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Sibilia- La intimidad como espectáculo

Analiza el auge de un nuevo modo de ser fruto de la combinación del individualismo moderno, el narcisismo y el papel de
las nuevas tecnologías que propician un sujeto más visible y epidérmico. Estas nuevas formas de subjetividad son signos
del individualismo, la atomización y el narcisismo contemporáneo. Las tecnologías producen un “yo” autonarrado que se
convierte a sí mismo en su propia marca construyendo una ficción fragmentaria, no lineal y espectacularizada de su vida
“real”. Estas maneras de visibilizar(se) se sitúan en un espacio híbrido más allá de las clásicas oposiciones entre vida y
obra, realidad y ficción o público y privado.
La intimidad como espectáculo parte de la hipótesis de que la forma en la que las identidades se construyen está modelada
por los contextos socioculturales así como también por las técnicas de cada época. Tras realizar una genealogía de las
formas de autonarración y su significado cultural en la modernidad, se emprende un análisis sociológico acerca del cambio
de paradigma de los modos de ser y de leer el yo que proponen las nuevas tecnologías: ha habido un desplazamiento de
la preponderancia del ser al tener (época burguesa) y del tener al parecer (época contemporánea). Ello conlleva una
revolución en los relatos autobiográficos como síntomas de la aparición de una nueva gestión del yo en sus coordenadas
espaciales y temporales.

En lo referente al espacio, se constata una ruptura de la interioridad moderna en aras de una tiranía de la visibilidad que
privilegia la “exhibición total” y relega la relevancia del contenido a un segundo plano. Si bien la autobiografía como género
confesional es una constante en la tradición, dicha escritura del yo moderna respondía a la construcción de una noción de
sujeto en su propia individualidad cuya ardua interioridad podía ser revelada con el tiempo necesario: El “homo
psicologicus” moderno buscaba en el acto introspectivo y solitario de la escritura un reencuentro y una comprensión de
sí mismo. La diferenciación entre el espacio público y el espacio privado, esto es, lo socialmente visible y lo invisible, deja
de tener sentido en los nuevos modos de sociabilización contemporáneos. Por tanto, estas nuevas prácticas culturales no
son una publicación a posteriori de una interioridad sino formas de “extimidad”, término formulado por Tisseron y que
hace alusión a la exhibición instantánea y constante de aquellos fragmentos íntimos de la vida, esto es, a la construcción
autoficcional en lenguaje audiovisual del “yo”.

Junto con este desplazamiento espacial, esta eyección del sujeto a su capa más epidérmica y visible, se transforma la
concepción temporal del yo: mientras que la escritura de sí moderna se apoya en una concepción lineal del tiempo y la
consecuente relevancia de la memoria, la falta de tiempo generalizada actual crea una “destemporalización” o
“presentificación” del presente, es decir, una ruptura con la linealidad del tiempo y su consiguiente “desmemoria”.

Pese a la problematización de la figura autorial realizada por autores como Roland Barthes o Michel Foucault, la
proliferación de ficciones autocentradas conlleva el auge de la mediatización del yo y pone en cuestión la noción de la
“muerte del autor”. Dicha construcción del yo está alterdirigida, es decir, diseñada siguiendo los moldes de personajes
mediáticos. Además, está totalmente supeditada a la reacción del otro, lo cual es síntoma de una soledad fruto de una
sociedad atomizada e individualista que anhela visibilidad como forma de contacto.

Capítulo1: el show del yo


En el 2006, la revista norteamericana Time premió como “Hombre del año” (segmento que suele hacen todos los años
con las personalidades que más afectaron a la sociedad) a las personas comunes por “transformar la era de la
información”. Estamos modificando las artes, la política y el comercio, e incluso la manera en que se percibe el mundo.
Nosotros y no ellos, los grandes medios masivos tradicionales. Los editores de la revista resaltaron el aumento inaudito
del contenido producido por los usuarios de Internet; habría llegado “la hora de los amateurs”.

Hoy la capacidad de creación se ve capturada sistemáticamente por los tentáculos del mercado, que no cesan de
transformarla en mercancía. Así, la creatividad se convirtió en el combustible del capitalismo contemporáneo. Para
Deleuze, está en mano de los jóvenes hacerle frente a estos mecanismos de poder a través de sus conocimientos de la
Web 2.0: crear interferencias e interrupciones, huecos de incomunicación, como una tentativa de abrir el campo de lo
posible desarrollando formas innovadoras de ser y estar en el mundo.
Aquellas maneras antiguas de comunicación fueron cambiadas por nuevas maneras más rápidas con las innovaciones que
trajo consigo Internet. La Web 2.0 “confía en los usuarios como co-desarrolladores”. Pero el cambio que más destaca Sibilia
es la nueva exposición de la vida privada: los blogs que resultan siendo los diarios íntimos que anteriormente se llevan en
secreto, los álbumes de retratos familiares por los fotologs, las webcams que filman el interior de la casa propia, o los portales
que permiten publicar videos caseros como Youtube, etc.

En ese movimiento se transforman también los tipos de cuerpos que se producen cotidianamente, así como las formas de
ser y estar en el mundo que resultan “compatibles” con cada uno de esos universos. Todas estas innovaciones y
transformación afectan de manera directa al ser, a su identidad y posición en el mundo. La subjetividad se ve influenciada
por la cultura y el contexto en la que está inmersa, creando en el presente experiencias subjetivas categorizadas en tres
grandes dimensiones:

 Nivel singular: enfoca la trayectoria de cada individuo como un sujeto único e irrepetible, este es visto y analizado desde
la psicología.
 Nivel universal: engloba todas las características comunes al género humano y su organización por medio del lenguaje,
este es analizado por la biología y la lingüística. Su estudio es tarea de la biología o la lingüística, entre otras disciplinas.
 Nivel particular o específico: elementos comunes a algunos sujetos pero no necesariamente inherentes al ser humano,
los elementos culturales son fruto de presiones políticas, económicas y sociales que impulsan al ser y al estar en el
mundo. Este tipo de análisis permite examinar los modos de ser que se desarrollan junto a las nuevas prácticas de
expresión y comunicación vía Internet.

Deleuze recurrió a la expresión “sociedades de control” para designar al “nuevo monstruo”, como describió al régimen
apoyado en las tecnologías electrónicas y digitales: una organización social basada en el capitalismo más desarrollado de
la actualidad, donde rigen la sobreproducción y el consumo exacerbado, el marketing y la publicidad, los servicios y los
flujos financieros globales. Y también la creatividad alegremente estimulada, “democratizada” y recompensada en
términos monetarios (tal como hace Youtube con sus usuarios más vistos). Los dispositivos de poder buscan capturar
cualquier vestigio de “creatividad exitosa” para transformarlo velozmente en mercancía.

Sin embargo, esa táctica suele ser solicitada por los mismos jóvenes que generan dichas creaciones, tal vez sin
comprender exactamente “para qué se los usa”. Los usuarios no son vistos solo como meros productores de contenido,
sino también se los utiliza para desarrollar campañas publicitarias individualizadas (a través de sus datos personales
como intereses y gustos) “Muchos jóvenes no parecen tener instintos de protección de la privacidad”, justificó un
especialista. En algunos casos, los mismos usuarios se convierten en protagonistas activos de las campañas publicitarias
(si un usuario compra un paquete turístico, por ejemplo, la agencia de viajes puede publicar una foto del turista como
parte de su “aviso social” con el fin de estimular a sus conocidos para que compren servicios similares).

La cultura actual se diferencia de la “sociedad disciplinaria” del siglo XIX y principios del XX, que cultivaba rígidas
separaciones entre el ámbito público y la esfera privada de la existencia, reverenciando tanto la lectura como la escritura
silenciosas y en soledad. En este siglo XXI, en cambio, se convoca a las personalidades para que se muestren. La
privatización de los espacios públicos es la otra cara de una creciente publicitación de lo privado.

Se percibe un desplazamiento de aquella subjetividad “interiorizada” hacia nuevas formas de autoconstrucción. En un


esfuerzo por comprender estos fenómenos, algunos ensayistas aluden a la sociabilidad líquida o a la cultura somática de
nuestro tiempo, donde aparece un tipo de yo más epidérmico y dúctil, que se exhibe en la superficie de la piel y de las
pantallas. Se habla también de personalidades alterdirigidas y no más introdirigidas, construcciones de sí orientadas hacia
la mirada ajena o exteriorizadas, no más introspectivas o intimistas.
Mientras tanto, sigue habiendo una gran brecha digital entre las regiones más ricas y más pobres del mundo que
desmienten la supuesta democratización de los medios. No todas las regiones tienen el mismo porcentaje de acceso a las
redes y conectividad, tanto de Internet como otros medios como teléfono fijo, televisión, radio, etc. Esas desigualdades
parecen aumentar junto con las fantásticas posibilidades inauguradas por las redes interactivas. En este sentido, queda
evidente que no toda la población es premiada como “personalidades del momento” ya que mucha “gente común” no
puede formar parte de esta producción de contenido digital por la cual las empresas nos reconocen. Y lo que quizás sea
más penoso en esta sociedad del espectáculo, en la que sólo es lo que se ve: en ese mismo gesto, también se los condena
a la invisibilidad total. Por este motivo, la autora considera que hay que desnaturalizar las nuevas prácticas
comunicativas.

Conclusión → sólo una porción de la clase media y alta de la población mundial marca el usted y el yo, y ejerce una
influencia vigorosa en la cultura global. Para eso, cuenta con el apoyo de los medios masivos (principalmente Internet),
así como del mercado que valoriza a sus integrantes –y solamente a ellos– al definirlos como consumidores. Así se ha
definido de lo que significa ser alguien en nuestra historia reciente. La red mundial de computadoras se ha convertido en
un gran laboratorio para experimentar y diseñar nuevas subjetividades y formas novedosas de ser y estar en el mundo, y
también se presenta como escenarios para montar un espectáculo: el show del yo.

Capítulo 8: Yo personaje y el pánico a la soledad


En Internet la principal obra es un personaje llamado “YO”.

Se re-crea la propia personalidad. Se calca de moldes mediáticos, se desea ser una celebridad. La herramienta de re-
creación de sí mismo, es la Auto-estilización. La personalidad en la red es algo para mostrar. Una subjetividad visible. Es
la Construcción subjetiva orientada hacia los demás, Y hacia sí mismo.

La Mutación que se da en las subjetividades modernas desplaza el eje que rodea lo que se ES. Carácter es diferente a
personalidad. La mutación dada entre el primero al segundo, es por el capitalismo contemporáneo. Un mercado de
personalidades, en donde el YO toma valor. Lo que se ES debe verse y cada uno es lo que muestra. Una categoría
hegemónica.

Lugares donde confesamos nuestras personalidades, y es que necesitamos la aprobación del otro, como autores de
nuestra propia personalidad, Un YO Autor estilizado como personaje. Nuestras Relaciones sociales con las personas son
mediadas por las imágenes, nuestras o de ellas. En el marco de lo visible les otorgamos realidad a las imágenes,
Confirmamos la subjetividad del autor, frente al “espejo” del otro, Frente a la mirada del otro. Necesitamos
reconocimiento como acarreadores de una singular personalidad, En donde lo que importa es lo que se ES y no lo que se
hace.

Y es que Mostrarse es un trabajo silencioso y solitario, ¿porque al contarlo lo hacemos bello y extraordinario? Requerimos
de una visión totalizadora para encontrar un sentido en la vida. Actualmente parece que sólo existimos en una pantalla.
“lo real es más real, si aparece en pantalla.” Ya no es necesario ser extraordinario, ni narrarlo bien. La cámara da duración
a lo real. Pasa a ser importante la conquista en la visibilidad. “Los famosos son ovacionados por ser comunes.” Y ser común
es ser reconocido por la personalidad singular que se construyo para ser reconocido.

Ahora nos caracterizamos por la ficción creada desde la intimidad y la exhibimos. Una exposición de la vida privada. Las
herramientas para exhibir la vida priva esta en constante oferta, desde los reality show de la televisión hasta la páginas
de Internet, creadas en la llamada cultura del entretenimiento, en otras palabras miento-entretuve, esto empezó en el
cine, brindando los medios para apoderarse de las apariencias proyectadas, elaboramos un imagen de si mismos para
obtener efectos que se realizaron en las películas.
Ejercen un presión en nuestras subjetividades, para que en nuestros cuerpos actuemos de una forma determinada,
crearon asi la sociedad el espectáculo, nos satisfacemos de la exhibición de nuestro ser, creyéndonos singulares en una
sociedad homogénea. Esta necesidad es contrapuesta a la alienación técnica de la ciudad industrial, donde la diversidad
estaba mal vista, empezamos a disfrutar de un YO publico y un YO privado, cosa que envidiamos de las celebridades de el
cine, la televisión y hasta de los que consideramos populares en nuestro entorno. Construimos de nuestra personalidad,
un personaje que debemos mostrar, que sea real, un Yo real. Convertimos hasta nuestras humillaciones en mercancías
propias, nuestras experiencias están en oferta, para ser reconocidas como propias, que crean en nuestros productos.

El montaje del show del yo, un sueño que se cumple a través de todas las escenas de nuestra vida, permitiendo escoger
entre todas ellas la que se desean mostrar, exhibiendo personalidades que podemos cambiar, a la apariencia que
deseamos en momentos específicos de nuestra vida. Nos ajustamos a los moldes hegemónicos que nos imponen en los
medios masivos de comunicación. El YO es un objeto de diseño, de autocreación, la personalidad pasa a ser una marca, la
obligación de ser diferente, dando origen al Show del YO.

“La mayor existencia de recursos de espectacularización se genera desorientando los controles de lo íntimo y mayor
descrédito a la acción política.”

“La noción de intimidad deja de ser terreno del secreto y el pudor y pasa a ser el escenario para el show de la personalidad.
De esta manera, se da forma al fetichismo de la personalidad (Marx).”

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