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instructivas y profundas.
Essai sur la philosophie des sciences, París,
Mallet-Bachelier, 1834, pp. 22-23.
Por otra parte, siento necesidad de oponerme a la idea de que la escuela debe enseñar
directamente el conocimiento especial y las habilidades que más tarde habrán de
emplearse inmediatamente en la vida. Las exigencias de la vida son demasiado variadas
para hacer que tal enseñanza resulte posible a la escuela. Aparte de esto, me parece
inadmisible el que se trate al individuo como un instrumento muerto. La escuela debe
tender siempre a que el joven salga de ella como una personalidad armónica, y no como
un especialista. Y esto es, en mi opinión, igualmente cierto en el caso de las escuelas
técnicas, ni las que los estudiantes deben dedicarse a una profesión claramente definida.
Siempre debería figurar en primer rango el desarrollo de la capacidad de pensar y de
juzgar de una manera independiente, y no la adquisición de conociminientos especiales.
Si un hombre se ha adueñado de los principios fundamentales del objeto que estudia, y
ha aprendido a pensar y a trabajar de manera independiente, recorrerá su camino con
seguridad y, además, será más capaz de adaptarse a los progresos y a los cambios, que
aquel cuya educación consiste en adquirir conocimientos detallados.
Por último, deseo subrayar una vez más que lo que he dicho aquí en forma un tanto
categórica no pretende ser más que una opinión subjetiva, basada en la experiencia
personal y adquirida como estudiante y como profesor. Conceptions scientifiques,
morales et sociales, trad. de SOLOVINE, 1952. p. 43. I(rproducido con autorización de los
editores, Flammarion, París.
LA BARBARIE DE LA ESPECIALIZACION
ERWIN SCHRODINGER
L ... El capítulo de la obra de José Ortega y Gasset, La rebelión de las musas] de que
quiero hablar aquí... se titula La barbarie del "especialismo".
A primera vista, puede parecer paradójico y podría resultaros ofensivo. El autor no teme
describir al científico especializado como el tipo representativo de la masa bárbara e
ignorante —el hombre masa— que amenaza el porvenir de la verdadera civilización.
Sólo puedo citaros algunos pasajes de la encantadora descripción que hace de este "tipo
de científico sin ejemplo en la historia".
Es un hombre que, de todo lo que hay que saber para ser un personaje
discreto, conoce sólo una ciencia determinada, y aun de esa ciencia sólo conoce
bien la pequeña porción en que él es activo investigador. Llega a proclamar como
una virtud el no enterarse de cuanto quede fuera del angosto paisaje que
especialmente cultiva, y llama dilettantismo a la curiosidad por el conjunto del
saber.
El caso es que, recluido en la estrechez de su campo visual, consigue, en
efecto, descubrir nuevos hechos y hacer avanzar su ciencia, que él apenas conoce,
y con ella la enciclopedia del pensamiento, que concienzudamente desconoce.
¿Cómo ha sido y es posible cosa semejante? Porque conviene recalcar la
extravagancia de este hecho innegable: La ciencia experimental ha progresado en
buena parte merced al trabajo de hombres fabulosamente mediocres, y aun menos
que mediocres.
No prosigo la cita, pero os recomiendo con gran interés que os hagáis con el libro y
continuéis por vuestra cuenta. Durante los veinte años transcurridos desde la primera
publicación, he observado señales muy enérgicas de oposición a la lamentable situación
denunciada por Ortega. No es que podamos evitar en absoluto la especialización, cosa
imposible si queremos progresar. Sin embargo, tenemos conciencia cada vez más clara
de que la especialización no es una virtud, sino un mal inevitable, y de que una inves
tigación especializada sólo tiene valor real en el contexto de la totalidad integral del
saber. Se acusa cada vez menos de diletantismo a quienes se atreven a reflexionar, hablar
y escribir acerca de cuestiones que exigen algo más que la preparación especial para la
que han adquirido "patente" o "título". Todas las vehementes protestas que se levantan
contra tales tentativas proceden de medios muy especiales, que son de dos tipos —o muy
científicos o muy poco científicos—, y las razones de sus protestas son igualment
transparentes en ambos casos.
En un artículo sobre "Las Universidades alemanas" (publicado el 11 d diciembre de
1947 en The Observer), Robert Birley, Director de Eton, cita" unas líneas del informe de
la Comisión para la Reforma Universitaria e Alemania, y las citaba subrayándolas con
una insistencia que hago enterament mía. El informe dice:
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Introducción Naturaleza y alcance del método científico