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JAIMEBARYLKO

Editado por el EJECt1Trvo SUDAMERICANO del

CONGRESO JUDIO MUNDIAL


Buenos Aires
BIBLIOTECA POPULAR JUDIA del Congreso Judío Mundial

Dirigida por MARC TURKOW

Colección: GRANDES FIGURAS DEL JUDAISMO


Buenos Aires, 1970

@ Congreso Judío Mundial

Queda hecho el depósito que previene la lev NP 11.723

Este folleto se terminó de imprimir en el mes de agosto de 1970, en los

Talleres Gráficos JULIO KAUFMAN S.R.L., Corrientes 1976, Buenos Aires

JOB EN ÁUSCHWITZ
En esta simbó\ica escultura, que se encuentra en el parque que rodea a los edificios de Yad Yashem, en
Jerusalem, el artista Natán Rápoport ha representado los padecimientos de Job, en un judío del campo de
concentración de Áuschwifz, con cl fatídico número grabado en el brazo, elevando una plegaria,
envuelto en su manto dc oraciones.
1
UN HOMBRE FELIZ
ee N HOMBRE HABíA en la tierra de Utz; se llamaba Job". Esta es,
pues, la historia de un hombre. El relato comienza, estilísticàmente, con
esa sencillez típica de las narraciones populares, al modo de "había una
vez un hombre. . . Aparentemente un hombre como tantos otros.
Aparentemente un relato como tantos otros. "Y el hombre- era íntegro y
recto, y temeroso de Dios, y se apartàba de todo lo malo". Un hombre
"bueno" y justo. ''Y le nacieron siete hijos y tres hijas". Siete hijos
varones, es número de perfección en la vieja simbología Semítica,
particularmente en el lenguaje bíblico. (Como la perfección de los siete
días de Ja Creación. Dios contempló su obra "y vio que era buena".)
Siete hijos más tres hijas, dan lugar al número diez. Diei, expresión de
la armonía matemática. (Sodoma se habría salvado si Dios hubiera
hallado en ella "diez hombres justos".) Era bueno, y era rico. ''Y era su
hacienda siete mil ovejas y tres mil camellos, y qumientas yuntas de
bueyes y quinientos asnos". Vuelven a conjugarse 'lós números siete y
tres, cinco y cinco. Perfección y armonía desde todos los ángulos
visuales. Bondad y bienaventuranza desde todas las pefspectivas.
Perfecto, armónico, dichoso era el mundo de Job Espiritualmente y
materialmente. En lo que era, en lo que tenía. Perfecta simeItría
concordante entre lo exterior y lo interior. Eso era Job, un hombre
bueno, un hombre plena y sencillamente feliz.
Este es el comienzo idílico del libro de Job, un libro bíblico que consta
de cuarenta y dos capítulos. En la apariencia idílica del comienzo se
incuba un tremendo drama que estallará en el segundo capítulô y que
dará lugar, luego, a profundos y estremecedores diálogos, monó logos,
reflexiones, meditaciones. Dentro del contexto bíblico general, Job es
un libro extraordinario. Job nada tiene que ver con la historiá hebrea.
Los sàbios talmúdicos vieron eh él al ' 'hombre universal" y se
expresaron al respecto taxativamente: "Job nunca existió; fue tan sólo

5
una parábola". Los datos mismos respecto del personaje y su tierra
patria, Són, a todas' luces, imaginarios. Las cifras y otros detalles
tienen ¿se aire paradisíaco de leyenda.

Job, en consecuencia, es simplemente un hombre, sin otra deter


minación que su felicidad, su riqueza, y sobre todo, su personalidad
moral: justo, recto, !temeroso de Dios. Desde lueoo, los- primeros
versículos narrativos e introductorios, dan a entender bien
explícitamente otro tipo de armonía, mucho más fundamental y radical
que las armonías numéricas antes mencionadas; hablamos de la
rigurosa compensación que el hombre recibe por sus actos.
Encontramos, primariamente, cierto rigorismo ingenuo de causa-efecto:
Job, el hombre justo, inocente, temeroso de Dios es la causa de Job el
bendecido con populosa familia y abundante riqueza. un vínculo de
necesidad se establece entre estos dos momentos de una misma
persona. El hombre temeroso de Dios es, necesariamente, también el
hombre rico; feliz, satisfecho, bienaventurado. El hombre ideal. O, si se
prefiere, el ideal del hombre. una vez establecidas las correlaciones
entre vida interior y vida exterior, entre acción y recompensa, vuelve el
texto al primer tema, al motivo de la religiosidad y altura ética de Job
que alcanzan extremos inusitados. Job no es un "egoísta religioso" que
tan sólo procura su propia pureza y su propia dicha. Le preocupan los
otros, sus hijos. Por ellos reza y hace sacrificios a Dios, para prevenir
toda eventualidad de pecado. El "quizás" del pecado ajeno es la única
duda en el alma de Job, y movido por esa duda el hombre se adelanta y
ruega el perdón divino por pecados que pudieren cometerse. un hombre
feliz que desea un mundo feliz.

11
INTRODUCCóN AL DRAMA
E L HOMBRE FELIZ es el hombre justo; el hombre justo es el hombre
feliz. Este parece ser el axioma que encabeza el modus vivendi

6
humano encarnado por Job. Parece ser. Pero no es así definitivamente,
constantemente. La armonía y la perfección pronto se tambalean ante
la' realidad cotidiana. Entonces asistimos al derrumbe de esa justicia —
lógica y paradisíaca al mismo tiempo— dentro de la cual se
desarrollaba idílicamente la existencia de un hombre llamado Job.
Si el comienzo de la narración tenía aire de leyenda popular, donde la
dicha se simbolizaba en coordinaciones numéricas esotéricas e irreales,
también eso que denominamos el "derrumbe" deberá canalizarse por
vías de la fantasía popular. Pasamos ahora al Cielo, al horizonte donde
se trazan y se traman los destinos humanos. según remotas creencias
ancestrales. Dios observa y regula los pasos humanos. Es el Juez. Pero
en cl Cielo aparece otro protagonista o dramatis persona, Satán. Es,

desde luego, el genio del Mal. Está a las órdenes de Dios. Es pues un
ángel. Este término —ángel—, tanto en su estricta etimología griega
como en hebreo, significa "enviado", "delegado", La función de Satán
es recorrer el mundo e informar a Dios sobre las actuaciones de los
hombres. Según el texto de Job este es el sentido de la palabra ' 'Satán":
el que recorre el mundo. Tiene, sin embargo, otro sentido con el cual
aparece en distintos textos bíblicos: obstáculo, impedimento, odio,
inquina, daño 1 .
-Satán es el enemigo del hombre. Indirectamente, quizá, según se irá
explicitando, puede ser visto como enemigo de Dios. Insistimos:
indirectamente y por proyección deductiva'. La función de Satán queda
reducida a recorrer el mundo y observar a los hombres. Su enemistad

1 Satán, como "persona dramática" figura real y relevantemente tan sólo en


el libro de Job y confusamente, en pocos oscuros versículos en Zacarías y Salmos.
Aparece también en otros textos bíblicos el ténnino "Satán", pero no como
"persona" sino como adjetivo o adverbio en el sentido ya indicado: obstáculo,
odio, enemistad.
7
respecto del hombre podría resumirse en un axioma: no hay hombre
justo sobre la tierra. No existe el bien, la pureza, la inocencia. Ese es el
axioma y el punto de partida del Satán de nuestro libro. Recorre el
mundo para corroborar una y otra vez la verdad de su axioma, y ello lo
satisface. Satán viene a ser, pues, algo así como el Acusador, el Fiscal
contra el hombre, delante del Juez-Dios. (Indirectamente la acusación
recae contra el propio Juez, que es también el Creador del mundo. Si no
hay "bien" en el mundo, la Creación es imperfecta* y el Creador
reponsable. No obstante, este razonamiento implica una deducción y
una proyección completamente subjetiva' y a cargo del intérprete. En el
texto mismo nada de esto se 'deja soslayar. Satán está sometido a Dios
y es su siervo y su enviado.)
La tarea de Satán es relativañente fácil, y constantemente suele ese
personaje corroborar su gran postulado básico respecto de la existencia
humana. Pero he aquí una excepción notable: Job. Frente a Job parece
caducar la "verdad" de Satán. "Y Dios le dijo a Satán: ¿te has fijado en
mi siervo. Job? No hay como él en la tierra persona tan íntegra y recta,
temerosa de Dios y que se aparte de todo lo malo".
Primero vimos a Job, objetivamente, desde la tierra. Ahora debemos
observarlo desde una perspectiva más alta, desde el Cielo. Job nos
parecía "indiscutible". Su rectitud, su honradez, su religiosidad, y la
consecuencia de todo ello, su dicha. También Dios considera que Job es
signo vivo del bien realizado y plenamente concretado en la tierra..
Ahora parece discutible la teoría de Satán. Satán debe responder a la in- \
terpelación de Dios. Satán es un avispado fiscal y un genio dialéctico.
Res- ponde a Dios y pone, inmediatamente, en tela de juicio la
apreciación divina. Indudablemente Job es recto y justo y honesto. Pero
—interroga cínicamente Satán—, ¿por qué lo es? "¿Acaso gratuitamente
teme Job a DioS?" Este es el principio del derrumbe.

111
8
EL HOMBRE DESNUDO
A HORA ESTAMOS EN CONDICIONES de comprender el
nombre de ese hombre, Job. En hebreo está escrito 1-OV. Sólo
puede. ligarse al radical êivá, que significa ' 'odio". Si Satán es el
portador del odio, Job es el objeto del odio, "el odiado". Satán odia a
Job, porque Job representa la realización del bien. En consecuencia
Satán, en funcioñes de Fiscal:Acusador debe demostrar que la bondad
y la inocencia de Job no son tales.

"¿Acaso gratuitamente teme Job a Dios?" Cierto —alega Satán— Job


es religioso y piadoso. Pero ¿por qué? ¿con qué finalidad? La finalidad
de Job no es Dios, es Job mismo. "Tú '—le dice Satán a Dios— has
protegido a él, y a su familia, y a todas sus pertenencias como cón un
cerco, y has bendecido todas sus acCiones, y su hacienda se ex.teñdió
sobre la tierra". Por eso Job es piadoso y recto. En su propio ill? terés
material - pragmático. Satán, dialécticamente, invierte los valores. No
es la causa (la religiosidad-piedad) que, automáticamente pro- duce el
efecto (la dicha, la prosperidad), sino inversamente: el interés por ese
efecto hace que se produzca la causa, hace a Job piadoso —religioso,
con. un afán absolutamente utilitario-hedonístico. La araumentación
de Satán es poderosa. Todas las virtudes de Job parecen desmoronarse
negativamente bajo el peso de la '{conveniencia personal" que Jas rige
y las domina.
Job debe ser puesto a prueba. Hay que quitar el efecto que da lugar a
la causa para comprobar si la causa, también entonces, persistirá en sí
misma„ puramente, decididamente, sin condicionamientos
gananciales. "Empero —sigue hablando Satán—, extiende tu mano y
toca todas sus posesiones, y verás cómo te maldice en Itu propio
rostro". No hay alternativa. El Fiscal pide una prueba. El Juez debe
otorgarla.

9
Job deberá ser privado de todos sus bienes. Entonces se verá si ama a
Dios por Dios mismo; o si ama a Dios por sí mismo, por los
beneficios que Dios le depara.
Job es ahora hombre puesto a prueba. Volvemos a la tierra. Todo lo
que hacía la delicia de la vida de Job se pierde: su casa, su hacienda,
sus riquezas, su servidumbre, sus hijos. Todos esos elementos
materiaies son destrozados por fuerzas físicas-naturales designadas
por Satán. Quedó Job solo, con su cuerpo, con su vida desnuda y
despojada. Job está de duelo y dice: "'Desnudo salí del vientre de mi
madre y desnudo retornaré; lo que Dios me ha dado, Dios me lo ha
quitado. Bendito sea el nombre de Dios". Todo es de Dios, todo
vuelve a Dios. Job, prima facie, se resigna. Comprende que todo está
en manos de Dios, y lo que fue dado puede ser quitado. Le parece ser
un acto de justicia. Nada se ha conmovido en la piedad y en la fe de
Job.
El jurado celestial torna a reunirse. Job superó la prueba. Satán
fracasó con todas sus sutiles argumentaciones. Job cree en Dios, a pe
sar de todo. Triunfó el bien y la inocencia. Pero Satán no se resigna ni
se humilla. Vuelve al ataque: "todo lo que el hombre tiene es capaz de
entregarlo para conservar su vida". La prueba, según Satán, fue pobre
y relativa. El hombre es capaz de desprenderse de todos sus bienes
materiales con tal de conservar intacto su propio cuerpo. "Empero —
le dice a Dios-- extiende tu mano y toca su cuerpo y su carne, y verás
cómo te maldice en tu propio xostro". En efecto, el individuo Job, su
cuerpo y su carne, aún no fueron tocados. Hay que llegar hasta el
extremo de la prueba, hasta el propio cuerpo de Job. Y así se hizo.
Duras enfermedades cayeron sobre ese cuerpo del hombre piadoso y
corroyeron su piel y su carne. La mujer de Job (sólo ella quedó viva
de toda su familia; en el relato popular era indispensable que no
muriera, porque era indispensable que alguien -le dijera lo que ella le
dijo), exasperada ante tamañas desgracias y la humilde fe de su
esposo, le dijo desesperada a cuándo persistirás en tu

10
integridad? Maldice a Dios, y muere". Evidentemente, a tal vida era
preferible la muerte, Pero la fe y el razonamiento de Job siguen
siendo idénticos; "{Sólo lo bueno aceptaremos de Dios, y lo malo no
lo aceptaremos?'* El que aceptó el bien, debe aceptar el mal. En
verdad nada podía discutir Job con los hombres. Ahora sólo cabe
hablar directamente con Dios.

LA PRUEBA
A OONCLUIDO LA INTRODUCCIÓN al drama de Job,
sintetizada en los dos primeros capítulos del homÓnimo libro bíblico.
La introducción tiene atmósfera de leyenda popular, de fábula arcaica.
Es un recurso literario que, como todo prólogo, en_ verdad es un
epílogo, una construcción a posteriori que explicaría cómo y por qué
se trastrocó talu trágicamente el destino de Job, de la felicidad a la
suma desdicha. Pero, en verdad nada explica. El cielo está
rotundamente separado de la tierra. La introducción pretende ser una
explicación imaginaria o parabólica del destino de Job. Pero en lo
humano toda interpretación causalista no satisface. El dolor de Job, en
sí mismo, es incomprensible, es decir injustificable. Y este es
justainente su drama. Lo dramático no reside en el dolor ni el
sufrimiento, sino en la absoluta falta de justificación de estos
acaecimientos vistos desde dentro, desde el fondo de la vida de Job.
Cierto es que Job acepta los hechos como he chos, como datos que, de
alguna manera, tienen su raíz en Dios. Pero —seoún la médula central
de todo el libro— alega contra la injusticia de estos hechos. Acepta los
hechos pero rechaza cualquier justificación de esos hechos. No puede
ni quiere maldecir a Dios, porque quiere dialogar con Dios. En
escuetas y sencillas palabras le responde a su mujer: ha de aceptarlo
todo. Más no le dice. El resto se lo dirá directamente Dios. Quedó solo
y desnudo. Solo y desnudo frente a Dios. La fe ya no es mera

11
resignación. Ahora la fe es necesidad de diálogo* derecho de rebeldía
contra datos indubitables pero; también, injustificables.
Injustificable, es decir sin razón de justicia; Esta es la paradoja y

el gran "escándalo", como dirán Kierkegaard y más tarde su exegeta


León Chestov. Pero el tema no es nuevo en la literatura bíblica. Abra•
ham, el primer hebreo, ya dejó constancia de esta problemática cuando
enfrentÓ a Dios y le dijo: "¿El Juez de todo el mundo no realizará
justicia?" En las biografías respectivas de todos los grandes
protagonístas bíblicos suele emerger un momento de desesperación y
rebeldía, unmomento de inconformismo con la realidad cue debe
aceptarse como dada, pero que no puede aceptarse como justificada.
Momento de rem belión en la vida de Moisés cuando dice: "Dios, dueño
de todos los espíritus: ¿un hombre pecará, y te encolerizarás con toda la
comunidad?" Si Dios existe, Dios es justicia. ¿Por qué reina la
injusticia. en el mundo, en la realidad existencial? La pregunta, tal cual,
fue planteada por Jeremías: "¿Por qué tiene éxito el camino de los
perversos, y gozan de sosiego todos los malvados?" {Por qué? ¿por
qué? El hombre bíblico es inconformista. Grandes y pequeños, todos
en algún momento plantean ese por qué fundamental en distintos
campos, en diferentes circunstancias. Nadie calla sumisamente. Creer
en Dios representa, para ellos, tener a quién dirigirse en momentos de
angustia para reclamar respuestas fundamentales a preguntas
fundamentales.
Toda existencia humana es un estar—constantemente—puesto—a—
prueba. Pero en dos casos bíblicos se explicita el carácter de esta
"prueba": Abraham y Job. Dios puso a prueba a Abraham ordenándole
que le sacrificara lo más caro: su hijo. Abraham superó la prueba, e in
extremis fue el milagro y en lugar del hijo, sacrificó, por orden divina,
un carnero. En torno de esta "prueba" también creóse una leyenda
popular (quizás inspirada en el caso Job) que, idénticamente, pretende
justificar el mandato divino: Satán le dijo a Dios que Abraham no lo

12
honraba suficientemente. Dios le respondió: "Si le pido que me
sacrifique su hijo único, también Io hará". La misma introducción para
pruebas semejantes. Con la diferencia de que Za prueba de Job
comienza después del sacrificio. Job — y todas sus pertenencias,
humanas y materiales— es, él mismo, el sacrificado. ¿Cómo
reaccionará Job? Dcspués del sacrificio comienza la tragêdia y Dios
está implicado en ella. Por eso no debía ser maldecido. Era
urgentemente indispensable due "siguiera" existiendo en la vida de
Job. Alguien debía responderle.
A SOLAS, CON OTROS

D ERO LA INTRODUCCIÓN aún no ha concluido. Falta un


detalle: la visita de los amigos de Job. Job está de duelo. "Y oyeron los
tres amigos de Job, toda esta desgracia que a él le sobrevino, y se
allegaron, cada uno desde su respectivo lugar, Elifaz el teimanita, Bildad
el schujita, y Tzofar el naamita, y se concertaron para venir juntos fin de
condolerse con él y consolarlo. ' 'Los amigos, pues, siguen una vieja y
consabida costumbre humana, la de ir a consolar al hombre en duelo,
abatido por la desgracia. Hay algo de ironía en esta visita ''consoladora"
2
. Cumplen con un rito social—apariencial—formal. También el
consuelo no será sino superficial y formal. La ironía se da como con•
traste entre el dolor real—individual—inconsolable, y el formalismo
exterior de los amigos que se congregan para "condolerse" y apaciguar
al hombre sufriente con fórmulas hechas en actos y en palabras
estereotipados. ' 'Y levantaron sus ojos, desde lejos, y no lo
reconocieron. . . '' Job era otro, físicamente, aplastado por los dolores
físicos, y espiritualmente, corroído por la incomprensión y la injusticia.
A primera vista no- lo reconocieron. Luego, una vez reconocido,
reconocerían también que, repentinamente, Job era otro, que ya no

2 Sobre este tema nos hemos detenido en un ensayo específico: Job y la ironía
(en ".Davar", NP 103; Bs. As.). Podemqs añadir. en apoyo de nuestra opinión,
las palabras de M. Anat: "El libro de Job abunda en ironía vibrante; pero no se
trata de una ironía de destinos, sino, más bien de situaciones" (El libro de Job; en
"Bet 'Mikrá", julio 1969; Jerusalem. En hebreo.).
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tenían un lenguaje mún. Sólo un dolor común podría procurarles un
lengudje común. Sin esta premisa sólo podría darse una sucesiva
interpolación de monolÓgos; jamás un diálogo realmente comunicante.
"Y levantaron sus ojos, desde lejos, y no lo reconocieron; y levantaron
sus voces y lloraron, y cada uno rasgó sus ropas, y arrojaron tierra
sobre sus cabezas. Y se sentaron junto a él en el suelo, siete días y siete
noches, y no pudieron hablarle, porque vieron que el dolor era muy
grande. . . " Reconocieron pues que no había consuelo. (Encontramos
en estas sencillas palabras del texto, uno de los momentos más
profundos y más sugestivos de toda la Biblia: frente al dolor máximo
sólo cabe una respuesta máxima: el silencio. Véase al respecto Génesis
XXII donde se narra la prueba de Abraham: tres días caminó con su
hijo hacia el monte donde debía tener lugar el sacrificio; tres días
empañados de dolor tenso y de silencio casi absoluto.) "Y levantaron
sus ojos. . . y levantaron sus voces y lloraron . . . " Ritualmente,
mecánicamente. Era un deber llorar. Job no lloró. Los amigos lloraron.
(Sucesión de ironías. Más si volvemos a recordar aquél texto que relata
el momento más trágico en .la vida de Abraham. Tres días caminando
en silencio con su hijo, con el futuro sacrificio. '{Al tercer día levantó
Abraham sus ojos y vio el lugar desde lejos". Compárese el texto de
Job con el de Génesis XXII. Las palabras son casi idénticas. Hasta se '
'juega" con idénticos números. Pero iqué abismo monstruoso reina
entre el individuo que vive el dolor y aquel otro que contelnpl.a el
dolor desde fuera, como objeto especulativo—consolabie!)
Aquí concluye la introducción. Job está acompañado, pero más solo
que nunca. La confrontación con otros hombres, con otras opiniones,
dará más relieve a su soledad, al absurdo de su sufrimiento, a la
injusticia del contorno existencial, a la comunicación frustrada y a la
comprensión impotente. Concluye la introducción y comienza el drama
propiamente dicho. Drama es diálogo. Job, sus amigos, Dios, son los
protagonistas. Tienen la palabra. Drama es entrecruzamiento de
palabras que se rozan, se entrechocan, se confunden. ' 'Después abrió
Job su boca y maldijo su existencia". No podía maldecir a Dios. Pero
14
podía maldecir su propia existencia. Era suya, inalienable. Pero mal—
decir puede entenderse aquf estrictamente: decir el mal, revelar y
delatar el mal de la vida, el grano de la desdicha.

DE LA VIDA A LA MUERTE

E N LA DOBLE DIMENSIÓN desgarrante de estar a solas y


acompañado, abre Job su boca y rompe el silencio. Es el único que tiene
derecho para romper el silencio. En realidad es el único que tiene
derecho a

hablar. Aparentemente Job se resignaba a recibir tanto el mal como el

bien de Dios. Recibe, acepta, pero no se resigna, porque no lo justifica.


Maldice su existencia, y, según explicamos, ello consiste en revelar y
sacar a luz el mal de su existencia, la injusticia absurda que lo envuelve.
"Maldito el día en -que nací. . . "
(Recordamos a un CCCantecesor" de Job, ya mencionado, Jeremías.
También él, desesperado, llegó a' maldecir el día de su nacimiento,
también él dijo:
"iHay, madre, para qué me has dado a luz!"
Pero en Jeremías son estos momentos "pasajeros". Preguntas como
flechas que surcan el espacio y dan lugar a una herida que lentamente
se desvanece. En Jeremías, como en otros hombres, el dolor se da
esporádicamente. Job, en cambio, es la permanencia en el dolor;
diríamos, la fidelidad al dolor. Sus preguntas y sus angustias no son
explosiones anímicas pasajeras. El dolor ya no es accidente; ahora es

15
esencia de la existencia de Job, y de ahí, generalizando, de todos los
hombres 3 .)
Si la vida es el mal, el sufrimiento, la desesperación, ha de concluir
Job que sólo en la muerte puede hallarse reposo: la muerte del que
aún—no—ha—nacido, la muerte del que ya—ha—nacido.
''¿Por qué no habré muerto en la matriz de mi madre, o
al salir de su vientre?"
(En la tradición talmúdica posterior se llegará a decir: ' 'Mejor
hubiera sido que "el hombre no fuera creado; pero ya que fue creado,
conviene que tome conciencia de sus acciones" 4 Job, en efecto, toma
conciencia de sus acciones, y no encuentra en ellas justificación
alguna para la desdicha que lo asola. Por eso su pensamiento se
mueve ten un círculo fatal: mejor hubiera sido no nacer; ya que se
nace, mejor será morir. No es que la muerte sea en sí un valor
positivo. Es simplenente la negaciÓn del mal de la vida. Es el reposo
absoluto.)

'iPara qué dar a luz al hombre sufriente,


para qué dar vida a seres amargados, que
esperan la muerte y ésta no llega. . . "

Job apela aquí a un argumento que se hará muy popular en la filosofía


estoica y en otras escuelas post-socráticas: la muerte lo nivela todo. El
mal de la vida proviene de los contrastes, de las diferencias
tormentosas entre un individuo y otro, y, dentro de un mismo

3 En Los Secuestrados de Altona, Sartre 'hace decir a uno de sus personajes:


"No hay más que una verdad: jel horror de la vida!"
4 La_ primera premisa es también sostenida por Mefistófeles —réplica de
Satán-— en el Fausto de Goethe:
"Yo soy el espíritu ¿lue siempre niega, y con
razón, pues todo cuanto nace merece corromperSe;
por Io cual fuera mejor que no naciese nada".
16
individuo, del placer al dolor, de la dicha a la desgracia. Si justicia
quiere decir igualdad y reposo, la muerte procura estos elementos
fundamentales. Así sigue diciendo Job:

"'Ahora (si hubiera muerto) estaría acostado en reposo, con


reyes y grandes consejeros, que sabían reedificar ruinas.

Allí (en la muerte, en la tumba) los impíos dejan de estar inquietos, y


allí descansan los fatigados.
Los que estuvieron presos, están tranquilos
y ya no oyen la voz del opresor. El
pequeño y el grande están allí, y el siervo,
ya libre de sus dueños".

De su propio dolor, pasa Job al reconocimiento del dolor universal;


desde su subjetividad mortificada, ve ahora Job el panorama general de
la existencia, como conjunto de desazones, sufrimientos, contrastes e
injusticia, desigualdades angustiantes. La muerte nivela a todos los
seres en un mismo destino final. Nivela y libera. (Este tema, con todas
sus variaciones —Insistimos en recordar—, fue tratado profusamente
en la filosofía órfica y en distintas escuelas del pensamiento
grecorromano, derivando de ahí a la literatura de todos los tiempos.
Horacio, particularmente, suele recurrir a este leit-motiv 5

Vid. Horacio, Odas; Libro Segundo, III: "Todos somos impelidos sal
mismo lugar; [para todos es agitada la misma urna de la suerte [y tarde
o temprano nos arrojará a la misma barca/, al eterno exilio".
En el contexto bíblico estas ideas de Job sólo pueden ser comp& radas a
las expresadas en el Eclesiastés, donde, por ejemplo, se dice:

17
"Todo va a un mismo lugar. Todo vino del polvo, y al polvo -re- torna".
Estas palabras de Eclesiastés sé fundamentan en el libro del Génesis,
donde se narra que el hombre fue creado con polvo dé21a tierra, y luego se
dice: "Polvo eres y al polvo volverás". (Pero todo impprta señalar Io
siguiente: si bien, aparentemente, Job y Eclesiastés coinciden en la ídea de
la muerte, le otoraan un valor muy distinto. Para Job el final común a
todos los seres es liberador de todos los males y de todas las
desigualdades. Para el Eclesiastés, en cambio, esa nivelación final,
justamente, es un mal insoportable.)
Estamos en el capítulo III del libro de Job. Este arriba, en base a su
experiencia existencial y no basándose en meros razonamientos
especulati- vos, a una idea negativa de la vida. Abre la boca para hablar
y la amargura le hace proferir .amargas palabras. Empero, repetimos, la
amargura no depende del hecho en sí, sino de la inconvensión y de la
injustificación de los hechos acaecidos. En términos actuales diríamos
que Job vive el problema del absurdo de su existencia: Ea •
incomprensión, la sinrazón, el absurdo corroen la vida, y no simplemente
los acontecimientos desgraciados. Finalmente, en el capítulo citado, Job
reconoce que todas sus aseveraciones tienen validez:
6
'Para el hombre cuyo camino está oculto,
obstruido por Dios".
Sigue reconociendo la existencia de Dios, pero justamente Dios debería
dar razón y justificación de los sucesos. En cambio, el camino, la trama
de la vida permaneêen ocultos, incognoscibles, inescrutables. A pesar
del pasajero elogio de la muerte, Job quiere vivir, necesita vivir, porque
quiere y necesita saber, comprender su vida. Sólo que, mientras el
Salmista había dicho: "No moriré, Sino viviré y nar.raré las acciones de
Dios", también Job pretende vivir pero, inversamente, para que Dios le
narre a él, al homble doliente—sufriente, sus acciones, esto es, el
sentido de la vida y la razón del sufrimiento.

18
Kierkegaard llamó a Abraham "El caballero de la fe". Job merecería
el título de "El caballero del sufrimiento". Quijotescamente —en el
mejor sentido de este término— Job pretende redimir su sufrimiento
del absurdo. Dios le debe una respuesta.

19
Entre tanto -lo oyen los hombres, sus amigos que están junto a él..
Roto el silencio también ellos hablan y opinan. El diálogo será triálogo
—si se nos permite— protagonizado por: Job, los amigos, Dios. En
esencia serán monólogos que se cruzan, se chocan, pero nunca se
comunican. El absurdo del sufrimiento conduce al absurdo de la
incomunicación' radical.

VII
EL MUNDO JUSTIFICADO

¿CuÁL ES LA FUNCIÓN PRIMORDIAL de los amigos? Consolar,


procurar que la herida cicatrice, aliviar el dolor, pronunciar palabras
que cubran el abismo que media entre el dolor absoluto y la
injustificación absoluta.

Entramos al capítulo cuarto. Habla Elifaz: Ante todo, el amigo,


reprende a Job por sus duras y negativas palabras. Él, Job, el justo, el hombre
recto, solía, en otras oportunidades, reprender a otros hombres que decaían en
momentos de desgracia o pena. Él, Job, solía decirles palabras de aliento y les
insuflaba ánimo de vida y de optimism(h Ahora, él, Job, cae en la
desesperación sin panacea.

"He aquí que tú solías reprender a muchos, y


sabías fortalecer manos. débiles; al que
flaq.ueaba levantaban tus palabras, y dabas
fuerza a rodillas tambaleantes.
Y ahora, cuando hasta a ti ha llegádo la pena, te
desalientas y te espantas".

En estos términos habla Elifaz a Job. Job no es fiel a su propia


persona, a su propia conducta pasada. Elifaz es hombre de razonamiento frío y
casi matemático. La conducta de ayer debe ser la conducta de hôy. Los
principios que Job aplicaba frente a otras personas ahora debería aplicarlos
frente a sí mismo. (La argumentación fríamente racional, al parecer, no admite
crítica. Pero hay una falsía, y ella consiste en comparar a Job con otros
hombres, su dolor con otros dolores. Ello es incomparable. Elifaz esquematiza
los hechos de la vida en ideas, y
de esta manera los escamotea. Job, en cambio, parte del principio que
asevera xa incomprensión radical, la imposibilidad fundamental de
transformar una tragedia personal en una ecuación de ideas.)
Esa fue la introducción de Elifaz. Después el amigo entra a analizar los
acontecimientos mismos. Pero nuevamente, seaún su método, los
reduce a ideas, a generalizaciones, a juegos de conceptos:
"Recuerda: ¿Dónde has visto un hombre puro que se perdiera, y
dónde has visto hombre rectos que hayan sido destruidos? Yo sí
he visto hombres que araron maldad y sembraron iniquidad, y
las cosecharon".
Elifaz tiene otro punto de partida. Según él la justicia es inmutable. El
mundo es armónicamente justo y equilibrado. Cada uno recibe lo que
le corresponde, Io que merece, (Esta, también, será la definici6n
clásica de justicia en Derecho Romano: dar a cada uno lo suyo.) Los
hombres inocentes no son destruidos; sí lo son los pecadores. A Elifaz
esto le parece una evidencia axiomática, indiscutible. Esta es la regla
del mundo y de la existencia en el mundo. Elifaz aparta su vista de Job
y contempla ideas universales, reglas generales. Luego,
consecuentemente, Job debe someterse a esas reglas sin excepciones.
Claraanente lo dice:
'C¿Acaso puede un hombre tener más razón que Dios?"
Job niega la justicia, ergo pretende tener más razón que Dios. Elifaz,
dialécticamente, incluye el "caso Job" dentro de una regla universal y,
de esta manera, salva la ''justicia universal", (Irónicamente acotamos:
no sabemos qué defendía Elifaz más: la justicia universal o su
tranquilidad personal y su fe ingenua y dogmática en esa justicia.
Cruel era el consuelo que el "amigo" Elifaz le proporcionaba a Job.)
Todo lo que ocurre en el mundo, pues, es justificado, tiene su razón de
ser; aunque desconozcamos esa justificación, esa razón de ser. A
ciegas afirma Elifaz que el sufrimiento tiene fundamento, causa,
tivo. Job, al contrario, abre los ojos y no está dispuesto a aceptar
ninguna verdad a cieoas. Su sufrimiento personal, inalienable,
incompaTable, no puede ser reducido a ninguna regla uiversal. El
mundo ideal de Elifaz nada. tiene que ver con là realidad palpable e
inconsolable llamada Job.
VIII
DIOS Y EL ABSURDO
ÀPíTULO SEXTO. Responde Job a las predicaciones de Elifaz.
"Dentro de mí llevo las flechas de Dios, y
el espíritu embebido de su veneno. . . "
Elifaz habla de conceptos universales. Job habla de un sufriente,
dc sí mismo, herido por fatales flechas. Está dispuesto a oír verdades,
pero quiere oír la estricta verdad referida a él mismo, estrictamente:
"Enseñadme, y yo callaré; explicadme en qué erré.
iCuán eficaces son las rectas
palabras y cuánto sabéis reprender!
¿Acaso pensáis reprender con palabras, y transformar
en viento el discurso de un desesperado?"
Job es el desesperado. A palabras de desesperación no se puede
responder con palabras que todo lo dicen, pero que no pueden
mencionar único que a Job interesa: en qué erré". ¿Cuál fue su
culpa y error, la causa de todos sus males? La pregunta sigue en pie,
y sin respuesta. Las palabras de los amigos soslayan la pregunta, la
evaden con tretÓrica de conceptos. En ellas no hay respuesta, y por
Io tanto tampoco consuelo.
Responde otro amigo, Bildad. Los tres amigos concuerdan en sus
argumentaciones: "defienden" a Dios y la justicia universal. Nada es
gratuito, nada es injustificado. Todo tiene su razón de ser, oculta y
visible, desde la más pequeña planta hasta el hombre.
En el capítulo IX vuelve a tomar la palabra Job:
"Ciertamente, sé que es así:
el hombre no puede tener razón contra Dios".
Es evidente que Dios tiene razón. Pero Job exige la prueba de esa
evidencia. Porque paradójicamente Job no puede renunciar a su pro
pia razón. Dios tiene razón, pero también Job tiene ,razÓn. Y aquí
emerge el absurdo de dos Tazones coexistentes y que deberían
excluirse una a la otra. En ese absurdo se mantienc firmemente Job.

19
Pero Job toma conciencia del absurdo como incomunicación. En
efecto —sigue la reflexión de Job—, Dios es lo inconmensurable. Dios
—Juez. es Dios—Creador. Conocerlo significa re-conocerlo a través
de la Creación. Y precisamente este reconocimiento —
paradójicamente, irónicamente— muestra al hombre la distancia
infinita que media entre él y su Creador. El Salmista había cantado:
"Los cielos narran gloria de Dios y el firmamento relata sus obras".
En las creaturas se divisa la mano del Creador. También Job avizora la
grandeza de Dios en la grandeza de sus creaturas, de la naturaleza, del
universo todo, en el capítulo IX:
' 'Él ordena al sol, y no brillará, y
sella la ruta de las estrellas.
Él solo extiende los cielos sobre las alturas del mar. (4

y pisa
Él creó la Osa, el Orión y las Pléyades, y
los secretos de Temán.
Él hace cosas grandes e
incomprensibles, y maravillas sin
número".

Como el Salmista, reconoce Job la, inconmensurable grandeza de Dios


a través de la inconmensurable grandeza" del Universo, Pero mientras
para el Salmista este reconocimiento es motivo de éxtasis poético y de
glorificación de la divinidad, para Job, en. cambio, es motivo de
desesperación, de reconocimiento consecutivo del abismo que separa
'al hombre de Dios y, también consecuentemente, de la imposibilidad
de diálogo y comunicación. Frente a la grandeza de Dios, Job se siente
nadificado.
"Él hace cosas grandes e incomprensibles,
y maravillas sin número.
Podrá pasar junto a mí, y yo no lo veré;
pasará y no lo entenderé.
Podrá arrebatar, y ¿quién le hará restituir lo irrebatado?
¿Quién le dirá qué debe hacer?"
La misma grandeza gloriosa de Dios aleja al Creador de la com-
prensión del hombre, Y eso desespera a Job. Job defiende la grandeza
de Dios, pero al mismo tiempo quiere defender la razón de su
existencia humana. Entre estas antípodas se mueve el alma de Job, sin
descanso, sin consuelo. Desespera de Dios y confía en Dios. No hay co
municación pero debería haber respuesta. En este columpio de
horizontes antitéticos se mueve el pensamiento y el sentimiento de
Job. En el capítulo XIII da expresión a esta tensión agónica:
C
'Aunque Él me matare, seguiré esperando a El".
El sufrimiento ha venido de Dios. La redención también debe provenir de él.
Las palabras de los amigos son vanas fórmulas hechas:

('Vuestras máximas son frases de ceniza".


Job, el atormentado, se estremece entre la desesperación y la espe-
ranza. En el capítulo XIV encontramos su definición del hombre —
una de las páginas -más famosas en la literatura universal:
"El hombre, nacido de mujer; corto de días, pleno
de sinsabores. Como una flor, brota y es
tronchado; como la sombra, huye y no puede ser
detenido".

Esto es el hombre. Semejantes conceptos, hasta' idénticas palaBras,


pueden encontrarse en Isaías XL. También ahí la breVedad de la vida
humana es comparada a la corta y malograda existencia de la flor. En
su capítulo II escribió Isaías: "Dejad al hombre, que tiene alma
fugitiva, porque ¿qué valor tiene?" Este tema de la vida humana,
fugitiva como una sombra, inconsistente, será motivo central en la
poesía de todos los tiempos. Recuérdese aquel famoso soneto de
Góngora dedicado a la "vana rosa":

''Ayer naciste y morirás mañana•. . . "


Esa es la desesperación. Y luego viene la esperanza. Esto es el
hombre: ánimo mutable. Job lamenta la vanidad de la vida y luego,
sin solución de continuidad, exclama:
''Todos los días de mi existencia aguardaré hasta
que arribe mi redención".

Desespera y sigue confiando. Niega todos los valores, pero repenti-

21
namente renace en él la fe en la redención, en la respuesta, en la
develación del misterio de su sufrimiento injustificado.
Esto es Job: el hombre que permanece fiel a sí mismo, como
contradicción y paradoja. Su existencia es absurda, sin—sentido. No
obstante, absurdamente aguarda que el sentido de repente alumbre sus
pasos.
Esto es Job: el hombre que se niega a alienarse en palabras como
ceniza, en fórmulas preestablecidas, válidas "para todos" y para nadie
personalmente. Él quiere su verdad. Entretanto, quizá sin saberlo, está
viviendo su verdad; o, si se prefiere, está viviendo verdaderamente
mientras mantiene virginales y auténticas todas las potencias
contradictorias de su ser:
CC
Aunque Él me matare, seguiré esperando a Él".

EL HOMBRE REBELDE
RT os DETENEMOS uN INSTANTE en el camino. Hemos presentado
ya las coordenadas generales que constituyen el fondo trascendental del
libro de Job. No es un libro de filosofía. Es un libro de mon610gOs
sucesivos que no llegan a ser diálogo. Los dramas se superponen: el
drama del sufrimiento, el drama de la sin—razón de ese dolor, el dra7
ma de la incomunicación con Dios, el drama de la incomunicación con
los hombres. Job no se entiende. Tampoco los amigos pueden entender
su pasión y su tormento. Job 'está a solas frente a Dios.
Los amigos hablan en nombre de una pre—concepción. Sus palabras están bien
hilvanadas racionalmente, con ilación de conceptos ci- 4 mentados lógicamente.
Pero esas mismas palabras exasperan a Job, porque su. drama es, precisamente, el
drama de la lógica fracasada. La lógica de las ideas y de los conceptos pre—
concebidos es una; la lógiCQ de la vida es otra. Esta última interesa y desespera a
Job porque justamente su vida, a sus ojos, está desprovista de lógica. (Eso que
denominamos el absurdo, uno de los puntos centrales en el filosofar del si" 010
XX. Albert Camus, en su libro El Mito de Sísifo, fue quien más profundizó en
este tema del "absurdo" de la existencia que parece moverse en un círculo
cerrado, insalvable, sin solución lógica.) Job es la
' 'situación límite" del hombre en la cual la vida se revela como
drama. trágico hendido de absurdo 5 .
Job no es un libro dc filosofía. Los monólogos tienen forma
poemática, Más que un texto de pensamientos, cs un conglomerado donde
se fusionan la reflexión, la lírica, la plegaria. Precisamente porque Job no es
una construcción mental, puramente especulativa, sino que sigue la clásica
línea bíblica fiel a la realidad. La realidad, esa realidad dramática dc la
existencia humana, hecha de felicidad y zozobra, de esperanza y angustia,
la realidad en las dimensiones más profundas y más extremas de su
problematicidad, se manifiesta plenamente en este libro como tenso
interrogante. El tema primordial, el del sufrimiento injustificado e
inconsolable cn el álgido presente, es tratado, desde distintas perspectivas,
en tres libros bíblicos: Isaías, Eclesiastés, Job. En el primero de los
mencionados libros, la perspectiva es histórica: el dolor presente se
redimirá y se conwrenderá en el futuro 6 . En Eclesiastés, el dolor futuro —
el de la muerte— se presentifica como motivo de meditaciones angustiosas.
En Job, en cambio, el presente es absoluto y no admite postergación ni
proyección de ninguna índole. El hombre concreto, en el presente concreto,
exige una respuesta concreta a esta existencia repentinamente sumida en el
absurdo.
Job es cl hombre rebelde. Reconoce a Dios, pero al mismo tiempo se
rebela contra cualquier sistema de teodicea (justificación de los actos

5 León Chcstov, La Filosofía de la Tragedia; trad. D. J, Vogelman;. Ed.

Emccé, Bs. As. 1949; pág. 25: "Pero es imposible volver atrás. Las naves están
quemadas, vedado el camino del regreso. i Es preciso avanzar,ir adelante, hacia
un porvenir desconocido y terriblc siempre! Y el hom— bre avanza, casi sin
preguntarsc siquiera qué es lo que le espera. Los suc— ños de su juventud, quc
sc han tornado irrealizables, comienzan a .parecérle• embusteros y falsos; y
arranca dc sí, con odio y crueldad, todo aquello en quc en otro tiempo creyó, todo
lo que en otro tiempo había amado".
6 En nuestro Isaías Cen csta misma colección) procuramos esbozar la

concepción del profeta respecto del dolor como problema humano que es sólo
apariencia del prescntc pcro que, en el devenir histórico, va deve— lando su propio
sentido positivo y racional.
divinos) que sus amigos procuran sostener y predicar. Ellos, sus
amigos, hablan en nombre del pensamiento, de las razones hechas y
predeterminadas. Job habla en nombre de su vida dolorida. Ninguna
TazÓn podrá apaciguar su dolor. Su dolor es sw pregunta. Sólo Dios,
el origen de todo y, en consecuencia, también de su dolor, podrá
contestarle. In extremis todas las razones se deshacen y sólo es
posible y plausible aguardar la respuesta extrema, la Razón de Dios.
Desesperando espera Job. Dentro del marco de sin—sentido en el
cual existe, el único sentido que tiene* ahora su existencia' es
aguardar el milagro de esa respuesta. Milagrosamente se abatió la
desesperación sobre los días vitales de Job. Sólo milagrosamente
podrá sobrevenir la redención. Vivir al -modo de Job significa esperar
absurdamente *la supresión del absurdo.

x
LA RESPUESTA DE DIOS

JOB, CAPÍTULO XXXVIII:


"Y respondió Dios a Job desde la tormenta, y dijo:
¿Quién oscurece el pensamiento con palabras, sin saber?
Envuélvete de fuerza y Yo te interrogaré, y tú responderás:
¿Dónde estuviste cuando fundamenté el mundo?
Dí, si es que realmente algo comprendes.
¿Acaso sabes quién estableció las dimensiones (del
mundo) o quién tendió el firmamento? ¿Sobre qué se
clavan sus pilares o quién arrojó su piedra angular?"
La respuesta de- Dios es una larga serie de interrooaciones. Job había
culpado a sus amigos porque acumulaban palabris vanas. También
Job —según Dios— cae en el círculo vicioso de vanas palabras que
creen comprender algo.
Job quiere comprender. Desea saber el sentido de su existencia y,
particularmente, la razón de su desdicha. Se diría' que Job lo
compren*de todo, Inenos eso, su propia existencia. Dios le habla
para demos-
•trarle que, radicalmente, Job nada comprende y nada sabe. Para
com-prenderse a sí mismo Job debería comprender el mundo—todo,
porque él, Job, es parte de esa totalidad. ¿Qué sabe • Job del 'mundo,
de su existencia, de su creación? ¿Qué es, definitivamente, lo que
Job sí sabe? Si existiera un tal saber, entonces podría emerger el
exabrupto de su no—saber. Pero Job nada sabe, y, por lo tanto por
qué ha de dolerle no saber algo más dentro de esa nada—totalidad?
Esta es, dialécticamente, la respuesta de Dios. Dios mismo coloca. a toda
la existencia de todo el Universo bajo signo de interrogación,. de
incomprensión. Job según ya vimos, percibe él mismo la grandeza. y
maravilla de la existencia; de todo ello deriva la omnipotencia de Dios: De
la creatura deduce la grandeza del Creador. Pero ahora habla el' Creador.
Dios Ic señala a Job que esa creación—mundo es puro misterio, ignoto
para cl hombre. El hombre sabc que hay una creación, pero ignora las
leyes de esa creación y de las creaturas de élla provenientes.

Esto es Job, esto es el hombre. un ser admirado frente al mundo, e


ignorante frente a las últimas razones dc todo lo existente. El ser que
todo lo ignora, evidentemente, también está condenado a ignorar la
razón tanto de su dicha como de 'su desdicha. Jamás podrá conocer
más. que la superficie de los hechos; nunca su esencia profunda. Sólo el
Creador puede conocer su obra. (Siglos más tarde Vico insistirá sobre
este punto. De ello concluirá que el hombre, por su parte, también sóIo
puede conocer únicamente su propia obra: la historia.) Los primeros
filósofos griegos sostenían que de la primordial situación de asombro
frente al mundo el hombre ingresa al terreno del pensamiento
metafísico. En Job, en cambio, Dios parece indicar que del asombro se
parte y al asombro se arriba 7 . La existencia es milagro y maravilla,
cuyas raíces permanecen incongnoscibles para el hombre. Job, capítulo
XLII:
"Y respondió Job a Dios, y dijo: Bicn sé que eres
omnipotente, y ninguna idea es para ti imposiblc (de ser
realizada)".

Para Dios nada es imposible. Para Job —el hombre— todo es imp•
sible: imposible de ser discernido, comprendido. La respuesta de Dios,.
lejos de suprimir el abismo que media entre el Cielo y la Tierra, entre el
Creador y la creatura,' lo ahonda más aún.- Job esperaba una
comunicación con Dios. Se da la comunicación, pero al mismo tiempo
que se da, ella certifica que la comunicación es imposible. Cuanto más
cap:ta el hombre la omnipotencia divina, tanto más toma conciencia' de
su propia impotencia.
Del inconmensurable silencio brotó la voz de Job. Y ha de volver al
silencio. Ya nada más puede ser dicho. Sólo cabe vivir y esperar. De
asombro en asombro; de milagro en milagro; de silencio en silencio.

FINAL INCONCLUSO

7 Sobrc el tema del asombro existencial escribc magistralmente Hílell Zeitlin:


"Fuera de la admiración, hay en el asombro algo de espanto rc— pentino y aJgo de
fuerte estremecimiento. El espanto pasa, cl estremecimiento persiste, Tôda cosa
cuyo origen desconocemos, nos estremocc. Tc:memos que represente para nosotros un
peligro. Tememos sin motivo, inconscientemente" (En. el Límite de dos IVInndos;
hebreo, Tel Aviv, pág. 25).
N EL CAPíTULO XLII concluye el libro de Job. El fin es tan
inesperado como el comienzo. De milagro en milagro, dijimos. El
milagro es lo inesperado, cualquiera sea su consecuencia, dichosa o
desdichada. El milagro es el acontecimiento que la mente humana no
puede prever ni predecir racionalmente. Es el acontecimiento de lo
inesperado. Inesperadamente Job pasó de la felicidad a la
desesperación. Inesperadamente pasará de la angustia a la redención.
El final es como el comienzo: una narración con aires de leyenda, de
cuento popular. Es un happy end irónico. La respuesta de Dios no
Tiene por vía conceptual; viene por vía existencial. Existencialmente
sufrió Job; existencialmente debe ser salvado del dolor. Para los
inteTrogantes de la vida hay una sola respuesta: la vida misma.
Vivencial-mente encuentra Job la salvación que mentalmente no pudo
hallar. Job vuelve repentinamente a ser feliz. Recupera la felicidad
perdida, Dios le devuelve todo aquello que le quitó. Perfecta e irónica
armonía entre el comienzo y el fin.
Pero detengámonos en pocos versículos, fundamentalísimos, que
constituyen quizá la "solución" a la incógnita que todo el libro plantea:
"Y fue después que Dios hablara a Job todas estas palabras. Y le dijo
Dios a Elifaz el teimanita: Estoy encolerizado contigo y con tus dos
amigos, porque no habéis hablado a mí (o: de mí) correctamente, como
mi siervo Job"
Job vuelve a ser, ante todo, el siervo de Dios, el ser bienamado por
la divinidad. Y justamente en estos versículos se da la inversión de todos
los valores, inversión dramática e irónica. Elifaz y sus amigos "de
fendían" a Dios y a su justicia. Sus largos discursos pretendían constituir
una teodicea donde se demostrara la armonía de todo el universo, la
justicia universal, la estricta y perfecta reglamentación de todos los seres
contemplados por su Creador—Juez. Job, en cambio, se había re belado
contra todas estas construcciones teoréticas dc aspecto piadoso—
religioso, pero que de ninguna manera explicaban su dolor existencial; 'al
contrario, se esfrellaban contra él y en él nauÊragaban. Job se rebe -laba
contra sus amigos y contra Dios. Pensábamos que Dios daría la razón a
esos seres que alentaban ideas piadosas—religiosas y sc encoleTizaría
con ese "siervo rebelde" llamado Job.
La vida es contraste y paradoja. Todo el libro de Job es manifestación
de este acaecer imprevisible. Job, el rebelde, es consagrado como el
hombre justo y piadoso. Los amigos, al contrario, mantenían una
Teligiosidad completamente artificial, armada en conceptos pero no en
sentimientos, en palpitar vivo. Sus palabras eran correctas. Pero no
vivían lo que decían. Detrás de las palabras se ocultaba la falsía de sus
almas, puesto que sólo pretendían evadir el problema y no
interiorizarse en él.
Todo se trastorna. Los que ' 'hablaban bien" de Dios, hablaban
incorrectamente. Job, que atacaba directamente la premisa de la justicia
universal, él era llamado por Dios ' 'Mi siervo", palabras estas de cariño
y reconocimiento.
Finalmente venció Job. No venció con argumentos. No obtuvo
respuesta. Venció, empero, por su actitud ética, por su fidedigno
inconformismo, por su desesperación clatmantc al cielo Le fue fiel a su
dolor.
Venció por sus pureza: no se sometió a ningún silogismo sofístico,
Vence la rebeldía. El hombre rebelde fiel a su propia rebeldía.
Job no tiene patria ni nacionalidad ni determinación histórica. Tampoco
es una idea fahtástica e irreal. Es el hombre concreto, real, sufriente, de
todos los tiempos. Su verdad es su rebelión. Y Dios mismo,
paradójicamente, aplaude esa rebelión. Este es el punto más álgido

27
de la paradoja: Job es el hombre rebelde contra Dios, y aplaudido, eo
ipso, por Dios.
En Job, 'lo que vale, insistimos, no son sus "ideas", sino su actitud que
nunca se traiciona, a: sí misma, a su causa más elemental y más
inalienable. • Es frente a Dios. Dialógicamente, dramáticamente,
contradictoriamente. Max Schéler dirá en nuestro siglo: "Nosotros,
empero, no admitimos esa relación semi—infantil y semi—temerosa
del hombre con la Divinidãd, relación que se manifiesta en la
contemplación, la adoràción y lá plegaria, actos objetivantes y por ende
distanciadoles. . . " 9 .

El libro de Job toca las entrañas más profundas del misterio


humano, y en el misterio se queda. Pero humanamente. La victoria de
Jbb es simplemente la victoria del hombre que con una mano acepta su
destino y con -la otra lo rechaza, porque no lo comprende. El meollo
del libro quizá pudiera resumirse con estas palabras de A. Gide: "Una
de las peores angustias es la de no saber; nadie que me guíe, que me
aconseje y que me consuele. No saber si el objeto deseado es humana
mente posible. La ignorancia de todo, del mal y de los remedios" 1
El libro de Job es la cumbre del humanismo: estar a solas pero serse fiel.

XII
BENDICIóN E IRONÍA
TENDAMOS AL FINAL FELIZ. Los amigos de Job, los protectores
de l'as verdades dogmático—religiosas, los que culpaban a Job,
resultaron ser los "villanos" del drama, los culpables. Job, el sufriente, el
torturado por los hechos de la vida y por las acusaciones de los amigos,
resultó ser el inoceniê. Así lo determinó Dios, el Juez Supremo.
Dios ordena a los amigos que le rueouen a Job que implore piedad 'paia
ellos; para disipar la cólera divina. Y así se hace. Job reza por ' ellos.
Dios recibe la plegaria y perdona a los "culpables". (Vuelve

Max Schéler, El Puesto del Hombre en el Cosnaos; trad. J. Caos, Ed.


Losada, Bs. As. 1957; pág. 139.
10
André Gide, Los Cuadernps de André Walter; trad. F. -J. Solero,
Ed.' Shapiie; B'. As. 1954; pág. 102.
a hacerse patente la analogía entre la figura de Abraham y la de Job,
analogía que señalamos someramente páginas atrás. Abraham y Job
son poseedores del don de la plegaria. Ambos son invitados a rezar
por otros. Lo interesante del caso es lo siguiente: cuando rezan por
otros, entonces Dios —amén de salir en ayuda de esos "otros"— sale
en ayuda de los propios portadores de la plegaria. Vid. al respecto
Génesis XVII—XVIII. Abraham rezó por Avimélej, que no podía
tener hijos: inmediatamente después fue bendecido el propio
Abraham con un hijo. Semejante "sucesión causal" presenciamos en
Job.)
Job reza por sus amigos, y Job es bendecido. Job vuelve a ser ' 'cl de
antes"; rico, feliz, de populosa familia. Y el autor del libro no puede
evitar una vez más la leve ironía: "Y vinieron a él todos sus 'herrnanos
y hermanas, y todos sus conocidos de antes, y comieron con él en su
casa, y se condolieron con él por todas las penas que Dios había traído
sobre él, y cada uno le regaló una joya". iA buena hora vinieron a
consolarlo! iCuándo Job ningún consuelo necesitaba! Cuando Job
volvió a ser c'el de antes" reaparecieron todos sus conocidos y
familiares "de antes". Amigos de la prosperidad. . . y de un Job
próspero, bienaventurado. Pero, no obstante, sentían cl "deber moral"
de consola•rlo por las penas pasadas. También esto es el hombre. . .
"Y Dios bendijo el final de la vida de Job más que su comienzo", Y
volvemos al estilo del comienzo, del primer capítulo; ese estilo
popular, exagerado, que se procura nÚmeros de perfección, Ahora
todo se dobla: el número clave es siete, multiplicado por dos: '
'catorce mil ovejas y seis mil camellos". Felicidad duplicada. (E
insistimos en considerar que la ironía campea en todos estos datos.)
Siete hijos, tres hijas. Y ahora se mencionan los nombres de las hijas
y su notable belleza. Parecería que el factor decisivo en esta felicidad
son las hijas de Job y su belleza: "Y no había mujeres hermosas como
las hijas de Job en toda la tierra". La belleza es la redención del dolor.
Siete e' cifra de perfección. Y sus múltiplos. {'Y vivi6 Job ciento
cuarenta años". Cifra de perfección y vida de perfección. Armonioso
final qué coincide con el armonioso comienzo. Las aguas turbulentas
se calman, se apacigua la tormenta, ya no se oye la voz de Job, ni la
de Dios, ni la de los amigos. Es simplemente la voz de vida, calma,
reposa"da, reluciente en la belleza de hermosas muchachas. Luz,
esplendor,

29
belleza. Razones y sin—razones parecen sucumbir ante este único
dato, primero y. último: la existencia como milagro y maravilla. ' 'Y
murió Job, anciano y satisfecho de días".
Final feliz, para quien quiera.
Pero el final feliz no logra borrar, de ninguna manera, todo lo que
antecede a ese final. El final feliz es irónico, porque el propio autor no
"cree" en ese final feliz. Pura apariencia. El problema central del libro
es indeleble. La rebeldía que transcurre en largos y ardorosos
parlamentos no puede ser borrada por ningún "final feliz". Concluye
la vida de Job, pero no la problemática planteada por esa vida, en esa
vida. Concluye la lectura, comienza la meditación.

XIII
DE JOB A KIERKEGAARD

DONDE CONCLUYE EL LIBRO DE JOB, ahí mismo el libro se


abre como una herida, como la propia herida de su protagonista,
nunca cicatrízada. El ''final feliz" es mera apariencia popular para
darle al texto una cobertura, un toque de bondad que sirva de dique a
la atormentada desesperación que campea en todo el libro.
Concluye la lectura y pensamos: ¿qué ha querido demostrarnos el autor?
Que hay una pregunta. Que no hay una respuesta. Que el misterio es el
comienzo y el fin. Que el valor está en tener valor y serse fiel en la
perspectiva del dolor como en la de la dicha. Que la verdad del
no se compaoina bien con verdades universales e ideas
pre—concebidas y pre—armadas en esquemas abstractos. Job representa la
de una persona concreta y de sus circunstancias
históricas concretas. Los amigos representan la verdad abstracta—general—
universal: una concepción ideica o ideológica del uni- verso y del hombre. Y
aquí justamente se produce el choque, la ruptu: ra, la gran crisis: el sujeto
vitál, Job, no quiere despersonalizarse; se riega y se rebela contra marcos de
pensamiento generales que hablan del hombre, pero que nada pueden decir
de este hombre, aquí y ahora. En el Herzog de Saúl Bellow encontramos una
página que paten-
tiza, en nuestros días, esta eterna problemática entre el hombre=persona
concreta y el hombre—idea—verdad general: "Tenemos que sacrificar
nuestra pobre, crujiente individualidad —que quizá sea sólo (desde un
punto de vista analítico) una persistente megalomanía infantil,. o (desde
un punto de vista marxista) una pequeña. y asquerosa característica
burguesa— a una necesidad histórica. Y a la verdad. Y ésta sólo es
verdad cuando causa más desgracia y angustia a los seres hu- manos. . .
"
En el campo del pensamiento fue Sõrcn Kierkegaard quien mayor
hincapié hizo en esta problemática abismal de la doblc dimensionalidad
clcl ser: cl ser individual y el Y se comprende,
consecuentemente, que Kierkegaard, el filósofo danés del siglo
pasado, haya sido considerado como fuente padre espiritual del actual
existencialismo. Y también se comprende que esc filósofo, para
desarrollar sus teorías, haya apelado a las figuras paradigmáticas de Job
y Abraham 8 .
El libro de Kierkegaard, Temor y Tentblor, concluye prácticamente con
estas expresiones: ''Por consiguiente, o bien hay una paradoja tal aue el
Individuo se encuentra como Individuo en una relación absoluta con lo

8 Sobre este tema, cspecíficamente, puede consultarse nuestro ensa yo De

Abraham a Kierkegaard (en "Davar", Bs. As., NQ 115, Año 1967).

5
absoluto, o bien Abraham está perdido". La relación absoluta con lo
absoluto, significa la relación inmediata con Dios. Sólo en esta relación
puede el Individuo —ese ser soledoso, a quien ningún amigo puede
entender— encontrarse a sí mismo, esto es, encontrar el sentido de su
destino sobre la tierra. Este es el probl.enqa de Abraham, de Job.
Problema que el filósofo danés encara como paradoja. Porque ni se da ni
se resolverá en términos racionales.
Particularmente sobre Job escribe Kicrkegaard en La Repetición:
"En vez de ampararse cn un filósofo universalmente reconocido. . . mi amxgo
se ha refugiado cn un pensador privado que poseyó una vez todos los
esplendores de la tierra v que tuvo luego que retirarse de la vida: se ha
refugiado en Job, que, sentado sobre las ccnizas mientras rascaba con un
casco las llagas de su cuerpo lanzaba 'rápidas adverten cias y reflexiones.
Cree mi amigo que la verdad se revela aquí más con-

Tincente, más bella, más confortadora que en el Symposium griego" 9


El Symposium al que alude Kierkegaard es símbolo de la filosofía griega,
y ese nombre sirve justamente de título a una de las obras bá- sicas de esa
filosofía, El Banquete, de Platón. Kierkegaard, pues, abandona la clásica
filosofía y sus más clásicos cultores. Sale en busca de la -verdad. Para él,
la verdad es la autenticidad del hombre. Esa verdad no puede hallarse en
sistemas de pensamientos lógicamente coordinados. Debe hallarse, en
cambio, en el turbulento y paradójico y absurdo movimiento de la vida
misma. Por eso se vuelve hacia Job. Job es verdad, precisamente porque
es llaga que -no deja cauterizarse con ''ideas". Por eso es más verdad que
nunca. (Acotemos que en el texto citado el autor habla de un supuesto
"amigo". Se refiere a sí mismo.)

9 Cita tomada de León Chestov, Kierkegaard y la Filosofía Existenciar; Ed

Sudamericana; trad. J. Ferrater Mora; Bs. As. 1947; pág. 38.


Parafraseando el antiguo dicho "Platón es mi amigo, pero- más amiga
es la verdad", se podría decir con Kierkegaard: "Platón es mi amigo,
pero la verdad es Job".

XIV
EPÍLOGO

o PODEMOS ENTRAR A DETALLAR, ni siquiera a señalar de paso,


todas -i las influencias dejadas por el libro de Job en la literatura y
pensamiento universales. Vamos a lo más cercano. H. G. Wells recreó la
historia y la problemática de Job, en un contexto de novela y personajes
modemos, en su libro La Llamo Inmortal. En el hermoso prólogo que
Francisco Romero dedica al libro, el autor habla de creaciones litera'lias que
procuran consuelo con dulces palabras, y otra's "Matan el dolor matando antes
la carne viva donde el dolor arraiga. Otra cosa mejor ha de buscarse. No el no,
sino el sin embargo, el pesar de todo. Y no sólo ponque sea más consolador,
sino porque es, además, la verdad" 10

10H. C. Wells, La Llama Inmortal; Ed. Claridad, Trad. H. E. Pere domo; Bs.
As. 1959; pág. 20.
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JUDAISMO
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