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LOS RITOS DE LA AUTENTICIDAD: INDÍGENAS,

PASADO Y EL ESTADO ECUATORIANO


O. Hugo Benavides
Fordham University

Los gobiernos podrán continuar considerando el


Amazonas como un motor de crecimiento económi-
co pero los indígenas están luchando por encontrar
un balance entre el desarrollo y el mantenimiento
de una forma de vida primordial.
New York Times, 2003
Este artículo analiza el movimiento indígena del Ecuador como uno de los pilares postmodernos
del continente y de una globalización definida tanto por intereses culturales como económicos.
El análisis intenta entender la intersección entre lo local y global, entre la tradición y el
postmodernismo, influenciada por la relación entre la recuperacion pre-colombina y el rol del
Estado. Las tensiones entre la constitución de un movimiento local y su producción global, así
como las producidas por la recuperación de una tradición cultural marcada por su diferencia-
ción y exclusión del Estado, dejan entrever una revalorización del pasado que busca legitimar y
otorgar una proyección histórica a sus aspiraciones. Este hecho incluye, de manera central, el
papel de la arquelogía en el futuro cultural y politico del movimiento indígena y de la nación.
Esta revalorización y recuperación arqueológica y la reciente lucha popular en el último siglo
forman los ejes más neurálgicos de la creciente identificacion de una identidad indígena en el
Ecuador. El artículo busca entender este proceso hegemónico de recuperación histórica y anali-
zar la constitución postmoderna y globalizante de ser indio en el Ecuador de hoy.
Este artigo analisa o movimento indígena do Equador como um dos pilares pós-modernos do
continente e de uma globalização definida tanto por interesses culturais como econômicos. A
análise busca entender a intersecção entre o local e o global, entre a tradição e o pós-modernis-
mo, influenciada pela relação entre a recuperação pré-colombiana e o papel do Estado. A tensão
entre a construção de um movimento local e sua produção global, assim como as produzidas pela
recuperação de uma tradição cultural marcada por sua diferenciação e exclusão do Estado,
deixam antever uma revalorização do passado que busca legitimizar e outorgar uma projeção
histórica as suas aspirações. Este fato inclui, de maneira central, o papel da arqueologia no
futuro cultural e político do movimento indígena e da nação. Esta revalorização e recuperação
arqueológica e a recente luta popular no último século formam os eixos principais da crescente
identificação de uma identidade indígena no Equador. Este artigo visa entender este processo
hegemônico de recuperação histórica e analisar a constituição pós-moderna e globalizante de
ser índio no Equador de hoje.
This paper analyzes the indigenous movement in Ecuador as one of the cornerstones of postmodernity
and globalization (defined both in cultural and economic terms) in the continent. The analysis
attempts to understand the intersection between the local and the global, between tradition and
postmodernity, influenced by the relationship between a pre-Columbian recuperation and the role of
the State. However, the tensions arising between the construction of a local movement and its global
production, as much as those caused by the recuperation of a cultural tradition marked by its
differentiation and exclusion from the State, also hint to a revalorization of the past that seeks to
legitimize and to provide a historical projection to its aspirations; this fact includes the role of
archaeology in the cultural and political future of the indigenous movement and the nation. This
archaeological revalorization and recuperation, and the recent popular struggle in the last century
form the most neuralgic axis of the blooming indigenous identification in Ecuador. Thus, in the last
instance this paper strives to understand this hegemonic process of historical recuperation and to
analyze the postmodern and globalizing constitution of being Indian in current Ecuador.

El movimiento indígena del Ecuador, el de titución militar y religiosa. Las alianzas lle-
mayor fuerza y envergadura en América, es vadas a cabo entre grupos como CONAIE
también uno de los pilares postmodernos del (Confederación Nacional de Indígenas del
continente (García-Canclini 1992a, 1992b; Ecuador), Pachakutik Nuevo País y Movi-
Yúdice et al., eds.,1992; Bhabha 1994; miento Evangélico Indígena con religiosos y
Anderson 2002) y de una globalización defi- militares dejan entrever una transformación
nida por intereses culturales y económicos “real” (Lacan 1977) de la sociedad ecuato-
(Wolf 1992; Radcliffe y Westwood 1996; riana y andina que es, en esencia, lo que el
Appiah 1997; Appadurai 2003). La impor- momento postmoderno busca definir. Las
tancia del movimiento indígena se vislumbra contradicciones de la contribución de las igle-
no sólo como un fenómeno meramente local sias católica y evangélica en el apoyo y la
sino, sobre todo, con enormes consecuencias producción de un movimiento indígena na-
globales. El movimiento indígena no es, ne- cional, así como las alianzas con militares
cesariamente, un movimiento nuevo; se po- en 1999 y en las elecciones del 2002, sólo
dría decir que es una continuación de casi son superadas por la máxima contradicción
500 años de resistencia ante la ocupación de ver el movimiento indígena comandando
foránea de su hábitat andino (CONAIE 1989, el Estado ecuatoriano, heredero de un lega-
1997, 1998). Lo que sí tiene de nuevo es, sin do colonial de etnocidio y genocidio nativo
lugar a dudas, el éxito político logrado en las en los últimos dos siglos.
últimas dos décadas y un impresionante res-
Las características postmodernas son aún
cate cultural (Lucas 2000). El objetivo pri-
más fehacientes cuando se considera que la po-
mordial de este artículo es el análisis de la
pularidad del movimiento indígena es más alta
intersección entre lo local y global, entre la
en el exterior (en Europa y en Estados Unidos)
tradición y el postmodernismo, influenciada
que en Ecuador. Esta contradicción se suma a
por la relación entre la recuperacion pre-co-
las del éxito del movimiento indígena en Ecua-
lombina y el papel del Estado ecuatoriano.
dor y lo ubica en una clara interfase entre lo local
Este éxito político-cultural es resultado y global, poniéndolo en el centro de la articula-
de un gran esfuerzo y compromiso de base y ción problemática de lo que hoy se entiende por
lucha política y de alianzas con las mismas globalización. Este hecho permite a las ONG’s
instituciones que forjaron la destrucción del norteamericanas decidir apoyar a los indios en el
indígena a través del devenir histórico: la ins- extranjero más que a las comunidades indígenas

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norteamericanas que siguen siendo objeto de herente y nacionalista de los intereses políti-
explotación dentro de sus propias fronteras. No cos-culturales de la mayoría de las comuni-
se trata de criticar una estrategia política tras dades indígenas en el territorio. Con base en
otra si no, más bien, intentar analizar cómo en esta posición central las declaraciones de sus
los esquemas globalizadores del capitalismo representantes (Almeida et al. 1992; Bulnes
postmoderno es más factible y productivo para 1994) y, aún más, las de sus publicaciones
organismos transnacionales del Primer Mundo (CONAIE 1988a, 1988b, 1989; Kipu
apoyar a los indios en el Ecuador. Sin embargo, 1991,1995) contribuyen a un rescate histó-
las tensiones entre la constitución de un movi- rico concreto de sus identidades culturales
miento local y su producción global, así como ancestrales. En este sentido el pasado preco-
las producidas por la recuperación de una tradi- lombino se vuelve el sitio inicial o de origen
ción cultural marcada por su diferenciación y desde donde construir y dotar de coherencia
exclusión del Estado, también dejan entrever una interna a la identidad indígena actual, en es-
revalorización del pasado que busca legitimar y pecial dentro de momentos de intensos com-
dar una proyección histórica a sus aspiraciones. bates productivos con el Estado ecuatoriano
y organismos transnacionales como ONG’s,
Esta revalorización y recuperación his-
el Banco Interamericano de Desarrollo y el
tórica, sobre todo de un pasado precolombi-
Fondo Monetario Internacional.
no y de la reciente lucha laboral en el último
siglo, forman los ejes más neurálgicos de la El pasado precolombino se presenta como
creciente identificación de una identidad in- el sitio ideal para una necesaria recuperación
dígena en el Ecuador. Este compromiso o histórica por varias razones. Una de las
inversión en el pasado, por ser tan efímero principales es el hecho de que en ese perío-
como “real”, sirve de base para el movimien- do, anterior a la constitución de la República
to, aún cuando casi nunca es, o necesita ser, e, inclusive, del Estado colonial, las comuni-
articulado de un manera explícita. La prime- dades indígenas eran supremos líderes de sus
ra sección busca indagar o, al menos, empe- propios destinos. Este enunciado de libertad
zar a entender este proceso de recuperación fue destrozado por la conquista española y
histórica para proceder a analizar la consti- por el Estado contemporáneo que, en la ma-
tución postmoderna y globalizante de ser in- yoría de las declaraciones de la CONAIE
dio en el Ecuador de hoy. (1989), se presenta como su violento y deso-
lador heredero. Por eso, por ejemplo, en di-
El pasado histórico y las invisibles ciembre de 2003 el máximo líder indígena de
cicatrices de la arqueología Cayambe fue apresado por llamar ladrón,
mentiroso y estafador al actual presidente,
Aparece un sol anémico y se ven a lo Lucio Gutiérrez, con el cual la CONAIE co-
lejos, como un espejismo, las ruinas del gobernó en sus primer año de gobierno (El
castillo de Ingapirca que sirve para que Universo 2003). La figura intrusamente
la viajera compare con el alma entumida
foránea, patriarcal y autoritaria, heredada
el ayer lejano y olvidado junto al presente
desgarrado del indígena.
desde la colonia, encuentra su símbolo con-
temporáneo en el gobierno de turno.
Alicia Yánez (2002)
El pasado precolombino funciona como
De los miembros del movimiento indígena un imaginario (Muratorio 1994) desde don-
en el Ecuador la CONAIE es la que se ha de se puede reconstruir una identidad indíge-
tomado, más que cualquier otro grupo, la na violada hasta casi la plenitud, incluyendo
responsabilidad de representar un frente co- su constitución. En este pasado se construye

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un pan-indianismo americano en el cual las Esta lección fue aprendida del Estado ecuato-
comunidades conviven en completa armonía riano que durante siglo y medio ha producido
y en perfecto balance y entendimiento con su una historia de opresión, desigualdad y ex-
entorno andino. La historia propuesta por la plotación no sólo presentada como correcta si
CONAIE (1989) como parte de su historia no también como democrática y de civiliza-
organizativa arguye un pasado que tiene poco ción. Ambas historias, como toda historia na-
que ver con los estudios arqueológicos y cional, escribió Ernest Renan (1990), sólo
etnohistóricos llevados a cabo en el país; es pueden ser un gran error representativo por-
una historia alternativa a la oficial promul- que parte esencial de ser una nación es poder
gada por el Estado ecuatoriano, pero lo al- mentir sobre su pasado.
ternativo está definido por su propio conte- Por ser una historia viva esencialmente
nido más que por sus métodos de apropia- conectada con el presente indígena la
ción histórica. Esto se debe a la fantasía e CONAIE narra el pasado precolombino des-
imaginario de la historia oficial, fácilmente de la visión de la primera persona. Lo que
comprobada en textos escolares de historia ocurrió en el pasado no sucedió a comunida-
en los cuales se habla de reinos (como el de des extintas, ni siquiera a personas descono-
Quito) y figuras (como Pacha y Abdón Cal- cidas, sino al sujeto indígena actual. La ma-
derón) que nunca existieron o están lejos de yoría de las secciones se narran desde un ser
ser como son descritas. colectivo: “Una comunidad diversa de co-
Para la CONIAE este período precolom- munidades ha vivido en el continente ameri-
bino se caracterizó por una complementariedad cano durante miles de años, con diferentes
que permitió que los diferentes grupos étnicos, formas de organización económica, social,
culturales y lingüísticos alcanzaran un gran política, religiosa, y cultural. Muchos de no-
nivel de solidaridad y logros tecnológicos, sotros nos hemos integrado a este proceso
como lo demuestran las pirámides Mayas y histórico hasta que formamos complejos sis-
Aztecas y las ciudades Incas (CONAIE temas socio-políticos como el Estado. Este
1989:20). Las características esenciales de este es el caso de los Mayas, Aztecas, y los Incas”
mundo americano precolombino son las rela- (CONAIE 1989:19). En este pasaje y los que
ciones familiares, las obligaciones recíprocas siguen la historia indígena busca re-articular
y el motor agrario de su reproducción socio- una nueva representación de la identidad in-
económica. Este entorno cultural se ve apo- dia, especialmente como es nutrida por la de-
yado, y no reprimido, por un sistema religioso finición del Estado precolombino y al verse
de dioses y entes espirituales simbolizados por como sucesora legítima de la sociedad
el sol, la luna, volcanes, montañas y otros sím- incaica.
bolos naturales que nutren el crecimiento so- Los Incas son presentados como seres be-
cial y espiritual de los pueblos indígenas. De névolos y tecnológicamente avanzados que
este modo el pasado precolombino no se re- esparcieron su desarrollo cultural a través de
produce como una historia lejana, distante y los Andes. Los combates y enfrentamientos
fría presente en forma escrita en textos abu- violentos entre comunidades indígenas andinas
rridos. Más bien, la historia indígena es una y los Incas son eliminados de esta narrativa;
historia viva que nutre la lucha contemporá- esa violencia también es olvidada en el caso
nea por la igualdad y los derechos humanos de las conquistas Aztecas y Mayas. Esta par-
que cobra aún más sentido si hay un lugar ticular amnesia histórica-cultural es esencial
histórico, por muy imaginario que sea, de porque a partir de ella el Estado andino, pre-
igualdad y poder a donde regresar y desde cursor del actual Estado ecuatoriano, puede
donde empezar la recuperación del pasado. idealizarse como paternalista y proveedor del
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bien social. A través de esta especie de histo- De esta singular coyuntura de producción
ria alternativa grupos contemporáneos, que histórica se desprende varios hechos: uno de
forman parte de la CONAIE, como los ellos es el lugar central que la historia oral y
Cañaris, pueden sentirse herederos de la so- los testimonios adquieren en la historia alter-
beranía Inca, aún cuando hay suficiente evi- nativa indígena (CEDEP 1986; CEDIME
dencia de la conquista y masacre de grupos 1987; CEDIS 1992; Perugachi 1994); un
Cañaris a sus manos (Salomon 1990). segundo elemento es que con el éxito políti-
co-cultural logrado por los indígenas la
Esta misma contradicción histórica permite
CONAIE, como otros organismos que repre-
reconocer el Inti Raymi como máxima cele-
sentan comunidades indígenas, se ve confron-
bración indígena en los Andes y el quechua
tada con la tarea de escribir un historia indí-
como lengua franca del territorio, a pesar de
gena alternativa para que sea oficializada,
que ambas tradiciones no fueron parte del
trayendo consigo claros ecos hegemónicos y
mundo pan-andino sino hasta finales del siglo
de poder estatal. Otra característica central
XV y lograron su raigambre a base de la fuer-
es el papel desarrollado por la arqueología
za y terror, elementos esenciales de toda for-
ecuatoriana y sus efectos o cicatrices en la
mación estatal (Silverblatt 1988; Patterson
negación histórica del pasado indígena, pre-
1991). Una vez más se vislumbra el período
cisamente cuando este pasado es su princi-
postmoderno identificado en el movimiento
pal objeto de investigación. Las difíciles re-
indígena, ya que por opresivos que sean los
laciones entre la arqueología ecuatoriana y
rezagos coloniales (tanto de Incas como de
las comunidades indígenas o, más explícita-
españoles) ahora son formas culturales autén-
mente, entre ambas en la construcción del
ticas de indígenas y de otras comunidades
pasado indígena son demasiado largas para
andinas, incluyendo blancos/mestizos.
desarrollar en estas páginas (ver Benavides
Planteado de esta manera el problema 2004 para un extenso análisis de esta reali-
histórico es complejo. Por un lado el movi- dad). Sin embargo, voy a señalar algunas
miento indígena tiene que combatir contra pautas necesarias para entender el alienante
una historia oficial que ha destruido cual- papel de la arqueología en la construcción
quier símbolo de auténtico raigambre indí- del pasado prehispánico y el continuo me-
gena mientras que por el otro debe recons- nosprecio de una historia “real” indígena.
truir una historia indígena nacional con po-
La arqueología nacional ha sido tradicio-
cos referentes escritos o evidencias biblio-
nalmente desarrollada por la elite blanca y
gráficas. La historia escrita, oficial o no ofi-
blanca/mestiza del Ecuador. Los principales
cial, hasta finales del siglo XX no representó
precursores (como Jacinto Jijón y Caamaño,
la visión indígena si no que logró argüir la
Carlos Manuel Larrea y Emilio Estrada) per-
legitimidad del poder blanco/mestizo y, so-
tenecían a las clases adineradas del país. Esta
bre todo, la legitimidad del Estado ecuato-
hegemonía de género y clase fue levemente
riano. Este extremo interpretativo, llevado a
afectada cuando otra ola de investigadores
cabo por la hermenéutica histórica legitima-
masculinos de la clase alta realizó estudios
da por la historia nacional, permite decir a
arqueológicos en la costa ecuatoriana en las
miembros del movimiento que la historia del
décadas de 1950 y 1960 y aun más afectada
pasado indígena no se ha escrito porque si
a mediados de la década de 1980 por la for-
estuviera escrita representaría los intereses
mación de arqueólogos (mujeres y hombres)
de los poderosos y no de las comunidades
de diferentes estratos sociales en institucio-
indígenas (Academia de Lenguas Quicha-
nes costeñas como la ESPOL (Escuela Su-
Castellano 1993).
perior Politécnica del Litoral) y de la sierra

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como la Universidad Católica de Quito, racterísticas personales de los investigado-
reinsertadas en la actividad arqueológica res. A pesar del apoyo político explícito de la
(Collier 1992).Así busco enfatizar la dispa- izquierda el discurso arqueológico contribu-
ridad de origen entre arqueólogos y el movi- ye a fortalecer el proyecto reaccionario ra-
miento indígena, a pesar de que ambos to- cial del Estado ecuatoriano.
man el pasado precolombino como su obje-
Las más claras excepciones a esta relación
tivo de interés histórico. Para la mayoría de
tradicional de alienación y diferenciación son
los arqueólogos la realidad histórica del pa-
los proyectos de museo y rescate arqueológico
sado se construye a partir de evidencias em-
llevado a cabo en lugares como Agua Blanca,
píricas y positivistas, como legado lógico del
Real Alto, Salango y Culebrillas. En estos si-
empirismo occidental en América. De esta
tios se ha buscado, por muy limitados que ha-
manera los hechos y figuras indígenas han
yan sido sus intentos, buscar integrar las co-
sido objeto de investigación pero no han lo-
munidades contemporáneas al proceso de in-
grado ocupar los sitiales de conocimiento
vestigación y rescate de un pasado vivo. La
como sujetos históricos con agencia en su
singularidad, limitaciones y fracasos de esas
propio destino o, inclusive como agentes de
contribuciones dejan en claro el poder hegemó-
la propia investigación. Esta relación alie-
nico del discurso arqueológico, aliado al pro-
nante entre arqueólogos y el pasado indíge-
yecto del Estado nacional (Marcos 1986;
na muy pocas veces (especialmente en las
McEwan y Hudson 1990). En esta misma pers-
ultimas tres décadas) ha sido resultado de un
pectiva incorporaría las contribuciones de los
racismo explícito o de una discriminación
arqueólogos y arqueólogas asociados, de una u
personal por parte de los arqueólogos; es
otra forma, con la corriente conocida como
producto de una hermenéutica histórica he-
“arqueología como ciencia social” (a la cual
redada desde la colonia y principios de la
también me suscribiría). Este grupo de
República que busca legitimar su poder so-
arqueólogos marxistas, asociados a esta corrien-
bre las comunidades indígenas, los actores
te de la arqueología latinoamericana, ha busca-
exclusivos del pasado precolombino.
do ahondar en la construcción de un pasado
Los arqueólogos se han encontrado en una comprometido con las realidades contemporá-
sutil encrucijada: como legitimadores incons- neas y ofrecer una historia viva para los pue-
cientes de más de cuatro siglos de explota- blos oprimidos, inclusive indígenas, del conti-
ción socio-económica y cultural y, especial- nente (Patterson y Schmidt, eds., 1995;
mente en las últimas décadas, como apoyo Benavides 2001). En el contexto andino es fá-
político de las comunidades indígenas, los cil distinguir este grupo como una excepción
más cercanos descendientes de las comuni- que revela, aún más, el proyecto tradicional-
dades del pasado ancestral que estudian. Esto mente conservador de la arqueología ecuato-
ha hecho que desde la década de 1970 hayan riana. Sin embargo, es problemático el fracaso
existido excepciones al discurso hegemóni- de la arqueología como ciencia social en incor-
co del rescate arqueológico para legitimar el porar en sus investigaciones y resultados los
poder del Estado; de hecho, muchas grupos oprimidos que busca legitimar. Esta rea-
arqueólogas y arqueólogas han insistentemen- lidad de una arqueología que, en sus mejores
te buscado utilizar sus proyectos y resulta- momentos, busca aliarse con su principal suje-
dos científicos para combatir el poderío po- to de investigación ha motivado a ese sujeto
lítico de la historia oficial que legitima el pro- indígena a construir su propia historia y, a tra-
yecto de clase blanco/mestizo. Sin embargo, vés de ella, legitimar su propio y contradictorio
el discurso histórico desarrollado es más fuer- poder nacional y su reproducción narrativa.
te y marcadamente hegemónico que las ca-

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El movimiento indígena y el miento y su recuperación histórico-cultural
postmodernismo: los no hacen más que acercar al indígena,
contradictorios legados coloniales peligrosamente, a una nueva esencialización
de su identidad como sujeto sufrido y
Las tres tribus— Kichwa, Achuar y Shuar, victimizado y, por ende, incapaz de cometer
cada una con varios miles de miembros — errores o horrores de cualquier tipo (Kureishi
se han acostumbrado a presentar sus 1985, 1990).
casos ante agentes gubernamentales en
Quito, así como ante la OEA en Washing- Esta personificación utópica del movimien-
ton y frente a una reunión de accionistas to como corrección de un entuerto histórico
en Houston. no hace más que esconder las relaciones colo-
New York Times, 2003 niales que se encuentran transformadas y re-
transformándose tras este poderoso movimien-
El sociólogo Aníbal Quijano (1993) ha pro- to social. La visión benévola y autocrática de
puesto que para entender las encrucijadas con- un movimiento indígena justiciero niega la
temporáneas de Latinoamérica sería produc- sagacidad política de los miembros del movi-
tivo utilizar una categoría como colonialidad miento y sus luchas (y derrotas) a través del
del poder. Así se puede entender el poder so- tiempo; aun más, esta visión romántica nos
cial como un legado colonial que aun se en- acerca peligrosamente a identidades esencia-
cuentra persistentemente, de una u otra for- les y a demarcaciones raciales y espectros
ma, con nosotros. Después de siglos de su- genocidas (Malkki 1995). La sagacidad polí-
puesta independencia política todavía hay re- tica debe ser resaltada para entender mejor
laciones neo y potscoloniales que nos mantie- las posibles limitaciones representativas del
nen atados a esta particular forma de depen- movimiento y las condiciones “reales” de su
dencia política y socio-económica. La propues- auto-representación. Buscar alianzas, fomen-
ta de Quijano muestra la necesidad de un fran- tar la seguridad interna, aumentar la entereza
co diálogo y análisis social que se aleje de una estructural institucional e, inclusive, las deci-
utópica posición de liberación y que busque siones de saber representarse como indígena
enfrentar las contradicciones coloniales que son estrategias políticas que el movimiento ha
aun existen en el continente americano, espe- sabido argumentar, utilizar y hasta manipular
cialmente en los lugares menos sospechados a su favor. Este conocimiento y destreza polí-
como relaciones familiares, clasificaciones de tica ha permitido combatir siglos de ignomi-
género y producciones culturales como nia y olvido para lograr el triunfo presidencial
telenovelas y cantantes, que sufren “diferen- con la candidatura de Lucio Gutiérrez en 2002
tes similares” (Hall 1987a, 1987b) y, en consecuencia, ocupar cargos tan impor-
categorizaciones raciales y de clase. tantes como la presidencia y vice-presidencia
En este contexto me parece necesario del Congreso o permitir que la Cancillería del
analizar y relacionar el actual movimiento país haya estado a cargo por primera vez de
indígena del Ecuador; al contrario de como una indígena. La lucha y reciente rompimien-
el movimiento se auto-representa y muchos to de la alianza entre el presidente Gutiérrez y
científicos sociales (Ramón 1990; Ayala et Pachakutik Nuevo País es la continua expre-
al. 1992; Silverston 1994), incluyéndome, sión de una estrategia política orquestada y
quisieran entenderlo está lejos de ser un aprendida tras siglos de humillación y lucha.
momento utópico de liberación indígena y de Sin embargo, esta estrategia política de alian-
revalorización democrática equitativa. Los zas e intereses tras bastidores es minuciosa-
continuos ensayos que romantizan el movi- mente resguardada por el movimiento en sus

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expresiones a través de la CONAIE y bastaba con ser indígena sino que era funda-
Pachakutik Nuevo País. Esta reticencia a de- mental auto-representarse como tal; por eso
jar de lado la figura de “indio oprimido” como asumió una lucha representativa de atuendos,
principal pancarta representativa y la de no nombres e imágenes que le han permitido
asumir la de estratega político es un acto de representarse como indígena porque su au-
representación que ha permitido al movimiento téntica presencia no le bastaría para definirse
usufructuar ganancias simbólicas no sólo en en esos términos.
el país sino, sobre todo, en el exterior. Esta
En esta necesidad de auto-representación
contradicción representativa llevó a muchos,
la estrategia política, incluyendo la manipula-
incluyendo antropólogos y científicos socia-
ción explícita del pasado y la identidad (como
les, a cuestionar el otorgamiento del premio
en el caso de Rigoberta Menchú), aparece
Nobel a Rigoberta Menchú cuando fue claro
como la más clara característica de la autenti-
que había manipulado hechos históricos para
cidad. Lo auténtico es lo que es, no lo que uno
representar mejor la “realidad” vivida por ella
intuye o espera que sea (como en la mayoría
y otros indígenas en Guatemala (Arias 2001;
de representaciones hollywoodenses). Esta
Aznárez 2001).
posición, por necesaria y simplista que sea,
Este acto de politización debe ser desta- entra en conflicto directo con una orbe
cado porque su silencio, aún cuando ha pro- globalizante que busca definir a sus propios
ducidos logros políticos, podría marcar la sujetos de cambio y desarrollo. El teatro re-
suprema derrota del movimiento a largo pla- presentativo se abre más allá de los escena-
zo. El silencio guardado sobre el trabajo po- rios nacionales y entra a jugar con organismo
lítico del movimiento puede entenderse en el internacionales como el Banco Mundial, el
marco limitado de la definición de lo que es Banco Interamericano de Desarrollo y Fondo
meramente auténtico. Para sobrevivir el mo- Monetario Internacional que tienen definicio-
vimiento ha tenido que mantener, nes de autenticidad dentro de irrisorios y ar-
férreamente, una identidad de autenticidad a caicos modelos de desarrollos (Escobar 1995;
toda costa, aún con mayores connotaciones Ferguson 1997).
en el exterior que en el país. El vestido indí-
En este marco globalizante la CONAIE
gena se ha vuelto necesario en mujeres y hom-
y el movimiento indígena, en general, han
bres, como es típico en muchos movimientos
entrado a jugar no sólo con la modernidad y
nativos en el mundo (cf. Mallon 1996), y han
con definiciones de autenticidad, ya que la
ocurrido re-identificaciones con nombres in-
modernidad está definida por el encuentro
dígenas, a pesar de que inicialmente no fue-
inicial de indígenas y europeos hace cinco
ran los nombres de pila (Bulnes 1994). Es-
siglos, si no con un capitalismo postmoderno
tos hechos son conducidos por una nueva
que busca re-ejercer continuamente su do-
forma de definición de autenticidad que no
minio socio-económico, político y cultural a
está marcada por elementos locales si no, más
través de (no en) la negación de las diferen-
bien, por una globalización transformadora
cias (Amin 1997). Este empuje global ha
por las nuevas reglas del mercado capitalis-
obligado a los gobiernos y al Estado ecuato-
ta. De este modo se busca una autenticidad
riano a reconocer las comunidades indíge-
alejada de la concepción tradicional, es de-
nas, cuya opresión ha sido signo de la identi-
cir, lo auténtico como lo que representativa-
dad ecuatoriana desde los inicios republica-
mente es, sino lo auténtico como lo que uno
nos. Sin embargo, este movimiento conser-
cree o quisiera que sea. De esta manera des-
vador de los organismos capitalistas interna-
de sus primeros encuentros internacionales
cionales para buscar nativos y desarrollar-
el movimiento incorporó el hecho de que no

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los ha permitido al movimiento indígena res- te, que su voz sea escuchada. Esto es pri-
catar su identidad, pelear por acceso a las mordial porque no se puede argumentar que
tierras, reconocer el carácter pluricultural y sea el primer movimiento indígena que haya
multinacional del país y enfrentar a las ocurrido ni el de mayor envergadura en el
transnacionales petroleras (New York Times mundo andino. Las producciones históricas
2003). Lo que queda menos claro de este ren- argumentarían lo contrario. Lo que sí es di-
dez vous entre transnacionales financieras y ferente es que por primera vez, o después de
el movimiento son los silenciosos precios más de cuatro siglos, ocurre en un contexto
políticos que deben pagarse tras bastidores global que delimita e impacta el espacio lo-
que, en cierta forma, tienen ecos coloniales y cal en el cual los planteamientos del movi-
son ejemplo de proyectos fallido de clase en miento se han hecho inteligibles en términos
el territorio americano. occidentales y en maneras francamente
adaptables al sistema de mercado reinante.
Una de las principales contradicciones de este
Es por esto que “vestirse de indio” se ha con-
proceso político es el hecho de que los organis-
vertido, después de siglos de maltrato y ex-
mos internacionales que ahora estimulan un con-
plotación, en una realidad simbólicamente
texto en el cual pueda entenderse y reproducirse
lucrativa; utilizar y expresar símbolos que
el movimiento indígena son los mismos que ex-
demuestren autenticidad indígena puede abrir
plotan indiscriminadamente y mantiene en ex-
puertas a foros académicos, obtener apoyo
trema pobreza a la mayoría de la población del
de fundaciones extranjeras, préstamos de
Tercer Mundo. La pregunta no es tanto cómo
desarrollo e, inclusive, ser escuchado en al-
estos organismos de desarrollo capitalista podrían
tas cortes de justicia, dentro y fuera del país,
presentarse como benévolos con una cara y per-
vedadas a la mayoría de los ciudadanos del
versamente explotadores con la otra si no, más
Tercer Mundo. Es irónico que las institucio-
bien, cómo entender ambas caras (buscar nati-
nes que provocaron en un tiempo la debacle
vos a quienes brindar apoyo y mantener nacio-
de la población autóctona del continente,
nes tercer-mundista en condiciones jerárquicas
como iglesias, militares y capital global, aho-
de pobreza) como una y la misma cosa. Ambos
ra estén tan atentas a su lucha política y re-
procesos son parte de un sistema capitalista de
clamos culturales. Por eso no sorprende que
distribución no equitativa de recursos y de pro-
el movimiento recree, en muchas formas, el
tección de la propiedad privada y los derechos
sistema hegemónico que busca combatir. La
individuales en el ámbito económico. En este
cúpula del movimiento se encuentra ocupa-
contexto el apoyo al movimiento indígena es si-
da, mayoritariamente, por hombres con for-
milar a las intentos civilizadores practicados du-
mación académica y de la región Quechua-
rante la colonia, aunque los métodos sean dife-
andina. Las categorías de género, clase, idio-
rentes y la ideología dominante también haya
ma y región que han esclavizado al país des-
cambiado (Arce y Long 2000). Desarrollo y
de sus inicios son reconfiguradas por el mo-
modernización, en vez de civilización, son las
vimiento sin que, hasta el momento, haya
palabras claves de transformación e intervención
esperanzas de algún tipo de solución o, in-
transnacional (préstamos y una política repre-
clusive, teorización efectiva (Muratorio
sentativa a través de los medios globales) sin
1998); así, es necesario reconocer que el
necesidad de ocupación militar directa y permi-
movimiento forma parte de un sistema de
ten la reproducción simbólica de la diferencia-
producción occidental de más de cinco si-
ción capitalista.
glos y, en ese sentido, el indígena como nati-
En este medio de reproducción social el vo es la más auténtica producción de occi-
movimiento indígena ha logrado, finalmen-

O. Hugo Benavides 13
dente (Mignolo 1994, 2000; McClintock et to indígena se acerca a abismos mortales
al. 1997; Spivak 1999). cuando juega un juego de autenticidad re-
presentativa con poncho y celular en mano
Uno de los marcadores de la postmoder-
en vez de reconocer que la autenticidad está
nidad es la forma como los signos modernistas
dada con o sin poncho, con o sin celular. En
son reconfigurados para que dejen de represen-
última instancia el juego de ser auténtico es
tar sus significados iniciales, volviéndolos más
arma de doble filo y puede terminar
híbridos y multivocales, al mismo tiempo que
esencializando a quienes lo juegan (Baldwin
representaciones utópicas, totalizantes y singu-
1990; Deloria 1990).
lares dejan de tener resonancia. La figura del
nativo ha sido transformada desde un lugar u
objeto de diferencia y exclusión a uno El Estado y las vicisitudes del
reconfigurado dentro del centro mismo de una pasado hegemónico y la identidad
producción de identidad occidental (Min-ha indígena
1997). Las típicas figuras nativas de indios y
¡Cómo un indio va a venir a mandarnos!
negros (en el continente americano) van a ser
incorporadas a una producción occidental que Fernando Larrea (2001)
no les permite perder su diferencia y que, al En un artículo publicado póstumamente en
mismo tiempo, utiliza esta diferencia para de- 1988 el sociólogo Phillip Abrams cuestionó
marcar poder y pertenencia. Este doble proce- la mayoría de los estudios hechos sobre el
so histórico de alienación transformadora hace Estado y reconoció que los análisis habían
que el negro o afro-americano pertenezca más fallado por varios motivos; uno de los prin-
a América (o inclusive a Europa) que a Africa cipales es que los estudios escudriñan dema-
(Baldwin 1984). siado la figura del Estado como un ente tota-
La cercanía indígena al mundo occiden- lizador y misterioso y, de esa manera, han
tal es mayor que a sus propios dioses, terri- engañado con la máscaras de un Estado fic-
torio, lengua, y cultura. Además, la apropia- ticio. En otras palabras, para Abrams el Es-
ción de sus características culturales ha ocu- tado no existe como tal sino más bien como
rrido a través de la incursión occidental que res pública (en palabras de Marx), creado
define (o no) las relaciones establecidas. La por nuestros estudios, fantasías y, sobre todo,
imposibilidad de una genealogía pura y por el terror a la vida en su caótica existen-
desafectada no es un impedimento de auten- cia (Taussig 1992; cf. Radcliffe-Brown 1950
ticidad; es, más bien, el constante empuje de para un enunciado similar). Para Abrams
una sociedad occidental marcada por el con- existe un aparato estatal pero esta expresión
sumo y un mercado desigual que continua- de ninguna manera se puede confundir con
mente requiere que los nativos (en cierta el Estado en sí, que otorga la agencia y los
manera todos somos nativos de algún lugar) mecanismo de operación a ese terrorífico apa-
sean cada vez más auténticos a pesar de que, rato burocrático y militar.
o más bien porque, estamos en constante cam- De esta forma la pregunta sobre el Esta-
bio (Taussig 1992). La crisis no ocurre por do se vuelve una pregunta sobre agencia y
falta de autenticidad —todos somos auténti- poder, no sobre control y leyes estáticas. Esta
cos, especialmente en nuestros disfraces forma de ver al Estado en su máscara ante-
(Wilde 1964; Browning 1991; Butler 1993, rior y no en un misterioso fetiche que nunca
1997)— sino por llevar este juego de auten- se puede precisar es instrumental, me pare-
ticidad a sus extremos más ridículos: buscar ce, para entender los pasos hegemónico del
parecer indio cuando ya se es. El movimien- movimiento indígena en el futuro patrio na-

14 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


cional. La propuesta de Abrams ha tenido tender las transformaciones de la cultura
eco entre los estudiosos del Estado y la hege- popular (Yudice et al.1992) y los nuevos
monía, quienes la han apropiado para acer- movimientos sociales en Latino América (Es-
carse mas “realmente” a su configuración cobar y Alvarez 1992; Monsiváis 1997).
(Corrigan y Sayer 1985). El problema del
Una de las preguntas más singulares de
Estado deja de ser uno de identificación o
este aporte intelectual es como entender la
definición para volverse uno de articulación,
articulación de los gobiernos de turno en la
señalando que es necesario entenderlo (es
operacionalización de la hegemonía nacio-
decir, nuestra imaginación del mismo) para
nal y los movimientos contra-hegemónicos
salvaguardar nuestra existencia y futuro.
que, por definición, se encuentran en produc-
La contribución de Abrams también tiva reacción con el Estado que buscan trans-
refuerza los recientes análisis de hegemonía, formar e, incluso, desarticular. Así es facti-
especialmente como aplicados en contextos ble entender por qué los movimientos con-
latinoamericanos en la últimas décadas tra-hegemónico no sólo jamás podrían des-
(Silverblatt 1987, 1988; Fox 1990). Ningún articular en su plenitud la hegemonía nacio-
otro trabajo ha tenido mayor influencia en nal si no por qué, más bien, son en esencia
este sentido que el libro editado por Gilbert los mas radicales aportadores a la regula-
Joseph y Daniel Nugent (1994); los estudios ción hegemónica del Estado (Wylie 1995).
de este libro sobre la dominación histórico- Como ya entrevió Doris Lessing (1987) a
económica en México proponen una forma estas alturas del devenir histórico debería-
más sutil y “real” de producción hegemónica mos reconocer e incorporar el hecho de que
y de la figura del Estado en su intervención. todo movimiento progresista es siempre di-
Lejos de ser un programa estático propuesto visible por dos.
desde arriba por las elites económicas la he-
El movimiento indígena en el Ecuador es
gemonía se convierte en varios proyectos de
un agente poderoso en la deseada transfor-
Estado sustentados para mantener ciertas
mación de la hegemonía nacional hacia una
relaciones en su lugar y reproducirlas lo más
más democrática y de mayor igualdad en la
fehacientemente posible.
distribución de recursos socio-económicos.
La producción cultural y de identidades En este sentido ha obtenido claras victorias
es esencial en el mantenimiento de un status políticas, principalmente en el reconocimiento
quo y normatividad que permitan la desigual de sus ancestrales derechos territoriales y en
reproducción de la sociedad bajo el manto la defensa de su necesidad de auto-suficien-
de una moralidad reificada y, sobre todo, de cia productiva. Esto, a su vez, ha sido posi-
un sentido normativo del buen gusto y bue- ble y es permitido por los logros alcanzado
nas costumbres (Mosse 1985). La pregunta en los medios públicos. Desde una organiza-
va más allá de definir ficticiamente los pro- ción estructurada a través de décadas el mo-
ductores en última instancia de una hegemo- vimiento ha logrado afianzar una fuerza so-
nía “real” (e.g., clase alta, blancos, hombres) cial con base en mítines, manifestaciones
a entender como toda la sociedad está multitudinarias, paros, apoyo del exterior,
involucrada en sus propios sistemas de do- juicios y contienda electoral. Estos métodos
minación y reproducción social. Este giro a su alcance han permitido al movimiento
investigativo, tan esencialmente postmoderno transformarse en el de mayor importancia del
en su ambigüedad pero aun más postcolonial país, sobrepasando el laboral (FUT, Frente
en la constitución de la identidad local en un Unido de Trabajadores), de maestros (UNE,
mundo globalizante, es primordial para en- Unión Nacional de Educadores) y las tradi-

O. Hugo Benavides 15
cionalmente poderosas protestas estudianti- El movimiento indígena ha logrado ga-
les, y convertirse en una fuerza de contienda nar terrenos sobre sus rivales debido, en pri-
para cualquier municipio o gobierno de tur- mer lugar, a su transformación en una crea-
no. El movimiento también ha tenido sus pri- ción social postmoderna, mucho antes que
meras experiencias en el control directo del cualquier de los otros sujetos sociales del país.
aparato estatal a través de lo cargos de la En segundo lugar debido a su capacidad para
Cancillería, secretarías de gobierno y con- jugar el juego de la política nacional (siem-
greso nacional. Aunque esta experimentación pre viendo más allá de la frontera nacional)
directa con el poder estatal fue de corta du- mucho mejor que sus enemigos tradiciona-
ración debido a la terminación de su alianza les; este éxito le ha permitido acercarse a li-
con el actual presidente no deja de cobrar derar un Estado marcado por el menospre-
importancia el papel transformador para una cio y diferenciación de lo que es indio en com-
comunidad indígena que siempre se ha en- paración con la supuesta esencia representa-
contrado aislada del poder estatal y sufrió, y tiva del país (Silva 1995). Por último debido
en muchos casos continúa sufriendo, la ig- a la re-transformación política, inclusive los
nominia de la mayoría de los ciudadanos juegos de imágenes y espejos, presentándose
blancos/mestizos del país. Pero la trayecto- como más auténtico de lo que podría ser en-
ria del movimiento hace esencial preguntar: tendido; estas son marcas del rito de una au-
¿cuál es el papel del movimiento en la trans- tenticidad que continúa teniendo fuertes ele-
formación de la hegemonía nacional?; ¿cuá- mentos hegemónicos, a pesar de sus sujetos
les son los logros concretos, además de los sociales constitutivos.
reclamos territoriales, de su resistencia com-
Visto desde otra perspectiva el movimien-
batiente contra el Estado nacional? Dentro
to ha tenido la difícil tarea de tomar posicio-
de lo “real” ¿cuáles son la mejores maneras
nes de autoridad frente a un Estado que ha
de entender la contribución del movimiento
sido reificado en un ente institucionalmente
hacia los indios y todos los ecuatorianos, más
racista y discriminante, especialmente en su
allá de fantasías utópicas o de re-articula-
forma de constituir la ciudadanía nacional.
ciones racistas?
Esta participación ha sido más difícil de lo
Un acercamiento inicial a estas preguntas que se pensaba porque, inicialmente, el mo-
podría decir que aún cuando las propuestas vimiento estuvo en la oposición. En sus pri-
del movimiento son contra-hegemónicas se meros pasos políticos la plataforma política
encuentra en clara relación con un proceso de la CONAIE (1997) tenía menos que ver
hegemónico nacional y no fuera de él. Una de con una realidad concreta de gobernar que
la mayores victorias del movimiento para todo con una visión cosmológica del poder y sus
el país, sin ser su objetivo primordial, es la responsabilidades con respecto a los gober-
gran batalla representativa de lo que significa nados. Las continuas victorias del movimien-
reconocer la humanidad y valor político-cul- to, incluyendo su franca capacidad de aliar-
tural del pasado indígena. También se puede se con otros grupos y comunidades a pesar
reconocer un proceso mediante el cual no se de que históricamente representen visiones
necesita hablar de fantasías utópicas como opuestas, ha permitido un acercamiento al
victoria, ni siquiera de logros de contingencia, poder mucho mayor de lo que se podría pre-
pero sí de una mayor expansión del ámbito decir en tan poco tiempo.
político que permite una participación más
Esta cercanía en el manejo de un Estado
amplia de los ciudadanos actuales y de las
que una vez fuera distante y lejano permite
generaciones venideras (Foucault 1991).
reconocer un proceso hegemónico entre el

16 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


movimiento y el proceso de producción na- ca cada día más a tener que aceptar su papel
cional del país. El movimiento apoya la he- de líder en un país en el cual nunca fue acep-
gemonía nacional en varios niveles: el pri- tado pero que ahora se transforma y adapta
mero, posiblemente el menos problemático con una rapidez abrumadora y a la fuerza
de apreciar, es que todo movimiento contra- debido al cambiante mundo postmoderno de
hegemónico que busca desestabilizar un sis- exotismo, de manera que ahora debe sobre-
tema es cooptado si resulta exitoso. Esta fa- vivir con el nuevo matiz indígena de su iden-
lla esencial de la resistencia social fue detec- tidad. Esta cooptación del movimiento (po-
tada por Gramsci y Marx (Crehan 2002), dría, inclusive, llamarse re-alineación
por las visiones terroríficas (y acertadas) de hegemónica) no debe sorprender ni avergon-
George Orwell en su novela 1984 y por los zar. En cambio, el mayor desgaste puede
influyentes trabajos de Foucault (1980) so- ocurrir tratando de esconder este proceso de
bre el poder. El hecho de que el poder, como cooptación en vez de reconocerlo como ele-
el Estado, no existe como fuerza opresiva mento del proceso hegemónico que busca re-
por fuera de los sujetos sociales hace que éstos adecuarse como sea necesario; inclusive su
sean esenciales en su construcción, sobre todo disolución puede ser utilizada para asegurar
aquellos con mayor influencia nacional. su futura existencia (Fabian 1983).
El segundo nivel está marcado por la Como han visto el país y Latinoamérica
transformación de su poder, ya no como un toda revolución contra un poder hegemónico
movimiento de resistencia contra-hegemóni- trae consigo otro sistema y poder hegemóni-
co constituido desde afuera si no desde los co, obligando al sistema nacional a re-ali-
ámbitos más reificados del poder estatal, el nearse de una manera adaptativa a las nue-
palacio ejecutivo y el congreso nacional. En vas corrientes de vida. Este hecho no invalida
este nivel el juego (de constitución las revoluciones o el fracaso de todo proyec-
hegemónica) es más interesante pero también to progresista; es, más bien, la incorporación
eleva sus apuestas porque ahora no se trata de sus verdaderos logros y objetivos. El mo-
de disolver un Estado racista sino de tener vimiento indígena es una nueva fuerza
que defenderlo como parte constitutiva del hegemónica que incorpora muchos caracte-
movimiento. En otras palabras, aún cuando res existentes en la dominación nacional an-
el movimiento ha sido claro en catalogarse terior pero logra abrir más espacios de los
como perteneciente al Ecuador, pero no ne- que había anteriormente, aún cuando cierra
cesariamente ecuatoriano (de ahí la necesi- otros por las necesidades del poder. La espe-
dad de cambiar la Constitución para que re- ranza popular es que el proceso hegemónico
fleje esta realidad multinacional), cuando se se re-articule de manera que aquellos sujetos
hace cargo del Estado es imposible disolver- sociales que han sido violentamente consti-
lo sin auto-destruirse. Así se entiende porque tuidos a partir del agravio de sus derecho
los movimientos políticos previos, por bien logren un mayor campo de acción. Esta es-
intencionados que hayan sido, también tu- peranza es estimulada por un movimiento
vieron que lidiar con este absurdo político, indígena que ha logrado re-articular la cons-
existencialmente hablando. En un cuento de titución racial del país, a pesar de que ha te-
Giovanni Papini un individuo anti-religioso nido que pagar un alto precio político. El mo-
logra infiltrar la iglesia y ser elegido papa vimiento se presenta como el más “real” del
sólo para ver sus proyectos de destrucción país por su capacidad de representar la au-
cooptados en la continua transformación de tenticidad deseada, tanto para el público lo-
esa misma iglesia; así, el movimiento se acer- cal como internacional, por lo que es: un jue-
go de representación con altos riegos políti-

O. Hugo Benavides 17
cos. De esa manera ha ganado a la tradicio- bino como una historia viva con consecuencias
nal imagen de la nación y al Estado ecuato- para la existencia contemporánea de las comu-
riano en su juego de seducción, proponiendo nidades nacionales. En este contexto la autenti-
su propia historia nacional y re-creando nue- cidad es más apremiante que nunca, especial-
vas formas de autenticidad cultural. Queda mente en un mundo postmoderno en el cual las
por reconocer que, como todo movimiento relaciones de globalización nos empujan cada
nacional, continuará necesitando un Estado día más.
que lo legitime y una nación que salvaguar-
La autenticidad o, más correctamente, la
de su supervivencia. El futuro movimiento
búsqueda por una autenticidad efímera se ha
indígena (y, a estas alturas, el país entero)
convertido en uno de los principales valores
depende de estos ritos de autenticidad.
postmodernos precisamente porque la socie-
dad global, definida desde el punto de vista
Conclusión de Occidente, se encuentra cada vez más alen-
Lo que nadie antes de mí ha logrado tada por encontrar diferenciación y desarro-
tampoco yo lo puedo lograr y sólo he sido llarla. En esta contradicción global, una vez
capaz de imitar los errores de otros: más en esencia definitoria del momento
arrastro el peso de otros conmigo. O, más postmoderno que vivimos, organismos finan-
bien, creyendo que yo no he sucumbido cieros transnacionales como el Banco Mun-
sólo fui ellos, atrapado por las mismas dial, cada vez más conscientes de la crecien-
cadenas, en la misma prisión. te homogeneización cultural de Occidente,
Georges Bataille (1991) buscan nativos y diferencias para desarro-
llar y apoyar sin consciencia de que esta bús-
Este trabajo es resultado de una larga discu-
queda supone elementos del fracaso del mo-
sión con otros y conmigo mismo sobre el papel
delo de desarrollo occidental o la desapari-
político del movimiento indígena. Esta reflexión
ción de la diferencia que se busca apoyar.
no busca lograr un consenso objetivo, ni siquiera
tener entre sus manos un tipo de valor predictivo. En cierta manera el movimiento indígena
Al contrario, me siento partícipe de la transfor- es uno de los mejores ejemplos globales de la
mación del país hacia una sociedad más equi- producción local de los hechos de la
tativa; la transformación de las relaciones ra- globalización. Así como el inicio de la
ciales y de clases del país es de una necesidad globalización occidental y, por ende, de la mo-
apremiante. No hay duda que en las últimas dernidad marcó la debacle de las comunidades
dos décadas el movimiento indígena ha hecho indígenas en América la entrada a la
esta posibilidad más “real” que cualquier otro postmodernidad ha marcado, una vez más, la
movimiento en los dos siglos de historia repu- reinserción indígena en el contexto de las na-
blicana del país. Sin embargo, dentro de este ciones del mundo. Podrá haber tomado cinco
proceso de transformación se encuentran es- siglos pero las relaciones jerárquicas del mun-
pectros hegemónicos que no se pueden descui- do se están re-adaptando con una fuerte reac-
dar; más bien, se deben incorporar lo más ex- ción a su homogeneización y con reclamos a
plícitamente posible para el sincero desarrollo sus palabras vacías de igualdad, justicia, de-
del movimiento y la producción de una identi- mocracia y, sobre todo, civilización. Sin em-
dad ecuatoriana más democrática. Mi visión bargo, hay más preguntas que respuestas, par-
de estos hechos está formada desde un ángulo ticularmente en cuanto a la sinceridad del apo-
antropológico y, aun más específicamente, por yo dado al movimiento por instituciones y or-
haber participado como arqueólogo en la con- ganismos que, históricamente, han estado
tinua empresa de entender el pasado precolom- involucrados con su destrucción. El hecho de

18 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


recibir apoyo internacional para continuar la hacia afuera que, para empezar, nunca ten-
lucha por la identidad nativa no puede tener dría que haber sido puesto en duda. Por esto
otro resultado que destruir la diferencia, recrear los ritos de autenticidad, ser lo que no se es
mayor homogeneización y, peor aún, estable- para ser, se vuelven esenciales para el movi-
cer “nuevas viejas” relaciones de poder a tra- miento indígena y para todo movimiento
vés de (y ya no en reacción a) diferencias cultu- postcolonial de identidad en América. Estos
rales. Este es otro rasgo postmoderno: la domi- ritos participan de la contradicción presen-
nación política de la globalización está marca- tada por Lacan: “lo real” que nunca es lo
da por la incorporación y no por el desdén de la obvio si no lo que está dado por la conscien-
diferencia cultural. te búsqueda de aquello que nunca se puede
lograr pero que define lo que es (Zizek 2002).
Ubicado centralmente en esta discusión
está el hecho de la autenticidad y sus ritos. Esta es la encrucijada en la producción
El apoyo dado al movimiento indígena su- de las identidades postcoloniales (indígena,
puestamente pone en peligro su autenticidad ecuatoriana o latinoamericana) en el actual
nativa, un pequeño problema en un contexto contexto de globalización: se busca más de
global en el cual es cada vez más lucrativo lo que hay porque lo que hay es demasiado
ser nativo. Los miembros del movimiento doloroso para incorporar. La colonia dejó su
indígena se encuentran conectados tecnoló- legado internalizado en quienes somos hoy
gicamente con el exterior debido a viajes, en día, aún cuando lo que fue internalizado
celulares y al ciberespacio; esta conexión nos cambia todos los días precisamente porque
hace reconsiderar la imagen sufrida y el pasado cambia también (Kincaid 1997).
victimizada de la comunidad indígena, espe- Esta es la labor de la arqueología como cien-
cialmente cuando el movimiento busca pre- cia especializada en entender el pasado, en
sentar esta victimización histórica como la especial el pasado precolombino americano,
más “real” y, por ende, más verdadera. parte esencial del movimiento indígena y de
la nación ecuatoriana; ninguno de los dos
Los ritos de la autenticidad son una nece-
puede sobrevivir sin una versión nacionali-
sidad apremiante, marcada por procesos de
zada de la historia y, por ende, la arqueolo-
globalización, que nos hacen aparentar lo que
gía es parte primordial del proceso hegemó-
no somos para ser lo que somos. El movi-
nico nacional, lo quiera o no. Desgraciada-
miento indígena tiene que mantener imáge-
mente hasta ahora la arqueología ecuatoria-
nes de victimización porque sus mayores re-
na e, inclusive, latinoamericana ha hecho caso
presentantes ya no son víctimas. Sólo de esa
omiso de su incorporación hegemónica al
manera lograrán mantener una autenticidad
proceso de dominación nacional.

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O. Hugo Benavides 25
COMENTARIOS

Gabriel De La Luz Rodríguez actor que no se encuentra desligado del ám-


(Departamento de Ciencias bito estatal sino en una productiva tensión
Sociales, Universidad de Puerto con él. Esto, como bien argumenta el autor,
Rico, Río Piedras). no es razón para despreciar los alcances del
movimiento; todo lo contrario, esa relación
En su excelente ensayo Los ritos de la au- ambigua con el Estado permite el avance de
tenticidad: indígenas, pasado y el Estado reclamos indígenas concretos dentro de la
ecuatoriano Hugo Benavides logra, en tér- perspectiva nacional ecuatoriana pero, por
minos políticos y teóricos, un cruce intere- supuesto, también permite su cooptación y
sante y productivo entre lo mejor de la tradi- domesticación. Así, Benavides sitúa de ma-
ción marxista y subalternista. Esto, por su- nera compleja la trama ecuatoriana dentro
puesto, no es poca cosa. Lejos del populismo de un contexto global en donde la identidad
cultural que impera en ocasiones dentro de y la cultura no sólo vende, y vende bien, sino
los estudios postcoloniales, subalternistas y que resulta esencial para la reproducción del
los estudios culturales de nueva cuña el au- capitalismo tardío y sus elites. El riesgo de
tor se deshace de cualquier remanente re-colonización del movimiento indígena se
esencialista, ingrediente común en los discur- sitúa precisamente allí, en donde el liberalis-
sos afines a las políticas de identidad, para mo político y el capital postmoderno no se
entender las contradicciones de un movimien- sienten ya amenazado por el «otro» sino que
to social poderoso como el indígena en Ecua- lo reclaman con furor a través de un
dor; éste se interpreta a través del crisol de multiculturalismo simplón. ¡Aquí hay cabi-
sus tensas relaciones, casi agónicas, con el da para todos! Claro, siempre que se respete
Estado nacional ecuatoriano para entender la civilidad liberal, es decir, que los funda-
tanto sus limites discursivos (los del movi- mentos del sistema capitalista nunca se cues-
miento y los del Estado) como su potenciali- tionen. Aquí parece jugarse la vida el
dad democrática dentro del entorno social indigenismo. ¿Cómo impulsar sus reclamos,
ecuatoriano (de nuevo, los del movimiento y algunos de los cuales se encuentran en fran-
los del Estado). ca contradicción con el capital y el sistema
inter-estatal que lo defiende, vía la política
Benavides analiza esta dialéctica desde
nacional?; ¿cómo explotar los límites de lo
una perspectiva neo-marxista que deja atrás
posible dentro de los canales oficiales del
cualquier determinismo económico para en-
Estado ecuatoriano? Acercarse a la contra-
tender lo social, es decir, la formación social
dicción de manejar el Estado como fuerza
ecuatoriana, como un todo estructurado y ar-
revolucionaria, como alguna vez sugirió
ticulado por una fuerza hegemónica especí-
Lenin, no resulta fácil; tampoco resulta fácil
fica (una clase dominante blanca y mestiza).
analizar ese proceso y aquí el ensayo de
Este esquema plantea, con ecos de Gramsci
Benavides adquiere una importancia vital.
a través del último Nicos Poulantzas, que el
Estado no es una cosa sino un entramado de Hay, sin embargo, un argumento que con-
relaciones sociales de poder. Esta perspecti- sidero ambiguo, cuando no problemático. El
va es de suprema importancia ya que se trata autor sucintamente explica el papel de la ar-
de entender el movimiento indígena como un queología nacional en el fomento de ciertos

26 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


discursos opresivos a lo indígena. En otras situación. Aunque uno pueda comprender las
palabras, apunta a la forma como la arqueo- condiciones que originan la contra-narrativa
logía oficial ha invisibilizado la presencia histórica indígena ¿no resulta tan problemá-
activa de los grupos amerindios a través de tica como la oficialista en su romantización
la historia del país. Como respuesta a esto de un pasado que nunca fue? Más aun, ¿no
Benavides señala cómo el movimiento, por podrá esta mistificación del pasado dar más
su lado, ha logrado construir una historia no- municiones al multiculturalismo liberal en su
oficial que se ampara más en el mito y la intento de domesticar al movimiento? Por
utopía que en la actividad científico- supuesto que la arqueología tiene que incor-
investigativa de la arqueología y la porar la voz indígena; sin embargo, ¿se po-
etnohistoria tradicional. Esta contra-historia, drá hacer esto sin colonizarlo en cierto modo,
de alguna manera, sirve de antídoto a lo que es decir, sin hacer del indígena un
resulta ser otra mitologizada historia fomen- arqueólogo?; ¿cómo se articula esto con el
tada, esta vez, por la arqueología de las elites esencialismo estratégico que el autor descri-
o, por lo menos, vulgarizada en textos de his- be como fundamental dentro de la praxis
toria oficial. Benavides señala que ha habido memorial del movimiento indígena? A mi me
excepciones en este panorama; por ejemplo, parece que la arqueología como ciencia so-
menciona a los arqueólogos sociales; sin cial aporta algo importante a un debate que
embargo, en su opinión inclusive este tipo de la arqueología tradicional positivista y los
arqueología ha sido cómplice de las prácti- nativismos exotizantes de algunos sectores
cas colonialistas de la arqueología mas tra- del movimiento indígena no traen a colación;
dicional al no dar voz o no hacer participe al esta es una perspectiva de totalidad concreta
indígena en la producción de conocimiento que sobrepasa, radicalmente, los
antropológico. Supongo que a esto se refiere particularismos de las otras dos posiciones.
Benavides cuando argumenta que «aún más Esa noción comprensiva de totalidad es, pre-
problemática es la realidad del fracaso de la cisamente, la que necesitamos para poder
arqueología como ciencia social en incorpo- construir un verdadero juicio crítico.
rar los grupos oprimidos que buscaba legiti-
mar, no sólo en sus investigaciones sino, in- Joanne Rappaport (Department of
clusive, en sus resultados de investigación”. Spanish and Portuguese,
Esto lo lleva a esgrimir que “esta realidad, Georgetown University).
sobre todo, de una arqueología que en sus
mejores momentos busca personalmente Los antropólogos que escribimos sobre los
aliarse con su principal sujeto de investiga- nuevos movimientos sociales, en particular
ción ha motivado a ese sujeto indígena a cons- sobre los movimientos indígenas, no sólo te-
truir su propia historia y, a través de ella, nemos la obligación de describir y analizar
legitimar su propio y contradictorio poder la realidad que estudiamos sino entrar en diá-
nacional y reproducción narrativa». logo con estos actores sociales. La coyuntu-
ra histórica que vivimos, cuando frecuente-
¿Significa todo esto que la arqueología
mente tenemos el mismo acceso que los ac-
ya no tiene nada que contribuir a esa lucha?;
tores que estudiamos a los dispositivos de
¿que es ajena a la reconstrucción histórico-
evaluación, a las herramientas metodológicas
política que necesita el movimiento indígena
y a la financiación, juega un papel transfor-
para su sustento? Sin pretensiones
mador en nuestra práctica investigativa. La
objetivistas ni tutelares me parece que la ar-
sofisticación de los actores sociales trascien-
queología como ciencia social e histórica tie-
de la sofisticación de los observadores: tie-
ne mucho que brindar con respecto a esta

O. Hugo Benavides 27
nen a su alcance canales de comunicación enfatizar su diferencia mediante la adopción
que no tenemos nosotros; ocupan puestos de de ciertos rasgos, como el vestuario o la len-
poder, tanto dentro de las estructuras tradi- gua, que antes funcionaban como marcado-
cionales de gobierno como en el mundo no- res étnicos pero que hoy día no son suficien-
gubernamental. Desde el punto de vista de tes para proyectar el significado de la identi-
las ciencias sociales nuestras aproximacio- dad indígena. Por otro lado Benavides ob-
nes teóricas tienen que abarcar toda esa com- serva que estos actores, vestidos de indios
plejidad y no confinarse a la descripción de pero exhibiendo una sofisticación política, se
sociedades indígenas enquistadas en un “pre- apropian de las fuentes de poder en nuestras
sente etnográfico” ni tampoco a una mirada sociedades —la financiación externa y las
que los muestra como víctimas de un proce- posiciones gubernamentales, entre otras— en
so de modernización que los canibaliza. Ya una serie de actitudes que desmientan sus
no podemos ser observadores paternalistas intenciones políticas de representar a una base
sino que tenemos que entrar en un intercam- indígena contra el neoliberalismo. Armado
bio entre iguales o, frecuentemente, en una con toda una gama de dispositivos teóricos
interlocución cuyas reglas están controladas que problematizan el papel del etnógrafo y
por aquellos que, tradicionalmente, ocupa- el carácter de la etnografía modernista
ban una posición subalterna respecto a los Benavides cuestiona la autenticidad del
investigadores externos. Bajo estas circuns- liderazgo indígena ecuatoriano.
tancias ellos determinan, en parte, cuáles van
En teoría lo que plantea Benavides es muy
a ser nuestras contribuciones, no sólo al pro-
interesante porque señala una serie de pun-
ceso social sino a la ciencia misma.
tos álgidos que los investigadores sociales
¿Cuáles son nuestras obligaciones en esta tenemos que considerar si vamos a forjar un
nueva coyuntura? Mientras que nuestras re- diálogo entre iguales con los indígenas: ¿cuá-
laciones con los nuevos actores sociales ha les son los impactos de la financiación exter-
cambiado, llevándonos a una inserción en las na en los movimientos alternativos?; ¿es real-
realidades que estudiamos —inserción que mente un avance político lograr puestos eje-
evitábamos en el pasado, aunque siempre cutivos en el gobierno?; ¿hasta qué punto
estábamos implicados en la realidad que es- logra el discurso cultural implantar un nue-
tudiábamos—, creo que todavía es nuestro vo sentido de identidad y hasta qué punto
deber producir análisis rigurosos de la reali- introduce un discurso culturalista vacío? Des-
dad, interpretaciones que tengan en cuenta afortunadamente Benavides lanza preguntas
las complejas redes de relaciones entre indí- críticas pero se niega a acercarse a ellas con
genas, la sociedad nacional y el mundo el rigor que es debido en un científico social.
globalizado pero que, a la vez, no abando- Menciona a unos cuantos dirigentes que an-
nen el estudio de la textura de la vida cotidia- dan con teléfonos celulares, vestidos de in-
na, los detalles que siempre han caracteriza- dios, pero no indaga de una forma sostenida
do la interpretación etnográfica. y seria la cuestión de qué significa ser indí-
gena hoy en día en el Ecuador y cómo es la
La polémica de Hugo Benavides intenta
multiplicidad de las aproximaciones a la
entrar en diálogo desde una posición crítica
indianidad en un país con un movimiento tan
con el movimiento indígena ecuatoriano en
desarrollado como CONAIE. En mi opinión
torno a la problemática de la autenticidad.
Benavides ha optado por la solución fácil:
Según lo que he podido percibir en su artícu-
poner en la mesa ciertos estereotipos comu-
lo por un lado le preocupa el hecho de que
nes en vez de enfocar sus poderes de obser-
los dirigentes indígenas de hoy tengan que
vación en la complejidad de la expresión

28 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


identitaria indígena moderna. A lo largo del movimientos indígenas del mundo andino.
artículo trae a colación el hecho del apoyo Analizaré el trabajo en cuestión a partir de
inicial del movimiento al gobierno de mi locus de enunciación aymara, desde don-
Gutiérrez y el hecho de que una indígena de esgrimiré mis puntos de vista y elementos
ocupa la Cancillería pero no pregunta en de- argumentativos. En tal sentido también mi
talle acerca de las implicaciones de estos he- intervención será un acto político, pero no
chos en la construcción del pluralismo a ni- buscando una estéril confrontación, menos
vel nacional o sus efectos directos dentro de con el ánimo de asumir al otro como un ene-
la CONAIE. Su artículo, a pesar de su sofis- migo y desconocido si no, más bien, como
ticación teórica, no deja de ser una suerte de un hermano y conocido, uno de los princi-
editorial periodístico. pios indígenas por el cual runa o jaqi o per-
sona presentan esa dimensión. Consecuente-
Si nuestro deber como científicos socia-
mente, se trata de tender puentes
les es entrar en un nuevo diálogo con el mo-
comunicativos entre diferentes visiones,
vimiento indígena no basta con lanzar críti-
identitarias o paradigmáticas.
cas sustentadas por estereotipos. Tenemos
que entrar en un diálogo serio en el cual nues- La realidad periférica latinoamericana se
tras observaciones nutran la conversación, constituyó bajo el consabido ideal de la mo-
mostrando nuestra voluntad real de alcanzar dernidad o la globalización que se había asen-
el pluralismo y la igualdad. Si manejamos tado en cuatro sustratos: colonialidad,
los mismos discursos de siempre, criticando etnicidad, racismo y novedad (Quijano y
a los indígenas por su “falta de autenticidad”, Wallerstein 1992); enfatizo el último concep-
no logramos sino mantener las mismas rela- to. Con esto quiero sugerir la doble partida
ciones tradicionales entre los estudiosos y el del análisis de Benavides; en vez de hablar
sector indígena. Dado que los indígenas ya sólo de los ritos y la autenticidad indígena
tienen las herramientas para trascender estas también es necesario mencionar los ritos y la
relaciones nos van a dejar atrás, ahogándo- autenticidad del Estado ecuatoriano.
nos en el paternalismo y en la imposibilidad
Para los indios es vital mirar el pasado
de contribuir con nuestras observaciones a
pues desde allí se puede entender clara y
la construcción de una nueva sociedad.
críticamente nuestro presente; de ahí que uti-
lizaré el paradigma aymara del qhip nayra,
Marcelo Fernández-Osco (Taller de una visión del pasado y del presente
Historia Oral Andina). (Fernández 2004:1-2). En la cosmovisión in-
dígena el pasado se encuentra situado en fren-
El sugestivo artículo de Benavides trata so-
te, a manera de un espejo. De ningún modo
bre el papel del pasado en la política actual
el pasado se puede asumir como una cues-
del movimiento indígena del Ecuador. La “in-
tión mecánica que se repite, pues tanto la his-
tersección entre lo local y global, entre la tra-
toria como el presente se modifican constan-
dición y el postmodernismo” es un análisis
temente. Aunque los movimientos indígenas
profundamente reflexivo y, a la vez, de nota-
desafiaron y desafían el mito de la moderni-
ble relevancia social y política para quienes
dad y la globalización, tal vez más que nin-
deseen comprender y afrontar la problemáti-
gún otro sector, también encarnaron la posi-
ca de los pueblos indígenas, en general, y
bilidad de una modernidad o globalización
ecuatorianos, en particular. A más de ser un
distinta, más real que poética, considerando
acto intelectual es un acto político de enor-
que tales conceptos, por definición y por prin-
mes consecuencias políticas globales porque
cipio, están basados en la negación, el racis-
involucra y compromete al conjunto de los

O. Hugo Benavides 29
mo y la exclusión de los mundos indígenas la descolonización de ciertos núcleos
(Dussel 1995; Mignolo 1995). institucionales duros, como las Fuerzas Ar-
madas. Así nos encontramos, al menos, con
Ante la pregunta de por qué el éxito político
dos momentos de acto político: la descoloni-
indígena tuvo que aliarse con la instituciones
zación estatal y su negociación. La realidad
militar y religiosa, aún a sabiendas de que en el
ecuatoriana se encuentra aun dominada por
pasado tuvieron que ver con su propia “des-
relaciones neo- coloniales o de colonialismo
trucción indígena” y son parte del legado colo-
interno que suponen discriminación, corrup-
nial, Benavides responde que tal “recuperación”
ción, despotismo, nepotismo, prebendalismo
se debe al proceso de “diferenciación y exclu-
o autoritarismo, también formas de racismo
sión del Estado [que] también dejan entrever
hecho conciencia (Fernández 2004:XXIII) y
una revaloración del pasado que busca legiti-
práctica. De modo que no es lo mismo nego-
mar y dar una proyección histórica a sus aspi-
ciar en situaciones de desigualdad que nego-
raciones”. En parte estoy de acuerdo con el ar-
ciar entre diferentes, en cuyo caso, inevita-
gumento pero la historia de opresión colonial
blemente, se habrán de tener resultados como
—colonialidad del poder (sensu Quijano 2003)
lo sucedido en el Ecuador. El movimiento
o diferencia colonial (sensu Mignolo
político indígena una más vez puso al desnu-
2003:68)— nos permite ver el lado oscuro de
do las huellas de esa antigua colonialidad de
esa globalización-modernidad que se sintetiza
saber y poder y, al mismo tiempo, plantea-
en el Estado ecuatoriano; dicho de otro modo el
mientos y concepciones de buen gobierno que
Estado es una “novedad” que se estructuró so-
nos muestra como otra novedad. En esta
bre las mismas bases coloniales que, según
misma dirección conceptos como “pre co-
Rivera (1993), se transformaron en “colonia-
lombino”, producto de la disciplina arqueo-
lismo interno” con fines de disciplinamiento del
lógica que también se torna en identidad del
indio, de exclusión y escarnio de su cultura.
autor, se anteponen para interpelar la identi-
El indio no permaneció en statu quo sino dad indígena ¿no será otra forma de reforzar
que, también a efecto de esa novedad, se la centralidad de esa colonialidad saber-po-
transformó; inclusive, reapropió los elemen- der? Porque las invenciones de la disciplina,
tos de opresión sin perder la capacidad como “precolombino”, son también parte de
subvertora de los mecanismos y tecnologías lo que he definido como esa novedad.
coloniales. Uno de los ejemplos más claros
El movimiento político indígena tendría
es la trilogía jurídica indígena del ama suwa/
que cuestionar y poner al desnudo el lado
no seas ladrón, ama qilla/no seas asesino y
oscuro de esa democracia propietarizada que
ama llulla/no seas flojo que se redefinió bajo
funciona montada en la miseria del indivi-
los paradigmas de la religión católica de la
dualismo colonial. La pregunta es pertinen-
trinidad –el padre, el hijo y el Espíritu San-
te: ¿es posible una democracia intercultural
to– desde la conquista; el orden colonial fue
en la cual los distintos sean representados en
irascible e intolerante frente a la religiosidad
condiciones iguales? El texto de Benavides
del mundo indígena, pero fue sometido a una
avizora la brecha entre lo que se dice y lo
progresiva praxis de descolonización. Aun-
que se hace como rasgo central del accionar
que la conquista se hizo a costa de la reduc-
político oficial ecuatoriano. La doble moral
ción de la religiosidad indígena no es menos
es un rasgo fundamental de una realidad sus-
cierto que de esa manera pudo reconstituirse.
tentada en la matriz colonial.
Las alianzas de los indígenas con los mi-
Rivera (1986:33) advirtió que “la historia
litares en Ecuador en 1999 y en las eleccio-
oral india es un espacio privilegiado para des-
nes del 2002 deben entenderse en ese marco:

30 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


cubrir las percepciones profundas sobre el or- más profundas como una transformación, un
den colonial y la requisitoria moral ... que mol- vuelco de la política o, por lo menos, el reco-
dean tanto el proceso de opresión y alineación nocimiento de la(s) diferencia(s) política(s).
que pesa sobre la sociedad colonizada como la En ese sentido no podemos hablar de inclu-
renovación de su identidad diferenciada”. Por sión sino de coexistencia de visiones, prácti-
lo tanto, la conexión entre la arqueología y el cas políticas y democracias diferentes.
movimiento político indígena tendría que ha-
ber tendido a la reconstitución de valores de Patricia Ayala Rocabado (Instituto
tipo hermenéutico-político. En la cosmovisión de Investigaciones Arqueológicas y
indígena el pasado funciona como mecanismo Museo, Universidad Católica del
interpretativo; siendo así la arqueología debe- Norte).
ría asumirse en esa perspectiva que no sólo de
cuenta de lo que pasó sino por qué pasó y quién Desde hace por lo menos dos décadas los
tenía razón en los sucesos. movimientos indígenas han alcanzado alta
En parte estoy de acuerdo con que el in- visibilidad y ganado espacio en el plano po-
dio o “indígena es la más auténtica produc- lítico de diferentes países de América Lati-
ción del occidente”; es decir, otra novedad. na. Este proceso ha repercutido fuertemente
Pero, entonces, ¿cómo podemos explicar las en el desarrollo de Ciencias Sociales como
propuestas de auto-determinación política? la arqueología y la antropología, sobre todo
No creo que la cuestión indígena se tenga porque quienes trabajamos en estas discipli-
que resolver o, al menos, entender en térmi- nas ya no somos simples espectadores sino
nos constitutivos de una relación binaria en actores activos de este proceso de reivindi-
la cual el otro es la dominación, en el marco cación étnica. Imposible negarlo: la construc-
de las contradicciones estructurales de clase. ción de identidades indígenas se fundamen-
El movimiento político indígena no tiene que ta, en parte, en el rescate cultural e histórico
explicarse, necesariamente, única y exclusi- de estas poblaciones, razón por la cual,
vamente a partir de la genealogía occidental querámoslo o no, somos actores activos de
de pensamiento; quizás se puede explicar con este escenario social. Esta es, sin duda, una
la ayuda de ciertos conceptos andinos como oportunidad para asumir que la ciencia no es
pachakuti, que significa la revuelta o reno- neutral o apolítica y que su desarrollo está
vación total, o, acaso también, desde la dife- estrechamente vinculado con su contexto
rencia colonial (Mignolo 2003) que nos per- social de producción (McGuire y Navarrete
mite dar cuenta del racismo político ecuato- 1999; Ayala 2003).
riano en su versión militar. De hecho, el acto Analizar el actual proceso de etnización
político indígena es un acto contra esa políti- que se vive en Latinoamérica involucra un
ca que reduce instrumentalmente al ciudada- posicionamiento de nuestra parte respecto a
no a un voto, reificando la novedad del voto la realidad en la cual nos desenvolvemos
como un acto democrático. como cientistas sociales, una realidad en la
Finalmente me gustaría comentar sobre cual somos varios los actores interesados en
el sentido de la palabra “multinacional”; pien- el pasado precolombino porque tiene conse-
so que es otra novedad de lo mismo porque cuencias sociales, políticas y económicas para
el Estado ecuatoriano intenta incluir a los las poblaciones indígenas contemporáneas.
indígenas en los juegos de su práctica políti- La emergencia del sujeto indígena ha produ-
ca tradicional. Más bien creo que los movi- cido una redefinición de fuerzas en el espa-
mientos indígenas están proponiendo cosas cio social: actualmente existe otro actor que
reivindica sus derechos culturales y reclama
O. Hugo Benavides 31
la legitimidad de su producción histórica en y distante construido por las investigaciones
un contexto en el cual, años atrás, era princi- arqueológicas y etnohistóricas, reinterpretado
palmente el Estado, en conjunto con y transformado en la producción de la histo-
arqueólogos e historiadores, el que otorgaba ria indígena ecuatoriana que propone una in-
sentido, construía y estudiaba el pasado. La terpretación alternativa de los datos y usa un
conformación de una identidad étnica es un lenguaje caracterizado por su involucramiento
posicionamiento político de los actores fren- y cercanía en y con el pasado.
te a su tradición cultural (Isla 2002) y con-
En otro contexto suramericano, el de la et-
duce al planteamiento de demandas por la
nia atacameña del norte de Chile, la construc-
propiedad, el control, los derechos y la defi-
ción identitaria considera diferentes formas de
nición de recursos culturales, simbólicos y
utilización del discurso arqueológico en favor
económicos que las poblaciones indígenas
de su legitimación y validación cultural y polí-
consideran suyos.
tica ante el Estado. En este proceso la visión
Benavides viene a enriquecer, sustancial- del pasado que entregamos los arqueólogos en
mente, la comprensión de este problema con textos, imágenes y salas de exhibición
su análisis del caso ecuatoriano, consideran- museográficas es copiada y/o seleccionada para
do una perspectiva integral a partir de la cual luego ser apropiada con miras a destacar aque-
es posible visualizar la intersección entre lo llos aspectos que fortalecen el proyecto de iden-
local y lo global, entre lo tradicional y lo tidad atacameña. Algunos miembros de esta
postmoderno, en un proceso que considera la etnia visitan la biblioteca y el museo local con
recuperación histórica y el papel del Estado el fin de “recuperar su tradición perdida”, re-
en la construcción de la identidad étnica del construyendo, así, un pasado de resistencia
Ecuador. Su enfoque presenta al movimiento cultural ante el arribo de influencias externas
indígena ecuatoriano como una producción lo- (Tiwanaku, los Incas y los españoles) y plan-
cal de los hechos de la globalización y plantea teando una continuidad cultural desde perío-
que el rito de la autenticidad es uno de los dos arcaicos de ocupación al destacar la fecha
principales valores postmodernos precisamen- de 10.000 A.P. como hito histórico de su pre-
te porque la sociedad global, definida desde el sencia en el territorio que ocupan. En este caso,
punto de vista Occidental, se encuentra cada de manera similar a lo planteado por Benavides,
vez más alentada a encontrar grupos diferen- ser atacameño amerita una serie de ritos de au-
tes a los cuales desarrollar/civilizar. En estas tenticidad porque no basta con ser indio sino
circunstancias el movimiento indígena ecua- que es necesario representarse como tal y, ade-
toriano se nutre del pasado precolombino, el más, ser reconocido legalmente ante el Estado
punto de partida desde donde se construye y a través de su inclusión en la Ley Indígena
mantiene la coherencia interna que sustenta (19.253). Se trata de un juego de representa-
su identidad; este pasado es idealizado y hu- ciones sociales en el cual ciertos líderes utilizan
manizado en su relato y a él se retorna en bus- reproducciones de vestimentas y tocados pre-
ca de aquello que no está, esa sociedad colombinos, así como otros replican prácticas
igualitaria, armónica y en perfecto balance con prehispánicas como la producción de herra-
su entorno; este pasado legitima su actual rei- mientas líticas por considerarlas parte de su
vindicación étnica, una historia viva que ali- acervo cultural. En esta misma línea las orga-
menta su lucha contemporánea por la igual- nizaciones atacameñas, en conjunto con la Cor-
dad y los derechos humanos. En este sentido poración Nacional de Desarrollo Indígena, im-
el pasado es manipulado como parte de la es- pulsan y patrocinan desde hace dos años la rea-
trategia política indígena, la cual supone una lización de una feria de intercambio en la fron-
revisión y reacción ante el discurso cientificista tera chileno-boliviana; algunos dirigentes étnicos

32 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


se pasean entre los concurrentes con el fin con- parte de la historia oficial ya que la posibili-
trolar que los productos sean trocados y no ven- dad de crear una historia alternativa no exis-
didos porque el trueque es lo auténtico, lo pro- te, como tampoco existe una posición de po-
pio, lo tradicional, lo ancestral, mientras la der desde donde hacerla. En este sentido los
mayoría de los participantes prefiere una tran- atacameños plantean que quieren difundir sus
sacción monetaria. La búsqueda global de la tradiciones y su patrimonio histórico y cul-
diferenciación planteada por Benavides tam- tural a través de programas de educación en
bién repercute al interior de esta etnia ya que se las escuelas y en los medios de comunica-
han constituido varias comunidades atacameñas ción (Greene 2003).
en busca de un acceso más directo a los benefi-
Otro hecho que Benavides desglosa de
cios sociales y económicos que esto les reporta
este proceso de producción histórica es el
(postulación a proyectos, becas de estudios,
papel alienante que ha tenido la arqueología
etc.). Para su reconocimiento étnico la Ley In-
ecuatoriana en la construcción del pasado
dígena solicita que se cumplan cuatro elemen-
prehispánico y la negación de la historia in-
tos claves que pueden darse en forma conjunta
dígena. Este es el resultado de nuestra pro-
o aisladamente pero que la agrupación debe
pia historia como disciplina, ya que no pode-
señalar como razón o fundamento para su cons-
mos olvidar que sus orígenes están vincula-
titución como comunidad: provenir de un mis-
dos con el momento de construcción de los
mo tronco familiar, reconocer una jefatura tra-
Estados-nación, cuando los resultados de las
dicional, poseer o haber poseído tierras indíge-
investigaciones arqueológicas eran usados
nas en común y provenir de un mismo poblado
como elementos articuladores de la identi-
antiguo. Este último requisito ha sido reitera-
dad nacional. Además, la arqueología y la
damente utilizado, ya que varias comunidades
antropología nacieron en un contexto de co-
atacameñas se han apoyado en la presencia de
lonización; a partir del conocimiento del otro,
asentamientos (aldeas o pukaras) precolombi-
de su cultura y su trayectoria histórica, Oc-
nos para legitimarse como tal, razón por la cual
cidente desarrolló sus planes de dominación.
en repetidas ocasiones investigadores de la zona
La negación de la historia indígena se
hemos recibido cartas de estas agrupación soli-
visualiza en la forma como la arqueología
citando información arqueológica que los ayu-
ha construido, tradicionalmente, el pasado
de en este proceso.
como objetivo, distante y desligado del pre-
Según Benavides el movimiento indíge- sente; así se construyó el concepto del “otro
na del Ecuador vive una singular coyuntura del pasado”, de las “sociedades
de producción histórica de la cual se despren- prehispánicas” cuyos nexos con las pobla-
den hechos como la centralidad de la trans- ciones indígenas actuales no se explicitan a
misión oral y de los testimonios en este pro- pesar de que forman parte de su historia.
ceso, así como la necesidad de escribir una Según Preucel y Hodder (1996) la identidad
historia indígena alternativa a la nacional para Occidental se construye por referencia a la
que sea oficializada. Sin duda se trata de una diferencia; en este sentido lo otro es, simple-
de las mayores victorias de este movimiento mente, lo opuesto a uno mismo. Ante este
social ecuatoriano ya que en países como hecho los grupos indígenas consideran que
Chile, donde no existe un movimiento indí- ese discurso los sitúa en posiciones subordi-
gena propiamente sino un proceso de nadas, un “otro” abstracto y deshumanizado.
etnización y diferenciación creciente impul- Los indígenas rechazan ser definidos en tér-
sado por el Estado (Gundermann 2000), la minos negativos: su propia historia, y en sus
estrategia consiste en negociar con el poder propios términos, debe ser considerada e in-
central para obtener reconocimiento como cluida en el diálogo social para comprender

O. Hugo Benavides 33
las diferentes identidades a través de un pro- bito de la difusión no sólo implican una res-
ceso de negociación y discusión (Uribe y puesta a las demandas indígenas en estos
Adán 2003). contextos sino también un cambio significa-
tivo en la práctica arqueológica y, con ello,
Para Benavides los arqueólogos nos en-
una ruptura con el discurso oficial. De este
contramos en una sutil encrucijada, entre
modo la distancia y exclusión del otro co-
legitimadores inconscientes de más de cua-
mienzan a dejarse de lado para dar paso a
tro siglos de explotación económica y cultu-
una arqueología más cercana y comprometi-
ral y, especialmente en las últimas décadas,
da con los intereses indígenas y con las nece-
como interesados en apoyar políticamente a
sidades de la sociedad en general.
las comunidades indígenas, las más cerca-
nas descendientes de las sociedades preco- Un último aspecto que quiero comentar
lombinas que estudiamos. Este dilema ha es que Benavides percibe como un fracaso
implicado que existan excepciones al discur- de la arqueología como ciencia social en
so arqueológico hegemónico que legitima el Ecuador el hecho de que su alianza con su
poder estatal pero que, para el autor, consti- principal sujeto de investigación motivó a ese
tuyen aportes más bien personales, con limi- mismo sujeto indígena a construir su propia
taciones y fracasos. En estas circunstancias, historia y, a través de ella, a legitimar su pro-
a pesar de estas contribuciones, Benavides pio y contradictorio poder nacional y su re-
considera que el discurso histórico desarro- producción narrativa. Desde mi punto de vis-
llado por la arqueología en Ecuador es mu- ta esto es más bien un aporte de esta corrien-
cho más fuerte y marcadamente hegemónico te porque este contexto de intervención de
que las características personales de los in- arqueólogos sociales y de empoderamiento
vestigadores. Ante esto pareciera no haber indígena evidencia un cambio social sustan-
opción de cambio. Sin embargo, de manera tivo: los indígenas antes no tenía ninguna
similar a lo descrito para el caso ecuatoria- posibilidad de producir una historia oficial
no, en países como Bolivia, Argentina y Chi- y, menos, tener una posición de poder a par-
le son varios los proyectos de investigación tir de la cual interpelar al Estado, hacer es-
que están integrando a las comunidades in- cuchar su voz y elegir su propio destino. La
dígenas en la reconstrucción de su pasado; arqueología social es una de las líneas de
también se realizan actualmente proyectos de pensamiento más fuertes de la arqueología
puesta en valor, protección, conservación y latinoamericana (Macguire y Navarrete
administración indígena de sitios arqueoló- 1999; Benavides 2001), sobre todo ahora que
gicos, además de programas de difusión e sus planteamientos sobre el compromiso so-
implementación de salas de exhibición co- cial del arqueólogo cobran más sentido que
munitarias (Navarro 1998; Monné y nunca en los escenarios de emergencia étnica.
Montenegro 2001; Ayala 2003; Ayala et al.
2003; Bravo 2003; Capriles 2003; Carrasco Cristina Garrido (Departamento
et al. 2003; Fernández 2003; Jofré 2003; de Ciencias Sociales, Universidad
Nielsen et al. 2003; Romero 2003). Consi- Arturo Pratt).
derando esta diversificación de experiencias
en otros países latinoamericanos lo plantea- Comentar el artículo de Hugo Benavides ha
do por el autor en cuanto a la hegemonía y sido una interesante experiencia de reflexión
fortaleza del discurso arqueológico oficialista disciplinaria dada la relevancia de los movi-
en Ecuador no es extensivo, necesariamente, mientos indigenistas como organizaciones
a otras realidades; el incremento de proyec- socio-políticas que han logrado posicionar
tos de este tipo y la creciente labor en el ám- espacios de diálogo entre la sociedad civil y

34 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


el Estado. Mi trabajo ha abordado el emer- para lograr reconocimiento y legitimación a
gente fenómeno de colectivización política sus demandas; sin embargo, su interlocución
indígena surgido en las últimas décadas des- y representación se conforman desde la ins-
de grupos étnicos andinos de Chile. Como titución estatal y no fuera de ella, esto es, no
cualquier ciudadano latinoamericano media- constituye un movimiento de contestación al
namente informado me interesa una aproxi- sistema. Estas demandas abordan desde tó-
mación a este tema desde las similitudes y picos concretos, como modernización y trans-
diferencias fundamentales entre la realidad y ferencias tecnológicas que posibiliten la par-
el contexto de los movimientos indígenas de ticipación en el mercado, hasta aspectos sim-
Chile y Ecuador. De acuerdo con Santana bólicas que cubren aspectos de identidad co-
(1990) uno de los aspectos que más llama la lectiva e individual, negociando espacios de
atención del levantamiento de junio de 1990 representación social y política. A diferencia
en Ecuador es su concepción estratégica de del movimiento indígena ecuatoriano el chi-
movilización: el descontento de las bases ge- leno no se opone a los procesos de la moder-
neró y expresó una conciencia reflexiva de nidad como legítima acción contra-
una participación desigual y fragmentaria en hegemónica sino, por el contrario, espera for-
la toma de decisiones en la escena política mar parte de ella y beneficiarse desde la par-
nacional que, de alguna manera, se tradujo ticularidad étnica que cada organización co-
en una acción de lucha para contestar la de- munitaria del norte chileno construye para sí
ficiente administración estatal ecuatoriana de como patrimonio (Garrido 2003a).
la época. Esa administración cerrada y cir-
A pesar de estas diferencias la represen-
cular no da cabida en la modernización de
tación y la autenticidad no son del todo dis-
sus procesos de constitución del Estado-Na-
pares en Chile y Ecuador porque en ambos
ción que, visto dentro del modelo neoliberal,
contextos las organizaciones indígenas se ven
se mantiene al margen o desconectado del
impulsadas a respaldar su etnicidad con base
proceso que este modelo mundializado exige
en el “rescate histórico de sus identidades cul-
para el adecuado desenvolvimiento de sus
turales ancestrales. En este sentido el pasado
premisas de desarrollo.
pre-colombino se vuelve el sitio inicial o de
La prensa internacional y diversos traba- origen desde donde construir y mantener una
jos publicados han dado cuenta de este he- coherencia interna a la presente identidad
cho, considerado el acontecimiento más im- indígena”. El éxito político que ha logrado el
portante de las últimas décadas protagoniza- movimiento indígena ecuatoriano en térmi-
do por los indígenas en el Ecuador. En ellos nos de representación identitaria, “resultado
se analizan el contexto socio-económico, la de un gran esfuerzo y compromiso de base y
amplitud del movimiento, la violencia con- lucha política y de alianzas con las mismas
trolada de sus manifestaciones, su impacto instituciones que forjaron la destrucción del
en la sociedad blanco- mestiza del país; en indígena”, concede capacidad al actor para
fin, su incidencia sobre las instancias políti- construir su pasado reconstituyendo la his-
co-gubernamentales. En este punto identifi- toria oficial desde sus saberes tradicionales
co claras diferencias con el proceso chileno y se homologa al caso chileno. Por esta ra-
de participación étnica, en el cual la capaci- zón concuerdo completamente con Benavides
dad de convocatoria que organiza las comu- cuando aboca, desde su mirada
nidades indígenas nacionales no se basa en antropológica, la tarea de entender el proce-
la premisa de la lucha ni en levantamientos so de revitalización y valoración de una his-
como estrategia si no en negociaciones con toria indígena que busca, desde una posición
los actores institucionales del Estado-nación particularmente local, legitimarse

O. Hugo Benavides 35
globalmente desde la función socio-política estructuralmente disímiles en una economía
del pasado sin juzgar la veracidad con la cual política singular. Los grupos étnicos y el des-
se imagina y articula; el pasado es concebi- pertar de la conciencia étnica son producto
do y destinado a otorgar sentido de pertenen- de procesos históricos de relaciones estruc-
cia, originalidad y autenticidad a hombres y turales de desigualdad en las cuales un gru-
mujeres que son capaces de imaginar un nue- po extiende su dominación sobre otro. La
vo orden desde donde trascender la exclu- intervención del poder en los procesos
sión y, sobre todo, la anulación de sus dife- identitarios nos lleva de la mano a lo que
rencias por mucho tiempo fundamentadas en podríamos llamar “políticas de identifica-
la historia oficial. En ese sentido es pertinen- ción” del Estado. En las sociedades moder-
te recordar que Foucault (1999:19) señaló nas el Estado se reserva la administración de
que la verdad no se puede liberar de los sis- la identidad, para lo cual establece una serie
temas de poder pero se puede separar de las de elementos y controles, lo malo, la mono-
formas hegemónicas, sociales, económicas identificación (Jiménez: 1980:40-41):
y culturales en las cuales funciona. paradigmas de identidad.
Al igual que en Ecuador, y pese a que la En este nuevo marco de representaciones
existencia de grupos étnicos no es un descu- políticas nacionales e internacionales el pro-
brimiento reciente, el Estado chileno no se blema tiene relevancia teórica desde el con-
ocupó de su presencia ni de sus diferencias. texto de la división internacional del trabajo
La oferta del Estado fue una nacionalidad y y de la globalización, en el cual las culturas
etnicidad imaginada con una historiografía alternativas se definen en términos de rela-
que representaba un origen y desarrollo co- ciones de dominación/hegemonía (Assies et
mún a todos los sujetos concentrados en sus al. 1999), esto es, las lógicas de reproduc-
fronteras geopolíticas (Anderson 1993). En ción de las sociedades y de las culturas loca-
la actualidad pareciera que vivimos un con- les se ven influenciadas y transformadas. El
texto cada día más desfronterizado en los tér- sujeto indígena reconocido en la ley 19.253
minos que alguna vez imaginara nuestro Es- o Ley Indígena chilena desde muchos ángu-
tado-Nación. En los últimos años ha cobra- los (académicos, CONADI [Corporación
do fuerza una nueva fragmentación en tér- Nacional de Desarrollo Indígena], otras
minos étnicos del territorio chileno; se etnias, autoridades gubernamentales, ciuda-
desconstruyen los límites geopolíticos y geo- danos) es interpelado como unidad social para
gráficos de la administración republicana. deslegitimarlo o legitimarlo; así está presen-
Así, en el marco de los nuevos tiempos y es- te como sujeto y constructo identitario. Ello
pacios de representación que surgen en el ha generado una retórica contradictoria en
contexto de la globalización encontramos diferentes espacios en los cuales el indígena,
grupos sociales en movimiento, inicialmente como personaje exótico, se demanda para ne-
obviados por el proceso de constitución del garlo o aceptarlo (Garrido 2003b).
Estado-Nación pero interpelados ahora para
Si nos remitimos a lo expuesto por
reflotar las diversidades. En las últimas dé-
Benavides (2004) la historia propuesta por
cadas se han movilizado las diferencias ex-
la CONAIE (1989) como parte de su histo-
presadas en un mosaico de identidades.
ria organizativa arguye un pasado que revi-
Comaroff y Comaroff (1992) establecieron
sa con mirada crítica los estudios arqueoló-
que la etnicidad tiene su génesis en fuerzas
gicos y etnohistóricos llevados a cabo en el
históricas específicas, simultáneamente es-
país. La historia propuesta por la CONAIE
tructurales y culturales; sus orígenes se asien-
es una historia alternativa a la oficial pro-
tan en la incorporación asimétrica de grupos

36 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


mulgada por el Estado ecuatoriano; lo alter- y desde donde empezar la recuperación histó-
nativo está definido por su contenido más que rica. Esta lección es claramente aprendida del
por sus métodos de apropiación histórica. estado ecuatoriano que durante siglo y medio
Esto se debe a la propia fantasía e imagina- ha producido una historia de opresión, des-
rio de la historia oficial, fácilmente compro- igualdad y explotación presentada no sólo
bada en textos escolares de historia en donde como correcta sino también como democráti-
se hablan de reinos (como el reino de Quito) ca y de civilización. Ambas historias, como
y figuras (como Pacha y Abdón Calderón) toda historia nacional, nos dice Ernest Renan,
que no existieron o están lejos de ser como sólo puede ser un gran error representativo
son descritos. El paralelo con Chile resulta porque parte esencial de ser una nación es
evidente, puesto que la autenticidad de las poder mentir sobre su pasado”. La versión
organizaciones indígenas depende de com- histórica alternativa que se propone desde los
probar su existencia simbólica y material para grupos minoritarios no debe ser juzgada con
configurar contenidos y respaldo histórico a el lente de la verdad científica sino que debe
sus demandas de participación e igualdad. ser comprendida en su situación, en la subje-
tividad que ha animado la conciencia para
La construcción de la historia alternativa,
conformar una particularidad dentro de la so-
entendiendo que la historia oficial no ha con-
ciedad global (producto de la reflexión de su-
templado la perspectiva de los diversos acto-
jetos que producen su propia cultura) y en la
res que suponía o esperaba representar, deno-
toma de conciencia étnica que los diferencia
ta la capacidad participativa en la negocia-
de otros grupos étnicos como particularidad
ción de derechos respecto de la sociedad glo-
en el marco de la identidad nacional de la cual
bal y el Estado. La Ley Indígena supuso en
forman parte. Según Jiménez (1980:48) cuan-
Chile un espacio de expresión y representa-
do hablamos de “despertar de los grupos indí-
ción étnica que antes no existía. Lo interesan-
genas” no debemos pensar en una especie de
te del fenómeno de colectivización nativa ra-
resurrección de identidades indias por largo
dica en las interpretaciones que los sujetos han
tiempo soterradas o en estado de hibernación
hecho de los tópicos que definen a una perso-
sino en la reinvención estratégica de una iden-
na como indígena, vaciando significados cul-
tidad colectiva con un pasado que reivindica
turales diferenciados a cada uno de los su-
su nombre y sus acciones.
puestos que otorgan esa calidad en el marco
jurídico chileno. No es importante si se pro- A riesgo de parecer esencialista no estoy
duce una brecha entre una supuesta verdad de acuerdo con que los antropólogos debemos
histórica oficial y la representación que de ella preocuparnos por las posibles limitaciones de
rescatan los sujetos porque “el esfuerzo de los la auto-representación indígena. Poco pode-
grupos minoritarios se orienta no tanto a mos hacer ante la autonomía con la cual los
reapropiar una identidad que frecuentemente grupos indígenas asumen la responsabilidad
les ha sido otorgada por el grupo dominante que implica construir su pasado. Es nuestro
sino a reapropiar los medios para definir por deber comprometernos en transformar nues-
sí mismos y según sus propios criterios su iden- tras sociedades en expresiones justas y equi-
tidad” (Jiménez 1980:41-42). tativas, desarrollando una conciencia vigilan-
te que nos posibilite reflexionar sin juzgar
Ante este escenario retórico concuerdo con
cómo ese pasado da sentido al presente y, po-
Benavides (2004) cuando manifiesta que la
tencialmente, dará profundidad al futuro, sin
“lucha contemporánea cobra aún más sentido
más pretensión que la de configurar nuestra
si hay un lugar histórico, por muy imaginario
propia identidad científica en ser mejores com-
que sea, de igualdad y poder a donde regresar
pañeros de viaje. La posición comprometida

O. Hugo Benavides 37
de Benavides cobra sentido para el ejercicio dad y postmodernidad o entre arqueología y
de la antropología, para desestructurarla como modernidad residen en el núcleo de los debates
ciencia que se consolidó desde y para la domi- actuales de la teoría postcolonial o del intento
nación y llevarla hacia una disciplina que pue- de comprender los mecanismos de la hegemo-
de contestar las estructuras dominantes rele- nía (Chakrabarty 1996; Butler et al. 2000).
vando otras formas de crear sentido y ordenar Hugo Benavides toca muchas de estas cuestio-
el mundo. Respecto de la historia, y con base nes al aplicarlas al caso concreto de Ecuador,
en nuevos paradigmas de búsqueda de signi- pero dado el escaso espacio del que dispongo
ficados, me quedo con la permanente me limitaré a comentar la que considero nu-
autocrítica y voluntad de revisar supuestos y clear: la constatación de que el “otro” se cons-
miradas con el fin de encontrar, más que crear, truye siempre desde el discurso dominante. La
y conocer, más que construir, al otro del pasa- lucidez del análisis le lleva a detectar esa cons-
do y el pasado del otro; en definitiva, dar ca- trucción no sólo en el discurso colonial, a tra-
bida metodológica al impulso de repensar las vés de la arqueología y de la antropología, sino
representaciones que hasta ahora ha elabora- también en el discurso del movimiento indíge-
do el discurso antropológico sobre los otros. na de la actualidad. Como se ha señalado en
Esta ruptura metodológica supone ampliar la otros lugares (Lears 1985; Fernández 2004) el
visión hacia la utilización de nuevas/otras fuen- concepto de hegemonía hace alusión a esa for-
tes que posibiliten el acercamiento hacia las ma de poder que incluye el consenso de la parte
construcciones identitarias que los sujetos han dominada, desde que Gramsci lo utilizó para
hecho en el pasado y desde ese pasado y cómo referirse a la manera como la burguesía consi-
transitan hacia el ahora en diversas formas de guió establecer y sustentar su dominio en las
representación discursiva: narraciones hechas democracias occidentales. De manera coherente
nudo; imágenes de lo cotidiano y con las implicaciones del concepto Benavides
extracotidiano en paredes, artefactos o papel; intenta esclarecer cómo el movimiento indíge-
contrastes y colores socializados en espacios na, sustentado en un discurso contra-hegemó-
de disonancia y perspectivas multifocales. nico, participa, sin embargo, en la regulación
hegemónica del Estado a través de relaciones
Almudena Hernando de las que obtiene claros beneficios internacio-
(Departamento de Prehistoria, nales. Al desenmascarar el modo como el mo-
Universidad Complutense). vimiento indígena “construye” la figura del pro-
pio indígena como un “otro”, insistiendo en su
El texto de Hugo Benavides es uno de los “autenticidad” y en su victimización, va demos-
más lúcidos y sugerentes que he leído últi- trando que el discurso del movimiento indígena
mamente. Su análisis me parece tan potente no puede ser ya si no un discurso de domina-
que permite llegar, incluso, más allá de lo ción, un discurso aliado al hegemónico nacio-
que él mismo se permite; este punto consti- nal que adapta sus recursos simbólicos a los
tuye, sin embargo, el único aspecto del texto nuevos requerimientos del poder globalizador
sobre el cual me permitiría discrepar, como de la postmodernidad, esto es, acepta represen-
intentaré explicar. tarse a sí mismo como el “otro” para gozar de
los beneficios que la nueva estrategia de domi-
Cuestiones tan fundamentales como la cons-
nación del capitalismo globalizador y
trucción del “otro no-moderno” para sostener
postmoderno otorga a la “diferencia”.
la identidad de la modernidad (Todorov 1991;
Bartra 1996) y el papel fundamental que la ar- A juicio de Benavides la arqueología ecua-
queología ha tenido en ello; la relación entre toriana también sostiene el discurso hegemó-
ciencia y poder, ciencia y colonialismo, identi- nico nacional, pero alienando la imagen del

38 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


indígena y contribuyendo “a fortalecer el pro- sirvió, además, para justificar la coloniza-
yecto reaccionario racial del estado ecuato- ción que estaba teniendo lugar, pues al iden-
riano”, quiéranlo o no los propios tificar un menor desarrollo tecnológico o
arqueólogos, presos de un “discurso históri- material con grupos del pasado se llevó sim-
co … mucho más fuerte y marcadamente bólicamente al pasado a los grupos vivos con
hegemónico que” sus propias “característi- esas características (Fabian 1983), convir-
cas personales”. Ese discurso es resultado tiéndolos, por concatenación lógica de la lí-
de “una hermenéutica histórica heredada des- nea argumental, en embriones o versiones
de la colonia … que busca legitimar su po- simples de nuestra propia sociedad. La ar-
der sobre las mismas comunidades indíge- queología moderna no podía aceptar la “di-
nas que son los actores exclusivos del pasa- ferencia” de los grupos del pasado en térmi-
do pre-colombino”. Aunque estoy completa- nos de igualdad, justificando, así, el dominio
mente de acuerdo con el resultado del análi- sobre los “otros” grupos del presente.
sis —“la arqueología es parte primordial del
Ahora bien, la cuestión es si a partir de
proceso hegemónico nacional, lo quiera o
ahora podría plantearse una arqueología que
no”— no coincido con su desarrollo: no creo
escape a ese discurso. Es aquí donde el texto
que el tipo de arqueología, alienante y racis-
de Hugo Benavides me ha resultado tan su-
ta, que se ha hecho en Ecuador tenga que ver
gerente que me lleva más allá de su propia
con el legado colonial per se sino con el esta-
reflexión. La pregunta sobre si es posible
do de cultura —la modernidad— del cual
construir al “otro” de una forma menos alie-
era expresión; es decir, creo que la arqueolo-
nante comenzó a hacerse explícita a partir
gía de la modernidad es, por su propia natu-
de la publicación de Orientalismo, el famo-
raleza, alienante y racista porque es una parte
so libro en el cual Edward W. Said (1997)
fundante y constituyente del discurso hege-
demostró que Occidente había creado
mónico de la modernidad.
artificialmente la imagen de “Oriente” como
La arqueología fue esencial para la mo- la del “otro” de un modo que le permitió
dernidad porque, al igual que los nuevos dis- definirse a sí mismo y situarse en una posi-
cursos desarrollados por Darwin, Marx o ción de dominio sobre él. Su documentado y
Freud, construyó un nuevo relato de la reali- fundamentado estudio sirvió de punto de par-
dad basado en el cambio y la transformación tida a los defensores de la llamada arqueolo-
—de lo simple a lo complejo— que situó a gía postcolonial que, desde fechas recientes,
la sociedad moderna Occidental en la cúspi- intentan denunciar el uso que Occidente ha
de de todo desarrollo y le permitió comenzar hecho de los no-occidentales para definirse a
a prescindir de dios como el artífice de su sí mismo y defienden la necesidad de esta-
destino. La arqueología tuvo por misión de- blecer una nueva relación con el “otro” que
mostrar que ese cambio, que ahora definía a contemple su diferencia en términos de res-
todos los fenómenos de la realidad, se había peto e igualdad y no de dominación colonial
producido también en nuestro más remoto (Gandhi 1998). El problema, a mi juicio, es
pasado, así que nació abocada a identificar que “construir al otro” significa objetivarle
al “otro” del pasado con una especie de em- siempre en alguna medida, someterlo a al-
brión del “nosotros” actual, que se iría com- gún tipo de reduccionismo simplificador, tal
pletando y madurando hasta llegar al pre- y como sucede con la construcción del indí-
sente que se pretendió legitimar. La imagen gena que hace el propio movimiento indíge-
del “otro” fue una imagen alienada por nece- na ecuatoriano, sobre todo incluirle en el dis-
sidad porque no nació para existir por sí mis- curso propio de la sociedad que lo define, lo
mo sino en función del presente. Esa imagen que, como mostró Foucault (1970), estable-

O. Hugo Benavides 39
ce una relación de poder. Creo que existe la También los arqueólogos postcoloniales
posibilidad de hacer una arqueología que y postmodernos, como los representantes del
devuelva al “otro” del pasado —y, en conse- movimiento indígena ecuatoriano, obtienen
cuencia, al del presente, o viceversa— el res- beneficios académicos (y, por tanto, rendi-
peto que se debe a un igual. Para ello es ne- mientos en clave de poder), sin que por ello
cesario comprender que una menor comple- parezca contradictorio seguir enarbolando
jidad socio-económica o tecnológica no im- discursos contra-hegemónicos o de resisten-
plica una mayor simplicidad cultural porque cia. De esta manera la arqueología
la percepción del mundo, la realidad en la postmoderna mantendría la misma alianza
cual creen vivir los grupos humanos, varía hegemónica que su anterior versión moder-
en relación estructural (lo que evita caer en na de una manera mucho más sutil, pero no
relativismos hermenéuticos inabordables) a menos culpable, en su avance destructor de
su grado de control material de los fenóme- toda diferencia. Si esto fuera así el movimien-
nos de la naturaleza (Hernando 2002). to indígena y la arqueología de Ecuador sólo
se distinguirían, entonces, porque el primero
Desde esta convicción es imposible la
ya ha pasado a formar parte de circuitos in-
jerarquización y se abre la posibilidad de con-
ternacionales y, por tanto, del discurso hege-
siderar la diferencia en términos de igualdad.
mónico de la postmodernidad que se vive en
Sin embargo, en realidad, y sobre todo des-
otros países mientras que la segunda es aun
pués de leer el texto de Benavides, no estoy
expresión de la modernidad que constituye
segura de que esta convicción no sea resulta-
el discurso hegemónico de su país. Sería sólo
do del mismo proceso de alianzas hegemónicas
cuestión de tiempo para que los arqueólogos
que él detecta en el movimiento indígena ecua-
ecuatorianos llegaran a pensar, como hacen
toriano porque la postmodernidad exige “in-
los de otros países y como sucede a los líde-
cluir” y no “excluir” la diferencia en sus dis-
res de su movimiento indígena, que han con-
cursos hegemónicos para que pueda sostener-
seguido escapar al “legado colonial” cuando
se la lógica de dominio de este capitalismo
en realidad no estarían sino contribuyendo a
globalizador que ya no habla de “civilización”
sostener, de manera más eficaz en la nueva
sino de “desarrollo y modernización”. Esto es,
coyuntura mundial, el nuevo discurso hege-
precisamente, lo que hace la arqueología
mónico del capitalismo postmoderno.
postmoderna y postcolonial: reconocer y ca-
racterizar la diferencia, llamar la atención so-
bre ella en la literatura del mundo occidental, Roberto Pineda (Departamento de
pedir el respeto para esas minorías que hasta Antropología, Universidad
ahora habían sido excluidas del discurso ar- Nacional de Colombia).
queológico (grupos indígenas, mujeres, etc).
En agosto de este año estuve en Quito y en
Sin embargo, con ello no hace más que in-
Otavalo. Había vivido en Quito durante va-
cluirlas en la lógica hegemónica desde la cual
rios meses en 1991 y desde entonces había
las describe, consiguiendo determinados be-
seguido (por intermedio de colegas y libros)
neficios aparentes a un precio tan alto que,
el nuevo curso del país, particularmente el
como el movimiento indígena de Ecuador, re-
auge de su movimiento indígena y su impac-
sulta demasiado difícil de reconocer: al precio
to en la vida del Ecuador. También había es-
de mantener la diferencia sólo a través de la
tado en diversas ocasiones en Otavalo, pero
apariencia, de la caricatura, de la exageración,
esta vez fuimos recibidos por su alcalde con
mientras que la diferencia profunda y real
ocasión de un seminario internacional sobre
queda absorbida y neutralizada.
políticas lingüísticas en la zona andina. El

40 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


alcalde, un indígena con formación universi- tuvo en Latinoamérica en las décadas de 1930
taria, abrió el encuentro hablando en lengua y 1940 porque despertó la conciencia sobre la
quichua y vestido a la usanza tradicional situación social del indio junto con los traba-
(aunque nos confesó que se vestía de esta jos de otros notables investigadores ecuato-
forma sólo de acuerdo con el contexto, la rianos y peruanos como Pío Jaramilo Alvarado
reunión y los intercoluctores). Se enorgulle- el gran José Carlos Mariátegui. Recordé, en-
cía de la pujanza de Otavalo, de su proyec- tonces, que el notable economista colombia-
ción internacional y de su exitosa articula- no Antonio García elaboró su texto pionero
ción al mercado mundial. Pasado y presente del indio (García 1939)
bajo el influjo del indigenismo ecuatoriano,
Como se sabe grupos de otavaleños se
país que visitó por ese entonces. También re-
encuentran diseminados por todo el mundo,
cordé que casi treinta años después García
incluyendo Estados Unidos y grandes capi-
publicó en Quito su conocido ensayo Socio-
tales europeas. La destrucción de las Torres
logía de la novela indigenista en el Ecuador
Gemelas en Nueva York y parte del edificio
(García 1969), en el cual resaltó la importan-
del Pentágono el 11 de septiembre afectaron
cia de la hacienda y la existencia del
seriamente la exportación de sus productos
huasipungo, como estructura social, en la vida
textiles. Pero los otavaleños –comentó el al-
de la sierra y su correlato en la ciudad, en
calde— reaccionaron rápidamente a la situa-
donde los indígenas «fugitivos» quedaban atra-
ción, ajustándose a las nuevas necesidades
pados en una estructura de clases cerrada,
del mercado y adoptaron como estrategia es-
desplazados a los trabajos marginales o en-
tampar en sus mochilas y ponchos, en vez de
ganchados a otros trabajos en otras regiones.
los motivos tradicionales, lemas como «Viva
USA» u otros lemas necesarios para levan- El alcade de Otavalo resaltó como los
tar el alicaido ánimo de muchos ciudadanos otavaleños tenían una tradición de comercian-
norteamericano. El optimismo de los tes, pero también muchos de ellos habían estado
otavaleños contrastó con las declaraciones atrapados en la constelación de la hacienda con
de otro indígena, miembro de una localidad todas sus secuelas. En este caso la historia de
vecina, que resaltó los grandes problemas de sus antepasados (una especie de mindalaes) no
su comunidad dedicada a la ganadería y a la parece ser una creación histórica de los indíge-
agricultura tradicional, ocupaciones típicas nas o de los antropólogos sino tener algún aside-
de los campesinos de los Andes. ro en la «realidad». De manera que el alzamien-
to de 1991 en el Ecuador, que marca una nueva
Quito me pareció una ciudad moderna, ya
fase del movimiento indígena, posee una larga
no equiparable a la Bogotá de los años de 1960
historia de lucha y resistencia, entre ellas la or-
con la cual la comparaban los colombianos para
ganización de los indígenas de la Selva, en la que
exaltar sus virtudes de tranquilidad y seguridad
sin duda jugaron un papel importante los misio-
si no una verdadera urbe en la cual se destacan,
neros, que también tuvieron significativos cam-
entre otras cosas, grandes barrios marginales
bios en su visión de la evangelización como con-
habitados por migrantes indígenas que ahora
secuencia del Concilio Vaticano II y de la teolo-
viven en las ciudades. Los quiteños también per-
gía de la liberación. El movimiento indígena ecua-
ciben problemas de seguridad y han empezado a
toriano no es, entonces, un subproducto de la
emerger esas ciudades cerradas, en jaulas, pro-
globalización ni tampoco de los grandes orga-
pias de las grandes ciudades latinoamericanas.
nismos internacionales que, por cierto, con una
Este corto viaje me llevó a pensar en la mano alientan lo tradicional pero por otra lo com-
todavía clásica novela indigenista de Jorge baten en pos de una ideología del desarrollo.
Icasa, Huasipungo, que tanta trascendencia

O. Hugo Benavides 41
Tengo también la impresión de que, como consecuencias y que la labor de los
sugiere Benavides, el movimiento indígena arqueólogos y antropólogos es contribuir al
ecuatoriano intenta construir una visión de desarrollo de una historia crítica que permi-
su pasado resaltando su carácter de víctimas ta la formación, como pensó Marc Bloch, de
de la opresión colonial y republicana y su verdaderos ciudadanos. A este respecto, y
vinculación a la historia incásica. Pero no aunque no sea yo un especialista en historia
creo que pueda colegirse que, en parte, esta de la arqueología latinoamericana, me atre-
construcción tenga una intención de mentira vo a pensar que Benavides es injusto con los
para impactar la arena exterior porque tam- pioneros de la arqueología en ese país, parti-
bién se trata de elaborar unos recuerdos que cularmente con Jijón y Caamaño y Estrada,
enfatizan una experiencia dolorosa común a entre otros. Sí, formaban parte de las elites y
los pueblos indios de Sur América, como es probable que podamos recoger citas que
anotó Renan a propósito de la memoria de los muestren, incluso, como partidarios del
los proyectos nacionales. progreso u otras ideologías dominantes de
sus respectivas décadas, pero su trabajo ha
Durante siglos la lucha indígena ha teni-
posibilitado que los ecuatorianos compren-
do como objeto lograr que las comunidades
dan que la historia de su país no se reduce a
nativas en America Latina adquieran un ver-
la expansión Inca, un imperio que, por lo de-
dadero estatuto de ciudadanía, guardando sus
más, no se imponía únicamente a través del
propias especificidades culturales y sociales.
terror y la fuerza, como parece afirmar el
El movimiento indígena en Ecuador ha lo-
autor, si no que también utilizaba, como se
grado con éxito ese propósito y no necesa-
sabe, regalos y otras estrategias que le per-
riamente significa que esté co-optado o que
mitieron expandirse, en breve tiempo, por
su participación –que ahora sabemos tem-
gran parte de los Andes. Sin embargo,
poral— en el Estado ecuatoriano signifique
Benavides llama la atención sobre la necesi-
que haya renunciado a sus propias
dad de mantener un espíritu crítico ante los
especificidades. Sin duda las reformas cons-
planteamientos de las organizaciones indíge-
titucionales y legales no garantizan plenamen-
nas y ante el papel de su dirigencia.
te el acceso a los diversos derechos ni tam-
poco la transformación del Estado pero sí En las ciudades de Colombia se ha
son un paso importante en la lucha por la incrementado la presencia de indígenas pro-
hegemonía social; en este caso los discursos cedentes del Ecuador que mendigan por las
de la CONAIE y otras organizaciones han calles; la situación de los niños otavaleños
logrado hacer mella en las «ideologías civili- en algunas ciudades europeas es, al parecer,
zadoras» que mantuvieron las elites ecuato- preocupante. No es claro que el éxito de los
rianas durante gran parte de la vida de la otavaleños y la capacidad de negociación con
República. las petroleras de muchas sociedades de la
Selva sea replicable en todas las comunida-
En síntesis, el valioso y sugestivo texto
des. Los procesos de transformación de la
de Benavides sobrevalora, a mi juicio, la
sociedad ecuatoriana no tienen, inexorable-
globalizacion y la postmodernidad como ac-
mente, un sólo destino y la implementación
tores determinantes de la dinámica indígena.
del Tratado de Libre Comercio afectará, sin
Hay que recordar que la historia de la resis-
duda, a los pueblos indios de América. Su
tencia de los pueblos indios es anterior a eso
capacidad de negociación y alianza con otros
que llamamos vagamente postmodernidad.
sectores será determinante para su futuro.
Creo, como él, que la historia como propa-
Aquí, sin duda, el arqueólogo tiene también
ganda ideológica tiene grandes y alarmantes
su aporte porque contribuye a la construc-

42 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


ción del capital simbólico y material no sólo ambiguamente, con un proyecto de capital
de los indígenas sino también de las nacio- globalizante. No hay respuesta singular o
nes latinoamericanas. sencilla a esta problemática pero no hay duda
que la respuesta se dará en el ámbito político
RÉPLICA DE HUGO y social en las siguientes décadas.
BENAVIDES En la actual coyuntura concuerdo con De
Un solo ser, pero no hay sangre.
La Luz Rodríguez y Ayala que los enuncia-
Una sola caricia, muerte o rosa. dos de la arqueología como ciencia social, a
Viene el mar y reúne nuestras vidas la cual me suscribo, son los mejores para
y sólo ataca y se reparte y canta abordar el compromiso con el continente. El
en noche y día de hombre y criatura. interés de este artículo viene directamente de
La esencia: fuego y frío: movimiento. mi formación en esta corriente intelectual
El Mar, Pablo Neruda (1977) (Benavides 2001) pero aún así creo que es
importante reconocer que la corriente, por
Ante todo debo agradecer a mis colegas por importante que sea, es más la excepción que
sus comentarios que muestran una increíble la regla, y que, aún como excepción, presen-
honestidad intelectual y sinceras ganas de ta serios problemas hermenéuticos y de cla-
entender el presente momento globalizante se aún por resolver. Estas limitaciones están
en que vivimos y del cual formamos parte dadas por lo que acertadamente Hernando
esencial. En ese sentido, como enfatiza califica como una característica constitutiva
Fernández-Osco, he tomado los comentarios de la modernidad: las arqueologías han lo-
y ofrezco mi réplica en un espíritu de tender grado definir con base en teorías y métodos
puentes comunicativos que buscan ahondar una cientificidad que legitima las modernas
en esta realidad americana, tan compleja historias de la nación (Silberman 1995). De
como nuestra. esa manera sería igual de productivo explo-
Los comentarios desarrollan varios de los rar las limitaciones epistemológicas y
puntos que mi artículo buscaba indagar para metodológicas de esta corriente, como he in-
la realidad indígena/nacional ecuatoriana en tentado hacer para el movimiento indígena
un mayor plano continental (Fernández- ecuatoriano, en vez de simplemente argüirla
Osco, Ayala y Garrido), así como los alcan- como un ente utópicamente liberador. Hay
ces teóricos que el caso ecuatoriano podría muchas esperanzas en ambos, pero aun más
vislumbrar para entender un proceso hege- si nos detenemos a re-cuestionar sus postu-
mónico y la evolución de una arqueología lados, una y otra vez, y permitirnos ser cons-
postcolonial y/o postmoderna (Hernando). De tituidos desde esos nuevos puntos de enun-
esa manera los comentarios también me han ciación (ver el último párrafo de Garrido).
permitido enriquecer aún más mi entendi- Las elucidantes comparaciones con el
miento del momento postmoderno que se vive caso chileno ofrecidas por Ayala y Garrido,
en Latino América. Mi réplica, en este senti- así como con el movimiento indígena a nivel
do, se concentra más bien en los puntos de continental elaboradas por Fernández-Osco,
desencuentro o discusión como centros de una también ofrecen fértiles pautas de futura ex-
tensión productiva que busca continuar el ploración, diálogo, y compromiso. En cierta
diálogo aquí empezado. Las preguntas plan- manera, estos comentarios destacan mi sin-
teadas por De La Luz Rodríguez sirven como cera preocupación por no generalizar proce-
eje inicial para plantear esta problemática: sos sobre los cual tengo poco conocimiento
entender (y estar comprometido) con un pro- y tratar de limitarme, lo más posible, al caso
ceso identitario indígena que se articula,
O. Hugo Benavides 43
ecuatoriano. Por eso creo que los tres ofre- quedó en el pasado pero que indígenas, blan-
cen claros puntos de encuentro (y co/mestizos y el mismo Estado son constan-
desencuentro) para entender las vicisitudes te novedades en transformación hasta nues-
del proceso identitario indígena continental tros días. Estos dos puntos dejan entrever la
sin perder de vista el importante reconoci- contribución positiva de una autenticidad
miento de la articulación local en el proceso. indígena, como en el caso ecuatoriano, que
Por eso también aplaudo la contribución de se articula más allá de modelos esencialistas
Hernando por tratar de llevar mis argumen- y que no se abstiene de “ensuciarse las ma-
tos hacia sus lógicas conclusiones, más allá nos” con el liderazgo del Estado que ha sido
de los límites nacionales ecuatorianos. De históricamente culpable de su debacle.
nuevo, busqué limitar mi argumento a mi
Finalmente, concuerdo con todos, pero en
conocimiento etnográfico (gajes de la disci-
especial con Pineda, Fernández-Osco y Ga-
plina) antes que buscar teorizar demasiado a
rrido, en que el movimiento indígena ecuato-
la ligera. Sin embargo, concuerdo mayormen-
riano es una contribución enorme en la trans-
te con el desarrollo teórico de Hernando, es-
formación social del continente y, por ende,
pecialmente con la encrucijada permanente
merece todo nuestro compromiso, apoyo y
de una arqueología postcolonial que debe de-
entendimiento para hacer que su articulación
sarrollarse entre limitaciones discursivas y
tenga los mayores alcances nacionales posi-
su necesidad de escapar de ellas.
bles. Es en parte por eso que me apenan las
Fernández-Osco también plantea varios limitaciones de Rappaport por entender mi
puntos de importante trascendencia social y discusión y análisis del caso ecuatoriano. Aun
política para el continente, desgraciadamen- más, me apena su necesidad de tildar el artí-
te muchos más de los que podría discutir aquí. culo de “editorial periodístico” como una
Uno de ellos es reconocer los procesos de doble manera de desprestigiar la tradición
ritos y autenticidad del Estado como otro periodística en antropología (ver Malkki
punto de partida y de articulación problemá- 1997) y en Latino América (ver Poniatowska
tica porque las agendas del movimiento indí- 1971, 1988; Guillermoprieto 1994, 2001) y
gena y de decenas de otros proyectos de cla- mi propia contribución. En ese sentido creo
se, raza, y sexualidad encuentran en ellos su que Rappaport se beneficiaría leyendo los
lugar inicial de conflicto y continua produc- otros comentarios que hacen justicia a la com-
ción. También me parece importante desta- plejidad del momento que vivimos y, como
car el factor de la novedad, como hace bien señaló Neruda, su esencia de fuego y
Fernández-Osco, para entender que nadie se frío, permanente movimiento. Gracias.

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