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FACULTAD DE FILOSOFÍA
ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
Presentado a: RAFAEL TORRADO
Presentado por: ANDRES DÍAZ, CÉSAR HIGUERA, DANNY
CARVAJAL, ROOSBEL OROZCO
Tema: NUESTRA DEFINICIÓN DEL HOMBRE
Fecha: Noviembre 2 de 2010
UN SER DE RELACIONES
¿Qué es el hombre? Antes de dar cualquier consideración sobre la manera como el hombre
está en el mundo, partimos de la necesaria pregunta por lo que es, a sabiendas de que “el ser
humano es el único ser que se pregunta por el ser”. Es decir, el hombre es la única creatura
que se pregunta por su existencia, y al preguntarse por su existencia tiene que remitirse
necesariamente a las relaciones que mantiene con los demás y con lo que lo rodea, pues el
hombre es un ser social y de suyo se hace a sí mismo fundamentalmente a base de relaciones.
Partimos entonces de que el ser humano es un ser en el mundo y que se va realizando en el.
Así las cosas, desde una perspectiva más particular, trataremos de mostrar algunos de los
aspectos importantes en cuanto a las relaciones del hombre: respecto del lenguaje; del trabajo;
de su interacción otros, y su tendencia a explorar su dimensión trascendente.
EL HOMBRE Y EL LENGUAJE
Hemos considerado indispensable mencionar la relación del hombre con el lenguaje, pues nos
hemos percatado de la importancia de esta relación en todos los aspectos de su vida. En
efecto, a partir del lenguaje el hombre tiene la capacidad de satisfacer una de las necesidades
más grandes que le son propias al ser humano: la relación con otros y la comunicación.
Como ya hemos dicho el hombre es el único ser que se pregunta por el ser, al realizar esta
pregunta nos encontramos que una buena forma de responderla es interrogándonos sobre la
necesidad que tiene el hombre de comunicarse con los seres que lo rodean. El hombre es un
ser que necesita expresarse de una u otra manera, por tanto, ha creado una serie de formas y
maneras para satisfacer esta necesidad de comunicación. Tales maneras de comunicación son:
la escritura, la expresión corporal, el habla, etc.
Al pensarse el hombre como ser humano cae en la cuenta de que por medio de su relación con
el lenguaje es capaz de entablar lazos más estrechos con la naturaleza y los hombres, y que
para ello el poder comunicase de alguna manera es sumamente importante. A partir de la
comunicación y del lenguaje el hombre es capaz de relacionarse con su realidad más cercana,
siendo así el hombre un ser que es capaz de interpretar su realidad, a partir de esta relación.
Al ser el hombre un ser que se va formando, es, por tanto, un ser que necesita necesariamente
de relaciones con lo que lo rodea, pero a su vez es un ser de cultura y de tradición, pues a
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partir de su historia se va configurando como ser humano. En las relaciones que el hombre
tiene con el lenguaje se van formando cualidades de recepción de conocimientos, que se van
configurando a partir de sus formas de expresión, en donde el lenguaje le permitirá conocer y
dar a conocer su cultura y su historia.
A partir de lo anterior, no podemos pasar por alto que el hombre es el único ser que habla y
además de ello es capaz de escucharse, por tal razón los sentidos juegan un papel
extremadamente importante, pues son ellos los que llevan al hombre a realizarse como ser
humano; son los sentidos la forma de percibir la realidad, además son los que conducen al
hombre a conocer y aventurarse por las aventuras del aprendizaje de su vida.
En este orden de ideas, el hombre es un ser que necesita de las relaciones del lenguaje y el
conocimiento, pues son el medio por el cual el hombre se va haciendo hombre, y por lo cual,
este medio lo lleva a expresarse con base en partir su cultura y su historia, dando
interpretaciones de la realidad en la que se encuentra, expresándolas de una u otra manera.
El hombre es un ser trabajador. Por una parte, nos encontramos que más allá de ser la
actividad mediante la cual el hombre se procura lo básico para subsistir, el trabajo es
“autoexpresión del hombre, de sus facultades físicas y mentales individuales”. De hecho,
mediante este proceso de actividad genuina, el hombre se desarrolla, se realiza, y así se vuelve
él mismo; de modo que el trabajo no es sólo un medio para lograr un fin (el producto), sino un
fin en sí, en palabras de Eric Fromm, es “la expresión más significativa de la energía
humana”.
Ciertamente, también las relaciones del hombre están sustentadas por su actividad, pero ésta,
a su vez, determina su vida social, política y espiritual. Ahora bien, mediante el trabajo el
hombre también modifica su entorno, lo cual hace que esta relación trascienda y logre
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permear todas sus relaciones. Se trata entonces de la relación del hombre con su actividad
vital. En este sentido, no distingue a la actividad de sí mismo. El trabajo es su actividad
primordial. Pero el hombre hace de su actividad vital un objeto de su voluntad y de su
conciencia. Justamente en esto el hombre es diferente de los demás animales. En efecto, su
actividad es una actividad libre.
El trabajo tiene un papel protagónico en la vida de las sociedades, pero de manera especial en
la sociedad capitalista. A lo largo de la historia, el hombre ha sido "cazador, pescador, pastor
o crítico, y no tiene más remedio que seguirlo siendo, si no quiere verse privado de los medios
de vida” (Marx) Pero si el trabajo es expresión de la individualidad del hombre, no puede ser
éste una misma actividad durante toda su vida. La realización del hombre como individuo
implica un desarrollo de todas sus facultades y competencias, para lo cual es necesario que
haya variedad de ocupaciones.
Sin embargo, en la relación del hombre con su actividad productiva vemos que el hombre se
hace extraño de sí mismo, no sólo del producto de su trabajo, sino de su fuerza vital, su
energía espiritual. El trabajo enajenado invierte la relación de éste con aquel, en tanto que el
hombre como ser con conciencia de sí hace de su actividad vital, de su ser, sólo un medio para
su existencia. Esto es lo que Marx trata como la “enajenación” del hombre y de su trabajo.
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trabajo sino trabajo para otro, la actividad del trabajador no es su propia actividad espontánea.
Es la actividad de otro y una pérdida de su propia espontaneidad. Entonces el hombre sólo es
libre en lo que toca a sus funciones naturales (animales), es decir, comer, beber, procrear, y
acaso en su vivienda y el vestido.
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problemas para que su vida sea vivida, pero cuando encuentra la armonía de su vida, éste
puede vivirla por sí mismo, hacerse dueño de sí mismo.
La dimensión social del hombre la podemos ver desde la historia primitiva de nuestra especie,
como cuando éste cazaba, pues lo hacía de forma grupal y para su grupo de referencia.
Igualmente también de su necesidad de individualidad la podemos ver que los griegos pasaron
del mito al logos, esto implica el mismo hecho de pensar sobre sí mismos y su propio ser. Con
ejemplos como estos, podemos recrear o transcurrir toda la historia humana y ver que el
hombre en sí es un hombre de individualidad pero con un tinte totalmente social.
Teniendo en cuenta que “sin cooperación, sin amor, no es posible vivir, como mucho sólo
existir”, el hombre en sus necesidades de progresar y evolucionar, comparte o integra un
sentimiento durante toda su vida: el amor. Este sentimiento lo mueve a unirse con el mundo
sin perder su integridad social ni individual. Aunque se trata de un sentimiento de mutua
participación, no impide la actividad de los procesos internos.
En las relaciones de solidaridad con los demás está presente el amor, tanto en las relaciones
filiales, como en las sociales. Al amar, el hombre sigue siendo un ser independiente. El amor
es “la relación activa y creadora del hombre con su prójimo, con la naturaleza o consigo
mismo”. El amor no es un sentimiento excluyente, es decir, cuando el hombre ama realmente
a una persona “ama a toda la humanidad y a sí mismo”. Además, es evidente la necesidad que
tiene el hombre de estar en relación con otros cuando carece de la misma en orden a su
realización personal.
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En este mismo recorrido de la necesidades humanas encontramos en la identidad, la necesidad
que tiene todo hombre de crear su propia identidad con el fin de hacerse y formarse un
concepto de sí mismo de su propio yo en una sociedad. Es esta necesidad cuando ya está
satisfecha logra que el hombre se pueda diferenciar de un conjunto de personas e integrarse
después con ellas en su individualidad. Es en la identidad que se puede lograr alcanzar el
suficiente conocimiento de sí mismo que permite tener conciencia de independencia
individual, pero para poder conseguir este logro debemos saber establecer correctamente la
relación con la sociedad, y su vinculación con el "clan" o grupo social.
Como es sabido, desde los primeros intentos de expresión del hombre hay innumerables
huellas del gran deseo de ponerse en aquellas marcas, pigmentos, figuras enigmáticas. A
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manera de ejemplo de lo anterior, si consideramos las figuras rupestres de Altamira, podemos
valorar imágenes de animales, de labores humanas, de manos humanas, esto como muestra de
la búsqueda de registro de la historia y con ello, de lo que estos primeros seres percibían el
mundo. Por otro lado, la evidencia de enigmáticas arquitecturas, nos dan pista de ese sentido
de trascendencia que ha llevado a numerosas culturas, en distintos lugares del mundo, a
construir edificaciones monumentales que confirmen aquello que se convierte en el motor de
la cultura: el sentido de lo trascendente.
Ahora bien, términos bíblicos tales como ‘resurrección’, ‘casa de mi Padre en el cielo’, ‘el
gran banquete’, ‘prepararé un lugar para ustedes’, ‘volveré a ustedes’, son evidencias de la
promesa de un una cierta trascendencia de la vida humana. Estos ideales se ven condicionados
por una estilo de ‘ser’ en la vida terrenal que define el modo de ‘vida’ del ‘más allá’. Con la
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gran expansión del cristianismo por gran parte del mundo, se pueden evidenciar dinámicas
complejas que permean otro planos de la existencia.
También podemos evidenciar que el sentido de lo trascendente en cualquiera de sus formas, es
tan decisivo que trastoca otras manifestaciones vitales tales como la política, la economía, el
pensamiento en general, el arte, entre otras muchas. Cuando lo trascendente en el hombre se
convierte en “fundamentalismo”, se convierte en una gran fuerza que puede llegar incluso a
suprimir, de cualquier modo, aquello que se muestra como antípoda.
Como comprobamos al ver los medios de comunicación, los fundamentalismos, en este nivel,
han causado diversos actos de barbarie, es decir, de total desacuerdo y posterior aniquilación
de lo que no se identifica con una u otra visión parcializada de lo trascendente. A manera de
ejemplo y en la misma línea del cristianismo en una de sus etapas, las Cruzadas fueron una
forma no solo de hacer extensa la religión sino que además se trató de un acto en donde lo
político se convertía en lo justificado por la fe.
CONCLUSIÓN
Con todo lo anterior, podemos decir que el ser humano es aquel ser capaz de pensarse a si
mismo y en conjunto, como un ser con posibilidades de una vida que traspase el plano de lo
terreno y finito en esta realidad. Esto lo ha hecho a lo largo de toda su historia y, quizá, lo siga
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haciendo, con el fin de prolongar su existencia. Si existe o no dicha prolongación de la
existencia es salgo que hasta el momento sólo se mueve en el plano de lo especulativo y lo
que se cree (fe). Por otro lado, algunos opinan que los animales poseen, de cierta manera, este
sentido de trascendencia. Si esto es posible o no, sigue siendo en nuestros tiempos, motivo de
discusión de varias disciplinas que tratan de defender su posición.
Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre mejor quizá que ninguna otra
generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que
ha inventado las cámaras de gas, pero así mismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme,
musitando una oración
A.M.D.G.
BIBLIOGRAFÍA
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MUÑOZ, D. Biblia de Jerusalén. Ediciones Desclée de Brower. Bilbao España, 1998. Evangelio
según San Juan Cap. XIV.
Sitio Web: http://www.wikilearning.com/monografia/el_hombre_un_animal_racional/2623-2
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