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COYUNTURA ACTUAL,

LATINOAMERICANA Y MUNDIAL:
tendencias y movimientos
Biblioteca latinoamericana de Servicio Social
[série Antologías]
Volumen 14

Elisabete Borgianni
Carlos Montaño
(orgs.)

Samir AMIN • Ricardo ANTUNES • Atilio BORON •


François CHESNAIS • David HARVEY • François HOUTART
• István MÉSZÁROS • José Paulo NETTO • James PETRAS •
Henry VELTMEYER • Immanuel WALLERSTEIN • Ellen WOOD

COYUNTURA ACTUAL,
LATINOAMERICANA Y MUNDIAL:
tendencias y movimientos
BIBLIOTECA LATINOAMERICANA DE SERVICIO SOCIAL
[Serie Antologías] Volumen 14
Coordinación: Carlos E. Montaño
Dirección: Elisabete Borgianni (asesoría editorial)

COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL: TENDENCIAS Y


MOVIMIENTOS
Elisabete Borgianni y Carlos Montaño (orgs.)
Samir Amin; Ricardo Antunes; Atilio Boron; François Chesnais; David Harvey; François
Houtart; István Mészáros; José Paulo Netto; James Petras; Henry Veltmeyer; Immanuel
Wallerstein; Ellen Wood

Traducciones: Javier Amadeo; Gustavo Repetti; Silvia Lema; Gabriela García Cedro; Luisa
Lassaque; Pablo Valle.
Corrección: Sandra Valenzuela
Diseño de carátula:
Composición: Linea Editora Ltda.
Secretaria editorial: Priscila F. Augusto
Coordinación editorial: Danilo A. Q. Morales

Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida o duplicada sin autorización expresa del
editor.

© 2008 by organizadores

Derechos para esta edición:


CORTEZ EDITORA
Rua Bartira, 317 — Perdizes
05009-000 — São Paulo-SP (Brasil)
Tel.: (55 11) 3864-0111 Fax: (55 11) 3864-4290
E.mail: cortez@cortezeditora.com.br
www.cortezeditora.com.br

Impreso en Brasil — octobre de 2009


Para Júlia Borgianni Bathó,
con la convicción de que nunca fue
tan necesaria la lucha por un mundo
liberado de la barbarie capitalista.
Elisabete Borgianni

Para Cecília, Bruna y Lucía


(mis sobrinas) y para Silvina
(mi ahijada), que nos motivan a
luchar por um mundo mejor para ser vivido.
Carlos Montaño
7

Sumario

PRESENTACIÓN
El mundo contemporáneo, que interpela y desafía al
Servicio Social
Carlos Montaño ............................................................. 11

INTRODUCCIÓN
La concretización de derechos en tiempos de barbarie
José Paulo Netto ............................................................ 17

PRIMERA PARTE
Tendencias del capitalismo contemporáneo: crisis,
neoliberalismo e imperialismo....................................... 35
I. La Actual Crisis del Capital: una crisis estructural . 37
I.1. La crisis estructural de la política
István Mészáros............................................ 38
II. “Globalización” o Mundialización del Capital?:
la financerización del capital .................................. 61
II.1. Mundialización: el capital financiero en el
comando
François Chesnais ........................................ 62
8 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

II.2. Entender el desarrollo mundial:


globalización o imperialismo
James Petras y Henry Veltmeyer .................. 93
III. Imperialismo .......................................................... 135
III.1. Hegemonía e imperialismo en el sistema
internacional
Atilio Boron .................................................. 136
III.2. El ‘nuevo’ imperialismo: acumulación por
desposesión
David Harvey ............................................... 164
IV. Geopolítica Mundial .............................................. 205
IV.1. Geopolítica del imperialismo contemporáneo
Samir Amin................................................... 206
IV.2. Geopolítica, política de clase y el actual
desorden mundial
Immanuel Wallerstein ................................... 253

SEGUNDA PARTE
Contradicción y movimiento: los actores sociales,
políticos y económicos en América Latina .................... 267
I. Democracia y Sociedad Civil en el actual contexto 269
I.1. Sociedad civil y política de identidad
Ellen Wood ................................................... 270
II. Clases y movimiento obrero .................................. 305
II.1. El trabajo y los sentidos
Ricardo Antunes ........................................... 306
III. Movimientos Sociales, sociedad civil y procesos
de luchas en América Latina .................................. 353
III.1. América Latina
Samir Amin y François Houtart ................... 354
SUMARIO 9

III.2. La amplitud de los desafíos: reflexiones


sobre los orígenes y los desdoblamientos
de las resistencias y de las luchas
Samir Amin................................................... 379
III.3. Dinámica del poder político en
América Latina
James Petras y Henry Veltmeyer .................. 441
III.4. Mal gobierno, buena ‘gobernancia’:
sociedad civil contra movimientos sociales
James Petras y Henry Veltmeyer .................. 472
11

PRESENTACIÓN
El mundo contemporáneo, que
interpela y desafía al Servicio Social

Carlos Montaño

Ya es parte del acervo cultural profesional la noción de que


el Servicio Social, o Trabajo Social, tiene su génesis y desarrollo
vinculados al surgimiento y expansión de las políticas sociales, en el
contexto del capitalismo monopolista (ver Netto, 1997, Iamamoto,
1997, Martinelli, 1997 y Montaño, 1998).
Con esto, presenciamos en la contemporaneidad, cambios
sociales profundos −a partir de la crisis (estructural) que se expande
desde 1973, y que hoy explicita su gravedad, y de las respuestas
que, sobre el comando del capital financiero, se orientaron en con-
formidad con el modelo neoliberal y el Consenso de Washington
para América Latina; derivando en las privatizaciones, aumentos
de tasas de interés bancarios, apertura comercial de fronteras na-
cionales en nuestros países, vaciamiento de derechos laborales,
retracción del gasto social y de la intervención social del Estado,
12 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

y la consecuente focalización, precarización y tercerización de las


políticas sociales.
Como nuestra profesión no permanece incólume frente a
estos significativos cambios estructurales, la ofensiva neoliberal,
en cuanto respuesta a la crisis capitalista orientada según los in-
tereses del capital financiero, arroja profundas inflexiones para
el Servicio Social (ver Iamamoto, 2003, Netto, 1996 y Montaño,
1998a). Inflexiones en relación a las situaciones en las cuales
interviene (la “cuestión social” y sus manifestaciones son agra-
vados y ampliados), a la población con la cual trabaja (con sus
derechos sociales, políticos y laborales disminuidos o vaciados,
su desarticulación política, sus condiciones de vida empeoradas),
a la reducción de financiamiento social de instituciones estatales
y de políticas sociales donde se vincula, afectando así la demanda
profesional institucional, el mercado de trabajo, la complejidad
de las situaciones que enfrenta, la precarización de las respuestas
institucionales y profesionales.
Frente a esta precarización social, a la ofensiva neoliberal, a la
reducción de derechos y servicios sociales, al desfinanciamiento de
políticas sociales, el profesional de Servicio Social se ve interpelado
y desafiado de diversas formas: a) adecuar la formación profesional
y sus currículas, pensa o planes de estudio, a las nuevas demandas
del mercado, pero sin perder, al contrario, ampliando su capacidad
de análisis crítico de la realidad, lo que significa, más allá de la
cuestión instrumental y operativa, la capacidad de análisis teórico-
crítico del contexto social (micro y macro); b) intervenir profesio-
nalmente buscando la garantía de derechos sociales consagrados
aunque amenazados por la hegemonía neoliberal; c) articulación
institucional y social con grupos y organizaciones que coparticipen
de sus objetivos y valores éticos político-profesionales; d) consoli-
dación de sus organizaciones profesionales.
Paralelamente el profesional se ve seducido a buscar alternati-
vas de intervención frente a la reducción de las respuestas sociales
PRESENTACIÓN 13

por vía de las políticas estatales. Se expanden así las engañosas (y


funcionales a los intereses dominantes) estrategias de la “gerencia
social”, del “empoderamiento”, de la “auto-ayuda”, de la expansión
del “trabajo informal”, del “tercer sector”, que retiran de la acción
social la condición de derecho de ciudadanía, reimplantado la acción
filantrópica y asistencialista, e impregnando a la política social de
una lógica gerencial, y/o que tienden a atribuir la causa (y por lo
tanto, la solución) de los “problemas sociales” a los propios sujetos
y poblaciones subalternas.
Enfrentar crítica y eficientemente las nuevas dimensiones de
la “cuestión social”, la inoperancia a la que fueron sometidas las
políticas sociales, la miserabilización producto de la rabiosa acumu-
lación capitalista, buscando respuestas que tengan como horizonte
los derechos sociales, sin ser seducido por estrategias “alternativas”
engañosas de intervención social, exige un sólido y también crítico
conocimiento de la realidad de los tiempos actuales, tanto estructural
como sus tensiones, contradicciones y movimientos.
El presente libro, pretende subsidiar al asistente social, al tra-
bajador social, en el conocimiento crítico de la realidad estructural
del capitalismo contemporáneo, y sus tensiones y movimientos.
Para tal propósito, reunimos en la presente antología, textos de
intelectuales consagrados mundialmente, que nos proporcionan
una aproximación a la realidad mundial desde su contexto de crisis
estructural, surgida a partir de fines de la década de ’60 e inicios
de los ’70, las respuestas orientadas por el capital financiero y los
cambios geopolíticos, seguidos de textos dirigidos al análisis de las
tensiones y movimientos del sistema capitalista, fundamentalmente
enfocando a América Latina.
Así, esta antología se organiza en dos partes. Con una intro-
ducción de Netto, conferencia magna presentada en el Congreso
Mundial de Trabajo Social, organizado por la FITS (Salvador, Bra-
sil, agosto de 2008), se articula el análisis de la contemporaneidad
con desafíos puestos al Servicio Social.
14 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

La primera parte, dirigida al análisis de las estructuras y ten-


dencias del capitalismo mundial contemporáneo, trata de los fun-
damentos de la crisis capitalista (Mészáros), la mundialización del
capital sobre el comando del capital fiananciero (Chesnais y Petras
y Veltmeyer), el papel del imperialismo como centro hegemónico
del capitalismos mundial (Boron y Harvey) a partir de una nueva
geopolítica (Amin y Wallerstein).
La segunda parte de esta antología, se orienta al estudio de las
tensiones, contradicciones y movimientos contra-sistémicos, con
especial enfoque en América Latina. Se considera así la democracia
como un instrumento de regulación social (Wood), el lugar y las
posibilidades de las clases sociales y el movimiento de los traba-
jadores (Antunes), así como los movimientos sociales, la sociedad
civil y los procesos de luchas en el sub-continente latinoamericano
(Amin, Houtart, Petras y Veltmeyer).
Esperamos que este libro contribuya con la formación profe-
sional, con el conocimiento crítico de la realidad actual que enmarca
y condiciona las situaciones sociales y las respuestas en los proce-
sos de intervención profesional, y con el enfrentamiento crítico y
efectivo de los asistentes sociales a los desafíos contemporáneos,
evitando tanto el “fatalismo” de considerar que las estructuras
nada nos permiten hacer, cayendo en la apatía profesional, como
el “mesianismo” o “voluntarismo” (Iamamoto, 1997), que ignora
los condicionantes estructurales, apenas relevando el papel de los
individuos, y que se ve seducido con estrategias inocuas, engañosas
e incluso funcionales a los intereses dominantes.

Bibliografia

IAMAMOTO, Marilda Villela. Servicio Social y división del trabajo.


Un análisis crítico de sus fundamentos. San Paulo, Cortez, (Biblioteca
latinoamericana de Servicio Social, vol. 2), 1997.
PRESENTACIÓN 15

IAMAMOTO, Marilda Villela. El Servicio Social en la contemporanei-


dad. Trabajo y formación profesional. San Paulo, Cortez, (Biblioteca
latinoamericana de Servicio Social, vol. 9), 2003.
MARTINELLI, Servicio Social. Identidad y alienación. San Paulo, Cortez,
(Biblioteca latinoamericana de Servicio Social, vol. 3), 1997.
MONTAÑO, Carlos. La naturaleza del Servicio Social. Un ensayo sobre su
génesis, su especificidad y su reproducción. San Paulo, Cortez, (Biblioteca
latinoamericana de Servicio Social, vol. 4), 1998.
______. “El Servicio Social frente al neoliberalismo. Cambios en su base
de sustentación funcional-laboral”; in Revista Fronteras, nº 3. Montevideo,
FCS-UR, 1998a.
NETTO, José Paulo. Capitalismo monopolista y Servicio Social. San
Paulo, Cortez, (Biblioteca latinoamericana de Servicio Social, vol. 1),
1997.
______. “Transformações societárias e Serviço Social — notas para uma
análise prospectiva da profissão no Brasil”; in Revista Serviço Social &
Sociedade, nº 50. San Paulo, Cortez, 1996.
17

INTRODUCCIÓN
La concretización de derechos
en tiempos de barbarie*

José Paulo Netto

Reuniendo Asistentes Sociales de todos los continentes, esta


XIX Conferencia Mundial de la Federación Internacional de Asis-
tentes Sociales tiene algo de simbólico: realizándose en un país de
América Latina, su temática — la concretización de derechos en
una “sociedad globalizada y desigual” — expone el esencial desafío
que interpela a estos profesionales frente a los dilemas centrales
del tiempo presente.

* Texto presentado en la XIX Conferencia Mundial de Servicio Social (promovida en


Salvador, Bahía, del 16 al 19 de agosto de 2008, por la Federación Internacional de Asis-
tentes Sociales, FITS y por el Consejo Federal de Servicio Social, CFESS), cuando, junto a
la Dra. Ellen Word participó de la Conferencia magna de apertura del evento, sobre el tema
“El desafío de concretizar derechos en una sociedad globalizada y desigual”. Traducción
de Gustavo J. Repetti.
18 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Aquí, en esta América Latina que es una periferia infernal


del capitalismo contemporáneo, tales dilemas aparecen en toda su
dramaticidad y aquí, en este espacio en que las grandes mayorías
poblacionales aún demandan los derechos más elementales, precisa-
mente aquí, los Asistentes Sociales se confrontan inapelablemente
con la gigantesca tarea que los desafía: contribuir para convertir
derechos formalmente reconocidos y concretamente necesarios en
efectividades sociales.
Este continente, que aún exhibe, para retomar la expresión del
uruguayo Eduardo Galeano, sus venas abiertas, es el locus adecuado
para que discutamos también una de las cuestiones más candentes
del mundo contemporáneo: la destitución de derechos.
Pero esta cuestión no es una particularidad latinoamericana:
está mundializada y afecta a hombres y mujeres trabajadores de las
Américas, de Europa, de Asia, de África y de Australia. En otros
términos, también son varias, aquí y en otro lugar, otras cuestiones,
conexas, que se expresan diferencialmente, cargadas de diversas
características históricas, culturales y étnicas — pero todas remiten
al mismo horizonte problemático: qué futuro queremos construir,
con qué proyectos sociales pretendemos contribuir.
He aquí por qué, agradeciendo la honra de participar de esta
Conferencia, saludo a todos los colegas, provenientes de las mas
distantes latitudes, y me propongo ofrecerles, a título de hipótesis
de trabajo, algunas reflexiones a cerca de la temática central de
esta Conferencia — no más que ideas para la discusión, ideas que,
además, no comprometen ninguna de las instituciones a que me
vinculo, puesto que son de entera responsabilidad personal.
En el mundo en que vivimos, felizmente desaparecieron las
pretensiones de verdades absolutas, desapareció la fe ciega en
prácticas profesionales tradicionalmente aceptadas, desaparecieron
dogmas mantenidos gracias al liberalismo cómodo y a la tolerancia
represiva. Por ello, la invitación al debate, a la polémica, al saludable
INTRODUCCIÓN 19

confronto de ideas se torna necesario e insustituible. Aceptemos


esta invitación, no la esquivemos. Sobre todo, procuremos en la
experiencia histórica, en la pasada y en aquella que está en curso,
más que simples ejemplos: procuremos lecciones.
Coloquemos en cuestión, en primer lugar, esta noción tan
divulgada, tan generalizada en los medios y repetida acríticamente
por dirigentes políticos, líderes empresariales, académicos y hasta
inclusive cientistas sociales: la noción de “globalización”.
La más elemental observación sistemática del mundo contem-
poráneo deja claro que, en los últimos treinta años, no se “globali-
zaron” las prácticas democráticas, los derechos sociales ni, mucho
menos, el acceso ampliado a los bienes materiales y culturales.
Un analista riguroso como el Prof. Eric J. Hobsbawm destacó,
ya en los años 1990, un dato que todas las fuentes internacionales
dignas de crédito — como, por ejemplo, varios informes de agencias
de la ONU — vienen reiterando: crecen las desigualdades entre los
países ricos y los países pobres y, tanto en el interior de países ricos
como de países pobres, crecen las desigualdades entre sus pobres
y sus ricos. Ejemplo emblemático de esta situación nos es propor-
cionado por el acompañamiento de los “Objetivos de desarrollo
del milenio”, formulado por la ONU en 2000; los últimos informes
del PNUD acerca de los indicadores de desarrollo humano y social
revelan que los avances en el rumbo del cumplimiento de las “Me-
tas del Milenio” han sido muy poco significativos e investigadores
independientes no vacilan en prospectar el fracaso del proyecto
formulado por la casi totalidad de los Estados existentes.
Seamos claros, francos y directos: la “globalización” fue, y
esta siendo tan solamente lo que François Chesnais designó como
mundialización del capital. Ésta constituye/consiste en un empren-
dimiento (esto es: la “globalización” no es algo “natural”, sino un
proyecto con sujetos bien determinados) que se procesó/procesa
de modo de garantizar una movilidad irrestricta al capital (sus
20 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

mercancías y sus servicios), sin trabas políticas de ninguna especie;


sus palabras de orden lo dicen claramente — la “desregulación” y
la “flexibilización”.
Pero, al mismo tiempo en que se asegura al capital la más plena
movilidad de la que disfrutó en la historia, lo que se ofrece a la
fuerza de trabajo no es más que su aislamiento: en cuanto el capital
circula “globalmente”, crecen las restricciones al mero derecho de
ir y venir de los trabajadores, llegándose a medidas tan constric-
tivas frente a los movimientos migratorios que la construcción de
verdaderas murallas medievales ya no asombran a nadie.
Es preciso tocar aquí un aspecto sensible para los Asistentes
Sociales: la discusión de las macro-orientaciones económicas. La
trayectoria histórica del Servicio Social prácticamente inhibió el
trato de la Economía Política y, en especial, de su crítica: nuestra
profesión nació y se desarrolló considerando que la “cuestión eco-
nómica” no constituía un problema profesional — y, por décadas,
pensamos políticas sociales desvinculadas y desconectadas de las
políticas económicas. Pensamos bienestar social sin pensar sus
fundamentos económicos.
Este posicionamiento es inaceptable e insostenible: no se
puede analizar la “cuestión social”, y, menos aún, intervenir en
ella con efectividad, si la tomamos como cuestión moral o cultural.
Por esto, la referencia a la economía capitalista contemporánea es
absolutamente esencial si queremos, de hecho, y no solamente en
palabras, aceptar el desafío de concretizar derechos en el marco
de la “globalización”. Cualquier debate serio sobre derechos en el
mundo contemporáneo debe comenzar por el reconocimiento del
obvio condicionamiento de esa contemporaneidad por la mundia-
lización del capital.
Ahora, la característica central de la economía capitalista
contemporánea, que la distingue de sus estadios anteriores, es que
el grado de concentración y centralización del poder económico
INTRODUCCIÓN 21

alcanzó un nivel tal que es incompatible con cualquier control de-


mocrático. Actualmente, ni aún los mecanismos formales que, en
las estructuras políticas, pretendieron crear controles institucionales
— como, por ejemplo, el proclamado “equilibrio entre los poderes
ejecutivo, legislativo y judicial” — ni siquiera esos mecanismos
formales subsisten. Por un lado, se verifica la erosión de las ins-
tancias legislativo-parlamentares, ladeadas por los lobbies de toda
naturaleza; por otro, y más impactante, la erosión de la soberanía
de los Estados más frágiles.
Este aspecto es fundamental: la “globalización” no derrumbó
el Estado Nacional, como pretenden sus apologistas. Al contrario,
fortaleció enormemente el poder de unos pocos Estados nacionales,
debilitando — directa e indirectamente — la soberanía de muchos
otros. Directamente: la presión del capital financiero inviabiliza
cualquier pretensión autonomista (y esto no vale sólo para Esta-
dos periféricos: piénsese, por ejemplo, en la victoria, en los años
1990, de los intereses del mega-especulador George Soros sobre la
orientación financiera del Banco de Inglaterra). Indirectamente: los
condicionamientos puestos por los llamados organismos multilate-
rales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
No fue por acaso que, frente a ese cuadro, un investigador como
Michel Chossudovsky haya mencionado “la globalización de la
pobreza”.
Pero, atención: es parte inseparable de ese proceso de “glo-
balización” — más exactamente, como vimos: de mundialización
del capital — la deterioración profunda de las condiciones de vida
y trabajo también en los centros del sistema. No es sólo la periferia
de la economía capitalista que padece: también en las economías
centrales el impacto de la hipertrofia del poder de las grandes corpo-
raciones y de la financierización de la economía se hace sentir con
fuerza — basta recordar ya sea “el horror económico” de Viviane
Forestier, ya sea la bien documentada investigación de Martin y
Schumann, que muestra “el asalto a la democracia y al bienestar
22 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

social”. No fue por un mero acaso que, en el transcurso de la crisis


del Welfar State, algunos intelectuales descubrieron la mal-llamada
“nueva cuestión social” que, de nueva, nada tiene: se trata, apenas,
de nuevas expresiones de la viejísima “cuestión social”, resultante
necesaria de la ley general de acumulación capitalista.
Perdónenme esas alusiones a la economía política contempo-
ránea: sé bien que a los Asistentes Sociales éstas les suenan extrañas
e incómodas. Pero, insisto: sin tomarlas en consideración, el debate
sobre derechos se torna vaciado y superficial.
Me permito llamar la atención para ese vaciamiento con una
ilustración. En los últimos treinta años, el centro del debate sobre
los derechos fue ocupado por los derechos humanos. Se trata de
fenómeno que debe ser saludado y estimulado: sin la defensa in-
transigente y firme del elenco siempre ampliado de los derechos
humanos es impensable cualquier pretensión civilizatoria.
No obstante, es paradoxal que tal defensa se haya desarrollado
precisamente en el mismo cuadro histórico en que, en todas las lati-
tudes, se registra una inequívoca reducción de los derechos sociales.
Curiosamente, no se ha tomado en cuenta que la “globalización”,
la misma que parece haber permitido colocar en la agenda política
la centralidad de los derechos humanos, se viene conduciendo
mediante la descalificación y la desconstrucción práctica de los
derechos sociales.
También aquí seré directo y claro: ninguna defensa de los
derechos humanos será eficaz si no explicitamos, sin ninguna am-
bigüedad, que la vigencia de los derechos humanos es indisociable
hoy de la garantía de los derechos sociales, que fueron consagrados
en el transcurso del siglo XX. Divorciar derechos humanos de dere-
chos sociales es capitular delante de la barbarie contemporánea.
Porque, no nos engañemos, el desafío contemporáneo de
concretizar derechos es apenas una expresión de la lucha contra la
barbarie. No encuentro noción más adecuada que la de barbarie para
INTRODUCCIÓN 23

señalar, en los países centrales, la destrucción de los sistemas de


protección social que fueron erigidos, a duras penas, en la inmediata
secuencia de la Segunda Guerra Mundial y, en los países periféricos,
la realidad brutal del pauperismo, que asola a África sub-sariana, a
amplias áreas de Asia y de América Latina y del Caribe.
Barbarie que se presenta, básicamente, en tres dimensiones.
La primera es la naturalización de la pobreza: en cuanto se mul-
tiplican, por miles, planos, proyectos y programas de reducción de
la pobreza absoluta (de hecho, de la indigencia), no hay una sola
voz que indique sus causalidades sociales profundas ni, mucho
menos, que afirme ser posible, viable y necesario luchar en pro de la
supresión de la pobreza. Es superfluo agregar que, la naturalización
de la pobreza, es seguida de la criminalización del pobre: alguna
razón debe asistir a Löic Wacquant para constatar que, al Estado
de Bienestar Social, está sucediendo el Estado Penal.
La segunda dimensión es la criminalización del disenso
político: todo proyecto nacional o social que discrepe del orden
“globalizado” es tachado de “terrorismo” — y Estados se arrogan,
con el poder del arbitrio que su poderío militar les otorga, el derecho
de caza de los “terroristas” donde les plazca y con la utilización
masiva del peor de los terrorismos, el terrorismo de Estado.
La tercera dimensión de la barbarie contemporánea es la ne-
gación absoluta de cualquier alternativa al orden global vigente.
En el plano ideo-cultural, se expresó en la emblemática formulación
de Francis Fukuyama, según la cual la historia llegó al fin: el futuro
no pasa de una reproducción ampliada del presente. En el plano
práctico, político y profesional, toma la forma del posibilismo:
el minimalismo de las acciones correctivas y suplementares, la
conversión del asistencialismo emergencial en política pública y la
degradación del ideario humanista de la igualdad en la humillante
programática de la “reducción de las desigualdades”.
24 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Entiendo que la barbarie contemporánea, tal como la expongo


aquí, no es un azar de la historia o un desvío de nuestras sociedades
con relación a un itinerario preestablecido. Nada de eso: es apenas
la resultante ineludible de un modo de organizar la producción y la
distribución de las riquezas sociales, organización que sólo puede
presentar las características con que nos deparamos hoy. Ese modo
de organización, a proseguir sin reversión, reproduce una modali-
dad de crecimiento económico que no es apenas destructiva en lo
que toca a las relaciones sociales: es destructiva hasta del punto de
vista de los ecosistemas, conduciendo a la humanidad a la vera del
colapso, con la posibilidad de la catástrofe ecológica colocando en
riesgo la sobrevivencia de la vida en el planeta.
Retomemos: la lucha por la concretización de derechos — sean
los derechos llamados clásicos (conforme Marshall, civiles, políti-
cos y sociales), sean aquellos que Bobbio designó como derechos
de tercera generación — esta lucha es la lucha contra la barbarie
contemporánea.
No pienso que el desafío en ella contenido sea pertinente a
una u otra profesión: éste interpela a todos los sujetos y todas las
agencias de la sociedad civil que no aceptan la degradación de la
vida social a una mera variable dependiente de lo que el pensamiento
dominante designa por “exigencias del mercado” y/o “competiti-
vidad”. Pero es evidente que los Asistentes Sociales tienen en ese
desafío un parámetro indescartable: so pena de perder su legitimidad
social, el profesional de Servicio Social está en el corazón mismo
de la lucha por derechos.
Por ello, es preciso tener la más clara conciencia de que la
concretización de derechos ultrapasa largamente la esfera jurídico-
política. La consagración jurídico-política de un elenco de derechos
es siempre importante para implementarlos — pero está lejos de
garantirlos, sea en los planos nacionales, sea en el plano de las
interacciones transnacionales.
INTRODUCCIÓN 25

En los planos nacionales, la insuficiencia de las garantías


jurídicas es obvia: la explotación de la fuerza de trabajo de niños,
mujeres y emigrantes es por demás conocida para ser recordada
aquí. Basta pensar en el trabajo esclavo en Brasil, en la situación de
los gitanos, turcos y árabes en Europa Occidental, en el éxodo de
albaneses y nacionalidades antes situadas en la ex-Unión Soviética,
en la condición de los chicanos en los Estados Unidos, etc.
En el plano de las interacciones transnacionales, la concentra-
ción del poder económico y la erosión de las soberanías nacionales
periféricas (y no sólo) es elocuente para dar cuenta del peso real del
Derecho Internacional. Véase el caso de las violaciones de los de-
rechos humanos: la Corte Internacional de La Haya tiene su blanco
en los criminosos de la guerra fratricida en la ex-Yugoslavia; los
llamados “disidentes cubanos” son entronizados por los medios; sin
embargo, lo que pasa en Guantánamo, o en los navíos-torturadores
de Bush, o en los vuelos secretos operados por la CIA, nada de eso
va a La Haya. O, en otro plano, el de las relaciones económicas,
obsérvense los resultados obtenidos por los países periféricos en
foros como la OMC — basta pensar en el reciente fracaso de la
Rodada de Doha para constatar que la “desregulación” vale para
derrumbar las barreras tarifarias que antes existían en las perife-
rias, pero no para al menos reducir el descarado proteccionismo
económico de los Estados centrales.
El ya citado Norberto Bobbio, filósofo del Derecho que está
lejos de cualquier proposición radical, fue enfático al observar, en
lo que designa por “era de los derechos”, que el problema no resi-
de en su reconocimiento jurídico — el problema real consiste en
garantizarlos social y prácticamente. Para esta garantía, son ineptos
las simples, aunque generosas, invocaciones y convocaciones a la
solidaridad y a la ciudadanía.
Osaría presentar — siempre como hipótesis de trabajo, como
elemento para una discusión fraternal y abierta -, con relación a
los profesionales del Servicio Social, lo que me parece esencial
26 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

en la lucha contemporánea por la concretización de derechos para


que esa lucha deje el plano de la retórica y se convierta en práctica
social que envuelva a los Asistentes Sociales (y, es obvio, no sólo
a ellos). Osaría esquematizar, con todos los riesgos que toda es-
quematización implica, una simultaneidad — aunque considerada
como sucesividad — de pasos a ser dados.
El primer paso consistiría en un análisis riguroso, objetivo
(lo que no quiere decir neutro, al contrario), documentado de la
realidad del mundo contemporáneo, ese que es designado como
“globalizado” y “desigual”. Debo decir, aún, que no pienso que
estas designaciones sean suficientes para caracterizar el mundo en
que vivimos — son expresiones demasiado elegantes, demasiado
eufemísticas. Prefiero la dureza poco diplomática del investigador
Alex F. Mello:

Los países ricos, que representan apenas 15% de la población


mundial, controlan más del 80% del rendimiento global, siendo que
aquellos del hemisferio sur, con 58% de los habitantes de la tierra,
no llegan a 5% renta total. Considerada, sin embargo, la población
mundial en su conjunto, los números del apartheid global se estam-
pan con mayor clareza: los 20% más pobres disponen apenas de 0,5%
del rendimiento mundial, mientras los más ricos disponen de 79%.
Basta para eso pensar en un único banco de inversiones, el Goldmann
Sachs, divide anualmente su lucro de US$ 2,5 billones de dólares
entre 161 personas, mientras un país africano, como Tanzania, con
un PBI de apenas US$ 2,2 billones, tiene que sustentar 25 millones
de habitantes. […] La concentración [de riqueza] llegó al punto de
que el patrimonio conjunto de los raros 447 billonarios que hay en
el mundo sea equivalente a la renta sumada de la mitad más pobre
de la población mundial — cerca de 2,8 billones de personas”.

Como se puede constatar, no basta con designar el mundo


contemporáneo simplemente como “globalizado” y “desigual”.
Esto es muy poco y dista enormemente de la realidad concreta de
más de la mitad de la población del globo.
INTRODUCCIÓN 27

El segundo paso consiste en romper con nuestro provincianis-


mo, nuestro parroquianismo — no podemos continuar pensando
el mundo en términos estrictamente nacionales (ni siquiera en tér-
minos de bloques supra-nacionales del tipo Unión Europea, Nafta,
Mercosur, etc.). Si se admite, como mínimo, la “globalización”, se
torna necesario, sin perder de vista las particularidades regionales
y nacionales, mundializar nuestra interlocución y nuestra reflexión.
En las condiciones contemporáneas, el pensamiento teórico, la
reflexión teórico-práctica y la práctica profesional o serán tomadas
planetariamente o no serán capaces de responder a los desafíos
del tiempo presente.
El tercer paso consistiría en romper con nuestro corporativis-
mo profesional — nuestros desafíos no pueden continuar siendo
pensados bajo la óptica de la exclusividad profesional. Es preciso
articular nuestra reflexión y nuestra práctica con otras categorías
profesionales, conocer sus estrategias, establecer alianzas, crear
vínculos. No somos, felizmente, los únicos profesionales que se
confrontan con la cuestión de la concretización de derechos — por
ello, es necesario conocer los otros, presentarnos, aprender con ellos
y enseñarles lo que hemos acumulado: en suma, es preciso salir
de nuestro nicho profesional y tomar en cuenta que los espacios
profesionales son plásticos, se mueven, se alteran, se amplían y,
también, se debilitan si sus protagonistas no disponen de conoci-
miento, coraje, inventiva y creatividad.
El cuarto paso implica abandonar las concepciones idílicas,
ilusorias y de hecho falaces acerca de los procesos sociales y de
la dinámica de la sociedad. Implica comprender la vida social
tal cual es realmente, con sus desgarramientos, sus luchas, sus
enfrentamientos. Implica abandonar el falso neutralismo: implica
identificar los intereses en choque y tomar posición frente a ellos.
Implica, fundamentalmente, comprender que la producción de los
derechos sociales no resulta de fórmulas académicas o políticas,
sino del calor de las luchas de clases y franjas de clases. Implica, en
28 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

suma, comprender el carácter radicalmente político de la fundación


y del ejercicio de derechos. Implica, por tanto, la conclusión de
que la concretización de derechos — en cualquier espacio socio-
histórico, pero especialmente en nuestra sociedad “global” — no
es ni será posible mediante el ocultamiento de los antagonismos o
la fabricación de consensos formales.
A lo largo de su historia ya secular, el Servicio Social enfrentó
desafíos históricos y sociales. Acumuló experiencias, se tornó más
rico y diferenciado, adensó sus prácticas y contribuyó, en algunos
espacios nacionales, para la constitución de un cuerpo de conoci-
mientos teóricos y práctico-interventivos bastante significativos.
Conocer esta historia y evaluarla con rigor y justicia tal vez nos
ayude a esclarecer dilemas contemporáneos. Quien no aprende con
su propio pasado está condenado a repetir sus errores, sin capitalizar
el acervo de sus aciertos.
Nuestra experiencia internacional debe ser objeto de análisis.
Por ejemplo: qué aprendimos con nuestras prácticas en el tiempo
del macartismo en los Estados Unidos? Cómo protagonizamos
nuestros papeles profesionales bajo el fascismo, el salazarismo y
el franquismo? Cómo realizamos nuestra tarea profesional en el
tiempo del apartheid en África del Sur? Cuál es el saldo de nuestra
intervención profesional bajo las tenebrosas dictaduras que aterro-
rizaron el Cono Sur latinoamericano?
Alguien dirá: estas son cuestiones meramente políticas, que
no afectan la profesionalidad del Servicio Social. A esto, replicaré
con énfasis: no, antes son cuestiones de absoluta pertinencia para
el debate estrictamente profesional. Esquivarlas es lo mismo que es-
quivar el desarrollo histórico del Servicio Social y, más grave aún: no
considerarlas es condenarse a responder equivocadamente al desafío
contemporáneo puesto por la concretización de derechos. En aquellas
coyunturas, como ahora, el problema central era el de los derechos. Lo
que distingue el cuadro histórico contemporáneo son las condiciones
operacionales de que disponemos para concretizarlos.
INTRODUCCIÓN 29

Estas condiciones tampoco son las más favorables. En los


últimos treinta años, la mundialización del capital desplazó a los
principales protagonistas de las luchas sociales: el conjunto de los
trabajadores fue fragmentado en su unidad de clase, con el debilita-
miento de sus representaciones corporativas (el movimiento sindi-
cal) y universalizantes (sus partidos políticos) — resultado obtenido
por los medios represivos (recuérdese el carácter truculento de los
ejemplares gobiernos Reagan, en los Estados Unidos, y Tatcher, en
Gran Bretaña) y, simultáneamente, por vías puramente ideológicas
(de que resultó, entre otros, el capitulacionismo de las formas tar-
días de la social-democracia). La referencia a la fragilización de
los movimientos de los trabajadores es esencial, ya que frecuente-
mente se olvida que la sustantiva ampliación e implementación de
derechos sociales y humanos, en el siglo XX, derivó del protago-
nismo operario (a título de ilustración, evóquese la relevancia, por
ejemplo, del gobierno del Frente Popular en Francia, entre 1936
y 1939). En un contexto como este, la afirmación teórica según la
cual el trabajo se agotó como signo de identificación social no es
algo inocente: confundiendo la incapacidad del orden vigente para
ofrecer empleo a todos, descalifica el trabajo como fundamento de
la sociabilidad y sustituye el protagonismo de los trabajadores por
la vinculación abstracta de hombres y mujeres a una mistificada
condición de consumidores.
Al mismo tiempo, avanzaron las ideologías vinculadas a
referenciales estrechamente nacionalistas, conducentes a posturas
xenófobas, al borde incluso del racismo (basta analizar con frial-
dad las recientes proposiciones del primer ministro italiano, el
Sr. Berlusconi). En el plano intelectual, las grandiosas promesas
universalistas de la Modernidad fueron sustituidas por la satisfecha
impotencia posmoderna, cuyo relativismo puede justificar todo.
De hecho, en los días corrientes, sólo el movimiento del capi-
tal, sólo la financierización especulativa, sólo la mercantilización
generalizada de la salud, de la educación y de la previsión, sólo
30 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

la producción destructiva se tornan intocables: todos los contratos


sociales deben adecuarse y subordinarse al comando del capital.
Sólo los ingenuos pueden suponer que, en un mundo así
“globalizado”, la concretización de derechos depende de buenas
políticas sociales, de buena gobernanza, cuando no de solidaridad
— cómo pensar en solidaridad sobre un piso histórico-concreto en
que el único regulador social es el “libre mercado”?.
Sin embargo, las alternativas de concretización de derechos no
están agotadas. El agotamiento del orden global para realizarlas no
significa ni su agotamiento histórico ni el fracaso inevitable de su
aspiración. Al contrario: la necesidad de esa concretización se torna
día a día mayor y, también, aumenta cada días más la percepción
de que ésta es posible.
La posibilidad de ampliar, universalizar y concretizar derechos
es puesta objetivamente por el grado de desarrollo de las gigan-
tescas fuerzas productivas acumuladas en los días actuales por la
humanidad; existen condiciones reales de un control racional de la
naturaleza, que permita su explotación sin su destrucción; existen
condiciones reales para construir la autogestión de la vida social,
propiciando a todos los hombres y mujeres las bases para su auto-
reproducción en un horizonte de emancipación.
El límite que traba ese potencial reside en las relaciones de
propiedad y poder existentes. Toda la experiencia histórica de la
humanidad indica que, en épocas donde se da la colisión entre el po-
tencial de desarrollo y las exigencias de las relaciones de propiedad
y poder vigentes, o estas últimas son rotas o se abre un largo periodo
de regresión social. No hay, en esta historia, ningún determinismo,
ninguna teleología. Por ello mismo, si la lucha por la concretización
de derechos parece trabarse en condiciones adversas, nada indica
que tales condiciones perdurarán indefinidamente.
Al contrario: para retomar una conocida fórmula, todo lo
que es sólido se desvanece en el aire. La incompatibilidad del
INTRODUCCIÓN 31

orden económico contemporáneo con la existencia de controles y


regulaciones democráticos no significa necesariamente la falencia
de la democracia. Puede significar, al revés, que precisamente la
demanda democrática — cada vez más contradictoria con el orden
económico contemporáneo — es capaz de potenciar la superación
de ese orden. Ésta, que parece sólida, ha dado inequívocas pruebas
de una crisis estructural, de que la sucesión de crisis epidérmicas
y puntuales no es más que el síntoma inmediato. Su crisis estruc-
tural puede, perfectamente, desvanecer en el aire lo que tiene la
apariencia de eternidad.
No es tarea de una profesión subvertir el orden vigente. Un
cuerpo profesional no es un cuerpo partidario o un cuerpo secta-
rio. No cabe al Servicio Social o a los Asistentes Sociales asumir
tareas de transformación social macroscópica. No somos Mesías
ni anunciadores de una escatología social cualquiera. Somos, tan
sólo, profesionales especializados, inscriptos en la división socio-
técnica del trabajo, casi todos asalariados.
En la medida, por otra parte, en que la demanda de concretiza-
ción de derechos es puesta en nuestra agenda profesional, estamos
en la obligación de comprender el significado social de nuestra
intervención profesional. Entonces, descubrimos que nuestra acción
profesional se desenvuelve como uno de los múltiples hilos del
tejido social, tenso y contradictorio.
La respuesta profesional a esta tensión y a esta contradicción
no es tarea individual u opción personal de cada asistente social.
Ésta depende de la construcción de un proyecto profesional que
refracte, refleje y recree los intereses sociales que, contradictorios
en la sociedad, pasan a dinamizar nuestras concepciones y nuestras
prácticas. Sólo el debate colectivo, el intercambio de conocimientos
y el confronto de ideas puede viabilizar un proyecto tal. Proyecto
que, no es necesario decirlo, debe ser fundado teóricamente y res-
paldado en la fuerza de movimientos sociales (más exactamente:
de los movimientos de las clases sociales).
32 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Debería concluir llamando la atención de los colegas sobre


la limitación de las ideas que expuse de forma muy concisa y
ciertamente sumaria. No diré más que lo siguiente: si supongo
que existe consenso entre nosotros de que la concretización de
derechos es una demanda social irrecusable, también supongo que
no hay entre nosotros ningún consenso en cuanto a los caminos
y medios para conducirla. Aún estamos lejos de esa construcción
colectiva, pero han sido dados pasos importantes en esta dirección
— como debe testimoniarlo, a propósito, la propia realización de
esta Conferencia.
Es apropiado que sea así: todos nos conoceremos mejor y
constataremos, una vez más, que las soluciones concebidas en
la lucha colectiva son siempre mejores que las salidas aisladas y
particulares. Recordemos, aquí, al gran poeta turco Nazin Hikmet:
“Si yo no ardo, si tu no ardes, si nosotros no ardemos — ¿de donde
vendrá la luz?”.
No me gustaría concluir sin agregar una observación que, sien-
do personal, tiene un significado mayor. Las ideas que expuse aquí,
propuestas apenas como hipótesis de trabajo para una discusión
más amplia, no son producto de una reflexión episódica y puntual.
Debo explicitar que mis presupuestos radican en mis muchos años
de errores y aciertos (supongo que tal vez más de errores que de
aciertos), pautados firmemente por una opción socialista, de inequí-
voca inspiración marxista. Y cuanto más considero los desafíos que
tenemos por delante, más me acuerdo de las palabras ejemplares
de Albert Einstein, que reproduciré a continuación.
Son palabras del ensayo que el mayor cientista del siglo XX
escribió para el número inaugural, de mayo de 1949, de la norte-
americana Monthly Review. La cita de la revista va también como
homenaje a la Profesora Ellen Word, porque se que la revista creada
por Paul Sweezy y Leo Huberman significa mucho para ella.
Eintein escribió:
INTRODUCCIÓN 33

La anarquía económica de la sociedad capitalista, como existe ac-


tualmente, es, en mi opinión, el verdadero origen del mal. […] El
capital privado tiende a concentrarse en pocas manos. El resultado
[…] es una oligarquía de capital privado cuyo enorme poder no
puede ser eficazmente controlado inclusive por una sociedad política
democráticamente organizada. […] Estoy convencido de que sólo
hay una forma de eliminar estos serios males, sobre todo a través de
la constitución de una economía socialista. […] En esta economía,
los medios de producción son detentados por la propia sociedad y
son utilizados de forma planeada. Una economía planeada, que adap-
tase la producción a las necesidades de la comunidad, distribuiría el
trabajo a ser hecho entre aquellos que pueden trabajar y garantizaría
el sustento a todos los hombres, mujeres y niños […]”.

Sesenta años después de escritas, las palabras de Albert


Einstein resuenan en mis oídos con el fresco de la mañana en que
la emancipación humana concretizará todos los derechos de que
carecemos para dar contenido sustantivo a la libertad, a la igualdad
y a la fraternidad.
35

PRIMERA PARTE

TENDENCIAS DEL CAPITALISMO


CONTEMPORÁNEO: CRISIS,
NEOLIBERALISMO E IMPERIALISMO
37

I
La Actual Crisis del Capital:
una crisis estructural
38

I.1
La crisis estructural de la política*

István Mészáros

Síntomas de una crisis fundamental

Me gustaría comenzar con un breve resumen de los sucesos in-


quietantes — podría decir amenazadores — del mundo en el campo
de la política y del derecho. Pero, sin cambiar de tema, preemítanme
recordar mi primera visita a Brasil, hace muchos años.
Considerando las distancias brasileñas, ella ocurrió a poca
distancia de Maceió. En esa ocasión después de un largo vuelo
de Londres a Recife, fui llevado por la mañana hasta una emisora
de radio de João Pessoa para un intercambio de opiniones. Dos
minutos después de comenzar la transmisión de radio en vivo de
nuestra discusión con colegas y amigos, vimos una gran conmo-
ción del otro lado del vidrio que separaba el estudio de la sala de
al lado. Durante el intervalo comercial, descubrimos que la razón
de lo que parecía ser una discusión acalorada fue la preocupación
expresada por un periodista con relación al saqueo de alimentos

* Conferencia de apertura presentada en Maceió, Alagoas, el 4 de mayo de 2006, en


el 13º Congreso Nacional de los Magistrados de Justicia del Trabajo. El original en inglés,
fue publicado en Monthly Review, vol. 58, n. 4, septiembre de 2006. Traducción de Javier
Amadeo.
LA ACTUAL CRISIS DEL CAPITAL 39

que estaba ocurriendo en una ciudad próxima a João Pessoa. Ese


incidente fue en 1983.
Pasados veinte años, durante la campaña electoral del presi-
dente Lula, supe que él había anunciado como parte fundamental
de su estrategia presidencial la decisión de dar un fin al grave pro-
blema social del hambre en el país. Las dos décadas transcurridas
desde los dramáticos saqueos en Paraíba, no habían solucionado
este crónico problema social. Los señores son naturalmente mejores
jueces que yo para saber si el presidente Lula consiguió cumplir esa
promesa solemne. Pero, aún cuando la respuesta fuera un enfático
sí, lo que dudo, las estadísticas sombrías de las Naciones Unidas
continúan insistiendo en la persistencia del mismo problema, con
consecuencias devastadoras, en muchas partes del mundo. Esto a
pesar del hecho que los poderes productivos hoy a disposición de la
humanidad están en condiciones de relegar al pasado el totalmente
imperdonable fracaso social del hambre y la desnutrición.
Sería tentador atribuir estas dificultades, como frecuentemente
hace el discurso político tradicional, a las contingencias políticas
más o menos fácilmente corregibles, postulando que el remedio
adecuado sería la substitución de personas en la próxima opor-
tunidad electoral estrictamente adecuada y serena, lo que sería la
evasión usual, y no una explicación plausible. Pues la persistencia
obstinada de los problema en pauta, con todas las dolorosas con-
secuencias humanas, indican relaciones mucho más profundas.
Indican alguna fuerza de inercia aparentemente incontrolable que
a su vez parece capaz de transformar, con frecuencia de forma
deprimente, inclusive las “buenas intenciones” de provisores ma-
nifiestos políticos en las “piedras que pavimentan el camino para
el infierno”, para usar las palabras inmortales de Dante. Dicho de
otra forma, el desafío es enfrentar las causas y determinaciones
estructurales subyacentes que tienden a descarrilar por la fuerza de
la inercia muchos programas políticos creados para la intervención
40 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

correctiva, aún cuando los autores de tales propuestas admiten de


entrada su insustentabilidad.
Escribí hace seis años, para una conferencia pública dictada
en Atenas en octubre de 1999, que,

Con toda probabilidad, la forma última de amenazar un adversario


en el futuro — la nueva “diplomacia de las cañoneras” ejercida por
el “aire patentado” — será el chantaje nuclear. Pero su objetivo será
análogo al objetivo del pasado, a pesar que la modalidad imaginada
apenas acentúe la inviabilidad absurda de intentar imponer esta
forma de racionalidad última del capital a las partes recalcitrantes
del mundo.1

En seis cortos años estas prácticas potencialmente letales del


imperialismo global hegemónico se tornaron no sólo una posibilidad
general, sino también parte integrante de la “concepción estraté-
gica” neoconservadora adoptada abiertamente por el gobierno de
los Estados Unidos. Este peligro real de un desastre nuclear fue lo
que indujo a un grupo importante de físicos norteamericanos, entre
ellos cinco ganadores del Premio Nobel, a escribir una carta abierta
de protesta al presidente George W. Bush, en 17 de abril de 2006,
en la cual afirman que:

Es una grave irresponsabilidad de los Estados Unidos, como la mayor


superpotencia, considerar líneas de acción que podrían llevar a la
destrucción generalizada de la vida en el planeta. Pedimos vehemen-
temente a la administración que anuncie públicamente el abandono
de la opción nuclear en el caso de adversarios no-nucleares, presentes
o futuros, e insistimos para que el pueblo norteamericano haga oír
su vos en esta cuestión.2

1. István Mészáros, Socialism or Barbarism — from the “American Century” to the


Crossroads (Nueva York, Monthly Review Press, 2001).
2. Esta carta, junto con las direcciones electrónicas de los firmantes, puede ser leída
en http://physics.ucsd.edu/petition/physicistter.pdf. La iniciativa de 17 de abril de 2006 fue
LA ACTUAL CRISIS DEL CAPITAL 41

¿Están las instituciones políticas legítimas de nuestras socie-


dades en posición de solucionar las situaciones más peligrosas por
medio de la intervención democrática en un proceso real de toma
de decisión, como quiere el discurso político tradicional, a pesar de
todas las evidencias contrarias? Sólo los más optimistas — o muy
ingenuos — podrían afirmar y sinceramente creer en la realidad
de esta hipótesis feliz. Pues durante los últimos años las principa-
les potencias occidentales se lanzaron, sin cualquier vergüenza, a
guerras devastadoras, valiéndose de instrumentos autoritarios, sin
consultar al pueblo sobre cuestiones de tal gravedad y dejando de
lado deliberadamente la estructura del derecho internacional y los
órganos de decisión de las Naciones Unidas. Los Estados Unidos
se conceden el derecho moral de actuar como les plazca, cuando les
plazca, hasta el punto de usar armas nucleares — no sólo preven-
tivamente, sino también anticipadamente — contra cualquier país
que les plazca, siempre que sus llamados “intereses estratégicos”
así lo determinen. Y todo esto es realizado por los Estados Unidos
en la condición de defensor y guardián de la “democracia y liber-
tad”, seguidos y apoyados servilmente, en estas acciones, por las
“grandes democracias”.
Hubo una época en la cual la sigla MAD3 — o sea “Destruc-
ción Mutua Asegurada” — fue usada para describir el estado de
confrontación nuclear. Hoy, cuando los conservadores ya no fingen
que los Estados Unidos (y occidente en general) están bajo ame-
naza de aniquilación nuclear, la sigla se transformó en una locura
completa, como la “legítima orientación política” de la insanidad
político-militar institucionalizada. Pero la situación es todavía peor,
porque todo un sistema de “pensamiento estratégico” institucional-

precedida, en el otoño de 2005, por una petición firmada por más de 1.800 físicos, en la cual
se repudiaba las nuevas políticas norteamericanas, que incluían el uso de armas atómicas
contra adversarios no-nucleares.
3. En inglés, mad significa loco. La sigla MAD significa, en inglés, Mutual Assured
Destruction.
42 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

mente arraigado y protegido, que se concentra en el Pentágono, se


oculta detrás de él. Es esto que torna la locura tan peligrosa para el
mundo, inclusive para los Estados Unidos, cuyos peores enemigos
son exactamente estos “pensadores estratégicos”.
Todo esto puede ser claramente visto en un libro publicado en
2004 por Thomas P. M. Barnett4, reseñado en la Monthly Review
por Richard Peet. Cito aquí el artículo de Peet.

Según Barnett, el 11 de septiembre de 2001 fue una gran bendición,


por más tortuoso y cruel que esto pueda parecer. Fue una invitación
de la historia para que los Estados Unidos se levantaran del sueño
de la década de 1990 e impusieran nuevas reglas al mundo. El
enemigo no es la religión (Islam), ni el lugar, sino la condición de
la desconexión. Estar desconectado en este mundo es estar aislado,
privado, reprimido y deseducado. Para Barnett, estos síntomas de
desconexión definen un peligro. Dicho de forma simple, si un país
está siendo perdido para la globalización o rechazando gran parte de
sus flujos de contenido cultural, es probable que los Estados Unidos
acaben por mandar soldados para allá. […] La visión estratégica
de los Estados Unidos debe concentrarse en el “número creciente
de países que reconocen un conjunto estable de reglas relativas a
la guerra y la paz” — o sea, las condiciones que hacen razonable
la guerra contra los enemigos identificables de “nuestro orden
colectivo”. Aumentar esta comunidad es simplemente identificar
la diferencia entre los regímenes buenos y los malos, e incentivar a
que los malos revean su posición. Los Estados Unidos, según Bar-
nett, tienen la responsabilidad de usar su enorme fuerza para hacer
verdaderamente global la globalización. Caso contrario, partes de
la humanidad serán condenadas a la condición de extranjero que al
fin y al cabo las definirá como enemigas. Y una vez que las hayan
considerado enemigas, los Estados Unidos se lanzarán a la guerra
como ellas, desencadenando muerte y destrucción. Según Barnett, no

4. Thomas P. M. Barnett, The Pentagon’s New Map: War and Peace in the Twenty-First
Century (Nueva York, G.P. Puttnam’s Sons, 2004).
LA ACTUAL CRISIS DEL CAPITAL 43

se trata de una asimilación forzada, ni de la expansión del imperio;


se trata de la expansión de la libertad.5

Evidentemente esta visión está cerca de la insanidad. Sus


implicaciones brutales son expuestas en una entrevista dada por
Barnett a la revista Esquire, respondiendo a una pregunta sobre
los impactos de su perspectiva para los Estados Unidos y para el
mundo: “Voy a ser bien claro: los soldados no van a volver. Los
Estados Unidos no van a salir de Medio Oriente mientras Medio
Oriente no vuelva al mundo. Es simple. No salir significa una es-
trategia de no salir”.6
De hecho, es difícil ser más claro que Barnett en esta entrevista
y en su libro. Así vemos la idealización gratuita de la presunción
absurda de la “tremenda fuerza” de los Estados Unidos y la corres-
pondiente proyección de la “globalización” como la dominación
norteamericana descarada, con el reconocimiento claro de que su
vehículo es “muerte y destrucción”. Si alguien imagina que Barnett
es un escritor menor inconsecuente, los hechos pueden ser alarman-
tes. Pues Barnett es investigador estratégico senior del Colegio de
Guerra Naval, en Newport, Rhode Island, y uno de los “hombres de
visión” del Departamento de Transformación por la Fuerza, ligado
al secretario de Defensa. Además, es considerado un “hombre de
visión”, oído y seguido con toda seriedad.
Lamentablemente, los más altos escalones del “pensamiento
estratégicos” en los Estados Unidos son ocupados por “hombres de
visión” como éste, que están determinados a agregar sus piedras al
pavimento de las más agresivas malas intenciones del camino de
Dante que conduce al infierno. Pues el gran poeta italiano nunca

5. Richard Peet, “Perpetual War for a Lasting Peace”, Monthly Review, vol. 56, n. 8,
enero de 2005, p. 55-6.
6. Publicada en Esquire, junio de 2004. La entrevista completa puede ser leída en www.
thomaspmbarnett.com/published/esquiere2004.htm.
44 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

sugirió que el camino al infierno de que hablaba fuese pavimentado


exclusivamente de buenas intenciones.
Lo que hace todo esto particularmente perturbador es que
en relación a todos los temas de mayor importancia — algunos
de los cuales pueden resultar en la destrucción de la humanidad
— encontramos en los más altos niveles de decisión en los Estados
Unidos un consenso absolutamente perverso, a pesar de los rituales
electorales periódicos para elegir el presidente y los parlamentares,
que deberían ofrecer alternativas reales. Pero las diferencias pro-
clamadas sobre cuestiones tan vitales, en general, no son más que
diferencias de fachada. Como ya comenté en diciembre de 2002,
antes de la invasión de Irak:

el presidente demócrata Clinton adopta las mismas políticas que su


sucesor republicano, aunque de forma más camuflada. En relación
al candidato demócrata Al Gore declaró recientemente que apoya
sin restricciones la guerra planeada contra Irak, pues tal guerra no
representaría un “cambio de régimen”, sino apenas el “desarme de
un régimen que posee armas de destrucción en masa”.7

No se puede olvidar que el primer presidente norteameri-


cano que bombardeó Afganistán fue el risiblemente idealizado
Hill Clinton. Es comprensible que el respetado escritor y crítico
norteamericano Gore Vidal haya descrito con amarga ironía la
política norteamericana como un sistema de partido con dos alas
derechas.
Lamentablemente, los Estados Unidos no son de forma al-
guna el único país que puede ser caracterizado en esos términos.
Hay muchos otros en que — con excepción de algunos partidos
y pequeños movimientos y, en lo que se refiere al proceso de de-
cisión gubernamental, absolutamente impotentes — las funciones

7. István Mészáros, op. cit.


LA ACTUAL CRISIS DEL CAPITAL 45

políticas de toma de decisiones son monopolizadas por acuerdos


institucionales consensúales, muy semejantes y auto-legitimadores,
con muy poco (si es que existe) diferencia entre ellos, a pesar del
ocasional cambio de personas en los niveles más altos. Por restric-
ciones de tiempo, me limitaré bajo este aspecto a la discusión de un
caso prominente, el del Reino Unido (o Gran Bretaña). Tal como
el poderoso Estado norteamericano, este país en particular — que
tradicionalmente se presenta como la “Patria de la Democracia”
por causa del documento histórico que es la Carta Magna — bajo
el gobierno de Tony Balir, disputa la misma distinción dudosa del
“sistema de partido único con dos alas derechas”. La guerra de Irak
fue aprobada en el Parlamento por los dos partidos, el Conserva-
dor y el “Nuevo Laborismo”, con la ayuda más o menos obvia de
manipulaciones y violaciones legales. Naturalmente, la denuncia
de estas prácticas por prominentes especialistas en derecho con
relación a la “guerra ilegal de Bush y Blair”8 no hizo la menor
diferencia. Pues los intereses del imperialismo hegemónico global
— decididos y humillantemente servidos por el sistema político
consensual de una antigua potencia imperialista — deben prevalecer
a cualquier precio.
Las consecuencias de esta forma de regular las relaciones
políticas y sociales tienen amplio alcance. De hecho, ellas tienen
implicaciones devastadoras paras las pretendidas credenciales de-
mocráticas de todo el sistema legal. Tres casos importantes deberán
bastar para ilustrar esta cuestión.
El primero se refiere a la denuncia hecha por el famoso escritor
John Mortimer, que en el año pasado siempre apoyó resueltamente
el Partido Laborista Británico y que no es de forma alguna una figura
socialmente radical. Pero a la luz de los recientes acontecimientos
jurídicos y políticos, en particular por causa de la abolición de una

8. Ver Philippe Sands, Lawless World: America and the Making and Breaking of Global
Rules (Londres, Peguin Books, 2005).
46 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

salvaguarda legal fundamentalmente importante como el habeas


corpus, se sintió en la obligación de protestar con igual pasión,
escribiendo en un artículo periodístico que

hoy surge el hecho condenable de que la idea de “modernización”


del Nuevo Laborismo nos lleva de vuelta a los tiempos anteriores
a la Carta Magna y a la Carta de Derechos, días sombríos en que
todavía no teníamos la presunción de inocencia […] En un gran
número de casos Tony Blair parece favorecer condenas sumarias
efectuadas por la policía sin necesidad de juicio. Se descarta así
siglos de constitución de que tanto nos enorgullecemos.9

El segundo ejemplo muestra como el gobierno británico reac-


ciona a las graves críticas, presentadas hasta por los altos órganos
de Poder Judicial, mediante el rechazo autoritario. Lo que quedó
claro recientemente:

El juez de un tribunal superior clasificó ayer el sistema adoptado por


el gobierno de ordenes de control contra sospechosos de terrorismo
“un desafío a la justicia” y decidió que violan las leyes de derechos
humanos […] El Ministerio del Interior rechazó la decisión del
tribunal.10

El tercer ejemplo apunta una cuestión de fundamental impor-


tancia legislativa: la propia autoridad del Parlamento, amenazada
por el “Proyecto de Reforma” presentada por el gobierno del Nuevo
Laborismo. Citando John Pilger:

La Propuesta de Reforma Legislativa e Reguladora ya fue apro-


bada en una segunda lectura en el Parlamento sin interés para la
mayoría de los diputados laboristas y periodistas; aún así ella es

9. Aún más escribió John Mortimer: “No puedo creer que un gobierno laborista se
muestre tan proclive a destruir nuestro derecho, nuestra libertad de expresión y nuestras
libertades civiles”, The Mail on Sunday, 2 de octubre de 2005.
10. “Terror Law and affront to justice”, The Guardian, 13 de abril de 2006.
LA ACTUAL CRISIS DEL CAPITAL 47

absolutamente totalitaria en su alcance […] Va a significar que el


gobierno puede alterar secretamente una Ley del Parlamento, y que
la constitución y leyes pueden ser reemplazadas por un decreto de
Downing Street. La nueva propuesta marca el fin de la verdadera
democracia parlamentaria; en sus efectos, ella es tan importante
cuanto el abandono por el Congreso norteamericano el año pasado
de la Carta de Derechos.11

De esta forma, la manipulación y violación del derecho


nacional e internacional al servicio de la justificación de lo in-
justificable traen consigo peligros considerables incluso para los
requisitos constitucionales más elementales. Bajo presión directa
de los Estados Unidos, para asegurarse el apoyo ilegal para sus in-
tervenciones y aventuras militares en otros países, las alteraciones
negativas — remoción de derechos y salvaguardas de la estructura
legal y política de sus “aliados” — no se puede limitar al contexto
internacional (impuestos por los Estados Unidos). Ellas tienden a
solapar toda la constitucionalidad en general, con consecuencias
incontrolables para la operación del sistema legal interno de los
“aliados dispuestos”, subvirtiendo sus tradiciones legales y polí-
ticas. Arbitrariedad y autoritarismo pueden correr sueltos como
resultado de estas alteraciones altamente irresponsables, que no
dudan en desorganizar hasta la propia constitución establecida.
Al mismo tiempo, tantos problemas graves claman por so-
luciones auténticas que podrían estar a nuestro alcance. Algunos
de ellos nos acompañan desde hace varias décadas, imponiendo
sufrimientos y sacrificios terribles a millones de personas. Un
ejemplo notable de esto es Colombia. Durante cuarenta años las
fuerzas de la opresión — internas y externas, dominadas por los
Estados Unidos — intentaron sofocar, sin éxito, la lucha del pueblo
colombiano. Las tentativas de llegar a un acuerdo negociado — “con
la participación de todos los extractos sociales, sin exclusión, para

11. “John Pilger sees freedom die quietly”, New Statesman, 17 de abril de 2006.
48 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

poder reconciliar a la familia colombiana”12, en las palabras del


líder de las FARC — fueron sistemáticamente frustradas. Como
escribió Manuel Marulanda Vélez en una carta abierta dirigida a
un candidato a la presidencia:

Ningún gobierno del bipartidismo, liberal o conservador, intentó


una solución política efectiva para el conflicto social y armado. Las
negociaciones fueron utilizadas para que nada mudara de hecho, para
que todo quedara de la misma forma […] Todo el esquema político
gubernamental para las negociaciones se basó en la utilización de
la Constitución y de las leyes como barrera, sin que nada cambie,
para que todo continúe en la misma.13

Así, cuando los intereses sociales dominantes lo dicen, la


“constitucionalidad” y las reglas del “consenso democrático” son
usadas en Colombia (y en otras partes) como instrumentos cínicos
para contornear y posponer la solución inclusive de las cuestiones
más graves, sin importar la dimensión del sufrimiento impuesto al
pueblo. Y por el uso de los mismos artificios, en un contexto social
diferente, pero bajo el mismo tipo de determinaciones estructurales
profundamente arraigadas, son dejadas de lado las más irritantes
violaciones de la constitucionalidad establecida, a pesar de la
periódica alegación hipócrita de la necesidad de respetar las exi-
gencias constitucionales. En este mismo sentido, cuando el Comité
del Congreso norteamericano que investigó el escándalo “Irangate
Contra” concluyó que el gobierno Reagan estaba involucrado en
la “subversión del derecho y desrespeto de la Constitución”, abso-
lutamente nada sucedió para condenar, mucho menos para separar
del cargo, al presidente culpado.

12. Manuel Marulanda Vélez, “Tres poderes atados a la política uribista y de sus
cómplices”, de abril de 2006. La carta puede ser leída en http://resistir.info/colombia/ma-
rulanda_abr06.htm.
13. Ibidem.
LA ACTUAL CRISIS DEL CAPITAL 49

Como mostré en el inicio, no podemos atribuir los proble-


mas crónicos de nuestras interacciones sociales a contingencias
políticas más o menos fácilmente corregibles. Hay tanta cosa en
juego, e históricamente tenemos un tiempo limitado para reparar de
forma socialmente sustentable los obvios sufrimientos de las clases
sociales estructuralmente subordinadas. No se puede huir indefini-
damente de la pregunta ¿por qué? — con relación a las cuestiones
sustantivas, y no simplemente a fallas personales contingentes, aún
cuando son graves, como lo son los ejemplos de la corrupción polí-
tica. Es necesario investigar las causas y determinaciones sociales
profundamente arraigadas que están en las raíces de las tendencias
negativas perturbadoras de la política y del derecho para ser capaz
de explicar su persistencia y agravamiento en nuestros días. “¿Por
qué?” es la pregunta que deseo examinar ahora.

La naturaleza de la crisis estructural del capital

Bajo este aspecto es necesario establecer las diferencias re-


levantes entre tipos o modalidades de crisis. No es lo mismo; una
crisis en la esfera social puede ser considerada una crisis periódi-
ca-coyuntural, o algo más fundamental. Pues, evidentemente, la
manera de enfrentar una crisis fundamental no puede ser concebida
en términos de las categorías periódica o coyuntural de las crisis.
Anticipando uno de los principales punto de la conferencia,
en lo que se refiere a la política, la diferencia crucial entre los dos
tipos nítidamente contrastantes de crisis en cuestión es que las crisis
coyunturales o periódicas se desarrollan y se resuelven con mayor o
menor éxito dentro de una estructura dada de política, mientras que
la crisis fundamental afecta la propia estructura en su totalidad. En
otras palabras, en relación a un sistema socioeconómico y político
dado, estamos hablando de la diferencia vital entre las crisis más o
menos frecuentes en la política, por oposición a la crisis de la propia
50 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

modalidad política, con requisitos cualitativamente diferentes para


su posible solución. Es la última que me interesa hoy.
En términos generales, esta distinción no es simplemente una
cuestión de gravedad aparente de los diferentes tipos de crisis. Ya
que una crisis periódica o coyuntural puede ser dramáticamente gra-
ve — como fue la “Gran Crisis Económica Mundial de 1929-1933”
—, y aún así tener una solución viable dentro de los parámetros del
sistema. Interpretar erróneamente la gravedad de una crisis coyun-
tural como si fuese una crisis sistémica fundamental, como hicieron
Stalin y sus consejeros durante la “Gran Crisis Económica Mundial
de 1929-1933”, lleva a estrategias equivocadas y voluntaristas, como
declarar, a comienzos de los años ’30, que la socialdemocracia era
el “principal enemigo”, argumento que sólo podría fortalecer, como
de hecho fortaleció, las fuerzas de Hitler. Y de la misma forma,
pero en un sentido opuesto, el carácter no-explosivo de una crisis
estructural prolongada, por oposición a las “tempestades” (Marx)
por medio de las cuales las crisis periódicas coyunturales se re-
suelven, puede también llevar a estrategias fundamentalmente mal
concebidas, como resultado de la falsa interpretación de la ausencia
de “tempestades” como si su falta fuese la evidencia innegable de
la estabilidad permanente del “capitalismo organizado” y de la
“integración de la clases trabajadora”. Este tipo de interpretación
equivocada, que es fuertemente promovida por los intereses ideo-
lógicos dominantes bajo el disfraz de la “objetividad científica”,
tiende a reforzar la posición de los que representan la aceptación
de las perspectivas reformistas por los partidos y sindicatos obreros
institucionalizados — que ya fueron auténticamente de oposición,
y que hoy son la “Oposición Oficial a Su Majestad”, como se dice
generalmente. Pero, aún entre los críticos más comprometidos del
sistema del capital, la misma concepción equivocada relativa a la
perspectiva de que orden establecido está indefinidamente libre
de crisis puede resultar en la adopción de una postura defensiva
LA ACTUAL CRISIS DEL CAPITAL 51

paralizadora, como se puede ver en el movimiento socialista a lo


largo de las últimas décadas.
Nunca está demás señalar que la crisis de la política en nues-
tros días no es inteligible sin referencia a la amplia estructura social
de la cual la política es parte integral. Esto significa que, para aclarar
la naturaleza de la persistente y profunda crisis de la política actual
en todo el mundo, debemos concentrar nuestra atención en la crisis
del propio sistema del capital. Ya que, la crisis del capital que hoy
nos acosa — por lo menos desde el inicio de la década de 197014
— es una crisis estructural totalmente comprensiva.
Veamos, brevemente las características definidoras de la crisis
estructural en cuatro aspectos:
1. su carácter es universal, en lugar de restricto a una esfera
particular (por ejemplo, financiera o comercial, o afectando
esta o aquella rama particular de producción, aplicándose
a éste o a aquel tipo de trabajo, con su gama específica de
habilidades y grados de productividad, etc.);
2. su alcance es verdaderamente global (en el sentido literal y
amenazador del término), en lugar de limitado a un conjun-
to particular de países (como fueron todas las principales
crisis del pasado);
3. su escala de tiempo es extensa, continua, o si se prefiere,
permanente, en lugar de limitada y cíclica, como fueron
todas las crisis anteriores del capital;
4. en contraste con las erupciones y colapsos más especta-
culares y dramáticos del pasado, su modo de desdoblarse
podría ser llamado de baja intensidad, desde que agregue-
mos la justificación de que ni siquiera las convulsiones más

14. Escribí en noviembre de 1971, en el Prefacio a la Tercera Edición de Marx’s Theory


of Alienation, que la evolución de los acontecimientos y desarrollos “enfatizaba dramática-
mente la intensificación de la crisis estructural global del capital”.
52 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

vehementes o violentes podrían ser excluidas en lo que se


refiere al futuro: es decir, cuando la compleja maquinaria
ahora activamente empeñada en la “administración de la
crisis”, y en la “desarticulación” más o menos temporal
de las crecientes contradicciones pierda su energía.
[…]

En términos simples y generales, una crisis estructural afec-


ta la totalidad de un complejo social en todas las relaciones con
sus partes constituyentes o subcomplejos, como también a otros
complejos a los cuales está articulada. De forma diferente, una
crisis no-estructural afecta apenas algunas partes del complejo en
cuestión, y así, no importa el grado de severidad en relación a las
partes afectadas, no puede poner en riesgo la supervivencia continua
de la estructura global.
Siendo así, la desarticulación de las contradicciones sólo es
posible cuando la crisis es parcial, relativa e interiormente manejable
por el sistema, demandando apenas cambios — aunque importantes
— en el interior del propio sistema relativamente autónomo. Jus-
tamente por esto, una crisis estructural pone en cuestión la propia
existencia del complejo cultural involucrado, postulando su tras-
cendencia y su substitución por algún complejo alternativo.
El mismo contraste puede expresarse en términos de los lí-
mites que cualquier complejo social particular venga a tener en su
inmediatez, en cualquier momento determinado, si comparado a
aquellos más allá de los cuales no puede lógicamente ir. Así, una
crisis estructural no esta relacionada a los límites inmediatos sino
a los límites últimos de una estructura global.15
Así, en un sentido bastante obvio, no hay nada más serio que
la crisis estructural del modo de producción metabólica del capital

15. Citación de la sección 18.2.1 de Beyond Capital — Towards a Theory of Transition


(Londres, Merlin Press, 1995).
LA ACTUAL CRISIS DEL CAPITAL 53

que define los límites últimos del orden establecido. Pero aún cuan-
do es profundamente grave en los parámetros generales de mayor
importancia, la crisis estructural puede no parecer tener importancia
tan decisiva cuando se la compara a las dramáticas vicisitudes de
una gran crisis coyuntural. Ya que las “tempestades” por las cuales
las crisis coyunturales se manifiestan son paradoxales en el sentido
de que, en su modo de funcionamiento, no sólo manifiestan (y se
imponen), sino también se resuelven, hasta el punto en que sea
posible en las circunstancias. Esto es posible exactamente en virtud
de su carácter parcial que no coloca en cuestión los límites últimos
de la estructura global establecida. Pero, al mismo tiempo, y por la
misma razón, ellos sólo pueden “resolver” los profundos problemas
estructurales subyacentes — que necesariamente se afirman bajo la
forma de crisis coyunturales específicas — de una forma estricta-
mente parcial y temporalmente más limitada. O sea, hasta que surja
en el horizonte de la sociedad la próxima crisis coyuntural.
En comparación, dada la naturaleza inevitablemente compleja
y prolongada de la crisis estructural, que se desarrolla a lo largo del
tiempo histórico, en un sentido de eras, es la inter-relación acumu-
lativa de todo que decide la cuestión, aún bajo la falsa apariencia
de “normalidad”. Y es así porque en la crisis estructural todo esta
en juego, envolviendo los límites últimos del orden dado, de que
no puede existir un ejemplo particular “simbólico/paradigmático”.
Sin entender las relaciones sistémicas generales y las implicacio-
nes de los acontecimientos y desarrollos particulares, perdemos
de vista cambios realmente significativos y las correspondientes
mecanismos de intervención estratégica potencial para afectarlas
positivamente, en el interés de la necesaria transformación sistémi-
ca. Nuestra responsabilidad social exige una conciencia crítica de la
inter-relación acumulativa emergente, en lugar de la búsqueda de
la tranquilidad confortadora en un mundo de normalidad ilusorio
hasta que la casa se derrumbe sobre nuestras cabezas.
54 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Dada la crisis estructural del capital en nuestros días, sería


un milagro absoluto que la crisis no se manifieste — en un sentido
profundo y de largo alcance — en el dominio de la política. Pues
la política, al lado de la estructura correspondiente del derecho,
ocupa una posición de vital importancia en el sistema del capital.
Esto se debe al hecho de el Estado moderno ser una estructura
totalizadora de comando político del capital, necesaria (mientras
sobrevive el orden reproductivo establecido) para introducir algún
tipo de cohesión (o unidad efectivamente funcional) — aunque
problemática y periódicamente fragmentada — en la pluralidad
de los elementos centrífugos (los “microcosmos” productivos y
distributivos) del sistema del capital.
Esta especie de cohesión sólo puede ser inestable porque
depende de la siempre predominante, pero por su propia naturale-
za mutable, relación de fuerzas. Cuando se resquebraja, debido a
una alteración significativa de la relación de fuerzas, ella debe ser
reconstituida de alguna forma para ajustarse a la nueva relación de
fuerzas, hasta resquebrajarse nuevamente. Y así continua, como si
fuese normal. Este tipo problemático de dinámica auto-renovable
se aplica internamente, entre las fuerzas dominantes de cada país
en particular, e internacionalmente, exigiendo ajuste periódicos en
las relaciones de poder entre los varios estados en el orden global
del capital.
Bajo este aspecto la gran pregunta es: ¿hasta cuándo esta espe-
cie de resquebrajamiento y reconstitución puede llevar a la efectiva
cohesión funcional del sistema, sin activar la crisis estructural del
capital? El ajuste forzado de las relaciones de fuerza entre Estados
no parece constituir un límite último. Al final, es necesario recordar
que la humanidad fue obligada a sufrir y sufrió, los horrores de
dos guerras mundiales sin colocar en discusión la validad de que
el capital permaneciese como controlador de nuestra reproducción
metabólica social, lo que puede considerarse no sólo comprensible,
sino, aún peor, aceptable, ya que siempre perteneció a la norma-
LA ACTUAL CRISIS DEL CAPITAL 55

lidad el hecho del capital establecer que “debe haber guerra si el


adversario no puede ser dominado de otra forma”. Sin embargo,
el problema es que este tipo de “razonamiento” — que nunca fue
tan racional cuanto en la afirmación de que “el poder tiene razón,
a pesar de las consecuencias” — es hoy totalmente absurdo. Pues
una Tercera Guerra Mundial no va a parar apenas en el punto de la
dominación del adversario denunciado: va a destruir toda la huma-
nidad. Cuando le preguntaron con que armas se lucharía la Tercera
Guerra Mundial, Albert Einstein respondió que no sabía, pero que
tenía absoluta convicción de que todas las guerras subsecuentes
serían luchadas con hachas de piedra.
Siempre fue grande el papel de la política en la reconstitución
de la necesaria cohesión en el sistema del capital. El sistema sim-
plemente no se mantendría sin ella, pues tendería a quebrarse en mil
pedazos bajo la fuerza centrífuga de sus elementos constituyentes.
Lo que generalmente se presenta como una gran crisis política se
debe, en un sentido más profundo, a la necesidad de producir una
nueva cohesión de la sociedad en general, de acuerdo con la relación
de fuerzas materialmente alteradas — o en transformación. Así, por
ejemplo, no se puede dejar libres las tendencias monopolistas del
desarrollo sin que causen problemas gravísimos en la sociedad. De
alguna forma, ellas deben estar presas a una estructura relativamente
cohesa por la política — la estructura de comando totalizadora del
capital -, lo que debe ser hecho aún cuando los pasos reguladores
adoptados generalmente no pasen de un irritante racionalización
y justificación ideológica de la nueva relación de fuerzas, a favor
de las corporaciones monopolistas (o casi monopolistas) como
indican las nuevas tendencias subyacentes. Naturalmente, los de-
sarrollos monopolistas internacionales ocurren sobre la base del
mismo tipo de determinación. Pero todos estos procesos son en
principio compatibles con la normalidad del capital, sin necesa-
riamente resultar en la crisis estructural del sistema. Ni en la crisis
estructural de la política. Pues, en lo que se refiere a la cuestión
56 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

de la crisis, todavía estamos hablando de crisis en la política — o


sea, crisis particulares que evolucionan y se resuelven dentro de
los parámetros administrables del sistema político establecido -, y
no de crisis de la política.
Las instituciones políticas establecidas tienen la importante
función de administrar, en el sentido de rutinizar, la forma más
conveniente y durable de reconstruir la cohesión social necesaria,
en sintonía con los desarrollos materiales en curso y con la corres-
pondiente alteración de la relación de fuerzas, activando al mismo
tiempo el arsenal cultural e ideológico existente al servicio de ese
fin. En las sociedades capitalistas democráticas, este proceso en el
dominio político es administrado bajo la forma más o menos genui-
namente contestada de elecciones parlamentarias periódicas. Aún
cuando la exigencia de los ajustes reconstituidores necesarios no
puede ser contenido dentro de estos parámetros, debido a cambios
importantes en la correlación de fuerzas, generando tipos dicta-
toriales de intervención político-militar, todavía podemos hablar
de crisis en la política controlables por el capital, desde que más
temprano o más tarde se vea una vuelta a la “constitucionalidad
democrática” característica de la normalidad del capital.
Pero es muy diferente cuando procesos y tendencias de
desarrollo profundamente autoritarios comienzan a predominar
no en las regiones subordinadas, sino en el núcleo — las partes
estructuralmente dominantes — del sistema global del capital. En
este caso, se torna incontrolable el antiguo patrón de “contabili-
dad doble”, que consiste en dominar implacablemente (o militar
e imperialistamente) otros países, manteniendo al mismo tiempo
las “reglas de juego democrático”, inclusive la total observancia
de la constitucionalidad. Mientras sea viable, la desarticulación de
las contradicciones es una aspiración sistémica del capital. Dadas
las jerarquías estructurales que predominan, y deben predominar
siempre en las relaciones entre Estados, es parte de la normalidad
del sistema que los países dominantes intenten exportar — bajo la
LA ACTUAL CRISIS DEL CAPITAL 57

forma de intervenciones violentas, inclusive guerras — sus contra-


dicciones internas para otras partes menos poderosas del sistema.
Pero esto se torna más difícil — a pesar de la mitología in-
teresada de la “globalización universalmente benéfica — cuanto
más interdependiente se torna el sistema del capital. Por esto, los
cambios significativos deben generar graves consecuencias por
todas partes. La primera preocupación del país avasalladoramente
dominante, hoy los Estados Unidos es, en la condición de potencia
suprema del imperialismo hegemónico global, garantizar y man-
tener el control sobre el sistema global del capital. Pero dados los
prohibitivos costos humanos y materiales, que tienen que ser paga-
dos de una forma u otra, este proyecto de dominación global carga
inevitablemente consigo peligro inmensos y resistencias implícitas,
no sólo internacionalmente sino también nacionalmente.
En el período que siguió a la Segunda Guerra Mundial, el
“fin del imperialismo” fue ingenua e rápidamente conmemorado.
En la realidad vimos apenas un ajuste, esperado hacia tiempo,
de las relaciones internacionales de fuerzas, proyectado en el
discurso de asunción del presidente Roosevelt, en que proponía
la “política de puertas abiertas” a todo el mundo, inclusive en los
territorios coloniales. El ajuste de posguerra trajo la relegación
de las antiguas potencias a la segunda y tercera división, como
fuerzas subordinadas al imperialismo norteamericano. Sin embar-
go, durante varios años durante el período de reconstrucción y de
relativamente tranquila expansión económica que auxiliaron en el
establecimiento y financiamiento del Estado de Bienestar social
después del fin de la guerra — el principal cambio saludado por la
“política de puertas abiertas” (o mejor, abiertas para los Estados
Unidos), impuesto por la fuerza, se combinó con la ilusión de que
el imperialismo estaba definitivamente desterrado al pasado. Ella
también se combinó con la ideología ampliamente difundida, que
no sólo contaminó a intelectuales, sino también a importantes mo-
vimientos organizados de la izquierda tradicional, según la cual las
58 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

crisis del orden socioeconómico e político establecido antes de la


guerra pertenecían irrevocablemente al pasado. Esta ideología fue
promovida — junto con su hermana gemela que postulaba el “fin
de la ideología” — bajo la premisa gratuita de que vivíamos ahora
en el mundo del “capitalismo organizado” que consiguió dominar
permanentemente sus contradicciones.
En las últimas décadas, hemos visto la intensificación de la
vuelta al imperialismo indiscutiblemente evidente, después de haber
sido, durante mucho tiempo, muy bien disfrazado como el mundo
pos-colonial de la “democracia y libertad”. Y, en las circunstan-
cias actuales, asumió una forma particularmente destructiva. Hoy,
ligado a la clara afirmativa de la necesidad de comprometerse,
en el presente y en el futuro, en “guerras ilimitadas”, domina el
escenario histórico. Además, como ya hemos mencionado, no se
privó siquiera de decretar la “legitimidad moral” del uso de armas
nucleares contra países que no las tienen.
Desde el comienzo de la crisis estructural del capital, a co-
mienzos de la década de 1970, los graves problemas del sistema
se acumulan y agravan en todos los campos, entre ellos el de la
política. A pesar, contrariamente a todas las evidencias, el deseo
de la “globalización universalmente benéfica” continúe siendo
alardeada en todas partes, no tenemos órganos políticos interna-
cionales viables que podrían reducir las consecuencias negativas,
claramente visibles, de las tendencias actuales del desarrollo. Aún
el potencial limitado de las Naciones Unidas es anulado por la
determinación norteamericana de imponer al mundo las políticas
agresivas de Washington, como se dio en el caso de la guerra contra
Irak justificada sobre la base de premisas falsas.
Actuando de esta forma, el gobierno de los Estados Unidos
colocó sobre si mismo el papel indiscutible de gobierno global del
sistema del capital, sin preocuparse por la idea del necesario fracaso
de ese proyecto. Ya que, no basta desencadenar la “fuerza avasalla-
dora”, como prescribe la doctrina militar dominantes, destruyendo
LA ACTUAL CRISIS DEL CAPITAL 59

al ejército adversario e inflingiendo al lo largo de las aventuras


militares inmensos “daños colaterales” sobre toda la población.
Una cuestión enteramente diferente es la ocupación y dominación
sustentables y permanentes de los países atacados. Imaginar que
incluso la mayor superpotencia militar pueda hacerlo, como parte
de la imposición de la “normalidad forzada” a todo el mundo y su
disposición en este sentido como un dilema inalterable del “nuevo
orden mundial”, es una proposición totalmente absurda.
Lamentablemente, eventos y desarrollos vienen apuntando
en esta dirección ya hace un tiempo. No fue el presidente George
W. Bush, sino el presidente Clinton, quien arrogantemente declaró
que “existe apenas una nación necesaria, los Estados Unidos”. Los
neocons sólo pretenden estar a la altura de esta idea e imponerla al
mundo. Pero ni siquiera los llamados “liberales” tienen condición
de, en el mismo espíritu, sostener algo más positivo que este credo
pernicioso. Ellos se quejan de que tenemos hoy en el mundo “un
número excesivo de Estados”, y defienden la llamada “integra-
ción jurisdiccional”16 como solución viables al problema. O sea,
una grotesca integración jurisdiccional que en verdad significa la
pseudos-legitimación de un control directo autoritario de los deplo-
rados “muchos Estados” por un puñado de potencias imperialistas,
principalmente los Estados Unidos. Esta concepción, a pesar de su
terminología engañosa, no es muy diferente de la teorización de
Thomas P. M. Barnett, citada anteriormente, de cómo lidiar con la
deplorada “condición de desconexión”.
Si hoy existen “muchos Estados”, no se puede pretender que
dejen de existir. Ni pueden ser destruidos por la devastación militar,
de forma de establecer sobre tal base la felicidad globalizada de la
“nueva normalidad”. Intereses nacionales legítimos no pueden ser
reprimidos indefinidamente. De todos los lugares en el mundo, el

16. Ver, Matin Wolf, Why Globalization Works? (New Haven, Yale University Press,
2004).
60 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

pueblo de América Latina puede elocuentemente corroborar esta


verdad.
La crisis estructural de la política es parte integral de la larga
y virulenta crisis estructural del capital. Ella es ubicua e, conse-
cuentemente, no puede ser solucionada por la manipulación de
forma auto-perpetuadora y apologética de cada uno de sus aspectos
políticos aislados. Mucho menos resuelta por la manipulación de
la constitucionalidad, de lo cual vimos varios ejemplos alarmantes.
Ni por la subversión y abolición completa de la constitucionalidad.
Nuestro modo establecido de control metabólico social esta en pro-
funda crisis, y sólo puede ser curado por otra institución radicalmen-
te diferente, basada en la igualdad substantiva que se torna viable
en nuestra época, por primera vez en la historia. Muchas personas
correctamente critican los fracasos obvios de la política parlamen-
taria. Pero también bajo este aspecto, el re-estudio necesario del
pasado y del presente del parlamentarismo no producirá resultados
sustentables si no está inserto en un contexto más amplio, como
parte integral de un nuevo orden social metabólico que pretendemos,
inseparable de las exigencias de la igualdad substantiva. Muchos
hoy están de acuerdo que — dada su escalada destructiva, incluso
en el plano ambiental, así como en la esfera de la producción y de la
acumulación de capital, sin mencionar las crecientes manifestacio-
nes directas de la más irresponsable destrucción militar — nuestro
orden metabólico no es viable a largo plazo. Sin embargo, lo que
debe ser colocado en primer plano para nuestra conciencia crítica de
las tendencias actuales y de sus impactos acumulativos es el hecho
de que el largo plazo se está tornando cada vez más corto. Nuestra
responsabilidad es hacer algo antes que sea demasiado tarde.
61

II
¿“Globalización” o Mundialización del
Capital?: la financerización del capital
62

II.1
Mundialización: el capital financiero
en el comando*

François Chesnais

Aún si la mirada social comienza a volverse más crítica,


continuemos examinando las palabras con prudencia. Alejemos
más que nunca la imagen de la “ciudad planetaria”. Por tras de
la expresión neutra de la “mundialización de la economía” y su
conclusión más explícita de la “victoria del mercado”, se esconde
el modo específico de funcionamiento y de dominación política y
social del capitalismo. El término mercado es la palabra que hoy
sirve para designar púdicamente a la propiedad privada de los
medios de producción; la posesión de activos patrimoniales que
comandan la apropiación sobre una enorme escala de riquezas
creadas por otros; una economía explícitamente orientada para los
objetivos únicos de la rentabilidad y de la competitividad y en las
cuales solamente las demandas monetarias solventes son recono-
cidas. Las fusiones-adquisiciones de los últimos años impulsan el
proceso de concentración a niveles que parecían imposibles hasta
20 años atrás. Por tras del eufemismo del “mercado”, se encuentren
formas cada vez más concentradas de capital industrial y financiero
que ostentan un poder económico siempre mayor, que incluye una

* Publicado originalmente en Les Temps Modernes, 607, 2000. Extraído de Revista Ou-
tubro, nº 5. Instituto de Estudos Sociais, São Paulo, 2001. Traducción de Javier Amadeo.
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 63

enorme capacidad de “colocar en jaque el mercado”, generar un


corto circuito y cercar los mecanismos normales de comercio1. Un
tercio del comercio mundial es resultado de las exportaciones y
de las importaciones hechas por empresas pertenecientes a grupos
industriales que tienen el estatuto de sociedades transnacionales,
mientras que otro tercio tiene la forma de intercambio dicho de “in-
tra-grupos”, entre filiales de una misma sociedad situadas en países
diferentes, o entre filiales y la sede principal. Estos intercambios
no son “libres”, sino altamente planeados. Estos intercambios no
se efectúan en el “mercado”, sino en el espacio privado interno de
los grupos, y son pagados a “precios de transferencia” internos,
fijados especialmente como forma de escapar tanto cuanto sea
posible de los impuestos.
Las formas más concentradas del capital — capital financiero
predominantemente industrial o capital de inversión financiera
“pura” — se benefician, entonces, de un campo de operaciones y
de un espacio de dominación que se extiende sobre gran parte del
planeta, o inclusive la totalidad si consideramos que la integra-
ción de China al capitalismo mundial está cerca de suceder. En
lo que respecta a la esfera visible de las mercancías, los grupos
industriales transnacionales (los FMN) tienen la condición de
establecer la dominación política y social del capitalismo. Sin em-
bargo, no son ellos que comandan el movimiento del conjunto de
la acumulación hoy. Al término de una evolución de veinte años,
son las instituciones constitutivas de un capital financiero, de alta
rentabilidad, que determinan, por intermedio de operaciones que
se efectúan en los mercados financieros, tanto la distribución de

1. Me permito remitirme a mi libro, Le mondialisation du capital, 2ª edición ampliada,


Paris, Syros, 1997, para una presentación más detallada de dados y nociones a los cuales se
hará alusión. Aquí me refiero a los argumentos profundamente apologéticos que justifican la
concentración por “supresión del mercado”. Realizar transacciones corrientes con otras firmas
supone “costos de transacción” que el gran grupo tiene poder de limitar, sea comprando las
firmas en cuestión, los dominándolos por una subcontratista draconiana.
64 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

los beneficios cuanto el ritmo de la inversión o el nivel y las formas


de empleo asalariado. Las instituciones en cuestión comprenden
los bancos, pero sobretodo las organizaciones designadas con el
nombre de inversores institucionales: las compañías de seguro,
los fondos de jubilación por capitalización (los Fondos de Pensi-
ón) y las sociedades financieras de inversión financiera colectiva,
administradoras altamente concentradas de activos para la cuenta
de cliente dispersos (los Mutual Funds), que son casi siempre las
filiales fiduciarias de los grandes bancos internacionales o de las
compañías de seguro. Los inversores institucionales se tornaron,
por intermedio de los mercados financieros, los propietarios de
los grupos: propietarios-accionistas con estrategias de exigencias
inéditas hacia la producción industrial, y muy agresivas en relación
al empleo y a los salarios. Son ellos los principales beneficiarios
de la nueva configuración del capitalismo.

Un impulso extremo de fetichismo

Dominadas por la búsqueda de la ganancia, reducida ella


misma al “valor para el accionista”2, “la economía” pregona su
pretensión de representar la actividad más importante de la sociedad
contemporánea, aquélla cuya legitimidad particular le permitiría
imponer su ley a todas las otras. Esta arrogancia es resultado, cier-
tamente, de la importancia tomada por los mercados financieros,
instituciones sociales de un tipo particular3, que ayudan, en mucho,

2. Éste es un agregado calculado por métodos particulares entre el flujo descontado de


los dividendos provenientes de títulos y de la plusvalía de las bolsas que su venta trae.
3. Para un análisis de los trazos específicos de esta institución capitalista muy parti-
cular, ver André Orléan, Le pouvoir de la finance, Paris, Odile Jacob, 1999. Este autor de
formación keynesiana y regulacionista concluye que “(...) la fórmula ‘mercado financiero’
no es una fórmula neutra. La liquidez exprime la voluntad de autonomía y de dominación
de las finanzas. Es el producto de una tasa de intereses significativa. Responde a las fina-
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 65

a las finanzas a colocarse como una potencia “autónoma” frente a


la sociedad. En un mundo dominado por las finanzas, la vida social
en casi todas sus determinaciones tiende a sufrir las influencias de
aquello que Marx designaba como la forma más impetuosa del
fetichismo. Con las finanzas, se tiene “dinero produciendo dinero,
un valor valorizándose por sí mismo, sin que ningún proceso (de
producción) sirva de mediación a los dos extremos”. Una vez que “el
capital parece ser la fuente misteriosa (...) de su propio crecimiento”,
los propietarios de títulos financieros, beneficiarios de intereses y
de dividendos, consideran que el “capital” va a suministrarles un
ingreso “con la misma regularidad que el peral da peras”4. Éste es
el mensaje que nos envía diariamente el CAC405.
El triunfo del fetichismo financiero provocó un salto del fe-
tichismo inherente a la mercancía. La extensión y la libertad casi
completa adquiridas por el capital dentro del cuadro de la globaliza-
ción también ayudaron mucho para esto. Sumando el espacio sobre
el cual el capital puede evolucionar libremente para abastecerse,
producir y vender con ganancia, más empresas — de fuerzas desi-
guales — y sus asalariados pueden ser colocados en duda la larga
distancia y ahora en sites virtuales; y aún más, “la relación social
determinada entre de los hombres reviste la forma fantasmagórica
de una relación entre cosas”6. Mientras que el fetichismo inherente
a la mercancía y al dinero parece haber sido contenido durante
algunas décadas con ayuda de las instituciones sociales y políticas

lidades específicas que recubren con imperfección apenas aquéllas perseguidas por las
administradoras del capital productivo. Tiene consecuencias macroeconómicas generales
sobre las relaciones de fuerza que atraviesan la sociedad mercantil, y particularmente sobre
las relaciones entre acreedores y deudores, así como sobre aquéllas que oponen finanzas e
industrias” (p. 49).
4. Karl Marx, Le Capital, III/XXIV.
5. Índice de la Bolsa de Paris calculado a partir de una cesta compuesta por 40 acciones
seleccionadas por su importancia y representatividad. (N. de T.)
6. Karl Marx, Le Capital, I/I.
66 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

que limitaron el capital en un ámbito nacional, la mundialización


del capital se presenta como siendo el ámbito donde “la relación
social de los productores con el conjunto del proceso del trabajo”
aparece una vez más y con una fuerza renovada “como una relación
social externa, una relación entre objetos”. Durante la conferencia
de Seattle, la campaña política contra la OMC fue llevada a cabo
bajo la palabra de orden, “el mundo no es una mercancía”, que tiene
el mérito de posicionar el movimiento político de resistencia a la
mundialización frente a las fuerzas del capitalismo, que no conci-
ben el mundo — y no lo pueden concebir — bajo otro aspecto. El
desafío del movimiento nacido durante las manifestaciones del 30
de noviembre es crear relaciones entre los asalariados y los cam-
pesinos, de diferentes países, de tal manera que sea posible reducir
el anonimato y la exterioridad del comercio, aumentando el grado
en el cual los productores dominan sus condiciones de producción.
Pero para eso es necesario instituir una concepción diferente de
la propiedad de medios de trabajo y, igualmente, desmantelar las
instituciones sociales que permiten al mundo financiero afirmarse
como una fuerza autónoma.

El discurso sobre el “Estado” y el “mercado”

Los fundamentos de la mundialización en curso son tanto


políticos como económicos. Es sólo en el vulgo neoliberal que el
Estado es “exterior” al “mercado”. Es necesario rechazar las re-
presentaciones que ven a la mundialización como resultado de un
desarrollo natural7. El triunfo actual del “mercado” no podría ser

7. Luc Boltanski y Eve Chiapello se niegan a aceptar, correctamente, “el neo-darwismo


histórico que pretendía que estas ‘mutaciones’ se nos impusieran como se imponen a las
especies (...) pero los hombres (o mejor dicho, las clases sociales y sobretodo las clases
dominantes) no se someten solamente a la historia, también la hacen”. Ver Le nouvel esprit
du capitalisme, Paris, Gallimard, 1999, p. 36.
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 67

hecho sin las repetidas intervenciones de las instancias políticas de


los Estados capitalistas más poderosos, los Estados Unidos así como
los otros países miembros del G7. Gracias a medidas cuyo punto
de partida remontan a la “revolución conservadora” de Margaret
Thatcher y de Ronald Reagan de los años 1979-1981, el capital
consiguió desactivar la mayoría de los frenos que limitaban y cana-
lizaban su actividad en los países industrializados. El lugar decisivo
ocupado por la moneda en el modo de producción capitalista dio a
la liberalización y a la desregulación un carácter y consecuencias
estratégicas8. Por medio de ellas se produjo la difusión internacional
de la “revolución conservadora” a través de Europa continental y
de Japón. En Francia, fueron las reformas del mercado financiero
y de la regulación bancaria de 1984-1986, bajo los ministerios de
Pierre Bérégovoy y de Edouard Balladur, que abrieron el camino
para la dominación actual de los mercados financieros.
Sin a ayuda activa de los Estados, los FMN y los inversores
financieros institucionales no habrían llegado a la posición de
dominio que hoy tienen, y no se mantendrían tan a la voluntad en
esas posiciones. La gran libertad de acción de la cual gozan en el
plano doméstico y la movilidad internacional casi completa, les fue
otorgada gracias innumeras medidas legislativas y reguladoras de
desmantelamiento de las instituciones anteriores y de colocación
de nuevas en su lugar. La presentación política de estas nuevas
medidas exigió la alteración del término “reforma”, palabra hoy
despojada de su sentido original. Fue igualmente necesario que
tratados importantes fuesen elaborados y ratificados — para citar
apenas los más significativos, el tratado de Maastricht, el “consenso
de Washington”, el Acuerdo de lo Libre Comercio de las Américas
(el ALCA), y el tratado de Marrakech de 1994, instituyendo la Or-

8. Ver a respeto del papel de la moneda, de las etapas, de los mecanismos de la glo-
balización y de las finanzas, F. Chesnais, en colaboración con S. de Brunhoff, R. Guttman,
D. Plihon, P. Salama y C. Serfati, La mondialisation financière: genèse, coûts et enjeux,
Paris, Syros, 1996.
68 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

ganización Mundial del Comercio. Como parte de ese plan, ideas


potencialmente progresistas fueron adulteradas. Lo mismo sucedió
con la idea de Europa, donde el Acto único después el tratado de
Maastricht hizo de la construcción europea nada más que el ámbito
político y jurídico de la liberalización, de la autonomización y de
la privatización del conjunto de los países de la Unión.
El discurso sobre la “superioridad del mercado” y la “reducci-
ón necesaria del Estado” exploraron al máximo el inmenso desorden
político nacida del balance tan radical y totalmente negativo del
“socialismo real”. La burocracia de la Unión Soviética y de los
países del Este cavaron el lecho de la restauración liberal antes de
integrarse a ella de cuerpo y alma. No es en 1989 (caída del muro
de Berlín) o en 1991 (desmoronamiento del régimen soviético) que
debe situarse el comienzo, sino diez años antes, en los años ’70-80.
El proceso de liberalización, desregulación y privatización fue
impulsado tanto más fácilmente cuanto la acción de los dirigentes
políticos y sindicales permitió, en el primero instante, contener y
someter el potencial altamente democrático, y de carácter anticapita-
lista, de los grandes movimientos sociales — obreros y estudiantiles
— que aparecieron al largo de la década de 1968-1978, tanto en
Europa del Este cuanto en la del Oeste y en Estados Unidos.
Aplastando la “Primavera de Plaga” y cerrando definitivamen-
te todas las vías de transformación de los países de dominación
burocrática, Brézhnev contribuyó ampliamente para preparar las
condiciones de victoria de las fuerzas políticas más reaccionarias
de los países de la OCDE, que dispusieron la restauración liberal
en la sombra de la Tríada. Los sucesos de 1989-1991 acentuaron,
evidentemente, cambios en las relaciones económicas y políticas
entre el capital y el trabajo. La “victoria del mercado” apareció
tanto más definitiva, e “irreversible”, cuanto fue contemporánea
de la tomada de conciencia de la clase obrera y de la juventud
de la amplitud del desastre en el cual la gestión burocrática de la
economía, el terror estalinista y la represión generalizada del largo
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 69

período breznevita condujeron a los países del Este y, en particular,


todos los pueblos de la Ex Unión Soviética.

Una mundialización constitutiva, principalmente, del


“espacio del capital”

Recordemos las razones por las cuales es necesario preferir


la expresión “mundialización del capital” que aquella mucho más
vaga “mundialización de la economía”. En inglés la palabra glo-
bal se refiere tanto a fenómenos ligados a la (o a las) sociedad(s)
humana(s) en el sentido del globo como tal (es el caso de la expre-
sión “global warming” que significa “calentamiento global”), en
cuanto a procesos cuya característica es ser “global”, únicamente
en la perspectiva estratégica de un “agente económico” o de un
“actor social” específico. Por su parte, el término “globalización”,
que apareció por la primera vez en las escuelas de negocios norte-
americanas, alrededor de 1980, revistió la palabra con un segundo
sentido. Se refería, en principio, a los parámetros pertinentes a la
acción estratégica de los grandes grupos industriales y a la nece-
sidad de adoptar una aproximación y una conducta “globales”,
dirigiéndose a los mercados de demanda solvente, a las fuentes
de abastecimiento y a los movimientos de los rivales oligopólicos.
Más tarde, con la globalización financiera, el uso se extendió para
la visión del inversor financiero y sus estrategias mundiales de arbi-
traje entre las diferentes localizaciones financieras y los diferentes
tipos de títulos. Para un industrial y un financista anglosajón, la
“globalización” es realmente la “mundialización del capital” y no
habría razón para esconder esto.
Nada es más selectivo que una inversión o una inversión finan-
ciera que busca rentabilidad máxima. Es por eso que la globalización
no tiene nada a ver con un proceso de integración mundial que sería
un portador de una distribución menos desigual de las riquezas.
70 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Nacida de la liberalización y de la desregulación, la mundializa-


ción liberó, al contrario, todas las tendencias a la polarización y a
la desigualdad que habían sido contenidas, con dificultades, en el
decorrer de la fase precedente. “La economía del archipiélago” de la
mundialización9, la “balcanización”, con sus graves consecuencias
geopolíticas, y la marginación dramática de continentes y subcon-
tinentes, son consecuencia de la fuerte selectividad inherente de
las inversiones financieras, pero también a las inversiones directas
cuando los grupos industriales se benefician de la liberalización y
de la desregulación del comercio como movimientos de capitales.
La homogeneización, de la cual la mundialización del capital es
portadora en el plano de ciertos objetos de consumo y de los modos
de dominación ideológicos por medio de las tecnologías y de los
medios de comunicación, permite la completa heterogeneidad y la
desigualdad de las economías. El hecho de que se tenga integración
para unas e marginación para otras, resulta del proceso contradic-
torio del capital en la búsqueda de rentabilidad, al mismo tiempo
que determina sus límites. Dejándolo por su cuenta, operando sin
ninguna rienda, el capitalismo produce la polarización de la riqueza
en el plano social (que es también espacial), y en el otro plano, la
polarización de la pobreza y de la miseria más “despiadada”. La
polarización es una de las expresiones del carácter sistémico de los
procesos con los cuales se tiene que negociar.

Una totalidad diferenciada y fuertemente jerarquizada

En la época de la “globalización”, si existe un concepto cuya


utilización parece imponerse, es el de “totalidad”. Como “elementos
de una totalidad, diferenciados en el interior de una unidad”10, que

9. Ver a Pierre Velts, L’economía d’archipel, Paris, PUF, 1996.


10. Kal Marx, “Postface”, a la Critique de l’économie politique.
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 71

es necesario para analizar los diferentes componentes del capital,


el sistema de las relaciones entre gobiernos y las relaciones entre
clases sociales en la mundialización del capital. Ésta se encuentra
organizada de modo de permitir la apropiación en escala “mun-
dial”, en condiciones tan regulares y seguras cuanto posible, de las
ganancias industriales, pero también y, sobretodo, de los ingresos
financieros, de los intereses y de los dividendos. Su arquitectura
tiene principalmente como objetivo permitir la valorización en
escala internacional de un “capital de inversión financiera,” sobre
una veintena de mercados financieros desregulados que diseñan el
espacio de la “mundialización financiera”. En éste sentido, volve-
mos a una economía internacional que tiene trazos semejantes a
aquellos revelados por Veblen, Hobson y Lenin en el inicio del siglo
XX. “La inmensa acumulación del capital-dinero en un pequeño
número de países”, las inversiones financieras internacionales que
se tornaron tan vitales para los intereses financieros en los países
capitalistas centrales cuanto son las inversiones extranjeras directas
dentro de la industria, las minas o los servicios, la organización
del flujo de fondos la partir de éstos (“la esquila de los títulos de
intereses y dividendos”) en dirección a los países que se volvieron
nuevamente “países-rentistas”, son también elementos analíticos
que encuentran gran actualidad11. Un conjunto de razones justifican
que el modo de funcionamiento del capitalismo mundializado, o
aún de su “régimen de acumulación”, sea definido como predomi-
nantemente financiero12.

11. Lenin, L’Imperialisme, stade sprême du capitalisme, cap. 10, “Es cada vez más
notoria la inclinación del imperialismo a crear ‘el Estado-Rentista’, el Estado-Usurario,
donde la burguesía vive cada vez más de la exportación de los capitales y de la ‘esquila de
los títulos de intereses y dividendo’.” Ver mi artículo “Etats rentiers dominants et contraction
tendancielle: formes contemporaines de l’imperialisme et de la crisis”, en Gérard Duménil y
Dominique Lévy, Le triangle infernal: crisis, mondialisation, financiarisation, Actuel Marx
Confrontations, Paris, PUF, 1999.
12. Para una presentación más detallada, ver a La mondialisation du capital, op.cit.,
cap. 12, así como el artículo en Actuel Marx Confrontations.
72 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Antes de eso, es necesario recordar los fundamentos de la


jerarquía política que marca este régimen. En cuanto totalidad
sistémica, el conjunto es ordenado en torno de los tres polos de
la Tríada (América del Norte, Europa Occidental y Japón), pero
en condiciones en las cuales los Estados Unidos son el pivote de
todo y el punto de dónde parten los más importantes impulsos en
dirección a las otras partes del mundo, tanto del “Norte” como del
“Sur”. Los Estados Unidos son también, asimismo, el punto en el
cual convergerán, en compensación, más temprano o más tarde, las
principales contradicciones de la mundialización, principalmente
los factores sistémicos de fragilidad financiera.
La mundialización del capital no elimina la existencia de los
Estados nacionales, ni las relaciones políticas de dominación y de
dependencia entre éstos. Ella acentuó, al contrario, los factores de
jerarquización entre países. El abismo que separa los países que
pertenecen a la “Tríada” (América del Norte, Europa, Japón), o que
les son asociados, de aquéllos que sufren la dominación del capital
financiero sin retorno, y peor aún, de aquéllos a quien no interesa
de forma alguna al capital, se desarrolló continuamente durante los
últimos veinte años. Pero la mundialización del capital fue también
inigualable en relación a los cambios en las relaciones políticas,
comprendidas como relaciones internas entre las clases dirigentes
de los países capitalistas avanzados. Los Estados Unidos acentuaron
este peso no sólo por el hecho del desmoronamiento de la Unión
Soviética y de la posición militar única de ellos, sino también en
razón de una posición inigualable en el dominio financiero.
La revocación, en 1971, del sistema de Bretton Woods, que
imponía al dólar exigencias por el hecho de él ser convertible en
oro — como eje de un sistema financiero estable — fue un acto
unilateral de los Estados Unidos. Este acto representó una primera
victoria del sector financiero concentrado y abrió camino para
medidas más radicales de liberalización y desregulación financie-
ras emprendidas a partir de 1979. Pero para los Estados Unidos,
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 73

el paso para el régimen de tasas flexibles de cambio, significó un


refuerzo de la predominancia del dólar frente a las otras monedas.
Esta situación fue reforzada aún más por el rápido crecimiento de
la deuda pública americana desde 1980-1982. Los Estados Unidos
mostraron que son el único país capaz de contraer una deuda pública
tan elevada sin sufrir inmediatamente la “sanción de los mercados”.
Mejor aún, pudieron dar a los bonos del Tesoro norteamericano el
estatuto de activo financiero que representa el “valor refugio” por
excelencia.
La deuda pública americana alcanzó cerca del 5% del Producto
Interno Bruto (PIB) de los Estados Unidos en los años 1990-1992;
representando, durante casi veinte años, el 40% de la deuda pública
mundial. Bien antes que Wall Street levantase vuelo, esta deuda
llevó hacia los Estados Unidos los fondos líquidos en busca de
inversiones financieras, no sólo rentables sino también comple-
tamente seguros. Estos fondos financiaron el programa militar de
la “Guerra en las Galaxias” que aseguró incuestionablemente la
predominancia militar de Estados Unidos y aceleró la crisis de la
ex Unión Soviética. La presencia de estos fondos, en el nivel de
la remuneración de la cual se beneficiaron (8% de tasa de interés
real durante varios años desde 1982), permitió igualmente a los
mercados financieros norteamericanos adquirir una dimensión y
una sofisticación únicas. Este proceso fue, enseguida, consolidado
por la existencia de fondos de pensión y de inversiones financie-
ras colectivas. Sin embargo, éstos no habrían podido conocer un
crecimiento tan rápido sin la alimentación de los mercados finan-
cieros por la deuda pública — la de los países del Tercer Mundo,
pero también la de los Estados Unidos. El mercado de la bolsa
de Wall Street asumió, enseguida, su lugar. La atracción de los
mercados norteamericanos de productos financieros “derivados”
vino a coronar el todo. Este proceso se completó, a partir de ese
momento, con los buenos desempeños norteamericanas en materia
de empleo asalariado (casi siempre precarios o muy precarios) y de
74 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

crecimiento. Pero aquéllos que enaltecen el “ejemplo americano”,


convidándonos a adoptarlo de manera más completa en Europa, se
abstienen de relacionarlo al carácter jerarquizado de la economía
mundial y a las posiciones privilegiadas de Estados Unidos en los
dominios monetario y financiero13.
Tampoco se dice nada respeto de las condiciones de dominaci-
ón política del capital14. En los Estados Unidos se ve la adecuación,
más perfecta que en cualquiera otro gran gobierno “civilizado”,
del sistema político y de la filosofía social con relación a las ne-
cesidades de una valorización del capital libre de cualquier freno.
Fueron ellos, sin embargo, que tomaron en iniciativa, más de lo
que otros miembros del G7, de publicar en declaraciones, antes de
todo, las políticas de ajuste estructural y más tarde de liberalización
y desregulación financiera y comercial. Estas políticas son las que
mejor corresponden tanto a sus intereses de gran potencia, cuanto a
los intereses de sus lobbies. Pero el orden mundial liberalizado no
es sólo norteamericano. Los gobiernos de todos los países, donde
el capital financiero es desarrollado, están comprometidos con los
Estados Unidos. Todas las iniciativas norteamericanas en el FMI,
en el Banco Mundial, en la OCDE, en el GATT y, más tarde, en la

13. Es el caso de Michel Aglietta en su trabajo, “Le capitalisme de demain”, Notes de


la Fondation Saint-Simon, 101, Nov. 1998. Aglietta, en momento alguno, explica el grado
en el cual “el régimen de crecimiento patrimonial” fundado sobre el accionariado y los
mercados financieros, de lo cual cree reconocer la existencia en los Estados Unidos y de lo
cual espera la extensión en dirección europea, es construido sobre estos factores exorbitan-
tes. Los Estados Unidos representan 40% de la capitalización bolsista mundial. Su sistema
financiero y bancario tolera un endeudamiento muy elevado de administración que es sin
embargo afianzado por la tenencia de títulos cuyo valor depende de la “convención” y de
comportamientos de “miopía” financiera profunda (ver el libro de André Orléan citado en
la nota 3). Es este endeudamiento que sostuvo el consumo e hizo posible ese crecimiento
“milagroso”. Nada así puede ser transferible para países donde el mercado financiero es
pequeño y vulnerable al menor choque, o aún para países cuyos ciudadanos muestran, como
en Japón, una aversión profunda al endeudamiento.
14. Ver por ejemplo Loíc Wacquant, Prisons de la misère, Paris, Raisons d‘Agir,
1999.
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 75

Organización Mundial del Comercio, fueron apoyadas en Europa


por Gran Bretaña y por importantes sectores de la Comisión Eu-
ropea. Últimamente, el proyecto de la “Ronda del Milenio” no fue
una iniciativa de los Estados Unidos y sí de la Unión Europea. Por
otra parte, fueron los sectores progresistas de la sociedad nortea-
mericana quienes se opusieron al proyecto neoliberal en Seattle.
La mundialización contemporánea no es “norteamericana”, ella es
capitalista y es como tal que ella debe ser combatida.

La acumulación predominantemente financiera

El término “régimen de acumulación predominantemente


financiero” designa un modo de funcionamiento del capitalismo
marcado por dos fenómenos. El primero es la reaparición signifi-
cativa, junto al salario y a la ganancia, de los ingresos resultantes
de la propiedad de títulos de deudas y de acciones15. El segundo es
el papel representado por los mercados financieros en la determi-
nación de las principales variables macroeconómicas (consumo,
inversión y distribución). El papel “regulador” de las finanzas es
ejercido de formas múltiples: por la fijación del nivel de las tasas
de intereses; por la determinación de la parte de las ganancias que
es dejada a los grupos para invertir sin temor de sufrir la sanción
de los accionistas o de dar a los rivales los medios para hacer una
oferta pública de acciones; por la fuerza de los mecanismos que
para que los gobiernos disminuyan las tasas de inversiones y ca-
minen hacia la privatización y la desregulación. Podemos, ahora,

15. En el caso de las acciones, los ingresos procedentes de la tenencia de título de in-
versión financiera en parte de la ganancia de la empresa, que se retoma tanto cuanto posible
sobre los salarios. En el caso de los títulos de deuda, sobretodo los bonos del Tesoro y los
efectos de la deuda pública, hay transferencia de ingresos para los poseedores de títulos
por medios fiscales. La venta viene, así, doblemente repartida, esto es, en función del valor
creado en la producción.
76 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

distinguir claramente dos fases de la formación y progreso de tal


régimen, cuyas bases están en Estados Unidos pero cuyos efectos
son mundiales.
La primera fue aquélla, situada, a grosso modo, de 1982 a
1994, en el decorrer de la cual la deuda pública fue el principal
mecanismo de la creación de créditos y servicios de los intereses de
la deuda, y el principal mecanismo de transferencia de ingresos en
beneficio de la ganancia. Esta transferencia fue tanto más alta que
las tasas de intereses reales positivas pagadas sobre los títulos de la
deuda pública. Ya se habló, al respecto, de los Estados Unidos, pero
es necesito ampliar los conceptos. El “poder de las finanzas” fue
construido sobre el endeudamiento de los gobiernos, que permitió
la expansión o, inclusive en países como Francia, la resurrección
de los mercados financieros. Esta es una de las fuentes del inmenso
poder económico y político adquirido por las instituciones finan-
cieras, común a todos los países de la OCDE prácticamente sin
excepción. Este poder descansa en la sobreimposición del capital
y de los ingresos elevados y el financiamiento de de los déficits
presupuestarios a través a los mercados financieros. Bajo el efecto
de tasas de intereses superiores y incluso mucho mayores a la
inflación y al crecimiento del PIB, la deuda pública se transforma
en una “bola de nieve”. Generando enseguida fuertes presiones
fiscales sobre los ingresos menos móviles y más débiles de auste-
ridad presupuestaria y de parálisis de los gastos públicos. Fue este
proceso, en el decorrer dieses últimos diez años, que abrió camino
para las privatizaciones.
Los recursos financieros así centralizados por los mecanis-
mos de manejo fiscal y de la deuda permanecieron cautivos de las
finanzas y le permitieron reconstruir plenamente mercados finan-
cieros capaces de asentar la dominación del capital de inversión
financiera sobre las empresas. A partir de este punto comenzó la
segunda etapa del régimen de acumulación predominantemente
financiero, en la cual los dividendos se volvieron un mecanismo de
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 77

transferencia importante, y los mercados financieros la institución


más activa de la regulación de la acumulación predominantemen-
te financiera. La presión “impersonal” de los “mercados” sobre
los grupos industriales por intermedio del nivel comparado de la
tasa de intereses sobre los títulos de la deuda y de las ganancias
industriales, cedió lugar a formas de presión mucho más directas.
Las administradoras de fondos de pensión y de los Mutual Funds
empezaron a someter a la administración industrial y financiera de
los grupos industriales, a un examen casi que diario. Nuevas nor-
mas de rentabilidad fueron impuestas, generando fuertes presiones
sobre el trabajo, en términos de productividad y de flexibilidad del
trabajo, así como cambios en las formas de determinación de los
salarios. Si los mercados de las bolsas ocupan el lugar central del
escenario, las inversiones financieras en bonos del Tesoro, sin em-
bargo continuaban. Al contrario, como se constata en el momento
de cada estremezco financiero serio, los títulos de la deuda pública
de países más fuertes, encabezados por Estados Unidos, conservan
el valor financiero refugio por excelencia.
Los empréstitos para las empresas y para los particulares com-
pletan el panorama de la apropiación por las finanzas interpuesta
de las riquezas creadas en el ámbito de la producción.

Los “mercados emergentes”

Este régimen de acumulación es sólo viable bajo la condi-


ción de tener una base internacional tan amplia cuanto posible.
Las formas concentradas de dinero que buscan inversiones finan-
cieras ventajosas, deben, al mismo tiempo, atraer incesantemente
mayor liquidez para los mercados financieros donde tienen lugar
las operaciones más numerosas y más ventajosas, desdoblándose
mundialmente para posicionarse en los mecanismos locales de
captación de fracciones de valor y de plusvalía — o de “riquezas”,
78 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

si éstos términos incomodan — que comenzaron a tomar forma


de ingresos primarios. Para captar los intereses sobre títulos de
la deuda pública o dividir sobre los lucros industriales por divi-
dendos e intereses de préstamos a empresas, sobre una base más
amplia que la economía doméstica, es necesario posicionase en
el exterior. Uno de los creadores del fondo de pensión francés, el
diputado socialista Jean-Claude Boulard, describió en Le Monde
— 13 de noviembre de 1998 — con total claridad los desafíos de
la inversión financiera en el extranjero. “La verdadera ventaja de
los fondos de pensión, afirmaba, es permitir la anticipación de
una parte del crecimiento exterior”. En el momento, continuaba,
Francia pasa por ese mecanismo de apropiación y de transferencia
internacional; es imperativo que el país también saque provecho de
esto: “Si nosotros no en los movemos, dentro de diez años, a través
de los fondos de pensión anglosajones, una parte del crecimiento
interno financiará las pensiones de los no residentes aunque apenas
tengamos nuestro propio crecimiento para financiar las jubilacio-
nes. Un país desarrollado y envejeciendo demográficamente como
Francia debe imperativamente expandir la base de la financiación
de sus jubilaciones. Participando, por ejemplo, en la financiación
del crecimiento de un país como China, los fondos de pensión
levantarán fondos sobre la producción interna china”.
Éste es el objetivo perseguido por la apertura de espacios
financieros en los países designados por el nombre de “mercados
emergentes” y su integración en la mundialización financiera bajo
la tutela del FMI. La liberalización y desregulación financieras
expusieron a la economía de estos países a los impactos de la espe-
culación financiera. El término “economía de casino” fue muchas
veces usado para hablar de este proceso, pero no es el término más
apropiado. Keynes utilizó esta metáfora para hablar de operaciones
en la Bolsa en los años ’30 y podemos utilizarla aún para describir
las operaciones de los mercados de productos derivados (el Baring
en 1995, LTCM en 1998). Pero la imagen de casino no es transpor-
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 79

table en las relaciones de riquezas intermediadas por los mercados


financieros, ni para crisis como las que México y los países de Asia
conocieron en el transcurso del decenio que termina.
En un sistema de apropiación de riquezas fundado en los
mercados de títulos, la movilidad permanente del capital colocado
es consubstancial a la búsqueda de mejores rendimientos. La buena
administración de la liquidez concentrada en las manos de admi-
nistradoras de fondos exige, de la parte de ellas, una diversificación
de sus papeles de crédito de manera que se combinen dos niveles,
el de los mercados nacionales y el de las categorías de títulos. Esta
supone la modificación constante de la composición de los papeles
de crédito, esto es, la multiplicación de las operaciones por medio
de las cuales “el inversionista arbitra sistemáticamente entre las
diferentes posibilidades en busca de la combinación que obtenga la
mejor relación costo-beneficio”16. El administrador de fondos que
invierte busca liquidez y rendimiento. Por tras de las decisiones de
colocar o liquidar bienes detenidos en éste o en aquella inversión
financiera, bajo ésta o aquella forma de activos (divisas, títulos
de la deuda pública o privada, acciones), existen apreciaciones en
cuanto a la permanencia de esos flujos de ingresos en los niveles
de rendimiento que el capital financiero fija. El casino es un campo
cerrado dentro del cual las ganancias y las pérdidas son distribui-
das entre los jugadores y el propietario del lugar, y en el cual todo
jugador tiene posibilidades iguales de ganar o de recuperar las
pérdidas. Ahora, en el caso de las crisis económicas provocadas
por las crisis financieras en México y en Asia, vemos que, en lo
esencial, fue fuera de la esfera de los mercados financieros que las
penalidades más pesadas fueron pagadas. Su peso en términos de
desempleo y de precariedades crecientes, esto es, de la pérdida de
todo medio de existencia, recayó principalmente sobre aquéllos que

16. Henri Bouguinat, Finance internationale, Paris, Presse Universitaire de France,


1992, colección Themis.
80 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

ni siquiera tiene acceso al “casino”. En cuanto a los inversionistas


financieros, éstos retiraron sus fondos y los colocaron allí donde
la liquidez y el rendimiento continuaban a ser ofrecidos, en Wall
Street y en las plazas europeas.

Los grupos industriales en el corazón de las relaciones de


dominación

Las finanzas comandan hoy el nivel y el ritmo de la acumula-


ción stricto sensu, este término designando el proceso de reproduc-
ción ampliada del capital en sus dos dimensiones: la creación de
capacidades de producción nuevas, y la extensión de las relaciones
de producción capitalistas, entendidas como relaciones de explo-
tación inmediatas de la fuerza de trabajo por un capital orientado
para la producción de valor y de plusvalía. Un pequeño número de
países como Japón y Corea, creyeron poder determinar, durante un
tiempo, su tasa de inversión sin integrar de modo claro los datos
del régimen de acumulación predominantemente financiero. Los
límites de estas pretensiones aparecieron, en Japón, en el crack
inmobiliario y de la bolsa en 1990, y en la crisis asiática de 1997-
1998. La responsabilidad inmediata del inicio de las recesiones en
cadena en Asia reposó en las finanzas. Pero la ayuda del FMI fue
utilizada para exigir el alineamiento de Corea a las condiciones ma-
croeconómicas correspondientes a las tasas medias de crecimiento
mundial del decenio de 1990; esto es, imponer la destrucción de
una parte de la capacidad productiva industrial juzgada excesiva,
con relación a la demanda mundial, la entrada de capital occidental
en los chaebols y la completa liberalización y desregulación del
sistema financiero coreano.
Los inversionistas institucionales son los verdaderos maestros
del capitalismo contemporáneo pero ellos prefieren la discreción.
Mientras los administradores de fondos de inversión financiera
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 81

permanecen casi completamente en la sombra, son los grupos


industriales que, junto a los gobiernos, son constantemente seña-
lados. Están en la primera fila, en la lucha contra las clases y las
capas que necesitan explotar. Para esto hay razones esenciales.
Es en la difusión mundial de sus productos (Coca Cola, Nike,
McDonald‘s, etc.) que reposa la dominación económica y política
del capitalismo en el aspecto tan decisivo del “imaginario” de este
“capital simbólico” cuya victoria permite dominaciones de otro
modo inhibidoras. Este proceso se ve reforzado por la ampliación
de los recursos de la publicidad, exigida por la relativa estrechez del
mercado, aún que “mundial”, y por la casi siempre feroz rivalidad.
El fetichismo de las finanzas, por otro lado, funciona apenas en la
medida en que los portadores de crédito, sobre actividades ajenas,
ven la realidad moldarse al espejismo de la “auto-valorización”
de las inversiones financieras. Por lo tanto, es necesario que haya
producción de riquezas, aun cuando las finanzas minen, día tras
día, sus bases. Sobre los grupos industriales reposa la organización
de las actividades de valorización del capital en la industria, los
servicios, el sector energético y la gran agricultura, de la cual de-
penden, tanto la existencia material de las sociedades en las cuales
los campesinos y artesanos fueron casi completamente destruidos,
cuanto la extracción de la plusvalía destinada a pasar a las manos
de los capitales financieros.
Para que esto sea posible, los grupos industriales disponen de
poderosos medios, resultados de los efectos combinados de libera-
lización y desregulación de los intercambio y de los movimientos
de capitales, así como de la tecnología. Usan su libertad de acción
y de su restaurada movilidad, para hacer pesar sobre los salarios
la amenaza (que puede volverse efectiva) de desplazar sus plantas
productivas para los países donde la mano de obra es más barata y
los salarios pocos o nada protegidos. Ellos no se desplazan siste-
máticamente. Utilizan la liberalización comercial, especialmente,
para construir redes de proveedores de subarrendamiento en los
países donde los costos son los más bajos.
82 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Las modalidades contemporáneas de crecimiento de la pro-


ductividad por intensificación del trabajo, sin crecimiento o con
una reducción del tiempo de trabajo, son fundadas en cambios
organizativos profundos en las fábricas y en las empresas, como
resultado del uso de las nuevas tecnologías. Esos cambios no podrí-
an haber sido impuestas si el aumento del desempleo, inducido por
los factores que acaban de ser indicados, no hubiese influenciado,
cada vez más fuertemente, sobre la capacidad de resistencia de los
asalariados17. La colocación en práctica de las nuevas formas de
explotación, en el seno de los grupos industriales y bajo la respon-
sabilidad inmediata de sus dirigentes y ejecutivos, para alcanzar
el grado ya bastante grande de sumisión de los asalariados que
corresponde las exigencia de remuneración de los propietarios del
capital, es el origen de los fenómenos de “sufrimiento en el trabajo”
alertado por los psicólogos y médicos laborales18.
Simultáneamente los grupos industriales del sector fabril, así
como los de la distribución o de los servicios, también saben hacer
uso del “poder del mercado”, que les confiere su gran tamaño, para
captar, a través de contratos en términos leoninos, fracciones de
valor de los productos de las firmas menores o de menor capacidad
en la negociación de los precios. Los grandes grupos monopolizan
el valor creado en otras estructuras, así como producen dentro de
sus propios muros. La organización de los grupos en “firmas-redes”
traduce la perturbación de las fronteras entre ganancia y renta, en la
formación de los resultados de explotación de los grupos, así como

17. En un libro rico y denso de Stéphane Beaud y Michel Pialoux, Retour sur la con-
dition ouvrière, Paris Fayard, 1999, podemos encontrar un estudio detallado de los procesos
de destrucción de la clase obrera en la industria automovilística bajo el efecto conjugado de
las estrategias patronales de introducción de nuevas tecnologías con métodos de organización
de trabajo norteamericano-japoneses. En los niños obreros, se ve el resultante del desempleo
y de las políticas escolares.
18. Ver a Christophe Dejours, Souffrance en France: la banalisation de l’injusticie
socieale, Paris, Seuil, 1998.
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 83

el peso creciente de las operaciones que dependen de la apropiación


de valores ya creados por medio de levantamiento monetario sobre
la actividad productiva y el excedente de otras empresas.
Frente a un crecimiento mundial lento, a una demanda insufi-
ciente nacida del estancamiento de la inversión y de la retracción del
empleo, y a una presión siempre mayor de los nuevos propietarios
del capital, los grupos industriales reaccionaron en los años ’90,
ya sea mediante la compra de empresas menores, o la fusión con
las gigantes. Concentrados en el inicio del proceso, en la virada de
los años ’70-80, no cesaron de hacer crecer su grado de concen-
tración. Los FMN resguardaron, así, su tasa de ganancia, además
de aumentar un poder económico y político ya elevado, pero de-
lante de exigencias siempre nuevas, como quedó demostrado en el
cuadro de las negociaciones abortadas del AMI19. La estrategia de
reestructuración con destrucción clara de los puestos de trabajo, se
superpone a la política de austeridad presupuestaria y de privati-
zaciones usadas por los gobiernos, agravando los mecanismos que
empujan a la economía mundial para un proceso acumulativo de
estagnación. La otra respuesta de los grupos tuvo el mismo efecto: la
valorización puramente financiera de los capitales con la utilización
verdaderamente especulativa de una fracción de la “ganancia no
invertida”. Sabemos, por ejemplo, que la tasa “rentabilidad” de la
Renault desde 1996 reposó sobre dos pilares: el despido masivo de
empleados, la flexibilidad y la “disciplina salarial”, pero también
las ganancias financieras importantes gracias a “buena salud de
los mercados”.

19. El AMI (Acuerdo Multilateral de Inversiones) es un proyecto de tratado que asegura


a las inversiones extranjeras derechos y privilegios exorbitantes frente a los asalariados, a las
leyes y al conjunto de la sociedad. Su negociación era llevada a cabo en la OCDE antes de
ser interrumpida en octubre de 1998 como consecuencia de la retracción de la negociación
del gobierno francés. En Franca la campaña en contra del acuerdo fue levantada por el co-
lectivo nacional contra el AMI. Para un análisis detallado del proyecto, ver Observatoire de
la mondialisation. Lumière sur l’AMI. Le test de Dracula, L‘Esprit Frappeur, 1998.
84 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

La suerte reservada a los países “en desarrollo”

En las puertas del tercer milenio, la sociedad mundial parece


entonces estar colocada, en un grado mayor que al final del siglo
XIX, bajo la égida de un capitalismo dominado por instituciones
que viven de rendimientos. La avidez de este capitalismo y su fero-
cidad en la exploración son tanto mayores cuanto menor es la tasa
de acumulación del capital produciendo valor y plusvalía, al tiempo
que las exigencias de los que viven de intereses y de dividendos
son altísimas. La suerte reservada a los países del Tercer Mundo
deber ser considerar a partir de este contexto.
Los países a los cuales les interesa principalmente el capital de
inversión financiero, son aquéllos que poseen una posición finan-
ciera suficientemente desarrollada para que aspiren al estatuto de
“mercado financiero emergente” y, así, permitir el posicionamiento
de los mecanismos de estrangulación de los recursos del país o de
la región continental, en dirección a los países centrales. La lista
está limitada (una docena de plazas en Asia y en la América Latina,
más Johannesburgo en África del Sur), de modo que la mayor parte
de las inversiones financieras es realizada en un número pequeño
de países. Pero los grupos industriales de los países avanzados se
interesan sólo selectivamente por los países externos a la OCDE.
Cada año, 80% de las inversiones fuera de la OCDE se centraron
alrededor de diez países, y en diez años no se encuentran más de
quince países en la lista.
Los grupos industriales de países avanzados se interesan en
los países en desarrollo apenas por tres motivos. El primero motivo
es el tradicional de ser fuente de materias primas; este interés aún
permanece. Continúa a ser la llave de las políticas que afrentan
Oriente Medio y explica las rivalidades inter-imperialistas y sus
consecuencias para los países de África, ricos en minerales estra-
tégicos. Pero, fuera del petróleo, de minerales estratégicos como el
uranio y algunos productos tropicales, principalmente la madera,
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 85

los países situados en el centro del sistema se volvieron bastante


menos dependientes de las fuentes de materias primas situadas en
países periféricos, sirviéndose de la ciencia y de la tecnología para
sustituirlas por productos intermedios de creación tecnológica e
industrial. Los grupos se interesan por ciertos países foráneos de la
OCDE como consecuencia del tamaño de sus mercados internos,
pero en condiciones donde las exportaciones hechas por los gran-
des grupos industriales mediante sus filiales de comercialización,
se volvieron la opción preferida; la inversión directa en el sentido
estricto, se volvió una solución secundaria. Continúan a ser crea-
das filiales de producción ya que esta forma de presencia directa
en el mercado se impone en razón de la dimensión del mercado
y de la importancia estratégica regional del país (China y Brasil),
y en razón de la presencia ya antigua de rivales mundiales de los
cuales es necesario controlar las estrategias localmente, o aún de
la existencia de oportunidades locales que no pueden ser explora-
das sin inversión directa. Pero los niveles de productividad y las
reservas de capacidad industrial de los países capitalistas centrales
condicionan a los grupos a preferir la exportación como medio de
obtener ventajas de un mercado. La tercera función que los países
en desarrollo pueden llenar es servir en industrias intensivas en
mano de obra como base para operaciones de subarrendamiento
fuera del local, requiriendo un mano de obra industrial al mismo
tiempo calificada (o mismo muy calificada), disciplinada y un
buen mercado. Pero, aquí, el número de países que satisfacen estas
condiciones es tan pequeño cuanto las necesidades del capital son
limitadas por la debilidad general de la acumulación.
Durante veinte años, asistimos a reaparición, en los países
pobres, de las peores calamidades: desnutrición, hambre, enferme-
dades y pandemias devastadoras. Estas calamidades no son “natura-
les”, así como no lo son, en los países de la OCDE, el aumento del
desempleo, de las precariedades y de las personas sin hogar. Estas
calamidades alcanzan poblaciones que son marginadas y excluidas
86 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

del círculo de satisfacción de las necesidades básicas — base de la


civilización — en razón de su incapacidad de transformar esas ne-
cesidades inmediatas en demanda solvente, en demanda monetaria.
Esta exclusión de naturaleza económica es, en ciertos casos, reciente,
y en todos países, se agravó enormemente con relación la situación
de los años ’70. Ella es el producto directo de la destrucción, bajo
el efecto de la desregulación y de la liberalización del comercio, no
sólo de empleos, sino también de sistemas de producción enteros
que aseguraban la reproducción social de comunidades de campe-
sinos, pescadores, y artesanos. Es en este contexto de marginación,
y de exclusión de tantos países del sistema mundial de comercio,
que se coloca el aumento del hambre, de las pandemias y de las
guerras civiles en innumeras partes del mundo. Un claro ejemplo
de esta situación es África Negra, de la cual el sistema rechaza una
gran parte de las materias primas agrícolas producidas en el seno
de la economía de la plantación, precedentemente colocadas en las
dependencias de las producciones de víveres, y de la cual la mano
de obra no reúne las numerosas “cualidades” como en los países de
Asia y del Sudeste. Lo que allí sucede, desde hace más de quince
años, no puede ser considerado como resultado del acaso. Es el
resultado directo, mediado por la corrupción política propia a los
gobiernos parasitarios del neocolonialismo, de la marginación de la
mayoría de los países del comercio mundial. Lo “contingente” tra-
duce ahí la “necesidad” del capitalismo pervertido. La ONU acaba
de reconocer el genocidio en Ruanda como el tercer genocidio del
siglo, después del genocidio de los armenios y del de Schoá20. Al
final de un trabajo minucioso sobre a África, Claude Meillassoux
concluyó que el capitalismo restauró la ley de la población de Mal-
thus: “El control de la demografía de los pueblos explotados por
medios demográficos (control de nacimiento, esterilización, etc.)
se frenó. Una forma de control por el hambre, por la enfermedad

20. El holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial. (N. de T.)


¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 87

y la muerte, más eficaz y más cruel, se establece bajo pretexto de


‘racionalidad económica’ y de ‘ajustamiento estructural’: la lección
de Malthus fue entendida”21.

Para la renovación de la crítica al capitalismo

Los acontecimientos que marcaron el fin del estalinismo


— la caída del Muro de Berlín y el desmoronamiento de la antigua
Unión Soviética — fueron saludados como el anunciando “fin de
la historia”, en el sentido de la imposibilidad de una superación
del capitalismo por otra forma de organización de las relaciones
sociales, de la producción, de distribución de la riqueza y una con-
cepción diferente de la propiedad económica. Estos acontecimientos
se produjeron en un momento en el cual las políticas de destrucción
de las instituciones políticas y sociales de la posguerra, por medio de
la “vía dulce” de la liberalización y de la desregulación, ya habían
madurado. La clase obrera industrial y aquellos que se identificaban
con una visión de la emancipación social, de la cual ésta sería el
soporte, fueron confrontados con la desaparición de un capitalismo
relativamente controlado dentro de instituciones nacionales, de un
capitalismo cuyos puntos débiles eran conocidos por quienes lo
combatían. En su lugar, asistimos a la emergencia de un capitalis-
mo dominado por las finanzas. Paso a paso sus estratagemas y sus
servidores conciben y crean políticas que buscan la reducción a
átomos del “trabajador colectivo”, en las diferentes formas donde
éste había tomado forma, tanto por sus propias luchas, cuanto por
el efecto objetivo de la organización productiva “fordista”22.

21. Ver a Claude Meillassoux, L’Economie de la vie, Cahiers Libres, Lausanne, Edi-
tions Page 2, 1997.
22. Ver, así, a respeto de la cotización enfermedad-desempleo-vejez, Bernard Friot, Et la
cotisation sociale créera l’empli, Paris, La Dispute, 1998, que escribe: “Los trabajadores ya
sea que estén ocupados, desempleados o inactivos son miembros de un trabajador colectivo
88 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Stéphane Beaud y Michel Pialloux (ver nota 18) retrataron en


la Peugeot el proceso de disolución del “grupo obrero” de la gran
fábrica, en el seno de un asalariado de formas mucho más suaves,
hecho de categorías de trabajadores que pudieron, de aquí en de-
lante, ser fácilmente normalizados con ayuda de las tecnologías
informatizadas. El capital avanzó fácilmente ya que los trabajadores
y los asalariados del sector público fueron alentados, e intimados,
por los partidos y los sindicatos con quienes estos sectores tenían
un mínimo de confianza, para “adaptarse” a la mundialización. El
movimiento huelguista del invierno de 1995 contra las reformas
de gobierno de Alain Juppé y el gran apoyo popular que recibió,
marcaron uno de los momentos de resistencia de los trabajadores
a este proceso. Sin embargo no encontró los puntos de apoyo que
le permitiesen consolidarse. El sindicalismo “de acompañamiento”
levantó la cabeza y, dominó las instituciones, como la CGT, cuya
tradición era opuesta a eso. Como consecuencia fue a partir de
sectores ajenos al “movimiento obrero” oficial que se construyó
la resistencia a los proyectos más ambiciosos y más visibles de la
mundialización, tales como el AMI y el lanzamiento de la “Ronda
del Milenio” en la OMC.
La crítica de la mundialización es aún embrionaria y bastante
titubeante en el plano teórico. Casi siempre subestima lo que deberá
ser hecho para controlar verdaderamente el poder de las finanzas23,
y frecuentemente tiene la ilusión de poder encarcelar los FMN en
códigos de buena conducta o de conducta “ciudadana”. El término
“neoliberalismo” es utilizado como si las situaciones de monopolio
mundial no surgiesen de las últimas ondas de concentraciones, como

inscritos en un espacio público construido por el trabajo formalizado en empleo”. Este espacio
público es él de las instituciones de los diferentes organismos de administración paritarias
que el Movimiento de Empresas de Francia (MEDEF, sucesora del Consejo Nacional del
Patronato Francés — N. do T.) piensa ahora estar en condición de destruir.
23. Este problema es colocado en mi opúsculo, Tobin or not Tobin? Une tarife inter-
nationale sur le capital, Paris, L’Esprit Frappeur, 1998.
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 89

si la propiedad privada de los medios de producción (que son los


medios de trabajo de millones de personas) pudiese hoy servir de
construir una forma de capitalismo con “cara humana”. Un buen
número de adversarios de la globalización parece haber interiori-
zado la idea martillada por François Furet y de todos aquéllos que
se retomaron sus ideas sobre la imposibilidad de se concebir una
organización social de la vida material diferente del “mercado”.
Asimismo, el régimen de acumulación del capital mundializado
es considerado por la mayoría de sus críticos como injusto — pro-
fundamente injusto — más viable.

El sentido de las crisis financieras

No creo que eso sea verdad, en razón justamente de esa desi-


gualdad e injusticia. Es posible establecer un vínculo directo entre
las características del régimen de acumulación, los mecanismos
de exclusión y las crisis financieras — bancarias o de las bolsas
— que sacudieron la economía mundial durante los años ’90, ya
sea en México en 1995 o en Asia. Estas crisis no fueron episodios
financieros, debido simplemente a la negligencia o a la ceguera de
las autoridades monetarias, ni a la “especulación” tomada como una
actividad que se podría limitar sin dañar a los mercados financie-
ros. Estas crisis fueron una primera expresión de contradicciones
mucho más profundas. Traducen la imposibilidad de asegurar una
cantidad suficiente de capital para las condiciones de valorización
que le son necesarias. Periódicamente, la economía capitalista
mundial se ve delante de un retorno brutal del principio de realidad:
antes de poder apropiarse del valor y de la plusvalía, es necesario,
fundamentalmente, que hayan podido ser creados en una escala
suficiente. Lo que supone que el ciclo del capital haya podido ser
bloqueado, la producción comercializada. Los inversores financie-
ros y las instituciones financieras internacionales construyeron un
90 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

conjunto de mecanismos con el objetivo de hacer acudir en direc-


ción a los mercados financieros un flujo de riqueza que satisficiera
las exigencias de la economía internacional del capital financiero.
Pero quisieron ignorar las condiciones de la producción y de la
realización del valor. Estas condiciones no pueden ser satisfechas
de manera estable mientras decenas o incluso cientos de millones
de personas por todo el mundo son excluidas de la esfera donde las
necesidades individuales y colectivas se encuentran. Lamentando
las dificultades de la conferencia de Seattle, el director general
del FMI, Michel Camdessus, declaró que su desafío para con los
países en desarrollo era “el acceso a los mercados que tengan una
demanda solvente”, esto es, los países de la OCDE. Creyendo hablar
en nombre de estos países y de una liberalización aún mayor del
comercio, el jefe del FMI expresó el impasse total de un sistema
cuya polarización extrema hace que todas las mercaderías afluyan
en dirección a los mismos mercados, situados al “Norte”.
Las crisis financieras de Asia son un anuncio que los meca-
nismos del capital liberalizado empiezan a tener “gripe”. De tales
crisis sobreviene, cuando los inversionistas financieros toman de
repente conciencia del hecho, que los créditos sobre la actividad
productiva, nacidos de sus inversiones financieros o de sus emprés-
titos, podrán no materializarse. Entonces intentan retirarse del mer-
cado, retomando sus posiciones con pérdidas mínimas, buscando
aumentar la “liquidez” del mercado en su conjunto24, provocan el
desmoronamiento la cadena de créditos y de las deudas de la cual
la capitalización de la bolsa fue el pivote. Así pasó en Asia, donde
vemos una especie de demostración, en tamaño real, del tipo de
crisis que nos espera. La plaza ocupada ahora por los mercados de
la bolsa está susceptible a futuras crisis en los países de la OCDE,
de carácter aún dudoso. Una de las causas de la preocupación de los
defensores de la liberalización, que el presidente del Banco Central

24. Ver sobre este punto, el importante trabajo de André Orléan ya citado.
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 91

de Estados Unidos (el FED) propaga regularmente, es el hecho de


que los mercados financieros salidos de la liberalización y de la
desregulación financieras están llenos de inversionistas que no tie-
nen ninguna memoria de las crisis de la bolsa del pasado. El grado
particularmente elevado de la miopía de los mercados financieros
nacido de la larga fase de altas, puede engendrar comportamientos
de pánico. Éstos servirían de acelerador de la crisis, reforzando las
dimensiones subjetivas de los mecanismos de propagación.
Evocar la perspectiva de una gran crisis es casi siempre
considerado como característica de la vertiente “catastrofista” que
marcó el pensamiento de Marx. Quizá este sea mi caso. Hay razones
para pensar que la misma está inscrita en la situación económica
mundial del inicio del nuevo milenio porque la liberalización y
desregulación de las finanzas, como del comercio, recrearon las
condiciones. Pero no es preciso esta perspectiva para retomar la
crítica al capitalismo. Desde que nos coloquemos del lado de los
asalariados, de los precarios y de los desempleados, así como del
conjunto de las poblaciones de los países “pobres” la situación
es tan grave que no es necesario un agravamiento adicional para
dar inicio a este trabajo teórico y práctico. Estamos en un sistema
donde “la producción es apenas una producción para el capital y
no el inverso”25, donde los medios de producción no son lo que
deberían ser, a saber “simples medios para dar forma, ampliando
sin cesar, el proceso de vida de la sociedad de los productores”.
Estos medios, que son, sin embargo, los medios de trabajos de la
sociedad, son hoy del “capital”, pero sólo serán utilizados y am-
pliados si sus propietarios (los accionistas financieros obnubilados
de lo que Keynes llamó del “hechizo de la liquidez”), consideran
que sacarán de esta operación una ganancia suficiente, un “valor
accionario” a la altura de sus exigencias. Durante algunos decenios
después la Segunda Guerra Mundial, cuando el capitalismo parecía

25. Karl Marx, Le Capital, III/XV.


92 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

haber sido domesticado, esta caracterización fue colocada de lado,


perdida de vista. A mundialización del capital se encargó de recor-
darnos. Transformó en una responsabilidad de todos nosotros, al
extender y ampliar el debate sobre el modo de contestar el desafío
que se nos coloca.
93

II.2
Entender el desarrollo mundial:
globalización o imperialismo*

James Petras y Henry Veltmeyer

El objeto de este capítulo es desenmascarar la globalización


como imperialismo y señalar los límites del Movimiento Anti-
globalización (MA) basado en la construcción de una supuesta
“sociedad civil global”. Tal como lo vemos, este movimiento
está fundamentalmente equivocado en aspectos que limitarán su
capacidad de producir cambios fundamentales. Por una parte, los
activistas de este movimiento fallan en reconocer que el tema no
es una forma u otra de globalización; es el imperialismo, es decir,
la proyección del poder estatal en las condiciones de una renovada
forma de imperialismo encabezado por los EE.UU. Hasta que este
problema no sea comprendido y enfrentado en teoría y práctica,
las fuerzas de la resistencia no podrán movilizarse totalmente en
la lucha por el cambio social.
La discusión será así. Primero, enfocaremos la ubicua bús-
queda de una forma alternativa de desarrollo y globalización.
Proponemos aquí que, en el movimiento en el cual la izquierda ha
cifrado sus esperanzas y expectativas, hay a la vez más y menos de

* Extraído de Petras, J. y Veltmeyer, H. Las dos caras del imperialismo. Vasallos y


guerreros. Lumen México, Buenos Aires. México, 2004. Traducción de Pablo Valle.
94 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

lo que se ve. Luego, nos dedicaremos al concepto de “imperialis-


mo” como una herramienta más útil para analizar la dinámica de
los desarrollos globales y las fuerzas de resistencia. En la siguiente
sección, desafiaremos la noción mítica de un Estado sin poder,
socavado por un proceso de globalización.
Después, el capítulo se dirige a una discusión de la forma que
el imperialismo está adquiriendo en el actual contexto mundial. Co-
menzamos descartando la noción de un “imperio sin imperialismo”,
propuesta por Hardt y Negri (2000). Luego, nos concentraremos en
varias concepciones alternativas del “neoimperialismo”: entre otras,
“neomercantilista” y “posmoderna”. En este contexto intelectual e
ideológico, afirmamos que el imperialismo está muy presente en la
agenda, y que el Estado norteamericano conduce este proyecto.
En las siguientes dos secciones, examinaremos la cuestión de
la “democracia” y su significado para ambos tipos de agentes (e
ideólogos): los del imperialismo y sus oponentes en el movimiento
popular. Aquí está en cuestión la naturaleza del Estado y su relación
con la “sociedad civil”; y las diferentes formas que adquiere la
“democracia”, así como sus usos alternativos. En su mayor parte,
la idea de “democracia” ha servido como una ideología para ocul-
tar y camuflar el designio interno (y el puño fascista) del proyecto
imperialista. Al mismo tiempo, la “democracia” le ha servido al
movimiento popular a fin de crear espacios para la acumulación y
la movilización de las fuerzas de oposición y resistencia. En este
sentido — esto es, como desarrollo “desde abajo” —, la democracia
puede verse como un arma de dos filos, uno de ellos progresista.
En las dos últimas partes de esta discusión, nos volveremos
hacia el MA, antes de revisar la forma que está tomando la lucha
contra el neoimperialismo en la periferia latinoamericana del sis-
tema. Aquí enfocamos tres olas de movimientos sociopolíticos en
la movilización de las fuerzas populares de oposición y resistencia.
Afirmamos que estos movimientos ofrecen la mejor oportunidad
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 95

para el cambio progresista y las fuerzas de transformación social


en la lucha contra el capitalismo y el imperialismo.
Sin embargo, los problemas políticos involucrados en este
proceso son considerables. Concluiremos que la izquierda debe
superar su inclinación a la política sectaria y unirse en una lucha
común.

El neoliberalismo y la dinámica de la antiglobalización

Tras la crisis financiera que golpeó a México en 1995 y luego


se extendió a Asia y otros lugares en 1997, el modelo neoliberal de
desarrollo capitalista ha quedado seriamente dañado, abandonado
por todos excepto unos pocos ideólogos incondicionales. Incluso al-
gunos otrora ideólogos del capitalismo de libre mercado, tales como:
Carlos Salinas de Gortari, expresidente de México ahora caído en
desgracia pero una vez mimado por el jet set liberal internacional;
George Soros, un autodesignado guardián del sistema capitalista
mundial, presidente del fondo Quantum y de la fundación Soros,
y financista “retirado” (experto manipulador del libre mercado de
capital especulativo); Joseph Stiglitz, antes economista en jefe del
BM, y — quizás más sorprendentemente — Michel Camdessus,
hasta hace pocos años director gerente del FMI, todos ellos se
volvieron en contra o se distanciaron del neoliberalismo (Soros en
Bordegaray, Soledad y Toti Flores, 2001; Stiglitz, 1998; Salinas y
Mangabeira Unger, 1999). Estos y otros, alguna vez abogados del
capitalismo en su forma neoliberal, mientras abrazaban la noción
de globalización en sus diversas dimensiones, han confluido en sus
críticas, en busca de una forma alternativa de organizar y desarrollar
la economía.
La preocupación compartida — para decirlo de manera no
muy afinada y exagerar sólo ligeramente — no es la globalización
per se (globalización o antiglobalización), sino la forma que de-
96 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

bería tener la alternativa al neoliberalismo. Está en juego, como


dice Soros (ob. cit., p. 67), la supervivencia del capitalismo mun-
dial. Para evitar su destrucción, dice más adelante, se requieren
reformas fundamentales, no las que han dominado los desarrollos
económicos y políticos durante las dos décadas pasadas. Estas
reformas neoliberales, diseñadas para mantener el Estado lejos
del proceso de desarrollo económico, reducir su peso y su rol (y
su poder), para restaurar el poder de la propiedad privada y los
mecanismos del mercado libre desregulado, como afirman tantos
críticos del movimiento antiglobalización, de hecho, constituyen
el “problema”, la fuente de la crisis que perturba al sistema como
un todo. La cuestión, en otras palabras, es: ¿qué forma debe adop-
tar la alternativa al neoliberalismo? Por ejemplo, ¿qué cambios
se necesitan en la arquitectura financiera que soporta los flujos
internacionales de capital productivo y especulativo? ¿Qué tipo
de régimen debería establecerse para controlar el fluctuante libre
flujo de capital especulativo y volátil de corto plazo? ¿Cuál debería
ser el marco institucional de este nuevo régimen regulatorio y qué
conexiones debería tener con la institucionalidad más amplia del
sistema? Y, en este marco, ¿qué tipo de políticas deberían seguirse
e implementarse de cara a la “gobernabilidad” (y al programa neo-
liberal de estabilización y medidas de ajuste estructural)? Es decir,
¿cómo debemos superar y alejarnos del desprestigiado “Consenso
de Washington”, identificado por Williamson (1990)?
El problema que subyace en estas cuestiones fue claramente
planteado, en 1996, por Robert Kapstein, en ese momento director
del Consejo Trilateral Estadounidense de Relaciones Exteriores
(CRE)1.
Como dice Kapstein (1996), el problema está enraizado en una
tendencia del capitalismo neoliberal o de libre mercado que, libre
de toda constricción y regulación estatal, produce desigualdades

1. ??????????????????
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 97

sociales excesivas en la distribución de los recursos y de los ingre-


sos mundiales, lo cual conduce al descontento social a fuerzas que
podrían ser movilizadas políticamente de modos que desestabilicen
regímenes democráticos y el sistema como un todo. Sin embargo, a
la izquierda del espectro político, en el MA, la preocupación no es
tanto por la (potencial) inestabilidad política, sino por la cuestión
moral de la inequidad o injusticia representada por un sistema en el
cual, como señala el PNUD en su Informe sobre Desarrollo Humano
de 1996, unos 385 individuos podrían recibir (o apropiarse) tantas
riquezas y tantos ingresos como 1.400 millones de los más pobres
del mundo, y el 10% superior de los “asalariados” recibe más del
40 % de los ingresos mundiales.
La mayoría de los críticos en el MA ven esta mala distribución
de riqueza e ingreso no como Kapstein, es decir, en tanto problema
político, ni como los críticos de izquierda más radicales — tam-
bién como un problema político, pero un problema de “el Norte
expoliando al Sur”, de explotación (y de opresión, por añadidura)
—, sino como un tema moral, esto es, como desigual o injusto, una
cuestión de justicia social. De hecho, éste fue el tema mayormente
dominante de la gran mayoría de las 28 conferencias, unos 200
seminarios y cerca de 800 talleres que constituyeron el segundo
Foro Social Mundial, en 2002.
Según Martin Khor, director de la Red del Tercer Mundo, con
base en Malasia, y orador de apertura en el Foro Social Mundial,
entre los diversos modos en los que los países del sur son “estafa-
dos”, están las operaciones predatorias del capital especulativo, el
drenaje de ganancias por parte de corporaciones trasnacionales y
las medidas comerciales proteccionistas adoptadas por los países
industrializados. Sobre estos temas, ver también, entre otros, Falk
(2000) y la periodista canadiense Naomi Klein (2000), quien no
sólo ofrece una crítica moral de la agenda corporativa, sino que
plantea directa o indirectamente la cuestión de la “democracia” o
la “gobernabilidad”, sosteniendo que las corporaciones son res-
98 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

ponsables, si no ante un electorado, al menos ante una “sociedad


civil global” más representativa (Corpwatch, 2001). Conseguir la
gobernabilidad es, de hecho, el remedio propuesto tanto por los
abogados como por los oponentes de la “globalización”.
Pese a sus preocupaciones sobre la “globalización”, los
guardianes del Nuevo Orden Mundial (NOM), que se encuen-
tran anualmente en el FEM, cuentan con el MA para proveer un
contexto más amplio y elementos críticos, si no el diseño real,
de una solución al “problema” que ha perturbado al “sistema”;
un problema (ingobernabilidad, desgobierno) que, en algunos
contextos, ha alcanzado proporciones críticas. Ésta una razón por
la cual el BM y otros patrocinadores de “ayuda” multilateral y
financiamiento al desarrollo global, así como los gobiernos del G-
8 y, más ampliamente, la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE), están preparados para financiar
las actividades de sus críticos del MA; más de un 80 %, como se
ha estimado (Okonski, 2001).
Otra razón para este financiamiento es que provee un me-
canismo de lo que se podría denominar “oposición y disenso
controlados”, para contener las fuerzas de oposición y resistencia
y dirigirlas luego hacia una solución atada al sistema, un respeto
de la institucionalidad fundamental y la búsqueda de alternativas
“dentro”, sobre la base de reformas aceptables (porque son nece-
sarias), logradas a través del diálogo.
Un ejemplo al respecto es el patrocinio del BM, que financia y
utiliza muchas pero seleccionadas ONG como “cajas de resonancia”
de posible oposición y cambio de sus políticas, como si fueran un
foro de diálogo y compromiso crítico hacia opiniones divergentes
e ideas alternativas. Otro ejemplo de tal mecanismo de oposición
controlada y disenso preformado se puede encontrar en el Foro
Social Mundial. Llevado a cabo por primera vez en enero de 2001
(FSM I) y luego en 2002 (FSM II), en Porto Alegre, Brasil, repre-
senta un gran avance en el MA; siguiendo la huella, desde Seattle
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 99

a Génova y Qatar, de políticas tomadas y decisiones efectuadas por


la elite económica y política de lo que Leslie Sklair (1997), entre
otros, define como la “clase capitalista internacional”.
El FSM provee un contexto organizacional para los oponentes
de la “globalización” no en cuanto tal, sino en su forma neoliberal
manifiesta (el mundo “tal como es”), para discutir y debatir la
alternativa (“otro mundo es posible”). Estos oponentes y críticos
representan un amplio conjunto de ONG y un espectro de ideas que
es a la vez amplio y estrecho: amplio en sus principios de acuerdo
(justicia y equidad social, participación popular y democracia, etc.)
y las diversas soluciones enunciadas (ideas para un mundo más
humano y socialmente justo), pero estrecho en su alcance político
(liberal, con reformas estatales al sistema existente, impulsadas por
una emergente — y creciente — “sociedad civil global”).
Relacionado con esto, se excluyen explícitamente soluciones
“radicales” sobre la base de una transformación sistémica, es decir,
de la institucionalidad básica (propiedad privada, salarios, merca-
dos, Estado, etc.), y “políticas de confrontación” (como opuestas a
las reformas sociales humanizadoras y una política pacifista de no
violencia y diálogo). Ésta es una de las razones por las cuales, con
pocas excepciones (el MST, por nombrar una), las organizaciones
de la “izquierda revolucionaria” (las FARC, por ejemplo), que pre-
gonan y adoptan ese camino hacia el cambio, fueron expresamente
excluidas del FSM II. En la práctica, así como en la teoría, el “otro
mundo” buscado por los dirigentes del movimiento antiglobaliza-
ción (“otro mundo es posible”) se predica sobre los principios de
una socialdemocracia renovada; lo que se ha denominado, según
Anthony Giddens (1995), “la tercera vía”.
En los ochenta, en el contexto de una generalizada reestructu-
ración del Estado — y su ostensible retiro de la conducción (plane-
amiento, regulación, etc.) de los asuntos económicos —, hubo una
verdadera explosión de ONG, dedicadas no sólo a la provisión de
necesidades humanas básicas (refugio, alimento, salud, seguridad,
100 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

etc.), la principal preocupación de las organizaciones de base de la


sociedad civil, sino también a diversas cuestiones que van desde
los derechos humanos y el medio ambiente hasta la exclusión de
la mujer, la generalizada pobreza urbana y la falta de desarrollo
económico o de “democracia”.
Las ONG (sociales o cívicas) que se formaron en este proceso,
y que generalmente se adjudican el rol de “oposición crítica” — a
la globalización en su forma neoliberal, así como a las políticas
gubernamentales asociadas —, fueron (y son) ampliamente (y
alternativamente) percibidas como que representan un “nuevo mo-
vimiento social”, un “posmodernismo de base”, una “democracia
sin movimientos sociales”, o bien, más recientemente, una emer-
gente “sociedad civil global” y, como tal, la última expresión de
un movimiento popular o de base contra las estructuras del poder
económico y político.
Pero, en la práctica, muchas de estas ONG han sido llevadas
a una sociedad efectiva, aunque (a menudo) no declarada, con las
instituciones y los agentes operativos del sistema, particularmente
el BM y otros organismos de la “asistencia del exterior para el de-
sarrollo” o el financiamiento internacional. En esta sociedad, piedra
angular de una estrategia diseñada por el BM pero pronto adoptada
por virtualmente todas las instituciones multilaterales y bilaterales,
así como por otros organismos operativos del indudablemente in-
justo sistema económico mundial, las ONG se adjudican (y se les
adjudica) el rol de intermediario entre los organismos donantes y
el objetivo del desarrollo internacional, o entre las organizaciones
donantes, los pobres y sus comunidades.
En efecto, estas ONG se convirtieron en los organismos ejecu-
tores de la política gubernamental o de la agenda de los donantes.
Aunque ampliamente (y erróneamente) identificadas y vistas como
parte de las “organizaciones de base” de la sociedad civil, muchas de
estas ONG pueden considerarse “agentes del imperialismo”, porque
sirven inconscientemente (en su mayor parte) a los “intereses del
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 101

capital”, tanto como seguramente — aunque más oblicuamente — a


las IFI y los Estados reformistas reestructurados, en Latinoamérica
y otros lugares.
En todo caso, las ONG de la “sociedad civil” se ubican en
algún lugar entre los organismos que buscan promover el desarrollo
o iniciar proyectos “desde arriba y afuera” y los que lo hacen “desde
abajo y adentro”. En esta posición un poco ambigua, ellas también
son parte de dos “proyectos” aparentemente contradictorios. Por un
lado, son participantes conscientes en la amplia búsqueda de una
forma de “desarrollo” y “globalización” alternativa (al capitalismo
neoliberal), para “mejorar [la vida] en los países más pobres del
mundo” (Gerry Barr, presidente del CCIC, Reality of Aid, una se-
mianual Review of ODA, 2002). En esta búsqueda, son parte de una
red global emergente de individuos y organizaciones que edifican
una “sociedad civil”: una compleja configuración que, como toda
estructura, tiene una influencia mucho mayor que la suma de sus
partes y tiende a adquirir vida propia. Por otro lado, esta “sociedad
civil global” también es parte de algo completamente diferente,
una red más nefasta de la cual muchos individuos y organizaciones
participantes ni siquiera son conscientes.
Para entender cómo puede ser esto, por medio de una ana-
logía, consideremos la avispa parásita, del género Hymenoepi-
mecis, la cual, desconocida de la araña que es su objetivo y a la
que penetra, deja sus huevos en el abdomen de ésta. La araña va
a trabajar, inconsciente de las larvas que crecen en su abdomen y
que, alimentadas por los fluidos de la araña, inducen químicamente
a que ésta modifique su comportamiento. De hecho, la araña es
inducida a hilar un capullo de telaraña que es inútil para ella pero
necesario para las larvas. Tan pronto como la araña termina su
trabajo, las larvas la consumen y cuelgan el capullo de pupa en la
telaraña especial, construida involuntariamente por la araña para
la avispa. Las larvas, alimentadas por los fluidos de un organismo
huésped inconsciente, cuyo comportamiento han manipulado, se
102 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

transforman en avispas capaces de picar a sus presas en la búsqueda


global de mantenimiento y — para extender nuestra analogía — de
beneficios del capital invertido. Para completar la analogía, en el
proceso de “desarrollo” o “globalización”, el parásito puede no
consumir del todo a su huésped, en la medida en que no necesite
hacerlo; es decir, en la medida en que la organización huésped,
una red global de fuerzas antiglobalización, continúe sirviendo
como medio de manipular los aparatos más amplios de gobierno
cívico para construir la red que sirva a su propósito y como me-
dio de hacer descarrilar las fuerzas de oposición a su proyecto de
globalización; para canalizar estas fuerzas en formas aceptables
o, aún mejor, desmovilizarlas.

Entender el desarrollo mundial: ¿globalización o


imperialismo?

Pocas palabras han tenido tanta difusión en tan breve período


(desde alrededor de 1986), como “globalización”. Aunque usada de
diferentes modos, generalmente denota un proceso multifacético,
caracterizado por crecientes flujos internacionales de capital, bienes
y servicios, información y valores culturales, y modos de hacer
cosas; una “interconectividad de fenómenos sociales” asociada
(Therborn, 2000) y, en un diferente nivel, “integración económica”.
Sin embargo, en estos términos, la palabra “globalización” explica
poco de lo que realmente pasa en el mundo y, como ha sido notado
por la mayoría de los colaboradores de un número temático espe-
cial de la Cambridge Review of International Affairs (Desai et al.,
2000), sirve mejor como una ideología, un medio de enmascarar
lo que sucede o de promover cierta forma deseada de acción o de
pensamiento, más que como teoría, un dispositivo explicativo, o
incluso como medio de describir bien la dinámica de un supuesto
cambio paradigmático (e histórico).
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 103

Por un lado, el término elude toda referencia a las estructuras


del poder político y económico, y a la práctica (política exterior)
en la cual estas estructuras son impuestas por algunos Estados o
pueblos sobre otros. La realidad de esta práctica institucionalizada
se describe y se explica mejor usando un término provisto por el
discurso marxista pero abandonado por muchos: “imperialismo”.
Por extraño que parezca, este punto ha sido mejor captado por algu-
nos adeptos y defensores de capitalismo neoliberal que por muchos
críticos del “capital corporativo” o la “globalización liberal” del
movimiento antiglobalización. Al respecto, Martin Wolf (FT, 5 de
febrero de 2002) escribe sobre la “preocupación ritual por el poder
corporativo desenfrenado”, expresada por los críticos y manifes-
tantes en la reunión de este año, del Foro Económico Mundial, en
Nueva York, como “delirio paranoico”.
Sin embargo, en defensa de muchos críticos y opositores del
poder global corporativo, podría decirse que se puede demostrar
que estas corporaciones realmente controlan una gran cantidad de
poder económico, si no político, que se emplea en su propio inte-
rés; por ende, la preocupación por el poder corporativo global, de
críticos tales como Anderson y Cavanagh, Susan George, Martin
Khor, David Korten y, en Canadá, Maud Barlow y Tony Clarke,
entre muchos otros, no implica paranoia ni delirio.
Pero Wolf también tiene razón en señalar que “las corpora-
ciones no son los indiscutidos amos del universo”, ni son agentes
“autónomos” del sistema o “tan poderosas como reclaman los
críticos”. Por cierto, “el cambio... considerado en los últimos
veinte años... es la globalización dirigida por el mercado, desen-
cadenada, consciente y voluntariamente, por gobiernos”. Wolf
señala algo importante aquí. Pero lo que olvidan (conscientemen-
te) los defensores de la “globalización dirigida por el mercado”
es señalar que algunos “gobiernos” realmente tienen la voluntad
y la capacidad de desencadenar tal poder, y que lo hacen basados
104 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

en una agenda imperialista. Sobre este punto, ver la discusión en


la dos secciones siguientes.

El mito del Estado sin poder

Uno de los mitos más grandes propagados por el doble giro


ideológico hacia un discurso sobre la globalización y la sociedad
civil2 es el mito de un Estado sin poder, vaciado y despojado de sus
funciones frente al proceso de desarrollo económico, postrado ante
el poder corporativo global desencadenado (Weiss, 1998). Pero,
en los hechos, los Estados de bienestar en el Norte y los Estados
desarrollistas en el Sur, aunque parcialmente “desmantelados”, no
han sido ni debilitados ni reducidos en términos de sus diversos
“poderes”; antes bien, han sido reestructurados para servir mejor
los intereses de la clase capitalista transnacional.
En el período de la segunda posguerra mundial, el Estado-na-
ción fue ampliamente considerado, y generalmente usado, como un
instrumento para favorecer los intereses de diversos grupos econó-
micos e incorporar, gradualmente, tanto a las clases medias como a
las clases trabajadoras al proceso de desarrollo, así como al sistema
político. En el Norte (la OCDE), esto resultó en la evolución de lo
que se dio en llamar Estado “keynesiano” o “de bienestar”, carac-
terizado por el crecimiento del sector público, tanto en la economía
como en la provisión de servicios sociales (bienestar, educación
y salud); en el Sur (países en desarrollo de América latina, Asia y

2. Sobre el discurso de la “sociedad civil”, paralelo al de la globalización, ver Howeel


y Pearce (2001). En los años ’90, tanto las organizaciones bilaterales como las multilaterales
de “asistencia del exterior para el desarrollo” se desplazaron desde un discurso del “tercer
sector” hacia un discurso basado en el “fortalecimiento de la sociedad civil”. Como afirma
Mitlin (1998), este desplazamiento tuvo que ver con una nueva agenda para incorporar al
“sector privado” en el proceso de desarrollo. Para una perspectiva crítica sobre esta agenda,
ver Karliner (1999).
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 105

África), con diferentes condiciones (nacionalización de empresas


industriales en sectores estratégicos, etc.), esto implicó un “desar-
rollo” a la vez que la consolidación del Estado como organismo del
desarrollo económico, en los niveles de propiedad, planificación y
regulación de la empresa capitalista privada.
En ningún lugar de Latinoamérica avanzó tanto este proceso
como en Chile, donde, con Salvador Allende, la clase obrera logró
llegar al aparato del Estado y obligó a las clases propietarias a, por
lo menos, responder a algunos de sus reclamos y preocupaciones,
sino a compartir de hecho el poder estatal. Sin embargo, con la
irrupción de Augusto Pinochet en la política chilena (“Le daremos
al mundo una lección de democracia”), y el establecimiento de una
dictadura militar, una de las numerosas fomentadas por los EE.UU.
en su batalla contra el “comunismo internacional”, Chile también
representa un punto crítico de desarrollo no revolucionario: una
contrarrevolución en el pensamiento y la práctica del desarrollo, un
giro de 180 grados en la relación capital-trabajo (Crouch y Pizzorno,
1978; Davis, 1984; Toye, 1987).
En el Norte, esta contrarrevolución fue parte de una serie de
respuestas estructurales y estratégicas de la clase capitalista y el
Estado a una crisis sistémica3; en el Sur, significó la detención, y el
retroceso, de la incorporación de la clase obrera a los procesos de
desarrollo y a la política, y la recaptura del aparato del Estado por
parte de las clases propietarias y capitalistas. Este proceso llevaría
casi dos décadas para desenvolverse pero, hacia fines del milenio,
el Estado, con diversas variantes en el Norte y en el Sur, había sido
debidamente reestructurado para servir a la agenda imperial y a los
intereses del capital.

3. Hay varias interpretaciones distintas de esta crisis, que, para la mayoría, se evidenció
en una lentificación de la actividad económica del sistema global, una baja de productividad,
condiciones de una “crisis de beneficios” y una tendencia sistémica a la baja en los beneficios
promedio (Marglin y Schor, 1990).
106 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

No sólo el Estado ha sido reestructurado para favorecer la


agenda y, más claramente, para reflejar los intereses del capital
transnacional, sino también, en el caso de EE.UU., ha sido reforma-
do para favorecer el avance de los designios imperialistas y la agen-
da de la política exterior (para reafirmar su declinante hegemonía
sobre el sistema todo), del nuevo régimen. La formación de lo que
ha sido bien denominado “Estado imperial” ha llevado años, pero
dio un paso gigantesco desde 2001, luego de los acontecimientos del
9 de septiembre. Cuando ocurrieron, estos acontecimientos crearon
las condiciones no sólo para la concentración del poder presidencial
sobre el aparato del Estado, sino también para la proyección del
poder imperial en varias áreas de interés geopolítico estratégico
de los EE.UU.
Los ochenta y los noventa presenciaron una erosión del po-
der económico y político de los EE.UU., tanto en Medio Oriente,
Europa y Asia como en América latina (pese a cierto aumento
en Centroamérica). En Medio Oriente, un área del mayor interés
estratégico por las reservas de petróleo, tanto Irán como Iraq ha-
bían podido escapar de los esfuerzos de EE.UU. para afirmar su
poder, y comerciaban directamente con la UE. En Europa misma,
una serie de acciones unilaterales del Estado norteamericano no
habían sido capaces de circunscribir el relativo ascendiente de los
europeos en la región. Sólo en los Balcanes la política exterior
de EE.UU. y la proyección del poder político y militar (desnudo
o disfrazado) dieron fruto. En América latina, la mayoría de los
gobiernos habían quedado reducidos a ser Estados clientes sobre
la base, y mediante las acciones, de los funcionarios del BM, el
FMI y otras organizaciones internacionales dominadas por EE.UU.
Sin embargo, la políticas impuestas en Estados latinoamericanos
por estas instituciones, o adoptadas por Estados clientes serviles,
no sólo habían socavado estos regímenes sino también generado
formidables fuerzas de oposición y resistencia en los países más
importantes, particularmente en lo que respecta al “triángulo estra-
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 107

tégico” de Colombia, Venezuela y Ecuador, que controlan el acceso


de las transnacionales estadounidenses en recursos estratégicos
(petróleo, electricidad, etc.). Y lo mismo se aplica a la Argentina,
Brasil, Bolivia y, en el cercano “patio trasero” de EE.UU., México
y Centroamérica.
El 9 de septiembre de ninguna manera es responsable de la
forma que el imperialismo norteamericano ha adoptado en esta
coyuntura histórica. Sin embargo, permitió al presidente George
W. Bush lanzar una brutal ofensiva contra Afganistán y extenderla
a una guerra global sin localización específica ni un final a la vista,
contra el “terrorismo internacional”; y también dio a su régimen una
considerable provisión de capital político para enfrentar posibles
disensos y favorecer una agenda imperialista sin el estorbo de la
democracia. Pero dos de los rasgos característicos del imperialis-
mo norteamericano en esta coyuntura (unilaterismo en la toma de
decisiones y una creciente dependencia y uso del aparato represi-
vo) fueron respuestas a la general erosión del poder económico y
político estadounidense, especialmente frente a la UE, que había
estado logrando considerables ganancias respecto de EE.UU. en
Latinoamérica (por ejemplo, en apoderarse de lucrativas empresas
estatales).
Este giro hacia el unilateralismo y el militarismo — y hacia
lo que se ha denominado “neomercantilismo” (la proyección del
poder estatal imperial en dependencia de los funcionarios del BM,
el FMI y otras instituciones financieras internacionales) — es
también (en parte) una respuesta a la aparición y las condiciones
de una crisis económica “en casa” (en EE.UU.), que durante algún
tiempo (1995-2000) fue enmascarada por una burbuja especulativa.
No obstante ello, cerca del 9 de septiembre (por cierto, hacia el 7
de octubre), era evidente que la economía estadounidense estaba
en crisis. Las señales eran bastante serias y cada vez más evidentes,
mostrando grietas que afectaban los cimientos mismos del sistema.
En el sector manufacturero, por ejemplo, se registró oficialmente
108 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

una “recesión” (baja en la producción) durante quince meses con-


secutivos y continuó otros seis, hasta que una reunión del FEM
en Nueva York buscó modos de activar la economía elevando la
confianza de inversores y consumidores.
En el nivel de las finanzas nacionales, un déficit comercial
de 430.000 millones de dólares (que representan el 4 % del pro-
ducto bruto nacional) reflejó una creciente debilidad en el sector
exportador de la producción industrial, mientras una enorme masa
de capital de funcionamiento (cientos de miles de millones de
dólares) invertidos en las industrias de alta tecnología de fibras
ópticas, informática y biotecnología se evaporaron. Hacia 2001,
sólo 4 de las 20 compañías informáticas líderes en EE.UU. lograron
rentabilidad, recuperando beneficios por enormes inversiones. En
esas condiciones, el Estado imperial estadounidense apenas podía
proveer lo que le demandaban (o, más bien, le pedían tímidamente)
sus Estados y regímenes clientes, tales como la Argentina o Colom-
bia: un nuevo Plan Marshall (o, al menos, un rescate del FMI), que
proveyera un fondo de desarrollo económico de suficiente entidad
como para activar economías que estaban en decadencia o en crisis
por todas partes.
Pero el Estado norteamericano, bajo presión y con la nece-
sidad imperativa de activar su propia economía, respondió, en
cambio, con un plan para convertir toda la región en un mercado
libre (LAFTA) y, en otro nivel, extender el “Plan Colombia” (a
los países andinos de Ecuador, Perú y Bolivia, y a Venezuela y la
Amazonia brasileña).
Empleando unos 40.000 millones de “ayuda” mayormente
militar — lo que constituye, según Israel, el mayor programa de
“asistencia del exterior para el desarrollo” de parte de EE.UU.
—, esta contraofensiva imperialista está dirigida precisamente a
la más poderosa fuerza de oposición y resistencia al poder norte-
americano en la región: las FARC. Los funcionarios de EE.UU.,
en este contexto geopolítico y estratégico, ven a las FARC como
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 109

la mayor (y más efectiva) fuerza insurgente en la región (con una


fuerza armada de 20.000 y un poder que se proyecta en al menos
40 % del territorio nacional, incluyendo la estratégica zona rica en
petróleo), y la principal amenaza a sus intereses. No sólo las FARC
amenazan la estabilidad, e incluso la supervivencia, del régimen
colombiano, un importante Estado cliente; también, se calcula, lo
hace la izquierda (otras fuerzas de oposición y resistencia en la regi-
ón, principalmente movimientos sociales basados en comunidades
campesinas e indígenas). Las fuerzas de la oposición izquierdista
al imperialismo norteamericano en la región se verían seriamente
debilitadas y desmoralizadas por una victoria de EE.UU. y el Estado
colombiano sobre las FARC.

El imperio y el Estado

“Construir un imperio no es una reunión para tomar el té”


(un teniente coronel de Marines).

En el debate sobre el impacto de la globalización en el Estado-


nación, varios teóricos, como Antonio Negri (Hardt y Negri, 2000),
han afirmado que el Estado está llegando a ser, o ha llegado a ser,
un factor cada vez menos importante, tanto en la regulación y el
manejo de la economía global, cuanto en movilizar las fuerzas de
resistencia hacia una (en términos gramscianos) “fuerza contrahe-
gemónica” o un (en los términos del propio Negri) “contrapoder”
basado en la “multitud”, en la “sociedad civil”. El Estado, en este
análisis, ya no es un actor significativo en la escena mundial.
Para tomar el caso de la Argentina: alguna vez, el Estado fue
un poderoso instrumento para favorecer el “interés nacional”; pero
hoy los funcionarios estatales, desde el presidente para abajo, son
incapaces de ejercer ningún poder importante respecto de la eco-
nomía. Pueden ejecutar decisiones estratégicas, pero no tomarlas.
110 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Esto lo hacen, en su mayor parte, en Washington, miembros de la


Comisión Trilateral o del CRE, Wall Street, la Casa Blanca o la
Secretaría de Estado, el FMI, el BM, etc. Esto puede ser hasta cierto
punto una exageración, pero los recientes (y aún actuales) acon-
tecimientos en la Argentina, relacionados con presiones ejercidas
por el FMI sobre el gobierno — para que “enfrente la realidad”
de los requerimientos de la “comunidad financiera internacional”
(financistas, inversores, etc.) —, sugieren que gobiernos como el de
Duhalde, en el contexto presente, no tienen margen de maniobra,
ni pueden tomar ninguna decisión independiente, en el marco de
la política macroeconómica.
No obstante la erosión de ciertos poderes, experimentada por
muchos gobiernos y Estados, el problema que hay en este análisis, y
en las conclusiones extraídas por Negri y otros, es al mismo tiempo
falta de especificidad y demasiada generalización. El hecho es que,
mientras el poder de algunos Estados puede estar más reducido o
circunscrito que el de otros, en lo que puede considerarse el centro
del sistema se ha reforzado. Nada puede estar más alejado de la
verdad que la noción de Hardt y Negri de un “imperio sin impe-
rialismo”. El Estado norteamericano, en particular, es un poderoso
instrumento para la proyección del poder, tanto económico como
político, para no hablar del militar. Los hechos son aquí demasiado
numerosos y obvios para merecer discusión (ver más arriba). Sin
embargo, al respecto, podemos (y lo hacemos) notar que el Estado
no es sino una institución de un complejo de instituciones que
sirven los intereses de, y son controladas por, la clase capitalista
transnacional (los miembros políticos, económicos y otros de la
elite que representan los intereses de esa clase).
Respecto de para quién trabaja esta elite, o de qué clase es
parte, los hechos no son difíciles de discernir. El CRE, por ejemplo,
como la OMC, el último agregado a la estructura del poder global
de esta elite, pueden tomar decisiones a puertas cerradas, pero no
operan en secreto. Ni son difíciles de identificar los principales
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 111

puntos nodales de la complicada y extensa red de instituciones


establecidas y controladas por esta clase, pese al hecho de que
muchas están ocultas (y, como toda estructura, son visibles sólo
en sus efectos). Incluyen varias redes y foros institucionales que
reúnen representantes y miembros de esta clase, los cuales dirigen
el Comité de Negociaciones Comerciales e instituciones financieras
que dominan la economía mundial. En este punto, sólo debemos
mirar y examinar los integrantes del CRE (Salbuchi, 2000) y los
participantes habituales en el FEM.
Todo el debate sobre si estas transnacionales, como afirman
Korten y tantos otros del MA, son libres para operar globalmente
por sobre el Estado-nación, está mal planteado. El hecho es que
estas transnacionales no vagan por el mundo a su voluntad, libres
de control y regulación estatal; generalmente, tienen sus centros
locales y de toma de decisiones en las sociedades industrialmente
avanzadas o “desarrolladas”, en el centro del sistema (el G-8), y,
hasta una considerable extensión, están sujetas a control y regula-
ción gubernamental.
La gran mayoría de las principales transnacionales (“Top
100” del FT o de Forbes) están situadas en los EE.UU. (49%), la
UE (37%) y, en menor grado, en Japón (9%). Los directores y los
CEO de estas transnacionales se integran en una red de institucio-
nes, incluyendo el Estado imperial norteamericano, controlado por
la clase capitalista transnacional, cuyos miembros, también en su
mayor parte, se ubican en estas sociedades.
En este contexto, el Estado norteamericano aún sirve como
la principal fuente de poder imperial, particularmente en sus di-
mensiones políticas y militares, pero también económicas. Es el
Estado norteamericano el que respalda a las instituciones del poder
económico, preparando el terreno para la operación de estas ins-
tituciones y creando condiciones favorables. Por ejemplo, el FMI
bien puede ser la fuerza que está detrás de las políticas adoptadas
por prácticamente todos los gobiernos latinoamericanos pero, detrás
112 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

del FMI y otras organizaciones internacionales similares, se puede


encontrar el poder del sistema estatal imperial, particularmente los
EE.UU. Y éste es también el poder que subyace en la imposición
de tarifas y otras barreras al libre comercio que protegen el capital
norteamericano de la competencia exterior, en sus operaciones del
mercado interno.
Es el Estado norteamericano el que ha impuesto un derecho de
importación del 27 % a la madera canadiense. Es el Estado norte-
americano el que impone derechos prohibitivos a la importación de
acero, y otros bienes y servicios de Europa, Asia y América latina,
cuando los productores de estos países “amenazan” los intereses
de EE.UU.; es decir, favorece a los no competitivos productores
estadounidenses en el mercado interno. En resumen, no es cuestión
de un “imperio sin imperialismo”. Toda construcción intelectual
como ésta es tan engañosa como peligrosa políticamente, y conduce,
como mínimo, a fracasar en entender las fuerzas que están en juego
en el sedicente proceso de globalización.

Las contradicciones del imperialismo

A principios de lo que Hobsbawn ha denominado “el corto


siglo veinte” (1917-1989), Lenin identificó cinco rasgos estruc-
turales del imperialismo, considerado no como un accesorio sino
como la fase más avanzada del desarrollo capitalista de ese mo-
mento. Uno de estos rasgos era el intercambio de materias primas
producidas en el mundo no capitalista por bienes manufacturados
en un proceso de desarrollo capitalista; lo que se convertiría en el
“antiguo imperialismo”. Sin embargo, en los setenta, la historia dio
un nuevo giro en el contexto de, y como respuesta a, una profunda
crisis sistémica.
Como en la época de Lenin, en una coyuntura crítica de la
modernización, en este punto podemos identificar cinco principales
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 113

rasgos estructurales del desarrollo capitalista que surgen de diversas


respuestas estratégicas ante esta crisis.
El primero es lo que se ha descrito, alternativamente, como una
“nueva división internacional del trabajo” o una “segunda divisoria
industrial” (Piore y Sabel, 1984), una estructura que proviene de
decisiones estratégicas de las transnacionales para reubicar sus
operaciones de trabajo intensivo más cerca de fuentes de mano de
obra barata.
El segundo rasgo de este “neoimperialismo” es un despla-
zamiento y una transformación del modo dominante de regular
el trabajo en el lugar de producción: del fordismo al posfordismo
(Boyer, 1989; Lipietz, 1982, 1987).
Un tercer rasgo se basa en un proceso de transformación pro-
ductiva y de conversión tecnológica, caracterizado por la evolución
de nuevas tecnologías de producción, así como por la expulsión de
grandes cantidades de trabajadores, para conformar de ese modo
lo que Marx denominó “ejército industrial de reserva”, un enorme
y creciente repositorio de mano de obra excedente.
El cuarto rasgo es un cambio fundamental en la estructura
formada por la relación entre capital y trabajo. El elemento de-
finitorio de esta nueva estructura es un cambio cualitativo en la
participación de los trabajadores en el proceso de la producción
económica, en compartir las ganancias y el valor agregado a la
producción. Los efectos de este cambio (compresión y dispersión
de los salarios, baja en su valor real y caída en su poder de compra
y en la capacidad de consumo de los trabajadores) han sido bien
documentados y analizados, particularmente en lo que respecta
a Latinoamérica (ver, por ejemplo, Veltmeyer, 1999). Junto con
la respectiva reestructuración del mercado laboral, generalmente
se relacionan con las condiciones de “exclusión social”, que se
pueden remontar directamente a un proceso de lucha de clases:
el ataque de la clase capitalista a la clase obrera (Gazier, 1996;
Paugam, 1996).
114 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

El quinto rasgo característico de este neoimperialismo, defi-


nido tal como lo hizo Lenin, es decir, no en términos estratégicos
o políticos, sino estructurales, es precisamente una tendencia hacia
la globalización y la integración, país tras país, en un economía
capitalista extendida.
Aun definido en términos “estructurales”, el imperialismo im-
plica en todas sus formas una relación de dominación entre Estados
que están en el “centro” y Estados que están en su “periferia”. Y
la estructura de esta relación es mantenida por una proyección de
poder político — y militar —, concentrado en el sistema estatal
imperial, que, en el contexto actual, está constituido por el aparto
estatal de EE.UU. y los principales “poderes” de la UE.
No obstante la teorización de Hardt y Negri sobre el final
del imperialismo, por un lado, y por el otro, la ideología de la
globalización, la realidad de esta estructura de poder es evidente,
y no sólo en sus efectos. Pero, así de evidente es el hecho de que
el sistema como un todo está en problemas, desgarrado por con-
tradicciones internas. Primero, en los mecanismos globales de este
sistema, cada vez más productores directos están siendo separados
de sus medios de producción social. Al mismo tiempo, grandes
cantidades de trabajadores son sometidos a diversas condiciones
de “explotación” y “exclusión social”: desempleo, formas precarias
de trabajo y empleo, y bajos ingresos. En estas y otras condiciones
similares, el proceso de acumulación de capital, aunque extendido
en una escala global, está alcanzando sus límites estructurales (y
políticos). Si bien está sostenido por la capacidad productiva de
las empresas capitalistas líderes y los mercados establecidos, en
el centro del sistema así como en numerosos “mercados emergen-
tes”, el proceso de acumulación de capital está, al mismo tiempo,
debilitado por el crecimiento de grandes sectores de la población
mundial sin ninguna capacidad productiva y con insuficiente poder
de compra. Como hemos notado, hay señales de que este problema
está generando grietas en los fundamentos mismos del sistema. Y,
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 115

en el nivel político, está aumentando las fuerzas de oposición y


resistencia que se están movilizando contra el sistema y sus soste-
nedores. En todos los países líderes de la periferia latinoamericana
del imperio estadounidense, tanto el status quo como el sistema
mismo están siendo atacados.
La actual ofensiva mundial del imperio estadounidense, lan-
zada en la estela del 9/11, enfrenta dos tipos de contradicciones,
con rasgos coyunturales y estructurales. Primero, respecto de la
“guerra contra el terrorismo internacional”, la escalada militar y la
campaña contra Afganistán, la red Al-Qaeda, Iraq (y posiblemente
Irán, la otra amenaza a los intereses norteamericanos en la región
del Golfo); y, en Latinoamérica, contra las FARC y otras fuerzas
subversivas (“narcotráfico”, “terrorismo”, etc.) y opuestas a los
intereses de EE.UU., cada proyección de poder militar ha resul-
tado en una “retroacción” (blowback; Chalmers, 2000) y es muy
costosa a mediano y largo plazo. Y estos costos necesariamente
aumentarán. A este respecto, los funcionarios del Estado imperial
norteamericano no han aprendido una lección histórica elemental:
que los costos militares de defender el imperio, más tarde o más
temprano, socavarán, e irrevocablemente dañarán, la economía
imperial que están destinados a defender. Relacionado con esto, se
podría esperar que una expansión del aparato militar dinamizaría
un importante sector de la economía: las empresas industriales
que sirven a ese aparato. Sin embargo, esta idea es incorrecta. Los
costos de “defender el imperio” (expansión militar en una época
de recesión económica creciente, tanto local como mundial), el
keynesianismo militar (gastos de guerra cada vez mayores), no han
revertido, y no lo harán, la actual recesión, ya que afectan a pocos
sectores de la economía, y las industrias que podrían recibir algún
estímulo económico, como la aeroespacial, están golpeadas por la
recesión en el mercado de la aviación civil.
Además, el aparato militar del Estado imperial no es un
proveedor eficiente de servicios, muy lejos de ello. Los gastos de
116 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

este aparato exceden muchísimo los beneficios inmediatos para las


corporaciones con base en EE.UU. y no han revertido la tendencia
hacia la declinante tasa de ganancias ni abierto nuevos mercados,
particularmente en las regiones de máximo compromiso militar.
Las intervenciones militares tienden en expandir la escala y el
rango de colonización, sin aumentar los retornos de capital. Las
guerras imperiales tienden a debilitar las inversiones de capital no
especulativo, aunque simbólicamente favorecen a los inversores
extranjeros.
Como en Centroamérica, los Balcanes, y ahora en Afganistán
y Colombia, EE.UU. está más interesado por destruir a los adver-
sarios y establecer regímenes clientes, que por inversiones, a gran
escala y largo plazo, en “reconstrucción económica”.
Después de los grandes gastos militares para conquista, las
prioridades presupuestarias se han desplazado a subsidiar corpo-
raciones con base en EE.UU., y bajar los impuestos a la riqueza:
no puede haber más “planes Marshall”. El Estado norteamericano
ya no puede afrontar esta resolución de los problemas económicos
generados por políticas imperiales en las áreas sometidas de “Esta-
dos premodernos”. En cambio, Washington les deja a sus aliados en
Europa y Japón “limpiar los desastres humanos” que quedan en la
estela de las acciones militares estadounidenses. La reconstrucción
de posguerra no intimida a posibles adversarios; el bombardeo de
arrasamiento de los B-52, sí.
Toda victoria militar, en la coyuntura presente, deja irre-
suelta la consolidación de un régimen cliente proimperial. Tal
como EE.UU. financió y armó a los fundamentalistas islámicos
en su guerra contra el régimen secular y nacionalista afgano, en
los ochenta, y luego se retiró, llevando al ascenso del régimen
antioccidental talibán, la “victoria” reciente y su siguiente retirada
tendrán probablemente similares resultados en la década próxima.
En el Estado imperial, su brecha entre la gran capacidad de hacer la
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 117

guerra y su incapacidad de revitalizar la economía de las naciones


conquistadas en una contradicción principal.
Otra contradicción aún más seria se halla en el agresivo
esfuerzo para imponer regímenes y políticas neoliberales cuando
están colapsando los mercados de exportación que éstas estaban
dirigidas a servir y se están secando los flujos externos de capital.
Al respecto, la recesión en los EE.UU., Japón y la UE ha dañado
severamente a los Estados clientes neoliberales más leales y ob-
secuentes, particularmente en América latina. Los precios de las
exportaciones que impulsaban a los regímenes neoliberales de la
región han caído y, en algunos casos, colapsado: exportaciones de
café, petróleo, metales, azúcar, así como tejidos, ropa y otros bie-
nes manufacturados en las “zonas de libre comercio”, han sufrido
abruptas caídas de precios y mercados inundados. EE.UU., como
poder imperial, ha respondido a esto presionando en favor de un
mayor “neoliberalismo” (libre mercado) en el Sur, mientras elevaba
las tarifas proteccionistas en casa y aumentaba los subsidios para
exportaciones.
En relación con esto, las tarifas en los países imperiales del
Norte, para importaciones del Sur, son cuatro veces más altas que
para las que provienen de países imperiales (BM, 2002). Al mismo
tiempo (esto es, en el año 2000), el apoyo para transnacionales
agrícolas en los países imperiales era de 245.000 millones de dó-
lares (FT, 21 de noviembre de 2001, p. 13). En mayo de 2002, la
administración Bush anunció subsidios por 73.000 millones para el
sector agrícola. Como ha señalado el BM (2002, p. 7), con respecto
a éstas y otras protecciones similares contra las fuerzas del mercado
mundial, “la cuota de exportaciones subsidiadas se ha incrementado
aun [respecto de la década pasada] para muchos productos de interés
exportador hacia los países en desarrollo”.
En efecto, la doctrina neoliberal del “antiguo imperialismo”
está dando paso a la práctica neomercantilista del “neoimperialis-
mo”. Las políticas estatales dictan una estructura de intercambios
118 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

económicos y delimitan el rol del mercado; todo, en beneficio de


la economía imperial. Sin embargo, la naturaleza de las políticas
neomercantilistas, altamente restrictiva, tiende a polarizar la eco-
nomía entre los productores locales y los monopolios respaldados
por el Estado imperial.
Mientras la erosión y la destrucción de mercados internos bajo
políticas neoliberales marginan a grandes sectores de la población
económicamente activa, el colapso de los mercados externos afecta
negativamente a los sectores exportadores “neoliberales” y debilita
la posición de la burguesía en los Estados clientes del imperio.
En esta situación, las políticas libremercadistas imperiales han
amenazado con “matar la gallina de los huevos de oro”, creando
condiciones que hacen difícil, si no imposible, para la economía
del imperio, generar el necesario “flujo de recursos”, en la forma
de pago de intereses por préstamos, remisión de ganancias sobre
inversiones directas, pagos de regalías y licencias, dividendos de
inversiones de cartera, y creando tanto un “intercambio desigual”
como desequilibrios comerciales (Petras y Veltmeyer, 2001).
Además de debilitar las economías de sus Estados clientes,
el muy visible rol del Estado imperial en la imposición de lo que
equivale a un sistema neomercantilista, es politizar al creciente
ejército de trabajadores, campesinos y empleados públicos desem-
pleados y mal pagos.
Tomemos, por ejemplo, el caso de la Argentina, uno de los
clientes más complacientes de EE.UU. en los noventa. El colapso
de los mercados externos e internos en los últimos años ha signifi-
cado un menor comercio exterior para pagar la deuda externa. En
diciembre de 2001, en medio de la peor crisis económica y política
de su historia, y días después de una “agitación” social masiva de
las clases trabajadoras y medias, el nuevo gobierno anunció que no
podía pagar las obligaciones de la deuda externa, y que no lo haría.
Menos exportaciones también han significado una menor capacidad
para importar productos comestibles y bienes de capital para soste-
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 119

ner la producción. Entonces, se ha debilitado toda la estrategia de


exportaciones y libre mercado sobre la cual se construyó el edificio
imperial en América latina. Incapaces de importar, países como la
Argentina se verán forzados a producir internamente o no vivir;
y volverse hacia un mercado interno que había sido abierto a las
fuerzas de la “globalización”.
Sin embargo, la ruptura definitiva con la estrategia orientada
a las exportaciones de desarrollo capitalista neoliberal y con la
subordinación al imperio no surgirá de contradicciones internas:
requiere una intervención política. ¿Qué forma debe adoptar esta
intervención? ¿Cómo ha respondido el “sistema” a estas contra-
dicciones (estructurales) y desafíos (políticos)? Hay señales de
que esto llevaría, no a lo que algunos, como Hardt y Negri, han
propuesto (la desaparición del imperialismo), sino a lo que se ha
denominado su “renacimiento”, una nueva forma, llamada por
algunos (Robert Cooper, por ejemplo) “posmoderna” y por otros
(nosotros) “neomercantilismo”.

El neoimperialismo en una era posmoderna: ¿un imperio


con o sin imperialismo?

“... al tratar con tipos más antiguos de Estados, fuera del posmoderno
continente europeo [y de Norteamérica], debemos volver a los mé-
todos más rudos de una era anterior: la fuerza, ataques preventivos,
engaños, todo lo que sea necesario para tratar con aquellos que aún
viven en el mundo de Estados aislados del siglo XIX [en el mundo
premoderno de los países en desarrollo]. Entre nosotros [los Estados
posmodernos], mantenemos la ley, pero... en la selva debemos usar
la ley de la selva” (Robert Cooper, asesor de política exterior de
Tony Blair, 2000a, p. 7).

La necesidad de una nueva forma de imperialismo “liberal”


se ha puesto en la agenda a ambos lados del Atlántico que separa
120 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

los Estados posmodernos de Europa y Norteamérica. Mientras


la izquierda está atrapada y perdida en la lucha por y contra la
globalización, la derecha está haciendo avanzar su proyecto para
rediseñar y restaurar el imperialismo.
Muy pocos han planteado tan directa y claramente como Ro-
bert Cooper y, del otro lado del Atlántico, el periodista Martin Wolf
(FT, 10 de octubre de 2001, p. 13), la necesidad de una “nueva”
forma, más directa, de “imperialismo”, que no dude en usar la fuerza
cuando y donde sea necesaria. En sus palabras: “Para enfrentar el
desafío de los Estados fallidos [en un Tercer Mundo empobrecido],
lo que se necesita no son aspiraciones piadosas, sino una fuerza
coercitiva honesta y organizada”4.
Esta forma de “imperialismo multilateral”, dirigido y prota-
gonizado por el BM y los otros miembros de la “comunidad finan-
ciera internacional”, según Cooper (2002), se predica respecto de
la “interferencia” iluminada (“humanitaria”) de las organizaciones
internacionales y los países que forman el mundo de los “Estados

4. Otro exponente de la necesidad de un neoimperialismo es el editorialista y colu-


mnista del Washington Post Sebastian Mallaby, quien anota que, en el pasado, cuando un
gran poder era amenazado por un vacío de poder en algún rincón del mundo, tenía a su
disposición diversas armas: una “solución imperial”. Pero, agrega, desde la Segunda Guerra
Mundial, las sociedades “ordenadas” (en el Norte), por debilidad política, se han rehusado
a “imponer sus propias instituciones”. No obstante, afirma más adelante, en el mundo de
hoy, con cada vez más “guerras repugnantes y prolongadas”, esta actitud de prescindencia
es cada vez más difícil de sostener.
Para los trilateralistas del CRE exterior y otros (BM, otras IFI y fundaciones con
sede en Washington, como la Heritage), que constituyeron el Consenso de Washington, la
cuestión no es el imperialismo sino un mejor gerenciamiento de las fuerzas de la globali-
zación, aunque esto signifique una nueva forma de regular los movimientos de capitales o
controles de capital (Stiglitz, 1998; Wade y Veneroso, 1998). Esto es, de hecho, la esencia
del proyecto de globalización, tanto en sus formas liberales como en sus formas alternativas.
Sin embargo, para Cooper y otros que buscan un nuevo post-Consenso de Washington, lo que
se requiere es una nueva forma de imperialismo que no se circunscriba a “intervencionismo
humanitario”, la “teología de la ayuda para países que quieren insertarse en la economía
global” (Cooper, 2002).
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 121

posmodernos” (la OCDE). Tal interferencia ha sido el procedi-


miento estándar desde mediados de los ochenta, con el proyecto de
globalización, pero la racionalización para ello ha sido restablecida
en los términos más claros posibles por los economistas del MIT
Rudiger Dornbusch y Ricardo Caballero, en el contexto de los
recientes desarrollos en la Argentina.
Sin embargo, afirma Cooper, está bastante claro que las insti-
tuciones multilaterales o trilaterales han sido incapaces de manejar
las fuerzas de la “globalización”, para establecer las condiciones de
“gobernabilidad” y, por ende, evitar estallidos o la toma del control
por parte de las fuerzas de resistencia y oposición generadas por
el “círculo de pobreza, inestabilidad y violencia” que caracteriza a
los “Estados premodernos” (en el mundo desarrollado de Estados
fallidos o débiles). “Si hubiera otros modos de resolver el proble-
ma [la amenaza planteada por estas condiciones a los ciudadanos
y los Estados del mundo moderno y posmoderno] — dice Cooper
—, el renacimiento del imperialismo no sería necesario.” Esto es
bastante claro. Pero también es claro que la “ayuda para el desar-
rollo” no ha “dado frutos”, y todos los otros esfuerzos para mejorar
las condiciones de los países del mundo premoderno de Estados
atrasados han fallado.
Como resultado, agrega Cooper, lo que se necesita es una
nueva forma de “colonialismo” y un imperialismo que no vacile en
usar la fuerza, para proyectar poder en formas políticas, económi-
cas y militares, si y donde sea necesario; pero una fuerza que sea
“aceptable para todos, tanto para los débiles como para los fuertes”
(“los débiles necesitan a los fuertes y los fuertes necesitan orden”).
Esto depende, en otras palabras, de la “aceptación voluntaria” o un
nuevo consenso (el consenso de los gobernados); o, en la abstracta
concepción de Hardt y Negri (2000) sobre la búsqueda de hege-
monía, un “imperio sin imperialismo”. Cooper, en este contexto,
afirma que el orden o la estabilidad dependen generalmente de un
equilibrio de poder, un equilibrio en el “poder de agresión”; pero
122 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

este equilibrio es raro. Los Estados del mundo premoderno gene-


ralmente son débiles, han perdido legitimidad y/o su “monopolio
del uso legítimo de la fuerza”.
En esta situación, el Estado es incapaz de contener las fuerzas
de oposición entre los “actores no estatales” que amenazan la estabi-
lidad no sólo de estos países sino también del “mundo posmoderno”
que, en estas circunstancias, tiene el derecho, y la necesidad, de
reaccionar: para defenderse a sí mismo. De ahí la invasión nortea-
mericana a Afganistán, por ejemplo. Y, como otro ejemplo, la guerra
contra la “subversión” en Colombia y en todas partes.

Desarrollo, democracia e imperio

En los ochenta, la idea de democracia avanzó en la forma de: 1)


el retorno al poder de regímenes civiles electos y constitucionales,
y la restauración de un mecanismo electoral en la transición de un
régimen a otro; 2) la descentralización, por parte del gobierno, de
servicios y algunos poderes, y 3) el fortalecimiento de la sociedad
civil en el marco de reformas políticas y sociales iniciadas por el
gobierno (Reilley, 1995).
Sin embargo, en los noventa, en Latinoamérica, la idea de
democracia fue asumida por el movimiento popular, que se inició
“desde abajo” o dentro de la “sociedad civil”, sobre la base y en la
forma de movimientos sociales y populares, o democracia directa
(como opuesta a la liberal y representativa).
Estos movimientos sociales de base se asientan en comunida-
des urbanas, grupos de ciudadanos o asociaciones de vecinos, o, en
el sector rural, en comunidades indígenas o de campesinos gran-
jeros. En general, estas organizaciones tienden a alejarse profun-
damente de lo que perciben como la “vieja política”, un fenómeno
incorrectamente teorizado en diversos contextos como abandono
de la búsqueda del poder político y lucha contra los detentadores
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 123

del poder político (ver, por ejemplo, Benasayag y Sztulwark, 2000;


Holloway, 2001; Negri, 2001).
De ahí que el EZLN haya sido conceptualizado como “el
primer movimiento posmoderno de la historia” (Burbach, 1994).
Y, en términos similares, Esteva y Prakash (1998), entre otros (Es-
cobar y Álvarez, 1992), escriben sobre los “nuevos” movimientos
sociales de Latinoamérica en términos de “posmodernismo de
base”. Hay algo de verdad malinterpretada en estas concepciones:
los movimientos que éstas buscan describir se caracterizan por una
cuasi fatal desconfianza hacia la (vieja) “política”, los políticos y
sus “partidos”.

Democracia contra autoritarismo: hegemonía, terror e


intimidación

Lo que define al nuevo imperialismo en sus ofensivas más


recientes no es sólo la unilateralidad de su proyección de poder
estatal sino un uso creciente de su aparato represivo, apoyándose
agresivamente en la fuerza militar en “defensa” del imperio. Sin
embargo, el poder desnudo siempre es desestabilizador. Para lo-
grar las condiciones de orden que, como anotó Cooper, requieren
los poderosos, se necesita también un cierto grado de consenso o
hegemonía, y (en términos analizados por Noam Chomsky) de-
bidamente creado. Hasta recientemente (ver La guerra contra el
terrorismo internacional), tal consenso fue buscado generalmente
sobre la base, y en términos, de una batalla de la “democracia”
contra el “comunismo internacional”. El punto en cuestión en esta
lucha ideológica era la idea de “democracia”, que el poder de deci-
sión es ejercido, directa o indirectamente, por “el pueblo”, que los
detentadores del poder representan al pueblo y son responsables
ante éste; y que la política adopta la forma de diálogo y negociación
entre intereses en conflicto, más que de una confrontación violenta,
124 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

canalizando las quejas y demandas a través de formas de “lucha


pacífica y civil” (UNRISD, 2000)5. Alternativamente, Bultman y
cols. (1995) escriben sobre la emergencia, en Latinoamérica, de
una “democracia sin movimiento social”.
En este contexto, tanto ideólogos como académicos han afir-
mado y argumentado que, pese a la evidencia histórica en contrario,
la democracia y el capitalismo en la forma (neoliberal) de la empresa
privada y el libre mercado estaban intrínsecamente conectados;
que el matrimonio entre libres mercados (capitalismo, liberalismo
económico) y elecciones libres (democracia, liberalismo político)
no era de conveniencia o un accidente histórico, sino orgánico
(Domínguez y Lowenthal, 1996).
Por ende, los académicos liberales, tanto politólogos como
economistas, han teorizado que la institucionalización de la demo-
cracia (liberalización política) crearía o facilitaría las necesarias
condiciones del desarrollo capitalista (liberalización económica),
o viceversa. Así, a nivel de la práctica, en el contexto del imperia-
lismo euroamericano en la segunda posguerra mundial, el puño de
hierro de la fuerza armada y la represión política fue encubierto
a menudo por la idea de democracia y una preocupación por los
“derechos humanos” respectivos. Sin embargo, la democracia en
esta forma (liberal) ha probado ser un arma de doble filo. Como
reconoció Samuel Huntington, un bien conocido (pero mejor ol-
vidado) politólogo trilateralista y conservador, autor de El choque
de civilizaciones, tan temprano como en 1974, el año en que se
puede remontar la contraofensiva capitalista (y la contrarrevolución
conservadora en la teoría y la práctica del desarrollo), la demo-
cracia ofrece condiciones en las cuales las fuerzas de oposición y
resistencia pueden expandirse y prosperar, y movilizarse contra el
sistema (Huntington et al., 1975).

5. De ahí también la noción de que las democracias no van a la guerra, de que esas
condiciones de guerra y resolución violenta de conflictos sociales han sido expulsadas en
regímenes democráticos.
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 125

La cuestión, desde el punto de vista de Huntington, era la ge-


neración de presiones y exigencias de inclusión que excedieran la
capacidad institucional del sistema y que no se pudieran acomodar
o contener. Por ello, en el contexto colectivo de las condiciones en
las que se lanzó el proyecto de globalización y se implementó la
política de ajuste estructural, un proceso de redemocratización en
América latina y otras partes del Tercer Mundo6 generó amplias
fuerzas de oposición y resistencia contra los proyectos de globali-
zación e imperialismo.
¿Cómo han respondido los guardianes del orden económico
y político a la amenaza de fuerzas de resistencia y oposición, or-
ganizadas y movilizadas? Aquí la historia es clara, particularmente
en lo que respecta al actual régimen encabezado por George W.
Bush. Cuando y donde la institución de la democracia probó ser
disfuncional al sistema (para conseguir hegemonía), fue echada
por la borda.
Por ello, en los sesenta y los setenta, el Estado invadía, interve-
nía o apoyaba golpes militares, una y otra vez, contra los regímenes
constitucionales democráticamente elegidos de Latinoamérica. En
esta proyección de poder político, sin embargo, se mantuvo una
fachada democrática (por ejemplo, la felicitación del presidente
Johnson a los militares brasileños en 1964, horas después de su
golpe contra el régimen nacionalista, democráticamente elegido,
de Goulart, “por restaurar la democracia”). Pero, donde y cuando
fue necesario, esta fachada se cayó, como por ejemplo en los
recientes esfuerzos del Estado norteamericano para orquestar un
golpe cívico-militar contra el régimen democráticamente elegido
de Chávez, en Venezuela.

6. Como dijimos antes, este proceso adoptó la forma de la descentralización del gobier-
no, el retorno al poder estatal de regímenes civiles constitucionales y el fortalecimiento de la
“sociedad civil”. Sobre la compleja dinámica de este proceso en el contexto latinoamericano,
ver Veltmeyer y Petras (1997).
126 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Este golpe falló ampliamente como resultado de un levanta-


miento popular en apoyo de Chávez, que había sido destituido del
poder y detenido, antes de ser obligado a dejar el país. Pero una
característica significante de la dinámica que precedió y rodeó al
golpe fue la conducta y la posición de la administración estadou-
nidense. El golpe fue sin duda una ruptura de la institucionalidad
democrática a la cual el Estado norteamericano rinde un homenaje
retórico y que la OEA está destinada a proteger. Pero es muy claro
que los EE.UU. mismos fogonearon el intento de golpe a través de la
acción de una coalición de grupos y organizaciones de derecha, las
maquinaciones del embajador y otros funcionarios estadounidenses,
y una parte de las Fuerzas Armadas de Venezuela. Sin embargo,
los EE.UU. fueron totalmente aislados en la OEA, en su rechazo a
considerar el golpe como una ruptura de la democracia y a Chávez
como el autor de su propia mala fortuna.
Pese a las mentiras y las contraimágenes proyectadas al mismo
tiempo por los medios venezolanos, una gran fuente de agitación
antigubernamental, y los medios estadounidenses, generalmente
instrumentos del doble discurso imperial, fue transparentemente
claro que el Estado norteamericano apoyó ésta así como otras ac-
ciones antidemocráticas en la región, y fue su arquitecto.
Nadie fuera de la Casa Blanca, y probablemente nadie dentro,
creyó por un instante en los débiles y fallidos esfuerzos del Estado
norteamericano para poner una pátina democrática al intento de
golpe militar en Venezuela. Como pasó con los tibios y fallidos
esfuerzos de George W. Bush para crear consenso popular político
para su proyecto imperialista (la proyección de poder militar en la
forma de una batalla contra el “eje del mal”), este esfuerzo en parti-
cular para esconder las relaciones de poder y ocultar las cuestiones
involucradas no funcionó. Nadie cree en él.
Atilio Borón, un reconocido sociólogo y politólogo argentino,
entre otros análisis de estos y otros fracasos, ha extraído la no sor-
prendente pero fundamental conclusión, de que “el imperialismo
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 127

norteamericano puede ser poderoso pero no omnipotente”. La


cuestión no es sólo los límites del poder político y militar, sino de
la capacidad del Estado imperial norteamericano para conseguir
“hegemonía” sobre el sistema. A este respecto, es bastante claro
que, pese al apoyo de los medios de comunicación a su campaña
“antiterrorista”, el Estado imperial norteamericano va hacia una
seria crisis de legitimación, que tal vez ayude a explicar la falta de
preocupación aparente, en la administración Bush del imperio, para
mantener una fachada democrática para sus políticas7. La apelación
a respetar los derechos humanos y la democracia simplemente ya
no es funcional ni necesaria en el nuevo orden mundial denominado
por Bush padre y desarrollado por Bush hijo.

¿Antiglobalización o antiimperialismo?

Pese a su extensión global y su capacidad de movilizar fuerzas


de resistencia y oposición a la agenda (y al programa neoliberal)
de capital corporativo global, el MA es muy limitado en su capaci-
dad para hacer descarrilar el sistema, o inducir reformas radicales
que serían necesarias para implementar su agenda de “crear otro
mundo (es decir, uno mejor), de justicia social, mayor equidad y
más democracia”. Adam Morton, un politólogo galés, interpreta
esta situación metafóricamente cuestionando si el MA se puede

7. El intento de golpe contra el régimen democráticamente electo de Chávez en Vene-


zuela es una clara indicación de esto. Dada la presteza con que el FMI expresó su apoyo al
gobierno de corta vida instituido por los golpistas, y la ausencia de toda condena de parte
de la administración Bush, esto es, según varios analistas de la región (Luzzani, 2002, p. 2),
“la primera señal de un cambio en la doctrina estadounidense... [convocando el fantasma
de] un retorno a la pesadilla de golpes en la región”. Bruce Bagley, director de estudios de
posgrado de la Universidad de Miami, ha expresado una preocupación similar, advirtiendo
que la administración Bush ha “retornado una vez más a la inaceptable... táctica [diseñada
para] derrocar gobiernos extranjeros [sin consideración a normas y procedimientos demo-
cráticos]” (Clarín, Suplemento “Zona,” 21 de abril, p. 2).
128 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

considerar un “camión” (“vehículo sólido en un camino inexora-


ble hacia consolidar prioridades sociales, políticas y económicas
particulares”) o un “cacharro” (“cuya dirección es abiertamente
resistida y que incluso puede estar sujeto a romperse”) y, como tal,
un “armatoste pretencioso” (Singer, 1999).
Pero, en términos más realistas que metafóricos, el MA puede
verse mejor como un vehículo que no está yendo rápidamente a
ninguna parte y probablemente se detendrá antes de derrotar al
proyecto de globalización. Las principales razones para esto in-
cluyen el hecho de que los teóricos y los activistas del MA malen-
tienden la naturaleza o el rango del problema (fallan en verlo como
sistémico) y no quieren confrontar directamente las formidables
fuerzas movilizadas en apoyo del proyecto de globalización con las
igualmente (aunque potenciales) formidables fuerzas de oposición
y resistencia a disposición de este proyecto. No se reconoce que el
punto en cuestión es una lucha de clases entablada en una escala
global, en distintos escenarios y con una creciente concentración
de fuerza armada, y todos los instrumentos de un Espado imperial
en control del enemigo.
El hecho es que el proyecto de globalización es parte de una
ofensiva ideológica en una guerra de clases que ha sido entablada
por el capital contra el trabajo, en diferentes niveles y en diferentes
formas, desde principios de los setenta. Una política de resistencia
pacífica, diálogo y alianzas, y otras formas de respuestas “civiles”, no
cambiará la estructura del sistema ni emancipará a la clase obrera.
El único modo de terminar y transformar el sistema capitalista
es enfrentar directamente la estructura de poder político, económico
y militar, y movilizar las fuerzas de resistencia y oposición contra
esta estructura. Lo que se necesita no es un movimiento antigloba-
lización sino un movimiento antiimperialista: la movilización de
fuerzas de oposición y resistencia contra el capitalismo en su forma
actual; explotar las oportunidades disponibles por las contradiccio-
nes de este sistema. La cuestión es que cualquier estructura deter-
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 129

minada — y no menos la estructura del neoimperialismo — ofrece


no sólo desafíos y “restricciones” sino también oportunidades y
recursos para una acción efectiva.
Ésta es tal vez la única iluminación útil lograda por Anthony Gi-
ddens (1990), el arquitecto de la “tercera vía” hacia el cambio político
de Tony Blair, en sus varias construcciones teóricas: su teoría de la
“reestructuración” y la de las consecuencias de la “modernidad”.

Organizarse para el cambio: oportunidades para la


izquierda

El imperialismo norteamericano en sus ofensivas y contrao-


fensivas recientes y actuales está lejos de ser omnipotente y, como
hemos notado, está tensado por contradicciones que están generando
fuerzas de oposición y resistencia.
Entonces, en los términos de estas “contradicciones”, ¿cuáles
son las formas organizativas de oposición y resistencia eficaces
frente a la contraofensiva norteamericana en el actual contexto de
desarrollo capitalista neoliberal y neoimperialismo, en la coyuntura
de las condiciones generales y específicas de la situación en la que
se halla el pueblo latinoamericano hoy? Desafortunadamente, varias
décadas de estudios sociológicos y políticos sobre la dinámica de
estos movimientos sociales han producido poca información y me-
nos ideas8. No obstante, una revisión de estos movimientos sugiere
que se han formado en tres distintas pero superpuestas “olas” de
resistencia organizada.

8. Hay, de hecho, una muy abundante bibliografía sobre los “nuevos” movimientos
sociales en las regiones urbanas y rurales latinoamericanas (ver, entre otros, Foweraker, 1995;
Assies, 1990). Pero, como afirma Munck (1997), en esta bibliografía hay una escasez de
análisis comparativos; en el mejor de los casos, una serie de estudios de caso sobre países y
debates teóricos que, en general, parecen desconectados de esos estudios; esto es, tienden a ser
descriptivos y no analíticos de los diversos marcos teóricos en cuestión en estos debates.
130 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

La primera ola arribó a Latinoamérica a fines de los setenta y


principios de los ochenta, en el contexto de una crisis regional de
la deuda, un proceso de redemocratización y la implementación de
un “nuevo modelo económico” de estabilización macroeconómica y
medidas de ajuste estructural. Adoptó la forma de lo que les pareció
a algunos un “nuevo movimiento social”, que trajo al centro de la
escena de resistencia y oposición nuevos “actores sociales” en las
áreas urbanas (Assies, 1990; Calderón, 1995; Calderón y Jelín,
1987; Castells, 1983; Slater, 1985).
Las organizaciones sociales o cívicas que estaban en la base de
estos movimientos se formaban alrededor de preocupaciones sobre
un amplio rango de temas específicos que iban desde la supervi-
vencia cotidiana y las depredaciones de las dictaduras militares, al
respeto por los derechos humanos, el medio ambiente y la situación
de la mujer, así como la búsqueda de dignidad humana e “identidad”
social y cultural (Calderón, 1995; Escobar y Álvarez, 1992; Esteva
y Prakash, 1998; Scott, 1990). Involucraban organizaciones cívicas,
comunitarias y de base que no buscaban una transformación social
sino reparaciones en un amplio rango de preocupaciones específicas
y la expansión de espacios locales en la estructura existente: una
forma de democracia directa más que liberal.
Estos denominados “nuevos movimientos sociales” dominaron
el paisaje urbano a fines de los ochenta, pero las fuerzas sociales
que ellos habían movilizado, en general, se disiparon a principios
de la siguiente década. Sólo recientemente, algunos analistas han
detectado su reaparición en las asambleas populares y los movi-
mientos sociales formados por diversas asociaciones de vecinos y
grupos de desempleados en los barrios pobres de Buenos Aires y
otros centros urbanos de la Argentina. Según los teóricos de este
“desarrollo” sociopolítico (un grupo de sociólogos, politólogos y
filósofos con una perspectiva “posmoderna”, sino posestructura-
lista), estos movimientos son “nuevos” en que están totalmente
desencantados de la “política como se practica hoy” (¡Que se vayan
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 131

todos!) y en que, en su práctica, ellos buscan un nuevo modo de


“hacer política”, no en busca del poder sino, al contrario, de un
“contrapoder” (Benasayag y Sztulwark, 2001; Colectivo de Situa-
ciones, 2001; Holloway, 2001; Negri, 2000).
Una segunda ola de más movimientos antisistema fue formada
por asociaciones de productores campesinos y comunidades indíge-
nas a fines de los ochenta. En los noventa, sin embargo, estos mo-
vimientos basados y conducidos por campesinos llevaron su lucha
a las ciudades y los centros urbanos, movilizando en este proceso
a otras fuerzas de oposición y resistencia, tanto frente a la política
gubernamental cuanto al sistema mayor que estaba tras ella.
Una de los más tempranos movimientos establecidos en este
proceso es el MST de Brasil. Aunque actualmente enfrenta una seria
contraofensiva del gobierno, el MST ha logrado sostener uno de los
más dinámicos movimientos sociales de Latinoamérica, ocupando
tierras, a lo largo de quince años de lucha y acción directa, y esta-
bleciendo a más de 400.000 familias desde 1995; y organizando
una producción agrícola en esta tierra “expropiada” a sus dueños
de la oligarquía terrateniente.
Otras organizaciones sociopolíticas semejantes, de base y di-
rigencia campesina o comunidades indígenas en la sociedad rural,
son: la Confederación Nacional Indígena de Ecuador (CONAIE);
el EZLN; la Confederación Nacional Campesina de Paraguay; los
cocaleros de Bolivia; y, hasta cierto punto, las FARC, que, como
anotamos antes, a desemejanza de otros “nuevos movimientos
sociopolíticos campesinos” formados en la segunda ola, tiene un
origen muy anterior: los sesenta.
A mediados de los noventa, se ha podido identificar la emer-
gencia de una tercera ola de movimientos sociopolíticos formados
tanto en oposición a las políticas gubernamentales cuanto contra el
“sistema”. En este caso, la base social del movimiento se halla en
la clase obrera urbana, reestructurada en condiciones de “transfor-
mación productiva” (conversión tecnológica) y ajustes estructurales
132 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

en políticas gubernamentales bajo el “nuevo modelo económico”.


La clase trabajadora, formada en este proceso, en general, y cada
vez más, se ubica no en fábricas y plantas de diversos centros de
producción industrial, ni en oficinas públicas, sino en las calles en
condiciones de marginalidad (formas precarias de empleo), exclu-
sión social, desocupación, bajos ingresos y pobreza. En ningún
lugar avanzó tanto este proceso como en la Argentina, con una
crisis de producción, ininterrumpida y cada vez más profunda, que
duró varios años, tasas de desocupación que excedieron el 20 % en
estadísticas oficiales (en muchas áreas, de 30 a 60 %), y más de la
mitad de la población subsistiendo con ingresos definidos conser-
vadoramente como por debajo de la línea de la pobreza.
En respuesta a estas condiciones objetivamente definidas y
experimentadas como intentos fracasados, por parte del gobierno,
de insertar la economía nacional en el proceso de “globalización”,
para posicionarse ventajosamente en el NOM, un gran conjunto
de trabajadores, empleados y desempleados, llevaron su lucha
antigubernamental y antisistema a las calles, con una combinación
de huelgas, toma de fábricas, manifestaciones y marchas hacia
edificios públicos, y, de modo más importante, los tácticos “cortes
de ruta”: bloqueos, con barricadas y piquetes, de las autopistas. En
1997, en condiciones de una inminente crisis de producción, hubo
en promedio 11 cortes de ruta o piquetes por mes. Hacia 1999,
este número se había duplicado, mientras que en 2002 trepó a un
estimado de 70 o más por mes.
Los piqueteros se han establecido claramente como una ca-
becera de playa en la cresta de una nueva ola de la oposición de
izquierda y de los movimientos sociales dirigidos contra las políticas
gubernamentales y el sistema (imperialismo norteamericano) que
ellos ven detrás de aquéllas. Si este movimiento puede avanzar en
la marea alta de la ola, o bien las fuerzas sociales de oposición que
ha movilizado se disiparán una vez más en la marea baja y el reflujo
de la lucha, queda por verse.
¿“GLOBALIZACIÓN” O MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL? 133

Los desafíos organizativos y políticos involucrados son consi-


derables, tal vez insuperables. Pero ciertamente no se superarán con
la nueva política de antipoder, disolviéndose en la dinámica política
de la estructura de poder existente. Al mismo tiempo, hay pocas du-
das de que los nuevos movimientos sociales, formados en la segunda
y la tercera “ola” de oposición de izquierda o antisistema, tienen
una mayor capacidad de movilización y potencial político que el
“camión” (o el “cacharro”) del MA. La lucha contra el imperialismo
necesita adoptar imperiosamente una forma antiimperialista.

Conclusión

La globalización, a menudo presentada como una fuerza irre-


sistible, es un timo. Por un lado, está diseñada como una ideología
y, como tal, no explica “lo que está pasando”; más bien, sirve a la
acción directa hacia un fin deseado por los apologistas y los parti-
darios del sistema existente. A este respecto, el MA, no obstante su
considerable capacidad de movilizar fuerzas intelectuales y políticas
de oposición y resistencia, es muy limitado en términos políticos.
En estos términos, son mucho más significativos los movimientos
sociopolíticos formados en el campo y en centros urbanos de Lati-
noamérica y otros lugares de la “periferia” del sistema capitalista
mundial.
La política imperial, de hecho, está socavando y debilitando
a las clases medias de estas sociedades y polarizándolas entre
los propietarios y las clases trabajadoras (los que Hardt y Negri
eligieron llamar la “multitud”), y entre las fuerzas de la reacción
y los movimientos sociopolíticos para el cambio revolucionario.
Algunos de estos movimientos son comunitarios o constituidos por
formas de organización de base. Sin embargo, los más significantes
de estos movimientos tienen que entenderse en términos de clase:
como involucrados en una lucha de clases, una lucha entablada a
134 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

nivel mundial, en distintos contextos, entre capital y trabajo, entre


organizaciones e individuos de la clase capitalista y la masa de
productores y trabajadores que forman el grueso de la población
económicamente activa del mundo.
A fin de calibrar el peso y el dinamismo de las fuerzas para un
cambio evolutivo o revolucionario, esto es, para una transformación
social o sistémica, y apreciar contra qué se ejercen estas fuerzas,
debe abandonarse la noción de “globalización”.
Más útil al respecto es concebir los desarrollos mundiales en
términos de “neoimperialismo”, un proyecto diseñado y llevado a
cabo por agentes del sistema. En la proyección del poder imperial,
la clase capitalista internacional tiene a su disposición diversos
instrumentos e instituciones, más notoriamente el aparato estatal
de EE.UU. y la UE, y hasta cierto punto Japón. Los EE.UU. son el
mayor poder en el sistema, en términos tanto económicos y políticos
como militares. No obstante la evidencia de una continua rivalidad
interimperialista, y de las manifiestas dificultades experimentadas
por EE.UU. en la búsqueda de “gobernabilidad” y hegemonía, el
imperialismo norteamericano sigue siendo una fuerza poderosa.
Pero el imperialismo norteamericano no es de ninguna manera
omnipotente. De hecho, todo el sistema está escindido por una serie
de desarrollos contradictorios que proveen a la izquierda de espacio
así como de “oportunidades” para una intervención política exitosa.
La cuestión es si la izquierda está posicionada para sacar ventaja
de estas oportunidades y qué forma deben adoptar su acción y su
organización políticas. La respuesta a esta pregunta no es clara,
pero éste es un gran desafío para la izquierda: evaluar y ayudar a
movilizar las fuerzas disponibles para el cambio. Con este fin, la
izquierda debe escapar de la “vieja política” del partidismo sectario
en lucha por poder político, pero al mismo tiempo sin sucumbir al
virus del posmodernismo ni caer en la trampa de la “nueva política”:
la lucha por la democracia y la política de identidad. Lo que está en
juego es el poder de clase y la transformación sistémica.
135

III
Imperialismo
136

III.1
Hegemonía e imperialismo en el
sistema internacional*

Atilio Boron

El tema que nos convoca

El objetivo central de esta conferencia era examinar la pro-


blemática de la nueva hegemonía mundial, las alternativas de cam-
bio y los movimientos sociales. Sin temor a exagerar podríamos
decir que en su compleja articulación estos asuntos identifican los
desafíos fundamentales con que se enfrentan hoy los hombres y
mujeres de nuestro tiempo que quieren construir un mundo mejor.
Un otro mundo reclamado a lo ancho y a lo largo del planeta en
los últimos años a partir de la clara conciencia de que el mundo
actual es insoportable por su injusticia y su naturaleza predatoria.
Ese mundo es el resultado de la civilización capitalista, que como el
monstruo de las más espantosas alegorías, devora a sus hijos, agota
sus recursos no renovables y destruye irreparablemente el medio
ambiente que nuestra especie necesita para sobrevivir. Sumamente
atinada parece la reflexión de William Shakespeare cuando le hacía
decir a uno de sus personajes: “me quitas la vida si me quitas los
medios por los cuales vivo”. La naturaleza predatoria del capita-

* Relatoría presentada en la sesión de clausura de la III Conferencia Latinoamericana


y Caribeña de Ciencias Sociales.
IMPERIALISMO 137

lismo, exacerbada en su fase actual, lo ha conducido precisamente


a este punto, privar de sus medios de vida a las tres cuartas partes
de la humanidad, y a la destrucción del medio ambiente que hizo
posible la aparición y el sostenimiento de la vida humana en este
planeta. Una civilización que en nombre de la eficiencia, la racio-
nalidad y el progreso practica el más grande genocidio conocido
en la historia de la humanidad. Cada año mueren a causa del
hambre y enfermedades curables cuarenta millones de personas,
la mayoría niños. Es decir, en un solo año el capitalismo liquida
más de la mitad de las víctimas ocasionadas por la Segunda Guerra
Mundial en seis años. Los grandes movimientos sociales que hoy
cuestionan esta intolerable situación lo hacen desde la convicción
de que ese otro mundo no sólo es posible sino también necesario y
urgente. Trataré de exponer, en las páginas que siguen, una breve
síntesis de las discusiones sostenidas en el marco de este evento.
El énfasis será puesto tanto en las principales coincidencias como
en los temas en disputa.

¿Una nueva fase?

Hay un consenso sumamente amplio en el sentido de que el


sistema imperialista mundial ha entrado en una nueva fase de su
evolución. Este tránsito no pasó desapercibido para sus voceros y
representantes ideológicos, que se apresuraron a designar a esta
nueva etapa con un nombre que subrayaba los rasgos más vistosos
de su apariencia a la vez que ocultaba cuidadosamente su esencia
más profunda: globalización. Los aspectos más evidentes abonaban
la idea de una creciente globalización de los procesos productivos
y del funcionamiento de los diversos mercados. No obstante, los
alcances de este fenómeno fueron extraordinariamente exagerados
y hoy las investigaciones disponibles ya demuestran que la tan
mentada globalización — que los franceses correctamente de-
138 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

nominan “mundialización” para aludir a los elementos volitivos,


nada naturales, que la impulsan — es un fenómeno que adquiere
diversa entidad según de qué se hable. Se globalizó el sistema
financiero internacional, sin duda; pero no ocurrió lo mismo con
el comercio de productos agrícolas y con una amplia franja del
sector de servicios1.
No tardaron los exégetas del neoliberalismo en anunciar que el
advenimiento de la globalización ponía fin a la edad del imperialis-
mo. Este era ahora reconocido cuando antes su sola existencia había
sido negada empecinadamente, adjudicada a la febril imaginación
de los críticos de izquierda siempre dispuestos a dar pie a su odio
visceral contra el sistema con toda clase de denuncias e impugna-
ciones. Para la derecha la experiencia imperialista, ya concluida, se
explicaba por una serie de factores ajenos al capitalismo. Entre ellos
sobresalían el militarismo, el nacionalismo y el proteccionismo.
Mostrando un olímpico desprecio por las enseñanzas de la historia
aislaban estos factores de la realidad del desarrollo capitalista, como
si no hubiera sido precisamente éste quien los engendrara, y re-edi-
taban las polvorientas tesis del “dulce comercio” que pergeñaran
los primeros ideólogos de la sociedad burguesa a lo largo del siglo
dieciocho. Tesis que, en su esencia, sostenían que el desarrollo del
comercio apacigua los espíritus y controla los “instintos belicosos”
de los hombres. Si comercian, se decía, no habrá guerras. Y pese al
rotundo desmentido proporcionado por la historia (y por el presente)
esa tesis reaparece en nuestro tiempo en la pluma de los teóricos
de la globalización.
Los acelerados y profundos cambios experimentados desde las
últimas décadas del siglo pasado generaron un gran desconcierto
en el seno de los movimientos populares y la propia izquierda. Si

1. Hemos examinado este tema en Tiempos Violentos. Neoliberalismo, globalización


y desigualdad en América Latina, 2004 (1999), donde se presenta una detallada bibliografía
sobre la materia.
IMPERIALISMO 139

los intelectuales orgánicos de la derecha se apresuraron a saludar


las novedades como una radical ruptura con el oprobioso pasado
imperialista, en el campo de la izquierda la confusión llegó a nive-
les insospechados cuando algunos de sus más respetados teóricos
manifestaron, en coincidencia con sus supuestos adversarios, que
el neoliberalismo global expresaba la superación histórica del
imperialismo, y que estábamos frente a una nueva realidad de la
política y la economía internacional que cabía denominar como
“imperio”. Un imperio, claro, sin relaciones imperialistas de do-
minación. Imperio sin imperialismo, dicho en un retruécano cuyo
efecto más importante fue producir el desarme ideológico de las
fuerzas sociales contestatarias. Dado que hemos examinado in ex-
tenso esas tesis — sostenidas fundamental pero no solamente por
Michael Hardt y Antonio Negri — en otro lugar, no intentaremos
refutarlas una vez más en este escrito2.
Sin embargo, lo que se viene ratificando ya desde hace mu-
cho tiempo y lo que surgió de una manera bastante clara en las
discusiones de la Conferencia, es que la globalización podría ser
mejor caracterizada no como la superación del imperialismo sino
como una nueva fase dentro de la etapa imperialista del capitalis-
mo. Tal vez deberíamos preguntarnos si no se trata de una nueva
“fase superior”, para utilizar la celebrada expresión de Lenin, que
plantea serios problemas de interpretación a la hora de identificar
sus características fundamentales. En el discurso del neoliberalismo
la globalización no es otra cosa que la ratificación de la inexorable
“naturalidad” del capitalismo, exaltado como una especie de “orden
natural del universo” y la estación final del movimiento histórico
impuesto, finalmente, en toda la superficie del globo terrestre y que
expresa la naturaleza egoísta y adquisitiva del género humano. Tal

2. Las tesis de Hardt y Negri han sido sometidas a durísimas críticas desde el momento
en que las mismas fueron plasmadas en Imperio. Daniel Bensaid, Alex Callinicos, Néstor
Kohan, Ellen Meiksins Wood, Leo Panitch y quien suscribe este artículo han discutido esta
obra en detalle desde diferentes perspectivas.
140 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

como lo ha señalado en varios de sus escritos Franz Hinkelammert,


el corolario de este razonamiento es la deshumanización de quienes
se oponen al dominio mundial del capital. Y así como los pueblos
aborígenes de las Américas fueron masacrados sin remordimientos
porque, al fin y al cabo, su propia condición de personas humanas
les había sido negada porque sólo una bestia podía oponerse al
avance de la “civilización”, las víctimas actuales y los opositores
al capitalismo correrán la misma suerte. Ellos también constituyen
una población excedente, inexplotable y superflua, que no es me-
recedora de ningún respeto y para la cual los derechos humanos
constituyen una piadosa mentira. El genocidio prosigue su marcha
impertérrito (Hinkelammert, 2002).
Así planteadas las cosas, la globalización tendría para los
ideólogos del neoliberalismo implicaciones epistemológicas y
políticas inequívocas. Con relación a las primeras, el “pensamiento
único”, construido sobre las premisas de la economía neoclásica
absolutamente capaz de descifrar el sentido y los rasgos definitorios
de la nueva sociedad; y con respecto a las segundas, básicamente
la consagración de las medidas aconsejadas por el recetario del
Consenso de Washington como única política económica posible,
y a la cual deben subordinarse todas las demás. De ahí que la pro-
blemática de lo social o lo político sean planteadas como meras
cuestiones técnicas, al margen de cualquier postura ideológica. Es
innecesario detenerse a refutar esta visión del mundo elaborada
por los aparatos ideológicos del capital. Digamos, simplemente,
que toda esta argumentación no resiste la evidencia que aportan
la historia y la situación contemporánea. La interpretación que
se desprende de las discusiones sostenidas muestra que, lejos de
diluir al imperialismo en una especie de benévolo imperio, un
imperio inocuo e inofensivo, la globalización ha producido, por
el contrario, una radical acentuación de los rasgos tradicionales
del imperialismo, potenciando extraordinariamente su naturaleza
genocida y predatoria.
IMPERIALISMO 141

Los límites de la teorización clásica del imperialismo

Las bases de la confusión aludida más arriba son sintomáticas


de las insuficiencias de la teorización tradicional del imperialismo
frente a las transformaciones experimentadas por el modo de pro-
ducción capitalista a lo largo del siglo XX. Como en su momento
lo recordara el marxista indio Prabhat Patnaik en su breve ensayo
aparecido en Monthly Review a comienzos de la década de los no-
venta, el término ‘imperialista’ prácticamente había desaparecido
de la prensa, la literatura y los discursos de socialistas y comunistas
por igual (1990). Lo mismo ocurrió con la palabra “dependencia”,
paradojalmente en la época en que en nuestros países la dependencia
externa llegaba a extremos humillantes. Quien pronunciaba estas
palabras era rápidamente sindicado como un nostálgico incurable o
como un fanático empecinado en cerrar los ojos ante las evidentes
transformaciones que habían ocurrido en los últimos años. Ningún
intelectual, político o dirigente “bienpensante” podía incurrir en
tamaña aberración en el capitalismo neoliberal sin convertirse en el
hazmerreír de la aldea global3. En todo caso, y dejando de lado esta
cuestión, lo cierto es que el desvanecimiento de la problemática del
imperialismo y su desaparición del horizonte de visibilidad de los
pueblos era un síntoma de dos cosas. Por un lado, del irresistible
ascenso del neoliberalismo como ideología de la globalización
capitalista en las últimas dos décadas del siglo pasado; por el
otro, síntoma de las notables transformaciones acaecidas a partir
de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, que ponían en
cuestión algunas de las premisas mismas de las teorías clásicas del
imperialismo formuladas en las dos primeras décadas del siglo por
Hobson, Hilferding, Lenin, Bujarin y Rosa Luxemburgo, para no

3. Sobre los estragos que el “buen pensar” ha causado en nuestro tiempo, y especial-
mente entre las izquierdas, consultar el magnífico ensayo del escritor y dramaturgo español
Alfonso Sastre (2003).
142 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

mencionar sino a sus principales figuras. Veamos esto último más


detalladamente.
a) Para comenzar digamos que un dato decisivo de estas teorías
era la estrecha asociación existente entre imperialismo y crisis del
capitalismo en las economías metropolitanas. Aquél era visto, en
lo esencial, como el mecanismo por el cual el capitalismo maduro
resolvía transitoriamente las crisis generadas por el aumento en la
composición orgánica del capital y la tendencia decreciente de la
tasa de ganancia. El período que se inicia con posterioridad a la
finalización de la Segunda Guerra Mundial, pone flagrantemente
en crisis esa relación. En efecto, la “edad de oro” del capitalismo
que transcurre entre 1948 y mediados de los años ’70 es el período
de auge más exitoso en la historia del capitalismo. Nunca un ciclo
de prosperidad persistió a lo largo de casi tres décadas, con tasas
de crecimiento económico tan elevadas y que beneficiaran a la
casi totalidad de las economías capitalistas. Pero, contrariando los
postulados de la teorización clásica, dicho período fue al mismo
tiempo uno de los más agresivos desde el punto de vista de la ex-
pansión imperialista, especialmente norteamericana, por toda la faz
de la tierra. La clásica conexión entre crisis capitalista y expansión
imperialista quedaba de ese modo rota, sumiendo en la perplejidad
a quienes aún se aferraban a las formulaciones clásicas del imperia-
lismo. El capitalismo estaba en auge y el imperialismo se extendía
cada vez con más fuerza. La teoría requería de una urgente revisión
(Panitch y Gindin, 2003: 30-31).
b) Otra constatación que vino a agravar la confusión teórica
en las filas de la izquierda fue la siguiente: en las formulaciones
clásicas la carrera por la apropiación de las colonias y el reparto del
mundo tenía un colofón ineluctable en la guerra inter-imperialista.
La rivalidad económica tarde o temprano se traducía en rivalidad
militar y conflictos armados. Ahí estaban los antecedentes propor-
cionados por las dos grandes guerras mundiales que conmovieron
la primera mitad del siglo XX para ofrecer una comprobación
IMPERIALISMO 143

irrefutable de la verdad de ese aserto. La novedad aportada a partir


de la reconstrucción capitalista de la segunda posguerra fue que la
exacerbada competencia económica entre los países metropolitanos
jamás se tradujo en los últimos cincuenta años en un enfrentamiento
armado entre los mismos. Le cabe a Kautsky el mérito de haber sido
el primero en atisbar estas nuevas realidades, lo cual no quita que
su tesis del “ultra-imperialismo” adolezca de graves defectos. Uno
de ellos, tal vez el principal, es el de haber concluido que la coa-
lición entre los monopolios imperialistas de las grandes potencias
inauguraría una era de paz. Si el mentor ideológico de la Segunda
Internacional pudo entrever con precisión esta tendencia hacia la
convergencia inter-imperialista, su acendrado eurocentrismo le
impidió anticipar que aquélla no traería una kantiana “paz perpe-
tua”. La guerra continuaría, sólo que ahora se concretaría en los
escenarios del Tercer Mundo y se libraría en contra de los pueblos.
En todo caso, y para resumir, esta nueva situación planteaba un serio
desafío al saber convencional de las teorías clásicas sumiendo a la
izquierda en una paralizante perplejidad.
c) Por último, otro asunto que puso en crisis las teorizaciones
clásicas del imperialismo fue, en la fase actual de acelerada mundia-
lización de la acumulación capitalista, la expansión sin precedentes
del capitalismo a lo largo y a lo ancho del planeta. Si, tal como lo
anotaran Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, el capitalismo
fue desde siempre un régimen social de producción caracterizado
por sus tendencias expansivas, tanto en la geografía física como
en la social, las teorizaciones clásicas del imperialismo tenían un
supuesto que en nuestro tiempo es insostenible: la existencia de
vastas regiones periféricas (o regiones “agrarias”, como solía de-
cirse en esa época) en las cuales el capitalismo fuese prácticamente
desconocido. Como bien acota Ellen Meiksins Wood, las teorías
clásicas del imperialismo “asumen, por definición, la existencia de
un ambiente ‘no capitalista’ como condición de su propia existen-
cia” (2003: 127). En otras palabras, el capitalismo metropolitano
144 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

requería la presencia de un mundo precapitalista agrario, primitivo,


periférico que le suministrara el oxígeno necesario para sobrevivir
a las duras condiciones impuestas por la crisis en las metrópolis.
De ahí la violenta lucha por el reparto del mundo y las intermi-
nables guerras de anexión colonial. Sin embargo, nuestro tiempo
es testigo de la acelerada mundialización del capitalismo, sobre
todo a partir de la caída del Muro de Berlín, la implosión de la ex
Unión Soviética y, casi simultáneamente, la apertura de China a
las fuerzas del mercado, todo lo cual supone la constitución de un
espacio mundial, global podríamos decir, en donde el predominio
del capitalismo es incontestable. Pese a la práctica subsunción de las
antiguas “regiones agrarias” a la lógica del capital el imperialismo
prosigue su marcha y, si bien con muchos problemas, sobrevive a
sus propias crisis. Como bien lo señalara Perry Anderson, cuando
parecía que en la década de los setenta y comienzos de los ochenta
éste se enfrentaba a su más grave crisis desde los tiempos de la
Gran Depresión, el derrumbe de la Unión Soviética y la apertura
de China aportaron nuevos aires a la reproducción capitalista (An-
derson, 2003).

Respuestas ante los nuevos desafíos

Ahora bien, la trascendencia de estos cambios — que por


cierto no son los únicos aunque sí los más importantes — ha dado
lugar a tres distintas actitudes. Están, por una parte, quienes en la
izquierda dogmática se niegan a aceptar su entidad e importancia,
aduciendo que sólo se trata de transformaciones superficiales que
carecen de importancia. Nada ha cambiado y por lo tanto nada hay
que cambiar. El “esencialismo” impide construir políticas porque es
incapaz de establecer las diferencias: es lo mismo el capitalismo es-
candinavo que los gobiernos capitalistas de América Latina. Como
el capitalismo sigue siendo capitalista, el imperialismo es el mismo.
IMPERIALISMO 145

Sus cambios son meramente superficiales. La teoría se mantiene


incólume y nada hay que modificar, porque nada ha cambiado.
Están, luego, quienes a partir del reconocimiento de tales
cambios pasan a sostener tesis situadas en las antípodas de las
que habían tradicionalmente favorecido. En algunos casos, como
en la obra de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, para reconocer
— implícita y vergonzantemente — el triunfo final del capitalismo
y consolarse con una propuesta de “radicalización democrática”
que, en los hechos tanto como en la teoría, se limita a dulcificar las
aristas más irritantes de la dominación burguesa sin proponer su
abolición (Boron, 2002). En lo relativo al tema que estamos tratan-
do, quienes adoptan esta actitud derrotista anuncian “el fin de la era
imperialista” y el advenimiento de una nueva forma de organización
internacional, “el imperio”, que supuestamente se habría liberado
de las taras de su predecesor. El locus classicus de esta postura es,
por supuesto, el libro de Michael Hardt y Antonio Negri, Imperio
(2000), al cual nos hemos referido más arriba (Boron, 2002).
Estamos, por último, quienes reconociendo la enorme impor-
tancia de los cambios aludidos insistimos en que el imperialismo no
se ha transformado en su contrario, ni se ha diluido en un vaporoso
“sistema internacional” o en las vaguedades de un “nuevo régimen
global de dominación”. Se ha transformado, pero sigue siendo im-
perialista. Así como los años no convierten al joven Adam Smith en
el viejo Karl Marx, ni la identidad de un sujeto se esfuma por el solo
paso del tiempo, las mutaciones experimentadas por el imperialismo
ni remotamente dieron lugar a la construcción de una economía
internacional no-imperialista4. Es innegable que existe una conti-
nuidad fundamental entre la supuestamente “nueva” lógica global
del imperio — sus actores fundamentales, sus instituciones, normas,
reglas y procedimientos — y la que existía en la fase presuntamente

4. En esta sección nos basamos extensamente en nuestro Imperio & Imperialismo


(2002).
146 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

difunta del imperialismo. Más allá de ciertas modificaciones en


su morfología, los actores estratégicos de ambos períodos son los
mismos: los grandes monopolios de alcance transnacional y base
nacional y los gobiernos de los países metropolitanos; las institucio-
nes que ordenan los flujos económicos y políticos internacionales
siguen siendo las que signaron ominosamente la fase imperialista
que algunos ya dan por terminada, como el Fondo Monetario Inter-
nacional (FMI), el Banco Mundial (BM), la Organización Mundial
del Comercio (OMC) y otras por el estilo; y las reglas del juego
del sistema internacional son las que dictan principalmente Esta-
dos Unidos y el neoliberalismo global, impuestas coercitivamente
durante el apogeo de la contrarrevolución neoliberal de los ochenta
y comienzos de los noventa a través de una combinación de pre-
siones, “condicionalidades” y manipulaciones de todo tipo. Por su
diseño, propósito y funciones estas reglas del juego no hacen otra
cosa que reproducir y perpetuar la vieja estructura imperialista de
que, como se diría en el Gatopardo, “algo tiene que cambiar para
que todo siga como está”. Parafraseando a Lenin podríamos decir
que el imperio imaginado por Hardt y Negri, o por los teóricos de
la globalización, es la “etapa superior” del imperialismo y nada
más. Su lógica de funcionamiento es la misma, como iguales son
la ideología que justifica su existencia, los actores que la dinamizan
y los injustos resultados que revelan la pertinaz persistencia de las
relaciones de opresión y explotación.
Pero tal como decíamos más arriba, un modo de producción
tan dinámico como el capitalismo — “que se revoluciona incesante-
mente a sí mismo,” como recuerdan Marx y Engels en El Manifiesto
Comunista — y una estructura tan cambiante como la del imperialis-
mo — su estructura, su lógica de funcionamiento, sus consecuencias
y sus contradicciones — no se pueden comprender en su cabalidad
mediante una relectura talmúdica de los textos clásicos. Es obvio que
el imperialismo de hoy no es el mismo de antes. La “diplomacia de
las cañoneras” de Theodore Roosevelt es hoy sustituida por un arma
mucho más letal: el ejército de economistas y “expertos” del FMI,
IMPERIALISMO 147

el BM y la OMC. El endeudamiento externo y las condiciones de la


banca multilateral controlada por el imperialismo son instrumentos
de dominación mucho más eficaces que los empleados en el pasado.
Los ejércitos de ocupación son necesarios en circunstancias muy
puntuales — como en Irak, por ejemplo — pero la rutina de la opre-
sión imperialista puede prescindir de ellos en el día a día. Gobiernos
dóciles, medios de comunicación controlados por los monopolios y
convertidos en simples usinas propagandísticas, sociedades civiles
desmovilizadas y desmoralizadas, y políticos corruptos son mucho
más útiles que los pelotones de marines o los helicópteros Apache. Si
en el pasado para imponer las políticas del imperialismo se requería
de golpes de estado y dictaduras militares, en la América Latina de
hoy esa tarea la hacen gobiernos “democráticos” surgidos del voto
popular y que hicieron un culto de la traición y la mendacidad. Por
último, la ocupación territorial se ha vuelto redundante toda vez
que mediante los procesos de apertura comercial, privatizaciones
y desregulación las economías sometidas al imperialismo son más
dependientes que nunca sin necesidad de disparar un solo tiro o
desplazar un solo soldado.
Es por eso que decíamos que el imperialismo ha cambiado,
y en algunos aspectos el cambio ha sido muy importante. Pero
nunca será demasiado el insistir en que, pese a todo, no se ha
transformado en su contrario, como nos propone la mistificación
neoliberal, dando lugar a una economía “global” donde todas las
naciones son “interdependientes”. Sigue existiendo y oprimiendo
a pueblos y naciones, y sembrando a su paso dolor, destrucción y
muerte. Pese a los cambios conserva su identidad y estructura, y
sigue desempeñando su función histórica en la lógica de la acumu-
lación mundial del capital. Sus mutaciones, su volátil y peligrosa
mezcla de persistencia e innovación, requieren la construcción de
un nuevo abordaje que nos permita captar su naturaleza actual. No
es éste el lugar para proceder a un examen de las diversas teorías
sobre el imperialismo. Digamos, a guisa de resumen, que más allá
de las transformaciones señaladas más arriba los atributos funda-
148 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

mentales del mismo señalados por los autores clásicos en tiempos


de la Primera Guerra Mundial siguen vigentes toda vez que el
imperialismo no es un rasgo accesorio ni una política perseguida
por algunos estados sino una nueva etapa en el desarrollo del ca-
pitalismo. Esta etapa está signada, hoy con mayor contundencia
que en el pasado, por la concentración del capital, el abrumador
predominio de los monopolios, el acrecentado papel del capital
financiero, la exportación de capitales y el reparto del mundo en
distintas “esferas de influencia”. La aceleración del proceso de
mundialización acontecida en el último cuarto de siglo, lejos de
atenuar o disolver las estructuras imperialistas de la economía
mundial, no hizo sino potenciar extraordinariamente las asimetrí-
as estructurales que definen la inserción de los distintos países en
ella. Mientras un puñado de naciones del capitalismo desarrollado
reforzó su capacidad para controlar, al menos parcialmente, los
procesos productivos a escala mundial, la financiarización de la
economía internacional y la creciente circulación de mercancías y
servicios, la enorme mayoría de los países vio profundizar su de-
pendencia externa y ensanchar hasta niveles escandalosos el hiato
que los separaba de las metrópolis. La globalización, en suma,
consolidó la dominación imperialista y profundizó la sumisión de
los capitalismos periféricos, cada vez más incapaces de ejercer un
mínimo de control sobre sus procesos económicos domésticos. Esta
continuidad de los parámetros fundamentales del imperialismo mal
se puede disimular con un cambio de nombre, llamando “imperio”
a lo que antes era imperialismo.

Caracterización de la nueva fase: ¿superpotencia solitaria o


tríada imperial?

Ahora bien: ¿cómo caracterizar esta nueva fase del impe-


rialismo? Recordemos lo que ha sido sugerido en algunas de las
IMPERIALISMO 149

presentaciones que han tenido lugar en este mismo podio y muy


especialmente las contribuciones de Samir Amin, Noam Chomsky
y Perry Anderson recogidas en este libro. En primer lugar, lo que
queda claro es que se ha producido una centralización muy pro-
nunciada de la estructura mundial del imperialismo, cuyo centro de
gravedad se ha desplazado marcadamente hacia Estados Unidos.
Esta es una conclusión que, como es sabido, es muy controversial.
Desde esta misma tribuna Samir Amin planteaba la tesis de un
“imperialismo colectivo”, la idea de una tríada imperial. Ésta no
ignora la tendencia ya señalada pero disminuye fuertemente, según
nuestro entender, la centralidad que detenta Norteamérica en el sos-
tenimiento y reproducción del sistema imperialista a nivel mundial.
En todo caso conviene aclarar que este es uno de los grandes temas
de debate; un debate que, por supuesto, aún no está saldado. Lo que
nos parece en función de lo que aquí se ha discutido es que la tríada
imperial — Estados Unidos, Japón y la Unión Europea — es tal
apenas en apariencia. Dicho de otra manera: es una tríada en ciertos
aspectos pero no en otros. ¿Cuáles serían los aspectos en que esta
tríada se diluye y da lugar a la “superpotencia solitaria”? ¿Cuáles
aquellos en los que la dominación imperialista se constituye como
una empresa colectiva?
Parece una evidencia irrefutable que en el plano militar no
existe la tríada. En la última presentación del panel sobre “Guerra
y Comercio en el Imperio”, el economista cubano Orlando Martí-
nez y la maestra Ana Esther Ceceña, de la Universidad Nacional
Autonoma de México (UNAM), presentaron datos abrumadores
relativos a la extraordinaria centralización del poder militar en
manos de Estados Unidos, sin precedentes en la historia5. De ma-
nera que hablar de tríada en este asunto no tiene mucho sentido.
Desde el punto de vista militar, la Unión Europea y Japón apenas
son pequeños satélites de Estados Unidos, que no tienen ninguna

5. Recomendamos de Ana Esther Ceceña su compilación junto a Emir Sader (2002).


150 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

condición de actuar con autonomía de las directivas emanadas desde


Washington. La Unión Europea no ha podido, en décadas, levantar
la bandera por primera vez izada por Charles de Gaulle en pos de
una política común de defensa. Su mezquindad economicista se
revela en la distancia que separa el ardor con que los dirigentes
de Bruselas defienden la política agrícola común de la indecorosa
pusilanimidad con que abordan los temas relativos a la defensa
común europea.
En la actualidad Estados Unidos es responsable de la mitad
del gasto mundial en armamentos, y mantiene bases y misiones de
entrenamiento militar en 121 países del planeta, cosa absolutamente
inédita en la historia de la humanidad. Dicho país se ha convertido,
sin ninguna duda, en ese gendarme solitario del cual habla en un
artículo muy importante, escrito hace ya unos años, uno de los
grandes teóricos de la derecha norteamericana: el profesor Samuel
Huntington. En el terreno militar no hay tal tríada, ni hay un impe-
rialismo colectivo. Lo único que hay es el poder casi omnímodo de
Estados Unidos y un discurso de dominación mundial por la fuerza
que, como lo recordaba Noam Chomsky en su conferencia, sólo
tiene un precedente en el siglo XX: Adolf Hitler.
La tendencia centralizadora ya señalada también es percepti-
ble, si bien de forma más atenuada, en el terreno económico. Los
datos disponibles hablan de una elevada concentración de la riqueza,
la tecnología y los mercados en beneficio de las grandes empresas
trasnacionales de Estados Unidos. Trasnacionales, es preciso acla-
rar, por el alcance de sus operaciones más no por la naturaleza de
su régimen de propiedad: son empresas norteamericanas, así como
hay otras empresas francesas, alemanas o japonesas pero que tienen
un alcance global. Según un estudio que ha producido el Financial
Times hace poco más de un año, el cuarenta y ocho por ciento de
las quinientas empresas trasnacionales más grandes tienen su base
y están radicadas en Estados Unidos. Y si en lugar de enfocar la
atención sobre las quinientas mayores posamos la vista sobre la
IMPERIALISMO 151

super-élite conformada por las cincuenta mayores empresas del


mundo, el setenta por ciento, o sea treinta y cinco empresas, son
de origen norteamericano. Y esto se repite cuando se observa la
proporción formada por las empresas norteamericanas en diferentes
ramas de la producción industrial, o de los servicios. En el terreno
de la informática, de las diez más grandes empresas informáticas
mundiales, siete son norteamericanas. Y si hablamos de la produc-
ción de “software”, de las diez primeras, nueve son de ese país; y
en la industria farmacéutica seis de las diez mayores son norteame-
ricanas. Es decir: el imperialismo tiene evidentemente un centro de
gravedad que se localiza en el territorio norteamericano.
Este es otro rasgo que se ha acentuado en esta fase actual: el
primero era la cuestión militar; el segundo, que acabamos de ver, la
concentración económica. Hay un tercero, y es la creciente tiranía de
los mercados financieros, cuyo dinamismo e implacable voracidad
son en gran medida responsables de las tendencias recesivas que
prevalecen en la economía mundial. El noventa y cinco por ciento
de todo el capital que circula diariamente en el sistema financiero
internacional, equivalente a una cifra superior al producto bruto
combinado de México, Brasil y Argentina, es puramente especulati-
vo. Son movimientos de capitales depositados a un plazo no superior
a los siete días; es decir, un período absolutamente incompatible con
la posibilidad de invertir esos capitales en un proceso productivo
que genere crecimiento económico y bienestar social.
Es precisamente por esto que la profesora Susan Strange de-
signó a este sistema con un nombre muy apropiado: “capitalismo
de casino”. Este capitalismo parasitario y rentístico genera altísimas
tasas de ganancia a favor de su carácter puramente especulativo y
riesgos empresariales enormes, porque así como se gana muchí-
simo dinero en una operación financiera que insume apenas unos
minutos lo mismo se puede perder una fortuna de la noche a la
mañana. Este capitalismo desalienta la inversión en los sectores
productivos, porque aún los capitalistas más propensos a invertir
152 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

en la producción de bienes difícilmente resistan a la tentación de


colocar una parte creciente de su stock de capital en operaciones
especulativas de corto plazo que, si son exitosas, les garantizan tasas
de rentabilidad impensables en el sector industrial. Esto genera por
lo tanto desinversión en el sector productivo, recesión económica
prolongada, altas tasas de desempleo (pues para esas operaciones
especulativas no hace falta contratar demasiados trabajadores, ni
construir fábricas o sembrar campos), empobrecimiento genera-
lizado de la población, crisis fiscal (porque es un mecanismo de
acumulación mediante el cual se pueden evadir los controles de ca-
pitales, debilitando las bases financieras de los estados) y todo esto,
a su vez, tiene un impacto muy negativo sobre el medioambiente
y, ni falta hace decirlo, sobre el crecimiento económico. Huelga
decir que el centro de todo este sistema se encuentra en Estados
Unidos. No sólo el centro; también su principal operador político
en el terreno internacional, la Casa Blanca, a través del control
que la Reserva Federal y Wall Street ejercen sobre los mercados
financieros internacionales y sobre las mal llamadas instituciones
financieras multilaterales, como el FMI, el BM y la OMC, de hecho
simples agencias del gobierno norteamericano.
Una de las consecuencias de todo lo anterior ha sido la mi-
litarización del sistema internacional y una creciente tendencia
a recurrir a la violencia para preservar un orden mundial — en
realidad, un escandaloso desorden — cada vez más injusto e ine-
quitativo. Otra consecuencia: la crisis del sistema de las Naciones
Unidas y del derecho internacional. Lo hemos escuchado en varias
presentaciones, particularmente las que hicieran Noam Chomsky y
Perry Anderson. Lo podemos observar, además, mirando día a día la
escena internacional y el triste papel que desempeña las Naciones
Unidas en esta crisis. Lo vemos, también, cuando se comprueba
el acelerado desmantelamiento de los sistemas multilaterales de
negociación y el debilitamiento del derecho internacional. La
prueba más evidente fue la invasión y el arrasamiento de Irak sin
IMPERIALISMO 153

la autorización ni la venia de las Naciones Unidas. Otra de las con-


secuencias: la criminalización de la protesta social, en donde las
figuras del pobre, el desempleado, los “sin-techo” o “sin-papeles”
y, en general, de los condenados por el sistema, son satanizadas y
convertidas en figuras siniestras y deshumanizadas. De ese modo,
las víctimas del capitalismo, los condenados a la exclusión y al
lento genocidio se convierten en delincuentes, narcotraficantes o
en terroristas. Gracias a la alquimia de la globalización neoliberal
las víctimas devienen en victimarios. Otra de las consecuencias que
se verifica tanto en los países del centro como en los de la periferia
del sistema capitalista internacional es el aparentemente irrefrenable
vaciamiento de los regímenes democráticos. Democracias que son
cada vez menos democráticas, que tienen cada vez menos legiti-
midad popular, que fomentan la apatía y el desinterés por la cosa
pública. La política se ha convertido en algo que transita por los
mercados y que depende de su tiranía; la calle y la plaza, privados
de su dinamismo, son apenas nostálgicos recuerdos del pasado; los
comicios degeneraron en un penoso simulacro carente de significa-
ción y eficacia transformadora. Los ejemplos sobran por doquier,
como se puede comprobar leyendo las diferentes intervenciones
recogidas en este libro6.
Todos estos antecedentes demuestran que, efectivamente,
la morfología del sistema imperialista internacional ha sufrido
importantes modificaciones. No obstante, ellas no cambiaron la
esencia del sistema. La globalización no acabó con el imperialismo
ni ha hecho que éste se convierta en su contrario. Lo que sí hizo
fue acentuar los rasgos que tradicionalmente caracterizaban a esa
fase del capitalismo, a partir de la profundización de la injusticia
y de la inequidad tanto dentro de las naciones como en el sistema
internacional. Siguen en pie los mecanismos tradicionales del

6. Tema éste que desmiente rotundamente la premisa neoliberal de que el mercado es


“la otra cara” de la democracia. Para un examen de esta falacia ver Boron (2000).
154 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

imperialismo: la exacción de los recursos naturales y la riqueza; la


succión de los excedentes de la periferia hacia los centros metro-
politanos; el papel del capitalismo financiero, que como decíamos
más arriba se ha acentuado extraordinariamente; la concentración
monopólica que llega a niveles sin precedentes; el marco normativo
que sigue siendo el neoliberalismo en su versión más globalizada; y
sobre todo persisten todavía aquellas instituciones que en el pasado,
cuando se decía que el imperialismo estaba en su apogeo viabiliza-
ban la férrea dictadura del capital sobre los pueblos y los países de
la periferia. Nos referimos una vez más fundamentalmente al FMI,
al BM, al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y a la OMC,
instituciones que lejos de representar a la comunidad internacional
son los dóciles instrumentos de las clases dominantes a nivel mun-
dial y sobre todo del imperialismo norteamericano.

Asuntos pendientes

Quedan, sin embargo, muchas cuestiones pendientes a la hora


de obtener un diagnóstico adecuado y suficiente del imperialismo
de nuestros días. Actualmente, una de las más importantes es la
correcta identificación de la situación del centro imperial. Hay
un debate que viene de hace tiempo, que ya se materializó en
los tres foros sociales mundiales de Porto Alegre y que apareció
también en la reunión en La Habana: es la controversia sobre la
realidad actual y el futuro económico, político y militar de Estados
Unidos. Las posiciones oscilan en torno a dos polos: hay quienes
aseguran que, luego de la crisis de los años ’70, estamos en pre-
sencia de una recomposición de la hegemonía norteamericana en
el terreno militar, económico, político y social; y están quienes,
por el contrario, adhieren a una tesis que postula el debilitamiento
de Estados Unidos en la arena mundial. El país del Norte habría
pasado su cenit y se enfrenta ahora a su inexorable ocaso. Se trata
IMPERIALISMO 155

de un debate que no está saldado y que en el futuro tendremos que


seguir abordando en toda su complejidad porque no es para nada
una cuestión menor.
Los partidarios de esta segunda visión, que en su formulación
más general no compartimos pero que conviene examinar en todos
sus detalles, sostienen que Estados Unidos ha iniciado una lenta pero
irremediable decadencia, y que a raíz de esto el centro de gravedad
de la economía mundial se está desplazando de manera irreversible
hacia el Sudeste asiático. La consecuencia de esta mutación es que
el imperialismo que hoy conocemos seguramente no sobrevivirá
en el futuro. Hay muchos trabajos que apuntan en esa dirección.
El más reciente y enjundioso en su argumentación es un libro del
profesor André Gunder Frank cuyo título — Re-Orient — precisa-
mente indica volver al Oriente porque es allí donde supuestamente
estuvo — hace varios siglos — y estará (en un futuro relativamente
cercano) el centro de la economía mundial del capitalismo. De
verificarse esta tendencia Estados Unidos dejaría de jugar el papel
decisivo que hoy desempeña en el sistema internacional. No nos
convence este planteo ya que subestima el papel irreemplazable,
que por lo menos en un futuro previsible, tiene y seguirá detentando
Estados Unidos como custodio final y reaseguro coercitivo del sis-
tema imperialista. Además, nos parece que una tesis como esa — al
igual que otras similares, que plantean el carácter inexpugnable e
invencible del imperio — podría llegar a tener graves consecuencias
desmovilizadoras sobre todo para nosotros en América Latina y el
Caribe. No obstante, es muy importante discutirla. El curso futuro de
Estados Unidos y su papel en la preservación del orden imperialista
es una cuestión central para nuestros pueblos y, por eso, se trata de
un tema sobre el cual nunca se estudiará demasiado7.

7. No es un dato menor la inexistencia en América Latina y el Caribe de centros de


estudios o programas de investigación destinados exclusivamente a analizar la problemática
de Estados Unidos en sus más distintas facetas. Lo poco que hay se encuentra en Cuba,
sobre todo en el marco del Centro de Estudios de América (CEA). México tenía un par
156 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

La otra cuestión es la siguiente: ¿cómo refinar el análisis del


imperialismo en la coyuntura actual? Creo firmemente que éste
es un punto muy importante, tanto en el terreno de la teoría como
en el de la lucha práctica. Es preciso evitar caer en visiones del
imperialismo que lo transformen en un fenómeno omnisciente,
omnipresente y omnipotente. Si una tal visión se afirma en las
filas de sus críticos y se coagula en la conciencia pública la con-
secuencia lógica es irrefutable: el imperialismo es invencible,
imbatible, inexpugnable y, por lo tanto, no tiene sentido siquiera
intentar luchar en contra de él. Creemos importante señalar que la
geometría del imperialismo es muy compleja y que no se puede
reducir a una sola dimensión. Parafraseando una imagen planteada
en un artículo reciente por Joseph Nye, uno podría decir que el
imperialismo dispone de sus efectivos en tres niveles, como en
tres tableros de ajedrez diferentes (2003). Un primer tablero es el
militar, en donde como se vio más arriba, la supremacía de Estados
Unidos es absoluta.
Claro que aquí conviene introducir una nota de cautela porque,
¿qué significa una supremacía militar absoluta? ¿Quiere decir que

de institutos dedicados al tema pero fueron premeditadamente desmantelados durante la


oleada neoliberal desatada por Salinas de Gortari y, sobre todo, con la entrada al Tratado de
Libre Comercio. Ya no hacía falta estudiar a Estados Unidos, algo que por cierto provocaba
disgustos y recelos en los círculos gobernantes al norte del Río Bravo. ¡Mientras tanto, en
Estados Unidos los centros, institutos y programas dedicados al estudio de México y la
relación mexicana-estadounidense forman más de un centenar! Brasil tampoco tiene, a la
fecha, un centro de estudios dedicado a Estados Unidos, si bien hay un intento en marcha
en la Universidad Federal Fluminense (UFF). En el resto de los países de la región no hay
siquiera intentos. La Argentina menemista que exaltaba las “relaciones carnales” con los
Estados Unidos no tenía por qué ocuparse del tema, y lo mismo pasa con los demás gobiernos
de la región. Una muestra clarísima, estruendosa, de que la otra cara del imperialismo es la
colonialidad del saber y del poder, y la persistencia de una tradición de sumisión que se ha
hecho carne en nuestros países. Ni siquiera tenemos la osadía de pretender estudiar a quienes,
como dijera en su momento Simón Bolívar, “parecen destinados por la Providencia a plagar
a las Américas de miserias en nombre de la libertad”. Sobre la colonialidad del saber y el
poder, ver la excelente compilación de Edgardo Lander (2000).
IMPERIALISMO 157

puede triunfar inexorablemente en todas las guerras? Pero, ¿qué


significa “triunfar?” ¿Cuál es la lección que puede extraerse de Irak
o de Afganistán? Robin Cook, ex Ministro de Relaciones Exteriores
de Gran Bretaña, y que renunciara precisamente por oponerse a la
complicidad del gobierno de Tony Blair con el pillaje perpetrado
por George W. Bush y los suyos, escribió hace pocos días atrás
que “conquistar Irak probablemente resultó fácil, pero gobernarlo
como nación ocupada es un desafío mucho más difícil” (Cook,
2004). La lección que podemos extraer de los acontecimientos
recientes es la siguiente: el formidable poderío de la maquinaria
militar norteamericana permite a Estados Unidos arrasar un país.
Sin embargo, como lo demuestran los casos de Afganistán e Irak,
Washington se ha visto impotente a la hora de controlar a los países
que devastara. Los norteamericanos no han podido reestablecer
un orden, aunque sea un orden autoritario y despótico para que la
sociedad vuelva a funcionar. En consecuencia, si bien la supremacía
militar norteamericana aparece como incontrastable, queda en pie
la pregunta siguiente: ¿cuándo se gana una guerra? Después de la
famosa aparición pública de George W. Bush se han cosechado
muchas más victimas que antes. Es necesario entonces revisar
con extremo cuidado qué es lo que significa ganar una guerra. La
supremacía militar estadounidense puede ser muy importante, muy
abrumadora, pero llega hasta un punto. Y el control territorial, la
“normalización” de la sociedad derrotada, sigue siendo el verdadero
test ácido que decide si una guerra fue ganada o no, verdad ésta
que ha sido reconocida por todos los grandes teóricos de la guerra,
desde Tsung-Tsu hasta von Clausewitz y Nguyen Giap, pasando
naturalmente por Maquiavelo. Conviene también recordar, para
atemperar los diagnósticos que se centran en el reduccionismo
armamentístico, que Estados Unidos fue derrotado en Cuba, en
Playa Girón, y que sufrió una derrota catastrófica y humillante en
Vietnam. Para resumir: la supremacía militar del país del Norte es
incuestionable, pero no es absoluta.
158 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

El terreno económico sería el segundo tablero donde se despliegan


las relaciones imperialistas. Si en el primero la superioridad esta-
dounidense es enorme, en éste Washington tiene un predominio
indudable pero ya mucho más acotado. No solamente no puede
imponer un cierto orden económico internacional a los países de la
periferia sino que ni siquiera puede lograr un acuerdo serio y efectivo
con sus propios aliados de la Unión Europea y Japón. Los sucesivos
fracasos de las reuniones de la OMC y de las propuestas para firmar
el ALCA son pruebas más que convincentes al respecto. En otras
palabras: a treinta años de producida la crisis del sistema de Breton
Woods — el “orden internacional” gestado al finalizar la Segunda
Guerra Mundial — todavía hoy el imperialismo ha sido incapaz de
construir un orden económico estable que lo reemplace, con capa-
cidad para contener y resolver las crisis y contradicciones que se
agitan en su interior. Naturalmente que tal privación no impidió a los
imperialistas proseguir con sus políticas de pillaje y saqueo. Lo que
sí quiere señalar, en cambio, es que dichas operaciones se realizan
en un marco crecientemente inestable e imprevisible, y que aquellos
deben cada vez más recurrir a la militarización de su dominio para
que el sistema funcione. Todo esto, sin duda, conspira contra la es-
tabilidad a largo plazo del sistema y la posibilidad de optimizar los
resultados de sus inversiones y estrategias empresariales.

El terreno de la sociedad civil internacional sería el tercer


tablero de ajedrez donde, según Nye, el imperialismo juega su
partida. Allí la situación de Estados Unidos es mucho más des-
favorable tras la desarticulación de las alianzas estratégicas, los
sistemas políticos y estatales y las orientaciones ideológicas que
funcionaban desde finales de la segunda postguerra. La interminable
sucesión de agravios y dislocaciones de todo tipo sufridas por los
pueblos, sobre todo en la periferia, y las contradicciones suscitadas
por la hegemonía del neoliberalismo, han tenido como resultado la
constitución de un amplísimo abanico de movimientos sociales de
una fuerza arrolladora y que se expresan en todo el mundo, desde
Seattle hasta Porto Alegre, pasando por Génova, Gotenburgo, Tokio
IMPERIALISMO 159

y París. En América Latina, y esto lo marcaba Perry Anderson en


su intervención, es preciso reconocer la importancia excepcional
que tuvo el zapatismo al efectuar aquella primera convocatoria, en
el plano internacional, a luchar por la humanidad y contra el neoli-
beralismo. Esta exhortación adquiere carta de ciudadanía universal
con la realización de los Foros Sociales Mundiales de Porto Alegre
y, posteriormente, con la propagación de estas protestas a lo largo
y a lo ancho del planeta. Este “movimiento de movimientos”, que
abarca grandes masas de trabajadores, de jóvenes, de mujeres, de
indígenas, de minorías de todo tipo, de sectores sociales anterior-
mente no incorporados en la dialéctica de la confrontación con el
capitalismo, aparece ahora con una fuerza extraordinaria, relevando
la debilidad creciente que demuestran las viejas organizaciones
(especialmente partidos y sindicatos) que representaban, en una fase
anterior del capitalismo, las demandas de los sectores oprimidos por
el sistema. Y este cambio en la sociedad civil internacional ha sido
tan importante que la hegemonía inconstrastada que el pensamiento
neoliberal tenía hasta hace unos pocos años — y que permitía por
ejemplo que los señores del dinero, como los llama el subcoman-
dante Marcos, se reunieran en Davos, prácticamente gozando de
una popularidad universal — ahora tengan que reunirse en lugares
remotos e inaccesibles como si fueran una pandilla de malhechores
para poder discutir sus planes de dominio universal. Y esto revela
el cambio importantísimo registrado en la correlación mundial de
fuerzas que, por primera vez desde mediados de los años ’70, da
lugar a una contra-ofensiva anti-neoliberal y potencialmente anti-
capitalista que coloca a las oligarquías financieras dominantes a
la defensiva.
Creemos, en consecuencia, que teniendo en cuenta estos an-
tecedentes — y otros más que sería preciso agregar a medida que
se desarrolle la agenda de trabajo — sería posible avanzar hacia
una caracterización más refinada y matizada de lo que es hoy la
dominación imperialista, evitando el inmovilismo teórico y práctico
160 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

de quienes aseguran que no hay nada nuevo bajo el sol y, por otra
parte, el pesimismo al que conduce una consideración sumaria
— y a nuestro juicio superficial por unilateral — del imperialismo
a partir del predominio militar norteamericano.

Conclusión que es una invitación

No cabe duda, estamos viviendo un momento muy especial


en la historia del imperialismo: el tránsito de una fase clásica a
otra, cuyos contornos recién se están dibujando pero cuyas líne-
as generales ya se disciernen con claridad. Nada podría ser más
equivocado que postular la existencia de un nebuloso “imperio sin
imperialismo”. De ahí la necesidad de polemizar con estas tesis,
dada la excepcional gravedad de la situación actual: un capitalismo
cada vez más regresivo y reaccionario en lo social, lo económico,
lo político y lo cultural, que criminaliza los movimientos sociales
de protesta y militariza la política internacional a partir del primado
absoluto de la fuerza. Ante una situación como ésta, decíamos, sólo
un diagnóstico preciso sobre la estructura y el funcionamiento del
sistema imperialista internacional permitirá a los movimientos socia-
les, partidos, sindicatos y organizaciones populares de todo tipo que
luchan por su derrocamiento encarar las nuevas jornadas de lucha
con alguna posibilidad de éxito. No hay lucha emancipatoria posible
si no se dispone de una adecuada cartografía social del terreno donde
habrán de librarse las batallas. De nada sirve proyectar con esmero
los rasgos de una nueva sociedad si no se conoce, de manera realis-
ta, la fisonomía de la sociedad actual y la ruta por la cual habrá de
transitarse en la construcción de ese mundo en el que quepan (casi)
todos los mundos, parafraseando el dicho de los zapatistas. Todos los
mundos de los oprimidos, agregaríamos, para no caer en un peligroso
romanticismo. En ese nuevo mundo que es imprescindible comenzar
a construir ahora mismo no habrá lugar para el mundo de los halco-
IMPERIALISMO 161

nes militaristas; para la camarilla de los Bush, Blair, Aznar, Sharon


y compañía; para los monopolios que convirtieron a la humanidad
y la naturaleza en su presa; para los políticos y dirigentes sociales
que acompañaron y/o consintieron el holocausto desencadenado
por el neoliberalismo. Un mundo poscapitalista y post-imperialista
es posible, pero primero tenemos que cambiar el actual. Y esto no
se logra obrando sobre ilusiones sino actuando sobre la base de un
conocimiento realista y preciso del mundo que deseamos dejar atrás
y del camino que tenemos que recorrer.
Permítasenos terminar diciendo que estas discusiones, esti-
muladas por ese noble afán de los científicos sociales y humanistas
vinculados a la red de CLACSO por recuperar el pensamiento
crítico, fueron facilitadas por un elemento muy importante: el
contacto establecido entre el pensamiento crítico latinoamericano
y la práctica de los movimientos sociales que luchan en contra del
neoliberalismo, la globalización neoliberal y, en ultima instancia,
en contra del capitalismo. Esta interacción ha tenido un efecto
virtuoso para ambos lados: se ha enriquecido la producción de
los científicos sociales, tornándola más aguda y penetrante. Y ha
mejorado también la calidad de la dirigencia social. En la confe-
rencia que reproducimos en este libro Perry Anderson decía que
este continente era el único que había desarrollado, de una manera
persistente y con una significativa densidad teórica, una notable pro-
ducción intelectual contestataria y crítica del capitalismo. Creemos
que este contacto entre científicos sociales y movimientos sociales
marca un nuevo hito en el desarrollo de las ciencias sociales que en
América Latina — como en el resto del mundo — eran actividades
que se desarrollaban en los seguros pero estériles espacios de la
academia. La esterilidad academicista fue un elemento fundamen-
tal en la determinación de la profunda crisis en que cayeron las
ciencias sociales a partir de los años ’70, crisis de la cual todavía
no se han recuperado. El tipo de enfoques y aproximaciones que
hemos visto en esta Conferencia en La Habana ha demostrado ser
162 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

mucho más rico. La imprescindible discusión teórica que caracte-


riza a las ciencias sociales se ha visto enormemente favorecida por
la estrecha vinculación que se ha establecido en este continente,
aún cuando de manera desigual, entre la práctica de los científicos
sociales y la práctica de los movimientos sociales. Favorecer ese
diálogo es una de las metas distintivas de CLACSO y de muchas
otras instituciones nacionales de América Latina, y el éxito de esta
iniciativa nos convoca a seguir en esta línea, profundizando en esta
vinculación y sabiendo que de esa manera no sólo contribuimos
a construir un mundo mejor, sino que al mismo tiempo, hacemos
una ciencia social de mejor calidad.
Esto es, a muy grandes rasgos, un breve resumen de los temas
que se han discutido en esta semana. Dicho lo cual ahora quisiera
invitar al presidente Fidel Castro Ruz a que tuviera la amabilidad
de pronunciar las palabras de clausura de esta conferencia. Muchas
gracias.

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164

III.2
El “nuevo” imperialismo:
acumulación por desposesión*

David Harvey

La larga supervivencia del capitalismo, a pesar de sus múltiples


crisis y reorganizaciones y de los presagios acerca de su inminente
derrota provenientes tanto de la izquierda como de la derecha, es
un misterio que requiere aclaración. Henry Lefebvre pensaba que
había encontrado la clave del mismo, en su famosa idea de que el
capitalismo sobrevive a través de la producción del espacio, pero
no explicó exactamente cómo sucedía esto1. Tanto Lenin como
Rosa Luxemburgo, por razones muy distintas, y utilizando también
diferentes argumentos, consideraban que el imperialismo — una
forma determinada de producción del espacio — era la respuesta al
enigma, aunque ambos planteaban que esta solución estaba acotada
por sus propias contradicciones.

* Extraído de “The new imperialism: accumulation by dispossession”. <http://ti-


tanus.roma1.infn.it/sito_pol/Global_emp/Harvey.htm>. Traducido por Javier Amadeo,
cotejando versión en español: <http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/social/
harvey.pdf> y versión en portugués en Revista Margen Esquerda, nº 5. Boitempo, São
Paulo, 2005.
1. H. Lefebvre, The Survival of Capitalism: Reproduction of the Relations of Production,
New York: St Martin’s Press, 1976.
IMPERIALISMO 165

En los ‘70 traté de abordar el problema mediante el análisis de


los “ajustes espacio-temporales” y de su rol en las contradicciones
internas de la acumulación de capital2. Este argumento sólo tiene
sentido en relación con la tendencia del capitalismo a producir
crisis de sobreacumulación, la cual puede entenderse teóricamen-
te mediante la noción de caída de la tasa de ganancia de Marx3.
Estas crisis se expresan como excedentes de capital y de fuerza de
trabajo que coexisten sin que parezca haber manera de que puedan
combinarse de forma rentable a efectos de llevar a cabo tareas
socialmente útiles. Si no se producen devaluaciones sistémicas
(e incluso la destrucción) de capital y fuerza de trabajo, deben
encontrarse maneras de absorber estos excedentes. La expansión
geográfica y la reorganización espacial son opciones posibles.
Pero éstas tampoco pueden divorciarse de los ajustes temporales,
ya que la expansión geográfica a menudo implica inversiones de
largo plazo en infraestructuras físicas y sociales (por ejemplo, en
redes de transporte y comunicaciones, educación e investigación)
cuyo valor tarda muchos años en realizarse a través de la actividad
productiva a la que contribuyen.
Desde los ’70 el capitalismo global ha experimentado un
problema crónico y duradero de sobreacumulación. Considero
que los datos empíricos recopilados por Robert Brenner para do-
cumentar este tema son, en general, convincentes4. Por mi parte,
interpreto la volatilidad del capitalismo internacional durante

2. La mayoría de estos ensayos de los ‘70 y ‘80 han sido publicados nuevamente en
David Harvey, Spaces of Capital: Towards a Critical Geography, Nueva York: Routledge,
2001. La principal línea argumental también puede hallarse en Harvey, The Limits to Capital,
Oxford: Basil Blackwell, 1982 (reimpreso en Londres: Verso Press, 1999).
3. Mi propia versión de este argumento teórico se detalla en Harvey, Limits to Capital,
capítulos 6 y 7.
4. R. Brenner, The boom and the bubble: the US in the world economy, London: Verso,
2002. La teoría de la sobreacumulación en Brenner es muy diferente a la mía pero encuentro
su evidencia empírica útil, y en su mayor parte convincente.
166 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

estos años en términos de una serie de ajustes espacio-temporales


que han fracasado, incluso en el mediano plazo, para afrontar los
problemas de sobreacumulación. Como plantea Peter Gowan, fue
a través de la orquestación de tal volatilidad que Estados Unidos
(EUA) buscó preservar su posición hegemónica en el capitalismo
global5. En consecuencia, el viraje reciente hacia un imperialismo
abierto respaldado por la fuerza militar norteamericana puede
entenderse como un signo del debilitamiento de su hegemonía
frente a las serias amenazas de recesión y devaluación generalizada
en el país, que contrasta con los diversos ataques de devaluación
infligidos previamente en otros lugares (América Latina en los
’80 y primeros años de los ’90, y las crisis aún más serias que
consumieron al Este y Sudeste asiático en 1997 y que luego hun-
dieron a Rusia y a parte de Latinoamérica).Pero también quiero
plantear que la incapacidad de acumular a través de la reproduc-
ción ampliada sobre una base sustentable ha sido acompañada por
crecientes intentos de acumular mediante la desposesión6. Esta,
según mi conclusión, es la marca de lo que algunos llaman “el
nuevo imperialismo”7.

5. P. Gowan, The global gamble: Washington’s bid for world dominance, London:
Verso, 1999.
6. Como esta idea excede al presente artículo, voy a reseñar los argumentos de manera
esquemática y simplificada, dejando una elaboración más detallada para una publicación
posterior. D. Harvey, The new imperialism, Oxford: Oxford University Press, de próxima
aparición.
7. El tema del “nuevo imperialismo” ha sido mencionado desde la izquierda por L.
Panitch, “The New Imperial State”, New Left Review, 11(1). Ver también P. Gowan, L.
Panitch and M. Shaw “The State, Globalization and the New Imperialism: A Round Table
Discussion”, Historical Materialism, 9, 2001. Otros análisis interesantes son J. Petras y H.
Veltmeyer, Glboalization Unmasked: Imperialism in the 21st Century, London: Zed Books,
2001; R. Went, “Globalization in the Perspective of Imperialism”, Science and Society, 66(4),
2002-2003; S. Amin, “Imperialism and Globalization”, Monthly Review, 53(2), 2001. Sobre
las perspectivas liberal y conservadora, puede verse M. Ignatieff, “The Burden”, New York
Times Magazine (05/01/2003) y R. Cooper “The New Liberal Imperialism”, The Observer
(07/04/2002).
IMPERIALISMO 167

El ajuste espacio-temporal y sus contradicciones

La idea básica del ajuste espacio-temporal es bastante simple.


La sobreacumulación en un determinado sistema territorial supo-
ne un excedente de trabajo (creciente desempleo) y excedente de
capital (expresado como una sobreabundancia de mercancías en
el mercado que no pueden venderse sin pérdidas, como capacidad
productiva inutilizada, y/o excedentes de capital dinero que carecen
de oportunidades de inversión productiva y rentable). Estos exce-
dentes pueden ser absorbidos por: (a) el desplazamiento temporal
a través de las inversiones de capital en proyectos de largo plazo o
gastos sociales (tales como educación e investigación),los cuales
difieren hacia el futuro la entrada en circulación de los excedentes
de capital actuales; (b) desplazamientos espaciales a través de la
apertura de nuevos mercados, nuevas capacidades productivas y
nuevas posibilidades de recursos y de trabajo en otros lugares; o
(c) alguna combinación de (a) y (b).
La combinación de (a) y (b) es particularmente importante
cuando analizamos el capital fijo independiente inmovilizado en el
ambiente construido. Este brinda las infraestructuras físicas necesa-
rias para que la producción y el consumo se realicen en el espacio
y el tiempo (desde los parques industriales, puertos y aeropuertos,
sistemas de transporte y comunicaciones, hasta la provisión de agua
y cloacas, vivienda, hospitales y escuelas). Claramente, no es éste
un sector menor de la economía, y es capaz de absorber ingentes
cantidades de capital y trabajo, particularmente en condiciones de
rápida expansión e intensificación geográfica.
La reasignación de los excedentes de capital y trabajo hacia
estas inversiones requiere de la mediación de las instituciones finan-
cieras y/o estatales capaces de generar crédito. Se crea una cantidad
de “capital ficticio” que puede trascender el consumo actual para
asignarse a proyectos futuros, como construcción o educación,
que revigorizan la economía (tal vez incluyendo el aumento de
la demanda del excedente de mercancías como camisas y zapatos
168 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

por parte de los maestros y trabajadores de la construcción)8. Si los


gastos en el ambiente construido o las mejoras sociales prueban
ser productivos (es decir, facilitan a futuro formas más eficientes
de acumulación de capital) los valores ficticios se amortizan (ya
sea directamente a través de la deuda o indirectamente en forma
de mayores ingresos por impuestos que permitan pagar la deuda
pública). Si no, la sobreacumulación de valor en el ambiente cons-
truido o en la educación puede manifestarse en devaluaciones de
estos activos (viviendas, oficinas, parques industriales, aeropuertos,
etc.) o en dificultades en el pago de la deuda estatal originada en la
infraestructura física o social (crisis fiscal del estado).
El rol de este tipo de inversiones en la estabilización y deses-
tabilización del capitalismo ha sido significativo. Me refiero, por
ejemplo, a que el origen de la crisis de 1973 fue el colapso mundial
de los mercados inmobiliarios (comenzando con el Herstatt Bank
en Alemania que arrastró al Franklin National en EUA), seguido
casi inmediatamente por la virtual bancarrota de la ciudad de Nueva
York en 1975 (un caso clásico de gastos sociales que superan a los
impuestos); a que la década de estancamiento en Japón iniciada a
principios de los ‘90 comenzó con el colapso de la burbuja espe-
culativa en tierras, propiedades y otros activos, que puso en riesgo
al conjunto del sistema bancario; a que el comienzo del colapso
asiático de 1997 fue el estallido de la burbuja de propiedad en
Tailandia e Indonesia; y a que el impulso más importante para las
economías estadounidense y británica, luego del inicio de la rece-
sión generalizada en todos los otros sectores, a partir de mediados
de 2001, ha sido el vigor especulativo sostenido de los mercados
inmobiliarios. Desde 1998 los chinos han mantenido el crecimiento
de su economía y trataron de absorber el excedente de trabajo (y

8. Los conceptos marxianos de “capital fijo independiente” y “capital ficticio” son


analizados en Harvey, Limits to Capital (op.cit.), capítulos 8 y 10 respectivamente. El
significado geopolítico se analiza en Harvey, Spaces of Capital (op.cit.), capítulo 15, “The
Geopolitics of Capitalism”.
IMPERIALISMO 169

controlar la amenaza de descontento social) mediante inversiones


en megaproyectos que empequeñecen la ya enorme Represa de las
Tres Gargantas (8.500 millas de nuevos ferrocarriles, autopistas y
proyectos urbanísticos, masivos trabajos de ingeniería para desviar
el agua desde el río Yangtze al Amarillo, nuevos aeropuertos, etc.)
financiadas con endeudamiento. Resulta muy sorprendente que la
mayoría de los análisis de la acumulación de capital (incluido el
de Brenner) ignoren completamente estos temas, o los traten como
epifenómenos.
El término “fix” tiene un doble sentido. Por un lado, una cierta
porción del capital total queda literalmente fijada en alguna forma fí-
sica por un tiempo relativamente largo (dependiendo de su duración
física y económica). Los gastos sociales también se territorializan y
se mantienen geográficamente inmóviles a través del compromiso
estatal (sin embargo, no voy a considerar explícitamente la infraes-
tructura social ya que el tema es complejo y requeriría demasiado
espacio). Parte del capital fijo es geográficamente móvil (como la
maquinaria que puede ser desplazada fácilmente de sus localizacio-
nes originales y llevada a otros lugares) pero el resto está fijado de
modo tal que no puede ser movido sin ser destruido. Los aviones
son móviles, pero los aeropuertos a los que estos vuelan no.
El “ajuste” espacio-temporal, por otra parte, es una metáfora
de las soluciones a las crisis capitalistas a través del aplazamiento
temporal y la expansión geográfica. La producción del espacio, la
organización de nuevas divisiones territoriales de trabajo, la apertura
de nuevos y más baratos complejos de recursos, de nuevos espacios
dinámicos de acumulación de capital y de penetración de relaciones
sociales y arreglos institucionales capitalistas (reglas contractuales y
esquemas de propiedad privada) en formaciones sociales preexisten-
tes brindan diversos modos de absorber los excedentes de capital y
trabajo existentes. Sin embargo, estas expansiones, reorganizaciones
y reconstrucciones geográficas a menudo amenazan los valores fi-
jados en un sitio que aún no han sido realizados. Vastas cantidades
170 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

de capital fijo en un sitio actúan como una carga para la búsqueda


de un ajuste espacial en otro lugar. Los valores de los activos fijos
que constituyen la ciudad de Nueva York no eran ni son triviales, y
la amenaza de devaluación masiva ocurrida en 1975 (y nuevamente
en 2003) era (y es) vista por muchos como un gran peligro para el
futuro del capitalismo. Si el capital se mueve de allí, deja detrás
una estela de devastación (la experiencia de desindustrialización
de los ’70 y ’80 en los centros económicos del capitalismo como
Pittsburgh y Sheffield, así como en muchas otras partes del mundo,
como Bombay, ilustra esta cuestión). Por otra parte, si el capital
sobreacumulado no puede o no quiere moverse, permanece para ser
directamente devaluado. Usualmente ofrezco el siguiente argumento
resumido de este proceso: el capital, en su proceso de expansión
geográfica y desplazamiento temporal que resuelve las crisis de
sobreacumulación a la que es proclive, crea necesariamente un
paisaje físico a su propia imagen y semejanza en un momento, para
destruirlo luego. Esta es la historia de la destrucción creativa (con
todas sus consecuencias sociales y ambientales negativas) inscripta
en la evolución del paisaje físico y social del capitalismo.
Generalmente surge otra serie de contradicciones dentro de la
dinámica de las transformaciones. Si existen excedentes de capital
y de fuerza de trabajo dentro de un territorio determinado (como
por ejemplo un estado nación) que no pueden ser absorbidos inter-
namente (ya sea mediante ajustes geográficos o gastos sociales),
deben ser enviados a otro lugar a fin de encontrar un nuevo terreno
para su realización rentable para no ser devaluados. Esto puede
suceder de varias maneras. Pueden encontrarse otros mercados
para el excedente de mercancías. Pero los espacios a los que se
envían los excedentes deben poseer reservas de oro o dinero (por
ejemplo, dólares) o bienes intercambiables como medios de pago.
Los excedentes de mercancías egresan a cambio del ingreso de
dinero o mercancías. El problema de la sobreacumulación se alivia
sólo en el corto plazo, ya que se trata meramente de un cambio del
excedente de mercancías por dinero o por otra forma-mercancía,
IMPERIALISMO 171

aunque en el caso de que el cambio se realice en materias primas


u otros insumos más baratos es posible aliviar temporariamente la
presión a la baja de la tasa de ganancia en el lugar. Si el territorio
no posee reservas o mercancías para intercambiar, debe hallarlas
(como fue el caso en el que Gran Bretaña forzó a India a hacerlo,
abriendo el comercio de opio con China en el siglo XIX y extrayen-
do el oro chino a través del comercio hindú) o debe recibir crédito
o asistencia. En este último caso, un territorio recibe el préstamo o
la donación del dinero con que comprar el excedente de mercancías
generadas en el territorio en cuestión. Los británicos hicieron esto
con Argentina en el siglo XIX, y durante la década de los ‘90 los
excedentes comerciales japoneses fueron ampliamente absorbidos
mediante préstamos para EUA destinados a apoyar el consumismo
que compraba los bienes japoneses. Claramente, las transacciones
mercantiles y crediticias de este tipo pueden aliviar los problemas
de sobreacumulación, al menos en el corto plazo. Ellas funcionan
muy bien en condiciones de desarrollo geográfico desigual en las
que los excedentes disponibles en un territorio se compensan por
la falta de oferta en otro lugar. Pero simultáneamente, el recurso al
sistema de crédito vuelve a los territorios vulnerables a los flujos
de capital especulativo y ficticio, que pueden tanto estimular como
minar el desarrollo capitalista e inclusive, como sucedió reciente-
mente, pueden ser usados para imponer salvajes devaluaciones en
territorios vulnerables.
La exportación de capital, particularmente cuando esta va
acompañada por la de fuerza de trabajo, opera de manera bastante
diferente y frecuentemente tiene efectos de más largo plazo. En este
caso, los excesos de capital (por lo general capital-dinero) y trabajo
son enviados a otros lugares para poner en movimiento la acumu-
lación de capital en el nuevo espacio. Los excedentes generados en
Gran Bretaña en el siglo XIX encontraron su lugar en EUA y en las
colonias en Sudáfrica, Australia y Canadá, creando nuevos centros
dinámicos de acumulación en estos territorios, lo cual generó una
172 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

demanda de bienes británicos. Dado que pueden transcurrir muchos


años para que el capitalismo madure en estos territorios (si es que
alguna vez lo hace) y comience a producirse sobreacumulación de
capital, el país de origen puede esperar beneficiarse por un período
considerable como resultado de este proceso. Este es el caso parti-
cular de los bienes que se demandan en otros lugares como infra-
estructuras físicas fijas (como por ejemplo ferrocarriles y represas)
requeridas como base para la futura acumulación de capital. Pero la
tasa de retorno de estas inversiones de largo plazo en el ambiente
construido depende de la evolución de una dinámica sostenida de
acumulación en el país receptor. Gran Bretaña guió a Argentina en
este camino durante la última parte del siglo XIX. EUA, a través
del Plan Marshall para Europa (Alemania en particular) y Japón vio
claramente que su propia seguridad económica (dejando de lado el
aspecto militar asociado a la guerra fría) residía en la revitalización
de la actividad capitalista en estos lugares.
Las contradicciones surgen porque los nuevos espacios diná-
micos de acumulación de capital terminan por generar excedentes
que deben ser absorbidos a través de la expansión geográfica. A
partir de fines de los ‘60, Japón y Alemania se transformaron en
competidores de EUA, de modo similar a como Norteamérica
había superado al capital británico (y contribuido a derrumbar su
imperio) durante el siglo XX. Es interesante observar el momento
en el que el desarrollo interno fuerte desborda en la búsqueda de
un ajuste espacio-temporal. Japón lo hizo durante los ‘60, primero
a través del comercio, luego a través de la exportación de capital
como inversión directa en Europa y EUA, y más recientemente a
través de inversiones masivas (directas y de cartera) en el Este y
Sudeste asiático, y finalmente a través de los préstamos al exterior
(particularmente a EUA). Corea del Sur se volcó repentinamente
hacia el exterior en los ‘80, seguida casi inmediatamente por Taiwán
en los ‘90. Ambos países exportan no sólo capital financiero sino
también algunas de las más despiadadas prácticas de administración
IMPERIALISMO 173

del trabajo que puedan imaginarse, como subcontratistas del capital


multinacional alrededor del mundo (en América Central, África, y
el resto del Sur y Este de Asia). Incluso los países que han tenido
éxito en su reciente adhesión al desarrollo capitalista tuvieron la
urgente necesidad de encontrar un ajuste espacio-temporal para su
capital sobreacumulado. La rapidez con la que ciertos territorios,
como Corea del Sur, Singapur, Taiwán, y ahora también China,
pasaron de ser receptores netos a exportadores netos, ha sido
bastante asombrosa si se la compara con el ritmo más lento en
períodos anteriores. Así, estos territorios exitosos deben adaptarse
rápidamente a la presión interna de sus propios ajustes espacio-
temporales. China, que absorbe excedentes en forma de inversión
extranjera directa de Japón, Corea y Taiwán, está reemplazando
rápidamente a estos países en muchas líneas de producción y ex-
portaciones (particularmente las de bajo valor agregado e intensivas
en trabajo, aunque prontamente está avanzando en la producción
de mercancías de mayor valor agregado).El exceso generalizado
de capacidad identificado por Brenner puede desagregarse en una
serie expansiva de ajustes espacio-temporales, en el Sur y el Este de
Asia en primer lugar, adicionalmente en América Latina — Brasil,
México y Chile en particular —, acompañados ahora por Europa
oriental. Y en una sugerente reversión, explicable en buena medida
por el rol del dólar como moneda de reserva global que confiere el
poder de señoreaje, EUA, con el enorme crecimiento de su deuda,
ha absorbido los capitales excedentes del Este y Sudeste asiático
principalmente y también de otros lugares9.
El resultado adicional, sin embargo, es la competencia inter-
nacional, que se intensifica crecientemente a medida que surgen
múltiples centros dinámicos de acumulación de capital que com-
piten en el escenario mundial, en un marco de fuertes corrientes

9. La importancia del señoraje es analizada por G. Carchedi, “Imperialism, Dollarization


and the Euro”, Socialist Register 2002, London: Merlin Press, 2002.
174 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

de sobre acumulación. Como no todos pueden tener éxito a largo


plazo, o bien los más débiles sucumben y caen en serias crisis de
devaluación, o bien estallan confrontaciones geopolíticas expresa-
das a través de guerras comerciales, monetarias o incluso militares
(de las que produjeron dos guerras mundiales entre las potencias
capitalistas en el siglo XX). En este caso, lo que se exporta es la
devaluación y la destrucción (por ejemplo, aquella que las institu-
ciones financieras estadounidenses indujeron en el Este y Sudeste
asiático en 1997-1998), y los ajustes espaciotemporales asumen
formas mucho más siniestras. Para entender cómo ocurre esto, es
necesario destacar algunos otros aspectos de este proceso.

Contradicciones internas

En la Filosofía del Derecho, Hegel plantea cómo la dialéctica


interna de la sociedad burguesa, mediante la producción de sobre-
acumulación de riqueza en un extremo y una muchedumbre de
indigentes en el otro, lleva a buscar soluciones a través del comercio
y las prácticas coloniales e imperiales. Rechaza, por otra parte, la
idea de que sea posible resolver los problemas de desigualdad social
e inestabilidad a través de mecanismos internos de redistribución10.
Lenin cita a Cecil Rhodes para decir que el colonialismo y el impe-
rialismo son las únicas formas posibles de evitar la guerra civil11.
Las relaciones y la lucha de clase dentro de una formación social
territorialmente circunscripta impulsan a la búsqueda de ajustes
espacio-temporales en otros lugares.
En este sentido, es interesante la evidencia de finales del siglo
XIX. Joseph Chamberlain (apodado “Joe, el radical”) se identificaba

10. G. F. Hegel, The Philosophy of Right, NewYork:Oxford University Press, 1967.


11. V.I. Lenin, “Imperialism: The Highest Stage of Capitalism”, in Selected Works,
Vol. 1, Moscú: Editorial Progreso.
IMPERIALISMO 175

estrechamente con los intereses manufactureros de Birmingham, y


en principio se oponía al imperialismo (durante las guerras afganas
de la década de 1850). Se dedicó a la reforma educativa y a la mejora
de las infraestructuras físicas y sociales para la producción y el con-
sumo en su ciudad natal. Pensaba que esto ofrecía una salida para la
producción de los excedentes que en el largo plazo sería redituable.
Figura importante dentro del movimiento liberal conservador, fue
un observador directo de la creciente oleada de lucha de clases en
Gran Bretaña. En 1885 pronunció un discurso en el que convocaba
a las clases propietarias a reconocer sus responsabilidades sociales
(a mejorar las condiciones de vida de los menos favorecidos y a
invertir en infraestructuras sociales y físicas en nombre del interés
nacional) más allá de la estricta promoción de sus derechos indi-
viduales como propietarios. El escándalo que originó entre estas
clases lo forzó a retractarse, y desde ese momento se convirtió en
el defensor más ardiente del imperialismo (al final, como el Secre-
tario Colonial que llevó a Gran Bretaña al desastre del la guerra de
los Boers). Pero esta trayectoria era bastante común para la época.
Jules Ferry en Francia, otro defensor ardiente de la reforma interna,
particularmente la reforma educativa durante la década de 1860,
asumió la defensa del colonialismo luego de la Comuna de 1871
(llevando a Francia al atolladero del Sudeste asiático que culminó
en la derrota de Dien Bien-Phu en 1954); Francesco Crispi trató
de resolver el problema de la tierra en el Sur de Italia a través de
la colonización de África; y hasta Theodore Roosevelt en EUA
priorizó las políticas imperiales por sobre las reformas internas,
luego de que Frederic Jackson Turner declarara, erróneamente,
al menos en lo que hace a las oportunidades de inversión, que la
frontera estadounidense estaba cerrada12.

12. La historia del viraje radical de las soluciones internas para los problemas políticos
y económicos a las soluciones externas, como respuesta a la dinámica de la lucha de clase
en muchos estados capitalistas, se plantea en una colección de trabajos poco conocida pero
fascinante de C. A. Julien, J. Bruhat, C. Bourgin, M. Crouzet, y P. Renouvin, Les politiques
176 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

En todos estos casos, el viraje hacia una forma liberal de


imperialismo (asociada a una ideología de progreso y a una misi-
ón civilizatoria) no resultó de imperativos económicos absolutos
sino de la falta de voluntad política de la burguesía para resignar
alguno de sus privilegios de clase, bloqueando así la posibilidad de
absorber la sobreacumulación mediante la reforma social interna.
Actualmente, la fuerte oposición por parte de los propietarios del
capital a cualquier política de redistribución o de mejora social
interna en EUA no deja otra opción que mirar al exterior para re-
solver sus dificultades económicas. Este tipo de políticas de clase
internas forzaron a muchos poderes europeos a mirar al exterior
para resolver sus problemas entre 1884 y 1945, y esto imprimió
su particular tonalidad a las formas que adoptó entonces el im-
perialismo europeo. Muchas figuras liberales e incluso radicales
se volvieron imperialistas orgullosos durante estos años, y buena
parte del movimiento obrero se persuadió de que debía apoyar el
proyecto imperial como un elemento esencial para su bienestar. Esto
requirió, sin embargo, que los intereses burgueses comandaran am-
pliamente las políticas estatales, los aparatos ideológicos y el poder
militar. En mi opinión, Hannah Arendt interpreta este imperialismo
eurocéntrico correctamente como “la primera etapa del dominio
político de la burguesía y no la última fase del capitalismo”, como
había sido descripta por Lenin13. He de considerar esta idea con
más detalle en la conclusión.

d’expansion imperialiste, Paris: Presses Universitaires de France, 1949, en los que se tratan
en detalle y por comparación los casos de Ferry, Chamberlain, Roosevelt, Crispi y otros.
13. H. Arendt, Imperialism, New York: Hartcourt Brace, 1968. Hay muchos paralelismos
inquietantes entre el análisis de Arendt de la situación durante el siglo XIX y la situación
contemporánea. Puede considerarse, por ejemplo, el siguiente párrafo: “La expansión im-
perialista ha sido provocada por un curioso tipo de crisis económica, la sobreproducción
de capital y el surgimiento de dinero ‘superfluo’, producto del ahorro excesivo que ya no
podía encontrar inversiones productivas dentro de las propias fronteras. Por primera vez, la
inversión del poder no abría el camino para la inversión del dinero, sino que la exportación
IMPERIALISMO 177

Mediaciones institucionales para la proyección del poder en


el espacio

En un artículo reciente, Jeffrey Henderson señala que la di-


ferencia entre Taiwán y Singapur (ambos países escaparon de la
crisis de 1997-98 relativamente ilesos exceptuando la devaluación
de la moneda) y Tailandia e Indonesia (que sufrieron un colapso
económico y político casi total) se explica por las diferencias en el
estado y las políticas financieras14. Los primeros se mantuvieron
aislados de flujos especulativos en sus mercados inmobiliarios y
financieros a través de fuertes controles estatales, mientras que
los últimos no lo hicieron. Las diferencias de este tipo sin duda
importan. La forma que asumen las instituciones mediadoras es
la de productoras, a la vez que producto, de la dinámica de la
acumulación de capital.
Claramente, tanto el patrón de turbulencia en las relaciones
entre poder estatal, supraestatal y financiero como la dinámica más
general de la acumulación de capital (a través de la producción y
devaluaciones selectivas) han sido uno de los más claros y más com-
plejos elementos en la narrativa del desarrollo geográfico desigual
y de la política imperialista del período iniciado en 197315. Pienso

del poder se limitaba a seguir, tímidamente, a la exportación del dinero, puesto que las
inversiones incontroladas en países lejanos amenazaban con convertir a amplias capas de la
sociedad en apostadores, con transformar al conjunto del sistema capitalista de un sistema de
producción a uno de especulación financiera y reemplazar el beneficio de la producción por
los beneficios de las comisiones. La década inmediatamente anterior a la era imperialista,
los setenta del siglo XIX, fue testigo de una escalada sin precedentes de los escándalos
financieros y la especulación bursátil” (p. 15).
14. J. Henderson, “Uneven Crises: Institutional Foundations of East Asian Economic
Turmoil”, Economy and Society, 28(3), 1999.
15. Brenner, The Boom (op.cit.), presenta el relato más general y sintético de esta
turbulencia. Pueden encontrarse detalles acerca de la debacle del este asiático en R. Wade y
F. Veneroso, “The Asian Crisis: The High Debt Model versus the Wall Street-Treasury-IMF
Complex”, New Left Review, 228, 1988; Henderson,“Uneven Crises”; C. Johnson, Blowback:
178 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

que Gowan tiene razón cuando ve la reestructuración radical del


capitalismo internacional como una serie de apuestas por parte de
EUA para tratar de mantener su posición hegemónica en la escena
económica internacional frente a Europa, Japón, y más tarde frente
al Este y Sudeste de Asia16. Esto comenzó durante la crisis de 1973,
con la doble estrategia de Nixon basada en altos precios del petróleo
y desregulación financiera. Entonces, los bancos estadounidenses
recibieron el derecho exclusivo de reciclar las grandes cantidades
de petrodólares que se estaban acumulando en la región del Golfo.
Esta actividad financiera, que volvió a centrarse en EUA, junto con
la desregulación del sector financiero dentro de este país, ayudó
a rescatar a Nueva York de su crisis económica local. Se creó un
poderoso régimen financiero basado en Wall Street y la Reserva
Federal17 con poder de control sobre las instituciones financieras
globales (tales como el FMI) capaz de hacer y deshacer muchas
economías más débiles a través de la manipulación del crédito y de
las prácticas de administración de la deuda. Según el argumento de
Gowan, este régimen monetario y financiero fue usado por sucesivas
administraciones norteamericanas “como un formidable instrumen-
to de gobernanza y control económico para impulsar el proceso
de globalización y las transformaciones nacionales neoliberales
asociadas al mismo”. El régimen se desarrolló a través de las crisis.
“El FMI cubre el riesgo y asegura que los bancos estadounidenses
no pierdan (los países pagan mediante ajustes estructurales, etc.) y
la fuga de capitales provenientes de crisis localizadas en el resto del

The Costs and Consequences of American Empire, Nueva York: Henry Holt, 2000, capítulo
9º, el número especial de Historical Materialism, 8, 2001, “Focus on East Asia after the
Crisis” (particularmente P. Burkett y M. Hart-Landsberg, “Crisis and Recovery in East Asia:
The Limits of Capitalist Development”).
16. Gowan, Global Gamble (op.cit.).
17. Se han propuesto diversos nombres para esto. Gowan opta por llamarlo Régimen
Wall Street, pero yo prefiero la denominación más compleja Wall Street-Reserva Federal-
FMI sugerida por Wade y Veneroso en “The Asian Crisis” (op.cit.).
IMPERIALISMO 179

mundo termina reforzando el poder de Wall Street”18. Como efecto


de esto, el poder económico norteamericano se ha proyectado hacia
el exterior (en alianza con otros, siempre que fuera posible); se ha
forzado la apertura de los mercados, particularmente los de capital
y de flujos financieros (actualmente un requisito para integrar el
FMI) y se han impuesto otras prácticas neoliberales (culminando
con la OMC) sobre buena parte del resto del mundo.
Hay dos cuestiones a destacar en este sistema. Primero, el
libre comercio de mercancías suele describirse como la apertura del
mundo a una competencia libre y abierta. Pero este argumento es
desmentido, tal como Lenin lo había señalado mucho tiempo atrás,
por el poder monopólico u oligopólico (ya sea en la producción o
en el consumo). Por ejemplo, EUA ha utilizado repetidamente el
cierre del acceso a su enorme mercado como arma para forzar a
otras naciones a cumplir con sus deseos. El caso más reciente (y
burdo) de esta línea argumental lo ofreció Robert Zoellick, el ac-
tual Secretario de Comercio, al plantear que si Lula, el presidente
electo de Brasil por el Partido de los Trabajadores (PT), no se alinea
con los planes de libre mercado para América, entonces su país se
vería forzado a exportar a la Antártica19.Taiwán y Singapur fueron
forzados a adherir a la OMC y, consecuentemente, a abrir sus
mercados financieros al capital especulativo frente a las amenazas
norteamericanas de negarles acceso a su mercado. Ante la insisten-
cia de la Reserva Federal, Corea del Sur fue obligada a actuar en
igual sentido como condición para obtener el salvataje del FMI en
1998. EUA planea ahora agregar una cláusula de compatibilidad
financiera institucional para otorgar donaciones con contrapartida
a países pobres. En materia productiva, los oligopolios localizados
mayoritariamente en las regiones capitalistas centrales controlan
efectivamente la producción de semillas, fertilizantes, productos

18. Gowan, Global Gamble, (op.cit.) pp. 23, 35.


19. Editorial. The Buenos Aires Herald (31/12/2002) p. 4.
180 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

electrónicos, programas de computación, productos farmacéuticos


y productos del petróleo, entre muchos otros. En estas condicio-
nes, la mayor apertura mercantil no amplía la competencia sino
que sólo crea oportunidades para la proliferación de los poderes
monopólicos con todas sus consecuencias sociales, ecológicas,
económicas y políticas. El hecho de que casi dos tercios del co-
mercio exterior actual se concentren en transacciones dentro de y
entre las mayores corporaciones transnacionales es un indicador
de esta situación. Existe consenso entre los analistas acerca de que
en el Sur y Este de Asia algo aparentemente tan benigno como
la Revolución Verde ha acompañado el incremento del producto
agrícola con una considerable concentración de riqueza en el sector
agrario y con mayores niveles de dependencia respecto de insumos
monopolizados. La penetración de las empresas tabacaleras esta-
dounidenses en el mercado chino compensa las pérdidas que estas
tienen en su propio mercado y seguramente generará una crisis de
salud pública en China en las próximas décadas. En este sentido,
que el neoliberalismo implica una competencia abierta antes que un
control monopólico o competencia limitada dentro de estructuras
oligopólicas es una idea fraudulenta que, como de costumbre, el
fetichismo de la libertad de mercado enmascara. El libre comercio
no significa comercio justo.
Como lo reconocen algunos de sus defensores, hay también
una gran diferencia entre el libre comercio de mercancías y la
libertad de movimiento para el capital financiero20. Esto plantea
inmediatamente el problema de qué clase de libertad de mercado
es aquella de la que se está hablando. Algunos, como J. Bhagwati,
defienden ardientemente el libre comercio de mercancías pero se
resisten a aceptar que este necesariamente deba aplicarse a los flujos
financieros. La dificultad aquí es la siguiente. Por una parte, los

20. J. Bhagwati, “The Capital Myth: The Difference between Trade in Widgets and
Dollars”, Foreign Affairs, 77(3), 1998, pp. 7-12.
IMPERIALISMO 181

flujos de crédito son vitales para las inversiones productivas y para


las reasignaciones de capital de una línea o lugar de producción a
otros. También juegan un papel importante al facilitar el balance
de las necesidades de consumo — de vivienda, por ejemplo — con
las actividades productivas en los mercados mundiales espacial-
mente desagregados por la existencia de excedentes en algunos
lugares y déficit en otros. Al respecto, el sistema financiero, con o
sin participación estatal, es crítico para coordinar la dinámica de
la acumulación de capital a través del desarrollo geográfico desi-
gual. Pero el capital financiero abarca también una gran cantidad
de actividad improductiva en la que el dinero se usa simplemente
para obtener más dinero mediante la especulación en mercancías
futuras, valores monetarios, deuda y demás. Cuando se dispone de
grandes cantidades de capital para estos fines, los mercados abier-
tos de capital se vuelven vehículos para la actividad especulativa,
parte de la cual se transforma en profecías autocumplidas, como
lo hemos visto durante los ‘90 en los casos de las “punto.com” y
las burbujas de la bolsa de valores, o los fondos especulativos de
cobertura (hedge funds), que contaban con billones de dólares a su
disposición, y forzaron la bancarrota de Indonesia y Corea del Sur
sin que importara la fortaleza de su economía real. Buena parte de
lo que pasa en Wall Street no tiene nada que ver con facilitar las
inversiones en actividades productivas. Es puramente especulativo
(de aquí las descripciones de capitalismo “casino”, “depredador”
y hasta “buitre” — es el caso de la debacle de Long Term Capital
Management que necesitó de un salvataje de u$s 2.300 millones,
lo que nos recuerda que la especulación puede fallar fácilmente).
Esta actividad tiene un fuerte impacto sobre la dinámica general de
la acumulación de capital. Sobre todo, facilitó que el poder político
y económico volviera a centrarse primariamente en EUA y en los
mercados financieros de otros países centrales (Tokio, Londres,
Frankfurt).
El modo en que esto ocurre depende de la forma dominante
de las alianzas de clase de los países centrales, las relaciones de
182 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

fuerza entre ellas en la negociación de los acuerdos internaciona-


les (la nueva arquitectura financiera internacional implementada
luego de 1997-98 para reemplazar al denominado Consenso de
Washington-CW de mediados de los ’90) y las estrategias polí-
tico-económicas puestas en marcha por los agentes dominantes
con respecto del capital excedente. El surgimiento de un com-
plejo “Wall Street-Reserva Federal-FMI” dentro de EUA, capaz
de controlar las instituciones globales y de proyectar un vasto
poder financiero alrededor del mundo mediante una red de otras
instituciones financieras y gubernamentales, ha jugado un rol de-
terminante y problemático en la dinámica del capitalismo global
en los años recientes. Pero este centro de poder sólo puede operar
del modo en que lo hace porque el resto del mundo está interco-
nectado y efectivamente enganchado en un marco estructurado de
instituciones financieras y gubernamentales (incluyendo las supra-
nacionales). De aquí la importancia de la colaboración entre, por
ejemplo, bancos centrales de las naciones del G7 y de los diversos
acuerdos internacionales (temporarios en el caso de las estrategias
monetarias y más permanentes en el caso de la OMC) diseñados
para afrontar dificultades específicas21.Y si el poder de mercado
no es suficiente para alcanzar determinados objetivos y para poner
en caja a los elementos recalcitrantes o “estados canallas” (rogue
states),está disponible el inigualable poder militar estadounidense
(abierto o encubierto).
Este complejo de acuerdos institucionales debe, en el me-
jor de los mundos capitalistas posibles, ponerse en marcha para
sostener y apoyar la reproducción ampliada (crecimiento). Pero,
de modo similar a lo que sucede con la guerra en relación con la
diplomacia, la intervención del capital financiero respaldada por
el poder estatal frecuentemente puede volverse acumulación por

21. Las obras citadas, Global Gamble de Gowan y The boom de Brenner ofrecen
perspectivas paralelas interesantes sin hacer ninguna referencia recíproca.
IMPERIALISMO 183

otros medios. Una alianza non sancta entre los poderes estatales
y los aspectos depredadores del capital financiero forma la punta
de lanza de un “capitalismo de rapiña” dedicado a la apropiación
y devaluación de activos, más que a su construcción a través de
inversiones productivas. Pero, ¿cómo debemos interpretar estos
“otros medios” de acumulación o devaluación?

Acumulación por desposesión

En La acumulación del capital, Luxemburgo presta atención


al carácter dual de la acumulación de capital:

De un lado tiene lugar en los sitios de producción de la plusvalía


— en la fábrica, en la mina, en el fundo agrícola y en el mercado
de mercancías. Considerada así, la acumulación es un proceso
puramente económico, cuya fase más importante se realiza entre
los capitalistas y los trabajadores asalariados… Paz, propiedad e
igualdad reinan aquí como formas, y era menester la dialéctica afi-
lada de un análisis científico para descubrir cómo en la acumulación
el derecho de propiedad se convierte en apropiación de propiedad
ajena, el cambio de mercancías en explotación, la igualdad en do-
minio de clases. El otro aspecto de la acumulación del capital se
realiza entre el capital y las formas de producción no capitalistas.
Este proceso se desarrolla en la escena mundial. Aquí reinan como
métodos la política colonial, el sistema de empréstitos internaciona-
les, la política de intereses privados, la guerra. Aparecen aquí, sin
disimulo, la violencia, el engaño, la opresión y la rapiña. Por eso
cuesta trabajo descubrir las leyes severas del proceso económico
en esta confusión de actos políticos de violencia, y en esta lucha
de fuerzas.

Estos dos aspectos de la acumulación, según su argumento,


están “orgánicamente vinculados” y “la evolución histórica del
184 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

capitalismo sólo puede ser comprendida si los estudiamos conjun-


tamente”22.
La teoría general de la acumulación de capital de Marx se basa
en ciertos supuestos iniciales cruciales que, en términos generales,
coinciden con los de la economía política clásica y que excluyen los
procesos de acumulación originaria. Estos supuestos son: mercados
competitivos que funcionan libremente con acuerdos institucionales
que garantizan la propiedad privada, el individualismo jurídico, la
libertad de contratar, y estructuras legales y gubernamentales apro-
piadas garantizadas por un estado “ facilitador”, el cual también
asegura la integridad del dinero como reserva de valor y como medio
de circulación. El rol del capitalista como productor e intercam-
biador de mercancías está establecido, y la fuerza de trabajo se ha
convertido en una mercancía que generalmente se intercambia por
su valor. La acumulación “primitiva” u “originaria” ya ha ocurrido,
y la acumulación se desarrolla como reproducción ampliada (a
través de la explotación del trabajo vivo en la producción) dentro
de una economía cerrada que opera en condiciones de “paz, pro-
piedad e igualdad”. Estos supuestos nos permiten ver qué pasaría
si el proyecto liberal de la economía política clásica o, en nuestro
tiempo, el proyecto neoliberal de los economistas neoclásicos, se
realizara. La brillantez del método dialéctico de Marx es mostrar
que la liberalización mercantil — el credo de los liberales y ne-
oliberales — no producirá un estado de armonía en el que todos
estarán mejor, sino que producirá mayores niveles de desigualdad
social, como de hecho ha sucedido durante los últimos treinta años

22. R. Luxemburgo, The Accumulation of Capital, Nueva York: Monthly Review Press,
1968, pp. 452-3 [edición en español, pp. 420-421]. Luxemburgo basa su argumento en una
teoría del subconsumo (falta de demanda efectiva) cuyas implicaciones son bastante distintas
a las de las teorías de la sobreacumlación (la falta de oportunidades para realizar actividades
rentables) con las que yo trabajo. Una revisión completa del concepto de acumulación por
desposesión y su relación con la sobreacumulación se presenta en la tercera parte de Harvey,
The New Imperialism (op. cit.).
IMPERIALISMO 185

de neoliberalismo, particularmente en países como Gran Bretaña


y EUA, que se atuvieron más estrechamente a esta línea política.
Marx predice que también producirá creciente inestabilidad, la cual
culminará en crisis crónicas de sobre acumulación del tipo de la
que ahora estamos presenciando.
La desventaja de estos supuestos es que relegan la acumu-
lación basada en la depredación, el fraude y la violencia a una
“etapa originaria” que deja de ser considerada relevante, o, como
en el caso de Luxemburgo, es vista como algo “exterior” al sistema
capitalista. Una revisión general del rol permanente y de la per-
sistencia de prácticas depredadoras de acumulación “primitiva” u
“originaria” a lo largo de la geografía histórica de la acumulación
de capital resulta muy pertinente, tal como lo han señalado recien-
temente muchos analistas23. Dado que denominar “primitivo” u
“originario” a un proceso en curso parece desacertado, en adelante
voy a sustituir estos términos por el concepto de “acumulación por
desposesión”.
Una mirada más atenta de la descripción que hace Marx de
la acumulación originaria revela un rango amplio de procesos.
Estos incluyen la mercantilización y privatización de la tierra y la
expulsión forzosa de las poblaciones campesinas; la conversión
de diversas formas de derechos de propiedad — común, colectiva,
estatal, etc. — en derechos de propiedad exclusivos; la supresión
del derecho a los bienes comunes; la transformación de la fuerza
de trabajo en mercancía y la supresión de formas de producción
y consumo alternativas; los procesos coloniales, neocoloniales
e imperiales de apropiación de activos, incluyendo los recursos

23. M. Perelman, The Invention of Capitalism: Classical Political Economy and the
Secret History of Primitive Accumulation, Durham: Duke University Press, 2000. En The
Commoner también se presenta un extenso debate acerca de los nuevos cercamientos y de si
la acumulación originaria debe entenderse como un proceso puramente histórico o como un
proceso continuo <www.thecommmoner.org> Un buen resumen proporcionado por DeAn-
gelis puede consultarse en <http://homepages.uel.ac.uk/M.DeAngelis/PRIMACCA.htm>
186 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

naturales; la monetización de los intercambios y la recaudación


de impuestos, particularmente de la tierra; el tráfico de esclavos;
y la usura, la deuda pública y, finalmente, el sistema de crédito.
El estado, con su monopolio de la violencia y sus definiciones
de legalidad, juega un rol crucial al respaldar y promover estos
procesos. Hay evidencia considerable, como lo sugiere Marx y
lo confirma Braudel, de que la transición al desarrollo capitalista
estuvo ampliamente supeditada al apoyo del estado — apoyo de-
cidido en el caso de Gran Bretaña, débil en Francia y fuertemente
negativo hasta hace muy poco tiempo en China24. La referencia
al carácter reciente del viraje hacia la acumulación originaria en
China indica que se trata de un proceso en curso; y existen fuertes
evidencias de que el estado y la política han jugado un rol crítico
en la definición de la intensidad y los patrones de las nuevas formas
de acumulación de capital, particularmente en el Este y Sudeste
de Asia (por ejemplo, en el caso de Singapur). El rol del “estado
desarrollista” en las fases recientes de acumulación de capital ha
sido objeto de intenso análisis25. Sólo hace falta volver la mirada
hacia la Alemania de Bismarck o al Japón de Meiji para reconocer
que este ha sido el caso desde hace tiempo.
Todos los rasgos mencionados por Marx han estado claramente
presentes en la geografía histórica del capitalismo. Algunos de ellos

24. K. Marx, Capital, Vol. 1, New York: International Publishers, 1967, parte 8; F.
Braduel Adfterthoughts on Material Civilization and Capitalism, Baltimore: John Hopkins
University Press, 1977.
25. Wade y Veneroso proponen en “The Asian Crisis” (op.cit.) la siguiente definición:“En
el estado desarrollista se presenta un alto nivel de ahorro familiar añadido a una deuda em-
presarial equilibrada y a una colaboración entre bancos, estado y empresas, sumado a una
estrategia industrial nacional, a los incentivos a la inversión basados en la competitividad
internacional” (p. 7). El estudio clásico es de C. Johnson, MITI and the Japanese Miracle:
The Growth of Industrial Policy, 1925-75, Stanford: Stanford University Press, 1982; mientras
que el impacto empírico de las políticas estatales sobre las tasas relativas de crecimiento
económico ha sido bien documentado en M. Webber y D. Rigby, The Golden Age Illusion:
Rethinking Post-war Capitalism, New York: Guilford Press, 1996.
IMPERIALISMO 187

se han adecuado y hoy juegan un rol aún más importante que el que
habían jugado en el pasado. Como lo resaltaron Lenin, Hilferding
y Luxemburgo, el sistema de crédito y el capital financiero han
sido factores que influyeron significativamente en la depredación,
el fraude y el robo. Las promociones bursátiles, los esquemas de
ponzi, la destrucción estructurada de activos a través de la inflación,
el vaciamiento a través de fusiones y adquisiciones, la promoción de
niveles de endeudamiento que aun en los países capitalistas avanza-
dos reducen a la servidumbre por deudas a poblaciones enteras, por
no mencionar el fraude corporativo, la desposesión de activos (el
ataque de los fondos de pensión y su liquidación por los colapsos
accionarios y corporativos) mediante la manipulación de crédito
y acciones, todos estos son rasgos centrales de lo que es el capi-
talismo contemporáneo. El colapso de Enron desposeyó a mucha
gente de sus medios de vida y sus derechos de pensión. Pero sobre
todo, debemos prestar atención a los ataques llevados a cabo por
los fondos especulativos de cobertura y otras grandes instituciones
del capital financiero como la punta de lanza de la acumulación por
desposesión en los últimos años. Al crear una crisis de liquidez en
el sudeste asiático, los fondos especulativos de cobertura forzaron
la bancarrota de empresas. Estas empresas pudieron ser adquiridas
a precios de liquidación por capitales excedentes de los países
centrales, dando lugar a lo que Wade y Veneroso describen como
“la mayor transferencia de activos desde propietarios domésticos
(por ejemplo, del Sudeste asiático) a extranjeros (por ejemplo,
estadounidenses, japoneses y europeos) en tiempos de paz en los
últimos cincuenta años en cualquier lugar del mundo”26.
También han aparecido mecanismos completamente nuevos
de acumulación por desposesión. El énfasis en los derechos de pro-
piedad intelectual en las negociaciones de la OMC (el denominado
acuerdo TRIPS) marca los caminos a través de los cuales las patentes

26. Wade y Veneroso, “The Asian Crisis” (op.cit.).


188 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

y licencias de materiales genéticos, plasma de semillas, y cualquier


forma de otros productos, pueden ser usadas contra poblaciones ente-
ras cuyas prácticas de manejo ambiental han jugado un papel crucial
en el desarrollo de estos materiales. La biopiratería es galopante, y el
pillaje del stock mundial de recursos genéticos en beneficio de unas
pocas grandes empresas multinacionales está claramente en marcha.
La reciente depredación de los bienes ambientales globales (tierra,
aire, agua) y la proliferación de la degradación ambiental, que impide
cualquier cosa menos los modos capital-intensivos de producción
agrícola, han resultado de la total transformación de la naturaleza
en mercancía. La mercantilización de las formas culturales, las his-
torias y la creatividad intelectual supone la total desposesión — la
industria de la música se destaca por la apropiación y explotación
de la cultura y la creatividad populares. La corporativización y
privatización de activos previamente públicos (como las universi-
dades), por no mencionar la ola de privatización del agua y otros
servicios públicos que ha arrasado el mundo, constituye una nueva
ola de “cercamiento de los bienes comunes”. Como en el pasado, el
poder del estado es usado frecuentemente para forzar estos procesos,
incluso en contra de la voluntad popular. Como también sucedió en
el pasado, estos procesos de desposesión están provocando amplia
resistencia, de esto se trata el movimiento antiglobalización27. La
vuelta al dominio privado de derechos de propiedad común ganados
a través de la lucha de clases del pasado (el derecho a una pensión
estatal, al bienestar, o al sistema de salud nacional) ha sido una de las
políticas de desposesión más egregias llevadas a cabo en nombre de
la ortodoxia neoliberal. El plan del gobierno de Bush para privatizar

27. La magnitud de la resistencia es señalada por B. Gills (ed.), Globalization and


the Politics of Resistance, New York: Palgrave, 2000; ver también J. Brecher y T. Costello,
Global Village or Global Pillage? Economic Reconstruction from the Bottom Up, Boston:
South End Press, 1994. Una reciente guía muy interesante de la resistencia es la que ofrece
W. Bello en Deglobalization: Ideas for a New World Economy, London: Zed Books, 2002.
R. Falk, en Predatory Globalization: A Critique, Cambrigde: Polity Press, 2000, describe
más sucintamente la idea de la globalización desde abajo.
IMPERIALISMO 189

la seguridad social (y hacer que las pensiones queden sujetas a las


oscilaciones de los mercados accionarios) es un caso claro de esto.
No sorprende, entonces, que buena parte del énfasis del movimiento
antiglobalización se haya centrado recientemente en el reclamo de
los bienes comunes y en el ataque al rol conjunto del estado y del
capital en su apropiación.
El capitalismo internaliza prácticas canibalísticas, depredado-
ras y fraudulentas. Pero, tal como Luxemburgo observó convincen-
temente, es “a menudo difícil determinar, dentro de la maraña de
violencia política y disputas de poder, las duras leyes del proceso
económico”.La acumulación por desposesión puede ocurrir de
diversos modos y su modus operandi tiene mucho de contingente
y azaroso. Así y todo, es omnipresente, sin importar la etapa his-
tórica, y se acelera cuando ocurren crisis de sobreacumulación
en la reproducción ampliada, cuando parece no haber otra salida
excepto la devaluación. Arendt sugiere, por ejemplo, que para Gran
Bretaña en el siglo XIX, las depresiones de los ’60 y ’70 dieron
el impulso inicial de una nueva forma de imperialismo en la que
la burguesía tomó conciencia de que “por primera vez, el pecado
original del simple robo, que siglos antes había hecho posible “la
acumulación originaria de capital” (Marx) y que había posibilitado
toda acumulación posterior, debía repetirse una y otra vez, so pena
de que el motor de la acumulación súbitamente se detuviera”28. Esto
nos retrotrae a las relaciones entre la búsqueda de ajustes espacio-
temporales, los poderes estatales, la acumulación por desposesión
y las formas de imperialismo contemporáneo.

El “nuevo” imperialismo

Las formaciones sociales capitalistas, a menudo constituidas


mediante configuraciones territoriales o regionales particulares

28. H. Arendt, Imperialism (op.cit.), p. 28.


190 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

y usualmente dominadas por algún centro hegemónico, se han


involucrado por mucho tiempo en prácticas cuasi-imperialistas
que buscan ajustes espacio-temporales para sus problemas de so-
breacumulación. Es posible, sin embargo, periodizar la geografía
histórica de estos procesos tomando seriamente el argumento de
Arendt de que el imperialismo centrado en Europa durante el pe-
ríodo 1884-1945 constituyó el primer intento de dominio político
global por parte de la burguesía. Los estados nación se involucra-
ron en proyectos imperiales propios para enfrentar sus problemas
de sobreacumulación y conflicto de clase internos. Al cambiar el
siglo, este primer sistema estabilizado bajo hegemonía británica
y construido en torno de los flujos libres de capital y mercancías
en el mercado mundial se descompuso en conflictos geopolíticos
entre los principales poderes que intentaban obtener autarquía en
sistemas crecientemente cerrados. Confirmando en buena medida la
predicción de Lenin, este sistema estalló en dos guerras mundiales.
Parte del resto del mundo estaba sufriendo el saqueo de recursos
(basta mirar la historia de lo que Japón hizo en Taiwán o lo que Gran
Bretaña hizo a Witwatersrand en Sudáfrica) con el objetivo de que
la acumulación por desposesión compensara la incapacidad crónica
de sostener el capitalismo a través de la reproducción ampliada,
que se manifestaría en los ’30.
Este sistema fue sustituido en 1945 por uno liderado por EUA
en el que se trataba de establecer una alianza global entre todos los
principales poderes capitalistas para evitar guerras de aniquilación
recíproca y encontrar una forma racional de enfrentar la sobreacu-
mulación que había plagado la década del ‘30. Para que esto suce-
diera, era necesario compartir los beneficios de la intensificación
de un capitalismo integrado en las regiones centrales (por esto el
apoyo estadounidense a las iniciativas de conformación de la Unión
Europea) e involucrarse en la expansión geográfica sistemática del
sistema (de aquí la insistencia estadounidense en la descolonización
y el “desarrollismo” como un objetivo generalizado para el resto del
IMPERIALISMO 191

mundo). Esta segunda fase de dominio global burgués fue posible


en gran medida por la contingencia de la guerra fría. Ésta supuso
el liderazgo militar y económico estadounidense como el único
superpoder capitalista. El efecto fue la construcción de un “supe-
rimperialismo” estadounidense hegemónico, que era más político
y militar que una manifestación de necesidad económica. EUA no
era demasiado dependiente de exportaciones o importaciones. Podía
incluso afrontar la apertura hacia otros mercados y así absorber
mediante ajustes espacio-temporales internos, como el sistema de
autopistas interestatal, la suburbanización desordenada y el desar-
rollo de sus regiones sur y oeste, parte de la capacidad excedente
que comenzaba a generarse en Alemania y Japón durante los ‘60.
Así, se produjo un sólido crecimiento con la reproducción ampliada
en el mundo capitalista. La acumulación por desposesión estuvo
relativamente silenciada, aunque países con capital excedente, como
Japón y Alemania Occidental, tenían una creciente necesidad de
buscar mercados externos, incluyendo la competencia por el control
de los mercados en desarrollo post-coloniales29. A pesar de esto,
en Europa se instauraron fuertes controles sobre la exportación de
capital (no así sobre la exportación de mercancías) y se mantuvieron
las restricciones sobre las importaciones de capital en Asia del Este.
Dominaron las luchas de clase al interior de los estados nación por
la reproducción ampliada (cómo ocurriría y quién se beneficiaría).
Las principales luchas geopolíticas que surgieron fueron las propias
de la guerra fría (con el otro imperio construido por los soviéticos) o
luchas residuales (a menudo atravesadas por la política de la Guerra
Fría que llevó a EUA a apoyar muchos regímenes post-coloniales
reaccionarios) que resultaron de la falta de voluntad de los poderes
europeos de desvincularse de sus posesiones coloniales (la inva-
sión de Suez por británicos y franceses en 1956, que no contó en

29. El mejor planteo es, sin duda, el que ofrecen P. Amostrong, A. Glyn y J. Harrison,
Capitalism Since World War II: The Making and Break Up of the Great Boom, Oxford:
Basil Blackwell, 1991.
192 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

absoluto con el apoyo de EUA, fue emblemática). El resentimiento


creciente generado por quedar atrapados en una situación espacio-
temporal de subordinación perpetua al centro suscitó movimientos
de liberación nacional y contra la dependencia. El socialismo del
Tercer Mundo buscó la modernización sobre una base política y
de clase completamente diferente.
Este sistema se quebró alrededor de los ‘70. Resultaba difícil
imponer controles al capital cuando los dólares excedentes inunda-
ban el mercado mundial. Las presiones inflacionarias resultantes del
intento de EUA de tener al mismo tiempo “cañones y mantequilla”
en medio de la Guerra de Vietnam se volvieron muy intensas, a la
vez que los niveles de lucha de clase en muchos de los países cen-
trales comenzaron a erosionar las ganancias. EUA trató entonces
de erigir un sistema distinto, basado en una combinación de nuevos
acuerdos internacionales y financiero-institucionales que contrarres-
taran las amenazas económicas de Alemania y Japón y que volvieran
a centrar el poder económico como capital financiero operando
desde Wall Street. La connivencia entre el gobierno de Nixon y
los sauditas para llevar el precio del petróleo a niveles siderales en
1973 hizo mucho más daño a las economías europeas y japonesa
que a la estadounidense, ya que esta última no era en ese momento
demasiado dependiente de la oferta petrolera de Oriente Medio30.
Los bancos estadounidenses ganaron el privilegio de reciclar los
petrodólares en la economía mundial. Amenazado en la esfera de la
producción, EUA contraatacó imponiendo su hegemonía a través de
las finanzas. Pero para que este sistema funcionara efectivamente,
los mercados en general, y los mercados de capital en particular,
debían ser forzados a abrirse al comercio internacional — un pro-
ceso lento que requirió de la presión intensa de EUA respaldada
por el uso de factores de influencia internacional tales como el FMI

30. Gowan en Global Gamble, pp. 21-2, presenta evidencias de la connivencia entre
Nixon y los sauditas.
IMPERIALISMO 193

y del compromiso igualmente intenso con el neoliberalismo como


la nueva ortodoxia económica. También implicó un cambio en la
correlación de poder dentro de la propia burguesía, en el que los
sectores productivos perdieron poder frente a las instituciones del
capital financiero. Esto podía usarse para combatir el poder de los
movimientos de trabajadores en la reproducción ampliada, ya sea
directamente, ejerciendo la supervisión disciplinaria en la produc-
ción, o indirectamente, facilitando la mayor movilidad geográfica
de todas las formas de capital. Así, el capital financiero fue central
para esta tercera fase del dominio global burgués.
Este sistema era mucho más volátil y depredador y conoció
varios períodos breves de acumulación por desposesión — usual-
mente mediante programas de ajuste estructural administrados por
el FMI — que sirvieron de antídoto para las dificultades en la esfera
de la reproducción ampliada. En algunas instancias, tal es el caso
de América Latina en los ’80, economías enteras fueron asaltadas,
y sus activos recuperados por el capital financiero estadounidense.
En 1997, el ataque a las monedas tailandesa e indonesia por parte
de los fondos especulativos de cobertura (hedge funds), respaldado
por las feroces políticas deflacionarias demandadas por el FMI, llevó
a la bancarrota a empresas que no necesariamente eran inviables
y revirtió el destacado progreso económico y social que se había
alcanzado en parte del Este y Sudeste de Asia. Como resultado,
millones de personas fueron víctimas del desempleo y el empobre-
cimiento. Además, la crisis suscitó un desplazamiento hacia el dólar,
confirmando el dominio de Wall Street y generando un asombroso
boom de los valores de los activos para los estadounidenses ricos.
Las luchas de clase comenzaron a confluir alrededor de temas como
los ajustes estructurales impuestos por el FMI, las actividades de-
predadoras del capital financiero y la pérdida de derechos a través
de la privatización.
Las crisis de deuda pueden usarse para reorganizar las rela-
ciones sociales de producción en cada país, sobre la base de un
194 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

análisis que favorezca la penetración de capitales externos. Los re-


gímenes financieros internos, los mercados internos y las empresas
prósperas quedaron así a merced de las empresas estadounidenses,
japonesas o europeas. De este modo, las bajas ganancias en las
regiones centrales pudieron ser complementadas con una parte de
las mayores ganancias obtenidas en el exterior. La acumulación por
desposesión se convirtió en un rasgo mucho más central dentro del
capitalismo global (con la privatización como uno de sus principales
mantras). La resistencia a esto también se volvió más central dentro
del movimiento anticapitalista y antiimperialista31. Pero el sistema
centrado en el complejo Wall Street-Reserva Federal tenía varias
dimensiones multilaterales con los centros financieros de Tokio,
Londres, Frankfurt y muchos otros centros financieros participantes.
Estaba asociado con la emergencia de corporaciones capitalistas
transnacionales que, a pesar de que pudieran tener una base en uno
u otro estado-nación, se extendían a lo ancho del mapa mundial
en formas que eran impensables en fases previas del imperialismo
(los carteles y trusts descriptos por Lenin estaban estrechamente
relacionados a estados-nación concretos). Este era el mundo que la
Casa Blanca de Clinton, con su todopoderoso Secretario del Tesoro
Robert Rubin, proveniente del sector especulador de Wall Street, tra-

31. La izquierda, atada como estaba (y en buena medida todavía lo está) a la política de
la reproducción ampliada, fue lenta para reconocer la importancia de las protestas contra el
FMI y otros movimientos contra la desposesión. Retrospectivamente, se destaca el estudio
pionero de Walton acerca de los patrones de las protestas contra el FMI. Ver J. Walton,
Reluctant Rebels: Comparative Studies on Revolution and Underdevelopment, New York:
Columbia University Press, 1984. Pero también parece correcto llevar adelante un análisis
mucho más sofisticado para determinar cuáles entre la miríada de movimientos contra la
desposesión son, en términos socialistas, regresivos y anti-modernizadores, y cuáles pueden
ser progresistas o inclinarse en esa dirección a través de sus alianzas. Como siempre, el
modo en el que Gramsci analizó la cuestión meridional parece ser un estudio pionero en el
tema. Recientemente, Petras ha enfatizado este punto en su crítica de Hardt y Negri. Ver J.
Petras, “A Rose by Any Other Name? The Fragance of Imperialism”, The Journal of Peasant
Studies, 29(2), 2002. Los campesinos ricos luchando contra la reforma agraria no son lo
mismo que los campesinos pobres luchando por el derecho a subsistir.
IMPERIALISMO 195

tó de administrar mediante un multilateralismo centralizado (cuyo


epítome fue el denominado “Consenso de Washington” de mediados
de los ’90). Por un instante pareció que Lenin se había equivocado
y que Kart Kautsky tenía razón y que un ultraimperialismo basado
en la colaboración “pacífica” entre los mayores poderes capitalistas
— ahora simbolizado por el agrupamiento conocido como el G7 y
la denominada “nueva arquitectura financiera internacional” bajo
la hegemonía de EUA32 — era posible.
Pero ahora este sistema se encuentra en serias dificultades.
La extrema volatilidad y fragmentación caótica de los conflictos
de poder hace difícil, como lo había notado tempranamente Lu-
xemburgo, discernir cómo están trabajando las leyes duras de la
economía detrás de la humareda y los juegos de espejos del sector
financiero. Pero en tanto la crisis de 1997-98 reveló que el princi-
pal centro con capacidad de producir plusvalor se ubica en el Este
y Sudeste asiático (de aquí que EUA apuntara específicamente
allí para la devaluación), la rápida recuperación del capitalismo
en esta región ha vuelto a poner el problema general de la sobre-
acumulación en el centro de los asuntos internacionales33. Esto
plantea la cuestión de cómo podría organizarse una nueva forma
de ajustes espacio-temporales (¿en China?) o de quién soportará
el impacto de una nueva ronda de devaluación. La incipiente rece-
sión norteamericana, luego de una década o más de exhuberancia
espectacular (aunque “irracional”) indica que EUA puede no ser
inmune. La mayor inestabilidad reside en el rápido deterioro de la
balanza de pagos de EUA. Según Brenner, “la misma explosión de
las importaciones que impulsó la economía mundial” durante los

32. P. Anderson en “Internationalism: A Breviary”, New Left Review, 14, 2002, p. 20,
señala que “algo de lo propuesto por Kautsky” ha llegado a ocurrir, como también lo advirtieron
teóricos liberales como Robert Keohane. Sobre la nueva arquitectura financiera internacional,
ver S. Soederberg, “The New Internacional Financial Architecture: Imposed Leadership and
‘Emerging Markets’”, Socialist Register 2002, London: Merlin Press, 2002.
33. Ver Burkett y Hart-Landsberg, “Crisis and Recovery” (op.cit.)
196 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

‘90, “llevó el comercio y los déficits de cuenta corriente de EUA a


niveles récord, con el crecimiento inédito de las responsabilidades
de los propietarios externos” y “la vulnerabilidad sin precedentes
de la economía estadounidense a la fuga de capital y al colapso
del dólar”34. Pero esta vulnerabilidad afecta a ambas partes. Si el
mercado estadounidense colapsa, las economías que se orientan a
ese mercado como receptor de su capacidad productiva excedente
se hundirán con él. La rapidez con la que los bancos centrales de
países como Japón y Taiwán giran fondos para cubrir el déficit
estadounidense tiene un fuerte componente de autointerés. De
este modo, ellos financian el consumismo estadounidense, el cual
constituye el mercado para sus productos. En este momento, pueden
estar financiando el esfuerzo militar de EUA.
Pero, una vez más, la hegemonía y dominación de EUA están
amenazadas y esta vez el peligro parece más agudo. Si, por ejem-
plo, Braudel (seguido por Arrighi) está en lo cierto, y una poderosa
ola de financiarización puede ser el preludio de una transferencia
del poder dominante de un hegemon hacia otro, el viraje de EUA
hacia la financiarización en los ’70 parecería ejemplificar un patrón
histórico de autodestrucción35. Los déficit, tanto internos como
externos, no pueden seguir creciendo descontroladamente por un
tiempo indefinido, y la habilidad y voluntad de otros, primaria-
mente de Asia, para financiarlos, al ritmo de U$S 2.300 millones
por día a tasas corrientes, no es inagotable. Cualquier otro país en
el mundo que exhibiera las condiciones macroeconómicas de la
economía estadounidense estaría sujeto a una despiadada auste-
ridad y a mecanismos de ajuste estructural del FMI. Pero, como
lo remarca Gowan: “la capacidad de Washington de manipular el
precio del dólar y de explotar el dominio financiero internacional

34. R. Brenner, The Boom, pág. 3 (op.cit.).


35. G. Arrighi y B. Silver (ed.) Chaos and Governance in the Modern World System,
Minneapolis: University of Minnesota Press, 1999, págs. 31-3.
IMPERIALISMO 197

de Wall Street permitió a las autoridades estadounidenses evitar lo


que otros estados se vieron obligados a hacer: vigilar la balanza de
pagos; ajustar la economía doméstica para asegurar altos niveles de
ahorros e inversiones internas; vigilar los niveles de endeudamiento
público y privado; asegurar un sistema interno de intermediación
financiera para asegurar el fuerte desarrollo del sector productivo
interno”. La economía estadounidense ha tenido una “ruta de
escape de todas estas tareas” y como resultado se ha vuelto “pro-
fundamente distorsionada e inestable”36. Más aún, las sucesivas
olas de acumulación por desposesión, la marca distintiva del nue-
vo imperialismo centrado en EUA, están suscitando resistencia y
resentimiento dondequiera que irrumpen, generando no sólo un
activo movimiento antiglobalización mundial (cuya forma difiere
bastante de la de las luchas de clase imbricadas en la reproducción
ampliada), sino también una activa resistencia a la hegemonía de
EUA por parte de poderes subordinados previamente maleables a
su influencia, particularmente en Asia (Corea del Sur es un caso),
y ahora inclusive en Europa.
Las opciones para EUA son limitadas. EUA podría apartarse
de la actual forma de imperialismo, comprometiéndose en una re-
distribución masiva de riqueza dentro de sus fronteras y buscando
esquemas de absorción del excedente a través de ajustes tempo-
rales internos (mejoras espectaculares en la educación pública y
reparación de infraestructuras envejecidas serían buenos puntos de
partida). Una estrategia industrial de revitalización de la manufactu-
ra también podría ayudar. Pero esto requeriría más financiamiento
deficitario o mayores impuestos, así como una fuerte dirección
estatal, y esto es precisamente lo que la burguesía se negará a
contemplar, como sucedió en los tiempos de Chamberlain. Cual-
quier político que propusiera un paquete como este sería, casi sin
duda, silenciado a gritos por la prensa capitalista y sus ideólogos,

36. Gowan, Global Gamble (op.cit.), p. 123.


198 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

y perdería cualquier elección ante el poder abrumador del dinero.


Así y todo, irónicamente, un contraataque masivo dentro de EUA
así como en otros países centrales del capitalismo (particularmente
en Europa) contra las políticas del neoliberalismo y el recorte del
estado y de los gastos sociales podría ser una de las pocas formas
de proteger, desde adentro, al capitalismo occidental contra sus
propias tendencias autodestructivas.
Tratar de aplicar, mediante la autodisciplina, el tipo de pro-
gramas de austeridad que el FMI usualmente impone a otros, sería,
dentro de EUA, aún más suicida desde el punto de vista político.
Cualquier intento de hacerlo por parte de los poderes externos (a
través de la salida de capitales y el colapso del dólar, por ejemplo)
generaría, seguramente, una feroz respuesta política, económica
y hasta militar. Es difícil imaginar que EUA pudiera aceptar pací-
ficamente y adaptarse al crecimiento fenomenal de Asia del Este
y reconocer tal como Arrighi sugiere que estamos en el medio de
una transición fundamental hacia la constitución de Asia como el
centro hegemónico del poder global37. Es improbable que EUA se
despida tranquila y pacíficamente. Implicaría, en cualquier caso,
que el capitalismo del Este asiático sufra una reorientación — de la
cual existen algunos signos — desde una situación de dependencia
del mercado estadounidense hacia el florecimiento de un mercado
interno dentro de la propia Asia. Aquí es donde el enorme programa
de modernización al interior de China — una versión del ajuste
espacio-temporal equivalente al que EUA efectuó internamente en

37. Arrighi no prevé ningún desafío externo serio, pero tanto él como sus colegas
concluyen que EUA “tiene capacidades aún mayores que las que tenía Gran Bretaña hace
un siglo para convertir su hegemonía declinante en una dominación explotadora. Si el
sistema termina por derrumbarse, será principalmente por la resistencia de EUA a realizar
ajustes y reacomodamientos. Y, en sentido contrario, el ajuste y reacomodamiento de EUA
al creciente poder económico de la región del este asiático es una condición esencial para
una transición no catastrófica hacia un nuevo orden mundial”.Ver Arrighi y Silver, Chaos
and Governance (op.cit.), pp. 288-9.
IMPERIALISMO 199

los ‘50 y ‘60 — puede jugar un rol importante en la absorción de


los capitales excedentes de Japón, Taiwán y Corea del Sur y, por lo
tanto disminuir los flujos hacia EUA. Taiwán, por ejemplo, exporta
hoy más a China que a América del Norte. La disminución del flujo
de fondos a EUA podría tener consecuencias calamitosas.
Es en este contexto que vemos que sectores de las elites polí-
ticas estadounidenses buscan ejercitar el músculo militar como el
único poder que les ha quedado, hablando abiertamente de Imperio
como una opción política (presumiblemente para obtener tributos
del resto del mundo) y buscando controlar la provisión de petróleo
como un medio de contrarrestar las amenazas de pérdida de poder de
la economía global. Los intentos de EUA de incrementar el control
sobre las reservas petroleras iraquí y venezolana — en el primer
caso, con la intención de establecer la democracia y en el segundo
derrocándola — cobran pleno sentido. Ellos buscan una repetición
de los acontecimientos de 1973, ya que Europa y Japón, tanto como
el Este Sudeste asiáticos, ahora con la crucial inclusión de China,
son aún más dependientes del petróleo del Golfo que EUA. Si
EUA maquina el derrocamiento de Chávez y de Saddam; si puede
estabilizar o reformar al régimen saudita, armado hasta los dientes
y actualmente asentado sobre las arenas movedizas del autoritaris-
mo (con el riesgo inminente de caer en las manos de musulmanes
radicalizados — esto era, después de todo, el objetivo básico de
Osama bin Laden); si puede avanzar, como parece probable, desde
Irak a Irán y consolidar su posición en Turquía y Uzbekistán como
una presencia estratégica en relación con las reservas petroleras
de la cuenca del Caspio, entonces, EUA podría esperar mantener
el control efectivo sobre la economía global y asegurar su propia
posición económica por los próximos cincuenta años a través del
control firme del suministro global de petróleo38.

38. M. Klare, Resource Wars: The New Landscape of Global Conflict, New York:
Henry Holt, 2002.
200 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Los peligros de una estrategia de este tipo son inmensos. La


resistencia será formidable en Europa y Asia, y no menor en Rusia.
En este punto, es ilustrativa la renuencia a aprobar en Naciones Uni-
das la invasión militar de EUA a Irak, particularmente por parte de
Francia y Rusia, las cuales tienen fuertes conexiones con la explo-
tación del petróleo iraquí. Particularmente, los europeos se sienten
mucho más atraídos por una visión kautskiana del ultraimperialismo
en la que los principales poderes capitalistas supuestamente cola-
borarán sobre una base igualitaria. Una hegemonía estadounidense
inestable basada en la militarización permanente y en un aventure-
rismo tal que podría amenazar seriamente la paz global no es una
perspectiva atractiva para el resto del mundo. Esto no quiere decir
que el modelo europeo sea mucho más progresista. Si se le cree a
Robert Cooper, un consultor de Tony Blair, este modelo resucitaría
las distinciones entre estados civilizados, bárbaros y salvajes del
siglo XIX, bajo el disfraz de estados postmodernos, modernos y
premodernos, en donde los postmodernos, como guardianes de
la conducta civilizada descentrada, esperaran inducir por medios
directos o indirectos la obediencia a las normas universales (léase
“occidentales” y “burguesas”) y a las prácticas humanísticas (léase
“capitalistas”) alrededor del mundo39. Este fue exactamente el modo
en el que liberales del siglo XIX, como John Stuart Mill, justificaron
el mantenimiento del tutelaje de la India y la exacción de tributos
externos a la par que, internamente, celebraban los principios del
gobierno representativo. En ausencia de una fuerte revitalización
de la acumulación sostenida a través de la reproducción ampliada,
esto implicará una profundización de la política de acumulación
por desposesión en todo el mundo, con el propósito de evitar la
total parálisis del motor de la acumulación.
Esta forma alternativa de imperialismo resultará difícilmente
aceptable para amplias franjas de la población mundial que han

39. Cooper, “New Liberal Imperialism” (op.cit.).


IMPERIALISMO 201

vivido en el marco de (y en algunos casos comenzado a luchar


contra) la acumulación por desposesión y las formas depredado-
ras de capitalismo a las que se han enfrentado durante las últimas
décadas. La treta liberal que propone alguien como Cooper es de-
masiado familiar para los autores postcoloniales como para resultar
atractiva40.Y el militarismo flagrante que EUA propone de manera
creciente, sobre el supuesto de que es la única respuesta posible
al terrorismo global, no sólo está lleno de peligros (incluyendo el
precedente riesgoso del “ataque preventivo”) sino que también está
siendo gradualmente reconocido como una máscara para tratar de
sostener una hegemonía amenazada dentro del sistema global.
Pero tal vez la pregunta más interesante se refiere a la respuesta
dentro de EUA. En este punto, una vez más, Hannah Arendt plantea
un contundente argumento: el imperialismo no puede sostenerse
por mucho tiempo sin represión activa, o incluso tiranía interna41.
El daño infligido a las instituciones democráticas internas puede ser
sustancial (como lo aprendieron los franceses durante la lucha por
la independencia de Argelia). La tradición popular dentro de EUA
es anticolonial y antiimperialista y durante las últimas décadas han
sido necesarios muchos ardides, cuando no el engaño declarado,
para disimular el rol imperial de Norteamérica en el mundo, o al
menos para revestirlo de intenciones humanitarias grandilocuentes.
No resulta claro que la población estadounidense vaya a apoyar
en el largo plazo un giro abierto hacia un imperio militarizado (no
más que lo que terminó avalando la guerra de Vietnam). Tampoco
es probable que acepte por largo tiempo el precio — ya sustancial,
dadas las cláusulas represivas incluidas en actas patrióticas y de
seguridad interior — que debe pagar internamente en términos de

40. La crítica de U. Mehta en Liberalism and Empire, Chicago: Chicago University


Press, 1999, es simplemente devastadora al oponérsela a las formulaciones de Cooper.
41. Arendt, Imperialism, pags 6-9 (op.cit.). Esta ha sido una fuente interna persistente de
preocupaciones contra los riesgos imperialistas por parte de EUA, como lo plantea William
Appleman Williams en su Empire as aWay of Life, Oxford: New York, 1980.
202 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

derechos y libertades civiles y generales. Si el Imperio supone anular


la Carta de Derechos, entonces no es claro que este trato vaya a
ser aceptado fácilmente. Pero la contracara de la dificultad es que,
en ausencia de una revitalización espectacular de la acumulación,
sostenida a través de la reproducción ampliada, y con posibilidades
limitadas de acumular por desposesión, la economía estadounidense
probablemente se hunda en una depresión deflacionaria que hará
que, por comparación, la experiencia japonesa de la última década
se desvanezca en la insignificancia. Y si se produce una fuga seria
respecto del dólar, la austeridad deberá ser intensa, a menos que
surja una política de redistribución de riqueza y activos enteramente
diferente (una perspectiva que la burguesía contemplará con el más
completo horror), centrada en la total reorganización de las infra-
estructuras físicas y sociales de la nación, que absorba el capital y
el trabajo ocioso en tareas socialmente útiles, distintas de aquellas
puramente especulativas.
Por lo dicho, la forma que tomará un nuevo imperialismo está
por definirse. Lo único cierto es que estamos en el medio de una
transición fundamental del funcionamiento del sistema global y que
hay una variedad de fuerzas en movimiento que podrían fácilmente
inclinar la balanza en una u otra dirección. El balance entre acumu-
lación por desposesión y reproducción ampliada ya se ha volcado
a favor de la primera y es difícil imaginar que esta tendencia haga
otra cosa que profundizarse, transformándose en el emblema de lo
que es el nuevo imperialismo (incluyendo planteos abiertos de gran
significado ideológico acerca del nuevo imperialismo y de la nece-
sidad del imperio). También sabemos que la trayectoria económica
de Asia es clave, y que EUA todavía tiene dominio militar. Como lo
señala Arrighi, esta es una configuración única. Bien puede ser que
estemos viendo en Irak la primera etapa de cómo esta configuraci-
ón podría operar geopolíticamente en el escenario mundial, en un
contexto de recesión generalizada. EUA, cuya hegemonía durante
el período inmediatamente posterior a la posguerra se basaba en la
IMPERIALISMO 203

producción, finanzas y poder militar, perdió su superioridad pro-


ductiva luego de los ‘70 y bien puede estar perdiendo su dominio
financiero, quedándose únicamente con el poderío militar. Lo que
pasa dentro de EUA es, entonces, un determinante de importancia
vital para definir cómo podría articularse el nuevo imperialismo.
Y hay, para empezar, una acumulación de fuerzas opositora a la
profundización de la acumulación por desposesión. Pero las formas
de lucha de clase que ésta provoca son de naturaleza radicalmente
distinta a las clásicas luchas proletarias asociadas a la reproduc-
ción ampliada (que continúan desarrollándose, aunque en formas
más silenciosas) sobre las cuales tradicionalmente descansaba el
futuro del socialismo. Es vital impulsar las alianzas que comienzan
a surgir entre estos diferentes vectores de lucha en tanto en ellas
podemos discernir los lineamientos de una forma de globalización
enteramente diferente, no imperialista, que enfatiza el bienestar
social y los objetivos humanitarios asociados con formas creativas
de desarrollo geográfico desigual por sobre la glorificación del
poder del dinero, el valor del mercado accionario y la multiforme
e incesante acumulación de capital a través de los variados espa-
cios de la economía global por cualquier medio, pero que termina
siempre por concentrarse fuertemente en unos pocos espacios de
extraordinaria riqueza. Este momento puede estar colmado de vo-
latilidad e incertidumbre pero esto significa que está también lleno
de potencialidades y signado por lo inesperado.
205

IV
Geopolítica Mundial
206

IV.1
Geopolítica del imperialismo
contemporáneo*

Samir Amin

El análisis que propongo está inscrito en una visión histórica


general de la expansión del capitalismo, que no voy a desarrollar
aquí por razones de espacio1. En esta visión, el capitalismo ha sido
siempre, desde sus orígenes, un sistema polarizante por naturaleza,
es decir, imperialista. Esta polarización — es decir, la construcción
concomitante de centros dominantes y periferias dominadas y su
reproducción más profunda en cada etapa — es propia del proceso
de acumulación del capital operante a escala mundial, fundado sobre
lo que he llamado “la ley del valor mundializada”.
En esta teoría de la expansión mundial del capitalismo, las
transformaciones cualitativas de los sistemas de acumulación entre
una fase y otra de su historia construyen las formas sucesivas de la
polarización asimétrica centros/periferias, es decir, del imperialis-
mo concreto. El sistema mundial contemporáneo seguirá siendo,
en consecuencia, imperialista (polarizante) para cualquier futuro

* Epílogo al libro Guerra global, Resistencia Mundial y Alternativas (2003) de Wim


Dierckxsens y Carlos Tablada.
1. Sugiero consultar los siguientes títulos de mi autoría: Clase y nación en la historia y
la crisis contemporánea, capítulos VI y VIII (1979); El eurocentrismo, capítulo IV (1988);
Más allá del capitalismo senil por un siglo XXI no americano (2001).
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 207

posible, en tanto la lógica fundamental de su despliegue siga estando


dominada por las relaciones de producción capitalistas. Esta teoría
asocia al imperialismo con el proceso de acumulación del capital a
escala mundial, hecho que considero como una sola realidad con
diferentes dimensiones, de hecho indisociables. Se diferencia de la
versión vulgarizada de la teoría leninista del “imperialismo como
fase superior del capitalismo” (como si las fases anteriores de la
expansión mundializada del capitalismo no hubieran sido polarizan-
tes) y de las teorías post-modernistas contemporáneas que califican
a la nueva mundialización como “post imperialista”2.

Del conflicto permanente de los imperialismos al


imperialismo colectivo

En su despliegue mundializado el imperialismo se conjugó


siempre en plural, desde sus orígenes en el siglo XIX hasta 1945. El
conflicto entre los imperialismos ocupó un lugar decisivo en la trans-
formación del mundo a través de la lucha de clases, según la cual se
expresan las contradicciones fundamentales del capitalismo. Luchas
sociales y conflictos entre imperialismos se articulaban estrechamente
y esta articulación es la que ha comandado la historia del capitalismo
realmente existente. Señalo en este sentido que el análisis propuesto
se separa ampliamente del de la “sucesión de hegemonías”.
La Segunda Guerra Mundial provocó una transformación
mayor en lo concerniente a las formas del imperialismo: la susti-
tución de un imperialismo colectivo, asociando al conjunto de los
centros del sistema mundial capitalista (para simplificar, la “tría-
da”: Estados Unidos y su provincia exterior canadiense, Europa

2. Para la crítica del post-modernismo y la tesis de Negri, consultar los siguientes


trabajos de mi autoría: “Crítica de la moda”, capítulo VI, en Harmattan (1997); El tiempo
de las cerezas (2003[a]) y El virus liberal, página 20 y siguientes (2003[b]).
208 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Occidental y central y Japón) a la multiplicidad de imperialismos


en conflicto permanente. Esta nueva forma de la expansión impe-
rialista pasó por diferentes fases en su desarrollo, pero está aún
presente. El rol hegemónico eventual de Estados Unidos, del cual
habrá que precisar sus bases y las formas de su articulación con el
nuevo imperialismo colectivo, debe ser situado en esta perspectiva.
Estas cuestiones subrayan problemas, que son precisamente los que
desearía tratar a continuación.
Los Estados Unidos obtuvieron un beneficio gigantesco una
vez finalizada la Segunda Guerra Mundial: sus principales comba-
tientes — Europa, Unión Soviética, China y Japón — quedaron ar-
ruinados y Norteamérica en condiciones para ejercer su hegemonía
económica, ya que concentraban más de la mitad de la producción
industrial del mundo de entonces y tenían la exclusividad de las
nuevas tecnologías que dirigirían el desarrollo de la segunda mitad
del siglo. Además, Estados Unidos tenía la exclusividad del arma
nuclear — la nueva arma “absoluta”. En Postdam el tono norte-
americano cambió; días después de los bombardeos a Hiroshima y
Nagasaki Estados Unidos ya contaba con armamento nuclear.
Esta doble ventaja absoluta — económica y tecnológica — re-
sultó erosionada en un tiempo relativamente breve (dos décadas) por
la doble recuperación, económica para Europa capitalista y Japón,
militar para la Unión Soviética. Recordaremos entonces como este
repliegue relativo de la potencia norteamericana alimentó a toda
una época en que floreció el discurso sobre el “declive americano”
e incluso crecieron hegemonías alternativas (Europa, Japón, y más
tarde China).
El gaullismo es de esta etapa. De Gaulle consideraba que el
objetivo de Estados Unidos después de 1945 había sido el control de
todo el Viejo Mundo (“Eurasia”), y que Washington había logrado
hacer avanzar sus peones destruyendo a Europa — a la Europa ver-
dadera, del Atlántico a los Urales, es decir, incluyendo a la “Rusia
Soviética” como él decía — agitando el espectro de una “agresión”
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 209

de Moscú en la cual él no creía. Sus análisis eran, según mi punto de


vista, realistas y perfectos. Pero él era casi el único que decía esto.
La contra-estrategia que proponía frente al “atlantismo” promovido
por Washington estaba fundada en la reconciliación franco-alemana,
como base para concebir la construcción de una “Europa no ameri-
cana” con el cuidado de mantener a Gran Bretaña fuera del proyecto,
ya que estaba tildada, a justo título, de ser el Caballo de Troya del
atlantismo. Europa entonces podría abrirse hacia una reconciliación
con Rusia (soviética). Reconciliar y aproximar a los tres grandes
pueblos europeos — franceses, alemanes y rusos — pondría un
término definitivo al proyecto norteamericano de dominación del
mundo. El conflicto interno propio del proyecto europeo puede
reducirse a la opción entre dos alternativas: la Europa atlántica,
proyecto norteamericano, o la Europa (integrando en esta perspectiva
a Rusia) no atlántica. Pero este conflicto aún no está resuelto. Las
evoluciones ulteriores — el fin del gaullismo, la admisión de Gran
Bretaña en Europa, el crecimiento del Este, el derrumbe soviético
— han favorecido hasta el presente lo que califico como la “supresión
del proyecto europeo” y su “doble disolución en la mundialización
económica neoliberal y en la alineación política y militar con Wash-
ington” (Amin, 2000). Esta evolución reconforta, además, la solidez
del carácter colectivo del imperialismo de la tríada.
¿Se trata de una transformación cualitativa “definitiva” (no
coyuntural)? ¿Implicará forzosamente un “liderazgo” de Estados
Unidos de una u otra manera? Antes de intentar responder a estas
preguntas es necesario explicar con más precisión en qué consiste
el proyecto de Estados Unidos.

El proyecto de la clase dirigente de Estados Unidos

La iniciativa de extender la doctrina Monroe a todo el planeta,


en toda su demencial e incluso criminal desmesura, no nació de
210 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

la cabeza del Presidente Bush hijo, para ser puesta en práctica por
una junta de extrema derecha que logró el poder por una suerte de
golpe de Estado como consecuencia de elecciones dudosas.
Este es el proyecto que la clase dirigente de Estados Unidos
concibe después de 1945 y del cual nunca se ha separado, a pesar
de que, con toda evidencia, su puesta en marcha ha conocido algu-
nas vicisitudes. A punto de fracasar, sólo pudo ser llevado a cabo
con la coherencia y la violencia necesarias en ciertos momentos
coyunturales como el nuestro, consecuencia del derrumbe de la
Unión Soviética.
El proyecto le ha dado siempre un papel decisivo a su di-
mensión militar. Concebido en Postdam, tal y como argumenté
anteriormente, este proyecto se fundó sobre el monopolio nuclear.
Muy rápidamente Estados Unidos puso en marcha una estrategia
militar global, repartiendo el planeta en regiones y delegando la
responsabilidad del control de cada una de ellas a un US Military
Command. Vuelvo aquí a recordar lo que escribí antes del derrumbe
de la Rusia soviética acerca de la posición prioritaria que ocupaba
el Medio Oriente en esta visión estratégica global (Amin y otros,
1992). El objetivo no era solamente “encerrar en un círculo a la
URSS” (y a China) sino también disponer de los medios que harían
de Washington el dueño absoluto de todas las regiones del planeta.
Dicho de otra manera, extender a todo el planeta la Doctrina Mon-
roe, que efectivamente otorgaba a Estados Unidos el “derecho”
exclusivo sobre el Nuevo Mundo conforme a los que ellos definían
como sus “intereses nacionales”.
De esta manera, “la soberanía de los intereses nacionales
de Estados Unidos” era colocada por encima de todos los otros
principios que enmarcan a los comportamientos políticos consi-
derados como medios “legítimos”, desarrollando una desconfianza
sistemática frente a todo derecho supranacional. Ciertamente, los
imperialistas del pasado no se habían comportado tampoco de
manera diferente y aquellos que busquen atenuar las responsabi-
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 211

lidades — y los comportamientos criminales — de la dirigencia


de Estados Unidos en el momento actual, buscando “excusas”3,
deben considerar el mismo argumento — el de los antecedentes
históricos indiscutibles.
Hubiéramos deseado ver cambiar la historia tal como parecía
suceder después de 1945. El conflicto entre los imperialismos y
el desprecio del derecho internacional, dados los horrores que las
potencias fascistas provocaron durante la Segunda Guerra Mundial,
fueron los elementos que condujeron a que la ONU fuera fundada
sobre un nuevo principio que proclamaba el carácter ilegítimo de las
guerras. Estados Unidos, podríamos decir, no hizo suyo este princi-
pio, sino que además ha sobrepasado ampliamente a sus precoces
iniciadores. Al día siguiente de la Primera Guerra Mundial, Wilson
preconizaba volver a fundar la política internacional en principios
diferentes a los que, después del tratado de Westfalia (1648), le
habían dado la soberanía a los estados monárquicos y luego a las
naciones más o menos democráticas, dado que ese carácter absoluto
estaba cuestionado por el desastre hacia el cual había conducido
a la civilización moderna. Poco importa que las vicisitudes de la
política interior de Estados Unidos hayan pospuesto la puesta en
marcha de estos principios, ya que por ejemplo Franklin D. Roose-
velt, e incluso su sucesor Henry S. Truman, tuvieron un desempeño
decisivo en la definición del nuevo concepto de multilateralismo y
en la condena a las guerras que lo acompañaban, base de la Carta
de las Naciones Unidas.
Esta bella iniciativa — sostenida por los pueblos del mundo
entero en aquel entonces — que representaba efectivamente un
salto cualitativo hacia el progreso de la civilización, nunca contó
con la convicción ni con el apoyo de las clases dirigentes de Estados
Unidos. Las autoridades de Washington siempre se sintieron mal

3. Como por ejemplo Gérard Chaliand y Arnaud Blin, America is back, Bayard
(2003).
212 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

dentro de la ONU y hoy proclaman brutalmente lo que estuvieron


obligadas a esconder hasta este momento: ellas no aceptan siquiera
el concepto de un derecho internacional superior a lo que conside-
ran ser las exigencias de la defensa de “sus intereses nacionales”.
No creo que sea aceptable encontrar excusas ante este retorno a la
visión que los nazis habían desarrollado en su momento al exigir la
destrucción del SDN. Predicar a favor del derecho, con tanto talento
y elegancia como lo hizo Dominique de Villepin ante el Consejo de
Seguridad, lamentablemente sólo es una “mirada nostálgica hacia
el pasado” en vez de constituir un recordatorio sobre lo que debe
ser el futuro. Estados Unidos, en esa ocasión, defendió un pasado
que creíamos sobrepasado definitivamente.
En la inmediata postguerra el liderazgo norteamericano no
solamente fue aceptado, sino solicitado por las burguesías de
Europa y de Japón. Porque aunque la realidad de una amenaza
de “invasión soviética” sólo podía convencer a los débiles de
espíritu, su invocación redituaba tanto a la derecha como a los
socialdemócratas, con sus primos adversarios comunistas. Era
posible creer que el carácter colectivo del nuevo imperialismo
sólo se debió a este factor político, y que una vez que Europa y
Japón recuperaran su desarrollo buscarían desembarazarse de la
tutela molesta e inútil de Washington. Pero éste no fue el caso.
¿Por qué?
Mi explicación requiere remontarse al crecimiento de los
movimientos de liberación nacional en Asia y en Africa — la era
de Bandoung 1955-1975 (Amin, 1989) — y el apoyo que la Unión
Soviética y China les dieron (cada uno a su manera). El imperia-
lismo se vio entonces obligado a actuar, no solamente aceptando
la coexistencia pacífica con un área vasta que se les escapaba
ampliamente (“el mundo socialista”), sino también negociando
los términos de la participación de los países de Asia y de Africa
en el sistema mundial imperialista. La alineación del colectivo de
la tríada bajo el liderazgo norteamericano parecía un hecho inútil
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 213

para poder dominar las relaciones Norte-Sur de la época. Esta es


la razón por la cual los No Alineados se encontraron confrontados
frente a un “bloque occidental” prácticamente sin fallas.
El derrumbe de la Unión Soviética y el desvanecimiento de los
regímenes nacional-populistas nacidos de las luchas de liberación
nacional posibilitaron, evidentemente, que el proyecto de Estados
Unidos se desplegara con vigor, sobre todo en el Medio Oriente,
pero también en Africa y América Latina. El gobierno económico
del mundo sobre la base de principios del neoliberalismo, puesto
en práctica por el Grupo de los 7 y las instituciones a su servicio
(OMC, Banco Mundial y FMI) y los planes de reajuste estructurales
impuestos al Tercer Mundo, son la expresión de esto. En el plano
político, podemos constatar que en un primer momento europeos y
japoneses aceptaron alinearse con el proyecto de Estados Unidos,
durante las guerras del Golfo (1991) y después en la de Yugoslavia
y Asia Central (2002), aceptando marginar a la ONU en beneficio
de la OTAN. Este primer momento no ha sido aún superado, aunque
algunos signos indican un posible fin a partir de la guerra de Irak
(2003[a] y [b]).
La clase dirigente norteamericana proclama sin reticencia
alguna que no “tolerará” la reconstitución de ninguna potencia
económica o militar capaz de cuestionar su monopolio de domi-
nación del planeta y se adjudica, con esta finalidad, el derecho de
conducir “guerras preventivas”. Tres adversarios potenciales se
vislumbran.
En primer lugar Rusia, cuyo desmembramiento constituye el
objetivo estratégico mayor para Estados Unidos. La clase dirigente
rusa no parece haber comprendido esto hasta el momento. Antes
bien, parece haberse convencido de que después de haber “perdi-
do la guerra” ella podría “ganar la paz”, tal y como les sucedió a
Alemania y a Japón. Olvida que Washington tenía la necesidad
de ayudar a estos dos adversarios de la Segunda Guerra Mundial,
precisamente para hacerle frente al desafío soviético. La nueva
214 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

coyuntura es diferente, Estados Unidos no tiene competencia seria.


Su opción es entonces destruir definitiva y completamente al ad-
versario ruso derrotado. ¿Putin lo habrá comprendido y comienza
Rusia a salir de sus ilusiones?
En segundo lugar China, cuya masa y éxito económico inquie-
tan a Estados Unidos, cuyo objetivo estratégico es desmembrar a
este gran país (Amin, 1996: capítulo VII).
Europa está en tercer lugar dentro de esta visión global
que tienen los nuevos dueños del mundo. Pero con este caso la
dirigencia norteamericana no parece inquieta, al menos hasta el
momento. El atlantismo incondicional de los unos (Gran Bretaña y
los nuevos poderes serviles del Estado), las “arenas movedizas del
proyecto europeo” (punto sobre el cual regresaré) y los intereses
convergentes del capital dominante del imperialismo colectivo de
la tríada, contribuyen al desvanecimiento del proyecto europeo,
mantenido en su estatus de “modo europeo del proyecto de Esta-
dos Unidos”. La diplomacia de Washington ha logrado mantener
a Alemania en su sitio y la reunificación y la conquista de Europa
del Este han, aparentemente, reforzado esta alianza: Alemania se ha
envalentonado y retoma su tradición de “expansión hacia el Este”.
El papel de Berlín en el desmembramiento de Yugoslavia dado el
reconocimiento de la independencia de Eslovenia y Croacia fue una
expresión de esto (Amin, 1994) y, por el resto, ha sido invitada a
navegar en la silla de Washington. Sin embargo, la clase política
alemana parece vacilante y puede estar dividida en cuanto a sus
opciones estratégicas. La alternativa de un renovado alineamiento
atlántico tiene como contrapartida un reforzamiento del eje París-
Berlín-Moscú, el cual se convertiría en el pilar más sólido de un
sistema europeo independiente de Washington.
Podemos regresar entonces a nuestra cuestión central: natura-
leza y solidaridad eventual del imperialismo colectivo de la tríada
y las contradicciones y debilidades de su liderazgo por parte de
Estados Unidos.
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 215

El imperialismo colectivo de la tríada y la hegemonía de


Estados Unidos

El mundo de hoy es militarmente unipolar. Simultáneamente


parecen dibujarse fracturas entre Estados Unidos y ciertos países
europeos, en lo que concierne a la gestión política de un sistema
mundializado, alineado — en una primera instancia — en su
conjunto bajo los principios del liberalismo. ¿Estas fracturas son
solamente coyunturales y de alcance limitado o anuncian cambios
duraderos? Habría que analizar en toda su complejidad las lógicas
que comandan el despliegue de la nueva fase del imperialismo
colectivo (las relaciones Norte-Sur en un lenguaje corriente) y los
objetivos propios del proyecto de Estados Unidos. En este espíritu es
que abordaré sucinta y sucesivamente cinco series de cuestiones.

La naturaleza de las evoluciones que contribuyen a la


constitución del nuevo imperialismo colectivo

Sugiero en este apartado que la formación del nuevo imperia-


lismo colectivo tiene su origen en la transformación de las condi-
ciones de la competencia. Hace algunas décadas, las grandes firmas
libraban sus batallas competitivas por lo general en los mercados
nacionales, se tratase de Estados Unidos (mayor mercado nacional
del mundo) o de los Estados europeos (a pesar de su talla modesta).
Los vencedores de los matches nacionales podían situarse en buenas
posiciones en el mercado mundial. En la actualidad, la talla del
mercado necesario para llegar hasta el primer ciclo de los matches
es cercana a los 500/600 millones de “consumidores potenciales”.
Y son aquellos que logran este mercado quienes se imponen en sus
terrenos nacionales respectivos. La mundialización profunda es
el primer marco de actividad de las grandes firmas. Dicho de otra
manera, en la pareja nacional/mundial los términos de la causalidad
216 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

se invirtieron: antes la potencia nacional comandaba la presencia


mundial, hoy es al revés. De esta manera, las firmas trasnacionales,
sea cual sea su nacionalidad, tienen intereses comunes en la gestión
del mercado mundial. Estos intereses se superponen a los conflic-
tos permanentes y mercantiles que definen a todas las formas de
competencia propias del capitalismo, sean cuales sean.
La solidaridad de los segmentos dominantes del capital tras-
nacional con todos los integrantes de la tríada es real, y se expresa
en su afiliación al neoliberalismo globalizado. Dentro de esta
perspectiva Estados Unidos está considerado el defensor (militar
si fuera necesario) de sus “intereses comunes”. Eso no quiere decir
que Washington entienda que debe “compartir equitativamente”
los provechos de su liderazgo. Estados Unidos se empeña, por el
contrario, en avasallar a sus aliados y sólo están dispuestos a con-
sentirles a sus subalternos de la tríada concesiones menores. Este
conflicto de intereses del capital dominante ¿llegará hasta el punto
de entrañar una ruptura con la alianza atlántica? No es imposible,
pero es poco probable.

El lugar de Estados Unidos en la economía mundial

La opinión general es que el potencial militar de Estados


Unidos sólo constituye la punta del iceberg que extiende su supe-
rioridad en todos los dominios, económico, político, cultural. La
sumisión ante la hegemonía estadounidense será entonces algo
inevitable. Considero, por el contrario, que en el sistema de impe-
rialismo colectivo Estados Unidos no tienen ventajas económicas
decisivas, ya que su sistema productivo está lejos de ser el “más
eficiente del mundo”, ya que casi ninguno de sus segmentos le
ganaría a sus competidores en un mercado verdaderamente abierto
como el que imaginan los economistas liberales. Testimonio de
ello es el agravamiento de su déficit comercial. Prácticamente en
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 217

todos los segmentos del sistema productivo, incluso en los bienes


de alta tecnología, los beneficios han cedido su lugar a un déficit.
La competencia entre Ariane y los cohetes de la Nasa y entre Airbus
y Boeing da cuenta de la vulnerabilidad de la ventaja americana.
Frente a Europa y a Japón en las producciones de alta tecnología,
a China, Corea y otros países industrializados de Asia y América
Latina en lo que respecta a productos manufacturados banales, y
frente a Europa y al Cono Sur en cuanto a la agricultura. Estados
Unidos no ganaría la competencia si no recurriera a ¡medios “ex-
tra económicos” que violan los propios principios del liberalismo
impuestos a sus competidores!
Estados Unidos sólo tiene ventajas comparativas estableci-
das en el sector armamentista, precisamente porque éste escapa
ampliamente a las reglas del mercado y se beneficia con el apoyo
estatal. Sin dudas, esta ventaja trae algunas otras para la esfera
civil (Internet es el ejemplo más conocido) pero es igualmente la
causa de serias distorsiones que constituyen handicaps para muchos
sectores productivos.
La economía norteamericana vive como parásito en detrimen-
to de sus socios en el sistema mundial. “Estados Unidos depende
para el diez por ciento de su consumo industrial de bienes cuya
importación no está cubierta por exportaciones de productos na-
cionales” (Todd, 2002). El mundo produce, Estados Unidos (cuyo
ahorro nacional es prácticamente nulo) consume. “La ventaja” de
Estados Unidos es la de un depredador cuyo déficit está cubierto
con el aporte de los otros, con su consentimiento o a la fuerza.
Los medios puestos en práctica por Washington para compensar
sus deficiencias son de naturaleza diversa: violaciones unilaterales
repetidas de los principios del liberalismo, exportaciones de armas
y búsqueda de rentas petroleras (que suponen el acuerdo de sus
productores, uno de los motivos reales de las guerras de Asia cen-
tral y de Irak). Lo esencial del déficit norteamericano está cubierto
por los aportes en capitales que provienen de Europa y Japón, del
218 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Sur (países petroleros ricos y clases compradoras de todos los


países del Tercer Mundo, incluyendo a los más pobres), a lo cual
podríamos añadir la punción ejercida en nombre del servicio de
la deuda impuesta a la casi totalidad de los países de la periferia
del sistema mundial.
El crecimiento de los años Clinton, vanagloriado como el
producto de un “liberalismo” al cual Europa se resistió desgracia-
damente, es ficticio y no generalizable, porque reposó en transfe-
rencias de capital que implicaron la afectación de sus socios. En
todos los segmentos del sistema productivo real, el crecimiento de
Estados Unidos no ha sido mejor que el de Europa. El “milagro
norteamericano” se alimentó exclusivamente del crecimiento de
los gastos producidos por el agravamiento de las desigualdades
sociales (servicios financieros y personales: legiones de abogados
y de policías privados, etc.). En este sentido, el liberalismo de
Clinton preparó bien las condiciones que permitieron el despegue
reaccionario y la victoria ulterior de Bush hijo.
Las causas que originaron el debilitamiento del sistema
productivo de Estados Unidos son complejas y estructurales. La
mediocridad de los sistemas de enseñanza general y de formación,
y el prejuicio tenaz que favorece sistemáticamente al servicio
privado en detrimento del servicio público, cuentan entre las
principales razones de la profunda crisis que atraviesa la sociedad
norteamericana.
Debería entonces extrañarnos que los europeos, lejos de sacar
estas conclusiones que se imponen al constatar la insuficiencia de
la economía de Estados Unidos, se esfuercen en imitarlos. El virus
liberal tampoco explica todo, aunque tenga algunas funciones útiles
para el sistema, como la de paralizar a la izquierda. La privatiza-
ción a ultranza y el desmantelamiento de los servicios públicos
sólo conseguirán reducir las ventajas comparativas de las cuales se
beneficia aún la “Vieja Europa”, como la califica Bush. Pero sean
cuales sean los daños que ocasionarán a largo plazo, estas medidas
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 219

ofrecen al capital dominante, que vive en el corto término, la ocasión


de provechos suplementarios.

Los objetivos propios del proyecto estadounidense

La estrategia hegemónica de Estados Unidos se sitúa en el


marco de un nuevo imperialismo colectivo.
Los economistas (convencionales) no disponen de herramien-
tas analíticas que les permitan comprender toda la importancia del
primero de estos objetivos. ¿No los oímos repetir hasta el cansancio
que en la “nueva economía” las materias primas que brinda el Tercer
Mundo perderán su importancia y, en consecuencia, será éste cada
vez más marginal en el sistema mundial? En contraposición a este
discurso ingenuo y vano, el Mein Kampf de la nueva administración
de Washington4 confiesa que Estados Unidos se considera con de-
recho a apropiarse de todos los recursos naturales del planeta para
satisfacer prioritariamente a sus consumidores. La carrera por las
materias primas (petróleo, agua y otros recursos) ya se nos presenta
con toda su virulencia. Especialmente en los casos de recursos en
vías de extinción, no solamente por el cáncer exponencial provo-
cado por el derroche del consumo occidental, sino también por el
desarrollo de la nueva industrialización de las periferias.
Por otra parte, un respetable número de países del sur están
llamados a convertirse en productores industriales cada vez más
importantes, tanto en sus mercados internos como en el mercado
mundial. Importadores de tecnologías, de capitales, pero también
competidores en la exportación, ellos estarán presentes en los equi-
librios mundiales con un peso creciente. No se trata solamente de
algunos países de Asia del este (como Corea), sino de la inmensa

4. Me refiero a La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, anunciada


en el 2002.
220 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

China y, mañana, de la India y de los grandes países de América


Latina. Ahora bien, lejos de ser este un factor de estabilidad, la
aceleración de la expansión capitalista en el sur sólo podrá ser la
causa de conflictos violentos, internos e internacionales. Porque esta
expansión no puede absorber, en las condiciones de la periferia, a
la enorme fuerza de trabajo que se encuentra allí concentrada. En
este sentido, las periferias del sistema son “zonas de tempestad”.
Los centros del sistema capitalista tienen necesidad de ejercer su
dominación en las periferias y de someter a sus pueblos a la disci-
plina feroz que exige la satisfacción de sus prioridades.
En esta perspectiva, la dirigencia norteamericana ha compren-
dido perfectamente que, para conservar su hegemonía, dispone de
tres ventajas decisivas sobre sus competidores europeos y japonés:
el control de los recursos naturales del globo terráqueo, el mono-
polio militar y el peso que tiene la “cultura anglosajona” a través
de la cual se expresa preferentemente la dominación ideológica del
capitalismo. La puesta en práctica sistemática de estas tres ventajas
aclara muchos aspectos de la política de Estados Unidos, sobre todo
los esfuerzos sistemáticos que Washington realiza por el control
militar del Medio Oriente petrolero, su estrategia ofensiva frente
a Corea — aprovechándose de la “crisis financiera” del país — y
frente a China, y el sutil juego que busca perpetuar las divisiones en
Europa — movilizando con esta finalidad a su aliado incondicional
británico — e impidiendo un acercamiento serio entre la Unión
Europea y Rusia. En el plano del control global de los recursos del
planeta, Estados Unidos dispone de ventajas decisivas sobre Europa
y Japón. No solamente porque son la única potencia militar mundial,
hecho por el cual ninguna intervención fuerte en el Tercer Mundo
puede ser conducida sin ellos, sino porque Europa (ex URSS ex-
cluida) y Japón están desprovistos de los recursos esenciales para la
sobrevivencia de sus economías. Por ejemplo, su dependencia en el
dominio energético será considerable durante largo tiempo, incluso
aunque decrezca en términos relativos. Tomando — militarmente
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 221

— el control de esta región con la guerra de Irak, Estados Unidos


ha demostrado que es perfectamente conciente de la utilidad de este
medio de presión frente a sus aliados-competidores. Anteriormente,
el poder soviético había comprendido esta vulnerabilidad de Europa
y de Japón y ciertas intervenciones soviéticas en el Tercer Mundo
habían tenido el objetivo de recordarlo, de manera de llevarlos a
negociar en otro terreno. Evidentemente, las deficiencias mencio-
nadas podrían haberse compensado mediante un serio acercamiento
Europa-Rusia (la “casa común” de Gorbachov). Esta es la razón
por la cual el peligro de esta construcción en Eurasia fue vivido por
Washington como una pesadilla.

Los conflictos que enfrentan a Estados Unidos con sus


socios de la tríada

Aunque los socios de la tríada comparten intereses comunes


en la gestión mundial del imperialismo colectivo en sus relaciones
con el sur, ellos tienen también una relación conflictiva potencial-
mente seria.
La superpotencia americana vive gracias a los flujos de capita-
les que alimentan el parasitismo de su economía y de su sociedad.
La vulnerabilidad de Estados Unidos constituye, en ese sentido,
una seria amenaza para el proyecto de Washington.
Europa — en particular — y el resto del mundo — en gene-
ral — deberán escoger entre una de las dos opciones estratégicas
siguientes: utilizar el “excedente” de los capitales (“de ahorro”)
de que disponen para financiar el déficit de Estados Unidos (de
consumo, inversiones y gastos militares), o conservar e invertir en
ellos estos excedentes.
Los economistas convencionales ignoran el problema, en base
a una hipótesis (carente de sentido) según la cual la “mundializaci-
ón” suprimirá a las naciones y las grandezas económicas (ahorro e
222 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

inversiones) no podrán ser administradas a nivel internacional. Se


trata de un razonamiento tautológico que implica en sus propias
premisas las conclusiones a las cuales queremos llegar: justificar
y aceptar el financiamiento del déficit de Estados Unidos por parte
de los otros porque, a nivel mundial, ¡encontraremos la igualdad
entre ahorro e inversiones!
¿Por qué tal ineptitud es aceptada? Sin dudas, los equipos “de
sabios economistas” que existen en las clases políticas europeas
(y otras, como las rusas y las chinas) de derecha y de la izquierda
electoral son las propias víctimas de la alienación economicista que
llamo el “virus liberal”. Más aún, a través de esta opinión se expresa
el juicio político del gran capital trasnacional, el cual considera que
las ventajas procuradas por la gestión del sistema mundializado por
Estados Unidos por cuenta del imperialismo colectivo están por
encima de sus inconvenientes: el tributo a pagar a Washington para
asegurarse la permanencia. Porque se trata de un tributo y no de un
negocio de buena rentabilidad garantizada. Hay países calificados
como “países pobres endeudados” que están obligados a asegurar
el servicio de su deuda a cualquier precio. Pero hay también “países
potentes endeudados” que tienen todos los medios que les permi-
tirían desvalorizar su deuda si lo consideraran necesario.
La otra opción para Europa (y el resto del mundo) consistiría en
poner fin a la transfusión a favor de Estados Unidos. Los excedentes
podrían ser entonces utilizados en los lugares de origen y relanzar las
economías. Porque la transfusión exige la sumisión de los europeos
a las políticas “desinflacionarias” (término impropio del lenguaje de
la economía convencional y que sustituiría por “sentenciarias”) para
poder sacar un excedente de ahorro exportable. Ello hace retardar
los avances de Europa, siempre mediocres, de los sostenidos artifi-
cialmente de Estados Unidos. En sentido inverso, la movilización de
este excedente para empleos locales en Europa permitiría relanzar
simultáneamente el consumo (a través de la reconstrucción de la
dimensión social de la gestión económica desvastada por el virus
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 223

liberal), la inversión — en particular en las nuevas tecnologías (y


financiar sus investigaciones), e incluso los gastos militares (poni-
éndole término a las “ventajas” norteamericanas en este dominio).
La opción a favor de esta respuesta ante el desafío implica un re-
equilibrio de las relaciones sociales a favor de las clases trabajado-
ras. Conflictos entre naciones y luchas sociales se articulan de esta
manera. En otras palabras, el contraste Estados Unidos/Europa no
opone fundamentalmente los intereses de los segmentos dominantes
del capital de los diferentes socios sino que es resultado, ante todo,
de las diferencias en las respectivas culturas políticas.

Los problemas teóricos que sugieren las reflexiones


precedentes

La complicidad/competencia entre los socios del imperialismo


colectivo por el control del sur (saqueo de sus recursos naturales y
sumisión de sus pueblos) puede ser analizada a partir de diversos
ángulos y visiones diferentes. En este sentido, tres observaciones
me parecen esenciales.
Primera observación: el sistema mundial contemporáneo, que
califico como imperialista colectivo, no es “menos” imperialista que
los precedentes. El no es un “Imperio” de naturaleza “post capita-
lista”. Propongo, en consecuencia, una crítica a las formulaciones
ideológicas del “disfraz” que alimenta este discurso dominante “a
la moda”5.
Segunda observación: merece hacerse una lectura de la historia
del capitalismo, mundializado desde sus orígenes, anclada en la
distinción entre las diferentes fases del imperialismo (relaciones
centros/periferias). Existen, por supuesto, otras lecturas de esta
misma historia, sobre todo las que se articulan alrededor de la “su-

5. Cf. nota 2.
224 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

cesión de hegemonías” (Amin, 1996: capítulo III). Personalmente


tengo algunas reservas con respecto a esta última. De entrada y en
lo esencial, porque ella es “occidentalocéntrica”, en el sentido en
que considera que las transformaciones que se operan en el corazón
del sistema, en sus centros, comandan de manera decisiva — y casi
exclusiva — la evolución global del sistema. Creo que las reacciones
de los pueblos de las periferias ante el despliegue imperialista no
deben ser subestimadas porque ellas provocaron la independencia de
América, las grandes revoluciones hechas en nombre del socialismo
(Rusia y China), la reconquista de la independencia de los países
asiáticos y africanos, y porque además no creo que podamos rendir
cuentas de la historia del capitalismo mundial sin tener en cuenta
los “ajustes” que estas transformaciones le han impuesto al propio
capitalismo central. La historia del imperialismo me parece que ha
sido construida más por los conflictos de los imperialismos que por
el tipo de “orden” que las hegemonías sucesivas hayan impuesto.
Los períodos de “hegemonía” aparente han sido siempre muy breves
y la hegemonía en cuestión es algo muy relativo.
Tercera observación: mundialización no es sinónimo de
“unificación” del sistema económico por medio de la “apertura
desregulada de los mercados”. Esta — en sus formas históricas
sucesivas (“la libertad de comercio” en el ayer, la “libertad de em-
presa” hoy) — sólo ha sido un proyecto del capital dominante. En
realidad, este programa ha estado casi siempre obligado a ajustarse
ante exigencias que no forman parte de su lógica interna, exclusiva
y propia. Sólo ha podido ser puesto en práctica en breves momentos
de la historia. El “libre intercambio”, promovido por la mayor po-
tencia industrial de su época — Gran Bretaña — sólo fue efectivo
durante dos décadas (1860-1880) a las cuales le sucedió un siglo
(1880-1980) caracterizado por el conflicto entre los imperialistas
y por la fuerte desconexión de los llamados países socialistas (a
partir de la revolución rusa de 1917, y después la de China) y la
más modesta de los países del nacional populismo (Asia y África,
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 225

1955-1975). El momento actual de reunificación del mercado mun-


dial (la “libre empresa”) inaugurado por el neoliberalismo a partir
de 1980 se ha extendido al conjunto del planeta con el derrumbe
soviético. El caos que éste ha generado testimonia su carácter de
“utopía permanente del capital”, término con el cual lo califiqué
en El imperio del caos (Amin, 1991).

El Medio Oriente en el sistema imperialista

El Medio Oriente, con sus antiguas extensiones hacia el


Caúcaso y el Asia central ex soviéticas, ocupa una posición de
importancia particular en la geoestrategia/geopolítica del impe-
rialismo y, singularmente, en el proyecto hegemónico de Estados
Unidos. Esta posición se debe a tres factores: su riqueza petro-
lera, su posición geográfica en el corazón del Viejo Mundo y el
hecho de que constituye en la actualidad el “vientre” del sistema
mundial.
El acceso al petróleo relativamente barato es vital para la
economía de la tríada dominante y el mejor medio de ver este ac-
ceso garantizado consiste, bien entendido, en asegurarse el control
político de la región.
Pero la región le debe su importancia también a su posición
geográfica, a la misma distancia de París, Pekín, Singapur y Jo-
hannesburgo. En otros tiempos, el control de este lugar de paso
obligatorio le dio al Califa el privilegio de sacar los mayores be-
neficios de la mundialización de la época (Amin, 1996: capítulos
I y II). Después de la Segunda Guerra Mundial, la región, situada
en el flanco sur de la URSS, ocupaba, por este hecho, un lugar
importante en la estrategia de encerrar militarmente a la potencia
soviética. Y la región no perdió su importancia a pesar del derrum-
be del adversario soviético, porque instalándose en ella Estados
Unidos podría simultáneamente avasallar a Europa y someter a
226 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Rusia, China y la India a un chantaje permanente nacido de las


intervenciones militares si fuera necesario. El control de la región
permite entonces, efectivamente, la extensión de la doctrina Monroe
hacia el Viejo Mundo, lo cual constituye el objetivo del proyecto
hegemónico norteamericano.
Los esfuerzos desplegados con continuidad y constancia por
Washington desde 1945 para asegurarse el control de la región
— excluyendo a los británicos y a los franceses — no habían sido
hasta el momento coronados por el éxito. Recordemos el fracaso
de la tentativa de asociar la región a la OTAN a través del Pacto de
Bagdad, y más tarde la caída del Shah de Irán, uno de sus aliados
más fieles.
La razón era simplemente que el proyecto de populismo na-
cionalista árabe (e iraní) entraba en conflicto con los objetivos de la
hegemonía norteamericana. Este proyecto árabe tenía la ambición
de imponer a las potencias el reconocimiento de la independencia
del mundo árabe. Este fue el sentido que tuvo el “no alineamiento”
formulado en 1955 en Bandoung por el conjunto de los movimien-
tos de liberación de los pueblos de Asia y de África que tenían el
viento a su favor. Los soviéticos comprendieron rápidamente que
aportándole su apoyo a este proyecto mantendrían en jaque los
planes agresivos de Washington.
Pero la historia dio vuelta esta página, de entrada porque el
proyecto nacional populista del mundo árabe rápidamente agotó su
potencial de transformación y porque los poderes nacionalistas se
convirtieron en dictaduras sin programa. El vacío creado por esta
deriva le abrió la vía al Islam político y a las autocracias oscuran-
tistas del Golfo, aliados preferenciales de Washington. La región
se convirtió en uno de los vientres del sistema global, produciendo
coyunturas que permitieron intervenciones exteriores (incluidas
las militares) que los regímenes en plaza no lograron contener
— ni incluso desalentar — debido a la falta de legitimidad ante
sus pueblos.
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 227

La región constituía — y constituye — en el mapa geomilitar


norteamericano que cubre al planeta entero una zona considerada
como de primera prioridad (al igual que el Caribe), es decir, una
zona donde Estados Unidos se ha otorgado el “derecho” de inter-
vención militar. ¡Y después de 1990 no se priva de esto!
Estados Unidos opera en el Medio Oriente en estrecha cola-
boración con sus aliados Turquía e Israel, fieles e incondicionales.
Europa se ha mantenido fuera de la región, aceptando que Estados
Unidos defienda sólo los intereses vitales globales de la tríada,
es decir, el abastecimiento de petróleo. A pesar de los signos de
irritación evidentes después de la guerra de Irak, los europeos
continúan en su conjunto navegando en la región tras la huella de
Washington.
Por otra parte, el expansionismo colonial de Israel constituye
un desafío real. Israel es el único país del mundo que rechaza re-
conocer fronteras definitivas (y por ello carece del derecho de ser
miembro de las Naciones Unidas). Al igual que Estados Unidos en
el siglo XIX, Israel considera que tiene el “derecho” de conquistar
nuevas áreas y de tratar a los pueblos que habitan los nuevos territo-
rios colonizados desde hace miles de años como Pieles Rojas. Israel
es el único país que declara abiertamente no sentirse implicado en
las resoluciones de la ONU.
La guerra de 1967, planificada en acuerdo con Washington
desde 1965, perseguía diversos objetivos: amortiguar el derrumbe
de los regímenes nacional-populistas, romper su alianza con la
Unión Soviética, obligarlos a reposicionarse bajo las órdenes nor-
teamericanas y abrir tierras nuevas para la colonización sionista.
En los territorios conquistados en 1967 Israel puso en práctica un
sistema de apartheid inspirado en el de África del Sur.
Y en este punto es que los intereses del capital dominante
mundial se concilian con los del sionismo. Porque un mundo árabe
modernizado, rico y potente, cuestionaría el acceso garantizado de
228 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

los países occidentales al saqueo de sus recursos petroleros, hecho


necesario para continuar con el derroche asociado a la acumulación
capitalista. Los poderes políticos de los países de la tríada, fieles
sirvientes del capital transnacional dominante, no desean que exista
un mundo árabe moderno y potente.
La alianza entre las potencias occidentales e Israel está fundada
entonces en la solidez de sus intereses comunes. Esta alianza no es
ni el producto de un sentimiento de culpabilidad de los europeos,
responsables del antisemitismo y del crimen nazi, ni tampoco de
la habilidad del “lobby judío” para explotar ese sentimiento. Si las
potencias occidentales pensaran que sus intereses no estaban en
conjunción con el expansionismo colonial sionista, encontrarían
rápidamente los medios para sobreponerse a su “complejo” y neutra-
lizar al “lobby judío”. No soy de aquellos que creen ingenuamente
que la opinión pública en los países democráticos se impone ante
los poderes. Sabemos que la opinión “se fabrica” también. Israel
sería incapaz de resistir mucho tiempo medidas (incluso moderadas)
de bloqueo, tal y como las que las potencias occidentales le han
impuesto a Yugoslavia, a Irak y a Cuba. No sería entonces nada
difícil hacer entrar a Israel en razones y crear las condiciones para
una paz verdadera, si se deseara. Pero no se desea.
Al día siguiente de la derrota en 1967, Sadate declaraba que
ya que Estados Unidos tenía en sus manos el “noventa por ciento
de las cartas” (ésta fue su propia expresión) había que romper con
la URSS, reintegrarse al campo occidental y que, gracias a esto,
podrían obtener de Washington la concesión de que ejerciera una
presión suficiente sobre Israel para hacerlo entrar en razones. Más
allá de esta “idea estratégica” propia de Sadate — sobre cuya in-
consistencia los eventos subsiguientes dieron cuenta — la opinión
pública árabe permaneció ampliamente incapaz de comprender
la dinámica de la expansión capitalista mundial, y aún menos de
identificar sus contradicciones y debilidades reales. ¿No oímos
decir y repetir que “los occidentales comprenderían a la larga que
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 229

su propio interés era el de mantener buenas relaciones con los


doscientos millones de árabes — sus vecinos inmediatos — y no
sacrificar estas relaciones por el apoyo incondicional a Israel”?
Esto significa implícitamente pensar que los “Occidentales” en
cuestión (es decir, el capital dominante) desean un mundo árabe
modernizado y desarrollado, y no comprender que desean, por el
contrario, mantenerlos en la impotencia y que para ello les resulta
útil el apoyo a Israel.
La opción escogida por los gobiernos árabes (con excepción
de Siria y del Líbano) de suscribir el plan norteamericano de pre-
tendida “paz definitiva” no podía dar resultados diferentes que los
que dio: envalentonar a Israel en hacer avanzar sus peones en su
proyecto expansionista. Rechazando en la actualidad abiertamente
los términos del “contrato de Oslo” (1993), Ariel Sharon demuestra
solamente lo que debíamos haber comprendido antes — que no se
trataba de un proyecto de “paz definitiva”, sino de comenzar una
nueva etapa de la expansión colonial sionista.
El estado de guerra permanente que Israel, junto a las poten-
cias occidentales que sostienen su proyecto, le impone a la región,
constituye un potente motivo que permite a los sistemas árabes auto-
cráticos perpetuarse. Este bloqueo, ante una evolución democrática
posible, debilita las oportunidades de renovación árabe y permite
el despliegue del capital dominante y de la estrategia hegemónica
norteamericana. El lazo está anudado: la alianza norteamericana-
israelí sirve perfectamente a los intereses de ambos socios.
En un primer momento, el sistema de apartheid puesto en
marcha después de 1967 dio la impresión de ser capaz de lograr
sus fines. La gestión miedosa de la cotidianidad en los territorios
ocupados por parte de los notables y de la burguesía comerciante
parecía aceptada por el pueblo palestino. La OLP, alejada de la re-
gión después de la invasión del Líbano por parte del ejército israelí
(1982), parecía no tener los medios — desde su lejano exilio en
Túnez — para cuestionarse la anexión sionista.
230 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

La primera Intifada estalló en diciembre de 1987. Explosi-


ón de apariencia “espontánea”, ella expresaba la irrupción en la
escena de las clases populares, y singularmente de sus segmentos
más pobres, confinados en los campos de refugiados. La Intifada
boicoteó el poder israelí a través de la organización de una deso-
bediencia cívica sistemática. Israel reaccionó con brutalidad, pero
no logró ni restablecer su poder policial con eficacia ni el de las
clases medias palestinas. Por el contrario, la Intifada llamaba a
un retorno en masa de las fuerzas políticas en el exilio, la cons-
titución de nuevas formas locales de organización y la adhesión
de las clases medias a la lucha de liberación desatada. La Intifada
fue provocada por jóvenes, inicialmente no organizados en las
redes formales de la OLP (Fath, devoto de su jefe Yasser Arafat,
el FDLP, el FPLP, el Partido Comunista) que se integraron inme-
diatamente en la Intifada y se ganaron la simpatía de la mayor
parte de sus Chebab. Los Hermanos Musulmanes, sobrepasados
dada su débil actividad durante los años precedentes, a pesar de
algunas acciones del Jihad islámico, hicieron su aparición en
1980, cediendo el lugar a una nueva expresión de lucha: Hamas,
constituido en 1988.

En tanto que esta primera Intifada daba, después de dos años de


expansión, signos de agotamiento, dada la violenta represión de los
israelitas (uso de armas de fuego contra niños, cierre de la “línea
verde” a los trabajadores palestinos, fuente casi exclusiva de entradas
para sus familias, etc.), la escena estaba montada para una “nego-
ciación” iniciada por Estados Unidos que condujo a los acuerdos de
Madrid (1991) y después los llamados de la paz en Oslo (1993). Estos
acuerdos permitieron el retorno de la OLP a los territorios ocupados
y su transformación en una “Autoridad Palestina” (1994).

Los acuerdos de Oslo imaginaron la transformación de los


territorios ocupados en uno o varios Bantustanes, definitivamente
integrados en el espacio israelí. En este marco, la Autoridad Pales-
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 231

tina sólo debía ser un falso Estado — como el de los Bantustanes


— y de hecho, ser la correa de transmisión del orden sionista.
De regreso en Palestina, la OLP convertida en Autoridad logró
establecer su orden, no sin algunas ambigüedades. La Autoridad
absorbió en sus nuevas estructuras a la mayor parte de los Chebab
que habían coordinado la Intifada. Ella logró legitimidad por la
consulta electoral de 1996, en la cual los palestinos participaron en
masa (ochenta por ciento) en tanto que Arafat se hizo plebiscitar
como Presidente de esta Autoridad. La Autoridad permaneció, sin
embargo, en una posición ambigua: ¿aceptaría las funciones que
Israel, Estados Unidos y Europa le atribuían, la de “gobierno de un
Bantustán”, o se alinearía con el pueblo palestino que se negaba
a someterse?
Como el pueblo palestino rechazó el proyecto de Bantustán,
Israel decidió denunciar los acuerdos de Oslo, de los cuales, sin
embargo, había dictado los términos, para sustituirlos por el em-
pleo de la violencia militar pura y simple. La provocación de las
Mesquitas, puesta en marcha por el criminal de guerra Sharon en
1998 (pero con el apoyo del gobierno trabajista que le brindó los
medios de asalto), y la elección triunfal de este criminal al frente
del gobierno de Israel (con la colaboración de los “colombes”
contra Simon Peres), fueron la causa de la segunda Intifada, en
curso actualmente.
¿Logrará ésta liberar al pueblo palestino de la perspectiva de
sumisión planificada por el apartheid sionista? Demasiado pronto
para decirlo. En todo caso, el pueblo palestino dispone ahora de
un verdadero movimiento de liberación nacional con sus especi-
ficidades. No es del estilo “partido único”, de apariencia (sino de
realidad) “unánime” y homogéneo. Tiene componentes que conser-
van su personalidad propia, sus visiones de futuro, sus ideologías
incluso, sus militantes y sus clientelas, pero que, aparentemente,
saben entenderse para llevar a cabo la lucha de conjunto.
232 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

El control del Medio Oriente es ciertamente una pieza ma-


estra del proyecto de hegemonía mundial de Washington. ¿Cómo
entonces Estados Unidos imagina asegurar el control? Hace ya una
decena de años Washington había tomado la iniciativa de avanzar
en el curioso proyecto de un “mercado común del Medio Oriente”,
en el cual los países del Golfo habrían aportado el capital, y los
otros países la mano de obra barata, reservándole a Israel el control
tecnológico y las funciones de intermediario obligado. Aceptado por
los países del Golfo y Egipto, el proyecto se enfrentaba al rechazo
de Siria, Irak e Irán. Para ir hacia delante había entonces que abatir
a estos tres regímenes. Ahora bien, esto ya está hecho en Irak.
El problema es entonces saber qué tipo de régimen político
debe ser impuesto para que sea capaz de sostener este proyecto. El
discurso propagandístico de Washington habla de “democracias”.
De hecho, Washington sólo se emplea en sustituir autocracias
nacidas del populismo sobrepasado por autocracias oscurantistas
pretendidas “islámicas” (obligado por el respeto de la especifici-
dad cultural de las “comunidades”). La alianza renovada con un
Islam político llamado “moderado” (es decir, capaz de dominar la
situación con la suficiente eficacia para prohibir las derivas “terro-
ristas” — las dirigidas contra Estados Unidos y sólo contra ellos,
por supuesto) constituye el eje de la opción política de Washington,
permaneciendo como la única opción posible. En esta perspectiva
es que la reconciliación con la autocracia arcaica del sistema será
buscada.
Frente al despliegue del proyecto norteamericano, los europeos
inventaron su propio proyecto, bautizado como “sociedad euro-
mediterránea”. Proyecto intrépido, lleno de habladurías, pero que,
igualmente, se proponía “reconciliar a los países árabes con Israel”.
A la vez que excluían a los países del Golfo del “diálogo euro-me-
diterráneo”, los europeos reconocían que la gestión de éstos era de
responsabilidad exclusiva de Washington (Amin y Kenz, 2003).
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 233

El contraste entre la audacia temeraria del proyecto norte-


americano y la debilidad del de Europa son bellos indicadores de
que el atlantismo realmente existente ignora el sharing (compartir
responsabilidades y asociación en la toma de decisiones, poniendo
en condiciones iguales a Estados Unidos y a Europa). Anthony
Blair, que se considera el abogado de la construcción de un mundo
“unipolar”, cree poder justificar esta opción porque el atlantismo
que se le permitiría estaría fundado en el sharing. La arrogancia de
Washington desmiente cada día más esta esperanza ilusa, aunque
sirva simplemente como medio para engañar a la opinión europea.
El realismo del propósito de Stalin, que había dicho en su momento
que los nazis “no sabían dónde detenerse”, se aplica a la junta que
gobierna Estados Unidos. Y las “esperanzas” que Blair intenta
reanimar se parecen a las que Mussolini colocaba en su capacidad
de “clamar” Hitler.
¿Es posible otra opinión europea? El discurso de Chirac, opo-
niendo al mundo “atlántico unipolar” (que comprende bien, parece,
que la hegemonía unilateral de Estados Unidos reduce al proyecto
europeo a ser sólo el modo europeo del proyecto de Washington)
frente a la construcción de un mundo “multipolar”, ¿anuncia el fin
del atlantismo?
Para que esta posibilidad se convierta en realidad, faltaría aún
que Europa logre salir de las arenas movedizas sobre las cuales
resbala.

Las arenas movedizas del proyecto europeo

Todos los gobernantes de europeos hasta el presente se han


aliado a la tesis del liberalismo. Esta alianza no significa otra cosa
que el fin del proyecto europeo, su doble disolución económica
(las ventajas de la unión económica europea se disuelven dentro
de la mundialización económica) y política (la autonomía política
234 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

y militar europea desaparecen). Ya no existe, en este momento,


ningún proyecto europeo. Ha sido sustituido por un proyecto
noratlántico (o eventualmente de la tríada) bajo el comando
norteamericano.
Las guerras made in USA han ciertamente despertado a la
opinión pública e incluso a ciertos gobiernos (en primer lugar el de
Francia, pero también los de Alemania, Rusia y China). No obstante,
estos gobiernos no han cuestionado su fiel alineamiento ante las
exigencias del liberalismo. Esta contradicción mayor deberá ser
sobrepasada de una manera o de otra, ya sea a través de la sumisión
ante las exigencias de Washington, ya sea por una verdadera ruptura
que ponga término al atlantismo.
La conclusión política más importante que saco de este análisis
es que Europa no podrá salir del atlantismo en tanto las alianzas
políticas que definen sus bloques de poder permanezcan centradas
en el capital transnacional dominante. Solamente si las luchas so-
ciales y políticas lograran modificar el contenido de estos bloques e
imponer nuevos compromisos históricos entre el capital y el trabajo
será Europa capaz de tomar alguna distancia frente a Washington,
hecho que permitiría, en consecuencia, el renacer de un eventual
proyecto europeo. En estas condiciones Europa podría — debería
incluso — comprometerse igualmente en el plano internacional, en
sus relaciones con el Este y con el Sur, en otro camino diferente al
trazado por las exigencias exclusivas del imperialismo colectivo,
amortiguando, de esta manera, su participación en la larga marcha
“más allá del capitalismo”. Dicho de otra manera, Europa será de
izquierda (el término izquierda es tomado aquí muy en serio) o no
será Europa.
Conciliar la adhesión al liberalismo con la afirmación de una
autonomía política de Europa es el objetivo de ciertas fracciones
de las clases políticas europeas preocupadas por preservar las
posiciones exclusivas del gran capital. ¿Podrán ellas lograrlo? Lo
dudo mucho.
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 235

En contrapunto, las clases populares en Europa ¿serán capaces


de sobreponerse ante la crisis que enfrentan? Yo lo creo posible, pre-
cisamente por las razones que hacen que la cultura política de ciertos
países europeos al menos sea diferente de la de Estados Unidos, y
podría producirse un renacimiento de la izquierda. La condición es
evidentemente que éstas se liberen del virus del liberalismo.
El “proyecto europeo” nació como el modo europeo del
proyecto atlántico de Estados Unidos, concebido al día siguiente
de la Segunda Guerra Mundial, dentro del espíritu de la “Guerra
Fría” puesta en marcha por Washington, proyecto frente al cual
los burgueses europeos — a la vez debilitados y temerosos frente
a sus propias clases obreras — se adhirieron prácticamente sin
condiciones.
Sin embargo, el propio despliegue de este proyecto — de ori-
gen dudoso — ha modificado progresivamente datos importantes
del problema y de sus desafíos. Europa del Oeste logró terminar con
su retraso económico y tecnológico con respecto a Estados Unidos.
Por otra parte, el enemigo soviético ya no está. El despliegue del
proyecto aglutinó a las principales adversidades que habían marcado
durante siglo y medio la historia europea: los tres países mayores
del continente — Francia, Alemania y Rusia — se reconciliaron.
Todas estas evoluciones son, según mi punto de vista, positivas, y
están llenas de un potencial aún más positivo. Ciertamente, este
despliegue se inscribe en bases económicas inspiradas en los prin-
cipios del liberalismo, pero de un liberalismo temperado hasta los
años ’80 por la dimensión social tenida en cuenta por y a través del
“compromiso histórico socialdemócrata”, que obligaba al capital
a ajustarse ante las demandas de justicia social expresadas por las
clases trabajadoras. Después el despliegue continuó en un marco
social nuevo, inspirado por un liberalismo “a la americana”, com-
pletamente anti-social.
Este último viraje ha lanzado a las sociedades europeas hacia
una crisis multidimensional. De entrada, está la crisis económica
236 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

de la opción liberal. Una crisis agravada por la alineación de los


países europeos ante las exigencias económicas de su líder norte-
americano, consintiendo estos en financiar el déficit de éste último
en detrimento de sus propios intereses. Luego la crisis social,
acentuada con el crecimiento de las resistencias y de las luchas de
las clases populares contra las consecuencias fatales de la opción
liberal. Finalmente, el intento de una crisis política — el rechazo
de alinearse, sin condiciones al menos, bajo la opción de Estados
Unidos en la guerra sin fin contra el sur.
¿Cómo harán frente los pueblos europeos a este triple desafío?
Los europeos se dividen en tres conjuntos diferentes:
— Los que defienden la opción liberal y aceptan el liderazgo
de Estados Unidos, casi sin condiciones.
— Los que defienden la opción liberal, pero desearían una
Europa política independiente, fuera de la alineación norteame-
ricana.
— Los que desearían (y luchan por) una “Europa social”, es
decir, un capitalismo temperado por un nuevo compromiso social
capital/trabajo que opere a escala europea, y simultáneamente,
una Europa política practicante de “otras relaciones” (amistosas,
democráticas y pacíficas) con el sur, Rusia y China. La opinión
pública general en toda Europa ha expresado, durante el Foro Social
Europeo (Florencia 2002) y en la ocasión de la guerra contra Irak,
su simpatía por esta posición de principios.
Hay ciertamente otros, los “no europeos”, en el sentido de que
no piensan que sea posible ni deseable ninguna de las tres opciones
pro-europeas. Estos son aún minoritarios, pero ciertamente están
llamados a reforzarse en una de dos opciones fundamentalmente
diferentes:
— Una opción “populista” de derecha, que rechaza la progresi-
ón de los poderes políticos — e incluso económicos — supranacio-
nales, con la excepción evidente de los del capital trasnacional.
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 237

— Una opción popular de izquierda, nacional, ciudadana,


democrática y social.
¿Cuáles son las fuerzas en las que se apoya cada una de estas
tendencias y cuáles son sus oportunidades de éxito respectivas?
El capital dominante es liberal por naturaleza. En este sentido,
lógicamente sostiene la primera de estas tres opciones. Anthony
Blair representa la expresión más coherente de lo que he calificado
como “el imperialismo colectivo de la tríada”. La clase política,
reunida detrás de la bandera estrellada, está dispuesta, si fuera ne-
cesario, a “sacrificar al proyecto europeo” — o al menos a disipar
toda ilusión al respecto — usando el desprecio por sus orígenes:
ser el modo europeo del proyecto atlantista. Pero Bush, al igual que
Hitler, no concibe otros aliados que los subordinados alineados sin
condiciones. Esta es la razón por la cual segmentos importantes de
la clase política, incluyendo la derecha — aunque sean en principio
los defensores de los intereses del capital dominante — rechazan
alinearse a Estados Unidos como ayer lo hicieron frente a Hitler. Si
hay un Churchil posible en Europa, éste sería Chirac. ¿Lo será?
La estrategia del capital dominante puede acomodarse en un
“anti-europeismo de derecha”, el cual se contentaría con retóricas
nacionalistas demagógicas (movilizando, por ejemplo, el tema
de los emigrados) en tanto que se sometería de hecho frente a las
exigencias de un liberalismo no específicamente “europeo”, sino
mundializado. Aznar y Berlusconi constituyen los prototipos de
estos aliados de Washington. Las clases políticas serviles de Europa
del Este lo son igualmente.
En este sentido, creo que la segunda opción elegida por los
europeos más importantes (Francia-Alemania) es difícil de man-
tener. ¿Expresa ella las ambiciones de un capital suficientemente
potente para ser capaz de emanciparse de la tutela de Estados
Unidos? No tengo respuesta salvo indicar que intuitivamente lo
veo poco probable.
238 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Esta opción, sin embargo, es la de los aliados frente a un


adversario norteamericano que constituye el enemigo principal de
toda la humanidad. Estoy persuadido de que, si ellos persisten en
su opción, deberán hacer frente a la lógica de proyecto unilateral
del capital (el liberalismo) y a buscar alianzas de izquierda (las
únicas que pudieran darle fuerza a su proyecto de independencia
frente a Washington). La alianza entre los conjuntos dos y tres no
es imposible. Tal y como lo fue la gran alianza anti-nazi.
Si esta alianza toma forma, ¿deberá operar exclusivamente en
el marco europeo si todos son incapaces de renunciar a la prioridad
brindada a este marco? No lo creo, porque este marco, tal como
es, sólo favorece sistemáticamente la opción del primer grupo pro-
americano. ¿Habría entonces que hacer estallar a Europa y renunciar
definitivamente a su proyecto?
No lo creo tampoco necesario, ni siquiera deseable. Otra
estrategia es posible: la de dejar el proyecto europeo “dormir” un
tiempo en su estadio actual de desarrollo, y paralelamente construir
otros ejes de alianzas.
Una primera prioridad es entonces la construcción de una
alianza política y estratégica París-Berlín-Moscú, prolongada hasta
Pekín y Delhi si fuera posible. Y digo específicamente política con
el objetivo de darle el pluralismo internacional y todas las funcio-
nes que deberían tener en la ONU. Estratégica, en el sentido de
construir fuerzas militares a la altura del desafío norteamericano.
Estas tres o cuatro potencias tienen todos los medios (económicos,
tecnológicos y financieros) reforzados por sus tradiciones militares,
frente a los cuales Estados Unidos palidece. El desafío norteame-
ricano y sus ambiciones criminales lo imponen en virtud de su
caracter desmesurado. Constituir un frente anti-hegemónico es en
la actualidad tan prioritario como en el pasado lo fue constituir una
alianza anti-nazi.
Esta estrategia reconciliaría a los “pro-europeos” con los
grupos dos y tres y con los “no europeos” de izquierda. Se crearían
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 239

condiciones favorables para retomar más tarde un proyecto europeo,


que integraría incluso probablemente a una Gran Bretaña liberada
de su sumisión frente a Estados Unidos y a una Europa del Este
desprendida de su cultura servil. Debemos ser pacientes porque
esto tomará bastante tiempo.
No habrá progreso posible alguno de un proyecto europeo en
tanto que la estrategia norteamericana no sea desviada de su rumbo.

Europa frente a su propio Sur árabe y mediterráneo

El Mundo Árabe y el Medio Oriente ocupan un lugar decisivo


en el proyecto hegemónico de Estados Unidos. La respuesta que los
europeos le darán al desafío norteamericano en la región será uno
de los tests decisivos que tendrá el propio proyecto europeo.
El problema consiste en saber si los costeños del Mediterráneo
y sus prolongaciones — europeos, árabes, turcos, iraníes y países
del África — se orientarán o no hacia una representación de su
seguridad que se diferencie de la que está dirigida por la primacía
de la salvaguarda de la hegemonía mundial americana. La razón
pura debería hacerlos evolucionar en esta dirección. Pero hasta el
momento, Europa no ha brindado ningún signo de ir en este sentido.
Una de las razones que podría explicar en parte la inercia europea
es que los socios de la Unión Europea, aunque no son demasiado
divergentes, están cargados de un coeficiente de prioridades relativas
muy diferente de un país al otro. La fachada mediterránea no es cen-
tral en las polarizaciones industriales del capitalismo desarrollado:
las fachadas del Mar del Norte, del Noreste Atlántico americano
y del Japón central tienen una densidad sin denominador común.
Para los del norte de Europa — Alemania y Gran Bretaña — el
peligro del caos en los países situados al sur del Mediterráneo no
resulta tener la misma gravedad que para los italianos, españoles
y franceses.
240 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Las diferentes potencias europeas tuvieron hasta 1945 políticas


mediterráneas propias a cada una de ellas, a menudo conflictivas.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los estados de Europa
Occidental no tuvieron prácticamente ninguna política mediterránea
ni árabe, ni particular, ni común, más allá de la que implicaba el
alineamiento implicado por Estados Unidos. En este marco, Gran
Bretaña y Francia, que tenían sus posesiones coloniales en la región,
libraron batallas para conservar sus ventajas. Gran Bretaña renunció
a Egipto y a Sudán (1954) y, después de la derrota en la aventura
de agresión tripartita (1956), se sucedió un viraje violento que, a
finales de los años ’60, implicó el abandono de su influencia en los
países costeros del Golfo.
Francia, eliminada desde 1945 de Siria, aceptó finalmente la
independencia de Argelia (1962), pero conservó cierta nostalgia
de su influencia en Maghreb y en el Líbano, envalentonada por
las clases dirigentes locales, al menos en Marruecos, Túnez y en
el Líbano. Paralelamente, la construcción europea no sustituyó el
retiro de las potencias coloniales por una política común operante
en este sentido. Recordemos que, después de la guerra israelo-árabe
de 1973, los precios del petróleo fueron reajustados y la Europa
comunitaria, sorprendida en sus sueños, descubrió que tenía “intere-
ses” en la región. Pero este despertar no suscitó de su parte ninguna
iniciativa de importancia, por ejemplo, concerniente al problema
palestino. Europa se quedó, tanto en este dominio como en otros,
vegetativa y finalmente inconsistente. Algunos progresos en direc-
ción de una autonomía frente a Estados Unidos fueron vistos en
los años ’70, pero tras la Cumbre de Venecia (1980) se erosionaron
durante los años ’80 para finalmente desaparecer con la alineación
junto a Washington que se adoptó durante la Crisis del Golfo. Es
por ello que las percepciones europeas concernientes al futuro de
las relaciones Europa-Mundo Árabe e Iraní deben ser estudiadas a
partir de análisis propios a cada uno de los estados europeos.
Gran Bretaña no tiene ninguna política mediterránea ni árabe
que le resulte específica. En este dominio, como en otros de la so-
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 241

ciedad británica en todas sus expresiones políticas (conservadores


y laboristas), la opción ha sido el alineamiento incondicional con
Estados Unidos. Se trata, en este caso, de una opción histórica
fundamental, que sobrepasa ampliamente las circunstancias coyun-
turales y que refuerza considerablemente la sumisión de Europa
ante las exigencias de la estrategia norteamericana.
Por razones diferentes, Alemania no tiene tampoco política
árabe ni mediterránea específica y no buscará probablemente de-
sarrollar ninguna en un futuro cercano. Debilitada por su división
y su status, la RFA consagró todos sus esfuerzos a su desarrollo
económico, aceptando tener un perfil político bajo y ambiguo con
Estados Unidos y la Europa de la CEE. En un primer momento, la
reunificación de Alemania y su reconquista de la plena soberanía
internacional no modificaron este comportamiento, sino que, por el
contrario, acentuaron sus expresiones. La razón es que las fuerzas
políticas dominantes (conservadoras, liberales y socialdemócra-
tas) escogieron brindar la prioridad a la expansión del capitalismo
germánico en Europa central y oriental, reduciendo la importancia
relativa de una estrategia europea común, tanto en el plano político
como en el de la integración económica. Quedaría por saber si
esta tendencia se ha invertido en la actualidad, tal y como parece
sugerirlo la actitud de Berlín frente a la Guerra de Irak.
Las posiciones de Francia son más matizadas. País a la vez
atlántico y mediterráneo, heredero de un Imperio colonial, clasifi-
cado entre los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, Francia
no renunció a expresarse como potencia. Durante la primera década
de la postguerra, los sucesivos gobiernos franceses trataron de pre-
servar las posiciones coloniales de sus países a través de posiciones
atlantistas anticomunistas y antisoviéticas. Sin embargo, no adqui-
rieron el apoyo de Washington, tal y como lo demostró la actitud
de Estados Unidos durante la agresión tripartita contra Egipto
(1956). La política mediterránea y árabe de Francia era simplemente
retrógrada. De Gaulle rompió simultáneamente con las ilusiones
242 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

paleocoloniales y proamericanas, y concibió el triple proyecto de


modernizar la economía francesa, conducir un proceso de descolo-
nización que permitiera sustituirlo por un neocolonialismo frente a
las viejas fórmulas y compensar las debilidades intrínsecas a todo
país medio como Francia a través de la integración europea. En esta
última perspectiva De Gaulle concebía una Europa capaz de ser
autónoma, no solamente en el plano económico y financiero, sino
también en el plano político e incluso, a término, en el plano militar,
al igual que concebía, a la larga, la asociación de la URSS con la
construcción europea (“la Europa del Atlántico hasta los Urales”).
Pero el gaullismo no sobrevivió a su fundador y, a partir de 1968,
las fuerzas políticas francesas, tanto de la derecha clásica como de
la izquierda socialista, regresaron progresivamente a sus actitudes
anteriores. Su visión de la construcción europea se estrechó hasta
la sola dimensión de un “mercado común” entre Francia y Alema-
nia Federal (hasta el momento en que la unificación alemana se
realizó, en París estuvieron un poco sorprendidos e inquietos…) y
en la invitación con presiones hecha a Gran Bretaña para unirse a
la CEE (olvidando que Inglaterra sería el Caballo de Troya de los
norteamericanos en Europa). Naturalmente, este cambio implicaba
el abandono de toda política árabe digna del nombre propio de
Francia, es decir, de una política que fuera más allá de la simple
defensa de los intereses mercantiles inmediatos. En el plano político,
Francia se comportó objetivamente tanto en el mundo árabe como
en Africa Subsahariana como una fuerza suplementaria de apoyo
a la estrategia de hegemonía norteamericana. Es en este marco que
hay que colocar el discurso mediterráneo, que llama a asociar a los
países del Maghreb al carro europeo (de la misma manera en que
se asoció a Turquía hoy en crisis), lo que conllevó a romper la pers-
pectiva de un acercamiento unitario árabe y abandonar a Mashrek
ante la intervención israelo-norteamericana. Sin dudas, las clases
dirigentes del Maghreb son responsables, dada la simpatía que
mostraron por este proyecto. Sin embargo, la Crisis del Golfo le
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 243

dio un fuerte golpe a este proyecto, y las masas populares de África


del Norte afirmaron, en esa ocasión y con fuerza, su solidaridad
con Maghreb, hecho totalmente previsible.
Italia es, por su posición geográfica incluso, un país muy sen-
sible frente a los problemas mediterráneos. Esto no significa que
ella tenga una política real mediterránea y árabe, y mucho menos
que ésta tenga eficacia y autonomía. Por su desarrollo capitalista
marginal, Italia se vio obligada a inscribir sus ambiciones medi-
terráneas bajo la tutela europea en una alianza con otras potencias
del área, más decisivas que ella. Desde que se logró su unidad a
mitad del siglo pasado con la caída de Mussolini en 1943, Italia
vaciló entre la alianza con los dueños del Mediterráneo — es decir,
con Gran Bretaña y Francia — o con aquellos que podían contestar
las posiciones anglo-francesas, es decir, Alemania. El atlantismo,
que se ejerce en Italia en una visión que implica un perfil político
exterior bajo la tutela de Estados Unidos, ha dominado la acción y
las opciones de los gobiernos italianos desde 1947. El es igualmente
dominante, aunque en una visión más ideológica aún, en ciertos
sectores de la burguesía laica (los Republicanos y los Liberales, y
algunos socialistas). Porque entre los cristianos demócratas existe
la presión del universalismo de la tradición católica. Por ello resulta
significativo que el Papa haya tomado, a menudo, posiciones más
retrógradas frente a los pueblos árabes (sobre todo en el problema
palestino) y del Tercer Mundo que las de los numerosos gobiernos
italianos y occidentales en general. El paso hacia la izquierda de
una parte de la Iglesia Católica, bajo la influencia de la Teología
de la Liberación de América Latina, refuerza en la actualidad este
universalismo, del cual encontramos versiones laicas en los mo-
vimientos pacifistas, ecologistas y tercermundistas. La corriente
“mittel” europea tiene sus raíces en el siglo XIX italiano y en el
corte Norte-Sur que no ha logrado mitigar la unidad italiana. Afi-
liada a los intereses del gran capital milanés, ésta sugiere brindar
la prioridad a la expansión económica de Italia hacia el este euro-
244 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

peo, en asociación estrecha con Alemania. En este marco, Croacia


constituye en la actualidad un objetivo inmediato. Bien entendida,
esta opción implicaría que Italia continuara la tradición de bajo
perfil internacional, y que se mantenga sobre todo marginal en sus
relaciones con el Sur del Mediterráneo. Una opción paralela de
España la aislaría aún más del concierto europeo, reduciéndola a
su más bajo denominador común. La corriente mediterránea, que
aún es débil, a pesar del aporte que el universalismo podría signi-
ficarle, se expresa, por esta razón, en una versión “levantina”: se
trata de “hacer negocios” aquí o allá, sin preocuparse por el marco
de estrategia política en el cual se inscriben. Para tomar otra con-
sistencia, más noble, asociando a Italia a aperturas económicas que
se inscriban en una perspectiva de reforzar su autonomía y la de
sus socios árabes, sería necesario que se lograra una convergencia
entre este proyecto y las ideas universalistas, sobre todo de una
parte de la izquierda italiana, comunista y cristiana. Por su parte,
la derecha italiana, reunificada bajo la dirección de Berlusconi en
el poder, ha optado por inscribirse bajo la tutela del eje atlántico
de Washington-Londres. El comportamiento de las fuerzas de po-
licía durante la reunión del G8 en Génova (julio de 2001) expresa
claramente esta opción.
España y Portugal ocupan un lugar importante en la geoes-
trategia de hegemonía mundial de Estados Unidos. El Pentágono
considera, en efecto, que el eje Azores-Canarias-Gibraltar-Baleares
es esencial para la vigilancia del Atlántico Norte y Sur y el cuidado
de la entrada al Mediterráneo. Estados Unidos forjó su alianza con
estos dos países inmediatamente después de la Segunda Guerra
Mundial, sin tener la más mínima preocupación por su carácter
fascista. Por el contrario, incluso el anticomunismo de las dicta-
duras de Salazar y de Franco sirvió bien a la causa hegemónica
norteamericana, permitiendo admitir a Portugal dentro de la OTAN
y establecer en suelo español bases americanas de primera impor-
tancia. En contrapartida, Estados Unidos y sus aliados europeos
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 245

apoyaron sin reservas a Portugal hasta el final de su fracasada


guerra colonial.
La evolución democrática de España después de la muerte de
Franco no fue la ocasión de un cuestionamiento de la integración
del país al sistema militar norteamericano. Por el contrario, incluso
la adhesión formal de España a la OTAN (en mayo de 1982) fue
objeto de un verdadero chantaje electoral que dejó entrever que la
participación de la CEE exigía esta adhesión, a la cual se oponía
la mayor parte de la opinión pública española.
Después, el alineamiento de Madrid bajo las posiciones de
Washington ha sido sin reserva. En contrapartida, Estados Unidos
habría, al parecer, intervenido para “moderar” las reivindicaciones
marroquíes e incluso para intentar convencer a Gran Bretaña acerca
de Gibraltar. En este sentido, podemos dudar de la propia realidad
de estas intervenciones. El alineamiento atlantista reforzado de
Madrid se tradujo en cambios radicales en la organización de las
fuerzas armadas españolas, calificados por los analistas como un
“movimiento hacia el sur”. En la tradición española, en efecto,
el ejército estaba diseminado sobre todo el territorio del país.
Concebido además — después de Franco de una manera evidente
— como una fuerza de policía interior más que como una fuerza
dirigida contra el exterior, el ejército español permaneció siendo
rústico y, a pesar de la marcada atención que le brindaba el poder
supremo de Madrid a los cuerpos de generales y oficiales, no había
sido objeto de una verdadera modernización, tal y como fueron los
casos de Francia, Gran Bretaña y Alemania.
Los gobiernos socialistas, y después los de derecha, proce-
dieron a una reorganización de las fuerzas españolas para combatir
un “frente sur” eventual y se comprometieron en un programa de
modernización del ejército de tierra, de la aviación y de la marina.
Este cambio, exigido por Washington y la OTAN, es una de las
numerosas manifestaciones de la nueva estrategia hegemónica
norteamericana, sustituyendo el Sur por el Este para la defensa de
246 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Occidente. Este está acompañado en España por un nuevo discurso


que pone en evidencia a un “enemigo hipotético que viene del Sur”,
cuya identificación no deja lugar a ninguna duda. Curiosamente,
este discurso de los medios democráticos (y socialistas) españoles
recuerda la vieja tradición de la Reconquista, muy popular dentro
de los círculos católicos del ejército. El cambio en las fuerzas
armadas españolas es entonces el signo de una determinación de
España de tener un papel activo en el seno de la OTAN, en el marco
de la reorientación de las estrategias occidentales en previsión de
intervenciones en el Tercer Mundo. Desde hace tiempo la Península
Ibérica constituye la primera escala del eje Washington-Tel Aviv, la
cabeza del puente europeo principal de la Rapid Deployment Force
americana (la cual tuvo un papel decisivo en la Guerra del Golfo),
completada con las bases de Sicilia (que, igualmente, nunca habí-
an servido hasta las operaciones dirigidas contra el Mundo Árabe
como Libia, bombardeo israelí a Túnez, etc.) y, curiosamente, las
facilidades acordadas por Marruecos. Evidentemente, esta opción
occidental vacía el discurso “euro-árabe” de todo contenido serio.
La nueva España democrática, que pretende activar una política de
amistad en dirección de América Latina y el Mundo Árabe, ha más
bien dirigido sus movimientos en un sentido inverso, de hecho, a
las exigencias de su proclamación de principios.
El gobierno de derecha dirigido por Aznar ha confirmado
este alineamiento atlantista de Madrid. Más aún que Italia, España
rechaza capitalizar su posición mediterránea en beneficio de una
nueva política europea en dirección al mundo árabe, Africa y el
Tercer Mundo, y tomar distancia ante las exigencias de la hegemo-
nía norteamericana. La idea francesa de un grupo mediterráneo en
el seno de la Unión Europea queda, por estas razones, suspendida
en el aire y sin puntos de apoyo serios. Por otra parte, en el plano
económico, el capital español, heredero de la tradición franquista,
ha colocado sus principales esperanzas de expansión en el desar-
rollo de acuerdos con Alemania y Japón, invitados a participar en
la modernización de Cataluña.
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 247

Mientras existió la línea de confrontación Este-Oeste pasaba a


través de los Balcanes. La afiliación obligada de estados de la región
ante Moscú o Washington — con la única excepción de Yugoslavia
desde 1948 y de Albania a partir de 1960 — le había colocado una
sordina a las querellas nacionalistas locales que hicieron de los
Balcanes el traspatio europeo.
Turquía se colocó en el campo occidental desde 1945, des-
pués de haber puesto término a su neutralidad frente a la Alemania
hitleriana. Las reivindicaciones soviéticas sobre el Cáucaso for-
muladas por Stalin a partir de la victoria fueron rechazadas por
Ankara gracias al apoyo decidido de Washington. En contrapartida,
Turquía, miembro de la OTAN, a pesar de su sistema político poco
democrático, acogió a las bases americanas más próximas de la
URSS. No hay lugar a dudas que la sociedad turca continúa siendo
del Tercer Mundo, aunque después de Ataturk las clases dirigen-
tes de este país proclamen la parte europea de la Nueva Turquía,
tocando a la puerta de una Unión Europea que no la desea. Aliada
fiel de Estados Unidos y de sus socios europeos, ¿deseará Turquía
reintegrar su pasado y tener un papel activo en el Medio Oriente,
haciéndole pagar al Occidente los servicios que podría brindarle
en esta región? Parece ser que el problema de los kurdos, sobre el
cual desconoce hasta su propia existencia, ha conllevado a hacer
vacilar la toma de esta opción hasta el presente. Lo mismo resulta
para una eventual opción pan-turaniana, sugerida por ciertos me-
dios kemalistas, y relegada después al museo de la historia. Pero
en la actualidad, la descomposición de la URSS podría constituir
una invitación para que el poder de Ankara tome la dirección de
un bloque turco que, desde Azerbaidján hasta Sinkiang, domine
el Asia Central. Irán siempre expresó sus reales temores hacia
una evolución de este tipo, que no solamente cuestionaría el es-
tatus del Azerbaidján meridional iraní sino también la seguridad
de su amplia frontera asiática septentrional con Turkmenistán y
Ouzbekistán.
248 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Grecia no se alistó en el campo soviético. Ella estuvo obli-


gada y forzada por la intervención británica de 1948 a alinearse
con Estados Unidos. En conformidad con los Acuerdos de Yalta, la
URSS, como todos sabemos, abandonó a su suerte a la resistencia
griega, dirigida por el Partido Comunista que, sin embargo, en
este país al igual que en Yugoslavia y Albania, había liberado al
país y conquistado por ello el apoyo popular mayoritario. De esta
manera, los occidentales estuvieron obligados a apoyar contra este
movimiento popular a regímenes represivos sucesivos y, final-
mente, a una dictadura de coroneles fascistas, sin ver en ello una
contradicción importante con su discurso, según el cual la OTAN
protegería al “mundo libre” contra el “Satán” totalitario. El retorno
de Grecia a la democracia, por la victoria electoral de Pasok (1981),
arriesgaba, en esas condiciones, cuestionar la fidelidad de este país
con la OTAN. La Europa comunitaria vino entonces al apoyo de
Washington para, al igual que en el caso de España, unir a la candi-
datura griega con la CEE, y mantenerla en su participación dentro
de la alianza atlántica. Esta integración en la CEE fue ampliamente
discutida por la opinión pública griega de la época. La opción de
Papandreu de unirse a pesar de todo, después de algunas vacila-
ciones y a pesar de los principios tercermundistas y neutralistas de
Pasok, parece haber desatado una evolución irreversible incluso
a nivel de las mentalidades, adulando las aspiraciones del pueblo
griego a la modernidad y al europeismo. Sin embargo, los nuevos
socios europeos de Grecia no le han ofrecido gran cosa a este país,
quedando durante todo el tiempo en la posición de pariente pobre
de la construcción comunitaria.
La fidelidad de Atenas ante el Occidente euro-americano no le
ha valido un apoyo real en su conflicto con Turquía. Incluso aunque
la dictadura griega haya tenido una determinada responsabilidad
en la tragedia chipriota (1974), la agresión turca abierta (operación
Atila) y la creación posterior de una República Turca de Chipre,
en franca violación del estatus de la isla, no solamente han sido
aceptadas, sino probablemente también acordadas con los servicios
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 249

del Pentágono, frente a los cuales Europa cede una vez más. Resulta
evidente que, para Estados Unidos, la amistad con Turquía, potencia
militar regional considerable, está muy por encima de Grecia, por
democrática que ésta sea.
El conjunto de la región de los Balcanes-Danubio (Yugoslavia,
Albania, Hungría, Rumania y Bulgaria) entró en 1945 bajo la égida
de Moscú, ya fuera por la ocupación militar soviética y la acepta-
ción de los socios de Yalta, o por su propia liberación y la opción
escogida por los pueblos de Yugoslavia y de Albania.
La Yugoslavia de Tito, aislada durante los años 1948-1953,
entre el ostracismo de Moscú y el anticomunismo occidental, ha-
bía logrado con éxito una estrategia de construcción de un frente
de “no alineados”, que le valió su amistad con el Tercer Mundo,
particularmente a partir de la Conferencia de Bandoung (1955).
Los analistas del pensamiento geoestratégico de la época seña-
lan curiosamente que este pensamiento era poco sensible ante la
dimensión mediterránea de su país. Quizás el abandono de Italia
después de la Segunda Guerra Mundial de sus visados tradiciona-
les y la solución encontrada en 1954 ante el difícil problema de
Trieste fueron la causa de este “olvido histórico”. Yugoslavia vivió
después como un estado preocupado ante todo por los problemas
de equilibrio de sus relaciones regionales y, sobre todo, por el del
equilibrio mundial entre las superpotencias. Porque en primer
lugar, ella había logrado capitalizar la doble atracción nordista y
danubiana de Croacia y Eslovenia y la rusa y balcánica de Serbia.
El acercamiento iniciado por Kroutchev y continuado por sus
sucesores, reconociendo como positivo el neutralismo de Tito en
la arena mundial, así como el debilitamiento de los regímenes del
Pacto de Varsovia a partir de los años ’60 y sobre todo en los ‘70,
garantizó, durante un tiempo, la seguridad yugoslava, que había
cesado de sentirse como el objeto de cualquier conflicto regional.
La diplomacia yugoslava pudo entonces desplegarse en las arenas
internacionales, dándole al país un peso fuera de proporción con
respecto a su tamaño. Pero, a pesar de que esta diplomacia había
250 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

indiscutiblemente marcado puntos en Asia, en Africa y en América


Latina, falló en Europa, donde su llamado a ampliar el frente de
neutralistas nunca tuvo ecos favorables. Sin embargo, frente a la
Europa de la OTAN, desde el norte hasta el sur del continente, entre
dos pactos militares adversos, Suecia, Finlandia y Austria hubieran
podido buscar iniciativas positivas comunes que se separaran del
espíritu de la Guerra Fría. Más tarde la Grecia de Pasok intentó
ampliar el campo neutral europeo desembocando esta idea en
1982 en la proposición de cooperación para la desnuclearización
de los Balcanes, dirigiéndose, simultáneamente, a ciertos países
miembros de las dos alianzas (Turquía, Rumania y Bulgaria) o a
neutrales (Yugoslavia y Albania). Estas proposiciones tampoco
encontraron eco alguno.
La descomposición de Europa suroriental a partir de 1989
cambió todo el problema. La erosión, y luego el derrumbe de la
legitimidad de los regímenes — fundada sobre un determinado
desarrollo, sean cuales hayan sido sus límites y sus aspectos ne-
gativos — hizo estallar la unidad de la clase dirigente, cuyas frac-
ciones intentaron fundar su legitimidad bajo el nacionalismo. Las
condiciones estaban dadas no solamente para permitir la ofensiva
del capitalismo salvaje sostenido por Estados Unidos y la Unión
Europea, sino también para que Alemania retomara la iniciativa en
la región, arrojando leña al fuego — a través del reconocimiento de
la independencia de Eslovenia y de Croacia, que la propia Unión
Europea reafirmó — y acelerando en consecuencia el estallido de
Yugoslavia y la guerra civil. Curiosamente, los europeos intentaron
imponer en Bosnia ¡la coexistencia de las comunidades que ellos
habían insistido en separar! Si es posible que los serbios, croatas
y musulmanes coexistan en la pequeña Yugoslavia que resulta ser
Bosnia, ¿por qué no hubieran podido coexistir en la gran Yugosla-
via? Evidentemente, una estrategia de este tipo no hubiera tenido
ningún éxito, lo que le permitió a Estados Unidos intervenir en pleno
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 251

corazón de Europa. En la estrategia de Washington, el eje de los


Balcanes-Cáucaso-Asia Central prolonga al Medio Oriente.
De los análisis propuestos anteriormente y que conciernen a
las opciones político estratégicas de los países de la Rivera Norte
del Mediterráneo saco una importante conclusión: la mayor parte
de estos países, en el ayer fieles partidarios de Estados Unidos en
el conflicto Este-Oeste, continúan alineados bajo la estrategia de
hegemonía norteamericana frente al Tercer Mundo, y singularmente
frente a los países árabes y de la región del Mar Rojo-Golfo. Los
otros países (balcánicos y del Danubio) ayer implicados de una u
otra manera en el conflicto Este-Oeste, han cesado de ser agentes
activos en el permanente conflicto Norte-Sur, y se han convertido
en objetos pasivos ante el expansionismo occidental.

Conclusiones: el Imperio del caos y la guerra permanente

He calificado el proyecto de dominación de Estados Unidos


— la extensión de la doctrina Monroe a todo el planeta, particu-
larmente desde el derrumbe de la Rusia soviética (1991) — como
Imperio del Caos. El crecimiento de las resistencias de las naciones
del Viejo Mundo anuncia que no aceptarán someterse tan sencilla-
mente. Estados Unidos estará llamado a sustituir el derecho inter-
nacional por el recurso a las guerras permanentes (proceso que ha
comenzado en el Medio Oriente, pero que apunta ya hacia Rusia
y Asia), deslizándose por la pendiente fascista (la “ley patriótica”
ya le ha dado poderes a su policía frente a los extranjeros — aliens
— que resultan ser similares a los que poseía la Gestapo).
Los estados europeos, socios en el sistema del imperialismo
colectivo de la tríada, ¿aceptarán esta deriva que los colocará en
posiciones subalternas? La tesis que he desarrollado coloca el
acento no tanto en los conflictos de intereses del capital dominante
como en la diferencia que separa las culturas políticas de Europa
y la que caracteriza a la formación histórica de Estados Unidos, y
252 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

encuentra en esta nueva contradicción una de las principales razones


del probable fracaso del proyecto de Estados Unidos6.

Bibliografía

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(Minuit).
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europeo (Harmattan).
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americano (PUF).
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CHALIAND, Gérard y Arnaud Blin (2003). America is back (Bayard).
TODD, Emmanuel (2002). Después del Imperio (Gallimard).

6. Ver El virus liberal, página 20 y siguientes (2003[a]), y La ideología americana,


publicado en inglés en Ahram Weekly (2003[c]), ambos libros de mi autoría.
253

IV.2
Geopolítica, política de clase y
el actual desorden mundial*

Immanuel Wallerstein

Con la conquista do Irak, el régimen Bush cree tener el viento


a su favor. Piensa que puede hacer cualquier cosa, y probablemente
actuará con base en esta creencia en un futuro previsible. Es com-
prensible que los halcones norteamericanos, que durante mucho
tempo sustentaron que el militarismo agresivo resolvería los pro-
blemas, crean que poseen ahora a clara evidencia de sus tesis. Y es
comprensible que muchos de quienes en todo el mundo se opusieron
tenazmente a la visión de los halcones norteamericanos en relación
al mundo estén no sólo atemorizados, sino también desanimados
y entristecidos, y teman que los halcones norteamericanos puedan
tener un éxito mayor del que sus oponentes podían prever. Creo que
estas afirmaciones — hechas por los halcones norteamericanos o
por sus mayores oponentes — se equivocan y no pueden percibir
lo que está pasando en la arena geopolítica.
Voy a construir mi análisis alrededor de tres períodos: el perío-
do de 1945-1967/1973, o del apogeo de posguerra de la hegemonía
de los Estados Unidos; el período de 1967-1973/2001, o del último

* Extraído de Santos, Theorônio dos (coord.). Os impasses da globalização. Hege-


monia e contra-hegemonia (vol. 1). Loyola/PUC-Rio, Rio de Janeiro, 2003. Traducción de
Javier Amadeo.
254 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

brillo del verano; y el período de 2001-2025/2050, o de la anarquía


que los Estados Unidos no pueden controlar. Voy a distinguir tres
ejes en cada período: las luchas de competencia interna de los
mayores centros de acumulación de la economía-mundo capitalista;
la conocida lucha entre el Norte y el Sur; y la lucha para determinar
el porvenir del sistema-mundo entre dos grupos, a quienes llamaré
metafóricamente el grupo de Davos y el grupo de Porto Alegre.

El apogeo de la hegemonía de los Estados Unidos en la


posguerra

En el período de 1945-1967/73, los Estados Unidos eran in-


cuestionablemente la potencia hegemónica en el sistema-mundo.
Combinaban la superioridad económica, militar, política y cultural
sobre cada una y todas las otras potencias en el sistema-mundo.
Cuando la Segunda Guerra Mundial acabó, los Estados
Unidos eran la única potencia industrial que había escapado a la
destrucción de la época de la guerra, y que había incluso hecho
crecer significativamente su capacidad productiva por encima de
muchos países que poseían una capacidad productiva importantes
cuando la guerra comenzó. Las empresas norteamericanas estaban,
por tanto, en condiciones de producir con mayor eficiencia que
sus competidores, pudiendo penetrar en los mercados y aún en
los territorios domésticos de estos competidores, por lo menos en
principio. De hecho, la situación era tan asimétrica que los Estados
Unidos se vieron en la necesidad de participar de la reconstrucción
económica de Europa Occidental y de Japón para lograr una base
de consumo mundial razonable.
Esta superioridad económica aplastadora se combinaba con
una superioridad militar. Ciertamente, la opinión pública nortea-
mericana insistía en una inmediata disminución del ejército norte-
americano después de 1945 (“traigan las muchachos a casa”). Pero
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 255

los Estados Unidos tenían la bomba atómica y una capacidad aérea


de usar armas nucleares adondequiera. La única otra fuerza militar
de alguna relevancia en el mundo, en la época y en las décadas
siguientes, era la de la Unión Soviética, y, ya en 1949, la Unión
Soviética también poseía armas nucleares. Así, había apenas una
cosa que los Estados Unidos podían hacer — establecer un acuerdo;
y fue esto lo que hicieron. Fue el llamado acuerdo de Yalta, aunque
sus pactos reales fuesen una pequeña parte de los arreglos más
amplios en él contenidos.
Yalta combinó tres cláusulas claras: el status quo en Europa
a lo largo de las líneas donde las tropas norteamericanas y sovié-
ticas estaban en 1945; el establecimiento de dos áreas económicas
mundiales; y la libertad para emplear, recíprocamente, la retórica
de la denuncia. Cada una de estas tres cláusulas fue respetada, más
o menos, en su totalidad, hasta el colapso de la Unión Soviética.
Ciertamente el status quo fue testado por el Bloqueo de Berlín,
en 1949 pero fue reafirmado por su resultado. Posteriormente, los
Estados Unidos se abstuvieron inflexiblemente de apoyar cualquier
levantamiento revolucionario en la zona soviética, a no ser de mane-
ra retórica. Las dos disidencias soviéticas — Yugoslavia y Albania
— eran países en los cuales no existían tropas soviéticas. Sin em-
bargo, en lugar de volverse parte de la esfera de los Estados Unidos,
se permitió, de ambos lados en la Guerra Fría, que permaneciesen
“neutrales”. No estaba claro inicialmente si los acuerdos de Yalta
debían ser aplicados a Corea. La Guerra de Corea testó esta cues-
tión, y su resultado — una tregua armada en la línea de separación
— colocó Corea justamente en el interior de los acuerdos.
La división económica permaneció intacta durante el primer
período de la posguerra, pero empezó a ser estremecida en el período
posterior a 1973. Fue la persistencia de la retórica no-mitigada — la
llamada Guerra Fría — que persuadió a la mayoría de las personas
de que un conflicto serio estaba teniendo lugar. Y, sin duda, en la
cabeza de muchos, quizá de la mayoría, éste era un grave conflicto.
256 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Para muchos, aún retrospectivamente, parece haber habido uno.


Pero un geopolítico de Marte debía comprensiblemente haber tenido
la conmoción de que aquello parecía más un embate coreográfico
en el cual nada sucedía realmente.
Desde punto de vista político, los acuerdos de Yalta permitían
que ambos lados tuvieran una serie de aliados fieles. Los aliados de
la Unión Soviética fueron comúnmente vistos como satélites. Pero,
en este período, los aliados de los Estados Unidos — los miembros
de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte); y en
Asia Oriental, Japón, Corea del Sur y Taiwán — actuaban, la mayor
parte de las veces, también como satélites virtuales, con sólo una
o dos excepciones. Desde punto de vista cultural, Nueva York se
volvió el centro de la alta cultura mundial, y en todo lugar la cultura
popular fue “americanizada”. Desde punto de vista ideológico, el
concepto de “mundo libre” prosperó por lo menos tanto cuanto el
concepto de “campo socialista’
Así, en el Norte — los Estados Unidos con relación a Eu-
ropa Occidental y Japón; el “Occidente” con relación a la Unión
Soviética — el período de 1945-1967/73 fue aquél en el cual los
Estados Unidos estaban en condiciones de imponer sus deseos para
los demás casi todo el tiempo y casi de todas las formas. Esto era
ciertamente hegemonía. El único grano de arena en la maquinaria
era una cierta resistencia, al orden mundial definido por los Estados
Unidos, en el Sur. Teóricamente, los Estados Unidos predicaban
la liberación del Sur del dominio colonial y el “desarrollo de los
países subdesarrollados”. La Unión Soviética cantaba en el mismo
ritmo, aunque en un lenguaje estridente. En la práctica, ninguno
tenía mucho interés en hacer algo en el sentido de promover estos
objetivos.
Se dejó a los pueblos del Sur la responsabilidad de hacer
avanzar su causa. Hicieron eso con grados variados de fuerza po-
lítica y tácticas militares. Hubo importantes conflictos envolviendo
revoluciones violentas — notablemente en China, Vietnam, Cuba
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 257

y Argelia. Ninguno de estos combates estaba en la agenda de los


acuerdos de Yalta. Los Estados Unidos hicieron lo que pudieron
para reprimir estos movimientos, y tuvieron algunos éxitos signifi-
cativos (en Irán en la época de Mossadegh, en Guatemala en 1954,
y en muchos otros casos), así como la Unión Soviética (en Grecia).
Pero el Norte también sufrió importantes derrotas — la Unión So-
viética en China, Francia en Argelia, los Estados Unidos en Cuba,
y fundamentalmente Francia y después los Estados Unidos en el
Vietnam. Tanto Occidente como la Unión Soviética se ajustaron a
estas “realidades” — esto es, absorber estos eventos en el ámbito
de su retórica, cooptar los nuevos regímenes y, por intermedio de
eso, limitar su impacto en la arena geopolítica, y también en la
economía-mundo.
En los términos de lo que podría ser llamado de una lucha de
clases mundial, parece haber habido un empate. Por un lado, durante
este período, hubo un empuje del sentimiento anti-sistémico en todo
el mundo, y especialmente en todo el Sur, que era muy convincente.
El triunfalismo estaba en el orden del día. Y, por otro lado, había
bastante conciliación de las demandas de estas fuerzas por el Norte,
y la conciliación fue de hecho tan inmediata que la sedición anti-
sistémica empezó a carbonizarse, un poco como un fénix.

El último brillo del verano

El período de 1967-1973 representa el momento en el cual


los trentes glorieuses llegaron al fin, y la economía-mundo entró
en una larga fase “B” de Kondratieff. Probablemente, la principal
causa inmediata de esta decadencia fue el ascenso económico de
Europa Occidental y de Japón, que llevó inevitablemente a una
superproducción en las antiguas industrias de punta en la econo-
mía-mundo. Del punto de vista político y cultural, la revolución
mundial de 1968 (en verdad, de 1966-1970) representó un desafío
258 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

a todo lo que había pasado en el período anterior. Fue disparada por


la combinación de la resistencia a la hegemonía norteamericana y
la desilusión con los movimientos anti-sistémicos tradicionales. En
la arena militar, febrero de 1968 presenció la Ofensiva del Tet (año
nuevo vietnamita), en el Vietnam, que fue el punto de inflexión de
la acción militar norteamericana en esta área, llevando a cinco años
más de agonía en la guerra, que sería resuelta con la retirada de
los Estados Unidos en 1973. Los Estados Unidos tenían realmente
perdido la guerra contra una pequeña nación del Tercer Mundo. El
triple acontecimiento — la decadencia de la economía-mundo, la
revolución mundial de 1968 y la derrota de los Estados Unidos en
el Vietnam — transformó la escena geopolítica mundial y marcó el
comienzo de la lenta decadencia de la hegemonía norteamericana.
Ya no era más verdad que los Estados Unidos podían realizar sus
objetivos casi todo el tiempo y casi de todos los modos, incluso en
el Norte. Sin embargo, no se pierde el control hegemónico de la
noche para el día. Había un último brillo de verano.
Las economías de este último brillo de verano eran realmente
difíciles de comprender. Una fase “B” de Kondratieff tiene algunas
características económicas distintivas:
1. una caída en la ganancia de las empresas productivas, es-
pecialmente las que fueron más lucrativas anteriormente,
y, consecuentemente, un cambio de punto de convergencia,
por los capitalistas, en su búsqueda para acumular capital,
de la arena de la producción para la arena de la actividad
financiera especulativa;
2. una migración de las industrias, cuyas ganancias estaban
declinando porque las ventajas monopólicas habían desa-
parecido del ámbito de las zonas centrales, para los países
semi-periféricos — donde los salarios eran más bajos,
aunque que los costos de las transacciones fuesen más
altos — países que eran, para estos efectos, proclamados
como “en desarrollo”;
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 259

3. un aumento significativo de los niveles de desempleo en


el mundo y, por consiguiente, un esfuerzo de los mayores
centros de acumulación para “exportar” recíprocamente el
desempleo, en gran parte para minimizar las consecuencias
políticas.

Todo eso ocurrió. Las expresiones espectaculares (pero no las


causas) de esta decadencia fueron el aumento en el precio del pe-
tróleo de 1973 y 1979, las sucesivas crisis de la deuda — del Tercer
Mundo y de los países socialistas en los años 1980, del gobierno
norteamericano y de las corporaciones transnacionales en el inicio
de los años 1990, la de los consumidores norteamericanos al final
de los años 1990 (además de las desvalorizaciones monetarias en
Asia Oriental y en otros lugares) — y la segunda ronda de déficit
excesivo del gobierno de los Estados Unidos en el segundo período
Bush. En cuanto al bienestar comparativo de los mayores centros
de acumulación, se puede observar que Europa salió mejor en los
años 1970, Japón en los años 1980, y Estados Unidos en el fina) de
los años 1990, pero todos se salieron muy mal desde el año 2000.
En el resto del mundo, la promesa del “desarrollo” nacional, tan
activa y optimistamente perseguido en el período anterior, se reve-
ló como el espejismo que siempre fue, por lo menos para la gran
mayoría de los Estados.
Desde el punto de vista político, el orden norteamericano em-
pezó a desintegrarse. Europa Occidental y Japón querían dejar de ser
satélites; querían ser compañeros. Los Estados Unidos intentaron
apaciguarlos con nuevas estructuras — la Comisión Trilateral y las
reuniones de la G-7 (después G-8) — Grupo de los 7/8 países más
industrializados del mundo. Usaron dos argumentos principales
para mantener sus aliados: la Unión Soviética permanecía como
una amenaza a sus intereses; y una posición unificada contra el Sur
ascendente era esencial para conservar las ventajas colectivas esta-
blecidas. Estos argumentos lograron, parcialmente, éxito, pero sólo
260 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

parcialmente. La zona soviética también empezó a desintegrarse


después del ascenso espectacular de Solidaridad en Polonia y de
la no tan tranquila revolución de Gorbachov en la Unión Soviética.
La desintegración de la zona soviética fue acelerada por el colapso
del desarrollismo, junto con aquél que había ocurrido en el Tercer
Mundo, revelando cómo la posición económica básica de los Esta-
dos del bloque socialista había permanecido siempre como aquélla
de los Estados periféricos o semi-periféricos en la economía-mundo
capitalista. En el Tercer Mundo, la posición debilitada tanto de los
Estados Unidos cuanto de la Unión Soviética parecía dejar algún
espacio para la (casi) solución de una serie de conflictos perma-
nentes en América Central, en África austral, en el Sudeste de Asia,
pero todas estas soluciones representaban compromisos políticos.
La revolución mundial de 1968, combinada con el colapso
del desarrollismo en el período “B” de Kondratieff, debilitó pro-
fundamente la legitimidad moral de la Vieja Izquierda, los movi-
mientos anti-sistémicos clásicos, ahora parecía, para muchos de sus
defensores antiguos, que tenían poco para ofrecer, además de una
especie de electoralismo defensivo. Los movimientos posteriores
— en particular los varios maoísmos y la llamada Nueva Izquierda
(especialmente, los verdes, el movimiento feminista y las muchas
variedades de movimientos con base en las identidades) — tuvieron
pocos, pero brillantes impactos en varios países; sin embargo nunca
parecieron ser capaces de adquirir aquella centralidad dramática,
sea nacionalmente, sea internacionalmente, que los movimientos
de la vieja izquierda habían presentado durante el primer período
de la posguerra.
En cuanto al aspecto de la lucha de clases mundial, el debi-
litamiento de los movimientos anti-sistémicos (tanto de los viejos
cuanto de los nuevos) permitió que las fuerzas del orden mundial
lanzasen una contraofensiva de una magnitud considerable. Esta
contraofensiva tomó la forma, antes de más nada, de la llegada al
poder de los regímenes neoliberales (de hecho, furiosamente con-
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 261

servadores) en Gran Bretaña y en los Estados Unidos (Thatcher y


Reagan); del llamado Consenso de Washington, que enterró el ideal
del desarrollismo y lo sustituyó por el ideal de la “globalización”;
del vigoroso crecimiento del papel y de la actividad del FMI (Fondo
Monetario Internacional), del Banco Mundial y de la recién creada
OMC (Organización Mundial del Comercio) — todos buscando
inhibir la capacidad de los Estados de las zonas periféricas de in-
terferir en lo libre flujo de productos y sobretodo de capital.
Esta ofensiva mundial tenía tres objetivos principales: dismi-
nuir el nivel de los salarios en todo el mundo; restaurar la exterio-
rización de los costos de producción, acabando con los obstáculos
a los abusos ecológicos; reducir los niveles tributarios mundiales,
disminuyendo en parte o totalmente los suministros estatales para el
bienestar. En primer lugar, esta ofensiva parecía espectacularmente
exitosa, y el slogan de la TINA (there is no alternative) de la Sra.
Thatcher parecía haber alcanzado la victoria. Pero, de hecho, casi
al final de los años 1990, esta ofensiva había alcanzado sus límites
políticos.
Las devaluaciones monetarias del final de los años 1990 en
Asia Oriental y en el Sudeste, en Rusia y en Brasil llevaron inme-
diatamente al poder Roh Moo-hyun en Corea del Sur, Megawati
Sukarnoputri en la Indonesia, Vladimir Putin en Rusia y Luís Inácio
(Lula) da Silva en Brasil. Ninguno de éstos líderes estaba concer-
tado exactamente con las expectativas del Consenso de Washing-
ton. El colapso de Yugoslavia y de la Unión Soviética llevó a una
larga secuencia de conflictos étnicos, resultando en un proceso de
limpieza étnica, a grandes zonas de instabilidad política y a un
menor confianza tanto con relación a los Estados Unidos cuanto
con relación a Europa Occidental. El fenómeno estatal fracasado
se propagó en África.
Lo más grave de todo, el movimiento ideológico-cultural de las
reuniones de Davos encontró un fuerte obstáculo en Seattle en 1999,
cuando sindicalistas tradicionales y centristas norteamericanos
262 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

juntaron fuerzas con los grupos de la Nueva Izquierda para forzar


la Organización Mundial del Comercio a una parálisis, a partir de
la cual ya no sería capaz de librarse. Después de eso, la agitación se
empeñó en una organización mundial libre de muchos movimientos,
en esta época llamada de movimiento anti-globalización, que fue
capaz de mantener una serie de exitosos encuentros en Porto Alegre,
y se estableció como el otro polo contra las fuerzas de Davos.
Cuando George W. Bush se abrió camino a la presidencia de
los Estados Unidos, bajo condiciones cuestionables, la situación
no parecía promisoria para el país. Uno de los temas de la campaña
había sido los fracasos de la política mundial de la administración
Clinton, aunque cualquier analista razonable habría observado que
Clinton tenía simplemente seguido la misma política fundamental
de cualquier presidente de los Estados Unidos desde Richard Nixon
— intentando remediar la crisis de la hegemonía norteamericana,
a través de repetidas negociaciones con sus supuestos aliados, así
como con Rusia y China, junto con el uso esporádico y limitado de la
fuerza en el Tercer Mundo. Los principales objetivos, desde Nixon,
fueron siempre dos: evitar la emergencia de una entidad europea
políticamente independiente y el mantenimiento de la superioridad
militar de los Estados Unidos, evitando la diseminación de armas
nucleares en el Sur. Hasta el año 2000, el resultado de estos dos
objetivos estaba muy mezclado, y el futuro parecía muy incierto.

La anarquía que los Estados Unidos no pueden controlar

Fue en este contexto que George W. Bush llegó al poder. Su


administración estaba dividida entre quienes que anhelaban con-
tinuar la política externa del período de 1973-2001 y aquéllos que
afirmaban, clamorosamente, que ésta era una política fracasada,
que había causado (no era simplemente resultado de) la relativa
decadencia de la hegemonía de los Estados Unidos. Estos últimos
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 263

eran los halcones norteamericanos, que tenían tres bases principa-


les — los neoconservadores (Wolfowitz, Perle y otros), la derecha
cristiana y los “clásicos” militaristas agresivos (Cheney y Rumsfeld,
cuyas opiniones eran seguidas por el senador McCain, aunque éste
estuviese personalmente en desacuerdo con el presidente Bush).
Aunque sus motivaciones, prioridades circunstanciales y fuerzas
políticas fuesen bastantes diferentes, los tres grupos formaban un
bloque político cerrado y basado en ciertas hipótesis comunes:
1. la decadencia de los Estados Unidos era una realidad, pero
sin duda reversible. Había sido resultado de la imprudente
timidez de los sucesivos gobiernos norteamericanos, sin
embargo podía ser rápidamente revertida por acciones
militares preventivas directas, abiertas y rápidas en cada
lugar sucesivamente;
2. cualesquiera que fuesen las resistencias iniciales, o inclu-
sive la oposición del establishment norteamericano, de la
opinión pública norteamericana y de los “aliados” de los
Estados Unidos en Europa Occidental y en Asia Oriental,
una acción militar exitosa tendría como consecuencia hacer
con que estos sectores concordaran;
3. la forma de manejar la resistencia y la enemistad de los
regímenes en el Sur sería por intimidación y, si esto fallase,
por conquista.

Había más una interpretación de la historia con relación a la


cual todos los halcones norteamericanos estaban de acuerdo: ellos
nunca habían conseguido que alguna administración de los Estados
Unidos adoptase su racionamiento y siguiese sus prescripciones, en
el nivel que querían y repetidamente; constituían un grupo bastante
frustrado. Y cuando comenzó la administración Bush, no había
seguridad de que el presidente estuviera de su lado. Ciertamente,
temían que fuese una réplica de su padre, así como (aunque era
cuidadosos para no decirlo públicamente) de Ronald Reagan (que
264 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

había cometido el imperdonable pecado de llegar a un acuerdo con


Gorbachov).
El 11 de septiembre representó una mina de oro para los
halcones norteamericanos. Arrojó George W. Bush en sus brazos,
hasta porque, siendo el presidente de la guerra en una “guerra contra
el terrorismo” esto parecía garantizar su futuro político. El 11 de
septiembre legitimó el uso de la fuerza militar contra un enemigo
extremadamente débil, el Talibán, en una operación que logró
una legitimidad mundial como ninguna acción de este tipo pudo
jamás adquirir. Y, en aquel momento, los halcones pudieron partir
para atacar Irak. Sabían que Irak sería más difícil políticamente,
pero también sabían que era en aquel momento o nunca, no sólo
para la conquista Irak, sino también para aplicar todo su programa
geopolítico.
Encontraron una dificultad mayor de lo que el presidente Bush
había previsto. En primer lugar, los llamados “viejos Bushies”
(probablemente con la connivencia del padre de Bush) lanzaron
una campaña para una, así llamado, propuesta multilateral. Bush
fue convencido de esta trayectoria. Las advertencias de los halco-
nes parecían materializarse. Francia estableció un límite y estaba
en condiciones de hacer que Alemania y Rusia se juntaran a ella.
Esto llevó a la humillación de los Estados Unidos, que necesitaron
retirar la resolución del Consejo de Seguridad en marzo de 2003,
porque serían incapaces de lograr siquiera una mayoría simple
para su aprobación, a pesar del uso de presiones. Y para añadir un
insulto a la injusticia, las fuerzas de Porto Alegre fueron capaces
de organizar una protesta mundial contra la guerra, el 15 de febrero
de 2003, incomparable en la historia mundial anterior. Finalmente,
incluso Turquía, la fiel Turquía, le falló a los Estados Unidos, a
pesar de éstos habían ofrecido un soborno enorme.
No obstante, como sabemos, los Estados Unidos invadieron
Irak y el régimen de Saddam Hussein cayó, militar y políticamente.
Los halcones ahora continúan su política a través de nuevas ame-
GEOPOLÍTICA MUNDIAL 265

nazas a todo y a todos — en el Oriente Medio, en el Nordeste de


Asia e incluso en América Latina. Los halcones están convencidos
de que vencieron el juego y que la hegemonía norteamericana fue
restaurada. Hablan abiertamente, sin inhibiciones, del papel impe-
rial de Estados Unidos. ¿Pero continúan intimidando?
Creo que no. Naturalmente, aquí nos movemos en un futuro
inmediato incierto. Y, especialmente en momentos de anarquía
sistémica, casi todo puede suceder. Sin embargo, parece que hay
algunas tendencias:
1. el actual gobierno de Estados Unidos está comprometido
con una política externa multilateral y extremadamente
agresiva;
2. la construcción europea seguirá enfrente, sin duda con
dificultad, pero sin interrupciones, y Europa se distanciará
inevitablemente aún más de los Estados Unidos;
3. China, Corea y Japón empezarán a unirse más estrecha-
mente, en un proyecto más difícil que el de la integración
europea, pero con mayores consecuencias para la arena
geopolítica;
4. la proliferación nuclear en el Sur continuará y probable-
mente se expandirá;
5. el manto imperial asumido eliminará las pretensiones del
régimen de los Estados Unidos de una legitimidad moral
en el sistema-mundo;
6. el grupo y el espíritu de Porto Alegre crecerán más sólida-
mente y probablemente serán más militantes;
7. el grupo de Davos puede muy bien ser crecientemente
dividido entre aquéllos que buscarán sobrevivir juntándo-
se/llegando a un acuerdo con/cooptando el grupo de Porto
Alegre y aquéllos que están determinados a destruirlo;
266 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

8. Estados Unidos pueden, en breve, lamentar el huracán que


desataron con su acción en Irak.

Entramos en una transición anárquica — a partir de nuestro


sistema-mundo existente para un sistema diferente. En esta transi-
ción, como en cualquiera otra, nadie controla la situación de forma
significativa, menos aún un poder hegemónico declinante como el de
los Estados Unidos. Los halcones norteamericanos pueden creer que
tienen el viento a su favor, pero de hecho hay fuertes tempestades
en todas las direcciones, y el mayor problema de todos los barcos
será no darse vuelta — el barco de los halcones norteamericanos,
pero también los nuestros. Pasará un largo tiempo hasta que los
mares se calmen nuevamente. Si el último resultado presagia un
mundo menos o más igualitario y democrático, esto es totalmente
incierto. Por otro lado, los resultados serán la consecuencia de
como actuaremos colectivamente y concretamente en las décadas
venideras.
267

SEGUNDA PARTE

CONTRADICCIÓN Y MOVIMIENTO:
LOS ACTORES SOCIALES, POLÍTICOS Y
ECONÓMICOS EN AMÉRICA LATINA
269

I
Democracia y Sociedad Civil
en el actual contexto
270

I.1
Sociedad civil e identidad política*

Ellen Meiksins Wood

En una época en que la crítica del capitalismo es más urgente


que nunca, las tendencias teóricas dominantes de la izquierda se
ocupan en conceptualizar la idea de capitalismo. Dicen que el
mundo “pos-moderno” es un pastiche de fragmentos y de “dife-
rencias”. La unidad sistémica del capitalismo, sus “estructuras
objetivas” y imperativos totalizantes dieron lugar (si es que lle-
garon a existir) a un bricolaje de múltiples realidades sociales,
una estructura pluralista tan variada y flexible que puede ser reor-
ganizada por la construcción discursiva. La economía capitalista
tradicional fue substituida por la fragmentación “pos-fordista”,
en que todo fragmento abre espacio para luchas emancipadoras.
Las relaciones de clase constitutivas del capitalismo representan
apenas una “identidad” personal entre muchas otras, identidad
ésta no más “privilegiada” por la centralidad histórica. Y por
ahí va.
A pesar de las diferencias metodológicas en la búsqueda de
disolver conceptualmente el capitalismo, — lo que incluye desde
la teoría del posfordismo hasta los “estudios culturales” posmoder-

* Extraído de Democracia contra capitalismo. A renovação do materialismo histórico.


São Paulo, Boitempo, 2006. Traducción de Javier Amadeo.
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 271

nos y la “política de identidad” — estas teorías tienen en común


la utilización de un concepto especialmente útil: “sociedad civil”.
Después de una historia larga y tortuosa, después de una serie de
marcos representados por las obras de Hegel, Marx y Gramsci,
esa idea versátil se transformó en una expresión mágica adaptable
a todas las situaciones de la izquierda, dando lugar a una amplia
gama aspiraciones emancipadoras, así como — es necesario decirlo
— a un conjunto disculpas para justificar el retroceso político. Por
más constructiva que sea esa idea en la defensa de las libertades
humanas contra la opresión del Estado, o para definir el terreno
de las prácticas sociales, instituciones y relaciones despreciadas
por la “vieja” izquierda marxista, hoy corremos el riesgo de ver el
concepto de “sociedad civil” transformarse en una coartada para
aceptar el capitalismo.

La idea de la sociedad civil: un breve esbozo histórico

Existe una larga tradición intelectual en Occidente, originaria


de la Antigüedad clásica, que de diversas formas delineó un ter-
reno de asociación humana, una noción de sociedad diferente del
cuerpo de reivindicaciones políticas y morales independientes de
la autoridad del Estado, y muchas veces opuesta a ella. Indepen-
dientemente de otros factores que habrían influenciado la produc-
ción de tales conceptos, su evolución estuvo vinculado, desde el
inicio, al desarrollo de la propiedad privada como la sede distinta
y autónoma del poder social. Por ejemplo, aunque los romanos
antiguos, al igual que los griegos, tendiesen a identificar el Estado
con la comunidad de ciudadanos, el “pueblo romano”, produjeron
algunos de los principales avances en la separación conceptual
de Estado y “sociedad”, especialmente en el ámbito del derecho
romano, el cual distinguía la esfera pública de la privada y daba
272 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

a la propiedad privada un status y una claridad legales que nunca


había tenido antes1.
En ese sentido, aunque el concepto moderno de “sociedad
civil” esté asociado a las relaciones de propiedad específicas del
capitalismo, inclusive así es una variación sobre un viejo tema. Sin
embargo, la variación es crítica; y cualquier tentativa de diluir la
especificidad de esa “sociedad civil”, de obscurecer su diferencia-
ción con relación a concepciones anteriores de “sociedad”, corre
el riesgo de disfrazar la particularidad del capitalismo como forma
social distinta con sus propias relaciones sociales características, sus
propios modos de apropiación y de exploración, sus propias reglas
de reproducción, sus propios imperativos sistémicos2.
La concepción moderna de “sociedad civil” — una concepción
que aparece de forma sistemática por la primera vez en el siglo
XVIII — es muy diferente de las nociones anteriores de “sociedad”:
sociedad civil representa una esfera diferenciada del Estado, sepa-
rada de las relaciones y de la actividad humanas, pero ni pública
ni privada, o quizás las dos cosas al mismo tiempo, incorporando
todo un grado de interacciones sociales fuera de la esfera privada
del hogar y de la esfera del mercado, la arena de la producción,
distribución e intercambio. Una precondición necesaria, pero no
suficiente, para esa concepción de sociedad civil fue la idea moder-
na de Estado como una entidad abstracta con su propia identidad
corporativa, que evolucionó con el surgimiento del absolutismo
europeo; sin embargo la completa diferenciación conceptual de

1. Una prueba de que los romanos, especialmente Cícero, tenían un concepto de


“sociedad” está en la obra de Neal Wood, Cicero’s Social and Political Thought Berkeley
y Los Angeles, 1988; esp. p. 136-42.
2. Por ejemplo, grande parte de la discusión hecha por John Keane en Democracy and
Civil Society, Londres, 1988, se desarrolla en torno a una critica del marxismo por identi-
ficar “sociedad civil” con capitalismo, con lo que él no está de acuerdo, invocando la larga
tradición de conceptuaciones de “sociedad” en Occidente, cuyos orígenes son anteriores al
advenimiento del capitalismo.
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 273

“sociedad civil” exigió el surgimiento de una “economía” autónoma,


separada de la unidad de lo “político” y de lo “económico” que
todavía caracterizaba al Estado absolutista.
Paradójicamente — posiblemente ni tanto así —, los signi-
ficados primitivos del término “sociedad civil” en el capitalismo
naciente, en los primordios de la Inglaterra moderna, lejos de esta-
blecer la oposición entre sociedad civil y Estado, confundieron los
dos. En el pensamiento político inglés de los siglos XVI y XVII,
“sociedad civil” era generalmente sinónimo de “sociedad política”
o de Estado visto como la cosa pública. Esa confusión entre Estado
y “sociedad” representó la subordinación del Estado a la comunidad
de propietarios (en oposición tanto a la monarquía en cuanto a la
“multitud”) que constituían la nación política. Ella reflejaba una
organización política única de la cual la clase dominante dependía,
para garantizar la propia riqueza y el poder, de modos puramente
“económicos” de apropiación, y no de modos de acumulación “ex-
tra-económicos” por medios políticos o militares, como sucedía en
el caso de los arrendamientos feudales, o en el caso de los impuestos
y del control de la administración pública del absolutismo como
los principales medios de apropiación privada.
Pero si el significado inglés tendió a confundir la distinción
entre Estado y sociedad civil, fueron las condiciones inglesas — el
propio sistema de relaciones de propiedad y de apropiación capi-
talista, ahora más avanzado y dotado de mecanismos de mercado
más desarrollados — que hicieron posible la moderna oposición
conceptual entre ambos. Cuando construyó esta dicotomía concep-
tual, Hegel tomó a Napoleón como fuente de inspiración para el
Estado moderno; pero fue principalmente la economía capitalista
de Inglaterra — por medio de los economistas políticos clásicos
ingleses, como Smith y Steuart — que ofreció el modelo de “socie-
dad civil” (con algunas correcciones y modificaciones claramente
hegelianas).
274 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

La identificación de Hegel de sociedad “civil” con sociedad


burguesa no fue un simple acaso del idioma alemán. El fenómeno
que él designó de bürgerliche Gesellschaft era una forma social his-
tóricamente específica. Aunque esa “sociedad civil” no se refiriera
exclusivamente a instituciones puramente “económicas” (ella fue,
por ejemplo, complementada por la moderna adaptación de Hegel
de los principios corporativos medievales), la “economía” moderna
era su condición esencial. Para Hegel, la posibilidad de preserva-
ción tanto de la libertad individual cuanto de la “universalidad”
del Estado, y no la subordinación de una a la otra, como ocurría
en las sociedades anteriores, estaba ancorada en el surgimiento de
una nueva clase y de una esfera enteramente nueva de la existencia
social: una “economía” distinta y autónoma. Es en esa nueva esfera
que público y privado, particular y universal, se encontrarán por
medio de la interacción de intereses privados en un terreno que no
era ni el hogar, ni el Estado, sino una mediación entre ambos.
Marx transformó la distinción de Hegel entre Estado y “socie-
dad civil” al negar la universalidad del Estado e insistir en que el
Estado expresaba las particularidades de la “sociedad civil” y sus
relaciones de clase, un descubrimiento que lo forzó a dedicar su
vida al trabajo de explorar la anatomía de la “sociedad civil” bajo
la forma de una crítica de la economía política. La diferenciación
conceptual de Estado y sociedad civil fue así una precondición del
análisis de Marx del capitalismo, pero el efecto de ese análisis fue
privar de racionalidad la distinción hegeliana. El dualismo Estado-
sociedad civil más o menos desapareció de la principal corriente
del discurso político.
Fue necesaria la reformulación de Gramsci para resucitar el
concepto de sociedad civil como principio organizador central de la
teoría socialista. El objetivo de esa nueva formulación fue reconocer
la complejidad del poder político en los Estados parlamentarios o
constitucionales de Occidente, en comparación con las autocracias
más abiertamente coercitivas; y señalar la dificultad de suplantar
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 275

un sistema de dominación de clase en el cual el poder de clase no


tenía su punto de concentración visible en el Estado, sino que se
propagaba por la sociedad y por sus prácticas culturales. Gramsci
así se apropió del concepto de sociedad civil para establecer el
terreno de uno nuevo tipo de lucha que llevaría la batalla contra
el capitalismo no solamente a sus fundaciones económicas, sino
también a sus raíces culturales e ideológicas arraigadas en la vida
cotidiana.

El nuevo culto a la sociedad civil

Para Gramsci, el concepto de “sociedad civil” debía ser, sin


ambigüedades, un arma contra el capitalismo, nunca una acomo-
dación a él. A pesar del peso de su autoridad, invocada por las
teorías sociales contemporáneas de la izquierda, el concepto, en su
uso corriente, ya no exhibe la misma intención inequívocamente
anticapitalista. Adquirió todo un conjunto de significados y conse-
cuencias, algunos muy positivos para los fines emancipadores de
la izquierda, y otros no tanto. Los dos impulsos contrarios pueden
ser así condensados: el nuevo concepto de “sociedad civil” indica
que la izquierda aprendió las lecciones del liberalismo relativas a la
opresión del Estado, pero, a lo que parece, olvidando las lecciones
colocadas por la tradición socialista acerca de las opresiones de
la sociedad civil. De un lado, los defensores de la sociedad civil
refuerzan la defensa de instituciones y relaciones no estatales para
enfrentar el poder del Estado; de otro, tienden a debilitar la resis-
tencia contra la coerción del capitalismo.
El concepto de “sociedad civil” está siendo movilizado para
servir a tantos y tan variados fines que es imposible identificar
una única escuela de pensamiento a él asociada; pero hay surgi-
do algunos temas comunes. El concepto de “sociedad civil” es
generalmente usado para identificar una arena de libertad (por lo
276 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

menos potencial) fuera del Estado, un espacio de autonomía, de


asociación voluntaria y de pluralidad, e inclusive de conflicto,
garantizado por el tipo de “democracia formal” que se desarrolló
en Occidente. El concepto también pretende reducir el sistema
capitalista (o la “economía”) a una de muchas esferas en la com-
plejidad plural y heterogénea de la sociedad moderna. El concepto
de “sociedad civil” puede lograr ese efecto de principalmente
mediante dos formas. Puede designar la propia multiplicidad
contra las coerciones del Estado y de la economía capitalista; o,
lo que es más común, puede englobar la “economía” en una es-
fera mayor de instituciones y relaciones no-estatales3. En los dos
casos, el énfasis está en la pluralidad de las relaciones y prácticas
sociales, entre las cuales la economía capitalista es apenas una
entre muchas otras.
Los principales usos comunes se originan en la distinción
entre sociedad civil y Estado. “Sociedad civil” es definida por los
defensores de esa distinción en términos de algunas oposiciones
simples: por ejemplo, “el Estado (y sus órganos militares, policia-
les, legales, administrativos, productivos y culturales) y el espacio
no-estatal (regulado por el mercado, controlado por el poder pri-
vado u organizado voluntariamente) de la sociedad civil”4; o poder
“político” versus “social”, derecho “público” versus “privado”,
“propaganda y (des)información sancionadas por el Estado” versus
“libre circulación de la opinión pública”5. En esta definición la idea
de “sociedad civil” abarca una amplia serie de instituciones y de re-
laciones, familiares, sindicales, asociaciones voluntarias, hospitales
e iglesias, hasta inclusive el mercado, las empresas capitalistas, en

3. Algo semejante al primer concepto puede ser extraído de Class and Civil Society:
The Limits of Marxian Critical Theory, de Jean L. Cohen. Amherst, 1982. La segunda
posición fue elaborada por John Keane en Democracy and Civil Society (ver su crítica a la
concepción de Cohen en nota de la página 86).
4. Keane, John (ed.), Civil Society and the State, Londres, 1988, p. 1.
5. Idem, ibidem, p. 2.
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 277

fin, todo la economía capitalista. Las antítesis significativas son el


Estado y el no-Estado, o quizá lo político y lo social.
Esa dicotomía corresponde aparentemente a la oposición entre
coacción, encarnada por el Estado, y libertad y acción voluntaria,
que en la práctica pertenecen, en principio si no necesariamente, a
la sociedad civil. De varias formas y grados, la sociedad civil pue-
de ser subsumida o eclipsada por el Estado, y diferentes sistemas
políticos o “regiones históricas” enteras pueden variar de acuerdo
con el grado de “autonomía” que se atribuye a la esfera no-estatal.
Por ejemplo, Occidente tiene una característica especial, que es el
hecho de él haber generado una separación impar y bien desarrollada
entre el Estado y la sociedad civil y, por tanto, una forma de libertad
política particularmente avanzada.
Los defensores de esa distinción entre Estado y sociedad
civil generalmente le atribuyen dos características principales. En
primer lugar, ella concentra nuestra atención en los peligros de la
opresión por el Estado y en la necesidad de definir límites adecu-
ados para las acciones del Estado, por medio de la organización y
del fortalecimiento de las presiones en contra de él en el ámbito de
la sociedad. En otras palabras, revive la preocupación liberal con
la limitación y legitimación del poder político, y, principalmente,
el control de ese poder por medio de la libertad de asociación y
de organización autónoma dentro de la sociedad, que la izquierda
generalmente ha despreciado, tanto en la teoría como en la práctica.
En según lugar, el concepto de sociedad civil reconoce y celebra
la diferencia y la diversidad. Sus “abogados” hacen del pluralismo
un bien primario, en contraste con el marxismo, que es, según esta
perspectiva, esencialmente monista, reduccionista y economicista6.
Este nuevo pluralismo nos invita a valorar toda una nueva gama de

6. Norman Geras destruye estos mitos a respeto del marxismo en “Seven Types of
Obliquy: Travesties of Marxism”. In: Socialist Register, 1990.
278 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

instituciones y relaciones despreciadas por el socialismo tradicional


en su preocupación con la economía y con la clase.
El ímpetu del renacimiento de esa dicotomía conceptual
emergió a partir de muchas direcciones. El empuje más fuerte vino
sin duda de Europa Oriental, en la cual la “sociedad civil” era una
importante arma del arsenal ideológico de las fuerzas de oposición
contra la opresión del Estado. En ese caso, las cuestiones eran bien
claras: el Estado — incluso sus aparatos económico y político de
dominación — se colocaba de manera más o menos clara contra un
espacio (potencialmente) libre fuera del Estado. Se podía afirmar,
entonces, que la antítesis entre sociedad civil y Estado correspondía
claramente a la oposición de Solidaridad al Partido y al Estado7.
La crisis de los Estados comunistas dejó también una profun-
da impresión en la izquierda occidental, convergiendo con otras
influencias: las limitaciones de la social-democracia, con su fe
ilimitada en el Estado como agente de bienestar social, así como la
emergencia de las luchas emancipadoras por los movimientos socia-
les no basados en la clase, con una sensibilidad a las dimensiones
de la experiencia humana que fue generalmente subestimada por
la izquierda socialista tradicional. Esa sensibilidad a los peligros
ofrecidos por el Estado y a las complejidades de la experiencia
humana puede ser asociada a una amplia gama de activismos, abar-
cando desde el feminismo, la ecología y la paz, hasta la reforma
constitucional. Todos esos proyectos se basaron en el concepto de
sociedad civil.
Ningún socialista debería de dudar del valor de esas nuevas
sensibilidades, pero es necesario tener serias dudas sobre el método
particular de concentrar la atención sobre ellas. Tenemos que pagar
un alto precio por el concepto comprensivo de “sociedad civil”.

7. Para la aplicación del concepto de “sociedad civil” a los sucesos de Polonia, ver a
Arato, Andrew. “Civil Society Against the State; Poland 1980-81”, Telos, 47, 1981 y “Empire
versus Civil Society: Poland 1981-82”, Telos, 50, 1982.
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 279

Ese abrigo conceptual, que todo lo cubre, desde las familias y las
asociaciones voluntarias hasta el sistema económico del capitalis-
mo, confunde y disfraza tanto cuanto revela. En Europa Oriental,
incluye todo, desde la defensa de los derechos políticos y de las
libertades culturales hasta la marketización de las economías pos-
comunistas y la restauración del capitalismo. “Sociedad civil” puede
ser entendida cómo un código o máscara para el capitalismo, y el
mercado puede juntarse a otros bienes menos ambiguos, como las
libertades políticas e intelectuales, como un objetivo deseable más
allá de toda duda.
Pero si los peligros de esa estrategia conceptual y de la en-
trega al mercado del espacio libre de la “sociedad civil” parecen
palidecer delante de la enormidad de la opresión estalinista en el
Este, problemas de un orden muy diferente surgen en Occidente,
donde realmente existe un capitalismo completamente desarrollado
y donde la opresión por el Estado no es un mal poderoso e inme-
diato que oculta todos los males sociales. Una vez que, en este
caso, el concepto de “sociedad civil” debe abarcar toda una parte
de la realidad social que no existía en las sociedades comunistas,
las implicaciones de su uso, bajo ciertos importantes aspectos, son
incluso más problemáticas.
En este caso, el peligro está en el hecho de la lógica totalizado-
ra y el poder coercitivo del capitalismo se vuelvan invisibles cuando
se reduce todo el sistema social del capitalismo a un conjunto de
instituciones y relaciones, entre muchas otras, en pie de igualdad
con las asociaciones domésticas o voluntarias. Esa reducción es,
de hecho, la principal característica distintiva de la “sociedad ci-
vil” en esta nueva encarnación. El efecto es hacer desaparecer el
concepto de capitalismo al desagregar la sociedad en fragmentos,
sin ningún poder superior, ninguna unidad totalizadora, ninguna
coerción sistémica — o sea, sin un sistema capitalista expansionista
y dotado de la capacidad de intervenir en todos los aspectos de la
vida social.
280 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

La estrategia típica del argumento de la “sociedad civil” es


— en verdad, su raison d’être — atacar el “reduccionismo” o el
“economicismo” marxista. El marxismo reduciría la sociedad civil
al “modo de producción”, a la economía capitalista. La importancia
de otras instituciones — como familias, iglesias, asociaciones cien-
tíficas y literarias, prisiones y hospitales — sería despreciada”8.
Tengan o no los marxistas dado poca atención a ésas “otras”
instituciones, la debilidad de esa yuxtaposición (¿la economía
capitalista y otras instituciones cómo hospitales?) debe ser inme-
diatamente evidente. Sin duda es posible, aún para los no marxistas,
reconocer, por ejemplo, la simple verdad de que en Occidente los
hospitales están situados en el interior de la economía capitalista,
lo que afectó profundamente la organización de la asistencia a
la salud y la naturaleza de las instituciones médicas. ¿Pero sería
posible concebir una proposición semejante relativa a los efectos
de los hospitales sobre el capitalismo? ¿Esa observación sobre
“otras instituciones” significa que Marx no dio el debido valor a
hogares y hospitales, o, por el contrario, qué él no atribuyó a ellas
la misma fuerza históricamente determinada? No habría base para
distinguir entre esas diversa “instituciones”, sobre todas las bases
cuantitativas y cualitativas, ¿desde el tamaño y lo alcance hasta el
poder social y la eficacia histórica? La utilización actual de “socie-
dad civil” evita preguntas como éstas. Tiene también el efecto de
confundir las reivindicaciones morales de las “otras” instituciones
con su poder determinativo, o mejor, de despreciar completamente
la cuestión esencialmente empírica de las determinaciones histó-
ricas y sociales.
Hay otra versión del mismo argumento que, en vez de sim-
plemente evitar la totalidad sistémica del capitalismo, la niega
explícitamente. La propia existencia de otros modos de dominación
que no las relaciones de clase, otros principios de estratificación

8. Keane. Democracy and Civil Society, p. 32.


DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 281

que no la desigualdad de clase, otras luchas sociales que no la lucha


de clases, es considerada una demostración de que el capitalismo,
cuya relación constitutiva es la clase, no es un sistema totalizador.
La preocupación marxista con las relaciones “económicas” y de
clases en detrimento de otras relaciones e identidades sociales es
vista como una demostración de que las tentativas de “totalizar toda
la sociedad desde el punto de vista de una esfera, la economía o el
modo de producción”, es equivocada por la razón simple de que
evidentemente existen otras “esferas”9.
Se trata de un argumento circular, una petición de principio.
Para negar la lógica totalizadora del capitalismo, no basta apenas
indicar la pluralidad de identidades y relaciones sociales. La relación
de clase que constituye el capitalismo no es, al final, apenas una iden-
tidad personal, ni un principio de “estratificación” o de desigualdad.
No se trata apenas de un sistema específico de relaciones de poder,
sino también de la relación constitutiva de un proceso social distinto,
la dinámica de la acumulación y de la auto-expansión del capital.
Es posible mostrar fácilmente que clase no es el único principio de
“estratificación”, la única forma de desigualdad y dominación. Pero
eso nada nos dice sobre la lógica totalizante del capitalismo.
Para negar la lógica totalizante del capitalismo sería necesario
demostrar convincentemente que esas otras esferas e identidades no
surgen — por lo menos de ninguna forma significativa — dentro
de la fuerza determinante del capitalismo, su sistema de relaciones
sociales de propiedad, sus imperativos expansionistas, su impulso de
acumulación, la transformación de toda vida social en mercancía, la
creación del mercado como una necesidad, un compulsivo mecanis-
mo de competición y de “crecimiento” auto-sostenido etc. Pero los
argumentos de la “sociedad civil” (o los argumentos posmarxistas
de modo general) no asumen la forma de la refutación histórica y
empírica de los efectos determinantes de las relaciones capitalistas.

9. Cohen. Class and Civil Society, p. 192.


282 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Por el contrario (cuando no adoptan la fórmula circular: el capita-


lismo no es un sistema totalizante porque existen otras esferas fuera
de la economía), tienden a presentarse como argumentos filosóficos
abstractos, como críticas internas de la teoría marxista o, lo que es
más común, como prescripciones morales acerca de los peligros de
desvalorizar las “otras” esferas de la experiencia humana.
De una forma o de otra, el capitalismo es reducido al tamaño
y al peso de las “otras” instituciones singulares y específicas, y
desaparece en la noche conceptual en la que todos los gatos son
pardos. La estrategia de disolver el capitalismo en una pluralidad
desestructurada e indiferenciada de instituciones y relaciones
sociales no ayuda, apenas debilita, la fuerza analítica y normativa
de la “sociedad civil”, su capacidad de enfrentar la limitación y
legitimación del poder, bien como su utilidad en la orientación de
proyectos emancipadores. Las teorías actuales ocultan la “sociedad
civil” en su sentido característico de forma social específica del
capitalismo, una totalidad sistémica dentro de la cual se sitúan todas
las otras instituciones y en la cual todas las fuerzas sociales tienen
que encontrar su camino, una esfera específica y sin precedentes
de poder social, que propone problemas enteramente nuevos de
legitimación y control, problemas que todavía no fueron enfrenta-
dos por las teorías tradicionales del Estado, ni por el liberalismo
contemporáneo.

Capitalismo, “democracia formal” y la especificidad de


Occidente

Una de las principales acusaciones hechas al marxismo por


los defensores de la “sociedad civil” es que este coloca en riesgo
las libertades democráticas cuando identifica la “democracia for-
mal” occidental — las formas legales y políticas que garantizan
espacio libre para la “sociedad civil” — con el capitalismo: la
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 283

sociedad “burguesa” sería lo mismo que la “civil”. El peligro,


dicen ellos, es que podríamos ser tentados a echar el bebé con el
agua del baño, rechazando la democracia liberal junto con el ca-
pitalismo10. Deberíamos, al contrario, reconocer los beneficios de
la democracia formal y expandir, al mismo tiempo, sus principios
de libertad e igualdad individual, disociándolos del capitalismo
para negar que éste sea el único, o el mejor, medio de promover
tales principios.
Es preciso decir que la crítica del marxismo moderno en
estos términos desprecia gran parte de la teoría política marxista
desde la década de 1960, especialmente después del renacimiento
de la teoría del Estado con el debate “Miliband-Poulantzas”. Sin
duda, las libertades civiles han sido una preocupación importante
en ambos lados de aquella controversia, y de muchas otras que le
siguieron. Inclusive la afirmación de que el marxismo “clásico”
— en la persona de Marx o Engels — era indiferente a las liberta-
des civiles está abierta a debate. Pero, sin reducir esa discusión a
un mero debate textual sobre la actitud del marxismo (“clásico” o
contemporáneo) con relación a las libertades “burguesas”, debemos
admitir que todos los socialistas, marxistas o no, deben apoyar
las libertades civiles (hoy llamadas generalmente, todavía que de
forma un tanto vaga, de “derechos humanos”), los principios de
la legalidad, de la libertad de expresión y de asociación, y la pro-
tección de la esfera “no-estatal” contra interferencias por parte del
Estado. Es necesario que reconozcamos que algunas protecciones
individuales de ese tipo son condiciones necesarias de cualquier
tipo de democracia, a pesar que no aceptemos la identificación de
la democracia con las salvaguardas formales del “liberalismo”, o
que la democracia sea confinada a tales salvaguardas, y aún cuando
creamos que las protecciones “liberales” tendrán que asumir en la

10. Ver, por ejemplo, idem. ibidem, p. 49; Keane, Democracy and Civil Society, p. 59;
Heller. Agnes. On Formal Democracy”. In: Keane, Civil Society and the State, p. 132.
284 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

democracia socialista una forma institucional diferente de su forma


en el capitalismo11.
De todas formas las dificultades de la discusión de la “sociedad
civil” permanecen. Hay otras formas (que son, de hecho, las formas
principales en la teoría marxista) de asociar la “democracia formal”
con el capitalismo aparte del rechazo de una con el otro. Podemos
aceptar los vínculos históricos y estructurales sin negar el valor de
las libertades civiles. La aceptación de estos vínculos no implica
la necesidad de depreciar las libertades civiles, pero tampoco nos
obliga a aceptar el capitalismo como el único o el mejor medio de
mantener la autonomía individual; y nos deja perfectamente libres
para reconocer también que el capitalismo, aunque pueda bajo
ciertas condiciones históricas llevar a la “democracia formal”, es
perfectamente capaz de recusarse a hacerlo — como ya ocurrió
más de una la vez en la historia reciente. De cualquier forma, no
percibir estos vínculos, o no entender su carácter, limita nuestra
comprensión sobre la democracia y el capitalismo.
El vínculo histórico y estructural entre democracia formal y
capitalismo puede ciertamente ser formulada con referencia a la
separación entre Estado y sociedad civil. Entretanto, mucha cosa de-
pende de como interpretamos esa separación y el proceso histórico
que la engendró. Hay una visión de la historia, y una interpretación
simultánea de la separación entre Estado y sociedad civil, que ve la
evolución del capitalismo como una evolución progresiva. Se trata
de una visión de la historia generalmente asociada al liberalismo,
o ideología “burguesa”, pero que parece ocultarse por detrás de las
concepciones de democracia de la izquierda.
Los presupuestos históricos subyacentes a la defensa de la
“sociedad civil” raramente son definidos con claridad. Sin embargo,
hay un relato particularmente útil y sofisticado de un intelectual

11. Discutí esas cuestiones en más detalle en mi libro The Retreat from Class: A New
“True” Socialism, Londres, 1986, cap. 10.
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 285

húngaro, publicado en traducción inglesa en un volumen dedicado


a la resurgimiento de la “sociedad civil” (Este y Oeste), que quizá
sirva como modelo de interpretación histórica relevante. En una
tentativa de caracterizar las tres diferentes “regiones históricas de
Europa” — Occidente, Oriente y un algo entre ambas — Jenö Szücs
(siguiendo los pasos de Istvan Bibo) ofrece la siguiente descripción
del modelo “occidental” en la “búsqueda de las raíces más profundas
de un ‘modo democrático de organización de la sociedad’”12. El
“atributo más característico de Occidente es la separación estruc-
tural — y teórica — entre ‘sociedad’ y ‘Estado’”, una forma única
de desarrollo que está en el esencia de la democracia occidental,
al tiempo que su ausencia en el Este explica una evolución de la
autocracia hasta el totalitarismo13. Las raíces de esa evolución,
según él, están en el feudalismo occidental.
La unicidad de la historia occidental está, de acuerdo con
esta discusión, en un “despegue’ absolutamente infrecuente en el
crecimiento de las civilizaciones. Ese ‘despegue’ se dio en medio a
la desintegración, en vez de la integración, y en medio a la decaden-
cia de una civilización, al re-agrarianismo y a la anarquía política
creciente”14. Esa fragmentación y esa desintegración fueron las
precondiciones de la separación entre “sociedad” y “Estado”. En
las altas civilizaciones del Este, donde esa separación no ocurrió, la
función política continuó a ser ejercida “de encima para abajo”.
En el proceso de “fragmentación” feudal de Occidente, las
antiguas relaciones políticas entre Estado y súbditos fueron susti-
tuidas por nuevos lazos, de naturaleza contractual, entre señores
y vasallos. Esa sustitución de las relaciones políticas por impor-
tantes relaciones socio-contractuales tuvo, entre sus principales

12. Szücs Jenö. “Three Historical Regions of Europe”, en Keane, Civil Society and
the State, p. 294.
13. Idem, ibidem, p. 295.
14. Idem, ibidem, p. 296.
286 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

consecuencias, un nuevo principio de dignidad humana, libertad y


“honor” del individuo. Y la desintegración territorial en pequeñas
unidades, cada una con su propio derecho consuetudinario, engen-
dró una descentralización del derecho que fue capaz de resistir a los
“mecanismos ‘descendentes’ de ejercicio del poder”15. Más tarde,
cuando las monarquías occidentales recobraron la soberanía, el
nuevo Estado fue esencialmente constituido “verticalmente de abajo
para arriba”16. Fue la unidad en la pluralidad que transformó las “li-
bertades” en los “principios organizadores internos” de la estructura
social occidental “y llevó a lo que definió tan claramente la línea
que separa el Occidente medieval de muchas otras civilizaciones:
el nacimiento de la ‘sociedad’ como entidad autónoma”17.
Mucho en esta argumentación es de hecho convincente, pero
también es instructiva la tendenciosidad de su ángulo de visión.
Están aquí todas las características de la historia liberal: el progreso
de la civilización (por lo menos en Occidente) visto como el ascenso
continuo de la “libertad” y de la “dignidad” individuales (se existe
alguna diferencia crítica entre el relato de Szücs y la visión liberal
tradicional es el hecho de la segunda ser más débil con relación
a la identificación de individualidad con propiedad privada); el
foco principal es la tensión entre el individuo o la “sociedad” y el
Estado como fuerza motriz de la historia; hasta inclusive — tal vez
especialmente — la tendencia a asociar el avance de la civiliza-
ción y de la propia democracia a marcos de ascenso de las clases
propietarias. Aunque nada haya de democrático con relación al
Occidente medieval, admite Szücs, es allí que se encuentran las
“raíces más profundas” de la democracia. Aunque no lo afirme
en tantas palabras, parece que para él la “idea constitutiva” de la
democracia moderna fue el señorío.

15. Idem, ibidem, p. 302.


16. Idem, ibidem, p. 304.
17. Idem, ibidem, p. 306.
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 287

Examinemos la misma secuencia de eventos de un punto de


vista diferente. Vistas de otro ángulo, la misma “fragmentación”, la
misma sustitución de las relaciones políticas por los lazos sociales
y contractuales, la misma “división” de la soberanía, la misma
“autonomía de la sociedad”, aún reconociendo su unicidad y su
importancia en la trayectoria del desarrollo occidental, pueden
tener consecuencias muy diferentes para nuestra evaluación de la
“sociedad civil” y para el desarrollo de la democracia occidental.
La divergencia de “Occidente” con relación al patrón “orien-
tal” de formación del Estado comenzó mucho antes del feudalismo
occidental. Retrocede hasta la Antigüedad griega, pero para nuestros
fines es posible identificar un hito crítico en el Imperio Romano.
Esa divergencia, es preciso que se diga, se relacionó no sólo con
las formas políticas, sino, sobretodo, con los modos de apropiación
— y aquí la evolución del sistema romano de propiedad privada fue
decisiva. (Es una característica curiosa, pero también “sintomática”
de la argumentación de Szücs que los modos de apropiación y de
explotación no aparezcan con destaque, si es que aparecen, en su
diferenciación de las tres regiones históricas de Europa — que
posiblemente también explique su insistencia en la ruptura radical
entre Antigüedad y feudalismo. Por lo menos, la supervivencia
del derecho romano, el símbolo quintaesencial del régimen de
propiedad romano, debía haber indicado a Szücs alguna forma de
continuidad fundamental entre la “autonomía” de la sociedad civil
occidental y el sistema romano de apropiación).
Roma representa un contraste marcante con otras “altas”
civilizaciones — tanto en el mundo antiguo como en los siglos
posteriores —, en las cuales el acceso a la gran riqueza, al trabajo
excedente de otros en gran escala, fue generalmente conquistado por
medio del Estado (por ejemplo, China en el final del imperio, tenía
un sistema muy desarrollado de propiedad privada, pero la riqueza y
el poder no se concentraban tanto en la tierra cuanto en el Estado, en
la jerarquía burocrática cuyo pináculo era la corte y los empleados
288 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

imperiales). Roma fue distinta en el énfasis que dio a la propiedad


privada, en la adquisición de enormes propiedades agrarias, como
medio de apropiación. La avidez insaciable de la aristocracia ro-
mana por tierras creó concentraciones de riqueza sin precedentes y
un poder imperial predatorio sin rival entre todos los otros imperios
antiguos en la ambición no solamente de impuestos, pero también
de territorios. Y fue Roma quien extendió su régimen de propiedad
privada por todo un imperio vasto y diferenciado, gobernado sin
necesidad de una burocracia significativa, pero por medio de un
sistema “municipal” que constituía efectivamente una federación de
aristocracias locales. El resultado fue una combinación específica
de un Estado imperial fuerte y una clase propietaria dominante y
autónoma con relación a él, un Estado fuerte que, al mismo tiem-
po, incentivaba, en vez de impedir, el desarrollo autónomo de la
propiedad privada. Fue Roma, en resumen, que estableció firme y
deliberadamente la propiedad privada como una sede autónoma de
poder social, separada del Estado, pero mantenida por él.
La “fragmentación” del feudalismo debe ser vista desde esta
perspectiva, enraizada en la privatización del poder inherente al
sistema de propiedad romano y en la administración “municipal”
fragmentada. Cuando finalmente se resolvieron las tensiones entre
el Estado imperial romano y el poder autónomo de la propiedad
privada por la desintegración del Estado central, lo que permaneció
fue el poder autónomo de la propiedad. Las antiguas relaciones
políticas entre gobernantes y súbditos se disolvieron gradualmente
en relaciones “sociales” entre señores y vasallos, y, particularmen-
te, entre señores y campesinos. En la institución del señorío, los
poderes político y económico se unieron como habían sido unidos
donde el Estado era la principal fuente de riqueza privada; pero, en
esta ocasión, esa unidad pasaba a existir en una forma privatizada
y fragmentada.
De esta perspectiva, el desarrollo de Occidente difícilmente
puede ser visto como apenas el crecimiento de la individualidad,
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 289

el dominio del derecho, el progreso de la libertad o del poder que


viene de “abajo”; y, como consecuencia, la autonomía de la “socie-
dad civil” adquiere un significado diferente. La propia evolución
descrita por Szücs en estos términos es también, y al mismo tiempo,
la evolución de nuevas formas de explotación y dominación (el
poder constitutivo originado de “abajo” es, al final, el poder del
señorío), nuevas relaciones de dependencia y servidumbre personal,
la privatización de la extracción de excedentes y la transferencia
de antiguas opresiones del Estado para la “sociedad” — o sea, la
transferencia de relaciones de poder y dominación del Estado para
la propiedad privada. Esa nueva división de trabajo entre el Estado
y la sociedad también lanzó los fundamentos (como condición
necesaria, pero no suficiente) para la creciente separación entre la
apropiación privada y las responsabilidades públicas que se realizó
en el capitalismo.
El capitalismo representa entonces la culminación de un largo
desarrollo, pero también constituye una ruptura cualitativa (que
ocurrió espontáneamente apenas en las condiciones históricas par-
ticulares de Inglaterra). El capitalismo no se caracteriza apenas por
una transformación de poder social, una nueva división de trabajo
entre el Estado y la propiedad privada o clase, sino que también
marca la creación de una forma nueva de coerción, el mercado
— el mercado no apenas como una esfera de oportunidad, libertad
y elección, sino como compulsión, necesidad, disciplina social
capaz de someter todas las actividades y relaciones humanas a sus
exigencias.

La sociedad civil y la desvalorización de la democracia

No basta entonces afirmar que la democracia puede expandirse


por la separación de los principios de la “democracia formal” de
toda asociación con el capitalismo. También no basta afirmar que
290 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

la democracia capitalista es incompleta, una etapa de un desarrollo


progresivo que debe perfeccionarse por el socialismo y avanzar más
allá de las limitaciones de la “democracia formal”. La cuestión es
que la asociación del capitalismo con la “democracia formal” re-
presenta una unidad contradictoria de avance y retroceso, tanto un
perfeccionamiento cuanto una desvalorización de la democracia.
La “democracia formal” es sin duda un una forma más perfecta
frente a las formas políticas donde faltan libertades civiles, el do-
minio del derecho y el principio de la representación. Pero ella es
también, y al mismo tiempo, una substracción de la sustancia de la
idea democrática, aquélla que se liga histórica y estructuralmente
al capitalismo18.

18. La defensa de la democracia formal es a veces explícitamente acompañada de un


ataque a la democracia “sustantiva”. Agnes Heller, en “On Formal Democracy’, escribe: “La
afirmación de Aristóteles, un analista altamente realista, de que todas las democracias se
transforman inmediatamente en anarquía, y ésta en tiranía, fue la declaración de un hecho,
no una calumnia aristocrática hecha por un anti-demócrata. La república romana nunca fue
democrática. Y quiero agregar que aun cuando la degradación de las democracias modernas
en tiranías esté lejos de ser eliminada (fuimos testigos de eso en el caso del fascismo italiano
y alemán), la permanencia de las democracias modernas se debe precisamente a su carácter
formal” (p. 130). Consideremos una frase de cada vez. La denuncia de la democracia antigua
como el prenuncio inevitable de la anarquía y tiranía (lo que es más característico de Platón
o de Polibio que de Aristóteles) es una calumnia antidemocrática. Ella no tiene cualquier
relación con secuencias históricas, causáis o cronológicas. La democracia ateniense trajo el
fin de la institución de la tiranía y sobrevivió por casi dos siglos, para finalmente ser derro-
tada no por la anarquía, pero por una fuerza militarmente superior. Durante aquellos siglos,
evidentemente, Atenas produjo una cultura muy fructífera e influyente que sobrevivió a la
propia derrota y también lanzó las bases de las concepciones occidentales de ciudadanía y
dominio del derecho. La república romana realmente “nunca fue democrática”, y el resultado
más notable de su régimen aristocrático fue la muerte de la república y su sustitución por un
gobierno autocrático imperial. (Aquella república antidemocrática fue, por acaso, la grande
inspiración de lo que Heller considera el documento constitutivo de la democracia moderna,
la Constitución de Estados Unidos.) Decir que la “degradación de la democracia moderna en
tiranía está lejos de ser eliminada” parece un poco tímido en una asociación con el fascismo
— para no mencionar la historia de la guerra y del imperialismo que está inseparablemente
ligada al régimen de la democracia formal. En cuanto a la duración, vale a pena mencionar
que aún no existe ninguna democracia formal que haya durado tanto cuanto la democracia
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 291

Ya discutí algunos de estos temas en otros textos. Basta aquí


observar una cierta paradoja en la insistencia con que se afirma
que no debemos permitir que nuestra concepción de emancipación
humana se restrinja a la identificación de la “democracia formal”
con el capitalismo. Si pensamos la emancipación humana como
poco más que una extensión de la democracia liberal, entonces
tal vez nos convenzamos de que al final el capitalismo es la mejor
garantía.
La separación entre Estado y sociedad civil en Occidente
ciertamente engendró nuevas formas de libertad e igualdad, pero
también creó nuevos modos de dominación y de coerción. Una de
las formas de caracterizar la especificidad de la “sociedad civil”
como una forma social particular única en el mundo moderno — las
condiciones históricas particulares que posibilitaron la distinción
moderna entre Estado y sociedad civil — es decir que ella consti-
tuyó una nueva forma de poder social, en la cual muchas funciones
coercitivas que pertenecieron antes al Estado fueron dislocadas para
la esfera “privada”, la propiedad privada, la exploración de clase y
los imperativos de mercado. En cierto sentido, fue la privatización
del poder público que creó el mundo históricamente nuevo de la
“sociedad civil”.
“Sociedad civil” constituye no solamente una relación ente-
ramente nueva entre lo “público” y lo “privado”, sino también un

ateniense. Ninguna “democracia” europea, por los criterios de Heller, tiene un siglo de vida
(en Gran Bretaña, por ejemplo, la votación plural sobrevivió hasta 1948); y la república
americana, a quien ella atribuye la “idea constitutiva” de la democracia formal, necesitó de un
largo tiempo hasta eliminar la exclusión ateniense de las mujeres y de los esclavos, al paso que
no se puede considerar que ni aun los hombres trabajadores libres — ciudadanos integrales
de la democracia ateniense — hayan ganado acceso irrestricto a la ciudadanía “formal” hasta
que los últimos Estados aboliesen las calificaciones por propiedad al final del siglo XIX (sin
mencionar la variedad de estratagemas usadas para desincentivar el voto de los pobres en
general y de las negros en particular, que hasta hoy no fueron completamente removidos).
Así, en la mejor de las hipótesis (y apenas para los hombres blancos), existe un registro de
duración de quizá un siglo y medio para las “democracias formales” existentes.
292 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

reino “privado” enteramente nuevo, con clara presencia y opresión


pública propia, una estructura de poder y dominación única y una
cruel lógica sistémica. Representa una red particular de relaciones
sociales que no apenas se coloca en oposición a las funciones co-
ercitivas, “policiales” y “administrativas” del Estado, sino también
la transferencia de esas funciones, o, por lo menos, de una parte
significativa de ellas. Genera una nueva división del trabajo entre
la esfera “pública” del Estado y la esfera “privada” de la propiedad
capitalista y del imperativo de mercado, en la cual la apropiación,
exploración y dominación se desconectan de la autoridad pública y
de la responsabilidad social — al tiempo que esos nuevos poderes
privados dependen de la sustentación del Estado por medio de un
poder de imposición más concentrado que cualquiera otro que haya
existido anteriormente.
La “sociedad civil” dio a la propiedad privada y a sus dueños
el poder de control sobre las personas y sobre su vida diaria, un
poder reforzado por el Estado, pero libre de responsabilidad; un
poder que habría dado envidia de muchos Estados tiránicos del
pasado. Inclusive las actividades y las experiencias que están fuera
de la estructura inmediata de comando de la empresa capitalista, o
fuera del alcance del poder político del capital, son reguladas por
los dictados del mercado, por la necesidad de competición y de la
ganancia. Inclusive cuando el mercado no es, como en general su-
cede en las sociedades capitalistas avanzadas, un mero instrumento
de poder para conglomerados gigantes y empresas multinacionales,
aún así es una fuerza coercitiva capaz de someter los valores, las
actividades y las relaciones humanos a sus imperativos. Ningún dés-
pota antiguo habría esperado invadir la vida privada de sus súbditos
— sus oportunidades de vida, elecciones, preferencias, opiniones
y relaciones — con la misma profundidad y detalle; no sólo en el
lugar de trabajo, sino en todos los ámbitos de la vida. Y el mercado
creó nuevos instrumentos de poder para ser manipulados no apenas
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 293

por el capital multinacional, sino también por los Estados capita-


listas avanzados, que tienen capacidad de imponer “disciplinas de
mercado” draconianas sobre otras economías mientras protegen
el capital doméstico propio. En otras palabras, la coerción no es
apenas un defecto de la “sociedad civil”, sino uno de sus principios
más importantes constitutivos. Las funciones coercitivas del Estado
fueron en gran parte ocupadas en la imposición de la dominación
en la sociedad civil.
La realidad histórica tiende a ocultar las nítidas distinciones
exigidas por las corrientes teóricas que nos piden para tratar la so-
ciedad civil como, por lo menos en principio, la esfera de la libertad
y de la acción voluntaria, la antítesis del principio irreductiblemente
coercitivo que pertenece intrínsecamente al Estado. Es verdad que
en la sociedad capitalista, con la separación entre las esferas “po-
lítica” y “económica”, o sea, entre el Estado y la sociedad civil, el
poder coercitivo público está más centralizado y concentrado de lo
que nunca, pero eso apenas quiere decir que una de las principales
funciones de coerción “pública” por parte del Estado es apoyar el
poder “privado” en la sociedad civil.
Uno de los ejemplos más obvios de la visión distorsionada
producida por la simple dicotomía entre el Estado, como la sede
de la coacción, y la “sociedad civil”, como el espacio libre, es el
grado en el que las libertades civiles, como la libertad de expresión
o de prensa en las sociedades capitalistas, son medidas no por la
variedad de opiniones y debates ofrecidos por el medios de comu-
nicación, sino por el grado en el que las empresas de comunicación
son propiedad privada y el capital es libre para lucrar con ellas. La
prensa es “libre” cuando es privada, aun cuando sea una “fábrica
de consenso”.
Las teorías actuales de la sociedad civil reconocen el hecho
de ella no ser el espacio de libertad y democracia perfectas. Ella
sufre con la opresión en la familia, en las relaciones de género,
en el local de trabajo, por las actitudes racistas, por la homofo-
294 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

bia etc. En realidad, por lo menos en las sociedades capitalistas


avanzadas, tales opresiones se volvieron el foco principal de las
luchas, mientras la política, en su sentido antiguo, relacionada al
poder del Estado, los partidos y la oposición a ellos, quedaron
cada vez más fuera de moda. Aún así, esas opresiones son tratadas
como componentes de la sociedad civil, pero como disfunciones
de ella. En principio, la coacción pertenecería al Estado, al paso
que la sociedad civil sería el lugar donde se enraizaría la libertad;
y la emancipación humana, de acuerdo con tales argumentos,
consistiría en la autonomía de la sociedad civil, su expansión y
su enriquecimiento, su liberación del Estado, y en la protección
ofrecida por la democracia formal. Una vez más, lo que desa-
parece son las relaciones de exploración y de dominación que
irreductiblemente constituyen la sociedad civil, no apenas como
un defecto ajeno y corregible, pero como su propia esencia, la
particular estructura de dominación y coacción que es específica
del capitalismo como totalidad sistémica — y que también deter-
mina las funciones coercitivas del Estado.

El nuevo pluralismo y la política de identidad

Por lo tanto, el redescubrimiento del liberalismo en el rena-


cimiento de la sociedad civil tiene dos lados. Es admirable por
la intención de tornar a la izquierda más sensible a las libertades
civiles y a los peligros de la opresión por el Estado. Pero el culto
de la sociedad civil tiende también a reproducir las mistificaciones
del liberalismo, enmascarando las coerciones de la sociedad civil
y ocultando las formas por las cuales la opresión se arraiga en las
relaciones de explotación y de coacción de la sociedad civil. En-
tonces, ¿qué decir de esa dedicación al pluralismo? ¿Cómo queda
el concepto de sociedad civil al tratar la diversidad de relaciones e
“identidades” sociales?
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 295

Es aquí que el culto de la sociedad civil, su representación como


la esfera de la diferencia y de la diversidad, habla más directamente
a las preocupaciones dominantes de la nueva izquierda. Se hay algo
que une los varios “nuevos revisionismos” — desde las más hermé-
ticas teorías “posmarxistas” y “posmodernas” hasta el activismo de
los “nuevos movimientos sociales” — es el énfasis en la diversidad,
en la “diferencia”, en el pluralismo. De tres formas, el nuevo plu-
ralismo supera el reconocimiento liberal de intereses divergentes y
tolerancia (en principio) de opiniones diversas: 1) su concepción de
diversidad penetra las externalidades de los “intereses”, va hasta la
profundidad psíquica de la “subjetividad” o “identidad” y avanza más
allá de la opinión o del “comportamiento” político hasta la totalidad
de los “estilos de vida”; 2) él no presupone que algunos principios
universales e indiferenciados del derecho puedan acomodar todas
las diferentes identidades y estilos de vida (por ejemplo, para ser
libres e iguales, las mujeres necesitan derechos diferentes de los
hombres); 3) se apoya en una visión cuya característica esencial, la
diferencia específica histórica, del mundo contemporáneo — o, más
específicamente, el mundo capitalista contemporáneo —, no es la
fuerza totalizadora y homogénea del capitalismo, sino la heteroge-
neidad única de la sociedad “posmoderna”, su grado sin precedentes
de diversidad, hasta mismo de fragmentación, que exige principios
nuevos, más complejos y pluralistas.
Los argumentos son a grandes rasgos los siguientes: la socie-
dad contemporánea se caracteriza por la fragmentación creciente, la
diversificación de relaciones y experiencias sociales, la pluralidad
de estilos de vida, y la multiplicación de identidades personales.
En otras palabras, estamos viviendo en un mundo “posmoderno”,
un mundo en el que diversidad y diferencia disuelven todas las
antiguas convicciones y todas las antiguas universalidades. (En
este punto, algunas teorías posmarxistas ofrecen una alternativa al
concepto de sociedad civil, afirmando no ser más posible hablar
de sociedad, porque ese concepto sugiere una totalidad cerrada
296 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

y unificada19). Se han disuelto las viejas solidaridades — lo que


significa especialmente las solidaridades de clase — y proliferan
los movimientos sociales basados en otras identidades y contra
otras opresiones, movimientos relacionados a la raza, al género,
a la etnicidad, a la sexualidad etc. Al mismo tiempo, esos aconte-
cimientos ampliaron enormemente las oportunidades de elección
individual, tanto en los patrones de consumo como en los estilos de
vida. Es lo que algunas personas llaman de la tremenda expansión
de la “sociedad civil”20. La izquierda, continúa la argumentación,
debe reconocer esos acontecimientos y construir a partir de ellos.
Debe construir una política basada en esa diversidad y diferencia.
Debe tanto celebrar la diferencia cuanto reconocer la pluralidad
de las formas de opresión o dominación, y la multiplicidad de las
luchas emancipadoras. La izquierda tiene que reaccionar a esa
multiplicidad de relaciones sociales con conceptos complejos de
igualdad, que reconozcan las necesidades y experiencias diferentes
de las personas21.
Hay variaciones en torno de estos temas, pero éste es un
buen resumen de lo que se volvió una corriente substancial de la
izquierda. Esta se orienta para hacernos renunciar de la idea de so-
cialismo y sustituirla por lo — o incorporarla a lo — que se supone
sea una categoría más inclusiva, la democracia, un concepto que
no “privilegia” a la clase, como lo hace el socialismo tradicional,
sino que trata igualmente todas las opresiones. Como declaración
general de principios estas son cosas admirables. Ningún socialista
duda de la importancia de la diversidad o de la multiplicidad de
opresiones que necesitan ser abolidas. Y democracia es — o debía

19. Es ésta, por ejemplo, la visión de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en Hegemony
and Socialist Strategy, Londres, 1985.
20. Ver, por ejemplo, Hall, Stuart. Marxism Today, octubre de 1988.
21. La noción de igualdad compleja es fundamentalmente obra de Michael Walzer,
Spheres of justicie; A Defence of Pluralism and Equality, Londres. 1983. Ver también Keane,
Democracy and Civil Society, p. 12.
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 297

ser — lo que propone el socialismo. Pero no queda claro que el


nuevo pluralismo — o lo que pasó a ser llamado de “política de la
identidad” — es capaz de llevarnos mucho más allá de la afirmación
de principios generales y de buenas intenciones.
Se puede examinar los límites del nuevo pluralismo por la
exploración de su principio constitutivo, el concepto de “identi-
dad”. Este afirma tener la virtud de, al contrario de las nociones
“reduccionistas” o “esencialistas” como clase, tener la capacidad
de — igualmente y sin prejuicios o privilegios — abarcar todo,
desde género a la clase, desde la etnia hasta raza o la preferencia
sexual. La “política de la identidad” afirma entonces ser más afinada
en su sensibilidad con relación a la complejidad de la experiencia
humana y más inclusiva en el alcance emancipador de lo que la
vieja política del socialismo.
Entonces, ¿qué se pierde — si es que realmente algo se pier-
de — por ver el mundo a través del prisma de ese concepto que
todo engloba (o cualquiera otro semejante)? El nuevo pluralismo
aspira a una comunidad democrática que reconozca todo tipo de
diferencia, de género, cultura, sexualidad, que incentive y celebre
esas diferencias, pero sin permitir que ellas se vuelvan relaciones
de dominación y de opresión. La comunidad democrática ideal une
seres humanos diferentes, todos libres e iguales, sin suprimir sus
diferencias ni negar sus necesidades especiales. Pero la “política de
la identidad” revela sus limitaciones, tanto teóricas cuanto políticas,
en el momento en el que intentamos situar las diferencias de clase
en su visión democrática.
¿Es posible imaginar las diferencias de clase sin explotación
y dominación? La “diferencia” que define una clase como “iden-
tidad” es, por definición, una relación de desigualdad y poder,
de una forma que no es necesariamente la de las “diferencias”
sexual o cultural. Una sociedad verdaderamente democrática tiene
condiciones de celebrar diferencias de estilo de vida, de cultura o
de preferencia sexual; ¿pero en qué sentido sería “democrático”
298 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

celebrar las diferencias de clase? ¿Si se espera de una concepción


de libertad o igualdad adaptada a diferencias culturales o sexuales
qué ella amplíe el alcance de la liberación humana, se puede hacer
la misma afirmación de una concepción de libertad e igualdad qué
acomode las diferencias de clase? Es claro que existen muchos
puntos débiles en el concepto de “identidad” tal como es aplicado
a las relaciones sociales, y eso es verdad no apenas con referencia
a la clase; pero si emancipación y democracia exigen la celebración
de “identidad” en un caso, y su desglose en otro, eso ciertamente
ya es suficiente para sugerir que algunas diferencias importantes
están siendo ocultadas en una categoría comprensiva que se propone
a cubrir fenómenos sociales muy diferentes, como clase, género,
sexualidad o etnicidad. Como mínimo, la igualdad de clase significa
algo diferente y exige condiciones diferentes de las que se asocian la
igualdad sexual o racial. En particular, la abolición de la desigualdad
de clase representaría por definición el fin del capitalismo. ¿Pero
lo mismo se aplica necesariamente a la abolición de la desigualdad
sexual o racial? En principio, las desigualdades sexual y racial no
son incompatibles con el capitalismo. En compensación, la desapa-
rición de las desigualdades de clase es por definición incompatible
con el capitalismo. Al mismo tiempo, aunque la explotación de clase
sea un componente del capitalismo, de una forma que no se aplica
a las diferencias sexual y racial, el capitalismo somete todas las
relaciones sociales a sus necesidades. Tiene condiciones de cooptar
y reforzar desigualdades y opresiones que no creó y adaptarlas a
los intereses de la explotación de clase.
El viejo concepto liberal de igualdad política, legal y formal, o
una noción de lo que se llamó convencionalmente de “igualdad de
oportunidades”, es capaz de acomodar las desigualdades de clase
— y por eso no representa desafío fundamental al capitalismo y
su sistema de relaciones de clase. En realidad, es una caracterís-
tica específica del capitalismo que sea posible un tipo particular
de igualdad universal que no se extienda a las relaciones de clase
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 299

— o sea, exactamente la igualdad formal, asociada a principios


y procedimientos políticos y jurídicos, y no al control del poder
social o de clase. En ese sentido, la igualdad formal habría sido
imposible en las sociedades pre-capitalistas en que la apropiación
y la explotación estaban inseparablemente ligadas al poder jurídico,
político y militar.
Por esas razones, el viejo concepto de igualdad formal sa-
tisface el criterio más fundamental del nuevo pluralismo, o sea,
él no atribuye un status privilegiado la clase. Puede hasta tener
implicaciones radicales para el género y la raza, pues, con relación
a esas diferencias, ninguna sociedad capitalista alcanzó ni siquiera
los límites estrechos de igualdad que el capitalismo acepta. Tam-
bién no está claro que el nuevo pluralismo haya encontrado una
manera mejor de tratar las variadas desigualdades de una sociedad
capitalista, algo que supera en mucho la vieja acomodación liberal
al capitalismo.
Muchos esfuerzos fueron hechos para construir nuevas con-
cepciones complejas y pluralistas de igualdad que reconocieran las
diversas opresiones sin “privilegiar” la clase. Se diferencian de la
idea liberal-democrática por desafiar explícitamente la universali-
dad del liberalismo tradicional, su aplicación de patrones uniformes
de libertad e igualdad ciegos a las diferencias de identidad y de
condición social. Al reconocer las complejidades de la experiencia
social, esas nuevas concepciones de igualdad deben aplicar crite-
rios diferentes a circunstancias y relaciones diferentes. Bajo ese
aspecto, las nociones pluralistas alegan tener ventajas con relación
a los principios más universalistas, aunque pierdan algunos de los
beneficios de patrones universales22. Se puede objetar aquí que la
disociación del nuevo pluralismo de los valores universales puede
permitir que éste venga a servir como disculpa para el supresión

22. Para una discusión de las ventajas y desventajas de la concepción de Walzer de igual-
dad compleja, ver a Rustin, Michael. For a Pluralist Socialism, Londres, 1985 p. 70-95.
300 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

de los antiguos principios pluralistas de libertad civil, libertad de


expresión, tolerancia, y, así, correr el peligro de volver a la estaca
cero, en la medida en la que el respeto a la diversidad se transfor-
me en su contrario. Aún así, inclusive se olvidamos esa objeción,
y sean cuales sean las ventajas de las concepciones “complejas”
o “pluralistas” de igualdad con relación al liberalismo tradicional,
ellas dejan intocada la acomodación liberal al capitalismo, por lo
menos por omisión al evitar el problema; pues bien en el centro
del nuevo pluralismo existe la incapacidad de enfrentar (en general,
de negar explícitamente) la totalidad comprensiva del capitalismo
como sistema social constituido por la explotación de clase, pero
formador de todas las “identidades” y relaciones sociales.
El sistema capitalista, su unidad totalizadora, fue conceptual-
mente suprimido por las concepciones difusas de sociedad civil y
por la inclusión de la clase en categorías comprensivas como “iden-
tidad” que desagregan el mundo social en realidades particulares
y separadas. Las relaciones sociales del capitalismo se disuelven
en una pluralidad fragmentada y desestructurada de identidades y
diferencias. Es posible evitar las cuestiones relativas a la causalidad
histórica y a la eficacia política, y no hay necesidad de preguntarse
cómo tantas identidades se sitúan en la estructura social dominante
porque dejó de existir el propio concepto de estructura social.
Bajo todos esos aspectos, el nuevo pluralismo tiene mucho en
común con otro viejo pluralismo, que era dominante en la ciencia
política convencional — el pluralismo no apenas como principio
ético de tolerancia, pero como una teoría de distribución del poder
social. El concepto de “identidad” sustituyó al de “grupos de interés”,
y los dos pluralismos tal vez difieran entre sí en el hecho del antiguo
reconocer una totalidad política inclusiva — el “sistema político”,
la nación o el cuerpo de ciudadanos —, al paso que el nuevo insis-
te en la irreductibilidad de la fragmentación y de la “diferencia”.
Pero ambas niegan la importancia de la clase en las democracias
capitalistas, o por lo menos la ocultan en una multiplicidad de “in-
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 301

tereses” e “identidades”. Ambos tienen el efecto de negar la unidad


sistémica del capitalismo, o inclusive la propia existencia de éste
como sistema social. Ambos insisten en la heterogeneidad de la
sociedad capitalista y pierden de vista la fuerza global creciente de
la homogeneización. El nuevo pluralismo afirma tener sensibilidad
única a las complejidades del poder y de las diversas opresiones;
pero, tal como la variante antigua, tiene el efecto de tornar invisibles
las relaciones de poder que constituyen el capitalismo, la estructura
dominante de coerción que interfiere en todos los lugares de nuestra
vida pública y privada. Incapaces de reconocer que las varias iden-
tidades o grupos de interés se sitúan en posiciones diferentes con
relación a la estructura dominante, los dos pluralismos reconocen
menos la diferencia que la simple pluralidad.
Esa negación más reciente de la lógica sistémica y totaliza-
dora del capitalismo es, paradójicamente, un reflejo de aquello
que intenta negar. La actual preocupación con la diversidad y la
fragmentación “posmodernas” expresa sin duda una realidad del
capitalismo contemporáneo, pero es una realidad vista a través de
las lentes deformadoras de la ideología. Representa el definitivo
“fetichismo del producto”, el triunfo de la “sociedad de consumo”,
en que la diversidad de “estilos de vida”, medida por la mera can-
tidad de mercaderías y patrones variados de consumo, enmascaró
la unidad sistémica oculta, los imperativos que crean la diversidad
mientras imponen una homogeneidad mayor y más global.
Lo que es alarmante con relación a esos desarrollos teóricos
no es tanto el hecho de ellos violen algún prejuicio doctrinario
marxista relativo al status privilegiado de la clase. El problema es
que teorías que no distinguen — y, en verdad “privilegian”, si eso
significa atribuir prioridad causal o explicativa — entre las muchas
instituciones e “identidades” sociales son incapaces de enfrentar
críticamente el capitalismo. Como forma social específica, el capi-
talismo simplemente desaparece delante de nuestros ojos, enterrado
bajo una montaña de fragmentos y “diferencias”.
302 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Y adonde va el capitalismo también va la idea socialista. El


socialismo es la alternativa específica al capitalismo. Sin el capi-
talismo, no precisamos del socialismo; aceptamos conceptos muy
difusos e indeterminados de democracia que no se oponen espe-
cíficamente a ningún sistema identificable de relaciones sociales,
en realidad ni siquiera llegan a reconocer un sistema así. Nada
permanece más allá de una pluralidad fragmentada de opresiones
y de luchas emancipadoras. Aquél que se afirma como proyecto
más inclusivo que el socialismo tradicional es, en realidad, menos
inclusivo. En vez de las aspiraciones universalistas del socialismo
y de la política integradora de la lucha contra la exploración de
clase, tenemos una pluralidad de luchas particulares separadas que
terminan en el sometimiento al capitalismo.
Es posible que el nuevo pluralismo esté, en realidad, inclinán-
dose en dirección de la aceptación del capitalismo, por lo menos
como el mejor orden social a que tendremos acceso. El colapso del
comunismo hizo más que cualquiera otra cosa en el pasado para
generalizar ese modo de ver. Pero, en las respuestas de la izquierda
a esos desarrollos, es difícil distinguir el optimismo panglossiano
de la desesperación profunda. De un lado, se vuelve cada vez más
común el argumento de que, por más infiltrado que esté el capita-
lismo, sus estructuras rígidas y viejas ya están más o menos desin-
tegradas, o se volvieron tan permeables, abrieron tantos espacios,
que las personas están libres para construir sus propias realidades
sociales de formas sin precedentes. Es exactamente eso qué se
quiere decir al hablar de la enorme expansión de la sociedad civil
en el capitalismo posmoderno (¿posfordista?). De otro, y a veces
en la misma frase, oímos un consejo dictado por la desesperación:
cualesquiera que sean los males del capitalismo triunfante, existen
pocas esperanzas de que él sea desafiado más allá de resistencias
locales y particulares.
Tal vez ésta no sea una hora de optimismo, pero la confrontaci-
ón crítica con el capitalismo es, por lo menos, un buen comienzo. Tal
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN EL ACTUAL CONTEXTO 303

vez seamos entonces forzados a distinguir, no menos, sino mucho


más radicalmente, entre las muchas formas de desigualdad y opre-
sión aceptadas incluso por el nuevo pluralismo. Será posible, por
ejemplo, reconocer que, aún cuando todas las opresiones tengan el
mismo peso moral, la exploración de clase tiene un status histórico
diferente, una posición más estratégica en el centro del capitalis-
mo; y la lucha de clases tal vez tenga un alcance más universal, un
potencial mayor de progreso no sólo de la emancipación de clase,
sino también de otras luchas emancipadoras.
El capitalismo es constituido por la explotación de clase, pero
es más que un mero sistema de opresión de clase. Es un proceso
totalizador cruel que le da forma a nuestras vidas en todos los as-
pectos imaginables, y en todo lugar, no sólo en la relativa opulencia
del Norte capitalista. Entre otras cosas, incluso sin considerar el
poder directo empuñado por la riqueza capitalista tanto en la eco-
nomía cuanto en la esfera política, él somete toda vida social a las
exigencias abstractas del mercado, por medio de la mercantilización
de la vida en todos sus aspectos, determinando la distribución del
trabajo, el ocio, los recursos, los patrones de producción y consu-
mo, y la organización del tiempo. Y así se vuelven ridículas todas
nuestras aspiraciones a la autonomía, a la libertad de elección y al
autogobierno democrático.
El socialismo es la antítesis del capitalismo; y la sustitución
del socialismo por un sistema indeterminado de democracia, o la
disolución de las relaciones sociales diversificadas y diferentes en
categorías generales como “identidad” o “diferencia”, o conceptos
débiles como “sociedad civil”, representa la rendición al capitalismo
y a todas sus mistificaciones ideológicas. Diversidad, diferencia
y pluralismo son obviamente necesarios; pero no un pluralismo
indiferenciado y desestructurado. Necesitamos un pluralismo que
realmente reconozca la diversidad y la diferencia, no apenas la
pluralidad y la multiplicidad. O sea, que reconozca la unidad sis-
témica del capitalismo y que tenga la capacidad de distinguir entre
las relaciones constitutivas del capitalismo y otras desigualdades
y opresiones. El proyecto socialista debe ser enriquecido con los
recursos y las ideas de los “nuevos movimientos sociales” (que no
son tan nuevos), y no empobrecidos por el uso de esos recursos e
ideas como disculpa para desintegrar la resistencia al capitalismo.
No debemos confundir respeto por la pluralidad de la experiencia
humana y de las luchas sociales con la disolución completa de la
causalidad histórica, en que nada existe más allá de diversidad,
diferencia y contingencia, ninguna estructura unificadora, ninguna
lógica de proceso, en que no existe el capitalismo y, por tanto, ni
su negación, ningún proyecto de emancipación humana.
305

II
Clases y movimiento obrero
306

II.1
EL TRABAJO Y LOS SENTIDOS*

Ricardo Antunes

I. La Reestructuración Productiva del Capital, El Toyotismo


y las Nuevas Formas de Acumulación Flexible

La crisis del padrón de acumulación taylorista/fordista, que


afloró a fines de los 60’ y a principios de los 70’ — que en verdad
era expresión de una crisis estructural del capital que se extiende
hasta la actualidad — hizo, entre tantas otras consecuencias, que el
capital implementase un vastísimo proceso de reestruturación, bus-
cando la recuperación de su ciclo reproductivo y, al mismo tiempo,
repusiera su proyecto de dominación societal. Dicho proyecto había
sido cuestionado por la confrontación y conflictividad del trabajo
que sacudieron algunos de los pilares de la sociabilidad del capital
y de sus mecanismos de control social.
El capital, entonces, impulsó varias transformaciones en
el propio proceso productivo, a través de la constitución de las
formas de acumulación flexible, del downsizing, de las nuevas
formas de gestión organizacional, del avance tecnológico, de los
modelos alternativos al binomio taylorismo/fordismo, donde se

* Reproducido de Cuaderno I — Serie Dedafíos del Mundo del Trabajo. Grupo de


Estudios del Trabajo (GET). Montevideo, Dto. de Trabajo Social — UdeLAR, 2000. Tra-
ducción de Silvia Lema.
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 307

destaca especialmente el “toyotismo” o el modelo japonés. Estas


transformaciones, por un lado, provenían de la propia competencia
intercapitalista (en un momento de crisis y disputas intensificadas
entre los grandes grupos transnacionales y monopolistas) y, por otro
lado, de la propia necesidad de controlar las luchas sociales oriundas
del trabajo. Estos aspectos terminaron suscitando la respuesta del
capital a su crisis estructural. (Antunes, 1999)
Oponiéndose al contra-poder que emergía de las luchas socia-
les, el capital inició un proceso de reorganización de sus formas de
dominación societal, no sólo procurando reorganizar en términos
capitalistas el proceso productivo, sino procurando generar un
proyecto de recuperación de la hegemonía en las más diversas esfe-
ras de la sociabilidad. Lo hizo, por ejemplo, en el plano ideológico,
a través del culto de un subjetivismo y de un ideario fragmentador
que hace apología al individualismo exacerbado contra las formas de
solidaridad y de actuación colectiva y social. Según Ellen Wood, se
trata de la fase donde las transformaciones económicas, los cambios
en la producción y en los mercados, los cambios culturales, gene-
ralmente asociadas al término pos-modernismo, estarían, en verdad,
conformando un momento de maduración y universalización del
capitalismo, mucho más de que un tránsito de la “modernidad” para
la “pos-modernidad”. (Wood, 1997: 539/540)
Estas mutaciones, iniciadas en los años ’70 y en gran medida
todavía en curso, han generado más desacuerdos que consensos.
Según algunos autores, ellas serían responsables por la instauración
de una nueva forma de organización industrial y de relacionamiento
entre el capital y el trabajo, más favorables comparadas al tayloris-
mo/fordismo, una vez que posibilitaron el surgimiento de un tra-
bajador más calificado, participativo, multifuncional, polivalente,
dotado de una “mayor realización en el espacio del trabajo”.
Esta interpretación viene encontrando muchos seguidores
que, más o menos próximos a la tesis de la especialización flexible,
defienden las llamadas “características inovadoras” de la “nueva
308 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

fase”, más apropiada a una interacción entre el capital y el trabajo


y, en este sentido, superadora de las contradicciones básicas cons-
titutivas de la sociedad capitalista.
Según otros, las transformaciones registradas no se orientarían
en la dirección de una “japonización o toyotización de la indus-
tria”, pero sí estarían intensificando tendencias existentes, que no
configurarían, por lo tanto, una nueva forma de organización del
trabajo. Al contrario, en el contexto de las economías capitalistas
avanzadas, sería posible percibir una reconfiguración del “poder en
el lugar de trabajo y en el propio mercado de trabajo, mucho más
a favor de los empleadores que de los trabajadores.”1 (Tomaney,
1996: 157/8)
Aunque próximos a este enfoque crítico, otros autores buscan
acentuar tanto los elementos de continuidad con el padrón pro-
ductivo anterior, como también los elementos de discontinuidad,
pero manteniendo el carácter esencialmente capitalista del modo
de producción vigente y de sus pilares fundamentales. En este uni-
verso de preocupaciones, se analiza la necesidad de apuntar para la
especificidad de estas mutaciones y de las consecuencias que ellas
ejercen en el interior del sistema de producción capitalista, donde
estaría emergiendo “un régimen de acumulación flexible nacido
desde 1973”, que se caracteriza por la nueva “división de merca-
dos, desempleo, división global del trabajo, capital volátil, cierre
de plantas industriales, reorganización financiera e tecnológica”,
entre tantas mutaciones que marcan esa nueva fase de la producción
capitalista (Harvey, 1992 y 1996). Lo que sugestivamente, Juan J.
Castillo denominó como expresión de un proceso de “liofilización
organizativa”, a través de la eliminación, transferencia, terceri-
zación y reducción de unidades productivas (Castillo, 1996: 68 y
1996a)

1. Ver también Pollert, 1996; Stephenson, 1996; Ackers, Smith y Smith, 1996; entre
otros.
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 309

Con mayor afinidad a esta línea, se inserta nuestra reflexión: las


mutaciones en cursos son expresión de la reorganización del capital
en aras de retomar su nivel de acumulación y su proyecto global
de dominación. Es en este sentido, que el proceso de acumulación
flexible, basado en los ejemplos de California, del Norte de Italia,
Suecia, Alemania, entre tantos otros que se sucedieron, así como,
las distintas manifestaciones del toyotismo o del modelo japonés,
deben ser objetos de reflexión crítica. Comencemos por la cuesti-
ón de la “calidad total”, para posteriormente retomar la reflexión
sobre la “liofilización organizativa” de la “empresa enxuta” o de
“producción ajustada”.

II. La Falacia de la “Calidad Total” sobre la Vigencia de la


Tasa de Utilización Decreciente del Valor de Uso de las
Mercancías

Un primer elemento se refiere a la temática de la calidad en


los procesos productivos. En la fase de intensificación de la tasa de
utilización decreciente del valor de uso de las mercancías (Mészá-
ros, 1995: cap. 15/16), necesaria para la reposición del proceso de
valorización del capital, la falacia de la calidad total, tan difundida
en el “mundo empresarial moderno”, en la empresa enxuta de la era
de la reestructuración productiva, se torna evidente: cuanto mayor
“calidad total” deben tener los productos, menor debe ser su tiempo
de duración. La necesidad imperiosa de reducir el tiempo de vida
útil de los productos, buscando aumentar la velocidad del circuito
productivo y de ese modo ampliar la velocidad de la producción de
valores de cambio, hace que la “calidad total” sea, en la mayoría
de la veces, el envoltorio, la apariencia o el perfeccionamiento de
lo superfluo, una vez que los productos deben durar poco y tener
una reposición ágil en el mercado. La “calidad total”, por eso
no se puede contraponer a la tasa de utilización decreciente del
310 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

valor de uso de las mercancías, pero debe adecuarse al sistema de


metabolismo socioeconómico del capital, afectando de ese modo
tanto la producción de bienes y servicios, como las instalaciones y
maquinarias, y la propia fuerza humana de trabajo (ídem: 575).
Como el capital tiene una tendencia expansionista intrínseca
a su sistema productivo, la “calidad total” debe tornarse entera-
mente compatible con la lógica de la producción destructiva. Por
eso, en su sentido y tendencias más generales, el modo de produc-
ción capitalista se convierte en enemigo de la durabilidad de los
productos; inclusive, él debe desanimar e inviabilizar las prácticas
productivas orientadas para la durabilidad, lo que lo lleva a sub-
vertir deliberadamente su calidad (ídem: 548/549). La “calidad
total” se torna, ella también, la negación de la durabilidad de las
mercancías. Cuanto más “calidad” las mercancías aparentan (y aquí
la apariencia hace la diferencia), menor tiempo de duración ellas
deben efectivamente contener. Desperdicio y destrucción acaban
siendo sus trazos determinantes.
De ese modo, el proclamado desarrollo de los procesos de
“calidad total” se convierte en la expresión fenoménica, aparente
y superflua de un mecanismo productivo que tiene como uno de
sus pilares más importantes la tasa decreciente del valor de uso
de las mercancías, como condición para la reproducción ampliada
del capital y sus imperativos expansionistas.
No hablamos aquí solamente de los fast foods (de lo cual el
McDonalds es ejemplar), que desperdician toneladas de materia-
les descartables en la basura después de una comida producida
sobre el ritmo seriado y fordizado, de calidad más que sufrible.
Podríamos recordar el tiempo medio de vida útil estimada para los
automóviles modernos y mundiales, cuya durabilidad es cada vez
más reducida.
La industria de computadoras, conforme mencionamos
anteriormente, se muestra, por la importancia en el mundo pro-
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 311

ductivo contemporáneo, ejemplar de esta tendencia depreciativa


y decreciente del valor de uso de las mercancías. Un sistema de
software se torna obsoleto y desactualizado en un tiempo bastante
reducido, llevando al consumidor a su substitución, pues los nuevos
sistemas no son compatibles con los anteriores. Las empresas, en
la competencia intensa entablada entre ellas por la necesidad de
reducir el tiempo entre producción y consumo, incentivan (porque
de ella dependen) al límite esta tendencia destructiva del valor de
uso de las mercancías. Para acompañar la competitividad existente
en su sector, se crea una lógica que se intensifica, y de la cual la
“calidad total” está totalmente prisionera. Más que eso, se torna
mecanismo intrínseco de su funcionamiento y funcionalidad. Con
la reducción de los ciclos de vida útil de los productos, los capitales
no tienen otra opción, para su sobrevivencia, que innovar o correr
el riesgo de ser ultrapasados por las empresas en competencia,
conforme el ejemplo de la empresa transnacional de computadoras
Hewlett Packard, donde, a través de la “innovación” constante de
su sistema informático el tiempo de vida útil de los productos se
reduce enormemente (ver Kenney, 1997:92). Por eso, la producción
de computadoras es ejemplo de la vigencia de la ley de tendencia
decreciente del valor de uso de las mercancías, entre tantos otros
ejemplos que podríamos citar.
Claro que aquí no se está cuestionando el efectivo avance
técnico — científico, cuando pautado por los reales imperativos
humano — sociales, pero sin la lógica de un sistema de metabo-
lismo del capital que convierte en descartable, superfluo y des-
perdicio aquello que debería ser preservado, tanto para atender
efectivamente los valores de uso sociales, como para evitar una
destrucción incontrolable y degradante de la naturaleza, de la
relación metabólica entre ésta y el hombre. Eso sin mencionar el
enorme proceso de destrucción de la fuerza humana de trabajo,
causada por el proceso de liofilización organizativa de la “em-
presa enxuta”.
312 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

III. La Liofilización Organizacional y del Trabajo en la


Fábrica Toyotizada: las Nuevas Formas de Intensificación
del Trabajo

Intentando retener sus trazos constitutivos más generales, es


posible decir que el padrón de acumulación flexible articula un
conjunto de elementos de continuidad y de discontinuidad, que
acaban por conformar algo relativamente distinto del padrón taylo-
rista/fordista de acumulación. Él se fundamenta en un padrón pro-
ductivo organizacional y tecnológicamente avanzado, resultado de
la introducción de técnicas de gestión de la fuerza de trabajo propias
de la fase informática así como de la introducción ampliada de las
computadoras en el proceso productivo y de servicios. Se desarrolla
en una estructura productiva más flexible, recorriendo frecuente-
mente a la desconcentración productiva, a las empresas tercerizadas,
etc. Utiliza nuevas técnicas de gestión de la fuerza de trabajo, del
trabajo en equipo, de las “células de producción”, de los “times de
trabajo”, de los grupos “semi-autónomos”, más allá de requerir, al
menos en el plano discursivo, el “involucramiento participativo”
de los trabajadores, en verdad, una participación manipuladora y
que preserva, en la esencia, las condiciones del trabajo alienado y
extrañado. El “trabajo polivalente”, “multifuncional’, “calificado”,
combinado con una estructura más horizontal e integrada entre
diversas empresas, inclusive en las empresas tercerizadas, tiene
como finalidad la reducción del tiempo de trabajo.
De hecho, se trata de un proceso de organización del trabajo
cuya finalidad esencial, real, es la intensificación de las condiciones
de explotación de la fuerza de trabajo, reduciendo o eliminando
tanto el trabajo improductivo, que no crea valor, o sus formas
semejantes, especialmente en las actividades de mantenimiento,
acompañamiento, inspección de calidad, funciones que pasaron a
ser directamente incorporadas al trabajador productivo. Reingenie-
ría, lean production, team work, eliminación de puestos de trabajo,
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 313

aumento de la productividad, calidad total, son parte del ideario (y


de la práctica) cotidiana de la “fábrica moderna”. Sien apogeo del
taylorismo/fordismo la pujanza de una empresa se mensuraba por
el número de obreros que en ella ejercían su actividad laboral, se
puede decir que, en la era da acumulación flexible y de la “empre-
sa enxuta”, merecen destaque, y son citadas como ejemplos a ser
seguidos, aquellas empresas que disponen de menor contingente
de fuerza de trabajo y que, a pesar de eso tiene mayores índices
de productividad.
Algunas de las repercusiones de estas mutaciones en el
proceso productivo tienen resultados inmediatos en el mundo del
trabajo: desregulación enorme de los derechos del trabajo, que son
eliminados cotidianamente en prácticamente todas las partes del
mundo donde hay producción industrial y de servicios; aumento de
la fragmentación en el interior de la clase trabajadora; precarización
y tercerización de la fuerza humana que trabaja; destrucción del
sindicalismo de clase y su conversión en un sindicalismo dócil, de
aparcería, o también en un “sindicalismo de empresa”.
Entre los experimentos del capital, que se diferenciaban del
binomio taylorismo/fordismo, se puede decir que el “toyotismo” o
el “modelo japonés” encontró mayor repercusión, comparado con
el ejemplo sueco, la experiencia del norte de Italia (Tercera Italia),
la experiencia de los EUA (del Silicon Valley) y la de Alemania,
entre otros.
El sistema industrial japonés, a partir de los años ’70, tuvo gran
impacto en el mundo occidental, cuando se mostró para los países
avanzados como una opción posible para la superación capitalista de
la crisis. Naturalmente, la “transferibilidad” del toyotismo carecía,
para su implantación en Occidente, de las inevitables adaptaciones
a las singularidades y particularidades de cada país. Su diseño
organizacional, su avance tecnológico, su capacidad de extracción
intensificada del trabajo, así como la combinación de trabajo en
equipo, los mecanismos de involucramiento, control sindical, eran
314 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

vistos por los capitales de Occidente como una vía posible de su-
peración para su crisis de acumulación.
Y fue en este contexto que se presenció la expansión para el
Occidente, de la vía japonesa de consolidación del capitalismo
industrial. En las palabras de Sayer: el impacto del modelo japonés
“se intensificó a final de los años ’70, después de una década de
reducción de la productividad de Occidente, [cuando] la perfor-
mance exportadora y el extraordinariamente rápido crecimiento de
la industria japonesa, particularmente en el ramo de automóviles
y productos electrónicos, comenzaron a generar gran interés en
Occidente. (....) Más allá de los conocidos elementos de la industria
japonesa, tales como círculos de calidad y empleo vitalicio, agrega-
ban otras características importantes, como la práctica de producir
modelos completamente diferentes en la misma línea. Gradualmente,
se tornó claro que lo que existía no eran simplemente algunas pocas
‘peculiaridades culturales’, sino un innovado y altamente integrado
sistema de organización de la producción” (Sayer, 1986: 50/51)
El toyotismo (u ohnismo, de Ohno, ingeniero que lo creó en
la fábrica Toyota), en cuanto vía japonesa de expansión y con-
solidación del capitalismo monopolista industrial, es una forma
de organización del trabajo que nace en la Toyota, en el Japón de
pos-45 y que, muy rápidamente, se propaga para las grandes com-
pañías de aquel país. Él se diferencia del fordismo básicamente en
los siguientes trazos:
1. es una producción muy vinculada a la demanda, buscando
atender las exigencias más individualizadas del mercado
consumidor, diferenciándose de la producción en serie y
de masa del taylorismo/fordismo. Por eso su producción
es variada y bastante heterogénea, al contrario de la ho-
mogeneidad fordista;
2. se fundamenta en el trabajo del obrero en equipo, con
multivariedad de funciones, rompiendo con el carácter
parcelario típico del fordismo;
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 315

3. la producción se estructura en un proceso productivo


flexible, que posibilita al obrero operar simultáneamente
varias máquinas (en la Toyota, promedialmente, hasta 5
máquinas), alterándose la relación hombre/máquina en la
cual se basaba el taylorismo/fordismo;
4. tiene como principio el just in time, el mejor aprovecha-
miento posible del tiempo de producción;
5. funciona según el sistema de kanban, placas o señales de
comando para la reposición de piezas y de stock. En el toyo-
tismo, los stocks son mínimos comparados al fordismo;
6. las empresas del complejo productivo toyotista, incluyendo
las tercerizadas, tienen una estructura horizontal, al contra-
rio de la verticalidad fordista. Mientras en la fábrica fordista
aproximadamente 75% de la producción era realizada en su
interior, la fábrica toyotista es responsable solamente por
el 25%, tendencia que se viene intensificando todavía más.
Esta última prioriza lo que es central en su especialidad
en el proceso productivo (la llamada “teoría del foco”) y
transfiere a “terceros” gran parte de lo que anteriormente
era producido dentro de su espacio productivo. Esa hori-
zontalización se extiende a las subcontratadas, a las firmas
“tercerizadas”, acarreando la expansión de los métodos
y procedimientos para toda la red de proveedores. De
ese modo, flexibilización, tercerización, subcontratación,
CCQ, control de calidad total, kanban, just in time, kai-
zen, team work, eliminación del desperdicio, “gerencia
participativa”, sindicalismo de empresa, entre tantos otros
puntos, son llevados para un espacio ampliado del proceso
productivo;
7. organiza los Círculos de Control de Calidad (CCQs),
constituyendo grupos de trabajadores que son instigados
por el capital a discutir su trabajo y desempeño, con vistas
316 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

a mejorar la produtividad de las empresas, convirtiéndose


en un importante instrumento para el capital apropiándose
del savoir faire intelectual y cognitivo del trabajo, que el
fordismo despreciaba;
8. el toyotismo implantó el “empleo vitalicio” para una por-
ción de los trabajadores de las grandes empresas (acerca
del 25 al 30% de la población trabajadora, donde se
presenciaba la exclusión de las mujeres), más allá de la
ganancia salarial íntimamente vinculada al aumento de la
produtividad. El “empleo vitalicio” garantiza al trabajador
japonés, que trabaja en las fábricas insertas en este modelo,
la estabilidad del empleo, siendo que a los 55 años el traba-
jador es trasladado para otro trabajo menos relevante, en el
complejo de actividades existentes en la misma empresa.

Inspirándose inicialmente en la experiencia de la rama textil,


donde el trabajador operaba simultáneamente varias máquinas, y
posteriormente en la importación de las técnicas de gestión de los
supermercados de los EUA, que dieron origen al kanban, el toyo-
tismo también ofreció una respuesta a la crisis financiera japonesa
de posguerra, aumentando la producción sin aumentar el contin-
gente de trabajadores. A partir del momento en que este recetario
se amplía para el conjunto de las empresas japonesas, su resultado
fue la recuperación de un nivel de producción que llevó al Japón,
en un cortísimo período, a alcanzar padrones de productividad e
índices de acumulación altísimos.
La racionalización del proceso productivo, dotada de fuerte
disciplinamiento de la fuerza de trabajo e impulsada por la necesi-
dad de implantar formas de capital y de trabajo intensivo, caracterizó
la vía toyotista de desarrollo del capitalismo monopolista en Japón
y su proceso de liofilización organizacional y del trabajo. El trabajo
en equipo, la transferencia de las responsabilidades de elaboración
y control de la calidad de la producción, anteriormente realizadas
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 317

por la gerencia científica y ahora interiorizadas en la propia acción


de los trabajadores, dio origen al management by streess (Gounet,
1997:77). Como mostró la clásica definición de Satochi Kamata,
la racionalización de la Toyota Motor Company, emprendida en
su proceso de constitución, “no es tanto para economizar trabajo
sino, más directamente, para eliminar trabajadores. Por ejemplo,
si el 33% de los ‘movimientos desperdiciados’ son eliminados en
tres trabajadores, uno de ellos se torna innecesario. La historia
de la racionalización de la Toyota es la historia de la reducción
de trabajadores y ese es el secreto de cómo la Toyota muestra que
sin aumentar trabajadores, alcanza un sorprendente aumento en
su producción. Todo tiempo libre durante las horas de trabajo ha
sido retirado de los trabajadores de la línea de montaje, siendo
considerado como desperdicio. Todo su tiempo, hasta el último
segundo, es dedicado a la producción” (Kamata, 1982:199)
El proceso de producción de tipo toyotista, a través de los
team work supone, por lo tanto, una intensificación de la explota-
ción del trabajo, ya sea por el hecho de que los obreros trabajan
simultáneamente con varias máquinas diversificadas, ya sea a
través del ritmo y de la velocidad de la cadena productiva dada
por el sistema de luces. O sea, se presencia una intensificación del
ritmo productivo, dentro del mismo tiempo de trabajo, inclusive
hasta cuando este se reduce. En la fábrica Toyota, cuando la luz
está verde, el funcionamiento es normal; con la indicación del
color naranja, se alcanza una intensidad máxima y, cuando la luz
roja aparece, es porque hubo problemas, debiéndose disminuir el
ritmo productivo. La apropiación de las actividades intelectuales
del trabajo, que provienen de la introducción de maquinaria auto-
matizada e informatizada, aliada a la intensificación del ritmo del
proceso de trabajo, configuran un cuadro extremamente positivo
para el capital, en la reanudación de su ciclo de acumulación y
recuperando su rentabilidad. (Ichiyo, 1995: 45/46; Gounet, 1991:
41; Coriat, 1992:60; Antunes: 1995:27/28)
318 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

De modo que de forma similar al fordismo vigente a lo largo


del siglo XX, pero siguiendo un recetario diferente, el toyotismo
reinaugura un nuevo nivel de intensificación del trabajo, combi-
nando fuertemente las formas relativa y absoluta de extracción de
plusvalía. Si recordamos que la propuesta del gobierno japonés,
recientemente elaborada, conforme indicamos anteriormente, “es
aumentar el límite de la jornada de trabajo (de 9 para 10 horas) y
la jornada semanal de trabajo (de 48 para 52 horas)”, se tiene un
claro ejemplo de lo que arriba mencionamos (Japan Press Weekly,
op. cit.).
La expansión del trabajo part time, así como las formas
por las cuales el capital utiliza la división sexual del trabajo y el
aumento de los trabajadores inmigrantes, cuya expresión son los
dekasseguis ejecutando trabajos descalificados y frecuentemente
ilegales, constituyen claros ejemplos de la enorme tendencia a la
intensificación y explotación de la fuerza de trabajo en el universo
del toyotismo. Este se estructura preservando un número reducido
de trabajadores dentro de las empresas matrices, más calificados,
multifuncionales e involucrados con su ideario, así como amplian-
do, a través del aumento de las horas extras, de la tercerización en
el interior y fuera de las empresas, de la contratación de trabaja-
dores temporarios, etc. — opciones estas que son diferenciadas en
función de las condiciones del mercado en que se insertan. Cuanto
más toman distancia de las empresas principales, mayor tiende a ser
la precarización del trabajo. Por eso los trabajadores de la Toyota
trabajan cerca “de 2.300 horas por año en cuanto los trabajadores
de las empresas subcontratadas llegan a trabajar 2.800 horas”
(Gounet, 1997: 78).
La capacidad de transferencia del toyotismo, o de parte de
su recetario, se mostró, por lo tanto, de enorme interés para el
capital occidental, en crisis desde inicio de los años ’70. Claro que
su adaptabilidad, en mayor o menor escala, estaba necesariamente
condicionada a las singularidades y particularidades de cada país,
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 319

tanto en lo que se refiere a las condiciones económicas, sociales,


políticas, ideológicas, así como a la inserción de estos países en la
división internacional del trabajo, a sus respectivos movimientos
sindicales, a las condiciones del mercado de trabajo, entre tantos
otros puntos presentes en la incorporación (de elementos) del
toyotismo.
Como enfatizan Costa y Garanto, en cuanto el modelo japo-
nés implementó el “empleo vitalicio” para una porción de su clase
trabajadora (30%, según los autores), algo muy diverso ocurre en el
Occidente, donde la seguridad en el empleo aparece con un énfasis
mucho más restringido y limitado, inclusive en las empresas de
capital japonés establecidas en Europa. “En efecto, la seguridad
en el empleo no es aceptada por más de un 11% de las empresas.
Ella es relativamente más aceptada en el Reino Unido (13% de
las firmas instaladas dentro de él), de que en Francia (5%) o en
España (6%)” (Costa y Garanto, 1993: 98). Los datos ofrecidos por
los autores los llevan a relativizar el “mito de la japonización” en el
continente europeo (Idem:110). El proceso de occidentalización del
toyotismo mezcla, por lo tanto, elementos presentes en Japón, con
prácticas existentes en los nuevos países receptores, proviniendo
de ahí un proceso diferenciado, particularizado y singularizado de
adaptación de este recetario.
La vigencia del neoliberalismo, o de políticas desarrolladas
sobre su influencia, propiciaron condiciones en gran medida favo-
rables a la adaptación diferenciada de elementos del toyotismo en
el Occidente. Siendo el proceso de reestructuración productiva del
capital la base material del proyecto ideo-político neoliberal, la
estructura sobre la cual se erige el ideario y la pragmática neolibe-
ral, no fue difícil percibir que, desde fines de los 70’ e inicio de los
80’, el mundo capitalista occidental comenzó a desarrollar técnicas
similares al toyotismo. Este se mostraba como el más avanzado
experimento de reestructuración productiva, originado del propio
fordismo japonés y posteriormente convertido en una vía singular
320 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

de acumulación capitalista, capaz de operar un enorme avance en


el capitalismo en Japón, derrotado en la posguerra y reconvertido
a la condición de país de enorme destaque en el mundo capitalista
de fines de los años ’70.
Esta asimilación del toyotismo viene siendo realizada por
prácticamente todas las grandes empresas, inicialmente en el
ramo automovilístico y, posteriormente, propagándose también
para el sector industrial en general y para varios ramos del sector
de servicios, tanto en los países centrales, como en los países de
industrialización intermediaria. Y ese proceso fue responsable por
la nueva configuración de la clase trabajadora y también por la
acentuación de las formas de precarización del trabajo.

IV. Las Mutaciones en el Mundo del Trabajo: La Forma de


Ser de la Clase Trabajadora Hoy

El capitalismo contemporáneo, con la configuración que viene


asumiendo en las últimas décadas, acentuó su lógica destructiva.
Por el propio sentido que conduce estas tendencias (que, en verdad,
se constituyen en respuestas del capital a su propia crisis), se acen-
túan los elementos destructivos que presiden la lógica del capital.
Cuanto mayor es la competitividad y la competencia inter-capitales,
inter-empresas e inter-potencias políticas del capital, más nefastas
son sus consecuencias.
Dos manifestaciones son las más virulentas y graves: la des-
trucción y/o precarización, sin paralelismos en toda la era moderna,
de la fuerza humana que trabaja y la degradación creciente, en la
relación metabólica entre el hombre y la naturaleza, conducida por
la lógica orientada prioritariamente para la producción de mercan-
cías que destruyen el medio ambiente.
Se trata, por lo tanto, de una aguda destructividad, que en el
fondo es la expresión más profunda de la crisis estructural que asola
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 321

la (des)socialización contemporánea: se destruye fuerza humana


que trabaja; eliminándose los derechos sociales; se brutalizan
enormes contingentes de hombres y mujeres que viven del trabajo;
se torna depredatoria la relación producción/naturaleza, creándose
una monumental “sociedad de lo descartable”, que tira a fuera todo
lo que sirvió como “embalaje” para las mercancías y su sistema,
manteniéndose, entretanto, el circuito reproductivo del capital.
En este escenario, caracterizado por un ‘trípode’ que domina
el mundo (con los Estados Unidos de América y su Nafta al frente,
seguidos por Europa unificada con Alemania al frente y el Japón
liderando los demás países asiáticos), cuanto más uno de los polos de
la triade se fortalece, más los otros se resienten y se debilitan. Por eso
la crisis frecuentemente muda de centro, aunque ella esté presente
en varios puntos, asumiendo también una dimensión mundial.
En el embate cotidiano que emprenden para expandirse por las
partes del mundo que les interesan y también para co-administrar
sus situaciones más explosivas, para disputar y al mismo tiempo
gerenciar las crisis, acaban por acarear todavía más destrucción y
precarización. América Latina se “integra” a la llamada mundiali-
zación destruyéndose socialmente. En Asia, la enorme expansión
se da a costa de una brutal superexplotación del trabajo, de la que
las recientes huelgas de trabajadores de Corea del Sur, en 1997/8,
son firme denuncia. Superexplotación que alcanza profundamente
también a mujeres y niños.
Es preciso que se diga de forma clara: desregulación, flexibi-
lización, tercerización, así como todo ese recetario que se despar-
rama por el “mundo empresarial”, son expresiones de una lógica
societal donde el capital vale y la fuerza humana de trabajo sólo
cuenta en cuanto parcela imprescindible para la reproducción de
este mismo capital. Eso porque el capital es incapaz de realizar su
auto-valorización sin utilizar el trabajo humano. Puede disminuir
el trabajo vivo, pero no eliminarlo. Puede precarizar y desemplear
parcelas inmensas, pero no puede extinguirlo.
322 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

La correcta comprensión de esta configuración actual del


mundo del trabajo nos lleva a entender sus principales mutaciones,
lo que procuraremos hacer de un modo un poco más detallado a
continuación.
En las últimas décadas, particularmente después de mediados
de los 70’, el mundo del trabajo vivió una situación fuertemente
crítica, tal vez la mayor desde el nacimiento de la clase trabajadora
y del propio movimiento obrero inglés. La comprensión de los
elementos constitutivos de esta crisis es de gran complejidad, una
vez que, en este mismo período, ocurrieron mutaciones intensas, de
órdenes diferenciados y que, en su conjunto, acabaron por acarrear
consecuencias muy fuertes en el interior del movimiento obrero, y
en particular, en el ámbito del movimiento sindical. La comprensión
de este cuadro, por lo tanto, supone un análisis de la totalidad de
los elementos constitutivos de este escenario, emprendimiento al
mismo tiempo difícil e imprescindible, que no puede ser tratado
de manera ligera.
Vamos a indicar algunos elementos que son centrales, a
nuestro entender, para una aprehensión más totalizante de la crisis
que abatió el interior del movimiento del trabajo. Su desarrollo
sería aquí imposible, dada la amplitud y complexidad de cues-
tiones. Su indicación, entretanto, es fundamental por que afectó
tanto la materialidad de la clase trabajadora, su forma de ser,
como su esfera más propiamente subjetiva, política, ideológica,
de los valores y del ideario que pautan sus acciones y prácticas
concretas.
Dijimos anteriormente que en las últimas décadas vivenciamos
un cuadro de crisis estructural del capital, que abatió el conjunto
de las economías capitalistas a partir especialmente del inicio de
los años ’70. Su intensidad llevó al capital a desarrollar prácticas
materiales de la destructiva auto-reproducción ampliada posibi-
litando la visualización del espectro de la destrucción global, al
revés de aceptar las necesarias restricciones positivas en el interior
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 323

de la producción para la satisfacción de las necesidades humanas


(Mészáros, 1995. Ver también Chesnais: 1996 e Kurz: 1992).
Esta crisis hizo que, conforme vimos anteriormente, el capital
implementase un vastísimo proceso de reestructuración productiva,
con vistas a la recuperación del ciclo de valorización del capital
que afectó fuertemente el mundo del trabajo.
Un segundo elemento fundamental para entender las causas
del reflujo del movimiento obrero proviene del desmoronamiento
del Este Europeo (y de la casi totalidad de los países que intenta-
ron una transición socialista, con la ex-Unión Soviética al frente),
propagándose, en el interior del mundo del trabajo, la falsa idea
del “fin del socialismo”.
Aunque a largo plazo las consecuencias del fin del Este Eu-
ropeo estén impregnados de elementos positivos (pues se coloca la
posibilidad de retomar, sobre bases enteramente nuevas, un proyecto
socialista de nuevo tipo, que rechace entre otros puntos nefastos, la
tesis stalinista del “socialismo en un solo país” y recupere elementos
centrales de la formulación de Marx), en el plano más inmediato
hubo, en significativos contingentes de la clase trabajadora y del
movimiento obrero, la aceptación y también asimilación de la ne-
fasta y equivocada tesis del “fin del socialismo” y, como dicen los
defensores del orden, del “fin del marxismo”.
Como consecuencia del fin del llamado “bloque socialista”,
los países capitalistas centrales vienen rebajando brutalmente los
derechos y las conquistas sociales de los trabajadores, dada la “ine-
xistencia”, según el capital, del peligro socialista hoy. Por lo tanto,
el desmoronamiento de la Unión Soviética y del Este europeo, al
final de los años ’80, tuvieron impacto en el movimiento obrero.
Bastaría solamente recordar la crisis que abatió los partidos comu-
nistas tradicionales y el sindicalismo a ellos vinculado.
Es preciso agregar todavía — y este es el cuarto elemento cen-
tral de la crisis actual — que, con la enorme expansión del neolibe-
324 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

ralismo a partir de fines de los 70’ y la consecuente crisis del welfare


state, se dio un proceso de regresión de la propia socialdemocracia,
que pasó a actuar de manera muy próxima a la agenda neoliberal, de
lo cual la Tercera Vía de Tony Blair es expresión. El Neoliberalismo
pasó a dictar el ideario y el programa a ser implementados por los
países capitalistas, inicialmente en el centro y luego después en los
países subordinados, contemplando la reestructuración productiva,
la privatización acelerada, el estrangulamiento del Estado, la im-
plantación de políticas fiscales y monetarias sintonizadas con los
organismos mundiales de hegemonía del capital como el Fondo
Monetario Internacional.
La destrucción de los derechos sociales de los trabajadores,
el combate cerrado al sindicalismo de clase, a la propagación de
un subjetivismo y de un individualismo exacerbados de la cual la
cultura “posmoderna” es expresión, así como una clara animosidad
contra cualquier propuesta socialista contraria a los valores e inte-
reses del capital, son trazos marcantes de este período reciente.
Este proceso complejo afectó fuertemente el interior del mun-
do del trabajo. Particularmente en los últimos años se intensificaron
las transformaciones en el propio proceso productivo. Fundamen-
talmente, esa forma de producción flexibilizada busca la adhesión
de fondo, por parte de los trabajadores, que deben aceptar integral-
mente el proyecto del capital. Se procura una forma de aquello que
llamé, en ¿Adiós al Trabajo? (1999), de involucramiento manipu-
latorio llevado al límite, donde el capital busca el consentimiento,
la adhesión y la cooptación de los trabajadores, en el interior de
las empresas, para viabilizar un proyecto que es aquel diseñado y
concebido según los fundamentos exclusivos del capital.
Esta forma flexibilizada de acumulación capitalista, basada
en la reingeniería, en la empresa enxuta, para recordar algunas
expresiones del nuevo diccionario del capital, tuvo consecuencias
enormes en el mundo del trabajo. Podemos aquí tan sólo indicar
las más importantes:
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 325

1. hay una creciente reducción del proletariado fabril estable,


que se desarrolló en la vigencia del binomio taylorismo/
fordismo y que viene disminuyendo con la reestructura-
ción, flexibilización y desconcentración del espacio físico
productivo, típico de la fase del toyotismo;
2. hay un enorme incremento del nuevo proletariado, del
subproletariado fabril y de servicios, lo que ha sido de-
nominado mundialmente de trabajo precarizado. Son los
“tercerizados”, subcontratados, “part-time”, entre tantas
otras formas semejantes, que se expanden en innumerables
partes del mundo. Inicialmente, estos puestos de trabajo
fueron tomados por los inmigrantes, como los gastarbeiters
en Alemania, el lavoro nero en Italia, los chicanos en los
EUA, los dekaseguis en el Japón, etc. Pero hoy, su expre-
sión alcanza también a los trabajadores especializados y
remanentes de la era taylorista-fordista;
3. se vive un aumento significativo del trabajo femenino, que
alcanza más del 40% de la fuerza de trabajo en los países
avanzados, y que ha sido preferentemente absorbido por
el capital en el universo del trabajo precarizado y desre-
gulado;
4. hay un incremento de los asalariados medios y de servicios,
lo que posibilitó un significativo incremento en el sindica-
lismo de estos sectores, aunque el sector de servicios ya
presencie también niveles de desempleo acentuado;
5. hay exclusión de los jóvenes y de los “viejos” del mercado
de trabajo: los primeros acaban muchas veces engrosando
la filas de movimiento neonazistas y aquellos con cerca
de 40 años o más, una vez desempleados y excluidos del
trabajo, difícilmente consiguen un empleo nuevo;
6. hay una inclusión precoz y criminal de niños en el mercado
de trabajo, particularmente en los países de industriali-
326 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

zación intermediaria y subordinada, como en los países


asiáticos, latinoamericanos, pero que alcanza también a
innumerables países centrales;
7. hay una expansión de lo que Marx llamó trabajo social
combinado (Marx, Capítulo VI, Inédito, 1994), donde
trabajadores de diversas partes del mundo participan del
proceso de producción y de servicios. Lo que, es evidente,
no camina en el sentido de la eliminación de la clase tra-
bajadora, sino de su precarización y utilización de manera
todavía más intensificada. En otras palabras: aumentan nos
niveles de explotación del trabajo.

Por lo tanto, la clase trabajadora se fragmentó, se heterogenei-


zó y se complejizó todavía más. Se tornó más calificada en varios
sectores, como en la siderurgia, donde hubo una relativa intelectu-
alización del trabajo, pero se descalificó, se precarizó en diversos
ramos, como en la industria automovilística, donde el obrero no
tiene más la misma importancia, sin hablar de la reducción de los
inspectores de calidad, de los gráficos, de los mineros, de los por-
tuarios, de los trabajadores de la construcción naval, etc..
Se creó, de un lado, en escala minoritaria, el trabajador “po-
livalente y multifuncional” de la era informática, capaz de operar
con máquinas con control numérico y a veces, de ejercitar con más
intensidad su dimensión más intelectual. Y, de otro lado, hay una
masa de trabajadores prevaricados, sin calificación, que hoy está
presenciando las formas de part-time, empleo temporario, parcial,
o entonces, viviendo el desempleo estructural.
Avanzando conceptualmente podemos decir que la clase traba-
jadora hoy incluye a la totalidad de aquellos que venden su fuerza de
trabajo, teniendo como núcleo central los trabajadores productivos
(en el sentido dado por Marx, especialmente en el Capítulo VI,
Inédito, 1994). Ella no se restringe, por lo tanto al trabajo manual
directo, sino incorpora la totalidad del trabajo social, la totalidad del
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 327

trabajador colectivo asalariado. Siendo el trabajador productivo


aquel que produce directamente plusvalía y que participa directa-
mente del proceso de valorización del capital, él detenta, por eso,
un papel central en el interior de la clase trabajadora, encontrando
en el proletariado industrial su núcleo principal.
Por lo tanto, el trabajo productivo, donde se encontraba el pro-
letario, en la interpretación que hacemos de Marx, no se restringe al
trabajo manual directo (aunque en él encuentra su núcleo central),
incorporando también formas de trabajo que son productivas, que
producen plusvalía, pero que no son directamente manuales.
Pero la clase trabajadora engloba también a los trabajadores
improductivos, aquellos cuyas formas de trabajo son utilizadas
como servicio, sea para uso público o para el capitalista, y que no
se constituyen en cuanto elemento directamente productivo, en
cuando elemento vivo del proceso de valorización del capital y de
creación de plusvalía. Son aquellos en que, según Marx, el trabajo es
consumido como valor de uso y no en cuanto trabajo que crea valor
de cambio. El trabajo improductivo abarca una amplia gama de
asalariados, desde aquellos insertos en el sector servicios, bancos,
comercio, turismo, servicios públicos, etc., hasta aquellos que reali-
zan actividades en las fábricas, pero que no crean directamente valor.
Se constituyen en general en un segmento asalariado en expansión
en el capitalismo contemporáneo — los trabajadores en servicios
—, aunque algunos de sus parcelas se encuentren en retracción.
Son aquellos que se constituyen en trabajadores no productivos,
generadores de antivalor en el proceso de trabajo capitalista, pero
que son necesarios para la sobrevivencia del sistema.
Considerando, por lo tanto, que todo trabajador productivo
es asalariado y que no todo trabajador asalariado es productivo,
una noción contemporánea de clase trabajadora, vista de modo
ampliado, debe, a nuestro entender, incorporar la totalidad de los
trabajadores asalariados. Eso no elimina el papel de centralidad
del trabajador productivo, del trabajo social colectivo, creador de
328 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

valores de cambio, del proletariado industrial moderno en el con-


junto de la clase-que-vive-del-trabajo, lo que nos parece por demás
evidente, cuando la referencia es dad por la formulación de Marx.
Pero, como hay un creciente imbricación entre trabajo productivo
e improductivo en el capitalismo contemporáneo, y como la clase
trabajadora incorpora estas dos dimensiones básicas del trabajo
sobre el capitalismo, esta noción ampliada nos parece fundamental
para la comprensión de lo que es la clase trabajadora hoy.
Una noción ampliada de clase trabajadora incluye, entonces,
todos aquellos que venden su fuerza de trabajo a cambio de un
salario, incorporando, más allá del proletariado industrial, de los
asalariados del sector servicios, también el proletariado rural, que
vende su fuerza de trabajo para el capital. Incorpora el proletaria-
do precarizado, o subproletariado moderno, part time, el nuevo
proletariado de los McDonalds, los trabajadores ‘guionizados’
de que los que habló Beynon (1995), los trabajadores tercerizados
y precarizados de las empresas liofilizadas de las que habló Juan
José Castillo (1996 e 1996a), los trabajadores asalariados de la
llamada “economía informal”, que muchas veces son indirectamente
subordinados al capital, más allá de los trabajadores desempleados,
expulsados del proceso productivo y del mercado de trabajo por la
reestructuración del capital, y que hipertrofian el ejército industrial
de reserva, en la fase de expansión del desempleo estructural.
La clase trabajadora hoy excluye, naturalmente, los gestores
del capital, sus altos funcionarios, que poseen el papel de control
del proceso de trabajo, de valorización y reproducción del capital
en el interior de las empresas y que reciben rendimientos elevados
o aquellos que, teniendo un capital acumulado, viven de la espe-
culación y de los intereses. Excluye también, a nuestro entender,
los pequeños empresarios, la pequeña burguesía urbana y rural
propietaria.
En la nueva composición de la clase trabajadora se presencia,
como vimos anteriormente, un aumento significativo del trabajo
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 329

femenino, que ha sido absorbido por el capital, preferentemente


en el universo del trabajo part time, precarizado y desregulado. En
el Reino Unido, por ejemplo, el contingente femenino superó re-
cientemente el masculino en la composición de la fuerza de trabajo.
Se sabe que esta expansión del trabajo femenino tiene, entretanto,
significado inverso cuando se trata de la temática salarial, donde
la desigualdad salarial de las mujeres contradice a su creciente
participación en el mercado de trabajo. Su porcentaje de remune-
ración es bien menor de aquel recibido por el trabajo masculino. Lo
mismo ocurre frecuentemente en lo que concierne a los derechos
y condiciones de trabajo.
En la división sexual del trabajo, operada por el capital dentro
del espacio fabril, generalmente las actividades de concepción o
aquellas basadas en capital intensivos son realizadas por el trabajo
masculino, en cuanto aquellas dotadas de menor calificación, más
elementales y frecuentemente fundadas en trabajo intensivo, son
destinadas a las mujeres trabajadoras (y, muy frecuentemente,
también a los trabajadores/as inmigrantes y negros/as).
La mujer trabajadora todavía realiza su actividad laboral
doblemente, dentro y fuera de la casa, dentro y fuera de la fábri-
ca. Y al hacerlo, más allá de la duplicidad del acto laboral, ella es
doblemente explotada por el capital: desde luego por ejercer, en
su espacio público, su trabajo productivo en el ámbito fabril; pero,
en el universo de su vida privada, consume horas decisivas de su
vida en el trabajo doméstico, donde posibilita (al mismo capital) su
reproducción, en esta esfera del trabajo no directamente mercantil,
donde se crean las condiciones indispensables para la reproducción
de la fuerza de trabajo de su marido, de sus hijos y de si misma.
Sin esta esfera de la producción no directamente mercantil, las
condiciones de reproducción del sistema de metabolismo social del
capital estarían bastante comprometidas, sino inviabilizadas.
En el proceso más profundo de emancipación del género hu-
mano, hay, entretanto, una acción que nos parece imprescindible
330 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

entre los hombres y las mujeres que trabajan. Esa acción tiene
en el capital y en su sistema de metabolismo social la fuente de
subordinación y extrañamiento. Una vida llena de sentido, capaz
de posibilitar el florecimiento de una subjetividad auténtica, es
posible a través de una lucha contra ese sistema de metabolismo
social, a través de acciones de clase del trabajo contra el capital.
La misma condición que moldea las condiciones para las distintas
formas de extrañamiento, para una vida desprovista de sentido en
el trabajo ofrece las condiciones de florecimiento de una subjeti-
vidad auténtica y capaz de construir una vida dotada de sentido.
Hombres y mujeres que trabajan son doblemente partícipes de este
proceso de emancipación.
Pero la lucha de las mujeres por su emancipación es también
— y decisivamente- una acción contra las formas históricos-sociales
de opresión masculina. En este dominio, la lucha feminista eman-
cipatoria es pre-capitalista, encuentra vigencia sobre el dominio
del capital — será poscapitalista, pues el fin de la sociedad de
clases, no significa directa e inmediatamente el fin de la opresión
de género. Claro que el fin de las formas de opresión de clase, si es
generador de una forma societal auténticamente libre, autodetermi-
nada y emancipada, podrá posibilitar la aparición de condiciones
histórico-sociales nunca vistas anteriormente, capaces de ofrecer
condiciones sociales igualitarias que permitan la verdadera exis-
tencia de subjetividades diferenciadas, libres y autónomas. Aquí
las diferencias de género, distintas y auténticas, se tornan capaces
de posibilitar relaciones entre hombres y mujeres verdaderamente
desprovistas de formas de opresión existentes en las más distintas
formas de sociedades de clases.
Estas mutaciones crean, por lo tanto, una clase trabajadora
más heterogénea, más fragmentada y más compleja, dividida entre
trabajadores calificados y descalificados, del mercado formal e in-
formal, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, estables y precarios,
inmigrantes y nacionales, blancos y negros, etc., sin hablar de las
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 331

divisiones que provienen de la inserción diferenciada de los países y


de sus trabajadores en la nueva división internacional del trabajo.
Al contrario, entretanto, de aquellos que defienden el “fin
del papel central de la clase trabajadora” en el mundo actual, el
desafío mayor de la clase-que-vive-del-trabajo, en este viraje del
siglo XX para el XXI, es soldar los lazos de pertenencia de clase
existentes entre los diversos segmentos que comprenden el mundo
del trabajo. Y, de ese modo, procurando articular desde aquellos
segmentos que ejercen un papel central en el proceso de creación
de valores de cambio, hasta aquellos segmentos que están más
al margen del proceso productivo, pero que, por las condiciones
precarias en que se encuentran, se constituyen en contingentes
sociales potencialmente rebeldes frente al capital y a sus formas
de (des)socialización. (Ver Bihr: 1991).
Estas transformaciones en curso no posibilitan, por lo tanto,
otorgar estatuto de validez teórica a las tesis sobre el fin del trabajo
en el modo de producción capitalista. Lo que se evidencia todavía
más cuando se constata que la mayor parte de la fuerza de trabajo
se encuentra dentro de los países llamados de Tercer Mundo, donde
las tendencias anteriormente apuntadas tienen inclusive un ritmo
bastante particular y diferenciado. Restringirse a Alemania o a
Francia y a partir de ahí hacer generalizaciones y universalizaciones
sobre el fin del trabajo o de la clase trabajadora, desconsiderando
lo que pasa en países como India, China, Brasil, México, Corea del
Sur, Rusia, Argentina, etc., para no hablar de Japón, se configura
como una equivocación de gran significado.
Eso sin mencionar que la eliminación del trabajo y la gene-
ralización de esta tendencia sobre el capitalismo contemporáneo
— incluyendo el enorme contingente de trabajadores del Tercer
Mundo — supondría la destrucción de la propia economía de mer-
cado, por la incapacidad de integración del proceso de acumulación
de capital, ya que los robots no podrían participar del mercado como
consumidores. La simple sobrevivencia de la economía capitalista
332 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

estaría comprometida, sin hablar de tantas otras consecuencias


sociales y políticas explosivas que desencadenaría esta situación.
Todo eso evidencia que es una equivocación pensar en la desapa-
rición o fin del trabajo en cuanto perdurase la sociedad capitalista
productora de mercancías y, lo que es fundamental, también no es
posible proyectar ninguna posibilidad de eliminación de la clase-
que-vive-del-trabajo, en tanto estén vigentes los pilares constitutivos
del modo de producción del capital.

V. Las Formas Contemporáneas de la Centralidad del


Trabajo

El estudio profundo de las relaciones entre trabajo productivo e


improductivo, manual e intelectual, material e inmaterial, así como
la forma asumida por la división sexual del trabajo, la nueva confi-
guración de la clase trabajadora, entre varios otros elementos, nos
permitirán recolocar y dar concretud a la tesis de la centralidad de
la categoría trabajo en la formación societal contemporánea, contra
la deconstrucción teórica que fue realizada en los últimos años.
Al contrario de la propagada substitución del trabajo por la
ciencia, o todavía de la substitución de la producción de mercancías
por la esfera comunicativa, de la propagada substitución de la pro-
ducción por la información, las nuevas formas de interpenetración
existentes entre las actividades productivas e improductivas, entre
las actividades fabriles y de servicios, entre actividades laborales
y las actividades de concepción, entre producción y conocimiento
científico, que se viene ampliando en el mundo contemporáneo,
se configuran como elementos suficientes para mostrar la forma
contemporánea de la centralidad del trabajo y hacer la crítica de
la crítica.
En este último capítulo vamos a procurar responder las si-
guientes indagaciones: ¿las mutaciones en curso acarrean inevi-
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 333

tablemente la pérdida de referencia y de relevancia del ser social


que trabaja? ¿La categoría trabajo no es más dotada de estatuto
de centralidad, en el universo de la praxis humana existente en la
sociedad capitalista contemporánea? ¿La llamada “crisis de la
sociedad del trabajo” debe ser entendida como el fin de la posibi-
lidad de revolución del trabajo? ¿El trabajo no constituye más el
elemento estructurante de una nueva forma de sociabilidad huma-
na? ¿No es más protoforma de la actividad humana, necesidad de
efectivizar el intercambio entre los seres sociales y la naturaleza,
y entre los mismos seres sociales?
Cuando se piensa en la totalidad del mundo del trabajo, al con-
trario de aquellos autores que defienden la pérdida de la centralidad
de la categoría trabajo en la sociedad contemporánea, las tendencias
en curso, ya sean en dirección hacia una mayor intelectualización
del trabajo fabril o al incremento del trabajo calificado, ya sea en
dirección a la descalificación o a su subproletarización, no permiten
concluir a cerca de la pérdida de esta centralidad en el universo de
una sociedad productora de mercancías. Aunque presenciando una
reducción cuantitativa (con repercusiones cualitativas) en el mundo
productivo, el trabajo abstracto cumple un papel decisivo en la
creación de valores de cambio. La reducción del tiempo físico de
trabajo en el proceso productivo, así como la reducción del trabajo
manual directo y la ampliación del trabajo más intelectualizado, no
niegan la ley del valor, cuando se considera la totalidad del trabajo,
la capacidad de trabajo socialmente combinada, el trabajador co-
lectivo como expresión de múltiples actividades combinadas.
Cuando se habla de la crisis de la sociedad del trabajo, es
absolutamente necesario calificar de qué dimensión se esta tratando:
si es una crisis de la sociedad del trabajo abstracto (como sugiere
Robert Kurz, 1992) o si se trata de la crisis del trabajo también en
su dimensión concreta, en cuanto elemento estructurante del in-
tercambio social entre los hombres y la naturaleza (como sugieren
Offe, 1989; Gorz, 1990; Habermas (1991 e 1992; Dominique Méda,
334 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

1997; Rifkin, 1995, entre tantos otros). En el primer caso, el de la


crisis de la sociedad del trabajo abstracto, hay una diferenciación
que nos parece decisiva y que en general ha sido negligente. La
cuestión esencial aquí es: ¿la sociedad contemporánea es o no
predominantemente movida por la lógica del capital, por el sistema
productor de mercancías, por el proceso de valorización del capi-
tal? Si la respuesta fuese afirmativa, la crisis del trabajo abstracto,
cuando se dice adiós al trabajo, se estaría cometiendo una grave
equivocación analítica, pues se considera de una sola manera un
fenómeno que tiene doble dimensión.
En cuanto creador de valores de uso, cosas útiles, forma de
intercambio entre el ser social y la naturaleza, no nos parece plausi-
ble, concebir en el universo de la sociabilidad humana, la extinción
del trabajo social. Sí es posible visualizar, para más allá del capital,
la eliminación de la sociedad del trabajo abstracto — acción esta
naturalmente articulada con el fin de la sociedad productora de mer-
cancías — es algo ontológicamente distinto suponer o concebir el fin
del trabajo como actividad útil, como actividad vital, como elemento
fúndante, protoforma de actividad humana. En otras palabras: una
cosa es concebir, con la eliminación del capital y de su sistema de
metabolismo social, el fin del trabajo abstracto, del trabajo extraña-
do y alienado; otra muy distinta, es concebir la eliminación, en el
universo de la sociabilidad humana, del trabajo concreto, que crea
cosas socialmente útiles y que, al hacerlo, (auto)transforma a su
propio creador. Una vez que se conciba el trabajo desprovisto de
esta doble dimensión, resta identificarlo como sinónimo de trabajo
abstracto, trabajo extrañado y fetichizado. La consecuencia que de
esto discurre, en la mejor de las hipótesis, es imaginar una sociedad
del “tiempo libre”, con algún sentido, pero que conviva con las
formas existentes de trabajo extrañado y fetichizado.
Cuando concebimos la forma contemporánea del trabajo,
en cuanto expresión del trabajo social, que es más complejo,
socialmente combinado y todavía más intensificado en sus ritmos
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 335

y procesos, no podemos acordar con las tesis que minimizan o


desconsideran el proceso de creación de valores de cambio. Al
contrario, defendemos la tesis de que la sociedad del capital y su
ley del valor necesitan cada vez menos del trabajo estable y cada
vez más de las diversificadas formas de trabajo parcial o part-
time, tercerizado, que son en escala creciente, parte constitutiva
del proceso de producción capitalista.
Exactamente porque el capital no puede eliminar el trabajo
vivo del proceso de creación de valores, él debe aumentar la utili-
zación y la productividad del trabajo de modo de intensificar las
formas de extracción del sobre-trabajo en tiempo cada vez más
reducido. Por lo tanto, una cosa es tener la necesidad imperiosa
de reducir la dimensión variable del capital y la consecuente
necesidad de expandir su parte constante. Otra, muy diferente, es
imaginar que eliminando el trabajo vivo, el capital pueda continuar
reproduciéndose.
La reducción del proletariado estable, heredero del tayloris-
mo/fordismo, la ampliación del trabajo intelectual abstracto en el
interior de las plantas productivas modernas, y la ampliación gene-
ralizada de las formas de trabajo precarizado, part-time, tercerizado,
desarrolladas intensamente en la “era de la empresa flexible” y de la
desverticalización productiva, son fuertes ejemplos de la vigencia
de la ley del valor, una vez que son asumidos como centralidad del
trabajo abstracto que produce las formas de descentrar el trabajo,
presentes en la expansión monumental del desempleo estructural
Cuando concebimos la forma contemporánea del trabajo,
también no podemos acordar con la tesis de la transformación
de la ciencia en la principal fuerza productiva, en sustitución al
valor-trabajo, que se habría tornado inoperante (conforme la tesis
de Habermas, 1975). Esta formulación, al “substituir” la tesis del
valor-trabajo por la conversión de la ciencia en principal fuerza
productiva, acaba por desconsiderar un elemento esencial dado por
la complejidad de las relaciones entre la teoría del valor y la del
336 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

conocimiento científico. O sea, parece desconsiderar que el trabajo


vivo, en interacción con la ciencia y la tecnología constituye una
compleja y contradictoria relación social capitalista, que impide y
limita la expansión autónoma de la ciencia. No se trata de decir que
la teoría del valor no reconoce el papel creciente de la ciencia, sino
que esta se encuentra impedida en su posibilidad de desarrollo autó-
nomo por la base material de las relaciones entre capital y trabajo,
la cual no puede superar. Y es por esta restricción estructural, que
libera y además impide la expansión de la ciencia para el incremento
último de la producción de valores de cambio, que impide el salto
cualitativo societal para una sociedad productora de bienes útiles
según la lógica del tiempo disponible. Por eso la ciencia no puede
convertirse en la principal fuerza productiva dotada de autonomía.
Prisionera de esta base material, menos de que una cientifización de
la tecnología hay, conforme sugiere Mészáros (1989), un proceso de
tecnologización de la ciencia. Ontológicamente prisionera del suelo
material estructurado por el capital, la ciencia no puede tornarse
su principal fuerza productiva. Ella interactúa con el trabajo, en la
necesidad preponderante de participar del proceso de valorización
del capital. No se sobrepone al valor, sino es una parte intrínseca
de su mecanismo.
Esta interpenetración entre actividades laborales y ciencia nos
parece, por lo tanto, más compleja: el saber científico y el saber
laboral se mezclan más directamente en el mundo contemporáneo
sin que el primero se sobreponga al segundo. Varios experimentos,
de los cuales el proyecto Saturno de la General Motors, en los EUA
(tratado anteriormente) es ejemplar, fracasaron cuando procuraron
automatizar el proceso productivo desconsiderando el trabajo. Las
máquinas inteligentes no pueden substituir a los trabajadores. Al
contrario, su introducción utiliza el trabajo intelectual del obrero
que al interactuar con la máquina informatizada, acaba también
por transferir parte de sus nuevos atributos intelectuales a la nueva
máquina que resulta de este proceso.
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 337

Se establece, entonces, un complejo proceso interactivo entre


trabajo y ciencia productiva, que no puede llevar a la extinción del
trabajo. Este proceso de retroalimentación impone al capital la ne-
cesidad de encontrar una fuerza de trabajo todavía más compleja,
multifuncional, que debe ser explotada de manera más intensa y
sofisticada, al menos en los ramos productivos dotados de mayor
incremento tecnológico.
Con la conversión del trabajo vivo en trabajo muerto, a partir
del momento en que, por el desarrollo de los softwares, la máquina
informática pasa a desempeñar actividades propias de la inteligencia
humana, o lo que se puede presenciar es, para usar una expresión
de Lojkine, un proceso de objetivación de las actividades cere-
brales junto a la máquina, de transferencia del saber intelectual y
cognitivo de la clase trabajadora para la maquina informatizada.
La transferencia de capacidades intelectuales para la maquina
informatizada, que se convierte en lenguaje de la máquina, propia
de la fase informática, a través de las computadoras, acentúa la
transformación de trabajo vivo en trabajo muerto.
Otra tendencia operada por el capital, en la fase de la reestruc-
turación productiva, en lo que concierne a la relación entre trabajo
y valor, es aquella que reduce los niveles de trabajo improductivo
dentro de las fábricas. La eliminación de varias funciones como
supervisión, vigilancia, inspección, gerencias intermediarias, etc.,
medida que se constituye en elemento central del toyotismo y de la
empresa capitalista moderna con base en la lean production, busca
transferir e incorporar al trabajo productivo, actividades que eran
anteriormente hechas por trabajadores improductivos. Reducien-
do el trabajo improductivo, a través de su incorporación al propio
trabajo productivo, el capital pierde obligaciones sobre la parcela
del conjunto de trabajadores que no participan directamente del
proceso de creación de valores.
Más allá de la reducción del trabajo improductivo, hay otra
tendencia dada por la creciente imbricación entre trabajo material e
338 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

inmaterial, una vez que se presencia, en el mundo contemporáneo,


la expansión del trabajo dotado de mayor dimensión intelectual, ya
sea en las actividades industriales más informatizadas, ya sea en
las esferas comprendidas por el sector servicios o en las comuni-
caciones, entre tantas otras. La expansión del trabajo en servicios,
en esferas no directamente productivas, pero que muchas veces
desempeñan actividades imbricadas con el trabajo productivo, se
muestra como otra característica importante de la noción ampliada
de trabajo, cuando se quiere comprender su significado en el mundo
contemporáneo.
Dado que en el mundo de la tecno-ciencia, la producción de
conocimiento se torna un elemento importante de la producción de
bienes y servicios, se puede decir que, con J. M. Vincent (1995)
los saberes de los trabajadores se constituyen en una característica
central de la capacidad de trabajo en general, los saberes de los
trabajadores constituyen una característica central de la capacidad
de trabajo en general, presentándose cada vez más como fuerza de
trabajo inteligente, que reacciona a las situaciones productivas en
mutación igualando sus problemas. La ampliación de las formas
de trabajo inmaterial se torna, por lo tanto, otra característica del
sistema de producción en las industrias de tecnología avanzada, una
vez que el sistema productivo carece, como dice Lazzarato (1993),
crecientemente de actividades de investigación, comunicación
y marketing, para la obtención anticipada de las informaciones
oriundas del mercado. Todo eso evidencia, en el universo de las
empresas productivas y de servicios una expansión y ampliación
de las actividades denominadas inmateriales.
Las nuevas dimensiones y formas de trabajo vienen trayendo
una expansión, una ampliación y una complejidad mayor de la
actividad laboral, de la cual la expansión del trabajo inmaterial es
ejemplo. Trabajo material e inmaterial, en la imbricación creciente
que existe entre ambos, se encuentran, entretanto, centralmente
subordinados a la lógica de la producción de mercancías y de
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 339

capital, mismo cuando el trabajo asume la forma creciente de tra-


bajo intelectual-abstracto, que también es absorbido por el capital
como mercancía. De ese modo, las formas de producción material
e inmaterial se tornan cada vez más subordinadas a una producci-
ón creciente de conocimiento que se convierten en mercancías y
capital, para recordar nuevamente J.M. Vincent (1993 Ver también
Tosel, 1995).
De ese modo, la alienación o, más precisamente el extraña-
miento (Entfremdung) del trabajo se encuentra, en su esencia, pre-
servado. Aunque fenoménicamente minimizado por la reducción de
la separación entre la elaboración y la ejecución, por la reducción de
los niveles jerárquicos en el interior de las empresas, la subjetividad
que emerge en la fábrica o en las esferas productivas de punta es
expresión de una existencia inauténtica y extrañada, para recurrir
a la formulación de N. Tertulian (1993). Más allá del saber obrero,
que el fordismo expropió y transfirió para la esfera de la gerencia
científica, para los niveles de elaboración, la nueva fase del capital,
de la cual el toyotismo es la mejor expresión, retransfiere el savoir
faire para el trabajo, pero lo hace apropiándose crecientemente de
su dimensión intelectual, de sus capacidades cognitivas, procurando
envolver más fuerte e intensamente la subjetividad obrera.
Pero el proceso no se restringe a esta dimensión, una vez que
parte del saber intelectual es transferido para las máquinas informa-
tizadas, que se tornan más inteligentes, reproduciendo parte de las
actividades y ellas transferidas por el saber intelectual del trabajo.
Como la máquina no puede suprimir el trabajo humano, ella nece-
sita de una mayor interacción entre la subjetividad que trabaja y la
nueva máquina inteligente. Y, en este proceso, el involucramiento
interactivo aumenta todavía más el extrañamiento del trabajo,
amplía las formas modernas de la reificación, distanciando todavía
más la subjetividad del ejercicio de una cotitianeidad auténtica y
autodeterminada. Si el extrañamiento permanece y se complejiza
en las actividades de punta del ciclo productivo, en aquella parcela
340 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

aparentemente más “estable” de la fuerza de trabajo que ejerce el


trabajo intelectual abstracto, el cuadro es todavía más intenso en los
estratos precarizados de la fuerza humana de trabajo, que viven las
condiciones con mayor desprotección de derechos y en condiciones
de inestabilidad cotidiana, dada por el trabajo part-time, temporario,
precarizado, para no hablar en los crecientes contingentes que viven
el desempleo estructural. Sobre la condición de la precarización
o de la expulsión del trabajo, el extrañamiento asume una forma
todavía más intensificada y más brutalizada, pautada por la pérdida
(casi) completa de la dimensión de humanidad.
De la explosión de Los Angeles, en 1992, a las explosiones
de desempleados de Francia, en expansión desde principios de
1997, asistimos a muchas manifestaciones de revuelta contra los
extrañamientos, de aquellos que son expulsados del mundo del
trabajo e, consecuentemente, impedidos de vivir una vida dotada
de algún sentido. En el polo más intelectualizado de la clase tra-
bajadora, que ejerce su trabajo intelectual abstracto, las formas de
reificación tienen una concreción particular, más compleja (más
“humanizada” en su esencia deshumanizadora), dada por las nue-
vas formas de “involucramiento” e interacción entre trabajo vivo y
maquinaria informatizada. En los estratos más penalizados por la
precarización/exclusión del trabajo, la reificación es directamente
más deshumanizada y brutalizada en sus formas de vigencia. Lo
que compone el cuadro contemporáneo de los extrañamientos o de
las alienaciones en el mundo del capital, diferenciados respecto a
su incidencia, pero vigente en cuanto manifestación que atañe a la
totalidad de la clase-que-vive-del-trabajo.
Los elementos analíticos presentados a lo largo de este en-
sayo nos permiten avanzar en nuestra crítica a la formulación de
Habermas, presente en su Teoría de la Acción Comunicativa, en lo
que concierne a su tentativa teórica de deconstrucción del trabajo
(Habermas, 1991 e 1992). Habermas, como sabemos, en su crítica
a Marx, realiza una disyunción analítica esencial entre trabajo
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 341

y interacción, entre praxis laboral e acción intersubjetiva, entre


actividad vital y acción comunicativa, entre sistema y mundo de
la vida. Pero al hacerla, pierde el momento en que se realiza la
articulación inter-relacional entre teleología y causalidad, entre
mundo de la objetividad y de la subjetividad, cuestión nodal para
la compresión del ser social. Habermas atribuye a Marx la reduc-
ción de la esfera comunicativa a la acción instrumental. Como
contraposición, realiza una sobrevalorización y disyunción entre
estas dimensiones decisivas de la vida social, y la pérdida de este
lazo indisoluble permite a Habermas valorizar y autonomizar la
esfera comunicativa.
En ese sentido, hablar de colonización del mundo de la vida
por el sistema parece ser, entonces, una versión muy tenue, en el
mundo contemporáneo, frente a la totalización operada por la vi-
gencia del trabajo abstrato y por la fetichización de la mercancía y
sus repercusiones reificadas en el interior de la esfera comunicativa.
Y el capitalismo por cierto es mucho más que un subsistema.
En el nivel más abstracto, la limitación analítica haberma-
siana se hace efectiva por la pérdida de la relación de distancia y
prolongación existente entre el trabajo y la praxis interactiva, que
asume la forma relacional entre esferas que se tornaron disocia-
das a partir de la complejidad de la vida societal. En cuanto para
Habermas se opera una desacoplamiento que lleva a la separación,
para Lukács de la Ontología de Ser Social tiene lugar un distancia-
miento, una mayor complejidad y ampliación que, entre tanto, no
rompe el lazo y los vínculos indisolubles entre estas esferas de la
sociabilidad, vínculos que ocurren tanto en la génesis, como en el
propio proceso emancipatorio. (Lukács, 1981)
Habermas, al contrario, en la disyunción que opera a partir
de la complejidad de las formas societales, conferirá a la esfera del
lenguaje y de la comunicación el espacio y el sentido privilegiado
de la emancipación. Ambos, entre tanto, confieren un papel central
a la esfera de la subjetividad, tanto en la génesis como en el devenir.
342 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Pero el tratamiento que ofrecen a esta categoría es complemente


distinto. Para Habermas, el dominio de la subjetividad es comple-
mentario al mundo exterior, en cuanto para Lukács esta separación
es desprovista de significado.
Para Habermas, en la disyunción que realiza a partir de la
complejidad de las formas societales, con a efectivización del de-
sacoplamiento entre sistema y mundo de la vida y la consecuente
autonomización de la intersubjetividad, corresponderá a la esfera
del lenguaje y de la razón comunicativa un sentido emancipatorio.
En Lukács, al contrario, los vínculos entre subjetividad y trabajo
son indisolubles. Así, tanto en la génesis del ser social, como en
su desarrollo y en el propio proceso emancipatorio, el trabajo, en
cuanto momento fúndante de la propia subjetividad humana, a
través de la continua realización de las necesidades humanas, de la
búsqueda de la producción y reproducción de su vida societal, de
la génesis de la propia conciencia del ser social, se muestra como
elemento ontológicamente esencial y fúndante.
Si, para Habermas, el fin del “paradigma del trabajo” es una
constatación posible, como resultado de sus propios presupuestos
analíticos, para Lukács, la complejidad societal no disolvió el sen-
tido original (y esencial) presente en el proceso de trabajo, entre
teleología y causalidad, entre mundo de la objetividad y la esfera
de la intersubjetividad.
En el contexto del capitalismo tardío, la tesis habermasiana
de la pacificación de los conflictos de clases se encuentra hoy, a
menos de veinte años de su publicación, sufriendo un fuerte cues-
tionamiento. No sólo el welfare state se viene desmoronando en
un relativamente escaso conjunto de países donde él tuvo efectiva
vigencia, como también las mutaciones presenciadas en el interior
del Estado intervencionista acentuaron su sentido fuertemente
privatizante. De este cuadro lleno de mutaciones, se viene desinte-
grando también, y de manera creciente, la base empírica limitada
de sustentación de la crítica habermasiana a la pacificación de las
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 343

luchas sociales, dada por la hegemonía del proyecto socialdemó-


crata en el interior del movimiento de los trabajadores. Y, mismo
cuando este proyecto se presenta victorioso electoralmente, él está
cada vez más distanciado de los valores del reformismo socialde-
mócrata que tuvo vigor en el período de posguerra.
Con la erosión creciente del welfare state (y el consecuente
enflaquecimiento de su sistema de seguridad social), a lo largo de
las últimas décadas y en particular de los años ’90, la expresión
fenoménica y contingente de la pacificación de los conflictos de
clases — que Habermas quería conferir estatuto de determinación
— viene dando muestras crecientes de envejecimiento precoz. Lo
que era una supuesta crítica ejemplificadora de la “incapacidad
marxiana de comprender el capitalismo tardío” muestra en verdad
una fragilidad del constructo habermasiano.
Las recientes acciones de resistencia de los trabajadores pa-
recen, señala una dirección opuesta y ejemplifican las formas con-
temporáneas de confrontación asumidas entre el capital social total
y la totalidad del trabajo. Y una de esas luchas centrales es aquella
volcada para a reducción de la jornada (o del tiempo) de trabajo. Es
lo que trataremos a continuación, en la parte final de nuestro texto.
La lucha por la reducción de la jornada diaria (o del tiempo
semanal) de trabajo ha sido una de las más importantes reivindica-
ciones del mundo del trabajo, una vez que constituye un mecanismo
de contraposición a la extracción del sobre-trabajo, realizado por
el capital, desde su génesis con la revolución industrial y contem-
poraneidad con la acumulación flexible de la era del toyotismo y
de la máquina informática. Desde el advenimiento del capitalismo
la reducción de la jornada de trabajo se muestra como central en
la acción de los trabajadores, condición preliminar, conforme dice
Marx, para una vida emancipada.
En los días actuales, esta formulación gana todavía más con-
creción, pues se muestra, como un mecanismo importante (aunque,
344 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

cuando es considerado aisladamente, es bastante limitado) para


intentar minimizar el desempleo estructural que afecta un conjunto
enorme de trabajadores y trabajadoras. Pero transciende mucho esta
esfera de la inmediatez, una vez que la discusión de la reducción
de la jornada de trabajo se configura como un punto de partida
decisivo, anclado en el universo de la vida cotidiana, para, por un
lado, permitir una reflexión fundamental sobre el tiempo, y tiempo
de trabajo, el autocontrol sobre el tiempo de trabajo y el tiempo de
vida. Y, por otro, al posibilitar el florecimiento de una vida dotada
de sentido fuera del trabajo.
Con eso entramos en otro punto crucial, que se constituye
en el eje central de nuestro libro “Os Sentidos do Trabalho”: una
vida llena de sentido fuera do trabajo supone una vida dotada de
sentido dentro del trabajo. No es posible compatibilizar trabajo
asalariado, fetichizado y extrañado con tiempo (verdaderamente)
libre. Una vida desprovista de sentido en el trabajo es incompatible
con una vida llena de sentido fuera del trabajo. En alguna medida,
la esfera fuera del trabajo estará manchada por la desfetichización
que se da en el interior de la vida laboral.
Como el sistema global del capital de nuestros días abarca
también las esferas de la vida fuera del trabajo, la desfetichización
de la sociedad del consumo tiene como corolario imprescindible
la desfetichización en el modo de producción de las cosas. Lo que
torna su conquista mucho más difícil, no interrelaciona decisiva-
mente la acción por el tiempo libre con la lucha contra la lógica
del capital y la vigencia del trabajo abstracto.
Una vida llena de sentido en todas las esferas del ser social,
dada por la omnilateralidad humana, solamente podrá efectivizarse
a través de la demolición de las barreras existentes entre tiempo
de trabajo y tiempo de no-trabajo, de modo que, a partir de una
actividad vital llena de sentido, autodeterminada, para más allá
de la división jerárquica que subordina el trabajo al capital hoy
vigente y, por lo tanto, sobre bases enteramente nuevas, se pueda
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 345

desarrollare una nueva sociabilidad tejida por individuos (hombres


y mujeres) sociales y libremente asociados, donde ética, arte, fi-
losofía, tiempo verdaderamente libre y ocio, en conformidad con
las aspiraciones más auténticas, suscitadas en el interior de la vida
cotidiana, posibiliten las condiciones para la efectivización de la
identidad entre individuo y género humano, en la multilateralidad
de sus dimensiones. En formas enteramente nuevas de sociabilidad,
donde libertad y necesidad se realizan mutuamente. Si el trabajo
se torna dotado de sentido, será también (y decisivamente) a través
del arte, de la poesía, de la pintura, de la literatura, de la música,
del tiempo libre, del ocio, que el ser social podrá humanizarse y
emanciparse en su sentido más profundo.
Si el fundamento de la acción colectiva fuese dirigida radi-
calmente contra las formas de (des)socialización del mundo de las
mercancías, la lucha inmediata por la reducción de la jornada o
tiempo de trabajo se torna enteramente compatible con el derecho
al trabajo (en jornada reducida y sin reducción de salario). De ese
modo, la lucha contemporánea inmediata por la reducción de la jor-
nada (o del tiempo) de trabajo y la lucha por el empleo, al contrario
de ser excluyentes, se tornan necesariamente complementarias. Y el
emprendimiento societal por un trabajo lleno de sentido y por la vida
auténtica fuera del trabajo, por un tiempo disponible para el trabajo
un por un tiempo verdaderamente libre y autónomo fuera del trabajo
— ambos, por lo tanto, fuera del control y del comando opresivo del
capital — se convierten en elementos esenciales en la construcción
de una sociedad no más regulada por el sistema del metabolismo
social del capital y sus mecanismos de subordinación.
El ejercicio del trabajo autónomo, eliminado el dispendio de
tiempo excedente para la producción de mercancías, eliminado
también el tiempo de producción destructivo y superfluo (esferas
estas controladas por el capital) posibilitará el rescate verdadero
del sentido estructurante del trabajo vivo, contra el sentido (des)
estructurante del trabajo abstracto para el capital. Esto porque
346 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

sobre el sistema de metabolismo social del capital, el trabajo que


estructura el capital, desestructura el ser social. El trabajo asala-
riado que da sentido al capital, genera una subjetividad inauténtica
en el propio acto de trabajo, al reestructurar el ser social, habrá
desestructurado el capital. Y ese mismo trabajo auto-determinado
que dejó sin sentido al capital, generará las condiciones sociales
para el florecimiento de una subjetividad auténtica y emancipada,
dando un nuevo sentido al trabajo.

* * *

A pesar de la heterogeneización, complejización y fragmen-


tación de la clase trabajadora, las posibilidades de una efectiva
emancipación humana todavía pueden encontrar concreción y via-
bilidad social a partir de las revueltas y rebeliones que se originan
centralmente en el mundo del trabajo; un proceso de emancipación
simultáneamente del trabajo, en el trabajo y por el trabajo. Esta
formulación no excluye ni suprime otras formas importantes de
rebeldía y protesta. Pero, viviendo en una sociedad que produce mer-
cancías, valores de cambio, las revueltas del trabajo acaban teniendo
estatuto de centralidad. Todo el amplio espectro de asalariados que
comprenden el sector de servicios, más los trabajadores “terceri-
zados”, los trabajadores del mercado informal, los “trabajadores
domésticos”, los desempleados, los subempleados, etc., pueden
sumarse a los trabajadores directamente productivos y por eso,
actuando en cuanto clase, constituirse en el segmento social dotado
de mayor potencialidad anticapitalista. Del mismo modo, la lucha
ecológica, los movimientos feministas y tantos otros nuevos movi-
mientos sociales tienen mayor vitalidad cuando consiguen articular
sus reivindicaciones singulares y auténticas, con la denuncia de la
lógica destructiva del capital (en e caso del movimiento ecologista)
y del carácter fetichizado, extrañado y “des-realizador” del género
humano, generado por la lógica societal del capital (en el caso del
movimiento feminista). Esta posibilidad depende, evidentemente,
CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO 347

de la particularidad socioeconómica de cada país, de su inserción en


la (nueva)división internacional del trabajo, así como de la propia
subjetividad de los seres sociales que viven del trabajo, de sus valores
políticos, ideológicos, culturales, de género, etc.
Las recientes huelgas y las explosiones sociales, presenciadas
por los países capitalistas, se constituyen en importantes ejemplos
de las nuevas formas de confrontación social contra el capital.
Podemos ejemplificar con la explosión social de los negros en Los
Angeles en 1992, la rebelión de Chiapas en México, la emergencia
del Movimiento de los Trabajadores Si Tierra (MST) en Brasil.
O con las innumerables huelgas ampliadas de los trabajadores,
como la de los trabajadores de las empresas públicas en Francia,
en noviembre-diciembre de 1995, la larga huelga de los trabajado-
res portuarios en Liverpool, desde 1995, o la huelga de cerca de 2
millones de metalúrgicos en Corea del Sur, en 1997, contra la pre-
carización y flexibilización del trabajo. O aún, la reciente huelga de
los transportistas de la United Parcel Service, en agosto de 1997, con
185.000 trabajadores paralizados, articulando una acción conjunta
entre trabajadores part-time y full-time o la de los trabajadores de
la General Motors, en los EUA, en 1998, contra la tercerización
y precarización del trabajo, que paralizó prácticamente el sistema
mundial de producción de aquella empresa automovilística. Estas
acciones, entre tantas otras, muchas veces mezclando elementos de
estos polos diferenciados de la clase-que-vive-del-trabajo, consti-
tuyen importantes ejemplos de estas nuevas confrontaciones contra
la lógica destructiva que preside la sociabilidad contemporánea

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353

III
Movimientos Sociales, sociedad civil y
procesos de luchas en América Latina
354

III.1
América Latina*

Samir Amin y François Houtart

Las resistencias y las luchas en América Latina fueron intensas


y numerosas desde la introducción del capitalismo mercantil y del
capitalismo industrial. Posteriormente a una fase de desarrollo
nacional y de regímenes populistas, los poderes militaron orques-
taron la reinserción del continente en la economía capitalista
mundializada, apagando la voz de los movimientos sociales. El
período neoliberal que siguió se caracterizó en el plano político por
la existencia de “democracias controladas”. Las luchas sociales
contemporáneas estuvieron no sólo marcadas por la oposición
masiva al proyecto de Área de Libre Comercio de las Américas
(ALCA), sino también por numerosos movimientos contra las pri-
vatizaciones. Del punto de vista sectorial surgieron movimientos
campesinos, de los pueblos indígenas, de los obreros, de las clases
medias, de las mujeres, y de los religiosos. Durante los años 1990
se expandieron las convergencias. Estas iniciativas se caracteri-
zaron por la utilización de nuevos medidos de comunicación y por
la aspiración a formas democráticas más participativas. Nuevos
desafíos surgieron en este proceso: la relación con la política, la

* Extraído de Amin, S. y Houtart, F. Mundialização das Resistencias. O estado das


lutas. Cortez, São Paulo, 2003. Traducción de Javier Amadeo.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 355

necesidad de una convergencia anti-sistémica, la criminalización


de los movimientos sociales, y la militarización del continente.
El continente latinoamericano, que vio nacer el primer Foro
Social Mundial en Porto Alegre, en Brasil, se tornó en el símbolo
de las convergencias de los movimientos sociales, así como Davos
es el símbolo de los poderes dominantes del capitalismo mundial.
El lugar donde esa iniciativa fue realizada debe ser analizado con
interés para comprender algunas de sus dimensiones.

1. Las resistencias y las luchas en su contexto histórico

Las luchas contemporáneas se inscriben en una historia que


debe ser recordada antes de iniciar nuestra descripción y análisis.
De hecho, es con el capitalismo mercantil que comienza la historia
de la inserción del continente en la economía mundial, dominada en
la época por Europa. El robo de las riquezas de la región contribuyó
con la acumulación primitiva que estuvo en el origen del desarrollo
industrial europeo. Sus costos humanos fueron dramáticos: de un
lado, el genocidio de los indios de América, y de otro, la esclavitud
de los africanos.
El capitalismo industrial instauró su dominación económica en
el continente, pero sin fundar colonias auténticas, como en África
o en Asia. De hecho, fueron las minorías blancas o mestizas que
decretaron la independencia con relación a las antiguas metrópolis,
lo que tornaba impensable una recolonización. Los conflictos dentro
del sistema tuvieron, en un primer momento, como consecuencia
el beneficio de los intereses de Inglaterra y después de los Estados
Unidos, quienes elaboraron la doctrina Monroe (América para los
americanos).
Durante ésos dos períodos, las luchas sociales fueron innu-
meras. Basta recordar algunas. Hubo guerras llevadas adelante por
los pueblos autóctonos, en el ámbito del continente, para retardar
356 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

su sujeción y los levantamientos de esclavos, principalmente en


el Caribe: Cuba y Haití. Las primeras embestidas del capitalismo
agrario, por ejemplo en Brasil, fueron recibidas por movimientos
campesinos junto con los movimientos religiosos de contestación
social. Durante los siglos XIX y XX presenciamos, en el seno de
los grupos sociales dominantes, divisiones entre conservadores,
generalmente ligados a los intereses de la oligarquía agraria, y
liberales, favorables a la modernización capitalista.
En el inicio del siglo XX, México sufrió una revolución po-
lítica y social, de carácter nacionalista, antiimperialista y agraria
(Zapata y Pancho Villa). Mientras la industria local se desarrollaba,
principalmente en el Cono Sur, en Colombia y en México, y de
forma marginal en los otros países, las luchas obreras surgieron
por primera vez; y fueron reprimidas ferozmente. La masacre de
la escuela Santa Maria de Iquique, en Chile, costó la vida a miles
de mineros en huelga en las empresas controladas por el capital
norteamericano.
En resumen, la inserción subordinada de América Latina en el
capitalismo mundial no es reciente, creó situaciones injustas y des-
truyó culturas arraigadas, dando origen a fuertes luchas sociales. La
característica principal de la época contemporánea es la orientación
neoliberal de la economía mundial: el Consenso de Washington.
El continente fue azotado por las políticas de privatización y de
liberalización y las luchas sociales, que de ello resultaron, tienen
esa marca imborrable.

II. El continente como periferia económica, política y


cultural

El continente latinoamericano muchas veces fue considerado


como una entidad geográfico-económica específica. Eso se verifica
principalmente en la política de los Estados Unidos o de las insti-
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 357

tuciones financieras internacionales. Sin embargo, las condiciones


nacionales son muy diferentes y las formas en que se expresan las
luchas sociales varían de un país o región para otro, dependiente
de factores como el grado de industrialización, la resistencia de
las oligarquías agrarias, o la importancia relativa de los pueblos
autóctonos.
Posteriormente al período de desarrollo nacional, basado en la
sustitución de importaciones por la producción local (desarrollis-
mo) y, por tanto, centrado en un mercado interno — de lo cual la
CEPAL (Comisión Económica para América Latina) fue la prota-
gonista — el continente emprendió su reinserción en el capitalismo
globalizado. De hecho, el modelo anterior se había destruido rápi-
damente, principalmente en virtud del precio de las transferencias
de tecnología y de la adquisición de know how. El mismo proceso
se dio en el resto de los países del Sur (en la expresión de Samir
Amin el modelo de Bandung). El surgimiento de las dictaduras
militares creó las condiciones políticas y sociales necesarias para
el paso de una economía basada en el mercado interno para una
economía subordinada al imperialismo económico. Las inversiones
en capital extranjero crecieron enormemente, consolidando una
estructura monopolística en las economías nacionales.
Con el fracaso del modelo de desarrollo nacional, la izquierda
sufrió, en muchos países, un desmoronamiento político y divisiones
internas. Asistimos a la crisis del populismo en Brasil, en Argentina,
y en Colombia, así como al inicio de la militarización del sistema
político. Las dictaduras militares impusieron el abandono del mode-
lo de desarrollo nacional, la destrucción de las reformas socialistas
— como en el caso de Chile de Pinochet — y la apertura de las
economías nacionales al mercado internacional. La represión a los
movimientos sociales y políticos fue salvaje. En América Central y
en una parte del Caribe, las estructuras económicas agro-exportado-
ras, dominadas por dictaduras apoyadas por Estados Unidos, dieron
a la luz movimientos populares nacionalistas armados que tomaron
358 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

el poder en Cuba, en Nicaragua y en Haití. Apenas Cuba resistió a


la inserción directa en el sistema económico dirigido por Estados
Unidos, pero al precio del embargo. Durante esa hibernación de
los movimientos sociales en el ámbito del continente, las Iglesias
cristianas y, particularmente, la Iglesia católica, renovada gracias
al Concilio Vaticano II y a la Conferencia del Consejo Episcopal
Latinoamericano de Medellín en 1968, ofrecieron importantes
espacios de reflexión (teología de la liberación) y de acción social
(comunidades eclesiásticas de base).
Frente a una situación de manifestaciones masivas y de presio-
nes sociales y políticas, los militares salieron de escena, inspirando
una inmensa esperanza de justicia social y de participación política.
Los resultados de las transiciones democráticas no estuvieron a la
altura de las expectativas: impunidad de los antiguos gobernantes,
persistencia del cientelismo y de la corrupción, concentración
del poder político y económico en las manos de las elites fueron
los síntomas de la imposibilidad de transformación “de arriba
para bajo”. Además, los medios de comunicación continuaban
controlados por los grandes grupos económicos, los organismos
financieros internacionales no dejan ningún margen de maniobra
a las políticas nacionales y la deuda externa literalmente estalló.
Todo eso no favoreció el ejercicio de una democracia estrictamente
representativa.
El neoliberalismo se implantó rápidamente, principalmente
bajo la influencia de las organizaciones financieras internacionales
(FMI, Banco Mundial) que impusieron sus condiciones de crédito
(entre otras planes de ajuste estructural), exigiendo el rigor de las
políticas monetarias, la reducción de las funciones del Estado por
medio de las privatizaciones y la disminución de sus gastos, el pago
regular del servicio de la deuda, etc. Todo eso correspondía a la
política mundial de restablecimiento de la tasa de acumulación del
capital. Permitiendo que los países de la tríada (los Estados Unidos,
Europa, Japón) reforzaran su posición de centro de la economía
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 359

mundial, reduciendo a América Latina a su puesto tradicional de


periferia. Los poderes económicos locales, interesados en continuar
en el papel de comprador, esto es, de intermediarios, se aliaron sin
dificultad a la política neoliberal. Como dice Emir Sader, “nunca
un modelo se generalizó tanto y llevó a un fracaso tan lamentable
en la historia de América Latina” (Sader, 2002).
Las consecuencias sociales de esa transición conservadora
fueron desastrosas: aumento de la pobreza, crecimiento de las de-
sigualdades, desmantelamiento de los servicios públicos, despidos
en masa, quiebras de las pequeñas empresas, precariedad de las
condiciones de trabajo y desarrollo del sector informal. Cada vez
más grupos sociales fueron afectados por esa política. Como afirma
Harnecker, en su obra sobre el tema (2002), no se trata apenas de
la masa de pobres numéricamente en expansión, sino también de
una clase media empobrecida, de pequeños y medianos productores
agrícolas y de miembros de cooperativas, de pueblos indígenas,
de profesionales liberales, desempleados, trabajadores de servi-
cios públicos, mujeres del sector informal, pequeños ahorristas,
jubilados, hasta cuadros subordinados del ejército y de la policía,
en resumen, lo que Helio Gallardo llama “el pueblo social”. Si el
modelo de desarrollo nacional había fortalecido moderadamente
la clase trabajadora, obligando a un sumisión real del trabajo al
capital por medio del sistema salarial, la era neoliberal, al contrario,
estableció consecuentemente un sumisión formal, puede decirse,
del desvío de un gran número de otros medios de extracción del
excedente (deuda externa, tasa de intereses, desarrollo del capita-
lismo financiero, condiciones ofrecidas a las inversiones externas,
paraísos fiscales, etc.).
Las consecuencias sobre los movimientos sociales fueron
considerables. Ya decapitados por los regímenes militares, fueron
aún más debilitados por la nueva orientación económica. De hecho,
las luchas de clase pasaron para a segundo plano y los sindicatos
retrocedieron para posiciones defensivas y reivindicaciones inme-
360 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

diatas. Por otro lado, nuevas demandas surgieron, ligadas a la idea


de los derechos universales: educación, salud, seguridad social,
habitación, alimentación, identidad cultural. Ellas se manifiestaron
también contra las políticas específicamente neoliberales, las pri-
vatizaciones, la precariedad del trabajo, los bajos salarios, el cierre
de algunas empresas. Sin embargo, sólo podemos comprender este
proceso en el contexto global del sistema capitalista, que siempre
termina por privilegiar algunas clases sociales en detrimento de
otras. Veamos algunos ejemplos.

III. Las luchas contra el proyecto neoliberal

La oposición al Acuerdo Norteamericano de Libre-Comer-


cio (North American Frene Trade Agreement — Nafta) firmado
entre los Estados Unidos, Canadá y México, puesta en evidencia
principalmente por la acción zapatistas en México desde 1994,
se generalizó por todo el continente contra el proyecto de exten-
sión de esa fórmula a todos los países de América (ALCA). Esa
lucha continental sirvió de tema para la marcha de más de 50.000
personas en el cierre del segundo Foro Social Mundial de Porto
Alegre. La amenaza inminente de la integración/subordinación
del continente a la economía norteamericana provocó innumeras
resistencias y aceleró el proceso de formación de una amplia
alianza, reuniendo los movimientos de América Latina, Estados
Unidos y Canadá.
Las luchas más importantes fueron contra la privatización de
algunos servicios públicos. Es el caso de Bolivia, en Cochabamba,
contra la privatización del agua, en Paraguay, Ecuador y Bolivia
en relación a la electricidad, en Venezuela por causa transportes
públicos, en Chile por la jubilación social etc. Tales manifestaciones
reunieron personas de sectores populares y de las clases medias,
sin necesariamente generar actividades permanentes. En los luga-
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 361

res donde la crisis fue particularmente aguda, nuevas formas de


organización económica surgieron: es el caso de la Argentina con
el trueque. En algunos grupos sociales tomó cuerpo unía nueva
conciencia: movimientos campesinos, pueblos originarios, nuevo
sindicalismo, mujeres. Métodos inéditos caracterizaron también
las reacciones contra las políticas neoliberales: huelgas cívicas,
ocupaciones de lugares públicos, corte de rutas (piqueteros), ma-
nifestaciones con cacerolas (cacerolazos) etc.

1. Los movimientos campesinos

Las luchas campesinas son numerosas. Podemos encontrarlas


en las plantaciones de plátano de Panamá, contra las empresas
transnacionales de Estados Unidos; en Paraguay, por el derecho a la
tierra y al crédito etc. Juntamente con los indígenas, los movimien-
tos rurales estuvieron, en los últimos años, entre los más dinámicos
del continente. Y es necesario decir que la política neoliberal se
caracteriza por una verdadera contrarreforma agraria y un nuevo
proceso de concentración de tierras. Ciertamente las antiguas oli-
garquías agrarias no van de viento en popa y sus estrategias son
del tipo defensivo, como en Brasil, en Colombia o en Guatemala.
Pero una parte de la burguesía comercial y financiera, enriquecida
por el neoliberalismo, invierte parcialmente en la agricultura, con el
objetivo de insertarla más en el sistema capitalista, principalmente
vía exportación. De eso resulta una eliminación, a veces, brutal de
los pequeños campesinos, incapaces de resistir a su exclusión del
sistema de crédito y a la caída de los precios gracias a la apertura
de los mercados. Donde las cooperativas fueron organizadas siste-
máticamente, como en Nicaragua, están muriendo lentamente.
El movimiento campesino más importante de América Lati-
na es sin duda el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST)
de Brasil. Varias razones pueden ser invocadas para explicar la
362 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

fascinación que ejerce actualmente: el número de personas con-


gregadas es superior a cuatrocientas mil familias; su proyecto
político excede la voluntad individual de lograr una tierra y se
encamina para una visión global de la sociedad; finalmente, la
creatividad, la combatividad y la tenacidad que sus miembros
demuestran en la defensa de su causa, por medio de ocupacio-
nes de tierras y de edificios oficiales, y de largas marchas que
atraviesan Brasil.
El MST se caracteriza por luchas de masas y una gran presión
social y política. Sin ser un partido político, asume una dimensión
sociopolítica de peso. Si la finalidad básica del Movimiento es la
obtención de tierras, que se justifica a partir de un postulado de
igualdad en el acceso a la tierra — todos tienen el derecho de satis-
facer sus necesidades de manera autónoma — ese reclamo-acción
se inscribe en un proyecto de sociedad más amplia, igualitaria,
solidaria, democrática y ecológica, que el MST busca construir en
su práctica cotidiana, dentro de los asentamientos (implantaciones
colectivas del MST).
La organización interna del movimiento obedece a los prin-
cipios de la democracia participativa, situándose así en el cuadro
de una nueva orientación, reaccionando contra el centralismo, la
burocratización y el vanguardismo. En el plano económico, la
producción es organizada de acuerdo con el principio cooperati-
vo. Siempre manteniendo como objetivo un rendimiento elevado,
garantía de reconocimiento y de durabilidad, el MST promueve
un programa ecológico por medio del uso de técnicas alternativas
de fertilización del suelo, preservación de las semillas indígenas
y rechazo de los pesticidas nocivos al ecosistema. El acceso a la
salud es orientado por un retorno al uso de la medicación por las
plantas (a fitoterapia), producida en las cooperativas del MST.
Eso garantiza, por tanto, la independencia de los campesinos con
relación a las industrias farmacéuticas multinacionales. Incluso el
tipo de educación adoptado sigue los principios de la pedagogía de
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 363

la liberación, ofreciendo un aprendizaje colectivo enraizado en el


contexto político, provocando la reflexión y la actitud crítica con
relación a los contenidos vehiculados por la enseñanza.

2. Los movimientos indígenas

El surgimiento, en el escenario continental, de movimientos


de los pueblos originarios constituye ciertamente uno de los he-
chos marcantes de la historia social reciente de América Latina.
Identificados principalmente por relaciones de dominación, ex-
plotación o discriminación de que fueron víctimas desde la época
de la colonización, por mucho tiempo rebajados a la condición
de “pueblos-objeto”, las poblaciones indígenas surgen hoy como
los “sujetos”, los actores potenciales de un proceso de afirmación
inédito. Afirmación cultural, social y política.
Paradójicamente, aunque la actual globalización se revele en
muchos aspectos desastrosa para esos pueblos marginados, también
creaba las condiciones para su emergencia como actores sociales
identitarios. La aceleración de la mundialización trae en si misma
los gérmenes de reafirmaciones culturales, locales o regionales.
Como es sabido la fuerza disgregadora de la lógica económica
liberal estremece las solidaridades nacionales y provoca un pro-
ceso de fragmentación en los principales actores sociales y de las
identidades colectivas. En América Latina, como en otros lugares,
esa tendencia es acompañada por la proliferación de movimientos
identitarios de carácter religioso, nacional o étnico.
Ciertamente débiles y desamparados de derivas integristas,
racistas o reaccionarias, encontrados en otros casos, los ejemplos
más emblemáticos de los movimientos indígenas surgidos en Amé-
rica Latina — el zapatismo en México, y la Conaie en Ecuador
—, consiguen actualmente articular una dupla dimensión cultural
y social en su lucha eminentemente política. Combinan, de modo
364 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

innovador, vinculación étnica, protesta ética y acciones sociales y


políticas. Sus reivindicaciones recaen tanto sobre el reconocimiento
de los derechos humanos de los indígenas, como sobre la demo-
cratización profunda del país y la crítica del modelo de desarrollo
neoliberal. Suficientemente identitarias para no diluirse, bastante
abiertas para no curvarse, esas rebeliones multiplican las amarras
— local, nacional e internacional — sin oponerlas. Manifiestan, por
parte de las poblaciones indígenas que las animan, una voluntad
de emancipación, de apropiación y de dominio de la modernidad.
Una voluntad de enfocar el debate tanto sobre la democratiza-
ción del sistema político y sobre el Estado en su relación con los
actores sociales, como sobre la discusión del sistema económico
dominante.
En este punto los movimientos emergentes parecen haber
aprendido las lecciones de los antiguos antagonismos entre sin-
dicatos campesinos y organizaciones indígenas. Mientras los
primeros, de perfil “clasista”, daban prioridad en sus análisis y
reivindicaciones a las relaciones sociales y a la posición social de
su base, los segundos, más culturalistas, tendían a enfatizar op-
ciones identitarias de recuperación de las tradiciones, inclusive de
recuperación de antiguos órdenes, no obstante que injustos en el
plan social. Las rivalidades entre líderes de las dos inclinaciones,
que tenían alguna razón de existir en las divisiones del movimiento
popular entre campesinos e indígenas, acababan por radicalizar y
polarizar las respectivas posiciones.
Actualmente, si la justicia social aún es el horizonte a ser
alcanzado, su búsqueda reposa en “responsabilizar” al poder, en
el reconocimiento de las diversidades y en la revaloración de la
democracia. El neozapatismo declara fundar su legitimidad en
las tentativas de sobrepasar el autoritarismo, el vanguardismo, el
dogmatismo y el militarismo. Identitarios, los insurgentes indios
son también revolucionarios y demócratas y claman por la conver-
gencia de las resistencias sociales, culturales y políticas, vícitmas
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 365

de la omnipotencia de un mercado creador de desigualdades y


destructor de identidades. El desafío lanzado por ésas luchas indí-
genas — de los mapuches de Chile y de Argentina, a los mayas de
América Central, pasando por los aimarás y los quechuas de los
Andes, los Kunas Panamá etc. — es la reconquista de los principios
de diversidad (y de interdependencia de los espacios políticos y
culturales) y de igualdad (renovación de la perspectiva igualitaria).
Esos movimientos reivindican una autonomía sin separación, una
integración sin asimilación [...] A la precipitada uniformización
de la mundialización y al indigenismo integracionista de las auto-
ridades nacionales, las organizaciones indígenas contestan con un
indianismo que respeta las identidades. “Ser reconocidos iguales y
diferentes”, “Iguales porque diferentes” según los propios tenemos
de la líder zapatista, Ana Maria.
Esas utopías y la pretensión de inscribir en las luchas socia-
les, nacionales e internacionales, reivindicaciones individuales de
carácter étnico y un nuevo internacionalismo anticapitalista no son
gratuitas. Están basadas tanto en la emergencia de jóvenes elites
innovadoras en el seno de las comunidades tradicionales, en los con-
flictos de generaciones, en la ruptura de unanimidades comunitarias
provocadas por la modernización, como en la herencia revista de
los valores propios a los mundos indígenas. Pero se nutren tambi-
én en las múltiplas influencias culturales y políticas de las cuales
los movimientos portadores de esas utopías fueron objeto en las
últimas décadas: sea en el plano religioso, de corrientes inspiradas
por las teologías de la liberación, o en un plano más sociopolítico,
de organizaciones campesinas, sindicales y de movimientos revo-
lucionarios hoy en retroceso.
Muchos peligros o adversidades acechan ciertamente estas
luchas indígenas: en primer lugar, la represión, las tentativas de
asfixia, de cooptación, de institucionalización, de neutralización,
pero también los riesgos de exacerbación de los propios movi-
mientos étnicos, de retrocesos identitários, de regresiones auto-
366 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

ritarias, o, al contrario, de desintegración, de erosión progresiva


de las capacidades de acción de esos actores en resistencia. Aún
más insidiosamente, en un plano más teórico, esas rebeliones
podrán también ser víctimas de alguna perspectiva analítica que
busque oponer esos nuevos movimientos sociales a los antiguos,
absolutizando la originalidad de la nueva ideología y los modos
de su organización. En compensación, pretender agotar la riqueza
de esos movimientos indígenas contemporáneos colocándolos en
encuadres teóricos congelados podrá también causar consecuencias
desagradables para a acción.
Lo que está en juego, además del destino y de la supervivencia
de las comunidades autóctonas y de los propios indígenas, son los
modos de integración social y de unidad nacional en el ámbito de
la mundialización de la economía y de la cultura occidental. De las
respuestas que esos movimientos darán a las cuestiones espinosas
del multiculturalismo en el seno de Estados-naciones en crisis, del
tipo de autonomía a construir, de la ligazón con la política y de la
conquista del poder, dependerá ciertamente su porvenir y también
de las articulaciones con otras luchas y resistencias. En relación a
los temas ambivalentes de la autonomía, con relación al poder y al
multiculturalismo, las reformas institucionales y constitucionales
en marcha (en México, Guatemala, Venezuela, y Bolivia) pueden
ser o particularmente funcionales y estar en sintonía con el modelo
neoliberal dominante, o corresponder a una lógica democrática de
emancipación y de resistencia a ese orden.

3. Movimientos obreros

En América Latina los sindicatos son muy antiguos. Las


luchas que emprendieron, en Argentina, México, Brasil, Chi-
le, Perú, Colombia, y Venezuela, acompañaron el proceso de
industrialización. Estuvieron muchas veces ligados a partidos
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 367

políticos populistas (ejemplo del peronismo), socialdemócratas,


o a la democracia cristiana, perdiendo, entonces, gran parte de su
autonomía de acción cuando estos partidos llegaron al poder. La
central norteamericana AFL-CIO desempeñó un papel unificador
importante, pero en el centro de una gran ambigüedad; ya desde
su función, era el brazo “social” del Departamento de Estado de
los Estados Unidos.
A partir los años 1970, resultado del proceso de democra-
tización, asistimos al nacimiento de un nuevo sindicalismo, más
independiente, más radical, menos burocrático y con métodos más
democráticos, El nuevo sindicalismo de la Central Única de los
Trabajadores en Brasil es el prototipo de esa renovación sindical.
La central brasileña fue, además, uno de los actores de la fundación
del Foro Social Mundial, junto con el MST. En Argentina también
se desarrolló un sindicalismo minoritario, la Central de los Traba-
jadores Argentinos (CTA), en bases semejantes. Durante el período
neoliberal las actividades sindicales reivindicativas fueron impul-
sadas a pesar de una serie de derrotas. En todas partes estallaron
conflictos sociales, en la industria (Volskswagen en México), en las
minas de Bolivia, en la construcción y en los puertos de Perú y de
Chile, entre los trabajadores de los servicios públicos, para no citar
luchas de carácter más general, principalmente en la Argentina y en
Uruguay. Eso ayudó a los sindicatos más antiguos a abrir nuevas
perspectivas y encontrar, en algunas ocasiones, la convergencia
para “otra mundialización”.
El movimiento obrero permanece, todavía, débil en varios
sectores, principalmente en la industria de las maquilas, en México,
en América Central y en el Caribe. En otros lugares está dividido y
en crisis (en Honduras). En Colombia es reprimido por el ejército
y por los paramilitares (165 asesinatos en un año). Las luchas en
ese sector son, por tanto, considerables y arduas, incluso porque
la clase obrera como tal continúa siendo minoritaria entre los tra-
bajadores del continente.
368 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

4. Las clases medias

La protesta se extiende a las clases medias, fragilizadas por


las políticas neoliberales. Pero raramente esto se transforma en
verdaderos movimientos organizados. Se trata de protestas de
pequeños inversionistas, de amas de casa, de jubilados. Algunas
organizaciones se unen también para actos de oposición. Como
por ejemplo, los camioneros en Chile, los pequeños y medios
empresarios en Brasil y en la Argentina, los maestros y profeso-
res en Ecuador o los médicos en El Salvador, en lucha contra la
privatización de la jubilación social. Muchos de los movimientos
sobrepasaron la reacción específica para inscribirse en una pers-
pectiva más global de oposición al neoliberalismo. Es el caso de la
Cives, la Asociación Brasileña de Empresarios por la Ciudadanía,
que tiene por objetivo la movilización de los empresarios y de los
profesionales liberales, con la finalidad de “ejercer la ciudadanía,
mejorar la democracia y defender la justicia social y la ética”.
Luchando contra los prejuicios políticos ligados a los empresarios
y anhelando promover la alianza entre éstos, con las organizacio-
nes representativas de los intereses populares y con los partidos
de izquierda, esa asociación profesional recluta un nuevo tipo de
militancia: la de los empresarios progresistas, contra a mundia-
lización neoliberal, a favor de la redistribución de las riquezas y
por lo respeto a los derechos sociales.

5. Los movimientos feministas

Los movimientos feministas ocupan lugar de destaque en las


protestas sociales contra el neoliberalismo que agitaron los países
latinoamericanos. La Marcha Mundial de las Mujeres reunió en
Honduras cerca de 80 organizaciones para un acto conjunto. En
Guatemala, la acción de los movimientos feministas llevó a la
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 369

adopción de una ley acerca de la violencia contra las mujeres y


el Consejo de las Mujeres Mayas es particularmente activo. En
la Argentina, el movimiento de las Madres de la Plaza de Mayo
es bien conocido y superó las dimensiones de los actos por los
desaparecidos para alcanzar perspectivas más globales. Como en
otros lugares, los movimientos feministas nacieron en el seno de
las clases medias y en América Latina la cultura dominante no los
valoró. Un hecho nuevo es la participación de las mujeres de clase
baja en las acciones colectivas de protesta o en los sindicatos. La
organización en verdaderos movimientos es más reciente y su
orientación va desde un radicalismo feminista hasta un radicalismo
social expresado por las mujeres.

6. Los movimientos ecológicos

Las perspectivas ecológicas están poco institucionalizadas


en América Latina. Apenas existen partidos ecológicos y cuando
existen están generalmente marginados. Pero la contaminación en
gran escala, la degradación acelerada de la calidad de vida en las
regiones metropolitanas, la exploración descontrolada de los recur-
sos naturales y las, cada vez más frecuentes, catástrofes ecológicas,
hicieron de la ecología una de las principales preocupaciones de
los movimientos populares y de las ONGs.

7. Los movimientos políticos o vinculados a la gestión del Estado

Como ocurre generalmente, la desconfianza con relación a los


partidos políticos es muy difundida en el continente. Verificamos,
por ejemplo, que en Chile, 800.000 jóvenes no están inscritos
en las listas electorales. En Colombia, la abstención electoral es
de más del 50%. Eso no causa espanto en las democracias bajo
370 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

tutela y ante la fabricación de mecanismos de consenso, la usur-


pación del vocabulario de la izquierda por la derecha, al hecho
de que innumeros partidos de izquierda implementan políticas
neoliberales o, aún, ante la corrupción. Nuevas formas políticas
surgieron, como en Venezuela, o de modo efímero en Ecuador,
con militares nacionalistas. Como dice Marta Harnecker, la de-
recha puede dispensar partidos políticos, la izquierda no, pues
tiene la necesidad de instancias capaces de construir un proyecto.
Algunos movimientos se institucionalizaron como partidos bajo
diversa formas, como los Sandinistas en Nicaragua, Lavalas en
Haití, el PT en Brasil, el Frente Farabundo Marti en El Salvador.
Esas experiencias raramente fueron convincentes con relación a
un verdadero proyecto alternativo, probando que la articulación
entre la izquierda social y la política no es una operación fácil. La
lógica electoral rápidamente impone compromisos políticos que
alejan los partidos o sus candidatos de sus objetivos más radicales.
El cambio de actitud del PT brasileño durante la última campaña
presidencial, con relación a la deuda del Tercer Mundo o a la
ALCA, es elocuente sobre el asunto.
Podemos también recordar las acciones y los movimientos
ligados a la gestión del Estado. Numerosos trabajadores públicos
protestaron contra la privatización de los sectores públicos. Fue el
caso de Costa Rica — donde la ley que estaba siendo preparada tuvo
de ser retirada —, Argentina, Perú, México, Bolivia, y Venezuela.
Mientras, las experiencias de gestiones participativas nacieron en
el campo político, como en Porto Alegre en Brasil, se difundieron
para México, Bolivia y otros lugares.
Existen guerrillas armadas en Colombia, donde los conflictos
sociales son alimentados por la rechazo de las clases tradicio-
nalmente privilegiadas en ceder el menor espacio de su poder
económico y de su control político, principalmente en el dominio
agrario. Las cosas se complican con el narcotráfico, que refuerza
la concentración del poder económico y la corrupción. La insti-
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 371

tucionalización de la lucha armada en el seno de las guerrillas


hizo con que la lógica militar prevaleciese sobre los objetivos
sociales. Además, lo Estados Unidos, con el Plan Colombia, se
introdujeron en la región a pretexto de la lucha contra el tráfico
de drogas para erradicar la guerrilla y remilitarizar el continente,
desde la localización geoestratégica que Colombia posee. Esa
nueva amenaza provoca una oposición cada vez más generalizada
en el continente.

8. Los movimientos religiosos

Habiendo desempeñado un papel importante en algunos


países, los movimientos cristianos de izquierda o la Iglesia de los
pobres fueron, durante el período más reciente de neoliberalismo,
objeto de fuerte represión eclesiástica. Las comunidades de base
disminuyeron de importancia principalmente por falta de espa-
cio en la Iglesia católica. En América Central, Ecuador, Brasil,
y México, tuvieron una función propulsora en los movimientos
populares. La defensa de los pueblos originarios y su organiza-
ción social recibieron un apoyo significativo de los obispos, en
México, Ecuador y Brasil. Por su parte, la importancia creciente
de los movimientos conservadores, en el interior del catolicismo,
oculta actualmente una acción que, a pesar de marginada, no dejó
de existir.
Con relación a los nuevos movimientos religiosos de origen
protestante, las perspectivas continúan muy individualizantes.
Siempre respondiendo a las necesidades de una nueva estructuración
social de micro-dimensión y de busca de sentido, esos movimientos
generalmente despolitizan sus miembros. Con su institucionaliza-
ción, algunos adquirieron preocupaciones más políticas, que se con-
cretan generalmente en los partidos conservadores, o confesionales,
como en América Central, o laicos, como en Brasil.
372 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

IV. Perspectivas de las luchas sociales en América Latina

1. Las convergencias

Tanto en el interior de los países como en la dimensión con-


tinental, una serie de coordinaciones sectoriales o intersectoriales
fue organizada. En el plan nacional podemos citar, para Ecuador,
la Conaie, la Coordinación de los Movimientos Sociales (CMS),
creada en 1995, el Frente Patriótico (1999), el Congreso del Pue-
blo (1999), los Parlamentos de los Pueblos de Ecuador (2000).
En Honduras, después el huracán Mitch, fue creado el Interforo,
reuniendo movimientos sociales y ONGs. Varias iniciativas nuevas,
ligadas al Foro Social Mundial se desarrollaron en plano nacional,
en Argentina, Colombia, Ecuador, Brasil y hasta en las regiones del
Amazonas (abarcando varios países) o en Minas Gerais (Brasil).
Eso corresponde en muchos casos a lo que Marta Harnecker llama
de formación de “bloques sociales alternativos”.
El Foro Social Latinoamericano, reuniendo, como en Porto
Alegre, movimientos sociales y ONGs, con exclusión de los parti-
dos políticos (los partidos de izquierda se reúnen en el Foro de San
Paulo), fue por la primera vez en Quito en Ecuador, recordando que
el Foro Social Mundial, que tuvo lugar en Porto Alegre, constituye el
comienzo más promisorio de espacio público global alternativo.

2. La utilización de nuevos medios de comunicación

Es sorprendente en la nueva situación de América Latina


la utilización intensiva de medios de comunicación electrónica.
Todavía eso no evita a compartimentalización entre los movimien-
tos, pero los contactos con el exterior son más amplios. El primer
ejemplo es el de los zapatistas y del subcomandante Marcos. Los
simpatizantes del movimiento usaron ampliamente Internet con un
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 373

gran dominio de la técnica. El MST también posee una amplia red


de comunicación mundial. Recordemos que el Foro Social Mun-
dial utiliza varios sitios de la Web. Los movimientos sociales en
América Latina entraron plenamente en la era de la comunicación
electrónica, ayudados por varias ONGs continentales o del exterior
y apoyados por órganos de comunicación y de información del
propio continente, tal como ALAI (Asociación Latinoamericana
de Información).

3. Los desafíos

La nueva dinámica que preside los movimientos sociales en


América Latina, en la fase neoliberal del capitalismo mundial, no
se impondrá sin enfrentar serios desafíos. Es verdad que el fracaso
social del proyecto económico enfrenta reacciones cada vez más
numerosas, lo que implica la deslegitimación del sistema. Las
reacciones actuales han sido especialmente concretas y puntuales,
lo que puede ser el comienzo de una reacción más general, pero
también puede llevar a los movimientos a acciones u organizaciones
fragmentadas.
De allí un primer desafío, el de la definición de los objetivos.
Encontramos corrientes pragmáticas que se contentan, a veces fácil-
mente, con victorias temporarias y parciales, mientras las corrientes
más fundamentales buscan una transformación más profunda. Se
vinculan a esas opciones, de un lado, inclinaciones “basistas”,
temiendo un nuevo elitismo, y de otro, corrientes “verticalistas”,
que vienen perdiendo velocidad después de las experiencias del
“socialismo real”. Combinar lo cotidiano y la acción anti-sistémica
a largo plazo es, por tanto, un primer desafío, totalmente esencial
para el éxito de las transformaciones.
Un segundo desafió es el vínculo con lo político. Sin eso, la
construcción de las alternativas no podrá rivalizar con las estructuras
374 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

socioeconómicas dominantes. Es necesito pensar nuevas formas


de articulación entre la democracia representativa (lo político) y
la democracia participativa (implicación de la sociedad civil). El
tema de la participación es cada vez más recurrente dentro de los
partidos, pero el miedo del aprovechamiento político dejó los mo-
vimientos sociales desconfiados. Si los movimientos sociales y los
partidos políticos tienen funciones específicas, principalmente ante
el Estado, es preciso que consigan establecer contactos orgánicos.
La tendencia actual se aparta de un partido único de vanguardia,
portador de todas las reclamaciones, para la dirección de una con-
vergencia de organizaciones políticas.
El tercer desafío es el de la criminalización de los movimientos
sociales por el sistema dominante y la represión que ya se ejerce y
se ejercerá aún más, a medida que el éxito aumente. En Bolivia, el
candidato a la presidencia en 2002, Evo Morales, que alcanzó el
tercer lugar gracias al voto indígena, fue calificado de terrorista por
el embajador de los Estados Unidos. Aunque en el plano mundial
los efectos del 11 de septiembre sólo hayan sido directos de forma
excepcionalmente, sus resultados a largo plazo abren espacio para
una militarización del continente (Plan Colombia), una deslegiti-
mación de los movimientos sociales y un fortalecimiento de los
regímenes de derecha, aliados de hecho de los Estados Unidos.

4. Los objetivos y las alternativas

Los objetivos y las alternativas propuestas son numerosos.


No es fácil sintetizarlos, pero es posible resaltar algunos temas
recurrentes. En el orden económico, se trata de la desconexión y
de la busca de otras formas de integración en la economía mundial.
El fortalecimiento de polos económicos regionales, actualmente
debilitados (Mercosur, Pacto Andino, Mercado Común Centroa-
mericano, etc.) son temas del orden del día.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 375

La recuperación de la soberanía ante el poder transnacional es


otra exigencia, explícita o implícita, de todos aquéllos que quieren
restablecer la seguridad alimentaria y la utilización de los recursos
locales para el bienestar de las poblaciones. Es esencialmente que
se exprese en las diversas acciones contra las privatizaciones. Todos
predican la regionalización de las economías, contra una integraci-
ón a la economía americana por el medio del proyecto de zona de
libre comercio generalizado en el conjunto de Américas (ALCA).
Esa perspectiva macroeconómica coincide con la preocupaci-
ón de promover nuevas formas de producción, más democráticas,
menos ligadas al mercado capitalista. Numerosas experiencias
están en curso, aunque ni todas en una perspectiva realmente anti-
sistémica.
Otra característica contemporánea, que encontramos dentro
de los movimientos, así como en las convergencias (Foro Social
Mundial), es la exigencia de una democracia participativa. No son
solamente las experiencias de gestión política de las ciudades donde
recientemente triunfaron fuerzas progresistas que son merecedoras
de ese término. La participación de los afiliados en las elecciones de
las direcciones de sus sindicatos, la libertad de los trabajadores para
que decidan la forma de organización del trabajo y la utilización
del excedente (autogestión), así como los plebiscitos nacionales y
otras consultas populares, diseñan los contornos de una ciudadanía
múltiple y activa, propulsora de la transformación social.
Finalmente, resaltemos los objetivos ecológicos y culturales.
De hecho, en la perspectiva de mejorar la calidad de vida, el respeto
al medio ambiente es prioritario, principalmente en los movimientos
indígenas. Son ellos también que insisten en la autonomía cultural.
Esta última es reivindicada en el dominio de medios de comuni-
cación de masa, particularmente la música y el cine. Es la razón
por la cual muchos artistas se unen a los movimientos sociales,
reconociéndose cada vez más que la cultura es también un espacio
de resistencia y de participación social.
376 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Conclusiones

La retomadas de las luchas sociales, vigiadas por las dictaduras


militares, la dificultad de organizarse en el sistema neoliberal, que
tiene como resultado individualizar las luchas y fragmentarlas, la
emergencia de nuevos sectores sociales dentro de las propias luchas,
el destaque dado a la calidad de vida, a la cultura como expresión
popular, a las nuevas formas de exigencia democrática, a la busca de
convergencias, todo eso caracteriza el universo social del continente.
Estamos lejos de poder evitar esas dificultades y más lejos aún de
haber agotado la reflexión sobre la contribución de tal experiencia
para la teoría de los movimientos sociales.
Boaventura de Sousa Santos esbozó una visión teórica en el
número 5 del Observatorio Social de América Latina publicado
por CLACSO. Él asocia las nuevas formas de luchas, que llama-
mos de nuevos movimientos sociales, al nuevo socialismo o a los
movimientos trans-clasistas, en el nuevo contexto global. En su
visión, las relaciones de producción ya no son lo más importante;
y sería más apropiado hablar de relación de reproducción. De un
lado, afirma, los objetivos son definidos en función de la huma-
nidad en su conjunto, y de otro, de la subjetividad que se afirma.
Percibimos una nueva cultura de emancipación y reivindicaciones
de autonomía, de autogobierno, de descentralización, de coopera-
ción, de participación. En América Latina eso asume también un
carácter popular.
Boaventura de Souza concluye por la necesidad de reconciliar
dos polos. De un lado, la regulación-emancipación (la primera di-
rigida al capitalismo y la segunda que reivindica el socialismo); de
otro la relación subjetividad-ciudadanía. El primer polo se refiere a
las posiciones adoptadas respecto al sistema económico. Organizar
el capitalismo para lograr resultados inmediatos o promover la
emancipación humana y contradecir esa lógica, son los temas de la
discusión. El otro polo se dirige a la tensión entre las necesidades
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 377

personales (familiares) y la inserción en el social. Para el autor los


movimientos sociales contemporáneos proponen esas cuestiones
de forma existencial.
Sin duda es indispensable abordar esas cuestiones que abarcan
al mismo tiempo aspectos teóricos y estratégicos, pero también
debemos de situarlas dentro de una reflexión sobre el escenario
general del capitalismo mundial. En primer lugar, la relación capi-
tal-trabajo aún existe, y en ciertos casos incluye más personas que
antes, a pesar de que con modalidades diferentes (desregulación del
trabajo, terciarización, etc.). Como consecuencia, es la subsunción
formal de las economías locales por la mundialización capitalista
que afecta grupos sociales cada vez más numerosos. De hecho, más
y más sectores son alcanzados por la lógica del mercado (servicios
públicos, educación, salud, y pequeños campesinos), seguida por
la presión de las privatizaciones y por numerosos mecanismos
indirectos de extracción de la riqueza por grupos sociales privile-
giados, lo que explica el surgimiento de resistencias específicas. Es
así que América Latina se inscribe en la historia contemporánea de
los movimientos sociales.

Bibliografía

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379

III.2
La amplitud de los desafíos:
reflexiones sobre los orígenes
y los desdoblamientos de las
resistencias y de las luchas*

Samir Amin

LA DIMENSIÓN ECONÓMICA

La lógica de acumulación capitalista entra en conflicto con


los objetivos sociales del género humano. Sus dimensiones des-
tructivas de la naturaleza y del hombre crecen en el mismo ritmo
que sus dimensiones creativas. La crisis estructural que siguió al
desmoronamiento de los tres modos de acumulación regulados de
la posguerra (los pactos sociales en los países industriales — el
keynesianismo —, el socialismo, el desarrollo nacional en el Tercer
Mundo) desembocó en el proyecto neoliberal, fase particularmente
agresiva del capitalismo contemporáneo. El capital financiero lleva
ventaja, el poder regulador del Estado queda estremecido; la con-
centración de las decisiones económicas es reforzada, creando una
economía mundial de diferentes velocidades. La mundialización y
la privatización de sectores cada vez más amplios de las actividades

* Extraído de Amin, S. y Houtart, F. Mundialização das Resistencias. O estado das


lutas. Cortez, São Paulo, 2003. Traducción de Javier Amadeo.
380 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

colectivas tienen como resultado una polarización creciente, que


se manifiesta en el interior de todas las sociedades, así como en la
relación centro- periferia.
El cuadro general en el cual se inscriben los hechos que
estamos analizando es el cuadro del capitalismo mundializado,
realidad compleja y cambiante. Este último forma el contexto
contemporáneo de los movimientos sociales y de su convergencia.
Es importante, por tanto, hacer su análisis.

I. Una nueva fase del capitalismo

El capitalismo es un sistema cuyas transformaciones son


permanentes y relativamente rápidas, en comparación con los sis-
temas anteriores, que ofrecen la imagen de una gran estabilidad.
Identificar en cada momento lo que es nuevo en el sistema es, por
tanto, indispensable para el análisis y la acción eficaces. Esas trans-
formaciones, de una amplitud a veces verdaderamente cualitativa,
permanecen, sin embargo, encerradas en el cuadro de las lógicas
fundamentales propias del capitalismo.
El discurso ideológico dominante del capitalismo sitúa la
invención tecnológica en el origen del progreso y le atribuye a
la competición de los capitales, en los mercados, la virtud de
concretar su realidad. A su vez, el progreso material produce
avances generales indirectos de los cuales se benefician, según
este discurso, todas las categorías sociales, profundiza así la de-
mocracia y garantizando la paz; al mismo tiempo la expansión
mundial del sistema ofrece a todos los pueblos la oportunidad de
beneficiarse del triunfo definitivo de la razón (el “fin de la his-
toria”). El discurso dominante concluye que no hay alternativa
(razonable): es preciso y necesario aceptar la sumisión de todos
los aspectos de la vida social a las exigencias propias de la lógica
unilateral del capital.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 381

1. La historia del capitalismo

La historia del capitalismo realmente existente desmiente ese


discurso ideológico, desprovisto de fundamentos científicos. Esta
historia revela, de hecho, un conflicto permanente entre la lógica
de la acumulación capitalista y las lógicas orientadas por otros
intereses (sociales y nacionales). Revela, igualmente, que las di-
mensiones destructivas de la lógica unilateral del capitalismo crecen
en el mismo ritmo que las dimensiones creadoras de las cuales son
inseparables. Las sociedades reales son, por tanto, confrontadas en
todo momento con alternativas diferentes entre las cuales hacen su
elección; así como son confrontadas con la exigencia de concebir
a largo plazo otro sistema capaz de liberarlas de la destrucción
inmanente a la expansión indefinida del capitalismo. Lo nuevo que
aparece en un momento dado de esa evolución debe ser recolocado
en este cuadro crítico analítico.

2. La emergencia

El mundo moderno se organizó en torno a un nuevo orden


— orden definido por el capitalismo — desde 1500. Durante los
tres siglos del mercantilismo (1500-1800), Europa atlántica, ha-
biendo tomado la iniciativa, organiza su propio sistema y desor-
ganiza simultáneamente el sistema antiguo, sustituyendo las rutas
terrestres (las llamadas a rutas de la seda), de la época anterior,
por la navegación transoceánica que controla. Construye, así, los
fundamentos de lo que será en el siglo XIX el orden económico
capitalista. El sistema engendró un fenómeno de amplitud gigan-
tesca, sin precedente en la historia — la polarización en escala
mundial. Gran parte el siglo XX fue de la revuelta contra ese
orden económico, en sus dos dimensiones, esto es, como orden
382 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

fundado sobre relaciones capitalistas (colocado en cuestión por


las revoluciones socialistas) y como orden fundado sobre la pola-
rización (colocado en cuestión por los movimientos de liberación
nacional de Asia y de África y por los movimientos revoluciona-
rios de América Latina). A lo largo del siglo, diferentes órdenes
capitalistas se sucedieron.

3. El liberalismo nacionalista de monopolio

Desde el fin del siglo XIX — aproximadamente de 1880 a


1945 — el orden económico capitalista puede ser calificado de
“liberalismo nacionalista de monopolio”. Por liberalismo se en-
tienda, por un lado, la doble afirmación del papel preponderante
de los mercados (oligopólicos), considerados como auto-regu-
ladores de la economía, en el cuadro de las políticas de Estado
ejecutadas en la época, y, por otro, la práctica de la democracia
política burguesa. El nacionalismo modula ese modelo liberal
y le da legitimidad a las políticas de Estado que presuponen la
competición en el sistema mundial. A su vez, tales políticas se
articulan en bloques hegemónicos locales, que refuerzan el poder
del capital dominante de los monopolios por diferentes alianzas
con las clases y sectores medios y/o aristocráticos, y aíslan a la
clase obrera industrial.
La crisis del orden liberal nacionalista se inicia con la Primera
Guerra Mundial (1914-1918), que demuestra que ese orden estaba
lejos de haber creado las condiciones de una “mundialización pa-
cífica”. En el día posterior a la guerra, sin embargo, los poderes do-
minantes del capital intentan imponer, contra vientos y mareas, sus
recetas liberales. Eso producirá la respuesta fascista, que abandona
el lado democrático del sistema, pero no prescinde ni del nacio-
nalismo (que, al contrario, es exacerbado), ni de los compromisos
sociales internos que fortalecen el poder de los monopolios.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 383

4. El Estado de bienestar

Un nuevo orden capitalista va a sustituir el liberalismo nacio-


nalista desde 1945, para dominar el escenario mundial hasta 1980.
La Segunda Guerra Mundial, mediante la derrota del fascismo,
modificó la relación de fuerzas en favor de las clases trabajadoras
en Occidente (esas clases adquieren una legitimidad y una posición
que jamás habían conocido hasta entonces), en favor de los pue-
blos de las colonias que se liberan y de los países del socialismo
realmente existente (del sovietismo). Esa nueva relación está por
detrás de la triple construcción del Estado de Bienestar (el Welfare
State), del Estado desarrollista en el Tercer Mundo, del socialismo
de Estado planificado. El orden económico de la época (1945-1980)
es “social y nacional” y opera en el cuadro de una mundialización
controlada. La analogía entre los objetivos fundamentales de esas
prácticas del Welfare State y los objetivos de la modernización y
de la industrialización de los países del Tercer Mundo, que se vol-
vieron independientes (proyecto de Bandung para Asia y África, en
paralelo al desarrollismo de América Latina), permite calificar ese
orden como dominante en la escala mundial, fuera de la zona del
sovietismo. Para los países del Tercer Mundo, se trata igualmente
de “recuperar” el atraso por una inserción eficaz y controlada en
el sistema mundial en expansión.

5. El nuevo orden económico mundializado

El orden económico y político alternativo instalado desde


1917, el orden del socialismo realmente existente (el sovietismo),
se propuso dos objetivos: “recuperar el atraso” y “hacer otra cosa”
por medio de la planificación del Estado centralizado, desconec-
tado del sistema mundial. Este proyecto, que se expresó por el
rechazo de una gestión democrática en la construcción del socia-
384 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

lismo, llevó al desmoronamiento (en el caso del Este de Europa


y de la ex URSS) o a su deslizamiento hacia el capitalismo (en el
caso de China). Con este doble fracaso de los órdenes soviético y
del populismo nacional en el Tercer Mundo, estaban reunidas las
condiciones para que el capital dominante intentase reconstruir
un nuevo orden neoliberal mundializado. Pero si duras opciones
sociales y económicas dominan ampliamente la retórica neoliberal
mundializada, propuesto como nuevo orden, en la realidad, son
ejecutadas de manera que está en contradicción, a veces evidente,
con los dogmas de los cuales proceden. La mundialización pre-
conizada permanece truncada; el discurso sobre las virtudes de la
competencia mal esconde las prácticas de defensa sistemática de
los monopolios, al paso que la afirmación de la depreciación del
futuro (reforzada por la financiarización) anula el significado del
discurso ambientalista. En fin, a despecho de la afirmación del
principio antinacionalista, las potencias (y particularmente los
Estados Unidos) demuestran incesantemente su fuerza en todos
los dominios, militar y económico.

6. La naturaleza de las relaciones sociales

Todos los modelos sucesivos del orden capitalista fueron


siempre fundados sobre una visión imperialista del mundo, en
consonancia con el desarrollo del capitalismo, que siempre fue,
por naturaleza, desigual y polarizador en escala mundial. En la
fase liberal nacionalista de los monopolios (de 1880 a 1945), el
imperialismo, que se debe conjugar aquí en el plural, fue síntoma
de conflicto entre las potencias imperialistas. Al contrario, la fase
social y nacional de la posguerra (1945-1980) fue caracterizada, de
un lado, por la convergencia de las estrategias de los imperialismos
nacionales, alineados bajo la hegemonía de los Estados Unidos, y,
de otro, por una retraída del imperialismo, presionado para evacu-
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 385

ar las regiones del “socialismo real” (URSS, Europa Oriental, y


China) y negociar con los movimientos de liberación nacional el
mantenimiento de su presencia en las periferias de Asia, de África
y de América. Con el desmoronamiento del socialismo realmente
existente y de los populismos radicales del Tercer Mundo, el im-
perialismo volvío a la ofensiva.
Tres cuartos del siglo XX serán marcados por la gestión de
proyectos de recuperación y de transformaciones más o menos ra-
dicales de las periferias, posibilitados por el desplazamiento de la
globalización liberal utópica de la “belle époque”. Pero fue necesa-
rio no menos que treinta años (1914-1945), dos guerras mundiales,
la gran crisis de los años 1930, dos grandes revoluciones (rusa y
china), el levantamiento de todo el Asia y África y las presiones
revolucionarias en América Latina para que las relaciones de fuerza
que habían permitido la dictadura unilateral del capital de la belle
époque fuesen modificadas a favor de las clases trabajadoras y de
los pueblos, después de la doble victoria de la democracia sobre
el fascismo y de las procesos de liberación nacional sobre el viejo
colonialismo. Lo que quiere decir que las relaciones de fuerza fa-
vorables al capital, que caracterizan nuevamente nuestro tiempo,
no serán modificadas “fácilmente”. Los desafíos que enfrentan los
movimientos sociales que se niegan a someterse a esas relaciones
de fuerza son considerables.
Las relaciones de fuerza sociales e internacionales menos
desfavorables a las clases trabajadoras y a los pueblos modelaron,
por tanto, la segunda mitad del siglo XX, obligando al capital a
ajustarse a las lógicas por medio de las cuales se expresaban aquellos
intereses. La crisis que se siguió (desde 1968-1975) fue de erosión,
y después de desmoronamiento de los sistemas sobre los reposaba el
impulso anterior. El período, que no está cerrado, no es, por tanto,
el de la instalación de un nuevo orden mundial, como se dice muy
frecuentemente, sino el de un caos que está lejos de ser superado.
Las políticas públicas ejecutadas en esas condiciones no cuestionan
386 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

la estrategia de expansión del capital, sino que buscan administrar


su crisis. No lo consiguen porque el proyecto “espontáneo” pro-
ducido por la dominación inmediata del capital, en la ausencia de
horizontes que le impongan las fuerzas de la sociedad por reacciones
coherentes y eficaces, permanece utópico, la gestión del mundo por
el llamado “mercado”, esto es, por los intereses inmediatos a corto
plazo de las fuerzas dominantes del capital.
La historia moderna es así hecha de fases de reproducción,
con base en los sistemas de acumulación estables, que devienen
momentos de caos. En la primera de esas fases, como la del creci-
miento de la posguerra, el desdoblamiento de los acontecimientos
da la impresión de una cierta monotonía, visto que las relaciones
sociales e internacionales, que constituyen su arquitectura, están
estabilizadas. Esas relaciones, por tanto, son reproducidas por el
funcionamiento de dinámicas en el sistema. En esas fases, se deli-
nean claramente sujetos históricos activos, definidos y necesarios
(clases sociales activas, Estados, partidos políticos y organizacio-
nes sociales dominantes) cuyas prácticas parecen sólidas y cuyas
reacciones son previsibles en casi todas las circunstancias. Las
ideologías que los mueven se benefician de una legitimidad que
parece incontestable. En esos momentos, si las coyunturas pueden
alterarse, las estructuras permanecen estables. La previsión es,
entonces, posible e incluso fácil.
El peligro aparece cuando esas previsiones se prolongan de-
masiado, como si las estructuras en cuestión fuesen eternas, como
si marcasen “el fin de la historia”. Pero las contradicciones del ca-
pitalismo hacen su trabajo de topo, y un día u otro ésas estructuras
“estables” se desmoronan. La historia entra, entonces, en una fase
que posiblemente será calificada, posteriormente, de “transición”,
aunque la fase en cuestión sea vivida como una transición hacia
lo desconocido. Pues se trata de una fase en el curso de la cual se
cristalizan lentamente nuevos sujetos históricos, que inauguran, de
manera intuitiva, nuevas prácticas y suministran su legitimación por
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 387

medio de nuevos discursos ideológicos, muchas veces confusos al


comienzo. Solamente cuando esos procesos de cambios cualitati-
vos maduraron de forma suficiente, aparecerán nuevas relaciones
sociales de definición de los sistemas “pos-transición”.

7. Una crisis estructural

La página del período de avance de los proyectos de desarrollo


del siglo XX fue virada. A partir de 1968-1971 asistimos al desmo-
ronamiento de los tres modelos de acumulación regulados que la
posguerra inauguró, y al surgimiento de una crisis estructural del
sistema que recuerda fuertemente la crisis de fines del siglo XIX.
Las tasas de inversión y de crecimiento cayeron brutalmente, a la
mitad de lo que habían sido, el desempleo creció, la pauperización y
las desigualdades de todos los tipos se acentúan en todas las escalas,
nacionales e internacionales. La crisis se expresa por el hecho de
que las ganancias extraídas de la explotación no encuentran sali-
das suficientes en inversiones rentables susceptibles de desarrollar
las capacidades de producción. La gestión de la crisis consiste,
entonces, en encontrar “otras salidas” a ese excedente de capitales
oscilantes, de modo de evitar su desvalorización masiva y brutal.
La solución de la crisis, al contrario, implicaría la modificación
de las reglas sociales que comandan la distribución de la renta, el
consumo, las decisiones de inversión, esto es, un proyecto social
— coherente — diferente de aquél fundado sobre la regla exclusiva
de la rentabilidad.
Si la gestión de la crisis fue catastrófica para las clases traba-
jadoras y para pueblos de las periferias, no lo fue para todos. Esa
gestión fue extremadamente fecunda para el capital dominante. La
desigualdad en la distribución social del ingreso, cuya aceleración
fue fenomenal en casi todas las partes del mundo, aunque haya
creado pobreza, precariedad y marginación para unos, fabricó
388 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

también una gran cantidad de nuevos millonarios, que sin em-


barazo proclaman “viva la próspera mundialización”. Esta crisis
estructural, como la anterior, es igualmente el momento de una
tercera revolución tecnológica que transforma profundamente los
modos de organización del trabajo, provocando con eso la pérdida
de su eficacia y más aún su legitimidad con relación a las formas
anteriores de lucha y de organización de los trabajadores y de los
pueblos.
El movimiento social derrotado aún no ha encontrado una
fórmula de cristalización sólida a la altura de los desafíos. Pero ha
hecho avances notables en direcciones que enriquecerán su alcance:
la irrupción de las mujeres en la vida social, la toma de conciencia
de la destrucción del medio ambiente a un nivel que por la primera
vez en la historia amenazan el planeta entero. En algunos años, las
luchas sociales se han fortalecido, aún cuando estén en la etapa de
defensa de las conquistas ante la ofensiva del capital. Su escalada,
ilustrada por Seattle y Porto Alegre, sin duda inquietarán a las
potencias dominantes.
Es a la luz de esa inquietud que debemos examinar el con-
traataque abierto por el G7 (actualmente el G8) — que muda de
lenguaje de un día para el otro. El término regulación, hasta entonces
prohibido, reencuentra un lugar en las resoluciones de esa instan-
cia: ¡es necesito “regular los flujos financieros internacionales!”.
El antiguo economista-jefe del Banco Mundial, Joseph Stiglitz,
había propuesto abrir un debate con vistas a definir un nuevo “post
Washington consensus” y publica La gran desilusión. El especula-
dor George Soros lanza una obra de título elocuente: La crisis del
capitalismo mundial — El integrismo de los mercados, que equi-
vale a una defensa para “salvar el capitalismo del neoliberalismo”.
No nos dejemos engañar: se trata de una estrategia que persigue
los mismos objetivos, esto es, permitir al capital dominante de las
transnacionales permanecer señor del juego. Pero también no debe-
mos subestimar el peligro que ese contraataque puede representar.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 389

Muchas almas bien intencionadas se dejaron engañar. El Banco


Mundial se preocupa hace muchos años en instrumentalizar las
ONGs y las principales religiones para colocarlas al servicio de su
discurso de “lucha contra la pobreza”.
Es también en esa coyuntura caótica que los Estados Unidos
retomaron la ofensiva para, al mismo tiempo, restablecer su hege-
monía mundial global y reorganizar el sistema mundial en todas sus
dimensiones, económicas, políticas y militares. Lo que el momento
actual revela de “nuevo”, en el desarrollo capitalista, debe estar en
el centro de la atención de los movimientos sociales preocupados en
hacer avanzar alternativas a las respuestas del capital, ocupado en
instrumentalizar en su beneficio exclusivo lo “nuevo”. Ciertamente
no es nada fácil discernir, en la enmarañada realidad, lo “nuevo”
que sobresale de las pesadas inclinaciones que se imponen en la
larga duración, el “nuevo pasajero” que sobresale de la coyuntura
de gestión de la crisis. Los dos conjuntos de fenómenos son bien
reales. Existe el aspecto “crisis y gestión de la crisis” y existe el
aspecto “transformación del sistema en curso”.

8. El capitalismo y las nuevas tecnologías

La realidad y la importancia de la revolución científica y


tecnológica en curso y sus implicaciones a largo plazo sobre la
organización del trabajo, las relaciones sociales y la cultura de las
sociedades futuras, constituyen el núcleo duro e incontestable de
lo “verdaderamente nuevo”. Esa revolución contemporánea (y la
informatización en primer lugar) ciertamente ejerce una acción
poderosa, que impone la reestructuración de los sistemas produc-
tivos (facilitando la difusión geográfica de segmentos comandados
la distancia). Por ese motivo, los procesos de trabajo están en vías
de ser ampliamente subvertidos. Los modelos de trabajo en cadena
(taylorismo) son sustituidos por formas nuevas, que afectan profun-
390 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

damente la estructura de las clases sociales, así como su percepción


de los problemas de la segmentación de los mercados de trabajo.
Se trata ahí de un cambio que pesará por mucho tiempo.
Aunque la sociedad permanezca como una sociedad de clases,
éstas no son de manera alguna abolidas por la transformación en
cuestión, cambian de forma, al punto de la ilusión de su desaparición
— o disolución en otras realidades — poder prevalecer en ciertas
condiciones, como las del movimiento presente. En consecuencia,
las formas de organización social y de los movimientos por los cua-
les se exprimen los proyectos de unas e otras y sus conflictos son, a
su vez, profundamente afectados por la revolución tecnológica. Aún
aquí, lo mejor y lo peor coexisten, el significado de la revolución
tecnológica permanece ambiguo. Además, el desarrollo de las fuer-
zas productivas — que son simultáneamente fuerzas destructivas
— alcanza de cara al futuro un punto que modifica cualitativamente
su significado y, por eso mismo, nos interpela en nuevos términos.
El arsenal de armamento nuclear permitiría poner fin a toda forma
de vida sobre el planeta. Ese hecho nuevo en la historia exigiría
que se renunciara a su empleo, que fuese desmantelado. La OTAN
tomó la posición contraria, regresando al principio de regulación
de los conflictos políticos por la guerra.
En otros dominios, como la biogenética, los conocimientos
científicos adquiridos permitirían igualmente devastaciones cuyos
efectos no son conocidos. Se impone una gestión social de su uso.
Este es el único medio de integrar en el sistema los principios éti-
cos indispensables para la supervivencia humanidad. La cuestión
del medio ambiente encuentra aquí su lugar por ese motivo. Por la
primera vez en la historia de la humanidad, el peligro de destruc-
ciones irreversibles y extremadamente graves de la vida sobre el
planeta se volvió real. Es inimaginable que un proyecto societario
cualquiera que ignore esa realidad sea viable. El capitalismo, cual-
quiera sea su forma de organización, es incapaz de responder al
desafío. Simplemente porque está fundado sobre una racionalidad
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 391

del cálculo de corto plazo (algunos años como máximo), como


expresa su concepto de “depreciación del futuro”, al paso que
cualquier consideración seria del problema aquí tratado implica
la utilización de una racionalidad de largo plazo. La emergencia
del problema del medio ambiente es una de las pruebas de que el
capitalismo, como forma de civilización, debe ser superado, cosa
que pocos “verdes” ya percibieron.

9. La desaparición del Estado y la financiarización de la economía

Muchos de los fenómenos — cuya visibilidad en sí es indis-


cutible — deben ser tomados, al contrario, como objetos de una
lectura que revele su aspecto probablemente más coyuntural que de
largo plazo. Se podría, probablemente, clasificar bajo ésta rubrica
“la desaparición del Estado” y la “financiarización del capitalis-
mo”. La literatura dominante afirma que la gran empresa tendría
adquirido una autonomía tal ante el Estado que se habría tornado el
agente activo dominante y exclusivo de una nueva fase durable del
capitalismo. Además, los ideólogos del sistema se regocijan con eso
y difunden un discurso “anti-Estado” en todas las direcciones.
Las grandes empresas transnacionales aún son empresas na-
cionales (especialmente por la propiedad y sobretodo por el control
de su capital), cuya actividad sobrepasa las fronteras del país de
origen. Para desarrollarse, siempre tienen necesidad del apoyo de
su Estado. Sin embargo, al mismo tiempo, se desenvolvieron sufi-
cientemente para desarrollar sus propias estrategias de expansión
fuera (y, a veces, contra) las lógicas políticas del Estado. Por tanto,
aspiran subordinar estas últimas a sus estrategias propias, El discur-
so neoliberal anti-Estado enmascaró ese objetivo para legitimar la
lógica exclusiva de defensa de los intereses particulares que estas
empresas representan. La “libertad” reivindicada no es de todos,
es la libertad para las empresas hacer prevalecer sus intereses en
392 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

detrimento de los otros. En ese sentido, el discurso neoliberal es


perfectamente ideológico y engañador.
La financiarización es, en gran medida, un fenómeno pura-
mente coyuntural, el producto de la crisis. El excedente de capitales,
que — en las estructuras en vigor — no puede encontrar salida en
la expansión de los sistemas productivos, constituye una amenaza
grave para la clase dominante: una desvalorización maciza del ca-
pital. La gestión de la crisis impone, por tanto, que sean ofrecidas
salidas financieras que permitan evitar el peor. Pero, a su vez, la fuga
acelerada para la financiarización no permite “salir” de la crisis, al
contrario, se cierra en una espiral de estagnación, dado que agrava
la desigualdad en la distribución y obliga a las empresas a jugar el
juego financiero.
La gran crisis que tendrá una forma impredecible (¿quiebra de
las bolsas?), aún está por venir. Las respuestas políticas al caos que
introducirá — neopopulismos reaccionarios, radicalización de las
izquierdas — son del mismo modo impredecibles. Sin embargo, de
ellas dependerán las estructuras del sistema futuro. Los movimien-
tos sociales deben estar preparados para eso. Simultáneamente, la
financiarización creó una poderosa ola de concentración del capital.
En veinte años el volumen de activos referentes a las fusiones se
multiplicó en siete veces. Esta nueva etapa de concentración per-
manecerá, probablemente, en gran parte irreversible. Coloca más
que nunca la cuestión de la legitimidad de tal concentración del
poder privado (y de sus prácticas obscuras, o sea, antidemocráticas),
cumpliendo funciones que deberían partir del poder público, única
garantía de una transparencia posible.
La gestión económica de la crisis visa sistemáticamente
“desregular”, debilitar la “rigidez” de los sindicatos, desmantelar-
los si es posible, liberalizar los precios y los salarios, reducir los
gastos públicos (especialmente las subvenciones y los servicios
sociales), privatizar, y liberalizar las relaciones con el exterior
etc. “Desregular”, además, es un término engañoso. Pues no
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 393

existen mercados desregulados, salvo en la economía imaginaria


de los economistas “puros”. Todos los mercados son regulados
y solamente funcionan bajo esta condición. La única cuestión es
saber por quién y cómo son regulados. Por tras de la expresión
desregulación se esconde una realidad inconfesable: la regula-
ción unilateral de los mercados por el capital dominante. Bien
entendido, el hecho de que la liberalización en cuestión encierra
la economía en una espiral involutiva de estagnación se revela
incontrolable sobre el plano mundial y multiplica los conflictos
que no puede regular, siendo apagado en beneficio de la repetición
“encantada” de que el liberalismo prepararía un desarrollo (en el
futuro) “saludable”.
La mundialización capitalista exige que la gestión de la
crisis opere en ese nivel. Esa gestión debe enfrentar el excedente
gigantesco de capitales volátiles que genera la subordinación de la
máquina económica al criterio exclusivo del lucro financiero. La
liberalización de las transferencias internacionales de capitales, la
adopción de cambios flexibles, las tasas de intereses elevadas, el
déficit de la balanza de pago norteamericana, la deuda externa del
Tercer Mundo y las privatizaciones constituyen en conjunto una
política perfectamente racional, que ofrece a esos capitales volá-
tiles la salida de una fuga acelerada para la aplicación financiera
especulativa, alejando el peligro mayor de una desvalorización
maciza del excedente de los capitales. La amplitud de los desgastes
ocasionados por esos flujos inestables fue brutalmente evidenciada
por la crisis asiática de 1997. La región, caracterizada por una alta
tasa de ahorro, no tenía necesidad de capitales extranjeros volátiles.
Éstos sabían perfectamente que financiaban una inflación artificial
de los inmuebles y valores mobiliarios, de los cuales sacaron in-
mensas ganancias inmediatas, abandonando tras sí economías y
sociedades devastadas. Diferentes propuestas fueron hechas a éste
respeto, como la tasación de los flujos especulativos (tasa Tobin) y
medidas para neutralizar los “paraísos fiscales”.
394 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

10. La mundialización en cuestión

La mundialización, que se nos presenta en esas condiciones


como un salto cualitativo ya realizado, debe ser objeto de cuestio-
namiento. Hay, es cierto, una inclinación visible a que una econo-
mía mundializada sustituya la economía internacional de las fases
anteriores del capitalismo. Sin embargo, el desmantelamiento de
los sistemas productivos centrales nacionales es sólo relativo y
parcial y, además, no existe una lógica de un sistema productivo
mundial que sustituya eso. La ausencia de una autoridad política
capaz de administrar el sistema mundializado (en construcción
caótica), y que sea beneficiara de una legitimidad equivalente a la
de los Estados nacionales, constituye la mayor contradicción de
nuestra época, y no está próxima a encontrar su solución. Mantiene
apenas una subordinación — provisoria — a la hegemonía de los
Estados Unidos.
La mundialización real permanece como un archipiélago cer-
cado por un océano. La densidad de la repartición de las islas de ese
archipiélago es variable: mayor en las zonas centrales donde están
concentradas las transnacionales, media en las periferias avanzadas
en la industrialización moderna, y menor en las periferias del “cuar-
to mundo”. Que los poderes de Estado sean doblemente corroídos
por la mundialización, por encima y por bajo, por la emergencia de
los poderes locales capaces de actuar como agentes autónomos en
la mundialización, es un hecho incontestable. Pero el archipiélago
de estos subsistemas mundializados no obedece ninguna lógica
colectiva que pueda dar cualquiera tipo de coherencia. Además, el
legado de la fase anterior, de la posguerra (1945-1990), fue preci-
samente la desintegración del antiguo mundo “no industrializado”
(las periferias clásicas de 1880 a 1950) en tres estratos distintos.
El primero es constituido por los países ex socialistas del
Este de Europa, China, Corea, Taiwán, India, Brasil y México,
que llegaron a construir sistemas productivos nacionales (o sea,
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 395

potencialmente “competitivos”). El segundo comprende los países


que entraron en la industrialización, pero que no llegaron a crear
sistemas productivos nacionales: los países árabes, Sudáfrica, Irán,
Turquía, y los países de América Latina. En ocasiones, hay estable-
cimientos industriales “competitivos” (principalmente por su mano
de obra cucaracha), pero no sistemas competitivos. En cuanto al
tercero, incluye los países que entraron en la revolución industrial
(en gran parte los ACPs). Son eventualmente “competitivos” sola-
mente en los dominios comandados por ventajas naturales: minas,
petróleo, productos agrícolas tropicales.
La mundialización continuará incapaz de hacer pasar los paí-
ses del primer grupo al estatuto de “nuevos centros” plenamente
desarrollados en el sentido capitalista del término y, a fortiori, los
otros. Pues, aún donde el progreso de la industrialización fue más
acentuado, las periferias contienen siempre gigantescas “reservas”;
entiéndase por eso que importantes porciones de su fuerza de trabajo
son empleados (cuando lo son) en actividades de baja productividad.
La razón de eso es que las políticas de modernización — esto es, las
tentativas de “recuperación” — imponen opciones tecnológicas mo-
dernas (para ser eficaces, o sea, competitivas), las cuales son extre-
madamente costosas en términos de utilización de recursos escasos
(capitales y mano de obra calificada). Esa distorsión sistemática es
agravada cada vez que la modernización en cuestión es combinada
con una desigualdad creciente en la distribución de la renta.
En esas condiciones, es imposible que la expansión de las
actividades productivas modernizadas pueda absorber las gigan-
tescas reservas alojadas en las actividades de baja productividad.
Las periferias dinámicas continuarán, por tanto, siendo periferias,
esto es, sociedades atravesadas por las mayores contradicciones
producidas por la yuxtaposición de enclaves modernizados (aún
cuando sean importantes), cercadas por un océano poco moderni-
zado, contradicciones que favorecen su mantenimiento en posición
subordinada, sometida a los cinco monopolios centrales. La tesis
396 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

de que solamente el socialismo puede responder a los problemas


de estas sociedades permanece verdadera si se entiende por socia-
lismo no una formula acabada y pretendidamente definitiva, sino
un movimiento articulando la solidaridad de todos, impulsado
por estrategias populares que aseguren la transferencia gradual y
organizada del océano de reservas para los enclaves modernos por
medios civilizados. Eso exige la desconexión, esto es, la subordi-
nación de relaciones exteriores a la lógica de esta etapa nacional y
popular de larga transición.
¿Quid de las regiones marginadas? ¿Se trata de un fenómeno
sin antecedente histórico? ¿O, al contrario, es expresión de una
tendencia permanente de expansión capitalista, limitada por un
momento, en la posguerra, por una relación de fuerzas menos des-
farovable a las periferias en su conjunto? Esa situación excepcional
había profundizado la “solidaridad” del Tercer Mundo (en sus lu-
chas anticoloniales, sus reivindicaciones respecto de los productos
primarios, su voluntad política de imponer su modernización/in-
dustrialización, que las potencias occidentales intentaron evitar), a
pesar de la variedad de países que lo componían. Es precisamente
por qué el éxito en esas frentes fue desigual que la coherencia del
Tercer Mundo y su solidaridad fueron erosionadas.
El “milagro asiático” hizo correr mucha tinta. Asia, o Asia
del Pacífico, ¡centro del futuro en construcción, arrebatando a
América del Norte su dominación sobre el planeta, China super-
potencia del futuro, quién no escribió sobre esas temas! En una
gama más sobria, fueron sacadas, a veces, conclusiones que, aún
pareciendo precipitadas, son merecedoras de las discusiones serias.
El cuestionamiento de la teoría de la polarización inherente a la
expansión capitalista fue visto aquí como estrategia de desconexión
preconizada en respuesta al desafío de la polarización. La prueba
sería la de que la “recuperación” es posible, y que la mejor estra-
tegia sería una inserción activa en la mundialización (en la versión
vulgar de esa proposición una estrategia export-oriented) en lugar
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 397

de una desconexión ilusoria (responsable, supuestamente, por la


catástrofe soviética). Los factores internos — entre otros, el factor
“cultural” — estarían, por tanto, en el origen del éxito de unos,
llegando a imponerse como agentes activos en la remodelación
del mundo, y del fracaso de otros, marginados y “desconectados
a pesar de sí mismos”. Los países del Este de Asia registraron
éxito precisamente y en la medida en la que subordinaron efecti-
vamente sus relaciones exteriores a la exigencias de su desarrollo
interno, esto es, en la medida en la que se negaron a “ajustarse” a
las inclinaciones dominantes en escala mundial. Es la definición
misma de desconexión, confundida — por lectores demasiado
apresurados — con la autarquía. La crisis posterior del Sudeste
de Asia impuso un silencio a ese género de discurso. Para China y
Corea continúa abierta la cuestión de su modo de inserción en la
economía mundializada.
De manera general, la nueva economía mundializada es carac-
terizada por su funcionamiento “en diferentes velocidades”. Una vez
más, ¿se trata ahí de un fenómeno realmente nuevo? O, al contrario,
¿el funcionamiento en diferentes velocidades constituye la norma en
la historia del capitalismo? Ese fenómeno apenas excepcionalmente
se habría atenuado durante la fase de la posguerra (1945-1980),
visto que, entonces, las relaciones sociales habían impuesto inter-
venciones sistemáticas del Estado (del Welfare State, del Estado
soviético, del Estado nacional del Tercer Mundo de Bandung, del
desarrollismo América Latina) que facilitaron el crecimiento y la
modernización de las fuerzas productivas organizando las transfe-
rencias regionales y sectoriales que la condicionan. Por varios de
sus aspectos, además, la crisis del mundo contemporáneo reviste
las dimensiones de una gran crisis civilizatoria, testimonio de que
el capitalismo es un sistema senil, caduco, incapaz, por su lógica
propia, de contestar a los desafíos que la humanidad deberá enfren-
tar; por tanto se impone su superación. Los movimientos sociales
están inevitablemente interpelados por tal problemática.
398 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

II. Las dimensiones destructivas de la acumulación


capitalista1

El capitalismo no es el fin de la historia ni siquiera el hori-


zonte perfecto de la visión del futuro. Es, antes, un paréntesis en
la historia, abierto a eso del 1500 y que ahora se volvió urgente
cerrar. Fundado sobre la subordinación de todos los aspectos de la
vida social a la lógica exclusiva de la acumulación — en la versión
vulgar, el triunfo de los “mercados” -, permitió un salto cualitativo
en el progreso no sólo material, sino también político y cultural,
y mantuvo ritmos de crecimiento sin medida de comparación
hasta entonces. El capitalismo creó todos los medios que permiten
resolver los grandes problemas de los pueblos en escala mundial;
pero, simultáneamente, la lógica que lo comanda tornó imposible
que ese potencial fuese utilizado de esa manera. Esa contradicción
fundamental proporciona al capitalismo dimensiones destructivas,
amplificadas a lo largo del tiempo, a punto de haberse tornado hoy
una amenaza real para el futuro de la humanidad, abriendo, por eso
mismo, una verdadera crisis de civilización. Todas esas dimensio-
nes destructivas, abundantemente descritas, se articulan en torno
al eje esencial que constituye la “expansión de los mercados” y la
“mercantilización” (en lenguaje vulgar) o la alienación mercantil
(en términos más científicos). Una expansión que no conoce límites
y funciona en beneficio exclusivo del capital dominante (de los
oligopolios). Los dominios en los que se ilustra la amplitud que la
amenaza de esas destrucciones alcanzó actualmente no son sepa-
rables unos de los otros; están todos interconectados por la misma
lógica de la acumulación:
• Mercantilización y privatización de la salud: invitación
a la organización de un “mercado de órganos humanos”
abriendo la puerta a las presiones: algunos no vacilaron

1. Texto extraído de Au-delà del capitalisme sénile, Paris, PUF, 2001.


MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 399

en mutilar niños. Sistema además ineficaz: consagrando


14% del ingreso a la salud (privatizada), los Estados Uni-
dos registraron resultados cualitativos apenas inferiores
a Europa, cuyos gastos de salud (en gran parte públicas)
absorben solamente 7% de un ingreso comparable. ¡Pero
las superganancias de los oligopolios farmacéuticos y de las
aseguradoras en Estados Unidos sobrepasan ampliamente
los de Europa!
• Mercantilización y privatización de la educación: vía efec-
tiva para profundizar la reproducción de las desigualdades
sociales y preparar, así, para el futuro, una sociedad de
apartheid generalizado.
• Mercantilización y privatización de los fondos de pensión:
medio de alimentar de manera ciertamente absurda el con-
flicto generacional entre los que trabajan (los jubilados de
mañana) y los jubilados (los trabajadores de ayer).
• Mercantilización y privatización de la investigación
científica: garantía absoluta de que las orientaciones de la
investigación no serán guiadas por las necesidades sociales
(erradicación del SIDA en África, por ejemplo), sino por
el lucro inmediato. Garantía absoluta que la investigación
biotécnica será organizada para servir al fortalecimiento
del control de los oligopolios del agrobusiness sobre los
agricultores (donde se encuentra la “vaca loca”). Abandono
seguro de los principios alimentarios de la precaución y
cuidados éticos.
• Mercantilización y privatización de la propiedad inte-
lectual, industrial, cultural y artística: garantía de la
maximización de las ganancias de los oligopolios, des-
pojando a los pueblos (especialmente los campesinos)
de sus conocimientos. Premio a la subcultura falazmente
homogeneizante y desempeño suplemental a la diversidad
y a la riqueza de la creación cultural y artística.
400 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

• Mercantilización y privatización de los recursos naturales:


garantía de desperdicio en detrimento de las generaciones
futuras. Mercantilización y privatización del medio am-
biente por la organización de un comercio de “autorización
para contaminar”: garantía de una esterilización total de la
critica de los ecologistas, premio al agravamiento de las
desigualdades en de la escala mundial.
• Mercantilización y privatización del agua: garantía de
agravamiento de la desigualdad en el acceso a ese recurso
vital; destrucción programada de partes enteras de la agri-
cultura irrigada en el Tercer Mundo.
• Mercantilización y privatización en general: competencia
erigida en principio absoluto. De hecho, falsa competencia
limitada a los oligopolios.

La polarización en escala mundial, inmanente a la expansión


mundial del capitalismo, constituye la dimensión más dramática de
las destrucciones asociadas a la historia de los últimos cinco siglos.
Llegamos hoy a una etapa de polarización avanzada, en la cual la
mayoría de la población del globo se tornó “superflua” para las
necesidades del capital. Con la revolución demográfica auxiliando
— Asia y África compensando su declinación en la época de la
expansión europea —, la desintegración del mundo rural bajo el
efecto del “mercado”, asociado a formas de industrialización inca-
paces de absorber a los empobrecidos que migran de los campos,
el capitalismo prepara un “planeta de villas miseria” con, en dos
decenios, veinticinco megalópolis de siete a veinticinco millones
de la habitantes amontonados, pauperizados, sin perspectiva. ¿No
se trata aquí de otra cosa que de la destrucción de pueblos enteros?
Cómo, entonces, no dar crédito a la argumentación de Susan Geor-
ge que ve en los caballeros del Apocalipsis de su Reporte Lugano
los instrumentos de una planificación cínica de destrucción de los
“inútiles” (para el capital) por el hambre, por las endemias y por el
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 401

SIDA, por las guerras “tribales”. Pero, entonces, ¿quién es verdade-


ramente “superfluo”? ¿Los millares de seres humanos para los cuáles
el capitalismo no tiene nada a ofrecer? ¿O el propio capitalismo?
La economía de mercado, para llamarla por su nombre vulgar,
también es necesariamente una sociedad de mercado. Aceptar la
primera y rechazar la segunda conviene a ciertos discursos domini-
cales de los políticos de la pretendida “tercera veía” (Clinton, Blair,
Schröder, Jospin). No se puede les dar crédito, cuando se sabe que
la economía de mercado en cuestión (por la cual se felicitan) per-
mitió la duplicación de las ganancias de los oligopolios en el curso
del último decenio, acentuando las desigualdades. La sociedad de
mercado, por tanto, producto ineluctable de la economía de merca-
do, esto es, del capitalismo, no puede ser sino aquello que ella es.
La sociedad de mercado suprime la ciudadanía y la sustituye por
una masa manipulable de consumidores — espectadores pasivos.
La “alternancia”, esto es, el cambio de equipos para proseguir la
misma política (sometida integralmente a las exigencias del lucro
del capital), toma el lugar de la alternativa, esto es, de elección
consciente entre diferentes políticas.
Los seres humanos, cuya ciudadanía es negada, son invitados
a compensar el vacío por los retiros “comunitarios”. Invitación al
oscurantismo, al fanatismo étnico o religioso, al odio racista y,
finalmente, a la “limpieza étnica”. En las situaciones más dramá-
ticas, las del Tercer Mundo es una invitación a la guerra “tribal”
permanente. Por tanto, está en la hora de evaluar las dimensiones
dramáticamente destructivas del capitalismo senil. Es hora de pro-
clamar que otro sistema debe ser inventado, en el cual ni los seres
humanos individualmente, ni la salud, la educación, las capacidades
inventivas, ni los pueblos colectivamente, ni la naturaleza y los re-
cursos serán tratados como mercaderías. Los términos de elección
hoy no son diferentes de aquéllos definidos por Rosa Luxemburgo
en 1918: socialismo o barbarie.
402 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

III. La polarización, capitalismo central y capitalismo


periférico

Centros y periferias son conceptos utilizados por los teóri-


cos del capitalismo, considerado como un sistema mundial. Los
“centros” son el producto de la historia. Ésta permitió, en ciertas
regiones del sistema capitalista, la constitución de una hegemonía
burguesa nacional y de un Estado que será calificado igualmente de
capitalista nacional. Burguesía y Estado burgués son aquí insepara-
bles. El Estado burgués es nacional cuando domina el proceso de
acumulación, ciertamente dentro de ciertas restricciones externas.
En cuanto las “periferias”, son definidas simplemente de manera
negativa: son las regiones que, en el sistema capitalista mundial, no
se constituyen como centros. Son, por tanto, los países y las regiones
que no controlan localmente el proceso de acumulación, el cual
es modelado, desde entonces, principalmente por las restricciones
externas. Las periferias no son, por eso, “estancadas”, a pesar que
su desarrollo no sea análogo al que caracteriza los centros en las
etapas sucesivas de la expansión global del capitalismo.

1. ¿Periferias en transición?

La burguesía y el capital no están necesariamente ausentes de


la escena social y política local, y las periferias no son sinónimo de
“sociedades pre-capitalistas”. El Estado puede estar formalmente
ausente (caso colonial), pero no necesariamente (hoy casi todos los
países del Tercer Mundo se constituyen en Estados independientes).
Sin embargo, la existencia formal del Estado no es sinónimo del
Estado capitalista nacional; incluso si la burguesía local controla
gran parte de ese aparato, no controla sin embargo el proceso de
acumulación. La coexistencia en el seno del sistema capitalista
mundial de centros y periferias así definidos, en cada etapa del
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 403

desarrollo global, es un hecho de evidencia banal. La cuestión, por


tanto, no está colocada en ese reconocimiento; consiste en saber si
las periferias están en “transición para la cristalización de nuevos
centros”. Más precisamente, la cuestión consiste en saber si las
fuerzas que actúan en el sistema global impelen en esa dirección o
se, al contrario, se oponen a ella.
El capitalismo, analizado abstractamente como modo de
producción, está fundado sobre un mercado integrado en sus tres
dimensiones (mercado de productos del trabajo social, mercado de
capitales, mercado de trabajo). Pero el capitalismo, considerado
como sistema mundial realmente existente, está fundado sobre la
expansión mundial del mercado en las dos primeras dimensiones
apenas, quedando excluida la constitución de un verdadero mercado
mundial del trabajo por la persistencia de las fronteras políticas del
Estado. Por esa razón, el capitalismo realmente existente es nece-
sariamente polarizador en escala mundial, y el desarrollo desigual
que funda se vuelve una contradicción cada vez más violenta, y que
no puede ser suplantada en el cuadro de la lógica del capitalismo.
Las formas y el contenido del capitalismo periférico, que no son
de manera alguna sinónimo de estagnación, sino señal de que la
transformación ahí es siempre derivada de aquélla que comanda el
conjunto del sistema desde sus centros, tienen, por tanto, una histo-
ria, un pasado y un futuro, a pesar de el sistema global permanecer
fundado sobre los principios fundamentales del capitalismo.

2. Nuevas polarizaciones

Durante mucho tiempo, el contraste centro/periferia del


sistema mundial moderno era sinónimo de la oposición países
industrializados/no industrializados. Las revueltas de las periferias
— tomando la forma de revoluciones socialistas (Rusia, China) o
de liberación nacional — colocaron en cuestión esa forma anti-
404 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

gua de polarización, impulsando sus sociedades a un proceso de


modernización/industrialización. Durante el “período Bandung”
(1955-1975), los Estados del Tercer Mundo colocaron en prác-
tica políticas de desarrollo de vocación auto-centrada, buscando
reducir la polarización mundial. Eso implicaba, al mismo tiempo,
sistemas de regulación nacional y la negociación permanente,
comprendiendo el colectivo (Norte-Sur) y sistemas de regulación
internacionales (el papel de la CNUCED fue importante en ese
cuadro etc.). Eso visaba igualmente reducir las “reservas de trabajo
de baja productividad por medio de su transferencia para las acti-
vidades modernas de mayor productividad (aún cuando fueran “no
competitivas” en los mercados mundiales abiertos). Los resultados
desiguales de la industrialización impuesta al capital dominante
por las fuerza sociales, derivadas de las victorias de la liberación
nacional, permiten hoy distinguir las periferias de primer orden,
que consiguieron construir sistemas productivos nacionales cuyas
industrias son potencialmente competitivas en el cuadro del capita-
lismo globalizado, y periferias marginadas, que no lo consiguieron.
El capitalismo periférico contemporáneo no es más, por lo tanto,
sinónimo de “no industrialización”. Él es fuertemente diferenciado.
Con relación al futuro, se puede imaginar fácilmente un escenario de
evolución global que reproduciría, agravándola, la polarización en
escala mundial sobre nuevas bases, producidas por los monopolios
centrales (la “tríada”: Estados Unidos-Canadá; Unión Europea;
Japón) y que son las siguientes.
Los monopolios de los cuales se benefician los centros
contemporáneos en el dominio de la tecnología; monopolios que
exigen gastos gigantescos, que solamente un Estado — grande y
rico Estado — puede pensar en mantener.
Los monopolios que operan en el dominio del control de los
flujos financieros de envergadura mundial. La liberalización de la
implantación de las mayores instituciones financieras que operan
sobre el mercado financiero mundial dio a esos monopolios una
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 405

eficacia sin precedente. No hace mucho tiempo, la mayor parte del


ahorro en una nación sólo podía circular en el espacio — general-
mente nacional — comandado por sus instituciones financieras. Hoy
ya no es más así: ese ahorro está centralizado por la intervención
de instituciones financieras cuyo campo de operación es, ahora,
el mundo entero. Constituyen el capital financiero, el segmento
más mundializado del capital. No es verdad que ese privilegio se
asienta sobre una lógica política que hace aceptar la mundialización
financiera. Esa lógica podría ser colocada nuevamente en cuestión
por una simple decisión política de desconexión, aun cuando fuese
limitada al dominio de las transferencias financieras.
Los monopolios que operan en el acceso a los recursos natu-
rales del planeta. Los peligros que, desde entonces, la explotación
insensata de esos recursos imponen al planeta, y que el capitalismo
— que es fundado sobre una racionalidad social de corto plazo
— no puede superar, refuerzan el alcance del monopolio de los
países desarrollados, que se ocupan simplemente en evitar que su
desaprovechamiento no se extienda a los otros.
Los monopolios que operan en el campo de la comunicaci-
ón y de los medios, que no solamente uniformizan hacia abajo la
cultura mundial, sino también abren formas nuevas para la ma-
nipulación política. La expansión del mercado de los medios de
comunicación modernos ya es uno de los mayores componentes
de la erosión del concepto y de la práctica de la democracia en el
propio Occidente.
En fin, los monopolios que operan en el dominio de los ar-
mamentos de destrucción masiva. Limitado por la bipolaridad de
la posguerra, ese monopolio es nuevamente el arma absoluta de
la cual la diplomacia norteamericana se reserva el uso exclusivo,
como en 1945.
Tomados en conjunto, ésos cinco monopolios definen el cuadro
en el cual la ley del valor mundializado se expresa. Lejos de ser
406 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

expresión de una racionalidad económica “pura”, que pudiera des-


tacarse de su cuadro social y político, la ley del valor es la expresión
condensada del conjunto de esos condicionamientos. Éstos anulan el
significado de la industrialización de las periferias, desvalorizando
el trabajo productivo incorporado en sus producciones, al paso que
valorizan el supuesto valor agregado ligado a las actividades en las
cuales operan los nuevos monopolios en beneficio de los centros.
Producen, por tanto, una nueva jerarquía en la distribución de la
renta en escala mundial, más desigual que nunca, subordinando las
industrias de la periferia y reduciéndolas al estatuto de actividades
de subcontrato. La polarización encuentra aquí su nuevo funda-
mento convocado para comandar las formas en el futuro; modela
el capitalismo periférico del mañana. Se comprende, entonces, la
amplitud de las resistencias y emergencias de una mundialización
de los movimientos sociales que se inscriben en la polarización
multiforme, construida por el capitalismo contemporáneo.

LA DIMENSIÓN CULTURAL

La protesta cultural contra una mundialización destructiva


es central. Sin embargo, el peligro del culturalismo o etnicidad
continúan muy presentes, sobretodo en las sociedades sometidas
más recientemente a las consecuencias de la mundialización
capitalista. Las resistencias deben ser multidimensionales, in-
cluyendo la cultura, sin hacer de ella una referencia exclusiva. La
protesta religiosa contra la mundialización se manifiesta por el
desarrollo de teologías de la liberación, que se caracterizan por
una ponderación que toma como punto de partida la realidad de
las relaciones sociales de explotación. En ese momento, las luchas
sociales se vuelven un lugar donde se vive y piensa la fe religiosa.
La ética, mediatizada por un análisis de las relaciones sociales,
permite sobrepasar condena simple del abuso y de los excesos del
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 407

capitalismo, para alcanzar su condena. Eso desemboca, entonces,


en compromisos sociales motivados religiosamente.

I. La referencia cultural en el desarrollo de los


movimientos2

La dimensión cultural es central en el desarrollo de los mo-


vimientos sociales, y envuelve múltiples aspectos, desde la cons-
titución de “valores” de la modernidad capitalista: de un lado, los
orígenes comunitarios de ciertos movimientos, que corren el riesgo
de caer en el culturalismo o en la etnicidad y, de otro, la protesta
religiosa y sus dimensiones éticas.

1. La diversidad heredada y la diversidad en la invención del futuro

Todas las sociedades humanas tienen una historia en el curso


de la cual son transformadas, o por cambios menores y progresivos
operadas en lógica del sistema, o, a veces, por cambios cualitativos
del sistema. Los protagonistas de esas últimas, que se puede llamar
de revoluciones, siempre proclamaron una voluntad de no retomar
al pasado: los iluministas se proponían destruir el antiguo régimen
en todos sus aspectos, la Comuna de Paris y las revoluciones so-
cialistas, de “hacer tabula rasa del pasado”, el maoísmo, de escribir
“sobre la página en blanco” una historia nueva de China. Pero, en
la realidad, el pasado jamás pudo ser borrado totalmente. Algunos
de sus componentes fueron recobrados, transformados, para ser
puestos al servicio de nuevas lógicas; otros sobrevivieron como
medios de resistencia frente al cambio. La combinación específica
de lo nuevo y de lo antiguo, propia de cada una de las trayectorias

2. Extraído de Au-delà du capitalisme sénile. Paris, PUF, 2001.


408 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

históricas consideradas, constituye en parte, por tanto, la primera


fuente de diversidad heredada.
Las modalidades de laicismo, como son concebidas y prac-
ticadas en las sociedades integrantes de la modernidad capitalista,
suministran un bello ejemplo de esa diversidad. El laicismo es tanto
más radical cuanto más lo haya sido la revolución burguesa (como
en Francia). Al contrario, cuando la transformación capitalista abrió
su camino mediante el compromiso entre la nueva burguesía y las
antiguas clases dominantes (como en casi toda Europa), el laicismo
no excluyó la supervivencia de una referencia religiosa en los com-
portamientos públicos. Existen inclusive iglesias nacionales (en los
países protestantes) que fueron moldeadas en el nuevo sistema del
capitalismo y sobrevivieron como tales, aunque hayan perdido el
poder coercitivo del cual se beneficiaban antes de la modernidad.
La separación Estado/religión, que define el concepto de
laicismo es, por tanto, conforme el caso, más o menos afirmada
formalmente. Fijemos aquí, de paso, que la modernidad en su
sentido emancipador, que implica esa separación, no dice nada
demás. Modernidad y laicismo no son sinónimos de negación de
la fe religiosa. Un “ateísmo de Estado” (no se conoce un modelo
a este respeto si no la tentativa del comunismo soviético) actúa un
poco como una religión de Estado: uno y otro violan el principio
mismo de la modernidad, que deja las opiniones — filosóficas,
religiosas, políticas, ideológicas, científicas — únicamente al
libre juicio de los individuos. Sin embargo, la insistencia sobre la
necesidad de reconocer y respetar la diversidad heredada — que
el discurso contemporáneo dominante puso de moda — tiene sus
consecuencias. Pues sirve frecuentemente para legitimar políticas
que visan reforzar poderes conservadores, como se vio en la ocasión
del debate europeo sobre laicismo.
Hay, es cierto, otros dominios de la realidad social caracteri-
zados por la diversidad, cuyas raíces muchas veces son distantes,
como lo atestigua la variedad de idiomas y religiones. Esa diversidad
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 409

sobrevivió, aún cuando los elementos que la constituyen fueron


ellos mismos transformados en el curso de la historia. ¿La multi-
nacionalidad e/o el multiculturalismo en el interior de un Estado
moderno, esto es, el grupo de ciudadanos que tiene un derecho
igual de construir su futuro, coloca problemas para la práctica de
la democracia? ¿Constituye ella un desafío para ésta? Diferentes
actitudes son propuestas de respuesta a esa cuestión.
Los partidarios feroces de la homogeneidad nacional y cultural
como único medio de definición de la identidad común, y necesaria,
según ellos, para el ejercicio de los derechos del ciudadano, no du-
darán en proponer sea la “asimilación forzada” de los recalcitrantes
(frecuentemente minoritarios) sea, si son demócratas, el divorcio y
la partición del Estado. Entretanto, sólo aceptarán una “tolerancia”
de la diversidad. Predicarán, entonces, una construcción “multi-
comunitaria” — al modo norteamericano — sin nunca prescindir
de jerarquizar las posiciones de esas “comunidades” en el sistema
nacional. Para ellos, la identidad comunitaria es heredada y no puede
ser objeto de elección personal — es esencial. Se afirma aquí un
cierto “derecho a la diferencia”, pero al precio de negar su contrario,
complementar y de estatuto igual, — el derecho a la semejanza, al
tratamiento idéntico — y, más generalmente, el derecho individual
e inalienable de no aceptar ser definido por su pertenencia a una
comunidad heredada.

2. La igualdad de los derechos y de los deberes

La modernidad emancipadora está fundada sobre un concepto


totalmente diferente de democracia, que implica la igualdad rigu-
rosa de todos los derechos y deberes (y la creación de condiciones
para que esa igualdad se vuelva realidad) y simultáneamente el
respeto a las diferencias. Respeto es un término más fuerte que el
tolerancia. Implica que las políticas de Estado creen las condiciones
410 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

de la igualdad a despecho de la diversidad, creando, por ejemplo,


escuelas en los diversos idiomas practicados. “A despecho” signi-
fica aquí solamente que no se intenta tornar rígida la diversidad en
cuestión, se deja que la historia haga su trabajo y quizá lleve a una
adaptación que ahora ya no es más forzada. Se actúa para que la
diversidad no se una por la yuxtaposición de comunidades cerradas
y, a causa de eso, necesariamente hostiles unas a las otras. Por eso,
el acento puesto exclusivamente sobre las “comunidades” lleva a
un abandono de los conceptos de la modernidad en su dimensión
emancipadora; acompaña una degradación de la democracia por la
negación de las dimensiones múltiples de la identidad (nacionalidad
quizá, pero igualmente clase social, sexo, pertenencia ideológica o
religiosa eventualmente etc.). El discurso de moda, colocado por
la lógica del capitalismo, no reconoce más ciudadanos que son, al
mismo tiempo, individuos y personas de identidades multidimen-
sionales; él las sustituye por “el pueblo” (“consumidores”, para
los economistas, espectadores de televisión, para los políticos),
consecuentemente controlables a un solo tiempo como individuos
amorfos y como sujetos de comunidades heredadas e impuestas.
El rechazo de una actitud resultante del culturalismo no
impide, evidentemente, el reconocimiento del papel de la cultura
en la construcción de las sociedades, ni la riqueza que significa la
contribución de su diversidad. La negación de su existencia, ligada
a la intransigencia asimiladora, lleva frecuentemente a tensiones,
esto es, a conflictos devastadores.
Las diversidades heredadas existen y deben ser reconocidas,
aún si colocan problemas. Pero se si fija en ellas, se pierde de vista
otras diversidades, más interesantes de otra manera, aquéllas que la
invención del futuro genera en su movimiento, porque su concepto
procede de la propia democracia emancipadora y de la modernidad
siempre inacabada, que la acompaña. Decir que políticas deben
ser puestas en práctica para que la libertad de los individuos no se
extienda en detrimento de su igualdad, pero que, al contrario, uno y
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 411

otro de esos dos valores puedan avanzar en conjunto, es decir que la


historia no acabó, que las transformaciones del sistema son necesa-
rias y que es necesario luchar para que caminen en el sentido de la
emancipación real. Quién podría decir, entonces, ¿qué hay apenas
una única vía, una única receta que responde a esa necesidad?
Las utopías creadoras, en torno de las cuales pueden cristalizar
las luchas dándoles objetivos en perspectiva, siempre encontraron
su legitimación en sistemas de valores diversos, sea porque apela-
ban a una versión cualquiera del humanismo laico o porque era de
inspiración religiosa (las teologías de la liberación). Sus comple-
mentos necesarios — los sistemas de análisis de la sociedad — se
inspiran en las teorías sociales científicas ellas propias diversas.
Las estrategias propuestas para avanzar con eficacia en la dirección
adecuada no pueden ser el monopolio de cualquier organización que
sea. Esas diversidades en la invención del futuro no son solamente
inevitables, son bienvenidas para quienquiera que no sea parte de
un dogmatismo que le de la seguridad vana de un saber que más
vale tener siempre como inacabado.

3. El culturalismo, el etnicismo y las resistencias culturales

El culturalismo es un modo de pensamiento fundado sobre la


afirmación de que cada “cultura” sería caracterizada por algunas
“especificidades” que serían de la misma naturaleza de las invarian-
tes trans-históricas. El culturalismo se niega a considerar seriamente
la evolución y el cambio que caracterizan todos los aspectos de la
vida social y cultural, incluso aquéllos revestidos de un carácter
sagrado. En sus expresiones religiosas, los culturalismos se afirman
como “fundamentalismos”, que en la realidad están más próximos
de prejuicios (reaccionarios) tenaces que de las tradiciones de la
buena teología. Ciertas inclinaciones de lo “posmoderno” que, en
nombre del “relativismo”, colocan en el mismo plano todas las
412 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

“creencias”, tratadas como verdades irreductibles unas a las otras,


alimentan una inclinación para el culturalismo. Prácticas políticas
y sociales, como las del “comunitarismo” norteamericano, que dan
a las pretensas “identidades comunitarias” prioridad sobre las otras
dimensiones de la identidad (la pertenencia de clase, las conviccio-
nes ideológicas), son fundadas sobre el pensamiento culturalista, lo
cual refuerza el impacto sobre los grupos concernidos.
Las especificidades en cuestión raramente son explicitadas y
cuando lo son se revelan, en la mayoría de las veces, de una pobreza
extrema. Por ese motivo, el culturalismo étnico puede llevar a la
explosión de identidades más amplias, construidas históricamente.
La emergencia en nuestros días de movimientos sociales podero-
sos, que reivindican el culturalismo religioso o étnico, encuentra
su origen en la erosión de expresiones anteriores de legitimidad
fundadas en el nacionalismo, en la clase, y en las realizaciones del
“desarrollo”. La irrupción del etnicismo no es producto de reivin-
dicaciones espontáneas de las comunidades de base concernidas,
que afirman su identidad “irreprimible y primordial (frecuente-
mente, contra otras comunidades). El etnicismo es ampliamente
construido desde arriba por los segmentos de las clases dirigentes
en problemas que intentan, por ese medio, dotarse nuevamente de
un leadership “legítimo”.
Los desastres sociales, producidos por las políticas neolibe-
rales, crearon las condiciones propicias para la irrupción de los
etnicismos (más allá del derecho de reconocimiento cultural), que
desempeñaron un papel decisivo en la desintegración de la URSS,
de Yugoslavia, en las guerras del cuerno de África (Etiopía, Eritrea,
Somalia), en las masacres de Ruanda, en las guerras “tribales” de
Liberia y Sierra Leona. La mediocridad de muchos de los poderes
en vigor, el déficit de democracia que los hace incapaces de tratar
concretamente la diversidad — cuya realidad en sí es indiscutible
— tienen igualmente una parte de responsabilidad en esos desvíos.
Éstos, además, no dicen respeto apenas a las regiones más vulne-
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 413

rables y fragilizadas del sistema mundial actual, como el mundo


árabe, por ejemplo, sino igualmente al corazón de Europa (Irlanda
del Norte, País Vasco, Córcega, el Norte de Italia etc.). Todas estas
expresiones de retraimiento sobre sí de los culturalismos — siempre
negativos y muchas veces criminosos — son perfectamente con-
trolables. Lo son efectivamente, en gran medida, por las fuerzas
dominantes del sistema, como elementos específicos de geoestra-
tegia. Bien diferentes, al contrario, son las resistencias culturales,
que encuentran en sus herencias las bases críticas de la modernidad
destructiva movilizada por el sistema capitalista.
La mundialización capitalista no homogeneiza el mundo, sino,
al contrario, lo organiza sobre la base de jerarquías cada vez más
marcadas y fuertes. De allí que priva a los pueblos, victimizados,
de la posibilidad de participar de manera activa e igual en la orga-
nización del mundo. Ciertamente, las estrategias de mundialización
instrumentalizan tanto cuanto pueden algunas de las diversidades
heredadas del pasado, alentando las respuestas culturalistas. Pero
simultáneamente, la mundialización capitalista impone a los domi-
nados algunas de las “especificidades” que caracterizan sus centros
dominantes. La resistencia eventual que las víctimas desarrollan
sólo puede ser multidimensional y, entre otras cosas, se expresa
como afirmación cultural, por implícita que sea, de la idea de diver-
sidad en la invención del futuro. Proclama la necesidad expresa, por
los diferentes pueblos en cuestión, de participar en pie de igualdad
con los centros dominantes en la organización del mundo.
Encontramos estas formas de resistencias tanto en el Sur cuan-
to en el Norte, pero evidentemente con poderes bien diferentes. En
Haití, eso se manifiesta por la multiplicación de grupos musicales y
teatrales que ponen en destaque las contradicciones de una cultura
de mercado que invade todos los sectores de la vida colectiva bajo
la influencia del gran vecino del Norte. Además, la francofonía
suministra otro ejemplo de esa resistencia cultural positiva, la cual
sería un error subestimar. Tiene a su favor la sustentación del arte
414 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

cinematográfico, no sólo francófona, sino también a través del


mundo, mediante la gran protesta contra los oligopolios del cine
norteamericano, lo cual reduce en la misma proporción las super-
ganancias. El significado de tal resistencia no permanecerá menos
limitado y amenazado a su término, si se restringir a la defensa de
la “excepción cultural”, aceptando en todos los otros dominios la
ley del mercado. La resistencia debe ser multidimensional, cultu-
ral ciertamente, pero expresarse igualmente en los dominios de la
política y de la gestión económica.

II. La protesta religiosa y sus dimensiones éticas3

¿Algunos se preguntan si una reflexión religiosa tiene lugar


en el conjunto de resistencias a la deshumanización que la mundia-
lización de la economía capitalista conlleva? Otros preguntaron si
colocar lo trascendente al servicio de causas sociales necesarias no
es reducirlo. Ésas son cuestiones legítimas. Por un lado, toda acción
humana colectiva tiene aspectos simbólicos, referencias éticas, una
formulación de utopías; en suma, una dimensión cultural. Por otro,
toda actitud religiosa está localizada en un lugar y en un tiempo
que le dan forma y contenido: una teología socialmente inmunizada
no existe. Es un hecho que la fe religiosa estuvo, y aún está, en la
base de numerosos compromisos sociales y políticos para construir
un mundo más justo.

1. Las teologías de la liberación y las relaciones de explotación

En este inicio de milenio, las resistencias se organizan contra


la mundialización de un sistema económico caracterizado por un

3. François Houtart.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 415

proceso de exclusión/destrucción, que afecta tanto los seres huma-


nos cuanto a la naturaleza y que somete todo la realidad a su lógica,
llegando incluso a negar esta evidencia, cuando sus intereses están
en juego. Para el Sur, tal proceso se inscribe en una larga historia
de relaciones desiguales y de exploración, cuya dimensión cultural
e incluso religiosa fue central. La mundialización aparece, enton-
ces, como una profundización de la occidentalización del mundo.
Este relieve adquirido por la convergencia entre economía-mundo
capitalista y civilización occidental nos lleva a reconocer, por un
lado, las raíces occidentales de lo que Immanuel Wallerstein llama
capitalismo histórico y, por otro, el desdoblamiento multidimen-
sional de ese último. Si es verdad que el capitalismo es un modo
de producción, esto es, un tipo específico de relación social esta-
blecida en el comienzo de la producción de las bases materiales de
la existencia y que se exprime en una relación capital/trabajo bajo
la hegemonía del primero, no se reduce sin embargo a la simple
dimensión económica. Es igualmente un proyecto de sociedad,
con características culturales, sociales, filosóficas y religiosas. En
el movimiento de resistencia al capitalismo histórico, la teología
de la liberación merece un examen particular. Esta escuela de pen-
samiento, que lleva consigo una dinámica social concreta, elaboró
una crítica radical y eminentemente actual del sistema capitalista y
de la modernidad occidental. Ella insiste, sobretodo, en el hecho de
que la crítica del capitalismo permanece incompleta si el corazón y
el espíritu del sistema no son desvelados. El capitalismo significa
la reificación del conjunto del ser humano en tenemos económicos,
esto es, la transformación del universo natural y de las relaciones
entre los hombres en cosas, en bienes rentables de cambio. La
naturaleza se vuelve una inmensa mercancía, el ser humano está
reducido a ser apenas un homo oeconomicus. La propia cultura es
cuantificada y entra en la lógica de la ganancia.
Así, por tanto, para la teología de la liberación, si el capi-
talismo debe ser combatido y superado, no sólo porque es una
416 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

economía-mundo, según el término de Immanuel Wallerstein,


generadora de riquezas para una minoría y de miserias y de
violencias para la mayor parte de las personas. También porque
transforma todas las dimensiones de la vida colectiva, social y
cultural, en parcelas del único horizonte propuesto a la humanidad:
la generalización de las leyes del mercado a todos los aspectos de
la presencia del hombre en el universo, a todas las esferas de la
realidad. Esa es la razón por la cual el capitalismo histórico tiende
a desembocar, sin alcanzarlo felizmente, en una uniformización de
las culturas, una estandarización de las identidades, una disolución
de las personalidades histórico-culturales. La mundialización
pertenece a una cultura específica, ligada al sistema económico
contemporáneo.
En la medida en la que el capitalismo impone sus leyes, no sólo
a la producción y a los intercambios económicos, sino también a las
sociedades y a los espacios de vida no mercantil, provoca la resisten-
cia de los pueblos, sobretodo en la periferia del sistema-mundo. Esa
oposición es multidimensional: debe ser movilizada contra un sis-
tema que, tanto en el pasado como hoy, mata la humanidad, saquea
la naturaleza, coloniza el futuro y contamina las representaciones
culturales. La teología de la liberación subraya que, en el combate
contra el nihilismo de la modernidad capitalista y su concepción
profundamente materialista del mundo, es necesario para rehabilitar
las esferas ideales y metafísicas del ser humano, pensar y vivir la
tensión creadora entre conciencia espiritual y acción política, entre
identidad religiosa y compromiso social.
Su conducta se apoya sobre un paradigma que supera las fron-
teras: si los teólogos y los cristianos de América Latina, compro-
metidos en las luchas sociales, le dieran su certificado de nobleza,
puede declinar, sin embargo, no sólo en otras áreas geográficas, sino
también en otros universos religiosos, como el Islam, el budismo,
el hinduismo. Es por eso que es más adecuado hablar en teologías
de la liberación.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 417

Antes de abordar su especificidad con relación a la liberación y


su contribución para un proyecto poscapitalista, es importante com-
prender que su objetivo no es simplemente acumular tácticamente
fuerzas en un proceso de lucha social. Existe un fundamento teórico
más profundo ligado al papel de la cultura en la elaboración de las
relaciones sociales. Un cambio de sociedad exige un proyecto, mo-
tivaciones, una ética, en síntesis, un lugar importante para las ideas,
los valores, y el análisis. Negar este aspecto lleva a la ignorancia
de una parte esencial de la realidad y lleva a errores irreparables,
sin hablar de desvíos en el ejercicio del poder. Las teologías de la
liberación forman parte de esa dimensión cultural, teniendo como
especificidad la referencia a una fe religiosa que, afirmando simul-
táneamente la presencia de lo trascendente, transpone ese último en
la vida personal y social concreta de todo ser humano.
Frente al pensamiento único y al slogan según los cuales no
hay alternativa, lo que significa una cultura de la muerte, las teo-
logías de la liberación ayudan a descubrir espacios en los que la
vida y la esperanza son posibles.

2. El pensamiento de las teologías de la liberación

Evidentemente es imposible ofrecer aquí una síntesis del


conjunto de temas abordados por las teologías de la liberación,
pues su campo es muy extenso y cubre numerosos dominios de
disciplinas, desde el contenido de la fe hasta la ética, pasando por
los libros sagrados, las expresiones litúrgicas, la espiritualidad, esto
es, la propia institución religiosa y sus funciones. Su pensamiento
no prescinde de modo alguno del hecho de que la teología sea un
discurso sobre Dios. Pero se pretende un discurso específico. A
título de ejemplo, podemos descubrirlo en el cristianismo, en el
budismo y en el Islam, sin excluir, además, otras tradiciones, en
particular el judaísmo.
418 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

En el cristianismo
Los autores cristianos afirman que es la práctica de los seres
humanos, como actores históricos, que constituye la base de su
investigación teológica, que en el lenguaje de la disciplina se llama
el “lugar teológico”. Gustavo Gutiérrez, teólogo peruano, se apoyará
sobre la práctica de los cristianos de sectores populares comprome-
tidos en un doble proceso, al mismo tiempo de protesta contra un
orden social excluyente y de búsqueda de justicia. Hugo Assmann,
teólogo brasileño, toma como punto de partida la acción de las clases
subordinadas, y su compatriota Leonardo Boff, la práctica de Jesús
Cristo. Su investigación, sin embargo, es teológica, pues es desde
esta posición que formularán su reflexión sobre Dios.
Las prácticas de los cristianos, las de Jesús en su sociedad, las
de las clases subordinadas, se sitúan en una realidad de lucha social,
de opresión económica, de conflictos de clases, reconocidos como
tales, al mismo tiempo en su realidad histórica y en sus dimensiones
nacionales e internacionales contemporáneas. El contexto social
es que produce los pobres y los oprimidos, con quiénes Jesús se
identificó para exprimir los valores del reino de los cielos, definir
la conversión, vivir una espiritualidad del cotidiano, anunciar el
Espíritu. Fue también el contexto social que le valió la calumnia, a
rechazo de los bien-nacidos, el encono de los poderosos y finalmente
la ejecución. En ese mismo contexto, formulará las condiciones de
felicidad y construye la esperanza. Es desde esta realidad que la
Resurrección gana sentido para las generaciones sucesivas y que el
reino de los cielos, para acoger y al mismo tiempo ser construido,
adquiere su plena dimensión.
Las situaciones contemporáneas fueron analizadas en América
Latina, donde la teología de la liberación conoce su primer empuje,
con ayuda de la teoría de la dependencia, desarrollada en esa época
por varios sociólogos y economistas. Según estos últimos, la situ-
ación de los países subdesarrollados se explicaría no por un atraso
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 419

de desarrollo, que bastaría ser completado, sino por la estructura


misma del sistema económico mundial, que implicaría una relación
de subordinación contraria a sus intereses. Donde la dependencia
no hace sino reproducir y agravar el estado de subdesarrollo.

En el budismo
La idea del budismo es que la liberación debe alcanzarse
simultáneamente en el individuo y en la sociedad. Es solamente
bajo esta condición que una revolución puede ser real. Es cierto
que Buda no fue un revolucionario en el sentido contemporáneo
de la palabra, pero su insistencia en afirmar que no puede haber
castas o superioridad de un ser humano sobre otro, que todos son
iguales, inyectaba un fermento revolucionario en la sociedad de su
tiempo. Al rechazar todo privilegio basado en el nacimiento, en la
ocupación, en el estatus social, borraba a la vez todas las barreras y
obstáculos nacidos de normas arbitrarias, incluso las de impureza,
traducidas socialmente. Al crear el sangha (monasterio) con base
en un modelo democrático y de compartir una vida de simplicidad,
establecía el símbolo vivo de valores a ser promovidos en la so-
ciedad. Esta es la razón por la cual hoy los principios del budismo
pueden inspirar la transformación de las sociedades contemporáneas
embarcadas en un rumbo de crecimiento supuesto como ilimitado,
en una economía del lucro (del deseo) y no de necesidades, en una
desigualdad social creciente, en la destrucción de la naturaleza y
en la exploración del trabajo (Ariyadeva, 2000).

En el Islam
Un ejemplo interesante, entre otros, es el teólogo sudanés
Mahmoud Mohamed Taha, que lee en el Islam dos mensajes de Dios
(Risala en árabe), uno inmediato (la primera Risala, en términos de
Taha) y otro último (la segunda Risala). Conocer de inicio la segun-
420 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

da Risala aclara el debate, permite aprehender el significado de la


primera y comprender porqué el Islam dominante se contenta con
ella. La fe verdadera no existe sin la adhesión a la segunda Risala.
Éste se condensa en una frase: “el ser humano fue creado a la imagen
de Dios”. Por eso es libre, responsable y perfectible. La vida de los
individuos es una lucha permanente, que tiene sentido solamente si
leída en la perspectiva de la lucha para aproximarse a la perfección
divina, alejando los peligros permanentes de distanciarse de ella.
La vida de las sociedades también no tiene otro sentido sino el de
la lucha para progresar en la dirección de la perfección.
Mahmoud Mohamed Taha deduce de ese mensaje esencial una
conclusión radical: la sociedad ideal que debe ser el objetivo de la
lucha social, la que crea las condiciones más favorables, permitiendo
al ser humano individual llevar su propia lucha para aproximarse
a Dios, aquélla, por tanto, sin la cual la fe permanecerá víctima de
los límites impuestos por la sociedad al florecimiento de la libertad
responsable de los individuos, no puede ser otra sino una sociedad
socialista democrática.
El socialismo, según Mahmoud Mohamed Taha (que utiliza
el término árabe ishtirakiya) es sinónimo de acceso igual de todos
a las riquezas materiales que el genio humano puede crear. Mien-
tras esas condiciones no estén establecidas, el individuo queda
prisionero de las pulsiones egoístas que lo mueven y limitan sus
capacidades potenciales de ir más allá en la vía de la perfección
a la imagen divina. A su vez, ese socialismo, como sistema social
ideal, sólo tiene sentido si es democrático, esto es, fundado sobre
la libertad absoluta de los individuos, condición de responsabilidad
y garantía de que las elecciones que los individuos hacen a cada
instante, en todas sus relaciones, pueden aproximarlos (o distan-
ciarlos) de Dios.
A partir de allí, Mahmoud Mohamed Taha distingue el proyec-
to de socialismo histórico moderno que defiende en nombre de la fe
islámica. El modelo soviético, entre otros, quedó fundado, según él,
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 421

sobre las pulsiones egoístas de los individuos. La sociedad soviéti-


ca comparte esta característica con las sociedades del capitalismo
moderno. El desprecio por la democracia en la experiencia soviética
proviene de esa contradicción entre el fin que proclama (el socialis-
mo como abolición de las injusticias) y su filosofía materialista, que
impone el recurso a medios que movilizan las pulsiones egoístas
de los individuos. Pero si la fe no puede florecer en nuestro mundo
capitalista moderno (incluso en los países musulmanes), no más de
lo que podía en todos los sistemas anteriores (incluso en la tierra
del Islam), es porque la injusticia creada por el recurso al egoísmo
de los individuos perpetúa este último, sin fe verdadera no hay, del
mismo modo, socialismo posible.
Ese es el “segundo mensaje” (el mensaje último) del Islam, en
la teología que propone Mahmoud Mohamed Taha. Este mensaje,
además, el Islam lo comparte con todas las expresiones religiosas de
la humanidad a través de los tiempos y espacios. Pues el Islam, así
concebido, siempre existió. Él no es “datado” por la revelación del
Corán. Es la religión de Dios (según los propios tenemos de Taha),
esto es, aquélla que existió desde siempre y se exprimió, entre otros,
por las revelaciones judía, cristiana y otras (Amin, 2000).

3. Las luchas sociales y su significación para la vida religiosa

En tales perspectivas, las luchas sociales se vuelven un lugar


para vivir y pensar la fe religiosa, pues constituyen el contexto
fundamental de las sociedades en las que reina la injusticia. La
inspiración religiosa reclama que se perciba estas últimas con los
ojos de los pobres. La conversión de los ricos y de los poderosos, en
la medida en la que sea posible, consiste precisamente en realizar
este paso. La necesidad de un análisis social se vuelve entonces
obvia.
422 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Eso coloca evidentemente un doble problema. El primero es


lo de aceptar que una reflexión teológica pueda someterse a tal con-
ducta. Como el debate sobre la teología contextual, ya trabado en el
siglo XIX, en la confrontación entre teología e historia. El segundo
consiste en la elección del análisis, pues, así como el conjunto de
las disciplinas del conocimiento, el análisis social no es neutro.
Y aquí interviene, en el interior del cristianismo, la inspiración
del evangelio, que incita a escoger el punto de vista de los pobres
y de los oprimidos, incluso en la manera de aprehender lo real y
de analizarlo. En términos filosóficos es un paso heurístico. Para
una teología cristiana de la liberación, la adopción de un análisis
social en términos de estructuras de elementos antagónicos cor-
respondía a tal preocupación. Ella ofrecía, directamente, el mejor
instrumento para aprehender los mecanismos sociales que llevan
al subdesarrollo, a las oposiciones sociales, a los conflictos entre
clases, en resumen, a la injusticia y a la destrucción del hombre.
Para salir del lugar común y del lenguaje abstracto, era necesario
bucear en lo real y reanudar con la tradición profética, utilizando los
medios que ofrecen hoy día las ciencias humanas para comprender
mecanismos de otro modo más complejos que los de las sociedades
pre-capitalistas.
La reacción a ese pensamiento fue rápida y dura. Colocaba
en cuestión a la autoridad religiosa confrontándola con criterios de
verdad que no le eran más exclusivos. Introducía la relatividad de
un análisis como instrumento de reflexión teológica, lo que estre-
mecía una cierta concepción del estatuto epistemológico (su lugar
en el saber) de la teología y sobretodo de la ética social cristiana,
del mismo modo que del Islam tradicional. Por fin, ofrecía a los
adversarios de la teología de la liberación la ocasión de identificar
un procedimiento analítico y sus instrumentos con la filosofía atea
del marxismo, transformada en ciertos países del bloque socialista
en la nueva religión del Estado. Tal amalgama no era ni científico
ni honesto, pero integraba en el mismo plano una estrategia de
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 423

guerra contra el comunismo, que justificará no solamente piruetas


intelectuales, sino también las alianzas políticas más dudosas.
Muchos teólogos pagaron caro su compromiso intelectual y
social: sus escritos fueron prohibiciones, su magisterio interrumpido
y algunos perdieron la vida, como Ignacio Ellacuria en Salvador o
Mahmoud Mohamed Taha en el Sudán.

4. La dimensión ética

En el cristianismo, el juicio ético, inspirado por el espíritu


evangélico, es necesariamente radical: no hay compromiso po-
sible cuando la dignidad de los seres humanos está en juego. Sin
embargo, una reflexión sobre la doctrina social tradicional de las
Iglesias cristianas, como, además, del conjunto de las religiones,
lleva a constatar que la ética sustituye frecuentemente el análisis: la
condena del abuso forma el centro de su propósito, al paso que es
necesario seguir la lógica del sistema. En el caso del capitalismo,
esta lógica implica la conversión de toda realidad en mercancía; la
introducción de ese criterio para el funcionamiento del conjunto de
la sociedad, incluso de la educación, de la cultura y de la salud; la
no consideración de lo que se llama en economía las externalidades,
como la calidad de vida, el respeto a la naturaleza, las relaciones
no mercantiles; la máxima extracción de excedente sobre el tra-
bajo que entre otras cosas dirige, en nombre de la productividad,
la localización de la producción y de los servicios en las zonas en
las que los salarios son inferiores; la destrucción de la naturaleza
mientras esto no tenga incidencia sobre las ganancias. Éstas no son
solamente abusos, son consecuencias ineluctables de un sistema de
mercado total, que la ola neoliberal impulsó al paroxismo.
Para una ética social, no se trata, por tanto, de moralizar el sis-
tema económico y sus prolongamientos políticos, sino de alterar sus
parámetros, para que todos los seres humanos puedan realizarse física,
424 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

cultural y espiritualmente. Una ética de referencias religiosas, que no


llega hasta ahí, no responde a la dimensión profética de la fe.
En las religiones orientales (hinduismo y budismo), el acento
es colocado sobre una trayectoria individual, es la compasión o en
el respeto por los otros, como fundamentos de los méritos que per-
miten encerrar el ciclo del karma o alcanzar el nirvana, que resultan
en una determinada regulación social. Apenas tardíamente estas
religiones fueron confrontadas con el sistema económico capitalista
y aún en su aspecto de periferia de los centros de decisión. Se co-
locan, entonces, en el origen de una reflexión y de una voluntad de
oponerse a la dominación colonial, y fueron asociadas al desarrollo
del nacionalismo, en el camino de un proceso de recuperación de
la dignidad colectiva, de la cultura y de la religión.
La utilización de los instrumentos de análisis socioeconómi-
cos no estuvo muy desarrollada en el interior de estas religiones,
en parte porque la conciencia de los fenómenos permanecía en
general inmediata, sin recolocarlos en un contexto más amplio y
más abstracto, y en parte porque la actitud filosóficamente antirre-
ligiosa de los medios marxistas impedía su adopción por parte de
los pensadores religiosos. Mientras, el peso que estas religiones
confirieron a la dimensión espiritual de las resistencias constituye
una importante contribución para una teología de la liberación e
influenciará, además, las orientaciones de los teólogos cristianos
originarios del continente asiático.
El Islam, por su vez, hizo la experiencia de la confrontación
en un plano cultural y político, más que económico, por lo menos
en el nivel de la conciencia. Donde su contribución esencialmente
fue confinada a éstos dos aspectos de la cuestión. Hoy día, nuevas
corrientes aparecen con base en un análisis social más desarrolla-
do. En cuanto al judaísmo, fue objeto de una reflexión semejante,
inspirado por las grandes corrientes proféticas. Fue en los Estados
Unidos que ese pensamiento desarrolló, pero no encontró muchos
ecos en Israel, por razones obvias.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 425

En el seno de las teologías africanas o de los pueblos indo-


americanos, la prioridad fue dada, en un primer momento, a la
recuperación de la identidad, por tanto a la dimensión cultural. Pero,
rápidamente, tal orientación teológica hizo aparecer el peligro de
detenerse en un aspecto parcial de lo real, dejando en la sombra, esto
es, ignorando totalmente, la explotación económica y la destrucción
del medio ambiente. Más grave aún, esta teología fue rápidamente
reabsorbida por una nueva burguesía que hizo de la autenticidad
cultural, de la negritud, su ideología de base y el fundamento de su
legitimación social. Entre los indo-americanos, tal peligro no exis-
tió, pues las burguesías son blancas o mestizas; pero durante todo
un período la estrategia de la disimulación, como arma de defensa,
impidió esos pueblos de alcanzar una crítica social explícita y ética-
mente construida. Hoy día esa etapa empieza a ser superada.

5. La inspiración religiosa del compromiso social

Hay una diferencia profunda entre los que fueron o son, aún
hoy, movimientos religiosos de protesta social y movimientos de
compromiso social motivado por convicciones religiosas. Los
primeros colocan sus objetivos en la traducción terrestre de un
“orden” religioso destinado alcanzar la perfección y el segundo se
inscribe en las luchas sociales con el apoyo de una convicción. La
ilustración de los primeros se encuentra en numerosos movimientos
campesinos durante la Edad Media europea, en los mesianismos
cristianos o musulmanes en Brasil, en África del Sur o en el Sudán,
hasta la sedición de Tai Ping, en todas las tentativas de construir a
“Jerusalén celeste” o en el proyecto del Islam político. Los ejemplos
de la segunda corriente, del compromiso motivado religiosamente,
se encuentran en las comunidades de base de Brasil o en las Filipinas
o aún entre grupos intelectuales musulmanes.
426 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Si las teologías de la liberación están en la base de las impli-


caciones sociales, al mismo tiempo son también, frecuentemente,
fruto de éstas. La ética forma el espejo entre las dos, en la medida en
que ésta se construye a partir del análisis social de las relaciones so-
ciales. Así, las convicciones religiosas pueden alimentar iniciativas
sociales y políticas radicalmente críticas de las relaciones sociales
del capitalismo. Inversamente, resulta de allí también una crítica a
las religiones “realmente existentes”, que obliga a reencontrar las
inspiraciones originales.

LA DIMENSIÓN POLÍTICA

La mundialización de la economía capitalista, que fue, desde


su origen, una característica esencial del sistema, no es separable de
su dimensión política, esto es, de un imperialismo que se manifestó
desde la fase mercantil, sobretodo por la esclavitud y más tarde
por el colonialismo y el neocolonialismo. Hoy, con la desaparición
del bloque socialista, solo un polo permanece, el de la economía
capitalista de mercado (la tríada: Estados Unidos, Europa, Japón),
bajo la influencia del proyecto hegemónico de los Estados Unidos,
ejerciéndose bajo múltiples ángulos y por medio de diversas institu-
ciones, como la OTAN, por ejemplo. Pero se trata de una situación
vulnerable, pues es parasitaria. Una geometría de los conflictos
futuros acompaña la fase actual del imperialismo, acentuando las
distancias entre los diversos polos de la economía mundial.

1. Mundialización e imperialismo

El capitalismo siempre fue, desde su origen, un sistema de


vocación mundial. Es importante que los movimientos sociales lo
reconozcan. Sin embargo, en su expansión mundial, el capitalismo
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 427

jamás homogeneizó el planeta; al contrario, originó un desarrollo


desigual entre centros dominantes activos y periferias dominadas,
en que los primeros modelaron, y produjo una polarización de la
riqueza y del poder sin comparación a lo previamente conocido.
Polarización e imperialismo son dos lados de la misma moneda:
es la expansión mundial del capitalismo realmente existente. El
imperialismo no es una etapa — ni aún superior — del capitalismo.
Desde su origen es inmanente a su expansión. La conquista impe-
rialista del planeta por los europeos y sus hijos norteamericanos se
desdobló en dos momentos y quizá estemos frente a un tercero.
El primer momento de este desarrollo devastador del impe-
rialismo se organizó en torno de la conquista de América, en el
cuadro del sistema mercantilista de Europa atlántica de la época.
Se consolidó por la destrucción de las civilizaciones indias y su
ibero-cristianización o simplemente por el genocidio. La infame
esclavitud de las negros, que se volvió necesaria por el exterminio
de la población, sustituyó alegremente la “valorización” de las
partes útiles del continente. Las devastaciones de este primer ca-
pítulo de la expansión capitalista mundial engendró — con retardo
— las fuerzas de liberación que colocaron en cuestión la lógica de
expansión que los comandaba (la primera revolución del continen-
te fue a fines del siglo XVIII, de los esclavos de Santo Domingo
— hoy Haití).
El segundo momento de la devastación imperialista se cons-
truyó sobre la base de la revolución industrial y se manifestó por la
subordinación colonial de Asia y de África. “Abrir los mercados”,
apoderarse de los recursos naturales del globo, constituían sus
motivaciones reales. Pero, una vez más, la opinión pública euro-
pea no vio esas realidades y aceptó nuevamente el nuevo discurso
de legitimación del capital: la famosa “misión civilizadora”. Esta
segunda fase de la devastación imperialista está en el origen del
mayor problema con que la humanidad jamás había se enfrentado:
la polarización gigantesca que hizo pasar las relaciones de desi-
428 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

gualdad entre los pueblos de uno para dos a lo más, alrededor de


1800, en lo que se refiere al 80% de la población del planeta, para
la relación de 1 para 60, hoy día, y los centros beneficiarios del
sistema no congregan más de 20% de la humanidad.
Esas realizaciones prodigiosas de la civilización capitalista
fueron simultáneamente el motivo de las más violentas confronta-
ciones entre las potencias imperialistas en la historia. La agresión
imperialista nuevamente originó las fuerzas que combatieron su
proyecto: las revoluciones socialistas y las de liberación nacional.
La victoria de éstas impuso medio siglo de tregua, la posguerra, que
pudo alimentar la ilusión de que, en fin, el capitalismo — obligado
a ajustarse — había conseguido civilizarse. Esta victoria de los
movimientos de liberación, que en el período siguiente a la Segun-
da Guerra Mundial conquistaron la independencia política de las
naciones asiáticas y africanas, ponía fin al colonialismo. Las clases
dirigentes de los países colonialistas no dejaron de comprender,
entonces, que sería necesario renunciar a su visión tradicional que
asociaba el impulso de su economía capitalista doméstica al éxito
de su expansión imperial.
Las clases dirigentes de los estados capitalistas de Europa Oc-
cidental y central de lo posguerra van a empeñarse, por tanto, en una
nueva perspectiva, la de la construcción europea. Una construcción
que, por su propia lógica, podría colocar un fin simultáneamente a
los conflictos intra-europeos y al “viejo colonialismo”. Sin embargo,
la renuncia a la ventaja colonial no fue aceptada desde el inicio.
Fue solamente después que las guerras coloniales conducidas en
la posguerra se inclinaron a favor de los pueblos rebelados. La
construcción de un gran espacio europeo, desarrollado, rico, con
un potencial tecnológico y científico de primer orden, así como con
fuertes tradiciones militares, parecía constituir una alternativa sólida
con base en la cual un nuevo impulso de acumulación capitalista
podría ser proyectado, sin las “colonias”, esto es, con base en una
mundialización de tipo nuevo.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 429

Sin duda, esta construcción, que no sólo está lejos de haber


acabado, sino que también pasa por un momento de crisis, podría
poner nuevamente en cuestión su alcance, permanecerá difícil,
dadas las realidades históricas nacionales. La visión referente a la
articulación de este espacio económico y político europeo al nuevo
sistema mundial, igualmente a ser construido, permanece hasta aquí
ambiguo, esto es, nebuloso. ¿Se trata de un espacio económico con-
cebido para ser el competidor del otro gran espacio, aquél creado
por los Estados Unidos? ¿Y cómo esa competencia afectará a las
relaciones de Europa y de los Estados Unidos con los demás países
del mundo? ¿Los competidores se enfrentarán cómo las potencias
imperialistas de la época anterior? ¿O actuarán en conjunto? En
ese caso, ¿los europeos escogerán revivir el imperialismo renovado
por procuración, colocando sus opciones políticas en la estela de
las opciones de Washington? ¿En qué condiciones la construcción
europea en cuestión podría inscribirse en la construcción de una
mundialización que coloque un fin definitivo al imperialismo?
Hoy, estamos frente al comienzo del desarrollo de una tercera
ola de devastación del mundo por la expansión imperialista, alen-
tada por el derrocamiento del sistema soviético y de los regímenes
del nacionalismo populista del Tercer Mundo. Los objetivos del
capital dominante son siempre los mismos — el control de la
expansión de los mercados, la sustracción de las fuentes naturales
del planeta, la superexplotación de las reservas de mano de obra de
la periferia — aunque operen en nuevas condiciones y, en ciertos
aspectos bastantes diferentes de aquéllas que caracterizaban la fase
precedente del imperialismo. El discurso ideológico destinado a
unir las opiniones de los pueblos de la tríada central fue renovado
y ahora se funda sobre un “deber de intervención” que legitimaría
la defensa de la “democracia”, de los “derechos de los pueblos”,
“de la ayuda humanitario”. Pero si la instrumentalización cínica de
este discurso parece evidente para los asiáticos y los africanos, de
tan evidentes ejemplos de “dos pesos y dos medidas”, la opinión
430 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

occidental adhirió a él con tanta facilidad como había adherido a


los discursos de las fases anteriores del imperialismo.
Por otro lado, los Estados Unidos desarrollan desde esta pers-
pectiva una estrategia que visa asegurar su hegemonía absoluta,
solidarizando tras sí al conjunto de los socios de la tríada en razón
de su poder militar. La guerra del Kosovo cumplió, desde este punto
de vista, funciones decisivas, como testimonió la capitulación de los
Estados europeos, que adhirieron a la visión norteamericana sobre
el “nuevo concepto estratégico” adoptado por la OTAN inmedia-
tamente después de la “victoria” en Yugoslavia, entre 23 y 25 de
abril de 1999. En ese “nuevo concepto” (versión trasatlántica de
“doctrina Clinton”), las misiones de la OTAN se extendieron prác-
ticamente a todo el Asia y África (los Estados Unidos se reservan
sólo para sí el derecho de intervención en América desde la doctrina
Monroe), declarando la OTAN no es una alianza defensiva, sino
el instrumento ofensivo de los Estados Unidos. Simultáneamente,
estas son redefinidas en términos vagos, en la idea de que integren
nuevas “amenazas” (la criminalidad internacional, el “terrorismo”,
el armamento “peligroso” de los países fuera de la OTAN etc.),
lo que debe permitir justificar el uso de la fuerza con cualquier
disculpa; evidentemente, no importa cual agresión sea útil para los
Estados Unidos, como en Irak, por ejemplo. La OTAN, así, queda
liberada del deber de actuar bajo el comando de la ONU, tratada
con un desaire igual a aquel con que los poderes fascistas trataron
a la SDN.
La ideología norteamericana tiene el cuidado de embalar la
mercancía de su proyecto imperialista en el lenguaje de la “misi-
ón histórica de los Estados Unidos” y, actualmente, de la lucha
contra el terrorismo o narcotráfico. Incluso los norteamericanos
responsables, incluyendo los liberales — que se ven a la izquierda
de la sociedad — presentan la hegemonía norteamericana como
necesariamente “benéfica”, fuente de progreso, de conciencia y
prácticas democráticas, de la cual se beneficiarán necesariamente
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 431

aquéllos que no son víctimas de este proyecto. Hegemonía nortea-


mericana, paz universal, democracia y progreso material son tenidos
como términos indisociables. La realidad se sitúa en otro lugar. La
adhesión al proyecto de las opiniones públicas europeas y, en par-
ticular la adhesión de sus izquierdas mayoritarias sólo puede traer
consecuencias trágicas. El papel de los medios explica sin duda,
en parte, esta adhesión. Pero, más allá de eso, los occidentales son
persuadidos de que, como los Estados Unidos y los países de la
Unión Europea son “democráticos”, sus gobiernos son incapaces
de “querer el mal”, reservándolo a los regímenes dictatoriales del
Oriente. Esa convicción les hace olvidar el peso decisivo de los
intereses del capital dominante. Así, una vez más, las opiniones en
los países occidentales son confirmadas en su buena conciencia.

2. El proyecto hegemónico de los Estados Unidos

La geopolítica mundial constituye el cuadro ineludible en el


seno de lo cual se desarrollan las estrategias de los Estados del capi-
tal dominante. El momento actual es caracterizado por el desarrollo
de un proyecto norteamericano de hegemonía en escala mundial.
Este proyecto es el único a ocupar el escenario hoy; no hay más
contraproyecto visando limitar el espacio subordinado al control
de los Estados Unidos, como era el caso en la época del mundo
bipolar (1945-1990); más allá de las ambigüedades de su origen,
el proyecto europeo entró en una fase de desvanecimiento; los
países del sur, que tuvieron la ambición, en el curso del período de
Bandung (1955-1975), de oponer una frente común al imperialismo
occidental, prescindieron de ella; la propia China, que se hace de
caballero solitario, tiene como ambición de proteger su proyecto
nacional (un proyecto, además, ambiguo) y no se coloca como una
presencia activa en la organización del mundo. La hegemonía siem-
pre es, al mismo tiempo, multidimensional, relativa y vulnerable.
432 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Multidimensional en el sentido de que no es solamente económica


(productividad superior en los sectores-claves de la producción,
iniciativa en la invención tecnológica, peso decisivo en los inter-
cambios comerciales mundiales, dominio de la moneda del sistema
etc.), sino igualmente política e ideológica (esto es, cultural), así
como militar. Relativa, pues la economía capitalista mundial no
es un imperio-mundo gobernado por un único centro. El centro
hegemónico debe pasar necesariamente por compromisos con los
otros, aún cuando estén en la posición de dominados, a fortiori si
rechazan esta posición. Por este hecho, la hegemonía está siempre
amenazada por la evolución de las relaciones de fuerza entre los
socios del sistema mundial.
Si tenemos en cuenta la dimensión económica, en el sentido
estricto del término, medida en relación al PIB per capita, a las
tendencias estructurales de la balanza comercial, concluiremos que
la hegemonía norteamericana, aplastadora en 1945, es ofuscada
desde los años 1960 1970 por la brillante recuperación europea
y japonesa. Los europeos no cesan de evocarla, en los términos
bien conocidos: la Unión Europea constituye la primera fuerza
económica y comercial en escala mundial; afirmación que es un
poco ligera. Pues, si es cierto que hay un mercado europeo único,
esto es, una moneda única, “una” economía europea no existe (o
no aún). No hay un “sistema productivo europeo”, como existe un
sistema productivo de los Estados Unidos. No hay transnacionales
europeas, sino exclusivamente transnacionales británicas, alemanas,
francesas, etc. Las únicas excepciones fueron los productos de coo-
peración entre los Estados en el sector público, de que el Airbus es
el prototipo. No hay interpenetración de capitales nacionales, o más
exactamente esta interpenetración no es más densa en las relaciones
intra-europeas que en aquéllas que cada una de las naciones europe-
as establecen con los Estados Unidos y Japón. Si, por lo tanto, los
sistemas productivos europeos están erosionados, fragilizados por la
“interdependencia mundializada”, es precisamente en beneficio de
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 433

la mundialización y de las fuerzas que la dominan y no en beneficio


de una “integración europea”, aún casi inexistente.
Si se toma en consideración otros aspectos de la vida económi-
ca, como la innovación tecnológica o el lugar reservado a la moneda
nacional en el sistema monetario internacional, la asimetría entre
los Estados Unidos y la Unión Europea es significativa. En lo que
dice respecto a la innovación tecnológica, la superioridad militar de
los Estados Unidos permanece el vehículo principal de una ventaja
norteamericana difícil de ser contestada. La investigación militar
produce efectos civiles decisivos (ver el Internet, por ejemplo). En
cuanto a las ventajas que representan para los Estados Unidos el
uso del dólar como medio de pago internacional dominante (que
le permite sostener un déficit permanente de su balanza exterior,
atenuando así las consecuencias de una pérdida de la competiti-
vidad en los mercados mundiales), éstas no parecen amenazadas
por el Euro.
La “mundialización”, presentada casi siempre como un
imperativo, impuesto por el “progreso económico”, y la transfor-
mación positiva de las sociedades que le es asociada, es de hecho
una estrategia de hegemonía visando asegurar el doble control de
los Estados Unidos, por un lado sobre “el gobierno económico del
mundo”, asegurado por instituciones — como la OMC, de aparien-
cia internacional, pero de hecho administrada principalmente por
las transnacionales (norteamericanas en primer lugar) y el gobierno
norteamericano — y, por otro, sobre su gobierno político y militar.
Los Estados Unidos saben que sin su hegemonía militar no pueden
imponer al mundo la financiación de su déficit de ahorro, condición
del mantenimiento artificial de su posición económica. Construida
sistemáticamente desde 1945, esta hegemonía había sido inhibida
a aceptar la coexistencia pacífica que la potencia militar soviéti-
ca le imponía. Virada la página de la llamada guerra fría, como
consecuencia del desmoronamiento de la URSS, cuya pretendida
“amenaza” sirvió de base para la instalación del sistema militar de
434 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

los Estados Unidos, su gobierno no optó por un desguace de ese


sistema, sino, al contrario, por su fortalecimiento y extensión a las
regiones que habían escapado de su control hasta aquí. La decisión
de Washington de instalar un sistema “anti-misiles” visaba simultá-
neamente impulsar la economía norteamericana con base en gastos
militares crecientes (keynesianismo militar).
La estrategia global norteamericana visa cinco objetivos: (i)
neutralizar y someter los otros socios de la tríada (Europa y Japón)
y minimizar la capacidad de estos Estados de actuar fuera de la
protección norteamericana; (ii) establecer el control militar de la
OTAN y “latino-americanizar” los antiguos fragmentos del mundo
soviético; (iii) controlar exclusivamente el Oriente medio y Asia
central y sus recursos petrolíferos; (iv) desmantelar China, asegu-
rarse la subordinación de otros grandes Estados (India, Brasil) e
impedir la constitución de bloques regionales que puedan negociar
los términos de la globalización; (v) marginar las regiones del sur
que no representan interés estratégico.
Esta intervención sistemática reposa sobre tres principios:
(i) la sustitución brutal de la ONU por la OTAN, como medio de
gestión del orden internacional, confirmada en el período siguiente
a la guerra del Kosovo por la extensión del campo geográfico de
responsabilidad de la OTAN y su formulación suficientemente
ambigua para permitir a Washington hacer con ella el uso que
anhelase; (ii) el alineamiento de Europa a los objetivos estratégicos
de los Estados Unidos; (iii) la elección de métodos militares que
fortalecen la superioridad norteamericana (bombardeos sin riesgo
y utilización de tropas europeas suplementales para una eventual
intervención por tierra).
La adhesión de los Estados europeos a los objetivos de los
Estados Unidos significa el desmantelamiento del proyecto europeo;
un desmantelamiento doble, económico y político. ¿Qué queda,
en el momento actual, de un proyecto europeo? Fue sustituido
por un proyecto nor-atlántico (o eventualmente de la tríada), bajo
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 435

comando norteamericano. El alineamiento europeo (y japonés)


a la mundialización económica liberal y, como complemento, a
la hegemonía política y militar norteamericana, atestigua esa di-
mensión fundamental de la realidad, a saber, que los intereses del
capital dominante en el conjunto de la tríada son coincidente. La
única opción que habría tenido sentido para Europa habría sido
inscribir su construcción en la perspectiva de un mundo multipolar.
El margen de autonomía que define esa opción habría permitido
la invención de un proyecto societario socialmente aceptable, en
la mejor tradición humanista europea. Al hacer la opción por una
mundialización liberal, Europa prescindió de hecho de utilizar su
potencial de competitividad económica y se inscribió en la rastro
de las ambiciones de los Estados Unidos.
Sin embargo, la potencia hegemónica de los Estados Unidos
no constituye una fuerza invencible. A pesar de sus medios mili-
tares, esa potencia es fuertemente limitada por la opinión pública
norteamericana, que aceptada apenas una guerra “sin riesgo”; por
otro lado, se coloca la cuestión de la financiación de ese tipo de
guerra. Frecuentemente aparece la idea de que la hegemonía militar
no es duradera, visto que cuesta caro y la propia sociedad nortea-
mericana no está dispuesta a asumir su costo. Reservas formales
son hechas a estas tesis por lo menos por dos razones. La primera
es que una reducción seria de los gastos militares norteamericanos
sumergiría el país en una crisis por lo menos tan terrible como la
de los años de 1930. De hecho, los Estados Unidos sólo salieron
de esta crisis por su super-armamento, durante y después la Se-
gunda Guerra Mundial. Hoy día, su economía está gravemente
desbalanceada: casi un tercio de la actividad económica depende
directa e indirectamente del complejo militar. La segunda es que
la hegemonía resulta precisamente del privilegio que el dólar, mo-
neda mundial, le asegura. Por tanto, aceptar una reducción de su
papel en el escenario mundial llevaría a una reforma del sistema
monetario internacional, la pérdida del privilegio del dólar y, por
436 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

tanto, lejos de permitir “economías”, tarifaría el flujo de capitales


que opera a su favor.
Ese último punto es muy importante. La hegemonía de In-
glaterra y de Europa industrial en el siglo XIX reposaba sobre una
capacidad de ahorro fuerte y sobre la exportación de capitales,
financiando con esto el “desarrollo” (en el sentido convencional
del término) de las periferias (los ferrocarriles o los puertos en la
Argentina, India, etc.). La hegemonía norteamericana no reposa
sobre nada parecido. Al contrario, los Estados Unidos son impor-
tadores macizos de capitales provenientes del mundo, su ahorro
interno es nulo. Su prosperidad reposa sobre el empobrecimiento
de todos los otros. Pero es evidente que esa posición parasitaria no
es sostenible a largo plazo. El doble combate por la democracia y el
progreso permanecerá perfectamente ineficaz si viene acompañado
de la subordinación a la hegemonía norteamericana.

3. Geometría de los conflictos internacionales en


perspectiva

La crisis exacerba las contradicciones en el interior de los


bloques de las clases dominantes, en los países de la UE, en Rusia,
como también en los países del Tercer Mundo. Nada garantiza a
priori que esas contradicciones serán superadas por medios de-
mocráticos. De una manera general, las clases dominantes acor-
raladas se empeñan en evitar que los pueblos no intervengan en
los debates, sea manipulando las opiniones (y salvaguardando así
las apariencias democráticas), sea considerando abiertamente el
recurso a la violencia. Esos conflictos tienden a tomar dimensiones
internacionales, a oponer Estados y grupos de Estados unos a los
otros. Ya se ve perfilar el conflicto entre los Estados Unidos y sus
fieles aliados japoneses y australianos, de un lado, y China y los
otros países asiáticos, de otro. No es difícil imaginar el renacimiento
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 437

de un conflicto entre los Estados Unidos y Rusia, si ésta consigue


salir del retroceso en el cual está comprometida.
Los conflictos, hasta aquí velados, entre la Unión Europea (o
algunos países de la Unión), Japón y los Estados Unidos, tienden
igualmente a tomar mayor amplitud y a articularse con aquéllos que
oponen la tríada a Rusia, a China, a India y a los continentes del
Tercer Mundo en general. Por falta de otro, el proyecto europeo es
incitado a esfumarse. Por todas esas razones, el futuro dependerá
en gran medida de las respuestas a los desafíos que se perfilan en
las diferentes regiones del mundo. Dos, particularmente, parecen
más decisivos desde este punto de vista: Europa (incluyendo Rusia)
y China.
En cuanto a Europa, podemos constatar que hasta este día los
intereses dominantes (sus grandes firmas) inscriben sus estrategias,
como las de los Estados Unidos y de Japón, en el cuadro de la mun-
dialización desenfrenada. Por este motivo, no son agentes activos
capaces de colocar en cuestión la hegemonía norteamericana en
escala mundial, ni desarrollar otra visión de las relaciones Norte-
Sur. Por esta razón, igualmente, las nuevas relaciones Este-Oeste en
Europa se inscriben espontáneamente en una perspectiva de “latino-
americanización” del Este, no de su integración en pie de igualdad.
¿Las izquierdas europeas, al Este y al Oeste, serán capaces de definir
en conjunto otra estrategia a la altura de las exigencias de un pacto
social progresista pan-europeo? Las opiniones liberales y los pro-
cesos de “latino- americanización” del Este de Europa acentúan el
desequilibrio en el interior de la Unión en favor de Alemania. ¿La
“Europa alemana” será aceptable a largo plazo para Gran Bretaña,
Francia, y Rusia? Mientras, la adhesión a este proyecto perpetúa
la hegemonía norteamericana global, visto que Alemania, como
Japón, juegan aquí la carta de las potencias regionales alineadas a
los Estados Unidos en las cuestiones de alcance mundial.
A su vez, la evolución de China, que pesará fuertemente en
la balanza mundial, por el propio hecho del peso de ese país conti-
438 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

nental, podría inscribirse en uno de los siguientes escenarios, todos


igualmente posibles: (i) quiebra del país (que es el objetivo de la
estrategia de los Estados Unidos y de Japón), “marginación” del
Norte y del Oeste de China e integración del Sudeste, que se volvió
comprador en una constelación regional industrializada, sin embar-
go, dominada por Japón y por Estados Unidos; (ii) continuación del
proyecto nacional, fundado sobre el éxito relativo de su políticas
de redistribución social de la renta, suficientes para mantener la
solidaridad en la nación, redistribución regional fortaleciendo la
interdependencia de los mercados regionales internos de China,
y el mantenimiento del control de las relaciones con el exterior,
subordinadas a las lógicas del proyecto nacional; (iii) degradación
de este último escenario por el fracaso de esas políticas, gracias a
la tentativa de proseguir el proyecto nacional sin salir del cuadro
del sistema de poder en vigor (el partido Estado, “leninista”). Esa
degradación podría llevar a la quiebra del país (primer escenario) o
a la cristalización de una forma más franca de capitalismo nacional
(probablemente poco democrático); (iv) evolución a la izquierda del
proyecto en curso y fortalecimiento de los poderes de las fuerzas
sociales populares, haciendo avanzar el país en la larga transición
al socialismo.
La visión estratégica del capital dominante proyecta a largo
plazo las exigencias de su gestión en la mundialización liberal. Este
“gran” proyecto ya está formulado en términos de regionalizaciones
neo-imperialistas (según el principio sharing the burden), articulan-
do, por tras de cada una de las potencias constitutivas de la tríada,
espacios geoestratégicos del sur. Ese proyecto de la tercera era del
imperialismo sería perfectamente compatible con la emergencia
de una quincena de polos regionales y sub-regionales beneficiarios
de “privilegios” en sus regiones, aunque intermediario fiel en la
mundialización “abierta”. Eso no excluye la posibilidad de que
algunos de estos polos sub-regionales intenten ampliar el espacio
de su autonomía y entren en conflicto con la mundialización de
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 439

hegemonía norteamericana. Se piensa aquí, por ejemplo, en Brasil


y en la iniciativa de MERCOSUR, si ésta tomara distancia de los
dogmas liberales del ALCA.
La complejidad de las redes de alianzas y de las confronta-
ciones de intereses se vuelven rápidamente extremas, desde que
se imagina que los tres polos de la tríada central estén parcial-
mente en conflicto, aunque igualmente asociados atrás del líder
norteamericano, desde que las zonas de influencia de unas y otras
en las periferias no sean estables, desde que los polos regionales
busquen hacer avanzar sus propios peones etc. Las alianzas y las
oposiciones pueden, entonces, hacerse y deshacerse en un sistema
mundial de geometría variable, y la previsión se vuelve imposible
más allá del corto plazo. En ese cuadro general, podemos imaginar
sin dificultad una nueva etapa de expansión capitalista, fundada en
el crecimiento acelerado de las periferias activas (China, Este de
Asia, India, América Latina), la retomada del crecimiento en el
Este de Europa y en la ex Unión Soviética, así como en la Unión
Europea, al paso que el mundo marginado africano e islámico sería
abandonado a su suerte. La intensificación de los intercambios entre
las diferentes regiones dinámicas del mundo sustentaría el proyecto.
Sin embargo, es probable que cuanto más se avance en esta direcci-
ón, más el comercio entre las regiones en cuestión se intensificará
y la nueva polarización fundada sobre los cinco monopolios de la
tríada ganará amplitud. En esa perspectiva, las distancias entre los
niveles de desarrollo de las regiones no se atenuarán, al contrario,
la distancia entre los centros y la nueva periferia sería ampliada.
No es difícil imaginar el cuadro de una mundialización futu-
ra coherente con la dominación de una nueva forma de la ley del
valor, asociada a los cinco monopolios mencionados. Los centros
dominantes tradicionales conservarían su ventaja, reproduciendo
las jerarquías ya visibles, los Estados Unidos conservarían la hege-
monía mundial (por sus posiciones dominantes en la investigación
y desarrollo, por el monopolio del dólar y de la gestión militar del
440 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

sistema), acompañados secundariamente (por Japón, por su contri-


bución a la investigación y al desarrollo, por Gran Bretaña, como
socio financiero, y Alemania, por su control sobre Europa). Las pe-
riferias activas del Este de Asia, de Europa oriental, de Rusia, India
y América Latina constituirán las zonas periféricas principales del
sistema. En los centros propiamente, el acento colocado sobre las
actividades ligadas a los cinco monopolios mencionados implicaría
la gestión de una sociedad de “dos velocidades”, como ya se dijo,
esto es, una marginación para la pobreza, el pequeño empleo y el
desempleo de importantes sectores de la población.
Delante de este escenario, inscrito en la lógica del sistema
existente, hay otras perspectivas y son objeto de reivindicaciones
de las varias convergencias de movimientos sociales en curso en
ese inicio de siglo. La militarización creciente de la política mun-
dial después el 11 de septiembre de 2001 dio un nuevo soplo a los
movimientos por la paz, que ganarán, es de esperar, un lugar de
destaque en la mundialización de las resistencias y de la formulación
de las alternativas.
441

III.3
Dinámica del poder político
en América Latina*

James Petras y Henry Veltmeyer

El desarrollo económico y social requiere cambios en la


estructura de las relaciones de clases y la configuración del poder
político. La cuestión es cómo producir esos cambios. Y esto difi-
culta el análisis social y político, y las políticas concretas, a pesar
de la plétora de estudios sociológicos y políticos, y las décadas
de teorizar acerca de la dinámica política de la lucha de clases y
las relaciones de poder en los diferentes contextos y coyunturas.
Preguntas relacionadas con esto, referidas a la manera de lograr
esos cambio o qué forma deberían revestir, no han recibido res-
puesta, ni en la teoría ni en la práctica. ¿Cómo debería ser el
cambio? ¿Con qué ritmo y en qué dirección? ¿Sobre la base de
qué organización, con qué instrumentos y con cuál estrategia?
Estos y otros interrogantes siguen discutiéndose en una serie de
debates teóricos y políticos sobre la cuestión de los cambios en
las relaciones de clases y en el poder político. El punto de vista
dominante consiste en que el camino hacia la transformación de
las estructuras de clase se basa en el poder político, y la cuestión

* Extraído de Petras, J. y Veltmeyer, H. Movimientos Sociales y Poder Estatal. Argen-


tina, Brasil, Bolivia, Ecuador. Lumen México, Buenos Aires — México, 2005. Traducción
de Luisa Lassaque
442 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

central reside en el control del Estado, que es el principal reser-


vorio de poder político respecto de la asignación de los recursos
productivos de la sociedad y el poder coercitivo con el cual hacer
cumplir sus decisiones y sus políticas.
Con especial referencia a los sucesos ocorridos en América
Latina, es posible identificar tres modalidades básicas de cambio
social y poder político. Una es la política electoral; es decir, la
búsqueda de poder político sobre la base de los partidos políticos,
los cuales, tal como consignó Max Weber años atrás, se formaron
con este objetivo. La otra involucra la construcción de movimien-
tos sociales. A diferencia de los partidos políticos, éstos no se han
organizado para conseguir el poder en sí mismo. Si bien son activos
participantes de la lucha por el poder estatal, este fenómeno consti-
tuye la consecuencia ineludible de su afán de cambio social y polí-
ticas de movilización de masas, que se dirige contra el sistema. Una
tercera forma de “hacer política” (cambio social mediante poder
político), en el contexto de los sucesos de los ochenta y los noventa,
implica una acción social orientada hacia el desarrollo local; esta
forma busca lograr el cambio social (y un proceso de desarrollo
económico y social, por ejemplo, mejoras en la vida de los pobres),
pero no a través del enfrentamiento con la estructura y los órganos
del poder político, sino a través de la acumulación de capital social
(la capacidad de los pobres de formar redes y organizarse colecti-
vamente) dentro de los espacios locales disponibles dentro de esta
estructura. Este concepto de “capital social” es central y define el
enfoque dominante del cambio social en la corriente principal de la
teoría y la práctica del desarrollo en el marco del modelo neoliberal
(Harris, 2001; Woolcock y Narayan, 2000).1

1. El Banco Mundial, el banco interamericano y otras organizaciones simila-


res, vinculadas al proceso de “cooperación internacional para el desarrollo” (un
proyecto que se puede rastrear a partir de la preocupación geopolítica, propia de
la segunda posguerra mundial, respecto de que los países podían ser atraídos hacia
un camino socialista de desarrollo nacional), elaboraron variantes del enfoque: un
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 443

Mientras el camino electoral hacia el poder político requiere


conformidad con un juego diseñado y jugado por miembros de
la “clase política”, los movimientos sociales adoptan un enfoque
más combativo en relación con el cambio y buscan una estrategia
de movilización masiva de las fuerzas de la resistencia contra el
sistema y el régimen político que lo sustenta. En este contexto, la
dinámica estructural y política se polariza entre dos concepciones
fundamentalmente distintas del cambio social y el poder político.
La dinámica de esta elección respecto del curso y la forma de la
acción política — reforma o revolución, en la formulación clásica,
o desarrollo local contra movimientos sociales, en nuestra refor-
mulación recontextualizada — no es nueva. Con diversas variantes,
estos dispositivos pueden encontrarse en la historia política de cada
país latinoamericano. Lo que tal vez sea una novedad es la dinámica
asociada con el fomento de un abordaje alternativo del cambio, una
“nueva forma de hacer política” asociada con la aparición de formas
comunitarias de organización social y desarrollo local. La dinámica
de este enfoque es una cuestión central en los actuales desarrollos
políticos latinoamericanos. Hemos llegado a esta conclusión sobre
la base de un análisis comparativo y sistemático de las relaciones
entre Estado y movimientos sociales en cuatro países: Argentina,
Brasil, Bolivia y Ecuador.
Presentamos a continuación un resumen de las consideraciones
que nos llevaron a esta conclusión.

El Estado capitalista en América Latina

El modelo neoliberal se funda en un Estado minimalista: la


retirada de éste del proceso de desarrollo económico y social, y su

modelo de desarrollo basado en la “acumulación de capital social”. Para una pers-


pectiva crítica de este modelo, ver, entre otros, Harris (2001) y Schuller (2000).
444 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

reemplazo por el “libremercado”, una estructura supuestamente


liberada de las limitaciones de las regulaciones gubernamentales
y otras interferencias en el funcionamiento normal de un sistema
en cuanto a la asignación de los recursos productivos de la socie-
dad (para determinar “quién obtiene qué” o, en el lenguaje de la
economía, obtener un “retorno” adecuado para cada factor de la
producción). Las condiciones que rigieron esta retirada del Estado
emergieron a principios de la década del ochenta, luego de la pri-
mera ronda de políticas neoliberales vinculadas a la deuda externa
de toda la región y su crisis fiscal. Los primeros experimentos neoli-
berales estuvieron encabezados por regímenes militares en el Cono
Sur (Chile, Argentina, Uruguay), en la forma de una “guerra sucia”
contra “subversivos” (sindicalistas, activistas políticos, etc.).
Se implementó una segunda ronda de reformas neoliberales
en condiciones de “redemocratización”: estado de derecho, regí-
menes civiles elegidos constitucionalmente, y el surgimiento y
fortalecimiento de la “sociedad civil” (un conjunto de grupos y
asociaciones que median entre la familia y el Estado). Esta segun-
da ronda contempló e indujo una amplia transferencia de bienes,
recursos productivos e ingresos provenientes de la clase trabajadora
y de la masa de productores directos hacia una clase capitalista
emergente de inversores y empresarios. Al mismo tiempo que las
clases populares experimentaban el rigor de las amplias reformas
estructurales asociadas con el “nuevo modelo económico” (el
desarrollo capitalista neoliberal de libremercado) y soportaban la
mayor parte de sus costos sociales (las desigualdades sociales, el
desempleo, los bajos ingresos, la exclusión social y la pobreza), el
descontento generalizado dio lugar a varias oleadas de movimientos
de protesta dirigidos contra el sistema. Los regímenes políticos
neoliberales se tornaron ingobernables y generaron presiones para
superar el Consenso de Washington. El resultado fue la construcción
de un nuevo régimen político: un programa neoliberal de políticas
macroeconómicas combinadas con una nueva política social anti-
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 445

pobreza, y la institucionalización de un “nuevo modelo económico”


(Bulmer-Thomas, 1996).
Partes de este nuevo modelo, tales como una política de des-
centralización administrativa y una política social dirigida a los
pobres para subsanar los reducidos recursos públicos (un “nuevo
fondo social de inversión”), se implementaron extensamente en los
noventa. Otros elementos de este modelo, tales como la municipa-
lización del desarrollo y un sistema de “gobernancia democrática o
local”, basado en la “participación” de la sociedad civil (“stakehol-
ders”, afectados o interesados en el proceso de desarrollo), se
implementaron de manera relativamente limitada, más que nada
en Bolivia (Palma Carbajal, 1995; Ardaya, 1995; BID, 1996; Blair,
1997; Booth, 1996).
Estos experimentos constituyeron una tercera ronda de políti-
cas neoliberales, pero arrojaron pocos resultados positivos en lo que
se refiere al crecimiento económico y al desarrollo social. Hacia el
fin de la década del noventa, y ya a las puertas de un nuevo milenio,
las tasas de crecimiento económico en toda América Latina estaban
lejos de ser “sólidas”, muy lejos de la prosperidad y el crecimiento
económico prometidos por el Banco Mundial y los ideólogos del
desarrollo capitalista neoliberal. De hecho, la CEPAL (un organismo
de las Naciones Unidas que durante años habia dirigido la búsqueda
de una alternativa al modelo [neo]liberal) se vio obligada — por la
creciente evidencia de las tasas de crecimiento lento y negativo, y
una tendencia a la crisis económica (a fines de los noventa, después
de dos décadas de reformas neoliberales) — a hacer proyecciones
de “una nueva década perdida para el desarrollo”. Otros antiguos
partidarios del nuevo modelo económico se vieron forzados a
reconocer la disfuncionalidad esencial del modelo neoliberal y la
necesidad de una modificación fundamental del proceso de refor-
mas, para “superar el Consenso de Washington” (Burki y Perry,
1998; Stiglitz, 2002).
446 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Tal como lo evidenciaron nuestros estudios de caso en los


cuatro países, la forma neoliberal de desarrollo capitalista es pro-
fundamente excluyente en términos sociales, y políticamente insos-
tenible. Una década de reformas encaradas por el Estado respecto
del modelo no ha modificado en forma sustancial el Consenso de
Washington sobre la política macroeconómica; y tampoco ha va-
riado el carácter del desarrollo capitalista en la región. Más de dos
décadas de reformas neoliberales no han dado como resultado el
desarrollo económico, sino una profundización de las desigualdades
sociales, la generalización de la pobreza y de las condiciones de
crisis social y desorganización.
Incluso Carlos Slim, el mayor miembro mexicano del “Forbes
billion dollar club” y uno de los más grandes beneficiarios de estas
“reformas” en la región, se ha sumado al coro de voces negativas
alzadas contra el “nuevo modelo económico”, y lo ha calificado no
sólo como “disfuncional” en términos económicos, sino también
como intrínsecamente ingobernable.
Esta conclusión, sostenida también por economistas del Banco
Mundial y otras organizaciones internacionales involucradas en el
proyecto de desarrollo, ha impulsado una amplia busqueda de “otra
forma de desarrollo”, un enfoque descentralizado y participativo
de desarrollo local basado en formas más sostenibles de “buena” o
“democrática” gobernancia (Blair, 1997; Domínguez y Lowenthal,
1996; Banco Mundial, 1994). El resultado ha sido una avalancha de
propuestas y modelos alternativos para producir el desarrollo sobre
la base del capital social, es decir, a través de la “autoayuda” por
parte de organizaciones de base o comunitarias, con la asistencia
y el apoyo de instituciones y “cooperación internacional” para el
desarrollo (Woolcock y Narayan, 2000).2

2. Harris (2001) es uno de los pecos autores que aporta una perspectiva
crítica acerca de la construcción, por parte del Banco Mundial, del concepto de
“capital social”.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 447

Movimientos sociales contra el Estado

Una década de esfuerzos para darle al proceso de reforma


neoliberal un rostro humano ha fracasado. Lo que se necesita no
es “superar el Consenso de Washington” hacia reformas que le den
al modelo un “lavado de cara”. La solución no está en un rediseño
del programa de ajuste estructural. Lo que se necesita es una revo-
lución social que modifique las relaciones de clase, las relaciones
de propiedad y el carácter clasista del Estado.

1. El capitalismo, en sus formas sociales e institucionales, es “el


enemigo”; pero, en el actual contexto histórico, el Estado neoliberal
es el principal escenario de la lucha de clases.

El poder del Estado se define, por lo general, en términos de


“asignación autoritaria de los recursos productivos de la sociedad”.
Pero lo que diferencia al Estado de otras instituciones es su control
sobre el poder coercitivo o, como lo expresarían las ciencias socia-
les, su monopolio sobre los instrumentos de coerción y represión,
en su función definida de mantener el “orden político”. El Estado
cuenta con una serie de poderes pero, tal como lo hemos demostrado
en nuestra revisión de la dinámica movimientos sociales-Estado
en el presente volumen, en definitiva, lo respalda la fuerza. Este
hecho ha quedado bien establecido en la teoría, y los movimientos
sociales lo vivieron en carne propia en la práctica. En cada uno de
los casos examinados en este libro — Lula en Brasil, Kirchner en
la Argentina, De Lozada y Mesa en Bolivia, y Gutiérrez en Ecua-
dor —, el aparato coercitivo del Estado ha sido sistemáticamente
dirigido contra los movimientos sociales. La coerción estatal no ha
constituido un recurso de última instancia, como tienden a consi-
derar muchos analistas de tradición liberal, un justificable ejercicío
de poder estatal. La coerción o la represión son parte de un arsenal
448 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

utilizado por la clase política para controlar a los movimientos,


para debilitarlos en su lucha en pro del cambio en la política o la
transformación social. Es el rango de los poderes lo que define la
relación del Estado con los movimientos sociales.
Esta proposición se ve confirmada por una revisión de la
dinámica que rodea la relación existente entre el Estado y los
movimientos sociales en la Argentina, Brasil, Bolivia y Ecuador.
En el contexto de la dinámica política examinada aquí, la relación
del Estado con los movimientos sociales puede definirse (y está
estructurada) en términos de las siguientes estrategias:
• El establecimiento de organizaciones paralelas a las or-
ganizaciones de clase contrarias al sistema; por ejemplo,
sindicatos y organizaciones campesinas, que tengan polí-
ticas no confrontativas.3
• La represión de organizaciones clasistas que tengan una
agenda opuesta al sistema, en ciertas circunstancias y
cuando sea posible o necesario.4

3. La creación de una organización paralela involucra, por lo general, elecciones


arregladas de un nuevo directorio. Entonces, el gobiemo o los tribunales premian con el
estatuto legal de la organización (junto con sus oficinas, cuentas bancarias y otros recursos)
a una faccián interna.
4. Los gobiernos de la región han recorrido con frecuencia a la represión como medio
de desmovilizar a las organizaciones que cuentan con una agenda contraria al sistema.
En ocasiones, se empleó todo el peso del aparato represión del Estado, al igual que en la
“guerra sucia” orquestada por una coalición de las Fuerzas Armadas y una serie de regí-
menes autoritario-burocráticos o militares en América del Sur, contra el movimiento de los
trabajadores en la década del setenta. En otras coyunturas, como Ecuador a mediados de la
década del ochenta, los instrumentos del terror estatal y de la represión se blandían contra
la clase trabajadora por parte de regímenes formalmente democráticos. En esta coyuntura
— y en otras semejantes, como las padecidas en los ochenta por Bolivia, Venezuela y otros
países, que involucraron una brutal represión —, la oposición radical a la agenda neoliberal
del gobierno, encabezada, en ese momento, por el movimiento obrero, fue desarticulada
y desmovilizada, lo cual debilitó y prácticamente destruyó las organizaciones políticas
de la clase trabajadora (“Editorial”, Boletín ICCI, vol. 1, nº 8, noviembre de 1999). Tal
como sucede en el caso de Ecuador, la represión y la destrucción de la capacidad del mo-
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 449

• Un proceso de diálogo y negociación con representantes


de organizaciones clasistas con capacidad de movilizar
fuerzas de oposición y resistencia (las FARC en Colombia,
el MST en Brasil, el EZLN en México).
• La adaptación de los líderes a las políticas de reforma
económica, social y política, frecuenteniente con la me-
diación de ONG.5
• La pacificación de organizaciones beligerantes sobre la
base de una agenda de reformas, un enfoque asociativista
y una política populista de aplacamiento y clientelismo.

vimiento obrero para desafiar la agenda gubernamental coincidieron con el surgimiento y


la formación de la CONAIE, que, en la década del noventa, se apoderó del liderazgo de
la lucha popular.
5. En el contexto de las condiciones de toda la región en la década del noventa, se
registró un marcado desarrollo y una tendencia havia la desarticulación de las organizaciones
clasistas, y una desimovilización de las fuerzas que ellas habían acumulado y movilizado.
La dinámica de esta desmovilización política no está bien estudiada ni entendida, y abarca,
sin duda, numerosos factores. Sin embargo, tampoco quedan dudas de que una combinación
de estrategias procuradas e implementadas por los gobiernos de la región, con el respaldo
de organizaciones tanto externas o internacionales como de ONG internas, resultó un factor
crítico en la desmovilización generalizada de muchos de estos movimientos en la década
del noventa. Este factor es claramente evidente en el caso de la Alianza Democrática de
Campesinos (ADC), que, en el contexto de la posguerra civil de El Salvador, emergió como
el movimiento social más representativo y dinámico de campesinos organizados alrededor
de cuestiones atinentes a la redistribución de la tierra y al endeudamiento. En su carácter de
coalición de diversas organizaciones de campesinos, la ADC impulsó inicialmente su agenda
sobre la reforma agraria a través de una política de acción directa (invasiones de tierras y
marchas, entre otras), pero sin demora se la circunscribió a operar dentro del marco de las
reformas establecidas mediante acuerdos de paz. En dichas condiciones, y con el apoyo
activo del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) — que, de ejército
beligerante, se convirtió en un partido político de izquierda —, la lucha por la cancelación
de las deudas bancarias y agrarias se resolvió más o menos en términos político-legales
(mediante la legislación), en interés de los beneficiarios de la primera fase del programa de
reforma agraria instaurado por el gobierno. Sin embargo, toda acción directa, y aun indi-
recta, sobre la cuestión agraria fue definitivamente paralizada por una política de proyectos
de desarrollo económico financiados por el Banco Mundial y otras entidades donantes, y
ejecutados a través de las ONG.
450 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

• El fortalecimiento de organizaciones dentro de la sociedad


civil, que cuenten con una orientación reformista y una
agenda democrática, el debilitamento de organizaciones
con una agenda opuesta al sistema y una actitud confron-
tativa de acción directa en sus políticas.6
• Cuando fracasan todos los demás recursos, la incorpora-
ción de grupos con una agenda contraria al sistema a foros
e instituciones generadores de políticas.

2. En el contexto de la política electoral, los partidos de masas


se transforman en partidos “del sistema”: favorables a las
empresas y al “Consenso de Washington” respecto de las políticas
macroeconómicas.

El mejor ejemplo de esta proposición puede encontrarse en


la transformación del Partido de los Trabajadores (PT), de Brasil,
que, de ser un “partido de las masas”, pasó a ser un “partido de las
grandes empresas”. Esto es el resultado de los cambios estructurales
de largo plazo y de gran escala dentro del partido y en su relación
con el Estado. El desplazamiento decisivo en este caso — como en
el de los sucesos de Bolivia relativos al Movimiento Al Socialismo
(MAS) — se produce desde las luchas masivas sociales y populares
a la política electoral. En esta evolución, el PT se transformó en
un “partido institucional”, inserto en todos los niveles del Estado
capitalista, y que atrae, en consecuencia, una gran cantidad de
pequeños profesionales burgueses (abogados, profesores, periodis-
tas), burócratas sindicales, exguerrilleros en proceso de movilidad
ascendente, exrevolucionarios que se volcaron a la lucha electoral.
Se produce un proceso de “sustitucionismo”. Aquí, el aparato
electoral reemplaza a las asambleas populares, los funcionarios

6. Esta estrategia fue seguida e implementada por todas las entidades multila-
terales y bilaterales relacionadas con el desarrollo en la década del noventa.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 451

elegidos desplazan a los líderes de los movimientos sociales, y


las maniobras institucionales de los líderes políticos nacionales
en el Congreso sustituyen la acción directa de los sindicatos y los
movimientos sociales.
Los datos históricos y empíricos demuestran que los líderes
electorales elitistas insertos en las estructuras institucionales del
Estado capitalista terminan compitiendo con los otros partidos
burgueses respecto de quién puede administrar mejor el interés de
las elites foráneas y locales, agrarias y financieras. Pero el cambio
fundamental en la mutación de los partidos masivos respecto de
la política electoral e institucional se encuentra en su composi-
ción de clases: tienden a convertirse en partidos de ambiciosos
profesionales de clase media-baja, con aspiraciones de movilidad
ascendente, cuya referencia social es la clase que maneja el capi-
tal. Los sucesos políticos de Brasil y Bolivia brindan pruebas de
este aserto. Detrás de dichos acontecimientos, puede encontrarse
un cambio en la conciencia de clase, que refleja un cambio en las
condiciones sustanciales de los políticos electos. En estas condicio-
nes, dependiendo de la capacidad de estos políticos de orientación
izquierdista y laborista para cosechar el respaldo de los votos de la
clase trabajadora, los trabajadores sin tierra y los pobres urbanos
se transforman en prendas de cambio para negociar favores con las
grandes empresas.
La “nueva clase” de políticos electorales tiende a mirar ha-
cia arriba, a sus futuros colegas de la clase dirigente, y no hacia
abajo, a sus antiguos camaradas de la clase trabajadora. Algo pa-
recido parece tener lugar dentro del movimiento sindicalista en su
relación con el Estado. En el caso del Brasil de Lula, por ejemplo,
los funcionarios sindicalistas en movilidad ascendente aspiran a
convertirse en candidatos para integrar el Congreso y para ocupar
puestos ministeriales, o administrar fondos de pensión, en lugar de
retornar al pasado para organizar a los desempleados y a los pobres
urbanos en huelgas generales junto con los trabajadores empleados.
452 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

La transformación del PT en un partido del capital internacional se


vio acompañada por la transformación de la principal confederación
sindical (la CUT), que pasó de ser un sindicato clasista indepen-
diente a ser más o menos un apéndice del Ministerio de Trabajo.
La CUT, en este contexto, siguió al PT a lo largo del sendero de la
“ínstitucionalización estatal” y el “sustitucionismo”, conforme los
líderes nacionales desplazaban a las asambleas de fábrica en la toma
de decisiones y trasladaban las actividades callejeras a las oficinas
del Ministerio de Trabajo. Así, las transformaciones paralelas del
PT y de la CUT evitaron cualquier ruptura entre ellos, un fenóme-
no que no encontró eco en Bolivia; sin embargo, existen fuerzas
políticas en Bolivia que siguen el ejemplo brasileño.
El punto teórico clave de este análisis reside en que el abur-
guesamiento de la “clase trabajadora” o de los partidos “socialistas”
no constituye la consecuencia inevitable de la globalización. Antes
bien, es el resultado de una cambiante ideología de clase y de la
dinámica interna de los partidos políticos, cambios que conducen a
una asimilación institucional y en definitiva, a la subordinación a los
sectores dominantes de la clase gobernante. Esta conclusión apunta
a la profunda limitación de la política institucional electoral en su
rol de vehículo para la transformación social o, incluso, reformas
importantes. Es mucho más probable que la transformación social
se produzca a partir de la acción directa de movimientos político-
sociales, independientes y clasistas, orientados a transformar la
base institucional del poder estatal burgués.

3. La política electoral es una trampa diseñada para desmovilizar las


fuerzas de resistencia y oposición.

Esta proposición se ve ampliamente demostrada por los


acontecimientos políticos de cada país que hemos examinado; en
particular, Bolívia, Brasil y Ecuador. En sus esfuerzos por avanzar
en la lucha por el poder político, numerosos movimientos buscan
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 453

una alianza estratégica o táctica con partidos políticos electorales,


como es el caso del MST y el PT en Brasil, la CONAIE en el caso de
Ecuador (Pachakutik), o el MAS y el MIP en el caso de Bolivia. En
esta alianza, los movimientos sociales evolucionan y se transforman
en un instrumento político tendiente a influir en la política del régi-
men dentro del sistema. Respecto del resultado de esta evolución,
la conclusión es clara, y se produce invariablemente a expensas del
movimiento popular, cuyas fuerzas de resistencia y oposición se
disipan y desmovilizan, en lugar de ser impulsadas a enfrentar la
estructura del poder. El Pachakutik de Ecuador nos brinda un buen
ejemplo de este fenómeno; pero, para apreciar su trascendencia
teórica y política, lo mejor es observar el caso boliviano.
Nuestros estudios sobre regímenes aparentemente “progre-
sistas” que tienen vinculaciones con los movimientos sociales y
neoliberales sugieren que los regímenes electorales, no importa
cuál sea su base social o su orientación ideológica, quedan inte-
grados y subordinados al sistema imperial. El resultado es que los
movimientos sociales y sus miembros se ven impedidos de lograr
aun sus objetivos mínimos.
Veamos el caso de Ecuador. Los trabajadores del petróleo y la
CONAIE, mediante su brazo electoral, el Pachakutik, en la coyuntu-
ra de los hechos políticos que sucedieron al levantamiento de 2.000
indígenas, entraron en una alianza electoral con Lucio Gutiérrez y su
Sociedad Patriótica. En el momento de asumir su cargo, catapultado
al poder sobre la base de esta alianza, Gutiérrez abrazó una política
de privatización del petróleo, así como las políticas del FMI, el
ALCA y el Plan Colombia; reprimió a los trabajadores petroleros
y les dio la espalda a los movimientos indigenistas (los traicionó,
de acuerdo con la CONAIE y su Congreso Nacional de 2004). El
resultado fue un sindicato petrolero debilitado, un Pachakutik de-
sacreditado y una CONAIE seriamente dividida y debilitada.
En Bolivia, Evo Morales, líder de los cocaleros y del MAS, al
igual que muchos políticos y partidos electorales luego de algunos
adelantos, viró a la derecha. Como consecuencia de la revuelta de
454 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

octubre de 2003, en la cual estuvo llamativamente ausente, Morales


apoyó el régimen proimperialista y neoliberal de Carlos Mesa, y
desempeñó un papel fundamental en la división y el ataque de cual-
quier movilización en gran escala en favor de la nacionalización del
petróleo. Nuestro análisis de diversos regímenes electorales sugiere
que este fenómeno no es sorprendente en absoluto, sino que está
integrado en la política electoral y es el resultado inevitable de su
dinámica. En el caso de Evo Morales, estuvo influido por su afán
de ganar las elecciones presidenciales de 2007, una perspectiva
que muchos analistas consideran cada vez más improbable, dada la
mecánica electoral en Bolivia (la necesidad de una segunda vuelta
en caso de que ningún candidato alcance más del 50% de los votos
en la primera).
Los desarrollos políticos de Brasil y otros países sugieren que,
independientemente de la situación o de las perspectivas electorales,
una vez que un movimiento popular se vuelca a la política electoral,
se ve obligado a acatar las reglas políticas que sustentan el modelo
dominante y, en el contexto actual, la agenda neoliberal.
En este contexto, el MST no ha sufrido la misma debacle que
la CONAIE, porque sólo puso en el gobierno unos pocos miembros
y logró conservar un grado suficiente de autonomía como para man-
tener la lealdad de los demás. Además, a diferencia de los cocaleros
de Bolivia, el MST no está dominado por una única personalidad
ambiciosa en el plano electoral, y se encuentra lo bastante afirma-
do en la política de clases como para evitar transformarse en una
herramienta del Estado burgués. No obstante, la confianza del MST
en Lula y los vínculos con la “izquierda” del PT han minado su
oposición al ataque reaccionario de Lula a las pensiones y el salario
mínimo, al pacto con el FMI y al apoyo militar de la ocupación
colonial estadounidense de Haiti. El peligro, aquí, reside en que,
al continuar prestando apoyo “crítico” a un régimen desacreditado,
el MST sufrirá el mismo descrédito, una lección, que la CONAIE
ha aprendido muy bien.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 455

4. El desarrollo local brinda microsoluciones a microproblemas y


está diseñado como un medio de eludir un enfrentamiento con la
estructura de poder y un sustancial cambio social.

Los mejores ejemplos de esta proposición son los sucesos po-


líticos de Bolívia y Ecuador. Esto se debe, en parte, a la importancia
del “factor indígena” en la política nacional de estos países. En
ambos casos, las comunidades indígenas han demostrado la mayor
capacidad para movilizar las fuerzas de resistencia y oposición, al
organizar algunos de los movimientos sociales más dinámicos de la
región. Por este motivo, el Banco Mundial y el BID identificaron a
las comunidades indígenas y a los movimientos sociales ubicados
en dichos países como el objeto de lo que reviste las características
de una estrategia antiinsurgencia: el desarrollo local en la forma de
microproyectos de alivio de la pobreza.
Dada la disfuncionalidad del modelo neoliberal, y su tenden-
cia a minar la democracia y generar fuerzas desestabilizadoras de
resistencia en forma de movimientos sociales, los arquitectos y
los guardianes del “nuevo orden mundial” prestaron atención al
“desarrollo local” (microproyectos) por considerarlos la solución
(para el problema neoconservador de la ingobernabilidad). El
Banco Mundial, en este marco, financia ONG del “tercer sector”
de la “sociedad civil”, en su carácter de agentes del “desarrollo
local” y la “buena gobernancia”, a fin de combatir la emergencia
de movimientos de masas.
El primer paso en esta estrategia fue establecer, en el nivel del
Estado, un apropiado marco institucional, administrativo y legal. El
siguiente paso fue enrolar los servicios de las ONG, para convertidas
en representantes situados en la vanguardia del “proyecto de desar-
rollo” (alivio de la pobreza) y, en dicho proceso, en misionarios de
las microrreformas. Las ONG colaboraron con las organizaciones
imperialistas para que el proyecto de desarrollo ingresara a las
comunidades locales. Las microrreformas y las ONG promovieron
456 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

una forma pacífica o “civilizada” de política (no confrontativa),


desviando así a los pobres rurales de los movimientos sociales
hacia “proyectos” locales de autoayuda financiados (y diseñados)
desde arriba y desde afuera. Esto también creó las condiciones
locales para lograr un ajuste a la disciplina de la globalización y
sus requisitos de “gobernancia”, y producir a su vez condiciones
locales de “gobernancia” imperial. En este contexto, Heloise We-
ber (2002, p. 146) habla de la microfinanciación y el microcrédito
como “un conjunto coherente de herramientas que pueden tanto
facilitar como dirigir la agenda de la globalización”. Desde “la
perspectiva de los arquitectos del desarrollo global —agrega—,
la agenda del microcrédito (y, por lo tanto, la estrategia de ‘alivio
de la pobreza’ del Banco Mundial, ‘sustainable banking with the
poor’)... es apta para facilitar cambios en la política de nivel local
según la lógica de la globalización... mientras al mismo tiempo
aumenta su potencial para disciplinar localmente en la agenda de
la gobernancia global”.
Respecto de estos desarrollos, bien podemos concluir que el
discurso oficial sobre la “sociedad civil” es poco más que una más-
cara ideológica de una agenda imperialista, para lograr las condi-
ciones políticas que facilitan el desarrollo capitalista neoliberal.

5. La movilización de masas es el camino revolucionario hacia el


poder político... y el único camino hacia el cambio social.

Los sucesos políticos que se verifican en cada país examinado


en el presente volumen confirman lo que, durante largo tiempo, fue
un lugar común en el análisis marxista de clases. En la lucha de
clases, se encuentra en discusión el poder político en la forma del
Estado. Cada avance en esta lucha se ha asociado con la política de
movilización, mientras que recurrir a la política electoral, en cada
caso, ha perpetuado el statu quo.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 457

En ningún otro país de América Latina se desarrollan tan bien


las condiciones de una situación revolucionaria como en Bolivia.
En el momento de redactar este escrito (junio de 2004), el punto
culminante del fermento revolucionario ya se había moderado, pero
bien podría tratarse de la calma que precede a la tormenta; es decir,
Bolivia nos plantea la posibilidad de un verdadero movimiento
revolucionario con todas sus pruebas y tribulaciones.
Sin embargo, se requieren ciertas condiciones a fin de situar
el movimiento popular en un sentido revolucionario. Primero, el
movimiento popular necesita unirse a una organización poderosa
de fuerzas insurgentes. En el caso de Bolivia, la organización con el
mayor potencial a este respecto es la COB, que ha logrado, en forma
singular, representar políticamente y plantear los intereses de los
trabajadores organizados y, a la vez, de los campesinos indígenas.
Una de las principales fuentes del potencial político de la COB es
su estructura organizativa, una estructura única de afiliación a nivel
provincial, departamental (regional) y nacional, con una probada
capacidad de unir y concentrar acciones y movilizaciones colectivas
de diversos sectores del movimiento popular.
No obstante sus limitaciones y sus fracasos históricos, la COB,
en la coyuntura actual, cuenta con el potencial para constituir una
masa crítica de fuerzas insurgentes y para movilizarlas en la forma de
un movimiento que podría, en potencia, no sólo derrocar al gobierno
de Mesa, sino también cambiar el curso de la historia boliviana. Se
plantean, aquí, tres factores. Uno es la forma de organización. Otro
es la dirigencia. Un tercer factor crítico es una estrategia apropiada
y efectiva, y su correspondiente táctica; en particular, en lo atinente
a las formas seleccionadas de lucha y alianzas. En este sentido, la
COB tiene que conjugarse con otras fuerzas revolucionarias; en
particular, las constituidas por el proletariado indígena aimara de
El Alto, bajo las órdenes de Felipe Quispe. Un segundo requisito
es que la clase trabajadora, encabezada por la COB, una su lucha
con la del movimiento indígena y la generalidad del movimiento
popular. El MAS, hasta cierto punto, brinda una situación política
458 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

para dicha unidad; la COB, un tanto menos, en el sentido de que


es precisamente la división entre los diferentes sectores de la mano
de obra organizada y el movimiento indigenista lo que ha tendido a
dividir a la COB, situación que persiste y que debilita sus respuestas
políticas a la política macroeconómica del gobierno.
Es difícil calcular las perspectivas de estos acontecimientos.
Algunos observadores consideran que esta situación “no es tan com-
plicada”; sin embargo, reconocen los enormes obstáculos presentes
en la cantidad significativa de líderes sindicales y de movimientos
que dialogan con el gobierno dentro del marco de un pacto social;
incluso, algunos líderes sindicales apoyan el sendero electoral
seguido por el MAS y la política de lograr una tregua entre los
movimientos y el gobierno. Otros observadores ven un obstáculo
aún mayor en el desvío de las comunidades indígenas que están en
la base: del movimiento popular hacia una política de desarrollo
local “autónomo” y su adhesión a una estrategia electoral, no solo
respecto de la toma del gobierno municipal por parte del MAS, sino
también con referencia a las elecciones presidenciales de 2007. En
este aspecto, el MAS constituye un importante reservorio de fuerzas
opositoras, pero estas fuerzas están ligadas al sistema a través de la
política electoral de reformas graduales. Así, el movimiento social
tiene que contender no sólo con las fuerzas que se alinean detrás
del gobierno, sino también con el enfoque desmovilizador de un
poderoso rnovimiento político que se sitúa a la izquierda.
La más alentadora de las esperanzas — si no la única — para
el movimiento es que las bases depongan a los líderes que signifi-
can un lastre para dicho movimiento, y los dejen atrás. Ésta es una
posibilidad, en el caso de los partidos neoliberales del sistema, ata-
dos a un camino capitalista hacia el desarrollo y el neoliberalismo.
Pero para el MAS esto no es tan fácil y ni siquiera factible, a menos
que — según lo propuesto por el exsenador del MAS, Filomeno
Escobar, en su batalla con Morales — el partido sea puesto bajo el
control de una COB revitalizada y, así, se subordine al movimien-
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 459

to popular más amplio como uno de sus principales instrumentos


políticos. Pero este panorama registra varias dificultades, de las
cuales el propio Evo Morales no es la menor. Habiendo elegido el
camino electoral hacia el poder — la toma municipal en 2004 y la
presidencia en 2007 —, no sólo ha abandonado la dinámica de la
movilización (el “camino revolucionario” hacia el poder, podríamos
decir), sino también toda pretensión de ser un socialista, y mucho
más un revolucionario. Sabe demasiado bien que un compromiso
para acatar las regias de la política electoral lo obliga a marchar por
el camino capitalista hacia el desarrollo nacional, en el caso de que
finalmente sea elevado al poder estatal, cosa que bien podría suce-
der. Ésta es una razón por la cual se inclinó o viró hacia la derecha:
evitar cualquier situación que pudiera perjudicar la viabilidad y la
supervivencia de las instituciones del Estado capitalista.
Respecto de Carlos Mesa, pude verse con claridad palmaria
que no era el reformador progresista que algunos pretendían. Sea por
convicción ideológica, vulnerabilidad a presiones de intereses exter-
nos, vínculos con la dose dominante o sólo por ambición política, él
y su régimen tienen que ser caracterizados fundamentalmente como
neoliberales. Así, Mesa no tuvo la menor intención de negociar el
fin del enfoque neoliberal de la política nacional, aun si el gobierno
hubiera sido capaz de hacer caso omiso de las inexorables presiones
ejercidas por el Banco Mundial, el FMI y los Estados Unidos; es
decir, el Estado imperial. El grave problema de Mesa, tal como él
mismo prefirió considerar la situación, era cómo equilibrar estas
presiones y la exigencia de un buen gobierno (políticas sólidas,
etc.), con las presiones del movimiento popular.
En este punto, concluimos que las perspectivas de una trans-
formación revolucionaria de la política y la economía del país no
se encuentran tan distantes. Podemos señalar la probabilidad de
que las contradicciones que acosan a la clase dirigente y al régimen
existente continúen generando situaciones revolucionarias de uno
u otro tipo. La cuestión es si la izquierda revolucionaria será capaz
460 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

o no de responder al desafio que plantean estas situaciones. Si bien


éstas continúan teniendo un final abierto, hay varios detalles que
están claros. Uno es el tema crítico del poder del Estado: capturar el
mayor reservorio del poder político. Otro es que el único método y
medio viable mediante el cual el movimiento popular puede, por sus
propías acciones, materializar un cambio social sustancial es, más
que la política electoral, la movilización masiva de las fuerzas in-
surgentes, que es el camino revolucionario hacia el poder estatal.

6. Los movimientos sociales no han logrado responder al desafío


revolucionario.

Hace ya tiempo, Marx argumentó que el capitalismo, que su


avance, crea a su propio sepulturero: la clase trabajadora, cuando
toma conciencia de su explotación y está dispuesta a superar el
sistema. Sin embargo, Marx también señaló que esta instancia
requiere una situación revolucionaria, cuyas condiciones, estruc-
turales y políticas, estén dadas objetiva y subjetivamente. En varias
de los países examinados en el presente volumen — en particular,
Bolivia y Ecuador, pero también la Argentina —, estas condiciones
se reunieron varias veces en distintas coyunturas: el 19 y el 20 de
diciembre de 2001 en la Argentina, del 8 al 19 de octubre de 2003
en Bolivia, y en enero de 2000 en Ecuador.
A la fecha, en Brasil no se ha materializado dicha coyuntura.
Pero, al mismo tiempo, las elecciones presidenciales que llevaron
a Lula al poder estatal crearon, efectivamente, la oportunidad para
que un nuevo régimen empleara este poder a fin de lograr la trans-
formación social. Sin embargo, este cambio requeriría un régimen
socialista, y el de Lula es cualquier cosa menos eso. En realidad,
concluimos que un régimen socialista no puede tomar el poder
del Estado de esta forma. La política electoral ata los partidos al
sistema y los vuelca al neoliberalismo; es decir, hacia las fuerzas
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 461

que gobiernan el sistema. Entonces, como en los otros casos exami-


nados en este volumen, el “momento” del poder del Estado como
tal, y la “oportunidad” de movilizar las fuerzas de la resistencia
contra el sistema, se perdieron. En el caso brasileño, las razones
que justifican este fenómeno eran predecibles, dadas la política de
Lula y la índole clasista de su régimen.
En la Argentina, la lucha por el poder político ha adoptado
una forma diferente. Lo que emerge de la rebelión popular genera-
lizada y masiva es que un alzamiento espontáneo no constituye un
reemplazo de un movimiento político organizado. La solidaridad
social formada al calor de la lucha fue impactante pero momentánea.
Fueron escasas las manifestaciones de solidaridad de clase que se
extendieran más allá de cada barrio. Poco hicieron los partidos de
izquierda y los líderes locales por alentar la acción masiva de clase
que excediera las limitadas fronteras geográficas y su propia orga-
nización. Aun dentro de las organizaciones, los líderes ideológicos
llegaron a la cima, no como expresiones de una base organizada
en función de la conciencia de clase, sino debido a su capacidad
para negociar la obtención de planes de trabajo o su habilidad para
organizar. Los repentinos cambios en las lealdades de muchos de
los desempleados — por no mencionar a la empobrecida clase
media-baja — reflejan las limitaciones de las políticas de clase en
la Argentina. Los líderes piqueteros tomaron la antorcha del des-
contento masivo y vivieron con la ilusión de un San Petersburgo de
octubre de 1917, sin darse cuenta de que no había soviets obreros
con trabajadores con conciencia de clase. Las multitudes arriba-
ron, y muchos de sus integrantes las abandonaron cuando llegaron
mínimos ofrecimientos de planes de trabajo, pequeños aumentos,
y promesas de más y mejores empleos.
Al igual que en los demás contextos estudiados en este volu-
men, la domesticación del movimiento de trabajadores desemplea-
dos se puede observar en gran cantidad de estrategias del régimen.
Al respecto, Kirchner se enzarzó en numerosas disputas cara a cara
462 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

con líderes populares, al mismo tiempo que se aseguraba de que


los mejores planes de trabajo se destinaran a los que colaboraban
con el gobierno y efectuaba ofertas menores a los que permanecí-
an abroquelados en la íntransigencia. En este contexto, logró una
postura independiente en relación con las demandas más desme-
suradas del FMI, al mismo tiempo que realizó concesiones sobre
cambios estructurales claves y reaccionarios, ya impuestos por sus
predecesores. A falta de una estrategia general y una concepción de
una sociedad socialista alternativa, la mayor parte del movimiento
piquetero fue inducido a aceptar cambios microeconómicos para
aliviar los peores efectos de la pobreza y el desempleo, sin modificar
la estructura de la propiedad, el ingreso y el poder económico de
los banqueros, los agroexportadores o los monopolios de energia.
La situación política resultante, que se repitió con diversas modi-
ficaciones en toda América Latina, fue una variación sobre el tema
ya demasiado dominante del desarrollo y la reforma locales, así
como una política de negociación y conciliación.
El problema de este estilo de política es que se elude la cuestión
del poder estatal. En el contexto específico de la Argentina, fue sólo
un texto declarativo elevado por grupos izquierdistas sectarios que
comenzaron a minar el contexto organizativo en el cual el desafío
por obtener el poder del Estado sería significativo. En este sentido,
recibieron el apoyo de una secta pequeña pero ruidosa de ideólo-
gos que convirtieron las limitaciones políticas de algunos de los
desempleados en una virtud, al predicar la doctrina del “antipoder”
o del “no poder”, una obtusa mezcla de malentendidos de política,
economía y poder social. Los líderes emergentes del movimiento
piquetero, ocupados en sus valerosos esfuerzos por hacer que las
masas tomaran conciencia de la virtud de la acción extraparlamenta-
ria y de los vicios de la clase política, fueron incapaces de crear una
base alternativa de poder institucional para unificar los movimientos
locales en una fuerza que pudiera enfrentar al poder estatal.
Lo que sin duda falta en ésta y en otras situaciones es una or-
ganización política unificada (partido, movimiento o combinación
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 463

de ambos), cuyas raíces se encuentren en los barrios populares y


que sea capaz de crear órganos representativos que promuevan la
conciencia de clase y apunten a la toma del poder estatal. Ningún
partido político o movimiento creado fue tan masivo y sostenido
como en el período inicial de rebelión (diciembre de 2001 a julio de
2002). En lugar de ello, una multiplicidad de grupos localizados, con
diferentes agendas, pronto se dedicaron a pelear por una escurridiza
“hegemonía”, llevando así a millones de posibles partidarios hacia
grupos locales enfrentados, que carecían de perspectiva política. En
virtud de estas circunstancias, se disiparon las fuerzas de oposición
y resistencia, y se retrajo la ola de fervor revolucionario.
Observar estas cuestiones en retrospectiva nos lleva a la con-
clusión de que es completamente congruente con la evaluación
efectuada por numerosos activistas del movimiento mismo: es un
error político buscar el poder estatal desde dentro del sistema, vale
decir, volcarse hacia una política constitucional electoral y unirse
al gobierno. Se trata de una conclusión obvia. Las evaluaciones de
la dinámica entre el Estado y los movimientos, en otros contextos,
han arrojado el mismo resultado. El problema es que esta conclusión
no nos hace avanzar mucho.
La movilización de las fuerzas de oposición y resistencia
contra el sistema forma parte de la solución; en realidad, una gran
parte, dados los límites y las trampas de la política electoral. Es un
postulado bien claro. Líderes indígenas, como Humberto Cholanga,
de Ecuador, sobre la base de luchas dentro del movimiento social,
han adoptado una perspectiva de clase sobre la “cuestión indígena”.
Pero otra parte de la solución consiste en crear las condiciones que
faciliten el nacimiento de un nuevo partido político revolucionario,
orientado hacia el poder estatal. Podemos estar seguros de que el
proceso estará plagado de dificultades y requerirá el liderazgo de
cuadros políticos conscientes. Una mirada detallada sobre las expe-
riencias de los cuatro países brinda respuestas para las limitaciones
de los movimientos sociales y la política electoral.
464 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

7. El socialismo aún se encuentra en el horizonte. La agenda de los


movimientos sociales.

La socialización de los medios de producción y la distribución


igualitaria de bienes y servicios ha sido un propósito implícito y
explícito entre las bases de los movimientos sociales de masas. Las
declaraciones rituales del vago lema “Otro mundo es posible”, efec-
tuadas por los líderes de estos movimientos, no han logrado definir
una dirección política ni una estrategia económica que vincule las
necesidades populares con los cambios estructurales económicos
fundamentales. Enfrentada con el crecimiento de las empresas
agroexportadoras de gran escala, la “reforma agraria” sólo puede
consumarse mediante la propiedad y la producción colectivas, tal
como reconoció no hace mucho el MST.
El retorno al poder de la elite financiera en la Argentina de-
muestra que las “regulaciones” estatales son incapaces de dirigir
el capital hacia inversiones de gran escala y a largo plazo, en una
actividad económica generadora de empleo. Sólo a través de un
sistema bancario y financiero de propiedad pública, y mediante el
mercado interno, es posible diseñar e implementar políticas naciona-
les que puedan sostener una forma de desarrollo social y económico
en el cual la sociedad como un todo pueda beneficiarse, y no sólo
una elite. Nuestro estudio demuestra que la burguesía “nacional”,
incluidos los que producen para el mercado local, ha sido adicta
a acumular su capital, llevar sus ganancias al extranjero, reciclar
sus ingresos en el sector financiero y/o intensificar la explotación
de su fuerza de trabajo, en lugar de expandir el empleo y reinvertir
productivamente en el mercado interno. La necesaria conclusión
es que un crecimiento industrial sostenido y abarcativo, a escala
nacional, requiere la propiedad pública bajo el control de trabaja-
dores y profesionales empleados y subempleados. Esto es, requiere
la reversión de las políticas de privatización que han dominado la
región por más de una década. La crisis de la política electoral de
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 465

la elite — corrupta hasta la médula, dependiente de prestamistas


extranjeros, inmersa en la política de privatizaciones — sólo puede
resolverse a partir de una transición al colectivismo democrático
que priorice el control político desde abajo, la inversión interna
por sobre los pagos de la deuda, y una recuperación de los sectores
estratégicos de la economía.
Hay una creciente insatisfacción popular con los interminables
foros sociales, las declaraciones vacías y las autofelicitaciones
rituales que se han erigido en un sustituto de izquierda de una or-
ganización de la lucha de masas basada en un programa socialista
claro aunque implícito.
A lo largo de cinco años de trabajo de campo en los cuatro
países, con cientos de trabajadores desempleados y empleados, en
el mercado laboral formal e informal, entre empleados públicos que
padecen una movilidad descendente y profesionales subempleados,
entre líderes y activistas indígenas, hemos encontrado una opción
mucho más clara para una transformación socialista y una ruptura
con la clase política electoral que entre los profesionales asistentes a
foros sociales que todavía viven en una Torre de Babel de fórmulas
ambiguas, en vez de acciones concretas en dirección al socialismo.
Para ser claros: el socialismo de los movimientos sociales no
es el socialismo de Estado de las antiguas repúblicas soviéticas de
Europa. Es un socialismo que se ha fundado — como afirma Macas,
el actual líder de la CONAIE — en “nuestras comunidades que viven
en colectividad”, es decir, “en un mundo comunitario”, que refleja
(“pone en el centro”) principios (y relaciones) de “redistribución,
reciprocidad y complementariedad, frente a la competitividad que
nos está matando” (La Jornada, Ojarasca, marzo de 2005, p. 3).
“Vivimos cotidianamente en una estructura, un poder, una institu-
cionalidad excluyente y hegemónica (el capitalismo neoliberal)”,
“un poder (oligárquico) podrido” que necesita ser transformado
“desde abajo” en un poder que “estamos construyendo en unidad”.
466 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

La forma institucional de este poder, agrega, será un “nuevo Estado


plurinacional”.

Conclusión

Historiadores de la teoría del desarrollo económico han es-


crito acerca de una contrarrevolución en la teoría y la práctica del
desarrollo, que se puede rastrear en las postrimerías del modelo
keynesiano (en el cual el desarrollo económico está liderado por el
Estado) y en la aparición de un “nuevo modelo económico”, basado
en la doctrina neoclásica del libre mercado mundial como motor
fundamental del crecimiento, así como el mecanismo más eficiente
para distribuir recursos productivos en el sistema, reemplazando
esencialmente a los gobiernos en este rol. Otros historiadores han
identificado un giro paradigmático que se puede localizar en un
“impasse teórico”, originado en un enfoque estructuralista con
respecto al análisis social y el proyecto político tendiente a crear
una sociedad caracterizada por la igualdad en las relaciones sociales
y la equidad en el acceso y la distribución del bienestar. Como en
tiempos de Marx, estos desarrollos intelectuales “aparecieron” y
fueron analizados por mochos como una guerra de ideas, una lucha
de diferentes ideas para realizanse a sí mismas. Sin embargo, como
Marx supo entender muy bien en un contexto diferente, este con-
flicto en el mundo de las ideas reflejó las condiciones de la lucha
de clases en el mundo real, a saber, acciones de los trabajadores,
en todo el mundo, para mejorar su destino a través de un proceso
de cambio social.
La década del setenta vio una nueva coyuntura en esta lucha:
una contraofensiva lanzada por los capitalistas y sus ideólogos y
representantes del Estado contra las clases trabajadoras, buscando
detener y revertir los logros alcanzados durante dos décadas de
desarrollo económico, social y político. El “nuevo modelo econó-
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 467

mico” de reformas políticas neoliberales fue una gran respuesta


intelectual e ideológica, una gran arma en la lucha de clases, dirigida
contra las clases populares. Otro tipo de respuesta adoptó la forma
de un esfuerzo sostenido para desarticular el movimiento popular,
su estructura organizacional y su política de clase, para alejarlo de
su lucha en pos del cambio social y el poder estatal (y así evitar el
control del mayor reservorio de poder político). En este contexto,
el objetivo fue construir una nueva modalidad para lograr el cambio
social, basado en un nuevo modo de hacer política, a saber, tomar el
camino dal “antipoder” o el “no poder”, para abocarse a la acción
social más que a la acción política, y producir el cambio social
sin un enfrentamiento con la estrutura de poder; lograr cambios,
mejoras en los espacios locales disponibles en esta estructura;
asociarse con otros organismos en el proyecto de desarrollo local
(para “empoderar” a los pobres a fin de que actúen por sí mismos,
participen activamente en su propio desarrollo y en la agenda de la
“buena gobernancia”, sin desafiar a la estructura mayor de poder
político y económico).
La conclusión que obtuvimos del análisis de esta modalidad
de cambio social y dinámica política del proyecto de desarrollo
en Latinoamérica es inexorable. El único camino a futuro para las
clases trabajadoras y el movimiento popular es el poder político:
abandonar el proyecto de desarrollo y comprometerse con la lucha
de clase, enfrentar abiertamente a los poseedores de este poder y
cuestionarlo en cualquier campo. Sin embargo, como en coyuntu-
ras políticas previas, aquí hay dos caminos hacia el poder estatal,
ambos cargados de dificultades: el camino de la política electoral
y la política revolucionaria de la movilización de masas.
Quizás Evo Morales, líder dal MAS y antiguo líder de los
cocaleros (campesinos indígenas productores de coca de Chapare),
es el que mejor ejemplifica el dilema: encontró dificultades cuando
intentó seguir ambos caminos al mismo tiempo. La decisión de Mo-
rales de tomar el camino electoral hacia el poder estatal (apostando a
468 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

sus posibilidades de ganar las elecciones presidenciales de 2007) fue


la responsable de la reducción del contexto revolucionario originado
por las políticas insurgentes del movimiento popular de octubre de
2003. Carlos Mesa no hubiera llegado nunca al poder sin el apoyo,
en este contexto, de Morales (quien no desempeñó un gran rol en
estas políticas insurgentes, en las sangrientas protestas callejeras
que forzaron a Gonzalo Sánchez de Lozada a renunciar y buscar
asilo en los Estados Unidos); y el débil gobierno de Mesa nunca
hubiera sobrevivido sin el apoyo de su llamado a un referéndum en
el candente tema dal gas y de su continuidad. Como dijo Eduardo
Gamarra (The Herald, 15 de enero de 2005, p. 5A): “La duración
de Mesa [en el cargo y en el poder] se debe sobradamente al apoyo
de Evo.” Al mismo tiempo, Morales continuó siendo presionado por
la izquierda del movimiento popular y llamado a responder a sus
políticas más radicales. Por ejemplo: Morales continúa insistiendo
en que quiere acceder al poder sólo a través de las urnas,7 pero en
enero de 2005 fue presionado por la izquierda radical para exigir
públicamente la renuncia de Mesa y llamar a elecciones antecipa-
das, a menos que se echara atrás con respecto a los aumentos en el
precio del combustible. Una cuestión de fondo para Morales fue
como mantener su posición en el movimiento popular, en tanto se
mantenía al margen de la lucha de clases durante las huelgas contra
el gobierno, que aislaron a las ciudades de El Alto y Santa Cruz.
La izquierda radical, en este contexto, rechaza las elecciones
como un medio para alcanzar el poder estatal, pero Morales se res-

7. Varios analistas son de la opinión de que el acercamiento electoral de Evo


Morales a la política fue influenciado por su encuentro, en noviembre de 2003,
con el presidente de Brasil Lula da Silva (que había perdido tres elecciones presi-
denciales antes de llegar al poder, en 2002). Huelga decir que Lula le transmitió a
Evo que fuera paciente, que aprendiera de sus errores para representar a todos los
bolivianos, incluso a la elite económica. Como Lula declaró: “No puedes limitarte
a ser un líder indígena o un líder cocalero.” No tuvo que agregar que la política
electoral es el único camino hacia el poder estatal...
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 469

palda en la línea de la política electoral, siendo forzado a responder,


al mesmo tiempo, a la política radical de la izquierda revoluciona-
ria. Álvaro García, profesor universitario que forma parte de dicha
izquierda, y que a veces oficia como consultor de Morales (quien
hizo denodados intentos de acercamiento con respecto a la mayor
parte de la izquierda radical), en este contexto político, observa
que, “cuando los radicales son poderosos, se mueve en dirección
a ellos”. El punto es que Evo “teme perder su base de sustentaci-
ón con respecto a los elementos más radicales”, agrega García.
Y bien podría suceder. Sólo después de una reunión (a mediados
de marzo) con las seis federaciones cocaleras, él (o, más bien, la
dirigencia cocalera) decidió “radicalizar sus acciones” (La Razón,
20 de marzo de 2005).
La respuesta de Morales a la política radicai tiende a ser más
táctica que estratégica. Se vincula con la conclusión que hemos
inferido a partir de nuestro análisis de las diversas luchas de clases
y la política de cambio social. La conclusión inexorable es que la
política radical de movilización de masas es una condición indis-
pensable para promover la lucha hacia el cambio social y construir
un nuevo mundo de justicia social y desarrollo real basado en el
poder popular (control estatal por parte de los trabajadores). En la
práctica, es necesario combinar la política electoral con la política
de masas revolucionaria, como está descubriendo Morales. Apenas
una semana antes de que escribiéramos esto (20 de marzo de 2005),
Morales había tenido una serie de reuniones con los cocaleros que
forman la base social del movimiento que él aún conduce como
líder del MAS. Sea lo que fuere que haya acontecido en estos en-
cuentros, fue claro que Morales volvió al Congreso con un sentido y
un compromiso renovados con la política de la movilización social,
amenazando con radicalizar su política de resistencia popular si
el Senado no aprobaba la nueva ley de petróleo y gas, que exige
a las compañías petroleras que explotan los recursos estratégicos
del país aumentar el pago de regalías de un escaso 18% a un 50%.
470 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

“Nosotros [los cocaleros] hemos cambiado nuestros métodos de


lucha — declaró Morales —: de bloqueos [como una táctica de
presión sobre la acción parlamentaria] a los medios efectivos y
emblemáticos requeridos por la defensa de la patria” (La Jornada,
21 de marzo de 2005, p. 30).
Pero un pueblo movilizado es la condición sine qua non del
cambio revolucionario; y el cambio revolucionario es la única
solución.

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472

III.4
Mal gobierno, buena ‘gobernancia’:
sociedad civil contra movimientos sociales*

James Petras y Henry Veltmeyer

Pocos términos han adquirido tanta difusión como “globaliza-


ción” para describir los cambios distintivos de una época que han
caracterizado los últimos veinte años, y para prescribir una agenda
política sobre privatización, liberalización y desregulación. Como
descripción y prescripción, la globalización está asociada con po-
líticas neoliberales de ajuste estructural que fueron diseñadas para
crear una economía capitalista a nivel mundial, organizada así para
liberar las fuerzas de “la libertad, la democracia y la empresa pri-
vada” (para citar el Informe de Seguridad Nacional presentado por
George W. Bush al Congreso de los EE.UU. en septiembre de 2002).
Sin embargo, los promotores y los guardianes de este “nuevo orden
mundial” no han tenido tiempos fáciles: no sólo las desigualdades
sociales generadas en el proceso han producido crecientes niveles
y diversas formas de descontento y conflictos sociales, sino que las
fuerzas de resistencia al desarrollo global del capitalismo se han
nivelado contra el sistema, socavando y debilitando los regímenes
neoliberales comprometidos con las políticas de ajuste y globaliza-

* Extraído de Petras, J. y Veltmeyer, H. Movimientos Sociales y Poder Estatal. Argen-


tina, Brasil, Bolivia, Ecuador. Lumen México, Buenos Aires — México, 2005. Traducción
de Gabriela García Cedro.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 473

ción. En estas condiciones, las organizaciones internacionales que


están detrás de este proyecto han tenido que enfrentar una seria
cuestión política de “gobernabilidad”; por ejemplo, la ingoberna-
bilidad de las fuerzas liberadas de las limitaciones de la regulación
estatal (Bardhan, 1997; Kaufmann, Kraay y Zoido-Lobatón, 1999;
Banco Mundial, 1994).1
La “gobernancia”, en este contexto, se define como una forma
de reemplazar los mecanismos de control político asociados hasta
la fecha con el Estado-nación. Dentro del modelo neoliberal, el
Estado es visto de dos maneras. Por un lado, es considerado como
lo hizo Adam Smith: un dispositivo depredador y, en el lenguaje
de la “nueva economía política”, susceptible de clientelismo y
corrupción. Por el otro, el “Estado” (o el gobierno, para ser más

1. Uno de los primeros en reconocer y definir este problema fue Samuel Huntington,
quien, en 1975, junto con dos colegas trilateralistas, presentó un informe a la Comisión
Trilateral (Crozier et al., 1975), que identificaba la democracia como un sistema seriamen-
te viciado en su tendencia a generar expectativas y fuerzas de cambio radical que no son
fácilmente contenidas dentro del sistema. Diez años después, Robert Kapstein, director del
Consejo de Relaciones Exteriores de los EE.UU. (uno de los foros críticos más importantes
sobre política exterior de Washington, abocado a la construcción de “un nuevo orden mun-
dial” o, en lenguaje del neoconservadurismo, “el nuevo imperialismo”), planteó el espectro
de inestabilidad política e ingobernabilidad en el contexto de una tendencia hacia excesivas
desigualdades sociales, crecimiento de la pobreza y extrema polarización de la sociedad
mundial (Kapstein, 1996). El Banco Mundial en particular tomó este asunto seriamente,
considerándolo central en el desarrollo empresarial y su mandato, para aliviar la pobreza,
mediante un menor proceso de exclusión y, de ser necesario, mediante un mayor acceso de
los pobres a los recursos productivos de la sociedad (Banco Mundial, 1994). El año siguiente,
sin embargo, a diez años del artículo publicado por Kapstein en Foreign Affairs, se vio la
emergencia de otro problema que asumió proporciones críticas en Asia a mediados de 1997:
la crisis financiera asiática. Los problemas relacionados con esta crisis pusieron el tema de
la “gobernancia” en una agenda internacional como un asunto urgente: volver a regular o
controlar las vastas reservas de capital volátil, predominantemente en la forma de cartera
de inversiones, mediante una “nueva arquitectura financiera” (sobre esto ver, entre otros,
Stiglitz, 2002). Más recientemente, el tema de la “gobernancia” ha sido reexaminado en el
contexto de una reavivada preocupación respecto de que la polarización entre pobres y ricos
en la sociedad mundial y la economía global está amenazando con debilitar la democracia
y crear inestabilidad política (Karl, 2000).
474 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

precisos) es visto como un medio ineficiente de asignación de los


recursos productivos de la sociedad para la distribución social del
ingreso nacional. A este respecto, dentro de los parámetros del an-
tiguo y ahora caduco modelo económico en funcionamiento desde
los años cincuenta, el gobierno, en sus políticas de nacionalización
estratégica, proteccionismo respecto de la industria y las empresas
locales, y regulaciones de mercado, distorsionó el normal funcio-
namiento de éste, lo que provocó la fuga de capitales del proceso
de producción y generó, de este modo, problemas generalizados
de informalización, pobreza y desempleo, como así también de-
sequilibrio fiscal.
Desde esta perspectiva, el Estado estuvo sujeto a presiones
para efectuar reformas institucionales y políticas, en la dirección
del equilibrio macroeconómico (presupuesto-gastos) y ajuste
estructural y descentralización administrativa, resignando así su
capacidad para asignar recursos y reduciendo su rol económico
respecto de sus responsabilidades en el desarrollo y la programa-
ción social. Una dimensión política más estricta de estas reformas
fue la democratización, no tanto como un regreso al estado de
derecho y la política electoral, sino como un cambio en la relación
entre Estado y sociedad civil. Esto, sostenemos, es el meollo de la
cuestión gobernabilidad/gobernancia.
El problema — un problema que es tal para los promotores
de la globalización — consiste en que el neoliberalismo resulta
económicamente disfuncional, profundamente excluyente en
términos sociales, y políticamente insostenible, y genera fuerzas
desestabilizadoras de resistencia, en forma de movimientos socia-
les antisistémicos. Precisamente como medio para lidiar con este
problema, las organizaciones internacionales para el desarrollo y el
financiamiento se han vuelto tan decisivamente hacia la democra-
tización y la sociedad civil, contratando asociaciones voluntarias
sin fines de lucro (Organizaciones No Gubernamentales, ONG)
para convertirlas en sus agentes como “socios estratégicos”. La
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 475

agenda de esta estrategia es conseguir el apoyo de esas ONG para


descomprimir brotes revolucionarios en zonas rurales, a los efectos
de proporcionar a los campesinos pobres y al sector popular de la
sociedad una alternativa a los movimientos sociales y sus políticas
antisistémicas radicales.
Este capítulo analiza diversas dinámicas de dicho proceso po-
lítico. Ello significa que los movimientos sociales, que se formaron
como medios para resistir la agenda neoliberal de globalización y
desarrollo del libre mercado, son acosados por fuerzas diseñadas
para desmovilizarlos, desviando la lucha por el poder estatal en
una o más direcciones hacia políticas electorales, organizaciones
sociales reformistas o desarrollo local.

Sociedad civil, desarrollo y democracia

La globalización es una de las diversas ideas propuestas en el


léxico de la nueva “economía global”. Para los defensores de “un
nuevo orden mundial”, el márketing de la “globalización” implica
la globalización, en tanto política recomendada de desregulación,
liberalización y privatización, que estuvo acompañado por el resur-
gimiento de un concepto utilizado por el humanismo racionalista
del siglo XVIII (Iluminismo o “Edad de la Razón”), para distinguir
una esfera independiente del Estado, llamada “sociedad civil”. En
el contexto de un ataque neoconservador al Estado proteccionista/
desarrollista, la idea de “sociedad civil” adquirió prominencia en
el discurso político y del desarrollo, particularmente en conexión
con las sucesivas olas de democratización que comenzaron en
América latina y Europa del Este, y se extendieron por el mundo
en desarrollo.
En este marco, la “sociedad civil” fue vista como un agente
para limitar los gobiernos autoritarios, fortalecer el “empodera-
miento” (empowerment) popular, reducir la atomización social
476 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

y los inquietantes efectos de las fuerzas del mercado, reforzar la


responsabilidad política y mejorar la calidad y la generalización de
la “gobernancia”. La reconsideración de los límites de la acción del
Estado también condujo a una mayor toma de conciencia del rol
potencial de las organizaciones cívicas en la provisión de bienes
públicos y servicios sociales, ya sea separadamente o en cierta
relación “sinergética” con instituciones estatales. En este contexto,
pues, la idea de “sociedad civil” (como la de “globalización”) fue
convertida en un arma discursiva y una herramienta ideológica al
servicio del avance de una agenda neoliberal.
La discusión académica sobre la sociedad civil, sin embargo,
ha cambiado más allá de esta agenda y puede ser actualizada, ahora,
en tres categorías ideológicas: conservadora, liberal y radical. En tal
espectro ideológico, los liberales generalmente ven la sociedad civil
como una fuerza compensatoria contra un Estado indiferente y cor-
rupto, y contra corporaciones explotadoras que no toman en cuenta
las cuestiones ambientales ni los abusos respecto de los derechos
humanos (Kamat, 2003). Los conservadores, por el contrario, ven
en la sociedad civil los efectos benéficos de la globalización para el
desarrollo de la democracia y el progreso económico, a los efectos
de avanzar en la idea de libertad en su histórica marcha contra sus
enemigos (Chan, 2001). En cuanto a los académicos que comparten
la creencia en la necesidad de un cambio radical, la sociedad civil
es vista como un depósito de fuerzas de resistencia y oposición,
fuerzas que pueden ser movilizadas en un bloque contrahegemónico
o en un movimiento global antimovilización (Morton, 2004).
En efecto, la discusión académica, a través de sus corrientes
ideológicas contrapuestas, parece convergir en la sociedad civil,
viéndola como un agente de cambio en una u otra forma. El creci-
miento y el fortalecimiento de la “sociedad civil” (organizaciones
cívicas y sociales no gubernamentales) en los ochenta y los noventa
se ofrecen como pruebas de su capacidad de desarrollo autónomo
y de las virtudes de la “democracia”, un Estado sujeto a poderosas
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 477

tendencias democratizantes y fuerzas que favorecen la renovación


democrática. En este proceso de renovación democrática (o “rede-
mocratización”, como se lo menciona en la bibliografía), las ONG
tienen un rol predominante como organismos de primera línea en
una forma participativa y democrática de desarrollo y política, para
convencer, de este modo, a los campesinos pobres de las virtudes
del desarrollo local comunitario y de la necesidad de rechazar la
política confrontativa de los movimientos sociales.
En la década del ochenta, hubo una auténtica explosión de
ONG, muchas de las cuales fueron creadas tras un repliegue del
Estado. Se estima que una gran mayoría de las aproximadamente
37.000 ONG que operan hoy en diversos países en vías de de-
sarrollo se formaron en los ochenta o los noventa. Como se dijo
más arriba, las ONG, en este marco histórico, fueron contratadas
por organizaciones internacionales (y por los gobiernos compro-
metidos en el proyecto de desarrollo internacional) para difundir
el “evangelio” del libre mercado y la democracia, y para hablar a
favor de las virtudes de la organización y la acción “cívicas”, social
y democrática, dentro de los espacios locales disponibles en la
estructura nacional de poder.
A pesar de las severas reservas de varios gobiernos de los
países en desarrollo (a causa de sus “políticas”), las ONG, en
este proyecto, fueron consideradas infinitamente preferibles a los
movimientos sociales, que estuvieron generalmente orientados
hacia una acción colectiva en contra de la estructura de poder,
buscando cambiar esta estructura más que un lugar dentro de ella.
En este contexto político, las ONG fueron reclutadas por las or-
ganizaciones de ayuda exterior y los gobiernos, como socios en el
proceso de “desarrollo humano sostenible” y “buena gobernancia
(democrática)”; como guardianes de las desviaciones del Estado,
para asegurar su transparencia (inhibir o prevenir la corrupción y el
clientelismo), y como participantes en la formulación de políticas
públicas. El marco institucional para esta forma “participativa” de
478 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

desarrollo y política (y “gobernancia”, más que gobierno) sería


establecido por la descentralización de la capacidad de toma de
decisiones y responsabilidades asociadas, del nivel nacional al
local, y la institucionalización de “buena gobernancia”, esto es, un
régimen democrático en el cual la responsabilidad por la seguridad
humana y el orden político no esté restringida al gobierno y otras
instituciones del Estado, sino que sea ampliamente compartida por
diferentes organizaciones civiles (BID, 1996, 2000; OCDE, 1997;
PNUD, 1996; Banco Mundial, 1994).
El fenómeno global y el crecimiento explosivo de las ONG
reflejan nuevas políticas y un consenso político que son, de hecho,
y deliberadamente, agentes efectivos para el cambio democráti-
co; un importante medio para instituir una forma alternativa de
desarrollo iniciada desde abajo, socialmente inclusiva, equitativa,
participativa y sostenible. Tal visión de consenso está reforzada
por la evidencia de que el canal de “asistencia para el desarrollo”
de las ONG está dedicado más al desarrollo político que al econó-
mico, para asegurar transparencia (inhibir o prevenir corrupción y
clientelismo en el gobierno), promover la democracia en el proceso
de cambio, inculcar valores relevantes y respeto por las normas de
comportamiento democrático, alentando la adopción de políticas
“civilizadas” (diálogo, consultas, negociaciones) más que políticas
confrontativas, propias de los movimientos sociales.
En este sentido, el rol principal de las “organizaciones de la
sociedad civil” — el desarrollo político — pronostica una revisión
de la “democracia” en estrategias que se fusionan con el capitalismo
global y la agenda neoliberal. En verdad, un reconocido experto
inglés en desarrollo (Wallace, 2003) se ha preguntado públicamente
(y lo ha puesto por escrito) si las ONG, en este aspecto, han sido
usadas por organizaciones internacionales como caballo de Troya y
— no por hilar demasiado fino — como agentes del neoliberalismo
global. Los foros de política global, e instituciones como el Centro
de Desarrollo de la OCDE, la USAID, el Banco Mundial y el Banco
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 479

Interamericano de Desarrollo, así como organismos operativos de


las Naciones Unidas (como el PNUD), han convertido las ONG
en “fuerzas de democratización” dentro del “proceso de reforma
económica” (Kamat, 2003, p. 65). En este aspecto, Ottaway (2003,
p. vi) sostiene que ellas funcionan como agentes de “promoción
democrática”, una “nueva actividad que los organismos de ayuda
y las ONG [originalmente] emprendieron con algunas inquietudes
y recelos”, pero en los noventa “llegó a la mayoría de edad”.

La sociedad civil y el Estado

En los noventa, la percepción de las ONG como “caballos de


Troya del neoliberalismo global” (Wallace, 2003) también “llegó a
su mayoría de edad”. Pero la efectividad de las ONG a este respecto
es controvertida. En verdad, ha ocasionado cierto debate entre libe-
rales, en general bien dispuestos hacia las ONG, y conservadores
que las consideran “falsos salvadores del desarrollo internacional”
(Kamat, 2003).2
En el mismo contexto, economistas radicales — y nosotros
nos situamos aquí — tienden a ver las ONG como agentes (o
instrumentos) de intereses externos, deliberada o, con frecuencia,
involuntariamente. Y, en el mismo marco, tanto el desarrollo econó-
mico como la democracia aparecen como máscaras de una agenda
oculta, usada para imponer la política y el marco institucional de
un nuevo orden mundial contra la resistencia.
Esta aparente convergencia entre la izquierda y la derecha, en
una evaluación crítica del desarrollo de las ONG, pone en eviden-

2. Un contexto, lugares y publicaciones diversas para este debate fueron provistos por el
US Council of Foreign Relations, una serie de fundaciones y foros, así como “think thanks”
políticos, con sede en Washington, como el Carnegie Endowment for Peace y el Harvard
International Centre, preocupados por la promoción mundial de la democracia.
480 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

cia varios problemas involucrados en el uso del Estado como un


instrumento de poder político. Desde una perspectiva reformista
liberal, el Estado necesita ser fortalecido, pero también necesita
ser democratizado al servicio de un enfoque más inclusivo y par-
ticipativo del diseño y la implementación de políticas. Desde una
perspectiva neoliberal (y políticamente conservadora), sin embar-
go, el Estado es el problema. Por una parte, es un medio ineficaz
para distribuir los recursos productivos del sistema. Por otra parte,
como sostiene Adam Smith, el Estado es un dispositivo predador
con tendencia a servir intereses especiales y a capturar rentas de
las actividades económicas reguladas y, precisamente, auspiciadas
por él. Los funcionarios estatales, agregan los defensores actuales
de esta visión (como los economistas del Banco Mundial), están
sujetos a presiones que, la mayoría de las veces, terminan en casos
de corrupción. La solución: un Estado minimalista, sujeto a las pre-
siones democratizantes de la sociedad civil; por ejemplo, grupos y
organizaciones capaces de asegurar la transparencia en el proceso
de planeamiento de políticas.3
¿Y qué pasa con el Estado desde la óptica de una economía
alternativa, políticamente más radical? Desde esta perspectiva, el
Estado es un instrumento para un gobierno de clase, un depósito

3. Sobre esto, ver Anne Krueger (1974), execonomista en jefe del Banco Mundial
y directora gerente del FMI, y otros exponentes de la “nueva política económica”, así
como el Banco Mundial, que se ha “tragado” y diseminado ampliamente esta “teoría” del
Estado. Krueger es un exponente destacado de la “nueva política económica”, un enfoque
que representa a nivel teórico la ofensiva ideológica neoconservadora del capital contra
el trabajo, en condiciones de crisis sistémica. La “nueva política económica” enfatiza la
superioridad del mercado mundial, liberado de restricciones e interferencias del gobierno,
como motor de crecimiento y desarrollo económicos, y del sector privado como conductor
de ese motor. En el marco de esta economía política (por ejemplo, Bardhan, 1997; Krueger,
1974; y Rondinelli, McCullough y Johnson, 1989), el enfoque central del análisis ha estado
en la propensión de los gobiernos hacia el clientelismo, la economía de corrupción, el rol
de la “gobernancia” en el desarrollo económico y la descentralización en los “países menos
desarrollados”, como así también en la necesidad de controlar el surgimiento de tensiones
y violencia étnicas, por ejemplo, el problema de la “gobernabilidad”.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 481

de poder político concentrado, necesario para dar un nuevo rumbo


al proceso de desarrollo nacional: en una dirección socialista. En
este contexto, la esencia de lo que hoy es comúnmente conside-
rado como políticas de la vieja izquierda (o viejas políticas de la
izquierda) implica una lucha por el poder estatal.
Tanto los partidos políticos de izquierda como los movimientos
sociales tienden a estar orientados en esta dirección, si bien es cierto
que, en un nuevo contexto político, se ha visto la emergencia de
una nueva perspectiva y otro modo de hacer política (la política del
“no poder”), que consiste en evitar confrontaciones con las estruc-
turas de poder político y económico y, en lugar de ello, construir
el capital social de los pobres, para comprometerlos en proyectos
de desarrollo local.
En el mundo académico, las políticas de Estado están teóri-
camente construidas de ese modo. ¿Pero qué hay del mundo real?
En este contexto, y haciendo referencia específica al desarrollo en
América latina, el modelo principal de desarrollo económico des-
de hace dos décadas parece haber sido un poder de Estado doble:
evolución/involución. Por un lado, el marco político-institucional
para la toma de decisiones políticas ha estado sujeto a lo que se
denominó “Consenso de Washington”, con un correspondiente
cambio de dirección del poder político (respecto de políticas ma-
croeconómicas) hacia instituciones “internacionales” ubicadas en
Washington, como, por ejemplo, el Banco Mundial y el FMI. Por
otra parte, un proceso de “reforma” democrática ha condicionado la
institucionalización del “estado de derecho” y la descentralización
del gobierno (desde el centro a lo local), así como el fortalecimiento
de la sociedad civil; es decir, su capacidad para participar en la
formulación de políticas públicas.
Este último proceso se basa en diversas formas de asociación
entre organizaciones internacionales y gobiernos, por un lado, y la
sociedad civil, por otro. Y este desarrollo no ha sido casual; está
basado en una estrategia consciente, perseguida por las principales
482 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

organizaciones representativas del capital global y el nuevo orden


económico mundial (el “trust” de cerebros imperiales, como Salbu-
chi, 2000, define dichas organizaciones). Entre ellas, se encuentran
el Banco Mundial, bancos regionales como el BID, organismos de
ayuda exterior como USAID, el Centro de Desarrollo de la OCDE,
y organismos de las Naciones Unidas como PNUD, ENEP, FAO,
WHO. Cada uno sigue una estrategia de asociación con las ONG
y otras organizaciones de la sociedad civil, estableciendo así una
“división” (u “oficina”) con la cual trabajar, y registrando oficial-
mente aquéllas en condiciones de colaborar en una agenda común
de desarrollo, alivio de la pobreza y protección ambiental, una
forma alternativa de desarrollo (económico y social) participativo,
socialmente inclusivo y “humano”.
En este contexto, mucho del actual discurso académico sobre
el rol de las ONG en el proceso de desarrollo político y económico
enfatiza la cuestión de mejorar su efectividad organizacional, así
como su confiabilidad y su “autonomía” respecto de los gobiernos
y las organizaciones donantes. Como en el caso de las últimas,
muchas organizaciones que aglutinan varios grupos dentro del
sector de las ONG han buscado asiduamente una mayor indepen-
dencia, tanto de los donantes como de los gobiernos que contratan
“organizaciones voluntarias privadas” para ejecutar sus proyectos
y programas. Pero, por lo general, estos esfuerzos no han tenido
éxito. La mayoría de las veces, como en el caso de los EE.UU., las
principales ONG no sólo han encontrado resistencia por parte de
la comunidad donante, sino que también han debido enfrentarse
con categóricos esfuerzos para alinearlas. En cuanto a USAID, en
2003, el entonces director informó sin rodeos, en una asamblea de
ONG reunidas por Interaction (una organización “paraguas” que
aglutina ONG estadounidenses), que harían un mejor trabajo reco-
nociendo sus vínculos con el gobierno, como contratistas privados
de políticas públicas, o se arriesgaban a perder financiamiento.
Nuestra propia investigación (ver también Okonski, 2001) indica
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 483

que, en los últimos años, un número considerable de ONG se ha


vuelto totalmente dependiente de ese financiamiento.
Algunos llegan a sostener que el presunto rol de las ONG es
un espejismo que oscurece las maquinaciones (y los intereses) de un
Estado poderoso (imperialismo), de varias elites nacionales, y una
depredación por parte del capital privado. Hayden (2002) sostiene
esto desde una perspectiva conservadora. Sin embargo, nosotros
sostenemos lo mismo desde una perspectiva más radical sobre las
ONG como agentes del imperialismo, contratistas privadas de los
gobiernos del Norte, particularmente de los EE.UU.. Los gobiernos
del Sur, en muchos casos, sólo se manifiestan reticentes y van ale-
jándose tardíamente, con una actitud en cierto sentido escéptica, si
no hostil; actitud nacida de experiencias con ONG como guardianes
del Estado, especialmente en términos de cierta propensión hacia el
autoritarismo y la corrupción, desde la perspectiva de una agenda
para promover la democracia y sus relaciones con la sociedad civil.
En una situación de autoritarismo extendido, violación de derechos
humanos y otros abusos del poder político, las ONG, a lo largo
de los años ochenta, no tuvieron grandes problemas en asumir su
rol de intermediarias en la primera línea del desarrollo político y
económico. Sin embargo, en el contexto más democrático de los
noventa, varias ONG comenzaron a experimentar serias preocu-
paciones porque, en efecto (deliberada si no intencionalmente),
estaban llevando adelante la agenda de los donantes más que la
de los pobres urbanos y rurales, muchas de las cuales no estaban
orientadas hacia un desarrollo alternativo y una democracia repre-
sentativa, sino hacia un cambio más sustancial, basado en la acción
directa y los movimientos sociales. Esto es, democracia popular. En
este contexto, las principales ONG redoblaron sus esfuerzos para
conseguir una mayor autonomía de los donantes, a fin de poder así
responder mejor a los intereses y las prioridades del movimiento
popular. Como resultado, se vieron atrapadas entre una preocupa-
ción generalizada por aumentar su independencia respecto de sus
patrocinadores y de los esfuerzos de éstos para incorporarlas al
484 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

desarrollo y el proceso político, como socias estratégicas en una


agenda común.

Las ONG y la nueva agenda política

En la década del ochenta, las organizaciones de cooperación


internacional para el desarrollo estaban fundamentalmente preo-
cupadas por: a) convertir a las organizaciones de voluntarios en
agencias de desarrollo que pudieran mediar entre los organismos
proveedores de ayuda oficial y las comunidades de base, en el
reparto de ayuda exterior (Tendler, 1982); y, en el mismo contex-
to, b) promover la democracia tanto en la relación entre Estado y
sociedad civil como en las políticas de las organizaciones de base:
“buena gobernancia”, en la jerga oficial (Annan 1998; BID, 1996;
Blair, 1997; Kaufman et al., 1999; Mitlin, 1998; OCDE, 1997;
PNUD, 1996).
A finales de los años ochenta y principios de los noventa,
sin embargo, hubo un marcado giro en la práctica, señalado por
un cambio en el discurso — discurso del “tercer sector” —, que
privilegiaba las ONG con respecto al discurso de la sociedad civil,
que era más inclusivo, particularmente en lo relacionado con las
empresas generadoras de ganancias y asociaciones de negocios
que conforman el “sector privado” (Mitlin, 1998). Este giro en el
discurso coincidió, dentro de los círculos oficiales, con un reco-
nocimiento generalizado de la necesidad de reformar el programa
de ajuste estructural, para darle una dimensión social (una nueva
política social) y un “rostro humano” a todo el proceso (Cornia et
al., 1987; Salop, 1992).
El discurso político de los ochenta reflejaba las dinámicas
políticas del giro ideológico desde un proceso de desarrollo dirigido
por el Estado, o centrado en éste, hacia una forma de desarrollo
dirigido por el mercado, sobre la base de la privatización de la
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 485

empresa pública. Un discurso del “tercer sector”, en este contexto,


representaba una preocupación por una forma alternativa, más par-
ticipativa, de desarrollo y políticas postuladas ya no sobre la acción
del Estado (“desde arriba”), ni por funcionamiento del mercado
(“desde afuera”), sino iniciada dentro de la sociedad civil (“desde
abajo”). Sin embargo, desde la perspectiva de las organizaciones
de ayuda exterior, las IFI y los gobiernos, este discurso resultó
problemático en varios aspectos. Por un lado, estaba dirigido contra
el mercado y el Estado, contra la empresa pública y la privada. Por
el otro, trabajaba en contra de los esfuerzos de las organizaciones
de ayuda exterior para incorporar al sector privado dentro del pro-
ceso de desarrollo. El problema presentaba, entonces, dos caras:
una era cómo vencer la antipatía generalizada hacia las empresas
“privadas”, con fines de lucro, para verlas como parte de una posible
solución, más que como el problema principal; la otra consistía
en convencer al sector privado de que, en el proceso de desarrollo
social, podían generarse beneficios.
En cuanto al segundo problema, queda aún una preocupación
en el siglo XXI, lo que dificulta los esfuerzos de las Naciones Unidas
para establecer su “acuerdo global” con el sector privado (PNUD,
1998; Utting, 2000). En lo que se refiere al primer problema, sin
embargo, el discurso de la sociedad civil ha probado ser útil y efec-
tivo. De hecho, ha permitido que la comunidad de organizaciones
de ayuda exterior incorpore al sector privado dentro del proyecto
de desarrollo, como socio estratégico en el proceso de crecimiento
económico y “desarrollo humano sostenido”. La necesidad perci-
bida para esto fue establecida mediante la evaluación de estudios
que sugirieron que las ONG realmente constituían un canal útil a
las organizaciones de ayuda exterior, con respecto al desarrollo
político (promoción de la democracia) y a la construcción y el
fortalecimiento de capacidades (capital social); pero, a la vez, resul-
taron un medio ineficiente para activar la producción y el empleo,
y proveer “servicios financieros”. En este aspecto, la conclusión a
la que se llegó fue que era necesaria una nueva estrategia basada
486 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

en la acción de los gobiernos locales asociados con organizaciones


de ayuda exterior y ONG. Volveremos sobre esto.

Buena “gobernancia” y desarrollo alternativo

La evolución de las organizaciones comunitarias de base


dentro de la sociedad civil ilustra el ambiente modificado en el que
las ONG operan hoy en día. Kamat (2003, p. 65) también señala
las “graves implicancias” del nuevo escenario para “el desarrollo,
la democracia y la estabilidad política”. Dichas organizaciones
de base abogan por un enfoque del desarrollo “de abajo a arriba”
o “centrado en la gente”. Kamat destaca que son particularmente
vulnerables a lo que él (en cierto sentido, sorprendentemente) ve
como un “patronazgo inesperado” de los organismos donantes.
Pero lo que es más sorprendente es que Kamat vea este patrona-
zgo como “inesperado”. Las organizaciones comunitarias de base
surgieron en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial,
como respuesta al fracaso de los Estados desarrollistas para cubrir
las necesidades básicas de los pobres (en los setenta, la agenda
explícita de las organizaciones de ayuda exterior y los gobiernos
asociados del Norte).
En este contexto — además de una política exterior preo-
cupada por la expansión del comunismo y el notorio impulso de
algunas organizaciones populares y gobiernos para tomar el camino
de la revolución social hacia el desarrollo —, la USAID conformó,
auspició y financió numerosas organizaciones voluntarias privadas,
estadounidenses (unas 380 en los sesenta y los setenta), para actuar
como contratistas privadas de la agenda de política exterior del
gobierno. Y una gran cantidad de organizaciones comunitarias de
base de América latina fueron financiadas y patrocinadas de modo
similar.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 487

En muchos casos, los líderes de esas organizaciones eran, o


habían sido, activistas de movimientos feministas o de izquierda
radical, desilusionados con las políticas de lo que más tarde se de-
finiría como la “vieja izquierda”. Estas organizaciones favorecieron
generalmente un enfoque más social que político del desarrollo, con
interés por la justicia social y los asuntos locales. En este contexto
relativamente apolítico, estas organizaciones fueron agresivamente
seducidas, tanto por ONG como por organizaciones de ayuda ex-
terior del Norte, como el Banco Mundial; éste, hasta cierto punto,
prefería financiar y apoyar estas organizaciones “intermediarias”
o “de base local” en forma directa, antes que trabajar a través de
las ONG del Norte. La mayoría de las veces, estas organizaciones
comunitarias aceptaban el apoyo financiero, si no el tutelaje, de
las organizaciones de ayuda exterior como un mal necesario y,
con el tiempo, incluso como una virtud (para la construcción de
capacidades de autoayuda y capital social).
La naturaleza de su trabajo requiere que las organizaciones
comunitarias (u “organizaciones intermediarias de base”, en el
lenguaje del Banco Mundial) interactúen en forma directa con
las comunidades locales diariamente, construyendo relaciones de
cooperación y confianza, diseñadas a fin de comprender las ne-
cesidades locales, así como de confeccionar proyectos para estas
necesidades. El trabajo de tales activistas y organizaciones sociales
— identificadas por Rains Kothari como “formaciones políticas
no partidarias” — a menudo fue, y a veces aún es, considerado
sospechoso por los gobiernos de la región, muchos de los cuales,
según Ottaway (2003), son democráticos en la forma pero no en
el contenido (“semiautoritario”), ni en el objetivo de sus esfuerzos
de democratización. De acuerdo con su interés por “fortalecer la
sociedad civil”, las organizaciones de ayuda exterior se han volcado
cada vez más hacia estas organizaciones de base, antes que hacia
las ONG, como sus agentes ejecutores. La estrategia dominante,
sin embargo, está basada en la asociación con gobiernos locales,
488 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

organizaciones de base y el sector privado: un enfoque facilitado


por la amplia implementación de una política de descentralización
(Litvack et al., 1998; Manor, 1999; Morris y Lowder, 1992; Ron-
dinelli et al., 1989; Veltmeyer y Petras, 1997).
Los comienzos de los movimientos de desarrollo comunitarios,
en los cincuenta y los sesenta, significaron la emergencia de una
“cultura democrática pluralista” en muchos de los países en vías de
desarrollo, como así también de un interés por el desarrollo local
dentro del marco de reformas liberales de política nacional. Pero la
tendencia dominante para el desarrollo económico y político estaba
basada en la acción del gobierno central y del Estado. Sin embargo,
en el ambiente de la nueva política de reforma “estructural” de libre
mercado, esta incipiente cultura democrática fue cultivada por el
retorno de gobiernos civiles constitucionales y, en otro nivel, por
las extendidas políticas de privatización y descentralización. Con
el repliegue del Estado de la economía y de sus responsabilidades
sociales (y de desarrollo), la “sociedad civil” tuvo que hacerse
cargo: mediante organizaciones de autoayuda para los pobres de
la ciudad y un millar de comunidades de base y ONG para tratar
los temas del desarrollo social y económico, tales como salud,
vivienda, comida (“comedores comunitarios”), construcción de
capacidades y autoempleo. La formación de esta “sociedad civil”
fue una característica predominante en los ochenta.
En este medio creado por el “nuevo modelo económico” de
desarrollo capitalista de libre mercado neoliberal, las organizaciones
de base se volvieron un apéndice útil, incluso esencial, de las polí-
ticas perseguidas por organismos donantes como USAID: políticas
diseñadas para promover una “capacidad para la autoayuda”. La
falla de un modelo de desarrollo económico dirigido por el Estado,
en combinación con condiciones de crisis fiscal y debilitamiento
de la infraestructura estatal, como así también una disminución de
los derechos otorgados por el Estado a los pobres, condujeron a
los organismos donantes a canalizar una cuota aún mayor de ayuda
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 489

exterior (transferencias oficiales de recursos internacionales), a


través de organizaciones de base y un número creciente de ONG.
Al respecto, Gore, en su campaña por la vicepresidencia de 1994,
afirmó que, en cinco años (1999), más del 50 % de la ayuda exte-
rior se canalizaría. De manera similar, el Financial Times (julio de
2000) informó que el Reino Unido estaba cada vez más dispuesto a
financiar directamente ONG locales, pasando por encima de ONG
propias, como Oxfam.
La conjunción de un Estado en retirada y minimalista con el
incremento exponencial de ONG locales llevó a la conclusión de
que el fenómeno era análogo a una “franquicia (franchising) del
Estado” (Kamat, 2003, p. 66). En este contexto, tanto los orga-
nismos donantes como las IFI recomendaron la privatización de
la actividad económica y los servicios sociales — una tendencia
que, en todo caso, ya estaba en marcha —, y la asignación de ayu-
da exterior a las ONG comunitarias para los mismos programas.
En estas condiciones, las ONG de base proliferaron, así como las
ONG del norte, ansiosas de ocupar los espacios abandonados por
un Estado en retirada.

De lo global a lo local

El flujo de fondos externos, combinado con la presión para


ocupar los espacios que el Estado dejó vacantes, forzó a muchas
ONG, particularmente a aquellas que eran de base comunitaria, a
reestructurar sus actividades de acuerdo con un nuevo enfoque de
asociación con las organizaciones de ayuda exterior. Según Kamat
(2003, p. 66), en este proceso, la ética organizacional que distinguía
a las organizaciones de base como “democráticas” y representa-
tivas de la voluntad popular se va debilitando lentamente. Antes
que nada, generalmente estas organizaciones tienen una base de
miembros activos en las comunidades en las cuales trabajan, sean
490 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

gente de los barrios bajos de la ciudad o campesinos pobres. Sin


embargo, esos grupos “objetivo” (o grupos “cliente”) a nivel local
aparecen cada vez más involucrados en esfuerzos para “fortalecer
la sociedad civil”, al incorporarse al proceso de toma de decisiones
a nivel local. Esta forma de “democracia popular directa” fascina
a los organismos donantes y a la “izquierda social”, pero conviene
a los primeros e incomoda a la segunda. Por un lado, identifica la
fuerza singular de las ONG, que, según el Banco Mundial, consiste
en “su capacidad para llegar a comunidades pobres y áreas remotas,
promover la participación local y operar a bajo costo, identificar
las necesidades e incorporar recursos locales”. Por otro lado, la
democracia directa resulta inconveniente por “sus limitadas replica-
bilidad, autosustentabilidad, capacidad de dirección” y su “acotado
contexto para programas y politización” (Kamat, 2003, p. 66).
En este marco, las ONG se transformaron, lenta pero segu-
ramente, de organizaciones establecidas para servir a los pobres
en lo que el Banco Mundial describe como “ONG operacionales”,
contratistas privadas de sus políticas, que operan dentro de “distritos
pobres” con un enfoque y una dirección más o menos apolíticos
(microproyecto), pero que no están originadas ni forman parte de
esas comunidades. Ante todo, la implementación de proyectos
locales requiere un entrenamiento en habilidades específicas, más
que una educación general que involucre análisis de políticas y
procesos socioeconómicos. Como resultado, ONG tras ONG fueron
forzadas a adoptar un enfoque más estrechamente económico y
apolítico que antes para trabajar con los pobres. Al mismo tiempo,
la participación local en la toma de decisiones se fue limitando
a proyectos de pequeña escala que apelan a los recursos locales
con la inyección de fondos externos mínimos para el alivio de la
pobreza; y esto no está basado en un cambio social sustancial en
la distribución ni el acceso a recursos nacionales y locales. En este
marco, los grupos comunitarios locales son abandonados para que
celebren su “empoderamiento” (capacidad para tomar decisiones
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 491

con respecto a la distribución de recursos locales y la asignación


de fondos para aliviar la pobreza), mientras que los poderes reales
retienen su ya existente (y desproporcionada) participación en los
recursos nacionales y locales, y el derecho legal sobre sus propie-
dades, sin presiones hacia un cambio radical. En efecto, la forzada
profesionalización de las ONG de base y su consecuente despoli-
tización representan las dos caras del mismo proceso, produciendo
un conjunto común de efectos: mantener intacta la estructura de
poder existente (respecto de la distribución de los recursos de la
sociedad) mientras se promueve un grado (y una forma local) de
cambio y desarrollo.

¿“Empoderamiento” o despolitización?

Según la CEPAL (1990), en el conocido estatuto programático


de su alternativa al modelo neoliberal (Transformación productiva
con equidad), diseñado, como el modelo de “desarrollo humano
sostenido” del PNUD publicado el mismo año (1990), para darle
al programa de ajuste estructural una dimensión social y un rostro
humano a todo el proceso, la “participación” es el “eslabón perdi-
do” entre el proceso de “transformación productiva” (conversión
tecnológica del aparato productivo) y la “equidad” (expansión
de las bases sociales de ese aparato). El Banco Mundial había
“descubierto” recientemente que “la participación” no es sólo una
cuestión de “equidad”, como entendía la CEPAL, sino también de
“eficiencia económica”: sin ésta, los programas y los proyectos de
desarrollo tienden a fracasar.
Debe decirse aquí que este reconocimiento, formulado ya en
1989, no llevó al Banco a adoptar enfoques más inclusivos de polí-
tica macroeconómica, la cual, por todo respecto, es profundamente
exclusiva y está diseñada para beneficiar sólo a aquellas empresas
que sean productivas y competitivas. De cualquier modo, el Banco
492 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Mundial está esencial y completamente de acuerdo con los otros


organismos operacionales del sistema de las Naciones Unidas en
que la descentralización del gobierno, si no del Estado, es una
condición indispensable tanto para una forma más democrática y
participativa de desarrollo económico y social (esto es, integral o
humano) como para el establecimiento de un régimen de “buena
gobernancia (democrática)”; orden político que opera sobre la base
de un gobierno tan pequeño como sea posible pero con un “siste-
ma de control social” basado en el consenso de la sociedad civil,
al menos entre los que el Banco Mundial y el BID definen como
“stakeholders” (afectados o interesados). Sobre esta base, tanto el
Banco Mundial como el BID han sido los principales defensores
de las políticas de descentralización, así como de las virtudes de
la democracia y el desarrollo locales. (BID, 1996; Blair, 1995;
OCDE, 1997; Rondinelli, McCullough y Johnson, 1989; PNUD,
1996; Banco Mundial, 1994).
El nuevo énfasis en la implementación de proyectos a nivel
local, producto de la generalizada descentralización administrativa
(y pronto financiera), ha tenido numerosos efectos. Primero, ha
desviado la atención de la necesidad de un cambio “estructural” a
gran escala en la asignación/distribución de los recursos productivos
de la sociedad. Los proyectos de desarrollo son implementados
dentro de áreas disponibles o abandonadas por las estructuras de
poder político y económico (derechos de propiedad y capacidad
de toma de decisiones respecto de los recursos productivos de la
sociedad). Segundo, ha resultado en enfocar programáticamente
las capacidades individuales, minimizando el interés por las causas
“estructurales” (sociales y políticas) de la pobreza, rechazando los
esfuerzos para combatirlas de manera confrontativa y promoviendo,
en cambio, formas pacíficas (“democráticas”) de acción política,
tales como consultas, diálogo, negociaciones, etc.
Este enfoque más bien apolítico y gerencial (microproyectos)
del desarrollo de la comunidad hace uso de la noción liberal de
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 493

“empoderamiento”, en la cual los pobres son alentados a encontrar


una solución “empresarial” a sus problemas. En este contexto, la
OCDE (1997, p. 30) define su enfoque como “ayudar a los pueblos
del mundo a desarrollar aptitudes y habilidades para resolver sus
propios problemas”. Como se dijo anteriormente, el Banco Mun-
dial adoptó la estrategia de “empoderamiento” y “participación”,
al menos en un nivel retórico (sin ningún mecanismo efectivo o
específico para producir estas condiciones), en nombre no sólo de
la “equidad” sino también de la “eficiencia económica”.
Esta noción empresarial o neoliberal de “empoderamiento” es
completamente diferente de su comprensión crítica como forma de
desarrollo alternativo, promovida por las organizaciones de base.
En este discurso neoliberal del “empoderamiento”, el individuo,
como depositario de recursos humanos (conocimientos, aptitudes,
capacidad para decidir y actuar), es postulado como el problema y, a
la vez, la solución al tema de la pobreza. Por supuesto, esto es con-
gruente con la noción utilitaria del individuo, una vez liberado de la
coacción impuesta por el Estado, como agente de elección racional
(para maximizar las ganancias y minimizar o evitar las pérdidas),4
dejando de lado el hecho de la responsabilidad estatal en redistribuir
los ingresos generados por el mercado y la notoria necesidad de un
cambio radical, no en dirección del mercado sino lejos de éste.
El enfoque de “crecimiento con equidad” (crecimiento re-
distributivo/necesidades básicas) de los reformistas liberales, en
los setenta, estaba centrado en el rol del Estado como un agente
con el poder de redistribuir los ingresos generados por el merca-
do mediante una progresiva política impositiva, redirigiéndolos
a programas sociales y de desarrollo, diseñados para beneficiar

4. Esta noción, el Homo economicus en el discurso teórico de la microeconomía, no


sólo es la base de la economía neoclásica y el pensamiento neoliberal, sino también de un
modelo de comportamiento político y de funcionamiento del Estado, elaborado por Anne
Krueger.
494 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

no sólo a los pobres sino a toda la población, para cubrir así sus
necesidades básicas. Sin embargo, en el nivel de las ONG, este
enfoque sobre las necesidades básicas incluía, de hecho, si no a
propósito, una política de concientización: educar a los pobres en
asuntos políticos y estructurales, como la concentración de poder
político y económico en manos (y en instituciones) de la elite, y en
sus propios derechos políticos. En el contexto latinoamericano, la
Acción Católica estuvo particularmente orientada en este camino
sobre la base de la llamada “teología de la liberación”, implemen-
tada a partir de un trabajo de extensión en la pastoral. Sin embargo,
desde la perspectiva de los donantes, este enfoque era problemático
e incluso políticamente peligroso (esto es, desestabilizador), ya
que podía — y en diferentes contextos lo hizo — incentivar a los
pobres a perseguir una reforma que excediera lo institucional y lo
político (y los microproyectos de “autoayuda”), buscando formas
más radicales de cambio basadas en la acción colectiva; incluso,
la revolución social.
La cuestión de los pobres, en este marco, era si debían tener
poder como individuos para tomar decisiones relacionadas con
el desarrollo local de “autoayuda” (básicamente, cómo y dónde
asignar los fondos para aliviar la pobreza), o como parte de una
colectividad o comunidad que ejerciera una acción directa contra
las estructuras del poder político y económico (y contra quienes lo
poseen). Hay una dimensión política significativa en esta cuestión.
Es decir, ¿el “empoderamiento” de los pobres implica necesaria-
mente una pérdida de poder de los ricos, forzándolos a renunciar
a algo de su “propiedad” (una parte de los recursos productivos
de la sociedad y los ingresos asociados) y compartir con aquéllos
el poder o la capacidad de toma de decisiones? En esta cuestión,
las políticas fueron suficientemente claras, estableciendo para las
ONG el rol que vendrían a jugar; no el rol que tomarían por sí
mismas, sino aquel que les asignaban como contratistas privadas
de políticas públicas.
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 495

En términos de desarrollos reales desde los setenta, el efecto


no ha sido “empoderar” a los pobres (aumentar su control en la
toma de decisiones sobre condiciones que afectan directamente sus
medios de vida), sino más bien despolitizar sus organizaciones de
base, y por ello inhibir la movilización política de las fuerzas de
oposición al “sistema”. Finalmente, las comunidades pobres han
sido “empoderadas”, pero sólo para tomar decisiones respecto de
cómo gastar los miserables e inadecuados fondos para alivio de la
pobreza que les son dados. Y esto, a cambio del compromiso de
aceptar la institucionalidad existente y las políticas macroeconó-
micas que la apoyan.
Estudios en distintos países, así como su implementación sub-
secuente, confirman esta práctica y el rol de las ONG al respecto.
Por ejemplo, Mirafab (Kamat, 2003, p. 69) detalla la conversión
de las ONG mexicanas desde organizaciones orientadas hacia “un
profundo cambio estructural mediante concientización, formulación
de demandas y oposición al gobierno” a organizaciones interesadas
en una “progresiva mejoría de las condiciones de vida de los pobres
mediante la autoconfianza de las comunidades”. Este proceso no
fue privativo de México. En efecto, en casos demasiado numerosos
para mencionarlos, las ONG de base se desviaron de los programas
de “empoderamiento” que involucraban la organización política de
los pobres basada en la concientización (educación sobre políticas
gubernamentales injustas o estructuras sociales no equitativas). En
su lugar, a instancias de los donantes, las ONG se volvieron hacia
un enfoque de “entrenamiento de habilidades” para la mitigación
de la pobreza, proveyendo ingresos sociales y económicos (capital
social), sobre la base de estimaciones técnicas de las necesidades,
las capacidades y los valores de los pobres.
Las dinámicas de este proceso de conversión respecto del
rol de las ONG puede resumirse de la siguiente forma. Las “ONG
operacionales” — para usar el lenguaje del Banco Mundial —,
que establecieron relaciones instrumentales con sus distritos en
496 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

las comunidades marginales de pobres rurales y urbanos, permiten


que los expertos en desarrollo procedan como si las demandas del
pueblo (caminos, electricidad, almuerzos, control de la natalidad,
microfinanciamiento y cría avícola, para nombrar sólo algunas)
fueran conocidas y definidas de antemano. En este contexto, Kamat
(2003, p. 65) afirma que el “empoderamiento” y la participación son
simuladas por las ONG y sus organismos donantes, así como sus
prácticas se van alejando progresivamente del significado de estos
términos; es decir, están incapacitadas o no tienen poder en lo que
se refiere a generar los cambios necesarios para mejorar el acceso
de los pobres a los recursos productivos de la sociedad.
La popularidad de los proyectos de microcrédito o microfi-
nanciamiento en la práctica del desarrollo puede entenderse en una
situación en la que el Estado ya no es el principal responsable de la
creación de empleo, y abandona todo intento de mejorar el acceso
de los pobres a recursos productivos de la sociedad, como la tierra.
A comienzos de los ochenta, hubo un fuerte impulso tanto para la
privatización de los medios de producción como para la desregu-
lación del mercado, liberando al sector privado de las restricciones
gubernamentales y enfatizando su rol respecto del desarrollo eco-
nómico. En este clima, hasta las responsabilidades y los fondos del
Estado en el área de desarrollo social (educación, salud y bienestar
y seguridad social) fueron recortados, trasladando las primeras al
nivel de los gobiernos locales y disminuyendo los últimos a fin de
equilibrar las cuentas y el presupuesto del gobierno nacional. El
“empoderamiento” de los pobres, como señala la OCDE (y retoman
USAID y otras organizaciones donantes), se define en este contexto
como un medio de autoayuda, para ayudar a las organizaciones
comunitarias de base a que se ayuden a sí mismas.
No se ayuda a los pobres a mejorar su acceso a los recursos
productivos de la sociedad — tierra (recursos naturales), capital
financiero (crédito), capital físico (tecnología) —, sino que se es-
pera que ellos construyan su propio capital social, ampliando sus
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 497

capacidades para obtener y mantener sus medios de subsistencia


(UNRISD, 2001).
Los programas y los proyectos de microfinanciamiento o cré-
dito (Martínez Nogueira, 1991) responden eficazmente a la agenda
neoliberal, en la que los riesgos corren por cuenta de empresarios
individuales, a menudo mujeres pobres que son forzadas a competir
por oportunidades y recursos limitados, dentro de un mercado muy
restringido. La promesa de seguridad de los medios de subsistencia
— y desarrollo local — se traduce, de este modo, en la utilización
óptima de las capacidades y los recursos propios, antes que en
una acción contra el sistema. Al respecto, Kamat (2003, p. 65)
concluye que la “democratización” representada por las ONG es
más simbólica que sustantiva. La mayor parte está comprometida
a producir un tipo particular de democracia que coincide con un
contexto económico neoliberal. En este marco, Heloise Weber
(2002, p. 145), investigadora del University of Warwick’s Centre
for the Study of Globalisation and Regionalisation, observa que el
microcrédito, particularmente en su forma paradigmática, la boli-
viana, es una estrategia iniciada desde afuera (“en el nivel de las
instituciones globales”) como medio de hacer progresar la agenda
de la globalización (“una herramienta que favorece los mandatos
de la globalización”); y, agrega, una herramienta usada “para las
implicancias de la gobernancia global”. Una de esas implicancias,
tal como ella lo ve (y también Rahman, 1999), es que, “desde la
perspectiva de los arquitectos del desarrollo global, la armonización
de la política social local a nivel global provee un coherente conjunto
de herramientas que pueden facilitar también la administración de la
agenda de globalización. La agenda del microcrédito (y, por ende,
la estrategia de ‘alivio de la pobreza’ del Banco Mundial, el ‘apoyo
sostenido para los pobres’) es propicia para facilitar cambios en las
políticas a nivel local de acuerdo con la lógica de la globalización;
mientras, al mismo tiempo, favorece su potencial para disciplinar
498 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

localmente dentro de la agenda de la ‘gobernancia’ global” (Weber,


2002, p. 146).
En tanto política iniciada no a nivel nacional (ni mucho menos
local) sino, como señala Weber, en el nivel de las “instituciones
globales” (el Banco Mundial, etc.), el microcrédito o microfinan-
ciamiento es un “ejemplo explicativo” de aquello a lo que Deacon
(2000, p. 213) se ha referido como “supranacionalización de la
política social local”. En este sentido, el microcrédito, como es-
trategia dominante del desarrollo de autoayuda local, basado más
en el capital social de los pobres que en la inyección de “fondos
sociales” (el medio más popular de implementación de programas
de microcrédito), también tiene “repercusiones críticas para la lucha
política” (Weber, 2002, p. 146). Para empezar, debilita la “provisión
democrática (democratic provision)” (Latham, 1997).

Conclusión: las ONG como una alternativa a los


movimientos sociales

El impulso hacia la democracia liberal de las dos décadas pa-


sadas es parte de una eficiente estrategia de buena “gobernancia”,
perseguida bajo la égida del Banco Mundial y otras organizaciones
internacionales de desarrollo. Otros elementos de esta estrategia
incluyen: a) democratización de las relaciones de poder entre la
sociedad civil y el Estado; b) fortalecimiento de la “sociedad civil”
respecto de su capacidad para participar en la formulación de po-
líticas públicas, y c) “empoderamiento” de los pobres mediante la
acumulación de su “capital social”, construyendo redes de apoyo
a la estrategia de autoayuda.
El principal medio para generar la democratización de este
modo ha sido la descentralización, una política instituida por mu-
chos países en los ochenta y los noventa. La descentralización ha
adoptado diversas formas, pero la mayoría de las veces implica una
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 499

delegación de las responsabilidades del gobierno y la capacidad


de formulación de políticas, desde el centro a niveles más bajos
de gobierno. Irónicamente, fue Augusto Pinochet, a comienzos de
los setenta, el pionero de esta política, así como del paquete de
“reformas económicas generalizadas”, usado por el Banco Mun-
dial para construir su programa neoliberal de reformas de ajuste
estructural. Respecto de esta política de descentralización, Pinochet
habló de “dar al mundo una lección de democracia”, aquello que
el Banco Mundial (1989, 1994) ha venido a definir como “buena
gobernancia”: gobernar mediante un consenso construido a parir
de la participación de comunidades locales en decisiones relacio-
nadas directamente con condiciones que las afectan. El eje de esta
política es la “participación popular”, concebida por la CEPAL
(1990) como el “eslabón perdido” entre el interés neoliberal por la
“transformación productiva” y el principio de “equidad” promovido
por estructuralistas y reformistas. En los ochenta, el concepto de
“participación popular” fue incluido dentro de la “buena gober-
nancia” y tratado como principio fundamental, tanto en el diseño
de proyectos como en el reparto de ayuda para el desarrollo y los
servicios. La participación popular, en esta perspectiva, es definida
como un asunto de “equidad” y “eficiencia”, así como de “buena
gobernancia”.
Pero esta preocupación por la buena “gobernancia” no es
lo que parece ser, un asunto de participación popular. Detrás de
la noción de “gobernancia”, hay un interés fundamentalmente
político por establecer las condiciones necesarias para implemen-
tar el nuevo modelo económico de desarrollo capitalista de libre
mercado, a fin de captar la capacidad y la voluntad política de los
gobiernos nacionales para “mantener el curso” (ajuste estructural,
globalización) y, consiguientemente, la estabilidad del nuevo orden
económico mundial. Igualmente importante es la necesidad ope-
racional y política de someter las economías locales (nacionales)
y los “mercados emergentes” a los dictámenes del capital global.
500 COYUNTURA ACTUAL, LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Ésta es la agenda del imperialismo estadounidense o euronortea-


mericano, la que define la ideología de la globalización y la acción
de las organizaciones internacionales para el desarrollo. Tanto la
globalización y el desarrollo cuanto los “metaproyectos” geoestra-
tégicos pueden ser desenmascarados como formas encubiertas de
imperialismo y plantean serias cuestiones sobre el rol de las ONG
en ese proceso.
Puede concluirse que estas organizaciones cumplen un rol
críticamente importante en el desarrollo de la agenda imperia-
lista. En los setenta, muchas fueron convertidas en agencias del
“desarrollo” de primera línea, para predicar el evangelio de las
virtudes de las reformas sociales y políticas; y, dentro del contexto
de microproyectos de desarrollo local, contrapesar las crecientes
presiones para un cambio revolucionario. En los ochenta, en un
contexto diferente (crisis de deuda externa, implementación de un
nuevo modelo económico, privatización y reforma estatal, demo-
cratización), las ONG fueron nuevamente alistadas en la declarada
“guerra contra la pobreza” del Banco Mundial, como agencias de
democracia (popular) y desarrollo (alternativo), como socios en el
desarrollo empresarial, así como un enfoque no confrontativo del
cambio social.
Este proyecto avanzó, y el proceso se consolidó, en los noven-
ta, lo que generó condiciones que facilitaban la acción del imperia-
lismo euronorteamericano. Un factor crítico en esta consolidación
fue la creación de regímenes clientes comprometidos con el modelo
neoliberal de desarrollo capitalista y la globalización. Pero otro
factor crítico fue la incorporación de la “sociedad civil” al proceso
de desarrollo y democratización. Una parte de la sociedad civil, en
la forma organizacional de movimientos sociales, se comprometió
con el proyecto político de oposición al neoliberalismo y la globa-
lización, movilizando las fuerzas de resistencia en un movimiento
popular o (en lenguaje gramsciano) un “bloque contrahegemónico”
de “poder popular”. Sin embargo, otra parte, en la forma de ONG,
MOVIMIENTOS SOCIALES, SOCIEDAD CIVIL Y PROCESOS DE LUCHAS 501

ha sido cómplice del imperialismo euronorteamericano, proveyendo


importantes servicios ideológicos y políticos.
La intención real de estas ONG no es lo importante. En muchos
casos, los individuos involucrados creen genuinamente que están
actuando en interés de sus comunidades locales, brindando a los
“pobres” servicios y beneficios esenciales. No obstante, debemos
considerar a qué intereses están en realidad sirviendo sus “accio-
nes”, como socios estratégicos de organizaciones internacionales. Y
la pregunta fundamental, que plantearemos más adelante, en nuestro
estudio de los casos de Bolivia y Ecuador, es: ¿Cómo funcionan las
ONG dentro de la relación del Estado con los movimientos sociales
y la lucha por el poder político?

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