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SACRAMENTOS

OBJETIVO:

Enamorar profundamente a los participantes de los sacramentos, dándoles una conciencia


clara de que es casi imposible perseverar en la gracia de Dios, o sea libre de pecados graves
sin la ayuda poderosísima de los sacramentos.

INSTRUCCIONES:

 Esta charla por ser muy teórica se le debe poner mucho entusiasmo, carisma.
 Debemos hacer énfasis muy especial en esta charla de sacramento, porque es la más
importante del retiro, si logramos enamorar profundamente a los participantes de los
sacramentos, podrán adquirir la gracia santificante y así el Señor a través de los sacramentos
hará su obra.
 Hacer énfasis en enseñar ¿que son los sacramentos?
 Enriquecerla con buenos textos bíblicos.
 Hacer una especie de apologética con los sacramentos.

INTRODUCCIÓN: Jesucristo, en su amor infinito a los hombres, instituyó los siete


sacramentos, por medio de los cuales llegan hasta nosotros los bienes de la redención.

Los Sacramentos son eficaces en sí mismos, porque en ellos actúa directamente


Cristo. En cuanto signos externos también tiene una finalidad pedagógica: alimenta,
fortalecen y expresan la fe.

Cuanto mejor es la disposición de la persona que recibe los sacramentos, más


abundantes son los frutos de la gracia.

¿QUÉ SON LOS SACRAMENTOS?

Son signos eficaces de la gracia, instituidos por Jesucristo y confiados a la Iglesia, por
los cuales no es dispensada la vida divina.

Los sacramentos son ritos, ceremonias sagradas (que incluyen palabra y acción),
instituidos por Jesucristo, que, si se reciben con buenas disposiciones, dan vida
sobrenatural al alma, es decir, nos dan la gracia santificante, o nos la aumentan cuando
ya estamos en gracia. Son siete: bautismo, confirmación, penitencia (confesión),
eucaristía, unción de los enfermos, orden sacerdotal y matrimonio. El Concilio de
Trento definió que los siete sacramentos fueron instituidos por Jesucristo (931).

Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Jesucristo
para santificar nuestras almas, y confiados a la Iglesia para su administración.
Los sacramentos son los canales a través de los cuales Dios nos ofrece la salvación de
su Hijo Jesucristo, a través de la Iglesia. Es más, el principal sacramento de Dios es
Jesús. Decimos esto porque en Jesús, Dios se manifestó plenamente, tal como Él es.
Conociendo a Jesús, conocemos a Dios mismo. Jesús es signo de Dios.

Después de la resurrección de Jesús y su ascensión a los cielos, Él desaparece de


manera física entre los hombres. Sin embargo, quiso prolongarse y vivir en una
pequeña comunidad de creyentes, que lo reconocen como el único Señor y se reúnen
en su Nombre para glorificar a Dios. Esa comunidad se consolida el día de
Pentecostés. Esta comunidad es la que hoy llamamos Iglesia, palabra que significa
asamblea.

La Iglesia llega a ser también signo, sacramento de la presencia de Jesús en el mundo


de hoy, como Salvador de los hombres. Es decir, la Iglesia es el signo visible e histórico
a través del cual Jesús sigue ofreciendo y obrando con su presencia gloriosa la
salvación de los hombres. Todo lo que hace y dice la Iglesia no tiene otro fin que el de
significar y realizar, directa o indirectamente, la salvación de Cristo.

Pero, ¿cómo lleva a cabo la Iglesia esta maravillosa obra de salvación?


La Iglesia echa mano de ciertas acciones, signos, a través de los cuales Jesús sigue
haciéndose presente en medio de nosotros. Se les ha llamado sacramentos. Son
signos y gestos que dan al hombre la oportunidad de encontrarse con Jesucristo,
desde el nacimiento hasta su muerte.

Los siete sacramentos aparecen en siete momentos que representan la totalidad de la


vida humana; y en esos momentos es cuando Jesús quiere entrar en el hombre a
través de los siete sacramentos.

Cada uno de estos momentos en los cuales Jesús se hace presente, son vividos por
nosotros como una verdadera fiesta; siendo los momentos cruciales de nuestra vida, Él
se hace presente. Pero no hay fiesta, cuando uno está solo. En una fiesta no hay lugar
para “el cada uno para sí”. Tampoco en los sacramentos. Éstos son signos de vida, de
amor, de unidad.

Son signos comunitarios; en ellos se expresa toda la comunidad de creyentes como en


una realidad: un pueblo salvado que se une con alegría a su Señor en la fe, la
esperanza y el amor.

Así definiríamos los sacramentos: son signos sensibles y eficaces de la gracia,


instituidos por Nuestro Señor Jesucristo para santificar nuestras almas, y confiados a la
Iglesia para su administración.
¿POR QUÉ 7 SACRAMENTOS?

Porque 7 son las etapas de la vida. Hay una gran semejanza entre las etapas de la vida
natural y las etapas de la vida sobrenatural" Lee: Catecismo de la Iglesia Católica (CIC
n. 1210).

1. En la vida natural hay que nacer. En la vida sobrenatural hay que nacer del agua y
del espíritu. Lee: Juan 3,5. Nuestra madre la Iglesia nos engendra por el Bautismo.

2. En la vida natural hay que crecer y dar fruto. En la vida sobrenatural la


Confirmación lleva a su desarrollo y hace fructificar esa vida recibida en el Bautismo.
Lee: Juan 15,16.

3. Para vivir es necesario alimentarnos. En la Eucaristía Cristo, el Pan de Vida, nos


nutre con su cuerpo y su sangre. Lee: Lucas 22, 19.

4. En la vida natural enfermamos y necesitamos medicina para recuperar la salud.


En la vida sobrenatural Jesucristo, médico de las almas (Lee: Mateo 9,12), nos ofrece
el sacramento de la Reconciliación para sanar las heridas del pecado: Lee: CIC n.1421.

5. En la vida natural buscamos formar un hogar. En la vida sobrenatural Cristo


quiere que los esposos se amen como El ama a su Iglesia (Lee: Efesios 5,25): para eso
instituyó el Matrimonio.

6. En la vida natural necesitamos de una autoridad que ordene la vida social. En


la vida sobrenatural el Reino de Cristo en este mundo exige una autoridad, unos
pastores que apacienten las ovejas de Cristo, para ello Cristo instituyó el Sacerdocio.

7. La vida natural llega a su ocaso y morimos. La Unción de los Enfermos nos


conforma con la muerte y resurrección de Cristo: Lee: CIC n. 1523.

¿BASTA SÓLO EL BAUTISMO?

¿QUIÉN INVENTÓ EL ARCO IRIS?

En efecto, Cristo dijo: "Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el
Reino de Dios". Juan 3,5. Pero Jesucristo nunca dijo: "Basta tan sólo nacer del agua y
del Espíritu para entrar en el Reino de Dios". Y ¡claro! ¿cómo iba a bastar? Aquél que
es la Vida verdadera ¿cómo nos iba a dar la vida a medias? Si la vida natural tiene
siete etapas ¿por qué Cristo iba a hacer la vida sobrenatural menos perfecta? Algunos
cristianos objetan: "Yo no veo los siete sacramentos en la Biblia, para mí son un
invento de la Iglesia Católica". ¡Claro que no los ves! De la misma manera que tú no
ves los siete colores del arco iris si no tienes un prisma. Nosotros sí los vemos porque
tenemos un prisma que es la Iglesia.
El prisma no inventa los colores de la luz, simplemente los separa y distingue para que
tu ojo los pueda percibir con claridad y nitidez. Lo mismo la Iglesia, ella no inventa los
sacramentos, simplemente nos ayuda a distinguir con claridad lo que la Biblia enseña.
Sin el prisma yo no podría distinguir los siete colores en un rayo de luz. Sin la Iglesia yo
no puedo percibir los siete sacramentos contenidos en la luz de la Palabra Divina.

HAY TRES SACRAMENTOS QUE IMPRIMEN CARÁCTER

Carácter significa en griego sello imborrable. Estos sacramentos imprimen un sello


indeleble. Es decir, ponen un sello espiritual en el alma que no se borra jamás. Por eso
sólo se pueden recibir una vez. No se pueden repetir. Son: bautismo, confirmación y
orden sacerdotal. Es de fe que el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal
imprimen carácter.

Los sacramentos son fundamentalmente acciones de Cristo: Cuando Pedro bautiza es


Cristo quien bautiza. La gracia sacramental no depende de la santidad del ministro,
sino de Cristo que actúa por medio de él.

Al celebrar un sacramento, el ministro ha de tener la intención de realizar la acción


sacramental que Cristo confió a su Iglesia. Sin embargo, el poder santificador de los
sacramentos no depende ni de la fe, ni de la santidad de los ministros, porque cuando
alguien bautiza o perdona, es el mismo Cristo quien bautiza o perdona.

Las condiciones de validez y licitud de cada sacramento competen a la Iglesia


determinarlo, pues a ella confió Cristo esta misión. Cada sacramento añade una gracia
específica a la gracia ordinaria. No es una diferencia entitativa, sino moral: según los
fines de cada sacramento.

El matrimonio y el orden sacerdotal son sacramentos de estado. Lo cual significa que


ambos sacramentos no se reciben tanto con vistas a la salvación individual, como para
ocupar un determinado estado dentro de la Iglesia, para, dentro de él, servir a la
comunidad.

De modo que estos sacramentos los recibe el individuo menos para sí mismo que para
los demás: los esposos deberían partir siempre del supuesto de que cada uno consigue
las gracias necesarias más bien para el otro cónyuge que para sí mismo.

¿CUÁLES SON LOS SACRAMENTOS? Son siete:

1) Bautismo: Dios nos da su vida divina, la entrada a la Iglesia católica y nos hace
partícipes de Cristo Profeta, Rey y Sacerdote, y herederos del cielo.

2) Confirmación: Dios nos confiere la madurez espiritual para la lucha y nos capacita
para ser apóstoles de Cristo y testigos de su palabra.
3) Comunión: Dios nos alimenta con el Cuerpo y la Sangre de su Hijo Jesucristo y nos
hace crecer en la caridad.

4) Penitencia: Dios nos perdona, por intermedio del sacerdote, nuestros pecados y nos
ayuda a vencer las tentaciones.

5) Unción de enfermos: Dios nos ofrece este sacramento para prepararnos a afrontar
con confianza el momento de la enfermedad y de la muerte, confortándonos en el
sufrimiento y sosteniéndonos en las tentaciones finales, y así prepararnos para mirar
con gozo la eternidad.

6) Orden Sacerdotal: Dios ofrece este sacramento a hombres varones a quienes Él ha


elegido para servir a la comunidad creyente, como ministros sagrados y
administradores de sus misterios.

7) Matrimonio: Dios regala este sacramento a hombres y mujeres que sienten la


llamada a formar una familia y así perpetuar la especie humana. El sacramento del
matrimonio es signo eficaz del amor esponsal que Cristo tiene hacia su Iglesia.

Santo Tomás de Aquino resume así la necesidad de que sean siete los
sacramentos por analogía de la vida sobrenatural del alma con la vida natural del
cuerpo: por el bautismo se nace a la vida espiritual; por la confirmación crece y
se fortifica esa vida; por la eucaristía se alimenta; por la penitencia se curan sus
enfermedades; la unción de los enfermos prepara a la muerte, y por medio de los
dos sacramentos sociales –orden sagrado y santo matrimonio- es regida la
sociedad eclesiástica y se conserva y acrecienta tanto en su cuerpo como en su
espíritu.
LOS SIETE SACRAMENTOS EN LA BIBLIA

BAUTISMO

Mt. 28, 19 “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,”

Mc. 16, 16 “El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.”

Jn. 3, 5 “Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y
de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.»”

Hch. 2, 38 “Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga
bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el
don del Espíritu Santo;»”

Hch. 16, 15 “Cuando ella y los de su casa recibieron el bautismo, suplicó: «Si juzgáis
que soy fiel al Señor, venid y quedaos en mi casa.» Y nos obligó a ir.”

Hch. 16, 33 “En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó consigo y les
lavó las heridas; inmediatamente recibió el bautismo él y todos los suyos.”

Hch. 22, 16 “Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados
invocando su nombre.”

Rom. 5, 3-4 “¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús,
fuimos bautizados en su muerte?”

1 Cor. 1, 13-16 “¿Esta dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O
habéis sido bautizados en el nombre de Pablo? ¡Doy gracias a Dios por no haber
bautizado a ninguno de vosotros fuera de Crispo y Gayo! Así, nadie puede decir que
habéis sido bautizados en mi nombre. ¡Ah, sí!, también bauticé a la familia de
Estéfanas. Por lo demás, no creo haber bautizado a ningún otro.”

1 Cor. 6, 11 “Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido
santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu
de nuestro Dios.”

Col. 2, 12 “Sepultados con Él en el bautismo, con Él también habéis resucitado por la


fe en la acción de Dios, que resucitó de entre los muertos.”

Tit. 3, 5 “Él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino
según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu
Santo,”
1 Pe 3, 21 “a ésta corresponde ahora el bautismo que os salva y que no consiste en
quitar la suciedad del cuerpo, sino en pedir a Dios una buena conciencia por medio de
la Resurrección de Jesucristo,”

CONFIRMACIÓN

Sab. 9, 17 “Y ¿quién habría conocido tu voluntad, si tú no le hubieses dado la


Sabiduría y no le hubieses enviado de lo alto tu espíritu santo?”

Hch. 8, 14-17 “Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria
había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y
oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había
descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre
del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.”

Hch. 13, 2-3 “Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el
Espíritu Santo: «Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he
llamado.» Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y
les enviaron.”

Hch. 19, 1-6 “Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones altas y
llegó a Éfeso donde encontró algunos discípulos; les preguntó: «¿Recibisteis el Espíritu
Santo cuando abrazasteis la fe?» Ellos contestaron: «Pero si nosotros no hemos oído
decir siquiera que exista el Espíritu Santo.» Él replicó: «¿Pues qué bautismo habéis
recibido?». «El bautismo de Juan», respondieron. Pablo añadió: «Juan bautizó con un
bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir
después de él, o sea en Jesús.» Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre
del Señor Jesús. Y, habiéndoles Pablo impuesto las manos, vino sobre ellos el Espíritu
Santo y se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar.”

2 Cor. 1, 21-22 “Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el
que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en
nuestros corazones.”

Ef. 1, 13 “En Él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio
de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de
la Promesa,”

Heb. 6, 1-2 “Por eso, dejando aparte la enseñanza elemental acerca de Cristo,
elevémosnos a lo perfecto, sin reiterar los temas fundamentales del arrepentimiento de
las obras muertas y de la fe en Dios; de la instrucción sobre los bautismos y de la
imposición de las manos; de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.”
EUCARISTÍA

Mt. 26, 26-28 “Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y,
dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.» Tomó luego una
copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos, porque ésta es mi
sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados.»”

Mc. 14, 22-24 “Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio,
y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo.» Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la
dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es
derramada por muchos.»”

Lc. 22, 19-20 “Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
«Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» De
igual modo, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza
en mi sangre, que es derramada por vosotros.»”

Jn. 6, 30-35 “Ellos entonces le dijeron: «¿Qué señal haces para que viéndola creamos
en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según
está escrito: «Pan del cielo les dio a comer.» Jesús les respondió: «En verdad, en
verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el
verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al
mundo.» Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.» Les dijo Jesús: «Yo
soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no
tendrá nunca sed.»”

Jn. 6, 48-58 “«Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el
desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no
muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para
siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.» Discutían
entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Jesús les
dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no
bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre,
tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida
y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en
mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre,
también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que
comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.»”

1 Cor. 10, 16 “La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la
sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?
Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos
participamos de un solo pan.”

1 Cor. 11, 23-29 “Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor
Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y
dijo: «Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío.»
Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza
en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío.» Pues cada vez
que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que
venga. Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo
del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y
beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su
propio castigo.”

RECONCILIACIÓN

Mt. 16, 19“A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la Tierra
quedará atado en los Cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los
Cielos.”

Mt. 18, 18 “Yo os aseguro: todo lo que atéis en la Tierra quedará atado en el Cielo, y
todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el Cielo.”

Lc. 15, 18-19 “Me levantaré, iré a mi padre y le diré: «Padre, pequé contra el Cielo y
ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.»”

Jn. 20, 21-23 “Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió,
también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu
Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.»”

Hch. 19, 18 “Muchos de los que habían creído venían a confesar y declarar sus
prácticas.”

1 Cor. 5, 3-5 “Pues bien, yo por mi parte corporalmente ausente, pero presente en
espíritu, he juzgado ya, como si me hallara presente, al que así obró: que en nombre
del Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de Jesús Señor nuestro,
sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el
espíritu se salve en el Día del Señor.”

2 Cor. 2, 6-11 “Bastante es para ese tal el castigo infligido por la comunidad, por lo que
es mejor, por el contrario, que le perdonéis y le animéis no sea que se vea ése hundido
en una excesiva tristeza. Os suplico, pues, que reavivéis la caridad para con él. Pues
también os escribí con la intención de probaros y ver si vuestra obediencia era perfecta.
Y a quien vosotros perdonéis, también yo le perdono. Pues lo que yo perdoné -si algo
he perdonado- fue por vosotros en presencia de Cristo, para que no seamos
engañados por Satanás, pues no ignoramos sus propósitos.”

2 Cor. 5, 18-20 “Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos
confió el ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al
mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino
poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de
Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os
suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!”

Sgo. 5, 16 “Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los
otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder.”

1 Jn. 1, 8-9 “Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está
en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonarnos los
pecados y purificarnos de toda injusticia.”

UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

Mc. 6, 5 “Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a
quienes curó imponiéndoles las manos.”

Mc. 6, 12-13 “Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos
demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.”

Lc. 13, 12-13 “Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu
enfermedad.» Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios.”

Hch. 9, 17-18 “Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: «Saúl,
hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por
donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.» Al instante
cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue
bautizado.”

1 Cor. 12, 9 “a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el


único Espíritu;”

1 Cor. 12, 30 “¿Todos con carisma de curaciones? ¿Hablan todos lenguas?


¿Interpretan todos?”
Sgo. 5, 14-15 “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la
Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la
fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le
serán perdonados.”

ORDEN SACERDOTAL

Mt. 18, 18 “Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y
todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.”

Lc. 10, 16 “Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os


rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.”

Lc. 22, 19 “Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Este
es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.»”

Lc. 24, 47 “y se predicará en Su nombre la conversión para perdón de los pecados a


todas las naciones, empezando desde Jerusalén.”

Jn. 12, 20-22 “Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Estos se
dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a
Jesús.» Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.”

Jn. 15, 5 “Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él,
ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.”

Hch. 6, 6 “los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron
las manos.”

Hch. 15, 2-6 “Se produjo con esto una agitación y una discusión no pequeña de Pablo
y Bernabé contra ellos; y decidieron que Pablo y Bernabé y algunos de ellos subieran a
Jerusalén, donde los apóstoles y presbíteros, para tratar esta cuestión. Ellos, pues,
enviados por la Iglesia, atravesaron Fenicia y Samaria, contando la conversión de los
gentiles y produciendo gran alegría en todos los hermanos. Llegados a Jerusalén
fueron recibidos por la Iglesia y por los apóstoles y presbíteros, y contaron cuanto Dios
había hecho juntamente con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían
abrazado la fe, se levantaron para decir que era necesario circuncidar a los gentiles y
mandarles guardar la Ley de Moisés. Se reunieron entonces los apóstoles y presbíteros
para tratar este asunto.”

Hch. 20, 17 “Desde Mileto envió a llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso.”

Hch. 20, 28 “Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha


puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que Él se
adquirió con la sangre de su propio Hijo.”
Hch. 21, 18 “Al día siguiente Pablo, con todos nosotros, fue a casa de Santiago; se
reunieron también todos los presbíteros.”

1 Tim. 3, 1 “Es cierta esta afirmación: Si alguno aspira al cargo de epíscopo, desea una
noble función.”

1 Tim. 4, 14 “No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por
intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros.”

1 Tim. 5, 17 “Los presbíteros que ejercen bien su cargo merecen doble remuneración,
principalmente los que se afanan en la predicación y en la enseñanza.”

2 Tim. 1, 6 “Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por
la imposición de mis manos.”

Tit. 1, 5 “El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo
que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené.”

1 Pe. 5, 1 “A los ancianos que están entre vosotros les exhorto yo, anciano como ellos,
testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse.”

MATRIMONIO

Gén. 1, 26-28 “Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como
semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las
bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la
tierra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho
y hembra los creó. Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y
henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos
y en todo animal que serpea sobre la tierra.»”

Gén. 2, 18-25 “Dijo luego Yahveh Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a
hacerle una ayuda adecuada.» Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del
campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba,
y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso
nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo,
mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada. Entonces Yahveh Dios hizo
caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las
costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahveh Dios había tomado
del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: «Esta
vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer,
porque del varón ha sido tomada.»
Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una
sola carne. Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban
uno del otro.”

Mt. 5, 31-32 “También se dijo: ‘El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio.’
Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto en caso de fornicación, la
hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio.”

Mt. 19, 3-9 “Y se le acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron:
«¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?» Él respondió: «¿No
habéis leído que el Creador, desde el comienzo, ‘los hizo varón y hembra’, y que dijo:
‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se
harán una sola carne?’ De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien,
lo que Dios unió no lo separe el hombre.» Dícenle: «Pues ¿por qué Moisés prescribió
dar acta de divorcio y repudiarla?» Díceles: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de
vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así.
Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por fornicación- y se case con
otra, comete adulterio.»”

Mc. 10, 2-12 “Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban:
«¿Puede el marido repudiar a la mujer?» Él les respondió: «¿Qué os prescribió
Moisés?» Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.»
Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para
vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, ‘Él los hizo varón y
hembra.’ ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una
sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.’ Pues bién, lo que Dios
unió, no lo separe el hombre.» Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre
esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra
aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.»”

Lc. 16, 18 “Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el
que se casa con una repudiada por su marido, comete adulterio.”

Rom. 7, 2-3 “Así, la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras éste vive;
mas, una vez muerto el marido, se ve libre de la ley del marido. Por eso, mientras vive
el marido, será llamada adultera si se une a otro hombre; pero si muere el marido,
queda libre de la ley, de forma que no es adultera si se casa con otro.”

1 Cor. 7, 1-15 “En cuanto a lo que me habéis escrito, bien le está al hombre abstenerse
de mujer. No obstante, por razón de la impureza, tenga cada hombre su mujer, y cada
mujer su marido. Que el marido dé a su mujer lo que debe y la mujer de igual modo a
su marido. No dispone la mujer de su cuerpo, sino el marido. Igualmente, el marido no
dispone de su cuerpo, sino la mujer.
No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la
oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra
incontinencia. Lo que os digo es una concesión, no un mandato. Mi deseo sería que
todos los hombres fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su gracia particular:
unos de una manera, otros de otra. No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien
les está quedarse como yo. Pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es
casarse que abrasarse. En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que
la mujer no se separe del marido, mas en el caso de separarse, que no vuelva a
casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer. En
cuanto a los demás, digo yo, no el Señor: Si un hermano tiene una mujer no creyente y
ella consiente en vivir con él, no la despida. Y si una mujer tiene un marido no creyente
y él consiente en vivir con ella, no le despida. Pues el marido no creyente queda
santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido
creyente. De otro modo, vuestros hijos serían impuros, mas ahora son santos. Pero si
la parte no creyente quiere separarse, que se separe, en ese caso el hermano o la
hermana no están ligados: para vivir en paz os llamó el Señor.”

1 Cor. 7, 39 “La mujer está ligada a su marido mientras él viva; mas una vez muerto el
marido, queda libre para casarse con quien quiera, pero sólo en el Señor.”

Ef. 5, 3 “La fornicación, y toda impureza o codicia, ni siquiera se mencione entre


vosotros, como conviene a los santos.”

Ef. 5, 5 “Porque tened entendido que ningún fornicario o impuro o codicioso -que es ser
idólatra- participará en la herencia del Reino de Cristo y de Dios.”

Ef. 5, 21-33 “Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus
maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es
Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo. Así como la Iglesia está sumisa a Cristo,
así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. Maridos, amad a
vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para
santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y
presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa
parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus mujeres
como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie
aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo
que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo. ‘Por eso dejará el hombre
a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne.’ Gran
misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia. En todo caso, en cuanto a
vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al
marido.”
Heb. 13, 4 “Tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea
inmaculado; que a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios.”

1 Pe. 3, 1-7 “Igualmente, vosotras, mujeres, sed sumisas a vuestros maridos para que,
si incluso algunos no creen en la Palabra, sean ganados no por las palabras sino por la
conducta de sus mujeres, al considerar vuestra conducta casta y respetuosa. Que
vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados, joyas y modas, sino en lo oculto del
corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios.
Así se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, siendo
sumisas a sus maridos; así obedeció Sara a Abraham, llamándole ‘Señor’. De ella os
hacéis hijas cuando obráis bien, sin tener ningún temor. De igual manera vosotros,
maridos, en la vida común sed comprensivos con la mujer que es un ser más frágil,
tributándoles honor como coherederas que son también de la gracia de Vida, para que
vuestras oraciones no encuentren obstáculo.

"Luego me mostró el río de agua de Vida, brillante como el cristal, que brota del trono
del Cordero" Apocalipsis 22,1 ¡JESUS SALVA!

¿BASTA ACEPTAR A CRISTO COMO NUESTRO ÚNICO SALVADOR?

Si hay una verdad en la que todos los cristianos estemos de acuerdo esta es:
Jesucristo es nuestro único Salvador. Porque como dice S. Pedro: "No hay otro nombre
por el cual podamos ser salvos." Hechos 4,12.

Si es importante saber que Jesús salva, no lo es menos saber ¿COMO SALVA


JESUS? En efecto, supón tú que el avión en el que viajas se está quemando. Este
avión lleva paracaídas para que puedas salvar tu vida, pero si tú saltas sin paracaídas,
o te niegas a usarlo, tú no te salvas.

Yahvé salvó a Noé y su familia del diluvio, pero los salvó por medio del arca que Él les
mandó construir. Lo mismo pasa con Jesús: Él es nuestro único Salvador, pero si yo no
uso los medios que Él me da para salvarme, no me salvo.

Lee el pasaje de las diez vírgenes en Mateo 25, 1. Las diez sabían que Jesús era su
Señor y Salvador. Las diez esperaban que Jesús las dejaría entrar al Reino, todas ellas
sabían lo mismo, todas ellas creían lo mismo, pero sólo cinco se salvaron: las
prudentes. Sólo ellas hicieron aquello que Jesús quería: mantener la luz del alma
encendida (Lee: Juan 11,9-10). Y cuando llegó el Señor sólo ellas entraron en el Reino.
Después llegaron las 5 imprudentes, reconocieron a Jesús como su Señor y así le
llaman: "Señor, Señor, ábrenos", pero El les respondió: "No os conozco". ¿Por qué?
Porque sabían que Jesús, su Señor salvaba, pero no hicieron lo que Jesús, su Señor y
Salvador mandaba. Lo mismo pasa con Jesús: Él es nuestro único Salvador, pero si yo
no uso los medios que Él me da para salvarme, no me salvo.
¿CÓMO NOS SALVA JESÚS?

¿CÓMO NOS COMUNICA LA VIDA?

Jesús nos salva comunicándonos su misma vida. El mismo dijo: "Yo he venido para
que tengan vida y la tengan en abundancia". Esa vida por ser divina y totalmente
gratuita la llamamos vida de gracia o vida sobrenatural. Cuando yo vivo en gracia la
lámpara de mi alma está encendida, brilla en mí la luz de Cristo; cuando yo vivo en
pecado mortal mi lámpara está apagada, vivo yo en tinieblas. Esta vida sobrenatural se
me comunica a través de los siete sacramentos.

El Papa nos enseña: "Cuando recibimos los sacramentos recibimos la vida de Jesús,
vivimos la vida divina, nos asemejamos a Jesús. Es Cristo mismo, con su fuerza,
mediante el Espíritu Santo que obra en nosotros esa semejanza." Juan Pablo II a los
niños. 22/01/84.

LA IGLESIA NOS ENSEÑA

Adheridos a las doctrinas de las Santas Escrituras, a las tradiciones apostólicas y al


sentimiento unánime de los Padres, profesamos que "los sacramentos de la Nueva Ley
fueron todos instituidos por nuestro Señor Jesucristo" CIC n.1114 ss.

Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del


Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios, pero como signos, también tienen
un fin pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que a la vez la alimentan, la robustecen
y la expresan por medio de palabras y cosas; por esto se llaman sacramentos de la fe.
Confieren ciertamente la gracia, pero también la celebración prepara perfectamente a
los fieles para recibir con fruto la misma gracia, rendir el culto a Dios y practicar la
caridad.

Por consiguiente, es de suma importancia que los fieles comprendan fácilmente los
signos sacramentales y reciban con mayor frecuencia posible aquellos sacramentos
que han sido instituidos para alimentar la vida cristiana. "Sacrosantum Concilium" # 59.
Estudia CIC (Catecismo de la Iglesia) 1122 ss.

LOS SACRAMENTOS EN LA BIBLIA

SIETE PRUEBAS DE LA FE

Bautismo. "Y acercándose Jesús les dijo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en
la tierra; id pues y enseñad a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo". Mateo 28,18-19.
Confirmación. "Cuando los apóstoles oyeron cómo había recibido Samaria la palabra
de Dios, enviaron a Pedro y a Juan, los cuales bajando, oraron sobre ellos para que
recibiesen el Espíritu Santo, pues aún no había venido sobre ninguno de ellos; sólo
habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les impusieron las
manos y recibieron el Espíritu Santo". Hechos 8, 14-17.

Eucaristía. "Tomando pan se los dio diciendo: ´Este es mi cuerpo que es entregado
por vosotros, haced esto en memoria mía.´ Así mismo el cáliz... diciendo: ´Este es el
cáliz de la Nueva Alianza en mi sangre que es derramada por vosotros´”. Lucas 22, 19-
20.

Confesión. "Diciendo esto sopló y les dijo: ´Recibid el Espíritu Santo, a quien
perdonéis los pecados les serán perdonados, a quien se los retuviereis, les serán
retenidos´”. Juan 20, 22-23.

Unción de los enfermos. "¿Alguno entre vosotros enferma? Haga llamar a los
presbíteros de la Iglesia y oren sobre él, ungiéndole con el óleo en el nombre del
Señor". Santiago 5,14.

Sacerdocio. "Les constituyeron presbíteros en cada iglesia por la imposición de las


manos, orando y ayunando y los encomendaron al Señor". Hechos 14, 23.

Matrimonio. "En cuanto a los casados, el precepto no es mío sino del Señor, que la
mujer no se separe del marido y de separarse, que no vuelva a casarse o se reconcilie
con el marido y que el marido no repudie a su mujer". 1 Corintios 7, 10-11.

CONCLUSION

Los 7 Sacramentos, sí están en la Biblia, el que tú no los veas o lo ignores no quiere


decir que no existan.

Eucaristía. Muchos no obedecen a Cristo que dice: "Haced esto en memoria mía".
Otros obedecen pero no creen a Cristo que dice: "Esto es mi cuerpo". Nosotros con
Santo Tomás de Aquino confesamos: "La vista, el gusto, el tacto se equivocan, pero yo
creo lo que sale de Tu boca."

Matrimonio. Jesucristo mandó: "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre". Lee:
Mateo 19,10. Las iglesias de origen protestante autorizan el divorcio. ¿Cómo podemos
escuchar a quien no obedece a Cristo?

Confesión. Santiago ordena: "Confesaos los pecados unos a otros". Lee: Santiago
5,16. Pero algunos dicen: "Yo no me confieso con ningún hombre pecador como yo, yo
sólo me confieso con Dios". ¿De qué sirve saber mucha Biblia si después no obedecen
lo que la Biblia manda?
Bautismo. Hay quien dice que no hay que bautizar a los niños, porque éstos no tienen
pecado. Pero la Biblia enseña que todos nacemos con pecado. Lee: Salmo 50 (51) v. 7.

Santiago dice: "Si alguno enferma, que llamen a los presbíteros ("ancianos" en griego)
de la Iglesia". Lee: Santiago 5,14.

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