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UNL – FHUC – Carrera de Filosofía

Cátedra de Introducción a la Problemática Filosófica


Parcial domiciliario – Fecha de entrega 09/06/2017
Maximiliano Utrera

Desde que han aparecido objeciones del filósofo francés Jean Jacques Rousseau a la obra
del inglés Thomas Hobbes, se ha utilizado mucha tinta para dar a conocer dicha oposición. ¿Pero
es realmente grande esta diferencia o sólo leemos ideas similares con palabras un poco menos
duras? Alguna vez, Platón mencionó a Sócrates, utilizando su famosa mayéutica, para cuestionar
las hipótesis de los argumentos de los eléatas, Zenón y su maestro Parménides. “Uno, entonces,
afirma la unidad, mientras que el otro niega la multiplicidad, y, así, uno y otro expresan de tal
modo que parece que no estuvieran diciendo nada idéntico, cuando en realidad dicen
prácticamente lo mismo.”1 Está claro que no es correcto decir que son iguales como dos gotas de
agua, sino habrían sido en vano tantos trabajos de muchos autores, pero vale la pena analizar,
dentro de las diferencias, si esa brecha es tan grande como se dice o difieren en cosas menores.

Para comenzar observaremos una de las principales diferencias entre ambos filósofos.
Desde el comienzo de sus obras, han desarrollado su trabajo tomando como tema primero al
hombre en estado natural, y desde este primer momento se pueden observar grandes
diferencias.

Según Hobbes, el individuo en estado natural vive una situación de guerra primitiva, de
todos contra todos, causada porque entre éstos no existen diferencias, es decir, todos nacen
iguales. Se destacan varias razones principales para explicar este estado de forma más clara. La
primera de éstas se debe a que al igual que el mismo hombre, los demás poseen las facultades y
la libertad para cometer cualquier acto, incluso dar muerte a quien se desee, generando una
competencia constante. El principal problema surge por la apropiación de bienes y la escasez de
los mismos. El hombre se siente amenazado por la voluntad de varios por tener lo mismo, dando
origen a un estado constante de desconfianza recíproca, que es la segunda causa. Y finalmente el
amor propio, es decir la autoestima que uno busca por la aprobación de los demás. Esa gloria,
que no deja que uno actúe sin pensar en el rédito honorífico que este le causará. Por todo esto,
es que Hobbes justifica que en un estado así, es imposible el desarrollo de industrias. El
constante estado de guerra generado por los vicios y pasiones personales, hace esfumar toda
posible unión o alianza con el más prójimo fuera de la familia.

Por otro lado, el filósofo francés, dice que el hombre no nace con ninguna de estas
desventajas. Éste, en su estado natural no utiliza la razón, solo realiza las actividades necesarias
para subsistir, que de hecho ya le son innatas: alimentarse, respirar y reproducirse. Todos los
hombres son iguales y no necesitan ayuda más que su fuerza y destreza para poder vivir. No
conocen el amor ni la bondad, razón por la cual tampoco son malos, ya que al ser
independientes se vuelven fuertes para auto-abastecerse y no necesitar dañar o perjudicar a
nadie más por el innecesario vínculo con otros. Nace despojado de vicios y desconociendo el
sentido de lo propio. Y recién es aquí, con la aparición de la propiedad privada como tal, que el
hombre comienza a ser desigual. Debe comenzar a cuidar lo suyo, protegerse a él mismo y su

1
PLATÓN: Parménides. Madrid: Gredos. 1988. Trad. Ma. Isabel Santa Cruz. Pág. 128b3-7
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Cátedra de Introducción a la Problemática Filosófica
Parcial domiciliario – Fecha de entrega 09/06/2017
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familia, y también, aparecen los vicios y pasiones que generan los mayores choques entre las
personas.

No es muy difícil así, concluir en diferencias enormes, más si tenemos dos premisas
totalmente opuestas. De eso no cabe ninguna duda. Y esto lo notamos desde el primer
momento. En su primera ley del Leviatán, Hobbes dice que el primer objetivo del hombre es
buscar la paz y seguirla, pero esto, según Rousseau, es imposible ya que el hombre no nace
amenazado en su estado natural. Es decir, no puede buscar la paz si este no conoce lo que es la
guerra, o sea que no debe buscar la paz, porque ya está en ella sin siquiera saberlo. “…los
hombres no son, por naturaleza, enemigos. Es la relación de las cosas y no la de los hombres lo
que constituye la guerra.”2
Pero, sin embargo, aun partiendo de tan disímiles argumentos, ambos buscan una
solución a través de un sinónimo: Pacto, para el filósofo inglés, y Contrato para Rousseau.
Incluso al ser una palabra común o de uso diario, el mismo Hobbes también lo menciona varias
veces como Contrato. Gracias a este acuerdo, serán delegados los derechos a un representante o
grupo de éstos, para que este soberano tome las mejores decisiones en nombre de sus súbditos.
Y estas voluntades serán transformadas en leyes cuando así la mayoría lo disponga.

Hobbes dice que se configura un hombre artificial, llamado Estado, confiriendo todo el
poder y fortaleza de los hombres, a una o más personas, para así reducir todas las voluntades en
una. El soberano, es decir la persona a cargo del Estado, será el encargado de que las voluntades
generales se cumplan para poder asegurar la paz y la defensa común de sus súbditos. Pero esta
persona al mando, no tiene la libertad para hacer algo que atente contra la seguridad de quienes
lo han elegido. Debe obrar y decidir en favor de la integridad física y protección de los
ciudadanos.

Lo mismo menciona Rousseau a la hora de tratar el tema. Dice que el Estado solo estará
dirigido por las voluntades generales surgidas del vínculo social entre los ciudadanos. Éstos
buscarán el bien común. Y así, en ambos autores vemos propuestas similares: asociaciones
unidas que delegan un soberano para dirigir el Estado y lograr así el bien mayor, y cual mejor que
la paz y la defensa común.

Si observamos soluciones parecidas, sería fácil concluir que ambos contratos deberían
estar configurados de la misma manera, es decir, escogiendo a alguien que gobierne o lleve
adelante un mandato con el objetivo de la protección del ciudadano íntegramente. Nada puede
hacer un soberano a un súbdito con cualquier excusa, ya que siempre, estos últimos son los
autores de los actos del primero. Sin embargo, aquí es donde aparece otra gran diferencia: el
tipo de gobierno y la libertad de los súbditos.

2
ROUSSEAU, Jean Jacques. El contrato social. Discurso sobre las ciencias y las artes. Discurso sobre el origen y los
fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Buenos Aires. Ed. Losada. 2003. Trad. L. Halperin Donghi Pág. 49
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Maximiliano Utrera

Mientras que Hobbes plantea las bases para una Monarquía Absolutista, o Aristocracia,
en caso de que gobierne un grupo reducido, Rousseau propone que la mejor forma de gobierno
es la Democracia, el gobierno del pueblo. A pesar de partir ambos de lo mismo, la elección de un
soberano por voluntades comunes, el inglés sostiene que el Estado es absoluto. Todo se reduce a
la voluntad de una persona; y por eso se dice que la libertad de los súbditos queda librada al
antojo del soberano una vez que éstos le otorgaron sus derechos para que los proteja. Por otro
lado, Rousseau plantea que el pueblo, formado por una primera convención y existente antes
que el Estado mismo, ejerce la soberanía poniendo la voluntad común por sobre los intereses
particulares y, de esta forma, delega el poder. Pero esta voluntad general es la que dirige las
fuerzas del Estado en busca de bien común. Ya que en el caso de que se entreguen los derechos
y estén bajo el mando de un solo señor, se volvería al estado hobbesiano y el cuerpo político se
destruiría. Sin embargo, las voluntades particulares no desaparecen de los hombres como
sucedía en el Leviatán.

Se puede concluir así, que las diferencias son inobjetables. De eso no cabe ninguna
duda. Pero aun así, Rousseau, en su relación amor-odio con la obra de Hobbes, utilizó a esta
para formar sus propios cimientos, y modificando puntos claves a favor de los ciudadanos, o eso
creyó él, creó un nuevo contrato que, en el caso de no caer en la tiranía o aparición de nuevas
agrupaciones que pongan en peligro el gobierno de turno, es bastante similar al hobbesiano. No
vamos a decir que el inglés ha sido lo que Parménides para Zenón, pero que en cierto aspecto
funcionó como una guía maestra para el francés, es difícil de objetar.

Bibliografía fuente

HOBBES, Thomas: Leviatán o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil.
Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. 2007.

ROUSSEAU, Jean Jacques. El contrato social. Discurso sobre las ciencias y las artes. Discurso
sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Buenos Aires. Ed. Losada.
2003. Trad. L. Halperin Donghi

Bibliografía crítica

BOBBIO, Norberto: Hobbes y el pensamiento político moderno. Ed. Herder.

FOUCAULT, Michel: Hay que defender la sociedad. Curso del College de France. Madrid. Ed. Akal.
2003. Trad. H. Pons

PLATÓN: Parménides. Madrid: Gredos. 1988. Trad. Ma. Isabel Santa Cruz.
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Maximiliano Utrera

Excelente. ¿Será que los conceptos de contrato y soberanía pretenden dejar atrás la conflictividad del
régimen de vida al que se oponen? Algo así sugiere Foucault: sostener la reflexión sobre el poder en
términos de relaciones de fuerzas. La subjetividad política se vuelve más compleja. Ahora bien, a este
punto de vista aporta más el pensamiento de Rousseau que el de Hobbes, a pesar de que el primero
postule un origen menos belicoso. La virtud de tu texto es que se instala en las paradojas.

Calificación: 10

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