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Ensayo
ADRIANA VERDUGA
adr.ver@hotmail.com
Kobo Abe
A peligro de salir un poco del tema, lo que aquí propongo es otra forma de
reafirmar lo que Saer explica, de una manera algo inusual: si se quiere, con una
transmediación semiótica de los relatos.
A lo que me refiero es, que si existe una enorme cantidad de materia significante
que puede ser investida de sentido para conformar una narrativa o un relato, no es
obligatorio basarse en el análisis de textos literarios. Tampoco analizaré el campo
audiovisual, ya que en este se encuentran debates similares al anterior (las
biografías televisivas pueden fácilmente caer dentro del análisis de las biografías
literarias, aunque tal vez su producción sea más evidente); en cambio, me
centraré en un género en comparación bastante poco estudiando: el cómic o
historieta.
“Me miraba. Y ahí tuve la sensación más rara del mundo. El que miraba era él,
pero yo me veía con los ojos de él, como si mirara yo. No lo sé explicar, fue algo
muy raro. Y ahí otra vez deje de ver o me desmayé. Cómo si los ojos me hubieran
dejado de funcionar, porque me parece que escuchar podía, y era todo un griterío.
Cuando volví a ver la luz, que entraba por la puerta de la estación, nada más
había una raya roja en el suelo, que salía afuera. Yo me paré, me subí a un tren, y
me quedé ahí hasta la noche, acurrucado abajo de un asiento, y en la oscuridad,
cuando cerraba los ojos veía los ojos de él y ahí empecé a entender, lo que
terminé de entender recién ahora, él estaba tratando de ver por mis ojos, entendí
que eso es lo que siempre había estado tratando de hacer, desde mucho antes de
que lo mataran.”
Otro ejemplo puede resultar la obra gráfica Maus, de Art Spiegelman, quien dibujó
las memorias de su padre, un judío polaco que sobrevivió al holocausto. Aunque
fiel a los relatos de éste (digamos, tan fiel como cualquier biografía puede ser),
cuenta con la característica de que los judíos están retratados como ratones, y a
los soldados nazi como gatos. Aquí encontramos nuevamente la descripción de
Bruner: memoria e imaginación, presentado de manera transgresora:
Cuando analizamos el tipo de narrador, por ejemplo, las posibilidades son iguales
que en la literatura: este puede estar en primera persona, segunda, u omnisciente.
De la misma manera, la focalización puede ser interna, externa, o focalización
cero.
¿Para qué es relevante todo esto? Como dije al principio, lo utilizo para reivindicar
las palabras de Saer en el debate de la ficción versus la no-ficción. Mi planteo es
el siguiente: existe un largo debate dentro del ámbito literario sobre la validez de la
no-ficción como realidad objetiva, pero si lo que se presenta son, en cambio, obras
del género del cómic o historietas, este debate no existe. Y si, como he planteado,
este formato contiene características narrativas y maneras de análisis muy
similares a la narrativa literaria, ¿no debería aplicar esta posibilidad a ambos? Si
existe la no-ficción literaria, ¿por qué no puede existir los cómics no-ficcionales?
En este punto, el argumento más fácil sería decir que, en efecto, existen los
cómics no-ficcionales. Tenemos el ejemplo de Maus, y aún si prefiriéramos relatos
que no intercambien humanos por animales, existen obras como Persépolis, de
Marjane Satrapi o La Gran Ascensión del Mal, de David B. (ambas
autobiográficas). Pero al momento de tratar de definir cualquiera de ellas, no
existe otro término aparte de “novela gráfica” que sea pertinente utilizar. Y como
sabemos, la palabra “novela” implica inmediatamente que se trata de un trabajo
ficcional.
Se puede argumentar, también, que se utiliza esta definición por el simple hecho
de no existir ninguna otra. Pero ese es el centro del asunto: no existen definiciones
certeras. En general, no se reconoce al cómic como una obra no-ficcional, sin
importar su contenido. En el cómic histórico, también cercano a la posible “no-
ficcion”, se remarca siempre el acotado "inspirado en" o "basado en". Nunca es
una reproducción completa, sino un acercamiento al hecho que ha pasado primero
por la subjetividad del autor, sin importar que sean recopilaciones históricas tan
investigadas como cualquier texto histórico.
Dicho de manera resumida, en las clasificaciones formales no existe un lugar para
el cómic que no sea ficcional. Y si este es el caso en el cómic, ¿por qué debe ser
diferente en la literatura? Si en el género del cómic es evidente que existe una
construcción previa por parte del autor, ¿no debería ser igual de evidente en la
literatura?
¿Es acaso que la construcción queda más en evidencia en las imágenes que en lo
escrito? Pero si ese fuera el caso, tampoco se consideraría la posibilidad de que
exista algo real o verídico en el cine y/o la televisión, sin embargo estos también
disfrutan de cierta “objetividad” ante el público en general.
Lo cierto es, la escritura disfruta de una legitimidad que ningún otro sistema de
representación ha logrado alcanzar. Un texto escrito (artículo, libro, biografía, etc.),
sostiene siempre un grado de credibilidad mayor al que puede tener una película,
una historieta o una canción. Y es esta legitimidad es lo que da lugar a debates
internos sobre verdad, realidad o exactitud.