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Universidad del Istmo

Dispara yo ya
estoy muerto
Julia Navarro

Maria Gabriela Alvarez Zamora


La novela “Dispara yo ya estoy muerto” describe por medio de una historia, como fueron las
relaciones de los judíos y árabes en el siglo XIX y XX. Me gustaría centrar mi análisis en los
judíos, ya que cuando se piensa en judíos, lo primera que llega a la mente es la Segunda Guerra
Mundial y el Holocausto, pero esta historia cuenta los diversos acontecimientos y lugares en los
que los judíos fueron despreciados.

La historia tiene como protagonista a Samuel, un niño judío que vivía en Rusia con su familia. Él
acompaña a su papá en un viaje a París a comprar telas, que era el negocio del papá. Al regresar
del viaje, se encuentran con que hubo una masacre contra la comunidad judía en la cual su
familia muere, por lo tanto quedan vivos sólo él y su papá. A raíz de esto deciden irse a vivir a
San Petersburgo, allí viven bien, Samuel crece y empieza a formarse rodeado de las primeras
ideas de la revolución. Un dato que yo no conocía era que durante este tiempo los judíos también
fueron perseguidos, ya que varios de ellos formaron parte de los primeros grupos clandestinos
que buscaban derrocar al Zar. Samuel fue parte de estos grupos y como consecuencia tomaron
prisionero a su papá y lo mataron por su culpa, a partir de esto Samuel tiene que huir para no ser
encarcelado. Dentro de los judíos siempre se decían “el próximo año a Jerusalén”, y su papá
siempre se lo decía, por lo que al verse en esa situación decide que quiere ir a Jerusalén en
nombre de su papá.

Al llegar a Jerusalén, Samuel decide comprar un pedazo de tierra para trabajarla y poder vivir en
ella. Desde el inicio empiezan los problemas ya que esa tierra era de un señor, pero en ella vivía
y trabajaba una familia de árabes que creyeron que Samuel los echaría del lugar. Esto es el
conflicto que tenían las mayoría de árabes con los judíos. Como los judíos estaban siendo
discriminados en varias partes del mundo, creían que lo mejor era regresar a la tierra que ellos
decían ser suya “la Tierra prometida”, pero que ahora estaba poblada por árabes. Los judíos no
llegaban a quitar nada, ellos legalmente compraban la tierra y la trabajaban como humildes
agricultores, pero a los árabes les parecía que todos los judíos estaban llegando a Jerusalén a
querer invadirlo y a quitarles la tierra que ahora ellos consideraban como su hogar. Por lo tanto,
también aquí eran mal vistos.

La historia sigue narrando la vida de Samuel hasta llegar a su generación que vive en la
actualidad, pero yo quería quedarme aquí porque como mencionaba al principio, yo creía que los
judíos habían empezado a ser despreciados cuando Hitler decidió que la aria era la mejor, pero
con este libro pude conocer que realmente han sido perseguidos y tratados mal, por el simple
hecho de ser judíos, desde siempre. Por alguna razón el hombre tiende a hacer de menos a
alguien cuando es diferente, lo vemos en el maltrato a los judíos, en la esclavitud de los negros,
en los grupos indígenas de Guatemala, entre muchos otros más. Pero lo importante es considerar
el porque de esta situación, ¿por qué tratamos mal a alguien por el simple hecho de que no es
como yo?, ¿por qué tachamos de raro a alguien que hace cosas, no malas, pero que simplemente
no son las que “todos” hacemos?, ¿por qué si alguien se viste de manera diferente le hago cara de
rara y comento con mi compañera que qué onda con su outfit? A mi parecer, las personas
hacemos de menos a los demás por el simple hecho de que no reconocemos la dignidad que cada
uno tiene, las personas no valemos por nuestro color de piel, por la ropa que llevamos puesta, por
el lugar donde vivimos, el idioma que hablamos o por el modelo de smartphone que tengamos;
no, valemos por el simple de hecho de ser personas y como somos personas, tenemos dignidad.
Existen dos tipos de dignidad, una que permanece, siempre siempre siempre y que nadie nos
puede quitar (la dignidad ontológica), y después está la dignidad moral que es la que depende de
nuestros actos. Lo importante a considerar es que la dignidad ontológica es intrínseca del ser
humano, no porque yo le caiga mal a alguien tengo menos dignidad, o porque mi ropa la compre
en la Megapaca, valgo menos, todos valemos por igual. Pero para que todos pensamos así, tengo
que empezar a hacerlo yo, a dejar de juzgar a la gente sin conocerla a tacharla de rara solo
porque es chava y tiene pelo de hombre o porque es evangélica o porque dice que el aborto esta
bien. Las personas tienen sus ideas y criterios, pero no por eso tengo que pensar que como yo
estoy bien tengo que hacerlas de menos en mi cabeza y pensar que yo soy lo mejor. Aprender a
distinguir el error de la persona y dejar de hacer de menos a los demás, por temas como estos,
porque si yo conozco la verdad no es motivo para sentirme mejor si no para agradecer y para
compartirlo.

La novela no se trata de esto, pero fue la enseñanza que a mi me dejo: nadie es mejor que nadie,
por lo tanto no tengo que hacer de menos en mi cabeza a los demás, ni creerme más que nadie
porque lo que ellos piensen este mal.

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