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El trabajo del poeta se desarrolla en los dominios de un dios paciente: esfuerzo y constancia,
búsqueda y experimentación... voluntad largamente moldeada que se traduce en la palabra
exacta, el ritmo preciso y la imagen poderosa. Pero nada sería de esta obra sin el fuego y la
intuición del poeta: de otro modo estaríamos hablando de filosofía o de otra disciplina. El arte del
pintor no sigue caminos distintos: la obra nace en la mente del artista, llega a sus manos y es
obligada a crecer a fuerza de ímpetu y rigor, para alcanzar a su público (concebido y amado incluso
desde antes de realizar la obra, como apunta Pavese), y cobra existencia como un lenguaje en
llamas que ya no pertenece sólo al artista.
Mario del Valle conjuga en su obra las esencias del pintor y del poeta: está habitada por
imágenes a veces brillantes, a veces tenebrosas; imágenes que se alejan o se acercan; su técnica
transgrede la preceptiva clásica, pero sólo después de asimilarla y trascenderla; pero siempre, y
esto es lo más importante, el poeta hace al lector-vidente partícipe de su punto de vista, como
ante un cuadro. Esto parecería el resultado lógico y hasta modesto de la creación artística, pero
ante las tendencias actuales, ante las muchedumbres de autores que sólo están enamorados de
sus propias voces, la poesía de Mario del Valle es exigente pero comprensible; es actual pero no
“de moda”; es apasionada en la medida en que es poesía, pero no frívola ni panfletaria. Su más
reciente poemario, Los oscuros mapas del amor, da testimonio de ello.
En el poema “Vanidad”, el escritor aborda su autoconciencia como ser humano y poeta:
En la mejor herencia de los trovadores provenzales, también canta a la amada, como en este
fragmento de “Música secreta”:
Al poeta le acosan las mismas preguntas que al resto de los humanos, pero saca luz de donde
aparentemente no la hay, como leemos en este fragmento de “Dueto”:
“En contra” nos comparte una inconformidad cada vez más actual:
En “Tres poetas surrealistas”, Mario del Valle nos recuerda lo dudoso de la superioridad humana,
aunque sin poses de antiespecismo ni otras patrañas posmodernas:
Estamos ante un escritor de largo oficio, que no se deja seducir por el éxito fácil de la pirotecnia (la
puntuación extravagante, la onomatopeya “divertida”, la pose insostenible ni, mucho menos, la
“irreverencia” gratuita del novato...). Con un respeto (hoy día extraño) hacia la inteligencia de su
público, una amplia cultura, una lúcida sensibilidad y el ritmo del verdadero artista, el autor de Los
oscuros mapas del amor nos muestra que estaos lejos de agotar los caminos de la poesía.
Mario del Valle es poeta, pintor y editor. Entre su obra literaria destacan Línea rota (Instituto
de Cultura Hispánica, 1973), Río de la memoria (El Rehilete, 1982), Trazos de la serpiente (Joaquín
Mortiz, 1992) y Luz de plomo (Gráfica Uno, 1996).
Ha editado obras de escritores tan importantes como Octavio Paz, José Emilio Pacheco,
Cesare Pavese, Charles Baudelaire, Jaime Sabines, Carlos Pellicer, Álvaro Mutis, Roberto Carifi,
Ignacio Orendain, Efraín Huerta, Enrique González Rojo, Otto-Raúl González, Carlos Illescas y Elvia
de Angelis.
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