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Introducción

La literatura siempre ha sido un objeto de estudio idóneo para analizar cómo la ficción
impacta en la sociedad. Las distintas maneras mediante las cuales los relatos literarios se
relacionan con el imaginario social permite que formulemos una infinidad de preguntas para
entender la magnitud que supone semejante dialéctica. En el presente trabajo nos
enfocaremos en una pregunta particular: ¿Es posible diferenciar los discursos ficcionales de
los no-ficcionales?
Para responder esta inquietud que históricamente se manifestó en el campo de las letras nos
guiaremos a partir de los aportes hechos por ​Juan José Saer (2014), Ricardo Piglia (2016) y
Terry Eagleton (1998). Consideramos que estas ópticas disímiles, heterogéneas y en algún
punto irreconciliables, contribuirán a contestar nuestro interrogante.
Para cumplir con su propósito, la presente monografía se compone de un desarrollo acerca de
la cuestión planteada, teniendo en cuenta los textos de los autores mencionados; esta contará
además con la exposición de nuestra propia posición respecto del tema, y por último, con una
conclusión que se deriva del estudio realizado.

La ficción y sus límites difusos


Para responder al interrogante planteado, tendremos en cuenta la postura de Eagleton en
relación a la posibilidad de considerar a la literatura como obra de imaginación. Para
Eagleton, el distingo entre hecho y ficción resulta fútil, azaroso. En el momento de su
creación, afirma, algunos textos se escriben para ser leídos como hechos mientras que en la
actualidad se los nominalizó como “ficción”. En este sentido, el ejemplo de Newman que
postula el autor es el siguiente: “Newman (...)​ ​consideró verdaderas sus meditaciones
teológicas, pero hoy en día mucho lectores la toman como “literatura”. (Eagleton, 1998:12).
Esta óptica planteada por Eagleton tiene que ver con la denominación que reciben los textos
a medida que el tiempo avanza y las circunstancias cambian. Para el autor, los textos son
considerados literarios, pragmáticos, poéticos, etc, de acuerdo a las circunstancias históricas
en las que sean leídos, puesto que el juicio de valor, reflejo de la ideología, forma parte de
dicha tipificación: “los propios juicios de valor [que se encargan de denominar qué es
literatura y qué no lo es] se relacionan estrechamente con las ideologías sociales” (Eagleton,
1998:28).
Para entender con precisión la disquisición acerca de los discursos ficcionales y no
ficcionales que realiza Ricardo Piglia, es menester aclarar que este estudia la obra de
Rodolfo Walsh en relación con su contexto histórico. Por eso mismo, el empleo que hace
Walsh de la realidad en sus textos dan cuenta de su compromiso político a la hora de crear
literatura. Considerada de esta manera, la literatura, a menudo concebida como un discurso
puramente ficcional, toma otra dimensión: la no ficción. ​Operación Masacre,​ ​por ejemplo​,
se trata de un relato que cumple con todas las características de este género, es una obra que
busca denunciar el horror, la persecución política, y a la vez volverlos relato novelistico.
Según Piglia, el surgimiento de este forma de hacer literatura está asociado con las
circunstancias inhóspitas en las que le tocó escribir a Walsh, es por esto mismo que para
poder relatar lo que a él le interesaba relatar, fue necesario establecer “una relación nueva
con el lenguaje” (Piglia, 2016:177). Esta relación nueva con el lenguaje es la denominada
obra de no ficción. Para Piglia, la distinción entre discurso ficcional y no ficcional no sólo es
real, sino necesaria: “[Walsh] siempre ha mantenido clara la distancia entre ficción y no
ficción. Al contrario de las modas literarias sucesivas que han terminado por borrar esa
diferencia y considerar —con una mirada a la vez despolitizada y cínica— que en el fondo
todo es ficción” (Piglia, 2016:185).
Juan José Saer, para abordar el problema que supone el concepto de no ficción, describe la
manera en la que este género pretende exponer una veracidad impoluta, objetiva. El escritor
sostiene que la pretensión de incluir elementos verificables en una obra no garantiza la
preeminencia de la verdad: “El rechazo escrupuloso de todo elemento ficticio no es un
criterio de verdad.” (Saer, 2014:14). En relación al género de no ficción, ratifica: “Su
especificidad ​[la del género de no ficción] ​se basa en la exclusión de todo rastro ficticio, pero
esa exclusión no es de por sí garantía de veracidad.” (Saer, 2014:10). Para el autor, la
distinción entre discurso ficcional y no ficcional existe, pero privilegia el primero por varias
razones, entre ellas, afirma: “Al dar un salto hacia lo inverificable, la ficción multiplica al
infinito las posibilidades de tratamiento [de la verdad]. No vuelve la espalda a una supuesta
realidad objetiva: muy por el contrario, se sumerge en su turbulencia, desdeñando la actitud
ingenua que consiste en pretender saber de antemano cómo esa realidad está hecha.”(Saer,
2014:11). Según el escritor, la ficción tiene un carácter doble: posee la capacidad de reunir
elementos empíricos e imaginarios. Esto quiere decir que la ficción, en cierto punto, articula
los elementos de la no-ficción, solo que a diferencia de esta, no persigue el objetivo de
“representar la supuesta verdad objetiva” (Saer, 2014:11).
Los discursos ficcionales y no ficcionales no necesitan ser diferenciados, según Saer, puesto
que los últimos no garantizan la verdad y los primeros no se refieren a la falsedad absoluta.
Además, este autor sostiene que la ficción ​per se​ posee un carácter ambivalente que le
permite articular lo empírico y lo imaginario. Por su parte, Piglia afirma que la distinción es
necesaria, puesto que las implicancias —novelísticas y políticas— que aparecen en obras de
no ficción como ​Operación Masacre​ de Rodolfo Walsh deben tenerse en cuenta a la hora de
analizar una obra. Además, considera "cínica y despolitizada" (Piglia, 2016:185) la
concepción coetánea que supone que todo es ficción, ya que la misma nos hace incurrir en
una circunscripción que no tiene en cuenta la especificidad de las obras. La distinción entre
"hecho" y "ficción" es problemática para Eagleton, ya que este considera que muchos textos
son leídos como ficción cuando en realidad no fueron creados con ambiciones literarias (tal
es el caso de Newman). Este autor considera que la tipificación que se realiza con respecto a
los textos —denominarlos literarios, ficción, poéticos, etc— varía a medida que las
circunstancias históricas y los juicios de valor impregnados de ideología cambian con el
transcurso del tiempo.

Ficción y no ficción: universos disímiles


Las consideraciones que realiza Piglia en ​Las tres vanguardias ​resultan interesantes a la hora
de evaluar nuestra hermenéutica. El autor propone que le prestemos atención a los detalles
que componen a una obra tan compleja —por su idiosincrasia— como la de Rodolfo Walsh.
Operación Masacre,​ por ejemplo, al tratarse de una relato de no ficción, se aleja por
completo de cualquier otro género similar. La pertenencia a esta categoría no es una
nimiedad: la novela se encuentra estructurada de una manera determinada —la presencia de
documentos, testimonios, investigaciones— debido a los hechos verídicos que se narran en
ella.
Saer considera que se nombra a las novelas de no ficción con una “certidumbre excesiva”
(Saer, 2014:10). Lo cierto es que consideramos relevante esta diferenciación, pues de la
misma manera, no debe confundirse un cuento policial con uno fantástico, por nombrar un
ejemplo sencillo. Las obras de ficción, poseedoras del “carácter doble de la ficción” (Saer,
2014:12) deben estudiarse de acuerdo a los parámetros que esta ofrece. En las obras de no
ficción como las de Walsh encontramos lo que Piglia llama la “exploración de los límites del
lenguaje” (Piglia, 2016:176), una relación nueva entre autor y lenguaje que supone un estudio
diferenciado y específico.
El análisis de Eagleton permite que tengamos en cuenta la manera azarosa en la que los textos
se desenvuelven históricamente. Por eso mismo, la distinción entre ficción y no ficción es
necesaria, para determinar con rigurosidad la naturaleza de los textos, para que no sean leídos
incorrectamente, para que no sufran la circunspección propia de los estudios someros y
simplistas.

Conclusión
Al desarrollar el presente trabajo, nos concentramos en la distinción entre discurso ficcional y
no ficcional para poder resolver nuestra pregunta: ¿Es posible diferenciarlos? Sostenemos
que esta diferenciación es factible y necesaria puesto que las obras pertenecientes a un género
u otro demandan un análisis diferenciado, debido a la especificidad que poseen los
susodichos géneros.
Monografía:
Sobre la ficción y la no ficción

Docente:​ Gabriela Franco


Alumno:​ Tomás Falasca Zamponi

​Universidad de Buenos Aires, CBC.


Comisión: 84311 - (11 hs - 13 hs)
Bibliografía
Eagleton, Terry. ​Una introducción a la teoría literaria,​ 1998. Fondo de Cultura Económica.
Piglia, Ricardo. ​Las tres vanguardias,​ 2016. Eterna Cadencia.
Saer, Juan José. ​El concepto de ficción,​ 2014. Los Tres Mundos.

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