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Ciudadanía y Reflexión Ética

Ciclo 2019 - Marzo

Sesión 14

El reconocimiento de la igualdad y de las diferencias

Logro de la Al finalizar la unidad, el alumno reconoce los aspectos centrales de la ciudadanía, los
unidad entiende en el contexto de la realidad peruana y los aplica a problemas éticos y políticos.

Logro de la Al finalizar la sesión, el estudiante reflexiona sobre el sentido del reconocimiento de las
sesión diferencias y la importancia de la igualdad en un contexto caracterizado por la
heterogeneidad.

Texto 1

Las políticas de la desigualdad y la indiferencia: marginación, discriminación, exclusión y


minusvaloración1

Leonardo Tovar

En este apartado perfilaremos las diferentes formas de negación de la igualdad y la diferencia, a saber,
la marginación socioeconómica, la discriminación de género, la exclusión cultural y la minusvaloración
humana. Aunque las cuatro a menudo se sobreponen, conviene distinguirlas ya que su tratamiento
exige enfoques diferenciados.

La marginación se refiere a la falta de oportunidades y a la consecuente subordinación social que sufren


los individuos o colectivos por causa de la injusticia social. Como se sabe, Karl Marx vinculó este
problema a la división de clases en la sociedad capitalista, ya que, según su análisis, en ella la creación
de riqueza depende de la explotación del trabajo. La solución socialista consiste en una revolución
social que ponga los aparatos de producción en poder de los trabajadores, de modo que se socialice la
economía producida por todos. El llamado “Estado de bienestar”, desarrollado en especial en Europa,
quiso combinar la dinámica económica del mercado con una activa política tributaria que financiara la
provisión de bienes y servicios básicos (seguridad social) a la población. Por su lado, el neoliberalismo
apuesta por las virtudes del mismo mercado en la asignación de recursos, dejando el Estado sólo para

1
Leonardo Tovar, Ciudadanía democrática, igualdad y diferencia. En Ciudadanía y cultura. Bogotá: Universidad
Nacional de Colombia, 2007, pp. 159-208.
acciones correctivas vía subsidios a la demanda. En cualquiera de los tres enfoques económicos, el
problema de la marginación se resuelve con políticas de redistribución de la riqueza social.

La discriminación de género apunta, en primer lugar, a la subordinación que secularmente han sufrido
las mujeres dentro de la cultura patriarcal (léase machista). Aunque se ha hablado de la revolución de
las mujeres y la legislación ha tenido importantes logros, v. gr. en la igualdad ante el trabajo, la
población femenina continúa padeciendo carencias que afectan de modo directo a la familia. La
visibilización periodística de los abusos sexuales a menores no es más que la confirmación de la
problemática estructural que sufren las mujeres y sus hijos. Piénsese, por ejemplo, en el difícil acceso
a la seguridad social, con graves consecuencias en la salud reproductiva. Desde luego, estas falencias
se hallan unidas a problemas de desigualdad económica, pero la variante de género les confiere un
cariz especial, ya que comportan aprendizajes sociales discriminatorios evidenciados en los maltratos
físicos, los abusos sexuales y las agresiones simbólicas. Para enunciarlo resumidamente, las mujeres
pobres sufren una doble marginación, la derivada de su pobreza y la derivada de su condición de
género.

Una tercera forma de negación de la diversidad radica en la exclusión que sufren las personas por causa
de su origen cultural. Una variante del problema la padecen poblaciones nativas que en el pasado
sufrieron procesos de colonización por culturas foráneas. Otra es la vivida por los inmigrantes pobres
en países desarrollados a los cuales han acudido en procura de mejorar su situación social. Asimismo,
existen grupos de ciudadanos integrados al conjunto de la sociedad, pero que por motivo de su etnia
o raza no reciben de modo equitativo los bienes sociales y culturales. Los grupos aborígenes en
nuestros países, los hispanos en Europa y Norteamérica, y los afroestadounidenses sirven
respectivamente de ilustración a las tres expresiones de la exclusión cultural. Aunque, como señalan
Kymlicka y otros estudiosos del multiculturalismo, las tres situaciones requieren de análisis y acciones
diferentes, comparten el factor común de la injusticia por causa de su pertenencia cultural. Aquí
también esta forma de negación se puede mezclar en variados modos con las dos anteriores.

Por último, hablamos de minusvaloración para referirnos al desprecio explícito o implícito que recibe
una persona por motivo de sus capacidades físicas, cognitivas o emocionales. No en vano hasta hace
poco se hablaba de minusválidos para señalar a quienes presentaban alguna disfunción en su
desempeño corporal o psíquico. A la hora de definir esta forma, el primer problema que se presenta
consiste en cómo acotarla, ya que los niveles y tipos de disfuncionalidad son muy variados. Por
ejemplo, los popularmente llamados niños genios también caerían dentro de esta clasificación, en
tanto sus capacidades especiales sean objeto de algún tipo de explotación. Por cierto, tratamientos
sobreprotectores que inutilicen a las personas no menos que falta de atención a sus necesidades se
configuran como expresiones de la minusvaloración. Y esta forma, en combinación con las otras tres,
da lugar a cuadros complejos de negación de la justicia.

Texto 2: ¿Quién es el otro? ¿Quién soy yo? La configuración de las identidades y el reconocimiento
de la dignidad de los sujetos como base de la ciudadanía2

¿Cómo se construye la ciudadanía en un contexto tan diverso? ¿Qué elementos, además de la


formalidad o legalidad, necesitamos? ¿Cómo podemos convivir en una misma sociedad tantos otros?
Todos podemos ser el otro, aquel que, más allá de las diferencias, es igual a mí, a nosotros, pero que
no comparte nuestra forma de ser, de pensar ni de actuar. A pesar de ello, como señalan varios autores,
el encuentro con el otro es un hecho que difícilmente podemos evitar. Esta posibilidad exige de cada
quien reconocer la humanidad del otro, así como reconocemos la propia. Esta constituye “la
experiencia fundamental y universal de nuestra especie” (Kapuscinski, 2007). El reconocimiento del
otro supone aceptar que todas las personas son libres de vivir y opinar de maneras diversas y distintas
entre sí.

El principio en que se basa la aceptación de tal diversidad es el reconocimiento de la dignidad, de la


posibilidad de ser vulnerables ante otros. Sin embargo, como señala Pelé (2004), a pesar de que el
debate filosófico actual busque fundamentar la dignidad humana en la necesidad de aliviar el
sufrimiento, no queda claro por qué el alivio del sufrimiento debe ser el único y principal bien moral.
En este sentido, plantea que la vulnerabilidad humana debe considerarse un elemento para identificar
los rasgos de la naturaleza, pero no puede ser el fundamento de la dignidad. Por ello, lo que importaría
no serían las causas biológicas de la vulnerabilidad humana, sino entender cómo y cuándo el ser
humano se preocupó de su propia vulnerabilidad y de la de los demás para deducir unas reglas de
comportamiento que se fundan en el respeto (Pelé, 2004: 13). De esta manera, el reconocimiento de
la dignidad humana supone la existencia de diferencias entre los individuos, pero rechaza que esas
diferencias justifiquen un tratamiento desigual y excluyente, basado en la inequidad por parte de las
instituciones o un trato degradante entre los individuos. Por esta razón, será necesario establecer una
forma de regulación que proteja la dignidad de los seres humanos, que es inviolable, que es un fin en
sí misma y que, a la vez, tiene un sentido normativo.

Sin embargo, si bien la justificación de la inviolabilidad de la dignidad es coherente y parece natural,


en realidad es producto de una reflexión histórica; es producto, además, de la decisión y del acuerdo
entre sujetos: la inviolabilidad de la dignidad se establece como un principio para la convergencia. Y, si

2
En Ética y ciudadanía. Los límites de la convivencia. Lima: UPC, 2010.
bien la dignidad se asume como un fin en sí mismo —cuyo valor ya no deriva de la filiación, origen,
posición social o cargos políticos que podría ejercer el individuo—, la historia moderna nos ha mostrado
que no siempre ha prevalecido tal principio en las relaciones entre otros. Tal vez su carácter
aparentemente abstracto y la desmesura para alcanzar intereses propios han invisibilizado la prioridad
y la necesidad de su aplicación. Así, se ha intentado justificar el uso de distintos medios para eliminar
la diferencia, para alcanzar un supuesto bienestar. En este sentido, la búsqueda de la igualdad es una
apuesta, una aspiración, que se traduce como derecho. Los grupos humanos se han formado y nos
seguimos formando en diversos contextos, donde, si bien prevalece la diferencia, se buscan vínculos o
referentes que nos permitan vivir y convivir. Y una forma de establecer vínculos se traduce en la
búsqueda de pertenencia a un grupo: buscamos reconocimiento. De esta manera, el desarrollo del
sentido de pertenencia de un sujeto hacia uno o varios grupos se dará a partir de su reconocimiento
por parte de estos.

Convivir implica establecer principios básicos para relacionarnos. Con ello se vuelve latente la
posibilidad del encuentro con el otro y de iniciar una relación dialógica sobre la base de un proceso de
construcción de identidades basado en el reconocimiento. Si bien lo concreto es que las identidades
personales, culturales y sociales siempre nos van a igualar con otros y, a la vez, diferenciar de otros, lo
que debe prevalecer es la conciencia sobre la humanidad del otro. Por ello, cabe señalar que no basta
con un discurso conciliador, esperanzador y promisorio: es necesario apelar al autorrespeto,
autoestima y autoafirmación de la persona, condiciones de la dignidad, así como al reconocimiento,
respeto y cumplimiento de condiciones concretas (culturales, materiales, económicas, políticas, etc.).
El respeto de la dignidad de las personas se debe concebir como la base de las relaciones humanas.
Eso significa que nuestras acciones deberían aspirar a un trato igualitario y justo, que nos permita a
todos un pleno ejercicio de nuestra ciudadanía.

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