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INSTITUTO DE CRIMINOLOGÍA

UNIVERSIDAD DE MADRID

 
 

APUNTES DE
CLÍNICA CRIMINOLÓGICA

Carlos María LANDECHO VELASCO, S.M.

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ÍNDICE GENERAL
INTRODUCCIÓN

LECCIÓN 1: NOCIONES GENERALES. pág


1. Concepto de Criminología Clínica.- II. Fines, III. División. IV. Bibliografía..................................................................4

LECCIÓN 2: DESARROLLO HISTÓRICO


I. Nacimiento de la Criminología Clínica. - II. Campo Penitenciario: Argentina, Bélgica. Países anglo-sajones.
Relaciones Actuales. - III. Campo Judicial: Problemática. Desarrollo Histórico. - IV. La Investigación
Clínica...............................................................................................................................................................................9

PRIMERA PARTE: TEORÍA DE LA PERSONALIDAD CRIMINAL

LECCIÓN 3: LA PERSONALIDAD CRIMINAL


I. Puntos de Partida: No especificidad del Delincuente. Diferenciación Específica. Diferencia Meramente Cuantitativa.
- II. Estado Peligroso: Concepto. Componentes. Formas. Modos de Investigación del mismo. - III. Personalidad
Criminal: Concepto diferencial del delincuente. Factores integrantes de la personalidad criminal................................20

LECCIÓN 4: EL EGOCENTRISMO
I. Estudio Clínico General: Concepto. Clase. Teorías etiológicas. - II. Manifestaciones Clínico-Criminológicas:
Delincuentes anormales. Delincuentes normales. Resumen. - III. Paso al Acto del Egocentrismo; Respecto a sí
mismo. Respecto a los demás.......................................................................................................................................36

LECCIÓN 5: LA LABILIDAD AFECTIVA.


I. Estudio Clínico General: Concepto. Denominaciones. Clases. Teorías etiológicas. - II. Manifestaciones
clínico-criminológicas: Delincuentes anormales. Delincuentes normales. Resumen. - III. Paso al acto del
lábil.................................................................................................................................................................................47

LECCIÓN 6: LA AGRESIVIDAD.
I. Estudio Clínico-Criminológico General: Concepto. Clases. Teorías etiológicas. II. Manifestaciones
clínico-criminológicas: Delincuentes anormales. Delincuentes normales. Resumen. - III. Paso al Acto del
Agresivo.........................................................................................................................................................................63

LECCIÓN 7: LA INDIFERENCIA AFECTIVA


I. Estudio Clínico General: Concepto. Diferencia con el sentido moral. Clases. Teorías etiológicas. II. Manifestaciones
Clínico-Criminológicas: Delincuentes anormales. Delincuentes normales. Resumen. - III. Paso al Acto del Indiferente
Afectivo..........................................................................................................................................................................76

SEGUNDA PARTE: ESTUDIO CLÍNICO DEL DELINCUENTE

LECCIÓN 8: PRESUPUESTOS DE LA CLÍNICA


I. Resumen de los Resultados Obtenidos: Estado peligroso. Componentes del Mismo. II. Método de Trabajo:
Observación. Interpretación. Actuación. Resumen. III. Equipo criminológico: Necesidad. Composición del equipo. IV.
Dirección del equipo. Funcionamiento del equipo.........................................................................................................91

LECCIÓN 9: EL EXAMEN CLÍNICO-CRIMINOLÓGICO


I. Métodos Fundamentales: Examen clínico. Examen psicológico. Examen psiquiátrico. Examen social. Examen
jurídico. - II. Métodos especializados. Examen médico. Examen Psicológico. Examen Psiquiátrico. Examen
Sociológico. Examen Jurídico......................................................................................................................................110

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LECCIÓN 10: DIAGNÓSTICO-CRIMINOLÓGICO


I. Resumen de los resultados obtenidos: Estado peligroso. Componentes del mismo. 1. Diagnósticos parciales: De la
capacidad criminal. De la adaptabilidad social. - II. Diagnóstico del estado peligroso: Fenomenológico.
Etiológico.....................................................................................................................................................................121

LECCIÓN 11: PRONÓSTICO COMPORTAMENTAL


I. Pronóstico basado sobre el diagnóstico: Pronóstico del sujeto actual. Posibilidades de variación del probando. - II.
Otros métodos de pronóstico. Área germana. Área anglosajona. Valoración final.

LECCIÓN 12: PROGRAMA DE PROFILAXIS.


1. Consideraciones generales: Posturas doctrinales. Estructuras jurídicas. El predelincuente adulto. Contenido de la
Ley de vagos y maleantes. Categorías. Medidas aplicables. Valoración.

LECCIÓN 13: PROGRAMA DE TRATAMIENTO DEL DELINCUENTE


I. Consideración generales. - II. Cuadro externo: Condena condicional. Tratamiento institucional. Tratamiento en
semi-libertad condicional. Resumen. III. Contenido del programa de tratamiento; Quirúrgicos. Neuroquirúrgicos.
Médicos. Pedagógicos. Psicoterapéuticos. Resumen. IV. Práctica del programa de tratamiento: Generalidades. La
edad. Standarización de los resultados.

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INTRODUCCIÓN
LECCIÓN 1º.
NOCIONES GENERALES
Las dos primeras lecciones del Programa intentan introducirnos en la Clínica Criminológica y
especialmente hacer ver el entronque de la misma con el resto de las disciplinas, que forman lo que hoy
se entiende por Criminología.
Por ello vamos a exponer en la presente lección unas nociones generales sobre el concepto, fines y
división de la Criminología Clínica (seguidas de una breve bibliografía); mientras que en la lección 2º.,
intentaré explicar su desarrollo histórico, que nos ayudará a comprender genéticamente el entronque de a
Clínica Criminológica en la Criminología.
I. Concepto de Criminología Clínica
Suelen dividir los autores el estudio de la Criminología en dos grandes secciones: la que llaman
Criminología General y la Clínica Criminológica.
La Criminología General es la que expone los conocimientos teóricos, que actualmente se poseen en
nuestro campo. Dado que nos encontramos en una materia multidisciplinar, se estudian por lo mismo
separadamente la antropología (o Biopsicología), la Psiquiatría, la Sociología Criminales; así como la
Penología en sentido amplio (incluido por tanto el tratamiento del predelincuente) y las Ciencias
Criminalísticas. Todo ello sucede por tanto en abstracto y como en líneas paralelas y horizontales.
Por el contrario la Clínica Criminológica se sitúa en otra perspectiva: pretende aplicar los conocimientos
teóricos adquiridos en la Criminología General, a un caso concreto. Actúa por así decirlo, dando un corte
vertical a todas las disciplinas de la Criminología General, para aplicar todos los conocimientos de las
misas a un individuo.
Lo anterior nos indica, que la Criminología Clínica exige la colaboración de varios especialistas en las
distintas ramas que forman la Criminología, colaboración que no puede limitarse a aportaciones aisladas
de todos ellos, sino que ha de engranarse en un todo armónico. Por lo que es postulado imprescindible
de la Clínica Criminológica el trabajo en equipo de dichos especialistas.
Podríamos definir por tanto la Criminología Clínica como la Ciencia que estudia al delincuente (o
predelincuente) concreto en enfoque multidisciplinar, mediante un trabajo en equipo criminológico y en
orden a su resocialización.

II. Fines
La primera meta que se propone todo equipo clínico-criminológico le viene impuesta por la definición, que
acabamos de exponer: pretende ante todo solucionar un caso concreto; ver de resocializar al delincuente
( predelincuente) sometido a estudio.
Pero con ello no se termina su labor: un segundo paso que da enseguida todo equipo criminológico
netamente científico, es el de la investigación. El caso concreto estudiado sirve por una parte de
contraste a las teorías generales manejadas y por otro abre nuevos horizontes teóricos, al aplicar
técnicas nuevas o ver surgir resultados o datos con los que no se contaba.
Luego la Clínica Criminológica persigue dos fines diversos: el de aplicación de los conocimientos
anteriores y el de investigación de nuevas teorías y métodos. Todo ello sin embargo ligada al caso
concreto, que estudia y analiza.
Cierto que un equipo clínico puede subrayar más el uno o el otro de dichos cometidos; por lo que en
ocasiones se oye hablar de equipos de tratamiento y equipos de investigación. Pero en ambos casos el
otro aspecto existe y se encuentra inseparablemente unido al que se acentúe por el equipo en cuestión;
ya que todo tratamiento amplía (confirma, niega o puntualiza) los conocimientos teóricos, y toda
investigación clínica ha de hacerse alrededor de un caso concreto, que es por lo mismo sometido a
tratamiento.

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El planteamiento de la Clínica Criminológica y los fines que la misma persigue, son por tanto semejantes
a los que utiliza la Medicina Clínica; ya que también ésta se mueve alrededor del caso concreto, y en
mayor o menor grado 8según el enfoque) realiza los dos fines indicados: el tratamiento y la investigación
del enfermo concreto.
La diferencia fundamental con nuestra disciplina, es que en el caso de la Clínica Medica el trabajo en
equipo es más limitado, o al menos los especialistas que colaboran no proceden de campos tan diversos.
Por ello el equipo criminológico encuentra en sus principios mayores dificultades en su trabajo; ha de
formar un lenguaje y una mentalidad común, como indicaremos en la lección 8º.
Y en tal sentido, la Clínica Criminológica tiene un tercer fin, quizás el menos trascendental que los dos
más arriba indicados: el de conjuntar un equipo a los representantes de las diversas disciplinas, que
integran la Criminología; a través de su labor común, engranar los diversos enfoques no solo en un caso
concreto, sino incluso en el campo de la Criminología General. Aunque dichos especialistas comienzan a
enfocar su materia teórica con nuevas perspectivas y con notable mayor abertura hacia las disciplinas
restantes, siendo una labor común con los representantes de las otras les ha dado la perspectiva y los
puntos vitales en que trabajan los especialistas indicados. Solo así se van construyendo luego las
diversas materias integrantes de la Criminología General, de modo que no sean meras aplicaciones
aisladas de la disciplina correspondientes (Psicología, Sociología, Psiquiatría, Derechos, etc.) al criminal;
sino que adquieran sustantividad propia, al ser enfocadas y desarrolladas con visitas a un programa de
conjunto, a unos objetivos criminológicos a conseguir en unión con las disciplinas restantes.

III. División
La Criminología Clínica se propone el estudio de un delincuente concreto en orden a su resocialización
como dejamos indicado por lo que ha de seguirse un método semejante al que emplea por ejemplo la
Clínica Médica. Ante todo ha de realizarse un profundo examen del sujeto en cuestión y con ayuda de
todas las técnicas (médicas, psicológicas, psiquiátricas, sociológicas, etc.) posibles. Sobre él se monta
un diagnóstico del mismo. A ésta seguirá un pronóstico sobre su futuro comportamiento. Y finalmente
habrá que trazar un programa de tratamiento, para intentar resocializar al sujeto examinado. Luego el
método de trabajo del equipo criminológico-clínico supone ineludiblemente los pasos diversos: examen,
diagnóstico, pronóstico y programa de tratamiento.
Lo anterior exige sin embargo una hipótesis de trabajo: cuando se realizan los pasos indicados, hay que
saber con claridad, qué es lo que se examina, diagnostica, pronostica y se pretende tratar. En términos
generales, la respuesta es clara: la criminalidad del individuo en cuestión, o dicho en términos más
técnicos, la peligrosidad del sujeto examinado. Ahora bien ¿En qué consiste la misma? ¿Qué elementos
la integran? ¿Cómo se comprueba su existencia? ¿Cuál es el modo de corregirlos? Es menester por
tanto desarrollar una teoría de la personalidad criminal, definir en cierto modo en qué consiste el serlo y
qué factores influyen de modo más decisivo en ello. Sólo así tendremos una magnitud que pueda ser
comprobada, medida, sometida a experimentación tratamiento por el equipo clínico-criminológico.
Lo anterior nos pone de manifiesto las dos Partes de que ha de constar el Programa de nuestra Clínica
Criminológica: por un lado, el conocimiento del modo de practicar un examen, diagnóstico, pronóstico y
programa de tratamiento del caso concreto; por el otro, el estudio de una teoría sobre la personalidad
criminal.
Por razones pedagógicas he creído sin embargo, que era más conveniente comenzar por la exposición
de la teoría sobre la personalidad criminal y hacer seguir a ésta el método del estudio clínico del
delincuente; ya que en la segunda parte (método clínico) hemos de recurrir constantemente a nuestra
hipótesis de trabajo (personalidad criminal).

IV. Bibliografía
El texto fundamental de la asignatura es el de PINATEL, como dejamos indicado más arriba. Vamos
ahora a recoger algunos otros, que pueden ser útiles para complementar el indicado.

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COLIN, Marcel. Etudes de Criminologie Clinique. Examen de personalite en
Criminologie. (T.I.II).
Masson. Paris, 1963.
Masson. 1961.

DI TULLIO, Benigno. Principios de Criminología Clínica. Espasa Calpe. Madrid, 1965.

V. HENTIG, Hans. Estudios de Psicología Criminal (T. I-IV) España Madrid, 1961-2.

HURWITZ, Stephan. Criminología. Ariel. Barcelona 1956.

MANNHEIM, Hermann. Comparative Criminology (Tomos I-II) Routledge an Kegan.


Londo 1965.

SEELIG, Ernest. Tratado de Criminología. Instituto Estudios Políticos Madrid,


1958.

Como Revista, la más interesante son los Quaderni di Criminología Clínica, editados por el Centro de
Observación de Rebibbia; en los que se recogen numerosos casos y monografías sobre el tema.

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LECCIÓN 2​ª
DESARROLLO HISTÓRICO
Vamos a exponer por separado cuatro etapas o períodos, en los que se desarrolla la Criminología
Clínica, a los que antepondremos la época en que nace la misma.
En líneas generales podemos afirmar que existe Criminología Clínica cuando se realiza un examen
médico-psicológico-social del delincuente, en orden a diagnosticar su peligrosidad y a montar un
tratamiento sobre el diagnóstico indicado.
Pero la realización de tal examen tropieza con un doble género de dificultades: por un lado la de llegar al
delincuente, lo que especialmente en los principios, no es fácil al criminólogo no adscrito al servicio
penitenciario; por el otro, los reparos que se oponen por muchos a dicho examen, especialmente cuando
no se trata de delincuentes sentenciados.

I. Nacimiento de la Criminología Clínica


La Criminología nace bajo el signo de la clínica. Cuando Cesare LOMBROSO marcha a Viena en octubre
de 1855 a cursar el cuarto año de Medicina, queda sorprendido por el sesgo que allí tienen los estudios
médicos: en vez del tipo de enseñanza teórico de las Universidades italianas, se encuentra con el pleno
apogeo del método clínico. Día y noche se los pasa a la cabecera del enfermo, estudiando Medicina en el
caso concreto. Porque el lema de la nueva corriente dice: “No hay enfermedades sino enfermos”.
Vuelto a Italia a continuar su carrera, aplica desde el primer momento este nuevo método a la Medicina
en primer lugar, y de modo concreto a la Psiquiatría, en la que pronto se especializa. Todo lo quiere
medir, pesar, controlar, y en el caso concreto: por lo que sus colegas, admirados por la nueva dirección,
le llaman con sorna “el médico de la balanza”.
Cuando unos quince años más tarde su evaluación le lleva a través del alienado al delincuente, y
especialmente cuando tras el descubrimiento de la fosita occipital mediana de VILLELLA se da de lleno al
estudio del criminal y con ello funda la Criminología, su afán continua siendo el mismo: pesar, medir
cuantificar por el método positivo, todos los datos relativos al delincuente concreto. Por lo que a las
abstracciones teóricas de la Escuela Clásica penal, opone el estudio concreto del delincuente.
Esto le lleva a extremos como el de buscar rincones y tabernas de Turín a los delincuentes, que
convence se dejen examinar y estudiar con la promesa de una pequeña recompensa, cuando una serie
de incomprensiones cierra a LOMBROSO todo acceso a las cárceles y establecimientos penitenciarios. Y
así consigue presentar a sus alumnos casos prácticos, en los que conozcan al delincuente concreto y
sobre el que realizan todos un verdadero estudio clínico.
Por ello puede repetir LOMBROSO en el apego de su fama, que su aportación ha consistido en hacer ver
en contra de la Escuela Clásica, que no hay que estudiar al delito, sino al delincuente; en lo que por tanto
aplican el axioma de la Medina Clínica, que dejamos recogido más arriba. Y por lo mismo exige en el
Rapport, presentado al IV Congreso Internacional de San Petersburgo (1890) el tratamiento penitenciario
individual del delincuente, lo que presupone el examen individual del mismo, aunque tal examen lo
concreta LOMBROS en el aspecto médico.
GAROFALO es sin duda el autor más equilibrado y práctico en la Escuela Positiva: por lo que sus
directrices son las que han encontrado mayor acogida en el Derecho Penal moderno. En relación con la
Criminología Clínica elabora ya en 1878, el concepto de temibilidad, como criterio de medición de la
peligrosidad del delincuente; y con ello posibilita la investigación científica y cuantificada, base
imprescindible de toda clínica criminológica. Pero además describe con precisión en su Criminología
(1885) la necesidad de añadir al examen médico, postulado por LOMBROSO, el sociológico.
Por el contrario FERRI desvía en este punto, como en tantos otros, la atención de la Escuela Positiva
hacia cuestiones teóricas y hacia una estéril polémica de principios; del todo contraria a la orientación
primitiva del lombrosianismo y a la esencia misma de una Criminología, que había nacido como Clínica.
Habían de pasar unos cuarenta años antes que la investigación criminológica se concentrase de nuevo
en el caso concreto, en la clínica.

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II. Campo Penitenciario


Es en el campo penitenciario donde se sigue manteniendo más pura la directriz primera del
lombrosianismo y ello por dos razones diversas. La primera porque el penitenciario puede realizar con
factibilidad el examen del delincuente concreto, imprescindible para toda clínica criminológica; la segunda
porque es el que más de cerca experimenta la necesidad de dicho examen en orden a la clasificación y al
tratamiento del preso.

A. Argentina
El primer país en crear un centro penitenciario para el estudio del delincuente, es Argentina. Ya en 1907
se abre en el Penitenciario Nacional un Servicio de Observación de Alineados, que poco después se
transforma en Instituto de Criminología, al frente del cual se pone a José INGENIEROS. Las experiencias
acumuladas en el mismo son las que publica dicho autor años más tarde en su Criminología.
El Instituto sufre diversas vicisitudes, que no es del caso enumerar; pero sigue hasta la actualidad en su
labor clínica, aunque con diversos nombres y sedes.
A partir de Argentina, se propaga en varias Repúblicas sudamericanas un fuerte movimiento clínico
penitenciario, que lleva a la creación de Centros semejantes en Brasil, Chile, etc.

B. Bélgica
Uno de los más destacados seguidores de LOMBROSO es el belga VERVAECK, que desde los
comienzos de su carrera se consagra al estudio antropológico del delincuente en las prisiones. Su obra
recibe un fuerte impulso a partir de 1919, año en que se crean los laboratorios de antropología
penitenciaria en la Prisión de Bruselas.
Especialmente se hace oír su voz en el Congreso Internacional Penitenciario de Londres (1925), donde
en su Rapport afirma taxativamente, que es imposible un tratamiento científico del delincuente sin un
estudio concreto de cada caso.
Estimulados por tal programa se lanza a su realización otros países centroeuropeos. Destaquemos entre
ellos el Centro de Observación de Straubing en Alemania (cerca de Munich), y el de la Prisión de Graz
(Austria), del que había de surgir una de las más potentes Escuelas criminológicas del período entre
ambas guerras mundiales, la llamada Escuela biológica o de Graz, en la que habían de contar
criminólogos de la altura de GROSS, LEZ, SEELIG, etc.

C. Países Anglosajones
Es en ellos donde se realiza el primer intento de tratamiento individualizado fuera de la prisión, por medio
de la institución llamada Probation. El delincuente sometido a tal procedimiento recibe la oferta de no ser
condenado a prisión, si se compromete a ponerse bajo la dirección de un Probation-Officer por un periodo
de tiempo determinado. Este le va orientando en su vida, para evitar que vuelva a reincidir en el delito.
Estamos por tanto ante un tratamiento individualizado del delincuente, que encaja de lleno dentro de los
postulados de la Criminología clínica. Sin embargo, durante años se ha dejado al buen sentido de los
Probation-Officers la clasificación y diagnóstico del caso con que tenía que enfrentarse. Hoy día disponen
en muchos puntos de métodos más científicos de trabajo.

D. Relaciones Actuales
Con posterioridad a la segunda guerra mundial, la Criminología Clínica se encuentra en su pleno apogeo,
como veremos más adelante. Por lo mismo también ha recibido nuevo impulso en el campo penitenciario,
que ha sido quizás el más constante en cultivarla.
Hoy día existen Centros de Observación de delincuentes en la mayoría de los países civilizados; aunque
no en todos ellos se trabaja ni con el mismo método ni a la misma profundidad.

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Destaquemos entre ellos las realizaciones de los Estados Unidos, concentradas especialmente en
California; y en Europa, los Centros de Fresnes (junto a París), que trabaja más bien en extensión que en
profundidad; y el de Rebibbia (junto a Roma), que por el contrario se ha especializado en el estudio fino
de pocos casos concretos. Los resultados de este último Centro se van recogiendo en los Cuaderni di
Criminología Clínica.
Entre nosotros comienza también un Centro de Observación en la Prisión de Carabanchel, al que se van
a aplicar las técnicas más modernas, y al que auguramos todo género de prosperidades.

III. Campo Judicial


Es aquí donde el problema de la inserción del examen médico-psicológico y social ha encontrado
mayores dificultades. Vamos a analizar brevemente el problema que se presenta, y enseguida haremos
un breve recorrido histórico.

A. Problemática
​Autor de un delito se encuentra en situación especial que es la que condiciona la
posibilidad de someterle a un examen del género indicado.

1. Necesidad
Por un lado es evidente la conveniencia o incluso necesidad de un tal examen, como viene señalando
desde antiguo la Criminología. Puesto que el Juez se enfrenta entre otros con los siguientes problemas,
para cuya solución necesitaría en muchos casos la ayuda de un dictamen pericial clínico:
Determinación de la imputabilidad del reo. En este punto ciertamente se viene permitiendo y usando
desde antiguo la ayuda de peritos; pero téngase en cuenta, que eso sólo se hace cuando el reo ofrece
clara sospecha de ser un anormal. Por el contrario no se realiza tal examen en los demás casos, a pesar
de que una serie de enfermedades mentales, puede no mostrarse fácilmente al ojo profano; tales entre
otras, síndromes paranoicos. Por otro lado, y como señalaba desde antiguo KINBERG, tal modo de
proceder pone en evidente situación de desigualdad ante la Ley al rico y al pobre; puesto que mientras el
primero puede buscarse fácilmente un perito, el segundo solo puede recurrir a tal medio en casos
extremos. Finalmente, el estudio pericial se limita a la imputabilidad del presunto reo, sin poder entrar en
otros detalles de su personalidad, en sí de gran utilidad para la labor judicial.
Concesión de la condena condicional. Si no queremos limitarnos a un automatismo objetivista, debería
conocer el Juez muchos aspectos de la personalidad del reo, antes de pronunciarse por la condena
condicional; tales por ejemplo, el arraigo de su tendencia criminal, el ambiente familiar del que procede, el
medio al que ha de volver al ser puesto en libertad, la necesidad que puede tener del reo su familia, o por
el contrario, la conveniencia de separarle al menos temporalmente de la misma, etc.
Duración de la pena. Los límites fijados por la Ley, a veces permite una gran amplitud al arbitrio judicial;
ya que no sólo el mismo grado de la pena oscila en ocasiones fuertemente (veinte a treinta años), sino
que por ejemplo en el caso de apreciarse una atenuante muy calificada, puede el Tribunal rebajar la pena
en uno o hasta dos grados. Lo que supone que en algunos supuestos (por ejemplo un simple homicidio),
quede al arbitrio del Tribunal un enorme margen (en el caso indicado, entre veinte años y seis meses y un
día de cárcel); e incluso en muchas ocasiones supone dejar al reo prácticamente en libertad, ya que por
la condena condicional o por computársele el tiempo de prisión preventiva, ciertas penas privativas de
libertad desaparecen.
Decisión del régimen penitenciario. Nuestra Ley concede al Tribunal en el caso de reos cuya edad oscila
entre los 16 y 18 años, la potestad de aplicarles una mediad de seguridad, (internamiento en un
Reformatorio) o la pena, rebajada ésta considerablemente. Para que el Juez pueda decidirse con
conocimiento de causa por uno de dichos extremos, necesita sin duda datos precisos sobre el
delincuente juvenil, que tiene que juzgar, y sobre el grado de maduración de su personalidad.
Precisamente la falta de dichos datos, es al menos en parte la responsable de que nuestros Tribunales

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opten por la aplicación de la pena en vez de la medida, y que por lo dicho no existe entre nosotros
prácticamente un límite intermedio en la edad penal, como se da en la mayoría de los otros países.

2. Dificultades
Dos órdenes de dificultades se oponen al examen dicho en sede judicial, que vamos a examinar
sucesivamente.
Garantías personales del presunto reo. Hasta el momento de la sentencia condenatoria, todo acusado es
aún inocente de la Ley; por lo que ésta no puede en modo alguno disminuir sus derechos ni forzar al
acusado a dejar entrar a un desconocido en los repliegues más íntimos de su personalidad. El problema
se hace de día en día más acuciante, por los métodos y sistemas que va descubriendo la Psicología,
para penetrar en zonas de la personas no accesibles ni al mismo sujeto; y por supuesto de modo que el
interesado en nada se percate del sentido del examen a que se le somete.
Empeño del acusado en mostrarse inocente. La natural actitud de defensa que toma todo acusado (no
solo el culpable, sino incluso el inocente), le lleva a tender a falsear el examen a que es sometido, en la
dirección que más crea conveniente para probar su inocencia. Esta actitud es compartida por la familia
del acusado (al menos por regla general) y frecuentemente por cuantas personas saben que lo que se les
pregunta, puede ser manejado en contra del reo. Todo lo anterior lleva a que tanto las respuestas del
mismo a las baterías de tests, a la entrevista, etc; como las de sus familias y amigos a los encargados de
verificar la encuesta social, sean fuertemente sospechosos, en tanto que el acusado no ha sido juzgado.

B. Desarrollo Histórico
Por lo anterior hace, que el examen clínico del acusado haya tropezado en su desenvolvimiento histórico
y en concreto, en los intentos de admisión por las varias legislaciones, con dificultades mucho mayores,
que las que vimos había encontrado en su camino el mismo examen, cuando se trata de reclusos en un
establecimiento penitenciario.
Veamos rápidamente los diversos intentos y soluciones, que se han ido dando a dicho problema.

1. Comienzos
Ya en 1911 (VII Congreso Internacional de Antropología Criminal) postulaba el gran criminólogo sueco
OLOF KINBERG el examen previo a la sentencia, no sólo de los acusados que dieran signos claros de
anormalidad, sino también de todos aquellos, a los que una recta política criminal exigiere que fueran
sometidos a dicho examen. Entre ellos contaba KINBERG a los autores de los crímenes más graves
(homicidio, delitos violentos contra la honestidad, incendios, los reincidentes, los delincuentes juveniles o
seniles, y finalmente los que se muestran asociales (vagabundos, etc.). Es decir, de todo delincuente, en
el que se pudiera sospechar una personalidad inmadura o defectuosa.
También en otros países, especialmente en los Centroeuropeos, se fueron oyendo voces semejantes;
pero la primera guerra mundial paraliza tales intentos.

2. Expansión
En los años que corren entre ambas guerras mundiales, comienzan a realizar algunos países algo de lo
postulado por los criminólogos, aunque con grandes precauciones, provenientes del deseo de no violar
con ello los derechos de la personalidad. En tal sentido se inician clínicas de observación en Suecia, en
Bélgica, y en algunos de los Estados Unidos de América; pero por regla general, el examen clínico
pretende tan sólo dictaminar sobre la posible anormalidad del acusado, sin entrar en otros aspectos de su
personalidad.
El país más avanzado es Suecia, que ya en 1929 ordena el examen de los acusados en los centros
penitenciarios de observación. También en Bélgica se utilizan dichos establecimientos para el examen de
acusados, pero sólo dentro del estrecho margen concedido por la Ley de Defensa Social de 1930; esto
es, en ciertos casos de estado peligroso. Finalmente en los Estados Unidos, la legislación no es uniforme,
por su sistema federal; pero en general sólo permite el examen clínico del acusado en muy reducida

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escala, al menos de modo coactivo. Sin embargo, por el desarrollo considerable que en dicha Nación ha
adquirido el trabajo del psicólogo y del sociólogo, no es raro que sean utilizados éstos en sede judicial.
Conviene también indicar que en los países de sistema jurídico anglo-sajón, la inserción legal del examen
clínico, es más fácil que en los de sistema continental. Porque en aquellos, entra la declaración de
culpabilidad del acusado y la sentencia se da un lapso de tiempo, que puede ser muy prolongado. Y es
en dicho período, cuando el Juez puede ordenar fácilmente el examen clínico, sin tropezar con las
dificultades a que aludimos mas arriba.
3. El Ciclo Europeo de Bruselas
Para ver la solución de los problemas expuestos, convocó la Organización Mundial de la Salud de la
ONU, un ciclo de estudios, que se desarrolló en Bruselas del 3 al 15 de diciembre de 1951. En él se
constituyeron tres diversas Ponencias (científica, judicial y administrativa) a fin de abarcar los complejos
datos del problema que nos ocupa.
El Ciclo de Bruselas recomendó poner en marcha dos diversos procedimientos de examen clínico del
acusado o del delincuente. En primer lugar el de observación en régimen de internado; para el que se
aconsejó utilizar centros anexos a la prisión, pero con organización del todo independiente de la misma, o
incluso separados de ella. En segundo lugar, el sistema de observación en libertad; donde se trataría de
un servicio médico-psicológico-social estatal o privado, pero del todo independiente del servicio
penitenciario, en el que se atendiese a todos los que desearan someterse a observación.
Especial interés revistieron los trabajos de la sección judicial, que es la que se enfrentó con el problema
de coordinar los derechos de la personalidad del acusado con la práctica del examen clínico. Se
propusieron dos soluciones diversas para ello. La primera es la que se utiliza en los países
anglo-sajones: separación entre el veredicto de culpabilidad y sentencia, momento en que se puede
insertar por tanto el examen clínico. La segunda consistía en efectuarlo antes del mismo veredicto de
culpabilidad, pero con garantías suficientes para la defensa y por tanto con independencia del Juez.
4. Evolución Posterior
Muchas son las naciones que van intentando encontrar actualmente una solución legislativa al problema
indicado; aunque los avances no son aún muy notables.
El intento más reciente es el francés, que en 1959 modificaba a tal efecto su Código de Procedimiento
Penal. Pero aunque con ello se ha conseguido un notable avance respecto a la situación anterior, la
solución dista de ser satisfactoria por lo complejo de la misma y por las restricciones que se han ido
introduciendo por vía jurisprudencial (véase en detalle en PINATEL, pg. 406 y sigs.)
Entre nosotros apenas se ha hecho aún nada. El juez puede ordenar ciertamente el examen clínico del
acusado, pero sólo cuando se da sospecha de enfermedad mental y por lo mismo tan sólo para dilucidar
este aspecto de la personalidad del detenido. Solución que por tanto es del todo insuficiente y que
debería ser modificada al ejemplo de lo que va sucediendo en otros países.

IV. La Investigación Clínica


En contraste con el panorama aún relativamente pobre del examen clínico del acusador y el tampoco
excesivamente halagüeño del examen del proceso, hay que registrar un auge notable de la Criminología
Clínica en casi todos los países en el campo de la investigación.
Como dejamos apuntado, fue este el sentido de la Criminología desde sus comienzos; y si por
circunstancias varias llegó a apartarse del mismo al principio de este siglo, especialmente desde los años
treintas y aún más notablemente desde el final de la segunda guerra mundial el peso de la investigación
criminológica se ha volcado hacia la clínica.
El país donde con más empeño y mayor despliegue de medios se trabaja en el sentido, es sin duda los
Estados Unidos, a los que RADZINOWICZ califica de gigantesco laboratorio. Pero no olvidemos las
aportaciones crecientes de muchos países (Japón, Escandinavia, Holanda, URSS, Canadá, Inglaterra,
Francia, Italia, etc.).

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Algunos de estos Centros siguen siendo anexos a prisiones o establecimientos penitenciarios, pero cada
día van proliferando más los estudios realizados con independencia de la administración penitenciaria,
sean en Universidad o en Centros de Investigación estatal o privada.
Particularmente se han multiplicado tales Centros de Investigación en relación al tipo de psicópata
delincuente; o de tipos semejantes, intermedios entre el hombre normal y el anormal.
No menos interesante son las investigaciones sobre áreas delincuenciales o sobre clases o grupos de
vida asocial (mendigos, vagabundos, etc.), realizados con ritmo siempre creciente en nuestros días por
buen número de investigadores y en el medio ambiente en que se mueven dichos grupos sociales.
Finalmente recordemos los interesantes estudios llevados a cabo preferentemente en los Estados Unidos
en relación a la White Collar Criminality especialmente en la vertiente económica de la misma.

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PRMERA PARTE
TEORÍA DE LA PERSONALIDAD CRIMINAL
La Clínica criminológica pretende el estudio del caso concreto; para lo que ha de efectuar un examen,
diagnóstico, pronóstico y programa de tratamiento del sujeto en cuestión.
Pero dichos pasos de toda clínica presuponen saber lo que se examina, diagnostica, pronostica, o trata;
lo que en nuestro caso significa que sabemos en qué consiste ser delincuente, que tenemos un concepto
diferencial del mismo, que lo separa netamente del que no es criminal.
Este concepto diferencial se expone en la que llamamos la teoría de la personalidad criminal. Pretende
por tanto dicha teoría, darnos criterios para separar al delincuente del que no lo es; y dentro del grupo de
los delincuentes, para poder determinar el grado en que lo son y en el que parece que volverán a reincidir
en su camino criminal.
Por ello creemos conveniente comenzar por el estudio de la teoría de la personalidad criminal, antes de
exponer los métodos de examen, diagnóstico, pronóstico y tratamiento del delincuente; ya que dicha
teoría constituye la hipótesis de trabajo previa, sobre la que se monta el estudio clínico-criminológico.
Vamos por tanto a pretender determinar en qué consiste ser delincuente. Es más, parece necesario
ampliar nuestro radio de acción y estudiar no sólo al que ya ha cometido un delito, sino también al que
está a punto de cometerlo: al que se encuentra en estado peligroso. Puesto que desde el enfoque social
y terapéutico, es mejor prevenir que curar.
Luego estudiaremos en primer lugar en qué consiste estar en estado peligroso y en segundo lugar qué
elementos de la personalidad contribuyen más eficazmente a producirlo; este será el tema de la Lección
3ª.
Luego expondremos en lecciones sucesivas (Lec. 4ª – 7ª) los elementos fundamentales de la llamada
personalidad criminal.

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Lección 3ª
LA PERSONALIDAD CRIMINAL
Vamos a exponer el concepto de estado peligroso y elementos que lo producen, según la teoría de la
personalidad.
Pero antes pondré unas breves consideraciones sobre las posibles posturas o puntos de partida de la
Criminología Clínica, que ayudarán a comprender el sentido en que admitimos la teoría de la
personalidad criminal y el valor metodológico que otorgamos a la misma.

I. Puntos de Partida
Cuando un equipo clínico-criminológico se sienta alrededor de la mesa de trabajo, para estudiar un
delincuente (o predelincuente) concreto, puede tomar una de las tres posturas que indicamos, respecto al
criterio diferencial entre los delincuentes y el resto de la población.

A. No especificidad del Delincuente


Supone esta postura, que el delincuente es un hombre como todos los demás; por lo que en el grupo de
delincuente se darán los mismos tipos e incluso en semejantes proporciones, que en los grupos restantes
de la población de que procede.
Por lo tanto, la conducta antisocial, propia del delincuente, en nada sustancial difiere de otros módulos
comportamentales en cuanto a su estructura, etc. La mera diferencia es la de que una se mueve dentro
de la Ley y la otra al margen de ella.
La ventaja de un tal punto da partida, es que permite sentar a la mesa redonda del equipo a los
representantes de las diversas especialidades o ciencias necesarias (Psicología, Psiquiatría, Sociología,
etc.) sin mayor selección y sin compromiso previo. En realidad no se les exige más que un conocimiento
profundo de su rama y la capacidad de trabajar en equipo, semejante a la de cualquier otro equipo
clínico.
Pero el gran inconveniente de dicha postura es, que al no buscar nada específico nada encuentra típico
de la Criminología; es más, que por tanto fácilmente puede dejar escapar lo característico del criminal y
por lo mismo fracasar en su intento.
Además parece que el progreso de la Criminología nos va demostrando que no se puede admitir una
absoluta homogeneidad entre la población delincuencial y la que no la es, ni desde el punto de vista
psicológico, ni desde el psiquiátrico ni desde el sociológico.
B. Diferenciación Específica
Enfoca el problema desde un ángulo del todo puesto al anterior: para esta postura el delincuente difiere
específicamente del que no lo es. La conducta antisocial es fundamentalmente diversa: y por lo mismo la
etiología del delincuente ha de ser distinta de la de la población no delincuencial.
La ventaja de esta postura es la de que al buscar un criterio diferencial entre el delincuente y el que no lo
es, hará avanzar la Criminología, al estudiar dicho criterio, descubrir otros al ir perfilando su punto de
partida. Por otro lado obligará a los diversos especialistas que forman el equipo, a conjuntar sus
conocimientos y hacer así verdadera Criminología, y no limitarse a la mera aplicación de sus
especialidades.
Tiene sin embargo el inconveniente de radicalizar el enfoque; ya que una diferencia realmente específica
entre el delincuente y el que no lo es (y menos entre todo delincuente y todo no delincuente), no parece
posible de demostrar desde le punto de vista científico.
C. Diferencia Meramente Cuantitativa
Adopta una postura intermedia entre las dos anteriores: entre el delincuente y el que no lo es no se da
una diferencia específica (o cuantitativa) propiamente dicha; pero tampoco puede afirmarse que no se de
diferencia ninguna entre la población normal y delincuencial.

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La diferencia es por tanto de orden cuantitativo: es diferencia de grado en los varios aspectos que
componen una personalidad: en el psicológico, psiquiátrico, sociológico, etc.
Es más, tales diferencias cuantitativas no son las mismas en todos los delincuentes, sino que varían
según los diversos tipos: unos presentan más marcadas las anomalías psicológicas, otros las
psiquiátricas, etc.
Tal postura parece reunir las ventajas de los dos anteriores y evitar notablemente sus inconvenientes.
Porque permite convocar en mesa redonda a los diversos especialistas necesarios, construir una
hipótesis de trabajo sobre lo característico del criminal, y luego aplicar con gran elasticidad al caso
concreto.
Además obliga a especializarse en el delincuente y en el predelincuente en lo característico del mismo a
los representantes de las diversas ramas indicadas; con lo que no sólo se contribuirá al avance genérico
de cada una de dichas disciplinas, sino al específico de la criminología.
Lo que llevará finalmente a ir conociendo mejor los distintos aspectos del fenómeno criminal, a fijar sus
cuadros, a buscar su etiología y a arbitrar los procedimientos para el tratamiento de los mismos. En una
palabra, a cumplir plenamente los fines de la criminología clínica; por lo que parece que la presente
postura es la más fructífera para nuestra disciplina.

II. Estado Peligroso


El primer paso hacia un concepto diferencial del delincuente es la determinación de qué entendemos bajo
el nombre del “delincuente”; o por mejor decir, qué clase de personas incluimos en tal categoría.
Es claro ante todo, que entran en dicho nombre, los delincuentes propiamente dichos: los que han
cometido o han sido condenados por un delito determinado.
Pero cualquier observador superficial comprende que el grupo reducido de los condenados por un delito,
en modo alguno agota al mundo de los que viven del delito y por lo tanto lo comenten con frecuencia,
aunque tengan la habilidad de escapar por más o menos tiempo a la persecución de la Policía.
Es más, también se comprende fácilmente, que al clínico-criminológico no sólo le interesa el ya
delincuente, sino el que según todas las apariencias está a punto de serlo: ya que en primer lugar
constituye éste un peligro social incluso mayor que el mismo delincuente (ya que por carecer de
antecedentes penales, puede el predelincuente obrar con más impunidad), y en segundo lugar ofrece
mayores posibilidades de resocialización que el ya caído en el delito, por conservar el predelincuente su
fama íntegra, su puesto de trabajo y una serie de valoraciones e inhibiciones, que el delincuente va
perdiendo poco a poco.
Por eso se ha arbitrado desde los comienzos de la criminología el concepto de estado peligroso, del que
vamos a ocuparnos. En él se quiere comprender tanto al delincuente como al predelincuente; y en el caso
del primero tanto al que ofrece fuerte probabilidad de seguir delinquiendo, como al que parece menos
temible.

A. Concepto
Por estado peligroso entendemos la situación en que se encuentra una persona, que está a punto de
cometer un delito; tanto en el caso de que ésta sea su primera trasgresión de la Ley (estado peligroso
predelicuencial), como en el de que ya haya cometido uno o muchos delitos (estado peligroso
postdelicuencial).
El nombre “estado peligroso” viene de la Psiquiatría, en donde se utiliza ya desde antiguo; es más,
muchas legislaciones lo han manejado para indicar el estado en que se encuentra un enfermo, al que por
el peligro que supone, se le puede e incluso debe obligar al internamiento en un Centro Psiquiátrico.
Dicho concepto es trasladado a la Criminología por GAROFALO, quien ya en 1878 habla del mismo,
respecto al delincuente. Pero no expone dicho autor la doctrina sobre el estado peligroso completa desde
un principio, sino que comienza por distinguir la que llama temibilidad (que se corresponde con la que
hemos de denominar capacidad criminal) y poco después nos habla también de la adaptabilidad social.

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Con ello deja perfecto, ya hace un siglo el concepto del estado peligroso y las dos magnitudes que
determinan el mismo. Sin que desde entonces haya habido que modificar sustancialmente la exposición
garofaliana, que por tanto vamos a seguir.

B. Componentes
Los componentes del estado peligroso son la capacidad criminal (temibilidad, en el lenguaje de
GAROFALO) y la adaptabilidad social del delincuente. Veamos ambas cuestiones por separado.

1. Capacidad Criminal
Según GAROFALO, la temibilidad es la perversidad constante y activa de un delincuente y la cantidad de
mal que puede temerse del mismo. O dicho de otros modos la tensión interna delictiva, la potencia
delincuencial, lo que es capaz de dar de sí su personalidad concreta en el campo delictivo.
Tal capacidad depende por lo mismo de la personalidad del sujeto en cuestión, puesto que no consiste
más que, por así decirlo, en la aplicación de la personalidad al delito.
Loa anterior no prejuzga sin embargo en modo alguno la cuestión etiológica: si la capacidad indicada
proviene más bien de la herencia o del medio social del delincuente. Porque lo único que afirmamos es
que la capacidad criminal depende de la personalidad: pero queda sin responder ni tocar para nada la
cuestión de qué factores influyeron en mayor medida en la formación de dicha personalidad. Cuestión
que habrá que responder en cada caso de modo diverso.

2. Adaptabilidad Social
El estado peligroso no sólo depende de la tensión interna delictiva a que hemos llamado capacidad
criminal, sino que también viene condicionando por el medio en que dicho sujeto se mueve, en el que
haya de expansionarse y realizarse dicha tensión interna. Puesto que según el medio social, puede
suceder que una misma capacidad criminal encuentre empleo dentro de la Ley o se lance por caminos
extralegales a realizar sus fines.
Esto nos indica que en nuestra concepción, la capacidad criminal no es específicamente delincuencial,
sino que tan sólo dificulta en mayor o menor grado la vida dentro de la Ley; punto de partida, que hemos
adoptado anteriormente. Por ello defendemos ahora, que la peligrosidad de un sujeto no depende de tan
solo de la tensión interna del mismo sino también del medio en que ha de desenvolver su personalidad.
Por tanto la adaptabilidad social habla del medio o ambiente, en que vive el delincuente, no ya como
factor que modele su personalidad; en tal sentido se estudia anteriormente, al hablar de la etiología de la
capacidad criminal. Ahora nos interesa el medio como campo de expansión de la personalidad, nos
interesan las posibilidades que el mismo ofrece al sujeto para realizar los planes, sean legales o
delictivos.
En tal sentido definimos la adaptabilidad social como la idoneidad del delincuente para la vida social;
como las posibilidades de adaptación de la actividad del delincuente al medio en que se inserta.
Lo que ya nos indica que la mucha adaptabilidad social no siempre disminuye, sino que incluso puede
aumentar fuertemente la peligrosidad del delincuente. Ya que si se haya dotado de fuerte capacidad
 
criminal y fuerte adaptabilidad social, se VER fácilmente al delito, que encubrirá no menos fácilmente con
formas socialmente admitidas, y por tanto difícilmente desenmascarables.

3. Relación entre ambos aspectos


Capacidad criminal y adaptabilidad social son dos incógnitas que varían independientemente y que por lo
mismo pueden dar lugar a múltiples manifestaciones del estado peligroso, que estudiaremos más abajo
(Lección 10º).
Brevemente indiquemos ahora tan sólo, que junto a la forma más arriba apuntada de fuerte capacidad
criminal y fuerte adaptabilidad social, pueden aparecer también una fuerte capacidad criminal unidad a
poca adaptabilidad social (muchos de los pequeños delincuentes habituados), baja capacidad criminal y

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baja adaptabilidad social (los asociales), y finalmente baja capacidad criminal y fuerte adaptabilidad social
(más bien, ocasionales). Esto es, todas las posibles combinaciones de dichos elementos.

C. Formas
El estado peligroso puede presentar dos formas fundamentales, que con uno u otro nombre han sido
viniendo distinguidas desde los principios de los estudios criminológicos: la crónica y la aguda.
1. Forma crónica
Es la que se ha anclado en el carácter del delincuente y por tanto viene a ser nota constitutiva del mismo.
Luego se trata de una estructura estable de la personalidad, que hace proclive al delito.
Indiquemos de nuevo (como lo hicimos al tratar de la capacidad criminal), que lo anterior en nada
prejuzga la cuestión etiológica; se limita a decir, que la tendencia al delito, la capacidad criminal, esta
fuerte y establemente arraigada en la personalidad con estado peligroso crónico. Pero nada dice si el
arraigo ha sido debido a los factores hereditarios o a los mesológicos.

2. Forma aguda
Es el momento que precede inmediatamente en todo delincuente a la comisión de un delito cuando se
encuentra ya del todo decidido y dispuesto a cometerlo. El instante en que se va a dar el paso al acto.
En el sentido indicado, también la forma crónica del estado peligroso desemboca en una crisis aguda
antes de llegar al delito. Pero en el uso normal, solemos hablar de forma aguda del estado peligros,
cuando se trata de un individuo que no vive de forma crónica en dicho estado, sino que llega a él de
modo ocasional.
Pero no deja de ser cierto que la forma aguda del estado peligroso señalada (la del ocasional) puede
convertirse paulatinamente en forma crónica; es más, que en algún modo todos los que poseen el estado
peligroso en forma crónica, han pasado diversas fases de la aguda, al cometer sus delitos.
Aquí sin embargo hay que hacer una precisión desde el punto de vista etiológico, que nos llevará a
distinguir dos tipos delincuenciales del todo diversos entre los crónicos: la forma crónica del estado
peligroso puede deberse a una estructura de personalidad hereditaria (y en tal sentido podríamos decir
que el individuo nace ya con la forma crónica del estado peligroso) o a una estructura adquirida por la
repetición de actos, de fases agudas del estado peligroso (lo que vendría a ser la forma crónica por
habitualidad). Ambos son los tipos que vienen señalándose desde el principio de la Criminología con uno
u otro nombre, dentro del grupo de los delincuentes profesionales o crónicos: el que LOMBROSO llamó
delincuente nato y el que llamo habitual. Anotemos de pasada que en el primero de los casos no habó
jamás LOMBROSO de una fatal condena al delito, sino de fuerte tendencia congénita al mismo; y en el
segundo se trata según dicho autor de un ocasional que llega a crónico por la repetición de actos;
conclusiones ambas abandonadas y confirmadas por la Criminología contemporánea.

D. Modos de Investigación
Para llegar a determinar el grado en que un individuo se encuentra en estado peligroso, nos es menester
servirnos de ciertos índices, de determinados criterios diferenciales; que nos permite por un lado separar
al dicho individuo del normal, y en su segundo lugar apreciar la intensidad y características del estado
peligroso en que se encuentra.
Tales índices o criterios no han de diversificarse específicamente de los que se observan en la población
no delincuente, sino sólo de modo cuantitativo; según lo que indicamos al principio de esta lección. Pero
han de ser tales, que se puedan investigar a fondo y en cierto modo medir, para poder determinar sí la
presencia y en su caso la gravedad del estado peligroso.
1. Índices Legales

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Se trata en ellos de la gravedad del delito cometido por el sujeto que examinamos, gravedad que nos
indica la pena impuesta al delito en cuestión. Pero tal índice no basta por sí sólo para determinar el
estado peligroso; y eso por varias causas.
Ante todo, porque no sólo nos hemos de enfrentar con delincuentes, sino también con predelincuentes;
en los que nos falta de modo absoluto los índices legales, ya que aún no han cometido alguno.
Pero incluso en el caso de delincuentes sentenciados, los criterios legales no indican suficientemente la
peligrosidad del sujeto. Por poner un ejemplo, los delitos contra la vida son legalmente los que se
consideran como más graves (los que tiene mayor pena), mientras que el índice de reincidencia en ellos
es muy pequeño. Por el contrario, el hurto de un carterista puede con frecuencia no llegar ni siquiera a
ser delito (mera falta hasta las 2.500 pts), mientras que dicho sujeto ha de reincidir constantemente en su
actividad delictiva, en cuanto puede preverse humanamente.
Es decir, que en el primer caso nos encontramos ante una estado peligroso agudo y que parece que no
pasará a crónico, y en el segundo, de un estado peligroso crónico y frecuentemente casi incapaz de
tratamiento, al menos por los medios actuales. Mientras que los criterios legales (la pena conminada a
ambos delitos), parecen indicar lo contrario: máxima importancia del primer caso y mínima del segundo.
2. Índices psico-sociales
Se fundan en el estudio de la personalidad del sujeto en cuestión; trabajo que comprende los diversos
aspectos de la misma propios de la clínica, y que venimos señalando: psicológico, sociológico,
psiquiátrico, jurídico, etc.
Luego el presente enfoque engloba al anterior, puesto que incluye entre los elementos de juicio también
los criterios legales; pero lo completa con datos procedentes de todas las disciplinas que se ocupan del
estudio de la conducta humana.
Lo anterior nos indica que los criterios presentes son mucho más fiables y que por los mismo son los que
han de manejarse en la clínica criminológica.
Conviene no olvidar sin embargo, especialmente a la hora del pronóstico de comportamiento, que tales
criterios ofrecen sin duda una seria posibilidad de acierto; pero que en modo alguno están desprovistos
de errores. Por lo que no pueden manejarse como técnica totalmente fiable, sino tan sólo como
instrumento aproximado, con mayor o menor margen de error, según los casos. Y por lo mismo conviene
complementarles con todos los medios al alcance del equipo clínico-criminológico algunos de los cuales
recogeremos en la Lección 11ª.
Especialmente sería del todo improcedente lanzarse a la aplicación indiscriminada de medidas de
seguridad a predelincuentes con alto índice de peligrosidad desde el punto de vista psico-sociológico.
Porque nos expondríamos a graves errores, que mantuviesen años y quizás de por vida sujetos a
medidas de seguridad a verdaderos inocentes. Y no menos sería tal modo de proceder un grave riesgo
para la seguridad jurídica del ciudadano normal, protegida por el principio de legalidad.

III. Personalidad Criminal


Hemos visto en qué consiste el estado peligroso; esto es, la situación en que se encuentra un hombre,
que está a punto de cometer un delito. Pero por muy intensa que sea dicha situación, nadie es
delincuente por el mero hecho de encontrarse en la misma; es más, la experiencia nos enseña, que en
situación idéntica unos se deciden por la solución delictiva, mientras otros no dan el salto al delito.
Luego es menester avanzar más y procurar determinar, en qué consiste esa diferencia entre ambos
grupos de personas que se encuentran en estado peligroso. O dicho de otro modo, cuál es el concepto
diferencial del delincuente.

A. Concepto Diferencial del Delincuente


De lo anterior podemos ya deducir una respuesta inicial: es delincuente el que desde el estado peligroso
da el paso al acto delictivo. Adoptamos por tanto una consideración dinámica del delincuente; y por los

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mismo criminológica. Y seguimos en este punto la teoría de Etienne DE GREEFF, que ha encontrado
aceptación entre los criminólogos de todos los países.
Según la indicada teoría del paso al acto (pasaje a l’acte; acting cut), el criminal tiene una zona de
tolerancia más baja que el no criminal, ante los estímulos criminógenos ambientales. Por ello
precisamente pasa al acto delictivo; mientras el no delincuente se mantiene dentro de la Ley, sea por los
motivos que sea, que actúan en el último de reductores o frenos ante el estímulo criminógeno.
A esta zona de más baja tolerancia, se la llama también umbral delincuencial, con término tomado de la
psicología de las sensaciones. Como es sabido, el que una sensación percibida por un sujeto no depende
tan sólo del estímulo externo, sino del llamado umbral absoluto inferior y el superior. Así por ejemplo
nuestro ojo no es capaz de percibir ni por debajo de las vibraciones rojas (infrarrojas), ni por encima de
las violetas (ultravioletas) igualmente en el oído, no percibimos un sonido con menos de 16 ciclos por
segundo ni con más de 20.000.
Desde el punto de vista criminógeno nuestro interés se centra en el umbral inferior; y paralelamente al
mismo se ha montado la teoría del umbral delincuencial, luego éste se medirá por la cantidad de estímulo
criminógeno necesario para que un individuo concreto pase al acto delictivo.
Tal umbral no es igual para todos los individuos, puesto que como acabamos de indicar (y es por demás
obvio), no todos los hombres pasan al acto delictivo ante el mismo estímulo criminógeno. Es más, ni
siquiera es el mismo en un individuo para toda clase de estímulos, ya que no todo delincuente comete
toda clase de delitos, ni es igualmente proclive a todos los que comete. Lo que indica, que la teoría del
umbral absoluto de la Psicología General sólo en parte se corresponde con la del umbral diferencial.
El concepto de umbral delincuencial nos permite sin embargo determinar la relación en que se
encuentran la situación externa, la peligrosidad del delincuente en el momento del paso al acto. Es
evidente que ambos concurren puesto que si el estímulo permanece constante, depende del umbral que
un sujeto pase al acto y el otro se mantenga en la observancia de la Ley: por el contrario, si el umbral
permanece constante será la fuerza del estímulo quien decidirá el paso al acto.
Téngase en cuenta sin embargo, que la contraposición anterior no toca el problema del influjo relativo de
la herencia y el medio en el delito, la personalidad del delincuente (y por tanto un umbral delincuencial se
debe en parte a factores hereditarios y en parte a los sociológicos).
Lo dicho indica, que desde el punto de vista de la Criminología Clínica, nos interesa determinar los
factores de la personalidad, que rebajan el umbral diferencial y los que lo elevan; puesto que sólo así
podremos diagnosticar el estado peligroso de un individuo, y consiguientemente intentar tratar su
personalidad a fin de disminuir su tensión al acto delictivo.
Vamos por tanto a intentar determinar, cuáles son los factores que facilitan el paso al acto, al rebajar el
umbral delincuencial a dicho estado, cuáles son los factores que integran la llamada personalidad
criminal.

B. Factores Integrantes de la Personalidad Criminal


Varios han sido los métodos utilizados en Psicología Criminal para intentar determinar los factores que
rebajan el umbral delincuencial que por lo mismo favorecen el paso al acto delictivo. Aunque quedan
enumeradas dichas asignaturas, vamos a recordarles de pasada.

1. Método de fijación empleados


Veámoslos por orden cronológico de aparición; y recordemos ya desde el principio, que dependen
estrechamente de las corrientes dominantes sucesivamente en la Psicología Diferencial, ya que la
Criminal depende lógicamente de ella.
a. Época de la tipificaciones
Fundamentalmente en el período comprendido entre las dos guerras mundiales, es cuando se intenta en
Psicología Criminal aplicar la vasta gama de tipificaciones estudiadas por los psicólogos, al campo de la

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Criminología. Así apenas hay tipificación de importancia, que no encuentre su réplica criminológica, por lo
que HURWITZ llega a escribir con frase un tanto ponderativa, que cada criminólogo desarrolló la suya.
El resultado de dichas investigaciones fue comprobar, que no existía un tipo psicológico, bajo el que se
escondiese el delincuente; entre otras cosas, porque no existe el delincuente como tipo único, sino una
variada gama de tipos delincuenciales.
Por el contrario se pudieron fijar una serie de correlaciones entre los diversos tipos y su modo de actuar
delincuencial: época de comienzo de la criminalidad, modo de desarrollarse la misma, reincidencia, etc.
Finalmente se llegó a la conclusión, de que las tipificaciones trabajaban con macrounidades; y que si se
quería llegar a resultados verdaderamente científicos en el estudio de la personalidad criminal, había que
utilizar técnicas de investigación más aquilatadas y unidades más finas.
b. El análisis factorial
Dicho resultado coincidía con la corriente de la Psicología Diferencial, que al comprobar el éxito obtenido
en la investigación del entendimiento por el análisis factorial, quiso trasladar dicha técnica al campo de la
personalidad.
Existía para ello una dificultad notable: la de poder cuantificar los rasgos de la personalidad de modo que
fueran susceptibles de tratamiento estadístico.
Por ello se comenzó con métodos más amplios de investigación. Se procuró estudiar diversos grupos
delincuenciales y con distintas técnicas (estudios de psicópatas, sociológicos, clínicos, etc.); pero en
todos ellos se intentó fijar los rasgos fundamentales del grupo en cuestión.
El resultado fue el de ir separando lentamente una serie de factores, que se consideraron característicos
del grupo de probandos sometidos a examen.
Los más interesante, es la comprobación que hicimos en Psicología Criminal, que los rasgos
característicos fundamentales de todos los grupos deliincuenciales indicados, coincidían notablemente; a
pesar de la variedad de los investigadores que habían realizado los estudios de la diversidad de métodos
empleados, de las hipótesis de trabajo distintas, e incluso de los presupuestos o puntos de partida, a
veces totalmente encontrados. Y dichos rasgos son, bajo nombres diversos en ocasiones,
fundamentalmente los mismos que vamos a exponer en nuestra teoría de la personalidad criminal: teoría
que si en su formulación actual se debe a HEUYER, tiene detrás de si todas las investigaciones
indicadas. Por tanto se funda nuestra teoría en un análisis factorial de la personalidad criminal, aunque
aún en estado algo intuitivo, puesto que no se ha comprobado suficientemente con métodos estadísticos.

2. Resultados Obtenidos
Partimos del supuesto indicado más arriba, de que el no delincuente posee mecanismos inhibitorios
suficientes ante el estímulo delincuencial; son los que le sirven de reductores o frenos ante la tentación y
por los que se mantiene dentro de la Ley.
Estos frenos pueden actuar en dos momentos diversos: o bien al formarse la decisión delictiva, o bien
cuando se intenta la realización de la misma. En el primer caso se presentan bajo el común denominador
de temor ante las consecuencias del delito: en el segundo en forma de carencia de medios y cualidades
para realizarlo.
El negativo del cuadro anterior lo presenta el delincuente: éste carece en mayor o menor grado de dichos
reductores; por lo que su umbral delincuencial es más bajo.
Cuando lo que le falta es el temor a las consecuencias del delito, hablamos de Inintimibilidad; cuando
posee los medios o cualidades para realizar el delito, hablamos de nocividad delincuencial. Analicemos
ahora por separado ambas series de factores criminógenos.
a. Inintimibilidad
Consiste en la falta de temor a las consecuencias del delito, como acabamos de indicar. Pero estas
consecuencias desagradables pueden provenir de dos órdenes de factores: o del reproche social, o de la
pena impuesta al delincuente.

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El reproche social ante el delito se debe a la valoración ética o moral imperante en un grupo social
determinado. Por lo que el delincuente será tanto más insensible a la misma, cuanto más egocéntrico
sea: es decir, cuanto sea intelectualmente más independiente del grupo social con el que convive.
El temor a la pena que puede seguir al delito actúa más o menos en una persona (al igual que cualquier
clase de premio o castigo futuro) según su estabilidad afectiva. Luego es la labilidad afectiva la que más
contribuye a reducir este temor, ya que impide al delincuente dejar actuar sobre sí mismo la amenaza
futura.
Es claro que cuanto menor sean ambos temores indicados (o dicho de otro modo, cuanto más
inintimidable sea el delincuente en cuestión) más bajo será su umbral delincuencial; puesto que tendrá
menos dificultades internas, menos mecanismos inhibitorios, para tomar la resolución delictiva.
a. Nocividad
Pero una vez decidido un delincuente a cometer un delito, puede ser aún detenido por las dificultades que
prevé en su ejecución, así las considera insuperables para sus fuerzas. Por esta razón es por lo que no
todo delincuente se lanza a todo delito; e incluso por la que algunos delincuentes se mantienen dentro de
la Ley; se consideran incapaces de cometer el delito dado con probabilidades de éxito.
Lo que indica, que cuanto mayores sean las cualidades del delincuente en orden a la ejecución del plan
delictivo, más fácilmente pasará del estado peligroso al acto criminal. Y dicho conjunto de cualidades es
lo que llamamos la nocividad, por lo que vamos a examinar qué factores psicológicos son los que lo
facilitan.
Ante todo supone todo delito una perseverancia en el camino emprendido, venciendo para ello todas las
dificultades externas que pueden surgir. Es decir, una fuerte tensión interna hacia el fin delictivo unida a
medios suficientes para salir adelante con el delito; lo que vamos a llamar agresividad.
Pero además ha de contar el delincuente con dificultades afectivas internas al propio delincuente: la
víctima despojada, la sangre, el dolor de los seres queridos, puede frenar a más de uno ante la ejecución
del hecho, o llevarle a un delito de menor monta. Luego cuanto mayor diferencia afectiva tenga el
delincuente, mayor frialdad de ánimo, más peligroso es sin duda puesto que pasará con mayor facilidad
al acto delictivo.

3. Resumen y conclusiones
Indiquemos para terminar que los cuatro factores psicológicos señalados, lo son específicos de la
personalidad criminal si se consideran aisladamente, sino en cuanto forman constelación. Es su unidad
dinámica la que rebaja fuertemente el umbral delincuencial y por lo mismo constituye la que llamamos
personalidad criminal.
Cierto sin embargo que no es menester que siempre se den todos en la misma proporción ni intensidad.
Precisamente es su variedad la que constituye los diversos tipos criminológicos y la diferente peligrosidad
de los mismos.
También conviene recordar que los rasgos indicados, no han sido obtenidos de modo deductivo, a pesar
de que en la exposición de los mismos y por motivos pedagógicos se ha seguido un plan lógico. Por el
contrario son el fruto de diversas investigaciones. Como señalamos más arriba.
Por lo mismo hay que afirmar, que otros muchos rasgos, señalados por los investigadores, no constituyen
el centro de la personalidad criminal, puesto que no facilitan el paso al acto delincuencial. Sino que tan
sólo hacen diversificaciones los distintos delincuentes por el tipo de delito escogido, por las modalidades
de ejecución del mismo, etc. Lo que explica además el poco éxito de las investigaciones sobre
delincuentes con tipificaciones psicológicas, ya que éstas se fijan precisamente en dichos rasgos, que
nos hablan sólo del modo con que se realiza el delito; pero no llegan a descubrir un criterio diferencial
entre el delincuente y el que no lo es, ni tampoco puede construirse con ellas un esquema válido de
personalidad criminal.
Finalmente comprenderemos ahora mejor dos cosas indicadas anteriormente: la primera que es la
capacidad criminal la que fundamentalmente influye en la delincuencia; mientras que la adaptabilidad
social se limita a diversificar las cualidades de la misma. La segunda, muestra la postura inicial ante el

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problema de la personalidad criminal: ni nos decidimos por una diferenciación específica entre el
delincuente y el que no lo es, ni tampoco por la negación de toda diferencia. La recta solución es afirmar
que existe tan sólo una diversidad cuantitativa: puesto que todo hombre posee los factores criminógenos
indicados e incluso pueden formar constelación: pero el grado de los mismos y su combinación son los
que dan la clave de arco para la intelección de la personalidad criminal.

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LECCIÓN 4ª.
EL EGOCENTRISMO
Comencemos el estudio de los factores que integran la personalidad criminal con la exposición del
primero de ellos: el egocentrismo. A la vez es la primera de las notas, que contribuyen en la inintimibilidad
del delincuente.
En primer lugar nos ocuparemos con el estudio del egocentrismo en clínica general (esto es, fuera de la
criminología), para exponer seguidamente las manifestaciones clínico-criminológicas del mismo.
Terminaremos con unas notas sobre la razón de por qué el egocentrismo facilita el paso al acto
delincuencial.

I. Estudio Clínico General


Tras un concepto descriptivo del egocentrismo, expongo sus clases y finalmente las diversas teorías
sobre su etiología; pero siempre en el plano de la clínica general (no criminológica), por lo que los datos
propiamente criminológicos del egocentrismo quedan para la segunda parte de esta lección.

A. Concepto
Suele entenderse por egocentrismo la tendencia a referir todo a sí, a convertir el Yo en el Centro del
mundo, como la misma etimología (ego-centrismo) nos indica.

B. Clases
Aunque el egocentrismo suele considerarse especialmente en su vertiente intelectual, existen también
otros aspectos (afectivos, social) del mismo, que vamos a exponer.
Voy también a hacer referencia a los tipos caracterológicos de KRETSCHMER, con el mero objeto de
aclarar más las formas de manifestación del egocentrismo en los distintos casos, y así facilitar el
reconocimiento del mismo en clínica.

1. Intelectual
Como acabo de indicar, es el que suele considerarse el egocentrismo por antonomasia. Consiste en
valorar de tal modo los propios juicios, enfoques, posturas intelectuales, etc., que en nada se admitan los
puntos de vista ajenos ni se modifique por los mismos el propio modo de ver las cosas. Un paso mas en
la misma línea, es el deseo de imponer a los demás nuestras ideas, especialmente de modo coactivo.
Tal factor de la personalidad se manifiesta de modo distinto según los diversos individuos: en el
leptosomático suele limitarse a la autosuficiencia, que se niega a contrastar el parecer propio con el ajeno
y que en nada se modifica por el ambiente cultural en que vive; el egocentrismo pícnico, más bien tiende
a hablar incesantemente de sí y de sus cosas, que alaba también y considera perfectas con un cierto
optimismo infantil; finalmente el atlético muestra su egocentrismo en la terquedad inflexible en continuar
sus planes o ideas, por muy en disconformidad que estén con las del entorno.

2. Afectivo
La vertiente afectiva, del egocentrismo consiste en querer acaparar para uno mismo la atención, cariño y
mimos de los que le rodean. Por lo mismo es típica del egocentrismo afectivo la excesiva reacción ante la
frustración, aunque el modo de reaccionar sea diverso según la personalidad del sujeto en cuestión.
Así por ejemplo el leptosomático reacciona preferentemente a la frustración con susceptibilidad, y celos;
el pícnico con envidias y celos también; y finalmente el atlético tiene normalmente un modo de reaccionar
más fuerte: el despecho frío, que puede dar lugar a venganzas incluso crueles.

3. Social

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Desde el punto de vista social, el egocentrismo es el que procura ponerse en el papel central, en el que
lleve la voz cantante. Lo que también sucede de modo diverso, según la manera de ser del sujeto en
cuestión.
El leptosomático intenta dirigir, planear, aunque externamente se mete menos en la ejecución e incluso
guste de no aparecer ni figurar en la misma; el pícnico es absorbente y por ello quiere figurar todo, estar
siempre en el candelero; mientras que el atlético más bien es el realizador, autoritario y duro en exigir y
por lo mismo muy eficiente en el campo práctico.

II. Teorías Etiológicas


Dos explicaciones son las que fundamentalmente disputan en el campo de la etiología del egocentrismo:
una que pone preferentemente el acento en lo hereditario (en sentido amplio) y la otra en lo mesológico.
Pero de nuevo ésta última se subdivide en dos direcciones, según que busque especialmente la causa
del egocentrismo en el grupo familiar (y conflictos de infancia) o en los restantes grupos sociales, en que
vivió el egocéntrico.

1. Teorías constitucionales
Buscan la causa del egocentrismo en la constitución del individuo; por lo que subrayan el valor de lo
hereditario. Suelen tomar sin embargo el concepto de herencia en sentido muy amplio, por lo que no sólo
incluyen en el mismo lo fijado genotípicamente en el sujeto en cuestión, sino también todo lo que nace
con el individuo (lo congénito); e incluso se añade por algunos lo que el niño adquiere en los primeros
días, meses, o años de su vida.
Algunas teorías constitucionales suponen que el egocentrismo es un exceso del instinto de conservación:
el individuo quiere afirmarse en exceso y sobresalir sobre todos los que le rodean.
Pero no suele darse por los partidarios de tales teorías una explicación ulterior sobre el por qué de tal
exceso en el instinto de conservación, ni sobre la localización orgánica del mismo o posibles métodos de
tratamiento. Por lo que sus afirmaciones quedan notablemente en el aire y apenas pasan de explicar con
un nombre nuevo el concepto de egocentrismo. Es más, ni siquiera parecen demostrar que ese exceso
de instinto de conservación se daba a factores hereditarios: porque si bien es claro que puede depender
de los mismo, no lo es menos que podría deberse a un desarrollo excesivo, cuya explicación habría que
buscarla en las teorías dinámicas.
Por el contrario más valor tiene el grupo de teorías constitucionales, que sin fijarse específicamente en un
instinto (el de conservación) pone la raíz del egocentrismo en el temperamento del individuo. Así por
ejemplo es patente que el esquizotímico-leptosomático presenta notable dificultad para el contacto social
y una fuerte dosis del autismo o egocentrismo; mientras que el tipo de ciclotímico-pícnico se encuentra
normalmente en el polo contrario.
Lo anterior muestra de modo patente que ciertas estructuras constitucionales de la personalidad facilitan
poderosamente el desarrollo egocéntrico de la personalidad. Sin embargo apenas se ha investigado aún
sobre la última raíz o factor psicosomático, que condiciona o causa tal cuadro psicológico.

2. Teorías dinámicas
Suponen que la causa del egocentrismo se encuentra en un desarrollo torcido de la personalidad; en una
inmadurez afectiva o en una falsa postura ante la vida, según los casos. Con lo que vemos que apuntan
ya a dos diversas clases de egocentrismo: la afectiva y la intelectual.
Supone las teorías dinámicas, que la formación del niño se debe a dos figuras fundamentales: la paterna
y la materna. El tema se enlaza por tanto con los de Psicología Profunda, que estudiamos en el curso
pasado; por lo que resumiremos aquí muy brevemente los aspectos necesarios para el estudio etiológico
del egocentrismo.
La figura paterna es la que comunica estabilidad a la personalidad en formación: la que le da enfoque y
juicios de valor ante la vida, la que le educa a la decisión, la que le introduce en el entorno por la acción
planeada. Por ello se comprende que la falta o las deficiencias en tal figura paterna, lleven a una serie de

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defectos en la formación de la personalidad, de los que vamos a tocar los que tienen vertiente
egocéntrica.
Ante todo la valoración moral o ética puede estar en discordancia con la del mundo restante, debido a
que el padre vivía también en un mundo de valores diversos al de entorno. Pero en tal caso más que
egocentrismo, hay que hablar de diversidad de valoración, lo que en realidad es cuestión diversa; a que
el sujeto en cuestión puede ser incluso del todo carente de egocentrismo y haber asimilado por ello una
valoración diversa a la legal, precisamente porque era la del medio (padres, área criminal) en que se
formó (Contracultura criminal).
Asimismo puede suceder que el sujeto examinado presente la llamada amoralidad: falta de valoración
moral o ética del delito o de su comportamiento antisocial. Pero de nuevo en tal caso podemos no
hallarnos ante un egocéntrico, sino simplemente ante un individuo al que le falto la figura paterna (y
quedó por tanto carente de juicios de valor) o que aceptó la falta de valoración del padre.
El verdadero egocéntrico es por tanto el que se cierra a la valoración del entorno: el que no es permeable
a la misma, sino que sigue en su enfoque sin dejarse influir en él por nada ni por nadie. Tal postura puede
efectivamente proceder de la figura paterna, por dos defectos de la misma, que parecen opuestos. El uno
de ellos es obvio: la estructura intelectual del padre era también fuertemente impermeable al entorno
(egocéntrica) y el hijo la ha aceptado e introyectado totalmente. El otro modo de llegar al egocentrismo
intelectual, es cuando el hijo careció de figura paterna (porque no existió o porque la rechazó desde el
principio) y se cerro ya de niño en su propio modo de enjuiciar y valorar las cosas, sin admitir para nada
los valores o enfoques ajenos; postura especialmente frecuente en el segundo de los casos indicados
(rechazo de la figura paterna), cuando el sujeto en cuestión posee fuerte energía y capacidad intelectual
suficiente, para formarse su mundo de valores y prescindir del externo. Por ello suele darse más
frecuentemente en el tipo leptosomático o incluso en el atlético.
Es la figura materna la encargada de formar fundamentalmente la afectividad del niño; por lo que los
defectos en la misma suelen llevar preferentemente a imandureces afectivas, y en nuestro caso al que
hemos llamado egocentrismo afectivo.
El fallo fundamental suele depender de la falta de frustración de la afectividad a su debido tiempo: lo que
convierte al niño en mimado no espero que tales personas quieran luego seguir atrayendo sobre sí
mismos la atención afectiva de los otros a través de mil tretas, que fácilmente degeneran en rasgos
histéricos.
Pero también puede deberse la inmadurez afectiva a lo contrario: la falta de figura materna o la
insuficiencia de la misma, hacen que el niño quede replegado afectivamente en sí mismo. Lo que
ciertamente puede dar lugar a la indiferencia afectiva, de la que hablaremos más abajo (Lección 7ª); pero
también al egoísta afectivo, que no sabe buscarse más que a sí mismo.
3. Teorías sociológicas
Coinciden con las dinámicas en poner el acento en el influjo del medio; difieren en señalar el grupo social
que ha tenido el papel decisivo en relegar egocéntricamente al sujeto: pues mientras las teorías
dinámicas creen que se debe fundamentalmente al familiar, las sociológicas dan mayor valor a otros
grupos sociales, que han intervenido más tarde también en la formación del sujeto. En concreto son los
grupos, que han dificultado la adaptación social del mismo y con ello le han replegado hacia sí.
Creen las presentes teorías sociológicas, que el egocentrismo se debe a la falta del proceso de
adaptación social: el sujeto en cuestión no sabe cooperar con los otros; y visto desde el sujeto mismo, el
entorno se vuelve hostil, no le da posibilidades de engranaje, por lo que el individuo repliega sobre sí
mismo y ve el mundo circundante como enemigo contra el que tiene que luchar.
Fundamentalmente son las manifestaciones sociales del egocentrismo las que quedan explicadas por el
presente grupo de teorías. Pero también ciertos aspectos de las afectivas (como por ejemplo la
susceptibilidad ante el juicio ajeno) e incluso de las intelectuales, se deben sin duda al menos
parcialmente al influjo de los grupos sociales, en los que ha intentado engranar el sujeto en cuestión,
durante su vida.

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4. Resumen
En realidad las explicaciones sociológicas no excluyen las dinámicas, sino las complementan. Porque con
gran frecuencia, lo que se inició en un ambiente familiar adverso, se continua luego y multiplica por virtud
de los grupos sociales sucesivos.
Es más, incluso los elementos constitucionales del egocentrismo consistentes fundamentalmente en un
esquema de instintos o cualidades, que dificulten la abertura hacia el mundo y aumenten la tendencia a
replegarse sobre sí mismo (como sucede por ejemplo con el temperamento esquizotímico), no excluyen
sino interaccionan con los dinámicos y sociológicos. Por lo que en cada caso concreto lo interesante es
tratar de ver, cuál de los factores etiológicos indicados ha tenido papel predominante en la formación del
cuadro egocéntrico, sin pretender por ello proceder con exclusivismos ni dejar de lado por lo mismo a los
restantes factores etiológicos posibles.

II. Manifestaciones Clínico-Criminológicas


Vamos a separar para su estudio a los delincuentes que presentan síntomas más o menos claros de
 
anormalidad, de los que podemos considerar normales desde el punto de vista Ver2. Sin embargo con
viene no olvidar, que la línea divisoria no es fácil de trazar, especialmente respecto a las anormalidades
de tipo neurótico o sicopático.

A. Delincuentes Anormales
Dividiremos este grupo a su vez en tres diversos: psicóticos (o verdaderos enfermos mentales),
neuróticos y psicópata. La clasificación indicada tampoco está del todo fija, ni siquiera tiene los mismos
límites en todos los tratadistas de Psiquiatría; pero en grades líneas basta para nuestro intento actual.

1. Psicóticos
Entre los enfermos mentales, el tipo con caracteres egocéntricos más acusado es el esquizofrénico, cuya
nota central es el encerramiento en sí mismo y consiguiente aislamiento del entorno: lo que le hace estar
dominado por el autismo, versión con otro nombre del egocentrismo intelectual.
También el paranoico, al que algunos autores incluyen como subespecie del esquizofrénico y otros
prefieren considerar por separado, presenta fuerte dosis de egocentrismo en sus delirios sistematizados.
No es raro en ellos, que el centro esté constituido por la referenciación a la propia persona, por lo que son
suspicaces y fácilmente declinan a delirios persecutorios o de estructura semejante. En tales casos son
fuertemente peligrosos, ya que no raras veces pasan al ataque de la persona que piensa que les
persigue, como medio único de librarse, a lo que creen de la persecución de que son objeto. En otros
casos se pone al servicio de una idea más o menos descabellada y constituyen un tipo extremadamente
peligroso del delincuente por convicción de SEELIG, al que más abajo aludiremos.

2. Neuróticos
Con gran frecuencia la neurosis presentan notas egocéntricas, ya que en uno u otro modo supone un
desarrollo defectuoso de la personalidad, que impedida de establecer contacto normal con el entorno, se
repliega en sí misma.
Así sucede por ejemplo en las obsesiones, que suelen tener por contenido ideas o imágenes
egocéntricas; en las neurastenias, en que el paciente se angustia por la propia salud; en las neurosis de
terror donde surge potente el instinto de conservación que se cree amenazado: y especialmente en las
llamadas neurosis de conservación (histerias), donde es la afectividad la que revierte sobre el neurótico y
produce diversos trastornos funcionales.
Desde el punto de vista criminógeno son las neurosis de conservación las que dan lugar a más
desviaciones; ya que el paciente quiere atraer la atención afectiva hacia sí por todos los medios. Por ello
no duda en lanzarse a falsas acusaciones, a simulaciones de delitos, etc. En los casos restantes, el

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neurótico suele estar demasiado ocupado en su problema, para poder ocuparse del externo, no
perturbarlo con un delito.

3. Psicópatas
Sin estar en la cuestión de fondo de la validez del concepto mismo de psicopatía y de su extensión (tema
del que hablamos en curso pasado), nos limitaremos ahora a señalar cuáles son los tipos más dominados
por el egocentrismo; para ello seguiremos la clasificación de K. SCHNEIDER, que es la más manejada en
España.
En dichos tipos existen varios, que vienen a ser la versión de una psicosis en pequeño: tal por ejemplo el
psicópata fanático, que viene a reproducirnos el paranoide; y que por lo mismo tiene muy destacada la
nota de egocentrismo.
También encontramos reproducido un tipo neurótico: el psicópata necesitado de estimación: al que sólo
la mayor raíz constitucional, postulada por SCHNEIDER, es lo que le separa del histérico. Por lo mismo
reproduce también en su estructura la nota egocéntrica, particularmente anclada en su afectividad,
características de aquel.
Finalmente el psicópata desalmado tiene también una fuerte dosis de egocentrismo, aunque lo más
característico en él sea indiferencia afectiva.

B. Delincuentes Normales
De lo anterior se desprende que los tipos anormales con mayor proyección criminal tienen notablemente
subrayada la nota egocéntrica. Pero aunque los tipos indicados sean sin duda fuertemente peligrosos, no
dejan de ser estadísticamente raros entre los delincuentes, si se exceptúa tal ves los psicópatas; los que
a su vez son muy difíciles de separar del llamado delincuente normal.
Vamos por tanto a estudiar a los delincuentes normales, en que más claramente brilla el egocentrismo.
Para ello adoptaremos (meramente como esquema de trabajo) la tipificación de SEELIG, que de nuevo
es la que más popularidad goza entre nosotros.

1. El delincuente profesional refractario al trabajo


Es el que constituye el núcleo mismo de la criminalidad multirrincidente, puesto que escoge una forma
asocial de vida como medio de subsistencia.
La descripción que del mismo nos hace SEELIG, nos habla claramente de su fuerte egocentrismo: desde
niño se muestra refractario al trabajo (escolar o de otro género) y a toda disciplina: pronto muestra
tendencia al vagabundo, a huir de la casa paterna y se siente imposibilitado para adaptarse a toda forma
de profesión estable y subordinada a otros.

2. El delincuente por convicción


Como su nombre lo indica, pasa al delito porque esta persuadido ideológicamente, que debe proceder
así. Es por tanto el tipo de delincuencial que mayor contingente de egocentrismo intelectual manifiesta; es
más, en sus casos más extremos roza o incluso entra de lleno en el tipo paranoide, o claramente
paranoico.

3. Otros tipos de SEELIG


Dosis acusadas de egocentrismo se muestran por lo demás en el delincuente por agresividad (aunque
sea ésta la que constituya la nota central del tipo), en el falto de dominio sexual, en el delincuente por
crisis y en el falto de disciplina social.
Pero especialmente los dos tipos que hemos separado y que constituyen el contingente más peligroso, el
uno de la delincuencia profesional, y el otro de la política, están fuertemente dominados por un
egocentrismo, que les cierra al mundo de los valores que aquellos con quienes conviven.

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C. Resumen
Lo dicho hasta aquí nos muestra suficientemente, que el delincuente egocéntrico, tanto en su vertiente
anormal como en la anormal desde el punto de vista psicopatológico, constituye uno de los tipos más
peligrosos.
En efecto, sus formas más extremas afortunadamente abundantes numéricamente; pero forman los tipos
de delincuente-jefe, cuando trabajan asociados; y de delincuente con técnica refinada en la realización en
todo caso.
Por lo mismo son tipos que no can fácilmente en las mallas de la policía, puesto que no sólo preparan sus
hechos cuidadosamente, sino que suelen desaparecer sin dejar huellas.
Y especialmente desde el punto de vista de la resocialización, presentan no leves dificultades. Porque la
impermeabilidad a todo lo que sea influjo ajeno, consecuencia de su egocentrismo, no son fácilmente
susceptibles de una psicoterapia, ni menos se muestran dispuestos a alterar sus valoraciones sociales.
Por lo tanto es el egocentrismo la nota que contribuye más notablemente a constituir el delincuente
peligroso, al menos desde el punto de vista de la inintimibilidad.

III. Paso al Acto del Egocentrismo


Al intentar comprender por qué egocentrismo facilita notablemente el paso al acto, hemos de partir del
supuesto de que el egocéntrico especialmente el de tipo intelectual, no es capaz de enjuiciar
objetivamente las cosas, sino tan sólo desde su ángulo de enfoque. Pero veamos por separado dos
aspectos de la cuestión.

A. Respecto a Sí Mismo
El delincuente egocéntrico trata de justificar su conducta ante sus propios ojos; para ello utiliza una serie
de raciocinios (el llamado en psicología profunda mecanismo de racionalización), que tienden a
desvalorizar los argumentos o enfoques de los otros, los valores reinantes en la sociedad en que convive.
Con ello quita posibles inhibiciones para su conducta presente y futura, por lo que volverá a obrar de
nuevo del mismo modo. Lo que nos indica que una de las labores fundamentales de todo intento de
resocialización de un egocéntrico, es la de procurar cambiar su cuadro de valores, especialmente en el
sector delictivo al que se entrega: tarea nada fácil por la fuerte cerrazón de un tipo verdaderamente
egocéntrico ante influjos externos.
Conviene diferenciar del cuadro anterior el caso del delincuente que acepta la valoración del medio en
que nace (la llamada subcultura criminal). Este es sin duda más accesible al influjo psicoterapéutico,
puesto que su postura no está cerrada ante el entorno, sino tan sólo ha asimilado una tabla de valores
diversos de la sociedad no criminal. En este último caso no se trata por tanto de un egocéntrico, sino de
un delincuente producto del ambiente en que ha vivido, al menos respecto a su cuadro de valoración
ética.

B. Respecto a los Demás


El egocéntrico adopta ante los que lo rodean una postura fuertemente incapaz, crítica y acusadora. Es en
el fondo una prolongación de mecanismos de racionalización al que aludimos más arriba: al no sentirse
culpable de sus delitos, acusa al entorno como medio de liberación.
Tales acusaciones pueden revestir modalidades diversas: la de hipocresía ante los que según él, solo
aparentemente practican el bien; la de culpabilidad de la sociedad por su estado; la de injusticias
recibidas de parte de su familia, camaradas y demás grupos sociales en que convivió, etc. De lo que se
desprende que tal estado de ánimo no sólo facilita el paso al acto, sino puede degenerar en casos más
extremos verdaderos delirios de tinte paranoide (persecución, acusación, etc.).
También se muestra tarea imprescindible de todo tratamiento de un egocéntrico, romper esta postura; ya
que es la defensa más fuerte ante todo intento de influjo desde el exterior. Por lo mismo suele ser

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necesario comenzar aquí la acción psicoterapéutica, lo que ciertamente tampoco es labor fácil. Pero una
vez rota esta coraza, no suele ser raro ver que la que parece en un principio valoración diversa de la del
entorno, se cambia o hunde repentinamente. Especialmente es frecuente tal cosa en los casos de
egocentrismo y acusación del entorno como mecanismo de defensa (supercompensación) ante un
complejo de culpabilidad.

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Lección 5ª
LA LABILIDAD AFECTIVA
Vamos a estudiar en la presente lección la segunda de las notas que integran la inintimidabilidad del
delincuente; y que por lo mismo es parte de la que venimos llamando personalidad criminal.

I. Estudio Clínico General


La labilidad afectiva es uno de los factores que más han sido estudiados por psicólogos y criminólogos; lo
que hace que se den diversos nombres a la misma e incluso que los puntos de enfoque no sean del todo
idénticos. Por ello es menester definir lo que entendemos bajo el nombre de labilidad afectiva; tratar de
exponer las varias denominaciones, con la que se habla de ella por otros psicólogos; y finalmente indicar
las teorías que intentan explicar desde el punto de vista etiológico, la razón de ser de la labilidad.

A. Concepto
No pretendemos definir estrictamente lo que se entiende por labilidad afectiva, sino tan sólo describir
suficiente sus caracteres fundamentales.
La labilidad es la forma de ser de la afectividad, que está sometida a fluctuaciones muy notables; por lo
que en breve tiempo y por estímulos ambientales relativamente desproporcionados, para el lábil de un
estado de ánimo a otro, que de nuevo desaparece para dejar lugar a un tercero.
El sujeto lábil es por tanto caprichoso y voluble. Se deja influir fuertemente por el entorno y especialmente
por los estímulos afectivos del mismo; y en tal sentido es fácilmente sugestionable, aunque la sugestión
puede dejar de actuar con la misma rapidez con que comenzó.
Todo lo anterior lleva a que el lábil viva fundamentalmente en el momento presente, sin dejarse
aleccionar por experiencias pasadas, por consejos de otro, ni por el porvernir; lo que dicho de otro modo,
le hace notablemente imprevisor.
Pero la improvisión del lábil nada tiene que ver con la del que solemos llamar “distraído”, precisamente
porque vive concentrado con exceso en un aspecto que le hace olvidar los restantes y entre ellos el
futuro. El lábil improvisor sabe lo que ha de suceder, pero no es capaz de actuar conforme ese
conocimiento: lo que todo como vaporoso o espera “salir del paso” cuando se presenten las dificultades
que prevé o que le anuncian.
Por lo mismo el lábil suele ser desordenado, impuntual, arrollador, dicharachero. Su estado de ánimo
sufre grandes altibajos, por lo que podemos encontrarlo en fase alegre, comunicativa, simpática,
optimista; o sumido en fuerte melancolía, que le lleva al silencia, a la depresión, a la inacción y
pesimismo.
No olvidemos sin embargo, que el temperamento lábil puede ejercer un extraordinario influjo sobre el
grupo que lo rodea, especialmente en situaciones de emergencia social. Por ello encontramos entre los
lábiles a grandes oradores y artistas, que captan mejor que ninguno las tensiones afectivas ambientales y
saben ser el resonador de las mismas.
El tipo presente se encuentra frecuentemente entre los ciclotímicos de KRETSCHMER o viscerotómicos
de SHELDON. Pero también puede encontrarse la labilidad en los otros tipos (normalmente en las formas
mixtas de los anteriores), y entonces sus manifestaciones no son tan estereotipadas como lo que se
indica anteriormente, sino que reciben la tonalidad correspondiente.

B. Denominaciones
Como se deja indicado, la labilidad afectiva ha recibido muy diversos nombres en las distintas Escuelas o
corrientes de la Psicología; denominaciones, que a veces nos están indicando la orientación de la
Escuela, o el enfoque etiológico que dan a la labilidad.

1. Falta de Voluntad

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En la Psicología clásica solía hablarse de falta de fuerza de voluntad, puesto que en los albores de la
misma, se concebía a la voluntad como una fuerza o impulso, capaz de imponerse a los impulso
diversos, que surgían del hombre. Cuando la voluntad no lograba imponerse, se suponía que era débil,
enteca (sin fuerza).
Pero con el proceso de la Psicología se ha ido descubriendo el modo de actuación de la voluntad y de la
estructura superior de la personalidad sobre el fondo endotímico; de ello hablamos el curso pasado.
Basta ahora recordar, que una concepción más dinámica de la voluntad y de su manera de actuación
sobre los impulsos, se habla hoy de falta de reductores, esto es de frenos que sean capaces de
contraponerse al impulso que intenta triunfar. A ellos se les llama también mecanismos de inhibición; e
incluso ya en una orientación psicoanalítica, se habla de mecanismos de defensa, por los que en
Super-Yo consigue controlar de un modo u otros los impulsos procedentes del Ello. Por lo tanto, todas las
denominaciones anteriores (y la concepción psicológica que presuponen) parten del hecho, de que la
voluntad no actúa a modo de fuerza sino desencadenando fuerzas antagónicas (mecanismos de defensa)
o al menos frenando la fuerza de los impulsos por varios procedimientos (reductores, inhibidores, etc.).
Por lo mismo suelen afirmar muchos psicológicos, incluso clásicos, que el problema de la fuerza de la
voluntad radica en la capacidad de motivación (LINDWORSKY, etc.).

2. Afectividad Fluctuante
Desde otra perspectiva diversa, la escuela constitucionalista sueca, que tanto influjo ejerció en KINBERG,
nos habla del temperamento subsólido. En la nomeclatura de SJOBRING, principal representante de la
escuela sueca, la solidez es el radical de la personalidad que regula la conservación de los procesos
encefalíticos; por lo que cuanto más sólido sea un individuo, más constante será en sus decisiones y más
estabilizado en su afectividad. Por el contrario la falta de solidez (el subsólido) se caracteriza por la
inestabilidad emocional, la inconsistencia e incoherencia; por lo que el tal se identifica fuertemente con la
situación presente, y hace caso omiso de la pasada o la futura. Esto lleva al subsólido a ser capaz de
ejercer una fuerte influencia sugestiva en los que le rodean, dada la vehemencia de su efecto y de su
intuición.
En la tipificación de REYMANS-SENNE, tan extendida en Francia, es la primariedad del rasgo que
reproduce lo que nosotros hemos llamado labilidad afectiva. Se da tal carácter, cuando toda impresión
tiene resonancia inmediata y directa en el ánimo, y luego desaparece sin dejar huella: el hombre que es
injuriado, pega a su ofensor; pero poco después olvida todo. La característica del primario, es el vivir en y
para el presente. Por eso son móviles, impulsivos, fácilmente consolables, reconciliables con facilidad y
fáciles de convencer (pasado el capricho, que puede revestir formas de terquedad), cambiantes en su
profesión y amistades, etc. Y actúan tan sólo por móviles inmediatos.
Rasgos semejantes a los anteriores nos presenta lo que KRETSCHMER llama la ciclotimia, raíz
fundamental del temperamento ciclotímico, que dicho autor hace correlacionar con el tipo somático
pícnico. Su perfil afectivo es inestable, tan pronto a la alegría desbordante y comunicativa como a la
tristeza depresiva e inmotivada también.
Todos los tipos anteriores convienen por tanto en su manifestación, aunque lleven nombres diversos y
tengan en cada autor algunos rasgos distintos. En su conjunto nos recuerda esta forma de afectividad
lábil, al mar encrespado, en el que las olas se suceden rápidamente, sin que la siguiente deje ni rastro de
la situación anterior: sin embargo al cabo de cierto tiempo vuelve a reproducirse la forma primera y luego
la siguiente. Por lo que aunque la primera impresión sea la de un todo en constante cambio, una
observación más reposada enseña a distinguir tan sólo dos o tres formas fundamentales, que se repiten y
combinan.

3. Afectividad Impulsiva
Otros grupos de psicólogos se fijan en una forma de afectividad, que aunque sin duda es lábil, se
manifiesta con modos y formas diversos de la afectividad fluctuante.
Así por ejemplo sucede en el llamado tipo impulsivo, que ante un estímulo relativamente pequeño, estalla
de pronto en un acceso de cólera o de pasión.

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Lo que más admira en tales casos al espectador externo, es el comprobar que con frecuencia el
impulsivo ha aguantado durante un buen rato (y a veces horas y aún días) el bombardeo de estímulos
incluso mayores, sin acusar al menos aparentemente su afecto. Y que de pronto se produce un estallido
violento del todo desproporcionado al último de los estímulos que provoca o para provocarlo. Es más, en
tales ocasiones, el impulsivo pierde totalmente la cabeza y se lanza a actos sin objeto ninguno, si no es el
de desahogar su cólera; proceder que contrasta más con su conducta normal, puesto que ésta suele ser
frecuentemente reposada y hasta metódica en grado sumo.
El tipo descrito es el que recoge KRETSCHMER bajo el nombre de viscoso, y el que hace correlacionar
con el tipo somático del atlético.
El nombre mismo de viscoso nos da el perfil central del temperamento indicado: el soportar presiones
fuertes con la consistente y tenacidad de la goma que se estira, hasta que de pronto estalla y da un fuerte
latigazo al que la sujeta. Tipo temperamental que pone KRETSCHMER bajo el signo de la epilepsia y sus
estallidos afectivos, que describiremos más adelante (al hablar de los delincuentes anormales).
Semejante al tipo anterior son los llamados pasionales por varios autores: sujeto que de pronto y sin
saber ellos mismo exactamente por qué, “lo ven todo rojo” y pasan al acto violento, no raras veces
carente de sentido o incluso inepto para conseguir lo que en realidad pretenden.
Todas las denominaciones anteriores y los cuadros que indican, nos ponen ante una manifestación de la
afectividad lábil, que es del todo diversa (al menos externamente) de la fluctuante. La impulsiva nos
recuerda más a la caldera que va almacenando presión, hasta que de pronto explota, o a la tempestad de
verano, que se va cargando insensiblemente, hasta que de modo repentino estalla en truenos,
relámpagos y torrentes de agua.

C. Clases
Lo visto hasta aquí nos lleva a un problema de fondo para el estudio de la labilidad afectiva. Hemos visto
en efecto que los autores suelen incluir a tal respecto dos cuadros diversos, a los que hemos llamado
afectividad fluctuante y afectividad impulsiva.
Ambos modos de manifestación caben debajo del nombre de labilidad afectiva y del radical que HEUYER
y PINATEL estudian bajo tal denominación. Porque aunque quizás es el primero de ambos aspectos el
que se encuentra más patente en sus exposiciones, también el segundo aparece en varios momentos de
las mismas. Lo que quizá hubiera convenido era una distinción neta entre ambos.
Pero ¿se trata en realidad de dos radicales diversos? La respuesta no es fácil y quizás haya de esperarse
al estudio del análisis factorial de la personalidad (que se está realizando en Psicología General) para
poder contestar con certeza.
Por la afirmativa parece estar el hecho de que fenomenológicamente se manifiestan ambas formas de
modo del todo diverso: argumento que sin embargo no es excesivamente consistente, porque es sabido
que el mismo radical aparece a veces de forma distinta, y por el contrario radicales diversos pueden dar
formas de manifestación análoga.
Más de peso parece el hecho de que KRETSCHER (y con él otros varios psicólogos y psiquiatras) hacen
de ambas formas de afectividad lábil el centro de tipos temperamentales diversos. Es más, dicho autor
pretende ver en ellas una correlación con dos enfermedades mentales diversas: con la ciclofrenia en el
caso de la afectividad fluctuante: y con la epilepsia en el de la explosiva.
Sin embargo creería más probable que ambas formas de manifestación de la afectividad lábil respondan
a un mismo radial de la personalidad. Lo que a mi juicio sucede, es que las restantes cualidades de la
personalidad, condicionan la forma de aparición de la labilidad: pero en su raíz estamos siempre ante el
mismo factor.
Se trataría por tanto a mi entender de una falta de estabilización de la afectividad (en línea del tipo
subsólido de SJOBRING), que por lo mismo se escapa del control de la personalidad en ciertos
momentos. Pero el modo de escaparse no es el mismo en los diversos tipos psicológicos por la
interacción de los restantes elementos de la personalidad.

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Por ello en el ciclotímico de KRETSCHMER, la afectividad lábil fluctúa constantemente; ya que dicho tipo
es rico en contacto social, lo que le lleva a que en modo alguno reprima su afectividad. Y por lo mismo, si
ésta es poco estable, se manifiesta en continuo vaivén.
Por el contrario el tipo viscoso es constante en los restantes aspectos de su personalidad y acostumbrado
al trabajo metódico. Lo que le lleva a que en el caso de una afectividad lábil, pueda hacerse con ella en
circunstancias normales, pero no sin ir encajando (aunque no se traduzca al exterior) los diversos
estímulos ambientales. Y por ello es una “última gota”, la que hace rebosar de pronto el vaso en forma
aparatosa y tremenda.

D. Teorías Etiológicas
De modo semejante a lo que vimos al tratar del egocéntrico, son tres grupos principales de teorías que
pretenden explicar la razón de la labilidad afectiva: las que la buscan en lo constitucional, las que se
inclinan por lo dinámico, y las que hacen responsable al medio ambiente.

1. Teorías Constitucionales
Ponen el acento en el aspecto orgánico, y por lo tanto en lo hereditario, en el sentido amplio de la
palabra, que reseñamos más arriba, donde incluimos también lo innato e incluso lo somático, proveniente
de los primeros meses de la vida del niño.
Para FREEMANN y WATTS la labilidad afectiva tiene una raíz claramente constitucional. Dichos autores
distinguen en el cerebro dos zonas diversas, separadas por la fisura de Polando; en la posterior a dicha
fisura, se localizarían las impresiones del pasado, y en la anterior, las del futuro. Luego el sustrato
orgánico de la labilidad se encontraría en los glóbulos frontales del cerebro: la falta de fijación suficiente
en los mismo de lo previsible en el futuro, llevaría a falta de actuación de lo porvenir sobre la vida
psíquica conciente y por tanto a imprevisión y a labilidad afectiva.
Cercana a esta teoría se encuentra la que expusimos el curso pasado al hablar del delincuente pasional:
según indicamos parece que la razón de la falta de inhibiciones, que se observa en dicho tipo
delincuencial, es una especia de cortocircuito en el hipotálamo, en virtud del cual ciertos estímulos no son
enviados a la corteza cerebral, para ser elaborados (potenciados o inhibidos) en la misma, sino que
vuelven directamente al exterior, a través de los nervios motores.
También se encuentra cercana la teoría de RESTEN, que supone a la primariedad una raíz orgánica:
consistiría dicha cualidad en la rapidez con que las células nerviosas de la corteza cerebral vuelven a
cargarse. Cuando el periodo de carga es muy corto, a un estado emocional le puede suceder otro
también muy rápidamente, lo que es la característica de la primariedad.
Recordemos que fundamentalmente es esta la explicación de SJOBRING el que como dijimos supone
que la solidez depende de la conservación de los procesos encefálicos.
Por tanto todas la explicaciones somáticas de la labilidad afectiva coinciden en situar su raíz etiológica en
el cerebro: aunque luego se diversifiquen en la localización de la misma y en el modo de producirse la
anomalía, que unos suponen funcional y otros orgánica.
 2. Teorías dinámicas
Busca la razón de la labilidad afectiva en la falsa formación del a personalidad. Especialmente se fijan en
la época de la niñez, donde señala diversos modos de desviación en la educación, que son los que llevan
a defectos dinámicos en el desarrollo de la afectividad.
Suelen hablar los partidarios de esta teoría, de una falta de sustitución del principio del placer,
característico de la infancia, por el de la realidad, que es el que rige la vida del hombre madura. Es decir,
que el hombre con afectividad lábil, no es capaz de renunciar sin placer momentáneo por otra
satisfacción quizás mayor, pero futura. Esto se debe por un lado al poder de los impulsos (del Ello), a los
que faltan un Super-Yo suficientemente evolucionado, para contrarrestarlos o dirigirlos.
Otros prefieren destacar en el mismo sentido la falta de frustración del niño, que es la que debió hacerla
renunciar al principio del placer (el egoismo) para abrirle el amor altruista. Dicho en términos mas

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vulgares, la frustración es la que evita la pervivencia del niño mimado, al obligarle a renunciar a sus
caprichos por la realidad de la vida.
La razón de estas deficiencias suelen colocarla a su vez en la falta de una figura paterna suficiente en los
años de la niñez; falta que puede deberse a que la tal figura no existiese, o a que no fuera aceptada por
el hijo, por circunstancias diversas. Entre ellas pueden jugar su papel los complejos, de que hablamos al
exponer la teoría psicoanalítica en Psicología General.
Algunos autores hablan en tales casos de inmadurez de la personalidad o de inmadurez afectiva; pero
aunque suelen entender bajo tal término lo que nosotros hemos expresado bajo el nombre de labilidad
 
afectiva, las expresiones indicadas tienen el inconveniente, de que determina Ver4 que la nuestra
la raíz o radical a que se refiere. Por lo que el nombre de inmadurez de la personalidad puede
entenderse, y de hecho lo entienden no pocos psicólogos, la agresividad, el egocentrismo, la indiferencia
afectiva, etc. Y en efecto, en todos los casos dichos, la personalidad e incluso la afectividad carecen de
una maduración .

3. Sociológicas
Parten del supuesto, de que es el ambiente sociológico (de los grupos sociales más amplios que el
estrictamente familiar) el que condiciona la labilidad afectiva.
Es innegable que un ambiente sociológicamente inestable contribuye poderosamente a la labilidad
afectiva de las generaciones, que se forman durante dichas épocas. Así por ejemplo existen estudios en
varios países, que prueban que las circunstancias de guerra, de grandes catástrofes económicas o
sociales (revoluciones, etc.) dan como consecuencia generaciones en las que la inestabilidad afectiva
surge potente. Pero lo que no queda claro en tales estudios, es si la dicha labilidad es consecuencia
directa de la inestabilidad social, o de la falta de la figura paterna, que suele acompañar a tales
circunstancias de emergencia (movilización, etc.); es más, un reciente estudio en los Estados Unidos
sobre las generaciones formadas durante la segunda guerra mundial, parece indicar claramente que son
las que carecieron de padre durante los años de la infancia (de los siete a los nueve años
concretamente), las que más causan la labilidad afectiva, a pesar de ser las que tuvieron menos contacto
directo con el ambiente social externo, mientras que las generaciones un poyo mayores (que por lo tanto
toman un contacto mayor con el entorno inestable). No acusan tan marcadamente dicha labilidad.
También ha sido estudiado el influjo de la inestabilidad cultural de la movilidad económica en la formación
de generaciones labiles: en concreto existe un interesante estudio de KINBERG sobre la influencia de la
sociedad americana (muy móvil desde el punto de vista cultural y económico por la expansión industrial y
por la emigración), en la criminalidad de dicho país.

4. Resumen
Como señalamos más arriba al tratar del egocentrismo y volvernos a indicar más abajo respecto a la
otras notas integrantes de la personalidad criminal, no puede decirse que desde el punto de vista
etiológico se conozca perfectamente el proceso de formación de la labilidad afectiva. Es más, parece muy
probable, que todas las causas indicadas influyen en los diversos casos, e incluso más o menos en cada
caso concreto.
Por lo que de nuevo nos encontramos ante el imperativo indeclinable del estudio individual (clínico) de
cada caso; y por otro lado, ante el no menos evidente, de no cerrarnos en esquemas preconcebidos, que
intentan explicarlo todo sólo desde un ángulo.

II. Manifestaciones Clínico-Criminológicas


De nuevo vamos a distinguir los delincuentes anormales desde el punto de vista psicopatológico, de los
que suelen considerarse como normales. Aunque también aquí vale la observación, que hicimos al
estudiar el egocentrismo: al dificultad para trazar una frontera estricta entre ambos grupos especialmente
cuando se trata de delincuentes.

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Por otro lado, en el caso presente tropezamos con otra dificultad: la de que bajo la denominación de
labilidad afectiva se comprenden dos radicales no del todo iguales en la teoría de la personalidad de
HEUYER, que venimos exponiendo: la que a nuestro juicio podría llamarse labilidad fluctuante y la que
más bien hay que calificar de labilidad impulsiva. Lo que siempre presenta diferencias, es aún más de
notar al tratar de los tipos anormales desde el punto de vista psicológico.

A. Delincuentes Anormales
Dividiremos también aquí los delincuentes anormales en los tres grupos indicados más arriba: psicóticos,
neuróticos y psicópatas, a ellos añadiremos algunas consideraciones sobre los débiles mentales, puesto
que revisten un particular interés desde el punto de vista de la labilidad afectiva.

1. Psicóticos
Tropezamos en ellos al estudiar el tipo de labilidad afectiva (el fluctuante ante todo con el grupo de los
maníaco-depresivos, caracterizados por sus dos fases (optimismo y depresión). Estas pueden darse
sucesivamente en el mismo sujeto, pero en ocasiones sólo se manifiesta (al menos de modo claramente
perceptible) una de ella. En la fase maniaca (de exaltación optimista y actividad incontrolada y poco
productiva) tienden tales enfermos a delitos de injurias, pequeños altercados o lesiones, así como la
prodigalidad, por su afán de colmar de regalos y atención a cuantos les rodean. En la fase de depresión
endógena pueden presentar el llamado suicidio ampliado, en el que matan a los seres queridos y se
matan a sí mismos después.
La vertiente impulsiva de la labilidad afectiva se manifiesta especialmente en los epilépticos.
Característico del temperamento de los mismos es el estallido violento de cólera, que parece del todo
inmotivado desde el punto de vista externo al sujeto, pero que en ocasiones es la coronación de una
tensión siempre creciente, a la que se ha visto sometido el enfermo (de ahí el nombre de “viscoso”, que
da KRETSCHMER al tipo psicológico correspondiente). Tales estallidos violentos pueden presentarse
como pródromos de un ataque del gran mal (el conocido ataque epiléptico); pero también se dan con no
menor frecuencia en los llamados equivalentes epilépticos, especialmente en forma de distimias. Desde
el punto de vista criminológico, tales ataques son profundamente peligrosos, ya que en ellos puede verse
lanzado el enfermo a delitos de una violencia inusitada, y característicos en la forma externa de su
ejecución, por lo cruel y riesgo innecesarios, así como por lo primitivo de los medios empleados y por
falta de ocultamiento del delito por parte del enfermo.

2. Neuróticos
La primera vertiente de la labilidad (la fluctuante) se manifiesta de modo peculiar en el histérico: neurosis
debida fundamentalmente a falta de estabilización de la afectividad, que lleva a la conversión de la misma
hacia el sujeto que la padece. Criminogenéticamente se manifiestan los histéricos como falsos
acusadores propios o ajenos con el fin de atraer sobre sí mismos la atención de los otros.
El aspecto impulsivo de la labilidad afectiva se manifiesta en la neurosis de tipo obsesivo-compulsivo; que
en realidad no suelen dar gran contingencia a la criminalidad, puesto que más bien suponen tan sólo un
fuerte sufrimiento para el que la padece. Sólo en circunstancias excepcionales suele pasar el compulsivo
al delito propiamente dicho.

3. Psicópatas
En la dimensión fluctuante de la labilidad afectiva encontramos un tipo dentro de la clasificación de K.
SCHNEIDER, que precisamente se denomina lábil y se caracteriza por la inestabilidad de su afectividad.
Pero en varios de los tipos restantes (especialmente en los abúlicos e incluso en los desalmados) se
echa de ver también la labilidad en el sentido propio del término.
El aspecto impulsivo de la labilidad también se recoge en un tipo independiente dentro de los de K.
SCHNEIDER: el explosivo. Pero de nuevo encontramos vestigios de la impulsividad en varios de los tipos
restantes.

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Señalemos para terminar, que la labilidad afectiva en sus dos vertientes (fluctuante e impulsiva) suele ser
señalada por numerosos autores de los que estudian la personalidad criminal; y de modo peculiar por los
que se ocupan de los delincuentes psicópatas.

4. Débiles Mentales
El oligofrénico se caracteriza precisamente por su retraso mental, lo que intelectualmente le asimila al
niño. Por ello suele graduarse la oligofrenia según el desarrollo intelectual (edad mental) del individuo en
cuestión.
Pero dicho retraso no sólo se manifiesta por el lado intelectual también tiene su vertiente afectiva. Y en
esta vertiente de la personalidad el retardo en el desarrollo significa labilidad afectiva: el oligofrénico
reproduce aquí también las estructuras de la infancia.
Lo anterior hace comprender la afectividad que solemos caracterizar de infantil, en el oligofrénico: sus
estallidos de rabia, que por otro lado ceden rápidamente; su paso de la risa al llanto y viceversa; sus
caprichos de niño. También suele manifestarse la impulsividad en falta más o menos acusada de toda
inhibición ante los impulsos o deseos de la naturaleza, incluso los menos confesables. Por lo que el
oligofrénico puede ser presa de delitos sexuales, no sólo porque no sabe defenderse o no comprende la
necesidad de ello; sino también porque su impulso al placer (y concretamente a la sexualidad) se ha
desarrollado sin suficiente contrapeso de inhibiciones.

B. Delincuentes Normales
Sin duda que los delincuentes anormales pueden ser autores de crímenes más atroces y que por lo
mismo atraigan sobre sí la atención de la prensa y del gran público; pero desde el punto de vista
estadístico no dejan de ser un porcentaje muy escaso de la criminalidad. Especialmente si omitimos las
frecuentes formas de transición entre el anormal y el normal, y de modo más particular, los llamados
psicópatas.
Por ello nos interesa peculiarmente el estudio de los llamados delincuentes normales. Para exponer la
importancia de la labilidad afectiva en los mismos, utilizaremos también aquí tipológico de SEELIG.

1. El Delincuente Profesional Refractario al Trabajo


Como indicamos en el curso pasado, el presente tipo criminológico de SEELIG carece de unidad interna
desde el punto de vista psicológico. Y por ello no es de extrañar, que también lo encontremos
representado entre los delincuentes lábiles; aunque los tipos que cuentan aquí no suelen ser
precisamente los mismos que recogimos al hablar del egocentrismo.
En efecto, fundamentalmente encajan entre los delincuentes lábiles, los vagabundos, las prostitutas y
tipos semejantes de marginales; que por tanto se diferencian (al menos en varios aspectos) del
egocéntrico. Aunque hay veces, en las que ambas notas se unen en un mismo tipo, que son las que dan
precisamente las personalidades más peligrosas desde el punto de vista criminológico.

2. El Delincuente Patrimonial por Falta de Resistencia


Se trata en este tipo de SEELIG del profesional, que encuentra precisamente en su ocupación habitual la
tentación al delito: es el médico a la comadrona, que practican el aborto; el cajero infiel o el empleado que
sustrae géneros del lugar en que trabajan; el funcionario venal, etc.
Estamos por tanto fundamentalmente ante tipos que carecen de fuerza de voluntad suficiente para resistir
a una cierta tentación delictiva. Esto es, que como indicamos más arriba, no poseen reductores,
inhibidores, etc., para contrarrestar el estímulo criminógeno inherente a su profesión.

3. El Delincuente por Falta de Disciplina Social

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Es de nuevo un tipo carente de reductores adecuados ante las exigencias de la convivencia social. Tipo
que se ha hecho especialmente peligroso en la sociedad moderna por los accidentes de circulación,
ocasionados en gran medida por falta de la indicada disciplina social.

4. Tipos Impulsivos
También la segunda dimensión que venimos señalando con la labilidad afectiva, se manifiesta en los
tipos delincuenciales de SEELIG. Especialmente estamos ante el delincuente por falta de dominio sexual,
delincuente por crisis y el delincuente por reacciones primitivas. En todos ellos es un impulso el que de
pronto estalla violentamente, bien sea ante una crisis biológica o económica de la vida, bien por la
contextura de la personalidad que hace a la misma propensa a las reacciones en cortocircuito.

C. Resumen
Si comparamos lo dicho hasta el presente con lo que vimos al tratar del egocentrismo, comprenderemos
que el delincuente lábil afectivo es incluso numéricamente más abundante que el egocéntrico; pero tienen
normalmente hablando una menor peligrosidad social.
El tipo del lábil afectivo no suele ser el delincuente-jefe: el nombre inteligente capaz de dirigir un grupo o
planear un delito refinado; sino más bien los lábiles constituyen los soldados de tropa de la criminalidad:
son los abúlicos, los pasivos, los asociales, que no comenten por sí mismos grandes delitos (contentos
con vegetar al margen de la sociedad); pero que en cualquier momento pueden ser manejados por
delincuentes de más empuje y agresividad.
Finalmente y desde el punto de vista del tratamiento, el delincuente lábil constituye un problema de no
fácil solución: porque por su modo de ser no es raro que parezcan resocializados en el ambiente del
Centro en que se les interna; pero al salir del mismo suelen perder lo adquirido con la misma facilidad y
rapidez con la que lo aceptaron en el ambiente anterior.

III. Paso al Acto del Lábil


La labilidad afectiva tiene como consecuencia el que la amenaza penal no actúe o ejerza sólo un influjo
muy moderado en el delincuente. Por ello subrayó GRISPINGNI en el I Congreso Europeo de
Criminología de Roma (1952), que una de las notas características del delincuente reside en su
incapacidad de inhibición ante la amenaza penal.
Ello se debe, a que como dejamos indicado, toda motivación futura tiene como fuerza sobre un
temperamento con labilidad afectiva; es tan sólo el momento presente el que tiene la virtud de actuar con
toda intensidad.
Por ello el delincuente con afectividad lábil no es intimidado por la idea del castigo, que ve como lejano e
improbable; puesto que por una parte, se promete escapar fácilmente a la persecución de la Justicia, y
por otra tampoco le asustan excesivamente los riesgos de la pena.
Esto último se debe no sólo a que el lábil ve la pena muy lejana y difuminada, sino también al hecho, de
que el temperamento lábil se adapta más fácilmente que los otros a cualquier género de vida, al que
rápidamente sabe encontrar sus ventajas y los posibles modos de evadir su rigor.
Por lo mismo no es raro que el lábil observe buena conducta durante su reclusión, típica de casi todos los
delincuentes habituales hecho que es interpretado a veces como nota de valor pronóstico e incluso como
signo de su actual resocialización. Pero por desgracia ésta no suele durar mucho más que la
permanencia en el establecimiento penitenciario; puesto que como dejamos indicado, el lábil se adapta
rápidamente a todos los ambientes, y por ello al volverse a encontrar con su medio habitual al salir de la
cárcel, vuelve rápidamente a las andadas.
Lo que por tanto indica, que cuanto mayor sea la labilidad afectiva, mayor serán las posibilidades de una
reconciliación auténtica. Y que ésta sólo podrá conseguirse, si se llega a modificar la estructura de la
personalidad del lábil, por medio de un tratamiento ni fácil ni corto, que en la mayoría de los casos tendrá
que ser fundamentalmente psicoterapéutico. Finalmente será casi imprescindible conseguir que a la

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salida del establecimiento penitenciario cambie el lábil radicalmente de ambiente; si no, será
extremadamente difícil que no reincida en su camino delincuencial.

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Lección 6ª
LA AGRESIVIDAD
Vistas las dos notas fundamentales, que constituyen según HEUYER la base de la inintimibilidad del
delincuente, vamos a empezar el estudio de las que integran la nocividad del mismo. Y comenzaremos
por la agresividad.
Como de costumbre, realizaremos por separado el estudio clínico general de la agresividad y sus
manifestaciones clínico-criminológicas, para terminar con unas notas sobre la razón por la que la
agresividad facilita el paso al acto delincuencial.

I. Estudio Clínico-Criminológico General


Veamos el concepto, las clases y las diversas teorías etiológicas de la agresividad.

A. Concepto
Como subraya POROT entre otros autores, existe una doble concepción de la agresividad, que se
entrecruza en los estudios psicológicos de la misma.
Nos hablan varios autores de la agresividad como de cualidad fundamentalmente positiva, que viene a
ser el conjunto de tendencias activas del individuo, afirmativamente de sí mismo y dirigidas hacia el
exterior con el fin de construirlo y dominarlo en beneficio del sujeto en cuestión; en este sentido positivo
se trata por tanto de la capacidad que tiene un individuo de realizar exteriormente sus planes.
Por el contrario es incluso más frecuente en Psicología hablar de la agresividad en un sentido negativo:
como la cualidad que desencadena actos o actitudes de carácter hostil, destructor, malévolo.
En realidad ambas acepciones no están tan profundamente separadas como pudiera creerse con visión
superficial. La agresividad es la capacidad del individuo para enfrentarse con el entorno y tratar de
dominarlo; lo que sucede es que tal capacidad (como todas las restantes cualidades psicológicas) puede
dirigirse rectamente y entonces estemos ante el aspecto positivo de la agresividad, o de modo patológico
y entonces nos encontramos ante la cara negativa de la misma. Y si en Psicología suele hablarse más
frecuentemente de la agresividad en el último de los aspectos indicados, es porque no es raro estudiar
más extensamente la dimensión etiológica de cualquier cualidad, que es la que está más necesitada de
tratamiento.
Pero no olvidemos que como subraya LOPEZ IBOR, en la vida práctica también suele hacerse mayor
hincapié en el aspecto negativo de la agresividad, que en el positivo. Por lo que se alaba como ideal la
desaparición o disminución de toda tendencia agresiva, aún en su aspecto positivo: el hijo dócil, el
subordinado sin asperezas, etc.; con lo que se busca no raras veces en la educación quebrar cualquier
brote de agresividad.
Con ello se olvida la dimensión positiva de dicha cualidad, que es la que ha llevado fundamentalmente al
hombre a realizar hazañas notables; es más, se ignora también que, como sucede por los demás en
otras cualidades psicológicas, no es raro que el aspecto positivo se entremezcle con el negativo; y que
una recta educación consiste por tanto en suavizar al máximo el aspecto negativo por su transformación
en positivo, lo que se consigue señalándole metas adecuadas y no intentando tan sólo ahularlo con una
agresividad mayor.

B. Clases
Podemos distinguir varias clases de agresividad conforme a su modo de manifestación, su grado, su
dirección y el resultado que obtiene en orden a conseguir su objeto: la transformación del mundo externo.

1. Por el modo de manifestación


Suele distinguirse una agresividad intermitente u ondulante, que procede por ráfagas en el desarrollo de
sus planes. Aunque frecuentemente venido tal modo de agresividad a la labilidad afectiva, no siempre se

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identifican ambas cualidades; ya que cabe una agresividad intermitente, que sin embargo realice sus
planes, al modo con que trabajan ciertas máquinas o instrumentos dando pasadas sucesivas. Este tipo
de agresividad intermitente suele ser característico del temperamento ciclotímico.
Cabe también un tipo de agresividad explosiva o impulsiva, que se caracteriza por los estadillos a que da
lugar, como su nombre indica. Quiere entonces vencer en un momento y de golpe las dificultades que se
oponen a la realización de su plan; por lo que suele ser violenta, destructiva y frecuentemente por lo
mismo poco productiva. No es raro que tales estallidos vengan repentinamente después de una fase
tenaz aplicación de la actividad propia a la consecución de un fin y en personas en sí tranquilas; por lo
que dejan más sorprendidos aún a los espectadores. Yen ambos casos son patrimonio de un
temperamento viscoso e incluso epileptoide.
Finalmente se da una agresividad continuada o constante, que se caracteriza, según indica su nombre,
por la aplicación igual y tenaz de la capacidad de actividad externa, a la realización de un plan
determinado. Suele ser típica del temperamento esquizotímico y también presentar (como en los casos
anteriores) su vertiente patológica; en este último caso se caracteriza por la obstinación irreductible en la
realización de un plan, que incluso puede ser del todo descabellado en su planteamiento o en el fin que
pretende.

2. Por el grado
Se distingue en tal sentido entre una agresividad normal, que se da en cualquiera de las tres formas
indicadas, dentro de ciertos límites; y una agresividad anormal o patológica, en la que dichas fronteras
quedan ampliamente rebasadas.
Como siempre que hablamos de normalidad, hay que tener en cuenta en primer lugar, que en Psicología
suele aplicarse un criterio meramente estadístico para determinar donde se encuentra la frontera; aunque
luego no se suele motejar de anormal el exceso positivo desde el punto de vista social. Por lo que a pesar
de afirmación de sicólogos y psiquiatras, de que con dichas denominaciones no pretenden valorar, lo
hacen a fin de cuentas.
También conviene recordar lo que hemos dejado indicado más arriba, al tratar de otras cualidades
psicológicas: que la frontera entre lo normal y anormal ni es clara, ni puede por lo mismo señalarse
siempre con precisión. Pero en líneas generales es suficiente para poder separar en la mayoría de los
casos entre conductas normales patológicas.

3. Por la dirección
Suelen distinguir los autores entre la llamada autoagresividad, que se dirige contra sí mismo; y la
heteroagresividad que se orienta hacia el exterior (cosas o personas del entorno).
Se comprende que la autoagresividad entra fundamentalmente en el terreno de lo patológico. Es más,
podría discutirse hasta qué punto le conviene la definición general de agresividad, que hemos adoptado.
Creemos sin embargo, que encaja dentro de dicho concepto, aunque ciertamente como manifestación
patológica de la agresividad; ya que a pesar de que el ángulo de ataque se dirija hacia el sujeto en
cuestión, se pretende con ello dominar el entorno (caso de la conversión histérica) o autopunirse a sí
mismo, por la falta de éxito en el dominio del mundo.

4. Por su resultado
Conforme al presente criterio podemos distinguir una agresividad adaptada y contra inadaptada. Como su
nombre indica, se refieren ambas a la capacidad de inserción de la actividad propia en el entorno.
Pero no hemos de creer que el criterio diferencial entre ambas formas se encuentra en el éxito del plan
realizado (el conseguir lo que se pretende), ya que esto puede depender de la suerte, y por otro lado
incluso una agresividad inadaptada puede imponerse por ciertas circunstancias (violencia, etc.)

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La diferencia entre ambos tipos de agresividad se encuentra en la capacidad del plan en sí (y por lo tanto
de los medios que se prevén en el mismo), para conseguir el fin pretendido; y simultáneamente en la
capacidad del sujeto para realizar el plan trazado.
Como en lecciones anteriores, la dividiremos en tres grupos: las constitucionales, las dinámicas y las
sociológicas. Y también aquí hemos de indicar, que tomamos los nombres dichos con las reservas y
salvedades hechas más arriba. Y además, que no pretendemos con la separación de las tres teorías
dichas, dar la razón de modo absoluto a ninguna de ellas; sino tan sólo analizar sus enfoques y ver en
qué casos y tipos de agresividad tienen mayor aplicabilidad.

1. Teorías constitucionales
Ponen la raíz de la agresividad en el instinto de conservación que presenta una dimensión doble: la
defensa de la propia unidad, que tienen sus manifestaciones en el hambre, sed, etc.; y la defensa ante el
mundo externo. Y dentro de esta última modalidad del instinto de conservación distinguen aún los
partidarios de la presente teoría (LOPEZ IBOR entre otros) una actitud meramente defensiva, que es a la
que suele llamarse instinto de defensa en sentido propio: y otra ofensiva, que pretende dominar el
entorno y es la que venimos llamando agresividad.
Por lo mismo la presente teoría deja ver más claramente el enlace entre las dos maneras de concebir la
agresividad por los psicólogos, de que hablamos más arriba (la positiva y la negativa): ambas en
reacciones del instinto de conservación ante el entorno, que según las circunstancias y posibilidades del
sujeto, toma un colorido positivo o negativo.
Respecto a la localización biológica de la agresividad, parecen ser concluyentes varios experimentos
hechos sobre animales. Así CANNON en 1927 comprueba, que los perros descerebrados siguen
manifestando todos los síntomas de furor. Igualmente la supresión del tálamo no influye en las reacciones
de agresividad, como demuestra BARD; pero desaparece ésta con la sección del hipotálamo. Es más,
años después consigue RANSON reproducir todo el síndrome del furor al estimular eléctricamente el
hipotálamo.
Lo anterior confirma por tanto lo expuesto el curso pasado sobre la localización orgánica del mecanismo
que desencadena la delincuencia pasional. Y nos explica en primer lugar los caos extremos de
agresividad explosiva o en corto circuito; pero en segundo lugar nos demuestra que el hipotálamo juega
un papel importante en la regulación de la agresividad, papel que no puede quedar reducido a los casos
de explosión patológica. Por lo que parece que el tratamiento orgánico de la agresividad, especialmente
en sus formas más o menos patológicas, ha de dirigirse al hipotálamo.
También parece obedecer a base orgánica similar, las agresividades de etiología tóxica, y las
postepidémicas (postencefalíticas especialmente) así como las que surgen a consecuencia de traumas
cráneanos.
Recordemos también de pasada, que hoy día existe una serie de medicamentos para disminuir la tensión
de la agresividad, cuando ésta presenta un grado patológico; pero que no suelen atajar su raíz orgánica
sino meramente disminuir su intensidad mientras dura el efecto del fármaco.
Resumiendo, la teoría constitucional parece explicar al menos ciertos casos de agresividad patológica e
indicar el sustrato orgánico de la agresividad general.
Por el contrario no parece indicar la etiología de todas las formas de agresividad, especialmente de las no
patológicas; puesto que sólo nos dice, que en tales casos el control es ejercitado en algún modo por el
hipotálamo, sin precisar mas. Pero el hecho de que un individuo tenga una agresividad adaptada y otro
no, el de que en uno la agresividad sea fundamentalmente positiva y en otro negativa, etc., no parece
qudar explicado por la teoría constitucional.

2. Teoría dinámicas
Coinciden en colocar el origen de la agresividad y especialmente la modelación de la misma, en la
formación dinámica de la personalidad. Lo que supone que fundamentalmente influyen en la misma, los
primeros años de la vida del individuo y el grupo familiar.

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Para FREUD existen dos instintos fundamentales en el hombre: la libido que es de la que más
frecuentemente suele hablarse al exponer el psicoanálisis; y la agresividad. El primero es el instinto de la
vida, el segundo es el de la muerte, la destrucción. Esto no quiere decir sin embargo, que ambos instintos
se opongan, sino que con frecuencia se complemente.
En nuestro caso concreto, la agresividad es utilizada frecuentemente para la vida: al destruir los
obstáculos que se oponen en el mundo externo, hace triunfar al individuo; estamos por tanto ante la
versión positiva de la agresividad. Pero puede suceder también que la agresividad se complazca
especialmente en destruir, en ser el instinto de la muerte Puede observarse por tanto, que la presente
concepción de la agresividad y su entronque entre las fuerzas instintivas no difiere fundamentalmente de
la que nos ofrecían las teorías constitucionales.
El punto fundamental de diferenciación se encuentra en el papel que forma en la modelación de la
agresividad (hacia lo positivo o negativo) el grupo familiar. Suponen los psicoanalistas, que el niño intenta
asegurar su vida por sus instintos agresivos; mientras que la familia con sus fuerzas de agresión
organizadas, intenta modelar la vida del niño. Se trata por tanto de la oposición de dos agresividades, y
según se dirija la agresividad familiar, puede moldear de uno u otro modo la agresividad del niño.
La agresividad positiva y adaptada es consecuencia de un clima de comprensión y calor en el hogar;
donde ciertamente se frustra en ocasiones al niño, pero se le enseña a desarrollar su actividad en el
entorno a semejanza de lo que hacen sus padres (especialmente la figura paterna) y con el resultado
satisfactorio de poder dominarlo. Es decir que la agresividad se ha modelado fundamentalmente a través
de un proceso de imitación, de identificación con la figura paterna.
Cuando el clima familiar no es conveniente, puede surgir múltiples desviaciones en la formación de la
agresividad. Ante todo es posible que al niño no se le someta a frustración ninguna, no se le haga
enfrentarse con dificultades e incluso fracasar moderadamente ante las mismas. Tal sucede por ejemplo
en el caso de niños mimados o en el que los ingleses llaman de madre sobrepotectora (overprotective
mitter), que pretende solucionar todas las dificultades y evitar hasta los peligros más insignificantes para
su hijo. Entonces la agresividad no se desarrolla convenientemente o no es adaptada, por lo que el niño
no será capaz en el futuro de enfrentarse con la vida y con sus problemas; es más, fácilmente se
refugiará luego en el mundo del ensueño irreal, para huir de la vida que le resulta impracticable.
Es también posible el fallo contrario en la educación de la afectividad el exceso de frustración y de
exigencias por parte de los padres, que suscitan en el niño la reacción de oposición; ésta lleva a su vez a
aptitudes agresivas en sentido negativo, de las más variadas; rencores, resentimientos, huidas,
amenazas, represiones. Y de todas las posturas indicadas pueden surgir y surgen normalmente neurosis,
que pueden desembocar también en lo delincuencial.
Cuando la agresividad inadaptada o patológica procede de una falsa formación dinámica de la
personalidad, el remedio está en una psicoterapia profunda, que solucione la estructura defectuosa. Pero
en ella no debe pretenderse anular la agresividad con una contra-agresividad aún más fuerte, como anota
acertadamente Ana FREUD; sino en moldear debidamente la agresividad, para que encuentre un empleo
fundamentalmente positivo. Lo que no raras veces e consigue más fácilmente por medio de la
psicoterapia de grupo.
Resumiendo, observamos que la teoría dinámica explica casos en sí diversos de agresividad; y que nos
da el procedimiento de corregir muchas desviaciones de la misma, cuando no son de origen claramente
orgánico. Y en todo caso conviene no olvidar, que con frecuencia se superponen o entremezclan ambas
series de causas indicadas; por lo que normalmente habrá que atajar en lo posible la raíz orgánica de la
agresividad patológica, a la vez que se pretende con una psicoterapia adecuada moldear y dirigir lo
positivo de la misma.

3. Teorías sociológicas
Como en otras ocasiones indicamos, no se diferencian esencialmente de las dinámicas, sino tan sólo
colocan la malformación de las tendencias agresivas en una época más tardía del desarrollo del
individuo. Y por lo mismo el papel principal en dicha desviación no lo juega el grupo familiar sino diversos
grupos sociales posteriores.

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En conjunto suponen, que es el clima conveniente en los grupos sociales en los que ha de engranar el
individuo, el que modela su agresividad. Por lo que cuando tal clima se da, tenemos un individuo
adaptado y en caso contrario un inadaptado desde le punto de vista de la dirección y grado de la
agresividad. Por lo demás, las posibles posturas del grupo social y las reacciones del individuo ante el
mismo, no son fundamentalmente diversas de las descritas al hablar de las teorías dinámicas.
Es interesante sin embargo, el estudio que hacen los partidarios de las teorías sociológicas de los
sustitutivos simbólicos de la agresividad. Tales son las acciones, en las que un ser normal, puede
descargar simbólicamente su agresividad (entendida aquí negativamente) y así liberarse de la misma.
Por los espectadores se identifican con los protagonistas y descargan su agresividad negativa en los
adversarios. Esta es también la causa de que precisamente sean atraídas por tales diversiones, personas
que carecen de facultades físicas para desarrollar la actividad indicada e incluso los que normalmente
trabajan en ocupaciones, donde apenas pueden dar cauce a su agresividad positiva (puesto
subordinados sin iniciativa propia). Y por lo mismo no es raro el caso del que muestra caras del todo
diversas en los grupos sociales en que convive (familia, profesión, amigos); por lo que es duro en casa el
cordero fuera de ella, o viceversa.
Todo lo anterior nos indica (y esta es la conclusión que saca de lo dicho la teoría sociológica) que la
cultura posee una gran capacidad moderadora de la agresividad; ya que puede hacer descargar la misma
en acciones simbólicas o encauzadas en una actividad proporcionada a las propias calidades.
Y por lo tanto nos avisa también del peligro social que puede suponer individuos con agresividad latente o
reprimida; lo que puede deberse ala malformación consiguiente a un ambiente poco propicio e incluso al
ejercicio de una profesión en la que la personalidad no se realiza. Tales individuos pueden manifestar una
increíble capacidad agresiva en el aspecto más negativo de la misma, cuando una crisis social o
individual quita las represiones que la frenaban.
Igualmente nos indica lo anterior, que un ambiente social adecuado (en el que hay que incluir el ejercicio
de una profesión, que de cauce a la agresividad) puede salvar a muchos individuos de caer en la
delincuencia. Son los que llamaba FERRI con frase gráfica sustitutivos penales, y los que por tanto
pueden constituir la meta en la educación de un niño o en la reducción de un reo con agresividad un tanto
patológica o negativa.

II. Manifestación Clínico-Criminológicas


Como en lecciones anteriores, vamos a hablar primero de los que suelen llamarse delincuentes
anormales y enseguida de los normales.

A. Delincuentes Anormales
También aquí distinguiremos los tres grupos de psicóticos o verdaderos enfermos mentales, de
neuróticos y de psicópatas.

1. Psicóticos
Existe una forma de agresividad lúcida y fría, propia del paranoico, que ha sido especialmente realzada
por POROT. Tiene la continuidad propia del tipo indicado, su metódica y constancia, lo que le lleva a ser
fuertemente peligrosa cuando toma el camino delincuencial.
También es de destacar la agresividad del depresivo, que adquiere en ocasiones formas auto y
heterogresiva en el tantas veces citado suicidio ampliado.
Pero quizás la forma más conocida de agresividad es la impulsiva del epiléptico; que lleva a delitos
violentos y brutales, faltos de sentido y medida en su realización y consecuencias. No olvidemos que
tales ataques impulsivos pueden darse no sólo en las formas manifiestas de la epilepsia, sino no menos
en los equivalentes, especialmente en los períodos distímicos.

2. Neuróticos

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La agresividad del neurótico suele ser consecuencia de un conflicto profundo de personalidad, por lo que
presenta modos de manifestarse diversos que los indicados.
No es raro que tome formas autogresivas, especialmente en las neurosis de angustia, de terror y en las
obsesivas. Pero también puede ser heteroagresivas, bien de modo directo (compulsiones), bien de modo
a veces indirecto (conversiones psicógenas para atraer la atención).
Es de observar por tanto, que aunque la agresividad es uno de los caracteres más destacados de toda
neurosis, no suele revestir con tanta frecuencia formas criminales.

3. Psicópatas
Es curioso observar que K. SCHNEIDER no subraya tan fuertemente como lo hacen otros autores, el
componente de agresividad del psicópata. Cierto que se nos muestra en varios de los tipos de su
clasificación (así por ejemplo en los que son reducción de una psicosis, como los explosivos, los
fanáticos, etc.) y de modo notable también en el desalmado, que viene a ser la reproducción del
psicópata de la escuela psiquiátrica americana; pero no hace SCHNEIDER a la agresividad el carácter
central de un tipo concreto.
Por el contrario casi todos los autores que indicamos el curso pasado, y que han estudiado delincuentes
psicópatas, suelen destacar el papel de la agresividad en el mismo. Así especialmente los esposos
GLUECK y los McCORD.

B. Delincuentes Normales
Vamos a reunir los delincuentes normales en dos grupos, conforme a que el signo de su agresividad sea
más bien positivo o negativo.

1. Agresividad negativa
Se manifiesta en tipos delincuentes normales, que sin embargo se encuentran cerca de los anormales,
con los que se confunden frecuentemente sin clara solución de continuidad.
Así en el caso del delincuente por agresividad de SEELIG, caracterizado precisamente por sus fuertes
descargas agresivas de tipo impulsivo; y el delincuente por reacciones primitivas, en el que la descarga
pasional escapa al control de la personalidad por una especie de cortocircuito, que a lo que dijimos el
curso pasado, parece localizado en el hipotálamo.

2. Agresividad positiva
Encontramos ante todo entre los delincuentes los que suelen llamarse activos y pasivos; que no son en el
fondo más que una versión de lo que hemos denominado agresividad adaptada e inadaptada.
También podemos hallar delincuentes con agresividad impulsiva (como dejamos indicado más arriba),
intermitente y continuada; que en esto no se diferencian de la población normal.

C. Resumen
Lo anterior nos indica que la agresividad negativa da lugar a delitos violentos y brutales; pero por lo
mismo menos adaptados a su fin delincuencial. Y esto tanto en su vertiente patológica (anormal), como
en lo que hemos considerado delincuentes normales aunque especialmente en el campo de la
agresividad negativa se hace difícil la distinción.
Por lo mismo el delincuente con agresividad negativa comete delitos más espeluznantes y más aptos
para despertar la sensación y el horror del ciudadano medio; pero en realidad son menos peligrosos
desde el punto de vista criminológico, por proceder de individuos menos expuestos a anclar en una
carrera criminal.
Por el contrario la agresividad positiva la que es índice de peligrosidad del delincuente; ya que en
definitiva es la que le permite desarrollar con mayor o menor constancia y perfección su plan

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 delincuencial. Y por lo mismo es la que nos clasifica a los deliVer5 los primeros, la que escalona a los
delincuentes en tipos variados según su capacidad de realizar el plan delictivo o de nocividad.
Lo anterior confirma el fenómeno que pudo parecer curioso al tratar de los delincuentes anormales: que
los neuróticos, que son los dotados de un coeficiente mayor de agresividad en el sentido vulgar de la
palabra (agresividad negativa por tanto), no son fundamentalmente peligrosos; mientras que los
paranoicos dentro de los psicóticos y los psicópatas agresivos de la escuela americana presentan un
índice mayor de peligrosidad: precisamente en ambos casos estamos ante una acepción más positiva de
la agresividad.
Comparando la nota presente con las dos estudiadas anteriormente, comprendemos que la agresividad
positiva se asocia fácilmente al agocentrismo para constituir el tipo de delincuentes más peligrosos, bien
sea que trabaje en solitario, bien que dirija un grupo delincuencial. Por el contrario no se une tan
fácilmente a la habilidad, por el mismo hecho de que el lábil es un ser carente de fuerza de voluntad, lo
que le impide realizar con precisión sus planes o deseos delincuenciales; el lábil se encuentra más bien
entre los tipos de delincuentes inadaptados y pasivos.

III. Paso al Acto del Agresivo


Un delincuente inintimidable por su egocentrimos y labilidad afectiva, puede aún detenerse en el camino
emprendido por no considerarse capaz de vencer las dificultades y problemas de todo género que le van
a salir al paso. En este momento se cuando actúa la agresividad y le comunica un nuevo impulso en el
paso al acto delincuencial. Pero como dicha agresividad ejerce su influjo de modo diverso según se trate
de la que hemos llamado positiva o negativa, vamos a estudiar a ambas por separado.
La agresividad negativa más bien actúa en el hecho de decidir al delincuente a pasar al acto: su postura
de resentimiento contra la sociedad, su impulsividad que estalla, puede de pronto romper con las últimas
barreras o inhibiciones que aún quedaban y lanzar al delincuente a la ejecución del delito.
Por el contrario la agresividad positiva, actúa en un momento posterior y de modo diverso: en primer lugar
es la que anima al delincuente al acto, haciéndole ver que los obstáculos son superables: en segundo
lugar, es la que le da constancia para vencer las dificultades de todo género que se van acumulando
durante la ejecución misma del propósito delictivo.
Lo anterior nos indica que la agresividad tiene importancia notable en la dinámica del paso al acto. Y que
en términos generales es claro, que cuanto mayor sea la agresividad de un delincuente, tanto más
peligroso se nos presenta.

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Lección 7ª
INDIFERENCIA AFECTIVA
Comenzamos el estudio de la última de las notas fundamentales de la personalidad criminal, en la teoría
de HEUYER; que a la vez constituye también el último componente de la nocividad.
Siguiendo el esquema de las lecciones anteriores, comenzaremos por exponer unas notas sobre el
aspecto clínico general de la indiferencia afectiva (esto es, en los no delincuentes), para aplicarlas luego
al delincuente en su aspecto clínico criminológico.

I. Estudio Clínico General


Veamos sucesivamente el concepto de indiferencia afectiva, su distinción respecto a la insensibilidad
moral, y las clases diversas de indiferencia afectiva, que suelen señalarse en clínica general.

A. Concepto
Vimos el curso pasado, al estudiar el fondo endotímico, que en Psicología General se utilizan nombres
diversos para la que ahora llamamos afectividad. Optamos entonces por designar como “emoción” la
forma pasajera de la misma y como “temple” la más estable. Pero ya indicamos, que en la nomeclatura
de otros autores, se llama afectividad o también sensibilidad a lo que nosotros denominamos emociones,
por seguir la terminología de LERCH.
La afectividad en la terminología de HEUYER es por tanto la resonancia que encuentra en el fondo
endotímico un objeto del mundo externo capaz de saciar alguna necesidad del sujeto. Y recordemos, que
entendemos en tal definición por “objeto” todo aquello que pertenece al entorno (lo mismo personas, que
cosas o que acontecimientos) ya que todo ello se opone al sujeto, en la bipolaridad esencial a toda
Psicología. Y también el concepto de “necesidad” en la definición indicada hay que tomarlo en sentido
muy amplio: toda falta de algo en el sujeto, que puede obtener en el diálogo vital con el entorno; y por lo
tanto puede tratarse de necesidades materiales, morales, estéticas, intelectuales, etc.
Partiendo de la definición anterior, la indiferencia afectiva será por tanto la falta de resonancia en el fondo
endotímico del sujeto, de los objetos (cosas, personas, sucesos, etc.) del entorno.
Por la diversidad de nomeclaturas de que hemos hablado, suelen preferir otros autores llamar a la
indiferencia afectiva, insensibilidad, falta de emotividad, apatía, etc.

B. Diferencia con el Sentido Moral


Nos interesa sin embargo, insistir en una aspecto de la nomeclatura indicada, porque detrás del mismo se
oculta una cuestión de fondo. Nos referimos a la diferencia entre la insensibilidad moral y la indiferencia
afectiva.
Ante todo hay que advertir que bajo el nombre genérico de insensibilidad moral se agrupan no raras
veces por muchos autores, dos conceptos del todo diversos en su fenomenología y en su localización
veamos por separado.
El sentido moral es la capacidad de valorar rectamente una conducta desde el punto de vista ético o
moral. Se trata por tanto de una función intelectual (valorativa) de un juicio de valor; aunque no esté
desprovista de elementos emocionales, como sucede por lo demás con cualquier acontecer psicológico.
Por el contrario la sensibilidad moral es la resonancia que dicho mundo de valores morales encuentra en
un individuo concreto. Estamos por tanto ante un campo concreto de la afectividad; ya que la sensibilidad
moral es tan sólo la afectiva en cuento a que se ocupa del acontecer moral.
La diferencia entre ambos conceptos es por tanto clara: el uno está localizado fundamentalmente en la
estructura superior de la personalidad, puesto que es un juicio de valor mientras que la sensibilidad moral
pertenece fundamentalmente al fondo endotínico, como todo el resto de la vida afectiva. Y hemos dicho
en ambos casos “fundamentalmente” porque como subrayamos el pasado curso, la persona no tiene
esparcimientos estancos, sino que forma un todo integrado.

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C. Clases
Para el fin que pretendemos en la presente lección, vamos a distinguir la afectividad según su dirección,
según su grado y según su duración.

1. Por la dirección
En este aspecto diferenciamos una afectividad egocéntrica, que es la que resuena tan sólo ante los
temas del yo (y consiguientemente la indiferencia afectiva egocéntrica, cuando falta al interés afectiva por
los temas del yo); y un afectividad altruista, que es la que vibra ante los demás transitivos (y
consiguientemente la indiferencia afectiva, que no resuena ante los intereses de los demás).
La indiferencia afectiva que nos interesa de modo peculiar desde el aspecto criminológico es la altruista;
ya que la indiferencia egocéntrica no suele producir perturbaciones de tipo criminal, si se exceptúa tal vez
el suicidio.

2. Por el grado
Distinguiremos aquí la indiferencia propiamente dicha de la perversión de la afectividad.
La indiferencia se mantiene en el plano meramente pasivo: no hay resonancia en el sujeto ante el
acaecer del entorno.
Por el contrario la perversión supone una aversión de la afectividad: el sujeto se goza ante el dolor ajeno
e incluso llega a producirlo para gozar del mismo. El tema de las perversiones instintivas fue
magistralmente expuesto por DUPRE y constituye la base de las teorías sobre el perverso constitucional,
de que tratamos el pasado curso.
Cierto que ambos grados de indiferencia nos interesa desde el punto de vista criminológico; pero cuando
en la presente teoría de la personalidad criminal hablamos de la indiferencia afectiva, nos referimos de
modo más concreto a la primera: la indiferencia propiamente dicha. Sin embargo no dejará de surgir el
grado más intenso de la misma en nuestras consideraciones clínico-criminológicas, especialmente al
tratar de los delincuentes anormales, ya que tal perversión constituye sin duda una anormalidad
psicológica.

3. Por la duración
Bajo el presente punto de vista conviene diferenciar la indiferencia afectiva crónica de la aguda.
La crónica se encuentra incorporada en la personalidad del individuo (lo que no quiere decir que sea
constitucional), y constituye los tipos fríos o apáticos de las clasificaciones psicológicas, tales como el
superestable de SJBRING; los no emotivos (sanguíneo, flemático, amorfo y apático) de la de
HEYMANS-LE SENNE; el esquizotímico y el viscoso de la KRETSCHMER; y sus paralelos (cerebrotónico
y prasotónico) en la de SHELDON.
Por el contrario la indiferencia afectiva aguda debe a un estadio transitorio, cuyas raíces pueden
encontrarse en una enfermedad psíquica (esquizofrenia, etc.) meramente somática (procesos
postinfectivos) o en un proceso psicológico de inhibición o abstención afectiva. Es claro que tales estados
agudos pueden fácilmente degenerar en crónicos; especialmente cuando se deben a enfermedades que
arraigan en el sujeto.
Ambas formas de indiferencia afectiva indicadas tienen sus vertiente criminológica, que estudiaremos
más adelante.

D. Teorías Etiológicas
Expondremos por separado como en lecciones anteriores las constitucionales, las dinámicas y las
sociológicas; pero teniendo en cuenta también aquí las salvedades hechas anteriormente a dicha
tripartición.

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1. Teorías constitucionales
Suponen que la raíz de la indiferencia afectiva tiene su razón de ser en el correlato fisiológico de las
emociones. Cuando tal sustrato somático se encuentra alterado, sea de modo permanente (indiferencia
crónica) o pasajero (indiferencia aguda), la afectividad no tendrá ni la intensidad ni las características
normales; esto es, nos encontramos ante la indiferencia afectiva.
Parece cosa comprobada el influjo del hipotálamo en la vida afectiva; cuestión que tocamos ya
anteriormente al hablar de la labilidad afectiva y en el curso pasado al estudiar el delincuente pasional.
Pero conviene ahora precisar dichos conceptos referirlos a la indiferencia afectiva.
En tiempo no muy lejano se supo que el hipotálamo era el gran colector de las emociones. Así creyó
 probarlo BARD con sus ex Ver6 ello se presentaba la reacción de rabia aparente
(shame-rage). Igualmente parecía confirmarse la hipótesis con los estudios de HESS, que al estimular el
diencéfalo, provoca accesos de cólera. Y finalmente, mientras FULTON e INGRID consigue provocar
reacciones coléricas después de seccionar en la parte anterior del cerebro, desaparecen éstas en los
experimentos de BEATTLE y sus colaboradores, que seccionan la parte posterior del mismo.
Pero como observa LOPEZ IBOR al hacer el análisis crítico de tales experiencias, tales reacciones no
son de auténtica rabia, sino de rabia aparente (shame-rage), como las denominaba el mismo BARD. Lo
que indica que no prueban que el hipotálamo sea la sede de las emociones, sino tan sólo el gran regular
de los efectos periféricos de las mismas (afluencia de sangre, erizarse los pelos, forma del hocico,
agresividad, etc.). Es más, MASSERMAN demuestra más tarde, que los efectos periféricos indicados
difieren de la verdadera emoción, como lo prueba el hecho de tratarse de reacciones estereotipadas, de
su desaparición repentina al cesar el estímulo, etc.
Lo que parece indicar, que el hipotálamo no es el centro de la vida afectiva, sino tan sólo el órgano que
interviene en los mecanismos de expresión de la misma. Es lo que indicábamos al hablar del delincuente
pasional: que por un cortocircuito en el hipotálamo, llega a reacciones agresivas, puesto que en dicho
centro es donde se regulan los efectos periféricos de las emociones.
Por el contrario no se conoce aún con exactitud la localización de la afectividad propiamente dicha (en
cuanto a sus manifestaciones periféricas). Parece sin embargo que el sistema de glándulas endocrinas
juega un papel notable en las mismas; como lo indica entre otras cosas el papel que la adrenalina
desempeña en la cólera, etc. Pero tampoco son ellas el correlato único de la afectividad, ya que la
inyección de adrenalina produce de nuevo ciertos aspectos del síndrome colérico, pero no todos ellos.
Destaca LOPEZ IBOR el papel de la corteza cerebral en la afectividad, pero indica así mismo que
tampoco se trata de una localización exclusiva.
Por lo que en conclusión parece deducirse, que la afectividad, como todo el resto de la vida psicológica,
compromete a la persona humana total.

2. Teorías dinámicas
Suelen atribuir la indiferencia afectiva a la falta de una figura materna suficiente, que es la encargada de
desarrollar en el niño los sentimientos altruistas y abrirle así a través del amor materno el amor del
prójimo.
Como en otras ocasiones hemos indicado, el proceso se desenvuelve del modo siguiente: el niño al nacer
está afectivamente encerrado en sí mismo, tiene una afectividad fundamentalmente egoísta, ya que no
conoce aún objeto ninguno del entorno, en el que depositarla. Entonces interviene normalmente la figura
materna, que atrae su afectividad y hace trascender su amor. Esto lleva a una lucha en el niño entre los
sentimientos egoístas (el amor a sí mismo y su comodidad) y los altruistas, concentrados
fundamentalmente aún alrededor de la figura materna. En el caso de una educación normal, los
sentimientos altruistas se van desarrollando suficientemente y hacen salir al niño del egoísmo primitivo
hasta convertirlo en hombre maduro en el aspecto afectivo. Para ello es necesario también que entre en
juego la frustración, como vimos el curso pasado.

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Pero cuando la figura materna falta (lo que puede suceder porque no exista, o porque sea fría, o no
muestre cariño, o incluso porque la manifestación del mismo no sea en forma que la capte el pequeño), el
niño no desarrolla su afectividad, especialmente en su dimensión altruista; va quedando encerrado en sí
mismo, con sentimiento de que nadie se interesa por él, y por lo mismo tampoco tiene ligazón afectiva
con el entorno. Estamos ante la indiferencia afectiva.
Un interesante estudio de BOWLBY sobre un grupo de ladrones juveniles subraya el influjo de la falta de
la figura materna en la indiferencia afectiva de los mismos concretamente en su dedicación al delito de
hurto. Según dicho autor, al faltar la ligazón afectiva hacia la madre, el niño queda sin puente para
establecerla con persona alguna, y por ello vuelca su afectividad hacia las cosas. Esto le lleva al deseo
desmedido de apoderarse de las mismas, y condiciona su futura carrera delincuencial contra la
propiedad.
Aunque DEBUYST ha negado validez a tal raciocinio y en su estudio sobre los valores vividos por los
delincuentes subraya que en su grupo de probandos la falta de figura materna no se mostró como factor
criminogenético fundamental ni tampoco como causa clara, de indiferencia afectiva; conviene no olvidar
que dicho autor tuvo un grupo muy reducido de delincuentes carentes de figura materna entre sus
probandos, por lo que sus conclusiones no pueden considerarse como definitivas.
De lo anterior parece desprenderse que las teorías dinámicas explican ciertos casos de indiferencia
afectiva y a través de la misma, de propensión a la criminalidad; pero que como vimos en lecciones
anteriores respecto a las otras cualidades de la personalidad delincuencial, ni ellas solas explican todos
los supuestos, ni tampoco las restantes. De nuevo se impone una cierta prudencia en generalizar
conclusiones y un sano colectivismo en la admisión de posibles influjos de varios factores en la etiología
de la indiferencia afectiva.

3. Teorías sociológicas
Subrayan éstas el influjo de los ambientes posteriores a la niñez (y por lo mismo diversos del grupo
familiar) en la etiología de la indiferencia afectiva.
Ha sido DE GREEFF quien quizás ha realizado uno de los estudios más interesantes a este respecto; se
concreta para ello en el grupo de los homicidas y asesinos y distingue tres diversos modos de llegar a la
indiferencia afectiva por un proceso dinámico posterior a la infancia.
En primer lugar hay caos en los que claramente el delincuente se impone el proceso de insensibilización,
para poder realizar más libremente el delito; así sucede por ejemplo en ciertos asesinos, que para poder
superar lo odioso del delito que proyectan, se imponen a sí mismos un proceso consciente de
envilecimiento y embotamiento afectivo.
Hay otro grupo en el que la intervención consciente del individuo en el proceso de insensibilización no es
tan pronunciada. Más bien se trata en estos casos de una pasión dominante, que se va apoderando poco
a poco de la personalidad y que por lo mismo seca paulatinamente todo sentimiento que puede oponerse
a su triunfo. Este proceso dinámico ha sido también estudiado por JOLY.
Finalmente existe un tercer grupo, en el que el proceso de desecación afectiva es el todo inconsciente al
individuo en cuestión; o en el que al menos se experimenta por él en grado muy tenue. Tal es el caso por
ejemplo de ciertos delitos familiares, como el parricidio del cónyuge que atormenta a la familia.
En los tres grupos anteriores se da por tanto un influjo del medio en el proceso de insensibilización, pero
también existe una participación (consciente o inconsciente) del propio sujeto. Su interés desde el punto
de vista etiológico radica en el hecho de que no sólo nos muestran ciertos caminos hacia la indiferencia
afectiva, sino que simultáneamente nos hacen ver cómo en ellos mismos interaccionan diversos factores,
no totalmente sociológicos: tales la voluntad del individuo (en el primer grupo), la estructura dinámica de
su personalidad (en el segundo especialmente) y también el influjo de los grupos diversos en que vive y a
lo que difícilmente puede sustraerse más particularmente en el tercer grupo).
Lo que confirma nuestro punto de vista sistemática, de que en la etiología de la indiferencia afectiva
(como por lo demás sucedía en la de los restantes cualidades de la personalidad criminal), no puede

50
 
procederse con exclusividades, sino a lo más hablar del predominio del uno o el otro factor en cada caso
concreto.

II. Manifestaciones Clínico-Criminológicas


Igual que en las lecciones precedentes y con las mismas reservas hechas al respecto en ellas, voy a
dividir el estudio de los delincuentes en dos grandes grupos; los que podemos considerar anormales
desde el punto de vista psicopatológico y los normales..

A. Delincuentes Anormales
De nuevo examinaré por separado los psicóticos, neuróticos y psicópatas, para ver de fijar el influjo de la
indiferencia afectiva en cada uno de los grupos indicados.

1. Psicóticos
En indiferencia afectiva es característica de la esquizofrenia en todas sus formas: el llamado autismo, una
de las notas más típicas de la misma, consiste en un retraimiento afectivo de todo contacto con el exterior
y en el refugio en el mundo interno del enfermo. Ello no significa sin embargo que éste carezca de
afectividad, incluso puede ser hipersesible a los comportamientos ajenos en relación con su propia
persona, sino que no es capaz de exteriorizarla y particularmente que carece de ligazón afectivo-altruista
con el entorno.
Por ello el delincuente esquizofrénico es particularmente frío en la ejecución del delito, y parece carecer
en absoluto de sensibilidad, de compasión ante el dolor ajeno. Esto le hace especialmente peligroso,
puesto que por un lado no retrocede ante nada en el desarrollo de su plan delincuencial, y por otro el
hecho de mantener la cabeza fría, la permite realizar el delito sin cometer fallos en la ejecución ni dejar
huellas que puedan delatarlo.
Un tipo particular dentro del delincuente esquizofrénico es el que EYRICH caracterizó como asesino de la
amada y que describimos el curso pasado. Se trata del caso en el que el enfermo (e incluso en grados
menos pronunciados, el temperamento esquizoide) ha conseguido abrir un puente hacia el entorno a
través de una persona amada, de la novia normalmente. Pero ésta termina por cansarse de un ser tan
poco afectivo y tan lejano, por lo que se produce el rompimiento. Entonces el esquizofrénico siente de
pronto roto el único puente de comunicación afectiva con el mundo y a la vez se encuentra
profundamente humillado al comprender que fracasa en su intento. Esto le lleva a una situación
desesperada, en la que no es raro que mate a su amada, como única vía de terminar con el conflicto
interno que le supone la separación de la misma.
Finalmente conviene recordar que en todos lo procesos de demenciación se presenta en mayor o menor
grado (y normalmente en grado bastante pronunciado) la indiferencia o embotamiento afectivo; es la
demencia precoz. También se da normalmente en los estados confusionales y en ciertos estados
depresivos, en los que domina la inhibición afectiva.

2. Neuróticos
 En ellos tienen su máxima aplicación los puntos de vista de Ver 7 insensibilización de la sociología,
que expusimos al tratar de la etiología de la indiferencia afectiva.
Muchos de los síndromes neuróticos van acompañados de insensibilidad afectiva y más especialmente
de falta de sentimientos altruistas. En parte se debe a la concentración y repliegue sobre si mismo a que
obliga la neurosis aún en los casos de una afectividad en sí suficiente; y en parte a la falta de desarrollo
de la afectividad por conflictos en la formación dinámica de la personalidad.
Pero incluso en la neurosis de conversión se nos presenta la indiferencia afectiva en su carencia de
tendencias altruistas. Porque el tal enfermo posee ciertamente una buena dosis de afectividad e incluso
un exceso de la misma; lo que sucede es que no se han desarrollado las tendencias altruistas que es lo
que precisamente produce la conversión de la afectividd sobre el paciente. El cuadro está dominado por

51
 
tanto por una afectividad fuertemente egoísta, que a toda costa pretende atraer el cariño de los demás,
sin saber en realidad el modo de dar el propio, por falta de una educación hacia el altruismo.
Ya indicamos sin embargo, que el neurótico no es por lo general un delincuente temible; ya que en la
mayoría de los casos, el conflicto en que vive, le impide intervenir en el mundo externo. Puede sin
embargo darse el paso al delito en algunos casos, como el que BOWLBY supone que acontece en el
ladrón carente de figura materna.

3. Psicópatas
Resalta McCORD entre otros autores, que una de las notas más características del psicópata, quizás la
central, es la incapacidad de ligarse afectivamente a los que le rodean; y que por lo mismo es difícil un
tratamiento psicoterapéutico del psicópata, ya que resulta casi imposible la transferencia hacia el
psicoterapeuta.
Tal observación viene remitiéndose desde antiguo en los síndromes que han precedido a lo que
actualmente calificamos de psicópatas así como el loco moral y en el perverso instintivo, que estudiamos
el curso pasado.
Por ello no es de extrañar que uno de los tipos fundamentales de K. SCHNEIDER sea psicópata
desalmado, que nos describe dicho autor como caracterizado por un gran embotamiento afectivo: carece
de compasión, vergüenza, de honor y de la menor preocupación por los sentimientos de los demás y
especialmente por el dolor ajeno. Como ya vimos el pasado curso, es precisamente este tipo de
psicópatas el que se identifica con lo que en el siglo XIX se llamó el loco moral, y con el único tipo de
psicópata que distingue la psiquiatría americana.
Su importancia criminológica queda subrayada por el hecho de que el loco moral se identifica en
LOMBROSO con el delincuente nato; esto es con el tipo central de delincuente. Y prescindiendo de
nomeclaturas, apenas hay criminólogo que no señale en los psicópatas delincuentes el rasgo de la
 
indiferencia como fuertemente pronunciado e incluso el central de Ver8.

B. Delincuentes Normales
No distingue SEELIG entre sus tipos delincuenciales a ninguno cuyo carácter central sea la indiferencia
afectiva; pero el hecho se debe sin duda a que es criterio clasificatorio de dicho autor no es psicológico
sino ¿??
Por el contrario encontramos en varios de los tipos de SEELIG no nota la indiferencia afectiva como parte
integrante del mismo y en diversas versiones.
Así se nos muestra, en su vertiente de insensibilidad, en el delincuente profesional refractario al trabajo,
que es fundamentalmente un asocial, carente de contactos afectivos con el entorno; en el aspecto de
perversión, en los delincuentes por falta de dominio sexual en el egoísmo, en varios de los delincuentes
por crisis, que prefieren por ejemplo sacrificar y hasta asesinar al ser querido, antes de arrastrar las
consecuencias.
Especialmente son de considerar el delincuente por convicción, que por ser versión dentro de lo normal
del esquizoide, presente como el anterior una fuerte dosis de inhibición afectiva. Y también es interesante
el proceso de insensibilización más o menos consciente que se manifiesta en el delincuente por falta de
disciplina social; puesto que una costumbre se va arraigando (no raras veces a causa de una pasión
dominante) le hace despreciar las más elementales reglas de prudencia en el tráfico, prefiriendo su fin
egoísta al dolor o desgracias ajenos.
Recordemos también que casi no hay criminólogo desde LOMBROSO hasta nuestros días, que no
señala la indiferencia afectiva como una de las notas constitutivas de la personalidad criminal,
especialmente en los delincuentes más peligrosos y multirreincidentes.
Y no olvidemos para terminar, que sin embargo el embotamiento afectivo puede ser tan sólo una
manifestación pasajera en la vida del delincuente, cuando se encuentra encarcelado. Porque según ha
observado agudamente MINKOWSKY, todo detenido muestra una apatía pronunciada, consecuencia del
encerramiento y de la vida falta de estímulos de la prisión. Pero tal insensibilidad puede ser sólo pasajera

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y terminar el día en que el preso sea puesto en libertad. Por lo que un estudio basado en un grupo de
presos, corre el riesgo de acentuar esta nota.

C. Resumen
Todo lo anterior nos viene diciendo, que la indiferencia afectiva es nota constitutiva de la personalidad
criminal y en proporción realmente considerable.
Es más, se manifiesta precisamente con mayor intensidad en los delincuentes más peligrosos, tanto por
su anormalidad, como por su arraigo en la vida delincuencial.
En relación con las notas anteriores, es de advertir que la indiferencia afectiva puede combinarse
fácilmente con el egocentrismo, que expresa un cierto modo la vertiente intelectual de la misma; y con la
agresividad positiva a la que presta notables servicios, al permitir al delincuente planear y ejecutar su
intento delictivo con serenidad y sangre fría.
Podría pensarse que sin embargo la indiferencia afectiva no es fácil de conjugar con la labilidad, ya que
ésta parece presuponer un fuerte coeficiente de afectividad, que falta en la indiferencia. Pero tal punto de
vista reposa en dos falsos enfoques. El primero el de pensar que la labilidad afectiva supone siempre una
afectividad intensa, lo que puede suceder e incluso se da frecuentemente, pero no siempre ocurre así; lo
que caracteriza al lábil es la falta dominio sobre su afectividad. El segundo es olvidar que la indiferencia
afectiva no supone carencia de toda afectividad, lo que también sucede; sino lo característico de la
misma es la falta de afectividad altruista, que puede muy bien darse unida a una abundante afectividad
egocéntrica. Por lo tanto son posibles y se dan de hecho combinaciones de labilidad e indiferencia
efectiva dentro de alguno de los esquemas siguientes: o bien una cierta pobreza afectiva, sin frenos
proporcionados (unida por tanto a la labilidad); o bien una cierta e incluso intensa afectividad sin frenos
(lábil) y a la vez con orientación del todo egocéntrica (indiferencia afectiva altruista).
Finalmente recordemos que las cuatro notas de la personalidad criminal no se dan siempre juntas ni
menos siempre en igual intensidad; lo que intentamos con el estudio de estos cuatro radicales es poner
de manifiesto su influjo criminológico, especialmente cuando se mezclan en ciertas proporciones. Pero
precisamente las posibles combinaciones de los puntos (en intensidad y en cualidad) son las que nos han
de servir más adelante (al hablar del diagnóstico del estado peligroso) para diferenciar las posibles
formas de manifestación de la personalidad criminal y así fundamentar sobre ellas un tratamiento del
delincuente.

III. Paso al Acto del Indiferente Afectivo


Es claro que la indiferencia afectiva facilita el caso al acto del delincuente, en el estadio aún anterior a la
comisión del delito; porque le permite decidirse al mismo sin freno a que pudieran venir de la
consideración del sufrimiento o estado en que ha de situar a la víctima o a sus familiares. Toda barrera de
tipo afectivo (compasión, etc.) que puede frenar a un hombre dotado de una dosis suficiente de
sentimientos altruistas, deja de influir sobre el delincuente con falta de los mismos.
Más fuerte es la tensión delictiva en el caso de que la indiferencia haya llegado al estadio de perversión
de los instintos; porque entonces la perspectiva del sufrimiento ajeno no sólo deja de frenar, sino que
puede convertirse incluso en estímulo delictivo. Pero tales casos no dejan de ser raros, al menos en sus
formas extremas, hasta en los delincuentes más avanzados: la tesitura normal es la de perfecta
indiferencia afectiva hacia las consecuencias del delito; la perversión pertenece más bien a casos
verdaderamente patológicos.
Finalmente, una vez que el delincuente ha pasado al acto, también es auxiliado por su indiferencia
afectiva para la realización del delito y para salir airoso en el mismo. Porque como dejamos apuntado
más arriba, el hecho de que conserve el delincuente la sangre fría durante la ejecución, es evidente
ventaja para el mismo, ya que no sólo posibilita mejor la ejecución del plan preconcebido, sino que le
permite solucionar los problemas imprevistos que se presenten sobre la marcha. Y por lo mismo no
descartará entre las posibles soluciones las más crueles, con tal que le hagan salir del paso sin
complicaciones.

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CLÍNICA CRIMINOLÓGICA
SEGUNDA PARTE
ESTUDIO CLÍNICO DEL DELINCUENTE

Terminado el estudio de la teoría sobre la personalidad criminal, poseemos una base sobre la que montar
el estudio clínico del delincuente; es lo que vamos a intentar en la segunda parte de nuestro Programa.
No olvidemos sin embargo, que la teoría de la personalidad criminal no pasa de ser una hipótesis de
trabajo; por lo que no podemos manejarla con plena certeza. Esto nos lleva a que en la exposición de los
métodos de estudio clínico del delincuente no nos ciñamos tan sólo a ella, sino que con frecuencia
abramos el horizonte hacia otras posibilidades o modos de trabajo empleados por otras direcciones
criminológicas. También por ello hemos de guardarnos de dar a las conclusiones que obtengamos con
nuestra teoría, carácter de resultados ciertos.
Estas consideraciones un tanto restrictivas nos indican que la clínica criminológica, al igual que gran parte
de la Criminología, se encuentra aún en un estadio relativamente inicial, lo que se debe
fundamentalmente a dos causas. La primera al poco tiempo de existencia de nuestra disciplina, puesto
que no existe Criminología propiamente dicha más que hace escasamente un siglo, lo que para una
Ciencia es aún la niñez. La segunda, la estrecha dependencia en que se encuentra la Criminología en
general y la Clínica en particular, de las ciencias que estudian al hombre (Psicología, Sociología,
Psiquiatría, etc.); por lo que, el relativamente escaso avance de las mismas, condiciona la marcha de
nuestra disciplina: tampoco ellas han llegado en muchos puntos más que a hipótesis de trabajo, que sólo
el tiempo y una asidua labor de investigación puede confirmar, modificar o sustituir por otras nuevas.
Todo lo anterior lejos de descorazonarnos, debe impulsarnos aún más al trabajo científico en nuestra
materia; porque él suele permitirnos buscar una solución al problema que nos toca resolver: la
resocialización del delincuente.

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Lección 8ª
PRESUPUESTOS DE LA CLÍNICA
Después de un resumen de los resultados obtenidos en la primera parte de nuestro programa, vamos a
exponer ciertos presupuestos necesarios para que se pueda dar un serio trabajo científico de clínica
criminológica tales como e. Método de trabajo y el equipo que lo practique.

I. Resumen de los Resultados Obtenidos


El estudio de la teoría sobre la personalidad criminal nos ha conducido a varias conclusiones, que vamos
a sintetizar ahora en pocas líneas.

A. Estado Peligroso
Partimos del concepto de estado peligroso como magnitud que intentamos medir en lo posible, a fin de
tratar de resolver el problema concreto que aqueja al individuo sometido a examen.
Entendemos por estado peligroso la situación en que se encuentra un individuo, que está a punto de
cometer un delito. Por ello distinguimos dos clases diversas: el predelictual, que es el que aqueja a un
sujeto que no ha cometido delito ninguno con anterioridad; y el postdelincuencial, que es el que presenta
un individuo ya penado por la Ley. Para distinguir ambos grupos nos valemos del concepto de delito
usual en Derecho Penal; pero recordemos que al criminólogo le interesan no menos otras formas de vida
social, que sin entrar en conflicto directo con la Ley (al menos con la Ley Penal), revelan una actitud hostil
a la convivencia social en el individuo.

B. Componentes del Mismo


También hemos fijado los componentes del estado peligroso, que según la teoría de la personalidad
criminal son la capacidad criminal y la adaptabilidad social del individuo.

1. Capacidad Criminal
Concretamente la capacidad criminal a su vez en dos grupos de factores: los que contribuyen a la
inintimibilidad del posible delincuente y los que favorecen su nocividad. La primera consiste en la falta de
temor ante el delito y sus consecuencias; la segunda es la capacidad de un sujeto para superar las
dificultades que puedan presentarse en el desarrollo de su propósito delictivo.
A la inintimibilidad de un posible delincuente contribuyen según nuestra teoría fundamentalmente el
egocentrismo o el cerrazón del individuo en su propio mundo de valores; y la labilidad o falta de influjo de
las motivaciones futuras.
Mientras que en la nocividad pensamos que influyen la agresividad de superar las dificultades de la
ejecución; y la indiferencia afectiva o capacidad de pasar por encima de dificultades de orden afectivo
(dolor de la víctima, etc.).
Los cuatro radicales de la personalidad criminal, que acabamos de enunciar, contribuyen en modo
diverso a la formación de la misma.
Vimos así, que el egocentrismo suele llevar al tipo del delincuente jefe; menos numeroso desde el punto
de vista estadístico, pero fuertemente peligroso y difícil de resocializar, precisamente por su cerrazón a
todo influjo externo, que pretende modificar su cuadro de valores.
La labilidad afectiva lleva más bien hacia el delincuente de tropa; más numeroso estadísticamente y
aparentemente muy fácil de resocializar, ya que enseguida acepta el tratamiento y se acomoda al
ambiente socializante del mismo. Pero no es raro que con la salida del establecimiento y vuelta al
ambiente antiguo, se pierda rápidamente lo que parecía conseguido en orden a su resocialización.

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El delincuente agresivo es hábil en el desarrollo de su plan y por ello fuertemente peligroso; por lo mismo
no abunda tanto desde el punto de vista estadístico y en sí es muy capaz de resocialización, puesto que
también triunfará fácilmente en una profesión honrada.
Finalmente la indiferencia afectiva lleva a delincuentes sin barreras sentimentales ni reparos de ningún
género en la comisión del delito; estadísticamente se presenta un gran número de delincuentes
profesionales y es fuerte óbice para el trabajo psicoterapéutico de resocialización, porque no se establece
claramente el rapport con el psicoterapeuta.
Recordemos también que es el conjunto de las cualidades anteriores el que da como resultado la
personalidad criminal; aunque es lógico que predominen unas u otras. Y por ello la combinación de las
mismas en una u otra proporción lleva a tipos diversos de delincuentes.
Pero es un menester en lo posible conocer por separado su presencia e intensidad, ya que a tenor de ello
habrá que dirigir en uno u otro sentido la labor de resocialización de delincuente.

2. Adaptabilidad social
No nos hemos detenido especialmente en su estudio, porque en realidad depende su fijación de factores
ajenos a la personalidad criminal, tales como las aptitudes físicas, intelectuales, sociales, etc.
Por ello indicaremos más adelante (especialmente en la Lecc. 10) los métodos de fijación de dichas
cualidades y a través de ellos de la determinación conjunta de la adaptabilidad social de un sujeto.
Conviene sin embargo indicar ahora brevemente el influjo de los cuatro radicales de la personalidad
criminal en dicha adaptabilidad social.
En líneas generales puede decirse, que el egocentrismo dificulta la adaptabilidad social del individuo,
puesto que le cierra en sí mismo y en su mundo de valores, como el mismo nombre lo indica.
Por el contrario la labilidad afectiva hace al sujeto incluso excesivamente permeable a los influjos
ambientales y por ello le permite adaptarse fácilmente al ambiente. Luego según sea éste (social o
asocial) llevará el individuo en cuestión una vida socialmente arreglada o viceversa.
Igualmente la agresividad contribuye a la adaptabilidad social, ya que concede al sujeto la capacidad de
desarrollar un plan, de engranarse activamente en el entorno. Lo que indica, que así como facilita al
delincuente la ejecución del delito, igualmente le da la posibilidad de desarrollar cualquier otra actividad
honrada.
Finalmente la indiferencia afectiva cierra al sujeto uno de los caminos de intercambio con el mundo
circundante, al hacerlo del todo desinteresado e impermeable ante las alegrías o sufrimientos de los que
con él conviven. Recordemos sin embargo, que la indiferencia afectiva puede ser absoluta, pero que no
raras veces se dan tan sólo ante una clase de estímulos afectivos o ante un grupo de personas (la
víctima, el mundo honrado, etc.). En éste último caso cabe llegar al delincuente por los sectores aún
permeables de su afectividad e interesarlo así por estos aspectos del entorno, que han de contribuir
notablemente a su adaptación social.

II. Método de Trabajo


El método que emplea la clínica criminológica, es paralelo al que se utiliza en el médica, en la psicología
o en la psiquiátrica. Consiste en líneas generales, a la observación del individuo concreto, y la
interpretación de lo que en él se observa, a fin de actuar sobre el mismo en orden a su resocialización.
Veamos estos pasos por separado.

A. Observación
Pretende acoplar en mayor número de datos posibles sobre el sujeto en que se quiere estudiar. Para ello
se le somete a una examen, que suele abarcar los aspectos médicos, psicológicos, psiquiátricos,
sociológicos y jurídicos. Y en cada uno de dichos puntos se manejan las técnicas usuales al mismo.
Pero en examen constituye no sólo el primer paso, sino la base en que se va a fundar todo el proceso
posterior; lo que nos indica la importancia del mismo y la necesidad de que sea practicado de acuerdo

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con las técnicas más depuradas y por especialistas en la materia. Proceder de otro modo es no sólo
quedarse corto, sino comprometer el resultado de la investigación y las posibilidades de resocialización
de un ser humano.

B. Interpretación
Terminado el examen, es menester interpretar los datos acopiados, lo que sucede en dos etapas
diversas.
Una interpretación del primer grado nos lleva al diagnóstico del estado peligroso, en que se encuentra el
individuo sometido a examen. Diagnóstico que no puede limitarse a la intensidad del mismo (aspecto
fenomenológico), sino que debe intentar fijar también las causas de que procede (aspecto etiológico).
Pero a continuación se impone una interpretación de segundo grado, ya que normalmente hay que
fundamentarla sobre la anterior: el pronóstico comportamental del individuo sometido a examen. Trata
éste de predecir la conducta futura del sujeto en cuestión, lo que sólo puede hacerse de modo hipotético
y aproximado. Es más, conviene no olvidar que tal conducta está en función del medio social, en que
haya de vivir el individuo, que no siempre ni necesariamente será el mismo del que procede y el que por
tanto ha sido sometido a examen.

C. Actuación
Sobre los datos aportados por el examen y elaborados por la doble interpretación que suponen
diagnóstico y pronóstico, se ha de montar el tratamiento del individuo estudiado.
Normalmente se dirige la actuación hacia un tratamiento individual, ya que la clínica criminológica se
ocupa fundamentalmente con el caso concreto. Por ello suele entenderse tratamiento individual del sujeto
sometido a examen, cuando se habla en clínica de “tratamiento” en términos generales.
Pero cabe también a base de los datos obtenidos en la clínica, intentar modificar el ambiente en que ha
de moverse el individuo examinado (familiar, etc.) o incluso pretender una labor más amplia de
saneamiento de un ambiente determinado para evitar que sirvan de caldo de cultivo a la delincuencia.
Estaríamos entonces ante un programa de profilaxis social; que aunque en sí muy interesante e incluso
en ocasiones más fructífero que el individual (puesto que evita la caida en la delincuencia en todo un
grupo social), se sale de los límites de la clínica criminológica, para incidir en los de la política criminal.
Daremos sin embargo algunas ideas sobre dicha profilaxis más bien a modo de complemento.

D. Resumen
Luego los estadios fundamentales de la clínica criminológica, el método que vamos a emplear en la
misma, son los siguientes: Examen médico, psicológico, psiquiátrico, sociológico y jurídico; diagnóstico
del estado peligroso; pronóstico comportamental; y programa individual de tratamiento.
Conviene indicar finalmente, que todos ellos pueden dirigirse a dos fines en sí diversos: al directamente
práctica de resocialización del individuo sometido a examen, y al directamente científico de investigación
de la personalidad criminal.
Ambos fines sin embargo no están disociados, sino que siempre que exista verdadera clínica
criminológica, tendrán que darse los dos, aunque predomine el uno o el otro. La razón es que ni puede
trabajarse con fines prácticos sin hacer avanzar la ciencia, al comprobar, retocar o rechazar las hipótesis
formuladas; ni puede investigarse en clínica criminológica sino a base del caso concreto, al que por tanto
se ayudará en orden a su resocialización práctica.

III. El Equipo Criminológico


Lo dicho hasta aquí nos está indicando ya, que el examen clínico de un individuo exige la colaboración de
varios investigadores, procedentes de campos también diversos. Lo mismo podría decirse del
diagnóstico, del pronóstico y con mayor razón, aún del programa de tratamiento.

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Pero no basta que dichos especialistas trabajen por separado, sino que es del todo necesario que se
conjunten en un equipo; por lo que pasamos a exponer las características del mismo.

A. Necesidad
Queda indicado que es menester en clínica criminológica poseer especialistas de diversas disciplinas;
pero como también dijimos, es necesario que se conjunten en equipo. Veamos la razón.
Ante todo es menester el equipo a partir del diagnóstico, ya que no se pretende redactar peritajes
aislados, sino un diagnóstico conjunto, sobre el estado peligroso del sujeto sometido a examen. Y lo
mismo se diga del pronóstico y aún más del programa de tratamiento.
Pero incluso en el examen conviene que cada especialista vaya orientado por un plan de conjunto:
necesita saber qué es lo que se intenta buscar, para manejar sus técnicas de acuerdo con el fin que se
pretende. Luego ha de conocer lo que es el estudio peligros y más en concreto, que aspectos o radicales
del mismo son los que interesan más vivamente desde el punto de vista criminológico. Y todo ello no sólo
en teoría, sino en concreto, de acuerdo con la orientación común de su equipo.
Lo anterior nos dice elocuentemente, que los componentes del equipo han de ser criminólogos. Porque
aunque sean eminentes en su técnica concreta, poco o nada podrán contribuir al trabajo de un equipo
clínico, si no tienen la visión del conjunto de sus objetivos, y conforme a la misma orientan su trabajo.
Luego no basta en modo alguno que uno de los miembros del equipo sea criminólogo, sino que todos
ellos de serlo aunque cada uno esté especializado en un de las técnicas necesarias. Lo que supone por
un lado que han de proceder de campos diversos, como enseguida indicaremos; y por otro lado, que han
de conocer suficientemente los restantes por la visión de conjunto que les da la Criminología. Sólo así se
podrá formar un verdadero equipo clínico criminológico, ya que en caso contrario cada uno hablará el
lenguaje de su especialidad, sin que en el fondo lleguen a entenderse ni por lo mismo a ser capaces de
trabajar conjuntamente en el examen, diagnóstico, pronóstico y programa de tratamiento.
Todo lo anterior nos indica, que el equipo criminológico es del todo indispensable en la clínica; hasta tal
punto que sin él se imposibilita la misma.

B. Composición del Equipo


Suele estar formado al menos por un médico, un psicólogo, un psiquiatra, un sociólogo y un jurista,
aunque no es raro especialmente en equipos con medios económicos abundantes, que exista más de un
representante de dichas especialidades.
Veamos ahora brevemente el papel que toca desempeñar a cada uno de dichos especialistas, y algunas
dificultades prácticas que se presentan en el ejercicio de sus funciones.

1. El médico
Tiene por función el reconocimiento anatómico y fisiológico del sujeto sometido a examen. Por lo mismo
suele tratarse de un médico general.
Sin embargo hay que tener en cuenta, que en ocasiones puede presentar un individuo problemas de tipo
médico, que exceden la competencia de un médico general. En tal caso se requiere la intervención de un
médico especializado. Como no es de suponer que un equipo clínico cuente con el mismo, (entre otras
causas por razones económicas), lo más usual es estar en contacto con una serie de médicos
especialistas, que sin pertenecer directamente al equipo, estudien en el caso concreto al sujeto en
cuestión.
No se crea, sin embargo, que puede prescindirse de tales especialistas, sobre todo en casos difíciles.
Porque no es raro que un trastorno en la salud, especialmente en ciertos campos de enfermedades,
pueda estar a la base del trastorno comportamental, o al menos influir notablemente en el mismo.

2. El psicólogo

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Su misión consiste en explorar al individuo sujeto a examen a base de tests y demás técnicas
psicológicas. En dicha exploración no puede limitarse a fijar la estructura de la personalidad de dicho
sujeto, sino que en orden a un futuro tratamiento ha de intentar determinar las causas que han llevado a
la estructuración defectuosa de la personalidad, caso de que ésta exista.
La elección del psicólogo sin embargo con frecuencia un no pequeño problema: dadas las diferentes
tendencias que actualmente se dan en Psicología y la gran diversidad de enfoques y del mismo lenguaje
que es la consecuencia de ello, escoger un psicólogo supone en muchas ocasiones, ligarse a una
dirección determinada y por lo mismos cerrarse casi por completo a otras. Supongamos por ejemplo el
caso de un psicoanalista ortodoxo o el del psicólogo clásico y enemigo de la Psicología Profunda, por
señalar dos casos extremos. Por otro lado, dicha dirección puede estar en conformidad o en oposición
con la postura del psiquiatra, con la del sociólogo, etc.
Por ello parece que la elección del psicólogo debe hacerse de modo madura y en función de los restantes
miembros del equipo. Lo que ciertamente vale en su grado para la elección de los miembros restantes,
pero por las razones dichas, adquiere su máxima virulencia en el caso del psicólogo.
De ser posible, convendría por lo mismo la presencia de más de un psicólogo en el equipo, para
contrarrestar así el excesivo influjo de la filiación del mismo. Lo que además llevaría consigo, el que uno
de ellos pudiera especializarse en la práctica de los tests o de los de un tipo determinado, y el otro en los
aspectos restantes del examen psicológico.
También es problemática la elección de los tests, que se van a manejar en el equipo y ello por una razón
diversa. El sujeto sometido a observación por un psicólogo normal, no tiene casi nunca empeño en
falsificar los resultados del examen; mientras que casi podría decirse, que en Criminología la regla es lo
contrario. Por lo tanto no es suficiente escoger los tests en sí mejores, sino que ha de tenerse en cuenta
la posibilidad de falsificación de los mismos. En general puede decirse, que por ello son los tests
proyectivos los más utilizables por el criminólogo; pero aún dentro de estos existen una serie de
posibilidades, que deben analizarse también en orden a lo que se pretende investigar en cada caso.

3. El psiquiatra
No sólo es necesaria la presencia del psiquiatra en el equipo criminológico para la atención del
delincuente anormal, sino que su misión es más amplia.
En primer lugar es el que tiene que determinar hasta qué punto el sujeto que se examina es normal, lo
que no siempre es fácil de ver a un profano; especialmente por la tenue frontera que corre entre lo normal
y lo anormal, sobre todo en el campo criminológico.
Pero además y aún en el caso de un individuo considerado normal desde el punto de vista
psicopatológico, los trastornos de la conducta que presenta o puede presentar (por hipótesis, se trata de
individuos al menos en estado peligroso), hacen necesaria la presencia del psiquiatra.
En su elección se presenta una problema análogo al indicado al tratar del psicólogo; puesto que también
aquí la diferencia de orientaciones y escuelas es notable. Por lo mismo es menester escogerlo en función
del equipo y de la orientación general del mismo. Y también aquí en lo posible, es aconsejable la
presencia de representantes de diversas orientaciones, siempre que sepan coordinarse para el trabajo en
equipo.

4. El sociólogo
Muchos son los aspectos que presenta la misión que debe desempeñar, por lo que no es raro que este
puesto se encuentra cubierto por varios especialistas y con funciones diversas, aunque complementarias.

a) Funciones del sociólogo


Ante todo debe realizar una labor de observación del sujeto sometido a examen, lo que consigue por la
conversación con el mismo y por el estudio de su comportamiento actual.

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Pero además tiene que recoger los datos sociológicos de los grupos en que se ha insertado con
anterioridad (familia, escuela, amigos, trabajo, etc.): lo que con frecuencia no podrá hacerse desde el
centro en que trabaja el equipo criminológico, ya que dichos grupos sociales se pueden encontrar
radicados a gran distancia del centro indicado.
Por ello parece necesaria al menos la presencia de dos sociólogos: el que suele llamarse interno, anexo
al equipo en cuestión; y el que se denomina externo encargado de ponerse en contacto con los
ambientes indicados o grupos sociales indicados.
El sociólogo interno es por tanto el que se entrevista con el sujeto sometido a examen y a la vez el que
observa su comportamiento en el grupo social actual (el del centro de observación). Como ambas
funciones son diversas, puede ser desempañadas por personas distintas y con frecuencia sucede así
como enseguida diremos.
El sociólogo externo debe vivir en lo posible en el ambiente y cerca de los grupos sociales, que trata de
investigar. Porque incluido aún cuando se dispusiera de los medios económicos suficientes para
desplazar a cada caso al extremo al lugar donde radican dichas grupos, no siempre un extraño podría
hacerse cargo en el breve tiempo que necesariamente dura su visita, de muchos factores necesarios para
la observación clínica. Esto indica, que más que pertenecer al equipo de modo estable (sería imposible
en la practica que cada equipo tuviera una red de tales sociólogos externos extendida por todo el territorio
nacional), es más hacedero valerse de alguna de las redes de sociólogos ya existentes, como enseguida
indicaremos.

b) Personal utilizable
Distingamos los dos grupos de sociólogos (interno o externo) indicados a fin de exponer quien parece
más apto para desempeñar la función que les encomienda.
Vimos que el sociólogo interno le tocan dos diversas misiones: la entrevista con el sujeto sometido a
examen, y la observación de su comportamiento.
Para la entrevista suele preferirse una Asistente Social, especialmente cuando el individuo examinado es
varón. La razón es que conviene contrastas sus reacciones ante el sexo contrario, lo que aún es más
indicado cuando se trata de reclusos, que llevan meses o años sin tratar con una mujer.
En efecto, la práctica muestra cierta clase de sujetos son más propensos a abrirse a la confidencia ante
una mujer que ante un hombre y viceversa; lo que de nuevo suministra ciertos datos. Esto lleva a que de
uno u otro modo sea necesario que en el equipo criminológico existan mujeres. Y es el puesto de
sociólogo entrevistador el que más lugar da a su utilización; ya que en el caso de los otros componentes
del equipo (médico, psicólogo, etc.), apenas interviene o al menos en grado muy inferior, el hecho de que
se trata de una mujer.
Por otro lado, los aspectos de la entrevista que logra mejor un representante del mismo sexo, suelen
estar encomendados al psiquiatra. Lo que nos indica que la mejor solución es que psiquiatra y sociólogo
entrevistador sean del sexo contrario. Y como hemos dicho, lo normal suele ser que el psiquiatra sea
hombre y el sociólogo entrevistados una Asistente Social.
Finalmente la misma formación de la Asistente Social, y la labor de beneficiencia a que suelen dedicarse,
y en la que ya anteriormente ha encontrado el examinador no raras veces a otras Asistentes Sociales,
hacen más fácil su admisión por parte del mismo y el derivar en la conversación hacia temas familiares; lo
que es el mejor método de llegar a formarse una idea de cómo enjuicia el examinador los grupos sociales
en que ha vivido, materia que constituye el centro de los datos que se pretenden obtener.
Por el contrario el sociólogo que observa el comportamiento del examinado suele ser del mismo sexo que
dicho sujeto y la causa radica en el modo de hacer la observación.
Como dijimos anteriormente de pasada, se le suele dar el nombre de educador. Y con tal denominación y
oficio convive con los sujetos sometidos a examen, organiza o ayuda a que ellos mismos organicen sus
deportes y diversiones, etc. Todo ello le proporciona ocasión propicia para observar sin ser notado, el
puesto que cada uno de los examinados toma en el grupo, la dinámica del mismo, etc.

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Es más, no es raro que el tal educador sea en realidad un funcionario de prisiones, que de este modo es
a la vez el responsable de la disciplina interna del centro de observación. Pero es menester que a la vez
tenga una sólida formación sociológica, lo que prácticamente lleva a que sólo pueda ser cubierto dicho
puesto por un Graduado Social; que a la vez puede y suele ser funcionario de prisiones, cuando el centro
de observación es un establecimiento o penitenciario.
La cuestión del uniforme, en el caso de que el educador sea funcionario de prisiones, suele ser toma
controvertido. En general se inclinan los equipos por suprimirlo, a fin de que el recluso vea en el educador
una figura diversa a la del vigilante; método que en sí parece el más recomendable. Sin embargo no
siempre es esto posible por razones derivadas del régimen interno del establecimiento. Lo fundamental
parece que en el uno o en el otro caso, el educador sepa subrayar su puesto, hacer ver su papel de
especialista social y su independencia respecto al servicio de vigilancia; lo que ciertamente conseguirá en
cualquier hipótesis (sin duda que con mayor dificultad si viste el uniforme) si es el hombre apropiado. Y lo
dicho respecto al educador, vale en su tanto respecto a los restantes componentes del equipo
criminológico.
Finalmente recordemos que en el caso de ser mujeres las sometidas a observación, sigue en pie lo dicho
pero con el consiguiente cambio de papeles: entonces parece que el Graduado Social es quien debe
asumir la entrevista y la Asistente Social la observación directa, bajo el nombre de educadora u otro
similar.
El sociólogo externo exige más que un sujeto dedicado a ello, una red nacional, con la que esté en
conexión el equipo, por las razones indicadas más arriba.
Como también indicamos, es difícil pensar que cada equipo pueda disponer de una red semejante para
su servicio exclusivo; por lo que debe apoyarse en alguna de las existentes.
Lo más hacedero es por tanto utilizar los servicios de Asistencia Social extendidos por el territorio
nacional. Pero en tal caso es del todo imprescindible, que sea un técnico de la encuesta social (Asistente
o Graduado) quien realice la entrevista con la familia e investigue los diversos grupos sociales, en que
estuvo inserto el sujeto sometido a examen. Porque sólo así se podrá obtener datos valederos para un
trabajo científico; mientras que cuando es un sujeto de buena voluntad sin duda pero sin la preparación
técnica necesaria, el que desempeña tal misión, más que ayudar, puede dificultar la labor del equipo con
datos inexactos o con intervenciones o pasos inoportunos.
Suele ser también práctica encomendada tal labor a un Asistente o Graduado Social, que más fácilmente
sabe introducirse en dichos ambientes; especialmente cuando vive de antiguo en la zona y por lo mismo
se mueve en ella como conocimiento de causa y sin levantar sospechas.
El punto más difícil es el modo de presentarse dicha Asistente o Graduado Social ante la familia y demás
grupos que trata de estudiar especialmente cuando normalmente viene actuando como representante de
una organización caritativa o benéfica (Caritas, parroquia, etc.). Y el problema surge dentro de los límites
del secreto profesional.
Moralmente dicho especialista no puede utilizar lo que se le diga en secreto profesional y creyéndole
entroncada en una organización benéfica (y menos si es ésta en uno u otro modo eclesiástica), para
comunicarlo sin previo aviso del interesado al equipo clínico. Especialmente cuando éste sea ajeno al
servicio penitenciario y cuando dichos datos se manejen incluso en perjuicio del individuo (por ejemplo
para denegarle la libertad condicional), como se ha intentado en algún país. Porque la razón precisa por
la que ha conseguido el especialista que los interesados hablen con sinceridad, es precisamente la de
creer a la Asistente o Graduado Social ajenos al Servicio de Prisiones.
Por otro lado y desde el punto de vista meramente táctico, sería contraproducente un tal modo de
proceder; ya que a la larga no dejaría de traslucirse, con la consecuencia de cerrar por un lado a la
Asistente o Graduado Social el acceso al ambiente en que trabaja y por otro lado la de levantar un fuerte
muro entre el sujeto examinado y el equipo criminológico, al comprender aquel que se le juega por la
espalda.
Por ello es totalmente necesario desde el punto de vista de ética profesional e incluso desde el
meramente práctico, que caso de utilizarse tales organizaciones, se exponga con claridad, aunque con la
delicadeza y preparación debida, el fin a que se destinan los informes solicitados. Lo que puede

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conseguir ciertamente una Asistente o Graduado Social, haciendo ver que aunque su misión es otra (la
benéfica), recibe una solicitud de informes del equipo criminológico. Y que es en interés de la familia
ayudar a éste, para que resocialice al miembro de la misma, que se encuentra en situación tan difícil.
Si a pesar de todo subsiste la dificultad por parte de los interrogados y se cierran total o parcialmente a
suministrar informes al conocer el fin a que se destinan, estamos ante uno de los casos, en los que el
equipo clínico tiene que renunciar a ciertos métodos por respecto a la ética profesional, a los derechos
del hombre y a la personalidad ajena. Puesto que en estos casos ninguno puede justificarse un medio en
sí malo (como sería la violación del secreto profesional) por el fin bueno que se pretende. Y ya veremos
otros casos semejantes, cuando analicemos ciertas técnicas de examen, especialmente las de
proyección.
La solución mejor es por ello la creación de un Servicio de Asistencia a escala nacional, que se encargue
no sólo de suministrar los datos indicados, sino de una serie de labores no menos necesarias, y de las
que iremos hablando a lo largo de estos Apuntes. Así por ejemplo, la de mantener el contacto entre la
familia y el recluso, durante el tratamiento; la de preparar el ambiente familiar e incluso el de los grupos
sociales restantes, para acoger al recluso cuando obtenga la libertad; la de ayudar a éste en los primeros
pasos de su inserción social, etc.
Con tal red se llega más fácilmente a los grupos indicados, que no ven en ella un Servicio de Prisiones,
sino una organización benéfica, que es pronto conocida en su labor auxiliar a los tenidos. Y que por lo
mismo puede preguntar por la conducta de ellos, etc.; y hacer plausible el fin a que destina sus
interrogatorios.
Cierto que tal organización supone gastos considerables; pero si se recuerda el daño, incluso meramente
económico, que produce un delincuente a nación, no parecerán tan elevados. Y especialmente si se
piensa en la problemática de una familia con un miembro delincuente, se comprende que están del todo
justificados.
El verdadero especialista en Sociología (Licenciado, Doctor), no es en modo alguno incompatible con la
presencia en el equipo de la Asistente o del Graduado Social, de que hemos venido hablando. Cierto que
por razones de economía, no es raro que los equipos criminológicos se limiten a los sociólogos indicados
(Asistente, Graduado) y con las funciones que les asignamos.
Pero no es menos cierto, que especialmente cuando se trata de un equipo de investigación e igualmente
se presenta un sujeto con un problema difícil de tipo social, es menester un auténtico especialistas en
Ciencias Sociales.
Luego aunque en equipos menos científicos o en casos más sencillos se prescinde del especialista o sólo
se acude a él sólo en ciertos casos, sin embargo y precisamente para que forme equipo con los otros,
parece que su presencia es del todo necesaria especialmente en el campo de la investigación científica.
En tal caso no debe prescindirse sin embargo de los anteriores (Asistente, Graduado), sino que actúa de
auxiliares del especialista; del mismo modo que los demás componentes del equipo tienen su personal
auxiliar.

5. Jurista
No olvidar que el delito es un concepto jurídico, aunque tenga ciertamente un fondo social, psicológico,
etc. Por ello es menester la presencia del jurista en el equipo criminológico.
Su misión consiste por tanto en aportar los datos legales del problema, interpretar las sentencias, hacer
accesible a los demás especialistas el sentido y los propuestos de la responsabilidad penal, etc.
El mismo jurista o en ocasiones un funcionario de prisiones (que ha ser posible debería ser entonces
jurista) tiene la misión de explorar el marco legal a que ha de moverse el tratamiento del sujeto sometido
a examen.
Más necesaria es aún la presencia del jurista en el equipo criminológico de investigación, lo que en
ocasiones parece olvidarse por ciertos equipos, orientados preferentemente en sentido médico,
psicológico, etc. Porque como dejamos indicado, dada la estrecha dependencia del concepto del delito (o
de estado peligroso) de la Ley, por el vigente principio de legalidad, así como las implicaciones

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procesales y penitenciarias del delito, no puede construirse verdadera criminología sin su presencia, y
menos aún Criminología Clínica. Lo que vale también en sentido inverso; esto es, cuando quiera
montarse la Criminología meramente a base de juristas.

C. Dirección del Equipo


Mucho se ha escrito y discutido a este respecto en los últimos años; y el problema no deja de tener su
trascendencia, particularmente porque el director del equipo puede influir más que ninguno de los
miembros restantes en la orientación del mismo.
Dado el enfoque multidisciplinar que exige la Criminología, un director excesivamente orientado en un
sentido dentro de su especialidad, o deseoso de convertir la Criminología en un ajeno de la misma, puede
utilizar uno de los frutos fundamentales del equipo mismo: la creación de auténtica Criminología, que
comienza precisamente cuando se superan visiones unilaterales (procedentes de la una o la otra, de las
especialidades que la integran) y busca la orientación unitaria típica de la Ciencia.
Por ello el ideal en materia de director es el hombre capaz no sólo de superar sus enfoques particulares,
sino de ayudar a que los demás consigan dicho objetivo. Lo que ya nos indica que es indiferente en
último término la especialidad a que pertenezcan; lo fundamental es que posee la cualidad señalada.
A veces viene dado el director por circunstancias externas: por ejemplo haber fundado el equipo, o el de
ser el Director del establecimiento en que radica. En tales casos habrá que aceptar su presidencia, pero a
veces es menester que él mismo renuncie de hecho a la misma, sobre todo si se encuentra carente de
dichas cualidades o de los conocimientos criminológicos necesarios.
En equipos que han conseguido grandes éxitos se ha utilizado en ocasiones un procedimiento funcional:
comenzar a trabajar hasta formar el clima necesario por el modo que enseguida indicaremos; y dejar que
la dinámica del equipo mismo vaya señalando quién es el que desempeña realmente el puesto de
director para la que entre tanto se ha utilizado en ciertos casos el sistema de turno en la presencia, entre
los diversos especialistas que integran el equipo.
Este sistema tiene sin duda la ventaja de establecer entre ellos una verdadera situación de igualdad y
contribuir por tanto poderosamente a desarrollar la conciencia de equipo, pronósticos, etc. es menester
un cerebro coordinador del grupo, que asuma la tarea de síntesis.

D. Funcionamiento del Equipo


Si se quiere llegar a los resultados indicados, es menester sin duda una seria atención en la puesta en
marcha y funcionamiento del equipo, que constituye el nervio de la clínica criminológica y en cierto modo
de la Criminología misma.
Especialmente merece atención el problema, puesto que en el pasado se han cultivado con frecuencia
(incluso en la clínica) criminologías parciales: sociológica, jurídica, etc. Lo que no raras veces se ha
debido o a la adscripción del equipo a un centro determinado (Facultad concreta, Prisiones, etc.) o a la
personalidad excesivamente destacada del director y a los colaboradores que se han buscado para su
obra (preferente o exclusivamente de una de las especialidades indicadas).
Suele pensarse hoy que por ello la puesta en marcha de un equipo criminológico supone dos etapas
diversas, que vamos a exponer brevemente. Seguimos fundamentalmente la concepción de H.
KAUFMANN.

1. Estado previo
Es el que pretende formar el equipo, y para ello pasar del enfoque unilateral de cada uno de los
especialistas a una postura multidisciplinar; o más exactamente, criminológica.
Cuando los miembros que integran el equipo no sólo han cultivado su especialidad respectiva, sino que
además han tenido todos ellos una formación en Criminología General, la labor se simplifica
notablemente. Por eso insistimos más arriba, que el ideal es que todos los componentes del equipo sean
criminólogos. Esto no indica sin embargo que carezca de una especialización determinada; por el

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contrario es la opinión dominante en clínica criminológica, que debe cada uno de ellos seguir trabando en
la misma (incluso fuera del equipo), para estar al tanto de lo que se va avanzando en su campo peculiar y
poder incorporarlo enseguida a la Criminología.
Pero cuando los miembros del equipo no han tenido una formación directamente criminológica, es
menester comenzar por formar en ellos la mentalidad o enfoque común; el verdaderamente criminológico.
Para ello se ha subrayado recientemente (H. KAUFMANN) la necesidad de comenzar en tales casos por
reuniones en que se vaya formando el lenguaje y mentalidad comunes al equipo: en el que el psiquiatra
haga accesibles al sociólogo (y lo mismo los restantes miembros a los otros) sus enfoques, el sentido de
los términos que maneja, y viceversa. Con lo que todos los miembros del equipo podrán luego no sólo
entender el lenguaje ajeno, acopiar los datos necesarios a los otros especialistas.
Superada esta primera fase, se impone enseguida un estudio previo y detenido de los procedimientos y
técnicas que van a emplearse: baterías de tests, plantillas o esquemas de la encuesta social, etc. Porque
sólo así se podrá adoptar no sólo los sistemas o técnicas que en sí serían mejores, sino los que por un
lado sean aplicables a la peculiar situación del delincuente, y por otro lado suministren los datos
necesarios a todos los miembros del equipo.
No es raro que para conseguir tanto el lenguaje común, como para determinar las técnicas manejables,
se vaya al estudio en equipo de trabajos realizados por otros equipos criminológicos. Esto es, se lleva a
las reuniones de equipo un caso elaborado por otro, para discutirlo como si tratara ya de un caso real, y
así poder ir haciendo funcionar el equipo propio. Lo que a la vez suministra información sobre los
métodos y técnicas empleados por otros y sobre las posibles deficiencias u obstáculos que se hayan
presentado.
Lo que además hace conocer si los miembros del equipo presentan las cualidades humanas necesarias
para conjuntarse, requisito imprescindible de todo trabajo ulterior.

2. Estadio normal
Cuando la labor anterior ha dado por resultado la existencia de un verdadero equipo, es el momento de
pasar al trabajo directo de estudio clínico criminológico sobre individuos concretos.
En las lecciones posteriores veremos detenidamente y en acción, cómo funciona en tales casos el
equipo. Hasta ahora podemos decir desde el punto de vista externo, que el trabajo se desarrolla en cada
caso en dos etapas sucesivas: el acopio de materiales por cada especialista en particular.

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Lección 9ª
EL EXAMEN CLÍNICO-CRIMINOLÓGICO
El primer paso en el estudio de un caso concreto por un equipo clínico-criminológico es el examen del
individuo en cuestión. Examen, que como dejamos dicho, se realiza por cada uno de los especialistas por
separado.
Constituye dicho examen la base del estudio clínico, puesto que sobre los datos que él suministra, han de
montarse luego el diagnóstico y el pronóstico; y a su vez sobre estos últimos, el programa de tratamiento.
Lo que nos indica la importancia del examen y la necesidad de que sea realizado por verdaderos
especialistas y con ayuda de las técnicas más apropiadas.
Los métodos que se emplean en dicho examen se diferencian en primer lugar por su naturaleza; o dicho
de otro modo, por la especialidad a que pertenecen. En tal sentido se habla de examen médico
psicológico, psiquiátrico, sociológico y jurídico del individuo en cuestión.
Pero también existe diferencia en dichos métodos por la profundidad con que se realiza el examen; esto
es, por la capa de la personalidad, a que se llega con los mismos. En este aspecto podemos distinguir
dos grandes grupos: los exámenes o métodos fundamentales; y los especializados.
Vamos por tanto a exponer brevemente en la presente lección, cuales son dichos métodos, a fin de abrir
a cada uno de los estudiantes, procedentes también de campos diversos de la Criminología, el sentido de
las técnicas que se manejan en los otros campos. Pero el profundizar en los mismo, para manejarlos
adecuadamente, es obra en primer lugar de la disciplina correspondiente y en segundo lugar de la
misma, práctica en un equipo clínico o al menos en un Seminario de Investigación.

I. Métodos Fundamentales
Son los que tratan de recoger los dos datos necesarios para la clínica criminológica a un nivel normal y
que por tanto pueden servir para resolver casos poco complicados.
El reconocimiento del individuo en cuestión; precisamente con el objeto de comprobar donde se
encuentran los problemas del mismo, y así poder profundizar sólo en dicho sector, lo que ahorra tiempo y
energías.
Además es prácticamente el único examen posible cuando el equipo clínico tiene ante sí gran número de
sujetos que tratar. Por ello es el que se emplea para su clasificación sumaria en Servicios de Prisiones y
casos análogos. Incluso con este tipo de examen puede aislarse en un grupo numeroso con un poco de
práctica, aquellos individuos que están necesitados de un examen más profundo.
Recorramos brevemente diversas clases de examen que puede practicarse, conforme a las
especialidades que intervienen en la clínica criminológica.

A) Examen Médico
Se limita en este estadio a un reconocimiento general de cada individuo sometido a examen, que no varía
en grandes líneas del que suele usarse en otras clínicas médicas (escolar, militar, etc.).
Parece sin embargo que debe orientarse preferentemente hacia las enfermedades que pueden influir en
el aspecto delincuencial. Por ello merecen especial atención las hereditarias, y más particularmente las
que llevan anejas taras, tales como sífilis alcoholismo, etc. No convendría olvidar las enfermedades no
hereditarias padecidas por el sujeto, que pueden ocasionar trastornos comportamentales (encefalitis
epidémica, etc.). También ofrecen peculiar interés los trastornos endocrinos.
En algunos equipos suele practicarse aún la clasificación antropométrica de los sujetos examinados, de
acuerdo con alguno de los módulos existente (PENTA, KRETSCHMER, SHELDON, etc.). Como vimos el
curso pasado, tales clasificaciones se encuentran hoy superadas y son de escaso valor práctico; por lo
que se va abandonando su estudio por los que las manejaban; y ningún equipo moderno verdaderamente
científico se preocupa de ellas, a no ser de modo muy marginal. Lo que se impone hoy en día, es
continuar el estudio de correlaciones psico-somáticas con módulos más precisos y reducidos, como
indicamos también el pasado curso; ya que la correlación total psico-soma se ha manifestado como

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excesivamente amplia, para poder llevar a resultados verdaderamente científicos. En la línea de manejar
micro unidades para la correlación, en ves de macro unidades indicadas (Soma-Psique), se mueve la
corriente moderna inglesa de establecer relaciones entre los genes (o las variantes de los mismos) y el
comportamiento; línea que también aparece cada vez con mas vigor en otros países. Pero hasta que
pueda dar resultados utilizables, ha de pasar sin duda largo tiempo; y por otro lado, las técnicas que
exige manejar, superan con mucho las de los métodos fundamentales, que exponemos.

B) Examen Psicológico
Suele utilizarse para el mismo los tests, y más concretamente los administrados en grupo, ya que nos
encontramos ante un examen fundamental de la personalidad. Indicaremos los más usuales, aunque el
estudio detenido del mismo pertenece a la Psicología Diferencia para ello los agrupamos conforme a lo
que pretenden medir.

1. Test de inteligencia
Según el área lingüística predomina uno u otro de los cuales en Psicología Diferencial. Entre ellos
recordemos el BINET-SIMON en su versión moderna de TERMAN, que más bien domina el área
francesa; el WECHSLER-BELLEVUE, que utiliza mucho en el área inglesa y en la italiana; etc. Entre
nosotros suele manejarse el TERMAN o también una versión española del AMPE.
Todos ellos son relativamente fáciles de falsificar, por un sujeto interesado en ello; lo que nos indica que
sólo pueden ser aplicados con reservas al delincuente especialmente si éste no tiene verdadero interés
en colaborar. Por otro lado, aún en sujetos no delincuentes, es conocido el hecho de que aunque dichos
tests son fiables en el conjunto de un grupo, no lo son tanto ante un caso concreto; ya que dejan un
porcentaje no pequeño de individuos (a veces el 20% y aún más) en los que por diversas causas no se
consigue medir realmente la inteligencia.

2. Tests de personalidad
La determinación fundamental del carácter suele hacerse también por diversas baterías de tests, según
los países concretos. Todas ellas coinciden generalmente en VER de tests que
pueden ser administrados en grandes grupos, o al menos que no empleen un técnico para su
interpretación.
En el área inglesa se maneja el WOODWORTH-MATTHEWS, y más recientemente el CORNELL-INDEX;
en la italiana el C.O.I.; etc. Entre nosotros es utilizado el CEPT, entre otros.
Pero de todos estos test vale lo dicho anteriormente al hablar de los de inteligencia: no es difícil que un
sujeto con interés en ello, pueda falsificar los resultados. Por otro lado, tampoco dan certeza de la
personalidad de un individuo concreto, sino sólo en grandes número (del grupo) por su índice de fiabilidad
no excesivamente elevado en la administración colectiva.

3. Tests de orientación profesional


Pretenden fijar las cualidades o aptitudes del individuo sometido a examen para el aprendizaje de un
oficio o incluso para la selección de un tipo de estudio.
Según los casos y países, se utilizan unos u otros procedimientos, que no es del caso reseñar en detalle,
ya que varían casi hasta el infinito.
Su fiabilidad no es mayor que en los grupos anteriormente indicados; pero suele ser más corriente que el
delincuente se interese por la técnica; especialmente cuando tienen positivo interés de aprender un oficio.

C) Examen Psiquiátrico
En el estadio fundamental, en que nos encontramos, pretende principalmente seleccionar los casos
verdaderamente anormales desde el punto de vista psicopatológico. Tarea, que como más arriba
indicamos, no puede ser realizada por un profano en la materia; puesto que el mero comportamiento

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externo (sujeto raro) en modo alguno sirve en muchas ocasiones para determinar si nos encontramos
ante un anormal o no. Ni siquiera en los casos de verdaderas enfermedades mentales (psicosis) presenta
siempre el enfermo un comportamiento chocante.
Suele realizarse el estudio psiquiátrico por la entrevista, que en el caso del examen fundamental no
puede ser prolongada. Ciertos indicios de anormalidad han podido aparecer va en el examen psicológico,
lo que en cierto modo constituye por tanto una primera criba, que ahorra tiempo al psiquiatra.
La entrevista sirve por el contrario para completar, corroborar o corregir los datos que el examen
psicológico arroja, puesto que nos suministra nuevos materiales sobre la personalidad del individuo
examinado.

D) Examen Social
Trata de reconstruir la historia externa del delincuente, para lo que se fija en el medio que ha vivido o en
los distintos grupos sociales de que ha participado.
En el caso del examen fundamental, no puede pasar de una encuesta sumaria; la que se realiza
principalmente a base de una charla con el sujeto examinado, en la que se recogen los datos indicados.
Por lo tanto apenas se pasa de la función señalada al sociólogo interno en la lección anterior, y aún esto
a nivel muy superficial.
Los datos que suministra el sujeto examinado, pueden y deben ser completados por medio de informes
del Personal de Prisiones que le ha tenido a su cargo, charlas con la familia en visitas ocasionales, etc.
Pero si el grupo a examinar es relativamente grande, apenas puede llegarse a un verdadero estudio de la
personalidad del sujeto examinado.

E) Examen Jurídico
Se ha hecho ya práctica de muchos equipos partir de la sentencia condenatoria en el caso de que se
trabaje sobre reclusos. Cierto que ésta nos suministra los datos parciales sobre el cuadro total de la vida
del sujeto examinado, pero es menos cierto, que, especialmente los hechos probados de la sentencia (e
incluso el sumario, en caso de poseerse), puede abrir horizontes sobre el comportamiento del individuo
durante la ejecución del delito, lo que no es materia apreciable en el estudio de su personalidad.
Igualmente es conveniente recoger los informes policiaco y penitenciarios entre el sujeto sometido a
examen, que de nuevo suministran datos sobre su comportamiento.
Finalmente toca al jurista estudiar el tenor de la sentencia, que es la que es el marco legal irrebasable, en
el que ha de moverse el tratamiento.
II. Métodos Especializados
Intentan profundizar en el estudio de la personalidad y del ambiente de un propósito determinado, para
llegar en un examen hasta el límite máximo que permite la técnica moderna.
Su empleo está indicado por tanto en primer lugar en el caso de un estudio científico exhaustivo en orden
a la investigación y en segundo lugar en casos o problemas más difíciles, que hay un resultado en el
examen fundamental.
Exigen los presentes métodos no sólo un personal totalmente especializado y en lo posible de primera
categoría; sino también el empleo de mucho más tiempo y la aplicación de las técnicas más modernas.
De esto mismo se desprende, que no es posible aplicar los métodos especializados a un grupo conjunto
de probando, sino que se requiere el examen individual y la aplicación asimismo individual del método a
cada uno de los casos estudiados.
Muchos de los métodos o técnicas que vamos a reseñar implican además un problema de orden ético:
como la capa de personalidad a que llegan, en mucho más profunda; y como no raras veces revelan
actitudes, aptitudes o conflictos no sólo desconocidos para el sujeto, sino incluso perjudiciales para el
mismo si se divulgan o hasta si son conocidos por el equipo, y como por otra parte se llega a dichos
secretos sin que el sujeto examinado se percate de ello; se presenta la cuestión, de hasta qué punto se le

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puede obligar a un dicho reconocimiento, especialmente cuando se trata de individuos aún no
condenados por la Ley.
El tema quedó analizado más arriba (Lecc. 2) al exponer el desarrollo histórico de la clínica criminológica,
y los reparos que se oponen en sede judicial. Baste pues remitirnos a lo dicho allí, pero tener en cuenta
que la dificultad se presenta precisamente del modo más aguda en el presente estadio del trabajo clínico.
Para la exposición seguiremos el mismo orden utilizado en el epígrafe anterior. Por ello agruparemos las
técnicas a emplear, según la especialidad a que pertenecen.

A. Examen Médico
No difieren tampoco en este estadio (como vimos sucedía en el anterior) de los que se utilizan en
cualquier clínica médica. Por tanto y de modo breve se puede decir, que se manejan los análisis y
métodos de investigación de la medicina general o especializada; dirigidos naturalmente al aspecto
criminológico. Esto es, que se pretende explorar sobre todo las posibles raíces orgánicas del
comportamiento delictivo o peligroso.
Según la orientación del equipo, suele insistirse más o menos en los análisis dichos Durante una época
adquirió peculiar importancia el estudio del sistema endocrino; tema al que parece que se vuelve de
nuevo por algunos sectores de investigadores, aunque con ciertas modificaciones. También hemos
indicado, que se intenta hoy relacionar los genes con el comportamiento delincuencial, lo que
naturalmente no es obra directa del equipo clínico criminológico; pero el estudio realizado por el mismo
sobre una serie de sujetos de modo individual, puede suministrar materiales con los que hace avanzar
también este aspecto de la investigación.

B. Examen Psicológico
Suele centrarse en tests de aplicación individual y normalmente en los llamados tests proyectivos.
Especialmente en éstos últimos es donde más aguda se presente el problema tocado más arriba, sobre
el empleo de métodos susceptibles de violar la intimidad del sujeto.
Como vimos en Psicología Diferencial, los tests proyectivos más empleados son el RORSCHAN, el
SZONDI, el TAT, el MACHHOVER (dibujar dos personas), etc. Recordemos también, que el manejo de
tales tests requieren un verdadero especialista en los mismo, lo que a la vez supone no un mero estudio,
sino en algún modo ciertas cualidades innatas. Por lo que basta contar con un buen psicólogo en el
equipo, si no conoce a fondo las técnicas indicadas.
Insistamos también, que los presentes tests tienen la gran ventaja para la clínica criminológica, de lo
difícil de ser falsificados por el sujeto examinado, se requiere prácticamente un técnico de los mismos,
para poder falsificar las respuestas de modo que comprometan el resultado del tests. La única posibilidad
de un profano, es la de callar obstinadamente, pero en tal caso es claro que no quiere colaborar en el
examen, y por lo mismo no lleva al equipo a conclusiones falsas.
Otros tests utilizados, aunque con menor peligro de violar la intimidad del sujeto y con mayor riesgo de
falsificación por parte del mismo son el MMPI, el de MIRA y LOPEZ (PIK), éste especialmente apto para
medir la agresividad, etc.

C. Examen Psiquiátrico
Cuando el examen fundamental ha engendrado la seria sospecha, de que el supuesto examinado pueda
ser un anormal desde el punto de vista psicopatológico, es menester profundizar en el mismo; para llegar
no sólo a fijar el posible cuadro sino también la etiología de la anormalidad que se acusa.
Los métodos especializados no difieren aquí sustancialmente, de los que emplea un psiquiatra ordinario;
pero conviene no olvidar el especial peligro a que están expuestos por parte del sujeto examinado. Ya
que como es fácilmente comprensible, tiene éste tanto en sede judicial como aún durante su reclusión en
un establecimiento penitenciario, un decidido empeño en mostrarse como anormal. En el primer caso lo
pretende no raras veces, para conseguir su declaración de inimputabilidad o al menos cierta atenuación a

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la pena; en el segundo, porque conoce el mejor tratamiento que ordinariamente ha de recibir en un
Servicio Psiquiátrico-Penitenciario.
Cierto que a un psiquiatra un poco avezado no le es difícil de discernir estos intentos de simulación;
especialmente con los métodos y técnicas modernas de investigación, que tiene a su alcance.
Recordemos también, que especialmente en orden al diagnóstico etiológico suele ser menester el empleo
de los tipos de psiquiatras: el que pudiéramos llamar de corte clásico y el de orientación dinámica o
profunda. Aunque en teoría es cierto que pueden ambos coincidir en un mismo especialistas, lo cierto es
que en la actualidad no es raro, que por la radical diferenciación de punto de enfoque de ambos, no sea
fácil encontrar un solo especialista que domine a fondo ambas orientaciones.
Aparte del empleo de ciertos instrumentos de diagnóstico (EEG, análisis del líquido céfalo-raquídeo, etc.),
suele ser la entrevista uno de los métodos más usuales. No olvidemos sin embargo la enorme ayuda que
pueden prestar los tests de proyección (especialmente el ROHRSCHACH y el SZONDI) para fijar la
anormalidad del sujeto examinado: y en casos de conflictos neuróticos, para descubrir la etiología del
mismo (conflicto, shock, etc.).

D. Examen Sociológico
Aunque llevado por un especialista, no difiere sustancialmente del que hemos descrito al tratar de la
encuesta social en su nivel menos profundo. La diversidad está por tanto en la exactitud con que se ha de
llevar a cabo, lo que puede exigir (sobre todo cuando se trata de un equipo investigador) un verdadero
equipo colaborador.
Es aquí por tanto donde tiene plena aplicación del desdoblamiento del sociólogo en varios individuos, a
fin de que puedan éstos practicar las diversas encuestas, que dejamos indicadas en la lección
precedente. Aunque naturalmente que no todas ellas requieren un especialista; pero suele ser menester,
que los auxilios que las practiquen trabajen como colaboradores y en equipo con él.
En ocasiones puede y debe ayudarse el tal equipo o el especialista, de ciertos estudios realizados ya por
otros investigadores, pero que le facilitarán notablemente su labor. Por ejemplo, en el caso de querer
penetrar en el medio valorativo de un área delincuencial, lo mucho que se ha trabajado sobre la llamada
“contracultura criminal”, tema que abordaremos más adelante, al exponer el tratamiento (lección 13).
Por la obtención de los datos directos sobre el examinado, se vale el sociólogo entre otros medio, de la
entrevista con el mismo. A este respecto es interesante observar, que aunque la entrevista es también el
método que utiliza el psiquiatra, en ambos especialistas difiere en muchos aspectos, tanto en la forma,
como en los datos a que se llega.
Es de interés en tal sentido un estudio hecho por dos especialistas americanos: SEELING (psiquiatra) y
RECKLESS (sociólogo). Ambos estudiaron por separado y mediante la entrevista a un mismo grupo de
probando. Al comparar sus protocolos observaron, que el psiquiatra se concentraba más en la
personalidad del delincuente y las anormalidades de la misma, tal y como actualmente se da (aspecto
fenomenológico); mientras que el sociólogo busca con mayor empeño los antecedentes sociales de la
situación actual (en sentido etiológico). Diferencia que sin duda hubiera sido menor, caso de tratarse de
un psiquiatra de orientación dinámica o profunda; ya que éste se hubiera dirigido también
preferentemente al estudio de los conflictos del probando, resultantes de la falsa inserción del mismo en
los grupos sociales en que VER.

E. Examen Jurídico
También el examen jurídico de un individuo es susceptible de ser profundizado, y en ocasiones es
menester darse a una tal tarea.
El caso más frecuente es aquel, en el que el examen de los restantes especialistas lleva a la conclusión,
de que el delito imputado al reo es de tal modo ajeno a su personalidad, que parece muy difícil (o en
ocasiones casi imposible) que haya podido cometerlo. Problema que se plantea no raras veces a los
equipos clínicos, especialmente cuando algunos de sus especialistas están excesivamente estancados a
su orientación peculiar y desconocer otros aspectos o técnicas criminológicas.

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También puede presentarse el caso, de que un examen profundo del sujeto estudiado lleve a la
conclusión e que se trata de un inimputable, al que faltó un peritaje conveniente en sede judicial.
Estos hechos reales merecen investigación jurídica especial, no sólo por el posible subsaneamiento del
error judicial (muy fácil en el segundo caso, muy difícil en el primero); sino porque mientras el sujeto
examinado no admita su responsabilidad (lo que hará mucho más difícilmente, si llega a sus oídos el
juicio del equipo), apenas habrá posibilidades de un tratamiento con éxito.
Pero la investigación jurídica profunda de tales casos se recomienda además por otra causa. No es raro,
(especialmente al principio del funcionamiento de un equipo y más aún cuando se trata de especialistas
no habituados a tratar con delincuentes), que los no juristas tiendan fácilmente a admitir la presencia de
uno de los casos indicados. Para que el equipo siga funcionando en armonía y para ir llevando a la
realidad del delincuente y de sus posibles posturas simuladas, a dichos miembros del equipo, no suele
bastar entonces la mera afirmación del jurista; se requiere estudio detenido, que lleve a la convicción de
los especialistas restantes, que no ha sido la sentencia la que se ha equivocado radicalmente, sino que
se trata de errores que se reducen al emplear las técnicas pensadas para no delincuentes en un grupo
probando diversos del hombre normal, como son los delincuentes.
En tales casos conviene que el jurista estudie no sólo la sentencia, sino incluso los datos suministrados
por los otros miembros del equipo (especialmente la encuesta social, etc.), y que intente ampliar sus
conocimientos sobre los que no dan como hechos probados. Labor sin duda laboriosa, pero que se
puede mostrar del todo imprescindible por las dos razones indicadas (actitud del sujeto examinado y
actitud del resto del equipo).

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Lección 10ª
DIAGNÓSTICO CLÍNICO
Terminado el examen de un sujeto determinado por cada uno de los componentes del equipo
clínico-criminológico llega el momento de que los miembros del mismo se reúnan en mesa redonda, a fin
de confrontar los resultados parciales obtenidos y en orden a establecer un estudio conjunto del individuo
en cuestión.
Para ello han de intentar en primer lugar un diagnósticos del estado peligroso en que se encuentra dicho
sujeto; diagnóstico que a su vez ha de tener dos vertientes: la fenomenológica (modo de aparición de
dicho estado peligroso y gravedad del mismo) y la etiológica (causa de tal estado).
Pero como según la teoría e la personalidad criminal, que venimos manejando como hipótesis de trabajo,
el estado peligroso consta de dos componentes (capacidad criminal y adaptabilidad social) es menester
establecer primero los diagnósticos parciales de ambos componentes dichos, para llegar luego al
diagnóstico total del estado peligroso.
Vamos a exponer por tanto el modo de llegar en primer lugar a los dos diagnósticos parciales de la
capacidad criminal y de la adaptabilidad del social de un sujeto; enseguida explicaremos el modo de
engarzarlos en un diagnóstico conjunto del estado peligroso, en que se encuentra el probando.

I. Diagnósticos Parciales
Como acabamos de indicar, separaremos para su estudio los dos elementos del estado peligroso que
distingue la teoría de la personalidad criminal: la capacidad criminal y la adaptabilidad social.

A. Diagnóstico de la Capacidad Criminal


Ha de construirse a base de las cuatro notas, que hemos estudiado lentamente en la Primera Parte del
Programa; las que contribuyen a la inintimibilidad del delincuente (egocentrismo y labilidad) y las que
influyen en su actividad (agresividad e indiferencia afectiva).
Recordemos también, que la capacidad criminal no se constituye por dichas notas separadas, sino que
precisamente surge de la conjunción de ellas. Aunque por otro lado no es menester tampoco que todas
presenten el mismo grado, ni siquiera que se den todas ellas (al menos de modo muy destacado) en un
mismo individuo.

1. Diagnóstico fenomenológico
Para el diagnóstico fenomenológico de la capacidad criminal, son de utilidad las técnicas expuestas en la
lección precedente, cada una en su modo.
La sentencia judicial y la encuesta social externa nos manifiestan el comportamiento del probando, tanto
en su vida ordinaria, como en su actividad delincuencia. Un estudio detenido de las mismas puede ya
darnos un diagnóstico del grado en que se manifiestan los radicales de la personalidad criminal. Así por
ejemplo, la impermeabilidad del delincuente ante los valores ambientales, es signo de grado de su
egocentrismo; la labilidad vendrá dada por la reincidencia en el delito (aunque no haya condenas) y por la
constancia de su voluntad; la agresividad por el examen de los obstáculos materiales, que se opusieron a
la ejecución del delito, así como por el planeamiento y realización del mismo; y la indiferencia afectiva,
tanto por la odiosidad de la ejecución del crimen concreto, como también por las ligazones afectivas y el
sentido de ellas (egocéntrico o altruista).
Pero como la capacidad criminal está constituida por el engarce de los radicales indicados, es menester
fijar la estructura de la personalidad del probando. Lo que aún es más necesario cuando nos
encontramos ante probandos jóvenes, que por ello pueden no haber manifestado aún toda su
potencialidad en la vida ordinaria; o ante neuróticos, en los que el conflicto interno hace que dichas
cualidades estén represadas o entrecruzadas. Para este cometido hay que acudir al examen psiquiátrico
y al psicológico; y de modo peculiar a los tests de proyección que reflejan dicha estructura, tales como el
RORSCHACH o el SZONDI.

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Ambos pasos reseñados nos darán un diagnóstico fenomenológico fundido: ya que por un lado habremos
determinado el grado en que se manifiestan los radicales de la personalidad criminal en un sujeto; y por
otro fijaremos la estructura interna actual de dicha personalidad (el engarce de dichos radicales.
Tendremos por tanto VER
Pero como el estudio clínico criminológico pretende remediar dicho cuadro, el diagnóstico ha de intentar ir
más allá y fijar las causas por las que el sujeto contaminado ha llegado a una estructuración criminógena
en su personalidad. Es lo que pretende el diagnóstico etiológico.
Según lo que nos haya dicho el diagnóstico fenomenológico, la búsqueda proseguirá en uno u otro
sentido y por lo mismo habrá de apoyarse preferentemente en uno u otro de los exámenes realizados
sobre el sujeto.
Para el caso de conflictos profundos de la personalidad se impone ante todo buscar su contenido: lo que
puede lograrse por algunos de los tests de proyección. Pero no es necesario ver......... que los origina
.........de la entrevista psiquiátrica generalmente ... en lo que ser refiere a la relación dinámica del
procesado con su familia y con los grupos sociales posteriores.
Cuando el cuadro fenomenológico (especialmente el estructural) haga sospechar que, una enfermedad
somática o mental puede ser la que se encuentra en la base del trastorno comportamental o de la
estructura deficiente de la personalidad, son especialmente el médico general, el especializado y el
psiquiatra los que tienen la palabra.
Naturalmente que no todas las causas anteriores, las técnicas restantes complementan ... y los
resultados ......... las otras áreas; y precisamente es esta extraña concordancia entre especialistas de
diversas ramas, que hasta entonces han trabajado separadamente en el examen lo que más sorprende al
que por primera vez asiste a una mesa redonda del equipo criminológico.
Suele ser buen sistema para no perderse en el diagnóstico etiológico ...................... de los mismos; que
es lo que en realidad constituye la capacidad criminal.

3. Diagnóstico conjunto
Estudiados por separado los elementos anteriores, es fácil redactar ya un diagnóstico conjunto de la
capacidad criminal de un individuo.
Es claro, que cada delincuente presentará un diagnóstico diverso; pero en orden a valorar los mismos en
cuanto a la capacidad criminal del individuo, pueden señalarse ciertas reglas.
De modo general hay que afirmar, que cuanto más intensos se presenten los radicales de la capacidad
criminal en un sujeto determinado, mayor será ésta.
Pero no es menos importante considerar el modo de su estructuración; ya que en ocasiones pueden
comenzarse unos con otros o por el contrario reforzarse, aunque lo ordinario sea el caso contrario.
Así por ejemplo la labilidad afectiva (con su característica de hacer vivir en el presente), puede en ciertos
casos frenar la agresividad pasiva al impedir planear o prevenir; mientras que por el contrario,
egocentrismo y agresividad positiva o agresividad con indiferencia afectiva se unen bien y aumentan
notablemente la capacidad criminal del sujeto.
Igualmente es interesante determinar cuál es el radical predominante en el probando; a lo que puede
ayudar el método que indicamos, al hablar del diagnóstico etiológico. Porque es claro, que normalmente
es en dicho sentido, en el que hay que orientar el futuro tratamiento.

B. Diagnóstico de la Adaptabilidad Social


Como hemos visto, la adaptabilidad social no influye en que el delincuente pase al acto; pero cuando ha
dado el paso delictivo, configura el delito, como cualquier otra actividad humana.
Por ello la adaptabilidad social no es diversa entre los delincuentes y los que lo son (contra lo que sucede
con la capacidad criminal); sino que por el contrario sirve par diversificar más matizadamente los diversos
tipos delincuenciales, y para orientar el trabajo de su resocialización.

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Veamos aquí también por separado el diagnóstico fenomenológico y el etiológico, para llegar así a un
conjunto, sobre la adaptabilidad social del sujeto.

1. Diagnóstico fenomenológico
Ante todo hay que fijar el cuadro de las capacidades y aptitudes del sujeto: de lo que el probando es
capaz de rendir, si aplicase sus cualidades al máximo. Ello se consigue por medio de ciertos esquemas,
sustancialmente los mismos que se utilizan en cualquier centro de orientación profesional, y que varían
en su forma concreta. Es más, mientras que algunos autores prefieren mantener por separado los
resultados de los diversos tests o exámenes; prefieren otros intentar un esquema conjunto (estrella de
cualidades de la personalidad, etc.).
Con lo anterior conseguiremos averiguar, cuál es el campo o los campos en que debe ser aplicado el
probando, para conseguir el máximo rendimiento social.

2. Diagnóstico etiológico
La encuesta social nos ha permitido conocer el campo de aplicación social del probando en el pasado y el
rendimiento que ha dado en el mismo.
Al comparar ahora lo que el diagnóstico fenomenológico indicaba, con lo que no dice el examen del
pasado del sujeto en cuestión, podemos fácilmente establecer, si se encontraba en el puesto que
corresponde a sus cualidades y si éstas rendían aceptablemente.
Especialmente en los casos en que faltase notablemente el rendimiento debido, es menester pasar al
diagnóstico etiológico: buscar la causa de esa falta de rendimiento.
Con frecuencia puede éste encontrarse en que el oficio desempeñado no era el que encaja en las
aptitudes del probando; en otras ocasiones también, en que a pesar de estar dentro del marco de las
mismas, el sujeto no se encontraba a gusto en el mismo; finalmente puede deberse la falta de
rendimiento a un conflicto de personalidad.
Y en todo caso interesa averiguar, hacia dónde se inclinan los deseos del probando, para procurar luego
orientar en lo posible en dicha dirección; ya que el rendimiento está en función del interés con que se
aplique el sujeto al trabajo.

3. Diagnóstico conjunto
Los diagnósticos parciales indicados nos permiten ya el ensamblarse, formarnos una idea de las
aptitudes y capacidades del sujeto y del modo de llevar a éstas a su pleno rendimiento.
También aquí conviene con frecuencia elaborar el esquema a base de la que parezca más sobresaliente,
o del grupo de las mismas, que puedan determinar una mayor adaptabilidad social. Ya que es obvio que
en ningún caso se puede pretender desarrollarlas todas.
Pero téngase en cuenta, que contra lo que decíamos al tratar del diagnóstico conjunto de la capacidad
criminal, aquí no se consigue la mayor adaptabilidad social cuanto mayores son las capacidades del
individuo; sino que el ideal de adaptabilidad suelen presentarlo los sujetos, que las poseen en su grado
medio. Dicho de otro modo, que tanto un exceso en una o algunas cualidades como defecto de las
mismas, pueden dificultar la adaptabilidad social.
Por ello es cierto, que la mayoría de los delincuentes profesionales pertenecen a uno de los dos
siguientes tipos extremos; o bien al grupo de los activos, con grandes aptitudes físicas, intelectuales y
profesionales, y con instintos fuertes y poco dominados (que forman el tipo más peligroso); o bien al
grupo de los pasivos, faltos de grandes cualidades físicas o intelectuales y apagados en sus instintos (el
tipo más bien parásito).
Lo que nos dice en orden al diagnóstico, que el que promete mayor adaptabilidad social es el tipo
intermedio entre ambos extremos; que por lo mismo suele presentar una personalidad más equilibrada.

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Dato que hay que tener también muy en cuenta al efectuar el pronóstico y más especialmente a la hora
de fijar el programa de tratamiento.

II. Diagnóstico del Estado Peligroso


Establecidos por separado el diagnóstico de la capacidad criminal de un individuo y el de su adaptabilidad
social, llega el momento de establecer el diagnóstico definitivo sobre el estado peligroso el que se
encuentra el sujeto examinado.
Y de nuevo no sólo ha de intentarse en él determinar la intensidad o la forma de aparición de dicho
estado peligroso (diagnóstico fenomenológico); sino que hay que dar también el paso de procurar fijar las
causas del mismo en orden a su tratamiento (diagnóstico etiológico).

A. Diagnóstico Fenomenológico
Los elementos que constituyen el estado peligroso puede cambiarse en proporciones muy diversas.
Vamos a exponer en esquemas las cuatro fundamentales, hacia una de las cuales ha de converger más
cada caso concreto.

1. Capacidad criminal alta y adaptabilidad elevada


Es la forma más grave del estado peligroso, puesto que se encuadra en ella un tipo de delincuentes, que
tienen fuerte tendencia al delito y grandes posibilidades de realizarlo.
Pertenece a este grupo la white collar criminality, tan a fondo estudiada en los Estados Unidos
(especialmente por SUTHERLAND) y que preocupa actualmente en casi todos los países; ya que
particularmente la dedicada al delito económico (que en uno u otro modo constituye la mayoría del grupo)
produce graves daños a la nación. Entre nosotros es forma de criminalidad que merece muy especial
atención, dado el período de expansión económica, que vivimos; sobre todo, porque a ello se une, el que
nuestros esquemas legales de persecución de la misma (los delitos contra la propiedad del Código Penal
y Leyes Especiales) datan del Código Penal de 1848, época en que era prácticamente desconocida tal
forma de criminalidad.
Pero también hemos de encuadrar en el grupo presente al delincuente de grandes cualidades, que o bien
opera en unión de otros a los que dirige (Delincuente jefe) o bien solitario; pero en ambos casos sabe
desplegar un fuerte potencial en la realización de sus planes delictivos.

2. Capacidad criminal alta y adaptabilidad escasa


Los dos elementos enunciados nos indican, que los componentes del presente grupo tienden por un lado
con fuerza al delito, pero por otro no saben ejecutarlo ni ocultarlo bien, dada su escasa adaptabilidad
social.
Por tanto constituye un fuerte porcentaje de los delincuentes, que encontramos en las prisiones; ya que
delinquen casi continuamente, pero son fácilmente encubiertos. Lo que quiere decir también, que se trata
de un grupo mucho más estudiado en sus características, desde el punto de vista criminológico; ya que
es fácil de localizar y de someter a examen.
Pertenecen al mismo la mayoría de los profesionales del delito, que ni se encuadran entre los
delincuentes de cualidades extraordinarias descritos más arriba; ni entre los parásitos y asociales, de que
nos ocuparemos enseguida.

3. Capacidad criminal baja y adaptabilidad escasa


Estamos ante el otro gran grupo de delincuentes conocidos: de los que han sido estudiados a fondo en
Criminología, precisamente porque son también la clientela habitual de las prisiones.
Su falta de gran tensión criminal les hace conformarse con pequeños delitos: lo suficiente para vivir sin
trabajar; y su escasa adaptabilidad social les priva también de poder realizar grandes planes delictivos.

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Son por tanto, los marginales, asociales, vagos; que normalmente se conforman con vegetar
parásitamente a costa de una actividad delictiva poco complicada. Pero que pueden ser manejados por
otros delincuentes más hábiles y ambiciosos en todo momento, aunque normalmente no pasan de
desempeñar papeles poco complicados.

4. Capacidad criminal baja y adaptabilidad elevada


Finalmente el grupo presente de sujetos en estado peligroso, es el que podemos denominar ocasionales
del delito: individuos que viven en una profesión honrada, que sólo bajo la presión de las circunstancias
escogen el camino delictivo, y que por lo mismo abandonan pronto.
Recordemos sin embargo, que el ocasional puede derivar hacia el profesional por la repetición de
ocasiones, y especialmente cuando se ve animado por el éxito del primer delito, al que precisamente su
condición anterior de ciudadano honorable permite más fácilmente que quede oculto. En este caso se
cambia paulatinamente el diagnóstico, ya que lo que sucede es que el hábito hace aumentar su
capacidad criminal, mientras que permanece constante su gran adaptabilidad social. Es decir, que va
derivando lentamente el dicho sujeto, del grupo presente al primero de los que hemos reseñado.
Circunstancia que en modo alguno puede echarse en saco roto; ya que un buen número de la llamada
white collar criminality está integrado precisamente por dicho tipo de delincuentes: hombres que vivían en
una profesión honrada, que irritados por el afán de lucro (incluso por una fuerte crisis económica)
comenten el primer delito; y al ver la facilidad con que éste queda oculto, o al repetirse las circunstancias
de crisis, o finalmente tentados por los beneficios que reportó, se lanzan de modo decidido a la
criminalidad económica oculta.

B. Diagnóstico Etiológico
Pretende determinar el factor, que ha influido más decisivamente en el cuadro fenomenológico presente
en cada caso. Cierto que no se trata con este diagnóstico de decidirse sólo por uno de los extremos
posibles (hereditario, ambienta); en primer lugar, porque difícilmente podríamos hacerlo, dados los
medios de investigación presente; y en segundo lugar, porque normalmente hablando han influido ambos
en la desviación del sujeto examinado.
Lo que por tanto se pretende, es fijar la causa predominante en orden a su tratamiento. Y por hablar con
más exactitud, los diversos géneros de causa, que han podido influir en el problema.
El procedimiento ordinario puede ser el indicado más arriba, en orden a fijar los anteriores diagnóstico;
tratar de fijar el procedimiento etiológico del radical de la personalidad criminal, que parezca más
destacado, que a su vez nos llevará a los restantes y al entrecruzamiento de los mismos.
Sólo en orden a una cierta orientación, transcribimos a continuación la clasificación que hace PINTAEL a
este respecto.

1. Factor biológico y sociológico muy acusados


Es el que lleva normalmente al estado peligroso crónico y el que por tanto resulta más necesario de
tratamiento. Este debe por lo mismo dirigirse en ambas direcciones; y a ser posible, de modo simultáneo,
ya que si no los esfuerzos servirán para muy poco.
Luego no es suficiente un tratamiento biológico o incluso una nueva reestructuración de la personalidad,
sino se consigue que el sujeto cambie el ambiente en que vivía; ya que éste volverá en caso contrario a
destruir casi totalmente lo conseguido durante el tratamiento. Y lo mismo vales de la hipótesis contraria.

2. Factor biológico acusado y sociológico leve o viceversa


Suele tener como resultado un estado peligrosos marginal, que por lo mismo es más fácil de ser sometido
a tratamiento. Este debe dirigirse por tanto al factor predominante, aunque no puede olvidar totalmente el
contrario.

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Especialmente es de tener en cuenta, que el factor acusado ha tenido que interaccionar normalmente en
el leve, por lo que por ejemplo, el sujeto que presenta fuerte tendencia biológica al delito, se ha ido
buscando paulatinamente el ambiente apropiado para el mismo.
Es más, no es raro, que un sujeto que aparentemente presenta ambos factores de modo acusado ( y que
por tanto se creería que pertenece al primer grupo), tenga tan sólo uno de ellos de modo relevante; el
otro se presenta fuerte, solamente por la interacción indicada.

3. Factor biológico y sociológico leves


Suele tan sólo engendrar un estado peligroso episódico, propio del que hemos llamado delincuente
ocasional. Por lo mismo es el más fácil de tratar.
Es más, en muchas ocasiones no requiere un tratamiento, al menos de carácter complicado, Basta tan
sólo en dichos casos, con procurar evitar, que las circunstancias indicadas vuelvan a repetirse.
Para tales casos es para los que varios sistemas penales van admitiendo una pena condicionada en uno
u otro modo (condena condicional, etc.), que sirva como de toque de atención a dicho tipo de
delincuentes, sin que les dificulte o imposibilite su engranaje social y profesional.

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Lección 11ª
PRONÓSTICO COMPORTAMENTAL
En la lección anterior hemos examinado el modo de establecer el diagnóstico sobre el estado peligroso
de un probando concreto; y a la vez dejamos asentado, que se trata de una interpretación del primer
grado, de los datos que nos ha suministrado el examen de dicho sujeto.
Pero en clínica es menester pasar adelante y tratar de pronosticar el comportamiento de dicho sujeto al
salir del establecimiento penitenciario (o de otro cualquiera), en que sea sometido a tratamiento.
Dicho pronóstico se suele fundar en los datos suministrados por el examen y sistematizados en el
diagnóstico; y aquí precisamente radica uno de los problemas del mismo. Porque si el diagnóstico era ya
una interpretación del primer grado, el pronóstico (que utiliza los resultados del diagnóstico) se convierte
en interpretación de segundo grado. Lo que significa que un error inicial en el diagnóstico, aunque no sea
considerable, puede llevar a una notable desviación a la hora del pronóstico.
Esto es tanto más real, cuanto que ya el diagnóstico manejaba dos variables (capacidad criminal y
adaptabilidad social), cada una de las cuales constaba a su vez de otras varias (cuatro en el caso de la
capacidad criminal y una cinco en el de la adaptabilidad social).
Por otro lado, no basta con saber cómo se comportaría el probando si volviese al medio de que salió;
porque en el plano del pronóstico hay que tomar en cuenta la posibilidad de que se inserte en un medio
social diverso. Luego la conducta social futura del sujeto no es tan fácil de pronosticar en el estadio en
que nos encontramos.
Esto ha llevado a los criminólogos a intentar técnicas diversas de pronóstico comportamental, incluso
fuera de la clínica criminológica propiamente dicha, y a veces por necesidades de orden práctico; así por
ejemplo para la concesión de la condena (probation) o libertad (parole) condicionales.
VER anterior, vamos a exponer en primer lugar el modo de construir un pronóstico comportamental
siguiendo el esquema del diagnóstico expuesto en la lección VER y en seguida hablaremos de otras
técnicas pronosticas estudiadas por diversos autores.

A. Pronóstico Basado sobre el Diagnóstico


Consideramos que indicar, el presente método de pronóstico parte del diagnóstico del estado peligroso,
expuesto en la lección anterior y trata de VER comportamiento del probando en el futuro.
Para eso hemos de partir ante todo de los ambientes en que ha vivido el probando (familia, escuela, área
criminal, grupo social o profesional), y es claro que tiene mayor importancia los unos o los otros según la
edad e inclinaciones.
Pero enseguida hay que procurar averiguar el grupo social en que se insertará el probando al quedar libre
de movimientos. Para ello son muy útiles con frecuencia los informes de la encuesta social y de la
entrevista del psiquiatra, que por un lado pueden indicar los planes del sujeto examinado, y por el otro la
postura VER tomando los grupos sociales en que vivía (familiar, profesional, etc.) VER al dicho sujeto.
Combinando debidamente los datos anteriores habremos obtenido con mayor o menor probabilidad
según los casos) el dato que nos faltaba; el medio de probable VER del probando. Al proyectar su
diagnóstico de estado peligros sobre VER podremos aventurar un pronóstico comportamental sobre el
sujeto estudiado VER o de que éste no sea sometido a tratamiento.

B. Posibilidades de Valoración del Probando


VER que el pronóstico expuesto no es el definitivo para un equipo criminológico-clínico, ya que el intento
de éste es el de someter al sujeto a un tratamiento adecuado.
Pero VER los medios económicos e incluso el tiempo de que dispone el equipo es limitado interesa desde
el principio pronosticar las probabilidades de éxito de un tratamiento o de los varios posibles; a fin de
escoger el uno o el otro, o incluso prescindir del tratamiento, si se piensa que no va a conducir a nada
positivo VER los medios reales de tratamiento con que cuenta el equipo.

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Resultado de éste último sin duda poco confortante, pero que se impone en ocasiones, especialmente a
equipos clínicos con finalidad práctica de tratamiento y medios limitados; aunque sin duda que un equipo
clínico meramente investigador puede y debe en tales casos arriesgar un tratamiento o intentar nuevas
vías, a fin de encontrar solución a casos hasta ahora dejados por imposibles.
El modo de establecer el presente pronóstico sobre las posibilidades de variación de un probando, es el
de comparar el pronóstico anteriormente expuesto (al que hemos llamado pronóstico del sujeto actual)
con las posibilidades de influjo en el probando a base de los medios con que cuanta el equipo. Lo que
supone a su vez analizar por separado las posibilidades de variación de la capacidad criminal, y de la
adaptabilidad social y del medio en que ha de insertarse el sujeto examinado.

1. Variaciones en la capacidad criminal


Para ello es menester sopesar las posibilidades de modificación de la estructura de la personalidad en
estudio, a fin de conseguir una nueva estructuración que disminuye la capacidad criminal del sujeto.
Como indicamos más arriba, suele ser útil en estos casos concentrarse de modo peculiar en uno o pocos
radicales de la dicha capacidad criminal del sujeto (precisamente el central) y ver la resistencia que han
de oponer al tratamiento. De nuevo conviene insistir que no puede contentarse el equipo con
posibilidades teóricas, sino confrontar la resistencia con los métodos de tratamiento de que de hecho
dispone.

2. Variaciones en la adaptabilidad social


El procedimiento a seguir es del todo análogo al que acabamos de indicar estudiar la adaptabilidad actual
del sujeto, y comparar sus deficiencias con los recursos de que dispone el equipo para tratarla.
No olvidemos sin embargo lo dicho en la lección anterior, al tratar del diagnóstico de la adaptabilidad
social: que el aumento de la misma no siempre contribuye a disminuir la peligrosidad del sujeto; es más,
que en ocasiones puede llevar a aumentarla.
Por ello en el intento de variar la adaptabilidad social de un delincuente no se puede tener como única
meta el aumento de la misma. Sino que ha de interesarle incrementar los aspectos de ella, que le faciliten
una vida honrada; y sólo en cuanto este aspecto se englobe en un tratamiento conjunto, que lleve al
sujeto a poner sus nuevas posibilidades de adaptación social al servicio de su regeneración.

3. Variaciones en el medio
Es claro que sobrepasa el cometido de un equipo clínico criminológico el intentar modificar un ambiente o
medio social, especialmente cuando se trata del que vive un grupo social amplio.
Pero puede y debe intentar el equipo (especialmente en ciertos casos en que el diagnóstico indique el
estado peligroso se debe al medio), o bien modificar el ambiente de un grupo social reducido (la familia
del probando, etc.) o bien que el sujeto cambie de ambiente.
Lo primero (modificar el grupo social) puede a veces intentarse por medio de la Asistencia Social externa,
que establece el contacto con la familia o con el grupo profesional en que vivía el probando. Y según la
empresa parezca más o menos difícil, será el pronóstico del equipo sobre las posibilidades de variación
del grupo indicado.
Lo segundo (cambio de ambiente futuro) suele quedar claro en la entrevista psiquiátrica y en la labor del
sociólogo interno, descritas más arriba. Porque son ellas las que nos suelen decir claramente, la postura
del probando ante el tratamiento, y las probabilidades que presenta de seguir un consejo en el sentido
indicado.

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II. Otros Métodos de Pronóstico


Especialmente a partir de los años treintas se han venido desarrollando en diversos países una serie de
técnicas de pronóstico comportamental, que vamos a reseñar brevemente. Para ello las agrupaciones en
las dos grandes áreas lingüísticas, en que principalmente se han cultivado: la germana y la anglosajona.
Tales intentos se deben con frecuencia a necesidades de tipo práctico, particularmente a la de conceder
la condena (probation) o libertad (parole) condicional a un delincuente; o ala de predecir su posible
reincidencia, en orden a las medidas de seguridad.
Intentan la mayoría de ellas seleccionar criterios claros y de rápido manejo para los fines indicados. A ello
les llevaba la necesidad también práctica de examinar un numeroso grupo de delincuentes, a los que por
tanto no se podía someter fácilmente a un examen clínico individual. Recordemos además, que la
creación de equipos clínicos criminológicos ha sido en gran parte muy reciente.
Por lo mismo en muchos de los casos, que vamos a exponer, no se presupone un proceso
clínico-criminológico como el que dejamos descrito, sino que se ​VER​......... directamente por la tabla de
pronóstico.
Dichas tablas exigen sin embargo, la contestación a una serie de datos, que nos han sido suministrados
por el examen y diagnóstico descritos en lecciones anteriores; por lo que pueden ser manejadas por un
equipo clínico. Especialmente son útiles para ayudarnos a valorar la influencia criminógena de una serie
de factores hereditarios o ambientales, que aparecen en el examen del delincuente; ya que parte de los
investigadores que expondremos, han dedicado su esfuerzo a fijar dicho influjo. Por tanto son sin duda
una ayuda apreciable a todo equipo clínico criminológico.
Adelantemos desde ahora, que no podemos esperar de ellas un pronóstico irrefragable por dos órdenes
de causas: en primer lugar porque aunque las mismas técnicas se han ido depurando y perfeccionando,
disten de haber llegado a resultados definitivos; en segundo lugar, porque no es posible que una técnica
pronostica cualquiera pueda dar certeza absoluta sobre la conducta de un ser humano en particular, ya
que por ser éste libre, puede variar en uno u otro sentido.
Lo que podemos y debemos esperar por tanto de las presentes técnicas es una ayuda den la difícil tarea
del pronóstico, que unida a otras técnicas y recursos, nos de un cierto gado de probabilidad (en
ocasiones muy fuerte) sobre el futuro comportamiento del probando. Lo que ya es en sí una ayuda
considerable en orden a orientar su resocialización.
Estos es, que todo pronóstico puede fallar en el caso individual y fallará de hecho de vez en cuando. Pero
cuanto más depurados sean los métodos empleados, mayor probabilidad de acierto tendrá el pronóstico,
especialmente para los grandes números el aumento vegetativo de la VER o el número de matrimonios
pág. 135 o la vida media, aunque en cada caso particular no podamos tener más que probabilidad de que
así suceda del mismo modo una técnica pronostica comportamental puede orientarnos sobre lo que
ocurrirá en un grupo de probandos y eso con mayor o menor exactitud según la fiabilidad u validez de la
técnica; aunque siempre quede la incertidumbre de lo que ha de suceder con un individuo dado
inseguridad que será mayor o menor (e incluso puede llegar a ser mínima) según el caso concreto.

A. Área Germana
Por Ley de 24.11.1933 se introduce en el Código Penal alemán una agravante contra el delincuente
habitual (párrafo 20ª) así como una serie de medidas de seguridad (párrafo 42ª-1). Esto lleva a los
penalistas y criminólogos a un serie estudio de las mismas y de sus presupuestos, así como del difícil
concepto del delincuente habitual.
Entre otros trabajos EXNER en el asunto y dirige en tal sentido una serie de tesis doctorales, de las que
expondremos algunas. Pero más tarde se continúan los esfuerzos y la investigación, que prosigue en
nuestros días.
Expondremos algunos de los jalones fundamentales en el camino que se recorre en el área germana,
porque todos desbordarían las posibilidades de unos apuntes. Por ello voy a pretender fundamentalmente
señalar las técnicas empleadas, que en su progreso nos abren horizontes muy interesantes.

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1. Factores prognósticos equivalentes


En el primer estadio de fijación de técnicas de pronóstico comportamental se limitan los investigadores a
seleccionar una serie de factores prognósticos, a todos los cuales atribuyen el mismo valor.
Tal es el sistema bastante homogéneo de los doctorandos de EXNER, que estudian historias de
delincuentes reincidentes, seleccionados en el Registro Central Criminológico de Munich. El primero de
ellos es SCIEDT y analiza 500 probandos, para lo que recoge las 500 primeras fichas del Registro
correspondientes a 1931 (aunque su trabajo se publica en 1936); el segundo doctorado es SCHWAAB,
que selecciona 400 delincuentes contra la propiedad del año 1932-33 (aunque se trabajo en 1939).
Método semejante emplea MEYWERK en Hamburgo, al someter a análisis un grupo de 200 delincuentes.
El procedimiento que siguen es bastante simple: en primer lugar seleccionan cierto número de factores
que creen de positivo influjo criminógeno, selección que suelen hacer los investigadores, tan sólo fiados
en su buen sentido. En seguida analizan la historia de cada probando, para ver cuántos de dichos
factores presenta, para lo que dan a cada factor el mismo valor (un punto por factor). Finalmente ordenan
los probandos según el número de puntos obtenidos, y así obtienen un pronóstico de reincidencia en el
delito de los mismos.
Sin duda que el método descrito tiene el honor de ser el primero que se intenta en el área germana, y por
lo mismo no es de extrañar, que incida en defectos y errores técnicos no despreciables. Vamos a señalar
algunos, aunque sean dignos de la comprensión de todo intento primerizo.
Ante todo, no se manejan por los autores indicados técnicas de muestreo prácticamente ningunas, por lo
que la muestra queda expuesta a toda clase de errores de sesgo. Especialmente es claro, que la
reincidencia que intenta medir no se refiere a los delincuentes en general, sino al grupo de delincuentes
que sirvió de muestra.
Además hay que observar, que la selección de los factores se deja meramente al buen sentido del
investigador; con lo que surge la fuerte sospecha de hasta qué punto serán los más significativos, o
quedarán otros sin examinar. Tanto más cuanto que al estudiarlos, incluso superficialmente se nota el
predominio de los biológicos y hereditarios, en consonancia con la orientación criminológica germana de
por entonces.
Finalmente se da el mismo valor prognóstico a cada factor (un punto), lo que sin duda no es acertado.
Puesto que incluso a simple vista se comprende, al recorrer la lista de los autores que examinamos, que
no pueden tener el mismo valor el que la criminalidad se haya ejercido en diversas ciudades, que las
malas condiciones educativas, o la reincidencia rápida.
A pesar de ello obtienen los presentes autores con sus tablas imperfectas algunos resultados dignos de
consideración. Puesto que mientras el coeficiente de reincidencia es mínimo (15%) en los probandos que
no presentan más de tres factores; el de los que pasan de los factores (sobre un total de 15) supera ya el
90%.

2. Valoración de los factores prognósticos


A corregir uno de los fallos técnicos indicados se dirigen los esfuerzos de GERECKE. Comienza éste por
dar a cada factor un coeficiente del 1 al 10 según el peso criminógeno del mismo; y añade enseguida un
nuevo coeficiente del 1 al 4, según la intensidad de cada factor en el individuo concreto. Así por ejemplo,
indiferencia puede presentarse más o menos intensa en el sujeto en cuestión, lo que se gradúa del 1 al 4,
como queda dicho. Al multiplicar el coeficiente criminógeno de cada factor, por el grado de intensidad en
que se presenta en el individuo concreto, se obtiene una puntuación para dicho factor, que sumada a las
de los restantes factores, son da la puntuación del sujeto examinado en la tabla de pronóstico de
reincidencia.
El procedimiento da sin duda mucho mayor juego que el anteriormente reseñado y permite por lo mismo
una matización más fina de cada caso concreto.

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Sin embargo la fijación del coeficiente criminógeno, al igual que la selección de los factores, se sigue
haciendo de modo empírico. Y también índice GEREOKE en defectos técnicos semejantes a los
señalados en los autores anteriormente reseñados.
Método semejante es el empleado por FREY en Brasilea, aunque varía en la selección de los factores, en
los coeficientes de los mismos (que ahora van del 1 al 50) y en otros detalles.
Por lo anterior se ve que los dos presentes autores no superan gran parte de las dificultades técnicas
indicadas al hablar de los anteriores.

3. Las jornadas de estudio de Bad Godesberg


Después de la segunda guerra mundial vuelve a comenzar en el área germana con intentos de tablas de
pronóstico de reincidencia, aunque tardan estos algunos años por varias circunstancias. No es la última
en influir, el notable cambió que se observa en las orientaciones criminológicas germanas, que tienden en
su principio incluso excesivamente a la dirección sociológica, y que actualmente van situándose en una
zona de equilibrio entre ambas direcciones.
En vez de analizar en detalle los diversos intentos, que especialmente al principio suelen incidir en varias
de las deficiencias técnicas indicadas, voy a resumir brevemente la actual orientación en las tablas de
pronóstico; para ello utilizaré lo expuesto y discutido el verano de 1967 en Bad Godesberg, en una
jornada de estudios que aunque en sí se orientaba al pronóstico del delincuente juvenil, se ocuparon del
problema en toda su amplitud.

a) Selección de los factores de la tabla


Ante todo se insiste actualmente en la necesidad de confeccionar una tabla de pronóstico con factores
que no se dejen al azar de cada investigador. De lo contrario en cada caso dependeremos de la
sagacidad del mismo; y además no serán manejables por el siguiente investigador los resultados
obtenidos por el anterior.
Por otro lado es menester que dichos factores no respondan tan sólo a una de las técnicas u
orientaciones clínico-criminológicas, ya que de lo contrario quedarían en primer lugar limitadas a un
aspecto del problema y serían en segundo lugar inaprovechables por los especialistas de campos
diversos.
Actualmente se trabaja por ello en la confección de una tabla conjunta, en la que colaboran diversos
especialistas. Lo que posibilitará además, que cualquier doctorado de una Facultad determinada, pueda
trabajar una muestra con resultados manejables por los de otras Facultades. Y que igualmente los
investigadores profesionales puedan conjuntar su labor y comparar sus resultados.

b) Preparación de la muestra
Puesto que no todo investigador en Criminología está al corriente de las técnicas de muestreo,
especialmente necesarias cuando se intenta elaborar más tarde los resultados de su trabajo por medios
electrónicos (computador), intenta la Comisión indicada redactar unas instrucciones inteligibles también
para el no técnico en estadística o sociología, que le posibiliten la selección de la muestra de modo
científico.

c) Grupos de control
Para que los resultados obtenidos sobre un grupo delincuencial puedan adquirir sus verdaderas
dimensiones, es menester comprarlos con los de un grupo de control. Este debe ser en lo posible de todo
homogéneo al grupo delincuencial en sus cualidades, exceptuada naturalmente la delincuencia.

82
 

d) Ponderación de los factores de la tabla


Ante todo es menester fijar de modo científico el que hemos llamado anteriormente coeficiente
criminógeno de cada factor, lo que sólo puede ser hecho por especialistas y con ayuda de técnicas
modernas.
Pero aún establecido éste, la valoración de la intensidad del mismo en cada probando (el que hemos
llamado grado de intensidad), suele quedar en la actualidad confiado a cada investigador, lo que sin duda
presenta graves inconvenientes porque la ecuación personal del investigador juega un fuerte papel en
dicha valoración.
Por ello se pretende ante todo escoger factores los más objetivos posible, y además intentar dar normas
en los subjetivos, para que la valoración se haga en lo posible con cierta uniformidad.
Establecidas dichas normas, quedará sin duda un resto de diversificación valorativa por la indicada
ecuación personal; pero habrá disminuido notablemente. Y cuando se cuente además con cierto número
de investigaciones paralelas, parece que el dicho error se verá notablemente compensado, hasta que
pueda ser despreciable.

e) Diversificación de las tablas


Actualmente se duda, que una misma tabla pueda servir de pronóstico comportamental para toda clase
de delincuente, dada la diversidad de edades, de tipos criminológicos y humanos y de arraigo en el
camino delictivo del delincuente.
Por ello se intenta también construir tablas diversas para grupos aunque sabemos que solo servirán
como referentes, tomándolos con las debidas reservas.
La tablas, en primer lugar estudia los antecedentes de 563 presos de Conecticut y así compone una tabla
de 31 factores criminógenos.
Enseguida trata de averiguar la importancia criminogenética de cada uno (el que hemos llamado
coeficiente criminogenético), para lo que calcula la proporción de delincuentes primarios y reincidentes en
que cada uno de dichos factores se presenta.
Así obtiene enseguida una puntuación para cada delincuente, de acuerdo con los coeficientes de cada
uno de los factores criminógenos que presenta.
Luego estudia la reincidencia de cada delincuente y de acuerdo con la misma, establece diversos grupos
de reincidencia. A continuación calcula la puntuación media de cada grupo, para lo que se vale las
puntuaciones de cada uno de los delincuentes que pertenecen al mismo.

3. Selección de los factores prognósticos


LAUNE trató de poner en juego el conocimiento que el delincuente habitual tiene de su medio y de sus
compañeros, para la selección de los factores prognósticos.
Para ello pidió a dos presos de Joliet (USA), que clasificasen por separado la probabilidad de reincidencia
de 150 reclusos de dicho establecimiento penitenciario, a los que se había concedido el VER de la
Parole.
Enseguida comparó las listas suministradas por los dos delincuentes y vio que presentaban una
correlación muy alta. Esto indica que los criterios, más o menos conscientes, por los que se habían
guiado al establecerlas, deberían ser muy semejantes.
Por ello se reunión con ellos y discutió con ambos delincuentes cada uno con los factores o criterios, en
que fundamentalmente su pronóstico.......................
Finalmente formó una tabla de predicción con dichos factores que más tarde aplicó en el pronóstico de
reincidencia. La presencia de los factores indicados en un probando, la establecía LAUNE a base de un
interrogatorio del mismo.

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El método resulta sin duda empírico, pero tiene la ventaja de utilizar la valoración y los criterios de los
propios delincuentes, que precisamente por servir en el mundo de valores delincuencial, pueden apreciar
con más exactitud a uno no delincuente, lo que sucede en dicho medio.

4. Grupos de control
La investigación de WEEKS para fijar los factores pronósticos de reincidencia maneja ya no sólo un grupo
delincuencial, sino que lo compara con otro semejante de no delincuentes.
Estableció nuestro autor una lista de 14 factores prognósticos a base de estudiar un grupo de 440
delincuentes y otro análogo de 412 no delincuentes.
El método presenta por tanto la ventaja, de que se eliminan ciertos factores, que a pesar de sus
apariencias no tienen influjo alguno o escaso e la reincidencia, al verlos aparecer en el grupo no
delincuencial. Pero sigue siendo empírico y sometido por lo mismo a una serie de fuentes de errores.

5. Investigación de los esposos GLUECK


Es sin duda uno de los estudios más completos, de los que han realizado hasta el presente, aunque no
deje de presentar flanco a las críticas. A él no hemos referido ya en otras ocasiones, especialmente el
curso pasado.
Seleccionaron dichos autores un grupo de 500 delincuentes juveniles miles al que opusieron un grupo de
control de otros 500 juveniles no delincuentes que fueron la réplica más exacta de los anteriores, en
cuanto a edad, sexo, raza, cultura, familia, religión, etc.
Luego sometieron a los probandos a tres exámenes diversos, que vamos a recordar brevemente, a la vez
que indicamos los factores que pretendieron fijar en esta uno de ellos.

a) Examen psicológico
Por medio del test de proyección de RORSCHACH estudiaron la ¿ social, el desprecio, la suspicacia, el
negativismo y la inestabilidad emotiva de cada probando.

b) Examen psiquiátrico
La entrevista intentó determinar el espíritu aventurero, la expresividad en la acción, la sugestibilidad, la
obstinación y la constancia de los sujetos estudiados.

c) Examen social
Por la encuesta social fijaron la severidad del padre y de la madre, la afectividad de los mismos y la
cohesión de la familia.
Con los datos anteriores establecieron tres escalas prognósticas (psicológica, psiquiátrica y social), en
todas las cuales colocaron cada uno de los probandos por orden de puntuación. Este ordenamiento se
hizo de modo independiente, para que cada escala se forme sin conocer los resultados de la otra.
Al comparar las tres escalas y las posiciones obtenidas por cada probando en cada una de ellas, se llegó
a una correlación del 70%. Es más, las discrepancias notables no pasaron del 13%.

6. Directrices actuales
Aparte de una multitud de intentos en orden a establecer tablas de pronósticos de reincidencia con fines
prácticos (Probation y Parole), de las que no podemos ocuparnos en detalle, se está trabando
intensamente en la actualidad en los Estados Unidos en la confección de unas tablas de pronósticos
verdaderamente científicas. Especialmente merece toda confianza los trabajos emprendidos en California
en dicho sentido.

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Para ello se han puesto a contribución los métodos y técnicas científicas a que aludimos más arriba, al
hablar del área germana. Es más, el trabajo se lleva también en equipo, a fin de conseguir que se
integren en una Criminología fundida, las diversas especialidades que concurren a la misma.

C. Valoración Final
Como a principio de este apartado indicamos que el mero hecho de intentar predecir una conducta futura
por medios estadísticos encierra serias dificultades, pues que si bien nos va haciendo posible predecirlo
en los grandes números (como en el caso de nacimientos, de funciones, etc.), todo intento de conseguir
seguridad en un caso concreto o mejor dicho en cada caso concreto está abocado al fracaso.
Esto no sólo resulta del hecho empírico de que aún las mejores técnicas empleadas dejan siempre un
resto de probandos impredecibles; sino que tiene su último fundamento en la libertad humana, por la que
el delincuente, como cualquier otro ser humano puede reaccionar en ciertos casos contra las previsiones
y contra las tendencias más arraigadas.
Pero lo anterior no impide que las técnicas de pronóstico ofrezcan datos y métodos, que no pueden ser
ignorados en la práctica. Porque el hecho de que un fuerte porcentaje de los sujetos examinados
responsa a la predicción, nos hace ciertamente no poder afirmar con seguridad lo que sucederá en un
caso concreto; pero nos basta para seleccionar los más necesitados de tratamiento o de una medida de
seguridad determinada.

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Lección 12ª
PROGRAMA DE PROFILAXIS

I. Consideraciones Generales
El diagnóstico y el pronóstico pueden ir enderezados al delincuente o al que todavía no lo es; en el primer
caso para apartarle del delito, o en el segundo, para que no llegue a caer en él. Por lo mismo en el primer
caso suele hablarse de profilaxis y en el segundo de tratamiento; en el primero de predelincuentes y en el
segundo de delincuentes.
Vamos a estudiar ahora las medidas profilácticas, que conviene emplear con el predelincuente y en la
lección próxima nos ocuparemos del tratamiento del delincuente.
Directamente trataremos de la profilaxis de cada predelincuente en concreto, ya que la Clínica
Criminológica estudia el caso particular; pero es claro que muchas de las cosas que se indica, son
verdaderas para su profilaxis general contra el delito.
Estudiaremos primero como se ha ido desarrollando la cuestión desde el punto de vista teórico; para
fijarnos luego en el marco externo que nos ofrece nuestra Ley de Vagos y Maleantes.

II. Cuadro Panorámico de la Problemática


Vamos a estudiar por separado las posturas doctrinales y las estructuras jurídicas, para fijarnos
finalmente en el problema legal que plantea el predelincuente adulto.

A. Posturas Doctrinales
1. El Antiguo Régimen
En Derecho Penal, durante todo el período anterior a la Ilustración domina el arbitro judicial: como no
existen cuerpos legales suficientemente desarrollados, tiene el Juez que decidir en muchos casos sobre
la pena a aplicar y sobre la magnitud de la misma.
Tal situación de gran flexibilidad al Juez para castigar al que cree culpable; pero a la vez puede llevar
fácilmente a abusos, cuando el Juez no es como debe.

2. La Ilustración
Por ello las corrientes ilustracionistas se pronuncian por la separación de poderes (MONTESQUIEU
formula la idea): el poder legislativo ha de promulgar la Ley Pena, de hay la que el Juez no puede
apartarse en lo más mínimo. Dice BECCARIA que no hay error perjudicial que el que enseña que el Juez
puede interpretar la Ley.
Esta mentalidad encuentra su expresión en el principio de legalidad de los delitos y de las penas, que
formula FEUERBACH: Nullum crimen nulla poena sine previa lege; esto es, que no se puede castigar por
ningún delito ni imponer por el mismo pena distinta que la que ya esté contenida en una Ley anterior a la
comisión de delito.
Tal principio suele aparecer en casi todas las Constituciones o Códigos Penales del siglo XIX y es una de
las garantías o Derechos del Hombre contra el excesivo poder del Estado Su formulación más solemne la
ha encontrado en la Declaración Universal de Derechos del Hombre, aprobada en la Asamblea General
de la ONU de 1948 (art. 7), a la que se han adherido la mayoría de los países.
En España encuentra el principio su molde legal en el Código Penal de 1848, que es el núcleo
fundamental de todos los posteriores; por ello se corta hasta el máximo el arbitrio judicial.

3. Positivismo criminológico
La Escuela Positiva presenta como postulado central el estudio del delincuente concreto y no del delito;
por lo tanto en el campo de la pena, debe acomodarse ésta al caso concreto. Esto supone que el Juez ha

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de tener gran libertad de movimientos para imponer una pena u otra, para medir la magnitud de la misma.
Es más, el pedir que el Juez señale una pena que en todo caso deba cumplirse, equivaldría (nos dicen) a
exigir a un médico que señale al tiempo exacto que un paciente va a estar en tratamiento o en el
Sanatorio, en el momento de ingresar.
Por otra parte el principio de legalidad no les parece una defensa del ciudadano normal, sino del
delincuente. Con frase gráfica dice von LISZT (aunque sólo en cierto aspecto admite la corriente positiva)
que el principio de legalidad es la Magna Charta del delincuente; porque al saber éste cuándo y por qué
le pueden condenar, prepara más fácilmente la evasión de las mallas de la Ley.

4. Lucha de escuelas y solución intermedia


La polémica se desarrolla con gran ardor y dura hasta nuestros días, aunque los extremistas se han ido
mitigando. Actualmente en la mayoría de las legislaciones se utiliza el sistema llamado de “doble vía”: se
admiten las penas tasadas por el Juez, aunque con mayor amplitud en el arbitrio de éste; y a la vez las
medida de seguridad, cuya razón no es la culpabilidad, sino la peligrosidad del reo.
Pero aún existen muchos puntos poco definidos sobre las medidas de seguridad: se discute la naturaleza
(penal o administrativa), la autoridad que debe imponerlas, sus presupuestos y la amplitud discrecional
que ha de tener no sólo el que las imponga, sino el que las aplique. El problema más polémico es el del
predelincuente adulto, que más adelante examinaremos.

B. Estructuras Jurídicas
En las legislaciones contemporáneas suele dominar el principio de legalidad, aunque con grandes
concesiones a la individualización de la pena, postura por el positivismo.

1. El principio de legalidad
Encuentra pronta acogida en las Constituciones y Códigos Penales, porque éstos responden a la
mentalidad ilustracionista y a la exigencia de garantías constitucionales de las revoluciones
decimonónicas.
Pero pronto se va suavizando el rigorismo indicado y concibiendo mayor amplitud al arbitrio judicial de un
modo o de otro. Es más no tardaran en irse introduciendo ciertas medidas, que procedan de la
mentalidad positivista y de su exigencia de la individualización de la pena.

Individualización de la pena
Brevemente indiquemos que ante todo se van distinguiendo lentamente el Derecho Penal de Adultos y el
de Menores; más tarde se irá creando en casi todos los países una tercera categoría: los delincuentes
semi-adultos.
Además se van introduciendo junto a las penas, las medidas de seguridad para los delincuentes
peligrosos. Según los países, se adopta el sistema de cumplir las dos sucesivamente, o alternativamente;
en éste último caso hay países que optan por aplicar primero la medida de seguridad y luego decide el
Tribunal o la autoridad administrativa, si es menester aún la pena.
La fijación de la pena se deja más al arbitrio del Juez, bien sea por el procedimiento de atenuantes y
agravantes, bien por el de señalar tan sólo una pena mínima; bien por el de fijar dos penas paralelas.
El tránsito a la libertad se suaviza de diversos modos por la libertad condicional, que suele colocarse
como último estadio del régimen progresivo.
Igualmente se cambia el régimen penitenciario, bien sea por el trabajo, bien por la diversidad de apertura
del establecimiento en que se cumple la condena.
Finalmente se sustituyen las penas cortas privativas de libertad (que meten a una ocasional con
frecuencia en un ambiente delictivo que no podrá emerger) por condena condicional, multa, etc.

87
 

C. El Predelincuente Adulto
Como los delincuentes juveniles son sometidos fundamentalmente a medidas que tienden a su
reeducación, no suele objetarse en nombre de las libertades ciudadanas, a que incluso los que aún no
han llegado al delito, sean también sometidos a medidas de seguridad cuando son claramente peligrosos.
Pero en el caso de los adultos la cosa se presenta de modo diverso; porque hay criminólogos y juristas
que temen en las medidas de seguridad comprometen las garantías constitucionales y den pié al abuso.
La polémica se presenta sobre todo en el caso del predelincuente adulto; esto es, del que aún no ha
caído en el delito, del que se teme que caiga. Por un lado se objeta que no se le puede dejar
abandonado, ya que constituye un peligro serio para la Sociedad; por el otro se dice, que si se permite al
Estado intervenir en tal caso, peligraría la seguridad del ciudadano normal, pues como no es claro qué se
entiende por estado peligroso, puede el Estado abusar de las medidas de seguridad para atacar a sus
enemigos.
Suele por ello postularse que tales medidas de seguridad estén definidas en la Ley del modo más exacto
posible; y además que sea el Juez quien las imponga, ya que hoy día se tiene más confianza en él que
en el poder ejecutivo. Con tales limitaciones no parece que en realidad sufran mucho las garantías
constitucionales, especialmente si se prevé un recurso de alzada.
De hecho muchos países han ido admitiendo las medidas de seguridad incluso para los predelincuentes
adultos bajo una u otra fórmula. Pero quizás España quien tiene una Ley más avanzada en este aspecto
(Ley de Vagos y Maleantes de 1933), cuyos precedentes hay que buscarlos especialmente en la belga de
defensa social.
Su origen fue del todo ocasional: al advenimiento de la República se dio un indulto muy amplio, incluso
para los delincuentes comunes; por lo que de pronto una ola delincuencial corrió por España, más difícil
aún de reprimir por los disturbios políticos. Para atajar los delitos que menudeaban, se llevó al
Parlamente y paso casi sin discusión la Ley de Vagos y Maleantes, que aún hoy está en vigor, aunque
con varios complementos posteriores.

III. Contenidos de la Ley de Vagos y Maleantes


A. Categorías (art. 2)
Se comprenden en la Ley no sólo los delincuentes, sino también los predelincuentes, que por los indicios
que a continuación se enumeran, dan señales de encontrarse en estado peligroso.

1. Vagos habituales (1º)


Son los que tiene desinterés por medrar o cansancio habitual hacia el trabajo. Etiológicamente puede
deberse tal tesitura a un carácter pasivo; pero suele estar motivada por psicosis (hebefrenia,
esquizofrenia, imbecilidad, demencia) o por neurosis (desinterés por la vida). En general favorecen el
presente tipo la falta de sociabilidad de adaptabilidad; mientras que no suelen presentar

2. Ocupados en profesiones no admisibles


Forman un grupo abigarrado, en el que se encuentran los mendigos habituales (4º), proxenetas y rufianes
(2º), explotadores de juegos prohibidos (5º).
Son por lo tanto individuos con adaptabilidad social elevada e incluso muy elevada y con mayor
capacidad criminal. Pero no forman un grupo definido desde el punto de vista criminológico, ya que
existen grados muy diversos entre ellos.

3. Ebrios y toxicómanos habituales (6º)


Etiológicamente puede deberse tal estado a causas muy diversas; no son raros los tipos neuróticos o
con fuerte desencaje ambiental. Por lo mismo con la cura de deshabituación no termina, sino que

88
 
empieza la tarea que hay que realizar con ellos, ya que sin solucionar el problema que les llevó a la
toxicomanía, fácilmente volverán a recaer.

4. Sospechosos de varios géneros


Un grupo de ellos hace sospechar que ya han cometido delitos bien sea por lo que ocultan (3º), bien por
ocultarse ellos mismos (8º), bien por permanecer ilegalmente en España (9º). Otro grupo demuestra una
tendencia al delito (10º), pero ésta se describe tan sólo con criterios sociológicos un tanto abigarrados e
imprecisos.

5. Otros
Finalmente se formaron posteriormente varias categorías de peligrosos sociales, que en realidad
presentan tipos diversos de los anteriores. Tales son los políticos (11º) los sospechosos de delitos
económicos (12º) y los gamberros (13º).

B. Medidas Aplicables (art. 4)


Según los casos son el establecimiento del trabajo, el de custodia, las casa de templaza, la expulsión del
territorio nacional (a extranjeros), la vigilancia de la autoridad, la prohibición de residir en un lugar o
territorio, la multa y la incautación de dinero
VER
Lección 13ª
PROGRAMA DE TRATAMIENTO DEL DELINCUENTE
A partir del diagnóstico criminológico y del pronóstico de manera conjunto, montado sobre el mismo, se
elabora un programa de tratamiento del delincuente concreto, que es del que nos vamos a ocupar.
En realidad lo que se diga ahora, sirve en gran escala para el caso del pro-delincuente, del que nos
ocupamos en la lección anterior; por eso en ella tan sólo hemos tratado los aspectos diferenciales del
problema (especialmente del marco externo) reservando para ésta el estudio de los métodos concretos
de tratamiento.

I. Consideraciones Generales
La palabra tratamiento tiene dos sentidos un tanto diversos, según se considera desde el punto de vista
del jurista o del criminólogo clínico.
En sentido jurídico hablamos de tratamiento como del modo de comportarse con el delincuente que se
deriva de la sentencia judicial. Se concreta en el régimen legal y administrativo de la prisión o de la
aplicación de las otras penas, que pueden ser impuestas por el Juez, incluso debe incluirse el régimen
jurídico y administrativo de las medidas de seguridad.
Pero en sentido criminológico-clínico entendemos por tratamiento la acción individual sobre el delincuente
para intentar modelar su personalidad con el fin de apartarle del delito.
Esta clase de tratamiento supone la colaboración del delincuente, ya que se intenta en el fon o y en la
mayoría de los casos de una acción sobre su conducta, que quedará prácticamente sin eficacia, mientras
no se comprometa el mismo delincuente en el tratamiento.
Pero tal colaboración es difícil de conseguir en el ambiente de la prisión por la postura peculiar de
cerrazón que suele adoptar el recluso hacia el personal penitenciario mejor dispuesto; incluso hacia los
que se aproximan, por mucho que le aseguren que nada tienen que ver con el funcionario de prisiones.
Más fácil se hace la tarea en ambientes más abierto y orientados a la reducción, porque el delincuente
cambia frecuentemente de tesitura, ya que palpa el interés propio en el éxito de la prueba.

89
 
Vamos a examinar por ello en primer lugar el cuadro externo en que puede desarrollarse el tratamiento;
para analizar más tarde los diversos métodos individuales que pueden aplicarse a cada caso concreto;
terminaremos con algunas consideraciones sobre la práctica del programa de tratamiento.

II. Cuadro Externo


Así como en la medicina se ha ido ampliando el tratamiento de cura libre, como método de higiene social;
de igual modo la clínica criminológica ha tendido a abrir los esquemas de ejecución de la pena, para
poder actuar más eficientemente sobre el delincuente. Esto ha llevado a sustituir el método antiguo de
prisión cerrada en que se cumplía toda la pena, por una serie de instituciones intermedias, que vamos a
enumerar. Sólo los haremos de modo muy sintético, pues su estudio detenido es propio de la Ciencia
Penitenciaria; ahora nos basta trazar el cuadro externo en que va a desarrollarse el tratamiento clínico del
recluso.

A. Condena Condicional
Trata de evitar que el delincuente ocasional llegue a la cárcel; porque se piensa que en tales casos el
contacto con los delincuentes profesionales haría imposible o dificultaría muy seriamente la vuelta a
engranar en la sociedad de dicho delincuente ocasional. Por otra parte, su familia quedaría privada
innecesariamente del apoyo moral y económico del miembro que se le arranca.
Todo ello presupone que se trata de un delincuente ocasional o al que se supone tal. Por lo mismo es
necesario en este caso poseer criterios claros para distinguir entre los delincuentes que son capturados
pro primer vez. Una vez más se echa de ver aquí la urgente necesidad de permitir el examen médico,
psicológico y social antes de la sentencia o al menos, antes de la aplicación de la misma.
Los métodos de condena condicional pueden reducirse esquemáticamente a dos: el sursis de origen
belga y que se ha extendido por los países de Derecho Continental; y la probation de origen americano y
que sólo se aplica en los países anglosajones. La distinción no es hoy sin embargo tan neta, porque casi
todos los países romanistas van admitiendo elementos del sistema de Probation que sin duda es más
perfecto.
El Sursis se implanta en Bélgica en 1888, de donde pasa a Francia en 1891; entre nosotros comienza a
aplicarse desde 1908. Lo esencial consiste en que el reo es juzgado y condenado; pero en vez de cumplir
la sentencia es puesto en libertad. Si durante un espacio de tiempo, que varía en cada país, no vuelve a
delinquir, la pena suspendida queda remitida. Caso contrario, cumple la pena anterior. Entre nosotros, la
condena condicional puede aplicarse a todas las penas privativas de libertad de hasta un año (Art. 92) y
en caso de una atenuante muy cualificada, hasta de dos años (Art. 93).
De lo anterior se sigue, que el método de Sursis no se cuida para nada del reo sometido a condena
condicional: le deja abandonado a su suerte, por lo que se comprende que es fácil que vuelva a delinquir.
Esto es lo que trata de evitar el método de Probation, implantado en Inglaterra desde 1907, pero
originario de los Estados Unidos, donde se comenzó a aplicar en Boston desde 1836, desde donde ha
pasado a todos los países anglosajones y actualmente a la mayoría de los restantes. Por la Probation no
se llega a pronunciar la sentencia (con lo que se evitan los antecedentes penales) sino que después del
veredicto de culpabilidad, se propone al reo someterse a un régimen de libertad bajo la dirección de un
Probation Officer, que la ayude a orientar su vida. Si durante un período de tiempo que señala el Juez, se
comporta bien y sigue en su vida las indicaciones del Officer, queda libre de toda condena; en caso
contrario, se pronuncia entonces la sentencia y se cumple. Los Probation Officers no pertenecen ni al
Cuerpo de Prisiones ni al Judicial; en Estados Unidos son con frecuencia universitarios o profesionales
especialmente preparados. Los resultados son altamente esperanzadores.
Sin duda que la condena condicional es el sistema que mejor se presta al tratamiento individual del
delincuente concreto, sobre todo en su forma de Probation. Pero insistimos en que no es una panacea,
sino que únicamente puede presentar garantías de éxito cuando se conceda solamente a delincuentes
seleccionados y que por tanto muestren temperamento adecuado para la misma; concederla de modo
automático casi (como prácticamente viene sucediendo en España, siempre que se
VER

90
 

C. Tratamiento en Semi-Libertad
Suelen presentarse de dos modos diversos: separado del todo de la institución penitenciaria y en
contacto con la misma.

1. Separado de la institución penitenciaria


Uno de los modos empleados, especialmente con los juveniles o semiadultos, es el de insertarlo en una
familia, que se comprometa a reeducarlo. Los éxitos obtenidos son notables, pero se comprende que en
gran parte depende del conseguir familias aptas, lo que no es empresa fácil. Sobre todo resulta, en el
caso de chicos provenientes de medios rurales, pero no suele ser tan fácil para los de medio urbano.
Para éstos se ha ensayado la creación de hogares especiales, donde vivan con personal especializado
que trata de crear ambiente familiar y los concede régimen de semi-libertad. Otras veces se ha intentado
incluirlos en residencias juveniles de no delincuentes.
Pero como se ve, dichos procedimientos se aplican casi exclusivamente a los delincuentes juveniles, sin
que se haya encontrado aún fórmula eficaz para los adultos.

2. Unido a la institución penitenciaria


Supone el contacto con la prisión o al menos con los servicios penitenciarios. Suele usarse
especialmente para las penas privativas de libertad cortas y presenta diversas formas, que pueden
resumirse en las siguientes:
Trabajo en la prisión durante el día y vida restante en el hogar. Es el sistema utilizado en la URRS bajo el
nombre de trabajos correccionales in privación de libertad.
Trabajo en el exterior y vida restante en la prisión. Es el método utilizado en muchos países actualmente,
entre otros en España.
Prisión de fin de semana o del tiempo libre. Es el sistema adoptado en Alemania en ciertos casos; el reo
vive su vida normal, pero tiene que ir a la prisión en sus días libre (fin de semana, etc.).
A veces se utilizan también estos sistemas para las penas privativas de libertad largas, pero sólo para
una de las fases del sistema progresivo del tránsito a la libertad.

D. Libertad Condicional
Cada vez se ha ido imponiendo más la idea de que no puede existir un tránsito brusco de la vida de
prisión a la de libertad; lo que ha llevado a la gradación en la concesión de ésta. El sistema seguido que
también llaman otros de VER
Esta fase favorece sin duda no ya el tratamiento (en realidad debería haberse practicado a estas alturas),
sino la eficacia del mismo, al permitir un apoyo en las primeras dificultades de encaje y los retoques
necesarios al plan concebido y puesto en práctica fuera de la realidad de la vida, ante el contacto de la
misma.
Pero por lo mismo la libertad condicional sólo puede surtir efecto cuando ha precedido un tratamiento y
cuando no se aplica automáticamente o fiados tan sólo en la buena conducta dentro del régimen
progresivo; hacerlo así es condenarla al fracaso y dejar libre al delincuente profesional antes del tiempo
merecido, con la casi completa seguridad de que reincidirá a las pocas horas, aunque no se le atrape.
En Estados Unidos se han aplicado diversos métodos de predicción a los futuros candidatos al régimen
de Parole con resultados del todo positivos: han llegado a predecir hasta con un 90% de aciertos, la
reincidencia o no del candidato.

91
 

E. Resumen
El cuadro externo de las instituciones y métodos donde se ha de desarrollar el tratamiento del delincuente
ofrece hoy en día suficiente amplitud para poder permitir una atención seria al mismo.
Lo importante es montar un mecanismo de selección, que permita utilizar las posibilidades suministradas
por el cuadro externo. Esto es, que de modo científico se verifique la clasificación de los delincuentes y
que se les destine a uno u otro establecimiento de acuerdo con los datos obtenidos.
Pero aún con esto no hemos dado más que el primer paso; porque aunque el ambiente externo sea del
todo propicio y perfectamente acomodado al delincuente concreto, de nada servirá si no se le aplica un
tratamiento individualizado. Lo contrario equivaldría a pensar que vamos a curar un enfermo por el sólo
hecho de que ingrese en el sanatorio adecuado a su enfermedad.

III. Contenido del Programa de Tratamiento


Para conseguir un cambio en el delincuente, que le permita adaptarse a la vida social, hay que emplear
una serie de medios, que enseguida examinaremos. Con ellos se pretende de modo general:
Mejorar sus tendencias reactivas (medios quirúrgicos, neuroquirúrgicos, médicos).
Renovar sus motivaciones (medios psicoterapeútico racionales o analísticos).
Modificar sus actitudes (psicoterapia de grupo y psicodrama).
Naturalmente que no se pueden hablar con exclusividad, como lo acabamos de hacer en esta
enumeración, para simplificar el esquema; por lo que es claro que los medios de un género no se le
limitan a atacar sólo la capacidad criminal o la adaptabilidad social, sino que pueden ser empleados para
el otro elemento del estado peligros. Vamos a dar una idea rápida de los medios indicados.

A. Quirúrgicos
La castración se ha empleado con el objeto de combatir las tendencias sexuales anormales, que llevan a
delitos contra la honestidad. En las mujeres consiste en la extracción de los ovarios, lo que llevará una
menopausia anticipada y en el 50% de los casos a la extinción del instinto sexual, mientras que en el
resto lo disminuye ligeramente tan sólo. Mejoran también las anormalidades psíquicas o nerviosas,
mientras que las modificaciones corporales son insignificantes.
En los hombre supone la extirpación de los testículos, lo que produce una importante modificación de la
morfología y del carácter que hacen dudar a muchos de la conveniencia de tal procedimiento.
Morfológicamente disminuye la fuerza muscular; psicológicamente las tendencias impulsivas, entre ellos
las sexuales.
La castración de delincuentes sexuales peligrosos se viene practicando en Dinamarca desde 1929; pero
exige la libre aceptación del delincuente. También se practicó en la Alemania nazi, aunque con fines
eugénicos y punitivos, por lo que desapareció en este país al cambiar de régimen.
Desde el punto de vista moral, es admisible si es el único medio de que se cure una enfermedad
psíquica, pero nunca como medida eugénica. Sin embargo, desde el punto de vista médico se le oponen
graves reparos, por la profunda transformación de la personalidad que lleva consigo.
Se ha intentado por algunos autores, que la castración no sólo disminuía la delincuencia sexual, sino
también otras tendencias delictivas del mismo delincuente, especialmente los delitos contra la propiedad.
La práctica danesa nos enseña que tal afirmación no puede sostenerse, al menos en lo que se refiere a
dichos delitos contra la propiedad.
Muchos autores se oponen también a la validez del consentimiento dado por el delincuente para la
castración, ya que se trata de un consentimiento muy limitado: en caso contrario se le obliga a continuar
durante años, quizás durante toda la vida, a una medida de seguridad privativa de libertad, lo que hace
que el consentimiento diste de ser libre.

92
 

B. Neuroquirúrgicos
Como la psique maneja el cerebro para sus operaciones cognoscitivas y afectivas, tratan en general de
dominar una neurosis y enfermedad mental al atacar su base orgánica. Por ejemplo, una serie de ellas
intenta curar la neurosis obsesivas, al romper las conexiones existentes en le cerebro y obligar a éste a
crear otras nuevas.
Un grupo pretende cortar la comunicación entre la corteza de los lóbulos cerebrales y los núcleos de
base. El corte se hace entre ambos por la lobotomía o quitando una cierta cantidad de corteza por la
topectomía; o por electrocoagulación de los núcleos de base a los que llegan las fibras nerviosas por la
talamotomía. Todas estas operaciones se han ido practicando sucesivamente, desde que en 1933 se
utiliza la lobotomía por vez primera. Su resultado momentáneo es bueno, pero al cabo de unos años
suele el paciente recaer en sus obsesiones.
La técnica de la anastosmosis yugulo-carótida es del todo viersa: consiste en producir una congestión
permanente en el cerebro al impedir que la sangre vuelva al corazón por la yugular.
Se ha intentado aplicaciones de estas técnicas a los delincuentes, especialmente en Francia, sin que aún
se pueda hacer un balance serie de sus resultados. Pero la impresión dominante en el campo de la
Psiquiatría y en el de la Criminología, es que por este camino (de intervenciones neuroquirúrgicas) se
habrá de llegar a avances notables en ambas Ciencias.

C. Médicos
El electroshock gozó durante una época de gran popularidad y se aplicó a toda clase de enfermos
mentales. Hoy día suele limitarse su uso a los que padecen depresión endógena y procura sustituirse por
fármacos aún en estos casos, por el deterioro de la personalidad que lleva aparejado.
En el campo criminológico han defendido su empleo DI TULLIO y LEGGRI. Pensaban que al crear un
estado de obnubilación en un delincuente, y mantenerlo por un período de tiempo por medio del
electroshock se conseguiría hacerle olvidar sus tendencias y hábitos delincuenciales. Pero en contra se
han levantado numeroso psiquiatras, especialmente BARUX por las profundas perturbaciones de la
personalidad que llevaría aparejado tal método.
Los neurolépticos aplicados a la agresividad consiguen al menos una remisión temporal, lo que permite
abordar con éxito una psicoterapia, u otros métodos reeducativos. Pero por sí solo no consiguen una
modificación duradera de la personalidad, por lo que sirven tan sólo como medicación de apoyo.
Algo semejante se puede decir del antabus en el tratamiento del alcoholismo: de momento consigue
hacer cortar, con la costumbre adquirida; pero si no se aprovecha este tiempo de remisión, para atacar la
verdadera causa del alcoholismo (disgustos, de adaptación social, debilidad de voluntad, etc.) el paciente
volverá a recaer al cabo de una temporada más o menos larga.

D. Pedagógicos
Se inicia este sistema en el siglo pasado con PESTOLAZZI, VER (que crea los primeros Kindergarten en
1849) para el tratamiento de niños difíciles. Todos ellos tienen por base la idea de que hay que utilizar las
tendencias del niño, concretamente al juego, en vez de contrariarlas. En el mismo sentido van
MONTESSORI en Italia y D. Andrés MANJON entre nosotros.
Se aplican estos métodos a los niños, y con ciertas transformaciones a los juveniles; también en el campo
de la delincuencia han dado resultados estimables. Pero es claro que no son aptos para la aplicación al
delincuente adulto, al menos en sus fórmulas actuales.

E. Psicoterapeúticos
Muchos son los procedimientos empleados, que varían según sus presupuestos y según el modo
externo. La diferencia mayor se da entre la psicoterapia racional y las restantes, pues las últimas tienen al

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menos un presupuesto común: la psicología profunda presenta hoy día una serie de escuelas e
interpretaciones (aún dentro del psicoanálisis) que suponen concepciones y métodos muy diversos.

1. Psicoterapia racional
Es la empleada por JANET y pretende conseguir el contro de sí mismo por medio del análisis psicológico,
de la sugestión y de la persuasión. Trata de actuar por medio del razonamiento sobre los mecanismos
psicológicos del sujeto y ha conseguido éxitos tanto en Psiquiatría como en Criminología.

2. Psicoterapia profunda
Pretende buscar en el inconsciente la causa de los conflictos del sujeto y de las neurosis que de los
mismos resultan, incluido el comportamiento criminal.
No podemos detenernos en su descripción detallada, que por otra parte hicimos el curso pasado
(Psicología General, págs. 100-112 en cuanto a la Psicología Profunda; y págs. 155 ss. en cuanto a la
Psicoterapia).
La aplicación de la Criminología ha dado notables resultados y tiene, sin duda, ante sí un gran porvenir,
pero no olvidemos que aquí quizás más que en ningún campo no se pueden dar reglas cerradas, ni
comparar éstos de la pericia del que dirija la psicoterapia.

3. Psicoterapia de grupo
Pretende abreviar el tratamiento psicoterapéutico, al hacer participar en él a un grupo de hasta unos ocho
pacientes. Además presenta la ventaja de poder estudiar las reacciones ante un grupo y elaborarlas, lo
que no permite una psicoterapia individual. Por el contrario presenta el inconveniente de que la acción del
psicoterapeuta sobre cada paciente es menos intensa. Con frecuencia se combina por ello la psicoterapia
de grupo con la individual.
En Criminología se han venido haciendo experimentos de psicoterapia de grupo de diversas prisiones,
sobre todo de los Estados Unidos, con resultados en conjunto favorables. Pero aquí vale también lo
dicho para la psicoterapia individual: que en gran parte vienen coordinados por la pericia del
psicoterapeuta, por lo que es difícil valorarlos estadísticamente.

4. Psicodrama
Lo aplica MORENO y en el fondo es un método más semejante a la psicoterapia individual que a la de
grupo, ya que el grupo se utiliza fundamentalmente para actuar sobre el sujeto central de la psicoterapia.
Esquemáticamente consiste en hacer vivir al paciente central una situación en que sea protagonista; para
lo que los otros componentes del grupo han de desempeñar los papeles de “yo auxiliar”, que ayudan al
desarrollo del problema. Puede existir también un grupo participante, que, sin embargo, no es el principal
beneficiario de la psicoterapia.
Con este método se consigue hacer vivir al protagonista el papel que ha pretendido ocupar y con ello
liberarle de las tensiones reprimidas por el fracaso.
En su aplicación criminológica aún no se puede hablar de resultados, ya que se encuentra en estado de
extensión y en general alrededor de la Escuela de MORENO, localizada en la New York University.

F. Resumen
Todo el éxito de un programa de tratamiento consiste en haber localizado el problema de un sujeto, para
poder atacarlo debidamente.
En líneas generales se puede decir que los medios que tratan de mejorar las aptitudes del sujeto, facilitan
su adaptabilidad social; mientras que los que se enderezcan a cambiar sus motivaciones y actitudes
influyen más directamente sobre su capacidad criminal; y finalmente que los que modifican sus

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tendencias reactivas pueden ser empleados para disminuir su capacidad criminal y aumentar la
adaptabilidad social.
En concreto, parece que los métodos que tratan las tendencias reactivas sirven para remodelar la
agresividad y la labilidad; mientras que los empleados para modificar las motivaciones operan sobre la
indiferencia afectiva; y los que cambian las actitudes sobre el egocentrismo.
Es claro, sin embargo, que todo lo anterior sólo vale en líneas generales ya que como insistimos
repetidamente el curso pasado, la personalidad forma un todo, por lo que existen numerosas
interacciones entre las partes que la integran.
Finalmente conviene tener muy presente, que un tratamiento eficaz debe ser etiológico y no quedarse en
lo esquemático. Por ello hay que añadir en general que parece que las tendencias reactivas (labilidad y
agresividad) presentan una base orgánica más amplia; las motivaciones (indiferencia afectiva) tiene su
raíz sobre todo en lo psicológico y las actitudes (egocentrismo) en el psicosocial,. Pero de nuevo, tales
directrices tiene tan sólo un sentido generalizado, por lo que en cada caso concreto hay que enfrentarse
con el problema individual.
Sólo así tendremos verdadera clínica criminológica, para la que no hay delitos, sino delincuentes; a tener
del antiguo adagio médico, de que no existe enfermedades sino enfermos.
Lo que tampoco quiere decir que declinemos hacia un empirismo acientífico, pues sin los cuadros
generales es imposible abordar el caso concreto. Lo que significa es que el estudio general no nos
excusa de enfrentarnos con el caso individual; que la Criminología necesita ineludiblemente de la Clínica
Criminológica.

IV. Práctica del Programa de Tratamiento


Vamos a dar algunas indicaciones finales, que ayuden a la práctica de un programa de tratamiento.

A. Generalidades
La mayor dificultad consiste en captar al delincuente para que colabore con los que han de llevar a efecto
el programa de tratamiento, ya que en mayor o menor grado habrá que emplear los métodos
psicoterapéuticos, que son del todo ineficaces ante un delincuente cerrado.
Por ello la primera tarea es buscar métodos de colaboración según la edad del delincuente. En los
juveniles se consiguen buenos resultados por los juegos y el scouvismo. En los adultos se intentan con
éxito los grupos de autogobierno, que les hacen tomar sobre sí la responsabilidad. De modo general se
puede decir también que cuanto más abierto es el sistema penitenciario y por lo mismo más cercano a la
vida real, más fácil es captar la confianza del delincuente y llevarle a la colaboración.
Pero otra dificultad consiste en anudar el diálogo, en que el delincuente se abra y se identifique con el
psicoterapeuta, para que éste pueda ayudarle a modificar sus enfoques y resolver sus problemas. Cada
escuela y cada psicoterapeuta concreto tiene sus métodos que además son aquí más que en ningún otro
campo, intransferibles.
Por ejemplo, nos dice DEBUYST, que conviene comenzar por atacar el delito por el que el sujeto se
encuentra en prisión; ya que si reconoce el delincuente que en él obró mal, se puede tomar este punto de
partida para rehacer su valoración y así atacar su egocentrismo.

B. La Edad
Es sin duda un factor fundamental a considerar en la práctica del programa de tratamiento. No sólo por
los métodos a emplear sino también para valorarlos resultados, ya que en líneas generales, el
delincuente se hace tanto más incorregible, cuanto más encallecido se encuentra.
Suelen señalarse algún período más criminogenéticos, como vimos el curso pasado: Así la eclosión de la
pubertad y el climaterio masculino y femenino. Es también interesante la línea de los 35 años, en la que
disminuye la agresividad pero aumentan las dificultades de adaptación social, por lo que el programa de
tratamiento habrá que orientarlo no sólo mirando al pasado (agresividad demostrada), sino al futuro (edad

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del delincuente); para no atacar un problema que va a desaparecer por sí mismo, ni dejar sin tratamiento
otro que va a manifestarse más fuertemente.

C. Standarización de los Resultados


Aunque se han hecho varios intentos de standarización de los métodos de tratamiento del delincuente, no
se ha llegado aún a una valoración de los resultados obtenidos.
Los sistemas de valoración empleados siguen dos líneas diversas: la horizontal, que consiste en seguir a
un delincuente durante varios años después del tratamiento (Follow-Up Study): y la vertical, que intenta
comparar por medio de un corte transversal, los resultados estadísticos de los diversos sistemas.
La valoración es muy difícil como indicamos, no sólo por la enorme diversidad de procedimiento
empleados; sino también por la diferencia de los probandos en cuanto a la edad, tipo delincuencial, tipo
psicológico, etc. Finalmente viene a agravar la dificultad el gran papel que en el tratamiento juega la
pericia del psicoterapeuta; lo que hace que no comparemos métodos, sino experimentadores.

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