
subyacentes ni para facilitar su resolución. El paciente
aprende a funcionarsexualmente erigiendo defensas contra
la emergencia de esos conflictos y bordeando los problemas
más profundos (síes que existen).

342
lll. TRATAMIEN
TO
1
En otros casos, como el que describimos a continuación l�s l¡
conflictos, más profundos y más graves, engendran resisten�
cias más tenaces que hay que tratar con técnicas psicoterapéu�
ticas de insight para cubrir los objetivos del tratamiento.

CASO I I . Resistencia muy !Etensa a la terapia, resuelta mediante


interpretación de material inconsciente

El señor y la señora M., una pareja de judíos ortodoxos, de 33 y 34


años, respectivamente, pidieron tratamiento para los problemas
sexuales de la señora M., una disfunción orgásmica primaria y ab�
soluta. La pareja llevaba casada siete años y tenía un niño. Ambos
habían pasado por un tratamiento psiquiátrico. El marido había
sido tratado durante un breve período de tiempo a causa de un epi­
sodio de depresión que parecía de origen endógeno. La señora M.)
aquejada de ansiedad y de conflictos acerca de si seguir una carrera
o dedicarse completamente a su matrimonio y su familia, había he­
cho psicoterapia durante cierto tiempo.
El funcionamiento sexual del señor M. era excelente. La mujer
sufría tanto de inhibición sexual general como orgásmica. Sentía
muy poco placer cuando se la estimulaba sexualmente y lubricaba
poco durante el coito. Nunca había experimentado un orgasmo,
aunque en alguna ocasión había intentado masturbarse. En esas
ocasiones constataba que su mente se la iba hacia temas triviales.
No podía concentrarse en fantasías ni imágenes eróticas.
El marido era un hombre muy atractivo, simpático, buen
conversador yde modales elegantes. En cuanto a Ja mujer, aunque
de hermosas facciones, su peinado, la ausencia de maquillaje y sus
trajes poco atractivos la hacían parecer una mujer rancia. Además,
sus movimientos eran tensos y rígidos y sus modales poco sueltos.
En el transcurso de Ja entrevista inicial, ella achacó su incapaci­
dad para responder sexualmente ante su marido al hecho de que no
le amaba. Afirmó que sentía amor hacia otro hombre (con el cual
no mantenía relaciones sexuales). Su historial reveló que había pa­
decido una educación represiva y estricta, que incluía una serie de
prohibiciones específicas relativas a la sexualidad. Había experi­
mentado algún placer en los escarceos sexuales antes del matrimo­
nio, pero después, de casada, cuando ya «se permitió a sí misma» el
acto sexual, empezó a sentirse fría ante la estimulación sexual.
¡:;, LA SESIÓN PS!COTERAPÉUTICA ' 343

Tratamiento. El señor M. era un compañero muy sensible y


colaborador, y la paciente respondió con gran placer a la prescrip­
ción inicial de los ejercicios de focalización sensorial. En la sesión
siguiente, el terapeuta les pidió que además de acariciarse los cuer­
pos, se estimularan ligeramente los genitales. La señora M. experi­
mentó, por primera vez desde su adolescencia, algunas sensaciones
eróticas, lo cual le encantó. Siguiendo las instrucciones, ella le pro­
vocó el orgasmo manuafmente. Se les pidió luego que repitieran
esta experiencia.
Cuando acudieron a la consulta la semana siguiente, vinieron
muy desalentados. Dijeron que habían tenido sólo un contacto se­
xual y que éste había sido insatisfactorio:
TERAPEUTA: ¿Qué ocurrió?
MUJER: El lunes comenzamos a hacer el amor, pero hacía dema­
siado frío en la habitación. Yo tiritaba y tuve que meterme debajo
de la manta. Esto lo estropeó todo. Pero conseguí que él tuviese el
orgasmo, como me había encargado usted.
HOMBRE: Oh, querida, no hacía tanto frío. Yo no tenía frío.
MUJER: Pero yo sí.
TERAPEUTA: ¿Qué ocurrió el martes?
MUJER: No hicimos nada. El niño estaba despierto y mi madre
estaba abajo. Era demasiado complicado.
TERAPEUTA: ¿Qué ocurrió entonces el miércoles?
HOMBRE: No tuvimos mucha suerte el miércoles; no salieron las
cosas bien.
TERAPEUTA: Hábleme sobre eso.
HOMBRE: Ella parecía un poco nerviosa; por lo cual me bajé a leer
un libro para que pudiera relajarse. Después subí y me metí en la
cama con ella. Comencé a tocarla y me sentí muy excitado. Ella
también parecía excitada. Luego, me hizo parar de golpe. Encendió
las luces y se puso a mirar las sábanas. Creía que había empezado
su período, y esto lo interrumpió todo. Yo me enfadé bastante.
MUJER: ¡Es que estaba tan húmeda! Pensé que había manchado
toda la cama. Y si hice que tuvieras un orgasmo ¿por qué estabas
enfadado?
HOMBRE: Bueno, el enfado se me pasó.
TERAPEUTA: Me gustaría saber algo más sobre lo que ocurrió.
MUJER: Bueno, pues que yo comencé a sentirme muy bien... Ted
estaba muy excitado ... yyo sentía todo húmedo por ahí abajo. Lue­
go de repente pensé: �<Oh, Dios mío, estoy llenando de sangre la

---�·· ------

344 , m. TRATA.M!ENto
!

cama. Mi madre va a enfadarse conmigo». (La pareja vivía enton­


ces con la madre de ella.) Quise comprobar cómo estaba la sábana y
realmente quedé sorprendida, porque estaba limpia. Entonces Ted
empezó a gritarme y todo se fue a hacer gárgaras. Después lo ha­
blamos y entonces conseguí que tuviera un orgasmo.
TERAPEUTA: ¿Lo intentaron ustedes al día siguiente?
HOMBRE: No ... no lo hicimos. No hicimos nada durante el resto
de la semana.
TERAPEUTA [a la mujer]: Parece como si usted encontrara siem­
pre la manera de enfriarse cuando comienza a sentirse excitada se­
xualmente.
MUJER: No, no es eso. Creía realmente que había ensuciado la sá­
bana; y al principio hacía frío, qué le voy a hacer.
I-IOMBRE: Oh, querida, venga... , lo que dice la doctora es cierto,
MUJER: No ... bueno, sí ... es que ... quizá tenga usted razón. Pero
¿por qué? ¿Por qué lo hago?
TERAPEUTA: No lo sé, quizá se sienta angustiada cuando empie­
za a excitarse. Es una pregunta importante. Deberíamos analizarlo,
Más adelante) en la sesión, se destacó que su evitación del sexo
había sido un mecanismo de defensa durante toda su vida. Pero
nunca lo había reconocido; en vez de eso, lo que hacía era raciona­
lizar esa evitación. Al principio, había evitado la sexualidad sobre
la base de que «la masturbación es algo que no está bien», luego
porque «no está bien practicar el coito antes del matritnonio», y
ahora porque «no amo a mi marido», etc.
Con el tiempo las repeticiones de las experiencias de estimula­
ción y de focalización sensorial comenzaron a proporcionarle más
placer, pero siguió encontrando muy difícil abandonarse a las vi­
vencias eróticas. Durante la actividad sexual no podía impedir que
su mente vagara. Comenzó a dudar y a desesperarse porque pensa­
ba que nunca sería capaz de experimentar el placer sexual. En ese
momento se hizo patente que sus conflictos no iban a desaparecer
con la simple combinación de técnicas experienciales e interpre­
taciones de materiales superficiales. Las resistencias eran insosla­
yables y no podían resolverse tratando exclusivamente los obstáculos
inmediatos que se alzaban contra su sexualidad. En consecuencia,
se decidió intentar que la paciente viera claro en las causas más pro­
fundas de su problema, con la esperanza de facilitar su resolución.
En una sesión posterior, nos relató el siguiente sueño: «Viajo en
automóvil en compañía de algunos amigos. Phyllis está ahí. Vamos
¡3. LA SESIÓN PSICOTERAPfUTlCA 345

a un hotel para asistir a una reunión. Se supone que yo voy a pre'si­


dir la reunión, pero Phyllis quiere ocupar ese puesto». Mediante
asociaciones, la paciente revela que Phyllis, una amiga de la univer­
sidad, era una chica agresiva a la que siempre se la excluía de las ac­
tividades sociales porque se le tenía mucha antipatía. Por el contra­
rio, la paciente era muy agradable y servicial, y gozaba de una gran
popularidad.
TERAPEUTA: ¿Qué cree usted que significa el sueño?
MUJER: Bueno, creo que tiene algo que ver con mis conflictos res­
pecto a mi deseo de volver a trabajar. Pienso que me da miedo pre­
sidir esa reunión, esto es, que tengo miedo de trabajar.
TERAPEUTA: Bien, eso tiene sentido. Pero puede ser que tenga
otro significado.
El terapeuta señaló que el sueño podría también apuntar al con­
flicto sexual que estaban revelando las tareas prescritas. Se sugirió
que Phyllis podría representar un aspecto inconsciente de lapa­
ciente. Se señaló también que ésta identificaba sexualidad con
agresión, y que temía inconscientemente las ofensas y las represa­
lias, el ser marginada y el que se la pudiera considerar agresiva si
gozaba de la sexualidad o se responsabilizaba de su propio placer
sexual. La evitación del sexo a lo largo de toda su vida y las numero­
sas racionalizaciones que había empleado para ocultarla fueron su­
brayadas una vez más.
La prescripción de tareas sexuales quedó interrumpida para que
la paciente pudiera analizar sus conflictos sexuales a lo largo de las
sesiones terapéuticas. La terapia se centró entonces en la infancia de
la paciente, en las relaciones con su madre, que retenían muchos
elementos de inmadurez) y en su.hipercontrol defensivo sobre sus
impulsos asertivos y agresivo$, así como sobre su propia sexualidad.
Una vez solucionados en parte estos conflictos, se reanudaron los
ejercicios de estimulación y de coito sin exigencias. En un período
relativamente corto, la paciente fue capaz de responder con senti­
mientos eróticos cada vez más intensos. Pero al principio no podía
alcanzar el orgasmo. Hizo falta una masturbación complementaria,
con una estimulación muy vigorosa y con fantasías) para que consi�
guiera su primer orgasmo. Gradualmente, sin embargo, fue siendo
capaz de experimentar la descarga orgásmica dentro de una situa­
ción heterosexual. Paralelamente continuó analizando los conflic­
tos profundos durante esta fase del tratamiento, centrándose en los
vínculos simbióticos aún no resueltos que la ligaban a su madre.
346 lll. TRATAMIENTO

En el caso anterior, ni la aclaración de los obstáculos in­


mediatos que se oponían al funcionamiento de la pareja y a
las experiencias eróticas prescritas ni el incremento de la in­
teracción yde la comunicación entre la pareja, fue suficiente
para resolver los problemas sexuales de la paciente. En estos
casos que se muestran refractarios a las estrategias usuales
de la terapia sexual, hay terapeutas que detienen el trata­
miento y lo consideran fracaso terapéutico. Sin embargo, se­
gún nuestra experiencia, una importante proporción de los
pacientes que sufren de disfunciones sexuales y que no son
curables mediante una terapia sexual limitada a la interven­
ción en un nivel experiencial, pueden ser tratados con éxito
siempre y cuando se resuelvan sus conflictos más profun­
dos. Los terapeutas tienen a su disposición un amplio espec­
tro de técnicas psicoterapéuticas para fomentar la compren­
sión y resolución de las raíces más fundamentales del
síntoma sexual. Por ejemplo, en el caso anterior el terapeuta
interpretó el material inconsciente a fin de promover la
comprensión y resolución de las motivaciones más profun­
das que subyacían a la resistencia y a las defensas de la mujer
contra su sexualidad. En otras ocasiones las técnicas de tera­
pia conjunta son útiles para revelar y resolver transacciones
negativas que desconocía antes la pareja. En tales casos, el
terapeuta interpreta de una manera similar las raíces incons­
cientes de las interacciones patógenas que interfieren con el
desarrollo de una buena relación sexual entre ambos.
Cuando las técnicas breves de la terapia sexual no dan re­
sultado, en el sentido de que no eliminan la disfunción se­
xual de la pareja, el terapeuta puede optar por intervenir en
un nivel más profundo; esto es) intentar modificar las raíces
de las que emana el problema. A veces, como en el caso que.
hemos descrito antes) esta táctica tiene éxito. En otros casos)
los conflictos se mantienen rebeldes a las formas más pro­
fundas de intervención. El carácter del proceso psicotera­
péutico cambia cuando se conduce dentro de un sistema que
13. LA SESIÓN PSlCOTERAPf:UTICA 347

emplea una interrelación dinámica entre técnicas experien­


ciales y técnicas de insight. El proceso se hace más activo,
creador y eficaz cuando se combinan ambas modalidades
y se las usa de una manera complementaria. La experiencia y
la comprensión intelectual se utilizan en contrapunto. Por
ejemplo, cuando la paciente frígida del caso anterior era aca­
riciada lenta y suavemente por su marido) esta experiencia
producía sensaciones eróticas, pero también movilizaba an­
siedad y defensas contra esa misma excitación. Tal secuencia
de acontecimientos brindó la oportunidad de tratar las
fuentes de dichas resistencias en las sesiones psicoterapéuti­
cas, mediante técnicas de interpretación. La resolución par­
cial de los conflictos inconscientes de la paciente, por medio
del proceso analítico, le permitió entregarse con más tran­
quilidad a sus sentimientos eróticos al reanudar las expe­
riencias sensuales. Éstas, a su vez, volvieron a provocar resis­
tencias, que se interpretaron en un nivel más profundo en
las subsiguientes sesiones terapéuticas.
En la psicoterapia convencional e]paciente puede es­
quivar con éxito, durante años, un problema sexual. Tal cosa
es imposible en la nueva terapia, en donde al paciente se le
enfrenta precisamente con las experiencias que está inten­
tando evitar. Nos parece que la utilidad y la eficacia de estas
confrontaciones inducidas experiencialmente aumentan so­
bremanera cuando dichas experiencias se integran en un
proceso terapéutico orientado de una forma psicodinámica.
Esto es, según nuestra experiencia, la combinación dinámi­
ca de técnicas experienciales y psicoterapéuticas propicia
una resolución más rápida de los conflictos sexuales y alean­
.za a un espectro más amplio de pacientes que la interven­
ción psicoterapéutica o un método experiencia! por sí solo.
·� i
14. Otros temas de la terapia sexual:
tratamiento conjunto de parejas,
el uso de coterapeutas, transferencia
y contratransferencia

A. Terapia conjunta: la pareja como «el paciente»

Hoy día, lo normal en la terapia sexual es tratar a la pareja de


una manera conjunta. Existen dos razones básicas a favor
de esta orientación. En primer lugar, la participación en las
experiencias sexuales, que constituyen un ingrediente crucial
del tratamiento, requiere la cooperación de dos compañeros
sexuales. En segundO lugar, es importante involucrar a am­
bas partes en el tratamiento, debido a que muchas dificulta­
des sexuales hincan sus raíces en el sistema sexual patológi­
co de la pareja En efecto, algunos autores dentro de esta área,
y especialmente Masters y Johnson, creen que las disfuncio­
nes sexuales son siempre producto de interacciones pertur­
badas de la pareja, a las cuales ambos aportan una cierta do­
sis de patología. De ahí que sostengan que la pareja debería
ser siempre tratada como una «unidad marital» . Masters y
Johnson subrayan este aspecto al llamar «paciente» a la pa­
reja total, y no al cónyuge quepresenta la disfunción.
La perspectiva diádica, en el sentido de que la mejor ma­
nera de conceptualizar los problemas sexuales es en el seno
de la relación entre la pareja, ha sido una contribución ines­
timable a la comprensión y tratamiento de las disfunciones
348
14. OTROS TEtv!AS DE LA TERAPIA SEXUAL 349

sexuales. Es obvio que en muchos casos existen estructuras


diádicas patológicas que crean sistemas sexuales alienantes
y destructivos. A menudo salta a la vista que las transaccio­
nes entre la pareja han jugado un papel crucial en la etiolo­
gía de los problemas sexuales de uno o de ambos compañe­
ros, y que, posteriormente, reforzaron el problema. Aquellos
casos en que ambos esposos sufren de disfunciones sexuales
(como, por ejemplo, impotencia y vaginismo ), imbricadas
una con otra para mantener un equilibrio patológico, brin­
dan ejemplos todavía más espectaculares de la naturaleza
diádica de la patología sexual. El objetivo primario de la te­
rapia sexual consiste en modificar el sistema sexual de la pa­
reja, de manera que satisfaga las necesidades de ambos.
Sin embargo, la afirmación de que uno de los compañeros
contribuye invariablemente a los problemas sexuales del otro
requiere cierta matización. Algunas personas no podrían
funcionar bien dentro de ningún sistema, puesto que su
disfunción sexual suele ser muy anterior a la relación actual.
Por ejemplo, el historial clínico del eyaculador precoz revela
a menudo que el paciente padecía ya de una falta de control
de la eyaculación antes de conocer a Su esposa, sin que se
exacerbara este problema después del matrimonio. Análo­
gamente, es muy frecuente que las pacientes con vaginismo
aprendan a «cerrarse» desde la adolescenci_a.
Nuestra experiencia es que en algunos casos la disfunción
sexual es relativamente independiente de la calidad de la re­
lación marital de la pareja y de sus interacciones sexuales.
Algunos pacientes tendrían dificultades con cualquier com­
pañero. Pero aun en esos casos está indicada la terapia con­
junta, porque las experiencias sexuales compartidas son un
ingrediente crucial del tratamiento. Independientemente de
si la interacción entre la pareja contribuye o no a la disfun­
ción sexual, se utilizan una serie de interacciones prescritas
entre los compañeros, aun cuando el problema sea primor­
dialmente intrapsíquico. Así, el tratamiento de una mujer
350 lll. TRATAMIENTO

sexualmente fría exige un marido sensible, paciente y gene­


roso. Aunque él quizá no haya contribuido a este problema,
ella necesita su confianza y cooperación (y por supuesto su
pene erecto) para vencer la ansiedad que le ha impedido en­
tregarse suficientemente a sus sensaciones eróticas para res­
ponder sexualmente.
De la misma manera, aun cuando la eyaculación precoz
suele ser relativamente independiente de las transacciones
maritales de la pareja, requiere un tratamiento conjunto
porque los ejercicios Semans, tan sencillos y eficaces, depen­
den de la interacción cooperadora del paciente y de su
mujer.
La idea de que las disfunciones sexuales que no tienen su
origen en interacciones maritales hostiles remiten, sin em­
bargo, ante un tratamiento conjunto, viene apoyada por los
experimentos de Masters y Johnson, así como de otros, con
el uso de compañeros sexuales vicariantes. Concretamente,
estos autores han encontrado que cuando el paciente carece
de compañero, la utilización de un compañero «sucedá­
neo», cooperador y hábil, que no haya tenido antes relacio­
nes con el paciente y que, por tanto, no haya establecido una
transacción patogénica con él, es tan eficaz como la partici­
pación de los compañeros conyugales en el tratamiento con­
junto de los trastornos sexuales*.

El paciente sexualmente inadecuado que carece


de compañero

Hay muchísimos pacientes que, sin tener compañero, acu­


den a la consulta para solucionar su problema sexual. Cuan­
do se les dice que en la terapia sexual sólo se tratan parejas,

* Nosotros no empleamos en Cornell compañeros «sucedáneos».


¡4. OTROS TEMAS DE LA TERAPIA SEXUAL 351

suelen responder que están demasiado turbados y angustia­


dos por su problema como para buscar un compañero. Lo
cual plantea un tremendo dilema al terapeuta. Como hemos
subrayado a lo largo de este libro, la nueva terapia se apoya
sobre todo en la modificación del anterior sistema sexual
(destructivo) mediante interacciones sexuales estructuradas
entre la pareja, lo cual, por supuesto, excluye el tratamiento
del paciente individual. Para ser más concretos, sólo las pa­
cientes que sufren de disfunción orgásmica primaria y abso­
luta y de vaginismo pueden ser tratadas sin un compañero
mediante los métodos experienciales. La mujer que nunca ha
experimentado un orgasmo puede dar los primeros pasos
hacia la excitabilidad sexual a través de ejercicios masturba­
torios. Análogamente, los ejercicios de dilatación, que pue­
den ser realizados en ausencia de un compañero, son útiles
para las mujeres que padecen vaginismo, porque extinguen
sus reacciones defensivas vaginales. Pero aun estas pacientes
sólo pueden alcanzar un funcionamiento sexual completo
cuando se hallan en presencia de un compañero.
Si bien es cierto que la terapia sexual exige la cooperación
de un compañero sexual, la presencia de él o de ella no siem­
pre es obligatoria. Por supuesto que es preferible la terapia
conjunta, porque permite al terapeuta trabajar con las tran­
sacciones y comunicaciones patogénicas de la pareja. Pero
ha habido ocasiones en que hemos logrado buenos resulta­
dos trabajando con el paciente sintomático a solas. En tales
casos el paciente transtnite las prescripciones conductales al
compañero ausente. Un caso de este tipo es el que se descri­
be en el capítulo 23: el paciente, un esquizofrénico impoten­
te, se hallaba demasiado ansioso respecto a la posibilidad de
ser rechazado como para pedir a su compañera que acudiera
con él a las sesiones.
En el empeño de satisfacer las necesidades del paciente
solitario con dificultades sexuales, algunos programas y te­
rapeutas están experimentando con diversos tipos de tera-
352 111. TRATAM!f:Nro

pia sexual de grupo, en la que participan precisamente per­


sonas que carecen de compañero. El procedimiento incluy
e
generalmente la exhibición de filmes eróticos y la estimula­
ción erótica entre los participantes. En muchos casos se hace
especial hincapié en la masturbación. Aún no disponemos
de ninguna evaluación de estos métodos.
Cuando un paciente sexualmente perturbado y sin com­
pañero acude a nuestro programa en busca de tratamiento)
lo primero que hacemos es una evaluación meticulosa para
averiguar tanto las causas inmediatas como remotas de la
disfunción. Más tarde discutimos las fuentes del problema
con el paciente, le explicamos los principios de la terapia se­
xual y le damos esperanzas respecto al pronóstico (general­
mente bueno) caso de que en el futuro encuentre un compa­
ñero adecuado y pueda participar en un tipo de tratamiento
conjunto.
En aquellos casos en que parece indicada una psicotera­
pia (como cuando es claro que las dificultades neuróticas del
paciente le han impedido establecer una relación adecuada,
o cuando ciertos conflictos específicos parece que han juga­
do un papel importante en la génesis de la dificultad sexual),
se lo hacemos saber al paciente. Porque si bien existen razo­
nes para pensar que el nuevo enfoque experiencia! es el tra­
tamiento óptimo de ciertas disfunciones sexuales no com­
plejas cuando el paciente dispone de un compañero, ésa no
es la única terapia eficaz. Debemos subrayar el hecho de que
el psicoanálisis y las diversas formas de psicoterapia son
también eficaces para tratar los problemas sexuales, aunque
ninguna de ellas exija la presencia de un compañero sexual
colaborador.
¡4, OTROS TEMAS OE LA TERAPIA SEXUAL 353

B. El uso de coterapeutas

Muchos de los defensores del nuevo tratamiento de los tras­


tornos sexuales siguen a sus innovadores (Masters y John­
son) en la tesis de que el uso de coterapeutas de ambos se­
xos constituye un rasgo esencial de la terapia. Masters y
Johnson, así como o1ros clínicos dentro de esta área, han
dado muchas y buenas razones para justificar el uso de equi­
pos mixto.s de coterapeutas. El argumento más decisivo es
que tal método da a cada cónyuge una especie de «compin­
che», para citar a Masters y Johnson. En otras palabras, los
que proponen esta orientación piensan que un terapeuta
masculino no puede comprender y simpatizar realmente
con las respuestas sexuales de una paciente, y viceversa.
Otros terapeutas afirman que el equipo mujer-hombre da al
paciente la oportunidad de una desensibilización in vivo en
cuanto a sus temores frente al sexo opuesto; algunos dicen
que les brinda un «modelo» de buenos sentimientos y co­
municaciones entre miembros del sexo opuesto; otros afir­
man que este método impide la formación de transferencias,
mientras que hay terapeutas que, por el contrario, arguyen
que favorece la formación de transferencias que luego pue­
den ser resueltas, etc. Sin embargo, a pesar de estas afirma­
ciones, no se han llevado a cabo estudios controlados que
nos permitan comparar los resultados alcanzados con am­
bas técnicas, la dual y la singular. Si bien hay casos en que el
uso de coterapeutas de ambos sexos comporta ventajas,
nuestra praxis no ha confirmado el que estos equipos mix­
tos sean esenciales para el éxito del tratamiento. Según nues­
tra experiencia, cuando el terapeuta es receptivo, experto y
sensible a las respuestas y reacciones eróticas del sexo
opuesto, puede perfectamente conducir la terapia sexual a
solas.
En Cornell hacemos un esfuerzo especial durante los se­
minarios de entrenamiento para «elevar el nivel de cons-
354 lll. TRATAMIENTO

ciencia» de nuestros terapeutas de cara a las reacciones psi�


cosexuales de ambos sexos. Los resultados han sido satisfac­
torios, y en nuestra clínica la pareja es tratada por un solo te­
rapeuta*. Por otra parte, nuestros colaboradores adoptan
también este método en su consulta privada.
La posibilidad de recurrir a equipos de coterapeutas
mixtos siempre existe> péro sólo se utiliza cuando surge un
impasse terapéutico o cuando el sexo del terapeuta moviliza
fuertes resistencias en uno de los pacientes. El problema no
es frecuente, pero cuando surge hay que contar con un cote­
rapeuta, porque esto puede significar la diferencia entre un
fracaso y un éxito, como ocurrió en el siguiente caso.

CASO 12. Inhibición orgásmica que requirió el uso de coterapeutas

Se había designado a un terapeuta masculino para el tratamiento


de la pareja formada por el señor y la señora G., que habían acudi­
do a la clínica debido a la inhibición orgásmica de la esposa. La mu­
jer era capaz de alcanzar el orgasmo sólo cuando utilizaba un vi­
brador. El terapeuta se encontró con una gran resistencia en la
señora G., una feminista acérrima, cuando intentó sugerirle que el
coitus interruptus -en el que ella había insistido- era un método
anticonceptivo muy pobre y que el uso del preservativo -otra de las
alternativas elegida por ella- coartaba también el goce sexual de la
pareja. La esposase sintió irritada por el consejo del terapeuta mas­
culino: que gozaría más del sexo si ella asumía alguna responsabili­
dad respecto a la evitación del embarazo y escogía otro método,
que ella consideraba como una manifestación de machismo. Ade­
más, se sintió muy vejada por tener que admitir ante dos hombres
(el terapeuta y su marido) que la fantasía erótica que más la excita­
ba era una fantasía en la que ella se imaginaba a sí misma atada y
subyugada por un varón poderoso. No es de extrañar que la terapia
quedase bloqueada al llegar a esta fase.

* Para ser exactos diremos que en Cornell actúan a veces dos o tres te­
rapeutas en equipo. Pero este procedimiento tiene más bien co1no ob­
jet�vo permitir que los alumnos trabajen al lado de los terapeutas más
experimentados.
14. OTROS TEMAS DE LA TERAPIA SEXUAL 355

Se hubiera podido superar las resistencias de la mujer y de sus


transferencias negativas a través de un psicoanálisis o de métodos
de insight, pero hubiese sido un procedimiento largo, aunque qui­
zá en último término eficaz. En vez de eso, el terapeuta pidió la co­
laboración de una terapeuta femenina. Ésta fue capaz de establecer
un vínculo afectivo con el paciente y ganarse su confianza. En este
caso el uso de un equipo mixto de coterapeutas permitió resolver
las resistencias de la mujef; facilitó la terapia y fue un factor crucial
para el éxito de la misma. La paciente terminó aceptando que el uso
de un pesario sería beneficioso para ella y para su marido, y admi­
tió que sus fantasías masoquistas le brindaban un vehículo de pla­
cer sexual. No necesitaba ya hacer un acting out de esas fantasías a
cambio de aceptar el dominio masculino en otras esferas vitales.
Gracias a esto fue siendo cada vez más capaz de alcanzar el orgas­
mo y de reconciliar este hecho con sus ideas feministas.

En resumen, aun cuando hay indicios válidos que abogan


por el uso de la técnica de equipo, en cuanto opuesta a la
práctica más económica del empleo de terapeutas indivi­
duales, su superioridad en toda clase de circunstancias es
cuestionable.

C. Fenómenos de transferencia
y de contratransferencia

Existe cierto confusionismo en torno al papel de la trans­


ferencia en la terapia sexual, debido en parte a que el tér­
mino ha llegado a tener muy diversas significaciones. El
término transferencia puede referirse a cualquier actitud
irracional manifestada por el paciente, en el sentido de que no
se produce en virtud de las realidades presentes, sino que se
deriva de la relación que él mantiene con ciertas figuras sig­
nificativas del pasado. En segundo lugar, cabe utilizar el tér­
mino para designar el desplazamiento de actitudes infan­
tiles, tanto dentro de una situación de tratamiento como en
la realidad cotidiana. Finalmente, el término de transferen-

. ----- ·-
· -
· -
··-
356 !H. TRATAMIENTO

cia se usa también a veces para denotar los intensos senti­


mientos sexuales que algunos pacientes manifiestan hacia
sus terapeutas.
El concepto de «transferencia>i- deriva de la teoría psicoa­
nalítica. Al principio se refería específicamente a la ten­
dencia por parte del paciente a desplazar hacia el psicoa­
nalista las actitudes, di!"seos e impulsos que habían sido
dirigidos hacia sus padres durante la temprana infancia y a
considerar al analista como el objeto original de estos im­
pulsos. La teoría psicoanalítica postula que las actitudes
infantiles que se desplazan de esta manera no han sido re­
sueltas, esto es, representan una fuente de conflicto para el
paciente; por tanto, han sido reprimidas y radican fuera de
su conciencia. Tales actitudes parentales no resueltas consti­
tuyen la causa fundamental de la neurosis del paciente.
Cabe considerar la transferencia como un intento de «ga­
nar» y de no aceptar la derrota. Psicodinámicamente, la
transferencia representa un intento inconsciente por parte
del paciente de repetir una situación frustrante y traumáti­
ca a fin de «dominarla». Por ejemplo, si la paciente nunca
fue capaz de aceptar el hecho de que su padre, fuerte y
atractivo, prefiriera 30 años atrás a su madre, puede ser que
intente una y otra vez seducir al «padre>> en la persona de un
individuo no adecuado, en detrimento de cualquier intento
de establecer una relación realmente satisfactoria. En el
seno del tratamiento podría, por tanto, recrear la situación
edípica e intentar darle un final feliz a base de crear una
relación amorosa con el padre-analista. El análisis de este
fenómeno es el meollo del tratamiento psicoanalítico. El
éxito del tratamiento depende de que el paciente reconozca
y comprenda su percepción transferencia! del analista y
de que llegue a resolver los conflictos que causaron ese
fenómeno.
Pero aparte de brindar la oportunidad terapéutica cru­
cial para resolver los conflictos que constituyen la neurosis
14. OTROS TEMAS DE LA TERAPIA SEXUAL 357

del paciente, la transferencia puede actuar también como


una resistencia que se opone a la marcha del tratamiento. El
intenso anhelo que la paciente experimenta hacia su analis­
ta puede impedirle ver claro en las fuerzas inmaduras e in­
conscientes que dictan su conductaneurótica. En vez de re­
conocer y de aceptar ciertas frustraciones inevitables, la
paciente persiste en sus�sfuerzos de negarlas, actualizando
frente al analista la experiencia emocional de la que se vio
privada.
Debido a la importancia de Ja transferencia, las técnicas
psicoanalíticas, en las que el analista permanece relativa­
mente distante y anónimo, intentan permitir que el paciente
dé rienda suelta a sus fantasías y facilitar así el desarrollo de
reacciones transferenciales intensas. El manejo correcto de las
resistencias transferenciales y la interpretación de los fenó­
menos de transferencia constituyen las áreas más críticas del
entrenamiento psicoanalítico.
Así pues, las experiencias emocionales que surgen entre el
psicoanalista y el paciente son los principales agentes de
cambio en el psicoanálisis. La relación paciente-doctor jue­
ga un papel algo distinto en la terapia sexual. La relación
emocional entre el terapeuta y el paciente es relativamente
menos importante para la cura. El tratamiento se centra en
la resolución de las transacciones patológicas que se dan en­
tre ambos compañeros, no entre el paciente y el terapeuta.
Es la aclaración y la resolución de las dificultades de comu­
nicación de la pareja, de sus respuestas emocionales inma­
duras e inseguras, de las distorsiones en sus percepciones
mutuas y, en resumen, de sus transferencias recíprocas, lo
que, en efecto, constituye el objetivo de la intervención tera­
péutica. En contraste con el psicoanalista, el terapeuta se­
xual hace un esfuerzo para no implicarse personalmente en
las transacciones de la pareja. Lo que hace es ayudarla a re­
solver sus dificultades actuando como un facilitador y como
un catalizador.
-

358 ll L TRATAMIENTO

Aun así, se dan a veces transferencias en la terapia sexual,


aunque estos fenómenos juegan normalmente un papel dis­
tinto que en el psicoanálisis. El objetivo del tratamiento psi­
coanalítico consiste en analizar y resolver las actitudes
transferenciales. En la terapia sexual, por el contrario, no se
analizan estos fenómenos, excepto en la medida que consti­
tuyen resistencias. Es ñlás, hay distorsiones transferenciales
que se fomentan y explotan en beneficio del tratamiento. La
pareja suele dotar al terapeuta, o a ambos miembros del
equipo terapéutico, de ciertas cualidades que antes habían
atribuido a los padres, como, por ejemplo, omnipotencia,
poder de darles permiso para participar en actividades
«prohibidas», pronunciar juicios morales, etc. En vez de eli­
minar estas distorsiones del paciente (lo cual sería necesario
en el curso de un tratamiento psicoanalítico para liberar al
enfermo de las taras de tales actitudes inmaduras), los tera­
peutas sexuales utilizan esa omnipotencia que se les ha con­
cedido para eliminar el sentimiento de culpa, los temores y
los efectos destructores de antiguas imposiciones paternales
negativas. Las sugerencias y recomendaciones del terapeuta,
del tipo: «Está muy bien tener fantasías sadomasoquistas;
eso facilitará su erección»; «Debería practicar la masturba­
ción; no le va a dañar. Por el contrario, es bueno y mejorará
su respuesta sexual»; «Me gustaría sugerirle que se olvide
de ella esta noche y que tenga usted el orgasmo tan pronto
como usted quiera. Si ella desea tener un orgasmo puede
))
proporcionárselo después»; «Sea usted <•egoísta y pídale
que continúe estimulándola», etc., todos estos consejos ad­
quieren mayor peso cuando el paciente considera incons­
cientemente al terapeuta como a un padre, con todas las cua­
lidades que de niño le atribuyó.
Sin embargo, en algunos pocos casos, la transferencia re­
presenta un obstáculo para el progreso del tratamiento. El
terapeuta debe permanecer alerta ante tal posibilidad y tra­
tar activamente esas resistencias transferenciales, de la mis-
14. OTROS TEMAS DE LA TERAPIA SEXUAL 359

ma manera que se tratan otras formas de resistencia. Por


ejemplo, en un caso de este tipo, que consistía en el trata­
miento de una eyaculación precoz, la mujer del paciente em­
pezó a sentirse muy mal porque creía que su marido y la te­
rapeuta femenina estaban «confabulados contra ella».
La emergencia de �stos pensamientos coincidió con un
giro de la conversación, pasando del problema del marido a
sus propias dificultades orgásmicas. Fue entonces cuando se
sintió celosa de la terapeuta. Pensaba que ésta y el marido la
estaban tratando como una niña, y estos sentimientos impe­
dían de una manera clara el proceso terapéutico.
Una vez que se hizo patente que este desplazamiento ha­
cia la terapeuta de sus sentimientos negativos hacia su ma­
dre había adoptado la forma de una resistencia a tratar con
un material sexual cargado de ansiedad, el foco de la terapia
se centró en sus reacciones transferenciales a la terapeuta. La
discusión de estas reacciones ayudó a la paciente a intuir con
claridad su competitividad represiva e inmadura, lo cual le
fue enormemente útil, y no sólo para la cura de su problema
sexual.

La transferencia erótica

La transferencia erótica, esto es, el que el paciente «Se ena­


more» del analista, es un fenómeno de transferencia único.
Fue de hecho este tipo de transferencia el que primero en­
contró Freud en sus primeros intentos de tratar la histeria y
los historiadores de la psicología piensan que fue el embara­
zo que sintió joseph Breuer, el primer colaborador de Freud,
ante los deseos amorosos transferenciales (no reconocidos
aún como tales) lo que le hizo abandonar su trabajo de in­
vestigación en psicoanálisis.
Es obvio que en la terapia sexual; que entraña una dis­
cusión abierta de los detalles íntimos de la conducta, sen-
360 m. TRATAMIENTO

timientos y fantasías sexuales del paciente, se da un peligro


aún mayor de que el paciente desarrolle una transferencia
erótica hacia el terapeuta. Una de las razones por las que
Masters y Johnson propugnan el uso de equipos de co­
terapeutas es que la presencia de ambos sexos mitiga los
riesgos de transferen�ia erótica creados por la terapia se­
xual. En realidad, sin embargo, las transferencias eróticas
apenas se dan si el terapeuta no actúa -abierta o encubierta­
mente- de manera seductora. En efecto, cuando sus pa­
cientes se enamoran de él con cierta regularidad, podemos
inferir que son los sentimientos de contratransferencia del
terapeuta los causantes del problema.

La contratransferencia

La «contratransferencia» es la imagen especular de la trans­


ferencia. El concepto se refiere a la tendencia por parte del
terapeuta a proyectar sus propias actitudes infantiles, no re­
sueltas, sobre el paciente. Idealmente, la conducta del tera­
peuta durante el tratamiento debe hallarse presidida exclu­
sivamente por consideraciones maduras y conscientes, tales
como su deseo de ayudar a sus pacientes y eliminar su sufri­
miento, alcanzar un buen nivel de vida, gozar de prestigio,
hacer un buen trabajo, responsable e incluso creador, etc. Es
muy probable, sin embargo, que aunque el terapeuta haya
pasado por un análisis personal profundo, no tenga resuel-
tos todos sus conflictos inconscientes) conflictos que a veces
son reactivados por la situación terapéutica. Una pareja de­
terminada podría reactivar un conflicto edípico en el tera­
peuta, con el resultado de que intente inconscientemente
competir con su paciente masculino por el amor y la aten­
ción de la mujer. Como es obvio, este deseo regresivo e in­
consciente entra en conflicto con su deseo consciente de me­
jorar la competencia sexual del marido frente a su mujer. Lo
14. OTROS TEMAS DE LA TERAPIA SEXUAL 361

cierto es que si el terapeuta no está en contacto con tales


contratransferencias, puede que se comporte de una manera
seductora y competitiva que, en el mejor de los casos, no fa­
vorece al paciente.
Por otro lado, los problemas contratransferenciales no re­
sueltos del terapeuta suelen movilizar transferencias eróti­
cas en sus pacientes. Cüando el terapeuta tiene una necesi­
dad neurótica e inconsciente de demostrar su superioridad
sexual sobre el marido, puede despertar sentimientos eróti­
cos en la mujer. Es fácil en estas circunstancias que el tera­
peuta masculino transmita inconscientemente a la mujer un
mensaje de este tipo: «Por supuesto que no puede usted fun­
cionar con él. Usted es maravillosa y él, en cambio, estúpido
y torpe. Pero yo soy una persona sensible y sé todo acerca de
la sexualidad. Si yo fuera su amante, usted funcionaría per­
fectamente». El reconocimiento de estos impulsos incons­
cientes y de cualquier problema sexual no resuelto es un as­
pecto importante en la formación de los terapeutas. Cuando
el terapeuta llega a la conclusión de que despierta transfe­
rencias eróticas con más frecuencia de lo normal, debe exa­
minar -en interés propio y del paciente- la posibilidad de
que un problema de contratransferencia esté motivando esa
conducta seductora que es antiterapéutica. A fin de alcanzar
un alto nivel de competencia en la praxis de la terapia sexual,
el terapeuta debería hallarse relativamente libre de conflic­
tos sexuales, de sentimientos de culpabilidad y de espíritu
competitivo en esa área, o al menos estar en contacto con
ellos y permanecer alerta ante su posible existencia.
Debemos, sin embargo, subrayar que no todas las res­
puestas emocionales que el terapeuta siente hacia sus pa­
cientes son contratransferenciales, ni son siempre perjudi­
ciales para el tratamiento. Al contrario, es completamente
normal, incluso terapéuticamente beneficioso, el experi­
mentar cierta atracción sexual, deseo de intimidad e irrita­
ción y competitividad frente al paciente. Tales reacciones no
362 11!. TRATAMIENTO

son necesariamente neuróticas, sino que a menudo son' res­


puestas genuinas provocadas por los atributos o conflictos
reales de la pareja que se está tratando. Ni que decir tiene
que estos sentimientos no deben ser «actuados», es decir no
deben motivar una conducta que sólo favorece al terapeuta.
Tales reacciones emocionales deben más bien emplearse
como indicios de la díñámica inconsciente de la situación te­
rapéutica y para guiar las interpretaciones e intervenciones
del terapeuta. Utilizadas de esta manera, las respuestas emo­
cionales del terapeuta son instrumentos terapéuticos valio­
sos. Una relación terapéutica es una relación emocional en
el mejor sentido de la palabra. En lugar de desecharla por in­
deseable, el terapeuta debe sensibilizarse a sus propios senti­
mientos y mantenerse íntimamente en contacto con su res­
puesta emocional ante la pareja.
Por ejemplo, si el terapeuta se hiciera consciente de una
falta total de respuesta sexual o incluso de una ligera re­
vulsión sexual frente a una paciente, debería estar alerta
ante posibles mensajes del tipo: «No me toque», que la en­
ferma está emitiendo, e iniciar, por tanto, la resolución de las
ansiedades subyacentes que las originaron. Y al revés, si se
siente intensamente atraído sexualmente por una paciente o
si se da cuenta de que experimenta excesivas fantasías sexua­
les en torno a ella, puede ser que ella esté empleando su ca­
pacidad de seducción como resistencia. En resumen, el tera­
peuta no es una máquina de tratamientos. Sus respuestas
emocionales son los instrumentos indispensables para al­
canzar una buena terapia y, como tales, deben ser cultivadas.
Por otra parte, necesita mantenerse en guardia contra la
emergencia de reacciones contratransferenciales neuróticas)
que pueden llevar a una terapia ineficaz e, incluso peor, a
una explotación destructora de sus pacientes.
REFERENCIAS Y BIBL!OGRÁFIA 363

Referencias internas y bibliografía para el área III

Referencias internas recomendadas

En esta área del libro se ha hecho repetidas veces mención de los


determinantes inmediatos de las disfunciones sexuales y de su in­
terrelación con factores etiológicos más profundos y remotos. Se
discuten con mayor detalle en una sección anterior, dedicada a las
causas psicológicas de las disfunciones sexuales.
En este capítulo se discute el tratamiento de una manera general.
En el capítulo 8 se encontrará una explicación más detallada sobre el
uso de las estrategias de insíght, transaccionales y conductivas que se
emplean en la terapia sexual. En los capítulos 15 a 20, que versan so­
bre las disfunciones sexuales del hombre y la mujer, se habla de las
aplicaciones específicas de estos principios a los trastornos de la
erección, de la eyaculación y del orgasmo.
En el capítulo 2 1 , dedicado a los resultados) se habla de las pri­
meras impresiones sobre la eficacia de los métodos de la nueva te­
rapia. Finalménte, en los capítulos 23 y 24 se trata de las modifica­
ciones en las técnicas de sexoterapia que se requieren para tratar a
aquellos pacientes sexualmente dísfuncionales quepadecen simul­
táneamente problemas psiquiátricos o conyugales graves.

Bibliografía

Información complementaria sobre el concepto que tiene la autora


acerca del tratamiento de los trastornos psicosomáticos puede ha­
llarse en el capítulo de I-Ielen S. Kaplan «The Treatment ofPsycho­
somatic Disorders», que se encuentra en el libro Comprehensive
Textbook ofPsychiatry, de A. M. Freedman y H. l. Kaplan (eds.)
(Baltimore, Williams and Wilkins, 1967).
En Incompatibilidad sexual humana, de Masters y Johnson {ln­
termédica) Buenos Aires), se describen con detalle algunas de las
experiencias sexuales empleadas en la terapia.
El reciente volumen) The Treatment ofthe Sexual Dysfunctions,
de W. E. Hartman y M. Fithian (Long Beach) Center for Marital
and Sexual Studies, 1972), contiene descripciones de otras tareas
·-e-,

364 !ll. TRATAMIENTO

sexuales que han sido elaboradas y que emplean estos autores. El


examen médico conjunto que se menciona en relación con la tarea
de modificar los obstáculos inmediatos para el funcionamiento se­
xual, lo describen con detalle L. Zussman y S. Zussman en Cornell
Symposium 1-The Sexual Disorders: Current Concepts and Thera­
pies, R. N. Kohl y H. S. Kaplan (eds.) (Nueva York, Brunner/Mazel,
1974).
En la literatura existe un gran número de obras dedicadas a
psicoterapia en las que se discuten con más detenimiento las resis­
tencias y las técnicas para manejarlas. Una conceptualización clá­
sica es The Structure of Psychoanalytic Theory, de D. Rapaport
(Nueva York, International Universities Press, 1960). Véase tam­
bién el capítulo sobre «Psicoanálisis y Psicoterapia») de Stewart y
Levine, que se halla en el libro Comprehensíve Textbook of Psy­
chiatry. Estas mismas publicaciones contienen también una serie de
discusiones sobre transferencia y contratransferencia. F. S. Peris>
en Gestalt Therapy Verbatim (Moab, Utah,Real People Press, 1969),
y E. Berne en TransactionalAnalysis in Psychotherapy (Nueva York)
Grove Press) 1961). describen una serie de modificaciones recien­
tes para manejar las resistencias y los conflictos. El trabajo sobre
«Psicología del Ego)), en Psychoanalytic Concepts and the Structural
Theory, de J. A. Arlow y C. Brenner (Nueva York) Jnternational
Universities Press, 1964), también contribuye a las técnicas nece­
sarias para tratar las resistencias movilizadas por cualquier forma
de terapia.
El tema de la coterapia se discute, desde puntos de vista alterna­
tivos, en Masters y Johnson, Incompatibilidad sexual humana, y en
los artículos de L. Birk y de M. Markowitz y A. L. Kadis en Progress
in Group and Family Therapy, C. J. Sager y H. S. Kaplan (eds.)
(Nueva York) Brunner/Mazel, 1972).
1

índice

Prefacio ....................................................................... 9

ÁREA !. Conceptos básicos.......................................... 19

1. L a anatomía y la fisiología de la respuesta se-


xual ................................................................... 23
2. Cerebro y sexo .................................................. 64
3. Hormonas y sexo.............................................. 81

AREA !l. Etiología........................................................ 103

A. Los determinantes biológicos de las disfunciones


sexuales ... ........................................................ ...... 111
4. Los efectos de la enfermedad sobre la sexua-
lidad.................................................................. 118
S . Los efectos de las drogas sobre la sexualidad... 133
6. Los efectos de la edad sobre la sexualidad........ 160
366 INDICE

B. Los determinantes psicológicos de las disfuncio-


nes sexuales ........................................................... 1 79
7 . Las causas inmediatas de las disfunciones
sexuales .......... .............................................. 184
8. Conflicto. Causas intrapsíquicas de las dis-
funciones sexuales........................................ 207
9. La relación. Causas diádicas de las disfun-
ciones sexuales............................................. 233
1 O. Causas de disfunción sexual aprendidas ..... 259

AREA III. Tratamiento................................................. 2 77

11. Principios básicos de terapia sexual............. 2 79


12. Las experiencias terapéuticas ...................... 300
13. La sesión psicoterapéutica .................. ........ . 329
1 4. Otros temas dela terapia sexual: tratamien­
to conjunto de parejas, el uso de coterapeu-
tas, transferencia y contratransferencia....... 348

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