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Los derechos colectivos del trabajo tienen su origen y explosión en Europa con la

Revolución Industrial, y es reconocido como uno de los grandes episodios de la


historia humana. Esta implicó un cambio de modos de vida generalizado e intenso
y fue en tal sentido una auténtica revolución, una convulsión profunda, no sólo
industrial sino también social e intelectual aunque sus traumatismos no fueran
instantáneos, sino largamente preparados y prolongados en el tiempo, generando
en suma una nueva civilización o una nueva cultura.

La creación normativa de la jornada de 8 horas, protección frente a accidentes de


trabajo y posteriormente el fuero sindical y la estabilidad laboral, en el caso de Perú,
fueron factores que dieron la protección necesaria para que se desarrolle el derecho
sindical. Pero antes de estos aportes legislativos, si bien existían sindicatos, no se
sabe de algún logro sindical relevante que se haya hecho como parte de las
negociaciones colectivas, salvo, gracias a las protestas sociales, el del “decreto del
19 de enero de 1919 [que] estableció la jornada de ocho horas en el Perú, […] dicho
logro pudo plasmarse gracias a la tenaz lucha de los trabajadores, como la
representada por la Federación Obrera de Lima.

Asimismo, la figura de José Carlos Mariátegui merece mención especial en el


ámbito sindical pues se le reconoce la creación en 1929 de la Confederación
General de Trabajadores del Perú que representa una primera etapa de
centralización nacional en la vida de los sindicatos, lo cual evidentemente es tardía
con respecto a la creación de los sindicatos europeos. Este movimiento animó la
formación de organizaciones sindicales en todo el Perú; “tal acción trajo como
consecuencia que el 12 de noviembre de 1930, mediante DL 6926, del Presidente
del gobierno militar Luis Sánchez Cerro, disuelve la Confederación General de
Trabajadores del Perú”, no cabe duda de que el presidente disolvió la CGTP porque
temía que se produzcan revueltas sociales que pongan en peligro al orden público,
pero sobre todo a su gestión de gobierno.

La Constitución de 1920, que era de corte liberal, fue la primera en la historia del
Perú en contener disposiciones laborales, aunque se limitó a delegar a la legislación
el desarrollo de ciertos derechos como: (i) La seguridad, salud e higiene en el
trabajo; (ii) las jornadas de trabajo; y (iii) las remuneraciones. Por lo demás, es
llamativo su tratamiento de los conflictos entre empleadores y trabajadores −a los
que denomina en forma impersonal “capital” y “trabajo” − al imponer el arbitraje
obligatorio. Tal diseño constitucional da cuenta de un modelo de relaciones
colectivas que adquiere características de la ya mencionada “etapa de la tolerancia”,
en la medida en que no se aceptaba la manifestación más importante del
sindicato: la huelga. Pero, al mismo tiempo, posee ciertas características de la
etapa del reconocimiento, en la medida en que el legislador ya empezó a reconocer
una serie de derechos.

Era una etapa donde se legislaba en materia sindical pero con la finalidad de
controlarlos para que no haya revueltas sociales.

En 1936, durante el régimen del general Oscar R. Benavides, se produjo abundante


legislación laboral, reconocieron las horas extras, ampliaron la legislación de las
enfermedades profesionales, se concretó el contrato de trabajo, diferenciándolo del
de locación de servicios.

así como el 1ero de Mayo de 1944 se creó la Confederación de Trabajadores del


Perú- CTP. Durante el lapso de 1944 a 1947 se registraron 294 gremios. El golpe
militar del General Odría puso fin a ese proceso organizativo, la CTP fue proscrita y
Luis Negreiros, su principal líder, fue victimado por la represión gubernamental. De
esta forma se sigue observando el ataque contra los sindicatos por parte del
gobierno.

Es así que contrariamente a lo que se creería, que se debe seguir un orden donde
primero se regulen los derechos laborales individuales, con el contrato de trabajo,
lo que hizo el Estado fue en primer lugar

buscar controlar la huelga, los sindicatos y la negociación colectiva, al mismo tiempo


que otorgaba una protección más o menos generosa al trabajador individual. Por
ello, la reglamentación del trabajo en América Latina, consagra tantas reglas a las
relaciones colectivas del trabajo como a las individuales. Se reglamentó muy
minuciosamente la Constitución, estructura y vida interna de los sindicatos, además
de someter a la huelga a un procedimiento muy difícil de respetar, razón por la cual
una gran cantidad de huelgas son declaradas ilegales en la región, lo que implica la
imposición de sanciones que incluyen el despido. Las negociaciones colectivas
también estuvieron sujetas a control e interferencia estatal, aunque en la actualidad
ello se ha modificado parcialmente.

el factor del derecho a la estabilidad laboral es un concepto fundamental que ayudó


a que los sindicatos ejercieran sus funciones sin temor a que sufran represalias por
reclamar sus derechos. Es así que su creación desde 1970 con dación de la ley de
Estabilidad Laboral – D.L. 18471- estimuló la Constitución de organizaciones
sindicales, ya que se estableció por primera vez en nuestro país la estabilidad
absoluta en el empleo, con la condición de que trabaje tres meses de labor
consecutiva para un mismo patrón. Sin embargo, luego de un periodo de bonanza
en el plano sindical, el gobierno militar con Francisco Morales Bermúdez, que
asumió la Presidencia tras el golpe de Estado en agosto de 1975, frustró otra vez
las expectativas de la acción sindical. Ya que en noviembre de 1978, fue
promulgado el DL. 22126, que abrió las puertas a la inestabilidad de la fuerza de
trabajo.

La unión de trabajadores está en el comienzo del fenómeno laboral y fue la


respuesta natural a la injusticia y a la explotación realizadas por los empresarios. El
trabajador tuvo necesidad de agruparse con otros trabajadores para de esa manera
compensar la inferioridad en que aislado se encontraba frente el empleador e
incluso frente a la legislación existente. Al principio la unión engendró la atención
pública sobre el fenómeno, de la cual derivó la legislación del trabajo.
Esta fue reconociendo la realidad social y sindical, lo que significó suprimir las trabas
para la unión y en segundo momento, crear estímulos para la unión de trabajadores.
Se dice así que en el derecho del trabajo hay un punto de partida: la unión de los
trabajadores; y un punto de llegada, el mejoramiento de las condiciones de los
trabajadores, siendo derecho individual y colectivo distintas sendas para llegar a
ello.

Esta nueva rama del Derecho que contempla las relaciones colectivas no tiene en
cuenta directamente al trabajador individual sino el interés colectivo, o sea el de una
pluralidad de sujetos hacia un bien apto para satisfacer una necesidad común: no
es la suma de intereses individuales sino su combinación, y es indivisible.
En cualquier país el derecho colectivo del trabajo tiene una estructura triangular que
se asienta en tres institutos fundamentales: el sindicato, la negociación colectiva y
la huelga. Si falta alguno de estos tres, el sistema todo se detiene.

A lo largo de la historia el hombre se ha visto unido al trabajo, el cual ha confrontado


intereses sociales con económicos por lo que ha sido necesario buscar mecanismos
para arbitrar dichos intereses. El derecho laboral colectivo, surge con el comienzo
del fenómeno laboral y fue como consecuencia directa de la injusticia y la
explotación a la que eran sometidos los trabajadores desde lejanos tiempos; por ello
es que el trabajador tuvo necesidad de agruparse con otros trabajadores para
compensar, de alguna manera, la inferioridad en que se encontraba frente el
empleador e incluso frente a la legislación existente.

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