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VALLES DE BOLIVIA

Los Valles es una región geográfica de Bolivia que se encuentra en una franja de norte a sur del
país, entre la cordillera de los Andes y la cuenca amazónica, a una altura intermedia de 2.000
msnm. Comprende la mayor parte del departamento de Cochabamba, el costado oriental del
departamento de Potosí, las mitades occidentales de los departamentos de Chuquisaca y de
Tarija además de parte del departamento de La Paz y la porción más occidental del
departamento de Santa Cruz (donde se encuentra Vallegrande). Cochabamba es la ciudad del
valle, por antonomasia. También se destacan la capital de Bolivia, Sucre; y Tarija como ciudades
importantes de esta área geográfica.

Agricultura

En las tierras aún destinadas a la agricultura se realiza en cultivo de:camote, quinua, maiz,
hortalizas, verduras y frutas. El cultivo de la uva en la región de Tarija es particularmente
importante ya que abastece las industrias vitivinícolas más importantes del país.La región es
poseedora de la mayor tradición en vinos de Bolivia la producción de uva se destina
igualm¿Qué departamentos conforman los valles de Bolivia?

Comprende la mayor parte del departamento de Cochabamba, el costado oriental del


departamento de Potosí, las mitades occidentales de los departamentos de Chuquisaca y de
Tarija además de parte del departamento de La Paz y la porción más occidental del
departamento de Santa Cruz (donde se encuentra Vallegrande).ente a la producción de
singani .Quechuas

Población Total: 2556277 habitantes

Departamento: Chuquisaca, Cochabamba, Potosí, Oruro y La Paz.

Familia lingüística: Quechua

Actividad prinGuaraní

Población Total: 133393 habitantes

Departamento: Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija

Familia lingüística: Tupi guaraní

Actividad principal: Agricultura

Tapiete

Población Total: 63 habitantes

Departamento: Tarija

Familia lingüística: Tupi guaraní

Actividad principal: Agricultura, Pesca y Recolección.

Weenhayek

Población Total: 2020 habitantes


Departamento: Tarija

Familia lingüística: Weenahayek

Actividad principal: Pesca, recolección y artesanía.cipal: Agricultura

Chiquitano

Población Total: 184248 habitantes

Departamento: Santa Cruz

Familia lingüística: Chiquitano.

Actividad principal: Agricultura.

Guarasugwe

Población Total: 31 habitantes

Departamento: Santa Cruz y Beni

Familia lingüística: Tupi guaraní.

Actividad principal: Caza, Pesca, Recolección y Agricultura.

Guarayo

Población Total: 9863 habitantes

Departamento: Santa Cruz

Familia lingüística: Tupi guaraní

Actividad principal: Agricultura y crianza de animales.

En provincias cruceñas hay ritos perdidos y tradiciones que reviven

En Guarayos enterraban al muerto con su arma porque la iba a necesitar en el más allá. En San
Javier, los piñocas creían que un pájaro se llevaba el alma del fallecido

En San Javier, familiares de los difuntos Manuel Rivero y Daniela Mansilla les prendieron velas

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Corresponsales

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02/11/2017
La festividad de Todos Santos y el Día de los Difuntos es una fecha en que reviven muchas
costumbres y tradiciones en el país, aunque en el oriente boliviano algunas creencias se han
ido olvidando con el tiempo.

En Guarayos, por ejemplo, muchas creencias ancestrales ya son desconocidas por las actuales
generaciones. Según el profesor jubilado Miguel Cuñanchiro Castro, hasta las décadas de los 40
y 50, cuando un hombre o mujer guarayo moría era enterrado con la cara al poniente porque,
según la creencia, en esa dirección mora el abuelo Tumpa (Dios) y una vez que despierte, el
muerto irá en esa dirección a su encuentro.

Además, el fallecido era enterrado con sus armas porque se creía que en el más allá las
necesitaría para cazar y para defenderse de otros seres.

En cuanto a las tumbas, el difunto siempre era enterrado en el suelo. Durante los primeros tres
días la tumba era cubierta con parichi (hoja de cusi trenzada) para hacer sombra al cuerpo a fin
de que no se corroa antes de ir al encuentro del abuelo, comenta el octogenario profesor
Cañanchiro.

San Ignacio de Velasco

En este municipio la población acude en masa a los camposantos para visitar a sus difuntos.
Antonio Coria, vecino, comenta que aún se mantiene la antigua tradición de velar las tumbas
durante toda la noche de Todos Santos hasta el amanecer de hoy, Día de los Difuntos, para la
tertulia, al pie de las tumbas, de familiares, recordando anécdotas de la vida de sus fallecidos.

Para aguantar el desvelo, la gente lleva comidas típicas y bebidas como chicha chiquitana,
somó, pipoca, anticuchos, horneados típicos y abundante café para compartir con sus
familiares, pues la Alcaldía prohibió el ingreso de bebidas alcohólicas.

A pesar de que hay servicios funerarios, en San Ignacio los dolientes todavía cargan al hombro
el ataúd del muerto hasta su última morada, acompañado de rezos y marcha fúnebre
interpretada por bandas populares.
Hoy habrá dos misas en el cementerio. El cabildo indígena, con sus instrumentos musicales,
tamboritas y violines, llegará al camposanto para rezar el rosario en chiquitano, luego recorrerá
el lugar tocando canciones religiosas para los dolientes que lo pidan.

Por la migración de gente del interior del país, en esta región chiquitana también hay familias
que practican costumbres andinas y arman mesas con masitas, tantaguaguas, bebidas y
comidas que en vida gustaban al difunto.

San Javier

En San Javier, los piñocas (tribu que habitaba esta región siglos antes de la llegada de los
españoles) creían que la muerte tenía un significado especial. Cuando alguien moría se
pensaba que un pájaro grande venía y se lo llevaba. Durante el viaje, el alma atravesaba lugares
espinosos y enfrentaba a animales salvajes; si en vida se habían preparado bien, entonces
superaba los obstáculos y el ave lo llevaba al lugar del descanso eterno donde se encontraba el
Nupayares o piyo sagrado. Los que no vencían los obstáculos, quedaban vagando por el sitio
dificultoso.

En la época de las misiones (finales del siglo XVII en adelante), los jesuitas introdujeron
costumbres europeas. Los chiquitanos ya evangelizados adoptaron la costumbre de enterrar a
sus muertos en un cementerio, de prender velas, rezar por el descanso eterno de las almas y
visitar las tumbas en esta fecha.

Actualmente, las costumbres andinas también son practicadas por familias de la zona, debido
a la creciente migración.

Vallegrande

En los valles, las familias se afanan calentando los hornos de barro o gas para preparar galletas,
empanadas, maicillos y otras delicias que serán distribuidos hoy a los que visitan las tumbas de
los cementerios.

Niños, jóvenes y adultos recorren los camposantos rezando siete padrenuestros y siete
avemarías encomendando las almas de los fallecidos.

Los vallegrandinos llegan de todo el país para visitar las tumbas de sus seres queridos que
partieron. En algunas poblaciones la gente aún pasa la noche de Todos Santos velando las
tumbas donde descansan sus familiares.Manifestaciones religiosas del oriente

31-03-2010
Qué no se ha dicho ya sobre las Misiones Jesuíticas. Legado cultural, expresión de arte y
arquitectura. Magnífico testimonio –y de los pocos en pie– de la colonización o evangelización
de las regiones de Moxos y Chiquitos, allí donde se dio, según Alcides Parejas, uno de los
experimentos culturales de mayor relevancia de la América conquistada.

A tal punto es que su presencia se siente aún hoy en las manifestaciones religiosas del oriente
boliviano que tienen, como todo, una “característica sui géneris”, dice el historiador e
investigador cruceño, presidente de la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC), entrevistado por el
PIEB a propósito de la Semana Santa.

Es precisamente en estas fechas en que se hace sencillo seguir los rastros dejados por los
jesuitas en aquella región, más allá de las costumbres, más allá de la iconografía, más allá del
rito.

La alegría que pervive

Para entenderlo hay que mirar tres siglos atrás, hacia el 1691, cuando los misioneros utilizaban
en su proceso evangelizador lo que en su tiempo eran medios audiovisuales, vale decir el ritual,
la teatralización, las procesiones...

Teatralizaron como en todo el mundo cristiano, pero sin esa enorme fuerza dramática tan
característica; simplemente lo hicieron para recordar a los católicos qué es lo que había
ocurrido. Por eso, por ejemplo, en la iglesia de Chiquitos no está representado el vía crucis,
como en otros templos, pues estas imágenes fueron remplazadas por unos angelotes
regordetes, bonachones, que no le quitan nada al catolicismo practicado en la región, más bien
le dan una carga positiva que con el tiempo –sostiene Alcides Parejas– se ha convertido en una
categoría cultural tremendamente fuerte en Santa Cruz: la alegría.

De ahí que, incluso en la celebración religiosa más solemne del año, el cruceño se impregna de
esta herencia. Y esa es la característica sui géneris a la que se refiere el historiador.

La impronta indígena

Tanto la región de Chiquitos como Moxos fueron producto de la evangelización, a diferencia de


otras regiones donde la colonización se abrió paso por otras vías.

Uno de los aspectos más importantes en ese proceso fue la música, pues a través de ella se
llevó adelante la evangelización de los indígenas, quienes muy pronto demostraron destreza
innata para aprender y ejecutar. De modo que entre 1682 y 1767 –cuando los jesuitas fueron
expulsados de España y de América–, se produjo en estas regiones una impresionante cantidad
de música barroca y la edificación de la majestuosa arquitectura de las iglesias misionales.
La impronta de los indígenas influenció notablemente estas manifestaciones, tanto la música
como la arquitectura, en un escenario de colaboración, de ayuda mutua y de libertad de
expresión, generando así –casi sin saberlo– ese encanto que hoy es reconocido como
patrimonio cultural de la humanidad.

La explicación está en el tipo de evangelización que hacen los jesuitas, una evangelización
exenta de dramatismo aún estando en pleno periodo barroco. “Eran tiempos que se vivían bajo
las banderas de Trento, por lo tanto un período combativo, tremendamente dramático. En
cambio en esta parte del territorio los indígenas fueron convertidos, convencidos, sumados a la
evangelización con métodos que luego se reflejarían en la alegría de su música, de sus
edificaciones…”.

Este legado expresa también un mestizaje, un maridaje de la cultura cristina y la católica que
viene y se encarna en la cultura chiquitana. A partir de eso, los hilos se siguen tejiendo: Los
chiquitanos le dan su impronta a la nueva cultura, luego la recuperan “y hacen que los pueblos,
sean originarios o no, mestizos o no, recuperemos también la autoestima de su cultura”.

Esta influencia empieza a extenderse con la apertura de Chiquitos a la gobernación de Santa


Cruz. Los chiquitanos, con su enorme carga cultural, llegan a los escasos centros urbanos y
logran influenciar.

Su influencia va a estar en la mano de obra, pues son orfebres, albañiles, talladores que le van
a dar a la arquitectura en desarrollo algo así como el sello chiquitano. Y luego van a colaborar
con las capillas de música de la Catedral, impregnándolas de ese elemento que es la alegría y
sin el cual no se puede entender en este momento la cultura cruceña.

Las misiones en la historia

La Compañía de Jesús comenzó su labor misionera en el oriente boliviano en 1691 por


instrucción del gobernador de Santa Cruz de la Sierra. El 31 de diciembre de ese año el jesuita
José de Arce fundó la primera reducción indígena con el nombre de San Francisco Javier;
sucesivamente nacieron San Rafael, San José, San Juan Bautista, San Ignacio de Zamucos (de
existencia efímera), Concepción, San Miguel, San Ignacio de Velasco, Santiago, Santa Ana y
Santo Corazón.

En las reducciones, los misioneros organizaron a los habitantes de la región sin cambiar la
esencia de su organización social, consideración que facilitó la conversión de los chiquitanos al
catolicismo. En cada poblado residían dos sacerdotes: uno dedicado a la enseñanza religiosa y
otro a la administración y enseñanza de las artes musicales, tallado, pintura y construcción de
instrumentos.
La aptitud natural de los chiquitanos para el aprendizaje y ejecución de instrumentos musicales
facilitó la enseñanza de los misioneros. En poco tiempo los maestros europeos y sus alumnos
establecieron una relación fructífera que dio origen a un rico archivo musical cifrado en la
actualidad en unas cinco mil 500 hojas manuscritas.

Los nombres de la mayoría de los compositores jesuitas constan en las mismas partituras, a
diferencia del de los chiquitanos que permanecen en el anonimato; se sabe por tanto de la
presencia en Chiquitos de Doménico Zipoli, Martín Schmid, Julián Knogler, Franz Brentner,
Julián Vargas, Bartolomé Massa, Arcangelo Corelli, Nicola Calandro y otros religiosos europeos.

En 1767, la corona española expulsó a la Compañía de Jesús de sus posesiones, pero las
reducciones de Chiquitos permanecieron casi invariables hasta el último tercio del siglo XIX; su
aislamiento contribuyó a la conservación de las habilidades artísticas y artesanales
desarrolladas con los jesuitas.

En 1996 nace el Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana “Misiones


de Chiquitos”, que tiene como sedes tanto las antiguas reducciones jesuíticas de Chiquitos y
Moxos como en las franciscanas de Guarayos y la mercadería de Porongo. El objetivo es
mantener vivo el legado.

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