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Relato de mi vida, Miguel Ángel de Quevedo

“Según dije, fue para mí motivo de providencia económica la adquisición del mencionado
Rancho de Panzacola, pues organicé la explotación de la piedra basáltica y me propuse
llenar de árboles ese Pedregal que ni una yerbita tenía. Para la explotación de la piedra
basáltica encontré la dificultad de que se creía entonces que esa clase de piedra no era
aprovechable para las construcciones, empleándose tan sólo en la ciudad de México la
piedra de Chiluca, arenisco conglomerado con poca resistencia y que se mancha con las
lluvias, y la piedra andesítica de la Sierra de Guadalupe, vidriosa y quebradiza, y la de
tezontle escasa ya y que sólo para edificios de estilo colonial es apropiada. Por todo esto,
y convencido el amigo ingeniero don Roberto Gayol de las buenas cualidades de la piedra
basáltica del Pedregal de Coyoacán para formar los cimientos de las fincas y su basamento
o zócalo, así como también para la construcción de calzadas, me acompañó a la Escuela de
Ingenieros, antigua de Minería, para que diera yo una conferencia sobre las cualidades de
las diversas rocas utilizables en las construcciones de la Capital y dejé bien acreditado el
basalto de los pedregales del sur del Valle. pp. 87-88

Cantera adyacente a El Altillo- Miguel Ángel de Quevedo encontró figurillas y vasijas, que
se describieron como “idénticos a los que se encontraban bajo la Pirámide de San Juan
Teotihuacán” pp. 87-88

Sus políticas forestales, juzgadas a la luz de los tiempos, si bien pueden elogiarse por su
intención, no pueden dejar de verse críticamente. Así como promovió la reforestación de
miles de hectáreas en todo el país y se esforzó en una empresa de saneamiento social a
través de la transformación del espacio arquitectónico y urbano sin precedentes en
México, también decidió desecar los pantanos de mangle de La Laguna de los Cocos,
cercana al Puerto de Veracruz, por considerarla “principal foco de las enfermedades que
en Puerto se desarrollaban” para convertirlas en un vivero de casuarinas. P 41

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