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ANSALDI.

“La trunca transición del régimen oligárquico al régimen democrático”

Idea central: La ley S. Peña busca constituir una democracia liberal burguesa propiciando la for-
mación de partidos orgánicos, pero fracasa porque continúan vigentes las antiguas prácticas de
la política del régimen oligárquico. Esto produce una crisis en la forma del estado, en el paso del
estado oligárquico al estado democrático. Fractura de la clase dominante entre los reformado-
res y partidarios de la continuación oligárquica que dificultó el ejercicio de la hegemonía. Fracaso
de la formación de partidos orgánicos, no sólo por parte de los conservadores sino por las otras
fuerzas políticas, que sufrieron divisiones de los partidos. El fracaso de los partidos en consti-
tuirse en mediadores entre la sociedad y el estado tiene su reflejo en el parlamento: a pesar de
la democratización, la oligarquía tenía mayoría en la cámara de senadores, lo que le daba poder
de veto a las políticas de Yrigoyen. Esto llevó a que el PEN y diputados estuvieran controlados
por una fuerza democrática y popular, y senadores por la oligarquía; dando lugar por primera
vez a una representación distinta de fuerzas sociales en el PEN y poder legislativo. Esto llevo a
asociar al poder ejecutivo con la realización de la soberanía popular y privó al legislativo de su
condición de expresión de un valor democrático. A su vez, la identificación del radicalismo con
la totalidad de la nación y no como parcialidad negó cualquier posibilidad de disenso necesaria
para el funcionamiento de una sociedad pluralista. La utilización de los resortes del PEN por el
radicalismo y su apelación a las asociaciones de interés, a causa de la ineficacia de los partidos
políticos y del parlamento como espacio de mediación política, reforzaron la mediación política
corporativista. Esto no contribuyó a un fortalecimiento de la democracia. Hipótesis de Ansaldi:
durante la hegemonía pluralista de la burguesía, coincidente con el ejercicio del gobierno por
el radicalismo, se hacen explícitas todas las tendencias estructurales que apuntan más allá de
la apariencia democrática, a trabar decisivamente la construcción de un orden social y político
genuina y sólidamente democrático, en el marco de una sociedad capitalista. El fracaso de este
período democrático marca la inestabilidad de la democracia argentina posterior.

Analiza el período 1912-1930.


Una cuestión clave del período es la democratización. El proceso de transición a la democracia
se ve truncado tanto por el golpe de estado como por los límites de la propia democratización.
Ley S. Peña impulsada por la fracción transformista de la burguesía argentina, con el objeto de
descomprimir las presiones de los sectores excluidos del sistema de decisión política y permitir
la libre competencia electoral entre partidos socialmente representativos. La reforma no es sólo
la implantación de una nueva ley electoral, sino que es inseparable de un proyecto de ingeniería
política de mayor envergadura, dentro del cuál era clave la constitución de partidos políticos
orgánicos de la burguesía democrática.
La muerte de S. Peña y las victorias radicales de 1915 (ganó, entre otras cosas, la gobernación
de Córdoba!) provocan una contraofensiva antirreformista.
Fracaso del PDP como intento de partido orgánico de la derecha.
Democracia política que se inaugura con la ley S. Peña es ampliada en un sentido y restringida
en otro: ampliada porque incorpora al sistema de decisiones políticas a las clases de formación
reciente (media y obrera), pero esto se da en un país en el cuál a nivel nacional no había habido,
históricamente, forma de restricción a su universalidad.
La ley fracasa en la modificación de las claves del sistema político argentino porque a pesar de
propiciar la constitución de partidos, sobrevive la lógica corporativista. Los años 1912-1930
muestran la continuidad de los viejos componentes y prácticas estructurales del orden oligár-
quico: caudillismo, clientelismo, intolerancia, intransigencia, fraude electoral. Además, se
avanza en la democratización a nivel nacional con el voto universal masculino, pero el voto res-
tringido se mantiene en las provincias y municipios.
Este fracaso no lleva a una crisis de estado, puesto que no se cuestiona la matriz fundamental
de dominación social, lo que hay es una crisis de la forma de estado, al mutar de un estado
oligárquico a uno democrático.
Por otro lado, aumentan las dificultades de la clase dominante en el ejercicio de la hegemonía,
ya que se fractura: una parte quería mantener el régimen oligárquico y la otra democratizar. La
fractura de la clase dominante es una característica clave. A esto hay que sumarle la incapacidad
de la clase dominante de ampliar su base social de dominación incorporando más efectiva t efi-
cazmente a las clases subalternas. La solución a esto fue la recurrencia de la derecha a los golpes
de estado.
Debilidad del sistema de partidos políticos: no sólo los conservadores no pudieron construir un
partido a escala nacional, sino que la UCR sufrió desprendimientos provinciales e incluso la frac-
tura de la UCR Antipersonalista; también el PS se dividió.

Los partidos no logran constituirse como mediadores entre la sociedad civil y el estado, y esto
arrastra el fracaso hacia el parlamento: En el senado la oligarquía se aseguraba el control de la
cámara, y la UCR no llegó a tener mayoría en diputados hasta 1918. Esto complicó las políticas
de reforma de Yrigoyen. Esto dio lugar a una institucionalización ambigua: el PEN fue controlado
por una fuerza democrática de base popular, mientras que el poder legislativo tenía una com-
posición democrática en diputados y mayoría oligárquica con poder de veto en senadores.
Las relaciones entre ambos poderes (PEN y Legislativo) expresaban fuerzas sociales y políticas
diferentes, e incluso contradictorias. Esta sobrerrepresentación de la oligarquía que estorbaba
la política radical del ejecutivo destruyó la imagen del parlamento como poder del estado donde
se articulaban las demandas de la sociedad civil con la decisión estatal. A esto hay que sumarle
la concepción de Yrigoyen respecto a los papeles institucionales del PEN y del poder legislativo.
Esto llevó a debilitar al legislativo y a asociar al ejecutivo con la realización de la voluntad
popular, privando al legislativo de su condición de expresión de un valor democrático.
Sumado a esto, la política obrera de Yrigoyen también contribuyó a debilitar la mediación par-
tidaria y propiciar la corporativista: contribuyó a consolidar una forma corporativista de media-
ción entre la sociedad civil y el Estado, la cual atiende y defiende intereses particulares bien
sectoriales.

El catch all radical


Pensar el radicalismo más como un movimiento que como un partido stricto sensu. Identifica-
ción del radicalismo con la nación. Según Gallo y Sigal, el radicalismo, al concebirse como la
nación y no como parcialidad, niega de hecho la posibilidad de disensión mínima necesaria para
el funcionamiento de una sociedad pluralista. Otra cuestión es la intransigencia de la UCR y el
PS reacios a hacer alianzas electorales. El discurso político en clave amigo-enemigo propició la
aparición de grupos violentos: la Liga Patriótica ponía en tela de juicio del monopolio estatal de
la fuerza y así debilitaba al estado y propiciaba la resolución violenta de conflictos sociales. El
apoyo de un sector de la clase media a la Liga Patriótica, por miedo a la revolución, ahondó más
en la fractura entre clase media y obrera, echando por tierra la posibilidad de constituir un sólido
bloque socialdemócrata capaz de proponer una política alternativa.

Yrigoyenistas, socialistas y clase obrera


El fracaso de la estrategia socialista de formar un frente que nucleara a obreros, chacareros,
pequeña burguesía y clase media bajo el liderazgo del PS es una cuestión distintiva de la transi-
ción del régimen oligárquico al democrático.

Utilización excesiva de las intervenciones federales.

Yrugoyen potenció mecanismos presidencialistas y al mismo tiempo apeló al protagonismo de


las asociaciones de interés: el vacío que produjo la ineficacia del parlamento y de los partidos
en la mediación política tendió a ser cubierto por las asociaciones de interés y a reforzar la me-
diación corporativista.
Doble lógica del sistema político argentino: mediaciones políticas partidarias y corporativistas,
llevó a la generalización de una cultura golpista. “Resolver toda o cualquier diferencia o conflicto
mediante la expulsión, fractura o escisión de los disidentes, sin capacidad de procesar una y otro
a través de reglas definidas y efectivamente acatadas”.

Hipótesis de Ansaldi: durante la hegemonía pluralista de la burguesía, coincidente con el ejer-


cicio del gobierno por el radicalismo, se hacen explícitas todas las tendencias estructurales que
apuntan más allá de la apariencia democrática, a trabar decisivamente la construcción de un
orden social y político genuina y sólidamente democrático, en el marco de una sociedad capita-
lista.

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