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Por otro lado, para las culturas no europeas, el término “filosofía” podría resultar
muy estrecho como para describir su sabiduría. Si bien esta madre nuestra no tuvo
un alfabeto consolidado a través de miles y miles de publicaciones, eso no quiere
decir que no haya sido sabia e inteligente.
La discusión carecería de importancia si no fuera porque la cultura occidental
domina el mundo, y la cultura americana indígena permanece cuestionada y
atacada.
Más allá de si debemos nombrar a ese pensamiento como “filosofía” o no, es
interesante ver: ¿cómo era la manera de pensar de los nahuas antiguos?
La felicidad de uno vs. la dignidad de todos
Aristóteles escribió que uno de los principales objetivos de la filosofía era saber vivir
bien. Según las fuentes antiguas que tenemos, los pensadores nahuas también se
obsesionaron con esa meta.
Nuestra cultura occidental, en boca de la antigua filosofía griega, nos sugiere que
una persona que sabe vivir, una persona virtuosa, elige el camino correcto porque
“conoce” lo que es bueno. Pero nuestra los antiguos nahuas no estarían de acuerdo.
Para ella, “el mundo es resbaloso” y nos hace caer aunque seamos sabios. Los
aztecas sabían que nadie es perfecto, todos siempre tenemos mucho que
aprender.
Gran parte de su pensamiento se expresa en los llamados huehuetlatolli, que son
una suerte de discursos para el buen comportamiento. Imagina las
recomendaciones que te han hecho tus padres y abuelos, pero cien veces más
elegantes y poéticas. Estos discursos solían enunciarse en momentos solemnes, y
frecuentemente estaban dirigidos a los hijos jóvenes. Sin embargo, los aztecas
consideraban que la sabiduría era un camino de toda la vida, y el “buen vivir” tenía
que ser recordado frecuentemente. No importaba la edad o el cargo. Por eso,
incluso, los sabios nahuas pronunciaban huehuetlatolli dirigidos al emperador
al momento de su ascensión al poder.
“Historia general de las cosas de Nueva España” de Fray Bernardino de Sahagún.
Esta es la portada del libro sexto que dice: “Libro sexto. De la Retórica y la filosofía
moral y teología de la gente mexicana donde hay cosas muy curiosas tocantes a los
primores de su lengua y cosas muy delicadas tocantes a las virtudes morales”
(Wikimedia Commons)
Este género de discursos moral contrasta con la cultura europea, donde la virtud
frecuentemente se considera como la capacidad individual de razonar. Una
persona virtuosa podrá usar su inteligencia para entender lo bueno y lo malo.Los
aztecas, por otro lado, creían que la ética siempre es una reflexión colectiva y
un constante recordatorio acerca del bien y del mal. Si el mundo es resbaloso,
nuestra comunidad nos sostendrá para no caer.
Otro ejemplo de las particularidades de ambas formas del “bien” está en el objetivo
que persigue. Para Occidente, el buen vivir suele conducirnos a la “felicidad”,
cualquier cosa que eso sea. Algunos filósofos de la moral, como David Hume (1711-
1776) o John Stuart Mill (1806-1873), consideraban que nuestra brújula del bien y
el mal tendría que hacerse esta pregunta: ¿mis acciones o mis reglas de
comportamiento aumentan o disminuyen la felicidad en el mundo? Claro que no sólo
consideran la felicidad de uno, sino la de todos. Por su parte, los pensadores
nahuas tenían una forma más oscura de ver la vida. Según ellos, la vida es
también dolor y sufrimiento, y esto no puede evitarse. La ética tiene que estar
más allá de eso, tiene que acostumbrarse también a la tristeza porque también
en el dolor podemos ser buenos o malos. Para nuestra esta cultura indígena, la
felicidad no puede ser el objeto de la ética, sino el mantenimiento de valores
como la justicia o la verdad para todos. La dignidad de la comunidad es
mucho más importante que la felicidad de uno.
Los incas y su filosofía moral
Hay un cierto parecido entre los incas y los aztecas, pues los incas, en una época
tardía, resumen una serie de civilizaciones previas, que se van a encontrar en la
denominada civilización incaica. La civilización incaica es la más nueva, la más
moderna de entre las civilizaciones de América del Sur, o sea, el área técnicamente
denominada tiahuanacota. Existen focos primordiales que van a hacer llegar a la
civilización inca no solamente sus cánones artísticos, sino también su credo
religioso, aunque los incas aportan algo nuevo: su sentido de la organización.
Otra vez volvemos a hacer el paralelo con los romanos. Los griegos son creativos,
pero los griegos tienen, por lo menos hasta Alejandro, el concepto de ciudad-
Estado. Los griegos, con Alejandro –que no se basa en modelos estrictamente
atenienses, sino más bien en modelos macedónicos y espartanos–, van a entender
un mundo mejor que la ciudad-Estado. Lo mismo pasa aquí, en América. Los incas
van a traer la gran novedad de que no van a ser un pequeño Estado, sino que van
a ser la relación entre varios Estados y que van a dar un trato común a pueblos que
incluso son étnicamente diferentes.
Existen focos muy antiguos en América del Sur, focos que incluso son y han sido
investigados y que, sin embargo, son poco conocidos. En el foco de Chavín (Chavín
de Huántar está en el Callejón de Huaylas entre la Cordillera Blanca y la Cordillera
Negra, a unos 400 kilómetros al norte de Lima) existen unas ruinas junto a un
pequeño riachuelo que va a alimentar al río Marañón; estas ruinas de forma
piramidal conforman el centro ceremonial de Chavín. Este centro es fundamental
para poder entender luego toda la cultura incaica. Está compuesto de varios
edificios, entre ellos, uno que es el central, donde están los laberintos subterráneos.
En uno de estos subterráneos está el famoso Cuchillón de Chavín. El Cuchillón de
Chavín es una pieza monolítica que tiene unos cuatro metros de alto
aproximadamente, y que representa a un hombre investido con ropa ceremonial
como si fuese un jaguar. En la parte superior tiene una oquedad para recoger «la
sangre de los sacrificios». Evidentemente, es la vieja alienación de pensar que los
pueblos antiguos fueron bárbaros, sangrientos, que hacían sacrificios humanos.
Bueno… hubo pueblos que hacían sacrificios humanos como hubo y hay campos
de concentración, pero no todo el mundo hacía sacrificios humanos, como no en
todas partes hay campos de concentración.
En Chavín, a través de algunas investigaciones del Dr. Lumbreras, se descubrió
un mapa de un templo redondo situado en este solar. Es un templo redondo rodeado
por figuras de jaguares. Debajo de las escalinatas, que son cuatro, se han
descubierto unos canales por donde pasaba el agua, y al pasar el agua retumbaba
sobre unos escalones huecos y también retumbaba sobre una especie de vástagos
de piedra que, al vibrar, teniendo el lado de adentro de la piedra libre del muro y
estando conectado con un sistema como de amplificador de piedra, producía una
resonancia especial en todo este templo. Se probó este canal, y cuando bajaba el
agua, el ruido era como el rugido del jaguar. Frente al llamado Castillo de
Chavín existe una piedra que es una mesa con siete socavones; en estos
socavones se descubrió que en determinado momento del año –exactamente en el
equinoccio de primavera–, se refleja la constelación de Orión. Y estos siete
socavones son una especie de síntesis de la figura del jaguar; en el socavón que
corresponde al ojo de la figura del jaguar, es donde se reflejaba la estrella Beta de
Orión, la única estrella que no tiene prácticamente movilidad. O sea, hay una
relación entre el ojo del jaguar inmóvil y la movilidad estelar.
De aquí va a salir una corriente teológica a través de los milenios (porque este es
aproximadamente del 2000 a.C.), corriente que va a enraizarse en el culto
de Viracocha, en el culto del pájaro, el culto del halcón emplumado. Al principio, iba
a ser un jaguar emplumado, un jaguar relacionado con los pájaros; luego, va a
convertirse en un halcón.
Otro de los focos de los que podemos hablar es Tiahuanaco, con su famosa Puerta
del Sol. Ahí también está Viracocha como un Dios solar, que está en la llamada
Puerta del Sol –que no sabemos si es una puerta–. También ahí existió un centro
fundamental, un centro religioso, un centro cultural que se va a abrir a través de una
serie de formas artísticas, no solamente el arte que llamamos el arte de Tiahuanaco
propiamente dicho, sino por el llamado arte Huari de la Costa.
Otros focos importantes que podemos mencionar como soportes o columnas que
van a sostener el edificio incaico son las culturas de Paracas, Chimú, Paramonga,
etc. Estos son nombres que nos suenan por sus conocidas cerámicas, pero cada
una de esas cerámicas tiene involucrado un contenido religioso y todo un contenido
cósmico.
Hay una Deidad que encontramos en Paracas; es el felino de Paracas, el famoso
gatito de Paracas, que tiene un sentido muy profundo. El felino siempre representa
lo luminoso, lo que puede ver en la noche, equivalente al Mau egipcio. El gato en
Egipto se llamaba Bastet, pero el emblema cósmico del gato era Mau, era en cierta
forma la Luna, porque puede brillar en medio de la noche. O sea, estos elementos
solares se van a conjugar para sostener un tipo de civilización cuyos orígenes son
oscuros.
Dicen las tradiciones que alrededor del siglo X, guiados por un personaje mítico que
luego se iba a asimilar a uno de los incas, a Manco Capac –un Manú, como un
Menes egipcio–, siendo de tez blanca, cabello claro y ojos claros, llegó para dominar
estos pueblos, les dio civilización, religión y organización. El sistema incaico pudo ir
agrupando una serie de pueblos, que no llegaron a ser lo que generalmente se dice
imperio, porque siempre se habla del Imperio Incaico, y muchos hablan del «Imperio
Socialista» de los incas. En verdad, de imperio no tenía nada, y de socialista, según
es el socialismo de hoy, tampoco. Pero son nombres simpáticos que se utilizan para
vender libros. No fue un sistema de imperio como lo podemos entender nosotros,
sino una confederación de pueblos asociados, nada más que tenían una serie de
creencias comunes, y una serie de relaciones, sobre todo en cuanto a
comunicaciones. Aparentemente, podríamos decir ahora que tenemos un Imperio
de América del Sur, porque tenemos comunicaciones que continúan y, sin embargo,
no, porque son países diferentes, aunque las carreteras vengan de Brasil y vayan
de aquí a Chile. Pues allí era algo parecido. Había carreteras que unían distintos
pueblos, pero esos pueblos incluso tenían idiomas diferentes, costumbres
diferentes y Deidades diferentes, si bien todas estaban unificadas a través de cierto
culto solar.
Podríamos sintetizar su teogonía en tres grandes Dioses, una tríada: el Dios Kon,
la Diosa Quilla y el Dios Viracocha, como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Kon era el
Dios de las Alturas, y todavía queda en los nombres de ciertas montañas:
Aconcagua, Aconquija. Era semejante al Kami en Japón, el Dios de la Luminosidad,
de la Frigidez, de la Altura, de la Soledad. Su compañera femenina, Quilla, era la
Luna, era el objeto curvo, era la nave que se transportaba a través del Cielo. Y como
resultante de estos dos está Viracocha, que viene desde el fondo del tiempo; es a
su vez, pájaro, hombre, Sol…, es el tercer aspecto de la tríada, es la Fuerza que
mueve las cosas en este mundo. Y estas tres Deidades –prácticamente ninguna
otra– son las que se adoraron dentro de todo lo que llamaríamos esta suerte de
Imperio Incaico.
Los incas habían logrado trazar carreteras muy importantes y tenían un concepto
del trabajo que vale la pena estudiar con detenimiento. Para los incas, el trabajo era
una forma pedagógica, para los incas el trabajo tenía valor en sí. El trabajo no era
tan solo útil para formar riquezas, sino que el trabajo tenía una función
humanizadora. Los incas concebían que el Hombre se humanizaba con el trabajo,
sobre todo cuando el trabajo tenía una aspiración de tipo colectivo. Esto, en el
producto general de los labrantines tenía tres aspectos: uno propio, para el que lo
estaba trabajando; otro aparte, era la llamada parte del Inca, que era para mantener
todo este sistema; y otro, era la parte del Sol, la parte del sacerdocio. Pero ¿no se
han dado cuenta de algo, y es que lo mismo pasaba en Egipto? Las civilizaciones
pasadas tenían un grave problema en algunos puntos técnicos, como nosotros
tenemos con algunos puntos espirituales y morales. No había frigoríficos, no había
transportes rápidos, entonces los alimentos perecían fácilmente. Cuando venía una
sequía o cualquier problema, no se podían tener los alimentos necesarios, venía el
hambre, pues no había posibilidad de poder conservar mucho tiempo los alimentos.
A medida que llegaba el alimento, se iba consumiendo. Entonces, en unos silos muy
especiales se guardaban los granos, en las grandes alturas de las montañas, donde
estos mejor se conservaban; ese era el tesoro para el Sol. Pero cuando había una
gran sequía, una gran necesidad, se les decía que el Sol les mandaba alimentos y,
entonces, empezaban a aparecer alimentos en el mercado. No se les decía que se
conservaban, sino que los mandaba el Sol. Quitaban el hambre y reafirmaban la fe.
Este sistema hacía que el trabajo para los incas no valiese solamente por lo que
producía, sino por el trabajo en sí.
Ellos creían que el trabajo en sí tenía un aspecto pedagógico. Cuando el hombre
trabaja, y trabaja por un ideal, con un convencimiento, se va purificando a medida
que trabaja. De ahí que el trabajo entre los incas –y esto llamó la atención a los
españoles cuando llegaron– estaba generalmente ritmado, se hacía siempre al
compás de música ritmada. Había una música rítmica determinada para cada uno
de los trabajos, un ceremonial para cada uno de ellos, es decir, que el inca trabajaba
y cantaba a la vez. Y ese trabajar y cantar a la vez producía un efecto psicológico,
según los incas, que les permitía educir su ser espiritual, una especie de Religión
del Trabajo.
La filosofía maya
Éste es un capítulo que trata del núcleo de una manera de vivir la vida. Se relaciona
con todo lo que fue –o ceemos que fue– un pueblo poderoso y antiguo. De eso
tratan las cosas: dar luz a la relación primera entre lo que se ve y lo que piensa. He
aquí arte, ciencia, edificio, fruta, intercambio. Y camino y memoria. He aquí una
cultura muerta. O que regresa húmeda de tiempo y de historia. Es la filosofía maya,
un modo diferente de pensar.
Bien lo hicieron adelantados, capitanes, curas, oidores y gobernadores –y todos los
demás–, no para ser juzgados por las muertes que dejaron a su paso –millones–
sino por el vacío que establecieron, hasta que: «…piedra sobre piedra / el hombre
dónde estuvo?».
Se lee en libros y revistas, peroran a veces en la TV que
«los mayas» dijeron que hacia 2012 se acaba el mundo.
Idiotez. Quienes fueron quizá los matemáticos más
sorprendentes de la humanidad vieron en el decurso del
Cosmos un patrón de curvas que ascienden,
descienden y ascienden conformando los periplos de las
civilizaciones entre sus orígenes y el cénit que anticipa nuevos ciclos.
La filosofía maya es la huella de una cosmogonía que no situó jamás al ser humano
en el centro –ni en la periferia– de las construcciones de
la naturaleza del Universo, pero lo consideró capaz de
descifrar esa arquitectura para acomodar su vida –su
cultura, su civilización– a los ritmos de la existencia.
Confundimos espiritualidad con religión, y religión con
guerra entre confesiones que enarbolan la apolillada
bandera de la razón concreta aplicada a lo inconcretable. Y
cuando nada explica, hablamos de esoterismo: que es
aquello aprendido para no hablarlo. Por eso a veces
decimos –orgullosos del positivismo agusanado y agónico–
que «el sentimiento espiritual y mística maya es el núcleo esotérico donde gravitan
todas las actividades de su cultura y civilización».
Nada más lejos de la verdad, aunque millares hoy
busquen en profecías y cuentos el consuelo ante la
destrucción de su propia ideología de dominación de la
naturaleza y congéneres. Esas ciudades vacías
hundidas en las selvas del Yucatán, sus monumentos,
templos, inscripciones y su misma soledad plantean no
el desafío de descifrar el pasado, sino la aventura de
asomarse al porvenir.
Tres veces– pensaban los mayas– fue ocupada la Tierra: la primera por seres
elementales, la segunda por un pueblo oscuro y extraño, la tercera por nosotros, los
humanos. Nunca dijeron que no habría una cuarta población; sostuvieron, al
contrario, que se trataba de interpretaciones para explicar flujos energéticos y
realidades matemáticas.
La filosofía maya no es un conjunto de apotegmas ni un
sistema de creencias: es el resultado de un cálculo matemático
–el más sofisticado– para situar al ser humano en un lugar del
Universo y conferirle un sentido solidario de responsabilidad
solidaria ante as fuerzas cósmicas que son realidad que lo
superan.
Este curso introductorio a la filosofía de los antiguos mayas es,
en realidad, un buen principio para pensar en lo que espera a
nuestra civilización. Los mayas buscaron explicrse, no la
destrucción del género humano, sino su exaltación, ya que el amor hacia uno de
nuestros semejantes, es el amor a uno mismo y por extensión, amor al Hunab K’u,
el Ser Absoluto.
En el acervo de Arcoiris TV por cortesía de Vive TV (www.vive.gob.ve).
Duración: 22,42 minutos.