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Idea central: La ley S. Peña busca constituir una democracia liberal burguesa propiciando la for-
mación de partidos orgánicos, pero fracasa porque continúan vigentes las antiguas prácticas de
la política del régimen oligárquico. Esto produce una crisis en la forma del estado, en el paso del
estado oligárquico al estado democrático. Fractura de la clase dominante entre los reformado-
res y partidarios de la continuación oligárquica que dificultó el ejercicio de la hegemonía. Fracaso
de la formación de partidos orgánicos, no sólo por parte de los conservadores sino por las otras
fuerzas políticas, que sufrieron divisiones de los partidos. El fracaso de los partidos en consti-
tuirse en mediadores entre la sociedad y el estado tiene su reflejo en el parlamento: a pesar de
la democratización, la oligarquía tenía mayoría en la cámara de senadores, lo que le daba poder
de veto a las políticas de Yrigoyen. Esto llevó a que el PEN y diputados estuvieran controlados
por una fuerza democrática y popular, y senadores por la oligarquía; dando lugar por primera
vez a una representación distinta de fuerzas sociales en el PEN y poder legislativo. Esto llevo a
asociar al poder ejecutivo con la realización de la soberanía popular y privó al legislativo de su
condición de expresión de un valor democrático. A su vez, la identificación del radicalismo con
la totalidad de la nación y no como parcialidad negó cualquier posibilidad de disenso necesaria
para el funcionamiento de una sociedad pluralista. La utilización de los resortes del PEN por el
radicalismo y su apelación a las asociaciones de interés, a causa de la ineficacia de los partidos
políticos y del parlamento como espacio de mediación política, reforzaron la mediación política
corporativista. Esto no contribuyó a un fortalecimiento de la democracia. Hipótesis de Ansaldi:
durante la hegemonía pluralista de la burguesía, coincidente con el ejercicio del gobierno por
el radicalismo, se hacen explícitas todas las tendencias estructurales que apuntan más allá de
la apariencia democrática, a trabar decisivamente la construcción de un orden social y político
genuina y sólidamente democrático, en el marco de una sociedad capitalista. El fracaso de este
período democrático marca la inestabilidad de la democracia argentina posterior.
Los partidos no logran constituirse como mediadores entre la sociedad civil y el estado, y esto
arrastra el fracaso hacia el parlamento: En el senado la oligarquía se aseguraba el control de la
cámara, y la UCR no llegó a tener mayoría en diputados hasta 1918. Esto complicó las políticas
de reforma de Yrigoyen. Esto dio lugar a una institucionalización ambigua: el PEN fue controlado
por una fuerza democrática de base popular, mientras que el poder legislativo tenía una com-
posición democrática en diputados y mayoría oligárquica con poder de veto en senadores.
Las relaciones entre ambos poderes (PEN y Legislativo) expresaban fuerzas sociales y políticas
diferentes, e incluso contradictorias. Esta sobrerrepresentación de la oligarquía que estorbaba
la política radical del ejecutivo destruyó la imagen del parlamento como poder del estado donde
se articulaban las demandas de la sociedad civil con la decisión estatal. A esto hay que sumarle
la concepción de Yrigoyen respecto a los papeles institucionales del PEN y del poder legislativo.
Esto llevó a debilitar al legislativo y a asociar al ejecutivo con la realización de la voluntad
popular, privando al legislativo de su condición de expresión de un valor democrático.
Sumado a esto, la política obrera de Yrigoyen también contribuyó a debilitar la mediación par-
tidaria y propiciar la corporativista: contribuyó a consolidar una forma corporativista de media-
ción entre la sociedad civil y el Estado, la cual atiende y defiende intereses particulares bien
sectoriales.