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Segunda guerra civil de la República romana

La segunda guerra civil de la República romana fue un conflicto militar librado entre el 49 a. C. y el 45 a. C.,
protagonizado por el enfrentamiento personal de Julio César contra la facción tradicionalista y conservadora
del senado liderada militarmente por Pompeyo Magno. La guerra finalizaría con la derrota de la facción de
los Pompeyanos y el ascenso definitivo de César al poder absoluto como dictador romano.
Los enemigos de César, influidos por Catón el Joven, intentaron destruirle políticamente debido a su
creciente popularidad entre la plebe y al aumento de su poder procedente de sus logros en las Galias. Es por
ello que intentaron arrebatarle el mando de gobernador de las Galias, para posteriormente juzgarle,
desatándose una grave crisis política que inundó de violencia política las calles de Roma.

En el año 50 a. C. el Senado votó una moción para que César abandonase su cargo de gobernador. Marco
Antonio, con el poder que le otorgaba ser tribuno de la plebe, vetó la propuesta, evitando que se
trasformase en ley. Tras esta votación se inició un violento acoso a los cesaristas auspiciado por la facción
conservadora. Antonio abandonó Roma ante el peligro de ser asesinado. Sin la oposición de Antonio el
Senado declaró el estado de emergencia concediéndole a Pompeyo poderes excepcionales. César respondió
con el célebre cruce con sus tropas del río Rubicón, en dirección a Italia, dando así inicio a la guerra civil.
César atravesó rápidamente Italia sorprendiendo a los constitucionalistas y a Pompeyo, que ante la falta de
preparación y de tropas abandonó Roma, dirigiéndose a Brindisi en el sur de Italia donde embarcó hacia
Grecia con el fin de incrementar sus fuerzas. César persiguió a Pompeyo pero no logró darle alcance,
consiguiendo este último cruzar el Adriático con su ejército y decenas de senadores. En menos de un mes, y
a marchas forzadas, César llegó a Hispania, donde derrotó a las legiones fieles a Pompeyo en la batalla de
Ilerda. Tras esta victoria César regresó a Italia y cruzó el Adriático para hacer frente a Pompeyo en Grecia.
Tras ser derrotado en Dirraquio, César se enfrentó a Pompeyo y a sus aliados en la batalla de Farsalia,
logrando una aplastante victoria. Pompeyo huyó hacia Egipto intentando encontrar aliados pero fue
asesinado por orden del eunuco del faraón Ptolomeo XIII. Posteriormente César derrotó a Catón el Joven y
Quinto Cecilio Metelo Escipión en Tapso y finalmente a los hijos de Pompeyo y a Tito Labieno en Hispania, en
la batalla de Munda, poniendo fin a la guerra civil, aunque Sexto Pompeyo continuaría con la resistencia
desde Sicilia.

Crisis política
Durante el consulado de Domicio y Apio Claudio en el 53 a. C., ambos cónsules fueron acusados de
corrupción, tras intentar amañar las siguientes elecciones consulares, y los cuatro candidatos que se
presentaron fueron procesados. Las elecciones consulares se pospusieron 6 meses. El escándalo político
fomentó la agitación callejera llegando a extremos inusuales, creándose un verdadero estado de anarquía.
Los clientes de Pompeyo comenzaron a pedir su elección como dictador, con el pretexto de acabar con la
anarquía reinante. Estas voces fueron duramente criticadas por los constitucionalistas y Catón al frente, que
apoyó a Milón como contrapeso de Pompeyo como cónsul. Clodio, viejo enemigo de Milón, se opuso
frontalmente a éste y respondió organizando bandas callejeras para impedir su candidatura y hacerse con el
poder en Roma. Milón contrarrestó las bandas callejeras de Clodio comprando escuelas enteras de
gladiadores, lo que desencadenó un estado de caos y violencia desmesurada, donde las bandas organizadas
eran las dueñas de Roma, y en dónde las elecciones consulares se volvieron a posponer. El 18 de enero de 52
a. C. Clodio y Milón se encontraron cara a cara en la Vía Apia y, después de una brutal pelea, Clodio resultó
muerto. Los disturbios y crímenes se apoderarían de Roma, hasta el punto de que los enfurecidos seguidores
de Clodio establecieron su pira funeraria en el propio edificio senatorial, que sería destruido por el incendio.
Ante esta perspectiva, los constitucionalistas-optimates y Catón apoyaron que Pompeyo fuera nombrado
cónsul único durante un año. Pompeyo, con la ayuda de sus legionarios, barrió las bandas organizadas y
restableció el orden en Roma, convirtiéndose en el hombre fuerte de la política. Todas las facciones
compitieron por su favor mientras conspiraban para destruir a las otras, forzando a Pompeyo a identificarse
con su causa. Dentro del juego que era la política romana, los matrimonios creaban nexos, lealtades y
oportunidades y Pompeyo, durante su año como Cónsul único, recibió la oferta de César de casarse con su
sobrina nieta Octavia, pero Pompeyo la rechazó y se casó con Cornelia, hija de Metelo Escipión.
Tras la victoria de César en Alesia, Celio, como tribuno, lanzó una propuesta de ley adicional: César recibiría
el privilegio único de verse libre de no acudir a Roma para presentarse al consulado. Esta medida suponía
que los opositores y enemigos de César que pretendían procesarle por los supuestos crímenes de su primer
consulado perderían toda posibilidad de juzgarle, puesto que César en ningún momento dejaría de ostentar
una magistratura. Mientras fuese procónsul, César tendría inmunidad judicial, pero si se veía obligado a
entrar en Roma para presentarse al consulado perdería su cargo y, durante un tiempo, podría ser atacado
con toda una batería de demandas de sus enemigos.
El poder de César fue visto por muchos senadores como una amenaza. Si César regresaba a Roma como
cónsul, no tendría problemas para hacer aprobar leyes que concediesen tierras a sus veteranos, y a él una
reserva de tropas que superase o rivalizase con las de Pompeyo. Catón y los enemigos de César se opusieron
frontalmente, y el Senado se vio envuelto en largas discusiones sobre el número de legiones que debería de
ostentar y sobre quién debería ser el futuro gobernador de la Galia Cisalpina e Iliria.

Pompeyo finalmente se decantó por favorecer a los constitucionalistas y emitió un veredicto claro: César
debía de abandonar su mando la primavera siguiente, faltando todavía meses para las elecciones al
consulado, tiempo más que suficiente para juzgarle. Sin embargo, en las siguientes elecciones para tribuno
de la plebe fue elegido Curio, que se convirtió en un cesariano, vetando todos los intentos de apartar a César
de su mando en las Galias. Jurídicamente, todos los intentos consulares de apartar a César de sus tropas se
veían anulados por la tribunicia potestas.
Cayo Marcelo, cónsul en el 50 a. C., entregó una espada a Pompeyo ante la mirada de un inmenso número
de senadores encargándole ilegalmente marchar contra César y rescatar a la República. Pompeyo se
pronunció a favor de esta medida si llegase a ser necesaria.
A finales del mismo año César acampó amenazadoramente en Rávena con la XIII legión. Pompeyo tomó el
mando de dos legiones en Capua y empezó a reclutar levas ilegalmente, una vergüenza que como era
predecible aprovecharon los cesarianos en su favor. César fue informado de las acciones de Pompeyo
personalmente por Curio, que en esos momentos ya había finalizado su mandato. Mientras tanto su puesto
de tribuno fue ocupado por Marco Antonio que lo ostentó hasta diciembre.

Inicio de la guerra civil


El 1 de enero de 49 a. C., Marco Antonio leyó una carta de César en el Senado, en la cual el procónsul se
declaraba amigo de la paz. Tras una larga lista de sus muchas gestas, propuso que tanto él como Pompeyo
renunciaran al mismo tiempo a sus mandos. El Senado ocultó este mensaje a la opinión pública.2
Metelo Escipión dictó una fecha para la cual César debería haber abandonado el mando de sus legiones o
considerarse enemigo de la República. La moción se sometió inmediatamente a votación. Solo dos senadores
se opusieron, Curio y Celio. Marco Antonio, como tribuno, vetó la propuesta para impedir que se convirtiera
en ley.

Rubicón
Tras el veto de Marco Antonio a la moción que obligaba a César abandonar su cargo de gobernador de las
Galias, Pompeyo notificó no poder garantizar la seguridad de los tribunos. Antonio, Celio y Curio se vieron
forzados a abandonar Roma disfrazados como esclavos, acosados por las bandas callejeras.
El 7 de enero, el Senado proclamó el estado de emergencia y concedió a Pompeyo poderes excepcionales,
trasladando inmediatamente sus tropas a Roma. El 10 de enero de 49 a. C., César recibió la noticia de la
concesión de los poderes excepcionales a Pompeyo, e inmediatamente ordenó que un pequeño contingente
de tropas cruzara la frontera hacia el sur y tomara la ciudad más cercana. Al anochecer, junto con la Legio XIII
Gemina, César llegó hasta el río Rubicón, la frontera natural entre la provincia de la Galia Cisalpina e Italia.
Seguido solo por algunos caballeros de su más alta confianza y tras pararse a reflexionar unos instantes, dio a
sus hombres la orden de avanzar.3 La guerra había comenzado.4

Según Suetonio, que tradujo la frase al latín, César dijo iacta alea est5, que se puede traducir por "los dados
han sido lanzados", aunque popularmente se asimila como "la suerte está echada". Plutarco, por otra parte,
debió usar como fuente a Asinio Polión, amigo íntimo de César y testigo presencial de aquel momento
histórico. Polión escribió una historia de las guerras civiles que no ha llegado hasta nosotros, pero que
seguramente contenía la frase original. La que Plutarco transmitió, en griego, es ἀνερρίφθω κύβος6, "sea
lanzado el dado", dando a entender que la partida acababa de comenzar y todo estaba aún por decidir7.

La guerra en Italia Persecución de Pompeyo


César inició su marcha hacia Roma y tomó por sorpresa Arímino, ciudad en la que se encontraba Marco
Antonio. Sin perder tiempo, ordenó a Antonio que con cinco cohortes atravesara los Apeninos y tomara la
ciudad de Aretio, mientras él con otras cinco cohortes ocupó en forma sucesiva Pisauro, Fano y Ancona.
El 14, 15 y 16 de enero llegaron a Roma las noticias de las sucesivas ocupaciones de las ciudades de la costa
adriática y de Arezzo, llegando a Roma oleadas de refugiados que, a su vez, provocaban que otras oleadas de
refugiados abandonasen Roma. Un ambiente de terror se apoderó de Roma y su mundillo político.8 La
confianza que ostentaba Pompeyo se derrumbó en pocos días, y los senadores que anteriormente confiaron
en su rápida victoria sobre César le acusaron de haber llevado la República al desastre. Ante el rápido avance
de César, carente de las suficientes fuerzas y temiendo su popularidad entre la plebe y los pueblos itálicos,
Pompeyo dio Roma por perdida y ordenó evacuar el Senado, declarando traidores a la República todos los
magistrados que se quedasen en Roma.
El Senado comenzó a plantearse lo impensable: constituirse fuera de Roma por primera vez en su historia.
Cicerón posteriormente declararía que esta decisión fue un reflejo de debilidad, dando a César más
legitimidad y confianza. Al abandonar Roma, el Senado traicionó a cuantos no podían permitirse hacer el
equipaje y abandonar sus casas y el sentimiento de pertenencia a la República fue seriamente dañado. Las
ancestrales y grandes mansiones de los nobles, tras ser abandonadas, fueron presa de la furia de los barrios
bajos. Las provincias fueron distribuidas legalmente entre los líderes de la causa constitucional, y su poder
quedaría sancionado única y exclusivamente por la fuerza. La República se convirtió en una abstracción, las
elecciones anuales, la vitalidad de las calles y espacios públicos de Roma, todo aquello con lo que se nutría la
República había desaparecido.
César aguardó unos días la llegada de otras cuatro legiones de la Galia, e inició la persecución del Senado. El
1 de febrero marchó sobre Osimo donde derrotó a Accio Varo que reclutaba soldados para Pompeyo,
mientras éste trataba de concentrar sus tropas en Brindisi donde fletaba barcos frenéticamente, intentando
salir de Italia hacia Grecia cruzando el Adriático.
En Corfinium se encontraba el nuevo gobernador de la Galia Transalpina, Lucio Domicio Enobarbo, quien
odiaba por igual a Pompeyo y a César. Se le ordenó que marchara hacia el sur con sus hombres, pero éste
desobedeció las órdenes de Pompeyo. Llevó a cabo el único intento de contener a César en Italia: decidió
encerrarse en la ciudad de Corfinium, situada en un estratégico cruce de caminos. Era la misma ciudad que
los rebeldes italianos habían convertido en su capital cuarenta años atrás. Los habitantes de Corfinium, tras
la Guerra Social, habían obtenido la ciudadanía pero todavía seguían presentes los recuerdos de aquella
lucha. Para la mayoría de los italianos la República significaba muy poco, y se identificaban más con las ideas
populares, considerando a Cayo Mario, tío de César, su patrón. El 13 de febrero del año 49 a. C., César cruzó
el río Pescara y sitió Corfinium que se rindió el 19 del mismo mes. Las levas de novatos de Domicio se
plegaron rápidamente al sentir de la ciudad. Domicio fue llevado ante César por sus propios oficiales, y
suplicó que lo matara, pero César se negó, dejándolo libre. Corfinium no padeció ningún daño y las levas de
novatos pasaron a ser parte del ejército controlado por César. Lo que puede aparentar ser simplemente un
gesto de clemencia, supuso una gran humillación, un gesto político y una declaración de sus propósitos. No
habría listas de proscritos, ni matanzas (como había ocurrido en tiempos de Sila), y sus enemigos serían
perdonados solo con rendirse. Esto permitió que la mayoría de los neutrales se sintieran aliviados. Ofrecía la
imagen de quien servía bien a su causa, evitando cualquier alzamiento popular contra los cesarianos.

El sitio de Brindisi
Pompeyo, con el resto de senadores y su ejército, tras abandonar Roma se dirigieron a Brindisi con la
intención de cruzar el Adriático y adentrarse en Grecia y oriente, donde Pompeyo contaba con innumerables
recursos con los que hacer frente a César.10César marchó rápidamente hacia Brindisi. El 20 de febrero
Pompeyo trasladó la mitad de su ejército al otro lado del Adriático bajo el mando de los dos cónsules, a
Dirraquio, pero la otra mitad siguió bajo el mando de Pompeyo atrapado en la ciudad y esperando al regreso
de la flota.
Tras llegar César después de derrotar a Lucio Domicio Enobarbo, ordenó inmediatamente a sus hombres
bloquear la salida del puerto a mar abierto con la construcción de un rompeolas. Pompeyo respondió
construyendo torres de tres pisos sobre barcos mercantes desde donde arrojar proyectiles a los ingenieros
que construían el rompeolas. Durante días se sucedieron las escaramuzas, la lluvia de proyectiles, de
maderos y los incendios entre los dos bandos.
Con el rompeolas todavía sin terminar, la flota pompeyana regresó adentrándose en el puerto. Cuando
oscureció se inició la salida de la flota del puerto, dando comienzo a la evacuación total de Brindisi. César,
alertado por sus partidarios dentro de la ciudad, ordenó tomarla al asalto, pero fue demasiado tarde. Los
barcos salieron uno tras otro por el estrecho cuello de botella que habían dejado abierto las obras de asedio.
La nave de Pompeyo fue la última en abandonar el puerto.

Estancia en Roma.
Tras la huida de Pompeyo, César entró en Roma el 29 de marzo pero la ciudad le acogió fríamente. Designó a
Marco Antonio como jefe de sus fuerzas en Italia y convocó a los pocos senadores que todavía quedaban,
exigiendo el derecho a quedarse con los fondos de emergencia de la ciudad, creados para sufragar los gastos
ante una posible invasión Gala.11 Cuando los senadores, atemorizados, aceptaron, Cecilio Metelo vetó la
propuesta. Entonces César ocupó el Foro con sus legionarios, forzó las puertas del templo de Saturno y se
apoderó del tesoro público. Cuando Cecilio Metelo intentó parar el sacrilegio, César amenazó con hacerlo
pedazos y Metelo se apartó. César estuvo durante dos semanas en Roma asegurando suministros y la
retaguardia. Tras él dejó como Pretor a Marco Lépido, obviando la autoridad del Senado. Aún siendo Lépido
de sangre azul y magistrado electo, seguía siendo un nombramiento inconstitucional.
En abril ordenó a las antiguas tropas de Domicio invadir Sicilia y Cerdeña para proteger las rutas y
suministros de trigo. César, por su parte, inició su marcha hacia Hispania, donde había legiones pompeyanas
activas. La larga estancia de Pompeyo en Hispania durante sus campañas, propició que la provincia estuviese
repleta de clientes y oficiales fieles a su causa.

Guerra en Hispania Los ejércitos pompeyanos estaban controlados por los legados Lucio Afranio, Marco
Petreio —el vencedor sobre Catilina— y Marco Terencio Varrón. César, por su parte, concentró 9 de sus
legiones y más de 6000 jinetes en las cercanías de Marsella.

La ciudad de Massalia (actual Marsella), en plena ruta de paso, era controlada por Lucio Domicio Enobarbo,
procónsul de la Galia, que tras haber sido perdonado por César reclutó un nuevo ejército y, por segunda vez,
cerró las puertas de una ciudad a la llegada de César. César ordeno sitiar la ciudad a sus legados Cayo
Trebonio y Décimo Junio Bruto Albino. Inmediatamente, y sin perder tiempo, se dirigió con el resto de las
tropas a la Hispania Citerior para reforzar las tres legiones que había enviado allí anticipadamente.

Batalla de Ilerda
Las tres legiones enviadas por César a la vanguardia contuvieron a las tropas pompeyanas dentro de Hispania
y mantuvieron el control de los principales pasos de los Pirineos. Con la llegada de César y los refuerzos, el
ejército cesariano se adentró en Hispania y a mediados de marzo acampó cerca de Ilerda, frente las fuerzas
pompeyanas, con el fin de forzar la batalla.
El enfrentamiento se libró en el verano del año 49 a. C.; primero en Ilerda, la actual Lérida, y luego más al
sur. Las tropas cesarianas lograron la victoria total sobre los pompeyanos el 2 de agosto del mismo año.
Massalia finalmente se rindió el 25 del mismo mes.

Regreso a Roma
En Marsella, César recibió la noticia de que había sido nombrado dictador por lo que partió a Roma. Allí dictó
una serie de leyes, entre ellas la de la situación entre deudores y acreedores, llamó a varios exiliados y
garantizó la plena ciudadanía romana a todos los habitantes nacidos libres en la Galia Cisalpina. Desempeñó
su cargo de dictador por solo 11 días, renunció a éste, y se dirigió a Brindisi.

Guerra en Grecia
César concentró su ejército en Brindisi con intención de zarpar hacia Grecia en busca de Pompeyo. En total
su ejército estaba formado por 12 legiones y 1000 jinetes, según Apiano. Sin embargo, muchas de las
legiones no reunían el número de efectivos prácticos, maltrechas por sus recientes campañas en la Galia e
Hispania.
Con anterioridad, César había ordenado la construcción de numerosos navíos. A pesar de no estar todos
terminados y del mal tiempo invernal, embarcó todos los hombres posibles, en total siete legiones y 500
jinetes, zarpando el 4 de enero de 48 a. C. Marco Antonio y Aulo Gabinio permanecieron en Brindisi juntó
con el resto de tropas y suministros a la espera del regreso de la flota.
La armada pompeyana comandada por Marco Bíbulo ostentaba la superioridad naval, con cerca de 300
naves repartidas por el sur del Adriático, vigilando los lugares de un posible desembarco enemigo. César, no
obstante, lo hizo con éxito un día después de zarpar, en una playa lejos de las grandes ciudades de la región,
cerca de Palase, a 150 kilómetros al sur de Dirraquio, evitando así ser descubierto e interceptado puesto que,
según Dión Casio, temía que los puertos estuviesen guarnecidos por las flotas rivales. Marco Bilbulo fue
sorprendido por el inesperado desembarco en pleno invierno y a partir de ese momento puso todo su
empeño en que ningún navío cesariano cruzase el Adriático.12
César inició la toma de las plazas costeras cercanas, asegurándose puertos navales en donde preparar la
llegada de las legiones de Italia. La escuadra pompeyana, advertida de los movimientos, se hizo a la mar,
interceptando en su regreso la flota cesariana y apresando 30 transportes. César, mientras tanto, se dirigió al
norte tomando Oricus y Apolonia e iniciando la marcha hacia Dyrrhachium. La noticia del desembarco de
César sorprendió a Pompeyo camino de Macedonia, donde pensaba reclutar tropas. Se dirigió a Dyrrhachium
a marchas forzadas, entrando en ella muy poco antes que llegara César. Después armó su campamento en la
orilla norte del río Semani, en la localidad de Kuci, frente al de César, que estaba en la ribera sur.
La flota pompeyana dirigida por Bíbulo inició un férreo bloqueo sobre las posiciones cesarianas, apostándose
en los fondeaderos marinos cercanos a la costa e impidiendo la llegada de refuerzos. Mientras, las escuadras
pompeyanas del Ilírico y Acaya, lideradas por Marco Octavio y Escribonio Libón con ayuda de los dálmatas,
sitiaron Salona, capital de la provincia de Iliria, gobernada por César. Los defensores rechazaron el sitio en un
ataque sorpresa obligando a los pompeyanos a reembarcar y huir. Marco Octavio renunció a tomar Salona y
se unió junto a sus fuerzas a Pompeyo, que estaba acampado en Dyrrhachium.

Tras la muerte de Marco Bíbulo por causas naturales, Escribonio Libón quedó al frente de la escuadra
pompeyana e inicio el bloqueo del puerto de Brindisi, apostándose en una cercana isla a la entrada al puerto,
imposibilitando a Marco Antonio reunirse con César. Marco Antonio, sabedor de la necesidad de agua de las
fuerzas de Escribonio, mandó custodiar todas las fuentes cercanas de agua, lo que obligó a Escribonio a
levantar el bloqueo y retirarse a las costas de Épiro.
Llegado el buen tiempo, las condiciones del mar mejoraron y Marco Antonio se dispuso a satisfacer las
continuas demandas de César en pos de cruzar el Adriático y recibir refuerzos, haciéndose a la mar un día
favorable a finales de febrero. Al día siguiente de la partida la flota fue divisada por César y Pompeyo,
apostados cerca de Dyrrhachium, separados por el río Apsus, si bien un fuerte viento del suroeste, empujó
inevitablemente la flota al norte. Marco Antonio desembarcó finalmente con cuatro legiones y 500 jinetes y
tomó Lissus. Pompeyo, por su parte, enterado de la ubicación de los refuerzos de César, inicio su marcha
hacia el norte con la intención de derrotar por separado a sus enemigos, tomando una preciada ventaja
sobre las fuerzas de César. Alertado éste de las intenciones de Pompeyo, reccionó desplazándose hacia el
noreste en dirección a Tirana, intentando reunirse con sus esperados refuerzos. Marco Antonio, por el
contrario, marchó hacia el sur con celeridad, sin percatarse de la situación. Sin embargo, César logró hacer
llegar a Marco Antonio un mensaje advirtiéndole de las intenciones de Pompeyo gracias al cual Marco
Antonio tomó la decisión de acampar durante un día, dando tiempo a César para adelantar su posición.
Pompeyo, temiendo quedar rodeado por los dos ejércitos cesarianos, que en conjunto le superaban en
número, dio media vuelta y regresó a Dyrrhachium. Las fuerzas de César y Marco Antonio se reunieron,
finalmente, en Scampi.
Tras el fracaso de impedir la unión de las fuerzas enemigas, Pompeyo se atrincheró iniciando una guerra de
desgaste. César decidió ampliar su zona de operaciones para lo cual envió a Domicio Calvino con 2 legiones y
500 jinetes a Macedonia para enfrentarse a Metelo Escipión que avanzaba desde Salónica a reunirse con
Pompeyo. Pocos días después de la partida de estos destacamentos Cneo Pompeyo, al frente de una flota de
naves egipcias desde el sur, capturó la flota cesariana en la base naval de Oricus y continuó hasta la base
donde Marco Antonio había dejado los transportes y los incendió. De esta manera los cesarianos vieron
destruida toda su flota en Grecia, quedando sin ningún buque para comunicarse con Italia.

Batalla de Dyrrhachium
César, ante esta situación, decidió dar la batalla ante su adversario. Descendió hasta Asparagium y dispuso su
ejército en orden de batalla frente al campamento de Pompeyo, pero éste rehusó el combate. Entonces
César se dirigió hacia Dyrrhachium para aislar a Pompeyo de su base mediante la construcción de un cerco al
campamento de se enemigo. El 10 de julio de madrugada Pompeyo atacó las posiciones de César
confiriéndole una derrota. El día 11 por la mañana, César llegó a su antiguo campamento de Asparagium y el
14 de julio llegó a Apolonia.

Batalla de Farsalia
Después de Dyrrhachium, César huyó hacia el sur, alejándose de Pompeyo tras perder la iniciativa y verse
obligado a moverse siguiendo una senda que le permitiera abastecerse, puesto que se encontraba en una
situación de total aislamiento, sin flota y sin suministros. Según Dión Casio, Pompeyo no celebraba el haber
derrotado militarmente a las legiones de César, sino el haber evitado derramar sangre romana, por lo que su
plan era acosarlo y obligarlo a rendirse por la falta de víveres.
Pompeyo decidió marchar contra Domicio en Macedonia, tras considerar poco probable dar alcance a César.
Domicio, por su parte, recibió la noticia de la retirada de Dyrrhachium y las intenciones de Pompeyo con
unas pocas horas de antelación, tiempo suficiente para emprender la huida dirección a Tesalia y unirse al
ejército de César. Pompeyo, que vio frustradas sus esperanzas, decidió marchar hacia Larissa donde
acampaba Escipión, uniendo sus fuerzas para con ello reunir un ejército superior en número al cesariano.
César detuvo su ejército en Farsalia entre los días 4 y 5 de agosto de 48 a. C., anhelando presentar batalla
más que nunca, con la única posibilidad de luchar o marchar en busca de víveres hacia el sur, siendo
acechado por la caballería pompeyana, más numerosa y que impedía la labor de los forrajeadores.

Por su parte, el ejército pompeyano estaba dividido en dos grandes facciones constituidas por los seguidores
y clientes de Pompeyo y los de los Optimates, los republicanos más conservadores, que se apoyaban en las
legiones conducidas por Metelo Escipión y tenían por adalid a Catón, quien había sido postergado a
Dyrrhachium con 15 cohortes. Es posible que Pompeyo no desease librar la batalla de Farsalia, confiando en
la dilatación y la precaria situación de César. Sin embargo, las críticas de sus aliados y de sus generales,
envueltos en rencillas políticas, le llevaron a presentar batalla. Según Lucio Anneo Floro sus soldados le
censuraban la inactividad, y Plutarco señala que incluso se conspiraba directamente contra él. De ser así
Pompeyo no fue capaz de imponer su voluntad, siendo objeto de burlas por parte de Tito Labieno o Lucio
Afranio.
Los dos ejércitos se enfrentaron el 9 de agosto de 48 a. C. iniciando el ataque los cesarianos, mientras que el
ejército pompeyano mantuvo una estrategia defensiva confiando en su superioridad numérica. La caballería
pompeyana cargó contra la cesariana persiguiéndola y cayendo en una estratagema preparada, en la que
varias cohortes de legionarios apoyaron a la caballería cesariana dispersando la pompeyana liderada por
Labieno. Tras observar su huida Pompeyo abandona el campo de batalla, lo que influyó en la moral de su
ejército en el que tras ser rodeado por el flanco por la caballería cesariana cundió el pánico, dispersándose y
huyendo hacia el campamento pompeyano. Tras reagrupar a sus tropas, César lideró el asalto final al
campamento pompeyano defendido por tracios y otros irregulares, y tras superar la empalizada el
campamento cayó rápidamente. Un mínimo de cuatro legiones pompeyanas consiguieron huir y tomar una
colina, pero tras ser rodeados por sus enemigos y cercados mediante una empalizada, sin agua y sin víveres
se rindieron incondicionalmente.

Esto es lo que han querido, y a este extremo me han traído, pues si yo, Cayo César, después de haber
terminado gloriosamente las mayores guerras, hubiera licenciado el ejército, sin duda me habrían
condenado.

Guerra en Oriente
Tras su derrota en Farsalia, Pompeyo huyó hacia la costa del Egeo escondiéndose de los cazarrecompensas
que le pisaban los talones; allí fletó un barco para navegar hasta Mitilene, donde estaba su mujer Cornelia.
Tras reunirse con ella, partieron rumbo a Egipto con una pequeña flota, con la intención de pedir ayuda a
Ptolomeo XIII, el joven faraón de Egipto de tan solo 12 años. Un mes después de Farsalia Pompeyo llegó a las
costas de Egipto y envió emisarios al Rey y, tras unos días esperando anclado frente a los bancos de arena, el
28 de septiembre del 48 a. C., una pequeña barca se acercó hasta los navíos romanos invitando a subir a
bordo a Pompeyo. En la otra orilla aguardaba Ptolomeo XIII, por lo que tras despedirse de su mujer Pompeyo
fue conducido hasta la orilla. Mientras avanzaba trató de entablar conversación con la gente de la barca pero
no obtuvo respuesta y tras tomar tierra un mercenario romano, el excenturión Aquila, desenvainó su espada
y atravesó a Pompeyo que acto seguido fue apuñalado repetidas veces. Cornelia y el resto de los tripulantes
de la pequeña flota observaron, impotentes, los sucesos desde el mar. El cadáver de Pompeyo fue
decapitado, y su cuerpo abandonado en la playa fue rescatado e incinerado por un veterano de las primeras
campañas de Pompeyo junto con uno de los libertos del general.

César en Egipto
En 47 a. C., César se dirigió a Egipto en busca de Pompeyo con apenas 4000 soldados. Allí lo sorprendió la
ofrenda de bienvenida que le presentó el primer ministro de Ptolomeo XIII, el eunuco Potino: el sello
personal y la cabeza de Pompeyo. Egipto se encontraba en guerra civil, y los consejeros del rey creyeron
erróneamente que César estaría agradecido y apoyaría a Ptolomeo contra su hermana Cleopatra. Al saber de
su suerte, César estalló en lágrimas, tanto por la muerte de un cónsul romano, su antiguo amigo y yerno,
como por haber perdido la oportunidad de ofrecerle su perdón.
Los romanos quedaron atrapados en Alejandría por unos vientos desfavorables, y César empezó a poner
orden en los asuntos de Egipto, haciendo y deshaciendo a su antojo. Se instaló junto con sus tropas en el
palacio real, un complejo de edificios fortificados que ocupaba casi una cuarta parte de la ciudad de
Alejandría. Desde este bastión empezó a exigir exorbitantes cantidades de dinero, y anunció que gentilmente
dirimiría la guerra civil entre Ptolomeo y su hermana. Dio la orden de licenciar los dos ejércitos en guerra, y a
los hermanos de reunirse con él en Alejandría. Ptolomeo no licenció a ningún soldado, pero fue convencido
por Potino de acudir a la cita de César. Mientras tanto Cleopatra, que tenía bloqueadas las rutas a la capital,
quedó aislada tras las líneas de Ptolomeo.
Una tarde, a la puesta del Sol, un pequeño mercante atracó en el amarradero de palacio. Un solitario
mercader siciliano trajo consigo una alfombra que llevó hasta la presencia de César, y tras desenrollarla
apareció de forma inesperada y espectacular la propia Cleopatra, que sedujo a César con inusitada rapidez.
Ptolomeo, después de enterarse de la nueva conquista de su hermana, y tras tener una tremenda rabieta,
marchó por las calles de Alejandría y pidió a sus súbditos que acudiesen en su defensa y en la de Egipto. Las
prepotentes exigencias de dinero de César no le hicieron especialmente apreciado, por lo que cuando
Ptolomeo pidió a los alejandrinos que atacasen a los romanos, la masa se lanzó con entusiasmo. Los romanos
se vieron asediados en el complejo palaciego y César se vio obligado a reconocer a Ptolomeo como monarca
conjunto con Cleopatra y a devolver la isla de Chipre a Egipto. Sin embargo, la situación empeoró cuando a
los alborotadores se les unió el ejército de Ptolomeo de 20 000 hombres, comenzando una verdadera batalla
por el control de Egipto. Durante los cinco siguientes meses César consiguió resistir en palacio, hacerse con el
control del puerto, quemando la flota egipcia y, accidentalmente, unos almacenes de libros en el puerto,
fracasando en el intento de controlar el Gran Faro. Hizo ejecutar al eunuco Potino y dejó embarazada a
Cleopatra.
En marzo del 47 a. C. llegaron los refuerzos romanos a Alejandría que hicieron que Ptolomeo XIII huyera de
Alejandría preso del pánico. Lastrado por su armadura de oro, se ahogó en el Nilo, dejando a Cleopatra sin
rival al trono.

Una vez restauradas las líneas de comunicación, sus agentes le informaron de las nuevas amenazas surgidas
durante su estancia en Alejandría. Farnaces, hijo de Mitrídates VI había invadido el Ponto mientras que en
África Quinto Cecilio Metelo Escipión y Catón estaban reclutando un poderoso nuevo ejército y en Roma el
gobierno de Marco Antonio estaba creando recelos.
Mientras nuevos enemigos de César emergían y crecían, César permaneció con su amante todavía dos meses
más en Egipto. A finales de la primavera del 47 a. C. la feliz pareja se embarcó en un crucero por el Nilo,
pasando frente las pirámides o las grandes columnas de Karnak.[cita requerida] Se decía que si sus hombres
no se hubiesen quejado habrían navegado hasta la mismísima Etiopía. Muchos contemporáneos estaban
desorientados, el conquistador de las Galias, y el hombre cuya insaciable ambición había iniciado la guerra
civil, retozaba junto su amante desperdiciando toda la ventaja obtenida en Farsalia. La juventud, belleza e
inteligencia de Cleopatra cautivaron a César.
Guerra contra Farnaces
El rey armenio Deiotarus, reino vasallo de Roma, pidió ayuda al lugarteniente cesariano de la provincia de
Asia, Domicio Calvino. Farnaces se enfrentó rápidamente con las fuerzas romanas provinciales, obteniendo la
victoria. Confiado por su victoria invadió el antiguo reino de su padre, el Ponto y parte de Capadocia.
César tuvo noticias de los hechos en Egipto e inició la marcha hacia el Ponto para enfrentarse a Farnaces. La
batalla entre las tropas romanas y las de Farnaces tuvo lugar en el norte de Capadocia, cerca de la ciudad de
Zela. El enfrentamiento derivó con celeridad en una victoria romana, aniquilando completamente las fuerzas
enemigas. Farnaces huyó hacia el Bósforo con una pequeña sección de sus tropas de caballería. Sin poder
alguno, fue asesinado por un antiguo rival al trono del Bósforo.
César inmortalizó esta batalla, utilizándola como arma propagandística contra los antiguos méritos militares
de Pompeyo en Oriente, todavía presentes en la mentalidad colectiva romana, y acuñó una celebérrima
frase:
Veni, vidi, vinci. (Vine, Vi, Vencí)

África
La estancia de César en Egipto y su posterior marcha hacia el Ponto dio tiempo a Metelo Escipión y a Catón
para poder formar un nuevo ejército en la provincia de África. Lograron reunir un ejército de 10 legiones,
alrededor de 50 000 hombres. Contaban, además, con el apoyo del ejército del rey Juba I de Numidia, que
incluía sesenta elefantes de guerra e inicialmente unos 30 000 hombres.
Tras una visita corta a Roma, César desembarcó en Hadrumeto el 28 de diciembre de 47 a. C. Las dos
facciones se enzarzaron en pequeñas escaramuzas, mientras César posponía el enfrentamiento directo
porque esperaba refuerzos. A instancias de César Boco II, rey de Mauritania, atacó Numidia por el oeste,
tomando su capital Cirta, y obligando a Juba I a marchar al oeste con su ejército.

Batalla de Tapso
En febrero del 46 a. C., tras recibir los refuerzos y la suma de dos legiones de desertores constitucionalistas,
César cercó la ciudad de Tapso. Los constitucionalistas plantaron batalla ante las murallas de Tapso saliendo
derrotados en un enfrentamiento que degeneró en una carnicería. Catón se suicidó en Útica al tener noticias
de la derrota ante César.
Tras la victoria, César retomó el asedio de Tapso, prolongándose la guerra en África hasta julio, con la toma
de la ciudad, la pacificación de la provincia y la incorporación de Numidia como provincia romana. Mientras,
Tito Labieno, Cneo Pompeyo el Joven y Sexto Pompeyo escaparon a Hispania.
Catón personificó el recio espíritu de la libertad romana, siendo mecenas de los ideales que sustentaron la
lucha contra César. Ante la posibilidad de ser perdonado por César, eternizó su lucha suicidándose. Su
suicidio, una ejemplificación de sangre, honor y libertad prolongó su gran influencia en la conciencia
colectiva romana.
Igual que tú me envidiabas la posibilidad de perdonarte, Catón yo te envidio esta muerte.

Triunfos en Roma
César regresó a Roma a finales de julio de 46 a. C.. La victoria total cesariana dotó a César de un poder
enorme y el Senado, estupefacto e intimidado, se apresuró a legitimar su victoria nombrándolo dictador por
tercera vez en la primavera del 46, por un plazo sin precedentes de diez años.
Somos sus esclavos, pero él, esclavo de su época.
Marco Tulio Cicerón.
Acuñó su legitimidad y el desprestigio de sus enemigos en un gran acto propagandístico. En septiembre,
celebro sus triunfos, orquestando cuatro desfiles triunfales consecutivos. Galos, egipcios, asiáticos y
africanos desfilaron encadenados ante la multitud mientras jirafas, carros de guerra britanos y batallas en
lagos artificiales dejaban boquiabiertos a sus conciudadanos. La guerra entre romanos fue enmascarada por
las victorias contra extranjeros y las celebraciones no tuvieron precedentes en sus dimensiones y duración.
Durante las celebraciones fue ejecutado Vercingetórix. El desfile triunfal contra Farnaces II del Ponto, contó
con una carroza que portaba el eslogan Vine, vi, vencí, arrastrando tras de si al fantasma de Pompeyo. Un día
después, en el desfile por la victoria de África, una carroza representó el suicidio de Catón ridiculizándolo y
César lo justificó alegando que Catón y sus enemigos eran colaboracionistas de los bárbaros. Muchos
ciudadanos que observaron el desfile estallaron en lágrimas al verla. La influencia de Catón seguía más allá
del alcance del poder de César.

En el invierno del año 46 a. C., estalló una nueva rebelión en Hispania, liderada por los hijos de Pompeyo.

Rebelión en Hispania
Después de las derrota de Tapso los conservadores republicanos Cneo Pompeyo el Joven, Sexto Pompeyo y
Tito Labieno, huyeron a Hispania con los restos de su ejército. Tras su llegada a Hispania, dos legiones
ubicadas en la Hispania Ulterior formadas en gran parte por veteranos de Pompeyo, derrotadas en Ilerda se
sublevaron y expulsaron a los legados de César jurando fidelidad a Cneo Pompeyo.
Usando la antigua influencia de su padre y los recursos de la provincia, los hermanos Pompeyo y Tito Labieno
consiguieron reunir un nuevo ejército de trece legiones compuestas por los restos del ejército constituido en
África, las dos legiones de veteranos, una legión de ciudadanos romanos de Hispania, y el alistamiento de la
población local. Durante finales del 46 a. C. tomaron el control de casi toda Hispania Ulterior, incluyendo las
colonias romanas de Itálica y de Corduba, la capital de la provincia.
Los legados de César, Quinto Fabio Máximo y Quinto Pedio, desecharon el enfrentamiento directo con el
ejército conservador y acamparon a cincuenta kilómetros al este de Córdoba en Obulco, solicitando ayuda de
César.

Éste llegó a Hispania en diciembre, y tras su llegada levantó el sitio a la plaza fuerte de Ulipia, ciudad que le
había sido leal y que estaba sitiada sin éxito por Cneo Pompeyo. Los conservadores evitaron una batalla
abierta refugiándose tras las murallas de Córdoba, defendida por Sexto Pompeyo, y obligando con ello a
César a pasar el invierno en Hispania. Para abastecer sus necesidades de avituallamiento y víveres, César
tomó y saqueó la ciudad de Ategua, lo que incitó a muchos nativos hispanos a unirse a los conservadores y
abandonar a César.
El 7 de marzo de 45 a. C. tuvo lugar una escaramuza cerca de Soricaria, saliendo vencedores los cesarianos.
Tras esta derrota, ante el temor de deserciones y el inicio de la primavera, Cneo Pompeyo movilizó su
ejército y presentó batalla a César.

Batalla de Munda
Los dos ejércitos se reunieron en los llanos de Munda, cerca de Osuna, en la Hispania meridional. Los
conservadores se situaron en una colina fácilmente defendible. Iniciada la batalla transcurrió largo tiempo
sin debatirse a favor de ningún bando, pero finalmente las tropas conservadoras interpretaron
erróneamente que Tito Labieno estaba huyendo y rompieron las líneas buscando refugio en la ciudad de
Munda. Tito Labieno murió en el campo de batalla.
La armada cesariana mandada por Cayo Didio hundió la mayor parte de los navíos pompeyanos en una
batalla naval cercana a Cartagena, comandados por Publio Accio Varo, abortando cualquier intento de huida
por mar, Cneo Pompeyo el Joven y su hermano Sexto trataron de buscar asilo en tierra refugiándose en
Córdoba. César dejó a su legado Quinto Fabio Máximo al mando del sitio de Munda e inició la persecución de
los hijos de Pompeyo. César tomo Córdoba donde se ocultaba Cneo Pompeyo, matando a todos los
defensores como correctivo por ocultar a su enemigo. Su hermano Sexto Pompeyo consiguió escapar.

La ciudad del Munda sostuvo por algún tiempo el asedio, pero tras un fallido intento de romper el sitio se
entregaron 14 000 hombres a Cayo Didio. Fue el último acto de resistencia a César.

Consecuencias Legislación juliana


El calendario hasta entonces vigente en Roma era un calendario solar con 365 días, sin incluir un día más
cada cuatro años. Al no tener en cuenta los años bisiestos, con el curso de los siglos se había producido un
desfase entre el calendario y las estaciones. Durante su estancia en Egipto, César mando elaborar al
astrónomo egipcio Sosígenes un nuevo calendario basado en el sistema solar, de 365 días e intercalando un
año bisiesto cada cuatro años. Este calendario, llamado juliano, fue utilizado en occidente hasta la creación
del calendario gregoriano en 1582 que anulaba tres años bisiestos cada 400 años. En las naciones ortodoxas
de Europa del este fue utilizado hasta principios del siglo XX. Además, tras la muerte de César el mes de su
nacimiento pasó a denominarse julio.
Tras su victoria final en Hispania, y antes de volver a Roma, César recorrió las provincias occidentales
dotando a muchas ciudades de la ciudadanía romana, entre ellas más de 20 ciudades hispanas; también dotó
de la ciudadanía romana a toda la Galia Transalpina. Estos hechos estremecieron a la aristocracia romana.

A su regreso a Roma aumentó el número de senadores de 300 a 900, en una clara intención de restar poder
a la clase tradicional del Senado, los optimates. Entre los nuevos senadores también había ciudadanos de
provincias, entre ellos los hispanos Titio, Decidio Saxa o Balbo el Joven, e incluso libertos como Ventidio o
Baso. Reformó las magistraturas aumentando el número de magistrados, pasando de cuatro ediles a seis, de
ocho pretores a dieciséis, y de veinte cuestores a cuarenta.

Inició nuevos planes de asentamiento de ciudadanos y creación de colonias en las nuevas provincias, con
nuevos asentamientos de veteranos y de más de 100 000 familias dependientes del subsidio de grano.
Repartió las tierras públicas entre los más pobres, dejando de ser una carga para la República e iniciando el
proceso de romanización de Occidente. La República sufrió una liberalización económica reduciéndose los
impuestos, y anulando las tasas arancelarias. Dictó nuevas leyes, como la lex coloniae Ivliae Genetivae, que
dotaba a todas las nuevas colonias de una legislación similar a la de Roma, con cámaras representativas, y la
lex Iulia repentundis, que separaba los poderes militares de los gobernadores de provincias.
César creó un ambicioso proyecto de urbanismo público, iniciando carreteras, acueductos, puertos, y nuevas
ciudades, levantadas para acoger a los nuevos colonos. En Roma se mandó construir el Foro de César y
planeó construir una biblioteca, un nuevo teatro esculpido en la roca del Capitolio, la erección del templo
más grande del mundo en el Campo de Marte e incluso había decidido desviar el curso del sinuoso Tíber, un
obstáculo para sus planes de urbanismo.

Asesinato de César
Después de su victoria, César inició una serie de gestos antirrepublicanos. Solía caminar con una toga
púrpura al igual que los legendarios reyes de Roma, se hizo construir un trono de oro en el senado, criticó
que se retirase una corona de una de sus estatuas y, durante una celebración en el foro, Marco Antonio le
ofreció una corona que César rechazó ante los abucheos de la gente. Las provincias estaban acostumbradas a
los reyes, pero Roma no. Todos estos acontecimientos agrandaron la desconfianza sobre sus intenciones, y
muchos creían que pretendía acabar con la República y proclamarse rey. César fue asesinado por una
conspiración de senadores que alegaban actuar en defensa de la República.
¿tú también, hijo mío?.

César dejó su herencia política a su sobrino nieto Octaviano, que junto con Marco Antonio y Lépido luchó
contra los asesinos de César en la tercera guerra civil. Ellos tres formarían posteriormente el Segundo
Triunvirato, hasta su disolución y el inicio de la cuarta guerra civil, y el ascenso de Octaviano, que por
acumulación de cargos y magistraturas, se convertiría en el princeps; el primer emperador de los romanos.

Repercusión histórica
La victoria cesariana convirtió a la República en una abstracción, iniciando la transición hacia el régimen
imperial que eliminaría el poder del Senado y las votaciones para elegir a los magistrados. Exceptuando
pequeñas excepciones como la Serenísima República de Venecia, hasta la revolución americana el mundo no
conocería otra nación autogobernada por ciudadanos.
Roma siempre ha sido interpretada y reinterpretada desde las perspectivas de las diversas convulsiones que
ha sufrido el mundo, pero la segunda guerra civil, y el cruce del Rubicón tienen una especial importancia para
la civilización occidental. Las constituciones inglesa, francesa y norteamericana se inspiraron
conscientemente en el ejemplo de la República romana.
En lo que respecta a la rebelión contra la monarquía; Una de las causas más comunes es el haber leído libros
sobre política e historia de los antiguos griegos y romanos.
Sin embargo, no todos los ejemplos seguidos y las lecciones aprendidas de la República dieron lugar a
estados libres. Napoleón pasó de ser cónsul a emperador y durante todo el siglo XIX el adjetivo con el que se
identificaba a los regímenes bonapartistas era «cesaristas». El fascismo también se inspiró en la época de la
segunda guerra civil. En 1922, Benito Mussolini propagó deliberadamente el mito de su marcha heroica
contra Roma, similar a la de César. Y no fue el único:
La marcha de César sobre Roma fue uno de los puntos de inflexión de la historia.
Adolf Hitler14

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