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FONDO
«CARDO COVAÄRUBIAS
E M I L I O Z O L A
PÁGINAS DE ORO
TRADUCCION
Centro Editorial P R E S ñ
SEGUNDA EDICIÓN
BARCELONA : , w ' .
' - - 0
ÍNDICE
Págs.
0 commiAs
fOWQO Prólogo 7
Carta á la juventud . n
Mis odios 53
De la moralidad en la literatura 61
C A P I L L A A L F O N 8 l « f
BIBLIOTECA UN1VFRSITABIA La democracia 115
BIBLIOTECA UNIVERSITARIA
"ALFONSO REYES"
FONDO R1CARQO COVARRUBl^l
PROLiOGO
W a d e s las ilusiones, y q u e después aparece como plica, se comprende. P e r o ¿ e s posible que la ju-
el triunfo seguro de la Ciudad perfecta ventud se haya g a n g r e n a d o hasta tal punto que su
Y s . nos remontamos más alto en esta historia pureza y su candor natural, no se subleven y apa-
de pasiones nobles, q u e han sublevado la j u v e n ! rezcan de pronto en medio de inaceptables errores
aclamando de una v e z lo que es evidente, lo cjue
rra no comprará ciertas conciencias. E s preciso
es claro como la luz del mediodía?
l l e g a r á la realidad, que es la expansión natural,
N o h a y historia m á s sencilla. Un oficial ha sido
lenta, invencible, de todo error judicial. L a histo-
condenado y á nadie s e le ocurre sospechar de la
ria e s esa. U n error judicial lo impulsa t o d o ; y
buena fe de sus jueces. L e han condenado, según
algunos hombres de conciencia se sienten atraídos
su conciencia, y basándose en pruebas que han
y s u b y u g a d o s , consagrándose más y más obsti-
creído ciertas. P e r o l u e g o sucede que un hombre
nadamente y arriesgando su fortuna y su v i d a
ó muchos hombres dudan y a c a b a n por conven-
para conseguir que se h a g a justicia. H e aquí ex-
cerse de que uno de los documentos, el más im-
plicado lo que hoy p a s a ; el resto no es más que
portante, ó por lo menos el único en que los jueces
abominables pasiones políticas y religiosas, to-
se habían apoyado públicamente, h a sido falsa-
rrente desbordado de calumnias y de injurias.
mente atribuido al condenado, estando sin duda
¡ Q u é g r a n disculpa tendría la juventud si por
a l g u n a , escrito por otra mano. E s t o s hombres lo
un instante se obscureciesen en su cerebro las ideas
dicen y es denunciado el culpable por el hermano
de justicia y de humanidad! E n la sesión del 4 de
del prisionero, que cumple así un ineludible deber.
Diciembre, la C á m a r a francesa se cubrió de ver-
Y es por eso que forzosamente debe empezar un
g ü e n z a v o t a n d o una orden del día, en que se des-
nuevo proceso que ha de traer la revisión del pri-
honraba á los jefes de la campaña odiosa que turba
mero, si hay condena. ¿ N o es esto perfectamente
la conciencia pública. E s o lo d i g o muy alto para
claro, justo y razonable? ¿ D ó n d e podrá hallarse
los que en el porvenir me lean: semejante voto es
esa pretendida maquinación para salvar á un
indigno de nuestro generoso país, y aparecerá
traidor? Q u e hay traidor, nadie lo n i e g a ; lo justo
como una mancha imborrable. Los agitadores son
es que sea el culpable y n o un inocente quien ex-
los hombres de conciencia y de valor que, séguros
pié ese crimen. T r á t a s e , pues, de entregaros al
de que existe un error judicial, le han denunciado,
traidor verdadero.
para que la reparación s e h a g a , animados por la
¿ N o debía bastar un poco de buen sentido? ¿ A convicción patriótica de que una g r a n nación
qué móvil obedecen los hombres que desean la donde se tolera que un inocente agonice en medio
revisión del proceso D r e y f u s ? Descartad el imbécil de mil torturas, es una nación condenada. La
antisemitismo, cuya feroz monomanía v e en él campaña odiosa es el g r i t o de la verdad, el g r i t o
un complot de raza y el oro de los judíos esforzán- de justicia lanzado por esos h o m b r e s ; es la obsti-
dose en reemplazar uno de los suyos por un cris- nación que ponen en querer que delante de esos
tiano en la infamante cárcel. E s t o no tiene razón pueblos que la miran, la F r a n c i a s i g a siendo la
de s e r ; las inverosimilitudes y las imposibilidades Francia humana, la F r a n c i a que ha sabido hacer
caen las unas sobre las o t r a s ; todo el oro de la tie- libertad y que sabrá hacer justicia. E s t á visto: la
C á m a r a h a cometido un crimen, corrompiendo la
juventud de nuestras Escuelas, y de aquí que esa Europa. Procede de los tiempos heroicos de nues-
juventud e n g a ñ a d a , extraviada, se arrastre por tra F r a n c i a republicana, y me imagino que se pue-
nuestras calles, en manifestación como nunca se de considerar autor de una obra sólida y g r a n d e ,
había visto, contra todo lo que hay de m á s noble, arruinando para siempre el despotismo y conquis-
de más valiente y de más divino en el alma hu- tando la libertad, sobre todo esa libertad que y o
mana. concibo, la libertad humana, que permite á cada
conciencia afirmar su deber en medio de la tole-
rancia de otras opiniones.
¡ O h , sí! T o d o ha sido conquistado: pero todo
está por tierra una vez más. T o d o son r u i n a s ; rui-
nas en su a l m a ; ruinas por doquier. H a b e r sido
Después de la sesión del Senado se habló del
arrastrado por la necesidad de verdad es un cri-
derrumbamiento nacional, promovido por mon-
men ; haber querido la justicia es un crimen. E l es-
sieur Scheurer-Kestner. ¡ Infeliz! ¡ Buen derrum-
pantoso despotismo h a v u e l t o ; la más dura de las
bamiento tiene en su corazón y en su alma! M e fi-
mordazas está de nuevo sobre las bocas. Y no es
g u r o su a n g u s t i a , su tormento cuando veía hun-
el pie de un C é s a r lo que aplasta la conciencia
dirse á su alrededor todo lo que amaba de nuestra
pública, es toda una C á m a r a la que afrenta á los
República, todo lo que h a ayudado á conquistar
que sólo con la pasión de lo justo se inflaman.
para ella en el noble combate de su v i d a : la liber-
¡ Prohibición de hablar! L o s puños aplastan los la-
tad primero, después las varoniles virtudes de la
bios que defienden la v e r d a d ; se a g u i j o n e a á las
lealtad, de la franqueza y del valor cívico.
muchedumbres para que h a g a n enmudecer á los
M . Scheurer-Kestner es uno de los últimos su- aislados. N u n c a tan monstruosa opresión se ha
pervivientes de su fuerte generación. B a j o el Im- organizado para utilizarla contra la discusión li-
perio evidenció lo que es un pueblo, sumiso á la bre. Y el v e r g o n z o s o terror reina, los m á s valien-
autoridad de uno solo, y obligado á devorar su tes se vuelven cobardes, nadie osa decir una pala-
fiebre y su impaciencia con la boca amordazada bra de lo que piensa por miedo de ser denunciado
ante las denegaciones de la justicia. E l ha v i s t o como vendido al traidor. L o s pocos periódicos que
nuestros defectos, y con el corazón brotando san- han permanecido honrados se han humillado, y
g r e h a conocido las causas, todas debidas á la han concluido por enloquecer á sus lectores con ne-
ceguedad, á la imbecilidad despótica. L u e g o h a cias historias. N i n g ú n püeblo creo que haya atra-
sido de los que han trabajado m á s acertada y m á s vesado horas de más turbulencia, más encenaga-
ardientemente para levantar el país de sus escom- das y de m a y o r angustia por su razón y su d i g -
bros y devolverle el lugar que le correspondía en nidad.
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quicamente no es posible ta 1 cosa. El general Bi-
l!ot con sus declaraciones ha sugestionado á los
jueces, que han juzgado cómo entrarían en f u e g o
á una orden sencilla de su jefe: sin titubear. L a
W a n S a s T « t i p r ó r i ™ * corromperse y amqu,- opinión preconcebida que llevaron al tribunal fué
sin duda ésta: «Dreyfus ha sido condenado por
' T e s t o se reduce, sehor crimen de traición ante un Consejo de g u e r r a ;
blica el asunto Esterhazy, un culpable ¿ quien se luego es culpable, y nosotros, formando un Con-
t S de salvar haciéndole parecer inocente Hace sejo de guerra, no podemos declararlo inocente.
dos mesés que no perdemos de v i s t a esa .ntere- Y , como suponer culpable á Esterhazy, sería pro-
sante tebor Y abrevio porque sólo qu.se hacer el clamar la inocencia de Dreyfus, Esterhazy debe
e s l e Í i grandes rasgos, de la histona cuyas ser inocente».
páginas, un dia serán e s c n t a s con « d a Y dieron el inicuo fallo que pesará siempre so-
extensión. Hemos visto al general J bre nuestros Consejos de guerra, que hará en ade-
„ „ „ „ a l comandante R a v a r y , m i s tarde, hacer lante sospechosas todas sus deliberaciones. El pri-
una información infame, de la cual han de sahr mer Consejo de guerra pudo equivocarse; pero
transfigurados los b r i b o n e s , , perdidas las gentes el segundo ha mentido. El jefe supremo había de-
honradas.
guerra. Después se ha convocado el Conse.o de clarado la cosa juzgada inatacable, santa : supe-
rior á los hombres, y ninguno se atrevió á decir lo
contrario. Se nos habla del honor del ejército; se
nos induce á respetarlo y amarlo. Cierto que s í ; el
i C ó m o se pudo suponer que un Consejo de gue- ejército que se alzará en cuanto se nos dirija la
rra d Í h i c i e s e lo que habla hecho un Consejo de menor amenaza, que defenderá el territorio fran-
cés, lo forma todo el pueblo, y sólo tenemos para
h i p a r t e la fácil elección de los jueces, la ele- él ternura y veneración. Pero ahora no se trata
. a i ' idea de disciplina que llevan esos uul,tares del ejército, cuya dignidad justamente mantene-
en el espíritu, bastarla para d e b i t a r su. recMud mos en el ansia de justicia que nos d e v o r a ; se
Quien loe disciplina dice obedienca^ Cuando el trata del sable, del señor que nos darán acaso ma-
ministro de la Guerra, j e f e supremo, ñana. Y besar devotamente la empuñadura del
núblicamente y entre las aclamaciones de la repre sable, del ídolo, ¡ no, eso no!
sentactón nacional, la inviolabilidad abso!uta de la
Por lo demás queda demostrado que el proceso
insolentemente, derrotando el derecho y la probi-
D r e y f u s no era más que un asunto Particular de
dad. E s un crimen haber acusado como perturba-
las oficinas de G u e r r a : un individuo del E s t a d o
dores de Francia á cuantos quieren verla generosa
M a y o r , denunciado por sus camaradas del mismo
y noble á la cabeza de las naciones libres y j u s t a s ;
cuerpo, y condenado, b a j o la presión de sus jefes.
mientras los canallas urden impunemente el error
Por lo tanto, lo repito, no puede aparecer mó-
que tratan de imponer al mundo entero. E s un cri-
cente, sin que todo el E s t a d o M a y o r aparezca
men extraviar la opinión con tareas mortíferas
culpable. Por esto las oficinas militares, usando
que la pervierten y la conducen al delirio. E s un
todos los medios que les h a sugerido su imagina-
crimen envenenar á los pequeños y á los humildes,
ción y que les permiten sus influencias, defienden
exasperando las pasiones de reacción y de intole-
á Esterhazy para hundir de nuevo á D r e y f u s . ¡ A h
rancia, y cubriéndose con el antisemismo, de cuyo
qué g r a n barrido debe hacer el Gobierno repuoli-
mal morirá sin duda la Francia libre, si no sabe
cano en esa cueva jesuítica (frase del mismo gene-
curarse á tiempo. E s un crimen explotar el patrio-
ral Billot). ¿ C u á n d o vendrá el ministerio, verda-
tismo para trabajos de o d i o ; y es un crimen, en
deramente fuerte y patriota, que se a t r e v a de una
fin, hacer del sable un dios moderno, mientras
vez á refundirlo y renovarlo todo? ¡ C o n o z c o á
toda la ciencia humana emplea sus trabajos en
muchas gentes que, suponiendo posible una gue-
una obra de verdad y justicia.
rra, tiemblan de a n g u s t i a , porque saben en que
manos está la defensa nacional! j E n que albergue ¡ Esa verdad, esa justicia que nosotros busca-
de intrigas, chismes y dilapidaciones se ha con- mos apasionadamente, l a j vemos ahora humilla-
vertido el s a g r a d o asilo donde se decide la suerte das y desconocidas! Imagino el desencanto que
de la patria! E s p a n t a la terrible claridad que arro- padecerá sin duda el alma de M. Scheurer-Kest-
ja sobre aquel antro el asunto D r e y f u s ; el sacri- ner, y le creo atormentado por los remordimientos
ficio humano de un infeliz, de un puerco judio. de.no haber procedido revolucionariamente el día
¡ A h ! , se han a g i t a d o allí la demencia y la estu- de la interpelación en el Senado, desembarazán-
pidez, maquinaciones locas, prácticas de b a j a po- dose de su c a r g a , para derribarlo todo de una v e z .
licía, costumbres inquisitoriales; el placer de al- Creyó que la verdad brilla por sí sola, que se le
a n o s tiranos que pisotean la nación, ahogando tendría por honrado y leal, y esta confianza le h a
en su g a r g a n t a el g r i t o de verdad y de justicia castigado cruelmente. L o mismo le ocurre al te-
b a j o el pretexto, falso y sacrilego, de razón de niente coronel Picquart, que por un sentimiento
de dignidad elevada, no ha querido publicar las
Estado. cartas del general G o n s e ; escrúpulos que le hon-
Y es un crimen más apoyarse con la persona ran de tal modo que mientras permanecía respe-
inmunda, dejarse defender por todos los bribones tuoso y disciplinado, sus jefes le hicieron cubrir de
de París, de manera que los bribones triunfen
PÁGINAS
DE ORO
lodo, instruyéndole un proceso de la manera más Señor Presidente, concluyamos, que y a es tiem-
desusada y ultrajante. H a y , pues, dos víct.mas, j po. Y o , acuso al teniente coronel P a t y de Clam
dos hombres honrados y leales, dos corazones no- como laborante—quiero suponer inconsciente—del
bles y sencillos, que confiaban en Dios, mientras i error judicial, y por haber defendido su obra ne-
el diablo hacía de las suyas. Y hasta hemos visto ; fasta tres años después con maquinaciones desca-
contra el teniente coronel Picquart este acto inno- i belladas y culpables.
ble: un tribunal francés, consentir que se acusara Acuso al general Merciei por haberse hecho
públicamente á un testigo y cerrar los ojos cuando cómplice, al menos por debilidad, de una de las
el testigo se presentaba para explicarse y defen- mayores iniquidades del siglo.
derse.-Afirmo que esto es un crimen más, un cri- Acuso al general Billot de haber tenido en sus
men que subleva la conciencia universal. Decidi- manos las pruebas de la inocencia de D r e y f u s , y
damente los tribunales militares tienen una idea ; no haberlas utilizado, haciéndose por lo tanto
muy e x t r a ñ a de la justicia. culpable del crimen de lesa humanidad y de lesa
T a l es la v e r d a d , señor Presidente, verdad tan < justicia con un fin político, y para salvar al Esta-
espantosa, que no dudo quede como una mancha do Mayor comprometido.
en vuestro Gobierno. S u p o n g o que no tengáis nin- Acuso al general Boisdeffre y al general Gonse
gún poder en este asunto, que seáis un prisionero por haberse hecho cómplices del mismo crimen, el
de la Constitución y de la g e n t e que os rodea; uno por fanatismo clerical, el otro por espíritu de
pero tenéis un deber de hombre en el cual medi- cuerpo, que hace de las oficinas de Guerra un arca
taréis cumpliéndole, sin duda honradamente. N o santa, inatacable.
creáis que desespero del t r i u n f o ; lo repito, con Acuso al general Pellieux y al comandante R a -
una certeza que no me permite la menor vacila- vary por haber hecho una información infame,
ción ; la verdad a v a n z a , y nadie puede contenerla.
una información parcialmente monstruosa, en la
H a s t a hoy no principia el proceso, pues hasta hoy
cual el segundo ha labrado el imperecedero mo-
no han quedado deslindadas las posiciones de cada
numento de su torpe audacia.
uno: á un lado los culpables, que no quieren la
l u z ; al otro los justicieros, que daremos la vida Acuso á los tres peritos c a l í g r a f o s , los señores
porque la luz se h a g a . C u a n t o más duramente se Belhomme, Varinard y Couard por sus informes
oprima la v e r d a d , m á s fuerza toma, y la explosión engañadores y fraudulentos, á menos que un exa-
será más terrible. V e r e m o s como se prepara el men facultativo los declare víctimas de una c e g u e -
más ruidoso de los desastres. ra de los ojos y del juicio.
Acuso á las oficinas de Guerra por haber hecho
en la prensa, particularmente en L'Eclair y en
L'Echo de París una campaña abominable para
cubrir su falta, extraviando la opinión pública.
Y por último: acuso al primer C o n s e j o de g u e -
rra ' p o r haber condenado á un acusado, fundán-
dose en un documento secreto, y al segundo Con-
sejo de g u e r r a por haber cubierto e s t a ilegalidad,
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Odio á los p e d a g o g o s que nos g u í a n , á los pe- Y ahora, ya sabéis cuáles son mis amores, los
dantes y á los hombres enojosos que rehusan la bellos amores de mi juventud.
vida. Soy partidario de las libres manifestaciones
del genio humano. Creo en una serie no interrum-
pida de expresiones humanas, en una galería in-
terminable de cuadros, y lamento el no poder vi-
vir siempre para asistir á la eterna comedia que
consta de mil actos diversos. Soy un simple cu-
rioso. L o s necios que no se atreven á mirar hacia
adelante, miran atrás.
Quieren constituir el presente con las reglas
del pasado, y quieren que el porvenir tome por
modelo las obras y los hombres de tiempos que
fueron. L o s días amanecerán, y cada cual traerá
consigo una nueva idea, un nuevo arte, una nueva
literatura. L a s obras serán tantas y tan variadas
como las sociedades mismas, y éstas se transfor-
3b la moralidad en la literatura
dejado ver un soberbio d i s g u s t o ; algunos de ellos, asistido á la confección de una de esas hojas, con
más diestros, se las han ingeniado, sin cesar en frecuencia fabricadas por hombres muy inteligen-
sus gritos, para imitar al Gil Blas. S e han visto, tes, que emplean su destreza en ser brutos, olfa-
pues, pulular por un instante las historias de color teando, apartando el alimento demasiado 'delicado
subido, los dibujos alegres, en medio de una có- ó demasiado substancial, coleccionando solamente
lera tan ruidosa como poco convencida. P a r í s en- los hechos v u l g a r e s , los vaudevilles y los melodra-
tero ha parecido presa de un acceso de virtud mas v E s una especulación franca con la sensibili-
extraordinario. dad de los porteros y la buena f e de los ignorantes
Comenzaré por decir que esto no hace el elogio que creen instruirse.
de la prensa ni el e l o g i o del público. E s verdad A continuación véanse las hojas mundanas, esas
que el Gil Blas no se f u n d ó con la intención for- hojas del bulevar fundadas en las malsanas curio-
mal de trabajar en la basura. Inquieto ante su sidades de la época, en la necesidad de informa-
primer f r a c a s o fué en seguida allí donde le pare- ción inmediata que experimentamos hasta, debiera
ció que estaba el éxito. P a r a mí sus lectores mis- decir sobre todo, en las cosas que á nosotros se re-
mos son -los que han querido que fuese lo que es. fieren. Inútil es insistir, esas hojas han sido una
C u a n t o á los otros periódicos, tendrían que hacer verdadera escuela de desorganización pública.
un terrible examen de conciencia antes de c a e r
tan rudamente sobre el recién nacido y denunciarle
*
á la justicia como un pelado y un sarnoso del cual * *
s u r g e todo el mal.
E s t o hace pensar en el modo de ser de la prensa
contemporánea. Siento amor por la prensa, la ¿ Y si pasase al lado financiero?
creo una herramienta poderosa de los tiempos
Nadie ignora que los periódicos que se declaran
m o d e r n o s ; pero se ha de convenir en que junto á
defensores de la moral, están en su mayor parte
su excelente tarea de información cotidiana es te-
vendidos á compañías financieras, emboscadas en
rriblemente vil con los suscriptores.
la tercera ó cuarta p á g i n a , despojando á los sen-
En toda evolución, hay también una parte de cillos lectores que en ellas se aventuran. Son la-
desastre. ¿ D ó n d e está el periódico que se n i e g a á droneras más ó menos discretas, el robo organi-
seguir á la multitud en sus apetitos? Hasta se pue- zado, chanchullos innumerables, mentiras impresas
de decir que un periódico no existe sino por las en g r u e s o s caracteres y en g r u e s o s números que
pasiones de su público especial. L a s h o j a s de á enganchan públicamente al mundo. ¡ Cuántos ne-
cinco céntimos viven de la estupidez de las clases gocios ilegales implantados, cuántas familias arrui-
ignorantes que las d e v o r a n ; es necesario haber nadas, por haber dado crédito al boletín financie-
64 PÁGINAS
mente á n a d i e ; es conocido, los que lo compran
ro de un periódico cuya primera causa defiende saben lo que en él van á encontrar; mientras que
la propiedad y los buenos principios en bellas hay un continuo e n g a ñ o en las celadas de la polí-
frases! tica y financieras, donde los lectores de buena fe
Piénsese, en fin, en la parte política: un perió- penetran á c i e g a s siempre. A d e m á s , con franque-
dico no es más que el arma peligrosa de la am- za, ¿ s e desmoronará la sociedad porque un perió-
bición de un hombre ó un tráfico d e s v e r g o n z a d o dico h a g a una nueva versión de los cuentos de
con las pasiones de un p a r t i d o ; se zarandea allí, Boccacio y de Brantôme? Ello no pasa de ser
al público que se h a l a g a y se atiborra con lo que agradable, cuando el cuento está bien e s c r i t o ; y
se sabe debe agradarle. H a y allí una explotación si es grosero, un poco de silencio basta para hacer
despiadada y que impulsa á las c a t á s t r o f e s , con el justicia.
fin perfectamente e g o í s t a de hacer fortuna ó de Hablando francamente, nuestros padres eran
elevarse al poder. más despreocupados y tolerantes. ¿ N o causa es-
Aplanamiento en todas partes y en todo ante el tupor esa cruzada brusca de la prensa contra lo
suscriptor, he ahí en surtía la actitud universal de que llama á b o c a ller.a obscenidad? H a descubier-
la prensa. S e habla de la verdad, y hay s e g u r a - to que en la obscenidad está hoy el peligro, que la
mente periodistas c o n v e n c i d o s ; pero siempre im- sociedad está perdida si no se declara una guerra
pera el negocio, en medio de la baraúnda de opi- á muerte á la literatura obscena.
niones contrarias. Pero ¿ dónde diablos v e n ustedes esa obscenidad?
M á s a u n ; tengo amor á la prensa, y no pienso Reventamos, por el contrario, de falsa virtud y de
hacer aquí el proceso suyo. Puede en ocasiones falso pudor. E n estos momentos, en el punto en
pervertir su t a r e a ; sin e m b a r g o , no deja de hacer que nos encontramos d e la evolución científica,
una tarea necesaria y útil. Quiero solamente llegar cuando tan poderosos agentes trabajan los pue-
á esto: viviendo de las pasiones del público, co- blos y los transforman, ponerse frente á periodi-
merciando con la estupidez, la afición al j u e g o y al quillo y declarar que sus cuentos a l e g r e s nos po-
dinero, los robos de unos y la ambición de otros, nen en peligro, me parece tan ridículo y tan imbé-
hace mal efecto al indignarse y reprender cuando cil como el mecánico que en una locomotora lanza-
un c o l e g a conquista a l g ú n é^ito explotando la pi- da á todo v a p o r , se asustara y creyese el tren he-
cardía del público. ¡ Diantre! es una especialidad cho añicos al ver de pronfo una pulga saltando
como cualquiera otra, y encuéntrola mucho menos sobre su máquina.
peligrosa que la especialidad financiera, que des-
Sí, reventamos de tartufismo. U n a nación es
poja á las g e n t e s , y que la especialidad política,
como una mujer que pasa por el impudor sencillo
que escamotea las provincias. Obsérvese que un
de la infancia, por la reserva de la juventud, y que,
periódico como el Gil Blas no e n g a ñ a absoluta-
5
llega por fin á la hipócrita rigidez de la edad m a -
dura. Léase nuestra historia; s e encontrarán cla- va de la juventud. Molière tiene aún á veces una
ramente esas tres edades en nuestras costumbres franqueza y una claridad de lenguaje que hoy nos
y en la literatura nuestra. choca ; pero las cosas no van m á s allá de la pala-
N o insistiré sobre las costumbres: el fondo vi- bra, y aun la palabra es rara y simplemente tole-
cioso está siempre ahí, es la naturaleza h u m a n a rada en el g é n e r o cómico.
m i s m a ; pero, según las épocas, hay m á s ó menos L l e g a en seguida el siglo x v m , de un vicio tan
franqueza en la satisfacción de las necesidades na- refinado, tan aficionado á la g r a c i a y la elegancia
turales. Nuestros padres vivían más libremente. de la frase, y cuya retórica tan lindamente descu-
E r a aquélla una grosería bonachona y sooriente; bre las desnudeces; la hipocresía de la edad ma-
ó al menos su modo de ser nos parece tal, hoy dura comienza, y con ella la ciencia de permitír-
q u e una l a r g a educación de pudor nos ha hecho selo todo en estilo estudiado, expurgado.
más finos. Y llegamos así á nuestra época de protestantis-
Quiero hablar aquí particularmente de la lite- mo, al pudor e x a g e r a d o de las viejas solteronas
ratura, de la expresión escrita de las costumbres. que ocultan sus cabellos. L a s palabras nos asus-
V é a s e todo el siglo x v y todo el x v i : los asuntos tan m á s aún que las cosas. Somos como personas
son libres, el escritor no retrocede nunca ante la cansadas de vivir, podridas de desorden, viendo
palabra. Se encuentra una lengua copiosa, que no una alusión y un ataque personal en toda palabra
oculta nada al hombre, que llama á las cosas por franca y enérgica. L o s borrachos no hablan del
su nombre, y esto hasta el punto de que sería im- vino ni quieren que se hable de él ante ellos.
posible citar ciertas p á g i n a s de los autores más U n a reflexión que me ha sorprendido mucho es
leídos de la época. que el romanticismo, en sus audacias de l e n g u a j e ,
Pero en las obras dramáticas es donde se en- siempre retrocedió ante la palabra verdadera.
cuentran los ejemplos más característicos de esa Puesto que tenía la pretensión de unirse al s i g l o
libertad; sabido es con qué cuidado se evita hoy x v i , por encima del l a r g o período clásico, de re-
la menor palabra equívoca, por miedo á los silbi- montarse al genio nacional, de tomar de su fuente
d o s ; hace trescientos años la comedia hacía uso el verdor y la riqueza del viejo lenguaje, ¿ p o r qué
de todas las licencias, llevaba hasta el fin los en- se contentó con el penacho, con la frase lírica y
cuentros amorosos, sin escasear los actos ni los sonora, con esa oleada de imágenes que desborda
términos. E r a aquello, volviendo á mi compara- en los poetas, sin nunca recurrir á la palabra pro-
c i ó n , el impudor sencillo de la infancia, en nuestra pia, á la franqueza y ia fuerte sencillez de la ex-
naciente sociedad. presión?
L u e g o , con el siglo de Luis X I V , vino la reser- Ocurre esto sencillamente porque el romanticis-
mo, á pesar de sus apariencias de mosquetero y
dades de los miembros, las llagas del pecho, los
su declarado horror del b u r g u é s , no es en realidad
granos del rostro. Se miente, se roba, se mata á
más que un hijo de nuestra edad pudibunda y mie-
cara descubierta; pero el que amase al aire libre
dosa. V i ó el siglo x v i en plena leyenda de melo-
sería silbado y lapidado.
drama, y nos lo devolvió en un cortejo de martes
¿ C ó m o el honor ha a c a b a d o por refugiarse ahí?
de carnaval, no yendo más allá de la audacia del
¿ C ó m o el novelista, que puede contar un asesina-
traje, no cuidándose de penetrar b a j o la carne y
to en sus circunstancias más horribles, no puede
darnos aquella hermosa infancia tan libre y tan
pintar lá unión de dos esposos sin verse entregado
varonil de nuestra sociedad.
al disgusto de las gentes honradas y á la severi-
E n mi concepto, el romanticismo e x p u r g ó al si-
dad de la justicia? ¿ E s s e g ú n eso más propio y
glo x v i para uso de las lectoras y las espectadoras
menos v e r g o n z o s o el asesinato que el acto de la
de 1830. E s t a b a demasiado en la plena fantasía
generación? ¿ E s según eso más conveniente dar
para fijarse en las verdades y las energías de la
muerte á un ser que hacer una criatura?
lengua. Teófilo Gautier no hizo más que protestar
contra la hipocresía literaria en su Señorita de N o comprendo esto. Obsérvese que en la anti-
Maupin; personalmente, retinó aún la m e t á f o r a y güedad los pueblos niños, crecidos al sol, pasea-
la perífrasis, sin atreverse á repetir las palabras ban y los besaban devotamente. F u é necesaria la
de nuestros viejos autores. P a r a que se hiciera tal idea cristiana de la indignidad del cuerpo para to-
tentativa, para que un novelista se atreviese á mar el sexo v e r g o n z o s o y poner la perfección mo-
tratar de devolver a l g o de .su claridad viril á nues- ral en la castidad.
tra lengua, era necesario esperar á que el movi- E l hombre no fué y a hecho para reproducirse,
miento naturalista se produjese y diera á los es- sino para morir. Se predicó la muerte de todo, se
critores la verdad por base y el método por útil. pusieron la dicha y el poder fuera del mundo. D e
ahí nuestras generaciones que tiemblan, que se
Sería un estudio en e x t r e m o interesante el de
ocultan, que consienten en comer en público, pero
esta l a r g a educación del pudor. H e m o s l l é g a d o á
no se reproducen á la luz del sol, que han hecho,
colocar todo el pudcr er, un. p u n t o ; y cuando este
en una palabra, de los ó r g a n o s que perpetúan la
punto e s t á oculto, ó se d e j a pasar simplemente en
raza una v e r g ü e n z a de la cual no se quiere ha-
silencio, todo v a bien, la moral se h a salvado.
blar, aún cuando de ella se abuse hasta la ruina
E s t o recuerda la sencillez del a v e s t r u z que se creía
y la muerte.
invisible después de colocar la cabeza detrás del
guijarro. Nosotros ocultamos el s e x o ; una hoja N o tengo intención de filosofar, de a v e r i g u a r si
de parra basta en ocasiones; á veces h a s t a una el pudor es un sentimiento natural ó un sentimien-
o b l e a ; desde ese momento, en cuanto el sexo está to de educación. M e admiro y deploro sencillamen-
suprimido, podemos enseñarlo todo, las enferme- te como escritor que el estudio del s e x o , en sus
verdades fisiológicas, nos esté prohibido como una
Nosotros, los novelistas naturalistas, observado-
podredumbre casi infamante.
res y experimentadores, analistas y anatomistas,
Otro hecho que á menudo me sorprende es la
estamos sobre todo en g u e r r a abierta con el pro-
influencia cada vez m a y o r del protestantismo en
testantismo, por nuestra continua investigación,
nuestras costumbres, en política y en literatura.
que perjudica á los d o g m a s y á los principios,
L o s doctrinarios, los dogmáticos, los pudibun-
que v a m á s allá de los axiomas morales. A h í está
dos, no son sino protestantes más ó menos decla-
nuestro enemigo. L e siento desde hace mucho
rados ; y tenemos ahí un ejemplo bien caracterís-
tiempo.
tico de una época que, en sus comienzos, nos hizo
E n resumen, tal es la situación á la hora pre-
a v a n z a r en un paso hacia la libertad y la verdad,
sente. Nuestro siglo tiene una l a r g a educación de
pero que, desde entonces, se convirtió en un terri-
pudor, que le hace tanto más hipócrita cuanto
ble obstáculo á nuestra marcha, cortando el cami-
más civilizados son sus vicios. Se hace la cosa,
no y obstinándose en una completa inmovilidad.
pero no se ríe con e l l a ; ocasiona rubor y se hace
H o y , los protestantes, esos revolucionarios,
á escondidas. Consistiendo la moral en ocultar el
esos liberales de otro tiempo, son los peores reac-
sexo, el s e x o se ha declarado infame. Se h a for-
cionarios que conozco, metidos en el d o g m a como
mado así una verdadera actitud pública, conve-
postes, llamándose los únicos defensores de lo
niencias, toda una política social que ha reempla-
bueno y lo verdadero, tapándose los ojos y el oído
zado á la idea de virtud. E s t a evolución h a pro-
ante las nuevas soluciones de las ciencias.
cedido por el silencio; hay cosas de las cuales re-
Por otra parte, tal es la suerte de todas las reli-
sulta inconveniente h a b l a r ; he ahí t o d o ; de tal ma-
g i o n e s : comienzan por un g r i t o de libertad, y en
nera que el hombre distinguido, el hombre honra-
seguida se encierran fatalmente en la negación de
do, es el que hace las cosas sin hablar de ellas,
lo que pueda destruirlas.
mientras que el que de ellas habla sin hacerlas,
Sólo la ciencia marcha de lo conocido á lo des- como ciertos novelistas que conozco, son trata-
conocido, siendo bastante franca para corregir dos de gentes podridas y á diario arrastrados por
constantemente sus errores y apropiarse todas las el arroyo.
nuevas verdades.
S e toleran las verdades á los sabios, por la sen-
E n nuestros días, el protestantismo se ha he-
cilla razón de que nadie se ocupa de los s a b i o s ;
cho, pues, en moral y en literatura, un espantajo
pero si un escritor toma las recientes verdades de
mucho más molesto que el c a t o l i c i s m o ; nos en-
la ciencia y se atreve á utilizarlas en el análisis y
tenderemos con un católico, pero desafío á un ar-
la pintura de sus personajes, rompe el contrato de
tista á que esté en buena armonía con un protes-
silencio ultimado con los miembros de nuestra so-
tante. H a y entre ambos una antipatía de cerebros.
ciedad, se aparta de la idea convenida de la virtud
y pasa al estado de e n e m i g o público, contra el
cual todo está autorizado.
Pues bien, esta situación que nos crea paréceme
» -
intolerable. C r e o que ha llegado sobradamente la II
hora de discutir y resolver la cuestión de la obsce-
nidad en la literatura.
¿ Q u é es, pues, la obscenidad y dónde está? Comencemos por analizar el caso del Gil Blas.
H e explicado cómo este periódico, en busca del
E l momento es á propósito para decirlo, porque
éxito á toda costa, lo q u e es la característica de
la aventura de Gil Blas ha venido á sentar la cues-
nuestra edad, había sentido que al público le g u s -
tión, exaltando á los hipócritas que se han apre-
taban sus ensayos, tímidos al principio, de histo-
surado á embrollarlo todo y á emitir las más ex-
rias picarescas, y se decidió en breve á no darle
trañas opiniones.
más que esta golosina, abiertamente, sin el menor
escrúpulo. H e dicho también que el Gil Blas ni
siquiera tenía el mérito de haber inventado esta
especulación de los instintos alegres de los lecto-
res, pues La Vida Parisiense había publicado an-
tes que él una serie de cuentos muy libres.
E n todo este tiempo, esta literatura atrevida fué
muy del a g r a d o de los franceses. P a s a de nuestros
viejos noveladores, de Brantôme y Rabelais, á los
novelistas del siglo XVIII, Crébillon y los demás,
pasando por L a Fontaine. Por consiguiente, es clá-
sico en el buen sentido de la palabra, forma parte
de nuestro genio nacional, no podemos renegar de
ella sin amputarnos. L a cuestión del talento es
sola la que falta examinar.
*
* *
m '"
Crebillón hijo, en L a c l ó s , en L o u v e t de C o u v r a y
otros disgustan. E s t a m o s invadidos de ellos: bio-
y en otros muchos, y se vería que la literatura
g r a f í a s de mujeres g a l a n t e s , historias de amor
galante, obscena, como en la actualidad brutal-
con cubiertas rosadas y f o t o g r a f í a de g r a n escote,
mente se dice, tiene su raíz en la sociedad de la
memorias escandalosas de muchachas saliendo del
época, que procede de ella y la g u í a al propio
lecho de u n príncipe, novelas hechas con polvo
tiempo. L o s hermanos Goncourt, aunque desde un
de arroz en que las mujeres se conducen como tu-
punto de vista distinto, han indicado este estudio
nantas, idealizaciones continuas del desorden que
en su obra tan original é interesante, El amor en
le muestran provocativo, omnipotente en una apo-
el siglo x v i i i . Muestran allí la v i d a del tiempo,
teosis de lujo y de placer.
las lentas modificaciones e n los acontecimientos
U n a vez más lo d i g o : he ahí los verdaderos es-
y en las ideas, toda esa materia social que deter-
peculadores de la obscenidad moderna. V i v e n del
mina una literatura. H e aquí una p á g i n a de aquel
vicio engalanado, negocian con la hipocresía de
libro, que ruego se me deje tomar entera, porque
nuestra edad. Estén a b a j o ó arriba, hayan escrito
es característica, y me permitirá hacer la luz so-
las aventuras de Rigolboche ó los amores de una
bre ese terrible marqués de Sade, del cual tanto
gran señora, basta que hayan mentido, que hayan
se abusa en nuestra crítica contemporánea:
- velado la alcoba con una cortina rosa, que hayan
cantado el vicio como idealistas en lugar de mar- « ¿ A dónde, sin e m b a r g o — e s c r i b e n los Gon-
carle con un hierro candente como los naturalis- c o u r t , — d e b í a conducir esa malicia en el amor,
tas, para que su tarea esté envenenada y acabe en cuya d e s v e r g ü e n z a , cuya profundidad, cuyos cre-
una inmoralidad final. cientes é insaciables apetitos á través del s i g l o
hemos tratado de seguir? ¿ D e b í a detenerse antes
E n el siglo x v m , el cuento picaresco extiende
de haber dado como una medida espantosa de sus
su marco y llena volúmenes enteros. Al mismo
excesos y su extremidad? H a y una lógica inexora-
tiempo deja un lugar á la observación y al análi-
ble que m a n d a á las malas pasiones de la humani-
sis, v a hacia la novela de costumbres, de malas
dad que v a y a n al fin de sí mismas y estallen en
costumbres, si se quiere.
un horror final y absoluto. E s t a lógica había asig-
nado á la malicia voluptuosa del siglo x v m su
*
*
*
monstruoso coronamiento. H a b í a habido en los
espíritus una costumbre demasiado g r a n d e , la
crueldad moral, para que esta crueldad permane-
ciera en la cabeza y no descendiera hasta los sen-
N o puedo estudiar esta evolución, que corres- tidos. S e había j u g a d o demasiado con el sufri-
ponde, como siempre, al movimiento s o c i a l ; me miento del corazón de la mujer para no verse ten-
limito á señalarla. Sería necesario detenerse en
tado á hacerla sufrir más s e g u r a y más visible-
mente. ¿ P o r qué, después de a g o t a r las torturas a g u z a b a la voluptuosidad. H a y ahí una imagina-
de su alma, no habían de ensayarse en su cuerpo? ción diabólica, satánica, un g o c e en el dolor, una
¿ P o r qué no se habían de buscar crudamente en rebeldía en medio de los crímenes que caracteriza
su s a n g r e los goces que daban sus lágrimas? E s muy claramente la sombría locura de que pudo
esta una doctrina que nace, que se formula, doc- salir ese pintor de la bestia humana soltada en
trina hacia la cual v a todo el siglo sin saberlo, y plena brama de la carne. Para mí, sale lógica-
q u e no es en el fondo otra cosa q u e la materiali- mente del catolicismo, llega á la agonía del si-
zación de los apetitos. ¿ Y no es fatal que esta g l o XVIII después de las negaciones de los filó-
última palabra se dijera, que el eretismo de la fe- sofos, y desempeña el papel de Satán triunfante,
rocidad se afirmase como un principio, como una del viejo Satán de la E d a d Media, monstruoso y
revelación, y que al final de esta decadencia refi- lúbrico, degollando á las mujeres con la horca,
nada y galante, después de todos aquellos pasos aplastando á los niños con una caricia, predicando
hacia el suplicio de la mujer, un marqués de Sade el incesto y el asesinato, soñando con la d e s o r g a -
viniese á poner, con la s a n g r e de las guillotinas, nización y el desmoronamiento final. E l desorden
el T e r r o r en el Amor?» de un reino ha preparado su venida, á la hora obs-
H e ahí una explicación histórica del papel del cura en que, sobre los escombros de una realeza
marqués de Sade. A p a r e c e como una consecuencia y una religión, las ciencias nuevas aun no habían
fatal, hija de una l a r g a evolución. reconstruido nada. D e ahí ese fin de todo, esa or-
Pero esto no b a s t a ; para comprenderle, es ne- g í a asesina que destruía el mundo, en la victoria
cesario sentar que era un católico invertido, un decisiva de Satán contra Dios. E s , lo repito, el
hijo de la Iglesia exasperado contra su madre. E n catolicismo vuelto del revés, Satán en lugar de
sus orgías, insulta á D i o s con un desbordamiento Dios, el infierno en lugar del cielo, las calderas,
de p o r q u e r í a s ; y le insulta c o m o un hombre cuyo las llamas, las llagas, la s a n g r e , en lugar de la
ateísmo no es sólido; quiero decir que no tiene la música de los serafines y la eternidad serena del
indiferencia científica, que amontona rabiosamen- bienaventurado. Sólo un creyente pudo imaginar
te las infamias p a r a a h o g a r en sí la idea de D i o s tales horrores. S e ve allí la pesadilla de un loco
que no quiere morir. Cree, por otra parte, en el de la fe que se pone á hacer sacrificios al diablo,
diablo, le teme seguramente de un modo horrible. con el f u r o r sombrío y espantado de un fanático
Semejante cerebro debió ser con frecuencia visi- que cambia de altar, más bien por odio que por
tado por la i m a g e n del infierno. E l infierno, y el negación de su Dios.
infierno católico, es el que pinta en sus amores
monstruosos, en los abominables suplicios con que T a l es, pues, el espíritu verdadero del marqués
de Sade. L a demencia religiosa se ha apoderado
ciertos párrafos parece le han sido tomados direc-
de él, como entra en j u e g o siempre que la s a n g r e
tamente: por ejemplo, la mujer á quien un marido
corre en el amor. e n g a ñ a d o sella con el pomo de su puñal, valién-
dose de lacre hirviendo.
*
* * Podría multiplicar los acercamientos, y allí
cuando menos un encuentro singular. L o cual vie-
ne, lo repito, d s que la filosofía es la misma. E n
Abrase la historia del mundo: se encontrarán, Barbey d'Aurevilly nos las habernos con un cató-
en las religiones, en los centenares de sectas que lico exasperado, que no parece aceptar á D i o s
se han disputado los hombres, todas las aberra- sino por tener el placer de creer en Satán. Su
ciones y todas las crueldades imaginables. título ya lo dice: Las Diabólicas, esto es, criaturas
C u a n d o una creencia no diviniza la carne, la fatalmente malas, malditas, nacidas para la in-
t o r t u r a ; y las monstruosidades llegan en seguida, mundicia y el crimen, poseídas y caídas en la
b a j o el aguijón del sexo. monstruosidad. A m a n en la s a n g r e , refinan sus
Actualmente hay en Francia un escritor cuyo g o c e s por la crueldad, desorganizan y triunfan
ejemplo me da una prueba más de esto. Me refiero del desmoronamiento de todo. Y tales son tam-
á Barbey d'Aurevilly. bién las criaturas del marqués de Sade, diabólicas
N o le acuso, es verdad, de ser una continuación que llevan la reve'ación del m a l y que se compla-
del marqués de S a d e ; quiero limitarme á hacer cen en escupir sobre las leyes divinas y humanas.
una comparación con toda clase de reservas. A u n - E l marqués de S a d e fué hasta el fin en su f e loca,
que, en suma, es el umco que pueda ser compa- aventurándose en toda la inmundicia, en toda la
rado lógicamente con el marqués. Obedece al mis- demencia de los apetitos, en una l e n g u a de una
mo espíritu. E s un creyente á quien la i d e a del crudeza innoble. Barbey d'Aurevilly no deja v e r el
diablo atormenta y que cede á veces á la rebelión monstruo más que á medias, como católico que
del infierno. E l mal, para él, es i n n a t o ; y registra sólo tiene caprichos permitidos por el diablo y co-
la carne, está muy cerca de saborear las delicias m o artista á quien el cuidado de una f o r m a origi-
del dolor. A g r é g u e s e el aspecto satánico, extrañe- nal absorbe.
zas de ángel que la maldición atrae.
Se encuentran caracteres en todas las obras
* #
ultrarrománticas de Barbey d'Aurevilly. P e r o se- * *
ñalo sobre todo su colección Je novelas cortas
Las Diabólicas, que el tribunal le rogó retirase de
Si resumimos esta corta exposición de la litera-
la circulación. Se siente allí la inmediata influen-
tura picaresca, la vemos nacer en nuestro país
cia del marqués de Sade, hasta el punto de que
con los buenos cuentos de nuestros padres, afinar-
se en el siglo XVII, ensancharse en el x v m y con-
vertirse en la expresión profunda y v i v a de la so-
ciedad, para caer, en fin, en las suciedades de la
especulación y conducir al lodo sangriento del
marqués de Sade. L a evolución debía necesaria- III
mente ofrecer esta consecuencia final, porque la
historia de nuestra sociedad h a marchado parale-
E n primer lugar, no somos picarescos, en el
lamente.
sentido amable y ligero de la palabra. Se nos acu-
V e a m o s ahora si, como á diario se declara en s a con razón de carecer de alegría y de ingenio,
la prensa, nuestras obras naturalistas de la época porque nuestros estudios son negros, austeros,
actual se unen á la literatura de la picardía y la in- demasiado profundos, para conservar aquella flor
mundicia. E s t o será j u z g a r de su moralidad. superficial que es el g i a n encanto del cuento, tal
como lo entendían nuestros padrés. Estos se de-
tenían, en el adulterio, en la astucia de la mujer,
en el g e s t o cómico del m a r i d o ; y si el drama in-
tervenía, cosa rara, era expeditivo, un simple he-
cho que desenlazaba. N o s o t r o s , en el adulterio,
v a m o s en seguida á lo trágico, tomando la aven-
tura, no por el lado alegre, sino por el lado hu-
mano. P o r otra parte, no nos atenemos al g e s t o ,
á la risa, á la epidermis; registramos á los perso-
najes, llegamos en seguida á las miserias del hom-
bre y de la mujer. H a c i e n d o esto, el ingenio no
es m á s que una campanilla que diera un sonido
alegre, falso y miserable; el asunto se torna g r a -
ve, el vaudeville p a s a al d r a m a ; somos anatomis-
tas que no pensamos poco ni mucho en el adorno.
En una palabra, nuestra novela naturalista, cual-
quiera que fueren sus audacias, no podría ser g r o -
tesca ; es cruda y terrible, si se quiere, pero no tie-
ne ni la risa ni la fantasía galante de la picardía,
que no es nunca otra cosa que un j u e g o ingenioso-
m á s ó menos alegre y delicado con un asunto es-
M e permitiré citar un ejemplo que me es per-
cabroso.
sonal.
E s necesario, pues, dejar á un lado á Boccacio,
C u a n d o publicaba Nana en un periódico, todo
Brantôme, L a Fontaine y los otros. N o procede-
el P a r í s de los bulevares y el demimonde se des-
mos de ellos. E s la suya una fórmula literaria que
hacía en protestas.
ningún parecido tiene con la nuestra.
Y o había podido e n g a ñ a r m e en ciertos detalles
Y , à este respecto, insisto sobre el escaso placer
técnicos, en un estudio tan complejo y tan ates-
que nuestros libros producen á nuestros desorde-
tado de h e c h o s ; pero las protestas iban más con-
nados. S e lee á Brantôme con una sonrisa. Aque-
tra el espíritu del libro, contra las costumbres y
lla serie de anécdotas, en las que sin cesar el g o z o
los caracteres, en particular contra la pintura de
del sexo aparece sin un sufrimiento, está hecha
ese desorden parisiense que bate nuestras aceras.
para consuelo del vicio. El amor es allí fácil y
S e g r i t a b a q u e aquello no era de aquel modo, que
poderoso, no se cogen más que las flores del pla-
aquel desorden era más alegre, m á s espiritual,
cer, es aquello como un paraíso en que los aman-
menos propenso al drama de la carne. Cronistas
tes son despojados de su humanidad enferma y
y autores dramáticos de talento, que vivían en
sucia.
el mundo de las actrices y las prostitutas, juraban
sonriendo que mi Naná no e x i s t í a ; y lamentaban
* evidentemente que no hubiera dibujado con ligero
* » .
trazo uno de aquellos finos perfiles de Grévin, una
de aquellas flores encantadoras del vicio conveni-
do, que tienen solamente el asomo de elegancia
T ó m e s e , por el contrario, una novela naturalis- canallesca á la moda.
ta, La señora de Bovary ó Germinia Lacerteux,
P u e s bien, hubo en esto un fenómeno cuya ex-
y p ó n g a s e en manos de los desordenados: los dis-
plicación es fácil.
g u s t a r á profundamente, los espantará, porque se
encontrarán allí feos y estúpidos, con la miseria H e ahí unos hombres de talento que toman del
temblona de su dicha. H a s t a ocurrirá tal vez que vicio lo que les g u s t a ; g o z a n el buen humor, con
crean que aquello es mentira, rebeldes, no que- el lujo y el p e r f u m e de las prostitutas; cenan con
riendo reconocerse, demasiado acostumbrados, en ellas, se olvidan con ellas, pero aceptando sola-
su galantería, á detenerse en la epidermis, para mente su lado a g r a d a b l e , en un encuentro ó en
aceptar la s a n g r e y el lodo que h a y en el fondo. un convenio. Son flores que ponen en su vida.
Nosotros no cosquilleamos, aterramos, y en eso Hasta cuando una mujer les salpica con su lodo,
está una parte de nuestra moralidad, cuando caen una noche en un sumidero por estu-
pidez ó por locura personal, g u a r d a n silencio.
teniendo por temperamento el horror de lo que
*
no es alegre y amable, prefiriendo verlo todo color * *
*
* * *
* *
# frf
JT
El señor Barbey d'Aurevilly la pone sin duda s á ; la presta sorprendentes ocurrencias, la quita,
en el temor de D i o s . N o deduce y no sabría de- en una palabra, realidad, para ponerla en una pe-
ducir. sadilla cruel y sangrienta.
C o m o no es un espíritu banal, no quiere desen- H e ahí un marqués de S a d e bien caracterizado.
lazar sus historias, como los novelistas inferiores, E s un cuento abominable inventado por un escri-
haciendo que intervenga la Providencia para cas- tor de una originalidad atormentadora y rara. Y
tigar el c r i m e n ; ó al menos, cuando la hace inter- con seguridad que ese cuento no lleva ni docu-
venir, como por ejemplo en El Cura casado, es de mento verídico ni lección moral, desde el momento
una manera tan extraordinaria, tan milagrosa, en que se ha construido en el aire y en que quiere
que la lección parece sacada de un cuento de ser la expresión satánica del mal. E s t o nos colo-
hadas. ca en plena metafísica V e o ahí, el autor d i g a lo
Con él no se tiene, pues, más que una escapada que quiera, una preocupación enfermiza de lo in-
al infierno, una pintura del mal acariciado con mundo por lo inmundo.
amor romántico, llevada á lo a g u d o y á lo extra- A h o r a , he aquí un novelista naturalista que
ordinario; en una palabra, marqués de Sade posi- quiere estudiar á una prostituta.
ble en la sociedad. Y esta pintura está hecha por T o m a r á esta prostituta en su generalidad, en
el placer de la pintura misma, sin ningún cuidado su vulgaridad. L a mostrará determinada por la
de la verdad, hasta con el desdén de la verdad y la herencia ó por el m e d i o ; si resbala a l ' d e s o r d e n ,
intención bien marcada de la exageración en el es que fué á él empujada por la embriaguez de los
sentido de lo sobrenatural. parientes y por las promiscuidades del arrabal.
T o m e m o s un ejemplo. L u e g o , el autor, siguiéndola p a s o á paso, ana-
El señor Barbey d'Aurevilly pinta una mujer lizándola en sus ropas, en su morada, en los hom-
pública. E s t o le ha o c u r r i d o ; ha puesto particular- bres que se le acercan, mostrará su papel social,
mente una en Las Diabólicas; verdad es que esta establecerá claramente de qué modo o r g a n i z a y
mujer es u n a g r a n señora española que se ha destruye.
hecho prostituta por v e n g a r s e del marido: una Se ve, pues, que una elevada moral práctica se
linda historia según se ve, y bien sencilla, y bien desprende de la obra. N o e s ya la pesadilla de
natural. un católico extraviado por la preocupación del dia-
N o i m p o r t a ; es una prostituta. El autor, no b l o ; es un sabio, un observador y un experimen-
contento con haberla dado tal origen, por aborre- tador que da y clasifica documentos humanos.
cimiento de lo común, se complace en seguida en H e ahí una prostituta, he ahí cómo crece y có-
un cuadro e x t r a v a g a n t e . L a coloca en el fondo de m o funciona en s e g u i d a , he ahí hechos estableci-
«n tabuco, que amuebla de una manera maravillo. dos por la observación y la e x p e r i e n c i a ; en lo su-
cesivo, puesto que la experiencia nos hace dueños
de ser los únicos g r a n d e s , fos únicos virtuosos,
de los hechos, á nosotros nos toca impedir que se
los únicos caritativos, porque dejan desconocido
p r o d u z c a n ; saneemos los arrabales, suprimamos
al hombre.
científicamente las prostitutas. Y aún cuando la
Nosotros creemos que todos los males vienen de
obra no llevase esta conclusión práctica, tendría
lo desconocido, y que la única tarea honrosa es
siempre la utilidad de una información exacta,
disminuir este desconocido, cada cual en la medi-
de una verdad humana puesta en pie, indestruc-
da de su fuerza.
tible.
N o puedo aquí tratar de esas elevadas cues-
¿ He logrado esta v e z hacerme comprender?
tiones; toda mentira lleva el mal consigo, aun
¿ E s t á claro para todo el mundo que, cuando la
cuando esa mentira t e n g a una apariencia de g r a n -
crítica, con su bella inteligencia, nos recuerda al
deza.
marqués de Sade, no sabe absolutamente lo que
P e r o cuando los argumentos de nuestros adver-
dice?
sarios se hacen odiosos es cuando nos acusan de
N u e s t r a concepción científica de la naturaleza
obscenidad y de especulación v e r g o n z o s a .
es diametralmente opuesta á su concepción cató-
H e dicho ya que no procedemos ni del cuento
lica. E l marqués de S a d e es un idealista terrible,
picaresco ni de la novela licenciosa; he demostra-
que triunfa en lo sobrenatural y en lo irracional.
do que los hijos directos del marqués de Sade,
D e manera que sus hijos directos son actualmente
lejos de encontrarse entre nosotros, están por el
nuestros adversarios, los que nos acusan de tra-
contrario entre los románticos impenitentes y
b a j a r en la inmundicia, porque trabajamos en la
exasperados. L a literatura obscena, es decir, la li-
verdad. Declaran la verdad banal y sucia, cuando
teratura de imaginación libertina, que inventa as-
toda la moral está en ella, en ella sola. Creen ser
querosidades por g u s t o y sin ningún fin de in-
tanto más nobles cuanto m á s se pierden en las
formación exacta, no puede crecer más que en la
mentiras de la i m a g i n a c i ó n ; y llegan al brinco fi-
cabeza de un novelista espiritualista. Nuestros
nal, saltan en plena demencia, caen en pleno
análisis no pueden ser obscenos, desde el momento
marqués de Sade, en ese último desmoronamiento
en q u e son científicos y constituyen un documen-
de la razón, en el cual la bestia humana se revüel-
to. H e ahí lo que es menester repetir á cada ins-
ca b a j o la opresión espantada y voluptuosa del
tante, lo que se ha de probar siempre para que
diablo.
cada cual, en nuestras cartas modernas, tome al
Llámesenos positivistas, materialistas, a t e o s ; fin su verdadero puesto al sol.
es esa una disputa filosófica, y la aceptamos.
L o s católicos y aun los simples deístas, sean
románticos ó doctrinarios, tienen la pretensión
g a s repulsiones del público por las novelas de
Stendhal y de B a l z a c ; esos escritores no g a n a r o n
nada mientras vivieron, analizando atrevidamen-
te la realidad.
IV ¿ Y los hermanos Goncourt, de cuya Germinia
Lacerteux no se vendieron al pronto dos ediciones
sino al cabo de diez años? ¿ S e dirá que éstos
Se acusa á los novelistas naturalistas de es- habían querido g a n a r dinero contando los amores
pecular con el vicio. exactos de una criada? E n todo caso, mTiy mal
Lindísima sería su tarea, y fuera la suya una cálculo habrían h e c h o ; porque, mientras sus li-
campaña divertida, si ellos acusasen á sus adver- bros' ásperos y fuertes quedaban en el almacén,
sarios de especular con la virtud. T a r t u f o tiene las engañosas historias de O c t a v i o Feuillet, esas
toda una descendencia que llena los periódicos, historias rodeadas de las virtudes convenientes y
los libros, los teatros. á la moda, se elevaban por lo común á treinta mil
L o que se ha de establecer en primer término ejemplares, en medio de un prurito sentimental é
es que, en suma, la especulación con el vicio no hipócritamente sensual.
lleva l e j o s ; y hablo aquí de la especulación r e a l , '
de la que se refugia en Bélgica y es practicada á
escondidas.
L o s infelices obligados á buscar su pan en tan
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v e r g o n z o s o tráfico son todos gente p o b r e ; no se
me citaría uno que h a y a realizado ni una media-
Quiero llegar á lo siguiente:
n a fortuna. Por otra parte, si se quiere someter
L a especulación con la virtud es mucho más
al equívoco y manchar á los verdaderos artistas,
productiva que la especulación con el vicio.
insinuando que estudian al hombre hasta en sus
S e g ú n he dicho y a , nuestras obras son demasia-
v e r g ü e n z a s , para excitar al lector y vender mu-
do n e g r a s , demasiado crueles, sobre todo para
cho, se apoya únicamente esta calumnia en ciertos
cosquillear al público en buen sitio y procurarle
éxitos raros y excepcionales, debidos á c a u s a s
placer. Rebelan, no seducen. Si algunas llegan á
diversas, sin tener en cuenta el f r a c a s o casi gene-
una l a r g a venta, la mayor parte dejan á la mul-
ral de las obras de verdad y de audacia. Se citará,
titud inquieta é indignada. Así, pues, los princi-
sí, la venta enorme de La señora de Bovary, y se
piantes que, por cálculo, se lanzaran en la pintura
dirá que esta venta f u é sencillamente determinada
de la infamia humana, pronto sufrirían terribles
por el episodio del fiacre. Pero se pasarán en si-
desengaños. Comprenderían en primer término
lencio las l a r g a s vacilaciones, diría casi las lar-
que la sinceridad es n e c e s a r i a ; es necesario amar más sin e n g a ñ o nos dará la humanidad, pintándo-
la verdad y tener mucho talento para atreverse la tal cual es.
á intentar la pintura desnuda, sin caer en lo inno- S e mide el genio por las verdades que dice acer-
ble y lo odioso. Notarían en seguida que una hi- ca del hombre y la naturaleza. D e ahí, lo repito,
pocresía real lleva más directamente á la fortuna el peligro que hay en querer desempeñar, con el
que una brutalidad afectada. L a hipocresía es ala- simple objeto del tráfico, el papel de analista,
bada, bien p a g a d a , mientras que la brutalidad tie- atormentado por la necesidad de la verdad ; porque
ne en su contra la masa enorme dé g e n t e s á quie- una convicción sincera y una g r a n intensidad de
nes contraría la franqueza. Si esta brutalidad, si arte son las únicas que pueden salvar del d i s g u s t o
esta audacia de decirlo todo no está en el tem- público las pinturas de nuestras enfermedades y
peramento mismo del escritor, esto se v e en bre- de nuestras bajezas, dándolas vida.
v e , la especulación se hace evidente y el escritor Por el contrario, todo es dulzura y provecho en
especulador cae casi en seguida en un justo des- el oficio de escritor hipócrita. U n g r a n talento es
precio. inútil; perjudicaría. Se l o g r a mucho con un talen-
Quiero decir, en suma, que la especulación de to mediano, flexible, elástico sin esfuerzo. Y hasta
la mentira no presenta ningún peligro, por ha- se obtienen muy bellos triunfos sin poseer el me-
llarse la multitud siempre dispuesta á aprobar y nor talento.
enternecerse; cuando la especulación de la verdad,
por el contrario, es un despeñadero en el cual un *
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