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Más que una simple diversión y ejercicio corporal, el fútbol es una dimensión de
la cultura que utiliza la coordinación creativa del cuerpo para expresar y educar
las emociones.
Por Carlos Amadeu Botelho Byington
ENTRENAMIENTO EMOCIONAL
El campo de fútbol es una mandala contenida en otra, que es el estadio,
y una tercera, fuera del estadio, que es la ciudad, el país, la Copa del Mundo, el
planeta. El hecho del estadio tener la función práctica de dar abrigo a los
fanáticos no invalida en nada su aspecto simbólico, así como el hecho de
descubrir el papel del corazón en la circulación de la sangre no impide que sea
un gran símbolo emocional. Los médicos cada vez se dan mayor cuenta de
que, al examinar a una persona que sufre del corazón, sus síntomas pueden
ser tanto una expresión fisiológica como emocional o, frecuentemente, las dos.
Cuerpo y emoción, sujeto y objeto son, así, inseparables en la formación
de los símbolos que expresan cualquier fenómeno humano. La vida humana
está orientada por los significados de las experiencias y, por eso, nada de lo
que es humano puede existir sin ser simbólico. El hecho de que el balón sea
redondo para poder rodar y patearla mejor no nos debe impedir el verlo
también como un símbolo.
Platón ya consideraba a la esfera la forma más perfecta de la geometría.
Innumerables culturas expresan a través de la esfera y del círculo sus símbolos
de totalidad, por ser formas geométricas donde no se puede diferenciar el
principio del fin y en las cuales todos los puntos de la periferia distan
igualmente del centro. El control del balón es un ejercicio físico, pero también
emocional, de búsqueda de la coordinación total del ser.
La mandala del campo contiene, delimita y propicia el desenvolvimiento
de la tensión necesaria en la acción dramática. Ella es, al mismo tiempo,
espacial, vivencial y emocional: delimita a los que juegan, los que hinchan en
las tribunas y en sus casas, separándolos físicamente para reunirlos
emocionalmente como un todo durante el desenvolvimiento dramático. La
identificación fanático/jugador es estimulada en gran parte por la cobertura de
la prensa que lo convierte en el espectáculo más íntimo de todos. Fotografías
y entrevistas de jugadores, aumentadas por las respuestas y desafíos de
dirigentes, aumentan la expectativa dramática y favorecen la participación
emocional. Son los rituales emocionales de calentamiento preparatorio. A
través de ellos, la identificación espectador/jugador es activada de antemano.
Durante el juego, esta identificación llega a tal punto que debe ser limitada y
contenida, sin lo que no podría ser posible la acción dramática y, por eso, entre
el campo y la hinchada hay un foso de oficiales de policía preparados para
contener al alma desbordante de los más exaltados. Esta delimitación física es
necesaria para favorecer la identificación emocional, que así puede alcanzar
con seguridad el grado intenso de “empolgacao” necesaria para que el pueblo
se convierta también en agente del drama que se desenvuelve.
Mecanismos simbólicos
HINCHADAS ORGANIZADAS