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En el concilio se observaban dos posturas, una que sostenía que las fuentes de la
Revelación eran por igual Escritura y Tradición, que se podía beber de ellas por
igual y que la Revelación de Dios era comunicar verdades. Otra que hablaba de
una Revelación histórica de Dios. Ante la división de ideas la Dei Verbum no se va
a centrar en la Sagrada Escritura como tal sino en reflexionar y esclarecer acerca
de qué es la Revelación y cómo se transmite. La Dei Verbum acepta que en la
Revelación se comunican verdades como dice el Concilio Vaticano I, pero afirma
que la Revelación es más que una mera comunicación de verdades, es Dios que
se revela a sí mismo, que actúa en la historia mediante obras y palabras, que
Revelación es historia de Salvación y la historia de cada pueblo, de cada ser
humano hace parte de la misma. Toda la historia de Salvación mira hacia
Jesucristo, culmen de la Revelación.
Hablamos por un lado de una Tradición que nos lega el canon (por tanto una
Tradición que también involucra a los luteranos), una Tradición que escucha y
anuncia el misterio (de ahí que la misión del magisterio sea escuchar y anunciar,
una Tradición que no es tampoco un conjunto de verdades que hay que aceptar
sino que es culto y es doctrina, que involucra sacramentos, valores y hasta el
mismo concepto de Iglesia, es lo que somos.