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Texto publicado en la revista de divulgación de Ciencias Sociales "Ike Ike". Se realiza un análisis de la visita de Belén de Sárraga a la provincia de Tarapacá, sus alcances e influencias teóricas y su impacto en el movimiento de mujeres.
Originaltitel
BELÉN DE SÁRRAGA Y EL MOVIMIENTO DE MUJERES EN TARAPACÁ (1)
Texto publicado en la revista de divulgación de Ciencias Sociales "Ike Ike". Se realiza un análisis de la visita de Belén de Sárraga a la provincia de Tarapacá, sus alcances e influencias teóricas y su impacto en el movimiento de mujeres.
Texto publicado en la revista de divulgación de Ciencias Sociales "Ike Ike". Se realiza un análisis de la visita de Belén de Sárraga a la provincia de Tarapacá, sus alcances e influencias teóricas y su impacto en el movimiento de mujeres.
Incansable defensora de la emancipación de la mujer y de su participación igualitaria en las
actividades sociales y políticas.
Karelia Cerda Castro
Licenciada en Historia, Universidad de Chile Estudiante de Magíster en Historia, Universidad de Tarapacá
Este trabajo se inscribe en la línea de investigación de la Historia de las
Mujeres, la que se busca escribir su historia poniéndola en el centro del análisis, pero sin desvincularla de una serie de relaciones sociales, económicas, políticas, culturales, etc., que involucran a toda la humanidad, porque no se trata de una historia aislada, sino un entramado global.
¿Por qué una historia de las mujeres?, es la pregunta que muchas
personas se hacen: evidentemente, porque hemos sido excluidas, pero también para mostrar el predominio de una visión androcéntrica de la historia, que se basa en la forma en que concebimos el género. Es la forma en que una sociedad, en un contexto determinado, ordena y representa las diferencias sexuales entre los seres humanos, definiendo así las características de lo femenino y lo masculino. De ello resulta que históricamente a las mujeres se nos identifica con las emociones, la naturaleza, la vida cotidiana, mientras que a los varones con la fuerza, la razón y la vida pública; siendo ellos los actores principales del escenario en el que se ha desarrollado la política, la economía, la guerra y la diplomacia entre otros. En el esfuerzo para develar el componente ideológico androcéntrico, nos presentamos nosotras en cada uno de los espacios sociales, en mayor o menor medida, con acciones que nos hablan de una presencia relevante para el desarrollo social, de una historia que no es sólo nuestra sino de todos. Este artículo constituye una aproximación a las vivencias de las mujeres en la región de Tarapacá, entre los años 1890 y 1922, centrándose en su participación social y en las primeras organizaciones femeninas.
***
Durante el ciclo de expansión del salitre en Tarapacá, los sectores
populares desarrollaron una intensa vida política en torno a las problemáticas que les aquejaban. Hacia principios del siglo XX el modelo primario exportador de salitre, generó una importante bonanza económica, la inversión extranjera en la región acrecentó las arcas fiscales por concepto de impuestos, dinamizándose otras áreas de la economía, como la industria manufacturera. Sin embargo dicho crecimiento, estuvo marcado por profundas desigualdades sociales. En contraste con la construcción de casonas y palacios pertenecientes a familias acaudaladas, los pobres se hacinaban en la periferia de las ciudades, en condiciones de extrema precariedad e insalubridad, siendo éste un escenario propicio para la focalización de enfermedades infectocontagiosas, con ausencia de leyes sociales que obligaran al estado a otorgar cobertura de salud, educación, vivienda, etc. Por otra parte, tampoco existía un marco legal que amparara a los trabajadores frente a los abusos del empresariado (bajos salarios, extensas jornadas de trabajo sin derecho a días de descanso, etc.), recordando que el primer Código del Trabajo fue elaborado solo en 1931.
En este contexto socioeconómico, la participación femenina en la fuerza
laboral aumentó considerablemente, llegando a constituir un tercio de la población económicamente activa. Esta investigación se centra principalmente en las zonas urbanas de la región, en la que según los datos del censo de 1895, existían 8.552 mujeres con profesiones asalariadas, para, en 1907 aumentar a 12.547. En su mayoría se concentraban en las subdelegaciones de El Ferrocarril, La Aduana, Plaza Montt y Cavancha. Las profesiones, donde se concentró esta mano de obra asalariada, están vinculadas a labores propias del sexo, tareas asociadas tradicionalmente a las mujeres, y que por lo tanto constituyeron fuentes de trabajo altamente feminizadas. En 1895 predominan en el área de servicios (lavanderas, planchadoras, servicio doméstico, etc.) mientras que en 1907 lo hacen tanto en servicios como en la industria manufacturera. En el caso de los servicios, los empleos están relacionados con una concepción de la mujer como madre/esposa y dueña de casa, y en el de manufacturas a su minuciosidad y motricidad fina. En 1895 existían en la industria manufacturera del vestuario (costureras, modistas, sombrereras, etc.) 2.200 mujeres frente a 249 hombres, ampliándose la brecha en 1907, a 3.029 mujeres versus 209 hombres, lo cual da cuenta de la creciente feminización de ciertas áreas de la producción. Otra de las características de este período fueron las diferencias salariales, donde una mujer podía ganar 1/3 del sueldo de un varón, por las mismas labores realizadas. Esto se explica porque, bajo las lógicas sociales de la época, la labor natural de una mujer correspondía al cuidado del hogar y la familia, haciendo que el trabajo remunerado (salvo que se realizara en el hogar) fuese considerado como un perjuicio para la salud y la moral, tanto de la mujer como de su familia. De este modo sectores conservadores, la Iglesia e incluso algunos líderes obreros, se oponían a la idea de que las mujeres trabajaran y la inferioridad salarial no parecía constituir un problema; no obstante, la tendencia mayoritaria al interior de las organizaciones obreras, era defender las demandas de las mujeres, promover sus derechos, apoyar a su propia organización y llamar a la unidad de las y los trabajadores.
En este contexto aparecieron organizaciones de mujeres basadas en el
socorro mutuo, siendo la primera de ellas la Sociedad de Obreras Sudamericana de Iquique en 1890. Muchas de estas sociedades de señoras no tuvieron una existencia prolongada (existen aún algunas vigentes como la Sociedad Mutualista Protectora de Señoras), sin embargo su importancia radica, en que constituyeron la primera forma de organización social de las mujeres en la región y el país. En Tarapacá entre 1890 y 1907 vieron la luz las siguientes sociedades mutuales:
NOMBRE DE LA SOCIEDAD AÑO DE
FUNDACIÓN Sociedad de Obreras Sudamericana de Iquique 1890 Sociedad Sudamericana de Señoras 1891 Sociedad de Obreras Unión Fraternal 1892 Sociedad de Obreras Sudamericana 1893 Sociedad Protectora Internacional de Señoras y Hermanas del Trabajo 1893 Sociedad Boliviana de Señoras 1893 Sociedad Sudamericana de Señoras n°1 1893 Sociedad Internacional Protectora de Señoras 1894 Sociedad Peruana de Señoras de Socorros Mutuos y Estudiantina 1896 Sociedad Unión Fraternal de Señoras y Socorros Mutuos 1897 Sociedad Progreso Social de Señoras y Socorros Mutuos 1897
Sociedad Chilena de Señoras y Socorros Mutuos 1899
Sociedad Universal de Señoras 1899 Sociedad Auxiliadora Chilena de Socorros Mutuos 1900 Sociedad Filantrópica de Señoras 1900 Liga de Obreras 1901 Sociedad Emancipación de la Mujer 1901 Sociedad de Señoras nº1 1901 Sociedad Internacional de Señoras del Trabajo y Socorros Mutuos 1901 Sociedad Internacional de Socorros Mutuos Hermanas del Trabajo 1901 Sociedad Auxiliadora de Señoras 1902 Sociedad de Señoras Estrella del Universo 1905 Sociedad Unión Universal de Señoras 1906 Sociedad Unión y Protección de Señoras s/f
La principal finalidad de estas organizaciones, era otorgar apoyo a las
socias en dos ámbitos en que el Estado no ofrecía protección: la salud y la educación. De este modo se recaudaba una cuota mensual y se realizaban actividades de finanzas, para tener atención médica y medicamentos, contar con un mausoleo, entregar una cuota mortuoria a la familia en casos de fallecimiento y en algunos casos para sostener una escuela (por lo general nocturna), para las socias y sus hijas. El rol de la educación para el adelanto de la mujer, atraviesa el pensamiento tanto de los círculos obreros, como de las élites y el Estado. En el caso de las mutuales, podemos establecer que existe el reconocimiento de una situación de desmedro y por lo tanto de preocupación para mejorar las condiciones de existencia de las mujeres mediante la educación, constituyendo a nuestro parecer, un precedente para lo que posteriormente será el desarrollo de un discurso propio en torno a la cuestión de la mujer, pese a que las mutuales se declaraban a sí mismas como apolíticas.
En el mismo período, en la pampa se desarrollaba una participación
femenina un tanto distinta; si bien existieron sociedades mutuales, ésto fue un fenómeno más bien urbano. Su accionar sin embargo no fue menor; a lo largo del ciclo del salitre existieron manifestaciones al calor de lo cotidiano, en relación a la carestía de alimentos, la mala calidad de los productos y los constantes desequilibrios entre los precios y las medidas, reclamando formalmente las pampinas, en la administración de la oficina y en otras instancias, produciéndose grescas entre éstas y los pulperos, que en palabras de Sergio González, representaban el poder para las mujeres. Por tanto, la participación social, estuvo marcada por las duras vivencias cotidianas de alimentar y cuidar a la familia, velar por su bienestar y salud, por el compartir espacios comunes con otras mujeres que permitían el diálogo y el encuentro, reconociendo problemáticas comunes en los aspectos más elementales de la vida en la pampa, llevándolas a actuar mancomunadamente para exigir el mejoramiento de sus condiciones de vida. Siguiendo nuevamente a González y a otros autores, cabe destacar que algunas de las reivindicaciones de los obreros en la huelga de 1907, se referían a los productos ofrecidos en las pulperías. Ya era una práctica extendida entre los pulperos, la alteración de las balanzas para vender cantidades inferiores de un producto a un precio superior, sumado a su mala calidad y escasez. Por lo tanto, se puede inferir que las mujeres, además de acompañar a los varones (idea que persiste en el imaginario social), tenían motivaciones suficientes y demandas propias, para bajar al puerto ese diciembre de 1907; eran las que lidiaban cotidianamente con las alzas del precio de los alimentos, fue su forma de vivir la explotación, eran quienes apoyaban a los obreros y alimentaban la huelga.
Tras la matanza de la Santa María, el movimiento obrero tendió a
contraerse, el impacto de este suceso afectó a la capacidad de movilización, sin embargo en el plano ideológico, las corrientes socialistas y anarquistas no desaparecieron. Desde inicios del siglo XX, ambas tendencias habían desarrollado un discurso en torno a la llamada cuestión de la mujer, destacándose por ejemplo un artículo aparecido en diciembre de 1902 en El Defensor –órgano del partido Democrático del cual Luis Emilio Recabarren era miembro–, a raíz de un meeting por el alza del pasaje del ferrocarril, en donde se señalaba que A las 2 1/4, un grupo de valientes defensoras del hogar, rodeando el símbolo de la pureza, el estandarte azul, tomaba su respectiva colocación, formando los tres estandartes, por una casual coincidencia el tricolor sacrosanto de la bandera chilena. [...]Pero el pueblo había visto llegar a las Sociedades de Obreros, Gran Unión Marítima, Auxiliadora de Señoras i Panaderos. Además de invitaciones, se publicaban artículos alusivos a problemáticas como la salud, bajos salarios y llamados a los varones a honrar y respetar a sus compañeras. Recabarren, tras su llegada a Iquique en 1911, fue uno de los principales promotores de estas ideas, escribiendo constantemente artículos de prensa en pro de los derechos de las mujeres, además de poemas, obras teatrales y relatos. Un hecho importante que marca el liderazgo de las mujeres en este período, fue la intervención de la joven Rebeca Barnes, hija de David Barnes –también cercano a Recabarren–, en el acto de conmemoración del Día de los Trabajadores en 1911, en donde hizo alusión al rol femenino en las luchas sociales. En junio de 1912, la fracción socialista del Partido Democrático liderada por Recabarren, Elías Lafferte, Nicolás Aguirre Bretón y Julio Arredondo, entre otros, fundan el Partido Obrero Socialista. Este grupo incluyó a Teresa Flores, que con su presencia marca un hito en la historia del movimiento de las mujeres que participaron activamente en la sociabilidad obrera, en grupos de teatro, veladas, etc. Sin embargo la prensa obrera carece de publicaciones femeninas, ya que los contenidos eran escritos por hombres como Luis Emilio Recabarren, quien llegó a escribir algunos artículos firmados con pseudónimos femeninos, explicable por el nivel inferior de escolaridad de la población femenina, que constituyó una limitación a la escritura de las mujeres. En la mirada paternalista y con una visión global de las demandas obreras, sin hacer distingo del género, abundan por ejemplo apelativos tales como nuestras compañeritas, o la noción de deber de los varones en la defensa de las mujeres. Sin embargo en otros puntos del país como Valparaíso y Santiago. se editaron periódicos femeninos como La Alborada, a cargo de la obrera tipógrafa Carmelia Jeria y La Palanca dirigida por Ester Valdés de Díaz, en los que se desarrolló un discurso marcadamente feminista y anticapitalista, hermanándose con periódicos obreros, con los que compartían publicaciones e informaciones, contrastando con la situación de las organizaciones en Iquique, aún cuando la influencia y acción de Recabarren y Teresa Flores se mantuvieron por años en la provincia. Por su parte, los grupos anarquistas sostuvieron en su prensa un discurso emancipatorio, cuestionando la opresión de las mujeres y destacando en mayor medida la desigualdad de género.
La visita de la librepensadora y anticlerical Belén de Sárraga, será uno de
los hitos más importantes de la historia de las mujeres en el siglo XX, tanto por su impacto a nivel organizacional, como en la progresiva elaboración de un discurso de género entre la clase obrera. En el pensamiento de los líderes obreros, el discurso anticlerical estuvo presente desde el siglo XIX, planteando que una de las principales trabas para el progreso de la mujer –y de los trabajadores en general–, radicaba en la fuerte influencia de la iglesia católica en distintos ámbitos de la vida social, especialmente en la educación, la familia y la moral; se aducía un estado de inmoralidad en los sectores populares, porque vivían mayoritariamente en concubinato y no bajo la ley del matrimonio, y fue duramente criticada su inserción laboral porque el trabajo remunerado le daba a las mujeres libertad de movimiento e independencia económica. Así mismo, la educación femenina se orientaba a reforzar los roles más tradicionales en el seno de la sociedad, por lo que la visita de Belén de Sárraga extendió la postura anticlerical entre los sectores populares y por supuesto entre las mujeres. Los postulados de Belén de Sárraga transitan entre la tradición anarquista y socialista ysus discursos se refieren tanto a las problemáticas de la clase trabajadora, como a las injusticias relacionadas con la emancipación de la mujer desde un cuestionamiento a las relaciones sociales, poniendo especial énfasis en la importancia de su participación social y su educación. Fue invitada a venir a la región por Luis Emilio Recabarren, mientras se encontraba realizando una gira por Chile y otros países latinoamericanos, prolongando su estadía entre marzo y julio de 1913 aproximadamente, generando gran expectación en torno a su visita por parte de todos los sectores de la sociedad. Las reacciones de los conservadores y de la iglesia, se tradujeron en una ardua campaña mediática para desacreditar a la conferencista, con ataques hacia su persona, tildándola de prostituta, charlatana y pagana, denunciando los peligros de sus mensajes para las mujeres y personas de corrientes liberales en general. Por su parte, los sectores populares esperaban ansiosos participar de sus conferencias, ya que las ideas socialistas, que se desarrollaban en la región salitrera y se difundían a través del Despertar de los Trabajadores -entre otros-, se entrecruzaban profundamente con los planteamientos democratizadores de Sárraga que gozaba ya de un prestigio a nivel internacional.
La primera conferencia se dictó el 11 de marzo en el Teatro Municipal,
asistiendo alrededor de 800 personas que ovacionaron a la conferencista, mientras las autoridades locales desplegaban tropas del Regimiento Carampangue para resguardar la Vicaría ante posibles desórdenes. Se dictaron 5 conferencias en Iquique y 3 en la pampa, asistiendo en promedio 2000 personas, donde se trataron temáticas como la moral, la mujer en la sociedad, las congregaciones religiosas, la confesión, etc. Tras realizar una gira por la pampa acompañada de Recabarren, Belén de Sárraga participó de la última velada en Iquique el 3 de julio de 1913, en la sede del periódico El Despertar de los Trabajadores. Al finalizar, según narra la prensa de izquierda, una columna de manifestantes acompañó a la española hasta su hotel, con gran alegría, entonando cánticos revolucionarios.
Tras sus primeras conferencias, se organizaron instancias culturales
como el grupo de teatro Arte y Revolución, que contaría con importante presencia femenina, además de miembros de los Centros Librepensadores Belén de Sárraga en los pueblos de Lagunas y Negreiros y en la ciudad de Iquique, promovidos por Teresa Flores y Luis Emilio Recabarren. El Centro Anticlerical y Librepensador Belén de Sárraga de Iquique fundado el 17 de abril de 1913, estuvo integrado por esposas e hijas de dirigentes obreros. El primer directorio estuvo compuesto por Teresa Flores, María Castro, Margarita Zamora, Juana A. de Guzmán, Luisa de Zabala, Nieves P. de Alcalde, Pabla R. de Aceituno, Ilia Gaete, Adela de Lafferte, Rosario B. de Barnes y la joven Rebeca Barnes mencionada anteriormente, a quien por su adhesión a este centro, se le expulsó del Liceo de Niñas de Iquique. Las principales acciones de estas asociaciones, correspondieron a actos sociales, educación y debate en torno a las problemáticas de la mujer y la clase obrera, a la difusión del socialismo y a la participación en manifestaciones sociales, organización de veladas y conferencias tanto en Iquique como en la pampa, participando activamente en la campaña electoral de las elecciones de 1915, donde uno de sus hitos fue la inclusión de dos delegadas a la Cámara del Trabajo, organismo que congregaba a distintos gremios y organizaciones obreras. Entre los años 1913 y 1915, se produce su mayor actividad comenzando a decaer posteriormente por varios motivos, entre otros la migración de parte de la población frente a la crisis salitrera tras la I Guerra Mundial y a la aparición de otras formas de organización.
Respecto de las nuevas formas de participación de las mujeres, en el
período que va entre 1918 a 1935, podemos señalar que éstas se estructuraron en forma más elaborada e integradas a organizaciones obreras como sindicatos, federaciones y partidos políticos. La Federación Obrera de Chile cobra fuerzas en el norte salitrero hacia 1917, creándose ese mismo año en su seno, el Consejo Federal Femenino que participó activamente en la Asamblea de Alimentación Nacional, organismo creado para enfrentar la crisis económica nacional relacionada al salitre. Posteriormente, se crea en 1921 la Gran Federación Femenina también al alero de la FOCH, confluyendo, en ambas instancias, las ideas emancipatorias de la clase trabajadora y de la mujer. Sin embargo, su discurso se subordina al elemento de clase y las directrices del órgano dirigente, lo mismo que sucederá con el Partido Comunista de Chile a partir de 1922. Por su parte, la Industrial Workers of the World – IWW- forma la Federación Unión Obrera Femenina en 1921 en donde se reconoce un discurso más radical, tendiente al desarrollo de un incipiente discurso feminista moderno. En tanto, los sectores medios también han avanzado en la organización de las mujeres con una orientación más moderada, apuntando a las mejoras en la cobertura educacional, el divorcio y especialmente el sufragio. Se crean en este período, el Consejo Nacional de Mujeres en 1919, el Partido Cívico Femenino en 1922 y el Partido Demócrata Femenino en 1924. Si bien estos elementos escapan al objeto principal de este artículo, es interesante mencionarlos como muestra de un proceso de maduración del movimiento de mujeres, presentando una capacidad organizativa y la búsqueda de alternativas que le permitieran levantar plataformas de acción en la búsqueda de la reivindicación de sus derechos.
A modo de conclusión, surgen varios elementos. Al inicio de este
artículo, se expusieron las características de las organizaciones mutuales femeninas, entre los años 1890 y 1907, sosteniendo que constituyeron la primera forma de asociación de las mujeres. No podemos establecer que posterior a 1910 -cuando se pierde el rastro de muchas de ellas en Iquique-, hayan evolucionado hacia tendencias socialistas, o que sus socias se hayan transformado en militantes de organizaciones, que posteriormente se crean al alero del Partido Obrero Socialista. Puede que no exista vinculación directa con esa tendencia, pero sí se puede establecer que constituyeron un aprendizaje político, una primera experiencia de organización en el largo camino de las organizaciones femeninas de carácter popular, contiendo por lo tanto éstas, el ADN histórico del movimiento de las mujeres en Chile.
En ese mismo sentido, la visita de Belén de Sárraga no es en sí misma el
puntapié inicial del movimiento de mujeres, pero sí en la creación inicial de centros librepensadores femeninos y en la profundización de la conciencia de género, distanciándose del paternalismo que marcaba el discurso social de la época. (Teresa Flores, nació en Iquique en el año 1891 en medio del fervor de los empresarios ingleses por enriquecerse con el salitre, en una época donde no les era permitido a las mujeres ni leer ni escribir, solo dedicarse al servicio santificado de la familia y el hogar.)