Sie sind auf Seite 1von 15

EL SISMO QUE CAMBIÓ A UN PAÍS Y LA CIUDAD QUE SE TRAGÓ A UN TERREMOTO

Arno Burkholder

Por una desgraciada coincidencia, dos de los peores temblores que ha sufrido México ocurrieron el
mismo día, con más de tres décadas de diferencia. Los dos se parecen mucho entre sí y al mismo
tiempo son totalmente diferentes. Ocurrieron en el mismo país, pero este ha cambiado bastante con
el paso de los años. Afectó casi a los mismos lugares pero se encontró con una población que ya lo
esperaba. Si el sismo de 1985 colaboró a transformar este país, el terremoto de 2017 ya lo encontró
muy diferente a como era.

El 19 de septiembre de 1985 yo vivía en la Condesa, en la esquina de Ámsterdam y Citlaltépetl, en


un ancho edificio de dos pisos que fue construido en los años treinta del siglo pasado y que mira
hacia una de las fuentes que hoy es uno de los símbolos de esa colonia.

Antes de irme a la secundaria que estaba a una cuadra de mi casa, en la calle Ozuluama, me dio
tiempo suficiente para bañarme, desayunar y salir al último minuto antes de que me cerraran la
puerta. Como muchos capitalinos, veía el noticiero de Lourdes Guerrero cuando el sismo comenzó.
Se fue la luz eléctrica con un chasquido y todo se movió violentamente. La coincidencia decidió que
a esa hora estuviéramos juntos mis papás, mi hermana y yo, y que nos refugiamos bajo el dintel de
una de las puertas del departamento.

Dos días antes, mi perro Bonifacio se metió debajo de la cama de mi madre y se la pasó ladrando
todo el tiempo. Por más que lo intentamos, el animalito no quiso comer ni se calló. No entendíamos
qué le ocurría hasta que terminó el temblor y Bonifacio al fin salió de su escondite.

Como no teníamos luz eléctrica, prendimos un radio de pilas y así escuchamos a Jacobo
Zabludovsky narrando que la ciudad que él había conocido ya no existía. Televicentro, el conjunto
Pino Suárez, los multifamiliares Juárez y parte del de Tlatelolco, el Hotel Regis… todo eso se había
derrumbado.

Recuerdo que la luz regresó hasta la noche. En todo ese tiempo la atmósfera de la colonia estaba
muy cargada. Había un espantoso silencio que era roto solo por las ambulancias que pasaban con
sus sirenas encendidas. Días más tarde, se les sumaron las cuadrillas de motociclistas militares y
varias camionetas que llevaban ataúdes.

Había que hacer algo para ayudar. Sabíamos que afuera, en las calles, miles de personas habían
perdido sus casas y estaban a la intemperie; que los cadáveres se amontonaban por todas partes
hasta que pudieron llevarlos al parque de béisbol del Seguro Social (en Viaducto y Cuauhtémoc);
que mucha gente arriesgaba sus vidas al sacar heridos de los derrumbes; que llevaban agua y
comida, que dirigían el tráfico y que empezaba a alzarse una gran indignación contra el gobierno de
Miguel de la Madrid, el cual no se aparecía para ayudar a la población.

En nuestro caso, tuvimos la oportunidad de ayudar gracias a una coincidencia y un pasatiempo.


Además de que se cortó el servicio telefónico, que en ese entonces era pésimo, lo normal era que
las llamadas se “cruzaran” y uno escuchara conversaciones que no le importaban; pero en nuestra
casa el teléfono funcionaba bien. Por otra parte, a mi papá le encantaban los radios, especialmente
los que le permitían escuchar estaciones que no estuvieran en México. Había comprado en Alemania
un aparato enorme marca Sony que pesaba como cinco kilos y con el cual oía programas de Estados
Unidos y Europa.

Resulta que en esos días, una estación en California comenzó a mandar mensajes de personas que
tenían a sus parientes en México y no sabían si estaban vivos o si era verdad que todo el DF había
desaparecido. Estas personas dejaban los números telefónicos de sus familiares con la esperanza
de que alguien pudiera comunicarse con ellos y decirles que en Estados Unidos querían saber qué
les había pasado.

Durante varios días mi papá escuchó sin parar esa estación y tomó nota de todos los datos y números
telefónicos. Cuando se reestableció el servicio, mi mamá agarró esos papeles y comenzó a hacer
llamadas. Mucha gente respondía en español, otros en inglés y algunos hasta en alemán. Hubo
quien contestó histérico diciéndole a mi madre que no molestara, pero la mayoría agradecía lo poco
que pudimos hacer.

Pasaron semanas de miedo e incertidumbre, especialmente luego del segundo sismo, el 20 de


septiembre. Las clases en la secundaria estaban suspendidas, así que solo quedaba ver la televisión
y enterarnos de los edificios que demolían y de la ayuda proveniente de otros países que al fin aceptó
el gobierno mexicano.

En cuanto se pudo, salimos a recorrer Ámsterdam para ver esos edificios cuarteados, rodeados con
cables y cuerdas para colgar ropa con la intención de que nadie se acercara, y que además
presumían el gran avance tecnológico de contar con péndulos hechos de tabiques y alambre, para
vigilar su inclinación.

Poco a poco, entre los mensajes de “México sigue en pie” y la publicidad del próximo campeonato
mundial de futbol en 1986, volvimos a la normalidad. Pero nunca olvidamos a los miles que murieron,
el dolor de los que quedaron vivos y la advertencia de que un sismo como ese podría repetirse en
cualquier momento.

32 años después

El 19 de septiembre de 2017, el día comenzó con la ceremonia oficial en recuerdo a las víctimas del
sismo de 1985. A las once de la mañana se efectuó el gran simulacro nacional para seguir atentos
ante la posibilidad de que el monstruo regresara…

Y regresó: México se ha convertido en el lugar donde los rayos sí caen dos veces en el mismo sitio,
recordando al escritor Juan Villoro. El sismo ocurrió a las 13:14 horas y me encontró trabajando en
mi nueva casa, al norte de la ciudad.

Lo primero que llamó mi atención fue que en este caso siempre tuvimos energía eléctrica. Lo
segundo fue que ya no hubo una “versión oficial” de lo acontecido, como ocurrió en 1985 con
Zabludovsky. Ahora vivimos en un exceso de información: Televisa, TV Azteca, Imagen Televisión,
videos por internet, periódicos, portales de noticias y especialmente las grandes vías de
comunicación en que se convirtieron Facebook y Twitter, gracias a las cuales la población no solo
se enteró de lo ocurrido en tiempo real, sino que además pudo organizarse para ayudar a los
afectados.

En 1985, México tenía poco más de 78 millones de personas. Hoy somos más de 123 millones. La
capital dejó de ser un Distrito Federal para convertirse en una entidad política con gobernantes
elegidos por sus ciudadanos, a la que ahora conocemos como CDMX. El sismo del 85 fue más fuerte
(8.1 grados), pero su epicentro estuvo más lejos de la capital, frente a las costas de Michoacán. En
2017 fue de una magnitud de 7.1 y comenzó en el estado de Morelos.

Esta publicación sólo es un fragmento del artículo "El sismo que cambió a un país y la ciudad que
se tragó a un terremoto" del autor Arno Burkholder, que se publicó íntegramente en Relatos e
Historias en México número 111.
Relato Histórico de la Independencia de Texas

Si consultas un mapa del continente americano verás que Texas se ubica al sur de los Estados
Unidos, sin embargo, hasta 1848 cuando se independizó, pertenecía a México.

Todo comenzó en 1821 cuando el Primer Emperador de México da una concesión a Moises Austin
y su hijo Stephan Austin para que colonizaran y gobernaran sobre el territorio de Texas el cual
formaba parte del estado de Coahuila y Texas.

En consecuencia, a Texas comenzaron a llegar en 1823 familias extranjeras: anglosajonas, latinas


y estadounidenses, además de esclavos y residentes de otras zonas de México quienes
conformarían la colonia de Texas, que llegó a tener unos 18000 habitantes.

La zona fue gobernada por Stephan Austin desde 1823 hasta 1835 y a partir de marzo de 1936 por
David Bumett.

Entre tanto, en el año 1827 los Estados Unidos ofrecen una alta suma de dinero, un millón de dólares
por la comprar de Texas y posteriormente en 1829 se aumenta la cantidad a cinco millones de
dólares. En ambos casos la oferta es rechazada por el entonces presidente de México Vicente
Guerrero.

Sin embargo, debido a la influencia de los Estados Unidos creció en los colonos tejanos la necesidad
y el deseo de independizarse para formar una república de manera que le solicitan a Antonio López
de Santa Anna la libertad, pero este se niega a concedérsela.

Como resultado de esto aunado a la derogación de la constitución federal de 1824, al asesinato de


un colono por parte del ejército mexicano y la represión de Santa Anna contra los rebeldes, el 2 de
octubre de 1835 inició la guerra de independencia de Texas también conocida como Revolución de
Texas, un enfrentamiento que puso en el campo de batalla al ejército de México con los rebeldes
tejanos.

La batalla de Los González ocurrida en el territorio de Texas fue la primera de la guerra y en esta los
tejanos tomaron el control de La Bahía y San Antonio Béjar.

En cuanto los conflictos aumentaban, el ejército mexicano logró ganar la mayor cantidad de batallas
con relativa facilidad demostrando de esta manera su superioridad y sintiéndose seguros de salir
victoriosos de la guerra.

Pero el panorama cambiaría de manera sorprendente. Estas batallas no habían significado el fin de
la guerra, sino que este llegó el 21 de abril de 1836 en la batalla de San Jacinto, en la que los
rebeldes de Texas liderados por el general Samuel Houston y apoyados por los Estados Unidos,
obtuvieron una aplastante victoria en tan solo 18 minutos contra los mexicanos comandados por
Santa Anna.

Como resultado, el propio Santa Anna es apresado por los rebeldes y obligado a firmar el 14 de
mayo de 1836 el Tratado de Velasco en el que se reconocía la independencia y la creación de la
República de Texas.

A partir de entonces, Texas vivió una década como país independiente hasta que pasó a formar
parte de los 50 estados que conforman los Estados Unidos de Norteamérica.
Relato Histórico de la Gran Migración

Entre los años 1910 y 1930 y posteriormente entre la década de los 40 y los 70 se produjo en los
Estados Unidos un fenómeno conocido como la gran migración o gran migración negra.

Este suceso llevó a aproximadamente unos seis millones de afroamericanos a un desplazamiento


interno desde los estados del sur hasta los ubicados en el medio oeste, noroeste y oeste del país.

Los estados de los que procedían la mayor cantidad de migrantes fueron Alabama, Georgia, Luisiana
y Mississippi y los destinos preferidos fueron Chicago, Detroit, Illinois, Nueva York, Pensilvania y
Washington.

Los afroamericanos que vivían en Estados Unidos desde la abolición de la esclavitud, sufrían por la
discriminación y segregación racial que en muchas ciudades era cada vez mayor.

De hecho, desde el año 1876 se comenzaron a cumplir en los estados del sur las Leyes Jim Crow
gracias a las cuales se propiciaba y oficializaba la segregación en todos los lugares públicos y
transportes. Asimismo, se les consideraba ciudadanos de tercera pues no tenían derecho a votar y
lo que era peor, no tenían acceso a la educación.

Además, la mayoría de los afroamericanos se veían con escasas posibilidades de prosperar


económicamente o de por lo menos tener el ingreso para cubrir sus gastos básicos y los de sus
familias.

El sueldo que recibían la mayoría de estos era bastante bajo en comparación con el tiempo y
esfuerzo que invertían en las jornadas laborales, aunado a las condiciones de los lugares donde se
desempeñaban.

Al finalizar la Primera Guerra Mundial en 1918 se abre un posible campo de trabajo para estas
personas: las fábricas ubicadas al norte de los Estados Unidos las cuales habían perdido gran
cantidad de sus trabajadores blancos pues habían partido al combate.

Otras empresas también necesitaban mano de obra, entre estas la Pensilvania Railroad y la Illinois
Central Railroad quienes hasta le llegaron a pagar a miles de afroamericanos los gastos de viaje
desde el sur.

Todas estas situaciones llevaron a que miles de afroamericanos decidieran dejar el sur y partir al
norte, Sin embargo, aquí tampoco encontraron lo que buscaban pues también existía la segregación
y discriminación, aunque en menor grado que en los estados del sur.

Ahora bien, para algunos estudiosos la gran migración comprendió dos partes, la primera que fue de
1910 a 1930 y que se detuvo por la gran depresión de 1929 y la segunda migración ocurrida entre
las décadas de 1940 hasta 1970.

En esta nueva etapa muchos migrantes seguían desplazándose hasta el norte pero la mayor
cantidad lo hizo hacia el Oeste, y nuevamente aunque tenían mejores condiciones de vida que los
lugares de los que procedían seguían sufriendo por la discriminación racial

Estos movimientos migratorios cambiaron para siempre la vida de los Estados Unidos, pues a raíz
de ellos se crearon asociaciones que ayudaban a los negros, movilizaciones en reclamo de sus
derechos.

Además de esto la cultura afroamericana se expandió por todo el país, mezclándose con la cultura
local y trayendo consigo una diversidad bastante pintoresca especialmente en los campos de la
música, el arte, la literatura
Relato histórico de la Segunda Guerra Mundial

Transcurría agosto de 1939, cuando Alemania y la Unión Soviética firmaron un pacto de no agresión,
el cual en realidad era un acuerdo secreto para dividirse Polonia.

Así, a las 4:45am del 1 de septiembre de 1939, Hitler desplazó sus tropas a Polonia. En respuesta,
Gran Bretaña y Francia le declaran la guerra dos días después.

Sin embargo, el 17 de septiembre, las tropas soviéticas invadieron Polonia desde el este. Había
comenzado la segunda guerra mundial.Durante los primeros años de la guerra, los soviéticos
obligaron rápidamente a Estonia, Letonia y Lituania a que permitiesen tropas en su suelo.

Cuando se le pidió a Finlandia lo mismo, rehusó, y fue invadida por los soviéticos el 30 de noviembre
de 1939.

El 8 de abril de 1940, Gran Bretaña y Francia comenzaron a sembrar de minas las aguas de Noruega.
Al día siguiente, las tropas alemanas desembarcaron de manera inesperada tanto en Noruega como
en Dinamarca.

El 14 de mayo de 1940 ya habían caído los Países Bajos. Entonces, avanzando rápidamente por el
norte de Francia, las tropas alemanas cercaron a miles de soldados británicos, franceses y belgas.

El 10 de junio un nuevo país aparece en la escena. Italia declara la guerra a Gran Bretaña y a Francia.
Cuatro días después, París cayó ante los alemanes.A pesar de quedarse sola, Gran Bretaña no se
rindió, por esto el 16 de julio, Hitler ordenó que se hiciesen planes para la “operación león marino”,
una invasión de las Islas Británicas.

Posteriormente, en septiembre también se une a la guerra Japón, invadiendo en primer lugar a


Indochina y adueñándose de muchas otras regiones asiáticas e islas del pacifico.

Mientras tanto, Alemania e Italia extendían su control sobre los Balcanes. Hitler envió sus tropas a
Yugoslavia y Grecia el 6 de abril de 1941. Yugoslavia cayó en menos de dos semanas, a la que le
siguió Grecia antes de mediados de mayo.

En sus ansias de poder, Hitler preparó a sus tropas para una arremetida contra la Unión Soviética,
su aliada en la campaña polaca.

Lanzaron su ataque el 22 de junio de 1941 y avanzaron cosechando victoria tras victoria. Leningrado
parecía estar a punto de caer, y a comienzos de diciembre los alemanes estaban a las puertas de
Moscú.

Los soldados soviéticos, recuperados ya de su golpe inicial y estando mejor equipados para la guerra
invernal que sus oponentes, detuvieron la fuerza inexorable alemana. De hecho, incluso los obligaron
a batirse en retirada.

Al verano siguiente los alemanes volvieron a la carga. No obstante, su ataque a Stalingrado fue su
perdición. A comienzos de 1943, los soviéticos rodearon a decenas de miles de soldados y les
obligaron a rendirse. Las bombas de los ejércitos aliados que caían sobre su territorio, convencieron
a los alemanes de que la derrota era inevitable.

Sin embargo, aún faltaba un golpe, el 6 de junio de 1944, desembarcaron en Normandía, tomando
por asalto las playas francesas. El fin de la segunda guerra mundial llegó un año después. El 6 de
agosto, Estados Unidos arrojó una bomba atómica sobre Hiroshima y tres días después otra sobre
Nagasaki que obligaron a Japón a rendirse.
Relato Histórico de la Caída del Muro de Berlín

El 9 de noviembre de 1989 ocurrió algo sorprendente. Cientos de personas eufóricas escalaban el


muro de Berlín y otros miles cruzaban los pasos fronterizos. El muro de Berlín o muro de la
vergüenza, por fin había caído.

Pero ¿cómo comenzó esta historia?

Sus orígenes se remontan a la segunda guerra mundial. Tras la victoria sobre la Alemania nazi; la
Unión Soviética, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia acordaron compartir Berlín.

Por esta razón, en 1945 Alemania y la ciudad de Berlín quedaron divididas en cuatro sectores
administrados por una comisión militar cuatripartita.

Pero muy pronto y como era de esperarse, comenzaron los problemas por ideologías distintas. La
Unión Soviética quería que en todo Berlín se instaurara una administración comunista, pero el resto
de las potencias fomentaban en sus sectores un sistema de carácter pluralista.

Para los soviéticos, que gobernaba el sector oriental de la ciudad, el enclave occidental constituía
un elemento extranjero peligroso. Por esta razón, en junio de 1948 bloquearon totalmente el tráfico
terrestre de los sectores occidentales para obligarles a renunciar a sus derechos sobre la ciudad.

Como consecuencia, en 1949 se fundaron dos estados alemanes: la República Federal de Alemania
(Alemania del Oeste) y la República Democrática Alemana (Alemania del Este). A partir de este
momento Berlín tenía dos gobiernos y dos monedas.

El mayor problema para los soviéticos vino producto de las marcadas diferencias económicas y
condiciones de vida de las dos regiones, lo que provocó un éxodo de uno mil alemanes desde el
Este al Oeste.

Como respuesta a esta situación, en horas de la mañana del 13 de agosto de 1961, guardias
armados y trabajadores de Alemania oriental comenzaron a levantar un muro que serviría para
separar la Alemania Democrática de la Federal. Estaban dividiendo literalmente Berlín en dos partes,
este y oeste.

El icónico muro de Berlín no solo detuvo el paso de refugiados, sino que también separó a familiares
y amigos.

Veintiocho meses después de haber sido construcción, a los habitantes de la parte occidental se les
permitió ir por un día a Berlín oriental a visitar a sus familiares.

Posteriormente, tras un acuerdo entre las cuatro potencias, en la década de los setenta se
comenzaron a permitir llamadas telefónicas y visitas entre los habitantes de las dos zonas.

Pero la gente quería más, quería una sola Berlín. Por esto, en septiembre de 1989 el mundo
presenció cómo un río de refugiados del Este llegaba al Oeste, donde eran recibidos con aplausos
y abrazos. El entusiasmo era descontrolado y la emoción indescriptible.

A pesar de esto, los soviéticos se negaron a llevar a cabo reformas radicales, como consecuencia,
en octubre y noviembre de 1989 más de un millón de alemanes orientales se manifestaron
pacíficamente en Leipzig, Berlín oriental y otras ciudades.

Al gobierno de la Alemania oriental no le quedó otra opción que ceder y, después de veintiocho años,
el 9 de noviembre de 1989, abrió el muro de Berlín, el cual cayó literalmente, de la noche a la
mañana. Finalmente, su demolición comenzó en el año 1990.
El juego de pelota

Hernán Cortes lanzo la pelota al suelo. Y así el emperador Carlos y sus numerosos cortesanos
asistieron a un prodigio jamás visto: la pelota reboto y voló por los aires.

Europa no conocía esa pelota mágica, pero en México y en Centroamérica se usaba el caucho,
desde siempre, y el juego de pelota tenía más de 3000 años de edad.

En el juego, ceremonia sagrada, combatían los trece cielos de arriba contra los nueve mundos de
abajo, y la pelota, brincona, volandera, iba y venía entre la luz y la oscuridad.

La muerte era la recompensa del triunfador. El que vencía, moría. Él se ofrecía a los dioses, para
que no se apagara el sol en el cielo y siguiera lloviendo la lluvia sobre la tierra.
Las otras armas

¿Cómo pudo Francisco Pizarro, 168 soldados, vencer a los 80000 hombres del ejército de Atahualpa
en el Perú, sin que su tropa sufriera ni una sola baja?

Los invasores, Cortes, Pizarro, supieron explotar hábilmente la división de los invadidos,
desgarrados por los odios y las guerras, y con promesas jamás cumplidas pudieron multiplicar sus
ejércitos contra los centros de poder de los aztecas y de los incas.

Además, los conquistadores atacaban con armas que América no conocía.

La pólvora, el acero y los caballos eran incomprensibles novedades. Nada podían los garrotes
indígenas contra los cañones y los arcabuces, las lanzas y las espadas; ni las corazas de paño contra
las armaduras de acero; ni los indios de a pie contra esos guerreros de seis patas que eran la suma
del jinete y su caballo. Y no eran menos desconocidas las enfermedades, la viruela, el sarampión, la
gripe, el tifus, la peste bubónica y otras involuntarias aliadas de las tropas invasoras.

Y por si todo eso fuera poco, los indios ignoraban las costumbres de la Civilización.

Cuando Atahualpa, rey de los incas, se acercó a dar la bienvenida a sus raros visitantes.

Pizarro lo metió preso y prometió liberarlo a cambio del mayor rescate jamás exigido en un secuestro.
Pizarro cobro el rescate y desnuco a su prisionero.
Fundación de la guerra bacteriológica

Mortífero fue, para América, el abrazo de Europa. Murieron nueve de cada diez nativos.

Los guerreros más chiquitos fueron los más feroces. Los virus y las bacterias venían, como los
conquistadores, desde otras tierras, otras aguas, otros aires; y los indios no tenían defensas contra
ese ejército que avanzaba, invisible, tras las tropas.

Los numerosos pobladores de las islas del Caribe desaparecieron de este mundo, sin dejar ni la
memoria de sus nombres, y las pestes mataron a muchos más que los muchos muertos por
esclavitud o suicidio.

La viruela mato al rey azteca Cuitláhuac y al rey inca Huayna Cápac, y en la ciudad de México fueron
tantas sus víctimas que, para cubrirlas, hubo que voltearles las casas encima.

El primer gobernador de Massachusetts, John Winthrop, decía que la viruela había sido enviada por
Dios para limpiar el terreno a sus elegidos. Los indios se habían equivocado de domicilio. Los colonos
del norte ayudaron al Altísimo regalando a los indios, en más de una ocasión, mantas infectadas con
viruela:

-Para extirpar esa raza execrable- explico, en 1763 el comandante si Jeffrey Amherst.
En otros mapas, la misma historia

Casi 300 años después del desembarco de Colon en América, el capitán James Cook navego los
misteriosos mares del sur del oriente, clavo la bandera británica en Australia y Nueva Zelanda, y
abrió paso a la conquista de las infinitas islas de Oceanía.

Por su color blanco, los nativos creyeron que esos navegantes eran muertos regresados al mundo
de los vivos. Y por sus actos, supieron que volvían para vengarse.

Y se repitió la historia.

Como en América, los recién llegados se apoderaron de los campos fértiles y de las fuentes de agua
y echaron al desierto a quienes allí vivían.

Y los sometieron al trabajo forzado, como en América, y les prohibieron la memoria y las costumbres.

Como en América, los misioneros cristianos pulverizaron o quemaron las efigies paganas de piedra
o madera. Unas pocas se salvaron y fueron enviadas a Europa, previa amputación de los penes,
para dar testimonio de la guerra contra la idolatría. El dios Rao, que ahora se exhibe en el Louvre,
llego a Paris con una etiqueta que lo definía así: ídolo de la impureza, del vicio y de la pasión
desvergonzada.

Como en América, pocos nativos sobrevivieron. Los que no cayeron por extenuación o bala, fueron
aniquilados por pestes desconocidas, contra las cuales no tenían defensas.
Endemoniados

Vendrán a enseñar el miedo.

Vendrán a castrar el sol.

Los profetas mayas habían anunciado, en Yucatán, este tiempo de la humillación.

Y fue en Yucatán, en 1562, que fray Diego de Landa arrojo al fuego, en larga ceremonia, los libros
de los indios.

Y escribió el exorcista:

Hallamosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese
superstición y falsedades del Demonio, se los quemamos todos.

El olor a azufre se sentía de lejos. Los mayas merecían el fuego por preguntones, por curiosos, por
perseguir el paso de los días en el tiempo y el paso de los astros en los trece cielos.

Entre muchos otras demonios, habían creado el calendario más preciso de cuantos existen o han
existido, y habían sabido predecir mejor que nadie los eclipses de sol y de la luna, y habían
descubierto la cifra cero tiempos antes que los árabes tuvieran la gentileza de llevar esa novedad a
Europa.
Matando bosques murieron

Había cada vez más bocas y menos comida. Cada vez menos bosques y más desiertos. Demasiada
lluvia, o lluvia ninguna.

Atados con cuerdas, los campesinos rascaban en vano las paredes desolladas de las montañas. El
maíz no encontraba agua ni tierra donde alzar sus hojas. La tierra, sin árboles que la retuvieran,
teñía de rojo las aguas del rio y se perdía en el viento.

Al cabo de 3000 años de historia, cayo la noche sobre los reinos mayas.

Pero los días mayas siguieron caminando, en las piernas de las comunidades campesinas en el sur
de México. Las comunidades se mudaron a otros parajes y sobrevivieron, casi en secreto, sin
pirámides de piedra ni pirámides de poder: sin más rey que el sol de cada día.
Los reinos sin rey

Según los historiadores, y según casi todos los demás, la civilización maya desapareció hace siglos.

Después, la nada.

La nada: la realidad comunitaria, nacida del silencio y en el silencio vivida, no ha despertado


admiración ni curiosidad.

Asombro si despertó, al menos en tiempos de la conquista española. Los nuevos señores estaban
desconcertados: estos indios sin rey habían perdido la costumbre de obedecer.

Fray Tomas de la Torre contaba, en 1545, que los tzotziles de Zinacatán ponían a uno a dirigir la
guerra y cuando no lo hacía bien, quitabanlo y ponían otro.

En la guerra y en la paz, la comunidad elegía la autoridad, que era, entre todos, quien mejor sabia
escuchar.

Mucho azote y mucha horca gasto el poder colonial para obligar a los mayas al pago de tributos y al
trabajo forzado. En Chiapas, en 1551, el magistrado Tomas López comprobaba que se negaban a
la servidumbre, y reprobaba:

-Es gente que tanto trabaja cuanto ha menester y no más.

Y un siglo y medio después, en Totonicapán, el corregidor Fuentes y Guzmán no tenía más remedio
que reconocer que el nuevo despotismo no había avanzado mucho. Los indios seguian viviendo sin
superior cabeza a quien obedecer, y todo entre ellos son juntas, platicas, consejos y misterios, y solo
dudas para los nuestros.
Tu pasado te condena

El maíz, planta sagrada de los mayas, fue bautizado con diversos nombres en Europa.

Los nombres inventaban geografías: lo llamaron grano turco, grano árabe, grano de Egipto o grano
de la India. Estos errores no contribuyeron para nada a salvarlo de la desconfianza ni del desprecio.

Cuando se supo de dónde venía, no fue bienvenido. Lo destinaron a los cerdos. El maíz rendía más
que el trigo y crecía más rápido, aguantaba la sequía y daba buen alimento; pero no era digno de
las bocas cristianas.

La papa también fue fruto prohibido en Europa. La condenaba como al maíz, su origen americano.
Para peor, la papa era una raíz criada al fondo de la tierra, donde el infierno tiene sus cuevas. Los
médicos sabían que producía lepra y sífilis.

En Irlanda, si una mujer embarazada la comía en la noche, en la mañana paria un monstruo. Hasta
fines del siglo dieciocho, la papa estaba destinada a los presos, a los locos y a los moribundos.

Después, esta raíz maldita salvo del hambre a los europeos. Pero ni así la gente dejo de preguntarse:

-Si la papa y el maíz no son cosa del Diablo, ¿Por qué la Biblia no los menciona?
Tu futuro te condena

Siglos antes de que naciera la cocaína, ya la coca fue hoja del Diablo.

Como los indios andinos la mascaban en sus ceremonias paganas, la iglesia incluyo la coca entre
las idolatrías a extirpar. Pero las plantaciones, lejos de desaparecer, se multiplicaron por cincuenta
desde que se descubrió que la coca era imprescindible.

Ella enmascaraba la extenuación y el hambre de la multitud de indios que arrancaban plata a las
tripas del Cerro Rico de Potosí.

Algún tiempo después, también los señores de la colonia se acostumbraron a la coca.

Convertida en te, curaba indigestiones y resfríos, aliviaba dolores, daba bríos y evitaba el mal de
altura.

Hoy en día, la coca sigue siendo sagrada para los indios de los Andes y buen remedio para
cualquiera. Pero los aviones exterminan los plantíos, para que la coca no se convierta en cocaína.

Sin embargo, los automóviles matan mucha más gente que la cocaína y a nadie se le ocurre prohibir
la rueda.

Das könnte Ihnen auch gefallen