Sie sind auf Seite 1von 8

LA ADICCIÓN, PREDISPOSICIONES Y SUS DIMENSIONESi

Introducción

La definición más sencilla y genérica de la adicción es que es una conducta


caracterizada por la obsesión y la compulsión. La obsesión como un
pensamiento que da paso a una fuerza que lleva, (compele), a la persona a
actuar de tal manera que pasa sobre sí misma y de todo lo que es importante
para ella, sin poder detenerse.

Se han reconocido diversos tipos de adicciones tales como alcoholismo,


drogadicción, bulimia, anorexia, ludopatía, codependencia, sexolismo, compras
compulsivas, adicción al trabajo, al Internet, etc. y si bien se pueden señalar las
múltiples diferencias entre las adicciones, son muchas las características que
tienen en común esencialmente. Desde esta base común es que vamos a
abordar este taller.

Todos tenemos algo de obsesivo-compulsivos, pero en el caso de los adictos


esta condición es tan marcada que en muchas personas se presenta más de
una adicción y en la medida en que logran superar una conducta adictiva
pueden aparecer nuevos comportamientos que constituyen una adicción
diferente.

Se dice de la adicción que es una enfermedad que afecta integralmente al


hombre, de manera física, emocional y espiritual. A continuación vamos a ver
diferentes elementos que predisponen a la persona a la adicción y como se
desarrolla.

1. DIMENSIÓN FÍSICA

En este campo se vienen desarrollando diversos estudios algunos con


resultados aún no concluyentes. Entre estos cabe mencionarse:

 Predisposición Genética: Estadísticamente, las personas que tienen una


familia cuyos miembros son o fueron adictos tiene una mayor propensión
a ser adictos a su vez.
 Concepción: En el caso de la concepción bajo el efecto de sustancias,
particularmente del alcohol, se ha evidenciado como el comportamiento
del espermatozoide que fecunda el óvulo es equivalente al de un
borracho, vacilante, con dificultad de coordinación motriz y por lo tanto el
acto mismo de la fecundación es la interacción con un “borracho”.
Cabría concluir que lo mismo ocurre en cuanto ansiedad, angustia,
euforia, etc.
 Hay organismos que tienen un metabolismo que permite una mayor
tolerancia ante determinados alimentos, por ejemplo café o te. De igual
forma hay niveles diferentes de tolerancia al consumo de sustancias.
 Estas diferencias orgánicas se han visto particularmente en el caso de
los alcohólicos y la hidrogenasa, enzima que ayuda en la asimilación
metabólica del alcohol y que está ausente en la mayoría de los
alcohólicos. De igual forma, se ha encontrado que la hormona llamada
oxitocina se encuentra en mayor proporción en las personas
codependientes. Esta hormona sube normalmente durante el período en
el que la mujer va a dar a luz, estimulando simultáneamente la prolactina
que esta asociada a la producción de leche materna. Ambos agentes, la
oxitocina como la prolactina están asociados al “dar vida y protegerla” y
no es gratuito que se encuentren por lo tanto en mayor proporción en las
personas codependientes.
 En cuanto al funcionamiento cerebral, se ha logrado determinar que a
nivel del sistema límbico, centro que maneja la información referente a la
satisfacción de necesidades y gratificación, el alivio a la emoción o
estrés, que reporta una conducta adictiva, es grabado de tal forma que
el cerebro reclama automáticamente esta conducta cada vez que se
repite la emoción o situación que indujo a buscar el alivio, creando un
comportamiento de “respuesta automática” en la conducta adictiva.
 Algunas sustancias imitan los componentes del funcionamiento cerebral,
específicamente el de algunos neurotransmisores que median en el
estado de ánimo provocando euforia o desgano, de acuerdo a una
sucesión compleja de estímulos, condicionamientos y aprendizajes, cuyo
objetivo es el de responder constructivamente a los estímulos del medio
ambiente... (Dopamina y las endorfinas entre otras). Una vez
desencadenado el proceso de saturación de estos neurotransmisores, el
organismo tiende a regular su producción, como quien “baja el volumen
de un radio”, nivelación que aumenta la tolerancia del consumidor a la
sustancia y produce consecuencias que se van haciendo permanentes
en los estados de animo.
 De otra parte en el estudio de la corteza frontal y particularmente el
funcionamiento del área prefrontal, se ha encontrado que la patología
llamada síndrome prefrontal afecta básicamente los estados de animo,
haciendo que la persona pase de momentos de relativa euforia a
estados depresivos; haya dificultad clara en los procesos de aprendizaje
así como en recordar las cosas aprendidas; desinhibición tanto en la
conducta sexual como en cuanto a la norma social, muchas veces
ignorando dichas normas; así como distorsión de la propia realidad
sintiéndose la persona capaz de realizar cualquier acción o propósito
obteniendo la falsa sensación de ser todopoderoso. Parcial o totalmente
estas conductas son asimilables a las actitudes y/o conductas de un
adicto activo (en particular a las sustancias como el alcohol) y parece ser
que el proceso es igualmente desencadenado por el efecto de la
sustancia y la acción de los neurotransmisores en la región descrita.

Parte de los aspectos descritos son inmodificables y constituyen el “paquete


genético” de cada individuo. Otros pueden detenerse y modificarse con la
abstención de la conducta adictiva. Aquellos para los cuales no existe cura
conocida no son responsabilidad del adicto y tiene que aprender a convivir con
ellos de tal forma que al hacerse cargo de si mismo neutraliza la enfermedad.
Desde este punto de vista, la adicción no es una debilidad de carácter ni un
vicio sino que tiene una base fisiológica como otras enfermedades.
Las otras dos dimensiones en las cuales ataca la enfermedad son en el ámbito
emocional y espiritual, esferas en las cuales es posible la recuperación
totalmente.

2. DIMENSIÓN EMOCIONAL.

En cuanto a lo emocional, es común a casi la totalidad de los adictos, que


hayan vivido o interpretado como parte de la realidad emocional en su infancia
diversas situaciones de rechazo, abandono, maltrato o abuso sexual,
traumáticas para ellos, experiencias de las cuales la persona siente debe
protegerse.

Teniendo en cuenta este terreno común, se han encontrado distintos elementos


que a partir de esa “necesidad de protegerse”, predisponen a la adicción y
conforman lo que algunos llaman el “malestar adictivo”.

Este “malestar adictivo” puede descomponerse así:

- Sistema de creencias adictivo: Se trata de un sistema de creencias


que se desarrollan de manera inconciente y que hablan de cómo debería
ser la persona y el mundo. En este sistema de creencias podemos
identificar:

1. Yo debería ser perfecto (y la perfección es posible). Esta creencia


desata la búsqueda insaciable por el cuerpo perfecto, el trabajo
perfecto, imagen perfecta…etc., todo lo cual lleva ante el hecho de la
imposibilidad de alcanzar dicha perfección, a hacer compulsivamente
ejercicios físicos, compras compulsivas, trabajar incontroladamente y
al uso de sustancias entre otros.
2. Yo debería ser todopoderoso. Mediante esta creencia, el individuo
espera ser capaz de controlarse a si mismo, a otras personas y casi a
cualquier cosa. Encuentra en algunas sustancias el efecto de aparente
control sobre si mismo y las situaciones.
3. Yo debería conseguir lo que quiero. Es la creencia en la cual no
debería existir ningún límite. Paradójicamente el rechazo a los límites
desemboca en una incesante búsqueda de gratificación. La no
aceptación de los límites genera una actitud de buscar tener más,
conseguir más, ser más… y nunca parece haber bastante ni suficiente.
Esta aparente “escasez” puede llegar a ser satisfecha con la adicción.
4. La vida debería estar libre de dolor y no requerir ningún esfuerzo. Para
evitar vivir el dolor emocional se busca medios para huir, evadir,
escapar. Este debería genera una actitud de negación, de resistirnos al
dolor lo que paradójicamente genera más sufrimiento. En su
aprendizaje, la persona potencialmente adicta no ha aprendido a
enfrentarse al dolor y lidiar con el en forma satisfactoria. Al cerrarse la
persona a vivir las experiencias difíciles, dolorosas, también lo hace a
todo aquello que es placentero. Por lo tanto encuentra en los
comportamientos adictivos no solo una vía de escape sino también
una fuente de gratificación.
Como ninguna de estas cuatro creencias anteriores es posible hacerla realidad,
simultáneamente se desarrollan las siguientes creencias negativas:
- Yo no soy bastante. La persona no percibe en ella un ser humano
valioso y digno de ser querido por lo tanto desarrolla una profunda
inseguridad y se ve impelido a probar que “él no es bastante” de manera
contraproducente. Así, nunca llega a sentirse suficientemente capaz,
condenado por este camino a seguir intentándolo.
- Soy incapaz de tener incidencia en mi mundo. Si bien debería ser
TODOPODEROSO, se siente incapaz de satisfacer sus propias
necesidades o resolver sus propios problemas con eficacia porque
nunca ha aprendido a hacerlo, lo que lo conduce a un sentimiento de
desvalimiento e impotencia por lo tanto suple con una ilusión de poder u
falta de poder real.
- Algunos factores externos pueden darme el poder del que carezco. Al
percibir sus limitaciones y carencias, la persona se transporta mediante
la adicción (sustancias y/o comportamientos) a un mundo en el que
puede al menos sentirse todopoderoso, eficaz y dueño del control.
- Los sentimientos son peligrosos. La imposibilidad de admitir sus
sentimientos (rechazo, abandono, maltrato y/o abuso), lo llevan a
concluir que lo mejor es no sentirlos. Pero los sentimientos no
desaparecen con solo reprimirlos. Por lo tanto, la persona no puede
adquirir la sensación de aceptación y vínculo que ansía porque se ha
encargado de ocultar su verdadero yo.
- La imagen lo es todo. Se erige una imagen, un falso Yo, que espera será
aceptable. Esta imagen se vuelve un reflejo automático en que la
persona está fusionada con su máscara lo que lo conduce a alienarse,
con una sensación de vacío, tedio y futilidad. Esto a su vez lo conduce a
buscar apoyo en las conductas adictivas.
- Yo debería satisfacer mis necesidades indirectamente. Se satisfacen las
necesidades a través de personas, sustancias y otros comportamientos.
Esto genera una postura, una orientación hacia la vida, donde la
creencia es que es imposible encontrar satisfacciones duraderas.
Parece que fuera inútil siquiera intentarlo por lo que se recurre a una vía
rápida: la conducta adictiva.

En conclusión, enfrentar la distancia entre el falso YO y el verdadero YO puede


otorgar la libertad para vivir más plenamente. Aceptar y dar expresión al
verdadero YO es la esencia de un programa de recuperación.

- Personalidad adictiva: Se desarrollan ciertos rasgos de personalidad


destinados a ayudar a conducirse por el mundo. Nacen del impulso de
protegerse ante el inevitable sufrimiento que conlleva las situaciones de
rechazo, abandono, maltrato y/o abuso vividas traumáticamente. A estos
rasgos los denominamos personalidad adictiva:

Sentimientos de vergüenza Perfeccionismo


Avidez de poder y control Deshonestidad, autoengaño
Modo de pensar extremista Obsesión por uno mismo
Carencia de sentido de si mismo Vacío interior
Carencia de significación y propósito Búsqueda de aprobación
Autocensura (eliminada por consumo) Sentimientos de culpa
Dificultad para controlar la ira Depresión subyacente
Adormecimiento emocional Tensión interior
Temor a asumir riesgos apropiados Necesidades de dependencia
Excesivo temor al fracaso y al rechazo ocultas
Dificultad con las figuras de autoridad Echarles la culpa a otros. Rol
pasivo, de víctima
Escasa capacidad para afrontar las cosas Incapacidad para expresar los
deseos
No querer crecer nunca Falta de metas y/o límites
Necesidad de gratificación inmediata Falta de un “buen padre” (guía
interior)
Problemas con la intimidad Dificultad para sentir placer real
(soledad, falta de pertenencia)

Todas las personas tienen algunos de estos rasgos. En el caso de las personas
propensas a la adicción se encuentran la gran mayoría de ellos, condicionando
de manera importante su personalidad.

- Familia adictiva: Se afirma comúnmente que la familia adictiva es una


familia disfuncional, es decir que o bien por su estructura o bien por su
funcionamiento no resuelve las necesidades de sus miembros ni cumple el
papel al que está llamada, no atendiendo adecuadamente las dependencias de
los menores, lo que generalmente viene acompañado de la ausencia de uno o
de los dos miembros cabeza de familia. En una familia disfuncional, sus
miembros establecen reglas tácitas que modelan especialmente a los menores:

 Se perfecto
 Actúa sobre seguro (ve a la fija, no te expongas)
 No seas egoísta
 Atente al guión (cumple el rol o papel que te pedimos que cumplas)
 No expreses tus verdaderos sentimientos.

Adicionalmente, la familia adictiva tiene unas características propias, entre las


que cabe destacar:

1. Comunicación disfuncional: Por ello, entendemos que la comunicación


no es clara ni directa, no se fijan límites adecuados y las personas no se hacen
responsables de lo que están comunicando. Además, es violenta sea de
manera abierta o en forma pasiva, se utiliza como recurso para la intimidación
permanente ejerciendo el chantaje emocional y se recurre a la triangulación
como recurso de comunicación.
El resultado es que no se aprende a confiar, se desarrolla una hipersensibilidad
no verbal, se vive mucho estrés y confusión por la desconfianza reinante, sus
miembros son vulnerables a la persuasión, manipulación y dominación y no
tienen las pautas necesarias para comunicarse sanamente.
2. No se cuenta con el aprendizaje ni se adquiere la experiencia para una
adecuada resolución de conflictos.
3. Se viven eventos necesariamente traumáticos.
4. Se crece en un ambiente carente de alegría y diversión.
- La sociedad adictiva: A continuación mencionamos algunos de los
elementos que fomentados por la sociedad refuerzan la predisposición a la
adicción:

La sociedad de la imagen: Vivimos en una sociedad que propende para que


tengamos la imagen perfecta olvidándose de que ¡todos somos valiosos y
dignos por existir! Esto fomenta una actitud de negación y de rechazo a nuestro
yo. El concepto de alegría y de plenitud esta asociado a una imagen de “como
debería ser y lo que debería tener”, inculcando un estereotipo del rol de lo
masculino y de lo femenino. Así mismo, promueven como valor el ser “celebre”,
llamar la atención lo que hace que la auto imagen se considere inadecuada y
por lo tanto la persona llegue a concluir que no es suficiente y no tenga auto
aceptación.

La comercialización de nuestras adicciones: En toda la sociedad, se están


transmitiendo dobles mensajes acerca de las drogas, el juego, el sexo y otros
alteradores del estado de ánimo. El alcohol y el tabaco son abiertamente
comercializados, el azúcar es objeto de promoción a pesar de la creciente
cantidad de personas con adicción a comer en exceso. Se hace publicidad de
alimentos para resolver desacuerdos familiares; los compradores y gastadores
compulsivos tampoco han pasado inadvertidos para las estrategias de
comercialización. Los avisos que promueven el juego fomentan la fantasía
adictiva de “sí tan solo…”. Las prácticas publicitarias vuelven más vulnerable a
la persona a la adicción al fomentar la creencia adictiva de “yo no valgo lo
suficiente”. Igualmente se `promueve la idea de ser “el mejor”, “el ganador”,
“perfecto”, donde ser común y corriente no es suficientemente bueno.

La generalización de la deshonestidad: Hemos desarrollado una sociedad en la


cual el ser honesto ya no es una valor. De hecho, desde la escuela quien es
honesto es un “sapo” y el valor es la deshonestidad en función de probar que
se es el “más vivo”. Igualmente se cree que la solidaridad pasa por cubrir las
deshonestidades comúnmente aceptadas. El sentido de pertenencia social se
encuentra cimentado en cubrirnos mutuamente en la deshonestidad, en no
denunciar, en que los límites se pueden transgredir permanentemente de
manera impune. Igualmente fomentamos permanentemente esta
deshonestidad mediante la publicidad, en la práctica política y en la
incoherencia al interior de la familia que va la mentira piadosa de “dile que no
estoy”, la evasión de impuestos y lo que es más grave, aprendemos que
controlar y manipular se consideran formas legítimas e incluso preferidas de
conseguir lo que queremos.

La sociedad de la satisfacción instantánea: Así como en la familia adictiva no


se enseñan las capacidades necesarias para resolver problemas con eficacia,
la misma omisión se produce en la sociedad adictiva. Al carecer de la
capacidad para detenernos, observarnos a nosotros mismos, admitir
francamente nuestros problemas y resolver conflictos, tendemos a recurrir a
soluciones de corto plazo, perpetuando la ilusión de que el mundo y nuestro
poder no tiene límites. Vivimos en una sociedad que promueve la idea de
soluciones mágicas e instantáneas para alcanzar la felicidad, el éxito, más
placer, etc. Es muchos más fácil luchar contra una amenaza externa que
contra un peligro interior. “Y así como el adicto no tolera mirar hacia adentro y
aceptar la realidad de sus sentimientos conflictivos y penosos, sino que los
proyecta hacia fuera, tampoco nosotros, como sociedad, parecemos capaces
de observarnos honestamente y aceptar la desconcertante realidad de nuestro
descontento colectivo”, y como respuesta recurrimos a toda clase de medios
que externamente nos resuelvan ese malestar de la forma más rápida posible.

La incapacidad para responder al sentido de pertenencia: “Las comunidades en


su verdadero sentido prácticamente ya no existen…En un sociedad altamente
individualista, carecemos del respaldo y la seguridad que proporcionan la
familia más allegada y la comunidad. Muchas adicciones suministran un
contacto no amenazador con otras personas y anestesian nuestros
sentimientos de inseguridad”

La perdida del sentido: La búsqueda desenfrenada del éxito material nos priva
de la única clase de éxito que realmente podría gratificarnos: el de limitarnos a
ser, sabiendo que valemos lo suficiente. Hemos llegado a pensar que tener es
el requisito previo par alcanzar la felicidad y que los que cuestionan esta
fórmula sólo lo hacen por resentimiento.

Falta de diversión: “El hombre moderno bebe y se droga hasta perder el


sentido, o pasa el tiempo haciendo compras, lo cual es la misma cosa.”

Para los miembros de una generación que no creen que ellos sean capaces de
afrontar los problemas, ni que el esfuerzo de hacerlo será recompensado, y
que siguen albergando la esperanza de que algo o alguien fuera de ellos
mismos solucionará sus dificultades, las adicciones son una consecuencia
natural.

3. DIMENSION ESPIRITUAL

Para precisar el sentido del término espiritual, este se refiere a la voluntad y


las actitudes que modelan a la persona y su carácter. Allí es donde se
encuentran las fuerzas más poderosas que llevan a la adicción. Este aspecto
es la base de las actitudes, opciones, pensamientos y comportamientos y que a
su vez los determina, es decir, la esencia misma de la personalidad, la raíz de
la persona.

Las bases espirituales de la adicción pueden describirse mediante los


siguientes elementos:

- Un cambio de actitud: En la persona se produce un cambio de actitud


hacia la autoridad, cambio que determina la respuesta frente a los
resentimientos, la agresividad, la ira, la envidia, la rebeldía, la rabia. Este
cambio de actitud puede ser provocado por un evento real o imaginario y
va acompañado de un comportamiento adictivo. Mediante este cambio
de actitud, se crea la propia predisposición a la adicción.
- La decisión de perseverar en el error: Este cambio de actitud está casi
siempre relacionado con alguien, y por lo general enemista con el otro,
así la persona dependa de ese otro, distanciándose de corazón. Esa
actitud negativa hacia los demás, comenzando por alguien
particularmente significativo, es el comienzo del proceso espiritual
negativo que dispara la adicción. Así la persona se vuelve prisionera de
sus faltas.

- Culpa y castigo: Cada persona es fruto de lo que piensa y de lo que


hace. Y es cada persona quien se encarga de ensuciarse a si misma y
de desencadenar el círculo de culpa y castigo.

- La obsesión consigo mismo: A partir de la actitud de rebeldía que


desencadena el proceso adictivo, la persona tiende a volverse cada vez
más egoísta y egocéntrica. Para no reconocer los propios defectos,
busca los defectos, faltas e injusticias de quienes lo rodean. De esta
forma se desarrolla una actitud defensiva, resistiéndose a recibir
enseñanza alguna y volviéndose cada vez más insensible y obstinado.
Este egocentrismo erige a la persona en fuente de su propia vida
llevándolo a convertirse a si mismo en su propio DIOS.

- La Separación: Con el cambio de actitud, la persona se aísla,


construyendo una muralla, así exteriormente se muestre sociable, lo que
generalmente corresponde a algún beneficio egoísta.
Consecuentemente, en lugar de acercarse se aleja de su esencia y de
Dios. Este proceso lo lleva a separarse de si mismo, de romper con su
propia esencia, con su luz y lo conduce al aislamiento, la depresión, la
desunión. De esta manera la persona se degrada.

- La ceguera y la alienación: Ante la incapacidad de verse a si mismo y


con la soberbia que implica el detectar con precisión las faltas de los
demás la persona se engaña a si misma.

- La conexión negativa: El insoportable aislamiento espiritual es llenado


por la obsesión personal. La adicción ocupa el lugar que corresponde
exclusivamente a Dios como fuente de la vida. La conexión negativa
hace que la búsqueda de algo más, diferente y mejor, se intensifique.

- La muerte espiritual: Al optar por la enemistad hacia si mismo y hacia los


demás mediante el cambio de actitud y desencadenar los mecanismos
arriba descritos, se perpetua un ciclo de resentimiento que nutre
constantemente la adicción y que lleva lenta pero seguramente a la
muerte espiritual.

Cuando se contempla el proceso adictivo, se ve que por debajo de lo físico, lo


psicológico y lo comportamental se encuentran los denominados factores
espirituales. Esta enfermedad subyacente del alma, es la raíz de la adicción.

i
Documento preparado en “Lugar de Reencuentro Fundación”

Das könnte Ihnen auch gefallen